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Entradas Etiquetadas ‘Eucaristía’

El Señor.

Domingo, 23 de abril de 2023
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Arcabas-Emmaus

Lc 24, 13-35

«Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel»

El seguimiento de Jesús había quedado hecho añicos, y el relato de los dos de Emaús es un excelente testimonio de la desbandada que se produjo tras su muerte. Habían creído en él como el futuro libertador de Israel; como el restaurador de la estirpe de David, pero su fe había muerto al pié de la cruz: «Creíamos que era éste… pero han pasado dos días…». Todo había terminado y era hora de volver a la rutina diaria.

Peor lo tuvieron sus discípulos más cercanos; los que le habían acompañado desde el principio convirtiéndose en sus amigos. En la cena de despedida habían quedado confusos y desconcertados por las palabras y los signos de Jesús. Ya en Getsemaní, huyeron despavoridos cuando un pelotón de guardias y criados lo prendió. Llegados en su huida al cenáculo, se atrancaron por miedo a los judíos, y allí permanecieron angustiados por la suerte de su maestro y posiblemente avergonzados de su cobardía. Pedro tuvo un arranque de valor, pero cuando se vio en peligro negó conocerle.

Al miedo y a la vergüenza se unieron las dudas. La cruz demostraba que Dios no estaba con él, sino con los sacerdotes que lo habían vencido, y esa evidencia tuvo que haber supuesto un golpe brutal para su fe.

Probablemente permanecieron encerrados en Jerusalén hasta que finalizó la Pascua, y probablemente también, salieron de Jerusalén mezclados con los peregrinos que volvían a sus lugares de origen tras su celebración. Mateo nos habla de una cita en Galilea, y Juan sitúa allí al núcleo más íntimo del grupo, que había retomado las ocupaciones previas a la increíble aventura que acababan de vivir.

Todo parecía haber acabado, pero el Espíritu se cruzó en sus vidas haciendo resucitar la fe en el crucificado. Pero ya no era la fe en el mesías davídico que ellos habían albergado en el pasado, sino la fe en “Jesús Señor”; tan cercano a la divinidad que no eran capaces de ponerse de acuerdo para formularla. Para Pedro, «Dios estaba con él», pero Juan se atrevió a mucho más, y en el prólogo de su evangelio dejó plasmada su nueva fe de manera explícita: «La Palabra era Dios».

No sabemos cuál pudo haber sido la experiencia que provocó este salto trascendental en su fe y les movió a creer en él, no ya como un enviado, sino como “El Señor”. Lo que sí sabemos es que provocó un vuelco radical en sus vidas. Porque un tiempo después de haber salido de Jerusalén aterrorizados por miedo a las autoridades, desmoralizados por la muerte de su maestro y sumidos en angustiosas dudas de fe, aquellos hombres se presentaron de nuevo en el Templo afirmando, y empeñando su vida en ello, que lo habían visto vivo después de su muerte:

«Varones israelitas —es Pedro quien les habla— escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales, fue entregado y muerto en la cruz por vosotros por medio de hombres sin Ley. Pero Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella; y nosotros somos testigos de ello».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Seguimos caminando hacia Emaús o estamos volviendo a Jerusalén?

Domingo, 23 de abril de 2023
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CLOFAS~1

Lc. 24, 13-35

Estamos de nuevo en el tiempo pascual. El tiempo de recordar y experimentar que Jesús VIVE entre nosotros, con nosotros, ahora y ya para siempre. Es el tiempo del Espíritu que nunca abandonará a su pueblo. Antes de nada vamos a tratar de respondernos con sinceridad: vitalmente ¿en qué tiempo vivimos, en que tiempo vivo yo? O dicho en clave del evangelio de este domingo, ¿seguimos caminando hacia Emaús o estamos volviendo a Jerusalén?

Nos encontramos hoy con la aparición a los discípulos de Emaús. Un texto precioso de Lucas, una de las grandes catequesis pospascuales del NT. Una catequesis que resuena con fuerza en nosotros y que nos puede ayudar a descubrir si estamos realmente viviendo como discípulos y discípulas de Jesús Resucitado o simplemente seguimos llorando y añorando al crucificado.

Porque, como todo el evangelio, este texto tan conocido e impresionante, habla de nosotros. Quizá por eso uno de sus personajes no tiene nombre. ¿No podemos ser nosotros/as el discípulo o discípula sin nombre que acompaña a Cleofés? Pongámosle nuestro nombre y sintámonos protagonistas de esta escena. Sin duda lo somos y lo hemos sido en muchas ocasiones.

Varios rasgos definen al discípulo que acompaña a Cleofés, a ese que lleva nuestro nombre. Parece una persona:

– Que camina cabizbaja y desanimada, conversa y discute, que esperaba, pero que ahora parece que ya no espera “Creíamos…”

¿No caminamos así alguna vez? ¿No nos hemos ido del grupo, alejado de todo? ¿No seguimos “tirando” porque esto es lo que hay y no más? Y a veces, ¿no discutimos y damos vueltas pero seguimos viviendo nuestra fe y nuestra vida, con ese andar cansino de quien no espera que las cosas cambien?

– Que sus ojos son incapaces de reconocerlo a pesar de que camina a su lado, de que los escucha sin reproches, de que les explica el sentido de los acontecimientos…

¿Qué nos impide reconocer a Jesús? ¿Qué cataratas difuminan u ocultan tantos signos de vida que suceden cada día a nuestro lado? ¿Qué cierra los ojos de nuestro corazón cuando leemos las escrituras?

– Que en el fondo sigue buscando pero duda, le cuesta confiar en el testimonio de los demás y, a pesar de sus deseos, sigue diciéndose: “Si, vale, hay rasgos positivos, algo parece que va a cambiar, pero “A Él no lo vieron”

¿Cuándo fue la última vez que afirmamos algo así? ¿Cómo buscamos a Jesús, en qué se ha convertido Él para nosotros? ¿Cuándo dijimos de alguien que generosamente sirve o se sacrifica por los demás, “Sí, a saber lo que busca detrás de eso”? ¿O lo desautorizamos diciendo “son mujeres, son curas, son… qué van a decir?

– Una persona que a pesar de todo se siente atraída por este caminante, que de alguna forma ha conectado con el deseo profundo de su corazón, aunque ni él /ella misma es consciente, y le pide: “Quédate con nosotros”. No porque te haya reconocido… simplemente porque algo me hace desear tu presencia, aunque lo exprese tan pobremente: va a anochecer, falta mucho camino, aquí tenemos nuestra casa…

¿Cuándo hemos vivido algo parecido? ¿A quién hemos invitado a nuestra vida que nos ha abierto los ojos y el corazón? El desanimo no suele ser proactivo, no suele llevarnos a dar el primer paso, pero la compañía, el sacar de nosotros lo que nos va doliendo y  la escucha atenta del otro nos ayuda a romper el cerco en la que la tristeza nos ha encerrado. Y por ese resquicio entra el Resucitado y se sienta a la mesa, nos mira a los ojos y nos da su pan. Y ese gesto que, ahora sí, nos recuerda al Maestro a quien queremos, en quien habíamos puesto nuestra esperanza, abre por fin nuestros ojos y nuestro corazón.

Y a partir de este momento los rasgos que definen a este discípulo o discípula que lleva nuestro nombre, que somos nosotros son totalmente distintos:

– Es la persona que reconoce con sus ojos a Jesús en un gesto sencillo y un objeto común, el pan que se bendice y se reparte.

– La que es consciente de que su corazón ardía mientras le escuchaba por el camino aunque no se hubiera dado cuenta, y ahora ya no lo duda a pesar de que es de noche y de que Jesús ha desaparecido.

– Es la que levantándose se pone a caminar hacia Jerusalén, a desandar el camino, ahora con ánimo alegre y deseoso de encontrarse con los demás.

– Es la que comparte con los demás su experiencia de encuentro con el Resucitado y goza con las experiencias expresadas por los Once, por los amigos, por los compañeros….

Y lo mejor es que sin duda también podemos reconocernos en estos rasgos. Somos la persona que acompaña a Cleofés camino de Emaús, la que regresa con él a Jerusalén en plena noche y la que anuncia con valentía que Jesús vive y los ha acompañado por el camino. Porque a Jerusalén no se va, según Lucas “se vuelve”.

Solo volvemos a Jerusalén si nos hemos encontrado con el maestro en cualquier camino a Emaús, solo nos experimentamos como personas nuevas si hemos sido conscientes de nuestra realidad de caminantes a Emaús. Y este camino no se recorre de una vez para siempre, es una buena imagen de toda nuestra vida, siempre amenazada por el desanimo y el cansancio, por una fe raquítica y circunstancias externas que la ponen a prueba; pero una vida animada y sostenida por el Espíritu y la presencia de Jesús Resucitado que siempre camina con nosotros y se nos hace presente en tantos signos de vida y esperanza que se dan en nuestro mundo si dejamos que El mismo nos abra los ojos para reconocerlos.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Una nueva forma de presencia.

Domingo, 23 de abril de 2023
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8EDA4F03-C06C-4828-A2D2-8EDC3F2A97A7Domingo III de Pascua

26 abril 2020

Lc 24, 15-35

En gran medida, los llamados “relatos de apariciones del resucitado” son catequesis elaboradas, que buscan suscitar la fe en Jesús y promover determinadas actitudes, como la paz, la confianza, la alegría, la misión…

Hablan, para ello, de la presencia de Jesús, pero generalmente con el añadido de que no era fácilmente “reconocible”. Afirman la realidad de su presencia, pero subrayando que esta no es equiparable a su estado anterior.

En el relato que nos ocupa, parece destacar un doble interés catequético: por un lado, ofrecer una interpretación del hecho -para ellos escandaloso- de la cruz y la muerte del Maestro. ¿Cómo Dios pudo “abandonar” a su elegido, permitiendo que muriera a manos de paganos? La respuesta se sitúa en la línea de lo que era la argumentación rabínica: “Estaba escrito», es decir, había un sentido oculto. Por tanto, no ha habido abandono, ni hay motivo para el escándalo: todo entraba dentro de los planes de Dios.

Por otro, invita a “hacer camino” con Jesús, destacando tres lugares donde encontrar su presencia: caminar al lado de la gente, releer la sagrada Escritura y celebrar la eucaristía (“partir el pan”). Constituían, sin duda, los lugares privilegiados donde los discípulos de aquellas primeras comunidades fortalecían y compartían su fe.

El relato muestra que es precisamente ahí donde “reconocen” a Jesús, a la vez que insiste en una cuestión que considera prioritaria: la proclamación de que el Maestro sigue caminando con ellos en todo momento.

Desde una perspectiva genuinamente espiritual, respetando, pero trascendiendo las creencias religiosas y catequéticas, podemos preguntarnos: ¿qué es eso que nos “acompaña” en todo momento y “camina” siempre con nosotros? La respuesta es simple: aquello que somos en profundidad, lo que constituye nuestra identidad profunda.

Solo nos hace falta reconocerlo, o lo que es lo mismo, comprender lo que somos. Es esa comprensión profunda la que, liberándonos de engaños y de sufrimientos inútiles, nos permite estar en casa en todo momento. No es una presencia ajena la que nos sostiene; es sencillamente la presencia que es.

¿Vivo en conexión con la presencia consciente que somos?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Sinodalidad es caminar hacia Emaús

Domingo, 23 de abril de 2023
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JESÚS - ROSTRO 170 - PEREGRINOS DE EMAÚSDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- v 13 Dos discípulos se van caminando de Jerusalén.

    Los dos de Emaús representan la Iglesia naciente y la nuestra: el camino hacia la fe en el Señor resucitado.

Un discípulo se llamaba Cleofás el otro es anónimo. Podemos poner nuestro nombre.

Es un texto de gran belleza literaria y teológica, que siempre podemos hacer nuestra. Todos somos caminantes, todos entramos caemos en desesperanzas, en ocasiones el atardecer embarga nuestra vida.

    Por otra parte, ¡Cuánta gente se “ha ido de Jerusalén”, ha abandonado la fe, la Iglesia!

02.- v 14. iban conversando, se hacían preguntas.

    No habían entendido ni lo que había pasado en Jerusalén, ni la Escritura. Sin embargo no pueden olvidar a Jesús, por ello iban “dando vueltas” a lo que había pasado con Jesús. Caminan pensando y discutiendo los problemas de la vida, lo que había supuesto Jesús para ellos.

    También nosotros vamos por la vida con muchas preguntas y cuestiones. Tenemos más problemas que respuestas. No entendemos, no acertamos a explicarnos la vida, el mal, la muerte…

03.- Nosotros esperábamos, pero todo ha terminado…

    La situación de aquellos dos discípulos era de decepción, de tristeza y desesperanza.

Muchos de los discípulos de Jesús esperaban un Mesías nacional poderoso, triunfante que restaurara la soberanía de Israel frente al Imperio romano. Pero todo ha terminado en el fracaso de la cruz. Por eso se van de Jerusalén, del grupo.

En gran medida esta es también nuestra situación.

  • Muchos de los que formamos las generaciones adultas del siglo del XXI nos embarga la decepción. Esperábamos tantas cosas…
  • Esperábamos que la democracia iba a crear una sociedad perfecta y nos iba a liberar de los males de la dictadura.
  • Esperábamos que el Concilio iba a suponer un Pentecostés para la Iglesia y una oxigenación, pero hemos vivido un largo post-concilio de involución y el papa Francisco a duras penas puede con la sinodalidad.
  • Probablemente muchos proyectos personales, matrimoniales, familiares se han derrumbado o no se han realizado.

