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En la fiesta de Santa María Magdalena, hoy 22 de julio… María Magdalena ¿por qué nos cuesta llamarla “santa”?

Miércoles, 24 de julio de 2024

IMG_6364De su blog Fe y Vida:

En 2016 el papa Francisco decretó que la conmemoración de María Magdalena (22 de julio) debía pasar a ser “fiesta litúrgica como el resto de los apóstoles”, llamándola “Apóstola de los apóstoles”. Según explicó el secretario de la Congregación para el Culto Divino de ese momento, esa decisión respondía “al contexto actual que requiere una reflexión más profunda sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina”. Recordaba que ya Juan Pablo II había prestado atención a la importancia de la mujer en la misión de Cristo y de la Iglesia, poniendo énfasis en la figura de María Magdalena como primera testiga de la resurrección y quién anunció a los apóstoles ese acontecimiento. Por esto se afirma, en el decreto que, “Santa María Magdalena es un ejemplo de evangelización verdadera y auténtica, es decir, una evangelista que anuncia el gozoso mensaje central de Pascua”.

Sin embargo, esta recuperación de la figura de María Magdalena todavía no ha penetrado suficientemente en el imaginario y en la creencia de la mayoría de los cristianos. Persiste lo que se afirmó de ella durante siglos:  pecadora (prostituta) a la que Jesús había perdonado. Esta imagen de María Magdalena surgió por haberla identificado con la pecadora arrepentida que entra en casa de Simón el fariseo (Lc 7, 36-50) y con María la hermana de Lázaro y Marta, la cual también unge a Jesús (Jn 12, 1-8). Cuando el texto de Lucas se refiere “a algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios” (8.2), está queriendo decir que fue curada de su enfermedad -probablemente muy grave -de ahí los siete demonios-, pero en ningún momento refiriéndose a su condición moral.

Aunque en la actualidad hay muchos estudios sobre María Magdalena, no se han concretado, en la práctica, todas las consecuencias que la correcta interpretación bíblica sobre ella trae para las mujeres en la Iglesia. La primera, es el reconocimiento de María Magdalena al mismo nivel que los apóstoles. De hecho, ella -y otras mujeres- le siguieron desde Galilea hasta Jerusalén, condición que luego se invoca en el libro de Hechos de los Apóstoles para nombrar al apóstol en reemplazo de Judas (Hc 1,21). Por lo tanto, no debería costar tanto imaginar a las mujeres formando parte del colegio apostólico. Tenemos la certeza que María Magdalena fue Apóstola y así lo celebramos.

Otra consecuencia es que siendo la primera evangelizadora no hay razón para no tomar las enseñanzas de las mujeres con el mismo valor que la de los varones. Todavía cuesta aceptar la enseñanza teológica impartida por mujeres en seminarios y facultades de teología. Por supuesto, algo ha cambiado y más mujeres son reconocidas en el ámbito teológico y en el servicio eclesial. Sin embargo, su participación sigue siendo pequeña, nada equitativa con respecto al número de varones que ocupan dichos espacios, ni sus logros académicos y pastorales son tomados con la misma seriedad, interés y respeto que tantas veces se toma el aporte de los teólogos y de los clérigos.

Quiero hacer notar, además, las pocas veces que damos a María Magdalena el título de “santa”. Efectivamente, ella lo es y así la podríamos llamar para seguir borrando esa imagen tan invocada de prostituta y que ha contribuido a identificar a las mujeres con los pecados referidos a la sexualidad. No sólo no hay muchos esfuerzos por llamarla santa, como tampoco de resaltar demasiado su fiesta. Sería una ocasión propicia para posicionar la verdad sobre ella. Mucho menos hay interés en llamarla Apóstola, ni primera evangelizadora aunque tres evangelistas relatan el envío que Jesús le hace para que anuncie a los discípulos su resurrección (Mc 16, 7; Mt 28, 7; Jn 20, 17) e, incluso Lucas, quien progresivamente fue invisibilizando el papel de las mujeres en su evangelio, de todas maneras, no deja de constatar que son las mujeres las que anuncian esa buena noticia a los apóstoles, colocando a María Magdalena en primer lugar (Lc 24, 9).

Últimamente se ha utilizado su figura -en la literatura y en el cine- para mostrarla como compañera de Jesús o resaltando su protagonismo en la primera comunidad, con el fin de contrarrestar la figura de Pedro. Pero, ninguna de estas dos aproximaciones, están en la Biblia.

En tiempos de trabajar por una Iglesia sinodal, seguir visibilizando a María Magdalena en los roles que verdaderamente tuvo al lado de Jesús y en la naciente comunidad cristiana, ayudará significativamente a acelerar la participación plena de las mujeres en la Iglesia. Por eso, es de desear que esta celebración de su fiesta, el próximo 22 de julio, podamos vivirla con más profundidad, sintiendo así que no es una rareza que 50 mujeres voten en el próximo sínodo sino, por el contrario, lo extraño es que no haya muchas más mujeres en esos niveles de decisión donde se gesta el futuro de la Iglesia, esta misma Iglesia que sin el primer anuncio hecho por María Magdalena, tal vez nunca habría existido.

Cabe anotar, finalmente que, a pesar de las resistencias al lenguaje inclusivo en algunos círculos eclesiásticos (y sociales), fue Santo Tomás quien habló de ella como “apóstola” y el Decreto de su fiesta mantiene ese término en femenino. Sería bueno, dejar las resistencias y acostumbrar nuestros oídos a los términos femeninos que permiten visibilizar a las mujeres. Sin darnos cuenta pronto esas palabras nos sonarían igual de normales que todos los términos que hasta hoy se han ido creando en nuestro lenguaje.

Biblia, Espiritualidad , , , ,

“Las mujeres seguimos siendo ‘una piedra en el zapato eclesial'”, por Consuelo Vélez.

Lunes, 15 de julio de 2024

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De su blog Fe y Vida:

“Sin novedad, el Instrumentum laboris para la próxima Asamblea Sinodal”

“Las mujeres, como siempre, son el complemento: para presentar a los ponentes o para dar algún “testimonio”. Pero aquello que es central y fundamental, sigue en manos del clero”

“Sabemos que en el aula sinodal hay varias mujeres que afirman que no necesitan de más apertura de la que hay. Pero las preguntas son obvias: ¿Quiénes están allí? ¿por qué fueron invitadas?”

“Es demasiado difícil que quien está ejerciendo un cargo, repiense su cargo, reconozca que hay que transformarlo y se disponga a afrontar algo nuevo”

“La iglesia institución, se mantendrá al margen de este caminar y cuando se dé cuenta, no habrá muchos que estén esperando su respuesta. Pero los que nos dedicamos explícitamente a estas reflexiones, seguimos insistiendo y empujando a ver si algún día los pasos se acompasan”

Ya se intuía que el Instrumentum laborispara la próxima asamblea en Roma en octubre 2024, del sínodo sobre la sinodalidad, no tendría mucha novedad. Y, al leerlo, se confirma la intuición. En realidad, presenta la fundamentación eclesiológica de una iglesia sinodal ante lo cual nada que añadir, haciendo los énfasis que conocemos y que ha de ponerse en práctica: más participación laical por la dignidad bautismal y un ejercicio diferente del ministerio ordenado, incluido el papado para dar un testimonio más creíble de una iglesia con participación y corresponsabilidad de todos sus miembros.

Pero hagamos algunos comentarios para seguir pensando cuál es la realidad eclesial que pretendemos reformar y lo difícil que sigue siendo. A muchas personas les llamó la atención que el documento fuera presentado sólo por clérigos. Algún periodista en esa presentación, cuestionó ese hecho, pero la respuesta fue la justificación internalizada que tienen los que coordinan el sínodo, expresado más o menos así: somos los que dirigimos esto, por eso estamos aquí. Es decir, ni siquiera pasa por sus cabezas el comenzar a romper las formas de funcionar existentes para ir concretando la sinodalidad. Las mujeres, como siempre, son el complemento: para presentar a los ponentes o para dar algún “testimonio”. Pero aquello que es central y fundamental, sigue en manos del clero.

Algo rescatable del documento, es constatar que las mujeres seguimos siendo “una piedra en el zapato eclesial” y por eso hay bastantes referencias al papel de las mujeres en la Iglesia, pero siempre dando vueltas a lo mismo: abrir espacios a las mujeres, pero “lejos” del ministerio ordenado. Y pareciera que la iglesia es consciente de que, sin abrir espacios a las mujeres, la institución eclesial no puede ser “creíble, de ahí, que justifiquen, por un lado y por otro, tal vez para convencernos, de la importancia de las mujeres y de todos los espacios que podemos ocupar, sin que sigamos insistiendo en los ministerios ordenados.

Quien sabe si esta insistencia que no se está pudiendo ocultar, logre cambiar, ojalá más temprano que tarde, esa barrera frente a la participación plena de las mujeres en la Iglesia. Veremos cómo sigue este camino. Sabemos que en el aula sinodal hay varias mujeres que afirman que no necesitan de más apertura de la que hay. Pero las preguntas son obvias: ¿Quiénes están allí? ¿por qué fueron invitadas? ¿qué puesto ya “de hecho” ocupan en la instancia eclesial? Nada que ver con la multitud de escritos y conferencias que teólogas y mujeres comprometidas con la vida eclesial dan por el mundo pidiendo esa participación plena. Pero pocas de estas voces, consiguen asomarse en esos muros vaticanos.

El documento afirma que las asambleas continentales han sido una experiencia muy positiva para las conferencias episcopales que nunca se habían reunido de esa forma. Podrían haber recogido la rica y valiosa experiencia de la iglesia latinoamericana con sus cinco conferencias episcopales. Pero no pareciera que la iglesia de este continente fuera muy relevante. Más aún, si se revisa el nombre de los integrantes de los equipos y comisiones nombrados para el sínodo y para continuar con la reflexión de los temas que el Papa considera, necesitan más estudio, la presencia latinoamericana no es muy significativa. Nuestra iglesia sigue siendo muy eurocéntrica y lo periférico es solo una pequeña “muestra”.

Viendo la constitución de las diez comisiones y su referencia a los dicasterios romanos que Francisco propuso, recordé que en los inicios del Concilio Vaticano II se pensó en encomendar a cada dicasterio romano la temática que le correspondería, facilitando la reflexión y, de esa manera, el Concilio terminaría pronto. Cuando se determinó que no fuera así, -mirándolo desde el hoy-, se constata como esa desinstalación permitió dar los frutos de ese concilio.

 Haciendo analogía con el momento actual, me pregunto si algo nuevo podrá salir de allí. Es demasiado difícil que quien está ejerciendo un cargo, repiense su cargo, reconozca que hay que transformarlo y se disponga a afrontar algo nuevo. Sinceramente, aunque no es imposible, me parece muy difícil que estas estructuras logren movilizarse y veremos, si de aquí a junio del 2025 -fecha en la que dijeron, estas comisiones darían sus resultados- alguien recuerda que se estaba estudiando y celebra sus resultados.

El documento nombra cinco veces a los “pobres” y la necesidad de escucharlos. Se refiere una vez a los migrantes y una vez la “casa común”. Pero el grito de los pobres es un “tema” para estudiar en una de las comisiones y su rostro “múltiple” no se explicita. Dice que hay que incluir a todos, pero es incapaz de nombrar a la diversidad sexual que con tantos rechazos se encuentra en la vida eclesial. Refiriéndose a las mujeres señala que hay que prestar atención al lenguaje en las imágenes bíblicas, predicaciones, catequesis, etc. Esto es muy positivo, la lástima es no decir lenguaje “inclusivo, para responder a tantos, en la sociedad y en la iglesia, que rechazan este término.

Claramente se ha explicitado que el sínodo es sobre la sinodalidad y por eso las “particularidades” se dejan para los “expertos” que las estudien en otro momento. No parece la consecuencia lógica con la etapa de escucha en la que se expresaron todas las particularidades -que son más que eso, porque son estructuras de poder que desdicen de la Iglesia- y frente a las cuáles la gente se ilusionó que fueran tratadas y se dieran respuestas adecuadas.

En fin, en la práctica, la mayoría del Pueblo de Dios no tiene mucho interés en este proceso sinodal. Independiente de lo que se diga en el centro eclesial, la gente sigue viviendo su fe y abriendo nuevos caminos para entenderla, expresarla y celebrarla. Y una vez más, la iglesia institución, se mantendrá al margen de este caminar y cuando se dé cuenta, no habrá muchos que estén esperando su respuesta. Pero los que nos dedicamos explícitamente a estas reflexiones, seguimos insistiendo y empujando a ver si algún día los pasos se acompasan. De ahí este escrito, aunque sea para decir lo difícil que resulta la reforma de la Iglesia.

Espiritualidad, Iglesia Católica , , , , ,

Los fue enviando

Domingo, 14 de julio de 2024

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(Pedro Casaldáliga en un viaje por la región del Araguaia (más grande que todo Portugal) en camión.)

YO, PECADOR Y OBISPO, ME CONFIESO

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber llegado a Roma con un bordón agreste;
de sorprender el Viento entre las columnatas
y de ensayar la quena a las barbas del órgano;
de haber llegado a Asís,
cercado de amapolas.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de Evangelio y sandalias,
de creer en la Iglesia,
a pesar de la Iglesia, algunas veces;
de creer en el Reino, en todo caso
-caminando en Iglesia-.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber visto a Jesús de Nazaret
anunciando también la Buena Nueva
a los pobres de América Latina;
de decirle a María: «¡Comadre nuestra, salve!»;
de celebrar la sangre de los que han sido fieles;
de andar de romerías…

Yo, pecador y obispo, me confieso
de amar a Nicaragua, la niña de la honda.
Yo, pecador y obispo, me confieso
de abrir cada mañana la ventana del Tiempo;
de hablar como un hermano a otro hermano;
de no perder el sueño, ni el canto, ni la risa;
de cultivar la flor de la Esperanza
entre las llagas del Resucitado.

*

Pedro Casaldáliga,
Todavía estas palabras. 1994

*

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:

– “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.”

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

*

Marcos 6, 7-13

***

discipulo-amado

El mensaje y la actividad de los mensajeros no se distinguen en nada de la de Jesucristo. Han participado de su poder. Jesús ordena la predicación de la cercanía del Reino de los Cielos y dispone las señales que confirmarán este mensaje. Jesús manda curar a los heridos, limpiar a los leprosos, resucitar a los muertos, expulsar los demonios. La predicación se convierte en acontecimiento, y el acontecimiento da testimonio de la predicación.

Reino de Dios, Jesucristo, perdón de los pecados, justificación del pecador por la fe, todo esto no significa sino aniquilamiento del poder diabólico, curación, resurrección de los muertos. La Palabra del Dios todopoderoso es acción, suceso, milagro. El único Cristo marcha en sus doce mensajeros a través del país y hace su obra. La gracia real que se ha concedido a los discípulos es la Palabra creadora y redentora de Dios.

        Puesto que la misión y la fuerza de los mensajeros sólo radican en la Palabra de Jesús, no debe observarse en ellos nada que oscurezca o reste crédito a la misión regia. Con su grandiosa pobreza, los mensajeros deben dar testimonio de la riqueza de su Señor. Lo que han recibido de Jesús no constituye algo propio con lo que pueden ganarse otros beneficios. «Gratuitamente lo habéis recibido». Ser mensajeros de Jesús no proporciona ningún derecho personal, ningún fundamento de honra o poder. Aunque el mensajero libre de Jesús se haya convertido en párroco, esto no cambia las cosas. Los derechos de un hombre de estudios, las reivindicaciones de una clase social, no tienen valor para el que se ha convertido en mensajero de Jesús. «Gratuitamente lo habéis recibido». ¿No fue sólo el llamamiento de Jesús el que nos atrajo a su servicio sin que nosotros lo mereciéramos? «Dadlo gratuitamente». Dejad claro que con toda la riqueza que habéis recibido no buscáis nada para  vosotros mismos, ni posesiones, ni apariencia, ni reconocimiento, ni siquiera que os den las gracias. Además, ¿cómo podríais exigirlo? Toda la honra que recaiga sobre nosotros se la robamos al que en verdad le pertenece, al Señor que nos ha enviado. La libertad de los mensajeros de Jesús debe mostrarse en su pobreza.

