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Saúl Castro: “A pesar de las carambolas para ocultar su LGTBIfobia, la Iglesia oficial nos sigue percibiendo como identidades inmorales”

Jueves, 7 de julio de 2022
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Saul-Castro_2460363950_16094984_660x371Ampliamos con esta entrevista la noticia que ya publicamos hace unos días y en la que podéis ver de nuevo los vídeos.

“Las personas trans, categorizadas aún como ‘enfermas’ en la OMS, tiene el doble de probabilidades de ser sometidas a ‘terapias de conversión’ que las personas cis. La personas homosexuales hemos dejado de ser completamente enfermos hace tan sólo tres años”

“A pesar de las carambolas para no hacer expresa su LGTBIfobia, es claro que nuestras identidades siguen estando vistas por la oficialidad e institucionalidad de la Iglesia como moralmente reprobables”

“En el proceso de documentación que he llevado a cabo sobre las ‘terapias de conversión’ he encontrado casos de desnudez grupal forzada, castidad forzada por periodos de hasta 270 días, prácticas aversivas, realización de ritos como entierros simulados o exorcismos… en España, estos grupos remiten a las víctimas que ‘no avanzan’ a psiquiatras que les prescriben medicamentos inhibidores del deseo sexual. Es decir, se les medica para castrarles forzadamente

“La Iglesia tiene una doble responsabilidad. En España, los principales perpetradores de ‘terapias de conversión’ son agrupaciones de fe vinculadas a la Iglesia católica, aunque no están oficialmente reconocidas por esta institución. Además, Obispos –como Juan Antonio Reig Pla, Pablo Ormazabal Albistur, José Ignacio Munilla Aguirre, Mario Iceta Gavicagogeascoa, Demetrio Fernández González o Manuel Sánchez Monge, colaboran”

“Tanto el Opus Dei como el Camino Neocatecumenal han colaborado con ambas organizaciones, remitiendo a jóvenes LGTBIQA+ a estos itinerarios”

“La Ley Trans y LGTBI no se ha aprobado todavía ni se sabe si se llegará a aprobar antes de que termine la legislatura. El problema de esta Ley es que hay una ausencia de capacidad por parte de las autoridades autonómicas para investigar e imponer sanciones contra estas práctica. Hasta la fecha, todavía siguen pendientes, tras más de dos años de espera, tres resoluciones. Dos de 2020 y una de 2021”

“Desde No Es Terapia exigimos al Congreso una modificación del Código Penal que criminalice las terapias de conversión, tal como se ha hecho en 44 jurisdicciones, entre las que se incluye Francia, Malta o Alemania”

Jesús Bastante

La Iglesia tiene una doble responsabilidad. En España, los principales perpetradores de ‘terapias de conversión’ son agrupaciones de fe vinculadas a la Iglesia católica, aunque no están oficialmente reconocidas por esta institución“. Saúl Castro es abogado y fundador de NoesTerapia, asociación que lucha contra estas terapias, que el Gobierno pretende ilegalizar con su ley del ‘No es no’.

“Además, Obispos como Juan Antonio Reig Pla, Pablo Ormazabal Albistur, José Ignacio Munilla Aguirre, Mario Iceta Gavicagogeascoa, Demetrio Fernández González o Manuel Sánchez Monge, colaboran”, asegura en esta entrevista.

do así?

– Pues desgraciadamente, en muchas partes del mundo e, incluso en España, la respuesta es sí. No hemos de olvidar que parte de nuestra comunidad sigue estando patologizada, no sólo en el acceso al reconocimiento de su identidad de género, sino también en las clasificaciones de enfermedades mentales. Tanto es así que el CIE-11 de la OMS, adoptado en 2019, sigue considerando a las personas trans como personas con “condiciones relacionadas con la salud sexual”, por lo que sólo se ha producido su despsicopatologización, pero no dejan de estar categorizadas como personas “enfermas”. De hecho, la fiscalización y policía institucional que se hace de las identidades trans es lo que determina que, estadísticamente, estas tenga un doble de probabilidades de ser sometidas a “terapias de conversión” que las personas cis, dado que tienen que ser propios profesionales de la salud quienes certifiquen y validen su identidad, lo que abre espacios para que los perpetradores de estos abusos actúen con mayor impunidad.

Con respecto a la orientación sexual, hemos dejado de ser completamente enfermos hace tan sólo tres años, ya que con la modificación del CIE-11 se eliminó la patologización de la “homosexualidad egodistónica”, que era aquella dolencia consistente en el rechazo a la orientación sexual propia y el deseo de modificarla, y que empleaban muchos profesionales para tratar médicamente a “homosexuales que querían dejar de serlo”.

Y bueno… en relación con el pecado, pues no se ha avanzado mucho realmente. El Catecismo de la Iglesia indica en sus párrafo 2357-59 que “las personas homosexuales están llamadas a la castidad” debido a que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, son contrarios a la ley natural y no pueden recibir aprobación en ningún caso”. Tal como señala la Congregación para la Doctrina de la Fe desde 1986, “la particular inclinación de la persona con atracción sexual hacia el mismo sexo, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral”. Por tanto, a pesar de las carambolas para no hacer expresa su LGTBIfobia, es claro que nuestras identidades siguen estando vistas por la oficialidad e institucionalidad de la Iglesia como moralmente reprobables.

– En el libro desentrañas las terapias de conversión. ¿En qué consisten? ¿Qué prácticas son las más aberrantes?

– No existe una definición estandarizada y común de las “terapias de conversión” ni a nivel internacional ni nacional. Desde la Asociación, y a nivel personal, las definimos poniendo en el centro su finalidad, es decir, el hecho de que todas las “terapias de conversión” se caracterizan por el objetivo común de querer modificar o anular la identidad y/o expresión de género de las personas contra las que se dirigen, así como su orientación sexual, para «acomodarlas» a los cánones cisheteronormativos imperantes en nuestras sociedades. Tal como afirma el Experto Independiente sobre Orientación Sexual e Identidad de Género de la ONU, “todas las “terapias de conversión” comparten la premisa de que la orientación sexual y la identidad de género pueden ser extirpadas —expulsadas, curadas o rehabilitadas—, como si fueran algo ajeno a la persona, lo que constituye una visión sumamente inhumana de la existencia”.

En el proceso de documentación que he llevado a cabo, he encontrado casos de desnudez grupal forzada, la castidad forzada por periodos de hasta 270 días, realización de ejercicios “biodinámicos” –consistentes en dar golpes y gritos para liberar energía–, prácticas aversivas –como ponerse una goma elástica en la muñeca y golpearse con ella cuando se sentía deseo sexual–, rezo continuado y del rosario en los momentos de mayor deseo sexual, empleo de técnicas de reprocesamiento traumático como el EMDR–ya que parten que la diversidad sexual y de género es fruto de traumas que hay que sanar–, abrazo-terapia, logopedia, terapia hablada, estudio de textos acientíficos sobre la orientación sexual y la posibilidad de modificarla, realización de ritos como entierros simulados o exorcismos, así como control diario a través de aplicaciones de mensajería y telefonía como Telegram.

Hay que destacar que el funcionamiento de estos grupos se centra en separar a las víctimas de sus círculos familiares y de amistad, para que dependan emocional y socialmente de los grupos de “itinerantes” y de la propia organización. Les asignan grupos de compañeros, orientadores o supervisores, que les monitorean diariamente, obligándoles a escribir tres veces al día por los chats y exigiéndoles que contacten inmediatamente al grupo cuando tengan deseos sexuales no heterosexuales. También les requieren que asistan a quedadas semanales en las que practican deporte, van a bares o al cine, con el objetivo de afianzar relaciones de “masculinidad sana”. Al integrarles de una forma tan completa en estos grupos, las víctimas cortan lazos con el resto de círculos y los perpetradores se aprovechan de ello para mantener un control leonino sobre ellas, así como para chantajearlas con el ostracismo en el caso de que no progresen adecuadamente.

Finalmente, en España, estos grupos también remiten a aquellas víctimas que “no avanzan en su recuperación de la cisheterosexualidad” a psiquiatras con los que colaboran. Estos, tras realizarles una suerte de cuestionarios que no están avalados por la práctica clínica, les diagnostican el origen de su homosexualidad, bisexualidad o identidad de género no cis, y les prescriben medicamentos para otras dolencias –generalmente para tratar trastornos bipolares, esquizofrenia o epilepsia–, entre cuyos efectos secundarios se encuentra la reducción o eliminación de la lívido. Es decir, se les medica para castrarles forzadamente.

¿Cuál es la responsabilidad de la Iglesia en estas prácticas?

– La Iglesia tiene una doble responsabilidad que, desgraciadamente, está ignorando de forma deliberada. En España, los principales perpetradores de “terapias de conversión” son agrupaciones de fe vinculadas a la Iglesia católica, aunque no están oficialmente reconocidas por esta institución. En concreto, estos grupos se llaman “Es Posible la Esperanza” y “Verdad y Libertad”, operando en distintas regiones de España y con muchas sedes organizadas jerárquica y estructuralmente.

Por un lado “Es Posible la Esperanza” o EPE fue fundada y es coordinada por Santiago Olmeda Sánchez – capellán del Convento Carmelitas Descalzas de Ruiloba en Cantabria– y por Belén Vendrell Sahuquillo –colaboradora del Centro Diocesano de Orientación Familiar Regina Familiae de Alcalá de Henares y mano derecha del obispo de Alcalá. En 2015, EPE remitió un dossier de 450 páginas a todos los Obispos españoles y otro con unos 118 testimonios de víctimas a la Santa Sede para solicitar que, de forma institucional, se impartieran “Itinerarios de Maduración Integral” para salir de la Atracción sexual al Mismo Sexo no deseada en todos los Centros Diocesanos de Orientación Familiar (COF) y en los Seminarios. Es decir, desde la institucionalidad se conoce que estas prácticas se llevan a cabo y, a pesar de ello, no se han puesto barreras para cortarlas de raíz.

No sólo eso, sino que diferentes personalidades de la Iglesia, obispos –como Juan Antonio Reig Pla, Pablo Ormazabal Albistur, José Ignacio Munilla Aguirre, Mario Iceta Gavicagogeascoa, Demetrio Fernández González o Manuel Sánchez Monge–en connivencia con seglares al frente de los diferentes COF –como José María Gea Rosat, Federico Mulet Valle, Isabel Lacruz Silvestre o Marisa Vendrell Sahuquillo– han promocionado los itinerarios ofrecidos por EPE, “acompañado” a personas en su proceso de maduración de la masculinidad/feminidad, captado a potenciales itinerantes y participado en las convivencias periódicas que se hacían en esta asociación, así como fungido como orientadores y miembros de los grupos de apoyo.

Por otro lado, está el caso de Verdad y Libertad (VyL), que es quizás todavía más sangrante. Esta agrupación, fundada en 2013 por Miguel Ángel Sánchez Cordón –un pediatra granadino actualmente jubilado– y Alberto López –que se desligó de la misma en 2015 y lucha contra las terapias desde entonces– ha sido abiertamente investigada por la Santa Sede en el año 2020. En diciembre de dicho año, el cardenal Beniamino Stella remitió un informe, que no se ha hecho público, a la Congregación para el Clero en el que concluía que “un grupo de 6 o 5 obispos” –entre los que se incluyen Xavier Novell i Gomà, Arturo Pablo Ros Murgadas o Francisco Javier Martínez Fernández– habrían colaborado en sus retiros, compartiendo su testimonio y derivando a jóvenes y adultos a las “terapias” que se practicaban en el seno de VyL.

