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21 de Mayo: Ascensión del Señor. Ciclo A

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Y sabed que yo estoy con vosotras todos los días, hasta el fin del mundo.”

(Mt 28, 16-20)

Que Jesús se queda con nosotras lo sabemos, pero aun así la tentación de quedarse mirando al cielo es grande. Y es que esa manera tan “encarnada” de quedarse que tiene Jesús da bastante vértigo por eso sale espontáneo lo de mirar al cielo por si cambia de opinión.

La escena me recuerda a cuando era pequeña y alguien con “autoridad” te decía que tenías que hacer algo que a ti te parecía muy difícil o que te daba vergüenza. Sabías que tenías que hacerlo pero te daba miedo y levantabas los ojos buscando el coraje que te faltaba.

Aquellos primeros discípulos estaban como niños desconcertados, entre tímidos y asustados, con esa mirada que busca en las alturas el valor que le falta por dentro.

Y a nosotras nos pasa exactamente lo mismo. Se acaba la Pascua. La Vigilia Pascual con el “subidón” de alegría nos queda ya lejos. Nuestras “Galileas” personales nos imponen nuevos retos y viejos obstáculos, pero en medio de esta cotidianidad Tú nos desafías de nuevo. A nosotras se nos escapa una mirada al cielo: ¿yo?, ¿ahora?, ¿cómo?

Y tú, de mil maneras diferentes, a cada una según sus posibilidades, nos repites el encargo:

“-Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”

Sí, esto es lo que nos pides. Tan grande y a la vez tan sencillo. Imposible pero real.

Real porque eres Tú quien está “con nosotras todos los días.” no es en el cielo donde encontraremos el coraje que nos falta, sino junto a nosotras mismas, en tu mirada compañera y cómplice.

Oración

¡Gracias, Trinidad Santa, por quedarte con nosotras de una manera tan cotidiana que a veces nos despista, pero siempre nos acompaña!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La ascensión de Jesús se inició en su nacimiento y terminó en la muerte.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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ASCENSIONDOMINGO 7º DE PASCUA (A) (ASCENSIÓN)

Mt 28,16-20

Si hemos vislumbrado en alguna medida lo que nos decía Juan los dos domingos pasados, se nos hará muy cuesta arriba entender la fiesta de hoy y la de los tres domingos siguientes. La subida de Jesús al cielo, la venida del Espíritu, la Trinidad, la Eucaristía están presentadas por los textos litúrgicos como realidades externas que se dieron en un determinado tiempo y lugar. Entendiendo literalmente los textos, desenfocamos su verdadero sentido. Estamos hablando de realidades que están fuera del tiempo y del espacio, de las que no podemos hablar en sentido estricto.

El lenguaje que utilizan los textos es simbólico y no podemos entenderlo como si fuera lógico. No podemos seguir falseando el lenguaje mítico. Cuando se creía que Dios estaba en el cielo, que el demonio estaba en el infierno y que el hombre estaba debatiéndose entre los dos, ese modo hablar era normal y se entendía perfectamente en aquella época. De Jesús se dice expresamente: Bajó del cielo, se hizo hombre, descendió a los infiernos y volvió al cielo. Nuestra manera de entender la realidad ha cambiado. Hoy no nos dice nada un cielo o un infierno como lugares de referencia.

Debemos entender la ascensión como parte del misterio pascual que es una única realidad. Ni la resurrección, ni la ascensión, ni el sentarse a la derecha del Padre, ni la glorificación, ni la venida del Espíritu, son hechos separados. Se trata de una realidad única que está sucediendo en este mismo instante, porque está fuera del tiempo y del espacio. Decir de Jesús después de muerto: a los tres días, a los ocho días, a los cuarenta días, a los cincuenta días, no tiene sentido ninguno. Hablar de Galilea o de Jerusalén, o decir que está sentado a la derecha de Dios, es literalmente absurdo.

Esto no quiere decir que sea una realidad inventada. Todo lo contrario, esa es la ÚNICA REALIDAD. Es lo que está sujeto al tiempo y al espacio lo que no tiene consistencia. Esa realidad intangible ha tenido una repercusión real en la vida de los seguidores de Jesús, y eso sí se puede descubrir a través de los sentidos. Esa realidad no temporal, es la que hay que descubrir para que tenga también en nosotros la misma eficacia. Si seguimos creyendo que es un acontecimiento que sucedió hace veinte siglos en un lugar y un momento determi­nado, ¿qué puede significar para nosotros hoy?

Las realidades espirituales, por ser atemporales, pertenecen al hoy como al ayer, son tan nuestras como de Pedro o Juan. No han sucedido en el pasado, sino que están sucediendo en este instante. Son realidades que están afectando a nuestra vida aquí y ahora. Puedo vivirlas yo como las vivieron los apóstoles. Es más, el único objetivo del mensaje evangélico, es que todos lleguemos a vivirlas como las vivieron ellos.

La ascensión empezó en el pesebre y terminó en la cruz: ¡Todo está cumplido! Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer como criatura. Después de eso no existe el tiempo para él, por lo tanto, no puede suceder nada en él. Es como un chispazo que dura toda la eternidad. Él había llegado a la plenitud total en Dios. Por haberse despegado de todo lo que en él era transitorio y terreno, solo permaneció de él lo que había de Dios, y con Él se identificó absolutamente, totalmente, definitivamente. Este es el sentido profundo de la Ascensión.

¿De verdad queremos ser cristianos? ¿Tenemos la intención de recorrer la misma senda, de alcanzar la misma plenitud, la misma meta? ¿Estamos dispuestos a dejarnos aniquilar en esa empresa, a aceptar que no quedará nada de lo que creo ser? Es duro, pero no puede haber otro camino. Si renuncio al don total de mí mismo, renuncio a alcanzar la meta. Como en Jesús, ese don total solo será posible cuando descubra que Dios Espíritu se me ha dado totalmente y está en mí para llevar a cabo esa obra.

No podemos conformarnos con quedarnos pasmados mirando al cielo esperando que él vuelva. Esa es la mejor manera de hacer polvo todo el quehacer de Jesús en la tierra. La idea de que Dios o Jesús o el Espíritu pueden hacer en un momento determinado algo por mí, ha desvirtuado la religiosidad cristiana. Dios, Jesús y el Espíritu lo han hecho todo por mí y lo siguen haciendo en todo instante. Yo soy el que tengo que hacer algo en un momento determinado para descubrir esa realidad y vivirla.

El relato de Mateo, que acabamos de leer, es un prodigio de síntesis teológica. No hay en él ninguna alusión a la subida al cielo, ni a dejar de verlo. Consta simplemente de una localización dada, una proclamación de poder y tres ideas básicas. Situar la escena en un monte, es una indicación suficiente de que lo que le interesa no es el lugar, sino el simbolismo (ámbito de lo divino donde está Dios). Que lo sitúe en Galilea, tiene para el evangelista un significado muy concreto. Judea había rechazado a Jesús y no era ya el lugar donde encontrarse con Dios.

Jesús no pudo decir que se le ha dado todo poder, porque después del bautismo rechazó el poder como una tentación. Este doble lenguaje nos ha despistado. No hay un poder bueno y otro malo. Todos son perversos. Se trata de expresar que ha alcanzado la plenitud absoluta por haberse identificado con Dios en el don total de sí mismo. Debemos tener en cuenta que la primera interpretación del misterio pascual, está formulada en términos de glorificación; antes incluso de hablar de resurrección.

El envío a predicar también tiene un carácter absoluto: “todos los pueblos”. El tema de la misión es crucial en todos los relatos pascuales. La primera comunidad intenta justificar lo que era práctica generalizada de los cristianos. Predicar el Reino de Dios no es un capricho de unos iluminados sino mandato expreso de Jesús. Todo cristiano tiene como primera obligación llevar a los demás el mensaje de su Maestro.

No se trata de enseñar doctrinas ni ritos ni normas morales sino de instar a una manera de proceder. Esto está muy de acuerdo con la insistencia de los evangelios en las obras como presencia de Dios en Jesús y en los que le siguen. Si tenemos en cuenta que el núcleo del evangelio es el amor, comprenderemos que, en la práctica, el amor es lo primero que tiene que manifestarse en un cristiano.

Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Fue el tema del evangelio de los dos domingos pasados. Ya habían dejado claro que todo lo que hizo Jesús era obra del Padre y del Espíritu. Ahora sigue siendo Dios en sus tres dimensiones el que va a continuar la obra de salvación a través de sus seguidores. Jesús habla de enviar al Espíritu, de quedarse él con nosotros, de que el Padre vendrá a cada uno. Los tres “vendrán” a mí cuando me dé cuenta de que ya están.
Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La casa del Padre.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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Mt 28, 16-20

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»

(Extracto de la homilía de Ruiz de Galarreta en una misa funeral)

La muerte es lo más seguro de nuestra vida. Día tras día se nos van muriendo amigos, conocidos, parientes, desconocidos. La muerte es lo normal, pero la sentimos como lo más inesperado, lo más terrible, lo más absurdo. Y tenemos razón, porque no nos hizo Dios para morir sino para vivir. No existe la muerte; existe este modo de vivir al que llamamos vida, y la VIDA, con mayúsculas y sin muerte; la casa del Padre donde se nos espera a todos.

A todos. Porque el que nos ha puesto en la vida no puede fracasar. Si dependiera de nuestro amor, no se nos morirían los seres queridos. Al Amor todopoderoso no se le muere ningún hijo. Al Buen Pastor todopoderoso no se le pierde ninguna oveja. Creados para la vida, en manos del amor todopoderoso, en buenas manos.

Cuando Jesús muere rodeado de tinieblas, sus discípulos no se lo pueden creer. Ellos esperaban el triunfo terreno del Mesías, y esperaban mal, y fue la muerte de Jesús la que les hizo esperar otras cosas, esperar mejor. Y les nació otra fe y otra esperanza. Como la de Jesús. Jesús no murió gritando «Dios mío ¿por qué me has abandonado?». Jesús murió gritando «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y tras ese acto de confianza, saltó al vacío, seguro de que allí estaban esperándole los brazos de su Padre.

Misión cumplida.

Nosotros esperamos quizá disfrutar aquí y ahora sin disgustos, sin enfermedades, sin contrariedades, esperamos que no se nos mueran los seres queridos, esperamos que el consumo nos dé felicidad, esperamos tantas cosas… y esperamos mal, y la presencia de la muerte nos invita a esperar mejor. No se puede ser feliz en esta vida que tenemos. El caminante es del todo feliz solamente cuando llega. Se pueden pasar buenos ratos en el camino, pero la felicidad está sólo al final.

Y así, paradójicamente, de la muerte, precisamente de la muerte, nace la fe en la VIDA, en la vida tal como nosotros nunca podremos imaginar, porque está pensada, planeada por Dios mismo, por el mismo Amor Todopoderoso, y como dijo Pablo: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni inteligencia humana puede siquiera concebir lo que Dios tiene preparado para sus hijos».