La cuestión radical es ¿qué esperamos de la vida? y ¿de dónde o de quién esperamos la realización de tal esperanza? Ser adultos es amontonar desilusiones y decepciones, pero mantener la esperanza y seguir caminando.

04.- v 27. Jesús les explica las Escrituras.

    Jesús se acerca. El Señor siempre se acerca aunque tampoco nosotros no acertemos a reconocerle…

Jesús no se hace presente en forma de “visiones o apariciones iluminadas”, sino en el prójimo, en los acontecimientos de la vida.

    Les explica las Escrituras. Explicar el Evangelio no es lo mismo que explicar el catecismo. Uno puede conocer todo el catecismo y ser increyente. Hemos llegado a una situación en la que el Evangelio necesitara del filtro del catecismo para ser auténtico. El Evangelio está liberadoramente por encima del catecismo.

Estos días se presentaba un libro de JM Castillo: “Declive de la Religión y futuro del Evangelio”. Y decía JM Castillo que Evangelio y Religión son incompatibles, pero la Iglesia las ha fundido y confundido”.

    Conocer las Escrituras no es saberse de memoria la Biblia, sino creer.

Explicar y entender las Escrituras es amar el Evangelio, la razón, la cultura, el misterio de la vida.

05.- v 29. Quédate con nosotros, que atardece…

    Es una hermosa, una gran oración. El camino de Emaús son  vísperas de un acto de fe profundo y ardiente

La vida tiene muchos atardeceres en los que no vemos la luz ni el camino, porque quedamos bloqueados por una mala situación personal  por una ruptura, por un mal momento de salud, por una situación eclesiástica que nos deja el corazón helado… No faltan atardeceres y “noches oscuras” del alma y del cuerpo, incluida la noche final.

    En muchas situaciones nos será más que suficiente esta nostalgia de que el Señor se quede con nosotros.

06.- vv 30-31 Se les abrieron los ojos y le reconocieron al partir el pan. La Eucaristía.

    Este relato de los dos de Emaús es una Eucaristía. Le reconocieron al partir el pan.

A Cristo se le reconoce al partir el pan, al compartir el pan.

La Eucaristía no consiste en la perfección de los ritos, cuanto en una vida que comparte el pan.

    Reconocemos a Cristo cuando hay Eucaristía y hay Eucaristía cuando compartimos el pan: misiones, pobres, Aterpe, entrega a nuestras tareas, cuando compartimos la cultura, cuando guiamos a quienes la vida puesto en nuestras manos, la solidaridad.

07.- v 32 ¿No ardía nuestro corazón? Las brasas de Emaús

    Las ideas mueven el mundo, y es verdad porque las ideas mueven el corazón. San Agustín decía que solamente se conoce lo que se ama.

    Jesús no fue un ideólogo, sino que se pasó la vida haciendo el bien: curando enfermos, sanando al que sufre…

El cristianismo no es solamente cuestión de ideas super-precisas, de teologías y doctrinas, mucho menos de leyes. Creer en la resurrección es dejarse tocar por la misericordia de Dios”, sino que ha de arder el corazón.

    El momento político-cultural-eclesiástico que vivimos no es precisamente cálido, amable. Nietzsche –a mediados el siglo XIX- ya nos había condenado a vivir en un gran frío, en el vacío, en la nada:

¿No vamos errantes a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene la noche para siempre jamás más y más noche? ¿No olemos todavía la nada de la corrupción divina? [1]

08.- v 33 Se volvieron a Jerusalén y dijeron: ¡es verdad ha resucitado!

    El testimonio y la misión, el grupo, los Once, están presentes en los relatos de la resurrección. Siempre hay alguien: Magdalena, el Discípulo Amado, Pedro. Hoy los dos de Emaús, que terminan dando testimonio y anunciando la Vida, al resucitado.

    ¿Cómo anunciar hoy la Vida de modo que salgamos de esta noche? No es una cuestión simple, mucho menos una cuestión legal. ¿Quién nos explicará las Escrituras? Ciertamente la ciencia y la cultura, nos pueden explicar algunas cosas, pero solamente el Señor nos hará comprender la vida.

    Sinodalidad es “caminar juntos” como los dos de Emaús.

Quédate con nosotros, que atardece

[1] NIETZSCHE, F. La ciencia gaya, Obras III, 125 (74.141).

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Magda Bennásar Oliver: “Mirad lo que nos pasó con dos peques.”

Sábado, 22 de abril de 2023
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NINOS-MISA-3Estábamos preparando el oratorio, muy actualizado, de la parroquia, cuando fueron llegando las familias con sus hijxs. El semicírculo preparado, las velas encendidas, la música a punto, sonrisa puesta y muchas ganas de compartir con esa franja de 25 a 40 que van a tope, que no tienen tiempo… también estaba preparado el chico marroquí que vive junto con otros 24 en la parroquia, para jugar con lxs pequeñxs mientras los mayores rezábamos…

De pronto, por el rabillo del ojo veo a la niña de 5 años y al chiquitín de 2 que se van a buscar sus sillitas al fondo del oratorio y sin decir nada completan el semicírculo con sus sillitas y se sientan, los primeros, para que nadie se atreviera a cuestionar su pertenencia.

Me pareció un gesto digno de ser orado. Justo ahora que se preparan liturgias súper serias, largas, pesadas, de millones de palabras en tres días… que ni los mayores podemos digerir, mientras eso ocurre, ¿dónde está el lugar de los peques? ¿pegados a los dibujos o … para que no molesten?

Así tenemos un mundo de ancianxs en las iglesias, que como no hay nadie más, la mayoría quieren seguir con lo de siempre porque así está mandado por ancianos jerarcas que no tienen niñxs, ni tampoco mucha alegría como podemos comprobar.

Actualmente parece que los pequeños sólo son nombrados como víctimas de abusos, pasa lo mismo con las mujeres, sólo se nombra a las que reivindican el sacerdocio femenino… o puestos de autoridad.

¿No os parece que es hora de darle la vuelta al pastel, verlo desde el lado del futuro, de la vida nueva, de la creatividad… y preguntarle a Jesús como quisiera ser recordado en estos días tan significativos, en los que él se va al monte a rezar, que como buen introvertido sabía que la naturaleza le consolaría mucho más que los egos de los discípulos peleando por la herencia, por los puestos de honor en ese reino que no acababan de pillar?

El futuro y el presente es de lxs niñxs. En sus cerebros esponjitas podemos diseñar modelos de comunidad en los que ellxs entren, formen parte, porque ¿quién ha dicho que un niño no sabe hacer silencio? ¿Has probado de acompañarle en un sencillo momento de oración centrante? ¿Has podido comprobar, yo sí, que a diferencia de lxs adultxs, ellxs se centran enseguida, respiran, abren sus manitas y se les pone una sonrisa porque sus mofletes no están tensionados como los nuestros?

Por ahí entiendo las palabras de Jesús “dejad que los niños se acerquen a mí…” los niños no tienen miedo, no tienen prejuicios, y Jesús se refería a sus seguidores, que tenemos que aprender de su transparencia y capacidad de estar, de compartir, de reír, de danzar.

En otra ocasión, estábamos con un grupo de mamás con niños, y lo mismo, alguien cuidaba de ellos mientras las adultas teníamos un encuentro… de pronto el grupito de pequeños irrumpió en la sala, y cada uno se sentó encima de su madre, ya que no había sillas para ellos, entonces viendo la situación, pusimos música relajante, las madres abrazaron a lxs pequeñxs y medianxs y ofrecimos una meditación guiada, en la que los más cansaditos se quedaron fritos y los otros disfrutaron del momento. Al final, tomados de la mano hicimos una sencilla danza contemplativa, en la que quienes no perdían el paso eran ellos, claro, sobre todo ellas. Se inauguró un proceso de reuniones compartidas con merienda al final, una gozada de liturgia.

Ojalá esta semana santa no fuera pesada, y nos pudiéramos dejar inspirar por la Ruah encarnada en nuestrxs pequeñxs. A mí, el pequeño de la familia, hace unos días me mandó un audio en el que él meditaba varios minutos, con gestos y alguna palabra que tenía memorizada de su profe. Me dice en el whatsapp: “tieta, te comparto mi meditación de hoy”. Tiene 5 años y sus padres no van a misa, pero le enseñan amor a la naturaleza y meditan con él unos minutos varias veces a la semana. Su meditación se llamaba “arco iris”, y mientras le escuchaba decía bendita profesora, posiblemente no practicante, que junto con sus padres, preparan una sociedad nueva, completamente diferente.

Nosotras hemos aprendido la lección: lxs peques y sus madres y padres, están ahí, preparando el futuro, nosotras necesitamos aprender y acompañar. Todavía sonrío sola cuando recuerdo a los futuros discípulos, poniendo sus sillas. ¡Menuda autoridad!

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente espiritualidadcym@gmail.com

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“¿De verdad que no es posible vivir una Eucaristía mejor?”, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 21 de abril de 2023
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eucaristia-720_270x250De su blog Punto de Encuentro:

25.03.2023 | Gabriel Mª Otalora

No tenía intención de volver sobre este tema, pero en una reciente reunión de Joseba Segura con las unidades pastorales de una vicaría de Bizkaia (curas, díaconos y laicado), el obispo comenzó remarcando la centralidad de la Eucaristía en la vida cristiana. Fue una reflexión sin margen para la interpretación que me hizo repensar la importancia que tiene la expresión de la fe en comunidad, y más concretamente en nuestra actitud en la liturgia eucarística.

La asistencia a los templos para “celebrar” la Eucaristía desciende vertiginosamente; no es primordial para el cristiano de a pie. Y seguramente haya muchas causas en el origen de esta realidad menguante que se refuerza cada año. Quizá la reforma del Concilio Vaticano II no logró eliminar el carácter cerebral y poco popular de la misa, con el exceso funcional del celebrante desde el Concilio de Trento. Lo digo porque, ya en 1963, se hablaba de una “crisis de culto” detrás de la cual se esconde una crisis de fe (Xabier Basurko).

De ahí surgió un movimiento pendular que buscaba una mejor participación de la vivencia cristiana, a través de una liturgia más celebrativa y alegre. Pero las formas no pueden suplantar el fondo que continúa con la excesiva verbalización del celebrante y la actitud de anonimato en los fieles. La Eucaristía debe ser otra cosa: sentirnos comunidad agradecida, mirarnos a los ojos, saludarnos y compartir… no es estar al lado de alguien extraño cumpliendo una norma. La sacralidad de la Eucaristía no viene por los capisayos, rituales y formalismos, que pueden ayudar a darle solemnidad, sino por la actitud de quienes celebran la actualización de la Cena de Jueves Santo y su fundamento del amor fraterno.

El Papa resalta la importancia de la dimensión comunitaria: “La misa no se puede escuchar sin más, como si nosotros fuéramos solo espectadores sin involucrarnos. La Misa siempre es celebrada, y no solo por el sacerdote que la preside, sino por todos los cristianos que la viven”. En suma, sentirnos verdadera comunidad.

Buena parte del laicado se ha acostumbrado a la inercia y se resiste a algo tan ilustrativo como acercarse a los primeros bancos para estar cerca todos unos de otros y del celebrante, en torno a la Mesa del Señor. No hay manera de lograr que todos los asistentes a una Eucaristía se junten… No se trata de borrar los momentos de silencio e introspección, pero dentro del contexto de una celebración,fraterna y comunitaria que haga viva nuestra fe.

Dicho lo anterior, claro que existen comunidades celebrativas que expresan lo genuino del Evangelio, pero no es menos cierta la desertización espiritual continuada en nuestra sociedad, hasta el punto de peligrar la presencia cristiana en algunas zonas cercanas, como apuntó el obispo de Bilbao en esa reunión de vicaría. El problema ya no es solo la carestía de curas, sino de laicos y laicas… ¿Qué nos está alejando de una vivencia más auténtica y comunitaria? ¿De verdad que no es posible vivir una Eucaristía mejor? ¿Es más fuerte la pasividad que la autocrítica?

Estamos lejos de propiciar experiencias como la que tuvo Tertuliano, aquél cartaginés que en su proceso de conversión observaba la actitud de las comunidades cristianas y le hizo exclamar la frase que se ha hecho tan popular: “Mirad como se aman”, sin que seamos capaces siquiera de juntarnos físicamente cuando hay bancos vacíos en el templo, ni acercarnos alrededor del altar cuando somos pocos…

No interesamos porque no hacemos atractiva la Buena Noticia, especialmente entre los jóvenes, otra de las preocupaciones que expresó Joseba Segura. Para casi el 75% de los jóvenes de nuestras diócesis, la religión es nada o poco importante. Y únicamente el 3,9% de este colectivo cree que en las iglesias se dicen cosas importantes.Sólo el 10% de los participantes en la experiencia sinodal que promueve Francisco son jóvenes. Ellos “creen más en Tik Tok que en los curas”… Estos y otros datos aparecen en una encuesta que recoge Religión digital e indican que si seguimos haciendo lo mismo, los resultados no cambiarán (una idea de Albert Einstein).