En abril de 2021, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española abordó este tema y el informe, limitándose a destacar que VyL no es una organización reconocida por la Iglesia y a animar a “quien se considere afectado o víctima que denuncie por la vía civil, porque desde el punto de vista canónico no se puede frenar lo que hacen”. Es decir, al igual que en el caso de los abusos sexuales a menores en la Iglesia, esta institución se ha desmarcado sin cesar a ningún miembro del clero ni publicar los informes y las investigaciones llevadas a cabo.

Junto a estos miembros de la Iglesia, operan otros sacerdotes de diferentes diócesis y parroquias como la Parroquia de San Mateo Apóstol, la de San Leandro Obispo, la de San Carlos Borromeo de Ontinyent, la de la Sagrada Familia de Torrent, la de la parroquia de S. Pío X de Algemesí o la de Nuestra Señora de la Merced y Santa Tecla. No sólo eso, sino que en VyL, para poder acceder a los grupos e iniciar el itinerario de 270 de castidad, Miguel Ángel obligaba a los futuros itinerantes a asistir durante 6 u 8 semanas a sesiones de “terapia psicológica” con Lourdes Illán Ortega o con Juan Mayo, quienes hacían un test para evaluar la herida de los pacientes y trabajaban fichas, por un “módico” precio de 60 euros/sesión.

Así mismo, tanto el Opus Dei como el Camino Neocatecumenal han colaborado con ambas organizaciones, remitiendo a jóvenes LGTBIQA+ a estos itinerarios, así como a conocidos psiquiatras ultra-conservadores como Aquilino Polaino o Enrique Rojas, que de acuerdo con el testimonio de estas víctimas, prescriben fármacos, previo pago de tarifas de entre 100 y 200 euros/sesión, pautados para tratar enfermedades y trastornos mentales graves como la bipolaridad, esquizofrenia o la epilepsia.

El Gobierno está a punto de aprobar la ley que prohibirá las terapias de conversión.

– Bueno, realmente la Ley Trans y LGTBI no se ha aprobado todavía ni se sabe si se llegará a aprobar antes de que termine la legislatura. Lo que ha sucedido es que el Consejo de Ministros a aprobado el Anteproyecto de Ley Trans y LGTBI y ha acordado registrarlo como Proyecto de Ley ante el Congreso, comenzándose ahora el procedimiento de tramitación parlamentaria y pudiendo modificarse el texto mediante enmiendas.

Con respecto a la ley, el problema es que replica un modelo desfasado, inútil e inefectivo, ya que impone un prohibición genérica de “practicar terapias de conversión” y establece un régimen sancionador en el que se pena con multa a quienes las practiquen o las promuevan. Este régimen no es nuevo, sino que, en la actualidad, 8 Comunidades Autónomas –la Comunidad de Madrid,Andalucía, la Comunidad Valenciana, Aragón, la Región de Cantabria, Canarias, La Rioja y Castilla La Mancha– ya tienen un sistema sancionador. Sin embargo, en los seis años en que se han ido adoptando y entrando en vigor estas normas autonómicas, no se ha investigado ni sancionado firmemente ningún caso de práctica o promoción de “terapias de conversión”, a pesar de las numerosas denuncias interpuestas ante los órganos administrativos competentes, así como de los reportajes que han salido a la luz en los últimos años. Esto se debe a varios factores:

Por un lado, hay una ausencia de capacidad por parte de las autoridades autonómicas para investigar e imponer sanciones contra estas prácticas, que deriva de una imposibilidad competencial de ordenar la práctica de diligencias de investigación para esclarecer hechos, como la práctica de “terapias”, que no trascienden a la esfera pública, se lleva a cabo en locales privados de la Iglesia y se capta a las víctimas por redes de contactos y clientelares. Ello se debe a que, para la intervención de comunicaciones, entrada y registro de instalaciones; así como incautación de diferentes materiales, es necesaria la intervención judicial.

Paralelamente, los procedimientos de naturaleza sancionadora se inician siempre de oficio por acuerdo del órgano competente, sin reconocer ningún derecho a las víctimas o a la sociedad civil más allá de conocer la decisión de sobre la iniciación del procedimiento o el archivo de las denuncias. Ello impide que las víctimas o la ciudadanía pueda participar efectivamente en la investigación de estos abusos, y abre la mano a que los órganos competentes no actúen con el celo necesario, limitando las posibilidades de que rindan cuentas por su inacción. Por ejemplo, el único caso de “terapias de conversión” que fue sancionado, en septiembre de 2019, fue anulado por el 13 de julio de 2021, por la sentencia núm. 898/2021 del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, donde se indicaba que la Comunidad de Madrid había tardado más de 31 meses en instruir el procedimiento vulnerando los derechos de la sancionada, actuando de forma fraudulenta.

Análogamente, el 5 de noviembre de 2021, la Consejería de Familia, Juventud y Política Social acordó no iniciar un procedimiento sancionador, tras 31 meses de espera, contra el Obispado de Alcalá alegando que sólo disponía de pruebas obtenidas sin el consentimiento de los infractores. A la sociedad civil, nos notificaron esta decisión en mayo de 2022, cuando ya habían prescrito las infracciones. Este hecho, deja entrever que el modelo de tutela administrativa de estos abusos se queda absolutamente corto ya que las autoridades competentes no tienen facultades para ordenar la práctica de diligencias de investigación necesarias, para las que sería necesario contar con la intervención de un órgano judicial.

Hasta la fecha, todavía siguen pendientes, tras más de dos años de espera, las resoluciones sobre las denuncias interpuestas en 2020 contra las comunidades evangélicas que hacían exorcismos en Madrid para “expulsar la homosexualidad” así como contra una coach madrileña que ofrece un curso online titulado “Camino a la heterosexualidad”; Hasta la fecha, todavía siguen pendientes, tras más de dos años de espera, las resoluciones sobre las denuncias interpuestas en 2020 contra las comunidades evangélicas que hacían exorcismos en Madrid para “expulsar la homosexualidad”. Así mismo, ni el Govern de la Comunidad Valenciana ni la Junta de Andalucía han actuado contra la asociación Verdad y Libertad, a pesar de que se han denunciado estos hechos.

En segundo lugar, las sanciones que llevan aparejadas las infracciones de terapias de conversión no son eficaces ni disuasivas para los perpetradores. En el caso de Elena Lorenzo de septiembre de 2019, esta “coach de identidad” que diagnostica Trastorno Obsesivo Compulsivo Homosexual y promete curarlo a través de su web profesional, esta señora fue sancionada con una multa de 20.001 euros –anulada posteriormente. La cuantía de esta multa fue recaudada en menos de dos semanas a través de una campaña de crowdfunding orquestada por Hazte Oir. Elena Lorenzo nunca cesó, y continúa a día de hoy, ofreciendo estos servicios previo pago de 80 euros/sesión.

Por tanto, el empleo de sanciones exclusivamente económicas para frenar a unos perpetradores apoyados por redes influyentes y con gran capital económico, no es eficaz, suficiente ni útil.

En tercer lugar, el contexto criminológico en el que se producen y perpetran las “terapias de conversión” en España determina que las víctimas tarden muchos años en decidir ejercer acciones o visibilizar la violencia a la que han sido sometidas. Diversos estudios, como el titulado “Conversion Therapy and LGBT Youth” y publicado por el Williams Institute, indica que más de la mitad de las víctimas de “terapias de conversión” las sufren durante su minoría de edad.

Paralelamente, el estudio “The Global State of Conversion Therapy. A Preliminary Report and Current Evidence Brief”, de la LGBT Foundation, señala que sólo una de cuatro víctimas se somete a terapias de conversión sin coacciones de su entorno y que, entre las restantes, un 22% asiste por presión familiar, un 11% por recomendación de su comunidad/líderes religiosos y hasta un 17,5 % por insistencia de profesionales de la salud, autoridades educativas o de sus propios empleadores. Este contexto victimológico determina que las víctimas no tengan posibilidad ni incentivos para denunciar ante las autoridades administrativas y sufrir un procedimiento que las revictimice y las aísle de sus entonos.

Finalmente, los tipos penales existentes –estafa, intrusismo profesional, delitos contra los consumidores o el delito de lesiones– no cubren suficientemente los contextos en que se dan estas prácticas y sólo se centran en las consecuencias de las conductas materiales, ignorando lo criminalmente reprobable de las ‘terapias de conversión’ en sí. Es decir, su objetivo tendente a la eliminación y represión de la identidad y de la diversidad sexual y de género.

Es por todo esto que desde No Es Terapia exigimos ahora a los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados que modifiquen el Código Penal, creando un tipo delictivo autónomo que criminalice la práctica de terapias de conversión, tal como se ha hecho en 44 jurisdiccionesentre las que se incluye Francia, Malta, Alemania, Canadá, Nueva Zelandia, Ecuador o diferentes Estados Mexicanos.

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El pasado mes de mayo, Los obispos y las obispas de la Iglesia Anglicana de Gales celebraban que el Gobierno galés prohíba las “terapias” de conversión antiLGTBI. El pasado febrero, Israel prohibía las terapias de conversión para miembros de la comunidad LGTBQ+. Al otro lado del Atlántico, la Cámara de los Comunes de Canadá le dio su visto bueno el pasado diciembre,  por unanimidad, a un proyecto de ley para prohibir las pseudoterapias de conversión, y definitivamente el pasado enero de este año. Se trata de un veto total, no solo en menores de edad, y contempla penas de hasta cinco años de cárcel para quien inflija estas prácticas y hasta dos para quien se beneficie económicamente de las mismas o las publicite. El Senado aprobó el texto en una tramitación exprés apenas seis días más tarde y, tras recibir la firma de la gobernadora general, entró en vigor el pasado 7 de enero, y el pasado marzo les seguía Chile que prohíbe por ley las “terapias reparativasde la homosexualidad o la transexualidad.

Sin embargo, hace unos días conocíamos que Boris Johnson cedía a la presión del lobby transexcluyente y dejará fuera de la prohibición de las «terapias» de conversión la identidad de género. Y más recientemente, el Consejo General del Poder Judicial español criticaba en su informe no preceptivo, la prohibición de las mal llamadas terapias, en el proyecto de la ley Trans española. A esto se sumaban las desafortunadas palabras de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, gracias a los votos de la extrema derecha, Díaz Ayuso quien  no sancionará al obispo homófobo Reig Plá por las terapias para ‘curar’ la homosexualidad’.

La situación en otros países

Canadá y Francia se unieron al reducido grupo de países que han prohibido las pseudoterapias de conversión, ya sea de manera general o en menores de edad el pasado mes de enero. Le siguió Nueva Zelanda el pasado 15 de febrero, y el pasado marzo les seguía Chile que prohíbe por ley las “terapias reparativasde la homosexualidad o la transexualidad.

