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Compartir las propias dudas

Sábado, 2 de marzo de 2024
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Siempre he utilizado como primer recurso mis propias observaciones y mis luchas personales con el tema con el que escribo, porque siempre he creído que uno de los principales objetivos del ministerio consiste en poner al alcance de los demás las propias dudas y decir: Tampoco yo tengo las respuestas. Soy un simple catalizador; soy sencillamente una persona que quiere expresar las cosas que ya tú sabes, pero que posiblemente percibas mejor si alguien dice unas palabras al respecto”.

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Henri Nouwen

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Crecer en la amistad

Miércoles, 14 de febrero de 2024
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Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

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– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

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– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad , , , , , , ,

Cuanto más compartimos, más recibimos

Miércoles, 25 de octubre de 2023
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Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:

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«Todo nació para ser compartido, para ser entregado, para multiplicarse». (Pablo Neruda)

Los grandes medios de comunicación, por lo general, no invierten el tiempo de sus programas (salvo en contadas excepciones, por puro interés de audiencia), en difundir las noticias de personas, instituciones o asociaciones concretas que comuniquen su experiencia vital, en la que solidarizarse y compartir gratuitamente con los demás lo que son y tienen, ha llenado sus vidas, les ha reportado una profunda alegría, recibiendo en muchas ocasiones, dicen, bastante más de lo que han ofrecido.

 Y es que en nuestra sociedad pretenden hacernos creer que la persona desprendida no existe, pues todo lo que se hace debe ser por algún tipo de interés. Las noticias de corrupción de uno y otro signo, en diferentes profesiones, cargos públicos, etc., nos fuerza a creer que todo el mundo es igual, que no hay nadie que se entregue a los demás sin esperar algún tipo de contraprestación a cambio.

Y, sin embargo, aunque no sea una afirmación habitual, ni se promocione este gran valor humano (por algún perverso motivo oculto), la esplendidez es lo que da el auténtico valor a la persona. Charles Darwin abrió nuestras mentes al conocimiento de la evolución de la especies, en concreto la del ser humano, pero mantenía que las especies que sobrevivían eran las de los animales más fuertes, los que lograban imponerse por la selección natural, es decir, que solo sobrevivirá aquel que tenga las condiciones para hacerlo, y el que no, será eliminado; por lo tanto la naturaleza selecciona a los más aptos, que siempre son los más fuertes y poderosos.

Dawkins llegará a hablar, siguiendo esta teoría, del «gen egoísta», pero otros grandes científicos afirman que el mecanismo fundamental del cambio evolutivo, incluso de las especies en teoría más débiles, no es la selección natural ni la mutación aleatoria, sino únicamente la capacidad de integración y cooperación para seguir existiendo y progresando como especie.

Este es el sentido que han intentado comunicar y llevar a la práctica en su existencia los grandes personajes de la historia: Buda, Sócrates, Jesús, Mahoma, Francisco de Asís, Gandhi, Martin Luther King, Óscar Romero, Nelson Mandela…

Porque cuando «somos capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier parte del mundo» (Ernesto Guevara), y respondemos comprometiendo lo que somos y tenemos, sin esperar respuesta, para eliminar las vejaciones  y humillaciones de los excluidos y marginados, estamos tocando la más alta cima que puede alcanzar el ser humano.

Son también hoy quienes ven en el actual sistema económico neoliberal, egoísta y excluyente, una forma de vida egoísta e insolidaria que se debe transformar y trabajan junto a otras personas por transformarlo; quienes comparten sus preocupaciones, sus alegrías y sus problemas, quienes se abren a los demás, recibiendo gratuitamente el premio de la confianza.

Son los hombres y mujeres que perciben, en primer lugar, las necesidades de los más cercanos, e intentan darle solución, pero no se olvidan de las carencias y desigualdades que se dan a la vez en muchos lugares de nuestro mundo. Y siendo así, encuentran el verdadero sendero de la alegría, la fraternidad, la donación, la plenitud como personas.

«Felices quienes comparten sus preocupaciones, sus alegrías y sus problemas, quienes se abren a los demás, porque recibirán el premio de la confianza».

(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée-RD)

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“Dietario pascual y fraterno: pequeño festín de Babette”, por José Ignacio González Faus

Sábado, 6 de mayo de 2023
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De su blog Miradas Cristianas:

Para una espiritualidad de la fraternidad

Espiritualidad del arroz
Espiritualidad de la naranja
Y la playa…

Los orígenes le marcan a uno aunque luego se aleje de ellos. Y la alimentación infantil parece que también. Quizá por eso la primera vez que leí Fratelli Tutti me vinieron a la cabeza dos formas de espiritualidad que pueden ser como los alimentos de la fraternidad y que están vinculadas a mis primeros sabores en las orillas del Turia. Con cierta ironía fallera voy a titularlas: espiritualidad del arroz y espiritualidad de la naranja.

 1.- Espiritualidad del arroz

El arroz es quizá uno de los alimentos menos sabrosos: tiene color pero luego es casi como un agua sólida: inodoro e insípido. Y en mi infancia, comer un puro “arroz blanco” (que a lo mejor te lo daban porque andabas “descompuesto” o porque en aquella postguerra de los años cuarenta no había para más) era casi como un castigo.

Pero, no sé si precisamente por eso, el arroz es el alimento con más capacidad para asimilar los sabores de otros ingredientes. De ahí la variedad de arroces que pueden aparecer en cualquier menú: la paella puede ser de verduras, de carne, de pescado… Pero además está el arroz a banda, el arroz al horno, el arroz a la cubana: empapado en la yema de dos huevos fritos o en jugo de tomate, el “arròs en fesols i naps” (que según Joan Fuster era superior a la paella), el arroz caldoso con sus diversas variantes, el arroz a la italiana y hasta la posibilidad de convertirse en postre en el arroz con leche…

Pues bien: esa capacidad arrocera de recibir del otro, empaparse de lo que se recibe, darle sabor propio y comunicarlo es una buena forma de describir una espiritualidad de la fraternidad. Porque además, en todo ese proceso el arroz no desaparece sino que se revalúa. “Es la relación con el otro lo que nos constituye” como dice muy bien Francisco.

 2.- Espiritualidad de la naranja

No hablamos ahora de fibras ni vitamina C, sino de que uno de los destinos de la naranja es ser exprimida. Y el zumo de naranja es una de las bebidas más solicitadas y más refrescantes.

También eso resulta una buena parábola de la fraternidad: no todo es fácil ni cómodo en ella, y habrá muchos momentos de esos en que puedes sentirte estrujado. Pero a veces no sospechamos la cantidad de alivio y de refrigerio que eso puede suponer para otros.

La única diferencia es que a la naranja se la exprime contra su voluntad y en la fraternidad todo brota de la libertad. Pero vale aquí el dicho latino de que “comparatio non tenet in omnibus”: la comparación no vale para todos los puntos de las cosas comparadas, como pasa con la alegoría. Basta un punto de coincidencia para que la comparación valga.

 3.- ¿Y más?

Mientras escribía lo anterior he pensado que las comparaciones no tienen por qué ser exclusivas de mi particular geografía. Y esta Cataluña desde la que escribo me ha sugerido la imagen de las habichuelas: la famosa “botifarra amb mongetes”. Las mongetes son una guarnición típica en estos lares. Y eso sugiere otro rasgo muy característico y muy rico de la espiritualidad fraterna: el acompañamiento. Acompañar siempre, estar al lado siempre sin ser protagonista nunca. O al menos aspirar a eso en la medida que podamos conseguirlo no desde la imposición sino desde el cariño.

Queda para cada lector el intento de seguir tejiendo esa espiritualidad desde los sabores típicos de su tierra: desde el gazpacho andaluz, la fabada asturiana o las chuletas de Berriz… Tendríamos entonces que la fraternidad no es una mera imposición exterior sino un verdadero banquete. Como un pequeño festín de Babette: que requirió algún sacrificio tanto a la protagonista como al militar enamorado de ella y a aquella comunidad tan cerrada. Pero acabó descubriendo sabores tan inéditos y tan magníficos como el de las codornices en sarcófago.

 4.- Espiritualidad de la playa.

La evocación de mi infancia me ha hecho recordar la playa valenciana de Las Arenas donde tanto me gustaba ser llevado porque, además, se decía entonces que era la mejor playa de Valencia: mejor que la Malvarrosa por sus arenas más finas (supongo que de ahí el nombre).

