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Archivo para Domingo, 12 de diciembre de 2021

Maestro, ¿qué hacemos nosotros?

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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El Sur,
el Sur,
¡no el Occidente, hermanos!

Somos pobres,
pero somos
mayoría
¡y el futuro!

Gracias a tu ayer,
habrá para ellos
un mañana,
hermano.

Mi hoy, entre los dos,
ha de ser responsable
como un arco de Historia
en el puente del Reino.

¿Qué le dice el Tercer Mundo
al Primer Mundo?
– ¡Si no fuerais lo que sois,
podríamos ser
los que somos!

¿Por qué lo que es de todos
no es de nadie,
si todos somos todos?

Dos son los problemas,
dos:
los demás
y yo.

Vuestros tiempos perdidos
son mi tiempo de canto.
Me anticipo a gritaros que ya es hora.
(Quizás roncos de angustia,
por causa de la noche,
los gallos, los poetas, despertamos el día).

*

EUCARISTÍA
Para Arturo Paoli

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

***

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:

-“¿Entonces, qué hacemos?

Él contestó:

-“El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

“Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

-“No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

“¿Qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

-“No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

– “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizara con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

*

Lucas 3, 10-18

***

La alegría es oración. La alegría es fuerza. Es como una red de amor que coge a las almas. Dios ama al que da con alegría. El que da con alegría, da más. No hay mejor manera de manifestar nuestra gratitud a Dios y a los hombres que aceptar todo con alegría. Un corazón ardiente de amor es necesariamente un corazón alegre. No dejéis nunca que la tristeza se apodere de vosotros hasta el punto de olvidar la alegría de Cristo resucitado. Continuad dando Jesús a los demás, no con palabras sino con el ejemplo, por el amor que os une a él, irradiando su santidad y difundiendo su amor profundo, id por todas partes. Que vuestra fuerza no sea otra que la alegría de Jesús. Vivid felices y en paz. Aceptad todo lo que él da y dad todo lo que él toma con una gran sonrisa.

*

Madre Teresa de Calcuta.

***

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“¿Nos atreveremos a compartir?”. 3 Adviento – C (Lucas 3,10-18)

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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White Male Dressed as Jesus in Jewish Attire. Others as John the Baptist/ Prophet with burlap clothes and wood staff near river.

Los medios de comunicación nos informan cada vez con más rapidez de lo que acontece en el mundo. Conocemos cada vez mejor las injusticias, miserias y abusos que se cometen diariamente en todos los países.

Esta información crea fácilmente en nosotros un cierto sentimiento de solidaridad con tantos hombres y mujeres, víctimas de un mundo egoísta e injusto. Incluso puede despertar un sentimiento de vaga culpabilidad. Pero, al mismo tiempo, acrecienta nuestra sensación de impotencia.

Nuestras posibilidades de actuación son muy exiguas. Todos conocemos más miseria e injusticia que la que podemos remediar con nuestras fuerzas. Por eso es difícil evitar una pregunta en el fondo de nuestra conciencia ante una sociedad tan deshumanizada: «¿Qué podemos hacer?».

Juan Bautista nos ofrece una respuesta terrible en medio de su simplicidad. Una respuesta decisiva, que nos pone a cada uno frente a nuestra propia verdad. «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo».

No es fácil escuchar estas palabras sin sentir cierto malestar. Se necesita valor para acogerlas. Se necesita tiempo para dejarnos interpelar. Son palabras que hacen sufrir. Aquí termina nuestra falsa «buena voluntad». Aquí se revela la verdad de nuestra solidaridad. Aquí se diluye nuestro sentimentalismo religioso. ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir lo que tenemos con los que lo necesitan.

Muchas de nuestras discusiones sociales y políticas, muchas de nuestras protestas y gritos, que con frecuencia nos dispensan de una actuación más responsable, quedan reducidas de pronto a una pregunta muy sencilla. ¿Nos atreveremos a compartir lo nuestro con los necesitados?

De manera ingenua creemos casi siempre que nuestra sociedad será más justa y humana cuando cambien los demás, y cuando se transformen las estructuras sociales y políticas que nos impiden ser más humanos.

Y, sin embargo, las sencillas palabras del Bautista nos obligan a pensar que la raíz de las injusticias está también en nosotros. Las estructuras reflejan demasiado bien el espíritu que nos anima a casi todos. Reproducen con fidelidad la ambición, el egoísmo y la sed de poseer que hay en cada uno de nosotros.

José Antonio Pagola

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“¿Qué hacemos nosotros?”. Domingo 12 de diciembre de 2021. 3º de Adviento

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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03-advientoC3De Koinonia:

Sofonías 3, 14-18a: El Señor se alegra con júbilo en ti.
Interleccional: Isaías 12, 2-3. 4bcd, 5-6: Gritad jubilosos:Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”
Filipenses 4, 4-7: El Señor está cerca.
Lucas 3, 10-18: ¿Qué hacemos nosotros?

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria. Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.

Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco. Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.

