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Lunes Santo: Tres meditaciones sobre el Evangelio de San Juan 12, 1-11, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Lunes, 14 de abril de 2025

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De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

La unción de Betania: un derroche de afecto por Jesús

La Semana Santa comienza con un Evangelio extraordinario.

Una cena en casa con amigos, una mujer, manos y cabellos empapados de perfume, no hay palabras, las manos y su ternura hablan.

Llegará el tiempo de las llagas, pero por ahora sólo brotan caricias en el cuerpo de Jesús.

Ese perfume valía diez veces el precio de Judas.

La mujer paga diez veces el dinero de la traición, le dice a Jesús: ¡alguien te traicionará y te venderá, pero yo te amaré y te compraré diez veces más! 

Tiene en sus manos los pies de Jesús, del viajero, del caminante, los pies del itinerante que no tiene dónde reposar la cabeza y de quien ha recorrido todos los pueblos de Galilea.

María los abraza para decirle: no te vayas más, quédate aquí, conmigo, con nosotros. Y quiero que sepas que dondequiera que Tú vayas, yo iré, y tu Dios será el mío.

Y el corazón de Jesús recibe, de las caricias de aquellas manos que le ungen, un balsámico conforto y una grande y fuerza feliz.

Una caricia, cuando es verdadera, transforma a un hombre.

Y la unción de Betania, este conmovedor lavatorio de los pies, anticipa tres días el otro lavatorio, el de Jesús a sus discípulos y, quién sabe, quizá lo inspira.

Jesús aprende los gestos fuertes del amor de una mujer.

Aquí el hombre y Dios se encuentran: cuando ama, el hombre realiza gestos divinos. Cuando el hombre ama a Dios hace cosas muy humanas.

Y la casa se llenó de perfume.

¿De qué sirve un poco de perfume en nuestra historia?

El perfume no cambió el destino de Jesús, no cambiará el nuestro, pero cambia el aire, la atmósfera de la casa y del corazón.

Intentemos, en familia y en casa, como María, inventar una caricia nueva, una declaración de amor para decir, sin palabras: eres precioso para mí. Diez veces precioso. Eres invaluable… darte un precio sería despreciarte.

Una cosa que aprendemos de este Evangelio: ¡lo preciosa que es la vida! 

Quizás una vida vale poco, pero nada vale tanto como una vida.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF


***

El perfume de Betania: la sobreabundancia del amor

IMG_0781La escena central de la unción de Betania representa el Amor que se dona, que se derrama sobre la humanidad para la salvación. Un Amor reconocido y acogido.

El gesto de derramar el perfume es el mismo que aparece en otros gestos y palabras evangélicas como, por ejemplo, el vino en las bodas de Caná. Es lo superfluo necesario, es “ese plus” que puede no estar y que sin embargo indica la humanidad que se dona con autenticidad de amor, de afecto, de cariño, de simpatía, de disponibilidad, de derroche, hasta el límite, pero porque la persona vale más que todo, tiene un valor inestimable. Es por tanto el signo del valor de la persona y de la primacía del encuentro personal.

Es un gesto desinteresado y gratuito, total, en el que se da todo lo que se tiene. Jesús, en el pasaje del evangelista Marcos, explica: «Esta mujer hizo lo que pudo» (cf. Mc 14,8). Esto nos recuerda la ofrenda de la viuda que, aun no habiendo hecho nada desde el punto de vista de la eficiencia, hizo todo porque se expresó a sí misma de manera toral y radical (cf. Mc 12,44). Lo que realmente cuenta es la forma oblativa del gesto: no importa realmente cuál sea el gesto.

La escena de Betania, en la práctica, pinta al mismo tiempo dos retratos: el de Jesús y el del discípulo: el de Jesús que, dejándose clavar en la cruz, continúa donándose todo, amando hasta el derroche, y el de aquel que, encantado por Jesús y por su exceso de amor gratuito, se deja invadir e impregnar por Él, y se deja salvar, se deja amar, dando luego, a su vez, el “más”, donándose todo de manera creativa, desinteresada, gratuita.

En contraste surge la figura del discípulo mediocre.

Betania es la “casa de la amistad”. Jesús volvía allí con frecuencia, porque «amaba a Marta, a María y a Lázaro» (Jn 11,5). Aquí estamos en la casa de Simón el leproso, pero el contexto es el mismo: “Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con Él” (Jn 12,2).

En la escena, María está de pie, con una mano sobre el corazón y con la otra derramando ungüento; Ella está completamente vuelta hacia Jesús, con infinita ternura, atenta a cada gesto que pueda distraerla de lo que experimenta y lleva en el corazón.

El episodio evangélico está narrado según la versión de Marcos, que es también la de Mateo. Juan dice que estamos en Betania y esta mujer que entra es María de Betania. En Marcos y Mateo ella no tiene nombre, es una mujer misteriosa que se convierte en un símbolo muy fuerte. ¿De qué? De cómo los creyentes, aquellos que supieron creer, acogieron y reconocieron a Jesús.

Y así María de Betania o esta misteriosa mujer que entra en el banquete, nos dice algunas cosas más que importantes y sugerentes. Mientras tanto podemos notar que ella es una mujer hermosa. La mujer samaritana también es hermosa. Esta belleza expresa la belleza espiritual que hay dentro de ella.

Entra en este banquete, lleva en la mano «un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro de gran precio» (Mc 14,3), lo parte y vierte su contenido sobre la cabeza de Jesús. ¿Por qué? El autor del relato de la escena subraya la ruptura del frasco, porque algo más se había roto en ella, se había roto su corazón.

La ruptura del frasco indica que en la mujer hay un transporte de amor que nada puede detener, que la empuja hacia ese profeta, ese maestro, cuyo misterio ha intuido.

Y en efecto, rompe su frasco y derrama el ungüento sobre la cabeza de Jesús.

Mientras Él está sentado, ella ata un paño a su cinturón y envuelve los de Jesús para decir que lo ungirá de la cabeza a los pies, que ungirá a Jesús todo. A ella no le importa lo que digan los demás, no le importa el despilfarro, el uso del dinero que, según algunos, podría usarse de manera mejor (cf. Mc 14,5). A ella no le importa nada de esto, a ella le importa Cristo primero y hace todo lo que puede hacer por Cristo.

El gesto de la mujer es un gesto eminentemente sacerdotal: es la unción como Sacerdote, Rey y Profeta, como Mesías esperado, y lo realiza una mujer. Muchos de los presentes se quedan impactados y se enfadan, poniendo como pretexto la excusa del despilfarro, pero en realidad la verdadera razón es que no pueden tolerar el hecho en sí, es decir, que una mujer, una mujer en ese contexto, un banquete, tenga la presunción de hacer semejante gesto hacia el invitado de honor. Pero Jesús la defiende y da gran importancia a su gesto: «Por todo el mundo se proclamará el Evangelio y se contará lo que ésta ha hecho, para memoria suya» (Mc 14,9).

María, por tanto, hace esto porque tiene el corazón roto y por eso derrama sobre Jesús lo que para ella es más precioso, que es el símbolo de sí misma. Con este gesto quiere expresar la donación total de sí misma al Señor.

En la terminología bíblica y patrística, de hecho, el “vaso roto” recuerda el “corazón contrito”, roto por el arrepentimiento y el amor – la terminología utilizada es la misma – y es esto lo que María experimenta: lo que da/derrama sobre Jesús es todo de sí misma. En la cultura de la época, el perfume (šemen, en hebreo) indica lo esencial (šem) de lo esencial (en). Aquí lo esencial de lo esencial ya no es el perfume sino el amor.

En la cruz, del Corazón roto de Jesús, lo esencial de lo esencial que brota de Él es su propia vida para la vida del mundo. Quien, como María, ha comprendido el gesto de amor extremo de Jesús y le responde, hace lo mismo, es decir, le da todo. Y expresa esta entrega total al Señor con un gesto simbólico: vierte perfume sobre Jesús. María vierte sobre el Maestro lo que para ella es más preciado: un perfume de nardo, pero lo que representa es mucho más preciado. Ese frasco roto, de hecho, habla de ella, de su corazón roto por la abundancia y la violencia del amor. Cuando el amor hace estallar el egoísmo y quiebra los límites, nada puede contenerlo.

Así, en el centro de la escena de Betania se subraya el tema del corazón roto, del que emerge lo esencial de lo esencial, es decir, la propia vida entera, el don de sí. Así mismo en la cruz hay un corazón roto, sobre todo de ahí viene lo esencial de lo esencial, de la vida misma de Dios, el amor de Dios por la salvación del mundo. Podemos observar entonces que el gesto de Jesús, la vida de Jesús, lo que hizo y cómo lo hizo y lo vivió, nos ayuda a comprender cómo podemos responder, cómo nos sentimos movidos a responder.

Mirar la figura de esta mujer nos ayuda a detener nuestro corazón en estos contenidos profundos y esenciales de nuestra vivencia de la fe. En nuestra oración personal, en la contemplación del misterio que se nos revela en la escena de Betania, invocamos al Espíritu Santo, para que nos conceda la capacidad de comprender más profundamente el misterio del Corazón roto de Jesús en la cruz y de dejarnos tocar por su amor y por la revelación que nos ofrece en el gesto de María de Betania.

Quien piensa que dar a Dios es robar al hombre, aún no ha sido alcanzado por el amor. Toda la historia nos atestigua que, cuando el amor a Dios se seca, el amor al hombre se convierte en un moralismo estéril y en una filantropía vacía.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón

Hemos entrado en la Semana Santa, en esta Semana Santa tan excepcional, y el primer regalo que nos ofrece la Escritura es este pasaje del Evangelio de Juan, cuando en Betania, seis días antes de Pascua, tiene lugar el banquete que quiere celebrar la resurrección de Lázaro. El regreso a la vida de este querido amigo de Jesús había conmocionado profundamente a los judíos y también a las hermanas de Lázaro.

De hecho, sabemos cómo después de cuatro días en el sepulcro los rabinos enseñaban que el cuerpo volvía definitivamente a ser polvo y Dios le quitaba ese aliento de vida que le había sido dado al principio.

Jesús, por tanto, es el dador de vida, el portador del aliento de vida que viene del Padre y la resurrección de Lázaro no es un milagro sino la presencia de Jesús entre ellos y entre nosotros, que consigue traer vida también allí donde la muerte ya se ha instalado. Y el verdadero signo es Jesús mismo, a quien en esta Semana Santa estamos invitados a descubrir a través de los Evangelios de la Pasión.

La casa de Betania, donde tiene lugar la cena, se debate entre la gratitud de las dos hermanas y los judíos por la nueva vida de Lázaro, pero también entre la envidia de aquellos, entre los fariseos y los Sumos Sacerdotes, que se sienten perturbados por el poder de la oración del Señor que se llama Hijo de Dios. Les perturba su manera de leer las Escrituras, que se entrelaza con la vida y la transforma. Están perturbados por el anuncio que hace del Reino de Dios y por su gran libertad. Leer más…

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19.3.25. Ficha laboral de San José, el carpintero de Nazaret (Mc 6, 3; Mt 13,55; Lc 4, 22)

Miércoles, 19 de marzo de 2025
Comentarios desactivados en 19.3.25. Ficha laboral de San José, el carpintero de Nazaret (Mc 6, 3; Mt 13,55; Lc 4, 22)

jesus-como-niño-y-santa-joseph-trabajando-carpintero-ilustración-o-dibujo-mano-de-carpinteros-299502052Del blog de xabier Pikaza:

Así presentan a Jesús los evangelios sinópticos, lo mismo que Juan (4, 41-43). En las reflexiones que siguen dejo a un lado el tema teológico de su “concepción” virginal de Jesús, por  el Espíritu Santo,  para centrarme en su concepción, nacimiento e identidad como “tekton”, artesano en general o más concreto “carpintero”, lo mismo que José. 