POSTDATA – Hablando del obispo de Bilbao, también es noticia por convocar un acto oracional celebrado este viernes en la catedral ante víctimas y fieles con el propósito de pedir perdón y buscar la reparación de las víctimas. Una emotiva ceremonia de reconocimiento, pionera en el Estado, de que “ha habido abusadores” que han utilizado “su posición”. “Han sido de los nuestros y así lo reconocemos”, recalcó. Que cunda el ejemplo, ya que este escándalo -abusos y encubrimientos- ha alejado a muchos de la celebración eucarística.

Espiritualidad

Jueves 06 de Abril de 2023. “Jueves Santo”.

Jueves, 6 de abril de 2023
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De Koinonia:

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1ª Lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.””

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

2ª Lectura:

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio:

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.” Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.”

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación.

Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua.

Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo.

Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial.

2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNA

Este es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: “Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad”. Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. “Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días”. Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo.

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6.4.23. Jueves Santo. Pascua del pan y del “vino”: La próxima copa en el Reino

Jueves, 6 de abril de 2023
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caravaggio-cena-emmausDel blog de Xabier Pikaza:

Jesús celebró un día como hoy la antigua fiesta de pascua judía, pero con sentido nuevo

No la celebró el día oficial  sino un día anterior, como despedida  invitación a su nueva fiesta (la próxima copa en el reino)

Esta cena de Jesús fue y sigue siendo el principio de las celebraciones cristianas, como indicaré, insistiendo en sus rasgos: (a) la próxima copa será en el reino; (b) mientras tanto, hombres y mujeres formamos un cuerpo, carne y sangre de amor

En ese fondo ha destacado Juan el signo de Jesús, viña y Cordero, nuestra vinculación con todo el universo  (Jn 1; Jn 6; Jn 19)

INTRODUCCIÓN. NOTAS ESENCIALES

1. Jesús celebró su cena de despedida y comunión en un contexto pascual judío, pero transformado. Fue una fiesta “real,histórica”, pero  y formulada de un modo litúrgico y eclesial por los primeros cristianos (1 Cor, Sinópticos)

2. Esta cena evocaba antiguos motivos hebreos:la liberación de Egipto, la fiesta del cordero… la comida de los primeros panes del año. Pero Jesús prescinde del cordero y se centra en dos signos “vegetarianos” de tipo universal: el pan de harina amasada, la copa de zumo vegetal.

3. El pan (artos, artúa) esun alimento amasado y “cocido” de semillas/frutos vegetales, que en oriente eran y son de cereal (trigo, cebada…), peropueden ser de cualquier semilla equivalente (arroz, maíz, soja…). Todo intento de limitarse a un pan de puro trigo es consecuencia de mal etnocentrismo y de mala traducción de los textos.

4. La copa es en principio de zumo de uva…, pero ninguno de los textos  (Mc, Mt, Lc, 1 Cor)l o dice. Todos utilizan “poterion”,  en el sentido de “copa” para beber. No dicen  si el zumo está fermentado (si es mosto o vino), ni si ha de ser sólo de uva o de otro tipo de fruta o semilla (de manzana o pera, de granada, dátiles o naranjas etc.. . Limitarse al vino-vino (zumo de uva fermentado) va en contra del sentido universal del texto.

5. Comunión “sacerdotal”: haced esto en memoria de mí. Estas palabras u otras semejantes están supuesta en Mc y Mt, aunque sólo aparecenen Lc 22,19 y 1 Cor 11, 25, y se dirigen a todos los miembros  de las comunidades cristianas, que así aparecen como comunidades “sacerdotales”, en el sentido especírico de Jesús. Ni Lucas ni Pablo (ni mucho menos Marcos y Mate olas restringen a los “doce apóstoles” y a sus sucesores obispos y presbíteros, por razones evidentes para cualquier lector del NT.

6.  La iglesia posterior, en su praxis jurídica “oficial” solemne, ha restringido (limitado) esas palabras (con la presidencia eucarística) a un tipo de “ministros ordenados varones” (e incluso célibes). Pero esa limitación (que ha cumplido en un tiempo su servicio) va en contra de la amplitud del NT carece actualmente de sentido, de formas que debe devolverse a las comunidades su “autoridad y responsabilidad”l eucarística, como está viendo ya gran parte del “sensus fidelium” de la iglesia católica.

7. Fiesta del amor fraterno…De un modo u otro, celebrada con pan-trigo o pan-arroz…, con mosto o vino de uva o con bebida de patata, naranja o limón…, esta fiesta de la cena de Jesús es sacramento de amor fraterno, como seguiré mostrando. Esto es algo que sabían bien los escolásticos  del siglo XIII , cuando distinguían y vinculaban el signo-sacramento de la misa y su res o esencia que era y sigue siendo el amor mutuo de los “creyentes”.

He desarrollado estos motivos en Fiesta del pan, fiesta del vino; Historia de Jesús; Comentario de Marcos y Comentario de Mateo

1. LA PROXIMA COPA EN REINO. LOGION DE LA DESPEDIDA (MC 14, 25  par).

 Sintiéndose en peligro, sabiendo que su vida estaba amenazada, que sus amigos podían abandonarle y sus enemigos condenarle a muerte, Jesús quiso cenar con sus compañeros, ratificando su compromiso de alianza y promesa, como proclama este logion(Mc 14, 25) que no se limita a esperar pasivamente la llegada del Reino, sino que la provoca. Todo el mensaje anterior de Jesús en Galilea y su venida a Jerusalén, puede interpretarse a partir de estas palabras centrales/finales de su vida:

En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vidhasta el día en que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de Dios (Mc14, 25 par).

 Por medio estas palabras y este gesto (compartir una copa de vino con sus discípulos),Jesús pide a Dios que llegue (que envíe) el Reino, prometiendo (asegurando) al mismo tiempo a sus compañeros (discípulos) que el Reino llega y que él (Jesús) entregará su vida hasta el finpara que llegue, en la línea de su oración: Padre, venga (envía) a nosotros el Reino.

Jesús está “representando” (culminando) su tarea mesiánica ante Dios y ante sus compañeros.Jesús no es profeta mesiánico a solas, separado de los otros, sino dirigente de una iglesia o grupo mesiánico (los Doce), con el que comparte su camino y proyecto de Reino.

 Jesús no está a solas, no es un mesías separado, sino rodeado de un cuerpo de compañeros, que forman el germen de su iglesia. Por eso no se compromete él solo, frente a todos, sino con su grupo, formado no sólo por los Doce,sino  también por mujeres  y amigos que le han venido acompañando.

Jesús no conoce de antemano los detalles de su entrega de amor y de muerte, como un adivino (pues el conocimiento de posibles adivinos no es personal y verdadero, de carne y sangre, sino de imaginación). Sólo se conoce de verdad con cuerpo y alma, no sólo con el entendimiento, sino con la voluntad y la vida entera, con la carne y la sangre,  en unión con una comunidad de vida. Ahora al fin, tras haber recorrido un largo camino con y por sus amigos/discípulos, en el momento de la gran prueba, Jesús les confía su identidad, el compromiso y sentido supremo de su vida.

  No ha venido a luchar contra sacerdotes y legionarios romanos, sino a presentar ante unos y otros,  su proyecto de reino, que culmina en un compromiso de abstinencia escatológica: no beber más vino, ni celebrar más fiestas hasta que llegue el Reino.

Éste es un compromiso de fidelidad en amor hasta la muerte, culminando su camino,ratificanso su opción de Reino, esto es, de vida comparida: En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vid … (Mc14, 25 par).

Por eso, al decir “no volveré” a beber con vosotros, Jesús está ratificando sucamino anterior de mesianismo. No ha sido un mesías aislado, no ha podido decir “yo soy hijo de Dios, pero vosotros no…”, sino que ha sido y sigue siendo hijo de Dios con aquellos con quieres comparte el mismo vino de fiesta, el mismo pan de vida. Al decir “no volveré ya más hasta…”, él está indicando que la comunión de vida y destino permanece, aunque puedan traicionarle…El próximo abandono de los doce y en particular el de algunos (Judas, Pedro) no destruirá la fidelidad divina de su compromiso.

Jesús está convencido de que su tiempo de mundo acaba, y así lo proclama, no con un signo de penitencia, un bautismo de muerte (un sacrificio), sino con una señal de fiesta y alegría. La renuncia (no beberé…) implica, según eso, una esperanza más alta. Jesús deja de beber vino porque ha cumplido su misión en la tierra y porque espera la llegada del Reino, que no será tiempo ni lugar de castigo, sino de fiesta, de vino de Reino (de fiestas pentecostales). Conforme al rito externo, Jesús está celebrando un rito pascual (de presencia de Dios y de liberación), pero no lo hace con el pan de pascua pascua, sino de vino de los tabernáculos o chozas que representan la culminación del tiempo del mundon [1].

            Jesús ha ofrecido su mesa (pan y peces) a los marginados y pobres, a publicanos y multitudes. Ahora, en el momento final, asumiendo y recreando la más honda tradición israelita, él declara y proclama ante sus amigos que ha cumplido su tarea, ha recorrido su camino: sólo queda pendiente la respuesta de Dios, el vino del Reino. De esa forma pasa del “vino antiguo” de esta fiesta de despedida (que el ritual de la institución eucarística interpreta, como sangre de alianza: Mc 14, 23-24) al “vino nuevo” de la culminación mesiánica Todo lo que podía y debía hacer humanamente lo ha hecho. Por eso, en nombre de Dios les invita a tomar la próxima copa en el Reino [2].

 3. EUCARISTÍA, COMUNIÓN DE REINO.

  1. El signo de la copa. Sólo vive de verdad quien da su vida por otros.

En su forma actual, el relato eucarístico [3]. consta de dos signos, uno de pan, otro de vino (cf. Mc 14, 22-24), que, al unirse, forman el mejor retrato de Jesús hombre de pan compartido y vino de Reino. El texto completo, ha sido elaborado litúrgicamente en el contexto de la despedida, según la doble tradición de Mc 14, 23-24/Mt 26, 26-30 y de 1 Cor 11, 23-25 y Lc 22, 15-20). En ese contexto sitúan los sinópticos y Pablo la institución “eucarística”, no como cena de pascua antigua sino como anticipo (anuncio y promesa) del banquete mesiánico, de manera que la misma copa de invitación (no beberé más… ) viene a interpretarse (ofrecerse y entenderse) como copa de alianza escatologica.

Tomo una copa, bebieron todos de ella, y les dijo:Esto es mi sangre de la alianza (Mc 14, 22 par).

 No es copa de anuncio de lo que vendrá más tarde, sino de revelación de lo que está sucediendo, de lo que ha sido y es ahora su vida de fidelidad y servicio por el reino, no a solas (separado de los otros) , sino en comunión de vida con sus compañeros de Iglesia. Así lo entiende Jesús, así lo hace y lo dice, como he desarrollado en Marcos:

Tomó una copa (potêrion), en signo de agradecimiento (eukharistía). Mientras un grupo de hombres y/o mujeres sean capaces de beber juntos una copa podrán vincularse a Dios, no están abandonados sobre un mundo adverso. El mismo vino, fruto de la tierra y del trabajo humano, es para ellos presencia de Dios, expresión del valor de la vida. Jesús no ofrece a sus compañeros una sesión de ayuno, hierbas amargas, en plano de sudores, sino el más gozoso, bello y exigente producto de su entorno, el vino, que, no siendo bebida ordinaria (los pobres no pueden tomarla cada día, como el pan), es signo de alegría y abundancia futura para todos. En ese contexto, Jesús quiere que sus discípulos puedan vivir en plenitud de gozo, empezando a beber ya en este mundo el vino prometido para el Reino (tema de fondo de Jn 2, bodas de Caná).

– Y bebieron todos de ella (de la copa),en gesto muy preciso de participación. Por un lado, se dice “todos”; por otro lado, se dice “de una misma copa” (ex autou), la de Jesús, por la que todos se vinculan, comprometiéndose a compartir su misma suerte, en alianza de vida, no como pacto social de intereses. Esta es copa de vida y de muerte; vivir para compartir una misma llamada de Dios, muriendo unos en (con) otros y todos en Cristo, resucitando de esa forma en el Reino. Teniendo eso en cuenta, en sentido estricto, las palabras interpretativas: «Ésta es la Sangre de mi alianza» (Marcos y Mateo) y «es la nueva Alianza en mi Sangre» (Pablo y Lucas), no eran necesarias, pues el gesto resulta suficiente: Jesús, mensajero perseguido del Reino de Dios, amenazado de muerte por sus adversarios, ofrece a sus amigos (y por ellos a todos), en signo de solidaridad y esperanza, una copa que simboliza su sangre (vida) entregada por el Reino; y ellos por su parte beben, comprometiéndose a nacer, vivir, morir y renacer en con/por Jesús, formando la iglesia de la humanidad mesiánica.

– Y les dijo: “Esto” es mi sangre, de la alianza (= ésta es la alianza de mi sangre). Para los israelitas, la sangre constituye el mayor de los tabúes, como presencia temporal de la vida eterna de Dios. Ellos pueden comer carne de animales,  pero nunca su sangre «porque es la vida de la carne y os la he dado para uso del altar, para expiar por vuestras vidas, porque la sangre expía por la vida» (Lev 17, 10-12; cf. Gen 9, 4). El Dios bíblico se ha reservado la sangre, como signo de vida originaria, de manera que comer carne con su sangre o beber sangre constituye la mayor impureza (cf. Hech 15, 29). La sangre/vida no se “juega” (no se compra ni vende), simplemente se comparte, se regala, como, alianza de Dios.

