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“Actualizar la Cuaresma”, por Gabriel Mª Otalora.

Viernes, 23 de febrero de 2024

Convertíos y creed en el Evangelio - 1De su blog Punto de Encuentro:

Llamamos Cuaresma al periodo de 40 días (cuadragésima) como tiempo de preparación de la Pascua. Esto es importante y se nos olvida: que no es solo una puerta estrecha, ni el objetivo es la mortificación. Ocurre lo mismo cuando subimos una montaña para disfrutar de las vistas y tonificar el cuerpo: el objetivo no es el cansancio, el esfuerzo muscular, el frío o el calor del camino, sino las vistas maravillosas, el reponer fuerzas en la cima compartiendo un buen refrigerio, el haberlo conseguido y el placer de la experiencia vivida.

Por eso entiendo mal el aspecto de las procesiones de Semana Santa, centradas en el Viernes Santo, e incluso en el dolorismo que a veces lo impregna todo. La Cuaresma y la Semana Santa apuntan a lo esencial: a la Pascua, al paso del Señor de la muerte a la Vida, con lo que esto supone de esperanza y tarea a nuestro alrededor. La razón de ser de la Cuaresma es justamente prepararse para vivir la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte, que no tiene la última palabra. Buena Noticia, sin duda.

Naturalmente que para ello hay que esforzarse en el tiempo cuaresmal de cara al compromiso evangelizador a base de ejemplo. Es un mandato principal que los medios para lograrlo no deben despistarnos, y mucho menos convertirlos en fines. La Cuaresma en el siglo XXI no ha cambiado en su fundamento, pero, como decía Juan XXIII, hay que estar con los signos de los tiempos a la hora de su aplicación por cada creyente.

Cuaresma significa cambio a mejor. Es un tiempo fuerte para vivir con una doble mirada, primero interior, y desde ahí a nuestro alrededor con los ojos de Dios. Lo cierto es que la palabra “conversión” está devaluada, ahora se percibe como un retroceso al pasado, algo obsoleto y anacrónico… ¿Qué significa “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15)? En positivo es una mejora en nuestras actitudes personales para que generen amor en sus diferentes formas (compasión, ayuda, aceptación, comprensión, escucha…). En negativo es el esfuerzo por domeñar aquellas actitudes no son acordes con la Buena Noticia que Jesús vivió y predicó.

Conversión para ser la mejor posibilidad de cada uno, sin quedarnos en una Cuaresma de solo privaciones y normas… Es algo más exigente que el cumplimiento del “cumplo y miento”. Es corregir las desviaciones del corazón y orientarlo de nuevo hacia Dios. La conversión interior, la que cuesta mucho más que los sacrificios tradicionales.

¿Qué nos dice el Papa del tiempo de Cuaresma? El camino de conversión cuaresmal se manifiesta en hechos concretos, de hacer o de no hacer. Para esta Cuaresma 2024, Francisco nos propone reflexionar sobre la esclavitud (consumismo y otras adicciones) y la libertad (para convertirla en amor). “No se trata solamente de tomar distancia del mal, sino de poner en práctica todo el bien posible: esto es convertirse”. El Señor es capaz de “hacer este milagro”, es decir, “cambiarnos”, no de un día para el otro, sino en el camino de toda la vida.

CONVERSIÓN Y SINODALIDAD

Palabras del Papa: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto-preservación”. La reforma de estructuras que exige la conversión de nuestras actitudes sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” al mundo (EG 27).

De este modo, la conversión personal y pastoral es presentada como la condición sin la cual no habrá una verdadera reforma eclesial. Más importante es cambiar las actitudes que las estructuras, que también, porque lo importante es vivir el Mensaje como Pueblo de Dios, y no la institución eclesial, que es un medio operativo para el fin. De hecho, la conversión pastoral está ahora relacionada con las “reformas espirituales, pastorales e institucionales” (Aparecida 367).

Se ha recalcado mucho la importancia de la formación permanente. Pero Francisco afirma: no es suficiente, porque se necesita también y, sobre todo, “una conversión y una purificación permanente”. Sin ella, “el esfuerzo funcional sería inútil”.

El Papa propone “dos caminos” que nos desafía a que continuamos el viaje sinodal eclesial. El primer camino es la oración: Tenemos que escuchar a Jesús para llevar a cabo la misión. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Jesús en la Palabra, pero también en los acontecimientos de la vida. Y lo segundo escucha también a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia. Esto es difícil, ¡pero es una estupenda penitencia!

Mientras continuamos nuestro camino hacia la alegría pascual, meta de la Cuaresma, nos esforzamos en la conversión -mediante el ayuno, la limosna y oración cuaresmales-, entendida de manera amplia. Va mucho más de lo litúrgico y doctrinal. Va de llevar la cruz de cada día a la manera en que la vivió Jesús, transformándola en amor.

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Fracaso

Jueves, 1 de junio de 2023
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Del blog de José Agirre Umbrales de Luz:

crucified-jesus-carole-foret

[Permítame Rafael Cárdenas, poeta venezolano de 92 años,
dedicar su poema a Jesús y a todos los profetas y profetisas fracasadas. J.A.
]

 

Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.

Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente,
difícil de entreleer es tu letra.

Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje
que traías, más precioso que todos los triunfos.
Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para
salvarme.
Por mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles
éxitos, me has quitado salidas.
Era a mí a quien querías defender no otorgándome brillo.
De puro amor por mí has manejado el vacío que tantas noches
me ha hecho hablar afiebrado a una ausente.
Por protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer
prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste de oficios suicidas.

Tú siempre has venido al quite.

Sí, tu cuerpo llagado, escupido, odioso, me ha recibido en mi más
pura forma para entregarme a la nitidez del desierto.
Por locura te maldije, te he maltratado, blasfemé contra ti.

Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante soberbia.
¡Cuánto te debo!
Me levantaste a un nuevo rango limpiándome con una esponja
áspera, lanzándome a mi verdadero campo de batalla,
cediéndome las armas que el triunfo abandona.
Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la angustia de representar un papel,
mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con esfuerzos propios,
reñir las jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y rebelde.
Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado
ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido.

Me has brindado sólo desnudez.

Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú misma traías el cauterio!,
pero también me diste la alegría de no temerte.
Gracias por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias a ti, que me has privado de hinchazones.
Gracias por la riqueza a que me has obligado.
Gracias por construir con barro mi morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.

(1996)

 

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Hablando en lenguas y arrojando ladrillos, el Espíritu Santo está vivo en Pentecostés y en el orgullo

Lunes, 29 de mayo de 2023
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IMG_9768Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson

La publicación de hoy es del editor gerente de Bondings 2.0, Robert Shine, cuya biografía se puede encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para Pentecostés (Misa de Vigilia) en las que se basa esta reflexión se pueden encontrar aquí. Tenga en cuenta que las lecturas de Pentecostés para la Misa del domingo son diferentes.

“Porque en esperanza fuimos salvos. Ahora la esperanza que ve no es esperanza. Porque ¿quién espera lo que ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con perseverancia esperamos”. (Romanos 8:24-25)

Durante la semana pasada, leí sobre la decisión de Target de eliminar los artículos Pride de sus estantes, o al menos esconderlos en los rincones traseros de las tiendas. TikTok me mostró los videos de personas anti-LGBTQ+ que desmantelan las pantallas del Orgullo y acosan a los empleados, acciones que provocaron que la cadena minorista retrocediera. Nunca creí que el capitalismo arcoíris conduciría a la liberación queer, por lo que me siento ambivalente acerca de esta disputa corporativa. Aún así, la noticia me preocupa.

El Mes del Orgullo comienza en unos pocos días, y el momento difícilmente se siente como una celebración. Porque lo que me preocupa en este momento no es realmente sobre Target o Bud Light o cualquier corporación que venga después. Se trata de la creciente amenaza en los Estados Unidos no solo para nuestros derechos como personas LGBTQ+, sino también para nuestras vidas, en particular las personas trans o no binarias, y de estas, en particular las personas de color. La violencia manifiesta es común, pero, más común, es la “violencia de discriminación en cámara lenta menos obvia y menos visible”, como escribieron los obispos de EE. UU. en una carta pastoral de 1994.

Los logros obtenidos con tanto esfuerzo por el movimiento LGBTQ+ en los últimos años se están erosionando, y rápidamente. En su lugar, hay nuevas leyes que prohíben el cuidado de afirmación de género, censuran los planes de estudios escolares, prohíben el arrastre y más. La lectura de hoy de la Carta de Pablo a los Romanos habla de esperanza. Pero para las personas LGBTQ+ y nuestros seres queridos en este momento histórico, cuando tanto anda mal, ¿qué significa la esperanza?

Para mirar hacia adelante con esperanza, primero debemos mirar hacia atrás. Durante siglos, cuando la homosexualidad fue patologizada y criminalizada, muchas personas LGBTQ+ existieron de manera muy similar a los discípulos de Jesús después de la Resurrección: escondidos, el armario era una versión moderna del Aposento Alto. Pero los discípulos comenzaron a predicar las Buenas Nuevas, y Frank Kameny, uno de los primeros defensores LGBTQ+ en los EE. UU., proclamó “Gay is Good”. Los respectivos movimientos comenzaron a ser más visibles ya crecer.

Entonces el Espíritu Santo brotó—en Pentecostés y en el Orgullo. En Jerusalén, los discípulos de Jesús hablaron en lenguas. En Stonewall, los amigos de Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera tiraron ladrillos. Ambos grupos tenían en común una resistencia divinamente inspirada a las opresiones que aplastan a tanta gente, y la esperanza de un mundo justo.

En este momento, las personas LGBTQ+ y sus aliados en los EE. UU. nos encontramos nuevamente en un momento de incertidumbre. Donde hace tan solo unos años el horizonte de la igualdad aparecía más claro, ahora esa visión es mucho más borrosa y el horizonte parece más lejano.

San Pablo escribe que no podemos esperar lo que vemos. La esperanza se trata de creer en lo invisible. Hoy, mucho más allá de los eventos de Jerusalén y Stonewall, sabemos lo que sucedió: el cristianismo floreció y floreció el movimiento LGBTQ+. Pero esos primeros discípulos y activistas no sabían lo que sucedería con sus acciones. No podían ver lo que sucedería. Así que confiaron en la esperanza.

Esperar es una elección radical, no un sentimiento cálido o una emoción fugaz. Esperar es creer en la promesa de Dios de liberación invisible, incluso cuando la evidencia que tenemos ante nosotros parece demostrar lo contrario. Esperar es unirse a los discípulos de Jesús y los alborotadores de Stonewall para decir “” al movimiento del Espíritu de Justicia entre nosotros.

Cuando se le preguntó acerca de nuestro mundo atribulado, una hermana católica dijo una vez: “Tengo esperanza, pero no soy optimista”. A mí también me falta optimismo en estos días. Pero este Pentecostés y Orgullo, sigo a los discípulos y activistas antes que yo al elegir esperar en lo oculto. Y para sostenerme, me uno a su llamado centenario: “¡Ven, Espíritu Santo, ven!”

—Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 28 de mayo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Nuevo comienzo”. 28 de mayo de 2023. Pentecostés (A). Juan 20, 19-23.

Domingo, 28 de mayo de 2023
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28_PENTECOSTES_A_1682737Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. No pueden escuchar sus palabras llenas de fuego. No pueden verlo bendiciendo con ternura a los desgraciados. ¿A quién seguirán ahora?