El que Marcos y Lucas se diferencien de Mateo en la enumeración de las cosas que están prohibidas o permitidas llevar a los discípulos no permite sacar distintas conclusiones.

Jesús manda pobreza a los que parten confiados en el poder pleno de su Palabra. Conviene no olvidar que aquí se trata de un precepto. Las cosas que deben poseer los discípulos son reguladas hasta lo más concreto. No deben presentarse como mendigos, con los trajes destrozados, ni ser unos parásitos que constituyan una carga para los demás. Pero deben andar con el vestido de la pobreza. Deben tener tan pocas cosas como el que marcha por el campo y está cierto de que al anochecer encontrará una casa amiga, donde le proporcionarán techo y el alimento necesario.

Naturalmente, esta confianza no deben ponerla en los hombres, sino en el que los ha enviado y en el Padre celestial, que cuidará de ellos. De este modo conseguirán hacer digno de crédito el mensaje que predican sobre la inminencia del dominio de Dios en la tierra. Con la misma libertad con que realizan su servicio deben aceptar también el aposento y la comida, no como un pan que se mendiga, sino como el alimento que merece un obrero. Jesús llama «obreros» a sus apóstoles. El perezoso no merece ser alimentado. Pero ¿qué es el trabajo sino la lucha contra el poderío de Satanás, la lucha por conquistar los corazones de los hombres, la renuncia a la propia gloria, a los bienes y alegrías del mundo, para poder servir con amor a los pobres, los maltratados y los miserables? Dios mismo ha trabajado y se ha cansado con los hombres (Is 43, 24), el alma de Jesús trabajó hasta la muerte en la cruz por nuestra salvación (Is 53,11).

Los mensajeros participan de este trabajo en la predicación, en la superación de Satanás y en ¡a oración suplicante. Quien no acepta este trabajo, no ha comprendido aún el servicio del mensajero fiel de Jesús. Pueden aceptar sin avergonzarse la recompensa diaria de su trabajo, pero también sin avergonzarse deben permanecer pobres, por amor a su servicio.

*

Dietrich Bonhoeffer,
El precio de la gracia. El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 1999, pp. 136-138.

*

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

“ ¿Y si dejáramos entrar “aire fresco” a la Iglesia?”, por Consuelo Vélez

Miércoles, 26 de junio de 2024
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IMG_5516De su blog Fe y Vida:

“Si nos remontamos a los orígenes del cristianismo, según el testimonio del libro de Hechos de los Apóstoles, los primeros cristianos vivían unidos y tenían todo en común, nadie pasaba necesidad entre ellos porque los que tenían más, vendían sus bienes para compartir con los más necesitados. Partían el pan en sus casas, tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo y cada día se agregaban más personas a la comunidad”

“Algunos sueñan con aquellas parroquias donde había procesiones, adoraciones, mujeres con la cabeza cubierta, inciensos, novenas, velas, genuflexiones, incluso algunos siguen añorando la misa en “latín” (como si la misa fuera un espectáculo para asistir y no un acontecimiento para vivir y entender lo que se dice) y refuerzan esos modelos antiguos y se sienten orgullosos de practicarlos”

Muchas veces hemos dicho que el pontificado de Francisco ha significado un aire “fresco” para la Iglesia. Sin embargo, no parece que lo fuera para todos y, lamentablemente, menos para aquellos que se dicen más practicantes o más cercanos a la vida parroquial, diocesana o de determinados grupos apostólicos, especialmente, algunos que han surgido últimamente. ¿Por qué sucede esto?

Si nos remontamos a los orígenes del cristianismo, según el testimonio del libro de Hechos de los Apóstoles, los primeros cristianos vivían unidos y tenían todo en común, nadie pasaba necesidad entre ellos porque los que tenían más, vendían sus bienes para compartir con los más necesitados. Partían el pan en sus casas, tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo y cada día se agregaban más personas a la comunidad (2, 44-47).

Este breve relato era el ideal que perseguían estos primeros círculos de discipulado y, aunque sabemos que también había dificultades (por ejemplo, la historia de Ananías y Safira (Hc 5, 1-11) quienes vendieron su casa para poner sus bienes en común, pero decidieron engañar a la comunidad para quedarse con parte del dinero), muchos debieron vivir esa experiencia y, con tanta fuerza, que la iglesia fue creciendo, consolidándose y atrayendo a más y más personas. Siempre ese modelo de la primera comunidad nos sirve de referencia para tomar el pulso de nuestra vivencia eclesial y darnos cuenta de si la alegría y sencillez en torno a la buena noticia del reino de Dios anunciada por Jesús, sigue convocándonos o vamos cayendo en formalismos y actitudes rígidas que, en lugar de convocar, dispersan.

Y algo de eso nos está pasando. Ahora no somos pequeñas comunidades, sino grandes parroquias, países enteros confesando la fe cristiana, una iglesia con mucha organización y proyección universal, con una palabra de autoridad y un influjo todavía importante en el mundo, pero que comienza a convocar poco y a ver disminuir más y más sus filas. Todo grupo necesita “aire fresco” para no anquilosarse, no rutinizarse, no agotarse en sus propias formas y logros adquiridos. Sin embargo, llega un Papa que proyecta una imagen muy positiva a ese mundo más alejado de la fe cristiana, y encuentra, entre algunos cristianos, mucha oposición, desconfianza, crítica, desconcierto. Esto resulta bien contradictorio. Estos cristianos no se dan cuenta de que sus formas ya no están convocando y no entienden que es necesario actualizar la fe, hacerla significativa para cada tiempo presente.

Ante el hecho de ir perdiendo fieles y mayor presencia en las sociedades actuales, en lugar de tener esa actitud propositiva de preguntarse qué es necesario cambiar y cómo puede ser más significativo lo que vivimos para el mundo de hoy, muchos parroquianos se “aferran” a aquello que en otros tiempos dio su fruto pero que ya no dice demasiado. Entonces sueñan con aquellas parroquias donde había procesiones, adoraciones, mujeres con la cabeza cubierta, inciensos, novenas, velas, genuflexiones, incluso algunos siguen añorando la misa en “latín” (como si la misa fuera un espectáculo para asistir y no un acontecimiento para vivir y entender lo que se dice) y refuerzan esos modelos antiguos y se sienten orgullosos de practicarlos. Se creen que están siendo más fieles o piadosos y se sienten más seguros de estar cerca de Dios. Y, por parte de los párrocos, también cierto tipo de ceremonias les hace parecer más importantes, se hacen el centro de la celebración y da la impresión que de esa manera se sienten más apropiados de su ministerio. Por supuesto, hay gente que se siente atraída por esas formas externas y, entonces, parroquianos y clérigos las refuerzan. Pero esto no es suficiente para una vitalidad eclesial.

Otros se aferran a las normas morales, llámase aborto, eutanasia, matrimonio igualitario e, incluso, lo de la bendición a parejas del mismo sexo que causó tanto revuelo hace unos meses. Y organizan marchas, procesiones, protestas para atacar esas realidades que dicen están acabando con la fe.Pero, esas mismas personas que levantan la voz sobre estos temas, se muestran contrarios a la paz, al diálogo, a los programas sociales, a la defensa de los más vulnerables, a la justicia social. Se les ve en las marchas en contra de todo lo anterior. Y no faltan clérigos que desde el pulpito llaman a desacreditar todos los esfuerzos por la construcción de la paz. Por supuesto no han leído la Encíclica Fratelli tutti de Francisco (2020) que aboga por la dimensión de hermandad que hace posible el mundo soñado por Jesús en su anuncio del reino.

El evangelio no es para vivir una fe “intimista”, alejada del compromiso social. No es para vivir “el ojo por ojo, diente por diente”, sino para perdonar 70 veces 7 y estar dispuestos a “volver a empezar” todas las veces que sea necesario en pro de un mundo mejor

El evangelio no es para vivir una fe “intimista”, alejada del compromiso social. No es para vivir “el ojo por ojo, diente por diente”, sino para perdonar 70 veces 7 y estar dispuestos a “volver a empezar” todas las veces que sea necesario en pro de un mundo mejor. No es para aferrarse a las formas externas sino para dejar que el Espíritu “renueve la faz de la tierra (Salmo 104, 30) y “haga nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). El magisterio del papa Francisco -sus exhortaciones y encíclicas- traen un mensaje renovado, unas perspectivas mucho más integrales e integradoras, mucho más comprometidas con la vida -lo que en verdad le interesa a Dios- y no tanto con el “culto” que parece que es lo único que interesa a algunos círculos creyentes. En fin, sea lo que sea, el que ahora haya menos miembros en la Iglesia no es porque Dios no esté convocando, es porque nosotros no somos capaces de “refrescar” la vida, la fe, la esperanza, el amor. Si dejáramos entrar al espíritu de Jesús, con certeza, se renovaría la faz de la Iglesia y así muchos podrían ver una Iglesia que apuesta por la vida y, la vida de todos, “sin miedo a herirse, mancharse, equivocarse” (Evangelii Gaudium n. 44).

 (Foto tomada de: http://colmena.ec/2015/12/26/el-lujo-de-vivir-en-ciudades-con-aire-puro/)

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“¿Cómo salvar de nuevo la civilización occidental?”, por Hna. Joan Chittister

Viernes, 21 de junio de 2024
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“Si queremos recuperarnos de los sistemas retorcidos y deformados que actualmente se hacen pasar por Iglesia y Estado”

“Los barcos que se hunden no son difíciles de identificar. Puedes observar su largo, lento y laborioso declive a medida que la popa comienza a desaparecer y la proa, la cabeza del barco, se vuelve inútil”

“Los Gobiernos y las Iglesias declinan exactamente de la misma manera: primero la gente empieza a soltar amarras, a desaparecer; luego, los dirigentes pierden importancia”

“El colapso es obvio e inmanente. Lo que resulta difícil de entender es por qué instituciones antaño grandiosas empiezan a hundirse de repente. Aún más desconcertante es la noción de que nada podría haberse hecho para detener la implosión”

La verdad es que toda gran debacle social empieza en nosotros, en las personas que miramos hacia otro lado mientras sucede, que permitimos que prevalezcan las actitudes que la alimentan

(Global Sisters Report).- Los barcos que se hunden no son difíciles de identificar. Puedes observar su largo, lento y laborioso declive a medida que la popa comienza a desaparecer y la proa, la cabeza del barco, se vuelve inútil. Se ve que ya no avanza hacia el viento. Sabes que ha perdido el control de sí mismo.

Lo interesante es que los Gobiernos y las Iglesias declinan exactamente de la misma manera: primero la gente —el cuerpo de la institución— empieza a soltar amarras, a desaparecer; luego, los dirigentes pierden importancia.

El colapso es obvio e inmanente. Lo que resulta difícil de entender es por qué instituciones antaño grandiosas empiezan a hundirse de repente. Aún más desconcertante es la noción de que nada podría haberse hecho para detener la implosión en primer lugar.

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Las causas probables de tal declive son también muchas, por supuesto: el entorno, tal vez; el colapso sistémico, probablemente; y seguramente la tensión interna que llega con el tiempo a todos los sistemas y estructuras a los que se ha permitido que se volvieran artríticas con el tiempo, que se dieran por sentadas con el tiempo, que se aletargaran con el tiempo.

“Los Gobiernos se hunden. También las Iglesias pierden el rumbo. Entonces, ¿cómo es que permanecemos impasibles mientras nuestras instituciones se marchitan y nuestro valor se encoge?”

Pero sea cual sea la causa del naufragio, es esencial recordar que no solo desaparecen las instituciones. Las personas que dependían de ellas también se hunden con el barco: su confianza en él se pierde, su inconsciencia del peligro que los barcos encarnan de forma natural se pasa por alto, su sensación de seguridad eterna se hace añicos. Hasta que sucede lo imposible y la fragilidad de la vida se reafirma. Una y otra vez. De siglo en siglo.

Los Gobiernos se hunden. También las Iglesias, pecando tanto como salvando, pierden el rumbo. Entonces, ¿cómo es que permanecemos impasibles mientras nuestras instituciones se marchitan y nuestro valor se encoge? No es culpa nuestra, argumentamos. La causa está fuera de nosotros, en la propia institución, decimos. No en nosotros.

Nos equivocamos. La verdad es que toda gran debacle social empieza en nosotros,en las personas que miramos hacia otro lado mientras sucede, que permitimos que prevalezcan las actitudes que la alimentan.

Hoy, en una época de convulsión gubernamental, quiero explorar esta cuestión de la quiebra institucional, pero desde una perspectiva formada hace más de 20 siglos y la visión del hombre que se propuso restaurar el corazón de la empresa humana.

En el siglo VI, Roma —la invencible— empezó a desmoronarse desde dentro hacia fuera. Las legiones romanas, cimiento del poder político del imperio, habían absorbido los recursos de las colonias y, al dejar de ganarse el sustento, estaban agotando a la propia Roma. Los ricos se habían vuelto disolutos. Los pobres estaban desamparados y desesperados. Los inmigrantes de la frontera —extranjeros— empezaban a afluirhacia Roma, no para destruirla, sino para compartir sus riquezas.

Tenían emperadores empeñados en ampliar el imperio y papas cuya mayor preocupación era establecer la preeminencia papal. Entonces, ¿quién estaba allí para invertir esta carrera hacia el fondo de uno de los mayores imperios que el mundo había conocido?

IMG_5402San Benito, Francisco de Zurbaran. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York

La respuesta era tan improbable como el problema. Un joven estudiante, Benito de Nursia, desilusionado por la baja condición moral de la tan proclamada Roma, le dio la espalda al sistema. Abandonó los estudios. Dejó la escuela antes que comprometerse con los objetivos y los valores desecantes de un lugar que había dilapidado su riqueza y su propósito en sí mismo. En lugar de perseguir las prioridades de la sociedad de entonces, empezó a enseñar otra forma de vivir.

Benito formó pequeñas comunidades y, en un mundo en el que el poder y el acoso, la avaricia atroz y el individualismo patológico, el autoritarismo y el narcisismo dejaban atrás el sentido de comunidad, enseñó que el orgullo es el defecto básico del sistema humano. La humildad, piedra angular de la sociedad, de la civilización y  del orden social, enseñó, es su correctivo.

Basó su regla de vida en 12 principios de humildad que, según dicen los historiadores hasta el día de hoy, salvaron la civilización occidental.

Son esos principios de vida los que necesitan ser revisados en nuestro tiempo si la Iglesia o el Estado pueden guiar al mundo a través del egocentrismo de la sociedad de nuestro tiempo.

“Si queremos recuperarnos alguna vez de los sistemas retorcidos y deformados que actualmente se hacen pasar por Iglesia y Estado, debemos empezar a examinar los supuestos y actitudes que estamos permitiendo que se cuelen en nuestras instituciones y, lo que es peor, en nuestras propias almas”

Desde mi punto de vista, son esos 12 principios de vida —el reconocimiento de mi lugar en el universo, la necesidad de sabiduría más que de poder, la autorrevelación más que el engrandecimiento propio, y las relaciones correctas— los que se necesitan urgentemente ahora. Si queremos recuperarnos alguna vez de los sistemas retorcidos y deformados que actualmente se hacen pasar por Iglesia y Estado, debemos empezar a examinar los supuestos y actitudes que estamos permitiendo que se cuelen en nuestras instituciones y, lo que es peor, en nuestras propias almas.

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Son esos principios los que empezaré a examinar, uno a uno estas próximas semanas, en lo que se ha convertido en un mundo altamente polarizado —y que se hunde— a nuestro alrededor. Tal vez si pudiéramos descubrir lo que está socavando nuestros mejores esfuerzos, podríamos al menos detener nuestra actual caída a las profundidades.

