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Un cambio de corazón, una nueva vida.

Miércoles, 13 de marzo de 2024
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Del blog de Henri Nouwen:

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Llevar una vida espiritual requiere un cambio de corazón, una conversión. Dicha conversión puede estar señalada por un repentino cambio interior. Pero siempre implica una experiencia interior de unicidad. Nos damos cuenta de que estamos en el centro, y de que desde allí todo lo que existe y todo lo que ocurre puede verse y comprenderse como parte del misterio de la vida de Dios con nosotros. Nuestros problemas y sufrimientos, nuestras tareas y promesas, nuestras familias y amigos, nuestras actividades y proyectos, nuestras esperanzas y aspiraciones, ya no nos parecen una fatigosa variedad de elementos que apenas podemos mantener unidos, sino más bien las declaraciones y revelaciones de una nueva vida del Espíritu en nosotros.

«Todas esas otras cosas» que tanto nos ocupan y preocupan vienen ahora como dones o retos que fortalecen y ahondan la nueva vida que hemos descubierto. Esto no quiere decir que la vida espiritual facilite las cosas o nos libere de nuestros problemas o sufrimientos. Las vidas de los discípulos de Jesús muestran claramente que el sufrimiento no disminuye por la conversión. A veces incluso se intensifica. Pero nuestra atención ya no se dirige al «más o menos».

Lo importante es escuchar atentamente al Espíritu y acudir obedientemente allí donde somos conducidos, ya sea un lugar alegre o ingrato.

La pobreza, el dolor, los problemas, la angustia, la agonía e incluso las tinieblas interiores pueden seguir siendo parte de nuestra existencia. Pero la vida ya no es aburrida, rencorosa, depresiva o solitaria, porque hemos alcanzado a descubrir que todo lo que ocurre es parte de nuestro camino hacia el Padre“.

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Henri Nouwen

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“Se hace camino al andar”, por Isabel Gómez Acebo

Sábado, 7 de octubre de 2023
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caminar-montanaDe su blog:

No será fácil llegar a conclusiones en el sínodo que empezará dentro de unos días porque la Iglesia Católica no está acostumbrada al diálogo, pero se hace camino al andar y los seguidores de Jesucristo son expertos en recorrer el mundo con sus sandalias, bastón y mensaje. Varias cosas me han gustado antes de su comienzo: los días dedicados a un retiro espiritual para que los participantes se pongan en sintonía con el Espíritu Santo y la disposición de la sala con mesitas para 8 o 10 personas, que nos permiten aventurar unas conversaciones fluidas en las que existirá total libertad de hablar, algo también novedoso en nuestra institución donde la norma era que hablaran unos y escucharan los otros

            Han cambiado mucho los ministerios desde que terminó el concilio Vaticano II, bien sea por la ausencia de sacerdotes o por otros motivos, pero la realidad actual es que se van creando ministerios nuevos o que los antiguos han ido cayendo en manos de laicos. Con esta consulta en la que participa todo el pueblo de Dios se estudiará la forma en la que han actuado las mujeres en muchos continentes con maneras que se acercan al diaconado antiguo. Lo están haciendo y el tema será discurrir si con tarjeta de visita o sin ella ¡Cómo cuesta a todas las sociedades reconocer la mayoría de edad de las mujeres!

            Las reuniones ecuménicas han cogido mucha velocidad y hemos sido capaces de discutir sobre muchos temas que nos han llevado a una cercanía y una comprensión antes impensable. Podemos seguir avanzando por ese camino y no vernos como enemigos sino remando en el mismo barco, incluso realizando labores conjuntas

            La sexualidad ha tenido un peso excesivo en la Iglesia y es hora de arrinconarla, para aceptar que haya otras formas distintas de relación entre los sexos. Los descubrimientos modernos han permitido limitar los embarazos no deseados y, por otro lado, los homosexuales, que sienten inclinación por su mismo sexo, tienen derecho a ser reconocidos para no sentirse apestados, especialmente entre los seguidores de Jesucristo en los que debe de primar la misericordia

            Tengo la impresión de que este sínodo ha sido la obra de un Papa jesuita en cuya formación están los ejercidos espirituales de San Ignacio especialmente en el tema del discernimiento, una forma de realizar un proceso de diálogo con nosotros mismos y con los demás. Estará invitada la prensa ya que no hay nada que ocultar, tampoco las discusiones que siempre son enriquecedoras pues aportan puntos de vista desde ángulos distintos. El gran espacio geográfico que cubre la Iglesia Católica hace que la visión para ser conjunta tiene necesariamente que incluir muchas miradas, lo que no resulta fácil por el distinto camino que han recorrido muchas iglesias locales

            Empezaba este blog diciendo que se hace camino al andar pues ya el hecho de coger el bastón y las sandalias me parece una idea positiva. Por supuesto, los que esperan muchas cosas del sínodo saldrán desilusionados y los que sueñan con que nada cambie, también lo harán. Pero es que en la vida se avanza, poquito a poquito, partido a partido como diría un famoso entrenador de un equipo de fútbol español y eso se consigue andando despacio y sin prisa. Esto es lo que yo espero del sínodo que se abre dentro unos días

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¿Actualizar la Iglesia católica? SÍ. Pero ¿en qué y hasta dónde?

Martes, 8 de agosto de 2023
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Actualizar-Iglesia-catolica-SIPero_2575552421_16622330_660x371Teología para una Iglesia en salida

Reflexiones tras el XIII Coloquio Abierto del Foro “Curas de Madrid y Más”

Relato del “Porqué” y del “cómo” del XII y XIII Coloquio del Foro “Curas de Madrid y Más”, respuesta indirecta a la “Carta abierta” de José María Vigil al Foro hablando sobre ellos

05.07.2023 | Jesús María López Sotillo

El pasado día 19 de junio celebramos el XIII Coloquio Abierto del Foro “Curas de Madrid y Más”. Unas horas antes del inicio del acto, el teólogo José María Vigil dirigió a nuestro Foro una carta abierta, publicada en Religión Digital, comentando la información sobre el mismo que daba este medio. A título personal, pero con el conocimiento del asunto que me proporciona ser miembro de la Comisión Permanente del Foro, contesto a la carta mencionada, al tiempo que doy cuenta del “porqué” y del “cómo” de nuestro coloquio del día 19 de junio y, también, del “porqué” y “cómo” del que celebramos el día 27 de febrero, ya que a ambos se refiere Vigil en su escrito.

Debo empezar manifestando a José María Vigil la gratitud de los miembros del Foro y, expresamente, la mía propia, por habernos dedicado tiempo, pensamiento y palabras. Los dos coloquios que comenta, pese a que, curiosamente, han resultado ser los menos concurridos de la serie, han sido también los que han abordado problemas teológicos más complejos y difíciles de plantear y de resolver. Quisiera que estas palabras mías sirvieran para mostrar lo cierto de esta afirmación.

En el que celebramos el  27 de febrero la pregunta en torno a la que intercambiamos puntos de vista fue “¿Tiene la Iglesia libertad para actualizarse?”. En el del día 19 de junio  la cuestión a debatir ha sido “¿Se puede ser hoy a la vez fieles al Evangelio y a los signos de los tiempos?”. Al proponer sendos diálogos en torno a ambas cuestiones el objetivo era suscitar un debate sobre asuntos teológicos que en los lejanísimos tiempos del Concilio Vaticano II suscitaban enorme interés en millones de personas, dentro y fuera de la Iglesia Católica. Hoy muchas personas desconocen qué asuntos eran aquellos. Y otras no tienen interés alguno en dedicarles ni un segundo de su tiempo o de su pensamiento.

Son asuntos que tienen que ver con los numerosos y profundos cambios que la Iglesia Católica, para actualizarse, debería introducir en su doctrina teológica y moral, en su liturgia, en su estructura organizativa y en su articulación canónica de todo ello. A finales de los años cincuenta y durante los años 60 y 70 del siglo pasado, gracias a la convocatoria y a la celebración del Concilio Vaticano II, esos asuntos eran conocidos. Y se hablaba de ellos con claridad. Y había esperanza de que los cambios se produjeran. Y se trabajó mucho para que tal cosa acabara pasando. El adjetivo “nuevo” o “nueva” acompañaba a casi todos los ámbitos de la teoría y de la práctica del catolicismo: Nueva liturgia, Nueva Historia de la Iglesia, Nueva lectura de los textos bíblicos, Nueva moral… Y ese adjetivo era sustituido con frecuencia por el sustantivo “secularización”: Secularización de la liturgia, Secularización de la Acción caritativa, Secularización de la Teología, Secularización de la moral… Pero la llegada en 1978 del cardenal Karol Józef Wojtyła a la sede pontificia trajo consigo el empeño de acabar sin contemplaciones y hasta de forma cruenta con ese afán renovador y secularizador. Y, poco a poco, Juan Pablo II, el nuevo papa, y el cardenal Joseph Ratzinger, luego Benedicto XVI, prefecto desde 1981 de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo consiguieron. Y, a la vez, el joven papa no dejaba de proclamar que era necesario emprender y llevar a cabo con éxito una “nueva evangelización de Europa”, llamada a culminar con una nueva evangelización del resto del planeta. Aunque, pese al nombre, pronto se vio que no era para enseñar nada nuevo, sino para enseñar y asentar de nuevo la antigua doctrina preconciliar de la Iglesia.

Fruto de este exitoso empeño cercenador, a día de hoy es muy reducido el número de personas que guarda memoria viva de las ilusiones que despertó el Vaticano II. Su edad es avanzada. Y les pesa el cansancio acumulado en muchos años de lucha por materializar aquellos sueños de antaño sin obtener apenas éxito alguno. A la sociedad en general ya le da igual que la Iglesia cambie o no cambie. Bastantes católicos piensan que está bien cómo está. Muchos otros, por su parte, creen que los cambios a introducir están relacionados fundamentalmente con la moral individual o institucional. Y no entienden por qué la jerarquía eclesiástica no accede a ello. No entienden por qué no acepta la democratización de órganos de gobierno eclesial. No entienden por qué no acepta el celibato  opcional de los clérigos o la ordenación sacerdotal de las mujeres o una liturgia menos ritualista y más participativa y encarnada en la vida, o el divorcio o los anticonceptivos o la desculpabilización de la homosexualidad o la reproducción asistida o el aborto o la eutanasia. Ese tipo de cuestiones es el que aparece con frecuencia en las respuestas a los cuestionarios preparatorios del Sínodo de la Sinodalidad.

Ese era el objetivo de nuestro XII Coloquio abierto: sacar a relucir que lo que frena los cambios en la Iglesia, no sólo los de tipo moral, sino también y sobre todo los de tipo teológico, litúrgico, institucional y canónicos

Sabiendo que ese es el clima que reina en la Sociedad y en la Iglesia Católica, está justificada la pregunta “¿Tiene la Iglesia libertad para actualizarse?”. Muchos católicos conservadores dicen “NO”. Pero la mayoría contesta “SÍ”, y, como acabamos de señalar, no entiende por qué la Jerarquía se niega a ello. Desconoce que detrás hay razones teológicas que el papa y el resto de los obispos esgrimen como justificadoras de su cerrazón. La mayoría no cae en la cuenta de que esas razones “teológicas” son las que hay que poner en cuestión. La mayoría no comprende que hay que confrontándolas con otras razones que justifican pedir y promover los cambios demandados. En los tiempos conciliares y durante los primeros años del postconcilio todo esto sí se sabía. Ahora hay que volver a enseñarlo. Hay que volver a comprenderlo. Ese era el objetivo de nuestro XII Coloquio abierto: sacar a relucir que lo que frena los cambios en la Iglesia, no sólo los de tipo moral, sino también y sobre todo los de tipo teológico, litúrgico, institucional y canónicos, es la aceptación de que existe un conjunto de enseñanzas inmutables, porque son palabra divina revelada o que se sustenta en ella y la desarrolla.

El Concilio Vaticano II abordó este problema desde sus inicios. Finalmente volvió a proclamar como verdad cierta que la Revelación divina existe y que el contenido de la misma es en concreto el que la Iglesia, mediante su Magisterio, designa como tal. Pero instó a estudiar en profundidad los textos bíblicos, la “Palabra de Dios” por antonomasia, para conocer y comprender cuál es exactamente la palabra divina que contienen y transmiten. Y, además, frente a la tesis protestante, reafirmó la doctrina del Concilio de Trento de que mediante su Tradición y su Magisterio, la Iglesia, sus obispos, pueden interpretar y desarrollar el contenido de la palabra revelada. E instó a estar atentos a lo que dio en llamar “los signos de los tiempos”, pues pueden contener como un susurro divino, que, sin ponerla en cuestión, justifique nuevas interpretaciones o desarrollos de la Palabra revelada. Es una solución de consenso que sirvió para que el 18 de noviembre de 1965, recibiera el voto casi unánime de los padre conciliares y fuera promulgada por Pablo VI, la Constitución Dogmática “Dei verbum”. Habían pasado más de tres años desde que empezó a debatirse, y quedaban solo dos semanas para la clausura del Concilio.

Tomando esa vía de escape, que hoy nos parece muy estrecha, fue posible entonces llevar a cabo un cierto aggiornamento de la Iglesia, una cierta actualización. Pero inmediatamente se abrió otro debate. Tuvo inmerso en él a los padres conciliares y a sus asesores teológicos durante las cuatro sesiones del Concilio y entre los espacios intermedios. Y no hizo más que incrementarse en los primero años del postconcilio: ¿Actualización? SÍ. Pero ¿en qué y hasta dónde? Los documentos conciliares son un testimonio patente de los equilibrios, a veces totalmente forzados, a los que llegaron los padres conciliares en torno a los diferentes asuntos que fueron objeto de actualización. En nuestro XIII Coloquio abierto nos planteamos ese mismo problema. Aunque lo planteamos con otro tipo de pregunta, “¿Se puede ser hoy a la vez fieles al Evangelio y a los signos de los tiempos?

Hay muchos católicos que consideran que la fidelidad no debe ponerse ni en uno ni en otro extremo, ni en “el Evangelio” ni en el supuesto susurro divino que puedan contener “los signos de los tiempos”, sino en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, proclamados solemnemente y principalmente en los Concilios ecuménicos del siglo IV, en el Concilio de Trento y en el Concilio Vaticano I. Pero entre los católicos que consideran que la Iglesia tiene libertad para actualizarse y que hay motivos bien fundados para hacerlo las posiciones sobre el “en qué” y en el “hasta dónde” son diversas y hasta contrapuestas. En la Introducción al Coloquio pusimos sobre la mesa, para dialogar sobre ellas, tres de dichas posiciones. Primero, la que defienden José María Vigil y el resto de autores del libro “Después de Dios. Otro modelo es posible”. Luego, la que ha defendido el profesor José María Castillo en muchos de sus libros, de la que ofrece una síntesis contundente en el último de ellos, “Declive de la Religión. Futuro del Evangelio”. Y, en tercer lugar, la que practican, por ejemplo, Javi Baeza y la comunidad de San Carlos Borromeo. En el curso del diálogo salió a relucir otra más, de la que luego hablaré.

José Manuel Vigil, autor de la Carta abierta al Foro, y el resto del grupo de teólogos y pensadores espirituales al que pertenece se sitúan claramente entre quienes piensan que hoy ya no es posible mantener de forma simultánea las dos fidelidades, al Evangelio y a los Signos de los tiempos, a los que ellos designan con otro nombre. Piensan y enseñan que la fidelidad a lo que hoy en día nos enseñan sobre el universo y sobre el ser humano las ciencias físicas y biológicas lleva a romper con buena parte de la doctrina eclesial, incluida la que encontramos en lo que Castillo llama “El Evangelio” o, dicho más precisamente, en la que encontramos en los escritos neotestamentarios. Hay que hacer emerger, piensan y enseñan, “otro modelo” de espiritualidad. Ha de ser un modelo en el que no tiene cabida, entre otras imágenes, la figura de un Dios personal y providente, pero en el que, curiosamente, se ha de mantener como un pilar fundamental la preocupación por los más necesitados, aunque las ciencias positivas no puedan decir nada definitivo al respecto. Pero eso sí, desprovista de las fundamentaciones y de las motivaciones mitológicas que, a su juicio, ofrecen los relatos bíblicos.

José María Castillo está en el polo contrario. En 2021 hizo en Religión Digital un comentario crítico al libro “Después de Dios. Otro modelo es posible”. A los autores les pareció infundado y ofensivo. Y dos de ellos, José Arregui y José María Vigil le respondieron públicamente en ese mismo medio. José María Castillo solo admite la fidelidad a lo que él, en singular, llama “el Evangelio”, no a la Tradición ni al Magisterio posteriores ni tampoco a los Signos de los tiempos actuales. Fidelidad única y exclusivamente a  los orígenes del cristianismo. Fidelidad a la palabra viva que fue y que transmitió Jesús de Nazaret. Una palabra opuesta por completo a la religión judía de su tiempo y, en general, a cualquier tipo de religión institucionalizada y regida por clérigos. Una palabra que induce a una vivencia de la fe sin ritos ni obligaciones religiosas inventadas por la clase sacerdotal para dotarse de poder y autoridad y acumular dinero. Fidelidad únicamente a la fe en Dios, en el Dios del que Jesús es “Verbo encarnado”, y al amor al prójimo, para aliviar en cada tiempo y lugar sus padecimientos. Todo lo que dentro de la Iglesia se salga de ahí debe ser desmontado.

