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“Actualizar la Cuaresma”, por Gabriel Mª Otalora.

Viernes, 23 de febrero de 2024

Convertíos y creed en el Evangelio - 1De su blog Punto de Encuentro:

Llamamos Cuaresma al periodo de 40 días (cuadragésima) como tiempo de preparación de la Pascua. Esto es importante y se nos olvida: que no es solo una puerta estrecha, ni el objetivo es la mortificación. Ocurre lo mismo cuando subimos una montaña para disfrutar de las vistas y tonificar el cuerpo: el objetivo no es el cansancio, el esfuerzo muscular, el frío o el calor del camino, sino las vistas maravillosas, el reponer fuerzas en la cima compartiendo un buen refrigerio, el haberlo conseguido y el placer de la experiencia vivida.

Por eso entiendo mal el aspecto de las procesiones de Semana Santa, centradas en el Viernes Santo, e incluso en el dolorismo que a veces lo impregna todo. La Cuaresma y la Semana Santa apuntan a lo esencial: a la Pascua, al paso del Señor de la muerte a la Vida, con lo que esto supone de esperanza y tarea a nuestro alrededor. La razón de ser de la Cuaresma es justamente prepararse para vivir la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte, que no tiene la última palabra. Buena Noticia, sin duda.

Naturalmente que para ello hay que esforzarse en el tiempo cuaresmal de cara al compromiso evangelizador a base de ejemplo. Es un mandato principal que los medios para lograrlo no deben despistarnos, y mucho menos convertirlos en fines. La Cuaresma en el siglo XXI no ha cambiado en su fundamento, pero, como decía Juan XXIII, hay que estar con los signos de los tiempos a la hora de su aplicación por cada creyente.

Cuaresma significa cambio a mejor. Es un tiempo fuerte para vivir con una doble mirada, primero interior, y desde ahí a nuestro alrededor con los ojos de Dios. Lo cierto es que la palabra “conversión” está devaluada, ahora se percibe como un retroceso al pasado, algo obsoleto y anacrónico… ¿Qué significa “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15)? En positivo es una mejora en nuestras actitudes personales para que generen amor en sus diferentes formas (compasión, ayuda, aceptación, comprensión, escucha…). En negativo es el esfuerzo por domeñar aquellas actitudes no son acordes con la Buena Noticia que Jesús vivió y predicó.

Conversión para ser la mejor posibilidad de cada uno, sin quedarnos en una Cuaresma de solo privaciones y normas… Es algo más exigente que el cumplimiento del “cumplo y miento”. Es corregir las desviaciones del corazón y orientarlo de nuevo hacia Dios. La conversión interior, la que cuesta mucho más que los sacrificios tradicionales.

¿Qué nos dice el Papa del tiempo de Cuaresma? El camino de conversión cuaresmal se manifiesta en hechos concretos, de hacer o de no hacer. Para esta Cuaresma 2024, Francisco nos propone reflexionar sobre la esclavitud (consumismo y otras adicciones) y la libertad (para convertirla en amor). “No se trata solamente de tomar distancia del mal, sino de poner en práctica todo el bien posible: esto es convertirse”. El Señor es capaz de “hacer este milagro”, es decir, “cambiarnos”, no de un día para el otro, sino en el camino de toda la vida.

CONVERSIÓN Y SINODALIDAD

Palabras del Papa: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto-preservación”. La reforma de estructuras que exige la conversión de nuestras actitudes sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” al mundo (EG 27).

De este modo, la conversión personal y pastoral es presentada como la condición sin la cual no habrá una verdadera reforma eclesial. Más importante es cambiar las actitudes que las estructuras, que también, porque lo importante es vivir el Mensaje como Pueblo de Dios, y no la institución eclesial, que es un medio operativo para el fin. De hecho, la conversión pastoral está ahora relacionada con las “reformas espirituales, pastorales e institucionales” (Aparecida 367).

Se ha recalcado mucho la importancia de la formación permanente. Pero Francisco afirma: no es suficiente, porque se necesita también y, sobre todo, “una conversión y una purificación permanente”. Sin ella, “el esfuerzo funcional sería inútil”.

El Papa propone “dos caminos” que nos desafía a que continuamos el viaje sinodal eclesial. El primer camino es la oración: Tenemos que escuchar a Jesús para llevar a cabo la misión. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Jesús en la Palabra, pero también en los acontecimientos de la vida. Y lo segundo escucha también a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia. Esto es difícil, ¡pero es una estupenda penitencia!

Mientras continuamos nuestro camino hacia la alegría pascual, meta de la Cuaresma, nos esforzamos en la conversión -mediante el ayuno, la limosna y oración cuaresmales-, entendida de manera amplia. Va mucho más de lo litúrgico y doctrinal. Va de llevar la cruz de cada día a la manera en que la vivió Jesús, transformándola en amor.

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40 días…

Miércoles, 14 de febrero de 2024
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Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús…

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40 días que se nos dan para seguir un camino:

Ruta de conversión

Camino de fe

Ruta de confianza

Camino de Resurrección.

Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.

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¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?

Entonces podría amar como Él.

Podría servir como Él.

Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.

*

Anne-Marie,
hermana de la Communion Béthanie

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Lecturas para hoy

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Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].

El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.

La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.

*

K. Ware,
Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.

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“La resurrección de Jesús según san Pablo”, por Gonzalo Haya.

Jueves, 25 de enero de 2024
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paul and jesus atheism_thumb[1]El primer documento escrito sobre la resurrección de Jesús se lo debemos a Pablo, solamente 20 ó 30 años después de su crucifixión. El obispo episcopaliano J. S. Spong ( 1, 2,) hace hincapié en este dato, porque se trata de una escueta interpretación de la resurrección, sin la escenografía de apariciones que 40 ó 50 años después presentaron los evangelistas. Y esa escenografía nos ha llevado a imaginar la resurrección como vuelta a la vida del cuerpo, mientras que Pablo interpretó la resurrección como una transformación en otra dimensión.

Exponemos a continuación los textos de Pablo y un resumen de los argumentos del trabajo de Spong:

Rom 1,4; que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Rom 4,25; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Rom 8,34;  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Rom 14,9; Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

1Cor, 15,3-8; Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido: que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo.

1Cor, 15,15-17; Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

· Pablo nos da las primeras referencias sobre la resurrección de Jesús, principalmente en Rom 1,4 y 1Cor 15,3-8. No conoce nada sobre signos portentosos a la muerte de Jesús ni sobre el sepulcro vacío. Para comprender lo que dice Pablo tenemos que olvidar de momento todo lo que dicen los evangelios sobre la resurrección de Jesús: discípulos de Emaús, tumba de José de Arimatea, mujeres que llevaban ungüentos a la tumba, y otras apariciones.

· Pablo concibió la resurrección según los tres modelos que encontraba en la tradición judía: Henoc “caminó con Dios y después desapareció porque Dios se lo llevó” (Gén 5,24). Moisés murió “como lo había dispuesto el Señor, y lo enterró… y hasta la fecha nadie sabe dónde está enterrado” (Dt 34,5-6) de modo que el pueblo creyó que no había muerto y estaba con el Señor. Elías fue arrebatado por un carro de fuego y transportado vivo a la presencia de Dios (2Reyes 2,11). Estos eran los modelos que tenía Pablo para comprender su experiencia de Jesús vivo a pesar de había sido crucificado y sepultado.

· La resurrección es el momento en que Dios constituye a Jesús como su Hijo, Mesías y Señor (Rom 1,3-4). Esta afirmación podría ser considerada como “adopcionista” según el concilio de Nicea.

· Según Pablo, Jesús se aparece primero a Pedro (según Juan se apareció primero a María Magdalena, según Marcos Mateo y Lucas el primer anuncio fue a un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús). Sigue la aparición a los Doce; ahora bien, o Doce es un número simbólico, o Pablo no sabe nada de la traición de Judas, o quizás el personaje simbólico, elaborado posteriormente, sea Judas. Después a quinientos hermanos; después a Santiago, ¿el hermano del Señor? “Por último”, e igualmente,a Pablo; ¡cuya conversión sucedió entre uno o seis años después de la muerte de Jesús!

· Lucas sitúa todos los acontecimientos de Pascua, entre la resurrección y la ascensión, en 40 días. Los casi seis años de Pablo y la falta de detalles de una apariencia física -mensajes orales y contacto físico- nos indican que Pablo no entendió la resurrección como la revivificación del cuerpo físico de Jesús; esas descripciones fueron elaboradas posteriormente por las comunidades y recogidas por los evangelistas.

· Pablo solamente había experimentado que Jesús vivía y entendió que había sido constituido Señor y Mesías. La resurrección fue, más bien, la transformación en un plano diferente, a un orden de conciencia más allá de los límites del tiempo y del espacio… lo que él llamó cuerpo espiritual” 1Cor 15,44). No hubo una revivificación del cuerpo que permaneciera en la tierra durante unos días y luego fuera “elevado” a los cielos. Al morir, fue transformado; ya no es un mortal, “la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6,9). “Esta carne y hueso no pueden heredar el reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar la incorrupción (1Cor 15:50)

Tenemos dificultad de imaginar esta transformación porque necesitamos explicarla con los conceptos e imágenes obtenidas de este mundo material, y porque nuestro imaginario se ha nutrido con los relatos de los evangelistas que trataron de plasmar y visualizar la resurrección de Jesús. El pueblo sólo concebía una vida real en un cuerpo; un ser sin cuerpo les parecería un fantasma.