Está anocheciendo en Jerusalén y también en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza. Poco a poco, el miedo se va apoderando de todos, pero no tienen a Jesús para que fortalezca su ánimo. Lo único que les da cierta seguridad es «cerrar las puertas». Ya nadie piensa en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Sin Jesús, ¿cómo van a contagiar su Buena Noticia?

El evangelista Juan describe de manera insuperable la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús, lleno de vida, se hace presente en medio de ellos. El Resucitado está de nuevo en el centro de su comunidad. Así ha de ser para siempre. Con él todo es posible: liberarnos del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la evangelización.

Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna queja ni reprobación. Solo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre ha encomendado a Jesús.

Lo que necesita hoy la Iglesia no es solo reformas religiosas y llamadas a la comunión. Necesitamos experimentar en nuestras comunidades un «nuevo inicio» a partir de la presencia viva de Jesús en medio de nosotros. Solo él ha de ocupar el centro de la Iglesia. Solo él puede impulsar la comunión. Solo él puede renovar nuestros corazones.

No bastan nuestros esfuerzos y trabajos. Es Jesús quien puede desencadenar el cambio de horizonte, la liberación del miedo y los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos para abrir las puertas y ser capaces de compartir el evangelio con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Pero hemos de aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Cuando Jesús vuelve a presentarse a los ocho días, el narrador nos dice que todavía las puertas siguen cerradas. No es solo Tomás quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado. También los demás discípulos han de ir superando poco a poco las dudas y miedos que todavía les hacen vivir con las puertas cerradas a la evangelización.

José Antonio Pagola

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 28 de mayo de 2023. Pentecostés

Domingo, 28 de mayo de 2023
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34-PentecostesB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

El relato de Hechos que leemos en la primera lectura es una construcción del escritor lucano. Su finalidad es eminentemente teológica. No es un acontecimiento cronológico sino kairótico en la misma línea de la fiesta de la ascensión que celebramos y comentamos el domingo pasado. Lucas recoge la «fiesta de las semanas» del antiguo Israel. Esta fiesta se celebraba para conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí. La entrega de las tablas de la Ley a Moisés en medio de truenos relámpagos y viento huracanado.

El redactor de Hechos toma los elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar que es una intervención de Dios. Quiere significar la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana. Es el comienzo de la etapa definitiva en la historia de la salvación. Es el comienzo de la predicación del evangelio por parte de la Iglesia apostólica. Estos elementos también recuerdan el anuncio profético del «Día del Señor». Este pasaje entrelaza elementos históricos y escatológicos. El Espíritu empuja a la Iglesia más allá de las fronteras geográficas y culturales. Por eso todos entienden el mensaje en su propia lengua. Allí se han dado cita todos los pueblos hasta entonces conocidos indicando la universalidad del mensaje evangélico. Otro elemento importante es el aspecto comunitario: los discípulos están reunidos en comunidad y el anuncio inaugura una nueva comunidad.

En la primera de Corintios Pablo enfatiza la acción del Espíritu en la vida de los creyentes y en la construcción de la Comunidad eclesial. Conciente de las divisiones que se vivían al interior de esta comunidad insiste en que los dones, los carismas, los ministerios y los servicios proceden de un mismo Espíritu. Por lo tanto todos los carismas, dones y ministerios están en función del crecimiento de la Iglesia. La acción del Espíritu cualifica la misión de la Iglesia en el mundo y no sólo para la santificación individual. El Espíritu articula interiormente la misión de Jesús y la misión de la Iglesia.

El cuarto evangelio presenta dos escenas contrastantes. En primer lugar, los discípulos encerrados en una casa, llenos de miedo y al anochecer. En segundo lugar, la presencia de Jesús que les comunica la paz, les muestra sus heridas como signo de su presencia real, se llenan de alegría y Jesús les comunica el Espíritu que los cualifica para la misión. El miedo, la oscuridad y el encerramiento de «la casa interior» se transforman ahora con la presencia de Jesús en paz, alegría y envío misionero. Son signos tangibles de la acción misteriosa y transformante del Espíritu en el interior del creyente y de la comunidad. Resurrección, ascensión, irrupción del Espíritu y misión eclesial aparecen aquí íntimamente articuladas. No son momentos aislados sino simultáneos, progresivos y dinamizadores en la comunidad creyente.

Jesús cumple sus promesas. Les ha prometido a sus discípulos que pronto regresará, que nos les dejará solos. Les ha dicho que el Espíritu Santo de Dios les asistirá para que entiendan todo lo que él les ha anunciado. Así lo hace. Ahora les comunica el Espíritu que todo lo crea y lo hace nuevo. Jesús sopla sobre ellos como Dios sopló para crear al ser humano. Ellos son las personas nuevas de la creación restaurada por la entrega amorosa de Jesús.

La violencia, la injusticia, la miseria y la corrupción en todos los ámbitos de la sociedad nos llenan de miedo, desaliento y desesperanza. No vemos salidas y preferimos encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros asuntos individuales y olvidarnos del gran asunto de Jesús. Entonces es cuando él irrumpe en nuestro interior, traspasa las puertas del corazón e ilumina el entendimiento para que comprendamos que no nos ha abandonado. El sigue presente en la vida del creyente y en el seno de la comunidad. Sigue actuando a través de muchas personas y organizaciones que se comprometen a cabalidad para seguir luchando contra todas las formas de pecado que deshumanizan y alienan al ser humano. El Espíritu de Dios sigue actuando en la historia aunque aparentemente no lo percibamos. No es necesario hacer tanta bulla para decir que el Espíritu está actuando. Muchas veces no lo sentimos porque actúa en forma muy sencilla a través de gestos que pueden pasar desapercibidos.

¿Qué signos de la presencia dinamizadora del Espíritu de Dios podemos percibir en nuestra vida personal, familiar y comunitaria? ¿Conocemos personas que actúan bajo la acción del Espíritu? ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para descubrir y potenciar los dones y ministerios que el Espíritu sigue suscitando en personas y comunidades?

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21-28.05.23: Ascensión ↔ Pentecostés. Subió para bajar. Marchó para quedarse

Domingo, 28 de mayo de 2023
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ascensionDel blog de Xabier Pikaza:

En la Ascensión (21.5.) se cumple el ciclo pascual, que comenzaba con el Padrenuestro: Venga tu Reino. En Pentecostés (28.5) se celebra su plena encarnación, su presencia de Cielo, pues ha ido diciendo: “estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, yo mismo seré vuestro Espíritu Santo (Mt 28, 16-20).

Pentecostés: Dios Espíritu, Alma y Cuerpo de los hombres

Cada uno su enseñanza (1 Cor 14, 26). Escuela de todos, no doctrina de unos pocos.

Cada uno un salmo

 El símbolo de la “ascensión o subida” ha sido más utilizado por los evangelios de Lucas… y resulta inseparable del símbolo del descenso o venida de Dios, con el que comienza todo el ciclo de la liturgia y de la vida humana: El Verbo de Dios se ha hecho carne (Jn 1, 14), venga a nosotros tu Reino.

 — El cielo de “arriba” es el final y utopía del camino de la historia de los hombres, un camino iluminado y potenciado por Jesús. Pero, al mismo tiempo, ese cielo es la presencia del Reino de Dios en la vida de los hombres. que Jesús ha iniciado con su vida y entrega de amor, un camino en el nosotros mismos vamos siendo “cielo” (Reino) por la presencia del Espíritu de Cristo;

— El cielo es el trono de Dios donde Jesús está “sentado a la derecha del Padre”…  en el que nosotros, absortos en Dios seremos para siempre en vida transformados. Pero, al mismo tiempo, el cielo es el amor de vida que vamos compartiendo, unos en otro y con otros,  en el  trono y mesa donde estamos llamados a sentarnos en comunión de amor, poniendo en el centro del “banquete” (del pan y de la libertad) a los expulsados de la historia, a los pobres, humillados..

INTRODUCCIÓN

El símbolo “dogma” de la Ascensión contiene una serie de elementos simbólicos (alguien diría “míticos”) que son muy importantes en la historia cultural y religiosa de la humanidad. Así han de tomarse, como “símbolos”, buscando pues el sentido profundo del lenguaje

  Arriba y abajo, vivir, caminar, serEn la mayoría de los pueblos el “cielo” (es decir, la plenitud de la vida) está arriba (y el infierno, la destrucción, está abajo); por eso, subir es purificarse, ascender de la tierra de muerte a la altura de Dios… Así tenemos un universo en tres pisos: Infierno, tierra y cielo…

Pero hoy sabemos que en sentido cósmico no hay arriba ni abajo, que el universo no tiene tres pisos, sino que es una especie de todo en el que todas las cosas están implicadas… Por eso, muchos en vez de subir prefieren hablar de “ahondar”, penetrar en la hondura de misterio. Más que la altura, Dios sería la profundidad, movimiento y plenitud de la vida de los hombres, pues en él vivimos, nos movemos  y somos (Hch 17, 28)

Cielo, tierra. El cielo aparece ante todo como el horizonte superior del cosmos, lleno de astros y estrellas, como signo divino. Así lo han visto los Chinos en Oriente, y los Aztecas e Incas en Occidente. Así lo han visto griegos, romanos y vascos (que presentan a Dios como Jaun Goikoa, Señor del Alto). Pero ése es un símbolo antropológico, más que cósmico, y el mismo Kant, gran racionalista) se emocionaba mirando el cielo en la noche… aunque sabía (y hoy saben mejor los astro-nomos) que el cielo no es la altura sino la inmensidad cósmica hecho de frío y de expansión de fuerzas que no controlamos.

Vivir, transformarse, ser… Los héroes tienen que subir a la montaña cósmica, llegar a la altura, encontrar su identidad… Jesús ha logrado “subir”. Nadie había llegado hasta el “cielo de Dios”, Jesús ha llegado, ha culminado su camino, nos ha abierto una senda para llegar a nuestra verdad… Estamos hechos para ascender, para encontrar nuestra verdad. Pero la verdadera subida es el descubrimiento de nuestra identidad, ser lo que somos cambiarnos en la misma vida, esto es en el tiempo de nuestra identidad.

Estar sentado a la derecha de Dios en Cristo, de forma que él sea nosotros y nosotros seamos él, al mirarnos porque Dios es la entrada en la vida, como en el icono de la Trinidad de Rublev donde somos al mirarnos, dándonos luz (esto es, dándonos vida) .

Por un lado, el cielo está “arriba”, desde siempre y para siempre. El Cielo es Dios. Así le han visto no sólo algunos grandes Salmos judíos, sino todo el pensamiento griego: El Cielo de Platón es la altura de la vida… Salvarse es subir al cielo.

 Pero, en otro plano, el cielo está en el futuro y se identifica con el Reino que vendrá… No hay cielo todavía, habrá cielo cuando Jesús culmine su obra, como muestra el Apocalipsis. No se trata pues de subir al cielo (dejando la tierra), sino de llegar al cielo caminando desde la tierra…

PLENITUD PASCUAL DE JESÚS, ASCENSIÓN AL CIELO

Jesús no ha venido para tomar a los hombres y llevarles (subirles) al cielo que está arriba, como quería un tipo de idealismo popular, como a veces se ha pensado. Él ha venido para estar, para ser la vida de nuestra vida la carne de nuestra carne, el espíritu de nuestro espíritu.

