Una teología de la memoria en tiempos de abusos sexuales cometidos por el clero
“Para muchas víctimas de abusos sexuales del clero, el pasado no ha pasado”
“Este artículo ofrece una revisión de la relación entre la humanidad y la Iglesia de Dios, dañada por los abusos sexuales del clero contra menores, pero también de la autoridad de la Iglesia, hoy minada por la pérdida de credibilidad”
“La crisis mundial de los abusos sexuales por parte del clero ha infligido heridas que tomará muchos años sanar. Es necesario reconocer que la negación de los abusos es todavía un problema”
“La reconciliación de la memoria debe asumir que las «negaciones del abuso» constituyen todavía un problema, y debe dar prioridad a la verdad sobre lo sucedido, al por qué sucedió y a quién realizó el mal”
“La reconciliación de la memoria debe asumir que las «negaciones del abuso» constituyen todavía un problema, y debe dar prioridad a la verdad sobre lo sucedido, al por qué sucedió y a quién realizó el mal”
“Deberían fortalecerse las medidas para hacer responsables a los obispos locales de lo que está sucediendo. Al mismo tiempo, los recuerdos dolorosos de las víctimas deben escucharse y respetarse”
| Marcel Uwineza sj
(La Civiltà Cattolica).- El 5 de octubre pasado se dieron a conocer los resultados del Informe de la Comisión Independiente sobre Abusos Sexuales en la Iglesia (CIASE) de Francia. El informe fue solicitado por la Conferencia episcopal francesa y ahora está a su disposición para un examen profundo, de modo que se pueda dar un nuevo paso en el ámbito de la lucha contra los abusos. El documento da cuenta de alrededor de 3.000 sacerdotes y religiosos que cometieron abusos sexuales contra menores o personas vulnerables en 70 años. Actualmente, un total de 216.000 personas en Francia (con un margen de error de 50.000) fueron abusadas por sacerdotes y religiosos católicos. Si se incluyen las agresiones cometidas por laicos (sobre todo en las escuelas), la estimación aumenta a 330.000 personas. Pero esto solo es una pieza de un cuadro más amplio.
La crisis mundial de los abusos sexuales por parte del clero ha infligido heridas que tomará muchos años sanar. Es necesario reconocer que la negación de los abusos es todavía un problema. La terrible tragedia perpetrada contra niños y adultos vulnerables por parte del clero y sus consecuencias, deja cicatrices en todo el pueblo de Dios y hacen necesaria una teología que valore el papel de la memoria. Convencido de que una familia que no recuerda está destinada a desaparecer, creemos que el problema de la memoria es un imperativo teológico. ¿Pero qué tipo de memoria? ¿Cómo se curan los recuerdos? Como destacaba Johann Baptist Metz a propósito del Holocausto judío, los miembros del pueblo de Dios «no deben dejarse bloquear por recuerdos no reconciliados, ni siquiera a nivel teológico, sino que deben valorarse con fe y hablar con ellos de Dios»[1].
Teología y heridas del hombre
Si es verdad que la memoria constituye la matriz de la historia y de la teología, en un mundo violento la teología debe tomar posición desde el lugar de las heridas. Este artículo ofrece una revisión de la relación entre la humanidad y la Iglesia de Dios, dañada por los abusos sexuales del clero contra menores, pero también de la autoridad de la Iglesia, hoy minada por la pérdida de credibilidad. Es necesario formular una teología capaz de orientar la reconciliación de la memoria y, al mismo tiempo, re-imaginar el valor de la salvación en una Iglesia que se esfuerza por sanar las heridas de las personas. El objetivo, por tanto, consiste en afrontar los aspectos teológicos, antropológicos, eclesiales y morales de la memoria, es decir, en evaluar la ambivalencia de la culpa, sopesar qué recuerdos específicos deben tener prioridad sobre otros, confrontarse con memorias colectivas e individuales no reconciliadas y con el significado vital del perdón.
