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“Teresa de Jesús: mujer libre e iluminada”, por Pedro Miguel Lamet

Sábado, 5 de noviembre de 2022

1C710CFE-ACB1-4240-9F93-249EDD8D1F11Leído en su blog:

¿Qué puede fascinar de Teresa a un joven de hoy?

“ ¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que (los hombres) muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido”.

Lleva adelante su propio camino. Es cierto que se ayuda de confesores, sobre todo de los más ilustrados, dominicos y jesuitas, pero cambia con libertad y frecuencia, según lo necesita. Y no tiene miedo de plasmar sus experiencias en sus escritos, entre sospechas inquisitoriales de iluminismo.

En un momento como el actual de avidez de contemplación, aunque sea en calderilla, con la práctica del yoga, el zen y el mindfulness, ahondar en su autobiografía o en Las Moradas es apuntar al silencio interior, donde el ser humano puede intuir la unidad del todo y el último sentido de la vida.

Me preguntan en El Cultural qué puede fascinar de Teresa de Jesús a un joven de hoy desde la perspectiva de la fe. En las escasas líneas que me conceden, diré en primer lugar que “la mujer”. En una época de marginación absoluta de las féminas, Teresa, enorme lectora y mejor autora, funda las descalzas, se enfrenta a los calzados, se cartea con Felipe II, sortea a la Inquisición y escribe con valentía que las mujeres tienen más fe que los hombres hasta afirmar: ”¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido”.

Si Hernando de Talavera le escribe a Isabel la Católica que “comúnmente las mujeres están y fueron hechas para estar encerradas e ocupadas en su casa, y los varones para andar en procurar las cosas de fuera”, la andariega atraviesa España fundando en una carreta. Cuando escribí mi novela biográfica sobre san Juan de la Cruz, me sorprendió cómo éste estuvo siempre a sus órdenes, como toda la rama masculina del Carmelo.

No menos sorprendente es su libertad en lo espiritual. Lleva adelante su propio camino. Es cierto que se ayuda de confesores, sobre todo de los más ilustrados, dominicos y jesuitas, pero cambia con libertad y frecuencia, según lo necesita. Y no tiene miedo de plasmar sus experiencias en sus escritos, entre sospechas inquisitoriales de iluminismo.

Pero sobre todo fascina la doctora de la Iglesia (se retrasó esta proclamación hasta Pablo VI porque se pensaba que obstat sexus) como mística. En un momento como el actual de avidez de contemplación, aunque sea en calderilla, con la práctica del yoga, el zen y el mindfulness, ahondar en su autobiografía o en Las Moradas es apuntar al silencio interior, donde el ser humano puede intuir la unidad del todo y el último sentido de la vida. ”Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino que se representa una por una noticia del alma más clara que el sol”. Todo con los pies el suelo, sentido común y una encantadora “humildad, que es la verdad”.

 

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Como busca la cierva…

Sábado, 21 de mayo de 2022

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Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

*

Salmo 41

***

Si el siglo XXI se convierte, será a través de una mirada nueva, por medio de la mirada mística, que tiene la propiedad de ver las cosas, por primera vez, de una manera inédita.

Cuando el ser humano se dé cuenta de que está amenazado en su esencia por la cocina infernal de los aprendices de brujos; en su vida, por el peligro mortal de la polución, sin hablar de la polución moral que acabará por darle miedo, quizás experimente entonces la necesidad de ser salvado; y este instinto de salvación es posible que le lleve a buscar en otra parte, muy lejos de los discursos inoperantes de la política o del murmullo de una cultura exangüe, la razón primera de lo que es él. Ahora bien, no la encontrará más que a través del rejuvenecimiento integral de su inteligencia por medio de la contemplación, del silencio, de la atención más extrema y, para decirlo con una sola palabra, de la mística, que no es otra cosa que el conocimiento experimental de Dios.

*

André Frossard.

***

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Ya están llegando

Sábado, 4 de diciembre de 2021

adoración y alabanzaA propósito de este tiempo nuevo de Adviento

César Rollán Sánchez
MADRID.

ECLESALIA, 29/11/21.- Llegarán tiempos, ya están llegando, en los que lo sagrado será sinónimo de humano y viceversa, y el resto de cosas lo serán si se refieren al ser humano, pues “hombre y mujer los creó”.

Llegarán tiempos, ya están llegando, en los que las iglesias no se regirán por dogmas, pues estos habrán regresado al campo de la fe, la esperanza y el amor, y por tanto, más cerca de Dios.

Llegarán tiempos, ya están llegando, en los que las iglesias serán lugares ofrecidos a cualquiera que quiera gestionarlas con coherencia cristiana, y quien lo haga será cura de cuidado.

Llegarán tiempos, ya están llegando, en los que pasará por las iglesias toda aquella persona necesitada de encuentro interior, de encuentro exterior, de encuentro con Dios, sea o no sea creyente.

Llegarán tiempos, ya están llegando, en que los que las iglesias serán centros de asambleas, liturgias de vida, sitios destinados a partirse y repartirse en todo tiempo y lugar.

Llegarán tiempos, ya están llegando, en que los que toda la creación gima “con dolores de parto” por haberla dejado de lado y nuestros templos se poblarán de naturaleza y la naturaleza entera será nuestro templo.

Llegarán tiempos, ya están llegando, en los que no será necesaria ninguna casilla de la declaración de la renta para marcar el dinero destinado a la Iglesia, porque la gente de fe tendrá por suyos sus proyectos.

Llegarán tiempos, ya están llegando, en los que quien sea cristiano será un místico o no será cristiano, “porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previas a la experiencia y a la decisión personales»*.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

¡Feliz Adviento!

*K. Rahner, «Espiritualidad antigua y actual», en Escritos de Teología, Tomo VII, Madrid 1969, 25.

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“Charles de Foucauld: un místico del siglo XXI”, por J.L. Vázquez Borau

Miércoles, 24 de noviembre de 2021

E03E824F-4D7A-4AF0-8AC5-1121608DFA61“Visto por los parámetros habituales, la existencia de este personaje inusual fue un fracaso total. Cien años después de ser martirizado en su querido desierto argelino, somos más de 13.000 personas en el mundo que nos consideramos sus hijos espirituales. Ahora la Iglesia lo reconoce. Reconoce el abandono en manos del Padre como camino, la oración que escribió Foucauld en 1896, ignorando que un siglo después miles de hombres y mujeres la rezarían a diario ”, escribe Pablo d’Ors, sacerdote, teólogo, escritor y consejero. al Pontificio Consejo de la Cultura del Vaticano, en un artículo publicado por Alfa y Omega, 06-04-2020. La traducción es de Cepat.

Foucauld es el sacerdote del desierto contemporáneo. Nada más ordenado sacerdote, a los 43 años, partió hacia el Sahara, donde residiría, primero en Beni Abbès y luego en Tamanrasset, hasta su asesinato el 1 de diciembre de 1916, hace más de un siglo. Tenía entonces 57 años, aunque por su apariencia, tal era su desgaste físico, nadie le daría menos de 75.Foucauld no se fue al desierto en busca de la soledad, al contrario, para estar cerca de los tuareg. Fue allí para encontrarse con los pobres y se encontró con su propia pobreza. Sostengo que Foucauld es el continuador, en nuestro tiempo, de la espiritualidad de los padres y madres del desierto y que, en este sentido, más que el fundador de una familia religiosa, es él quien trae a Occidente la necesidad de regresar. al desierto, que hoy lo llamamos silencio e interioridad.

Foucauld fue un buscador espiritual. El primer capítulo de su turbulenta búsqueda fue probablemente una expedición a Marruecos, donde mostró su temperamento. Curiosamente, fue su devoción por los musulmanes lo que despertó en él el deseo de volver a la fe cristiana. Luego vino su iniciación en el catolicismo, a través de su prima Maria Bondy, su entrada en Trapa, primero en Francia y luego en Akbés (Siria), su peregrinaje decisivo a Tierra Santa, donde vivió en un cubículo miserable, trabajando como servidor del Pobres Clarisas y, finalmente, su aventura en el Sahara.

Todos estos pasos son presenciados por el propio Foucauld. Tus cartas son miles. Es revelador cómo el paradigma de la soledad (un ermitaño … ¡y en el Sahara!) Se convierte en el paradigma de la comunicación. Este doble movimiento, tan elocuente en vertical como en horizontal, nos ofrece una imagen precisa de quién fue realmente este hombre.

Foucauld fue el prototipo del converso. Los que ahora serán elevados a los altares fueron en su juventud aristocrática un militar pretencioso y una buena vida sofisticada. El paso de la vida belicosa a la venerable se refleja a la perfección en sus rasgos, que van de sensuales y arrogantes a transparentes y amables.

En lugar del homenaje ofrecido por la Sociedad Geográfica Francesa, que le otorgó la medalla de oro por su admirable Reconocimiento en Marruecos, para lanzarlo a las vanidades del mundo, alentó la soledad. Era el mes de octubre de 1886, cuando Henri Huvelin, párroco parisino, le ordenó arrodillarse, confesarse y tomar la comunión. Y ahí es donde empezó todo para Foucauld. Tenía 28 años y su vida estaba dando un giro definitivo. Para él, comprender que Dios existía significaba lo mismo que tenía que entregarse a Él.

Foucauld fue un pionero del diálogo interreligioso. Viajó al norte de África dispuesto a convertir a los musulmanes, pero Dios le dio el regalo de no convertir a nadie. Gracias a no poder llevar a cabo sus planes, comenzó a cultivar la amistad con los destinatarios de su misión. Y así entendió este ermitaño misionero la amistad como el camino privilegiado para la evangelización. Gracias a ello, realizó un hermoso gesto de amor por un pueblo: la creación de un diccionario francés-Tamacheq, así como la colección de canciones, poemas y relatos folclóricos tuareg. Estas obras enciclopédicas revelan su impecable respeto por una cultura y religión extranjeras y, finalmente, su pasión por lo diferente.

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Foucauld era un místico cotidiano. El día a día lo llamaba Nazaret. Además de la vida pública de Jesús, que tantos ya querían representar – anunciando el Evangelio, sanando a los enfermos, redimiendo a los cautivos, creando comunidad … – lo que Foucauld quería representar era su vida oculta como obrero en Nazaret. La vida familiar, el trabajo de carpintería, la simple existencia en un pueblo … Todo esto, tan anónimo, fue lo que lo dominó hasta el punto de consagrarse siempre y sistemáticamente a lo más ordinario.

Es paradójico que una vida, que vista desde el exterior puede considerarse extravagante y aventurera, haya sido alimentada por la pasión por lo simple e insignificante a los ojos humanos. “Recuerda que eres pequeño”, dejó por escrito. Y estaba convencido de que eran muchísimos los que podían seguir este carisma suyo, como prueba de que escribía incansablemente múltiples reglas de vida.

Foucauld es el icono del fracaso. Si bien es cierto que escribió muchas reglas monásticas y laicas, también es cierto que no tuvo seguidores. Tampoco logró convertir ni siquiera a un musulmán. Ni siquiera un esclavo para ser liberado, por mucho que se propusiera llenar de sus demandas a la Administración francesa.

Fuente Foucauld. Diálogos

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“Dos mujeres de octubre”, por Juan Zapatero.

Martes, 26 de octubre de 2021

D8053EC7-6823-4780-8D33-117ADE95E27DDos Teresas, la una con diminutivo, Teresita, la otra con el nombre tal y como suena, Teresa, ocupan, en el santoral de la Iglesia, el inicio y el medio del mes de octubre. La primera es Teresa de Lisieux (Francia), por el lugar donde falleció el 1897; su festividad se celebra el 1 de octubre y es conocida con el nombre completo de Teresita del Niño Jesús. La segunda es Teresa de Ávila, por el lugar donde nació el 1515; su festividad tiene lugar el 15 del mismo mes y su nombre completo es Teresa de Jesús; nombre este que se aplicaba ella misma y que pudo considerar ratificado en su interior, según cuentan, por la supuesta respuesta que recibió de un niño con quien se topó, mientras bajaba las escaleras del convento de la Encarnación “¿Cómo te llamas, niño hermoso?”, le preguntó esta. A lo cual Él contestó “Y tú, ¿cómo te llamas?”. “Yo soy Teresa de Jesús”, dijo ella. A lo cual Él respondió “Pues yo soy Jesús de Teresa”.