Y la imagen de la arena sugiere otra consideración muy importante para la fraternidad: los granos de arena son muchísimos pero lo importante es que cada cual sea solo un grano de arena. Si alguno se empeña en ser un poco más grande o más llamativo, y se convierte en piedra o en espina o se cubre con algas, ya no se podrá pasear cómoda y confiadamente por la playa: porque no será como aquella playa de Las Arenas de mi infancia y puede haber riesgos de tropiezos o de algún pinchazo o de ensuciarse los pies…

Es verdad que hay arenas más cercanas o más lejanas de la costa; pero eso es una mera eventualidad que no depende de cada grano. También sucede que hay momentos en que el sol incide más en algunos granos que por eso parecen más brillantes; pero ya sabemos que eso pasa pronto y luego el resplandor pasa a otros granos…

Lo mismo sucede con la fraternidad: todo ser humano es un simple grano de arena, igual a los demás, ni mejor ni peor. Pero si estamos todos unidos formaremos una playa hermosa y limpia, por donde la historia podrá discurrir mucho mejor de como lo ha hecho hasta ahora. La igualdad es indispensable para la fraternidad: es, a la vez, causa y efecto de ella.

Es verdad que hay otras dietas fraternas que consisten en abstenerme yo para que puedan comer otros. Pero eso es para ser tratado en cuaresma y ahora estamos en pascua. Así que: buen provecho (y buen baño) hermanos.

Espiritualidad , , , ,

Crecer en la amistad

Miércoles, 22 de febrero de 2023
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Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.

Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?

Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.

¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?

La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.

De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir! Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.

La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.

El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.

Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración, el ayuno y la limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….

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– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.

– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.

– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.

Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.

– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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José María Castillo: “Cuando se comparte, hay para todos”

Lunes, 25 de julio de 2022
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comparte_2465763405_16119165_660x371De su blog Teología sin Censura:

“Apremia y clama tomar en serio y manos a la obra”

“El miedo a la escasez y la inseguridad ante tantas cosas, nos tienen agobiados. He dedicado mi larga vida a la Teología y a las creencias, por eso pienso que puede ser pertinente indicar que lo más importante, que hay en los evangelios, no es su ‘historicidad’, sino su ‘significatividad'”

“Me llama la atención el episodio de la multiplicación de los panes porque es el relato que más veces se repite en los evangelios. es obvio lo más patente del relato: cuando lo que se tiene, se comparte, hay para todos y sobra”

“Tenemos que pensar muy en serio en las palabras del profesor Piketty: la riqueza privada está en manos del 10 por ciento más rico de la población… ¿Hasta dónde va a llegar? Se trata de una distancia que representa un grito incesante que clama humanidad”

“Es evidente que este clamor no se resuelve con limosnas. Y menos aún con violencias y guerras. Más que nunca, urge, apremia y clama tomar en serio y manos a la obra, con la seguridad de que será el paso decisivo para un mundo sencillamente humano”

El miedo a la escasez y la inseguridad ante tantas cosas, nos tienen agobiados. Esto es algo tan patente, que no es necesario ni conveniente ponerse a ponderar lo que estamos viendo y soportando. Por eso, vamos a reflexionar brevemente desde nuestras convicciones más profundas.

Yo no soy político. Ni economista. Quienes me conocen, saben que he dedicado mi larga vida a la Teología y a las creencias, que pueden ayudarnos a superar situaciones como la que estamos viviendo. Por eso, ni más ni menos, me vienen con frecuencia a la memoria relatos del Evangelio que son, para mí al menos, horizontes de esperanza.

Me explico. Es un hecho que la experiencia religiosa de muchos de nosotros ya no es de fiar (cf. Thomas Ruster, El Dios falsificado, pg. 228). Por eso pienso que puede ser pertinente indicar que lo más importante, que hay en los evangelios, no es su “historicidad”, sino su “significatividad”. Yo no dudo que sean libros que relatan lo más importante de la vida de Jesús de Nazaret. Pero lo decisivo no es saber lo que pasó en aquella vida, sino lo que significa para nosotros lo que vivió Jesús.

Pues bien, dicho esto, a mí – por lo menos – me llama la atención el episodio de la multiplicación de los panes. Y me he fijado en este episodio porque es el relato que más veces se repite en los evangelios. Hasta seis veces se repite lo mismo: un gentío enorme y necesitado, carente de lo indispensable para seguir tirando de la vida (Mt 14, 18-23; Mc 6, 38-46; Lc 9, 14-17; Jn 6, 1-15; Mc 8, 1-8; Mt 15, 31-39). Y Jesús dando una solución, que, además de la interpretación eucarística, que sin duda tiene este episodio, es obvio lo más patente del relato: cuando lo que se tiene, se comparte, hay para todos y sobra. Y repito lo que ya he dicho antes: lo más importante, que tienen los relatos evangélicos, es “lo que significan” para nuestras vidas y nuestro comportamiento en la sociedad.

Ahora bien, quienes decimos que el Evangelio debe ser el modelo ejemplar de nuestras vidas, tenemos que pensar muy en serio que “a la mitad de la población le sigue correspondiendo una parte insignificante del patrimonio total de la humanidad, mientras que el fuerte aumento de la riqueza privada está en manos del 10 por ciento más rico de la población…, lo cual implica que la parte correspondiente al resto de los habitantes del mundo se ha desmoronado”. Y se seguirá desmoronando de forma más inquietante de año en año (cf. Th. Piketty, Capital e ideología, Barcelona, Planeta, 2019, pg. 822).

Por supuesto, lo que he copiado del profesor Piketty, necesita abundantes explicaciones y no menos aplicaciones a la tremenda situación que estamos viviendo. En todo caso, me parece que hay dos hechos evidentes: 1º) La distancia de los más ricos a los más pobres aumenta de día en día. ¿Hasta dónde va a llegar? 2º) Se trata de una distancia que representa un grito incesante que clama humanidad, justicia y lo más elemental de la bondad.

Desde luego, es evidente que este clamor, que brota de toda la tierra, no se resuelve con limosnas. Y menos aún (indeciblemente menos), con violencias y guerras. Nos estamos jugando el ser o no ser del mundo entero. Por eso insisto que ahora, más que nunca, urge, apremia y clama tomar en serio y manos a la obra, con la seguridad de que será el paso decisivo para un mundo sencillamente humano.

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“Compartir Templo”, por Koldo Aldai

Miércoles, 22 de junio de 2022
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ecumenismo1Iban de valle en valle ofrendando su saber, su esfuerzo, sus días para mayor gloria del Dios que entonces cabía en sus mentes. Tañer de metales era su machacona, pero piadosa oración sin fin. Los golpes de martillo y cincel sin contrato, ni horario, sin seguro, ni pensión…, era su entero regalo al Cielo y a aquel mundo aún tan pequeño. Los compañeros constructores del románico apenas dejaban unos símbolos grabados como firma. Su ejemplar testimonio eran las piedras anónimas que rudas, toscas, pero agradecidas, escalaban hacia lo Alto.

Nadie corra a registrar hoy unas piedras que ayer se ofrendaron desde la más pura generosidad y sacrificado trabajo. Nadie se apropie en exclusiva del sudor y de las donaciones de los antepasados. Que sean las autoridades civiles las que regulen el uso de ermitas y pequeñas iglesias sin propiedad definida hasta nuestros días. Que sean los consistorios los que administren esos espacios comunes para posibilitar un silencio y recogimiento cada vez más urgentes, para el desarrollo de celebraciones y actos por supuesto católicos, pero también plurales e interreligiosos.

Que las gentes de fe que buscan paz y alabanza compartida, independientemente del credo, puedan hallar entre esos muros su necesario espacio. Que quienes no abrazan fe puedan allí también dar con sosiego, belleza, encuentro apacible consigo mismos/as.

Nada más alejado del evangelio que la idea de posesión. El evangelio es compartir, la vida, la tierra, los frutos…, por supuesto las piedras, el espacio de sublime quietud de entre muros. Abrir la Iglesia es también abrir los templos a nuevos sentires, a nuevos y genuinos palpitares, a nuevas gentes de buena voluntad.

La carrera por inmatricular ermitas e iglesias es algo que va contra la misma esencia del mensaje de donación de Jesús. Camino del notario, que diga la Iglesia que defiende sus intereses terrenales, corporativos, pero por favor, no mente el nombre del Nazareno. Jesús era y es la esencia del dar y el compartir.

Los mercaderes no meritaron el templo. A esa Iglesia blindada, acorazada, codiciosa de inmuebles le faltará recorrido. La Iglesia tendrá un lugar en el mañana cuando pierda el terror a bajar de su pedestal, cuando descienda al ancho espacio entre las espiritualidades diferentes que ya se gestan. Hallará futuro cuando comparta altar, cuando abrace la diversidad también religiosa que felizmente comienza a instalarse en nuestra sociedad.

