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“Ecologia, luchas sociales y revolución”, de Daniel Tanuro, por Douglas Sepulchre

Sábado, 20 de julio de 2024
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IMG_6002Casi quince años después de su libro El Imposible capitalismo verde, Daniel Tanuro ha publicado un nuevo libro, Écologie, luttes sociales et révolution, con prólogo de Timothée Parrique.

El libro consta de dos largas entrevistas (realizadas por Alexis Cukier y Marina Garrisi) divididas en dos partes. En la primera, titulada “Lo que sabemos“, el intelectual y activista anticapitalista belga ofrece un análisis global de la catástrofe ecológica. En la segunda, titulada “Lo que podemos hacer“, analiza diversas formas de afrontarla y esboza una estrategia de transformación ecosocialista.

Daniel Tanuro es un pensador central en la comprensión de las crisis ecológicas de nuestro tiempo. Sus libros anteriores, entre los que destaca El imposible capitalismo verde, han contribuido a difundir un análisis marxista no dogmático de los peligros que amenazan las condiciones de vida humanas y no humanas en nuestro planeta. Sin embargo, Écologie, luttes sociales et révolution constituye un capítulo aparte en la obra del autor. Aquí, su ambición es mucho más amplia: en primer lugar, porque se propone echar un vistazo crítico a la mayoría de los debates que animan el mundo intelectual y militante de la ecología social; en segundo lugar, sobre todo, porque dedica una parte mayor que en el pasado a cuestionar las estrategias de desarrollo de una conciencia ecológica de clase.

“Lo que sabemos”

En la primera parte del libro, el autor pasa revista al estado actual de los conocimientos sobre la catástrofe ecológica. Esto le permite retomar una demostración ya desarrollada en El imposible capitalismo verde, luego afinada en ¡Demasiado tarde para ser pesimistas! la imposibilidad de abordar la gran catástrofe de nuestro tiempo sin cuestionar el sistema capitalista. Podemos alegrarnos de que tal manifestación parezca menos revolucionaria en nuestro tiempo y de que una parte de la izquierda se haya apropiado de ella. Por otra parte, es lamentable que más de quince años después de su primera formulación esté más de actualidad que nunca y que mientras que la catástrofe climática ya está aquí, el cataclismo parezca más cercano que nunca.

El autor toma como punto de partida de su argumentación la crítica de Marx a la economía política, defendiendo su pertinencia para comprender los trastornos ecológicos. Este enfoque marxiano no se opone al del movimiento del decrecimiento, que ha demostrado cómo la búsqueda infinita del crecimiento es imposible en un mundo de recursos limitados[1]. Por el contrario, la crítica marxiana “proporciona una explicación materialista de la naturaleza crecentista del sistema” (p. 64). Demuestra que el capital, como relación social de explotación destinada a la renovación permanente de la ganancia, multiplica las mercancías y, por lo tanto, fomenta la lógica de “producir más” y “consumir más” (p. 64).

La defensa que hace el autor de un enfoque marxiano de la catástrofe ecológica es fértil y no dogmática. Es consciente de los numerosos debates en los círculos intelectuales y militantes marxistas sobre la presunta ecología de Karl Marx. También muestra cierto interés por las investigaciones de intelectuales (como John Bellamy Foster y Paul Burkett, y más recientemente Kohei Saito) que han mostrado cómo el pensamiento ecológico puede encontrarse en la obra de Marx.

Sin embargo, Daniel Tanuro argumenta que esta investigación refleja a veces un enfoque excesivamente apologético de la obra de Marx, que no permite abordar las nuevas cuestiones ecológicas. Pero el autor no pretende entrar a fondo en este debate, que en última instancia es más bien exegético, tratando de determinar, como señaló en su momento Daniel Bensaïd, si Marx era un “ángel verde” o un “demonio productivista”. El enfoque marxista defendido por Daniel Tanuro pretende situar la crítica marxista del capitalismo en el centro del análisis de la catástrofe ecológica.

Esta crítica permite al autor examinar con matices los distintos lugares en los que se produce el conocimiento ecológico. El autor se interesa por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) cuya importancia reconoce, afirmando que sus publicaciones “representan la mejor síntesis científica existente para comprender el cambio climático” (p. 37). No obstante, se muestra muy crítico: nos enteramos que los gobiernos y sus representantes interfieren en el funcionamiento del IPCC (nombrando a sus directivos) y también en sus publicaciones (tienen derecho a revisar los resúmenes publicados para los responsables de la toma de decisiones). Por supuesto, estas intervenciones tienen por objeto defender los intereses del capitalismo de los combustibles fósiles. Sobre todo, el autor señala que para la mayoría de los miembros del IPCC, “no hay salvación fuera del crecimiento del PIB y, por tanto, del capitalismo” (p. 41).

Esta creencia en la naturaleza natural y permanente del capitalismo explica por qué las políticas de mitigación promovidas por el IPCC se basan tan a menudo en las tecnologías (en particular las tecnologías de emisiones negativas), incluso cuando su eficacia no ha sido probada. Dicho de otro modo, en palabras del autor, un “espectro tecno-utópico sigue rondando los debates” en el seno del IPCC (p. 42). A pesar de ello, el autor constata que se están abriendo brechas y que, entre los científicos, el consenso capitalista y expansionista ya no es tan fuerte como en el pasado. La presencia de varios decrecentistas “justos” o “sociales” en el GIEC es un ejemplo de ello.

El enfoque marxista defendido por el autor también le permite echar un vistazo antropológico fértil a otra fuente de conocimiento, esta vez no institucionalizado: el conocimiento ecológico popular tradicional. El enfoque marxista nos ayuda a comprender una extraña paradoja señalada por varios arqueólogos y antropólogos: ¿por qué “los conocimientos ecológicos tradicionales, con su parte de creencias y de magia” se han mostrado “más eficaces que los conocimientos científicos modernos” frente a las diversas catástrofes ecológicas que han jalonado el curso de la historia (el autor utiliza el ejemplo de las poblaciones indígenas de la Isla de Pascua que se enfrentaron a crisis ecológicas)?

Una vez más, la razón reside en el desarrollo del capitalismo. Éste desposeyó a las clases trabajadoras de los conocimientos ecológicos que se habían desarrollado y transmitido a lo largo de muchas generaciones. La revolución industrial y el desarrollo de las fábricas transformaron a los trabajadores y trabajadoras en “apéndices de las máquinas, sin una visión global de la actividad productiva” (p. 54). El trabajo, como actividad que implica la extracción y transformación de materia y energía, y a través del cual la humanidad regula su relación con la naturaleza, se ha vuelto opaco y las clases trabajadoras han perdido todo control sobre él. La naturaleza está ahora en manos del capital, con toda la irracionalidad que ello conlleva (competencia, innovación, secreto empresarial) y los peligros que plantea.

“Lo que hay que hacer”

En la segunda parte del libro, el autor analiza diferentes estrategias para intentar responder a la pregunta “¿qué hay que hacer?”. En este sentido, el libro de Daniel Tanuro es tanto más importante cuanto que desarrolla su pensamiento estratégico de forma más completa.

Empecemos por dar la razón al autor sobre las pistas falsas. Identifica tres principales: el capitalismo verde, el ecofascismo y el tecnosolucionismo. Por supuesto, el capitalismo verde no puede presentarse como una solución, y el autor presenta este concepto como un oxímoron en la medida en que “no hay compatibilidad entre la dinámica intrínseca de la acumulación de capital y la gestión racional de los intercambios de materia, tanto en el seno de la sociedad humana como entre ésta y el resto de la naturaleza” (pp. 83-84).

Así pues, todas las nuevas actividades llamadas verdes (el desarrollo de la industria del hidrógeno, la economía circular, etc.) no son en el fondo más que nuevas fuentes de beneficios y no pueden en modo alguno responder a la catástrofe ecológica actual. Además, el capitalismo verde se inscribe en una lógica imperialista marcada por la competencia por el acceso a nuevos recursos, la mayoría de las veces situados en el Sur global (litio, etc.).

Huelga decir que el ecofascismo, como proyecto autoritario, racista, antiinmigratorio y maltusiano, tampoco puede presentarse como una solución. Sin embargo, el autor no cree que constituya una amenaza inmediata y duda de la capacidad actual de la extrema derecha para movilizar a ciertos sectores de las clases trabajadoras contra las minorías en nombre de la ecología. Los acontecimientos actuales muestran que la extrema derecha, ya sea en Argentina (Javier Milei), en los Países Bajos (Geert Wilders) o en Estados Unidos (Donald Trump), está más interesada en movilizar a las clases trabajadoras contra la ecología, principalmente jugando con las contradicciones del capitalismo verde.

El callejón sin salida creado por el capitalismo verde es evidente: aparte de que no funciona[2]da pábulo a las reivindicaciones antiecológicas de la extrema derecha, que “explota demagógicamente las consecuencias antisociales” de tales políticas (p. 100).

Por último, el autor se dirige a su campo social evocando el tecnosolucionismo, es decir, la creencia de que la catástrofe ecológica puede resolverse mediante el uso de determinadas tecnologías (desarrollo masivo de nuevas energías descarbonizadas, tecnologías de emisiones negativas de carbono, etc.). Sostiene que no es sorprendente que los capitalistas recurran a ello en la medida en que la fe en la tecnología es “la única respuesta compatible con la dinámica de la acumulación” (p. 101).

Sin embargo, el autor pone en guardia a los marxistas que creen que las tecnologías, una vez que escapen a la lógica del mercado y de la competencia, resolverán el problema. El desarrollo de estas nuevas tecnologías, argumenta el autor, requeriría enormes cantidades de energía. Incluso la transición a las energías renovables sería muy intensiva en energía y provocaría por sí misma un fuerte aumento de las emisiones de CO2. Por ello, el Daniel Tanuro sostiene que, si bien hay que defender un uso razonado de la tecnología, una política ecológica y social no puede prescindir de una reducción radical de la producción y el consumo: “Es cierto que las tecnologías digitales y los nuevos materiales ofrecen grandes posibilidades, pero tenemos más que suficientes para detener la catástrofe, siempre que rompamos con la acumulación. Las soluciones son políticas, no tecnocráticas: eliminar la producción y el consumo innecesarios, combatir radicalmente las desigualdades sociales, garantizar la participación democrática en la toma de decisiones. La urgencia absoluta de la situación no permite otra alternativa realista” (p. 101).

Puesto que ni el capitalismo verde ni el tecnosolucionismo de izquierdas son soluciones, y puesto que necesitamos “eliminar la producción y el consumo inútiles“, la pregunta es: ¿cómo podemos lograrlo? ¿Qué sectores de la población deben implicarse? El autor dibuja un espectro con dos perspectivas en cada extremo, que considera insostenibles. En un extremo del espectro están intelectuales como Bruno Latour y Nikolaj Schultz, que creen que la clase trabajadora ha sido moldeada por un imaginario productivista y no puede ser el sujeto del desafío ecológico.

Según ellos, que ignoran bastante lo que es una clase social, que es algo más que una construcción social o política, hay que construir una nueva clase ecológica que lidere la lucha contra la catástrofe. Daniel Tanuro no menciona a Andreas Malm que, aunque se declara adversario de Bruno Latour, también desconfía del mundo del trabajo. Para él, la clase obrera está demasiado asociada al compromiso productivista del siglo XX y empantanada en la búsqueda del reparto de los frutos del crecimiento. En la estrategia de leninismo ecológico que desarrolla, Andreas Malm no concede ningún papel al mundo del trabajo: toda la batalla se libra entre activistas muy politizados partidarios de la acción directa, incluso del sabotaje, por un lado, y el Estado, por otro[3].

En el otro extremo del espectro, encontramos una estrategia esbozada por el geógrafo estadounidense Matthew Huber. Para él, la clase obrera sigue siendo el sujeto revolucionario por excelencia, más aún en tiempos de catástrofe ecológica. El autor no se opone a esta idea. La catástrofe ecológica (o su evitación) está ante todo determinada por las opciones de producción de una minoría capitalista. Así pues, luchar contra la catástrofe significaría permitir a la clase obrera apropiarse de los medios de producción y, luego, garantizar que la clase obrera tome las decisiones correctas para dejar de causar daños.

Según Daniel Tanuro, este planteamiento es pertinente en la medida en que reconoce la centralidad del mundo del trabajo. Sin embargo, argumenta el autor, Matthew Huber no pretende “ayudar al mundo del trabajo a romper con la estrategia sindical tradicional de compartir los frutos del crecimiento, que encierra a los trabajadores en un marco productivista y les cierra cualquier perspectiva política” (p. 109). En otras palabras, Matthew Huber no propone una estrategia para desarrollar una conciencia de clase que tenga en cuenta las limitaciones ecológicas. No podemos sino estar de acuerdo con la crítica de Daniel Tanuro: la conciencia de clase no surge espontáneamente y corresponde a una organización política (o sindical) desarrollar nuevas identidades.

Para compensar las debilidades del planteamiento de Matthew Huber, el autor propone a continuación reflexionar sobre el desarrollo de una conciencia de clase ecológica, pero también sobre los distintos obstáculos a su desarrollo. Identifica dos obstáculos principales para su formación. El primero se deriva del hecho de que la fuerza de trabajo pertenece al capital (que la compra) y, por tanto, depende de él para garantizar su reproducción. Ni que decir tiene que un obrero petroquímico que, como los jóvenes diplomados de AgroParisTech, decidiera diversificarse ya no tendría suficiente para alimentarse.