Los estudios bíblicos se concilian mejor con los estudios de la antropología actual, y nos facilitan una comprensión más actual y adulta de nuestra fe. Lo trascendente sigue siendo un misterio, pero al menos no resulta contradictorio con nuestros conocimientos científicos de lo inmanente.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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La muerte está vencida

Jueves, 2 de noviembre de 2023
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Del blog ya desaparecido À Corps… À Coeur:

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¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios  bellos jardines de esperanza! “

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Père Pierre Trevet

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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.

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Celebrando a Santa María Magdalena, recordamos que la resurrección también es para nosotros

Sábado, 22 de julio de 2023
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planyourvisit_robertlentz_marymagdalene-1El post de hoy es una reflexión para la Fiesta de Santa María Magdalena, que es el próximo jueves 22 de julio. Para encontrar las lecturas de ese día, haga clic aquí.

El colaborador invitado de hoy es Russ Petrus, codirector de FutureChurch, una organización de reforma que busca cambios que brinden a todos los católicos romanos la oportunidad de participar plenamente en la vida y el liderazgo de la Iglesia. Antes de su trabajo con FutureChurch, Russ sirvió en el ministerio parroquial en Boston y Cleveland. Tiene una Maestría en Divinidad de la Escuela de Teología y Ministerio de Boston College, completando la mayoría de sus estudios en la Escuela de Teología Weston Jesuit.

El 7 de julio fue mi sexto trabajo con FutureChurch, una organización de reforma que busca cambios que brinden a todos los católicos romanos la oportunidad de participar plenamente en la vida y el liderazgo de la Iglesia. Completamente inconsciente de ello, mi esposo Daniel compartió la memoria de Facebook, escribiendo: “Qué gran cambio fue en nuestras vidas cuando te mudaste a este trabajo…” Me inundó la emoción al recordar ese día. A medida que nos acercamos a la fiesta del 22 de julio de Santa María de Magdala, me doy cuenta cada vez más de los ecos de la historia de María en la mía. Y orando con su testimonio, me encuentro, de una manera completamente nueva, confiada y enviada para anunciar la resurrección, tal como ella lo fue hace unos 2.000 años.

Después de años de saber que era gay, finalmente reuní el coraje para salir del armario en 2001 cuando era estudiante de primer año en Canisius College, una escuela jesuita, en Buffalo, NY. Salté a los brazos abiertos del equipo de ministerio del campus que me celebró, mis dones y mis relaciones. Fue durante mis cuatro años de licenciatura que discerní un llamado al ministerio. Salí y me enamoré de Daniel, quien ahora es mi esposo. Finalmente, viviendo auténticamente, amándome a mí mismo y siendo amado por quien era, me sentí realmente vivo. Y especialmente cuando estaba involucrado en el ministerio.

Lucas 8: 2-3 nos dice que, habiendo sido sanada de siete demonios, María de Magdala, junto con otras mujeres, siguió a Jesús y apoyó su ministerio con sus recursos. Me pregunto: ¿Cuáles eran los demonios de los que María fue sanada? Sabemos que no fueron los siete pecados capitales (esa es una invención posterior que le impuso el Papa Gregorio I). Pero, ¿eran el tipo de duda, miedo al rechazo, imágenes de un Dios que no la amaba, una misoginia internalizada similar a la homofobia internalizada, temas que nosotros, como católicos LGBTQ +, también somos demasiado familiares? ¿O eran dolencias físicas, como la depresión, la ansiedad, el abuso de sustancias o los pensamientos suicidas paralizantes físicamente que tienen demasiadas personas LGBTQ +? Y cuando Jesús la sanó, ¿cómo fue eso? ¿Fue tan simple como mostrar su amor incondicional y abrazarla por lo que era y los dones que tenía para compartir?

Vivo con mi llamado al ministerio, lo seguí a Weston Jesuit School of Theology en Cambridge, MA, y obtuve una Maestría en Divinidad, aprendiendo todo lo que pude, absorbiendo el amor de Dios por mí, por todos nosotros, tal como lo había hecho María Magdala. hecho como siguió a Jesús desde Galilea.

MM-squareCualquiera que sea la apariencia de su curación, María debe haberse sentido verdaderamente viva después de ella: abrazándose a sí misma, siguiendo a Jesús, amando y siendo amada por él, aprendiendo de él y participando en su ministerio. ¿Qué más podría haberla obligado a seguirlo hasta la cruz, incluso cuando los discípulos varones se dispersaron atemorizados?

Después de años de vivir con integridad, las cosas comenzaron a cambiar para mí cuando comencé a trabajar en parroquias diocesanas. La vida honesta y auténtica que una vez había abrazado no fue bien recibida ni acogida en mi propia iglesia. De hecho, ser auténtico se convirtió en una carga, una amenaza para mi sustento y todo por lo que había trabajado y estudiado tan duro. En este ambiente hostil, como los hombres que habían seguido a Jesús, me encontré negando… escondiéndome… traicionando. Pronto volví al armario, coaccionado allí por consejeros y pastores bien intencionados y por amenazas de las autoridades eclesiales. Cerré mi página de Facebook y seleccioné cuidadosamente todo lo que publiqué o se publicó sobre mí. Daniel y yo siempre vivimos en el extremo opuesto de la ciudad de la parroquia para que nadie nos viera accidentalmente por ahí. Si alguien se cruzaba con nosotros en una cita, lo presentaba como mi “amigo”.

Con el tiempo, mi cuerpo comenzó a repugnar, mostrando serios signos de estrés crónico. Dos terapeutas me dijeron que no podía seguir viviendo esta vida encerrado. Dado el estrés de los dos, no es de sorprender que mi relación con Daniel estuviera en un terreno difícil. Sin embargo, no sabía qué más hacer. Todavía estaba pagando mi título y no pude evitar preguntarme si los catorce años anteriores y los miles de dólares habían sido en vano.

 Los evangelios nos dicen que ya sea sola (Jn 20,1) o con otras mujeres (Mt 28,1; Mc 16,1; Lc 23,55-24,3) María de Magdala se dirige al sepulcro en esa primera Pascua peligrosa. Mañana. ¿Qué pasó por su mente cuando llegó a ungir el cuerpo de Jesús? ¿Se preguntó si todo había sido en vano? ¿Se arrepintió de haber “desperdiciado” sus preciosos recursos? ¿Ungir su cuerpo le traerá el cierre? ¿Podría hacer las paces con todo lo que había sucedido? Y al mirar dentro de la tumba vacía, ¿se sintió confundida y asustada sin saber qué hacer a continuación?

Entonces sucede: ¡Jesús resucitado se le revela! Le confía la Buena Nueva de la Resurrección y la envía a proclamarla en su nombre. Y como fiel seguidora que ha sido todo el tiempo, va y anuncia la noticia a los apóstoles. ¡Resurrección! La vida había cambiado, no solo para ella, sino para todos y para siempre.

Mientras miraba dentro de mi propia cueva oscura, finalmente llegué a la conclusión de que era hora de hacer un cambio, lo que sea que eso signifique. Entonces, abrí una ventana del navegador y comencé mi búsqueda de una nueva forma de ministerio. Y, para mi sorpresa, encontré una vacante para un Director de Programa de tiempo completo en FutureChurch, una organización dedicada a la justicia en la iglesia. ¡Solicité y me contrataron! Como María de Magdala, no podría haber sabido lo que encontraría al enfrentar mi tumba, pero no debería haberme sorprendido al encontrar el amor de Dios por mí incluso en ese lugar desolado.

2a-RussPetrusHoy, vivo mi vida y mi ministerio como mi yo auténtico. Y, con gratitud, recuerdo lo que ese cambio significó para mí y para Daniel: ambos podríamos vivir y ser las personas que Dios amaba. Cuando el matrimonio igualitario se convirtió en la ley del país, nos casamos. Ahora, podemos vivir donde queramos vivir, y cuando salimos en una cita, puedo presentarlo con orgullo como mi esposo. Una vez más soy el católico gay ruidoso y orgulloso que amaba ser. ¡Resurrección!

Mientras me esfuerzo por vivir mi llamado, me solidarizo con otros que están luchando: con Dios, con la Iglesia, con la familia, con mis compañeros de trabajo o con otras personas importantes. He experimentado mis propios demonios, mi propio llanto en una tumba vacía. Sin embargo, con gratitud, sé que la resurrección no fue solo para Jesús. Lo compartió. Con María de Magdala primero, y con todos nosotros –como algo para vivir, algo para anunciar– cada día de nuestra vida. Entonces, mientras celebramos la Fiesta de Santa María de Magdala, invito a aquellos que están sufriendo a manos de los líderes de la iglesia a recordar a María de Magdala, orar con ella y confiar en el amor y cuidado incondicional de Dios por ustedes. La resurrección también es para ti.

FutureChurch promueve la celebración de la fiesta de María de Magdala en las comunidades católicas de todo el país y del mundo. Para obtener más información sobre nuestros recursos y oportunidades para celebrar a María de Magdala, haga clic aquí.

—Russ Petrus, FutureChurch, 18 de julio de 2021

Fuente New Ways Ministry

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Simone Weil: “Fuera de la Iglesia”.

Sábado, 1 de julio de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Todos conocemos la máxima teológica que dice: “Fuera de la Iglesia no hay salvación“. Pero el Espíritu, que es libre, suscita caminos  admirables que manifiestan que Dios y su amor son infinitos. El siguiente texto es una prueba de ello:

Creo que la voluntad de Dios no es que yo entre en este momento en la Iglesia. Pues, como ya le dije antes, y sigue siendo verdad, la inhibición que me retiene no se deja sentir con menos fuerza en los momentos de atención, de amor y de oración que en los restantes. Y, no obstante, he experimentado una gran alegría oyéndole decir que mis pensamientos, tal como se los he expuesto, no son incompatibles con la pertenencia a la Iglesia y que, por consiguiente, no le soy extraña en espíritu.