En las manos de Dios dejamos a los seres queridos que se nos van, en buenas manos. Damos gracias al Padre porque nos los regaló y por la vida que nos regala. En las manos de Dios nos sentimos nosotros, los que todavía somos caminantes y le pedimos, todos por todos, para que nos enseñe a caminar y devuelva a nuestros corazones la fe y la paz. Una paz que no nace de la resignación ni de los razonamientos, sino de la confianza en que el Padre sigue estando ahí, aunque a veces nos resulte tan difícil de entender.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Reflexiones de María, discípula amada, en el monte de Galilea.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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7-ASCENSION-297x300Mt 28, 16-20

Mateo 28, 16-20

Nunca imaginé que la presencia de Jesús llegaría a ser tan viva, en la comunidad y en cada un@ de nosotr@s.

El grupo de discípul@s nos fuimos a Galilea, allí donde Jesús empezó su misión. Hombres, mujeres y niñ@s, nos pusimos en camino, como nos había pedido, con la esperanza de volver a encontrarle.

Y así fue. Eran tiempos difíciles, muy difíciles. Mientras caminábamos fueron cobrando vida muchas palabras que nos había dicho el Maestro cuando predicaba: “No os dejaré huérfanos…, voy a prepararos una morada… id a Galilea, allí me veréis…” Y su presencia se fue haciendo más palpable a lo largo del camino.

En el monte de Galilea tuvimos una experiencia increíble. No sabría explicar bien lo que ocurrió, pero tuvimos la certeza de que Jesús se acercó y nos dijo: Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.

Muchas personas nos postramos, como hacíamos en el Templo de Jerusalén. Nos rendimos ante el misterio de Jesús de Nazaret. Lo habían condenado como un proscrito, pero tras su muerte y resurrección, se nos cayeron las escamas de los ojos y le aceptamos como el Hijo Amado del Abbá y como el Señor de nuestra vida.

Tengo que reconocer que algunos apóstoles dudaban. Les dijimos que tenían esclerocardia, es decir, dureza de corazón, porque eran incapaces de ver lo que estaba ocurriendo y se aferraban a sus viejas ideas (y a sus miedos, aunque no querían reconocerlo)

Jesús nos envió a hacer discípulos a todos los pueblos y a enseñarles lo que Él nos había transmitido. Creo que en nuestro interior tuvimos un sentimiento parecido: ¿cómo íbamos a ser capaces de enseñar, si éramos gente sencilla, muy sencilla? ¿Cómo podíamos dirigirnos a otros pueblos, con otras lenguas y culturas?

Pero las palabras de Jesús estaban cargadas de vida:  Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.

Volvimos a nuestras casas, a nuestras aldeas, felices y conscientes de nuestra misión. Y sabíamos que podríamos llevarla a cabo, porque Jesús estaba con nosotros, y estaría hasta el final de los tiempos.

******************

Sugiero que en las homilías de este fin de semana haya un tiempo de silencio para que cada persona podamos interiorizar las palabras: Estás conmigo, estás con nosotr@s, todos los días, hasta el fin de los tiempos.

Porque si nos lo creemos, nos levantaremos cada mañana con otra energía, con la fuerza del Espíritu, con el dinamismo de la Ruah. En lugar de lamernos las heridas que tenemos.

Si nos lo creemos, al mirar a cada persona, reconoceremos que es una persona “habitada” por el Espíritu. Y nos relacionaremos desde otras claves.

Si nos lo creemos, seremos conscientes de que el mañana, con todas sus incertidumbres, también está “habitado”.

Si nos lo creemos, distinguiremos mejor la enseñanza de la erudición y nos animaremos a crecer como maestras y maestros de vida -y de Vida-, porque es el propio Maestro quien nos va tallando, personalmente y en comunidad.

María, discípula amada.

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Más allá del proselitismo religioso

Domingo, 21 de mayo de 2023
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IMG_9711Fiesta de la Ascensión

21 mayo 2023

Mt 28, 16-20

No se entiende que el autor del evangelio ponga en boca de Jesús un mensaje de este tipo, cuando el mismo autor le hizo decir en unos capítulos anteriores: “No vayáis a regiones de paganos ni entréis en los pueblos de Samaría. Id más bien a las ovejas perdidas de Israel” (Mt 10.5-6).

No solo eso. Parece igualmente claro que el bautismo “en el nombre” de la Trinidad no provino de Jesús, sino que nació más tarde en el contexto de las primeras comunidades.

Todo parece indicar que aquel “envío misionero”, aunque puesto en boca de Jesús, es claramente posterior. Para el año 80 -fecha en que se escribe este evangelio-, las comunidades habían conocido una notable expansión y la teología de Pablo se había extendido, constituyendo ya un “cuerpo doctrinal” que influyó de manera decisiva en los propios evangelios, que se escribieron posteriormente.

Según el parecer de los estudiosos, Jesús no buscó fundar una religión nueva, ni tampoco pretendió crear ninguna iglesia. Todo ello fue surgiendo más tarde, de la mano del ya citado Pablo, cuyos escritos llegaron a conformar un primer cuerpo dogmático, caracterizado -como ocurre en toda secta que nace- por el mesianismo y la rigidez.

Es precisamente en ese marco sectario -en el sentido original del término-, donde encuentra un favorable caldo de cultivo el proselitismo: quienes se consideran portadores de la verdad pretenden atraer a ella a toda la humanidad (“todos los pueblos”).

Sin embargo, el mensaje genuino de Jesús no fue proselitista, sino que destaca, más bien, como llamada a una fraternidad universal, basada en actitudes de confianza radical y amor incondicional.

El proselitismo distingue entre “los nuestros” -que están en la verdad- y “los otros”, que deben ser convertidos a la misma. La comprensión de lo que somos sabe ver la verdad profunda de todo ser humano y, aunque de manera lúcida y crítica, se inclina respetuosamente ante el camino de cada cual.

¿Cómo veo a los otros?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo.

Domingo, 21 de mayo de 2023
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383905AF-C7BB-48A9-989F-6B01AE3BC5D5Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01,- Amigo de Dios: Teó – filo

San Lucas comienza el Libro de los Hechos (primer “diario” o “historia” de las comunidades cristianas) dirigiéndose a Teófilo, que significa: amigo de Dios. (Theos: Dios / philos: amigo).

Del mismo modo que en el evangelio de San Juan aparece la figura del Discípulo Amado, y todos somos discípulos amados de Dios. En San Lucas nos encontramos con el amigo  de Dios: amigos de Dios somos todos. Dios es nuestro amigo siempre.

    Bueno es que -como creyentes- nos sintamos amigos de Dios en la vida. Dios y Jesús son amigos nuestros.

02.- La Ascensión

    En el libro de los Hechos (que es de S Lucas), la Ascensión acontece a los cuarenta días de la Pascua, mientras que en el Evangelio de S Lucas, la Ascensión acontece el mismo día de Pascua.

    Por otra parte, los evangelistas Marcos, Juan y Mateo no narran la Ascensión.

San Mateo ubica la despedida –que no la Ascensión- de Jesús en Galilea (tierra de gentiles – misión) y se despide quedándose con ellos: estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos.

Esto significa que la Ascensión es un acontecimiento de fe, no un hecho históricamente comprobable

    Al final la Ascensión es un modo de hablar para decir que Jesús terminó en Dios o con Dios, pero sigue con nosotros y que ahora la misión de evangelizar es tarea nuestra.

03.- ¿Ascensión a los cielos?

El cielo de las estrellas y el cielo de la Ascensión al que ascendió Cristo no son idénticos.

En la fiesta de la Ascensión del Señor no estamos diciendo que Cristo, anticipándose a la ciencia moderna, emprendiera un viaje espacial.

La Ascensión de Cristo, más que una “subida” es un paso del tiempo a la eternidad, de lo visible o lo invisible, de la inmanencia a la trascendencia, de la opacidad del mundo a la luz de Dios, de los hombres a Dios, de la física a la meta-física. La Ascensión de Cristo es “ascensión” sólo en ese sentido.

El cielo no es un lugar, sino un estado personal en Dios.

El lugar de JesuCristo y el lugar del ser humano es Dios, el amor de Dios.

La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés son aspectos diversos del mismo acontecimiento que es la Pascua. Los celebramos como momentos distintos por un poco de pedagogía y otro poco de liturgia para poner de relieve el rico contenido que hay en el hecho de pasar Cristo de este mundo al Padre.

04.- La Ascensión esperanza de la vida.

La última mirada.

    Lo vieron levantarse, marcharse y dejarles solos en la vida. Sea como fuere, el Jesús de la historia marchó y –de alguna manera- se despidió de los suyos.

    Es como la última mirada que dirigimos al ser querido que marcha o que nos deja definitivamente. Y dejas Pastor santo, que dirá Fray Luis de León (1527-1591).

Pero dos aspectos alivian y convierten la despedida en esperanza.

05.- La Ascensión alienta nuestra esperanza. Terminaremos como y donde terminó Jesús y María.

 El ser humano es esperante.

Decía el médico y filósofo Pedro Laín Entralgo (1908-2001) que el ser humano espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza. Nosotros no podemos darnos la plenitud, la recibimos de Dios.

06.- Celebramos que el Señor permanece y está con nosotros siempre hasta el fin de los tiempos.

Es cierto que no hay que quedarse plantados mirando al cielo, pero hemos de mirar al cielo.

Es una fiesta en la que intuimos y celebramos nuestro final. Vamos a terminar como Cristo, (y como la Virgen María: Asunción).

No os quedéis plantados mirando al cielo,

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Un gran árbol en flor en el centro de un aro

Lunes, 15 de mayo de 2023
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índiceMaka Black Elk

La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, Maka Black Elk.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el VI Domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

Jesús dijo a sus discípulos:

“…No os dejaré huérfanos; Vendré a ti. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. En ese día te darás cuenta de que yo estoy en mi Padre y tú estás en mí y yo en ti”. (Juan 14:18-21)

En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a sus discípulos que cuando él deje este mundo, no quedarán huérfanos porque el Espíritu Santo vendrá y estará entre ellos. Él les ruega que lo amen y sigan sus mandamientos porque ellos también serán amados y sostenidos por Dios Padre.

De muchas maneras veo esto en cómo me relaciono con la memoria de mi padre. Mi padre falleció cuando yo aún era joven, y los recuerdos de él tristemente se atenúan un poco más cada año. Me dirijo a él en busca de orientación y lo llamo en busca de ayuda. Era un hombre profundamente católico, fuerte en su amor por Cristo. Es en gran parte debido a su influencia que me siento tan atraído por mi fe y amor por Cristo, porque mi padre me mostró ese amor en la forma en que me transmitió y modeló esa fe. Vivió una vida que me hizo conocer su profundo amor por mí como su hijo.

Uno de mis mayores arrepentimientos con la muerte de mi padre fue que nunca pude salir del armario ante él como gay. Creo que sé cómo habría respondido. Siento en lo más profundo de mi corazón que me hubiera dicho que aún me amaba. Que él estaba conmigo sin importar qué. Aunque ya no lo tengo hoy, me consuela esta verdad de quién era él y cómo me amaba.

Nicholas Black ElkIMG_9710

Fue mi padre quien también me enseñó mucho sobre mi antepasado, Nicholas Black Elk, un hombre tan fuera de su tiempo. Ahora es un Siervo de Dios en la Iglesia Católica, potencialmente en camino a convertirse en un nuevo santo estadounidense. Era un curandero, un líder espiritual entre nuestra comunidad que nos guiaba a través de nuestras ceremonias, que tenía grandes visiones y que vivía profundamente en su espiritualidad. Recuerdo a mi padre hablando sobre Nicholas Black Elk y su legado, y en particular, su visión de cómo era Dios.