No hay nada que defender, menos de las gentes que se acercan con ganas de compartir y crecer juntos. El mensaje de Jesús no perdura, más al contrario se desacredita con la apropiación de los templos, con el cierre de los mismos a lo que no representa estricta ortodoxia. La Iglesia hallará futuro cuando pierda el terror a los portones y ventanales abiertos, cuando reencuentre a Jesús tras salir de la parálisis del miedo a perderle.

La tradición y sus fieles merecen su lugar entre los muros sagrados, pero también quienes buscan sin mapa, ni manual preestablecido, también quienes peregrinan tras lo eterno y trascendente sin pasar por Roma. Hay una sinfonía a diferentes voces, hay una oración de diferentes orígenes, hay un altar sencillo y universal que nos aguarda al final de un camino de reencuentro.

Los templos de ayer se yerguen pétreos cual silente, sólido desafío para el arranque de un tiempo de más y más compartir, de más colaboración y mutua fecundación en lo interno. Sólo resta girar la llave para que entre el vivo anhelo, la brisa cálida y universal de los nuevos tiempos.

Hay párrocos, hay hermanas monjas valientes, auténticos pioneros de un mañana más inclusivo y fraterno, que, aún conscientes del riesgo, ya giraron esa llave. Nos abrieron las puertas de sus templos a los diferentes, a los heterodoxos. Entramos con nuestras pequeñas, diminutas, tímidas verdades, pero con nuestros espíritus seducidos y en nuestro interior sólo emoción, sólo profundo y sincero agradecimiento.

Nada nos pertenece, pertenecemos a la vida toda y al deber de sublimarla, pertenecemos a la gloria y al compromiso de elevación de cuanto late.

Gloria es comunión abarcante, es también encuentro, ganas de fundirse y compartir, son gargantas y corazones sumados, credos diferentes unidos en la esencia del amor a cuanto existe, del amor al Origen. Nada es nuestro, sobre todo si nos autoproclamamos seguidores de Quien lo dio todo.

Nadie corra al Registro, si no es para desprenderse y entregar, si no es para llevar las miles de firmas de ayer y de hoy, de los del cincel y el martillo, de los de fe con misal y solera, pero también de los de fe que se pretende resurgida y a cada instante renovada, también de los/as que no ponen Latido tras ese silencio entre las piedras, pero que igualmente necesitan de ese espacio. Al fin y al cabo el buen arte, la música elevada son siempre exquisita alabanza.

Las piedras nos las otorgó Dios y las labraron maestros y canteros desprendidos. No tienen dueño, ni apellido. No se lo coloquen quienes aspiran a representar Su Suprema autoridad aquí entre los humanos.

¿Podrá haber algo más bello sobre la tierra que, quienes invocan al mismo Dios con distintos nombres, unan sus silencios, sus palabras sagradas, sus cantos bajo una misma cúpula? Atrevámonos a compartir templo, como prólogo necesario para compartir el trigo y el vino, como condición indispensable para después poder compartir el cuerpo y la sangre de Aquél que dio norte a nuestras vidas, de Aquél en Quien depositamos nuestra fe, nuestra esperanza.

Koldo Aldai

www.artegoxo.org

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“Yo soy yo a través de ti”: Ubuntu, una salida a nuestra barbarie

Lunes, 7 de febrero de 2022
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Ubuntu_2416568337_15890028_660x371“Creemos que la construcción del Arca de Noé ha empezado”

La pandemia ha mostrado una abismal desigualdad mundial y una cruel falta de solidaridad hacia las personas que no pueden mantener la distancia social ni dejar de trabajar

En este contexto ultrajante dos alternativas pueden salvarnos: la solidaridad y el internacionalismo. En esa perspectiva consideramos inspiradora una categoría fundamental, venida de África. Esta se expresa por la palabra Ubuntu, que significa: yo solo soy yo a través de ti

Fue relatada por un viajante europeo y blanco que se extasió con el hecho de que siendo más pobres que la mayoría, los africanos eran menos desiguales. Quiso saber el por qué e ideó un test

La pandemia ha mostrado una abismal desigualdad mundial y una cruel falta de solidaridad hacia las personas que no pueden mantener la distancia social ni dejar de trabajar porque entonces no tienen qué comer. Para ser concretos: no hemos abandonado aún el mundo de la barbarie: si ya la habíamos dejado, hemos vuelto ella. Nuestro mundo no se puede llamar civilizado cuando un ser humano no reconoce y acoge a otro ser humano, independientemente del dinero que lleva en el bolsillo o tiene depositado en el banco, o de su visión de mundo y su pertenencia religiosa.

La civilizaciónsurge cuando los seres humanos se entienden iguales y deciden convivir pacíficamente. Si esto es así, estamos todavía en la antesala de la civilización y navegamos en plena barbarie. Este escenario es dominante en el mundo de hoy, agravado aún más por el ataque de la Covid-19. Él adquirió su más siniestra expresión mediante la cultura del capital, competitiva, poco solidaria, individualista, materialista y sin ninguna compasión con la naturaleza. En este contexto ultrajante dos alternativas pueden salvarnos: la solidaridad y el internacionalismo.

La solidaridadpertenece a la esencia de lo humano, pues si no hubiera habido un mínimo de solidaridad y de compasión, ninguno de nosotros estaría aquí hablando de estas cosas. Fue necesario que nuestras madres solidariamente nos acogieran, abrazaran, alimentaran y amaran para que podamos existir.

Sabemos por la bioantropología que por la solidaridad nuestros antepasados antropoides se volvieron humanos, y con esto, civilizados, cuando empezaron a traer comida al grupo, la repartieron solidariamente entre ellos y practicaron la comensalidad. Esta acción continúa todavía hoy, cuando muchos grupos, especialmente los Sin Tierra, se han mostrado solidarios distribuyendo decenas de toneladas de alimentos del campo y muchos centenares de marmitas para saciar el hambre de miles de personas en las calles y periferias de nuestras ciudades.

“Parece obvio: si el problema es internacional, debería haber también una solución concertada internacionalmente. ¿Pero quién cuida de lo internacional?”

Cada país cuida de sí mismo como si no hubiese nada más allá de sus fronteras. Ocurre sin embargo que hemos inaugurado una fase nueva de la historia de la Tierra y de la Humanidad: la fase planetaria, la de la única Casa Común. Los virus no respetan las fronteras nacionales. La Covid-19 ha atacado a toda la Tierra y amenaza a todos los países sin excepción. Las soberanías se muestran obsoletas. ¿Qué hubiera sido de los mayores de Italia, gravemente infectados por la Covid-19, sin la solidaridad de Angela Merkel de Alemania que salvó a la gran mayoría? Pero eso fue una excepción para mostrar que es mediante la superación del nacionalismo envejecido en nombre del internacionalismo solidario como podremos encontrar un camino de salida a nuestra barbarie. En esa perspectiva consideramos inspiradora una categoría fundamental, venida de África. Mucho más pobre que nosotros, ella es más rica en solidaridad. Esta se expresa por la palabra Ubuntu, que significa: yo solo soy yo a través de ti.

Por lo tanto, el otro es esencial para que yo exista en cuanto humano y civilizado. Inspirado por Ubuntu, el recién-fallecido arzobispo anglicano, Desmond Tutu, encontró para Sudáfrica una clave para la reconciliación entre blancos y negros en la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación.

Como ilustración de cómo el Ubuntu está enraizado en las culturas africanas, consideremos este pequeño testimonio:

Un viajante europeo y blanco se extasió con el hecho de que siendo más pobres que la mayoría, los africanos eran menos desiguales. Quiso saber el por qué. Ideó un test. Vio un grupo de chicos jugando futbol en un campo rodeado de árboles. Compró una hermosa cesta de variados frutos llenos de color y la puso en lo alto de una pequeña colina.

Llamó a los jóvenes y les dijo: “Allí arriba hay un cesta llena de sabrosos frutos. Vamos a hacer una apuesta, pónganse todos en fila y cuando dé la señal empiecen a correr. El primero que llegue arriba podrá coger la cesta y comer todo lo que quiera”.

Dio la señal de partida. Cosa curiosa: todos se dieron las manos y juntos corrieron hacia lo alto, donde estaba la cesta. Y empezaron a saborear solidariamente los frutos.El europeo, estupefacto, preguntó: ¿por qué hicieron eso? ¿no era que el primero que llegase podría comer todos los frutos él solo?