El segundo obstáculo, más sutil, es el resultado del desarrollo del capitalismo y, más concretamente, de la revolución industrial, de la que se sabe que ha descualificado profundamente a los trabajadores. Al desposeerlos de sus conocimientos, perdieron prácticamente todo control sobre las opciones de producción. Estos factores, sostiene el autor, “hacen extremadamente difícil pensar en otra sociedad no sólo como una utopía abstracta, sino como un proyecto concreto” (p. 112).

Una vez identificados estos obstáculos, pero también tras haber reflexionado sobre diversos puntos débiles del capitalismo, el autor propone una estrategia para el desarrollo de una conciencia ecológica de clase. Señala que sólo se trata de hipótesis y que cualquier hipótesis puede corregirse. Esta última parte del libro es más discutible, ya que las hipótesis planteadas apenas se apoyan en ejemplos concretos.

Sin embargo, sería difícil criticar al autor por ello, ya que la investigación sobre los vínculos entre el mundo del trabajo y las preocupaciones ecológicas es aún relativamente reciente. Por el momento, sigue faltando una serie de estudios empíricos que puedan alimentar las estrategias ecosocialistas. No obstante, Daniel Tanuro propone trabajar para desvincular el movimiento obrero del productivismo apoyándose en diversos elementos.

Por un lado, habría que prestar especial atención al sector de la reproducción social (de los cuidados) en el que “el trabajo tiene una dimensión relacional” (sanidad, transporte público, cuidados personales, etc.) (p. 117). Según el autor, se trata de un terreno fértil para la movilización: es difícil de deslocalizar y es predominantemente femenino, inseguro y racializado. En su seno, “la idea de los cuidados podría constituir el hilo conductor de una ruptura obrera con el productivismo” (p. 117). El autor sostiene que las luchas antirracistas, ecologistas, campesinas, etc., que convergen en la cuestión de los cuidados, deberían tratar de situar la cuestión medioambiental en el centro de la conflictividad.

Por otra parte, el autor anima a intensificar los intercambios entre ecologistas, sindicalistas, etc. para “preparar las conciencias ante una crisis política y social de gran envergadura” (p. 129). No podemos sino estar de acuerdo cuando Daniel Tanuro, refiriéndose a un texto de Lenin que pone de relieve los “prejuicios” o las “fantasías reaccionarias” de ciertos explotados, nos recuerda que la “lucha contra la hegemonía ideológica de la clase dominante” es “un proceso complicado, desigual y caótico de formación del sujeto”, que requiere debate y confrontación (pp. 115-116). Por ello, el autor anima a intensificar los intercambios con el mundo del trabajo, en particular participando en cursos de formación sindical.

Para el autor, la construcción de un nuevo sujeto obrero que rompa con el productivismo debe estar al servicio de un proyecto revolucionario al que el militante intelectual y anticapitalista no ha renunciado. Para ello, sigue apoyándose en el método de transición desarrollado por León Trotsky. Este método permite “tender un puente” entre las “reivindicaciones inmediatas” y el proyecto de sociedad socialista. El autor actualiza el método, proponiendo adaptarlo a las limitaciones ecológicas de nuestro tiempo y someterlo a nuevas exigencias, como el decrecimiento justo.

Por supuesto, semejante programa[4] representa una ruptura profunda con el estado actual de la conciencia de los oprimidos del mundo. Pero el autor sostiene que lo que “la situación exige no puede ser adoptado de inmediato por las clases trabajadoras, pero debe formar parte del programa” (p. 140).

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El último libro de Daniel Tanuro tiene un valor incalculable. En primer lugar, porque resume las décadas de investigación y experiencia del autor, y ofrece una mirada crítica sobre el desastre ecológico actual. En segundo lugar, porque, más que nunca, el autor emprende reflexiones estratégicas sobre cómo sacar al mundo del trabajo del productivismo y construir un nuevo sujeto revolucionario que tome nota de las limitaciones de las que no podemos escapar: la reducción global del consumo de materia y energía.

Las dos grandes vías desarrolladas (apoyarse en el sector de la reproducción social con la estrategia del cuidado y multiplicar las confrontaciones y los intercambios con vistas a construir una nueva hegemonía) son ricas. Preparan el camino para la investigación en ciencias sociales, que deberían poder ponerlas a prueba mediante encuestas empíricas. Me gustaría sugerir una tercera vía que el autor no menciona. La catástrofe ya está en marcha y está dando lugar a numerosos fenómenos climáticos extremos, que también están generando movilizaciones. En Camboya, por ejemplo, las lluvias monzónicas especialmente violentas de 2013 y 2014 mermaron las cosechas de las y los agricultores[5]. Las malas cosechas también afectaron a los trabajadores y. trabajadoras textiles de los centros urbanos, ya que son interdependientes de sus familias en el campo (a través de ayudas económicas, materiales, etc.). Por ello, dieron lugar a una fuerte movilización para mejorar sus salarios, precisamente para compensar la falta de recursos de los padres en las zonas rurales. Aunque estas huelgas tienen lugar en el centro de trabajo, ya están arraigadas en las catástrofes climáticas. Este es un terreno aún más fértil para que las reivindicaciones trasciendan los muros de la fábrica o la planta y se extiendan a la preservación de las condiciones de vida en el planeta.

Douglas Sepulchre

21/06/2024

https://www.contretemps.eu/ecologie-luttes-sociales-revolution-tanuro/#_ftnref2

Traducción: viento sur

[1] El prefacio del libro, escrito por el economista y teórico del decrecimiento Timothée Parrique, atestigua el acercamiento entre ecosocialistas y defensores del “decrecimiento justo”.

[2] En la lucha contra el cambio climático, por ejemplo, las emisiones de CO2 no están disociadas del crecimiento en la mayoría de los países. Y cuando lo están, es a un ritmo demasiado lento y/o demasiado tímido para garantizar el cumplimiento del Acuerdo de París.

[3] Malm, Andreas, Cómo dinamitar un oleoducto

[4] La Cuarta Internacional, corriente política a la que pertenece el autor, ha publicado hace poco el Manifiesto del marxismo revolucionario en la era de la destrucción ecológica y social capitalista.

[5] Lawreniuk, S., “Climate change is class war: Global labour’s challenge to the Capitalocene“, en Natarajan N., Parsons L. (eds.), Climate Change in the Global Workplace, Londres, Routledge, 2021, pp. 172-188.

Fuente Viento Sur, vía Fe Adulta

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti.

Jueves, 14 de diciembre de 2023
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Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.

En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.

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En la Fiesta del poeta enamorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo inefable.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

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Cántico espiritual

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San Juan

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

*
Oración de alma enamorada

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San Juan de la Cruz

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Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).

Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».

La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».

¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».

Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.

La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.

Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .

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Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.

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“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.

Ascenso a la Verdad”, páginas 320-323

Thomas Merton

Ed. Lumen,
vía Amigos de Thomas Merton

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

“¿Ecología teológica?”, por Isabel Gómez Acebo

Martes, 28 de noviembre de 2023
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IMG_1313Leído en su blog:

Siempre estamos hablando de los problemas que ha producido en la naturaleza el ser humano, pero hacemos poco, al menos yo, para resolver la situación. Sólo recojo papeles y latas en la calle y reciclo los alimentos que se consumen en mi casa. Aunque nuestro Papa habla constantemente del cariño con el que se debe tratar el cosmos me ha sorprendido el libro de un amigo, Victorino Pérez Prieto, que ha publicado recientemente con el título Hacia una ecoteología. Me sorprendió el tema y me llamó la atención

            El autor sostiene que estamos ante el fin del pensamiento binario y que cuerpo y espíritu, naturaleza y hombre incluso el mismo Dios, navegamos en el mismo barco lo que nos introduce en un gran cuerpo muy complejo, una palabra que viene del latín complexus y que según el pensador francés Bruno Latour es “el tejido sin costuras de la Realidad”. Estamos hechos como el sudario de Jesucristo, de una tela única sin cortes

Si ya no estamos en condiciones de separar la materia del espíritu, el final de toda ciencia tendrá que tratar los temas espirituales lo que nos hace toparnos con los místicos de todas las religiones que se dan la mano con la moderna filosofía cuántica. El autor,  gran conocedor de la obra de Raimon Panikkar, nos sumerge en su pensamiento cuando hablaba de la ontonómica que contrapone tanto a la heteronomía- la sumisión del pensamiento o unas esferas determinadas – como a la autonomía, que es la independencia de una idea particular

Para hacernos ver que vivimos dentro de un círculo con un movimiento incesante sometido a una gran crisis cuya solución sólo está, nos sugiere el autor, en una espiritualidad nueva que no esté desconectada del Dios creador que es nuestra fuente común. Nos lleva a esta conclusión tras cinco capítulos que nos hablan de la complejidad del mundo actual, de la relación de la Biblia entre otras relaciones y culturas, de la fe cristiana “verde” haciendo especial hincapié en la encíclica el Papa Francisco Laudato Si para finalmente llevarnos a una conclusión que supone una nueva manera de concebir a Dios en nuestra relación con Él como hicieron en su momento místicos ecologistas como Francisco de Asís, San Juan de la Cruz y Teilhard de Chardin.

En una breve y humilde conclusión nos sugiere que intentemos situarnos en el mundo de una manera interrelacionada, vernos como parte inseparable del Todo para conseguir una armonía total de los humanos con el cosmos y con Dios. El libro termina con un pensamiento de Teilhard de Chardin “está claro a los ojos de todos que la cuestión vital del cristianismo hoy está en saber qué actitud adoptarán los creyentes ante la preocupación por el Todo ¿Le abrirán su corazón o lo rechazarán con un espíritu malo?

A pesar de la complejidad que puede tener algunos temas el libro se lee fácilmente y me ha supuesto un recuerdo de la encíclica papal Laudato Si por su compromiso con la tierra y la gente que vive en ella. Hoy estamos tocando con la mano las amenazas del cambio climático y si no hacemos nada por frenarlo terminará con el planeta tierra. Me he vuelto a convencer de que no basta con lo que hacía, con lo que hacemos la mayoría de nosotros, y tenemos que aportar nuestro granito de arena haciendo un esfuerzo mayor para no seguir bajando escalones en la escala de la degradación

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“Adorar sólo al Dios vivo y verdadero”, por Macario Ofilada Mina.

Miércoles, 8 de noviembre de 2023
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LAUDATE DEUM CUBIERTA.inddComo su antecesor, Laudate Deum es una llamada a la solidaridad, a la responsabilidad compartida. Dicha llamada supone la superación de todas las formas del egoísmo e individualismo

Yo nunca había visto un documento papal tan concreto en los datos que aporta, en las reflexiones de sus hermanos en el episcopado más cercanos a los hechos

En Filipinas, como en otras partes del mundo, hay hombres, gobernantes que se creen dioses por lo cual se convierten en el peor peligro para sí mismos y para sus conciudadanos. A la luz de ello, en el fondo, Laudate Deum es una llamada a la adoración del Dios vivo y verdadero y no a estos falsos dioses, muchas veces colocados o entronizados por nosotros mismos en los pináculos del poder

El 04.10.2023, memorial del Poverello de Asís, se publicó la secuela o la continuación de Laudate Sii, a las puertas de un Sínodo muy significativo y que merece un comentario aparte. Más bien creo que Laudate Deum junto, con su ‘antecesor’, forman un díptico franciscano, centrado en la creación. Ahora el título se centra en el Creador, pero el discurso se decanta por lo antropológico y dentro de este sendero por lo ético. Comienza con una doxología teológica y termina con ella.

Otra vez más el tema ecológico. Particularmente, el cambio climático global. El Papa quiere hablar a los hombres y mujeres de este, mejor dicho, nuestro ‘sufrido planeta’. De entrada, ya habla de la responsabilidad colectiva partiendo de la belleza de lo creado que supera incluso el esplendor del legendario rey Salomón. Y Dios cuida de su creación, de cada uno de sus componentes, nos recuerda Francisco, citando a Lucas 12, 16 (1). Es esta la lección teológica principal de esta exhortación que no aspira a construir en sí una teología ecológica. Pero, por el hecho de su aparición, esta exhortación es una llamada a los que tengan competencia a emprender este camino de reflexión.

Yo nunca había visto un documento papal tan concreto en los datos que aporta, en las reflexiones de sus hermanos en el episcopado más cercanos a los hechos. Hasta el número 18, habla el Papa de hechos ya constatados, cosas que ya saben todos. Lo más llamativo es que todos estos datos, que son un llamamiento en sí para un mayor cuidado del planeta, ahora pasen a formar parte del magisterio ordinario de la Iglesia. Una pena que todos hayamos tomado a la ligera todo esto en el nombre del progreso, por lo que el Papa ha pedido una mayor responsabilidad (18), dado que está en cuestión nuestra herencia para el futuro. Por lo pronto, esta exhortación es una llamada a una mayor concienciación acerca de esta responsabilidad.