 – EVANGELIO DE MATEO. Jesús no se va, sino que queda en la montaña desde la que envía a sus seguidores y les acompaña y asiste hasta el día de la consumación del mundo: Yo estoy con vosotros… Éste Jesús aparece así como el “Dios con los hombres”, conforme al motivo central de la tradición de la alianza israelita. Esta nueva forma de ser y de estar presente define su compromiso mesiánico, ya culminado en un sentido en la Pascua (Mt 28, 20).

– PABLO Y JUAN, APOCALIPSIS…. Jesús no se va, sino que está con sus amigos y con todos, como espíritu de vida (tradición paulina), como vida y luz que alumbra (Juan)… No hay según eso Ascensión, sino revelación pascual, Jesús está presente en el camino de sus discípulos, dirigiéndoles al futuro de su reconciliación total que es el Reino de Dios.

 – ASCENSIÓN, LUCAS Y HECHOS DE LOS APÓSTOLES. Pues bien, al lado de esas perspectivas, la dogmática cristiana ha resaltado de manera constante y uniforme una visión que, enraizada en el AT (Sal 110, 1), supone que el Kyrios o Señor está sentado, a la Derecha de Dios Padre, en ámbito de cielo, culminada la historia, enviando su Espíritu. Esa es la tradición que aparece al final del Evangelio de Lucas y al principio del libro de los Hechos, la que se ha vuelto dominante en la tradición del “credo” de la Iglesia que dice:

Subió a los cielos, está sentado a la Derecha de Dios Padre… 

250px-Pentecostés_(El_Greco,_1597)– Espacio. Hech 2, 33-34, reasumiendo una de las tradiciones más antiguas de la iglesia, dice que “habiendo sido elevado a la derecha de Dios…. “. De esa forma evoca la existencia de un espacio superior, de un campo de ser o realidad más alta donde viene a expandirse y reflejarse el poder de lo divino (=su derecha). En esta línea se añade que Jesús ha sido recibido o acogido en el cielo, lugar de plenitud, espacio de Dios (cf. Hech 3, 21; Ef 6, 9; Col 4, 1; Hebr 8, 1). Podemos preguntar: ¿no habremos separado a Jesús de nuestra tierra, creando de esa forma un tipo de geografía mítica que le acaba desligando de la historia? ¡De ninguna forma!   Estar sentado “en el cielo” significa estar viviendo unos en otros.

– Tiempo. Hebr 1, 3 afirma que después de realizar la purificación de los pecado… se sentó a la Derecha de la Majestad, en las Alturas, vinculando de esa forma espacio superior (cielo geográfico) y tiempo futuro (cielo de culminación histórica). De esa forma se unen, en relación inseparable, el aspecto cósmico e histórico de la salvación, personalizados para siempre en el Jesús pascual, exaltado y ascendido al cielo. El mismo ascenso espacial aparece como plenificación histórica: se ha cumplido el tiempo, Jesús ha perdonado el pecado de los pueblos y ha penetrado por (con) nosotros en la altura de Dios.

Por eso el “Tiempo Futuro” (Cristo está sentado ya) es de un modo radical el “tiempo histórico” del compromiso por los hombres, y en los hombres. El mismo Cristo que, en un sentido, ha culminado su camino es el que sigue caminando con los hombres, sufriendo en ellos, animando en ellos la marcha hacia el Reino de la Pas Completa. En la base este gesto (Ascensión) está por tanto la entrega pascual (Jesús ha cumplido su tareas), el compromiso de sus seguidores (que se unen a Jesús en la entrega por el Reino)… y la esperanza del futuro de la meta la plenitud o salvación para los humanos.

– Compañía. Dios Trinidad Un humano puede sentarse en solitario para descansar, pensar, mandar, encontrándose aislado o teniendo a los demás delante de él, separados de su sede, en actitud de esucha reverente. Pues bien, existe una manera más perfecta de sentarse que se realiza en amistad y celebración y exige compañía. La riqueza y calidad de esa sesión está en el valor personal de los acompañantes. Por eso, nuestro texto añade que Jesús “se sentó a la derecha de Dios Padre”. De esa forma se personalizan las cuestiones anteriores de espacio y tiempo: la Ascensión y Sesión de Jesús se convierte en signo de comunicación: es momento de diálogo, tiempo de amor compartido. Jesús y el Padre, sentados y dialogando en el Espíritu, aparecen de esa forma como espacio y tiempo de vida para los humanos, como principio de toda comunión, en el doble plano:

Comunión divina: Jesús y el Padre son principio de toda comunión, son fuente del Espíritu Santo. Por eso, la Ascensión (sesión de Jesús con el Padre) es el principio del que brota el Espíritu, es la fuente de Pentecostés. En algún sentido, ésta es ya la Fiesta de la Trinidad, del Dios cumplido, completo. b. Comunión humana: Jesús lleva consigo a los hombres…, a lo largo del camino de la historia, abriendo un espacio de salvación para ellos. Dios asume nuestro espacio y nuestro tiempo en Cristo, de quien podemos y debemos afirmar que se ha sentado junto al Padre, abriendo para los hombres un camino de reconciliación.

 – Se ha sentado para descansar. La redención se ha cumplido “ya” Es como el hombre o mujer que, a la caída de la tarde, toma asiento ante la casa o en el centro de ella, recibiendo a familiares, amigos y conocidos. De manera semejante se sentó Jesús en el brocal del pozo antiguo de Siquén, al borde de camino fatigoso (cf. Jn 4, 5-6). Ahora lo hace en su sede final, pues el trayecto ha sido duro y su acción arriesgada: está sentado porque ha terminado su tarea y porque quiere mantener, plenificar lo realizado. Hebr 10, 12 añade que perpetúa ante el Padre su gesto de entregar en favor de los humanos, ofreciendo por ello su sangre (es decir, su vida). La redención se ha cumplido, se ha desvelado el misterio. Jesús no es un héroe errante, sin meta. Su vida tiene una meta: La plenitud de los hombres en Dios.

– Se ha sentado para gozar, para que gocemos. Jesús ha ofrecido el mensaje de su felicidad a los humanos y ahora quiere compartir con ellos el reino conseguido, en experiencia de intensa compañía. Desde esa perspectiva es importante señalar que Jesús está sentado y no acostado: vela con los suyos y no duerme; se interesa por los hombres y mujeres de la tierra, no se olvida. No ha pasado por la historia para abandonarla en descampado, sino para gozar con los suyos la alegría de la acción bien hecha, el placer de la existencia compartida. Por eso, la fiesta de la Ascensión es una fiesta de gozo y alegría por la “victoria de Dios”, realizada y cumplida en Cristo. La vida tiene un sentido, estamos ya salvados… como saben los discípulos de Pablo, cuando dicen en las cartas a los colosenses y efesios que ya estamos, de hecho (en el fondo) sentados con Cristo en el cielo, glorificados, en plenitud…

– Se ha sentado para reinar, ha llegado el Reino de Dios. No escapa y se refugia a solas, en gesto de olvido. Por el contrario, Cristo coloca el trono de su gloria en el mismo campo de lucha de la historia, para acompañar a los humanos más amenazados. Allí se sienta con autoridad suprema, no para imponerse con violencia sobre los demás, sino para ayudarles en la marcha de la vida. De esa forma actualiza el reinado de Dios sobre el mundo: se sienta en el trono para acompañar mejor a los humanos, en gesto de paz, superando con su entrega de amor la violencia de la historia. Frente a los príncipes y señores que emplean el poder para imponerse, Jesús reina para ofrecer libertad y alegría a los humanos. Ahora se cumple la verdad del Padre Nuestro: El mismo Dios Padres es el Reino… por eso decimos “venga tu Reino”, que venga Dios… Pues bien, ahora sabemos que el Reino está llegado, el Reino es la presencia y plenitud de Dios, que se manifiesta por Cristo, como futuro de salvación ya presente…. Por eso, creer en la Ascensión significa comprometernos a instaurar el Reino de Dios, la justicia, la fraternidad

– También se ha sentado para juzgar y redimir (Icono Trinitario). El credo actual, manteniendo una división ilustrativa (propia de la teología de Lc-Hech), distingue entre sesión presente (Jesús está elevado a la derecha del Padre) y juicio futuro (ha de venir…). La tradición más antigua ha vinculado ambos gestos: “veréis al Hijo del humano sentado a la derecha de Poder (=Dios) y viniendo en las nubes del cielo” (cf. Mc 14 62 par); el mismo Jesús que está sentado y comparte la gloria de Dios está viniendo para culminar el juicio mesiánico. La misma cátedra de su descanso y gozo, de su reinado y magisterio, aparece así como promesa de juicio salvador: viene Jesús para ofrecer a los humanos el misterio de su gracia transformante. En ese sentido el “juicio” es necesario, es necesario el discernimiento entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia, entre la comunión de vida y la opresión… El Cristo que Reino sigue impulsando a los hombres a vivir en justicia, a liberar y redimir… Así lo mostraba el Icono Trinitario de Santo Tomás in Formis (año 1210), donde el Cristo sentado vincula a blancos y negros, esclavos y libres, para iniciar en la tierra un camino de reconciliación, de liberación.

– Se ha sentado para comer y celebrar (Icono de la Trinidad de Roublev).

 Rublëv, Andrei Icono de la Trinidad 1411Las palabras griegas que la tradición emplea en cada caso son semejantes: kathesthai (sentarse) y anakeisthai, anaklinein (recostarse). Jesús mismo ha destacado la felicidad de aquellos que participarán en el banquete del reino (cf. Lc 14, 15; Mt 8, 11 par): al final de su camino sobre el mundo, él ha querido celebrar con los suyos un banquete, ofreciéndoles su vida en alimento (cf. Lc 22, 14-20 par). Pues bien, esa comida de agradecimiento, esa eucaristía culminadora se vuelve banquete mesiánico (cf. Mt 22, 1-14 par). Se completa así lo que Jesús ha comenzado a realizar en Galilea, como mesías del pan, de la comida mesiánica de las multiplicaciones y la cena (cf. Cap. 1, 1, 4).

Jesús y los suyos, todos los humanos, han sido creados para sentarse y gozar, para comer juntos, compartiendo la existencia. Por eso, la sesión celeste del Señor debe interpretarse como plenitud eucarística, celebración desbordante de la vida. Así lo muestra el Icono de la Trinidad de Roublev, donde Cristo está sentado con el Padre y el Espíritu, ofreciendo su banquete, el banquete de Dios, a todos los hombres.

La sesión del Cristo nos conduce hasta la meta gozosa y misteriosa de la historia, hasta el lugar y tiempo ya cumplido donde el mismo Dios se expresa como banquete de amor para todos. Así se vinculan por siempre los dos signos preferidos de Jesús: banquete y bodas, sentarse en comida nupcial, reclinarse y recostarse, en amor que no se acaba, convirtiendo la vida en transparencia de gracia. Sentarse es ya vivir en plenitud: llegar hasta el lugar donde la fuente de la vida se hace meta de gozo culminado, plaza y avenida gozosa de existencia, en comunión de mesa y lecho, en ciudad de amor transfigurado (cf. Ap 21-22).

 A LA DERECHA DEL PADRE. DE ASCENSIÓN A PENTECOSTÉS

Así recibe Jesús en intimidad y apertura universal el poder de lo divino, compartiendo su reino de gracia, fundando un tiempo de entrega y plenitud para los humanos. En esta perspectiva pueden y deben vincularse dos experiencias:

– En el tiempo de su vida, Jesús se sentó con los pobres del camino, ofreciéndoles palabra y asistencia. Vivió para los otros (pro-existencia), convirtió su vida en alimento y comunión de todos los humanos.