Todos gritaron al unísono: ¡Ubuntu! ¡Ubuntu! Y un chico algo más mayor le explicó: “¿Cómo uno de nosotros podría ser feliz solo si todos los demás estuvieran tristes?” Y añadió: “Mi señor, la palabra Ubuntu significa eso para nosotros: “yo solo puedo ser yo por medio del otro”. “Sin el otro no soy nada y estaría siempre solo”. “Soy quien soy porque soy a través de los otros. Por eso repartimos todo entre nosotros, colaboramos unos con otros y así nadie se queda fuera y triste. Eso hicimos con su propuesta. Comemos todos juntos porque todos ganamos la carrera y juntos disfrutamos los buenos frutos que nos trajo. ¿Entendió ahora?”

Este pequeño relato es lo contrario de la cultura capitalista. Esta imagina que alguien es tanto más feliz cuanto más puede acumular individualmente y disfrutarlo solo. A causa de esta actitud reina la barbarie, y hay tanto egoísmo, falta de generosidad y ausencia de colaboración entre las personas. La alegría (falsa) es de pocos, al lado de la tristeza (verdadera) de muchos. Para vivir bien en nuestra cultura, muchos tienen que vivir mal. Sin embargo, por todas partes en la humanidad, están fermentando grupos y movimientos que ensayan vivir esa nueva civilización de la solidaridad entre los humanos y también con la naturaleza. Creemos que la construcción del Arca de Noé ha empezado. Ella podrá salvarnos si el Universo y el Creador nos conceden el tiempo necesario. Fuera de la solidaridad y el sentido internacionalista pereceremos en nuestra barbarie.

*Leonardo Boff es eco-teólogo y ha escrito Covid-19, la Madre Tierra contraataca a la humanidad, Vozes 2020; Habitar la Tierra: ¿cuál es el camino para la fraternidad universal?, Vozes 2121.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

Fuente Religión Digital

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Maestro, ¿qué hacemos nosotros?

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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El Sur,
el Sur,
¡no el Occidente, hermanos!

Somos pobres,
pero somos
mayoría
¡y el futuro!

Gracias a tu ayer,
habrá para ellos
un mañana,
hermano.

Mi hoy, entre los dos,
ha de ser responsable
como un arco de Historia
en el puente del Reino.

¿Qué le dice el Tercer Mundo
al Primer Mundo?
– ¡Si no fuerais lo que sois,
podríamos ser
los que somos!

¿Por qué lo que es de todos
no es de nadie,
si todos somos todos?

Dos son los problemas,
dos:
los demás
y yo.

Vuestros tiempos perdidos
son mi tiempo de canto.
Me anticipo a gritaros que ya es hora.
(Quizás roncos de angustia,
por causa de la noche,
los gallos, los poetas, despertamos el día).

*

EUCARISTÍA
Para Arturo Paoli

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

***

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:

-“¿Entonces, qué hacemos?

Él contestó:

-“El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

“Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

-“No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

“¿Qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

-“No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

– “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizara con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

*

Lucas 3, 10-18

***

La alegría es oración. La alegría es fuerza. Es como una red de amor que coge a las almas. Dios ama al que da con alegría. El que da con alegría, da más. No hay mejor manera de manifestar nuestra gratitud a Dios y a los hombres que aceptar todo con alegría. Un corazón ardiente de amor es necesariamente un corazón alegre. No dejéis nunca que la tristeza se apodere de vosotros hasta el punto de olvidar la alegría de Cristo resucitado. Continuad dando Jesús a los demás, no con palabras sino con el ejemplo, por el amor que os une a él, irradiando su santidad y difundiendo su amor profundo, id por todas partes. Que vuestra fuerza no sea otra que la alegría de Jesús. Vivid felices y en paz. Aceptad todo lo que él da y dad todo lo que él toma con una gran sonrisa.

*

Madre Teresa de Calcuta.

***

***

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“¿Nos atreveremos a compartir?”. 3 Adviento – C (Lucas 3,10-18)

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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White Male Dressed as Jesus in Jewish Attire. Others as John the Baptist/ Prophet with burlap clothes and wood staff near river.

Los medios de comunicación nos informan cada vez con más rapidez de lo que acontece en el mundo. Conocemos cada vez mejor las injusticias, miserias y abusos que se cometen diariamente en todos los países.

Esta información crea fácilmente en nosotros un cierto sentimiento de solidaridad con tantos hombres y mujeres, víctimas de un mundo egoísta e injusto. Incluso puede despertar un sentimiento de vaga culpabilidad. Pero, al mismo tiempo, acrecienta nuestra sensación de impotencia.

Nuestras posibilidades de actuación son muy exiguas. Todos conocemos más miseria e injusticia que la que podemos remediar con nuestras fuerzas. Por eso es difícil evitar una pregunta en el fondo de nuestra conciencia ante una sociedad tan deshumanizada: «¿Qué podemos hacer?».

Juan Bautista nos ofrece una respuesta terrible en medio de su simplicidad. Una respuesta decisiva, que nos pone a cada uno frente a nuestra propia verdad. «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo».

No es fácil escuchar estas palabras sin sentir cierto malestar. Se necesita valor para acogerlas. Se necesita tiempo para dejarnos interpelar. Son palabras que hacen sufrir. Aquí termina nuestra falsa «buena voluntad». Aquí se revela la verdad de nuestra solidaridad. Aquí se diluye nuestro sentimentalismo religioso. ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir lo que tenemos con los que lo necesitan.

Muchas de nuestras discusiones sociales y políticas, muchas de nuestras protestas y gritos, que con frecuencia nos dispensan de una actuación más responsable, quedan reducidas de pronto a una pregunta muy sencilla. ¿Nos atreveremos a compartir lo nuestro con los necesitados?

De manera ingenua creemos casi siempre que nuestra sociedad será más justa y humana cuando cambien los demás, y cuando se transformen las estructuras sociales y políticas que nos impiden ser más humanos.

Y, sin embargo, las sencillas palabras del Bautista nos obligan a pensar que la raíz de las injusticias está también en nosotros. Las estructuras reflejan demasiado bien el espíritu que nos anima a casi todos. Reproducen con fidelidad la ambición, el egoísmo y la sed de poseer que hay en cada uno de nosotros.

José Antonio Pagola

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“¿Qué hacemos nosotros?”. Domingo 12 de diciembre de 2021. 3º de Adviento

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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03-advientoC3De Koinonia:

Sofonías 3, 14-18a: El Señor se alegra con júbilo en ti.
Interleccional: Isaías 12, 2-3. 4bcd, 5-6: Gritad jubilosos:Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”
Filipenses 4, 4-7: El Señor está cerca.
Lucas 3, 10-18: ¿Qué hacemos nosotros?

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria. Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.

Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco. Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.

Israel rebosa gozo porque el Señor ha cancelado todas sus deudas o el castigo de sus pecados (la cautividad). El Señor establece su trono en Sión. Con Rey tan poderoso y Padre tan misericordioso nada tiene que temer nunca más (v.14-15). Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”. Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti” (v.16-17).

Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.

El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?” (v.10), es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc. (vv. 10-11).

No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros. En realidad, los pobres no preguntan, sino que están en “expectación”. El “¿qué debemos hacer?” lo deberían preguntar quienes tienen el dinero, la cultura, el poder… porque la exigencia básica, según la Biblia, es compartir.

La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Convertirse es actuar de manera evangélica. El evangelio nos invita a una “conversión al futuro” que se despliega en el Reino. No es mirar y volverse atrás. El futuro (que es Dios y su reinado) es la meta de la llamada a la conversión.

La tentación para no convertirse es quedarse en una búsqueda permanente o contentarse con preguntar sin escuchar respuestas verdaderas. Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas) y “quemar la paja” (echar por la borda lo inservible o lo que nos inmoviliza); acoger la Buena Nueva de la venida del Señor requiere esa conversión. Con nuestros gestos discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja de la llegada del Señor. Este día Dios discernirá entre el trigo y la paja que haya en nuestra conducta.

Este domingo se denominó tradicionalmente domingo “gaudete”, o de alegría. Por dos veces nos dice Pablo que estemos alegres, alegres por la venida del Señor, por la celebración próxima de la Navidad, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor.

En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). Toda petición a Dios debe estar apoyada en la acción de gracias (v. 6). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.

¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que muchos nos podemos formular hoy. La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón, dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, no temer al cambio y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, que sea verdadera expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae, y así poder exclamar con alegría: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor! Leer más…

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12.12.21. Dom 3 Adviento, ciclo C .Juan Bautista, los deberes humanos para ejecutivos y soldados: Lc 3, 10-17.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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EEAE8CE5-B381-4C5C-8EC6-A00F01B05BD8Del blog de Xabier Pikaza:

Tercer Domingo de Adviento. Ciclo b. La liturgia vuelve a situarnos ante Juan Bautista, que ha puesto de relieve  la moral de los deberes humanos, en un plano personal, económico y militar.

