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Teresa de Calcuta, condecoraciones frente a persecuciones”, por Juan José Tamayo

Domingo, 2 de octubre de 2016
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teresa_de_calcuta_2A lo largo de su dilatada vida, la madre Teresa de Calcuta ha sido objeto -o mejor, sujeto- de las más altas condecoraciones que un ser humano puede recibir de parte de los poderosos de este mundo. Los dirigentes políticos de las más diferentes ideologías la han agasajado con todo tipo de gestos de acogida. Los Estados y los Gobiernos han brindado apoyo a sus iniciativas. Los poderes económicos han prestado ayuda a sus obras sociales. Las autoridades de la Iglesia católica han bendecido su actividad caritativa poniéndola como ejemplo de amor no conflictivo a Cristo, a la Iglesia y a los pobres. Hasta los dictadores la han honrado con su amistad, y ella ha respondido con su reconocimiento y respeto hacia ellos. Su sintonía con el papa Juan-Pablo II y la de éste con la madre Teresa de Calcuta han sido totales y sin fisuras. Los pobres y olvidados de la tierra la veneran y recuerdan porque ella ha sido de las pocas personas que se ha acordado de ellos y ha aliviado sus sufrimientos. En sus funerales se le han rendido honores de jefe de Estado.

Los poderosos la admiran y agasajan, la quieren con locura y le conceden el título de bienhechora de la humanidad. Ninguno de ellos se ha atrevido a criticarla, como tampoco la madre Teresa ha osado dirigirse a los jefes del mundo críticamente. La sintonía es tan fuerte que mucha gente ve en tal actitud una extraña complicidad.

Estamos, ciertamente, ante una mujer admirable, ante una cristiana ejemplar que, a su paso por la historia, ha dejado una huella imborrable. Pero la ejemplaridad cristiana de la madre Teresa no es única. Hay también católicos contemporáneos suyos que han hecho una opción incondicional por los pobres y marginados, y se han jugado la vida luchando por su liberación. He aquí algunos nombres: Helder Cámara, monseñor Romero, I. Ellacuría y compañeros mártires, P. Casaldáliga, S. Ruiz, L. Boff, E. Cardenal, etc.

Y, sin embargo, ninguno de ellos ha recibido condecoraciones de los poderosos de este mundo. Todo lo contrario: han sido acusados de subversivos, revolucionarios e instigadores de la violencia popular. Las autoridades católicas han mostrado todo tipo de sospechas sobre ellos, los han acusado de heterodoxos e insumisos, los han amonestado, sancionado e incluso excluido de la comunidad eclesial. ¿Quién no recuerda el dedo acusador de Juan-Pablo II, durante su viaje a Nicaragua, contra un humilde Ernesto Cardenal postrado de hinojos ante el papa? Los han convertido en presa fácil de los poderes militares y de los escuadrones de la muerte, que han asesinado a cristianos inconformistas como monseñor Romero y Ellacuría.

Las preguntas se agolpan y brotan espontáneamente ¿Por qué una monja tan humilde y abnegada, tan entregada a los pobres, ha concitado el reconocimiento unánime de los poderosos hacia su persona y sus obras de caridad, mientras que los citados profetas coetáneos y correligionarios suyos se han visto sometidos a condenas y asesinatos por parte de los poderes políticos, militares y paramilitares, y a persecución y control por parte de las autoridades católicas?

¿No será porque la madre Teresa se dedicó a los pobres, pero no denunció a los causantes de la pobreza? ¿No será porque los premios recibidos impedían criticar a sus “concesionarios”? ¿No será porque se limitó a hacer simples revoques de fachada en la derruida casa de los pobres, pero dejó intactas sus maderas carcomidas y no se ocupó de la infraestuctura -económica- endeble en que se sustentaba la casa? ¿No será porque, lejos de incordiar a los poderosos, les hizo el trabajo sucio de limpiar las heces que el capitalismo salvaje arroja a los arrabales de tantas Calcutas como hay en el mundo? ¿No será porque prefirió el asistencialismo a la transformación de las estructuras? ¿No será, en fin, porque el Jesús al que entregó su vida Teresa de Calcuta era el Cristo paciente y sacrificial que aceptó sumisamente la voluntad de Dios y se sometió fatalistamente a la muerte sin abrir la boca, en vez de el Jesús de Nazaret subversivo que optó por los pobres, denunció a los poderosos como causantes de la pobreza y, por eso, lo mataron?

Jesús dijo, señalando con el dedo acusador a los poderosos y dictadores de su tiempo: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de la naciones, las gobiernan como señores absolutos y los grandes los oprimen con su poder” (Marcos 10, 42). ¿Cómo pueden agasajar tanto a la madre Teresa los poderosos de este mundo cuando “los que gobiernan como señores absolutos y los grandes que oprimen con su poder” ejecutaron a Jesús?

Juan José Tamayo

Redacción de RR.CC

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Clelia Luro, viuda del obispo Jerónimo Podestá

Domingo, 21 de agosto de 2016
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cleliajeronimopodesta“Memoria viva de una Iglesia sufriente”

Podestá: “Deseo que mi vida con Clelia sea leída con ojos limpios, como haría Cristo”

(Josemari Lorenzo).- Pese a que el Vaticano siempre se refirió a ella, con gran ridículo, como “esa mujer” o “la consabida persona”, el nombre de la argentina Clelia Luro ocupó grandes espacios en los medios de comunicación en la última parte del siglo pasado y primeros años del actual.

Nacida rica en el barrio porteño de La Recoleta y muy activa en el periodismo o como escritora de libros, su combate por un cristianismo liberador y los derechos de los curas casados le permitió relacionarse con grandes prelados -Hélder Cámara, Pere Casaldáliga, el británico cardenal Hume…-, con lo más granado de la teología de la liberación -Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez- y con intelectuales de todos los continentes, entre otros los cineastas Fellini y Pasolini.

Pero era conocida sobre todo por su relación con el obispo Jerónimo Podestá. Juntos, como “pareja sacerdotal” (así se presentaban) lideraron durante décadas el movimiento de los sacerdotes casados que buscan la aceptación del Vaticano. El Movimiento pro Celibato Opcional (MOCEOP) se dijo “huérfano” nada más conocer la muerte de Clelia, el pasado día 5. Tenía 86 años y acababa de remitir al papa Francisco su último libro, Relatos de viajes. Caminos en la diáspora, sobre la larga lucha por el celibato opcional.

Las federaciones de curas casados (unos cien mil, de los que cinco mil son españoles) tienen en Clelia un símbolo. Pero la escritora argentina era mucho más que una luchadora por esa causa. Lo contó en Mi nombre es Clelia, un libro que vino a presentar en Madrid en 2002. EL PAÍS subrayó entonces que, entre las aristas de extrema humanidad que surgen entre el clero casado, ninguna tan viviente como la protagonizada por el obispo Podestá y su asistente Clelia.

De familia bien, estudiante en las mejores universidades -Pontificia de Comillas y Gregoriana de Roma-, elegido muy joven por Juan XXIII como obispo de Avellaneda y participante activo en el Vaticano II, Podestá había apostado por una pastoral liberadora nada más acabar el concilio, lo que le costó la persecución de los militares de su país y, a la par, una ruptura con Roma, entonces amigada con un poder que empezaba a matar en nombre de “los valores cristianos”.

El famoso obispo murió en 2000 y Clelia Luro volvió el año pasado a Madrid para dar a conocer las pastorales y sermones de su marido, y las entrevistas grabadas, los manifiestos y las execraciones contra los poderosos, y también sus bellas cartas de amor. El archivo Podestá es memoria viva de una Iglesia sufriente que ha sido barrida, al menos ocultada, por la jerarquía y que ahora, reinante un buen papa argentino, quizás retome fuerza. Fue Clelia quien hizo popular la queja del gran Dom Hélder: “Si doy comida a los pobres, ellos me llaman santo. Pero si pregunto por qué los pobres no tienen comida, entonces me llaman comunista”. O este otro mensaje de Casaldáliga: “Somos soldados derrotados de una causa invencible”.

Francisco ha prometido dar voz a las mujeres en su Iglesia. Lástima que Clelia haya callado. Nadie como ella vivió en primera persona el apartamiento de la mujer por Roma, aquel arrojarnos a unas nuevas catacumbas, más dolorosas“. Así dijo. Podestá fue muchas veces al Vaticano a explicar al Papa cómo sus problemas en Argentina lo eran por su predicación en favor de los pobres, no por una supuesta relación amorosa con su secretaria, como decía la maledicencia, todavía sin razón. Roma no le creyó.

Para sacarlo de Argentina y dar gusto a los militares, acabó comunicándole por carta la concesión del título de obispo de Orrea de Anínico, una diócesis imaginaria de África. A cambio, debía “arrancar de su corazón y de su lado a esa señora, la consabida persona”. Así se le dijo. Ese mismo día, Podestá tomó la decisión de dar carnalidad a su amor. Escribió: “Deseo que mi vida con Clelia sea leída con ojos limpios, como haría Cristo”.

Lo que vino inmediatamente fue el exilio, escapando de milagro de los matones, enterados de que la molesta pareja había perdido el respeto de Roma.

Clelia nunca se cansó de lamentar que el Vaticano ignorase las advertencias de su marido sobre lo que se avecinaba en Argentina: años de matanzas y terribles violaciones de los derechos humanos. Hace siete meses, comentando la elección de Francisco, que le había alegrado moderadamente, dijo a EL PAÍS: “Si el Papa y los obispos de entonces hubieran alzado la voz no habría habido tanta muerte y tantos desaparecidos. Pero hubo algunos que incluso apoyaron aquel horror”.

Superada la dictadura, la Iglesia argentina pidió perdón por sus silencios o complicidades. Clelia pensaba que “ese ejemplo, tardío pero cierto, no le vendría mal a la jerarquía española, implicada a su vez con una dictadura militar que también mataba en nombre de principios occidentales y cristianos”.

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“Vía Crucis de la Resurrección”, por Leonardo Boff

Domingo, 27 de marzo de 2016
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resurrection-510x320(Leonardo Boff, RyL).- Conocemos el drama que abarcó la vida de Je­sús. Su propuesta del Reino fue rechazada. Encon­tró la dureza de corazón. El judaísmo, en particular el fariseísmo, se encerró en sus creencias, en sus tradiciones, en su dogmática, en su imagen de Dios y condenó a Jesús como blasfemo, Mesías ficticio y falso profeta.

La condenación a muerte de Jesús fue conse­cuencia de su vida y de sus obras de misericordia. Estas escandalizaron a los piadosos del templo. Para ellos, Jesús había ido demasiado lejos. Intentaron encuadrarlo dentro de los cánones del tiempo; des­pués, procuraron reducirlo al silencio; enseguida lo enemistaron con el pueblo y con las autoridades romanas; lo expulsaron de la sinagoga, excomulgán­dolo; lo difamaron acusándolo de poseído del demo­nio, de hereje, samaritano, comilón y bebedor y amigo de gente de mala clase; lo amenazaron de muerte haciéndolo ir al exilio; finalmente, decidie­ron matarlo, aprisionándolo, torturándolo, some­tiéndolo a juicio y crucificándolo en el Calvario. La muerte de Jesús en la cruz no fue para ellos sino un crimen más.

¿Cómo reacciona Cristo, hombre lleno de ter­nura y misericordia? San Marcos nos dice que se entristeció profundamente por la dureza de corazón (3,5). Se produjo un desgarramiento en el interior de su alma. Él no deja de amar, de anunciar la alegría del Reino que nace de la conversión, de creer que el Padre amoroso es también el Padre de los que lo rechazan.

Su amor, para los enemigos se manifiesta como denuncia profética de la dureza de corazón que los imposibilita para acoger el Reino. La ira santa de los “ay de ustedes escribas y fariseos” no es expresión de rechazo de las personas, sino de sus mentalidades; es una forma de amor que alerta y previene contra el desastre que produce la dureza de corazón.

santapiedadSu amor para con los enemigos se manifiesta también en el sacrificio y el ofrecimiento del perdón. No deja que el odio tenga la última palabra, sino el amor, aunque sufrido y doliente. Decide no echar pie atrás, no desistir, ni huir sino ofrecer su vida y sacrificarse.

En esta situación no hay otro camino para Jesús sino el martirio. Mantiene su fidelidad a Dios y a su proyecto del Reino del Padre. En estas condiciones, Jesús debía morir realmente si quería permanecer fiel. La muerte no se presenta entonces como castigo sino como expresión de libertad. Es donación, sacri­ficio libremente asumido.

Esta actitud sacrificial no fue fácil para Jesús. Él tuvo que atravesar una profunda crisis. Tuvo que asimilar el trauma del rechazo y de la muerte hasta abrazarla con plena decisión de su libertad. A Él también le parecía la cruz una ignominia y maldi­ción, pues era el castigo para los falsos profetas.

Siente la tentación del poder: invocar las legiones celestiales y derrotar a los enemigos. Subyugaría a los hombres pero no los conquistaría; el Reino no seria inaugurado, porque éste viene únicamente con la libertad y no por la imposición de la violencia.

Siente la tentación de la soledad: “muerto de tristeza”, pide a los apóstoles: “quédense aquí con­migo y velando”. Tuvo que orar solo y enfrentarse, desamparado, con el espectro de la muerte violenta.

Siente la tentación de infidelidad: “Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz”. Como dice la epístola a los Hebreos: entre clamores y lágrimas dirigió oraciones y súplicas. Y en el sufrimiento aprendió a obedecer, es decir, a ser fiel (5, 7-9).

Finalmente; siente la terrible tentación de la desesperanza. En lo alto de la cruz grita al cielo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Y la experiencia del infierno, de la ausencia de Dios, de la súplica sin respuesta.

Supera todas las tentaciones en una entrega to­tal, en un vacío pleno: “¡Hágase tu voluntad!”, “¡Pa­dre, en tus manos entrego mi espíritu“.

La muerte y la crisis de la muerte fue el precio de la fidelidad a su verdad. No permitió que la muerte fuese señora de la vida e impusiese sus normas. La vida en la tierra no es el supremo valor. Hay cosas por las cuales vale la pena entregar la vida. Morir así es un valor supremo. Hay una vida que no puede ser absorbida por la muerte; aquella que acepta morir por Dios, por los demás y por la causa de la justicia de los humildes.

La resurrección revela todo el vigor de esta vida sacrificada. Ella no fue vencida; fue introducida en la suprema plenitud de la vida divina. La resurrección representa la realización de lo que el Reino de Dios significa. El proyecto de Jesús no fracasó, ni permaneció como mera promesa y profecía: se realizó en el crucificado. Por eso ahora es el Viviente, el que tiene las llaves de la muerte y del infierno’ (Ap 1, 18). Con otras palabras, Cristo aparece como el vencedor de la muerte; lejos de exaltar la cruz y el sufrimiento, vino a destruir su imperio. Si Cristo murió y resucitó fue para ser señor tanto de los vivos como de los muertos (Rm 14, 9). La redención de Cristo es una victoria y restablece el señorío de Dios sobre su creación dominada por fuerzas siniestras. No es, en primer lugar, una expiación, un rescate o una reparación. Es una liberación de la, muerte hacia, el reino de la vida y de la libertad.