En EE.UU., California fue el primero en hacerlo en 2012, no sin controversia. Le siguieron el también estado de Nueva Jersey (varios meses después), Washington D.C. (cuyo Consejo legislativo aprobó la norma por unanimidad en 2014) y más tarde se sumaron los estados de  OregonIllinoisVermont,  Nuevo MéxicoRhode Island, Nevada, Connecticut, Washington,  Hawái, MarylandDelaware y New HampshireNueva York, Colorado y Massachusetts, cuyo texto entró en vigor en 2019 tras la firma del gobernador republicano Charlie Baker.

En abril del mismo año  también  se les unía Puerto Rico, estado asociado a los Estados Unidos, aunque en este caso lo hacía mediante una orden ejecutiva firmada por su gobernador, Ricardo Roselló, después de que la Cámara de Representantes puertorriqueña rechazara tramitar un proyecto de ley aprobado por el Senado. Y en mayo, la Cámara de Representantes de Maine aprobó el proyecto de ley 1025 por 91 votos a favor (de demócratas, independientes y cinco republicanos) frente a 46 en contra (todos ellos republicanos). Su tramitación continuó en el Senado, donde salió adelante el día 21 de mayo por 25 votos afirmativos (de los demócratas y cinco republicanos), frente a 9 contrarios (todos republicanos).

Hay además numerosos condados y ciudades que haciendo uso de sus competencias locales han promulgado normas similares. Denver, precisamente la capital de Colorado, lo hemos aprobó por ejemplo en enero de 2019  por decisión unánime de sus concejales, así como el estado de Utah.

Y en julio, era Ciudad de México quien prohibía las «terapias» de conversión de la orientación sexual y la identidad de género. Y en octubre de 2020, en el Estado de México. y en julio de 2021 el Estado de Yucatán.

En Europa la pionera fue Malta, que aprobó una ley en 2016. Irlanda y el Reino Unido también están dando pasos en esta dirección. La siguió Alemania el año pasado, aunque con un texto limitado a los menores de edad y con ciertas ambigüedades que el próximo Gobierno de Olaf Scholz se ha comprometido a revisar. El próximo país en sumarse será posiblemente Francia, cuya Asamblea Nacional aprobó en octubre, también por unanimidad, el veto a las pseudoterapias de conversión. Irlanda ha dado pasos en la misma dirección, antes de la disolución del Parlamento con la convocatoria de elecciones en 2020, y también se debate sobre el asunto en Austria. En mayo de este año, el Gobierno británico de Boris Johnson anunció un proyecto de ley, mientras que en Albania existe un veto de facto, toda vez que el colegio de Psicología prohíbe a sus miembros la práctica de cualquier procedimiento encaminado a intentar cambiar la orientación sexual o la identidad de género, ya sea en menores de edad o en adultos.

En España, mientras tanto, la prohibición de este tipo de intervenciones ha sido ya contemplada en varias normas autonómicas y era una de las disposiciones que preveía la prometida ley en favor de la igualdad y no discriminación de las personas LGTBI que se discutió en el Congreso de los Diputados (aunque el PP intentó «colar»una proposición alternativa, en forma de enmienda a la totalidad, que no contemplaba este aspecto).  Un proyecto que naufragó con la convocatoria de las elecciones de abril de 2019. Tras la repetición electoral, el acuerdo de Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos contempla «la aprobación de una Ley contra la Discriminación de las Personas LGTBI incluyendo la prohibición a nivel nacional de las llamadas terapias de reversión».

Y, por fin, El Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez, presentó el pasado junio el proyecto de ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI, que incluye la prohibición de las pseudoterapias de conversión.

En cualquier caso, conviene recordar que el Consejo General de la Psicología, órgano coordinador y representativo de los Colegios Oficiales de Psicólogos de toda España, emitió ya en 2017 un comunicado en el que recordaba que las intervenciones que prometen «curar» la homosexualidad carecen de fundamento. No es ninguna novedad, pero en estos momentos en los que la promoción de este tipo de intervenciones parece reverdecer en nuestro país (casos recientes como el de la “terapeuta” Elena Lorenzo o las charlas de Jokin de Irala o de Richard Cohen así parecen indicarlo) toda aclaración es bienvenida. Mientras, el año pasado sufrimos un seminario sobre ayudar a cambiar sentimientos homosexuales. En todos casos, nuestros amigos de HazteOir estuvieron ahí apoyando a los homófobos…

Mientras tanto, el Parlamento Europeo ha exigido la prohibición de estas terapias.

«No» rotundo de los especialistas a las pseudoterapias reparadoras

La comunidad médica mundial en su inmensa mayoría condena estas prácticas y lucha para que los gobiernos las prohíban. A nivel internacional, ya en marzo de 2016 tenía lugar un histórico pronunciamiento de la Asociación Mundial de Psiquiatría en contra de las terribles «terapias»reparadoras, intervenciones que no solo se han mostrado ineficaces para cambiar la orientación sexual de una persona, sino que resultan muy peligrosas (los riesgos incluyen depresión, ansiedad y comportamiento autodestructivo). Prácticas contra las que ya antes se habían pronunciado numerosas organizaciones profesionales. Otras organizaciones que han alertado contra los riesgos de estas intervenciones son la Asociación Médica Británica, las más importantes organizaciones de psicoterapeutas del Reino Unido o, en España, el Colegio de Psicólogos de Madrid. Los testimonios de algunas de las personas atrapadas por las redes que promueven este tipo de prácticas (“ex-gais”) y que años después han conseguido liberarse son un buen ejemplo del daño que pueden llegar a sufrir.

En definitiva, la aplicación o recomendación de este tipo de prácticas van, hoy en día, en contra del conocimiento médico actual y de la lex artis que obliga a todo profesional sanitario.

Respecto al reto que suponen aquellas personas adultas que movidas por su fe religiosa conservadora acuden por voluntad propia a las consultas para cambiar su orientación sexual, ya desde hace años la Asociación Americana de Psicología recomienda ser “honestos” con ellos respecto a su eficacia, considerando que el objetivo en estos casos debe ser favorecer, sin imposiciones, la aceptación de la propia realidad. Posibles estrategias que sugería Judith Glasshold, la presidenta del comité que en 2009 revisó la evidencia disponible hasta esa fecha, eran insistir en determinados aspectos de la fe religiosa, como la esperanza y el perdón, frente a la condena de la homosexualidad, sugerir el acercamiento a confesiones religiosas que sí aceptan la realidad LGTB o, los casos más recalcitrantes, valorar la adopción del celibato como estilo de vida sin pretender cambiar la orientación.

De hecho, en julio de este año, nos enterábamos de que el Vaticano frenaba las “terapias de conversión” e instruía a los obispos españoles a desautorizar a un grupo de ex-gays. Sin embargo, con la dimisión del obispo  Xavier Novell nos enterábamos de que éste, participó, y avaló, ‘terapias de conversión’ de homosexuales hasta que fue frenado por el Vaticano. otros prelados que avalaban dichas prácticas (según las víctimas) serían: José Ignacio Munilla, Javier Martínez, Arturo Ros y  Juan Antonio Reig  avalarían estas prácticas

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La historia de “X. X.”, un eclesiástico homosexual que pasó por las ‘terapias de conversión’ y “pensó que no tenía más opción que suicidarse”

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«Nada que Curar», la guía que ayuda a combatir con información científica las denominadas terapias de conversión

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Fuente Religión Digital /Cristianops Gays

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“La renovación pendiente. El catecismo”, por Julio Puente López

Miércoles, 21 de agosto de 2019
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51W09DclKLLContinuación de este interesante y clarificador artículo:

¿Actos intrínsecamente desordenados? El catecismo de 1992

En la Biblia se habla de muchas cosas, pero no es preciso hacer doctrina de todo. El a. 2357 del catecismo hace una enorme injusticia social a muchos creyentes. Es importante eliminar esos artículos

No se ve cómo las relaciones homosexuales pueden impedir llevar a la práctica la fe cristiana, vivirla en las costumbres en las que se encarna, en la caridad para con nuestros prójimos. La Iglesia debe aceptar la compleja y variada realidad de la sexualidad humana

Renovar la Iglesia es también tirar el lastre doctrinal y organizativo que le sobra a la nave de Pedro, hacer la vida de la gente más llevadera y ligera, como es el yugo y la carga de Jesús

Uno se pregunta si los responsables de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que podrían promover la abolición del a. 2357 del catecismo, perciben la enorme injusticia que con esa doctrina se hace a muchos creyentes. Porque les señala, les reprueba y no ayuda precisamente a que cese su discriminación y persecución. Es importante eliminar esos artículos. Y sobre todo es importante cambiar en la Iglesia la mentalidad y la actitud ante la sexualidad que refleja esa doctrina.

Dice el catecismo que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Recogía doctrinas y formulaciones de otros documentos (Cf. Persona humana. 1975). Resulta bochornoso que un catecismo se ponga a hablar de estos temas y en estos términos. Biológicamente desordenados, y, por tanto, también intrínsecamente desordenados o ineficaces para conseguir su objetivo, serían los actos homosexuales que intentaran la procreación, ya que falta la base biológica para ello, pero no parece que los homosexuales intenten tal cosa al mostrarse mutuamente su afecto. No es la procreación lo que se busca en una relación homosexual. Y si lo intentaran no serían actos reprobables desde el punto de vista moral. Serían actos simplemente estúpidos. Como es estúpido, o lo que es lo mismo, un “acto intrínsecamente desordenado”, ponerse las lentes en la nuca con la intención de ver mejor. Pero eso no sería un acto moralmente reprobable.

En todo caso, hay diversas formas de hacerse cargo de una prole. Y realizar una tarea así sería siempre, en el contexto apropiado, una decisión noble y con sentido. Y de la misma manera que en la unión del hombre y de la mujer es importante el amor mutuo, la intimidad y la comunión de vida, así en las uniones homosexuales estos fines pueden también ser cultivados.

Me pregunto a veces si el hecho de que el magisterio hable de la vida sexual de la gente no es hacer de la revelación cristiana algo absurdo, ridículo, algo así como una vieja barraca de feria en la que pueden aparecer las cosas más inverosímiles. En la Biblia se habla de muchas cosas, pero no es preciso hacer doctrina de todo. Las normas de aquellas culturas no son vinculantes para la nuestra si nuestra conciencia moral hoy no lo aprecia así. Las normas éticas están al alcance de todos y la Iglesia no tiene una luz especial que pueda oponerse a la moral autónoma del hombre. La Iglesia no puede pretender convertir el cuerpo humano, por medio de la abstinencia sexual, en una bella estatua de mármol. ¿Es la moral cristiana una moral angélica?

Moralmente desordenados, depravados y reprobables son los actos contrarios al mandamiento del amor al prójimo, en el contexto de las relaciones o en cualquier otro. La violencia contra las mujeres, los abusos de menores, eso sí que son actos reprobables. Eso sí es doctrina seria y bien fundamentada en el mensaje del Evangelio y en la recta razón.

¿Qué buscaba la Iglesia con la doctrina de Persona humana y del catecismo sobre la homosexualidad? ¿Hacer ver que los homosexuales, tan bien representados en la Iglesia, se guían por la virtud de la castidad? Pues les salió el tiro por la culata, porque sabemos que no siempre es así y que se ha querido dar una imagen que no correspondía a la realidad. Las caretas y las máscaras han caído al suelo. Todo el tema del celibato y de la castidad ha resultado ser, a los ojos de mucha gente, una inmensa pantomima.