– Culminada su historia, Jesús se sienta con el Padre, ofreciendo a todos la intimidad de su diálogo con Dios, en felicidad compartida. No abandona a los humanos, sino que los eleva a la derecha de su Padre. Historia final, plenitud de Dios:

Una morada para todos Así pasamos del camino de la historia mesiánica (Jesús sentado con los pobres) a su plenitud de reino (les ofrece el misterio trinitario). Ha culminado la historia pascual, el despliegue intradivino: el Padre ha engendrado a Jesús y Jesús le ha entregado (devuelto) su vida, en comunión ya realizada. Pues bien, en el camino de esa entrega mutua que es la comunión eterna venimos a sentarnos los humanos. No nos abandona Jesús, sino todo al contrario: ha subido al trono para ofrecernos un espacio de vida a su lado.

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La importancia del Espíritu. Domingo de Pentecostés. Ciclo A.

Domingo, 28 de mayo de 2023
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250px-Pentecostés_(El_Greco,_1597)Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La liturgia de la misa no ha tratado muy bien al Espíritu Santo. En el Gloria, después de extenderse en el Padre y el Hijo, al final, casi por compromiso, se añade: «con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre». Y el Credo, aunque lo reconoce «Señor y dador de vida», da más importancia a su relación con las otras personas divinas («procede del Padre y del Hijo») y limita su acción al Antiguo Testamento («habló por los profetas»). Afortunadamente, los textos bíblicos ofrecen una imagen mucho más rica. Pero también más compleja, porque Lucas y Juan ofrecen dos versiones muy distintas del don del Espíritu Santo; cada uno quiere ofrecer un mensaje peculiar. Pero es preferible comenzar por el texto más antiguo, el de la primera carta a los Corintios (escrita hacia el año 51).

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)

            En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Volvemos a las dos versiones del don del Espíritu: Hechos y Juan.

La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

            A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Ya lo había anunciado el profeta Joel cuando dijo que el Señor enviaría su espíritu sobre todos los israelitas sin distinción de género (hijos e hijas) de edad (ancianos y jóvenes) ni de clase social (siervos y siervas). Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por diez). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos presentes.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

― ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

            La representación pictórica más famosa de esta escena es la del cuadro de El Greco, conservado en el museo del Prado. Hay en él un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce (representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite, por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a finales del siglo XVI María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre las feministas actuales). El Greco no podía pintar una comunidad de ciento veinte personas, pero ha sugerido la diversidad y totalidad del don a través de la Magdalena.

            Sobre el don de lenguas puede verse el apéndice que incluyo al final.

La versión de Juan 20, 19-23

            Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

― Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

― Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

― Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

            Este pasaje ya lo leímos el segundo domingo de Pascua. En el comentario que entonces envié destacaba los distintos temas: el miedo de los discípulos, el saludo de Jesús, la prueba de las manos y el costado, la alegría de los discípulos, la misión y el don del Espíritu. Recuerdo lo que dije a propósito del último tema, fundamental en la fiesta de hoy.

            Los evangelios de Mc y Mt no dicen nada de este don, y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Conclusión

            Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla.

 Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don, en tus dones espléndido,
luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Amén.

El don de lenguas

«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).

El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.

El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el “profeta”).

Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.

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28 de Mayo. Domingo de Pentecostés. Ciclo A

Domingo, 28 de mayo de 2023
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Pentecostés

 

“- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

Recibid el Espíritu Santo.”

(Jn 20, 19-23)

Tú nos dejas tu Espíritu Santo, nosotras te habríamos pedido un manual de instrucciones. Suerte que no nos preguntaste.

Pero otros poderes que buscan manejarnos saben que, mezclada con nuestra ansia de libertad, llevamos una buena dosis de inseguridad. El miedo es la puerta ancha por la que desde siempre han entrado los dominadores de todos los tiempos.

Hoy se nos hace creer que somos libres si nos ponemos bajo el yugo del consumo. La publicidad es el manual de instrucciones. Ella nos explica cómo triunfar, cómo ser feliz, cómo tener éxito.

Alguien ha diseñado minuciosamente cómo debemos comportarnos, qué debe preocuparnos y también nos suministran los entretenimientos oportunos para que no pensemos demasiado.

Lo de la compensación- insatisfacción funciona a la perfección. Se crea una necesidad, un deseo. Se ofrece algo para satisfacer ese deseo. Pero solo de una manera parcial. Así de la compensación lo que recibimos es insatisfacción. Es el mecanismo del consumismo.

Sin embargo este sistema no genera gente feliz. Poco a poco vamos descubriendo sus engaños y resulta que solo la libertad que viene del Espíritu es la que le da sentido a la vida.

Esa falta de “manual de instrucciones” es lo que nos hace crecer en responsabilidad. Vencer nuestros miedos y hacer opciones valientes.

Jesús resucitado nos vuelve a recrear. Como al principio del Génesis (Gn 2, 7), sopla su aliento de vida y el Espíritu se une a nuestra humanidad, se hace compañía y fuerza trasformadora.

El Espíritu en su incansable labor nos despierta, generación tras generación. Nos libera de todos aquellos poderes engañosos. Y nos hace crecer en lo que somos: Hijas amadas.

Oración

A modo de oración te invito a escuchar esta canción con el hermoso texto de la secuencia del Espíritu (Solo haz clic aquí).

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios es Espíritu, imaginarlo de otra manera nos lleva a la idolatría.

Domingo, 28 de mayo de 2023
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lengua-de-fuegoPENTECOSTÉS (A)

Jn 20,19-23

Espíritu es el concepto más escurridizo de la teología. La Escritura no es de gran ayuda en este caso, porque las numerosas referencias al Espíritu, tanto en el AT como en el NT no se pueden entender al pie de la letra. Apenas podremos encontrar dos pasajes en los que tenga el mismo significado. El valor teológico lo debemos descubrir en cada caso, más allá de la literalidad del discurso. Algo está claro: en ningún caso en toda la Biblia podemos entenderlo como una entidad separada que actúa por su cuenta.

Pablo aporta una idea genial al hablar de los distintos órganos. Hoy podemos apreciar mejor la profundidad del ejemplo porque sabemos que el cuerpo mantiene unidas a billones de células que vibran con la única vida. Todos formamos una unidad mayor y más fuerte aún que la que expresa en la vida biológica. El evangelio de Juan escenifica también otra venida del Espíritu, pero mucho más sencilla que la de Lucas. Esas distintas “venidas” indican que Dios-Espíritu-Vida no tiene que venir de ninguna parte.

No estamos celebrando una fiesta en honor del Espíritu Santo ni recordando un hecho que aconteció en el pasado. Estamos tratando de descubrir y vivir una realidad que está tan presente hoy como hace dos mil años. La fiesta de Pentecostés es la expresión más completa de la experiencia pascual. Los primeros cristianos tenían muy claro que todo lo que estaba pasando en ellos era obra de Dios: Padre, Hijo y Espíritu. Vivieron la presencia de Jesús de una manera más real que su presencia física. Ahora, era cuando Jesús estaba de verdad realizando su obra de salvación en cada uno de los fieles y en la comunidad.

Pablo dijo: sin el Espíritu no podríamos decir: Jesús es el Señor (1 Cor 12,3)”. Ni decir: “Abba” (Gal 4,6). Pero con la misma rotundidad hay que decir que nunca podrá faltarnos el Espíritu, porque no puede faltarnos Dios en ningún momento. El Espíritu no es un privilegio ni siquiera para los que creen. Todos tenemos como fundamento de nuestro ser a Dios-Espíritu, aunque no seamos conscientes de ello. El Espíritu no tiene dones que dar. Es Dios mismo el que se da, para que yo pueda ser lo que soy.

Cada uno de nosotros estamos impregnados de ese Espíritu-Dios que Jesús prometió (dio) a los discípulos. Solo cada persona es sujeto de inhabitación. Los entes de razón, como instituciones y comunidades, participan del Espíritu en la medida en que lo viven los seres humanos que las forman. Por eso vamos a tratar de esa presencia del Espíritu en las personas. Por fortuna estamos volviendo a descubrir la presencia del Espíritu en todos y cada uno de los cristianos. Somos conscientes de que, sin él, nada somos.

Ser cristiano consiste en alcanzar una vivencia personal de la realidad de Dios-Espíritu que nos empuja desde dentro a la plenitud de ser. Es lo que Jesús vivió. El evangelio no deja ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios-Espíritu: fue una relación “supra personal”. Lo llama papá, cosa inusitada en su época y en la nuestra; hace su voluntad; le escucha siempre. Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar esa experiencia de Dios. Toda su predicación estuvo encaminada a hacer ver a los que le seguían que tenían que vivir esa misma experiencia para alcanzar la plenitud de humanidad que le alcanzó.

El Espíritu nos hace libres. “No habéis recibido un espíritu de esclavos, sino de hijos que nos hace clamar Abba, Padre”. El Espíritu tiene como misión hacernos ser nosotros mismos. Eso supone no dejarnos atrapar por cualquier clase de sometimiento alienante. El Espíritu es la energía que tiene que luchar contra las fuerzas desintegradoras de la persona humana: “demonios”, pecado, ley, ritos, teologías, intereses, miedos. El Espíritu es la energía integradora de cada persona y también la integradora de la comunidad.

A veces hemos pretendido que el Espíritu nos lleva en volandas desde fuera. Otras veces hemos entendido la acción del Espíritu como coacción externa que podría privarnos de libertad. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de Dios, que obra desde lo hondo del ser y acomodán­dose totalmente a la manera de ser de cada uno, por lo tanto, esa acción no se puede equiparar, ni sumar, ni contraponer a nuestra acción; se trata de una moción que en ningún caso violenta ni el ser ni la voluntad del hombre.

Si Dios está en cada uno de nosotros, no puede haber privilegiados. Dios no se parte. Si tenemos claro que todos los miembros de la comunidad son una cosa con Dios, ninguna estructura de poder o dominio puede justificarse apelando a Él. Por el contrario, Jesús dijo que la única autoridad, que quedaba sancionada por él, era la de servicio. “El que quiera ser primero sea el servidor de todos.” O, “no llaméis a nadie padre, no llaméis a nadie Señor, no llaméis a nadie maestro, porque uno sólo es vuestro Padre, Maestro y Señor.”

El Espíritu es la fuerza que mantiene unida la comunidad. En el relato de los Hechos, las personas de distinta lengua se entienden, porque la lengua del Espíritu es el amor, que todos entienden. Es lo contrario de lo que pasó en Babel. Este es el mensaje teológico del relato. Dios hace de todos los pueblos uno, “destruyendo el muro que los separaba, el odio”. El Espíritu fue el alma de la primera comunidad. Se sentían guiados por él y se daba por supuesto que todo el mundo tenía experiencia de su acción.

Jesús promueve una fraternidad cuyo lazo de unidad es el Espíritu-Dios. Para las primeras comunidades, Pentecostés es el fundamento de la Iglesia naciente. Está claro que para ellas la única fuerza de cohesión era la fe en Jesús que seguía presente en ellos por el Espíritu. No duró mucho esa vivencia generalizada y pronto dejó de ser comunidad de Espíritu para convertirse en estructura jurídica. Cuando faltó la cohesión interna, hubo necesidad de buscar la fuerza de la ley para subsistir como comunidad.