Sus antepasados eran probablemente emigrantes de Belén de Judea, que habían venido a Nazaret de Galilea, en tiempo de Alejandro Janeo (en torno al 100 a. C.), como agricultores, recibiendo en propiedad unas tierras, que les vinculaban a la promesa y bendición de Dios, en la línea que indican los libros antiguos (especialmente Levítico y Josué). Pero él (José), como otros muchos, había perdido la tierra, volviéndose así campesino sin campo (y quizá obrero sin obra).

Introducción

Hoy, dentro de una sociedad industrializada, se nos hace difícil entender lo que aquello supuso, pues la mayoría no vivimos ya inmediatamente de la tierra, sino que nuestras “propiedades” se contabilizan en forma de inversiones, trabajo o dinero. En tiempos de Jesús, en la sociedad agraria de Galilea, el israelita “ideal” era un propietario de la tierra, un campesino bien casado, con familia y campo, que descubría y cultivaba el don de Dios en la siembra y la cosecha. En el momento en que un descendiente de campesinos (a no ser que fuera sacerdote) perdía la propiedad de su campo, solía quedar desamparado, en sentido económico y simbólico, es decir, religioso (perdía la herencia que Dios mismo había concedido a las familias de su pueblo). En este contexto se entiende la presentación de Jesús como artesano:

Marcos le define directamente a Jesús como “el tekton” (Mc 6, 3). Ésa es su escuela, ése es su oficio y carné de identidad: es un hombre que debe “vender” su trabajo, de forma que, para vivir, no se encuentra a merced de la “providencia de Dios” (lluvia) y de su propio esfuerzo (trabajo personal en el campo), sino que depende de la oferta y demanda de otros, en un mundo lleno de carencia y dureza. No es simplemente “tekton” (un carpintero/obrero como otros), sino “ho tekton”, con artículo definido: éste es su apodo o  sobrenombre: el Artesano.

Antes de llamarse “el Cristo” (y para serlo), Jesús Galileo ha sido “tekton”, un obrero a merced de los demás, un hombre al que todos pueden llamar y mandar, para encargarle unas tareas, de las que él ha de vivir. La Obra de Dios, que asumirá después, está vinculada al trabajo inmisericorde de gran parte de la gente de su tiempo y de su tierra. Sin duda, tiene un conocimiento básico de la Escritura y se siente identificado con la tradición religiosa del judaísmo. Pero, al mismo tiempo, se encuentra a merced de las necesidades y ofertas laborales de otros hombres. Es evidente que esa situación implica una “disonancia” fáctica muy fuerte: su forma de vida no responde a lo que Dios había “prometido” a su pueblo.

Mateo parece suavizar esa afirmación y presenta a Jesús como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5). Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pues no se le llama directamente “el tekton” (sino el hijo del tekton), pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece. Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que aparece como “el hijo de”,”: alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Cuando más tarde prometa a sus seguidores “el ciento por uno” en campos (agrous: Mc 10, 30 par), Jesús querrá invertir esa situación donde muchos hombres y mujeres como él no han tenido ni tienen un campo para mantener una familia.

Lucas y Juanpueden haber sentido embarazo de llamarle “tekton” o “hijo de tekton” y por eso cambian la expresión, diciendo: “¿No es éste el hijo de José?” (Lc 4, 22 y Jn 6, 42).Ciertamente, se podría afirmar que actúa así por un simple  “ahorro verbal”: bastaría con decir que es “hijo de José”, no se necesita más información. Pero podemos recordar que Mc 6, 3 le llama “hijo de María” y, sin embargo, añade la otra información, llamándole “el tekton”. Todo nos permite suponer que Lucas (y Juan) han omitido el dato laboral porque, en el contexto donde escriben, les parece  indigno definir a Jesús por  un trabajo que le hace dependiente de los otros. Evidentemente, Jesús no tenía un currículo elevado.

Esta presentación de Jesús por su “trabajo” puede tener un aspecto negativo y otro positivo.

(1) Uno negativo: Jesús no es untekton de ocasión (hombre con tierras propias aunque, en ocasiones, trabaje también como artesano), sino el tekton,  alguien sin trabajo propio, pues no tiene tierras ni hacienda agrícola, ni otros medios de subsistencia, sino sólo aquello que otros quieran ofrecerle como trabajo y salario, en un mundo sin contratos fijos ni salarios permanentes.

(2) Pero este dato puede ofrecer también un aspecto positivo: Jesús ha sido capaz de trabajar al servicio de los demás, dentro de un duro mercado de oferta y demanda. Así ha podido conocer la realidad social desde la perspectiva de precariedad y pobreza de los campesinos expulsados de su tierra. Ésta ha sido su escuela, una escuela donde se aprenden cosas que no están en la  Escritura de los rabinos profesionales, ni en el templo de los sacerdotes [1].

 Un israelita palestino (galileo) honorable debía ser propietario de una tierra, que Dios mismo le había “dado”,

de manera que podía vivir de ella, con su familia, trabajando con sus manos y recibiendo así la bendición de Dios, tal como lo ha seguido mostrando la legislación posterior de la Misná, donde, a lo largo de los siglos (del II al IV d. C.), se toma como referencia una sociedad de agricultores (grupos familiares) libres, propietarios de tierras que ellos mismos trabajan de un modo directo. Pues bien, por medio de una serie de cambios sociales, introducidos por la cultura greco-romana, que actuaba a través de la política urbanista y centralizadora de Herodes el Grande y de su hijo Antipas, una parte considerable de los agricultores de Galilea, a pesar de las leyes del Jubileo (cada familia volvía a poseer la propia tierra: Lev 25), fueron incapaces de mantener sus propiedades, volviéndose campesinos sin campo, sin otro remedio que hacerse obreros o mendigos para así sobrevivir.

José, el marginado. Comenzaba una época nueva. La propiedad de la tierra (antes de todas las familias) fue pasando a manos de unos pocos, de manera que gran parte de la población vino a engrosar el proletariado (y, en el mejor de los casos, el funcionariado) urbano de las nuevas capitales (Séforis, Tiberíades), construidas por los reyes herodianos. Desde ese fondo se entiende la situación del Jesús tekton, campesino sin campo, agricultor sin agro. En contra de lo que prometían las bendiciones de Israel y las promesas davídicas, José  era un hombre sin importancia social: no formaba parte de los propietarios de tierras (en las que se expresa la bendición de Dios), ni era heredero de una estirpe sacerdotal acomodada, como pudo ser Juan Bautista (cf. Lc 1) y como fue F. Josefo (según su Autobiografía) [2].

En sentido social y económico, José  era heredero sin herencia. Conocía la pobreza desde dentro y no de un modo “intelectual”, como muchos “eclesiásticos” judíos o cristianos y como casi todos los teóricos modernos de occidente, que hablan (hablamos) de una miseria “ajena” (que no es nuestra), aunque nosotros mismos la provoquemos. Jesús no era un simple “pobre de espíritu”, sino un pobre real, por su situación como tekton o artesano. En ese sentido se le puede llamar “judío marginal” (como hace J. P, Meier,  Un judío marginal,  Verbo Divino, Estella 1998 ss), aunque nosotros preferimos llamarle “marginado”, porque le han expulsado al margen de la sociedad israelita y él ha protestado como veremos en todo lo que sigue [3].

Marginal y marginado. En un sentido, era marginal como supone Meier: venía del margen de la tierra de Palestina (de Galilea), no tenía conocimientos académicos ni poderes económicos, era un galileo sin cargo especial, ni función importante en la vida del pueblo: no era sacerdote, escriba o representante de una familia rica… Pero, en sentido más estricto, es un marginado, pues le han arrojado al margen los cambios sociales y económicos que Galilea ha venido sufriendo en los últimos decenios, dentro de un mundo religioso controlado cada vez más por escribas (de las varias escuelas), sacerdotes oficiales y miembros de la nueva aristocracia económica (que ha pactado con Roma). Es un artesano, está a merced del trabajo que le ofrecen otros, de manera que no puede cumplir la Ley como la cumplen aquellos que disponen de tiempo y contexto apropiado para ello (como muchos fariseos). Jesús no tiene trabajo propio y por eso vive a merced de la propiedad y trabajo de otros.

  1. Un marginado activo. La marginalidad le ha vinculado con otros muchos hombres y mujeres de su tiempo, expulsados como él de la corriente de los privilegiados de la tierra. Esa misma situación le ha capacitado para entender desde otra perspectiva y de otra forma la Escritura de su pueblo y para iniciar una nueva interpretación de la herencia israelita (pero empalmando con la tradición de la liberación de Egipto). Es un marginado, pero no un resentido (no propugna la violencia reactiva en contra de los ricos). Es un marginado con un potencial inmenso de creatividad positiva. Desde ese fondo se entiende la respuesta que Jesús ofrece a los retos de su tiempo, la manera en que ha venido a situarse ante la realidad israelita, formulando (iniciando y recorriendo) un proyecto de juicio de Dios ante el Jordán, con entrada posterior en la tierra prometida (acompañando a Juan Bautista) e iniciando después un camino de Reino (por sí mismo y con los pobres, en Galilea) [4].
  2. ¡Marginados del mundo, escuchad!Jesús era un campesino desposeído y, por eso, no podía trabajar para (por) sí mismo, sino que debía poner su tiempo y su vida a disposición de otros (dadores de trabajo), sin la seguridad que, en aquel tiempo, concedía un tipo de posesión privada, en especial un campo de cultivo [5]. Por eso, cuando habla de “pobreza” y llama bienaventurados a los ptojoi (que no son los que deben realizar un trabajo duro para subsistir, sino los mendigos, aquellos que no tienen nada, ni siquiera trabajo), Jesús no está proponiendo una teoría sobre otros, sino que hablando de su propia situación de marginado, que conoce y comparte la suma pobreza de las gentes de su entorno. Jesús no entiende su marginalidad como principio de una actitud agresiva, que desemboca en la venganza, sino como fuente de una forma distinta de crear o recrear la sociedad [6].

No es un marginal que se retira y aleja, saliendo de los círculos sociales, como alguien que no tiene nada que aportar, un “idiota” que no sabe oponerse y decir “no” (Nietzsche,  El Anticristo), alguien que no ofrece nada positivo a las instituciones sociales que son la base del eterno Israel, construido precisamente con buenas instituciones (J. Klausner), sino que se ha opuesto al mundo dominante de una forma mucho más radical. Jesús no rechaza las cosas desde arriba, ni pide o concede limosna, ni se limita a mejorar lo que ya existe, con unos pequeños retoques, ni ofrece su opción desde dentro del sistema, sino que inicia un camino fuerte de construcción social y humana, precisamente desde aquellos que, como él, carecen de tierra y estabilidad económica. Ésta es su forma de “oponerse”, la más profunda que conozco [7].

