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“Jesús bautiza con Espíritu Santo”. Bautismo del Señor – B (Marcos 1,7-11)

Domingo, 7 de enero de 2024
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El Bautista representa como pocos el esfuerzo de los hombres y mujeres de todos los tiempos por purificarse, reorientar su existencia y comenzar una vida más digna. Este es su mensaje: «Hagamos penitencia, volvamos al buen camino, pongamos orden en nuestra vida». Esto es también lo que escuchamos más de una vez en el fondo de la conciencia: «Tengo que cambiar, debo ser mejor, he de actuar de manera más digna».

Esta voluntad de purificación es noble e indispensable, pero no basta. Nos esforzamos por corregir errores, tratamos de cumplir con nuestro deber con más responsabilidad, intentamos hacer mejor las cosas, pero nada realmente nuevo se despierta en nosotros, nada apasionante. Pronto el paso del tiempo nos devuelve a la mediocridad de siempre. El mismo Bautista reconoce el límite de su esfuerzo: «Yo os bautizo solo con agua; alguien más fuerte os bautizará con Espíritu y fuego».

El bautismo de Jesús encierra un mensaje nuevo que supera radicalmente al Bautista. Los evangelistas han cuidado con esmero la escena. El cielo, que permanecía cerrado e impenetrable, se abre para mostrar su secreto. Al abrirse, no descarga la ira divina que anunciaba el Bautista, sino que regala el amor de Dios, el Espíritu, que se posa pacíficamente sobre Jesús. Del cielo se escucha una voz: «Tú eres mi Hijo amado».

El mensaje es claro: con Cristo, el cielo ha quedado abierto; de Dios solo brota amor y paz; podemos vivir con confianza. A pesar de nuestros errores y nuestra mediocridad insoportable, también para nosotros «el cielo ha quedado abierto». También nosotros podemos escuchar con Jesús la voz de Dios: «Tú eres para mí un hijo amado, una hija amada». En adelante podemos afrontar la vida no como una «historia sucia» que hemos de purificar constantemente, sino como el regalo de la «dignidad de hijos de Dios», que hemos de cuidar con gozo y agradecimiento.

Para quien vive de esta fe, la vida está llena de momentos de gracia: el nacimiento de un hijo, el contacto con una persona buena, la experiencia de un amor limpio… que ponen en nuestra vida una luz y un calor nuevos. De pronto nos parece ver «el cielo abierto». Algo nuevo comienza en nosotros; nos sentimos vivos; se despierta lo mejor que hay en nuestro corazón. Lo que tal vez habíamos soñado secretamente se nos regala ahora de forma inesperada: un inicio nuevo, una purificación diferente, un «bautismo de Espíritu». Detrás de esas experiencias está Dios amándonos como Padre. Está su Amor y su Espíritu «dador de vida».

José Antonio Pagola

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. Bautismo del Señor. Domingo 07 de enero de 2023. Domingo primero ordinario-

Domingo, 7 de enero de 2024
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09-navidada5-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42,1-4.6-7: Mirad mi siervo, a quien prefiero.
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Marcos 1,7-11: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

 Hoy, como comunidad de creyentes, celebramos el bautismo de Jesús y, junto con él, nuestro bautismo. Así pues, las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos que identifican el verdadero bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, la tarea de todo bautizado es testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos sin excepción. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de pasar por la vida “haciendo el bien”; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiesta la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: El cielo se abre, desciende el Espíritu y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios. Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es el hecho fundamental del ser cristiano, pues evoca la vida, la muerte y la resurrección de Cristo y la participación de todo cristiano en este misterio. El bautismo viene a significar en síntesis, y teniendo en cuenta los elementos descritos anteriormente, la entrega generosa a Dios y a los hermanos a ejemplo del mismo Cristo. Leer más…

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Pikaza

Domingo, 7 de enero de 2024
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Fiesta del Bautismo de Jesús.

Domingo, 7 de enero de 2024
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icono-bautismo-de-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Ayer celebramos la fiesta de la Epifanía, con Jesús niño de menos de dos años, y de repente lo vemos ya adulto, en el momento del bautismo. De los años intermedios, si prescindimos de la visita al templo que cuenta Lucas, no se dice nada.

            Esta ausencia de datos resulta especialmente dura en el bautismo de Jesús. ¿Por qué decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. El relato de Marcos, el más antiguo, cuenta el bautismo con muy pocas palabras. Y ni siquiera se centra en el bautismo, sino en lo que ocurre inmediatamente después de él.

            En aquel tiempo, proclamaba Juan:

            ̶  Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

            Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:

            ̶  Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

               Marcos destaca dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

             La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad.

         La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Marcos quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento. En este sentido, es importante advertir que la vida pública de Jesús comienza con el testimonio de la voz del cielo («Tú eres mi hijo amado, mi predilecto») y se cierra con el testimonio del centurión junto a la cruz: «Realmente, este hombre era hijo de Dios» (Marcos 15,39).

El programa futuro de Jesús (42,1-4.6-7)

         Las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías.

Así dice el Señor: 

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien (Hechos de los Apóstoles 10,34-38)

            Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resume en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

            Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

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Domingo del Bautismo del Señor. 07 de enero, 2024

Domingo, 7 de enero de 2024
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Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán”.

(Mc 1, 7-11)

El Niño que estaba ayer en pañales y recibía la visita de los Magos es hoy el que se pone a la fila de los pecadores como uno más. El Dios desconcertante. El Dios que aparece donde menos le iríamos a buscar (¡en un establo!) y se escapa de todos nuestros templos y palacios.

Ese es el Dios que nos muestra Jesús. El Dios que rompe nuestros esquemas. Nosotros querríamos que se manifestara con su fuerza. Le invocamos como Dios Omnipotente, Señor de los Ejércitos, pero él viene a que le bauticemos.

Se pone en la fila sin anticipos ni privilegios. Como uno más, como el más corriente. Sin escolta, sin anunciar su llegada, sin tratos especiales.

Pero, ¿no te das cuenta, Dios Omnipotente, Señor del Cielo y de la Tierra, que así no impresionas a nadie? Déjate asesorar por nosotros. Te falta “marketing”, te falta “puesta en escena”. Hay que cuidar la imagen y medir las palabras. También sería bueno que elijas mejor a las personas con las que te rodeas. Busca a personas influyentes. Rodéate de gente con buena imagen…

¡No hay quien pueda Contigo! Sigues tercamente empeñado en ir por tus caminos y hacer las cosas a tu manera. ¿Qué esconden la vulnerabilidad y la pobreza? ¿Por qué vienes a que te bauticemos en lugar de bautizarnos tú a nosotros? ¿Qué haces tú en la fila de los pecadores?

Así es nuestro Dios encarnado en Jesús. Viene a “necesitarnos”. Primero en la fragilidad de un recién nacido. Ahora como uno más que desea ser bautizado. Vienes a necesitarnos, nosotros querríamos que vinieras a solucionarnos la vida.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a descubrirte allí donde tú quieras manifestarte. En la cola del autobús, entre quienes cruzan la calle o jugando con los niños del parque. Que como Juan Bautista sepamos reconocerte allí donde hayas querido manifestarte.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El verdadero Jesús no puede ser concebido sin Espíritu.

Domingo, 7 de enero de 2024
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bautismo-jesusDOMINGO 1º (B) BAUTISMO DE JESÚS

Mc 1,6-11

Estamos en el primer domingo del “tiempo ordinario”. Celebramos hoy una de las tres manifestaciones de Jesús que estuvieron durante los primeros siglos integradas en la fiesta de la Epifanía. Las dos lecturas nos preparan para entender el evangelio. Para Marcos, es el comienzo. El relato es la clave para comprender todo su evangelio. Hay pocas dudas sobre la historicidad de hecho. Lo narran los tres sinópticos, y Jn más contundente, lo da por supuesto.

El bautismo de Jesús es el primer dato que se puede constatar históricamente por fuentes extra bíblicas. Es un relato que ningún cristiano se hubiera atrevido a inventar, porque compromete el altísimo concepto que tuvieron de su maestro. Si no hubiera tenido importancia, seguramente se les hubiera olvidado. De ahí la necesidad de dejar clara, en todos los relatos, la diferencia entre Jesús y Juan.

El mensaje teológico que se quiere trasmitir con este relato es muy importante. No fue un acto de humildad ni una comedia ante los demás, sino una búsqueda de su identidad que manifestó durante toda su vida. Para aceptar este punto de vista tenemos que admitir que fue verdadero hombre. Esto no es fácil, a pesar de que un concilio lo definió como dogma de fe. Un hombre al que hicieron tantas “judiadas” y murió como murió, nos obliga a aceptar que fue un hombre.

Los humanos no podemos aceptar racionalmente que una realidad sea, a la vez, dos cosas contradictorias entre sí. Desde nuestra racionalidad, no podemos pensar en un ser que es a la vez, hombre y Dios, porque tenemos una idea equivocada de los que es Dios. Como no podemos pensar en una bola de billar que sea a la vez, blanca y negra. El listo de turno nos puede decir que podemos poner la mitad de pigmento blanco y la mitad negro; pero entonces resultaría una bola gris…

A través de la historia, nos hemos visto “obligados” a pensar a Jesús como hombre, olvidándonos de lo divino o pensarlo como Dios, olvidándonos de lo humano. En una palabra, parece que no podemos hacer cristología sin caer en la herejía. Lo mismo que no podemos hacer teología sin hacernos un ídolo. Tenemos dos salidas: a) aceptar las formulaciones sin entender ni palabra. b) aparcar la razón y buscar la vivencia para superar la contradicción: Lo divino y lo humano ni se mezclan ni se excluyen. En Jesús está la plenitud humana y la plenitud divina.