La gran lección de la pandemia del covid-19, que es ‘la estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes y con el medio ambiente… lo que ocurre en cualquier lugar del mundo tiene repercusiones en todo el planeta’ (19), debe despertarnos de nuestro letargo colectivo e indiferencia generalizada. De esta gran lección, el Papa recalca dos convicciones fundamentales, a saber: ‘todo está conectado’ y ‘nadie se salva solo’ (Ibid.) Como su antecesor, Laudate Deum es una llamada a la solidaridad, a la responsabilidad compartida. Dicha llamada supone la superación de todas las formas del egoísmo e individualismo.

Los pobres, los más vulnerables

Los que más sufren por todos estos pecados ecológicos, frutos del egoísmo e individualismo, son precisamente los pobres, los más vulnerables en el sentido económico y que en Filipinas y en todo el mundo forman la gran mayoría. A estos, por tener muchos hijos, se les tacha de los culpables por todos estos problemas (9). Y a estos, dadas las circunstancias, se les puede denominar ‘la masa pasiva y silenciosa’.

Este egoísmo se está viviendo en Filipinas de manera intensa, sobre todo a nivel institucional. La pandemia vivida en Filipinas es un botón de muestra de la corrupción y las medidas opresivas tomadas por el régimen dutertiano y que ha desembocado en secuelas desastrosas, sobre todo de tipo económico. Y ahora, con este nuevo régimen, que lleva ya más de un año al frente del gobierno, que se preocupa más de fondos confidenciales inexplicables y persecución de críticos del gobierno (iniciada por el anterior régimen), con el incremento vertiginoso de la deuda exterior, en vez de centrarse el mencionado régimen las necesidades básicas como el control de los precios de los comestibles en un país pobre y asolado ahora por El Niño. Por este fenómeno desconcertante, ahora Filipinas está pasando por una época no solo caracterizada por la sequía extendida sino también por supertifones con los acompañantes destrozos en la agricultura y en la infraestructura, así como la pérdida de numerosas vidas.

La vida en Filipinas se caracteriza por una palabra: la precariedad. Esta se ha acrecentado de manera dramática por el cambio climático global. Tampoco ha de olvidarse la historia sangrienta de esta tierra, la única cristiana en Asia, que se ha convertido en campos de exterminio en tiempos recientes. Recuérdense el holocausto de la Ley Marcial de los años setenta y ochenta que es una cultura de violencia que ha continuado a través de diversos regímenes y que tienen sus muestras más recientes en la guerra contra las drogas de Duterte y de la continuación de esta ola de violencia en contra de los indefensos en el régimen actual.

El problema prevalente en Filipinas, en medio de toda esta precariedad arraigada en la pobreza económica de longue durée, se debe a los intereses egoístas que el Papa acertadamente ha denominado un ‘paradigma tecnocrático (que) se retroalimenta monstruosamente’ (21). El resultado —y ahora el Papa pone el dedo en la llaga— consiste en ‘acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio. Todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades’ (22). Se han visto todas las consecuencias de dicho paradigma no solo en los efectos del cambio climático en el país, sino también en el incremento de la contaminación medioambiental experimentada por todo el país. Las riadas en las estaciones húmedas de los monzones proverbiales de estos pagos nos devuelven todos los deshechos eliminados de manera irresponsable.

La esclavitud de toda una nación

Este régimen actual, como su antecesor inmediato, vive del poder no para servir sino para abusar, es decir, vive por el poder en sí mismo, mas sin el crecimiento tecnológico de que el Papa habla (que es más propio del primer mundo) sino más bien con un crecimiento de deshumanización caracterizada por la centralización del poder, de todas las facilidades (ya que la tecnología en el fondo es facilitación) por intereses propios, por reclamar, reivindicar ante todo el puesto perdido por el régimen actual años atrás por medios extraordinarios cuyo resultado en la esclavitud de toda la nación y de todos sus recursos. En otras palabras, los intereses del régimen son propios y no los de sus conciudadanos.

Todo esto es el resultado de la pérdida lamentable, empezando en estas clases políticas y elitistas, de la noción metafísica del don de la creación de la cual los hombres somos cuidadores y no dueños. Al respecto prestemos atención a estas palabras de antología del Sumo Pontífice: ‘todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades’ (Ibid).

Hombres, como nosotros, con motivaciones no del todo honestas, se constituyen para los hombres, para los más débiles de esta tierra filipina que necesitan un mayor cuidado, una gobernanza benévola sobre todo en estos tiempos precarios, en nuestros peores enemigos. Homo hominis lupus, como nos recuerda el proverbio latino. Nosotros mismos nos arrastramos hacia el abismo y con nosotros arrastramos también a nuestro hogar común, a nuestro planeta, que debería ser nuestro legado a las generaciones venideras. En efecto, todos los consabidos problemas, algunos de los cuales el Papa subraya en esta exhortación apostólica, tienen su raíz en los intereses egocéntricos de muchos hasta legitimar un régimen que ha olvidado que los hombres mutuamente nos condicionamos no solo los unos a los otros sino que también condicionamos a la naturaleza, a nuestra tierra, a nuestro hogar común.

Claramente lo que se necesita es repensar el poder (24-28) con su correspondiente aguijón ético (29-33). Superando los formalismos heredados de la tradición kantiana, la exhortación apostólica fenomenológicamente propone datos, filones, análisis, perspectivas históricas, contenido material que no agotan su temática central, sino que nos invitan a pensar más y a repensar hasta lograr trazar y forjar, sobre todo por el consenso y el diálogo, caminos concretos.

Se debatirán tanto la presentación de los datos como los análisis alegados. Seguramente este documento provocará discusiones y discrepancias. Pero no cabe duda que el mérito principal de Laudate Deum es el camino espiritual que propone sobre todo al final y que puede resumirse con esta advertencia lapidaria que tiene el sabor vetusto de una cautela o un dictamen de los maestros clásicos de la espiritualidad: ‘un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo’ (73).

En Filipinas, como en otras partes del mundo, hay hombres, gobernantes que se creen dioses por lo cual se convierten en el peor peligro para sí mismos y para sus conciudadanos. A la luz de ello, en el fondo, Laudate Deum es una llamada a la adoración del Dios vivo y verdadero y no a estos falsos dioses, muchas veces colocados o entronizados por nosotros mismos en los pináculos del poder y a quienes hemos constituido en los agentes vicarios de nuestro propio egoísmo, en nuestros propios castigadores y en los destrozadores de nuestra tierra común. Este morbo tan patológico de elegir a los peores dirigentes refleja la mentalidad colectiva que no sabe eliminar correctamente los deshechos políticos y éticos lo cual tiene su dramatización visible en la devolución mencionada durante las riadas causadas por los monzones de los deshechos materiales eliminados incorrectamente. Este retorcimiento parece insuperable, pues refleja la falta de educación y concienciación ética a nivel colectivo. Nuestra historia es incomparable testigo de esta triste realidad. Efectivamente, es el trastorno nacional; el malestar del pueblo que se deja arrastrar por las corrientes de personalismos rimbombantes, con su retórica vacía y aduladora, en vez de dejarse guiar por criterios racionales que suelen ser sobrios y discretos. Constituye esta la lección vital que los filipinos todavía no hemos aprendido. Es, sin lugar a dudas, la gran asignatura nacional que para nosotros filipinos, grandes amantes de los espectáculos y de las exhibiciones, sigue siendo pendiente.

El primer paso para que Filipinas salga de este atolladero consiste en escarmentar, de una vez por todas, a la hora de elegir a sus gobernantes. De ahí se puede trazar el camino concreto de la conversión de nuestra actitud colectiva dañina que puede resumirse en los siguientes términos: en el fondo queremos ser dioses egoístas y caprichosos y queremos tenerlo, acapararlo todo y no dar, ser dones a los demás, sobre todo a los más necesitados. Solo la adoración del Dios vivo y verdadero nos puede enseñar el camino de la salida. Ya en tiempos antiguos, el vínculo de la política o la gestión de la ciudad con la buena religión o camino de la religación hacia lo trascendente estaba patente. Lo que pasa es que se ha optado muchas veces por el camino equivocado de la religación, esto es, se ha optado por sendas desacertadas que han confundido la transcendencia que es gracia, don y gratuidad, por el esplendor de las riquezas inmanentes que se identifican con el ensanchamiento mundanal de egos temporales y lábiles.

La necesaria conversión a nivel colectivo (que necesariamente supone el nivel individual), conforme al espíritu de Laudate Deum, halla su raíz en este reto: el de aprender a adorar solo al Dios vivo y verdadero que solo desea nuestro bien y que todos seamos buenos dones a los demás. En otras palabras, todos debemos saber quién es el Dios vivo y verdadero para no confundirlo con los ídolos que las circunstancias y los hombres proponen en las pasarelas culturales de la historia. Ir en contra de esto significa sufrir y hacer sufrir a los demás, sobre todo a los más vulnerables, todas las consecuencias nefastas ecológicas y económicas cuyo núcleo es el egoísmo, aquel ‘paradigma tecnocrático’ denominado por el papa, cuya única finalidad es destrozar y no construir. Solo entonces, en medio de nuestra conversión cuyo resplandor consiste en vernos a todos mutuamente como hermanos, con el empeño común de mejorar la situación en nuestro país y en nuestro mundo, empezando con la elección de dirigentes cabales para crear ámbitos propicios y ampliados para colaboraciones beneficiosas, todos podríamos gritar al unísono la gran doxología: Laudate Deum!

Macario Ofilada Mina

Fuente Religión Digital

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“El peligro de creerse más que humano”, por Gabriel María Otalora

Martes, 28 de marzo de 2023
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imagenes_cerebro_4a117db7image001Con el desarrollo científico en todos los órdenes se ha fortalecido la confianza ilimitada en las capacidades del ser humano. La consecuencia directa es no aceptar el sometimiento a ningún dios y por extensión, tampoco a las leyes de la vida finita. Hace tiempo que la bioética no se circunscribe al debate médico en los conflictos entre facultativo y paciente y sus eventuales consecuencias jurídicas; esta rama de la ética trabaja también la cuestión ambiental y en el desarrollo de la vida frente al crecimiento consumista, en la línea de lo que afirmó su ideólogo Van R. Potter.

Ante la crisis económica mundial y las tentaciones de reforzar el modelo neoliberal, la ética científica tiene una obligación mayor de hacerse notar para reclamar la importancia y el subsiguiente protagonismo de los verdaderos indicadores del progreso humano, tan desdibujados por nuestro modelo de consumismo insostenible. Las academias de Ciencias de todo el mundo han coincidido sobre la necesaria transición hacia la sostenibilidad. Pero hace falta algo más que un diagnóstico y buena voluntad para cambiar la conciencia de quienes potencian el modelo consumista, sin retornar al otro extremo del péndulo, claro.

El ser humano se vuelve peligroso para sí mismo en la medida que decide prescindir de la ética poniendo en peligro los grandes equilibrios biológicos y del ecosistema. A estas alturas, es preciso salir del generalizado conformismo e indiferencia para cuestionar el fundamento de los patrones de consumo decadente que algunos encubren llamándolo desarrollo. Cuestionarlos como referentes culturales haciendo hincapié en demostrar los caminos alternativos en concordancia con las necesidades humanas básicas, a la vista de los resultados injustos de este Modelo. Tarea ardua, sin duda, cuando las principales agencias de noticias procuran esquivar la crítica a las estructuras inhumanas e insolidarias que rigen los destinos del Planeta, y los cristianos tampoco estamos especialmente implicados en el este tema.

Potter llegó a cifrar la necesaria conversión del desarrollo sostenible en cinco categorías de supervivencia global: la mera supervivencia, la supervivencia miserable, la supervivencia idealista, la supervivencia irresponsable y la supervivencia aceptable. Como supervivencia irresponsable señalaba a la cultura dominante en los países desarrollados basada en el consumo ligado con la explotación, la degradación y el agotamiento de recursos que “provee empleo con elevada remuneración a unos pocos en tanto millones permanecen por debajo de los niveles de pobreza”. Y añadía: “La cultura dominante es irresponsable e inaceptable y no puede sobrevivir a largo plazo”.

Gracias a este humanista, se abrió un camino fundamental para aunar la bioética con la ecología, la medicina y los valores humanos que otros han continuado en la búsqueda de soluciones éticas ante los limitados recursos naturales no renovables; enfrente están quienes eluden su responsabilidad sin ofrecer soluciones prácticas que detengan la transgresión a la naturaleza ni los ratios mundiales de miseria y mortandad. Trabajó para que el conocimiento se utilice al servicio del bien social, combinando  las ciencias ecológicas con un sentido de responsabilidad moral en pos de un mundo en el que se pueda vivir.

En esa dirección, hizo suya la propuesta del ecólogo Aldo Leopold por una “ética de la tierra” que cambie el rol de conquistador por el de miembro solidario de la comunidad planetaria. Para ello, abogaba por una evolución cultural desde la educación -siempre la educación- como base a los cambios que deben producirse en la conducta social hasta que el camino científico y el desarrollo confluyan en los que nada cuentan. Sin duda que todo esto forma parte de la nueva Era que se vislumbra.