Israel rebosa gozo porque el Señor ha cancelado todas sus deudas o el castigo de sus pecados (la cautividad). El Señor establece su trono en Sión. Con Rey tan poderoso y Padre tan misericordioso nada tiene que temer nunca más (v.14-15). Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”. Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti” (v.16-17).

Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.

El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?” (v.10), es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc. (vv. 10-11).

No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros. En realidad, los pobres no preguntan, sino que están en “expectación”. El “¿qué debemos hacer?” lo deberían preguntar quienes tienen el dinero, la cultura, el poder… porque la exigencia básica, según la Biblia, es compartir.

La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Convertirse es actuar de manera evangélica. El evangelio nos invita a una “conversión al futuro” que se despliega en el Reino. No es mirar y volverse atrás. El futuro (que es Dios y su reinado) es la meta de la llamada a la conversión.

La tentación para no convertirse es quedarse en una búsqueda permanente o contentarse con preguntar sin escuchar respuestas verdaderas. Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas) y “quemar la paja” (echar por la borda lo inservible o lo que nos inmoviliza); acoger la Buena Nueva de la venida del Señor requiere esa conversión. Con nuestros gestos discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja de la llegada del Señor. Este día Dios discernirá entre el trigo y la paja que haya en nuestra conducta.

Este domingo se denominó tradicionalmente domingo “gaudete”, o de alegría. Por dos veces nos dice Pablo que estemos alegres, alegres por la venida del Señor, por la celebración próxima de la Navidad, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor.

En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). Toda petición a Dios debe estar apoyada en la acción de gracias (v. 6). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.

¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que muchos nos podemos formular hoy. La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón, dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, no temer al cambio y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, que sea verdadera expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae, y así poder exclamar con alegría: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor! Leer más…

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12.12.21. Dom 3 Adviento, ciclo C .Juan Bautista, los deberes humanos para ejecutivos y soldados: Lc 3, 10-17.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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EEAE8CE5-B381-4C5C-8EC6-A00F01B05BD8Del blog de Xabier Pikaza:

Tercer Domingo de Adviento. Ciclo b. La liturgia vuelve a situarnos ante Juan Bautista, que ha puesto de relieve  la moral de los deberes humanos, en un plano personal, económico y militar.

Éste es el mensaje social de los profetas que preparan el camino de Jesús, conforme a la visión de Lucas, evangelio de la justicia universal. Esto es lo que él pide a todos (en especial los poderosos).

Lucas 3, 10-18

(a) 10 La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? 11 Y les contestaba: –El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo.

12 Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: –-Maestro, ¿qué tenemos que hacer?13 Él les respondió: –No exijáis nada fuera de lo fijado. 14 También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga.

(b) 15 El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. 16 entonces Juan les dijo: –Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para aventar su parva y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga. 18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena noticia.

Aquí dejamos de lado la segunda parte, de tipo apocalíptico, abierto al Evangelio de Jesús. En la primera parte del texto, Lucas presenta a Juan como portador de un mensaje universal de deberes humanos, que puede aplicarse y se aplica de igual modo a judíos y paganos.

Juan Bautista y los derechos humanos.

Lucas presenta a Juan Bautista como portador de un mensaje universal de justicia, un mensaje abierto a todos los pueblos, sin distinción. Esa justicia se expresa en forma de reconciliación y servicio mutuo y se expresa en los tres planos de la vida. Es aquí donde, a mi juicio, debería situarse el mensaje de la Iglesia cuando habla a la sociedad civil, sin necesidad de empezar apelando a Jesús.

Este menaje profético ha de aplicarse de un modo universal y se centra en las “tres cuestiones” básicas de la primera parte del texto (parte a).

Norma 1. En un plano personal: Mensaje para todos:

“El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo”. Los problemas de fondo son comida y vestido, la exigencia de la “moral profética” es el compartir: “El vestido” son las posesiones: quien “conserve” o tenga dos túnicas (o dos euros) mientras otro no tiene nada… va en contra de la moral profética (que aquí tomamos como “moral natural”)….Quien almacene comida mientras otro pasa hambre… no puede ni siquiera acercarse a Jesús.

Ésta es la única moral, éste es el único mensaje profético para todos los hombres, sean o no cristianos. Aquí no se trata de creer en Jesús, ni aceptar la iglesia, ni de defender dogmas o jerarquías y privilegios clericales… La verdad profética está en compartir la vida.

Una economía universal, compartir Comida y vestido, que no sean objeto de compra-venta, sino de comunicación humana. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.

Ésta es la base de la moral, el primer deber (y derecho) humano, no sólo para sacerdotes o gobernantes. Los objetos básicos de la vida (vestido, comida) ha de ponerse al servicio de todos, en línea de comunicación, no de compraventa. No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar dogmas o caminos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) o de un sistema estatal dirigido y controlado desde arriba, mientras sigue habiendo gente sin comida o vestido.