El catecismo cita Gn 19, 1-29. Pero este texto trata más bien de un pecado contra las leyes de la hospitalidad. También cita textos de Pablo, en los que, al menos en la traducción de la Biblia de Jerusalén, por ejemplo, aparece la palabra “homosexual” (1 Cor 6, 10) para la que no existía un vocablo en la antigüedad ya que es un concepto moderno, del s. XIX, y se discute el significado de las palabras griegas originales como “arsenokoitai”. También se dice en esa traducción que no heredarán el reino de los cielos los “afeminados”. ¿Qué han hecho estos “malakoi” de malo? ¿Parecerse a las mujeres porque son “varones suaves”? ¿Sexismo y machismo en la Biblia entonces? ¿Reflejo de la moral pagana de aquel tiempo? Encontramos convincentes respuestas en lo que Xabier Pikaza escribió en su libro Palabras de amor sobre el tema de la homosexualidad y sobre estos textos.

9788495346377-usDe todo esto habló también con sentido común y crítico el teólogo y psicólogo Daniel A. Helminiak hace ya años. No hace falta repetir lo que dijo este profesor de la universidad de West Georgia en su libro What the Bible Really Says about Homosexuality (1994, 2000). James Alison, en el formato más actual de unos vídeos en Internet, habla también con claridad y sólido conocimiento de esas citas bíblicas.

Es evidente que Pablo no conocía bien el mensaje de Jesús, que habló de una forma especial de las mujeres pecadoras y de las prostitutas que entrarán en el reino de los cielos antes que los escribas. Cuando Pablo escribió las cartas no se habían escrito todavía los evangelios. Nos lo ha recordado recientemente J. M. Castillo en su obra “El Evangelio marginado”. Estos textos de la Biblia que cita el catecismo han sido bien estudiados por especialistas y muchos sacan conclusiones bien distintas.

El texto del catecismo dice que esos actos son contrarios a la ley natural, y el mismo catecismo declara la competencia magisterial en esa ley natural (a. 2036). Ya sabemos que en la encíclica Veritatis splendor (1993), que se dio a conocer un año después del catecismo, hay “un interés omnipresente” por afirmar la función del magisterio eclesiástico en las cuestiones de moral, como señaló el profesor Marciano Vidal en su obra Nueva Moral Fundamental. Pero ese concepto de ley natural y su alcance son muy discutidos en la teología moral posconciliar y se hace necesario seguir introduciendo la racionalidad en el discurso teológico-moral como enseñó Santo Tomás de Aquino y como indicó el Vaticano II (cf. Gaudium et spes, 33 y 62).

San Pablo también apela a ese concepto de naturaleza para hablar de la afrenta que supone la cabellera para el varón mientras que es una gloria para la mujer (1 Cor 11, 14-15). ¿Es esto también una pauta de conducta moral? Esa observación no tiene ninguna fuerza normativa para el hombre de hoy porque no le encuentra sentido alguno. Lo mismo sucede en los otros casos.

La apelación a la naturaleza y a la ley natural ha dejado de estar éticamente fundamentada y justificada, ya que ese concepto de naturaleza no tiene base antropológica. ¿Quiere la Iglesia que los futbolistas no empleen la cabeza para meter goles porque, al albergar el cerebro y otros órganos de los sentidos, está destinada “por ley natural” a desempeñar otras funciones? La cultura se apoya en la base biológica del hombre para enriquecer la vida humana y aprovecha sus posibilidades más allá de lo que aparecen como sus finalidades obvias.

No se ve cómo las relaciones homosexuales pueden impedir llevar a la práctica la fe cristiana, vivirla en las costumbres en las que se encarna, en la caridad para con nuestros prójimos. La insistencia del magisterio en estas enseñanzas, que nos aboca a un callejón sin salida, obliga a la teología a revisar la reflexión que hace sobre la competencia del magisterio en ciertos temas y sobre la llamada ley natural. ¿No forma parte también el “sensus fidelium” del magisterio de la Iglesia? Habrá que tener en cuenta también a los cristianos homosexuales, que seguramente, en su gran mayoría, llevan la vida que corresponde a su condición sexual.

Dice también el texto que en esos actos no hay complementariedad. Se supone que se refiere a la procreación, pero no es eso lo que se pretende en una relación homosexual. ¿Es acaso la complementariedad el único requisito para que una relación humana tenga sentido? Tampoco hay complementariedad en tantos aspectos entre los varones en el mundo tan patriarcal y masculino del clero católico, pero seguimos sin reconocer a las mujeres sus plenos derechos.

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Esa redacción del a. 2357 no se sostiene ni desde el punto de vista de la exégesis de los textos citados y de la teología moral bíblica ni desde el punto de vista de las ciencias del hombre. Sabemos que otros documentos del magisterio, como la Instrucción de 2005 sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación a los homosexuales para ser admitidos a las órdenes, insisten en esta doctrina del catecismo. Pero, una vez más, dicen más de lo que prueban. Son doctrinas que estudios posteriores deberán revisar. También haría bien la Iglesia en explicarnos qué es lo que ella entiende porcultura gay, cuya defensa indicaría falta de idoneidad para el sacerdocio. La Iglesia parece, a veces, experta en crear ficciones para tener luego enemigos que combatir.

Hay doctrinas que urge abandonar por muy arraigadas que estén y por muy tradicionales que sean. Ese texto obedece simplemente a una mentalidad que la ciencia de nuestro tiempo ha desautorizado y la antropología teológica está abandonando.

Urge perfeccionar la teología moral, que ha de nutrirse de la Escritura, de su espíritu, y ser, al mismo tiempo, una “exposición científica”, como dijo el Vaticano II en el Decreto sobre la Formación Sacerdotal (a. 16). Ese texto del catecismo sólo lo puede defender una mentalidad conservadora, integrista, que se impuso en el momento de su redacción y que creía que una postura rígida en este tema podría apuntalar la crisis del posconcilio en una Iglesia con muchos clérigos homosexuales, que vivían con dificultades crecientes su vocación en una sociedad que ya no compartía las doctrinas de la Iglesia sobre la vida y el sexo. O que pretendía alejar toda sospecha de conductas inapropiadas que pudieran exponerse un día a la luz pública.

El caso del párroco de Ámsterdam, Pierre Valkering, comentado en el mes de abril en RD por Cameron Doody, describe bien esa situación de crisis en la que siguen encontrándose muchos sacerdotes. Como la describe también el caso del sacerdote y psicoterapeuta francés Tony Anatrella, aunque sean casos que requieren lecturas diversas.

La mentalidad que representaba bien el consultor en el Vaticano Anatrella, considerado entonces por algunos como el “psiquiatra oficial de la Iglesia”, el “Church shrink”, y que ahora es un árbol caído del que es mejor no hacer leña, es una forma de ver las cosas que intenta seguir siendo dominante en la Iglesia.

No es extraño que la juventud viva cada vez más de espaldas a la religión organizada. ¿Es que lo esencial para un cristiano no es creer en el mensaje del Evangelio y dar testimonio de esa fe? No se entiende ese empeño en seguir concibiendo la fe como la adhesión a un voluminoso cuerpo de doctrinas que recogería el catecismo de 1992. Mucho menos en aquellas enseñanzas que nos recuerdan el antiguo catecismo pitagórico, aquel que decía que “el placer es malo en todas las circunstancias”, como leemos en el libro de E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional. El capítulo V, Los chamanes griegos y el origen del puritanismo, es bien elocuente.

Este filólogo irlandés explica bien como las creencias chamanísticas, de dilatada difusión y remota antigüedad, promovieron en sus adherentes un horror al cuerpo y una reacción contra los sentidos completamente nuevos en Grecia. Empédocles y Pitágoras representaron esas nuevas creencias que los pueblos vecinos en contacto con ellas dieron seguramente a conocer a los griegos de Escitia y Tracia. Se hizo de la experiencia corporal un lugar de oscuridad y de penitencia, como si la pureza, más bien que la justicia, se hubiera convertido en el medio cardinal de la salvación. El teólogo J. M. Castillo lleva muchos años insistiendo en estas ideas que están llenas de sentido y bien fundamentadas.

“No llamar a ningún hombre profano o impuro”

¿Y por qué seguimos todavía prisioneros de la cultura helenista y de las culturas vigentes en los tiempos en que se redactaron los libros de la Biblia? ¿Por pereza intelectual? ¿Por no saber qué palabras escuchar? La palabra que hay que escuchar es la palabra interior de Dios en nuestra conciencia, nuestra propia razón humana, y el mensaje central del Evangelio si hemos percibido que corresponde a las ansias de nuestro corazón. Eso debería bastar, sin que los miles de obras de los investigadores sobre los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, inabarcables para el creyente, significaran otra cosa que legítimas, siempre insuficientes aproximaciones al misterio de la revelación de Dios en la historia humana.

Ni Romanos 1, 26-27 ni los otros textos antes citados están hablando de la homosexualidad tal como hoy la entendemos. En aquellas culturas no se hablaba de homosexualidad, a pesar de que en el Antiguo Testamento algunos varones sabían que el amor de otro hombre podía ser más grande, “más delicioso que el amor de las mujeres” (2 Samuel, 1, 26). La fuerte amistad entre David y Jonatán es bien conocida.

1180134369_850215_0000000000_sumario_normal“Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David” se afirma en 1 Samuel, 19, 1. “Juró de nuevo Jonatán a David por el amor que le tenía, pues le amaba como a sí mismo”, dice otro versículo (1 Samuel 20, 17). “Se abrazaron los dos y lloraron copiosamente”, leemos en 1 Samuel, 20, 41. ¿Estamos ante relación de fuerte y leal amistad heterosexual?¿Es, como afirman otros, un amor homosexual? No hay forma de saberlo.

Tampoco aclara las cosas el hecho de que fueran padres de familia. En el mundo ha habido siempre muchos hijos de hombres y mujeres homosexuales. En todo caso, los comentarios oficiales de la Iglesia suelen apresurarse a descartar una relación íntima homosexual.

Sea como fuere, identificar las conductas de los textos citados por el catecismo católico con las conductas homosexuales actuales no parece una conclusión rigurosa científicamente hablando. Los contextos culturales son distintos. Tampoco las doctrinas de la Escritura son todas igualmente vinculantes, especialmente las que contradicen nuestra recta razón. No es razonable pensar que los relatos del Génesis, relatos de hace varios miles de años, sobre la creación del hombre por Dios como varón y hembra agotan nuestro saber antropológico y son normativos para el hombre de hoy independientemente de sus conocimientos científicos y de su recto sentir. No podemos retorcer esos textos de esa manera.