Si aceptamos que Jesús es un ser humano, tendremos que admitir una trayectoria humana como la de cualquier hombre. No fue un extraterrestre, sino que tuvo que desarrollarse para alcanzar plenitud. Desde esta perspectiva, podemos entender lo que sería para Jesús descubrir al Bautista. Hacia trescientos años que no había profetas en Israel; es natural que se sintiera atraído por esta figura y que intentara aprender de él. El hecho de que se bautizara, nos lleva más allá de un encuentro fortuito. Jesús aceptó la predicación de Juan y se comprome­tió con ella.

Lo importante no es que narren lo que pasó, sino cómo nos lo dicen. La liturgia de hoy lo pone bien de manifiesto. Las tres lecturas nos hablan del Espíritu. El evangelio, para hablar del Espíritu, emplea una imagen sensible, como paloma. No significa que vio una paloma que bajaba sobre él como normalmente se entiende. Oseas 8,1, dice: Como un águila cae el mal sobre la casa de Israel. Quiere decir que el Espíritu cayó sobre Jesús como un ave se lanza en picado desde lo alto. La misma Biblia dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas.

El Espíritu transforma a Jesús, y le capacita para llevar a cabo la difícil tarea que le esperaba. En el AT se ungía al rey para que el Espíritu lo capacitara para su misión. Están hablando del nuevo nacimiento del agua y del Espíritu. Lo que Jesús pide más tarde a Nicodemo lo había vivido él. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. No se puede concebir a Jesús sin el Espíritu. Porque nacer de la carne es menos importante que nacer del Espíritu, lo que celebramos hoy es más importante que lo que hemos celebrado en Navidad.

No debemos pensar en fenómenos aparatosos. La manera de narrar el hecho puede ser una trampa. Ni Espíritu visible, ni voz audible, ni cielo rasgado. Todos estos fenómenos no son más que imágenes para comunicarnos verdades teológicas. El Espíritu actúa siempre de la misma manera, silenciosamente, desde dentro, sin ruidos, sin aspavientos, sin violentar la naturaleza porque actúa siempre de acuerdo con ella. “No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha humeante no la apagará“. (Isaías)

Aunque no tenemos datos suficientes para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación que desbordó todo lo conocido. Se atreve a llamarle “Abba” (papá). Hace su voluntad: Le escucha siempre. El mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experien­cia de Dios. El único objetivo de su misión fue que nosotros lleguemos a esa misma experiencia. Toda relación de Jesús con Dios era con un Dios que es Espíritu. En el diálogo con la Samaritana lo dejó claro. Dios es Espíritu.

Tú eres mi Hijo amado. La experiencia de ser amado es la base del verdadero amor. Solo a través de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. Lucas, dice: “y mientras oraba…” El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de hombre. Dios como creador está en la base de todo ser. Yo soy yo, porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está dando Él. Mi verdadero ser es el mismo ser de Dios.

El cielo rasgado recuerda a Isaías: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”. El cielo se había cerrado. Hacía siglos que Dios no hablaba a través de sus profetas; ahora se abre. La comunicación entre el cielo y la tierra queda abierta para siempre por medio del ser humano que se siente identificado con Dios. Mc está trasmitiendo el descubrimiento de la vocación de Jesús y su conciencia de enviado del Padre.

Pedro dice: Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos. Dios también está contigo, solo falta que tú respondas como respondió él. La más importante tarea de tu vida es desplegar tus posibilidades de ser. Si despliegas solamente tus posibilidades biológicas, habrás desarrollado solo una parte de ti. Eres también Espíritu y si quieres alcanzar tu plenitud, tienes que desplegar el Espíritu.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Creerle a Jesús.

Domingo, 7 de enero de 2024
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Mc 1, 6-11

«Éste es mi hijo, el amado, mi predilecto»

Jesús “descubrió” a Abbá. Es el primero que se atrevió a mirar a los ojos del Dios Altísimo y Todopoderoso y decir, sonriendo: “papá”. Y nos encantaría poder hacer la crónica de este descubrimiento: de cómo el espíritu de Abbá fue rompiendo sus odres viejos, cómo se le fue quedando estrecha la antigua Ley, cómo fue creciendo su sentimiento filial o se fue desarrollando su compromiso de proclamarle… pero no es posible, y sólo podemos aspirar a conjeturas que de alguna forma afianzan nuestra fe.

Por ejemplo, es razonable pensar que Jesús sintió la llamada de Dios en un momento determinado de su vida, abandonó Nazaret y se dirigió al encuentro de Juan. Es posible que allí permaneciese un tiempo como su discípulo, y también es posible que aquel ambiente de oración y penitencia propiciase que Jesús se empapase de tal modo del espíritu de Dios, que tomase la decisión de dedicar la vida a proclamar su Reino.

Lo que sí sabemos es que el bautismo de Jesús es un suceso histórico (porque a sus discípulos no les interesaba nada presentar a Jesús siendo bautizado por Juan), aunque los cuatro evangelistas tienen buen cuidado de adobarlo con una fuerte interpretación teológica en forma de teofanía. El resultado es que en los textos del bautismo podemos distinguir dos relatos complementarios: lo que vieron los ojos (Jesús es bautizado por Juan), y lo que la fe entendió después de la experiencia pascual (ese hombre que parecía uno más en la cola de bautizandos, es el hijo predilecto de Dios).

Marcos quiere empezar su evangelio con una profesión de fe que nos allane el camino para entender el mensaje que encierra: “Ése al que veis siendo bautizado por Juan, que se va a lanzar a los caminos a proclamar la buena Noticia, que va a enfrentarse a los santos y los sabios de Israel, que va a subir a Jerusalén y romper definitivamente con todos los estamentos de poder, y que va a ser crucificado por ello… ése es el Hijo amado lleno del espíritu de Dios”.

El propio Marcos narra otra teofanía similar, y con el mismo propósito, justo antes de la subida de Jesús a Jerusalén donde va a ser crucificado: «Éste es mi hijo muy amado, escuchadle» … Marcos quiere dejar claro que, a pesar de su aparente fracaso posterior, cuando Jesús nos habla de Dios debemos escucharle, porque quien nos lo cuenta es el Hijo. Pero no vale de nada creer “en” Jesús si luego no nos creemos lo que nos dice; no vale de nada admitir su divinidad o aceptar que es el hijo predilecto de Dios… si no vivimos con sus criterios y con sus valores.

No cuesta demasiado creer “en” Jesús, pero nos cuesta mucho creerle “a” Jesús cuando nos habla de Abbá, o cuando nos dice cosas tan chocantes como que debemos ir por el mundo proclamando el evangelio… Sentimos la tentación de quedarnos sólo con lo que nos parece razonable; creerle en lo que cuadra con nuestros criterios (que son los del mundo) e ignorarle en el resto…

¡Escuchadle!

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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El bautismo es un proceso en espiral.

Domingo, 7 de enero de 2024
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bautismo1Mc 1, 7-11

 El bautismo es un proceso. Hay un momento especial para su ritual en el seno de la comunidad cristiana. Pero la conciencia de nuestra identidad profunda sólo va llegando lenta y profundamente.

Puede que llegue lentamente porque es demasiado grande para ser asimilado con rapidez. Como un bálsamo, se desliza por la piel de nuestra alma, impregnando cada poro, hidratando la sequedad de nuestro interior, tan cansado de buscar fuera lo que habita dentro.

Es el agua que abre nuestra alma a la Ruah, el agua que limpia el polvo de nuestro ojo interior, para que seamos capaces de comprender, poco a poco quiénes somos en verdad.

Decimos que trabaja en espiral porque como cualquier relación, tiene sus diferentes estaciones: un día de invierno puede ir seguido de una experiencia de primavera durante un periodo de tiempo, y luego volver al invierno. Depende de nuestra realidad personal y social, y de las emociones y cambios vitales que experimentemos: nuestro dolor personal y social, la injusticia que vivamos o veamos, la alegría que siempre en algún rincón del alma experimentamos o la renovación en la que estamos inmersas la mayoría de personas que despertamos a una consciencia más global.

Entrar en el dinamismo espiral de la Ruah es entrar en un espacio y refugio seguro. Ella entiende de procesos y espirales, y si permanecemos quietas, en silencio expectante del que nos habla el Evangelio, ella hace su trabajo.

Es en este movimiento del Espíritu en nosotrxs y a través de nosotrxs donde el bautismo, recibido ritualmente una vez, adquiere de nuevo su significado: “Tú eres mi hijo, en ti encuentro placer”. Y la rueda de la vida comienza a rodar de nuevo, dejando atrás la ira, el dolor y la soledad, y ofreciendo el agua, el sentido y el amor necesarios, como aire para respirar de nuevo, para sanar heridas, para ver el futuro con luz.