El querido y admirado Javi Baeza y su asombrosa comunidad de San Carlos Borromeo huyen de los debates teológicos. Tanto si son del estilo del que suscitan los autores de la obra “Después de Dios. Otro modelo es posible” como si son del estilo del que abre la obra “Declive de la Religión. Futuro del Evangelio”. Y, también, por supuesto, huyen de los que suscitan quienes sostienen que por encima de todo hay que ser fieles a la Tradición y al Magisterio, tal como los conservan, transmiten e interpretan el Papa y el resto de los obispos en comunión con él. A ellos, como a muchos otros cristianos dentro de la Iglesia Católica, lo que les preocupa sobre todo es el sufrimiento de las personas, el maltrato que muchas padecen, la pobreza, el abandono, la marginación, la explotación… que menoscaban su dignidad y les hacen mucho daño. Lo que buscan por todos los medios es hacer algo para quitar o aminorar ese dolor. Y lo hacen en nombre de Dios. Seguros de que esa es su voluntad y de que les ayuda en dicha empresa. No tienen, sin embargo, interés en debatir si realmente ese Dios es el Dios del que habló Jesús o si existe realmente o si es como creen que es. Han abrazado y practican y enseñan como dadora de sentido esa fe. Y, coherentes con ella, aunque celebran liturgias, entienden que el verdadero culto a Dios es el ejercicio de la caridad y la defensa de la justicia. Sin querer enredarse en disputas teológicas o metafísicas, dirían ellos, sobre cómo fueron las cosas en los orígenes o cómo evolucionaron después o sobre qué nuevas mutaciones piden los signos de los tiempos que se lleven a cabo ahora.

Yo creo, y ésta es la otra postura que salió a relucir a lo largo del diálogo, que la Iglesia Católica, como las otras iglesias cristianas y las demás religiones vivas, confrontada con los saberes modernos, tanto de las ciencias positivas como de las ciencias históricas o filológicas, debe asumir que necesita una renovación profunda. Y considero que ha de llevarla a cabo mirando a sus orígenes, pero sin quedarse sólo en ellos, sino mirando, también, hacia lo que podemos aprender de los llamados “signos de los tiempos”. Pero, a la vez, sin prescindir por completo del resto de la historia cristiana, que se ha desarrollado entre uno y otro extremo. Creo, además, que a la hora de  transmitir todo esto se debiera hacer mostrando a quienes viven apoyados en una fe que llamaríamos tradicional que hay cierta continuidad entre dicha fe y la fe renovada que se les propone. Considero que no es necesario romper con todo, sino que algo importante se puede conservar. “El Evangelio” en singular, contrariamente a lo que da a entender José María Castillo, no ha existido nunca. Siempre, tras la muerte de Jesús, existieron diferentes modos de entender, de vivir y de transmitir la fe que él hizo suya y comenzó a esbozar con palabras y obras en su corta vida pública. El modo de articular el seguimiento de Jesús de los llamados “cristianos helenistas”, de quienes aprendió el cristianismo San Pablo, a quien tan duramente critica Castillo y de cuyas posiciones da testimonio en su Carta a los Gálatas, podría ponerse en valor. A mi juicio, permite establecer puentes entre el que pudo ser el núcleo central de la predicación de Jesús y lo que hoy demanda de nosotros la toma en consideración de lo que nos enseñan las ciencias modernas.

Son, como espero haber mostrado, cuestiones profundas y complejas las que nos planteamos en nuestros dos últimos coloquios. El debate sobre sus respuestas sigue vivo y habría de relanzarse con claridad y sin miedo.

Fuente Religión Digital

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Javier Elzo: “Sueño con una papisa negra, casada con un blanco o un asiático, con tres críos correteando por los pasillos vaticanos”

Viernes, 3 de febrero de 2023
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55D41FDC-443B-4170-8E5D-B2B12F0A9E61La relación de la moral católica con el sexo y la sexualidad, sencillamente, es insostenible

“No vale hablar de participación de los laicos en la Iglesia cuando, como la mujer por ser mujer, no tiene capacidad de decisión”

“Durante mucho tiempo, la Iglesia ha desarrollado una concepción del poder masculino y clerical: debemos salir de esta trampa heredada del pasado”

“El proceso sinodal actualmente iniciado por el Papa Francisco a escala mundial debería permitir regenerar la vida de la Iglesia”

“Se impone, urgentemente, una seria y profunda renovación ministerial. Empezando por las dos más simples y sencillas: que las mujeres puedan acceder al sacerdocio, sacerdocio que no debe limitarse a las personas célibes”

En una entrevista al cotidiano “Le Monde” del pasado 7 de enero se pregunta Andrea Riccardi, uno de los principales fundadores de la comunidad de laicos católicos Sant´Egidio, “si estamos al fin de la Iglesia (católica) o ante el comienzo de una nueva manera de vivir el cristianismo”. Responde que la Iglesia y los católicos necesitan superar algunos déficits y actualizar el catolicismo al mundo global de nuestros días. Como ya lo han hecho el neo evangelismo y el neo pentecostalismo, pero sin caer en sus grandes déficits: una religión basada en la emoción y en el dinero.

Hace un año publicó un gran libro “La Iglesia arde: La crisis del cristianismo hoy: entre la agonía y el resurgimiento” (Arpa 2022) del que me serví y cité en varios de mis recientes trabajos. Utilizando como símil el incendio de Notre Dame de Paris se preguntaba, como lo hace en formulación similar en el señalado artículo de “Le Monde”, sobre el futuro de la Iglesia.

2E0534C4-4CA4-407E-8764-344F86EA561BHe de confesar que las preguntas de Riccardi son las que yo me formulo en las primeras líneas que llevo redactadas en vistas a un posible nuevo libro mío que no sé si lograré terminar. Como decía Cicerón en su estudio sobre la vejez, el cuerpo envejece antes que la mente, antes que el espíritu. O San Pablo, creo, que “el espíritu está presto, pero la carne es débil”

La Iglesia católica, pues de ella hablamos, tiene varios problemas que superar, pero, también, varias cosas buenas que ofrecer a la sociedad actual.

Entre los problemas a superar, señalo los siguientes: la situación de la mujer, como tal mujer, dentro la iglesia católica, donde tiene vetada la ordenación sacerdotal, y episcopal, a diferencia de otras iglesias cristianas. No puedo, ni quiero, olvidar mis experiencias en la catedral anglicana de St. Paul en Londres, o en la luterana del Recuerdo en Berlín, con sendas eucaristías dominicales presididas por una mujer, pastora de su Iglesia. Sueño con una papisa negra, casada con un blanco o un asiático, con tres críos correteando por los pasillos vaticanos.

El papel del laicado debe ser revisado. No vale hablar de participación de los laicos en la Iglesia cuando, como la mujer por ser mujer, no tiene capacidad de decisión, reservada, en su ámbito respectivo, a los “sagrados pastores”. Pero solamente se es responsable de lo que se ha decidido.

La escasez de vocaciones religiosas, en Europa occidental, es un indicador claro y evidente de que su función, su misión no es valorada por los católicos. Cabría pensar que su celibato es la causa mayor de tal situación, aunque hay estudios (yo mismo dirigí dos en mi etapa laboral) que nos muestran que, sin olvidar la realidad del celibato, sitúan en primer lugar de la escasez de vocaciones (insisto que en Europa Occidental), en su irrelevancia social, también entre los católicos, y en el hecho de que “hacerse cura” supone, de entrada, una opción para toda la vida. Como el matrimonio católico.

La relación de la moral católica con el sexo y la sexualidad, sencillamente, es insostenible. Recuerdo de mis años de estudiante en Lovaina, cómo el viejo profesor Janssens, nos dijo el primer día de clase que la moral sexual era una moral histórica, que se adaptaba a los tiempos. Sostener, con el gran papa que fue Pablo VI, que todo acto sexual debe estar abierto a la procreación o, al menos no cerrarlo, olvida algo fundamental, y es que el acto sexual tiene una componente de placer, que la Iglesia no solamente no ha sabido valorar, sino que lo ha visto con prevención, por decirlo muy suavemente.

En fin, la institución eclesial sigue siendo piramidal y masculina. Recuerdo vivamente que así la definíamos en Lovaina al final de los años 60 y comienzo de los setenta, nuestros profesores a la cabeza. Pues ahí seguimos, empantanados. Además, ha sido una iglesia donde privilegiamos la acción cultual a la cultural y social.

Durante mucho tiempo, la Iglesia ha desarrollado una concepción del poder masculino y clerical: debemos salir de esta trampa heredada del pasado. Hoy, los sacerdotes son poderosos – en la jerarquía de la Iglesia – y a menudo impotentes ante su comunidad. Envejecen y se sienten cada vez más marginados por la historia.

Debemos evolucionar hacia una nueva comunidad compartida de responsabilidades, en la que el sacerdote tenga su lugar tanto como los laicos, mujeres y hombres. El proceso sinodal actualmente iniciado por el Papa Francisco a escala mundial debería permitir regenerar la vida de la Iglesia en este sentido.

7757441A-FE59-4D4C-BCCA-08A477FAD450Pero la primera reforma que hay que hacer, apunta Riccardi, es la de la visión que tenemos de nuestra propia comunidad: debemos deshacernos de nuestro sentimiento de decadencia. Los cristianos no son solo un grupo de mujeres y hombres que van a orar en la iglesia. Son personas que aportan una forma diferente de vivir y de concebir la sociedad, por ejemplo, poniendo en el centro a los pobres. Ahora necesitamos buscar y encontrar un “imaginario alternativo. La Iglesia siempre ha sido un laboratorio de nuevas visiones y nuevas imaginaciones. Todavía puede serlo en nuestros días.

Vivimos hoy una inmensa pluralidad de experiencias. Para mi sorpresa, lo comprobé cuando redacté un texto tras la salida de Munilla de la diócesis de San Sebastián, en las respuestas que me dieron clérigos, religiosos y laicos de ambos sexos, al referirme a la vitalidad de no pocos grupos, en torno a las parroquias. Es también lo que apunta Riccardi, refiriéndose a la iglesia universal. Añade que él constata que la Iglesia católica aporta un equilibrio precioso entre la proximidad -cada parroquia es diferente, innovadora a su manera- y la universalidad -con una visión global, una tradición compartida, una continuidad a lo largo de la historia.

Yo creo que la actual penuria de sacerdotes obliga a dirigir en gran medida su labor pastoral a cubrir el mayor número de eucaristías durante los fines de semana. Lo que, además de extenuante, impide, si se es realista, a considerar cada parroquia como el centro de la vida religiosa. Se impone, urgentemente, una seria y profunda renovación ministerial. Empezando por las dos más simples y sencillas: que las mujeres puedan acceder al sacerdocio, sacerdocio que no debe limitarse a las personas célibes. Empezando en Europa Occidental, el continente donde más fácilmente se aceptarían estos dos cambios en el ministerio sacerdotal. Ya lo han hecho nuestros hermanos protestantes y no se ha hundido el cristianismo en sus tierras.

Sostengo también en este orden de cosas, desde hace más de dos décadas, que la ordenación sacerdotal y episcopal debiera ser temporal, aun con posibilidades de prolongación en el tiempo, mediante fórmulas que hay que estudiar, en un debate en el seno de la iglesia católica. Empezando por reintegrar en la vida pastoral a los sacerdotes, devenidos laicos, mientras mantengan, como lo es en muchos casos, su vocación sacerdotal. La situación actual, la veo como un desperdicio pastoral.

Andrea Riccardi insiste en el papel de la Iglesia en la búsqueda de la paz siendo esta unas notas centrales de la Comunidad de Sant’Egidio, que ha intervenido en muchos lugares del mundo ayudando a la resolución de conflictos. Lo que exige fomentar y ejercer la fraternidad universal, uno de los tesoros de religión cristiana. Es preciso reconocer cómo, a lo largo de la historia, las iglesias cristianas han transitado de las guerras de religión, felizmente superadas, aún con mucha sangre hermana derramada, a la búsqueda de la paz en la fraternidad y en la justicia.

Los abusos a menores conforman una lacra muy dura para la Iglesia católica. Me he ocupado estos últimos años de este lacerante tema, en artículos, conferencias y con un capítulo en un libro editado en EE.UU. Este un tema al que tendremos que hacer frente los próximos años, si no décadas. Aquí diré que podemos decir con seguridad científica, de entrada, dos cosas: la proporción de sacerdotes abusadores de menores podemos cifrarla entorno a un 3% de sacerdotes (son más, del orden del 4% o 5%, si nos referimos al personal que trabaja en la Iglesia, curas incluidos). También podemos afirmar que la mayoría de los abusos sexuales tuvieron lugar el siglo pasado. En este punto sugiero la hipótesis (que no tesis) del arraigo y justificación de la pederastia en ciertos ámbitos intelectuales de Europa occidental y EE.UU. Y como telón de fondo, el miedo a la mujer en una sociedad de hombres, como es el caso de la Iglesia católica en sus órganos de decisión.

No quiero no mentar el tema de la pobreza en la doctrina (y también en la práctica en núcleos de cristianos católicos). El papa Francisco insiste mucho en este punto. Ya lo hacía de arzobispo en Buenos Aires, asiduo en la “villas” de los descartados, por usar su lenguaje. Estaba trabajando este tema que abandoné cuando se hizo público la cuestión de los abusos en el clero, concretamente en Pensilvania. Confieso cierta incomodidad al abordar la riqueza en la Iglesia. De entrada, porque me cuestiona personalmente. He llegado a decir públicamente en alguna conferencia que me considero un burgués que pretende ser católico. Mi sueldo, y ahora mi pensión de jubilación, es la de un profesor catedrático de sociología. No me sobra el dinero, pero tampoco me ha faltado nunca. Según el Informe Foessa de 2022, con datos de 2021, el umbral de pobreza en el hogar era de 20.024 € anuales, lo que daba un riesgo de pobreza para el 21,7 % de la población española mayor de 18 años.

Yo he vivido con arreglo a mi sueldo, y he vivido bien. Claro que mi nivel de ingresos y los de mi hogar son bastante superiores a los del umbral de pobreza de Foessa. Pero, dicho todo esto, me cuesta aceptar que un cristiano deba ser necesariamente una persona pobre, a tenor de los criterios económicos de Foessa. Otra cosa es que todos debamos hacer lo necesario para ayudar a los más necesitados. Aunque afirmaciones como “la Iglesia debe ser pobre y para los pobres” me chirrían. Tanto que, hoy, lo dejo aquí. Exige profundización.

El 28 de enero de 2022 publiqué en Religión digital, un texto que titulé, “Retos o desafíos del catolicismo en la era secular y post-secular”. Subrayé estos aspectos que recogí de mis lecturas de Hans Joas, a los que volveré:

Superar una hegemonía intelectual de valores y de hipótesis cognitivas que hace cada vez más incomprensible el “ethos del amor”

La necesidad de superar una imagen de los humanos que critica, discute o rechaza la especificidad de la personalidad propia del ser humano. 

Superar una comprensión cada vez más individualista de la espiritualidad. 

Debatir y superar la pérdida de la idea de trascendencia en la cosmovisión dominante en la era secular, porque, sin esta idea, es imposible comprender el Hijo de Dios como mediador entre la inmanencia y la trascendencia

En fin, el futuro de la Iglesia católica y el de la fe cristiana, yo no lo veo tan negativo, tan negro, como a menudo se dice. Será una fe con dudas, pues solamente los fundamentalistas, religiosos, políticos o de lo que sea, tienen miedo a la duda, o la desprecian. Una iglesia de mujeres y hombres normales, con nuestras virtudes y defectos. No una iglesia de héroes ni de perfectos. Prefiero la tibieza del último de la clase a la soberbia del primero.

A la interrogante de qué puede hacer la fe por ti, prefiero la que se pregunta qué puedo hacer yo por ese que está necesitado, ahí, a tu lado, pues como dice San Juan, no digas que amas a Dios a quien no ves, – a Dios nadie ha visto, nunca jamás- si no amas a quien ves. “Deus caritas es”, que nos recordaba el papa Benedicto. ¿Qué más necesitamos saber?