“Obediencia” fue la palabra escogida por la primera comunidad para caracterizar la vida y obra de Jesús en su totalidad. Pero cuando nos acercamos a la persona de Jesús con el concepto equivocado de obediencia, quedamos desconcertados, porque descubrimos que no fue obediente en absoluto, ni a su familia ni a los sacerdotes ni a la Ley ni a las autoridades civiles. Pero se atrevió a decir: “mi alimento es hacer la voluntad del Padre”. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es nuestro verdadero ser.

Para salir de una falsa obediencia debemos entrar en la dinámica de la escucha del Espíritu que todos poseemos y nos posee por igual. Tanto el superior como el inferior, tienen que abrirse al Espíritu y dejarse guiar por él. Conscientes de nuestras limitaciones, no solo debemos experimentar la presencia de Espíritu, sino que tenemos que estar también atentos a las experiencias de los demás. Creernos privilegiados o superiores con relación a los demás, anulará una verdadera escucha del Espíritu.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El soplo de Dios.

Domingo, 28 de mayo de 2023
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Jn 20, 19-23

«Recibid el Espíritu Santo»

Sabemos que la escala ontológica es como la ladera de una montaña, donde una piedra puede caer, pero nunca remontarse hacia arriba. Y lo sabemos porque existe la evidencia histórica de que nunca nadie ha sido capaz de construir una realidad ontológica superior partiendo de otra inferior, es decir, de que nadie ha sido capaz de dar vida a un objeto inanimado, o dotar de conciencia o inteligencia a un ser irracional. En lo más alto de esa escala están el amor, la libertad, la tolerancia, la compasión, la capacidad de Dios, la belleza… y sabemos que no pueden proceder de una realidad inferior, y cuyo “principio de la existencia” no hemos sido capaces de encontrar dentro del mundo.

Al parecer, a Stanley Kubrick (quien manifiesta no creer en Dios) le ocurría lo mismo que a nosotros: que le era imposible imaginar un mecanismo evolutivo capaz de convertir un animal irracional esclavo de sus instintos, en un ser humano libre y consciente. En su película “2001, odisea en el espacio”, Kubrick narra la historia de la evolución humana a lo largo de varios millones de años, y lo curioso es que imagina esa evolución dirigida por algún tipo de inteligencia o fuerza indeterminada representada por un monolito negro. El monolito aparece en los momentos clave, cuando el cambio es sustancial, y en cierto modo expresa su desconcierto ante la radicalidad de esa etapa evolutiva.

En cambio, hace tres mil años, el cronista bíblico lo tenía claro: «Modeló Yahvé al hombre de la arcilla y sopló en su rostro aliento de vida». Desde la cultura cientifista que nos empapa, desdeñamos su interpretación porque nos consta que no tenía ni idea de cosmología, ni selección natural, ni genética, ni biología… pero quizá nos convendría hacer un pequeño esfuerzo por comprenderle.

Nuestro cuerpo y nuestro cerebro proceden del barro, pero es evidente que somos más que barro. El cronista expresa este plus que hay en nosotros con una imagen preciosa: “el soplo de Dios; el espíritu de Dios”. Y desde esta imagen se puede entender por qué amamos, por qué nos compadecemos, por qué sabemos distinguir entre el bien y el mal, por qué nos estremecemos con la música… y es porque venían con el soplo de Dios. Dios nos ha trasmitido su espíritu, y su espíritu es amor, inteligencia, libertad, belleza…

El cronista se ocupa de lo fundamental, aunque ignore los detalles. Ignora que Dios tardó miles de millones de años en hacer el muñeco de barro, y que durante ese tiempo hemos recorrido toda la escala evolutiva. Ignora también que por esa razón nuestro código genético se parece tanto al de los animales y tenemos sus mismos instintos. Pero el cronista va mucho más allá, y dice a continuación que también estamos constituidos por soplo de Dios. Y a partir de esa información, podemos intuir que los genes nos arrastran hacia abajo, hacia el barro del que proceden, y que el soplo de Dios nos arrastra hacia arriba, hacia el amor, hacia la compasión…

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿A qué experiencia me remite el Espíritu Santo, hoy?

Domingo, 28 de mayo de 2023
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pentecostes-8DOMINGO DE PENTECOSTÉS (A)

(Jn 20,19-23)

Un signo de nuestro tiempo es la constatación de un espíritu universal. El ser humano actual se manifiesta ciudadano del mundo. Los medios de comunicación difunden tanta información (también basura), tantos acontecimientos relevantes en tiempo real que podríamos pensar que el entendimiento es posible. Sin embargo, este espíritu universal no se realiza sin graves tensiones y desencuentros. Es más, los motivos por los que los pueblos se ven abocados a reunirse no son, por lo general, el llegar a lograr una fraternidad sin fronteras. Uno de los objetivos prioritarios es la competitividad en el mercado internacional o la opresión secular de unos sobre los otros. La complejidad de estas dificultades son como los dolores de parto de un mundo que pugna por dar a luz lo universal, que va construyendo la unidad y la conciencia de que todos formamos parte de un mismo pueblo con un mismo destino.

La Iglesia, comunidad del Espíritu de Unidad, extendida entre todos los pueblos, trata de anunciar y testimoniar que somos un solo pueblo viviendo una comunión de hermanos y hermanas. El Espíritu Santo es aliento de vida, empuje creador, fuerza para reparar lo dañado, reunir lo separado, viento que barre la contaminación, fuego purificador, agua que limpia y fecunda…

El Espíritu de Dios es un poder infinito de amor. “Revoloteaba sobre las aguas” (Gn 1,2) desde la creación. Se revela constantemente en cada logro positivo del ser humano, en el coraje de cada persona y generación. Dios Espíritu-Ruah se ha embarcado en la misma historia y es para todos/as Sabiduría, Señora y Dadora de vida, Maestra, Defensora, Reveladora de la Palabra de Dios. El Espíritu de Dios es, a la vez, el Espíritu de Jesús, el que lo ha resucitado. Ello significa que el Espíritu que creó el mundo, el que lo sostiene y lo impulsa permanentemente con Amor le dará la plenitud haciendo posible la nueva creación en el universo. El acontecimiento pascual acontece simultáneamente: muerte-resurrección-ascensión-pentecostés.

Surge deslumbrante la certeza: creado para el amor y la alegría, el ser humano está llamado a la alegría y el amor –ésa es su verdadera naturaleza- y esto se cumplirá. Conocer ese fondo último que nos habita, es conocer a Dios; vivir ese amor, esa belleza y libertad que somos, es vivir a Dios y en Dios, que es el nombre de la vida. Ese es el mensaje que nos transmite Juliana de Norwich, beguina.

“Desde el momento en que esto me fue revelado, deseé muchas veces saber lo que nuestro Señor quería decir. Y años después me fue respondido en mi entendimiento: “Y bien, ¿deseas saber lo que nuestro Señor ha querido decir? Conócelo bien, amor era su significado. ¿Quién te lo revela? Amor. ¿Qué te reveló? Amor. ¿Por qué te lo reveló? Por amor. Permanece en ello y conocerás más y más el amor”. “Así me fue enseñado que el amor es el propósito último de nuestro Señor. Y vi con plena certeza que Dios, ya antes de crearnos, nos amaba. Su amor nunca disminuyó y nunca disminuirá. En nuestra creación, tuvimos un principio, pero el amor en el que nos creó estaba en Él desde toda la eternidad”.

Las tres lecturas de este domingo, confluyen en esta certeza. En Hechos 2,1-11, encontramos el significado de Pentecostés: el Espíritu-Ruah nos invita a hablar nuevos lenguajes, emplear metáforas femeninas, atrevernos a recrear formulaciones anacrónicas que no nos dicen nada. Nadie debería tener, ni siquiera la Iglesia, el monopolio de la evangelización, de la teología, del conocimiento. La liturgia actual clama una profunda renovación. La Divinidad es ternura, madre, compasión, efusión, matriz, presencia, fuente, brisa, vida, luz, bondad, fuego, misericordia, aliento… ¿lo expresamos así, hoy, en nuestras celebraciones?

El Salmo 103 proclama: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra” entendiendo que es presencia que ya nos habita. En la 1 Carta a los Corintios (12,3b-7.12-13) Pablo nos recuerda que “hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo”. La Iglesia no puede seguir siendo espacio de discriminación entre hombres y mujeres, entre clérigos y laicos, entre culturas privilegiadas y culturas arrinconadas o despreciadas. ¿Qué puertas mantiene todavía cerradas? ¿Y yo?

El primer día de la semana la comunidad se encuentra reunida, celebra la fracción del pan, la Eucaristía; es en la mesa compartida donde descubrimos al Resucitado. Porque creemos, “vemos”. Esa experiencia nos habla del Espíritu, de la misión a la que estamos llamados, de la paz y del perdón que debemos ejercitar cada día. “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. El núcleo central es, pues, comunicar y favorecer la vida ya que Él ha venido “para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10). Sentirse enviado es reconocerse “cauce” a través del cual la Vida se manifiesta en mí, en nosotros, tal como somos. El Resucitado comunica su propio Espíritu y nos hace partícipes de su propio Dinamismo y de su propio Gozo, el mismo que lo acompañó durante toda su vida.

Dios Espíritu es el fundamento de nuestro ser y la fuerza de unión de la comunidad. Por eso las personas se entienden, porque la lengua del Espíritu es el Amor, que todo el mundo puede comprender. La vivencia de la fraternidad de las primeras comunidades, mediante la fe en Jesús presente en ellos por el Espíritu, pronto se convierte en estructura jerárquica donde unos pocos mandan y la mayoría obedece. ¿A quién? No es la voluntad de Dios lo que se busca, sino someter a los demás a la propia voluntad.

El “perdonar y retener los pecados” se halla vinculado a la tradición sinóptica de “atar y desatar”. La lectura que hizo el concilio de Trento, que vio en estas palabras la institución del sacramento de la penitencia, es una interpretación dogmática, que fuerza lo que el texto quiere expresar. La clave para salir de ese callejón sin salida es ponernos a la escucha del Misterio de Dios, aprender a percibirlo en lo más íntimo de nuestro ser, aun en medio de la mediocridad y la frivolidad del mundo que nos rodea. Se nos reconoce, pues, como sus discípulos/as en cuanto habitados por aquel mismo “Espíritu de verdad”, que nos capacita para discernir lo verdadero de lo falso.

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Miedo y Paz

Domingo, 28 de mayo de 2023
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IMG_9732Fiesta de Pentecostés

28 mayo 2023

Juan 20, 19-23

Los “relatos de apariciones” -en realidad, catequesis orientadas a fortalecer la fe de las primeras comunidades- buscan transmitir paz y confianza a aquellos discípulos que, en un medio más o menos difícil en incluso hostil, debían verse atrapados en el miedo. De hecho, el contraste entre miedo y paz se repite en todo ese tipo de relatos.

Con frecuencia, los humanos tendemos a pensar que tanto los miedos como la paz se hallan fuera de nosotros. De se modo, aun sin ser conscientes de ello, terminamos más o menos alienados, implorando de alguien que nos libere del miedo y nos garantice la paz.

Se trata de una actitud comprensible, pero básicamente infantil: es el niño quien se siente dependiente y necesita que alguien desde “fuera” venga en su ayuda. La persona adulta sabe que tanto los miedos como la paz habitan dentro de ella misma. Es indudable que las circunstancias externas nos condicionan en un sentido u otro. Pero, en último término, la “llave” de nuestro mundo interior está en nosotros.