Si nos retrotraemos al momento de su muerte, tres siglos y un poco más les separan a ambas. Dos vidas diferentes en muchos aspectos; en la duración concretamente: 67 años en el caso de Teresa frente a los 24 de Teresita; pero, además, y, sobre todo, en la forma de vida que ambas llevaron: andariega y fundadora, en el caso de Teresa de Ávila; recluida en el monasterio y dada de manera exclusiva a la mística y la oración, en el caso de Teresita de Lisieux. Vidas en absoluto contrapuestas, más bien idénticas, pues para ambas el amor era el único motivo y la única razón de todo su ser y su quehacer. “Solo el amor es el que da valor a todas las cosas”, solía decir Santa Teresa de Jesús. “Comprendí que, sin amor, todas obras son nada, aún las más brillantes” repetía con insistencia Santa Teresita del Niño Jesús.

El gran dilema de la mayoría de las religiones, yo diría que siempre de manera implícita, es la apuesta por “creer” frente a “confiar”; conceptos aparentemente iguales, pero que, en la práctica, marcan actitudes profundas, más que diferencias, frente a la vida de las personas que se dicen creyentes. Es verdad que, en el caso de algunas, se trataría más bien de sectas o de grupos sectarios, incluso dentro de las propias religiones, las creencias es su objetivo último; entendido el concepto creencia como el cúmulo de verdades, afirmaciones, dogmas, etc., que conformarían el contenido de fe de dichas religiones o grupos. No debemos olvidar, por otro lado, que las afirmaciones éticas o los consejos morales hacia el buen comportamiento ya son válidos por sí mismos; pero lo son aún más cuando unas y otros llegan acompañados por el testimonio de quien lo afirma o aconseja, quizás por aquello de que “las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”; o porque son afirmaciones o consejos referidos de alguien que se implicó por ellas y ellos hasta las últimas consecuencias. El caso del Evangelio y la apuesta de Jesús por poner en práctica todo lo que decía y enseñaba es, sin ningún género de dudas, el más claro y evidente, al menos para quienes se consideran o nos consideramos seguidores suyos, más que creyentes en Él. Pero no es este un peligro reciente o de tiempos no demasiado pretéritos; ya en los primeros momentos de la Iglesia apostólica, el peligro de quedarse en la fe (creencia) fue tal que el propio apóstol Santiago se vio obligado a decir que la “la fe sin obras es una fe muerta” (Sant. 2,17). Debe ser, quizá, por aquello de que los dogmas comprometen muy poco o nada, frente a la exigencia profunda y constante de quien apuesta y confía en la persona que dijo y se implicó hasta el final con aquello que dijo.

Teresa y Teresita vivieron momentos en que la fe y sus verdades ocupaban o debían ocupar el centro de la vida de toda persona cristiana. Teresa experimentó, por su parte, algunas de las incomprensiones, advertencias y vicisitudes por parte de los tribunales de la “Santa” Inquisición, aunque en menor medida que su confesor y director espiritual, Juan de la Cruz; pero no por ello menos dolorosas interiormente. La razón no fue otra que poner la experiencia personal del amor de Dios por delante de cualquier otra verdad, por muy sagrada que dicha verdad fuera tenida; y es que no corrían buenos tiempos para la mística que conllevaba el peligro de desplazar al dogma y las “santas verdades”. No era lícito que una “mujer” se atribuyera la experiencia de un Dios próximo y cercano que por entonces quedaba reservada de manera exclusiva a quienes ostentaban el cargo de custodiar, y a buen recaudo, las verdades sagradas del compendio de la fe: varones todos ellos.

Los tiempos que le tocaron vivir a Teresita no fueron tan convulsos como los de Teresa; entre otras cosas, porque la virulencia doctrinal y dogmática de la Reforma y la Contrarreforma había amainado o, para ser más exactos, se había hecho menos visible; aunque, no por ello, menos dolorosa. Teresita pasó una gran parte de su corta vida, excepto los años de infancia y adolescencia, recluida en la clausura del Carmelo. El poco “aire” que llegaba de fuera a las monjas no era precisamente de libertad y de presencia de un Dios próximo y cercano. Pocos años antes de nacer ella, 1864, el Papa Pío IX había publicado el Syllabus, donde se exponían todos los errores de la sociedad moderna que la Iglesia condenaba. Otra vez el dogma y la verdad de la Iglesia, por boca del Papa, se imponían por encima de cualquier otra manera de vivir la experiencia de Dios y de la fe. Bien es verdad que Teresita no recibió ninguna advertencia del exterior, como sí que fue el caso de Teresa, pues su vida pasó desapercibida sobre todo para los de “fuera”; sin embargo, sí que fue reprendida en diversas ocasiones por sus superioras; a pesar de lo cual, ello no le impidió vivir siempre abandonada al buen Dios por el que se sentía locamente amada.

Dos mujeres, Teresa y Teresita, de un Dios próximo y lleno de vida frente a “verdades” de fe que muchas veces alejan y solo ofrecen indiferencia.

Juan Zapatero Ballesteros

Fuente Fe Adulta

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“A todos los trabajados y cansados. La felicidad de Jesús “

Viernes, 13 de agosto de 2021

f964ddc910acbc5c426350c1b152e08d_XLDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta fue su misión: Que hombres y mujeres pudieran ser felices, a pesar de cansancio, hambre y pobreza, en mutuo amor, en gozo esperanzado. Por eso comenzó su misión diciendo: Venid conmigo todos los trabajados y cansados, felices vosotros… (Mt 11, 28-30; Lc 6, 20).

A pesar de ellos, muchos han criticado al cristianismo no sólo por injusto (Marx), neurótico (Freud) o retrógrado (Comte), sino por enemigo de la felicidad, como puso de relieve F. Nietzsche, Así habló Zaratustra (1883, cf. cap. Los sacerdotes):           ¡Contemplad las tiendas que esos sacerdotes se han construido! Iglesias llaman ellos a sus cavernas de dulzona fragancia… ¡Oh, esa luz falsa, ese aire que huele a moho!… Ellos llamaron Dios a lo que les contradecía y causaba dolor… ¡Y no supieron amar a su Dios de otro modo que clavando al hombre en la cruz! Mejores canciones tendrían que cantarme para que yo aprendiese a creer en su redentor.

En contra de eso, sobre la felicidad de Jesús  hablaré esté fin de semana (30 de Julio-1 de Agosto) en el Cites, Ávila, en un curso presencial y on line. 

No fue profesional de la religión[1]:, como los sacerdotes de Jerusalén o los rabinos, sino un hombre del campo, heredero de las tradiciones populares; y en ese contexto, desde el fondo de un mundo cambiante (lleno de contradicciones) pudo trazar un camino de humanidad reconciliada por la felicidad[2].

Bautismo de felicidad: En ti me he complacido[3]:

             Y sucedió en aquellos días que llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 1200px-Piero,_battesimo_di_cristo_04En cuanto salió del agua vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido (Mc 1, 9‒11; cf. Lc 3, 21‒22)

            Ésta fue la revelación iniciática de Jesús, una experiencia de felicidad y misión   que transformó y marcó su vida, tras haber recibido el bautismo que Juan impartía a los penitentes que venían a “confesar sus pecados”, para vivir de esa manera arrepentidos.

            El protagonista de la escena es Dios llamando a Jesús, declarándole su Hijo y añadiendo que en el se ha complacido (esto es, que Jesús le ha complacido). Según la Biblia, en otro tiempo, Dios había ido ofreciendo su palabra y asistencia a ciertos hombres y mujeres, para que recorrieran un tramo  de vida arrepentidos, penitentes.  Pero a Jesús le dijo:: ¡Tú eres mi Hijo, en ti me he complacido!

Esto que Dios dijo a Jesús lo dice a todos y cada uno de los hombres: “Tú eres mi Hijo querido, en ti me he complacido”: En ti (en vosotros) tengo mi felicidad. Este es el Dios que mira y mirando crea, a través de su felicidad, diciendo que los hombres no son simplemente buenos sino muy queridos, destinatarios y portadores de su felicidad. Por eso, antes que libro de las bienaventuranzas de los hombres, el evangelio es testimonio de la bienaventuranza de Dios, pues en la base de la felicidad de los hombres está la que Dios lo sea[4].

            Jesús había ido al Jordán como penitente, para recibir un bautismo de perdón e iniciar así un camino de arrepentimiento, pero, al salir del agua, cumplido el bautismo, descubrió que Dios no le quería penitente sino Hijo, portador de su paz (shalom). Esas palabras de Dios a Jesús (¡Tú eres mi Hijo…!) forman la introducción del evangelio de la felicidad en el comienzo de la historia cristiana. No son ley de conversión, ni absolución de un pecador, sino buena nueva de vida, esto es, evangelio.

            El principio de la vida de los hombres no es la guerra, como dijo Heráclito: “La Guerra es padre y rey de todos: a unos ha acreditado como dioses, a otros como hombres; a unos ha hecho esclavos, a otros libres” (cf. Hipólito, Refutatio IX, 9, 4). En contra de eso, Jesús sabe que el origen y padre de los hombres y los dioses (en el sentido que les daba Heráclito) no es la guerra, ni un deseo de poder que todo lo devofa, sino el Dios de la felicidad de amor, que dice a Jesús (a cada hombre y mujer): “Tú eres mi Hijo”.

 Buena nueva de felicidad, empezando por los niños

Jesús entendió así las palabras centrales del Antiguo Testamento. Supo que Dios le decía:

Súbete a un monte elevado, grita con voz fuerte, evangelizador de Jerusalén;grita con fuerza, no temas…  (Is 40, 9-10).

 Ésta es la buena nueva de la libertad que resuena poderosa sobre un mundo de opresión y cautiverio. Dios quiere que él sea evangelizador, mensajero de gozo entre los hombres. Este evangelio no anuncia una victoria militar, sino el triunfo de la gracia de la vida, la alegría y plenitud para los hombres[5].  Siente así que la voz añade:

d1adcb480d11c8c63c60e721654415d80487eaeer1-552-848v2_uhq¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del evangelizador que anuncia la paz,del evangelizador bueno que anuncia salvación! (cf. Is 52, 7-10

 Evangelizar signi­fica proclamar e instaurar la buena nueva de la felicidad. Dios ha permitido  que dominen por un tiempo los poderes de opresión, tristeza y muerte (hambre, sufrimiento), pero él viene y se manifiesta ya como salvador para su pueblo, empezando por los pobres y oprimidos, los que lloran, los hambrientos.  como sigue diciendo la tradición de este “profeta” de buenas noticias, que es el Siervo de Yahvé (Is 52, 9-11).

             Éste ha sido el atrevimiento de Jesús, su osadía de Reino, cuando empieza  a decir con su vida: Felices vosotros, bienaventurados los pobres, los hambrientos (Lc 6, 20-21), añadiendo::

 ¡Felices vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque escuchan! Porque os digo que muchos profetas y reyesQuisieron ver lo que veis y no vieron,escuchar lo que escucháis y no escucharon (Mt 13, 16‒17; Lc 10, 23‒24).

 Ésta es la palabra clave de la felicidad (makarioi…), propia de los ojos que ven, de los oídos que escuchan. Éste es el gozo inmenso, el gran tesoro de aquellos, llegando a las fronteras de la vida nueva, descubren y disfrutan la alegría desbordante de Dios sobre el pasado y presente de opresión y pobreza de los “condenados” de la tierra.