Norma 2. Mensaje para administradores (publicanos):

“No exijáis nada fuera de lo fijado”. Publicanos son los que dirigen la economía, cobrando los impuestos para los servicios públicos…

En sentido extenso, publicanos son todos los que “manejan” dinero público (desde las multinacionales hasta los empleados de hacienda). Juan Bautista supone que hay un orden económico, algo que está “establecido” (en griego: diatetagmenon). Hay una taxis, un tipo de “sistema” que regula las relaciones económicas, al servicio de todos… Pues bien, Juan Bautista les pide a los “gestores” de ese sistema que sólo “exijan” (que sólo cobren) lo regulado. Leer más…

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Una buena noticia bastante extraña. Domingo 3º Adviento. Ciclo C.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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san juan bautista el grecoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“El que tenga dos túnicas, que las reparta con quien no tiene”

Los textos del domingo pasado dejaban claro el tono alegre del Adviento. Y los de este domingo lo acentúan todavía más. “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén”, comienza la 1ª lectura. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos, habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría.

            Las lecturas ofrecen materia abundante (¡demasiada!). Quien vaya a comentarlas debe seleccionar lo más importante para su auditorio.

 Alegría de Jerusalén y alegría de Dios (Sofonías 3,14-18)

 Este breve texto, probablemente del siglo V a.C., aborda dos problemas políticos, con un final religioso. Jerusalén ha sufrido la deportación a Babilonia, el rey y la dinastía de David han desaparecido, los persas son los nuevos dominadores. No tiene libertad ni rey. El profeta anuncia un cambio total: el Señor expulsa a los enemigos y será el rey de Israel. Lo más sorprendente es el motivo de este gran cambio: el amor de Dios. Cuando se recuerda que los profetas consideran la historia del pueblo una historia de pecado, asombra que Dios pueda gozarse y complacerse en él. Las palabras finales se adaptan perfectamente al espíritu del Adviento. La Iglesia, tantas veces pecadora, sigue gozando del amor de Dios. Lo mismo puede decirse de cada uno de nosotros.

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».

Alegría, mesura y oración (Filipenses 4,4-7)

 Pablo escribe a su comunidad más querida. En la parte final de la carta, tres cosas le aconseja: alegría, mesura y oración.

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Alegría, confiando en la pronta vuelta del Señor. Al principio de su actividad misionera, Pablo estaba convencido de que Cristo volvería pronto. Lo mismo esperaban la mayoría de los cristianos a mediados del siglo I. Aunque esto no se realizó, las palabras “El Señor está cerca” son verdad: no en sentido temporal, sino como realidad profunda en la Iglesia y en cada uno de nosotros.

Mesura. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la mesura como una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.

Oración. En pocas palabras, Pablo traza un gran programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración que es súplica pero también acción de gracias; una oración que no se avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.

Una «buena noticia» bastante extraña (Lucas 3,10-18)

             El domingo pasado, el texto del evangelio presentaba a Juan Bautista: momento de su intervención como profeta, actividad (bautismo para el perdón de los pecados) y cumplimiento de lo anunciado por Isaías.

            A continuación ofrece Lucas un resumen de su mensaje, dividido en tres partes:

            1) exhortación a la penitencia y a dar buenos frutos; de lo contrario, el hacha ya está preparada para cortar el árbol y tirarlo al fuego;

            2) lo anterior provoca en la gente el deseo de saber qué debe hacer; Juan responde con unos consejos prácticos;

            3) anuncio de la venida de un personaje más importante con un bautismo superior al suyo.

            La liturgia ha omitido la primera parte, pero conviene tenerla en cuenta para comprender los consejos que siguen.

Consejos prácticos (10-14)

En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:

− ¿Entonces qué hacemos?

Él contestó:

− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?

;Él les contestó:

− No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

− ¿Qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.

En la primera parte de su discurso Juan Bautista ha exigido la conversión, producir frutos buenos. ¿En qué consisten? Lucas responde poniendo unas preguntas en boca de la multitud, de los recaudadores de impuestos (los publicanos) y de los soldados. La presencia de recaudadores no extraña, teniendo en cuenta que también se interesarán por la predicación de Jesús. Más extraña resulta la mención de los soldados (strateuo,menoi) ya que este colectivo no se vuelve a mencionar en el NT; debe tratarse de judíos al servicio de Herodes Antipas.

La respuesta más exigente es la primera, dirigida a todos: compartir el vestido y la comida. Recuerda lo que pide Dios en el libro de Isaías: «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne» (Is 58,7).

La respuesta a los recaudadores se queda en lo negativo: «No exijáis más de lo ordenado». La actividad de los publicanos abarcaba muchos aspectos de la vida diaria: derechos de importación y exportación, portazgos, peaje, impuestos urbanos, etc. «Y si el pacífico residente, el labrador, el comerciante o el fabricante se veía constantemente expuesto a sus exacciones, el viajero, el caravanero o el buhonero se encontraban con su vejatoria presencia en cada puente, por la carretera y a la entrada de las ciudades. Se tenía que descargar cada bulto, y todo su contenido era abierto y registrado; hasta las cartas eran abiertas; y debe haberse precisado de algo más que de la paciencia oriental para soportar la insolencia de los recaudadores y para someterse a sus ‘falsas acusaciones’ al fijar arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o el valor de las mercancías (A. Edersheim, Usos y costumbres de los judíos, Clie, Terrasa 2003, 76-78).