Fuente Religión Digital

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Georg Bätzing: “Hay gente que quiere mantener su fe, pero no ve cómo pueden hacerlo en esta Iglesia”

Sábado, 27 de noviembre de 2021
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Bätzing,_Dr._Georg_2009-08-30“El gran número de personas que abandonan la Iglesia es una señal: las estamos expulsando”

“No hay que preguntarse ‘qué será de nosotros’ como Iglesia sino ‘para quién estamos aquí’. Porque tenemos un mensaje de cuyo poder estoy muy convencido. El Evangelio despliega su poder también hoy. Los sacramentos están ahí para las personas y actúan en sus vidas”

“No soy un obispo para los demás obispos, sino para los fieles de mi diócesis. Tienen derecho a saber lo que pienso y cómo me posiciono. En este sentido, es un deber interior de conciencia si digo aquí y allá muy claramente lo que pienso”

“¿Tengo la expectativa de que el Camino Sinodal exija ahora el sacerdocio para las mujeres? Si lo exigiera, sabemos lo que Roma y el Papa tendrían que responder”

Que la Iglesia universal está en crisis, ya no hay quien lo niegue.  Y no sólo por los escándalos de abusos a menores en su seno sino también por la drástica disminución de sacerdotes y de feligreses. Lo sabe muy bien el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Georg Bätzing, quien ha mostrado de nuevo su preocupación ante la aparente falta de soluciones reales para paliar los males que corroen la institución. “Si no cambiamos nada, cambiaremos iremos hacia el cero. Necesitamos un cambio radical de perspectiva en la Iglesia”, afirma el prelado en una entrevista a Katholish.de.

Para Bätzing, preguntarse por el futuro de la Iglesia, (“¿Qué será de nosotros?”) es inútil y sólo conduce a la frustración, a la resignación y a buscar culpables. “Durante mis visitas, suelo decir que ninguno de nosotros tiene la culpa, simplemente para crear un poco de libertad y apuntar a un cambio de perspectiva: no hay que preguntarse ‘qué será de nosotros’ sino ‘para quién estamos aquí’. Porque tenemos un mensaje de cuyo poder estoy muy convencido. El Evangelio despliega su poder también hoy. Los sacramentos están ahí para las personas y actúan en sus vidas”, advierte el prelado.

A pesar de que el pasado verano ya mostró su “profunda conmoción y dolor” ante el descenso de fieles en Alemania, Bätzing considera que el mensaje cristiano sigue interesando a la gente, si bien son necesarios nuevos puntos de contacto. “Mi experiencia es que cuando salimos a otros medios, descubrimos gente que tiene las mismas preguntas que nosotros. Es posible que no les preguntes tan alto, o que no tengas compañeros para hablar de ellos. Si te haces presente ahí, en el desinterés, entonces de repente surgen espacios de interrogación. Lo hemos aprendido de maravilla con la cultura de la acogida. Espacios de preguntas y movimientos de búsqueda. No en masa. También tenemos que decir adiós a eso. Ya no seremos un movimiento de masas”.

“El tiempo de la timidez ha terminado”

A sus 60 años de edad, el presidente de los obispos alemanes no esconde sus opiniones sobre temas espinosos como la ordenación de mujeres o el celibato. Preguntado por si no sería necesaria más moderación por su parte, el prelado apunta que el episcopado alemán conoce perfectamente cuáles son sus convicciones. “Saben que no me callo sobre ellos, pero también saben que estoy abierto a las críticas. Si a alguien no le gusta lo que digo, puede decirlo, incluso públicamente. Pero ahora no es momento para la moderación. No soy un obispo para los demás obispos, sino para los fieles de mi diócesis. Tienen derecho a saber lo que pienso y cómo me posiciono. En este sentido, es un deber interior de conciencia si digo aquí y allá muy claramente lo que pienso”, reconoce.

“A mi edad”, agrega el obispo, “el tiempo de la timidez ha terminado. Antes era diferente. Hubo momentos en los que fui más reservado. Pero hay tanto en juego en nuestro tiempo que es importante decir lo que pensamos. Si no podemos hacer eso en la Iglesia, me preguntaría realmente si esta sigue siendo mi casa, y lo es”.

Reconoce Bätzing que en el transcurso de su vida, ciertos puntos de vista se han vuelto más claros. A este respecto, considero que la cuestión de las mujeres en la Iglesia es decisiva para el futuro. “Sobre esa cuestión, he cambiado mucho, de modo que incluso antes de ser obispo ya no veía que los argumentos a favor de que el sacerdocio esté reservado a los hombres sigan siendo asumidos por el pueblo de Dios. Y eso es una cualidad teológica. Si eso ya no ocurre, tengo que preguntarme si puedo argumentar de esa manera. Esa es la pregunta que me hago mucho. ¿Podría entonces imaginarme figurativamente a una mujer asumiendo un oficio sacramental en la Iglesia? Entonces hoy digo: Sí, puedo”, afirma.

 Preguntado por si las posibles trabas a las reformas del camino sinodal alemán podrían empeorar aún más las cosas en la Iglesia, Bätzing considera que no, puesto que ya la institución está en una posición pésima a ojos de la opinión pública y, sobre todo, a ojos de los miembros de la iglesia. “El hilo de la paciencia se estira hasta el punto de ruptura, incluso entre los más comprometidos. El elevado número de personas que abandonan la iglesia son señales: os estamos expulsando. No están contentos con la forma en que la Iglesia está cambiando y con el ritmo del cambio. Les gustaría formar parte de ella. Quieren mantener su fe, pero no ven cómo pueden hacerlo en esta Iglesia. Así que el drama ya está ahí. No puede ser peor”, resume.

Con respecto al Camino Sinodal, Bätzing reconoce que se trata de gestionar las expectativas. “¿Tengo la expectativa de que el Camino Sinodal exija ahora el sacerdocio para las mujeres? Si lo exigiera, sabemos lo que Roma y el Papa tendrían que responder. No puede introducirlo en absoluto, ahora, sino sólo a través de un proceso conciliar. Por lo tanto, esta exigencia sería imprudente y, en mi opinión, no se producirá”.

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Tomás Halik: “Iglesias cerradas, ¿nuevo signo de los tiempos, eclesial y pastoral?”

Martes, 12 de mayo de 2020
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unnamedSugerente análisis de Tomás Halik sobre estos días de confinamiento

“La Iglesia no debe permanecer en aislamiento, sino liberarse de sus fronteras para ayudar a las personas que están afectadas física, mental, social y espiritualmente, especialmente a los más débiles”

“¿Qué supone ser un hospital de campaña?” Algunas claves

“Las iglesias vacías puede ser una advertencia de lo que nos puede suceder en un futuro inmediato”

El padre Tomás Halik, profesor de sociología en la Universidad de Praga, nos ha regalado un análisis sugerente, durante estos días de confinamiento del mes de Abril. Resumimos en diez claves sus principales aportaciones:

1.- Con la pandemia del Covid-19, la llamada cultura de la globalización parece haber alcanzado su máxima vulnerabilidad general. ¿Qué desafíos representa esta situación para el cristianismo y para la Iglesia, para la teología y la pastoral?…

2.- Ante todo, el que Iglesia debe ser el “hospital de campañadel que nos ha venido hablando el Papa Francisco. La Iglesia no debe permanecer en aislamiento, sino liberarse de sus fronteras para ayudar a las personas que están afectadas física, mental, social y espiritualmente, especialmente a los más débiles. Ser un “hospital” supone:

– Primero, ofrecer los servicios de salud, sociales y caritativos que ha ofrecido siempre. Pero como un buen hospital, debe cumplir otras tareas.

– En segundo lugar, desarrollar un papel de diagnóstico para identificar los “nuevos signos de los tiempos”.

En tercer lugar, deberá desarrollar un papel preventivo para crear un “sistema inmune” contra los virus sociales malignos del miedo, del odio, del populismo o del nacionalismo.

Y, finalmente, jugará un papel de ayuda en la convalecencia, para superar los traumas más negativos del pasado mediante el perdón y la misericordia.

3.- ¿Las Iglesias vacías de qué son un signo profético y un desafío?…

– En primer lugar, el incendió de Notre-Dame de Paris, las iglesias-sinagogas-mezquitas vacías durante la pandemia, han podido ser terreno abonado para los agentes pastorales “de un Dios malhumorado, malvado y vengador” que, como profetas de calamidades, esparcen el miedo. En un sano discernimiento, Dios, por el contrario, no es vengador ni indiferente a nuestro sufrimiento: es fuente de fortaleza y actuando con aquellos que mostraron solidaridad y amor desinteresado en situaciones tan dramáticas.

– En segundo lugar, las iglesias vacías puede ser una advertencia de lo que nos puede suceder en un futuro inmediato.Durante mucho tiempo hemos atribuido este progresivo vaciamiento a influencias externas (“el tsunami secular”) en lugar de comprender que podía estarrevelando más bien otro vacío oculto en nuestras iglesias: el no haber entrado en la dinámica genuina y auténtica de una conversión radical y profunda en nuestro ser y vivir como cristianos.

4.- ¿Cómo están reaccionando los creyentes ante las iglesias vacías?...Algunos, como en la iglesia medieval cuando se multiplicaron las prohibiciones y castigos:ante la fácil no-administración de sacramentos, la gente comenzó a buscar una relación personal con Dios, es decir, una “fe más desnuda y directa”. Nacieron las fraternidades seculares y el misticismo, que favorecieron el camino a la Reforma protestante de Lutero y Calvino, y a la contrarreforma católica, de los jesuitas y del misticismo español.

5.- El nuevo fenómeno de las iglesias vacías y la falta de celebraciones, no es sólo el de ahora, puntual, con motivo de la pandemia, sino el “crónico” que se viene ya observando por falta de ministros que celebren. Ante este reto, no es una solución los “sustitutos virtuales”, a no ser donde el culto público esté expresamente prohibido. Del mismo modo, ante la falta de sacerdotes en Europa, no se soluciona importando “repuestos vocacionales” desde Polonia, Asia o  África. Este “estado de emergencia” nos está indicando otro camino a seguir…

6.- Nuestras parroquias, nuestras congregaciones, nuestros movimientos y nuestros monasterios están llamados, hoy, a hacer realidad el ideal que dio origen a las universidades europeas: el ser verdaderas comunidades de profesores y alumnos, y escuelas de sabiduría, donde se busca la verdad a través del diálogo y del debate libre. Pero, al mismo tiempo, también  con una profunda contemplación para buscar un sano discernimiento. Tales islas de espiritualidad y de diálogo sapiencial podrían ser la fuente de una fuerza curativa para un mundo enfermo. Es una llamada a experimentar la sinodalidad.

7.- Nuestras comunidades eclesiales no pueden ser lo que F. Nietzsche proclamó en “el loco”: “la muerte de Dios”… ¿Son realmente nuestras iglesias las tumbas de Dios?… En todo caso, las iglesias vacías tienen que evocar la tumba de la resurrección:” No está aquí. Él ha resucitado. Él te precede en Galilea. La pregunta resuena con fuerza: “¿Dónde está hoy Galilea, donde nos encontramos con la vida de Cristo?”…

8.- A nivel mundial, está disminuyendo el número de residentes-creyentes y aumentando  el número de “investigadores” o “buscadores” de lo religioso-auténtico, tanto entre creyentes como entre no creyentes.La línea de separación ya no es entre creyentes y no creyentes. En ambos hay “buscadores ardientes” de algo que satisfaga su sed de espiritualidad, de la Galilea de hoy donde encontrar a Jesús.

9.- Algunos de estos buscadores de autenticidad espiritual han encontrado la Galilea de Jesús en la Teología de la Liberación, entre los marginados de la sociedad. Pero también es necesario buscarlo entre las personas marginadasdentro de la Iglesia, entre aquellos “que ya no nos siguen”.

10.- ¿Qué líneas de evangelización o pastoral se requieren hoy para dar respuesta a estos nuevos “buscadores de Dios”?…

– Lo primero, abandonar algunas formas caducas de intentar encontrar a Jesús, para buscarle, más bien hoy, en las heridas del mundo y en las heridas de la Iglesia, en las heridas del cuerpo que Él tomó sobre Él con su encarnación-redención.

Debemos abandonar los viejos conceptos de proselitismo. No vamos a los buscadores de hoy para “convertirlos” lo más rápido posible, y encerrarlos en los límites institucionales y mentales de nuestras Iglesias. El vino nuevo debe ser vertido en odres nuevos.

– Debemos aprender a ampliar los límites de nuestra comprensión de la Iglesia, retomando lo viejo y lo nuevo del tesoro de la tradición que se nos ha confiado, y participando en un diálogo en el que debemos aprender unos de otros. Incluso se queda corto el llamado “patio de los gentiles”. El Señor ya ha tocado “desde adentro” a las personas que buscan y ha abierto espacios espirituales cuya amplitud y profundidad nos asombran.

La Iglesia primitiva, formada por judíos y gentiles fue testigo de la destrucción del templo en el que Jesús oró y enseñó a sus discípulos. Y encontraron una solución valiente y creativa: reemplazaron el altar del templo demolido por la mesa familiar, y la práctica de sacrificios por la oración privada y comunitaria. Reemplazaron las ofrendas quemadas y los sacrificios de sangre por el “sacrificio de los labios y del corazón”. Sobre los escombros de las tradiciones, los judíos y cristianos paganos  aprendieron a leer la Ley y a los profetas desde cero y a interpretarlos nuevamente. ¿No estamos hoy en una situación similar?…

Cuando Roma cayó, a principios del siglo V, los paganos lo vieron como un castigo de los dioses por la adopción del cristianismo como religión. A su vez, los cristianos lo vieron como un castigo de Dios dirigido a Roma, que había seguido siendo la ramera Babilonia. San Agustín rechazó estas dos explicaciones y desarrolló una teología de la lucha centenaria entre dos “ciudades”; no entre cristianos y paganos, sino entre dos “amores” que habitan el corazón del hombre: el amor propio, cerrado a la trascendencia, y el amor que se dona y así encuentra a Dios. ¿Acaso el período actual, de cambio de civilización y de época, no requiere una nueva teología de la historia y una nueva comprensión de la Iglesia?… ¿Con qué claves?… – Con las que nos enseñó el teólogo ortodoxo Evdokimov: Sabemos dónde está la Iglesia, pero no sabemos dónde no está”. Tenemos que ampliar lo que afirmó el Vaticano II sobre el sentido de la catolicidad y del ecumenismo para desarrollar una “búsqueda más audaz de Dios en todas las cosas y en todas las personas”…

  • En conclusión, podemos contemplar el fenómeno de las iglesias vacías y silenciosas como una simple medida temporal que pronto será olvidada, o podemos darle la bienvenida como un verdadero kairos, un momento oportuno y de gracia “para remar a aguas más profundas”, en un mundo que está cambiando radicalmente ante nuestros ojos. ¡No busquemos la vida entre los muertos! Vayamos a buscarlo con audacia y sorprendiéndonos. Lo reconoceremos por sus heridas, y también por su voz cuando nos hable con su Espíritu, que nos trae paz de corazón y elimina todo miedo.

Tomás Halik (nacido en 1948) es profesor de sociología en la Universidad Carlos de Praga, presidente de la Academia Cristiana Checa y capellán de la universidad. Durante el régimen comunista, estuvo activo en la “iglesia subterránea”. Recibió el Premio Templeton y doctor honorario de la Universidad de Oxford.

Obras:

Un proyecto de renovación espiritual. Madrid: Narcea. 1996.
Paciencia con Dios: Cerca de los lejanos. Barcelona: Herder. 2014.
Paradojas de la fe en tiempos posoptimistas . Barcelona: Herder. 2017.
Quiero que sea. Barcelona: Herder. 2018

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Pablo D’Ors: “Las formas tradicionales de la Iglesia no responden a la sensibilidad y al lenguaje contemporáneos”

Sábado, 31 de agosto de 2019
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gente-muere“Hay un anhelo espiritual muy grande en esta sociedad tan secularizada”, cuenta el fundador de la Asociación Amigos del Desierto

“La única manera de que exista fidelidad es de forma creativa. Si no hay creatividad, no hay felicidad; hay conservadurismo que es distinto”

“Está muy bien conservar el patrimonio espiritual, pero no estamos llamados a ser siempre conservadores, sino a ser fieles. A vivirlo realmente”

“Esto es lo que olvidamos: tan importante como el patrimonio que hemos recibido como el Evangelio, por ejemplo, es el hombre y la mujer de hoy

“Porque tú puedes tener un mensaje extraordinario pero si realmente no tienes en cuenta al destinatario, ¿para que te sirve un tesoro? ¿Para guardarlo bajo la tierra en un arcón?”

“La fidelidad no es sólo al Evangelio, es al hombre y a la mujer de hoy. Y si estamos lejos de ellos, difícilmente vamos a conectar”

El escritor, sacerdote y asesor cultural del Vaticano, Pablo D’Ors, tiene una “esperanza demencial”. El también fundador de la exitosísima red de meditadores Amigos del Desierto quiere lanzar un nuevo monacato secular, con personas dispuestas a consagrarse en medio del mundo. “Un monacato compatible con la secularidad, hasta el fondo”, nos cuenta, como solución a la “urgencia fundamental para la Iglesia de hoy”: la “renovación espiritual“. Hace falta algo nuevo porque “la mayoría de las formas que la Iglesia Católica presenta, para dar cuerpo a esa búsqueda espiritual, no responden, de hecho, a la sensibilidad de la gente“, afirma.

