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Orar con San Juan de la Cruz

Jueves, 24 de octubre de 2024

Del blog Amigos de Thomas Merton:

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  1. San Juan de la Cruz fue un hombre de oración; bebió del espíritu de su tiempo, y conoció las formas, devociones y estilos de su época y de su Iglesia. Oró como pueblo (familia pobre), como estudiante, religioso y sacerdote. Recibió el influjo de los maestros de su tiempo, y de la corriente espiritual que promovía la oración y la interioridad.

2. Como religioso y sacerdote desarrolló indudablemente una pastoral de la oración y la vida espiritual entre los suyos, acompañando y animando para una práctica cristiana más profunda, como así lo cuentan muchos testigos.

3. En sus escritos nos dejó algunas oraciones (Ej: la oración del alma enamorada), sin embargo, en sus libros no nos ha dejado un magisterio explícito acerca de la oración, como sí es el caso de Teresa de Jesús.

4. Más que de oración (formas, métodos, etc.), a Juan le interesa la persona que ora, como prepararla y disponerla, entender por qué es posible y necesario orar.

5. Podemos orar porque Dios ha tomado la iniciativa, se ha querido dar a nosotros en Cristo, abriendo la posibilidad de entrar en relación con él. Al hacerlo realizamos nuestra verdadera vocación. Por eso el santo invita a considerar e imitar a Cristo, en quien Dios ha hablado de forma definitiva. Luego, las virtudes teologales son el camino, y la meta es la Unión.

6. La unión del alma con Dios es el tema central de la doctrina sanjuanista (unión que implica transformación; es un movimiento existencial). Dios se esconde en lo más profundo de nosotros, del otro, de la historia, de la creación. Al salir a buscarlo, con la gracia recibida, se desencadena un dinamismo espiritual que va de la cruz a la resurrección.

7. Necesitamos hacer espacio para Dios en nosotros (propuesta ascética: negar, vaciar de todo lo que no es Dios), y el mismo Dios va creando ese espacio en nosotros. A ese proceso Juan le llama Noche. Nuestras carencias nos permiten caer en la cuenta de nuestra verdadera dignidad, porque únicamente Dios puede satisfacer el anhelo que nos pone en camino.

8. Más que orar, Juan, como Teresa, habla de “ser oración”. Vivir las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que son al mismo tiempo don de Dios y respuesta nuestra a él. Vivir y orar en cristiano es creer, esperar y amar, en un proceso que es al mismo tiempo purificación y transformación (restar y sumar).

9. Juan nos invita a dejar incluso lo que es bueno (todo lo que no es Dios, incluso las cosas de Dios, sus bienes) para mirar e ir más lejos; para alcanzar el Todo, en el que reencontramos lo que dejamos y mucho más.

10. Es siempre camino y meta de amor (Dios como presencia amorosa), por eso el lenguaje que Juan usa es lenguaje amoroso también (Amado, esposa, unión). Presenta el amor como categoría fundamental de la vida cristiana. Orar es amar.

11. El culmen de la vida teologal está, para Juan de la Cruz, en la contemplación, simplificando toda la vida de oración y el contacto con la Palabra de Dios. Toda la existencia del orante es una “noticia sencilla amorosa” totalizante, que lleva a la comunión con Dios, que se le descubre en toda la realidad humana.

12. En resumen: partimos de una llamada, de un anhelo (Dios llama, va delante siempre), para adentrarnos en un camino, búsqueda, esfuerzo, subida, que pasa por la noche (donde a pesar de todo la Fuente no deja de manar, hasta que amanece con una Llama ardiente en el interior de la persona que ya es una nueva creatura en Cristo, para Dios.

13. También podemos hablar de cuatro momentos (Ian Mathew): el don (Dios), hacer espacio (vacío positivo), dejarse sanar (noche sanadora), pleno encuentro (unión amorosa).

14. La oración como actitud teologal contemplativa crea una síntesis vital entre el amor a Dios y el amor al prójimo, y es fuertemente liberadora e integradora. Que mejor modo de expresar la experiencia orante a la que nos convoca y en la que nos introduce Juan de la Cruz, que sus propios versos: “Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado”.

*

Fray Manuel de Jesús, ocd

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“Oración encarnada”, por Miguel Ángel Mesa

Jueves, 3 de octubre de 2024
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De su blog Otro mundo es posible:

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«Oración es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama»
(Santa Teresa de Jesús).

Hubo un tiempo en que se expresaban serias diferencias entre quienes acusaban a otros cristianos de escapismo espiritual, orando mucho pero sin conexión con la realidad y contestando los otros con la recriminación por el activismo de quienes no aceptaban el valor ni la importancia de la oración.

Si bien puede que sigan vigentes en algunos ambientes estas acusaciones, cualquier persona mínimamente conocedora del Evangelio reconoce que Jesús tuvo sus momentos de oración, para encontrar fuerza, ánimo, sentido a lo que hacía, que era tanto que en algunos momentos no tenía ni tiempo para comer.

Hay muchas formas de oración, decenas de métodos, caminos que han recorrido multitud de personas, órdenes religiosas, asociaciones laicales… Sin mencionar la gran cantidad de escuelas de oración y meditación que se han dado en todas las religiones y senderos espirituales.

El ser humano, hombre y mujer, es orante por naturaleza. Está estudiado que nuestros antepasados ya oraban de alguna forma con las pinturas rupestres, con los ritos funerarios y las alabanzas a la naturaleza, a la Madre Tierra y al Sol principalmente, antes de desembocar en la creencia en dos diferentes dioses, o en un Dios único.

Para empezar a orar es necesario seguir las enseñanzas de personas más experimentadas. Pero posteriormente, cuando se va avanzando, es bueno y necesario irse desprendiendo de ataduras, de cáscaras protectoras, para salir al aire libre de la relación personal con el Misterio que nos habita. Hablando como con el mejor amigo. O callando y acallando tanto ruido e imágenes como hay en nuestro interior.

En la sociedad de la prisa y del estrés, por otra parte, es de una necesidad imperiosa para la salud de nuestra mente, el silenciar durante un tiempo al día la actividad, para descansar, reflexionar, meditar, orar con uno mismo, entrando en nuestro interior, dirigiendo nuestra mirada contemplativa de amor hacia «quien sabemos nos ama».

En la oración recogemos como un eco de nuestra humanidad que nos une a todo lo creado; de nuestra divinidad, como imagen con un parecido excepcional de quien somos sus hijos e hijas. Esos ecos que al final nos resultan conocidos, y que están apagados ante tanto frenesí como vivimos, comienzan a aflorar, a resonar en nuestro interior, devolviéndonos nuestra esencia original que, muchas veces, vamos perdiendo poco a poco sin darnos cuenta.

La oración personal o en comunidad, no nos aparta de la vida, al contrario, nos sumerge, nos ayuda a encarnarnos más en ella. Cuando oramos con sinceridad, el espíritu de la Verdad nos inunda y, como dice Casaldáliga, no podemos hacer otra cosa que incorporar a ella las voces, los rostros, las dificultades, las injusticias, las alegrías y los gozos de quienes nos acompañan por el camino de la existencia.

Es importante también aprender de la historia de los grandes orantes, de los místicos: así podremos caminar en libertad al encuentro con el Espíritu vivo de Dios; y este camino no lo podremos recorrer si no unimos vida y oración, contemplación y vida, mística y existencia, silencio y soledad, sin ningún tipo de dicotomías.

«Felices quienes se reservan cada día unos momentos de silencio para entrar gozosos en su corazón».

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El trabajo de esperar.