Una de esas respiraciones profundas en la Ruah, llena de nuevo aire fresco para mí, ocurrió hace unos años en Wicklow, Irlanda. Una pequeña comunidad de hermanas dominicas ofrece un programa sabático integrado sobre “la Nueva Historia“. Se trata de una inmersión de 10 semanas en el estudio y la experiencia del comienzo de todo tipo de vida en sus diferentes formas; de la vida interior y exterior, a través de las lentes de la ciencia actual y de diversas espiritualidades, especialmente la espiritualidad celta.

El lugar se llama An Tairseach que significa “Umbral” en gaélico. Alberga un centro de ecología y espiritualidad cuya misión es “crecer en la conciencia de que la Tierra es nuestro propio hogar y el hogar de todos los seres vivos.

Y sucedió que la experiencia, generosamente proporcionada por una beca de las hermanas, fue para mí el umbral de un nuevo bautismo.

Estaba llegando al límite de mi aguante con el modelo patriarcal-clerical, cuya presencia sigue dominando nuestra iglesia en España. Necesitaba crear un espacio dentro de mí y a mi alrededor que estuviera a salvo de sus tantas veces tóxicos tentáculos.

Y aunque es cierto que la fuerza viene de dentro, ayuda si puedes sumergirte un tiempo en las profundas y cálidas aguas del bautismo.

Esas hermanas dominicas y su programa fueron para mí las manos, la mente y el corazón de la Ruah.

Experimenté personalmente y en comunidad una entrada, a través de su umbral, a una comprensión más profunda de todo: la ciencia, la mística, yo misma.

Ahora, unos años más tarde, experimento que los dones de “llegar a ser” -sacerdotes, profetas y pastores- que se nos otorgaron en nuestro primer bautismo ritual, han adquirido un nuevo significado:

– Veo mi sacerdocio como una profunda llamada a consagrar todo lo que tocan mis manos y mi mente y mi corazón: el planeta dentro del universo en sus múltiples facetas; el aire, el agua, la propia tierra, las montañas, los bosques, los animales; y sobre todo las personas que sufren -especialmente las que están en una consciente búsqueda de sentido-, que es el tipo de pobreza e injusticia al que me siento llamada a enfrentar:

La pobreza de no encontrar lugares, comunidades donde poder estar, donde poder alimentarme de alimento fresco, sano que conduce a una espiritualidad y compromiso más creativo, menos estandarizado.

– Ser profetas es un reto asombroso para las personas de hoy de todas las edades. Estamos en un umbral como civilización, y está surgiendo un nuevo paradigma. Somos la comadrona de nuevas formas de vivir, por tanto de pensar y de rezar y de relacionarnos con todos y con todo.

Esto ya no es nuevo para nadie; lo que es nuevo para mí es que, tras haber sido tocada por una nueva comprensión, mi llamada a ser profética da un giro en la espiral de la vida, un giro del que no hay vuelta atrás. Y eso significa un cambio de actitud sobre quién soy y qué hago con la energía de mi mente, mi creatividad, mis votos religiosos, o para tantos laicos, vuestro compromiso a vivir los consejos evangélicos, como María de Nazaret, laica comprometida con su experiencia interior que le conduce a gestar Vida.

O cómo el hecho de compartir todo lo que soy y tengo está adquiriendo una dimensión que nunca sospeché que experimentaría: colaborar con el planeta, mucho más allá de la culpa represiva de no ser nunca lo bastante pobre. Compartir con personas indígenas, sobre todo con mujeres, para que sigan en sus tierras defendiendo y cultivando su patrimonio -estilo de vida que tiene muchas de las respuestas que los occidentales buscamos- como el respeto a la tierra, la protección de los cultivos originales, el respeto infinito a las personas, sin paternalismos…

– Ese ser reyes/pastores desde una invitación al amor incondicional – no a abstenerse del amor, sino a participar en una vida de dar amor, creatividad, compasión y pasión para cuidar y sanar la Tierra y sus habitantes, así como no dejar de compartir el evangelio después de estudiar con gran responsabilidad las actualizaciones que lxs exégetas actuales nos ofrecen, y después de orarlas ofrecerlas preparadas con mimo como el mejor de los guisos cocinados a fuego lento, con ingredientes ecológicos.

Sí, me gusta ver el desarrollo de las experiencias que este nuevo bautismo ha encendido en mí. Y me atrevo a decir que, como consecuencia, muchas personas se han sentido tocadas por él.

Gracias, hermanas, cuidadoras de la Tierra, por vuestras nuevas formas de consagrar la vida, de ser profetas y excelentes pastoras cuyos pastos son tan verdes como los de Irlanda.

Y a nosotrxs que deseamos comprender el Bautismo, “nos invito” a preguntarnos en un espacio oracional ¿te sientes bautizadx? ¿qué te falta? ¿cómo lo vives? ¿hay en tu vida reciente alguna experiencia que si la miras desde esa lente que ofrecemos, puedas decir: “Ajá, ahí en esa situación, aquella tarde, en aquel lugar, yo reviví mi Bautismo, porque me sentí amada, consagrada, enviada al desierto a seguir evolucionando en mi comprensión y vivencia de esa gran experiencia fundante, que como en espiral vuelve y se aleja, vuelve y nos envuelve”.

Tal vez ahora comprendamos mejor que Marcos nos diga que el cielo se rasgó para ya jamás poder cerrarse, algo así ocurre en nuestra vida cuando descubrimos que somos la Hija Amada en quien Dios tiene puesto su deleite y su confianza. Una experiencia que no se puede silenciar o guardar.

Si puedes,  no dejes de compartirla porque pertenece al patrimonio y matrimonio cristiano universal y es lo que le falta a la iglesia. Los sermones en general aburridos, dormitivos y alejados son fruto de la ausencia de la experiencia de toda la diversidad que constituye la comunidad cristiana.

No desvaloricemos nuestro primer Bautismo, revivido, renovado cientos de veces a lo largo de la vida y que es la transversal que mantiene viva la comunidad, si lo comunicamos.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

espiritualidadcym@gmail.com

Fuente Fe Adulta

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Ver lo que somos

Domingo, 7 de enero de 2024
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IMG_2143Fiesta del Bautismo de Jesús

07 enero 2024

Mc 1, 7-11

En el marco de la religión teísta, la mejor noticia que un ser humano puede escuchar es la de ser proclamado por Dios mismo como “su hijo amado”. Recuerdo que, cuando mi marco era ese, podía orar durante días, centrando toda mi atención en esa expresión, que dejaba reverberar dentro de mí: “tú eres mi hijo amado”, en la convicción de que esas palabras estaban definiendo mi identidad más profunda. Porque, en tal marco, ¿podría haber algo que superara esa afirmación?

Al superar el teísmo, no he perdido nada de aquella vivencia. No solo no he perdido, sino que, en mi experiencia personal, sé que todo se ha enriquecido. Lo único que ha cambiado ha sido el paradigma o, si se prefiere, el mapa mental con el que leo la realidad.

Si antes me veía “hijo amado de Dios”, ahora veo que la divinidad no es algo o alguien separado, sino justamente Eso -plenitud de vida y de amor- que nos constituye en nuestra verdadera identidad.

No somos un yo amado por Dios -aunque nuestra mente tienda a leerlo de ese modo-, sino la misma divinidad expresándose o experimentándose en un ser humano particular.

El Maestro Eckhart, uno de los más grandes místicos de la tradición cristiana, distinguía entre “Deus” (Dios) y “Deitas” (Deidad). El primero es el dios pensado, “personal”, aquel a quien el fiel se dirige, a quien le habla, a quien ora, en quien confía… Pero tal dios no puede sino poseer muchos rasgos antropomórficos ya que, en cierto modo, está siendo creado a imagen de quien se dirige a él. Por el contrario, el término Deitas” hace referencia a Eso que no puede ser pensado: El único Dios verdadero -decía Margarita Porete, otra mística, contemporánea del Mestro Eckhart- es aquel del que nada puede pensarse”. Eso que no puede ser pensado, porque no es objeto, es justamente lo que somos, el Fondo último de todo lo que es. Y lo “vemos”, nos vemos, al acallar la mente.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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liberador El diluvio, el mar Rojo, el Jordán: espléndidas catequesis sobre el Éxodo liberador

Domingo, 7 de enero de 2024
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Bautismo_CDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. Relatos de revelación

        En Navidad y Epifanía hemos celebrado la presencia de Dios en nuestra historia por medio de Jesús. Hoy, la fiesta del Bautismo del Señor, es también un relato de Revelación.

Tanto el Bautismo de Jesús como la Transfiguración, (Mc 9,2) son relatos de Revelación. Ambos relatos (Bautismo y Transfiguración) tienen elementos comunes tomados del AT: el cielo, la nube, la voz que surge, los cielos se abren. Y -sobre todo- se nos dice de Jesús que: “Este es mi hijo amado, escuchadle”.

        San Marcos no narra el nacimiento de Jesús. La inserción de Jesús en la humanidad la presenta Marcos con el relato de bautismo de Jesús en el río Jordán, asumiendo la condición de pecado de la humanidad. El que no tenía ni era pecado, descendió con nuestro pecado a las aguas bautismales del Jordán.

        Por otra parte, tanto el Bautismo de Jesús como la Transfiguración son la experiencia, el camino que aquellos primeros cristianos hicieron de que Dios nos habla en la persona de Jesús, es la Palabra: Cristo es mi hijo amado, escuchadle.