No puedo dejar de preguntarme si, en estos tiempos en que una parte tan considerable de la humanidad se encuentra sumida en el materialismo, no querrá Dios que existan hombres y mujeres que, entregados a él y a Cristo, permanezcan sin embargo fuera de la Iglesia.

En todo caso, cuando me imagino concretamente y como algo que podría estar próximo el acto por el cual entraría en la Iglesia, ningún pensamiento me apena más que el de separarme de la masa inmensa y desdichada de los no creyentes. Tengo la necesidad esencial, la vocación —pues creo que puedo llamarla así— de moverme entre los hombres y vivir en diferentes medios humanos fundiéndome con ellos, adoptando su mismo color, en la medida al menos en que la conciencia no se oponga, desapareciendo en ellos, a fin de que se muestren tal como son sin que tengan que disfrazarse para mí. Quiero conocerlos para amarlos tal como son. Pues si no los amo tal como son, no es a ellos a quienes amo y mi amor no es verdadero. No hablo de ayudarles, pues hasta ahora, desgraciadamente, soy completamente incapaz de hacerlo. Creo que de ningún modo entraría nunca en una orden religiosa para no separarme por un hábito del común de los mortales. Hay seres humanos para los que esta separación no ofrece inconvenientes graves, pues están ya separados del conjunto de los hombres por la pureza natural de su alma. En cuanto a mí, por el contrario —como creo haberle dicho ya—, llevo en mi misma el germen de todos los crímenes o poco menos. Me hice especialmente consciente de ello en el curso de un viaje, en circunstancias que ya le he relatado. Los crímenes me producían terror, mas no me sorprendían; sentía su posibilidad dentro de mí y, precisamente por sentir en mí misma esa posibilidad, me horrorizaban. Esta disposición natural es peligrosa y muy dolorosa, pero como toda disposición natural puede ponerse al servicio del bien si se sabe hacer un uso adecuado de ella con el auxilio de la gracia. Implica una vocación, la de mantenerse de alguna manera en el anonimato, dispuesto a mezclarse en cualquier momento con la masa común de la humanidad. Ahora bien, en nuestros días, el estado de los espíritus es tal que hay una barrera más marcada, una separación más tajante, entre un católico practicante y un no creyente que entre un religioso y un laico.

Conozco las palabras de Cristo: «De aquél que se avergonzare de mí delante de los hombres, me avergonzaré yo delante de mi Padre». Pero avergonzarse de Cristo quizá no signifique para todos y en todos los casos no adherirse a la Iglesia. Para algunos puede significar solamente no ejecutar los preceptos de Cristo, no irradiar su espíritu, no honrar su nombre cuando se presenta la ocasión, no estar dispuesto a morir por fidelidad a él.

Debo decirle la verdad, aun a riesgo de contrariarle y por más que contrariarle me resulte extremadamente penoso. Amo a Dios, a Cristo y la fe católica tanto como a un ser tan miserablemente insuficiente le sea dado amarles. Amo a los santos a través de sus textos y de los escritos relativos a sus vidas —a excepción de algunos a los que me es imposible amar plenamente o considerar como santos—. Amo a los seis o siete católicos de espiritualidad auténtica que el azar me ha llevado a encontrar en el curso de mi vida. Amo la liturgia, los cánticos, la arquitectura, los ritos y las ceremonias católicas. Pero no siento en modo alguno amor por la Iglesia propiamente dicha, al margen de su relación con todas esas cosas a las que amo. Puedo simpatizar con quienes sienten ese amor, pero yo no lo experimento. Sé muy bien que todos los santos lo experimentaron. Pero también casi todos ellos nacieron y crecieron en el seno de la Iglesia. Sea como fuere, el amor no surge por propia voluntad. Todo lo que puedo decir es que, si ese amor constituye una condición del progreso espiritual —cosa que ignoro— o forma parte de mi vocación, deseo que algún día me sea concedido.

Bien podría ser que una parte de los pensamientos que acabo de exponerle sea ilusoria y mala. Pero, en cierto sentido, poco importa; no quiero analizar más; después de todas estas reflexiones he llegado a una conclusión, que es la resolución pura y simple de no volver a pensar en la cuestión de mi eventual entrada en la Iglesia.

Es muy posible que después de haber estado sin reflexionar sobre ello durante semanas, meses o años, sienta un día el impulso irresistible de solicitar inmediatamente el bautismo y vaya corriendo a pedirlo. Pues oculto y silencioso es el camino por el que la gracia se adentra en los corazones.

Puede ocurrir que mi vida llegue a su término sin haber experimentado jamás ese impulso. Pero una cosa es absolutamente cierta: si llega el día en que yo ame a Dios lo suficiente para merecer la gracia del bautismo, recibiré esa gracia ese mismo día, indefectiblemente, bajo la forma que Dios quiera, sea por medio del bautismo propiamente dicho, sea de cualquier otra forma. ¿Por qué, entonces, preocuparse? No es en mí en quien debo pensar, sino en Dios. Es Dios quien debe pensar en mí“.

*

Simone Weil,

carta a un sacerdote en A la Espera de Dios
19 de enero de 1942

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La misa es el centro de toda vida espiritual y de toda contemplación.

Miércoles, 14 de junio de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

 

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El centro de toda vida espiritual es Cristo en Su Misa, Cristo nuestra Pascua, que es sacrificado y “ya no muere más“, sino que “atrae todas las cosas hacia Sí“, para que los que somos bautizados en Su muerte, crucificando nuestra carne y sus deseos, podamos vivir Su vida, con una vida oculta en Cristo en Dios. Y el corazón de toda vida no es meramente la presencia estática del Santísimo Sacramento, aunque Cristo está verdaderamente vivo en nuestros tabernáculos, sino por encima de todo en la acción de la Misa, que es el centro de toda contemplación, una acción en la que la familia cristiana se reune en torno a Cristo y en la que Cristo en Su Cuerpo glorifica a Su Padre. Sacramento de unidad viva en el que el Amor que es Dios une a los hombres Él y unos a otros en Cristo. Cuando la Misa recobra su significado, entonces la devoción al Santísimo Sacramento reservado en el tabernáculo adquiere su auténtico sentido y comienza a vivir. Entonces la vida interior entera se ve unificada y vitalizada, y cada departamento de ella fluye con vida. De hecho, los “departamentos” y las “secciones” de la vida dejan de existor aislados y todo funciona conjuntamente”.

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Thomas Merton,

Diarios
25 de marzo de 1948

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Santiago Agrelo: “No nos quedemos plantados mirando al cielo. Volvamos con Cristo Jesús a los caminos de la vida”

Viernes, 26 de mayo de 2023
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Contemplamos el destino. Aprendemos el camino

“Es siempre Pascua, Cristo resucitado está siempre con nosotros, pero hoy lo celebramos elevado más allá de nosotros, al cielo, a su Dios, a nuestro Dios”

“Hoy, la nube de la divinidad aparta a Jesús de nuestra vista, que no de nuestra vida. De ahí que no nos quedemos plantados mirando al cielo, sino que volvamos con Cristo Jesús a los caminos de la vida”

“Si quieres entender qué significa ‘ser levantado’, ‘ser enaltecido’, ‘subir’, has de aprender primero qué significa ‘bajar’, ‘descender’, ‘rebajarse a sí mismo’, ‘encarnarse'”

“Feliz ascensión desde la encarnación, Iglesia cuerpo de Cristo”

Es siempre Pascua, Cristo resucitado está siempre con nosotros, pero hoy lo celebramos elevado más allá de nosotros, al cielo, a su Dios, a nuestro Dios.

Hoy, la nube de la divinidad aparta a Jesús de nuestra vista, que no de nuestra vida. De ahí que no nos quedemos plantados mirando al cielo, sino que volvamos con Cristo Jesús a los caminos de la vida.

Hoy la Iglesia contempla a Jesús enaltecido en Dios y lo aclama con las palabras del salmista: “Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas”.
Contempla lo que celebras e imita lo que contemplas: el que ahora asciende es el mismo que ha descendido; el que ahora es enaltecido es el que antes se ha rebajado a sí mismo; aquel de quien hoy celebras con gritos de júbilo la ascensión es el mismo de quien has celebrado junto con los ángeles la encarnación.

Si quieres entender qué significa “ser levantado”, “ser enaltecido”, “subir”, has de aprender primero qué significa “bajar”, “descender”, “rebajarse a sí mismo”, “encarnarse”.

Éste es el misterio de la fe: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”.

Ese camino hacia lo hondo, hacia “lo profundo de la tierra”, ese “despojarse”, “rebajarse”, “someterse”, es el camino que lleva al “enaltecimiento”, como si no hubiese otro modo de acceder a él, como si el “vaciamiento de sí” fuese el seno natural donde se genera el señorío de Cristo Jesús.

El cántico de la fe lo expresa así: “Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre, de modo que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.

Cristo Jesús “fue levantado” porque “se abajó”; se le dio “un nombre sobre todo nombre” porque a sí mismo se dio un nombre bajo todo nombre; fue constituido Señor porque asumió la condición de esclavo.

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Hoy contemplas y celebras al que es primero porque se hizo último, al que es rico porque se hizo pobre, al que “es Señor” de todos porque se hizo “siervo” de todos.

Tú, Iglesia de Cristo, sabes y confiesas que él “no se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino”.

Tú sabes y confiesas que el destino de Cristo Jesús es tu destino.

