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“Yo soy yo a través de ti”: Ubuntu, una salida a nuestra barbarie

Lunes, 7 de febrero de 2022
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Ubuntu_2416568337_15890028_660x371“Creemos que la construcción del Arca de Noé ha empezado”

La pandemia ha mostrado una abismal desigualdad mundial y una cruel falta de solidaridad hacia las personas que no pueden mantener la distancia social ni dejar de trabajar

En este contexto ultrajante dos alternativas pueden salvarnos: la solidaridad y el internacionalismo. En esa perspectiva consideramos inspiradora una categoría fundamental, venida de África. Esta se expresa por la palabra Ubuntu, que significa: yo solo soy yo a través de ti

Fue relatada por un viajante europeo y blanco que se extasió con el hecho de que siendo más pobres que la mayoría, los africanos eran menos desiguales. Quiso saber el por qué e ideó un test

La pandemia ha mostrado una abismal desigualdad mundial y una cruel falta de solidaridad hacia las personas que no pueden mantener la distancia social ni dejar de trabajar porque entonces no tienen qué comer. Para ser concretos: no hemos abandonado aún el mundo de la barbarie: si ya la habíamos dejado, hemos vuelto ella. Nuestro mundo no se puede llamar civilizado cuando un ser humano no reconoce y acoge a otro ser humano, independientemente del dinero que lleva en el bolsillo o tiene depositado en el banco, o de su visión de mundo y su pertenencia religiosa.

La civilizaciónsurge cuando los seres humanos se entienden iguales y deciden convivir pacíficamente. Si esto es así, estamos todavía en la antesala de la civilización y navegamos en plena barbarie. Este escenario es dominante en el mundo de hoy, agravado aún más por el ataque de la Covid-19. Él adquirió su más siniestra expresión mediante la cultura del capital, competitiva, poco solidaria, individualista, materialista y sin ninguna compasión con la naturaleza. En este contexto ultrajante dos alternativas pueden salvarnos: la solidaridad y el internacionalismo.

La solidaridadpertenece a la esencia de lo humano, pues si no hubiera habido un mínimo de solidaridad y de compasión, ninguno de nosotros estaría aquí hablando de estas cosas. Fue necesario que nuestras madres solidariamente nos acogieran, abrazaran, alimentaran y amaran para que podamos existir.

Sabemos por la bioantropología que por la solidaridad nuestros antepasados antropoides se volvieron humanos, y con esto, civilizados, cuando empezaron a traer comida al grupo, la repartieron solidariamente entre ellos y practicaron la comensalidad. Esta acción continúa todavía hoy, cuando muchos grupos, especialmente los Sin Tierra, se han mostrado solidarios distribuyendo decenas de toneladas de alimentos del campo y muchos centenares de marmitas para saciar el hambre de miles de personas en las calles y periferias de nuestras ciudades.

“Parece obvio: si el problema es internacional, debería haber también una solución concertada internacionalmente. ¿Pero quién cuida de lo internacional?”

Cada país cuida de sí mismo como si no hubiese nada más allá de sus fronteras. Ocurre sin embargo que hemos inaugurado una fase nueva de la historia de la Tierra y de la Humanidad: la fase planetaria, la de la única Casa Común. Los virus no respetan las fronteras nacionales. La Covid-19 ha atacado a toda la Tierra y amenaza a todos los países sin excepción. Las soberanías se muestran obsoletas. ¿Qué hubiera sido de los mayores de Italia, gravemente infectados por la Covid-19, sin la solidaridad de Angela Merkel de Alemania que salvó a la gran mayoría? Pero eso fue una excepción para mostrar que es mediante la superación del nacionalismo envejecido en nombre del internacionalismo solidario como podremos encontrar un camino de salida a nuestra barbarie. En esa perspectiva consideramos inspiradora una categoría fundamental, venida de África. Mucho más pobre que nosotros, ella es más rica en solidaridad. Esta se expresa por la palabra Ubuntu, que significa: yo solo soy yo a través de ti.

Por lo tanto, el otro es esencial para que yo exista en cuanto humano y civilizado. Inspirado por Ubuntu, el recién-fallecido arzobispo anglicano, Desmond Tutu, encontró para Sudáfrica una clave para la reconciliación entre blancos y negros en la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación.