Hoy tendremos el placer de charlar un rato con uno de los grandes escritores españoles. Pablo D’Ors es novelista y asesor del Vaticano, nada menos. Fundador de unas comunidades de los ‘Amigos del Desierto’ y cura. No sé en qué orden. Bienvenido.

Es un placer estar con vosotros. Muchas gracias, José Manuel, por invitarme.

Decíamos que no sabemos en qué orden colocas tus vocaciones.

Yo suelo presentarme, normalmente, como escritor y sacerdote. Y, últimamente, también como asesor cultural del Vaticano y como fundador de la red de meditadores Amigos del Desierto.

Esto de poner escritor y sacerdote lo hago, más que nada, porque pareciera como si la vocación sacerdotal tuviera que ser la primera. Pero, realmente, en mi historia personal cronológicamente fue primero la literatura: ya con 13 o 14 años escribía mis cuentos y tenía decidido ser escritor.

En todo caso, es cierto que esta doble vocación ha sido la historia de mi vida. Y que así como lo he vivido de manera conflictiva durante mucho tiempo, porque cada una requiere mucha energía o toda tu energía, hoy lo vivo con gran serenidad y armonía. Y yo diría que no son dos vocaciones, sino dos expresiones de la misma.

O sea que, hoy, le pones un guioncito en medio y ya está.

Y me quedo tan pancho. Sí; es el ministerio de la palabra, sea escrita o sea hablada. Y ahora he comprendido que para que esa palabra sea fecunda tiene que nacer del silencio. Eso sí.

Ahora hablamos de tu obra como escritor. Pero háblame un poco de qué estás haciendo, ahora mismo, como cura. Antes estabas en un hospital.

Sí, estuve diez años de capellán hospitalario en el Ramón y Cajal. En el año 2014 fundé la asociación de Amigos del Desierto. Y empezó a crecer: hoy somos 40 Seminarios de Silencio dispersos por la geografía española. Como estaba creciendo mucho -porque realmente hay un anhelo espiritual muy grande en esta sociedad tan secularizada, lo que pasa es que las formas tradicionales que ofrece la Iglesia católica no responden a la sensibilidad y al lenguaje contemporáneos- pedí permiso a mí obispo, el cardenal Osoro, para que me liberara y poder trabajar a tiempo completo en la asociación. Y eso es lo que estoy haciendo.

Así que eres fundador.

Sí, aunque yo soy el primer sorprendido. Pero, sí. Y te voy a decir una cosa más, que es casi una primicia: no solamente fundador de esta red de meditadores, -que somos 500 personas- además, hay en proyecto algo maravilloso; es algo así como un monacato secular. Es decir, que hay unas 15 o 20 personas, de esos 500 que te acabo de comentar, que se están pensando consagrarse, en medio del mundo, según este estilo de meditación, de silencio.

Sin vivir juntos en comunidad en un mismo monasterio. Laicos consagrados.

Sí, laicos consagrados, pero monjes. Laicos es una cosa que ya existe de siempre. Lo novedoso…

Monjes en el mundo.

Sí. Carlos de Foucauld ya tenía una intuición sobre esto. Pero había dos cosas que lo harían radicalmente novedoso.

Tú eres muy de Carlos de Foucauld.

Sí. Lo novedoso sería, por un lado, que realmente quiere ser un monacato compatible con la secularidad, hasta el fondo. Es decir, no solamente compatible con la vida laboral, sino también con la vida matrimonial y familiar. Y esto ya son palabras mayores porque, hasta ahora en la Iglesia la consagración monástica no era compatible con consagración matrimonial. Y queremos hacer esta propuesta no porque se nos ocurra, sino porque hay personas que lo viven así.

Y que lo están demandando.

Sí. Y le piden alguna manera teológica, jurídica, a este hecho.

¿Y eso ya ha empezado a rodar?

Hemos empezado a rodar existencialmente. El cardenal está informado pero, bueno, vamos a ver si, efectivamente, va hacia adelante. Llevamos un par de años, así que yo pienso que va adelante.

¿En Roma no te han puesto peros?

Todavía no ha llegado allá. Está aquí, en Madrid.

¿Y ya tienes matrimonios dispuestos a abrazar ese monacato?

Por lo menos a empezar un noviciado.

Pero esto, ¿qué les exigiría? ¿Cómo compaginarían pobreza, castidad y obediencia?

No. Serían votos de, -lo llamamos- desierto y amistad. En definitiva sería lo mismo que oración y comunión. No son los clásicos tres votos de la vida religiosa tradicional.

¿Seguirían haciendo su vida normal?

Sí. Vida familiar y vida laboral pero utilizamos lo que llamaría, en su día, Panikkar “el arquetipo del monje”. Lo que es la unidad.

Digamos que la propuesta más novedosa es que, si hasta ahora el cristianismo se ha articulado fundamentalmente en clave de la palabra, nuestra modesta proposición es articularlo desde el silencio.

Nosotros, los monjes del Tabor, nos conectamos, como cualquier monje tradicional, siete veces al día pero no para los salmos, sino para la oración contemplativa, para la meditación.

Para rezar en silencio.

Sí.

Entonces, tenéis una vida pautada como los monjes, que rezan maitines, completas…

Más o menos, así es.

¿Y la gente está respondiendo a ese tipo de novedad mística?

Es una propuesta espiritual. Yo creo que siempre será propuesta minoritaria porque los monjes nunca han sido mayoritarios; siempre han sido una pequeña porción de los cristianos. Pero una minoría significativa. Yo tengo una esperanza demencial; pienso que hay tanto que purificar en nuestras formas… Leer más…

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“La renovación pendiente. El catecismo”, por Julio Puente López

Miércoles, 21 de agosto de 2019
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51W09DclKLLContinuación de este interesante y clarificador artículo:

¿Actos intrínsecamente desordenados? El catecismo de 1992

En la Biblia se habla de muchas cosas, pero no es preciso hacer doctrina de todo. El a. 2357 del catecismo hace una enorme injusticia social a muchos creyentes. Es importante eliminar esos artículos

No se ve cómo las relaciones homosexuales pueden impedir llevar a la práctica la fe cristiana, vivirla en las costumbres en las que se encarna, en la caridad para con nuestros prójimos. La Iglesia debe aceptar la compleja y variada realidad de la sexualidad humana

Renovar la Iglesia es también tirar el lastre doctrinal y organizativo que le sobra a la nave de Pedro, hacer la vida de la gente más llevadera y ligera, como es el yugo y la carga de Jesús

Uno se pregunta si los responsables de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que podrían promover la abolición del a. 2357 del catecismo, perciben la enorme injusticia que con esa doctrina se hace a muchos creyentes. Porque les señala, les reprueba y no ayuda precisamente a que cese su discriminación y persecución. Es importante eliminar esos artículos. Y sobre todo es importante cambiar en la Iglesia la mentalidad y la actitud ante la sexualidad que refleja esa doctrina.

Dice el catecismo que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Recogía doctrinas y formulaciones de otros documentos (Cf. Persona humana. 1975). Resulta bochornoso que un catecismo se ponga a hablar de estos temas y en estos términos. Biológicamente desordenados, y, por tanto, también intrínsecamente desordenados o ineficaces para conseguir su objetivo, serían los actos homosexuales que intentaran la procreación, ya que falta la base biológica para ello, pero no parece que los homosexuales intenten tal cosa al mostrarse mutuamente su afecto. No es la procreación lo que se busca en una relación homosexual. Y si lo intentaran no serían actos reprobables desde el punto de vista moral. Serían actos simplemente estúpidos. Como es estúpido, o lo que es lo mismo, un “acto intrínsecamente desordenado”, ponerse las lentes en la nuca con la intención de ver mejor. Pero eso no sería un acto moralmente reprobable.

En todo caso, hay diversas formas de hacerse cargo de una prole. Y realizar una tarea así sería siempre, en el contexto apropiado, una decisión noble y con sentido. Y de la misma manera que en la unión del hombre y de la mujer es importante el amor mutuo, la intimidad y la comunión de vida, así en las uniones homosexuales estos fines pueden también ser cultivados.

Me pregunto a veces si el hecho de que el magisterio hable de la vida sexual de la gente no es hacer de la revelación cristiana algo absurdo, ridículo, algo así como una vieja barraca de feria en la que pueden aparecer las cosas más inverosímiles. En la Biblia se habla de muchas cosas, pero no es preciso hacer doctrina de todo. Las normas de aquellas culturas no son vinculantes para la nuestra si nuestra conciencia moral hoy no lo aprecia así. Las normas éticas están al alcance de todos y la Iglesia no tiene una luz especial que pueda oponerse a la moral autónoma del hombre. La Iglesia no puede pretender convertir el cuerpo humano, por medio de la abstinencia sexual, en una bella estatua de mármol. ¿Es la moral cristiana una moral angélica?

Moralmente desordenados, depravados y reprobables son los actos contrarios al mandamiento del amor al prójimo, en el contexto de las relaciones o en cualquier otro. La violencia contra las mujeres, los abusos de menores, eso sí que son actos reprobables. Eso sí es doctrina seria y bien fundamentada en el mensaje del Evangelio y en la recta razón.

¿Qué buscaba la Iglesia con la doctrina de Persona humana y del catecismo sobre la homosexualidad? ¿Hacer ver que los homosexuales, tan bien representados en la Iglesia, se guían por la virtud de la castidad? Pues les salió el tiro por la culata, porque sabemos que no siempre es así y que se ha querido dar una imagen que no correspondía a la realidad. Las caretas y las máscaras han caído al suelo. Todo el tema del celibato y de la castidad ha resultado ser, a los ojos de mucha gente, una inmensa pantomima.

El catecismo cita Gn 19, 1-29. Pero este texto trata más bien de un pecado contra las leyes de la hospitalidad. También cita textos de Pablo, en los que, al menos en la traducción de la Biblia de Jerusalén, por ejemplo, aparece la palabra “homosexual” (1 Cor 6, 10) para la que no existía un vocablo en la antigüedad ya que es un concepto moderno, del s. XIX, y se discute el significado de las palabras griegas originales como “arsenokoitai”. También se dice en esa traducción que no heredarán el reino de los cielos los “afeminados”. ¿Qué han hecho estos “malakoi” de malo? ¿Parecerse a las mujeres porque son “varones suaves”? ¿Sexismo y machismo en la Biblia entonces? ¿Reflejo de la moral pagana de aquel tiempo? Encontramos convincentes respuestas en lo que Xabier Pikaza escribió en su libro Palabras de amor sobre el tema de la homosexualidad y sobre estos textos.

9788495346377-usDe todo esto habló también con sentido común y crítico el teólogo y psicólogo Daniel A. Helminiak hace ya años. No hace falta repetir lo que dijo este profesor de la universidad de West Georgia en su libro What the Bible Really Says about Homosexuality (1994, 2000). James Alison, en el formato más actual de unos vídeos en Internet, habla también con claridad y sólido conocimiento de esas citas bíblicas.

Es evidente que Pablo no conocía bien el mensaje de Jesús, que habló de una forma especial de las mujeres pecadoras y de las prostitutas que entrarán en el reino de los cielos antes que los escribas. Cuando Pablo escribió las cartas no se habían escrito todavía los evangelios. Nos lo ha recordado recientemente J. M. Castillo en su obra “El Evangelio marginado”. Estos textos de la Biblia que cita el catecismo han sido bien estudiados por especialistas y muchos sacan conclusiones bien distintas.

El texto del catecismo dice que esos actos son contrarios a la ley natural, y el mismo catecismo declara la competencia magisterial en esa ley natural (a. 2036). Ya sabemos que en la encíclica Veritatis splendor (1993), que se dio a conocer un año después del catecismo, hay “un interés omnipresente” por afirmar la función del magisterio eclesiástico en las cuestiones de moral, como señaló el profesor Marciano Vidal en su obra Nueva Moral Fundamental. Pero ese concepto de ley natural y su alcance son muy discutidos en la teología moral posconciliar y se hace necesario seguir introduciendo la racionalidad en el discurso teológico-moral como enseñó Santo Tomás de Aquino y como indicó el Vaticano II (cf. Gaudium et spes, 33 y 62).

San Pablo también apela a ese concepto de naturaleza para hablar de la afrenta que supone la cabellera para el varón mientras que es una gloria para la mujer (1 Cor 11, 14-15). ¿Es esto también una pauta de conducta moral? Esa observación no tiene ninguna fuerza normativa para el hombre de hoy porque no le encuentra sentido alguno. Lo mismo sucede en los otros casos.

La apelación a la naturaleza y a la ley natural ha dejado de estar éticamente fundamentada y justificada, ya que ese concepto de naturaleza no tiene base antropológica. ¿Quiere la Iglesia que los futbolistas no empleen la cabeza para meter goles porque, al albergar el cerebro y otros órganos de los sentidos, está destinada “por ley natural” a desempeñar otras funciones? La cultura se apoya en la base biológica del hombre para enriquecer la vida humana y aprovecha sus posibilidades más allá de lo que aparecen como sus finalidades obvias.

No se ve cómo las relaciones homosexuales pueden impedir llevar a la práctica la fe cristiana, vivirla en las costumbres en las que se encarna, en la caridad para con nuestros prójimos. La insistencia del magisterio en estas enseñanzas, que nos aboca a un callejón sin salida, obliga a la teología a revisar la reflexión que hace sobre la competencia del magisterio en ciertos temas y sobre la llamada ley natural. ¿No forma parte también el “sensus fidelium” del magisterio de la Iglesia? Habrá que tener en cuenta también a los cristianos homosexuales, que seguramente, en su gran mayoría, llevan la vida que corresponde a su condición sexual.

Dice también el texto que en esos actos no hay complementariedad. Se supone que se refiere a la procreación, pero no es eso lo que se pretende en una relación homosexual. ¿Es acaso la complementariedad el único requisito para que una relación humana tenga sentido? Tampoco hay complementariedad en tantos aspectos entre los varones en el mundo tan patriarcal y masculino del clero católico, pero seguimos sin reconocer a las mujeres sus plenos derechos.

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Esa redacción del a. 2357 no se sostiene ni desde el punto de vista de la exégesis de los textos citados y de la teología moral bíblica ni desde el punto de vista de las ciencias del hombre. Sabemos que otros documentos del magisterio, como la Instrucción de 2005 sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación a los homosexuales para ser admitidos a las órdenes, insisten en esta doctrina del catecismo. Pero, una vez más, dicen más de lo que prueban. Son doctrinas que estudios posteriores deberán revisar. También haría bien la Iglesia en explicarnos qué es lo que ella entiende porcultura gay, cuya defensa indicaría falta de idoneidad para el sacerdocio. La Iglesia parece, a veces, experta en crear ficciones para tener luego enemigos que combatir.

Hay doctrinas que urge abandonar por muy arraigadas que estén y por muy tradicionales que sean. Ese texto obedece simplemente a una mentalidad que la ciencia de nuestro tiempo ha desautorizado y la antropología teológica está abandonando.

Urge perfeccionar la teología moral, que ha de nutrirse de la Escritura, de su espíritu, y ser, al mismo tiempo, una “exposición científica”, como dijo el Vaticano II en el Decreto sobre la Formación Sacerdotal (a. 16). Ese texto del catecismo sólo lo puede defender una mentalidad conservadora, integrista, que se impuso en el momento de su redacción y que creía que una postura rígida en este tema podría apuntalar la crisis del posconcilio en una Iglesia con muchos clérigos homosexuales, que vivían con dificultades crecientes su vocación en una sociedad que ya no compartía las doctrinas de la Iglesia sobre la vida y el sexo. O que pretendía alejar toda sospecha de conductas inapropiadas que pudieran exponerse un día a la luz pública.

El caso del párroco de Ámsterdam, Pierre Valkering, comentado en el mes de abril en RD por Cameron Doody, describe bien esa situación de crisis en la que siguen encontrándose muchos sacerdotes. Como la describe también el caso del sacerdote y psicoterapeuta francés Tony Anatrella, aunque sean casos que requieren lecturas diversas.

La mentalidad que representaba bien el consultor en el Vaticano Anatrella, considerado entonces por algunos como el “psiquiatra oficial de la Iglesia”, el “Church shrink”, y que ahora es un árbol caído del que es mejor no hacer leña, es una forma de ver las cosas que intenta seguir siendo dominante en la Iglesia.

No es extraño que la juventud viva cada vez más de espaldas a la religión organizada. ¿Es que lo esencial para un cristiano no es creer en el mensaje del Evangelio y dar testimonio de esa fe? No se entiende ese empeño en seguir concibiendo la fe como la adhesión a un voluminoso cuerpo de doctrinas que recogería el catecismo de 1992. Mucho menos en aquellas enseñanzas que nos recuerdan el antiguo catecismo pitagórico, aquel que decía que “el placer es malo en todas las circunstancias”, como leemos en el libro de E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional. El capítulo V, Los chamanes griegos y el origen del puritanismo, es bien elocuente.