Black Elk imaginó un gran árbol en flor en el centro de un aro. Este aro contenía todas las creaciones del mundo. Todos los seres vivos están juntos en un gran círculo. Habló de que el centro de ese aro está en todas partes, y que el centro de ese aro también está dentro de nosotros. Y el centro de ese aro también es Dios.

El amor de nuestras familias, sin importar su forma, puede ser una poderosa demostración del amor de Dios. Para las personas LGBTQ+, a veces las experiencias de salir del armario pueden ser momentos en los que este amor es particularmente evidente, como imagino que habría sido ese momento con mi padre. Y hay muchas otras ocasiones en las que sentimos ese amor y lo manifestamos en nuestras vidas, de forma muy parecida a como Black Elk imaginó el aro con su árbol en flor por todas partes. En estos momentos, podemos apreciar más profundamente las palabras de Jesús a los discípulos, y a nosotros hoy: “En ese día se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre y ustedes están en mí y yo en ustedes”.

—Maka Black Elk, 14 de mayo de 2023

Nota: Icono del sioux Black Elk (alce negro). Arte Religioso Cristiano Católico – Icono por Br. Robert Lentz, OFM – De su equipo de Trinity Stores, “¡Benditas imágenes ecuménicas de santidad!

Black Elk era un famoso wicasa wakan (hombre santo) de la banda Oglala de la tribu Lakota, parte de la Gran Nación Sioux. Su nombre lakota era Hehaka Sapa (alce negro).

Black Elk está siendo reconocido en todo el mundo como un hombre santo y como una guía espiritual celestial. La Iglesia Católica lo reconoce como ‘Beato’, que es la religión que practicó en su vida anterior.

Fuente New Ways Ministry

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“Tenemos un defensor”. 14 de mayo de 2023. 6 Pascua (A). Juan 14, 15-21.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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26_6-PASC_A_1682735-768x511La verdad es que los seres humanos somos bastante complejos. Cada individuo es un mundo de deseos y frustraciones, ambiciones y miedos, dudas e interrogantes. Con frecuencia no sabemos quiénes somos ni qué queremos. Desconocemos hacia dónde se está moviendo nuestra vida. ¿Quién nos puede enseñar a vivir de manera acertada?Aquí no sirven los planteamientos abstractos ni las teorías. No basta aclarar las cosas de manera racional. Es insuficiente tener ante nuestros ojos normas y directrices correctas. Lo decisivo es el arte de actuar día a día de manera positiva, sana y creadora.

Para un cristiano, Jesús es siempre su gran maestro de vida, pero ya no le tenemos a nuestro lado. Por eso cobran tanta importancia estas palabras del evangelio: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad».

Necesitamos que alguien nos recuerde la verdad de Jesús. Si la olvidamos, no sabremos quiénes somos ni qué estamos llamados a ser. Nos desviaremos del evangelio una y otra vez. Defenderemos en su nombre causas e intereses que tienen poco que ver con él. Nos creeremos en posesión de la verdad al mismo tiempo que la vamos desfigurando.

Necesitamos que el Espíritu Santo active en nosotros la memoria de Jesús, su presencia viva, su imaginación creadora. No se trata de despertar un recuerdo del pasado: sublime, conmovedor, entrañable, pero recuerdo. Lo que el Espíritu del Resucitado hace con nosotros es abrir nuestro corazón al encuentro personal con Jesús como alguien vivo. Solo esta relación afectiva y cordial con Jesucristo es capaz de transformarnos y generar en nosotros una manera nueva de ser y de vivir.

Al Espíritu se le llama en el cuarto evangelio «defensor» o «paráclito», porque nos defiende de lo que nos puede destruir. Hay muchas cosas en la vida de las que no sabemos defendernos por nosotros mismos. Necesitamos luz, fortaleza, aliento sostenido. Por eso invocamos al Espíritu. Es la mejor manera de ponernos en contacto con Jesús y vivir defendidos de cuanto nos puede desviar de él.

José Antonio Pagola

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“Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor”. Domingo 14 de mayo de 2023. 6º Domingo de Pascua.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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28-PascuaA6 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo
Salmo responsorial: 65: Aclamad al Señor, tierra entera.
1Pedro 3,15-18: Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida
Juan 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor

La palabra de Felipe, un misionero que lleva el mensaje de Jesús a nuevas fronteras, es escuchada con atención porque hay coherencia entre lo que dice y lo que hace. La palabra y el poder sanador de Felipe son motivo de alegría para la comunidad samaritana. Para que una comunidad se mantenga firme en el evangelio es necesario tener la fuerza y la gracia del Espíritu Santo, algo que solo se logra con la oración, la imposición de las manos como signo de herencia fraterna y el bautismo comprometido con la misión de Jesús. Los discípulos y discípulas de ayer y de hoy tenemos la gracia de haber recibido el Espíritu Santo a través del Bautismo y la imposición de las manos. El Espíritu Santo es el único que puede garantizar el éxito y la eficacia de la misión. Discipulado, Espíritu y misión son las marcas que identifican al misionero de Jesús.

El pasaje de la carta de Pedro insta a la comunidad a ser santos. Una santidad que está siempre ligada al seguimiento y a las consecuencias que esta opción misionera imponga en nuestras vidas.

El Evangelio de Juan nos da la clave del verdadero seguimiento: AMAR. Este amor es el mandamiento que Jesús da a quienes quieran seguirlo. Ser discípulos o discípulas de Jesús implica tener como norma de vida el amor, un amor activo, liberador y eficaz. Ésta es la esencia del Evangelio, éste es el corazón de la vida y la práctica de Jesús, esto es lo que identifica a todos aquellos y aquellas que han asumido su misión.

Jesús teme por el futuro de sus discípulos. Sabe que las fuerzas del mal son poderosas y no escatiman esfuerzos para eliminar a las fuerzas del bien. Reconoce que sus discípulos no tienen todavía la formación y la convicción necesaria para enfrentar estas fuerzas malignas. Por esto, en un gesto de amor profundo, Jesús le pide al Padre que derrame el Espíritu sobre los discípulos de ayer y de hoy, para no dejarnos huérfanos, para que permanezca siempre con nosotros en la continuidad de la misión. Mientras el mundo permanece ciego, el Espíritu permite a los discípulos de Jesús reconocerlo en los hermanos. En el amor a los demás se reconoce el verdadero rostro de Jesús. Sólo el amor, al que somos llamados, es garantía de la presencia de Dios en nosotros y en nuestras comunidades. Si el amor es la clave del seguimiento de Jesús, tendremos que preguntarnos que estamos haciendo en nuestra vida y en nuestras comunidades para impregnar el mundo de amor, un amor que con la fuerza del Espíritu, permita que la verdad, la justicia y la fraternidad sean las huellas del Reino en el mundo de hoy.


La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, nos presenta a Felipe predicando a los samaritanos en su capital. Es una noticia inusitada si tenemos en cuenta la enemistad tradicional entre judíos y samaritanos, tan presente en los evangelios, en pasajes como la parábola del buen samaritano (Lc 10,29-37), o la conversación de Jesús con la samaritana (Jn 4,1-42) o en otros pasajes más breves (Mt 10,5; Lc 9,51-56; 17,16; Jn 8,48). Los judíos consideraban a los samaritanos como herejes y extranjeros (cfr. 2Re 17,24-41) pues, aunque adoraban al único Dios y vivían de acuerdo con su ley, no querían rendir culto en Jerusalén, ni aceptaban ninguna revelación ni otras normas que las contenidas en el Pentateuco. Los samaritanos pagaban a los judíos con la misma moneda, pues los habían hostigado en los períodos de su poderío y habían llegado a destruir su templo en el monte Garitzín. Por todo esto nos parece sorprendente encontrar a Felipe predicando entre ellos, en su propia capital, y con tanto éxito como sugiere el pasaje que hemos leído, hasta concluir con un hermoso final: que su ciudad, la de los samaritanos, “se llenó de alegría”.

Esta obra evangelizadora que rompe fronteras nacionales, que supera odios y rivalidades ancestrales, provocando en cambio la unidad y la concordia de los creyentes, es obra del Espíritu Santo, como comprueban los apóstoles Pedro y Juan, que con su presencia en Samaria confirman la labor de Felipe. Se trata de una especie de Pentecostés, de venida del Espíritu Santo sobre estos nuevos cristianos procedentes de un grupo tan despreciado por los judíos. Para el Espíritu divino, no hay barreras ni fronteras. Es Espíritu de unidad y de paz.

La 2ª lectura sigue siendo, como en los domingos anteriores, un pasaje de la 1ª carta de Pedro. Escuchamos una exhortación que con frecuencia se nos repite y recuerda: que los cristianos debemos estar dispuestos a «dar razón de nuestra esperanza» a todo el que nos la pida. ¿Por qué creemos, por qué esperamos, por qué nos empeñamos en confiar en la bondad de Dios en medio de los sufrimientos de la existencia, las injusticias y opresiones de la historia? Porque hemos experimentado el amor del Padre, y porque Jesucristo ha padecido por nosotros y por todos, para darnos la posibilidad de llegar a la plenitud de nuestra existencia en Dios. Por esta misma razón el apóstol nos exhorta a mostrarnos pacientes en los sufrimientos, contemplando al que es modelo perfecto para nosotros, a Jesucristo, el justo, el inocente, que en medio del suplicio oraba por sus verdugos y los perdonaba. La breve lectura termina con la mención del Espíritu Santo por cuyo poder Jesucristo fue resucitado de entre los muertos.

A quince días de que termine la cincuentena pascual, la Iglesia comienza a prepararnos para la gran celebración que la concluirá: la de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. La manifestación pública de la Iglesia. Podríamos decir que su inauguración –teológicamente hablando, no históricamente hablando–. En la lectura del evangelio de san Juan, tomada de los discursos de despedida de Jesús que encontramos en los capítulos 13 a 17 de su evangelio, el Señor promete a sus discípulos el envío de un “Paráclito”, un Defensor o Consolador, que no es otro que el Espíritu mismo de Dios, su fuerza y su energía, Espíritu de verdad porque procede de Dios que es la verdad en plenitud, no un concepto, ni una fórmula, sino el mismo Ser Divino que ha dado la existencia a todo cuanto existe y que conduce la historia humana a su plenitud.

Los grandes personajes de la historia permanecen en el recuerdo agradecido de quienes les sobreviven, tal vez en las consecuencias benéficas de sus obras a favor de la humanidad. Cristo permanece en su Iglesia de una manera personal y efectiva: por medio del Espíritu divino que envía sobre los apóstoles y que no deja de alentar a los cristianos a lo largo de los siglos. Por eso puede decirles que no los dejará solos, que volverá con ellos, que por el Espíritu establecerá una comunión de amor entre el Padre, los fieles y El mismo.

El «mundo» (en el lenguaje de Juan) no puede recibir el Espíritu divino. El mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría del dinero y del poder, de las vanidades de las que tanto nos enorgullecemos a veces los humanos. En ese mundo no puede tener parte Dios, porque Dios es amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad. El Espíritu alienta en quienes se comprometen con estos valores, esos son los discípulos de Jesús.