Ésta es la felicidad que Jesús empieza ofreciendo ante todo a los niños, pues toda alegría comienza acogiendo y alegrando a los niños, alegrándose con los niños…Ellos son la raíz y garantía de la felicidad, como repite de un modo atrevido y desbordante el evangelio, cf. Mc 9, 3; 10, 13-16.

 Siguiendo por los mayores.

 Jesús reconoce y acepta la felicidad de los niños, la acoge, y con ellos quiere ser feliz, para así para los mayores diciendo

 El Espíritu del Señor…  me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos, para dar la vista a los ciegos, para liberar a los atribulados,para anunciar el año agradable del Señor (Lc 4, 18-19).

 Esta felicidad del evangelio es posible porque Jesús la está viviendo. No viene como rey guerrero, sacerdote de templo, rabino de escuela, ni maestro de penitencia, como Juan Bautista, sino simplemente hombre de pueblo, laico de Dios, que se ha sabido vinculado a las promesas de evangelio (felicidad) del libro de Isaías, apareciendo así como testigo y promotor de su obra entre los más pobres de su tierra. Juan Bautista, su maestro, encerrado en la cárcel por Herodes, manda a sus discípulos para que le pregunten:

 Habiendo oído… las obras del Cristo, Juan envió desde la cárcel a unos discípulos para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro? Jesús les respondió: Id y anunciad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena noticia, ¡y bienaventurado aquel que no se escandalice de mí! (Mt 11, 2‒6; cf. Lc 4, 17‒18)[6].

       Estas son las obras de la felicidad de Jesús. No son “obras” de pura bienaventuranza intimista, propias de “expertos religiosos” separados del mundo, ni obras de ley y cumplimiento externo, sino experiencias de vida total, abiertas de un modo particular a los enfermos, pobres y excluidos de la tierra.

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− Felicidad de los ojos: Que los ciegos vean (Mt 11, 5). En esta palabras late y se expresa el recuerdo de algunas “curaciones” integrales de Jesús, que han recogido con mucho interés los evangelios (cf. Mc 8, 22-26; Mc 10, 46-52; Mt 9, 27-30; 20, 30-34; Jn 9, 1-41. Pues bien, esas palabras expresan y ratifican al mismo tiempo la experiencia superior de un conocimiento liberador del Reino de Dios (cf. Mt 13, 10-17) tal como aparece en la controversia de Jesús con un tipo de rabinismo judío del entorno.

La primera felicidad es que los hombres “vean”, que descubran por sí mismos el don y tarea de la vida, que se dejen transformar por la gracia y libertad del Reino, que sean felices y se amen mutuamente. En esa línea hablará Mt 5, 8 de la bienaventuranza de los limpios de corazón, que verán a Dios, interpretando así el corazón como sede de la visión más profunda. Pero el mundo en general no quiere la felicidad de los hombres, sino que se sometan, que sean “súbditos” del estado, cumplidores de sus leyes, productores y consumidores de sus bienes.

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Zitto

Sábado, 19 de junio de 2021

Del blog Nova Bella:

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  “Son cosas para cuya expresión

no está hecho el lenguaje”

*

Henri Bergson

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El místico

Martes, 1 de junio de 2021

Del blog NovaBbella:

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 El místico se debate

entre la imposibilidad de decir

y la imposibilidad de no decir

*

José Ángel Valente

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Místico

Miércoles, 12 de mayo de 2021

Del blog Nova Bella:

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Es el místico aquella persona que no puede parar de caminar y que, con la certidumbre de lo que le falta, sabe, de cada lugar y cada objeto, que no es eso, que uno no puede residir aquí ni contentarse con esto.

*

Michel de Certeau

***

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“Lutero y la mística”, por Víctor Hernández

Viernes, 4 de septiembre de 2020

imagessLeído en Lupa Protestante:

En la mística, los suspiros y el arrebato designan el comienzo y final del camino que lleva de la dolorosa separación del mundo a la unión feliz [con Dios]. Para Lutero, ‘los sollozos y el éxtasis’ son conceptos de la experiencia para designar la simultaneidad de la paz y la miseria: la paz esta penetrada por la cruel realidad del poder del diablo —«simul gemitus et raptus»[1]

Agradezco la invitación para estar aquí, ésta noche, en el Centre Edith Stein y compartiros una reflexión sobre Lutero y la espiritualidad, en el marco de los 500 años del inicio de la Reforma protestante en Wittenberg.

Mi exposición tendrá tres partes: primero, una breve ubicación de Lutero en el cristianismo occidental y en la modernidad; en una segunda parte veremos la cuestión de la mística y su relación con la fe en Lutero; finalmente veremos cómo para Lutero la fe es una experiencia que se quiebra ante la alteridad del Dios crucificado.

Lutero, el cristianismo occidental y el mundo moderno

Hablaremos de la fe protestante o evangélica, que comenzó con Lutero, pero primero hemos de ubicarlo como un acontecimiento que modificó profundamente el cristianismo occidental y que está indisolublemente ligado a la gran transformación de la sociedad, es decir a la aparición del mundo moderno. La importancia de esa fe evangélica que irrumpe con Lutero no es poca, y como ejemplo os recuerdo una conocida cita de Karl Marx, en su Crítica de la filosofía del Derecho de Hegel, publicado en París en 1844, donde dice que:

Lutero ha vencido la servidumbre fundada en la devoción, porque ha colocado en su puesto a la servidumbre fundada sobre la convicción. Ha infringido la fe en la autoridad, porque ha restaurado la autoridad de la fe. Ha transformado los clérigos en laicos, porque ha convertido los laicos en clérigos. Ha liberado al hombre de la religiosidad externa, porque ha recluido la religiosidad en la intimidad del hombre. Ha emancipado al cuerpo de las cadenas porque ha encadenado al sentimiento.[2]

Este comentario de Marx, de curiosa perspicacia con respecto a la obra de la Reforma, no es sorprendente si consideramos que muchos filósofos determinantes en la Modernidad fueron de filiación protestante y en no pocos de ellos Lutero es una figura esencial para comprender su pensamiento[3].

En trazos muy gruesos[4], la Reforma protestante modificó el cristianismo occidental en varios aspectos determinantes, que incluso llegan hasta hoy:

1) con la Reforma el cristianismo se diversificó, se hizo más plural (de manera análoga a los cristianismos de los primeros siglos), y al lado de la iglesia jerárquica aparece otra iglesia de tipo asambleario–comunitario– fraterno, una especie de “iglesia sin padre” que más bien es constitutivamente fraterna.

2) El cristianismo se confesionalizó y la adhesión a tales confesiones se hizo vinculante, de manera que ciertas doctrinas o posiciones doctrinales nos han separado y contrapuesto unos contra otros. Solamente con el caminar ecuménico, de inicios del siglo 20 (Edimburgo, 1910) se dio inicio a un largo esfuerzo para contrarrestar esas separaciones de la confesionalización.

3) Con la Reforma tuvo lugar una nueva comprensión y práctica de la fe cristiana, ligadas con otros cambios profundos de la sociedad: a) así, el acento dejó de estar en el más allá (la salvación) y recayó en la vocación (dada por supuesta la salvación); b) el culto principal dejó de limitarse al día domingo, y se desplazó a los días de la semana, y aquellas actividades que hacemos en el trabajo, en casa, en la familia, serán el verdadero lugar de culto a Dios; c) el cristianismo se hizo laico y el clérigo dejó de ser el protagonista de la fe cristiana, para que lo fuera el creyente simple, quién tiene la Biblia y puede leerla en su lengua (por eso la educación del pueblo fue promovida desde los Reformadores[5]) será el protagonista; d) la posición de la iglesia en la sociedad cambió, pues toda la realidad terrenal dejó de considerarse algo separado o ajeno a Dios y, por tanto, ya no era necesario estar bajo la iglesia para estar bajo Dios, es decir que la iglesia ya no tuvo más el monopolio de Dios y no pudo exigir estar bajo su autoridad para muchas cuestiones de la vida terrena.

El cristianismo occidental se modificó radicalmente, pero también toda la sociedad se transformó en ese proceso histórico irreversible que llamamos la Modernidad. Actualmente sigue debatiéndose sobre los efectos de la Reforma en esos cambios tan profundos de la vida moderna. Como ejemplo de ello, señalo un par de casos: Max Weber, en su famoso ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo, estableció una hipótesis sobre la relación entre la ética del trabajo protestante y la mentalidad económica capitalista, y en dicho ensayo hizo un cuidadoso análisis del concepto de “vocación”–“profesión” (Beruf) en Lutero[6]. Otro ejemplo, el filósofo canadiense Charles Taylor[7]escribió un grueso ensayo que analiza la secularización en Occidente: ese proceso en el cual Dios fue desplazado de todos los ámbitos de la vida moderna. Taylor Lo expresa con este afirmación: hace 500 años, en Europa, era casi imposible que una persona no fuera creyente, y en cambio hoy en día la creencia es una mera opción entre otras, y además es una opción muy problemática. El autor considera que en ese proceso de secularización fue determinante la influencia de la Reforma protestante.

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Martín Lutero y Felipe Melanchthon al pie de la Cruz

La mística y la experiencia de fe en Lutero

Pero ahora quisiera que nos enfoquemos en la experiencia espiritual de la fe, tal como la hallamos Lutero y veremos su relación con la mística. De entrada, podemos tener dos tipos de dificultades al hablar de espiritualidad y mística:

La primera dificultad se deriva de los contextos diferentes entre cristianos católicos y cristianos protestantes. Me explico con un ejemplo: hace poco, me decía un amigo jesuita, profesor de teología y gran experto en Lutero, que –para los católicos es muy difícil entender a Lutero –me dijo– pues Lutero siempre habla con paradojas y no encaja en la lógica escolástica. Tal vez esto sea cierto, porque para el creyente católico no es poco el peso de la Tradición en la manera de creer y de enfrentarse a los desafíos de las inquietudes espirituales. Esto me lo confirmó la lectura del teólogo Paul F. Knitter, en su libro Sin Buda no podría ser cristiano[8]comenta que la tradición del Magisterio de su iglesia ha tenido un peso que le hacía difícil creer en las doctrinas de la fe cristiana. Knitter explica que cuando era estudiante de teología en la Universidad Gregoriana de Roma, lo examinaban de manera oral y el llevaba bajo el brazo el Denzinger [las doctrinas oficiales de los concilios y Papas] y la Biblia y después explica cómo su experiencia como budista le ha liberado de ese peso. Pero para un cristiano protestante es algo impensable que su fe esté marcada por esos dos libros, la Biblia yel Denzinger. Eso me hace sospechar que realmente estamos colocados en posiciones diferentes cuando queremos expresar nuestra espiritualidad con relación a lo que creemos como cristianos, y lo comento por aquello de las partículas exclusivas de Lutero y la Reforma: sola fide, sola gratia, sola Scriptura, solus Christus. Para los protestantes esto es el todo y allí se juega la totalidad de la fe y la espiritualidad cristiana.

La segunda dificultad está en el término mística, que llega a ser equívoco por el uso y abuso que se hace del mismo[9]. Pero además del término en sí, cuando hablamos de la mística nos hallamos en un ámbito de la espiritualidad que está atravesado por todos los caminos de la vanidad. El ámbito de la espiritualidad es también el ámbito de las ilusiones y, lo  digo como psicoanalista, el término ilusión nos remite al campo de lo imaginario, de lo equívoco y de las falsas ilusiones, donde se acrecientan las pasiones y vivimos la certeza de nuestras visiones como si fueran algo más real que lo real.