            De esa forma, manteniendo su experiencia de vida, Jesús ha ofrecido a los discípulos su sangre en el signo del vino, invitándoles a compartirla. Ellos lo han hecho, se han comprometido. Parece que la suerte está fijada: Todos vivirán, compartiendo el don del reino, dándose vida, muriendo unos por otros y en otros, abriendo con su muerte la puerta del Reino.Ya no se puede hablar de jerarquías separadas (unomayores, otros menores), sino de vida y resurrección de unos en otros [4]. Leer más…

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La eucaristía es signo de lo que fue Jesús, de lo que nosotros debemos ser.

Jueves, 6 de abril de 2023
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cena-del-corderoJUEVES SANTO(A)

Jn 13,1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia. Para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es sorprendente que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada. Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras, está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Juan cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Me llamáis “Maestro” y “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve. Lo importante no es el hecho sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano está en el servir a los demás.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la ‘institución de la eucaristía’. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, pero proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después de este texto dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Debemos amar a los demás como Dios ama, como Jesús amó. La eucaristía no es una devoción más, que comienza y termina en la iglesia. Debemos hacer un esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y tratar, por todos los medios, de celebrar una eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión ritualista y espiritualista que no afecta a mi vida concreta. La presencia de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido descubrir el aspecto vivencial del sacramento y nos ha dejado al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo”, en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia “real” de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me aporta.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida. Solo un Jesús destrozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de todo ser humano. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero en el c. 6 encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que cree, nunca pasará sed”. Queda claro que comer el pan y beber la sangre, es un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio de los demás hasta deshacerse por ellos. El peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los demás.

Dice más adelante: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida, que no se verá alterada por la muerte. Para hacer nuestra esa Vida, debemos aceptar la “muerte” a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata de renunciar a nada, sino de conseguirlo todo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jueves Santo.

Jueves, 6 de abril de 2023
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Lachapelle1-1-758x474(Juan 13, 1-15)

La compasión solidaria de Jesús se hace gesto y signo sacramental en la Eucaristía. La Eucaristía es la máxima expresión del “darse” de Cristo y de su gratuidad incondicional. Por eso, como ha dicho el papa Francisco, “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). Si en la Pascua judía el signo de la acción liberadora de Dios es la sangre y el sacrificio, en la Última Cena lo es el cuerpo partido y repartido de Jesús, accesible a todos y todas como alimento básico para la vida del mundo. Del mismo modo la Eucaristía no es algo “accidental” en la existencia de Jesús, sino que fue gestándose a lo largo de toda su vida y conduciéndole hacia la entrega total en sus palabras, en sus gestos y encuentros con la gente, especialmente con la más herida y vulnerada.

En el contexto cultural contemporáneo a Jesús el imaginario del banquete mesiánico (Is 25, 6-10) como el gran signo de la irrupción de la novedad de Dios en la historia tenía mucha fuerza entre los creyentes judíos. Por eso Jesús desde la experiencia inclusiva del amor compasivo del Abba, lo va a historizar y radicalizar tanto con sus parábolas (Mt 22,4) como con sus hechos: practicando una comensalidad abierta (Lc 15,2). Sus comidas con pecadores, publicanos y prostitutas inauguran un nuevo orden cuyo centro es el amor y la compasión más que la ley y las tradiciones excluyentes. Esta práctica de Jesús sitúa en condiciones de igualdad a todos los seres humanos en su accesibilidad Dios y a los bienes de la tierra. Por eso algunos teólogos y teólogas afirman que a Jesús le mataron por su forma de compartir la mesa y por con quienes eligió hacerlo. Las comidas de Jesús quiebran la imagen de un Dios sólo para selectos y revelan aun Dios cuyo ser y hacer es misericordia en acción, compasión solidaria, cercanía e identificación con los y las excluidas. Pero la Ultima Cena de Jesús no es tampoco una de tantas comidas de Jesús, sino que tiene un carácter de “memorial” de “testamento”. Jesús es consciente que en torno a él se va cerrando un cerco y busca la intimidad con sus discípulos para compartirles los secretos de su corazón y para ratificar su deseo de entrega, de seguir adelante en la misión que el Abba le ha encomendado. Por eso La Última Cena es un compendio de lo que ha sido la vida de Jesús. Su originalidad radica también en que Jesús es el “anfitrión” y se presenta a la vez como “el que sirve”, algo absolutamente inusual en la mentalidad judía donde quienes servían en las comidas eran las mujeres, y los esclavos. Al hacerlo Jesús ocupa su lugar.

Este mismo sentido es el que expresa el texto del Lavatorio. El testamento que Jesús nos deja a sus seguidores y seguidoras es el servicio. Este Jesús “agachado”, con jofaina y toalla en mano, rompe la dialéctica del amo y del esclavo y nos revela a un Dios identificado con los últimos, sirviendo desde abajo, sustentando, igualando, desde ese lugar, ahí, e inaugurando desde ahí la horizontalidad del Reino. Es tan provocador este gesto, en el que alguien ha dicho que «Jesús se mujerizó», y que en la imaginería religiosa apenas se recoge. El arte ha reproducido escenas de Jesús en las que aparece presidiendo la Eucaristía, sin embargo, hay muy pocas en las que Jesús aparece agachado y lavando los pies a sus discípulos, ocupando el último lugar. Esa actitud y ese gesto continúan escandalizándonos.

No hay nada más opuesto al servicio vivido al estilo de Jesús que el servilismo. El primero cuestiona toda forma de poder-dominación, de abuso y de desigualdad en las relaciones personales sociales y estructurales. Es un acto de libertad y de dignidad. El servilismo, por el contrario, idolatra el poder y a quien lo representa y constituye un acto de sumisión acrítica, por parte de quien lo realiza y de opresión por parte de quien lo permite. Sin embargo, a menudo los cristianos y cristianas lo confundimos. Celebrar el Jueves Santo es comprometernos a vivir eucarísticamente identificándonos con la persona de Jesús y su proyecto como servidores y servidoras de la fraternidad y la sororidad humana. “Haced esto en memoria mía”, es seguir actualizando la existencia al modo de Jesús, desde el servicio y contra toda forma de servilismo o poder dominación que genera violencia y exclusión. Por eso la Eucaristía no es un rito sino una dinámica existencial y celebrarla actualizar su memoria transformadora en nuestro mundo, por eso nunca es un tranquilizante, sino más bien un riesgo.

¿A qué riesgos nos invitan hoy nuestras Eucaristías? ¿Cómo hacer histórico hoy el lavatorio de Jesús en nuestros ambientes?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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Una Iglesia en la que se viva una dialéctica del poder, no es la JesuCristo

Jueves, 6 de abril de 2023
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icono-del-lavatorio-de-los-pies-40x60-cmDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Amor y servicio.

    El jueves Santo tiene densos contenidos humanos y cristianos: la libertad (el Éxodo / la Pascua judía), la Eucaristía, el nacimiento de la Iglesia con el lavatorio de los pies. Pero este año se me hacen más urgentes el amor y el servicio.

02.-  El amor de Jesús y de Dios en la tradición de san Juan

    La tradición de San Juan (Evangelio y tres brevísimas cartas), tienen un tema central: el amor. Dios es amor. [1]

Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. (Jn 4,8)

    Jesús es expresión (sacramento) del amor de Dios.

    La Iglesia, solamente será asamblea cristiana si es una comunidad cuyo eje central es el Dios de amor manifestado en Cristo. La Iglesia es de Cristo si lo es del amor de Cristo.

    Puede parecer un poco ingenuo, quizás simple, pero lo genuino del cristianismo (y del ser humano) es el amor.

    Cuando nosotros, los cristianos de a pie, hablamos de Iglesia, propiamente no pensamos en la Asamblea de cristianos que se siente amados por JesuCristo y en torno a Él, sino que cuando hablamos de Iglesia, hablamos de la Jerarquía, del Vaticano, Roma, la curia, etc…

03.- Cercano ya el final, habiendo amado a los suyos, Jesús los amó hasta el final.

Podríamos decir que la Cena, el amor y el lavatorio de los pies son momentos fundacionales de la Iglesia…

En la Última Cena está “naciendo” la comunidad cristiana: y lo decisivo no es quién haya de tener el poder: Pedro no entiende ni palabra de lo que allí se está fraguando, por eso dice: tú no me lavarás los pies jamás… A lo que Cristo responderá: Si no te lavo los pies no tienes nada que ver conmigo. Solamente entiende lo que allí está ocurriendo quien ama y quien sirve, es decir: el Discípulo Amado.

Ni en la Última Cena de Jesús ni hoy el poder entiende estas cosas. Tú no me lavas los pies jamás. Hay cosas que solamente se entienden desde el amor. Jesús conferirá a Pedro la autoridad (no el poder) después de preguntarle tres veces si le ama: Pedro, ¿me amas?Apacienta mis ovejas. (Jn 21,15-17).

Una Iglesia en la que se dé una dialéctica de poder, no es la Iglesia de Jesús. Y hoy en la Iglesia hay tensiones y búsquedas de poder, enfrentamientos contra Francisco y contra el pueblo creyente no por la verdad, sino por el poder. La “reconstrucción” evangélica de nuestra propia diócesis de San Sebastián no se conseguirá desde el poder, sino desde el amor y el servicio al pueblo.

Tales posturas no son la Iglesia de Jesús.

04.- El discípulo amado

La figura del Discípulo Amado es propia y exclusiva de la tradición de San Juan.

El Discípulo Amado comienza a parecer en la Última Cena. [2]

    Los discípulos, todos nosotros que intentamos ser discípulos de Jesús  somos discípulos amados. Dios, JesuCristo nos aman a todos. Y a los cristianos nos conocerán por el amor: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros. (Jn 15,9-10)

    En estos momentos de dificultades eclesiales y eclesiásticas nos hará bien a todos volver a la fuente, al origen, a Cristo. El centro de la iglesia es Cristo, no la jerarquía. La Iglesia es la asamblea de misericordia, de bondad, de respeto a las personas.

    Os conocerán no por el orden jerárquico, ni por la exactitud de vuestras reuniones litúrgicas o doctrinales, ni por vuestro Derecho Canónico. Os conocerán porque os amáis unos a otros.

Permaneced en mi amor. (Jn 15,9)

05.- Humildad y servicio.

    Jesús nos exhorta a vivir en el amor, después de haberse quitado el “manto” de Señor (bíblicamente es el mismo manto que le vestirán en la pasión después de la flagelación), se ciñe una toalla para lavar los pies de sus discípulos.

    Jesús se hace siervo, esclavo (lavar los pies era tarea propia de los esclavos) y constituye un momento fundacional de la iglesia. Somos iglesia de Cristo por nuestra disponibilidad y servicio especialmente para con lo más humildes de la asamblea cristiana y de la sociedad.

Es momento de volver al origen, a Cristo. Yo creo  en el evangelio que hemos escuchado y, dentro de mi condición pecadora, procuro hacer mío lo que hemos escuchado al Señor:

Permaneced en mi amor

Os he dado ejemplo, haced vosotros lo mismo

[1] Jn 13,35: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros.

Jn 15,9-10: Como el Padre me ha amado, {así} también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

1Jn 4,7: El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.

1Jn 4, 10-12: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo {como} propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros.

1Jn 4,16: Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.

[2] Hay siete menciones al Discípulo Amado y las siete están al final del evangelio, a partir de la Última Cena:

+ Recostó su cabeza en el Señor en la Última Cena (Jn 13,23)

+ Al pie de la cruz el D Amado acoge a María en su casa (Jn 19,26).

+ El D Amado llega al sepulcro antes que Pedro, (Jn 20,2)

+ Junto al lago, quien ve al Señor resucitado es el D Amado (Jn 21,7).

+ El D Amado sigue al Señor resucitado y a Pedro, (Jn 21,20).

+ Se corrió el rumor que el D amado no moriría, (Jn 21,23.)

+ El D Amado, sea quien fuere, es el testigo y autor del Evangelio. (J 21,24)

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¿Qué puede ser más grande?

Viernes, 3 de febrero de 2023
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La eucaristía protege al mundo y, de una manera secreta, lo ilumina. El hombre encuentra en ella su filiación perdida, alcanza su propia vida en la de Cristo, el amigo fiel que comparte con él el pan de la necesidad y el vino de la fiesta. El pan es su cuerpo, y el vino es su sangre; y en esta unidad ya nada nos separa de nada ni de nadie. ¿Qué puede ser más grande? Es la alegría de la pascua, la alegría de la transfiguración del universo. Y nosotros recibimos esta alegría en comunión con todos nuestros hermanos, vivos y muertos, en la comunión de los santos y con la ternura de la Madre. Por eso ahora ya nada puede darnos miedo. Hemos conocido el amor que Dios siente por nosotros, hemos llegado a ser “dioses”. Ahora todo tiene un sentido. Tú, tú también, tienes un sentido. No morirás. Aquellos a quienes amas, aunque los creas muertos, no morirán. Todo lo que vive, todo lo que es bello, hasta la última brizna de hierba, incluso ese breve momento en que has sentido palpitar la vida en tus venas, todo estará vivo, para siempre. Hasta el dolor, hasta la muerte, tienen un sentido, se convierten en senderos de la vida. Todo está ya vivo. Porque Cristo ha resucitado.

