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A vosotros os llamo amigos.

Jueves, 6 de abril de 2023
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A vosotros que seguís con entusiasmo
sin saber muy bien hacia dónde vamos;
a vosotros que os pesan las normas y leyes
y habéis empezado a desprenderos de ellas;
a vosotros que no tenéis miedo a ser libres
y amáis de corazón a toda persona;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que escucháis mis palabras
y les dais crédito aunque os suenen extrañas;
a vosotros que acogéis mi Espíritu y proyecto
y con esmero buscáis su crecimiento;
a vosotros que os habéis sacrificado
sin esperar recompensa ni reconocimiento;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que os reunís en mi nombre
y evocáis mi presencia, vida y sueños;
a vosotros que a pesar de dudas y cansancio
dejáis la tranquilidad de la tierra conocida;
a vosotros que transitáis fronteras con temor
pero despiertos y en mi compañía;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que no hacéis ascos a lo desconocido
y os adentráis hasta sus entrañas para conocerlo;
a vosotros que dais la cara, arrimáis el hombro
y echáis una mano a quienes aparecen en las aceras;
a vosotros con quienes se puede contar
para toda causa buena, justa y humana;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que exploráis y cuidáis la realidad
e intentáis transmitirla mejorada;
a vosotros que no os dejáis pervertir
a pesar de vivir en orillas y fronteras;
a vosotros que habiendo salido de vuestra tierra
os negáis a ser extranjeros y a vivir explotados;
a vosotros os llamo amigos

A vosotros que a pesar de vuestra debilidad
no cejáis en vuestro anhelo de caminar;
a vosotros que os mantenéis firmes
y cultiváis experiencias de solidaridad;
a vosotros que no renunciáis a la utopía
y camináis siguiendo mis huellas hacia el Reino;
a vosotros os llamo amigos.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Jueves 06 de Abril de 2023. “Jueves Santo”.

Jueves, 6 de abril de 2023
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De Koinonia:

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1ª Lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.””

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

2ª Lectura:

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio:

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.” Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.”

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación.

Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua.

Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo.

Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial.

2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNA

Este es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: “Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad”. Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. “Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días”. Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo.

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Jueves Santo

Jueves, 6 de abril de 2023
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Hermanos y hermanas, poco antes de sospechar Jesús que va a ser detenido les habla a sus amigos, en el contexto de una cena que sabe a despedida, de la vida vivida en clave de servicio y amor. Oremos.

Que el amor y el servicio conduzcan nuestra vida

• Que la Iglesia rechace el reconocimiento de los poderosos e influyentes de esta tierra; que busque servir en lo pequeño a los pequeños.

Que el amor y el servicio conduzcan nuestra vida

• Que los creyentes apuntemos con nuestra vida a los valores del Reino: entrega, compromiso, servicio, gratuidad, compasión, amor…

Que el amor y el servicio conduzcan nuestra vida

• Que todos nosotros y nosotras descubramos con gozo y agradecimiento el valor y la fecundidad que esconde el amor callado, humilde, oculto y muchas veces muy poco valorado.

Que el amor y el servicio conduzcan nuestra vida

• Que el pan partido y compartido sean signos de nuestra opción por el Reino, de nuestro deseo sincero de ser cauces de la Buena Noticia del Nazareno.

Que el amor y el servicio conduzcan nuestra vida

• Que los sacerdotes sean los servidores en la comunidad eclesial, que busquen siempre favorecer el crecimiento religioso y espiritual de todas las personas con las que entran en contacto.

Que el amor y el servicio conduzcan nuestra vida

Padre Madre buena, que seamos vida partida y compartida, espacio que acoge y favorece la dignidad de todo ser humano, fermento de paz y unidad.

Vicky Irigaray

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6.4.23. Jueves Santo. Pascua del pan y del “vino”: La próxima copa en el Reino

Jueves, 6 de abril de 2023
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caravaggio-cena-emmausDel blog de Xabier Pikaza:

Jesús celebró un día como hoy la antigua fiesta de pascua judía, pero con sentido nuevo

No la celebró el día oficial  sino un día anterior, como despedida  invitación a su nueva fiesta (la próxima copa en el reino)

Esta cena de Jesús fue y sigue siendo el principio de las celebraciones cristianas, como indicaré, insistiendo en sus rasgos: (a) la próxima copa será en el reino; (b) mientras tanto, hombres y mujeres formamos un cuerpo, carne y sangre de amor

En ese fondo ha destacado Juan el signo de Jesús, viña y Cordero, nuestra vinculación con todo el universo  (Jn 1; Jn 6; Jn 19)

INTRODUCCIÓN. NOTAS ESENCIALES

1. Jesús celebró su cena de despedida y comunión en un contexto pascual judío, pero transformado. Fue una fiesta “real,histórica”, pero  y formulada de un modo litúrgico y eclesial por los primeros cristianos (1 Cor, Sinópticos)

2. Esta cena evocaba antiguos motivos hebreos:la liberación de Egipto, la fiesta del cordero… la comida de los primeros panes del año. Pero Jesús prescinde del cordero y se centra en dos signos “vegetarianos” de tipo universal: el pan de harina amasada, la copa de zumo vegetal.

3. El pan (artos, artúa) esun alimento amasado y “cocido” de semillas/frutos vegetales, que en oriente eran y son de cereal (trigo, cebada…), peropueden ser de cualquier semilla equivalente (arroz, maíz, soja…). Todo intento de limitarse a un pan de puro trigo es consecuencia de mal etnocentrismo y de mala traducción de los textos.

4. La copa es en principio de zumo de uva…, pero ninguno de los textos  (Mc, Mt, Lc, 1 Cor)l o dice. Todos utilizan “poterion”,  en el sentido de “copa” para beber. No dicen  si el zumo está fermentado (si es mosto o vino), ni si ha de ser sólo de uva o de otro tipo de fruta o semilla (de manzana o pera, de granada, dátiles o naranjas etc.. . Limitarse al vino-vino (zumo de uva fermentado) va en contra del sentido universal del texto.

5. Comunión “sacerdotal”: haced esto en memoria de mí. Estas palabras u otras semejantes están supuesta en Mc y Mt, aunque sólo aparecenen Lc 22,19 y 1 Cor 11, 25, y se dirigen a todos los miembros  de las comunidades cristianas, que así aparecen como comunidades “sacerdotales”, en el sentido especírico de Jesús. Ni Lucas ni Pablo (ni mucho menos Marcos y Mate olas restringen a los “doce apóstoles” y a sus sucesores obispos y presbíteros, por razones evidentes para cualquier lector del NT.

6.  La iglesia posterior, en su praxis jurídica “oficial” solemne, ha restringido (limitado) esas palabras (con la presidencia eucarística) a un tipo de “ministros ordenados varones” (e incluso célibes). Pero esa limitación (que ha cumplido en un tiempo su servicio) va en contra de la amplitud del NT carece actualmente de sentido, de formas que debe devolverse a las comunidades su “autoridad y responsabilidad”l eucarística, como está viendo ya gran parte del “sensus fidelium” de la iglesia católica.

7. Fiesta del amor fraterno…De un modo u otro, celebrada con pan-trigo o pan-arroz…, con mosto o vino de uva o con bebida de patata, naranja o limón…, esta fiesta de la cena de Jesús es sacramento de amor fraterno, como seguiré mostrando. Esto es algo que sabían bien los escolásticos  del siglo XIII , cuando distinguían y vinculaban el signo-sacramento de la misa y su res o esencia que era y sigue siendo el amor mutuo de los “creyentes”.

He desarrollado estos motivos en Fiesta del pan, fiesta del vino; Historia de Jesús; Comentario de Marcos y Comentario de Mateo

1. LA PROXIMA COPA EN REINO. LOGION DE LA DESPEDIDA (MC 14, 25  par).

 Sintiéndose en peligro, sabiendo que su vida estaba amenazada, que sus amigos podían abandonarle y sus enemigos condenarle a muerte, Jesús quiso cenar con sus compañeros, ratificando su compromiso de alianza y promesa, como proclama este logion(Mc 14, 25) que no se limita a esperar pasivamente la llegada del Reino, sino que la provoca. Todo el mensaje anterior de Jesús en Galilea y su venida a Jerusalén, puede interpretarse a partir de estas palabras centrales/finales de su vida:

En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vidhasta el día en que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de Dios (Mc14, 25 par).

 Por medio estas palabras y este gesto (compartir una copa de vino con sus discípulos),Jesús pide a Dios que llegue (que envíe) el Reino, prometiendo (asegurando) al mismo tiempo a sus compañeros (discípulos) que el Reino llega y que él (Jesús) entregará su vida hasta el finpara que llegue, en la línea de su oración: Padre, venga (envía) a nosotros el Reino.

Jesús está “representando” (culminando) su tarea mesiánica ante Dios y ante sus compañeros.Jesús no es profeta mesiánico a solas, separado de los otros, sino dirigente de una iglesia o grupo mesiánico (los Doce), con el que comparte su camino y proyecto de Reino.

 Jesús no está a solas, no es un mesías separado, sino rodeado de un cuerpo de compañeros, que forman el germen de su iglesia. Por eso no se compromete él solo, frente a todos, sino con su grupo, formado no sólo por los Doce,sino  también por mujeres  y amigos que le han venido acompañando.

Jesús no conoce de antemano los detalles de su entrega de amor y de muerte, como un adivino (pues el conocimiento de posibles adivinos no es personal y verdadero, de carne y sangre, sino de imaginación). Sólo se conoce de verdad con cuerpo y alma, no sólo con el entendimiento, sino con la voluntad y la vida entera, con la carne y la sangre,  en unión con una comunidad de vida. Ahora al fin, tras haber recorrido un largo camino con y por sus amigos/discípulos, en el momento de la gran prueba, Jesús les confía su identidad, el compromiso y sentido supremo de su vida.

  No ha venido a luchar contra sacerdotes y legionarios romanos, sino a presentar ante unos y otros,  su proyecto de reino, que culmina en un compromiso de abstinencia escatológica: no beber más vino, ni celebrar más fiestas hasta que llegue el Reino.

Éste es un compromiso de fidelidad en amor hasta la muerte, culminando su camino,ratificanso su opción de Reino, esto es, de vida comparida: En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vid … (Mc14, 25 par).

Por eso, al decir “no volveré” a beber con vosotros, Jesús está ratificando sucamino anterior de mesianismo. No ha sido un mesías aislado, no ha podido decir “yo soy hijo de Dios, pero vosotros no…”, sino que ha sido y sigue siendo hijo de Dios con aquellos con quieres comparte el mismo vino de fiesta, el mismo pan de vida. Al decir “no volveré ya más hasta…”, él está indicando que la comunión de vida y destino permanece, aunque puedan traicionarle…El próximo abandono de los doce y en particular el de algunos (Judas, Pedro) no destruirá la fidelidad divina de su compromiso.

Jesús está convencido de que su tiempo de mundo acaba, y así lo proclama, no con un signo de penitencia, un bautismo de muerte (un sacrificio), sino con una señal de fiesta y alegría. La renuncia (no beberé…) implica, según eso, una esperanza más alta. Jesús deja de beber vino porque ha cumplido su misión en la tierra y porque espera la llegada del Reino, que no será tiempo ni lugar de castigo, sino de fiesta, de vino de Reino (de fiestas pentecostales). Conforme al rito externo, Jesús está celebrando un rito pascual (de presencia de Dios y de liberación), pero no lo hace con el pan de pascua pascua, sino de vino de los tabernáculos o chozas que representan la culminación del tiempo del mundon [1].

            Jesús ha ofrecido su mesa (pan y peces) a los marginados y pobres, a publicanos y multitudes. Ahora, en el momento final, asumiendo y recreando la más honda tradición israelita, él declara y proclama ante sus amigos que ha cumplido su tarea, ha recorrido su camino: sólo queda pendiente la respuesta de Dios, el vino del Reino. De esa forma pasa del “vino antiguo” de esta fiesta de despedida (que el ritual de la institución eucarística interpreta, como sangre de alianza: Mc 14, 23-24) al “vino nuevo” de la culminación mesiánica Todo lo que podía y debía hacer humanamente lo ha hecho. Por eso, en nombre de Dios les invita a tomar la próxima copa en el Reino [2].

 3. EUCARISTÍA, COMUNIÓN DE REINO.

  1. El signo de la copa. Sólo vive de verdad quien da su vida por otros.

En su forma actual, el relato eucarístico [3]. consta de dos signos, uno de pan, otro de vino (cf. Mc 14, 22-24), que, al unirse, forman el mejor retrato de Jesús hombre de pan compartido y vino de Reino. El texto completo, ha sido elaborado litúrgicamente en el contexto de la despedida, según la doble tradición de Mc 14, 23-24/Mt 26, 26-30 y de 1 Cor 11, 23-25 y Lc 22, 15-20). En ese contexto sitúan los sinópticos y Pablo la institución “eucarística”, no como cena de pascua antigua sino como anticipo (anuncio y promesa) del banquete mesiánico, de manera que la misma copa de invitación (no beberé más… ) viene a interpretarse (ofrecerse y entenderse) como copa de alianza escatologica.

Tomo una copa, bebieron todos de ella, y les dijo:Esto es mi sangre de la alianza (Mc 14, 22 par).

