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El ahora infinito

Miércoles, 19 de julio de 2023

Dedicado a todos mis hermanos sacerdotes

Cuando yo entre mis manos te sostengo

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EL AHORA INFINITO

Cuando yo entre mis manos te sostengo
cada mañana al abrirse el día
y pronuncio esa palabra que no es mía
para hacerte venir, no te retengo,

ni siento mi poder, pues no intervengo
en ese prodigio del pan, tu eucaristía.
Es como si desapareciera en la sinfonía
de un canto universal del que provengo,

y, perdido mi yo, me disolviera
en el fuego inicial de esa mirada
con que el mundo exterior se hizo visible,

y tal tromba de luz me convirtiera,
abrazado al vacío de mi nada,
en un “ahora” infinito e inasible.

*

Pedro Miguel Lamet
25.06.2023

***

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La misa es el centro de toda vida espiritual y de toda contemplación.

Miércoles, 14 de junio de 2023

Del blog Amigos de Thomas Merton:

 

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El centro de toda vida espiritual es Cristo en Su Misa, Cristo nuestra Pascua, que es sacrificado y “ya no muere más“, sino que “atrae todas las cosas hacia Sí“, para que los que somos bautizados en Su muerte, crucificando nuestra carne y sus deseos, podamos vivir Su vida, con una vida oculta en Cristo en Dios. Y el corazón de toda vida no es meramente la presencia estática del Santísimo Sacramento, aunque Cristo está verdaderamente vivo en nuestros tabernáculos, sino por encima de todo en la acción de la Misa, que es el centro de toda contemplación, una acción en la que la familia cristiana se reune en torno a Cristo y en la que Cristo en Su Cuerpo glorifica a Su Padre. Sacramento de unidad viva en el que el Amor que es Dios une a los hombres Él y unos a otros en Cristo. Cuando la Misa recobra su significado, entonces la devoción al Santísimo Sacramento reservado en el tabernáculo adquiere su auténtico sentido y comienza a vivir. Entonces la vida interior entera se ve unificada y vitalizada, y cada departamento de ella fluye con vida. De hecho, los “departamentos” y las “secciones” de la vida dejan de existor aislados y todo funciona conjuntamente”.

*

Thomas Merton,

Diarios
25 de marzo de 1948

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Hacia un idolatría de la Eucaristía.

Domingo, 11 de junio de 2023

Del desaparecido blog À Corps… À Coeur:

 

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[…] El mismo Cristo  debe asfixiarse en nuestros ostensorios de oro, en nuestros cálices incomparables, en nuestros copones incrustados de joyas, Él quiso sólo la paja del Pesebre o la madera de la cruz. El culto exagerado de la Eucaristía tiende a hacer de nuestras iglesias templos paganos.

Louis Evely

*

Condúceme de lo irreal a lo real, condúceme de las tinieblas a la luz, condúceme de la muerte a la inmortalidad.

Brihadaranyaka Upanishad

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Una liturgia sin compromiso místico

Los faraones de Egipto han sido divinizados y los monumentos no dejan de representar su investidura divina. Cuando, más tarde, Alejandro el Grande conquistó Egipto, no creyó que pudiera asegurar su dominación sobre las colonias sin hacerse reconocer como Dios. Del mismo modo los emperadores romanos, para consolidar la unidad de su imperio, aceptaron, luego finalmente impusieron, esta divinización de Roma y de su persona.

Pero esta divinización del faraón provocaba también, casi necesariamente, la “faraonización” de dios. Había una simbiosis, una suerte de comunidad de vida en la que las reacciones eran recíprocas y, finalmente, la imagen de la divinidad se amoldaba a la del faraón divinizado.

¿Hasta qué punto esta situación ha sido reproducida a lo largo de los siglos, incluso en el pensamiento de Israel? ¿En qué medida nuestra liturgia no guarda vestigios de este intercambio ambiguo entre la realeza terrestre y la realeza divina? ¿Hasta qué punto incluso el concepto de la realeza divina no es simplemente una emanación de la realeza humana?

¿En qué medida, en Bizancio, la liturgia de Palacio y la liturgia de Santa Sofía no coincidían en una misma imagen, donde la realeza divina y la realeza humana se confundían de nuevo?

Y en qué medida nuestra liturgia no es todavía una supervivencia de las liturgias reales que no comprometen nunca el fondo del alma? ¿No podemos pensar, a veces, que en nuestra misma liturgia, se trata de rendir homenaje a un soberano, de procesiónar alrededor de su altar, de erigirle un santuario dedicado a él, y una vez hecho esto, queda con Dios, todo esto que puede realizarse y celebrar sin ninguna especie de compromiso místico?

Algo extremadamente peligroso

Es evidente que, si el hombre de la calle es tan a menudo completamente extraño a lo que pasa en nuestras iglesias, es porque no pasa allí ningún acontecimiento susceptible de tocarlo aunque sea un poco. El no se siente allí de ninguna manera alcanzado y concernido a lo más íntimo de él mismo.

Hay una religión aparente que  no asume compromiso profundo. Esto es extremadamente grave, y podemos preguntarnos hasta qué punto esto no es a causa de la Eucaristía que llegamos a una confusión tan radical sobre la esencia misma del mensaje de Jesús.

Una especie de materialismo religioso, el peor de todos; puede trágicamente establecerse alrededor de la Eucaristía; tenemos un catalizador de paladio, un pararrayos celeste, sobre la casa, podemos dormir tranquilo, Dios está allí en su cajita y lo tenemos constantemente a nuestra disposición.

¿Nos hemos cuestionado suficientemente sobre  el valor de nuestras comuniones? ¿sobre el valor de esos niños? ¿Qué producen? ¿Qué cambian?

En las comuniones sin compromiso, donde se cuenta con el opus operatum (un efecto producido infaliblemente por el hecho de que se recibe el sacramento), en las comuniones donde mecánicamente se debe ser santificado porque se abrió la boca o se tendió la mano para recibir la hostia: hay allí algo extremadamente peligroso porque no se ve en absoluto toda la exigencia que está en la base de una conversión verdadera, y que supone a un nuevo nacimiento; no vemos en absoluto la exigencia de la comunión que implica esta transformación radical donde se pasa del mí posesivo al mi oblativo. ¿ Incluso, cuántos sacerdotes  que celebran la misa cada día todavía puede, quizá, estar todavía allí?

Resituar la Eucaristía en la perspectiva evangélica

Debemos pues resituar la Eucaristía, hay que situarla allí dónde la vida de la Iglesia debe encontrar su unidad, hay que situarla en su sitio, es decir en la perspectiva evangélica que se nos impone en los últimos encuentros del Señor con sus discípulos.

La última consigna que resuena en todas las páginas del relato joánico, es que os améis unos a otros como yo os he amado. Y esta consigna es también el criterio que hace reconocer a los discípulos de Jesús: ” en esto os reconocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros.

Y para dar una lección a sus discípulos, Jesús les lavó los pies. “Esto es lo que es amar a tu prójimo: lo que he hecho es para que hagáis vosotros lo mismo los unos a los otros.

Por extraño que pueda parecer, la Eucaristía parece haber desaparecido, ni siquiera se nombra en este lugar, ¿por qué? Debido a que está implícita en esta mandato (lavatorio de los pies). Está implícitamente contenida en el mandato y en la consigna final del Señor: “Amaos los unos a los otros”, ya que es exactamente la misma cosa.

“Os conviene que yo me vaya “

Recordemos las trágicas palabras de Jesús en el discurso después de la Última Cena: “Es bueno que yo me vaya porque, si no me voy, el Paráclito, el Espíritu Santo, no vendrá a a vosotros”. ¿Cómo no ver en estas palabras la confesión de un fracaso? Jesús nunca convirtió a nadie … ¡a nadie! Ni la muchedumbre, ni los sacerdotes, ni las autoridades, ni Herodes ni sus discípulos, ni incluso el discípulo amado que se dormirá como los otros enseguida en el Jardín de la Agonía: no ha convertido a nadie.

Y la llamada suprema que les dirige  a sus discípulos en el lavamiento de los pies se quedará sin eco: no comprenden que el reino de Dios está dentro de ellos mismos.

No comprenderán que es para hacer nacer este reino interior que Jesús se arrodilla delante de ellos para lavarles los pies, y no comprenden  que es para arrancar la piedra de nuestros corazones que Jesús muere sobre la cruz. Y la última pregunta que le harán a Jesús justo antes de la Ascensión será significativa de esta total  incomprensión.

¡La humanidad de Jesús debe pues desaparecer! Y es sólo en lo invisible, en el fuego del Pentecostés, como encontrarán a su Maestro como una presencia interior, no lo verán en lo sucesivo ya más delante de ellos sino dentro de ellos, y es en aquel momento cuando lo reconocerán. ¿Podemos desde entonces imaginar un solo instante que Nuestro Señor nos haya dado la Eucaristía para que refabriquemos con este sacramento un culto idolátrico, para que pudiéramos poseerlo allí, al alcance de nuestra mano, encerrándole en una caja para que nos pertenezca? ¿ Podemos concebir un materialismo igual por parte del Señor? ¿Cómo podemos imaginar que les hubiera robado su presencia visible a los Apóstoles para restituirnos en la hostia un foco de idolatría, como si pudiéramos disponer de Dios como el resultado de un objeto? Es absolutamente imposible, es exactamente lo contrario que sucede cuando Jesús nos da la Eucaristía.

*

Maurice Zundel

La Rochette, 1963

(Fuente)

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En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

Disputaban los judíos entre sí:

“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Entonces Jesús les dijo:

– “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.”

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Juan 6,51-58

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El encuentro con la esperanza en la historia de Emaús

Lunes, 24 de abril de 2023

IMG_9568Sr. Jane Aseltyne

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Jane Aseltyne. La Hna. Jane está en primeros votos con las Hermanas IHM de Monroe, MI. Antes de ingresar, se desempeñó como gerente de comunicaciones en A Nun’s Life Ministry, una organización en línea enfocada en conectar a los discernidores con las Hermanas Católicas, además de proporcionar recursos para el crecimiento y la exploración espiritual. En ministerios anteriores, el trabajo de la Hna. Jane se centró en las poblaciones marginadas, incluidos los adolescentes y los ancianos. Actualmente, es estudiante de posgrado en la Unión Teológica Católica.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

Mientras leía y oraba sobre la lectura del evangelio de hoy, la historia del Camino a Emaús, pensando en la relación de la iglesia con la comunidad LGBTQ+, la palabra que me vino fue “encuentro”.

La historia de Emaús nos es familiar. Dos discípulos caminan por el camino a un pueblo en las afueras de Jerusalén llamado Emaús después de la crucifixión de Jesús. Están “conversando y debatiendo” sobre los hechos que rodearon su muerte. Están confundidos y heridos, tratando de juntar las piezas de lo que acaban de pasar. Mientras camina, Jesús se acerca a ellos, pero no lo reconocen. Jesús pregunta: “¿De qué están discutiendo?” Imagino que se quedan con la boca abierta, los ojos muy abiertos y hablan con un poco de filo en la voz, respondiendo: “¿Eres el único visitante de Jerusalén que no sabe de las cosas que han sucedido en estos días?” Me imagino a los discípulos respirando hondo, sintiendo todas las sensaciones mientras relatan los últimos días: la inseguridad, la frustración y la sensación de desesperanza porque han perdido a Aquel a quien creían que redimiría a Israel.

Pero Jesús los empuja más allá, cuando comienza a interpretar las escrituras. Cuando están juntos a la mesa, Jesús dice la bendición, parte el pan y se lo da, y reconocen a Jesús por lo que era.

Quizás a veces nos hemos sentido como los discípulos en el camino a Emaús, cansados y abrumados con los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor. El ciclo de noticias de 24 horas nos recuerda constantemente que no somos ajenos a la lucha y los disturbios políticos, y que la comunidad LGBTQ+ continúa estando en el centro de algunas de las reacciones violentas más violentas en nuestro país.