Aquí tendríamos que hacer un paréntesis para recordar que nuestra época es el tiempo del gnosticismo, o del “retorno de la gnosis”, como lo llama Lluís Duch cuando habla del exilio de Dios en el tiempo actual[10]. Desde el tiempo de la Ilustración ha tenido lugar la crítica de la religión que también se ha constituido como un juicio a Dios. Y este juicio a Dios se ha dado junto al incremento del individualismo (donde el “yo” es principio y fundamento de todo) de tal manera que la espiritualidad de nuestro tiempo puede prescindir de Dios y centrarse en el individuo:

Se trata de descubrir en sí mismo un destello fulgurante y convincente de la divinidad, que se halla sumergido, errante y confuso, en las profundidades más recónditas de su propio ser […] En el fondo, toda gnosis es una exaltación del yo contra el tú y el nosotros.[11]

Quizás lo que tenemos, en las búsquedas actuales del misticismo, sean más bien variaciones del gnosticismo: así, por ejemplo, la crítica de Nietzsche hacia el Dios que muere en la cruz, en su obraEl Anticristo, es una variación del gnosticismo, ya que su crítica opera por el método de la inversión y sueña con el superhombre[12]; también es una variación del gnosticismo la dificultad contemporánea para dar razón de un Dios personal que se encarna en Jesucristo y nos redime. Pero dejemos hasta aquí el paréntesis; volvamos a la mística y la experiencia de fe en Lutero.

Para nuestro caso, las investigaciones[13]muestran que Lutero ciertamente conoció y simpatizó con una importante corriente de la “mística monástica”, conocida como la “teología alemana”. Su maestro Johann von Staupitz era un seguidor de los místicos alemanes Juan Taulero, el maestro Eckhart y Enrique Suso. En este movimiento de simpatías místicas eran importantes autores como Buenaventura o Bernardo de Claraval, a quienes Lutero conoció. Staupitz, maestro de Lutero, fue un auténtico impulsor de una teología espiritual que quería una genuina interiorización de la penitencia y que enfatizó la importancia de contemplar la humanidad sufriente de Cristo.
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Mística: la imaginación simbólica al servicio de la unificación liberadora.

Viernes, 17 de julio de 2020

Utopia-More-700x1024Gilbert Durand ha revelado cómo en Occidente se ha ido imponiendo, desde finales de la Edad Media, una corriente claramente iconoclasta- enemiga de la imaginación-, que ha privilegiado la razón (logos) sobre la imaginación de un modo desproporcionado, hasta el punto de que algunos describen nuestra cultura como una cultura logocéntrica (Derrida) que ha reprimido dimensiones de la realidad (el afecto o el cuerpo, por ejemplo) para favorecer el control político (Foucault) – la imaginación convertida en utopía es un instrumento crítico del orden establecido-.  Estas dimensiones no racionales son esenciales para poder caminar por la vía de la unificación liberadora(integración de todas las dimensiones de la realidad) que es la espiritualidad (cuya forma más plena es la mística), de ahí, la persecución o marginación de la mística (que revaloriza y necesita de la imaginación) en nuestra historia moderna.

En el siglo XX se ha producido todo un movimiento de revalorización de la imaginación, desde el campo de la fenomenología de la religión (Mircea Eliade), la psicología analítica (Jung), la antropología (Gilbert Durand), la filosofía (Bachelard), la política (Bloch) y la espiritualidad (Henri Corbin). En la escolástica decadente la imaginación era vista simplemente como un órgano menor de conocimiento, que se limitaba a la representación, mediante imágenes visuales, auditivas o cinestésicas, de los objetos reales, para que la razón pudiera abstraer de estas imágenes la dimensión inteligible de lo real. La imaginación, por tanto, no aportaba verdadero conocimiento fiable, era una función vinculada a la percepción, el verdadero conocimiento  era aportado solo por la abstracción racional. De ahí, el logocentrismo de nuestra cultura.

En la recuperación del valor de la imaginación, que tiene lugar en el siglo XX, la imaginación se convierte en una función independiente de la razón y de la percepción, de hecho, una función más importante que la propia razón pues la imaginación sería la capacidad que permite acceder directamente al “mundo de los arquetipos”, verdaderas fuerzas estructuradoras de la conciencia que se harían presentes a la inteligencia del ser humano a través de los símbolos, que serían expresiones de esos arquetipos. Los arquetipos serían verdaderos puentes entre lo consciente (racional ) y lo inconsciente (metarracional), de ahí, que la imaginación se entienda como “imaginación creadora”, es decir, como una facultad activa y creativa, que no se limita a recibir sus contenidos de la percepción, sino que ella misma produce sus imágenes (los símbolos) extrayéndolas de los contenidos más profundos de la conciencia y dando lugar a un conocimiento más completo que el conocimiento racional.

La imaginación no dependería así de la percepción del mundo objetivo sino de una “imaginación transcendental” (Bachelard), que sería la verdadera fuente de la razón, del arte y de la espiritualidad en el ser humano.  Esa imaginación transcendental es llamada “unus mundus” por Jung, dándole así un carácter ontológico, pues considerará que los arquetipos tienen una naturaleza “psicoide” ( significa: similar a la mente). Los arquetipos estarían más allá de la mente individual, formarían un mundo propio cuya naturaleza sería “similar a la mente” (psicoide) pero más allá de ella, y darían origen tanto al mundo físico como al psicológico. Los arquetipos serían expresiones de una conciencia subsistente por sí misma, de la que emanaría la existencia y la inteligencia, por medio de la imaginación, que sería la función cognitiva y creativa primordial.

Con Mircea Eliade y Henri Corbin la imaginación se va a relacionar claramente con la espiritualidad. Para Mircea Eliade los símbolos son expresiones de las imágenes primordiales o arquetipos, que expresan Lo Sagrado, la realidad a la que remite la religión en la visión religiosa precristiana. Para esta visión antigua, las realidades históricas no tienen valor en sí mismas, su valor proviene de ser expresiones (hierofanías) de esa verdadera realidad que es lo sagrado.

Los símbolos, los mitos y los ritos que han nacido por medio de la imaginación creadora, son modos de vincular al ser humano, caído en la historia profana- el tiempo-, al verdadero mundo real, el mundo de lo sagrado, de los arquetipos. En ese camino hacia lo sagrado, Henri Corbin situará a la imaginación como un ámbito intermedio entre el mundo inteligible (Lo sagrado) y el mundo sensible, el mundus imaginalis, el “mundo del ángel”, en el que el espíritu se hace “carne” y el cuerpo se espiritualiza. Es el mundo de la “hierohistoria” (historia sagrada) que sería más real que el mundo histórico, pues éste sería un reflejo de esta dimensión imaginal. La imaginación, para Corbin, no debía identificarse con “lo imaginario”, con la fantasía, con  la imaginación pasiva dependiente de la percepción de los objetos de la historia, sino con la imaginación creadora, con lo imaginal, vinculada con ese mundo verdadero de los arquetipos, puente entre Dios y los seres humanos, más real que la historia mundana (Corbin es un docetista, que cree que la historia es una apariencia de la verdadera realidad, que es el mundus imaginalis).

Gracias a la labor de todos estos autores se ha recuperado en nuestra época un tipo de imaginación a la que ya santo Tomas había aludido en su síntesis de cristianismo y filosofía, que fue olvidada por la escolástica posterior, una imaginación diferente a la imaginación pasiva meramente receptiva de imágenes, una imaginación activa productora de conocimiento, en alianza con la razón (no al margen de ésta).

 Recuperar esta idea de la importancia de la imaginación creadora como fuente de conocimiento, ha supuesto revalorizar la capacidad simbólica del ser humano, como su facultad más importante, pues es la capacidad integradora, unificadora, de las diversas dimensiones de la persona y de lo real, tanto racionales como metarracionales, permitiendo así, gracias a esta capacidad, la realización del mayor anhelo del corazón humano: la integración, la unificación, la comunión con lo real.

La desvalorización de la imaginación creadora ocurrida en la modernidad había encerrado al ser humano en la razón, en la mente. El racionalismo de Occidente había marginado a la mística y nos había desconectado de la existencia (lo que está más allá de la conciencia). Incluso en el ámbito religioso el mensaje cristiano se había convertido en una ideología dogmática más que en una experiencia. Era pues muy necesario recuperar esta dimensión imaginativa y simbólica si queríamos recuperar la mística y vivir nuestra espiritualidad de una manera real y no solo mental.

Ahora bien, la revalorización de la imaginación y del simbolismo puede llevarnos, no a la experiencia espiritual real, sino a experiencias espirituales que no transcienden el universo mental imaginario, desconectadas de la existencia real.

La imaginación no puede desvincularse de la razón y de la existencia histórica, si realmente quiere ser simbólica y no solo imaginaria. Lacan ha diferenciado muy bien en la conciencia entre el “registro” de lo imaginario (cuando la imaginación se encierra en sí misma, desconectándose de la razón y de la realidad existencial, de un modo narcisista- identificando lo real con lo imaginario-), del registro de lo simbólico (cuando se conecta la imaginación, la razón y la existencia, integrándose todas estas dimensiones) que nos saca del narcisismo y nos abre al encuentro con el otro, con la realidad, sin reprimir nuestra interioridad (imaginación, afectividad). El símbolo que solo se entiende como una realidad imaginaria (arquetípica) se convierte en un ídolo, no en un icono que transparenta lo real. El lenguaje, la razón crítica, es lo que hace que el símbolo no nos encierre en un mundo mental autocentrado que el psicólogo jesuita, Luigi Rulla, llama adictivo, de “a-dicto”, es decir, no dicho, sin lenguaje, sin razón crítica que saque al símbolo de su encerramiento en el ámbito imaginal).

Paul Ricoeur ha corregido aquellas visiones del símbolo que lo entienden solo como algo propio del ámbito de la imaginación. Distingue así en el símbolo tres dimensiones:

  • Una dimensión arquetípica, que él denomina cósmica.
  • Una dimensión afectiva, que denomina onírica.
  • Una dimensión interpretativa, que tiene que ver con el lenguaje y con la razón, abriendo la dimensión de la imaginación al encuentro con el otro, con lo real.

En Ricoeur como en Heidegger o en Levinas, el lenguaje es mucho más que un instrumento para transmitir contenidos (incluso aunque estos contenidos sean suprarracionales), es un medio para encontrarse con el Otro, con el Ser, con la realidad más allá de nuestra conciencia. La imaginación con sus arquetipos amplía nuestra conciencia para que pueda reconocer la existencia de una dimensión que la transciende, el Ser.

En la actual recuperación de la dimensión imaginal que se está dando en la espiritualidad occidental, hay un peligro de encerrar la espiritualidad en lo imaginario, en una conciencia que se concibe como el fundamento de la realidad.  De este modo, solo pasaríamos de una espiritualidad demasiado racionalista a una espiritualidad de tipo gnóstico, que no es capaz de sacarnos de la conciencia hacia el ser- hacia el otro-,  y que, por ello,  es profundamente narcisista.

Este peligro no es una mera especulación teórica, hoy muchos de los discursos en torno a la espiritualidad tienen un reconocible sabor gnosticista. No es raro que los difusores más populares de la espiritualidad expresen la convicción de que la mística es igual al gnosticismo o al esoterismo (una experiencia básicamente interior y del ámbito cognitivo, más allá de la razón, pero encerrada en la conciencia, sin darle valor al Ser ni a la existencia, que se considera irreal o muy poco real).

Frente a estas visiones intimistas y gnosticistas, la tradición profética judeocristiana ha enfatizado la necesidad de vincular la ética y el símbolo (el culto), una vida simbólica desconectada de la existencia ética es una idolatría, como denunciaron los profetas bíblicos y el mismo Jesús. Los primeros cristianos emplearon términos profanos y laicos para expresar su espiritualidad (el mismo término liturgia es un término laico, significa: servicio a favor del pueblo) para evitar esta minusvaloración de la historia por parte de las espiritualidades precristianas. Añadieron, al símbolo, la dimensión utópica; el símbolo estaría llamado a ser vivido en la historia (no a sacarnos de la historia). Como ha enseñado E. Bloch, el término utopía hace referencia a dos conceptos: “eu- topos” (el mejor lugar) y “u-topos” (no-lugar). La utopía es el símbolo del “lugar mejor” (más justo y humano) que todavía no es, por el que debemos trabajar y comprometernos, es la dimensión histórica del símbolo, esencial, si queremos que el símbolo no se convierta en ídolo. La utopía es un lenguaje laico que sirve para expresar el mensaje central del cristianismo: trabajar por construir el Reino de los cielos, dentro y fuera de nosotros, en la historia y más allá de ella.