En esa línea podemos afirmar que su escuela ha sido el trabajo y la pobreza, pero no un trabajo “propio”, realizado por personas que son dueñas de sus campos (y que deben defender su propiedad, contratando quizá a unos artesanos), sino el trabajo alienado de millones y millones de personas, que no tienen nada propio y que dependen de aquello que otros quieran ofrecerles. Jesús no ha sido un trabajador autosuficiente (dueño de su empresa o campo), sino “hetero-dependiente”, como  los artesanos, los parados, los mendigos, que no pueden alimentarse ni dependen de sí mismos (¡pues no tienen nada propio!), sino que depende de  aquello que otros quieran (o no quieran)  ofrecerles. Sólo desde esa situación se entiende su oferta de Reino.

 José y Jesús,  artesanos dependientes. Jesús ha logrado aprender en la escuela del trabajo opresor, como artesano dependiente. Una situación como la suya ha destruido y destruye a gran parte de los hombres y mujeres, pero algunos, como Jesús, han logrado reaccionar y ofrecer una respuesta que abre caminos de humanidad. De manera creadora habían respondido, en otro tiempo, los hebreos oprimidos en Egipto (condenados a realizar duros trabajos a la fuerza), cuando salieron de Egipto y buscaron formas nueva de existencia en pobreza y libertad compartida. Algo semejante ha sucedido con Jesús: desde una situación social y laboral muy parecida, en las nuevas circunstancias de Galilea, desde la periferia del gran Imperio Romano, retomando las raíces religiosas de Israel, desarrollando un proyecto radical de Reino.

Jesús no ha sido uno de aquellos “carpinteros sabios”, que ha creído descubrir G. Vermes, hombres eficientes, con trabajo asegurado, que podían volverse maestros de otros buenos trabajadora, pues tenían suficiente tiempo libre para argumentar sobre problemas muy profundos de la Ley israelita. Al contrario, Jesús ha debido formar parte de los carpinteros-obreros sin tierra, que, conforme al ideal del jubileo israelita (Lv 25), quedaban fuera del espacio de las bendiciones de Israel. No ha sido un “pensador de tiempo libre”, experto en mejorar lo que existe, sino profeta en tiempos de opresión, pues no quería  adaptarse sin más en lo que existe, sino acoger y crear una alternativa de Reino, conforme al modelo y promesa de la historia israelita [8].

  Venimos suponiendo que sus antepasados podían haber emigrado desde Belén de Judea a Nazaret de Galilea, con el fin de poseer una tierra buena, una heredad para el trabajo y  la familia, según la voluntad de Dios, conforme a las promesas… Pero, en cualquier caso, fuera oriundo de Belén o haya nacido de una familia que vivía por siglos en la misma Galilea, lo cierto es que ha sido víctima de las trasformaciones de los últimos decenios, viniendo a ser un hombre sin tierra ni trabajo propio, como uno de aquellos que esperan cada día el posible jornal que les ofrezca algún “amo” (cf. Mt 20, 1-16). Su mensaje no ha sido un “lujo espiritual”, desconectado de la vida, sino una propuesta de respuesta a los problemas de la vida.

Así le encontramos como obrero no especializado, un artesano del ramo de la construcción, que quizá ha servido por un tiempo en el mercado laboral del rey Antipas, en  sus nuevas ciudades (Séforis, junto a Nazaret; Tiberíades, junto al lago de su nombre), o ha estado al servicio de otros propietarios agrícolas. Ciertamente, ha podido tener más movilidad que un campesino con tierras y más necesidad de conocimiento que un propietario, pero ha carecido del poder y, sobre todo, de la seguridad que ofrece un campo propio, una herencia israelita [9].

El trabajo en la propia casa-campo arraiga al hombre y su familia en una  tierra y una historia, que la Escritura de Israel ha vinculado a Dios. La familia agrícola posee una identidad sagrada que suele mantenerse mucho tiempo, pues tradición y tierra se trasmiten por generaciones… En una familia de ese tipo el padre (con la madre) es el testigo de Dios, portador de unas bendiciones y valores, que se mantienen con muy pocos cambios, a lo largo de siglos. En ese contexto, Dios tiende a manifestarse a través de la sacralidad de la tierra y de la continuidad del grupo, sancionando unos valores de justicia y solidaridad, simbolizados por los padres, que garantizan la continuidad de la vida (herencia) [10].

 Lógicamente, los padres eran signo de Dios como autoridad y garantía de vida para los hijos de “buena” familia. En esa línea, el Dios israelita había cumplido una función esencial, a lo largo de la historia. Pero ya no respondía a las necesidades de los campesinos sin tierra, entre los que hallamos a Jesús Galileo. Por eso, era necesario volver más atrás de la “herencia” de la tierra, garantizada por el paso de los padres a los hijos. Había que volver más allá, a un tiempo en que los hebreos no tenían tierra, superando la forma de propiedad y seguridad familiar que había valido después.

Los artesanos de Galilea vivían en una situación más parecida a los hebreos de Egipto, sin seguridad material o social (sin una familia que pudiera garantizar la propiedad de la tierra). Los campesinos galileos habían perdido o estaban perdiendo la “herencia de Dios” (la tierra); de manera que ya no podían creer en el Dios de los “buenos” propietarios y tenían que buscar nuevas formas de experiencia religiosa y/o convivencia. Ellos carecían ya de “patrimonio” (vinculado al patriarcado): no tenían tierras que dejar en herencia a los hijos, de manera que, estrictamente hablando, carecían de herederos. En el fondo, los artesanos aparecían como hombres sin patria duradera, itinerantes que iban pidiendo trabajo en aldeas y pueblos. En realidad, ellos no tenían ya estructuras familias (casas), pues ellas estaban vinculadas a la tierra.

El artesano podía ser un temporero sin formación, pero también podía aparecer como un técnico especializado, capaz de volverse rico. Pero le faltaba la identidad representada por la tierra que se transmite y hereda de padres a hijos, le faltaba el arraigo de la familia que se alza y asegura en torno a una propiedad, de manera que viene a presentarse como un hombre sin raíces permanentes. Pero, en compensación, podía tener la  oportunidad de conocer otros pueblos y gentes, logrando así una visión más extensa de las condiciones de vida del conjunto de los hombres, especialmente de los pobres. En ese fondo se sitúa la vida y mensaje de Jesús, a quien veremos como constructor de nueva familia [11].

Los rasgos anteriores nos permiten descubrir en José y en Jesús una fuerte disonancia cognitiva y vital. (1) Por un lado, como descendiente de una familia vinculada a Belén, se siente portador de la promesa davídica, que incluye la posesión de una tierra, de la que todos han de ser propietarios, compartiendo la herencia de Dios. (2) Pero, al mismo tiempo, forma parte de una gran masa de hombres y mujeres que han perdido la tierra, de manera que parecen expulsados de la  herencia de Abrahán y de David. En ese contexto, él se siente llamado a ofrecer una experiencia nueva de “heredad” a los pobres y marginados, que están fuera del espacio abierto por las promesas de Abraham, por las esperanzas de David [12].

JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett Millais

Desde ese fondo ha de entenderse el mensaje de las bienaventuranza (¡los mansos heredarán la tierra! Cf. Mt 5, 5) y la promesa del “ciento por uno”: aquellos que, por una parte, lo han perdido (o lo han dejado) todo recibirán de otra manera, por caminos nuevos (pero en esta misma tierra), el “ciento por uno” en familia, casas, campos etc. (cf. Mc 10, 29-30). Ese “ciento por uno” resulta imposible allí donde se mantiene el antiguo sistema, que ha dividido a los hombres en propietarios (que tienen y aumentan lo tenido) y expulsados (que lo han perdido todo); pero es posible y lógico allí donde se instaura un tipo de propiedad no clasista ni posesiva, que permite que personas y familias compartan lo que tienen. Para entender mejor ese mensaje, que iremos desarrollando, podemos ofrecer aquí un sencillo esquema de división de clases que nos permitirá situar el entorno de Jesús, desde la perspectiva de la educación por el conflicto y el trabajo [13]:

José y Jesús viven en un mundo que se encuentra dominado, de hecho, por una clase mercantil que ha separado ya el dinero (capital) de la vida real, es decir, del trabajo inmediato y de las necesidades concretas de los hombres y mujeres. Ciertamente, no parece que Jesús haya sido un “purista” estricto, ni tampoco un “reformador económico”: no ha condenado en principio a todos los “comerciantes”, ni ha rechazado a los “publicanos” (recaudadores de impuestos, al servicio de un orden socio/económico que era, a fin de cuentas, romano), a los que gran parte del pueblo consideraba impuros. Pero, mirando las cosas a mayor profundidad, él ha querido poner el comercio y dinero al servicio de los pobres, de un modo “gratuito” (por comunicación directa entre los hombres), de manera que su proyecto implicaba un cambio total en la manera de ver la economía. En ese sentido decimos que ha sido más que un reforma

El imaginario simbólico de Jesús lo forma una sociedad sin clases, una federación de agricultores, pastores (y pescadores del lago), que que comparten bienes y trabajos. Unos y otros, agricultores, pastores/pescadores, han de ser componentes básicos de una sociedad igualitaria (no mercantil, no imperial), formada por familias y clanes libres, que reflejan un tipo de presencia de Dios en la que no hay supremacía ni dependencia de unos respecto de otros. Por eso, estrictamente hablando, según Jesús, no debería haber campesinos (sometidos) porque su sociedad ideal (en la línea de Lev 25: ley del jubileo), debería estar formada por agricultores/pastores que mantienen un mismo nivel económico, de producción, intercambio y consumo de bienes. Leer más…

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“Más silencio, menos motosierra”, por Koldo Aldai Agirretxe

Sábado, 15 de marzo de 2025
Comentarios desactivados en “Más silencio, menos motosierra”, por Koldo Aldai Agirretxe

ECLESALIAIMG_7852, 28/02/25.- Prefiere, sin lugar a dudas, permanecer discreta, reservada, callada. Creo que en el fondo se teme a sí misma y al estrago que pueda causar. A la «Shell» que hemos comprado le cuesta rugir, como si recelara exhibir todo su desmesurado potencial. A veces hemos de esperar a que venga el vecino a arrancarla, a veces hemos de resignarnos y retornar a la hacha silenciosa, tenaz, infalible, por ende paciente.

Una vez en marcha el molesto ruido no ahuyente las preguntas imprescindibles. Cuando la motosierra empieza a rugir en medio de la sagrada paz del bosque deberemos tornar humildes, pedir permiso si queremos ver por los suelos los enhiestos hermanos. Acabar con cualquier orden de vida emplace nuestra conciencia. El depósito de la máquina necesita su precisa mezcla de aceite y gasolina, también nuestros adentros acertada combinación de respeto y veneración por cuanto nos rodea.

En el pasado, cuanto menos, mediaba el sudor y el esfuerzo de la sierra de mano. La tala era más meditada y selectiva. Ahora el esfuerzo es mínimo y el acelerador y su rugido desatan un poder desmesurado. Los humanos constituimos un peligro con esas poderosas máquinas en nuestras manos. En la mente de quien las maneje siempre la divisa de un bien mayor. El mandatario también está llamado a darle al “start” con cuidado, a bañarse de humildad, a evitar estridencias, a intentar no rugir en exceso y acabar de repente con cuanto le precedió. Si la desolación física es grande, la desolación de la motosierra exhibida ante la multitud es mayor.