Miércoles, 4 de septiembre de 2024
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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El 10 de agosto de 1965 Thomas Merton escribe en su diario sobre la “necesidad de orar, necesidad de un alimento teológico sólido, de la Biblia, de la tradición monástica“. Luego también de la “necesidad de estar definido enteramente por la relación con Dios Padre y por la orientación hacia él“. Dice que no hay que estar distraído, sino “estar presente“, y lo que más llama mi atención, dice que “por encima de todo EL TRABAJO DE ESPERAR“.

*

Thomas Merton

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Volver a ver…

Viernes, 23 de agosto de 2024
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ciego

Señor,
cuando me encierro en mí,
no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,
tus vientos y tus mares;
ni tu sol,
ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás
ni existes Tú,
ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada
y no oigo nada.

Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale,
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.

Que yo vuelva a ver
a verte, a verles,
a ver tus cosas
a ver tu vida,
a ver tus hijos…
Y que empiece a hablar,
como los niños,
-balbuceando-,
las dos palabras más redondas
de la vida:
¡PADRE NUESTRO!

*

Ignacio Iglesias, sj

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“El monasterio interior”, por Gabriel María Otalora

Sábado, 6 de julio de 2024
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IMG_5678De su blog Punto de Encuentro:

| Gabriel Mª Otalora

En tradiciones y épocas muy distintas, hombres y mujeres han buscado lugares donde encontrarse a sí mismos. Desde luego que no pasamos por el mejor momento en esto de la interioridad espiritual. Aun así, junto al materialismo que nos ahoga hacia fuera, se van implantando semillas de introspección que buscan la recuperación de paradigmas éticos universales. Son esfuerzos éticos sembradores pugnando por desafiar al estruendo que mantiene la esencia humana en la superficialidad. Nosotros, los cristianos, también estamos atrapados en la vorágine de lo inmediato aunque, como decía, se vislumbran caminos de espiritualidad que nos acompañan en la ya difícil espiritualidad de mínimos (exigencia ética), y no digamos en la espiritualidad desde Cristo (como una oferta más radical), atrapados en el consumismo que se expande con demasiada facilidad.

Dicha reacción todavía débil ante semejante ahogamiento interior nos desafía a recuperar un proyecto de vida espiritual, personal, pero conectado en comunidad para que el camino se realice de manera compartida y solidaria, en crecimiento mutuo. Dándole vueltas a esto, me encuentro con la experiencia del Monasterio Wi-Fi creado por un grupo de monjas amigas en su pretensión de facilitar la oración también a través de este medio. La experiencia inicial reunió en el encuentro celebrado en Roma a mil personas. Lo llamaron ´Primer Capítulo General del Monasterio de Wi-Fi´ centrado en la vida espiritual. Año a año, dichas reuniones se han consolidado hasta congregarse 3.600 personas venidas de toda Italia.

¿Fue casualidad que sean mujeres? Las iniciadoras de este movimiento responden que, “después de todo, ¿no es María quien nos invita a seguir a Jesús?” Con el tiempo nacieron una veintena de “monasterios locales” en Italia donde todas esas personas se reúnen una vez al mes para meditar sobre el tema abordado en el Capítulo general anual y proponer iniciativas.

El monasterio tradicional es un lugar de espiritualidad en soledad y, a la vez, unión en comunidad. Es un espacio exteriormente visible y palpable que sin embargo oculta un interior íntimo de difícil acceso. Esta experiencia on line incardinada en el día a día va más allá de la espiritualidad que transforma los espacios sociales y mentales, al incluir también los espacios simbólicos, esos que nos facilitan una relación fluida entre el espacio exterior y el interior de cada cual, pero siempre en referencia a otro. No puede ser un monólogo, sino diálogo con el Tú. El monasterio interior, pues, es un espacio de oración y al vez de de actitud práctica que despliega todo el potencial humano que atesoramos. Cada una de estas aproximaciones discurre por caminos, contextos y épocas diversas hasta el tiempo contemporáneo, donde seguimos buscando nuevos espacios en construcción desde los que realizarnos espiritualmente más allá del materialismo decadente que nos desborda.

Mientras la monumentalidad y la simbología exterior del monasterio tradicional remiten a la arquitectura interior, la iniciativa de monasterio virtual en medio de la cotidianeidad abre otra ventana a lo esencial. Ahora se nos brinda esta vía para localizarse cada uno interiormente gracias a las nuevas tecnologías que proponen pasar del interior del monasterio físico como posibilidad siempre, a otro espacio simbólico de acceso a lo esencial. Y lo esencial, en cristiano, pasa por hacernos comunidad enraizada en Cristo tejiendo un vínculo relacional con Él para, de esta manera, tejernos en amor a los demás; la necesidad existencial de comunicarnos espiritualmente alcanza a la oración como sinónimo de comunicación con Alguien que me ama porque no estoy solo, ni las leyes de la naturaleza son ajenas a mi existencia y al sentido vital.

Orar, tan infravalorado hoy, es la palanca que me facilita la reconciliación con el Otro y me impulsa al perdón amoroso a quien me aborrece. No nos bastamos a nosotros mismos; necesitamos sentirnos vulnerables en esta alteridad para no actuar con soberbia. Todo esto es algo que la comunicación virtual puede potenciar sin salirnos de lo cotidiano, como lo están proponiendo estas monjas impulsadoras del monasterio interior, desde lo virtual, como una experiencia novedosa de soledad acompañada sin dejar de ser sal del mundo. Solamente desde la razón, no es posible acceder a nuestro mejor Yo. Busquemos y encontraremos, también a través de internet. El medio facilita el fin.

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“Lo inteligente de verdad”, por Gabriel María Otalora

Sábado, 1 de junio de 2024
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IMG_6488 De su blog Punto de Encuentro:

Ante la posibilidad, ya real, de crear máquinas dotadas de inteligencia cuasi humana, y la incógnita de si una máquina extremadamente inteligente podría reprogramarse a sí misma, la cuestión ética cobra gran importancia para garantizar que no se produzca ningún daño a los seres humanos ni a otros seres vivos. Lo cierto es que el desarrollo tecnológico y científico avanza a tal velocidad que la inteligencia artificial del siglo XXI supone también un importante impacto en todos los campos, para bien y para mal, con las nuevas amenazas en forma de la desinformación y manipulación informativa, la falta de transparencia, la concentración de poder o la pérdida de privacidad, entre otras amenazas.

La inteligencia racional avanza más rápidamente que la inteligencia emocional y la espiritual del amor. En estas se invierte bastante menos. ¿Hacia dónde vamos? Los beneficios innegables tapan la mayor concentración de codicia que hoy se pueda dar. Crecer más, más y más, corriendo como pollos sin cabeza, solo genera desigualdades en aumento  y daños muy graves al ecosistema. Y no será porque no tenemos datos y señales de alarma como nunca los tuvieron en otros momentos de la historia; además de la experiencia acumulada de lo que ocurre cuando nos gobiernan con determinadas actitudes, y se confunde progreso con crecimiento desaforado…

Si la sociedad de consumo es líquida (Z. Bauman dixit), el individuo también debe ser líquido para poder seguir el ritmo consumista. Es la consecuencia de que nadie está dispuesto a renunciar a nada. Entonces la vida se convierte en una lucha entre individuos, y la libertad tiende a ser patrimonio de los más fuertes. El profeta que es el Papa Francisco no para de advertirnos sobre el estilo de vida que nos hemos dado; y está siendo criticado duramente por ello, incluso entre cristianos que se dicen guardianes de las esencias católicas.

Mi intención no es recordar, sin más, un escenario distópico. Lo que pretendo, precisamente en estos momentos, es que tengamos presente el capital interior extraordinario que atesora cada ser humano para vivir bien si lo hace desde su compromiso ético impulsando en nuestro interior la inteligencia integral, no solo la parte racional. ¿De qué sirve arrugarse dentro de la actitud decadente de vivir en la indiferencia y gozar de manera despreocupada e insolidaria?