Bienvenida sea pues esta recuperación de la imaginación creadora y del símbolo en el camino espiritual actual y, a la vez, sepamos discernir los peligros que hay en muchos de los discursos que revalorizan la imaginación y el símbolo hoy, pues no son, sino otro modo de reprimir el carácter liberador que debe tener el símbolo, encerrándolo en el ámbito de lo imaginario, para que no produzca cambios sociales externos que amenacen al sistema injusto y sus beneficiarios.

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Miguel Ángel Mesa: Mística de la Compasión.

Martes, 14 de julio de 2020

compasivos-1De su blog Otro mundo es posible:

La mística de la compasión impregna a la persona cuando se deja afectar por el rostro sufriente del otro, cuando las miradas doloridas se le clavan en la piel del alma y siente su tristeza como propia, en sus propias entrañas.

La mística de la compasión es todo lo contrario a la impasibilidad, la apatía, la indiferencia y la tibieza.

La mística de la compasión nos impulsa a estar vigilantes y dispuestos, con los ojos y los oídos siempre bien abiertos, para descubrir dónde se encuentran los empobrecidos, rechazados y marginados por el sistema, para salir a su encuentro.

La mística de la compasión se enfrenta y denuncia a los distintos poderes económicos y políticos que excluyen y discriminan; y cuida de las víctimas, las consuela y reincorpora a la vida social, ofreciéndoles una nueva perspectiva a su vida, después de haber recuperado su dignidad.

La mística de la compasión no vive de certezas dogmáticas, sino de búsquedas a tientas, pero conjuntas, desde el desconcierto de sentirnos frágiles, vulnerables, pero, a la vez, con el humilde convencimiento de tener un Espíritu, un aliento interior, que nos da fuerzas para enfrentar y sobreponernos a cualquier dificultad.

La mística de la compasión sabe que una persona tiene una capacidad limitada para aliviar tanto dolor, pero si muchas se unen, si se animan y abrazan, si se comprometen a liberar de la miseria, el odio, el racismo… tienen muchas más posibilidades de solucionar los problemas.

La mística de la compasión se deja acompañar muchos días por la tristeza, al no ver ningún resultado, ni vislumbrar caminos ni soluciones para solventar las dificultades. Entonces las tardes se vuelven grises y hay que aceptarla como compañera, permanecer en silencio y respirar profundamente hasta que vaya pasando.

La mística de la compasión, a pesar de todo, no se deja vencer y saca del hondón interior resistencia y fortaleza para seguir caminando, compartiendo, abriendo la mente, el corazón y las manos, y tendiéndolas hacia el otro que camina a nuestro lado.

La mística de la compasión es la compañera fiel de la esperanza. Pero una esperanza activa que ofrece ánimos y entusiasmo: construyendo alternativas para quien se encuentra sin empleo, dando alimentos a quien hoy carecen de ellos, acogiendo e integrando al inmigrante, sanando las heridas del odio y la violencia, ofreciendo casas para la gente sin hogar, luchando por la igualdad de la mujer y respeto para las personas LGTBI…

La mística de la compasión también sabe celebrar el gozo de la amistad y la fraternidad, organizando encuentros y fiestas para dialogar, recargar las pilas y sentirnos unidos. Así, comiendo y brindando, bailando y riendo, apreciamos la íntima satisfacción de sentirnos hermanados con quienes nos regalan el don gratuito de la confianza y la alegría compartida.

Miguel Ángel Mesa

Fuente Fe Adulta

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Mariano Delgado: “En todas las religiones la experiencia mística tiene por objeto superar el egocentrismo”

Martes, 2 de junio de 2020

Lutero Vs. Santa Teresa“No es una casualidad que Martín Lutero y Teresa de Ávila comentaran con detalle el ‘Padre Nuestro’, y que Juan de la Cruz lo recomiende como la única oración realmente necesaria de un cristiano, porque en ella ‘se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales'”

“La mejor oración para Eckhart es ‘Señor, no me des nada más que lo que tú quieras’; y esto es porque al hacerlo uno se deshace de su propio yo'”

Sin superar el narcisismo primario, que se expresa en el egocentrismo, no existe una experiencia mística en general ni una experiencia cristiana en particular.

En todas las religiones, la experiencia mística tiene por objeto superar el “egocentrismo”, como ha subrayado el filósofo Ernst Tugendhat (Egozentrizität und Mystik, 2003). La concepción previa y el relato de la experiencia mística son por lo demás tan diferentes que se puede decir con el filósofo judío de la religión Gershom Scholem que básicamente no hay experiencia mística en la historia de las religiones “como un fenómeno o una visión que exista en sí misma independientemente de lo demás”. Más bien hay “experiencia mística de algo, de una cierta forma religiosa: la experiencia mística del cristianismo, del islam, del judaísmo”, etc.

Esto tiene que ver con el hecho de que la experiencia mística siempre es una “experiencia interpretada” sobre el trasfondo de la propia lógica religiosa, de la propia fe, en un acontecimiento dialéctico, como decía Edward Schillebeeckx: “La experiencia influye en la interpretación y la evoca, pero la interpretación también influye en la experiencia […] Experimentamos interpretando sin poder separar claramente el momento de la experiencia y el momento de la interpretación”.

“Sino como quieres tú“

Cuando Jesús, durante la oración en Getsemaní, pidió a su “padre” que pasara de él el amargo cáliz de su muerte en la cruz, añadió la fórmula básica de la mística cristiana: “Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt 26:39). Por lo tanto, “hágase tu voluntad” es la petición central del “Padre Nuestro”, la oración enseñada por Jesús.

Lo mismo dijo su madre al arcángel Gabriel, cuando éste le anunció la concepción de Jesús por obra y gracia de Dios: “hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1:38). La mística cristiana trata de la unidad amorosa del hombre con Dios, que, como en un matrimonio por amor, brota del libre consentimiento de la voluntad humana, porque el amor de Dios lo tenemos siempre como expresión de la gratuidad y universalidad de su gracia.

Siempre que rezamos conscientemente “Hágase tu voluntad” por puro amor a Dios y como expresión de nuestro libre consentimiento, y no por una entrega fatalista en sus manos, tiene lugar la unión mística en las condiciones de la vida cotidiana. No es una casualidad que Martín Lutero y Teresa de Ávila comentaran con detalle el “Padre Nuestro“, y que Juan de la Cruz lo recomiende como la única oración realmente necesaria de un cristiano, porque en ella “se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales”.

Un maestro místico con gran formación teológica como el Maestro Eckhart († 1328) lo ha entendido muy bien cuando concentra sus Discursos sobre el discernimiento o instrucciones espirituales especialmente en el “Hágase tu voluntad“. El abandono de la propia voluntad es el prerrequisito para ser “conformado a la voluntad de Dios”. La mejor oración para él, por lo tanto, es “Señor, no me des nada más que lo que tú quieras“; y esto es porque al hacerlo uno “se deshace de su propio yo”. Para el Maestro Eckhart y para los grandes místicos cristianos, la renuncia o la superación del “egocentrismo”, el “desprenderse de todas las cosas de este mundo”, el “no estar atado a nada”, la “serenidad” o la “santa indiferencia” son el símbolo por excelencia de una buena voluntad.

Para los místicos cristianos, esto no significa retirarse del mundo al solipsismo espiritual, sino todo lo contrario: la conformación con la voluntad de Dios superando el egocentrismo es la condición para el compromiso con el mundo, propio de un cristiano: para trabajar en la conformación del mundo con la voluntad divina, luchando por los valores mesiánicos del Reino de Dios, por la justicia y la equidad, por la libertad y la verdad, por la solidaridad y la paz, por unas condiciones de vida humanas para todos más allá de las barreras de raza y clase, nación y religión, por la protección de los más débiles, por la ternura con los que han sido marcados por el destino, por la preservación de la creación, y también por la difusión del mensaje del Dios bondadoso y misericordioso, amigo del hombre.

Y esto vale también, cuando uno vive por vocación la vida contemplativa, tratando en amistad con Dios (ésa es la grandiosa fórmula teresiana de la oración) “por el mundo”, por la salvación “de todos”.

Conocimiento de sí mismo y conocimiento de Dios

La forma de superar el egocentrismo en la mística cristiana es la unión del conocimiento de nosotros mismos con el conocimiento de Dios. Este proceso de purificación es más doloroso que cualquier psicoanálisis. A Dios no podemos engañarle, no podemos ocultarle nada, porque Él nos conoce mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos (Sal 139), y ningún rincón de nuestro “yo” le permanece oculto. Por lo tanto, este proceso va acompañado de “lágrimas” de arrepentimiento. Además, el lema del psicoanálisis es sacar a flote lo sumergido y reprimido en el subconsciente (“donde estaba ello, tengo que estar yo“), mientras que la mística cristiana trata de reconocer el propio yo “ante Dios” y “su voluntad”.

El fundamento o virtud básica para ello es la humildad. Esta es indispensable para responder ante Dios a la pregunta: “¿Quién soy?”. Como dijo la Santa andariega: “mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza, y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes”. La humildad es entonces un símbolo para nuestra necesidad de salvación, para nuestra dependencia del amor y la gracia de Dios, pero también para el reconocimiento de nuestra dignidad y de nuestra vocación al trato de amistad con Dios: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad” (Sal 8:5-6).

Cuando Teresa define la humildad como “andar en verdad”, se refiere a la verdad de nuestra existencia humana “ante Dios”. En otro lugar lo ha expresado de esta manera: la verdadera humildad es “conocer lo que él [Dios] puede y lo que yo puedo”, es decir, tomar conciencia de la diferencia entre el Creador y la criatura. Para Teresa, la humildad es el “fundamento” del Castillo interior, y la falta de humildad el mayor problema en el camino espiritual de la conformación con Cristo. Para Teresa no hay “cosa que más nos importe que la humildad”. La humildad es lo contrario de la hibris de los ángeles caídos, lo opuesto a la duradera tentación del hombre de querer ser “como Dios”, lo opuesto a una comprensión prometeica (o pelagiana) de la naturaleza humana que sobrevalora sus capacidades, independientemente de nuestra “ruindad”, por decirlo en el lenguaje teresiano.

La fuente mística

El místico cristiano, que ha practicado la virtud de la humildad en el proceso de autoconocimiento ante Dios y ha superado su propio egocentrismo, no ve en la fuente (en la creación) su propio reflejo como un “narcisista” espiritual (¡Ay del narcisismo espiritual en el clero y la vida religiosa, que tanto fustiga el Papa Francisco!), sino más bien el rostro y las huellas de Dios, que le animan a seguir trabajando en la conformación del mundo con su Reino, y que refuerzan su anhelo por la “visión” final de Dios, en el otro mundo, de un Dios encarnado, siempre dispuesto a nuestro encuentro, con el que ya se sabe inseparablemente unido en éste (Rom 8:35-39). Por eso, Juan de la Cruz, el poeta del anhelo ardiente, nos regaló estos versos tan diferentes de la fuente de Narciso:

“¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados,
formases de repente
los ojos deseados,
que tengo en mis entrañas dibujados!”

Fuente Religión Digital

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Una mirada nueva

Miércoles, 6 de mayo de 2020

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Si el siglo XXI se convierte, será a través de una mirada nueva, por medio de la mirada mística, que tiene la propiedad de ver las cosas, por primera vez, de una manera inédita.