Ese ruido infernal nos enseñorea. Producen gran estruendo y nuestro mundo ya se saturó de ruido. El operar de esas poderosas máquinas a menudo va acompañado de desolación y destrucción. Nuestros bosques no deben de ser destruidos, los pilares de nuestros estados de derecho tampoco deberían ser cercenados. La motosierra no es por lo tanto el regalo más adecuado. No se debiera obsequiar con facilidad, menos aún a políticos de accionar fácil e irresponsable. La Vida pone en nuestras manos unas sierras demasiado poderosas para nuestro relativo nivel de conciencia. No es fácil hacer un uso justo, adecuado, contenido de ellas. Es preciso saber cuándo, dónde y por qué activarlas.

Rugimos cuando albergamos pobres silencios, tristes palabras, huecas soflamas. “El siglo XXI será espiritual o no será” pronosticó André Malraux. La disyuntiva se manifiesta cada vez más nítida e incuestionable: futuro de ruido, confusión, estruendo y motosierra o futuro como el que apuntaba el profético filósofo francés de recogimiento y despertar a nuestra dimensión más interna.  El silencio es el espacio imprescindible de maduración personal y colectiva. El silencio se ha convertido en uno de nuestros bienes colectivos más preciados; silencio interno y externo, silencio de la mente infatigable, de «la loca de la casa» que diría HP Blavatsky y silencio exterior en medio de un ruido y una desinformación crecientes.

Reconozco haber sentido cierto pudor, sino vergüenza, al entrar con la motosierra rugiente en el bosque indefenso, solitario. Ojalá algo de ello sintieran los políticos populistas al hacer rugir la motosierra en sus actos multitudinarios. Nos inquietan esas motosierras elevadas a los escenarios, a los altares políticos, al protagonismo de la “cosa pública”; nos preocupa ese trapicheo de motosierras entre los poderosos del mundo. Dicen que quieren acabar con la burocracia, pero, una vez puesto en marcha, su filo torna ciego y acaba cortando de cuajo derechos, cercenando incluso libertades.

Los que honran todo reino de vida, los que defienden el silencio y los bosques pierden escaños. En Alemania runrunea también ahora con más fuerza la motosierra. Los que piensan y proyectan en exclusiva primera persona, los que no dan crédito a que los hielos se deshielan y la atmósfera se calienta; los que no aprecian el silencio, ni desean apagar nunca los motores, ni detener las chimeneas, los que no sienten que todos los pueblos son igual de grandes y que constituimos familia planetaria…, gobiernan en cada vez más países. Mientras, debido al cambio climático, los fenómenos atmosféricos extremos se multiplican acarreando las brutales consecuencias que ya conocemos. El caos, la destrucción y el dolor no deban aumentar para ralentizar las motosierras y su desarrollismo desbocado.

Avanza la ola del atronador nacional-populismo. Escala cada vez más poderes. El estruendo de la motosierra se extiende por doquier, amenaza nuestra necesidad de sosiego, nuestro anhelo de paz, de construir un mundo solidario, fraterno en el que por fin haya un lugar para todos. Nuestra humanidad necesita más silencios para volver a acogerse, encontrarse y valorarse a sí misma. Nadie más grande que el otro. Ya no la fuerza del que tiene más máquina, más motor y decibelios, sino la fuerza de la razón y la compasión aunadas que emanan de una ciudadanía madurada en espesos silencios, renacida en su dimensión más elevada.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Bienaventurados

Domingo, 16 de febrero de 2025
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Bienaventurados los que se vacían
de pensamientos, imágenes y sentimientos
porque ellos serán llenados por Dios.

Bienaventurados los que aprenden
a estarse quietos,
porque descubrirán la fuerza de Dios
que se mueve en su interior.

Bienaventurados los que se cultivan por dentro,
porque quedarán limpios de toda sombra
y actuarán con libertad.

Bienaventurados los hambrientos de ser,
puesto que sólo ellos alcanzarán la auténtica humanidad.

Bienaventurados los compasivos,
pues han comprendido
que el destino de cualquier persona
es el propio.

Bienaventurados los silenciosos,
puesto que han descubierto su verdadero hogar.

Bienaventurados los pacificados,
porque darán al mundo
lo que el mundo realmente necesita.

Bienaventurados los orantes,
porque han comprendido
que si nos preocupamos por las cosas de Dios,
Él se preocupa por las nuestras.

Bienaventurados vosotros
cuando os reprochen
que huis del compromiso
para retiraros a vuestra soledad.
Yo os digo que vuestra recompensa
será grande en este mundo
pues lo veréis en su verdadero color.

*

Pablo d’Ors.

***

En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo,porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo.

¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís,porque haréis duelo y lloraréis!

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con losfalsos profetas»

*

Lucas 6, 17. 20-26

***

Las bienaventuranzas nos indican el camino de la felicidad. Con todo, su mensaje suscita con frecuencia perplejidad. Los Hechos de los apóstoles (20,35) refieren una frase de Jesús que no se encuentra en los evangelios. Pablo recomienda a los ancianos de Efeso: «Tened presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”». ¿Debemos concluir de ahí que la abnegación sea el secreto de la felicidad?

Cuando evoca Jesús «la felicidad del dar», habla apoyándose en lo que él mismo hace. Es precisamente esta alegría -esta felicidad sentida con exultación- lo que Cristo ofrece experimentar a los que le siguen. El secreto de la felicidad del hombre se encuentra, pues, en tomar parte en la alegría de Dios. Asociándonos a su «misericordia», dando sin esperar nada a cambio, olvidándonos a nosotros mismos hasta perdernos es como somos asociados a la «alegría del cielo». El hombre no «se encuentra a sí mismo» más que perdiéndose «por causa de Cristo».

Esta entrega sin retorno constituye la clave de todas las bienaventuranzas. Cristo las vive en plenitud para permitirnos vivirlas a nuestra vez y recibir de ellas la felicidad. Con todo, para quien escucha estas bienaventuranzas, queda todavía el hecho de que debe aclarar una duda: ¿qué felicidad real, concreta, tangible, es la que se ofrece? Ya los apóstoles le preguntaban a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos sequido; ¿qué recibiremos, pues?» (Mt 19,27). El Reino de los Cielos, la tierra prometida, la consolación, la plenitud de la justicia, la misericordia, ver a Dios, ser hijos de Dios. En todos estos dones prometidos, en todos estos dones que constituyen nuestra felicidad, brilla una luz deslumbrante, la de Cristo resucitado, en el cual resucitaremos. Si bien ya desde ahora, en efecto, somos hijos de Dios, lo que seremos todavía no nos ha sido manifestado. Sabemos que, cuando esta manifestación tenga lugar, seremos semejantes a él «porque le veremos tal cual es»

*

(1 Jn 3,2) (J.-M. Lustiger
Sed felices,
San Pablo, Madrid 1998.

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In memoriam: Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. יום הנצחה לזכרם של קורבנות השואה

Lunes, 27 de enero de 2025
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El 27 de enero se celebra internacionalmente el Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, una fecha que Naciones Unidas estableció en 2005 con el objetivo de rendir homenaje a las víctimas del genocidio judío. En 2024 se conmemora este recuerdo, cuando se cumplen 82 años del envío de homosexuales a campos de concentración nazis y 80 de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.

«Sería un peligroso error pensar que el Holocausto fue un simple producto de la locura de un grupo de criminales nazis. Más bien todo lo contrario, el Holocausto fue la culminación de milenios de odio, culpabilización y discriminación de los judíos, lo que ahora llamamos antisemitismo.».

Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres.

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Fuga de Muerte:

(Traducción de José María Pérez Gay)

Leche negra del alba te bebemos de tarde
te bebemos al mediodía y en la mañana
te bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire
donde no estamos encogidos
Un hombre vive en la casa
juega con las serpientes
escribe cuando oscurece a Alemania tu pelo de oro
Margarete
escribe y sale de la casa
y brillan las estrellas y silba a sus perros
silba a sus judíos
y los manda a cavar una tumba en la tierra
y nos ordena ahora toquen para bailar

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía
te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
Un hombre vive en la casa
y juega con las serpientes y escribe
y escribe cuando oscurece a Alemania
tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamith
cavamos una tumba en el aire
donde no estamos encogidos
Grita
caven más hondo canten unos toquen otros
y empuña el acero del cinto
lo blande
sus ojos son azules
hundan más hondo las palas
toquen unos bailen otros

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía
te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa
tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamith
un hombre juega con serpientes
Grita toquen más dulce la muerte
La muerte es un maestro de Alemania
y grita toquen más oscuro los violines
luego ascienden al aire
convertidos en humo
sólo entonces tienen una tumba en las nubes
donde no están encogidos.

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía
la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos en la tarde y de mañana
bebemos y bebemos
la muerte es un maestro de Alemania
sus ojos son azules
te alcanzan sus balas de plomo
te alcanzan sin fallar
un hombre vive en la casa
tu pelo de oro Margarete
lanza sus mastines contra nosotros
nos regala una tumba en el aire
juega con las serpientes y sueña
la muerte es un maestro de Alemania
tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamith.

*
Paul Celan

(1952)

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Auschwitz como advertencia

Doble post del Papa en recuerdo de la Shoah: “Nunca más debe permitirse que las semillas del antisemitismo arraiguen en el corazón humano”

Sant’Egidio: “La respuesta más eficaz al odio es la cultura y el conocimiento de la historia”

El Papa recuerda el Holocausto y advierte sobre “las propuestas ideológicas que vienen a salvar a los pueblos y terminan destruyéndolos”

El Rey de España llama en Jerusalén a estar alerta ante el resurgir del discurso del odio

“Recuerdo del Holocausto: educar para un futuro mejor”

A los 75 años de Auschwitz: Dios es Palabra. El silencio clamoroso y asesino que quiso borrar el recuerdo de la raíz judía.

Declaración con motivo del 75º aniversario de la liberación de Auschwitz-Birkenau: Los obispos de Europa dicen no al antisemitismo y a la manipulación política de la verdad histórica

Mensaje del Secretario General con motivo del Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. 27 de enero de 2017

Día internacional de Conmemoración en memoria de las victimas del Holocausto. 27 de enero

75 años ya de la liberación del Campo de Auschwitz

Francisco: “Auschwitz es un grito de dolor que está pidiendo un futuro de respeto, de paz y de encuentro”

Francisco recuerda Auschwitz: “Si perdemos la memoria, aniquilamos el futuro”

Día de las Víctimas del Holocausto: el mundo recuerda también hoy a los homosexuales asesinados.

Siempre Auschwitz

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Con el recuerdo de los  1. 200 israelíes asesinados y los 251 rehenes de los que 105 fueron, hechos el pasado 7 de octubre de 2023 y la salvaje represalia israelí sobre Gaza que ha dejado ya cerca de 47.000 muertos. Una parte de los rehenes (105) fueron liberados a finales de noviembre de 2023 durante la primera tregua y otros más, junto a palestinos presos en en la actual tregua, Sin embargo, Benjamín Netanyahu ha continuado con la destrucción y el genocidio que está perpetrando en Palestina y liberando a los agresivos colonos que siguen cometiendo asesinatos y ocupaciones ilegales …

A pesar de tanto dolor, muerte, destrucción y falta de empatía, misericordia y justicia, hoy seguimos pensando que el dolor y el sufrimiento nos hermana como únicos hijos del Dios que en בְּרֵאשִׁית, Bereshit (Génesis) ante el asesinato de Abel nos pregunta:

 

טוַיֹּ֤אמֶר יְהֹוָה֙ אֶל־קַ֔יִן אֵ֖י הֶ֣בֶל אָחִ֑יךָ וַיֹּ֨אמֶר֙ לֹ֣א יָדַ֔עְתִּי הֲשֹׁמֵ֥ר אָחִ֖י אָנֹֽכִי:

יוַיֹּ֖אמֶר מֶ֣ה עָשִׂ֑יתָ ק֚וֹל דְּמֵ֣י אָחִ֔יךָ צֹֽעֲקִ֥ים אֵלַ֖י מִן־הָֽאֲדָמָֽה: 

 

Y dijo el Eterno (Hashem)  a Caín:

– «¿Dónde está tu hermano?»