 No es copa de anuncio de lo que vendrá más tarde, sino de revelación de lo que está sucediendo, de lo que ha sido y es ahora su vida de fidelidad y servicio por el reino, no a solas (separado de los otros) , sino en comunión de vida con sus compañeros de Iglesia. Así lo entiende Jesús, así lo hace y lo dice, como he desarrollado en Marcos:

Tomó una copa (potêrion), en signo de agradecimiento (eukharistía). Mientras un grupo de hombres y/o mujeres sean capaces de beber juntos una copa podrán vincularse a Dios, no están abandonados sobre un mundo adverso. El mismo vino, fruto de la tierra y del trabajo humano, es para ellos presencia de Dios, expresión del valor de la vida. Jesús no ofrece a sus compañeros una sesión de ayuno, hierbas amargas, en plano de sudores, sino el más gozoso, bello y exigente producto de su entorno, el vino, que, no siendo bebida ordinaria (los pobres no pueden tomarla cada día, como el pan), es signo de alegría y abundancia futura para todos. En ese contexto, Jesús quiere que sus discípulos puedan vivir en plenitud de gozo, empezando a beber ya en este mundo el vino prometido para el Reino (tema de fondo de Jn 2, bodas de Caná).

– Y bebieron todos de ella (de la copa),en gesto muy preciso de participación. Por un lado, se dice “todos”; por otro lado, se dice “de una misma copa” (ex autou), la de Jesús, por la que todos se vinculan, comprometiéndose a compartir su misma suerte, en alianza de vida, no como pacto social de intereses. Esta es copa de vida y de muerte; vivir para compartir una misma llamada de Dios, muriendo unos en (con) otros y todos en Cristo, resucitando de esa forma en el Reino. Teniendo eso en cuenta, en sentido estricto, las palabras interpretativas: «Ésta es la Sangre de mi alianza» (Marcos y Mateo) y «es la nueva Alianza en mi Sangre» (Pablo y Lucas), no eran necesarias, pues el gesto resulta suficiente: Jesús, mensajero perseguido del Reino de Dios, amenazado de muerte por sus adversarios, ofrece a sus amigos (y por ellos a todos), en signo de solidaridad y esperanza, una copa que simboliza su sangre (vida) entregada por el Reino; y ellos por su parte beben, comprometiéndose a nacer, vivir, morir y renacer en con/por Jesús, formando la iglesia de la humanidad mesiánica.

– Y les dijo: “Esto” es mi sangre, de la alianza (= ésta es la alianza de mi sangre). Para los israelitas, la sangre constituye el mayor de los tabúes, como presencia temporal de la vida eterna de Dios. Ellos pueden comer carne de animales,  pero nunca su sangre «porque es la vida de la carne y os la he dado para uso del altar, para expiar por vuestras vidas, porque la sangre expía por la vida» (Lev 17, 10-12; cf. Gen 9, 4). El Dios bíblico se ha reservado la sangre, como signo de vida originaria, de manera que comer carne con su sangre o beber sangre constituye la mayor impureza (cf. Hech 15, 29). La sangre/vida no se “juega” (no se compra ni vende), simplemente se comparte, se regala, como, alianza de Dios.

            De esa forma, manteniendo su experiencia de vida, Jesús ha ofrecido a los discípulos su sangre en el signo del vino, invitándoles a compartirla. Ellos lo han hecho, se han comprometido. Parece que la suerte está fijada: Todos vivirán, compartiendo el don del reino, dándose vida, muriendo unos por otros y en otros, abriendo con su muerte la puerta del Reino.Ya no se puede hablar de jerarquías separadas (unomayores, otros menores), sino de vida y resurrección de unos en otros [4]. Leer más…

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La eucaristía es signo de lo que fue Jesús, de lo que nosotros debemos ser.

Jueves, 6 de abril de 2023
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Jn 13,1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia. Para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es sorprendente que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada. Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras, está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Juan cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Me llamáis “Maestro” y “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve. Lo importante no es el hecho sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano está en el servir a los demás.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la ‘institución de la eucaristía’. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, pero proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después de este texto dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Debemos amar a los demás como Dios ama, como Jesús amó. La eucaristía no es una devoción más, que comienza y termina en la iglesia. Debemos hacer un esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y tratar, por todos los medios, de celebrar una eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión ritualista y espiritualista que no afecta a mi vida concreta. La presencia de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido descubrir el aspecto vivencial del sacramento y nos ha dejado al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo”, en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia “real” de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me aporta.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida. Solo un Jesús destrozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de todo ser humano. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero en el c. 6 encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que cree, nunca pasará sed”. Queda claro que comer el pan y beber la sangre, es un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio de los demás hasta deshacerse por ellos. El peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los demás.

Dice más adelante: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida, que no se verá alterada por la muerte. Para hacer nuestra esa Vida, debemos aceptar la “muerte” a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata de renunciar a nada, sino de conseguirlo todo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La Cena del Señor. Ciclo A

Jueves, 6 de abril de 2023
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Cena-del-Señor

“¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros?”

(Jn 13, 1-15)

Hemos visto muchas veces el gesto del lavatorio de los pies, a veces siendo sacerdotes quienes se ponen en el lugar de Jesús, otras veces personas consagradas o seglares. Pero… si nos preguntara Jesús, como hizo a sus discípulos: ¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotras?… ¿Qué responderíamos? Quizás que podemos describir lo que hemos visto, pero comprender su sentido…

¿Cómo vivir hoy en día ese quitarse el manto, tomar una toalla, ceñírsela a la cintura y lavar unos pies que han caminado descalzos o con sandalias? Hay que ser una persona muy libre para hacerlo.

Este es un símbolo de entrega muy concreto: hacer lo que nadie quiere hacer (por eso lo hacían los esclavos). Y de eso seguro que tenemos ejemplos que se nos vienen a la mente, vivamos solos, en familia o en comunidad. Ya trabajemos o estudiemos o en las diferentes actividades en las que participemos… Siempre hay cosas que nos cuestan más, que se dejan para el final para ver si las hace otra… Parece que es ahí donde nos jugamos la vida, donde el seguimiento a Cristo se hace realidad y no se queda en un ideal.

¿Y si nos cambiamos de rol y nos ponemos en la piel de Pedro y los demás discípulos? ¿Cómo aceptamos ser ayudadas? Más aún, ¿cómo acojo que otra persona a quien admiro, “gaste” su tiempo, se desgaste, se abaje haciendo algo por mí? ¿Me dejo? ¿Me abandono? La verdad es que nos llama más el hacer que el dejarnos hacer… El sabernos fuertes y capaces de dar, más que sencillas y humildes para recibir.

Jesús nos pide hacer lo mismo las unas por las otras: entregar la vida y aceptar ser sujetos receptores de esa vida entregada de otras personas.

Oración

Trinidad Santa, danos tu humildad para entregar la vida las unas por las otras.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Jueves Santo.

Jueves, 6 de abril de 2023
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Lachapelle1-1-758x474(Juan 13, 1-15)

La compasión solidaria de Jesús se hace gesto y signo sacramental en la Eucaristía. La Eucaristía es la máxima expresión del “darse” de Cristo y de su gratuidad incondicional. Por eso, como ha dicho el papa Francisco, “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). Si en la Pascua judía el signo de la acción liberadora de Dios es la sangre y el sacrificio, en la Última Cena lo es el cuerpo partido y repartido de Jesús, accesible a todos y todas como alimento básico para la vida del mundo. Del mismo modo la Eucaristía no es algo “accidental” en la existencia de Jesús, sino que fue gestándose a lo largo de toda su vida y conduciéndole hacia la entrega total en sus palabras, en sus gestos y encuentros con la gente, especialmente con la más herida y vulnerada.

En el contexto cultural contemporáneo a Jesús el imaginario del banquete mesiánico (Is 25, 6-10) como el gran signo de la irrupción de la novedad de Dios en la historia tenía mucha fuerza entre los creyentes judíos. Por eso Jesús desde la experiencia inclusiva del amor compasivo del Abba, lo va a historizar y radicalizar tanto con sus parábolas (Mt 22,4) como con sus hechos: practicando una comensalidad abierta (Lc 15,2). Sus comidas con pecadores, publicanos y prostitutas inauguran un nuevo orden cuyo centro es el amor y la compasión más que la ley y las tradiciones excluyentes. Esta práctica de Jesús sitúa en condiciones de igualdad a todos los seres humanos en su accesibilidad Dios y a los bienes de la tierra. Por eso algunos teólogos y teólogas afirman que a Jesús le mataron por su forma de compartir la mesa y por con quienes eligió hacerlo. Las comidas de Jesús quiebran la imagen de un Dios sólo para selectos y revelan aun Dios cuyo ser y hacer es misericordia en acción, compasión solidaria, cercanía e identificación con los y las excluidas. Pero la Ultima Cena de Jesús no es tampoco una de tantas comidas de Jesús, sino que tiene un carácter de “memorial” de “testamento”. Jesús es consciente que en torno a él se va cerrando un cerco y busca la intimidad con sus discípulos para compartirles los secretos de su corazón y para ratificar su deseo de entrega, de seguir adelante en la misión que el Abba le ha encomendado. Por eso La Última Cena es un compendio de lo que ha sido la vida de Jesús. Su originalidad radica también en que Jesús es el “anfitrión” y se presenta a la vez como “el que sirve”, algo absolutamente inusual en la mentalidad judía donde quienes servían en las comidas eran las mujeres, y los esclavos. Al hacerlo Jesús ocupa su lugar.

Este mismo sentido es el que expresa el texto del Lavatorio. El testamento que Jesús nos deja a sus seguidores y seguidoras es el servicio. Este Jesús “agachado”, con jofaina y toalla en mano, rompe la dialéctica del amo y del esclavo y nos revela a un Dios identificado con los últimos, sirviendo desde abajo, sustentando, igualando, desde ese lugar, ahí, e inaugurando desde ahí la horizontalidad del Reino. Es tan provocador este gesto, en el que alguien ha dicho que «Jesús se mujerizó», y que en la imaginería religiosa apenas se recoge. El arte ha reproducido escenas de Jesús en las que aparece presidiendo la Eucaristía, sin embargo, hay muy pocas en las que Jesús aparece agachado y lavando los pies a sus discípulos, ocupando el último lugar. Esa actitud y ese gesto continúan escandalizándonos.

No hay nada más opuesto al servicio vivido al estilo de Jesús que el servilismo. El primero cuestiona toda forma de poder-dominación, de abuso y de desigualdad en las relaciones personales sociales y estructurales. Es un acto de libertad y de dignidad. El servilismo, por el contrario, idolatra el poder y a quien lo representa y constituye un acto de sumisión acrítica, por parte de quien lo realiza y de opresión por parte de quien lo permite. Sin embargo, a menudo los cristianos y cristianas lo confundimos. Celebrar el Jueves Santo es comprometernos a vivir eucarísticamente identificándonos con la persona de Jesús y su proyecto como servidores y servidoras de la fraternidad y la sororidad humana. “Haced esto en memoria mía”, es seguir actualizando la existencia al modo de Jesús, desde el servicio y contra toda forma de servilismo o poder dominación que genera violencia y exclusión. Por eso la Eucaristía no es un rito sino una dinámica existencial y celebrarla actualizar su memoria transformadora en nuestro mundo, por eso nunca es un tranquilizante, sino más bien un riesgo.

¿A qué riesgos nos invitan hoy nuestras Eucaristías? ¿Cómo hacer histórico hoy el lavatorio de Jesús en nuestros ambientes?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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Una Iglesia en la que se viva una dialéctica del poder, no es la JesuCristo

Jueves, 6 de abril de 2023
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icono-del-lavatorio-de-los-pies-40x60-cmDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Amor y servicio.

    El jueves Santo tiene densos contenidos humanos y cristianos: la libertad (el Éxodo / la Pascua judía), la Eucaristía, el nacimiento de la Iglesia con el lavatorio de los pies. Pero este año se me hacen más urgentes el amor y el servicio.

02.-  El amor de Jesús y de Dios en la tradición de san Juan

    La tradición de San Juan (Evangelio y tres brevísimas cartas), tienen un tema central: el amor. Dios es amor. [1]

Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. (Jn 4,8)

    Jesús es expresión (sacramento) del amor de Dios.

    La Iglesia, solamente será asamblea cristiana si es una comunidad cuyo eje central es el Dios de amor manifestado en Cristo. La Iglesia es de Cristo si lo es del amor de Cristo.

    Puede parecer un poco ingenuo, quizás simple, pero lo genuino del cristianismo (y del ser humano) es el amor.

    Cuando nosotros, los cristianos de a pie, hablamos de Iglesia, propiamente no pensamos en la Asamblea de cristianos que se siente amados por JesuCristo y en torno a Él, sino que cuando hablamos de Iglesia, hablamos de la Jerarquía, del Vaticano, Roma, la curia, etc…

03.- Cercano ya el final, habiendo amado a los suyos, Jesús los amó hasta el final.

Podríamos decir que la Cena, el amor y el lavatorio de los pies son momentos fundacionales de la Iglesia…

En la Última Cena está “naciendo” la comunidad cristiana: y lo decisivo no es quién haya de tener el poder: Pedro no entiende ni palabra de lo que allí se está fraguando, por eso dice: tú no me lavarás los pies jamás… A lo que Cristo responderá: Si no te lavo los pies no tienes nada que ver conmigo. Solamente entiende lo que allí está ocurriendo quien ama y quien sirve, es decir: el Discípulo Amado.

Ni en la Última Cena de Jesús ni hoy el poder entiende estas cosas. Tú no me lavas los pies jamás. Hay cosas que solamente se entienden desde el amor. Jesús conferirá a Pedro la autoridad (no el poder) después de preguntarle tres veces si le ama: Pedro, ¿me amas?Apacienta mis ovejas. (Jn 21,15-17).

