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En la Declaración de Pedro, aprendemos la verdadera definición de alianza

Lunes, 22 de abril de 2024

IMG_6977La reflexión de hoy es de  Sarah Cassidy colaboradora de Bondings 2.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo III de Pascua  se pueden encontrar aquí.

El término “aliado” ha ganado popularidad en los últimos años, especialmente cuando se trata de igualdad LGBTQIA+. Con el aumento a nivel nacional de la legislación anti-LGBTQIA+, la necesidad de aliados fuertes y vocales es más importante que nunca. Pero ¿qué significa ser un verdadero aliado?

En la primera lectura litúrgica de esta semana, Pedro se presenta ante el Sanedrín, un antiguo organismo judicial judío. Imagínese en su posición. ¿Cómo te sentirías? ¿Nervioso, asustado, intimidado? Sé que todas estas emociones me atravesarían. Sin embargo, Pedro está “lleno del Espíritu Santo” y puede declarar firmemente su fe en Jesús frente a algunos de los miembros más altos de la sociedad. No duda ni tiene miedo.

En este momento de incertidumbre, la fe inquebrantable de Pedro en Jesús es admirable. Es fácil dar marcha atrás en tiempos de estrés, hacer temblar nuestros valores o simplemente seguir a la mayoría. Vemos esto en el activismo performativo moderno: activismo realizado para impulsar el capital social en lugar de apoyar genuinamente una causa. Muchas personas están dispuestas a sostener una bandera del Orgullo o publicar un mensaje pro-LGBTQIA+ en las redes sociales, pero cuando se trata de apoyar verdaderamente a las personas LGBTQIA+, muchas no lo logran. No todo el mundo está dispuesto a denunciar a un amigo homofóbico, proteger a una persona trans o no binaria de daños físicos o defender los derechos LGBTQIA+ en espacios políticos.

¿Qué pasaría si nuestra alianza y activismo fueran inquebrantables, como la creencia de Pedro en Jesús?

Me imagino un mundo donde todas las personas LGBTQIA+ se sientan amadas y apoyadas por al menos una persona en su vida. Este aliado tiene la fuerza no sólo de aceptar incondicionalmente al individuo LGBTQIA+, sino también de defenderlo activamente de un mundo homofóbico y transfóbico. Este amor no debería ser un privilegio. Debería ser un derecho humano.

Cuando pienso en mi propio viaje, agradezco a todas las personas que me han apoyado. Ni una sola vez me he sentido desagradable o indigno por mi carácter queer. Esta debería ser la experiencia de toda persona queer, pero en realidad soy uno de los afortunados. Estoy aquí porque tengo la suerte de estar rodeada de amigos y familiares que creen en la existencia LGBTQIA+.

Como individuos y como sociedad, debemos trabajar para convertirnos en mejores aliados, no solo haciendo más publicaciones en las redes sociales. Significa trabajar junto a la comunidad LGBTQIA+ a través de esfuerzos de organización y promoción. Significa presentarse en manifestaciones, denunciar verbalmente todas las formas de homofobia y transfobia y apoyar las iniciativas LGBTQIA+. Significa escuchar las necesidades de las personas LGBTQIA+ en lugar de hacer suposiciones y educarnos sobre la realidad de vivir en un mundo heteronormativo.

La alianza no solo debe incluir a quienes no forman parte de la comunidad LGBTQIA+, sino que también debe incluir a quienes forman parte de la comunidad. Aunque me identifico como queer, también me identifico como una mujer blanca, cisgénero y de clase media. Estas identidades privilegiadas me protegen del daño que sufren muchas otras personas queer, como las personas trans o de color. Por lo tanto, tengo el deber de usar mi poder de una manera que promueva los derechos de quienes enfrentan una marginación más profunda.

Mi esperanza es que todas las personas, incluyéndome a mí, tengan el coraje de ser como Pedro. Si somos capaces de abrazar el Espíritu Santo, hablar desde el corazón y proclamar con valentía la dignidad inherente de las personas LGBTQIA+, algún día seremos verdaderos aliados.

—Sarah Cassidy (ella), Ministerio New Ways, 21 de abril de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Va con nosotros”. 4º Pascua – B (Juan 10,11-18)

Domingo, 21 de abril de 2024

IMG_4141El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.

No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús, buen pastor, se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario, dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de sus ovejas.

El «pastor bueno» se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario, que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida, abandonando al rebaño: no le importan las ovejas.

Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.

Pero hay algo más. «El pastor bueno da la vida por sus ovejas». Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor, que no huye ante el peligro, sino que da su vida por salvar al rebaño.

Por eso, la imagen de Jesús, «pastor bueno», se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del Salmo 22: «El Señor es mi pastor, nada me falta… aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo… Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida».

Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas, o perdidos y desorientados.

Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades… corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?

José Antonio Pagola

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“El buen pastor da la vida por las ovejas”. Domingo 21 de abril de 2024. Domingo cuarto de Pascua

Domingo, 21 de abril de 2024

30-PascuaB4 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 4,8-12: Ningún otro puede salvar.
Salmo responsorial: 117: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
1Juan 3,1-2: Veremos a Dios tal cual es.
Juan 10,11-18: El buen pastor da la vida por las ovejas

Con la palabra «pastor» se designaba en el Antiguo Oriente con frecuencia también a los reyes. Entre los egipcios, los reyes egipcios eran representados con los dos distintivos del pastor: el azote (o espantamoscas) y el cayado. Tanto en el arte de Mesopotamia como en el griego se encuentra la figura del pastor llevando a hombros un cordero; el dios griego Hermes fue representado llevando un carnero. Los cristianos utilizaron esta imagen para representar a Jesús, como buen pastor.

En el Antiguo Testamento Dios le encomienda a David la tarea de pastorear a su pueblo Israel (2Sam 5,2) y los príncipes del pueblo se comparan con frecuencias con pastores. Ezequiel contrapone los dirigentes de Israel -que se apacientan a sí mismos en lugar de apacentar a sus ovejas- con el Señor, como modelo de pastor: «Como sigue el pastor el rastro de su rebaño cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones» (Ez 34,1-10.12).

El evangelista Juan presenta a Jesús como «buen pastor», o por dar una traducción más adecuada, como «modelo de pastor». El pastor modelo se define porque da su vida en función de las ovejas. Quien no ama a las ovejas hasta ese extremo no es buen pastor. El pastor aparece en el evangelio de hoy por oposición al asalariado o mercenario que apacienta a las ovejas por dinero; el asalariado cuando viene el peligro (lobo) deja que mueran las ovejas.

La relación del pastor-Jesús con las ovejas-pueblo es una relación personal y recíproca de conocimiento profundo e íntimo (conozco a las mías y ellas me conocen a mí). Conocer a Jesús significa experimentar su amor e identificarse con su persona y actividad. Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu, que crea la unidad de designio y de propósito.

Pero el rebaño de Jesús no se limita al pueblo de Israel, pues Jesús proclama que tiene otras ovejas que no son de ese recinto, palabra que designa el atrio del templo o, más ampliamente, a la institución judía, en la cual se han arrogado los puestos de poder unos individuos que carecen de todo derecho a ello y que son en realidad explotadores (ladrones) que usan de la violencia (bandidos) para someter al pueblo, manteniéndolo en un estado de miseria (cf. Jr 2,8; 23,1-4; Ez 34,2-10; Zac 11,4-17). Son esa gente que ha convertido la casa de su Padre en casa de negocios (Jn 2,16).

Él tiene otras ovejas que no son del pueblo de Israel, pues pertenecen al mundo pagano y ha venido para formar una nueva comunidad humana que no se limita ya a los judíos sino que se extiende a todos sin distinción de raza, credo o estatuto social.

Jesús, el modelo de pastor, demuestra que es el verdadero pastor porque entrega su vida por las ovejas. Ante su auditorio de dirigentes judíos (v. 19) que lo odian e intentan matarlo, Jesús afirma que es precisamente su prontitud para desafiar la muerte lo que hace manifestarse en él el amor del Padre.

Jesús se entrega a sí mismo y así se recobra, porque al darse él mismo hace suyo el dinamismo de amor del Padre y de esta manera realiza su condición de hijo, adquiriendo la plenitud del propio ser. La demostración continua de amor del Padre se realiza en la presencia y actividad incesante del Espíritu en Jesús y se manifiesta en su obrar.

Como Jesús, quien se da a sí mismo por amor no lo hace con la esperanza de recobrar la vida como premio a ese sacrificio (mérito), sino con la certeza de poderla tomar de nuevo, por la fuerza del amor mismo. Donde hay amor hasta el límite hay vida sin límite, pues el amor es fuerza de vida. Dar la vida significa creer hasta el fin en la verdad y potencia del amor.

Jesús afirma su absoluta libertad en su entrega. Nadie puede quitarle la vida, él la da por propia iniciativa. Indica así que, aunque sean las circunstancias históricas las que van a llevarlo a la muerte, eso puede suceder porque él ha hecho su opción de llegar hasta el fin.

El Padre, que ama a Jesús, le deja plena libertad; como Hijo, Jesús dispone de sus actos (Está en mi mano entregarla, etc.; cf. 3,35). La relación entre Jesús y el Padre no es de sumisión, sino de amor que identifica. El mandamiento del Padre no es una orden, sino un encargo; formula el designio común del Padre y Jesús, que nace de su comunión en el Espíritu (5,30). El evangelista utiliza el término “mandamiento” para oponerlo a los de la antigua Ley. Moisés recibió muchos (Éx 24,12; Dt 12,28, etc.), Jesús uno solo, el del amor hasta el extremo, el mismo que será propuesto a la humanidad (12,49; 13,34).

Y este pastor modelo -que es Jesús-, es también según Pedro en el libro de los Hechos, «la piedra que desecharon ustedes, los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular» de la comunidad.

