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“Con Jesús de Nazaret se dio inicio a una nueva civilización”, por Julio Guerrero Moreno

Jueves, 31 de agosto de 2023

jesus“Lo importante ha sido la integración en el subconsciente colectivo de sus enseñanzas”

“Por ello dio su vida, por la instauración del por Él llamado Reino de Dios, y que hoy se traduce por Derechos Humanos, Igualdad de Género, Solidaridad con los más desfavorecid@s”

“Luego vinieron tiempos oscuros, los representantes de ese Resucitado no transmitían correctamente su mensaje, más bien, al contrario”

“No hay verdadera espiritualidad sin justicia social, ni libertad de espíritu sin igualdad de derechos para todo ser humano”

Con Jesús de Nazaret se dio inicio a una nueva civilización, con su vida, sus actitudes y enseñanzas coherentes nos transmitió lo que Dios quería para el ser humano: libertad, solidaridad con los más necesitad@s, igualdad de derechos entre razas, sexos, etc. Nos mostró la verdadera naturaleza de Dios, cómo es por dentro. Nos dijo que era Amor, Relación, Humanidad.

Por ello dio su vida, por la instauración del por Él llamado Reino de Dios, y que hoy se traduce por Derechos Humanos, Igualdad de Género, Solidaridad con los más desfavorecid@s, etc.

Nunca escribió su doctrina, pero quienes vivieron con Él lo transmitieron a sus descendientes y posteriormente fueron dejando escritos que nos recordaran qué hizo y cómo era.

Pero lo importante ha sido la integración en el subconsciente colectivo de sus enseñanzas, a partir de su presencia en nuestro mundo, l@s pobres sabían que Dios se identificaba con ell@s, las mujeres sabían que para Cristo eran iguales a los hombres, que había una utopía posible que ya había comenzado a existir.

Luego vinieron tiempos oscuros, los representantes de ese Resucitado no transmitían correctamente su mensaje, más bien, al contrario, le daban la vuelta horrorizando con sus decretos, juicios y sanciones al pueblo llano y a sus verdader@s discípul@s, anulando la libertad, oxígeno de su doctrina. Tanto es así, que, saliendo de esas oscuras épocas, la fe se fue perdiendo en buena parte de la sociedad y donde ésta se hallaba no era ni de lejos visible ese Reino por el cual el Maestro dio su vida.

Ha sido así como, Dios Padre se ha servido de l@s no creyentes, como mayor libertad y desligamiento de las directrices oficiales eclesiásticas, quienes han continuado su labor, recogiendo el clamor de justicia de l@s pobres y explotad@s –comunismo-socialismo-, la igualdad entre los sexos –feminismo-, la igualdad de razas, etc.

Es cierto que no todo el mundo puede comprender esto, ya que los creyentes no ven más allá de sus creencias y l@s no creyentes se sienten ajen@s a la doctrina cristiana, unificar ambos no es fácil y somos poc@s quienes lo vemos, aquell@s que apreciamos el valor evangélico de la izquierda política y social, así como la realidad espiritual que ella alberga.

Pues no hay verdadera espiritualidad sin justicia social, ni libertad de espíritu sin igualdad de derechos para todo ser humano.

No nos enseñó Jesús de Nazaret caminos más o menos tortuosos, ni ejercicios físicos ni restricciones alimentarias o de ningún otro tipo para llegar a conocer la trascendencia divina, nuestra realidad más profunda, el suyo, el camino por Él propuesto era algo más sencillo y complejo a la vez: “amaos un@s a otr@s como Yo os he amado”, nada más y nada menos.

Si hay amor hay sana relación con uno mismo y con l@s demás, por lo que para ser buen ser humano, buena persona, buen cristian@, hay que vivir el amor, hay que pedírselo a Dios –si se es creyente- hay que trabajarlo desde la consciencia, y si para ello gustáramos de técnicas físicas –yoga por ejemplo…- bienvenidas fueran, aunque no sean imprescindibles pueden ser útiles.

Hay mucho que podría contar, qué papel juega la Iglesia u iglesias en todo esto, qué diría Jesús en la actualidad, etc. Y lo contaré, si me lo permiten.

Julio Guerrero Moreno

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , ,

El tesoro escondido

Domingo, 30 de julio de 2023

 

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 En Éxodo

La vida sobre ruedas o a caballo,
yendo y viniendo de misión cumplida,
árbol entre los árboles me callo
y oigo como se acerca Tú Venida.

Cuanto menos Te encuentro, más Te hallo,
libres los dos de nombre y de medida.
Dueño del miedo que Te doy vasallo,
vivo de la esperanza de Tú vida.

Al acecho del Reino diferente,
voy amando las cosas y la gente,
ciudadano de todo y extranjero.

Y me llama Tú paz como un abismo
mientras cruzo las sombras, guerrillero
del Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

“El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?

Ellos le contestaron:

– “Sí.”

Él les dijo:

“Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.”

*

Mateo 13,44-52

***

“Se puede definir al hombre como el que busca la verdad”

Juan Pablo II

La vida que Dios da al hombre es original y diferente de la de los demás criaturas vivientes, o que el hombre aunque proveniente del polvo de la tierra (cf Gn 2,7; 3,19; Job 34,15; Sol 103,14; 104,29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencio, resplandor de su gloria (cf Gn 1,26-27; Sol 8,6). Al hombre se le ha dado un altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une o su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios.

En la vida del hombre, la imagen de Dios vuelve o resplandecer y se manifiesta en toda su plenitud con lo venida del Hijo de Dios en carne humana: “El es Imagen de Dios invisible” (Col 1 ,15), “resplandor de su gloria e impronta de su sustancia” (Heb 1,3). El es la imagen perfecta del Padre… La plenitud de la vida se da a cuantos aceptan seguir a Cristo. En ellos, la imagen divina es restaurada, renovada y llevada a perfección. Este es el designio de Dios sobre los seres humanos; que “reproduzcan la imagen de su Hijo” (Rom 8,29). Solo así con el esplendor de esta imagen, el hombre puede ser liberado de lo esclavitud de lo idolatría, puede reconstruir lo fraternidad rota y reencontrar su propio identidad

*

Juan Pablo II,
carta encíclica Evangelium vitae, nn. 34.36.

***

*

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70 veces siete… La verdadera indulgencia

Domingo, 23 de julio de 2023

 

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 Piensa también
con los pies
sobre el camino
cansado
por tantos pies caminantes.

Piensa también, sobre todo,
con el corazón
abierto
a todos los corazones
que laten igual que el tuyo,
como hermanos,
peregrinos,
heridos también de vida,
heridos quizá de muerte.

Piensa vital, conviviente
conflictivamente hermano,
tiernamente compañero.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

***

 

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:

“El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho.” Los criados le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” Pero él les respondió: “No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: ‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.’”

Les propuso esta otra parábola:

“El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.”

Les dijo otra parábola:

“El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.”

Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.” Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:

“Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.”

Él les contestó:

– “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.”

*

Mateo 13,24-43

***

La indulgencia es una expresión finísima de la caridad, porque es a la vez comprensión, discreción, paciencia y confianza. Con ésta -y solo con ésta- se supera un gran obstáculo que normalmente se interpone entre nosotros y nuestro prójimo.

De hecho, lo que hace más difícil el ejercicio de la caridad son, frecuentemente, los defectos que encontramos en los demás. Y estamos fácilmente llevados a verlos, a verlos mucho mas que los nuestros, y así estamos siempre dispuestos a la crítica.

Este obstáculo no se supera espontáneamente, porque el defecto de por sí no acerca a las almas, ya que es una falta, y lo que falta no puede nunca ser un elemento positivo de unión. Por consiguiente, es necesario suplir voluntariamente lo que falta en la persona defectuosa, con algo que les permita a las almas encontrarse. Este algo lo da precisamente la “indulgencia”.

La indulgencia de la que hablamos no consiste, sencillamente, en “cerrar los ojos” a los defectos de los demás: el cerrar los ojos lleva, la mayoría de los veces, al desinterés. Sin embargo, con la verdadera indulgencia los defectos se ven bien; solo que se les “indulta”, es decir, se le “concede” el perdón, pero no al defecto, sino a la imperfección moral de la persona, en cuanto que nos concierne y nos choca, quitándonos algo. Por tanto, un perdón así implica también el propósito de enmienda de los demás, para que la persona no quede privada de aquel bien moral que se deriva de corregir aquel defecto. Y por esta enmienda se le concede confianza. La verdadera indulgencia consiste en esto.

¿Y hasta qué punto hay que emplear la indulgencia? La respuesta nos la proporciona el Señor diciéndonos que hay que perdonar a los hermanos “setenta veces siete”, es decir, siempre. Naturalmente, es difícil una indulgencia tan generosa y delicada; sin embargo, estamos llamados precisamente a hacer esto con los “hermanos” que “pecan” o -por seguir en nuestro contexto- con los defectos de nuestro prójimo.