La respuesta a los soldados une lo negativo: «no maltratéis ni extorsionéis a nadie» y lo positivo: «contentaos con vuestra paga».

«Tanto para los soldados como para los publicanos, Lucas se interesa por una ética de la justa adquisición de bienes y del buen uso del dinero» (Bovon, El evangelio según san Lucas I, 252). Algo que puede llamar la atención a quienes piensen que la mejor forma de prepararse a celebrar la venida del Señor es centrarse en actos de piedad.

Anuncio (15-17)

 El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

La denuncia inicial y los consejos prácticos no crean malestar en la gente, animan a preguntarse por la identidad de Juan. Este responde hablando de un personaje con más autoridad (no le da el título de Mesías), que llevará a cabo una misión doble: positiva (bautismo) y ambigua (bieldo).

Dos temas indica Juan a propósito del personaje futuro: la mayor importancia de su persona y el mayor valor de su bautismo. La mayor importancia de la persona la expresa aludiendo a su fuerza, porque del Mesías se espera que la tenga para derrocar a los enemigos, y a la indignidad de Juan respecto a él, ya que no puede cumplir ni siquiera el servicio de un esclavo.

La mayor importancia del bautismo queda clara por la diferencia entre el agua, en uno, y el Espíritu Santo y el fuego, en el otro. Bautizar significar «lavar», «purificar». Y si se quiere mejorar la conducta del pueblo, nada mejor que el Espíritu de Dios: «Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis mis mandamientos» (Ez 36,27). Además, el fuego purifica más que el agua.

Basándose en el Salmo 2, algunos textos concebían al Mesías con un cetro en la mano para triturar a los pueblos rebeldes y desmenuzarlos como cacharros de loza. Juan no lo presenta con un cetro, utiliza una imagen más campesina: lleva un bieldo, con el que separará el trigo de la paja, para quemar ésta en una hoguera inextinguible.

Al comienzo de su intervención, Juan hizo referencia al hacha dispuesta a talar los árboles in­útiles; al final, al bieldo que echa la paja en la hoguera. Dos imágenes potentes para animar a la conversión.

Sumario (18)

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

Este versículo resume la actividad de Juan fijándose en su predicación y sin mencionar el bautismo. Las palabras de Juan pueden parecer muy duras, pero constituyen una buena noticia para quien está dispuesto a convertirse.

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12 de Diciembre de 2021. Tercer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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«¿Qué hacemos nosotros?»

(Lc 3, 10-18)

El tercer domingo de adviento siempre nos repite lo mismo, como Pablo en la carta a los Filipenses: ¡Alegraos!

La primera lectura de la Eucaristía nos regala una de las imágenes más bellas de Dios. El profeta Sofonías nos muestra a un Dios radiante de alegría, en algunas traducciones dice que saltando y danzando en medio de su pueblo como en los días de fiesta.

Y un Dios así de contento ¿qué nos dice? ¡Que nos alegremos! Algo así como: «vosotros, cada uno de vosotros, sois mi alegría y yo puedo ser la vuestra, ¡Alegraos conmigo!»

Por eso la invitación del adviento es la alegría. Dios ha decidido venir a habitar en medio de nosotros, porque es aquí, entre nosotras, siendo uno de los nuestros como quiere danzar y saltar de alegría.

Sin embargo, a simple vista, el evangelio que nos presenta la Iglesia en este domingo no parece que hable de alegría… Nos encontramos de nuevo con Juan Bautista. A él acuden distintos tipos de gentes y todos con la misma pregunta: «¿qué hacemos?» Y Juan tiene una respuesta para cada uno.

Con otras palabras les va invitando a compartir, a obrar con justicia, a no abusar de la autoridad, ni dejarse llevar por la codicia. Todo esto, ¿para qué? Precisamente para poder ser felices, para poder vivir con alegría la Buena Noticia.

Juan Bautista anuncia la venida del Mesías, del ungido de Dios, de Dios mismo y a Dios se le encuentra en el compartir, en la justicia, en la sencillez. No con estas palabras pero Juan les está diciendo: ¡alegraos!, y para que puedan alegrarse de verdad les dice lo que tienen que hacer.

Muy bien, y nosotros, ¿qué hacemos? Es una buena pregunta. ¿Qué podemos hacer para vivir con alegría? ¿Te atreves a preguntarle a Dios qué debes hacer para ser feliz?

Oración

¡Alegraos! es la invitación, aceptarla y cómo aceptarla depende de cada uno.

¡Alegraos! tanto como Dios se alegra con nosotros.

¡Alegraos! para que la Buena Noticia sea creíble.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa 

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Mensaje: compasión, empatía, compartir.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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descargaDOMINGO 3º DE ADVIENTO (C)

Lc 3,10-18

La primera palabra de la liturgia de este domingo es una invitación a la alegría. Esa alegría, en el AT, está basada siempre en la salvación que va a llegar. Hoy estamos en condiciones de dar un paso más y descubrir que la salvación ha llegado ya porque Dios no tiene que venir de ninguna parte y con su presencia en cada uno de nosotros, nos ha comunicado lo que Él mismo es. No tenemos que estar contentos ‘porque Dios está cerca’, sino porque Dios está ya en nosotros.