Se ha avanzado en el camino de la denuncia y la sensibilización social aunque no tanto como para que lleguen a las soluciones estructurales en manos de los gobernantes (y de los poderes económicos que les dan sombra). Clama al cielo la manera en que el Derecho internacional hace aguas por los cuatro costados, alejado en su práctica de los fines que debe perseguir un verdadero orden mundial. El actual status quo no mejorará hasta que la sensibilidad social apriete a los gobernantes y conviertan la evidencia en una prioridad política mundial; aunque lo hagan por pura supervivencia egoísta.

Entre los fundamentos de la esperanza está el poder que tiene muchos pocos y la fuerza de las convicciones cuando son tan justas como perseverantes. Estoy seguro que Jesús de Nazaret estaría muy sensible con este tema demandando actitudes responsables y solidarias a todos los niveles, también al nuestro, el del seguidor de a pie.

Fuente Atrio

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“Un nuevo año para trabajar por nuestros sueños sociales“, por Consuelo Vélez

Miércoles, 11 de enero de 2023
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1E27F4D3-9C45-4DDD-BBDC-7DC6CC86D842De su blog Fe y Vida:

  Consuelo Vélez

Comenzar un año da la sensación de poder estrenar realidades nuevas, no porque cambien mágicamente las circunstancias, pero sí porque el calendario nos ayuda a tener la experiencia de que algo termina y algo comienza. ¿Qué deseamos que termine? ¿Qué soñamos que comience? A nivel personal cada uno tendrá muchos sueños. Pero a nivel social también podemos compartir muchos otros.

Ojalá termine la injusticia social de nuestro mundo donde la pobreza se agudiza y las condiciones de infrahumanidad se están volviendo normales. Esto no es querido por Dios. La buena noticia del reino anunciado por Jesús supone la transformación de estas situaciones: “Que los ciegos vean, se liberen los oprimidos, se proclame el año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19). Pero esto no se puede hacer realidad sin el compromiso de todos buscando estructuras sociopolíticas que lo hagan realidad. En Colombia estamos estrenando un gobierno que tiene esta intencionalidad de justicia. No es fácil concretarla y mucho menos cambiar una manera de funcionar muy injusta que ha sido la ejercida en toda nuestra historia. Pero sí podemos apoyar todo aquello que favorece a los más pobres, defenderlo y exigirlo. La transformación de la injusticia no se logrará mágicamente ni porque recemos mucho por ello. Será posible si vivimos una ciudadanía activa, capaz de discernir lo que signifique justicia social, apoyándolo decididamente.

Ojalá termine la irresponsabilidad ecológica. Hemos vivido en los últimos tiempos una inclemencia del tiempo muy grande. O lluvias copiosas o calores inaguantables. Y todo se debe al calentamiento global. No somos las grandes potencias que pueden tomar decisiones para impedir que continue el deterioro ambiental, pero si podemos convertirnos en líderes ambientales que, desde nuestras prácticas cotidianas, actuemos de otro modo, y con nuestro testimonio convoquemos a más personas a comprometerse con el cuidado de la creación. En este aspecto el papa Francisco ha hecho un aporte fundamental con la Encíclica Laudato si (2015) donde propone la ecología integral en estos términos: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y, simultáneamente, para cuidar la naturaleza” (n. 139).

Ojalá terminen los conflictos y las guerras en todas las partes del mundo. La propuesta de “Paz total” del actual gobierno es un horizonte muy propicio para conseguir esta realidad. Lamentablemente más de uno se opone a esta propuesta porque se espera vencer al enemigo por la fuerza y hacerle pagar “con creces” por todos sus delitos. Es normal que se tengan estas expectativas, pero más humano y más cristiano es entender que a los enemigos no se les “vence” sino que se les “convence”. Es decir, solo el diálogo puede lograr la superación de todos los conflictos. En esto también el papa Francisco en su Encíclica Fratelli tutti (2020) nos señala el camino que se espera de la vida cristiana: La paz social es trabajosa, artesanal. Sería más fácil contener las libertades y las diferencias con un poco de astucia y de recursos. Pero esa paz sería superficial y frágil, no el fruto de una cultura del encuentro que la sostenga. Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida. Esto no se consigue agrupando sólo a los puros, porque aún las personas que pueden ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Tampoco consiste en una paz que surge acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío, ya que no es un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosle la buena batalla del encuentro!” (n. 217).

Ojalá terminen todas las violencias contra las mujeres. Hay violencias físicas, psicológicas, sexuales, simbólicas. Se dan en todos los ámbitos, en los espacios públicos y privados; en la sociedad y en las iglesias. Pero va creciendo la conciencia feminista y cada vez se hace más clara la reivindicación de todos sus derechos porque el respeto a la dignidad de las mujeres es una exigencia ética y cristiana. La praxis de Jesús muestra con creces su manera de ver a las mujeres al convertirlas en sus interlocutoras. Por ejemplo, la mujer sirofenicia dialoga con Jesús sobre el dar las migajas a los perritos, contrarrestando así la postura de Jesús de solo atender a las ovejas perdidas de Israel y consigue cambiarle su visión (Mc 7, 24-30) y después de su resurrección a la primera que se le aparece y le confía el llevar el anuncio al resto de los discípulos es a María Magdalena. Lamentablemente no se ha valorado suficientemente ese protagonismo femenino y por el contrario se le infravaloró, identificando a María Magdalena con la pecadora arrepentida, presentándola como prostituta perdonada por Jesús. Hoy en día esa confusión se ha aclarado, reconociendo en María Magdalena una mujer enferma, curada por Jesús, pero en ningún caso prostituta y, como ya dijimos, depositaria, en primer lugar, de la misión confiada por Jesús a sus discípulos (Jn 20, 11-18).

Ojalá la iglesia clerical y piramidal se vuelva cosa del pasado y vivamos una iglesia sinodal donde laicado y clero participen de manera conjunta y, especialmente, la voz del laicado sea escuchada, valorada y respetada. El Espíritu Santo reside en todos los miembros del Pueblo de Dios y si no se acoge su voz en el laicado la iglesia no puede ser conducida por el Espíritu. Es muy importante que se vaya plasmando esta reforma eclesial porque hemos tomado más conciencia de la urgencia de la misma. Las palabras del papa Francisco al inicio de su pontificado “quiero una iglesia pobre y para los pobres” (Evangelii Gaudium. 2013, n. 198) marca el camino de la reforma y del camino sinodal que estamos procurando.

Podríamos seguir enumerando realidades que quisiéramos que terminen y los deseos que tenemos de un mundo más justo y en paz. Pero lo importante es que cada persona haga su propia lista y comience el año con el compromiso de trabajar por hacerla realidad. El Señor está de nuestra parte y nos llena de bendiciones para vivir a plenitud este nuevo año que gratuitamente nos ha dado.

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti.

Miércoles, 14 de diciembre de 2022
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Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.

En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.

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En la Fiesta del poeta enamorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo inefable.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

*

Cántico espiritual

***

San Juan

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

*
Oración de alma enamorada

*

San Juan de la Cruz

***

Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).

Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».

La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».

¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».

Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.

La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.

Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .

*

Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.

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***

“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.

Ascenso a la Verdad”, páginas 320-323

Thomas Merton

Ed. Lumen,
vía Amigos de Thomas Merton

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Koldo Aldai: Reverenciar la vida.*

Jueves, 27 de octubre de 2022
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wgbu2jy7aarhoxyaxsjbhpuwnx6jc3sachvcdoaizecfr3dnitcq_3_0Hay ideas que maduran en el consciente colectivo, que empiezan a saltar de mente en mente, señal indubitativa de que les ha llegado su hora aguardada. Tal es el caso de conceptos como “espiritualidad ecológica” o “ecología profunda”, que expresan, al fin y al cabo, nuestro anhelo de vivir más insertos en la Creación, su armonía y sus ritmos, más en comunión respetuosa y amorosa con la Tierra, nuestra Madre, y sus Reinos. En el ocaso de una civilización desacralizada y meramente consumista, en los estertores del paradigma individualista-materialistas, en el agotamiento de la sociedad que depreda sin medida agua, cielo y tierra…, conviene abrazar estos pensamientos simiente-esperanza. Conviene también dilucidar cómo los querremos encarnar, aplicar en nuestra vida cotidiana. Todo ideario deberá buscar su compromiso o conexión con la realidad.

Si deseamos que nuestra ecología sea comprometida, verdadera y “profunda”, conviene acertar cómo y hasta dónde deseamos “cavar”. “Reverenciar la Creación” puede ser un ejercicio de adoración pasivo o puede invitarnos a una actitud más proactiva, por ejemplo a calzar buzo, a coger carretilla, rastrillo y azada. Proponemos reverenciar la Vida, no sólo en el reclinatorio apartado, sino en medio de Ella.

La urgencia planetaria de nuestros días demanda que esa ecología profunda arraigue de forma preferencial en la educación. La educación de hoy nos permitirá visualizar y predisponer la sociedad del mañana.  La huerta acerca al niño al asombro y éste desemboca a su vez en el agradecimiento. No podremos sumirnos en el sincero y profundo agradecimiento sin, en algún momento, dar con un Eco, sin encontrar Receptor, sin tropezar, tarde o temprano, con Aquello que nos desborda y que hemos convenido referir como “Dios”. Ese Dios, que felizmente ha mutado de arriba abajo nuestras vidas, siempre se hallará al final de todas nuestras rendiciones, no necesariamente al comienzo de la “instrucción” en el tradicional sentido del término.

Más que “conducir” (“educere”), abrir ventanas, puertas y oportunidades. Más que el ayer del encaminar, el mañana de creciente libertad y por lo tanto de sorpresa y descubrimiento.   Quien es “conducido” a menudo querrá tomar relevo, protagonismo, delantera; a veces también deshacer el camino. La conducción férrea puede anunciar el postrero peligro del extravío. Por lo tanto, no tanto “conducir” al alumno a Dios por los caminos ya trillados y a menudo gastados, sino levantar las vallas y cerrojos, propiciar las condiciones para que en algún momento del recorrido se dé ese “tropiezo sagrado”, esa singular experiencia sin retorno, ese “hallazgo” que no tendrá vuelta hacia atrás.

El agradecimiento a la postre siempre desembocará en el Misterio sin Nombre. Estamos dibujando un nuevo recorrido para llegar a Dios, un nuevo trazado con todos sus borrones inevitables, con todos sus errores y despistes, con todas sus desazones…, sobre todo desbordados y desbordadas de un nuevo entusiasmo (‘En -Theos‘, que lleva a Dios dentro).

No tanto el academicismo libresco, la recepción pasiva de conocimientos por “divinos” que semejen, sino la experiencia directa, protagonista y vital. No tanto la metafísica inasible, sino la física, los procesos naturales visibles y cercanos. Que el niño, la niña pueda llegar a Dios, a lo Inombrable no precisamente memorizando un catecismo ajeno, a menudo ininteligible; sino en medio de la Naturaleza, cavando la tierra con la azada, sembrando la semilla y aguardando a que la magia de la planta, de la flor, del fruto… se revelen, lenta y silenciosamente, ante sus ojos maravillados.

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Estamos cocreando una nueva educación que resuene con nuestra hora intensa, difícil, a la vez que cargada de oportunidades; una educación que prescinda cada vez más del aula pequeña entre las paredes e invite a salir al aula inmensa de la Creación, que nos permita darnos de bruces con su Origen. Ya no importa tanto los nombres que demos al Creador, tantas veces los Nombres nos han dividido y confrontado; lo que más nos interesa es propiciar ese santo “tropiezo”, capaz de enfocar nuestras vidas en el mejor de los sentidos: el de la absoluta rendición e infinito agradecimiento.

Koldo Aldai

* Resumen de la ponencia del autor en el próximo Encuentro Galilea 2022, “Espiritualidad ecológica”. https://www.centrovedruna.org/actividades/formacion/87/galilea-2022

Fuente Fe Adulta

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“Situación del mundo: ¿crisis civilizacional, drama o tragedia?”, por Leonardo Boff

Martes, 13 de septiembre de 2022
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Madre-Tierra_2465163463_16116991_667x375“¿Tal vez ha llegado nuestro turno de ser excluidos de la faz de la Tierra?”

“Síganme en este pensamiento: ¿alguien puede decir hacia dónde vamos? Ni el Dalai Lama, ni el Papa Francisco ni ninguna autoridad lo podrá decir”

“La situación ecológica del mundo no es menos preocupante: en pleno verano europeo el clima ha llegado a los 40 grados o más. Hay incendios prácticamente en todos los países del mundo. Son los eventos extremos agravados por el calentamiento global”

Síganme en este pensamiento: ¿alguien puede decir hacia dónde vamos? Ni el Dalai Lama, ni el Papa Francisco ni ninguna autoridad lo podrá decir. Sin embargo tenemos tres advertencias serias: una del Papa Francisco en su última encíclica, Fratelli tutti de 2020: «Estamos en el mismo barco: o nos salvamos todos o no se salva nadie» (n.32). Otra también de la mayor autoridad, la Carta de la Tierra de 2003: «la humanidad debe elegir su futuro y la elección es esta: formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida» (Preámbulo). La tercera viene del Secretario General de la ONU António Guterres a mediados de julio de este año de 2022 en una conferencia en Berlín sobre el cambio climático: «Nosotros tenemos esta elección: acción colectiva o suicidio colectivo. En nuestras manos está». La mayoría no se siente en el mismo barco ni cultiva el cuidado y no elabora acciones colectivas.