El paradigma: Jesucristo muerto y resucitado

Tanto la muerte como la resurrección de Jesús están ligadas a su vida. La muerte fue la consecuen­cia de la oposición que su vida y sus obras provocaron. La resurrección es el triunfo de la vida de Jesús; aquella vida de entera donación y servicio, aquella vida de intimidad con el Padre hasta el punto de identificarse con El no podía acabar en la cruz. Era más poderosa que la muerte. Atravesó el muro de la muerte y manifestó su potencia por medio de la resurrección.

Pasión (crisis), muerte y resurrección constitu­yen una unidad y un mismo misterio pascual. Se trata de momentos de un único proceso, polos de una misma estructura. Romper esta unidad implica perder la novedad de Jesucristo.

rojoviacrucisSi sólo anunciamos la cruz sin la resurrección, acabaremos por magnificar el dolor y dejaremos las lágrimas sin consuelo. Si predicamos la resurrección sin la cruz, caeremos en una ideología exaltadora de la vida, indiferentes a los que sufren y a los asesina­dos. Proclamamos la unidad del misterio pascual: aquel que fue rechazado y crucificado, es el mismo exaltado y resucitado. La resurrección sólo tiene sentido en el telón de fondo de la lucha de Jesús en favor de la vida y del Dios vivo. A su vez, la muerte de cruz sólo se comprende como condenación por parte de los que se opusieron al proyecto de la vida del Reino. El misterio pascual de Jesús demuestra la trayectoria del triunfo: propuesta del Reino, exigen­cia de conversión, rechazo por parte de los judíos, crisis por parte de Jesús, crucifixión por los judíos, resurrección de Jesús por Dios.

En la actual situación de pecado, el Reino solamente viene por la conversión o por el martirio. Tanto la conversión como el martirio, exigidos por la vida nueva, implican ruptura y sufrimiento. Es el precio de la plena liberación. La cruz no puede significar la legitimación del sufrimiento sino un volverse contra él. A partir del misterio pascual de Jesús. el cristianismo solamente habla del sufrimiento partiendo de su superación por la resurrec­ción. No nos encontramos ya en la situación de Job rebelde sin respuestas para tantas preguntas nacidas del dolor. Hay una respuesta definitiva: a partir de la victoria sobre la muerte, podemos acoger serenos y resignados la muerte, porque ella dejó de ser el fantasma que nos amedrentaba. La muerte es el paso hacia el Padre. Es el momento de la pascua, es decir, pasaje oscuro que guarda en su seno el sol. Ella engendra el sol con todo su esplendor. A partir del brillo solar, las tinieblas tienen su sentido y dejan de ser totalmente absurdas.

La historia de Jesús sirve de paradigma a la historia universal en su marcha hacia el Reino eterno. No camina rectilíneamente hacia su fin, bueno. Avanza entre crisis y enfrentamientos. El Reino del no-hombre se organiza en su rechazo y su oposición al Reino de Dios. Se construye contra el Anti-Reino. La justicia de Dios abre camino entre los antojos de la represión. La liberación se hace superando opresiones. En todo ello ocurren conflic­tos, desgarramientos, sacrificios sin cuento y marti­rios. El sufrimiento, asumido en la lucha contra el sufrimiento y en la perspectiva de su superación, es digno y dignificante.

La historia en clave con el misterio pascual, se urde por la lucha de Cristo con el Anticristo. El arribo feliz y el nacimiento del nuevo cielo y de la nueva tierra, pasan por los dolores del parto cós­mico por el cual la creación entera, finalmente, será acrisolada. Esta consideración nos libra de todo evolucionismo ingenuo. Todo lleva a creer que, en el campo de la historia, cizaña y trigo crecerán’ siempre juntos hasta el embate final cuando se dará la sínte­sis definitiva. La resurrección habrá triunfado para siempre sobre la muerte. Y llegará el reino de la paz y de la libertad de los hijos de Dios.

Pasión-muerte-resurrección en la vida de cada persona

Cada existencia humana viene estructurada por el dinamismo pascual. Todo tiene su precio. La vida nunca aparece terminada. Es una tarea que debe realizarse cada día. Obstáculos que deben superarse. Deseos frustrados. Cada uno tiene que aprender a renunciar y a aceptar, abriendo camino hacia ascensiones humanizadoras. Muchas veces comprobamos que hay dimensiones del mundo y de nuestro propio corazón que solamente se revelan y nos enriquecen cuando el sufrimiento nos penetra como una espada y las crisis nos liberan de tantas trabas acumuladas.

cruzparadigmaLas crisis pertenecen a la estructura de la vida en continuo crecimiento. Significan una oportunidad de penetración en un horizonte nuevo. Un bienestar existencial que había construido penosamente, co­mienza a desvanecerse; no consigue conferir sentido a las experiencias nuevas que nos sobrevienen. Las estrellas indicadoras de nuestro camino se oscure­cen. Comenzamos a entrar en crisis; nos sentimos amenazados y desorientados; un sufrimiento se­creto, amargura, desesperanza, atormentan el cora­zón. Pero se ofrece una oportunidad de acrisola­miento de la vida; sólo resta lo que realmente cuenta, La médula, las intuiciones fundamentales. La deci­sión abre un nuevo espacio y crea una síntesis vital capaz de animar la existencia. Fue una experiencia de pasión, de muerte y de resurrección.

La trayectoria humana viene marcada por esta estructura pascual. Especialmente, la existencia cris­tiana que procede del encuentro con Dios. Nos des­cubrimos dentro de la gratuidad de la vida, sopor­tada y atravesada por un sentido que no hemos creado; es la experiencia de la gracia de Dios. Pero luego nos encontramos pecadores y traidores; nos aferramos a nosotros mismos. Nos sentimos incapa­ces de darnos a los demás; sutilmente introducimos malicia en casi todos nuestros gestos. Nos condena­mos a nosotros mismos. Pero en el momento en que somos sinceros para con nosotros acogemos al Adán pecador que está en nosotros, escuchamos el men­saje de Jesús libertador: “¡Hijo mío, ve en paz, tus pecados te son perdonados!”. Resucitamos a un nuevo comienzo y volvemos a saborear la gratuidad del ser. Nuevamente nos descubrimos decadentes. Experimentamos la muerte en nosotros. Al entregarnos confiados en los brazos del Padre de infinita ternura, resucitamos de nuevo a su amistad y al gusto de existir. En la experiencia del infierno, el purgatorio y del cielo, sufriendo, muriendo y resuci­tando, vamos construyendo nuestro encuentro con Dios.

En todo proceso de verdadera liberación hace­mos la misma experiencia pascual. La búsqueda de una mayor justicia para todos tiene que enfrentar la detracción, la persecución, la tortura y, muchas veces, la muerte violenta. Los sistemas se cierran, sus agentes se muestran represivos y eliminan a los pro­fetas y a los que buscan la liberación de los oprimi­dos. Así como la redención de Cristo no se hizo sin sangre, tampoco la liberación de los oprimidos no se hará sin martirio. Pero estas muertes engendran la victoria infalible de la libertad.

Como decían los antiguos cristianos: “más vale la gloria de una muerte violenta que el gozo de una libertad maldita”. El mártir por la causa de la liber­tad que elige morir libremente, responde a la situa­ción opresora, se hace sacramento de una vida cuya dignidad es más consciente para todos los represo­res. El camino de la cruz sólo aparentemente des­truye al hombre; en realidad lo dignifica y enno­blece; a la luz del misterio pascual de Jesús sabemos que la cruz engendra la resurrección y con ella la victoria plena de la vida y la libertad.

Cada existencia humana por más humilde que sea, está bajo el signo pascual. También ella está llamada a crecer, desarrollarse y madurar ante Dios y ante los hombres. En este proceso experimenta las espinas de la crisis, atraviesa noches oscuras y tene­brosas para poder irrumpir en el grato horizonte de luz que ilumina los rincones de nuestra morada.

Quien valerosamente acepta todo, continúa creyendo y tenazmente alimenta la lumbre de la espe­ranza, encontrará razones para vivir y sabrá también por qué morir. En él la vida es más fuerte que la muerte porque la atravesó y ya la dejó atrás.

Nuestro via crucis guarda una estructura pas­cual. En cada estación se da, en miniatura, la muerte y la resurrección. Así la Vía Sacra de Cristo concreta el paradigma de toda existencia humana en el camino de su personalización.

Leonardo Boff

Fuente www.reflexionyliberacion.cl

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“Diez derechos del corazón”, por Leonardo Boff

Viernes, 4 de marzo de 2016
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IMG-20160201-WA0001Leído en la página web de Redes Cristianas

Actualmente se constata una fecunda discusión filosófica sobre la necesidad de rescatar la razón cordial, como limitación a la excesiva racionalización de la sociedad y como enriquecimiento de la razón instrumental-analítica, que dejada a su libre curso, puede perjudicar la correcta relación con la naturaleza, que es de pertenencia y de respeto a sus ciclos y ritmos. Enumeremos algunos derechos de la dimensión del corazón.

1. Protege el corazón que es el centro biológico del cuerpo humano. Con sus pulsaciones riega con sangre todo el organismo haciendo que viva. No lo sobrecargues con demasiados alimentos grasos y bebidas alcohólicas.

2. Cuida el corazón. Es nuestro centro psíquico. De él salen, como advirtió Jesús, todas las cosas buenas y malas. Compórtate de tal manera que tu corazón no necesite sobresaltarse ante riesgos y peligros. Mantenlo apaciguado con una vida serena y saludable.

3. Vela tu corazón. El representa nuestra dimensión profunda. En él se manifiesta la conciencia que siempre nos acompaña, nos aconseja, nos advierte y también nos castiga. En el corazón brilla la chispa sagrada que produce en nosotros entusiasmo. Ese entusiasmo filológicamente significa tener un “Dios interior” que nos calienta e ilumina. El sentimiento profundo del corazón nos convence de que el absurdo nunca va a prevalecer sobre el sentido.

4. Cultiva la sensibilidad, propia del corazón. No permitas que sea dominada por la razón funcional. Armonízala con ella. Por la sensibilidad sentimos el corazón del otro. A través de ella intuimos que también las montañas, los bosques y las selvas, los animales, el cielo estrellado y el mismo Dios tienen un corazón pulsante. Finalmente nos damos cuenta de que hay un solo inmenso corazón que late en todo el universo.

5. Ama tu corazón. Es la sede del amor. El amor que produce la alegría del encuentro entre las personas que se quieren y que permite la fusión de cuerpos y mentes en una sola y misteriosa realidad. El amor que produce los milagros de la vida por la unión amorosa de los sexos y la entrega desinteresada, el cuidado de los más desvalidos, las relaciones sociales inclusivas, las artes, la música y el éxtasis místico que hace a la persona amada fundirse en el Amado.

6. Ten un corazón compasivo que sabe salir de sí y ponerse en el lugar del otro para sufrir con él, cargar juntos con la cruz de la vida y también juntos celebrar la alegría.

7. Abre el corazón a la caricia esencial. Es suave como una pluma que viene del infinito y, con el toque, nos hace percibir que somos hermanos y hermanas y que pertenecemos a la misma familia humana que habita en la misma Casa Común.

8. Dispón el corazón para el cuidado, que hace al otro importante para ti. Él sana las heridas pasadas e impide las futuras. Quien ama, cuida y quien cuida, ama.

9. Amolda el corazón a la ternura. Si quieres perpetuar el amor rodéalo de ternura y de gentileza.

10. Purifique día a día el corazón para que las sombras, el resentimiento y el espíritu de venganza, que también anidan en el corazón, nunca se sobrepongan al bien querer, a la finura y al amor. Entonces, tu corazón latirá al ritmo del universo y encontrará reposo en el corazón del Misterio, la Fuente originaria de donde procede todo, que nosotros llamamos sencillamente Dios.

Estas cinco recomendaciones que refuerzan el amor están llenas de sentido.

1. Pon corazón en todo lo que pienses y en todo lo que hagas. Hablar sin corazón suena frío e institucional. Las palabras dichas con corazón llegan a la profundidad de las personas. Se establece entonces una sintonía fina con los interlocutores u oyentes que facilita la comprensión y la adhesión.

2. En el razonamiento articulado procura poner emoción. No la fuerces porque ella debe revelar espontáneamente la profunda convicción de lo que crees y dices. Sólo así llega al corazón del otro y se hace convincente.

3. La inteligencia intelectual fría, que pretende comprender y resolver todo, genera una percepción racionalista y reduccionista de la realidad. Pero también el exceso de razón cordial y sensible puede decaer en el sentimentalismo almibarado y en proclamas populistas que alejan a las personas. Hay que buscar siempre la justa medida entre mente y corazón pero articulando los dos polos a partir del corazón.

4. Cuando tengas que hablar a un auditorio o a un grupo, procura entrar en sintonía con la atmósfera que hay allí. Al hablar, no hables solo desde la cabeza, da primacía al corazón. Él siente, vibra y hace vibrar. Las razones de la inteligencia intelectual solo son eficaces cuando vienen amalgamadas con la sensibilidad del corazón.

5. Creer no es pensar en Dios. Creer es sentir a Dios desde el corazón. Entonces nos damos cuenta de que estamos siempre en la palma de su mano y que una Energía amorosa y poderosa nos ilumina y calienta, y preside los caminos de la vida, de la Tierra y de todo el universo.

* Leonardo Boff escribió el libro Los Derechos del Corazón; el rescate de la razón cordial, Paulus 2016.

Traducción de MJ Gavito Milano

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“El obstáculo básico en la lucha por los derechos humanos”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Jueves, 18 de febrero de 2016
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381719_242982302435328_1385132152_nLeído en la página web de Redes Cristianas

El tema de los derechos humanos es una constante en todas las agendas. Hay momentos en que se vuelve un clamor universal, como actualmente con la creación del Estado Islámico que comete un genocidio sistemático de las minorías. ¿Por qué no conseguimos hacer valer efectivamente los derechos no sólo humanos sino también los de la naturaleza? ¿Dónde reside el impasse fundamental?

La Carta de la ONU de 1948 confía al Estado la obligación de crear las condiciones concretas para que los derechos puedan ser realizados para todos. Pero ocurre que el tipo de Estado dominante es un Estado clasista. Como tal está atravesado por las desigualdades que las clases sociales originan.

Concretamente, la ideología política de este Estado es el neoliberalismo, que se expresa por la democracia representativa y por la exaltación de los valores del individuo; la economía es capitalista, que operó la “Gran Transformación”, sustituyendo la economía de mercado por la sociedad de mercado, para la cual todo se vuelve mercancía. Por ser capitalista está en vigor la hegemonía de la propiedad privada, el libre mercado y la lógica de la competencia. Ese Estado está controlado por los grandes conglomerados que hegemonizan el poder económico, político e ideológico, que en gran parte está privatizado por ellos. Usan el Estado para garantizar sus privilegios y no los derechos de todos. Atender los derechos sociales de todos sería contradictorio con su lógica interna.