Por eso mismo es importante recordar que la IA puede plantear desafíos éticos y espirituales que requieren una reflexión profunda. Por ejemplo, ¿cómo deberíamos entender la dignidad humana en el contexto de la IA? ¿Cómo se puede incardinar esta ventana tecnológica con las enseñanzas cristianas? ¿Es posible aprovechar la IE para cultivar una mejor solidaridad, o una espiritualidad más rica? Al menos puede servir de recordatorio de la importancia de la humildad y la confianza en Dios más que en la ciencia. Existe un riesgo real cada vez que tecnología avanza y nuestras capacidades se expanden, de sentirnos tentados a creer que somos autosuficientes o que tenemos control total sobre nuestro mundo. Existen límites a nuestro conocimiento y poder, líneas rojas a no traspasar para no causar más daño que producir bien.

Ya que los cristianos tenemos la suerte de tener la experiencia de fe en Alguien que nos creó por infinito amor y para el amor, urge que recuperemos en nuestro interior el potencial transformador del Evangelio, nuestra espiritualidad dormida capaz de generar Reino de amor a nuestro alrededor. Sin asustarnos por la nueva era tecnológica (“No tengáis miedo”). Escudarse en que no puedo arreglar el mundo porque a mi nivel no puedo cambiar nada, solo aporta un plus de desesperanza; pero si cada uno limpiara su acera, la calle, y la ciudad entera, estarían limpias. Y viviríamos menos tristes y con sensación de pertenencia; menos solos en nuestra pequeña acera, de manera más humana.

Hemos perdido la fe en la oración, como si orar fuera un instrumento utilitarista más. Nos falta confianza en el amor que podemos dar, fe en lo que no podemos controlar y esperanza en la semilla de amor que ponemos a germinar. Seamos conscientes de que nuestras obras y omisiones mejoran o empeoran la vida nuestra y la de los demás; ese limpiar nuestra acera amorosamente todos los días, es mucho más inteligente, importante y necesario que la inteligencia artificial. Pidamos a Dios luz y fuerza para lograrlo. Lo digo ahora que se acerca Pentecostés…

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Mística del trabajo

Viernes, 26 de abril de 2024
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Si uno se lleva bien con su trabajo y lo hace con tranquilidad, está orando todo el tiempo. Es importante recuperar este equilibrio, y comprender que el trabajo realizado como es debido no impide orar. El trabajo hecho como es debido es oración. Como es debido: lo cual no quiere decir que tengas que regodearte con él, ni que debas empeñarte en hacerlo a la perfección; es hacerlo como instrumento de Dios. Hay en esta actitud un sustrato de profundo misticismo. No es una mística. Es misticismo, una forma de estar unido a Dios.”

*

Thomas Merton

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***

 

 

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Ante la Cruz…

Viernes, 29 de marzo de 2024
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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

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IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

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Getsemaní…

Jueves, 28 de marzo de 2024
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I
GETSEMANÍ
I
SOLEDAD EN GETSEMANÍ

Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”. Y llevándose a Pedro
y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
(Mt. 26, 36-37)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y la noche de Jerusalén ya no escondía
la densidad del abandono.
El Maestro lo supo,
y no un presentimiento, una certeza
comenzó a golpearle contra la soledad.
Ahora la soledad no era
aquella extensión dulce donde encontrar al Padre,
ni era
el campo de batalla donde el Hijo
de Dios fuera tentado como Hijo
de Dios.
La soledad era una fuerza
incontenible: vaciaba de luz
todas las casas del espíritu, dolía
como el frío
cuando hiela la sangre.
La soledad mordiendo
el corazón del hombre,
la soledad poniendo al descubierto
al hombre, solo al hombre.
(La soledad es una calle larga
que lleva a la tristeza).
Quiso salir de la ciudad. Bajo la luna
la espalda de los que se volvían era un incendio
que le abrasaba la memoria.
Acaso
fueran piadosos los olivos con su óleo
de intimidad donde resuena
la palabra del Padre.
¡Oh paradoja del ascenso
donde los pies se hunden
en el lodo del hombre!
¡Oh paradoja del conocimiento
donde todo es maraña de raíces!
Getsemaní no es una zarza ardiendo,
es la espesura sin piedad
donde el hombre está solo,
desnudamente solo, sin asilo,
despojado del hombre,
despojado de Dios.
Getsemaní no es óleo, es agonía,
es otra vez un campo de batalla donde el Hijo
del Hombre ha de enfrentarse
con todos los demonios del hombre:
el tedio, la amargura, la angustia, los peldaños
que van a dar al morir.
Getsemaní no es óleo. Es agonía:
y en el centro del huerto queda solo
un verdadero hombre verdadero
abrazado al silencio de Dios, pero obediente.
Fiat, Señor, digo hoy contigo,
fiat, Señor, aunque me duela.

II

 NO ERA EL SUEÑO, SEÑOR…

Bajo la luna llena encanecían los olivos.
La quietud era sólida y destilaba
un plomo ardiente que invadía los cuerpos.
El silencio
se había vuelto mineral
y en la sangre aún rompían las palabras
anunciadoras y terribles
que se habían mezclado con el vino.

Regresó y volvió a encontrarlos dormidos,
pues sus ojos estaban cargados
(Mt. 26, 43)

No era el sueño, Señor, era el espanto
lo que subía
río arriba del alma hasta los ojos:
era el espanto
de ver luchar a Dios y no hacer nada.

III

 EL BESO

Entonces todos los discípulos
lo abandonaron y huyeron.
(Mt. 26, 56)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y ahora
iban subiendo entre las luces,
ensayando
el más turbio, el más falso
de los besos.
¿Quién dijo que el amor era un abrazo?
Este beso no es beso, es un cuchillo
que asesina de lejos y empozoña
el corazón de muchos y lo cubre
de la callosidad del abandono.
En el puente del beso se ha cumplido
lo que dijeron los profetas, pero
Señor te pido ahora que me quites
esa suerte de puente y que me dejes
del lado del amor, en tus orillas.

IV

ORACIÓN PARA NO DORMIR

 Pedro lo siguió de lejos
(Mt., 26, 58)

Oh, Señor, en esta hora
en que también se confunde
la distancia con el miedo,
si Tú me ves que me aparto
de tu agonía y que duermo
para no ver al que sufre
ni ver mi interior desierto,
mírame, que yo te sigo,
aun como Pedro de lejos.
Mírame y en tu mirada
sostenme para que el fuego
de tanto amor me despierte
siempre que me venza el sueño.

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

El día de Jueves Santo se celebra la memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta verdad requiere de nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me refiero a esa humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente, cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como María Magdalena cuando lo encontró en el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más extrañeza.

El día de Jueves Santo […] evocamos también cómo nuestro Señor, durante la última cena, se levantó y se puso a lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos mostró algo de la divina bondad.

Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras plegarias.

Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio? ¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad.

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B. Hume,
Il mistero e l’assurdo,
Cásale Monf. 1999, 107s

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“Orar sin creer en un dios teísta”, por José Arregi.

Sábado, 23 de marzo de 2024
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De su blog Umbrales de Luz:

12/02/2024/en Reflexiones /

Teísmo” es tan ambiguo como theos (dios en griego) del que se deriva, pero hoy se entiende en general como la creencia en un dios-ente metafísico supremo, creador omnipotente y extrínseco al mundo, que interviene en él cuando y como quiere. Un dios en el que una mayoría creciente de nuestra sociedad ya no puede creer, al que ya no puede rezar. Yo tampoco creo en ese dios ni le oro rezando plegarias [1].