Este filólogo irlandés explica bien como las creencias chamanísticas, de dilatada difusión y remota antigüedad, promovieron en sus adherentes un horror al cuerpo y una reacción contra los sentidos completamente nuevos en Grecia. Empédocles y Pitágoras representaron esas nuevas creencias que los pueblos vecinos en contacto con ellas dieron seguramente a conocer a los griegos de Escitia y Tracia. Se hizo de la experiencia corporal un lugar de oscuridad y de penitencia, como si la pureza, más bien que la justicia, se hubiera convertido en el medio cardinal de la salvación. El teólogo J. M. Castillo lleva muchos años insistiendo en estas ideas que están llenas de sentido y bien fundamentadas.

“No llamar a ningún hombre profano o impuro”

¿Y por qué seguimos todavía prisioneros de la cultura helenista y de las culturas vigentes en los tiempos en que se redactaron los libros de la Biblia? ¿Por pereza intelectual? ¿Por no saber qué palabras escuchar? La palabra que hay que escuchar es la palabra interior de Dios en nuestra conciencia, nuestra propia razón humana, y el mensaje central del Evangelio si hemos percibido que corresponde a las ansias de nuestro corazón. Eso debería bastar, sin que los miles de obras de los investigadores sobre los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, inabarcables para el creyente, significaran otra cosa que legítimas, siempre insuficientes aproximaciones al misterio de la revelación de Dios en la historia humana.

Ni Romanos 1, 26-27 ni los otros textos antes citados están hablando de la homosexualidad tal como hoy la entendemos. En aquellas culturas no se hablaba de homosexualidad, a pesar de que en el Antiguo Testamento algunos varones sabían que el amor de otro hombre podía ser más grande, “más delicioso que el amor de las mujeres” (2 Samuel, 1, 26). La fuerte amistad entre David y Jonatán es bien conocida.

1180134369_850215_0000000000_sumario_normal“Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David” se afirma en 1 Samuel, 19, 1. “Juró de nuevo Jonatán a David por el amor que le tenía, pues le amaba como a sí mismo”, dice otro versículo (1 Samuel 20, 17). “Se abrazaron los dos y lloraron copiosamente”, leemos en 1 Samuel, 20, 41. ¿Estamos ante relación de fuerte y leal amistad heterosexual?¿Es, como afirman otros, un amor homosexual? No hay forma de saberlo.

Tampoco aclara las cosas el hecho de que fueran padres de familia. En el mundo ha habido siempre muchos hijos de hombres y mujeres homosexuales. En todo caso, los comentarios oficiales de la Iglesia suelen apresurarse a descartar una relación íntima homosexual.

Sea como fuere, identificar las conductas de los textos citados por el catecismo católico con las conductas homosexuales actuales no parece una conclusión rigurosa científicamente hablando. Los contextos culturales son distintos. Tampoco las doctrinas de la Escritura son todas igualmente vinculantes, especialmente las que contradicen nuestra recta razón. No es razonable pensar que los relatos del Génesis, relatos de hace varios miles de años, sobre la creación del hombre por Dios como varón y hembra agotan nuestro saber antropológico y son normativos para el hombre de hoy independientemente de sus conocimientos científicos y de su recto sentir. No podemos retorcer esos textos de esa manera.

Sinceramente pienso que el concepto de revelación en el que se apoyan las actuales conclusiones doctrinales de la Iglesia en esta cuestión debe ser revisado. Porque si condenamos los actos homosexuales apoyándonos en ciertos textos bíblicos (es lo que hace el magisterio eclesiástico) sin atender a lo que nos parece razonable en nuestra reflexión y en nuestra cultura, entonces estamos aprobando también, por ejemplo, la muerte por lapidación del blasfemo y del adivino o nigromante (cf. Levítico, 24, 14; 20, 27). De la misma manera no podríamos objetar nada contra estas enseñanzas del libro del Éxodo: “A la hechicera no la dejarás con vida. Todo el que peque con bestia morirá” (Ex 22, 17-18). ¿No ha llegado la hora de aprender a leer las Escrituras y a usar las luces de nuestra razón humana y de la ciencia? Xabier Pikaza, en su libro Palabras de amor, lo expresó con acierto: “Aplicar al pie de la letra el Levítico significaría aprobar la venta de mujeres y la esclavitud”.

La conclusión se impone: hemos de basar nuestro juicio sobre la homosexualidad y los actos homosexuales en los conocimientos de las ciencias del hombre y, como cristianos, guiarnos luego también por el mensaje del Evangelio de amor al prójimo y actuar en conciencia, la última norma de la moralidad.

Habrá homosexuales que siguiendo la doctrina del catecismo intenten vivir en abstinencia sexual, pero creemos que esa doctrina de la Iglesia no es realista ni justa con ellos y que conduce al cristiano homosexual a un callejón sin salida, a una vida de contradicciones e hipocresías, cuando no a la enfermedad y la locura. Alguno pensará también que se ha equivocado de iglesia y buscará en otra parte la respuesta a sus inquietudes religiosas.

Los homosexuales y transexuales cristianos, hombres y mujeres, y, en general, toda persona que se entiende como transgénero, quieren recuperar en la Iglesia su dignidad humana, ser tratados como personas. No son más que nadie. Tampoco menos que nadie. Tenemos que saber ponernos en su lugar. Es lo que nos muestra Mt 25, 31-46. Nadie ha sabido ponerse en el lugar de los demás como Jesús en el que Dios se nos mostró con rostro humano. Jesús reconoce a los pobres y necesitados toda su dignidad personal al identificarse con ellos, al ponerse en su lugar, de tal forma que lo que hacemos a uno de ellos se lo hacemos a él. Desde el niño más indefenso al moribundo y a las personas más decrépitas y desvalidas.

Jesús no hace acepción de personas. Ese gesto del discípulo a quien Jesús amaba y de Jesús con él, al que más arriba nos referíamos, el sincero afecto entre ellos tal como vemos en el evangelio de Juan es lo más opuesto a la “homotransfobia” ambiental actual y de pureza cultual de entonces, una herencia de antiguas filosofías y religiones, algo ajeno al Nuevo Testamento si exceptuamos los residuos que hemos visto en las cartas de Pablo, que tiene influencias culturales de su tiempo a las que el Apóstol de las gentes no podía substraerse.

Pero es en esas fuentes de pureza cultual y en la cultura de desprecio social del señalado como “diferente” y de la discriminación reinante respecto a los que no se ajustan al canon de la heterosexualidad donde se ha gestado la doctrina de ese artículo del catecismo. También aquí la Iglesia debería ser sal de la tierra (Mt 5, 13), no desvirtuarse alineándose con el desprecio ambiental al diferente en una sociedad patriarcal y machista. Cada vez que un homosexual es víctima de la violencia deberíamos en la Iglesia acordarnos de esa desafortunada doctrina que nosotros mantenemos. La Iglesia se empeña en ver en los textos bíblicos más de lo que los mismos textos dicen.

En el discurso de apertura del concilio Vaticano II habló Juan XXIII de dar “un paso adelante hacia una renovación doctrinal”. Algo así necesitamos en este tema. Un valiente “paso adelante” dejando atrás un terreno en el que, al igual que ocurre con otros muchos en nuestras sociedades civiles, estamos empantanados.

En esta misma línea el teólogo jesuita James Martin, muy consciente de la homofobia que existe en la Iglesia, ha abogado también recientemente por un cambio de actitud en su libro ‘Tender un puente‘, defendiendo una postura de diálogo y apertura. James Martin sostiene que el catecismo de la Iglesia no debe intentar imponer a los cristianos homosexuales la total abstinencia sexual.

Los cristianos deberíamos leer e interpretar en un contexto amplio las sabias palabras de Pedro en Hechos 10, 28: “A mí me ha enseñado Dios a no llamar profano o impuro a ningún hombre”. Deberíamos interpretar a la luz de este pasaje otros textos culturalmente condicionados de las Escrituras, como son muchos textos de Pablo y por supuesto los del Antiguo Testamento. Más que nada porque es lo razonable, lo que nos parece justo, que es en el fondo lo que tiene que ser decisivo y normativo al orientar nuestra conducta, también la conducta sexual.

Con gran oportunidad nos ha recordado el teólogo gallego Torres Queiruga (cf. La teología después del Vaticano II. Herder, Barcelona 2013) que las normas morales concretas “no son una revelación que venga desde fuera, sino un encuentro hecho desde dentro, desde la realidad humana y con medios humanos”. No nos sirve el fundamentalismo, las interpretaciones al pie de la letra.

Este teólogo nos recuerda también que “a Moisés no le fueron escritos milagrosamente los “mandamientos” en dos tablas de piedra, sino que discurriendo con la propia cabeza, dialogando con los suyos y aprendiendo del entorno (…) fue descubriendo los que le parecían mejores patrones de conducta para bien del pueblo”.

Y es así discurriendo y dialogando, desde la misericordia del Evangelio, como hoy seguimos en la Iglesia adaptando a la realidad de nuestro mundo, – en la que hay divorciados y matrimonios rotos -, el cumplimiento de estos mandamientos, del sexto mandamiento, por ejemplo. Los matrimonios se rompen a veces, fracasan como proyecto de convivencia, y eso es una realidad. Hay que atender con misericordia y discernimiento a los divorciados que han vuelto a formar una familia. Así nos aproximamos más al estricto cumplimiento del mandamiento del amor al prójimo, que quizá, como decía Freud, no podemos realizar en su plenitud, pero estamos llamados a intentarlo.

La Iglesia debe aceptar la compleja y variada realidad de la sexualidad humana y no empeñarse en hacer compatible la renuncia a la sexualidad en su seno con los escándalos, las mentiras y la hipocresía. Debe mirar a nuestro mundo tal como este se percibe. Encadenar la Iglesia de rito latino a la abstinencia sexual no tiene hoy ningún sentido. El mundo se ha emancipado y la Iglesia debe reconocer esta legítima autonomía. Recordemos las palabras del concilio Vaticano II: “Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, no han faltado algunas veces entre los propios cristianos” (GS 36).

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Quiero para terminar citar a un escritor español, cercano ya a los 90 años, que de estos temas sabe algo y que merece la pena escuchar. El 2 de febrero de 2009, refiriéndose al matrimonio homosexual, “llámese como se llame”, decía, escribió esto en el periódico El Mundo: “La homosexualidad no es una opción ni un estilo de vida, sino un dato biológico como la blancura o la negritud de la piel. No, por tanto, cosa de partidos ni de políticos, sino de la más simple equidad. A la sociedad sólo le cabe reconocerlo sin llevarse las manos a la cabeza. Dar constancia de él como testigo. Lo mismo que el sacerdote en las bodas católicas o el funcionario en las civiles. Es un derecho esencial. Lo demás sobra”.

“Un dato biológico como la blancura o la negritud de la piel”. De ese dato se deriva ese derecho del homosexual a vivir en pareja con una persona de su mismo sexo. Es la autorizada opinión del escritor Antonio Gala Velasco.

Los cristianos deberíamos limitarnos a anunciar el Evangelio y a testimoniarlo lo mejor que podamos ayudando a construir una sociedad más justa, menos violenta, dejando que otros temas, como el de la sexualidad humana, sean estudiados por las ciencias antropológicas. Es la mejor manera de avanzar.

La Iglesia tiene una inflación de clérigos y funcionarios dedicados a escribir cánones, normas y directrices doctrinales. Tenemos también un exceso de eventos eclesiales. Aturde un poco. Nos ocupamos de demasiadas cosas, como si la sociedad civil no tuviera sus funciones y obligaciones.

Ya sabemos que la Iglesia quiere bendecirlo todo y dar importancia a sus servicios. Nos olvidamos de que vivimos en un mundo secularizado, aunque el pueblo ha incorporado a sus fiestas populares una gran cantidad de costumbres y ritos de origen religioso. La comunidad política es autónoma e independiente y es allí, en la sociedad civil, donde hay que vivir la vida, no en el interior de una burbuja religiosa.

Demos nuestra opinión, pero dejemos, sin fanatismos, sin buscar partidos políticos que nos hagan de correa de transmisión de nuestras doctrinas, que esa sociedad legalice lo que crea oportuno siempre que no estén en juego los consensos constitucionales, las libertades y los derechos humanos. Si estos se pusieran en peligro de forma evidente sí habría razón para la desobediencia civil y la protesta. La religión no dirige los asuntos temporales ni el papa puede caer en la tentación de querer ser un líder político.

simboloNo deberíamos empeñarnos, hoy menos que nunca, en dar tanta doctrina sobre lo divino y sobre lo humano queriendo organizar con detalle la vida íntima de los creyentes y a veces también la de los no creyentes. A muchos la Iglesia les interesa sólo para las bodas y los funerales, y poco más. Nosotros queremos organizar a la gente las excursiones y el campamento de verano, la gimnasia médica y el taller de guitarra. Tal vez son los fieles los que confunden la parroquia con un parque de atracciones y exigen a sus sacerdotes que los distraigan. Así la mies siempre será mucha y los operarios pocos.

Renovar la Iglesia es también tirar el lastre doctrinal y organizativo que le sobra a la nave de Pedro, hacer la vida de la gente más llevadera y ligera, como es el yugo y la carga de Jesús (cf. Mt 11, 30). La Iglesia debería oír la voz del Maestro: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria”. Como siempre, también en este tiempo de renovación de la Iglesia, lo que resulta necesario es “volver a la fuente” y escuchar, como María, las palabras del Evangelio (cf. Lc 10, 41-42).

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“Renovación. El arco iris de la sexualidad”, por Julio Puente López

Martes, 20 de agosto de 2019
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51W09DclKLLInteresante y clarificador artículo:

La necesidad de revisar la doctrina  

 La doctrina sexual de la Iglesia resulta poco evangélica, al pie de la letra. Continencia, celibato, castidad… Doctrina; todo esto arrastra un vagón de mentiras, escándalos y dobles vidas

En mi libro, ‘Un paso adelante’, intento también mostrar la necesidad de revisar la doctrina del catecismo de la Iglesia sobre la homosexualidad. Es algo que están pidiendo muchos cristianos ¿No podría la Iglesia contribuir, con una doctrina más justa sobre las conductas homosexuales, a que estas situaciones de violencia no se dieran?

El hombre ha evolucionado en colores, no en blanco y negro. ¿Tan difícil es aceptar la riqueza de la creación de Dios? ¿Tan difícil es comprender que la creación se realiza, desde el punto de vista de la ciencia, como evolución?

El a. 2357 del catecismo de la Iglesia, además de ir en contra de las ciencias antropológicas y de una ética sexual que no haga de la Biblia lecturas fundamentalistas va en contra del espíritu misericordioso de Jesús y está causando estragos

Resulta obligado seguir combatiendo la discriminación en razón de la orientación afectiva y sexual a pesar de los comportamientos poco cívicos que algunos activistas puedan a veces tener, como resulta obligado seguir combatiendo el antisemitismo aunque algunos miembros del pueblo judío no tengan o no hayan tenido siempre una conducta ejemplar.

Recientemente Xabier Pikaza tuvo la amabilidad de publicar en su blog algunas reflexiones de mi libro Un paso adelante. Cien años con Ebner. Cristianismo, cultura y deseo, ahora ya disponible en una segunda edición revisada. Expreso en este libro mi deseo, y el de muchos cristianos, de que la Iglesia dé un valiente paso adelante y se renueve inspirándose de nuevo en su fuente, el Evangelio.

Intento también mostrar la necesidad de revisar la doctrina del catecismo de la Iglesia sobre la homosexualidad. Es algo que están pidiendo muchos cristianos. Últimamente en RD hemos leído, en este sentido, la carta abierta de un jesuita al papa Francisco.

Siguiendo con aquellas reflexiones ofrezco a los lectores, para un debate comunitario desde el respeto a las personas que no opinen lo mismo, algunos párrafos más de mi libro ligeramente adaptados para RD, con la mejor intención de contribuir a encontrar la verdad en una cuestión que tanto sufrimiento y desazón sigue causando en la Iglesia y en la sociedad civil.

“Mirad cómo le quería” (Jn 11, 36)

La profesora Adela Cortina ha señalado que las personas adquieren su autoestima a través del respeto que los demás les demuestran. Así es. Es importante respetar y sentirse respetado. Desgraciadamente no todos reciben por igual ese respeto. Hay en la sociedad aversión, desprecio y rechazo a muchos colectivos, como son los emigrantes, los negros, los homosexuales, los mendigos, y también las mujeres, por el machismo imperante. Eso es signo de falta de humanidad y tiene poco de cristiano. ¿Acaso es impensable una mujer homosexual de color al frente de la comunidad cristiana? Debería ser pensable y hasta deseable por el fuerte mensaje de respeto e igualdad que enviaría al mundo. Así fue con el presidente Obama y su esposa Michelle en los Estados Unidos.