Consideremos algunos fenómenos: Brasil está atravesado por una ola de odio, de mentiras y de violencia contra una gama inmensa de personas, cobardemente despreciadas y difamadas, ola incentivada por el presidente que elogia la tortura, las dictaduras, viola constantemente la Constitución. Sin ninguna prueba  cuestiona la seguridad de las urnas. Convoca a todos los embajadores para hablar mal de nuestras instituciones jurídicas y da a entender que, si no es reelegido, dará un golpe de estado. Comete un crimen de lesa patria, motivo para impugnar su candidatura. Y no nos referimos al hambre y al desempleo de millones de personas que campea en el país.

La situación ecológica del mundo no es menos preocupante: en pleno verano europeo el clima ha llegado a los 40 grados o más. Hay incendios prácticamente en todos los países del mundo. Son los eventos extremos agravados por el calentamiento global. En el presente año en nuestro país hemos tenido grandes inundaciones en el sur de Bahía, norte de Minas, del Río Tocantins y del Amazonas y trágicos deslizamientos de laderas en Petrópolis y Angra dos Reis, con innumerables víctimas, y simultáneamente sequía prolongada en el sur.

Hay 17 focos de guerra en el mundo, el más visible de todos en Ucrania atacada por Rusia con alto poder de destrucción. La decisión de los países occidentales, englobados en la OTAN, que tiene como principal actor a Estados Unidos, al establecer “un nuevo compromiso estratégico” y pasar de un pacto defensivo a un pacto ofensivo, ha sido gravísima. Declara ipsis litteris a Rusia como enemigo presente, y más adelante a China. No se trata de un concurrente o adversario, sino de enemigo, al que en la perspectiva del jurista de Hitler Carl Schmitt, cabe combatir y destruir usando todos los medios, inclusive los militares y, en el límite, los nucleares. Como señaló el reconocido economista ecologista Jeffrey Sachs, reforzado por Noam Chomsky: si ocurriera eso, sería el fin de la  especie. Esto sería la gran tragedia.

Tal vez la amenaza más grave nos viene del ya citado calentamiento global acelerado. Con el esfuerzo conjugado de todo los países hasta 2030 se debería limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados hasta 2030. Ahora constamos que se ha acelerado; con la entrada masiva de metano debido al deshielo de los cascos polares y del permafrost se ha anticipado al 2027. El último informe en tres volúmenes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (conocido por el acrónimo inglés IPCC) publicado hace pocos meses advertía que podría llegar mucho antes. Existe el peligro, apuntado ya anteriormente por la Academia Norteamericana de Ciencias, de un “salto abrupto”, que puede elevar la temperatura 2,7 o más grados centígrados. La conclusión a la que llega el IPCC es «que los impactos en todo el mundo son una amenaza para la humanidad». Gran parte de los organismos vivos no consigue adaptarse y acaba desapareciendo.

De igual manera, multitudes humanas pueden sufrir terriblemente y también morir antes de tiempo. Tal evento puede ocurrir en los próximos 3-4 años. No parece que los analistas y planificadores estén tomando en cuenta esta eventualidad.

De ahí se entiende que algunos científicos del clima, sean tecnofatalistas y escépticos. Afirman que con los miles de millones de toneladas de CO2 y de otros gases de efecto invernadero ya acumulados en la atmósfera (en la que permanecen cerca de 100 años) no estamos en condiciones de impedir el calentamiento global. Hemos llegado demasiado tarde. Los eventos extremos vendrán fatalmente, cada vez más frecuentes y dañinos, devastando partes de los biomas terrestres y de las costas marítimas. Por el hecho de disponer de ciencia y de tecnología podemos solo mitigar los efectos nocivos pero no evitarlos. Es una crisis de nuestro tipo de civilización.

A este cuadro dramático hay que añadir la Sobrecarga de la Tierra: consumimos más de lo que ella nos puede ofrecer, pues necesitamos más de una Tierra y media (1,7) para cubrir las demandas del consumo humano, especialmente el suntuoso de las clases opulentas.

Ante este escenario innegablemente dramático, ¿qué pensar? ¿que tal vez ha llegado nuestro turno de ser excluidos de la faz de la Tierra? Dada la voracidad del proceso productivista mundializado que no conoce moderación, cada año están desapareciendo cerca de 100 mil especies de organismos vivos. Aquí cabe recoger las palabras del eminente naturalista francés Théodore Monod, que hemos citado algunas veces: «somos capaces de una conducta insensata y demente; a partir de ahora podemos temer todo, inclusive la aniquilación de la raza humana: sería el justo precio de nuestras locuras y de nuestra crueldad». Esta opinión es compartida por otras notables personalidades como Toynbee, Lovelock, Rees, Jacquard, y Chomsky entre otros.

No podemos saber cómo será nuestro futuro. Pero no puede ser una prolongación del presente. La naturaleza de la lógica capitalista no cambiará, si no, tendría que renunciar a ser lo que  es y quiere ser: acumular ilimitadamente sin cuidar las externalidades.

No podemos saber cómo será nuestro futuro. Pero no puede ser una prolongación del presente. La naturaleza de la lógica capitalista no cambiará, si no, tendría que renunciar a ser lo que  es y quiere ser: acumular ilimitadamente sin cuidar las externalidades

Como mostró Hans Jonas en su libro El Principio Responsabilidad, el factor miedo y pavor puede ser decisivo. Al darse cuenta de que puede desaparecer, el ser humano hará todo para sobrevivir, como los navíos antiguos que, en peligro de naufragar, tiraban toda la carga al mar. Habría cambios radicales especialmente en el modo de producción y en el consumo frugal y  solidario.

Existe todavía el principio de lo imponderable y de lo inesperado de la mecánica cuántica. La evolución no es lineal. En momentos de alta complejidad y de gran caos puede dar un salto hacia un nuevo orden y conquistar otro equilibrio. En nuestro caso no es imposible. Pero se hará seguramente con el sacrificio de muchas vidas también humanas. Es nuestro drama.

Finalmente, tenemos la esperanza teologal, el legado judeocristiano, que debe ser entendido también como una emergencia del proceso evolutivo y no como algo exógeno. Ella afirma el principio de la vida y del Dios vivo y dador de vida que creó todo por amor. Él podrá crear condiciones para que los seres humanos cambien hacia otro rumbo de su destino y así puedan salvarse. Pero “chi lo sa”? A nosotros nos cabe el esperanzarse de Paulo Freire, es decir, crear las condiciones para la utopía viable, la esperanza, de que lo inesperado sucederá y que la vida siempre tendrá futuro y está destinada a cambiar para seguir y seguir brillando.

Fuente Religión Digital

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti.

Martes, 14 de diciembre de 2021
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Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.

En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.

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En la Fiesta del poeta enamorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo inefable.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

*

Cántico espiritual

***

San Juan

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

*
Oración de alma enamorada

*

San Juan de la Cruz

***

Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).

Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».

La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».

¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».

Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.

La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.

Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .

*

Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.

san-juan

 

***

“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.

Ascenso a la Verdad”, páginas 320-323

Thomas Merton

Ed. Lumen,
vía Amigos de Thomas Merton

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“La raíz cósmica y antropológica del pensamiento ecológico”, por Leandro Sequeiros

Jueves, 24 de junio de 2021
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libro-verde“El pensamiento teilhardiano inspira la encíclica Laudato Si´ (2015) del papa Francisco y algunos autores opinan que el pensamiento teilhardiano inspira también lo que se ha llamado la ecología profunda (deep ecology)”

“Todas las realidades de la tierra tienen un valor intrínseco y propio ante Dios, y no pueden ser consideradas como meros recursos económicos al servicio de los humanos”

“En el pensamiento ecológico del papa Francisco en la Laudato si´ está muy presente la raíz cósmica de una reflexión científica, filosófica y teológica de la ecología integral”

“Los defensores de la ecología profunda consideran que el mundo no existe como un recurso libremente explotable por los humanos. La ética de la ecología profunda sostiene que todo el sistema es superior a cualquiera de sus partes” 

Como homenaje a los seis años de la Laudato Si´

 El geólogo Helmut de Terra (1900-1981) decía refiriéndose al padre Pierre Teilhard: Ecología, Cosmos, Tierra, Laudato Si. [De Terra, H., Mein Weg mit Teilhard de Chardin. C. H. Beck, München, 1962, 131 pág.] Este es el lema que preside el presente número de Noosphère.

Pero el respeto por la Tierra, la dimensión ecológica del pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin, no puede separarse de su inspiración en Vladimir I. Vernadski (1863-1945), como se ha apuntado en otros artículos de Noosphère. Y el pensamiento teilhardiano inspira la encíclica Laudato Si´ (2015) del papa Francisco.

Pero algunos autores opinan que el pensamiento teilhardiano inspira también lo que se ha llamado la ecología profunda (deep ecology). [Es sugerente la perspectiva de José Vico Martín. “La justificación científica y filosófica del respeto hacia la naturaleza: Teilhard de Chardin, Arne Naess y el Papa Francisco. The Scientific and Philosophical Justification of the Respect to Nature. Teilhard de Chardin, Arne Naess and the Pope Francisco”. Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XXIII-Nº1 (2018), pp. 93-110. Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)]

Teilhard de Chardin en la Encíclica Laudato Si´

A muchas personas les pudo sorprender que en la Carta encíclica del papa Francisco “Laudato si”, sobre el cuidado de la casa común (24 de mayo de 2015) se hace una referencia explícita a Pierre Teilhard de Chardin (aunque sea en una nota a pie de página al número 83). Pero no es todo. Hay también unas reflexiones de eco cósmico teilhardiano al tratar el tema de la eucaristía (números 235-236). Estos datos tienen suficiente entidad como para que dediquemos un breve comentario a la raíz cósmica del pensamiento ecológico en la Laudato si´ del papa Francisco.

El Evangelio de la Creación

El capítulo 2 de la Laudato si´ (números 62-100) se titula “El Evangelio de la Creación”. Desde una perspectiva teológica, se afirma que “ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje”. Y es que “las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles”.

“No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”, añade Francisco, rompiendo los antiguos esquemas, basados en una mala interpretación de las Escrituras (“creced y multiplicaos y dominad la tierra”), que daban al ser humano un poder soberano sobre la naturaleza.

“Hoy -señala- debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas”. Así, “mientras «labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza”.

“La injusticia no es invencible”, subraya el texto, que presenta “un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder”.

Antropología oculta de la Laudato Si´

Esto no implica que el ser humano sea un animal más. Existe lo que se ha dado en llamar –desde un punto de vista filosófico- lo humano irreductible. El número 81 de la Laudato si´ sintetiza los rasgos de una antropología cristiana de base científica. Dice el texto: “El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios. La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico”.

Supuesta esta diferencia cualitativa con el resto de los seres vivos, el papa reconoce que los humanos no hemos sabido desarrollar nuestras capacidades, porque otra visión, la “que consolida la arbitrariedad del más fuerte ha propiciado inmensas desigualdades, injusticias y violencia para la mayoría de la humanidad, porque los recursos pasan a ser del primero que llega o del que tiene más poder: el ganador se lleva todo” (número 82).

La raíz cósmica de la ecología y la defensa del antropocentrismo por el Papa Francisco en Laudato Si’

El número 83 de la Laudato Si´ es el que suscita aquí nuestro interés. Dice el papa: “El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal”. Y es aquí donde, a pie de página, cita a Teilhard de Chardin, con una referencia a Pablo VI, a Juan Pablo II y a Benedicto XVI.

El texto de Pablo VI es: Discurso en un establecimiento químico-farmacéutico (24 febrero 1966): Insegnamenti 4 (1966), 992-993.

El texto es accesible aquí

“Un científico famoso dijo: cuanto más estudio la materia, más encuentro el espíritu. Quien investiga el mundo ve que hay leyes; Este mundo que parecía opaco, inerte, es una maravilla, y el Papa piensa que será la ciencia – que parece alejar a las masas, a los hombres modernos, a los jóvenes de Dios – para llevarlos de regreso a Dios, cuando el mundo sea verdaderamente inteligente. y dirá: tengo que entender lo que veo; Yo no creé esto: el mundo fue creado por Aquel que hizo llover su sabiduría sobre todas las cosas. Y el Santo Padre cita a Teilhard de Chardin, quien dio una explicación del universo que […] pudo leer dentro de las cosas un principio inteligente que debe llamarse Dios. Por tanto, la ciencia misma nos obliga a ser religiosos, y los inteligentes deben arrodillarse y decir: aquí está Dios”.

También a pie de página la encíclica cita la famosa carta del papa Juan Pablo II con ocasión del centenario de la publicación de los Principia de Newton: Carta al reverendo P. George V. Coyne (1 junio 1988): Insegnamenti 5/2 (2009), 60. Esta carta es accesible en la página web de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas:

 Y en tercer lugar, la Laudato si´ cita a pie de página un texto de Benedicto XVI, Homilía para la celebración de las Vísperas en Aosta (24 julio 2009). L’Osservatore romano, ed. semanal en lengua española (31 julio 2009), p. 3s. Puede consultarse aquí

. Y concluye el número 83 de la Laudato si´ de este modo: “Así agregamos un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo. Porque el ser humano, dotado de inteligencia y de amor, y atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador.