        Aquellos primeros discípulos de Jesús llegaron a ver y creer en que en Jesús hombre como todos, era la expresión, la Palabra de Dios. Y le escucharon: Este es mi hijo muy amado, escuchadle…

02.- Jesús descendió a las aguas abismales (Jordán – Nuevo Éxodo).

        El río Jordán es  una evocación, un recuerdo del Éxodo.

Los relatos bíblicos que emplean el simbolismo del agua son como catequesis bautismales. Podemos evocar para nosotros:

  • En las aguas bautismales del diluvio queda sepultado el pecado de la humanidad. (Gn 7)
  • En la aguas del mar Rojo que sepultados los carros de combate de la opresión del faraón, que inicia el éxodo de la libertad. (Ex 1-12).
  • Cuando Jesús desciende al río Jordán queda sepultado el pecado de la humanidad pecado y comienza una nueva vida, un Éxodo hacia la libertad. (Mc 1)
  • El agua de la samaritana (Jn 4) nos ofrece ya el agua que salta hasta la vida eterna.
  • En la tradición de San Juan del costado de Jesús crucificado brota agua y sangre (agua y nueva vida en el Espíritu>): es el bautismo en la Iglesia naciente representada por la madre del Señor y el Discípulo Amado. (Jn 19,34).

Con Jesús comienza un nuevo y definitivo Éxodo de libertad.

La vida es un Éxodo, siempre caminando hacia la libertad, hacia la felicidad. Tendremos cansancios como los israelitas se cansaban de caminar en la vida:

Los hijos de Israel (caminando cansados por el desierto) decían:

Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. (Exodo 16,2)

A veces se oye decir que en tiempos de la dictadura vivíamos mejor, o que en aquellos años pasados de la Iglesia vivíamos más seguros.

Podremos tener cansancios y retrocesos en la vida, pero no renunciemos a caminar, a seguir hacia adelante, a vivir en  Éxodo (salida) hacia la libertad.

Nos hará bien recordar aquella canción de Labordeta:

Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad

03.- Los cielos se rasgaron y desciende la bondad de Dios.

        El cielo era el “lugar” de Dios, pero estaba cerrado a los seres humanos. Con JesuCristo se abren los cielos, Dios se acerca al ser humano y se inicia un nuevo Éxodo de la esclavitud de Egipto a la libertad; comienza la vuelta a la casa “lugar” del Padre, su casa está abierta definitivamente para la humanidad.

De hecho Dios nunca dio un portazo a la humanidad.

        Es lo que significa el “rasgarse los cielos” es la misma expresión que utiliza el evangelista san Marcos cuando a la hora de la muerte de Jesús dice que el velo del templo se rasgó. La redención de Cristo “rasga el velo del templo” (Mc 15,38 / Mt 27,51).

Las alianzas religiosas de los templos quedan abolidas, rasgadas. Estamos ya en una amistad (una nueva Alianza) sellada definitivamente por JesuCristo.

04.- Este es mi Hijo amado.

        Los hijos son expresión de sus padres. Los hijos tienen parecido con sus padres, parecidos físicos, modos de ser, modos de vivir.

Cristo también “se parece”, “es” como su Padre. Los cristianos vemos y experimentamos a Dios en Jesús.

        La experiencia que Jesús tiene de Dios y que Dios tiene de Jesús es amable: Este es mi Hijo amado.

        Por tanto el “adn” de Jesús y de Dios es el amor. Somos hermanos del hijo amado de Dios.

        Dios nos ama incondicionalmente. Dios no nos quiere porque nosotros  “creemos” que somos buenos o listos, o rectos, Dios nos ama porque Él es bueno.

No mires un revuelvas el pasado, viejas cuestiones, antiguos -o nuevos- pecados. “Me has curado y me has hecho revivir y volviste la espalda a todos mis pecados”, (Cántico de Isaías 38).

        El Dios de Jesús se hace notar por su amor: “De Ti procede el perdón, y así infundes respeto”. (Salmo 129,4).

        El mal y el pecado de la humanidad, el nuestro, quedó sepultado en las aguas bautismales del Jordán.

05.- Escuchadle.

El relato del Bautismo como el de la Transfiguración terminan con la exhortación: Este es mi Hijo amado y añade: escuchadle. (Mc 9,7).

El bautismo no es un mero rito al comienzo de la vida. Para bautizarse hay que escuchar a Cristo.[1] A lo mejor no estamos realmente bautizados hasta que no escuchamos a Cristo y lo que Cristo nos dice de Dios es que Dios le ama y nos ama.

Este es el Hijo amado, escuchadle

[1] En la vida pastoral si no hay escucha de la Palabra y fe, no hay bautismo. Como aquel eunuco de los HH: primero escucha la palabra y luego pide el Bautismo. (HH 8,35-36)

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“¿Para qué creer?”. Bautismo del Señor – C (Lc 3,15-16.21-22)

Domingo, 9 de enero de 2022
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Bautismo_C

Son bastantes los hombres y mujeres que un día fueron bautizados por sus padres y hoy no sabrían definir exactamente cuál es su postura ante la fe. Quizá la primera pregunta que surge en su interior es muy sencilla: ¿para qué creer? ¿Cambia algo la vida por creer o no creer? ¿Sirve la fe realmente para algo?

Estas preguntas nacen de su propia experiencia. Son personas que poco a poco han arrinconado a Dios de su vida. Hoy Dios no cuenta en absoluto para ellas a la hora de orientar y dar sentido a su existencia.

Casi sin darse cuenta, un ateísmo práctico se ha ido instalando en el fondo de su ser. No les preocupa que Dios exista o deje de existir. Todo eso les parece un problema extraño que es mejor dejar de lado para asentar la vida sobre bases más realistas.

Dios no les dice nada. Se han acostumbrado a vivir sin él. No experimentan nostalgia o vacío alguno por su ausencia. Han abandonado la fe y todo marcha en su vida tan bien o mejor que antes. ¿Para qué creer?

Esta pregunta solo es posible cuando uno «ha sido bautizado con agua», pero no ha descubierto qué significa «ser bautizado con el Espíritu de Jesucristo». Cuando uno sigue pensando erróneamente que tener fe es creer una serie de cosas enormemente extrañas que nada tienen que ver con la vida, y no conoce todavía la experiencia viva de Dios.

Encontrarse con Dios significa sabernos acogidos por él en medio de la soledad; sentirnos consolados en el dolor y la depresión; reconocernos perdonados del pecado y la mediocridad; sentirnos fortalecidos en la impotencia y caducidad; vernos impulsados a amar y crear vida en medio de la fragilidad.

¿Para qué creer? Para vivir la vida con más plenitud; para situarlo todo en su verdadera perspectiva y dimensión; para vivir incluso los acontecimientos más triviales e insignificantes con más profundidad.

¿Para qué creer? Para atrevernos a ser humanos hasta el final; para no ahogar nuestro deseo de vida hasta el infinito; para defender nuestra libertad sin rendir nuestro ser a cualquier ídolo; para permanecer abiertos a todo el amor, la verdad, la ternura que hay en nosotros. Para no perder nunca la esperanza en el ser humano ni en la vida.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo”. Domingo 09 de enero de 2022. Bautismo del Señor

Domingo, 9 de enero de 2022
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09-bautismodelsenor (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42, 1-4. 6-7: Mirad a mi siervo, a quien prefiero. 
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz. 
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Lucas 3, 15-16. 21-22: Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo

Hoy celebra la liturgia el bautismo de Jesús. Las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos para reflexionar sobre el bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, es tarea de todo bautizado testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de «pasar por la vida haciendo el bien»; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiestamente la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», desciende el Espíritu, y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.

Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano. Leer más…

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9.1.22 Domingo del Bautismo. Nacer de Dios, ser en Dios. Crisis de bautismo en la iglesia

Domingo, 9 de enero de 2022
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86C0FC36-F34A-48BB-91E4-E3818E03BA2EDel blog de Xabier Pikaza:

La navidad (Nacimiento de Jesús: 25.12.2021) y la epifanía (su manifestación a las naciones:6.1.21) culmina este Domingo del Bautismo (6.1.22), cuando Dios dice a Jesús “tú eres mi hijo” (Lc 3, 21-22). El nacimiento de Jesús sólo es Navidad si desemboca de esa forma en el Bautismo (Dios “reconoce” a Jesús y le confía la tarea de “crear” una Iglesia o comunidad de renacidos). Pues bien, en este contexto, esta mañana (8.1.22) me han impactado y descolocado especialmente tres noticias de la página inicial de RD (Religión digiral):

1. El Gobierno de España ha propuesto un obispo especial para las fuerzas militares, y él se ha defendido diciendo que eso no es “necesariamente negativo”. No entiendo, quizá se trata de una “excusatio non petita”, pero me da la impresión de que por ahí se mantiene un pasado,  no se crea nueva iglesia.

2. Otro obispo ha tomado “posesión” de una Diócesis cercana, y algunos piensan que con eso se ilumina el futuro del cristianismo, mientras el 50% de la “gente-gente”, que hace unos era (se decía)100% cristiana está dejando de bautizar a los hijos. Ese es el tema. 