Sinceramente pienso que el concepto de revelación en el que se apoyan las actuales conclusiones doctrinales de la Iglesia en esta cuestión debe ser revisado. Porque si condenamos los actos homosexuales apoyándonos en ciertos textos bíblicos (es lo que hace el magisterio eclesiástico) sin atender a lo que nos parece razonable en nuestra reflexión y en nuestra cultura, entonces estamos aprobando también, por ejemplo, la muerte por lapidación del blasfemo y del adivino o nigromante (cf. Levítico, 24, 14; 20, 27). De la misma manera no podríamos objetar nada contra estas enseñanzas del libro del Éxodo: “A la hechicera no la dejarás con vida. Todo el que peque con bestia morirá” (Ex 22, 17-18). ¿No ha llegado la hora de aprender a leer las Escrituras y a usar las luces de nuestra razón humana y de la ciencia? Xabier Pikaza, en su libro Palabras de amor, lo expresó con acierto: “Aplicar al pie de la letra el Levítico significaría aprobar la venta de mujeres y la esclavitud”.

La conclusión se impone: hemos de basar nuestro juicio sobre la homosexualidad y los actos homosexuales en los conocimientos de las ciencias del hombre y, como cristianos, guiarnos luego también por el mensaje del Evangelio de amor al prójimo y actuar en conciencia, la última norma de la moralidad.

Habrá homosexuales que siguiendo la doctrina del catecismo intenten vivir en abstinencia sexual, pero creemos que esa doctrina de la Iglesia no es realista ni justa con ellos y que conduce al cristiano homosexual a un callejón sin salida, a una vida de contradicciones e hipocresías, cuando no a la enfermedad y la locura. Alguno pensará también que se ha equivocado de iglesia y buscará en otra parte la respuesta a sus inquietudes religiosas.

Los homosexuales y transexuales cristianos, hombres y mujeres, y, en general, toda persona que se entiende como transgénero, quieren recuperar en la Iglesia su dignidad humana, ser tratados como personas. No son más que nadie. Tampoco menos que nadie. Tenemos que saber ponernos en su lugar. Es lo que nos muestra Mt 25, 31-46. Nadie ha sabido ponerse en el lugar de los demás como Jesús en el que Dios se nos mostró con rostro humano. Jesús reconoce a los pobres y necesitados toda su dignidad personal al identificarse con ellos, al ponerse en su lugar, de tal forma que lo que hacemos a uno de ellos se lo hacemos a él. Desde el niño más indefenso al moribundo y a las personas más decrépitas y desvalidas.

Jesús no hace acepción de personas. Ese gesto del discípulo a quien Jesús amaba y de Jesús con él, al que más arriba nos referíamos, el sincero afecto entre ellos tal como vemos en el evangelio de Juan es lo más opuesto a la “homotransfobia” ambiental actual y de pureza cultual de entonces, una herencia de antiguas filosofías y religiones, algo ajeno al Nuevo Testamento si exceptuamos los residuos que hemos visto en las cartas de Pablo, que tiene influencias culturales de su tiempo a las que el Apóstol de las gentes no podía substraerse.

Pero es en esas fuentes de pureza cultual y en la cultura de desprecio social del señalado como “diferente” y de la discriminación reinante respecto a los que no se ajustan al canon de la heterosexualidad donde se ha gestado la doctrina de ese artículo del catecismo. También aquí la Iglesia debería ser sal de la tierra (Mt 5, 13), no desvirtuarse alineándose con el desprecio ambiental al diferente en una sociedad patriarcal y machista. Cada vez que un homosexual es víctima de la violencia deberíamos en la Iglesia acordarnos de esa desafortunada doctrina que nosotros mantenemos. La Iglesia se empeña en ver en los textos bíblicos más de lo que los mismos textos dicen.

En el discurso de apertura del concilio Vaticano II habló Juan XXIII de dar “un paso adelante hacia una renovación doctrinal”. Algo así necesitamos en este tema. Un valiente “paso adelante” dejando atrás un terreno en el que, al igual que ocurre con otros muchos en nuestras sociedades civiles, estamos empantanados.

En esta misma línea el teólogo jesuita James Martin, muy consciente de la homofobia que existe en la Iglesia, ha abogado también recientemente por un cambio de actitud en su libro ‘Tender un puente‘, defendiendo una postura de diálogo y apertura. James Martin sostiene que el catecismo de la Iglesia no debe intentar imponer a los cristianos homosexuales la total abstinencia sexual.

Los cristianos deberíamos leer e interpretar en un contexto amplio las sabias palabras de Pedro en Hechos 10, 28: “A mí me ha enseñado Dios a no llamar profano o impuro a ningún hombre”. Deberíamos interpretar a la luz de este pasaje otros textos culturalmente condicionados de las Escrituras, como son muchos textos de Pablo y por supuesto los del Antiguo Testamento. Más que nada porque es lo razonable, lo que nos parece justo, que es en el fondo lo que tiene que ser decisivo y normativo al orientar nuestra conducta, también la conducta sexual.

Con gran oportunidad nos ha recordado el teólogo gallego Torres Queiruga (cf. La teología después del Vaticano II. Herder, Barcelona 2013) que las normas morales concretas “no son una revelación que venga desde fuera, sino un encuentro hecho desde dentro, desde la realidad humana y con medios humanos”. No nos sirve el fundamentalismo, las interpretaciones al pie de la letra.

Este teólogo nos recuerda también que “a Moisés no le fueron escritos milagrosamente los “mandamientos” en dos tablas de piedra, sino que discurriendo con la propia cabeza, dialogando con los suyos y aprendiendo del entorno (…) fue descubriendo los que le parecían mejores patrones de conducta para bien del pueblo”.

Y es así discurriendo y dialogando, desde la misericordia del Evangelio, como hoy seguimos en la Iglesia adaptando a la realidad de nuestro mundo, – en la que hay divorciados y matrimonios rotos -, el cumplimiento de estos mandamientos, del sexto mandamiento, por ejemplo. Los matrimonios se rompen a veces, fracasan como proyecto de convivencia, y eso es una realidad. Hay que atender con misericordia y discernimiento a los divorciados que han vuelto a formar una familia. Así nos aproximamos más al estricto cumplimiento del mandamiento del amor al prójimo, que quizá, como decía Freud, no podemos realizar en su plenitud, pero estamos llamados a intentarlo.

La Iglesia debe aceptar la compleja y variada realidad de la sexualidad humana y no empeñarse en hacer compatible la renuncia a la sexualidad en su seno con los escándalos, las mentiras y la hipocresía. Debe mirar a nuestro mundo tal como este se percibe. Encadenar la Iglesia de rito latino a la abstinencia sexual no tiene hoy ningún sentido. El mundo se ha emancipado y la Iglesia debe reconocer esta legítima autonomía. Recordemos las palabras del concilio Vaticano II: “Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, no han faltado algunas veces entre los propios cristianos” (GS 36).

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Quiero para terminar citar a un escritor español, cercano ya a los 90 años, que de estos temas sabe algo y que merece la pena escuchar. El 2 de febrero de 2009, refiriéndose al matrimonio homosexual, “llámese como se llame”, decía, escribió esto en el periódico El Mundo: “La homosexualidad no es una opción ni un estilo de vida, sino un dato biológico como la blancura o la negritud de la piel. No, por tanto, cosa de partidos ni de políticos, sino de la más simple equidad. A la sociedad sólo le cabe reconocerlo sin llevarse las manos a la cabeza. Dar constancia de él como testigo. Lo mismo que el sacerdote en las bodas católicas o el funcionario en las civiles. Es un derecho esencial. Lo demás sobra”.

“Un dato biológico como la blancura o la negritud de la piel”. De ese dato se deriva ese derecho del homosexual a vivir en pareja con una persona de su mismo sexo. Es la autorizada opinión del escritor Antonio Gala Velasco.

Los cristianos deberíamos limitarnos a anunciar el Evangelio y a testimoniarlo lo mejor que podamos ayudando a construir una sociedad más justa, menos violenta, dejando que otros temas, como el de la sexualidad humana, sean estudiados por las ciencias antropológicas. Es la mejor manera de avanzar.

La Iglesia tiene una inflación de clérigos y funcionarios dedicados a escribir cánones, normas y directrices doctrinales. Tenemos también un exceso de eventos eclesiales. Aturde un poco. Nos ocupamos de demasiadas cosas, como si la sociedad civil no tuviera sus funciones y obligaciones.

Ya sabemos que la Iglesia quiere bendecirlo todo y dar importancia a sus servicios. Nos olvidamos de que vivimos en un mundo secularizado, aunque el pueblo ha incorporado a sus fiestas populares una gran cantidad de costumbres y ritos de origen religioso. La comunidad política es autónoma e independiente y es allí, en la sociedad civil, donde hay que vivir la vida, no en el interior de una burbuja religiosa.

Demos nuestra opinión, pero dejemos, sin fanatismos, sin buscar partidos políticos que nos hagan de correa de transmisión de nuestras doctrinas, que esa sociedad legalice lo que crea oportuno siempre que no estén en juego los consensos constitucionales, las libertades y los derechos humanos. Si estos se pusieran en peligro de forma evidente sí habría razón para la desobediencia civil y la protesta. La religión no dirige los asuntos temporales ni el papa puede caer en la tentación de querer ser un líder político.

simboloNo deberíamos empeñarnos, hoy menos que nunca, en dar tanta doctrina sobre lo divino y sobre lo humano queriendo organizar con detalle la vida íntima de los creyentes y a veces también la de los no creyentes. A muchos la Iglesia les interesa sólo para las bodas y los funerales, y poco más. Nosotros queremos organizar a la gente las excursiones y el campamento de verano, la gimnasia médica y el taller de guitarra. Tal vez son los fieles los que confunden la parroquia con un parque de atracciones y exigen a sus sacerdotes que los distraigan. Así la mies siempre será mucha y los operarios pocos.

Renovar la Iglesia es también tirar el lastre doctrinal y organizativo que le sobra a la nave de Pedro, hacer la vida de la gente más llevadera y ligera, como es el yugo y la carga de Jesús (cf. Mt 11, 30). La Iglesia debería oír la voz del Maestro: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria”. Como siempre, también en este tiempo de renovación de la Iglesia, lo que resulta necesario es “volver a la fuente” y escuchar, como María, las palabras del Evangelio (cf. Lc 10, 41-42).

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“La Religión, más que un Catecismo”. por Félix Jiménes, Escolapio

Viernes, 15 de enero de 2016
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news_mck07n63p22s7fdChristopher Hitchens en su libro “Dios no es grande. Cómo la religión envenena todo” afirma: “La religión procede del período de la prehistoria humana…cuando nadie tenía la menor idea de lo que estaba pasando. Hoy mi hijo menos educado sabe más acerca del orden natural que cualquiera de los fundadores de las religiones…y nadie está interesado en enviar a nadie al infierno”.

Pronunciar la palabra religión produce en algunos un bostezo de tiburón, mientras que otros segregan un odio mortal. Religión, tal vez seas la palabra más antipática que se pueda emitir en muchos ambientes y por esta razón la más silenciada. Religión, ni en las iglesias se te nombra.

A medida que la civilización y el progreso se hacen omnipresentes en las sociedades occidentales, el sentido del asombro, de lo sagrado, se desvanece.

De un pasado glorioso en el arte, en la arquitectura, en la literatura y hasta en la oratoria teológica hemos caído en un vacío que ahora es llenado por las imágenes y el ruido de los medios de comunicación. Todo es “sound and fury signifying nothing”. Ruido que sofoca las pequeñas y tímidas voces de lo divino.