La indulgencia permite así demostrar el amor con su exquisita delicadeza, que contiene realmente lo mejor del alma y del corazón. De hecho, en este caso, el amor no se busca a si mismo, ni busca su satisfacción; busca sólo el verdadero bien de la persona amada. Y es un amor profundamente activo, porque obra de verdad, es decir, “da”: da el perdón y da también la confianza a la persona con la que tiene indulgencia. Amar a una persona virtuosa no es difícil, pero tener indulgencia y amor a una criatura defectuosa exige la fuerza grande de la virtud, Ya que, además de una gran generosidad, que permite pasar por encima de uno mismo, se necesita aquí una paciencia confiada, que sabe esperar a que los demás se enmienden sin cansarse nunca. Y esto acrecienta todavía más la alta moral del amor.

*

R. Bessero Belti,
Lo que vale un corazón lleno de la presencia interior del Espíritu,
Eunate, Pamplona l995, 79-8] ; traducción, Julia Bellido.

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Semillas del Reino.

Lunes, 17 de julio de 2023

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Sois semillas del Reino
plantadas en la historia.
Sois buenas
y tiernas,
llenas de vida.
Os tengo en mi mano,
os acuno y quiero,
y por eso os lanzo al mundo:
¡Perdeos!

No tengáis miedo
a tormentas ni sequías,
a pisadas ni espinos.
Bebed de los pobres
y empapaos de mi rocío.

Fecundaos,
reventad,
no os quedéis enterradas.
Floreced
y dad fruto.
Dejaos mecer por el viento.

Que todo viajero
que ande por sendas y caminos,
buscando o perdido,
al veros,
sienta un vuelco
y pueda amaros.
¡Sois semillas de mi Reino!

¡Somos semillas de tu Reino!

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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Redes Cristianas: Mensaje de cristianas y cristianos de base de Madrid (CCBM).

Sábado, 1 de julio de 2023

Encuentro-Comunidades-Base-Madrid_2564753531_16573549_667x375Reunidos  en San Carlos Borromeo, emblemático centro pastoral de Madrid, el 27 de mayo de 2023 para culminar el proceso de reflexión que venimos manteniendo durante los últimos cuatro meses en torno a la necesidad de reactivar la esperanza, las cristianas y los cristianos de base de Madrid hemos resuelto reafirmar nuestra convicción de que es urgente tomar conciencia y actuarpara superar el clima de resignación o indiferencia que nos rodea y mantener viva la esperanza, y así lo manifestamos a través del siguiente MENSAJE:

1. Estamos viviendo un tiempo de crisis, y las crisis pueden ser oportunidades de cambio. Vivimos desde hace décadas en medio de graves contradicciones: enormes avances en tecnología y conocimientos científicos, creciente conciencia de los derechos humanos universales, pero también cifras de injusticias, violencia, hambre, desastres climáticos, falta de información veraz, etc., como nunca antes se había conocido. Gran parte de la población mundial sobrevive a duras penas, atravesada por el dolor, el hambre, la exclusión social y las guerras.

2. Especialmente dramáticos están siendo los fenómenos de desigualdad social, injusticia ecológica, injusticia de género, prácticas de necropolítica e infinidad de casos de descarte social por parte del neoliberalismo que se nos impone. El sistema capitalista neoliberal imperante, según Francisco, es una “economía que mata”, y “causa estructural de la desigualdad” que existe en el mundo. La esperanza de los pobres está gravemente amenazada.

3. En medio de este sinsentido global, la esperanza parece haber dejado de ser uno de los signos de los tiempos, a pesar de que todas y todos la necesitamos para vivir con ilusión. En consecuencia, surgen los interrogantes sobre si es posible la esperanza en un mundo más humano, porque el fracaso de ciertas utopías ha sido tan fuerte que gran parte de la sociedad más dinámica parece “estar de vuelta”, como queriendo olvidar y refugiarse en espacios poco conflictivos, más gratificantes, consoladores. Y, en el caso de respuesta positiva, aún cabe plantearnos si esa esperanza es mera creencia teórica o una fuerza vital, dinamizadora de compromisos por una vida mejor.

4. Comprobamos con todo cómo, a la vez, se abre camino otro tipo de realidades. Está creciendo en la conciencia de muchas personas un sentimiento de indignación ante tanta injusticia, degradación y sufrimiento. Cada día son más las personas que no se resignan ya a aceptar una sociedad tan poco humana y reaccionan esperanzadas en busca de algo nuevo que en esta sociedad no se ve cumplido. Y como los avances desde abajo se han dado siempre a través de la historia, en esa conciencia colectiva se fortalecen nuestras expectativas.

5. Las cristianas y cristianos de base pertenecemos a esos sectores, convencidos de que hay signos para creer queotro mundo es posible, que el mundo de hoy está lleno de semillas de esperanza; que, a pesar de vivir en medio de la injusticia y de crecientes abismos de desigualdad social, podemos aportar el mensaje evangélico de esperanza, solidaridad y liberación de los oprimidos. Eso es para nosotras y nosotros una forma de creer en el Dios de Jesús de Nazaret. Nos sentimos con la responsabilidad de reconvertir todo en esperanza mediante nuestra resistencia, nuestra lucha y nuestra convicción de que otro modo de vivir como seres humanos es posible.

6. Ese otro mundo posible que Jesús de Nazaret presentó como el Reino de Dios sigue ahí como luz, como semilla, y está dentro de nosotras y nosotros, aunque no se agota en nuestra historia. “La fe en la resurrección de Jesús conjugada con nuestros compromisos por la historia y la justicia”, nos dice P. Casaldáliga, “son la garantía de que esa esperanza no es una ilusión ficticia, sino una fuerza vital capaz de emerger victoriosa contra toda desesperanza”. El Reino es la “Internacional de la esperanza” que se construye entre todas y todos los que escuchan la voz de la creación. La esperanza de ese Reino y la confianza en el Dios de Jesús impregna nuestra vida, llenándola de confianza para acercar cada día más la utopía de la fraternidad universal.

7. Las cristianas y cristianos de base nos resistimos a aceptar el actual orden social basado en el capitalismo como eje vertebrador de las relaciones sociales. Lo rechazamos como modelo social y apostamos por buscar nuevas formas de socialismo que se inspire en los siguientes criterios generales: el bien común y la distribución de la riqueza; el respeto y la protección de la naturaleza; la opción por la paz como fruto de la justicia; la participación efectiva de toda la población en los asuntos públicos.

8. Nos proponemos vivir siempre esperanzadas y esperanzados, aun aceptando que probablemente no veremos otro mundo distinto, pero con la fuerza de pensar que podrá llegar a ser. Frente a un cristianismo tradicional que entiende la esperanza como una actitud pasiva y de resignación, vinculada a las recompensas de un cielo tras la muerte, como premio frente a las privaciones de la existencia terrena, concebimos la esperanza como una adhesión existencial a valores, utopías y proyectos que valen por sí mismos y nos permiten convivir perfectamente con el fracaso histórico, sin por eso destruirse. La esperanza se convierte así en motor de nuestra vida aunque lo que persigamos no lo lleguemos a ver.

9. Para conseguir que la esperanza sea esa vivencia movilizadora y no simple creencia, es preciso soñar, resistir y luchar. Lo nuevo solo vendrá si hay muchas personas que lo sueñan utópicamente y se comprometen en la lucha por transformar la realidad con imaginación, fe utópica y esperanza, convencidos siempre de que otro modo de vivir como seres humanos es posible. Nos sentimos invitadas e invitados a “mover los pies, las manos y el corazón” en las circunstancias en que cada uno viva. Aunque nuestras comunidades vayan envejeciendo y tengamos que asumir limitaciones naturales, no queremos ampararnos en la edad como pretexto para la resignación.

10. Apostamos, pues, por reactivar actitudes firmes de resistencia, una espiritualidad de ojos abiertos y de militancia activa a través de los movimientos sociales frente a la “globalización de la indiferencia” (Francisco). La esperanza es una fuerza que ayuda a imaginar, a resistir frente a la resignación y a actuar por encima de cualquier escepticismo o indiferencia. ”Hay que tomar conciencia y actuar, pues la pasividad lleva a la indiferencia y la melancolía”.

Redes Cristianas

Madrid, 27 de Mayo de 2023

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“¿Cómo vivir un cristianismo que diga algo a nuestro presente?”, por Consuelo Vélez

Jueves, 11 de mayo de 2023

IMG_9654De su blog Fe y Vida:

Consuelo Vélez

El conocido teólogo Karl Rahner afirmó que el cristiano del futuro será místico o no será cristiano” y ya estamos en el “futuro” -en referencia a sus palabras- y es válido pensar si está frase se está cumpliendo y si, precisamente por no ser místicos, más y más gente se aleja de la vivencia de la fe.

Pero vayamos por partes. Lo primero será entender que significa “ser místico. Algunos creen que es retirarse del mundo y dedicarse exclusivamente a los ámbitos que comúnmente llamamos “sagrados”. Supondría gastar horas y horas en liturgias y oraciones, entre más solemnes y misteriosas, más valiosas, y rodearse de símbolos religiosos, espacios religiosos, cantos religiosos. Todo esto tiene valor en su justa medida, pero ninguna de esas realidades garantiza la experiencia mística. En realidad, la mística se refiere a la experiencia de Dios que tiene una persona de una manera fuerte, profunda, totalizante y que se expresa en su manera de ser y de actuar. Pero aquí es donde viene una necesaria reflexión para discernir cuándo es una experiencia mística y cuando puede ser un ritualismo externo.