3. Otro obispo, nombrado también para una diócesis en discusión, por “salida” del obispo anterior ha dicho que “la manera en que ha salido es lamentable”. No sé por qué. Como dicen en 1º de sociología, el problema de una institución no es cómo entras, sino cómo puedes salir… y actualmente, en ciertos lugares, estamos más en salidas de iglesia que en entradas.

Desde ese fondo, ésta víspera del bautismo de Jesús que es el culmen de la Navidad, nacimiento de la Iglesia, he querido reflexionar sobre el bautismo, en una iglesia está dejando de bautizar, quizá porque no vienen, quizá porque ella no les busca ni invita. El panorama parece triste, pero creo que en el fondoes esperanzador. Puede nacer una nueva iglesia.

| X Pikaza Ibarrondo

1.El bautismo se ha vuelto un problema en países de “arraigo” cristiano, como España

Hace unos años bautizaba a todos, prácticamente a todos los nacidos. Hoy está bautizando a poco más que a la mitad. Se podrían “buscar” culpas:

-El bautismo era un “hecho social”, no un acontecimiento espiritual, de comunidad creyente, una experiencia de renacimiento. Ahora que ese hecho ha perdido relevancia social la gente-gente está dejando de bautizar a sus hijos.

Por otra parte, la Iglesia había relegado en parte el bautismo al trastero de los edificios parroquiales, como celebración privada, de unos pocos familiares, con “padrinos” traídos a lazo… De un modo  lógico, ahora que la pertenencia eclesial ha perdido el sentido que antes tenía (y nadie-nadie cree que los no bautizados van al limbo o al infierno, o están en pecado) mucha gente está dejando de bautizar a los hijos y de educarles en cristiano (¡ellos verán cuando se hagan mayores! Y evidentemente la mayoría no ven). La vida es corta, los garbanzos caros, los temas urgentes son otros ¿para qué bautizarse?

     Por eso, mientras sigue habiendo cristianos, nos vamos entreteniendo con obispos castrenses, sí o no, con el poder social de los obispos… y con los posibles escándalos de obispos  que dejan el episcopado por crisis de otro tipo y de obispos que acceden al episcopado con declaraciones que a la gente-gente no le suenan

     En ese contexto me he animado a retomar y re-escribir para este blog un par de paginitas tomadas en parte de mi teología de la Biblia (la Palabra hace carne). Mañana es el día del bautismo. Para mí es un día grande, uno de los mayores días de la Iglesia. Quizá sería bueno empezar por el bautismo, no por los obispos.

   Yo me atrevería a decir: “Si uno quiere ser obispo” (animador de una comunidad de seguidores de Jesús) empiece haciendo cristianos. ¿Cómo hacerlo hoy, año 2022, cuando muchos cristianos están dejando de ofrecer el bautismo a sus hijos? ¿Habrá que empezar casi de cero? Buen día a todos.

 2.Comunidad de renacidos. Nacer por bautismo

La Iglesia no es una comunidad de nacimiento físico o raza, como otras religiones, ni un estado político‒militar, fundado en el poder de algunas, o en la riqueza de otros, sino una comunión de “renacidos”, es decir, de personas “re-nacidas”, que tienen la experiencia de “haber nacido de “ y de vivir en él.   Éste es el tema: La iglesia es una comunidad de bautizados, que tienen la experiencia de “haber nacido” de Dios, a ejemplo de Jesús, y de vivir en una comunidad de “renacidos” a la vida en Dios.

No tomo por tanto el bautismo como rito de una iglesia particular, sino como signo del “nacimiento superior” de todos los cristianos, que no se vinculan por biología o raza, ni por presión político‒económica (o militar), sino por asociación voluntaria de fidelidad (de fe en el Dios de Jesús, que es fe de unos en otros) … En ese sentido, los creyentes‒bautizados de la Iglesia se integran entre sí como iniciados, renacidos en un grupo que les acoge y sella como “hijos de Dios”, en la línea del bautismo de Jesús (Mc 1, 9‒11) o del mandato pascual de Mt 28, 16‒20 (bautismo en la trinidad).

El arquetipo inicial de la Iglesia cristiana como tal es el bautismo, como expresión de un nacimiento superior, universal, de hombres y mujeres, de pueblos y razas, como iniciación mesiánica universal, que tiene un precedente en el judaísmo, pero que lo desborda. Los judíos “nacían” biológicamente por pertenencia a un pueblo (judío es el hijo de una judía) y ratificaban ese nacimiento por la circuncisión realizada en familia y por unas leyes de tipo alimenticio, sexual y social. Por el contrario, los cristianos no nacen, sino que se hacen por re-nacimiento, por integración personal, ratificada por el bautismo, que no se realiza en pequeña familia, sino en la comunidad de los cristianos, sin más exigencia o compromiso que la fidelidad mutua de todos los hermanos, dentro de un espacio de vida entendida como regalo y experiencia de comunicación humana, en línea de Jesús.

 3.Prehistoria judía.Bautismo en el Jordán

Las casas de los judíos puros (ricos) teníanpiscinas purificatorias (miqvot), para “limpiarse” a través de bautismos rituales. Los esenios de Qumrán se bautizaban al menos una vez al día, para la comida pura (cf. 1Q 5, 11-14). Había también hemero-bautistas, como Bano, que se purificaban cada día (incluso varias veces), para estar limpios ante Dios, compartiendo la pureza del principio de la creación. En aquel tiempo había surgido además la figura y mensaje de Juan Bautista, que anunciaba e impartir un bautismo, para purificación de los pecados (cf. cap 13‒14)[1].

Pues bien, en un momento dado, Jesús fue a bautizarse, haciéndose discípulo de Juan. Abandonó la familia, dejó el trabajo como tekton y se integró en una intensa “escuela bautismal”, asentada en el río Jordán, que era límite de la tierra prometida. Superando así la cultura social del entorno, en unión con Juan Bautista, Jesús pensó que el orden socio‒sacral de este mundo acaba, y que todo termina con un juicio de Dios, que hará posible la nueva entrada de los verdaderos israelitas, que cruzarán el Jordán, como en tiempos de Josué (cf. Jos 1-6) y podrán vivir en la Tierra Prometida. En ese contexto se inscribe su bautismo, con su gran novedad:

 Y sucedió entonces que llegó Jesús, de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido (Mc 1, 9-11).

El bautismo fue expresión de su “estado naciente”, es decir, de su nuevo nacimiento mesiánico, para el Reino de Dios, que trazó una ruptura respecto a lo anterior, definiendo su nueva opción mesiánico‒profética al servicio de la presencia creadora de Dios:

Iniciación y promesa mesiánica. Así lo ha destacado la tradición cuando afirma que vio los cielos abiertos y escuchó la voz de Dios Padre diciéndole ¡tú eres mi Hijo! y confiándole su tarea creadora y/o salvadora (¡por medio del Espíritu Santo!). Ciertamente, esa escena (cf. Mc 1, 9-11 par.), ha sido recreada por la Iglesia, pero en su fondo hay un gesto histórico firme, que anticipa la acción posterior de Jesús, vinculada a la promesa del Hijo de David: “Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo” (2 Sam 7, 14), tal como ha sido proclamada por Sal 2, 7: “Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado”.

Inversión, cumplimiento profético y revelación mesiánica. El bautismo es la visualización y celebración comunitaria de esa experiencia de inversión, en la que viene a revelarse un Dios que actúa a contrapelo de un tipo de egoísmo humano. Precisamente allí donde, habiendo llegado al fin de su mensaje apocalíptico, Juan se había colocado ante una meta de juicio y destrucción de la humanidad anterior, Jesús experimentó y descubrió su vocación davídica, como impulso y llamada mesiánica de Reino, como si aquello que Juan anunciaba se hubiera cumplido, de tal forma que allí donde todo había terminado (ha llegado el juicio) vino a comenzar de otra manera todo, en línea de vida y no de muerte[2].

‒ Nacimiento de Dios, para su Reino. No fue un proceso racionalista en plano objetivo, algo que se puede demostrar por argumentos, sino una “intuición” vital, un acontecimiento que recompuso las coordenadas de su imaginación y de su voluntad, su forma de estar en el mundo y su decisión de transformarlo. En ese sentido decimos que el bautismo de Jesús fue un signo de su “vocación”, una llamada que Jesús ha “recibido” y acogido en lo más profundo de su ser. En un momento crucial de su vida, él escuchó la voz de Dios que le llamaba Hijo y sintió la experiencia del Espíritu, confiándole su tarea de Reino.

Es difícil trazar suposiciones de tipo psicológico sobre lo que Jesús sintió en el bautismo, pero es evidente que, al recibirlo, él se vinculó con los “pecadores” de su pueblo, con su carga de trabajo y/o falta de trabajo, como tekton, artesano galileo (Mc 6,1‒5), en una sociedad que se desintegraba. Venía a bautizarse para asumir el camino de Juan, quizá para “despedirse” del Dios de las promesas fracasadas, como Elías sobre el Horeb (1 Rey 19). Pero el Dios de su fe más profunda, vinculada a su tradición familiar mesiánica, el Dios de sus deseos más hondos, le salió al encuentro tras (en) el agua, en la brisa del Espíritu, y escuchó una voz que decía: ¡Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido!