Y no olvidas que el camino de quien es cabeza nuestra, es también el camino de los miembros de su cuerpo; no olvidas que has de bajar con Cristo Jesús hasta los hambrientos de pan y de justicia, hasta el peregrino, el forastero y el emigrante, hasta el enfermo, hasta el encarcelado y el okupa, hasta el que no es como tú, el que no es de los tuyos, el que está en lo más hondo. No olvidas que has de bajar con Cristo Jesús hasta Cristo Jesús.

Si bajas, él te llevará consigo a lo alto, más allá de la nube que lo apartó de tu vista.

Él te llevará hasta Dios.

Feliz ascensión desde la encarnación, Iglesia cuerpo de Cristo.

Fuente Religión Digital

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“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

Jueves, 25 de mayo de 2023
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magdalenaA propósito de Jn 20,1-18*

José Rafael Ruz Villamil Yucatán (México).

ECLESALIA, 05/05/23.- Los testimonios de los cuatro Evangelios son unánimes al relatar que los primeros testigos de la Resurrección de Jesús de Nazaret son las discípulas del propio Maestro. Así, Marcos: “pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle.” (Mc 16,1); y luego Mateo: “pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.” (Mt 28,1); Lucas, menciona que “las mujeres [… María Magdalena, Juana y María la de Santiago…] que habían venido con él desde Galilea […] el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado” (Lc 23,55; 24,1.10); y Juan: “el primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro…” (Jn 21,1).

Vale notar que las listas de discípulas que recuerdan los sinópticos difieren entre sí, a excepción de María Magdalena, de la que el cuarto evangelio guarda memoria como la única visitante que del sepulcro del Maestro. Y es que, si se me permite la comparación, el evangelio de Juan es a los sinópticos lo que la pintura abstracta a la pintura figurativa, esto es, mientras los tres primero testimonios evangélicos buscan en la memoria histórica —con toda las salvedades de la historiografía del mundo del Nuevo Testamento—, los datos más rigurosos para transmitir la Buena Nueva de Jesús de Nazaret, el cuarto evangelio, a la distancia de muchos años de los hechos en cuestión, decanta, sintetiza y abstrae la realidad histórica en beneficio de la realidad teológica, pero guardando, empero y paradójicamente, valiosísimos datos históricos en el sentido más actual del término (así R. E. Brown, El Evangelio según san Juan, Madrid 1999).

Siendo, pues, María Magdalena el icono por antonomasia de las discípulas de Jesús en la tradición joánica, vale intentar una aproximación a la memoria conservada de ella en las doce veces que la mencionan los Evangelios. Así, Marcos (15,40-41.42-47; 16,1-8.9-13) y Mateo (27,55-56.57-61; 28,1-8) la recuerdan, de modo paralelo, entre las mujeres que permanecen en el Calvario, que, luego, observan cuidadosamente el lugar de la sepultura de Jesús, y, que, finalmente, visitan la tumba del Maestro. La memoria de Lucas es harto interesante: antes de recordarla en su visita al sepulcro (24,9-11), la menciona en el grupo de discípulas que acompañan a Jesús y patrocinan su trabajo: “Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.” (8,1-3).

Y es, precisamente. esta mención la de “los siete demonios” —repetida en Mc 16,9-13—, la que ha dado pie el rol de prostituta redimida que una cierta tradición, fatalmente ignorante tanto de los evangelios como de su contexto histórico cultural, ha sostenido sin tener en cuenta que, en términos generales, éstos relacionan el término demonio con la enfermedad, ya física, ya psicológica: ¿habrá que suponer que los demonios de la sexualidad y de la prostitución atormentaban, más bien, a los detractores de quien el Evangelio presenta como una mujer social y económicamente acomodada?.

Finalmente, si bien el evangelio de Juan menciona a María Magdalena en el Calvario (19,25-27), la referencia cumbre a esta discípula es cuando, luego de encontrar el sepulcro vacío y llorando junto a él, mantiene con el Resucitado el primer diálogo que de él conserva el cuarto evangelio.

En efecto, María Magdalena acude en cuanto puede a cumplir el homenaje al difunto que las mujeres de entonces acostumbran: llorar y lamentarse por tres días ante su sepulcro. El horror de encontrarlo abierto y vacío la convierte en mensajera de la gran Buena Nueva que aún ignora: no será sino hasta después de la visita de Pedro y el discípulo amado a la tumba vacía, cuando de rienda suelta al llanto que, si bien ritual, lo provoca ya no sólo la muerte del Maestro sino el robo de su cuerpo. La visión de dos ángeles precede al encuentro: con el rasgo característico con que el evangelio de Juan describe al Resucitado —irreconocible, en un primer momento, por su nueva realidad existencial—, Jesús se dirige a su discípula con una frase de consuelo que no disipa su confusión sino hasta que la llama por su nombre: «María». La reacción de la mujer de aferrarse a quien le hubiera transformado la vida es detenida y cambiada por un envió que, convirtiéndola literalmente en apóstol, cumple a cabalidad: “Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: «He visto al Señor»…”.

Es así que el primer anuncio de la Resurrección de Jesús de Nazaret se da en el contexto de la igualdad radical por él mismo generada en el grupo de sus seguidores: la supresión del status de inferioridad de la mujer en una dimensión entonces—y probablemente ahora— impensable (cf. H. Küng, La mujer en el cristianismo, Madrid 2002), y que, junto con otros grupos sociales marginados y sometidos, habrá de ser el rasgo característico del nuevo orden en todos, absolutamente todos los ámbitos de las relaciones humanas tal como lo iniciara el Jesús histórico en el arco de su tiempo y lo avalara de modo definitivo el Padre con su Resurrección.

*El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería y les dice:

– «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró.Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa.

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos:

– «Mujer, ¿por qué lloras?»

Ella les respondió:

– «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.»

Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús:

– «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice:

– «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»

Jesús le dice:

– «María.»

Ella se vuelve y le dice en hebreo:

– «Rabbuní que quiere decir: «Maestro»—.

Dícele Jesús:

– «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»

Fue María Magdalena y dijo a los discípulos:

«He visto al Señor»

y que había dicho estas palabras.

*

Juan 20,1-18

***

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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¿Qué tiene de raro la Ascensión?

Lunes, 22 de mayo de 2023
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IMG_9730La reflexión de hoy es de Allison Connelly, colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía está disponible aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la Solemnidad de la Ascensión se pueden encontrar aquí. Tenga en cuenta que para algunas diócesis donde la solemnidad se celebró el jueves pasado, las lecturas de la misa de hoy pueden ser diferentes.

Hay algo increíblemente raro en la Ascensión. Esta antigua fiesta, observada ya en el siglo V E.C. y celebrada en algunos lugares el jueves pasado, también se celebra este domingo. ¿Qué historias cuentan las lecturas de hoy y por qué son tan extrañas? Dejame explicar.

En el Evangelio de Mateo, Jesús promete estar con los discípulos siempre, hasta el fin de los tiempos. En Hechos, Jesús les dice a sus discípulos que recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos, y luego una nube lo levanta y lo oculta de su vista. Aparecen dos extraños vestidos de blanco para decirles a los discípulos: “El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo”. una imagen de su resultado celestial – describe a Jesús sentado a la diestra de Dios, como cabeza sobre la iglesia, “que es su cuerpo”.

Así que para aclarar: Jesús estará siempre con los discípulos, pero no corporalmente, y Jesús también está corporalmente en el cielo, y volverá corporalmente del cielo. ¿Bien? De acuerdo. Pero espera: su cuerpo está en la tierra, porque su cuerpo es la iglesia. Y cuando Jesús se va, aparece el Espíritu Santo, cambiando una Persona de Dios por otra. Pero, de nuevo, Jesús no se va, porque dice que siempre estará con los discípulos. ¿Cómo damos sentido a tantas aparentes contradicciones?

Como dije, las lecturas de la Ascensión me parecen muy raras. Primero, el cuerpo de lecturas trata sobre la transición y la transformación: de la tierra al cielo, de Cristo al Espíritu, del cuerpo humano al cuerpo de la iglesia. ¿Quién entiende más esta trans-ición y trans-formación que las personas queer y trans? Cambiamos y transformamos constantemente: nuestro vestuario, nuestro maquillaje, nuestros pronombres, nuestros nombres, nuestras identidades, nuestra presentación de género, nuestra política, incluso nuestra autocomprensión fundamental. Jesús instruye a sus discípulos – y, por extensión, a todos nosotros – a dar testimonio de él, de lo Divino, y este es nuestro testimonio como personas LGBTQ+: que la transición y la transformación pueden, en su mejor momento, acercarnos a lo que es verdadero , lo que es auténtico, y lo que es humano.

Estas lecturas también son extrañas para mí de otra manera, en el sentido de “queer” como verbo. Cuando se usa como verbo, “to queer” significa subvertir o desafiar intencionalmente nuestras suposiciones y sistemas de operación normativos y binarios (incluidos, entre otros, nuestros valores predeterminados de hetero- o cis-normatividad), a menudo a través del absurdo o la exageración, abriendo nuevos posibilidades que desdibujan nuestros límites y dejan espacio para la fluidez.

Si la Ascensión no es “absurdo” y “exageración”, ¡no sé qué es! ¿Jesús está hablando con sus discípulos, luego de repente se eleva físicamente sobre ellos, luego se esconde detrás de una nube, y luego dos extraños aparecen de la nada y comienzan a sermonear a sus amigos? He visto espectáculos de drag con menos drama.