Queremos añadir una «nota crítica» para evitar un peligro que puede conllevar el comentario de la primera lectura de hoy. Es a respecto del famoso versículo Hch 4,12: «No hay bajo el cielo otro nombre que podamos invocar para ser salvos». Será una tentación fácil, para las personas de mentalidad más conservadora, enrumbar su reflexión o su homilía como el comentario a esa fórmula tan altisonante y absoluta. Probablemente no caerán en el exclusivismo eclesiocéntrico («fuera de la Iglesia no hay salvación»), pero tal vez caerán en el exclusivismo cristocéntrico («fuera de Cristo no hay salvación»), aunque sea por vía inclusiva («todos, aunque no lo sepan siquiera, se salvan por Cristo»). Es el mensaje de muchos fundamentalistas cristianos: «¡Sólo Jesús salval! ¡No hay salvación fuera de Jesús!». Tal fundamentalismo estaría justificado «literalmente» desde la misma Palabra de Dios…

J.A.T. Robinson (Truth is Two-eyed, The Westminster Press, Filadelfia 1979, 105) piensa que la interpretación exclusivista del texto (Hch 4,12) es engañosa. «Lo cierto -dice- es que el término ‘salvarse’ (y ‘salvación’) es el mismo que se usa tres versículos antes (4,9) al hablar del ‘enfermo’ que ha sido ‘curado’. El contexto no es el de la comparación de las religiones, sino el del carácter curativo de la fe. El problema es ‘con qué poder’ el cojo ha logrado ‘curarse completamente’ (3,16). ¿Ha sido por algún poder innato, por la piedad de los apóstoles (3,12) o ‘en nombre de Jesús’, que es quien suscita la fe (3,16)?». Ésas son las alternativas que el texto tiene en mente, el contexto del que no se puede sacar la frase. La conclusión es que el versículo en cuestión no puede tomarse como base para justificar el exclusivismo religioso universal (frente a todas las religiones). El lenguaje que allí se está utilizando es un lenguaje «confesional» hacia Cristo y su acción sanadora, y no se le puede hacer decir nada respecto a la no validez de las otras religiones del mundo, en las que ni de lejos podía pensar la comunidad.

Así como «sería monstruoso seguir dando por válido hoy día el axioma «extra Ecclesiam nulla salus»» (Torres Queiruga, El diálogo de Religiones, pág. 7), hay que plantearse igualmente la superación de las fórmulas cristológicamente exclusivistas (que normalmente llamamos inclusivistas). «Ya no cabe hablar sin matices o reservas de simple «cristocentrismo». Frases como «no existe conocimiento de Dios sino en Jesucristo», pueden tener sentido en un lenguaje interno, de naturaleza inmediatamente «confesante»(18); pero, en rigor, deben ser desterradas, no sólo por ser psicológicamente ofensivas para los demás, sino por ser objetivamente falsas, pues implican la negación de toda verdad en las demás religiones, incluido el AT. El centro último y decisivo para todos -como, por lo demás, sucedía para el mismo Jesús- radica en Dios». (Torres Queiruga, Cristianismo y religiones: inreligionación y cristianismo asimétrico, «Sal Terrae» 997[enero 1997]3-19; RELaT 241: servicioskoinonia.org/relat/241.htm). Mucho cuidado pues con los fervores exclusivistas cristocéntricos, dignos de mejor causa. Leer más…

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Sal 23/22. El Señor es mi Pastor (יהוה רעי). Buen Pastor, sacerdote frente a mis enemigos (Dom 4 Pascua)

Domingo, 21 de abril de 2024

IMG_4222Del blog de Xabier Pikaza:

Este breve salmo, atribuido lógicamente a David, pastor y rey, a quien la tradición atribuye el orden sagrado del templo de Jerusalén,  desarrolla dos motivos básicos  de vida de Israel, conectados entre sí de un modo histórico y religioso.

(a) 23, 1-4. Yahvé es pastor de estepa y monte, que protege, guía y alimenta a su rebaño (pueblo, orante) por caminos fuertes, peligrosos, de trashumancia y riesgo, desde el principio de los tiempos, cuando los israelitas eran patriarcas trashumantes, pastores de estepa

(b) 23, 5-6. El mismo Yahvé aparece después como Dios/Señor/sacerdote de templo,  (casa de oración y vida, nueva Jerusalén) donde unge al orante y le ofrece una mesa de misericordia, en la que podrá mantenerse por siempre como triunfador

(c) En una mesa frente a enemigos… Mesa para  comer y beber, mesa para  vivir y esperar, pero frente a enemigos, en el centro de una lucha final. ¿Siempre luchando para comer? ¿Teniendo que matar a otros para comer yo? ¿Matando a todos los malos para quedar sólo los buenos? ¿Convirtiendo la lucha en principio de reconciliación superior?¿Cómo entender aquí la canción del pastorcito de Juan de la Cruz? Texto tomado de mi comentario a Salmos

Origen

            Es posible que este salmo sea la oración de un “devoto”, un creyente (un sacerdote), a quien han acusado sus enemigos, persiguiéndole  y queriendo expulsarle del culto de los fieles del templo; pero se ha defendido, ha triunfado, y puede mantenerse en el santuario, confesando a Yahvé como su Dios, tanto en su entorno anterior de trashumancia (como oveja de un rebaño protegido por Dios), como en su contexto posterior (actual) de presencia y culto en el templo. Pero lo esencial es que este salmo evoca, de modo muy intenso, el arco histórico de la identidad israelita, en sus dos momentos fundamentales… que nos sitúan ante un tercero::

(a) Prehistoria: Tiempo de pastores, lucha contra fieras, en medio de duras quebradas.  En principio, el orante se identifica como “oveja” de un rebaño guiado y defendido por Dios, no sólo en la etapa de los patriarcas (Jacob pastor, con Abraham…), sino a lo largo de los tiempos de trashumancia por zonas de estepa y desierto, desde la salida de Egipto hasta su establecimiento en torno a Jerusalén. De pastores de campo y de riesgo venimos, de cazadores, pescadores, entre riesgos de un mundo duro, en el que hemos logrado avanzar….

(b) Historia, tiempo de templo, comer frente a enemigos… Lucha entre hombres/pueblos por la comida del templo.  Superando el tiempo anterior de pastores de estepa, nómadas y trans-humantes de vida, luchando contra animales fieros y riesgos de mar y montaña, guiados por un Dios de la vida, este salmo nos sitúa ante la comunidad de creyentes, reunidos de un modo sacral en torno al templo de Jerusalén, donde Dios mismo aparece como “anfitrión”, en la casa sagrada que acoge a sus devotos, les unge, les llena de gloria y les “alimenta”, de forma que ellos pasan de ser ovejas de su rebaño (cf. Is 40, 11; Ez 34, 21-22; Sal 95,7) y huéspedes y amigos de su casa… Una casa de Dios pero enfrentados unos con otros (es decir, con enemigos…).

(c) ¿Habrá un tiempo nuevo?  Ya no somos pastores de ovejas, en medio de tierras quebradas, entre lobos… somo orantes de “templo”, en la casa de un Dios que nos ofrece su protección y comida, pero enfrentados unos con otros… ¿Habrá futuro para nosotros? Habrá un Dios de vida y redención, reconciliación para el nuevo tiempo? En ese contexto resuena atronadora y suavísima la canción del pastorcico de Juan de la Cruz.

Salmo de cambio de tiempos. Invitación a un futuro distinto

Este paso de la religión trashumante del Yahvé pastor y su rebaño a la religión establecida del Yahvé del templo con sus fieles, que comparten la mesa y oración (y que más tarde el libro de la Ley), constituye la clave de la historia de Israel, y aparece aquí resumida en esta espléndida oración, que, en su forma final,  no es ya propia de un Rey como David (aunque se le puede aplicar la primera parte), ni de unos sacerdotes, gestores del culto del pueblo (aunque también se les puede aplicar la segunda parte), sino de un creyente, que se defiende y eleva como representante o portavoz de la historia israelita.

            Pero el problema no es ya lo que ahora somos y tenemos en un templo de vida…. Protegidos por Dios… El problemas es si podremos ser en el futuro, si podremos superar la tensión de vivir “en frente” (en contra) de enemigos… El tema es la llegada del tercer reino de la humanidad reconciliada.

            Cambian de un momento a otro los “peligros”, vinculados primero con el tiempo de pastoreo con riesgos concretos de carencia y peligros de campo  (falta de agua, de pastos, de oscuros caminos, de fieras o bandidos…) y después con el tiempo del templo, con enemigos humanos, que se sientan o vigilan al otro lado de la mesa del orante, acechándole siempre. Pero la defensa de Yahvé (su presencia protectora) es siempre la misma en un momento y el otro, de forma que el salmista original o los que repiten y asumen su canto en el templo o en la liturgia particular de las comunidad, pueden habitar tranquilos (23,5), libres de temor, porque el Dios pastor y anfitrión (amigos) va con ellos y les acompaña.

1 (Salmo de David).

Yahvé es mi pastor, nada me falta:

  1. 2 en verdes praderas me hace recostar; | me conduce hacia fuentes tranquilas
  2. 3 y repara mis fuerzas; | me guía por el sendero justo, | por el honor de su nombre.
  3. 4 Aunque camine por cañadas oscuras, | nada temo, porque tú vas conmigo:
  4. tu vara y tu cayado me defienden.

 Preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos;

  1. me unges la cabeza con perfume, | y mi copa rebosa.
  2. Bondad y tu misericordia me acompañan | todos los días de mi vida,
  3. Y  habitaré en la casa Yahvé | por años sin término
  4. En frente de mis enemigos

Éste salmo tiene, como he dicho, dos partes principales (Yahvé-Pastor, Yahvé rey sagrado de Templo) que van unidas de un modo inseparable, como es normal en otros salmos. Entre el pasado de los patriarcas-pastores y el presente de los devotos del templo queda un largo transcurso de historia simbólica (conquista de la tierra, monarquía de Jerusalén, quizá exilio…), que el salmo no necesita precisar, pasando como hace la etapa de pastores (promesa) a la etapa de fieles/levitas de un templo.

La imagen primera es de “pastores”, un símbolo  imagen que ha seguido vive en el mundo rural hasta tiempos muy recientes: La humanidad logró una madurez antes impensable cuando logró domesticar algunos animales (cf. Sal 8; Gen 2), de forma que, en vez de ser cazador fortuito de venados silvestres, se convirtió en pastor de animales domésticos (perros y caballos, vacas, ovejas…) a los que cuidaba y guiaba, para mantenerse de ellos. Éste fue un proceso doble, que está en el fondo de la “historia simbólica” de Gen 2:

Los hombres domesticaron animales, les pusieron nombres, vivieron en torno a ellos, los ofrecieron como sacrificio a Dios (a los dioses)… Sin animales domésticos, especialmente ovejas y cabras, perros y caballos no habrían subsistido sobre el mundo.

Por su parte, los animales (perros, ovejas, caballos…) domesticaron a los hombres… les ofrecieron un espacio de vida propia, d e humanidad…

Pero el gran salto se produjo cuando unos seres humanos crearon lazos de palabra-amor especial entre sí, varones y mujeres, antes el Dios de la palabra y de la vida, como sigue contando Gen 3, con los valores y riesgos que eso implica.

 Resulta esencial este recuerdo   de los israelitas posteriores, que seguían identificándose más con los pastores patriarcas nómadas (trashumantes) que con los agricultores sedentarios, simbolizados por los pueblos paganos cananeos. De esa forma pasa el salmo del recuerdo antiguo de los “jeques” pastores (patriarcas) a los fieles sedentarios del templo.

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PRIMER REINO. YAHVÉ, TÚ ERES MI PASTOR (23, 1-4).