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Se siguen aprobando proyectos de ley que prohíben el acceso a la atención médica para personas transgénero, y una encuesta reciente realizada por Trevor Project mostró que casi la mitad de los jóvenes LGBTQ+ contemplaron el suicidio en el último año. Es difícil conciliar esta realidad en nuestro país, y aún más difícil leer sobre el apoyo de la jerarquía de la iglesia a las prohibiciones de atención médica y la legislación anti-LGBTQ. Nos deja preguntándonos cuánto tiempo tendremos que luchar por la inclusión y la aceptación, ¿cuánto tiempo debemos esperar para que las personas queer sean celebradas en la iglesia y la sociedad?

Creo que parte del odio es alimentado por la falta de encuentro, la falta de narración de historias y de compartir la verdad de quiénes somos unos con otros. El Papa Francisco es muy consciente de que el mundo necesita más comprensión, más escucha y más tolerancia. Él nos llama a crear una cultura de encuentro, un espacio donde podamos escuchar las historias de los demás y vernos como hijos amados de Dios. Pero Francisco señala que construir este tipo de cultura no es simplemente quedarse atrás y mirar a la distancia. Debemos acercarnos, caminar con, aprender y escuchar con el corazón para ofrecernos unos a otros “una gota de vida”.

El encuentro con Jesús en el camino y en la mesa cambia la percepción de los discípulos sobre lo que ha sucedido en sus vidas. Mientras Jesús les hablaba, sus corazones ardían dentro de ellos, pero al principio, no podían entender la conexión entre su experiencia y este extraño en el camino. Solo reconocieron a Jesús cuando ofrecieron hospitalidad y compartieron una comida juntos. Este encuentro personal con Jesús les permitió verlo como realmente era.

¿Cómo sería si el pueblo de Dios buscara un encuentro genuino con la comunidad LGBTQ+? ¿Estamos dispuestos a dejar que las personas se nos revelen en lugar de decirles quiénes deberían ser?

La historia de Emaús es un ejemplo de verdadero encuentro, y no termina con los dos discípulos en el camino. Después de reconocer a Jesús, inmediatamente regresan a Jerusalén para compartir su experiencia de Cristo resucitado con la comunidad. Recuerdan su experiencia que pasó de la confusión a la euforia, del anonimato al reconocimiento, del extraño al amigo. Me imagino que cuando la comunidad se enteró de su experiencia, fue un bálsamo para sus corazones doloridos por la violencia que habían presenciado. Era esperanza inyectada en sus almas cansadas.  A medida que buscamos encuentros con personas de la comunidad LGBTQ+, traemos historias a las personas de nuestras otras comunidades. Estas historias son mensajeras de esperanza. Al compartir, construimos comunidad, nos entendemos unos a otros en un nivel más profundo y vivimos el llamado a darnos la bienvenida unos a otros. Es en estos momentos que recordamos que no estamos solos. Estamos llamados a la comunidad ya llevar las cargas los unos de los otros. No estamos solos en nuestro cansancio.

—Sr. Jane Aseltyne, 23 de abril de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“No huír a Emaús”. 26 de abril de 2020. 3 Pascua (A). Lucas 24, 13-35.

Domingo, 23 de abril de 2023

23_3-PASC_A_1682732No son pocos los que miran hoy a la Iglesia con pesimismo y desencanto. No es la que ellos desearían. Una Iglesia viva y dinámica, fiel a Jesucristo, comprometida de verdad en construir una sociedad más humana.

La ven inmóvil y desfasada, excesivamente ocupada en defender una moral obsoleta que ya a pocos interesa, haciendo penosos esfuerzos por recuperar una credibilidad que parece encontrarse «bajo mínimos». La perciben como una institución que está ahí casi siempre para acusar y condenar, pocas veces para ayudar e infundir esperanza en el corazón humano. La sienten con frecuencia triste y aburrida, y de alguna manera intuyen –con el escritor francés Georges Bernanos– que «lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste».

La tentación fácil es el abandono y la huida. Algunos hace tiempo que lo hicieron, incluso de manera ruidosa: hoy afirman casi con orgullo creer en Dios, pero no en la Iglesia. Otros se van distanciando de ella poco a poco, «de puntillas y sin hacer ruido»: sin advertirlo apenas nadie se va apagando en su corazón el afecto y la adhesión de otros tiempos.

Ciertamente sería un error alimentar en estos momentos un optimismo ingenuo, pensando que llegarán tiempos mejores. Más grave aún sería cerrar los ojos e ignorar la mediocridad y el pecado de la Iglesia. Pero nuestro mayor pecado sería «huir hacia Emaús», abandonar la comunidad y dispersarnos cada uno por su camino, hundidos en la decepción y el desencanto.

Hemos de aprender la «lección de Emaús». La solución no está en abandonar la Iglesia, sino en rehacer nuestra vinculación con algún grupo cristiano, comunidad, movimiento o parroquia donde poder compartir y reavivar nuestra esperanza en Jesús.

Donde unos hombres y mujeres caminan preguntándose por él y ahondando en su mensaje, allí se hace presente el Resucitado. Es fácil que un día, al escuchar el Evangelio, sientan de nuevo «arder su corazón». Donde unos creyentes se encuentran para celebrar juntos la eucaristía, allí está el Resucitado alimentando sus vidas. Es fácil que un día «se abran sus ojos» y lo vean.

Por muy muerta que aparezca ante nuestros ojos, en esta Iglesia habita el Resucitado. Por eso también aquí tienen sentido los versos de Antonio Machado: «Creí mi hogar apagado, revolví las cenizas… me quemé la mano».

José Antonio Pagola

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“Lo reconocieron al partir el pan”. Domingo 23 de abril de 2023. 3º Domingo de Pascua

Domingo, 23 de abril de 2023

25-PascuaA3Leído en Koinonia:

Hch 2,14.22-33: No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio
Salmo responsorial 15: señor, me enseñarás el sendero de la vida
1Pe 1,17-21: Los rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto
Lc 24,13-35: Lo reconocieron al partir el pan

En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, encontramos a Pedro pronunciando su primera predicación pospascual, dirigida tanto a los judíos presentes como a todos los habitantes de Jerusalén. El sermón es de tipo kerigmático, con la presentación de tres aspectos de la vida de Jesús, que componen el credo de fe más antiguo del cristianismo: un Jesús histórico, acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales; su muerte a mano de las autoridades judías, y finalmente, su resurrección obrada por Dios para salvación de toda la humanidad. Pedro termina su discurso con un sello de autenticidad: de todo esto, «nosotros somos testigos» (Hch 2,32). Creer en Jesús resucitado era reconocerlo como Mesías, lo que según las Escrituras, abría las puertas para su segunda venida y el fin del mundo. Esto explica las actitudes de recogimiento y miedo que llevan a los discípulos a encerrarse bajo llave. Sin embargo, Pentecostés cambia para siempre las cosas, pues antes que miedo por el fin del mundo, el Espíritu les indica que el mundo apenas comienza, y que la iglesia que acaba de nacer tiene el compromiso de contribuir en la reconstrucción de este mundo con la clave del amor. Así comenzó la Iglesia su misión, cambiando los miedos del fin del mundo, por la alegría, el optimismo y el compromiso de hacer que cada mañana el mundo nazca con más amor, justicia y paz.

La referencia a la primitiva comunidad cristiana nos hace descubrir la importancia que la praxis del amor y de la solidaridad tuvo en el surgimiento del cristianismo. No fue sin más una teoría, sino un cambio de vida, una praxis, una transformación social, lo que estaba en juego. Importante tenerlo presente, cuando tantos piensan que el cristianismo es cuestión de aceptar intelectualmente un paquete de verdades, teorías o dogmas.

En la segunda lectura, el apóstol Pedro hace un llamado a mantener la fidelidad a Dios aún en situaciones de destierro, desplazamiento, marginación o exclusión, porque Dios, en un nuevo Exodo, nos libera de una sociedad sometida a leyes injustas e inhumanas, que protegen sólo al que paga con oro o plata. Esta liberación fue asumida por Jesús con el sello de su propia sangre, como una opción de amor, consciente y voluntaria, por los hombres y mujeres del mundo entero. El precio que debemos pagar a Jesús por tanta generosidad, no es con oro ni plata, sino, dando vida a los hermanos que siguen muriendo, víctimas de la injusticia y la deshumanización. Eso será realmente «devolver con la misma moneda».

En el evangelio, dos discípulos, que no eran del grupo de los once (v.33) se dirigen a Emaús. Probablemente se trata de un hombre y una mujer, casados, (también había mujeres discípulas), que regresaban a su pueblo natal frustrados por los últimos acontecimientos de la capital. Mientras conversaban, Jesús se acerca y comienza a caminar con ellos, al fin y al cabo es el Emmanuel. Pero ellos no pueden reconocerlo, sus ojos están cerrados. ¿Por qué? Porque en el fondo todavía tenían la idea de un mesías profeta-nacionalista, que conquistaría el mundo entero para ser dominado por las autoridades de Israel, un mesías necesariamente triunfador… Por eso, estaban viendo en la cruz y en la muerte del maestro, el fracaso de un proyecto en el cual habían puesto sus esperanzas.

Serán las Escrituras las primeras gotas que Jesús echa en los ojos del corazón de estos discípulos, para que puedan ver y entender que no es con el triunfalismo mesiánico, sino con el sufrimiento del siervo de Yavé, como se conquista el Reino de Dios; un sufrimiento que no es masoquismo, sino un cargar conscientemente con las consecuencias de la opción de amar a la humanidad, actitud difícil de entender en una sociedad dominada por un poder de dominio que mata a quien se interpone en su camino. Por la vida, hasta dar la misma vida, es el testimonio de Jesús ante sus dos compañeros.

El relato de los discípulos de Emaús es una pieza bellísima, evidentemente teológica, literaria. No es, en absoluto, una narración ingenua directa de un hecho tal como sucedió. Es una composición elaborada, simbólica, que quiere dar un mensaje. Y como todo símbolo, que no lleva adjunto un manual de explicación, permanece «abierto», es decir, es susceptible de múltiples interpretaciones. Y desde cada nuevo contexto social, en cada nueva hora de la historia, los creyentes se confrontarán con ese símbolo y extraerán nuevas lecciones… Leer más…

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Dom 3, Pascua de Emaús: Jesús resucita en el pan compartido (23.4.23)

Domingo, 23 de abril de 2023

Emaús 3Del blog de Xabier Pikaza:

Se vacían en occidente las iglesias; muchos parecen cansados y se van, nos vamos, como estos dos de Emaús.  

Pero en les sale al encuentro un “peregrino” (mendigo, emigrante, sin techo, expulsado, excluído…) y, tras escucharles,  les cuenta la historia de las víctimas del mundo,  sin tierra ni casa ni pan nifuturo. Se hace tarde, caen las sombres… y los dos fugitivos miedosos sacan fuerza de su miedo y piden al peregrino que se quede esa noche con ellos para contarlas el fin de esa historia. 

El peregrino acepta la invitación.

Entra en casa, se sienta, y, como maestro de la vida,  toma el pan que le ofrecen y lo parte para compartirlo con ellos.Y entonces, solo entonces, los fugitivos entienden.

Esa historia  son ellos, somos nosotros,es Jesús resucitado que camina en (con) todos los peregrinos, se sienta y comparte con ellos (nosotros) el pan de la vida: A la caida de la tarde nos examinarán en el amor.(en su amor) (Juan de la Cruz).

¿Qué hacer en un tiempo como éste en que parece que muchos abandonan su antigua iglesia? Ell evangelio de este domingo, la gran catequesis pascual (largo camino de Jerusalén a Emaús) nos da la respuesta: Sólo compartiendo el pan podremos descubrir y y recrear caminos de resurrección, la nueva pascua de Emaús.

Fugitivos de Jerusalén, mesianismo fracasado (Lc 24, 13-21).

En  la raíz de este pasaje late el recuerdo histórico de unos personajes bien concretos que han quedado desilusionados de Jesús y marchan (huyen)  nuevamente a casa.   Sobre la base del fracaso pascual, ha construido Lucas (quizá con tradiciones anteriores, reflejadas en Mc 16, 12) una bellísima parábola que evoca aspectos hondos del encuentro eucarístico y/o pascual de los cristianos. Comencemos leyendo el texto,  fijemos su estructura dramática, marcando los diversos momentos de la trama, la acción de los agentes.