Pero ¿qué es orar? ¿Qué es rezar? ¿Qué es plegaria? Los tres términos no carecen de relación, aunque distan mucho de ser sinónimos. El término plegaria (prière en francés) proviene del latino precari (rogar, suplicar, pedir) y éste se remonta a la raíz indoeuropea prek (rogar). De esta raíz se deriva igualmente precario, que en Derecho se utiliza para referirse a una facultad que solo se ejerce gracias a una autorización revocable y en el lenguaje ordinario es sinónimo de inestable, efímero, pasajero. El lenguaje no engaña. Somos y nos sentimos radicalmente precarios: inestables, pasajeros, necesitados de otro. Por eso pedimos, rogamos, rezamos preces o plegarias. Por eso oramos en sentido amplio (pero la oración en su sentido profundo excluye más que incluye la plegaria de ruego o de petición).

Todos los seres son precarios, contingentes, dependientes. Y los humanos tenemos una aguda conciencia de serlo. Dependemos del aire que respiramos, del agua que bebemos, del fuego que nos calienta, de la tierra que nos sustenta, de la mano que nos sostiene, de la mirada que nos afirma y consuela. Dependemos del universo entero, y todo en el universo depende de todo, desde la onda o partícula de lo infinitamente pequeño hasta las estrellas incontables de incontables galaxias en expansión del universo o multiverso. El universo es una fecunda red sin fin de mutua dependencia creadora. Cada ser es gracias a otro, pero ese mismo otro también es en alguna medida gracias a quien lo hace ser. Los hijos son gracias a los padres, pero también los padres son gracias a los hijos. En realidad, todos somos gracias a todo lo que es. La precariedad es un aspecto de la comunión universal de la gracia de ser.

Esta conciencia (en sentido amplio, universal, no exclusivamente humano) de precariedad dependiente se traduce en oración de súplica y gratitud, de reconocimiento y queja, de celebración y pesar. La oración es la múltiple expresión de la infinita red relacional de interdependencia que nos constituye. Cada ser se expresa en su propio lenguaje. Recuérdese que el término latino orare se deriva de la raíz or-, y su primer significado, sin connotación religiosa alguna, es hablar, decir, perorar… Orar es decir a fondo nuestra precariedad y nuestra relacionalidad universal constitutiva. La existencia se vuelve una cadena de oración universal.

Cuanto existe ora – o reza, o recita o dice, se podría también decir –, expresa la gracia de ser gracias a todos los seres y la necesidad de todos los seres para ser uno mismo. Ora el silencio del desierto y el susurro del viento en el bosque. Oran el sol de día y la luna de noche y todas las estrellas y planetas del universo. Oran la fuente que mana y el río que discurre en el valle. Oran los pájaros y todos los animales de la Tierra y de otros planetas habitados. Oran los hijos de Haití y las madres de Gaza. Oran las palabras, los gestos corporales, el silencio profundo. Y toda oración brota del silencio y a él conduce y en su hondura nos escuchamos y respondemos.

¿Oramos o rezamos a Dios? Depende de lo que entendamos por Dios. No oramos ni rezamos plegarias a un dios ente supremo para que suceda algo que de otro modo no sucederá o para que deje de suceder algo que de otro modo sucederá. Esa oración contradice nuestro ser profundo en comunión. Pero innumerables creyentes han rezado y siguen rezando a dios, y lo hacen pidiendo por causas opuestas: uno le pide que luzca el sol y otro a su lado que llueva, uno le ruega por la victoria de su ejército y otro por su derrota, uno le da gracias por haberle curado de una enfermedad por la que su prójimo acaba muriendo (¿abandonado por dios?). Así sin fin. Tal oración/plegaria no tiene sentido para quien no crea en un dios “teísta”, un dios omnipotente exterior de voluntad cambiante que a veces interviene y otras veces no. Muchas personas de oración profunda, aun compartiendo un imaginario cultural teísta, se sintieron empujadas a superar dicha oración o plegaria teísta. Por ejemplo, Jesús dijo: “Al orar, no os perdáis en palabras… Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis” (Mt 6,7-8). Y el Maestro Eckhart (hacia  1262-1328) enseñó: “Cuando no rezo por nadie y no pido nada, es cuando rezo del modo más verdadero”. El silencio pleno es la experiencia más profunda y su expresión más plena.

Con palabras o sin ellas, lo sepamos o no, todo nuestro ser ora o reza a todo. Pero no solo eso. Todo cuanto es, lo sepa o no, es pura expresión de su ser relacional con todo. Todo ora a todo. Ser, en el fondo, es oración. Todos los seres nos están rezando: agradeciendo, suplicando, confiando, invocando, llamando. La comunidad viviente de la Tierra y el cosmos por entero es una interminable plegaria en todas sus formas. La Realidad ilimitada es, en el fondo, una liturgia cósmica que se extiende desde el corazón del átomo hasta el universo/multiverso sin fin. El universo entero es una oración, una eterna comunión intercesora universal. Nuestra oración profunda, más allá de todo rezo y plegaria estrecha de petición, consiste en unir nuestro ser precario y orante al ser precario y orante de la realidad universal. El universo, se podría decir también, es una plegaria poética o un poema litúrgico creador (poiein en griego significa “crear”), como el poema de la creación de Gn 1: “Dijo Dios: ‘Hágase’ Y se hizo”.

¿Y Dios? Dios en cuanto Fondo fontal, Aliento vital, Relación creativa o Creatividad relacional es la oración profunda de cuanto existe a todo cuanto existe. Dios nos ora en todo. En el fondo, nuestra oración consiste en unirnos a la voz y al silencio poético, creador, de la oración de Dios. Y así nuestra oración se vuelve creadora del Dios que nos crea.

Aizarna, 25 de enero de 2024

www.josearregi.com

(Publicado en francés en Témoignage Chrétien, n° 4045, 8 de febrero de 2024, p. 7)

[1] Este texto fue publicado originariamente en francés con el título “Prier Dieu sans croire à sa ‘toute-puissance’ ”. La traducción al español ha requerido una mínima adaptación de la derivación del término francés prier (suplicar, rogar, rezar, pero también orar) a partir de la raíz latina precari (rogar, suplicar) e indoeuropea prek (suplicar). Las líneas que siguen se atienen a la sinonimia parcial de los términos españoles orar, rezar, plegaria.

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Los capellanes del Congreso demuestran que la separación de la Iglesia y el Estado siempre ha sido una farsa

Miércoles, 21 de febrero de 2024
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IMG_2884No hay ningún país en el mundo donde la religión cristiana conserve una mayor influencia sobre las almas de los hombres que en Estados Unidos”.

El reverendo Jack Hibbs, extremista de derecha anti-LGBTQ+, de Calvary Chapel de Chino, Hills, California, sirvió como capellán invitado de la Cámara de Representantes el martes 30 de enero.

Aunque se abstuvo de arrojar su veneno durante su presentación como invitado en la Cámara, es famoso por sus previas y continuas condenas a los miembros de la comunidad LGBTQ+. Él ha expresado su apoyo a la horrible e inhumana práctica de la llamada “terapia de conversión y  ha dicho que el mismo Satanás” creó la agenda transgénero”.

“El transgenerismo es una violación de la palabra y la voluntad de Dios”, ha dicho. “Es una violación de la humanidad. Es una violación de la ciencia. Es una violación – si eres un evolucionista – con respecto a la evolución.

Argumentó que los maestros deberían denunciar a los estudiantes LGBTQ+ ante sus padres para luchar contra los “poderes demoníacos y oscuros satánicos” en las escuelas públicas que están “sexualizando” y “abusando mentalmente” de los niños.

Los capellanes del Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos abren cada sesión con una oración. Coordinan programas religiosos, presiden funerales y servicios conmemorativos y brindan atención pastoral a los miembros del Congreso, su personal y sus familias.