No dice eres mi Rey, mi Padre o Sacerdote, sino mi Pastor, Ro’i (יהוה רעי לא אחס, El Señor es mi pastor, nada me falta) con acento de intensificación sobre la palabra hebrea, como para indicar que su vida (la vida de la humanidad) ha podido surgir y se ha desarrollado a través de una presencia gratuita, bondadosa y fuerte de Dios, como pastor que “domestica” a las ovejas, las guía, las protege… Eso significa que el hombre es un animal “domesticado”, educado por Dios, por una presencia superior de vida, a quien se conoce con el nombre de Yahvé (el que vive, hace vivir).

Actualmente, siglo XXI, al menos en el mundo occidental, esta imagen se nos ha hecho difícil de entender y de aceptar: No nos sentimos bien si alguien nos guía, no somos “animales domésticos”, dependientes de un Dios exterior, sino dueños y gestores de la propia vida, sin necesidad de “pastores”. En un plano, ese nuevo sentimiento de libertad es bueno, y este mismo salmo lo ratifica al final. Pero en otro sentido, la visión del “Dios pastor”, vinculado a nuestra propia identidad de “rebaño de hombres libres”, sigue siendo necesaria: Nuestro despliegue en la vida ha sido un prodigio, la mayor de las maravillas de la tierra; la humanidad ha surgido por obra especial de una Presencia y Guía que podemos comparar con la del pastor, que nos ha hecho capaces de tener lo que tenemos, que nada nos falte.

            Las notas principales de la presencia y obra de este Pastor divino son tradicionales y apenas necesitan comentario, teniendo en cuenta las condiciones del pastoreo trashumante antiguo, en una tierra de estepas semidesérticas, como las del entorno de Israel: Con la ayuda del Dios-Pastor, con su presencia educadora, el hombre ha sido capaz de encontrar verdes praderas y tranquilas fuentes,  en medio de una tierra calcinada,  reparando su cansancio y superando  los peligros, a través de “senderos justos”.

            Esta última expresión se puede y debe entender de dos maneras. (a) Los hombres han recorrido senderos “rectos”, esto es, apropiados, que les han llevado a la supervivencia física. (b) Pero también han recorrido caminos de “justicia”, en un sentido social y religioso, pues de otra manera ellos habrían perecido todos, víctimas de la violencia universal. Desde ese fondo se entienden las dos frases fundamentales.

 – Aunque camine por cañadas oscuras (de oscuridad de muerte) nada temo, porque tú vas conmigo (ydI_M'[i hT’îa;-yKi); este Dios-presencia, en medio del riesgo de muerte de la vida humana, define y sostiene la su existencia. El hombre ha sido y sigue siendo un viviente acompañado, bordeando sin cesar el riesgo de la muerte-oscura que le rodea y amenaza. Un camino por la oscuridad rodeada de muerte, pero abierta a la Vida es la existencia humana.

Porque tu vara y cayado me sosiegan-defienden; la vara es un tipo de “cetro” de orientación y mando (propio incluso de reyes); el cayado es más bien un bastón defensivo, que podía llevar punta de hierro, para luchar contra las fieras y contra posibles enemigos.

 Según esto, la vida de los grupos humanos y de las personas en particular ha sido un “milagro” de educación (maduración, crecimiento) que el salmista atribuye a la presencia de Dios, como Pastor y guía. En un sentido, el hombre es dueño de sí (capaz de defenderse); pero, al mismo tiempo, su vida ha sido y sigue siendo resultado de una presencia superior. El hombre es porque Yahvé (el que es), siendo su presencia y providencia activa, le ha hecho surgir y le mantiene en vida.

  1. SEGUNDO REINO. HABITAR EN LA CASA DE YAHVÉ (23, 5-6).

Como he dicho, el salmista da un gran salto, para situarse en el lugar en que ahora se encuentra (al menos simbólicamente): Ante la mesa que el mismo Yahvé le ha preparado en su casa. No camina ya buscando descanso de agua y sombra, en medio de duros senderos de muerte, sino que puede sentarse y se sienta ante la mesa de Dios, hasta saciarse sin fin. Su bienaventuranza no se expresa aquí en forma de visión (contemplar a Dios, cara a cara…), sino de banquete (comer siempre en la casa de Dios).

El mismo Dios-Pastor se vuelve así anfitrión, quizá mejor de Amigo, que acoge a los amigos en su casa, ofreciéndoles alimento, como ha sabido la tradición antigua (la carne de los sacrificios que se comen en el templo es “carne de Dios”) y más tarde el cristianismo (que ha interpretado el pan y vino eucarístico como cuerpo y sangre de Cristo, Dios encarnado). Es evidente que estas afirmaciones, como las que forman parte del “misterio” religioso han de tomarse “simbólicamente”, no para indicar que no son verdaderas, sino para afirmar que lo son de un modo más alto.

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Pasado, presente y futuro. Domingo 4º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 21 de abril de 2024

buenpastor6Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de Jesús resucitado. A partir de este domingo, y hasta la Ascensión, las lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de Juan, se centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración sacerdotal.

No es fácil encontrar una relación entre las tres lecturas de hoy porque se usan imágenes muy distintas: Piedra angular para hablar de Jesús (1ª lectura); Padre e hijos para hablar de Dios y nosotros (2ª lectura); pastor y rebaño, para hablar de Jesús y nosotros (evangelio). Buscando una relación entre ellas la vería en el ritmo del tiempo (pasado, presente y futuro) de Jesús y de nosotros.

Pasado y presente de Jesús (Hechos 4,8-12)

Se supone conocido el relato anterior. Pedro y Juan suben al templo para la oración de media tarde y en la puerta Hermosa encuentran tendido a un lisiado que les pide limosna. Pedro lo agarra de la mano derecha, lo levanta y lo cura. Ante el asombro del pueblo, Pedro pronuncia un discurso en el que atribuye la curación a Jesús (este discurso se leyó en parte el domingo pasado, 3º del ciclo B). Los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, se irritan al escuchar sus palabras y al día siguiente los convocan ante el Consejo y los interrogan. La respuesta de Pedro es la siguiente:

En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:

-Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos.

Para un judío, el nombre equivale a la persona. El nombre de Jesús es Jesús. En estas pocas palabras se resume su pasado y su presente. El pasado ofrece una imagen de Jesús totalmente pasiva: no se recuerda su predicación ni sus milagros. Solo se cuenta lo que hicieron con él las autoridades judías y Dios. Las autoridades lo rechazaron y crucificaron; Dios los resucitó y convirtió en piedra angular. De esto se deduce su situación presente: él es quien ha curado al paralítico y el único que puede salvarnos a todos nosotros.

Presente y futuro del cristiano (1 Juan 3, 1-2) 

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

La 1ª lectura hablaba del pasado y el presente de Jesús. Esta 2ª habla de nuestro presente y nuestro futuro. El presente: somos hijos de Dios. El futuro: seremos semejantes a Dios. Cuando nace un niño siempre se buscan parecidos con el padre, la madre y otros miembros de la familia. Para el autor de la carta, nuestra semejanza con Dios no es algo que se perciba ya desde ahora; se manifestará en el futuro, cuando veamos a Dios cara a cara. Pero eso no impide que seamos ya realmente hijos de Dios. Lástima que esto no se valore. Si fuéramos hijos de un deportista famoso o de un cantante de moda, todos querrían hacerse una foto con nosotros.

Pasado y futuro de Jesús (Juan 10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».»

La imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores: da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el evangelio hable de Jesús como “el buen pastor” debería haber dicho: bueno y excepcional.

Este pasaje del evangelio concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que haya un solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades cristianas que se irían formando en países paganos y a todos nosotros.

Reflexión final

Relacionando las tres lecturas, Jesús, buen pastor nos ha salvado y nos ha conseguido el ser hijos de Dios. A nosotros nos corresponde escuchar su voz y agradecerle el don que nos ha hecho.

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4º Domingo de Pascua. 21 Abril, 2024

Domingo, 21 de abril de 2024

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Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí…”

(Jn 10, 11-18)

Hoy nos encontramos con el buen pastor. No un buen pastor, sino el Buen Pastor por excelencia, el que da su vida por las ovejas.

Bien… Aquí vemos a Jesús poniendo un ejemplo para describirse a sí mismo. ¿Qué ocurre? Que ese ejemplo es muy válido para la gente que lo seguía, pero para nosotras no tanto. Vivimos en otro tiempo, otro lugar y otra cultura. No es de extrañar que nos perdamos algo de lo que nos quiere decir Jesús.

Seguramente te haya pasado alguna vez que estando en oración, o incluso en algún momento de la jornada, te “haya venido” alguna idea o ejemplo sobre el evangelio que no te estaba diciendo gran cosa, y de repente, como que lo ves todo más claro. No se trata de que seas una iluminada sino de que Dios nos conoce perfectamente, mucho mejor que nosotras mismas, y sabe qué necesitamos, qué no entendemos, qué andamos “rumiando” en nuestro corazón… nos conoce como el buen pastor a sus ovejas, a cada una de ellas.

Una vez orando este evangelio, mi pensamiento se llenó de un “¡qué poco me estás diciendo, Señor!” y un rato despues me vino un recuerdo, mejor dicho, Dios me puso delante un recuerdo, un sentimiento, este ejemplo. Las primeras veces que mi hermana y yo nos quedábamos solas en casa, nos daba miedo que alguien llamara al timbre y, además de no abrir, llegábamos incluso a quedarnos muy quietas y contener la respiración para que “alguien” no nos oyera (como si la puerta fuera transparente). Realmente nos agarrotábamos. Pero, todo cambiaba, cuando oíamos en la escalera la voz de José, el portero de nuestro bloque. Era un hombre muy servicial, atento, entrañable, fiable… en fin; cuando estábamos solas en casa nos alegraba y tranquilizaba mucho oír, y con ello saber, que él andaba por la escalera, velando por los vecinos, especialmente, por la chiquillería del portal y los señores mayores que vivían solos.

Si haces un poco de memoria, seguramente reconozcas a Jesús como el Buen Pastor, en más de una persona que te haya acompañado o esté acompañando en tu vida. Tráelas al corazón con agradecimiento.

Oración

Trinidad Santa, abre nuestra escucha a tu voz. A tu silbido de Buen Pastor.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús es modelo de oveja que va delante guiándonos.

Domingo, 21 de abril de 2024

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Jn 10,11-18

Se acabaron los relatos de apariciones, pero sigue el lenguaje simbólico. Los textos simbólicos son los más propicios para hablar de la trascendencia, pero también son los más propensos a la manipulación. Basta con que no hagamos el esfuerzo de comprensión que requieren y nos quedemos en la literalidad. Mientras más profunda es la enseñanza que pretenden transmitir, más difícil es ponerse en la piel del que escribe. Todo lenguaje sobre las realidades trascendentes tiene que ser simbólico si no quiere ser idolátrico.