Aun aceptando que los condicionamientos de mi propia psicobiografía tienen su propio peso, hoy puedo cultivar conscientemente una actitud de paz interior o, por el contrario, alimentar miedos de todo tipo.

La clave para tomar una u otra dirección es la comprensión. Comprensión que no es necesariamente inteligencia ni erudición, sino consciencia lúcida de lo que realmente somos. En este sentido, me parece evidente que, detrás de todo miedo, hay ignorancia acerca de lo que somos, y que la paz solo puede nacer de la comprensión.

La ignorancia me lleva a identificarme con el yo particular y separado. Pero donde se da tal identificación, habrá irremediablemente soledad, miedo y ansiedad. La comprensión, por el contrario, me hace reconocerme como consciencia -o como vida: “Yo soy la vida”, dirá el Jesús del cuarto evangelio (Jn 11,25)-. Esa es la comprensión que nos muestra otro modo de vivir y nos regala paz.

¿Cómo ando en comprensión de lo que soy?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Donde hay viento de libertad, hay Pentecostés

Domingo, 28 de mayo de 2023
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

PENTECOSTÉS: VIENTO DE LIBERTAD

01.-  Dos relatos muy distintos.

1.1.- Hechos de los Apóstoles.

San Lucas sitúa la venida del Espíritu (Pentecostés) a los cincuenta días de Pascua y en medio de una tormenta con viento, fuego y en un contexto de entendimiento: en Jerusalén había partos, medos, elamitas, del Ponto… y les entendían, se entendían.

La presencia del Espíritu de Jesús en las personas, comunidades, pueblos e iglesia confiere entendimiento.

De los siete dones que tradicionalmente se atribuyen al Espíritu: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, seis hacen referencia a la comprensión, entendimiento, acogida, etc.

Lo más parecido a la Torre de Babel (el no entendimiento) es una campaña electoral en la que no hay entendimiento porque no hay un buen espíritu que una a las personas y grupos humanos.

Y en la Iglesia, en nuestra misma diócesis no parece que haya entendimiento, lo cual puede significar que el Espíritu de Jesús no está entre nosotros…

    El Espíritu de Jesús es afable, comprensivo, bondadoso, acogedor, un tono vital de entendimiento:

(Lo que nos separa a los humanos no son los idiomas, sino el espíritu que tenemos)

1.2.- El espíritu de Jesús brota de su costado: de su amor.

    San Juan va por otros derroteros y narra Pentecostés como a dos tiempos:

  Juan 19,14: a la muerte de Jesús dice que: Al pie de la cruz estaba la iglesia naciente: María, algunas mujeres y el Discípulo Amado. La Iglesia nace del costado de Cristo del que brota agua y sangre: bautismo y Espíritu. Es el mismo simbolismo de las bodas de Caná: agua y vino. Del costado de Cristo brota su espíritu santo, espíritu bueno de amor.

Jesús al morir, entregó su espíritu a la Iglesia naciente.

(Leamos estas cosas desde la sensibilidad teológico-poética cristiana).

+   San Juan (cp 20) dice que la venida del Espíritu de Jesús aconteció la tarde del domingo de Pascua sobre una comunidad apagada, asustada y triste: (los Once), como la nuestra. Jesús exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo.

    Cuando Cristo está presente en una comunidad allí está su espíritu de vida, paz, serenidad-alegría, audacia, misión, perdón.

02.- ¿Qué es el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Dios?

    Recordemos que a Dios nadie le ha visto nunca, (Jn 1,18 / 1Jn 4,12). Nos quedamos en que Jesús es expresión, Palabra (hijo) de Dios Padre y que ambos tienen un estilo, un modo de ser, un tono, un espíritu bueno.

No es lo mismo ser espiritual que ser religioso.

Que los humanos seamos espirituales no significa que tengamos un temperamento algo melifluo y dado a ciertas prácticas religiosas, cuando no mágicas o supersticiosas. Ser espiritual tampoco significa que una persona milite en una religión.

Ser espiritual significa que somos abiertos a todo lo que “se produce o se pueda dar en la historia”. [1]

En las lenguas románicas (provenientes del latín), las palabras que llevan la componente “sp”, “spc” ó “xpc” hacen referencia al futuro, a la apertura del ser humano hacia el futuro: espera, esperanza, expectativa, expectación, espíritu, etc. miran hacia el futuro.

    Somos seres siempre en búsqueda, en camino, abiertos al futuro. La persona espiritual está siempre abiertas.

Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco religioso pero de gran hondura espiritual. [2]

Estamos viendo y padeciendo fundamentalismos religiosos dentro y fuera del mundo eclesiástico. Eso no es ser espiritual, sino fanáticos de unos ritos, dogmas o costumbres religiosas, cuando no de un mundo supersticioso.

    Somos seres espirituales en la medida en miramos al futuro, al horizonte, siempre en búsqueda, en camino, abiertos… La persona espiritual está siempre abierta.

03.- El Espíritu Santo no es el “tío de América”.

    El Espíritu no es un señor que siempre está fuera, siempre está para llegar, pero nunca lo hace.

    El Espíritu del Señor estará en la iglesia, en los pueblos y en las personas en tanto en cuanto esté en nosotros. Si la bondad, la honradez, la libertad, el tono de conciliación están en nosotros habrá llegado el espíritu y será Pentecostés en nosotros, en nuestro pueblo, en las comunidades, en la Iglesia.

Ahora en nuestra diócesis parece como que se intenta llegar a alguna comprensión tras el “tsunami” de poder fanático que durante años hemos vivido. Nos hace falta el espíritu de Jesús: amor a la verdad, a la libertad, a la justicia, a los pobres. De lo contrario quizás sigamos sin entendernos, sin espíritu

04.- Exhaló su aliento sobre ellos

Jesús pronuncia sobre la comunidad las mismas palabras que Dios pronunció sobre el barro humano en el Génesis. El ser humano somos poco más que barro. Si el ser humano es algo o llega a ser algo, es porque tiene o cultiva un tono diverso del mundo animal y más humanitario.

Dios el Señor formó al hombre, de la tierra misma, sopló en su nariz y le dio vida (nefesh). Así el hombre comenzó a vivir. (Gn 2,8).

Hace unos días nos conmocionaba la noticia de que dos niñas gemelas se suicidaban en Asturias. El suicidio es un problema que va en aumento.

Enseguida echamos mano de la medicina y decimos que es una enfermedad mental, una enajenación… ¿No será una falta de sentido de la vida, una carencia de siembra de ganas de vivir, una falta de espíritu vital que mire al futuro? Si no sembramos aliento vital, esperanza, acogida, afecto, ¿qué podemos esperar y recoger?

En términos bíblicos habremos de exhalar aliento vital esperanza, ganas de vivir en la familia, en la educación, en la sociedad, en nosotros mismos y en las nuevas generaciones

Cuando acogemos en nosotros el universo de valores que forman el espíritu cristiano, llegamos a ser seres vivientes.

Recibid Espíritu Santo

[1] Decía K, Rahner que ser espíritu-espiritual significa que el hombre es absoluta apertura hacia toda “palabra” que se produce en la historia, (Oyente de la palabra, 73).

[2] Los fanatismos son muy religiosos pero nada espirituales.

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Santiago Agrelo: “No nos quedemos plantados mirando al cielo. Volvamos con Cristo Jesús a los caminos de la vida”

Viernes, 26 de mayo de 2023
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Contemplamos el destino. Aprendemos el camino

“Es siempre Pascua, Cristo resucitado está siempre con nosotros, pero hoy lo celebramos elevado más allá de nosotros, al cielo, a su Dios, a nuestro Dios”

“Hoy, la nube de la divinidad aparta a Jesús de nuestra vista, que no de nuestra vida. De ahí que no nos quedemos plantados mirando al cielo, sino que volvamos con Cristo Jesús a los caminos de la vida”

“Si quieres entender qué significa ‘ser levantado’, ‘ser enaltecido’, ‘subir’, has de aprender primero qué significa ‘bajar’, ‘descender’, ‘rebajarse a sí mismo’, ‘encarnarse'”

“Feliz ascensión desde la encarnación, Iglesia cuerpo de Cristo”

Es siempre Pascua, Cristo resucitado está siempre con nosotros, pero hoy lo celebramos elevado más allá de nosotros, al cielo, a su Dios, a nuestro Dios.

Hoy, la nube de la divinidad aparta a Jesús de nuestra vista, que no de nuestra vida. De ahí que no nos quedemos plantados mirando al cielo, sino que volvamos con Cristo Jesús a los caminos de la vida.

Hoy la Iglesia contempla a Jesús enaltecido en Dios y lo aclama con las palabras del salmista: “Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas”.
Contempla lo que celebras e imita lo que contemplas: el que ahora asciende es el mismo que ha descendido; el que ahora es enaltecido es el que antes se ha rebajado a sí mismo; aquel de quien hoy celebras con gritos de júbilo la ascensión es el mismo de quien has celebrado junto con los ángeles la encarnación.

Si quieres entender qué significa “ser levantado”, “ser enaltecido”, “subir”, has de aprender primero qué significa “bajar”, “descender”, “rebajarse a sí mismo”, “encarnarse”.

Éste es el misterio de la fe: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”.

Ese camino hacia lo hondo, hacia “lo profundo de la tierra”, ese “despojarse”, “rebajarse”, “someterse”, es el camino que lleva al “enaltecimiento”, como si no hubiese otro modo de acceder a él, como si el “vaciamiento de sí” fuese el seno natural donde se genera el señorío de Cristo Jesús.

El cántico de la fe lo expresa así: “Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre, de modo que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.

Cristo Jesús “fue levantado” porque “se abajó”; se le dio “un nombre sobre todo nombre” porque a sí mismo se dio un nombre bajo todo nombre; fue constituido Señor porque asumió la condición de esclavo.

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Hoy contemplas y celebras al que es primero porque se hizo último, al que es rico porque se hizo pobre, al que “es Señor” de todos porque se hizo “siervo” de todos.

Tú, Iglesia de Cristo, sabes y confiesas que él “no se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino”.

Tú sabes y confiesas que el destino de Cristo Jesús es tu destino.

Y no olvidas que el camino de quien es cabeza nuestra, es también el camino de los miembros de su cuerpo; no olvidas que has de bajar con Cristo Jesús hasta los hambrientos de pan y de justicia, hasta el peregrino, el forastero y el emigrante, hasta el enfermo, hasta el encarcelado y el okupa, hasta el que no es como tú, el que no es de los tuyos, el que está en lo más hondo. No olvidas que has de bajar con Cristo Jesús hasta Cristo Jesús.

Si bajas, él te llevará consigo a lo alto, más allá de la nube que lo apartó de tu vista.

Él te llevará hasta Dios.

Feliz ascensión desde la encarnación, Iglesia cuerpo de Cristo.

Fuente Religión Digital

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¿Qué tiene de raro la Ascensión?

Lunes, 22 de mayo de 2023
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IMG_9730La reflexión de hoy es de Allison Connelly, colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía está disponible aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la Solemnidad de la Ascensión se pueden encontrar aquí. Tenga en cuenta que para algunas diócesis donde la solemnidad se celebró el jueves pasado, las lecturas de la misa de hoy pueden ser diferentes.