Al principio hallamos dos fugitivos de Jerusalén (que para Lucas es principio y centro de la nueva comunidad). Son dos, como los varones de la tumba vacía, pues sólo así pueden ser testigos oficiales de aquello que han visto y oído. Escapan de la comunidad incrédula (que no ha escuchado el testimonio de las mujeres), pero Jesús les sale al paso y ellos, tras haberle descubierto en la fracción del pan, vuelven a Jerusalén, hallando a la comunidad reunida en confesión creyente: ¡ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón! (Lc 24, 34). Pero estos de Emaús responde: Ha resucitado y resucita cuando compartimos el pan.

No han ido con las mujeres al sepulcro, para ungir al cuerpo muerto, ni quedan en Jerusalén, como los otros; huyen. Es como si tuvieran más dolor; como si la aventura de Jesús hubiera terminado, como un bello y mentiroso engaño. Cuanto antes pudieran olvidarla mejor: parecen suponer que la vida no se puede edificar sobre recuerdos vacíos, palabras vanas, como las que dicen las mujeres del sepulcro (cf Lc 24, 11-22).

Escapan por los caminos del olvido imposible, y para que Cristo les haga retornar a su mensaje y vida necesitan más razones que la catequesis pascual de las mujeres:a  ellas les bastaba el recuerdo de aquello que Jesús había dicho, al borde de su tumba vacía. Estos necesitan en pan partido y compartido con todos los pobres del mundo. Estos necesitan toda la Escritura y la fracción del pan: tendrán que ver a Jesús para creer, aunque no necesitarán fijarse de un modo detallado en sus manos y pies (como la iglesia pascual de Jn 20, 20 y Lc 24, 40). De esa manera, su misma incredulidad se hará motivo de una más honda y larga catequesis.

Empecemos leyendo el texto, saquemos nuestra Biblia, Lc 23. Ésta será nuestra catequesis de pascua. Son muchos los motivos que podemos destacar en esta catequesis de la pascua.   Ningún comentario suple su  lectura directa del texto.

[Fugitivos, Emaús]

Y dos de ellos (del grupo de los Once y los otros: cf. Lc 24, 9) caminaban aquel mismo día hacia una aldea llamada maús… 

[Presencia de Jesús]  Y ellos dialogaban entre sí sobre todas estas cosas que habían acontecido.Y  sucedió que mientras dialogaban y hablaban el mismo Jesús se acercó y caminaba con ellos.

[Ojos cerrados] Y sus ojos estaban cerrados, para no reconocerle. Y él les dijo:– ¿Qué son esas palabras que decís entre vosotros, mientras camináis? Y ellos se pararon tristes. Y uno, llamado Cleofás, le dijo:

–  ¿Eres tú el único habitante de Jerusalén que ignoras  las cosas que han pasado en ella en estos días? Y les preguntó: ¿Cuáles?Y ellos le dijeron:

[Las cosas de Jesús] –  Las referentes a Jesús de Nazaret, que fue varón profeta,poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo, cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, juzgándole a muerte y le crucificaron .Nosotros esperábamos que él fuera quien debía redimir a Israel,pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido.

[Mujeres] Ciertamente, algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado,pues han ido muy temprano al monumento y, no encontrando su cuerpo,han venido diciendo que han visto una visión de ángeles,que les han dicho que está vivo.

[Sepulcro vacío]   ero algunos de los nuestros han ido al monumentoy han encontrado que es cierto lo que decían las mujeres,pero a él no le han visto (Lc 24, 13-21).

Huyen de Jerusalén, que les vacía del Cristo, buscan un refugio en Emaús. Ellos representan a todos los que han hecho camino de evangelio, pero después se decepcionan. No pueden entender la Cruz que dura hasta el tercer día, no saben situar la muerte del pretendiente mesiánico en el esquema salvador del reino. El signo del pan ha terminado; Jesús no tiene “pan” de reino (el que ellos quieren)… Ellos son el signo de los decepcionados de la humanidad, de los vencidos de Israel de lo que querían un reino de poder y de dominio… y lo han perdido, porque Jesús ha muerto.

  No han podido resistir el fracaso de Jesús. Son los que querian coronas, millonrd de dinero. Han estado con Jesús por interésd, pero se marchna…  Su historia  es un relatode  de perdedores mesiánicos orgullosos, hombres (¿un hombre y una mujer?) que van de retirada, envueltos en tristeza. Desde aquí se entienden las dos palabras principales de su discurso:

 –  ¡Pensábamos que tenía que redimir a Israel! Se han situado ante Jesús, le han visto y oído, han recibido el impacto de sus signos. Por eso, le definen como varón profeta, poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante el pueblo.  En aquel duro tiempo de dolores y esperanzas, muchos actuaron como profetas de Dios, ofreciendo al pueblo un mensaje de salvación.  Conforme a la terminología del tiempo, redimir a Israel significa liberar al pueblo del yugo de los enemigos, estableciendo desde Jerusalén un reino mesiánico de paz y concordia universal.

Las perspectivas de ese reino podían variar, según los textos proféticos (Isaías, Ezequiel) y apocalípticos (Daniel, 1 Henoc etc). Es evidente que Jesús ha suscitado una esperanza de ese tipo, como han entendido no sólo aquellos que le han condenado a muerte (sacerdotes de Jerusalén, procurador romano), sino sus mismos discípulos. Esto significa que, humanamente hablando, su vida y mensaje había quedado, en este plano, abierto.

 – Cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, en juicio de muerte, y (los romanos) le crucificaron.Todo judío sabía que el mesianismo era objeto de disputa y recelos entre los diversos grupos del pueblo, especialmente para las autoridades. Algunos esenios, como los de Qumrán, habían tenido que establecerse en el desierto para mantener su mesianismo, opuesto al de los sacerdotes de Jerusalén; también Juan Bautista, que anunciaba el juicio de Dios había sido asesinado por Herodes, rey semi-judío de Galilea y Perea. Otros pretendientes mesiánicos fueron también asesinados, según Flavio Josefo. Por eso, en algún sentido, la muerte de Jesús forma parte de las disputas mesiánicas judías de aquel tiempo; los sacerdotes y jefes de Jerusalén, defensores del orden sacral establecido, pensaron que era necesario entregarlo a los romanos, para bien del pueblo. Los romanos le crucificaron. Hasta aquí todo es duro pero, de alguna forma, cabe en las expectativas judías del tiempo, al menos según nuestro pasaje. Estos fugitivos de Jerusalén contaban con la posibilidad de la muerte del Mesías, aunque esperaban su vuelta inmediata.

Pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido. Tres días son el tiempo de la culminación, signo de plenitud escatológica. Estos discípulos no se han escapado al ver la cruz alzada en el Calvario, tampoco en el momento del entierro, ni el día siguiente…, ni siquiera al comienzo del tercero. Han resistido tres días en Jerusalén, aunque al final les ha entrado el desencanto. Parece que el milagro debía suceder al comienzo de este tercer día, cuando las mujeres fueron al sepulcro, queriendo ungir el cuerpo. Pero no ha pasado nada: simples visiones, fantasía femenina en torno a un cenotafio. Los hombres han ido y han chocado ante ese monumento, hecho para recordar a Jesús y que no sirve absolutamente para nada, pues está vacío. Eso es lo que queda de Jesús: ¡Una tumba abierta! Evidentemente, estos dos hombres razonables, sin esperar que acabe el tercer día, día de la plenitud, escapan.

Viven una muerte sin pascua, un recuerdo de Jesús sin eucaristía, es decir, sin comida compartida, sin gozo ni esperanza escatológica. Por eso, estos discípulos escapan. No les hemos llamado fugitivos de Emaús, sino de Jerusalén, pues de Jerusalén y de su entorno escapan: huyen, sin duda, de los sacerdotes que han matado a Jesús y de Dios que no le ha respondido. Rechazan la visión de las mujeres, que parecen empeñadas en tejer una red de fantasías en torno al pretendiente asesinado.Evidentemente, escapan sin escaparse, como indica su mismo lenguaje: por eso siguen hablando de unas mujeres de nuestro grupo (que han visto visiones y nos han sobresaltado) y de unos hombres de los nuestros (que no han visto nada…).

Escapan, pero se sienten vinculados a la historia de Jesús. Huyen de Jerusalén, pero (al menos en el recuerdo y desencanto) siguen siendo del grupo que Jesús ha reunido, en torno a su mensaje y su persona.  Hasta entonces, la misma cercanía sorprendente de Jesús (hombre poderoso en obras y palabras) les mantenía protegidos. Ahora, sólo ahora, en el hueco de su muerte, deben mirar  y buscar de verdad lo que buscaban. Este es el día tercero, tiempo de la verdad: cada uno de los actores del drama mesiánico de Jesús debe reaccionar, con la ayuda de Dios.

Fugitivos de Emaús, iglesia actual

Estos varones (¿varón y mujer?) representan a todos los cristianos, tentados de escapar, dejando a las mujeres con sus “ilusiones” y al resto de la comunidad con su falta de fe, ante la tumba vacía. Resulta sintomático que un Documento básico del CELAM, de la Conferencia Eclesial Latino-americaca (Santo Domingo, 1992) haya  situado al conjunto de la iglesia ante este icono pascual. Ciertamente, este relato es un espejo de nuestra eucaristía. Estamos como en aquellos tiempos. Unas mujeres lloran ante la tumba vacío, otros huyen. Esto es la iglesia.  Las mujeres creyentes (cf. Lc 24, 1-8)toman en serio el recuerdo y palabra de Jesús; ellas mantienen viva la fe de la iglesia y sobresaltan a los apóstoles oficiales. Pero  estos fugitivos piensan que ellas siguen atadas a la tumba.

Los jerarcas (apóstoles) están en Jerusalén, en un tipo de gran curia eclesia miedosa. Parecen  indecisos: van al sepulcro en busca de confirmaciones exteriores, son incapaces de escuchar la auténtica palabra y de asumir un liderazgo creador en la comunidad cristiana.

También  los fugitivos, parecen formar parte del grupo dirigente, pero escapan,huyendo de su propia historia, del pasado de su encuentro con Jesús. Con un podo de humor diría que son cardenales fracasados de la gran iglesia…

. Escapan y sin embargo siguen hablando de Jesús, como si tuvieran necesidad de recrear su recuerdo, de recuperar su figura. Uno se llama Cleofás (24, 18). El otro, que puede ser varón o mujer (quizá mejor mujer) permanece innominado.  Huyen de Jesús y de la eucaristía y, sin embargo, serán comienzo de una nueva eucaristía pascual.

La experiencia fundante de pascua sigue siendo un enigma. Pero Lucas nos ayuda a penetrar en algunos de sus motivos principales, distinguiendo entre los grupos de la iglesia. Muchos investigadores han elevado preguntas a su texto. ¿Por qué sitúa la meta de la huida en Emaús, que está en Judea, y no en Galilea, como suponía Mc 14, 28? ¿Por qué presenta como fugitivos a estos dos, y no al conjunto de los apóstoles? ¿Por qué ha centrado la experiencia pascual en Jerusalén y no en Galilea, como Mc 16,  Mt 28 y Jn 21? Nadie ha escrito, que yo sepa, un relato histórico fiable sobre el desarrollo de los acontecimientos pascuales.

 Recuperar el pasado: la “homilía” del peregrino desconocido (Lc 24, 25-27).

 Estos fugitivos han  abandonado la comunidad donde parecen reunidos otros discípulos incrédulos con las mujeres creyentes (cf. Lc 24, 9-10.33-35). Este sería el comienzo del fin: empieza a disgregarse el grupo que Jesús había formado.  Escapan  de él, pero le llevan en su mente y conversación (cf. 24, 14). Pues bien, su mismo alejamiento será principio de nuevo encuentro. Muchas veces resulta necesaria la distancia: separarse del lugar de la experiencia inmediata, tomar tiempo para revivir lo que ha pasado.

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Del desencanto al entusiasmo. Domingo 3º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 23 de abril de 2023

20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Hay que olvidar lo que sabemos

Para comprender el relato de los discípulos de Emaús hay que olvidar todo lo leído en los días pasados, desde la Vigilia del Sábado Santo, a propósito de las apariciones de Jesús. Porque Lucas ofrece una versión peculiar de los acontecimientos. Al final de su evangelio cuenta solo tres apariciones:

            1) A todas las mujeres, no a dos ni tres, se aparecen dos ángeles cuando van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús.