La clave nos la da el Dios en quien creemos los cristianos y con el que nos relacionamos: Jesús de Nazaret. Podemos saber cómo es Dios -sin pretender decir que lo abarcamos plenamente ya que Él siempre supera nuestra comprensión humana- porque Jesús nos lo reveló con sus palabras y obras. El Dios que conocemos a través de Jesús es el de la misericordia infinita. Es el que pone al ser humano como valor fundamental frente a lo cual todo lo demás ha de ser para su bien y no para ningún tipo de opresión, exclusión o sujeción. El Dios de Jesús es el que propone la mesa común de los hermanos y hermanas reunidos en su nombre. Es el que apuesta por el diálogo y la paz renunciando a toda guerra y vencimiento por la fuerza. El Dios del reino es el que se asegura que los desfavorecidos y descartados -como dice el papa Francisco- sean los privilegiados para que no se queden por fuera en ningún sentido. El Dios revelado por Jesús es el que cree en la diversidad, en el valor de lo pequeño, en la gratuidad, en la fiesta, en el gozo por cada situación que logra transformarse para el bien. Es el que siembra a manos llenas la semilla por todos los campos y espera pacientemente hasta su cosecha. Es el que paga igual sin importar la hora de llegada y el que dice que el mayor en el reino es el que se hace servidor de todos. Estas características y muchas otras que podrían señalarse, son las que invitan a entender que la mística cristiana no tiene nada que ver con alejarse del mundo sino con meterse en él buscando encarnar esta manera de ser de Dios y la llamada que nos hace. Algunos llaman a esto, “mística de ojos abiertos” porque, en efecto, se experimenta a Dios en la historia presente y se responde a su amor en esta realidad.

Algunos grupos no parecen ser místicos de ojos abiertos, sino que proponen la mística en el sentido al que nos referimos al inicio. Aunque estos grupos cuentan con un significativo número de personas -que nos hacen preguntarnos si no será por ahí el camino-, una mirada atenta nos hace ver que muchas de sus propuestas y prácticas no están en consonancia con la experiencia del Dios de Jesús. Definitivamente, la mística no consiste en encerrarse en el intimismo, moralismo, ritualismo o tradicionalismo, aunque esas formas den seguridad. La mística consiste en atender a los “signos de los tiempos”, lugar donde el Espíritu de Dios continúa hablando, para encontrarle allí donde está revelándose y donde se puede dar esta experiencia de encuentro con Él o experiencia mística como se le ha llamado.

Desde estas aclaraciones, podríamos decir que muchos cristianos de hoy siguen en deuda con una experiencia religiosa que los vuelque hacia el mundo, que no le teman, que no lo satanicen, que no lo consideren perdición, sino que lo vean como lugar de encuentro con Dios para más amarle, más servirle, más garantizar que esta historia pueda ser historia de salvación para todos. Sigue pendiente que los cristianos acompañen las búsquedas sociales, culturales, políticas, etc., de las personas de hoy, especialmente, de los más jóvenes. Que lo hagan con humildad y sin pretensión de tener la verdad absoluta. A fin de cuentas, la experiencia de vivir es un misterio que cada día nos sorprende, invitándonos a acoger y realizar con esperanza y creatividad, la novedad del vivir, del amar.

Personalmente creo que las personas se alejan de la institución eclesial porque la ven muchos pasos atrás de la realidad del mundo -siempre con temores y resistiéndose a los cambios- y se alejan de la experiencia de fe porque no logran explicarla de manera encarnada y significativa para este presente. No será por más rezar o por más celebrar liturgias solemnes como se conseguirá que la gente vuelva a la experiencia de fe. Será por ser místicos de ojos abiertos -como tal vez lo diría hoy Rahner-, como la fe seguirá viva y fecunda en los tiempos de secularización que vivimos. Si nos atreviéramos a poner en práctica la fe histórica de la que somos depositarios, la fe encarnada que Jesús nos mostró, la fe comprometida que su praxis nos señaló, posiblemente hablaríamos menos de pérdida de fe y nos sorprenderíamos de la riqueza y fecundidad de la fe cristiana cuando es capaz de caminar al ritmo de los tiempos.

(Foto tomada de: https://humanidades.com/pobreza/)

 

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Brókers del Reino

Sábado, 4 de marzo de 2023


CDE430FB-6E37-4F45-962B-430E00C1D946Relectura de la “parábola de los talentos” (Mt 25, 14-30)

Demetrio Orte
Valencia.

ECLESALIA, 17/02/23.- Jesús les dice a sus discípulos y discípulas: el Reino de Dios se parece a la Bolsa, pero al revés.

Ya os dije que no se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6,24). La “Bolsa de valores del Reino es otra. Los valores son otros. El Reino de Dios no es para personas egoístas, apocadas y cobardes, ni miedosas que no quieran arriesgar. Pero tampoco es para especuladores. El “Señor” del Reino no es un explotador ni un especulador que se enriquece con el trabajo ajeno. No premia ni castiga. Recordad aquella parábola de los trabajadores del campo que no cobran lo que merecen sino lo que necesitan, y los últimos son los primeros (Mt 20,16).

Os enseñé a ensalzar la picardía del inversor injusto (o administrador infiel (Lc 16,8), no por su injusticia sino por su astucia, como un toque de alerta para “los hijos de la luz”: ojalá fuerais más espabilados e imaginativos en la Causa del Reino y de la solidaridad. Ya que se os ha “prestado” un dinero (aunque fuera injusto), mejor que sepáis invertirlo en la Causa del Reino, o sea para los pobres a fondo perdido. No es la lógica de la Bolsa de que “Dinero llama a dinero”. La avaricia no va con el Reino. El Reino es la mejor inversión. Sed brókers del Reino. Es la perla o el tesoro por el que vale la pena invertir todo y jugárselo a una baza (Mt 13,44).

Tampoco se parece el Reino de Dios a las loterías con el señuelo de que con un euro puedes ganar un millón. Así, muchas personas que ponen un euro, o más, hacen rica a una o pocas personas con el dinero ajeno. El Reino no es una lotería, ni primitiva ni moderna. El Reino hay que currarlo. Y no cae del cielo. Es como una semilla o la levadura (Lc 13,18-21).

Más se parece el Reino de Dios a la Banca ética, todo un oxímoron. Si tenemos algún dinero, mejor ponerlo para quien lo necesita, sin voluntad de negocio ni avaricia de enriquecerse.

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O se parece también al crowdfunding, en que pequeños créditos de gente solidaria ayudan a un proyecto justo o a gente que lo necesita para salir adelante; no para enriquecerse, sino para salir adelante en un proyecto vital. Es la utopía de que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo” (Galeano). Eso se parece más al Reino.

El Reino se realiza también ejerciendo la cooperación. Un comunidad de base italiana tiene por lema: ”La alegría de compartir nos compensa la tristeza de tener”. Ya que tenemos algo de dinero y vivimos en el primer mundo del bienestar, por lo menos compensémoslo con la alegría de compartir, no de dar por dar, sino de compartir lo que tenemos y lo que somos, lo que podemos: tiempo, talento, cualidades. Y no es cuestión de cantidad. Quien se da lo da todo consigo. Recordad aquella viejita del templo, aquella viuda pobre que lo da todo (Lc 21,4).

Quien da lo que le sobra, por mucho que sea, no da nada de sí. No midáis lo que dais ni esperéis recompensa. La vida no tiene precio. No es cuestión de dar, sino de compartir. Y a veces se recibe mucho más de lo que se da. Así es el Reino.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Salvarse juntos.

Jueves, 28 de julio de 2022

Del blog de la Comunidad Fronteras Abiertas (CAFA) de Zaragoza:

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A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no
Mt 13, 10-17


Hay que salvarse juntos,
hay que llegar juntos a la casa de Dios.
No vayamos a encontrarnos con Dios
estando los unos separados de los otros.
Hay que pensar un poco en los otros,
hay que trabajar un poco por los otros.
¿Qué nos diría Dios si llegásemos hasta él
los unos sin los otros?

*

Charles Péguy, 1873-1914

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***

Dios fuerte y misericordioso,
que destruyes las guerras y derribas a los soberbios;
aparta de nosotros la destrucción y las lágrimas,
para que todos podamos llamarnos,
en verdad, hijos tuyos.

***

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A vosotros os llamo amigos.

Jueves, 28 de abril de 2022

Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

A vosotros que seguís con entusiasmo
sin saber muy bien hacia dónde vamos;
a vosotros que os pesan las normas y leyes
y habéis empezado a desprenderos de ellas;
a vosotros que no tenéis miedo a ser libres
y amáis de corazón a toda persona;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que escucháis mis palabras
y les dais crédito aunque os suenen extrañas;
a vosotros que acogéis mi Espíritu y proyecto
y con esmero buscáis su crecimiento;
a vosotros que os habéis sacrificado
sin esperar recompensa ni reconocimiento;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que os reunís en mi nombre
y evocáis mi presencia, vida y sueños;
a vosotros que a pesar de dudas y cansancio
dejáis la tranquilidad de la tierra conocida;
a vosotros que transitáis fronteras con temor
pero despiertos y en mi compañía;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que no hacéis ascos a lo desconocido
y os adentráis hasta sus entrañas para conocerlo;
a vosotros que dais la cara, arrimáis el hombro
y echáis una mano a quienes aparecen en las aceras;
a vosotros con quienes se puede contar
para toda causa buena, justa y humana;
a vosotros os llamo amigos.