Éste es el mensaje social de los profetas que preparan el camino de Jesús, conforme a la visión de Lucas, evangelio de la justicia universal. Esto es lo que él pide a todos (en especial los poderosos).

Lucas 3, 10-18

(a) 10 La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? 11 Y les contestaba: –El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo.

12 Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: –-Maestro, ¿qué tenemos que hacer?13 Él les respondió: –No exijáis nada fuera de lo fijado. 14 También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga.

(b) 15 El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. 16 entonces Juan les dijo: –Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para aventar su parva y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga. 18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena noticia.

Aquí dejamos de lado la segunda parte, de tipo apocalíptico, abierto al Evangelio de Jesús. En la primera parte del texto, Lucas presenta a Juan como portador de un mensaje universal de deberes humanos, que puede aplicarse y se aplica de igual modo a judíos y paganos.

Juan Bautista y los derechos humanos.

Lucas presenta a Juan Bautista como portador de un mensaje universal de justicia, un mensaje abierto a todos los pueblos, sin distinción. Esa justicia se expresa en forma de reconciliación y servicio mutuo y se expresa en los tres planos de la vida. Es aquí donde, a mi juicio, debería situarse el mensaje de la Iglesia cuando habla a la sociedad civil, sin necesidad de empezar apelando a Jesús.

Este menaje profético ha de aplicarse de un modo universal y se centra en las “tres cuestiones” básicas de la primera parte del texto (parte a).

Norma 1. En un plano personal: Mensaje para todos:

“El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo”. Los problemas de fondo son comida y vestido, la exigencia de la “moral profética” es el compartir: “El vestido” son las posesiones: quien “conserve” o tenga dos túnicas (o dos euros) mientras otro no tiene nada… va en contra de la moral profética (que aquí tomamos como “moral natural”)….Quien almacene comida mientras otro pasa hambre… no puede ni siquiera acercarse a Jesús.

Ésta es la única moral, éste es el único mensaje profético para todos los hombres, sean o no cristianos. Aquí no se trata de creer en Jesús, ni aceptar la iglesia, ni de defender dogmas o jerarquías y privilegios clericales… La verdad profética está en compartir la vida.

Una economía universal, compartir Comida y vestido, que no sean objeto de compra-venta, sino de comunicación humana. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.

Ésta es la base de la moral, el primer deber (y derecho) humano, no sólo para sacerdotes o gobernantes. Los objetos básicos de la vida (vestido, comida) ha de ponerse al servicio de todos, en línea de comunicación, no de compraventa. No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar dogmas o caminos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) o de un sistema estatal dirigido y controlado desde arriba, mientras sigue habiendo gente sin comida o vestido.

Norma 2. Mensaje para administradores (publicanos):

“No exijáis nada fuera de lo fijado”. Publicanos son los que dirigen la economía, cobrando los impuestos para los servicios públicos…

En sentido extenso, publicanos son todos los que “manejan” dinero público (desde las multinacionales hasta los empleados de hacienda). Juan Bautista supone que hay un orden económico, algo que está “establecido” (en griego: diatetagmenon). Hay una taxis, un tipo de “sistema” que regula las relaciones económicas, al servicio de todos… Pues bien, Juan Bautista les pide a los “gestores” de ese sistema que sólo “exijan” (que sólo cobren) lo regulado. Leer más…

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Una buena noticia bastante extraña. Domingo 3º Adviento. Ciclo C.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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san juan bautista el grecoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“El que tenga dos túnicas, que las reparta con quien no tiene”

Los textos del domingo pasado dejaban claro el tono alegre del Adviento. Y los de este domingo lo acentúan todavía más. “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén”, comienza la 1ª lectura. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos, habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría.

            Las lecturas ofrecen materia abundante (¡demasiada!). Quien vaya a comentarlas debe seleccionar lo más importante para su auditorio.

 Alegría de Jerusalén y alegría de Dios (Sofonías 3,14-18)

 Este breve texto, probablemente del siglo V a.C., aborda dos problemas políticos, con un final religioso. Jerusalén ha sufrido la deportación a Babilonia, el rey y la dinastía de David han desaparecido, los persas son los nuevos dominadores. No tiene libertad ni rey. El profeta anuncia un cambio total: el Señor expulsa a los enemigos y será el rey de Israel. Lo más sorprendente es el motivo de este gran cambio: el amor de Dios. Cuando se recuerda que los profetas consideran la historia del pueblo una historia de pecado, asombra que Dios pueda gozarse y complacerse en él. Las palabras finales se adaptan perfectamente al espíritu del Adviento. La Iglesia, tantas veces pecadora, sigue gozando del amor de Dios. Lo mismo puede decirse de cada uno de nosotros.

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».

Alegría, mesura y oración (Filipenses 4,4-7)

 Pablo escribe a su comunidad más querida. En la parte final de la carta, tres cosas le aconseja: alegría, mesura y oración.

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Alegría, confiando en la pronta vuelta del Señor. Al principio de su actividad misionera, Pablo estaba convencido de que Cristo volvería pronto. Lo mismo esperaban la mayoría de los cristianos a mediados del siglo I. Aunque esto no se realizó, las palabras “El Señor está cerca” son verdad: no en sentido temporal, sino como realidad profunda en la Iglesia y en cada uno de nosotros.

Mesura. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la mesura como una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.

Oración. En pocas palabras, Pablo traza un gran programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración que es súplica pero también acción de gracias; una oración que no se avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.

Una «buena noticia» bastante extraña (Lucas 3,10-18)

             El domingo pasado, el texto del evangelio presentaba a Juan Bautista: momento de su intervención como profeta, actividad (bautismo para el perdón de los pecados) y cumplimiento de lo anunciado por Isaías.

            A continuación ofrece Lucas un resumen de su mensaje, dividido en tres partes:

            1) exhortación a la penitencia y a dar buenos frutos; de lo contrario, el hacha ya está preparada para cortar el árbol y tirarlo al fuego;

            2) lo anterior provoca en la gente el deseo de saber qué debe hacer; Juan responde con unos consejos prácticos;

            3) anuncio de la venida de un personaje más importante con un bautismo superior al suyo.

            La liturgia ha omitido la primera parte, pero conviene tenerla en cuenta para comprender los consejos que siguen.

Consejos prácticos (10-14)

En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:

− ¿Entonces qué hacemos?

Él contestó:

− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?

;Él les contestó:

− No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

− ¿Qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.

En la primera parte de su discurso Juan Bautista ha exigido la conversión, producir frutos buenos. ¿En qué consisten? Lucas responde poniendo unas preguntas en boca de la multitud, de los recaudadores de impuestos (los publicanos) y de los soldados. La presencia de recaudadores no extraña, teniendo en cuenta que también se interesarán por la predicación de Jesús. Más extraña resulta la mención de los soldados (strateuo,menoi) ya que este colectivo no se vuelve a mencionar en el NT; debe tratarse de judíos al servicio de Herodes Antipas.

La respuesta más exigente es la primera, dirigida a todos: compartir el vestido y la comida. Recuerda lo que pide Dios en el libro de Isaías: «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne» (Is 58,7).

La respuesta a los recaudadores se queda en lo negativo: «No exijáis más de lo ordenado». La actividad de los publicanos abarcaba muchos aspectos de la vida diaria: derechos de importación y exportación, portazgos, peaje, impuestos urbanos, etc. «Y si el pacífico residente, el labrador, el comerciante o el fabricante se veía constantemente expuesto a sus exacciones, el viajero, el caravanero o el buhonero se encontraban con su vejatoria presencia en cada puente, por la carretera y a la entrada de las ciudades. Se tenía que descargar cada bulto, y todo su contenido era abierto y registrado; hasta las cartas eran abiertas; y debe haberse precisado de algo más que de la paciencia oriental para soportar la insolencia de los recaudadores y para someterse a sus ‘falsas acusaciones’ al fijar arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o el valor de las mercancías (A. Edersheim, Usos y costumbres de los judíos, Clie, Terrasa 2003, 76-78).

La respuesta a los soldados une lo negativo: «no maltratéis ni extorsionéis a nadie» y lo positivo: «contentaos con vuestra paga».

«Tanto para los soldados como para los publicanos, Lucas se interesa por una ética de la justa adquisición de bienes y del buen uso del dinero» (Bovon, El evangelio según san Lucas I, 252). Algo que puede llamar la atención a quienes piensen que la mejor forma de prepararse a celebrar la venida del Señor es centrarse en actos de piedad.