Traducido por Magda Bennásar

Fuente Religión Digital

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Xabier Pikaza: “La Iglesia nace especialmente de la interacción de Jesús con sus amigas y compañeras, mujeres marginadas”

Lunes, 17 de junio de 2024
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IMG_5180El gran biblista español publica ‘Compañeros y amigos de Jesús‘ (Sal Terrae)

“La Iglesia nació por clari-videncia y amor  de esas mujeres, que abandonan la tumba cerrada de Jerusalén y van a Galilea, para encontrar allí al verdadero Jesús que les espera por haberle amado, por haber sido amado por ellas”, sostiene en ‘Compañeros y amigos de Jesús’

“Pablo entró en la Iglesia como catalizador y fuente de comprensión unitaria del mensaje y seguimiento de Jesús, entendidos desde su muerte”

“La primera iglesia de las mujeres, antes de Pablo, no tenía catecismo doctrinal, único e impositivo, como el de la Iglesia Católica del año 1992, pero en su conjunto todo el NT es un mensaje y catecismo  básico de libertad y gratuidad”

“La iglesia nace de la interacción de Jesús  con sus compañeros y amigos, especialmente con sus amigas y compañeras, mujeres marginadas, en medio de un mundo de excluidos, pobres, enfermos, desclasados….”

“La iglesia es una guía, camino y comunidad de compañeros/amigos de Jesús que son triunfadores precisamente por haber sabido perder con/por amor. Entender eso ha costado años, los años que median entre Jesús y Pablo

Es, sin duda, uno de los más prestigiosos biblistas  del mundo, pero Xabier Pikaza(Orozco, 1941) no se lo cree demasiado ni presume de ello. Con una quincena de grandes libros a sus espaldas ha marcado toda una época en la exégesis católica. Y, para ser fiel a sí mismo y a sus ideas, tuvo que sufrir y hasta dejar, junto a su amigo Senén Vidal, la Pontificia de Salamanca, donde ambos enseñaban. Hace 40 años, los dos jóvenes investigadores y amigos tenían un plan: “Estábamos planeando los siguientes trabajos, él sobre textos del NT, yo sobre la iglesia. Pero murió a los dos años (2016) y me dejó a solas con 2000 páginas locas sobre el origen de la Iglesia según el NT. Y de allí, al cabo de ocho años de revisión ha nacido ese libro, ‘Compañeros y amigos de Jesús’ (Sal Terrae)”.

O dicho de otra forma, “ofrecer una visión de conjunto de la iglesia, a partir del NT, tomando como clave la experiencia pascual de las mujeres”. Un libro que era una deuda pendiente con Senén, su amigo, con Mabel, su amor, y con tantas mujeres olvidadas y marginadas en la historia de la Iglesia. Y hasta me atrevería a decir con RD. Con nosotros estuvo desde los inicios, hace 25 años y sigue siendo uno de nuestros mayores activos. Gracias por todo, hermano.

Aquí está tu nuevo libro: ‘Compañeros y amigos de Jesús’ (Sal Terrae). ¿Cuántos van?

Unos cuantos, según se cuenten. Puedes poner una docena de libros básicos y dos o tres de repeticiones y reinterpretaciones, sobre temas convergentes: Teoría de la religión, tratados sobre Dios, comentarios de Biblia, historia y sentido de la iglesia, espiritualidad, cuatro diccionarios (sobre Dios, Biblia, Religiones, Teólogos…) El tema no es la cantidad, sino la calidad, novedad y oportunidad, que quizá es menor que la cantidad.

En la dedicatoria dices: “Para Mabel, amiga de Jesús” ¿Y el amor de tu vida?

Mabel forma parte del básico de compañeros y amigos de Jesús… Me gustaría decir que también yo soy, como ella con ella, de esos amigos-compañeros-hermanos de Jesús, de los que habla su discípulo “amado” (Jn 15, 1) y el evangelio de Marcos (3, 31-35). Pero eso tendrán que decirlo ellas y otros que me conocen. Por mi parte me limito a repetir lo que dijo Pablo en 2 Timoteo: Quiero culminar con Jesús mi “carrera”.

¿Cómo definirías esa carrera de la iglesia en la que has estado y sigues? ¿Cuál es la visión de iglesia que ofreces en este libro? ¿Qué tesis es la que defiendes?

Quizá pueden “resumirse en cuatro”, como decíamos Senén Vidal y yo, hace cuarenta años, antes de dejar, los dos juntos, la Universidad Pontificia de Salamanca. Me acaban de hacer otra entrevista sobre el tema, y para no perderme en ideas generales he resumido en cuatro nuestras tesis de entonces, mis tesis de ahora:

 1.     La iglesia no nace de Pablo, ni siquiera de Jesús, ni de Israel, sino que ella es el verdadero pueblo de Israel, humanidad de Dios en camino, en comunión con todos los pueblos de la tierra. También los judíos rabínicos dicen que ellos son iglesia, comunidad de compañeros y amigos de Dios, en la línea de Moisés y los profetas y rabinos, sin negar en principio a Jesús, pero sin fijarse en él, pues no parece una piedra necesaria para el edificio de su templo (cf. Sal 118, 22; Mc 2, 10-11; Hch 4, 119).

2.     La iglesia no es Jesús por aislado, sino Jesús con compañeros, amigos y hermanos, en ejercicio de diálogo, encuentro y comunión de vida, unos con y contra (pero, al fin, en comunión con otros, y con todos) y con otros, varones y mujeres, encuentro de vida,  de seres humanos, de vivientes,  que se dan vida unos a otros, superando así la envidia, la lucha, la muerte, a través del Dios que se manifiesta por Jesús como amor que muere en los demás, resucitando en ellos.

3.     La iglesia nace del fracaso de Jesús Mesías como “cristo” superior de ley o guerra, rabino triunfante, celota militar victorioso.  La iglesia no nace de un triunfo militar, político o económico de Jesús, sino de su fracaso en amor y por amor. No nace de imponer, sino de dar vida, como Dios (por Dios, en Dios). Jesús ha sido el “hombre de Dios” (ser humano, representante de todos los humanos, mujeres y varones) que triunfa perdiendo, como víctima universal, al servicio de todos. Pablo dijo en esa línea la palaba clave: … El Mesías ha muerto (1 Cor, 15, 3-4). F. Nietzsche d rá más tarde “Dios ha muerto”, pero esa es una palabra engañosaLa verdad más honda es que Cristo ha muerto como Dios de imposición, como víctima crucificada, y que así, como víctima de la violencia de los hombres, muriendo por ellos, ha podido ofrecerles vida de Dios. De esa entrega/fracaso del mesías, que muere por amor y para bien de todos, nace la Iglesia israelita, cristiana y humana, abierta a toda la humanidad.

4.     La iglesia es una experiencia de “resurrección” de Jesús en aquellos que acepan su mensaje y camino, a partir del mensaje de unas mujeres, especialmente de tres (las tres Marías). Las mujeres descubren que Jesús no es Cristo de Dios y fundador de Iglesia a pesar de haber muerto, sino precisamente por haber muerto ofreciendo y compartiendo su vida en amor por todos y revelando de esa forma al Dios verdadero, que no es poder sobre los hombres, sino amor y vida en ellos. En ese sentido, la iglesia es  una experiencia básica de resurrección: De otros nacemos, para  otros y con otros vivimos, en ellos resucitamos, triunfando así sobre la muerte.

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Según eso, la iglesia la crearon unas mujeres, que creyeron en Jesús….

Nació por clari-videncia y amor  de esas mujeres, que abandonan la tumba cerrada de Jerusalén y van a Galilea, para encontrar allí al verdadero Jesús que les espera por haberle amado, por haber sido amado por ellas.  Ellas, como son signo de toda la humanidad, varones y mujeres, fueron las primeras madres, hermanas, amigas y compañeras de la iglesia, como dice Marcos 3,21-35. Así descubrieron y formularon, a partir de Jesús, la experiencia de la nueva humanidad que nace de la vida transmitida y compartida en conocimiento y palabra,  en comunión de amor que pervive a través de la muerte, por encima de la muerte. Esa es la verdad y vida de Jesús,  presencia de Dios (Dios hecho hombre, humanidad) en la historia de los hombres.

¿Cómo se abrió ese camino? ¿Cómo se expresó esa historia?

No es fácil precisarlo en forma de crónica pura, de hechos externos, y no hay una sino varias historias, contadas de maneras convergentes… Ésta es la historia que proclaman Marcos y Pablo, Mateo y Lucas, el Discípulo Amado y Tomás…. Los primeros años de la iglesia (30-40 d.C.) fueron de “caos creador” (con el Espíritu de Dios anidando sobre las aguas conforme al modelo de Gen 1-2, del Cantar de los Cantares y los Salmos y finalmente de Mc 1, 9-11). En esos años clave se produjo, un abanico riquísimo de experiencias y caminos de seguimiento de Jesús, partiendo de las mujeres de Galilea (con los Doce, con grupos de creyentes “helenistas”, parientes legales de Jesús, proto-gnósticos, como cuenta de una forma precisa y fundante el “evangelio” pentecostal de Hechos 1, 14-14).

Según eso, en principio, no hay una, sino varias iglesias, en comunión o sínodo constante…

Hay una, la única iglesia de Jesús, en varias iglesias, porque la unidad no es aislamiento y exclusión, sino comunión, pues allí donde sólo hay uno no hay ninguno. Del principio sin principio de Dios no surge el “uno”, sino la comunión de las iglesias… Cuando  Pablo se hizo cristiano, en el camino de Damasco  ya había varias iglesias que eran una, como él cuenta de manera muy precisa en sus cartas, sobre todo en 1 Corintios. Pablo entró a formar parte de una iglesia donde estaban ya Pedro y los Doce, con los hermanos/parientes de Jesús, con otros grupos de “apóstoles” y comunidades extensas de 500 hermanos. Así lo cuenta en 1 Cor 15, 3-8.

Pero no incluye  en ese pasaje a las mujeres, con María Magdalena, ni a la madre de Jesús con Salomé, que forman, como has dicho en algún sitio “la trinidad femenina del principio de la Iglesia”

Gracias por la cita, pero los principios-principios nos desbordan siempre. Cuando una nueva realidad nace no está ya al principio, en lo que los cabalistas llamaban “en sof” (aquello que no puede decirse ni contarse, el infinito…). Cuando la nueva realidad se ve y puede contarse ya son “varias realidades en comunión”. Cuando llegamos al principio, lo importante (las mujeres con Jesús) ya ha pasado. Por eso, las primeras mujeres del principio de la iglesia quedan siempre veladas…. Todo procede de ellas, pero a ellas no se las puede contar…, como vemos no sólo antes de Pablo (1 Cor 15, 3-8), sino antes Pedro, como dice de manera tajante Marcos 16, 1-18.

A pesar de esto, tú quieres hablar de la iglesia antes de Pablo… ¿No te parece imposible?

En un sentido es imposible, pero lo imposible es lo importante. De eso he querido tratar, de la iglesia de Jesús y de sus primeros compañeros y amigos,  antes de que se pudiera hablar más en concreto de Pedro y de Pablo.

Aquí  me he fijado más en Pablo porque es la figura más conocida y estudiada de la iglesia primitiva. Yo mismo había querido escribir una redacción anterior de este libro titulada: La Iglesia antes de Pedro. Pero no me salía, y por eso la dejé a un lado.  Tampoco pude escribir una iglesia antes de las mujeres, pues antes de ellas no hay “iglesia que se cuente”. Ellas hacen “cosas”, hacen todo, pero no se paran a contarlo. Me he fijado en Pablo, y por eso he podido escribir ese libro y titularlo “la iglesia antes de Pablo?

¿Cómo entró Pablo en la Iglesia?

De un modo “genial”, si me permites utilizar esa palabra. Entró como catalizador y fuente de comprensión unitaria del mensaje y seguimiento de Jesús, entendidos desde su muerte. Un amigo que ha leído el manuscrito de este libro me ha dicho: Tu Pablo ha entrado en la iglesia como un elefante en una cacharrería… Sí, como un elefante, o quizá mejor como un “camello” (Pablo era constructor de tiendas de campaña para camelleros). Entró como elefante/camello, pero aprendió, cambió…

Así pudo hacerlo porque, en la línea de las mujeres de la tumba vacía y de Galilea, él descubrió y dijo que la muerte de Jesús como Cristo fracasado de Israel era experiencia y principio de resurrección, presencia de Dios que da/regala su vida por los hombres, muriendo así y resucitando en ellos, De esa forma fue el primer teólogo de la iglesia, pero no por “crear los datos” (inventar la iglesia), sino por interpretarlos de un modo unitario, coherente, en el lugar de cruce de la cultura/vida judía y de la cultura/vida helenista. Con Pablo he terminado este libro, de un modo abierto, como diciendo “seguirá”.

No sé si entiendo bien lo que me dices. Resúmeme lo que has dicho

Quizá las cinco “tesis” anteriores  pueden resumirse en tres. (a) La iglesia sigue siendo Israel, con los profetas y el Cantar, con los Salmos, el Kohelet y Job, todo Israel tal como ha sido revivido y recreado por Jesús. (b) La iglesia nace de la interacción de Jesús  con sus compañeros y amigos, especialmente con sus amigas y compañeras, mujeres marginadas, en medio de un mundo de excluidos, pobres, enfermos, desclasados…. (c) La iglesia es, según eso, una comunidad que nace del diálogo de Jesús con una serie de amigas y amigos, un diálogo que se intensifica tras la muerte de Jesús, ajusticiado por los poderes establecidos.

Eso me parece más claro. Volvamos al principio ¿Qué hay de Senén Vidal en este libro tuyo?

Muchísimo. Está sobre todo nuestro plan de jóvenes investigadores y amigos, que queríamos ofrecer una visión de conjunto de la iglesia, a partir del NT, tomando como clave la experiencia pascual de las mujeres. Esa era una idea clave de Senén. Un movimiento como el de Jesús no pudo nacer de una “clase” de letrados varones, sino de la “autoridad de la vida” que recogen la gran tradición de Israel y la de Jesús, mejor que los varones, partiendo de la función de Eva en el Génesis y en especial de las mujeres ejemplares de Israel,  como la Sabiduría de Proverbios y la Sulamita  del Cantar.

Eso no se suele decir… ¿No te parece muy nuevo?

Es muy nuevo para algunos, pero es bien conocido para muchos No se suele decir en círculos de poder de varones, pero es un tema esencial  de los libros sapienciales de Israel, y de la primera tradición cristiana… Ciertamente,  Pablo es esencial para la iglesia, pero viene en un segundo momento, lo mismo que Pedro y otros varones (Discípulo Amado, Tomás, Jacobo el hermano de Jesús…). Los varones vienen en un segundo momento, cuando las claves de la iglesia ya están instituidas. Por eso he titulado este libro “la iglesia antes de Pablo”, aunque podría haberlo titulado, quizá mejor “la iglesia antes de Pedro.

De eso tendríamos que hablar más…. No sé si éste es el momento de hacerlo. Tú dices en este libro que Jesús era “campesino sin campo, agricultor sin agro, hombre del común… marginado, pero no resentido”…

Ésa es una frase “retórica”. Es cierta, pero debe matizarse. El ideario de un tipo de pueblo de Israel está vinculado a campesinos con campo y a pastores con pasto… Pero en tiempo de Jesús (I d.C.) ese modelo de buenos propietarios se había roto y Jesús tuvo que crear un movimiento de humanidad (reino) donde cupieran (fueran esenciales) los desclasados (pobres, enfermos, “posesos”, pecadores oficiales, víctimas de la sociedad dominantes…

Sigues diciendo: “El grupo de Jesús no necesita letrados y, si los hubiere, no serían por ello superiores a los otros”. ¿Y qué pasó después y sigue pasando hoy con los clérigos?

En aquel momento (tras la federación de tribus y los reinos de Samaría y Jerusalén, con la comunidad del templo) estaba naciendo un nuevo judaísmo como federación de sinagogas, con una generación espléndida de letrados,  sobre todo de línea farisea, que desembocaron en el nuevo Israel de la Misná  y del Talmud, que ha subsistido hasta hoy.

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“Un nuevo modo de ser Iglesia”, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 7 de junio de 2024
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iglesia-puebloDe su blog Punto de Encuentro:

Mi amigo Juanjo Irala me recuerda y comparte una noticia que apareció en la revista diocesana de Bizkaia (Alkarren barri) en noviembre de 2021. ¿Y dónde está la novedad en mayo de 2024? Pues sencillamente, en que dicha noticia resulta más actual si cabe que entonces. Voy a explicarme:

Dicha reseña informaba del paso por Bilbao de Rafael Luciani, miembro de la Comisión Teológica del Sínodo de la Sinodalidad, invitado por el Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bizkaia para la conferencia inaugural del curso pastoral 2021-2022. Lo que mantiene su actualidad es que centró su disertación en la necesaria “conversión personal de las mentalidades” junto a la necesaria “conversión de las estructuras” eclesiales “para que la participación y corresponsabilidad de todos pueda ser efectiva y no solamente afectiva”. Conversión necesaria de las actitudes y las instituciones.