La Eucaristía cósmica

La palabra “cósmica” aparece en la encíclica en la última parte, al tratar el tema de la ecología, la espiritualidad y la educación. El número 235 es una reflexión ecológica sobre los sacramentos. Y el número 236 se refiere específicamente a la Eucaristía. Dice la encíclica, entre otras cosas: “En la Eucaristía ya está realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable. Unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios. En efecto, la Eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico: «¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo»” Y a pie de página cita al papa Juan Pablo II, en la Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia (17 abril 2003), 8: AAS 95 (2003), 438.

Sin citarlo, el pensamiento de Teilhard de “El Sacerdote” (1918) y de “La Misa sobre el Mundo” (1923) está muy presente en el trasfondo de este planteamiento. Y prosigue el texto: “La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El mundo que salió de las manos de Dios vuelve a él en feliz y plena adoración. En el Pan eucarístico, «la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con el Creador mismo»”. Y cita al papa Benedicto XVI, Homilía en la Misa del Corpus Christi (15 junio 2006): AAS 98 (2006), 513. Y concluye este texto de la Laudato si´: “Por eso, la Eucaristía es también fuente de luz y de motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado”.

En el pensamiento ecológico del papa Francisco en la Laudato si´ está muy presente la raíz cósmica de una reflexión científica, filosófica y teológica de la ecología integral. Y este punto de vista completa el marco general de inteligencia de este texto magistral.

Teilhard, Laudato Si´ y ecología profunda

En estos últimos meses se ha escrito sobre las convergencias y divergencias entre la Laudato Si´ y la ecología profunda. Es verdad que el papa habla de ecología integral. Pero la llamada ecología profunda (deep ecology) ¿es similar a la ecología integral? ¿Tiene ecos teilhardianos?

A Vladimir Vernadski (1863-1945) debemos los amigos de Teilhard la generalización del concepto adoptado por Teilhard de biosfera, de noosfera y apunta a lo que después se llamó noocracia. El término noocracia alude a un sistema social y político que está basado “en la prioridad de la mente humana”, según Vladímir Vernadski. En 1987, el Catedrático de Sociología Benjamín Oltra y Martín de los Santos, define noocracia en la revista Política y Sociedad como: «Definimos noocracia como una “nueva clase” conformada por los que dominan la inteligencia o la razón ideológica, cosmológica, expresiva, científica, técnica, la imagen cinética y el diseño, como una fuerza productiva y un nuevo poder en los sistemas sociales capitalistas y colectivistas avanzados Leer más…

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti

Lunes, 14 de diciembre de 2020
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Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.

En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.

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En la Fiesta del poeta enmorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo indecible.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

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Cántico espiritual

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San Juan

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

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Oración de alma enamorada

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San Juan de la Cruz

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Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).

Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».

La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».

¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».

Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.

La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.

Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .

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Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.

san-juan

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“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.
*
Ascenso a la Verdad”, páginas 320-323
Thomas Merton
Ed. Lumen,
vía Amigos de Thomas Merton
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Manifiesto de los cristianos y cristianas por el clima (CxCC).

Martes, 24 de noviembre de 2020
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mundo-en-la-caraEl calentamiento global del planeta ha pasado, de ser una advertencia o una preocupación restringida a la comunidad científica y al movimiento ecologista, a ser una preocupación fuertemente instalada en la conciencia ciudadana. Dar este paso ha sido posible gracias a la insistencia y rigor con que la comunidad científica está presentando sus evaluaciones y al fuerte impulso que sus diferentes informes están recibiendo por parte de Naciones Unidas, y más en concreto por parte de la Organización Metereológica mundial y del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Los cristianos y las cristianas de la ciudad de Córdoba no podemos permanecer ajenas a este «desafío urgente de proteger nuestra casa común (que) incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (Laudato Si’ §13). Entendemos que ha llegado la hora de que todas las personas y todos los colectivos y agentes sociales, económicos, políticos, sindicales e instituciones públicas presentes en la ciudad demos un paso adelante y adquiramos un compromiso firme en la lucha para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

En este sentido tenemos que aplaudir el compromiso institucional adquirido por todos los grupos municipales presentes en el Pleno del Ayuntamiento de Córdoba al aprobar el pasado día 14 de noviembre de 2019 la Declaración de Emergencia climática en la ciudad de forma unánime.

Con el fin de contribuir a este proceso de toma de conciencia y de apuesta por la adopción de medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero nos hemos reunido y hemos querido presentarnos ante la opinión pública bajo el paraguas CxCC. La hermana tierra «clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella» (Laudato Si’ §2) y queremos sumarnos así a un movimiento que va abriéndose un hueco entre diferentes colectivos de la ciudad que han manifestado su compromiso climático con la ciudad. «Un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios» (Patriarca Bartolomé, Discurso en Santa Bárbara 1997).

CxCC somos pues un punto de encuentro, no una organización, plataforma o coordinadora, en el que esperamos reunir a toda la comunidad cristiana para, desde la comunión y la fraternidad, reconocer que «el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad» (Laudato Si’ §25), de manera particular para los países empobrecidos, «particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales» (Laudato Si’ §25).

Sabemos que el camino no va a ser fácil, la magnitud del esfuerzo que hay que realizar es enorme, pues supone un cambio del modelo energético actual, basado en los combustibles fósiles, a un modelo energético basado en energías renovables.

Esto supondrá necesariamente una reducción de la cantidad de energía disponible y nos obligará a revisar nuestro modelo de consumo: «comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico» (Caritas in veritate §66). Pero «no hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente» (Laudato Si’ §212).

En Córdoba a 23 de octubre de 2020

RELACIÓN DE ORGANIZACIONES FIRMANTES DEL MANIFIESTO:

Acción Católica Obrera, ACO.

Hermandad Obrera de Acción Católica, HOAC.

Juventud Obrera Cristiana, JOC.

Comunidades de vida Cristiana, CVX.

Delegación Diocesana de Migraciones de Córdoba.

Comunidad Religiosas Filipenses de Córdoba.

Hermandades del Trabajo.

Comunidad de Religiosas Esclavas del Sagrado Corazón.

Parroquia de las Santas Margaritas.

Parroquia Nuestra Señora de Linares de la Fuensanta

Parroquia Asunción y San Roque de Encinarejo

Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Villarrubia

Parroquia Santo Cristo de los Mochos

Parroquia San Acisclo de Valdeolleros

Parroquia San Ignacio de Loyola del barrio del Guadalquivir.

Fuente Fe Adulta

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Leonardo Boff: “Cuando pase la pandemia, volver a la ‘normalidad’ es autocondenarse”

Jueves, 11 de junio de 2020
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Mundo (360)Si no hacemos una “conversión ecológica radical”, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos capaces de hacer desaparecer a la especie humana

Necesitamos un contrato social mundial, porque seguimos siendo rehenes del obsoleto soberanismo de cada país

Cuando pase la pandemia del coronavirus no nos estará permitido volver a la “normalidad” anterior. Sería, en primer lugar, un desprecio a los miles de personas que han muerto asfixiadas por el virus y una falta de solidaridad con sus familiares y amigos. En segundo lugar, sería la demostración de que no hemos aprendido nada de lo que, más que una crisis, es una llamada urgente a cambiar nuestra forma de vivir en nuestra única Casa Común. Se trata de un llamamiento de la propia Tierra viva, ese superorganismo autorregulado del que somos su parte inteligente y consciente.

El sistema actual pone en peligro las bases de la vida

Volver a la anterior configuración del mundo, hegemonizado por el capitalismo neoliberal, incapaz de resolver sus contradicciones internas y cuyo ADN es su voracidad por un crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza y la miseria de la gran mayoría de la humanidad producida por ella, es olvidar que dicha configuración está sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la vida en el planeta. Volver a la “normalidad” anterior (business as usual) es prolongar una situación que podría significar nuestra propia autodestrucción.

Si no hacemos una “conversión ecológica radical”, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos capaces de hacer desaparecer a la especie humana. Esta no es una opinión meramente personal, sino la opinión de muchos biólogos, cosmólogos y ecologistas que están siguiendo sistemáticamente la creciente degradación de los sistemas-vida y del sistema-Tierra. Hace diez años (2010), como resultado de mis investigaciones en cosmología y en el nuevo paradigma ecológico, escribí el libro Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo (Record). Los pronósticos que adelantaba han sido confirmados plenamente por la situación actual.

El proyecto capitalista y neoliberal ha sido rechazado

Una de las lecciones que hemos aprendido de la pandemia es la siguiente: si se hubieran seguido los ideales del capitalismo neoliberal –competencia, acumulación privada, individualismo, primacía del mercado sobre la vida y minimización del Estado– la mayoría de la humanidad estaría perdida. Lo que nos ha salvado ha sido la cooperación, la interdependencia de todos con todos, la solidaridad y un Estado suficientemente equipado para ofrecer la posibilidad universal de tratamiento del coronavirus, en el caso del Brasil, el Sistema Único de Salud (SUS).

Hemos hecho algunos descubrimientos: necesitamos un contrato social mundial, porque seguimos siendo rehenes del obsoleto soberanismo de cada país. Los problemas mundiales requieren una solución mundial, acordada entre todos los países. Hemos visto el desastre en la Comunidad Europea, en la que cada país tenía su plan sin considerar la necesaria cooperación con otros países. Fue una devastación generalizada en Italia, en España y últimamente en Estados Unidos, donde la medicina está totalmente privatizada.

Otro descubrimiento ha sido la urgencia de un centro plural de gobierno mundial para asegurar a toda la comunidad de vida (no sólo la humana sino la de todos los seres vivos) lo suficiente y decente para vivir. Los bienes y servicios naturales son escasos y muchos de ellos no son renovables. Con ellos debemos satisfacer las demandas básicas del sistema-vida, pensando también en las generaciones futuras. Es el momento oportuno para crear una renta mínima universal para todos, la persistente prédica del valiente y digno político Eduardo Suplicy.

Una comunidad de destino compartido

Los chinos han visto claramente esta exigencia al promover “una comunidad de destino compartido para toda la humanidad”, texto incorporado en el renovado artículo 35 de la Constitución china. Esta vez, o nos salvamos todos, o engrosaremos la procesión de los que se dirigen a la tumba colectiva. Por eso debemos cambiar urgentemente nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y con la Tierra, no como señores, montados sobre ella, dilapidándola, sino como partes conscientes y responsables, poniéndonos junto a ella y a sus pies, cuidadores de toda la vida.

A la famosa TINA (There Is No Alternative), “no hay (otra) alternativa” de la cultura del capital, debemos confrontar otra TINA (There Is a New Alternative), “hay una nueva alternativa”. Si en la primera alternativa la centralidad estaba ocupada por el beneficio, el mercado y la dominación de la naturaleza y de los otros (imperialismo), en esta segunda será la vida en su gran diversidad, también la humana con sus muchas culturas y tradiciones la que organizará la nueva forma de habitar la Casa Común. Eso es imperativo y está dentro de las posibilidades humanas: tenemos la ciencia y la tecnología, tenemos una acumulación fantástica de riqueza monetaria, pero falta a la gran mayoría de la humanidad y, lo que es peor, a los Jefes de Estado la conciencia de esta necesidad y la voluntad política de implementarla. Tal vez, ante el riesgo real de nuestra desaparición como especie, por haber llegado a los límites insoportables para la Tierra, el instinto de supervivencia nos haga sociables, fraternos y todos colaboradores y solidarios unos con otros. El tiempo de la competencia ha pasado. Ahora es el tiempo de la cooperación.

La inauguración de una civilización biocentrada

Creo que inauguraremos una civilización biocentrada, cuidadosa y amiga de la vida, como algunos dicen, “la tierra de la buena esperanza”. Se podrá realizar el “bien vivir y convivir” de los pueblos andinos: la armonía de todos con todos, en la familia, en la sociedad, con los demás seres de la naturaleza, con las aguas, con las montañas y hasta con las estrellas del firmamento.

Como el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ha dicho con razón: “tendremos una ciencia no al servicio del mercado, sino el mercado al servicio de la ciencia”, y yo añadiría, y la ciencia al servicio de la vida.

No saldremos de la pandemia de coronavirus como entramos. Seguramente habrá cambios significativos, tal vez incluso estructurales. El conocido líder indígena, Ailton Krenak, del valle del Río Doce, ha dicho acertadamente: “No sé si saldremos de esta experiencia de la misma manera que entramos. Es como una sacudida para ver lo que realmente importa; el futuro es aquí y ahora, puede que mañana no estemos vivos; ojalá que no volvamos a la normalidad” (O Globo, 01/05/2020, B 6).

Lógicamente, no podemos imaginar que las transformaciones se produzcan de un día a otro. Es comprensible que las fábricas y las cadenas de producción quieran volver a la lógica anterior. Pero ya no serán aceptables. Deberán someterse a un proceso de reconversión en el que todo el aparato de producción industrial y agroindustrial deberá incorporar el factor ecológico como elemento esencial. La responsabilidad social de las empresas no es suficiente. Se impondrá la responsabilidad socio-ecológica.

Se buscarán energías alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se tendrá más cuidado con la atmósfera, las aguas y los bosques. La protección de la biodiversidad será fundamental para el futuro de la vida y de la alimentación, humana y de toda la comunidad de la vida.