Son contratados por mayoría de votos de los miembros de cada cámara. Aunque sirven como individuos y no pretenden representar ninguna denominación religiosa específica, todos los capellanes elegidos hasta la fecha provienen de tradiciones cristianas. Sin embargo, en ocasiones se invita a capellanes invitados de otras religiones a dar invocaciones.

Una de las medidas iniciales adoptadas por el primer Senado de los Estados Unidos en 1789 fue seleccionar al reverendo Samuel Provoost, obispo episcopal de Nueva York, para que actuara como primer capellán del Senado. El primer capellán elegido en la Cámara de Representantes fue William Linn el 1 de mayo de 1789.

La tradición de abrir las sesiones de cada día con la oración del capellán fue establecida por el reverendo Jacob Duche, quien dirigió la primera oración de apertura en el Congreso Continental en Filadelfia el 7 de septiembre de 1774.

En cuanto a los capellanes invitados del Senado, James Kirkland se convirtió en el primer afroamericano en abrir el Senado con una oración en 1965, y Wilmina Rowland se convirtió en la primera mujer en hacerlo en 1971. Wallace Mohammed fue el primer musulmán en 1992, y Rajan Zed fue el primero. hindú diga la oración de apertura del Senado en 2007. En 2014, Tenzin Gyatso, el 14th Dalai Lama, se convirtió en el primer budista en dirigir la oración del Senado.

El Congreso justifica como su derecho constitucional la contratación de capellanes religiosos invocando el Artículo 1, Sección 2, Cláusula 5: La Cámara de Representantes elegirá a su presidente y a otros funcionarios”.

Uno de los fundadores y redactores de la Constitución de los Estados Unidos, James Madison, sin duda cuestionaría esta interpretación.

De hecho, Madison argumentó en contra del nombramiento de capellanes, permanentes e invitados, para las dos cámaras del Congreso en sus “Memorandos separados”, alrededor de 1817: “La Constitución de los Estados Unidos prohíbe todo lo que se parezca al establecimiento de una religión nacional. La ley de nombramiento de Capellanes establece un culto religioso para los representantes nacionales, que será ejercido por Ministros  religiosos, elegidos por la mayoría de ellos; y estos se pagarán con cargo a los impuestos nacionales… El establecimiento de la capellanía del Congreso es una violación palpable de la igualdad de derechos, así como de los principios constitucionales…”

Madison continuó: “Si la religión consiste en actos voluntarios de individuos, individualmente o asociados voluntariamente, y es apropiado que los funcionarios públicos, así como sus electores, cumplan con sus deberes religiosos, que, al igual que sus electores, lo hagan por su propia cuenta. ”, escribió Madison. “¿Por qué los gastos de un culto religioso deberían permitirse para la Legislatura y ser pagados por el público…”

Alexis de Tocqueville, politólogo y diplomático francés, viajó por los Estados Unidos durante nueve meses entre 1831 y 1832 realizando investigaciones para su obra épica. Democracia en América. Quedó asombrado al encontrar cierta paradoja.

Por un lado, observó que Estados Unidos se promocionaba en todo el mundo como un país que separaba religión y gobierno, donde la libertad religiosa y la tolerancia estaban entre sus principios definitorios. Por otra parte, observó: “No hay ningún país en el mundo donde la religión cristiana conserve una mayor influencia sobre las almas de los hombres que en Estados Unidos”.

Respondió a esta aparente contradicción proponiendo que en este país sin una religión gubernamental oficialmente sancionada, las denominaciones se veían obligadas a competir entre sí y promocionarse para atraer y retener a los feligreses, fortaleciendo así aún más la religión.

Si bien el gobierno no apoyaba a las denominaciones e iglesias cristianas, per se Tocqueville creía que la religión debería considerarse la primera de las  instituciones políticas desde que observó la enorme influencia que tenían las iglesias en el proceso político.

En lugar de convertirse en pretzels virtuales al intentar justificar la imposición del cristianismo a la población estadounidense, sus instituciones, su moneda y sus procedimientos públicos, como las tomas de posesión presidenciales y otros eventos oficiales, los funcionarios del gobierno deberían reconocer abierta y honestamente el texto real que sigue obedientemente: “Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado”. (Mateo 28: 19-20)

¡Digo, no en mi nombre!

Fuente LGBTQNation

Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Hinduísmo, Homofobia/ Transfobia., Islam, Judaísmo , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Ayuno, oración, limosna.

Viernes, 16 de febrero de 2024
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IMG_3082MIÉRCOLES DE CENIZA, pero que vale para toda la Cuaresma

Mt 6,1-18

Desde tiempo inmemorial las religiones han ayudado a los seres humanos a superar infinidad de traumas, pero, mal entendidas, han desplegado otros muchos de los que nos tenemos que librar. Llevamos siglos intentándolo, pero se nos está haciendo muy difícil conseguirlo. Hoy estamos en un punto crucial. Ha cambiado nuestra manera de comprender el mundo. Conocemos los entresijos del corazón humano. Vamos tomando conciencia de que Dios no puede ser lo que pensábamos. Todo ello nos coloca ante un desafío desconcertante y único.

Dejar a Dios ser Dios sería el primer paso. Salir de la presunción de que sabemos lo que es Dios y lo que espera de nosotros sería el segundo. Dios es parte de mí y no alguien que se coloca en frente y, mucho menos, contra mí. Solo descubriéndole dentro de mí podré acercarme a Él. Nunca me impondrá nada desde fuera. Él es el fundamento de mi ser y ahí debe descubrir lo que soy en profundidad. Para ser realmente lo que soy debo desplegar mis relaciones con mi verdadero ser, con mi falso yo, con el resto de los seres humanos y con la naturaleza.

Debemos dar un cambio radical a la manera de afrontar la cuaresma. El Dios que está encantado de vernos sufrir tiene que ser superado. El Dios que exige vasallaje y está siempre controlando nuestras acciones no es el Dios de Jesús. El Dios que nos castiga con el infierno por no ayunar es un tirano. No nos damos cuenta del ridículo de un Dios que está pendiente de lo que como o dejo de comer. La necesidad de esfuerzo personal para no destrozarnos debemos buscarlo en otra parte. No se trata de una exigencia de un ‘Dios’ externo sino de nuestro propio ser.

Los tres temas clásicos de la cuaresma son en resumen formidable de todas las relaciones posibles del ser humano. Ayuno no significa solo ayunar, sino toda privación voluntaria en orden a superar la trampa del hedonismo. Oración no significa ponerse frente a un Dios que está fuera de nosotros, sino bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que realmente somos. Limosna no significa dar a un pobre unas monedas o la ropa que íbamos a tirar a la basura, sino el ser capaces de salir de nosotros mismos e ir al otro para ayudarle a ser él mismo.

La motivación de nuestras actitudes no está en Dios ni en sus mandatos sino en la naturaleza de nuestra psicología. Los instintos grabados en nuestro ADN son los que pueden impedir nuestra auténtica realización humana. Pero no son exactamente los instintos; ellos son siempre buenos porque se han desarrollado para garantizar nuestra biología. Es la razón que puede tergiversarlos al pretender como bueno solo el placer o huir del dolor que su despliegue causa. La racionalidad me llevará siempre a buscar la potenciación de mi falso ser, no tiene idea de lo que soy.

El placer y el dolor son formidables medios que la evolución ha descubierto para garantizar la vida biológica. Nuestra razón puede tergiversarlos convirtiéndolos en fines y buscándolos por sí mismos. Aquí encontramos la clave de toda conversión. Buscar el placer o huir del dolor como único objetivo personal es la garantía de fracaso. Una vez que nos hemos sumergido en el desorden, es muy difícil recuperar la armonía perdida. Por eso es preciso el entrenamiento para restaurar el equilibrio.