La solución que las clases subalternas encontraron para enfrentarse a esa contradicción fue la de organizarse ellas mismas y crear las condiciones para sus derechos. Así surgieron los distintos movimientos sociales y populares por la tierra, por el techo, por la salud, por la escuela, por los negros, indios y mujeres marginadas, por la igualdad de género, por el respeto a los derechos de las minorías, etc. Es más que una lucha por los derechos; es una lucha política para transformar el tipo de sociedad y el tipo de Estado vigentes porque con ellos sus derechos nunca van a ser reconocidos. Por lo tanto, la alternativa a la democracia reducida es la democracia social, participativa, de abajo hacia arriba, en la cual puedan caber todos. El Estado que representa este tipo de democracia enriquecida tendría una naturaleza nítidamente social y se organizaría para garantizar los derechos sociales de todos. Mientras no ocurra eso, no habrá una verdadera universalización de los derechos humanos. Parte de los discursos oficiales son solamente retóricos.

Las clases subalternas extendieron el concepto de ciudadanía. No se trata de aquella burguesa que coloca al individuo delante del Estado y organiza las relaciones entre ambos. Ahora se trata de ciudadanos que se articulan con otros ciudadanos para enfrentarse juntos al Estado privatizado y a la sociedad desigual de clase. De ahí nace la conciudadanía: ciudadanos que se unen entre sí, sin el Estado y muchas veces contra el Estado, para hacer valer sus derechos y llevar adelante la bandera política de una democracia social real, donde todos puedan sentirse representados.

Esos movimientos han hecho crecer más y más la conciencia de la dignidad humana, la verdadera fuente de todos los derechos. El ser humano no puede ser considerado como mera fuerza de trabajo, descartable, sino como un valor en sí mismo, no susceptible de manipulación por ninguna instancia, ni estatal, ni ideológica, ni religiosa. La dignidad humana remite a la preservación de las condiciones de continuidad del planeta Tierra, de la especie humana y de la vida, sin la cual el discurso de los derechos perdería su base.

Por eso, los dos valores y derechos básicos que deben entrar cada vez más en la conciencia colectiva son: cómo preservar nuestro espléndido planeta azul y blanco, la Tierra, Pachamama y Gaia, y cómo garantizar las condiciones ecológicas para que el experimento homo sapiens/demens pueda continuar, desarrollarse y coevolucionar. Estos dos datos constituyen la base de todo lo demás. En torno a ese núcleo se estructurarán todos los otros derechos, que serán no solo humanos, sino también socio-cósmicos. En otras palabras, la biosfera de la Tierra es patrimonio común de toda vida en su inmensa diversidad, y no solo de la vida humana. Entonces, más que hablar en términos de medio-ambiente, se debe hablar de comunidad de vida, o ambiente entero. El ser humano tiene la función, ya asignada en el Génesis, de ser el tutor o guardián de la vida, el representante legal de la comunidad biótica, sin pretensión de superioridad, sino comprendiéndose como un eslabón de la inmensa cadena de la vida, hermano y hermana de todos. De aquí resulta el sentimiento de responsabilidad y de veneración que facilita la preservación y el cuidado de todo lo creado y de todo lo que vive.

O hacemos ese giro necesario para esa nueva ética, fundada en una nueva óptica, o podremos conocer lo peor, la era de las grandes devastaciones del pasado. La reflexión sobre los derechos humanos de primera generación (individuales), de segunda generación (sociales), de tercera generación (transindividuales, derechos de los pueblos, de las culturas, etc), de cuarta generación (derechos genéticos) y de quinta generación (de la realidad virtual) no pueden desviar nuestra atención de esa nueva radicalidad en la lucha por los derechos, comenzando ahora por los derechos de la Tierra y de las tribus de la Tierra, base para todos los demás.

Hasta hoy todos daban por descontada la continuidad de la naturaleza y de la Tierra. No era necesario ocuparse de ellas. Esta situación se ha modificado totalmente, pues los seres humanos, en las últimas décadas, han elaborado el principio de autodestrucción.

La conciencia de esta nueva situación ha hecho surgir el tema de los derechos humano-socio-cósmicos y la urgencia de que si no nos movilizamos para los cambios, la cuenta regresiva del tiempo irá en contra nuestra y puede sorprendernos un bioecoinfarto de consecuencias devastadoras para todo el sistema de la vida. Tenemos que estar a la altura de esta emergencia.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“¿Pueden las religiones ayudar a superar la crisis ecológica?”, por Leonardo Boff

Viernes, 12 de febrero de 2016
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Por primera vez después de años, los 192 países se pusieron de acuerdo en la COP 21 de París, a finales de 2015, en que el calentamiento global es un hecho y que todos, de forma diferenciada pero efectiva, deben aportar su colaboración. Cada saber, cada institución y especialmente aquellas organizaciones que más mueven a la humanidad, las religiones, deben ofrecer lo que está en su mano. De no ser así, corremos el peligro de llegar con retraso y de enfrentarnos a catástrofes como en los tiempos de Noé.

Obviando el hecho cada religión o iglesia tiene sus patologías, sus momentos de fundamentalismo y de radicalización hasta el punto de haber crueles guerras religiosas, como hubo tantas entre musulmanes y cristianos, lo que se pide ahora es ver de qué forma, a partir de su capital religioso positivo, estas religiones pueden llegar a convergencias más allá de las diferencias y ayudar a enfrentarse a la nueva era del antropoceno (el ser humano como un meteoro rasante amenazador) y la sexta extinción masiva que ya está en curso desde hace mucho tiempo y se acelera cada vez más.

Tomemos como referencia las tres religiones abrahámicas.

Primero, veamos la contribución del judaísmo. La Biblia hebrea es clara al entender la Tierra como un don de Dios y que nosotros hemos sido colocados aquí para cuidarla y guardarla. “La Tierra es mía y vosotros sois huéspedes y forasteros” (Lev 25,23). No podemos como ningún huésped normal haría, ensuciarla, romper sus muebles, estropear su jardín y matar a sus animales domésticos. Pero nosotros lo hemos hecho. Por eso existe la tradición de Tikkum Olam, de la “regeneración de la Tierra”, como tarea humana por los daños que le hemos causado. Hay también sentido de responsabilidad frente a los no humanos. Así antes de comer, cada uno debe alimentar a sus animales. No se puede tirar el nido de un pájaro que está cuidando a sus pichones. “Dominar la Tierra” (Gn 1,28) debe ser entendido a la luz de “cuidar y guardar” (Gn 2,15), como quien administra una herencia recibida de Dios.

El cristianismo heredó los valores del judaísmo. Pero le añadió datos propios: el Espíritu Santo fijó su morada en María y el Hijo en Jesús. Con eso asumió de alguna forma todos los elementos de la Tierra y del universo. La Tierra es entregada a la responsabilidad de los seres humanos, pero estos no tienen un derecho absoluto sobre ella. Son huéspedes y peregrinos y deben cuidar de ella. San Francisco de Asís introdujo una actitud de fraternidad universal y de respeto a cada uno de los seres, hasta a las hierbas silvestres. Por ser el Dios cristiano un ser relacional, pues es Trinidad de Personas siempre relacionadas entre sí, el propio universo y todo lo que existe es también relacional, como tan bien lo expresó el Papa Francisco en su encíclica.

El islam sigue las huellas del judaísmo y del cristianismo. También para él la Tierra y la naturaleza son creación de Dios, y han sido entregadas a la responsabilidad del ser humano. En el Corán se dice que tenemos nuestra morada aquí y por un corto tiempo podemos disfrutar de sus bienes (Sura 2,36). El Altísimo y Misericordioso nos da señales a través de la riqueza y la diversidad de la naturaleza que nos recuerdan constantemente su misericordia, con la cual dirige el mundo (Sura 45,3). La entrega confiada a Alá (islam) y la propia jihad (lucha por la santidad interior) implican cuidar de su creación. Hoy muchos musulmanes han despertado a lo ecológico y de Singapur a Manchester pintaron sus mezquitas todas de verde.

Hay unos puntos convergentes en estas tres religiones: entender la Tierra como don y herencia y no como objeto para ser usado simplemente a su voluntad, como lo entendió la modernidad. El ser humano es responsable de lo que recibió, debiendo cuidarla y guardarla (haciéndola fructificar y dándole sostenibilidad); él no es dueño sino cuidador. La Tierra con su riqueza remite continuamente a su Creador.

Estos valores son fundamentales hoy, pues la tradición científico-técnica trata a la Tierra como mero objeto de explotación, situándose fuera y por encima de ella. Somos Tierra (Gn 1,28). Por eso hay un parentesco con ella, nuestra sustentadora.

Además, todas las religiones desarrollan actitudes que actualmente son imprescindibles: el respeto por la Tierra y por todo lo que ella contiene, pues las cosas son muy anteriores a nosotros y tienen valor por sí mismas; la veneración ante el Misterio del universo. Respeto y veneración no solo al Corán o a la hostia consagrada, sino a todos los seres, pues son sacramentos de Dios. Esta actitud impone límites al poder dominador que está hoy poniendo en peligro el equilibrio de la Tierra y amenazando nuestra supervivencia. La irracionalidad científico-técnica debe conocer límites éticos, impuestos por la propia vida que quiere seguir viviendo y mantener su identidad. Si no, ¿a dónde iremos? Seguramente no a la montaña de las bienaventuranzas sino al valle de lágrimas.


Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito La Tierra en la palma de la mano: una nueva visión del planeta y de la humanidad, Vozes 2016.

Traducción de MJ Gavito Milano

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“¿Cómo tratas a Hestia: tu hogar y la Tierra como Casa común?”, por Leonardo Boff

Sábado, 6 de febrero de 2016
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Existe actualmente toda una forma nueva de interpretar los antiguos mitos griegos y de otros pueblos. En vez de considerar a los dioses y diosas como entidades existentes, ahora crece la hermenéutica, especialmente tras los estudios del psicoanalista C.G. Jung y sus discípulos J. Hillman, E. Neumann, G. Paris y otros, de que se trata de arquetipos, es decir, de fuerzas psíquicas ancestrales que habitan en nosotros y mueven nuestras vidas. Irrumpen de forma tan vigorosa que los conceptos abstractos no consiguen expresarlas más que mediante relatos mitológicos. En este sentido el politeísmo no significa la pluralidad de divinidades, sino de energías que vibran en nuestra psique.

Uno de esos mitos que tienen un significado profundo y actual es el de la diosa Hestia. Según el mito, es hija de Cronos (el dios del tiempo y de la edad de oro) y de Rea, la gran madre, generadora de todos los seres. Hestia representa nuestro centro personal, el centro del hogar y el centro de la Tierra, nuestra Casa común. Es virgen, no por despreciar la compañía del hombre, sino para poder cuidar con más libertad a todos los que se encuentran en el hogar. Así y todo suele ir acompañada de Hermes, el dios de la comunicación (de donde viene hermenéutica) y de los viajes. No son marido y mujer; son autónomos, aunque vinculados siempre recíprocamente.

Ellos representan dos facetas de cada persona humana, que es portadora simultáneamente del ánimus (principio masculino, Hermes) y del ánima (principio femenino, Hestia).

Hestia significa en griego el hogar con el fuego encendido: el lugar alrededor del cual todos se agrupan para calentarse y convivir. Por lo tanto, es el corazón de la casa, el lugar de la intimidad familiar, lejos del barullo de la calle. Hestia protege, da seguridad y refugio. Además, a ella le corresponde también el orden de la casa y tiene la llave de la despensa para que esté siempre bien abastecida para familiares y huéspedes.

En las ciudades griegas y romanas había siempre un fuego encendido, para expresar la presencia protectora de Hestia (la Vesta de los romanos). Si se apagaba el fuego, era presagio de alguna desgracia. Tampoco se empezaba la comida sin hacer un brindis a Hestia: “para Hestia” o “para Vesta”.

Hestia concretamente significaba también ese rincón donde uno se recoge para estar solo, leer su periódico o un libro y hacer su meditación. Cada persona tiene su “rinconcito” o su butaca preferida. Para saber donde se encuentra nuestra Hestia debemos preguntarnos cuando estamos fuera de casa: ¿cuál es la imagen que nos recuerda mejor nuestro rincón, donde Hestia se oculta? Ahí está el centro existencial de la casa. Sin Hestia la casa se transforma en un dormitorio o en una especie de pensión gratuita, sin vida. Con Hestia hay afecto, bienestar y el sentimiento de estar “finalmente en casa”. Ella era considerada como una araña, por tejer telas que unen a todos, trasmitiendo las informaciones.

Hestia era venerada por todos y la primera en ser reverenciada en el Olimpo. Júpiter defendió siempre su virginidad contra el asedio sexual de algunos dioses más atrevidos.

Nuestra cultura patriarcal y la masculinización de las relaciones sociales debilitaron mucho a Hestia. Las mujeres han hecho bien saliendo de casa y desarrollando su dimensión de animus (capacidad de organizar y dirigir), pero han tenido que sacrificar, en parte, su dimensión de Hestia. En ellas se muestra la dimensión de Hermes, que se comunica y se articula. Han llevado al mundo del trabajo las principales virtudes de lo femenino: el espíritu de cooperación y el cuidado, que hacen las relaciones menos rígidas, pero llega el momento de volver a casa y recuperar a Hestia.

¡Ay de la casa descuidada y desordenada! Ahí surge el deseo de que Hestia se haga presente para garantizar una atmósfera buena, íntima y familiar. Esta no es solo tarea de la mujer sino también del hombre. Por eso en todo hombre y en toda mujer deben equilibrarse el momento de Hermes, estar fuera de casa para trabajar, con el momento de Hestia, de volver al centro donde tiene su refugio y su bienestar.

Hoy, por más feministas que sean las mujeres, están recuperando cada vez más este fino entramado vital.

Hestia no significaba solamente el hogar de la casa o de la ciudad. También designaba el centro de la Tierra donde está el fuego primordial. Hoy ya no es una creencia sino un dato científico. En el centro hay hierro incandescente. Lógicamente, cuando se estableció el heliocentrismo y se invalidó el geocentrismo, hubo un derrumbe emocional de la figura de Hestia, la Casa Común. Pero lentamente se ha ido reconquistando. Si bien la Tierra ya no es el centro físico del universo, sigue siendo el centro psicológico y emocional. Aquí vivimos, nos alegramos, sufrimos y morimos. Incluso viajando a los espacios exteriores, los astronautas siempre mostraban tener nostalgia de la Madre Tierra, donde está todo lo que es significativo y sagrado.

Hoy tenemos que rescatar a Hestia, protectora de la Casa Común, mantener su fuego vivo y darle sostenibilidad. No le estamos dando el trato de honor que merece, por eso ella nos envía quejas con el calentamiento global y las calamidades naturales. No debemos rebajar a Hestia a mero repositorio de recursos sino tratarla como la Casa Común que debe ser bien cuidada para que siga siendo nuestro hogar acogedor y bienhechor.


Leonardo Boff es articulista del JB online y escritor.

Traducción de MJ Gavito Milano

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“Transformar en sufrimiento personal lo que sucede en el mundo”, por Leonardo Boff

Lunes, 23 de noviembre de 2015
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Actualmente hay una fructífera discusión filosófica, también entre nosotros con Muniz Sodré (Las estrategias sensibles, 2006) y FJ Duarte (El sentido de los sentidos, 2004), para rescatar la razón sensible como un enriquecimiento imprescindible de la razón intelectual. Esto es necesario, ya que es a través de ella como nos comprometemos afectiva y efectivamente a salvaguardar la vida en el planeta y a la humanización de las relaciones sociales. De modo coincidente el Papa Francisco en este punto de su encíclica sobre el cuidado de la Casa Común (2015) nos aporta una valiosa contribución.