Anuncio (15-17)

 El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

La denuncia inicial y los consejos prácticos no crean malestar en la gente, animan a preguntarse por la identidad de Juan. Este responde hablando de un personaje con más autoridad (no le da el título de Mesías), que llevará a cabo una misión doble: positiva (bautismo) y ambigua (bieldo).

Dos temas indica Juan a propósito del personaje futuro: la mayor importancia de su persona y el mayor valor de su bautismo. La mayor importancia de la persona la expresa aludiendo a su fuerza, porque del Mesías se espera que la tenga para derrocar a los enemigos, y a la indignidad de Juan respecto a él, ya que no puede cumplir ni siquiera el servicio de un esclavo.

La mayor importancia del bautismo queda clara por la diferencia entre el agua, en uno, y el Espíritu Santo y el fuego, en el otro. Bautizar significar «lavar», «purificar». Y si se quiere mejorar la conducta del pueblo, nada mejor que el Espíritu de Dios: «Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis mis mandamientos» (Ez 36,27). Además, el fuego purifica más que el agua.

Basándose en el Salmo 2, algunos textos concebían al Mesías con un cetro en la mano para triturar a los pueblos rebeldes y desmenuzarlos como cacharros de loza. Juan no lo presenta con un cetro, utiliza una imagen más campesina: lleva un bieldo, con el que separará el trigo de la paja, para quemar ésta en una hoguera inextinguible.

Al comienzo de su intervención, Juan hizo referencia al hacha dispuesta a talar los árboles in­útiles; al final, al bieldo que echa la paja en la hoguera. Dos imágenes potentes para animar a la conversión.

Sumario (18)

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

Este versículo resume la actividad de Juan fijándose en su predicación y sin mencionar el bautismo. Las palabras de Juan pueden parecer muy duras, pero constituyen una buena noticia para quien está dispuesto a convertirse.

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12 de Diciembre de 2021. Tercer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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«¿Qué hacemos nosotros?»

(Lc 3, 10-18)

El tercer domingo de adviento siempre nos repite lo mismo, como Pablo en la carta a los Filipenses: ¡Alegraos!

La primera lectura de la Eucaristía nos regala una de las imágenes más bellas de Dios. El profeta Sofonías nos muestra a un Dios radiante de alegría, en algunas traducciones dice que saltando y danzando en medio de su pueblo como en los días de fiesta.

Y un Dios así de contento ¿qué nos dice? ¡Que nos alegremos! Algo así como: «vosotros, cada uno de vosotros, sois mi alegría y yo puedo ser la vuestra, ¡Alegraos conmigo!»

Por eso la invitación del adviento es la alegría. Dios ha decidido venir a habitar en medio de nosotros, porque es aquí, entre nosotras, siendo uno de los nuestros como quiere danzar y saltar de alegría.

Sin embargo, a simple vista, el evangelio que nos presenta la Iglesia en este domingo no parece que hable de alegría… Nos encontramos de nuevo con Juan Bautista. A él acuden distintos tipos de gentes y todos con la misma pregunta: «¿qué hacemos?» Y Juan tiene una respuesta para cada uno.

Con otras palabras les va invitando a compartir, a obrar con justicia, a no abusar de la autoridad, ni dejarse llevar por la codicia. Todo esto, ¿para qué? Precisamente para poder ser felices, para poder vivir con alegría la Buena Noticia.

Juan Bautista anuncia la venida del Mesías, del ungido de Dios, de Dios mismo y a Dios se le encuentra en el compartir, en la justicia, en la sencillez. No con estas palabras pero Juan les está diciendo: ¡alegraos!, y para que puedan alegrarse de verdad les dice lo que tienen que hacer.

Muy bien, y nosotros, ¿qué hacemos? Es una buena pregunta. ¿Qué podemos hacer para vivir con alegría? ¿Te atreves a preguntarle a Dios qué debes hacer para ser feliz?

Oración

¡Alegraos! es la invitación, aceptarla y cómo aceptarla depende de cada uno.

¡Alegraos! tanto como Dios se alegra con nosotros.

¡Alegraos! para que la Buena Noticia sea creíble.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa 

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Mensaje: compasión, empatía, compartir.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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descargaDOMINGO 3º DE ADVIENTO (C)

Lc 3,10-18

La primera palabra de la liturgia de este domingo es una invitación a la alegría. Esa alegría, en el AT, está basada siempre en la salvación que va a llegar. Hoy estamos en condiciones de dar un paso más y descubrir que la salvación ha llegado ya porque Dios no tiene que venir de ninguna parte y con su presencia en cada uno de nosotros, nos ha comunicado lo que Él mismo es. No tenemos que estar contentos ‘porque Dios está cerca’, sino porque Dios está ya en nosotros.

La alegría es como el agua de una fuente, la vemos solo cuando aparece en la superficie, pero antes, ha recorrido un largo camino que nadie puede conocer, a través de las entrañas de la tierra. La alegría no es un objetivo a conseguir directamente sino la consecuencia de un estado de ánimo que se alcanza después de un proceso. Ese proceso empieza por la toma de conciencia de mi verdadero ser. Si descubro que Dios forma parte de mí, encontraré la absoluta felicidad.

¿Qué tenemos que hacer? Las respuestas manifiestan la igualdad y la diferencia entre el mensaje de Jesús y el de Juan. El Bautista creía que la salvación que esperaban de Dios iba a depender de su conducta. Esta era también la actitud de los fariseos. Jesús sabe que la salvación de Dios es gratuita e incondicional. Es curioso que los seguidores de Jesús, todos judíos, se encontraran más a gusto con la predicación de Juan que con la suya. Esto queda muy claro en los evangelios.

Por esa misma razón los primeros cristianos, que seguían siendo judíos, cayeron en seguida en una visión del evangelio moralizante. Jesús no predicó ninguna norma moral. Es más, se atrevió a relativizar la Ley de una manera insólita. El hecho de que permanezcan en el evangelio la frase como “las prostitutas os llevan la delantera en el Reino”, indica claramente que para Jesús había algo más importante que el cumplimiento de la Ley. S. Agustín en una de sus genialidades lo expresó con rotundidad: “ama y haz lo que quieras”. No hay un resumen mejor del evangelio.

Todas las respuestas que da Juan van encaminadas a mejorar las relaciones con los demás. Se percibe una preocupación por hacer más humanas esas relaciones, superando todo egoísmo. Está claro que el objetivo no es escapar a la ira de Dios sino imitarle en la actitud de entrega a los demás. El evangelio nos dice, una y otra vez, que la aceptación por parte de Dios es el punto de partida, no la meta. Seguir esperando la salvación de Dios es la mejor prueba de que no la hemos descubierto dentro. La pena es que seguimos esperando que venga a nosotros lo que ya tenemos.

El pueblo estaba en expectación. Una manera de indicar la ansiedad de que alguien les saque de su situación angustiosa. Todos esperaban al Mesías y la pregunta que se hacen tiene pleno sentido. ¿No será Juan el Mesías? Muchos así lo creyeron, no solo cuando predicaba, sino también mucho después de su muerte. La necesidad que tiene de explicar que él no es el Mesías no es más que el reflejo de la preocupación de los evangelistas por poner al Bautista en su sitio; es decir, detrás de Jesús. Para ellos no hay discusión. Jesús es el Mesías. Juan es solo el precursor.

La presencia de Dios en mí no depende de mis acciones u omisiones. Es anterior a mi propia existencia y ni siquiera depende de Él, pues no puede no darse. No tener esto claro nos hunde en la angustia y terminamos creyendo que solo puede ser feliz el perfecto, porque solo él tiene asegurado el amor de Dios. Con esta actitud estamos haciendo un dios a nuestra imagen y semejanza; estamos proyectando sobre Dios nuestra manera de proceder y nos alejamos del evangelio que nos dice lo contrario.

Pero ¡ojo! Dios no forma parte de mi ser para ponerse al servicio de mi contingencia, sino para arrastrar todo lo que soy a la trascendencia. La vida espiritual no puede consistir en poner el poder de Dios a favor de nuestro falso ser, sino en dejarnos invadir por el ser de Dios y que él nos arrastre a lo absoluto. La dinámica de nuestra religiosidad es absurda. Estamos dispuestos a hacer “sacrificios” y “renuncias” que un falso dios nos exige, con tal de que después cumpla él los deseos de nuestro falso yo.