A vosotros que exploráis y cuidáis la realidad
e intentáis transmitirla mejorada;
a vosotros que no os dejáis pervertir
a pesar de vivir en orillas y fronteras;
a vosotros que habiendo salido de vuestra tierra
os negáis a ser extranjeros y a vivir explotados;
a vosotros os llamo amigos

A vosotros que a pesar de vuestra debilidad
no cejáis en vuestro anhelo de caminar;
a vosotros que os mantenéis firmes
y cultiváis experiencias de solidaridad;
a vosotros que no renunciáis a la utopía
y camináis siguiendo mis huellas hacia el Reino;
a vosotros os llamo amigos.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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Anunciación: El Reino De Dios es lo que sucede…

Miércoles, 30 de marzo de 2022

Del blog Amigos de Thomas Merton:

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La acción de Dios es siempre inesperada. A veces la sorpresa puede ser algo que deleita, como cuando se encuentra un tesoro escondido en un campo. Otras veces, cuando Dios nos da un reto o nos exige un sacrificio, esa sorpresa nos parece el fin de nuestro mundo; nuestro pequeño nido se hace añicos. Eventos así ocurrieron con regularidad en las vidas de José y de María… Lo que Jesús predica más tarde es precisamente la aceptación de lo que él llama el Reino de Dios, que incluye nuestro consentimiento de que Dios irrumpa en nuestras vidas de cualquier manera y en cualquier momento, incluyendo el momento presente. ¡No mañana, sino ahora! El reino de Dios es lo que sucede; estar abierto a ese reino es estar preparado para aceptar con confianza y paz lo que suceda. Eso no quiere decir que comprendamos lo que está sucediendo. La mayoría de las pruebas consisten en no tener idea de lo que está pasando, si por qué. Si nosotros supiésemos que estamos haciendo la voluntad de Dios, las pruebas no nos mortificarían tanto” .

*

Thomas Keating

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Michael Moore: “Ser rey o no ser rey… ¡esa no es la cuestión!”

Sábado, 27 de noviembre de 2021

Michael-Moore-rey-cuestion_2397970199_15808053_660x371Lo que está en juego es nuestra imagen de Dios en relación con el poder

“La cuestión religiosa fundamental no se dirime proclamando si Jesús es rey o no, sino aclarando qué se entiende por reyecía y por reinado”

“Cuando Jesús habla del tema no lo relaciona consigo mismo -si él es rey o no- sino con su Padre: habla del Reino de Dios y del Dios del Reino… sin confusión y sin separación”

“Dios reina -se hace su voluntad- cuando se dan circunstancias humanas bien concretas y, aparentemente poco sagradas o, si se prefiere, bastante profanas, que tienen que ver siempre con la superación de situaciones de des-humanización”

“Sería bueno recuperar la tradición teológico-espiritual franciscana que remite al Dios que se revela en Jesucristo de un modo eminente en el pesebre, la cruz y la eucaristía (…) Es la omni-potencia de un Dios que, libremente, se (des)vela en la im-potencia de lo aparentemente anti-divino, débil y vulnerable”

Si uno lee a la ligera el pasaje bíblico que la liturgia ofrece para reflexionar sobre la festividad de Cristo rey (Jn 18, 33-37) queda un tanto mareado. Parece un diálogo de locos: preguntas que no terminan de responderse y respuestas que no obedecen a preguntas hechas (recurso estilístico típico del evangelio según Juan). Y nos dan ganas de recordarle a Jesús sus propias palabras: “Cuando ustedes digan ‘sí’, que sea realmente sí; y cuando digan ‘no’, que sea no” (Mt 5,37). Porque el desorientado de Pilatos simplemente le pregunta acerca de lo que decían que él decía (o no): que era rey de los judíos. La confusión nos ofrece la posibilidad de una aclaración porque, creo, la cuestión religiosa fundamental no se dirime proclamando si Jesús es rey o no, sino aclarando qué se entiende por reyecía y por reinado.

reino Exégetas y teólogos coinciden hoy en afirmar que la categoría de “reino” es el eje en torno al cual se entiende la identidad, la misión y la muerte del profeta de Galilea. Por tanto, no es un tema menor desde el punto de vista histórico y teologal; diversa cuestión es la significación que intentó dársele cuando se instituyó la fiesta litúrgica de Cristo rey (Pío XI, 1925) y el uso que se le ha dado a lo largo de la historia de la iglesia -antes y después de esa fecha-, sobre todo en lo que atañe a las relaciones entre el llamado poder espiritual y el poder temporal… pero eso es otro tema. En este breve espacio sólo quiero comentar algo sobre el trinomio Jesús-reino-Dios, y la imagen que de lo divino subyace en relación con el poder.

Cabe señalar, como me gusta decir usando lenguaje actual, que Jesús fue poco autorreferencial: cuando habla del tema -fundamentalmente en los sinópticos- no lo relaciona consigo mismo -si él es rey o no- sino con su Padre: habla del Reino de Dios y del Dios del Reino… sin confusión y sin separación. Lo primero, porque Dios no se identifica -no se agota- con ninguna realidad mediadora (ni el reino, ni la Iglesia ni su mismo Hijo) y lo segundo porque no se lo puede conocer y confesar fuera de las múltiples mediaciones, fuera de esta historia.  En efecto, “a la vez que revela el designio del Padre, Jesús critica toda forma de humanismo que pretenda instaurar un Reino olvidando su último fundamento y condición de posibilidad que es la Paternidad de Dios; y en cuanto revela cuál es su voluntad histórica, critica toda iglesia, toda teología, toda fe, que intente predicar un Dios sin Reino” (J.I. González Faus). El Dios que predica Jesús no es alguien sin rostro, abstracto y a-histórico, sino que hace referencia a un Dios que reina cuando se dan ciertas situaciones históricas bien concretas. El Salmo 146 (esp.7-10) es muy iluminador al respecto: “Él hace justicia a los oprimidos, / y da pan a los hambrientos. / El Señor da libertad a los cautivos, / el Señor abre los ojos a los ciegos, / el Señor levanta a los humillados, / el Señor ama a los justos; / el Señor protege al emigrante, / sostiene a la viuda y al huérfano. / ¡El Señor reina por siempre, / tu Dios, Sión, por todas las edades! / ¡Aleluya!” Por tanto, Dios reina -se hace su voluntad- cuando se dan circunstancias humanas bien concretas y, aparentemente poco sagradas o, si se prefiere, bastante profanas, que tienen que ver siempre con la superación de situaciones de des-humanización.

Jesús vive y muere por esa “Causa” (Pedro Casaldáliga). Para él, el “reino de Dios” -con su innegable dimensión política en cuanto afecta a la vida de la polis– es lo primero y lo último: no es la Iglesia, no es “el cielo” ni la vida más allá de la muerte, no es tampoco su propia persona, no es ni siquiera “Dios” en abstracto. Lo más importante para Jesús es el Dios del reino, el Dios que escucha (de un modo particular) a las víctimas y quiere implantar la justicia en la historia. Lo último (= determinante) es, pues, el reino como promesa de Dios para la humanidad (sufriente).

piedadCabe recordar que “al cristianismo no se le pidió tener fe en Jesús como Dios, se le pidió creer en la buena noticia y la buena noticia era la venida del Reino de Dios” (J.L. Segundo). Y urge hacerlo porque “luego de Jesús, el fracaso de la vida terrena del Maestro, más la centralidad de la Cruz en la teología cristiana y el posible error cronológico del propio Jesús y de la Iglesia primitiva sobre la inminencia de esa llegada del Fin, fueron llevando a los cristianos a olvidar el Reino en su idea de Dios o, al menos, a cambiar el significado del Reino para poder seguir creyendo en Jesús y en Dios” (J.I. González Faus). Por eso, repetimos, cristianamente, no hay Dios sin reino ni reino sin Dios.

¿“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat” ? Depende… A este punto sería bueno recuperar la tradición teológico-espiritual franciscana que remite al Dios que se revela en Jesucristo de un modo eminente en el pesebre, la cruz y la eucaristía. Claramente, no es allí el monarca mayestático que, sentado en un trono dorado, bendice e imparte justicia (como suele representárselo iconográficamente). Muy por el contrario, alude a un Dios que se manifiesta en la carne de un bebé, de un hombre fracasado y de un pedazo de pan in-significante. Es la omni-potencia de un Dios que, libremente, se (des)vela en la im-potencia de lo aparentemente anti-divino, débil y vulnerable. Ante ello, la pre-potencia del hombre queda cuestionada. Ni sentado ni de pie: maniatado entre pañales, aferrado por clavos y encerrado en la materia inerte.

Ser rey o no serlo nos remite a la asociación que, inmediatamente, hacemos entre lo divino y el poder. Una vez más, en esa festividad de Cristo rey, lo que se pone juego es nuestra imagen de Dios (revelada en Jesús). Y no es un tema menor, puesto que, toda la revelación de Dios es una especie de lucha con el hombre, para que éste le acepte allí donde Dios quiere revelarse: en lo último y en lo escondido, desde lo último y entre los últimos […] Pero, a pesar de esa revelación, el ser humano sigue buscando a Dios en aquello que es lo primero, lo más grande, deslumbrante y avasallador. Dios se revela en el amor y el hombre se empeña en buscarle en el poder (J.I. González Faus).