Esto solo se puede conseguir a base de actos contrarios a los hábitos adquiridos. Si comiendo solo por placer he deteriorado mi salud, tengo que abstenerme de comer cuando no supone ningún desorden y así crear un hábito contrario al contraído. Pero incluso cuando no haya contraído ningún hábito pernicioso es conveniente privarse de algo para mantener el control y superar mi tendencia al hedonismo. En la vida espiritual también es imprescindible el esfuerzo personal para triunfar.

Si mis relaciones con Dios, conmigo mismo y con los demás no son las adecuadas será imposible desplegar mi verdadera humanidad. Tomar conciencia de esta realidad y no hacer sacrificios o penitencia es la verdadera finalidad de la cuaresma. Recordemos que metanoia no es penitencia sino cambio de manera de pensar para superar los errores que pueden hacer fracasar mi propia vida. El objetivo de la cuaresma debe ser aclararme y tener mejor conocimiento de mis posibilidades.

1 rescoldo

No eres solo ceniza
Busca el rescoldo ardiente que ella esconde.
Avívalo, que se convierta en fuego.
La ceniza lo ha mantenido vivo,
fuego vivo que me mantiene vivo
y a partir de ella lo seguiré cuidando 

2 Dios ágape

Dar el paso del dios fabricado al Dios de Jesús.
No es un dios que premia y castiga.
Ni siquiera es un dios que ama,
Es el amor. El amor es su esencia.
Ágape, que nos identifica con Él.
Los discursos no sirven para nada.
No se puede aprehender, hay que vivirlo. 

3 lucha

Pongo en marcha estrategias concretas
Y me preparo para una lucha a muerte.
Dos fuerzas dentro de mí se contraponen.
Entrenarme para alcanzar la meta
sin ninguna obsesión por ser primero.
Luchar contra las apariencias que me arrastran.
Austeridad, Meditación y entrega.
Ayuno, oración y limosna. 

4 eres ola, eres mar

Descubro lo que soy en lo más hondo.
No me inquietan mis fallos y fracasos.
Dios sigue siendo el mismo para mí,
pero de nada me sirve si lo ignoro
Ser consciente de lo que soy en Él,
para poder vivirlo.
Descubro lo falso de mi ego y lo abandono 

5 lo eterno y lo efímero

Que lo oculto de Dios se vuelva transparente.
Que tu ego deje de ser el centro.
Centrarme en Él y aprovechar su hondura.
No dejarme llevar por lo instintivo.
Despliega las posibilidades de infinito,
no te dejes atrapar por lo caduco.
Libérate del yugo de lo efímero 

6 paz

Sentirme en armonía si ninguna zozobra,
centrado en lo esencial nada puede inquietarme,
no me afecta lo que pueda pasar fuera de mí.
Afrontaré la adversidad con calma
En cualquier circunstancia estaré en paz,
nada podré alterar mi ser profundo. 

Eres ceniza que esconde un gran rescoldo.

¡¡¡Avívalo!!!

Fray Marcos

Fe Adulta

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Crecer en la amistad

Miércoles, 14 de febrero de 2024
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jesus-abraza-a-joven-fotoPregón de Cuaresma

Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

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– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

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– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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En otra parte…

Domingo, 4 de febrero de 2024
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(Hermana Veva, Tapirapé)

ALDEIA TAPIRAPÉ

-A las Hermanitas de Jesús, en entrañable comunión.
Lago Tapirapé. Navidad de 1969.

Los naranjos de tierna piel cuidada
guardan la aldea verde
todavía en la paz del paraíso
y en mi fe sorprendida.

Bajo las nubes plata de un otoño
que ni es otoño, amigo, ni es cielo de Bretaña,
los villancicos de las Hermanitas
bordan el gran Mensaje del total abandono.

Bala una flauta exótica, primera;
la misma de Belén, aquella Noche.

Huele el fogón caipira; llora el humo;
huele la paja buena.

Una canoa pesca los peces de colores del ocaso
en la perfecta placidez del agua.
Y en la arcilla cocida,
sobre la arena, pura
como polvo de estrellas,
Dios ha nacido indio…

(Foucauld sonríe, con su barba leve
-esa hierba comida a fuego lento-;
con sus cansados ojos beatíficos.
Y en la carne desnuda de los indios dichosos
puntea el Evangelio, miniado
de jenipapo negro).

      *

Pedro Casaldáliga
Clamor elemental,
Editorial Sígueme, 1971

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(Hermana Veva: partera de un pueblo)

***

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron.

– “Todo el mundo te busca.”

Él les respondió:

“Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

*

(Marcos 1,29-39)

***

La compasión es una cosa diferente a la piedad. La piedad sugiere distancia, incluso una cierta condescendencia. Yo actúo frecuentemente con piedad: doy dinero a un mendigo en las calles de Toronto o de Nueva York, pero no le miro a los ojos, no me siento a su lado, no le hablo. Mi dinero sustituye a mi atención personal y me proporciona una excusa para proseguir mi camino. La compasión, en cambio, es un movimiento de solidaridad hacia abajo. Significa hacerse próximo a quien sufre. Ahora bien, sólo podemos estar cerca de otra persona si estamos dispuestos a volvernos vulnerables nosotros mismos. Una persona compasiva dice: «Soy tu hermano; soy tu hermana; soy humano, frágil y mortal, justamente como tú. No me producen escándalo tus lágrimas. No tengo miedo de tu dolor. También yo he llorado. También yo he sufrido». Podemos estar con el otro sólo cuando el otro deja de ser «otro» y se vuelve como nosotros.

Tal vez sea ésta la razón principal por la que, en ciertas ocasiones, nos parece más fácil mostrar piedad que compasión. La persona que sufre nos invita a llegar a ser conscientes de nuestro propio sufrimiento. ¿Cómo puedo dar respuesta a la soledad de alguien si no tengo contacto con mi propia experiencia de la soledad? ¿Cómo puedo estar cerca de una persona con discapacidad si me niego a reconocer mis discapacidades? ¿Cómo puedo estar con el pobre si no estoy dispuesto a confesar mi propia pobreza? Debemos reconocer que hay mucho sufrimiento y mucho dolor en nuestra vida, pero ¡qué bendición cuando no tenemos que vivir solos nuestro dolor y nuestro sufrimiento! Estos momentos de verdadera compasión son a menudo, además, momentos sin palabras, momentos de profundo silencio.

Recuerdo haber pasado por una experiencia en la que me sentía totalmente abandonado: mi corazón estaba sumido en la angustia, mi mente enloquecía por la desesperación, mi cuerpo se debatía con violencia. Lloraba, gritaba, pataleaba contra el suelo y me daba contra la pared. Como en el caso de Job, tenía a dos amigos conmigo. No me dijeron nada: simplemente, estaban allí. Cuando, algunas horas más tarde, me calmé un poco, todavía estaban allí. Me echaron encima sus brazos y me tuvieron abrazado, meciéndome como a un niño.

*

H. J. M. Nouwen,
Vivir en el Espíritu,
Brescia 41998, pp. 101-103, passim

***

***

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2024, bajo el signo de la confianza.

Lunes, 1 de enero de 2024
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camino

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
y guíame por el camino eterno.

*

Salmo 139 (138)

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“Estar bien con Dios”, por Gema Juan OCD

Jueves, 14 de diciembre de 2023
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st-john-of-the-crossDe su blog Juntos Andemos:

Visitar a Juan de la Cruz es siempre un disfrute. Más allá de lo útil, que nunca falta en la cita, se da la dicha del encuentro con un hombre entero. Si fue recordado por quienes le trataron como alguien sumamente amable y afectuoso, todavía ahora, al escucharle en letra de molde, una impresión muy cálida cobija al que se acerca.