Hemos olvidado que el Evangelio contiene suficientes datos como para que todos se vean reflejados en él sin que unos se crean mejores que los otros en la Iglesia o traten de imponer sus modos de vida. ¿Por qué un varón heterosexual con una fuerte atracción por las mujeres puede ser sacerdote y, en cambio, un varón con una fuerte atracción homosexual no puede serlo? ¿Son las mujeres menos atractivas que los hombres siendo así más fácil para el heterosexual observar la continencia? Si no se debe a una artimaña para que nadie sospeche lo que se esconde en el armario, eso sólo puede entenderse desde un prejuicio respecto a la condición homosexual. Un prejuicio que conlleva discriminación y homofobia. Se ve en la tendencia homosexual un desorden objetivo. Ese es el prejuicio sin base científica alguna. Y si ese prejuicio lleva al rechazo y al odio, ¿no deberíamos recordar las palabras del Evangelio que nos dicen que “quien odia a su hermano está en las tinieblas”? (Jn 2, 11).

Colaborar a que se extienda el rechazo al homosexual no es de buenos cristianos. Hay doctrinas que no tienen una base sólida y actitudes que no están justificadas. ¿Acaso vamos a censurar que Jesús tuviera entre sus seguidores un “discípulo amado” que con confianza en la última cena se apoyó en su pecho al hacerle una pregunta? (cf. Jn 13, 25). Hay que comprender el alcance de este gesto. Se trata de un signo de afecto y de ternura a la vez. Una muestra de esa delicadeza de trato y cercanía corporal con la que generalmente el varón heterosexual de nuestros días no quiere identificarse, no sea que lo confundan con otro tipo de hombre al que él desprecia.

No era un gesto sin importancia. Si así fuera no habría sido mencionado de nuevo ese gesto en el evangelio de Juan al hablar del discípulo que seguía a Pedro y a los demás (cf. Jn 21, 20). A Jesús no le importó tampoco al llorar por su amigo Lázaro que dijeran: “¡Mirad cuánto le quería! (Jn 11, 36). Jesús no rehuía el contacto corporal: los saludos, el lavatorio de los pies a los discípulos, los besos de cortesía o los abrazos (Lc 22, 48). Recordemos la escena con María Magdalena (Jn 20, 17), la unción en Betania (Jn 12, 1-8) y la escena con el fariseo Simón y la pecadora que cubría de besos los pies de Jesús (Lc 7, 36-50). Le interesaba el afecto de sus seguidores: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?” “Señor, sí, tú sabes que te quiero” (Jn 21, 15). ¿Hemos tomado nota de las implicaciones de esos textos? Porque hoy en la Iglesia son todavía muchos los que señalando a otros dicen: “¿Y este qué?” Jesús les respondería como entonces a Pedro: “¿Y a ti qué? Tú, sígueme” (Jn 21, 22).

Así es el Evangelio. Y ¿qué prescribe la Iglesia? ¿Qué enseñó el Vaticano II? Para los presbíteros de rito latino “la perfecta y perpetua continencia”, “la virginidad o celibato guardado por amor del reino de los cielos” (Presbyterorum Ordinis, 16). ¿Qué se les enseña en sus años de formación frente al matrimonio? “La excelencia mayor de la virginidad consagrada a Cristo” (Optatam totius, 10). Y la castidad por el amor del reino de los cielos para los religiosos y religiosas, que no deben dejarse conmover “por las falsas doctrinas que presentan la castidad perfecta como imposible o dañosa para la plenitud humana” (Perfectae caritatis, 12). Esa es la doctrina. Esas son las normas.

Pero luego tenemos noticias de mentiras, escándalos y doble vida. La conducta humana es, a veces, como una manzana que está más podrida de lo que la piel permite ver. ¿Logrará el Sínodo de los obispos para la Amazonía abrir nuevos caminos y hacer de la Iglesia una sociedad más auténtica, razonable y dinámica?

El documento de trabajo para el Sínodo, que ya ha sido aprobado, afirma que “el amor vivido en cualquier religión agrada a Dios” (a. 39). No hay que creer que se tiene en exclusiva el don de la salvación. De un modo similar podemos afirmar que “el amor vivido desde cualquier condición u orientación sexual agrada a Dios”. Amor, que no es egoísmo posesivo, explotación o dominación.

magdalena-jesus-640x480En su conocida obra Jesús. Aproximación histórica, J. A. Pagola no se detiene a hablar del discípulo amado, pero afirma que Jesús seguramente correspondió “con ternura al cariño especial de María de Magdala”. Al final del segundo capítulo leemos esta frase: “Jesús conoció la ternura, experimentó el cariño y la amistad, amó a los niños y defendió a las mujeres”. Pero al explicar que Jesús no tuvo esposa ni hijos habla de “la renuncia de Jesús al amor sexual”, aunque se dejó “abrazar por prostitutas que van entrando en la dinámica del reino”. Y probablemente, dice también Pagola, se burlaron de él llamándole “eunuco”.

Pero los eunucos sí tenían vida sexual, aunque no se casaran. Y hablar de la renuncia de Jesús a la vida sexual, o al amor sexual, es ir más allá de los datos del Evangelio. Es algo que ni se puede afirmar ni se puede negar.

Tampoco podemos precisar el sentimiento de amor de Jesús, “amor frustrado de Jesús” como dice Xabier Pikaza, en Mc 10, 21: “Jesús, mirándolo, lo amó”. “Esta es la única vez en que Marcos utiliza el verbo amar en un sentido fuerte, para referirse a un encuentro entre dos seres humanos, en clave de relaciones interpersonales”, precisa Xabier Pikaza en su Evangelio de Marcos. Y en el tema de los que se han hecho eunucos por el reino de los cielos es interesante el comentario que hace en su Evangelio de Mateo. Según Pikaza Mt 19, 12 situaría “a los seguidores de Jesús en el espacio de los marginados sexuales, por razón biológica o social”, en la línea insinuada por Mt 8, 5-13.

Es un dato, en cambio, muy claro que hubo mujeres que seguían a Jesús, discípulas y amigas como Marta y María, María Magdalena, la que según relatos apócrifos lo amó de modo especial, y otras como María, la madre de Santiago y Joset, María de Cleofás, Salomé, Juana, Susana y otras muchas que, como nos dice el evangelio de Lucas 8, 3, servían a Jesús y a los doce apóstoles con sus bienes.

Nadie se va a atrever a reprochar a Jesús que, en cierto modo, formara con sus discípulos una familia itinerante, fraterna que no corresponde al modelo de familia de Adán y Eva, de esposo y esposa, al modelo de familia patriarcal (cf. Mt 12, 46-50). “Jesús los ve a todos como una familia”, dice Pagola. Son los primeros miembros de una familia nueva, la familia mesiánica de los que cumplen la voluntad de Dios (cf. Mc 3, 35).

Jesús defendió a la mujer frente al modelo patriarcal imperante en aquel pasaje de Mateo 19, 1-9. Además habló de quienes no encajan en ese modelo en Mt 19, 10-12, como se ha recordado antes. Y tenemos ahí una base evangélica para, de modo análogo, alargar la lista de otros modelos de vida y de familia, como los que representan tantas minorías discriminadas.

Desde la sociedad civil se aceptan distintos tipos de comunidades de hombres y de mujeres sin aspaviento alguno, comunidades religiosas en muchos casos, o de dos miembros, como es el caso de muchas casas parroquiales, con el párroco y su asistenta, o de muchos miembros como es el caso de monasterios y conventos. No tiene sentido especular sobre la vida íntima de esas personas. ¿Por qué se atreve a hacerlo la Iglesia y su jerarquía respecto a las parejas homosexuales?

No parece que la vida sexual de la gente sea un asunto de la competencia de la Iglesia. Mucho menos dar en este campo doctrina concreta. Bastaría con ofrecer grandes líneas orientadoras dentro de lo que es el anuncio de la palabra de Jesús y el mandamiento del amor.

Marcar pautas y normas en la vida sexual de las personas no es una exigencia del mensaje evangélico. Sí lo es el amor y la misericordia (cf. Mc 12, 28-34; Lc 6, 36-38; 10, 29- 37) “Vete y haz tú lo mismo”, le dice Jesús al letrado. Nosotros, en cambio, en lugar de dedicarnos a curar heridas y ser buenos samaritanos, creamos Congregaciones doctrinales y elaboramos voluminosos catecismos que le dicen a la gente lo que tiene que creer y cómo tiene que vivir.

Ante el desprecio que sufre el homosexual en nuestras sociedades vendría bien representarnos una escena del Evangelio que todos conocemos: “Los hombres que le mantenían preso se burlaban de él y lo maltrataban; cubriéndole con un velo le preguntaban: “¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?” Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas” (Lc 22, 63-65). Como a tantos niños y jóvenes en nuestros colegios que sufren el acoso de sus compañeros, con la colaboración cobarde, a veces, de sus profesores.

agresion_trans_metro_paris_leftComo a Julia, transexual, que el 31 de marzo de 2019 en París fue insultada, humillada, golpeada por tres hombres, al intentar acceder al metro, mientras una turba los jaleaba. No, Julia, transexual, no era nombrada en la Biblia, en el Génesis, pero es imagen de Dios con la misma dignidad que cualquier otro ser humano. Como lo es Cora, esa niña “trans” de la que nos habló El País Semanal, en un estupendo reportaje de Gabo Caruso, el domingo 28 de julio de 2019.

¿No debe enseñarse en nuestras escuelas esa realidad y esa igual dignidad de todas las personas? ¿No serviría para disminuir el acoso entre los jóvenes escolares y la violencia entre los adultos? Apliquemos también aquí las palabras del Evangelio: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. La cobardía, la ignorancia y el machismo se ceban con quien anhela simplemente vivir libre y feliz.

La Iglesia y la homofobia

“Los católicos LGBTI constituyen hoy, probablemente, el grupo más marginado en la Iglesia” (James Martin, SJ, Tender un puente)

Da la impresión de que la Iglesia es todavía partidaria de aquella respetabilidad homófila tan en boga en los años anteriores al concilio Vaticano II. El homosexual debía vivir confundido con la sociedad mayoritariamente heterosexual sin que nadie pudiera señalarlo y ni siquiera sospechar cuál era su verdadera condición sexual. ¿Es así como quieren vivir muchos grupos de homosexuales cristianos? ¿Hay vida más triste que la del que tiene como principal preocupación en su vida laboral y social la ocultación de la propia orientación sexual?

Quizá no se puede pedir a un judío que salga del armario cuando vive en una comunidad nazi. Aunque tampoco es mucho más rica la vida, por ejemplo, del varón heterosexual que siente antipatía hacia los homosexuales y está preocupado por diferenciarse de ellos, por saber quiénes sienten la atracción sexual de un modo diferente para no mezclarse con ellos. Esa obsesión, esa preocupación ¿no es también un tipo de armario en el que uno está encerrado? Algunos se sienten ofendidos, y hasta reaccionan de forma injustificadamente violenta, si los gais se fijan en ellos. La persona heterosexual es más libre y feliz cuando eso ni le preocupa ni le ofende.

¿No podría la Iglesia contribuir, con una doctrina más justa sobre las conductas homosexuales, a que estas situaciones de violencia no se dieran? Es verdad que, a pesar de que las agresiones siguen existiendo, no hay un clima de violencia, pero a algunas personas heterosexuales les es difícil relacionarse con personas homosexuales desde la igualdad y el respeto. Frecuentemente lo hacen desde la condescendencia y el paternalismo. Es la actitud muchas veces también del hombre machista en su relación con la mujer, aunque no haya violencia. No es una actitud muy cristiana.

Tampoco la persona homosexual debe reaccionar sintiéndose moralmente superior a nadie o con conductas agresivas y violentas. Hay homosexuales llenos de fanatismo político y con escasa educación democrática que ignoran que el rechazo al diferente y las políticas injustas no se pueden combatir con matonismo y sed de venganza. Se dejan ver, a veces, en las manifestaciones reivindicativas de los colectivos LGTBI y avergüenzan con sus desmanes y falta de civismo a otros compañeros de lucha que no comparten sus métodos violentos.

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Es un deber democrático trabajar para que a los homosexuales les sean reconocidos sus derechos, sin permitir que los partidos políticos instrumentalicen su causa, denunciando las políticas que atentan contra la libertad y la diversidad sexual tanto en los partidos de derecha como en los partidos de izquierda. También hay que desenmascarar las doctrinas que descalifican moralmente la vida de estas minorías basándose en prejuicios de tipo religioso.

Vivimos en una sociedad, y no solamente en España y en Latinoamérica, ni mucho menos, en la que todo gira en torno a una larvada o explícita homofobia, y en torno a demostrar que uno no es homosexual. El varón se ve continuamente obligado a demostrar que es muy “macho”. Y esto a pesar de que se ha avanzado en el reconocimiento y respeto de todas las formas de vida y de los derechos de todos.

manif-pour-tous-936x520¿No significó el movimiento francés de la Manif pour tous (Manifestación para todos) del otoño de 2013, en contra del matrimonio homosexual, que la homofobia y el poder patriarcal seguían siendo dominantes en Europa? La derecha extrema se unía a la derecha católica y hacían así visible la dimensión política de la denuncia de la supuesta “teoría del género”. Lo explica bien Réjane Sénac en ¿Qué es el género? (L. Laufer y F. Rochefort, (dirs.), Barcelona, 2016). Los católicos franceses de izquierdas sí que apoyaron los estudios de género y el matrimonio homosexual. Recordemos el artículo publicado por Témoignage chrétien con el título Mariage pour tous, un progres humain en diciembre de 2012.

Una vez más constatamos que impera el prejuicio y la ignorancia y de ello se aprovechan partidos e iglesias para sus fines propios. Vemos así la necesidad de una buena educación afectiva y sexual en una sociedad plural. Agitar el fantasma del peligro de la confusión de los sexos no es más que una forma de impedir el avance de los movimientos igualitarios. ¿Cómo puede la Iglesia apoyar estas campañas mendaces?

Ese viejo fantasma ya apareció en la Revolución francesa. Las mujeres fueron excluidas cuando algunos se alarmaron pensando que la amistad pudiera reemplazar al amor. Y es en Francia donde la oposición al concepto y a la palabra “gender” que vino de los Estados Unidos es más fuerte, ya desde los años del papa Benedicto XVI.

Los que se oponen al matrimonio homosexual han elegido los estudios de género como blanco de sus ataques.

matrimoniogay1Son campañas mendaces porque los estudios de género no niegan la diferencia entre los sexos, no niegan el sexo biológico. “No se trata de negar una diferencia (de negar el sexo biológico, como dan a entender los detractores), sino de comprender cómo esta diferencia – solo una entre todas las que hacen de la persona un ser único – ha llegado a estar social y culturalmente sobredeterminada” (¿Qué es el género? L. Laufer y F. Rochefort (dirs.) Barcelona, 2016, p. 10).

Estos estudios simplemente muestran cómo muchas desigualdades y discriminaciones entre los sexos tienen una explicación histórica y cultural. El Génesis habla de que Dios los creó varón y mujer. Así lo veía el autor del relato. Eso vemos y creemos hoy también, que hay hombres y mujeres. Pero sabemos que no todos aman de la misma manera. Y vemos también a otras personas, seres humanos bien reales.

Pues también creó Dios a los transexuales y a los hermafroditas, a toda persona transgénero, a la rica variedad de seres humanos cualquiera que sea su determinación sexual y de género, aunque no vengan nombrados expresamente en el Génesis, que no es un libro científico, de biología o de antropología. Y Dios creó a los eunucos, que sí aparecen en la Biblia (cf. Is 56, 3-7; Hch 8, 26-40), aunque no son exactamente como Adán (cf. Gn 1, 28). El hombre ha evolucionado en colores, no en blanco y negro. ¿Tan difícil es aceptar la riqueza de la creación de Dios? ¿Tan difícil es comprender que la creación se realiza, desde el punto de vista de la ciencia, como evolución?

Hay personas que confunden la Biblia con una Enciclopedia del saber o con un libro sagrado escrito por el Padre eterno en sus moradas celestiales. Así creen que Satanás es una persona y el infierno un lugar de condena eterna lleno de fuego porque así han entendido el Nuevo Testamento, o porque lo repite el papa, como si Jesús pudiera haber sido hombre verdadero sin nacer dentro de un pueblo y de una cultura, y como si los libros de la Biblia hubieran sido escritos fuera de una época histórica concreta que tenía su propia visión del hombre y del mundo. Por eso son tan importantes los estudios bíblicos, para entender aquellas culturas, aquellos pueblos que se dieron cuenta de que Dios les hablaba e intervenía en su historia con una promesa y una elección, aunque elegidos pueden sentirse todos los pueblos. Y así hasta llegar a la palabra y la vida de Jesús de Nazaret y su vida, en el que los que creemos en el Evangelio hemos visto que culminaba esa historia de la salvación.