Respondió:

– «No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?»

Entonces  el Eterno (Hashem) le dijo:

– «¿Qué has hecho? Clama la sangre de tu hermano y su grito me llega desde la tierra».

Bereshit (Génesis) 4, 9-10

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Niños en el Ghetto de Varsovia y en Gaza

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“Un universo interior”, por Miguel Ángel Mesa

Miércoles, 15 de enero de 2025
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De su blog Otro Mundo es posible:

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«Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba»
(Agustín de Hipona).

Adentrarnos en la vida interior es como si nos uniéramos a una expedición de espeleólogos, que se adentraran en una cueva hasta el momento inexplorada, en la que la luz lo es todo para poder caminar, pero a veces se acaban las pilas de la linterna y hay que reponerlas a oscuras, no movernos, y dejarnos guiar por los sonidos, las aguas subterráneas, la brisa del aire… para llegar a descubrir nuevos caminos, pinturas sorprendentes, estalactitas y estalagmitas, que unen el cielo de la cueva con la tierra de la misma, quizá una salida por otro lugar donde podamos recibir con gozo, de nuevo, la luz del sol.

Los problemas que se siguen sufriendo en nuestra sociedad, a pesar de los sacrificios, los recortes, la merma de derechos que se nos impone, especialmente a los más desfavorecidos, no ceja en continuar proponiendo para la salida de la misma, el que consumamos más, como única recta para que haya más desarrollo. Y el consumo irresponsable, sin medida, lo único que consigue es hacernos salir, pero no para dirigirnos al encuentro del otro, sino únicamente a la tienda física o virtual en la que podamos satisfacer nuestros deseos más inmediatos.

Nadie nos va a proponer que reflexionemos, que indaguemos cuáles son nuestras principales necesidades, que pasemos por el tamiz de nuestra vida interior todos nuestros anhelos y sueños. Y que, por encima de todo, nos sintamos libres para decidir qué es lo que precisamos de verdad, sin acumular por justicia con los más desfavorecidos, qué carencias y obligaciones tenemos, con nosotros mismos y con los demás.

Cuando mantenemos un diálogo cercano, cordial, amistoso y profundo con el otro que nos acompaña o con quien nos encontramos, dejando que hablen los corazones, los sentimientos, notamos cómo se dilata nuestra felicidad y nuestra humanidad. Estas conversaciones y encuentros tienen que llegar a formar parte de nuestra vida interior, para gustarlos, reflexionarlos, digerirlos, que nos alimenten y den fruto. Desde ahí vamos encontrando nuestra más íntima identidad, que se va transformando a la vez con las experiencias vitales que vamos recogiendo por los senderos que recorremos cada día, diferentes, únicos.

Cuando la experiencia profunda de la vida interior nos lleva a aislarnos, a entristecernos, a olvidar los problemas de la gente, esa práctica no es positiva y provoca los efectos contrarios de lo que se pretende. La incursión en la vida interior tiene que producir, como provecho y beneficio, un mayor y gozoso encuentro con los demás, una relación más fluida y cordial, un compromiso para sentir con los otros sus y nuestras penas y alegrías.  Por lo tanto, el fortalecimiento de nuestra vida interior, solo tiene sentido si nos ayuda a mejorar nuestra forma de ser, si hace más humana nuestra humanidad, en contacto y unión íntima, vital con los demás.

El cultivo permanente, cuidadoso de la vida interior, de la espiritualidad, según José Arregi, «puede valer para nuestros días, porque necesitamos liberarnos del miedo y reconciliarnos con nosotros mismos; porque no nos basta lo que tenemos, lo que sabemos, lo que podemos; porque necesitamos seguir creyendo en la bondad a pesar de todos los males que hacemos y padecemos; porque es preciso seguir esperando activamente en otro mundo mejor».

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«Felices quienes intentan contemplar y penetrar en su hondón personal, para ser en verdad lo que buscan: ellos mismos».

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El bautismo de Jesús es su momento de “salir del armario”. También puede ser el nuestro.

Lunes, 13 de enero de 2025
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IMG_9462El artículo de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland, una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Domingo del Bautismo del Señor, están disponibles aquí.

Durante las últimas semanas, hemos estado celebrando la llegada de Jesús a este mundo como uno de nosotros. Hoy, celebramos su bautismo, su “salida” al mundo como adulto.

Jesús tiene 30 años cuando va a ver a Juan, que está bautizando en el desierto. Juan está advirtiendo a todo el que quiera escuchar que el Reino de Dios está cerca. Está llamando a las personas a arrepentirse de su pecado y volverse a Dios. Cuando se le pregunta cómo hacerlo, Juan les dice que den a los pobres y compartan su comida con los hambrientos.

Tenga en cuenta que Juan no está en el templo mientras predica. La Buena Noticia es proclamada a todos para que “todos vean la salvación enviada por Dios”, como nos recuerda la primera lectura litúrgica de hoy. En la predicación de Juan, nadie es considerado privilegiado ni exento de tomar una decisión personal de volverse a Dios.

Jesús acepta el mensaje de Juan y decide ser bautizado. Cuando lo hace, su verdadera identidad se revela cuando el Espíritu Santo desciende sobre él y se escucha una voz: “Tú eres mi amado; en ti tengo mis complacencias”.

La vida de Jesús cambia drásticamente después de eso. Su verdadera identidad ahora es conocida. ¡Ya no puede volver atrás!

Solo puedo imaginar lo que sintió Jesús en ese momento. ¿Aceptó las palabras de Isaías? “Aquí está mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco, en quien he puesto mi espíritu”. ¿Se sintió amado? ¿O estaba confundido por el mensaje del Espíritu? ¿Tenía miedo? Jesús era completamente humano. Supongo que estaba sintiendo muchas emociones después de esta experiencia y por eso se fue al desierto durante 40 días.

Recuerdo mi propio proceso de salir del armario. Definitivamente no me sentí elegida ni amada. Más que nada, me sentí traicionada. Había internalizado mucha de la homofobia que me rodeaba: en mi familia y amigos, en la escuela católica a la que iba y en la iglesia. No quería ser parte de una identidad LGBTQ+ para mí. Luché por comprender mi orientación sexual e identidad de género.

Sin embargo, a medida que crecí en mi identidad, descubrí a los Juanes Bautistas en mi vida que me invitaron a la plenitud y a reconocer que es en el desierto dentro de mí donde escucharé y conoceré a Dios. Me llaman una y otra vez a ser bautizada, a rechazar la negatividad interior y a abrazar el Evangelio. Abrí mi corazón al Evangelio y escuché que Dios está complacido conmigo como soy y que el Espíritu de Dios habita dentro de mí. Mi verdadera salida del armario se produjo cuando finalmente pude escuchar la voz de Dios en mi interior: “¡Tú eres mi Amado, mi elegido! Estás hecho a mi imagen y semejanza”. ¡Mi vida nunca ha sido la misma!

¿Quiénes son los Juan Bautistas en tu vida? ¿Puedes escuchar su desafío y sus afirmaciones para reconocer que Dios vino a traerte libertad y amor? ¿Qué necesitas hacer para aquietarte y poder escuchar la voz del Espíritu en tu interior? La Voz del Espíritu te habla: “Tú eres mi amado, mi elegido, en quien tengo complacencia”. ¿Puedes escucharla?

–Sr. Donna McGartland, 12 de enero de 2025

Fuente New Ways Ministry

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“No ahogar el amor solidario”. Bautismo del Señor – C (Lc 3,15-16.21-22)

Domingo, 12 de enero de 2025
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Bautismo_CEl amor es la energía que da verdadera vida a la sociedad. En toda civilización hay fuerzas que generan vida, verdad y justicia, y fuerzas que provocan muerte, mentira e indignidad. No siempre es fácil detectarlo, pero en la raíz de todo impulso de vida está siempre el amor.

Por eso, cuando en una sociedad se ahoga el amor, se está ahogando al mismo tiempo la dinámica que lleva al crecimiento humano y a la expansión de la vida. De ahí la importancia de cuidar socialmente el amor y de luchar contra todo aquello que puede destruirlo.

Una forma de matar de raíz el amor es la manipulación de las personas. En la sociedad actual se proclaman en voz alta los derechos de la persona, pero luego los individuos son sacrificados al rendimiento, la utilidad o el desarrollo del bienestar. Se produce entonces lo que el pensador norteamericano Herbet Marcuse llamaba «la eutanasia de la libertad». Cada vez hay más personas que viven una «no libertad confortable, cómoda, razonable, democrática». Se vive bien, pero sin conocer la verdadera libertad ni el amor.

Otro riesgo para el amor es el funcionalismo. En la sociedad de la eficacia lo importante no son las personas, sino la función que ejercen. El individuo queda fácilmente reducido a una pieza del engranaje: en el trabajo es un empleado; en el consumo, un cliente; en la política, un voto; en el hospital, un número de cama… En esta sociedad, las cosas funcionan; las relaciones entre las personas mueren.

Otro modo frecuente de ahogar el amor es la indiferencia. El funcionamiento de la sociedad moderna concentra a los individuos en sus propios intereses. Los demás son una «abstracción». Se publican estudios y estadísticas tras los cuales se oculta el sufrimiento de las personas concretas. No es fácil sentirnos responsables. Es la administración pública la que se ha de ocupar de esos problemas.

¿Qué podemos hacer cada uno? Frente a tantas formas de desamor, el Bautista sugiere una postura clara: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo». ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir más lo que tenemos con aquellos que viven en necesidad.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo”. Domingo 12 de enero de 2025. Bautismo del Señor

Domingo, 12 de enero de 2025
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09-bautismodelsenor (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42, 1-4. 6-7: Mirad a mi siervo, a quien prefiero. 
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz. 
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Lucas 3, 15-16. 21-22: Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo

Hoy celebra la liturgia el bautismo de Jesús. Las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos para reflexionar sobre el bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, es tarea de todo bautizado testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de «pasar por la vida haciendo el bien»; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiestamente la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», desciende el Espíritu, y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.

Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano. Leer más…

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Pikaza

Domingo, 12 de enero de 2025
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“Bautismo de Jesús”. Ciclo C

Domingo, 12 de enero de 2025
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imagePerugino, Bautismo de Cristo (ca. 1482)

Del blog  El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Hace seis días celebrábamos la visita de los Magos de Oriente, cuando Jesús tenía unos dos años de edad, según Mateo. Hoy celebramos su bautismo, cuando tenía unos treinta años, según Lucas. Si exceptuamos la visita al templo de Jerusalén con doce años, de la infancia, adolescencia y vida adulta, hasta el bautismo, no sabemos nada.

 El bautismo de Jesús (Lucas 3,15-16.21-22)

             Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de Lucas es la siguiente:

En aquel tiempo, como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:

«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».

Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajo el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma, y vino una voz del cielo:

«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». 

            Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.

            Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.

            La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.