Una Iglesia en la que se dé una dialéctica de poder, no es la Iglesia de Jesús. Y hoy en la Iglesia hay tensiones y búsquedas de poder, enfrentamientos contra Francisco y contra el pueblo creyente no por la verdad, sino por el poder. La “reconstrucción” evangélica de nuestra propia diócesis de San Sebastián no se conseguirá desde el poder, sino desde el amor y el servicio al pueblo.

Tales posturas no son la Iglesia de Jesús.

04.- El discípulo amado

La figura del Discípulo Amado es propia y exclusiva de la tradición de San Juan.

El Discípulo Amado comienza a parecer en la Última Cena. [2]

    Los discípulos, todos nosotros que intentamos ser discípulos de Jesús  somos discípulos amados. Dios, JesuCristo nos aman a todos. Y a los cristianos nos conocerán por el amor: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros. (Jn 15,9-10)

    En estos momentos de dificultades eclesiales y eclesiásticas nos hará bien a todos volver a la fuente, al origen, a Cristo. El centro de la iglesia es Cristo, no la jerarquía. La Iglesia es la asamblea de misericordia, de bondad, de respeto a las personas.

    Os conocerán no por el orden jerárquico, ni por la exactitud de vuestras reuniones litúrgicas o doctrinales, ni por vuestro Derecho Canónico. Os conocerán porque os amáis unos a otros.

Permaneced en mi amor. (Jn 15,9)

05.- Humildad y servicio.

    Jesús nos exhorta a vivir en el amor, después de haberse quitado el “manto” de Señor (bíblicamente es el mismo manto que le vestirán en la pasión después de la flagelación), se ciñe una toalla para lavar los pies de sus discípulos.

    Jesús se hace siervo, esclavo (lavar los pies era tarea propia de los esclavos) y constituye un momento fundacional de la iglesia. Somos iglesia de Cristo por nuestra disponibilidad y servicio especialmente para con lo más humildes de la asamblea cristiana y de la sociedad.

Es momento de volver al origen, a Cristo. Yo creo  en el evangelio que hemos escuchado y, dentro de mi condición pecadora, procuro hacer mío lo que hemos escuchado al Señor:

Permaneced en mi amor

Os he dado ejemplo, haced vosotros lo mismo

[1] Jn 13,35: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros.

Jn 15,9-10: Como el Padre me ha amado, {así} también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

1Jn 4,7: El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.

1Jn 4, 10-12: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo {como} propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros.

1Jn 4,16: Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.

[2] Hay siete menciones al Discípulo Amado y las siete están al final del evangelio, a partir de la Última Cena:

+ Recostó su cabeza en el Señor en la Última Cena (Jn 13,23)

+ Al pie de la cruz el D Amado acoge a María en su casa (Jn 19,26).

+ El D Amado llega al sepulcro antes que Pedro, (Jn 20,2)

+ Junto al lago, quien ve al Señor resucitado es el D Amado (Jn 21,7).

+ El D Amado sigue al Señor resucitado y a Pedro, (Jn 21,20).

+ Se corrió el rumor que el D amado no moriría, (Jn 21,23.)

+ El D Amado, sea quien fuere, es el testigo y autor del Evangelio. (J 21,24)

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Reflexión de Jueves Santo

Jueves, 6 de abril de 2023
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Eres la vida que das…

“No eres el miedo que queda, eres la vida que das”

La Pascua es un tiempo para la autenticidad, para lo coherente, para la verdad de nuestra propia vida.

Es un tiempo de silencio, de escucha atenta, escucha absorbente….

“Todo comienza en el silencio, este es el primer paso para hablar de Dios, este el momento de la escucha y la oración, luego vendrá el lenguaje engendrado en esa calma”. “Del silencio del Padre viene la Palabra del Hijo”, decía Ireneo de Lyon. Desde el silencio, la oración y la contemplación se comienza a ver el mundo de un modo nuevo. Sin esto, la liberación puede terminar nublada por un frenético activismo o una enfurecida vocación por juzgar, de los cuales la gente también necesita liberación. Entrar en la tierra sagrada del Padre involucra purificación, especialmente respecto de dioses falsos y del orgullo egoísta que esclaviza. Es un llamado a elegir la vida en medio de las tinieblas de la sociedad humana, de los ídolos hechos por nosotros mismos y de las injusticias del mundo moderno.”

Muchos de vosotros estáis en un tiempo de incertidumbre, finalizando la carrera, o comenzando a trabajar, o tomando decisiones que influirán en vuestra vida de una forma tal vez definitiva, es decir, decisiones que definirán vuestra vida.

Soltemos los hilos que nos mueven desde lo exterior, desde lo inconsistente, desde la apariencia. Dejemos el afán de tener porque hoy Jesús nos pregunta: “¿quién es el mayor el que está a la mesa o el que sirve?” (Lc. 22, 27); el de hacer, seguir la corriente como autómatas porque nos pregunta: ¿Cómo es que estáis dormidos? (Lc., 22, 46); librémonos del miedo, solo genera violencia contra nosotros y contra los otros, porque Jesús nos pregunta: ¿Como a un salteador habéis venido a prenderme con palos y espadas? (Lc. 22, 52)

Y entonces ¿qué hilo nos mueve)

Muéveme mi Dios hacia Ti,

que no me muevan los hilos de este mundo. No.

Muéveme, atráeme hacia Ti, desde lo profundo.

 

Hay tres palabras que resuenen con fuerza en este día y tal vez nos ayuden realmente a encontrar una respuesta a las preguntas de Jesús: AMOR, SACRIFICIO Y ELECCIÓN

AMOR.

En este año 2019, el primer texto que proclamamos, que leímos en la Vigilia de Año Nuevo fue la carta de Pablo a la iglesia de Corinto, donde habla acerca del amor. Lo podéis encontrar en la primera carta, en el capítulo 13. (1Co. 13, 1-13)

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.  Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.

Hoy, Jueves Santo, es el día del Amor Fraterno. Tal vez nos suena más aquello del 14 de febrero porque es más comercial, creo que hoy los grandes centros comerciales no venden figuritas de amigos, familias, o desconocidos abrazándose. Esto es una ventaja porque nos ayuda a sumergirnos de una forma más limpia y menos manipulada en su significado.

En el contexto de una cena de amigos hay un signo de entrega. No es una cena de empresa, ni de cumpleaños, ni una despedida de soltero…. Es  una cena de amigos creyentes, porque su vínculo es la fe. Aunque cada uno la vive de una manera, con sus torpezas, sus incoherencias y sus miedos. Pero la fe es más fuerte que todo eso. La fe en esas palabras del Maestro que resuenan hoy de forma especial: (Mt. 5, Lc. 6)

Si amáis solo a vuestros amigos….

Cuando te peguen, pon la otra mejilla…

A quien te pida, dale…

No juzguéis….

Hoy es un buen día para recapitular mi vida: ¿me creo estas palabras? ¿Dónde están, en mi cabeza, como una idea, o en mi corazón, donde nace la confianza? Es decir, ¿confío en estas palabras? ¿Son un ideal, o una realidad?

Y por el contrario ¿por qué no las pongo en práctica? ¿a qué tengo miedo?

SACRIFICIO

En nuestro lenguaje cotidiano, según los diccionarios:

  1. Ofrenda hecha a una divinidad en señal de reconocimiento u obediencia, o para pedir un favor. Seguramente comprendamos mejor aquello de hacer algo por Dios a modo comercial: yo hago tal cosa, y tú me das tal cosa. 
  1. Esfuerzo, pena, acción o trabajo que una persona se impone a sí misma por conseguir o merecer algo o para beneficiar a alguien.

En lenguaje de la Biblia, que es donde se inspira la liturgia, se refiere a una ofrenda ritual a Dios, con la intención de rendirle tributo. Con la intención de relacionarse con Él y darle gracias, o pedirle perdón, o hacerle presente en la vida. En estos casos, el sacrificio incluye dar muerte a un animal. (El pueblo hebreo realiza sacrificios de animales, nunca de seres humanos.)

En el Antiguo Testamento hay una evolución en cuanto a los sacrificios, porque el Antiguo Testamento relata la historia de relación del pueblo hebreo con su Dios, una larga historia que evoluciona. Igual que nosotros no nos relacionamos igual con nuestros padres, por ejemplo, cuando teníamos cinco años que ahora.

Se pasa de la sencillez original, rudimentaria, según las costumbres nómadas (erección de altares, invocación del nombre, ofrenda de animales o productos de la tierra), sin lugar fijo; a una complejidad mayor, con más variedad, y especialización, más importancia del sacerdote, de forma más sedentaria.

La Biblia atestigua desde los comienzos la coexistencia de diferentes tipos de sacrificios. Por un lado el holocausto, donde se quemaba enteramente una víctima (toro, cordero, cabrito, pájaro); y por otro, sacrificios que consistían en comidas sagradas, se llamaban banquetes, sacrificios, de comunión. Una parte de la víctima correspondía a Dios, señor de la vida, y por eso para Él es la sangre, símbolo de la vida, y las grasas. La carne correspondía a los invitados.

Hay un libro de la Biblia, el Levítico, donde se especifica y se concreta con lenguaje técnico los dones ofrecidos a Dios.

Hay una corriente que va atravesando estas acciones, el pecado y la necesidad de expiación. Ante la grandeza de Dios el ser humano se siente pecador, digamos sucio, pequeño, y necesita ser limpiado, y a esto se le llama expiación.

Un matiz importante. El Dios del que habla la Biblia no saca provecho de los sacrificios, no se considera a Yahveh como un deudor del ser humano (el ser humano me debe algo). Es el ser humano quien se gira hacia Dios. Los sacrificios son un rito que expresa algo más, un signo. Si no es así es pura hipocresía, y Dios se enfada con la falsedad. El sacrificio interior no es un sucedáneo sino lo esencial.

Junto a las leyes del libro del Levítico tan concretas, la Biblia ofrece otra manera a través del profeta Isaías (Is. 53). El siervo de Dios, que se ofrece a sí mismo como sacrificio.

Para expresar mi amor, mi reconocimiento a Dios, ofrezco un animal, el mejor que tengo, y se lo entrego a Dios. En el Génesis leemos cómo Abraham quiere hacer algo similar con su hijo, el único que tiene. Pero Isaías está hablando no de ofrecer la vida de otro ser humano, del vecino, sino de ofrecer la propia vida.

Jesús como buen judío conoce perfectamente la Torá, los cinco primeros libros de la biblia. También el resto. Habla en un lenguaje conocido por el profeta Isaías: “vine para servir”, “dar la vida”.

La última cena, que celebramos hoy está inmersa en el marco de una fiesta que celebraba, y celebra hoy día también, el pueblo judío: la Pascua judía. Una fiesta que rememora la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Es la fiesta de la libertad, cuando Dios saca al pueblo y lo guía por el desierto, y en el desierto hace una alianza, un pacto, un compromiso. Para celebrar esta fiesta el pueblo judío realiza un sacrificio, la víctima es un cordero, es un sacrificio de comunión, de banquete.

Los cristianos entendemos que la profecía de Isaías se cumple en Jesús, que con su entrega, inaugura un pueblo nuevo, un pueblo unido por la fe, no por la raza, por la manera de tratar a los demás, no por la manera de rezar. “No el que diga Señor, Señor, es el que entrará en el Reino de mi Padre, sino quien escucha y hace su voluntad” “Dichosos los uqe escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Quien se fía, quien confía….

ELECCIÓN

Y aquí enlazamos con la tercera palabra de hoy: la elección.

Toda la vida de Jesús fue una elección.

Nadie me quita la vida;
yo la entrego voluntariamente” 

(Jn 10,18)

Toda nuestra vida, la vida de cada uno de nosotros, está realizada a base de elecciones, más o menos conscientemente, pero elecciones.

Y aquí también la Biblia es maestra:
Elige la vida y vivirás, elige la muerte y morirás. (Dt. 30)

Parece sencillo, ¿no?

Hoy se pone de manifiesto la verdad de Jesús, y también la nuestra. La confianza de Jesús, que, al menos, cuestiona la nuestra.

La palabra confianza tiene más que ver con las relaciones humanas. No hablaríamos en los mismos términos si nos referimos a ideas. Las ideas son buenas, pueden ayudar a caminar hacia un horizonte. Y pueden implicar todo una vida: creer en la libertad en un país bajo una dictadura implica toda la vida. Dan un sentido a la vida, y a la muerte. Mucha gente admirable ha muerto fiel a sus ideas.

A veces metemos la fe, me refiero a Dios, en el mismo saco que las ideas. De hecho utilizamos la palabra creer para referirnos a Dios, igual que una idea.  Para muchas personas es lo mismo decir creo en el amor que creo en Dios, porque ponen a Dios en la estantería de las ideas. Y no saben que eso ahí colocado no es Dios. El amor, la libertad son términos abstractos, inertes, que podemos definir. Pero Dios no entra en esas categorías humanas, va más allá, no se le puede simplemente definir.

Porque hay un matiz más allá, un matiz que lo transfigura todo; se da cuando conozco, sé, experimento, que Dios no es “algo”, es “Alguien”. Alguien que se relaciona conmigo, no forma parte del decorado de mi vida sino que empieza a tomar protagonismo.

Para intentar definir a Dios nos podemos acercar con las palabras Padre, o Madre, Amigo, Amante, Hermano… y aún así no llegamos, se nos quedan pequeñas las palabras.