Este texto está enmarcado en un contexto más amplio de polémica entre Jesús y los fariseos, después de la curación del ciego de nacimiento. Quien no entra por la puerta es ladrón y bandido. Quien no es dueño de las ovejas, sino asalariado, no está dispuesto a dar la vida por ellas. No se trata de una propuesta anodina sino de una denuncia en toda regla. Todo poder que no se pone al servicio de los demás es contrario a Dios. Hemos abandonado los relatos pascuales, pero no nos salimos del tema pascual, la Vida.

No es verosímil que Jesús se declarara pastor de nadie. Este evangelio se escribió setenta años después de morir Jesús y nos cuenta, no lo que dijo, sino lo que aquellos cristianos pensaban de Jesús. Ellos sí se sentían dirigidos por Jesús e intentaban seguir sus directrices. En el AT el título se aplicaba a Dios o a los dirigentes. En tiempo de Jesús, el pastor era, casi siempre, el dueño de un pequeño número de ovejas, a las que cuidaba como si fueran miembros de la familia, incluso, cobijándolas bajo el mismo techo, llamándolas por su nombre propio. De ellas dependía el sustento de la familia.

El pastor modelo está en contraposición con el mercenario. El pastor, que es dueño de las ovejas, actúa por amor y no le importa arriesgar su propia persona para defenderlas de cualquier peligro. El mercenario actúa por dinero, las ovejas le traen sin cuidado. En (4 Esd 5,18) dice: “No nos abandones como pastor a su rebaño en poder de lobos dañinos”. La figura del lobo está en paralelo con la del ladrón y bandido, que arrebata y dispersa. Precisamente lo contrario de lo que hace Jesús, reunir las ovejas dispersas (Jn 11,52).

La imagen del pastor fue muy utilizada en el AT. Se aplicó a los dirigentes, muchas veces para llamar la atención de que no cumplían con su deber. Se aplicó al mismo Dios que, cansado de los malos pastores, terminaría por apacentar Él mismo a su rebaño. La única idea original de Jn es la de dar la vida por las ovejas. Seguramente es una interpretación de la vida y muerte de Jesús como servicio a los hombres. No se trata de un discurso de Jesús, sino de una manera de transmitir lo que aquellos cristianos pensaban sobre él.

Yo soy el ‘buen’ pastor. No se trata de resaltar el carácter de bondad o dulzura. La traducción oficial devalúa la expresión. “Bueno” en griego, sería (agathos). (Kalos) significa bello, ideal, excelente, único en su género. Denota perfección suma. No se dice solo de las personas (el vino en la boda de Caná (2,10). Pastores “buenos”, puede haber muchos. Pastor ideal solo puede haber uno. El tomar el evangelio que acabamos de oír como excusa para hablar de los obispos y de los sacerdotes no tiene ni pies ni cabeza. La tarea de los dirigentes no tiene nada que ver con lo que nos quiere decir el evangelio.

El buen pastor se entrega él mismo por las ovejas. La vida (psukhên) se identifica con la persona. En griego existen tres palabras para designar vida: “bios”, “zoê”) y “psukhê”. No significan lo mismo, y por eso pueden causar confusión. Psukhên significa persona, es decir, capacidad de sentimientos y afectos. “Tithesin” no significa dar, sino poner, o mejor, exponer, arriesgar. Como pastor excelente, Jesús pone su persona al servicio de los demás durante toda la vida. Jesús vive y se desvive por los demás.

Desvivirse: Mostrar incesante y vivo interés, solicitud o amor por una persona (DRAE). Es exactamente lo que quiere decir aquí Juan de Jesús. La entrega de la vida física es la manifestación extrema de su continua entrega durante toda su vida. Quien no ama hasta dar la vida no es auténtico pastor. El máximo don de sí es la comunica­ción plena de lo que él es. No se trata de que, por su muerte, se nos conceda algo venido de fuera. Se trata de que su vida, puesta al servicio de todos, prende y se desarrolla en nosotros.

Conozco a las mías y las mías me conocen.  No se trata de un conocimiento a través de los sentidos o de la razón. En el AT el conocimiento y el amor van siempre juntos. Ese conocimiento mutuo es una relación íntima, por la participa­ción del Espíritu. Esta reciprocidad nos lanza a años luz de la simple imagen de oveja y pastor. Este mutuo conocimiento-a­mor, lo compara con el que existe entre Jesús y el Padre. La comunidad de Jesús no es una filiación externa, sino una experiencia-vivencia de amor.

Tengo otras ovejas que no son de este atrio. Sitúa Juan su evangelio en el amplio contexto de la creación. De ahí deduce la visión universalista de la misión de Jesús. Los supuestos privilegios del pueblo de Israel, desaparecen. Ya en el prólogo habla de la “luz que ilumina a todo hombre”. Nada que ver con creernos elegidos o pensar en un Dios propiedad exclusiva nuestra. Todas las religiones han caído en esa trampa; la nuestra ha sido la más exagerada en esa reivindicación de una exclusividad de Dios.

Un solo rebaño, un solo pastor. La ausencia de conjunción “y” o preposición “con“, entre los dos términos, indica que la relación entre Jesús y el rebaño no es de yuxtaposición ni de compañía. Jesús, como fuente de Vida, es el aglutinante que constituye la comunidad como tal. No puede ser encerrada en institución alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabado por el Espíritu que da cohesión interior. Jesús no ha creado un corral donde meter sus ovejas; todos los hombres forman parte de su rebaño.

El dar Vida empalma con el tiempo de Pascua, porque la experiencia pascual es que Jesús les comunica Vida. Nosotros tenemos la posibilidad de hacer nuestra esa Vida. Se trata de la misma Vida de Dios. “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí“. El que me come, quiere decir el que me hace suyo, el que se identifica con mi manera de ser, de pensar, de actuar, de vivir. Si Jesús es pan de Vida, no es porque lo comemos sino porque nos dejamos comer.

En la medida que cada uno de nosotros hayamos hecho nuestra esa Vida, estaremos dispuestos a desvivirnos por los demás. El salir de sí mismo e ir a los demás, para potenciar sus Vidas, no depende de las circunstancias; es un movimiento que tiene su origen es esa misma Vida. El amor que nos pidió Jesús está reñido con cualquier clase de acepción de personas. No estamos acostumbrados a tener este detalle en cuenta, y así creemos que es amor lo que no es más que recíproco interés o simpatía visceral.

 Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Buen Pastor.

Domingo, 21 de abril de 2024

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Juan 10, 11-18

«Yo soy un buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí»

La figura del buen pastor ha inspirado a pintores y poetas durante siglos, pero quizás en este momento haya perdido parte de su significado. Dada nuestra mentalidad, nos resulta difícil concebirnos como un rebaño pastoreado por alguien en detrimento de nuestra libertad (aunque ése no sea el sentido del texto). En cualquier caso, esta expresión usada por Juan me interpela y me da pie a plantearme una pregunta que para mí importante: ¿Qué es Jesús para mí?…

En primer lugar, es el soporte de mi existencia. Corremos el riesgo de pensar que somos unos seres arrojados a este mundo sin otro propósito que deambular por la vida hasta que la muerte nos devuelva a la nada de la que procedemos, y Jesús nos dice que no; que detrás de todo esto está Dios. Pero no se limita a ello, sino que nos dice, además, cómo es Dios; que Dios no es un arcano inaccesible; que Dios es Abbá, que nos ama, nos hace el regalo de la Palabra y nos alienta con su Espíritu. Y no sólo lo dice, sino que en Jesús, un ser humano como nosotros, hemos podido ver a Dios.

Es también mi referencia vital. Somos propensos a entusiasmarnos con lo que no merece la pena, a optar por lo que no nos conviene; por lo que estropea nuestra vida, y Jesús nos muestra el camino para vivirla de verdad, para no echarla a perder. Y ese camino pasa por convertirnos en servidores, por perdonar siempre a los que nos ofenden, por ser misericordiosos, por compadecer a los que sufren, por conformarnos con poco, por compartir con los que no tienen; por trabajar por la paz y la justicia… En definitiva, por no tratar de hacer de este mundo una morada definitiva, sino el camino que nos dirige a nuestro destino.

Jesús es también el sentido de mi vida. Jesús nos invita a comprometernos con una misión capaz de llenar la vida de cualquiera que se tome en serio esa invitación, y esa misión es trabajar por el Reino; es decir, tomar parte en el proyecto de Dios; estar en las cosas de nuestro Padre. No se entiende el mundo si no está encaminado a un fin, y ese fin no puede ser otro que una humanidad en plenitud. La buena Noticia es que Dios ha querido hacer de nosotros (sus hijos) colaboradores necesarios de su obra.

Es finalmente quien mantiene viva mi esperanza de trascender a la muerte. Vemos que en este mundo todo muere y desaparece, y la lógica nos mueve a extender a nosotros ese destino inexorable. «Venimos de la nada de antes y vamos a la nada de después», decía Heidegger haciendo gala de un gran dominio de la lógica humana. Pero Jesús nos ha mostrado que no; que hay más vida tras la muerte; que nuestro destino es Vivir…

Jesús es para mí soporte, referencia, sentido y esperanza… un excelente pastor.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Conocemos al pastor o declamamos sus mandamientos?

Domingo, 21 de abril de 2024

images-5DOMINGO 4º PASCUA (B)

Jn 10, 11-18

¿Me siento una persona buscada, amada y cuidada por este “Buen Pastor”?

Jesús resucitado vive entre nosotrosEste es el mensaje que venimos repitiendo cada domingo de Pascua. Hasta ahora se nos ha dicho mediante los textos del sepulcro vacio o los de las apariciones, testimonios ambos de esa experiencia que cambió la vida de sus seguidores/as y los reunió en Iglesia. Hoy da un paso más, no nos habla solo de ese primer encuentro, sorprendente, con el Resucitado, en el huerto, en Tiberíades, en el cenáculo… Hoy nos anuncia que esta presencia de Jesús vivo a nuestro lado es continua, definitiva, como la del pastor con sus ovejas.

La imagen del pastor que socialmente puede quedarnos un poco lejana, también puede suscitar, en muchos de nosotros, más que una reflexión, un sentimiento entrañable, sentirnos amados, cuidados, protegidos…  Sabemos que desde los comienzos de la Iglesia es la imagen más querida y representada de Jesús. Ya en las catacumbas, ese pastor que carga sobre sus hombros una oveja es el consuelo y la fuerza para aquellos primeros hermanos y hermanas que se sienten perseguidos y amenazados. Muchos de ellos recordaban la imagen del “pastor” para referirse a Dios leída tantas veces en el A. T., como el único que guía y protege a su pueblo.