Como ilustración de cómo el Ubuntu está enraizado en las culturas africanas, consideremos este pequeño testimonio:

Un viajante europeo y blanco se extasió con el hecho de que siendo más pobres que la mayoría, los africanos eran menos desiguales. Quiso saber el por qué. Ideó un test. Vio un grupo de chicos jugando futbol en un campo rodeado de árboles. Compró una hermosa cesta de variados frutos llenos de color y la puso en lo alto de una pequeña colina.

Llamó a los jóvenes y les dijo: “Allí arriba hay un cesta llena de sabrosos frutos. Vamos a hacer una apuesta, pónganse todos en fila y cuando dé la señal empiecen a correr. El primero que llegue arriba podrá coger la cesta y comer todo lo que quiera”.

Dio la señal de partida. Cosa curiosa: todos se dieron las manos y juntos corrieron hacia lo alto, donde estaba la cesta. Y empezaron a saborear solidariamente los frutos.El europeo, estupefacto, preguntó: ¿por qué hicieron eso? ¿no era que el primero que llegase podría comer todos los frutos él solo?

Todos gritaron al unísono: ¡Ubuntu! ¡Ubuntu! Y un chico algo más mayor le explicó: “¿Cómo uno de nosotros podría ser feliz solo si todos los demás estuvieran tristes?” Y añadió: “Mi señor, la palabra Ubuntu significa eso para nosotros: “yo solo puedo ser yo por medio del otro”. “Sin el otro no soy nada y estaría siempre solo”. “Soy quien soy porque soy a través de los otros. Por eso repartimos todo entre nosotros, colaboramos unos con otros y así nadie se queda fuera y triste. Eso hicimos con su propuesta. Comemos todos juntos porque todos ganamos la carrera y juntos disfrutamos los buenos frutos que nos trajo. ¿Entendió ahora?”

Este pequeño relato es lo contrario de la cultura capitalista. Esta imagina que alguien es tanto más feliz cuanto más puede acumular individualmente y disfrutarlo solo. A causa de esta actitud reina la barbarie, y hay tanto egoísmo, falta de generosidad y ausencia de colaboración entre las personas. La alegría (falsa) es de pocos, al lado de la tristeza (verdadera) de muchos. Para vivir bien en nuestra cultura, muchos tienen que vivir mal. Sin embargo, por todas partes en la humanidad, están fermentando grupos y movimientos que ensayan vivir esa nueva civilización de la solidaridad entre los humanos y también con la naturaleza. Creemos que la construcción del Arca de Noé ha empezado. Ella podrá salvarnos si el Universo y el Creador nos conceden el tiempo necesario. Fuera de la solidaridad y el sentido internacionalista pereceremos en nuestra barbarie.

*Leonardo Boff es eco-teólogo y ha escrito Covid-19, la Madre Tierra contraataca a la humanidad, Vozes 2020; Habitar la Tierra: ¿cuál es el camino para la fraternidad universal?, Vozes 2121.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

Fuente Religión Digital

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Leone Gianturco: “Desmond Tutu encarnó el poder de la fe profunda en una vida vida diferente”

Lunes, 3 de enero de 2022
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SNF17TUTU-280_890318a“Se inspiraba en el concepto africano de ‘ubuntu'”

La Iglesia y el mundo están de luto por la muerte del arzobispo anglicano Desmond Tutu, que falleció el domingo 26 de diciembre a la edad de 90 años

Símbolo de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1984. En un telegrama, el Papa recordó su compromiso con la igualdad y la reconciliación

Leone Gianturco (Sant’Egidio) relata el día de su encuentro en 1988: “su fe y su fuerza moral son inolvidables”

(Vatican News).- “No hemos negado nuestro pasado, hemos mirado a la bestia a los ojos”. Así hablaba el arzobispo Desmond Tutu, uno de los símbolos de la lucha contra el apartheid, fallecido el 26 de diciembre a los 90 años, de su compromiso al frente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, creada en 1994 a instancias del Presidente Nelson Mandela y que fue presidida por el propio arzobispo a instancias del Jefe de Estado sudafricano.

Un hombre de paz

El 16 de octubre de 1984, Monseñor Tutu recibió el Premio Nobel de la Paz. El comité del premio internacional más famoso del mundo citó su “papel como figura unificadora en la campaña para resolver el problema del apartheid en Sudáfrica”. Dos años más tarde, se convirtió en la primera persona de piel negra en dirigir la Iglesia Anglicana en Sudáfrica: fue el 7 de septiembre de 1986.