Esta presencia del Señor resucitado en su comunidad ha de manifestarse en un compromiso efectivo, en una alianza firme, en el cumplimiento de sus mandatos por parte de los discípulos, única forma de hacer efectivo y real el amor que se dice profesar al Señor. No es un regreso al legalismo judío, ni mucho menos. En el evangelio de San Juan ya sabemos que los mandamientos de Jesús se reducen a uno solo, el del amor: amor a Dios, amor entre los hermanos. Amor que se ha de mostrar creativo, operativo, salvífico. Leer más…

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14.5.23. No sabéis de qué Espíritu sois. Pecado original de la iglesia y del “mundo” (Lc 9, 51-55, Dom 6 pascua)

Domingo, 14 de mayo de 2023
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Duccio_di_Buoninsegna- Jesús aparece alos discipulosDel blog de Xabier Pikaza:

Jesús condena a los que quieran mandar excluyendo (matando) a los contrarios. Su palabra se dirige contra el “ala derecha” (zebedea) de su iglesia, que quiere que Dios mande fuego del cielo y devores a los samaritanos. Pero ella se alza, al mismo tiempo, contra todos los poderes del mundo, que más que el triunfo de todos (e incluso el de su grupo) quieren la destrucción y muerte de los contrarios, adorando al ídolo mezquino de la envidio antes que al de la soberbia altanera.

Éste es un pasaje esencial (y textualmente muy discutido) de Iglesia; pero es, al mismo tiempo, un pasaje de humanidad, como advertirá quien lo sitúe en el contexto de algunas pre-campañas políticas como las de USA y España en estos mismos días.

Introducción

Termina el tiempo de pascua, viene tras éste el domingo de la Ascensión del Señor, y después el de Pentecostés. De forma consecuente, en una iglesia que se siente bien fundada en el Espíritu de Cristo, el evangelio trata del Paráclito (Jn 14, 15-21). En más de una docena de postales de FB y RD, a lo largo de los últimos años, he desarrollado ese motivo, como podrán ver sin dificultad mis lectores, buscando esas postales.

 Por eso he preferido citar y comentar un texto que se lee y medita en las iglesias, el texto clave con el que Lucas comienza, de un modo solemnísimo, la segunda Parte de su evangelio: Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén, para culminar (realizar) Pascua, su Ascensión y su Pentecostés. Pues bien, en este contexto, oponiéndose al ala derecha de su iglesia que quiere tomar el poder y matar a los contrarios, empezando por los samaritanos, Jesús eleva su advertencia más solemne: No sabéis de qué Espíritu sois (Lc 9, 51-56). Así Jesús a los zebedeos, así puede decirnos a muchos de nosotros, pues no sabemos de qué “espíritu” somos, del Espíritu de Dios o del espíritu del Diablo.

 Este es un pasaje histórica, teológica y textualmente discutido, pues los primeros copistas de los evangelios han andado un poco “a la greña”, sin saber si debía ponerse “no sabéis de qué Espíritu sois” y decírselo a la cara a los dos jefes zebedeos (Santiago y Juan) o si debía suavizarse el tema, diciendo sencillamente que Jesús les “regañó” un poco (epetimêsen), pasando de largo, como si eso fueran “pecados menores”, gajes del oficio sufrido de tener que mandar.

            Como verá quien siga leyendo, según todo el evangelio de Lucas (y el conjunto de los evangelio) éste no es un pecado más, pero pequeño, del “clero mandante”, sino el pecado original (y muy actual) de una iglesia a la que Jesús fundó para dar vida a todos, pero que ha empezado viviendo a costa de los otros (mandando sobre ellos, queriendo dominarles). De eso trata esta postal, centrada en el don y pecado de la iglesia, abierta al conjunto de la humanidad. Empiezo citando el texto, ofrezco después una lectura crítica de su contenido (no sabéis de qué Espíritu sois), para exponer finalmente el sentido del Espíritu de Jesús, en un contexto de Asunción y peparación de Pentecostés

Texto. Lc 9, 51-55. Sois del espíritu del diablo

51 Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. 52 Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. 53 Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. 54 Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». 55 Él se volvió y los regañó: No sabéis de qué Espíritu sois (pues el Hijo del Hombre no ha venido a destruir a los hombres, sino a salvarles). 56 Y se encaminaron hacia otra aldea.

 LECTURA CRÍTICA. PECADO ZEBEDEO

Éste es un texto clave del evangelio de Lucas, marca el paso (tránsito definitivo) del mensaje de Reino en Galilea a la subida a Jerusalén (con pasión, ascensión y Pentecostés) Ante ese camino se abren los dos espíritus: (a) Los zebedeos, ilustres “dirigentes” de la iglesia tienden a escoger al “mal espíritu”, que es la violencia y destrucción del Diablo. (9) Pero Jesús quiere que ellos sean, que seamos, de “otro espíritu”, del suyo. Ante la opción zebedea o cristianos nos sitúa el evangelio.

En ese contexto ha introducido Lucas ese pasaje esencial de “preparación”, centrado en el paso por una aldea de samaritanos, que no compartían la visión judía del templo y que, posiblemente, consideraban que el hecho de que Jesús y sus doce pasaban por allí subiendo hacia Jerusalén como una provocación (y tenían razones para hacerlo, pues muchos judíos de “obediencia” jerosolimitana actuaban como provocadores entre los samaritanos, acusándoles de ser infieles, renegados y malditos.

Jesús pasa con los suyos por Samaría, pero no como provocador, sino respetando y valorando con todo cuidado a los samaritanos, aunque algunos no lo saben (no lo han visto, no lo aceptan) y no les reciben. No les hace nada positivamente malo. Se limitan a cerrar la puerta.

De un modo consecuente, con su “genio Zebedeo”, Santiago y Juan quieren responder con violencia: Piden a Jesús que mande fuego del cielo (como se dice que hacía en otro tiempo Elías) y mate así a todos los malos samaritanos. Así retoman así su línea eclesial que aparece clara en el texto donde se dice que pidieron a Jesús sus dos “ministerios principales” (sentarse a su derecha y a su izquierda, para dirigir con violencia político-militar su empresa de reino: Mc 10, 35-41). En esa línea, Mc 9, 38-42 par, afirma que Juan Zebedeo quiso imponer en la iglesia un control de sacramentos, doctrina y exorcismo, expulsando (anatematizando a los que no fueran de su grupo, es decir, a los que no quisieran obedecerles a ellos).

A modo de anécdota pudiéramos seguir diciendo que Juan y Santiago formaron desde el principio de su llamada (Mc 1, 16-20 par) el ala derecha del movimiento de Jesús, en línea quizá más “militarista” (Santiago) y más mística (Juan). Pero eso son especulaciones. Lo cierto es que el espíritu violento de fuego y guerra está vinculado por Santiago con un tipo de catolicismo hispano, centrado en Zaragoza, donde la Virgen María había venido a visitarle en cuerpo mortal, y en Compostela (donde sus discípulos habrían traído más tarde el cuerpo muerto/reliquia de Santiago).

Un texto (un tema) que ha sido y sigue siendo discutido

Los zebedeos quisieron matar (=que el Dios de Jesús matara) con fuego del cielo a los samaritanos herejes y enemigos. Pero Jesús les reprimió (epetímêsen autois), como había reprimido (con epitimein) a Pedro, llamándoles “satanás”, cuando quiso actuara como mesías militar de victoria y muerte contra los enemigos (cf. Mc 8, 32-33).

Eso es lo que dicen actualmente los textos “oficiales”, conforme a la opción del New Testament Greek, votado y elegido como más probable por una serie de grandes expertos protestantes, católicos y agnósticos. Pero la opción de esos expertos no es “dogma”, ni ha convencido a todos, empezando por la versión oficial de la Vulgata (que dice nescitis cuius spiritus estis. Filius hominis non venit animas perderé sed salvare). Entre los textos y las traducciones antiguas hay muchas variantes.

La segunda parte del texto de la la Vulgata (no ha venido a perder almas=personas, sino a salvarlas) está menos atestiguada y aquí prescindimos de ella, aunque ofrece un buen comentario de todo el pasaje. Pero la primera (no sabéis de qué Espíritu sois) está firmemente anclada en el D (código de Beza o Cantabrigense, de Cambridge, donde se conserva).

 Los “críticos más oficiales” han tendido a dar prioridad al Códice Vaticano, rechazando sistemáticamente las “lecturas” (peculiaridades) del D (documento de Beza o Cambridge). No soy técnico en el tema, aunque seguí con pasión las clases del prof. C. Martini, luego Cardenal, uno de los editores del NT Griego y he apelado con cierta asiduidad al Código D, siguiendo la edición fac-símil de A. Ammassari, Ed. Vaticana 1996, compartiendo los principios críticos de mi amigo y colega J. Rius-Cams, el mayor experto actual en el tema (cf. The Message of Acts in Codex Bezae. London: T & T Clark International, 1-4, 2004/2009).

 En esa línea, me atrevo a pensar que esa expresión (no sabéis de qué Espíritu sois) forma parte del evangelio de Lucas y recoge la experiencia cristiana del Espíritu Santo. Es evidente que en la iglesia antigua hubo ya dos visiones del Espíritu Santo:

— Algunos identificaban y siguen identificando al Espíritu Santo con el fuego que destruye/mata (=debe matar) a los “contrarios” (a los que no son de nuestro grupo, en este caso a los samaritanos. Este sería el Pentecostés anti-samaritano, la revelación del fuego de Dios que desciende y destruye a los que los “buenos zebedeos” se atreven a tomar como “perversos” (mejor que murieran todo). Algunos, como el Pedro de Mc 8, 31-33 (par) tuvieron ese “espíritu”, eran partidarios de una “guerra santa” en contra de los enemigos, una guerra con fuego de Dios, con destrucción a infierno para los opositores, conforme a una ley del talión (amar a nos enemigos y odiar a los enemigos: Mt 5, 36-48). Pues bien, bien, Jesús dijo a ese Pedro “apártate de mí Satanás”, no piensas como Dios, sino como los hombres, no tienes el Espíritu de Dios, sino el de Satanás (Mc 8, 33).

Los zebedeos (que son con Pedro los primeros dirigentes de la iglesia militante criticada por Marcos y por todo el NT) siguen aquí (Lc 9, 51-55) en la línea de Pedro, no quieren hacer guerra ellos sí mismos, matando con su espada a los contrarios, sino pidiendo a Dios que los mate con su fuego. Según eso, el Fuego-Espíritu de Pentecostés, no sería fuente de comunión (palabra) de amor universal, sino fuego destructor de los contrarios. Pero, el Espíritu de Dios según Jesús no es principio de destrucción de los malvados, sino de salvación de todos. Así quiero mostrarlo en las reflexiones que siguen, en las que retomo y recojo los elementos fundamentales del “espíritu de Dios”, que, según Jesús es principio de salvación/liberación de todos, no de destrucción.