Mejor que utilizar un sustantivo, utilicemos un verbo: confiar, que es de la familia de entregar, acoger, soltar, recibir, esperar, comprender, donar y perdonar….

Jesús elige confiar en Abba, no dejarse llevar por el miedo, por la angustia, que están, y muy presentes, pero no mueven su  vida, porque se sabe acompañado. No está solo, como no lo estamos ninguno de nosotros.

El Señor omnipotente me ha concedido
tener una lengua instruida,
para sostener con mi palabra al fatigado.
Todas las mañanas me despierta,
y también me despierta el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor omnipotente me ha abierto los oídos,
y no he sido rebelde ni me he vuelto atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban,
mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
ante las burlas y los escupitajos
no escondí mi rostro.
 Por cuanto el Señor omnipotente me ayuda,
no seré humillado.
Por eso endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé que no seré avergonzado. (Is. 50, 4-7)

Para llegar a la celebración de esta tarde tenemos que dar unos cuanto pasos. Igual que Jesús había caminado muchos caminos antes de sentarse a la mesa con sus discípulos. Son imperfectos, fanfarrones, miedosos… Sólo el Maestro es consciente de lo que sucede y va a suceder. Los discípulos, no. Mientras Jesús dirige los ojos a la cruz, unos discuten y disputan, cegados por la ambición y el orgullo, por los primeros puestos en el Reino que el Maestro promete; otros se entregan nerviosos a la preparación de la cena; Judas ha urdido ya la traición.

Hoy Jesús recoge estas tres palabras en su mesa, elige entregar todo su amor fiado en su Padre, nuestro Padre.

“El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”

Así mismo también el cáliz después de cenar diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre” (1Cor 11,24-25)

No temamos permanecer inmóviles, en silencio,

contemplando la acción de Dios en nuestros pies y

en nuestras manos manchadas;

dejemos que Él actúe,

que derrame el agua que purifica

y da VIDA.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Biblia, Espiritualidad

“Al atardecer llegó con los doce”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 16 de abril de 2022
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Un bello texto de su blog Un grano de Mostaza para meditar en silencio ante el Cristo yacente recordando cómo hemos llegado hasta aquí… Es nuestro amigo quien está ahí… el que nos arrebataron… porque le  dejamos marchar solo a pesar de que Él no nos abandonó… es el que esperamos que vuelva tras esta noche de tiniebla, de dolor, de muerte…

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En el relato de Marcos sobre los preparativos de la cena pascual, hay un significativo desplazamiento de lenguaje. El texto comienza diciendo: «El primer día de los ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dicen los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?… » (Mc 14,12). Sin embargo, cuando es Jesús quien da las instrucciones para el dueño de la casa, habla de «cenar con mis discípulos», desaparecen las alusiones a lo litúrgico y no hay ya ni una palabra sobre ázimos, cordero, hierbas amargas, oraciones o textos bíblicos: solo pan y vino, lo esencial en una comida familiar.

Quiere cenar con los suyos y para eso necesitan encontrar una sala en la que haya espacio para estar juntos: ese es el único objetivo que permanece y que Lucas subraya aún con más fuerza « ¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua!» (Lc 22, 15). El «con vosotros» es más intenso que la conmemoración del pasado, lo ritual deja paso a los gestos elementales que se hacen entre amigos: compartir el pan, beber de la misma copa, disfrutar de la mutua intimidad, entrar en el ámbito de las confidencias.

Su relación con ellos venía de lejos: llevaban largo tiempo caminando, descansando y comiendo juntos, compartiendo alegrías y rechazos, hablando de las cosas del Reino. Él buscaba su compañía, excepto cuando se marchaba solo a orar: había en él una atracción poderosa hacia la soledad y a la vez una necesidad irresistible de contar con los suyos como amigos y confidentes.

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Al principio ellos creyeron merecerlo: al fin y al cabo lo habían dejado todo para seguirle y se sentían orgullosos de haber dado aquel paso; les parecía natural que el Maestro tomara partido por ellos, como cuando los acusaron de coger espigas en sábado y él los defendió (Mc 2,23-27); o cuando el mar en tempestad casi hundía su barca y él le ordenó enmudecer (Mc 4,35-41); o cuando volvieron exhaustos de recorrer las aldeas y se los llevó a un lugar solitario para que descansaran (Mc 6,30-31).

Sin embargo, las cosas que él decía y las conductas insólitas que esperaba de ellos les resultaban ajenas a su manera de pensar y de sentir, a sus deseos, ambiciones y discordias y una distancia en apariencia insalvable se iba creando entre ellos: le sentían a veces como un extraño venido de un país lejano que les hablaba en un lenguaje incomprensible.

Pero aunque ninguno de ellos se sentía capaz de salvar aquella distancia, Jesús encontraba siempre la manera de hacerlo. El día en que admiró la fe de los que descolgaron por el tejado al paralítico (Mc 2,5), estaba en el fondo reconociéndose a sí mismo: también él removía obstáculos con tal de no estar separado de los suyos y nada le impedía seguir contando con su presencia y con su compañía, como si los necesitara hasta para respirar.

Ellos se comportaban tal y como eran, más ocupados en sus pequeñas rencillas de poder que en escucharle, más interesados en lo inmediato que en acoger sus palabras, torpes de corazón a la hora de entenderlas. Pero él se había ido inmunizando contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, los disculpaba, seguía confiando en ellos.

« Todos vais a tropezar, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mc 14,27), dijo durante la cena. No habló de culpa, ni de abandono, ni de traición: eran amigos frágiles que tropezaban y no se puede culpar a un rebaño desorientado cuando se dispersa y se pierde. Sabía que iban a abandonarle pronto y que, si no habían sido capaces de comprenderle cuando les hablaba de sufrimiento y de muerte, tampoco lo serían para afrontarlo a su lado, pero sobre sus hombros no pesaba carga alguna de reproches o de recriminaciones. Libre de toda exigencia de que correspondieran a su amor, estaba seguro de que, lo mismo que su abandono en el Padre le daría fuerza para enfrentar su hora, aquel extraño apego que sentía por los suyos sería más fuerte que su decepción por su torpeza.

Y seguiría considerándolos amigos, también cuando uno de ellos llegara al huerto para entregarle con un beso.

Fuente Religión Digital

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Discurso de despedida de Jesús releído hoy

Viernes, 15 de abril de 2022
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947954DD-F1F3-41D0-8778-CA14607CA9E2Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:

Lo primero que se me ocurrió les rompió todos los esquemas. Lavar los pies a alguien solo lo hacen los esclavos, no quienes se consideraban maestros o profetas. Yo les quería mostrar otro camino: el del servicio que deberían ofrecerse unos a otros. Pero no lo entenderían hasta bastante más tarde.

Después les comuniqué el mandamiento que consideraba más importante, el que había intentado vivir cada día de mi vida: Amaos unos a otros. Pero con un detalle importante: como yo los había amado cada día de mi vida, desde que estaba a su lado, y de forma preferencial a las mujeres y a los más débiles, oprimidos y desfavorecidos de mi mundo.

Porque el amor que yo había gustado de mi Padre y Madre, por medio de los demás, solo se puede vivir desde el servicio, desde la humildad, desde la vulnerabilidad de la vida. Nadie en la comunidad debe creerse mayor que nadie, y el que lo sabe y lo pone en práctica es feliz.

Les quería decir muchas cosas como despedida, pero sabía que me quedaba poco tiempo. Todos estaban preocupados, porque me veían triste y me preguntaban qué es lo que me pasaba. Y yo les decía: No os angustiéis, confiad en el Dios de la Vida y también en mí.

He intentado caminar humildemente por el camino que me mostrado Dios.También ser testigo de su verdad en mi vida. Conocéis ahora a Dios Padre y Madre por mí, porque está en mí y yo en Él. Igual que vosotras y vosotros ya vivís en su seno maternal. He tratado que mis obras transparentaran lo que yo intuía que era el misterio de Amor, que me subyugaba y me invitaba a hacer presente la buena noticia de la liberación.

Yo sabía que había llegado el momento decisivo de mi existencia, pero deseaba que todo lo que yo había vivido permaneciera en ellos. Les dije que la Ruah, el Espíritu de Dios, que habitaba en ellos y ellas tanto como en mí, les iría diciendo lo que tenían que vivir y hacer en cada momento de su existencia, cuando yo no estuviera.

Comenté que les dejaba mi paz, que no era como la piensa el mundo en que vivían. Porque el shalom, la paz de Dios, solo será verdadera cuando esté basada en el perdón, en la reconciliación, la fraternidad y la justicia. Les recordé el salmo en que se decía: La paz y la justicia se besan.

También les aseguré que nada ni nadie nos podría separar, aunque no estuviéramos juntos físicamente. Si permanecían unidos, intentando vivir los valores y el compromiso que yo había tenido con los más empobrecidos y desfavorecidos, para gloria del Misterio de la Vida, estaríamos unidos siempre, entre ellos y ellas y conmigo.

Con una angustia terrible en la garganta que me impedía respirar, les dije que toda mi esperanza, mi alegría, mis ilusiones quedaban latiendo en sus corazones. En el cariño que se tuvieran estarían mis palabras, mi recuerdo, mis acciones, mi vida siempre presente.

También les aseguré que no sería fácil su camino en el futuro. Tendrían que pasar por muchas dificultades, luchas, desesperanzas, frustraciones, porque todos somos humanos. Pero que podrían continuar adelante si seguían el sendero de la confianza y el recuerdo vivo del amor de Dios que siempre está presente en cada uno y cada una.

Y por otra parte, aunque no quería irme ni dejar de estar a su lado, les era conveniente que me fuera, para que emprendieran sin ninguna atadura su propio camino. Cuando fueran libres la alegría inundaría su espíritu, el de cada uno y el de toda la comunidad.

Porque eso sí que les dejé claro, no podrían ser fuertes ni vivir la buena noticia del Reinado de Dios, si no permanecían unidos, en comunidad fraterna y sororal. Y pensando en lo que se me venía encima les confié: la vida eterna no es un más allá que nadie sabe cómo será. La vida eterna es vivir cada día unido al Eterno, a la Fuente de Vida, al Misterio de Bondad en quien vivimos, sentimos, gozamos y existimos. Así lo había vivido siempre yo y así se lo dije. La vida eterna se hace presente cada día, en cada gesto de bondad, justicia, cuidado y ternura, cuando el amor es real entre todos los miembros de la comunidad de seguidores del Evangelio.

Entonces hice una pausa, tomé el pan y dando gracias a nuestro Abbá, les dije:

+ Tomad y comed de este pan, partido y compartido, es mi cuerpo que os entrego y se ha entregado por todos, en especial por los más pobres y excluidos.

Después cogí una copa de vino, pronuncié la bendición, di gracias a nuestro buen Dios y les dije:

+ Tomad y bebed, es mi sangre que se derrama por todos, la que circula ya por vuestro cuerpo, porque estamos unidos por el amor que nos tenemos. Cada vez que hagáis este gesto de agradecimiento y entrega por el reinado de Dios, hacedlo acordándoos de mí.            

Sabía muy bien cuál había sido mi apuesta y a lo que me exponía. Ahora tenía que ser consecuente con mi opción de vida. Lo que me mantenía con fuerzas era el amor de Dios, que se me hacía presente a través de ellas y ellos, mis grandes amigas y amigos. Porque la amistad es el cariño y la compañía, que te sostiene en los mejores momentos pero, sobre todo, en las situaciones más difíciles de la vida.

También les pedí que no llamaran a nadie señor, maestro, excelencia… entre ellos y ellas. Ni a mí tampoco. Yo había intentado ser uno más a su lado, porque soy el hijo de un hombre y de una mujer, como cualquier otra persona. Por lo tanto, no eran mis discípulos, sino mis amigos y mis amigas: “Quien desee ser el mayor entre vosotros y vosotras que sea el menor, el más servicial, el más comprometido, el más humano”.

Queridas amigas y amigos de las comunidades cristianas, estoy muy feliz de seguir cada día a vuestro lado, y hoy en particular, en este Jueves Santo.

Seguid cuidando y dejándoos cuidar, comprometiéndoos por construir otro mundo posible, más fraterno y sororal, más justo, libre y en paz. Que las Bienaventuranzas leídas y, sobre todo, vividas con amor, sean vuestra única norma de vida.

Mi paz ya está en vuestros corazones. Mi mirada en vuestros ojos. Mi aliento en vuestro espíritu. Sed mis manos, mis oídos, mis pies. Mi ternura. Es la única forma que tenéis de poder humanizar, es decir, divinizar, esta tierra tan dolorida y tan hermosa a la vez.

Solo así podréis resucitar, realizando gestos concretos para que otras personas, las más olvidadas y ninguneadas, tengan vida y en abundancia, que recuperen la ilusión, la esperanza, la confianza en un nuevo mañana.

Mi amor late en cada uno, en cada una de vosotras. No me olvidéis. Yo os llevo tatuados en mi corazón. Vivid alegres, con confianza.

Recibid mi bendición: Que el Dios de la Vida, el Manantial de agua viva, el Seno materno de inmensa Bondad, os ilumine, entusiasme y acompañe siempre.