En la Ascensión, y en las historias que encontramos hoy, todo es “sí/y“, desafiando nuestra fijación humana normativa en “o esto o lo otro“. Jesús nos ha dejado y está siempre con nosotros. El cuerpo de Jesús está en el cielo y su cuerpo es la iglesia en la tierra. Jesús regresará físicamente del cielo y ahora está presente, misteriosamente, a través del Espíritu.

Queering también es “subversivo” y “abre nuevas posibilidades”, lo cual encuentro muy claro en la Ascensión. Cuando Jesús asciende corporalmente al cielo, subvierte todas nuestras expectativas binarias sobre la separación de lo que es “humano” de lo que es “divino”. Con su cuerpo físico en el cielo y su cuerpo terrenal como Iglesia, abre nuevas posibilidades para que nuestros cuerpos humanos participen de la vida de Cristo a través del ritual y la comunidad. Se nos promete que Jesús volverá de la misma manera que se fue: en comunidad, subvirtiendo nuestra obsesión social con el individualismo y la realización personal. Mientras Jesús se despide físicamente de sus amigos, promete estar siempre con ellos a través del Espíritu de Dios, abriendo nuevas posibilidades de fluidez en la relación.

En la Ascensión, Jesús se pregunta qué significa estar presente con, para y entre nosotros. Él cuestiona nuestra comprensión de los cuerpos, la fisicalidad y la permanencia. Él extraña las distinciones que tratamos de hacer entre las muchas formas y rostros de Dios en nuestro mundo. Él queer los límites que hemos construido entre el cielo y la tierra.

Al hacer todo esto, Jesús nos invita a las personas LGTBIQ+ ritmos del acompañamiento divino, el extraño misterio de la encarnación divina y la extraña práctica de la vida en la Trinidad. Que aceptemos esta invitación a seguir el camino extraño de Jesús. Que siempre demos testimonio de su vida y amor como nuestro yo pleno en transición y transformación. Y que podamos sentir la presencia de Dios dentro de nosotros y alrededor de nosotros, en nuestra humanidad y nuestra chispa de divinidad, hasta el final de los tiempos.

—Allison Connelly-Vetter (ella/ella), 21 de mayo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Jesús está con nosotros”. 21 de mayo de 2023. Ascensión del Señor (A). Mateo,28, 16-20.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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dompasB07Asc04Mateo no ha querido terminar su narración evangélica con el relato de la Ascensión. Su evangelio, redactado en condiciones difíciles y críticas para las comunidades creyentes, pedía un final diferente al de Lucas.

Una lectura ingenua y equivocada de la Ascensión podía crear en aquellas comunidades la sensación de orfandad y abandono ante la partida definitiva de Jesús. Por eso Mateo termina su evangelio con una frase inolvidable de Jesús resucitado: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Esta es la fe que ha animado siempre a las comunidades cristianas. No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas y a nuestro pecado. Cristo está con nosotros. En momentos como los que estamos viviendo hoy los creyentes es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismo. Se diría que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: él está con nosotros.

Los obispos, reunidos con ocasión del Concilio Vaticano II, constataban la falta de una verdadera teología de la presencia de Cristo en su Iglesia. La preocupación por defender y precisar la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la eucaristía ha podido llevarnos inconscientemente a olvidar la presencia viva del Señor resucitado en el corazón de toda la comunidad cristiana.

Sin embargo, para los primeros creyentes, Jesús no es un personaje del pasado, un difunto a quien se venera y se da culto, sino alguien vivo, que anima, vivifica y llena con su espíritu a la comunidad creyente.

Cuando dos o tres creyentes se reúnen en su nombre, allí esta él en medio de ellos. Los encuentros de los creyentes no son asambleas de hombres huérfanos que tratan de alentarse unos a otros. En medio de ellos está el Resucitado, con su aliento y fuerza dinamizadora. Olvidarlo es arriesgarnos a debilitar de raíz nuestra esperanza.

Todavía hay algo más. Cuando nos encontramos con un hombre necesitado, despreciado o abandonado, nos estamos encontrando con aquel que quiso solidarizarse con ellos de manera radical. Por eso nuestra adhesión actual a Cristo en ningún lugar se verifica mejor que en la ayuda y solidaridad con el necesitado. «Cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis».

El Señor resucitado está en la eucaristía alimentando nuestra fe. Está en la comunidad cristiana infundiendo su Espíritu e impulsando la misión. Está en los pobres moviendo nuestros corazones a la compasión. Está todos los días, hasta el fin del mundo.

José Antonio Pagola

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“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”. Domingo 21 de mayo de 2023. Ascensión del Señor

Domingo, 21 de mayo de 2023
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29-AscensionA cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles: 1,1-11: Lo vieron levantarse
Salmo responsorial: 46
Efesios 1,17-23:
Lo sentó a su derecha en el cielo
Mateo 28,16-20:
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra

La primera lectura de la liturgia nos ofrece el relato de la Ascensión del Señor cuyo objetivo fundamental es trazar los rasgos específicos de la esperanza cristiana. Jesús, nuevo Elías, asciende a los cielos y este hecho no significa el fin de la historia deseado por los discípulos según se refleja en su pregunta: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?» (v.6). Se trata por el contrario, del tiempo del testimonio que prepara ese final. En el salmo interleccional se proclama la entronización de Dios como «emperador» y «rey» de toda la tierra y la carta a los cristianos de Éfeso conecta el señorío del Mesías Jesús a la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial sobre la esperanza a la que «abre su llamamiento» (1,18) .

El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).

Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.

Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.

Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.

Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.

Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.

Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.

El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.

Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios. Leer más…

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Ascensión de Dios. Dos salmos (18-21 de mayo 2023)

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Del blog de Xabier Pikaza:

Los 40 días de Pascua culminan con la Ascensión, que debía celebrarse el jueves 18. Pero, por motivos laborales de traspaso de las fiestas al domingo, este año esa fiesta de Jueves se celebra  el domingo 21.

Quedan así tres días que forman el “triduo pascual” de la Ascensión, que yo quiero animar con la música y canto de dos salmos principales de ascenso, subida y triunfo de Dios en Cristo (el 24 y el 47), conforme al tema de mi Libro de los salmos.

Tú me sondeas y me conoces. El salmo del cielo (Sal 138)

Ascensión: 17.5. 23.  Cuándo y cómo empieza el Cielo. Un Papa condena a otro Papa

Salmos de subida, cantos de ascensión

Salmos de Ascensión de Dios. El símbolo de su elevación (subida) se vincula al hecho de que el templo de Jerusalén (Sion) se encuentra en una altura. Así lo ponen de relieve los salmos graduales o de los ascensos (120-134). En esa línea, el Dios judío aparece básicamente como Elyon, Dios del alto (Altísimo), como pone de relieve Sal 47, centrado en la subida de Dios (de su Arca) a la morada de Sion, para reposar allí, reinando en Sion y subiendodesde allí (desde su montaña de Sion)ð al cielo supremo , entre aclamaciones, como Altísimo (Elyon,), Rey Grande.

El Sal 47 celebra la fiesta de la Ascensión de Yahvé, que sube entre aclama- ciones para sentarse en su trono celeste. El salmista (o sacerdote-profeta) que dirige este culto de ascensión/entronización dice a los pueblos que can- ten al Dios de Jerusalén, que triunfa subiendo al cielo. Los cristianos han aplicado ese motivo a la Ascensión de Cristo al cielo, desde el monte de los Olivos (cf. Lc 24,44-50 y Hch 1,1-14).

Con ese canto se vincula el  Salmo 24, que no trata del ascenso y triunfo de Dios, sino del triunfo y ascenso de los hombres, que suben con Dios a su más alta gloria, al Templo de la vida, siendo ellos mismos Vida de Dios.  Este es el salmo de la más alta gloria, que no se alcanza venciendo enemigos en guerra del mundo, sino habitando en el templo Dios (siendo Dios, hombres plenos) en este mismo mundo.

Y sin más introducción pasamos a presentar y comentar estos dos salmos, como cantos de los días de esta “pascua de ascensión”, que es la fiesta de subida y triunfo de Dios, la fiesta de gozo de la vida de los hombres y mujeres en el mundo.

SAL 47 (46). DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES

Este salmo pertenece al grupo de los salmos de los hijos de Coré, lo mismo que el anterior (Sal 46) que celebraba la presencia de Dios en Sion, ciudad sagrada. Esa presencia se interpreta aquí (Sal 47) como entronización y ascenso, y en esa línea podemos tomar este salmo como el primero de los que celebran la realeza de Yahvé no sólo sobre el templo y la ciudad de Jerusalén, sino entre los pueblos del entorno de Israel del mundo entero. Entre esos salmos de ascenso y triunfo de podemos recordar además Sal  95; 96; 99 y 100, e incluso algunos otros, como Sal 2 (poder de Dios y de su Ungido) y Sal 45 (epitalamio del rey vencedor). Éstos son sus rasgos principales:

– Estos salmos se vinculan temáticamente con los de Sion, en los que Dios aparecía como vencedor sobre las fuerzas de caos, imponiendo desde Jerusalén, su dominio sobre el mundo. En esa línea vinculan el reinado cósmico de Yahvé y su dominio político sobre las naciones.

Estos salmos forman parte de una liturgia antigua del templo, previa a la caída del reino (587 a. C.), cuando el rey de Jerusalén aparecía como signo y presencia del Rey del cielo. Es muy posible que ellos formaran parte de una liturgia de entronización o exaltación de Yahvé-Dios, celebrada una vez al año o en momentos especiales de entronización del nuevo rey.

Estos salmos han sido recreados a partir de la herencia nacional israelita. En esa línea es significativo el hecho de que, a pesar de proclamarse en un ámbito de templo, este salmo evoque no solo la gloria de Jacob (47, 5), sino también la de Abraham (47, 10), remitiendo a los orígenes y vida del pueblo.