La primera voz del Cielo (de Dios) no es ya Soy el que soy, Yahvé; (cf. Ex 3, 14 9), sino la afirmación engendradora del Dios Padre, que sale de sí y suscita al otro (a su Hijo), diciéndole ¡Tú eres! Un tipo de judaísmo había partido del Yo Soy de Dios como misterio incognoscible. El evangelio en cambio se fundamenta y expresa en el descubrimiento del Dios que es en sí mismo diciendo Tú Eres. Dios no empieza asegurando su dominio, sino dando ser al otro; no es un Yo soy en mí, sino un Yo soy para y contigo, diciendoTú eres mi Hijo. En el origen de la vida no está un Yo-Soy, planeando por encima de las cosas, ni la voz del hombre angustiado pidiendo la ayuda de Dios o de los dioses, sino la Palabra (Dios) que dice ¡Tú eres mi hijoquerido! (jhjd, agapêtos), y la respuesta del Hijo (Jesús), como Oyente original de esa Palabra[3].

4. Bautismo cristiano. Nacimiento personal y eclesial

                      Al asumir como propio el bautismo (signo fundante) de Jesús, reinterpretado desde la experiencia de su muerte, la iglesia ha ratificado su opción fundacional, definiéndose a sí misma como nuevo pueblo, por gracia de Dios, por inmersión creyente de sus miembros. No sabemos quién fue el primero en impartirlo, quizá Pedro (cf. Hech 3, 38). Tampoco sabemos si al principio entraban todos en el agua o bastaba el “bautismo en el Espíritu”, como renovación interior. Sea como fuere, el bautismo vino a convertirse en paradigma de iniciación y pertenencia cristiana: la primera institución o sacramento visible y escondido, público y privado, paradigma) de los seguidores de Jesús, como signo de renacimiento personal y eclesial, como nueva creación (en cada bautizado se actualiza la misma experiencia de Jesús), para todos los pueblos.

 ‒ Bautismo escatológico y pascual. Por un lado, el bautismo mantiene a los creyentes en continuidad con Juan Bautista y su judaísmo. Pero, al mismo tiempo, expresa y expande la experiencia de la vida, muerte y pascua de Jesús, en cuyo nombre se bautizan sus seguidores, identificándose con él, ya en este mundo, sin esperar la llegada del Reino futuro, pues el Reino ha comenzado aquí, es la vida de Cristo en los creyentes.

Iniciación y demarcación. Quienes lo reciben renacen, insertándose en la vida, muerte y resurrección de Jesús, por obra de Dios Padre en el Espíritu (cf. Rom 6). De esa forma se distinguen y definen los creyentes, como indicará la fórmula trinitaria de Mt 28, 16-20 (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu: cf. cap. 20), que les introduce creyentes en el espacio total del Dios de Cristo.

Entendido así, el bautismo supera la división de naciones, estados sociales y sexos, como sabe Gal 3, 28, retomando un pasaje clave de la liturgia: “ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, macho ni hembra…”. La circuncisión discriminaba, como signo en la carne del sexo masculino, a judíos de los no judíos, a varones de las mujeres… Por el contrario, el bautismo es el mismo para varones y mujeres, libres y esclavo, judíos y gentiles, como sacramento de nuevo nacimiento personal en la comunidad de los creyentes.

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“Bautismo de Jesús”. Ciclo C

Domingo, 9 de enero de 2022
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20160WDel blog  El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 

Un ejercicio sencillo y una sorpresa

            Imagina todo lo que has hecho o te ha ocurrido desde que tenías doce años hasta los treinta (suponiendo que hayas llegado a esa edad). Si pones la lista por escrito necesitarás más de una página. Si la desarrollas con detalle, saldrá un libro.

            La sorpresa consiste es que de Jesús no sabemos nada durante casi veinte años. Según Lucas, cuando subió al templo con sus padres tenía doce años de edad; cuando se bautiza, “unos treinta años”. ¿Qué ha ocurrido mientras tanto? No sabemos nada. Cualquier teoría que se proponga es pura imaginación.

            Este silencio de los evangelistas resulta muy llamativo. Podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de la capital de la región, Séforis, a sólo 5 km de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; a los evange­listas no les interesa escribir la biografía de su protagonista.

            Pero más llamativo que el silencio de los evangelistas es el silencio de Dios. Al profeta Samuel lo llamó cuando era un niño (según Flavio Josefo tenía doce años); a Jeremías, cuando era un muchacho y se sentía incapaz de llevar a cabo su misión; a Isaías, con unos veinte años. ¿Por qué espera hasta que Jesús tiene “unos treinta años”, edad muy avanzada para aquella época? No lo sabemos. “Los caminos de Dios no son nuestros caminos”. Buscando explicaciones humanas, podríamos decir que Isaías y Jeremías tenían como misión transmitir lo que Dios les dijese; Jesús, en cambio, además de esto formará un grupo de seguidores, será para ellos un maestro, “un rabí”, y esto no puede serlo a los veinte años. Pero esto no soluciona el problema. Seguimos sin saber qué hizo Jesús durante tantos años. Para los evangelistas, lo importante comienza con el bautismo.

El bautismo de Jesús

            Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de Lucas es la siguiente:

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.”

            En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”

            Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.

            Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

            La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.

            La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.

            El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

El programa futuro de Jesús

            Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías (42,1-4.6-7).

Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien

            La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

            Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

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09 de Enero. Bautismo del Señor. Ciclo C

Domingo, 9 de enero de 2022
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“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”

(Lc 3, 15-16. 21-22)

Todavía con la resaca de Navidad, del comienzo de año y de la Epifanía, y ya se nos presenta a Jesús tomando sus propias opciones.

En los versículos anteriores Lucas nos presenta a Juan anunciando un tiempo nuevo y aclarando que él no era el Mesías esperado. Jesús, como tantos israelitas, también escucha esta buena noticia por boca de Juan. También quiere Jesús participar de este cambio comenzando por el bautismo. Se mezcla con el pueblo, es uno más de tantos; también hace fila, también espera en el calor del desierto… ¿Y nosotras? ¿En qué nos toca esperar? ¿Cómo esperamos? ¿En qué situaciones optamos por ser una persona entre tantas?

Para Jesús, este momento está cargado de contenido, se da una íntima comunión con el Padre y con su Espíritu. En ese momento en el que Jesús está orando es cuando recibe la confirmación personal: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.

El destinatario de ese mensaje es exclusivamente Jesús. Será más adelante en su vida cuando tres discípulos (Pedro, Santiago y Juan) escuchen esta misma frase, en el monte Tabor, al ser testigos de la Transfiguración de Jesús (Lc 9, 28-36). En esa ocasión se les pedirá que lo escuchen.

¿Y nosotras? ¿Hemos escuchado nuestro mensaje personal de parte de Dios? ¿Estamos atentas para escucharlo? ¿Nos sabemos sus hijos e hijas amadas?

Dios Trinidad se hace presente en este pasaje de forma palpable. También el Espíritu Santo, al que parece que es más difícil describir, aparece hoy en forma de paloma. Dios Trinidad se hace presente en la historia, también en la actualidad. Dios es comunión, una comunión a la que también estamos llamadas nosotras.

Oración

Trinidad Santa, que nuestras esperas sean oportunidades de comunión íntima contigo.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús.

Domingo, 9 de enero de 2022
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DOMINGO 1º BAUTISMO DE JESÚS (C)

Lc 3,15-22

Comenzamos el “tiempo ordinario”. El bautismo es el primer acontecimiento que los evangelios nos narran de la vida de Jesús. Es además, el más significativo desde su nacimiento hasta su muerte. Lo importante no es el hecho en sí, sino la carga simbólica que el relato encierra. El bautismo y las tentaciones hablan de la profunda transformación que produjo en él una experiencia que se pudo prolongar durante años. Jesús descubrió el sentido de su vida, lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para los demás.

Los cuatro evangelistas resaltan la importancia que tuvo para Jesús el encuentro con Juan el Bautista y el descubrimiento de su misión. A pesar de que es un reconoci­miento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan. Ningún relato nos ha llegado de los discípulos de Juan. Todo lo que sabemos de él lo conocemos a través de los escritos cristianos. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que tiene grandes posibilidades muy de ser histórico.

Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nacimiento del agua y del Espíritu era lo importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis el nacimiento carnal, es que no hemos entendido el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo. El bautismo de Jesús tiene un hondo calado porque nos lanza más allá de lo sensible.

Lucas no da ninguna importancia al hecho físico. Destaca los símbolos: Cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas con el Mesías. Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de que Dios se acerca a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera sensible para poder ser percibida. Lo importante no es lo que sucedió fuera, sino lo que vivió Jesús dentro de sí mismo.

El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; y a la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta qué punto se consideran mutuamente implicados. Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos los casos  “espíritu” significa lo mismo.

Marcos:      1,10 Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él.

                   1,12 El Espíritu lo impulsó hacia el desierto.

Mateo:        3,16 Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma.

Lucas:         3,22 El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma.

                   4,1 Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo.

                   4,14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea.

                   4,18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Juan:          1,32 Yo he visto que el Espíritu que bajaba del cielo y permanecía sobre él.

                   1,33 Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con E. S. y fuego.

                   3,5 Nadie puede entrar en el Reino, si no nace del agua y del Espíritu.

                   6,63 El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.

 

Hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad. Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él, como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dio a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él. El bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad.