Noticia es también que las dos páginas que trataban del tema han pasado más bien desapercibidas, en cuanto al avance en la construcción de ese nuevo modo de ser Iglesia. Luciani desgranó los principales significados que supone esta formidable apuesta del Papa Francisco por una Iglesia renovada, en medio de tantas reticencias y ausencia de liderazgo que el Papa pidió a los obispos en el interregno hasta octubre, cuando se celebre el Sínodo de la Sinodalidad. Se ha estancado la reforma principal, la del corazón, para que sea efectiva la reforma institucional consiguiente.

Ahí van las pistas sinodales que dejó entonces Rafael Luciani, que se me antojan más acuciantes ahora que en 2021:

  1. Renovada recepción del Concilio Vaticano II. La sinodalidad va más allá de una reorganización estructural. Apunta también a cómo queremos caminar, a la manera de comunicarnos, las dinámicas organizativas y repensar las estructuras eclesiales.
  2. Nuevo modelo institucional de Iglesia. En este reto debemos participar todos y todas.
  3. Otro modelo de ser, de vivir y de operar en la Iglesia: responde a una espiritualidad que debe calar en las actitudes en el modo de operar en la Iglesia. Lleva implícita una dinámica de reaprender.
  4. Reforma de las estructuras eclesiales: el modelo clerical institucional es un problema sistémico estructural. Estamos ante una patología del poder eclesial.
  5. La corresponsabiliad pasa a ser esencial, y no auxiliar. Se recupera el concepto de entender el Pueblo de Dios como totalidad. En consecuencia, todos tendremos deberes y derechos por el Bautismo a partir de consensos y de la mutua comprensión entre diferentes.
  6. La escucha recíproca. También aquítodos tenemos algo que aprender.
  7. Repensarnos desde nuestra realidad teológica y cultural local. Existen 3 maneras de construir sinodalidad en lo local: a) La escucha comunitaria de la palabra y la celebración de la Eucaristía. b) Adaptación de las estructuras para avanzar hacia la sinodalidad. c) Consulta en las parroquias para discernir y tomar decisiones.
  8. Tomarnos en serio que la Iglesia pertenece a todo el pueblo de Dios. La autoridad, pues, de servicio, que debe ser ejercida en el marco de la sinodalidad para una Iglesia fecunda y unida.

Releo los contenidos y, efectivamente, parece inexplicable que semejante llamada en 2021 parezca casi novedosa a mediados de 2024. Fue en Bizkaia, pero podía haber sido en cualquier otra diócesis. Pues que estas reflexiones sirvan para dar pasos hacia la sensibilización que propicie otro modo de ser y vivir eclesial. Nos jugamos la evangelización, también en lo local.

No hay mejor noticia, me parece, que podamos trabajar en el marco de la fiesta de Pentecostés.

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“Quienes se dicen creyentes y rechazan al extranjero, se autoexcluyen de la Iglesia”

Miércoles, 5 de junio de 2024
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IMG_4993Enrique Abad, consiliario de la HOAC y ponente en el III Seminario Monseñor Antonio Algora

El Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal ha organizado para el sábado 25 de mayo el III Seminario Monseñor Antonio Algora sobre “La pastoral del Trabajo en el acompañamiento a las personas migrantes”

En este encuentro intervendrá Enrique Abad Domenech, consiliario de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), quien presentará la ponencia “Acoger, proteger, promover e integrar a la persona migrante y refugiada, un reto para la Iglesia

Preguntado por lo que siente al conocer noticias acerca de personas creyentes que rechazan al extranjero indica que “yo creo que se autoexcluyen de la propia Iglesia y, sobre todo, se excluyen del reino de Dios, porque Jesús tiene una actitud muy clara al respecto puesto abandona su condición y asume la humana. Su postura es diametralmente opuesta a lo que algunos creyentes asumen ahora como posición contra la migración y contra los migrante. No es propio de un cristiano”

(NoticiasObreras).- El Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal ha organizado para el sábado 25 de mayo el III Seminario Monseñor Antonio Algora sobre “La pastoral del Trabajo en el acompañamiento a las personas migrantes”. En este encuentro intervendrá Enrique Abad Domenech, consiliario de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y durante más de diez años ha sido el director del Secretariado de Migraciones de Orihuela-Alicante, quien presentará la ponencia “Acoger, proteger, promover e integrar a la persona migrante y refugiada, un reto para la Iglesia”.

En declaraciones a Noticias Obreras destacó que buena parte de su intervención estará dedicada a reflexionar sobre la exhortación pastoral Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con migrantes, aprobada por la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal en marzo y hecha pública el pasado 6 de mayo.

Es un documento muy interesante porque propone que las comunidades cristianas seamos no solo acogedoras, sino misioneras, por lo que debemos apostar y acertar en una pastoral con las personas migrantes y no, específicamente, para las personas migrantes”, indica este sacerdote alicantino.

Bulos contra los migrantes

Una de sus preocupaciones es que a veces damos por supuesto determinadas cuestiones, como que la migración es un fenómeno de hoy en día, “ya que ha sido una constante en la humanidad”, o que el rechazo a la persona migrante corresponde solamente a la derecha política, “cuando la actualidad nos dice lo contrario, como los movimientos que observamos entre sectores de la clase obrera ante las próximas elecciones al Parlamento Europeo”. Y muestra de ello “es que se expresa en bulos, en acciones y realidades en contra de la realidad migratoria, incluso de personas sensibles a los problemas sociales, por lo que eso no lo podemos obviar de ninguna manera”.

El reciente documento de la Conferencia Episcopal actualiza el del año 2007, La Iglesia en España y los migrantes, y Enrique Abad considera que ha habido un cambio sustancial en cómo se percibía en los ambientes eclesiales este fenómeno. “Creo la aportación del papa Francisco ha sido determinante, ya que habla de una pastoral con las personas migrantes, no para ellas, una realidad que hay que atender. Y esto tiene una fundamentación teológica, creo yo, fundamental. Y es que esta persona migrante es imagen de Dios, redimida por Jesucristo y, como cualquier persona humana, forma parte del reino de Dios. Un reino de Dios que ya ha comenzado y que ya está”.

A su juicio, “no tenemos que ir a decirles lo que tienen que hacer o cómo lo tienen que hacer, sino que debemos propiciar que sea desde ellos mismos, con una acogida bien hecha, no paternalista, sino gestora de la propia realidad. La acogida no tiene por qué ser un abrazo que constriñe, que aprieta, sino que debe ser siempre liberador y con una gran apertura, para que ellas mismas sean las que gestionen su propia realidad o su propio proyecto migratorio. Y creo que esto es novedoso en la pastoral de migraciones. Esta es una visión que asume el documento pero, a mi juicio, no lo termina de concretar muy bien, sobre todo en cuanto a las proposiciones, es decir, por dónde camino. Esto es, trabajar en procesos y por proyectos, sí, pero los proyectos ¿quién los tiene que definir? ¿Los tenemos que definir los secretariados de Migraciones, la Pastoral Obrera…? ¿Quién los tiene que definir? Se trata de un gran reto hacia dentro de la Iglesia y hacia fuera. Porque hay que escuchar más la voz de las personas migrantes, como en las campañas de regularización. Hay que abandonar esa visión paternalista que muchas veces tenemos con respecto a estas personas”.

Para Abad todo este debate se podría resumir en la afirmación de que las personas migrantes son sujetos de evangelización, autónomos y libres, no meramente objetos de ella, porque ya tenemos carta de nacionalidad. La persona migrante no es objeto de evangelización, porque sería incluso una aberración teológica”. Y para ello, este consiliario hoacista recuerda una oración de la liturgia del Adviento que dice “tú, Señor, vienes a nosotros en cada persona, en cada acontecimiento. O sea, los migrantes, los obreros, son personas que se dirigen a nosotros, que vienen a nosotros y con las que nos encontramos. Son sujetos de evangelización. Es decir, presencia viva del Señor para nosotros y, por tanto, tenemos que empezar a tener la conciencia de que el Señor nos está evangelizando y nos está diciendo cantidad de cosas a través de ellos. En definitiva, desde la realidad migratoria es desde donde podemos construir una pastoral sólida de migraciones, una pastoral acogedora y misionera.”

A su juicio, tiene que ser desde esa realidad, o sea, desde esa conciencia, la que adoptemos, para creer que el otro no es menos que yo, sino que siempre es más que yo. Reconoce que, últimamente, “estoy muy condicionado por un pensamiento que creo que en la Iglesia y en la sociedad necesitamos hacer, que no es otro que el de revisar la influencia de ciertos planteamientos del existencialismo en la realidad humana. Lo que nos dice Jean Paul Sartre es que el otro es mi enemigo. Que solo existe y solo piensa por y en contra de mí. Considero que esa idea hay que superarla”.

Por tanto, “el otro no puede ser mi enemigo, el otro no puede ser el que viene a robarme el trabajo. El otro es quien está sufriendo una guerra o una hambruna… El otro no es mi enemigo, no es mi depredador. Ese otro es mi hermano, el otro es el hijo de Dios, sea creyente o no… Es presencia viva de Dios. Esa es la mentalidad que tenemos los cristianos. Yo no sé si es ingenua pero, en todo caso, el más ingenuo de todos habría sido Jesucristo”.

Actitudes impropias de un creyente

Preguntado por lo que siente al conocer noticias acerca de personas creyentes que rechazan al extranjero indica que “yo creo que se autoexcluyen de la propia Iglesia y, sobre todo, se excluyen del reino de Dios, porque Jesús tiene una actitud muy clara al respecto puesto abandona su condición y asume la humana. Su postura es diametralmente opuesta a lo que algunos creyentes asumen ahora como posición contra la migración y contra los migrantes, incluso con consignas ofensivas. Eso no es propio del reino de Dios. No es propio de un cristiano. Esas actitudes no son propias de un creyente”.

Y frente a los mensajes simplistas, como decir que si regularizamos vamos a abrir las puertas a todo el mundo, Enrique Abad destaca la expresión que aparece en el documento episcopal acerca de la ciudadanía universal, un concepto que va más allá que el de la nacionalidad. “Que las fronteras, por fin, sean algo simbólico, que no sean un obstáculo para que las personas puedan vivir. Y esa carta de ciudadanía es algo muy importante. Yo la defendí tiempo atrás en un foro de cristianismo en Valencia, junto a Joaquín García Roca, en el que hicimos el planteamiento para que en el documento final se pidiera la ciudadanía universal”.

Fuente Religión Digital

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Cómo la teología de Galileo del siglo XVII puede ayudar a la Iglesia a comprender mejor el género hoy

Jueves, 23 de mayo de 2024
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Sin título1IMG_4799La publicación de hoy es del colaborador invitado Craig A. Ford (él/él), profesor asistente de Teología y Estudios Religiosos en St. Norbert College en De Pere, Wisconsin. También forma parte del cuerpo docente del Instituto de Estudios Católicos Negros de la Universidad Xavier de Luisiana, el único colegio o universidad católica históricamente negra (HBCU) del país. Escribe sobre temas en la intersección de género, raza, sexualidad y la tradición moral católica. Craig habló recientemente como parte del panel del Ministerio New Ways,“What Dignitas Infinita Ignored: Perspectives on LGBTQ+ Dignity,”  (“Lo que Dignitas Infinita ignoró: Perspectivas sobre la dignidad LGBTQ+”, que está disponible aquí.

Hace apenas unos cuatro meses, escribí un artículo titulado Our New Galileo Affair (“Nuestro nuevo asunto Galileo”) que se publicó en la revista de teología Horizons. El núcleo de su argumento era este: las acciones tomadas hoy por parte del Vaticano relacionadas con la orientación sexual y la identidad de género se parecen, de manera incómodamente análoga, a las declaraciones y acciones oficiales tomadas por el Vaticano en el siglo XVII contra el astrónomo Galileo Galilei. Las acciones tomadas contra Galileo se encuentran entre las más vergonzosas en la historia de la Iglesia. Galileo fue condenado como hereje porque creía (con razón, como sabemos ahora) que el sol se encuentra en el centro de nuestro sistema planetario, mientras que la Tierra y todos los demás planetas giran alrededor de él. El Vaticano no debería volver a cometer en el siglo XXI los mismos errores que cometió en el siglo XVII.

Muchos de nosotros estamos familiarizados con la condena injusta de Galileo, pero quizás menos familiar sea su argumento teológico extremadamente perspicaz. Este argumento teológico era necesario mientras la ciencia aún estaba en desarrollo para convencer a otros de por qué sería imprudente que el Vaticano condenara prematuramente el heliocentrismo. Esto no sería tarea fácil, ya que (1) el modelo dominante en ese momento, el sistema geocéntrico de Ptolomeo, con la Tierra en el centro del sistema planetario, fue ampliamente aceptado como modelo científico, y dado que (2) mucha gente creía ese geocentrismo estaba respaldado por las Escrituras (por ejemplo, Eclesiastés 1:5 y Josué 10:12-13). Galileo tuvo que presentar su argumento teológico tanto contra la ciencia aceptada de la época como contra lo que se consideraba la revelación de Dios en las Sagradas Escrituras.

Basándose en la autoridad de San Agustín, el teólogo más influyente del mundo cristiano occidental, Galileo esencialmente argumentó dos cosas. Primero, que la ciencia y la revelación son dos caminos hacia una verdad singular sobre el mundo que Dios creó. Entonces, al final del día, no pueden contradecirse. Y en segundo lugar, en los casos en los que la ciencia está subdesarrollada y puede parecer contradecir las enseñanzas de la Iglesia históricamente establecidas, el camino prudencial nos indica que no menospreciemos preventivamente el proceso científico. En cambio, la prudencia aconseja paciencia. Agustín lo dijo de esta manera:

En asuntos que son oscuros y están mucho más allá de nuestra visión… a veces son posibles diferentes interpretaciones sin perjuicio de la fe que hemos recibido. En tal caso, no deberíamos apresurarnos y tomar una posición tan firme de un lado que, si un mayor progreso en la búsqueda de la verdad socava con razón esta posición, nosotros también caeremos con ella”. (Agustín, La interpretación literal del Génesis, 1.18.37)

Y Galileo, aplicando el razonamiento de Agustín a su propia situación, se hizo eco de Agustín de la siguiente manera:

Creo que sería apropiado determinar primero los hechos, para que puedan guiarnos a encontrar el verdadero significado de las Escrituras; Se encontraría que esto concuerda absolutamente con los hechos demostrados, aunque prima facie las palabras suenen de otra manera, ya que dos verdades no pueden contradecirse entre sí”. (Galileo, “Carta a la Gran Duquesa Cristina”)

Debido a la resistencia del Vaticano, sabemos que Galileo no fue persuasivo. Hoy, en cuestiones relacionadas con la orientación sexual y la identidad de género, asistimos nuevamente a la resistencia del Vaticano. Basta recurrir a documentos recientes como Dignitas Infinita y Fiducia Supplicans para ver que este es el caso. Pero dado el número de teólogos y filósofos que afirman la existencia y la bondad de la homosexualidad y las identidades trans (y, además, dado el número de científicos que están haciendo lo mismo), creo que aquellos de nosotros que pedimos una aceptación total de nuestros hermanos LGBTQ+ vamos a llegar a serlo. tener razón también. Las vidas y los amores de las personas LGBTQ+ magnifican la luz divina en este mundo; no lo disminuyen .

Al abordar la homosexualidad y la identidad trans, la Iglesia debe aprender una lección de su propio pasado, y tampoco una lección drástica. La lección, como aconsejan Agustín y Galileo, es adoptar una postura de escucha. La Iglesia debería abrazar la “gracia de la duda”, como ofrece Margaret Farley en su ensayo “Ethics, Ecclesiology, and the Grace of Self Doubt.”(“Ética, eclesiología y la gracia de la duda”). Debería abrazar la sabiduría ofrecida por el difunto Richard Gaillardetz en su ensayo Power and Authority in the Church(“Poder y autoridad en la Iglesia: Porque “si la Iglesia es una Iglesia peregrina”, como la vemos descrita en Lumen Gentium no. 46, entonces “sus maestros oficiales deben compartir ese estatus de peregrino”.