La alegría es como el agua de una fuente, la vemos solo cuando aparece en la superficie, pero antes, ha recorrido un largo camino que nadie puede conocer, a través de las entrañas de la tierra. La alegría no es un objetivo a conseguir directamente sino la consecuencia de un estado de ánimo que se alcanza después de un proceso. Ese proceso empieza por la toma de conciencia de mi verdadero ser. Si descubro que Dios forma parte de mí, encontraré la absoluta felicidad.

¿Qué tenemos que hacer? Las respuestas manifiestan la igualdad y la diferencia entre el mensaje de Jesús y el de Juan. El Bautista creía que la salvación que esperaban de Dios iba a depender de su conducta. Esta era también la actitud de los fariseos. Jesús sabe que la salvación de Dios es gratuita e incondicional. Es curioso que los seguidores de Jesús, todos judíos, se encontraran más a gusto con la predicación de Juan que con la suya. Esto queda muy claro en los evangelios.

Por esa misma razón los primeros cristianos, que seguían siendo judíos, cayeron en seguida en una visión del evangelio moralizante. Jesús no predicó ninguna norma moral. Es más, se atrevió a relativizar la Ley de una manera insólita. El hecho de que permanezcan en el evangelio la frase como “las prostitutas os llevan la delantera en el Reino”, indica claramente que para Jesús había algo más importante que el cumplimiento de la Ley. S. Agustín en una de sus genialidades lo expresó con rotundidad: “ama y haz lo que quieras”. No hay un resumen mejor del evangelio.

Todas las respuestas que da Juan van encaminadas a mejorar las relaciones con los demás. Se percibe una preocupación por hacer más humanas esas relaciones, superando todo egoísmo. Está claro que el objetivo no es escapar a la ira de Dios sino imitarle en la actitud de entrega a los demás. El evangelio nos dice, una y otra vez, que la aceptación por parte de Dios es el punto de partida, no la meta. Seguir esperando la salvación de Dios es la mejor prueba de que no la hemos descubierto dentro. La pena es que seguimos esperando que venga a nosotros lo que ya tenemos.

El pueblo estaba en expectación. Una manera de indicar la ansiedad de que alguien les saque de su situación angustiosa. Todos esperaban al Mesías y la pregunta que se hacen tiene pleno sentido. ¿No será Juan el Mesías? Muchos así lo creyeron, no solo cuando predicaba, sino también mucho después de su muerte. La necesidad que tiene de explicar que él no es el Mesías no es más que el reflejo de la preocupación de los evangelistas por poner al Bautista en su sitio; es decir, detrás de Jesús. Para ellos no hay discusión. Jesús es el Mesías. Juan es solo el precursor.

La presencia de Dios en mí no depende de mis acciones u omisiones. Es anterior a mi propia existencia y ni siquiera depende de Él, pues no puede no darse. No tener esto claro nos hunde en la angustia y terminamos creyendo que solo puede ser feliz el perfecto, porque solo él tiene asegurado el amor de Dios. Con esta actitud estamos haciendo un dios a nuestra imagen y semejanza; estamos proyectando sobre Dios nuestra manera de proceder y nos alejamos del evangelio que nos dice lo contrario.

Pero ¡ojo! Dios no forma parte de mi ser para ponerse al servicio de mi contingencia, sino para arrastrar todo lo que soy a la trascendencia. La vida espiritual no puede consistir en poner el poder de Dios a favor de nuestro falso ser, sino en dejarnos invadir por el ser de Dios y que él nos arrastre a lo absoluto. La dinámica de nuestra religiosidad es absurda. Estamos dispuestos a hacer “sacrificios” y “renuncias” que un falso dios nos exige, con tal de que después cumpla él los deseos de nuestro falso yo.

No hemos aceptado la encarnación ni en Jesús ni en nosotros. No nos interesa para nada el “Emmanuel” (Dios-con-nosotros), sino que Jesús sea Dios y que él, con su poder, potencie nuestro ego. Lo que nos dice la encarnación es que no hay nada que cambiar, Dios está ya en mí y esa realidad es lo más grande que podría esperar. Ésta tendría que ser la causa de nuestra alegría. Lo tengo ya todo. No tengo que alcanzar nada. No tengo que cambiar nada de mi verdadero ser. Tengo que descubrirlo y vivirlo. Mi falso ser se iría desvaneciendo y mi manera de actuar cambiaría.

La salvación no está en satisfacer los deseos de nuestro falso ser. Satisfacer las exigencias de los sentidos, los apetitos, las pasiones, nos proporcionará placer, pero eso nada tiene que ver con la felicidad. En cuanto deje de dar al cuerpo lo que me pide, responderá con dolor y nos hundirá en la miseria. Hacemos lo imposible para que Dios tenga que darnos la salvación que esperamos. Incluso hemos puesto precio a esa salvación: si haces esto, y dejas de hacer lo otro, tienes asegurada la salvación.