No hemos aceptado la encarnación ni en Jesús ni en nosotros. No nos interesa para nada el “Emmanuel” (Dios-con-nosotros), sino que Jesús sea Dios y que él, con su poder, potencie nuestro ego. Lo que nos dice la encarnación es que no hay nada que cambiar, Dios está ya en mí y esa realidad es lo más grande que podría esperar. Ésta tendría que ser la causa de nuestra alegría. Lo tengo ya todo. No tengo que alcanzar nada. No tengo que cambiar nada de mi verdadero ser. Tengo que descubrirlo y vivirlo. Mi falso ser se iría desvaneciendo y mi manera de actuar cambiaría.

La salvación no está en satisfacer los deseos de nuestro falso ser. Satisfacer las exigencias de los sentidos, los apetitos, las pasiones, nos proporcionará placer, pero eso nada tiene que ver con la felicidad. En cuanto deje de dar al cuerpo lo que me pide, responderá con dolor y nos hundirá en la miseria. Hacemos lo imposible para que Dios tenga que darnos la salvación que esperamos. Incluso hemos puesto precio a esa salvación: si haces esto, y dejas de hacer lo otro, tienes asegurada la salvación.

El conocimiento del que hablamos no es discursivo, sino vivencial. Es la mayor dificultad que encontramos en nuestro camino hacia la plenitud. Nuestra estructura mental cartesiana nos impide valorar otro modo de conocer. Estamos aprisionados en la racionalidad que se ha alzado con el santo y la limosna, y nos impide llegar al verdadero conocimiento de nosotros mismos. Permanecemos engañados, creyendo que somos lo que no somos, pidiendo a Dios que potencie ese falso ser.

La alegría de la que habla la liturgia de hoy no tiene nada que ver con la ausencia de problemas o con el placer que me puede dar la satisfacción de los sentidos. La alegría no es lo contrario al dolor o a nuestras limitaciones que tanto nos molestan. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro. Si fundamento mi alegría en que todo me salga a pedir de boca, estoy entrando en un callejón sin salida. Mi parte caduca y contingente termina fallando siempre. Si me apoyo en esa parte de mi ser, fracasaré.

La respuesta que debo dar a la pregunta: ¿qué debemos hacer?, es simple: Compartir. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Tengo que adivinarlo yo. Ni siquiera la respuesta de Juan nos puede tranquilizar, pues la realización de las obras puede ser programación. No se trata de hacer o dejar de hacer sino de fortalecer una actitud que me lleve en cada momento a responder a la necesidad concreta del otro.

Meditación

No preguntes a nadie lo que tienes que hacer.
Descubre tu verdadero ser y encontrarás sus exigencias.
Tu meta tiene que ser desplegar lo que ya eres.
Solo podrás desplegar tu verdadero ser
si tus relaciones con los demás son cada día más humanas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Es tiempo de preparar.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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atributos-de-la-personalidadLc 3, 10-18

«… pero la paja la quemará con fuego que no se apaga»

Si nos basamos en los evangelios, resulta evidente la influencia de Juan en la decisión de Jesús de lanzarse a los caminos a predicar la Buena Noticia. El esquema de los sinópticos es idéntico: visita al Bautista, bautismo y teofanía, tentaciones en el desierto y vida pública. El evangelio de Juan, fiel a su estilo, omite el bautismo y las tentaciones, aunque también sitúa al Bautista al comienzo de todo.

Pero es de notar la diferencia radical del discurso del uno y el otro, hasta tal punto, que el Dios de Juan —un Dios implacable y justiciero que castiga nuestros pecados— tiene muy poco que ver con el de Jesús —la Madre que lucha junto a nosotros contra el pecado—. Por supuesto, Dios es siempre el mismo; lo que cambia es la percepción que cada uno de nosotros tenemos de Él. Además, gracias a la permanente acción del Espíritu vamos depurando La Palabra, entendiéndola cada vez mejor.

Podríamos considerar la Biblia como la crónica del descubrimiento paulatino de Dios por parte del pueblo de Israel. En sus libros más antiguos se presenta a un Dios sectario, tribal, siempre dispuesto a castigar despiadadamente la deslealtad de su pueblo o aniquilar a sus enemigos. Un Dios que no duda en destruir Sodoma con fuego por causa de sus pecados, aniquilar la raza humana —con la excepción de ocho justos— en el diluvio universal, o matar a todos los primogénitos de Egipto de forma brutal (por supuesto, estos pasajes solo son entendibles desde el arcaísmo religioso de sus autores). Por el contrario, algunos de sus últimos textos hablan de un Dios «Lento a la cólera y rico en perdón»; un gran avance, pero todavía insuficiente.

En este proceso, la llegada de Jesús representa un cambio sustancial y supone la mejor noticia que los seres humanos podríamos recibir: Dios no es el que nos manda calamidades por nuestros pecados, el que distingue entre personas predilectas y rechazadas por Él, el que nos juzga y nos quema «con fuego que no se apaga»… Dios es nuestra madre, nuestro médico, nuestro aliado contra el mal.

Los cristianos creemos que a Dios lo vemos en Jesús cuando quita el pecado del mundo, cuando no rechaza a los pecadores, cuando se acerca a los leprosos y cura a los ciegos y a los paralíticos, cuando no quiere honores de Rey, cuando se hace servidor de todos, cuando lava los pies, cuando nos invita a no pasar de largo al toparnos con la necesidad, cuando acoge siempre y sin condiciones, cuando se juega la vida —y la pierde— por salvar la de una adúltera, cuando perdona a sus verdugos que le están crucificando… Como decía Ruiz de Galarreta «Tenemos foto de Dios»…  y es estupendo.

Por supuesto, esto hay que celebrarlo por todo lo alto, y las celebraciones importantes hay que prepararlas bien para que adquieran todo su sentido.

Es tiempo de preparar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Sofonías. Versión 2.0.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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3-avent-c-1lecbisEl profeta Sofonías no tenía ni idea de que, con el tiempo, los espacios iban a comprarse y él pensaba que había que conquistarlos con esfuerzo. Se habría asombrado al enterarse de que, al escribir comprar espacio en internet, podría adquirir, desde más almacenamiento en la nube, hasta un trastero de alquiler para guardar sus cachivaches. Tampoco podía imaginarse que una ansiedad angustiada se apoderaría en 2021 de los corazones de millones de habitantes del mundo a causa del retraso de los microchips y el bloqueo de los transportes.

A él lo que le parecía dramático era que unos okupas indeseables (parecidísimos a los poderes depredadores de hoy…) se hubieran apoderado del espacio sagrado de Sión oprimiendo y expulsando a los pequeños y humildes, la niña de los ojos de Dios. Le tocó asistir a un cambio repentino de situación y eso le alegró tanto que se puso a felicitar a la ciudad devastada – “regocíjate, alégrate, canta de gozo…”: había llegado un líder victorioso, huían los enemigos y Sión acogía con júbilo en su centro a Aquel que venía a ella como un amante apasionado. No pretendía ejercer sobre ella ninguna forma de dominio: buscaba estar junto a su amada, recuperar su intimidad, reencontrar su amor, hacerse inseparable de ella. Y al conseguirlo, estalla de alegría y la invita a danzar juntos. “Se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» (Sof 3,14-18)

Ahí está todo el secreto del Adviento, más allá de coronas de muérdago, velitas de colores y casullas moradas. Sión es el nombre que cada uno de nosotros lleva tatuado en lo más profundo y escuchamos el pregón:

Felicidades, Sión, ¡qué suerte la tuya!
se han soltado las ataduras que te tenían amarrada,
se ha silenciado el ruido que ocupaba tu interior,
has liberado espacio en tu corazón,
está llegando Aquel a quien perteneces.

Alégrate, ensancha tu capacidad,
ábrete a su presencia desde ese vacío silencioso que le hace sitio.
Dichosa tú, porque en tu seno acogedor y cálido
puedes ofrecer hospitalidad y amparo
a tantas vidas ateridas.

Enhorabuena, porque te estás volviendo Adviento.

 

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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El amor efectivo, test de la comprensión.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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superación-personalDomingo III de Adviento,

12 de diciembre de 2021

Lc 3, 10-18

Me parece evidente que todo se ventila en la comprensión. Porque cuando comprendemos de una manera profunda, experiencial o vivencial, se disipan las brumas de nuestra mente y salimos de la ignorancia. El hecho de “verorienta -etimológicamente: “lleva hacia la luz”- nuestras actitudes y nuestras acciones.

Sin embargo, todo lo humano es ambiguo y no es extraño que, aun de manera inconsciente -pensemos cómo funciona el mecanismo de la sombra-, se nos cuelen auto-engaños que vuelven a oscurecer nuestra mirada y a torcer nuestro comportamiento.

