12.12.21. Dom 3 Adviento, ciclo C .Juan Bautista, los deberes humanos para ejecutivos y soldados: Lc 3, 10-17.
Del blog de Xabier Pikaza:
Tercer Domingo de Adviento. Ciclo b. La liturgia vuelve a situarnos ante Juan Bautista, que ha puesto de relieve la moral de los deberes humanos, en un plano personal, económico y militar.
Éste es el mensaje social de los profetas que preparan el camino de Jesús, conforme a la visión de Lucas, evangelio de la justicia universal. Esto es lo que él pide a todos (en especial los poderosos).
| X.Pikaza
Lucas 3, 10-18
(a) 10 La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? 11 Y les contestaba: –El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo.
12 Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: –-Maestro, ¿qué tenemos que hacer?13 Él les respondió: –No exijáis nada fuera de lo fijado. 14 También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga.
(b) 15 El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. 16 entonces Juan les dijo: –Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para aventar su parva y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga. 18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena noticia.
Aquí dejamos de lado la segunda parte, de tipo apocalíptico, abierto al Evangelio de Jesús. En la primera parte del texto, Lucas presenta a Juan como portador de un mensaje universal de deberes humanos, que puede aplicarse y se aplica de igual modo a judíos y paganos.
Juan Bautista y los derechos humanos.
Lucas presenta a Juan Bautista como portador de un mensaje universal de justicia, un mensaje abierto a todos los pueblos, sin distinción. Esa justicia se expresa en forma de reconciliación y servicio mutuo y se expresa en los tres planos de la vida. Es aquí donde, a mi juicio, debería situarse el mensaje de la Iglesia cuando habla a la sociedad civil, sin necesidad de empezar apelando a Jesús.
Este menaje profético ha de aplicarse de un modo universal y se centra en las “tres cuestiones” básicas de la primera parte del texto (parte a).
Norma 1. En un plano personal: Mensaje para todos:
“El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo”. Los problemas de fondo son comida y vestido, la exigencia de la “moral profética” es el compartir: “El vestido” son las posesiones: quien “conserve” o tenga dos túnicas (o dos euros) mientras otro no tiene nada… va en contra de la moral profética (que aquí tomamos como “moral natural”)….Quien almacene comida mientras otro pasa hambre… no puede ni siquiera acercarse a Jesús.
Ésta es la única moral, éste es el único mensaje profético para todos los hombres, sean o no cristianos. Aquí no se trata de creer en Jesús, ni aceptar la iglesia, ni de defender dogmas o jerarquías y privilegios clericales… La verdad profética está en compartir la vida.
Una economía universal, compartir Comida y vestido, que no sean objeto de compra-venta, sino de comunicación humana. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.
Ésta es la base de la moral, el primer deber (y derecho) humano, no sólo para sacerdotes o gobernantes. Los objetos básicos de la vida (vestido, comida) ha de ponerse al servicio de todos, en línea de comunicación, no de compraventa. No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar dogmas o caminos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) o de un sistema estatal dirigido y controlado desde arriba, mientras sigue habiendo gente sin comida o vestido.
Norma 2. Mensaje para administradores (publicanos):
“No exijáis nada fuera de lo fijado”. Publicanos son los que dirigen la economía, cobrando los impuestos para los servicios públicos…
En sentido extenso, publicanos son todos los que “manejan” dinero público (desde las multinacionales hasta los empleados de hacienda). Juan Bautista supone que hay un orden económico, algo que está “establecido” (en griego: diatetagmenon). Hay una taxis, un tipo de “sistema” que regula las relaciones económicas, al servicio de todos… Pues bien, Juan Bautista les pide a los “gestores” de ese sistema que sólo “exijan” (que sólo cobren) lo regulado.
Eso significa que tiene que haber publicanos, personas que organizan el sistema económico… Pero ellas no pueden hacerse dueñas del sistema para servicio particular, sino para bien de todos. Y aquí se vuelve a la norma primera: la economía ha de estar al servicio del reparto de túnicas y de comida (es decir, de humanidad).
Esta es una economía para administradores económicos, llamados en aquel lenguaje publicanos. Juan le pide que no “exijan” No exijáis nada fuera de lo establecido” (diatetagmenon) (3, 12-13). Supone así que hay un orden (sistema) de economía, y de esa forma pide a los funcionarios que sólo exijan lo regulado, que no cobren más, ni utilicen su poder al servicio propio. Este Juan sabe que puede haber normas injustas, que deben cambiarse, pero debe mantenerse firme el principio anterior de compartir lo que se tiene; al servicio de ese principio anterior (compartir todo) ha de establecerse una “ley buena”.
En contra de lo que dirá el Apocalipsis, Juan piensa que en principio los gestores del dinero pueden cumplir un servicio (¡de manera que no los demoniza!), al servicio de la comunión (compartir vestido y comida, dar aquello que nos sobra a los necesitados…”). “Reyes y publicanos” no son dueños, sino administradores de un bien para todos. Este Juan aparece así como reformador, dentro del sistema, no para destruirlo, sino para ponerlo al servicio del bien común (para compartir túnica y comida, es decir, humanidad).
Norma 3.Mensaje para políticos y soldados.