Existe aquí abajo un lugar en el que ya no hay separación, sino sólo el gran amor, la magna alegría. Ese lugar es el cáliz, en el corazón de la Iglesia. Y desde allí también en tu corazón.

*

Atenágoras I (1886-1972),
patriarca de Constantinopla

*

(cit. en Diálogos con Atenágoras, entrevista realizada por O. Clément, Turín 1972, p. 337.)

***

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“Más de lo mismo”, por José Ignacio González Faus.

Viernes, 8 de julio de 2022
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sacerdotisas-anglicanasDe su blog Miradas Cristianas:

Seguimos con lo del celibato y ministerio femenino

Una perspectiva histórica, otra científica y otra espiritual

Lo que debe contar aquí son aquellas palabras de Jesús: “os conviene que yo me vaya porque si no, no vendrá a vosotros el Espíritu que os conducirá a la plenitud de la verdad”

Según Aristóteles, la mujer es intrínsecamente inferior al hombre. Según Platón, dialogar solo se puede con hombres porque las mujeres no tienen altura para eso.

Ser constructor y responsable de una comunidad implica renunciar de entrada a esa actitud de enfocar todas las cuestiones desde el ángulo de los propios derechos.

Las reacciones diversas y variadas (privada y públicas) sobre las últimas reflexiones dedicadas al celibato y ministerio femenino, eran previsibles y confirman lo que creo que todos sospechamos aunque no queremos reconocer: que, sobre todo en lo que toca al ministerio de la mujer, hay en la Iglesia divisiones muy grandes que nos alejan de aquel “sensus communis fidelium” donde la teología veía siempre una señal del Espíritu. Dije por eso que es hora de la pedagogía más que de la confrontación. Y quisiera adoptar ahora aquella actitud de Pablo que, a la vez que proclamaba que se pueden comer carnes sacrificadas a los ídolos (¡que eran las más baratas en las carnicerías!), buscaba convencer a los contrarios de que, si los ídolos no son nada, aquellas carnes no pueden estar manchadas por ninguna clase de impureza.

Intentemos mirar desde tres perspectivas.

1. Perspectiva histórica.- Después volveremos a los argumentos. Ahora quisiera hacer una prospectiva: imaginemos que en dos días Francisco cambia toda la legislación eclesiástica y tenemos en poco tiempo un grupo de mujeres presidiendo las misas habituales. Mi pronóstico, como muy probable, es que decenas o cientos de millones de católicos dejarían de ir a misa cuando presidiera una mujer, y que esa huelga encontraría el apoyo de buena parte del clero y algunos obispos. ¿Sería razonable correr un riesgo de ese tamaño, precisamente en estos momentos tan “antifrancisco”? Una iglesia cismática será todo lo contrario de una iglesia sinodal. Y repito que ese pronóstico no me parece improbable.

En la situación vivida hasta ahora, muchas veces teníamos que aprender a decir: “la Iglesia nunca será como yo querría, pero la acepto”. Y la culpa de esa desilusión estaba entonces en las autoridades eclesiásticas, que bastante hicieron sufrir a algunos. En la Iglesia del futuro tendremos que decir lo mismo: pero la razón de ese desencanto ya no estará en las mal llamadas “jerarquías” sino en el mismo pueblo de Dios. De ahí la importancia de esa pedagogía paciente.

2.- Perspectiva científica.- Personalmente, los argumentos de que Jesús no llamó mujeres al apostolado me parece que no prueban nada porque confunden la voluntad de Jesús con la sociedad en que vivió Jesús. El seguimiento de Jesús no consiste en hacer miméticamente lo que Él hizo, sino en hacer lo que Él haría hoy. El número de doce parecía intocable al principio (como se refleja al comienzo del libro de los Hechos) hasta que se vio que la universalidad del cristianismo llevaba a olvidarlo. También se podía haber argumentado que Jesús solo eligió para apóstoles a judíos, vinculando eso con la visión veterotestamentaria del sacerdocio. Por suerte no se hizo (quizá gracias al primitivo rechazo judío hacia el cristianismo).

En cualquier caso, creo que lo que aquí debe contar son aquellas palabras de Jesús: “os conviene que yo me vaya porque si no, no vendrá a vosotros el Espíritu que os conducirá a la plenitud de la verdad”. Temo que los contrarios al ministerio femenino se estén cerrando a esa “plenitud de la verdad”. Y esto no es nuevo: está también el dato de esa Junia de la carta a los romanos, llamada por Pablo “apóstol” y a la que parece que se le masculinizó el nombre para evitar problemas. Y están todas las acusaciones paganas al primer cristianismo como “corruptor de la mujer”, que obligaron a aparcar muchos primeros pasos, para no alejar a los paganos que era la causa más urgente entonces.

En esta cuestión ha jugado también un papel negativo el repetido tópico de algunas feministas laicas, que pretenden que el cristianismo es antifeminista y el paganismo era feminista, y que mucha gente se lo ha tragado. Sobre eso solo dos detalles: es el gran Aristóteles quien define a la mujer como intrínsecamente inferior al macho, como un “varón a medio hacer” (vir dimidiatus). Y bastantes problemas le creó a su admirador Tomás de Aquino que, en este punto se apartó de quien él llamaba “el filósofo”. Y es el gran Platón quien escribe que para dialogar solo podemos hacerlo con hombres porque las mujeres no tienen altura para eso. A pesar de la Diótima de Sócrates ¿cuántas mujeres participan en los diálogos de Platón? Y hasta podría ser que (dada la situación social de la mujer entonces) algo de apariencia tuviera ese argumento. Pero la razón griega ya podría haber aprendido a distinguir entre lo que es de la naturaleza y lo que puede ser de la historia.

En fin: para cualquier problema histórico que se presente, hace falta mucha paciencia y mucho estudio. Personalmente y a lo largo de los años, fui aprendiendo tres principios que los presento aquí por si ayudan a alguien.

1.- Mirar de no argumentar desde mis sentimientos (por justificados que estén) sino desde los datos aquilatados. Y aquilatar los datos, en el campo de la historia, es bastante difícil: porque pasa el tiempo y alguien descubre un dato o una hipótesis nueva que sacude muchas “evidencias” tranquilas.

2.- Cuando disiento de alguien, tratar de ver qué puede haber de verdad en lo que dice, en la línea de lo que san Ignacio llamaba “salvar la proposición del prójimo”. Para no quedarme yo sin esa dosis de verdad.

3.- Analizar y preguntarme: si un polemista bien dotado disintiera de lo que digo ¿qué argumentos podría darme? Digo polemista bien dotado refiriéndome a aquellos que aportan argumentos; no a los que se limitan a llamarte comunista o facha y creen que con eso ya te han refutado del todo.

Incoherente como soy y he sido, no pretendo que esos principios los he cumplido siempre. Pero sí creo que tienen su valor, y los ofrezco aquí por si le sirven a alguien [1].

3. Perspectiva espiritual.- Pasando a un campo más de espiritualidad y menos analítico, creo que la misión del ministerio eclesial consiste en ser creador de comunidad (mi libro Hombres de la comunidad, fue traducido al inglés como Builders of community, y aplaudí mucho esa traducción cuando se me propuso). Cito esto porque quien de veras quiera ser creador (y responsable) de comunidad, habrá de estar dispuesto a sacrificar muchas veces derechos propios; y a sacrificarlos sin buscar por otro lado compensaciones de mayor dignidad y poder. Desde la reclamación de los propios derechos como actitud primaria, poca comunidad se construirá.

Aquí viene la importancia de lo que califiqué como “desacerdotalizar” el ministerio. El que preside la eucaristía no es quien consagra el pan y el vino porque tiene un poder casi mágico; consagra toda la asamblea. Ya en el siglo XII escribió el beato abad Guerrico (gran amigo de san Bernardo) que “el sacerdote no consagra solo ni ofrece solo sino que toda la comunidad de los creyentes consagra y ofrece con él”. Si las palabras las pronuncia él solo es porque estamos escuchando una narración y en los relatos es uno solo el que narra. Y la necesaria presencia del ministro eclesiástico en la celebración eucarística no es porque sea él quien tiene ese poder mágico de consagrar pronunciando unas palabras. Es porque él, por así decir, hace oficialmente presente a la Iglesia en aquella celebración. Y es la Iglesia, como “sacramento raíz” la que tiene eso que llamamos poder de consagrar.

Permítaseme por eso añadir que me parece ridículo y clerical el que, en las concelebraciones, cuando llega lo de “esto es mi cuerpo etc.”, todos los curas presentes extiendan la mano y pronuncien esas palabras. No hace ninguna falta ese gesto porque sin él, consagrarán igual. Pero este detalle me parece un ejemplo de esa mentalidad de poder que se ha vinculado tanto al ministerio eclesial cuando, curiosamente, la palabra ministerio significa literalmente: “lugar de lo menor”.

4. Despedida y cierre.- Termino como he dicho otras veces: todo esto es solo una palabra de un individuo particular. Sabiendo además que los intelectuales tendemos a volver las cosas más lentas y a desesperar a los impacientes: porque la verdad es lenta y, como decía la gran Teresa: “padece más no perece”. Hay personas activas que suelen tener una intuición bastante certera de las cosas. Y hay que darles campo, aun sabiendo también que su intuición nunca es perfecta del todo. (Desde Hegel a Agustín, no ha habido genio que no dijera también alguna tontería seria).

Y sobre todo, no hay que perder el buen humor. Porque como me dijo una vez el amigo Pep Vives, no sé qué Padre de la Iglesia decía que “el Espíritu Santo es el buen humor de Dios”.

Así que “veni sancte Spiritus”.

[1] Quizá cabría añadir el consejo de leer bien lo que se lee y asegurarse de que el autor dice lo que yo le hago decir. Porque hace poco he asistido a este detalle curioso: en un blog el autor se dirige al presidente Biden diciéndole que no tiene ningún derecho a erigirse en autoridad mundial y que esa autoridad debería estar en la ONU. Pues bien, uno de los comentaristas escribe: “el presente artículo nos deja con la idea de que el presidente Biden es una autoridad mundial legítima; la autoridad legítima es el consejo de seguridad de Naciones Unidas” (¡!). Sin llegar a tanto pero, al menos, procuremos no leer así ni caminar en esa dirección.

 

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Hacia un idolatría de la Eucaristía.

Domingo, 19 de junio de 2022
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[…] El mismo Cristo  debe asfixiarse en nuestros ostensorios de oro, en nuestros cálices incomparables, en nuestros copones incrustados de joyas, Él quiso sólo la paja del Pesebre o la madera de la cruz. El culto exagerado de la Eucaristía tiende a hacer de nuestras iglesias templos paganos.

*

Louis Evely

***

Condúceme de lo irreal a lo real, condúceme de las tinieblas a la luz, condúceme de la muerte a la inmortalidad.

*

Brihadaranyaka Upanishad

***

Una liturgia sin compromiso místico

Los faraones de Egipto han sido divinizados y los monumentos no dejan de representar su investidura divina. Cuando, más tarde, Alejandro el Grande conquistó Egipto, no creyó que pudiera asegurar su dominación sobre las colonias sin hacerse reconocer como Dios. Del mismo modo los emperadores romanos, para consolidar la unidad de su imperio, aceptaron, luego finalmente impusieron, esta divinización de Roma y de su persona.

Pero esta divinización del faraón provocaba también, casi necesariamente, la “faraonización” de dios. Había una simbiosis, una suerte de comunidad de vida en la que las reacciones eran recíprocas y, finalmente, la imagen de la divinidad se amoldaba a la del faraón divinizado.

¿Hasta qué punto esta situación ha sido reproducida a lo largo de los siglos, incluso en el pensamiento de Israel? ¿En qué medida nuestra liturgia no guarda vestigios de este intercambio ambiguo entre la realeza terrestre y la realeza divina? ¿Hasta qué punto incluso el concepto de la realeza divina no es simplemente una emanación de la realeza humana?

¿En qué medida, en Bizancio, la liturgia de Palacio y la liturgia de Santa Sofía no coincidían en una misma imagen, donde la realeza divina y la realeza humana se confundían de nuevo?

Y en qué medida nuestra liturgia no es todavía una supervivencia de las liturgias reales que no comprometen nunca el fondo del alma? ¿No podemos pensar, a veces, que en nuestra misma liturgia, se trata de rendir homenaje a un soberano, de procesiónar alrededor de su altar, de erigirle un santuario dedicado a él, y una vez hecho esto, queda con Dios, todo esto que puede realizarse y celebrar sin ninguna especie de compromiso místico?

Algo extremadamente peligroso

Es evidente que, si el hombre de la calle es tan a menudo completamente extraño a lo que pasa en nuestras iglesias, es porque no pasa allí ningún acontecimiento susceptible de tocarlo aunque sea un poco. El no se siente allí de ninguna manera alcanzado y concernido a lo más íntimo de él mismo.

Hay una religión aparente que  no asume compromiso profundo. Esto es extremadamente grave, y podemos preguntarnos hasta qué punto esto no es a causa de la Eucaristía que llegamos a una confusión tan radical sobre la esencia misma del mensaje de Jesús.

Una especie de materialismo religioso, el peor de todos; puede trágicamente establecerse alrededor de la Eucaristía; tenemos un catalizador de paladio, un pararrayos celeste, sobre la casa, podemos dormir tranquilo, Dios está allí en su cajita y lo tenemos constantemente a nuestra disposición.