En otras palabras, la lección es dejar que continúe el proceso de escuchar y aprender, y dejar de lado las condenas. En su discurso de 1992 sobre el asunto Galileo, Juan Pablo II reconoció que Galileo “había demostrado ser más perspicaz a este respecto que los teólogos que se le oponían”. No se debe menos a la memoria de Galileo, y nada menos a las personas LGBTQ+ cuyas vidas y amores dan testimonio de la bondad del Dios que creó el sol, la luna y las estrellas a las que Galileo dedicó su vida.

—Craig A. Ford, 15 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“¿Qué es lo que falta para una iglesia sin discriminación en razón del sexo? “, por Consuelo Vélez

Viernes, 26 de abril de 2024
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De su blog Fe y Vida:

“Si más mujeres fueran conscientes de su dignidad bautismal, se podría erradicar el clericalismo”

”Comienza a ser políticamente “correcto” que haya mujeres en todos los lugares. Sin embargo, afirmar tanto que a la iglesia le falta la participación de las mujeres puede esconder una afirmación más necesaria: a las mujeres les falta más conciencia de su dignidad personal y bautismal. Y, me parece que aquí, también hay mucho por trabajar”

“¿Qué pasa entonces con las mujeres en la iglesia que consideran “normal”, “mejor”, “voluntad divina”, “no necesario” o no sé que otra razón, ser excluidas en razón del sexo de algunas instancias eclesiales?”

“Algunas responderán que Jesús se encarnó en un varón. Eso es innegable. Pero ¿eso hace que el sexo masculino pueda tener privilegios? Si así fuera, no parecería que Dios respaldara la igualdad fundamental de todos los seres humanos, creados a su imagen y semejanza”

Continuamente escuchamos que a la Iglesia le hace falta la presencia de las mujeres. Pero, al mismo tiempo se dice, que son ellas las que más acuden a la Iglesia, las que realizan muchas actividades pastorales e, incluso, las que más cultivan la espiritualidad y el compromiso social. Se preguntaría uno, entonces, si en verdad a la iglesia le falta la participación de las mujeres.

La respuesta que se da es que falta en los niveles de liderazgo y dirección. Es verdad que, en esos niveles, no solo falta, sino que está ausente casi absolutamente. Por eso el papa Francisco está nombrando a más mujeres en puestos de cierta relevancia en la curia romana y, en otras instancias, se está comenzando a buscar que haya más mujeres en todos los eventos, reuniones, comités, etc., que se propongan.

Comienza a ser políticamente “correcto” que haya mujeres en todos los lugares. Sin embargo, afirmar tanto que a la iglesia le falta la participación de las mujeres puede esconder una afirmación más necesaria: a las mujeres les falta más conciencia de su dignidad personal y bautismal. Y, me parece que aquí, también hay mucho por trabajar. Veamos qué quiere decir lo que acabo de afirmar.

A nivel social, los derechos humanos ponen a mujeres y varones en igualdad de condiciones y la lucha es constante porque eso se reconozca y se cumpla. ¿Qué pasa entonces con las mujeres en la iglesia que consideran “normal”, “mejor”, “voluntad divina”, “no necesario” o no sé que otra razón, ser excluidas en razón del sexo de algunas instancias eclesiales?¿qué pasa con tantas mujeres en la iglesia que sabiendo que por el bautismo tienen la dignidad fundamental de su ser cristiano, no les inquieta, no les molesta, no les duele, el no poder ser mediación de la presencia de Cristo en el servicio sacramental?

Las preguntas podrían multiplicarse: ¿qué pasa con tantas mujeres que defienden el seguir hablando en masculino aduciendo que ellas se sienten incluidas? ¿no se dan cuenta que, si solo se privilegia lo masculino en el lenguaje, lo femenino es invisibilizado? ¿qué pasa con tantas mujeres en la Iglesia que siguen fomentando el clericalismo porque consideran que lo masculino si es mediación divina para orientarlas en su espiritualidad? ¿qué pasa con tantas religiosas que consideran que no hace falta estudiar teología porque creen que eso es para los llamados al presbiterado sin darse cuenta que la labor evangelizadora supone un desarrollo intelectual adecuado a la tarea que llevan entre manos? ¿qué pasa con tantas mujeres en la iglesia que huyen de cualquier pensamiento feminista y les parece que luchar por los derechos de las mujeres les hace perder la aceptación en los círculos eclesiales que frecuentan? ¿qué pasa con tantas mujeres que no se preguntan porque solo tenemos imágenes masculinas de Dios, si varón y mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios?

Algunas responderán que Jesús se encarnó en un varón. Eso es innegable. Pero ¿eso hace que el sexo masculino pueda tener privilegios? Si así fuera, no parecería que Dios respaldara la igualdad fundamental de todos los seres humanos, creados a su imagen y semejanza. Por supuesto la encarnación supuso limitarse a un sexo, a una cultura, a un tiempo, a una lengua, a unas costumbres, a un momento histórico. Pero nada de todas las otras características de la encarnación las aducimos como imprescindibles para hoy ser mediación de Dios. Solamente el sexo masculino perdura en las mentes, imaginarios y decisiones.

Es más urgente trabajar por transformar la conciencia de las propias mujeres para que se valoren como imagen de Dios y no acepten ninguna discriminación en razón del sexo

En definitiva, en la medida que haya más participación de las mujeres en la Iglesia, se irá cambiando el rostro masculino y clerical y los valores e imaginarios se irán transformando poco a poco. Pero es más urgente trabajar por transformar la conciencia de las propias mujeres para que se valoren como imagen de Dios y no acepten ninguna discriminación en razón del sexo. Por supuesto ni todas podemos hacer todo, ni todas se sienten llamadas a todo, pero lo que no se puede aceptar es que sigan existiendo discriminaciones en razón del sexo que pongan un límite al ser mujer en la realización de su ser personal, de su ser bautismal, de su protagonismo y compromiso con la misión evangelizadora de la Iglesia, desde todos los lugares y responsabilidades que todos los miembros de la iglesia están llamados a realizar y, a las que muchas mujeres se sienten llamadas.

Lo que acabo de decir puede parecer obvio para algunos, innecesario para otros, demasiado reivindicativo para unos cuantos, desconcertante para quienes tienen la convicción profunda que las mujeres aportamos aquello que los hombres no tienen y viceversa, pero, en la medida que se desvanece la organización patriarcal y clerical, más claridad tenemos sobre nuestro propio ser y más nos urge que las cosas sean como siempre debieron ser. Si más mujeres fueran conscientes de su propia dignidad bautismal, sería más fácil erradicar el clericalismo y, posiblemente, más rápido la iglesia de Jesús podría dar testimonio de este texto tan conocido de Pablo en la carta a los Gálatas: “no hay judío, ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer porque todos somos uno en Cristo Jesús” (3, 28).

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“Las mujeres siguen a Jesús: memoria y conflicto”, por Carme Soto Varela

Miércoles, 24 de abril de 2024
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IMG_4037El camino sinodal ha puesto en evidencia el malestar de las mujeres tanto por su ausencia en los espacios de liderazgo y toma de decisiones como por el clericalismo y machismo que muchas veces se sufre dentro de los grupos y comunidades en las que se participa”

“Las mujeres somos mayoría en la Iglesia y si embargo seguimos teniendo que pedir ser escuchadas, justificar la legitimidad de nuestro pensamiento teológico o que se reconozca nuestra adultez en la fe sin paternalismo ni sospechas”

“Ya no basta con apelar a la paciencia, a la humildad o a la entrega. Es tiempo de cambiar estructuras y procedimientos, pero también la mirada y el corazón. Es tiempo de posibilitar espacios inclusivos donde varones y mujeres nos reconozcamos mutuamente autoridad en el anuncio de Buena Noticia, nos respetemos en igualdad y nos impulsemos mutuamente en el compromiso y en la fe. Es tiempo de escuchar una vez más a Magdalena anunciar: He visto al Señor y me ha dicho esto (Jn 20, 18)”

Al comienzo de la Semana Santa quizá no esté de más recordar el lugar de las mujeres en los acontecimientos que celebramos estos días y a partir de ellos preguntarnos por el horizonte de seguimiento al que hoy las mujeres creyentes podemos aspirar. En esa encrucijada entre la pregunta y el recuerdo está la legitimación de los anhelos de muchas mujeres de encontrar en la Iglesia un lugar propio, inclusivo y liberador y de un reconocimiento pleno de su palabra y de su experiencia espiritual.

El camino sinodal ha puesto en evidencia el malestar de las mujeres tanto por su ausencia en los espacios de liderazgo y toma de decisiones como por el clericalismo y machismo que muchas veces se sufre dentro de los grupos y comunidades en las que se participa. Las mujeres somos mayoría en la Iglesia y si embargo seguimos teniendo que pedir ser escuchadas, justificar la legitimidad de nuestro pensamiento teológico o que se reconozca nuestra adultez en la fe sin paternalismo ni sospechas. Se van dando pasos, sin duda, pero todavía queda mucho camino por recorrer y muchos cambios que implementar para que la Iglesia sea de verdad esa comunidad inclusiva que Jesús proclamó.

Una memoria conflictiva

María Magdalena es quizá un ejemplo paradigmático de cómo el horizonte del discipulado de las mujeres se fue resignificado para que encajara en las expectativas y valores que las sociedades tradicionalmente han asignado al sexo femenino colaborando en su silenciamiento y a su lugar secundario en la Iglesia.

En la memoria colectiva cristiana sigue arraigada, a pesar de los estudios serios y contrastados que se han hecho sobre su figura, la idea de su identidad pecadora y redimida por su amor a Cristo. Las relecturas que se han ido haciendo de ella a lo largo de los siglos en el arte, la literatura, el cine o las reflexiones religiosas la han perpetuado como un modelo de la fragilidad y dependencia femenina.

Un modelo con el que cada vez se identifican menos las mujeres. Como nos recuerda Carmen Bernabé: “Desde en el último tercio del siglo XX, la memoria de María Magdalena discípula de primera hora, apóstol, enviada con autoridad ha sido reivindicada como ejemplo, inspiración y modelo de autoridad por teólogas feministas y grupos de mujeres que encuentran en ella la fuerza y legitimidad para empoderarse en situaciones muy difíciles, para reivindicar una mayoría de edad en la Iglesia y una participación igual a los varones en los órganos de decisión de la vida comunitaria “ (Qué se sabe de… María Magdalena, 2020, 216).

Ella alienta así el testimonio y la audacia de muchas mujeres que nos reconocemos en su impotencia, en su silenciamiento, pero también en la confianza y en su adhesión a la persona de Jesús, que la mantuvo en la certeza de la esperanza, la capacitó para reconocerlo resucitado y la fortaleció en la difícil y arriesgada misión de ser portadora del primer anuncio del kerigma a pesar de muchos obstáculos.

Pero no las creyeron…(Lc 24, 8)

El evangelio de Lucas nos transmite con claridad la dificultad que la primera comunidad de Jesús tuvo en creer el testimonio de las mujeres sobre su encuentro con Jesús resucitado. Siglo tras siglo las mujeres seguimos experimentando como se cuestiona nuestra palabra y de nuestra experiencia. No se duda de nuestra fe ni de nuestra necesaria implicación eclesial, pero se sigue sosteniendo en la teología y a tradición un techo de cristal para nuestros carismas y dones.

La “negra sombra” de los abusos dentro y también fuera de la Iglesia planea en la vida de las mujeres como una niebla mucho más densa. El testimonio de muchas mujeres victimas de abusos sexuales, de autoridad y de conciencia, muchas mas veces de las esperables, son puestos entre paréntesis porque se considera que, siendo adultas, hay libre consentimiento. No falta,tampoco, quien sigue pensando que la seducción es un arma de mujer, descargando así de culpabilidad a quien agrede.

Las mujeres en nuestras parroquias, asociaciones, comunidades… nos seguimos encontrando con situaciones cotidianas que evidencian multitud de micromachismos que, casi imperceptiblemente, nos relegan a un lugar segundario, nos silencian o nos obligan a escuchar explicaciones o reflexiones en tono paternalista como si nuestra condición natural fuese la ignorancia (mansplaining).

Estas experiencias no son anecdóticas y tienen nombres propios, sufrimiento y cansancio. Ya no basta con apelar a la paciencia, a la humildad o a la entrega. Es tiempo de cambiar estructuras y procedimientos, pero también la mirada y el corazón. Es tiempo de posibilitar espacios inclusivos donde varones y mujeres nos reconozcamos mutuamente autoridad en el anuncio de Buena Noticia, nos respetemos en igualdad y nos impulsemos mutuamente en el compromiso y en la fe. Es tiempo de escuchar una vez más a Magdalena anunciar: He visto al Señor y me ha dicho esto (Jn 20, 18).

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“¿Y dónde quedó la “salvación de las almas?”, por Consuelo Vélez.

Viernes, 19 de abril de 2024
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IMG_3969De su blog Fe y Vida:

Un lector de una revista misionera me escribió una carta manifestando su preocupación porque él ve que la Iglesia (con obispos incluidos) se ha convertido en una ONG que se dedica a programas sociales y a negociaciones de paz pero que no cumple su tarea fundamental que debería ser “la salvación de las almas. Incluso se pregunta si el crecimiento de otros grupos cristianos se debe a la falta de una pastoral que hable de la fe y se ocupe de lo espiritual y no de lo terrenal.

Todas estas preocupaciones son legítimas y no es fácil abordar estos temas cuando de entrada se percibe que se está hablando desde dos horizontes diferentes, dos antropologías diferentes, dos teologías diferentes, dos pastorales diferentes, dos espiritualidades diferentes. Pero, intentaré hacer algunas reflexiones, sin ánimo de convencer a nadie sino de explicitar, un poco más, el horizonte desde el que, a partir de Vaticano II, se mueve la iglesia, la teología, la pastoral, la espiritualidad.

Comencemos con la antropología. La visión griega es dualista y esta visión fue asumida por el cristianismo porque la fe se expresa en las categorías de cada tiempo y esas eran las categorías del imperio cuando el cristianismo comenzó a expandirse. Desde esos presupuestos, el ser humano se concibió como un compuesto de cuerpo-alma y al morir se separaban esos dos elementos, destruyéndose el cuerpo y salvándose o condenándose el alma. Además, esa visión se prestó para separar lo material de lo espiritual, con el agravante de que lo material es lo malo y lo espiritual es lo bueno. Por esto se veía positivo castigar el cuerpo y mortificarlo para salvar al alma, única realidad que importaba. Ahora bien, inclusive con esta visión dualista, todos los místicos y muchos cristianos han entendido que la salvación del alma se consigue con la práctica de la caridad. Amar al prójimo, realizar obras de misericordia, preocuparse por dar de comer al hambriento y de beber al sediento, es lo que ha dado origen a la variedad de carismas que se organizan en comunidades religiosas -masculinas y femeninas- y que, hasta el día de hoy, siguiendo la inspiración carismática de la comunidad, hacen obras de caridad y de servicio a los más necesitados. A través de estas obras, evangelizan, primero que todo con el testimonio y, en segundo lugar, con la palabra explícita.

Pero gracias al desarrollo de las ciencias, entre ellas la antropología, cada vez se consolida más una visión de un ser humano integral donde la dimensión espiritual no está separada de la corporal, sino que ambas constituyen al ser humano. La corporeidad es más que lo biológico, en el sentido de que es la posibilidad de expresión de la persona y de esa sed de infinito y de trascendencia que tiene todo ser humano (lo espiritual) que no tiene otra forma de vivirse más que en la corporeidad, en el aquí y ahora de nuestra historia. Además, esa es la comprensión semita propia de la Sagrada Escritura, con lo cual, la Iglesia ha ido asumiendo esa mejor comprensión del ser humano y tiene claro que hay que salvar al ser humano “entero”, es decir, con toda su realidad social, económica, política, cultural.