Hoy nos contentamos con comprender el mundo, consumir los alimentos terrestres, usar y tirar los bienes que producimos. Hemos perdido el sentido de reverenciar, de asombrarnos.

La religión la hemos reducido a momentos puntuales, ocasiones especiales: nacimientos, bodas, funerales…Es el traje de fiesta, no el mono de trabajo de cada día que es mucho más precioso y necesario que el traje de fiesta.

La religión la hemos diluido en lo externo, en las grandiosas ceremonias, en los revivals que producen calambres cuasimísticos que, una vez consumidos, nada tienen que decir a la vida cotidiana y no alivian el tedio de la vida.

La religión, reducida al mínimo común denominador, se ha convertido en terminología, en catecismos, credos, códigos, dogmas…que corre el riesgo de transformarse en un elefante disecado para llenar un museo que visiten los turistas.

La religión, perdida el alma, es más un obstáculo que solución para el hombre de hoy.

La religión vivida sólo en los templos, en los que se reúnen los hombres, pero en los que Dios es el gran ausente es una abominación. Nosotros buscamos una utilidad inmediata cuando la verdadera religión apunta a la eternidad.

En la Biblia Hebrea no existe la palabra religión. La expresión yirat hashem -el asombro de Dios- o la expresión yirat shemayim -el asombro del cielo- sería un pobre equivalente de nuestra palabra religión. Tampoco existe la palabra creyente.

El hombre de hoy tiene las ventanas del alma, si aún la tiene, cerradas a la trascendencia, a la religión entendida como misterio, asombro ante lo inefable y lo santo.

Si Dios fuera una perla en el fondo del océano y el hombre fuera capaz de detectarla seguro que no se molestaría en buscarla.

La religión consiste en la pregunta de Dios al hombre: ¿Dónde estás? Genésis 2,9, en la pasión de Dios por el hombre, creado a su imagen, y buscado por Dios: “como un león me das caza”, Job 10,16.

En el principio era Dios y responder a Dios, estar abierto al misterio, a lo inefable de la existencia es un estado de mente y de corazón. Ser insensible a este misterio es el mayor obstáculo para responder a Dios, para vivir la religión.

A la pregunta de Dios nadie puede responder por nosotros, la fe confianza, no un catecismo, responde por mí.

“La humanidad perece no por falta de información sino por falta de apreciación”.

En este país la palabra religión, raquitismo intelectual, político y social, evoca una asignatura académica, religión con minúscula, religión proselitismo, religión adoctrinamiento superficial, que es lo único que la escuela puede hacer.

La religión con mayúscula, ventana que abre la mente y el corazón al asombro, al misterio de la vía y a la existencia de un horizonte más allá de todo horizonte nunca se puede convertir en asignatura.

No hay teología que pueda explicar a Dios, sólo las antenas de un corazón bien orientado puede captar su mensaje y su voz.

Todos, los premodernos, los modernos y los posmodernos, odiamos un poco eso que ahora llaman “la religión organizada” que vivimos más como esclavitud que como liberación.

El único consuelo consiste en que habrá un día en que “la religión organizada” y sus cloacas desaparecerán.

“Ven que te enseñe la novia, la esposa del Cordero. La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios”. Apocalipsis 21.

P. Félix Jiménez Tutor, Escolapio
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“Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y contrarios a la ley natural” afirma el Arzobispo Primado de México.

Lunes, 17 de agosto de 2015
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CardenalRivera_FacebookSiame-DianaSanchez_FacebookDianaSanchezBarrios_120815Cardenal Norberto Rivera. Foto Facebok SIAME / Diana Sánchez. Foto Facebook Diana Sánchez

El Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera Carrera respondió a la carta que la transexual Diana Sánchez Barrios envió el 29 de julio en la que hablaba sobre el aborto y las uniones homosexuales en el Distrito Federal. En su carta, Sánchez Barrios, la primera transexual en buscar un cargo político en México, intenta poner como garante de su pedido al Papa Francisco y pide que cese la “violencia” contra ellos: “basta de discriminación, basta de llamar al odio en nombre de Dios”.En la misiva, Sánchez Barrios consideraba las uniones gays como un “beneficio para la población”,  y acusaba a los obispos de Chihuahua, Durango y Sonora, además del Arzobispo de Guadalajara, Cardenal Francisco Robles Ortega, de promover la homofobia y la discriminación contra los homosexuales.

El 11 de agosto el SIAME publicó la respuesta del Cardenal Rivera a la carta de Sánchez Barrios. La respuesta del Cardenal Rivera a la carta de Sánchez Barrios fue la siguiente: “En primer lugar, difiero con Usted que la aprobación de algunas leyes sean para el beneficio de la población, asesinar a un niño en el vientre de su madre de ninguna manera es un bien para la mujer que experimenta este drama, ni mucho menos para el niño que se le priva del primero de todos los derechos que es el de la vida”, según reproduce ACIPrensa.

Con frecuencia, resalta el Arzobispo Primado de México, “acuden mujeres que han abortado a buscar la reconciliación con Nuestro Señor y con ellas mismas y no se puede imaginar el dolor y la culpa que sufren, pues terminan por cobrar conciencia que el aborto fue un acto horrendo en el que asesinaron a su propio hijo”.

El Purpurado afirma luego que “la Iglesia no puede aceptar la aprobación de falsos derechos como los que usted enumera en su carta porque van en contra de lo que dice la sagrada Escritura, la doctrina de la Iglesia que surge de ella y la fe católica vivida en la fidelidad al proyecto de Dios a lo largo de dos mil años”.

Sobre la solicitud de Sánchez Barrios de reprender a algunos prelados, el Cardenal precisa que “a excepción de mis ocho obispos auxiliares, no tengo jurisdicción sobre ningún otro obispo del país, cada obispo, incluido el Arzobispo de Guadalajara, Cardenal Francisco Robles Ortega, responden directamente al Santo Padre, lo mismo cabe señalar para los arzobispos de Chihuahua, Durango y Hermosillo”.

El Cardenal Rivera responde también que “no es el Papa Francisco quien pide de abstenerse de discriminar a las personas homosexuales, sino el Catecismo de la Iglesia Católica publicado en 1993, durante el pontificado de San Juan Pablo II que en el número 2358 dice: ‘… deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta’”.

Con respecto a las uniones homosexuales, sostiene  que el numeral 2357 del Catecismo señala que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados” y “contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”. “Y el Papa Francisco no ha cambiado esta doctrina de la Iglesia”, precisa.

El Cardenal Norberto Rivera concluye su carta agradeciendo la misiva de Sánchez Barrios y haciendo votos para que “les conceda la luz del Espíritu Santo para que conociendo la verdad que Jesús nos ha revelado, puedan vivir conforme a esa verdad, la única que nos salva”.

Lee las cartas completas pinchando aquí.

Fuente Agencias

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“¿Catecismo o Evangelio?”, por Enrique Martínez Lozano,

Jueves, 29 de enero de 2015
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8299138295_0e85f07b41_zLo hemos leído en el blog Crónica Liminal:

Copio hoy un artículo de Enrique Martínez Lozano, con quien comparto su visión del mundo, de la espiritualidad, de la religión y de la aventura maravillosa del alma.

Este texto nace a raíz de algunas experiencias recientes vividas en encuentros con personas religiosas (católicas), que me habían pedido abordar el estudio de la figura de Jesús.

         En tales encuentros, se me ha ido haciendo cada vez más clara la dificultad que supone acercarse con limpieza a Jesús cuando se ha internalizado su imagen a través del catecismo aprendido. Y he podido constatar hasta qué punto el catecismo ha sustituido al evangelio y eso se ha convertido, en la práctica, en un obstáculo para acoger el mensaje de Jesús, por un doble motivo: porque el catecismo transforma la novedad del evangelio en doctrina anquilosada y porque tal doctrina resulta cada vez más difícil de asumir desde la sensibilidad que acompaña a nuestro momento histórico.

         En este escrito, quiero ofrecer algunas claves acerca de:

  • la trampa (inconsciente) que ha reducido el evangelio al catecismo aprendido;
  • las consecuencias de la misma;
  • la comprensión de la figura de Jesús, más allá de la religión y de la Iglesia, lo cual está en plena sintonía con nuestro momento cultural y lo que parece ser el horizonte futuro: una espiritualidad trans-religiosa;
  • la capacidad de acoger la figura de Jesús, desde el modelo no-dual de conocer; desde ahí, todo se modifica; también lo relativo al modo de entender la llamada “divinidad” de Jesús y las afirmaciones dogmáticas acuñadas a partir del concilio de Nicea (del año 325).

         Soy consciente de que los católicos dan por supuesta una identidad fundamental entre evangelio y catecismo, hasta el punto de que les puede resultar extraño incluso el hecho mismo de que sea puesta en cuestión. Sin embargo, quizás sea bueno verlo con un poco de detenimiento, sin dar nada por supuesto.

         En esos encuentros recientes a los que me refería, algunos participantes expresaron que tenían que rechazar lo escuchado porque “querían defender el catolicismo”, y les parecía que el Jesús del que yo hablaba no era el Jesús “católico”. En un lenguaje más preciso, yo entendí que el criterio para descalificar lo que había expresado en el curso, acerca de la figura de Jesús, era lo que habían aprendido en el catecismo.

         Y aquí es donde, a mi modo de ver, radica la trampa: el Jesús que ha llegado hasta la inmensa mayoría de los cristianos es una imagen filtrada, adaptada, reducida y, literalmente, “domesticada”, por obra y gracia del catecismo.

         Todos los estudios serios sobre la figura de Jesús ponen en evidencia que el Jesús histórico tiene poco que ver con el Jesús del que se habla en el catecismo. Pero esto no debería sorprender: mientras Jesús fue un crítico implacable de la religión y de la autoridad religiosa, el catecismo no nace del evangelio, sino de la proyección de la mente religiosa, que imagina a un Dios a nuestra imagen y semejanza.

         Durante la existencia histórica del Maestro de Nazaret, se planteó un conflicto entre el Dios de la religión y el Dios que Jesús anunciaba. Como suele ocurrir, el poder salió aparentemente victorioso y el Dios de la religión terminó asesinando al Jesús de Dios.

         O dicho de otro modo: el catecismo presenta a un Dios “previsible”, acorde con las categorías de nuestra mente proyectiva; por el contrario, tal como escribiera Dietrich Bonhoeffer, “el Dios que se revela en Jesús pone del revés todo lo que el hombre religioso espera de Dios.

         En el caso cristiano, la mente proyectiva se sirvió, primero, del genio religioso de Pablo –que convirtió en “religión” el mensaje sencillo y sabio de Jesús- y, más tarde, de las categorías de la filosofía griega –que habría de ser la matriz donde se gestaran los grandes dogmas del cristianismo-.

         Como resultado “natural” de todo ese proceso, se produjo una divinización, apropiación y  domesticación de la figura de Jesús que, de ser un judío sabio, un hombre profundamente espiritual (humano), portador de un mensaje universal de sabiduría y crítico de la religión, a través de una propuesta radicalmente subversiva, fue presentado como fundador de una religión más y, supuestamente, de la iglesia cristiana, tal como hoy la conocemos.