            El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

El programa futuro de Jesús (Isaías 42,1-4.6-7)

            Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura.

Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien (Hechos 10,34-38)

            La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

“Pasó haciendo el bien”. Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

 

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12 de Enero. Bautismo del Señor. Ciclo C

Domingo, 12 de enero de 2025
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“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”

(Lc 3, 15-16. 21-22)

Todavía con la resaca de Navidad, del comienzo de año y de la Epifanía, y ya se nos presenta a Jesús tomando sus propias opciones.

En los versículos anteriores Lucas nos presenta a Juan anunciando un tiempo nuevo y aclarando que él no era el Mesías esperado. Jesús, como tantos israelitas, también escucha esta buena noticia por boca de Juan. También quiere Jesús participar de este cambio comenzando por el bautismo. Se mezcla con el pueblo, es uno más de tantos; también hace fila, también espera en el calor del desierto… ¿Y nosotras? ¿En qué nos toca esperar? ¿Cómo esperamos? ¿En qué situaciones optamos por ser una persona entre tantas?

Para Jesús, este momento está cargado de contenido, se da una íntima comunión con el Padre y con su Espíritu. En ese momento en el que Jesús está orando es cuando recibe la confirmación personal: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.

El destinatario de ese mensaje es exclusivamente Jesús. Será más adelante en su vida cuando tres discípulos (Pedro, Santiago y Juan) escuchen esta misma frase, en el monte Tabor, al ser testigos de la Transfiguración de Jesús (Lc 9, 28-36). En esa ocasión se les pedirá que lo escuchen.

¿Y nosotras? ¿Hemos escuchado nuestro mensaje personal de parte de Dios? ¿Estamos atentas para escucharlo? ¿Nos sabemos sus hijos e hijas amadas?

Dios Trinidad se hace presente en este pasaje de forma palpable. También el Espíritu Santo, al que parece que es más difícil describir, aparece hoy en forma de paloma. Dios Trinidad se hace presente en la historia, también en la actualidad. Dios es comunión, una comunión a la que también estamos llamadas nosotras.

Oración

Trinidad Santa, que nuestras esperas sean oportunidades de comunión íntima contigo.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Hoy celebramos que Jesús nació del agua y del Espíritu.

Domingo, 12 de enero de 2025
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2754-neonian-baptistery-ravenna-dome-mosaic-baptism-christ-detailDOMINGO 1º BAUTISMO DE JESÚS (C)

Lc 3,15-22

Comenzamos el “tiempo ordinario”. El bautismo es el primer acontecimiento que los evangelios nos narran de la vida de Jesús. Es, además, el más significativo desde su nacimiento hasta su muerte. Lo importante no es el hecho en sí, sino la carga teológica que el relato encierra. El bautismo y las tentaciones hablan de la profunda transformación que produjo en él una experiencia que se pudo prolongar durante años. Jesús descubrió el sentido de su vida, lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para los demás.

Los cuatro evangelistas resaltan la importancia que tuvo para Jesús el encuentro con Juan el Bautista y el descubrimiento de su misión. A pesar de que es un reconoci­miento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan. Ningún relato nos ha llegado de los discípulos de Juan. Todo lo que sabemos de él lo conocemos a través de los escritos cristianos. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que tiene grandes posibilidades de ser histórico.

Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nacimiento del agua y del Espíritu era lo importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis el nacimiento carnal, es que no hemos entendido el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo. El bautismo de Jesús tiene un hondo calado porque nos lanza más allá de lo sensible.

Lucas no da ninguna importancia al hecho físico. Destaca los símbolos: Cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas con el Mesías. Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de que Dios se acerca a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera sensible para poder ser percibida. Lo importante no es lo que sucedió fuera, sino lo que vivió Jesús dentro de sí mismo.

El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; y a la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta que punto se consideran mutuamente implicados. Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos “espíritu” significa a lo mismo.

Marcos:      1,10 Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él.

                       1,12 El Espíritu lo impulsó hacia el desierto.

Mateo:         3,16 Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma.

Lucas:          3,22 El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma.

                        4,1 Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo.

                        4,14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea.

                        4,18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Juan:            1,32Yo he visto que el Espíritu que bajaba del cielo y permanecía sobre él.

                      1,33 Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con E. S. y fuego.

                        3,5 Nadie puede entrar en el Reino, si no nace del agua y del Espíritu.

                        6,63 El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.

 

Hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad. Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él, como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dio a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él. El bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad.

En el discurso de Juan en la última cena, Jesús hace referencia al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos, volveré. Esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. También dice que el Padre y él vendrán y harán morada en aquel que le ama. Jesús se siente identificado con Dios, que es Espíritu. No tenemos datos para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, pero los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación mucho más que personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en aquella época y aún en la nuestra.

Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su predica­ción fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. La comunicación de Jesús con su “Abba“, no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido. A través de la oración, de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. En este caso, Lucas dice que esa manifestación de Dios en Jesús se produjo “mientras oraba”.

El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí. Solo una cosa me diferencia de Dios; mis limitaciones. Esas sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse absolutamente con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta qué punto podemos nosotros aproximarnos a esa misma experiencia.

La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos. Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios. Para nosotros esto es muy importante. Una toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana.

¿Cómo interpretaron los primeros cristianos, todos judíos, este relato? Dios, desde el cielo, manda su Espíritu sobre Jesús. Para ellos Hijo de Dios y ungido era lo mismo. Hijo de Dios era el rey, una vez ungido; el sumo sacerdote, también ungido; el pueblo elegido por Dios. Lo más contrario a la religión judía era la idea de otro Dios o un Hijo de Dios. ¿Cómo debemos interpretar nosotros esa interpretación? Hoy tenemos conocimientos suficientes para recuperar el sentido de los textos y salir de una mitología que nos ha despistado durante siglos. Jesús es hijo de Dios porque salió al Padre, imitó en todo al Padre, le hizo presente en todo lo que hacía. Pero entonces también yo puedo ser hijo como lo fue Jesús.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Espíritu.

Domingo, 12 de enero de 2025
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bautismo_de_jesusLc 3, 21-22

«Tú eres mi hijo amado; en ti tengo complacencia»

Lo que vieron los ojos fue un galileo entrando en las aguas del Jordán y siendo bautizado por Juan el Bautista. El cielo abierto, la paloma, la voz… son fruto de la fe de sus autores, y solo con los ojos de la fe pueden ser percibidos. Los evangelistas van a iniciar el relato de la vida pública de Jesús, y quieren dejar claro desde el inicio quién es su protagonista.

Las comunidades a las que va dirigido su mensaje definen a Jesús como “El hombre lleno del Espíritu”; una cristología muy prudente comparada con la de la comunidades de Juan, que se basa en el capítulo segundo del Génesis donde se describe así la creación del primer hombre: «Modeló Yahvé Dios al hombre de la arcilla y le sopló en el rostro aliento de vida»

Barro con aliento de Dios; con espíritu de Dios. Excelente definición de ser humano. En todo ser humano sopla el viento de Dios, su espíritu, aunque en algunos este soplo sea imperceptible, y en la mayoría de nosotros no pase de ser una brisa que solo en ocasiones pone de relieve nuestra humanidad.

Pero a lo largo de la historia, ese soplo, ese aliento, esa acción de Dios en definitiva, se ha manifestado de forma poderosa en muchos hombres y mujeres de cualquier tiempo, lugar o condición. Y no es preciso acudir a la biografía de los grandes santos para sentir el soplo de Dios en los seres humanos; basta con que miremos a nuestro alrededor para que lo veamos en ese pariente, o ese amigo, o aquel compañero de trabajo… Es muy difícil sustraerse a esta realidad si uno va un poco atento por la vida.

Ahora bien, por encima de todos, hay un hombre en quien el espíritu de Dios se manifiesta de una forma tan extraordinaria, que somos incapaces de entenderla o formularla; un hombre tan lleno del Espíritu que se le transparenta; al que basta con mirar para conocer el corazón de Dios y para conocer también al ser humano en plenitud; libre de la opresión del pecado.

En él, en Jesús, hemos visto cuáles son los frutos del espíritu de Dios. Hemos visto a un hombre compasivo en extremo; que toma siempre partido por los necesitados, que se le revuelven las entrañas ante el sufrimiento ajeno, que está siempre rodeado de enfermos, lisiados, pobres y pecadores, que se compadece de ellos, los sana, les enseña y les devuelve la esperanza que habían perdido… Que les dice que no son unos pobres desgraciados como todos aseguran, sino los más importantes a los ojos de Dios.

Y éste es nuestro modelo, y también es una excelente piedra de toque para analizar mi vida de cristiano, porque si me siento movido a compadecer, a servir, a sanar, a enseñar, a dar esperanza… será el espíritu de Jesús el que sopla en mí… y si no, será otro espíritu el que dirige mis pasos.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

 Fuente Fe Adulta

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El bautismo de Jesús. Humanizar y buenear la vida.

Domingo, 12 de enero de 2025
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bautismo-jesus12 de enero 2025

Lc 3,15-16.21-22

El Evangelio de este domingo nos narra el bautismo de Jesús y con ello el inicio de su misión, es decir, su decisión de comprometer su vida con las esperanzas de aquellos y aquellas que soñaban una realidad y una religión diferente, liberada de la opresión de las leyes injustas y de los valores del imperio, centrada en el amor, y la misericordia, Un proyecto vital basado, como nos dice la segunda lectura en “pasar por la vida haciendo el bien”.  En buenear la vida, en humanizarla.

La primera frase con que se inicia el relato es muy importante, pues lo sitúa en un contexto de expectación, de anhelo de nuevas referencias y sentido, de esperanzas necesarias que no terminan por hacerse históricas, y por tanto también de frustraciones y desánimos. Jesús es hijo también de ese contexto, como nosotros hoy lo somos del nuestro, y acude al valle del Jordán movido por el interés a participar de los acontecimientos que allí están ocurriendo y el movimiento espiritual liderado por Juan Bautista.

Si el contexto es importante también lo es la referencia geográfica: el valle del Jordán es el lugar por el que el antiguo Israel entró en la tierra de la Promesa después de la esclavitud en Egipto. Un lugar por tanto que evoca, desde la memoria colectiva del pueblo, que las cosas pueden cambiar, que creer en Dios no es asumir la realidad resignadamente, sino ponerse en camino atravesando incertidumbres, sostenidos en una esperanza capaz de engendrar futuros inéditos y comprometida con la liberación del sufrimiento y la injusticia.

Pero si Jesús es atraído inicialmente por el movimiento reformador y el profetismo de Juan Bautista, Juan reconoce y proclama públicamente la novedad radical, el cambio de paradigma que encarna Jesús: El amor y la compasión como única ley, la projimidad como el culto que agrada a Dios más que que ningún sacrificio ni ofrenda. El Dios samaritano, todo cuidadoso e inclusivo que revela en sus palabras, gestos y prácticas. La Buena Noticia esperada por los más olvidaos y olvidadas.

Jesús queda afectado por lo que acontece en el Jordán, por la expectación del pueblo, por sus deseos de cambio, de búsqueda de una espiritualidad y una religión más auténtica, por el anhelo de justicia y liberación y como ellos, pide ser bautizado. El bautismo de Jesús es un también gesto con el que Jesús expresa su deseo de identificarse y sentirse pueblo y comunidad buscadora.