Él analiza con espíritu científico y crítico de lo que está pasando con nuestra Casa (nn.17-61). Luego advierte que, en una perspectiva de la ecología integral que es el tema fundamental de su texto, estas categorías son insuficientes (n.11). Tenemos que abrirnos «a la admiración y al encanto… y hablar el idioma de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo» (n.11). Por lo tanto, no podemos restringir la ecología ambiental, ya que esta atiende solo a la relación del hombre con la naturaleza, olvidando que es parte ella. Esta relación unilateral es el vicio de antropocentrismo, criticado en su texto (nn.115-121).

Sucede que el ser humano tiene dimensiones sociales, políticas, culturales y espirituales sobre las que hay poca preocupación y reflexión débil, lo que hace que sea difícil encontrar una solución consistente a la grave crisis que azota a la Casa Común.

Considerando la amplitud de estas dimensiones, debemos ir más allá de un análisis puramente técnico y científico. Debemos, más bien, utilizar la investigación científica indispensable, pero «dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual derivados» (n.15). Además «debemos atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo» (n.19).

El Papa Francisco es consciente de que detrás de las estadísticas hay un mar de sufrimiento humano y muchas heridas en el cuerpo de la Madre Tierra. Como somos parte de la naturaleza y todo está interrelacionado (tema siempre recurrente en la encíclica, nn 70, 91,117, 120, 138, 139, etc.) y nunca estamos fuera de esa «red de relaciones» (n.240) que nos envuelve a todos, participamos de los dolores de la crisis ecológica. Llega a advertir que «las previsiones de catástrofes ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía… el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones» (n.161).

Pero el Papa no se siente intimidado por este escenario. Da un voto de confianza al ser humano, en su creatividad y su capacidad de regenerarse y de regenerar la Tierra (n. 205) y mucho más confía en el Dios que, en palabras de la tradición judeocristiana “es el soberano amante de la vida” (Sb 11, 24 y 26: nn 77, 89). Él no permitirá que nos hundamos totalmente (n.163). Aún vamos a hacer una «conversión ecológica» (n. 217) e introduciremos la «cultura del cuidado que impregnará toda la sociedad» (n.231).

De esto nacerá un nuevo estilo de vida (alternativa repetida 35 veces en la encíclica), basado en la cooperación, la solidaridad, la sencillez voluntaria y la sobriedad compartida que implicará una nueva forma de producir y consumir, y en última instancia, nos dará la «conciencia amorosa de no estar separados de las demás criaturas, de formar con otros seres del universo una estupenda comunión universal» (n.220).

Como se puede ver, aquí ya no se habla solamente de inteligencia intelectual, de inteligencia técnica y científica, sino de inteligencia emocional y cordial, como lo he detallado en mis dos libros Saber Cuidar y El cuidado necesario. El Papa en sus palabras de afecto y cariño hacia todos, especialmente hacia los pobres y los más vulnerables, da un claro ejemplo de este tipo de inteligencia tan urgente y necesaria para superar la profunda crisis que abarca todos los ámbitos de la vida.

En razón de esta inteligencia emocional nos pide «escuchar tanto el grito de la Tierra como el grito de los pobres» (49). Las agresiones sistemáticas, realizadas en los dos últimos siglos, «provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo» (n.53). Por eso es importante «cuidar de la creación… y tratar con cuidado a los demás seres vivos» (n. 211) porque cada uno tiene un valor intrínseco, independiente del uso humano (n.69) y, a su manera, alaban al Creador (n.33). Llega a decir que debemos «alimentar una pasión por el cuidado» de todo lo que existe y vive.

Hace hincapié en el hecho de que «nosotros estamos unidos a todos los seres del universo por lazos invisibles y formamos una especie de familia universal, una comunión sublime que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» (n. 89).

Sólo quien ha desarrollado en alto grado la inteligencia sensible o cordial podría escribir: «Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la Madre Tierra» (n. 92).

Tales sentimientos y actitudes son una petición general hoy en día, para evitar las tragedias ecológicas y sociales que ya se anuncian en el horizonte de nuestro tiempo.

*Leonardo Boff, columnista del JB online.

Traducción de MJ Gavito Milano

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Leonardo Boff: “El próximo paso del mundo es descubrir el capital espiritual de los seres humanos”

Jueves, 29 de octubre de 2015
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congreso-continental-en-belo-horizonte(Luis M. Modino, enviado especial a Belo Horizonte).- La ciudad brasileña de Belo Horizonte acoge desde este lunes, 26 de octubre, el II Congreso Continental de Teología organizado por Amerindia en el que participan teólogos y teólogas latinoamericanos hasta el próximo viernes. Como se señalaba en la celebración de abertura “nos han convocado los gritos y clamores que brotan de hombres y mujeres empobrecidos”.

Nos ha convocado el clamor que sube al cielo de las y los migrantes, desplazados de sus tierras por el hambre y la miseria, la violencia y la pobreza; el clamor de la inocencia y la esperanza arrebatada de niños y jóvenes; el dolor de mujeres oprimidas, violentadas y marginadas. Los clamores de pueblos y culturas indo-americanas pisoteadas. El clamor de la madre tierra saqueada, desgarrada que gime en dolores de parto”.

“No podemos olvidarnos de nuestros hermanos que sufren” decía la teóloga mexicana Socorro Martínez, una de las articuladoras del Congreso, pero al mismo tiempo resaltaba que “estamos de fiesta, respirando la alegría de otra Iglesia”, y por eso somos llamados a “impulsar desde las bases” todo lo que a lo largo de estos días va a ser debatido.

Al fin y al cabo, el congreso, como ha señalado la teóloga mexicana, junto con el uruguayo Pablo Bonavia, quiere ser una oportunidad con la que descubrir la fuerza de lo pequeño y de los pequeños, y de impulsar una forma de ser Iglesia que tuvo su mejor expresión en Medellín en 1968 y que ha recuperado su vigor con la elección del Papa Francisco, que muestra una nueva forma de estar y actuar, que vive y fomenta la solidaridad con los excluidos y con la madre tierra, queriendo construir una sociedad que promueva la dignidad de todos y todas.

En su opinión, el Obispo de Roma deja claro que la opción por los excluidos es la mejor confesión de fe acerca de Dios y su forma de ser, llamando a la promoción del Reino antes que a la autopromoción institucional y siendo partícipes de la construcción de un paradigma de sociedad alternativa y, al mismo tiempo, haciendo nuestro aporte al proceso de reforma eclesial. Todo ello sin olvidar la necesidad de intensificar nuestro compromiso con los pequeños, místicos, profetas y todos los que se sienten artesanos de un nuevo mundo posible.

Pero el plato principal de esta jornada inaugural ha corrido a cargo de Leonardo Boff, quien ha reflexionado a partir del tema “El factor religioso en el contexto de la conflictividad global”. El teólogo brasileño ha partido de la idea de que la religión y la teología están en alza, pues movilizan un gran número de personas y son causas de muchas guerras, especialmente en el ámbito musulmán.

Siguiendo las ideas de Samuel Huntington, afirma que en el mundo moderno la religión es tal vez la fuerza central y que eso hace que, en última instancia, lo que cuenta para las personas no son las ideas políticas o el interés económico y sí las convicciones religiosas, por las cuales combaten y están dispuestas a dar su vida. Los países occidentales ven la religión como algo pasado de moda, cosa de quienes no piensan o han dejado de pensar (niños y ancianos). Frente a eso, en el islam la religión camina junto a la política.

Boff señala que dentro de las religiones existe la enfermedad del fundamentalismo, fenómeno surgido en el ámbito del cristianismo protestante conservador estadounidense un siglo atrás, que pretendía mantener la fe original de los fundadores a partir de la lectura literal bíblica.

Esto se fue extendiendo a otras religiones e inclusive a la Iglesia católica, que llegó a afirmar que fuera de ella no hay salvación, y que es la única, pues las otras sólo tienen algunos elementos eclesiales. Creerse los únicos portadores de la verdad condena al fundamentalismo y a la intolerancia, entendiendo mi doctrina y mi verdad como las únicas verdaderas.

Pero el fundamentalismo no afecta solamente a la dimensión religiosa, también a la dimensión social y económica, manifestándose en la macroeconomía capitalista y el neoliberalismo, que quiere imponer esa fórmula a todos. Por eso dice que desde el Pentágono se sostiene la idea de que un mundo, un imperio, y frente a esto, el Papa Francisco defiende que un mundo, una casa común.

También afirma que otro tipo de fundamentalismo es la arrogancia de la cultura occidental, que se cree superior al resto y es causa de muchos de los conflictos que hoy tienen lugar en el mundo, en consecuencia de la voluntad de imponer esa cultura en todos los rincones.

Es necesario rescatar y articular otras formas de saber, más allá del saber científico, pues todo saber es una ventana sobre la realidad, que es algo que no conocemos lo que es. Ese rescate de saberes enriquece nuestra lectura de la realidad, por ello hay que rescatar con urgencia la razón cordial, sensible, más allá de la razón intelectual, aspecto que el Papa Francisco recoge en su última encíclica.

Leonardo Boff nos hace caer en la que cuenta que no son las religiones, y sí nosotros, quienes somos fundamentalistas y no queremos darnos cuenta de eso, que no podemos imponer nuestra forma de pensar la sociedad, de venerar a Dios, como la única forma legítima. Leonardo recuerda las palabras de Antonio Machado, en las que dice “¿Tú verdad? no, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. La verdad no es la posesión de uno o de otro.

El otro aspecto importante que aborda es el del terrorismo, que quiere ocupar la mente de las personas y mantenerlas rehenes por el miedo, obligándolas a desconfiar. Este terrorismo es fruto de una amargura histórica y de humillación secular contra los musulmanes.

Leonardo Boff defiende el papel de las religiones como salvaguarda, como aquello que mueve la mente de las personas y, a partir de las ideas de Edward Wilson, ve necesario una alianza entre la tecnociencia y las religiones si queremos salvar la vida de la tierra. La ciencia tiene que decir a las religiones que tienen que dejar de ser fundamentalistas y descubrir el valor sagrado de cada ser creado, y la religión dice a la ciencia que tiene que ser una ciencia con conciencia, no hecha para el mercado sino para la vida, para mejorar la vida.

Por último se pregunta ¿cuál es el próximo paso? Señala dos opciones, una que aboga por una tragedia sin remedio y otra que muestra que estamos en el corazón de una gran crisis civilizatoria que purifica y traerá como consecuencia la creación de algo nuevo. Dice creer en esta segunda opción, movido por la esperanza en lo que el Papa dice, que Dios es el enamorado amante de la vida y que no va a permitir que la vida desaparezca.

Por eso, el próximo paso es descubrir el capital espiritual de los seres humanos. Hemos explotado todo el capital material y en función del enriquecimiento hemos puesto en crisis todo lo existente. Este capital espiritual es infinito, pues no tiene límite el amor, la espiritualidad, el arte, la comunicación, el perdón, la convivencia, la fraternidad… y eso va a poder hacer posible el tener una tierra de la buena esperanza, de la bio civilización, donde el eje estructurador es la vida.

A partir de estas reflexiones debe ser construida esa Iglesia que camina con espíritu y desde los pobres. Depende del análisis de la realidad que sea llevado a cabo y de las actitudes que sean desenvueltas a partir de esa realidad en la que vivimos.

Fuente Religión Digital

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“Amor Franciscano”, por Leonardo Boff

Sábado, 10 de octubre de 2015
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news_v0nax93066x0n17Leído en Reflexión y Liberación:

¿Alguien hubiera dicho que un hombre que vivió hace más de 800 años vendría a ser referencia fundamental para todos aquellos que buscan un nuevo acuerdo con la naturaleza y sueñan con una confraternización universal?

Ese hombre es Francisco de Asís (+1226), proclamado patrono de la ecología. En él encontramos valores que perdimos, como la capacidad de encantarnos ante el esplendor de la naturaleza, la reverencia delante de cada ser, la cortesía con cada persona, el sentimiento de hermandad con cada ser de la creación, con el sol y con la luna, con el lobo feroz y el leproso al que abraza enternecido.

Francisco realizó una síntesis feliz entre la ecología exterior (medio ambiente) y la ecología interior (pacificación interna) hasta el punto de transformarse en el arquetipo de un humanismo tierno y fraterno-sororal, capaz de acoger todas las diferencias. Como afirmó Hermann Hesse: «Francisco casó en su corazón el cielo con la tierra e inflamó con la brasa de la vida eterna nuestro mundo terreno y mortal». La humanidad puede enorgullecerse de haber producido semejante figura histórica y universal. Él es lo nuevo, nosotros somos lo viejo.

La fascinación que ejerció desde su tiempo hasta el día de hoy se debe al rescate que hizo de los derechos del corazón, a la centralidad que confirió al sentimiento y a la ternura que introdujo en las relaciones humanas y cósmicas. No sin razón, en sus escritos la palabra «corazón» aparece 42 veces frente a «inteligencia», una vez; «amor» 23 veces frente a «verdad», 12; y «misericordia» 26 veces frente a «intelecto», sólo una vez.

Era el «hermano-siempre-alegre» como lo apodaban sus cofrades. Por esta razón, deja atrás el cristianismo severo de los penitentes del desierto, el cristianismo litúrgico monacal, el cristianismo hierático y formal de los palacios pontificios y de las curias clericales, el cristianismo sofisticado de la cultura libresca de la teología escolástica.

En él emerge un cristianismo de jovialidad y canto, de pasión y danza, de corazón y poesía. Él conservó la inocencia como claridad infantil en la edad adulta que devuelve frescura, pureza y encanto a la penosa existencia en esta tierra. En él las personas no aparecen como «hijos e hijas de la necesidad, sino como hijos e hijas de la alegría» (G. Bachelard). Aquí se encuentra la relevancia innegable del modo de ser del Poverello de Asís para el espíritu ecológico de nuestro tiempo, carente de encantamiento y de magia.

Estando cierta vez un 4 de octubre, fiesta del Santo, en Asís, en esa minuscule ciudad blanca al pie del monte Subasio, celebré el amor franciscano con el siguiente soneto que me atrevo a publicar:

Abrazar a cada ser, hacerse hermana y hermano,
Oír el cantar del pájaro en la rama,
Auscultar en todo un corazón
Que palpita en la piedra y hasta en la lama.

Saber que todo vale y nada es en vano,
Y que se puede amar incluso a quien no ama,
Llenarse de ternura y compasión
Por el bichito que por ayuda clama.

Conversar hasta con el fiero lobo
Y convivir y besar al leproso
Y, para alegrar, hacer de bobo,

Sentirse de la pobreza el esposo,
Y derramar afecto por todo el globo:
He aquí el amor franciscano: ¡oh supremo gozo!