Fuente Religión Digital

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Sh’ma Israël –

Domingo, 31 de octubre de 2021

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*
שמע ישראל,
אלוהים הוא אלוהים שלנו,
אלוהים הוא אח

Sh’ma Israel

Adonai eloheinu

adonai ehad

*

Escucha Israel:

El Señor es nuestro dios,

El señor es uno.

(Deuteronomio 6:4)

***

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

-“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”

Respondió Jesús:

-“El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.

El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

No hay mandamiento mayor que éstos.”

El escriba replicó:

-“Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”

Jesús. Viendo, que había respondido sensatamente, le dijo:

“No estás lejos del reino de Dios.”

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

*

Marcos 12, 28b-34

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El rabí de Sasson contaba:

Aprendí de un campesino cómo deben amar los hombres. Este campesino se encontraba con otros en una hospedería y estaba bebiendo. Se quedó callado durante mucho tiempo con los otros, pero cuando el vino le movió el corazón, dirigiéndose a un compañero que se sentaba a su lado, le preguntó:

Dime, ¿me quieres o no?

El otro respondió:

Te quiero mucho.

Y dijo el campesino a su vez:

Dices que me quieres mucho; sin embargo, no sabes lo que necesito. Si verdaderamente me quisieras, lo sabrías.

El amigo no se atrevió a rebatirle, y el campesino que le había preguntado calló de nuevo. Yo, en cambio, comprendí: amar a los hombres significa intentar conocer sus necesidades y sufrir sus penas

*

Martin Buber,
«Leggenda del Baal Sem»,
en G. Ravasi [ed.], // libro de¡ salmi: commento e attualizazione, Bolonia 1985, p. 694).

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“El amor se aprende”. Domingo 31 Tiempo ordinario – B (Marcos 12,28-34)

Domingo, 31 de octubre de 2021

31_to_b-600x400Casi nadie piensa que el amor es algo que hay que ir aprendiendo poco a poco a lo largo de la vida. La mayoría da por supuesto que el ser humano sabe amar espontáneamente. Por eso se pueden detectar tantos errores y tanta ambigüedad en ese mundo misterioso y atractivo del amor.

Hay quienes piensan que el amor consiste fundamentalmente en ser amado y no en amar. Por eso se pasan la vida esforzándose por lograr que alguien los ame. Para estas personas, lo importante es ser atractivo, resultar agradable, tener una conversación interesante, hacerse querer. En general terminan siendo bastante desdichados.

Otros están convencidos de que amar es algo sencillo, y que lo difícil es encontrar personas agradables a las que se les pueda querer. Estos solo se acercan a quien les cae simpático. En cuanto no encuentran la respuesta apetecida, su «amor» se desvanece.

Hay quienes confunden el amor con el deseo. Todo lo reducen a encontrar a alguien que satisfaga su deseo de compañía, afecto o placer. Cuando dicen «te quiero», en realidad están diciendo «te deseo», «me apeteces».

Cuando Jesús habla del amor a Dios y al prójimo como lo más importante y decisivo de la vida, está pensando en otra cosa. Para Jesús, el amor es la fuerza que mueve y hace crecer la vida, pues nos puede liberar de la soledad y la separación para hacernos entrar en la comunión con Dios y con los otros.

Pero, concretamente, ese «amar al prójimo como a uno mismo» requiere un verdadero aprendizaje, siempre posible para quien tiene a Jesús como Maestro.

La primera tarea es aprender a escuchar al otro. Tratar de comprender lo que vive. Sin esa escucha sincera de sus sufrimientos, necesidades y aspiraciones no es posible el verdadero amor.

Lo segundo es aprender a dar. No hay amor donde no hay entrega generosa, donación desinteresada, regalo. El amor es todo lo contrario a acaparar, apropiarse del otro, utilizarlo, aprovecharse de él.

Por último, amar exige aprender a perdonar. Aceptar al otro con sus debilidades y su mediocridad. No retirar rápidamente la amistad o el amor. Ofrecer una y otra vez la posibilidad del reencuentro. Devolver bien por mal.

José Antonio Pagola

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“No estás lejos del reino de Dios”. Domingo 31 de diciembre de 2021 31º Ordinario

Domingo, 31 de octubre de 2021

58-ordinariob31-cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 6, 2-6: Escucha Israel: Amarás al Señor con todo el corazón.
Salmo responsorial: 17: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Hebreos 7, 23-28: Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
Marcos 12, 28b-34: No estás lejos del reino de Dios.

En las estepas de Moab, Moisés da sus últimas instrucciones al pueblo que se prepara para entrar a la tierra de Canaán. Atrás quedó Egipto, debió quedar. Y atrás quedó también el desierto donde supuestamente el pueblo tuvo que haber aprendido muchas cosas que tendrán que ser muy útiles para su proyecto como pueblo en la tierra de la libertad. Egipto será un lugar para nunca volver, al desierto será necesario volver cuando el pueblo olvide o pierda su horizonte ya que ése es el espacio ideal para el reencuentro con su Dios, para dejarse reconquistar por él (cf. Os 2,14). Aquí, pues, en su despedida, Moisés insiste en lo más importante para que el pueblo tenga vida: cumplir las instrucciones y normas que el Señor ha dado. El texto del Deuteronomio que leemos hoy es el alma, la guía, la hoja de ruta que Israel no puede descuidar ni cambiar por otra cosa so riesgo de perderse y perecer como nación. La connotación en hebreo del verbo shemá lleva implícito el imperativo de obedecer, poner en práctica, y eso era lo que tenía que haber hecho el pueblo: escuchar obedeciendo, escuchar poniendo en práctica.

La redacción de este pasaje, aunque aparenta ser de una época previa a la conquista y posesión de la tierra, en realidad es de una época en la cual Israel ha probado y experimentado en carne propia lo que significa no escuchar poniendo en práctica los mandatos y preceptos del Señor. Estamos en la llamada época del post-exilio, Israel ha pasado por las experiencias históricas más crueles y difíciles: desaparición del sistema solidario tribal, aparición de la monarquía (punto de partida de todos sus pecados), división del reino, destrucción de ambos reinos, deportación… En todo momento Israel fue instruido por medio de los profetas que siempre lo invitaban a reorientar su camino, pero la queja de Dios fue siempre constante: «Israel no me escucha» (Sof 3,2), no me obedece, va camino a la perdición…

Las experiencias históricas obligan a Israel a aprender qué significa escuchar a su Dios y poner en práctica su Palabra, su instrucción. Con base en todo lo que le ha pasado, Israel descubre que los mandatos del Señor no buscan atarlo, cerrarle horizontes ni poner a todo un pueblo bajo la dirección de un Dios caprichoso. No es un Dios cualquiera el que libre y espontáneamente ha optado por este pueblo, es un Dios de Vida que sólo busca orientar al pueblo por sendas de vida. Israel no entendió siempre así el propósito de Dios y se fue detrás de otros dioses, y cuando se metió en el proyecto de otras divinidades empezó a perderse, se confundió y resultó siendo peor que otros pueblos que no conocían al verdadero y único Dios. Así pues, después de sobrevivir a las más duras experiencias, Israel vuelve a recordar cuál era desde el principio la propuesta de su Dios: amarlo sólo a él, buscarlo sólo a él y no confiarse de ninguna otra propuesta por más llamativa que fuera para no volver a caer en un fracaso peor.

El evangelio nos presenta la versión «marquiana» (de Marcos) de la pregunta a Jesús sobre el mayor y más importante de los mandamientos. La versión mateana (Mt 22,34-40) tuvimos oportunidad de reflexionarla hace unos días. Ambas versiones están ubicadas en el mismo contexto de la discusión de los saduceos con Jesús a cerca de la resurrección de los muertos. Cuando los fariseos ven que Jesús ha callado a los saduceos, se juntan con los escribas para ponerlo ellos también a prueba, pensarán que con ellos tal vez no saldrá tan bien librado. Y es que «pasar el examen» con los fariseos y maestros de la ley, seguramente no era fácil dado que para ellos la ley no era sólo aquella que Dios había dado a su pueblo por medio de Moisés, recordemos que en tiempos de Jesús esta gente manejaba ¡más de medio millar de mandatos y preceptos! Dependiendo de su forma de ver y de pensar, un mandato podía variar de importancia para unos y para otros, pues como es normal había distintas tendencias o escuelas, alguna muy liberal, y otras no tanto. ¿Cuál de ellas está representada aquí? No lo sabemos. Por la respuesta del escriba a Jesús, uno podría pensar que se trataba de una tendencia bastante liberal (vv. 32-33), al punto que a Jesús le pareció simpática su respuesta y le advierte lo cerca que está del reino de Dios.

Jesús se encuentra con que su pueblo cumple con una norma de varios siglos. Todos los días, tres veces al día todo israelita varón recita el «Shemá Israel, escucha Israel: el Señor nuestro Dios es uno sólo, a él amarás…», el shemá, pero ese shemá se quedó sólo en el campo auditivo, al campo de la práctica no se ve, y eso es lo que Jesús denuncia a lo largo de su ministerio, muchas palabras, muchas normas y preceptos, mucho apelo a Dios para todo, muchas frases de la ley en los bordes del manto, en el marco de la puerta, en el brazo, en la frente, pero nada en el corazón y menos aún en la vida ordinaria, en la práctica cotidiana.