Frente a ello, hay siempre un test que nos permite verificar la calidad de la comprensión: el amor efectivo a los otros, la compasión de la que hablan todas las tradiciones sapienciales, recogida en la llamada “regla de oro”, que pide tratar a los otros como uno mismo desearía ser tratado por ellos.

Así como el hecho de haber vivido una experiencia de comprensión no libera necesariamente de inercias que vuelven a encerrarnos en la ignorancia de la mente absolutizada -desconociendo lo vivido-, tampoco inmuniza frente al egocentrismo en cualquiera de sus formas. De ahí que, para prevenir cualquier auto-engaño, resulte sumamente útil contrastar la verdad de lo que vivimos, verificando cómo son nuestras relaciones y cómo vivimos el amor hacia los demás.

En esa línea van las respuestas de Juan a las preguntas que le formulan diferentes grupos de gente: trata al otro con compasión y déjate conducir en todo por el amor. La comprensión profunda o espiritual nos ofrece el motivo más profundo: la certeza de que somos no separados y que, por tanto, todo otro es no-otro de mí.

¿Me pregunto con frecuencia cómo vivo el amor y la compasión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No siempre se puede estar alegre, pero sí sereno

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:He22AC1B7B-1B3E-4129-A1B3-40290114B05C

1.- Vivid serenamente la vida.

    En la liturgia anterior al concilio Vaticano II a este tercer domingo de adviento se denominaba algo así como domingo de la alegría: Domingo gaudete; gaudium: gozo, alegría. Era como una pequeña tregua en el esfuerzo del camino del Adviento.

San Pablo, prisionero en Roma, escribe la carta a los filipenses agradecido por la ayuda recibida de los cristianos de Filipos.

    Desde el agradecimiento a los filipenses, San Pablo les anima a vivir con gozo, estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad siempre alegres, cuando menos con serenidad. (No siempre se puede estar contento, pero sí que podemos vivir serenos)

    Todos los seres humanos tratamos de vivir con gozo, con alegría. Ser cristiano es también una gozada, de gozo.

Karl Barth escribía:

Hay entre los cristianos demasiadas caras llenas de amargura. No tienes motivo alguno ni te hace ningún bien, poner esa cara. Eres obra de Dios. Él te creó como eres y te colmó de bienes. Tu tarea ahora, consiste sencillamente en ser tal y como fuiste creado y agraciado por Él y, al serlo, no dejes de cantar la alabanza a Dios, no dejes de vivir en la alegría que te han regalado, aun cuando sólo puedas hacerla visible de manera muy imperfecta. [1]

    Quizás por educación, por una tradición católica justiciera y condenatoria, nuestra existencia cristiana puede transcurrir embargada por el miedo y la angustia, más que por una cierta serenidad, paz, calma y alegría.

Para muchas personas, la Iglesia no ha sido, ni es fuente de paz y alegría, sino de inquietud, preocupación, cuando no de desasosiego y angustia. Solemos decir que en la Iglesia hay malestar, que en castellano significa “estar mal”. Basta mirar a nuestra propia diócesis.

El cristianismo, JesuCristo, es manantial de serenidad, de calma interior, “no perdáis la calma”.

    Algunos obispos actuales nos acusan a los que seguimos viviendo de la teología y del espíritu que recibimos en los años conciliares (Bernard Häring, K Rahner, E Schillebeeckx, YM Congar, etc) de vivir en un “buenismo” y nos acusan de pensar que Dios es bueno. ¡Ojalá se nos fuese la mano predicando la bondad de Dios!

Nos va a costar “Dios y ayuda” formatear la memoria histórica para eliminar aquel falso cristianismo tan represivo con condenatorio.

Muchas fuentes de agua viva, mucha bondad tendrá que correr todavía para borrar la condenación y miedos que nos metieron en el cuerpo en nuestros años infantiles, adolescentes, jóvenes…

No hay que simplificar las cosas, pero quizás aquella moral tan condenatoria es también causa de este tono no in-moral, sino a-moral en el que la sociedad actual ha entrado.

    Para nosotros resuena también en este adviento y en nuestra vida: vivid en paz, estad serenos, alegres.

2.- No siempre se puede estar contento, pero sí en paz.

    Hay muchas situaciones y momentos en los que no podemos estar contentos. A veces vivimos situaciones difíciles, crisis, enfermedades, muertes en las que no estamos contentos, no podemos estar alegres.

    Pero, aún esas situaciones las podemos vivir desde el Señor en sosiego, en entereza, con esperanza.

  • La decadencia de la vida y de las capacidades por la edad, la ancianidad se viven serenamente desde Dios y hacia Dios. Hacia Él caminamos como en tierra extranjera.
  • El ocaso de instituciones a las que pertenecemos encuentra sentido y salida desde Dios. Él es Señor de la historia y de la Iglesia.
  • No es lo mismo vivir una muerte con fe que sin ella. El grano de trigo tiene que morir para la vida.

Puede parecer chocante, pero hay situaciones en la vida en las que la calma y la alegría tienen un tono de nostalgia y tristeza. El mismo Jesús estuvo triste hasta la muerte, (Mc 14,33-44)

En esas situaciones la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones. (Filipenses). Se trata de una alegría y serenidad que nadie os la podrá arrebatar (Jn 16,22)

3.- ¿Qué tenemos que hacer?

    La gente le pregunta a Juan Bautista: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo hemos de comportarnos en la vida?

    Esta pregunta atraviesa la historia y también nos embarga a nosotros; ¿Qué tengo que hacer en la vida?

    Es la cuestión ética, la moral.

    Estamos muy habituados a centrarnos en la ley, hasta el punto de que la moral pasó casi a ser una cuestión de Derecho canónico: este día festivo es obligatorio ir a Misa; los viernes no se puede comer carne bajo pecado; en cuestión sexual todo es pecado mortal; el mundo de la anticoncepción se considera pecado

La moral cristiana, “lo que tengo que hacer” quedó en manos de la “ley”.

    La respuesta a esta cuestión moral en el cristianismo está en el ser humano, en el prójimo, en la solidaridad: el que tenga dos túnicas que dé una, el que tenga comida que la reparta, no seáis exigente, no hagáis extorsión a nadie. Jesús lo concretará en el amor y en el servicio, que es una forma de amar.

    Decía Karl Rahner que la Iglesia debiera mostrar como norma-mandamiento de moralidad el amor y cada cristiano sacaría después para su vida las consecuencias que creyera convenientes.

    Ama y haz lo que quieras. Haz lo que amas.

4.- El Señor está cerca.

    El adviento nos acerca a la Navidad: el Señor está cerca. Pero no se trata de que el Señor vaya a nacer de nuevo: ya nació, vivió, murió y resucitó hace dos mil años.

El Señor está cerca en nuestra existencia. La cercanía del Señor hemos de pensarla y vivirla en su presencia actual en nosotros mismos, en la familia, en la comunidad, en la sociedad…

El cristianismo es una “gran alegría” (Lc 2,10), que celebraremos la noche de Navidad: os anuncio una alegría, que lo es para todo el pueblo.

    Acojamos esta memoria de San Pablo:

Estad siempre alegres en el Señor;

os lo repito, estad alegres

[1] K. Barth, Instantes, ¡Gracias a Dios!, Santander, Ed Sal Terrae, 2005, 24. (Karl Barth (1886-1968) fue un gran teólogo reformado suizo-alemán.

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Camino de Tolerancia y radicalidad

Lunes, 27 de septiembre de 2021
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Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
esta naturaleza libre y exuberante
y los latidos de nuestro corazón herido.

Vamos a compartir
lo poco que vamos comprendiendo,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.

Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de los gritos y del silencio,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores de nuestro cuerpo.

Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos llega de arriba como escarcha,
la que nos surge de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por ser derramada.

Vamos a compartir
la tolerancia y la radicalidad
de tu evangelio y propuesta abierta,
olvidándonos de nuestros dogmas
para entrar en tu casa solariega.

Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y de las canciones,
de la danza y de la palabra sagrada;
la sabiduría de los años acumulada
y las yemas que nos quedan de la infancia.

Vamos a compartir
las enseñanzas del espacio fraterno,
el calor de un hogar fecundo,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.

Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas al origen
y las cabañas que nos protegen.

Nunca compartamos
últimas y definitivas palabras,
atisbos de superior sabiduría,
argumentos sin experiencia,
sentar cátedra o verdades absolutas.

Compartamos solo la penumbra de la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la ciencia, de la pobreza y de la gracia,
del gozo y la risa humana.

Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo
hijos, hermanos y amigos,
pueblo, familia e Iglesia,
lo que Tú soñaste para nosotros desde los orígenes,
compartiéndonos.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

***

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