La fe que no es razonable sirve de poco. Lo razonable es investigar, dialogar, debatir, juzgar por nosotros mismos, algo muy razonable y que también recomienda el Nuevo testamento (Lc 12, 56-57), y no creer simplemente lo que nos enseñan los demás. Algunos cristianos han entendido literalmente eso de ser ovejas de un rebaño. Pero ya sabemos en qué totalitarismos políticos o religiosos se ven abocadas las masas con apetito de organización y devoción a un líder. Lo explicó bien Hannah Arendt. Los líderes religiosos y las iglesias tienen sus propios intereses, que a menudo no coinciden con la búsqueda de la verdad y el bien común de la humanidad.

22576426684El Génesis tampoco dice que la condición de la mujer esté marcada por las famosas tres palabras que en alemán empiezan por K: Küche, Kinder, Kirche (cocina, niños, iglesia) y que sus actividades deban limitarse a eso ámbitos, o que por el mismo trabajo debe haber una diferencia salarial entre el hombre y la mujer. Eso son condicionamientos culturales, políticos y económicos. Lo ha explicado bien Bernardo Pérez Andreo en su artículo en RD, El sexo débil. El machismo como verdadera ideología de género, publicado el 24 de mayo de 2019.

Resulta evidente que en los ataques político-religiosos a estos estudios de género hay poca serenidad e imparcialidad. Muestran, eso sí, tintes inquietantes de “antiintelectualismo, antifeminismo y homofobia”. Inquietante es también, por ejemplo, que, unidos por la homofobia y el antisemitismo, la extrema derecha francesa y el radicalismo islámico hagan, a veces, causa común.

¿Qué hacer desde la comunidad cristiana? Se impone un diálogo social para evitar la injusticia que sufren estas personas. Todos los ciudadanos, cualquiera que sea su sexo o condición sexual, han de disfrutar de los mismos derechos. Resulta escandaloso que seamos nosotros los cristianos, los que, arrojando con nuestras doctrinas oficiales una sombra de “desorden” y de “falta de moralidad” sobre la conducta sexual y afectiva de estas personas, colaboremos directa o indirectamente a su marginación y exclusión social.

Una Iglesia que contribuye con su doctrina sobre la homosexualidad a la exclusión social de muchos hombres y de muchas mujeres se ha alejado del Evangelio. ¿Es esa doctrina la llave con la que se quiere tener protegido y bien cerrado el propio “armario”? ¿Sucede así por haber politizado lo religioso, por mezclar, una vez, la causa del Evangelio que es la causa del hombre necesitado, con la causa del poder, de los intereses políticos? ¿No le basta a la Iglesia con anunciar y testimoniar el Evangelio y cae en la tentación de disputar espacios de poder en la sociedad a través de la escuela?

No es de extrañar que muchos homosexuales cristianos opten por trabajar por el reino de Dios, por una sociedad más justa, fuera de las estructuras visibles de la Iglesia cuando esta no acaba de reconocer la bondad intrínseca de la condición afectiva y sexual con la que nacieron, y que “todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”, de tal manera que “ya no hay judío ni griego… ni hombre ni mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Ga 3, 26-28). ¿No dijo Jesús que hay eunucos que salieron así del vientre de su madre? (cf. Mt 19, 12) Lo mismo podemos decir de las personas que no encajan en el modelo patriarcal heterosexual. No deberían sufrir rechazo ni discriminación por su condición sexual.

Sin embargo, la realidad es muy distinta. Sigue siendo verdad que el negativismo sexual, el puritanismo, es intrínseco a las formas organizativas de las distintas religiones. Sus líderes lo han usado para ejercer el control de las conciencias de los fieles y dirigirlos hacia ese tipo de religiosidad, enemiga del sexo, que ellos controlan. Pocas cosas son más urgentes. Hay que rechazar esta visión negativa de la sexualidad y las formas de vida que ha inspirado, a veces tan llenas de ocultamientos y contradicciones. Después de la publicación del libro Sodoma. Poder y escándalo en el Vaticano (2019), del periodista Frédéric Martel, ese rechazo debería llegar más tarde o más temprano.

Los creyentes no pueden seguir ignorando la realidad de lo que sucede. Tendrán que cambiar su forma de entender la religión, y valorar, si es su gusto, los tapices de flores del Corpus Christi, pero mucho más, al paso de Jesús, el tapiz de amor al prójimo, “un tapis triomphal avec ta charité”, como dice el poema Le rebelle de Baudelaire, que a más de un lector le ha hecho entender mejor el cristianismo. Pero nos es más cómodo entretenernos con filigranas florales que ocuparnos del pobre, del deforme, del marginado y del excluido de los bienes materiales y espirituales.

Es la atención a las injusticias de nuestro mundo, el mensaje de amor, de esperanza y de salvación del Evangelio, lo que debe preocuparnos en la Iglesia. Ha llegado el momento de dejar de dar pautas de conducta sexual, de dejar de estigmatizar las distintas formas que tenemos los humanos de relacionarnos sexual y afectivamente. No se predica el amor fomentando la homofobia, el odio al diferente. Es hora de abrir armarios, arcones, puertas y ventanas, porque el aire de la Iglesia se ha hecho irrespirable.

La doctrina sexual de la Iglesia y su política de ocultamiento y encubrimiento han tenido ya demasiadas víctimas. No se puede seguir desorientando y mintiendo a la gente como se ha hecho hasta ahora. La Iglesia no puede arrogarse esa autoridad en estas materias. Durante muchos años los mismos científicos y profesionales, médicos y psicólogos, se han limitado a legitimar lo que decían las iglesias. Tal era el poder de las mismas sobre sus conciencias. Si la orientación del deseo homosexual no era aceptable en una confesión religiosa siempre había psicólogos o médicos próximos a la misma dispuestos a afirmar que se trataba de una desviación o perversión. A través de grupos de cristianos de mentalidad muy conservadora esa situación se da todavía hoy.

Necesitamos recuperar el espíritu del Evangelio. Y ya sabemos que Jesús puso la solidaridad con el hombre necesitado, con el que él se identifica, como principio rector de nuestra vida. Tenemos que volver al mensaje evangélico y recordar sus palabras y sus gestos si queremos emprender con decisión el camino de renovación de la Iglesia.

juan_jesus¿Por qué una actitud como la que refleja el texto del evangelio de Juan 13, 21-30 antes comentado resulta tan comprometedora para algunos? ¿Por qué hay traducciones que han evitado explicitar la postura del discípulo sobre el cuerpo de Jesús tal como indica el versículo 13, 23? “Uno de los discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús”, traduce alguna edición de la Biblia de Jerusalén. Pero si el griego dice anakeimenos en tō kolpō Iēsou, debería traducirse “estaba recostado sobre el pecho de Jesús”, como señala Hugo Cáceres Guinet (cf. Jesús el varón, Verbo Divino, 2011). Y sigue luego el v. 25 diciendo: “Entonces, apoyándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: “Señor ¿quién es?”

Cáceres Guinet afirma que “hay una tendencia a privar de sensualidad este momento a fin de guardar la compostura socialmente aceptable para el lector contemporáneo, privando al texto del aspecto afectivo que el autor ha querido dar a la escena”. Quizá por guardar esa “compostura socialmente aceptable” algunos autores no hablan apenas del discípulo amado.

Ciertamente los textos canónicos no nos dicen mucho sobre la sexualidad de Jesús. Y no sería poco que sacáramos todas las consecuencias del dogma de fe que nos dice que era hombre verdadero. Pero este gesto que implica la aceptación del afecto mutuo entre Jesús y su discípulo que nos presenta el evangelio de Juan debería bastar para eliminar del catecismo de la Iglesia el a. 2357, que además de ir en contra de las ciencias antropológicas y de una ética sexual que no haga de la Biblia lecturas fundamentalistas va en contra del espíritu misericordioso de Jesús y está causando estragos.

Fuente Religión Digital

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“Se hunde la Iglesia; ¿Se hunde?”, por Jorge Costadoat

Viernes, 26 de julio de 2019
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Llega-hora-laicos_2130096978_13670034_660x371La institución eclesiástica ha puesto a la Iglesia al límite de su tolerancia. Las razones están a la vista: abusos y encubrimientos. Pero hay razones que no están a la vista. Estas, en gran medida, son las causas de los fracasos evidentes del clero.

Hace ya mucho rato que la incomunicación entre la jerarquía eclesiástica y los cristianos comunes es profunda. Además, crece. El Papa Francisco ha hecho enormes esfuerzos por actualizar el Evangelio en una cultura que se dispara en todas las direcciones. Ahora intenta un cambio estructural: desea dar participación a los laicos en la elección de los obispos.

¿Será para mejor? Habrá que verlo. Si los electores son laicos clericalizados el fracaso será seguro.

Apuesto a una mejor alternativa. El Magisterium, la labor de los obispos de enseñar y discernir en el pueblo creyente la voz de Dios, de guiarlo y de mantenerlo unido, se haya desprestigiada porque las autoridades no parecen escrutar en los acontecimientos actuales, en los cambios los culturales y las vidas de los cristianos algo nuevo que pudiera servir para re comprender el Evangelio de Jesús.

La mejor alternativa, en mi opinión, es que independientemente de los procedimientos electorales para hacer que los laicos participen en la elección de los obispos, la institución eclesiástica aprenda de otros magisterios eclesiales, tradicionalmente ignorados y censurados.

Las autoridades eclesiales deben aprender del Magisterium mulierum. Me refiero al aprendizaje profundo, emocionalmente pluridimensional, resiliente, de las mujeres. Estas tienen una experiencia de Dios desde el embarazo hasta el momento tremendo, para algunas, de sepultar a sus hijos. Ellas, más que nadie, saben qué es agarrarse de Dios cuando un niño se enferma. Visitan a la tía vieja. Aguantan al marido de la depresión. En estas cristianas hay una experiencia de Dios convertida en aprendizaje que es indispensable enseñar. Las mujeres madres, esposas, profesionales, cajeras de supermercados o políticas tiene un modo de creer en Dios particular. Tantas veces los hombres lo necesitamos para atinar en lo grande y en lo chico. Lo agradecemos. Magisterium mulierum: enseñanza de las mujeres.

En estrecha relación con este, existe un Magisterium diversarum personarum: la enseñanza de los separados, de los divorciados, de los que fracasaron en un primer, segundo o tercer matrimonio, se recuperaron y volvieron a empezar. Pudieron ser tragados por el mar. Pero tuvieron la suerte de que los botara la ola. Salieron gateando por la arena. Tragando agua salada. Recogieron lo que quedó de la casa que se les desplomó: un sillón, unos libros, algunas fotos de tiempos mejores. Son los que anhelan ver a sus hijos el día que les toca. Son mucho más pobres que antes, tuvieron que aprender que se puede vivir con menos y lo enseñan a sus críos. A muchas de estas personas su fe las sacó adelante. No sabían qué era creer. Habían recibido una educación religiosa demasiado elemental. Les faltaba pasar por la cruz. ¿Cuánto necesita el resto de la Iglesia a esta gente? ¿Se les puede seguir impidiendo comulgar en misa? Basta. Los sobrevivientes de sus matrimonios tienen que mucho que enseñar. Si su Magisterium no termina modificando la doctrina oficial de la Iglesia, la Iglesia se hunde.

Este magisterio es un caso de otro mucho más amplio: el Magisterium reconstructarum personarum. Me refiero a la enseñanza de toda suerte de cristianos cuya fe en Dios los reconstruyó como personas. Traigamos a la memoria a los empresarios que se recuperaron de una quiebra, a los cesantes que tras haber caído en el alcohol se rehacen en Alcohólicos Anónimos, en los jóvenes que luchan por salir de la droga, en las víctimas de abusos sexuales que sacaron coraje quién sabe de dónde para contar su historia y exponerse a que no les creyeran. También pueden contar los pecadores a secas: sinvergüenzas, infieles empedernidos, políticos tramposos, libidinosos incontinentes, traficantes. Estos y aquellos, en la medida que su mucha o poca fe les haga ver más, ver una conversión que ni siquiera han alcanzado, ver algo que pudiera servir para que otros vivan mejor que ellos, aquilatan un saber, una verdadera sabiduría, sin la cual Jesús no habría sido el Cristo.

Los laicos elegirán a los obispos. ¿Qué laicos? La Iglesia se hunde en gran medida porque la institución eclesiástica, el Magisterio oficial, cree saberlo todo y lo enseña a peñascazos. Los laicos fidelizados por miedo a los curas no servirán de electores.

Espero que el colapso eclesial actual sea superado en la raíz. Lo será, tal vez, si el aprendizaje de todos, especialmente el de los marginados, es tomado verdaderamente en cuenta.

 

Jorge Costadoat, S.J.

Fuente Religión Digital

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La renovación de los ministerios

Jueves, 28 de febrero de 2019
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Grantchester-el-cluedo-del-sacerdote-mas-sexy-de-InglaterraMucho más allá del celibato opcional

Emilia Robles
Madrid

ECLESALIA, 11/02/19.- Vi en su día, a la vuelta del papa de la JMJ lo que decían algunos periodistas sobre sus palabras en el avión de camino a Roma, entre otras cuestiones sobre el celibato opcional (que el no aprobaría en su pontificado, desde su intención actual) y también otras reflexiones en positivo sobre la propuesta del obispo Fritz Lobinger (de que se pudieran aceptar otros ministerios ordenados) en lugares como la Amazonía u otros. Difícil abordar este tema de la renovación de los ministerios -que necesitaría varios libros y recoger diferentes aportaciones de diversos sectores de Iglesia- en un avión. Imaginé que lo publicado iba a suscitar reacciones y ya las estoy viendo. Unas con satisfacción y otras con mucha inquietud.

Entiendo bien, por un lado y me parece legítimo, que el papa quiera diferenciar entre lo que pueda ser reflexionado y aprobado en el Sínodo de la Amazonía: ordenación de personas (el especifica que varones) probadas en comunidades vivas y corresponsables, que puedan colaborar con los sacerdotes actuales, trabajado en consenso en las diócesis, frente a lo que muchos podrían entender como que el papa vaya a aprobar que “los curas se puedan casar” que es otra cuestión. Y también entiendo y comparto que diga que el celibato opcional no es la solución a la pederastia. No dio para entrar en la eclesiología que es básica para abordar el tema de los ministerios. Pero… bueno, el papa dijo lo que el pensaba en ese momento.

Es normal también que se haya suscitado agitación. Está el contexto, que tal vez no era el más adecuado para explicitar ciertos temas (aunque a veces no se pueda evitar) o cómo los periodistas transcriban ciertas cuestiones, máxime cuando hay teología de por medio. Y luego, lo que a cada cual le remueve. Me hago cargo de la desazón que ha producido la transcripción de las palabras del Papa, no sólo entre los movimientos de reforma de la Iglesia que defienden el celibato opcional, sino entre teólogas y teólogos y pastoralistas que justifican su necesidad, e incluso entre mucho cristiano de base, que, en las encuestas de opinión llevan años apoyando el cambio de la norma que obliga a que exista un único modelo de presbítero célibe (sin entrar en muchas más cuestiones eclesiológicas, sino solo guiándose de su sentido común).

Pero está muy bien diferenciar las cosas. La propuesta del obispo emérito Fritz Lobinger (ante los miles de comunidades sin Eucaristía en el mundo por falta de sacerdotes y por su inadecuada distribución) es que, en comunidades bien probadas, activas y corresponsables, se ordene a personas laicas, integradas desde hace años en las comunidades, para presidir la eucaristía y para realizar otras tareas que habitualmente estaban asignadas al cura célibe en el formato que venimos conociendo desde la Edad Media. Y que esto se haga en un consenso en las diócesis que lo comunican a Roma para su aprobación. Exige por tanto, un proceso desde las diócesis. Y creo que lo que el papa dice -si he sabido leer bien entre líneas- es que lo que se puede y se quiere debatir en el Sínodo de la Amazonía es esto y no otra cosa.

En Proconcil hemos explicitado, difundido y profundizado en esta propuesta del obispo Lobinger (recogida en castellano en dos libros que tiene además incluida una aportación teológica), por su enorme interés, por la eclesiología en la que se basa y por lo bien desarrollada que está desde principio a fin. Eso no quiere decir que, en su desarrollo no puedan surgir problemas o contradicciones que habrá que solucionar en el contexto. Tampoco quiere decir que vaya a resolver todos los problemas que tiene la Iglesia en relación a los ministerios. Pero este tema no lo voy a tocar, porque necesita mucha amplitud y ya lo haré en su día en un espacio más adecuado.