            2) A dos discípulos que marchan a Emaús se les aparece Jesús, pero con tal aspecto que no pueden reconocerlo, y desaparece cuando van a comer.

            3) A todos los discípulos, no sólo a los Once, se aparece Jesús en carne y hueso y come ante ellos pan y pescado.

            Dos cosas llaman la atención comparadas con los otros evangelios: 1) las apariciones son para todas y para todos, no para un grupo selecto de mujeres ni para sólo los once. 2) La progresión creciente: ángeles – Jesús irreconocible – Jesús en carne y hueso.

Jesús, Moisés, los profetas y los salmos

            Un elemento común a los tres relatos de Lucas son las catequesis. Los ángeles hablan a las mujeres, Jesús habla a los de Emaús, y más tarde a todos los demás. En los tres casos el argumento es el mismo: el Mesías tenía que padecer y morir para entrar en su gloria. Un mensaje tan escandaloso y difícil de aceptar requiere ser tratado con insistencia. Pero, ¿cómo se demuestra que el Mesías tenía que padecer y morir? Los ángeles aducen que Jesús ya lo había anunciado. Jesús, a los de Emaús, se basa en lo dicho por Moisés y los profetas. Y el mismo Jesús, a todos los discípulos, les abre la mente para comprender lo que de él han dicho Moisés, los profetas y los salmos. La palabra de Jesús y todo el Antiguo Testamento quedan al servicio del gran mensaje de la muerte y resurrección.

La trampa política que tiende Lucas

            Para comprender a los discípulos de Emaús hay que recordar el comienzo del evangelio de Lucas, donde distintos personajes formulan las más grandes esperanzas políticas y sociales depositadas en la persona de Jesús. Comienza Gabriel, que repite cinco veces a María que su hijo será rey de Israel. Sigue la misma María, alabando a Dios porque ha depuesto del trono a los poderosos y ensalzado a los humildes, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Los ángeles vuelven a hablar a los pastores del nacimiento del Mesías. Zacarías, el padre de Juan Bautista, también alaba a Dios porque ha suscitado en la casa de David un personaje que librará al pueblo de Israel de la opresión de los enemigos. Finalmente, Ana, la beata revolucionaria de ochenta y cuatro años, habla del niño Jesús a todos los que esperan la liberación de Jerusalén. Parece como si Lucas alentase este tipo de esperanza político-social-económica.

Del desencanto al entusiasmo

            El tema lo recoge en el capítulo final de su evangelio, encarnándolo en los dos de Emaús, que también esperaban que Jesús fuera el libertador de Israel. No son galileos, no forman parte del grupo inicial, pero han alentado las mismas ilusiones que ellos con respecto a Jesús. Están convencidos de que el poder de sus obras y de su palabra va a ponerlos al servicio de la gran causa religiosa y política: la liberación de Israel. Sin embargo, lo único que consiguió fue su propia condena a muerte. Ahora sólo quedan unas mujeres lunáticas y un grupo se seguidores indecisos y miedosos, que ni siquiera se atreven a salir a la calle o volver a Galilea. A ellos no los domina la indecisión ni el miedo, sino el desencanto. Cortan su relación con los discípulos, se van de Jerusalén.

En este momento tan inadecuado es cuando les sale al encuentro Jesús y les tiene una catequesis que los transforma por completo. Lo curioso es que Jesús no se les revela como el resucitado, ni les dirige palabras de consuelo. Se limita a darles una clase de exégesis, a recorrer la Ley y los Profetas, espigando, explicando y comentando los textos adecuados. Pero no es una clase aburrida. Más tarde comentarán que, al escucharlo, les ardía el corazón.

            El misterioso encuentro termina con un misterio más. Un gesto tan habitual como partir el pan les abre los ojos para reconocer a Jesús. Y en ese mismo momento desaparece. Pero su corazón y su vida han cambiado.

            Los relatos de apariciones, tanto en Lucas como en los otros evangelios, pretenden confirmar en la fe de la resurrección de Jesús. Los argumentos que se usan son muy distintos. Lo típico de este relato es que a la certeza se llega por los dos elementos que terminarán siendo esenciales en las reuniones litúrgicas: la palabra y la eucaristía.

Del entusiasmo al aburrimiento

Por desgracia, la inmensa mayoría de los católicos ha decidido escapar a Emaús y casi ninguno ha vuelto. «La misa no me dice nada». Es el argumento que utilizan muchos, jóvenes y no tan jóvenes, para justificar su ausencia de la celebración eucarística. «De las lecturas no me entero, la homilía es un rollo, y no puedo comulgar porque no me he confesado». En gran parte, quien piensa y dice esto, lleva razón. Y es una pena. Porque lo que podríamos calificar de primera misa, con sus dos partes principales (lectura de la palabra y comunión) fue una experiencia que entusiasmó y reavivó la fe de sus dos únicos participantes: los discípulos de Emaús. Pero hay una grande diferencia: a ellos se les apareció Jesús. La palabra y el rito, sin el contacto personal con el Señor, nunca servirán para suscitar el entusiasmo y hacer que arda el corazón.

Los discípulos de Emaús

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

― ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

― ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?

Él les preguntó:

― ¿Qué?

Ellos le contestaron:

― Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo:

― ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

― Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:

― ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

― Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

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III Domingo de Pascua. 23 de abril, 2023.

Domingo, 23 de abril de 2023

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Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.”

(Lc 24, 13-35)

Nos ponemos en marcha, en camino, como los dos discípulos que iban a Emaus.

Y es que esto de la resurrección es un proceso.

La Vigilia Pascual tiene un día señalado en el calendario pero el encuentro de cada una con el resucitado no tiene por qué coincidir. Tampoco las primeras discípulas de Jesús se encontraron con el resucitado en el mismo momento ni de la misma manera.

Dios es mucho más original, mucho más sorprendente y, sobre todo, mucho más delicado. Nos conduce y sabe lo que necesitamos.

Sabe que hay personas que no pueden esperar a que amanezca y que llegarán al sepulcro al despuntar la aurora, como María Magdalena, sabe que otras correrán y creerán, al mismo tiempo que otras tomarán el camino contrario alejándose de Jerusalén, de Jesús.

Los dos de Emaus se marchan abrumados por una realidad que a sus ojos tiene un único nombre: FRACASO. Mientras caminan comparten sus esperanzas rotas. Conversan y discuten. Se hacen preguntas. Pero andan enredados en un torbellino sin salida.

Así el resucitado se hace presente sin ser reconocido y lo primero que hace es escucharles. Dejar que desahoguen el corazón.

¡Cuánta ternura y delicadeza en este gesto del resucitado! Él, que conoce mejor que nadie lo que ha sucedido, se deja contar la historia por dos discípulos que van abandonando el seguimiento…

Jesús sigue empeñado en que no se pierda ni uno solo y hace con cada una de nosotras el camino. Aun cuando el camino sea equivocado.

Sabe que lo mejor para nosotras es que Le sigamos, pero cuando la vida nos llena de dudas y decidimos caminar otro camino, nos acompaña. Pierde el tiempo con nosotras. Nos escucha, nos habla. Se toma tiempo para transformarnos.

Hace arder nuestros corazones.

Oración

Nuestra oración de hoy puede ser la misma súplica de los dos de Emaus: “-¡Quédate con nosotras porque atardece y el día va de caída! ¡Quédate!

Y su respuesta: «entró para quedarse…»

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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A Jesús vivo debo encontrarlo en el otro.

Domingo, 23 de abril de 2023

emmausDOMINGO 3º DE PASCUA(A)

Lc 24,13-35

Por tercer domingo consecutivo se nos propone un relato enmarcado en el “primer día de la semana”. Estos dos discípulos pasan de creer en un Jesús profeta, pero condenado a una muerte destructora, a descubrirlo vivo y dándoles Vida. De la desesperanza pasan a vivir la presencia de Jesús. Se alejaban de Jerusalén tristes y decepcionados; vuelven a toda prisa, contentos e ilusionados. El pesimismo les hace abandonar el grupo, el optimismo les obliga a volver para contar la gran noticia (todo según el relato).

El encuentro de los dos discípulos de Emaús con Jesús es un prodigio de teología narrativa. En ella podemos descubrir el verdadero sentido de los relatos de apariciones. El objetivo de todos ellos es llevarnos a participar de la experiencia pascual que los primeros seguidores de Jesús vivieron. En ningún caso intentan dar noticias de acontecimientos puntuales. Los discípulos de Emaús no son personas concretas, sino personajes. Lucas no quiere informarnos de lo que pasó una vez, sino de lo que está pasando cada día.

Es Jesús quien toma la iniciativa, como sucede siempre en los relatos de apariciones. Los dos discípulos se alejaban de Jerusalén decepcionados por lo que había pasado a Jesús. Solo querían apartar de su cabeza aquella pesadilla. Pero a pesar del desengaño sufrido por su muerte y muy a pesar suyo, llevan a Jesús en su corazón y van hablando de él. Lo primero que hace es invitarles a desahogarse, les pide que manifiesten su amargura. La utopía que les había arrastrado a seguirlo, había dado paso a la más absoluta desesperanza. Pero su mente todavía estaba con él, a pesar de su horrible muerte.

En este sutil matiz podemos descubrir una pista para explicar lo que sucedió a los primeros seguidores. La muerte les destrozó, y pensaron que todo había terminado; pero a nivel subconsciente, permaneció un rescoldo que terminó siendo más fuerte que las terribles evidencias tangibles. En el relato de la conversión de Pablo podemos descubrir algo parecido. Perseguía con ahínco a los cristianos, pero sin darse cuenta, estaba subyugado por la figura de Jesús y en un momento determinado, cayó del burro.

La manera en que el relato describe el reconocimiento (después de haber caminado y discutido con él durante tres kilómetros) y la instantánea desaparición, nos indican claramente que la presencia de Jesús, después de su muerte, no es la de una persona normal. Algo ha cambiado tan profundamente, que los sentidos ya no sirven para reconocer a Jesús. Estos detalles nos vacunan contra la tentación de interpretar de manera física los relatos que nos hablan de Jesús después de su muerte.

Nosotros esperábamos… Esperaban que se cumplieran sus expectativas. No podían sospechar que ya se habían cumplido. Fijaos bien cómo refleja esa frase nuestras propias decepciones. Esperamos que la Iglesia… Esperamos que el Obispo… esperamos que el concilio… Esperamos que el Papa… Esperamos lo que nadie puede darnos desde fuera y surge la desilusión. Lo que Dios puede darnos ya lo tenemos. El desengaño es fruto de una falsa esperanza. Por seguir esperando lo que Jesús ya nos está dando, llega la desilusión.

Según el relato, no es Jesús el que cambia para que le reconozcan, son los ojos de los discípulos los que se abren y se capacitan para reconocerle. No se trata de ver algo nuevo, sino de ver con ojos nuevos lo que tenían delante. No es la realidad la que debe cambiar para que nosotros la veamos. Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no apreciamos. Hay momentos y lugares donde se hace presente Jesús de manera especial, si sabemos mirar.

1) En el camino de la vida. Después de su muerte, Jesús va siempre con nosotros en nuestro caminar. Pero el episodio nos advierte que es posible caminar junto a él y no reconocerlo. Habrá que estar más atento si, de verdad, queremos entrar en contacto con él. Es una crítica a nuestra religiosidad demasiado apoyada en lo externo. A Jesús no lo vamos a encontrar en el templo ni en los rezos ni en los ritos sino en la vida real, en el contacto con los demás. Si no lo encontramos ahí, cualquier otra presencia será engañosa.

La concepción dualista que tenemos del mundo y de Dios nos impide descubrirlo. Con la idea de un Dios creador que se queda fuera del mundo, no hay manera de verle en nuestra realidad cotidiana. Pero Dios no es lo contrario del mundo, ni el Espíritu es lo contrario de la materia. La realidad es sensible, pero en la realidad podemos distinguir otro aspecto. Desde el deísmo que considera a Dios como un ser separado y paralelo de los otros seres, será imposible descubrir en las criaturas la presencia de la divinidad.