Cuando el ser humano se dé cuenta de que está amenazado en su esencia por la cocina infernal de los aprendices de brujos; en su vida, por el peligro mortal de la polución, sin hablar de la polución moral que acabará por darle miedo, quizás experimente entonces la necesidad de ser salvado; y este instinto de salvación es posible que le lleve a buscar en otra parte, muy lejos de los discursos inoperantes de la política o del murmullo de una cultura exangüe, la razón primera de lo que es él. Ahora bien, no la encontrará más que a través del rejuvenecimiento integral de su inteligencia por medio de la contemplación, del silencio, de la atención más extrema y, para decirlo con una sola palabra, de la mística, que no es otra cosa que el conocimiento experimental de Dios.

*

André  Frossard.

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Lo místico

Jueves, 27 de febrero de 2020

Del blog Nova Bella:

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“La emoción más hermosa y profunda que podemos experimentar es la sensación de lo místico.

Es la fuente de toda ciencia verdadera.

El que sienta esta emoción como extraña, que no pueda ya maravillarse y estar ensimismado en el respeto, está prácticamente muerto”.

*

Einstein

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Los retiros de los “místicos” contemporáneos

Viernes, 2 de agosto de 2019

Para muchos comienzan las vacaciones… Un bello artículo para que nos acompañe, para meditar, para respirar…

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Seleccionamos a tres figuras que podrían considerarse “místicos contemporáneos” para viajar a través de los rincones que eligieron como retiro, desde los que desarrollaron sus mejores obras

Cuantas más dificultades atravesaba (económicas o vitales, como la muerte de su primera mujer), C. Monet más intensificaba su producción al aire libre

M. Zambrano y su hermana encontraron una casa recóndita en La Pièce, en la que vivir prácticamente en aislamiento, rodeada de un bosque

Después de ser expulsado de la docencia en Harvard, Ram Dass viajaría a la India persiguiendo ideas de libertad, de heterodoxia y de espiritualidad

Ha llegado el verano y es cosa de casi todos buscar un destino liberador para escapar de la ciudad y acercarse a la naturaleza. Ella, por otra parte, siempre ha sido inspiración para aquellos que han decidido simplificar la vida y aproximarse a su esencia a través de la práctica espiritual, el pensamiento filosófico o el arte. Hemos seleccionado a tres figuras que podrían considerarse “místicos contemporáneos” para viajar a través de los rincones que eligieron como retiro, desde los que desarrollaron sus mejores obras.

Un pintor del fin de siglo: Monet en Giverny

Monet-ninfeas_2141495893_13784470_667x375Monet entre sus ‘ninfeas’

A finales del siglo XIX, el movimiento impresionista y, para muchos, la modernidad artística surgieron a partir de un cuadro del francés Claude Monet. No era ningún señorito, sino el hijo de un tendero, dispuesto a sobrevivir bajo la Torre Eiffel vendiendo caricaturas con tal de aprender a pintar lo que veía. En una época de grandes academias, Monet acabó abandonando la educación formal para dedicar más tiempo al caballete en medio de la naturaleza, en los bosques de Fontainebleau. Y cuantas más dificultades atravesaba (económicas o vitales, como la muerte de su primera mujer), más intensificaba su producción al aire libre. Como si observar y representar lo que le rodeaba de alguna manera le sanara.

En 1892, escribe en una carta, desde Ruan, a la que se había convertido en su segunda esposa: “me he podido instalar en un apartamento vacío frente a la catedral”. De ese interés por el despojamiento para trabajar concentrado, nacería su serie de las catedrales, una de las más geniales de Monet. Siguiendo esta pauta, al año siguiente (mientras por ejemplo Gaudí, otro “místico contemporáneo”, empezaba la Sagrada Familia en Barcelona) Monet se mudó a una casa en Giverny y compró un terreno contiguo, para construir lo que llamaría el “jardín del agua”.

En vez de permanecer en París, la capital de las galerías de arte, los museos y los cafés, Monet se trasladó a Giverny como Matisse trabajó en Vence: cuando los años ya les habían dado reconocimiento, pero también apego a la sencillez. Recién instalado en la localidad de Normandía que hoy es universal por sus nenúfares, Monet confesó en su correspondencia: “No he tenido más remedio que hacerme construir a la orilla (···) un cobertizo para proteger mis barcos y guardar mis telas (···) y luego la jardinería, que me ha absorbido un poco recogiendo algunas flores para pintar los días malos”. Así pasaba la jornada y le recuerdan las fotografías: solo como un ermitaño barbudo, con el maletín de sus pinceles y paleta recorriendo el río durante días, dedicándose a perseguir la luz y prometiendo a su familia y amigos volver “con palmeras, olivos”. En otra carta, el pintor le desvela a su esposa que, mientras está fuera de casa, estos trabajos le dan plenitud: “me meto en la cama y, en éxtasis, pienso en Giverny, mirando de reojo a mis telas colgadas de las paredes”.

Los últimos veinte años de su vida los dedicó a Giverny, sin prácticamente moverse (salvo un viaje a Madrid en 1904, a ver los Velázquez). A Giverny y los efectos del agua en su jardín; a sus “ninfeas”. Esas inmensas telas que no se expusieron (en la Orangerie) hasta después de la muerte de Monet, que en vida nunca quiso separarse de ellas.

Una filósofa del siglo XX: Zambrano en La Pièce

Zambrano-Piece_2141495891_13784394_667x375Zambrano en La Pièce

Nacida en Vélez Málaga, María Zambrano pidió ser enterrada tan cerca de naranjos y limoneros como había nacido. La pensadora española hoy yace allí, en Vélez, en el cementerio de su pueblo, pese a que su vida estuvo marcada por la guerra (civil) y el doloroso exilio (republicano), con su consiguiente nostalgia del lugar de uno.

Tras su adolescencia en Segovia, Zambrano siempre recordaría la proclamación de la Segunda República en la Puerta del Sol de Madrid, de la que fue testigo junto a su padre. “¡Que viva la República!”, contaba que gritaban los obreros. “Que muera… ¡No! ¡Que no muera nadie!, atajaba la pensadora, que destacaría por su pacifismo en el activismo político tanto como por las connotaciones místicas de sus escritos, de las tesis que defendía, como la conocida “Razón poética”.

Participando en las Misiones Pedagógicas conoció, entre otros, al que sería su marido, un historiador chileno. A la filósofa malagueña y a él el estallido de la Guerra Civil les sorprendió en La Habana, pero no tardaron en volver a la Península, porque la guerra estaba perdida. Para alinearse con los intelectuales que, como ella, sabían que el fascismo es lo contrario a la libertad.

Con amigos a un lado y al otro del océano (de Luis Cernuda a José Lezama Lima), Zambrano marchó al exilio americano (México, Cuba, Puerto Rico…) pese a cruzar la frontera francesa con su madre y su hermana Araceli. Ésta última no se recuperaría de la pérdida de su marido y su madre, lo que llevó a María a dejar el Caribe y no separarse de su hermana. Reconstruyeron su vida en Roma, entre tertulias, la oficialización del divorcio de María y sus visitas en Florencia a otro trasterrado, el pintor Ramón Gaya.

En 1964, las Zambrano tuvieron que abandonar Italia junto a sus trece gatos y se instalaron en La Pièce, pequeña localidad francesa, junto a la frontera con Suiza. Encontraron una casa recóndita, en la que vivir prácticamente en aislamiento, rodeada de un bosque por donde la filósofa realizaba largas caminatas. Los paseos de La Pièce la enseñaron a crear “claros” en la conciencia: allí escribió sus magníficas obras El hombre y lo divino y, por supuesto, Claros del bosque.

‘Claros del bosque’ es un compendio de reflexiones de la pensadora ante la presencia de la naturaleza

Este libro, dedicado a su hermana Araceli, que murió en esta casita de La Pièce, es un compendio de reflexiones de la pensadora ante la presencia de la naturaleza. Influida por los presocráticos, Jung o el sufismo, Zambrano emparenta con la tradición mística por acercar pensamiento racional y mítico. En La Pièce encontró su palabra; experimentó “el despertar privilegiado”: “que ella, la vida, no tiene partes, sino lugares y rostros”. Aceptó que se muere igual que se nace y, aun exiliada, sin blanca, envejeciendo y sin su hermana, escribió en Claros del bosque sobre “esa paz que proviene de sentirse al descubierto y en sí mismo, sin ir a enfrentarse con nada y sin andar con la existencia a cuestas”.

Sin rencores, María Zambrano descansa enterrada entre sus “dos Aracelis” (madre y hermana), su naranjo y su limonero y un elocuente epitafio, tomado de El Cantar de los Cantares.

Un maestro espiritual en el siglo XXI: Ram Dass en Maui

A-793358-1240059297.jpegDisponible en Netflix, un documental de Derek Peck, Ram Dass: Going Home, se acerca al trabajo espiritual de Baba Ram Dass, un “místico contemporáneo” nacido en una familia judía de Boston que actualmente tiene 88 años. “Mi vida ha sido un baile entre el poder y el amor”, cuenta quien descubrió la plenitud, el éxtasis, a través del otro éxtasis: comiendo setas alucinógenas. Y es que, siendo profesor de Psicología en la universidad de Harvard, Ram Dass empezó a experimentar los efectos de las drogas psicodélicas en las personas. Corrían los años 60 y por ejemplo Kerouac, Burroughs y Ginsberg tomaban opiáceos al mismo tiempo que leían a Thoreau (leían su elogio de la autosubsistencia y la cabaña). Después de ser expulsado de la docencia en Harvard, Ram Dass, como alguno de ellos, viajaría a la India persiguiendo ideas de libertad, de heterodoxia y de espiritualidad. Pero lo que el profesor hizo no fue una simple escapada, sino que en India conoció al gurú Reem Karoli Baba y, admirándole, se convirtió al hinduismo.

La isla de Maui se ha convertido en el escenario del “acabamiento” de alguien que dedicó su vida a deshacerse de las normas, los nombres, las preocupaciones… y centrarse en el alma y en el momento

Casi medio siglo después de la publicación de su célebre libro Be Here Now, Ram Dass vive retirado en Maui, Hawai. El documental se titula Yendo a casa porque en él el anciano maestro espiritual reconoce estar cerca de la muerte y reflexiona sobre el amor y la conciencia. “Eso es lo que Dios es para mí”. La isla de Maui se ha convertido en el escenario del “acabamiento” de alguien que dedicó su vida a deshacerse de las normas, los nombres, las preocupaciones… y centrarse en el alma y en el momento. Unas olas muy azules acompañan, como fondo, a la exuberancia del jardín tropical de Ram Dass. “Amo el océano. Pienso adónde va”, dice desde la ventana.

En silla de ruedas desde que sufrió una apoplejía con afasia, insiste en que la interioridad no tiene límites (“ni temporales ni espaciales”) y que, por tanto, su discapacidad no es impedimento para su felicidad. “Es difícil conducir. Jugar al golf. Tocar el cello. Pero estoy aquí” y, mirando a su entrevistador, se toca el pecho y lo señala.

Los planos se suceden con gran acierto: oraciones y el canto de Sita Ram frente al altar de su gurú dentro de su casa de Maui; una escultura del dios Hanuman en su jardín; y un plano precioso y definitivo de un reloj en el que, en lugar de un número, en cada punto del círculo por el que las agujas pasan, se lee NOW (AHORA).

En el paraíso de Maui Ram Dass encontró la tranquilidad que le ayudó a “verlo todo”. El contacto íntimo con el entorno. Y también encontró y aceptó el misterio de la muerte, que para él “es un regalo precioso para nuestra conciencia” al que no debemos tratar como al enemigo. “Nos pellizcamos la piel para saber que estamos vivos, que esto no es un sueño. Pero con la conciencia podemos ir más lejos que con la carne, declara en el documental.