¿Nos hemos cuestionado suficientemente sobre  el valor de nuestras comuniones? ¿sobre el valor de esos niños? ¿Qué producen? ¿Qué cambian?

En las comuniones sin compromiso, donde se cuenta con el opus operatum (un efecto producido infaliblemente por el hecho de que se recibe el sacramento), en las comuniones donde mecánicamente se debe ser santificado porque se abrió la boca o se tendió la mano para recibir la hostia: hay allí algo extremadamente peligroso porque no se ve en absoluto toda la exigencia que está en la base de una conversión verdadera, y que supone a un nuevo nacimiento; no vemosen absoluto la exigencia de la comunión que implica esta transformación radical donde se pasa del mí posesivo al mi oblativo. Incluso, ¿cuántos sacerdotes  que celebran la misa cada día todavía pueden, quizá, estar todavía allí?

Resituar la Eucaristía en la perspectiva evangélica

Debemos pues resituar la Eucaristía, hay que situarla allí dónde la vida de la Iglesia debe encontrar su unidad, hay que situarla en su sitio, es decir en la perspectiva evangélica que se nos impone en los últimos encuentros del Señor con sus discípulos.

La última consigna que resuena en todas las páginas delrelato joánico, es que os améis unos a otros como yo os he amado. Y esta consigna es también el criterio que hace reconocer a los discípulos de Jesús: ” en esto os reconocerán que sois mis discípulos, si os amais los unos a los otros.

Y para dar una lección a sus discípulos, Jesús les lavó los pies. “Esto es lo que es amar a tu prójimo: lo que he hecho es para que hagáis vosotros lo mismo los unos a los otros”.

Por extraño que pueda parecer, la Eucaristía parece haber desaparecido, ni siquiera se nombra en este lugar, ¿por qué? Debido a que está implícita en esta mandato (lavatorio de los pies). Está implícitamente contenida en el mandato y en la consigna final del Señor: “Amaos los unos a los otros”, ya que es exactamente la misma cosa.

“Os conviene que yo me vaya “

Recordemos las trágicas palabras de Jesús en el discurso después de la Última Cena: “Es bueno que yo me vaya porque, si no me voy, el Paráclito, el Espíritu Santo, no vendrá a a vosotros”. ¿Cómo no ver en estas palabras la confesión de un fracaso? Jesús nunca convirtió a nadie … ¡a nadie! Ni la muchedumbre, ni los sacerdotes, ni las autoridades, ni Herodes ni sus discípulos, ni incluso el discípulo amado que se dormirá como los otros enseguida en el Jardín de la Agonía: no ha convertido a nadie.

Y la llamada suprema que les dirige  a sus discípulos en el lavamiento de los pies se quedará sin eco: no comprenden que el reino de Dios está dentro de ellos mismos.

No comprenderán que es para hacer nacer este reino interior que Jesús se arrodilla delante de ellos para lavarles los pies, y no comprenden  que es para arrancar la piedra de nuestros corazones que Jesús muere sobre la cruz. Y la última pregunta que le harán a Jesús justo antes de la Ascensión será significativa de esta total  incomprensión.

¡La humanidad de Jesús debe pues desaparecer! Y es sólo en lo invisible, en el fuego del Pentecostes, como encontrarán a su Maestro como una presencia interior, no lo verán en lo sucesivo ya más delante de ellos sino dentro de ellos, y es en aquel momento cuando lo reconocerán. ¿Podemos desde entonces imaginar un solo instante que Nuestro Señor nos haya dado la Eucaristía para que refabriquemos con este sacramento un culto idolátrico, para que pudiéramos poseerlo allí, al alcance de nuestra mano, encerrándole en una caja para que nos pertenezca? ¿ Podemos concebir un materialismo igual por parte del Señor? ¿Cómo podemos imaginar que les hubiera robado su presencia visible a los Apóstoles para restituirnos en la hostia un foco de idolatría, como si pudiéramos disponer de Dios como el resultado de un objeto? Es absolutamente imposible, es exactamente lo contrario que sucede cuando Jesús nos da la Eucaristía.

*

Maurice Zundel

La Rochette, 1963

(Fuente)

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***

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.

Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:

“Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.”

Él les contestó:

“Dadles vosotros de comer.”

Ellos replicaron:

“No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.”

Porque eran unos cinco mil hombres.

Jesús dijo a sus discípulos:

“Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.”

Lo hicieron así, y todos se echaron.

Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

*

Lucas 9, 11b-17

***

El milagro de la multiplicación de los panes tiene lugar allí donde en el pueblo de Dios se escucha la Escritura cuya exégesis mesiánica nos proporcionó Jesús, y, por consiguiente, allí donde se respeta la Escritura y se obedece su Palabra, que encuentra su expresión actual en la asamblea de la comunidad.

Eso significa: allí donde se vive la vida cotidiana bajo el lema de la voluntad de Dios […]. El milagro de la multiplicación de los panes tiene lugar allí donde se celebra el banquete mesiánico, al que Jesús quiso invitarnos precisamente a todos, a los justos y a los pecadores, a los sanos y a los enfermos, a los invitados de la primera hora y a los que se quedan mirando los toros desde la barrera, es decir, allí donde se ha hecho posible, a continuación, la integración y la unanimidad de aquellos que quieren ponerse al servicio ae la construcción del pueblo de Dios. Eso significa: allí donde al convivium, o sea, al banquete de la eucaristía, le corresponde de nuevo el convivir, o sea, la convivencia de los creyentes que precede y sigue a la eucaristía, y encuentra su síntesis festiva en la celebración de semana en semana, de una fiesta a la otra.

El milagro de la multiplicación de los panes tiene lugar allí donde se vuelve vital la fe en que el hombre no vive sólo de pan, sino que vive, en primer lugar, de la Palabra de Dios, de su promesa y de la voluntad de aquel que se ha creado un pueblo al que debe llevar a una tierra que mana leche y miel. Eso significa que el milagro tiene lugar asimismo allí donde los creyentes se atreven a dar pruebas de su propia fe y a ponerla a prueba.

*

R. Pesch,
Il miracolo della moltiplicazione dei pañi. C’é una soluzione per la fame nel mondo?,
Brescia 1997, pp. 182ss, passim.

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Eucaristía de Año Nuevo en familia: Rito para celebrar en ausencia de presbítero

Lunes, 17 de enero de 2022
Comentarios desactivados en Eucaristía de Año Nuevo en familia: Rito para celebrar en ausencia de presbítero

Eucaristia-Ano-Nuevo-familia_2410268968_15864327_660x371Interesante fórmula que nos ha parecido traer al blog para esas pequeñas comunidades domésticas, que desean celebrar la Eucaristía siguiendo su invitación: “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18,15-20).

Y que hemos recogido del blog  de Juan Masiá sj Vivir y pensar en la frontera:

En torno a tu mesa, Señor, la familia comulga

Rito para una eucaristía familiar (en ausencia de presbítero celebrante durante circunstancias especiales: confinamiento, guerra, desgracia sísmica, etc)

Reunidos en torno a la mesa (donde se coloca la Cruz, el Pan y Vino y los Evangelios), recitamos a coro las invocaciones al Espíritu de Vida

Rito para una eucaristía familiar (en ausencia de presbítero celebrante durante circunstancias especiales: confinamiento, guerra, desgracia sísmica, etc).

Reunidos en torno a la mesa (donde se coloca la Cruz, el Pan y Vino y los Evangelios), recitamos a coro las invocaciones al Espíritu de Vida.

 Lector/a:  El Espíritu de Vida nos reúne para la cena del Señor

Él está en medio de nosotros

Que la bendición de paz y bien descienda sobre nuestra familia.En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

Amén  

Lector/a – Proclamación del Evangelio, según Juan (Jn 1): Al principio ya existía la Palabra de Vida, la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era el mismo Dios. Mediante ella se hizo todo; sin ella no se hizo nada de lo creado. La Palabra era Vida y esa Vida era luz para todo el mundo. Esa luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no pueden sofocarla. La luz verdadera que alumbra a toda persona está desde siempre alumbrando al mundo, aunque el mundo no la reconozca. Vino a su casa, pero los suyos no la recibieron. Quienes la reciben reconocen que son hijos e hijas de Dios.La Palabra se encarnó y acampó entre nosotros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Es Jesús, la Palabra de Vida, que es uno con Dios, quien nos lo ha explicado.

-Esta es Palabra de Vida, Palabra de Luz

Tu Palabra nos da Vida, confiamos en Ti, Señor

– (CREDO)Confesemos en familia nuestra fe. ¿Creemos en Dios, Fuente de Vida?

* Sí, creemos

– ¿Creemos en Jesucristo, rostro de Dios hecho humano?

Sí, creemos

¿Creemos en su Espíritu de Vida que nos da vida en cada momento?

Sí, creemos

   -(OFERTORIO) Ofrecemos a Dios los alimentos, frutos de la tierra y del trabajo humano. Levantamos el corazón hacia la Fuente de la Vida

Damos gracias a Dios por la vida.

 -(CONSAGRACIÓN) Agradecemos la victoria de Jesús sobre la muerte, que anima la esperanza de vivir eternamente con El. Le pedimos que su Espíritu consagre y transforme nuestra vida en vida de Cristo para bien del mundo. Recordamos el encargo de Jesús que, en la Cena, tomó el pan y el vino, y los repartió diciendo: Tomad, comed y bebed, esta es mi vida que se entrega por vosotros. Cada vez que repitáis esta acción de gracias, mi Espíritu de Vida estará realmente presente entre vosotros. Este es el misterio de nuestra fe.

 *Anunciamos tu muerte hacia la vida, proclamamos tu resurrección en la vida eterna. ¡Ven, Señor, Jesús!

 – (COMUNIÓN ESPIRITUAL) Nos preparamos para recibir la Comunión, rezando la oración que nos enseñó Jesús para alabar a Dios, darnos vida, perdonarnos mutuamente y confiar en la liberación de todo mal:

Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

Deseamos y esperamos recibir la comunión del cuerpo glorioso de Cristo y ser recibidos dentro de Él para vivir unidos con su Vida. *Señor, no soy digno de que vengas a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

(Silencio mientras se reparte el pan y vino, bendecidos y nconsagrados para comulagar con la vida eterna de Jesucristo, El Que Vive)

 (INTERCESIONES)

 -Presentemos nuestras súplicas en unión con todas las comunidades creyentes del mundo entero. Por la paz del mundo entero y la unión de las religiones y las iglesias, oremos. * Te rogamos, óyenos.

 – Por todas las personas que sufren enfermedades, violencias, pobreza o injusticias, oremos. Te rogamos, óyenos.

Por nuestra familia. Para que vivamos en paz y concordia, dándonos mutuamente fuerza de vivir, oremos. Te rogamos, óyenos

 Por nuestros difuntos, oremos. Que descansen en paz y rueguen por nosotros.

 -(BENDICIÓN) Que Dios misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, derrame su bendición sobre nuestra familia.  Amén

 -Disfrutemos en paz de la cena.  Demos gracias a Dios.

NOTA EXPLICATIVA:

He publicado ya en otras ocasiones en este blog semejantes rituales para celebrar en familia la Pascua, Pentecostés o Navidad. Se publicaron primero en la revista JUNTOS, que distribuye el equipo de pastoral para las comunidades latinoamericanas de migrantes en Japón. Durante el confinamiento por la pandemia, enviamos estos rituales a los miembros de las comunidades que participan en las misas en lengua portuguesa o española, con la invitación y recomendación de que celebrasen en familia la eucaristía, ya que se había restringido la celebración pública en las iglesias por causa de la pandemia.

Con este motivo hubo que aclarar algunos puntos como los siguientes.

1 El Padre Nuestro es la oración más apropiada para la confesión y la comunión. Cuando lo rezamos dentro de la celebracin eucarística, pedimos y recibimos sacramentalmente el perdón, y pedimos y recibimos sacramentalmente la vida de Cristo y unirnos con su vida.

2 Hemos puesto en este ritual la palabra “comunión espiritual”, sintonizando  con la recomendación de los obispos que aconsejaron hacer “un acto para recibir  espiritualmente la comunión” cuando anunciaron la difusión de la Misa por zoom. Creo  que se puede y se debe ir más lejos. No limitarse a ver la misa por tele, sino celebrarla en familia. Cualquier persona bautizada puede ejercer en esas circunstancias el sacerdocio de los fieles. Además, no olvidemos que quien realiza la bendición y consagración del pan de vida es el Espíritu Santo, el Espiritu de Vida, el Espíritu del Resucitado.

3 En realidad toda comunión es comunión espiritual porque la recibimos del Espíritu y el cuerpo de Cristo que recibimos es el cuerpo glorioso del Resucitado. Comulgar no es antropofagia, sino cristificación que trae la eternidad al presente.

4 Tampoco se puede decir que el perdón que pedimos y recibimos al princicipio de la misa y durante el rezo del Padre Nuestro sea un perdón de “mentirijillas” distinto del de la confesión auricular postridentina. Es auténtico perdón sacramental. Hemos tenido que aclarar esto al poner en practica la confesión y unción de los enfermos por teléfono o zoom en circunstancias terminales o de aislamiento etc. Ya se sabe que los liturgistas y canonistas no lo aprueban, pero…¿quién son ellos para controlar al Espírtu de Vida y las conciencias de las personas creyentes?