Leonardo Boff

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“Desafío permanente: cuidar de sí mismo”, por Leonardo Boff

Sábado, 29 de agosto de 2015
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a_11Leído en Adital:

Al asumir la categoría “cuidado” en nuestra relación con la Madre Tierra y con todos los seres, el Papa Francisco reforzó no sólo una virtud sino un verdadero paradigma que representa una alternativa al paradigma de la modernidad, que es el de la voluntad de poder que tantos daños ha producido.

Debemos cuidar de todo, también de nosotros mismos, pues somos el más próximo de nuestros próximos y, al mismo tiempo, el más complejo y más indescifrable de los seres.

¿Sabemos quiénes somos? ¿Para qué existimos? ¿Hacia dónde vamos? Reflexionando sobre estas preguntas ineludibles vale recordar la consideración de Blas Pascal (+1662) tal vez la más verdadera.

¿Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada delante del infinito, y un todo delante de la nada, un eslabón entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde proviene y el infinito hacia donde va (Pensées § 72).

Verdaderamente, no sabemos quiénes somos. Solamente desconfiamos, como diría Guimarães Rosa. En la medida en que vamos viviendo y sufriendo, vamos descubriendo lentamente quien somos. En último término somos expresiones de aquella Energía de fondo (¿imagen de Dios?) que sustenta todo y dirige todo.

Junto con lo que de realmente somos, existe también aquello que potencialmente podemos ser. Lo potencial pertenece también a lo real, tal vez, a nuestra mejor parte. A partir de este trasfondo, cabe elaborar claves de lectura que nos orienten en la búsqueda de aquello que queremos y podemos ser.

En esta búsqueda el cuidado de sí mismo desempeña una función decisiva. No se trata, primeramente, de un mirar narcisista sobre el propio yo, que lleva generalmente a no conocerse a sí mismo sino a identificarse con una imagen proyectada de sí mismo y, por eso, falsa y alienante.

Michel Foucault con su minuciosa investigación Hermenéutica del sujeto (2004) intentó rescatar la tradición occidental del cuidado del sujeto, especialmente en los sabios del siglo II/III como Séneca, Marco Aurelio, Epicteto y otros. El gran motto era el famoso ghôti seautón, conócete a ti mismo. Ese conocimiento no es algo abstracto sino muy concreto: reconócete en aquello que eres, procura profundizar en ti mismo para descubrir tus potencialidades; intenta realizar aquello que realmente puedes.

En este contexto se abordaban las distintas virtudes, tan bien discutidas por Sócrates. Él advertía evitar el peor de los vicios, que para nosotros se ha vuelto común: la hybris. Hybris es sobrepasar los límites y buscar ser especial, por encima de los otros. Tal vez el mayor impasse de la cultura occidental, de la cultura cristiana, especialmente de la cultura estadounidense con su imaginado Destino Manifiesto (sentirse el nuevo pueblo elegido por Dios) sea la hybris: el sentimiento de superioridad y de excepcionalidad, imponiendo a los otros nuestros valores, sancionados por Dios.

Lo primero que hay que afirmar es que el ser humano es un sujeto y no una cosa. No es una sustancia, constituida de una vez por todas, sino un nudo de relaciones siempre activo que mediante la cadena de relaciones está construyéndose continuamente, como lo hace el universo. Todos los seres del universo, según la nueva cosmología, son portadores de cierta subjetividad porque tienen historia, viven en interacción e interdependencia de todos con todos, aprenden intercambiando y acumulando informaciones. Este es un principio cosmológico universal. Pero el ser humano realiza una modalidad propia de este principio que es el hecho de ser un sujeto consciente y reflejo. Sabe que sabe y sabe que no sabe y, para ser completos, no sabe que no sabe.

Este nudo de relaciones se articula a partir de un Centro alrededor del cual organiza las relaciones con todos los demás. Ese yo profundo nunca está sólo. Su soledad es para la comunión. Reclama un tú. O mejor, según Martin Buber, es a partir del tú que el yo despierta y se forma. Del yo y del tú nace el nosotros.

El cuidado de sí mimo implica, en primerísimo lugar, acogerse a uno mismo, tal como se es con sus aptitudes y sus límites. No con amargura, como quien quiere modificar su situación existencial, sino con jovialidad. Acoger el propio rostro, cabello, piernas, senos, la apariencia y modo de estar en el mundo, en fin su cuerpo (Vea Corbin y otros, O corpo, 3 vol. 2008). Cuanto más nos aceptemos menos clínicas de cirugías plásticas existirán. Con las características físicas que tenemos, debemos elaborar nuestro modo de ser en el mundo.

Nada más ridículo que la construcción artificial de una belleza moldeada en disonancia con la belleza interior. Es el intento vano de hacer un “photoshop” de la propia imagen.

El cuidado de sí mismo exige saber combinar las aptitudes con las motivaciones. No basta tener aptitud para la música si no sentimos motivación para ser músico. De la misma forma, no nos ayudan las motivaciones para ser músico si no tenemos aptitud para ello. Desperdiciamos energías y recogemos frustraciones. Quedamos siendo mediocres, lo que no engrandece.

Otro componente del cuidado para consigo mismo es saber y aprender a convivir con la dimensión de sombra que acompaña a la dimensión de luz. Amamos y odiamos. Estamos hechos con esas contradicciones. Antropológicamente se dice que somos al mismo tiempo sapiens y demens, gente de inteligencia y junto con ello gente de rudeza. Somos el encuentro de esas oposiciones.

Cuidar de sí mismo es poder crear una síntesis donde las contradicciones no se anulan, pero predomina el lado luminoso.

Cuidar de sí mismo es amarse, acogerse, reconocer nuestra vulnerabilidad, poder llorar, saber perdonarse y desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de dar la vuelta por encima y aprender de los errores y contradicciones. Entonces escribimos derecho a pesar de las líneas torcidas.

columnista del Jornal do Brasil y filósofo

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Laudato Si’

Lunes, 27 de julio de 2015
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base_imageDel blog de José Arregi:

Primavera de 1225 en Asís. Francisco tiene 44 años, todo el cuerpo doliente, los ojos casi ciegos. La fraternidad pobre e itinerante que había soñado 20 años atrás se está convirtiendo en Orden poderosa, instalada en el corazón de los burgos. Su sueño ha fracasado. Se siente solo. Y presiente la muerte, que llegará año y medio después. Pero ahí, en su extremo desaliento, dice sí, se diluye su última pizca de amargura. Ahora ya se siente libre de todo, y enteramente hermano de todos sus hermanos, de la hermana Clara que está a su lado, de la hermana madre tierra, del sol y del agua, del fuego y de la muerte. Y desde el fondo de su ser, por todos los poros de su cuerpo llagado, le brota la alabanza en el dialecto romance de su bella Umbría: Laudato si, alabado seas. Y con esas palabras como estribillo compone el “Cántico del hermano sol”, singular testimonio del italiano naciente. Y de su alma singular. Muere cantando como la alondra en el cielo de Asís.

Laudato si. Es el título de la primera encíclica del papa Francisco, la primera sobre la ecología en toda la historia, y sorprendentemente profética. Evangelio luminoso para hoy en paradigma ecológico. Reconoce al Poverello de Asís como modelo, y apostaría a que las líneas maestras y las mejores páginas, numerosas, son hechura… del hermano Leonardo Boff, un hijo de San Francisco al que Juan Pablo II hizo callar. El Espíritu no calla ni deja de soplar.

El Espíritu nos abre los ojos para que viendo veamos. ¿Qué vemos? El panorama es desolador: sobrecalentamiento del planeta, cambio climático, contaminación masiva, sobreproducción de basura, cultura del descarte, pérdida de la biodiversidad, conversión del maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos, inminente carencia de agua potable para los más pobres, desaparición de culturas milenarias. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra
casa común como en los últimos dos siglos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería, mientras se desperdicia un tercio de los alimentos que se producen.

Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida. Y estas predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. (Todas estas frases, al igual que las que siguen, las tomo literalmente de la Encíclica, en otro orden y sin comillas).

¿Cuáles son las causas profundas de ese panorama desolador? Es la globalización del paradigma tecnocrático: la tecnología al servicio de los más poderosos y ricos. Es la especulación financiera. Son los intereses económicos de las corporaciones transnacionales. Es el uso intensivo de los combustibles fósiles, petróleo
y gas. Es la depredación de los recursos por una visión inmediatista de la economía. Es el sometimiento de la política a las finanzas. Y la idea de un crecimiento ilimitado, la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta.

La consecuencia, hela ahí: el clamor de la tierra y el clamor de los pobres, un clamor único que nos reclama otro rumbo. Nos hallamos en una grave encrucijada planetaria. ¿Podemos aún hacer algo? Podemos y debemos buscar un nuevo comienzo. Necesitamos una ecología integral. (Y aquí apunto mi única crítica al escrito papal: ¿es coherente con dicha ecología integral seguir considerando, como hace, al ser humano centro y corona de toda la creación, e ignorar el gravísimo problema de la superpoblación humana del planeta? Me parecen dos serias lagunas de esta por lo demás espléndida encíclica).

Necesitamos una nueva política que piense con visión amplia y no se deje someter a los poderes financieros. Y organismos internacionales y organizaciones civiles que presionen para que los gobiernos de turno no se vendan a intereses espurios, locales o internacionales. Una verdadera autoridad política mundial.

Necesitamos una economía que subordine la propiedad privada al destino universal de los bienes. Un modelo circular de producción que reemplace la utilización de combustibles fósiles por fuentes de energía renovable, y asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, pues la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán. Un crecimiento sostenible para todos, que exige decrecimiento en algunas partes del mundo, pues el actual nivel de consumo de los países y de las clases más ricas es insostenible para todos. Y no olvidar que los países más ricos tienen una gravísima deuda ecológica con los países más pobres.

Necesitamos un nuevo estilo de vida más sobria, capaz de gozar con poco. Una ética ecológica fundada en el reconocimiento de que todas las criaturas están conectadas, y cada una debe ser valorada con afecto y admiración. Todos los seres nos necesitamos unos a otros, los seres humanos y también los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos.

Necesitamos una espiritualidad que descubra la mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre, que mire el suelo, el agua, las montañas como caricia de Dios (o de la Vida o del Misterio que Es).

¿Será todo esto algo más que palabras, sueños y buenos deseos? De nosotros depende. Haz como Francisco de Asís. Basta un hombre bueno para que haya esperanza, dice el papa Francisco. La injusticia no es invencible. El amor mueve el sol y las estrellas. El amor puede más. Que nuestras luchas y preocupaciones por este planeta
no nos quiten el gozo de la esperanza. Caminemos cantando.

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Partió el hombre que esperaba siempre el adviento de Dios

Jueves, 23 de julio de 2015
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270Fratel-Arturo-Poli_-ph_Davide_DuttoHizo de todo en la vida. En la juventud fue ateo y marxista. Pero de repente se convirtió. Se ordenó sacerdote durante la guerra. Entró en la Resistencia contra los nazis. En 1949 lo nombraron asesor de la Juventud de Acción Católica. Pero sus métodos libertarios no agradaron al statu quo eclesiástico y lo mandaron a acompañar a emigrantes italianos que iban por barco a Argentina.

En el viaje de regreso encontró a un Hermanito de Jesús, seguidor de Charles de Foucauld cuyo carisma es vivir en el mundo entre los más pobres. Se inició en Argelia junto al desierto y entró en la lucha de liberación contra la dominación francesa. Después fue enviado a Argentina. Trabajó durante años como obrero con los madereros. Fue al Chile de Pinochet, pero su nombre estuvo pronto en la lista: “quien encuentre a uno de estos, lo puede eliminar”. Estuvo un tiempo en Venezuela. Y acabó instalándose en Brasil, en Foz do Iguaçu, donde creó varias iniciativas para los pobres, con hierbas medicinales, granja didáctica para jóvenes desamparados y otras organizaciones populares que continúan existiendo hasta hoy.

Tuvo muchos reconocimientos que casi siempre rechazaba. El más importante fue el 29 de noviembre de 1999 en Brasilia cuando el embajador israelí le confirió la mayor distinción dada a un no judío: ”justo entre las naciones”. Durante la guerra creó junto con otras personas una red clandestina que salvó a 800 judíos.

Se hizo monje sin salir del mundo, sino dentro siempre del mundo de los pobres y humillados. Todo el tiempo libre lo dedicaba a la oración y a la meditación. Durante el día recitaba mantras y jaculatorias. Fue una de las figuras más impresionantes que  pasaron por mi vida, con una retórica capaz de resucitar muertos.  Éramos amigos-hermanos.

Tenía extraña manera propia de rezar. El mismo me lo contó. Pensaba: si Dios se hizo humano en Jesús, entonces fue como uno de nosotros: hizo pipí, caca, lloriqueaba pidiendo pecho, hacía pucheros cuando algo le molestaba, como el pañal mojado.

Al principio, pensaba él, Jesús habría querido más a María, luego más a José, cosas que Freud y Winnicott explican. Y fue creciendo como nuestros niños, jugando con las hormigas, corriendo tras los perros y, travieso, robando frutas del huerto del vecino.

Ese extraño místico rezaba a Nuestra Señora imaginando como acunaba a Jesús, como lavaba en el tanque de agua los pañales sucios, como cocinaba la papilla para el Niño y una comida más fuerte para su marido carpintero, el buen José.

Y se alegraba interiormente con tales cavilaciones porque  así debe ser pensada la encarnación del Hijo de Dios, en la línea del Papa Francisco, no como una doctrina fría, sino como un hecho concreto.  Sentía y vivía tales cosas en forma de conmoción del corazón. Y lloraba con frecuencia de alegría espiritual.

Donde llegaba, creaba siempre a su alrededor una pequeña comunidad en la peor favela de la ciudad. Tenía pocos discípulos. Solo tres que acabaron marchándose. Encontraban demasiado dura aquella vida y todavía tenían que meditar durante el día, en el trabajo, en la calle, en la visita a los caseríos más decaídos.

Sólo, se agregó entonces a una parroquia que hacía trabajo popular. Trabajaba con los sin-tierra y con los sin-techo. Valeroso, organizaba manifestaciones públicas frente a la alcaldía y animaba las ocupaciones de terrenos baldíos. Y cuando los sin-tierra y sin-techo conseguían establecerse, hacía bellas “místicas” ecuménicas, como hace siempre el MST.

Y todos los días, hacia las 10 de la noche se adentraba en la iglesia oscura. Solo la lamparina lanzaba destellos titubeantes de luz, transformando  las estatuas muertas en fantasmas vivos y las columnas erectas en extrañas brujas. Y allí se quedaba hasta las 11 de la noche, impasible, con los ojos fijos en el tabernáculo.

Un día fui a buscarlo a la iglesia. Le pregunté a boca jarro:“mi hermano Arturo, ¿es que tú sientes a Dios, cuando después del trabajo te metes a rezar aquí en la iglesia? ¿Te dice alguna cosa?

Con toda tranquilidad, como quien despierta de un sueño me respondió: “No siento nada. Hace mucho tiempo que no escucho su voz. La sentí un día. Era fascinante. Llenaba mis días de música y de luz. Hoy ya no escucho nada. Sufro con la oscuridad. Tal vez Dios no quiera hablarme nunca más.”