2) En la Escritura. Si queremos encontrarnos con el Jesús que da Vida, tenemos en las Escrituras un eficaz instrumento. Pero el mensaje de la Escritura no está en la letra sino en la vivencia espiritual que hizo posible el relato. La letra, los conceptos no son más que el soporte en el que se ha querido expresar la experiencia de Dios. Dios habla únicamente desde el interior de cada persona, porque el único Dios que existe es el que fundamenta cada ser. Dios solo habla desde lo hondo del ser. Esa experiencia, expresada, es palabra humana, pero volverá a ser palabra de Dios si nos lleva a la vivencia.

3) Al partir el pan: No se trata de una eucaristía, sino de una manera muy personal de partir y repartir el pan. Referencia a tantas comidas en común, a la multiplicación de los panes, etc. Sin duda el gesto narrado hace también referencia a la eucaristía. Cuando se escribió este relato ya había una larga tradición de su celebración. Los cristianos tenían ya ese sacramento como el rito fundamental de la fe. Al ver los signos, se les abren los ojos y le reconocen. Fijaos, un gesto es más eficaz que toda una perorata sobre la Escritura.

4) En la comunidad reunida. Cristo resucitado solo se hace presente en la experiencia de cada uno, pero solo la experiencia compartida me da la seguridad de que es auténtica. Por eso él se hace presente en la comunidad. La comunidad (aunque sean dos) es el marco adecuado para provocar la vivencia. La experiencia compartida empuja al otro en la misma dirección. El ser humano solo desarrolla sus posibilidades de ser, en la relación con los demás. Jesús hizo presente a Dios amando, es decir, dándose a los demás. Esto es imposible si el ser humano se encuentra aislado y sin contacto alguno con el otro.

El mayor obstáculo para encontrar a Cristo hoy es creer que ya lo tenemos. Los discípulos creían haber conocido a Jesús cuando vivieron con él; pero aquel Jesús, que creían ver, no era el auténtico. Solo cuando el falso Jesús desaparece, se ven obligados a buscar al verdadero. A nosotros nos pasa lo mismo. Conocemos a Jesús desde la primera comunión, por eso no necesitamos buscarle. El verdadero Jesús es nuestro compañero de viaje, aunque es muy difícil reconocerlo en todo aquel que se cruza en nuestro camino.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Señor.

Domingo, 23 de abril de 2023

Arcabas-Emmaus

Lc 24, 13-35

«Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel»

El seguimiento de Jesús había quedado hecho añicos, y el relato de los dos de Emaús es un excelente testimonio de la desbandada que se produjo tras su muerte. Habían creído en él como el futuro libertador de Israel; como el restaurador de la estirpe de David, pero su fe había muerto al pié de la cruz: «Creíamos que era éste… pero han pasado dos días…». Todo había terminado y era hora de volver a la rutina diaria.

Peor lo tuvieron sus discípulos más cercanos; los que le habían acompañado desde el principio convirtiéndose en sus amigos. En la cena de despedida habían quedado confusos y desconcertados por las palabras y los signos de Jesús. Ya en Getsemaní, huyeron despavoridos cuando un pelotón de guardias y criados lo prendió. Llegados en su huida al cenáculo, se atrancaron por miedo a los judíos, y allí permanecieron angustiados por la suerte de su maestro y posiblemente avergonzados de su cobardía. Pedro tuvo un arranque de valor, pero cuando se vio en peligro negó conocerle.

Al miedo y a la vergüenza se unieron las dudas. La cruz demostraba que Dios no estaba con él, sino con los sacerdotes que lo habían vencido, y esa evidencia tuvo que haber supuesto un golpe brutal para su fe.

Probablemente permanecieron encerrados en Jerusalén hasta que finalizó la Pascua, y probablemente también, salieron de Jerusalén mezclados con los peregrinos que volvían a sus lugares de origen tras su celebración. Mateo nos habla de una cita en Galilea, y Juan sitúa allí al núcleo más íntimo del grupo, que había retomado las ocupaciones previas a la increíble aventura que acababan de vivir.

Todo parecía haber acabado, pero el Espíritu se cruzó en sus vidas haciendo resucitar la fe en el crucificado. Pero ya no era la fe en el mesías davídico que ellos habían albergado en el pasado, sino la fe en “Jesús Señor”; tan cercano a la divinidad que no eran capaces de ponerse de acuerdo para formularla. Para Pedro, «Dios estaba con él», pero Juan se atrevió a mucho más, y en el prólogo de su evangelio dejó plasmada su nueva fe de manera explícita: «La Palabra era Dios».

No sabemos cuál pudo haber sido la experiencia que provocó este salto trascendental en su fe y les movió a creer en él, no ya como un enviado, sino como “El Señor”. Lo que sí sabemos es que provocó un vuelco radical en sus vidas. Porque un tiempo después de haber salido de Jerusalén aterrorizados por miedo a las autoridades, desmoralizados por la muerte de su maestro y sumidos en angustiosas dudas de fe, aquellos hombres se presentaron de nuevo en el Templo afirmando, y empeñando su vida en ello, que lo habían visto vivo después de su muerte:

«Varones israelitas —es Pedro quien les habla— escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales, fue entregado y muerto en la cruz por vosotros por medio de hombres sin Ley. Pero Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella; y nosotros somos testigos de ello».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Seguimos caminando hacia Emaús o estamos volviendo a Jerusalén?

Domingo, 23 de abril de 2023

CLOFAS~1

Lc. 24, 13-35

Estamos de nuevo en el tiempo pascual. El tiempo de recordar y experimentar que Jesús VIVE entre nosotros, con nosotros, ahora y ya para siempre. Es el tiempo del Espíritu que nunca abandonará a su pueblo. Antes de nada vamos a tratar de respondernos con sinceridad: vitalmente ¿en qué tiempo vivimos, en que tiempo vivo yo? O dicho en clave del evangelio de este domingo, ¿seguimos caminando hacia Emaús o estamos volviendo a Jerusalén?

Nos encontramos hoy con la aparición a los discípulos de Emaús. Un texto precioso de Lucas, una de las grandes catequesis pospascuales del NT. Una catequesis que resuena con fuerza en nosotros y que nos puede ayudar a descubrir si estamos realmente viviendo como discípulos y discípulas de Jesús Resucitado o simplemente seguimos llorando y añorando al crucificado.

Porque, como todo el evangelio, este texto tan conocido e impresionante, habla de nosotros. Quizá por eso uno de sus personajes no tiene nombre. ¿No podemos ser nosotros/as el discípulo o discípula sin nombre que acompaña a Cleofés? Pongámosle nuestro nombre y sintámonos protagonistas de esta escena. Sin duda lo somos y lo hemos sido en muchas ocasiones.

Varios rasgos definen al discípulo que acompaña a Cleofés, a ese que lleva nuestro nombre. Parece una persona:

– Que camina cabizbaja y desanimada, conversa y discute, que esperaba, pero que ahora parece que ya no espera “Creíamos…”

¿No caminamos así alguna vez? ¿No nos hemos ido del grupo, alejado de todo? ¿No seguimos “tirando” porque esto es lo que hay y no más? Y a veces, ¿no discutimos y damos vueltas pero seguimos viviendo nuestra fe y nuestra vida, con ese andar cansino de quien no espera que las cosas cambien?

– Que sus ojos son incapaces de reconocerlo a pesar de que camina a su lado, de que los escucha sin reproches, de que les explica el sentido de los acontecimientos…

¿Qué nos impide reconocer a Jesús? ¿Qué cataratas difuminan u ocultan tantos signos de vida que suceden cada día a nuestro lado? ¿Qué cierra los ojos de nuestro corazón cuando leemos las escrituras?

– Que en el fondo sigue buscando pero duda, le cuesta confiar en el testimonio de los demás y, a pesar de sus deseos, sigue diciéndose: “Si, vale, hay rasgos positivos, algo parece que va a cambiar, pero “A Él no lo vieron”

¿Cuándo fue la última vez que afirmamos algo así? ¿Cómo buscamos a Jesús, en qué se ha convertido Él para nosotros? ¿Cuándo dijimos de alguien que generosamente sirve o se sacrifica por los demás, “Sí, a saber lo que busca detrás de eso”? ¿O lo desautorizamos diciendo “son mujeres, son curas, son… qué van a decir?

– Una persona que a pesar de todo se siente atraída por este caminante, que de alguna forma ha conectado con el deseo profundo de su corazón, aunque ni él /ella misma es consciente, y le pide: “Quédate con nosotros”. No porque te haya reconocido… simplemente porque algo me hace desear tu presencia, aunque lo exprese tan pobremente: va a anochecer, falta mucho camino, aquí tenemos nuestra casa…

¿Cuándo hemos vivido algo parecido? ¿A quién hemos invitado a nuestra vida que nos ha abierto los ojos y el corazón? El desanimo no suele ser proactivo, no suele llevarnos a dar el primer paso, pero la compañía, el sacar de nosotros lo que nos va doliendo y  la escucha atenta del otro nos ayuda a romper el cerco en la que la tristeza nos ha encerrado. Y por ese resquicio entra el Resucitado y se sienta a la mesa, nos mira a los ojos y nos da su pan. Y ese gesto que, ahora sí, nos recuerda al Maestro a quien queremos, en quien habíamos puesto nuestra esperanza, abre por fin nuestros ojos y nuestro corazón.

Y a partir de este momento los rasgos que definen a este discípulo o discípula que lleva nuestro nombre, que somos nosotros son totalmente distintos:

– Es la persona que reconoce con sus ojos a Jesús en un gesto sencillo y un objeto común, el pan que se bendice y se reparte.

– La que es consciente de que su corazón ardía mientras le escuchaba por el camino aunque no se hubiera dado cuenta, y ahora ya no lo duda a pesar de que es de noche y de que Jesús ha desaparecido.

– Es la que levantándose se pone a caminar hacia Jerusalén, a desandar el camino, ahora con ánimo alegre y deseoso de encontrarse con los demás.

– Es la que comparte con los demás su experiencia de encuentro con el Resucitado y goza con las experiencias expresadas por los Once, por los amigos, por los compañeros….

Y lo mejor es que sin duda también podemos reconocernos en estos rasgos. Somos la persona que acompaña a Cleofés camino de Emaús, la que regresa con él a Jerusalén en plena noche y la que anuncia con valentía que Jesús vive y los ha acompañado por el camino. Porque a Jerusalén no se va, según Lucas “se vuelve”.

Solo volvemos a Jerusalén si nos hemos encontrado con el maestro en cualquier camino a Emaús, solo nos experimentamos como personas nuevas si hemos sido conscientes de nuestra realidad de caminantes a Emaús. Y este camino no se recorre de una vez para siempre, es una buena imagen de toda nuestra vida, siempre amenazada por el desanimo y el cansancio, por una fe raquítica y circunstancias externas que la ponen a prueba; pero una vida animada y sostenida por el Espíritu y la presencia de Jesús Resucitado que siempre camina con nosotros y se nos hace presente en tantos signos de vida y esperanza que se dan en nuestro mundo si dejamos que El mismo nos abra los ojos para reconocerlos.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Una nueva forma de presencia.

Domingo, 23 de abril de 2023

8EDA4F03-C06C-4828-A2D2-8EDC3F2A97A7Domingo III de Pascua

26 abril 2020

Lc 24, 15-35

En gran medida, los llamados “relatos de apariciones del resucitado” son catequesis elaboradas, que buscan suscitar la fe en Jesús y promover determinadas actitudes, como la paz, la confianza, la alegría, la misión…

Hablan, para ello, de la presencia de Jesús, pero generalmente con el añadido de que no era fácilmente “reconocible”. Afirman la realidad de su presencia, pero subrayando que esta no es equiparable a su estado anterior.

En el relato que nos ocupa, parece destacar un doble interés catequético: por un lado, ofrecer una interpretación del hecho -para ellos escandaloso- de la cruz y la muerte del Maestro. ¿Cómo Dios pudo “abandonar” a su elegido, permitiendo que muriera a manos de paganos? La respuesta se sitúa en la línea de lo que era la argumentación rabínica: “Estaba escrito», es decir, había un sentido oculto. Por tanto, no ha habido abandono, ni hay motivo para el escándalo: todo entraba dentro de los planes de Dios.