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Pedagogía oracional , ,

Los católicos pro-LGBTQ se manifiestan fuera de la reunión de obispos de EE. UU. en torno a la negación de la comunión

Martes, 23 de noviembre de 2021
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F878E017-892D-4365-8984-A32E3A69C50DLos manifestantes que se oponen a un plan para negar la Comunión a los políticos pro-aborto marchan en Baltimore el 15 de noviembre antes de la reunión de obispos de Estados Unidos. Un contramanifestante le gritó a Jamie Manson, director ejecutivo de Catholics for Choice, tercero desde la derecha. (Foto cortesía de Women’s Ordination Conference)

Una red de grupos reformistas católicos de EE. UU. Realizó una manifestación frente al hotel de Baltimore donde se reúne la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. Para rechazar los intentos de negar la Comunión a políticos pro-LGBTQ y pro-elección.

Aproximadamente 50 personas asistieron al mitin “Pan, no piedras” en Baltimore patrocinado por la red de Organizaciones Católicas para la Renovación (COR), de la cual New Ways Ministry es miembro. Los asistentes estaban allí para expresar “desaprobación con lo que describen como esfuerzos de los obispos para politizar la Eucaristía”, según el  National Catholic Reporter.

Hoy, los obispos votarán un documento sobre la Eucaristía después de una conversación pública limitada ayer. El documento, formado a raíz de una comisión sobre cómo los obispos deben involucrar al presidente Joe Biden, no incluye referencias a políticos específicos. Pero el debate que lo rodea este año ha sido problemático, lo que ha impulsado a los católicos reformistas a hablar.

Marianne Duddy-Burke, directora ejecutiva de DignityUSA, explicó en la manifestación:

“Estamos aquí hoy defendiendo a todos los católicos, la gran mayoría de los católicos, que aprecian la Eucaristía y que no quieren ver este sacramento central de nuestra iglesia como arma para propósitos de guerra cultural. . Estamos aquí en un esfuerzo por evitar que los obispos que dirigen la Iglesia Católica en los Estados Unidos nieguen la Comunión a cualquiera de nuestros líderes católicos electos o servidores públicos porque su conciencia los lleva a apoyar políticas pro-elección o pro-igualdad en nuestro sociedad pluralista. . .La comunión no debe ser coerción ‘”.

Jamie Manson, presidente de Catholics for Choice, dijo a Religion News Service:

“’Tomamos esta acción en nombre de la mayoría de los católicos fieles que creen que no hay lugar para el partidismo, la vergüenza o la división en la mesa de la Eucaristía. . .La Eucaristía es el sacramento unificador central de nuestra iglesia, y la idea misma de usar el cuerpo de Jesús como una herramienta de castigo e intimidación contra los católicos pro-aborto es una traición grave de todo lo que Jesús nos enseñó ‘”.

Los asistentes al mitin participaron en un ritual de oración organizado por la Conferencia de Ordenación de Mujeres que se centró en lo que significa la Eucaristía para los católicos, y luego incluyó cánticos y cánticos relacionados con la Comunión mientras el grupo pasaba por el hotel de los obispos.

Independientemente de que el documento se apruebe hoy o no, se puede esperar que la cuestión de las negaciones de la Comunión en relación con los políticos estadounidenses se descarte. Pero, si persiste, más católicos pro-LGBTQ necesitarán unirse al movimiento para dejar de politizar la Eucaristía por el apoyo de una persona a la igualdad.

—Robert Shine, New Ways Ministry, 17 de noviembre de 2021

Fuenfe New Ways Ministry

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“Saber vivir”. 19 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,41-51)

Domingo, 8 de agosto de 2021
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19-852855-300x266Cuántas veces lo hemos escuchado: «Lo que verdaderamente importa es saber vivir». Y, sin embargo, no nos resulta nada fácil explicar qué es en verdad «saber vivir». Con frecuencia, nuestra vida es demasiado rutinaria y monótona. De color gris.

Pero hay momentos en que nuestra existencia se vuelve feliz, se transfigura, aunque sea de manera fugaz. Momentos en los que el amor, la ternura, la convivencia, la solidaridad, el trabajo creador o la fiesta adquieren una intensidad diferente. Nos sentimos vivir. Desde el fondo de nuestro ser nos decimos a nosotros mismos: «Esto es vida».

El evangelio de hoy nos recuerda unas palabras de Jesús que nos pueden dejar un tanto desconcertados: «Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna». La expresión «vida eterna» no significa simplemente una vida de duración ilimitada después de la muerte.

Se trata, antes que nada, de una vida de profundidad y calidad nuevas, una vida que pertenece al mundo definitivo. Una vida que no puede ser destruida por un bacilo ni quedar truncada en el cruce de cualquier carretera. Una vida plena que va más allá de nosotros mismos, porque es ya una participación en la vida misma de Dios.

La tarea más apasionante que tenemos todos ante nosotros es la de ser cada día más humanos, y los cristianos creemos que la manera más auténtica de vivir humanamente es la que nace de una adhesión total a Jesucristo. «Ser cristiano significa ser hombre, no un tipo de hombre, sino el hombre que Cristo crea en nosotros» (Dietrich Bonhoeffer).

Quizá tengamos que empezar por creer que nuestra vida puede ser más plena y profunda, más libre y gozosa. Quizá tengamos que atrevernos a vivir el amor con más radicalidad para descubrir un poco qué es «tener vida abundante». Un escrito cristiano se atreve a decir: «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida cuando amamos a nuestros hermanos» (1 Juan 3,14).

Pero no se trata de amar porque nos han dicho que amemos, sino porque nos sentimos radicalmente amados. Y porque creemos cada vez con más firmeza que «nuestra vida está oculta con Cristo en Dios». Hay una vida, una plenitud, un dinamismo, una libertad, una ternura que «el mundo no puede dar». Solo lo descubre quien acierta a arraigar su vida en Jesucristo.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Domingo 08 de agosto de 2021. Domingo 19º de tiempo ordinario

Domingo, 8 de agosto de 2021
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44-ordinarioB19 cerezoDe Koinonia:

1Reyes 19,4-8: Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios.
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 4,30-5,2: Vivid en el amor como Cristo.
Juan 6,41-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

La narración del primer libro de los Reyes está sumamente cuidada y llena de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico. Para empezar, las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, son demasiado claras y numerosas como para no reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo. No se trata sólo de una huida; también hay una búsqueda de las raíces que terminará en un encuentro con Dios. También los grandes héroes como Elías y Moisés (cf. Num 11,15) han sentido nuestra debilidad. Elías, desanimado del resultado de su ministerio huye porque «no es mejor que sus padres» en el trabajar por el reino de Dios y es mejor reunirse con ellos en la tumba (v.4). Cuando el hombre reconoce su debilidad, entonces interviene la fuerza de Dios (2Cor 12,5.9). Con el pan y el agua, símbolos del antiguo éxodo, Elías realiza su propio éxodo (símbolo de los cuarenta días, v.8) y llega al encuentro con Dios. Tal como está narrado este episodio de Elías nos habla del camino, de los empeños, de las tareas demasiado grandes para hacerlas con las propias fuerzas y de la necesidad de caminar apoyados en las fuerzas del alimento que nos mantiene.

La segunda lectura es la continuación de esta exhortación apostólica que desciende a detalles hablando de aquello que el cristiano debe evitar (aspecto negativo) o debe hacer (aspecto positivo). Así, el cristiano puede trabajar en la edificación de la iglesia y no entristecer al Espíritu rompiendo la unidad (4,25-32a; 4,3). Este modo de vivir encuentra su fundamento en aquello que Cristo ha realizado o el Padre ha cumplido por Cristo. Vivir de manera cristiana y vivir en el amor como Cristo y el Padre (cf. Mt 5,48). Como el Padre perdona, así debe hacer el cristiano (v. 32b); Mt 6,12.14-15). Como Cristo ama y se dona en sacrificio, así hace el cristiano. La unidad es fruto del sacrificio personal. El tema de la imitación de Dios, consecuencia y expresión de ser hijos suyos, revela la referencia evangélica de esta exhortación de Efesios (cf. Mt 4,43-48). El Espíritu es el elemento determinante del comportamiento cristiano. En línea con otros pasajes paulinos sobre el Espíritu, en éste su recepción se vincula (indirectamente) al bautismo y se le considera como sello/marca que identificará en la parusía a cuantos pertenecen a Cristo.

El evangelio de Juan que hoy leemos comienza con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús se equipara al pan; pero más aun porque dice que ha “bajado del cielo”. Para ellos esto no tiene explicación, puesto que conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres. Para ellos su vecino Jesús, visto en su sola dimensión humana, no guarda relación alguna con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo.

Juan utiliza esta figura del escándalo y del no poder ver más allá de la dimensión humana de Jesús, para dar a conocer la dimensión que encierra la persona y la obra del Maestro. En primer lugar, la adhesión a Jesús es obra también de Dios; es él mismo quien suscita la fe del creyente y lo atrae a través de su hijo.

Conocer a Jesús es apenas un primer paso en el cual se encuentran sus paisanos; pero adherir la propia fe a él es el siguiente paso, que exige un despojarse totalmente para poder encontrar en él el camino que conduce al Padre. Sólo este segundo momento permite descubrir que Dios se está revelando en Jesús tal cual es; esto es, un Dios íntimamente comprometido con la vida del ser humano y su quehacer.

Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El alimento, que es indispensable para vivir, es utilizado como metáfora para hacer ver que más allá de la dimensión humana de cada persona hay otra dimensión que requiere también ser alimentada. El ser humano, llamado a trascenderse a sí mismo, tiene que esforzarse también continuamente para que su ciclo de vida no se quede sólo en lo material.

Así pues, el conocimiento y aceptación de la propuesta de Jesús alimenta esa dimensión trascendente del ser humano, que es la entrega total y absoluta a la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre no es otra que la búsqueda y realización de la Utopía de la Justicia en el mundo en todos los ámbitos (Reinado de Dios), para que haya «vida abundante para todos» (Jn 10,10). Leer más…

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“Comunión carnal, eucaristía de la vida, eucaristía del amado”

Domingo, 8 de agosto de 2021
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64946D20-0FF3-4757-8017-604FD3B8BDE7Del blog de Xabier Pikaza:

“La carne se ‘come’ en el sentido radical de la vida: Se toca, se siente, se comparte, se regala”

Tendemos a convertir  la eucaristía en un rito de comunión (comunicación) espiritualista de tipo ritualista y jerárquico, separado de la carne de la vida humana, del encuentro afectivo y vital, económico y social  de Jesús. En contra de eso, la lectura de este domingo nos recuerda la eucaristía del (discípulo) amado, hecho de afecto, de carne, de amor mutuo, de comunicación integral, en contra del riesgo de un gnosticismo espiritualista que tendía a imponerse ya en aquel tiempo (final del siglo I d.C.).

Sólo un ser humano de carne y sangre es alimento verdadero para otro ser humano, como indica la eucaristía del Evangelio de Juan, donde Jesús habla y dice: Toma, éste es mi cuerpo, esta es mi carne.

– En un primer nivel la eucaristía es palabra (logos), un hombre diciéndole a otro: Toma, esto soy, ésta a la carne de la vida que comparto contigo. Lo primero que somos y así compartimos en dimensión humana es la palabra; somos porque hablamos y nos comunicamos, regalando de esa forma nuestra propia vida.  

– En un segundo nivel la eucaristía es la comunicación del cuerpo (sôma), como dicen los evangelios sinópticos y Pablo (1 Cor 11, 24). Tomad y comed, esto es mi cuerpo (sôma). Esto soy, esto somos: Cuerpo compartido en forma de pan, comida entero (comunión social, no sólo de “palabra”).  

– En un tercer nivel la eucaristía es carne (sarx) y sangre (haima) compartida, como ha puesto especialmente de relieve el evangelio de Juan, el más espiritual y carnal, protestando contra el riego de una “gnosis separada”, de una comunión puramente espiritual.  Podemos ser y somos “cuerpo” porque compartimos la  carne de la vida, visa sensible y frágil, carne enamorada, la más fuerte de toda, sangre profunda, no en plano puramente biológico, sino “vital”, como sigue indicando el evangelio de este día

5362EA1D-EBFD-4E86-AA9F-00C015185219En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?” Jesús tomó la palabra y les dijo…: Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo(Juan 6,41-51).

Banquete de Jesús, sermón del pan de vida

            Estas palabras que culminan en “el pan que yo os daré es mi carne para vida del mundo” forman parte del “sermón eucarístico” de Juan, que abarca todo el capítulo 6 de su evangelio, ofreciendo una relectura cristiana de la Pascua judía (cf. Jn 6, 4), mirada desde la perspectiva de la multiplicación de los panes (Jn 6, 5-15; cf. Mc 6, 35-44; 8, 1-8 y par) y de la Última Cena (Mc 14, 22-25 par.), con una interpretación personal (carnal y espiritual) del alimento, entendido en forma de comunión personal: ¡Nos alimentamos y vivimos los unos de los otros, en un plano de afecto y de comida “canal”, alimentándonos de Dios al alimentarnos unos de los otros”.

Éste es un argumento que Jesús dice y repite, en formas convergentes a lo largo de Jn 6, en una espiral de círculos cada vez más rápidos, que terminan mostrando la unión de los creyentes con Jesús, en forma de alimento carnal (afectivo y efectivo, comunitario, social y económico). Es lógico que, al terminar este discurso, los “judíos” normales le abandonen, e incluso muchos de sus discípulos no acaban de entenderlo, pues les parece por un lado un sermón gnóstico (espiritualista) y por otro una invitación antropofágica: ¿Cómo puede comerse así la carne de un hombre, como Jesús dice y repite? Para responder a esa pregunta debemos leer este mensaje con cuidado.