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Getsemaní…

Jueves, 14 de abril de 2022
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I
GETSEMANÍ
I
SOLEDAD EN GETSEMANÍ

Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”. Y llevándose a Pedro
y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
(Mt. 26, 36-37)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y la noche de Jerusalén ya no escondía
la densidad del abandono.
El Maestro lo supo,
y no un presentimiento, una certeza
comenzó a golpearle contra la soledad.
Ahora la soledad no era
aquella extensión dulce donde encontrar al Padre,
ni era
el campo de batalla donde el Hijo
de Dios fuera tentado como Hijo
de Dios.
La soledad era una fuerza
incontenible: vaciaba de luz
todas las casas del espíritu, dolía
como el frío
cuando hiela la sangre.
La soledad mordiendo
el corazón del hombre,
la soledad poniendo al descubierto
al hombre, solo al hombre.
(La soledad es una calle larga
que lleva a la tristeza).
Quiso salir de la ciudad. Bajo la luna
la espalda de los que se volvían era un incendio
que le abrasaba la memoria.
Acaso
fueran piadosos los olivos con su óleo
de intimidad donde resuena
la palabra del Padre.
¡Oh paradoja del ascenso
donde los pies se hunden
en el lodo del hombre!
¡Oh paradoja del conocimiento
donde todo es maraña de raíces!
Getsemaní no es una zarza ardiendo,
es la espesura sin piedad
donde el hombre está solo,
desnudamente solo, sin asilo,
despojado del hombre,
despojado de Dios.
Getsemaní no es óleo, es agonía,
es otra vez un campo de batalla donde el Hijo
del Hombre ha de enfrentarse
con todos los demonios del hombre:
el tedio, la amargura, la angustia, los peldaños
que van a dar al morir.
Getsemaní no es óleo. Es agonía:
y en el centro del huerto queda solo
un verdadero hombre verdadero
abrazado al silencio de Dios, pero obediente.
Fiat, Señor, digo hoy contigo,
fiat, Señor, aunque me duela.

II

NO ERA EL SUEÑO, SEÑOR…

Bajo la luna llena encanecían los olivos.
La quietud era sólida y destilaba
un plomo ardiente que invadía los cuerpos.
El silencio
se había vuelto mineral
y en la sangre aún rompían las palabras
anunciadoras y terribles
que se habían mezclado con el vino.

Regresó y volvió a encontrarlos dormidos,
pues sus ojos estaban cargados
(Mt. 26, 43)

No era el sueño, Señor, era el espanto
lo que subía
río arriba del alma hasta los ojos:
era el espanto
de ver luchar a Dios y no hacer nada.

III

 EL BESO

Entonces todos los discípulos
lo abandonaron y huyeron.
(Mt. 26, 56)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y ahora
iban subiendo entre las luces,
ensayando
el más turbio, el más falso
de los besos.
¿Quién dijo que el amor era un abrazo?
Este beso no es beso, es un cuchillo
que asesina de lejos y empozoña
el corazón de muchos y lo cubre
de la callosidad del abandono.
En el puente del beso se ha cumplido
lo que dijeron los profetas, pero
Señor te pido ahora que me quites
esa suerte de puente y que me dejes
del lado del amor, en tus orillas.

IV

ORACIÓN PARA NO DORMIR

 Pedro lo siguió de lejos
(Mt., 26, 58)

Oh, Señor, en esta hora
en que también se confunde
la distancia con el miedo,
si Tú me ves que me aparto
de tu agonía y que duermo
para no ver al que sufre
ni ver mi interior desierto,
mírame, que yo te sigo,
aun como Pedro de lejos.
Mírame y en tu mirada
sostenme para que el fuego
de tanto amor me despierte
siempre que me venza el sueño.

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

El día de Jueves Santo se celebra la memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta verdad requiere de nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me refiero a esa humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente, cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como María Magdalena cuando lo encontró en el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más extrañeza.

El día de Jueves Santo […] evocamos también cómo nuestro Señor, durante la última cena, se levantó y se puso a lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos mostró algo de la divina bondad.

Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras plegarias.

Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio? ¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad.

*
B. Hume, mistero e l’assurdo,
Cásale Monf. 1999, 107s

***

***

 

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Jueves Santo: “Los amó hasta el extremo”

Jueves, 14 de abril de 2022
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(Robert Recker gay Passion of Christ)
***

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

“Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.“”

*

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

*

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

– “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.”

Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo:

“Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.”

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

*

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

“Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”

Jesús le replicó:

“Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”

Pedro le dijo:

“No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó:

“Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo:

“Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”

Jesús le dijo:

“Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.”

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

***

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (23 de marzo de 1978)

***

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación. Leer más…

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Última Cena: Comida de Amor, pan para todos

Jueves, 14 de abril de 2022
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Del blog de Xabier Pikaza:

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Con Juan de la Cruz. Una Cena que Recrea y Enamora

En el centro de la semana central del Año de Cristo celebra la Iglesia la Última Cena. La última es la central, la definitiva:

Éste es el signo de Jesús: comida para todos, una cena de amor y de pan, para siempre.  Éste es su Dios: que todos puedan comer en esperanza de “reino”, de ojos que miran y admiran y aman, de brazos que abrazan y acogen. Éste es el “sueño” que él quiso dejarnos como herencia y presencia un “jueves santo”, el Jueves Santo de la historia humana.

Al fin, una cena… sobre el monte de la tierra, para todos los pueblos y las gentes. Caben todos, los de París en llamas y los de la estepa ardiente de la que huyen los hambrientos, pues no hay comida para ellos. Al fin una cena, en la tierra para todos, sin hambre ni guerra. Una cena del Amor enamorado, que es el amor de Dios que se enciende en la vida y amor de los hombres

Una comida-cena de fraternidad. No es necesario llevar invitación, todos estamos invitados por ser hombres y mujeres, hijos de Dios, hermanos… Más allá de las murallas de mil ciudades de puertas cerradas, de mil vallas, mil fronteras. Una cena de puertas abiertas, en la mesa donde podrán sentarse primero los más pobres, sin prisas, pues ha pasado la prisa del hambre, y Dios es comida de todos… El Dios de la fraternidad y el pan en abundancia.

En la noche sosegada, tras el duro caminar de la jornada, por mares de hambre, por puertas cerradas, por barrotes de hierro. Al fin todos en la casa de la tierra, en la noche de sosiego, sin bombas atómicas, ni bombas de ira y terror, de los más fuertes, de los más débiles… Esta es la cena que recrea y enamora, la cena del gran descanso de Jesús, que  ha venido y dado su vida en regalo para que todos puedan compartir su cena, la de Leonardo en el convento de Florencia… e incluso la de una Viridiana que al fin consigue transformar su cena en encuentro de amor.. Una cena donde ya no habrá ricos opresores ni pobres resentidos, pues no existirá ya opresión ni resentimiento

En par de los levantes de la aurora... Cuando apunta ya la luz del nuevo día de la fraternidad universal, cuando todos podamos cantar y bailar sobre la esfera de la tierra convertida en llanura de amor. Esta es la cena de la noche convertida en amanecer de pascua

Con la música callada, la soledad sonora… Una música, todas las músicas de amor, de las inmensas tribus de la tierra… Una soledad sonora, llena de todas las voces de los hombres  y mujeres, de todos los abrazos, en la soledad hacha al fin compañía universal de ojos que se miran, de manos que funden en pacto de amor, de abrazos de corazón…

La cena que recrea y enamora. Éste es el verso final de la estrofa 15 del Cántico Espiritual B de Juan de la Cruz, un hombre que venía del hambre de la historia y que buscaba la Cena de Dios, a la caída de la tarde, con Jeús… La cena que recrea, que es recreo-descanso, que es re-creación (nueva creación…), todo en amor, pues la vida, al fin, es un camino enamorado.

   Este es el tema que quiero presentar este Jueves Santo 2019,  deseando para todos los pueblos, para todos los hombres y mujeres, una cena de amor, con Jesús y sus amigos, hace casi dos mil años.

Quiero presentar esta última cena de Jesús y sus amigos, todos los hombres, comentando la estrofa 15 del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz (=CB).

La noche sosegada

en par de los levantes del aurora,

la música callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora

  Este es el canto de la noche sosegada, la noche de la cena como vida compartida, en el descanso y esperanza de aquello que culmina cuando va a comenzar pronto la aurora. Entre esos dos motivos del principio y fin del canto, emergen los valores centrales de la música celeste (simbolizada en el giro y armonía de los astros) y la nueva soledad llena de mensaje de presencia (es sonora).

La noche sosegada. Hay un día de mundo, lleno de ambiciones, luchas, olvidos, distracciones, como SJC (=San Juan de la Cruz) ha destacado en su obra la Subida, con las dos purificaciones activas (del sentido y del espíritu), y especialmente en Noche, centrada en la purificación u oscuridad pasiva de sentido y el espíritu. Por eso, a fin de ser en el Amado, la Amante ha de pasar del día antes descrito (montañas, valles…) a la noche del encuentro total, en el “sueño espiritual, que el alma Amante goza en el pecho del Amado” (CB 14-15, 22), “recibiendo en Dios una abisal y oscura inteligencia divina”, de manera que el mismo Dios Amado es para la Amante  noche sosegada (CB 14-15, 22), como antes se decía que era montañas y valles  en el día[2].

Sin una subida (¡un subidón!) de amor es imposible esta cena en la noche sosegada de la fraternidad lograda, con un lugar en la mesa de la vida para todos… Por eso, el día de la Cena de Jesús es día de cena y amor para todos, cena de ilusión y fiesta para los niños, cena de acogida y esperanza para los ancianos, en los cuatro ángulos del mundo, que arden en amor. Una cena a la que pueden ir todos, sin falsos mensaje de propaganda…

En par de los levantes de la aurora. Esta noche, que se abrirá ella misma (sin dejar de ser noche) a la Aurora sin fin de la nueva mañana, se eleva y expande, prometiendo un Día eterno, sin sombras ni dolores, Día en la noche de Dios, que es la más oscura, entre dos luces,

 porque así como la noche en par de los levantes ni del todo es noche, ni del todo es día,sino, como dicen, entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informada de la luz divina, ni deja de participar algo de ella (CB 14-15, 23).

Aquí se inicia el tema de la Noche, que culminará sólo al final  del Cántico  (CB 39), abierto al día eterno de amor.

La música callada. Es armonía de cielo que, siguiendo una tradición que viene de Pitágoras y los neoplatónicos, llegando a los renacentistas (como Fray Luis de León), entonan en la noche las estrellas (un tema recogido, como he dicho ya, por el mismo I. Kant al final de la Crítica de la Razón práctica). Así nuestra Amante ha sentido en esa música de estrellas el “silbo de los aires amorosos”, el concierto sagrada de los astros, que convierten la noche en melodía:

En aquel sosiego y silencio de la noche ya dicha y en aquella noticia de la luz divina,echa de ver el alma una admirable conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas sus criaturas y obras, todas ellas y cada una de ellas dotadas con cierta correspondencia a Dios, en que cada una en su manera dé su voz de lo que en ella es Dios; de suerte que le parece una armonía de música subidísima, que sobrepuja todos los saraos y melodías del mundo. Y llama a esta música callada, porque… es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio. Y así dice que su Amado es esta música callada, porque en él conoce y gusta esta armonía de música espiritual (CB 14-15, 25)[3].

La soledad sonora. El día está lleno de voces y apariciones cambiantes que encubren la Voz y ocultan la Presencia, entre mil voces y presencias que pueden acabar cegándonos. La noche, en cambio, es soledad sonora de Dios para los que aman, pues cada criatura ofrece en ella su testimonio de Dios:

Ésta es la soledad sonora… el testimonio que de Dios dan todas las cosas en sí…Y por cuanto el alma recibe esta sonora música con soledad y ajenación de todas las cosas exteriores, la llama la música callada y la soledad sonora la cual dice que es su Amado (cf. CB 14-15, 27).

 El Amado es soledad hecha comunión de Dios, canto de amor en la noche en que todas las cosas van diciendo su verdad, para ser de esa manera transparentes a la Vida. La misma vida se vuelve así palabra, testimonio de amor.

 La cena que recrea y enamora. La noche y soledad son cena, “recreación, hartura y amor” de los que aman (CB 14-15, 28) y se sacian uno en (y del) del otro. En ese contexto ha evocado SJC la promesa: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno me abriere, entraré yo y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20; CB 14-15 29). Así se comunican y viven los Amantes, siendo cada uno en el otro, como seguirá comentando SJC cuando en varias canciones de la tercera y cuarta parte del Cántico (c. CB 26, 37). Algunos han querido evocar en este verso el Banquete de iluminación y elevación intelectual de Platón. Sin negar esa conexión, en el fondo de esta canción late la cena de amor de los enamorados como eucaristía:

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El mismo Dios es para el Amante la cena que recrea y enamora, porque en serle largo la recrea,y en serle gracioso la enamora (CB 14-15, 30).

Dios es Cena, y ellos, Amado y Amante, se alimentan y viven, comunicando lo que son, su aliento de vida, en la noche. Ciervo y Paloma se han juntado, iniciando la fiesta de su vida en compañía y revelando su verdad más honda, en música y soledad de Amantes, siendo el uno cena para el otro[4].

Cenaré con él, y él conmigo

De día parece más fácil conocernos, acogiendo la vida del Amado en las montañas y los valles, pero siempre con el riesgo de confundir el amor con voces y experiencias que pueden acabar siendo superficiales. Pues bien, a diferencia de eso, en la noche del amor, el alma se ilumina y abre, pudiendo acoger un nuevo tipo de experiencias, “una admirable conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas las creaturas y obras…” (CB 14-15, 25).