             Como he dicho, siguiendo una visión crítico-textual que concede prioridad (al menos relativa) al Texto D, pienso que esta versión final del pasaje de los zebedeos culmina con el apotegma clave de Jesús que dice no sabéis de qué Espíritu sois. En esa línea añado seis observaciones centrales:

  1. Jesús escoge a Doce, para iniciar con ellos un camino de transformación de Israel, pero los más importantes de esos Doce (Pedro, los zebedeos…) empiezan rechazando el camino de Jesús, queriendo fundar otra iglesia (la suya, no la de Jesús), imponiendo su poder y matando de un modo directo indirecto a los contrarios.
  2. Con grandes dificultades, en un camino que sólo al fin se aclara (por muerte-pascua-ascensión y pentecostés cristiano), los cristianos primeros (empezando por Pedro y siguiendo por los zebedeos, que al fin no matarán sino que “serán matados” por el evangelio: Mc 10, 39) entenderán al fin lo que implica el Espíritu de Jesús, que no es matar-triunfar, sino dar la vida.
  3. Nuestra iglesia (año 2023) sigue “en la misma pelea”. Hay un Lobby petrino-zebedeo, que se cree importante (superior a Jesús) y no acepta su Espíritu … Un lobby de gente más alta, observante (con tentáculo entre los Doce, Cardenales-Obispos y alto clero) que no tiene (¿no tenemos?) Espíritu de Jesús, sino un soplo de envidia, deseando la muerte física o “espiritual” (eclesial, social) de los contrarios, pidiendo que venga fuego del cielo contra ellos…
  4. Jesús reprende a los jefes de ese lobby de soplo zebedeo (epetimêsen autois, como dice el texto edulcorado de las tradiciones eclesiales…). Les reprende, sin duda, y yo pienso que añade “no sabéis de qué espíritu sois (ouk oidate oiou/poiou Pneumatos este)… No saben (no sabemos): No conocen el Espíritu de Dios (=no creen en Dios), no se conocen a sí mismos (no saben, no sabemos: ignoran su ignorancia, no reconocen su envidia, justifican su violencia…).
  5. Éste fue el tema del principio de la iglesia (los zebedeos con Pedro eran “malos”, pero quizá eran necesarios). Jesús no les mató con fuego del cielo, como solía hacer el Dios de los sacerdotes oficiales de Jerusalén, que lograron que Dios abrasara a sus adversarios: cf. Num 16). La iglesia primera no nació sólo de luces, sino de luces y sombras. Sólo las mujeres que entran en la tumba de Jesús (Mc 16, 1-8) lograrán sacarla del “atolladero” de condenas y contra-condenas…(sin que a ellas las hagamos simplemente santas, de torma que la historia termine)
  6. Ése es el tema de nuestro tiempo. No se trata quizá de poner nombre a los nuevos zebedeos para fulminarlos…, sino de cambiarles, de cambiarnos todos, haciendo el camino de Jesús, pues a todos se nos dice “no sabéis de qué Espíritu sois”, a no ser que hagamos todo el camino de Jesús

 EL ESPÍRITU DE DIOS

              El tema no son los zebedeos, sino el mismo Jesús a quien los escibas de siempre, con la ley o el CIC en la mano acusan diciendo: «Tiene a Belcebú y con el poder del Príncipe de los demonios (del Espíritu malo) expulsa a los demonios» (Mc 3, 22 par).

 Conforme a esos escribas de ley, los buenos exorcistas deberían avalar y confirmar el poder de las instituciones sagradas, sometiendo a los hombres bajo el poder de un sistema social de imposición, de una comunidad sagrada de pura ley. En contra de eso, conforme al pasaje centrar del Lc 11, 20 (cf. Mt 12, 28), Jesús proclama que sus exorcismos son presencia y acción liberadora de Dios, son experiencia, promesa y garantía de la llegada de su reino. Éste es, a su juicio, el testimonio de Dios: Que los hombres y mujeres puedan vivir en libertad, siendo dueños de sí mismos, capaces de ayudarse mutuamente, abriendo así un camino de transformación (de resurrección) sobre el mundo. Leer más…

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Alegría, esperanza, amor. Domingo 6º de Pascua.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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jsalvDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las lecturas continúan las tres situaciones de la iglesia que comenté el domingo pasado.

Iglesia naciente: modelo de una nueva comunidad (Hechos de los apóstoles)

En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

            Tras la institución de los diáconos, Lucas cuenta la actividad de uno de ellos, Felipe, en la fundación de la comunidad de Samaria. Esto le sirve para indicar las características que debería tener cualquier nueva comunidad.

            1) No debe excluir a nadie. Felipe se dirige a Samaria, la región más despreciada y odiada por un judío.

           2) Felipe predica a Cristo. Los misioneros no proponen una filosofía moral ni una ética; su intención primordial no es reformar las costumbres sino dar a conocer a Jesús.

           3) La palabra va acompañada de la acción. Lucas la concreta en signos y prodigios semejantes a los que realizaron Jesús y los apóstoles: curación de todo tipo de enfermos.

           4) El fruto de esta actividad es que «la ciudad se llenó de alegría». El evangelio no es un mensaje triste.

           5) Sólo falta algo que el diácono Felipe no puede dar: el Espíritu Santo. Eso lo concede la oración de los apóstoles Pedro y Juan, que simbolizan al mismo tiempo con su presencia la unión entre la nueva comunidad y la iglesia madre de Jerusalén.

Iglesia sufriente: calumnias y esperanza (1 de Pedro)

Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

            La carta de Pedro menciona el tema de las calumnias que sufrían los primeros cristianos. Recuerdo dos de ellas, tomadas de textos de Tertuliano y Minucio Félix.

Se decía que cuando uno iba a incorporarse a la comunidad e iniciarse en los misterios, se tomaba a un niño muy pequeño, se lo recubría por completo de harina y se lo colocaba sobre una mesa. Cuando el neófito entraba en la sala, le ordenaban golpear con fuerza aquella masa. Él lo hacía, pensando que no se trataba de nada grave. Y golpeaba una y otra vez hasta matar al niño. Entonces, todos se lanzaban sobre el niño muerto para lamer su sangre y repartirse sus miembros, sellando de ese modo la alianza con Dios.

Otra acusación era la del incesto. Según ella, los cristianos se reúnen en sus días de fiesta para celebrar un gran banquete. Acuden con sus hijos, hermanas, madres, personas de todo sexo y edad. La sala está iluminada sólo por un candelabro, al que se encuentra atado un perro. Cuando han comido y bebido abundantemente, ya medio borrachos, excitan al perro tirándole trozos de carne a un sitio al que no puede llegar, hasta que el perro tira el candelabro, se apaga la luz, y todos se abrazan al azar y se entregan a la mayor orgía entre hermanos y hermanas.

En este contexto, la carta de Pedro recomienda:

1) Saber dar razón de nuestra esperanza con mansedumbre y respeto. Es decir, saber explicar qué creemos y esperamos, pero sin usar condenas y descalificaciones.

2) Es mejor padecer haciendo el bien que padecer haciendo el mal.

Esta conducta, humanamente tan difícil, sólo se puede conseguir recordando el ejemplo de Jesús que, siendo inocente, murió por los culpables. E igual que él resucitó, también nosotros recibiremos el premio de nuestra paciencia.

Iglesia creyente: una advertencia y dos promesas (Juan 14,15-21)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.

Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.

No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

            Imaginemos la escena. Jesús está a punto de morir (en el lenguaje del cuarto evangelio, de “volver al Padre”). Es lógico que los discípulos se sientan abandonados. Jesús los anima con una advertencia y dos promesas.

            1) La advertencia. Este breve fragmento comienza y termina con palabras muy parecidas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.» «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama». Como dice el refrán: «Obras son amores, y no buenas razones». La relación entre el amor y la observancia de los mandamientos es muy antigua en Israel: se remonta al Deuteronomio, donde amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, se concreta en la observancia de sus leyes, mandatos y decretos. En el caso de Jesús hay una gran diferencia, sus mandamientos se resumen en uno solo: «Esto os mando: que os améis los unos a los otros como yo os he amado».

            2) Primera promesa. Nos prepara para la próxima fiesta de Pentecostés: «Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros». El término griego “paráclito” se suele traducir también como “valedor”, “consolador”, “intercesor”. En este caso subraya Jesús la relación del Espíritu con la Verdad. Idea que el evangelio aclara poco después: «El Valedor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os dije» (Jn 14,26); y «él dará testimonio de mí» (Jn 15,26). El Espíritu nos ayudará a conocer el mensaje y la persona de Jesús.

Resulta extraño que, después de decir que pedirá al Padre que les dé un defensor, Jesús añada que ese Espíritu «vive con vosotros y está con vosotros». Parece contradictorio pedir al Padre que nos dé algo que ya vive en nosotros. La solución se encuentra en los dos momentos recogidos por el discurso: el de Jesús, que mira al futuro y pide al Padre que nos dé un defensor; y el nuestro, que ya hemos recibido el Espíritu y vive en nosotros.

3) Segunda promesa. La vuelta de Jesús. «No os dejaré huérfanos, volveré.» ¿Cuándo volverá? Las opiniones se dividen: a) Jesús habla de su vuelta al fin de los tiempos, como lo sugiere la fórmula “en aquel día” (que la liturgia traduce por “entonces”; b) Jesús habla de su vuelta como resucitado, en las apariciones y en la vida actual de la Iglesia.

En cualquier hipótesis, esa vuelta nos servirá para advertir la unión plena de Jesús con el Padre y nosotros con él: «Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros.»

Reflexión final

            A menudo podemos sentirnos, como los discípulos en la última cena, angustiados y desconcertados. Más aún, Jesús no está a punto de irse, sino que se ha ido, no lo vemos ni encontramos fácilmente. Necesitamos alguien cercano, que nos consuele y anime, que nos asegure que no estamos solos, que Jesús y el Padre están con nosotros. Y la mejor forma de experimentar todo esto es amar a los demás como nos amó Jesús.

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14 de Mayo. Sexto Domingo de Pascua. Ciclo A

Domingo, 14 de mayo de 2023
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Las lecturas de este sexto domingo de Pascua nos pasean por nuestro interior a modo de guía turística para despertarnos a lo esencial, que, como decía El Principito, es invisible a los ojos. Nos llevan hacia lo que habita dentro, nuestros amores, lo que escuchamos, lo que vemos y conocemos y, muy importante, nuestros descubrimientos. Esas experiencias que anclan la existencia en Dios.
Felipe en Samaría es capaz de alegrar a toda la ciudad hablando de Jesús, de Cristo. Contando que vive y que su presencia es sanadora, liberadora, permite volar al viento del Espíritu.

La calle de la alegría

Así que la primera parada en nuestra ruta turística interior, es la calle de la alegría. Aquella que descubrimos cuando Dios se hizo presente en nuestra vida, o nos dimos cuenta de que siempre había estado ahí, acompañándonos con su mirada enamorada. ¿Cómo andamos de alegría? Atención, cuidado con desviarse por la calle de la amargura porque se nos avinagra la sonrisa.

Si pasamos a la segunda lectura, nos encontramos con una carta de Pedro. Nos anima a ser valientes y explicar abiertamente a quien nos lo pregunte, sin pudor, qué es lo que llena nuestra vida de esperanza, de confianza, de serenidad. Nos invita a hablar de Dios a quien nos quiera escuchar… pero nos pide que lo hagamos con delicadeza y respeto. Nada de caer en la tentación de imponer nuestra experiencia a otras personas, o despreciarlas y sentirnos por encima.