Finalmente, estos salmos, han tomado gran importancia tras la caída de la monarquía (587), cuando la referencia al reino de Dios y a su rey (divino o mesiánico/humano) tiene que recibir aspectos nuevos. Más aún, a partir de la vida y mensaje de Jesús, el cristianismo ha ofrecido una reinterpretación intensa y  nueva de la realeza de Dios, de forma que estos salmos han de proclamarse y entenderse en un contexto distinto.

Este salmo revela una gran conciencia de universalidad, que proviene, precisamente de un grupo yahvista de Judea, donde se vinculan y fecundan tradiciones tribales anteriores (de Jacob y de Abraham) con la experiencia del templo de Jerusalén donde se veneraba el Dios Elyón (Altísimo y Rey), al que se identifica por un lado con Yahvé (Dios nacional de la alianza israelita) y, por otro, con Elohim, Dios universal. Esta experiencia y canto del Reinado de Dios, que se proclama en Jerusalén pertenece a la raíz originaria (profética y sacral) de la profecía anterior (Isaías y Miqueas, de Jeremías y Ezequiel). Sólo a partir de ella se ha podido formular tras el exilio la nueva conciencia universal judía, tal como aparece en este salmo:

2 Pueblos todos, batid palmas, | aclamad a Dios con gritos de júbilo;

3 porque Yahvé Altísimo es terrible, | Rey grande de toda la tierra.4 Él nos somete los pueblos | y nos sojuzga las naciones;5 él nos escogió por heredad suya: | gloria de Jacob, su amado. (Pausa)

6 Dios asciende entre aclamaciones; | Yahve, al son de trompetas:

7 tocad para Dios, tocad; | tocad para nuestro Rey, tocad.8 Porque Dios reina en toda la tierra: | tocad con maestría.

9 Dios reina sobre las naciones, | Dios se sienta en su trono sagrado.

10 Los príncipes de los gentiles se reúnen | con el pueblo del Dios de Abrahán;| porque de Dios son los “escudos” de la tierra, | y él es excelso.  

            Tras el encabezado (47, 1), que presenta este salmo como propio de los “hijos de Coré”, el texto incluye dos “invitaciones” paralelas (47, 2. 7), por la que el pueblo de Israel, reunido ante (en) el templo pide a las naciones que aclamen a Dios. A ellas siguen dos razonamientos (47, 3-6 y 8-10), introducidos por un “porque (yKiÛ), en los que se expone el alcance de esa aclamación. Leer más…

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Ascensión del Señor. Ciclo A: Triunfo y Misión.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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giotto_-_scrovegni_-_-38-_-_ascensionGiotto, Ascensión.

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En lenguaje moderno, la fiesta de hoy sería como el premio fin de carrera para Jesús, o mejor, el premio Nobel que reconociese la gran labor realizada durante toda su vida. Como diría san Ignacio de Loyola, motivo suficiente para «alegrarnos y gozarnos de tanta alegría y gozo de Cristo, nuestro Señor».

            Los autores del Nuevo Testamento no saben lo que es el fin de carrera ni el premio Nobel. Ellos recurren a imágenes muy distintas. Lucas, en el libro de los Hechos, basándose en la cultura grecorromana, presenta el triunfo como subida al cielo; la carta a los Efesios, como estar sentado a la derecha de Dios; el evangelio, como la plenitud del poder. Pero este triunfo no debe dejarnos embobados, mirando al cielo. En la primera y tercera lecturas adquiere especial relieve el tema de la misión.

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero son versiones bastante distintas.

            El evangelio ofrece una versión muy breve. El mismo día de la resurrección, después de aparecerse a los discípulos y hablar con ellos, Jesús los saca hacia Betania, los bendice alzando las manos y es llevado al cielo. Ellos se postran y vuelven alegres a Jerusalén.

            Cuando escribe el libro de los Hechos, Lucas introduce cambios muy notables en este momento final.

En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseno desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días». Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?». Les dijo: «No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”». Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».

1.- Los cuarenta días. El evangelio de Lucas y los otros evangelistas no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Por qué lo introduce Lucas en el libro de los Hechos? ¿Qué quiere decirnos? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que este se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario, para terminar también de instruirlos sobre el Reino de Dios.

2.- La comida de despedida. Se centra en la orden de Jesús de permanecer en Jerusalén hasta que reciban el Espíritu Santo. Algo parecido había escrito Lucas en el evangelio: «Quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de una fuerza de lo alto». Aquí queda más clara la referencia al Espíritu Santo, preparándonos para la próxima fiesta de Pentecostés.

3.- Se supone que el grupo se pone en marcha hacia el monte de los Olivos, porque más tarde se dirá que «se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos». Al llegar allí los discípulos manifiestan su preocupación puramente política: la restauración del reino de Israel. Su pregunta le sirve a Jesús para volver la atención a lo realmente importante: la venida del Espíritu, que les dotará de fuerza para extender el evangelio desde Jerusalén hasta el confín de la tierra. Estas palabras resumen lo que contará el libro, que anuncia la llegada del evangelio a Samaria, la costa, los paganos de Cesarea, Antioquía de Siria, actual Turquía, Grecia, terminando en Roma (que algunos consideran “el confín del mundo”). Apenas terminado de decir esto, Jesús es arrebatado e, igual que se contaba de Hércules, una nube lo oculta. Mientras los discípulos miran al cielo se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les hablan de la vuelta definitiva de Jesús.

            Con respecto al momento de la ascensión se advierten las siguientes diferencias:

                    En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

                   * En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

                   * En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

                 * En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les dirigen unas palabras.

            Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Alejandro Magno, Augusto, Drusila, Claudio, y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús

Sentado a la derecha de Dios (Efesios 1,17-23)

En la segunda lectura, el autor de la carta a los Efesios (Pablo o, más probablemente, un colaborador suyo) no cuenta la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos. Se cumple la promesa hecha al Mesías en el Salmo 110: «Siéntate a mi derecha mientras pongo a tus enemigos como escabel de tus pies». Pero la carta no menciona enemigos, sino realidades que le quedan sometidas. Quienes estudiábamos de pequeño los órdenes angélicos recordamos la serie: «ángeles, arcángeles, querubines, serafines, virtudes, tronos, dominaciones y potestades». En Éfeso, quienes tenían especial importancia en la piedad popular eran una especie de divinidades intermedias: principados, potestades, fuerzas, dominaciones. El autor de la carta no arremete contra ellos con pasión inquisitorial sino que los coloca a los pies de Jesús para dejar claro su triunfo.

Hermanos:

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Potestad plena y misión (Mateo 28,16-20)

            La primera lectura (Hechos) y el evangelio (Mateo) coinciden en ofrecernos unas palabras de despedida de Jesús a sus discípulos. El evangelio las cuenta así:

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

― Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Si comparamos lo que dice Mateo con lo que ha contado Lucas en los Hechos encontramos también aquí notables diferencias:

            ― Lucas sitúa la despedida en Jerusalén, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo.

              ― Mateo la sitúa en Galilea, los discípulos no dicen nada, Jesús los envía de inmediato al mundo entero y lo que promete no es la venida del Espíritu sino su compañía continua: «Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo».

            A pesar de estas grandes diferencias, los dos textos coinciden en la importancia de la misión.

                ― Hechos: Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

                 ― Mateo: Id y haced discípulos de todos los pueblos.

            Por eso, la Ascensión de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

            Pero las palabras de Jesús comienzan con otra idea fundamental: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra». El evangelio de Mateo ha ido contrastando desde el comienzo a Jesús con Moisés. Al principio sufrían la misma amenaza por parte del faraón o de Herodes; luego, Jesús aparecía en las tentaciones como un buen discípulo de Moisés, que citaba sus palabras en el momento oportuno; pero más tarde, en el Sermón del monte, Jesús se revela superior a Moisés, contraponiendo lo que él enseño con lo que él dice («Habéis oído que se dijo… pero yo os digo»). Cuando se llega al momento final, Moisés muere y se entona por él una elegía fúnebre al final del Deuteronomio (Dt 34). Jesús, en cambio, después de muerto recibe «pleno poder en cielo y tierra». Mateo no cuenta la ascensión pero exalta su triunfo final.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

         A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

        Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

        Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

        De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

       Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

         Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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21 de Mayo: Ascensión del Señor. Ciclo A

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Y sabed que yo estoy con vosotras todos los días, hasta el fin del mundo.”

(Mt 28, 16-20)

Que Jesús se queda con nosotras lo sabemos, pero aun así la tentación de quedarse mirando al cielo es grande. Y es que esa manera tan “encarnada” de quedarse que tiene Jesús da bastante vértigo por eso sale espontáneo lo de mirar al cielo por si cambia de opinión.

La escena me recuerda a cuando era pequeña y alguien con “autoridad” te decía que tenías que hacer algo que a ti te parecía muy difícil o que te daba vergüenza. Sabías que tenías que hacerlo pero te daba miedo y levantabas los ojos buscando el coraje que te faltaba.

Aquellos primeros discípulos estaban como niños desconcertados, entre tímidos y asustados, con esa mirada que busca en las alturas el valor que le falta por dentro.

Y a nosotras nos pasa exactamente lo mismo. Se acaba la Pascua. La Vigilia Pascual con el “subidón” de alegría nos queda ya lejos. Nuestras “Galileas” personales nos imponen nuevos retos y viejos obstáculos, pero en medio de esta cotidianidad Tú nos desafías de nuevo. A nosotras se nos escapa una mirada al cielo: ¿yo?, ¿ahora?, ¿cómo?