Por otro, invita a “hacer camino” con Jesús, destacando tres lugares donde encontrar su presencia: caminar al lado de la gente, releer la sagrada Escritura y celebrar la eucaristía (“partir el pan”). Constituían, sin duda, los lugares privilegiados donde los discípulos de aquellas primeras comunidades fortalecían y compartían su fe.

El relato muestra que es precisamente ahí donde “reconocen” a Jesús, a la vez que insiste en una cuestión que considera prioritaria: la proclamación de que el Maestro sigue caminando con ellos en todo momento.

Desde una perspectiva genuinamente espiritual, respetando, pero trascendiendo las creencias religiosas y catequéticas, podemos preguntarnos: ¿qué es eso que nos “acompaña” en todo momento y “camina” siempre con nosotros? La respuesta es simple: aquello que somos en profundidad, lo que constituye nuestra identidad profunda.

Solo nos hace falta reconocerlo, o lo que es lo mismo, comprender lo que somos. Es esa comprensión profunda la que, liberándonos de engaños y de sufrimientos inútiles, nos permite estar en casa en todo momento. No es una presencia ajena la que nos sostiene; es sencillamente la presencia que es.

¿Vivo en conexión con la presencia consciente que somos?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Sinodalidad es caminar hacia Emaús

Domingo, 23 de abril de 2023

JESÚS - ROSTRO 170 - PEREGRINOS DE EMAÚSDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- v 13 Dos discípulos se van caminando de Jerusalén.

    Los dos de Emaús representan la Iglesia naciente y la nuestra: el camino hacia la fe en el Señor resucitado.

Un discípulo se llamaba Cleofás el otro es anónimo. Podemos poner nuestro nombre.

Es un texto de gran belleza literaria y teológica, que siempre podemos hacer nuestra. Todos somos caminantes, todos entramos caemos en desesperanzas, en ocasiones el atardecer embarga nuestra vida.

    Por otra parte, ¡Cuánta gente se “ha ido de Jerusalén”, ha abandonado la fe, la Iglesia!

02.- v 14. iban conversando, se hacían preguntas.

    No habían entendido ni lo que había pasado en Jerusalén, ni la Escritura. Sin embargo no pueden olvidar a Jesús, por ello iban “dando vueltas” a lo que había pasado con Jesús. Caminan pensando y discutiendo los problemas de la vida, lo que había supuesto Jesús para ellos.

    También nosotros vamos por la vida con muchas preguntas y cuestiones. Tenemos más problemas que respuestas. No entendemos, no acertamos a explicarnos la vida, el mal, la muerte…

03.- Nosotros esperábamos, pero todo ha terminado…

    La situación de aquellos dos discípulos era de decepción, de tristeza y desesperanza.

Muchos de los discípulos de Jesús esperaban un Mesías nacional poderoso, triunfante que restaurara la soberanía de Israel frente al Imperio romano. Pero todo ha terminado en el fracaso de la cruz. Por eso se van de Jerusalén, del grupo.

En gran medida esta es también nuestra situación.

  • Muchos de los que formamos las generaciones adultas del siglo del XXI nos embarga la decepción. Esperábamos tantas cosas…
  • Esperábamos que la democracia iba a crear una sociedad perfecta y nos iba a liberar de los males de la dictadura.
  • Esperábamos que el Concilio iba a suponer un Pentecostés para la Iglesia y una oxigenación, pero hemos vivido un largo post-concilio de involución y el papa Francisco a duras penas puede con la sinodalidad.
  • Probablemente muchos proyectos personales, matrimoniales, familiares se han derrumbado o no se han realizado.

La cuestión radical es ¿qué esperamos de la vida? y ¿de dónde o de quién esperamos la realización de tal esperanza? Ser adultos es amontonar desilusiones y decepciones, pero mantener la esperanza y seguir caminando.

04.- v 27. Jesús les explica las Escrituras.

    Jesús se acerca. El Señor siempre se acerca aunque tampoco nosotros no acertemos a reconocerle…

Jesús no se hace presente en forma de “visiones o apariciones iluminadas”, sino en el prójimo, en los acontecimientos de la vida.

    Les explica las Escrituras. Explicar el Evangelio no es lo mismo que explicar el catecismo. Uno puede conocer todo el catecismo y ser increyente. Hemos llegado a una situación en la que el Evangelio necesitara del filtro del catecismo para ser auténtico. El Evangelio está liberadoramente por encima del catecismo.

Estos días se presentaba un libro de JM Castillo: “Declive de la Religión y futuro del Evangelio”. Y decía JM Castillo que Evangelio y Religión son incompatibles, pero la Iglesia las ha fundido y confundido”.

    Conocer las Escrituras no es saberse de memoria la Biblia, sino creer.

Explicar y entender las Escrituras es amar el Evangelio, la razón, la cultura, el misterio de la vida.

05.- v 29. Quédate con nosotros, que atardece…

    Es una hermosa, una gran oración. El camino de Emaús son  vísperas de un acto de fe profundo y ardiente

La vida tiene muchos atardeceres en los que no vemos la luz ni el camino, porque quedamos bloqueados por una mala situación personal  por una ruptura, por un mal momento de salud, por una situación eclesiástica que nos deja el corazón helado… No faltan atardeceres y “noches oscuras” del alma y del cuerpo, incluida la noche final.

    En muchas situaciones nos será más que suficiente esta nostalgia de que el Señor se quede con nosotros.

06.- vv 30-31 Se les abrieron los ojos y le reconocieron al partir el pan. La Eucaristía.

    Este relato de los dos de Emaús es una Eucaristía. Le reconocieron al partir el pan.

A Cristo se le reconoce al partir el pan, al compartir el pan.

La Eucaristía no consiste en la perfección de los ritos, cuanto en una vida que comparte el pan.

    Reconocemos a Cristo cuando hay Eucaristía y hay Eucaristía cuando compartimos el pan: misiones, pobres, Aterpe, entrega a nuestras tareas, cuando compartimos la cultura, cuando guiamos a quienes la vida puesto en nuestras manos, la solidaridad.

07.- v 32 ¿No ardía nuestro corazón? Las brasas de Emaús

    Las ideas mueven el mundo, y es verdad porque las ideas mueven el corazón. San Agustín decía que solamente se conoce lo que se ama.

    Jesús no fue un ideólogo, sino que se pasó la vida haciendo el bien: curando enfermos, sanando al que sufre…

El cristianismo no es solamente cuestión de ideas super-precisas, de teologías y doctrinas, mucho menos de leyes. Creer en la resurrección es dejarse tocar por la misericordia de Dios”, sino que ha de arder el corazón.

    El momento político-cultural-eclesiástico que vivimos no es precisamente cálido, amable. Nietzsche –a mediados el siglo XIX- ya nos había condenado a vivir en un gran frío, en el vacío, en la nada:

¿No vamos errantes a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene la noche para siempre jamás más y más noche? ¿No olemos todavía la nada de la corrupción divina? [1]

08.- v 33 Se volvieron a Jerusalén y dijeron: ¡es verdad ha resucitado!

    El testimonio y la misión, el grupo, los Once, están presentes en los relatos de la resurrección. Siempre hay alguien: Magdalena, el Discípulo Amado, Pedro. Hoy los dos de Emaús, que terminan dando testimonio y anunciando la Vida, al resucitado.

    ¿Cómo anunciar hoy la Vida de modo que salgamos de esta noche? No es una cuestión simple, mucho menos una cuestión legal. ¿Quién nos explicará las Escrituras? Ciertamente la ciencia y la cultura, nos pueden explicar algunas cosas, pero solamente el Señor nos hará comprender la vida.

    Sinodalidad es “caminar juntos” como los dos de Emaús.

Quédate con nosotros, que atardece

[1] NIETZSCHE, F. La ciencia gaya, Obras III, 125 (74.141).

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Magda Bennásar Oliver: “Mirad lo que nos pasó con dos peques.”

Sábado, 22 de abril de 2023

NINOS-MISA-3Estábamos preparando el oratorio, muy actualizado, de la parroquia, cuando fueron llegando las familias con sus hijxs. El semicírculo preparado, las velas encendidas, la música a punto, sonrisa puesta y muchas ganas de compartir con esa franja de 25 a 40 que van a tope, que no tienen tiempo… también estaba preparado el chico marroquí que vive junto con otros 24 en la parroquia, para jugar con lxs pequeñxs mientras los mayores rezábamos…

De pronto, por el rabillo del ojo veo a la niña de 5 años y al chiquitín de 2 que se van a buscar sus sillitas al fondo del oratorio y sin decir nada completan el semicírculo con sus sillitas y se sientan, los primeros, para que nadie se atreviera a cuestionar su pertenencia.

Me pareció un gesto digno de ser orado. Justo ahora que se preparan liturgias súper serias, largas, pesadas, de millones de palabras en tres días… que ni los mayores podemos digerir, mientras eso ocurre, ¿dónde está el lugar de los peques? ¿pegados a los dibujos o … para que no molesten?

Así tenemos un mundo de ancianxs en las iglesias, que como no hay nadie más, la mayoría quieren seguir con lo de siempre porque así está mandado por ancianos jerarcas que no tienen niñxs, ni tampoco mucha alegría como podemos comprobar.

Actualmente parece que los pequeños sólo son nombrados como víctimas de abusos, pasa lo mismo con las mujeres, sólo se nombra a las que reivindican el sacerdocio femenino… o puestos de autoridad.

¿No os parece que es hora de darle la vuelta al pastel, verlo desde el lado del futuro, de la vida nueva, de la creatividad… y preguntarle a Jesús como quisiera ser recordado en estos días tan significativos, en los que él se va al monte a rezar, que como buen introvertido sabía que la naturaleza le consolaría mucho más que los egos de los discípulos peleando por la herencia, por los puestos de honor en ese reino que no acababan de pillar?

El futuro y el presente es de lxs niñxs. En sus cerebros esponjitas podemos diseñar modelos de comunidad en los que ellxs entren, formen parte, porque ¿quién ha dicho que un niño no sabe hacer silencio? ¿Has probado de acompañarle en un sencillo momento de oración centrante? ¿Has podido comprobar, yo sí, que a diferencia de lxs adultxs, ellxs se centran enseguida, respiran, abren sus manitas y se les pone una sonrisa porque sus mofletes no están tensionados como los nuestros?

Por ahí entiendo las palabras de Jesús “dejad que los niños se acerquen a mí…” los niños no tienen miedo, no tienen prejuicios, y Jesús se refería a sus seguidores, que tenemos que aprender de su transparencia y capacidad de estar, de compartir, de reír, de danzar.

En otra ocasión, estábamos con un grupo de mamás con niños, y lo mismo, alguien cuidaba de ellos mientras las adultas teníamos un encuentro… de pronto el grupito de pequeños irrumpió en la sala, y cada uno se sentó encima de su madre, ya que no había sillas para ellos, entonces viendo la situación, pusimos música relajante, las madres abrazaron a lxs pequeñxs y medianxs y ofrecimos una meditación guiada, en la que los más cansaditos se quedaron fritos y los otros disfrutaron del momento. Al final, tomados de la mano hicimos una sencilla danza contemplativa, en la que quienes no perdían el paso eran ellos, claro, sobre todo ellas. Se inauguró un proceso de reuniones compartidas con merienda al final, una gozada de liturgia.

Ojalá esta semana santa no fuera pesada, y nos pudiéramos dejar inspirar por la Ruah encarnada en nuestrxs pequeñxs. A mí, el pequeño de la familia, hace unos días me mandó un audio en el que él meditaba varios minutos, con gestos y alguna palabra que tenía memorizada de su profe. Me dice en el whatsapp: “tieta, te comparto mi meditación de hoy”. Tiene 5 años y sus padres no van a misa, pero le enseñan amor a la naturaleza y meditan con él unos minutos varias veces a la semana. Su meditación se llamaba “arco iris”, y mientras le escuchaba decía bendita profesora, posiblemente no practicante, que junto con sus padres, preparan una sociedad nueva, completamente diferente.

Nosotras hemos aprendido la lección: lxs peques y sus madres y padres, están ahí, preparando el futuro, nosotras necesitamos aprender y acompañar. Todavía sonrío sola cuando recuerdo a los futuros discípulos, poniendo sus sillas. ¡Menuda autoridad!