En la comunidad de Marcos se están presentando situaciones similares a las del judaísmo. Las normas y preceptos que conocen los primeros cristianos son necesariamente aquellas que vienen del mundo judío; ahora, ¿serán de obligatorio cumplimiento todos esos preceptos en esta nueva experiencia de vida que se supone está animada por la presencia viva del Señor resucitado? Lo primero y más importante que los creyentes deben tener en cuenta es que no se trata de una adhesión a una divinidad distinta a la del judaísmo. Es el mismo Dios revelado a pueblo de Israel y en la Escritura, es el mismo Dios de Jesús, por tanto lo que primero tiene que hacer el cristiano es profesar su fe, amor y adhesión a ese Único Dios en términos de «escuchar» su Palabra y ponerse en función de obedecerle. Ese es el proyecto de vida de Jesús, eso fue lo que movió toda su vida y su obra y eso es lo que tiene que mantener vivo al cristiano, su adhesión a ese único y verdadero Dios a quien no le interesa otra cosa que el amor y adhesión a El lo vivan sus fieles en el amor mutuo y fraterno. No tiene sentido para Jesús hablar del amor a Dios sin tener en cuenta la ÚNICA puerta de acceso a Él: el prójimo. Leer más…

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31.10.21. Sólo Dios no basta. Dios solo no es Dios (Credo cristiano, Dom 31 T0. Mc 2, 28-34)

Domingo, 31 de octubre de 2021

poema-12665-dos-amoresDel blog de Xabier Pikaza:

La Iglesia ha elaborado dos “credos”, que se llaman confesiones de fe y se “rezan” en la misa: el corto (de los Apóstoles) y el largo (de Nicea-Constantinopla). Esos credos contienen tres artículos: Creo en Dios, en Jesús yen el Espíritu Santo.

Pero hay en el evangelio un credo anterior,  formulado por Jesús, según el evangelio de este día: el credo de la vida (la confesión de vida), no para rezar en la misa y acabar, sino para vivir,  con dos artículos que son amar a Dios y al prójimo.  Ésta es la fe de Jesús. Creer es amar, todo lo demás es consecuencia. Todo el resto es comentario

Somos amor a Dios (en Dios); pero sólo Dios no basta, a pesar de lo que dijera en un momento Santa Teresa. Dios sólo no es Dios; perderse en Dios destruirse, a no ser que Dios sea el prójimo, la vida concreta de los hombres y mujeres, en quienes (por quienes) vivimos, nos movemos y somo, como dice el evangelio de este domingo.

Si sólo hubiera un mandamiento (el Shemá de Dios) la vida del hombre podría acabar en un espiritualismo descarado, inhumano teológico: en la dictadura de los que se creen emisarios de Dios (en línea de iglesia), en la nube del no ser de algunas tendencias advaitas, muy comunes en algunos círculos que se dicen orientales.

Un amor, son dos amores.

Acercóse un día a Jesús uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Jesús le contestó: El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.

Le dijo el escriba: muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera El, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas (Mc 12, 28-34).

Aquí se condensa el evangelio de Marcos,El escriba, hombre del Libro, interpreta a Dios como alguien que tiene poder para mandar, es decir, para imponer unos preceptos a sus criaturas, en este caso a los judíos. Ciertamente, su pregunta (¿cuál es el primero de los mandamientos?) es buena y veremos que Jesús la admite. Pero esta pregunta ha de entenderse desde el fondo del mejor judaísmo: el mandamiento (entolê) no es algo que se debe cumplir a la fuerza, sino aquello hace que seamos personas, voluntariamente.

Carta_8DICCiertamente, el judaísmo del tiempo de Jesús tenía muchos “mandamientos menores”, que podían resultar muy numerosos. Así se decía que había 248 mandamientos positivos (que dicen lo que hay que hacer) y 365 negativos (que dicen lo que no se puede hacer), en total 613. De todas formas, más que mandamientos eran normas de conducta, en el plano de la buenas costumbres (para la comida y las relaciones familiares, para el trabajo y los negocios). Todos los judíos sabían que esos mandamientos se condensan y centran en una actitud básica de respeto a Dios y de justicia entre los hombres.

En esa línea se sitúa la pregunta del escriba judío que busca la raíz de los 613 preceptos, para condensarlos y resumirlos en su basa. Así viene donde Jesús y le pregunta. El escriba es un hombre de libro y conoce de memoria los 613. Jesús, probablemente, no los conoce, aunque sabe que están ahí y que pueden ser valiosos para algunas circunstancias. Pero a él sólo le importa la raíz de la fe y de la vida, es decir, el mandamiento básico. De esa forma, acepta el reto y no responde con uno sino con dos “mandamiento, como indicando que al principio no hay un tipo de monismo (sólo Dios o sólo el hombre) sino un dualismo básico, un diálogo entre Dios y los humanos.

Primer mandamiento o Shema: Amarás al Señor, tu Dios…

El primer mandamiento o credo de Israel es una confesión y compromiso de amor. Ésta es la palabra esencial del judaísmo, éste ha sido y sigue siendo el punto de partida de la conciencia de amor de occidente (con el cristianismo y el Islam) El pueblo nace y se configura escuchando una palabra de Dios, que le pone en pie y le capacita para responder amando, en gesto abierto al conjunto de la comunidad:

imagesEscucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; 8 las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas. Cuando Yahvé tu Dios te haya introducido en la tierra que a tus padres Abraham, Isaac y Jacob juró que te daría: ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste, casas llenas de toda clase de bienes, que tú no llenaste, cisternas excavadas que tú no excavaste, viñedos y olivares que tú no plantaste, cuando hayas comido y te hayas saciado, cuida de no olvidarte de Yahvé que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre. A Yahvé tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás (Dt 6, 4-13)

Esta confesión es un credo de pacto, pues expresa e incluye la alianza de Dios con su pueblo. Es una confesión afectiva y fundante, pues no alude todavía a mandatos concretos, sino a la raíz que los sustenta y unifica, vinculando al pueblo con Dios, en el amor o fidelidad básica. Es una confesión que brota de la revelación de Dios que el pueblo acoge, escuchando y respondiendo su palabra. Incluye dos artículos. (1) Sólo Yahvé es Dios y se eleva frente las restantes figuras religiosas que son mentira, idolatría (como saben los judíos, sus elegidos). (1). Israel es pueblo de Dios, llamado entre todos para testimoniar su amor a Dios y responderle en gesto generoso: “Amarás a Yahvé, tu Dios, con corazón, alma y fuerzas”.

Vivir es escuchar

Esta confesión nos lleva allá del mandato en cuanto tal, hasta el fundamento del que brotan todos los mandatos: escucha, acoge la voz de Dios. Sólo quién oye bien puede cumplir lo mandado. En el fondo de la Ley (lo que debe hacerse) se halla la obediencia, entendida en su sentido original de ob-audire (=escuchar con asentimiento, en griego hyp-akouein). Antes del hacer, en gesto de duro cumplimiento, está el escuchar o acoger la voz de Dios. En el principio, el hombre es oyente de la Palabra. Jesús ha citado los primeros términos del Shemá (escucha…), poniendo su enseñanza a la luz del mensaje fundante de Dt 6, 4-6.

1. Escucha (en hebreo shemá; en griego akoue). Este es el principio de todo mandato: oye, es decir, atiende a la voz, acoge la Palabra. En el fondo se dice: no te cierres, no hagas de tu vida un espacio clausurado donde sólo se escuchan tus voces y las voces de tu mundo. Más allá de todo lo que haces y piensas, de todo lo que deseas y puedes, está el ancho campo de la manifestación de Dios (y de los otros, que te hablan): abrirse a su voz, mantener la atención, ser receptivo ante el misterio, ese es el principio y sentido de toda religión y de todo amor, esa es la verdad del mandamiento.

2. Israel. Comunidad de aquellos que escuchan a Dios; eso es Israel. Comunidad de personas que se mantienen atentas, oyendo la misma Palabra: ese es el pueblo que brota de Dios. Quedan en segundo plano los restantes elementos configuradores: patriarcas, circuncisión, leyes alimenticias, ritos de tipo sagrado… Todo eso es secundario. Sólo la escucha del único Dios configura al único pueblo israelita.

3. El Señor, muestro Dios, es Señor único. Pagano es quien se pierde adorando muchas voces y así acaba escuchándose a sí mismo (a sus ídolos). Israelita, en cambio, es quien sabe a acoger al único Dios (al “nuestro”). La palabra fundante del mandato pide al creyente que escuche sólo a Dios: que se deje transformar por él, que acoja su revelación y que no crea a ningún otro posible “señor” de los que existen (quieren imponerse) sobre el mundo.

4. Amarás… Dios habla desde su propia trascendencia, como fuente de gracia; el ser humano le escucha, para responderle con amor, es decir, con la entrega del propio ser. En esta perspectiva, el amor del hombre no es lo primario; no es algo que brota por instinto natural, no es una simple expansión de la especie. Entendido en sentido fuerte, ese amor es gesto de respuesta agradecida, algo que brota cuando se descubre que Dios nos ha ofrecido su palabra y asistencia.