“Y entonces”, repliqué, “¿ por qué sigues todas las noches ahí, en la oscuridad sagrada de la iglesia?”. “Sigo”, respondió, “porque quiero estar siempre disponible. Si Él quisiera manifestarse, salir de Su silencio y hablar, aquí estoy yo para escuchar. ¿Y si Él quisiera hablar y yo no estuviera aquí? Pues, cada vez que viene, lo hace solo una vez. Como en otro tiempo”.

Salí maravillado y meditabundo por tanta disponibilidad. Gracias a estas personas, místicas anónimas, la Casa Común, al decir del Papa Francisco, no es destruida y Dios mantiene su misericordia sobre la perversidad humana.

Ellas vigilan y esperan, contra toda esperanza, el adviento de Dios que tal vez nunca sucederá. Son los pararrayos divinos que recogen la gracia que, silenciosamente, se difunde por el universo y hace que Dios siga dándonos el sol y todas las estrellas y penetre hondo en el corazón de todos los que viven en la Casa Común. Y si Dios aparece habrá gente disponible para oírlo. Y llorarán de alegría.

Su nombre es Arturo Paoli que con 102 años fue a ver y a escuchar a Dios , ahora eternamente, el 13 de julio de 2015, desde donde vivía en San Martino in Vignale, en las colinas de Lucca, Italia.

*Leonardo Boff es columnista del JB online y teólogo.

Leído en su blog

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“La prevención del suicidio: vivir es la mejor opción”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Sábado, 20 de junio de 2015
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homemLeído en la página web de Redes Cristianas

El periodista André Trigueiro tiene dos pasiones: la causa ambiental y la prevención del suicidio. En el fondo se mueve por un único gran amor: el amor apasionado por la vida, bien sea la de la naturaleza o la del ser humano en riesgo.

El amor a la naturaleza se materializa través de su programa, tal vez el mejor del género en la televisión nacional sobre el ambiente, transmitido por Globonews con el título Ciudades y Soluciones.

El amor por el ser humano en riesgo de suicidio se muestra a través de su actuación en el Centro de Valoración de la Vida (CVV) de Río de Janeiro y por este espléndido libro cuyo título lo dice todo: Vivir es la mejor Opción: la prevención del suicidio en Brasil y en el mundo (Editorial Espírita, São Bernardo do Campo 2015).

No conozco en la literatura accesible un texto más minucioso, analítico, inspirador y sustentador del amor y de la esperanza por la vida que este de André Trigueiro.

Para empezar, se comporta como un periodista concienzudo: recoge, en las fuentes más seguras, los principales datos referentes al suicidio en Brasil y en el mundo. Seguidamente analiza los factores y las causas que llevan a las personas a buscar su propia muerte. Y finalmente, sugiere y propone caminos de acompañamiento y de superación. Como una especie de apéndice, pero sin ningún propósito proselitista, expone didácticamente la visión espírita del suicidio, cómo ella le ayudó personalmente a ser más humano y espiritual, y cómo el suicida es tratado por la doctrina.

Primeramente rompe el tabú y el silencio que rodean el fenómeno mundial del suicidio. La prevención se hace con información. Hablar del suicidio como hablamos del sida ayuda a eventuales suicidas a evitar este camino. Pero no basta hablar. Se trata de hablar, como lo demuestra en su texto, con sumo respeto, lleno de comprensión y de compasión, evitando cualquier dramatización y espectacularización excesivas.

Los datos nos obligan a hablar del suicidio pues por su gran frecuencia se ha convertido en un problema de salud pública, raramente incluido en los planes sanitarios de los gobiernos. Los últimos datos accesibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son de 2012. Ahí se dice que hay cerca de 804 mil casos por año, lo que viene a dar un suicidio cada 40 segundos, y además un intento de suicidio cada dos segundos.

En Brasil son 11.821 casos al año, lo que equivale a 32 por día especialmente en la Amazonia, en Paraíba, en Bahía y en Rio Grande del Sur.

En una perspectiva global, después de los accidentes de tráfico, el suicidio es la causa principal de mortalidad, abarcando todas las edades, pero afectando principalmente a los jóvenes entre 15-29 años, que representan el 8,5% de las muertes en el mundo.

Viver é a Melhor Opção - A Prevenção do Suicídio no Brasil e no MundoEste hecho desafía a la inteligencia humana: ¿cómo es posible que un ser llamado a la vida, el don más precioso que existe en el universo, pueda buscar la eliminación de su propia vida? Aquí se hace necesaria una comprensión realista de la condición humana, hecha de luz y de sombras, de éxitos y de fracasos, de esperanza y de desesperación. Este dato no es un defecto de nuestra naturaleza, sino la forma como está constituido nuestro mismo ser, mortal, finito, imperfecto y siempre en camino de perfección. Son innumerables las causas que llevan a las personas a buscar el suicidio: la inundación de la dimensión de sombra, trastornos psicológicos, enfermedades incapacitantes, profundas decepciones y prolongadas depresiones. Pero más que todo, la pérdida del sentido de la vida que suscita en las personas vulnerables el impulso de desaparecer. A veces quitarse la vida es una forma de buscar un sentido que les ha sido negado en esta vida. De ahí, nuestro respeto ante quien toma tal decisión, no por cobardía, sino por amor a una vida supuestamente mejor que esta.

Pero André Trigueiro sustenta con determinación y profunda esperanza esta tesis: en la mayoría absoluta de los casos, los suicidios son prevenibles.

En este contexto detalla varios caminos desarrollados especialmente por los Samaritanos de Londres y por el Centro de Valoración de la Vida (CVV), ambos de origen espírita, pero sin intención de conquistar para ese camino espiritual. Estas dos instituciones principales, compuestas por voluntarios (solo los 70 puestos en Brasil atienden de media unas 800 mil llamadas de teléfono o por internet al año), son las que se dedican directamente a la prevención del suicidio. Los valores que las inspiran son profundamente humanísticos y ético-espirituales: la comprensión, la acogida, la escucha, la fraternidad, la cooperación, el crecimiento interior y el ejercicio de la vida plena.

Solo lo que refuerza la vida puede salvar la vida en peligro. Es válida la tesis de Triguero: «vivir es la mejor opción».

Es mérito de André Trigueiro no solo transmitirnos ese mensaje de esperanza y de escucha sino también vivirlo concretamente en su propia vida.


Traducción de MJ Gavito Milano

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“La Mística de los ojos abiertos”, por Xavier Melloni s.j.

Miércoles, 25 de marzo de 2015
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9898c83e257b522e6e894e32eede5197La mística tiene que ver con el desplegarse de todos los sentidos en una creciente captación y entrega a lo real. Por ello no deja de ser una redundancia hablar de una mística de ojos abiertos, porque una mística que los cerrara y llevara al retraimiento no sería ningún camino verdadero. Pero también es cierto, que comprendemos lo que se desea acentuar cuando así se especifica., porque no todas las místicas tienen la misma orientación.

Johann Baptista Metz presentó precisamente su último libro bajo este título: “Por una Mística de Ojos Abiertos” (Herder, 2013). En esta obra recoge cuanto podía esperarse de una voz que durante décadas ha recordado lo ineludible del compromiso histórico, particularmente con los más desfavorecidos, para quien quiera seguir el camino cristiano. En las últimas décadas son muchos los que han encarnado y siguen encarnando un modo de estar presentes en la realidad política y social nutrida por la mirada interior: Gandhi se entregó a la lucha no violenta por la emancipación de su país y de los descastados; Dag Hanmarskhöld creó una nueva conciencia en la cooperación internacional desde su cargo como Secretario general de las Naciones Unidas; Martin Luther King dio su vida por lograr la igualdad de derechos entre blancos y negros norteamericanos; Ignacio Ellacuría y compañeros cargaron con la responsabilidad de hacer de mediadores en la realidad de Centroamérica; la comunidad trapense de Tibhirine permaneció hasta el final en la tierra islámica apostando por el diálogo interreligioso; Pedro Casaldáliga sigue siendo bardo y profeta en la selva de la Amazonía; Leonardo Boff y todo el grupo brasileño (Frei Betto, etcetc.) siguen inspirándonos con sus mensajes comprometidos con el cuidado de la tierra. Todos ellos son ejemplos visibles de la fecundidad de tener ojos abiertos hacia dentro y hacia afuera al mismo tiempo, poniendo los acentos que a cada cual le tocan vivir.

El reto que se presenta a nuestro tiempo es que la mirada hacia lo interior no se evada de la complejidad de nuestro mundo, así como la mirada hacia lo exterior no suponga un descuido del cultivo de lo interior. Nuestra tendencia hacia uno de los polos hace que tengamos desconfianza y reticencias respecto a los que están decantados por el otro. Acabamos de mencionar algunos de los referentes que ilustran lo fecunda que es una vida cuando está iluminada por esta doble visión.

Por otro lado, hablar de una mística de ojos abiertos en el contexto del centenario del nacimiento de Teresa de Jesús es hablar de ella misma, porque fue una mujer ciertamente despierta. Pero fue despierta porque despertó a algo mayor que sí misma. No bastaba con que tuviera un carácter vivaz, que lo tenía, sino que se le abrió una mirada interior que le permitió ver y vivir de otro modo. La reforma del Carmelo brota de una hondura y apertura que potenciaron lo mejor de su personalidad. La lucidez, libertad y valentía que nacieron de ahí la llevaron a la reforma de su orden religiosa. Cada cual ha de escuchar a qué reforma se le convoca. Colectivamente lo que está en juego es la transformación de una sociedad entera, hacia ese otro mundo posible que se hace real cuando hay suficientes miradas lúcidas y comprometidas para cambiar el estado actual de las cosas.

Cultivar la mirada interior para disponer la mirada exterior.

Antes de referirme a lo que conviene mirar, me gustaría aclarar que el cerrar los ojos de la práctica meditativa es para abrir el ojo interior. El caer de los párpados indica el necesario apartamiento dela inmediatez para poder mirar la realidad desde mayor perspectiva. Es inadecuada la comparación que se hace a veces de Cristo muriendo en la cruz con los ojos y brazos abiertos ante el dolor del mundo y el Buda con los ojos cerrados y meditando como si se quisiese evadir del sufrimiento y del mundo. En verdad, son dos modos de estar presente en y para el mundo: uno solidarizándose con el dolor y clamando junto con los que sufren, mientras que el otro enseña a transformarlo mediante el estado meditativo. El episodio del Éxodo en que Moisés ora desde lo alto con las manos extendidas mientras Josué lucha en el llano (Ex, 17, 8-12) es otra expresión de cómo estos dos modos de estar presentes son necesarios y que es importante saber cuándo es tiempo para cada uno: estar codo a codo en la trinchera y tomar distancia para poder mirar con perspectiva.

Hace algunos años un compañero jesuita que llevaba mucho tiempo en el altiplano boliviano entre los aymaras me comunicó una experiencia que vale la pena transmitir. Una mañana se acercó a uno de los poblados para consultar a un anciano un asunto de importancia. Le dijeron que don Genaro estaba ausente pero que regresaría más tarde. Al cabo de unas horas mi compañero volvió a preguntar por él y le dijeron que todavía no había regresado. Volvió por tercera vez al final del día, y todavía no había regresado. MI compañero preguntó esta vez con impaciencia:

– ¿Se puede saber dónde esta?

Uno de los ancianos que estaba presente le indicó una pequeña figura blanca que estaba en el cerro.

– Ahí esta don Genaro.

– ¿y qué hace?

– Está llenándose de luz.

Difícilmente podría decirse mejor lo que está en juego: llenarse de luz para iluminar con esa luz la realidad que se ve. ¿Qué es lo que ven unos ojos abiertos por la experiencia interior? Perciben presencia donde la mirada ordinaria sólo vive la ausencia y captan la interconexión de todo donde la mirada ordinaria sólo ve fragmentación y caos. En lenguaje clásico, “ve a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Dios”.

Esta fue precisamente una de las experiencias que tuvo Teresa de Jesús al inicio de su conversión. Explica ella misma en su autobiografía: ” Estando una vez en oración, se me presentó en breve, sin ver cosa formada, más fue una representación con toda claridad, cómo se ven en Dios todas las cosas y cómo las tiene todas en sí. Saber escribir esto, yo no lo sé, más quedó muy imprimido en mi alma. Es una de las mercedes que el Señor me ha hecho y de las que más me ha hecho confundir y avergonzar, acordándome de los pecados que he hecho. Creo que si el Señor fuera servido viera esto en otro tiempo y si lo viesen los que le ofenden, que no tendrían corazón y atrevimiento para hacerlo” (Vida, 49,9)

La relación que hace Teresa entre la gracia recibida y la confusión por su pecado no es secundaria. Al haber percibido que Dios está en todo, le confunde que el ser humano pueda ensuciar la sacralidad de lo existente. Si Dios está en todo, todo es sagrado, y estamos llamados a vivir de forma sagrada todos nuestros actos y relaciones. La apertura de los ojos tiene que ver con la capacidad de percibir la sacralidad de lo real, la cual otorga a cada ser un valor infinito.

La interrelacionalidad de todas las dimensiones.

Después de los movimientos pendulares que nos han decantado por un polo a costa de descuidar el otro, el reto del momento actual es que seamos capaces de integrar las diferentes dimensiones de la realidad. Simplificadamente podemos distinguir cuatro ámbitos: el personal, el interrelacional, el político social, y el ecológico. Hemos de aprender a cultivar esta cuádruple dimensión desde la mirada interior para percibir su interdependencia y circularidad. Esta interconexión de todo con todo y de todos con todos ha adquirido hoy escala planetaria, lo cual hace todavía más necesaria una visión profunda para poder abarcar tanta amplitud. Es necesario conjugar las oposiciones y hacerlas fecundas: conjuntar la liberación interior y el cambio de las estructuras, la reconciliación de las relaciones humanas y la reconciliación con la naturaleza, con la convicción de que las cuatro dimensiones crecen a la vez y que ninguna de ellas se puede posponer. Trabajar el conocimiento de uno mismo, fomenta la cultura de la paz para posibilitar la convivencia entre identidades culturales y religiosas, luchar por la igualdad y la justicia, y cuidar de la tierra son aspectos de una misma y única tarea: vivir en estado de apertura, de veracidad y de venerabilidad ante todo lo que existe porque se percibe que emana de una fuente común.

ACERCAMIENTO A LAS CUATRO DIMENSIONES

Decía santa Teresa que tenía por más un minuto de verdadero autoconocimiento que muchas horas de oración. Cuando se abren verdaderamente los ojos, uno se ve en lo que ve. No de un modo narcisista, ya que eso nos impide cualquier ver, ahogados en el propio ensimismamiento. El verse así mismo en lo que se ve permite captar que uno no está separado de lo demás ni de los demás. En este camino integral es necsario darse cuenta de que cuánto más honda es la transformación interior, mayor es la captación de lo exterior. Y es que no vemos la realidad tal como es sino tal como somos. Caundo no somos conscientes de esto, proyectamos sobre los demás los propios conflictos y este mutuo arrojarse los demonios crea mas infierno porque nadie comienza por responsabilizarse de sus asuntos no resueltos. Todos tenemos heridas que nos producen un sufrimiento permanente que, sin saberlo condiciona nuestras reacciones y percepciones sobre los demás los demás. El trabajo sobre uno mismo como condición de posibilidad para actuar sobre el mundo ha sido urgido de muchas maneras, no para posponer el compromiso con el mundo, sino para ser consciente de que ambos cambios caminan juntos en todo momento. Ghandi dijo:” Sé tu el cambio que quieres ver en el mundo”

La comprensión del sufrimiento ajeno.