De ese modo, lo que parecía paradoja (música callada) adquiere nuevo contenido y, sin perder su carácter extraño, se convierte en signo de verdad más alta, como ha puesto de relieve fray Luis de León en varias Odas (A Salinas,A Felipe Ruiz), diciendo que la armonía del cielo está escrita en música de dulce concordancia (día y noche). Pero Fray Luis de León quiere escuchar esa música a través del arte (en una perspectiva más neoplatónica).

Por el contrario, SJC sabe que la presencia del Amado sólo puede escucharse en amor, por encima de todas las formas del arte, como música en la noche, armonía de las cosas celestes y terrestres que se entiende y expresa en la comunión del Amado y de la Amante.  Ese es el amor que se expresa en forma de comida compartida, para todos los hombres, especialmente los niños, unidos al fin por la acogida, la presencia, la comida.

El amor abre los ojos de la Amante para ver y los oídos de su corazón para escuchar a Dios en la noche, como música callada y soledad sonora, en unión con Amado, de manera que el amor se vuelve conocimiento en oscuridad, cuando callan las voces anteriores y vienen a elevarse y se descubren las luces de la vida, en cena que recrea y enamora. El mismo Dios se vuelve así Palabra y Comunión de amor, de modo que la Amante da su voz de lo que en ella es Dios (CB 14-15,25):

(Ella)… ve que cada una (de las creaturas) en su manera engrandece a Dios, teniendo en sí a Dios según su capacidad; y así, todas estas voces (de las creaturas) hacen una voz de música de grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable… Y por cuanto el alma recibe esta sonora música, no sin soledad y enajenación de todas las cosas exteriores la llama música callada y soledad sonora, la cual dice que es su Amado (CB 14-15,27).

 Dios es, según eso, una experiencia de amor, de manera que allí donde dos seres humanos se encuentran y entregan en verdad (en gratuidad de muerte y nuevo nacimiento) ellos entienden ya todas las cosas,  pues sólo quienes aman saben. Ésta es la paradoja del silencio unida a la palabra más profunda (cf. “ríos sonorosos” de CB 14), la soledad abierta a la más honda compañía (cf. “valles solitarios” de CB 14). En esta línea culminará el poema (cf. CB 35-39), como canto a la cena que recrea y enamora, como cumplimiento de la vida: comer juntos, de tal forma que uno sea vida para el otro:

que eso quiere decir yo cenaré con él y él conmigo (cf. Ap 3, 20). Y así él mismo (Dios) es para ella la cena que recrea y enamora, porque en serie largo la recrea y en serie gracioso la enamora (CB 14-15,29)[5].

[1] Tres son los rasgos principales de la noche para SJC: (a) Es desnudez: abandonar la ocupación del día, superando lo sabido y desvestirnos de todo lo anteriormente valioso. Sólo así, en la noche, cuando no le ata aquello que posee (y nada le posee), la Amante puede transformarse en presencia del Amado. (b)  La noche es nada, no la de aquel que pudiera suicidarse, y de esa forma sigue buscándose a sí mismo por la muerte, sino la de aquel que se entrega en amor, superando sus proyectos para compartir los del Amado (para que el Amado sea quien le encuentre). (c) La noche es principio de resurrección,  pues la Amante ha recorrido un camino de amor para ponerse en brazos del Amado, iniciando así un proceso que culminará en las últimas canciones, como dirá CB 39, en la línea de Noche 1: “En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, /¡oh dichosa ventura! /salí sin ser notada /estando ya mi casa sosegada”. Ésta es, sin duda, la noche de la Virgen de Agosto en que SJC se evade de la cárcel de Toledo, para iniciar su camino de resurrección con las canciones y ejercicio de amor del Cántico.

[2] Llegará al final (cuando acabe la lucha del mundo) la noche del amor infinito, tiempo gozoso de sosiego, cuando la fatiga de la marcha haya acabado y sólo quede espacio para un conocimiento gustoso de amor, para la dicha eterna y siempre nueva del Día de Dios en la Montaña, donde ya no existe ley, “el justo para sí se es ley” (imagen de la Montaña de la Perfección, cf. Introducción a Sección 4 de este libro). Pues bien, a través del ejercicio de amor, la Amante penetra en la noche infinita del Amor de Dios.

[3]Montes y valles, ínsulas o ríos parecen apagarse en la noche, y queda el cosmos en su unidad, como música de cielo, sobre todas las restantes melodías A la música de las esferas astrales ha dedicado fray Luis de León varios poemas, que he comentado en El Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, Paulinas, Madrid 1992, 74-93

[4] Sobre la “cena” en los terapeutas judíos, según Filón he tratado en Fiesta del pan, fiesta del vino, Verbo Divino, Estella 2000, 129-139. También el discurso del pan de vida de Jn 6 puede y debe entenderse en ese fondo, lo mismo que los grandes ritos judíos del pan y el vino, con la eucaristía cristiana. El Cántico podría terminar aquí: los amantes se han juntado y así les dejamos en la noche más larga, en silencio compartido con todos los amantes de la historia humana.

[5] El mismo amor es alimento de enamorados, y de esa forma, siendo uno en el otro, culmina la recreación cósmica de CB 14, pues la cena en la noche es principio y plenitud de amor, al final de esta noche que precede al día de Dios. Éste es el final de todos los dolores, una cena compartida. Éste es el cimiento y fuerza de todas las transformaciones de la humanidad.

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La entrega total es la meta para Jesús y para nosotros.

Jueves, 14 de abril de 2022
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índiceJn 13,1-15

Considero la liturgia del Jueves Santo la más significativa de todo el año. Para mí, es la que mejor expresa lo que fue Jesús y su mensaje. Mañana recordaremos la muerte de Jesús, pero hoy se plantea el significado de esa muerte, que es mucho más importante para nosotros que la misma muerte. Ese significado lo encontramos en el relato que los evangelios hacen de la última cena. La protesta de Pedro en el relato de Jn, deja claro que, en aquel momento, no entendieron nada. No podemos reprochárselo, porque tampoco nosotros lo entendemos.

No sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora”. Sabemos que no fue un rito de purificación (antes de comer estaba mandado lavarse las manos, no los pies). No responde a una necesidad urgente (los discípulos podían seguir con los pies más o menos sucios). Tampoco podemos reducirlo a un acto de humildad. Fue, sin duda una acción profética. La Biblia está plagada de esta manera de trasmitir una verdad profunda. Esta es la razón por la que, el recuerdo de lo que Jesús hizo se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos y palabras se encierra todo el mensaje Jesús.

El relato de Jn muestra la importancia que para aquella comunidad tenían lo recordado. Lo pone de manifiesto la grandiosa obertura con la que arranca el texto: “Consciente de que había llegado su “hora”, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor hasta el extremo”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Aquí está la clave de la celebración de hoy. No importa que sea original de Jesús; es el sentir de la comunidad de Juan y eso es lo importante.

Nuestra reflexión va a comenzar por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos. Lavar los pies era un servicio que normalmente solo hacían los esclavos. Jesús manifiesta que él está entre ellos como el que sirve. Es lo que había hecho Jesús durante su vida, pero ahora quiere hacer un signo que no deje lugar a la duda. Lo importante es lo que quiere significar.

Jn, el más espiritual de los evangelistas, el que más profundizó en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como servicio. “Yo estoy entre vosotros como el que sirve.” Jesús no renuncia a ninguna grandeza humana, pero denuncia la falsedad de la grandeza que se apoya en el poder. La verdadera grandeza humana está en parecerse a Dios que se da sin reservas. Todo ser humano, también Jesús, es un proyecto que tiene que ser llevado a la realización completa. Esa plenitud, a la que puede llegar, está marcada por su capacidad de darse.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación que da Jesús a lo que acaba de hacer. Cuando seguimos insistiendo en los mandamientos de Moisés o los de la Iglesia, nos quedamos a años luz del mensaje de Jesús. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amarnos, eso sí, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como devoción, que comienza y termina en el templo, no es la eucaristía que celebró Jesús. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse totalmente. La eucaristía no es más que el signo de la entrega. Si no se da esa entrega, lo que hacemos será un puro garabato.

En el relato del lavatorio se dice lo mismo que en el partir el pan, pero evita el peligro de quedarnos en el aspecto formal y misterioso. El signifi­cado de la eucaristía lo percibiremos a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y, mientras lo parte y lo reparte, les dice: esto soy yo. Yo estoy aquí para partirme y repartirme, para dejarme comer, para que me asimiléis, para desaparecer dándome. Yo soy sangre, (vida) que se derrama sobre todos, que da vida a todos, que saca de la muerte a todo el que se deja empapar por esa Vida. Las palabras finales son muy importantes. Jesús dice que repitamos el gesto no para “conmemorar” el hecho, sino para que tomemos conciencia de su significado y lo vivamos.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para ser servido, sino para servir. Manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada. De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del Viernes. Jesús des-trozado en la cruz, puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Solo cuando muramos a todos nuestros egos, llegaremos a la plenitud del amor.

Aunque Jn no menciona la eucaristía en la última cena, no se ha desentendido de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad. En el c. 6 de su evangelio encontramos la verdadera explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. Para explicar esto, dice a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”. Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo verdaderamente importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre, resumida en el servicio a los demás hasta desvivirse por ellos.

En el mismo c. 6, dice un poco más adelante: “El Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me “come” Vivirá por mí”. Para mí, no hay en todo el NT una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que viva como él vivió, tendrá también la misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física (aunque también), sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber verdadera Vida. No se trata renunciar sino de elegir la posibilidad de plenitud humana.

Volviendo al lavatorio de los pies. Esta actitud de Jesús, a los pies de sus discípulos, pulveriza la idea de Dios “Señor Soberano Todopoderoso” al que hay que servir. Jesús hace presente a un Dios que no actúa como Dueño sino como servidor del hombre. Dios está a favor de cada hombre, no imponiendo su voluntad desde arriba, sino trasformando al hombre desde abajo, desde lo hondo del ser humano y levantando al hombre a su mismo nivel. Todo poder, sobre todo el ejercido en nombre de Dios, es contrario al mensaje de Jesús. Ni siquiera el deseo de hacer bien al otro puede justificar ponerse por encima de los demás para violentarles.

Meditación

Jesús, Deshaciéndose, alcanza la plenitud.
Hoy lo descubrimos en el signo del lavatorio y la eucaristía.
Mañana, entregando su vida por amor.
Si soy capaz de morir a mi egoísmo,
alcanzaré la plenitud de Vida.
Si soy capaz de darme hasta la muerte,
permaneceré para siempre en la verdadera Vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Mientras estemos en guerra, la Eucaristía no será plena

Jueves, 14 de abril de 2022
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671DF691-AC2E-4492-8AE3-D0AD9229C170Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Mientras estemos en guerra, la Eucaristía no será plena

01.- Jueves Santo: hacia la pascua. hacia la libertad.

En esta celebración del Jueves Santo evocamos la Pascua judía como preludio de la Pascua cristiana.

En la Pascua judía, en el Éxodo, recordamos la liberación de las tribus hebreas de la esclavitud de Egipto.

El pueblo celebra en Pascua el paso de la esclavitud de Egipto a la libertad.

La Pascua es un canto a la libertad: deja atrás las esclavitudes camino de la libertad.

Con caídas y recaídas, ánimos y desánimos, también nosotros caminamos en el Éxodo de la vida.

El Éxodo, salir de “los Egiptos” de esclavitud sean personales, sociales, políticos, eclesiásticos, es fuente de una gran esperanza.

02.- La cena Pascual: un mundo de símbolos.

La cena pascual se celebraba en la noche del 14 al 15 del mes de nisán (marzo-abril), era el primer mes del calendario judío. En tiempos de Jesús la Pascua se celebraba en Jerusalén en grupos familiares (entre 10 y 100 personas, más o menos).

La cena pascual constaba de cuatro momentos:

1.- Al atardecer se reunía el grupo familiar, el padre bendición, el padre de familia bebía una copa de vino de la que bebían todos. La asamblea reunida.

2.- En segundo lugar se evocaba la liberación: la salida de Egipto, (Dt 26,5-11).

3.- El tercer momento era ya la cena: las hierbas amargas, el cordero pascual, el pan ácimo.

4.- Se terminaba rezando unos salmos (115-117 / 115-118) y la bendición del padre de familia.

  • El cordero representaba la misericordia de Dios.
  • El pan ácimo significa la aflicción y sufrimiento.
  • El vino simboliza la fiesta.
  • Las hierbas amargas hablan de la esclavitud.

03.- El servicio: lavatorio de los pies. ministerio eclesial.

Por esas ironías que emplea el Juan, autor de este evangelio y texto, confiere una gran solemnidad a un gesto cotidiano y sencillo: Jesús se levanta, se quita el manto de Señor [1], se ciñe la toalla (de esclavo) y se pone la lavar los pies de sus discípulos.

El servicio, el lavatorio de los pies es un gesto central y fundacional del grupo de Jesús. Hay comunidad de Jesús donde hay servicio, entrega, ayuda.

Una Iglesia en la que se viva una dialéctica del poder, de grupos de presión o control del poder, no es la Iglesia de Jesús.

Consuela que el papa Francisco muestre otro estilo más cristiano, eclesial y servicial al que hemos vivido durante estos últimos cuarenta años, más o menos, y que, como consecuencia de la situación creada durante esas décadas, estamos todavía padeciendo,

La Iglesia de Jesús es donde se quitan los mantos de señor, las riquezas, el poder, tantas liturgias acartonadas y fosilizadas y se respeta y se ayuda a los refugiados y emigrantes, a los pobres, a los divorciados, a los pecadores.

La Iglesia no está en el poder, sino en el servicio

04.- El pan de vida, el alimento.