¿Qué tipo de Tierra queremos para el futuro?

Seguramente habrá una gran discusión de ideas sobre qué futuro queremos y qué tipo de Tierra queremos habitar. Cuál será la configuración más adecuada a la fase actual de la Tierra y de la propia humanidad, la fase de planetización y de la percepción cada vez más clara de que no tenemos otra casa común para habitar que ésta. Y que tenemos un destino común, feliz o trágico. Para que sea feliz, debemos cuidarla para que todos podamos caber dentro, incluida la naturaleza.

Existe el riesgo real de polarización de modelos binarios: por un lado los movimientos de integración, de cooperación general y, por otro, la reafirmación de las soberanías nacionales con su proteccionismo. Por un lado el capitalismo “natural” y verde y por otro lado el comunismo reinventado de tercera generación como pronostican Alain Badiou y Slavoy Zizek.

Otros temen un proceso de brutalización radical por parte de los “dueños del poder económico y militar” para asegurar sus privilegios y sus capitales. Sería un despotismo de forma diferente porque se basaría en los medios cibernéticos y en la inteligencia artificial con sus complejos algoritmos, un sistema de vigilancia sobre todas las personas del planeta. La vida social y las libertades estarían permanentemente amenazadas. Pero a todo poder le surgirá siempre un contrapoder. Habría grandes enfrentamientos y conflictos a causa de la exclusión y la miseria de millones de personas que, a pesar de la vigilancia, no se conformarán con las migajas que caen de las mesas de los ricos epulones.

No pocos proponen una glocalización, es decir que el acento se ponga en lo local, en la región con su especificidad geológica, física, ecológica y cultural pero abierta a lo global que involucra a todos. En este biorregionalismo se podría lograr un verdadero desarrollo sostenible, aprovechando los bienes y servicios locales. Prácticamente todo se realizará en la región, con empresas más pequeñas, con una producción agroecológica, sin necesidad de largos transportes que consumen energía y contaminan. La cultura, las artes y las tradiciones serán revividas como una parte importante de la vida social. La gobernanza será participativa, reduciendo las desigualdades y haciendo que la pobreza sea menor, siempre posible, en las sociedades complejas. Es la tesis que el cosmólogo Mark Hathaway y yo defendemos en nuestro libro común El Tao de la Liberación (2010) que fue bien acogida en el ambiente científico y entre los ecologistas hasta el punto de que Fritjof Capra se ofreció a hacer un interesante prefacio.

Otros ven la posibilidad de un ecosocialismo planetario, capaz de lograr lo que el capitalismo, por su esencia competitiva y excluyente, es incapaz de hacer: un contrato social mundial, igualitario e inclusivo, respetuoso de la naturaleza en el que el nosotros (lo comunitario y societario) y no el yo (individualismo) será el eje estructurador de las sociedades y de la comunidad mundial. El ecosocialismo planetario encontró en el franco-brasileño Michael Löwy su más brillante formulador. Tendremos, como reafirma la Carta de la Tierra así como la encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Común”, un modo de vida verdaderamente sostenible y no sólo un desarrollo sostenible.

Al final, pasaremos de una sociedad industrial/consumista a una sociedad de sustentación de toda la vida con un consumo sobrio y solidario; de una cultura de acumulación de bienes materiales a una cultura humanístico-espiritual en la que los bienes intangibles como la solidaridad, la justicia social, la cooperación, los lazos afectivos y no en última instancia la amorosidad y la logique du coeur estarán en sus cimientos.

No sabemos qué tendencia predominará. El ser humano es complejo e indescifrable, se mueve por la benevolencia pero también por la brutalidad. Está completo pero aún no está totalmente (terminado). Aprenderá, a través de errores y aciertos, que la mejor configuración para la coexistencia humana con todos los demás seres de la Madre Tierra debe estar guiada por la lógica del propio universo: este está estructurado, como nos dicen notables cosmólogos y físicos cuánticos, según complejas redes de inter-retro-relaciones. Todo es relación. No existe nada fuera de la relación. Todos se ayudan mutuamente para seguir existiendo y poder co-evolucionar. El propio ser humano es un rizoma (bulbo de raíces) de relaciones en todas las direcciones.

Si se me permite decirlo en términos teológicos: es la imagen y semejanza de la Divinidad que surge como la relación íntima de tres Infinitos, cada uno singular (las singularidades no se suman), Padre, Hijo y Espíritu Santo, que existen eternamente el uno para el otro, con el otro, en el otro y a través del otro, constituyendo un Dios-comunión de amor, de bondad y de belleza infinita.

Tiempos de crisis como el nuestro, de paso de un tipo de mundo a otro, son también tiempos de grandes sueños y utopías. Ellas son las que nos mueven hacia el futuro, incorporando el pasado pero dejando nuestra propia huella en el suelo de la vida. Es fácil pisar la huella dejada por otros, pero ella no nos lleva a ningún camino esperanzador. Debemos hacer nuestra propia huella, marcada por la inagotable esperanza de la victoria de la vida, porque el camino se hace caminando y soñando.  Así pues, caminemos.

*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y ha escrito: Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo escapar del fin del mundo, Record, Rio 2010.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti

Sábado, 14 de diciembre de 2019
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Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.

En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.

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En la Fiesta del poeta enmorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo indecible.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

*

Cántico espiritual

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San Juan

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

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Oración de alma enamorada

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San Juan de la Cruz

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Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).

Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».

La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».

¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».

Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.

La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.

Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .

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Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.

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san-juan

“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.
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Ascenso a la Verdad”, páginas 320-323
Thomas Merton
Ed. Lumen,
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“Por una Iglesia y una espiritualidad profética y ecológica”, por Consuelo Vélez.

Martes, 22 de octubre de 2019
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Iglesia-espiritualidad-profetica-ecologica_2165193461_13974906_660x371De su blog Fe y Vida:

06.10.2019

Del 6 al 27 de octubre del presente año se llevará a cabo el Sinodo Panamazónico convocado por el Papa Francisco en 2017 con el objetivo de encontrar nuevos caminos para la evangelización de aquella porción del Pueblo de Dios, sobre todo de los indígenas, muchas veces olvidados y sin una perspectiva de un futuro sereno, también por la causa de la crisis de la foresta amazónica, pulmón de fundamental importancia para nuestro planeta”.

La Amazonía está formada por nueve países: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Suriname, Guayana Inglesa y Guayana Francesa. Allí se concentra un tercio de las reservas forestales primarias del mundo. Habitan unos 34 millones de habitantes, de los cuales más de tres millones son indígenas, pertenecientes a más de 390 grupos étnicos.

La preparación al Sínodo la inauguró oficialmente el Papa en su viaje a Puerto Maldonado (Perú) en 2018, donde mostró su preocupación por los indígenas: Probablemente los pueblos originarios amazónicos, nunca estuvieron tan amenazados como ahora. La Amazonía es una tierra disputada desde varios frentes. Posteriormente se elaboró el Documento preparatorio y se escucharon alrededor de 87.000 voces distintas, unas 22.000 en consulta directa y 65.000 en procesos preparatorios hacia la consulta. Participaron comunidades, parroquias, vicariatos y diócesis. Hubo 260 eventos: asambleas territoriales, foros temáticos y ruedas de conversación. El 90% de los obispos amazónicos participó en el proceso. Todo esto lo recogió la REPAM (Red Eclesial Panamazónica), organismo eclesial creado para establecer una pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas, buscando un modelo de desarrollo que privilegie a los pobres y sirva al bien común. Este insumo contribuyó a la elaboración del Documento de Trabajo (Instrumentum laboris). Este documento fue publicado el pasado 17 de junio y será el punto de partida del Sínodo.

¿Qué tiene que ver este Sínodo con nuestra fe y espiritualidad? Puede parecer una realidad distante y que prácticamente no nos afecta. Pero no es así. El Sínodo nos hace una fuerte interpelación que deberíamos acoger y dejarnos transformar por ella.

 En primer lugar, el cuidado de la “casa común” nos implica a todos y tiene que ver con nuestra fe. El libro del Génesis comienza afirmando a Dios como creador de cielo y tierra y de todo lo que hay en ella, incluido el ser humano. Ese mundo fue puesto en nuestras manos para preservarlo y garantizar la vida en todos los sentidos. En otras palabras, la preocupación ecológica no sólo es un problema mundial y un desafío actual, sino que también es un compromiso inherente a la fe si creemos en el Dios bíblico. De ahí la Encíclica de Francisco, “Laudato si” (2015), en la que nos llama a la “conversión ecológica”, una conversión integral por la defensa de la vida en todo sentido pero, especialmente, la vida de la creación, tan amenazada por la explotación irracional que solo busca el lucro y la mayor ganancia y que afecta, en primer lugar, a los más pobres de la tierra.

 En segundo lugar, tanto la Encíclica Laudato Si como el Sínodo Panamazónico, nos están hablando de una fe “profética” y “ecológica”. El Instrumentum laboris es un ejemplo muy claro de una fe que se toma en serio la realidad, se compromete con los problemas actuales y busca transformarlos pero, no de cualquier manera, sino levantando la voz y “denunciando” todo aquello que no está de acuerdo con el plan de Dios y necesita una conversión urgente.

 El Instrumentum laboris está estructurado en tres partes: (1) La voz de la Amazonía (2) Ecología integral: clamor de la tierra y de los pobres (3) Iglesia profética en la Amazonía: desafíos y esperanzas-. Comienza haciendo un llamado a los obispos para que “escuchen” a los pueblos amazónicos: “Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales, el don de la escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama” y continua describiendo muy bien las amenazas que afectan la Amazonía: la destrucción extractivista, la urgencia de protección de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, la migración, la urbanización, la corrupción, la falta de salud, de educación, de respeto a sus culturas, etc. Y con la misma voz profética de la Biblia que levanta la voz ante la opresión del pueblo en Egipto (Ex 3, 7-8) (n.23), el instrumentum laboris denuncia “la connivencia o permisividad de los gobiernos locales, nacionales y las autoridades tradicionales (los mismos indígenas)” para permitir la explotación de la creación solo buscando intereses económicos sin detenerse a pensar en las nefastas consecuencias para la creación y los pueblos (n.14). Más aún, hace un fuerte llamado a las instituciones eclesiales a que no caigan en el juego de recibir donaciones que parece van a mejorar la situación, cuando en verdad, los que las ofrecen están buscando solo intereses económicos (n. 83).

El instrumentum laboris “sugiere” lo que la Iglesia podría hacer para responder a todas estas amenazas. Lógicamente la iglesia no pretende solucionar un problema que es de toda la sociedad y que, además, excede sus pretensiones que son propiamente evangelizadoras, pero el documento si muestra “nuevos caminos para la Iglesia y para la ecología integral” -título del sínodo- al proponer la “escucha” a esos pueblos, el “diálogo” con los pueblos amazónicos considerándolos verdaderos interlocutores y la puesta en práctica de la inculturación e interculturalidad (ser capaces de dejarse enseñar también por la sabiduría indígena y el “buen vivir” que estos pueblos poseen) a nivel de doctrina, liturgia, pastoral, ecología, conversión.

 Los medios de comunicación se han centrado en la posibilidad de ordenar varones casadosde entre los mismos indígenas para responder a la falta de ministros para celebrar la eucaristía en los lugares más apartados. Pero esto no es lo más importante de este Sínodo. Lo importante es todo lo que dijimos antes. “Escuchar, dialogar y transformar” permitirán una iglesia con rostro amazónico, abriendo así la posibilidad a una iglesia con distintos rostros; una iglesia en salida -como tanto ha repetido Francisco- en salida de sus propias seguridades y puntos de vista para estrenar nuevos caminos de evangelización; una iglesia profética que se compromete con la realidad actual y no teme ser criticada por ello -se sabe de la incomodidad de algunos gobiernos y empresas extractivistas por estas denuncias de la iglesia-; y una iglesia comprometida con los más pobres de la tierra, en este caso, los indígenas que en el pasado fueron colonizados con el beneplácito, muchas veces, de la misma iglesia, y que aún hoy nos son tenidos en cuenta como verdaderos sujetos eclesiales.

 Ojalá el sínodo sea un kairós de novedad, profecía y compromiso. Y que todos en la iglesia acojamos esos horizontes para que lo que en Amazonía se pueda hacer realidad, se haga también en todos los otros rostros de la iglesia que necesitan pasos audaces para mostrar efectivamente que nuestra fe no es un intimismo autoreferencial sino una fe profética y ecológica, defensora de la vida en su sentido pleno: la creación y los más pobres de la tierra.

(Imagen tomada de: https://www.cec.org.co/sistema-informativo/iglesia-en-el-mundo/celam-y-repam-analizar%C3%A1n-perspectivas-del-s%C3%ADnodo)

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“Ecología en fragmentos: todo está relacionado con todo”, por Leonardo Boff.

Martes, 4 de junio de 2019
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hombreplanta1La ecología se ha transformado en el contexto general de todos los problemas, proyectos oficiales y privados. A ella está ligado el futuro de nuestro planeta y de nuestra civilización. De donde se deriva su importancia ineludible. O cambiamos de manera de habitar la Casa Común o podemos conocer situaciones ecológicas y sociales dramáticas, dentro de no mucho tiempo. Aquí van fragmentos de un discurso ecológico, parte de un Todo más grande y vasto.