Con Vaticano II se enriqueció la teología y la pastoral porque se entendió que Dios se revela en este mundo y es ahí donde hay que concretar la fe, el compromiso, el amor cristiano. La teología actual sigue mostrando cómo fe y obras -como lo dice la carta de Santiago (2, 17)- son inseparables. Por su parte, la pastoral ha comprendido la urgencia de responder a todo el ser humano porque comunicar la fe no es “adoctrinar” a las personas con las ideas religiosas sino ayudar a que cada persona descubra la presencia de Dios en su historia, en sus luchas y realizaciones, en su vida cotidiana.

La espiritualidad cristiana debe basarse en las palabras y obras de Jesús de Nazaret, consignadas en los evangelios, correctamente interpretados con la exégesis bíblica. El Jesús anunciador del Reino solo trae “buenas noticias: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido, para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del señor” (Lc 4, 18-19). No habla de almas, de cielos, de huida del mundo. Habla de la vida plena a la que están llamados todos los hijos e hijas de Dios, vida plena que supone la integralidad de lo que el ser humano es.

Conviene recordar que, en las curaciones que Jesús realiza, el acento está en lo que significa la enfermedad en ese contexto: se creía que era castigo de Dios por algún pecado de la propia persona o de sus padres y por eso debería excluirse a los enfermos de la comunidad. Jesús rompe esa concepción y al curarlos, los incluye a la comunidad, realizando con sus obras el amor efectivo de Dios hacia los seres humanos. Dios no castiga, no condena, no separa. Dios acude en su ayuda, rompe todas las exclusiones, supera todas las barreras, hace visible su misericordia infinita hacia toda su creación.

Sería suficiente recordar el texto de Mateo 25, 31-46 -texto que está escrito en un género literario apocalíptico en el que se usan expresiones como juicio final, premio y castigo, etc., dando la clave profunda del amor que Dios nos invita a vivir por nuestra fe: “cada vez que hiciste algo a uno de estos hermanos míos, más pequeños, a mí me lo hiciste”. Encontrar a Jesús, amarlo y servirlo es reconocerlo en “todo” ser humano, amándolo y sirviéndolo, comenzando por los más necesitados.

Podríamos seguir anotando aquí la multitud de citas bíblicas donde Jesús hace presente a Dios en medio de su pueblo con gestos de servicio, de acogida, de misericordia, de romper barreras de exclusión como el acercarse a hablar con mujeres, con publicanos, con leprosos (todos aquellos que según la ley judía podían hacer impuro al que hablara con ellos) mostrando con sus actos que, efectivamente, Él vino “a dar vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Jesús sigue la línea de los profetas que denuncian el culto vacío y llaman al pueblo a vivir “la justicia y el derecho, único culto que Dios desea: “Detesto vuestras fiestas y holocaustos … no quiero oír la salmodia de tus arpas. Que fluya, sí, el juicio como agua y la justicia como arroyo perenne” (Am 5, 21-14).

Mal harían los cristianos si no trabajan por la salvación del ser humano en todas sus dimensiones porque esto es lo que Dios quiere. Mal harían los obispos colombianos si no trabajan por la paz y la justicia porque esto es lo que Dios quiere. Por supuesto, la evangelización explícita, no ha de faltar, pero, aunque la evangelización no se hiciera con palabras, las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí” (Jn 10,25) y, los cristianos podrían decir “las obras que hacemos son las que dan testimonio de la fe que profesamos”. Nuestra fe es una fe “encarnada” y, por tanto, solo haciendo obras de misericordia estamos trabajando por la salvación de las almas y, en la comprensión actual, por la salvación del ser humano.

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¿Qué belleza salvará el mundo? Templos y mercaderes

Viernes, 15 de marzo de 2024
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IMG_3083El lector que lo desee puede saltar este párrafo introductorio, simplemente biográfico. Nací a menos de un cuarto de hora, andando, de la Sagrada Familia, ideada y comenzada por Gaudí. De pequeños íbamos a jugar allí y los domingos de Ramos acudíamos a la bendición de palmones. Mi familia participó en las campañas de donativos para ese templo expiatorio que sólo se podía construir con limosnas o dones anónimos, pequeños y, obviamente, voluntarios. Gaudí quiso que los retablos, las catequesis para los obreros y los vecinos, se viesen y se entendiesen desde fuera; dentro, la luz, la belleza, el misterio. Todo era bello. Ha tardado tiempo en levantarse y aún no está acabada. Debe ser así. En 1982 obtuve plaza de funcionario (esto viene a cuento de algo posterior), ahora pensionista. Durante veinte años he enseñado Ética social y empresarial en una facultad universitaria y por lo mismo he publicado (hemos) centenares de páginas sobre estos temas. Reconozco que Caritas in veritate, la encíclica de 2009, modeló mucho mi pensamiento actual sobre el tema de la sociedad civil. Fue enriquecedor conceptual y anímicamente. Somos sociedad civil, ahí jugamos nuestra partida. Antes fueron Ecclesiam suam, Populorum progressio y Sollicitudo rei socialis.

En el Idiota de Dostoievski, un personaje ateo, Hipólito, pregunta con chanza al príncipe Myskin sobre la belleza que salvará al mundo. El príncipe idiota no responde, sostiene con ternura la mano de un moribundo. Es el amor a los diferentes el que salva el mundo. Dios salva en esa forma y nos la ha señalado. Esa es la belleza que salva el mundo, parece responder Myskin. La frase a veces se ha reducido. No es una afirmación, “la belleza salvará”, sino una pregunta “¿qué belleza salvará?”. La respuesta es el silencioso amor al prójimo. La belleza salva, como la verdad y la bondad. Amar y servir.

Todo esto viene a cuento de la posible e indeseable mercantilización de nuestros templos, de las iglesias. Estamos avisados, pues nos lo advirtió el Señor: “no convirtáis en mercado la casa de mi Padre” (Jn 2: 16) con una referencia al profeta Zacarías (14:21, las traducciones difieren entre mercaderes e idólatras). Seguimos equivocándonos en eso. Las iglesias forman parte del entramado de la sociedad civil, no juegan en el terreno ni del mercado ni de los poderes públicos. Ni sólo están en el mercado ni son un apéndice administrativo. Nos cuesta mucho entender que no hay sólo dos espacios: mercado y Estado, sino tres. Nos cuesta más actuar, ser y estar en el terreno de la sociedad civil, de la iniciativa social, pero ¡es el nuestro!, además de la polis y de la plaza del mercado. En el caso de las instituciones de iniciativa social de la iglesia, de la que tan rica ha sido nuestra sociedad civil catalana (o la italiana septentrional, como mostró R. Putnam en su Capital social; otros autores también han usado el concepto en un sentido distinto; ahora eso no importa) sucede algo que hay que ver a tiempo: no debemos reducirnos ni a la lógica mercantil, ni a la lógica estatal-administrativa. No tengo ninguna alegría cuando cuentan que un colegio de una pequeña ciudad comarcal pasa a ser escuela pública estatal y sus maestros y profesores pasan a ser funcionarios. Las escuelas de las escolapias o de los escolapios, por poner unos nombres muy de la tierra, habría otros, que tanto han estructurado nuestro país, han sido y son esenciales, si quieren jugar en el terreno propio, el de la sociedad civil. Nos descapitalizamos del capital social, luego perderemos, ya lo estamos malbaratando, el capital simbólico. Un empobrecimiento anunciado.

No podemos cobrar por entrar en los templos. Si quien allí acude lo hacer para rezar, alabar o hacer reverencia a Dios nuestro Señor, entonces lo que tenemos que ofrecer es un espacio con puertas abiertas, acoger y bendecir los que traspasan el umbral y el atrio. ¡Ojalá nuestras iglesias fueran siempre casas de puertas abiertas, sin peajes, siempre, para todos! En todo caso gratuidad para quien llega, sin preguntar, gratuidad y agradecimiento para quien recibe en la tienda del encuentro, en la morada, en la shekinah.

En lugar de gratuidad, cobramos. Estamos en esa “pendiente resbaladiza”, la del padre de la mentira. Si para ver la belleza, porque se ha hecho una inversión, faltaría más, cobramos, hemos empezado a caernos. El pequeño logo de la entidad de crédito ya está allí, agazapado, mirando nuestra ingenuidad. Habéis caído en la trampa mercantil, os había mercantilizado y habéis hecho una vez más del espacio de la gratuidad, un espacio del intercambio interesado. Nos lo habían dicho, pero finalmente hemos sucumbido. El lector “realista”, quizá sólo un cínico pragmático, con sonrisa velada y un tanto displicente, nos mira ahora y nos dice: tal iglesia o tal otra, en tal catedral o en tal otra cobran, ¿no íbamos a hacerlo nosotros también? El realismo tomista es otra cosa. Es el de L’atttesa della povera gente de Giorgio La Pira en 1950. Ése es el realismo tomista, no el “realismo” financiero-capitalista. Hasta hace unos años muchas iglesias estaban cerradas, la gente se acostumbró a no ir allí. Vino el papa Bergoglio, dio un toque y se abrieron más tiempo. ¿Qué nos está pasando?

El enemigo de natura humana es muy amigo de la mentira. Hay que mantener los templos. Es cierto, en Francia los anteriores al siglo XIX los mantiene la República, son cuestión de Estado como hemos visto en Notre Dame de París: al frente de la reconstrucción el Estado puso a un general, el presidente se interesó, los arzobispos sucesivos han ido colaborando. Nuestra Constitución, en su artículo 16, defiende la libertad de creencias y de expresión de las mismas, la libertad religiosa (16.1), pero como los poderes públicos son incapaces de proteger y desarrollar por ellos mismos ese derecho, constitucionalmente incompetentes para cumplir con ese derecho fundamental, confían a las iglesias y confesiones su ejercicio. El Estado es aconfesional (Constitución 16.3), no laicista, pero tampoco reconoce una determinada confesión como la mejor, la propia. El Estado español (por supuesto, la Generalitat es Estado) no es confesional. Ésa es la razón de que una parte pequeña de nuestros impuestos pueda ir a atender esa necesidad: el ejercicio de la libertad religiosa. Esa y no otra es la razón. La publicidad eclesiástica es ambigua y, por tanto, mendaz. No pagamos nuestros impuestos para obras sociales católicas, por necesarias o beneméritas que sean; no subvencionamos escuelas, colegios o universidades, comedores populares, residencias u hospitales. Ni un duro, ni un euro, de lo que pudiéramos aportar los ciudadanos va ahí, sino sólo a lo que en los siglos XIX y XX con los gobiernos liberales y hasta la segunda República se llamó “presupuesto de culto y clero”. Nuestra posible aportación sirve para que el Estado recaudador traspase a las diócesis, ahora de forma centralizada en la conferencia episcopal, una cantidad global. Pero el Estado no financia a la Iglesia católica, ni a ninguna otra confesión. No puede, sencillamente no puede hacerlo legalmente. De igual forma, no puede no apoyar la realización efectiva de la libertad religiosa y por eso las administraciones públicas (central, autonómica como el Govern de Catalunya, municipal, provincial…) colaboran con las iglesias y confesiones en atender un derecho fundamental de quienes quieren servirse de él o desean que esté protegido. Esta casilla tiene sus orígenes en el acuerdo del 3 de enero de 1979 entre la Santa Sede y el Estado español, a través del cual se establece un sistema de colaboración para sostener a la Iglesia católica a través de una asignación tributaria. Mediante la disposición adicional 18ª de la ley 42/2006 del 28 de diciembre, de los presupuestos generales del Estado para el año 2007, se estableció el nuevo sistema que sigue vigente desde entonces y por el cual la Iglesia dejó de recibir fondos a cargo de los presupuestos y, a partir de ese momento, los contribuyentes podían pueden elegir la casilla de actividades de interés social, la casilla para el sostenimiento de la Iglesia en España o ambas. En 2020 (ejercicio de 2019) 1/3 de los contribuyentes marcó la casilla, un segundo tercio (1/3) marcó las dos casillas o sólo la de “actividades de interés social” y otro tercio (1/3) dejó ambas en blanco.

En otros países la forma es parecida y en otros no existe tal trasferencia. Por ejemplo, en Italia sí existe algo parecido; en Estados Unidos no lo permite la primera enmienda de su constitución (1791); el caso de Alemania es muy distinto: allí la República federal es la agencia recaudadora de un impuesto eclesiástico, ése sí puede recibir ese nombre, que es mucho más alto en porcentaje que el nuestro y sirve para dotar muchos servicios. El Kirchensteuer llega al 9%. Nuestro 0,7% quedó definitivamente (¿?) establecido por “gracia” (no sé si por justicia: antes el Ministerio se llamaba de Gracia y Justicia) de un gobierno socialista; el Estado seguía comprando el silencio de la Iglesia, todos los gobiernos lo hacen casi siempre: es mejor una Iglesia dócil. En España simplemente el Estado destina una parte de su recaudación, según la voluntad expresada por cada ciudadano, a garantizar un derecho fundamental y lo confía a las iglesias o confesiones. Con la “crucecita”, quienes la ponemos (algunos ponemos las dos) no financiamos ninguna obra de la Iglesia católica, ninguna, sino el culto religioso. Por supuesto, las religiosas y los religiosos no reciben ni un céntimo para sus obras educativas, sociales o asistenciales. Tampoco otras instituciones católicas. Con la “crucecita” decimos al Estado que deseamos que una parte de la recaudación se destine a ese derecho fundamental, no a otra a cosa. Por eso la publicidad eclesiástica, la de la “crucecita”, es errónea y cargada de equívocos. Algún día explotará esa bomba.

No financiamos a la Iglesia ni la conservación de su patrimonio, algo que puede tener otras vías legítimas, claro. Sumen lo que gasta una diócesis en mantenimiento de templos para el culto, en casas rectorales, seminarios o palacios y asimilados, en salarios para sus empleados, prelados, mosenes y seglares contratados para servicios de culto, por ejemplo, sacristanes, no cirujanos de un hospital católico o profesores de una universidad de la Iglesia, y curiosamente será, detraído lo que sea necesario para servicios generales, lo mismo que el Estado aporta a cada diócesis. El presupuesto “de culto y clero”. Eso fue lo que intentó y logró la Santa sede al negociar con el Estado español los acuerdos de enero de 1979, al mismo tiempo, ni antes ni después, en que se estaba “negociando” en la sede de la soberanía popular la Constitución de diciembre de 1978. Eso fue, nada más.

En algunas iglesias ahora se ha descubierto, ¿con qué regulación contable y fiscal?, que los que accedan allá pueden (o deben) pagar, pueden hacer un donativo. Eso es una nueva fábrica de anticlericalismo, siempre más fuerte donde la Iglesia es más fuerte, poderosa, propietaria, gana dineros. Donde la Iglesia está con el pueblo el anticlericalismo es más débil o inexistente. El mapa existe. Desde los tiempos de las cuatro guerras inciviles de los siglos XIX y XX se pude seguir la huella en el mapa de España. La fábrica la estamos poniendo nosotros: nos descapitalizamos y nos arruinamos.

Pues bien, si alguien quiere acceder a nuestras iglesias, ¿debe pagar? Creo que seríamos nosotros quienes deberíamos agradecerle por venir, es decir, acogerle son sencillez evangélica y con misericordia. No podemos poner trabas en un camino hacia Dios, el de la belleza, que cada uno debe poder recorrer cómo y cuándo quiera, sin pagar. La belleza no es propiedad eclesiástica. Las bellas catedrales, las iglesias bellas, si son de alguien es del pueblo. No podemos poner tasas para entrar en ellas. Si ponemos trabas, prostituimos la tienda del encuentro y la convertimos en cueva de mercaderes. El príncipe idiota lo sabía bien. La ternura y la belleza salvan. El dinero, no. 

[Imagen de Freepik]

Fuente Cristianismo y Justicia

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“¿Se metió el diablo a la Iglesia? ”, por Consuelo Vélez.