Cuando este trabajo está presente se tiene mayor claridad de lo que sucede en los demás. Se puede captar el sufrimeinto ajeno porque uno está en contacto con el propio, sin eludirlo ni proyectarlo. Uno de los contemporáneos que mas ha colaborado en esta toma de conciencia es Thich Nhat Hanh, monje budista vietnamita que estuvo comprometido desde la no-violencia en la guerra civil de su pais, tratando de hacer de mediador entre ambos bandos. Ante la fuerza debastadora de la ira, se percato que tras ella había un gran sufrimiento, que al no saberse liberar de otro modo generaba todavía más violencia, la cual provocaba todavía un sufrimiento mayor. De la comprensión surge el perdón y la compasión, entendiendo esta en sentido budista: amor consciente. En tal tradición, sabiduría y compasión van de la misma mano. Son las dos caras del mismo despertar. Cuando se comprende se ama. Sólo podemos amar lo que comprendemos, a la vez que amar nos ayuda a comprender. Tal es la base de la reconciliación y del perdón. Una reconciliación y un perdón no sólo dirigidos a los agresores de la propia biografía, sino también a los agresores de la biografía de la humanidad. Pertenece a la misma llegar a comprender que todos somos verdugos y víctimas, que no hay un nosotros y ellos, sino un único nosotros. Esta percepción no desresponsabiliza a nadie ni justifica nada, sino al contrario, hace más corresponsable.

La comprensión de los procesoso sociales.

Los sistemas económico-políticos son la expresión y el resultado de un determinado estado de consciencia colectivo. El grado de depredación y de vandalismo que legitiman depende del avance o regresión de las pulsiones, de toda una sociedad, incluso de una civilización. Determinadas estructuras legitiman, refuerzan tales pulsiones o las contienen y son capaces de canalizarlas hasta llegar a transformarlas. La actuación individual se inserta en un complejo sistema que refuerza o atenúa las desigualdades sociales. Captar la interrlación intrínseca entre el estado interior, la acción local, y la repercusión global requiere gran capacidad de análisis, de información y de ecuanimidad tanto mental como emocional. La glocalidad es una visión nueva de las cosas que incluye también la perspectiva temporal, es decir, las actuaciones de efectos inmediatos y a largo plazo. La mirada depredadora, en cambio, es fragmentaria e inmediata. Estrecha la franja del tiempo, pierde la memoria y olvida el relevo generacional.

El respeto y la gratitud por las cosas

Todo lo que nos rodea es don de la tierra pero nos comportamos como depredadores incapaces de darnos cuenta de las consecuencias de nuestra compulsión. El daño al planeta y a los que viven junto a los lugares que codiciamos es un mismo y único daño que nos estamos infigiendo todos.. Una mísitca de los ojos abiertos tiene que darse cuenta de los efectos de nuestra codicia y del complejo recorrido de los productos que utilizamos despreocupadamente cada día. Ya no podemos ignorar que los 100-150 gramos de cada móvil generan 80Kg de mochila ecológica, además del trastorno que causa a los países africanos la extracción del coltán necesario para nuestros aparatos. El respeto por las cosas es inseparable de las personas que están junto a ellas y tras ellas. Capatr esta relación forma parte de una mirada integrada, iluminada y absolutamente necesaria. Todo ello ha de llevar a un cambio de vida. “Tener menos, para tenerse más” Dejó dicho Facundo Cabral. O como se está difundiendo entre ciertos movimientos alternativos: “Menos es mas”. Dar este giro es todavía un gran avance civilizatorio que todavía es contracultural. Saber ver es saber agradecer. Sólo una mirada agradecida es capaz de darse cuenta del don de cada cosa, de cada objeto que llega a nuestras manos, lo cual lleva al mismo tiempo a restituír lo que tomamos a aquellos a los que les pertenece.

Todo ello son sólo atisbos de un mirar capaz de captar el todo en la parte y la parte en el todo. Si bien la m´sitica había sido en el pasado un cima, hoy urge que se convierta en un punto de partida, en un modo de vivir que lleve a ver a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios. Dios significa aquí ese Fondo de lo real que es inseparable de las mismas cosas y que al percibirse inseparablemente en ellas, transforma nuestra forma de relacionarnos y de comportarnos con todo. Disponemos del legado de las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad para adiestranos en ello. Tradiciones que también ellas están llamadas a mirarse y venerarse mutuamente con la luz que se recibe de una mirada abierta sobre la realidad.

Revista Éxodo, núm. 127, Febrero 2015

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“La porción femenina de Dios”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Domingo, 8 de marzo de 2015
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mariaLeído en la página web de Redes Cristianas

Cierta madrugada, insomne, retomé mi trabajo habitual en el ordenador. De repente, me pareció haber oído, no sé si del mundo celestial o si de mi mente en estado alterado, una voz como un susurro, que me decía: “Hijo, voy a revelarte una verdad que ha estado siempre ahí, en mi evangelista Lucas, pero que los ojos de los hombres, cegados por siglos de patriarcalismo no podían ver. Se trata de la relación íntima e inefable entre María y el Espíritu Santo”. Y la voz seguía susurrando: “Aquel que es tercero en el orden de la Trinidad, el Espíritu Santo, es el primero en el orden de la creación. Él llegó antes al mundo; después vino el Hijo de Dios. Fue el Espíritu Santo, aquel que flotaba sobre el caos primitivo, y el que sacó de allí todos los órdenes de la creación. De ese Espíritu creador, se dice por mi evangelista Lucas: vendrá sobre ti, María, y armará su tienda sobre ti, por eso el Santo engendrado será llamado Hijo de Dios. Armar la tienda, como sabes, significa morar, habitar definitivamente. Si María, perpleja, no hubiese dicho su fiat, hágase según tu palabra, el Hijo no se habría encarnado y el Espíritu Santo no se habría feminizado.

Mira, hijo, lo que te estoy diciendo: El Espíritu vino a morar definitivamente en esta mujer, María. Se identificó con ella, se unió a ella de forma tan radical y misteriosa que en ella comenzó a plasmarse la santa humanidad de Jesús. El Espíritu de vida produjo la vida nueva, el hombre nuevo, Jesús. Para ti y para todos los fieles está claro que lo masculino a través del hombre Jesús de Nazaret fue divinizado. Ahora vete al evangelio de san Lucas y constatarás que también lo femenino a través de María de Nazaret fue divinizado por el Espíritu Santo. Él armó su tienda, es decir, vino a morar definitivamente en ella. Date cuenta que el evangelista Juan dice lo mismo del Hijo: Él armó su tienda en Jesús. No es el Espíritu, susurra la misma voz, que toma al profeta para una determinada misión y, cumplida esta, termina su presencia en él. Con María es diferente. Viene, se queda, y no se va jamás. Ella es elevada a la altura del Divino Espíritu Santo. De ahí que, lógicamente, el Santo engendrado será llamado Hijo de Dios. Es el caso de María. No sin razón es la bendita entre las mujeres.

Hijo, esta es la verdad que debes anunciar: por medio de María, Dios mostró que además de ser Dios-Padre es también Dios-Madre con las características de lo femenino: el amor, la ternura, el cuidado, la compasión y la misericordia. Estas virtudes están también en los hombres, pero encuentran una expresión más visible en las mujeres.

Hijo, al decir Dios-Madre descubrirás la porción femenina de Dios con todas las virtudes de lo femenino. Jamás olvides que las mujeres nunca traicionaron a Jesús. Le fueron fieles hasta el pie de la cruz. Mientras sus discípulos, los hombres, huyeron, Judas lo traicionó y Pedro lo negó, ellas mostraron un amor fiel hasta el extremo. Ellas, mucho antes que los apóstoles, fueron las primeras en dar testimonio de la resurrección de Jesús, el hecho mayor de la historia de la salvación.

Lo femenino de Dios no se agota en su maternidad, sino que se revela en lo que hay de intimidad, de amorosidad, de gentileza y de sensibilidad, perceptibles en lo femenino. No permitas que nadie, por ninguna razón, discrimine a una mujer por ser mujer, aduce todas las razones para que sea respetada y amada, pues ella revela algo de Dios que solamente ella, junto con el hombre, puede hacer a mi imagen y semejanza. Refuerza sus luchas, recoge las contribuciones que ella aporta a la sociedad, a las Iglesias, al equilibrio entre hombre y mujeres. Ellas son un sacramento de Dios-Madre para todos, un camino que nos lleva a la ternura de Dios. Ojala las mujeres asuman su porción divina, presente en una compañera suya, María de Nazaret. Llegará el día en que caigan las escamas que cubren vuestros ojos y entonces hombres y mujeres os sentiréis también divinizados por el Hijo y por el Espíritu Santo”.

Al volver en mí, sentí en la claridad de mi mente cuanto de verdad me había sido comunicado. Y, conmovido, me llené de alabanzas y de acción de gracias.

*

Leonardo Boff escribió El rostro materno de Dios, Sal Terrae 1999.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“A las agresiones humanas, la Tierra responde con flores”, por Leonardo Boff

Jueves, 5 de marzo de 2015
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tumblr_n7dsbgHpoG1syzdcvo1_1280Leído en Koinonia:

Mas que estar en el centro de una crisis de proporciones planetarias, nos enfrentamos hoy con un proceso irreversible. La Tierra ya nunca será la misma. Ha sido transformada en su base físico-química-ecológica de forma tan profunda que ha acabado perdiendo su equilibrio interno. Entró en un proceso de caos, es decir, perdió su sostenibilidad y afectó a la continuidad de lo que durante milenios venía haciendo: producir y reproducir vida.

Todo caos tiene dos lados: uno destructivo y otro creativo. El destructivo representa el desmantelamiento de un tipo de equilibrio que implica la erosión de parte de la biodiversidad y, en el límite, la disminución de la especie humana, que se produce o por incapacidad de adaptarse a la nueva situación o por no conseguir mitigar los efectos letales. Concluido ese proceso de purificación, el caos comienza a mostrar su cara generativa. Crea nuevos órdenes, equilibra los climas y permite a los seres humanos supervivientes construir otro tipo de civilización.

La historia de la Tierra nos enseña que ella pasó por cerca de quince grandes destrucciones, como la del cámbrico, hace 480 millones de años, que destruyó el 80-90% de las especies. Pero como es madre generosa, lentamente rehízo la diversidad de la vida.

Hoy, la comunidad científica en su gran mayoría nos alerta frente a un eventual colapso del sistema-vida, que puede amenazar el propio futuro de la especie humana. Todos podemos percibir los cambios que están ocurriendo ante nuestros ojos. Grandes efectos extremos: por un lado veranos prolongados asociados a gran escasez de agua, que afectan a los ecosistemas y a la sociedad como un todo, como está ocurriendo en el sudeste de nuestro país. En otros lugares del planeta, como en Estados Unidos, inviernos rigurosos como no se veían desde hace decenas o hasta cientos de años.

El hecho es que hemos tocado los límites físicos del planeta Tierra. Al forzarlos como lo hace nuestra voracidad productivista y consumista, la Tierra responde con huracanes, tsunamis, crecidas devastadoras, terremotos y una incontenible subida del calentamiento global. Si llegamos a aumentar la temperatura dos grados centígrados, la situación todavía sería manejable. Pero si no hacemos los deberes, disminuyendo drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero y no reorientamos nuestra relación con la naturaleza hacia la autocontención colectiva y el respeto a los límites de soportabilidad de cada ecosistema, entonces se prevé que el clima puede elevarse de cuatro a seis grados centígrados. Ahí conoceremos la “tribulación de la desolación”, para usar una expresión bíblica, y gran parte de las formas de vida que conocemos, inclusive partes de la humanidad, no podrán subsistir.

La renombrada revista Science acaba de publicar el 15 de enero de 2015 un trabajo de 18 científicos sobre los límites planetarios (Planetary Boundaries: Guiding human development on a changing Planet). Identificaron nueve dimensiones fundamentales para la continuidad de la vida y de nuestro ensayo civilizatorio. Vale la pena citarlas: (1) cambios climáticos; (2) cambios en la integridad de la biosfera con erosión de la biodiversidad y extinción acelerada de especies; (3) disminución de la capa de ozono estratosférico que nos protege de los rayos solares letales;(4) creciente acidificación de los océanos; (5) desarreglos en los flujos biogeoquímicos (ciclos del fósforo e del nitrógeno, fundamentales para la vida); (6) cambios en el uso de los suelos como la deforestación y la desertificación crecientes; (7) escasez amenazadora de agua dulce; (8)concentración de aerosoles en la atmósfera (partículas microscópicas que afectan al clima y a los seres vivos); (9) introducción de agentes químicos sintéticos, de materiales radioactivos y nanomateriales que amenazan la vida.

De estas nueve dimensiones, las cuatro primeras ya han sobrepasado sus límites y las demás se encuentran en un elevado grado de degeneración. Esta sistemática guerra contra Gaia puede llevarla al colapso como ocurre con las personas.

Y a pesar de este escenario dramático, miro a mi alrededor y veo, extasiado, el bosque lleno de árboles de la cuaresma violetas, casias amarillas y en la esquina de mi casa amaryllis belladonnas en flor, tucanes posados en los árboles frente a mi ventana y araras que hacen nidos debajo del tejado.

Entonces me doy cuenta de que la Tierra es realmente madre generosa: a nuestras agresiones, aun nos sonríe con flora y fauna. Y nos infunde la esperanza de que no es el apocalipsis sino un nuevo génesis lo que está en camino. La Tierra todavía va a sobrevivir. Como aseguran las Escrituras judeocristianas: “Dios es el soberano amante de la vida” (Sab 11,26). Y no permitirá que la vida que penosamente superó el caos, vaya a desaparecer.

Leonardo Boff es columnista del JBonline, filósofo, teólogo y escritor.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Ser místico hoy”, por Javier Melloni

Martes, 10 de febrero de 2015
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725Javier Melloni es un jesuíta especialista en “interioridad”, que imparte sus cursos y realiza su apostolado en la Cueva de Manresa. Aquí os dejo este artículo suyo en el que expresa lo que significa ser místico hoy.

“Hoy, como en todos los tiempos, un místico es alguien tan necesario como inútil para su generación. Es inútil porque no produce nada y lo que ofrece no se puede comprar ni vender. No tiene precio en el mercado. Se escapa a quien lo quiere prender y confunde a quien lo quiere comprender. Por ello hay que apartarlo, porque se interpone entre la inmediatez de lo que hay que lograr y producir. El místico dice: lo que verdaderamente es, ya existe. Sólo hay que aprender a percibirlo. Molesta también a la institución, porque la relativiza y le recuerda que el cielo que ha pintado en el interior de sus bóvedas no es el cielo abierto auténtico.