Os invito a acercaros a acoger este texto desde dos claves:

1ª  Intentar descubrir desde el corazón a este Buen Pastor

Recordemos cómo describen los evangelios en distintos momentos la imagen del pastor referida a Jesús: el que conoce a las ovejas, camina con ellas, las llama por su nombre, las guía hacia buenos pastos, las defiende en sus peligros…. En el texto de hoy la comunidad de Juan la contrapone a la del “asalariado”. Ser pastor no es un oficio es una forma de ser, de vivir y de relacionarse con las ovejas. Es la forma de ser y vivir que han visto en Jesús, que ha impresionado a sus seguidores. Le recuerdan pendiente del pobre, del ciego, de la mujer condenada, de los niños, de tantos enfermos… Nunca preocupado de sí mismo. Una forma de ser y vivir que se resume en ese estar dispuesto a jugarse la vida, a arriesgar su vida por los demás, a los que llama “sus ovejas”, que le importan hasta tal punto que entrega su vida por ellas.  Cuando se escribe este texto la comunidad tiene muy presente la imagen de Jesús crucificado. Desde ahí cobran nueva fuerza ahora sus palabras y su imagen de buen pastor.

Pero este buen pastor, ansía ser el pastor de todos, de tantas personas que están “como ovejas sin pastor” solas, necesitadas… y se plantea “tengo que buscarlas”. Es el pastor que sale a los caminos, como el de Emaús, a buscar a las ovejas perdidas, a las desilusionadas, a las que aun no creen.  Ese es el Dios del que Jesús nos habla: un Dios comprometido en buscarnos, a todos, a cada uno y cada una allí donde estamos. Un Dios al que “le importamos”. El Buen pastor nos habla de un Dios, como el padre del hijo pródigo que  sale al camino cuando nos ve lejos… que abandona el redil para buscarnos cuando nos hemos ido…  Este es el corazón de Dios que Jesús resucitado nos revela al caminar cada día con nosotros, este es el plan de Dios para todos, su Reino… que todas las personas seamos su rebaño, que solo El sea nuestro pastor. ¿Nos lo creemos? ¿Nos sentimos buscados, amados y cuidados por este buen pastor?

Porque esta es la gran noticia de la Pascua: Jesús vive entre nosotros para siempre como “buen pastor”. Solo esta experiencia puede cambiar nuestra vida y hacerla una vida nueva, pascual, de resucitados.

2º Buscar por encima de todo conocerle personalmente, entrar en su intimidad.

El evangelio nos habla de una relación personal de Jesús con sus ovejas: “conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas”. Conocer, amar, dar la vida están aquí en un mismo plano, o quizá mejor cada una de estas palabras explica, sostiene y revela todo el sentido de la otra. Este conocer en el sentido que usa la Biblia, que no es tener datos de algo, nos está hablando de ese conocimiento-relación íntimo y profundo, de elección, de intimidad, de confianza. El que puede darse en un matrimonio, entre amigos de verdad. Así conocer es acoger, aceptar, amar plenamente, amar al otro, a la otra, como es, no como esperamos o queremos que sea. Pero no se queda ahí, este conocimiento del buen pastor, esta relación con cada una de sus ovejas es similar al amor y la relación de Jesús con su Abbá, de la que en otro momento llega a decir “el Padre y yo somos uno”.

Palabras y realidades que nos sobrepasan sin duda, pero en las que hoy se nos invita a entrar. Porque lo importante es descubrir en lo más profundo de nosotros mismos, que Jesús es “mi buen pastor”, como dice el salmo 22 que rezaremos este domingo: Es “mi” pastor, el que me conduce cuando voy a oscuras, el que me prepara una fiesta y repara mis fuerzas cuando siento que no puedo más. El que hace que no tenga miedo, porque me lleva en sus hombros…

Termino hoy con un pequeño relato que puede ayudarnos:

“AI final de una cena en un castillo inglés, un famoso actor de teatro entretenía a los huéspedes declamando textos de Shakespeare. Luego se ofreció a declamar lo que Ie pidieran. Un sacerdote muy tímido preguntó al actor si conocía el salmo 22. EI actor respondió:

– Sí, lo conozco y estoy dispuesto a recitarlo sólo con una condición: que después también lo recite usted.

El sacerdote se sintió un poco incómodo pero accedió a la propuesta. EI actor hizo una bellísima interpretación, con una dicción perfecta, de “El Señor es mi pastor, nada me falta…” Los huéspedes aplaudieron vivamente.

Llegó el turno del sacerdote, que se levantó y recitó las mismas palabras del salmo 22. Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sólo un profundo silencio y lágrimas en algún rostro.

EI actor se mantuvo en silencio unos instantes, luego se levantó y dijo:

– Señoras y Señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha ocurrido aquí esta noche. Yo conozco el Salmo, pero este hombre conoce, ama, al Pastor.

Que el Señor nos conceda conocer al Pastor y disfrutar agradecidos de caminar cada día a su lado.

 

Mª Guadalupe Labrador Encinas. fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Desconfiar de los pastores.

Domingo, 21 de abril de 2024

IMG_4138Domingo IV de Pascua

21 abril 2024

Jn 10, 11-18

Una sociedad rígidamente jerarquizada se basaba en una obediencia ciega, incuestionable, a la autoridad, fuera esta paterna, política o religiosa. Autoridad, que se dotaba a sí misma de un halo de infalibilidad o incluso se hacía aparecer como constituida por Dios. De este modo, se aseguraba la sumisión completa de aquellos que, con frecuencia sin advertirlo, terminaban alienados.

Aquel estilo de sociedad quebró formalmente. Sin embargo, parecen quedar todavía, en el inconsciente colectivo, rasgos que lo caracterizaban. Por lo que no es raro encontrar en la actualidad “pastores” que, en forma de líderes o de gurús, siguen manteniendo una postura de superioridad y exigiendo, más o menos veladamente, sumisión y seguimiento acrítico.

Su “éxito” viene asegurado por el hecho de que todavía muchas personas prefieren la seguridad a la autoindagación. Les resulta más gratificante y tranquilizador asentir a un planteamiento con promesas de contener la verdad que buscar por ellas mismas fiándose de su propia intuición o “maestro interior”. Prefieren quedarse con creencias de segunda mano que adentrarse en la incertidumbre del no saber. Prefieren la sumisión cómoda al coraje que requiere la soledad.

Frente a tanto equívoco, parece urgente afirmar que no existen “pastores” ni maestros a tiempo completo: todos y todas somos, sin excepción, maestros y discípulos, a veces incluso sin ser conscientes de ello. Quien se asienta en su saber y renuncia a abrirse a lo nuevo y aprender, ha dejado, por ello mismo, de ser maestro fiable. Nadie se halla ni puede hallarse en posesión de la verdad. Esta se nos regala y se nos va mostrando en la medida en que estamos abiertos, y juega a hacernos guiños a través de lo que percibimos en los demás.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El Buen Pastor, ama sus ovejas; el asalariado se aprovecha de ellas.

Domingo, 21 de abril de 2024

catedral-del-buen-pastorDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Yo soy el buen pastor.

El cuarto domingo de Pascua está centrado siempre en la imagen de Cristo con buen pastor. Yo soy el Buen Pastor y la puerta del aprisco.

        La imagen del Pastor es el símbolo más frecuente en la iglesia primitiva y está presente ya en los primeros momentos de la vida de las comunidades cristianas. La imagen aparece ya en las catacumbas.

        Curiosamente este año coincide este domingo del Buen pastor con las elecciones autonómicas en la que el pueblo elige en cierto sentido a sus pastores.

        La imagen del Pastor es propia del evangelio de San Juan, que despliega toda su visión de Cristo (fe y teología: cristología) desde el “yo soy”.

El evangelio de S Juan aplica a Jesús el “Yo Soy” del AT alrededor de una treintena de veces. Yo soy el pan de vida, yo soy el agua, el camino, yo soy la verdad, yo soy la luz, yo soy la resurrección, yo soy rey, o simplemente: “Yo soy” (en el prendimiento de Jesús en el Huerto de los Olivos a la pregunta de los soldados: ¿A quién buscáis?, Jesús responde: “Yo soy”, o tras la resurrección, Jesús les dice a los suyos: no tengáis miedo: “soy yo”.

        En el fondo la lectura que el evangelio de Juan nos ofrece de Jesús es que Jesús es. Se trata de una alta cristología que recoge la fe del AT sobre la “identidad” de Dios y se la aplica a Jesús: (Éxodo 3, 14: Dios le dice a Moisés: Yo soy el que soy).

        Es una forma elegante, mayestática de decirnos que Cristo es Dios.

        Y quien se acerca al que es, a Cristo, termina siendo.

Tras la curación del ciego junto al Templo, los fariseos dudan si es el mismo o no. El ciego dice: “soy yo” (Jn 9,9).

En tiempos de crisis, quizás en situaciones personales de crisis de identidad, de desorientación o de noches oscuras, nos hace bien acercarnos al que es, no al que tiene, sino al que es.

        Leamos con gozo y poesía el salmo 22 (23): es un poema al buen Pastor:

Él nos guía por valles de tinieblas… Él camina con nosotros, nada temamos… Él nos lleva a las verdes praderas del Reino…

¿Quién es el pastor que guía y orienta mi vida? ¿Qué ideologías, de qué líderes políticos, eclesiásticos, deportivos, culturales  soy “fan”? Un creyente no tiene más Pastor que el Señor.

02.- Asalariados, ladrones y saltaparapetos.

Jesús se manifiesta como Buen Pastor frente a los fariseos y los asalariados. Jesús no es un pastor más, sino que se muestra como “El Buen Pastor”.

El Buen pastor conoce a sus ovejas, y conocer en la Biblia es amar. Jesús ama a sus ovejas y da la vida por ellas.

La oposición entre el Buen Pastor y el asalariado o mercenario es la motivación.

El Buen pastor cuida sus ovejas por amor.

El asalariado dirige a las ovejas, al pueblo por poder, por dinero, por un puñado de votos, pero cuando llegan los malos momentos y el peligro, el asalariado abandona las ovejas y huye.

En el transfondo de esta parábola del Buen Pastor está el capítulo 34 de Ezequiel. El profeta hace una crítica fortísima a los falsos pastores de entonces y de ahora:

Habéis  explotado y os habéis aprovechado del pueblo (de las ovejas), en vez de ayudarlo.

No habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida: no  habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Las ovejas se han dispersado.

Pero llegará un día en que Yo tomaré a las ovejas y buscaré a las perdidas. Como un pastor vela por su rebaño, cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado

Ezequiel vivió en el siglo VI a.C., pero parece que las cosas se repiten en la historia.

¿Cuidamos hoy de las ovejas, especialmente las enfermas y débiles? ¿Ayudamos a las ovejas perdidas? La situación que critica Ezequiel la vemos y vivimos todos los días.

Es triste y doloroso cuando esas cosas se hacen con los más pobres y débiles de la tierra.

¡Qué mal suena expresión asalariados! (al menos suena mal en el sentido en el evangelio que usa esta palabra). Asalariados de las ideologías, de las grandes cadenas informativas: prensa, radio, tv.