En el discurso de Juan en la última cena, Jesús hace referencia al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos. Esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. También dice que el Padre y él vendrán y harán morada en aquel que le ama. Jesús se siente identificado con Dios, que es Espíritu. No tenemos datos para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, pero los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación mucho más que personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en aquella época y aún en la nuestra.

Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su predica­ción fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. La comunicación de Jesús con su “Abba“, no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido. A través de la oración, de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. En este caso, Lucas dice que esa manifestación de Dios en Jesús se produjo “mientras oraba”.

El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí. Solo una cosa me diferencia de Dios: mis limitaciones. Esas sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse absolutamente con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta qué punto podemos nosotros aproximarnos a esa misma experiencia.

La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos. Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios. Para nosotros esto es muy importante. Una toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana.

¿Cómo interpretaron los primeros cristianos, todos judíos, este relato? Dios, desde el cielo, manda su Espíritu sobre Jesús. Para ellos Hijo de Dios y ungido era lo mismo. Hijo de Dios era el rey, una vez ungido; el sumo sacerdote, también ungido; el pueblo elegido por Dios. Lo más contrario a la religión judía era la idea de otro Dios o un Hijo de Dios. ¿Cómo debemos interpretar nosotros esa interpretación? Hoy tenemos conocimientos suficientes para recuperar el sentido de los textos y salir de una mitología que nos ha despistado durante siglos. Jesús es hijo de Dios porque salió al Padre, imitó en todo al Padre, le hizo presente en todo lo que hacía. Pero entonces también yo puedo ser hijo como lo fue Jesús.

Meditación

Jesús nació del Agua y del Espíritu.
Este segundo nacimiento dará a luz mi verdadero ser.
Ya está en mí, pero tengo que descubrirlo.
No te identifiques con tus limitaciones.
Tus fallos son carencias, pero tú eres lo positivo que hay en ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Lleno del Espíritu.

Domingo, 9 de enero de 2022
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BAUTISMO DE JESUSLc 3, 21-22

«Tú eres mi hijo amado; en ti tengo complacencia»

Lo que vieron los ojos fue un galileo entrando en las aguas del Jordán y siendo bautizado por Juan el Bautista. La teofanía que recoge el texto a continuación —el cielo abierto, la paloma, la voz…— es fruto de la fe de sus autores, y solo con los ojos de la fe puede ser percibida.

Los evangelistas van a iniciar el relato de la vida pública de Jesús y quieren dejar claro desde el principio quién es el protagonista. Quieren anticiparnos que ese hombre capaz de mostrar con sus palabras la sabiduría de Dios y con sus hechos su misericordia; que es capaz de llegar hasta el final por ser consecuente con los criterios que nos propone, ese hombre —decíamos— es así, se comporta así, porque está lleno del espíritu de Dios.

El capítulo segundo del Génesis define al ser humano como barro con aliento de Dios; con espíritu de Dios, y esta definición formulada por el yahvista hace más de tres mil años todavía hoy sigue siendo válida para muchos de nosotros. En todo ser humano sopla el viento de Dios, su espíritu, aunque en algunos este soplo sea apenas perceptible, y en la mayoría de nosotros no pase de ser una brisa que solo en ocasiones pone de relieve nuestra humanidad.

Pero a lo largo de la historia, ese soplo, ese aliento, esa acción de Dios en definitiva, se ha manifestado de forma poderosa en muchos hombres y mujeres de cualquier tiempo, lugar o condición. Y no es preciso acudir a la biografía de grandes personajes para sentir el soplo de Dios en los seres humanos; basta que miremos a nuestro alrededor para que lo veamos en ese pariente, o ese amigo, o aquel compañero de trabajo… Es muy difícil sustraerse a esta realidad si uno va un poco atento por la vida.

Ahora bien, por encima de todos, hubo un hombre en quien el espíritu de Dios se manifestó de una forma tan extraordinaria que somos incapaces de entenderla o formularla. Su amigo íntimo, Simón —Pedro, como a él le gustaba llamarle—, lo definió luego como “Ungido por Dios con Espíritu Santo y con poder”.

Pedro recorrió con él Galilea, Judea y la tierra de gentiles, y conoció a un hombre que hacía propios los problemas ajenos y estaba siempre rodeado de enfermos, lisiados, pobres y pecadores. Que se compadecía de ellos, les sanaba, les enseñaba y les devolvía la esperanza que habían perdido. Que les decía que no eran unos pobres desgraciados como todos aseguraban, sino los más importantes a los ojos de Dios.

Y es que en Jesús hemos visto que el espíritu de Dios mueve a compadecer, a servir, a sanar, a enseñar, a dar esperanza… Y no solo vemos en él cómo es Dios para nosotros, sino también cómo es el ser humano en plenitud; libre de la opresión del pecado. Como decía Ruiz de Galarreta: «La Palabra le anuncia al ser humano que es más que un animalillo destinado a sobrevivir lo más cómodamente que pueda. Le dice: “Eres más, no te conformes, no te dejes engañar”».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Bautismo de Jesús.

Domingo, 9 de enero de 2022
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Lc 3, 15-16. 21-22

Siempre son difíciles de trasmitir las experiencias profundas porque difícilmente caben en las fronteras de las palabras, se escapan de los límites de los significados y por eso es necesario acudir a los símbolos y a los espacios amplios del relato para poder acoger, aunque sea de forma incompleta lo que se experimenta en lo hondo del corazón.

Para los compañeros y compañeras de Jesús contar a otros y otras lo que supuso para él su bautismo en el Jordán no fue una tarea fácil. Tenían que transmitir una vivencia honda y determinante en la vida del Maestro y para ello necesitaban poner en juego no solo toda su habilidad narrativa sino también hacer memoria de su experiencia religiosa y su camino de fe en Jesús.

Lucas, en concreto, nos presenta este momento crucial de la vida de Jesús como una experiencia vocacional, como el punto de partida desde el que se va a desplegar su vida a partir de ese momento. En la historia, narrada en pocos versículos, confluyen a la vez la experiencia íntima de Jesús con la proclamación pública de su identidad y su misión. El bautismo de Jesús expresará así su doble vinculación con Dios y con su pueblo.

Esperaban y se preguntaban en su interior. La difícil situación política, económica y social que vivía Palestina en el siglo I había despertado la esperanza en el pueblo de una intervención divina que les abriese caminos de futuro y les ofreciese un valedor ante tanta injusticia e impotencia sufrida (Mesías). La voz crítica de Juan, su modo diferente de actuar y su enfrentamiento con el poder herodiano hacía que muchos se preguntasen si él era quien traería la salvación de Dios tan anhelada. (Lc 3, 1-14). Juan, sin embargo, es consciente de que su papel es otro (Lc 3, 16-17). Él inspiraba en el corazón de la gente esperanza, pero será Jesús quien les invite a cambiar su vida desde Dios (Lc 3, 18).

Tod@s se bautizaban y Jesús también se bautizó. El relato recoge en breves pinceladas la vivencia de Jesús en el momento del bautismo. En primer lugar, Lucas indica que Jesús al introducirse en las aguas del Jordán oraba (Lc 3, 21). Este dato expresa la hondura del momento. No se trata de un rito sin más sino de una experiencia de encuentro con Dios que se revela como Padre (Lc 3, 22). En segundo lugar, este encuentro se expresa a través de imágenes (se abrió el cielo, el espíritu como paloma, la voz de Dios) que subrayan la fuerza existencial del momento y legitiman el camino que Jesús emprenderá a partir de ahora.

En el bautismo de Jesús la fuerza no está en la conversión, como proclamaba Juan, sino en la revelación. Todas las personas presentes son testigos de la experiencia que Jesús vive. Los que esperaban y se preguntaban, los que anhelaban en su corazón la salvación encuentran ahora una respuesta. Se trata de escuchar a aquel que ha recibido el Espíritu para ser Buena Noticia, para sanar, liberar, reconstruir (Lc, 4, 18). Aquel que es Hijo y nos hace hij@s invitándonos a acoger también el amor misericordioso de su Abba que nos levanta en nuestras caídas y nos reviste de una humanidad nueva.

El relato termina sin aplausos ni reconocimientos por parte de quienes estaban presentes. Quizá porque nos quiere invitar al silencio, a reencontrarnos con nuestra propia experiencia de encuentro con ese Dios que hace nuevas toda las cosas, a acoger  a la Santa Ruaj que nos ayuda a reconocer en Jesús la encarnación de su Palabra y una vez más hacernos compañer@s de camino, agentes de liberación y perdón en nuestro mundo herido.

Hoy necesitamos de nuevo recordar este episodio de la vida de Jesús. Quizá, no tanto, por los hechos portentosos que narra, sino por la experiencia que sostiene. En ella encontramos a Jesús escuchando en su corazón al Dios Padre/madre que sostiene su vida, que lo fortalece y le hace sentir la profunda libertad que lo hace hijo y lo envía. Esta experiencia abre para nosotr@s un camino que nos lleva al centro de nuestro corazón y ahí escuchar la palabra que Dios pronuncia en nuestra vida. Una palabra en la que confiar, desde la que esperar y que nos vincula como hermanas y hermanos, como hijas e hijos de un Padre/Madre que nos acompaña en la vida, nos invita a las preguntas y nos acoge en la respuesta amorosa de su amor y nos bautiza en la honda certeza de que solo el amor salva. Así lo hizo Jesús.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Bautismo y comprensión

Domingo, 9 de enero de 2022
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dezeen_reflet-by-claire-lavabre_ssFiesta del Bautismo de Jesús

9 enero 2022

Lc 3, 15-16.21-22

El rito del bautismo -conocido en diferentes tradiciones- posee una profunda carga simbólica: introducida en el agua, la persona sale “limpia”, purificada, renovada. Ese gesto evoca, por tanto, un “nuevo nacimiento”.