Pero también más allá de cualquier interpretación mítica el bautismo de Jesús constituye una de sus experiencias de filiación más significativas, en la que experimentó la fuerza de Dios en su vida: su Espíritu, reconociéndole y confirmándole en su deseo de ser cauce de su solidaridad amorosa con una humanidad ávida  de otro mundo posible, de vida enabundancia, de vidas que merezcan el sentido y la alegría plena de ser vividas.

¿Dónde experimentamos nosotras y nosotros hoy la fuerza y la confirmación del Espíritu de Dios urgiéndonos y confirmándonos a humanizar y buenear la vida?

Pepa Torres Pérez

 Fuente Fe Adulta

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El cielo abierto

Domingo, 12 de enero de 2025
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IMG_9364Fiesta del Bautismo de Jesús

12 enero 2025

Lc 3, 15-16.21-22

En la simbología mítica, la imagen del “cielo abierto” era una forma de expresar la comunicación entre los dioses y los humanos. Seguían siendo dos planos netamente diferenciados -cielo y tierra-, pero habían entrado en contacto. A partir de ahí, los humanos podían beneficiarse de los favores divinos.

En el relato de su bautismo, se da a entender que, para la creencia cristiana, el cielo “se abre” definitivamente con Jesús, que es confirmado como “el hijo amado, el predilecto”.

Desde nuestra comprensión, esas palabras van dirigidas a todo ser humano. Abrirse el cielo significa acceder a aquello que somos en profundidad, vivir en conexión con nuestra verdadera identidad. Y, al hacerlo, descubrimos que cada uno y cada una somos “hijos/as” amados, que equivale a decir que somos hijos e hijas del Amor, en cuanto naciendo del mismo y único Fondo de donde brota todo lo que es.

Al “abrirse el cielo” -al vivir conscientes de nuestra verdadera identidad y en conexión con ella-, todo se llena de luz, de gozo y de amor. Se siguen notando los límites y fragilidad de nuestra forma impermanente, pero también todo eso se vive desde la nueva comprensión.

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Jesús no solamente se hizo hombre, sino que se hizo pecado (Bautismo de Jesús)

Domingo, 12 de enero de 2025
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20160WDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. relatos de revelación

        El relato del Bautismo de Jesús (y después la Transfiguración) es la expresión de la experiencia que aquellos primeros  cristianos tienen de que Dios nos habla por medio de Jesús, él es la Palabra: Éste es mi hijo amado, escuchadle.

02.- Bautismo de Jesús.

        Siguiendo lo que nos dicen los evangelios, sobre todo S Lucas, Jesús fue creciendo en sabiduría, gracia… Por ello podemos pensar que Jesús creció también junto a Juan Bautista en los grupos que acudían a escuchar su predicación en el desierto.

        Muy posiblemente en un momento dado, Juan Bautista bautizaría a Jesús ya adulto.

03.- Algunas consideraciones desde el bautismo de Jesús.

03.1 El que no tenía pecado se sumergió en las aguas del Jordán.

Jesús no tenía pecado, pero asumió el nuestro y descendió a las aguas bautismales del Jordán para liberarnos a todos. Jesús se sumergió en las “aguas turbulentas” de la humanidad.

Jesús no solamente se hace hombre, sino que se hace pecado. Durante toda su vida Jesús será amigo de pecadores y publicanos.

                        El agua es un símbolo bautismal. El agua purifica y da vida. En las aguas bautismales siempre queda sepultado el mal, el pecado: En las aguas del diluvio quedó sepultado el mal de la humanidad. En las aguas del Mar Rojo quedó sepultada la opresión del faraón, sus carros de combate… En las aguas del Jordán queda sepultado nuestro pecado.

03.2 Mientras oraba….

Jesús oraba. La luz y la consciencia brotan en la oración.

Orar es “estar en sí”: quietud, demorarse en el Señor. La oración es sosiego: Estando ya mi casa sosegada (S Juan de la Cruz).

Ya Santo Tomás hablaba de que no es buena la dispersión en las muchas realidades y actividades de la vida (spargi ad multa). La dispersión descentra, despista… Llenamos y nos llenan la vida de actividades y ansiedad: trabajos, reuniones sin fin, viajes, compras y no tenemos tiempo ni calma “para “estar en sí”.

Se trata de “estar en sí”. En castellano “estar en otro”: “enajenado” significa algo más negativo.

La luz y la lucidez amanecen cuando ponemos nuestra existencia en Dios, cuando en el fondo de nuestro ser nos ponemos en Dios. Los problemas, la ansiedad, la angustia, la salud-enfermedad, la muerte, el pecado encuentran paz y serenidad  en el silencio con Dios.

03.3 Se abrieron los cielos

Los cielos “estaban cerrados” y por JesuCristo los cielos se abren para la humanidad.

Esto significa que se abrieron los cielos pero no solamente para después de la muerte, sino ya en esta vida. Hay veces que “se nos abren los cielos

El ser humano sin Dios está cerrado, bloqueado: las grandes cuestiones no hallan salida. En el silencio cercano con Dios (oración), se abren los cielos y se intuye una salida definitiva a la vida y sus problemas: “se me han abierto los cielos”, ¡y es verdad!

03.4 Descendió el Espíritu de Dios

Los relatos del Bautismo de Jesús son narraciones que nos hablan de la presencia de Dios en JesuCristo: Este es mi Hijo amado.

Jesús vive en y del espíritu de Dios.

Bueno sería que el espíritu de Jesús configurara nuestra existencia, estuviera presente en la Iglesia, en la sociedad…

Decía el patriarca oriental Ignacio IV de Antioquía en el Consejo Ecuménico de Upsala 1968, decía con gran luci dez:

Sin Espíritu, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos.

Pero en el Espíritu, Cristo resucita­do está aquí, el Evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el actuar humano queda divinizado.

El espíritu de Jesús es bueno, es santo: el amor, el perdón, las bienaventuranzas, son un espíritu de vida, creativos. El espíritu es aliento vital, “ganas de vivir”, esperanza en el futuro.

Que el Espíritu de Dios, de JesuCristo, descienda a nuestras vidas.

Este es mi Hijo amado, escuchadle

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“ Abrirnos a la acción del Espíritu para ser reconocidos también como predilectos del Padre”, por Consuelo Vélez

Domingo, 12 de enero de 2025
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IMG_9388De su blog Fe y Vida:

Comentario a la Fiesta del Bautismo de Jesús 12-01-2025

El bautismo de Juan es con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego

El desafío estará en que la gente entienda el mesianismo de Jesús y sea capaz de acoger su novedad o se quede, en cierto sentido, “atrapado” en el bautismo de conversión predicado por Juan.

Estamos llamados a ser continuadores de la misma misión de Jesús para también ser, como Él, los hijos e hijas, predilectas del Dios Padre/Madre

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no sería el Mesías, Juan se dirigió a todos:

–Yo los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.

(…) Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó una voz del cielo:

–Tú eres mi hijo querido, mi predilecto.

(Lc 3, 15-16. 21-22)

La fiesta del bautismo de Jesús señala el comienzo de su vida pública. La primera parte del texto corresponde a la presentación de Juan el Bautista y la diferencia radicalentre el bautismo que él practica y el de Jesús. El de Juan es con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego. Esta aclaración resultaba necesaria porque el pueblo se preguntaba si el Mesías no era Juan. Pero este conoce su lugar y no se atribuye lo que no le corresponde. Él es solamente el precursor y no es digno de desatarle las sandalias a Jesús. El desafío estará en que la gente entienda el mesianismo de Jesús y sea capaz de acoger su novedad o se quede, en cierto sentido, “atrapado” en el bautismo de conversión predicado por Juan. Esto nos ayudaría a pensar en la praxis cristiana de muchos cristianos hoy que parece se quedan “atrapados” también de las formas externas, de los tradicionalismos, de las normas, del pecado y no logran entender la Buena Noticia de salvación que trae Jesús con la libertad que ella implica: una ley, una liturgia, una norma, una espiritualidad al servicio de la vida y no la vida al servicio de estas. Conviene discernir para entrar en la dinámica del reino de Dios anunciado por Jesús, abriéndonos a la novedad que Él nos trae.

Notemos que la segunda parte del texto que hoy consideramos, no dice que Juan bautice a Jesús, sino que él se bautiza con todo el pueblo -por supuesto se puede sobreentender que es Juan el bautizador- pero es interesante notar la diferencia entre los evangelistas y los énfasis que cada uno señala. Marcos y Mateo explícitamente dicen que Juan lo bautiza, mientras que Juan no habla del bautismo de Jesús. Esto tal vez se deba a que el bautizo de Jesús causó problemas en los primeros siglos del cristianismo porque surgía la pregunta de si era necesario que Jesús se bautizara, sabiendo que él no tenía pecado. En realidad, hay que ver este bautismo en solidaridad con el pecado del pueblo y, como ya dijimos, como inicio de su misión, más que en el sentido de conversión de pecados que claramente Jesús no tenía.

Otro dato interesante de Lucas es que presenta a Jesús en actitud de oración y es, precisamente estando en oración, que se abre el cielo, baja el Espíritu Santo y se oye la voz que confirma la identidad de Jesús como Hijo de Dios. El evangelio de Lucas nos invita en muchos momentos a esta actitud de oración o, en otras palabras, de apertura a la presencia del Espíritu Santo entre nosotros. La paloma significa la forma corporal de lo que está aconteciendo, la encarnación real del Hijo de Dios entre nosotros y la misión que comienza a realizar Jesús entre los suyos.

Estamos, entonces, llamados a acoger la misión de Jesús y a abrirnos a la acción del Espíritu, para ser continuadores de su misma misión, esperando que el Padre pueda decir también de cada uno de nosotros que somos sus hijos e hijas, predilectos de su corazón.

Para ver el comentario en video: Comentario al evangelio Bautismo de Jesús 12 01 25

(Foto tomada de: https://amerindiaenlared.org/contenido/21458/los-bautismos-de-juan-y-jesus-/)

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“Hijos en el Hijo”. El Bautismo del Señor, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 12 de enero de 2025
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bautismo-4Comentario a la lectura evangélica (Lucas 3, 15-16. 21-22) de la Misa del Bautismo del Señor – 12 enero 2025 –

La gente espera.

Confían, desean, esperan.

Porque la esperanza y el deseo forman parte de nuestra naturaleza profunda. Anhelo insuprimible de plenitud. Búsqueda inagotable de sentido que llene nuestros agotados días.

Confían. Esperan.

Una solución, una salida, algo de salud, algo de bienestar, algo de amor, el fin de…

(Todos esperamos). Y se preguntan, en sus corazones, si el Bautista no es la respuesta, el Mesías.

Alguien que resuelve. Que ofrece soluciones. Quien mágicamente nos ayuda a superar las muchas ataduras que nos impiden ser felices hasta el final.

La multitud no tiene el valor de explicitar ese pensamiento, de darle contenido. Es el Bautista quien responde, el gigantesco Bautista que podría aprovecharse de ese deseo, de esa ansiedad reprimida.

Es honesto, muy honesto. No se hace pasar por Dios. No juega a ser el Mesías.

Y habla utilizando tonos fuertes, propios del lenguaje profético.

Aquí viene alguien más fuerte, más decidido, más intransigente. Nada comparado con el rudo bautizador. Y usará el fuego para consumir a los culpables, para aniquilar a los réprobos.

Se equivoca, Juan, pero no lo sabe.

Sí, traerá fuego, el Mesías. Pero no el que castiga, sino el que enciende la abundancia del amor y el consuelo. Traerá el fuego arrollador de la pasión por Dios.