Y tú, de mil maneras diferentes, a cada una según sus posibilidades, nos repites el encargo:

“-Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”

Sí, esto es lo que nos pides. Tan grande y a la vez tan sencillo. Imposible pero real.

Real porque eres Tú quien está “con nosotras todos los días.” no es en el cielo donde encontraremos el coraje que nos falta, sino junto a nosotras mismas, en tu mirada compañera y cómplice.

Oración

¡Gracias, Trinidad Santa, por quedarte con nosotras de una manera tan cotidiana que a veces nos despista, pero siempre nos acompaña!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La ascensión de Jesús se inició en su nacimiento y terminó en la muerte.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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ASCENSIONDOMINGO 7º DE PASCUA (A) (ASCENSIÓN)

Mt 28,16-20

Si hemos vislumbrado en alguna medida lo que nos decía Juan los dos domingos pasados, se nos hará muy cuesta arriba entender la fiesta de hoy y la de los tres domingos siguientes. La subida de Jesús al cielo, la venida del Espíritu, la Trinidad, la Eucaristía están presentadas por los textos litúrgicos como realidades externas que se dieron en un determinado tiempo y lugar. Entendiendo literalmente los textos, desenfocamos su verdadero sentido. Estamos hablando de realidades que están fuera del tiempo y del espacio, de las que no podemos hablar en sentido estricto.

El lenguaje que utilizan los textos es simbólico y no podemos entenderlo como si fuera lógico. No podemos seguir falseando el lenguaje mítico. Cuando se creía que Dios estaba en el cielo, que el demonio estaba en el infierno y que el hombre estaba debatiéndose entre los dos, ese modo hablar era normal y se entendía perfectamente en aquella época. De Jesús se dice expresamente: Bajó del cielo, se hizo hombre, descendió a los infiernos y volvió al cielo. Nuestra manera de entender la realidad ha cambiado. Hoy no nos dice nada un cielo o un infierno como lugares de referencia.

Debemos entender la ascensión como parte del misterio pascual que es una única realidad. Ni la resurrección, ni la ascensión, ni el sentarse a la derecha del Padre, ni la glorificación, ni la venida del Espíritu, son hechos separados. Se trata de una realidad única que está sucediendo en este mismo instante, porque está fuera del tiempo y del espacio. Decir de Jesús después de muerto: a los tres días, a los ocho días, a los cuarenta días, a los cincuenta días, no tiene sentido ninguno. Hablar de Galilea o de Jerusalén, o decir que está sentado a la derecha de Dios, es literalmente absurdo.

Esto no quiere decir que sea una realidad inventada. Todo lo contrario, esa es la ÚNICA REALIDAD. Es lo que está sujeto al tiempo y al espacio lo que no tiene consistencia. Esa realidad intangible ha tenido una repercusión real en la vida de los seguidores de Jesús, y eso sí se puede descubrir a través de los sentidos. Esa realidad no temporal, es la que hay que descubrir para que tenga también en nosotros la misma eficacia. Si seguimos creyendo que es un acontecimiento que sucedió hace veinte siglos en un lugar y un momento determi­nado, ¿qué puede significar para nosotros hoy?

Las realidades espirituales, por ser atemporales, pertenecen al hoy como al ayer, son tan nuestras como de Pedro o Juan. No han sucedido en el pasado, sino que están sucediendo en este instante. Son realidades que están afectando a nuestra vida aquí y ahora. Puedo vivirlas yo como las vivieron los apóstoles. Es más, el único objetivo del mensaje evangélico, es que todos lleguemos a vivirlas como las vivieron ellos.

La ascensión empezó en el pesebre y terminó en la cruz: ¡Todo está cumplido! Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer como criatura. Después de eso no existe el tiempo para él, por lo tanto, no puede suceder nada en él. Es como un chispazo que dura toda la eternidad. Él había llegado a la plenitud total en Dios. Por haberse despegado de todo lo que en él era transitorio y terreno, solo permaneció de él lo que había de Dios, y con Él se identificó absolutamente, totalmente, definitivamente. Este es el sentido profundo de la Ascensión.

¿De verdad queremos ser cristianos? ¿Tenemos la intención de recorrer la misma senda, de alcanzar la misma plenitud, la misma meta? ¿Estamos dispuestos a dejarnos aniquilar en esa empresa, a aceptar que no quedará nada de lo que creo ser? Es duro, pero no puede haber otro camino. Si renuncio al don total de mí mismo, renuncio a alcanzar la meta. Como en Jesús, ese don total solo será posible cuando descubra que Dios Espíritu se me ha dado totalmente y está en mí para llevar a cabo esa obra.

No podemos conformarnos con quedarnos pasmados mirando al cielo esperando que él vuelva. Esa es la mejor manera de hacer polvo todo el quehacer de Jesús en la tierra. La idea de que Dios o Jesús o el Espíritu pueden hacer en un momento determinado algo por mí, ha desvirtuado la religiosidad cristiana. Dios, Jesús y el Espíritu lo han hecho todo por mí y lo siguen haciendo en todo instante. Yo soy el que tengo que hacer algo en un momento determinado para descubrir esa realidad y vivirla.

El relato de Mateo, que acabamos de leer, es un prodigio de síntesis teológica. No hay en él ninguna alusión a la subida al cielo, ni a dejar de verlo. Consta simplemente de una localización dada, una proclamación de poder y tres ideas básicas. Situar la escena en un monte, es una indicación suficiente de que lo que le interesa no es el lugar, sino el simbolismo (ámbito de lo divino donde está Dios). Que lo sitúe en Galilea, tiene para el evangelista un significado muy concreto. Judea había rechazado a Jesús y no era ya el lugar donde encontrarse con Dios.

Jesús no pudo decir que se le ha dado todo poder, porque después del bautismo rechazó el poder como una tentación. Este doble lenguaje nos ha despistado. No hay un poder bueno y otro malo. Todos son perversos. Se trata de expresar que ha alcanzado la plenitud absoluta por haberse identificado con Dios en el don total de sí mismo. Debemos tener en cuenta que la primera interpretación del misterio pascual, está formulada en términos de glorificación; antes incluso de hablar de resurrección.

El envío a predicar también tiene un carácter absoluto: “todos los pueblos”. El tema de la misión es crucial en todos los relatos pascuales. La primera comunidad intenta justificar lo que era práctica generalizada de los cristianos. Predicar el Reino de Dios no es un capricho de unos iluminados sino mandato expreso de Jesús. Todo cristiano tiene como primera obligación llevar a los demás el mensaje de su Maestro.

No se trata de enseñar doctrinas ni ritos ni normas morales sino de instar a una manera de proceder. Esto está muy de acuerdo con la insistencia de los evangelios en las obras como presencia de Dios en Jesús y en los que le siguen. Si tenemos en cuenta que el núcleo del evangelio es el amor, comprenderemos que, en la práctica, el amor es lo primero que tiene que manifestarse en un cristiano.

Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Fue el tema del evangelio de los dos domingos pasados. Ya habían dejado claro que todo lo que hizo Jesús era obra del Padre y del Espíritu. Ahora sigue siendo Dios en sus tres dimensiones el que va a continuar la obra de salvación a través de sus seguidores. Jesús habla de enviar al Espíritu, de quedarse él con nosotros, de que el Padre vendrá a cada uno. Los tres “vendrán” a mí cuando me dé cuenta de que ya están.
Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La casa del Padre.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Mt 28, 16-20

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»

(Extracto de la homilía de Ruiz de Galarreta en una misa funeral)

La muerte es lo más seguro de nuestra vida. Día tras día se nos van muriendo amigos, conocidos, parientes, desconocidos. La muerte es lo normal, pero la sentimos como lo más inesperado, lo más terrible, lo más absurdo. Y tenemos razón, porque no nos hizo Dios para morir sino para vivir. No existe la muerte; existe este modo de vivir al que llamamos vida, y la VIDA, con mayúsculas y sin muerte; la casa del Padre donde se nos espera a todos.

A todos. Porque el que nos ha puesto en la vida no puede fracasar. Si dependiera de nuestro amor, no se nos morirían los seres queridos. Al Amor todopoderoso no se le muere ningún hijo. Al Buen Pastor todopoderoso no se le pierde ninguna oveja. Creados para la vida, en manos del amor todopoderoso, en buenas manos.

Cuando Jesús muere rodeado de tinieblas, sus discípulos no se lo pueden creer. Ellos esperaban el triunfo terreno del Mesías, y esperaban mal, y fue la muerte de Jesús la que les hizo esperar otras cosas, esperar mejor. Y les nació otra fe y otra esperanza. Como la de Jesús. Jesús no murió gritando «Dios mío ¿por qué me has abandonado?». Jesús murió gritando «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y tras ese acto de confianza, saltó al vacío, seguro de que allí estaban esperándole los brazos de su Padre.

Misión cumplida.

Nosotros esperamos quizá disfrutar aquí y ahora sin disgustos, sin enfermedades, sin contrariedades, esperamos que no se nos mueran los seres queridos, esperamos que el consumo nos dé felicidad, esperamos tantas cosas… y esperamos mal, y la presencia de la muerte nos invita a esperar mejor. No se puede ser feliz en esta vida que tenemos. El caminante es del todo feliz solamente cuando llega. Se pueden pasar buenos ratos en el camino, pero la felicidad está sólo al final.

Y así, paradójicamente, de la muerte, precisamente de la muerte, nace la fe en la VIDA, en la vida tal como nosotros nunca podremos imaginar, porque está pensada, planeada por Dios mismo, por el mismo Amor Todopoderoso, y como dijo Pablo: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni inteligencia humana puede siquiera concebir lo que Dios tiene preparado para sus hijos».