03.- Intimidad con el Buen pastor.

Este evangelio de San Juan no despliega gran sentido comunitario. Las comunidades joánicas han sufrido mucho y prefieren permanecer en Cristo: permaneced en mi amor.  Yo soy la vida: permaneced unidos a mí. Yo soy el pan de vida: comed de este pan y tendréis vida. Yo soy el agua: bebed de esta agua y viviréis eternamente.

        Ahora se trata de tener intimidad con el Buen Pastor: que ama y cuida de sus ovejas. El cristianismo no se resuelve en una buena legislación, sino en el amor del Señor. Sentíos -sintámonos- queridos y cuidados por el Buen Pastor.

Posiblemente estemos en un momento en el que nos hará bien volver  a la cercanía del Buen Pastor.

Quizás nos estamos perdiendo en mantener cuadros eclesiásticos, cuando lo que importa es vivir unidos a la Vida, seguir al Buen Pastor, pues de Él nos viene el agua, la vida, la verdad, la paz.

04.- Gracias a los pastores de nuestra vida.

        Este domingo del Buen Pastor puede ser una buena ocasión para dar gracias a Dios por los “buenos pastores” que hemos tenido en la vida. Un recuerdo agradecido a nuestros padres, a nuestros hermanos, algún sacerdote que nos encauzó en la vida, algún médico, psicólogo que nos descubrió facetas de nuestra personalidad y nos orientó en la vida, algún compañero o amigo que nos acogió, quizás nos guió, algún profesor que nos enseñó más que “cosas”, nos enseñó con su testimonio a trabajar, a vivir.

        Dice la 1ª Carta de san Pedro

Andabais descarriados como ovejas,

 pero ahora habéis vuelto al Pastor que cuida de vuestras vidas.

(1Ped 2,25)

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“Pensar en una iglesia toda ministerial”, por Consuelo Vélez

Domingo, 21 de abril de 2024

IMG_4215De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del 4° domingo de Pascua 21-04-2024

Jesús aclara que la misión que lleva entre manos no es la de un asalariado; su misión es dada por el Padre y si implicara dar la vida, no va a ponerlo en duda

En la comunidad de discípulos, no hay pastores y ovejas en el sentido literal del término, sino comunidad de vida donde todos cuidan de todos

Hay que pensar en una iglesia toda ministerial en la que el servicio garantiza el cuidado mutuo, la entrega asegura la vida en plenitud para todos

Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.  Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, y abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.  Él huye porque sólo trabaja por el pago y no le importan las ovejas.  Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen, de igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas.  Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor.  Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo.  Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre (Jn 10, 11-18).

Continuamos con los domingos de Pascua y el evangelio de Juan, que es el más elaborado teológicamente, nos ofrece discursos en los que es Jesús, quien se define a sí mismo, pareciendo conocer con claridad su misión e invitando a los suyos a reconocerlo como tal. En el capítulo 6 se define como el pan de vida (v. 35); en el capítulo 8 como luz del mundo (v.12); en el capítulo 10 como puerta de las ovejas (v.7) y, en el texto de hoy, como buen pastor (10, 11). No hay que olvidar que en el trasfondo de estos discursos ya se percibe la persecución, expresada en textos como “los judíos procuraban matarle” (Jn 7, 1); “entonces, procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano porque aún no había llegado su hora” (Jn 7,30); “los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen (Jn 7, 32).

IMG_4217En ese contexto es fácil entender que cuando Jesús habla del lobo “que arrebata y dispersa a las ovejas”, se refiere a sus enemigos que en su vida histórica lo persiguen, pero también a los que perseguirán a sus seguidores. Jesús sabe que el anuncio del Reino trae resistencias y conflictos, trae persecución e incluso la muerte.

La comparación con el buen pastor es más que clara para aquellos ambientes campesinos donde los rebaños de ovejas eran bien conocidos con las implicaciones de cuidado absoluto por todas las ovejas y defensa de las mismas ante todos los peligros que las acechan. Aquí Jesús aclara que la misión que lleva entre manos no es la de un asalariado que tan pronto ve el peligro puede dejarla de lado. Por el contrario, su misión es dada por el Padre y si implicara dar la vida, no va a ponerlo en duda. No es simplemente que se siente en peligro y ya no tiene tiempo para huir. Es que, aunque pudiera hacerlo, su compromiso con el anuncio del Reino, lo constituye, de tal manera, que voluntariamente está dispuesto a dar la vida.

La comunidad que engendra la predicación de Jesús supone ese conocimiento mutuo entre el maestro y sus discípulos, entre el Dios Padre/Madre y todos sus hijos, buscando siempre la inclusión universal para que ninguno quede fuera.

Aunque en este día se hace especial mención de la jerarquía por su llamado a guiar al pueblo de Dios -a semejanza de un buen pastor-, en realidad, en la comunidad de discípulos, no hay pastores y ovejas en el sentido literal del término, sino comunidad de vida donde todos velan porque no haya lobos que dañen a ninguna oveja, ni haya ovejas que queden excluidas y terminen en otro redil. Resulta fácil pensar en todo lo que falta en la comunidad eclesial para vivir la inclusión de todas las personas sin permitir ninguna exclusión por ninguna causa.

IMG_4216Hace mucha falta esa iglesia que bendice a todos sin ninguna restricción. Falta esa iglesia que no busca la uniformidad sino la vida de todas las ovejas con todas las particularidades que cada una conlleva. En realidad, el único Pastor es Cristo a quien todos estamos llamados a testimoniar viviendo ese cuidado hasta arriesgar la vida por todos y cada uno de los hermanos y hermanas.

No significa esta reflexión que no se reconozcan los diversos ministerios en la vida de la Iglesia. Pero han de estar libres de clericalismo, de superiores e inferiores, de pastores y ovejas, en el sentido literal del término. Hay que pensar en una iglesia toda ministerial en la que el servicio garantiza el cuidado mutuo, la entrega asegura la vida en plenitud para todos. Por una iglesia así vale la pena arriesgar la vida, no porque se exija, sino voluntariamente, mostrando con ese gesto, el encargo que viene de Dios mismo y no de ningún interés propio.

 (Foto tomada de: https://blogs.20minutos.es/cronicaverde/2013/08/06/escuelas-de-pastores-una-profesion-con-futuro/pastor/)

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Pascua: Celebrando la visibilidad de las verdaderas identidades de Jesús y las personas trans.

Lunes, 1 de abril de 2024

IMG_3872La identidad de Jesús Resucitado se hace visible para María Magdalena. (Mosaico, Capilla de la Resurrección, Catedral Nacional de Washington)


La reflexión de hoy es de Michael Sennettcolaborador de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor se pueden encontrar aquí.

El viaje de María Magdalena en la mañana de Pascua es un testimonio radical de visibilidad. Conmocionada por la visión de una tumba abierta y vacía, María se siente invadida por una ola de pánico. Ella corre hacia atrás para encontrar a los otros discípulos y revela que Jesús ya no está en la tumba donde esperaban que estuviera.

Mientras Pedro y el discípulo amado regresan a casa, María permanece temblando ante el sepulcro desnudo, consumida por la oscuridad de la madrugada y el dolor. Ella confunde al Cristo resucitado con un jardinero, hasta que él grita su nombre. María, consolada al instante, experimenta la alegría de Jesús resucitado. Ella sale una vez más, anunciando ahora la buena noticia del Señor venciendo la muerte, proclamando su visibilidad como Hijo de Dios.

Siguiendo a María Magdalena, hoy nos acercamos a la tumba para celebrar con asombro no solo el Domingo de Pascua, sino también el Día de la Visibilidad Transgénero y el último día del Mes de la Historia de la Mujer.

La visibilidad es un arma de doble filo para las personas transgénero y no binarias. Positivamente, brinda consciencia de nuestras luchas y triunfos, así como del simple hecho de existir. Compartir nuestros viajes fortalece la comunidad e inspira una comprensión renovada del género.

Sin embargo, la visibilidad también puede atraer transfobia y violencia. Se han quitado vidas preciosas al mundo porque se atrevieron a vivir auténticamente. Los católicos trans y no binarios estamos sujetos al dolor adicional de que nos digan que no somos dignos del amor de Dios y enfrentamos el rechazo de las comunidades de adoración.

La visibilidad es fluida; A veces una situación o entorno no es seguro para que las personas trans o no binarias vivan nuestra verdad abiertamente. Al navegar por la invisibilidad que nos impone el mundo, me consuela saber que somos visibles para Dios, quien nos sostiene en Su abrazo incondicionalmente amoroso.

Jesús también lucha con la visibilidad. El evangelio de Marcos, que escuchamos en las liturgias dominicales de este año, se basa en el Secreto Mesiánico. Mientras Marcos cuenta las historias de Jesús enseñando, predicando y realizando milagros, aprendemos que nuestro Salvador insta a sus seguidores a no revelar su verdad.

Pero la santidad de Cristo es visible para María Magdalena, una fiel discípula. Ella lo ve y lo acepta tal como es, incluida su relación con lo queer. Soltero, de unos 30 años, ciertamente no se adhirió a los estándares de relación típicos de la época. La acogida que Cristo dio al “otro”, especialmente a los excluidos de la sociedad, causó escándalo. Desafió la injusticia, literalmente y figurativamente volteando las cosas. La vida, las enseñanzas y los métodos de Jesús fueron extraños en respuesta al status quo. María Magdalena observó su extraña divinidad y le abrió su corazón.

Cuando Jesús declara su verdad, su visibilidad se produce a costa de su vida. A diferencia de muchos discípulos que huyeron, María se mantuvo firme en su testimonio de la visibilidad de Jesús, a través de su vida, pasión y muerte. Y ahora aquí está ella para ser testigo de Cristo resucitado.

Jesús se aparece primero a María Magdalena, un testimonio de su propia visibilidad como mujer en una sociedad opresivamente patriarcal. Amados, ella es la Apóstol de los Apóstoles, prueba de que las mujeres son, y siempre han sido, llamadas al liderazgo de la Iglesia, al lado de Jesucristo, nuestro Señor resucitado.

Así como Jesús reconoció la visibilidad de María, también nos ve a nosotros. Nosotros, que somos trans, que a veces tenemos que escondernos, somos visibles para él como todo nuestro ser, nuestras identidades transgénero creadas deliberadamente por las manos de Dios.

La visibilidad va más allá de los personajes trans en los medios y es más profunda que las capacitaciones sobre diversidad. La verdadera visibilidad es el reconocimiento de las almas y cuerpos de las personas transgénero. Es mirarlos no como pecadores como resultado de nuestro género, ni como errores, sino como creaciones maravillosas de Dios. Nuestra existencia y nuestras vidas son intencionales.