Hay algo increíblemente raro en la Ascensión. Esta antigua fiesta, observada ya en el siglo V E.C. y celebrada en algunos lugares el jueves pasado, también se celebra este domingo. ¿Qué historias cuentan las lecturas de hoy y por qué son tan extrañas? Dejame explicar.

En el Evangelio de Mateo, Jesús promete estar con los discípulos siempre, hasta el fin de los tiempos. En Hechos, Jesús les dice a sus discípulos que recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos, y luego una nube lo levanta y lo oculta de su vista. Aparecen dos extraños vestidos de blanco para decirles a los discípulos: “El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo”. una imagen de su resultado celestial – describe a Jesús sentado a la diestra de Dios, como cabeza sobre la iglesia, “que es su cuerpo”.

Así que para aclarar: Jesús estará siempre con los discípulos, pero no corporalmente, y Jesús también está corporalmente en el cielo, y volverá corporalmente del cielo. ¿Bien? De acuerdo. Pero espera: su cuerpo está en la tierra, porque su cuerpo es la iglesia. Y cuando Jesús se va, aparece el Espíritu Santo, cambiando una Persona de Dios por otra. Pero, de nuevo, Jesús no se va, porque dice que siempre estará con los discípulos. ¿Cómo damos sentido a tantas aparentes contradicciones?

Como dije, las lecturas de la Ascensión me parecen muy raras. Primero, el cuerpo de lecturas trata sobre la transición y la transformación: de la tierra al cielo, de Cristo al Espíritu, del cuerpo humano al cuerpo de la iglesia. ¿Quién entiende más esta trans-ición y trans-formación que las personas queer y trans? Cambiamos y transformamos constantemente: nuestro vestuario, nuestro maquillaje, nuestros pronombres, nuestros nombres, nuestras identidades, nuestra presentación de género, nuestra política, incluso nuestra autocomprensión fundamental. Jesús instruye a sus discípulos – y, por extensión, a todos nosotros – a dar testimonio de él, de lo Divino, y este es nuestro testimonio como personas LGBTQ+: que la transición y la transformación pueden, en su mejor momento, acercarnos a lo que es verdadero , lo que es auténtico, y lo que es humano.

Estas lecturas también son extrañas para mí de otra manera, en el sentido de “queer” como verbo. Cuando se usa como verbo, “to queer” significa subvertir o desafiar intencionalmente nuestras suposiciones y sistemas de operación normativos y binarios (incluidos, entre otros, nuestros valores predeterminados de hetero- o cis-normatividad), a menudo a través del absurdo o la exageración, abriendo nuevos posibilidades que desdibujan nuestros límites y dejan espacio para la fluidez.

Si la Ascensión no es “absurdo” y “exageración”, ¡no sé qué es! ¿Jesús está hablando con sus discípulos, luego de repente se eleva físicamente sobre ellos, luego se esconde detrás de una nube, y luego dos extraños aparecen de la nada y comienzan a sermonear a sus amigos? He visto espectáculos de drag con menos drama.

En la Ascensión, y en las historias que encontramos hoy, todo es “sí/y“, desafiando nuestra fijación humana normativa en “o esto o lo otro“. Jesús nos ha dejado y está siempre con nosotros. El cuerpo de Jesús está en el cielo y su cuerpo es la iglesia en la tierra. Jesús regresará físicamente del cielo y ahora está presente, misteriosamente, a través del Espíritu.

Queering también es “subversivo” y “abre nuevas posibilidades”, lo cual encuentro muy claro en la Ascensión. Cuando Jesús asciende corporalmente al cielo, subvierte todas nuestras expectativas binarias sobre la separación de lo que es “humano” de lo que es “divino”. Con su cuerpo físico en el cielo y su cuerpo terrenal como Iglesia, abre nuevas posibilidades para que nuestros cuerpos humanos participen de la vida de Cristo a través del ritual y la comunidad. Se nos promete que Jesús volverá de la misma manera que se fue: en comunidad, subvirtiendo nuestra obsesión social con el individualismo y la realización personal. Mientras Jesús se despide físicamente de sus amigos, promete estar siempre con ellos a través del Espíritu de Dios, abriendo nuevas posibilidades de fluidez en la relación.

En la Ascensión, Jesús se pregunta qué significa estar presente con, para y entre nosotros. Él cuestiona nuestra comprensión de los cuerpos, la fisicalidad y la permanencia. Él extraña las distinciones que tratamos de hacer entre las muchas formas y rostros de Dios en nuestro mundo. Él queer los límites que hemos construido entre el cielo y la tierra.

Al hacer todo esto, Jesús nos invita a las personas LGTBIQ+ ritmos del acompañamiento divino, el extraño misterio de la encarnación divina y la extraña práctica de la vida en la Trinidad. Que aceptemos esta invitación a seguir el camino extraño de Jesús. Que siempre demos testimonio de su vida y amor como nuestro yo pleno en transición y transformación. Y que podamos sentir la presencia de Dios dentro de nosotros y alrededor de nosotros, en nuestra humanidad y nuestra chispa de divinidad, hasta el final de los tiempos.

—Allison Connelly-Vetter (ella/ella), 21 de mayo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Jesús está con nosotros”. 21 de mayo de 2023. Ascensión del Señor (A). Mateo,28, 16-20.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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dompasB07Asc04Mateo no ha querido terminar su narración evangélica con el relato de la Ascensión. Su evangelio, redactado en condiciones difíciles y críticas para las comunidades creyentes, pedía un final diferente al de Lucas.

Una lectura ingenua y equivocada de la Ascensión podía crear en aquellas comunidades la sensación de orfandad y abandono ante la partida definitiva de Jesús. Por eso Mateo termina su evangelio con una frase inolvidable de Jesús resucitado: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Esta es la fe que ha animado siempre a las comunidades cristianas. No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas y a nuestro pecado. Cristo está con nosotros. En momentos como los que estamos viviendo hoy los creyentes es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismo. Se diría que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: él está con nosotros.

Los obispos, reunidos con ocasión del Concilio Vaticano II, constataban la falta de una verdadera teología de la presencia de Cristo en su Iglesia. La preocupación por defender y precisar la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la eucaristía ha podido llevarnos inconscientemente a olvidar la presencia viva del Señor resucitado en el corazón de toda la comunidad cristiana.

Sin embargo, para los primeros creyentes, Jesús no es un personaje del pasado, un difunto a quien se venera y se da culto, sino alguien vivo, que anima, vivifica y llena con su espíritu a la comunidad creyente.

Cuando dos o tres creyentes se reúnen en su nombre, allí esta él en medio de ellos. Los encuentros de los creyentes no son asambleas de hombres huérfanos que tratan de alentarse unos a otros. En medio de ellos está el Resucitado, con su aliento y fuerza dinamizadora. Olvidarlo es arriesgarnos a debilitar de raíz nuestra esperanza.

Todavía hay algo más. Cuando nos encontramos con un hombre necesitado, despreciado o abandonado, nos estamos encontrando con aquel que quiso solidarizarse con ellos de manera radical. Por eso nuestra adhesión actual a Cristo en ningún lugar se verifica mejor que en la ayuda y solidaridad con el necesitado. «Cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis».

El Señor resucitado está en la eucaristía alimentando nuestra fe. Está en la comunidad cristiana infundiendo su Espíritu e impulsando la misión. Está en los pobres moviendo nuestros corazones a la compasión. Está todos los días, hasta el fin del mundo.

José Antonio Pagola

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“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”. Domingo 21 de mayo de 2023. Ascensión del Señor

Domingo, 21 de mayo de 2023
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29-AscensionA cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles: 1,1-11: Lo vieron levantarse
Salmo responsorial: 46
Efesios 1,17-23:
Lo sentó a su derecha en el cielo
Mateo 28,16-20:
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra

La primera lectura de la liturgia nos ofrece el relato de la Ascensión del Señor cuyo objetivo fundamental es trazar los rasgos específicos de la esperanza cristiana. Jesús, nuevo Elías, asciende a los cielos y este hecho no significa el fin de la historia deseado por los discípulos según se refleja en su pregunta: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?» (v.6). Se trata por el contrario, del tiempo del testimonio que prepara ese final. En el salmo interleccional se proclama la entronización de Dios como «emperador» y «rey» de toda la tierra y la carta a los cristianos de Éfeso conecta el señorío del Mesías Jesús a la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial sobre la esperanza a la que «abre su llamamiento» (1,18) .

El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).

Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.

Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.

Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.

Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.

Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.

Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.

El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.

Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios. Leer más…

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Ascensión de Dios. Dos salmos (18-21 de mayo 2023)

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Del blog de Xabier Pikaza:

Los 40 días de Pascua culminan con la Ascensión, que debía celebrarse el jueves 18. Pero, por motivos laborales de traspaso de las fiestas al domingo, este año esa fiesta de Jueves se celebra  el domingo 21.

Quedan así tres días que forman el “triduo pascual” de la Ascensión, que yo quiero animar con la música y canto de dos salmos principales de ascenso, subida y triunfo de Dios en Cristo (el 24 y el 47), conforme al tema de mi Libro de los salmos.

Tú me sondeas y me conoces. El salmo del cielo (Sal 138)

Ascensión: 17.5. 23.  Cuándo y cómo empieza el Cielo. Un Papa condena a otro Papa

Salmos de subida, cantos de ascensión

Salmos de Ascensión de Dios. El símbolo de su elevación (subida) se vincula al hecho de que el templo de Jerusalén (Sion) se encuentra en una altura. Así lo ponen de relieve los salmos graduales o de los ascensos (120-134). En esa línea, el Dios judío aparece básicamente como Elyon, Dios del alto (Altísimo), como pone de relieve Sal 47, centrado en la subida de Dios (de su Arca) a la morada de Sion, para reposar allí, reinando en Sion y subiendodesde allí (desde su montaña de Sion)ð al cielo supremo , entre aclamaciones, como Altísimo (Elyon,), Rey Grande.

El Sal 47 celebra la fiesta de la Ascensión de Yahvé, que sube entre aclama- ciones para sentarse en su trono celeste. El salmista (o sacerdote-profeta) que dirige este culto de ascensión/entronización dice a los pueblos que can- ten al Dios de Jerusalén, que triunfa subiendo al cielo. Los cristianos han aplicado ese motivo a la Ascensión de Cristo al cielo, desde el monte de los Olivos (cf. Lc 24,44-50 y Hch 1,1-14).

Con ese canto se vincula el  Salmo 24, que no trata del ascenso y triunfo de Dios, sino del triunfo y ascenso de los hombres, que suben con Dios a su más alta gloria, al Templo de la vida, siendo ellos mismos Vida de Dios.  Este es el salmo de la más alta gloria, que no se alcanza venciendo enemigos en guerra del mundo, sino habitando en el templo Dios (siendo Dios, hombres plenos) en este mismo mundo.

Y sin más introducción pasamos a presentar y comentar estos dos salmos, como cantos de los días de esta “pascua de ascensión”, que es la fiesta de subida y triunfo de Dios, la fiesta de gozo de la vida de los hombres y mujeres en el mundo.