Juan de la Cruz se hace próximo y aproxima a lo profundo del ser y de la vida. A la bondad y a la luz. Acerca a Dios. Y, cerca de él, se aprende libertad.

Palabras graves y pequeños consejos, poemas inmensos junto a dichos y letrillas, densa teología, sabiduría y alguna regañina… En su arquilla, que eso parecen sus obras completas, hay multitud de cosas. No es que tenga de todo, es que con él se vislumbra el Todo.

No deja de ser impresionante que el mismo hombre que habla de la terrible profundidad que puede alcanzar la noche de los humanos y de la maravillosa hondura que tiene Dios en todas las personas, ese mismo hombre es capaz de resumir todo el itinerario de la fe, diciendo que se trata de «estar bien con Dios». Así de sencillo.

Eso escribía Juan, desde Segovia, a una doncella de un pueblecito de Ávila. Y con mucha suavidad, reconducía la conversación que llevaban entre manos, pacificándola e invitándola a ir hacia dentro. A conocerse y reconocerse ante Dios, a no gastarse en lo que no llena y a no vaciarse en lo que consume.

«Procure el rigor de su cuerpo con discreción» –apuntaba– nada de excesos externos, Juan era enemigo de toda exterioridad. En cambio, la animaba a la «mortificación y no querer hacer su voluntad y gusto en nada». Y eso –una vez más hay que recordarlo hablando de este santo– no tiene nada que ver con generarse fastidio a uno mismo sino, como él mismo aclara: todo se refiere a «la pasión del Señor» y eso quiere decir que, al igual que Jesús, cualquier renuncia está dirigida a unir la voluntad al Padre bueno y, por tanto, a cuidar de los demás.

Juan creía que los artificios violaban la sinceridad y, en su mayor parte, «el rigor» del tipo que sea, es búsqueda y alarde de sí. Mientras que no buscar la propia voluntad y gusto es, literalmente, preocuparse del bien de los demás, descentrarse del ego y poner delante la alegría y el bien de los otros.

A esta mujer, y en otros lugares de sus escritos, invita Juan a hacer hábito de la presencia de Dios, a acostumbrarse a encontrarle en cualquier circunstancia, para «estar bien con Él». Si a la doncella le recuerda que Dios siempre da gracia, es decir, siempre da su Espíritu para vivir, en otra ocasión dirá que «cuanto más se fuere habituando el alma en dejarse sosegar», en dejarse en las manos de Dios, más crecerá la «amorosa noticia» de Dios.

Y no solo eso. Estar bien con Dios siempre será estar bien con uno mismo: avanzar por el camino de la integración, de la sanación y la liberación. A la doncella le hablará de lograr «toda en todo» vivir en el amor. La unificación profunda. En otro escrito, hablará de «paz interior y quietud y descanso». Y la paz es siempre señal de plenitud.

Después, como si quisiera resumir el evangelio y ponerlo en las manos de todos, desgranando cómo se está bien con Dios, escribió un Dicho que decía:

«Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos; de corazones dadivosos es condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros».

Descubrir que «somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros» y que la infinita bondad es nuestra, nos hace generosos y nos lleva a sentir con el evangelio. Juan sabía que solo «el hilo del amor» descubre esa pertenencia y une a Dios. Por eso, confiaba a esa experiencia la salud del corazón y la transformación de la vida:

«Hace tal obra el amor
después que le conocí
que si hay bien o mal en mí
todo lo hace de un sabor
y al alma transforma en sí
y así en su llama sabrosa
la cual en mí estoy sintiendo
apriesa sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo».

Eso es estar bien, dejarse ganar por el amor. Eso es estar bien con Dios, dejar que su amor consuma todo lo que no es Él.

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Carmen Notario: “Orar sí, y también cambiar”.

Sábado, 25 de noviembre de 2023
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salvando_al_mundo-760x505“El agua de tu cuerpo contiene el hidrógeno que se formó en los primeros segundos después del Bing Bang. Los átomos de carbono que te formaron se unieron después de la explosión de una supernova. La concentración de sal de tu cuerpo se corresponde con la concentración de sal de los mares antiguos. Tus células son descendientes directas de organismos unicelulares que se desarrollaron hace billones de años. Tú ves porque las moléculas de clorofila mutaron, por lo que, como las hojas de las plantas tus ojos puedan capturar la luz del sol. Y en el vientre de tu madre tu cuerpecito repitió todo el proceso de la vida multicelular en la tierra, empezando con una sola célula y después desarrollándose hacia una complejidad cada vez mayor.”            

Judy Cannato

 

¡Qué grandes y qué pequeños somos! Entretejidos en una red de vida de billones de años de la que hemos surgido y a la que pertenecemos. No hemos hecho nada para estar ahí y sin embargo somos la consciencia del universo. Tenemos en nuestras manos la decisión de cómo evolucionará nuestra especie y por otro lado como individuos nos sentimos muy impotentes.

Experimentamos los últimos coletazos de una civilización que ha confundido su origen, su valor, su propósito, poniendo en el centro y encumbrada a la persona humana, y que se ha atrevido a clasificar a unos como mejores que otros.

Nos hemos creído dueños y administradores de nuestro planeta como si se tratara de un planeta aislado, solo en el universo, y cerrando nuestros ojos nos hemos creído que podíamos poseer tierras y mares, y que su explotación sería infinita; que podíamos marcar fronteras y decidir quién y cómo podía vivir dentro de ellas… Por eso luchamos entre nosotrxs.

Es hora de cambiar. Claro que debemos orar por la paz… y también cambiar todo lo que está en mi mano por tener una nueva visión, un nuevo propósito, unos nuevos valores… por dar a luz y cuanto antes una nueva civilización.

Carmen Notario, SFCC

Fuente Fe Adulta

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Oración del payaso.

Lunes, 20 de noviembre de 2023
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Señor:
Soy un trasto, pero te quiero;
te quiero terriblemente, locamente,
que es la única manera que tengo yo de amar,
porque ¡sólo soy un payaso!

Ya hace años que salí de tus manos
lleno de talentos y dones,
equipado con todo lo necesario
para vivir y ser feliz
–tu amor, tu caja de caudales,
tus proyectos,
tus sorpresas y regalos de Padre–.
Pronto, quizá, llegue el día
en que vuelva a ti…

Aquí estoy, Señor.

Mi alforja está vacía,
mis pies sucios y heridos,
mis entrañas yermas,
mis ojos tristes,
mis flores mustias y descoloridas.
Sólo mi corazón está intacto…

Me espanta mi pobreza
pero me consuela tu ternura.
Estoy ante ti como un cantarillo roto;
pero, con mi mismo barro,
puedes hacer otro a tu gusto…

Aquí estoy, Señor.

Señor:
¿Qué te diré cuando me pidas cuentas?
Te diré que mi vida, humanamente, ha sido un fallo;
que he perdido todo lo tuyo y lo mío,
y me he quedado sin blanca;
que no he tenido grandes proyectos,
que he vivido a ras de tierra,
que he volado muy bajo,
que estoy por dentro como mi traje,
cosido a trozos, arlequinado.

Señor:
Acepta la ofrenda de este atardecer…
Mi vida, como una flauta, está llena de agujeros…,
pero tómala en tus manos divinas.
Que tu música pase a través de mí
y llegue hasta mis hermanos los hombres;
que sea para ellos ritmo y melodía
que acompañe su caminar,
alegría sencilla de sus pasos cansados…

Aquí estoy, Señor.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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El poder del gesto puro

Viernes, 27 de octubre de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Un día una mujer me preguntó: ¿cómo se ha de orar? A mi vez, yo la interpelé: ¿puede usted ponerse de rodillas? Esta pregunta tocó en ella alguna fibra sensible y me repuso un tanto irritada: ¿qué quiere decirme con eso?. Es muy simple -respondí- para orar, arodíllese ante su cama y abandónese. Visiblemente sobresaltada, se levantó y salió sin siquiera despedirse.