  1. La irracionalidad de nuestro estilo de vivir

El modelo de sociedad y el sentido de la vida que los seres humanos han proyectado para sí, por lo menos en los últimos 400 años, están en crisis.

Este modelo nos hacía creer que lo importante es acumular gran número de medios de vida, de riqueza material, de bienes y servicios a fin de poder disfrutar de nuestro corto paso por este planeta.

Para realizar este propósito nos ayudan la ciencia que conoce los mecanismos de la naturaleza y la técnica que hace intervenciones en ella para beneficio humano. Se ha procurado hacer eso con la máxima velocidad posible.

En definitiva, se busca el máximo beneficio con el mínimo de inversión y en el tiempo más breve posible.

El ser humano, en esta práctica cultural, se entiende como un ser sobre las cosas, disponiendo de ellas a su gusto, nunca como alguien que está con las cosas, conviviendo con ellas como miembro de una comunidad mayor, planetaria y cósmica.

El efecto final y triste, solamente ahora visible de forma innegable, es el que se expresa en esta frase atribuida a Gandhi: “la Tierra es suficiente para todos, pero no para los consumistas”.

Nuestro modelo civilizatorio es tan absurdo que, si los beneficios acumulados por los países ricos se generalizaran a los demás países, necesitaríamos otras cuatro Tierras iguales a la que tenemos.

Ello muestra la irracionalidad que este modo de vivir implica. Por eso el Papa Francisco en su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común” pide una radical conversión ecológica y un consumo sobrio y solidario.

  1. La naturaleza es maestra

En momentos de crisis civilizatoria como la nuestra, es imperioso consultar a la fuente originaria de todo: la naturaleza, la gran maestra. ¿Qué nos enseña?

Ella nos enseña que la ley básica de la naturaleza, del universo y de la vida no es la competición, que divide y excluye, sino la cooperación, que suma e incluye.

Todas las energías, todos los elementos, todos los seres vivos, desde las bacterias y los virus hasta los seres más complejos, estamos todos inter-retro-relacionados y, por eso, somos interdependientes. Uno coopera con el otro para vivir.

Una red de conexiones nos envuelve por todos los lados, haciéndonos seres cooperativos y solidarios. Queramos o no, esta es la ley de la naturaleza y del universo. Y gracias a esta red de interdependencias hemos llegado hasta aquí.

Esa suma de energías y de conexiones nos ayuda a salir de las crisis y a fundar un nuevo ensayo civilizatorio. Pero nos preguntamos: ¿somos suficientemente sabios para hacer frente a situaciones críticas y responder a los nuevos desafíos?

  1. Todo está relacionado con todo

La realidad que nos rodea y de la cual somos parte no debe ser pensada como una máquina sino como un organismo vivo, no como constituida de partes estancas, sino como sistemas abiertos, formando redes de relaciones.

En cada ser y en el universo entero prevalecen dos tendencias básicas: una es la de autoafirmarse individualmente y otra la de integrarse en un todo mayor. Si no se autoafirma corre el riesgo de desaparecer. Si no se integra en un todo mayor, corta la fuente de energía, se debilita y puede también desaparecer. Es importante equilibrar estas dos tendencias. En caso contrario caemos en el individualismo más feroz –la autoafirmación– o en el colectivismo más homogeneizador – la integración en el todo. Por eso siempre tenemos que ir y venir de las partes al todo, de los objetos a las redes, de las estructuras a los procesos, de las posiciones a las relaciones.

La naturaleza es, pues, siempre co-creativa, co-participativa, ligada y re-ligada a todo y a todos y principalmente a la Fuente Originaria de donde se originan todos los seres.

  1. Desde el comienzo está presente el fin

El fin está ya presente en el comienzo. Cuando los primeros elementos materiales después del big bang empezaron a formarse y a vibrar juntos, ahí se anunciaba ya un fin: el surgimiento del universo, uno y diverso, ordenado y caótico, la aparición de la vida y el irrumpir de la conciencia.

Todo se movió y se interconectó para dar inicio a la gestación de un cielo futuro, que empezó ya aquí abajo, como una semillita, y fue creciendo y creciendo hasta acabar de nacer en la consumación de los tiempos. Ese cielo, desde el comienzo, es el propio universo y la humanidad llegados a su plenitud y consumación.

No hay cielo sin Tierra, ni Tierra sin cielo.

Si es así, en lugar de hablar de fin del mundo, deberíamos hablar de un futuro del mundo, de la Tierra y de la Humanidad que entonces serán el cielo de todos y de todo.

Leonardo Boff

Fuente Koinonia

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti

Viernes, 14 de diciembre de 2018
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Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.

En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.

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En la Fiesta del poeta enmorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo indecible.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

San Juan

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

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Cántico espiritual

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Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

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Oración de alma enamorada

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San Juan de la Cruz

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san-juan

Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).

Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».

La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».

¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».

Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.

La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.

Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .

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Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.

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“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.
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Ascenso a la Verdad”, páginas 320-323
Thomas Merton
Ed. Lumen,
vía Amigos de Thomas Merton

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“Madres y padres del planeta”, por Magdalena Bennásar.

Viernes, 16 de noviembre de 2018
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mundo-en-la-caraEstamos viviendo un momento de mucha trascendencia para el futuro del planeta, nuestro hogar, y como consecuencia para el presente-futuro de millones de personas ya ahora y sobre todo para las generaciones futuras.

¿Qué planeta encontramos los que tenemos más de 40 años? Recuerdo como mi padre, recién jubilado, se dedicaba en Pto Colom, Mallorca -donde teníamos casa de verano que se convirtió en su residencia habitual hasta que murió- se dedicaba en su barquita a pescar auténticas delicias y a coger cangrejos, otra delicia que cuidadosamente guardaban para el sábado y domingo donde habitualmente íbamos apareciendo.

El mar estaba limpio, los plásticos se doblaban cuidadosamente y guardaban para reusar. No se tiraba comida, no se salía a comer fuera más que para grandes celebraciones, y algo que me parece precioso, se recogía el agua de lluvia en un sistema de tejado preparado para ello, el agua, iba a una cisterna de uso exclusivamente potable.

Echo de menos aquellos cangrejos ¡pobres! y también aquella fruta del árbol de los tíos que también en su jubilación cuidaban y compartían.

Y el mar tenía algas, en cantidad, y las rocas tenían hierba y erizos y… y los niños y las niñas disfrutábamos de aquella naturaleza viva y hermosa. Y sí, a la playa los jóvenes no íbamos en coche o en yate, íbamos en bici o remando, y no hacía falta ir al gimnasio porque todo el día te movías, me refiero en vacaciones o fines de semana.

Estoy segura que cada una recuerda su infancia y juventud, la de excursiones por parajes indescriptibles con vegetación y animales maravillosos. Ya veis por donde voy, no paréis vuestra mente… dejadla recordar lo bello. Y lo sencillo. Eso queremos para nuestros hijos y nietos y biznietos.

Pero nuestros hijos y sus hijos tendrán que luchar con una realidad distinta, prácticamente varias ya generaciones desde la universidad dedican un montón de energía y creatividad para investigar como limpiar lo que nuestra generación ha destruido en unos pocos años. Miles de años para formarse un fondo marino con unos grados de acidez, temperatura y salubridad concreta, maravillosamente lograda a través de procesos imperceptibles, milagros continuos del Planeta, cuna, casa de todos.

Esa precisa temperatura del agua para que todo el sistema ecológico delicadísimo acoja y nutra la multiplicidad de vida. Hoy las mentes más brillantes, en lugar de investigar para erradicar enfermedades, tienen que descubrir como liberar esa maravilla de la manta de plásticos y polución que los cubre ahogando la vida, cambiando así el hábitat.

Estas mentes están hoy completamente involucradas en limpiar nuestra inconsciencia y egoísmo.

Recibía ayer unas fotos desoladoras del Yosemite Park en California. Hace 17 años estuve ahí cuando trabajaba cerca, y aquello era indescriptiblemente maravilloso, hoy sigue siendo precioso, pero resulta que se ha secado el río y por supuesto las cataratas cuyas cascadas eran las más altas de América del Norte y las quintas más altas del mundo. Hoy están secas. (????)

“Padre-Madre, que te conozcan” ¡Cómo entiendo la oración de Jesús, su deseo, su necesidad, sus ganas de compartir la experiencia de amor que él vive, que él siente y que le posibilita vivir distinto!

Jesús consigue un cambio en unos pocos, que aún pervive y es la historia más cautivadora que conocemos. No es un dios de la mitología, con poderes. Es un joven, un hombre, que ante lo que no le gusta, porque le duele en el alma la injusticia, la falsa religiosidad, se pone a dialogar con su padre-madre. Así de normal, humano es nuestro Dios, tanto que le llamamos Hijo de Dios.

En plena naturaleza, en contacto con el monte y el mar, Jesús desarrolla su alma contemplativa y de esa oración unificada: su Padre-Dios, sus montes, los campos y sobre todo su querido mar, brotan sus metáforas para explicar a los que tienen sed de un mundo más justo y de Amor, lo que él ya está viviendo. Ese mar hoy tumba de tantos.

“Padre, que te conozcan”. Y a partir de él, algo ocurre entre Dios y nosotros. A partir de esa relación cordial (de corazón a corazón) con el Abba nace en nosotras la capacidad de crecer y madurar y “ser” hijas e hijos, de la familia, de la comunidad. Es la comunidad cristiana porque por nuestras venas corre la sangre de Cristo. Si viéramos la oración como la circulación veríamos como el corazón (que es él) bombea, con cada latido, Vida y se expande por todo el cuerpo, en cada célula…y da vida y tú y yo vivimos con amor, con mimo, cuando acogemos su latido.

¡Padre, que te conozcan! Porque si te conocen tendrán vida y la recrearán continuamente. ¿Cómo? ¿Qué es lo que se recreará? La Tierra, la Vida, la Comunidad.

Los científicos afirman que con meditación se produce un cambio incluso físico del cerebro humano. Imaginemos que a esta meditación silenciosa la seguimos con un espacio de “diálogo, personal, íntimo con el Abba que me conoce, que me confía la Vida y lo sé por su Palabra, pronunciada sobre mí en el mismo momento que la acojo en mi silencio y en mi pobreza.

El Dios bíblico, el Dios de Jesús, no es silencioso, es el Dios de la Palabra. Por eso el mandamiento judío por antonomasia es “Shemá Israel” “Escucha hijo mío-pueblo mío”.

El silencio es un regalo de Dios a la persona para que consiga escuchar, porque ahí radica la posibilidad de conocer y con el roce, de amar, y así, actuar desde ese conocimiento mutuo.

El silencio es difícil cuando no se quiere oír, cuando lo que se quiere es ser escuchado, ser importante, ser el centro… Cuando el centro va siendo Dios, el Planeta, las hermanas…se hace silencio en el corazón porque necesitamos oír.

Si le conociéramos no destruiríamos nada. Pisaríamos el planeta con pisada mínima, sin aplastar nada ni a nadie. La pisada es también la palabra bien o mal intencionada.

Y cuando un grupo de mujeres y hombres “Escuchan” empezamos a “conocer” y me atrevo a decir a “recrear”. Todo nace de nuevo porque le damos otra oportunidad. Todo se unifica y surge en nosotros ese deseo enorme de ser Uno con todo y con todos.

¿Por qué? Porque cuando “conoces” se produce el milagro. La bondad, el respeto, la alegría, la justicia brota y da vida.

Y mientras el templo viejo y falso se está desmoronando, un grupo de itinerantes alrededor de Jesús forman algo nuevo.

Me emociona ver que algo de esto estoy viviendo hoy con un grupo de unas 15 personas, todas españolas todavía, que ante un carisma de “conocerle y crear la paz y la unidad con el todo” nos hemos reunido en red para formar esa comunidad de hombres y mujeres de “Shemá”. Con los pies en el suelo y el corazón abierto iniciamos un proceso, un itinerario de compartir vida y susurro de Dios, e ir viendo, tal vez no es llegar a ningún sitio, sino disfrutar del camino juntos.

Creo que como el grupo original de Jesús somos gente de bien, normal y estamos en la tarea de recuperar el planeta, de recuperar las relaciones humanas igualitarias, de reconstruir la iglesia desde nuestra “Escucha” porque hacemos nuestra la palabra del Dios de Jesús, del Abba sobre nuestra vida “Shemá, Israel”.

Y sueño una tierra nueva, y un mar nuevo. Sueño que cuando vuelva al Puerto de mi infancia, que es como los brazos de mi madre, lo encuentre vivo, con sus aguas tranquilas limpias, con sus peces y cangrejos que huyeron, con su belleza infinita a los pies del monte donde la “Dona, la Mare de Déu de Sant Salvador” lo contempla y protege.

“Padre, que te conozcan”.

Shemá, hermanas y hermanos”. Y así iremos siendo padres y madres del Planeta, rostro de Dios y cuna-casa de todas.

Magdalena Bennásar Oliver

www.espiritualidadintegradoracrisitiana.es

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti

Jueves, 14 de diciembre de 2017
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En la Fiesta del poeta enmorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo indecible.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

20140414-211525

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

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Cántico espiritual

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Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

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Oración de alma enamorada

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San Juan de la Cruz

san-juan

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