Ahora bien, visto desde la comprensión, el “nuevo nacimiento” no es producido por ninguna causa “externa”: un dios separado, un rito particular, una creencia determinada, una fe o una práctica religiosa… Porque -en una profunda paradoja, tal como han visto siempre las personas sabias- nacemos a lo que ya somos.

Lo que tiene de “nuevo”, por tanto, no es el hecho en sí -siempre hemos sido eso que ahora llamamos “nuevo”-, sino la comprensión de lo que realmente somos. El “nuevo nacimiento” se opera gracias a la comprensión experiencial de lo que somos.

A quienes se hallan identificados con el estado mental, este planteamiento les parece alucinatorio. Y suelen recurrir a lo que consideran, según ellos, constataciones simples y elementales que no invalidarían por completo. Dicen, por ejemplo: “Me miro al espejo y me reconozco: soy YO”… Con lo que la conclusión que plantean parece tan obvia que no entienden cómo se pueda poner en cuestión: caer en la cuenta de que soy mi “yo” es algo evidente para cualquier persona.

Sin embargo, este aparentemente simple razonamiento parece olvidar la facilidad con que nuestros sentidos (y nuestra mente) nos engañan en cosas que parecen absolutamente “evidentes”: ¿durante cuánto tiempo creímos los humanos que la tierra era plana o que el sol giraba en torno a ella? ¿Quién se hubiera atrevido a ponerlo en cuestión? ¿Cuánta gente sigue afirmando que la materia es sólida y no, esencialmente, vacío? ¿Y no ocurre algo parecido en los sueños? Todo lo que soñamos nos parece absolutamente real…, hasta que despertamos.

Estos ejemplos nos hacen ver que lo que asumimos como “evidencias”, tal vez no lo sean tanto. Y más tras los descubrimientos neurocientíficos que nos alertan de que no vemos nunca la realidad, sino solo una imagen mental de la misma. ¿Quién te asegura, pues, que lo que ves en el espejo eres realmente tú, sino simplemente tu creencia previa que has absolutizado? Del mismo modo que para ver la “irrealidad” de los sueños necesitamos despertar, también para ver más allá de la apariencia que nos devuelve el espejo acerca de nosotros mismos, necesitamos comprender: una cosa es la apariencia -forma, personalidad, yo…- y otra es la realidad -fondo, identidad…- que la sostiene. En resumen: no soy lo que veo en el espejo. Soy Eso que es consciente del personaje que ve.

Esta es la comprensión que nos hace “nacer de nuevo”, es decir, caer en la cuenta de que somos realmente Eso que había quedado oculto u olvidado, el tesoro escondido, del que hablaba el propio Jesús.

¿Me quedo en las apariencias o sé ir más allá de ellas?

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En España se bautizan -aproximadamente- la mitad de los que nacen. “ESCUCHADLE”

Domingo, 9 de enero de 2022
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bautismo-de-jesc3bas1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

ALGUNOS DATOS PARA EMPEZAR

En el año 2015 se produjeron en España 420.290 nacimientos. Los bautizos fueron 231.254. Es decir, que, en España, hoy por hoy, los niños que se bautizan son poquito más de la mitad de los nacidos.

01. Relatos de revelación

    Tanto el Bautismo de Jesús como la Transfiguración, (Lc 9,28-36) son relatos en los que se nos presenta a Cristo: “Este es”. Son narraciones de Revelación. Los dos acontecimientos están compuestos con algunos símbolos  comunes: el cielo, la nube, la voz que surge, la expresión: “Éste es mi hijo amado”.

    El Bautismo de Jesús y después el de la Transfiguración son la experiencia que aquellos cristianos tienen de que Dios nos habla en la persona de Jesús, es la Palabra: Éste es mi hijo amado, escuchadle.

       1.1.-  Rahner definía al ser humano como aquel que presta atención a toda palabra que se pronuncia en la historia [1]: palabras culturales, acontecimientos personales y sociales, catástrofes, logros de las ciencias, gestos de bondad y solidaridad y, también a toda posible palabra transcendente. Por ejemplo, a nosotros casi insensiblemente se nos ha revelado el sentido de la vida en nuestra propia familia, la ética la hemos recibido como por ósmosis, etc.

         1.2.-Jesús estaba orando.

Entre el nacimiento de Jesús y su bautismo hemos de pensar que pasaron unos treinta años, muchos años. Esos años los podemos llenar con lo que nos dice San Lucas: Jesús fue creciendo físicamente, en sabiduría y en amistad (gracia) de Dios y ante los hombres, (Lc 2,52). Es decir, Jesús no fue un “extraterrestre”, que se lo sabía todo, incluso lo que le iba a ocurrir, tampoco fue un “niño prodigio”. Jesús fue creciendo y aprendiendo de sus padres, en la escuela-ikastola (sinagoga).

Durante algún tiempo Jesús fue discípulo de los grupos que su primo, Juan Bautista, “llevaba” en el Jordán. Para entender un poco esto, pensemos en los grupos de las parroquias donde los cristianos cultivan su fe.

    Jesús adulto va tomando la decisión de una vida y una misión entregada al Reino de Dios.

    Dice el texto que Jesús estaba orando. Cuando hemos de tomar decisiones importantes o, cuando la vida nos pone en situaciones difíciles, es sano orar: La oración es la respiración del alma, de la propia psicología, ¡Cuántas veces Jesús se retiró a orar!

02.- Jesús se bautiza.

En un momento dado, Jesús se bautiza.

Estar libre de pecado no impidió a Jesús bautizarse. Jesús, siendo de condición divina, no retuvo el ser igual a Dios. Se despojó de sí tomando condición de haciéndose semejante a los hombres, se hizo uno de tantos. (Flp 2,6-7)

    Jesús no solamente se hace hombre, sino que se hace pecado. Es una solidaridad plena con el ser humano. El que no era pecado, cargó con los nuestros y descendió a las aguas “bautismales” del Jordán.

Durante toda su vida Jesús será amigo de pecadores y publicanos. Jesús se sumergió en las “aguas turbulentas” de la humanidad.

    Jesús había cargado con toda la culpa de la humanidad: entró con ella en el Jordán.

03,- La Revelación hoy.

La Revelación no la hemos de entender como si Dios hubiese dictado al oído de Moisés, Isaías o de Mateo lo que tenían que decir o escribir. Podemos entender que la revelación es una Palabra, Logos, que Dios fue ayudando a nacer en el corazón y en el pensamiento del ser humano (Israel) a través y en medio de las vicisitudes y situaciones de la vida humana:

  • La Ética nacen en el caminar del pueblo por el desierto y se concreta en el Éxodo-Sinaí, (el Decálogo).
  • La fe en la resurrección, en la “otra vida”, va brotando en la conciencia de Israel a través de muchos acontecimientos: justicia-injusticia de Dios (Job), guerras (Macabeos), oración (salmos), etc.
  • El cantar de los Cantares es un canto de bodas para hablar del amor de Dios a la humanidad.

La Palabra de Dios, la Revelación no viene de “afuera hacia adentro, de arriba a abajo”, sino que nace “dentro” del ser humano  con la mirada puesta en Dios. La revelación es “ver la vida desde Dios”.

  Es la mayéutica (ayudar a dar a luz). Dios ayuda al ser humano, a Israel a dar a luz una Palabra que es Palabra de Dios.

  • En su sugerente libro sobre los “Ministerios en la Iglesia”, E. Schillebeeckx [2], dice que en las primeras iglesias, se consideraba como venido de Dios, aquello que brotaba de la comunidad cristiana. Tanto en la elección de Matías para completar el número de los Doce (tras el final de Judas), como en la elección de los Siete (diáconos), participa toda la comunidad, (HH 1,15-26 / 6, 1-6). La “voluntad y la palabra” de Dios brota también de la asamblea cristiana.

Por otra parte, no podemos ser tan providencialistas como para pensar que toda palabra de Dios nos viene por la jerarquía.

    La Palabra, la verdad, la sensatez, no nos vienen exclusivamente por voz de la jerarquía. Dios habla también a través del pueblo creyente, de los acontecimientos de la vida y de la historia.

04.- Se abrieron los cielos… Una voz ... Este es mi hijo amado

Se abrieron los cielos.

Los cielos estaban cerrados, con la presencia de Cristo los cielos se abren para la humanidad que ha descendido con el Señor a las aguas del Jordán.

La casa de Dios Padre está abierta para todos.

Este es mi Hijo amado, escuchadle


[1] Se podría decir que es la tesis angular de todo el pensamiento de K. Rahner: El ser humano como Oyente de la Palabra.

[2] SCHILLEBEECKX, E. El ministerio eclesial, responsables en  la iglesia, Madrid, Cristiandad, 1.983.

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