SAL 47 (46). DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES

Este salmo pertenece al grupo de los salmos de los hijos de Coré, lo mismo que el anterior (Sal 46) que celebraba la presencia de Dios en Sion, ciudad sagrada. Esa presencia se interpreta aquí (Sal 47) como entronización y ascenso, y en esa línea podemos tomar este salmo como el primero de los que celebran la realeza de Yahvé no sólo sobre el templo y la ciudad de Jerusalén, sino entre los pueblos del entorno de Israel del mundo entero. Entre esos salmos de ascenso y triunfo de podemos recordar además Sal  95; 96; 99 y 100, e incluso algunos otros, como Sal 2 (poder de Dios y de su Ungido) y Sal 45 (epitalamio del rey vencedor). Éstos son sus rasgos principales:

– Estos salmos se vinculan temáticamente con los de Sion, en los que Dios aparecía como vencedor sobre las fuerzas de caos, imponiendo desde Jerusalén, su dominio sobre el mundo. En esa línea vinculan el reinado cósmico de Yahvé y su dominio político sobre las naciones.

Estos salmos forman parte de una liturgia antigua del templo, previa a la caída del reino (587 a. C.), cuando el rey de Jerusalén aparecía como signo y presencia del Rey del cielo. Es muy posible que ellos formaran parte de una liturgia de entronización o exaltación de Yahvé-Dios, celebrada una vez al año o en momentos especiales de entronización del nuevo rey.

Estos salmos han sido recreados a partir de la herencia nacional israelita. En esa línea es significativo el hecho de que, a pesar de proclamarse en un ámbito de templo, este salmo evoque no solo la gloria de Jacob (47, 5), sino también la de Abraham (47, 10), remitiendo a los orígenes y vida del pueblo.

Finalmente, estos salmos, han tomado gran importancia tras la caída de la monarquía (587), cuando la referencia al reino de Dios y a su rey (divino o mesiánico/humano) tiene que recibir aspectos nuevos. Más aún, a partir de la vida y mensaje de Jesús, el cristianismo ha ofrecido una reinterpretación intensa y  nueva de la realeza de Dios, de forma que estos salmos han de proclamarse y entenderse en un contexto distinto.

Este salmo revela una gran conciencia de universalidad, que proviene, precisamente de un grupo yahvista de Judea, donde se vinculan y fecundan tradiciones tribales anteriores (de Jacob y de Abraham) con la experiencia del templo de Jerusalén donde se veneraba el Dios Elyón (Altísimo y Rey), al que se identifica por un lado con Yahvé (Dios nacional de la alianza israelita) y, por otro, con Elohim, Dios universal. Esta experiencia y canto del Reinado de Dios, que se proclama en Jerusalén pertenece a la raíz originaria (profética y sacral) de la profecía anterior (Isaías y Miqueas, de Jeremías y Ezequiel). Sólo a partir de ella se ha podido formular tras el exilio la nueva conciencia universal judía, tal como aparece en este salmo:

2 Pueblos todos, batid palmas, | aclamad a Dios con gritos de júbilo;

3 porque Yahvé Altísimo es terrible, | Rey grande de toda la tierra.4 Él nos somete los pueblos | y nos sojuzga las naciones;5 él nos escogió por heredad suya: | gloria de Jacob, su amado. (Pausa)

6 Dios asciende entre aclamaciones; | Yahve, al son de trompetas:

7 tocad para Dios, tocad; | tocad para nuestro Rey, tocad.8 Porque Dios reina en toda la tierra: | tocad con maestría.

9 Dios reina sobre las naciones, | Dios se sienta en su trono sagrado.

10 Los príncipes de los gentiles se reúnen | con el pueblo del Dios de Abrahán;| porque de Dios son los “escudos” de la tierra, | y él es excelso.  

            Tras el encabezado (47, 1), que presenta este salmo como propio de los “hijos de Coré”, el texto incluye dos “invitaciones” paralelas (47, 2. 7), por la que el pueblo de Israel, reunido ante (en) el templo pide a las naciones que aclamen a Dios. A ellas siguen dos razonamientos (47, 3-6 y 8-10), introducidos por un “porque (yKiÛ), en los que se expone el alcance de esa aclamación. Leer más…

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Ascensión del Señor. Ciclo A: Triunfo y Misión.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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giotto_-_scrovegni_-_-38-_-_ascensionGiotto, Ascensión.

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En lenguaje moderno, la fiesta de hoy sería como el premio fin de carrera para Jesús, o mejor, el premio Nobel que reconociese la gran labor realizada durante toda su vida. Como diría san Ignacio de Loyola, motivo suficiente para «alegrarnos y gozarnos de tanta alegría y gozo de Cristo, nuestro Señor».

            Los autores del Nuevo Testamento no saben lo que es el fin de carrera ni el premio Nobel. Ellos recurren a imágenes muy distintas. Lucas, en el libro de los Hechos, basándose en la cultura grecorromana, presenta el triunfo como subida al cielo; la carta a los Efesios, como estar sentado a la derecha de Dios; el evangelio, como la plenitud del poder. Pero este triunfo no debe dejarnos embobados, mirando al cielo. En la primera y tercera lecturas adquiere especial relieve el tema de la misión.

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero son versiones bastante distintas.

            El evangelio ofrece una versión muy breve. El mismo día de la resurrección, después de aparecerse a los discípulos y hablar con ellos, Jesús los saca hacia Betania, los bendice alzando las manos y es llevado al cielo. Ellos se postran y vuelven alegres a Jerusalén.

            Cuando escribe el libro de los Hechos, Lucas introduce cambios muy notables en este momento final.

En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseno desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días». Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?». Les dijo: «No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”». Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».

1.- Los cuarenta días. El evangelio de Lucas y los otros evangelistas no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Por qué lo introduce Lucas en el libro de los Hechos? ¿Qué quiere decirnos? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que este se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario, para terminar también de instruirlos sobre el Reino de Dios.

2.- La comida de despedida. Se centra en la orden de Jesús de permanecer en Jerusalén hasta que reciban el Espíritu Santo. Algo parecido había escrito Lucas en el evangelio: «Quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de una fuerza de lo alto». Aquí queda más clara la referencia al Espíritu Santo, preparándonos para la próxima fiesta de Pentecostés.

3.- Se supone que el grupo se pone en marcha hacia el monte de los Olivos, porque más tarde se dirá que «se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos». Al llegar allí los discípulos manifiestan su preocupación puramente política: la restauración del reino de Israel. Su pregunta le sirve a Jesús para volver la atención a lo realmente importante: la venida del Espíritu, que les dotará de fuerza para extender el evangelio desde Jerusalén hasta el confín de la tierra. Estas palabras resumen lo que contará el libro, que anuncia la llegada del evangelio a Samaria, la costa, los paganos de Cesarea, Antioquía de Siria, actual Turquía, Grecia, terminando en Roma (que algunos consideran “el confín del mundo”). Apenas terminado de decir esto, Jesús es arrebatado e, igual que se contaba de Hércules, una nube lo oculta. Mientras los discípulos miran al cielo se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les hablan de la vuelta definitiva de Jesús.

            Con respecto al momento de la ascensión se advierten las siguientes diferencias:

                    En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

                   * En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

                   * En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

                 * En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les dirigen unas palabras.

            Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Alejandro Magno, Augusto, Drusila, Claudio, y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús

Sentado a la derecha de Dios (Efesios 1,17-23)

En la segunda lectura, el autor de la carta a los Efesios (Pablo o, más probablemente, un colaborador suyo) no cuenta la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos. Se cumple la promesa hecha al Mesías en el Salmo 110: «Siéntate a mi derecha mientras pongo a tus enemigos como escabel de tus pies». Pero la carta no menciona enemigos, sino realidades que le quedan sometidas. Quienes estudiábamos de pequeño los órdenes angélicos recordamos la serie: «ángeles, arcángeles, querubines, serafines, virtudes, tronos, dominaciones y potestades». En Éfeso, quienes tenían especial importancia en la piedad popular eran una especie de divinidades intermedias: principados, potestades, fuerzas, dominaciones. El autor de la carta no arremete contra ellos con pasión inquisitorial sino que los coloca a los pies de Jesús para dejar claro su triunfo.

Hermanos:

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Potestad plena y misión (Mateo 28,16-20)

            La primera lectura (Hechos) y el evangelio (Mateo) coinciden en ofrecernos unas palabras de despedida de Jesús a sus discípulos. El evangelio las cuenta así:

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

― Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Si comparamos lo que dice Mateo con lo que ha contado Lucas en los Hechos encontramos también aquí notables diferencias:

            ― Lucas sitúa la despedida en Jerusalén, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo.

              ― Mateo la sitúa en Galilea, los discípulos no dicen nada, Jesús los envía de inmediato al mundo entero y lo que promete no es la venida del Espíritu sino su compañía continua: «Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo».

            A pesar de estas grandes diferencias, los dos textos coinciden en la importancia de la misión.

                ― Hechos: Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

                 ― Mateo: Id y haced discípulos de todos los pueblos.

            Por eso, la Ascensión de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

            Pero las palabras de Jesús comienzan con otra idea fundamental: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra». El evangelio de Mateo ha ido contrastando desde el comienzo a Jesús con Moisés. Al principio sufrían la misma amenaza por parte del faraón o de Herodes; luego, Jesús aparecía en las tentaciones como un buen discípulo de Moisés, que citaba sus palabras en el momento oportuno; pero más tarde, en el Sermón del monte, Jesús se revela superior a Moisés, contraponiendo lo que él enseño con lo que él dice («Habéis oído que se dijo… pero yo os digo»). Cuando se llega al momento final, Moisés muere y se entona por él una elegía fúnebre al final del Deuteronomio (Dt 34). Jesús, en cambio, después de muerto recibe «pleno poder en cielo y tierra». Mateo no cuenta la ascensión pero exalta su triunfo final.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

         A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

        Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

        Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

        De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

       Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

         Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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21 de Mayo: Ascensión del Señor. Ciclo A

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Y sabed que yo estoy con vosotras todos los días, hasta el fin del mundo.”

(Mt 28, 16-20)

Que Jesús se queda con nosotras lo sabemos, pero aun así la tentación de quedarse mirando al cielo es grande. Y es que esa manera tan “encarnada” de quedarse que tiene Jesús da bastante vértigo por eso sale espontáneo lo de mirar al cielo por si cambia de opinión.

La escena me recuerda a cuando era pequeña y alguien con “autoridad” te decía que tenías que hacer algo que a ti te parecía muy difícil o que te daba vergüenza. Sabías que tenías que hacerlo pero te daba miedo y levantabas los ojos buscando el coraje que te faltaba.

Aquellos primeros discípulos estaban como niños desconcertados, entre tímidos y asustados, con esa mirada que busca en las alturas el valor que le falta por dentro.

Y a nosotras nos pasa exactamente lo mismo. Se acaba la Pascua. La Vigilia Pascual con el “subidón” de alegría nos queda ya lejos. Nuestras “Galileas” personales nos imponen nuevos retos y viejos obstáculos, pero en medio de esta cotidianidad Tú nos desafías de nuevo. A nosotras se nos escapa una mirada al cielo: ¿yo?, ¿ahora?, ¿cómo?

Y tú, de mil maneras diferentes, a cada una según sus posibilidades, nos repites el encargo:

“-Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”

Sí, esto es lo que nos pides. Tan grande y a la vez tan sencillo. Imposible pero real.

Real porque eres Tú quien está “con nosotras todos los días.” no es en el cielo donde encontraremos el coraje que nos falta, sino junto a nosotras mismas, en tu mirada compañera y cómplice.

Oración

¡Gracias, Trinidad Santa, por quedarte con nosotras de una manera tan cotidiana que a veces nos despista, pero siempre nos acompaña!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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