La Pascua es una temporada de alegría y esperanza para mí como hombre trans católico. Es la alegría de que Jesús, que nos ama tan intensamente, murió por nosotros y resucitó, iluminando nuestra verdad desde las tinieblas. Mi esperanza es que nuestra Iglesia note la luz de Jesús brillando sobre las comunidades marginadas, invitando a todos los católicos a reconocer y celebrar su visibilidad y vencer la oscuridad de la invisibilidad que alimenta la injusticia. ¡Entonces podremos verdaderamente aclamar a Cristo resucitado! ¡Aleluya, aleluya!

¡Felices Pascuas, Día de la Visibilidad Trans y Mes de la Historia de la Mujer!

—Michael Sennett, 31 de marzo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“¿Dónde buscar al que vive?”. Pascua de Resurrección – B (Juan 20,1-9)

Domingo, 31 de marzo de 2024

IMG_3772La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su desconcierto, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres.

María de Magdala es el mejor ejemplo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al Crucificado en medio de tinieblas, «cuando aún estaba oscuro». Como es natural, lo busca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús se siente perdida.

Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».

La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, solo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.

Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.

Lo hemos de buscar no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Jesús y de pasión por el evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro, porque saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está él».

Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un «Jesús muerto». No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.

José Antonio Pagola

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Él había de resucitar de entre los muertos”. Domingo 31 de marzo de 2024. Domingo de Pascua

Domingo, 31 de marzo de 2024

27-pascuaB1 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,34a.37-43: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección:
Salmo responsorial: 117. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Colosenses 3,1-4: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
O bien: 1Corintios 5,6b-8: Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva.
Juan 20,1-9: Él había de resucitar de entre los muertos.

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquél que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos –antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados– para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección.

La resurrección de Jesús no tiene parecido alguno con la “reviviscencia” de Lázaro. La de Jesús no consistió en la vuelta a esta vida, ni en la reanimación de un cadáver (de hecho, en teoría, no repugnaría creer en la resurrección de Jesús aunque hubiera quedado su cadáver entre nosotros, porque el cuerpo resucitado no es, sin más, el cadáver). La resurrección (tanto la de Jesús como la nuestra) no es una vuelta hacia atrás, sino un paso adelante, un paso hacia otra forma de vida, la de Dios.

Importa recalcar este aspecto para darnos cuenta de que nuestra fe en la resurrección no es la adhesión a un “mito”, como ocurre en tantas religiones, que tienen mitos de resurrección. Nuestra afirmación de la resurrección no tiene por objeto un hecho físico sino una verdad de fe con un sentido muy profundo, que es el que queremos desentrañar.

La “buena noticia” de la resurrección fue conflictiva

Una primera lectura de los Hechos de los Apóstoles suscita una cierta extrañeza: ¿por qué la noticia de la resurrección suscitó la ira y la persecución por parte de los judíos? Noticias de resurrecciones eran en aquel mundo religioso menos infrecuentes y extrañas que entre nosotros. A nadie hubiera tenido que ofender en principio la noticia de que alguien hubiera tenido la suerte de ser resucitado por Dios. Sin embargo, la resurrección de Jesús fue recibida con una agresividad extrema por parte de las autoridades judías. Hace pensar el fuerte contraste con la situación actual: hoy día nadie se irrita al escuchar esa noticia. ¿La resurrección de Jesús ahora suscita indiferencia? ¿Por qué esa diferencia? ¿Será que no anunciamos la misma resurrección, o que no anunciamos lo mismo en el anuncio de la resurrección de Jesús? Leer más…

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31.3.24. Pregón de Pascua: Ha resucitado en la tumba: Magdalena, María la de Santiago y Salomé

Domingo, 31 de marzo de 2024

IMG_3880Del blog de Xabier Pikaza:

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”

Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: “No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él os precede a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo (Mc 16, 1-6)

Ayer, noche de Vigilia pascual, entre las diez y las once, en la iglesia de aldea de San Morales, frente a una pila bautismal antigua, he proclamado  el pregón de pascua ante el cirio encendido ante unas cincuenta velas pequeñas de cristianos de las aldeas vecinas, Aldea-lengua, Aldea-Rubia y Huerta de Tormes.

Después oímos todos  en silencio emocionado el Evangelio de las tres mujeres de pascua que leyó y comentó José Miguel, párroco de estas aldeas. Volví a casa, bajo un viento de nieve, pensando en las las tres y cien mujeres de mi vida pascual, mi madre y Mabel, con Sandra, la mujer de luz interior que espera que le mande en un momento este pregón.

   Ya de mañana de pascua, con nieve en la finca aledaña y un cigüeña de nacimiento sobre el gran charco,  he retomado unos apuntes que escribí hace años para la celebración de otra pascua semejante… unos apuntes que forman parte de la  vida pascual de Jesús que nunca acabo de escribir.

    Como todos saben,  el primer signo religioso de la humanidad es una tumba llena de vida de Dios, un dolmen quizá, una bóveda subterránea donde la vida de los que mueres espera la resurrección.

  Para los cristianos,  el signo final de toda religión es una tumba que se abre a la luz de la vida de Dios  (el anterior, el de los sacerdotes de Jerusalén está vació), con tres mujeres, madres, hermanas y amigas de la humanidad de Dios que es Jesús, en su misma tumba hecha cielo.

Para situar los personajes:

 Con el recuerdo de mi madre, con Mabel que celebra la pascua con Santa Teresa, en Ávila, con Sandra que  la celebra con su luz interior en  Madrid, acabo de escribir estas reflexiones de mi pregón pascual ampliado: .

  1. Las primeras “videntes” pascuales son tres mujeres: Una es Magdalena, bien conocida; otra es María la de Santiago (el hermano de Jesús, primer cristiano de Jerusalén, es, por tanto Myriam, la madre de Jesús, como sabe el evangelio de  Juan); la tercera es Salomé, la pacificada (=Salomona), que es quizáel Discípulo Amado de Juan, cada no de nosotros.
  2. La experiencia pascual de las tres mujeres (signo y compendio de toda la iglesia) no se realiza fuera, sino dentro de la tumba, excavada en la roca. No quedan a la puerta, el templo dice que entran; una tumba grande, alta, signo y compendio de la nueva humanidad. Conforme a una tradición antigua, allí fue enterrado también Judas, a quien Jesús resucitó (como a Adán y a los creyentes antiguos); allí tenemos que entrar nosotros y morir con Cristo, como dice Pablo en Rom 6, la lectura principal de la liturgia de Pascua.
  3. No podemos quedar fuera como espectadores, sino de entrar en la tumba, morir con Jesús, como entraron, murieron y vivieron aquellas tres primeras mujeres. Entraron por nosotros, nos abrieron el camino. Si  no entramos y morimos con Jesús no sabremos lo que es Pascua, resurrección de Dios,  nos lo perderemos.
  4. El texto que sigue forma parte de un relato más extenso de la vida y muerte de Jesús en nosotros,  comentario y expansión de lo que dijo una vez y para siempre Marcos. Adáptelo cada uno a su propia vida. Escriba en ella y con ella su experiencia pascual
  5. Para los que no tienen menos tiempo el texto puede acabar aquí. Vuelvan atrás y lean el texto de Marcos. Para mis amigos que tangan más tiemplo, como Mabel, Josefa  y Sandra he escrito el  texto/relato imaginativo, simbólico que sigue: que entren en la tumba, que mueran y resuciten con Jesús.  Feliz pascua a ellos y  a todos.

RESUCITÓ EN LA TUMBA, LA TRES MUJERES (CON JUDAS Y MALKO)

las tres amigas de Jesús Nazoreo (su madre, Magdalena y Salome), salieron de madrugada del Cenáculo y pasaron veladas por delante del Gran Templo de Salomón y Herodes. Estaba inmensamente vacío, como pura sombra muerta sin resurrección. Miraron hacia dentro y vieron que velo de separación del Santo y Santo de los Santos se había rasgado en dos y estaba caído en el suelo. Era la muerte de la muerte  pura nada.

   Pero en vez de pararse y llorar, con algunos sacerdotes antiguos, se apresuraron y siguieron corriendo, hacia la Gehenna, el lugar de la sepultura de los hombres reales, donde habían excavado la tumba de Jesús, para enterrarlo para siempre.

 Así corriendo llegaron al lugar de la tumba sepulcro, en la Alta-Gehenna, cuando los soldados de la guardia romana ya se habían ido, por cansancio y miedo, jurando que su oficio no era guardar un cadáver, a pesar de lo que habían mandado Caifás y Pilatos.

Magdalena repasaba en su corazón los temas pendientes. Ahora que Jesús no estaba, ella asumió su herencia, como si tuviera que resolver los problemas que él dejaba pendientes. Sin duda, pensaba también en sí misma, en su nueva situación de soledad, en su inmenso dolor de mujer tres veces abandonaba… Pero le interesaban más las cosas de Jesús y sus amigos que en las suyas propias: Los discípulos de Jesús, sus pobres y enfermos, su tarea…

Ellos eran su mayor preocupación, los amigos de Jesús, y así quería contárselo a él en su tumba, para descargarse de sí misma y llenarse de Jesús, para morir con él y ser resucitada. Jesús no le había impuesto ninguna obligación, pero ella había asumido la de retomar y seguir el camino de Jesús, con las otras dos mujeres, Myriam, la madre de Jesús y Salomé, su amiga. No podía consultarlo con Jesús B.-Abbas, que había marchado para reorganizar a su gente, ni con Malko, a quien Pilatos había pedido, como último servicio, que le acompañara hasta Jope.

 De un modo especial, debería ocuparse de los Once, pero no estaba sola. A su lado corrían la madre de Jesús y Salomé…. Con ellas tendría que buscarles, iría a Galilea, llegaría al fin del mundo para transformar su muerte en vida, para lograr con ellos lo que Jesús no había conseguido en este mundo: Que creyeran de verdad y buscaran el Reino … Debería animar además a sus amigas del mundo, para que formaran una comunidad o iglesia de Jesús.

Era espantoso saber que estaba muerto, pero ella le sentía vivo. Le daba vergüenza confesarlo, no se lo podía decir a nadie, porque le acusarían de loca, pero era así. Le había resucitado una vez en Caná de Galilea, otra en el burdel de Cesarea, y ahora sentía, sabía, que le resucitaría por tercera vez aquí en su tumba.

Pararon un momento para respirar, y se lo dijo a Myriam y Salomé… ellas también respondieron: Está vivo en nosotros, él nos hace caminar.

En eso pensaba Myriam cuando llegó a la cumbre de la colina de la Gehena y le llenó de pronto la imagen de la sinagoga de Nazaret donde Jesús había sido concebido  en gran silencio y turbación de esperanza.