         Una vez producido el cambio, la visión de la teología (del catecismo) habría de convertirse, lógicamente, en el criterio último acerca de todo lo que podía decirse o no sobre la figura de Jesús. Todo aquello que no repitiera literalmente los dogmas cristológicos y que no asumiera la “imagen” de Jesús que había filtrado esa misma teología (y catecismo) quedaba automáticamente descalificado.

         Otra consecuencia no menor de aquella confusión es la que se palpa en la confesión de no pocas personas consagradas que reconocen haber sido adoctrinadas, pero no evangelizadas. Eso es exactamente lo que ocurre: el catecismo adoctrina y fomenta una religiosidad observante, basada en el cumplimiento, pero no lleva a conectar vitalmente con lo que fueron las actitudes profundamente humanas de Jesús.

         Todo ello, como decía, es consecuencia de haber absolutizado la teología heredada y el catecismo aprendido. Sin embargo, si se toma un mínimo de distancia de este, basta una aproximación simple al evangelio para constatar como evidente el contraste palpable entre los contenidos de uno y de otro. Sabiendo cómo funciona la mente humana y el papel que juegan las creencias, sobre todo dentro de una institución poderosa y autoritaria, no es difícil concluir que, si no se percibió antes aquella disonancia, fue debido sencillamente al mecanismo por el que los seres humanos tendemos a identificarnos con aquello que creemos.

         Con todo, si bien es cierto que el contraste entre catecismo y evangelio es evidente para cualquier lector atento, en nuestro actual momento histórico nos encontramos con dos elementos que facilitan una comprensión mayor.

         En primer lugar, la nueva sensibilidad cultural parece percibir que estaríamos asistiendo al inicio del ocaso de las grandes religiones teístas. Nacidas en un momento histórico determinado –dentro de un nivel de consciencia mítico y en una sociedad caracterizada por un fixismo rígido-, no solo se revelan en “disonancia” con un nivel de consciencia más ampliado, sino incluso –en su forma tradicional- resultan irrelevantes en esta sociedad tecnológica avanzada y en constante innovación y cambio.

         Nadie duda de que, en una historia de luces y de sombras –como todo lo humano-, han aportado riqueza a la humanidad en su devenir histórico: fundamentalmente, han motivado y desarrollado la personalización –al hablar de un Dios “personal”- y han potenciado la dimensión ética del comportamiento humano, desde la exigencia de “imitar” a un Dios bueno.

         Sin embargo, parecen acumularse evidencias de que nos hallaríamos en un proceso de transformación o metamorfosis de lo religioso, a resultas de la cual la religión sería trascendida en la forma de una espiritualidad no dogmática, universal, inclusiva y no-dual.

         El segundo factor que favorece una aproximación más “limpia” a la figura de Jesús es el giro copernicano en nuestro modo de conocer, que constituye una de las mayores revoluciones a las que estamos asistiendo: se trata del paso del modelo mental de conocer al modelo no-dual (o “conocimiento silencioso”, del que los sabios y místicos de todas las tradiciones han dado siempre testimonio).

         Ambos factores abren, de una forma espléndida y luminosa, nuestra percepción del Maestro de Nazaret, al acercarnos a un Jesús más allá de las religiones, no “religioso” ni “católico” y, al mismo tiempo, “espejo” límpido de aquella misma y única identidad que todos compartimos.

         Si el engaño primero y radical en que se basa el modelo mental es la creencia de que todo está separado de todo –y, sobre esa creencia errónea, se articuló la creencia dogmática en Jesús como un Dios separado-, el modelo no-dual nos permite percibir el equívoco y nos abre a reconocer la no-separación, la interrelación de todo en una admirable unidad dentro de las diferencias. Jesús deja de verse como un ser separado para ser comprendido como aquel hombre sabio que “vio” y vivió lo que somos todos.

         Desde esta nueva perspectiva, la imagen de Jesús que presentan los dogmas, la teología clásica o el catecismo resulta de una pobreza raquítica, desfigura su rostro y vacía de contenido su mensaje, hasta convertirlo en una creencia rutinaria para consumo exclusivo de quienes han decidido creer en él.

         Llegados a este punto, toca vivir el respeto hacia los otros y el cuestionamiento lúcido hacia uno mismo.

         Con frecuencia, en los ambientes católicos, al cuestionar la imagen de Jesús, aprendida en el catecismo, se producen malestares e incluso “escándalos”. Ante esta primera reacción, la autoridad religiosa se posiciona en defensa de quienes discrepan, porque también ella comparte la misma imagen de Jesús.

         Es llamativo, sin embargo, que la descalificación tome una forma “autoritaria”. Es decir, no se aportan argumentos de valor; son, sencillamente, de autoridad: “el catecismo no puede ser cuestionado”.

         Es significativa también la actitud que subyace: no se sabe bien si lo que interesa es conocer limpiamente a Jesús… o, más bien, fortalecer las creencias que ya se tenían acerca de él y “defender el catolicismo”.

         Llama igualmente la atención la insistencia en hablar de un Jesús “católico”, sin caer en la cuenta de que esa misma denominación está ya dando por supuesta una “apropiación” y “domesticación” de la figura del Maestro de Nazaret absolutamente indebida.

         En resumen, pareciera como si lo que realmente interesara no fuera un conocimiento real de Jesús, sino demostrar que Jesús es tal como ellos lo creen y que, además, es “nuestro”.

         Frente a ello, hoy parece incontestable históricamente que Jesús no “fundó” la Iglesia ni tampoco creó una nueva religión –su mensaje no coincide con la doctrina “católica”-, sino que ofreció y vivió un mensaje de sabiduría que, con frecuencia, la misma religión que dice fundamentarse en él ha encorsetado y empobrecido, convirtiéndolo en una creencia rutinaria y alejada de la vida.

         Soy consciente de que, ante estas afirmaciones, el católico suele argüir repitiendo aquellas palabras que el evangelio de Mateo pone en boca de Jesús, dirigiéndose a Simón: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18).

         Sin embargo, para la exégesis más rigurosa, tales palabras –exclusivas de Mateo- no pertenecerían a Jesús, sino que recogerían el sentir de la comunidad del propio evangelista; comunidad que reconocía a Pedro como figura legitimadora. La segunda parte de la afirmación –nacida también dentro de aquella comunidad y referida a ella misma- no puede ser sino una expresión de deseos. Mal que le pese a nuestra mente y por más frustrante que resulte para la necesidad de seguridad de nuestro ego, todas las formas son impermanentes y, por tanto, transitorias: la Iglesia también pasará. Lo único que permanece es Aquello que es y que, por ello mismo, somos.

         ¿Y el catolicismo? Constituye sin duda una imponente construcción religiosa, que ha aportado innegables riquezas de humanidad, a la vez que ha generado mucho sufrimiento.

         Ha tratado de dar respuesta al misterio del existir –eso es una religión-, en unas determinadas coordenadas espaciotemporales. Ese es su mérito y su límite. Como “mapa” que ofrece pistas para entrar en el “territorio”, es válido y legítimo, dentro de los límites de todo lo humano. El problema surge cuando el mapa se absolutiza y se erige en criterio último de verdad: entonces la religión se hace indigesta y peligrosa.

         El catolicismo se absolutiza y hace daño –como cualquier otra religión- cuando piensa que con él ha llegado el “culmen” de la verdad y que cualquier otra doctrina debe juzgarse a su luz. O cuando se considera como la “religión definitiva”, sin advertir que esa misma creencia lo único que revela es el nivel de consciencia mítico de quien la sostiene. Como cualquier otra forma histórica, también el catolicismo será superado y trascendido.

         En una homilía reciente (31 de diciembre de 2014), el papa Francisco –que, por otra parte, tanto está haciendo por “volver” al evangelio- expresaba lo siguiente: “Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo”.

         Me parece que esa frase –una de las más desafortunadas que le he oído al actual papa, y que se inscribe dentro de la teología más conservadora y etnocéntrica (eclesiocéntrica)- no solo no hace justicia a la realidad, sino que encierra un engaño peligroso, al reducir la figura de Jesús a la interpretación dogmática que la Iglesia hace de la misma.

         Indudablemente, Jesucristo puede quedar reducido a una idea, una moral y un sentimiento. Pero también a una interpretación religiosa y excluyente, que reduce y tergiversa su figura. Sin embargo, cabe una aproximación más ajustada a la historia y más fiel al propio mensaje de Jesús. Toda lectura es ya una interpretación –no puede ser de otro modo- y pensar que las interpretaciones únicamente las hacen los otros es caer en un error de bulto, que no favorece crecer en la verdad. En cualquier caso, la clave para comprender nuestras aproximaciones a la figura de Jesús pasa, de una manera radical, por el paradigma en el que cada cual nos encontramos y, más básicamente aún, por el modelo de cognición que utilizamos, como he expresado más arriba.

         En el aspecto concreto que nos ocupa, es legítimo que el catolicismo diga remontarse a Jesús. No lo es, sin embargo, que pretenda monopolizarlo o que exija imponer la suya como la única interpretación válida de la historia del nazareno: Jesús siempre trascenderá cualquier cuerpo dogmático en torno a su figura.

         Intuyo que, antes o después, las religiones están llamadas a reconocerse como “mapas” –valiosos y limitados-, que no tengan otra pretensión que la de favorecer y facilitar que las personas vivan su verdad más profunda –eso es la “dimensión espiritual”-, en un proceso en el que las mismas religiones irán desapareciendo, trascendidas en una espiritualidad abierta, inclusiva, experiencial…, es decir, radicalmente humana.

         La alternativa, por tanto, pasa por abrirse a la espiritualidad que, aun valorando lo que las religiones han aportado, sin embargo las trasciende. Y mientras estas ofrecen creencias que parecían prometernos seguridad, aquella nos ancla en la certeza de lo que somos, llenándonos de luz y ensanchando nuestro corazón hasta poder decir –como Jesús- que “todos somos uno”.

         Tal postura conecta mejor con la intuición y la propuesta de Jesús, con su carácter universal e inclusivo, con su sabiduría que no conoce fronteras y con su visión no-dual de lo real.

         Cada día tenemos más claro que, así como las creencias en Dios dificultan experimentarlo, la adhesión al catecismo impide el acceso abierto al evangelio, porque este –sin que la persona lo advierta- ha sido ya previamente filtrado por aquel.

Postdata:

         Después de haber enviado este artículo a un grupo, una lectora atenta me hace llegar el siguiente texto del papa Francisco, que yo desconocía. Lo transcribo a continuación, porque estas me parecen unas palabras realmente “inspiradas”. Dice así:

No es necesario creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir a la iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una iglesia. Algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre”.  

(A quien desee profundizar en las cuestiones aquí apenas apuntadas, le sugiero la lectura del libro que acabo de escribir y que, en breve, publicará la editorial PPC, con el título: “Cristianos más allá de la religión. Cristianismo y no-dualidad”).

www.enriquemartinezlozano.com

Teruel, 12 enero 2015.

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , ,

Cristianos homosexuales: “Los obispos que dicen barbaridades son cuatro y están enfermos”

Lunes, 7 de julio de 2014
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n-GAYS-large570“Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”, “contrarios a la ley natural” y “no pueden recibir aprobación en ningún caso”. Por eso, “las personas homosexuales deben ser acogidas con respeto” pero “están llamadas a la castidad”. Todo eso (y más) está escrito en el Catecismo de la Iglesia Católica y resume la postura de la institución al respecto.