 El principio es Yo soy el pan vivo (=el pan de la vida), una frase en la que Jesús emplea el “yo divino”, imitando las palabras de Ex 3, 14 Soy el que Soy,(, ‘ehyeh asher ‘ehyeh, es decir, Yahvé. Pero Jesús no dice “Soy el que soy” en absoluto, sino yo soy el pan (ho artos), es decir, el alimento (en hebreo: lejem), aquello que hace vivir, añadiendo  ho dsôn, es decir, el pan que está vivo (en hebreo, hayyim), como el mismo Dios que es Hay, Hayyim, Viviente, la Vida.

Ciertamente, el pan empieza siendo alimento biológico y signo de riqueza material (de poder social), y por eso Jesús puso como primer mandato “dar de comer al hambriento” (Mt 25, 31-46), pero, cuando el Diablo quiso arreglar todos los problemas del mundo a través del pan de la economía material comprada y vendida, Jesús le respondió “no sólo de ese pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios” (Mt 4, 4), para que los hombres la compartan. Hay pues un pan externo que puede volverse puro dinero, para dominio de unos sobre otros. Pero hay sobre todo un par de vida compartida, en gratuidad, pan de afecto, de comunión vital, de comunicación de vida[1].

                        Desde esta perspectiva podemos y debemos afirmar que la vida de un hombre (ser humano: hombre o mujer) es otro ser humano, y que el único pan que le sacia es también otro ser humano, en forma de vinculación familiar (padre o hijo, hija o madre, hermano/hermana) o en forma de solidaridad social. Hay Eucaristía (somos Eucaristía) allí donde nos damos y acogemos mutuamente, de manera que somos (vivimos) competiendo vida.

Tres panes

EE579C2F-4580-4305-8DCE-632419A1D8CD En el plano material (simplemente biológico) las realidades se agotan y mueren, en un círculo de muerte, esto es, de constante generación y corrupción (ley de Lavoisier). Pero en un plano de humanidad verdadera, cada hombre que entrega y comparte su vida con otro es principio de vida eterna, es “pan vivo, bajado del cielo”. En esa línea, cada hombre o mujer es “Dios” (revelación de Dios, pan de vida eterna) para otros. Por vivir en ese plano, por entregarse y compartir la vida de esa forma, los hombres y mujeres “no mueren”, viven para siempre. Dese ese fondo podemos distinguir en la Biblia tres panes:

‒ Pan primero, pan de creación. Según Gen 1-2, en el principio de la creación se hallaba el pan de la gracia que Dios quiso dar a los hombres y mujeres en el paraíso para que lo compartieran (Adán y Eva). Pero el pecado invirtió ese significado, haciendo que a partir de entonces el pan fuera signo de sudores y divisiones, de enfrentamiento y lucha de unos contra otros (cf. Gen 3, 19; 4, 1 l6). Éste es el pan que se disputan en combate a muerte Caín y Abel, los dos hermanos, el pan del Diablo, conforme al simbolismo de la primera tentación (Mt 4, 1-4).

‒ Pan del camino. Pero la historia siguió abierta y los hebreos, buscadores de libertad, descubrieron nuevamente un pan (maná), regalado, trabajado, compartido, mientras peregrinaban a la tierra de sus esperanzas (cf. libros del Éxodo y Números). Ciertamente, ellos empiezan así compartiendo, pero cuando luego conquistan y dominan la tierra de Canán dejan de hacerlo, no quieren ser ya pan (alimento de gracia) unos de otros, de manera que pierden el maná y no logran (no quieren) vivir ya en comunión de humanidad, de trabajo y esperanza compartida. Por eso, en su oración mesiánica, Jesús nos dice que pidamos: «El pan nuestro de cada día dánosle hoy… (Mt 6,11)». Éste es el pan que, siendo nuestro (compartido), viene a presentarse al mismo tiempo como don de Dios.

‒ El pan de Jesús, vida eterna. En ese fondo puede ya entenderse mejor nuestro pasaje. Jesús ha ido ofreciendo a los hombres y mujeres un camino de vida que se expresa en la comunión del pan y culmina en la comunicación de vida. Ciertamente, él quiere que los hombres repartan el pan de su fatiga, su esperanza y su cansancio (sus bienes materiales, su comida). Pero, al mismo tiempo, en un nivel más hondo, él les ofrece un camino de palabra y oración compartida, de tal forma que cada uno de ellos sea “pan viviente” (signo y presencia de Dios) para los otros. Por eso, lo que Jesús dice, lo que él hace va creando una comunión de humanidad divina.

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Comunión de carne: Humanidad “carnal” (afectiva), comunicación integral  

Necesario es un tipo de pan material (de trigo o maíz, de arroz u otra simiente) que los hombres han de compartir, es necesaria la justicia a fin de que ellos vivan sin matarse.  Avanzando en esa línea, es necesaria también la eucaristía de los alimentos concretos, que hombres y mujeres comparten en solidaridad de vida.

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Tres tipos de pan. Domingo 19. Ciclo B

Domingo, 8 de agosto de 2021
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9604cc58-3a5c-4126-bade-9d1e2256c0f8Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Continuando el tema del maná y el verdadero pan de vida, la primera lectura y el evangelio nos hablan de tres clases de pan: el que alimenta por un día (maná), el que da fuerzas para cuarenta días (Elías) y el que da la vida eterna (Jesús). Pero comencemos recordando lo ocurrido en la sinagoga de Cafarnaúm.

 

Desarrollo de Juan 6,42-52

El pasaje es complicado porque mezcla diversos temas.

  1. Objeción de los judíos: ¿Cómo puede este haber bajado del cielo?
  2. Respuesta de Jesús: si creyerais en mí, lo entenderíais.

              – Pero solo cree en mí aquel a quien el Padre atrae.

              – Mejor dicho: Dios enseña a todos, pero no todos quieren aprender.

              – Atención: El que Dios enseñe a todos no significa que lo veamos.

  1. Jesús y el maná: el pan que da la vida y el pan que no la garantiza.
  2. Final sorprendente: el pan es mi carne.

Exposición del contenido

El domingo pasado, Jesús ofrecía un pan infinitamente superior al del milagro de la multiplicación. Ese pan es él, que ha bajado del cielo. El evangelio de este domingo comienza contando la reacción de los judíos ante esta afirmación. ¿Cómo puede haber bajado del cielo uno al que conocen desde niño, que conocen a su padre y a su madre?

     Jesús no responde directamente a esta pregunta. Ataca el problema de fondo. Si los judíos no aceptan que ha bajado del cielo es porque no creen en él. Y si no creen en él, es porque el Padre no los ha llevado hasta él. Esta afirmación tan radical sugiere que todo depende de Dios: solo los que él acerca a Jesús creen en Jesús. Por eso, inmediatamente después se añade: «Dios instruye a todos… pero no todos quieren aprender». Solo el que acepta su enseñanza viene a Jesús, lo acepta, y cree que ha bajado del cielo. Ningún judío puede echarle a Dios la culpa de no creer en Jesús.

     La idea de que Dios instruye a todos cabe interpretarla como si fuese un profesor sentado delante de sus alumnos, al que pueden ver. No. A Dios no lo ha visto nadie. Solo el que procede de él: Jesús.

     Tras este paréntesis sobre la fe, la acción del Padre y la visión de Dios, Jesús vuelve al tema del pan que baja del cielo, el que da la vida, a diferencia del maná, que no la da. Pero termina añadiendo una afirmación más escandalosa aún: «el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». La reacción de los judíos no se hace esperar: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». La solución, el próximo domingo.

En aquel tiempo los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo», y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

   Jesús les dijo: «Dejad de criticar. Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y acepta su enseñanza viene a mí. Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre. Sólo ha visto al Padre el que procede de Dios. Os aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que baja del cielo; el que come de él no muere». «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

   Los judíos discutían entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

Tres notas al evangelio

  1. El auditorio cambia. Ya no se trata de los galileos que presenciaron el milagro, sino de los judíos. En el cuarto evangelio, los judíos representan generalmente a las autoridades que se oponen a Jesús. Sin embargo, lo que dicen («conocemos a su padre y a su madre») no encaja en boca de un judío, sino de un nazareno. Esto demuestra que no estamos ante un relato histórico, que recoge los hechos con absoluta fidelidad, sino de una elaboración polémica.
  2. El tema de la fe interrumpe lo relativo a Jesús como pan bajado del cielo, pero es fundamental. Solo quien cree en Jesús puede aceptar eso. Lo curioso, en este caso, es cómo se llega a la fe: por acción del Padre, que nos lleva a Jesús. Normalmente pensamos lo contrario: es Jesús quien nos lleva al Padre. «Yo soy el camino… nadie puede ir al Padre sino por mí». Aquí se advierte, como en todo el evangelio de Juan, la acción recíproca del Padre y de Jesús.
  3. Tras este inciso, Jesús vuelve a contraponer el maná y su pan. En la primera parte (domingo 18), adoptó una actitud muy crítica ante el maná. Cuando los galileos, citando el Salmo 78,24, dicen que Dios «les dio a comer pan del cielo», Jesús responde que el maná no era «pan del cielo»; el verdadero pan del cielo es él. Ahora añade otro dato más polémico: los que comían el maná morían; su pan da la vida eterna.

El pan de Elías (1ª lectura: 1 Reyes 19,4-8).

            elias-y-el-panEl siglo IX a.C. fue de profunda crisis religiosa. El rey de Israel, Ajab, se casó con una princesa fenicia, Jezabel, muy devota del dios cananeo Baal. La gente ya era bastante devota de este dios, al que atribuían la lluvia y las buenas cosechas. Pero el influjo de Jezabel y la permisividad de Ajab provocaron que Yahvé dejase de tener valor para el pueblo. A esto se opuso el profeta Elías, denunciando a los reyes y matando a los profetas de Baal, lo que le habría costado la vida si no llega a huir hacia el sur, al monte Horeb (el Sinaí). El viaje es largo, demasiado largo, y Elías se desea la muerte. Un ángel le ofrece una torta cocida sobre piedras; la come dos veces, y con la fuerza de aquel manjar camina cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte en el que tuvo lugar la gran revelación de Dios a Moisés. Este relato se ha usado a menudo en relación con la eucaristía, y por eso se ha elegido para este domingo.

En aquellos días, Elías llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. Él se internó en el desierto una jornada de camino y fue a sentarse bajo una retama, deseándose la muerte y diciendo: «¡Ya basta, oh Señor! Quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres». Luego se acostó y se quedó dormido debajo de la retama. Un ángel le tocó y le dijo: «Levántate y come». Miró en derredor, y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras ardiendo y un vaso de agua. Comió, bebió y luego se volvió a acostar. El ángel del Señor volvió por segunda vez, le tocó y le dijo: «Levántate y come, pues te resta un camino demasiado largo para ti». Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel manjar caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

Tres clases de panes

            Las lecturas de hoy sugieren una reflexión.

            Antes de la reforma de Pío X, la comunión no era frecuente. Los cristianos más piadosos comulgaban una vez a la semana; normalmente, una vez al mes. La comunión era para ellos como el pan de Elías, que da fuerzas para vivir cristianamente durante un período más o menos largo de tiempo.

            Con la reforma de Pío X, a comienzos del siglo XX, se difunde la comunión diaria, aunque no se oiga misa. (Recuerdo de joven, en la iglesia de los franciscanos de Cádiz, la gran cantidad de gente que iba a comulgar en un altar lateral mientras en el altar mayor se decía una misa que muy pocos seguían). Es como el maná, que da fuerzas para ese día, pero conviene repetirlo al siguiente.

            El evangelio de Juan nos hace caer en la cuenta de que la eucaristía no solo da fuerzas para un día o un mes. Garantiza la vida eterna. Se comprende que Jesús interrumpa su discurso para hablar de la fe y de la acción del Padre.

Una anécdota

Cuenta san Ignacio de Loyola en su Autobiografía (§ 96) que «estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma, en una iglesia, y haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo». Una experiencia que encaja perfectamente con el evangelio de hoy y nos invita a pedir lo mismo.

La vida eterna en la vida diaria (2ª lectura: Efesios 4,30-5,2)

            Se cuenta en el libro del Éxodo que, en la noche de Pascua, los israelitas mojaron con la sangre del cordero el dintel y las dos jambas de la puerta de la casa para que el ángel del Señor, al castigar a los egipcios, pasase de largo ante las casas de los israelitas. Esta costumbre se remonta a los pastores, que al comienzo de la primavera sacrificaban un cordero y untaban con su sangre los palos de la tienda para preservar al ganado de los malos espíritus y garantizar una feliz trashumancia.

            El autor de la carta a los Efesios recoge la imagen y la aplica al Espíritu Santo, que nos ha marcado con su sello para distinguirnos el día final de la liberación. Y añade una serie de consejos para vivir esa unidad en la que ha insistido en las lecturas de los domingos anteriores. Sirven para un buen examen de conciencia y para ver cómo podemos vivir, ya aquí en la tierra, la vida eterna del cielo.

Hermanos No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, que os ha marcado con su sello para distinguiros el día de la liberación. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor, como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

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