El conocimiento del que hablamos no es discursivo, sino vivencial. Es la mayor dificultad que encontramos en nuestro camino hacia la plenitud. Nuestra estructura mental cartesiana nos impide valorar otro modo de conocer. Estamos aprisionados en la racionalidad que se ha alzado con el santo y la limosna, y nos impide llegar al verdadero conocimiento de nosotros mismos. Permanecemos engañados, creyendo que somos lo que no somos, pidiendo a Dios que potencie ese falso ser.

La alegría de la que habla la liturgia de hoy no tiene nada que ver con la ausencia de problemas o con el placer que me puede dar la satisfacción de los sentidos. La alegría no es lo contrario al dolor o a nuestras limitaciones que tanto nos molestan. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro. Si fundamento mi alegría en que todo me salga a pedir de boca, estoy entrando en un callejón sin salida. Mi parte caduca y contingente termina fallando siempre. Si me apoyo en esa parte de mi ser, fracasaré.

La respuesta que debo dar a la pregunta: ¿qué debemos hacer?, es simple: Compartir. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Tengo que adivinarlo yo. Ni siquiera la respuesta de Juan nos puede tranquilizar, pues la realización de las obras puede ser programación. No se trata de hacer o dejar de hacer sino de fortalecer una actitud que me lleve en cada momento a responder a la necesidad concreta del otro.

Meditación

No preguntes a nadie lo que tienes que hacer.
Descubre tu verdadero ser y encontrarás sus exigencias.
Tu meta tiene que ser desplegar lo que ya eres.
Solo podrás desplegar tu verdadero ser
si tus relaciones con los demás son cada día más humanas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Es tiempo de preparar.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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atributos-de-la-personalidadLc 3, 10-18

«… pero la paja la quemará con fuego que no se apaga»

Si nos basamos en los evangelios, resulta evidente la influencia de Juan en la decisión de Jesús de lanzarse a los caminos a predicar la Buena Noticia. El esquema de los sinópticos es idéntico: visita al Bautista, bautismo y teofanía, tentaciones en el desierto y vida pública. El evangelio de Juan, fiel a su estilo, omite el bautismo y las tentaciones, aunque también sitúa al Bautista al comienzo de todo.

Pero es de notar la diferencia radical del discurso del uno y el otro, hasta tal punto, que el Dios de Juan —un Dios implacable y justiciero que castiga nuestros pecados— tiene muy poco que ver con el de Jesús —la Madre que lucha junto a nosotros contra el pecado—. Por supuesto, Dios es siempre el mismo; lo que cambia es la percepción que cada uno de nosotros tenemos de Él. Además, gracias a la permanente acción del Espíritu vamos depurando La Palabra, entendiéndola cada vez mejor.

Podríamos considerar la Biblia como la crónica del descubrimiento paulatino de Dios por parte del pueblo de Israel. En sus libros más antiguos se presenta a un Dios sectario, tribal, siempre dispuesto a castigar despiadadamente la deslealtad de su pueblo o aniquilar a sus enemigos. Un Dios que no duda en destruir Sodoma con fuego por causa de sus pecados, aniquilar la raza humana —con la excepción de ocho justos— en el diluvio universal, o matar a todos los primogénitos de Egipto de forma brutal (por supuesto, estos pasajes solo son entendibles desde el arcaísmo religioso de sus autores). Por el contrario, algunos de sus últimos textos hablan de un Dios «Lento a la cólera y rico en perdón»; un gran avance, pero todavía insuficiente.

En este proceso, la llegada de Jesús representa un cambio sustancial y supone la mejor noticia que los seres humanos podríamos recibir: Dios no es el que nos manda calamidades por nuestros pecados, el que distingue entre personas predilectas y rechazadas por Él, el que nos juzga y nos quema «con fuego que no se apaga»… Dios es nuestra madre, nuestro médico, nuestro aliado contra el mal.

Los cristianos creemos que a Dios lo vemos en Jesús cuando quita el pecado del mundo, cuando no rechaza a los pecadores, cuando se acerca a los leprosos y cura a los ciegos y a los paralíticos, cuando no quiere honores de Rey, cuando se hace servidor de todos, cuando lava los pies, cuando nos invita a no pasar de largo al toparnos con la necesidad, cuando acoge siempre y sin condiciones, cuando se juega la vida —y la pierde— por salvar la de una adúltera, cuando perdona a sus verdugos que le están crucificando… Como decía Ruiz de Galarreta «Tenemos foto de Dios»…  y es estupendo.

Por supuesto, esto hay que celebrarlo por todo lo alto, y las celebraciones importantes hay que prepararlas bien para que adquieran todo su sentido.

Es tiempo de preparar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Sofonías. Versión 2.0.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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3-avent-c-1lecbisEl profeta Sofonías no tenía ni idea de que, con el tiempo, los espacios iban a comprarse y él pensaba que había que conquistarlos con esfuerzo. Se habría asombrado al enterarse de que, al escribir comprar espacio en internet, podría adquirir, desde más almacenamiento en la nube, hasta un trastero de alquiler para guardar sus cachivaches. Tampoco podía imaginarse que una ansiedad angustiada se apoderaría en 2021 de los corazones de millones de habitantes del mundo a causa del retraso de los microchips y el bloqueo de los transportes.