Con temblor inmenso miró hacia el hueco de la Gehena, como si pudieran estar allí los siete ángeles/soldados de Nazaret, pero no estaban. Todo el hueco de la tumba era un vacío de roca, sin cadáveres, guardianes ni cerraduras. Así lo vieron las tres mujeres y empezaron a bajar corriendo: La piedra corredera se hallaba descorrida, los sellos de plomo rotos, y la tumba abierta de par en par… de forma que pararon en silencio a unos pasos de la entrada, dándose la mano sin decirse nada

Uno de los celotas que Jesús B.Abbas había colocado en discreta vigilancia, se acercó y les dijo que había sucedido algo extraño, como si un ángel hubiera rodado con su luz la piedra redonda de la boca de la tumba, derritiendo los sellos de plomo, de forma que los soldados romanos de guardia habían huido, probablemente por miedo, sin decir nada a nadie, antes de las luces del alba. Podían mirar: Sellos derretidos, sin haber sido forzados, sin señal de violencia ni a la entrada ni en el centro ni al fondo de la tumba.

Entraron las tres… y la tumba les pareció enorme, inmensa, todo el universo….y vieron todo como lo dejado el viernes de la muerte. Pero el cuerpo de Jesús, sobre una sábana limpia en la tarima central no estaba, ni el cuerpo de Judas, sobre la tarima de la izquierda.

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Tres reacciones ante la resurrección de Jesús. Domingo de Pascua.

Domingo, 31 de marzo de 2024

resurreccion-y-vide-eternaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La tumba vacía

Una elección extraña

             Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

      EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. 

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

 Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: beneficios y compromisos.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:

  1. a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);
  2. b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: 

            «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

HERMANOS:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios.

Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

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Domingo de Pascua de Resurrección. 31 de marzo, 2024

Domingo, 31 de marzo de 2024

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“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro”.

(Jn 20, 1-9)

El amanecer de la Pascua comienza en medio de la oscuridad. Y las primeras señales de vida se dan en un paisaje de muerte.

Es curioso cómo tendemos a separar e incluso a enfrentar realidades que ni siquiera son opuestas, solo que unas nos gustan más que otras. O ni siquiera eso. Solo que unas creemos que nos hacen felices y las otras no.

Dividimos nuestra vida entre experiencias positivas y experiencias negativas. Asociamos lo positivo a lo que nos hace disfrutar sin ningún esfuerzo y lo negativo a lo que nos hace sufrir. Por esta regla de tres salir una noche con los amigos es positivo y pasar días estudiando para un examen negativo. Todo junto es un engaño.

La vida, y cada una de nuestras historias, no son una película en blanco y negro. Nuestra vida no está dividida en dos, por un lado la luz y, por el otro, la oscuridad. No, la vida, la realidad es a todo color. Todas las experiencias están llenas de luz y salpicadas de oscuridad. Lo más valioso suele venir con el corcho protector del esfuerzo y más de una vez en la caja del sufrimiento.

El sufrimiento no es positivo o negativo, tampoco la alegría. Hay alegrías tremendamente destructivas. La búsqueda de la alegría fácil e inmediata destruye a muchas personas. De la misma manera hay sufrimientos que engrandecen y liberan.

La vida es una armonía de luces y sombras, silencios, ruidos y melodías. Si la vivimos en blanco y negro resulta monótona y caprichosa. Cuando la disfrutamos a todo color y en todas sus dimensiones es apasionante.

Este es el mensaje de la mañana de Pascua. La vida no es ni blanca ni negra. Es blanca, negra y de otros muchos colores. La vida y la muerte no son dos cosas separadas. Tampoco la alegría y el sufrimiento son opuestos.

El secreto está en seguir buscando. María Magdalena, aún a oscuras va a buscar. En su oscuridad busca un cadáver en un sepulcro, pero en su camino amanece y encuentra la VIDA. Y tú, ¿todavía buscas?

Oración

Danos, Trinidad Santa, un corazón de buscadoras que nos haga avanzar incluso en la noche. Que nos haga atravesar nuestros paisajes de muerte. Y danos, también, esos ojos que descubren la VIDA. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Domingo 1º de Pascua (B)

Domingo, 31 de marzo de 2024

IMG_3692Jn 20, 1-9

La realidad pascual es la más difícil de meter en conceptos mentales. La palabra Pascua tiene unas connotaciones bíblicas que pueden llenarla de significado, pero también pueden enredarnos en un nivel puramente terreno. Lo mismo pasa con la palabra resurrección. También ésta nos constriñe a una vida y muerte biológicas, que nada tienen que ver con lo que pasó en Jesús y pasará en nosotros.

La Pascua bíblica fue el paso de la esclavitud a la libertad, pero entendidas de manera material. También la Pascua cristiana tiene el sentido de paso, pero en un sentido distinto. En Jesús, Pascua significa el paso de la MUERTE a la VIDA; las dos con mayúsculas, porque no se trata ni de la muerte física ni de la vida biológica. Juan lo explica en el diálogo de Nicodemo. “Hay que nacer de nuevo”. Y “De la carne nace carne, del espíritu nace espíritu”. Sin este paso, nada puede tener sentido.

Cuando el grano de trigo cae en tierra desarrolla una vida que ya estaba en él en germen. Cuando ha crecido el nuevo tallo, no tiene sentido preguntarse que pasó con el grano. La Vida que los discípulos descubrieron en Jesús, después de su muerte, ya estaba en él antes de morir, pero velada. Solo cuando desapareció como viviente, se vieron obligados a profundizar. Al descubrir que ellos poseían esa Vida comprendieron que era la misma que Jesús tenía antes y después de su muerte.

Teniendo esto en cuenta, podemos intentar comprender el término resurrección. En realidad, no pasó nada. Su Vida Definitiva no está sujeta al tiempo ni al espacio, por lo tanto, no puede “pasar” nada; simplemente continúa. Su vida biológica, como toda vida, era contingente, limitada, finita, y no tenía más remedio que terminar. Como acabamos de decir del grano de trigo, no tiene ningún sentido preguntarnos qué pasó con su cuerpo. Un cadáver no tiene nada que ver con la Vida verdadera.

Pablo dice: Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Yo diría: Si nosotros no resucitamos, nuestra fe es vacía. Aquí está el meollo de la resurrección. La Vida de Dios, manifestada en Jesús, tenemos que hacerla nuestra, aquí y ahora. Si nacemos de nuevo, si nacemos del Espíritu, esa vida es definitiva. No tenemos que temer la muerte biológica, porque no le afecta en nada. Lo que nace del Espíritu es Espíritu. ¡Nosotros empeñados en acudir al Espíritu, para que permanezca nuestra carne!

Los discípulos experimentaron como resurrección la presencia de Jesús después de su muerte, porque para ellos había muerto. La muerte en la cruz significaba la destrucción total de una persona. Los que le siguieron de cerca vieron destrozada su persona. Aquel en quien habían puesto sus esperanzas había sido aniquilado. Por eso, la experiencia de que seguía vivo fue una verdadera resurrección.

Nosotros sabemos que la verdadera Vida de Jesús no puede ser afectada por la muerte y, por lo tanto, no cabe en ella ninguna resurrección. Pero con relación a la muerte biológica, no tiene sentido la resurrección, porque no añadiría nada al ser de Jesús. Como ser humano era mortal, es decir su destino natural era la muerte. Nada ni nadie puede detener ese proceso. Pero su verdadero ser era la Vida definitiva.

 

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Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La fe en el Resucitado.

Domingo, 31 de marzo de 2024

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Jn 20, 1-9

«Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero; vio y creyó»

Los especialistas afirman que los textos de la Pasión relatan hechos que ocurrieron, mientras que los textos de la Resurrección y de la Ascensión expresan la fe de las primeras comunidades. No tenemos forma de saber en qué consistió la “experiencia pascual” que provocó esa fe. Pudo haber sido fruto de algún suceso extraordinario como se relata en el evangelio, o pudo haberse reducido a una vivencia interior que marcó desde entonces la vida de quienes la experimentaron. No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que esa experiencia cambió radicalmente su vida, y que a partir de entonces la dedicaron en exclusiva a proclamar su fe en el crucificado-resucitado. Sabemos también que por ello padecieron persecución y muerte, pero que, a pesar de todo, no cejaron en su empeño para que su fe llegase hasta nosotros. Y esto no es nada simbólico, sino un hecho tan real como la crucifixión.

Pero ¿hasta qué punto compartimos hoy aquella fe arrolladora por la que tantos dieron su vida?…

Me importa Jesús porque creo que es el cauce para llegar a Dios, y la existencia de Dios afecta a mi vida. Es fácil para mí creer en Jesús como un maestro de sabiduría convincente como ninguno. Me convence su persona y su mensaje, pero adquiere para mí toda su importancia cuando advierto que esa persona que me resulta tan fiable en tantas cosas, funda toda su vida y su palabra en Dios; cuando veo que toda su innegable sabiduría hace referencia a Dios.

Pero, como decía Ruiz de Galarreta: «Esto me plantea un dilema, ¿Haré mía su doctrina o haré mío también su Dios?… Y me siento tentado a aceptar al maestro de sabiduría hasta cierto límite; concretamente hasta que empieza a hablar de Dios y de sí mismo, porque me parece que en ese campo su discurso carece de lógica. Y me convierto en su juez: le acepto siempre y cuando me parezca correcto, pero prescindo de él cuando su mensaje no resulta compatible con mi mentalidad. ¿Qué pasa?… ¿Que es fiable en algunos terrenos y delira en otros? ¿Soy yo más sabio y fiable que él para poder juzgar hasta dónde tiene razón?» …

Quienes le conocieron y creyeron, lo aceptaron primero como persona excepcional, luego como maestro extraordinario, más tarde como el Mesías esperado… La crucifixión parecía evidenciar que Dios no estaba con él (sino con los sacerdotes que le habían vencido), pero a pesar de ello, creyeron que a Jesús no se le puede comprender “desde abajo”; que Jesús se explica desde Dios. Y le llamaron “el hijo de Dios” o “el hombre lleno del Espíritu”, e incluso lo identificaron con Dios…

Y ya sabemos que son simples aproximaciones, simples analogías, pues lo que ellos querían expresar no es posible ser expresado con palabras y recurrieron a fórmulas propias de su cultura. Fórmulas que quizás hoy ya no nos sirvan, pero no debemos olvidar que en esas fórmulas se encierra una doble convicción. Primero, que Jesús de Nazaret fue un ser humano tan humano como cualquiera de nosotros. Segundo que fue una presencia de Dios como en ningún otro ser humano se haya dado; tan fuerte y real como su propia condición humana.

Y ésta es la fe que transmiten los textos de la Resurrección y la Ascensión. Quizá no sean demasiado acordes a nuestra mentalidad, y por eso es importante ver la realidad que hay detrás de estas expresiones y aceptar su significado. Se trata de responder a la pregunta más importante que puede plantearse cualquier cristiano: ¿Hasta qué punto creo en Él?

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Recordatorio

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