En las manos de Dios dejamos a los seres queridos que se nos van, en buenas manos. Damos gracias al Padre porque nos los regaló y por la vida que nos regala. En las manos de Dios nos sentimos nosotros, los que todavía somos caminantes y le pedimos, todos por todos, para que nos enseñe a caminar y devuelva a nuestros corazones la fe y la paz. Una paz que no nace de la resignación ni de los razonamientos, sino de la confianza en que el Padre sigue estando ahí, aunque a veces nos resulte tan difícil de entender.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Reflexiones de María, discípula amada, en el monte de Galilea.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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7-ASCENSION-297x300Mt 28, 16-20

Mateo 28, 16-20

Nunca imaginé que la presencia de Jesús llegaría a ser tan viva, en la comunidad y en cada un@ de nosotr@s.

El grupo de discípul@s nos fuimos a Galilea, allí donde Jesús empezó su misión. Hombres, mujeres y niñ@s, nos pusimos en camino, como nos había pedido, con la esperanza de volver a encontrarle.

Y así fue. Eran tiempos difíciles, muy difíciles. Mientras caminábamos fueron cobrando vida muchas palabras que nos había dicho el Maestro cuando predicaba: “No os dejaré huérfanos…, voy a prepararos una morada… id a Galilea, allí me veréis…” Y su presencia se fue haciendo más palpable a lo largo del camino.

En el monte de Galilea tuvimos una experiencia increíble. No sabría explicar bien lo que ocurrió, pero tuvimos la certeza de que Jesús se acercó y nos dijo: Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.

Muchas personas nos postramos, como hacíamos en el Templo de Jerusalén. Nos rendimos ante el misterio de Jesús de Nazaret. Lo habían condenado como un proscrito, pero tras su muerte y resurrección, se nos cayeron las escamas de los ojos y le aceptamos como el Hijo Amado del Abbá y como el Señor de nuestra vida.

Tengo que reconocer que algunos apóstoles dudaban. Les dijimos que tenían esclerocardia, es decir, dureza de corazón, porque eran incapaces de ver lo que estaba ocurriendo y se aferraban a sus viejas ideas (y a sus miedos, aunque no querían reconocerlo)

Jesús nos envió a hacer discípulos a todos los pueblos y a enseñarles lo que Él nos había transmitido. Creo que en nuestro interior tuvimos un sentimiento parecido: ¿cómo íbamos a ser capaces de enseñar, si éramos gente sencilla, muy sencilla? ¿Cómo podíamos dirigirnos a otros pueblos, con otras lenguas y culturas?

Pero las palabras de Jesús estaban cargadas de vida:  Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.

Volvimos a nuestras casas, a nuestras aldeas, felices y conscientes de nuestra misión. Y sabíamos que podríamos llevarla a cabo, porque Jesús estaba con nosotros, y estaría hasta el final de los tiempos.

******************

Sugiero que en las homilías de este fin de semana haya un tiempo de silencio para que cada persona podamos interiorizar las palabras: Estás conmigo, estás con nosotr@s, todos los días, hasta el fin de los tiempos.

Porque si nos lo creemos, nos levantaremos cada mañana con otra energía, con la fuerza del Espíritu, con el dinamismo de la Ruah. En lugar de lamernos las heridas que tenemos.

Si nos lo creemos, al mirar a cada persona, reconoceremos que es una persona “habitada” por el Espíritu. Y nos relacionaremos desde otras claves.

Si nos lo creemos, seremos conscientes de que el mañana, con todas sus incertidumbres, también está “habitado”.

Si nos lo creemos, distinguiremos mejor la enseñanza de la erudición y nos animaremos a crecer como maestras y maestros de vida -y de Vida-, porque es el propio Maestro quien nos va tallando, personalmente y en comunidad.

María, discípula amada.

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Más allá del proselitismo religioso

Domingo, 21 de mayo de 2023
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21 mayo 2023

Mt 28, 16-20

No se entiende que el autor del evangelio ponga en boca de Jesús un mensaje de este tipo, cuando el mismo autor le hizo decir en unos capítulos anteriores: “No vayáis a regiones de paganos ni entréis en los pueblos de Samaría. Id más bien a las ovejas perdidas de Israel” (Mt 10.5-6).

No solo eso. Parece igualmente claro que el bautismo “en el nombre” de la Trinidad no provino de Jesús, sino que nació más tarde en el contexto de las primeras comunidades.

Todo parece indicar que aquel “envío misionero”, aunque puesto en boca de Jesús, es claramente posterior. Para el año 80 -fecha en que se escribe este evangelio-, las comunidades habían conocido una notable expansión y la teología de Pablo se había extendido, constituyendo ya un “cuerpo doctrinal” que influyó de manera decisiva en los propios evangelios, que se escribieron posteriormente.

Según el parecer de los estudiosos, Jesús no buscó fundar una religión nueva, ni tampoco pretendió crear ninguna iglesia. Todo ello fue surgiendo más tarde, de la mano del ya citado Pablo, cuyos escritos llegaron a conformar un primer cuerpo dogmático, caracterizado -como ocurre en toda secta que nace- por el mesianismo y la rigidez.

Es precisamente en ese marco sectario -en el sentido original del término-, donde encuentra un favorable caldo de cultivo el proselitismo: quienes se consideran portadores de la verdad pretenden atraer a ella a toda la humanidad (“todos los pueblos”).

Sin embargo, el mensaje genuino de Jesús no fue proselitista, sino que destaca, más bien, como llamada a una fraternidad universal, basada en actitudes de confianza radical y amor incondicional.

El proselitismo distingue entre “los nuestros” -que están en la verdad- y “los otros”, que deben ser convertidos a la misma. La comprensión de lo que somos sabe ver la verdad profunda de todo ser humano y, aunque de manera lúcida y crítica, se inclina respetuosamente ante el camino de cada cual.

¿Cómo veo a los otros?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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383905AF-C7BB-48A9-989F-6B01AE3BC5D5Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01,- Amigo de Dios: Teó – filo

San Lucas comienza el Libro de los Hechos (primer “diario” o “historia” de las comunidades cristianas) dirigiéndose a Teófilo, que significa: amigo de Dios. (Theos: Dios / philos: amigo).

Del mismo modo que en el evangelio de San Juan aparece la figura del Discípulo Amado, y todos somos discípulos amados de Dios. En San Lucas nos encontramos con el amigo  de Dios: amigos de Dios somos todos. Dios es nuestro amigo siempre.

    Bueno es que -como creyentes- nos sintamos amigos de Dios en la vida. Dios y Jesús son amigos nuestros.

02.- La Ascensión

    En el libro de los Hechos (que es de S Lucas), la Ascensión acontece a los cuarenta días de la Pascua, mientras que en el Evangelio de S Lucas, la Ascensión acontece el mismo día de Pascua.

    Por otra parte, los evangelistas Marcos, Juan y Mateo no narran la Ascensión.

San Mateo ubica la despedida –que no la Ascensión- de Jesús en Galilea (tierra de gentiles – misión) y se despide quedándose con ellos: estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos.

Esto significa que la Ascensión es un acontecimiento de fe, no un hecho históricamente comprobable

    Al final la Ascensión es un modo de hablar para decir que Jesús terminó en Dios o con Dios, pero sigue con nosotros y que ahora la misión de evangelizar es tarea nuestra.

03.- ¿Ascensión a los cielos?

El cielo de las estrellas y el cielo de la Ascensión al que ascendió Cristo no son idénticos.

En la fiesta de la Ascensión del Señor no estamos diciendo que Cristo, anticipándose a la ciencia moderna, emprendiera un viaje espacial.

La Ascensión de Cristo, más que una “subida” es un paso del tiempo a la eternidad, de lo visible o lo invisible, de la inmanencia a la trascendencia, de la opacidad del mundo a la luz de Dios, de los hombres a Dios, de la física a la meta-física. La Ascensión de Cristo es “ascensión” sólo en ese sentido.

El cielo no es un lugar, sino un estado personal en Dios.

El lugar de JesuCristo y el lugar del ser humano es Dios, el amor de Dios.

La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés son aspectos diversos del mismo acontecimiento que es la Pascua. Los celebramos como momentos distintos por un poco de pedagogía y otro poco de liturgia para poner de relieve el rico contenido que hay en el hecho de pasar Cristo de este mundo al Padre.

04.- La Ascensión esperanza de la vida.

La última mirada.

    Lo vieron levantarse, marcharse y dejarles solos en la vida. Sea como fuere, el Jesús de la historia marchó y –de alguna manera- se despidió de los suyos.

    Es como la última mirada que dirigimos al ser querido que marcha o que nos deja definitivamente. Y dejas Pastor santo, que dirá Fray Luis de León (1527-1591).

Pero dos aspectos alivian y convierten la despedida en esperanza.

05.- La Ascensión alienta nuestra esperanza. Terminaremos como y donde terminó Jesús y María.

 El ser humano es esperante.

Decía el médico y filósofo Pedro Laín Entralgo (1908-2001) que el ser humano espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza. Nosotros no podemos darnos la plenitud, la recibimos de Dios.

06.- Celebramos que el Señor permanece y está con nosotros siempre hasta el fin de los tiempos.

Es cierto que no hay que quedarse plantados mirando al cielo, pero hemos de mirar al cielo.

Es una fiesta en la que intuimos y celebramos nuestro final. Vamos a terminar como Cristo, (y como la Virgen María: Asunción).

No os quedéis plantados mirando al cielo,

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Recordatorio

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