 El Arzobispo era un hombre de paz, un servidor de Cristo y también se inspiraba en el concepto africano de “ubuntu”, que indica una visión de la sociedad en la que cada persona está llamada a desempeñar un papel importante, con una preocupación natural por los demás y, en consecuencia, por la promoción y el mantenimiento de la paz.

“No hay futuro sin perdón”

Entre los muchos que lo conocieron, la Comunidad de Sant’Egidio también recuerda al clérigo sudafricano, identificando la “fuerza de la paz” como su legado.

Numerosos miembros de la Comunidad coincidieron con él a lo largo de los años. Entre ellos está Leone Gianturco, de la Sección Internacional de San Egidio, que en una entrevista con Radio Vaticano – Vatican News recuerda su encuentro cuando fue a Roma, el 26 de mayo de 1988, a inaugurar la “Tienda de Abraham”, la primera casa de la Comunidad dedicada a los refugiados.

– Gianturco, partamos de su recuerdo personal del arzobispo Tutu:

Su fuerza moral es inolvidable, al igual que su fe cristiana. Recuerdo que cuando vino a Trastevere a inaugurar la “Tierra de Abraham”, me di cuenta inmediatamente de que estaba ante alguien que hablaba con la Palabra de Dios. Tutu había encarnado su vocación, su servicio al Evangelio en la acción contra toda injusticia. Era una personalidad que te hacía temblar un poco el pulso, pero también te tranquilizaba porque era muy humano.

– Una humanidad que también afloró cuando, al frente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, dijo que el mero hecho de escuchar los atroces relatos de lo ocurrido durante los años del apartheid le causaba un gran sufrimiento. A pesar de ello, fue capaz de continuar su búsqueda de la verdad, de promover la reconciliación… 

Sí, de alguna manera enraizó esa humanidad en una fe profunda. Cuando ganó el Premio Nobel de la Paz, era conocido por su lucha contra el apartheid, y en cierto modo también se convirtió en una figura incómoda porque estaba en contra del asesinato de colaboradores negros por los propios negros. Había superado todas las barreras también gracias a su profunda fe en una vida diferente, con un pueblo en conflicto que debía ser conducido a la reconciliación.

Al frente de esa Comisión se embarcó en un viaje difícil, repitiendo que no hay futuro sin perdón. Para perdonar, había que pasar por el sufrimiento de esas terribles historias. Cuando fue a Ruanda se puso a llorar ante aquel genocidio, era una persona que vivía los dramas de su tiempo de forma directa, incluso atrevida. En su fe encontró la fuerza para enfrentar todo esto.

– Una de sus lecciones fue que es mucho más fácil juzgar que promover la reconciliación. ¿Sigue siendo válida esta lección hoy en día?

Ciertamente, lo que nos llamó la atención como Comunidad de Sant’Egidio fue precisamente esta empatía, este rechazo a banalizar el perdón. No se puede perdonar a “bajo precio“, hay que pasar de la indignación que cada uno siente cuando le hieren, al relato, a la búsqueda de la verdad.

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Todos estos son pasos que no son fáciles, pero que permiten llegar a una verdadera reconciliación. Tutu, en su profunda humanidad, también comprendió el problema de la pena de muerte y siempre estuvo en primera línea para condenarla. Acostumbraba a visitar a los condenados a muerte, precisamente porque para él era paradójica la idea de que una justicia hiciera morir a alguien por un acto violento. El perdón, en cambio, era el camino que permitía a los esclavizados por el odio admitir sus faltas y luego superarlas.

– En su telegrama de condolencia, el Papa habló de la contribución de Tutu a la promoción de la igualdad racial. ¿Este aspecto también es de gran actualidad?

Sí, su lección es fuerte porque, viviendo la desigualdad racial, luchó por la superación del racismo a todos los niveles. Nos enseñó que todas las formas de discriminación son erróneas; considerar al otro como diferente de uno mismo es perjudicial, es estúpido, va contra toda lógica cristiana y humana.

En el funeral de Mandela, Tutu se indignó porque había pocos de esos blancos que habían trabajado junto al presidente. Quería que participaran, porque Tutu estaba realmente en contra de todo tipo de racismo. Esa es la fuerza de su testimonio. Adoptó una posición, pero no fue partidista, en el sentido de que su único bando era un mundo de igualdad.

Fuente Religión Digital

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