Pero, a la vez, su presencia es indispensable porque señala un modo de existencia que anhelan todos los seres y las mismas instituciones. Ha nacido para alentar la llama sagrada que arde en todos y en todo. El fuego del místico es diferente al del profeta. Éste señala y grita lo que falta, mientras que el místico indica lo que ya es. El profeta habla del todavía no, mientras que el místico habla del ya sí. Ambas cosas son necesarias.

Parafraseando a Raimon Panikkar, “el místico no es el que tiene esperanza del futuro sino de lo Invisible”.

El místico no es ingenuo, sino inocente. La ingenuidad es una inmadurez que hace ciegas y torpes a las personas, porque les impide confrontarse con los elementos oscuros de la realidad y de sí mismos, mientras que el inocente lo ve todo, lo percibe todo y, sin echarse atrás, se entrega.

Otra de las cosas propias del místico es su capacidad de conjugar paradojas. Por un lado, es alguien exquisitamente cercano a las personas y a sus situaciones, pero también resulta inalcanzable, retirado en una extraña lejanía. Estando plenamente presente, está también ausente. Se halla en otro Lugar, y cuando está en otro lugar, se percibe su presencia. Su hablar es silente y con su callar, habla. Las palabras son sagradas para él -o ella-; por eso no las malgasta. Y por ello también sabe escuchar, y entiende lo que los demás no entendemos. Habla, mira, comprende desde un lugar diferente; a veces, tan diferente, que parece locura. Pero su locura no es más que el choque que produce en nosotros su anticipación de Realidad.

Ama cada objeto, cada planta, cada pétalo, y queda fascinado por ellos, pero, a la vez, puede prescindir de ello. Todo él es ternura, pero también vigor, como dice Leonardo Boff sobre Francisco de Asís. Es frágil y fuerte a la vez. No puede soportar el dolor de los pequeños. Ve desde ellos y para ellos, y su oración es siempre por ellos.

Es concreto, arraigado en su tiempo y en su lugar, capaz de un hablar sencillo y de poner ejemplos que los más pequeños comprenden, y a la vez, es universal, porque percibe lo que atañe a la condición común de los humanos. Ve la parte en el todo y el todo en la parte. Podríamos decir que tiene un instinto fractal, que es tal como hoy los científicos comprenden que está constituido el entramado de la realidad.

Es de una libertad soberana pero, a la vez, está al servicio de todos, porque percibe la irrepetibilidad de cada persona y de cada cosa, y ello le hace caminar por tierra sagrada. Acoge a cada ser como una epifanía y, estremecido, se somete libremente porque sabe que su yo no le pertenece, sino que es sólo receptáculo y testigo de las existencias ajenas.

Ama su tradición, aquella que le ha nutrido y le ha guiado, pero no hace un absoluto de ella. Sabe que “ser original es retornar a los orígenes” (Gaudí), no para repetirlos sino para recrearlos. Y el origen de cada tradición está más allá de ella misma, antes de que surgiera. Conoce el camino de la Fuente, “aunque es de noche”. Su fe es transconfesional, porque sabe que la existencia está atravesada de Presencia y ello es lo que celebran todas las tradiciones. Se alegra con ellas, por su diversidad y su riqueza.

Como un compás, con un pie está arraigado en su propio centro, y con el otro recorre los círculos de la alteridad. Este centro no es sólo el de la tradición a la que pertenece, sino que es un Centro más hondo que, descentrándole, le recentra.

Todo él está vacío. Su existencia es un pasaje por el que otros transitan para descubrirse a sí mismos. Como un icono, su sola presencia ayuda a los que le rodean a descubrir la hondura que les habita. Él sólo calla y ve. Y su alegría, tanto como su nostalgia, son inmensas.”

Javier Melloni

Fuente El Rincón del Anacoreta:

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Leonardo Boff, teólogo: “Yo soy del movimiento de Jesús”

Lunes, 9 de febrero de 2015
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news_3yp1v1661o1623dHemos leído en Reflexión y Liberación esta entrevista de Débora Fogliatto Sul21 / Porto Alegre

Leonardo Boff es un intelectual, escritor galardonado y profesor respetado en el país, su opinión es escuchada por personalidades como el Papa Francisco y los presidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff. En esta entrevista con Sul21, concedida durante su visita a Porto Alegre (Rio Grande do Sul), Boff habla del actual momento de la Iglesia católica, critica a los religiosos que usan el Evangelio para justificar ideas reaccionarias o tomar el dinero de los fieles, teje comentarios sobre la situación en el Oriente Medio, el aborto, la violencia y la crisis ecológica y económica mundial.

Sul21 – En los años ochenta, a causa de las ideas sostenidas por la Teología de la Liberación, Ud. fue condenado a un año de ‘silencio obsequioso’ y sufrió varias sanciones, que terminaron siendo moderadas por la presión sobre la iglesia católica, pero que le llevaron a abandonar el hábito religioso. ¿Cree Ud. que en el presente, la Iglesia actuaría de la misma forma?

Leonardo Boff – No. El actual Papa dice cosas mucho más graves que lo que expresé en mi libro “Iglesia: carisma y poder”, que fue objeto de condena. Si él hubiese escrito, eso, habría sido condenado. Yo dije cosas mucho más suaves, pero que afectaban a la Iglesia. Dije que la Iglesia no respetaba los derechos humanos, que es machista, tiene un concepto del poder absoluto y absolutamente superado, sin límites.

Los tiempos han cambiado y, gracias a Dios, tenemos un Papa que por primera vez después de 500 años, responde a la reforma, responde a Lutero. Lutero propuso lo que llamamos el Principio Protestante, que es el principio de la libertad. Y este Papa, vive ese espíritu. Y vive el cristianismo no como un conjunto de verdades a las que tienes que adherir, sino como el encuentro vivo con Jesús. Distingue entre la tradición de Jesús, ese conjunto de ideales, tradiciones y la religión cristiana, que es igual a cualquier otra religión. Él dice: “Yo soy del movimiento de Jesús”, y no de la religión católica. Tales declaraciones son una barbaridad para los cristianos tradicionales, pero son absolutamente correctas en el sentido teológico, aquello que siempre dijimos, y por lo que fuimos perseguidos

Y me alegro de que la Iglesia ya no es una instancia que nos avergüence, sino una instancia que puede ayudar a la humanidad a hacer una travesía difícil a otro tipo de sociedad, que respete los derechos de la naturaleza, los derechos de la Tierra, preocupada por el futuro de la vida. Incluso yo tuve contacto con el Papa y su tema central es la vida. La vida humana, la tierra, la naturaleza. Y tenemos que salvarla, porque actualmente, tenemos todas las herramientas para destruirla.

Sul21 – ¿Ud. cree que la iglesia católica, bajo la orientación del Papa Francisco, va efectivamente a cambiar su posición sobre algunos temas tratados como tabú, como la unión homosexual?

Leonardo Boff – Aun no conocemos bien su opinión. Él también dijo: “¿Quién soy yo para juzgar?” En el fondo él está diciendo respetemos a las personas. Él va abrir una gran discusión en la Iglesia sobre el tema del divorcio y de los homosexuales, sobre la moral sexual cristiana, que es muy rigorosa y estricta y en algunos casos, es criminal. Por ejemplo, predicar en África que es un pecado usar condones, en lugares donde la mitad de la población sufre de SIDA, es cometer un crimen contra la humanidad. Eso fue lo que el Papa Benedicto XVI dijo en varias ocasiones. Creo que Francisco es más que un Papa, es un proyecto de mundo, un proyecto de Iglesia, él se da cuenta de que la humanidad es una, está en riesgo y que tenemos que unirnos para superar la crisis.

Creo que la grandeza de este Papa no será definir las cosas, pero si dejar que se discutan. Y creo que él va a respetar a las personas, porque la mayoría no son homosexuales, u homo-afectivos por elección. Las personas se descubren homo-afectivas. Y que va a decir, “permanezcan dentro de Dios, no se sientan excluidos”. Va a decir que (los homosexuales) son tan hijos de Dios, como los demás. Y partir de ahí, debemos respetarnos. Posiblemente él “no llame matrimonio, que es un concepto canónico”. Pero si vea en ellos una unión responsable, que merece la bendición de Dios, y que tenga una protección legal, que tengan su lugar en la Iglesia, que puedan frecuentar los sacramentos. Esto seguramente será el camino indicado por él.

Sul21 – Y con estas posiciones del Papa Francisco ¿Ud. cree que la Iglesia Católica pueda ser capaz de recuperar fieles, ante el avance de las iglesias evangélicas?

Leonardo Boff – Este Papa no está haciendo proselitismo, y dice claramente que el Evangelio debe atraer por su belleza, su contenido humanitario. Él no está interesado en aumentar el número de cristianos o hacerlos regresar .Está interesado en la que las personas, con la situación confesional que tienen, se pongan a disposición del servicio de la humanidad, de las cosas buenas que la humanidad necesita. Es lo que llamamos el “ecumenismo de la misión.” Estamos divididos, es un hecho histórico, pero no es una división dolorosa. Debido a que cada uno tiene sus espacios, profetas y maestros. Pero, cuando reconocemos juntos nuestras diferencias y junto apoyamos a los sin tierra, los sin techo, los marginados, las prostitutas. Este servicio nosotros podemos hacerlo juntos.

Sul21 – Muchas personas usan la religión para justificar las opiniones conservadoras, sexistas y homofóbicas. ¿Cuál es su opinión acerca de estas posiciones?

Hay el ejemplo concreto de aborto en las últimas elecciones. Este tema movilizó a las iglesias, fueron hasta el Papa, hicieron presión sobre los fieles. Creo que ha sido una utilización falsa de la religión. La religión no fue hecha para eso. Y todos deben de reconocer, y están obligados a reconocer, por la Constitución, que hay un estado que es laico. Entonces, estas personas pecan contra el principio fundamental de la democracia, no son demócratas. Ellos pueden tener su propia opinión, pero no pueden imponerla a los demás.

Es muy fácil la posición de ellos, es salvar al bebé. Y una vez salvado, el bebé, queda en la calle, abandonado, pasando hambre y muriendo poco a poco. Y no tienen compasión de las más de 100.000 mujeres que mueren cada año a causa de abortos mal practicados. Estas personas pecan contra la democracia y contra la humanidad, contra el sentido humanitario. Nadie está a favor del aborto en sí, las mujeres que tienen abortos no querían eso. Pero muchas veces, pasan por situaciones tan delicadas que necesitan tomar esa esa decisión. Leer más…

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“Carisma y carismáticos: ¿qué energía es esa?”, por Leonardo Boff, teólogo

Martes, 3 de febrero de 2015
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mg_2992Leído en la página web de Redes Cristianas

Carisma, carma, Crishna, Cristo, crisma y caritas poseen la misma raíz sánscrita kri o kir. Significa la energía cósmica que acrisola y vitaliza, penetra y rejuvenece todo, fuerza que atrae y fascina los espíritus. La persona no posee un carisma, es poseída por él. La persona, sin ningún mérito personal, se ve tomada por una fuerza que irradia sobre otras, haciendo que queden estupefactas: si están hablando, se callan; si están entretenidas en alguna cosa, pasan a prestar atención a la persona carismática. El carisma es algo sorprendente. Está en los seres humanos, pero no viene de ellos. Viene de algo más alto y superior. Nietzsche cuenta que cuando paseaba por los Alpes se sentía poseído por una fuerza que le hacía escribir. Era otro que se servía de él. Tomaba su cuaderno y en él escribía lo mejor de sus intuiciones.

Los antropólogos introdujeron una palabra sacada de la cultura de Melanesia: mana. La personalidad-mana irradia un poder extraordinario e irresistible que, sin violencia, se impone a los demás. Atrae, entusiasma, fascina, arrastra. Es el equivalente de carisma en nuestra tradición occidental.

¿Quiénes son los carismáticos? En el fondo, todos. A nadie le es negada esa fuerza cósmica de presencia y de atracción. Todos cargamos con algo de las estrellas de donde venimos. La vida de cada persona está llamada a brillar, según dice un cantor, a ser carismática de una u otra forma. Bien decía José Martí, pensador cubano de los más agudos de América Latina: hay seres humanos que son como las estrellas, generan su propia luz, mientras otros reflejan el brillo que reciben de ellas. Algunos son sol, otros, luna. Nadie está fuera de la luz, propia o reflejada. En fin, estamos todos en la luz para brillar.

Pero hay carismáticos y carismáticos. Hay algunos en los cuales esta fuerza de irradiación implosiona y explosiona. Son como una luz que se enciende en la noche. Atraen todas las miradas me valen las dos. Se podía hacer desfilar a todos los obispos y cardenales delante de los fieles reunidos, podía haber figuras impresionantes en inteligencia, capacidad de administración y celo apostólico, pero todas las miradas se fijaban en Dom Hélder Câmara cuando todavía estaba entre nosotros, portador eminente de carisma. Su figura era insignificante. Parecía el siervo sufriente sin belleza ni adorno. Pero de él salía una fuerza de ternura que unida al vigor de su palabra se imponía suavemente a todos.

Muchos pueden hablar, y hay buenos oradores que atraen la atención. Pero dejen hablar al obispo emérito de São Félix do Araguaia. Su voz es ronca y a veces casi desaparece. Pero en ella hay tanta fuerza y tanto convencimiento que la gente queda boquiabierta. Es la irrupción del carisma que hace que un obispo frágil y débil parezca un gigante. Hoy sin casi poder hablar a causa de un fuerte Parkinson, sus escritos y poemas tienen la fuerza del fuego. Es un eximio poeta.

Hay políticos hábiles y grandes administradores. La mayoría maneja el verbo con maestría. Pero hagan subir a Lula en la tribuna delante de las multitudes. Empieza hablando bajo, asume un tono narrativo, va buscando el mejor camino para comunicarse. Y lentamente adquiere fuerza, irrumpen conexiones sorprendentes, la argumentación adquiere su armazón adecuada, el volumen de voz alcanza altura, los ojos se incendian, los gestos modulan el habla, en un momento dado todo el cuerpo es comunicación, argumentación y comunión con la multitud que de bulliciosa pasa a silenciosa y de silenciosa a petrificada, para, en el punto culminante, irrumpir en gritos de aplauso y entusiasmo. Es el carisma haciendo irrupción. Poco importa la opinión que podamos tener de sus ocho años de gobierno. En él no se puede negar la presencia del carisma.

No sin razón Max Weber, estudioso del poder carismático, lo llama «estado naciente». El carisma parece que hace nacer, cada vez que irrumpe, la creación del mundo en la persona carismática o personalidad-mana. La función de los carismáticos es la de ser parteros del carisma latente dentro de las personas. Su misión no es la de dominarlas con su brillo, ni seducirlas para que los sigan ciegamente, sino despertarlas del letargo de lo cotidiano. Y, despiertos, descubrir que lo cotidiano guarda en su interior secretos, novedades, energías ocultas que siempre pueden despertar y dar un nuevo sentido de brillo a la vida, a nuestro corto paso por este universo.

Que cada cual descubra la estrella que dejó su luz y su rastro dentro de él. Y si fuera fiel a la luz, brillará y otros lo percibirán con entusiasmo.

Página de Leonardo Boff en Koinonía

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