«Recuerdos no reconciliados», es la expresión precisa que usaremos a continuación para referirnos al contexto de la pedofilia. Estos se contextualizan en muchos casos; nombramos algunos:
1) El recuerdo no reconciliado se refiere a las numerosas víctimas que sobrevivieron a la violencia sexual de sacerdotes y que deben enfrentar el difícil camino de ser dejadas solas en el relato de sus historias en un contexto de negación de los abusos o de supresión de la memoria.
2) Se refiere a la memoria de los niños nacidos de una violación.
3) También da cuenta de muchas víctimas que decidieron alejarse lo más posible de quienes las hirieron.
4) Los recuerdos no reconciliados son propios también de los autores de los abusos, de quienes salieron de la cárcel y de los que se encuentran en casas de reposo, porque se les prohibió ejercer cualquier ministerio eclesial público o porque fueron reducidos al estado de laicos. Estos deben encontrar una forma de coexistir con las víctimas de sus abusos o con el peso interior que proviene de saber que, si no hubieran violentado personas jóvenes y vulnerables, la crisis actual de la Iglesia no habría alcanzado las dimensiones actuales.
5) Teológicamente, los recuerdos no reconciliados, se refieren al lugar que tiene Dios en el mar de sufrimiento provocado por los abusos.
6) Finalmente, muchas personas deben enfrentar las fallas institucionales de la Iglesia Católica, sus pecados institucionales, sus complicidades y la falta de reconocimiento de responsabilidad todavía presente. Yves Congar no podría haberlo dicho mejor: frente a la Iglesia, nuestros contemporáneos «más que de los pecados de sus miembros, se escandalizarán de su incomprensión, de sus mezquindades, de sus retrasos»[2].
El concepto de memoria en la teología
Si se tienen presentes estas memorias o recuerdos no reconciliados e irreconciliables, ¿cuál sería, entonces, el lugar de la memoria teológica? El concepto de memoria proviene del verbo hebreo zakar, que significa no solo «recordar», sino también «repetir», en el sentido de volver a contar, de dar testimonio[3]. No es difícil comprender la importancia que tiene recordar crímenes como los abusos sexuales del clero. En efecto, «los crímenes cometidos en el pasado no pertenecen al pasado, sino que son, por el contrario, totalmente actuales. Estos han marcado nuestras sociedades […], en las que el trauma que imprimieron permanece muy presente»[4].
Estas afirmaciones pueden parecer genéricas, sin embargo dan una idea de cuánto incide el pasado en las vidas y en la comunidad. El llamado a recordar no es solamente una invitación a mirar al pasado, sino también un llamado para enfrentar el presente y el futuro. Nos permite entender que para muchas personas el presente es doloroso. Para muchas víctimas de abusos sexuales del clero, el pasado no ha pasado; por lo tanto, «recodar significa estar presentes. Pero es también algo sobre lo que se puede actuar, actuar ahora, hoy y mañana, para construir una sociedad en la que acciones monstruosas y criminales como esas sean sencillamente impensables»[5]. Recordar a las víctimas de los ataques terroristas de Nueva York, Nairobi, París y Bruselas tiene este objetivo.
La teología cristiana reconoce que, desde la perspectiva del ser humano frente a Dios, somos esencialmente personas caracterizadas por la memoria. Los cristianos recuerdan lo que Dios hizo en la vida, muerte y resurrección de Jesús, a través de éste. Recuerdan la presencia viva del Espíritu de Dios en la Iglesia. Y celebran la invitación de Jesús a partir el pan y a compartir el cáliz de vino en memoria suya (cfr Lc 22,19; 1 Cor 11,24). La teología cristiana asume un papel fundamental en su relación con la memoria y en la definición de la identidad de las personas. «La inteligibilidad del cristianismo es extrapolable en términos no solo especulativos, sino también narrativos: cristianismo narrativo-práctico»[6].
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