Nuestra guía turística interior después de mostrarnos la calle de la alegría nos para frente a la fuente de la esperanza… Agua fresca y gratuita, para todas las personas que se quieran acercar. Y digo que nos para porque es precisamente lo que se necesita, parar. Parar para comprender y contemplar cuál es nuestra verdadera fuente, qué aguas bebemos que a veces nos arrugan la mirada y nos decoloran la sonrisa.

Para escuchar las palabras de Jesús la Iglesia durante la Pascua nos acerca al Evangelio de Juan, que para algunas personas es belleza y poesía y para otras es más bien enigmático y filosófico. Este domingo, igual es porque escribimos desde una monasterio trinitario, lo que más resuena en el corazón es la presencia de las Tres Divinas Personas a lo largo del texto. Y, como no puede ser de otra manera, para hablar de Dios Trinidad habla de amar, del amor que damos, del que recibimos, del Amor. Y lo hace como simulando una danza de entrega y acogida.

«el Espíritu mora en vosotros»… «yo estoy en mi Padre, vosotros en mí, yo en vosotros»… «quien me ama, será amado por mi Padre, y y también lo amaré»

(Jn 14, 6-14)

Si leemos el texto con serenidad nos está invitando a participar en la danza del Amor, con Jesús, con Abba, con el Espíritu Santo. Así que, para nuestras sorpresa, esta ruta por nuestro interior no nos lleva a una clase teórica de dogmática cristiana sino a un taller de danza. La torpeza no es una excusa, porque el taller está preparado para quien se decida a dejar a un lado el pequeño mundo de los razonamientos y dejarse llevar por el ritmo trinitario del Amor. El Amor que habita en ti. Tan solo escucha, y que el latir del corazón se acompase con el latir de Dios. ¡A danzar!

Oración.

Tus palabras refrescan nuestra alma,
todo se hace posible,
envueltas y a la vez habitadas por Ti,
nos hacemos música para Ti.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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DOMINGO 6º DE PASCUA (A)

Jn 14,15-21

En este párrafo, se habla de la presencia de Dios de Jesús y del Espíritu en los miembros de la primera comunidad. Se trata de hacer ver a los cristianos de finales del s. I, que no estaban en inferioridad de condiciones con relación a los que habían conocido a Jesús; por eso es tan importante el tema para nosotros hoy. Nos pone ante la realidad de Jesús vivo que nos hace vivir a nosotros con la misma Vida que él tenía antes y después de su muerte; y que ahora se manifiesta de una manera nueva. Se trata de la misma Vida de Dios (Zoe). Esto explica que entre en juego un nuevo protagonista: el Espíritu.

No debemos dejarnos confundir por la manera de formular estas ideas sobre la relación de Jesús, Dios y el Espíritu por aquellos cristianos de finales del s. I. No se trata de una relación con alguna entidad exterior al ser humano. Tampoco se está hablando de tres realidades separadas, Dios, Jesús, Espíritu. Si uno se fija bien en el lenguaje, descubrirá que se habla de la misma realidad con nombres distintos. Una y otra vez insisten los textos en la identidad de los tres. Después de morir, el Jesús que vivió en Galilea, se identificó absolutamente con Dios que es Espíritu. Ahora los tres son indistinguibles.

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Mandamientos que en el capítulo anterior quedaron reducidos a uno solo: amar. Quien no ama a los demás no puede amar a Jesús, ni a Dios, porque ahora están en el otro. Los mandamientos son exigencia del amor. Las “exigencias” no son obligaciones impuestas desde fuera sino la exigencia que viene del interior y que se debe manifestar en hechos. Para Juan, “el pecado del mundo” era la opresión, que se manifiesta en toda clase de injusticias. El “amor” es también único, que se despliega en toda clase de solidaridad y entrega a los demás.

Yo pediré al Padre que os mande otro defensor que esté con vosotros siempre. Cuando Jesús dice que el Padre mandará otro defensor, no está hablando de una realidad distinta de lo que él es o de lo que es Dios. Está hablando de una nueva manera de experimentar el amor divino, que será mucho más cercana y efectiva que la presencia física de Jesús durante su vida terrena. Todo simbólico. Primero dice que mandará al Espíritu, después que él volverá para estar con ellos, y por fin que el Padre y él vendrán y se quedarán. Esto significa que se trata de una realidad múltiple y a la vez única, Dios.

“Defensor” (paraklêtos) = el que ayuda en cualquier circunstancia; abogado, defensor cuando se trata de un juicio. Se trata de una expresión metafórica. La defensa a la que se refiere no va a venir de otra entidad, sino que será la fuerza de Dios-Espíritu que actuará desde dentro de cada uno. Tiene un doble papel: interpretar el mensaje de Jesús y dar seguridad y guiar a los discípulos. El Espíritu será otro valedor. Mientras estaba con ellos, era el mismo Jesús quien les defendía. Cuando él se vaya, será el Espíritu el único defensor, pero será mucho más eficaz, porque defenderá desde dentro.

“El Espíritu de la verdad”. La ambivalencia del término griego (alêtheia) = verdad y lealtad, pone la verdad en conexión con la fidelidad, es decir con el amor. “De la verdad” es genitivo epexegético; quiere decir, el Espíritu que es la verdad. Jesús acaba de decir que él era la verdad. “El mundo” es aquí el orden injusto que profesa la mentira, la falsedad. El mundo propone como valor lo que merma o suprime la Vida del hombre. Lo contrario de Dios. Los discípulos tienen ya experiencia del Espíritu, pero será mucho mayor cuando esté en ellos como único principio dinámico interno.

No os voy a dejar desamparados. En griego órfanoús=huérfanos se usa muchas veces en sentido figurado. En 13,33 había dicho Jesús: hijitos míos. En el AT el huérfano era prototipo de aquel con quien se pueden cometer impunemente toda clase de injusticias. Jesús no va a dejar a los suyos indefensos ante el poder del mal. Pero esa fuerza no se manifestará eliminando al enemigo sino fortaleciendo al que sufre la agresión, de tal forma que la supere sin que le afecte lo más mínimo.

El mundo dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo tengo Vida y también vosotros también la tendréis. La profundidad del mensaje puede dejarnos en lo superficial de la letra. “Dejará de verme” y “me veréis”, no hace referencia a la visión física. No se trata de verlo resucitado, sino de descubrir que sigue dándoles Vida. Esta idea es clave para entender bien la resurrección. El mundo dejará de verlo, porque solo es capaz de verlo corporalmente. Ellos, que durante la vida terrena lo habían visto como el mundo, externamente, ahora serán capaces de verlo de una manera nueva.

Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. Al participar de la misma Vida de Dios, de la que el mismo Jesús participa, experimentarán la unidad con Jesús y con Dios. Es el sentido más profundo del amor (ágape). Ya no hay sujeto que ama ni objeto amado. Es una experiencia de unidad e identificación tan viva que nadie podrá arrancársela. Es una comunión de ser absoluta entre Dios y el hombre. Por eso, al amar ellos, es el mismo Dios quien ama. El amor-Dios se manifiesta en ellos como se manifestó en Jesús.

“El que acepta mis mandamientos y los guarda ese me ama”. Su mensaje es el del amor al hombre y no el del sometimiento. La presencia de Jesús y Dios se experimenta como una cercanía interior, no externa. En (14,2) Jesús iba a preparar sitio a los suyos en el “hogar”, familia del Padre. Aquí son el Padre y Jesús los que vienen a vivir con el discípulo. En el AT la presencia de Dios se localizaba en un lugar, la tienda del encuentro o el templo, ahora cada miembro de la comunidad será morada de Dios. No será solo una experiencia interior; el amor manifestado hará visible esa presencia.

Un versículo después de lo que hemos leído dice: el que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y permaneceremos con él. Los discípulos tienen garantizada la presencia del Padre y la de Jesús. Esa presencia no será puntual, sino continuada. Dios no tiene que venir de ninguna parte porque está en nosotros antes de empezar a ser. Una vez más se utiliza el verbo “permanecer” que expresa una actitud decidida de Dios. También queda una vez más confirmada la identidad del Jesús con Dios, una vez que ha terminado su trayectoria terrena.

Jesús vivió una identificación con Dios que no podemos expresar con palabras. “Yo y el Padre somos uno.” A esa misma identificación estamos llamados nosotros. Hacernos una cosa con Dios, que es espíritu y que no está en nosotros como parte alícuota de un todo que soy yo, sino como fundamento de mi ser, sin el cual nada puede haber de mí. Se deja de ser dos, pero no se pierde la identidad de cada uno. Esa presencia de Dios en mí no altera para nada mi individualidad. Yo soy totalmente humano y totalmente divino.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Las comunidades joaneas.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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Jn 14, 15-21

«Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo, y yo con vosotros»

Sus discípulos, incluido Juan Zebedeo, habían creído en Jesús como el Mesías que había de venir; el ungido, el restaurador de la estirpe de David en todo su esplendor y todo su poder. Por supuesto, sin romanos y con gentes de todo el mundo viniendo a adorar a Yahvé en el Templo de Jerusalén. No olvidemos que tanto Juan como su hermano Santiago, llegaron a pedirle dos carteras ministeriales cuando instaurase su reino…

Pero subieron a Jerusalén y los sacerdotes lo crucificaron por medio de hombres sin Ley (los romanos) y aquella fe que se había mantenido en toda la etapa galilea murió en la cruz. Tras la cruz, sus discípulos tuvieron que dar un salto fundamental en su fe, y, de hecho, las primeras comunidades cristianas surgieron de la firme convicción en la relación estrecha de Dios con el crucificado. Y comenzaron a llamarle “El Señor”; título que lleva implícita esa relación, aunque evita llamarle directamente Dios.

Fue Pedro quien formuló la primera cristología explícita: «Dios estaba con él» (sencilla y asumible por todos), pero las comunidades del “discípulo amado” (tradicionalmente identificado con Juan) fueron más allá, y vieron en Jesús al Logos; la Palabra: «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» … Esta fórmula de Juan ponía en escena a dos dioses, el Padre y el Hijo, y tal como era de esperar, su enunciado les enfrentó de forma radical a los judíos —monoteístas netos—, y planteó un grave problema teológico al resto de cristianos; problema que no fueron capaces de afrontar de manera colegiada hasta el concilio de Nicea (325).

Su respuesta fue el dogma de la “Santísima Trinidad”; un dogma fundamental de la Iglesia que recurre a conceptos aristotélicos para tratar de explicar lo inexplicable. Quizá hubiese sido más sencillo admitir nuestra ignorancia; aceptar que la divinidad es inasequible a nuestra razón y que solo mirando a Jesús podemos conocer algo de Dios… pero eran otros tiempos, otra mentalidad y otras circunstancias.

En todo caso, enfrentadas a los judíos y de espaldas al resto de iglesias cristianas, las comunidades joaneas se convirtieron en comunidades herméticas directamente enganchadas a Jesús. Eran carismáticas y muy poco jerárquicas, vivían en unión mística con Jesús, y esto se manifestaba en la comunión en el amor de cada uno con el resto de los miembros de la comunidad. Mantenían una visión tan espiritualizada del cristianismo, que el resto de cristianos no terminaban de entenderles.