En el camino de la vida, en todo Éxodo necesitamos alimentarnos.

Extrañamente en la Última Cena del evangelio de san Juan no hay Eucaristía. En este evangelio Juan la ha resuelto en el cp 6, en la multiplicación de los panes: Yo soy el pan de Vida.

En la última Cena del evangelio de San Juan, el centro lo ocupa Jesús servidor, esclavo, que lava los pies a los suyos, un Jesús que ama hasta el final, un Jesús que se da como alimento: Yo soy el pan de vida: servicio, amor y pan de vida.

La Eucaristía es más que la Misa. Es un reduccionismo limitar la Eucaristía a un rito. La Eucaristía es el pan de vida en todos los sentidos: el pan material, la cultura, el pan del espíritu. La Eucaristía es la solidaridad. Repartir con compasión el pan y el servicio

[1] El manto se lo pondrán a Jesús muy pronto: en el pretorio de Pilatos.

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La Cena del Señor. Ciclo C

Jueves, 14 de abril de 2022
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“¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros?”

(Jn 13, 1-15)

Hemos visto muchas veces el gesto del lavatorio de los pies, a veces siendo sacerdotes quienes se ponen en el lugar de Jesús, otras veces personas consagradas o seglares. Pero… si nos preguntara Jesús, como hizo a sus discípulos: ¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotras?… ¿Qué responderíamos? Quizás que podemos describir lo que hemos visto, pero comprender su sentido…

¿Cómo vivir hoy en día ese quitarse el manto, tomar una toalla, ceñírsela a la cintura y lavar unos pies que han caminado descalzos o con sandalias? Hay que ser una persona muy libre para hacerlo.

Este es un símbolo de entrega muy concreto: hacer lo que nadie quiere hacer (por eso lo hacían los esclavos). Y de eso seguro que tenemos ejemplos que se nos vienen a la mente, vivamos solos, en familia o en comunidad. Ya trabajemos o estudiemos o en las diferentes actividades en las que participemos… Siempre hay cosas que nos cuestan más, que se dejan para el final para ver si las hace otra… Parece que es ahí donde nos jugamos la vida, donde el seguimiento a Cristo se hace realidad y no se queda en un ideal.

¿Y si nos cambiamos de rol y nos ponemos en la piel de Pedro y los demás discípulos? ¿Cómo aceptamos ser ayudadas? Más aún, ¿cómo acojo que otra persona a quien admiro, “gaste” su tiempo, se desgaste, se abaje haciendo algo por mí? ¿Me dejo? ¿Me abandono? La verdad es que nos llama más el hacer que el dejarnos hacer… El sabernos fuertes y capaces de dar, más que sencillas y humildes para recibir.

Jesús nos pide hacer lo mismo las unas por las otras: entregar la vida y aceptar ser sujetos receptores de esa vida entregada de otras personas.

Oración

Trinidad Santa, danos tu humildad para entregar la vida las unas por las otras.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Reflexión de Jueves Santo

Jueves, 14 de abril de 2022
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Eres la vida que das…

“No eres el miedo que queda, eres la vida que das”

La Pascua es un tiempo para la autenticidad, para lo coherente, para la verdad de nuestra propia vida.

Es un tiempo de silencio, de escucha atenta, escucha absorbente….

“Todo comienza en el silencio, este es el primer paso para hablar de Dios, este el momento de la escucha y la oración, luego vendrá el lenguaje engendrado en esa calma”. “Del silencio del Padre viene la Palabra del Hijo”, decía Ireneo de Lyon. Desde el silencio, la oración y la contemplación se comienza a ver el mundo de un modo nuevo. Sin esto, la liberación puede terminar nublada por un frenético activismo o una enfurecida vocación por juzgar, de los cuales la gente también necesita liberación. Entrar en la tierra sagrada del Padre involucra purificación, especialmente respecto de dioses falsos y del orgullo egoísta que esclaviza. Es un llamado a elegir la vida en medio de las tinieblas de la sociedad humana, de los ídolos hechos por nosotros mismos y de las injusticias del mundo moderno.”

Muchos de vosotros estáis en un tiempo de incertidumbre, finalizando la carrera, o comenzando a trabajar, o tomando decisiones que influirán en vuestra vida de una forma tal vez definitiva, es decir, decisiones que definirán vuestra vida.

Soltemos los hilos que nos mueven desde lo exterior, desde lo inconsistente, desde la apariencia. Dejemos el afán de tener porque hoy Jesús nos pregunta: “¿quién es el mayor el que está a la mesa o el que sirve?” (Lc. 22, 27); el de hacer, seguir la corriente como autómatas porque nos pregunta: ¿Cómo es que estáis dormidos? (Lc., 22, 46); librémonos del miedo, solo genera violencia contra nosotros y contra los otros, porque Jesús nos pregunta: ¿Como a un salteador habéis venido a prenderme con palos y espadas? (Lc. 22, 52)

Y entonces ¿qué hilo nos mueve)

Muéveme mi Dios hacia Ti,

que no me muevan los hilos de este mundo. No.

Muéveme, atráeme hacia Ti, desde lo profundo.

 

Hay tres palabras que resuenen con fuerza en este día y tal vez nos ayuden realmente a encontrar una respuesta a las preguntas de Jesús: AMOR, SACRIFICIO Y ELECCIÓN

AMOR.

En este año 2019, el primer texto que proclamamos, que leímos en la Vigilia de Año Nuevo fue la carta de Pablo a la iglesia de Corinto, donde habla acerca del amor. Lo podéis encontrar en la primera carta, en el capítulo 13. (1Co. 13, 1-13)

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.  Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.

Hoy, Jueves Santo, es el día del Amor Fraterno. Tal vez nos suena más aquello del 14 de febrero porque es más comercial, creo que hoy los grandes centros comerciales no venden figuritas de amigos, familias, o desconocidos abrazándose. Esto es una ventaja porque nos ayuda a sumergirnos de una forma más limpia y menos manipulada en su significado.

En el contexto de una cena de amigos hay un signo de entrega. No es una cena de empresa, ni de cumpleaños, ni una despedida de soltero…. Es  una cena de amigos creyentes, porque su vínculo es la fe. Aunque cada uno la vive de una manera, con sus torpezas, sus incoherencias y sus miedos. Pero la fe es más fuerte que todo eso. La fe en esas palabras del Maestro que resuenan hoy de forma especial: (Mt. 5, Lc. 6)

Si amáis solo a vuestros amigos….

Cuando te peguen, pon la otra mejilla…

A quien te pida, dale…

No juzguéis….

Hoy es un buen día para recapitular mi vida: ¿me creo estas palabras? ¿Dónde están, en mi cabeza, como una idea, o en mi corazón, donde nace la confianza? Es decir, ¿confío en estas palabras? ¿Son un ideal, o una realidad?

Y por el contrario ¿por qué no las pongo en práctica? ¿a qué tengo miedo?

SACRIFICIO

En nuestro lenguaje cotidiano, según los diccionarios:

  1. Ofrenda hecha a una divinidad en señal de reconocimiento u obediencia, o para pedir un favor. Seguramente comprendamos mejor aquello de hacer algo por Dios a modo comercial: yo hago tal cosa, y tú me das tal cosa. 
  1. Esfuerzo, pena, acción o trabajo que una persona se impone a sí misma por conseguir o merecer algo o para beneficiar a alguien.

En lenguaje de la Biblia, que es donde se inspira la liturgia, se refiere a una ofrenda ritual a Dios, con la intención de rendirle tributo. Con la intención de relacionarse con Él y darle gracias, o pedirle perdón, o hacerle presente en la vida. En estos casos, el sacrificio incluye dar muerte a un animal. (El pueblo hebreo realiza sacrificios de animales, nunca de seres humanos.)

En el Antiguo Testamento hay una evolución en cuanto a los sacrificios, porque el Antiguo Testamento relata la historia de relación del pueblo hebreo con su Dios, una larga historia que evoluciona. Igual que nosotros no nos relacionamos igual con nuestros padres, por ejemplo, cuando teníamos cinco años que ahora.

Se pasa de la sencillez original, rudimentaria, según las costumbres nómadas (erección de altares, invocación del nombre, ofrenda de animales o productos de la tierra), sin lugar fijo; a una complejidad mayor, con más variedad, y especialización, más importancia del sacerdote, de forma más sedentaria.

La Biblia atestigua desde los comienzos la coexistencia de diferentes tipos de sacrificios. Por un lado el holocausto, donde se quemaba enteramente una víctima (toro, cordero, cabrito, pájaro); y por otro, sacrificios que consistían en comidas sagradas, se llamaban banquetes, sacrificios, de comunión. Una parte de la víctima correspondía a Dios, señor de la vida, y por eso para Él es la sangre, símbolo de la vida, y las grasas. La carne correspondía a los invitados.

Hay un libro de la Biblia, el Levítico, donde se especifica y se concreta con lenguaje técnico los dones ofrecidos a Dios.

Hay una corriente que va atravesando estas acciones, el pecado y la necesidad de expiación. Ante la grandeza de Dios el ser humano se siente pecador, digamos sucio, pequeño, y necesita ser limpiado, y a esto se le llama expiación.

Un matiz importante. El Dios del que habla la Biblia no saca provecho de los sacrificios, no se considera a Yahveh como un deudor del ser humano (el ser humano me debe algo). Es el ser humano quien se gira hacia Dios. Los sacrificios son un rito que expresa algo más, un signo. Si no es así es pura hipocresía, y Dios se enfada con la falsedad. El sacrificio interior no es un sucedáneo sino lo esencial.

Junto a las leyes del libro del Levítico tan concretas, la Biblia ofrece otra manera a través del profeta Isaías (Is. 53). El siervo de Dios, que se ofrece a sí mismo como sacrificio.

Para expresar mi amor, mi reconocimiento a Dios, ofrezco un animal, el mejor que tengo, y se lo entrego a Dios. En el Génesis leemos cómo Abraham quiere hacer algo similar con su hijo, el único que tiene. Pero Isaías está hablando no de ofrecer la vida de otro ser humano, del vecino, sino de ofrecer la propia vida.

Jesús como buen judío conoce perfectamente la Torá, los cinco primeros libros de la biblia. También el resto. Habla en un lenguaje conocido por el profeta Isaías: “vine para servir”, “dar la vida”.

La última cena, que celebramos hoy está inmersa en el marco de una fiesta que celebraba, y celebra hoy día también, el pueblo judío: la Pascua judía. Una fiesta que rememora la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Es la fiesta de la libertad, cuando Dios saca al pueblo y lo guía por el desierto, y en el desierto hace una alianza, un pacto, un compromiso. Para celebrar esta fiesta el pueblo judío realiza un sacrificio, la víctima es un cordero, es un sacrificio de comunión, de banquete.

Los cristianos entendemos que la profecía de Isaías se cumple en Jesús, que con su entrega, inaugura un pueblo nuevo, un pueblo unido por la fe, no por la raza, por la manera de tratar a los demás, no por la manera de rezar. “No el que diga Señor, Señor, es el que entrará en el Reino de mi Padre, sino quien escucha y hace su voluntad” “Dichosos los uqe escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Quien se fía, quien confía….

ELECCIÓN

Y aquí enlazamos con la tercera palabra de hoy: la elección.

Toda la vida de Jesús fue una elección.
Nadie me quita la vida;

yo la entrego voluntariamente”         (Jn 10,18)

Toda nuestra vida, la vida de cada uno de nosotros, está realizada a base de elecciones, más o menos conscientemente, pero elecciones.

Y aquí también la Biblia es maestra:
Elige la vida y vivirás, elige la muerte y morirás. (Dt. 30)

Parece sencillo, ¿no?

Hoy se pone de manifiesto la verdad de Jesús, y también la nuestra. La confianza de Jesús, que, al menos, cuestiona la nuestra.

La palabra confianza tiene más que ver con las relaciones humanas. No hablaríamos en los mismos términos si nos referimos a ideas. Las ideas son buenas, pueden ayudar a caminar hacia un horizonte. Y pueden implicar todo una vida: creer en la libertad en un país bajo una dictadura implica toda la vida. Dan un sentido a la vida, y a la muerte. Mucha gente admirable ha muerto fiel a sus ideas.

A veces metemos la fe, me refiero a Dios, en el mismo saco que las ideas. De hecho utilizamos la palabra creer para referirnos a Dios, igual que una idea.  Para muchas personas es lo mismo decir creo en el amor que creo en Dios, porque ponen a Dios en la estantería de las ideas. Y no saben que eso ahí colocado no es Dios. El amor, la libertad son términos abstractos, inertes, que podemos definir. Pero Dios no entra en esas categorías humanas, va más allá, no se le puede simplemente definir.

Porque hay un matiz más allá, un matiz que lo transfigura todo; se da cuando conozco, sé, experimento, que Dios no es “algo”, es “Alguien”. Alguien que se relaciona conmigo, no forma parte del decorado de mi vida sino que empieza a tomar protagonismo.

Para intentar definir a Dios nos podemos acercar con las palabras Padre, o Madre, Amigo, Amante, Hermano… y aún así no llegamos, se nos quedan pequeñas las palabras.

Mejor que utilizar un sustantivo, utilicemos un verbo: confiar, que es de la familia de entregar, acoger, soltar, recibir, esperar, comprender, donar y perdonar….

Jesús elige confiar en Abba, no dejarse llevar por el miedo, por la angustia, que están, y muy presentes, pero no mueven su  vida, porque se sabe acompañado. No está solo, como no lo estamos ninguno de nosotros.