Con seguidores por todo el mundo, su historia es ejemplo de una mezcla de amor, compasión y meditación. Según sus palabras, amar algo es “convertirse en ese algo”. Y así termina el documental: con un plano cenital en el que se ve a Ram Dass en el agua, con ayuda de unos flotadores y de la gente que, desde la playa, se ha ido uniendo a nadar en torno a él. El gurú que confiesa estar preparado para morir porque sabe que somos  “todos nosotros, uno. Una conciencia”. Y que, a través del paso del tiempo, “I’m going nowhere”.

Fuente Religión Digital

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“Diferencias entre esoterismo, religión, mística y cristianismo”, por José Antonio Vázquez

Viernes, 19 de julio de 2019

cristo-y-dialogo-interreligiosoHoy es difícil encontrar discursos sobre espiritualidad que diferencien bien el ámbito de lo espiritual del ámbito de lo psicológico (no están separados pero, en ocasiones, se confunden) así como que distingan entre las diversas perspectivas o grados que pueden encontrarse en la vivencia de la espiritualidad.
Como explica Edith Stein, la espiritualidad hace referencia a la dimensión humana que es capaz de apertura a una realidad más allá de lo psicológico (mental, emocional o conductual) y lo material; el ámbito en el que se descubren los valores transcendentes que dan sentido a la vida (Martin Velasco). La espiritualidad es la dimensión personal del ser humano (hay que tener en cuenta que muchos confunden la persona con el individuo, por ejemplo, Jung), pues es el lugar de la libertad y la responsabilidad que le lleva a transcenderse más allá de sus necesidades egocéntricas.

Ahora bien, esta espiritualidad puede vivirse con diversos grados de profundidad que es bueno conocer y distinguir sin separar.

En los orígenes de la humanidad la espiritualidad presentaba la forma de lo que se ha llamado religiosidad cósmica o primordial. Restos de esta perspectiva pueden encontrarse en las diversas formas de chamanismo que aún perduran (en muchos casos ya muy reducidas a mera magia).

Estas religiones, siendo diversas por ser religiones tribales, tenían una perspectiva común: La búsqueda de la armonía con la naturaleza con la que se vivía en fusión (no había mucha conciencia personal), la religión buscaba la conservación de la vida y el orden naturales y sobrenaturales.

Estas religiones estaban vinculadas a un modo mítico de pensamiento, que captaba la realidad de modo simbólico y huía de su dimensión histórica o secular. Se cultivaba un pensamiento sintético más que analítico, simbólico más que racional, que nacía de la fusión entre el sujeto y el objeto, que no eran vistos como realidades separadas sino como formando una sola realidad. La forma politeísta que era frecuente que tuvieran sus hierofanías era vivida como una realidad común,  siendo los dioses expresión de los diversos aspectos de la dimensión espiritual concebida, en realidad, términos monistas, en último término, pues predominaba una conciencia de fusión con lo real.

Poco a poco irá creciendo la conciencia del individuo, la conciencia humanista; el ser humano empezará  a diferenciarse de la naturaleza y a tomar conciencia de su racionalidad, que cobra importancia.

El periodo llamado axial por K. Jaspers en torno al siglo VI A.C. es cuando aparece esta nueva conciencia en muchas diferentes culturas. En esta periodo, las religiones  anteriores se van transformando en religiones de tipo salvífico (salvación de la persona) y de tendencia universalista.

Podría decirse que se produce una división de la tradición primordial en dos perspectivas diferentes y en relación: una perspectiva humanista o exotérica (exterior) que busca la realización-salvación  del individuo humano (pues se descubre la dignidad del ser humano) y que se sostiene en un pensamiento analítico, dualista- diferenciando objeto y sujeto- y que da primacía a la ética; y por otro lado, una perspectiva que pretende ser continuadora de la visión primordial anterior y que quiere transcender lo humano, yendo a lo más profundo de la persona y tiene una visión transcendente y supracósmica, la perspectiva llamada esotérica (interior).

Reflejo de esta separación entre humanismo y esoterismo es la diferenciación muy estricta en la perspectiva esotérica entre lo profano o mundano (privado de valor religioso) y lo sagrado (lo realmente valioso), vivido muchas veces como realidades separadas e incompatibles.

El esoterismo sería, pues, una perspectiva propia de las religiones precristianas, que pretende ser continuadora de la visión primordial en medio de culturas que ya han adquirido una perspectiva humanista, por lo que es reservada a una minoría (para la mayoría que ha desarrollado una conciencia analítica y dualista es ya incomprensible). Su tendencia es monista, como en la religión primordial, tiende a reducir todo en último término a la realidad transcendente, sin valorar la autonomía real de lo mundano y humano. Confundiendo además lo relacional con lo dual.

Luc Benoist, siguiendo las explicaciones de Rene Guenon, conocido maestro del esoterismo contemporáneo, señala como:

El esoterismo… tiene por objeto liberar al hombre de los límites de su estado humano, hacer efectiva la capacidad que ha recibido de alcanzar los estados superiores en forma activa y duradera gracias a ritos rigurosos y precisos.

La tendencia monista del esoterismo es muy característica, lo que las religiones bíblicas van a entender en términos relacionales, el esoterismo, al entender la relación como dualismo, lo interpreta como realidades profundas de la persona, no como encuentro con realidades que la transcienden. Ejemplo típico es el concepto de las realidades angélicas que en las religiones bíblicas son entendidas como el encuentro de la persona con unas realidades espirituales distintas a ella y en el esoterismo se interpreta como una expresión simbólica de los estados superiores de la propia persona.

El esoterismo, en el cristianismo, es visto como una perspectiva limitada, que es integrada y transcendida, y que en realidad no lleva más que a lo más profundo de la persona, a su dimensión espiritual profunda, pero no es capaz de entender la perspectiva religiosa relacional por su limitada perspectiva monista. En las religiones precristianas el esoterismo era visto como la dimensión espiritual más profunda. Hoy todavía hay quien sigue creyendo esto.

Antoine Faivre, estudioso de la perspectiva esotérica, ha dado cuatro características típicas de las tradiciones espirituales esotéricas que permiten reconocer estos caminos esotéricos. Añade, además, otras dos características que también son frecuentes, aunque no es necesario que se den para hablar de una tradición esotérica como lo es con las cuatro primeras:

1) Mentalidad basada en las correspondencias: todo se ve como signo, como símbolo, a veces, la naturaleza visible refleja lo invisible, o la historia y la naturaleza solo tienen sentido y valor en relación con los libros revelados. El problema es que no se tiene en cuenta el valor y autonomía de esos símbolos, que son realidades en sí, además de símbolos.

2) Naturaleza Viva: La realidad natural se ve como un complejo plural, jerárquico e interrelacionado (de ahí la existencia de la magia en estos caminos) con el peligro de divinizar lo natural y lo creado o de todo lo contrario, «cosificarlo» como mero símbolo como si careciera de una realidad en sí más allá de su dimensión simbólica.

3) Importancia de la Imaginación y las mediaciones: El instrumento espiritual por excelencia es la imaginación activa, las visiones, los símbolos y ritos, que se consideran suprahumanos y ahí reside su eficacia. La iniciación es esencial y se concibe como la transmisión de una energía espiritual, sin ver su fondo de encuentro personal con el Misterio, por la mentalidad monista del esoterismo.

4) Búsqueda de la transmutación: Se busca ante todo una transmutación del individuo lograda por la gnosis, por un conocimiento fusional con el Misterio.

5) Práctica de la Concordancia: Se cree que las diversas tradiciones son expresiones de una misma tradición primordial y se buscan por ello concordancias entre todas ellas. No se perciben adecuadamente las diferencias cualitativas entre ellas.

6) Transmisión Regular: Se considera esencial la iniciación ritual, que es vista más que como un encuentro, como la recepción de unas energías espirituales suprahumanas. Las tradiciones esotéricas son extremadamente estrictas en la realización de los ritos pues ponen el centro en los símbolos mismos y no en la relación interpersonal con el Misterio que estos ayudan a realizar (por lo que para la mentalidad religiosa relacional- no esotérica- los ritos pueden ser variados dentro de unos límites e incluso no son absolutamente necesarios para la Gracia). En el esoterismo no hay una perspectiva relacional (encuentro) sino monista (fusión con energías).

Jean Danielou explica que con el nacimiento de las tradiciones del tronco de Abraham nacen las religiones bíblicas centradas en el concepto de Alianza o encuentro con el Misterio. En realidad, podría decirse que estas religiones son las que descubren el concepto mismo de religión, que es precisamente un concepto cuya base está, como decía Zubiri, en la experiencia de la religación con lo real; es decir, la religión se basa en el acceso a una perspectiva relacional, diferente a la perspectiva primordial (que era de fusión y monista) y a la perspectiva exotérica-humanista (dualista).

La perspectiva relacional nace del descubrimiento de un nuevo enfoque hacia la realidad al percibir que la realidad no se compone de objetos (cosas) externos a nosotros, ni de simplemente símbolos, llamados a fusionarse con nosotros, sino de ámbitos (López Quintás) realidades que tienen su propia entidad secular y, a la vez una dimensión espiritual , que, al encontrarnos con ellas (sin fusionarnos ni cosificarlas), nos permiten desarrollar posibilidades espirituales nuevas que nos transforman y las transforman. Como ejemplo de esta visión se suele poner el de la partitura, que reducida a cosa es un simple papel y descubierta como ámbito nos permite relacionarnos con ella espiritualmente generando una nueva realidad que nos transfoma y la trasfoma a ella: la creación de arte musical al servicio de la belleza.

La religión sería el modo relacional de vivir la espiritualidad, modo que integra y transciende, el humanismo y el esoterismo, siendo más profundo que cualquiera de estas dos perspectivas. Para Martin Velasco la perspectiva religiosa podría caracterizarse por los siguientes elementos:

La referencia al Misterio: Una realidad transcendente y absoluta.

Lo sagrado, o mejor, lo santo: En la religión lo sagrado no es una realidad diferente, sino una dimensión de lo real, lo histórico, que a su vez, conserva su realidad profana valiosa y su autonomía propia.

Actitud Salvífica: El ser humano percibe que es su vínculo con el Misterio lo que le plenifica, de ahí, que viva ante él una apertura y una cooperación.

Mediaciones: El Misterio se manifiesta en mediaciones o hierofanías, que por un lado lo manifiestan y, por otro, permiten al ser humano responder a ese misterio con acciones como la oración, el ayuno, la limosna, la peregrinación… etc.

Plenitud y origen de la religión sería la Mística, que, de nuevo, Martin Velasco define como: “presencia inobjetivable de la Transcendencia en el centro de la inmanencia…

La mística de algún modo integra y transciende la religión, sin suprimirla ni negarla (eso permite que podamos hablar de místicas laicas).

Para este autor, los elementos esenciales de la experiencia mística son:

1.- Presencia del Misterio que se ofrece

2.- Aceptación de esa Presencia, que es lo que entendemos como actitud de fe: apertura y consentimiento al Misterio.

Entre las características del modo de vivir la experiencia mística estarían:

su carácter inefable, su inmediatez mediada (se conoce a Dios por los efecto en la persona), su pasividad activa, su fruición, su simplicidad, certeza y oscuridad, así como el carácter impactante sobre la persona… expresión de una experiencia mucho más plena que cualquiera de las perspectivas anteriores, a las que integra y transciende.

La Mística nos lleva a la experiencia de la nodualidad relacional, experiencia de comunión con Todo y con todos sin dejar de ser quienes somos, experiencia de unidad y pluralidad y no a la experiencia de nodualidad monista al estilo esotérico.

Por último, habría que hablar de la novedad de la mística cristiana. El Misterio Pascual, de la cruz y la resurrección- centro de la religión cristiana-, rompe todas las imágenes del Misterio, que se “rebaja” haciéndose uno de nosotros para liberarnos y llevarnos a la plenitud participando de nuestra debilidad y sufrimiento.