A él lo que le parecía dramático era que unos okupas indeseables (parecidísimos a los poderes depredadores de hoy…) se hubieran apoderado del espacio sagrado de Sión oprimiendo y expulsando a los pequeños y humildes, la niña de los ojos de Dios. Le tocó asistir a un cambio repentino de situación y eso le alegró tanto que se puso a felicitar a la ciudad devastada – “regocíjate, alégrate, canta de gozo…”: había llegado un líder victorioso, huían los enemigos y Sión acogía con júbilo en su centro a Aquel que venía a ella como un amante apasionado. No pretendía ejercer sobre ella ninguna forma de dominio: buscaba estar junto a su amada, recuperar su intimidad, reencontrar su amor, hacerse inseparable de ella. Y al conseguirlo, estalla de alegría y la invita a danzar juntos. “Se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» (Sof 3,14-18)

Ahí está todo el secreto del Adviento, más allá de coronas de muérdago, velitas de colores y casullas moradas. Sión es el nombre que cada uno de nosotros lleva tatuado en lo más profundo y escuchamos el pregón:

Felicidades, Sión, ¡qué suerte la tuya!
se han soltado las ataduras que te tenían amarrada,
se ha silenciado el ruido que ocupaba tu interior,
has liberado espacio en tu corazón,
está llegando Aquel a quien perteneces.

Alégrate, ensancha tu capacidad,
ábrete a su presencia desde ese vacío silencioso que le hace sitio.
Dichosa tú, porque en tu seno acogedor y cálido
puedes ofrecer hospitalidad y amparo
a tantas vidas ateridas.

Enhorabuena, porque te estás volviendo Adviento.

 

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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El amor efectivo, test de la comprensión.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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superación-personalDomingo III de Adviento,

12 de diciembre de 2021

Lc 3, 10-18

Me parece evidente que todo se ventila en la comprensión. Porque cuando comprendemos de una manera profunda, experiencial o vivencial, se disipan las brumas de nuestra mente y salimos de la ignorancia. El hecho de “verorienta -etimológicamente: “lleva hacia la luz”- nuestras actitudes y nuestras acciones.

Sin embargo, todo lo humano es ambiguo y no es extraño que, aun de manera inconsciente -pensemos cómo funciona el mecanismo de la sombra-, se nos cuelen auto-engaños que vuelven a oscurecer nuestra mirada y a torcer nuestro comportamiento.

Frente a ello, hay siempre un test que nos permite verificar la calidad de la comprensión: el amor efectivo a los otros, la compasión de la que hablan todas las tradiciones sapienciales, recogida en la llamada “regla de oro”, que pide tratar a los otros como uno mismo desearía ser tratado por ellos.

Así como el hecho de haber vivido una experiencia de comprensión no libera necesariamente de inercias que vuelven a encerrarnos en la ignorancia de la mente absolutizada -desconociendo lo vivido-, tampoco inmuniza frente al egocentrismo en cualquiera de sus formas. De ahí que, para prevenir cualquier auto-engaño, resulte sumamente útil contrastar la verdad de lo que vivimos, verificando cómo son nuestras relaciones y cómo vivimos el amor hacia los demás.

En esa línea van las respuestas de Juan a las preguntas que le formulan diferentes grupos de gente: trata al otro con compasión y déjate conducir en todo por el amor. La comprensión profunda o espiritual nos ofrece el motivo más profundo: la certeza de que somos no separados y que, por tanto, todo otro es no-otro de mí.

¿Me pregunto con frecuencia cómo vivo el amor y la compasión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No siempre se puede estar alegre, pero sí sereno

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:He22AC1B7B-1B3E-4129-A1B3-40290114B05C

1.- Vivid serenamente la vida.

    En la liturgia anterior al concilio Vaticano II a este tercer domingo de adviento se denominaba algo así como domingo de la alegría: Domingo gaudete; gaudium: gozo, alegría. Era como una pequeña tregua en el esfuerzo del camino del Adviento.

San Pablo, prisionero en Roma, escribe la carta a los filipenses agradecido por la ayuda recibida de los cristianos de Filipos.

    Desde el agradecimiento a los filipenses, San Pablo les anima a vivir con gozo, estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad siempre alegres, cuando menos con serenidad. (No siempre se puede estar contento, pero sí que podemos vivir serenos)

    Todos los seres humanos tratamos de vivir con gozo, con alegría. Ser cristiano es también una gozada, de gozo.