 Al día siguiente vino a verme y me contó que cuando se marchó, después de haber recibido una especie de choque destructor, echó a correr y correr, cada vez más deprisa. Que al llegar al hotel subió la escalera de dos en dos y que al entrar en su habitación echó el cerrojo y se arodilló. “En ese mismo instante -me contaba- un algo se apoderó de mí“.

 No sabía “lo” que le había sucedido ni como “aquello” le había llegado, pero lo que estaba muy claro es que en aquella postura ella se había sentido como totalmente abandonada, liberada, cobijada. Sí, aquella mujer ahora comprendía. Ese es el poder del gesto puro“.

*

Karlfried Graf Dürckheim

Práctica del camino interior

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“Rezar: ¿Cómo?, ¿para qué? “, por Consuelo Vélez

Viernes, 29 de septiembre de 2023
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rezando-el-rosarioDe su blog Fe y Vida:

“La oración no es para pedir ‘cosas’ o ‘cambio de situaciones’, sino el ‘Espíritu Santo'”‘

“En Colombia llevamos una historia de violencia que podríamos concluir o que no hemos rezado suficiente o, definitivamente, la oración no produce ningún efecto. Por eso podríamos preguntarnos ¿rezar cómo? ¿rezar para qué?”

“El para qué de la oración corresponde a ese encuentro con lo divino que nos permite sentir su amor, entender el reino que nos regala y buscar la manera de realizarlo en nuestra historia personal y comunitaria”

“Pedir por la paz, si no somos ‘artesanos de la paz’, se asemeja más a la magia que a la verdadera ‘oración'”

Muchas veces oímos decirhace falta oración”, “la oración es la única fuerza”, “sin oración no se sostiene nuestra vida espiritual”, “recemos por la paz de Colombia, por la paz del mundo, por los pobres, etc.”. Pero nuestro mundo más o menos sigue igual y, por ejemplo, en Colombia llevamos una historia de violencia que podríamos concluir o que no hemos rezado suficiente o, definitivamente, la oración no produce ningún efecto. Por eso podríamos preguntarnos ¿rezar cómo? ¿rezar para qué?

La oración -que no es patrimonio de los cristianos sino de todas las religiones- es la manera como alimentamos, mantenemos, profundizamos en nuestra relación con lo divino. Cuando somos capaces de detenernos para intuir, contemplar, dialogar, adorar, reconocer, ese misterio que llamamos Dios, estamos viviendo lo que comúnmente llamamos “oración”. Ahora bien, la forma de hacerlo, los tiempos, las expresiones, etc., son tantas como culturas, personas o religiones existen.

Por supuesto cada religión tiene sus propias maneras de orar, permitiendo a los miembros de cada grupo, identificarse como pertenecientes a ella y sentir que se pueden expresar comunitariamente. No sobra recordar el peligro de querer uniformizar dicha experiencia, de creer que solo un modo de oración es el auténtico o, más grave aún, afirmar, en nombre de Dios, una forma única con unos ritos concretos, los cuales se identifican cómo universales y que han de seguirse por todos.

Si miramos los evangelios encontramos en Jesús una disposición para ese encuentro con su ABBA y, como lo relata Mateo (6, 5-15), Jesús se refiere a la oración diciéndole a sus discípulos que cuando oren no sean como los hipócritas que gustan de orar en las sinagogas para ser vistos, sino que, en lo secreto, oren al Padre; sin mucha palabrería -como hacen los gentiles, creyendo que así serán más escuchados; ya que Dios sabe lo que necesitan. En ese contexto, enseña el Padre Nuestro que ya de entrada señala el carácter comunitario de la oración -al decir “nuestro” y la disposición a acoger el reino de Dios, don suyo que al recibirlo nos compromete a hacerlo posible, asegurando el pan para todos y el perdón mutuo, condición necesaria para caminar con los demás.

Todo lo anterior nos responde, de alguna manera, al cómo y al para qué de la oración. Las maneras de orar son plurales y cada uno podrá ir configurando la suya desde lo recibido, desde su sensibilidad, sus disposiciones, su cultura, el grupo religioso al que pertenece, etc. El para qué de la oración corresponde a ese encuentro con lo divino que nos permite sentir su amor, entender el reino que nos regala y buscar la manera de realizarlo en nuestra historia personal y comunitaria.

Ahora bien, en ese encuentro con Dios el diálogo puede versar sobre agradecer lo recibido -comenzando con el don de la vida-, reconocer el misterio insondable de nuestro Dios -oración de alabanza-, dolor de nuestros pecados y, la tan conocida oración de petición. Y, aquí es donde viene una pregunta crucial que ya señalamos al inicio: ¿nos faltará rezar más para que cambien las situaciones o será que Dios no nos escucha? La respuesta ya la adelantamos antes, pero intentemos explicarla más.

La oración no es para pedir “cosas” o “cambio de situaciones”. La oración es para pedir el “Espíritu Santo”, como muy bien lo expresa Lucas en el ejemplo que pone sobre el padre que siempre dará cosas buenas a sus hijos, deduciendo fácilmente que el Padre del cielo “dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan” (Lc 11, 11-13). Efectivamente, lo que nos da -si hablamos en estos términos de pedir y dar- es el espíritu de Dios para vivir el compromiso cristiano que implica nuestro seguimiento de Jesús. Su espíritu es el que nos iluminará, fortalecerá, conducirá para trabajar por hacer posible todo aquello que pedimos.

En otras palabras, la oración de petición no nos alcanza “cosas. La oración de petición no tiene más eficacia frente a Dios porque se haga con más frecuencia o con menos. La oración de petición es para tomar conciencia de todas nuestras necesidades -personales y del mundo- y pedir a Dios la fuerza de su espíritu para trabajar por superarlas, aceptarlas, transformarlas.

Sobre el ejemplo que pusimos de pedir a Dios por la paz de Colombia, si es una oración en la que pedimos realmente esa paz, las consecuencias se verían en la medida que nuestros corazones en el encuentro con el Dios de la paz, se vaya transformando para ser promotores de esta, para exigir la justicia social -una de las grandes causas de la violencia-, para desarmar los corazones y hacer posible el perdón y la reconciliación. La oración por la paz nos fortalecería para conceder una nueva oportunidad, incluso para los actores de la guerra.

La oración por la paz de Colombia supone una conversión hacia la paz de todos los que hacemos esa oración. No puede ir de la mano de una negativa al diálogo, como lo hacen tantos que se dicen cristianos. Pedir por la paz, si no somos “artesanos de la paz”, se asemeja más a la magia que a la verdadera “oración”. El papa Francisco lo afirmó, varias veces, en la encíclica Fratelli tutti: “una verdadera paz solo puede lograrse cuando luchamos por la justicia a través del diálogo, persiguiendo la reconciliación y el desarrollo mutuo” (n. 229); “La verdadera reconciliación no escapa del conflicto, sino que se logra en el conflicto, superándolo a través del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente” (n. 244).

Sí, es muy necesaria la petición por la paz de Colombia y por la de tantas necesidades que tenemos. Pero solo es posible si pedimos lo fundamental e imprescindible: el espíritu del Señor que transforme nuestro corazón para ser instrumentos de su paz, constructores de la justicia, comprometidos hasta el fondo con la transformación de todo aquello que nos afecta. El Dios mágico no es el Dios de Jesús. El Dios que nos regala su espíritu para hacer posible el reino es a quien necesitamos encontrar en la oración para que esta, efectivamente, de sus frutos abundantes en la historia que vivimos.

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