Pero murió el discípulo amado y las disputas internas se generalizaron. Una parte de sus miembros cayó en el docetismo, que solo admite la naturaleza divina de Jesús y afirma que su humanidad es mera apariencia. Otra fue presa del gnosticismo (que ya anidaba en su seno hábilmente mimetizado con la fe cristiana) y acabó absorbida por comunidades de ese signo. El resto se integró en alguna de las comunidades paulinas ya interconectadas en una gran red de creyentes extendida a lo largo y ancho del Mediterráneo… y dieron fruto abundante.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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No os dejaré huérfanos.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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holy-spirit-3Jn 14, 15-21

DOMINGO VI DE PASCUA. 14/5/2023

Jn 14, 23-29

La comunidad de Juan siente que Jesús, al irse, no les ha dejado solos. Él sigue con ellos en otra dimensión. Y con Él, sienten la presencia del Espíritu de Dios en ellos. Para transmitirnos esa experiencia, elaboran este relato que trasluce su vivencia. Ponen en boca de Jesús lo que ellos están viven: “Yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros”. “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros”. El Evangelio de Juan une la marcha de Jesús a la casa del Padre (Resurrección) y Pentecostés (yo pediré al Padre que os envíe un nuevo Defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad).

El texto evangélico de hoy pertenece al discurso de despedida del Evangelio de Juan. En el momento que este Evangelio se escribe las primitivas comunidades cristianas están sufriendo las persecuciones y el martirio. Por eso necesitan un Defensor que hable por ellos, que salga en su defensa ante los tribunales. Este Espíritu de la verdad es nuestro defensor, fortaleza, consuelo y fuerza. Es la “impronta” de Dios en el ser humano. Su Presencia. Estará siempre con ellos y con nosotros para aconsejarnos, guiarnos y fortalecernos en la realización de la misión encomendada: implantar el Reinado de Dios en la tierra.

El Espíritu es el gran “don” de Dios al ser humano. El proceso evolutivo de la creatura humana avanza hacia la plenitud humana, plenitud espiritual. Hacia la plenitud humano-divina. Había sido anunciado por los profetas (Isaías, Ezequiel y Joel) que cuando se realizase definitivamente el proyecto salvador de Dios, el Espíritu sería derramado sobre “toda carne”, es decir, sobre todos los humanos. Por tanto, el don, que es el Espíritu que Jesús Resucitado-Glorificado ruega al Padre que envíe a la comunidad, certifica y testimonia que Dios es fiel a su Palabra, a su Proyecto. Jesús de Nazaret es el modelo. El prototipo de la plenitud humano-divina.

Mi reflexión hoy ante el texto leído sobre la presencia del Espíritu en cada uno de los creyentes y en la comunidad es: No estamos solos. El Espíritu de Dios está siempre con nosotros. Estamos habitados por Él. ¿De verdad lo creemos? A mí me ayuda, para fortalecer mi fe, pensar: Que el Espíritu de Dios está en nosotros lo sabemos porque somos capaces de cumplir el mandamiento del amor a Dios en los hermanos. Somos capaces de vivir la fraternidad. El ser humano no es un lobo para otro ser humano, sino un hermano. Todos hijos de Dios y hechos a su imagen y semejanza. Todos iguales en la dignidad de ser hijos de Dios. Iguales pero diferentes. Unidad y diversidad juntas. Y esto no lo da la “carne”. Si cumplimos es que amamos, si amamos cumplimos. Somos semejantes a Dios si amamos como Él nos ama y porque Él nos amó primero. Nuestra bondad, buenas obras, ser capaces de hacer el bien, es el testigo, la transparencia de que Dios está con nosotros, que obra a través de nosotros. Que somos con Él y como Él. Que estamos ungidos como Jesús (Fr, Marcos). Dios está en nosotros y su Espíritu nos guía y fortalece. El abogado defensor al lado del acusado. No estás solo ante el peligro y dificultad.

Quiero acabar deseando que todos podamos decir como Jesús: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Que así sea.

Mª África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Nunca estamos solos.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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IMG_9653Domingo VI de Pascua

14 mayo 2023

Jn 14, 15-21

La comprensión de lo que somos aleja definitivamente la soledad, porque lo que somos es uno con todo lo que es. Es cierto que pueden seguir existiendo sentimientos-recuerdos de la soledad vivida, con su mayor o menor carga psicológica. Podrán seguir igualmente activos nuestros condicionamientos psicológicos. Sin embargo, la comprensión nos permitirá resituarnos y conectar con la unidad de fondo.

No se trata de un ser divino que nos acompañaría en todo momento, y en quien podríamos depositar nuestra necesidad de seguridad y de confianza, tal como tiende a pensarse desde un nivel mítico de consciencia.

Los textos evangélicos siguen expresándose en esa dualidad, que percibe el Fondo de lo real como un Dios separado o un Espíritu que nos guía desde fuera. Porque es así como tiende a leerlo la mente y es así como se ha transmitido.

Sin embargo, Dios o el Espíritu no es algo (alguien) separado. Esos términos aluden a nuestra mismidad más profunda, a nuestra identidad más íntima.

No hay soledad posible, porque todo es uno: Entonces sabréis que yo estoy con el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros”.

La práctica meditativa o el cultivo del silencio mental es un camino privilegiado para, más allá del pensamiento, conectar esa realidad profunda, saborearla y vivirnos desde ella.

¿Frecuento la profundidad en la que me reconozco uno con todo lo que es?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Buenos samaritanos en la vida

Domingo, 14 de mayo de 2023
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

P.-14-BUEN-SAMARITANO

01.- Pascua del enfermo.

Puede parecer una cierta ironía hablar de la Pascua del enfermo… Pero -al fin y al cabo- la situación de enfermedad es un tránsito, un paso difícil en la vida.

    No estará de más recordarnos que la palabra “enfermo” viene del latín y significa: “el que no está firme”. Los seres humanos somos frágiles y, en ocasiones o en momentos más o menos largos de nuestra vida,  “no estamos firmes”.

Nos creemos fuertes, potentes y más con la medicina, la ciencia, y todavía más con el super-ordenador IBM Quantum System One que Gobierno Vasco  va a poner en Ibaeta el año que viene seremos los reyes de la tecnología, etc…

Sin embargo la enfermedad, la edad lentamente van haciendo su trabajo y vamos notando la decrepitud de la vida…

El enfermo es un paciente. Los términos paciencia y paciente vienen del griego: pathos: padecer. Enfermo es quien sufre, padece. Los padecimientos serán diversos según la enfermedad: dolor físico, sufrimientos psíquicos, morales, padecimiento por la decrepitud de la vida que se va o que no está en plenitud de energías y facultades.

Y la enfermedad nos sume en un mar de dudas, inestabilidad, quizás de angustia: ¿Qué será de mí? ¿Esta enfermedad será el comienzo del fin? ¿Qué será de mi familia, los hijos, etc?

Por otra parte, la enfermedad nos puede condicionar toda nuestra vida: nuestras relaciones, nuestro trabajo, etc…

(No olvidemos que detrás de toda enfermedad vive agazapada la muerte).

    ¿Hemos estado alguna vez o en alguna etapa de la vida seriamente enfermos?

¿Habrá habido algún ser humano que no haya sido “tocado” en su vida por la enfermedad?

02.- Salud y enfermedad.

El ser humano con salud (“sano”) vive en armonía y en la actividad que le es propia según sus capacidades, su edad, etc.

Vivir es tener un cuidado continuo ante la enfermedad, (finalmente la muerte).

    La enfermedad somete al ser humano a una gran crisis (crisol) en la vida, que puede incluso cambiar la perspectiva y orientación de la existencia.

03.- La enfermedad nos sitúa en lo más íntimo de nosotros mismos.

    En la enfermedad el ser humano está “muy cerca o muy dentro de sí mismo”.

Seguramente que al enfermo no le faltará la compañía de la familia, de los amigos, de todo el “universo” médico, quizás de alguna persona cercana en la amistad o en la fe.

Pero el enfermo vive él sólo, vive su enfermedad “por dentro” en su intimidad. Es uno quien vive su propia interioridad enferma.

    Por otra parte cuando enfermamos no es que esté dañado solamente tal órgano o parte del cuerpo. La enfermedad “acontece” no solamente en un órgano de mi cuerpo, sino en lo más íntimo de mi ser. “Yo” me siento –estoy- enfermo. Todo mi yo está enfermo, no “está firme”.

    Una enfermedad seria sobreviene como un “tsunami” y nos sume en un mar de dudas, preocupaciones, preguntas, amenazas de todo tipo: desde la rebeldía de Job, pasando por los dilemas que se me presentan, hasta la inseguridad del futuro. Y todo ello, quizás, agravado por el dolor, el sufrimiento.

04.- El enfermo es un paciente, que no es lo mismo que ser cliente de médicos y hospitales.

    Seguramente que toda enfermedad tiene un tratamiento médico, al menos hasta un cierto límite.

Pero en la enfermedad necesitamos valor, afecto, horizonte, esperanza.

Algo de esto decía también el neurólogo donostiarra, J Félix Martí Massó en los cursos de verano de la UPV: la curación y la salida de las enfermedades “del alma” se asienta en tres piedras angulares: la medicina (química-farmacia), la logoterapia (grupo, familia, amigos, etc.) y en la dimensión espiritual.

05.- Jesús pasó su vida sanando enfermos.

    Jesús pasó toda su vida sanando dolencias. Jesús no le dijo nunca a nadie: Dios te ha enviado esta enfermedad, ten paciencia, soporta, etc. Más bien, Jesús cura ciegos, leprosos, neuróticos – epilépticos (endemoniados), sana a la mujer hemorroísa, paralíticos, etc.

los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva, (Mt 11,5)

06.- Buenos samaritanos.

    Podríamos decir que Jesús fue siempre un “buen samaritano”.

    Siempre en la vida, pero más en las situaciones de sufrimiento físico o moral seamos buenos samaritanos.

    Acerquémonos en silencio y discreción al enfermo con simpatía. Simpatía significa exactamente “padecer con”: compadecer con calma y amor, con respeto, sin verborrea inútil. Las personas: familiares, amigos, el pueblo, la Iglesia nos acompañamos en la salud, en el trabajo, en la fiesta, también en el dolor y la enfermedad.

    En este día, en esta Pascua del enfermo tomemos conciencia de que somos seres muy limitados y que es muy humano acompañar (en silencio y en la oración) a los que sufren alguna enfermedad.

Veamos a Cristo en los enfermos.

 

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Conociendo lo Divino en la Trinidad y el Tiempo Queer

Lunes, 8 de mayo de 2023
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8B616888-4EEC-4261-B487-630648561B81La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Barbara Anne Kozee, quien es estudiante de doctorado en Ética Teológica en Boston College y tiene un M.Div. de la Universidad de Santa Clara. Como católica queer, Barb investiga la ética sexual y familiar, la teología feminista queer y la ética política. Síguela en Twitter: @barbkozee.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el quinto domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

El tiempo litúrgico entre el Domingo de Pascua y Pentecostés es uno de mis períodos favoritos debido a su misterio, liminalidad e incompletitud. Como comunidad, hemos sido testigos gozosos de la resurrección y esperamos con anticipación la venida del Espíritu Santo. Nuestra identidad trinitaria está en proceso de convertirse, ¡qué podría ser más extraño!