El mandamiento es lo que somos

Entendido en sentido estricto, este mandato primero no expresa aquello que debemos hacer, sino aquello que somos, en perspectiva de gracia abierta al despliegue de la vida. El hombre se define como aquel ser especial que puede escuchar la palabra de amor, respondiendo a ella. Ciertamente, el amor no se puede imperar: si se cumple por obligación ya no es amor. Pero se debe animar y potenciar. Así dice el texto:

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El mandamiento más importante.

Domingo, 31 de octubre de 2021

evangelio_08_06_17Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La curación del ciego Bartimeo nos dejó camino de Jerusalén. En la cronología de Marcos, el domingo tiene lugar la entrada triunfal; el lunes la purificación del templo; y el martes, en la explanada del templo, las autoridades interrogan a Jesús sobre su poder; los fariseos y herodianos sobre el tributo al César; los saduceos sobre la resurrección. Son enfrentamientos con mala idea, que desembocan en una escena inesperada, en la que un escriba reconoce la sabiduría de Jesús.

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

―¿Que mandamiento es el primero de todos?

Respondió Jesús:

―El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos.»

El escriba replico:

―Muy bien, maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

―No estás lejos del reino de Dios.

Y nadie se atrevió a dirigirle más preguntas.

1. El protagonista es un escriba. Los escribas son los especialistas en la Ley de Moisés, parecidos a los actuales profesores de teología, pero con una formación mucho más intensa, porque tenían que aprender de memoria el Pentateuco y las interpretaciones de los rabinos; además, no podían ejercer su profesión hasta cumplir los cuarenta años. Gozaban de gran prestigio entre el pueblo, aunque su peligro era el legalismo: la norma por la norma, con todas las triquiñuelas posibles para evadirla cuando les interesaba. Por eso Jesús tuvo tantos enfrentamientos con ellos. En los evangelios aparecen generalmente como enemigos, pero en este caso las relaciones entre el escriba y Jesús son muy buenas y los dos se alaban mutuamente.

2. La pregunta por el mandamiento principal. La antigua sinagoga contaba 613 mandamientos (248 preceptos y 365 prohibiciones), que dividía en fáciles y difíciles. Fáciles, los que exigían poco esfuer­zo o poco dinero; difíciles, los que exigían mucho dinero o ponían en peligro la vida. P.ej., eran difíciles el honrar padre y madre, y la circuncisión. Generalmente se consideraba que los difíciles eran importantes; entre los temas importantes aparecen la idolatría, la lascivia, el asesinato, la profanación del nombre divino, la santificación del sábado, la calumnia, el estudio de la Torá (el Pentateuco). Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, o de saber qué era lo más importante.

3. La respuesta de los contemporáneos de Jesús. Citaré dos casos. El primero se encuentra en una anécdota a propósito de los famosos rabinos Shammay y Hillel, que vivie­ron pocos años antes de Jesús. Una vez llegó un pagano a Shammay (hacia 30 a.C.) y le dijo: “Me haré prosélito [es decir, estoy dispuesto a convertirme al judaísmo] con la condición de que me enseñes toda la Torá mien­tras aguanto a pata coja”. Shammay lo echó amenazándolo con una vara de medir que tenía en la mano. Entonces el pagano fue a Hillel (hacia el 20 a.C.), que éste le dijo: “Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpreta­ción”. Y lo tomó como prosélito.

También del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuer­zo parecido de sintetizar toda la Ley en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18); este es un gran princi­pio general en la Torá”.

4. La respuesta de Jesús. El esfuerzo por sintetizar en una sola frase lo esencial se encuentra al final del Sermón del Monte en el evangelio de Mateo: “Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).

En el evangelio de hoy, Jesús responde con una cita de la Escritura: “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6,5), aunque añade también “con toda tu mente”. Estas palabras forman parte de las oraciones que cualquier judío piadoso recita todos los días al levantarse y al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. No peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está confesando continuamente.

La novedad de la respuesta de Jesús radica en que le han preguntado por el manda­miento principal, y añade un segundo, tan importante como el primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18). Ambos preceptos están al mismo nivel, deben ir siempre unidos. Jesús no acepta que se pueda llegar a Dios por un camino individual e intimista, olvidando al prójimo. Dios y el prójimo no son magnitudes separables. Por eso, tampoco se puede decir que el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo. A la pregunta del escriba por el mandamiento más importante (en singular) responde diciendo que son estos dos (en plural). Y no hay precepto más grande que ellos.

5. La reacción del escriba. El protagonista, que no ha venido a poner a prueba a Jesús (como ocurre a los escribas y fariseos en otros casos), sino a conocer lo que piensa, se muestra plenamente satisfecho de la respuesta. Y añade un comentario importantísimo: amar a Dios y al prójimo “vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Con estas palabras, el escriba abandona el plano teórico y saca las consecuencias prácticas. Durante siglos, muchos israelitas, igual que hoy muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios costosos de animales… Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para llegar a Dios, hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por los pobres y oprimidos, buscar una sociedad justa. En esta línea se orienta el escriba.

Aunque su punto de vista es muy fácil de entender, cuento una anécdota interesante. En la basílica de la Virgen de Luján, en Argentina, un sitio de peregrinación nacional muy frecuentado, era costumbre llevar ramos de flores para la Virgen. La última vez que estuve allí, me llamó la atención un letrero colocado de manera oficial y muy clara advirtiendo a los fieles que a la Virgen le agrada mucho más que se dé de comer al hambriento que el que le regalen a ella un ramo de flores.

La 1ª lectura, del libro del Deuteronomio, ha sido tomada porque es la base de la respuesta de Jesús.

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: «Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tu, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: “Es una tierra que mana leche y miel.” Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.»

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Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. 31 de octubre de 2021

Domingo, 31 de octubre de 2021

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“Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

-No estás lejos del Reino de Dios.

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.”

(Mc 12, 28-34)

Las palabras, así con minúscula, también tienen fuerza, bien lo saben quienes se dedican al mundo de la publicidad. No basta con tener un buen producto hay que saber venderlo.

Hace años que se oye decir que en la Iglesia tenemos que cambiar de lenguaje, que muchas de nuestras celebraciones ya no dicen nada a la gente de hoy. Y es enteramente cierto.

El mensaje que tenemos que anunciar es el mejor de los productos y es más necesario que nunca, pero si no nos atrevemos a cambiar de lenguaje no nos entenderá nadie.

Es admirable la audacia que tuvieron muchos autores bíblicos que al citar otros textos más antiguos, los reelaboran, los cambian sin ningún pudor.

Y hoy podríamos hacer nosotras lo mismo. Vamos a cambiar un poco el texto, en lugar de mandamiento vamos a hablar de misión. La cosa quedaría más o menos así:

“¿Qué es lo primero en la misión?

Y Jesús respondería: -Lo primero en la misión es que te enamores de Dios perdidamente, como si no hubiera nada más en el mundo. Y lo segundo, que ese amor te lleve a las personas, a todas las personas. Esto es lo más importante, todo lo demás irá llegando.

Y cualquier persona de hoy contestaría:

-Tienes razón, Maestro, lo único que realmente vale la pena y queremos todos es que nos quieran. El lenguaje del amor lo entiende todo el mundo.

Jesús, viendo una respuesta tan sensata, diría:

-Por el camino del Amor encontrarás la felicidad, que es otra manera de decir Reino de Dios.”

Ojalá nos atrevamos a ser tan osadas como aquellas primeras comunidades cristianas que no dudaron en emplear el lenguaje del Imperio para hablar de lo que habían experimentado con Jesús.

De todos modos el problema del lenguaje deja de ser un problema cuando tienes una experiencia transformadora. Porque no puedes callártela. Y precisamente eso es lo que hace que el mensaje sea contagioso, por mucha teología que sepamos. Y aunque hagamos un impecable máster en catequética, si no nos hemos encontrado con el Dios de Jesús, no tendremos nada que anunciar.

Las personas místicas de todos los tiempos han encontrado el lenguaje que necesitaban para transmitir su experiencia y con ella han acercado a mucha gente al Reino.

Oración

Trinidad Santa, que no queramos empezar anunciando, sino recibiéndoTe a ti como Buena Noticia. Que sea el encuentro Contigo el que nos haga buscar las palabras para darTe a conocer.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios no es un ser que ama, sino el AMOR.

Domingo, 31 de octubre de 2021

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Mc 12,28-34

Hoy cambiamos de escenario. Jesús lleva ya unos días en Jerusalén. Ha realizado ya la purificación del templo; ha discutido con los jefes de los sacerdotes, maestros de la ley y ancianos sobre su autoridad para hacer tales cosas; con los fariseos y herodianos sobre el pago del tributo al césar; con los saduceos sobre la resurrección. El letrado que se acerca hoy a Jesús, no demuestra ninguna agresividad, sino interés por la opinión del Rabí.

La pregunta tiene sentido, porque la Torá contiene 613 preceptos. Para muchos rabinos todos los mandamientos tenían la misma importancia, porque eran mandatos de Dios y había que cumplirlos solo por eso. Para algunos el mandamiento más importante era el sábado. Para otros el amor a Dios era lo primero. Aunque Jesús responde recitando la “shemá”, da un salto en la interpretación, uniendo ese texto, que hablaba solo del amor a Dios, con otro en (Lv 19,18) que habla del amor al prójimo.