Si nuestra vida es la búsqueda obsesiva del dinero, al acercarnos al fuego, nos quemaremos.

Si nuestra vida es rendida y quejumbrosa, como la paja, el desperdicio del grano, arderemos.

Si nuestra vida es búsqueda, capas de cera, como las velas, nos encenderemos.

Todo el pueblo

La comunidad de Lucas ya ha recibido el bautismo, al igual que nosotros.

Y el evangelista, a diferencia de Marcos y Mateo, no relata el acontecimiento, lo da por supuesto. Al describir lo que hace Jesús después de recibir el bautismo, invita a su comunidad y al lector a imitarle.

Jesús recibe el bautismo junto con todo el pueblo. Penitente con los penitentes. Pobre con los pobres.

Ese primer gesto ya lo dice todo de él. De su estilo. De la salvación que vino a traer.

Jesús reza, después de haber recibido el bautismo. El primero de una larga serie de momentos de oración. No para enseñarnos a imitarle, sino para hacernos comprender que sólo en la pausa prolongada y silenciosa ante Dios podemos hacer florecer verdaderamente la semilla de eternidad depositada en nuestro corazón.

La oración es el ámbito privilegiado para hacer crecer en profundidad lo que somos.

Y los cielos se abren.

Esos cielos que Israel percibía cerrados y hostiles, como si Dios, ofendido o resignado por la dureza de corazón del pueblo, hubiera tirado la toalla. Largos siglos sin profecía, sin guía, sin palabras que vinieran directamente de Dios.

Ahora se abren los cielos y desciende una paloma en busca de su nido: Jesús.

Él es el lugar donde habita la plenitud del Espíritu Santo. Él es el lugar de su morada.

Él es el hijo que imita al Padre en todo, el amado, como Isaac para Jacob, el que da alegría al Padre.

Y nosotros con él, hijos en el Hijo, conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (Ef 2,19).

En el exilio

Han pasado cuarenta años desde la deportación a Babilonia. Dios suscita un profeta, un gran profeta, discípulo del profeta Isaías. Este profeta mira lejos. Muchos, entre el pueblo, han olvidado Jerusalén, se han integrado, algunos incluso han hecho carrera con los babilonios. Ya ni siquiera les interesa regresar.

Como nos pasa a nosotros, ya integrados, acostumbrados, resignados.

Que sufrimos el pensamiento corriente que confunde compasión con bondad, que nos enseña a ser discípulos, que reduce el acontecimiento de la fe a una opción cultural o social, o política.

Nos resignamos a proceder sin demasiados sobresaltos.

E Isaías les llama y nos llama a atrevernos. A consolarnos. A volver a ser antorcha, nuevo camino hacia Dios, aunque sea en medio del desierto que divide físicamente Babilonia de Jerusalén, morada del Espíritu, para todos los que aún quieren esperar.

Porque ha aparecido el consuelo, la compasión, la gracia de Dios, como escribe Pablo a su fiel discípulo Tito. Y como hemos celebrado en estos intensos días de Navidad. Como hemos descubierto si, como los magos, sabemos perseguir nuestra curiosidad.

Por eso vivimos de otra manera. Porque estamos agraciados, es decir, habitados por la compasión.

Hijos en el hijo, nos hemos descubierto amados y queridos. Bien amados.

No amados despertando culpas, manipulando, chantajeando, como estamos acostumbrados a hacer.

El amor reducido a sentimiento impulsivo, a satisfacer nuestra necesidad de ser el centro de atención.

Bien amados. Con una libertad que nos hace libres.

Como sólo Dios sabe amar. Porque, en Cristo, nos sabemos amados.

Y nos descubrimos capaces de amar con la sobreabundancia del amor recibido.

Cristiano, conviértete en lo que eres

Hoy estamos llamados a recordar el momento en que fuimos injertados en Cristo. Una elección casi siempre inconsciente y sufrida. Pero que podemos hacer nuestra, hoy, día tras día.

Convertirnos en hijos en el Hijo.

Portadores del Espíritu.

Alimentados por la Palabra, en la oración, en la compasión.

No somos el Mesías, pero podemos ser habitados por él, inflamados por él.

Vivir en la consolación. Y convertirnos en consolación.

***

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Navidad “El Bautismo del Señor. ”, por el pastor Rubén Bernal Pavón

Domingo, 12 de enero de 2025
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09_baut_bAgentes de un mundo nuevo

Comentario del San Lucas 3:15-17, 21-22

Juan el bautista, la voz que “clama en el desierto (Lc 3:4), agitaba las conciencias de las multitudes y promovía la conversión y la transformación del pueblo hacia una vida comprometida con el Reinado de Dios. Impulsaba una reorganización ética del mundo en la que de poco serviría tener el pedigrí de ser “hijos de Abraham (Lc 3:8). Exponía que, en la justicia del Reinado de Dios, hay que compartir los bienes propios con quienes no tienen (Lc 3:11), y no se debe abusar ni explotar los recursos de otras personas como solían hacer los publicanos (Lc 3:13), ni extorsionar a la gente por medio de imposiciones violentas para extraerles beneficios, como acostumbraban hacer los soldados (Lc 3:14).

Juan, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, reclamaba un cambio de actitud en la vida de la gente para que el compromiso con Dios se manifestara a nivel social en el trato con el prójimo. La forma externa de este cambio de vida se manifestaba con el bautismo. Seguramente no era visto con buenos ojos por parte de las autoridades religiosas que los judíos, “hijos de Abraham,” tuviesen que realizar este rito tan parecido al bautismo de prosélitos, es decir, los gentiles convertidos al judaísmo (Lc 20:4-6).1

Este bautismo se realizaba en el río Jordán porque fue el río que el pueblo cruzó para entrar en la tierra prometida (Jos 3). Efectuarlo allí implicaba de algún modo que, cada persona, sin perder de vista la dimensión comunitaria, debía realizar su propio éxodo tomando conciencia de la acción de Dios en la historia (y en su propia historia), y procurando acatar la voluntad divina.2(Aquí puede haber un fondo interesante para orientar el sermón).

El ministerio de Juan despertaba grandes expectativas y muchos suponían que era el mesías esperado. Para desmarcarse de esta confusión, Juan indicó que su bautismo (que solo era de agua) contrastaría con el bautismo de aquel que era más poderoso, un bautismo en Espíritu Santo y fuego (v. 16). La idea del fuego frente a la del agua era familiar en esta época (1 Hen 67:13); implicaba una purificación del mal en el imaginario de un fuego santo que destruye y produce una criba.3 Conllevaba la idea de un fuego que devora lo que no puede hallarse ante Dios,4 o el juicio venidero del que no hay escapatoria (Lc 3:7).5 En cualquier caso, desde una actitud poiménica (cura de almas) centrada en Jesús, en nuestro quehacer homilético conviene enfocarlo desde la comparativa del agua (que lava por fuera) y el fuego (que purifica lo más íntimo de cada uno de nosotros).Desde un enfoque pastoral podemos relacionarlo con la democratización del Espíritu en las lenguas de fuego en Pentecostés (Hch 2:1-4), y con la manera en que nuestro corazón arde de gozo por la salvación del Señor. Sin embargo, no hay que olvidar la dimensión purificadora de juicio, pues viene confirmada seguidamente en el v. 17. Aunque, si hemos de hablar de un “fuego consumidor” (Heb 12:29), que sea el que hace desaparecer las malas actitudes y pecados que anidan en nuestro interior.

Jesús aparece para bautizarse (v. 21). Eso significa que se identifica y solidariza con el pueblo7porque el pecado no se entendía de modo individual, sino en su dimensión socio-colectiva. Se trataba de algo que dañaba la sociedad, tanto a nivel relacional con Dios, como en los seres humanos entre sí.

En el bautismo, el Espíritu viene a Jesús (cf. Is 11:2); aparece con forma de paloma, un símbolo que representaba a Israel8 y que recuerda al ave que envió Noé tras el diluvio para indicar un nuevo comienzo. Como la de Noé, esta segunda paloma, indica otro comienzo, señala una era donde Dios por medio de Jesús se relacionará de un modo nuevo con su pueblo y con la humanidad.9 Sin dar pie al adopcionismo, quizá es interesante destacar que el bautismo fue un paso más en la conciencia mesiánica de Jesús, quien no nació sabiendo, sino que tuvo un proceso de crecimiento en sabiduría (Lc 2:40; 2,52). Podemos suponer que fue un momento en que se sintió confirmado en su vocación.10 La voz del Padre en esta escena trinitaria otorga reconocimiento a Jesús como su Hijo amado en el que se complace y da respaldo al ministerio que va a desempeñar.

Tal vez convenga recordar en nuestro sermón que nuestros bautismos remiten a que el Señor “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tit 3:5) y que todas y todos hemos sido bautizados por un solo Espíritu, constituyendo un solo cuerpo que bebe de ese mismo Espíritu (1 Co 12:13). Por tanto, nuestro bautismo apunta al de Jesús, con quien somos conjuntamente crucificados/as, quien ha abierto un camino nuevo y por cuyo Espíritu nos hace participantes de su cuerpo. En el bautismo morimos y expresamos el nacimiento a una nueva vida en Cristo.

Gálatas 3:27 señala que por nuestra fe tenemos un bautismo distinto al que Juan realizaba; hemos sido bautizados/as en Cristo y eso nos lleva a ser también hijas e hijos de Dios ( Gá 3:26), con lo cual se nos otorga el verdadero linaje de Abraham (Gá 3:29). Participamos de una nueva y cálida relación filial con Dios y nos proyectamos, como nuevas criaturas (2 Co 5:17), hacia una nueva (re)creación. Somos agentes, aquí y ahora, del soñado mundo nuevo que anunciaba el bautista en el desierto.


Notas

  1. En realidad se debate si el origen ritual del bautismo de Juan debe buscarse en las repetidas abluciones de los esenios (teniéndose en cuenta las similitudes de Juan con estos grupos), o si, por el contrario se encuentra en el ritual del único bautismo de prosélitos. Cf. J. DRANE, Jesús, 3ªed. (Estella: Verbo Divino, 1996), 34.
  2. Cf. B. PÉREZ ANDREO, La revolución de Jesús. El proyecto del Reino de Dios (Madrid: PPC, 2018), 60.
  3. Cf. B. PÉREZ ANDREO, Op. Cit., 30; R. P. MENZIES, The development of early Christian pneumatology with special reference to Luke-Acts (Sheffield: Academic Press, 1991), 135-145.
  4. Cf. E. SCHWEIZER, El Espíritu Santo, 3ª ed. (Salamanca: Sígueme, 2002), 73.
  5. Cf. H. KÖSTER, Introducción al Nuevo Testamento (Salamanca: Sígueme, 1988), 576.
  6. Cf. H. ALVES, Símbolos en la Biblia (Salamanca: Sígueme, 2008), 196.
  7. Cf. G. E. LADD, Teología del Nuevo Testamento (Tarrasa: CLIE, 2002), 241. Cf. También M. GREEN, Creo en el Espíritu Santo (Miami: Caribe, 1977), 154, y J. DRANE, Op. Cit., 35.
  8. J. DUNN, Jesús y el Espíritu (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1981), 38.
  9. Ibíd. 36.
  10. Cf. J. M. CASTILLO, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos (Salamanca: Sígueme, 1981), 194.

 


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Rubén Bernal Pavón


Fuente Working Preacher

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