El cristianismo es un escándalo para los seguidores de la tradición primordial y esotéricos, por su visión relacional, que ellos creen dualista y es incomprendido por judíos y musulmanes por su expresión del Misterio desde la debilidad, desde la opción por los pobres, haciéndose él mismo pobre para liberarlos y «fracasando» en el sentido mundano del término.

El cristianismo posee así una novedad  y una plenitud que no está en otras tradiciones religiosas y que estamos llamados a dar a conocer, no a imponer, sino a poner en relación con toda tradición humanista, primordial o esotérica colaborando con esas tradiciones en construir un mundo mejor. También estamos llamados a descubrir las verdades y la santidad en esas tradiciones, las semillas del verbo, que dirían los Padres de la iglesia o el “Cristo” desconocido que hay en ellas (en lenguaje cristiano).

El cristianismo trae una novedad cualitativa que no puede perder y, a la vez, no tiene el monopolio de la verdad, por ello, nuestro cristocentrismo ha de entenderse en modo relacional ( Geffré):  poner en diálogo y en relación con Cristo toda realidad humana y espiritual, enseñando la novedad cristiana y aprendiendo de los otros su sabiduría propia, su Cristo oculto, que nosotros desconocemos, colaborando con todos en la construcción de un mundo más humano y más espiritual: El Reino.

José Antonio Vázquez Mosquera

Fuente Cristianía: Monacato laico

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Como busca la cierva…

Lunes, 27 de mayo de 2019

En un día especial para mí, este salmo explica mi vida…

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Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

*

Salmo 41

***

Si el siglo XXI se convierte, será a través de una mirada nueva, por medio de la mirada mística, que tiene la propiedad de ver las cosas, por primera vez, de una manera inédita.

Cuando el ser humano se dé cuenta de que está amenazado en su esencia por la cocina infernal de los aprendices de brujos; en su vida, por el peligro mortal de la polución, sin hablar de la polución moral que acabará por darle miedo, quizás experimente entonces la necesidad de ser salvado; y este instinto de salvación es posible que le lleve a buscar en otra parte, muy lejos de los discursos inoperantes de la política o del murmullo de una cultura exangüe, la razón primera de lo que es él. Ahora bien, no la encontrará más que a través del rejuvenecimiento integral de su inteligencia por medio de la contemplación, del silencio, de la atención más extrema y, para decirlo con una sola palabra, de la mística, que no es otra cosa que el conocimiento experimental de Dios .

*

André Frossard

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Mujer, laica, profeta y mística

Sábado, 18 de mayo de 2019

concecion-cabrera4 de mayo de 2019, Basílica de Guadalupe (México)
Beatificación de Conchita Cabrera
Mari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 03/05/19.- Al conocer la noticia de la beatificación de Conchita Cabrera, me alegré mucho y pensé que me uniría a la celebración escribiendo sobre algo sobre ella.

Luego me entraron las dudas y surgieron las preguntas: ¿Qué puedo escribir sobre esta persona que conozco tan poco? ¿Qué decir de una mujer que nació y vivió en un tiempo y una sociedad tan diferente, a nivel religioso, social, cultural, al que yo he vivido y en ello sigo?

De forma muy sencilla puedo compartir mi experiencia personal, lo que me llegó de Conchita a través de otros, acercándome a una espiritualidad de la que bebí durante bastantes años.

En 1984 nos cambiamos de casa, en otro barrio de Madrid. Fuimos recorriendo las parroquias más cercanas a nuestro nuevo domicilio, pero no sentíamos sintonía. Unos amigos nos hablaron de una parroquia que quedaba cerca aunque había que ir en coche. Un domingo nos acercamos con nuestros tres niños, bastante pequeños, a la misa de doce. Sin preguntar. Fallo. En esta parroquia (1) la misa empezaba a las… ¡doce menos cuarto! Curioso.

Hubo algo que ya nos introdujo en un “estar” al que quieres volver. La iglesia es preciosa y su estructura en forma de enorme tienda de campaña circular, te adentra en la liturgia con aires de acogida, de abrazo… “la tienda del encuentro”. Pero la homilía del sacerdote (2), que celebraba me impactó. Nos impactó. Tenía un reconocible acento mexicano.

No recuerdo las lecturas, no sé de qué trataba el evangelio pero salí diciendo por dentro: “A mí esto nunca me lo habían contado así”. Volvimos con nuestros tres niños al domingo siguiente, y al otro y otro más. Empezamos a avisar a nuestros amigos cercanos del nuestro descubrimiento, y se fueron uniendo un domingo, otro y otros más… La misa de doce menos cuarto se convirtió en algo a lo que nadie quería faltar.

No era solamente el carisma de un sacerdote a la hora de comunicar, era algo más. Cuando pude asistí a otras misas, a la tarde, en días de diario, fiestas, etc. y siempre notabas un no sé qué, no te ibas de vacío. La liturgia sencilla, alegre, orante, acogedora… y la palabra Amor, de Dios, de los hermanos, a los hermanos, etc. era el lenguaje común a todas las celebraciones.

¿Quiénes son?, le pregunté un día a alguien que vi moviéndose por la iglesia como si fuera de casa. Me contó que eran Misioneros del Espíritu Santo (nunca había oído hablar de esa orden), que fue fundada por una mujer mexicana, a principios del siglo XX, que era laica, casada y madre de nueve hijos. ¡En serio, qué interesante!… es lo que pude añadir junto a mi cara de sorpresa.

Las carreras del domingo a la mañana para llegar con nuestros tres hijos a la misa de “doce menos cuarto” las recordamos con mucho humor. Y nos fuimos adentrando en la vida de la parroquia. Vinieron los tiempos de catequesis, comuniones, grupos de pastoral juvenil para nuestros hijos; mi grupo de oración, Navidades, Semanas Santas, convivencias, ejercicios, etc.

Mientras en el fondo, en lo interior, iba reconociendo esa lluvia fina de una espiritualidad que va calando; al tiempo que descubría el sendero que Dios me ponía delante para que, si quería, fuera dando pasos hacia delante en mi vida espiritual y de fe.

En algún momento pedí me recomendaran algún libro sobre la fundadora la orden, que coloquialmente llamaban Conchita, y me lo compré (3).

Y ahora sigo hablando directamente a Conchita:

¿Sabes qué pasó, Conchita? Que le di vueltas al libro, pase hojas, volví a pasarlas, me detuve cuando dices:

“Crecí como la hierba de los campos, al natural, y qué poco entendí, ¡Dios mío” tus gracias y tus favores, la predilección tan singular con que siempre has cubierto mi pobre alma… Siempre he tenido la inclinación a escribir. (…) En esa hacienda todas las noches a la oración, al oscurecer, sentía que mi alma se remontaba de la tierra buscando con anhelo a Dios; era una hora favorita en la que embargaba a mi alma algo, siempre aquel algo que yo no entendía pero que me elevaba de la tierra haciéndome buscar el cielo!…” (4).

Pero no era mi momento, el lenguaje y la forma de expresar tu profunda espiritualidad me resultaban  complejos. Creo que ha sido un acierto que respetaran tus palabras sin intentar “traducirlas”, es decir, europeizarlas o adecuarlas a los modos de estos tiempos.

“El total de los escritos presentados en Roma para el proceso de beatificación de Conchita Cabrera de Armida es casi de 65.000 páginas. Estos millares de páginas escritas con su propia mano, en medio de las tareas y cuidados de la vida de familia, sin descuidar la atención de sus nueve hijos, a los que amamantó, cuidó e instruyó, nos muestras una prodigiosa actividad como escritora”. (5)

Se necesitarían varias vidas para poder adentrarse en tu patrimonio escrito. Pero lo que sí sé es que dejaste el mensaje de Dios en tu persona para que quien se acerque a ti, ya sea por escrito o a través de quienes sean fieles al carisma que transmitiste, lo hagan llegar con docilidad y transparencia. Seguro será un gran tesoro para la vida de mucha gente.

Naciste el 8 de diciembre de 1862, en San Luis Potosí (México), en una familia con posibles, recibiste educación en casa, y a los 21 años (1884) te casaste con Francisco Hermida y vas teniendo hijos (siete chicos y dos chicas), al mismo tiempo que la misión para la que has sido llamada por Dios va dando a luz las primera ramas  de las Obras de la Cruz:

  • 1895  Apostolado de la Cruz. Para laicos, sacerdotes religiosos, religiosas y obispos.
  • 1897 Las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús. Religiosas contemplativas.

En 1901 muere tu marido, tienes que hacerte cargo de la hacienda y seguir atendiendo a tu familia. Pero tu vida interior de mística “en medio del mundo, sin ser del mundo” según decías, sigue avanzando y crecen más ramas en las Obras de la Cruz.

  • 1909  Alianza de Amor. Para laicos.
  • 1912  Fraternidad de Cristo Sacerdote. Asociación de sacerdotes tanto seculares como religiosos.
  • 1914  Misioneros del Espíritu Santo, sacerdotes religiosos.

Viendo esta relación de fechas, no puedo olvidar que en el 1910 se inició la Revolución Mexicana y que el proceso de fundación tuvo que ser vivido desde lo oculto, ya que había persecuciones.

¿Cómo una mujer pudo llegar a esto? Dios te pide y tú aceptas. Es el Fiat de María, que se repita a través de la historia de la humanidad que lleva dentro, aún sin reconocerlo tantas veces, el germen de la redención… de Jesús con nosotros.

¿Cómo una laica de tu tiempo se adelantó a un tiempo futuro? Dejaste bien claro que la santidad es cosa de todos. No sólo de sacerdotes y religiosos. Los laicos y laicas llamados desde el bautismo a la santidad. Todavía quedaba bastante tiempo para que el Concilio Vaticano II hablara con claridad sobre este tema en la Constitución Lumen Gentium. Sí, creo que fuiste profeta en tu tiempo para los tiempos venideros.

Desde niña tuviste mirada contemplativa. Vivías la vida con esa sana y también costosa tensión de que lo divino y lo humano van de la mano. Fuiste una gran mística y dejaste tu testimonio como herencia para quienes siguen el carisma de la Obras de la Cruz, para la Iglesia y para la humanidad.

El evangelio del día que escribo (Mt 11, 25-30), en la segunda semana de Pascua, no ha podido ser más oportuno y motivador: “Gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien”.

Esa eres tú, Concha, te dejaste hacer, aceptando sin reservas el apapacho (6) de Dios

  1. Parroquia de N.S. de Guadalupe (Madrid)
  2. Sergio Delmar Junco, misionero del Espíritu Santo
  3. “DIARIO ESPIRITUAL DE UNA MADRE DE FAMILIA-Concepción Cabrera de Armida” (m.m.Philipon, Editorial Desclée de Brouwer, 1987)
  4. Íbid., pág. 31
  5. “ECO DE MIS AMORES-Selección de textos de Concepción Cabrera de Armida”, CIDEC, México 2010, pág. 33
  6. “Apapacho” es como se dice en México “Abrazo”.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Buscando en lo escondido

Miércoles, 15 de mayo de 2019

Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Dios nos ha pensado desde la eternidad, cada uno de nosotros tiene una imagen preeterna que vive en Dios, lo que luego Eckhart llamará la parte increada del alma. Todos tenemos una parte última, definitiva, escondida, oculta, a veces tan oculta que se nos oculta a nosotros mismos, en la que Dios se manifiesta tal cual es, pero llegar hasta allí, llegar a ese momento oculto del alma, a esa situación, a esa ciudadela escondida, es la labor de una vida. La vida entera no es nada más que la búsqueda de ese lugar escondido donde Dios se manifiesta”.

*

María Toscano/Germán Ancochea
Mujeres en busca del amado. Catorce siglos de místicas cristianas.
Ediciones Obelisco, 2003

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Recordatorio

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