“Es un mensaje muy sibilino: ‘Aceptamos, no llegamos a condenar, pero… Pues mira, nosotros no lo aceptamos. Porque es una visión negativa, muy juzgadora y no es lo que dice el Evangelio”.

Elena habla en representación de sus compañeros de Betania, un grupo creado hace 15 años y del que forman parte unos 12 cristianos LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) de entre 28 y 61 años de Bilbao. Apenas 48 horas antes de la marcha del Orgullo Gay de Madrid, todos ellos están reunidos analizando textos del teólogo y sacerdote progresista José Antonio Pagola.

Se juntan cada 15 días para reflexionar sobre el Evangelio y poner en común sus pensamientos. En fechas puntuales realizan oraciones en grupo. Por ejemplo, en Navidad, en el día contra la homofobia o en semana santa. Así, explican, generan un espacio donde pueden sentirse “cómodos” compartiendo dos pilares de su vida: la orientación sexual y su fe.

CADA VEZ MENOS HOSTILIDAD

Como el suyo, hay grupos de cristianos LGTB en varias ciudades españolas. Jordi Valls es el portavoz de la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas de Cataluña, que aglutina a 15 socios que llegan a 200 personas. Asegura que cada vez sienten menos hostilidad contra ellos.

“Cada vez hay más comunidades cristianas menos fundamentalistas y por tanto más abiertas a la diversidad. Entre la comunidad LGTB también se ha redescubierto la dimensión espiritual, que todo no termina en el cuerpo, sino que hay algo más. Y empiezan a aceptar la realidad cristiana”, asegura.

Todos admiten, en cualquier caso, que ni es fácil ni les agrada escuchar las declaraciones homófobas que miembros de la jerarquía eclesiástica realizan de vez en cuando. El obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, es uno de los más combativos contra los gays y las lesbianas. En 2012, por ejemplo, dijo quela revolución sexual está produciendo muertos”.

Más muestras de la postura de la jerarquía: el cardenal Fernando Sebastián aseguró este mismo año que “señalar a un homosexual una deficiencia no es un ofensa, es una ayuda, porque muchos casos de homosexualidad se pueden recuperar, se pueden normalizar con un tratamiento adecuado“.

SON CUATRO ENFERMOS

¿Qué piensan los homosexuales cristianos cuando escuchan declaraciones como estas? En general, afirman, se lo toman con calma. “Esos obispos… se trata de personas enfermas que necesitan acudir a un buen especialista para que les cure de su homofobia”, dice, con mucha tranquilidad, Valls.

“Sabemos que los que dicen barbaridades no han tenido una vida fácil, que han tenido problemas. Y expresan su malestar diciendo estas barbaridades. Lo que tienen que hacer es ponerse en manos de un buen profesional y no vamos a contestarles porque se trata de personas enfermas, con un problema. Nos consta que alguno es un homosexual de armario”, avisa.

Valls subraya que los “obispos que dicen barbaridades” son “cuatro contados” y que son personas con “problemas” que no van “a la cuerda del papa”. “La gente mínimamente sana no ve absolutamente ningún problema. Las jerarquías están muy equivocadas”, asegura. Y añade que su grupo tiene contacto con la Iglesia de base y que siempre los han acogido bien. “Sólo hemos tenido problemas con parroquias o comunidades que están dominadas por alguien que quiere hacer carrera eclesiástica”.

Desde el grupo de cristianos gays de Bilbao matizan que “es tanto o más triste que no haya nadie dentro de la jerarquía que no se posicione claramente en contra de las declaraciones salidas de tono”.

“Van en contra del Evangelio, que no dice nada de eso, sino todo lo contrario. El mensaje del Evangelio es de amor, de respeto, de aceptación y de acogida a todo el mundo. Las palabras de Jesús nunca dan lugar al rechazo, ni a la expulsión, ni a los ‘peros’, ni a juzgar a nadie“, afirman.

TAMBIÉN SE PROHÍBE COMER MARISCO

Antonio C., del grupo Ichthys de Sevilla, que aglutina a 30 personas, también resta importancia a las declaraciones homófobas de los obispos y se remite al contenido del Evangelio.

“Desde la Iglesia no puede surgir el odio”, advierte. Recuerda, además, que en el Levítico, un libro del Antiguo Testamento, se dice que “se condenará” quien yazca con otro hombre. “Pero en el mismo libro dice que te condenarás si comes marisco y hoy por hoy ni está prohibido ni es un pecado. ¿Si una cosa no es pecado por qué lo otro sí lo es?”, se pregunta.

También resta importancia al contenido del Catecismo y subraya la contradicción de que se condenen los actos homosexuales porque “son actos de amor”. “No pensamos que una conducta desordenada pueda serlo si surge del amor. No entendemos que se nos prohíba desarrollar nuestra afectividad”, lamenta.

Al mismo tiempo, recuerda: “Dios nos ha hecho para ser felices y si nos ha creado el instinto del hambre, o de la sed, o el sexual, ha sido para dar placer bien entendido. El catecismo no es una ley, es una serie de normas. Incumplirlo no es pecado”.

¿Y EL PAPA?

A la vez, Antonio C. celebra el cambio de registro del papa Francisco, pero reconoce que no tienen esperanzas en que la Iglesia vaya a cambiar “de la noche a la mañana, ni de que esté próximo el día en que los homosexuales puedan casarse por la Iglesia”.

En el grupo de Bilbao apoyan esa tesis y llaman a dar tiempo al pontífice. Advierten de que, por el momento, hay “signos positivos” pero ahora hay que ver “si las palabras pasan a los hechos”.

Uno de esos hechos, por ejemplo, sería acabar con la discriminación dentro de la Iglesia. “Nos llegan casos de chicos o chicas que son homosexuales y cuando el cura de turno se ha enterado les ha echado del grupo con malas formas. Profesores y profesoras de centros religiosos que tienen que llevar su pertenencia en secreto porque pueden perder su trabajo…“, critica Jordi Valls. Mientras, ellos y ellas siguen esperando.

Fuente El  Huffington Post

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“El catecismo de los obispos”, por Luís García Montero

Domingo, 6 de julio de 2014
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screenshot011Alto y claro… Lo hemos leído en La realidad y el deseo:

La conferencia Episcopal quiere iluminar a la sociedad española con la publicación de Testigos del Señor. Se trata de un catecismo sobre los asuntos sexuales ideado para personas de entre 11 y 14 años. Nadie puede negarle a la Iglesia su valentía. Su campaña en contra del sexo sería mucho más fácil si se dirigiese a gente mayor de 50 años, hombres y mujeres obligados a pactar con los misterios de la vida y con unos cuerpos cada vez más dóciles, menos imaginativos, necesitados de menos decibelios. La vejez se parece a una alcaldesa represiva.

Empeñarse en negarle el sexo a un adolescente es una tarea ardua. No hay reforma laboral que pueda equipararse a la reforma corporal que intentan las sotanas. Las amenazas contra un obrero protestón causan efectos inmediatos. Quien levanta la voz se convierte hoy en un suicida. Pero el infierno y la condenación eterna son poca frontera cuando uno tiene 14 años, cuando uno siente de forma volcánica la llamada de la carne.

ateismo cristianismo dios jesus homosexualidad libro obispo vaticano dios biblia jesus.El problema se agrava porque la Conferencia Episcopal se contradice a sí misma y deja a Dios en muy mal lugar. Afirma que la identidad sexual es un don de Dios. Tendré, pues, que reclamarle a Dios por todos los vicios, desarreglos y maldades sexuales que me han alterado desde niño. La iglesia está tonta. Para lanzar sus críticas contra la homosexualidad se mete en camisas de 11 varas sobre la identidad y mantiene que es un don de Dios. Bueno, pues si Dios nos da un don y nos hace desde niños como somos, de forma natural y de acuerdo a los instintos personales de cada uno, quiénes son los obispos para llevarle la contraria a Dios. A la Iglesia se le da mejor prohibir por prohibir que dar explicaciones.

La sexualidad y el amor no son un producto de consumo que se elige en un supermercado según el capricho de cada cliente. Bueno, o por lo menos no debería serlo. Si la Iglesia quisiera ennoblecer la sexualidad y el amor, podría hablar del respeto que se merecen las personas y sus cuerpos, de la singularidad de cada uno de nosotros y nosotras. Un cuerpo no es asunto de usar y tirar, algo sobre lo que merece la pena mantener una conversación.

Pero la Iglesia se olvida del respeto, se obsesiona con el pecado y nos convierte en consumidores del sexo. Menos más que la energía religiosa, por incordio que sea, está muy disminuida en Occidente. Hace siglos que aprendimos a distinguir entre el pecado y el delito. Allí donde lo religioso impera a su gusto puedes ser encarcelado, torturado y ejecutado por tu condición sexual. Aquí las cosas no llegan a tanto, aunque el dolor y el malestar que causan los instintos represivos de la Iglesia llenan de sombras innecesarias muchos rincones silenciosos, sin fiesta, de la sociedad.

Es una impertinencia y un acto contra el civismo que la Conferencia Episcopal elija el inicio de las celebraciones del Orgullo Gay para publicar un panfleto contra los homosexuales. Es una impertinencia que el poder, en su afán totalitario, no se limite sólo a controlar las plazas y los sueños públicos y pretenda también entrar en la intimidad, en las alcobas y en el amor de las personas. Es una impertinencia que una institución religiosa o un ministro quieran decidir sobre la idoneidad de un embarazo o sobre la identidad sexual de los ciudadanos.

ateismo cristianismo dios jesus homosexualidad libro reig pla obispo vaticano dios biblia jesus.Y es una locura condenar al infierno por masturbarse a un niño de 14 años. La Iglesia lo tendría mucho más fácil si se dirigiese a la cúpula del dinero español. No me resisto a meter aquí a los banqueros. Los presidentes del Banco de Santander, el BBVA y La Caixa tienen más de setenta años. Deben ser ya muy receptivos a los buenos propósitos sexuales de los obispos. Se interesan en otras cosas. Cobran, por ejemplo, 370 veces más que muchos de sus empleados.

Si la Iglesia tuviese voluntad de ayudar a la comunidad, en vez de un catecismo protagonizado por el sexo y dirigido a adolescentes, debería publicar un catecismo para banqueros y miembros del partido del Gobierno. El no robarás y el no mentirás tendrían así más protagonismo que la masturbación o la falta de respeto a la homosexualidad.

Hace años convenía acabar cualquier discurso con una insolencia contra el obispo. Hoy conviene no olvidarse nunca de los banqueros. La derecha descarnada que ha empobrecido la vida de este país recibe órdenes de los banqueros y los grandes empresarios. Ellos son d verdad los enemigos. Está bien que nos escandalicemos con las cosas de la Conferencia Episcopal. Pero no dejemos que los malvados nos distraigan con la muleta del anticlericalismo. España no tiene un problema con los adolescentes pajilleros, sino con los setentones avaros. Son ellos los que gobiernan el dolor en el reino de los miedos.

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