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente espiritualidadcym@gmail.com

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“¿De verdad que no es posible vivir una Eucaristía mejor?”, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 21 de abril de 2023

eucaristia-720_270x250De su blog Punto de Encuentro:

25.03.2023 | Gabriel Mª Otalora

No tenía intención de volver sobre este tema, pero en una reciente reunión de Joseba Segura con las unidades pastorales de una vicaría de Bizkaia (curas, díaconos y laicado), el obispo comenzó remarcando la centralidad de la Eucaristía en la vida cristiana. Fue una reflexión sin margen para la interpretación que me hizo repensar la importancia que tiene la expresión de la fe en comunidad, y más concretamente en nuestra actitud en la liturgia eucarística.

La asistencia a los templos para “celebrar” la Eucaristía desciende vertiginosamente; no es primordial para el cristiano de a pie. Y seguramente haya muchas causas en el origen de esta realidad menguante que se refuerza cada año. Quizá la reforma del Concilio Vaticano II no logró eliminar el carácter cerebral y poco popular de la misa, con el exceso funcional del celebrante desde el Concilio de Trento. Lo digo porque, ya en 1963, se hablaba de una “crisis de culto” detrás de la cual se esconde una crisis de fe (Xabier Basurko).

De ahí surgió un movimiento pendular que buscaba una mejor participación de la vivencia cristiana, a través de una liturgia más celebrativa y alegre. Pero las formas no pueden suplantar el fondo que continúa con la excesiva verbalización del celebrante y la actitud de anonimato en los fieles. La Eucaristía debe ser otra cosa: sentirnos comunidad agradecida, mirarnos a los ojos, saludarnos y compartir… no es estar al lado de alguien extraño cumpliendo una norma. La sacralidad de la Eucaristía no viene por los capisayos, rituales y formalismos, que pueden ayudar a darle solemnidad, sino por la actitud de quienes celebran la actualización de la Cena de Jueves Santo y su fundamento del amor fraterno.

El Papa resalta la importancia de la dimensión comunitaria: “La misa no se puede escuchar sin más, como si nosotros fuéramos solo espectadores sin involucrarnos. La Misa siempre es celebrada, y no solo por el sacerdote que la preside, sino por todos los cristianos que la viven”. En suma, sentirnos verdadera comunidad.

Buena parte del laicado se ha acostumbrado a la inercia y se resiste a algo tan ilustrativo como acercarse a los primeros bancos para estar cerca todos unos de otros y del celebrante, en torno a la Mesa del Señor. No hay manera de lograr que todos los asistentes a una Eucaristía se junten… No se trata de borrar los momentos de silencio e introspección, pero dentro del contexto de una celebración,fraterna y comunitaria que haga viva nuestra fe.

Dicho lo anterior, claro que existen comunidades celebrativas que expresan lo genuino del Evangelio, pero no es menos cierta la desertización espiritual continuada en nuestra sociedad, hasta el punto de peligrar la presencia cristiana en algunas zonas cercanas, como apuntó el obispo de Bilbao en esa reunión de vicaría. El problema ya no es solo la carestía de curas, sino de laicos y laicas… ¿Qué nos está alejando de una vivencia más auténtica y comunitaria? ¿De verdad que no es posible vivir una Eucaristía mejor? ¿Es más fuerte la pasividad que la autocrítica?

Estamos lejos de propiciar experiencias como la que tuvo Tertuliano, aquél cartaginés que en su proceso de conversión observaba la actitud de las comunidades cristianas y le hizo exclamar la frase que se ha hecho tan popular: “Mirad como se aman”, sin que seamos capaces siquiera de juntarnos físicamente cuando hay bancos vacíos en el templo, ni acercarnos alrededor del altar cuando somos pocos…

No interesamos porque no hacemos atractiva la Buena Noticia, especialmente entre los jóvenes, otra de las preocupaciones que expresó Joseba Segura. Para casi el 75% de los jóvenes de nuestras diócesis, la religión es nada o poco importante. Y únicamente el 3,9% de este colectivo cree que en las iglesias se dicen cosas importantes.Sólo el 10% de los participantes en la experiencia sinodal que promueve Francisco son jóvenes. Ellos “creen más en Tik Tok que en los curas”… Estos y otros datos aparecen en una encuesta que recoge Religión digital e indican que si seguimos haciendo lo mismo, los resultados no cambiarán (una idea de Albert Einstein).

POSTDATA – Hablando del obispo de Bilbao, también es noticia por convocar un acto oracional celebrado este viernes en la catedral ante víctimas y fieles con el propósito de pedir perdón y buscar la reparación de las víctimas. Una emotiva ceremonia de reconocimiento, pionera en el Estado, de que “ha habido abusadores” que han utilizado “su posición”. “Han sido de los nuestros y así lo reconocemos”, recalcó. Que cunda el ejemplo, ya que este escándalo -abusos y encubrimientos- ha alejado a muchos de la celebración eucarística.

Espiritualidad

Jueves 06 de Abril de 2023. “Jueves Santo”.

Jueves, 6 de abril de 2023

De Koinonia:

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1ª Lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.””

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

2ª Lectura:

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio:

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.” Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.”

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

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***

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación.

Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua.

Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo.

Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial.

2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNA

Este es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: “Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad”. Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. “Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días”. Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo.

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6.4.23. Jueves Santo. Pascua del pan y del “vino”: La próxima copa en el Reino

Jueves, 6 de abril de 2023

caravaggio-cena-emmausDel blog de Xabier Pikaza:

Jesús celebró un día como hoy la antigua fiesta de pascua judía, pero con sentido nuevo

No la celebró el día oficial  sino un día anterior, como despedida  invitación a su nueva fiesta (la próxima copa en el reino)

Esta cena de Jesús fue y sigue siendo el principio de las celebraciones cristianas, como indicaré, insistiendo en sus rasgos: (a) la próxima copa será en el reino; (b) mientras tanto, hombres y mujeres formamos un cuerpo, carne y sangre de amor

En ese fondo ha destacado Juan el signo de Jesús, viña y Cordero, nuestra vinculación con todo el universo  (Jn 1; Jn 6; Jn 19)

INTRODUCCIÓN. NOTAS ESENCIALES

1. Jesús celebró su cena de despedida y comunión en un contexto pascual judío, pero transformado. Fue una fiesta “real,histórica”, pero  y formulada de un modo litúrgico y eclesial por los primeros cristianos (1 Cor, Sinópticos)

2. Esta cena evocaba antiguos motivos hebreos:la liberación de Egipto, la fiesta del cordero… la comida de los primeros panes del año. Pero Jesús prescinde del cordero y se centra en dos signos “vegetarianos” de tipo universal: el pan de harina amasada, la copa de zumo vegetal.

3. El pan (artos, artúa) esun alimento amasado y “cocido” de semillas/frutos vegetales, que en oriente eran y son de cereal (trigo, cebada…), peropueden ser de cualquier semilla equivalente (arroz, maíz, soja…). Todo intento de limitarse a un pan de puro trigo es consecuencia de mal etnocentrismo y de mala traducción de los textos.

4. La copa es en principio de zumo de uva…, pero ninguno de los textos  (Mc, Mt, Lc, 1 Cor)l o dice. Todos utilizan “poterion”,  en el sentido de “copa” para beber. No dicen  si el zumo está fermentado (si es mosto o vino), ni si ha de ser sólo de uva o de otro tipo de fruta o semilla (de manzana o pera, de granada, dátiles o naranjas etc.. . Limitarse al vino-vino (zumo de uva fermentado) va en contra del sentido universal del texto.

5. Comunión “sacerdotal”: haced esto en memoria de mí. Estas palabras u otras semejantes están supuesta en Mc y Mt, aunque sólo aparecenen Lc 22,19 y 1 Cor 11, 25, y se dirigen a todos los miembros  de las comunidades cristianas, que así aparecen como comunidades “sacerdotales”, en el sentido especírico de Jesús. Ni Lucas ni Pablo (ni mucho menos Marcos y Mate olas restringen a los “doce apóstoles” y a sus sucesores obispos y presbíteros, por razones evidentes para cualquier lector del NT.

6.  La iglesia posterior, en su praxis jurídica “oficial” solemne, ha restringido (limitado) esas palabras (con la presidencia eucarística) a un tipo de “ministros ordenados varones” (e incluso célibes). Pero esa limitación (que ha cumplido en un tiempo su servicio) va en contra de la amplitud del NT carece actualmente de sentido, de formas que debe devolverse a las comunidades su “autoridad y responsabilidad”l eucarística, como está viendo ya gran parte del “sensus fidelium” de la iglesia católica.

7. Fiesta del amor fraterno…De un modo u otro, celebrada con pan-trigo o pan-arroz…, con mosto o vino de uva o con bebida de patata, naranja o limón…, esta fiesta de la cena de Jesús es sacramento de amor fraterno, como seguiré mostrando. Esto es algo que sabían bien los escolásticos  del siglo XIII , cuando distinguían y vinculaban el signo-sacramento de la misa y su res o esencia que era y sigue siendo el amor mutuo de los “creyentes”.

He desarrollado estos motivos en Fiesta del pan, fiesta del vino; Historia de Jesús; Comentario de Marcos y Comentario de Mateo

1. LA PROXIMA COPA EN REINO. LOGION DE LA DESPEDIDA (MC 14, 25  par).

 Sintiéndose en peligro, sabiendo que su vida estaba amenazada, que sus amigos podían abandonarle y sus enemigos condenarle a muerte, Jesús quiso cenar con sus compañeros, ratificando su compromiso de alianza y promesa, como proclama este logion(Mc 14, 25) que no se limita a esperar pasivamente la llegada del Reino, sino que la provoca. Todo el mensaje anterior de Jesús en Galilea y su venida a Jerusalén, puede interpretarse a partir de estas palabras centrales/finales de su vida:

En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vidhasta el día en que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de Dios (Mc14, 25 par).

 Por medio estas palabras y este gesto (compartir una copa de vino con sus discípulos),Jesús pide a Dios que llegue (que envíe) el Reino, prometiendo (asegurando) al mismo tiempo a sus compañeros (discípulos) que el Reino llega y que él (Jesús) entregará su vida hasta el finpara que llegue, en la línea de su oración: Padre, venga (envía) a nosotros el Reino.

Jesús está “representando” (culminando) su tarea mesiánica ante Dios y ante sus compañeros.Jesús no es profeta mesiánico a solas, separado de los otros, sino dirigente de una iglesia o grupo mesiánico (los Doce), con el que comparte su camino y proyecto de Reino.

 Jesús no está a solas, no es un mesías separado, sino rodeado de un cuerpo de compañeros, que forman el germen de su iglesia. Por eso no se compromete él solo, frente a todos, sino con su grupo, formado no sólo por los Doce,sino  también por mujeres  y amigos que le han venido acompañando.

Jesús no conoce de antemano los detalles de su entrega de amor y de muerte, como un adivino (pues el conocimiento de posibles adivinos no es personal y verdadero, de carne y sangre, sino de imaginación). Sólo se conoce de verdad con cuerpo y alma, no sólo con el entendimiento, sino con la voluntad y la vida entera, con la carne y la sangre,  en unión con una comunidad de vida. Ahora al fin, tras haber recorrido un largo camino con y por sus amigos/discípulos, en el momento de la gran prueba, Jesús les confía su identidad, el compromiso y sentido supremo de su vida.

  No ha venido a luchar contra sacerdotes y legionarios romanos, sino a presentar ante unos y otros,  su proyecto de reino, que culmina en un compromiso de abstinencia escatológica: no beber más vino, ni celebrar más fiestas hasta que llegue el Reino.

Éste es un compromiso de fidelidad en amor hasta la muerte, culminando su camino,ratificanso su opción de Reino, esto es, de vida comparida: En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vid … (Mc14, 25 par).

Por eso, al decir “no volveré” a beber con vosotros, Jesús está ratificando sucamino anterior de mesianismo. No ha sido un mesías aislado, no ha podido decir “yo soy hijo de Dios, pero vosotros no…”, sino que ha sido y sigue siendo hijo de Dios con aquellos con quieres comparte el mismo vino de fiesta, el mismo pan de vida. Al decir “no volveré ya más hasta…”, él está indicando que la comunión de vida y destino permanece, aunque puedan traicionarle…El próximo abandono de los doce y en particular el de algunos (Judas, Pedro) no destruirá la fidelidad divina de su compromiso.