Igual de misteriosas son las lecturas a las que volvemos durante este tiempo, que no siempre son cronológicas. Por ejemplo, en la lectura del Evangelio de hoy, volvemos al último discurso de Jesús en el Evangelio de Juan, sus mensajes finales antes del comienzo de la narración de la Pasión. De esta manera, en realidad volvemos a las palabras de consuelo de Jesús a sus angustiados discípulos antes de su muerte y resurrección. En ellos, Jesús subraya que será conocido por ellos, y por nosotros como cristianos, de una manera nueva, por el don del Espíritu Santo. Estas lecturas nos muestran que el tiempo litúrgico en nuestra iglesia no es lineal ni progresivo.

Creo que este enfoque no lineal del tiempo de “ni aquí ni allá” tiene significados importantes sobre cómo debemos vivir como católicos, y creo que los católicos queer son particularmente conocedores de esta forma de vida.

Sandra Schneiders, IHM, una renombrada estudiosa de las Escrituras, escribe que el conocimiento en el Evangelio de Juan no es intelectual ni informativo, sino que es el tipo de conocimiento que uno tiene de un amigo que le hace decir: “Nos conocemos íntimamente”. Entonces, en el Evangelio de hoy, Jesús le pregunta a su amigo: “¿He estado contigo todo este tiempo, Felipe, y todavía no me conoces?” En esta pregunta, a Jesús le duele no ser reconocido por sus amigos más cercanos. Se esfuerza por consolarlos, afectado por la limitación del lenguaje para describir las percepciones divinas sobre el mundo venidero lleno del Espíritu.

Los católicos queer pueden resonar con este tipo de lucha para articular percepciones divinas a quienes nos rodean sobre nuestras experiencias vividas y formas de estar en el mundo. ¿Por qué nos quedamos en la iglesia? ¿Qué significa creer? ¿Es compatible con la identidad queer? Como muchos, siempre estoy luchando por encontrar formas de relacionar mejor las respuestas a estas preguntas para que otros en nuestra iglesia puedan llegar a saber sobre la fe y la vida queer.

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“La Trinidad” de Lance McNeel

El tiempo queer celebra las vidas que existen en momentos únicos y la belleza dentro de líneas de tiempo contraculturales, fuera del tiempo definido por nuestra productividad o eficiencia. La memoria, la justicia y la encarnación se vuelven valores comunitarios especialmente importantes por esta razón. Asimismo, en este tiempo litúrgico intermedio y no lineal, en el ya de la resurrección y en el aún no de la dispensación del Espíritu, los invito a reflexionar y celebrar los caminos en los que siempre peregrinamos juntos. . Viajamos para saber lo que significa ser una iglesia trinitaria, una comunidad que celebra la morada del Espíritu y la presencia continua y misteriosa de Jesús resucitado. Nunca estamos completamente completos, siempre en movimiento liminal.

El teórico queer José Esteban Muñoz escribe que podemos sentir lo queer “como la cálida iluminación de un horizonte imbuido de potencialidad”. Miro hacia el horizonte queer dentro de nuestra Iglesia Católica, cuyos atisbos son posibles dentro del proceso sinodal actual. Sin embargo, también estoy en deuda con el momento presente radical y con las personas queer que me rodean, cuyo conocimiento espiritual me recuerda que el Espíritu siempre está obrando en nuestra vida diaria. Jesús en nuestro Evangelio de hoy no quiere que nos perdamos su mensaje sobre la naturaleza permanente de Dios a nuestro alrededor y entre nosotros.

Jesús está en un momento raro, y nuestra liturgia católica nos invita a estar allí con él también.

—Barbara Anne Kozee, 7 de mayo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“¿Qué es el Cristianismo?: Una nueva forma de vivir. 07 de mayo 2023. 5 Pascua (A). Juan 14, 1-12.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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joven-caminando-con-jesusLos cristianos de la primera y segunda generación nunca pensaron que con ellos estaba naciendo una religión. De hecho, no sabían con qué nombre designar a aquel movimiento que iba creciendo de manera insospechada. Todavía vivían impactados por el recuerdo de Jesús, al que sentían vivo en medio de ellos.

Por eso, los grupos que se reunían en ciudades como Corinto o Éfeso comenzaron a llamarse «iglesias», es decir, comunidades que se van formando convocadas por una misma fe en Jesús. En otras partes, al cristianismo lo llamaban «el camino». Un escrito redactado hacia el año 80 y que se llama carta a los Hebreos dice que es un «camino nuevo y vivo» para enfrentarse a la vida. El camino «inaugurado» por Jesús y que hay que recorrer «con los ojos fijos en él».

No hay duda alguna. Para estos primeros creyentes, el cristianismo no era propiamente una religión, sino una forma nueva de vivir. Lo primero para ellos no era vivir dentro de una institución religiosa, sino aprender juntos a vivir como Jesús en medio de aquel vasto imperio. Aquí estaba su fuerza. Esto era lo que podían ofrecer a todos.

En este clima se entienden bien las palabras que el cuarto evangelio pone en labios de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Este es el punto de arranque del cristianismo. Cristiano es un hombre o una mujer que en Jesús va descubriendo el camino más acertado para vivir, la verdad más segura para orientarse, el secreto más esperanzador de la vida.

Este camino es muy concreto. De poco sirve sentirse conservador o declararse progresista. La opción que hemos de hacer es otra. O nos organizamos la vida a nuestra manera o aprendemos a vivir desde Jesús. Hay que elegir.

Indiferencia hacia los que sufren o compasión bajo todas sus formas. Solo bienestar para mí y los míos o un mundo más humano para todos. Intolerancia y exclusión de quienes son diferentes o actitud abierta y acogedora hacia todos. Olvido de Dios o comunicación confiada en el Padre de todos. Fatalismo y resignación o esperanza última para la creación entera.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Domingo 07 de mayo de 2023. 5º Domingo de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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27-PascuaA5 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 6,1-7: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
1Pe 2,4-9: Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real
Jn 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

En la comunidad lucana descrita en la primera lectura, los apóstoles tienen plena conciencia que no lo pueden hacer todo y que necesitan valerse de otros para atender a las necesidades urgentes de la comunidad pero sin desatender el ministerio de la Palabra. Pero ellos no imponen. Invitan a la comunidad a escoger sus propios servidores, animadores. Les presentan a siete personas que son «autorizados» por los apóstoles para satisfacer las necesidades de la comunidad. No son servidores de segunda. Son personas encargadas o enviadas a realizar ministerios diferentes. Pero todos estaban empeñados en la difusión de la Palabra y en el crecimiento numérico y cualificado de la comunidad.

Así mismo, el autor de la carta de Pedro quiere subrayar el papel de todos los miembros de la comunidad creyente en la construcción del templo vivo de Dios. Jesús es la piedra viva, el fundamento, la base para construir la casa de Dios. Sobre esa piedra se instalan las demás piedras, los seguidores de Jesús. De manera pues que no somos sólo espectadores de la construcción. Somos artífices y al mismo tiempo materia fundamental para alcanzar la construcción del gran edificio humano, levantado sobre la roca, Jesucristo, sostenido por la columna del Espíritu Santo y estructurado con la activa cooperación de cada uno de los bautizados. El sacerdocio, más que un honor, un privilegio, una casta… es un dinamismo desatado por el Espíritu para el servicio de la comunidad eclesial. Todos somos ministros, todos sacerdotes, todos servidores en una densa experiencia fraternal al servicio del Reinado de Dios.

El evangelio de Juan revela la situación crítica que vive la comunidad naciente provocada por el ambiente hostil y peligroso en que se va desarrollando. Jesús no sólo es la piedra fundamental, sino que Jesús es también camino, verdad y vida. Los discípulos están confundidos ante las Palabras de Jesús. En los anteriores versículos Jesús ha anunciado la traición de Judas y la negación de Pedro. Este episodio refleja la situación de crisis de los discípulos porque no entienden el camino de Jesús. Las palabras que Jesús pronuncia pretenden alentarles en la esperanza, fortalecerlos en medio de la angustia, devolverles el horizonte de vida.

Jesús es camino, es decir, es proyecto, horizonte de vida para muchos. Su muerte está llena de sentido porque en ella se manifiesta el amor de Dios por la Humanidad y les devuelve la razón de vivir en momentos de confusión y desesperación.

Jesús es verdad: la mentira, el engaño, la corrupción se apodera del corazón de la persona humana. La Palabra anunciada y testimoniada por Jesús, que es la Palabra del Padre, se convierte en criterio de verdad, en transparencia que devuelve la luz.

Es vida: frente a las fuerzas de la muerte que causan terror, Jesús da sentido a la vida, se revela como Señor de la vida y vencedor de la muerte. Y en él todos los que apuestan a favor de un proyecto de vida, de verdad y amor como horizonte que puede salvar a la Humanidad del caos, la injusticia, la corrupción, la exclusión y la maldad.

Quién cree en Jesús cree en el Padre y será transparencia del Resucitado. En el fondo eso es ser cristiano, que es una forma de ser en plenitud hijos/hijas de Dios. Pero la propuesta de Jesús no es un asunto meramente individual, intimista, espiritualista. El proyecto de su seguimiento es exigente y radical. También la persona cristiana, integrada al cuerpo comunitario, debe ser camino, verdad y vida. Estamos llamados a ser una alternativa de vida, junto con otras alternativas de vida -representadas por otras personas y comunidades inspiradas por otras religiones- en medio de un mundo desorientado que con frecuencia no encuentra el sentido de la existencia. Somos servidores de la Vida aún en medio de la muerte que siembra el egoísmo humano cuando desatiende la sabiduría que se manifiesta «por los muchos caminos de Dios». La desatención a esta sabiduría divina manifestada por tantos caminos, repercute en las crecientes injusticias sociales y guerras que pretenden justificarse con apelos a la defensa de la libertad y de la seguridad, o a la imposición de la democracia o de la «libertad de comercio»… pero que en el fondo esconden mezquinos intereses económicos y hegemónicos de las grandes potencias y plagan de hambre y de miseria a los pueblos pobres.

Nuestra misión, pues, como personas cristianas, es juntarnos con muchas otras personas y comunidades creyentes, practicantes de otras religiones, y ser alternativa de vida, de resistencia y esperanza para todos.

En una época como la que vivimos, marcada por la entrada en curso en un nuevo paradigma, el paradigma pluralista, hemos de leer y proclamar con cuidado tanto la expresión de Pedro de un «linaje escogido», como la expresión de Juan, que él pone en labios de Jesús: «Yo soy ‘el’ Camino»… Esta última sobre todo no deja de ser una expresión propia de un lenguaje confesional, un lenguaje de amor y de fe, cultual, y en ese contexto hay que entenderla. No hay que perder de vista que, en otro sentido, son muchos los caminos de Dios, «sus caminos, que no son nuestros caminos», y que nos pueden sorprender siempre con el descubrimiento de «nuevos caminos» de Dios. Recomendamos la lectura de la serie «Por los muchos caminos de Dios», de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, en la colección «Tiempo axial» (http://latinoamericana.org/tiempoaxial). O el libro de José María VIGIL Teología del pluralismo religioso, disponible en la red (http://cursotpr.adg-n.es/?page_id=3). Leer más…

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Recordatorio

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