Karl Barth escribía:

Hay entre los cristianos demasiadas caras llenas de amargura. No tienes motivo alguno ni te hace ningún bien, poner esa cara. Eres obra de Dios. Él te creó como eres y te colmó de bienes. Tu tarea ahora, consiste sencillamente en ser tal y como fuiste creado y agraciado por Él y, al serlo, no dejes de cantar la alabanza a Dios, no dejes de vivir en la alegría que te han regalado, aun cuando sólo puedas hacerla visible de manera muy imperfecta. [1]

    Quizás por educación, por una tradición católica justiciera y condenatoria, nuestra existencia cristiana puede transcurrir embargada por el miedo y la angustia, más que por una cierta serenidad, paz, calma y alegría.

Para muchas personas, la Iglesia no ha sido, ni es fuente de paz y alegría, sino de inquietud, preocupación, cuando no de desasosiego y angustia. Solemos decir que en la Iglesia hay malestar, que en castellano significa “estar mal”. Basta mirar a nuestra propia diócesis.

El cristianismo, JesuCristo, es manantial de serenidad, de calma interior, “no perdáis la calma”.

    Algunos obispos actuales nos acusan a los que seguimos viviendo de la teología y del espíritu que recibimos en los años conciliares (Bernard Häring, K Rahner, E Schillebeeckx, YM Congar, etc) de vivir en un “buenismo” y nos acusan de pensar que Dios es bueno. ¡Ojalá se nos fuese la mano predicando la bondad de Dios!

Nos va a costar “Dios y ayuda” formatear la memoria histórica para eliminar aquel falso cristianismo tan represivo con condenatorio.

Muchas fuentes de agua viva, mucha bondad tendrá que correr todavía para borrar la condenación y miedos que nos metieron en el cuerpo en nuestros años infantiles, adolescentes, jóvenes…

No hay que simplificar las cosas, pero quizás aquella moral tan condenatoria es también causa de este tono no in-moral, sino a-moral en el que la sociedad actual ha entrado.

    Para nosotros resuena también en este adviento y en nuestra vida: vivid en paz, estad serenos, alegres.

2.- No siempre se puede estar contento, pero sí en paz.

    Hay muchas situaciones y momentos en los que no podemos estar contentos. A veces vivimos situaciones difíciles, crisis, enfermedades, muertes en las que no estamos contentos, no podemos estar alegres.

    Pero, aún esas situaciones las podemos vivir desde el Señor en sosiego, en entereza, con esperanza.

  • La decadencia de la vida y de las capacidades por la edad, la ancianidad se viven serenamente desde Dios y hacia Dios. Hacia Él caminamos como en tierra extranjera.
  • El ocaso de instituciones a las que pertenecemos encuentra sentido y salida desde Dios. Él es Señor de la historia y de la Iglesia.
  • No es lo mismo vivir una muerte con fe que sin ella. El grano de trigo tiene que morir para la vida.

Puede parecer chocante, pero hay situaciones en la vida en las que la calma y la alegría tienen un tono de nostalgia y tristeza. El mismo Jesús estuvo triste hasta la muerte, (Mc 14,33-44)

En esas situaciones la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones. (Filipenses). Se trata de una alegría y serenidad que nadie os la podrá arrebatar (Jn 16,22)

3.- ¿Qué tenemos que hacer?

    La gente le pregunta a Juan Bautista: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo hemos de comportarnos en la vida?

    Esta pregunta atraviesa la historia y también nos embarga a nosotros; ¿Qué tengo que hacer en la vida?

    Es la cuestión ética, la moral.

    Estamos muy habituados a centrarnos en la ley, hasta el punto de que la moral pasó casi a ser una cuestión de Derecho canónico: este día festivo es obligatorio ir a Misa; los viernes no se puede comer carne bajo pecado; en cuestión sexual todo es pecado mortal; el mundo de la anticoncepción se considera pecado

La moral cristiana, “lo que tengo que hacer” quedó en manos de la “ley”.

    La respuesta a esta cuestión moral en el cristianismo está en el ser humano, en el prójimo, en la solidaridad: el que tenga dos túnicas que dé una, el que tenga comida que la reparta, no seáis exigente, no hagáis extorsión a nadie. Jesús lo concretará en el amor y en el servicio, que es una forma de amar.

    Decía Karl Rahner que la Iglesia debiera mostrar como norma-mandamiento de moralidad el amor y cada cristiano sacaría después para su vida las consecuencias que creyera convenientes.

    Ama y haz lo que quieras. Haz lo que amas.

4.- El Señor está cerca.

    El adviento nos acerca a la Navidad: el Señor está cerca. Pero no se trata de que el Señor vaya a nacer de nuevo: ya nació, vivió, murió y resucitó hace dos mil años.

El Señor está cerca en nuestra existencia. La cercanía del Señor hemos de pensarla y vivirla en su presencia actual en nosotros mismos, en la familia, en la comunidad, en la sociedad…

El cristianismo es una “gran alegría” (Lc 2,10), que celebraremos la noche de Navidad: os anuncio una alegría, que lo es para todo el pueblo.

    Acojamos esta memoria de San Pablo:

Estad siempre alegres en el Señor;

os lo repito, estad alegres

[1] K. Barth, Instantes, ¡Gracias a Dios!, Santander, Ed Sal Terrae, 2005, 24. (Karl Barth (1886-1968) fue un gran teólogo reformado suizo-alemán.

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