Martes, 12 de marzo de 2024
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IMG_2764De su blog Fe y Vida:

“Dios no se va de la historia, pero tal vez ya no encuentra cabida en el corazón de esa iglesia que culpa al diablo de sus propios males”

“No es verdad que el diablo se metió en la Iglesia y por eso está como está. Lo que es verdad es la falta de coraje para emprender las acciones necesarias para transformar la mediocridad, el atraso y tantas otras realidades que afectan a la iglesia”

“Los jóvenes no encuentran una iglesia que los acompañe en sus búsquedas, sino que los quiere meter a sus estructuras, a sus grupos de siempre, a lo que siempre fue así. No faltarán jóvenes que entren por ese camino, pero cada vez son muchos menos”

“Podríamos seguir poniendo ejemplos para al menos preguntarnos si el diablo se metió a la iglesia o la iglesia no acaba de cambiar su horizonte y se mete de una vez por todas en el devenir del mundo, para comprenderlo, entenderlo, acompañarlo, curarlo, aceptarlo, participar de sus discernimientos y contribuir con su visión de defensa, siempre y en todo momento, de los últimos de cada tiempo presente”

Tocar el tema del diablo es complicado porque la tradición eclesial lo ha personificado, tomando al pie de la letra lo que aparece en la Biblia y se habla de él como si fuera realmente un ser superior que se enfrena con Dios y continuamente ataca su obra. Los estudios bíblicos actuales aclaran muy bien lo que significa esa figura llamada diablo, distinta de demonios, pero en todos los casos, no se le atribuye una entidad personal sino una figura que representa el mal o las fuerzas del anti reino, mostrando cómo es posible la existencia del mal en el mundo y, muchas veces, ¡de demasiado mal!

Por eso en el lenguaje coloquial es válido nombrar al diablo y tener expresiones como “el diablo se metió en la Iglesia” cuando vemos que hay muchas cosas mal. Inclusive el papa Francisco habla del diablo. Pero si no hacemos la debida aclaración, podemos echarle la culpa a ese ser figurado y evadir nuestra responsabilidad. No es verdad que el diablo se metió en la Iglesia y por eso está como está. Lo que es verdad es la falta de coraje para emprender las acciones necesarias para transformar la mediocridad, el atraso y tantas otras realidades que afectan a la iglesia.

Veamos algunos ejemplos. No es verdad que el diablo se metió a la Iglesia y por eso los jóvenes están cada vez más alejados de ella. Es verdad que nuestros lenguajes, rituales, visiones, mediaciones, explicaciones, narrativas, etc., están tan caducos que los jóvenes no logran entender de qué hablamos y qué queremos decir. La juventud no es tan escéptica como creemos, ni le faltan ideales. Muchos jóvenes siguen buscando sentido a sus vidas y persiguen sueños. Pero no encuentran una iglesia que los acompañe en sus búsquedas, sino que los quiere meter a sus estructuras, a sus grupos de siempre, a lo que siempre fue así. No faltarán jóvenes que entren por ese camino, pero cada vez son muchos menos.

No es verdad que el diablo se metió a la Iglesia y por eso las mujeres se están alejando cada vez más de ella. Cuando las jóvenes van a la Iglesia no encuentran una iglesia experta en feminismo, género, derechos para las mujeres, violencia contra la mujer, etc. Y no es verdad que las mujeres se están perdiendo por esas “ideologías”, como las llama la Iglesia. Es todo lo contrario: están logrando los espacios que siempre se les negaron y la dignidad que no se les ha respetado. Pero la iglesia no se deja enseñar de ellas, sino que cree que puede enseñarles a mantenerse en los estereotipos culturales que pesan sobre ellas y así se salvarán ellas y las familias de las que, parece, son las responsables de sus descalabros.

No es verdad que el diablo se metió a la Iglesia y por eso los movimientos sociales rechazan muchas veces el estamento eclesial y ya no son los dóciles líderes que se refugian en las enseñanzas de la Iglesia. Es verdad que los movimientos sociales crecen y conquistan derechos y, muchas veces, defienden más la dignidad de las personas y los pueblos y hablan más del bien común y la solidaridad y los derechos humanos que las instancias eclesiales. Y, en muchos países casi siempre los sectores de iglesia están del lado de los gobiernos más individualistas, más capitalistas, más egoístas. Pero pareciera que con tal de que ofrezcan que van a ir en contra del aborto, es suficiente para no denunciar todas sus otras políticas de muerte contra los pobres, manteniéndose en bastante complicidad por su silencio en la compleja realidad socio política actual.

No es verdad que el diablo se metió a la Iglesia y por eso se están destruyendo las familias. Es verdad que ahora no existe exclusivamente el modelo de familia patriarcal que se mantenía hasta el final a costa de una mujer sumisa y una sociedad que no admitía ponerla en cuestión. Pero hoy en día es evidente la variedad de familias que existen y los caminos tan distintos que emprenden los seres humanos para establecer relaciones y aceptar que, muchas veces, “el para siempre” es imposible. Pero eso no significa que no se puedan emprender nuevos caminos. Sin embargo, la Iglesia propone bendecir el caminar de los seres humanos en sus múltiples maneras de vivir el encuentro y los que debieran ser testigos del amor, se rehúsan a aceptarloporque creen que las bendiciones son propiedad del clero y no gracia infinita de Dios.

Y podríamos seguir poniendo ejemplos para al menos preguntarnos si el diablo se metió a la iglesia o la iglesia no acaba de cambiar su horizonte y se mete de una vez por todas en el devenir del mundo, para comprenderlo, entenderlo, acompañarlo, curarlo, aceptarlo, participar de sus discernimientos y contribuir con su visión de defensa, siempre y en todo momento, de los últimos de cada tiempo presente.

Por supuesto hay también muchos ejemplos de sectores de iglesia comprometidos con la realidad tal y como ella es y que se juegan la vida con su compromiso frente a realidades concretas. Muchos sectores de iglesia que ya no hablan de diablos y demonios sino de corresponsabilidad y discernimiento. Pero duele pensar como todavía hay esos sectores de Iglesia, a los que nos referíamos antes, que son mayoritariamente la cara visible de la Iglesia y frente a los cuales la gente hoy se retira más y más. Es urgente dejar de poner los problemas en entidades figurativas o ajenas a la iglesia y asumir que el mal lo originamos los seres humanos, desde nuestra libertad y en la Iglesia la presencia del mal no es culpa del diablo que se entró a ella sino de nuestras resistencias, miedos y excusas para secundar al Espíritu de Dios que aletea en este presente -porque Dios no se va de la historia- pero tal vez ya no encuentra cabida en el corazón de esa iglesia que culpa al diablo de sus propios males.

(Foto tomada de: https://www.padrerafa.com/jesus-fue-tentado-por-el-diablo)

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“¿Cuándo llegaremos a celebrar que no existe más la exclusión en razón del sexo?”, por Consuelo Vélez

Viernes, 8 de marzo de 2024
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IMG_3481De su blog Fe y Vida:

 8-M en la sociedad y en la Iglesia: todo lo que queda por hacer

“Todavía hay demasiados feminicidios. Mucha violencia contra ellas de muchos tipos. Hay también espacios laborales, educativos y, especialmente, en los niveles de decisión, a los que las mujeres llegan con mucha dificultad”

Ya no se considera el tema de los ministerios ordenados (temática que salió en la consulta al Pueblo de Dios) y, sobre el diaconado, dicen que se va a tratar, pero sería un “milagro” (aunque esperamos ocurra) que se permitiera para las mujeres, ya que, una porción de los participantes del sínodo considera que atender a esta petición supondría “una peligrosa confusión antropológica”

Lo que necesitamos no es que ellas “aporten” lo que falta, sino que repensemos cómo construir un mundo y sus estructuras donde mujeres y varones sean protagonistas

Otro año para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Sería bueno poder decir que vamos a “celebrar” el que ya se erradicó la estructura patriarcal de las sociedades y las iglesias y no hay espacios de opresión para las mujeres en razón de su sexo. Pero todavía falta mucho para que este día sea de celebración.

Aún es necesario seguir trabajando por la transformación de nuestro mundo en relación a su manera de concebir, entender, describir e incluir a las mujeres. Todavía hay demasiados feminicidios. Mucha violencia contra ellas de muchos tipos. Hay también espacios laborales, educativos y, especialmente, en los niveles de decisión, a los que las mujeres llegan con mucha dificultad. Los trabajos domésticos y de cuidado siguen estando a cargo, mayormente, de las mujeres. La remuneración salarial, por el mismo trabajo que los varones, sigue siendo más bajo para las mujeres. Y así, podríamos enumerar muchas otras situaciones, por las que bajar la guardia o dejar de insistir en esta urgente transformación, no puede hacerse.

Además, si miramos al interior de la iglesia, la situación tampoco ha mejorado demasiado. En el documento final del sínodo (fruto de la reunión sinodal presencial del pasado mes de octubre) ya no se considera el tema de los ministerios ordenados(temática que salió en la consulta al Pueblo de Dios) y, sobre el diaconado, dicen que se va a tratar, pero sería un “milagro” (aunque esperamos ocurra) que se permitiera para las mujeres, ya que, una porción de los participantes del sínodo considera que atender a esta petición supondría “una peligrosa confusión antropológica”, “alineándose con el espíritu del tiempo”, es decir, prestar atención a los signos de los tiempos, es negativo para algunos. Y aunque haya más mujeres en puestos eclesiales y se siga repitiendo que las mujeres son las que sostienen la iglesia y realizan muchas actividades eclesiales, no parece que su presencia fuera tan importante en los niveles de decisión, donde los ministros ordenados solo las “invitan” para escucharlas, sin que eso se traduzca en reformas estructurales de fondo.

Porque todavía falta mucho, es válido y necesario que grupos como “La revuelta de las mujeres en la Iglesia”, en España, estén saliendo durante esta semana a manifestarse en las puertas de las Iglesias de muchas ciudades españolas y que otros grupos alrededor del mundo, realicen actividades, cada vez con más conciencia, de que no es un día para regalar flores y chocolates a las mujeres, sino para entender esta causa y solidarizarse con ella.

Pero quiero detenerme en un aspecto que me parece interesante considerar. Continuamente escuchamos decir que es muy importante el “aporte de la mujer” en aquellos espacios donde históricamente no ha estado. El papa Francisco así lo ha expresado desde el inicio de su pontificado: “es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia porque el ‘genio femenino’ es necesario en todas las expresiones de la vida social” (Evangelii Gaudium n. 104).

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Es decir, se echa en falta el “aporte” o la “contribución” de las mujeres a una realidad que ya está dada y ha funcionado por siglos así, una realidad construida por los varones a lo que ahora se le va a añadir esa parte femenina que, se dice, tienen las mujeres. Por una parte, entendemos que expresarlo así pretende mostrar que, en verdad, las mujeres han estado ausentes y, en muchos espacios faltan actitudes como el cuidado, la sensibilidad, la intuición, el servicio, la generosidad, la delicadeza, etc., que la sociedad patriarcal atribuye a las mujeres pero que, en este momento histórico, bien sabemos que esas actitudes son propias del género humano, de varones y mujeres, y mejor aún, que las mujeres tienen muchas otras actitudes que se han atribuido a los varones y que son de todo el género humano: inteligencia, racionalidad, visión, claridad, fortaleza, empeño, coraje, constancia, etc.

Y, es por lo anterior, que viene el otro aspecto que queremos comentar. Sería mucho mejor decir que hace falta que cambiemos de paradigma, dándonos cuenta que la realidad se ha construido sin las mujeres, sin todas las características que ellas tienen -iguales que las de los varones- porque sistemáticamente se les ha excluido e invisibilizado. Lo que necesitamos no es que ellas “aporten” lo que falta, sino que repensemos cómo construir un mundo y sus estructuras donde mujeres y varones sean protagonistas, donde todas las personas se sientan incluidas, donde se valore todo lo que cada ser humano es y se eche en falta que las mujeres no estén presentes en todas las instancias.

En conclusión, esperemos que en este 8 de marzo, sigamos creciendo en claridad, conciencia y exigencia de un mundo donde la inclusión sea una realidad -en plenitud- no a nivel de “aportes” o “contribuciones, para que podamos celebrar que se ha erradicado el sexismo en nuestras sociedades y, especialmente, en nuestras iglesias haya un testimonio visible de que a las mujeres no se les excluye de ninguna participación porque ellas al igual que los varones “han sido creadas a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 27), es decir, sin ninguna exclusión en razón de su sexo.

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , , , ,

La Revuelta de Mujeres vuelve a las calles: 26 diócesis acogen actos por el 8-M

Miércoles, 28 de febrero de 2024
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Desde que diera sus primeros pasos en 2020, la iniciativa vive “un proceso imparable

El próximo domingo 3 de marzo a las 12:00 horas, la Revuelta de Mujeres en la Iglesia de Madrid, bajo el lema de este año, “Memoria y Esperanza”, volverá a concentrarse frente a la catedral de la Almudena para seguir alzando la voz contra la discriminación y el silencio al que la Iglesia católica las tiene sometidas por el hecho de ser mujeres

En el acto de la Revuelta se hará un llamamiento, a través de metáforas visuales, a la memoria para visibilizar y reparar a las víctimas de abusos en la Iglesia y a la esperanza en la construcción de una nueva Iglesia sinodal

El próximo domingo 3 de marzo a las 12:00 horas, la Revuelta de Mujeres en la Iglesia de Madrid, bajo el lema de este año, “Memoria y Esperanza”, volverá a concentrarse frente a la catedral de la Almudena para seguir alzando la voz contra la discriminación y el silencio al que la Iglesia católica las tiene sometidas por el hecho de ser mujeres.

En el acto de la Revuelta se hará un llamamiento, a través de metáforas visuales, a la memoriapara visibilizar y reparar a las víctimas de abusos en la Iglesia y a la esperanzaen la construcción de una nuevaIglesia sinodal. Para las mujeres que forman parte del movimiento, esto representa “el Pueblo en marcha que ha de anunciar el evangelio de Jesús y responder a la humanidad de hoy, donde se establezcan unas relaciones horizontales frente a la asimetría de poder actual y donde prime la circularidad sobre la verticalidad jerárquica”.

Los actos reivindicativos de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia se llevarán a cabo en los 26 territorios donde ya han estallado Revueltas: Alicante, Asturias, Badajoz, Barcelona-Alcem la Veu, Bilbao-Gure Hitza, Burgos, Cabra, Ciutadella-Alcem al Veu, Cádiz, Cantabria, Córdoba, Galicia-Mulleres Cristiás Galegas-Exeria, Guipúzcoa-Emakumen Aldarria, Gran Canaria, Granada, La Rioja, Madrid, Málaga, Menorca-Alcem al Veu, Navarra, Salamanca, Sevilla, Valencia-Alcem la Veu, Vitoria, Vigo y Zaragoza.

Desde que la Revuelta diera sus primeros pasos en marzo de 2020, de estar presente en cinco ciudades, se ha extendido por 19 territorios más en un proceso imparable. Referentes las unas de las otras aseguran que “experimentan un aliento común y los frutos que produce la inteligencia colectiva y la sororidad”, respetando sus idiosincrasias y aprendiendo mutuamente. “Las mujeres feministas creyentes alzamos nuestro pensamiento, nuestra experiencia de fe en Jesús, su proyecto de vida y nuestro compromiso con la Iglesia y el mundo para gritar, hasta que la igualdad se haga costumbre en la Iglesia”, reclaman.

La Revuelta llega hasta el Vaticano

Durante el pasado año y haciendo camino sinodal, ese peregrinaje conjunto de toda la Comunidad, la Revuelta de Mujeres en la Iglesia ha continuado profundizando en el estudio y reflexión-acción al servicio de la 1ª fase de la XVI Asamblea del Sínodode la Sinodalidad. Las mujeres han pedido “una Iglesia pobre que vuelva a Jesús al Evangelio donde las mujeres ocupen cualquier espacio en plena igualdad y sin discriminación alguna por razón de sexo y de orientación sexual”. También, “han urgido a la reforma de los órganos de participación para que de consultivos pasen a ser decisorios y una necesaria renovación de la teología, a través de la incorporación de la teología feminista”.

Además, el pasado mes de octubre, una representación de la Revuelta viajó hasta Roma y junto a otras mujeres del Catholic Women’s Council, procedentes de los cinco continentes, se reunieron con tres de las 81 mujeres elegidas por el papa Francisco para participar, por primera vez en la historia, en el Sínodo de los Obispos. La hermana japonesa Filo Hirota, la hermana Carolina de Iraq y la delegada suiza, Helena Jeppesen-Spuler, recogieron varias aportaciones que surgieron en esas mesas redondas en relación con la equidad, liderazgo y ministerio de las mujeres en la Iglesia. Además, y especialmente, se insistió en el fin de la violencia contra las mujeres en la Iglesia.