El Señor omnipotente me ha concedido
tener una lengua instruida,
para sostener con mi palabra al fatigado.
Todas las mañanas me despierta,
y también me despierta el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor omnipotente me ha abierto los oídos,
y no he sido rebelde ni me he vuelto atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban,
mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
ante las burlas y los escupitajos
no escondí mi rostro.
 Por cuanto el Señor omnipotente me ayuda,
no seré humillado.
Por eso endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé que no seré avergonzado. (Is. 50, 4-7)

Para llegar a la celebración de esta tarde tenemos que dar unos cuanto pasos. Igual que Jesús había caminado muchos caminos antes de sentarse a la mesa con sus discípulos. Son imperfectos, fanfarrones, miedosos… Sólo el Maestro es consciente de lo que sucede y va a suceder. Los discípulos, no. Mientras Jesús dirige los ojos a la cruz, unos discuten y disputan, cegados por la ambición y el orgullo, por los primeros puestos en el Reino que el Maestro promete; otros se entregan nerviosos a la preparación de la cena; Judas ha urdido ya la traición.

Hoy Jesús recoge estas tres palabras en su mesa, elige entregar todo su amor fiado en su Padre, nuestro Padre.

“El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”

Así mismo también el cáliz después de cenar diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre” (1Cor 11,24-25)

No temamos permanecer inmóviles, en silencio,

contemplando la acción de Dios en nuestros pies y

en nuestras manos manchadas;

dejemos que Él actúe,

que derrame el agua que purifica

y da VIDA.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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El delantal

Jueves, 14 de abril de 2022
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os_he_dado_ejemploTodos los cuadros que nos recuerdan la última cena de Jesús, lo ponen a Él en el centro. Y los apóstoles alrededor.

Pero quiero recordar aquellas palabras del evangelio de Lucas: “no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre vosotros yo soy como el que sirve. Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas”.

Es cierto que Él se levanta y se pone un delantal para lavarles los pies. Luego se sienta a la mesa. Jesús vive en actitud de servicio, con el delantal puesto en toda su vida sirviendo a las personas.

En casi todas las misas de Jueves Santo, se hace el lavatorio de pies. Claro que previamente las personas se han lavado y ya van preparadas. Entiendo que eso es poco gesto. Es preciso recordar y revivir el gesto de Jesús: lavar los pies sucios y cansados de andar; Y a veces, llenos de heridas.

Si queremos acercarnos de verdad a los empobrecidos, es preciso hacernos como ellos, vestir austeramente, y sobre todo tener la postura y el sentimiento de servidores. Con un traje o con un vestido de boda es difícil ponerse a lavar los pies. Parece un tanto extraño ese cambio. ¿Así era Jesús en la última cena?

Me choca mucho que a los pocos minutos del lavatorio colocamos la Eucaristía en un trono de luces y flores, en una custodia de oro, bajo un palio. Sacamos en procesión unas magníficas imágenes… Lo de Jesús ¿fue un hecho aislado o era así su vida?…

Tanto es así su vida que Él mismo nos invita a servir constantemente “Felices vosotros si practicáis estas cosas” (Juan 13, 17).

Me duele que la Pasión de Jesús se vive como un acto de interés turístico. A veces hasta pienso que si Jesús lo llega a saber, nos hubiese preparado para que la vivencia de estos acontecimientos de su muerte y resurrección, los celebrásemos con total sencillez y austeridad. Como lo fueron en su realidad dura y traspasada de amor.

Bonito compromiso al ponerme este día mi delantal para que sea un recuerdo vivo y una actitud de vida.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Judas Iscariote: ¿mito o realidad?”, por John Shelby Spong

Jueves, 14 de abril de 2022
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pelicula sobre judas 2004Entre los caracteres más conocidos del Nuevo Testamento está aquel a veces llamado “el anticristo”. Siempre es presentado en tonos oscuros, como agazapado en las esquinas, ocultando su rostro. Se dijo de él que “haría cualquier cosa por dinero”. En el cine, obras como “El Rey de Reyes”, y en el teatro – “Jesucristo super estrella”, entre otras, este carácter es siempre el segundo protagonista, la contraparte del héroe. Su nombre es Judas, pero en el Nuevo Testamento, típicamente se le da un título identificador, de modo que su nombre casi nunca es mencionado sin ese título. Se le llama Iscariote. Judas Iscariote.

¿Qué significa esta palabra? Antes, los eruditos pensaban que guardaba relación con su lugar de origen y señalaban que debería ser el poblado de Kerioth, en Judea. De ser cierto, esto haría de Judas el único discípulo no galileo. A partir de ahí, surgió la especulación de que su acto de traición se explicaba por el hecho de ser “forastero”. La especulación bíblica suele lanzarse a toda carrera con escasos datos reales.

Luego, alguien notó que en el primer siglo la gente no inventaba títulos para designar el lugar de origen. En esos tiempos decían “Jesús de Nazaret”, “Pablo de Tarso” o incluso “Pedro de Betsaida”. Hay sólo dos personas en el Nuevo Testamento que llevan este título descriptivo acompañando sus nombres: Judas Iscariote y María Magdalena. Hoy, el pensamiento común de los estudiosos es que esos títulos no se refieren al origen geográfico sino al carácter. “Magdalena” parece derivar de la palabra “migdal” (escrito “mgdl”, en hebreo), que parece hacer referencia al estatus de María. Migdal, que originalmente significaba “torre”, devino en “grande”, “alto”, “enorme”. De ser así, María Magdalena significaría “María la Grande” o “Gran María”, una idea que abre la puerta a todo tipo de nuevas posibilidades a desarrollar. De “Iscariote”, por su parte, hoy se piensa que procede de la palabra “sicarius”, que literalmente significa “asesino”. “Judas el asesino” sería probablemente la mejor traducción del término. Para el tiempo en que este personaje aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, su nombre ya ha sido conectado con la definición de “asesino”. Desde su primera mención, el recuerdo de este hombre no ha sido favorable.

Extrañamente, sin embargo, con todo lo central que fue el rol de este hombre en la historia de Jesús, no hay mención de él en ninguna fuente cristiana escrita hasta el s. VIII de nuestra era. Este hecho con frecuencia causa sorpresa en muchos, pero es verdad. Judas Iscariote hace su primera aparición en el tercer capítulo de Marcos, escrito en el año 72 e.c., unos 42 años después de la crucifixión. Esta referencia inicial está en Marcos 3:19. Marcos está describiendo los inicios del movimiento cristiano. Empieza con Juan Bautista preparando el camino, recibiendo y bautizando a Jesús y dando testimonio de su futura grandeza. Luego Marcos relata la historia del arresto de Juan y señala que, a partir de ese hecho, Jesús asume el liderazgo del movimiento. Luego describe el comienzo del movimiento de Jesús con el llamado a los discípulos y la ejecución de “actos de poder” o milagros que muestran su poderío. Finalmente, de entre un grupo de seguidores, dice que Jesús eligió a doce “para estar con él y ser enviados a predicar y contar con autoridad para expulsar demonios” (Mc. 3:14-15). Luego, Marcos hace una lista de los doce apóstoles, iniciándola con Pedro y dejando para el final a Judas Iscariote, “quien también lo traicionó”. El rol de Judas se expandirá con otros detalles que serán agregados a su vida cuando los demás evangelios fueron escritos – Mateo, en el año 85; Lucas, a comienzos de los 90; Juan, al final del primer siglo. No hay, sin embargo, mención alguna de Judas antes de Marcos. Hay referencias de Pedro y los 12 anteriores a Marcos, las que se encuentran en los escritos de Pablo, quien redactó sus epístolas entre los años 51 y 64, sin que se encuentre en ellas referencia alguna a Judas. ¿Acaso este hecho levanta sospechas acerca de la historicidad de Judas? Puede ser, pero no debemos apresurar conclusiones hasta que tengamos a la vista toda la evidencia disponible.

Hay quienes afirman que el hecho que Pablo no mencione a Judas es un argumento desde la omisión, lo cual nunca es un argumento poderoso. Pablo, sin embargo, no es tan silencioso como parece. Veamos qué dice Pablo que puede ser apropiado para este análisis.

Pablo es el primer escritor cristiano en usar la palabra “traición” en relación con Jesús. Lo hace en la primera carta a los Corintios (11:23-26), que fue escrita alrededor del año 54 e.c., un poco menos de una década antes de la aparición de Marcos. Este texto es uno de los dos, ambos en la misma epístola, en los que Pablo usa palabras similares para introducir lo que dice y reclamar autoridad especial para ello. He aquí, dice, “Yo recibí del Señor lo que también os he entregado” palabras que aseguran la atención de su audiencia. El contenido de ese material era: “que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado (la palabra griega es “isparedideto”, que literalmente significa “entregado”), tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió”. Luego, Pablo sigue con la institución de la eucaristía cristiana. Es interesante notar que Pablo no dice quién lo “traicionó” o “entregó”. Por cierto, no hay nada en esta epístola que sugiera que la traición de Jesús fuera obra de uno de “los doce”.

Para fortalecer la idea de que éste no es un argumento basado en el silencio, nos movemos cuatro capítulos más adelante en esta misma carta, 1 Corintios, a la segunda y última vez que Pablo declara estar entregando material autoritativo de importancia original. Esta vez, en 1Corintios 15:3, Pablo escribe: “Os he enseñado como de gran importancia lo que previamente recibí”, y a continuación relata la primera versión de los eventos finales en la vida de Jesús. Describe la crucifixión en una frase: “Murió por nuestros pecados, de acuerdo a las escrituras”. Luego, describe el funeral de Jesús en sólo dos palabras: “fue sepultado”. Y de ahí salta a la experiencia pascual.

Acerca de la resurrección, Pablo dice: “Que fue levantado al tercer día, de acuerdo a las escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1Cor. 15:4-5). Noten la palabra en cursiva. Los “doce” incluye a Judas. Pablo está diciendo que tres días después de la crucifixión, los discípulos – los doce – estaban aún intactos. Cuando Mateo escribía a mediados de la novena década, luego de que la historia de Judas Iscariote había ingresado en la tradición, los discípulos eran mencionados como “los once” (Mt. 28:16). Obviamente, parece lógico concluir que Pablo nunca había oído la idea de que uno de los doce había traicionado a Jesús. ¿Significa ésto que la historia de Judas Iscariote fue una adición posterior, quizás mitológica, en la tradición de los evangelios? Ciertamente tal posibilidad queda abierta, pero aún se necesitan más datos antes que esa conclusión empiece a parecer probable. Así que profundicemos la investigación. ¿Es significativo que el nombre del traidor sea Judas? Judas es simplemente la versión griega de Judá, que es el nombre de toda la nación judía. A través de los evangelios hay un intento evidente de trasladar la culpa por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos. Esto se ve más claramente en Mateo, cuando Pilatos, el rostro oficial de Roma en Judea, aparece lavándose las manos públicamente y proclamándose “inocente de la sangre de este hombre justo”, sólo para recibir en respuesta el clamor de la multitud judía gritándole “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Hacer el nombre del traidor idéntico al nombre de la nación también serviría al propósito de transferir la culpa ¿Verdad? Así es como la sospecha sobre la historicidad de Judas Iscariote entra en nuestras mentes y empieza a crecer.

Ahora veamos detalles de la historia de Judas. Marcos, Mateo y Lucas identifican unánimemente a Judas como “uno de los doce”. Marcos dice que las autoridades judías le prometieron un pago pero no especifica su monto. Sólo Mateo lo hace, con las famosas “treinta piezas de plata”. En la Última Cena, Jesús anuncia que “uno de los doce me traicionará”. Todos preguntaron “¿Seré yo?” Marcos no identifica a Judas. Mateo, sin embargo, nos muestra a Jesús respondiendo la pregunta de Judas con las palabras “tú lo has dicho”. Juan hace decir a Jesús: “a quien yo le de el pan mojado, ese es”. Luego mete el pan en la fuente y se lo ofrece a Judas. En Juan, Judas se hunde inmediatamente en la noche. Todos los evangelios coinciden en que el acto de la traición es un beso. Sólo Mateo, sin embargo, cuenta la historia del arrepentimiento de Judas y su intento por devolver el dinero. Ante el rechazo recibido, Judas arroja las monedas al interior del templo. También sólo Mateo cuenta la historia de Judas saliendo y colgándose. Lucas, en el Libro de los Hechos, insinúa una muerte bien diferente para Judas. En su relato, un Judas nada arrepentido va a inspeccionar el campo comprado con el dinero recibido, dice Lucas: “cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Eso no es el resultado de un colgamiento. Cada evangelio predice un terrible fin para el traidor e incluso es llamado ladrón en el cuarto evangelio. A medida que pasan los años, Judas se torna más y más malo.

De modo que los detalles bíblicos concernientes a Judas revelan que la historia de uno de los doce traicionando a Jesús es una tradición desarrollada posteriormente. Y le dieron al traidor el nombre de la nación sobre la que quieren poner la culpa por la muerte de Jesús. Y lo pintan con colores oscuros mientras buscan blanquear o exonerar a Pilatos. ¿Hay aquí algo que va más allá de la historia recordada?

¿Será posible que la historia de Judas Iscariote sea parte de una mitología en desarrollo? ¿Es Judas una persona real o es un carácter literario desarrollado posteriormente? Conservemos estas preguntas en la mente. Seguiremos en este tema con más evidencia bíblica en la próxima columna.

John Shelby Spong

© www.progressivechristianity.com, vía Fuente Adulta

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