Jesús está convencido de que su tiempo de mundo acaba, y así lo proclama, no con un signo de penitencia, un bautismo de muerte (un sacrificio), sino con una señal de fiesta y alegría. La renuncia (no beberé…) implica, según eso, una esperanza más alta. Jesús deja de beber vino porque ha cumplido su misión en la tierra y porque espera la llegada del Reino, que no será tiempo ni lugar de castigo, sino de fiesta, de vino de Reino (de fiestas pentecostales). Conforme al rito externo, Jesús está celebrando un rito pascual (de presencia de Dios y de liberación), pero no lo hace con el pan de pascua pascua, sino de vino de los tabernáculos o chozas que representan la culminación del tiempo del mundon [1].

            Jesús ha ofrecido su mesa (pan y peces) a los marginados y pobres, a publicanos y multitudes. Ahora, en el momento final, asumiendo y recreando la más honda tradición israelita, él declara y proclama ante sus amigos que ha cumplido su tarea, ha recorrido su camino: sólo queda pendiente la respuesta de Dios, el vino del Reino. De esa forma pasa del “vino antiguo” de esta fiesta de despedida (que el ritual de la institución eucarística interpreta, como sangre de alianza: Mc 14, 23-24) al “vino nuevo” de la culminación mesiánica Todo lo que podía y debía hacer humanamente lo ha hecho. Por eso, en nombre de Dios les invita a tomar la próxima copa en el Reino [2].

 3. EUCARISTÍA, COMUNIÓN DE REINO.

  1. El signo de la copa. Sólo vive de verdad quien da su vida por otros.

En su forma actual, el relato eucarístico [3]. consta de dos signos, uno de pan, otro de vino (cf. Mc 14, 22-24), que, al unirse, forman el mejor retrato de Jesús hombre de pan compartido y vino de Reino. El texto completo, ha sido elaborado litúrgicamente en el contexto de la despedida, según la doble tradición de Mc 14, 23-24/Mt 26, 26-30 y de 1 Cor 11, 23-25 y Lc 22, 15-20). En ese contexto sitúan los sinópticos y Pablo la institución “eucarística”, no como cena de pascua antigua sino como anticipo (anuncio y promesa) del banquete mesiánico, de manera que la misma copa de invitación (no beberé más… ) viene a interpretarse (ofrecerse y entenderse) como copa de alianza escatologica.

Tomo una copa, bebieron todos de ella, y les dijo:Esto es mi sangre de la alianza (Mc 14, 22 par).

 No es copa de anuncio de lo que vendrá más tarde, sino de revelación de lo que está sucediendo, de lo que ha sido y es ahora su vida de fidelidad y servicio por el reino, no a solas (separado de los otros) , sino en comunión de vida con sus compañeros de Iglesia. Así lo entiende Jesús, así lo hace y lo dice, como he desarrollado en Marcos:

Tomó una copa (potêrion), en signo de agradecimiento (eukharistía). Mientras un grupo de hombres y/o mujeres sean capaces de beber juntos una copa podrán vincularse a Dios, no están abandonados sobre un mundo adverso. El mismo vino, fruto de la tierra y del trabajo humano, es para ellos presencia de Dios, expresión del valor de la vida. Jesús no ofrece a sus compañeros una sesión de ayuno, hierbas amargas, en plano de sudores, sino el más gozoso, bello y exigente producto de su entorno, el vino, que, no siendo bebida ordinaria (los pobres no pueden tomarla cada día, como el pan), es signo de alegría y abundancia futura para todos. En ese contexto, Jesús quiere que sus discípulos puedan vivir en plenitud de gozo, empezando a beber ya en este mundo el vino prometido para el Reino (tema de fondo de Jn 2, bodas de Caná).

– Y bebieron todos de ella (de la copa),en gesto muy preciso de participación. Por un lado, se dice “todos”; por otro lado, se dice “de una misma copa” (ex autou), la de Jesús, por la que todos se vinculan, comprometiéndose a compartir su misma suerte, en alianza de vida, no como pacto social de intereses. Esta es copa de vida y de muerte; vivir para compartir una misma llamada de Dios, muriendo unos en (con) otros y todos en Cristo, resucitando de esa forma en el Reino. Teniendo eso en cuenta, en sentido estricto, las palabras interpretativas: «Ésta es la Sangre de mi alianza» (Marcos y Mateo) y «es la nueva Alianza en mi Sangre» (Pablo y Lucas), no eran necesarias, pues el gesto resulta suficiente: Jesús, mensajero perseguido del Reino de Dios, amenazado de muerte por sus adversarios, ofrece a sus amigos (y por ellos a todos), en signo de solidaridad y esperanza, una copa que simboliza su sangre (vida) entregada por el Reino; y ellos por su parte beben, comprometiéndose a nacer, vivir, morir y renacer en con/por Jesús, formando la iglesia de la humanidad mesiánica.

– Y les dijo: “Esto” es mi sangre, de la alianza (= ésta es la alianza de mi sangre). Para los israelitas, la sangre constituye el mayor de los tabúes, como presencia temporal de la vida eterna de Dios. Ellos pueden comer carne de animales,  pero nunca su sangre «porque es la vida de la carne y os la he dado para uso del altar, para expiar por vuestras vidas, porque la sangre expía por la vida» (Lev 17, 10-12; cf. Gen 9, 4). El Dios bíblico se ha reservado la sangre, como signo de vida originaria, de manera que comer carne con su sangre o beber sangre constituye la mayor impureza (cf. Hech 15, 29). La sangre/vida no se “juega” (no se compra ni vende), simplemente se comparte, se regala, como, alianza de Dios.

            De esa forma, manteniendo su experiencia de vida, Jesús ha ofrecido a los discípulos su sangre en el signo del vino, invitándoles a compartirla. Ellos lo han hecho, se han comprometido. Parece que la suerte está fijada: Todos vivirán, compartiendo el don del reino, dándose vida, muriendo unos por otros y en otros, abriendo con su muerte la puerta del Reino.Ya no se puede hablar de jerarquías separadas (unomayores, otros menores), sino de vida y resurrección de unos en otros [4]. Leer más…

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La eucaristía es signo de lo que fue Jesús, de lo que nosotros debemos ser.

Jueves, 6 de abril de 2023

cena-del-corderoJUEVES SANTO(A)

Jn 13,1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia. Para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es sorprendente que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada. Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras, está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Juan cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Me llamáis “Maestro” y “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve. Lo importante no es el hecho sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano está en el servir a los demás.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la ‘institución de la eucaristía’. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, pero proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después de este texto dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Debemos amar a los demás como Dios ama, como Jesús amó. La eucaristía no es una devoción más, que comienza y termina en la iglesia. Debemos hacer un esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y tratar, por todos los medios, de celebrar una eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión ritualista y espiritualista que no afecta a mi vida concreta. La presencia de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido descubrir el aspecto vivencial del sacramento y nos ha dejado al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo”, en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia “real” de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me aporta.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida. Solo un Jesús destrozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de todo ser humano. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero en el c. 6 encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que cree, nunca pasará sed”. Queda claro que comer el pan y beber la sangre, es un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio de los demás hasta deshacerse por ellos. El peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los demás.

Dice más adelante: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida, que no se verá alterada por la muerte. Para hacer nuestra esa Vida, debemos aceptar la “muerte” a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata de renunciar a nada, sino de conseguirlo todo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jueves Santo.

Jueves, 6 de abril de 2023

Lachapelle1-1-758x474(Juan 13, 1-15)

La compasión solidaria de Jesús se hace gesto y signo sacramental en la Eucaristía. La Eucaristía es la máxima expresión del “darse” de Cristo y de su gratuidad incondicional. Por eso, como ha dicho el papa Francisco, “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). Si en la Pascua judía el signo de la acción liberadora de Dios es la sangre y el sacrificio, en la Última Cena lo es el cuerpo partido y repartido de Jesús, accesible a todos y todas como alimento básico para la vida del mundo. Del mismo modo la Eucaristía no es algo “accidental” en la existencia de Jesús, sino que fue gestándose a lo largo de toda su vida y conduciéndole hacia la entrega total en sus palabras, en sus gestos y encuentros con la gente, especialmente con la más herida y vulnerada.

En el contexto cultural contemporáneo a Jesús el imaginario del banquete mesiánico (Is 25, 6-10) como el gran signo de la irrupción de la novedad de Dios en la historia tenía mucha fuerza entre los creyentes judíos. Por eso Jesús desde la experiencia inclusiva del amor compasivo del Abba, lo va a historizar y radicalizar tanto con sus parábolas (Mt 22,4) como con sus hechos: practicando una comensalidad abierta (Lc 15,2). Sus comidas con pecadores, publicanos y prostitutas inauguran un nuevo orden cuyo centro es el amor y la compasión más que la ley y las tradiciones excluyentes. Esta práctica de Jesús sitúa en condiciones de igualdad a todos los seres humanos en su accesibilidad Dios y a los bienes de la tierra. Por eso algunos teólogos y teólogas afirman que a Jesús le mataron por su forma de compartir la mesa y por con quienes eligió hacerlo. Las comidas de Jesús quiebran la imagen de un Dios sólo para selectos y revelan aun Dios cuyo ser y hacer es misericordia en acción, compasión solidaria, cercanía e identificación con los y las excluidas. Pero la Ultima Cena de Jesús no es tampoco una de tantas comidas de Jesús, sino que tiene un carácter de “memorial” de “testamento”. Jesús es consciente que en torno a él se va cerrando un cerco y busca la intimidad con sus discípulos para compartirles los secretos de su corazón y para ratificar su deseo de entrega, de seguir adelante en la misión que el Abba le ha encomendado. Por eso La Última Cena es un compendio de lo que ha sido la vida de Jesús. Su originalidad radica también en que Jesús es el “anfitrión” y se presenta a la vez como “el que sirve”, algo absolutamente inusual en la mentalidad judía donde quienes servían en las comidas eran las mujeres, y los esclavos. Al hacerlo Jesús ocupa su lugar.

Este mismo sentido es el que expresa el texto del Lavatorio. El testamento que Jesús nos deja a sus seguidores y seguidoras es el servicio. Este Jesús “agachado”, con jofaina y toalla en mano, rompe la dialéctica del amo y del esclavo y nos revela a un Dios identificado con los últimos, sirviendo desde abajo, sustentando, igualando, desde ese lugar, ahí, e inaugurando desde ahí la horizontalidad del Reino. Es tan provocador este gesto, en el que alguien ha dicho que «Jesús se mujerizó», y que en la imaginería religiosa apenas se recoge. El arte ha reproducido escenas de Jesús en las que aparece presidiendo la Eucaristía, sin embargo, hay muy pocas en las que Jesús aparece agachado y lavando los pies a sus discípulos, ocupando el último lugar. Esa actitud y ese gesto continúan escandalizándonos.

No hay nada más opuesto al servicio vivido al estilo de Jesús que el servilismo. El primero cuestiona toda forma de poder-dominación, de abuso y de desigualdad en las relaciones personales sociales y estructurales. Es un acto de libertad y de dignidad. El servilismo, por el contrario, idolatra el poder y a quien lo representa y constituye un acto de sumisión acrítica, por parte de quien lo realiza y de opresión por parte de quien lo permite. Sin embargo, a menudo los cristianos y cristianas lo confundimos. Celebrar el Jueves Santo es comprometernos a vivir eucarísticamente identificándonos con la persona de Jesús y su proyecto como servidores y servidoras de la fraternidad y la sororidad humana. “Haced esto en memoria mía”, es seguir actualizando la existencia al modo de Jesús, desde el servicio y contra toda forma de servilismo o poder dominación que genera violencia y exclusión. Por eso la Eucaristía no es un rito sino una dinámica existencial y celebrarla actualizar su memoria transformadora en nuestro mundo, por eso nunca es un tranquilizante, sino más bien un riesgo.

¿A qué riesgos nos invitan hoy nuestras Eucaristías? ¿Cómo hacer histórico hoy el lavatorio de Jesús en nuestros ambientes?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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