Quizá lo más extraño de todo es que Juan Bautista admite la necesidad de unos “soldados” que, en su tiempo, pueden entenderse casi como “policía” al servicio del orden del imperio (admite, según eso, un tipo de “imperio”, con fuerza militar (según dice Rom 13, 1-7), una fuerza al servicio del orden y de la paz. No es antimilitarista, no es anarquista… Igual que admite un orden económico admite un orden social de fuerza… Pero pide a los soldados tres cosas.
(a) No uséis la violencia. Estamos ante la visión de unos soldados que no son portadores de violencia, sino ministros de la paz, es decir, de un orden social que no puede imponerse matando, sino protegiendo y ayudando. Éstos soldados tendrían que ser unos “pacifistas activos”, dispuestos, en el fondo, a dejarse matar para proteger a los débiles.
(2) No hagáis extorsión a nadie. El texto utiliza una palabra muy plástica “me sykophantêsete”, no ser “psicofantes”, no utilizar la propia ventaja para oprimir a los demás. Esto significa, en el fondo, no utilizar el poder para servicio propio, no acusar a los demás y oprimirles, buscando así la ventaja propia.
(3) Contentaos con vuestra paga. El poder de las armas se ha asociado desde antiguo al robo y al enriquecimiento. Juan pide a los soldados que no utilicen su poder para enriquecerse.
Este Juan admite la función de los soldados del Imperio, a quienes concibe como policías al servicio bien universal. Muchos judíos de entonces querían que se aboliera el imperio y no hubiera soldados, pues su función es intrínsecamente perversa (cf. Dan 2.7 y Ap 12-13). Pero Lucas admite a los soldados, y los presenta incluso como “pioneros” evangélicos (cf. Hch 10-11, conversión de Cornelio). No es antimilitarista, no es anarquista, ni celota guerrillero.
Este Juan de Lucas supone que los soldados no son (no han de ser) ser portadores de violencia (no emplean la espada), sino ministros de un orden social que no puede imponerse matando, sino protegiendo a los demás, como pacifistas activos, arriesgándose al servicio de los débiles, para defenderles.
En esa línea, el Bautista utiliza la palabra plástica que ya he citado:“me sykophantêsete”, no seáis psicofantes, no utilicéis vuestro poder para imponeros a los otros. En contra de los que utilizan las armas para matar y enriquecerse, Juan pide a los soldados que las pongan al servicio de los indefensos. Lo mismo puede y debe decirse de los funcionarios (publicanos y empleados de la administración): No han de buscar dinero, sino cumplir su función al servicio de todos, sabiendo que la norma fundamental es la ya establecida: Si tienes dos túnicas dale una a quien no tiene ninguna.
4. Conclusión y apéndice. Juan Bautista según F. Josefo y según Lucas.
Ésta es la moral natural de Juan Bautista… Éste es para Lucas el punto de partida para llegar al evangelio. Jesús es algo más (es gratuidad). Para llegar a Jesús hay que pasar por Juan Bautista.
De esa forma, el evangelio de Lucas se sitúa cerca del historiador Flavio Josefo que, por aquellos mismos años (hacia el 90 d. C.) presenta a Juan como a moralista, que pide la conversión interior para los hombres
Juan, de sobrenombre Bautista… era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse…, dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia.
Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión… Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Antigüedades, XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Akal, Madrid 2002).
Josefo ha querido presentarle como un moralista, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno, un predicador de la virtud, en la línea de Lucas 3, 10-14. Pero aún así hay una diferencia básica. Josefo parece destacar más el aspecto interior y personal del mensaje de Juan Bautista. Lucas en cambio pone de relieve el aspecto social. Juan Bautista aparece así como profeta y maestro de los deberes y derechos humanos, en una línea de “igualdad” (quien tiene dos túnicas regale una al que no tiene ninguna), regulada por los administradores económicos (publicanos) y militares (soldados).
El proyecto y mensaje de Jesús se sitúa en ese contexto de gran crisis de Israel que estaba descubriendo y proclamando Juan Bautista, pero, pasado un tiempo, dejó el Jordán y vino a Galilea para iniciar por sí mismo el gran cambio, pero no para implantar el orden tranquilo que Lc 3, 10-14 atribuye más tarde a Juan Bautista (un equilibrio de publicanos y soldados), sino para anunciar la gran transformación mesiánica y liberadora de los pobres, en la línea del canto de su madre (Magníficat).
En esa línea, él vendrá a ser el profeta universal de la justicia mesiánica, secular y campesina, enraizado en las tradiciones populares de liberación, desde la esperanza de los pobres. La tradición posterior intentará vincular su movimiento con la tradición letrada de escribas y rabinos (y eso puede contener un elemento positivo), pero él fue ante todo representante y testigo de la esperanza de su pueblo, desde los marginados sociales con los que había convivido. Ciertamente, aceptó algunos rasgos del mensaje de Juan, pero más que el juicio de Dios le interesará la vida de los pobres, la transformación de los campesinos, enfermos y excluidos, insistiendo así en el aspecto social del mensaje.
Fue profeta de vida, no de libro, promotor de libertad entre los pobres, de manera que más que la gloria de Israel (su pureza nacional) le importaba la suerte de los marginados, excluidos, hambrientos y oprimidos, como había proclamado su madre (Magníficat). No buscó el equilibrio ético de Juan (tal como lo interpreta Lc 3, 10-14), ni el compromiso imperial de Rom 13, 1-7, sino que quiso situarse ante la desmesura del Dios de los profetas en una línea de amor fuerte que culmina de algún modo en el Apocalipsis.
Comentarios recientes