Fuente Religión Digital

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“La ideología eclesiástica”, por Guillermo Jesús Kowalski.

Viernes, 9 de febrero de 2024
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IMG_2686De su blog Poliedro y periferia:

Evangelii Gaudium advierte del riesgo de separar la realidad de la idea, refugiándose en la palabrería, la imagen, el sofisma. Si la realidad es superior a la idea, nuestros proyectos no pueden ser solo formales manipulaciones de la realidad.

La idea, en Tomás de Aquino o Pascal, es deudora de la realidad, percibida con el “corazón” que ama, “intus legere” y que capta que «todo está relacionado, conectado» (LS 16; 117; 138), se integra a un poliedro de sentido.

Jesús no se fija en nuestra ideología, que tener siempre la tenemos, sino que su Amor va más allá y hace de nosotros, un pueblo de hermanos.

Pero la Esperanza cristiana está en aquel que, al resucitar, ha vencido a la ideología religiosa que lo condenó. Aquel que, con la fuerza de su Espíritu, teje día a día su Reino de Misericordia entre las guerras de este mundo. Que nos envía profetas, que todos los días nos anuncian desde distintos lugares y culturas, el Evangelio del amor y la compasión, para cambiar el mundo.

El Papa pedía en la misa de Reyes: “Ideologías eclesiásticas, ¡no!”, ellas alientan la división en la Iglesia y quitan a Jesús del centro

El Evangelio no es una idea o una ideología, es un anuncio que te toca y te cambia el corazón. Pero si te refugias en una ideología estás haciendo del Evangelio un partido político, un club de personas” … “el Evangelio no es una ideología” que crea “agotadoras polarizaciones” “En la Iglesia todo debe conformarse a las necesidades del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de conservadores o progresistas”, insistió, “sino a que Jesús llegue a la vida de las personas. Por lo tanto, toda elección, uso, estructura y tradición deben ser evaluados en la medida en que favorezcan el anuncio de Cristo”. (Papa Francisco)

La ideología no es solo cuando se identifica el evangelio con la derecha, la izquierda, los conservadores o los progresistas, encontrando algunas afinidades, se renuncia a ser una instancia crítica que vaya más allá de la mera identificación política.

También la Iglesia puede vivir una reducción ideológica cuando ella misma se erige en poder, en un sistema de ideas para someter otros seres humanos…en nombre de “Dios”. Es el origen de todos los fundamentalismos. Las ideologías siempre son una justificación de ciertos intereses para poder influenciar y hacerse con el poder. El que no tenga una “que tire la primera piedra” (L. Gera). El tema es ser conscientes de esta forma limitada de abordar la realidad y no reducir el Misterio de Dios a ellas, sino redimirlas desde una comprensión evangélica más amplia.

Para Evangelii Gaudium, el programa de Francisco, la ideologización del cristianismo deriva del clericalismo. Una “ideología” hegemónica para gobernar la Iglesia, un discurso parcial e interesado del Evangelio, concentrado en formas secundarias y desconectado de la raíz …” para justificar la estructura de poder de un clero carrerista y autorreferencial.

Va más allá de ser conservador o progresista. De lo que se trata es de tener el poder y defenestrar al mejor estilo “Maquiavelo”, al que intente ponerlo en duda (inquisición, cruzadas, expulsión, quema de disidentes, “abandono al brazo secular”, soporte de colonialismos, excomuniones… y ahora la persecución mediática del Papa Francisco y sus reformas).

De lo que se trata en la ideología clerical, es de “mandar en nombre de Dios”. El camino contrario a Jesús, que no vino a ser servido sino a servir, que fue víctima de los poderosos civiles y religiosos de este mundo y les insistió a sus apóstoles en la última cena que “entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande deberá ser vuestro servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20)

Por eso, esta ideología interpreta la evangelización como proselitismo, no como contagio de “una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos (Lc 2,10). De lo que se trata es de convencer con miedos y condenas para domesticar, homogenizar …y así reproducir el sistema. Son sacralizados objetos, gustos, vestimentas y modos de vida del clero, como el celibato obligatorio que ha sido erigido como algo más importante incluso que el sacramento del Orden Sagrado. Nada de cercanía con el pueblo, sino “desde arriba”, con sacralizaciones absurdas…que terminan en pandemias de abusos y pederastias.

El reduccionismo dogmático de la pretendida “pureza doctrinal”, piedra filosofal del clericalismo, es como el casamiento entre parientes, endogámico, genera malformaciones, asfixia. Diferente del amor del Dios hecho hombre, que es expansivo, poliédrico, dialogal, una identidad abierta, humilde, respetuosa, inclusiva. Los dogmas, que son pocos, son solo una señal hacia el misterio, no su encorsetamiento con el lenguaje de una época y  de un grupo.

La perspectiva de la ideología clerical no es buscar el Reino de Dios y su Justicia, sino afirmar en este mundo la institución eclesiástica como exigente aduana del Cielo regida por una “casta sagrada”. Anula el interés por hacer un mundo mejor, la tensión hacia los cielos nuevos y tierra nueva” (Ap.21). Nada de compromiso con el sufrimiento personal y estructural de este mundo. Sólo hay que “acatar, rezar y sostener el culto” sumisamente, para tranquilizar la conciencia. El juicio final descripto por Jesús en Mt 25, donde el acento está puesto en el amor samaritano, es reemplazado por misticismos desencarnados, por “sentirse bien con uno mismo” en la lógica narcisista actual, donde el otro es un obstáculo.

En la ideología eclesiástica predomina la preocupación obsesiva por la institución. Es sabido que todo movimiento social requiere institucionalidad para la profundización y continuidad del mensaje que abraza. Pero en el caso de la ideologización de la institución eclesiástica, su cultura organizacional, siempre deudora de una época y una elite, predomina sobre el mensaje y la vida que ha de transmitir a lo largo de la historia e interpretando “los signos de los tiempos”.

Cambia el foco del Evangelio, que ya no se dirige a los que tienen hambre y se les da de comer… ya no son los bienaventurados por sufrir la injusticia y luchar por ella, ya no es el Reino de Dios y su Justicia sino el reino de los clérigos y sus privilegios, que siempre nos embarcan en cruzadas contra los “enemigos de la fe”.

Pero la Esperanza cristiana está en aquel que, al resucitar, ha vencido a la ideología religiosa que lo condenó. Aquel que, con la fuerza de su Espíritu, teje día a día su Reino de Misericordia entre las guerras de este mundo. Que nos envía profetas, que todos los días nos anuncian desde distintos lugares y culturas, el Evangelio del amor y la compasión, para cambiar el mundo.

Puedo entregar mi cuerpo a las llamas, pero si no tengo amor… (1 Cor 13) El amor, no la idea del amor, redime, construye, cura, perdona, da sentido, capacita para ver lo que nadie ve…Como Jesús, que ve “algo grande” en el enfermo, en el pecador, en la viuda que lo toca entre la multitud, en Zaqueo, en el centurión…todos amados, comprendidos. Él no se fija en nuestra ideología, que tener siempre la tenemos, sino que su Amor va más allá y hace de nosotros, un pueblo de hermanos.

La ideología impide ver a las personas como totalidad y finalidad, sus necesidades profundas, sus aficiones, su verdad. Como decía Mafalda “amo a la humanidad, lo que me molestan son las personas. Puede que a las individualistas no le interesen los pobres o que las colectivistas hagan de los pobres solo una bandera para revoluciones que terminan empeorando su situación. Como cita la película Napoleón de Ridley Scott: El pueblo entra en la revolución por la miseria …y termina en la miseria por la revolución”.

Ese desinterés por la persona concreta, hace que la gente se vaya de la iglesia, hay un instinto que les dice que por ahí no es. Es una de las principales causas de la apostasía de las masas. Las personas sienten que la institución no tiene interés verdadero por ellas, sino por “imponerles ideas” y controlarlas.

Evangelii gaudium advierte del riesgo de separar la realidad de la idea, refugiándose en la palabrería, la imagen, el sofisma. Si la realidad es superior a la idea, nuestros proyectos no pueden ser solo formales manipulaciones de la realidad. La idea, en Tomás de Aquino o Pascal, es deudora de la realidad, percibida con el “corazón” que ama, “intus legere” y que capta que «Todo está relacionado», «todo está conectado» (LS 16; 117; 138), se integra a un poliedro de sentido.

poliedroyperiferia@gmail.com

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La Epifanía muestra que no hay excepciones

Lunes, 8 de enero de 2024
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IMG_2264La Adoración de los Magos, por  Edward Burne-Jones (1904)

La “Epifanía”, como se llama la fiesta litúrgica de hoy, suele definirse como revelación, manifestación, realización. En las narraciones de la infancia de los evangelios, la Epifanía marca la importancia del hecho de que las naciones no judías, representadas por los Magos, reconozcan la presencia de Cristo como Redentor. La primera lectura y el pasaje del evangelio de hoy enfatizan esa dimensión de esta fiesta.

Pero la segunda lectura, de Efesios 3, enfatiza que también se revela un misterio más específico: “que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio”. Desde esta perspectiva, esta fiesta nos recuerda que Dios ha venido al mundo para redimir no sólo a quienes se consideran elegidos, sino a quienes tradicionalmente fueron excluidos por quienes se consideran elegidos.

¿Suena familiar? Sí,

El año 2023 fue un año en el que esa lección comenzó a volverse más tangible y real en la Iglesia Católica, a medida que los líderes, en particular el Papa Francisco, enseñaron con la palabra y el ejemplo que las personas LGBTQ+ son “miembros del mismo cuerpo” que otros en nuestra comunidad de fe. A finales de año, The National Catholic Reporter editorializó que el año pasado se produjo un “movimiento extraordinario, aunque tentativo” con respecto a “cómo la Iglesia Católica incluye y ministra a sus miembros LGBTQ. En los últimos 12 meses han sucedido cosas que alguna vez habrían parecido obra de un novelista desconectado de la realidad”. (Para obtener más evidencia de este hecho, basta con mirar la lista de los diez mejores eventos católicos LGBTQ de 2023 de Bondings 2.0).

La última frase de la cita del editorial de NCR resonó en mis oídos cuando leí la línea de la lectura de Efesios de hoy, que hablaba de cómo una nueva comprensión del amor de Dios “no se dio a conocer a personas de otras generaciones como se ha revelado ahora”. Eso literalmente hizo que un escalofrío recorriera mi columna vertebral, al darme cuenta de lo increíblemente bendecido que soy (y todos nosotros) de vivir en una época en la que podemos ver que tales gracias se vuelven reales. Y estoy agradecido a todos nuestros antepasados que esperaron y trabajaron para que se produjera un año como el 2023.

La noticia culminante de un año tan maravilloso llegó justo antes de finales de diciembre, cuando el Vaticano anunció que los sacerdotes tenían permiso para bendecir a parejas del mismo sexo. Fiducia Supplicans, la declaración que concedió tal permiso, en realidad no se centró en las parejas del mismo sexo, sino en qué son las bendiciones en general y cómo deben administrarse. Aunque este documento provino del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF), tenía las huellas del Papa Francisco por todas partes, especialmente el mensaje que ha estado enseñando desde que se convirtió en pontífice: que el amor de Dios es paratodos, todos, todos”, y que los ministros de la iglesia no deben negar a nadie el cuidado pastoral.

En efecto, lo que el Papa Francisco y el DDF han estado haciendo es mostrar lo que describe la carta a los Efesios: “la mayordomía de la gracia de Dios” fue dada a los líderes de la iglesia, no para protegerla y atesorarla, sino que fue dada para el “beneficio” de la gente.” En otras palabras, los líderes de la iglesia no deberían preocuparse por preservar las ideas e ideales de la iglesia, sino por compartir extravagantemente el amor de Dios de manera tangible y significativa con todas las personas, sin excepciones. La mejor manera de compartir ese amor es dando bendiciones a cualquiera que tenga suficiente hambre como para solicitarlo a la iglesia.

Así que hoy, mientras acercas las estatuas de los Reyes Magos de tu Belén al pesebre, tómate un momento para recordar que la fiesta de hoy no se trata sólo de nuestros viajes hacia Jesús, sino del viaje de Dios hacia todas las personas del mundo, especialmente aquellos que tienen tradicionalmente ha sido excluido.

—Francis DeBernardo, Ministerio New Ways, 7 de enero de

Fuente New Ways Ministry

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“Jesús bautiza con Espíritu Santo”. Bautismo del Señor – B (Marcos 1,7-11)

Domingo, 7 de enero de 2024
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El Bautista representa como pocos el esfuerzo de los hombres y mujeres de todos los tiempos por purificarse, reorientar su existencia y comenzar una vida más digna. Este es su mensaje: «Hagamos penitencia, volvamos al buen camino, pongamos orden en nuestra vida». Esto es también lo que escuchamos más de una vez en el fondo de la conciencia: «Tengo que cambiar, debo ser mejor, he de actuar de manera más digna».

Esta voluntad de purificación es noble e indispensable, pero no basta. Nos esforzamos por corregir errores, tratamos de cumplir con nuestro deber con más responsabilidad, intentamos hacer mejor las cosas, pero nada realmente nuevo se despierta en nosotros, nada apasionante. Pronto el paso del tiempo nos devuelve a la mediocridad de siempre. El mismo Bautista reconoce el límite de su esfuerzo: «Yo os bautizo solo con agua; alguien más fuerte os bautizará con Espíritu y fuego».

El bautismo de Jesús encierra un mensaje nuevo que supera radicalmente al Bautista. Los evangelistas han cuidado con esmero la escena. El cielo, que permanecía cerrado e impenetrable, se abre para mostrar su secreto. Al abrirse, no descarga la ira divina que anunciaba el Bautista, sino que regala el amor de Dios, el Espíritu, que se posa pacíficamente sobre Jesús. Del cielo se escucha una voz: «Tú eres mi Hijo amado».

El mensaje es claro: con Cristo, el cielo ha quedado abierto; de Dios solo brota amor y paz; podemos vivir con confianza. A pesar de nuestros errores y nuestra mediocridad insoportable, también para nosotros «el cielo ha quedado abierto». También nosotros podemos escuchar con Jesús la voz de Dios: «Tú eres para mí un hijo amado, una hija amada». En adelante podemos afrontar la vida no como una «historia sucia» que hemos de purificar constantemente, sino como el regalo de la «dignidad de hijos de Dios», que hemos de cuidar con gozo y agradecimiento.

Para quien vive de esta fe, la vida está llena de momentos de gracia: el nacimiento de un hijo, el contacto con una persona buena, la experiencia de un amor limpio… que ponen en nuestra vida una luz y un calor nuevos. De pronto nos parece ver «el cielo abierto». Algo nuevo comienza en nosotros; nos sentimos vivos; se despierta lo mejor que hay en nuestro corazón. Lo que tal vez habíamos soñado secretamente se nos regala ahora de forma inesperada: un inicio nuevo, una purificación diferente, un «bautismo de Espíritu». Detrás de esas experiencias está Dios amándonos como Padre. Está su Amor y su Espíritu «dador de vida».

José Antonio Pagola

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. Bautismo del Señor. Domingo 07 de enero de 2023. Domingo primero ordinario-

Domingo, 7 de enero de 2024
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09-navidada5-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42,1-4.6-7: Mirad mi siervo, a quien prefiero.
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Marcos 1,7-11: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

 Hoy, como comunidad de creyentes, celebramos el bautismo de Jesús y, junto con él, nuestro bautismo. Así pues, las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos que identifican el verdadero bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, la tarea de todo bautizado es testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos sin excepción. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de pasar por la vida “haciendo el bien”; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiesta la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: El cielo se abre, desciende el Espíritu y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios. Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es el hecho fundamental del ser cristiano, pues evoca la vida, la muerte y la resurrección de Cristo y la participación de todo cristiano en este misterio. El bautismo viene a significar en síntesis, y teniendo en cuenta los elementos descritos anteriormente, la entrega generosa a Dios y a los hermanos a ejemplo del mismo Cristo. Leer más…

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