La principal finalidad (aunque no la única) de estas nuevas formas ministeriales, a las que el papa alude que se podrían permitir, es que no haya comunidades sin Eucaristía. Y ahí es donde el papa cita a Henry de Lubac (aunque el periodista no lo nombre, no sé si el Papa lo nombró o no) hablando de la importancia de la Eucaristía que construye a la Iglesia y se hace en ella. De manera que la Eucaristía es esencial en la Iglesia y es un bien mayor que una ordenación jurídica que reduce la potestad de presidir la Eucaristía a un modelo de presbítero como el que conocemos. Y esto es lo que, según el Papa, justificaría que en lugares “recónditos” se admitan nuevas formas de ministros ordenados (o no ordenados, pero, en cualquier caso, reconocidos por Roma) que atiendan a las necesidades de las comunidades y en particular a la celebración eucarística, siempre desde su pertenencia a ellas.

Hay personas, sobre todo en la Jerarquía, pero también en algunas comunidades que tienen mucho miedo a que desarrollar una propuesta de renovación de los ministerios sea dar pie a “que los curas se casen” y a cuestionar el sacerdocio célibe de los actuales curas. Y el papa hace bien, desde mi punto de vista en salir al quite de esos temores. Porque el mismo Lobinger se esfuerza mucho en que los sacerdotes actuales no vean estas nuevas formas ministeriales, alguna de ellas ordenada, como una competencia amenazadora hacia los actuales sacerdotes, o un rebajar su “don celibatario” (que se supone que defienden como libremente aceptado) Ese es un aspecto, que seguramente el Papa ha logrado con esta comunicación.

Pero tampoco es de recibo que la palabra del Papa produzca desazón en aquellos que buscan una renovación de los ministerios. Y seguramente no ha sido esa su intención. Lo que ocurre es que en la comunicación no bastan las intenciones para garantizar los resultados (porque es un proceso mucho más complejo en el que intervienen muchos factores: instrumentos, personas, lenguajes, contextos, imágenes culturales, etc.). Hay otro problema añadido que está en la recepción de la palabra del papa (de este y de otros) y es el valor que se le da a la palabra de un papa sin diferenciar mucho en qué contexto se dice esta palabra. No es igual hablar en una entrevista (como sucede con el libro de Fernando Delgado) que hablar en un avión, que hablar en un documento menor, o hablar en una Encíclica…

Y una consideración más. La palabra de un papa sobre una disciplina como la que durante estos últimos siglos nos ofrece un único modelo de presbítero, célibe y formado en los seminario como los conocemos ahora (y esto Francisco lo sabe bien) y máxime este tipo de palabra (breve) en este contexto (de una entrevista en un avión) no es la palabra de la Iglesia. En el tema de ministerio presbiteral que es clave para la Iglesia y cuya regulación jurídica no es un dogma de fe sino una cuestión disciplinar, tienen que hablar las comunidades y tienen que hablar los teólogos, los pastoralistas y otros expertos acreditados, además de otros obispos, en un clima de conciliaridad y sinodalidad. Y desde mi punto de vista no centrar el tema en el celibato, porque el tema de los ministerios hay que abordarlo desde otro enfoque.

Me parece magnífico que el papa cite a Henry de Lubac como teólogo, hablando de la primacía de la Eucaristía sobre los formatos ministeriales y a un pastoralista y además obispo, como Lobinger, lo que muestra su preocupación y su investigación sobre el tema. Espero también en la Iglesia la fuerza de una teología que sitúe los dos grandes pilares de la Iglesia en Jesus de Nazareth y la comunidad, en vez de centrarse tanto en los ministros ordenados que deben ser servidores de comunidades verdaderamente eucarísticas.

Confío también en que se siga profundizando (ya lo hacen muchos teólogos) y se difunda ampliamente una teología del Espíritu Santo que acompaña a las comunidades y reparte sus dones en ellas, sin ningún tipo de discriminación, de manera que no queden desatendidas en ningunas de sus necesidades y que no se pierdan dones y carismas. Y en que sepamos alcanzar consensos que agrupen y no dividan a las comunidades. Mientras esto no se entienda y se practique, de poco valdría que un papa aprobara el celibato opcional. Y el día en el que esto se practique de forma extensa, no habrá un papa que detenga una verdadera renovación de los ministerios. Si alguno lo intentara se expondría a cometer un gran pecado y probablemente a provocar un gran cisma, porque no se puede asfixiar al Espíritu.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Importante: El Foro está activado de nuevo y renovación suscripción WEB

Viernes, 8 de febrero de 2019
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Hola a todxs:

Tras un pequeño incidente que ha tardado en resolverse, el Foro ya está en activo, donde podéis de nuevo, escribir.  En breve hemos de proceder a la renovación del pago del servidor y los trabajos de restauración y adecuación del Foro y de la Web. La cantidad es considerable y necesitamos de vuestra ayuda si es que deseamos la continuidad del proyecto, que ya ha cumplido diez años y que sólo continuará si es de todxs.

Quien desee aportar puede escribirme al correo mudejarillo@hotmail.es pero si no llegamos a la cantidad necesaria…

Gracias por vuestra comprensión.

Paz y Bien

Mudejarillo

Nota: Este aviso permanecerá anclado en la web, aunque a continuación, diariamente vendrán los contenidos habituales .

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IMPORTANTE: Renovación servidor blog

Jueves, 21 de diciembre de 2017
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te-interesa

Hola hermanos y hermanas:

En situación normal nos tocaría renovar la suscripción del servidor en el que se aloja la web Cristianos Gays que incluye este Foro el próximo mes de febrero, pero debido a la diaria renovación de noticias, nos encontramos con que la capacidad del espacio contratado está a punto de agotarse, por lo que es necesario ampliarlo y eso incluye un gasto mayor

Según conversación telefónica que he tenido esta mañana, se me ha informado del precio que supone ampliar el servidor desde el día de hoy hasta el 21 de febrero, de un Businnes, que es el que teníamos hasta hora y que acumula la información publicada en estos tres años de nueva andadura, a un Advanced que supondría doblar el espacio que actualmente poseemos y que sería de 19,65€ IVA ya incluido.

Posteriormente ha de realizarse la renovación del servidor en el modelo advanced y dispondríamos de un descuento del 20%, siempre y cuando lo abonemos antes del 31 de diciembre. Es decir, el precio de renovación sería 306,82 + IVA- (en total 372 € a lo que hay que añadir los 19,65 € anteriomente mencionados) con lo que nos ahorraríamos 100€ ya que la cuota real, que se aplicaría ya para el 2019 asciende a 472 €.

Ni qué decir tiene que de no seguir este paso, que me he visto obligado a adoptar tras consultar con algunos hermanos y personas entendidas, la web quedaría suspendida en un breve plazo.

Os pido que consideréis la situación y la necesidad de aportar la cantidad que cada uno pueda ya que, si ocurriese como en años anteriores en los que sólo algunos hermanos aportaron generosamente su ayuda, me vería obligado a cerrar la web.

No se me oculta que el cierre de esta página que tantas horas me ha llevado alimentar desde el año 2009, el dolor que supuso el hackeo dos veces de la página que hubo que comenzar desde cero, con los gastos que supuso ponerla en pie de nuevo, sería no sólo un fracaso, que siento como personal, sino, además, una pérdida enorme para un colectivo, el de los cristianos que quieren vivir su fe desde su orientación sexual y que por miles visitan diariamente la página… (Los datos son: Usuarios 2.849.534/Sesiones 3.458.163/Número de visitas a páginas 5.213.840. En estos momentos, desde todos los países del mundo se ha entrado a la página)

Quien desee colaborar, que me escriba a mi correo mudejarillo@hotmail.es y le proporcionaré el número de cuenta donde poder ingresar lo que cada uno pueda desde su conciencia.

Un abrazo y espero vuestras noticias pero tened en cuenta que corre prisa…

logo

***

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“Tened cuidado de cómo oís…”

Jueves, 27 de octubre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Tened cuidado de cómo oís
(Lucas 8,18a)

Podríamos optar por privilegiar
lo que se dice, entre las palabras
o gestos intercambiados.

A menudo hablamos
para no escuchar

y la vida
 fluye al lado.

Pero los que saben escuchar
nunca están solos.

Dan la palabra
en lugar de confiscarla,
prefieren la hospitalidad
a la vanidad.

El otoño es en este sentido parábola
deldesescombro a la vista de
otro advenimiento.

¿Podría tener lugar la primavera
si los árboles retengan sus hojas?

 De su consentimiento
depende la vida

y su inmemorial renovación.

*

Francine Carrillo

aa_2-001

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

“Renovar la Iglesia es hacer actual el “recuerdo peligroso” de Jesús”, por José Mª Castillo

Jueves, 9 de junio de 2016
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IGLESIA FANOLeído en su blog Teología sin Censura:

Si la Iglesia quiere renovarse en serio y a fondo, una de las primeras cosas que tendría que hacer es renovar en serio y a fondo el recuerdo de Jesús. No meramente recordando lo que sucedió cuando Jesús andaba por el mundo. Sino actualizando lo que ocurrió entonces. Es decir, la liturgia tiene que celebrarse de tal manera que se haga presente, en lo que vivimos ahora, lo que Jesús vivió, hizo y decidió cuando estaba en esta vida. Concretamente lo que ocurrió la noche aquella en que cenó, por última vez, con el grupo de personas que le acompañaron y compartieron lo que él vivió y cómo lo vivió. En aquella ocasión, Jesús dijo: “Haced esto en recuerdo mío” (1 Cor 11, 24. 25; Lc 22, 19). Lo cual quería decir: “Haced esto para que me tengáis presente”, como en seguida explicaré.

Lo que acabo de indicar se basa en un presupuesto previo: la última cena de Jesús con sus discípulos no fue un ritual religioso. El ritual de la “cena pascual” que celebran los judíos, con motivo del pèsaj, la fiesta del cordero, que marcó el punto de partida de la liberación de los judíos esclavos en Egipto (Ex 12). Por supuesto, sabemos que, según los evangelios sinópticos, la última cena fue la cena de Pascua (Mc 14, 12; Mt 26, 17; Lc 22, 7). Pero el evangelio de Juan, que se escribió después que los sinópticos, puntualiza este dato capital indicando que la cena se celebró antes de la Pascua (Jn 13, 1; 18, 28), de forma que Jesús murió el día de la Preparación de la Pascua (Jn 19, 14; cf. 19, 31. 42). Y san Pablo, que nos ha conservado el recuerdo más antiguo de la cena, ni menciona la Pascua (1 Cor 11, 23). Además, en ninguno de los relatos de la Cena se menciona el cordero pascual, ni se habla de las hierbas amargas, ni hay alusión alguna a los mazzen, ni de la haggadà, ni del primer hallel, ni se mencionan las cuatro copas que eran esenciales en el ritual judío de la Pascua. No hay, pues, traza ni indicio alguno de que allí se estuviera celebrando un ritual sagrado (Ulrich Luz, El evangelio según san Mateo, vol. IV, Salamanca, Sígueme, 2005, 138-139).

Ahora bien, si aquello no fue un “ritual sagrado”, sino una “cena”, en la que se vivieron una serie de experiencias muy fuertes, cuando Jesús les dice a sus “amigos” (Jn 15, 14-15): “Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11, 25) o sea,”Haced esto para que me tengáis presente”, sin duda alguna, el término “esto” (toûto) engloba la cena entera, no únicamente el pan, sino el conjunto de experiencias vividas allí aquella noche (François Bovon, El evangelio según san Lucas, vol. IV, Salamanca, Sígueme, 2010, 282-283). Hacer lo que allí dijo Jesús no es repetir rutinariamente un ritual, sino actualizar (hacer presente y operante hoy) lo que allí se vivió aquella noche. El “recuerdo”, la “anamnêsis”, según la raíz original zkr, quiere decir “hacer presente el pasado” (H. Patsch, en Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, vol. I, Salamanca, Sígueme, 2005, 251-254).

Pero, ¡atención!, estos datos no son meras matizaciones – por lo demás, muy elementales – de erudición. Nada de eso. Aquí se juega el ser o no ser de la autenticidad o del fracaso de lo que Jesús quiso. Sabemos que Jesús no fue amante, ni practicante de ritos, ceremonias, altares y templos. Jesús centró sus preocupaciones en tres cosas: el “sufrimiento humano” (curaciones), la “alimentación compartida” (comidas y comensalía, sobre todo con pobres y pecadores), las “relaciones humanas” (sermón del monte, en Mt, o de la llanura, en Lc). Al proceder así, Jesús desplazó la religión: la sacó del templo, la disoció de los “rituales” y la puso en el centro y en el conjunto de la “vida”.

Aquí y en esto está la clave y el secreto de todo lo demás. ¿Por qué? Porque hoy está sobradamente demostrado que los ritos constituyen un factor tan importante en la pervivencia de las sociedades humanas, que, desde hace incontables generaciones, los ritos (religiosos, políticos, sociales…) son decisivos en la integración o exclusión del individuo en la sociedad y, en general, en el sistema establecido (Walter Burkert, La creación de lo sagrado, Barcelona, Acantilado, 2009, 60 ss; ID., Homo necans, Barlona, Acantilado, 2013, 50-61). Pero no se trata de esto solamente. Porque los ritos integran al sujeto en el sistema de tal forma, que, al mismo tiempo que el sujeto hace suyos los valores del sistema, por otra parte, esos mismos ritos no modifican la conducta del sujeto que los cumple. Concretamente, un piadoso creyente se puede pasar cuarenta años comulgando a diario, y al cabo de ese tiempo sigue teniendo los mismos defectos que tenía el día que inició su comunión diaria. Y es que el ritual, por sí solo, no solamente no modifica la conducta, sino que además tiene la virtualidad de tranquilizar la conciencia del observante.

Entonces, ¿qué quiso decir Jesús cuando afirmó en la Cena: “Haced esto en memoria de mí”? No se refería simplemente a repetir lo que llamamos ahora “las palabras de la consagración”. Porque esta referencia al recuerdo o memoria (anamnêsis) lo introdujo san Pablo (1 Cor 11, 24. 25), del que depende el relato de Lucas (22, 19), para motivar a la comunidad de Corinto, al decirles a aquellos cristianos que lo que ellos hacían – y tal como lo hacían -, en realidad aquello ya no era la Cena del Señor. Literalmente: “eso ya no es comer la Cena del Señor” (“oúk éstin kyriakòn deipnon phagein”) (1 Cor 11, 20) (H. Patsch, o. c., 252-254). O sea, en Corinto, realizando exactamente el rito, realmente no celebraban la eucaristía. ¿Por qué? Porque la comunidad de Corinto estaba dividida. No por ideas teológicas, sino por la forma de vida que llevaban. Concretamente, porque allí había ricos y pobres. Y cuando se reunían para la eucaristía, los ricos comían hasta emborracharse, mientras que los pobres se quedaban con hambre (1 Cor 11, 21). Es decir, lo que pasaba en Corinto es que allí se repetían las palabras del Señor, pero allí no había una comunidad unida en la que quienes tenían dinero y comida lo compartían con los demás. Cada cual iba a lo suyo. Y Pablo afirma: donde hay división entre ricos y pobres, por mucho y muy bien que se repitan las palabras de Jesús, en realidad la memoria de Jesús está ausente. No se recuerda a Jesús. En esas condiciones, se dirá misa, pero allí no está Jesús. (J. D. Crossan, J. L. Reed, En busca de Pablo, Estella, Verbo Divino, 2006, 398-405).

Conclusión: la Eucaristía no consiste en “decir misa”, observando exactamente lo que manda la Sagrada Congregación de Ritos (o del Culto divino). Se puede hacer eso y no celebrar la Cena que quiso Jesús. Y tal como la quiso Jesús: haciéndonos esclavos unos de otros (Jn 13, 12-15), queriéndonos unos a otros, como él nos quiso (Jn 13, 33-35), mojando todos en el mismo plato, como él lo hizo (Jn 13, 20). Celebrar la Eucaristía no es repetir literalmente un “ritual”. Eso es una misa que nos tranquiliza (incluso nos da devoción). Pero eso no es lo que instituyó y quiso Jesús: el “recuerdo peligroso” (J. B. Metz, La Fe en la historia y en la sociedad, Madrid, Cristiandad, 1979, 100-102; 210-211), que hace actual la subversión de esos presuntos valores que se sostienen repitiendo los ritos. Lo que instituyó Jesús fue un “proyecto de vida”, que se expresa simbólicamente y que hace presente la persona y la vida de Jesús, en nuestras vidas y en nuestra sociedad. El día que resulte más “peligroso” ir a misa que acudir a una manifestación, ese día empezará a ser cierto que celebramos la Cena del Señor, en la que los cristianos vivimos la presencia, en el recuerdo vivo, de aquel Jesús que “aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado” (G. Theissen, El movimiento de Jesús, Salamanca, Sígueme, 2005. 53). Entonces será cierto y la gente palpará que la misa no es un mero “rito”, sino un “recuerdo peligroso”.

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Serás transformado

Martes, 25 de agosto de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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” Contémplame;
Háblame;
piensa en Mí.
Tu espíritu será renovado,
y serás transformado. “
*
El 15 de agosto, Vivir por el Espíritu.

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Recordatorio

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