El amor a Dios fue un salto de gigante sobre el temor al Dios amo poderoso y dueño de todo. En el AT el amor a Dios era absoluto, “sobre todas las cosas”. El amor al prójimo era relativo, “como a ti mismo”. Según la Torá, era perfectamente compatible un amor a Dios y un desprecio absoluto, no solo a los extranjeros sino también a amplios sectores de la propia sociedad judía a quienes creían rechazados por el mismo Dios.

Según Jesús la palabra mandamiento tiene que dar un cambio radical y significar algo distinto cuando la aplicamos a Dios. Dios no manda nada. Dios no hace leyes sino que pone en la esencia de cada criatura el plano, la hoja de ruta, para llegar a su plenitud. Dios no “quiere” nada de nosotros ni para nosotros. Su “voluntad” es la más alta posibilidad que se encuentra en cada criatura, no algo añadido desde fuera después de haberla creado.

En Juan los dos mandamientos se convierten en uno solo: “que os améis unos a otros como yo os he amado”. Jesús no dice que le amemos a él ni que amemos a Dios ni que ames al prójimo como a ti mismo, sino que ames a los demás como él te ha amado a ti. El cambio es radical. Aún no nos hemos dado cuenta de esta novedad. Dios no es un ser separado de mí, al que debo amar, sino el amor que me permite sentirme uno con el otro.

En nosotros el amor es una cualidad que puedo tener o no tener. En Dios el amor es su esencia. Si dejara de amar dejaría de ser. Lo que queremos decir cuando hablamos del amor a Dios o del amor de Dios no tiene nada que ver con lo que queremos significar cuando hablamos del amor humano. El amor humano es siempre una relación entre dos. El amor de Dios es la identificación de dos. De este amor es del que habla el evangelio.

Se trata de una posibilidad específicamente humana. El amor-Dios y nuestro amor no son grados distintos de la misma realidad, sino realidades sustancialmente distintas. Dios no se puede relacionar con las criaturas como lo hacemos nosotros, porque no está fuera de ninguna de ellas. Nosotros podemos relacionarnos con las demás criaturas pero no con Dios porque es nuestro ser. Vivir esto nos permite identificarnos con los demás, amarlos.

Una vez más el lenguaje nos juega una mala pasada. La palabra “amor” es una de las más manoseadas del lenguaje. Hablar con propiedad de Dios-Amor-Unidad, es imposible. Nuestro lenguaje es para andar por casa. Al emplearlo para hablar de lo divino se convierte en trampa que pretende ir más allá de lo que puede expresar. Intentar llegar a Dios con nuestros conceptos es inútil. La manera de trascender el lenguaje es la vivencia. Solo la intuición puede llevarnos más allá del discurso. Solo amando sabrás lo que es el amor.

En realidad, el camino hacia el amor empezó en las primeras millonési­mas de segundo después del Big-Bang; cuando las partículas primigenias se unieron para formar unidades superiores. Esta tendencia de la materia a formar entidades más complejas, lleva en sí la posibilidad de perfección casi infinita. La aparición de la vida, que consigue integrar billones de células, fue un gran salto hacia esa capacidad de unidad. No sabemos qué es la vida biológica, pero conocemos sus efectos sorprendentes. Dios es la Vida que unifica todo.

Llegada la inteligencia y superada la pura racionalidad el ser humano está capacitado para alcanzar una unidad que no es la del egoísmo individual. Un conocimiento más profundo y una voluntad que se adhiere a lo mejor, hacen posible una nueva forma de acercamien­to entre seres que pueden llegar a un grado increíble de unidad, aunque no sea física. Descubierta esa unidad, surge lo específicamente humano. Esta capacidad de salir de la individualidad, e identificarme con Dios y con el otro, es lo que llamamos amor.

Este amor es consecuencia de un conocimiento, pero no racional. Es inútil que nos empeñemos en explicar por qué debemos amar a los demás. Este amor solo llegará después de haber experimentado la presencia en nosotros del Amor que es Dios. Lo mismo que llamamos vida a la fuerza que mantiene unidas a todas las células de un viviente, podemos llamar AMOR a la energía que mantiene unidos a todos los seres de la creación. Si descubro que la base de todo ser es lo divino, descubriré la “razón” del verdadero amor.

Todos los místicos de todas las religiones, de todos los tiempos, han llegado a la misma vivencia y nos hablan de la indecible felicidad de sentirse uno con el Todo y fuera del tiempo. Esa sensación de integración total es la máxima experiencia que puede tener un ser humano. Una vez llegado a ese estado, el ser humano no tiene nada que esperar. Fijaos hasta qué punto demostramos nuestro despiste, cuando seguimos llamando “buen cristiano” al que va a misa, confiesa y comulga, solo porque tiene asegurada la otra vida. Ser cristiano no es el objetivo último del hombre, solo un medio para llegar a amar.

No debo comerme el coco tratando de averiguar si amo a Dios. Lo que tengo que examinar es hasta qué punto estoy dispuesto a darme a los demás. Solo eso cuenta a la hora de la verdad. El amor teórico, el amor que no se manifiesta en obras y actitudes concretas, es una falacia. Ya lo decía Juan en su primera carta: “Si alguno dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su prójimo, a quien ve, es un embustero y la verdad no está en él”. Pero es imprescindible que nos examinemos bien. No debemos confundir amor con instinto. Si apartamos de nuestro amor a una sola persona todo lo demás es egoísmo.

Meditación

El amor planteado desde la razón no tiene sentido,
Tampoco entendido como mandamiento que obliga.
Aprender a amar es la tarea más importante para todo ser humano.
Ser más humano es ser capaz de amar más.
Todo esfuerzo que no te lleve a esa meta será tarea inútil.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Amarás a Dios.

Domingo, 31 de octubre de 2021

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«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas»

A Dios se le puede temer, se le puede adorar, se le puede aplacar, pero, ¿realmente se le puede amar?… Las religiones primitivas consideraban a los dioses gente peligrosa, poco de fiar, a la que había que mantener alejada y calmada. El amor a Dios no tenía en ellas el menor significado.

En el Antiguo Testamento se formula por primera vez el mandamiento de amar a Dios, pero es un mandamiento raro, porque la imagen que el pueblo judío tiene de Dios no invita a amarle. ¿Acaso se puede amar al Juez que nos castiga por nuestros pecados? ¿O al Señor que reparte bendiciones entre una minoría de elegidos y olvida que la gran mayoría de su pueblo vive marginada y depauperada?…

Jesús nos da una excelente razón para amar a Dios: Es nuestra madre. Y además, sus palabras están avaladas por sus hechos, pues en ellos se transparenta el corazón de un Dios que nos quiere con locura y que nos invita a responder con amor a los demás. Es una imagen preciosa que invita a amarle, pero su mera aceptación intelectual no es suficiente para mover en nosotros un sentimiento reconocible de amor a Dios.

Es lógico pensar que para amar a Dios es necesario conocerle, tratarle y mantener abiertos unos cauces de unión con Él, y esto se logra a través de la oración. Dicen que quien se acerca al fuego se va calentando, y quien se acerca Dios a través de la oración irá sintiendo su calor, su amor y un creciente amor por Él. El papel de Jesús es mostrarnos a Abbá para que nos sintamos movidos a amarle, pero el resto del trabajo es nuestro.

Ahora bien, el problema de conocer a Dios es el mismo que el de conocer a los otros; tratamos de hacerlo a base de asertos, con el conocimiento, y ése no es el camino. Los místicos lo hacen desde lo más íntimo de su ser, y la unión con Dios alcanza en ellos la máxima expresión. El místico prescinde del intelecto, reemplaza el pensamiento por la experiencia de la unión con Dios, y ahí se produce el verdadero conocimiento y la plenitud en el amor. Los místicos describen esta experiencia como la de un enamorado en presencia de su amada.

El paradigma del cristiano es amar a Dios, sentirse amado por Él y responder a ese amor con amor a los demás, pero me temo que muchos de nosotros no estamos capacitados para vivir esa experiencia. Y no lo estamos por nuestra incapacidad para orar; para olvidar un rato el mundo que nos rodea y nos aturde con sus reclamos, y elevar el corazón a Dios en la oración.

Por eso, aunque el evangelio de hoy distingue muy bien entre el amor a Dios y el amor al prójimo, muchas veces debemos conformarnos con canalizar nuestro amor a Dios a través del amor al prójimo. Como decía Ruiz de Galarreta «Dios no necesita nada de nosotros, pero tiene hijos que sí nos necesitan».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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No estás lejos del reino de Dios. Sinodalidad.

Domingo, 31 de octubre de 2021

comandamento-amoreDOMINGO 31º T.O. (B)

Mc 12,28b-34

La distinción y separación entre minorías y masas es una realidad en cualquier sociedad. Así lo era también en tiempos de Jesús. Sin embargo, él no se identifica con los esenios, ni con los saduceos, ni con los zelotes, ni con los fariseos, ni con los escribas. Jesús salió fuera de esos círculos; optó por los pobres y descartados, mayoría en su tiempo y en todo tiempo.

A la luz de la Pascua, Cristo propone otro tipo de relaciones para la comunidad de sus seguidores. En la Iglesia es esencial el significado de hermano, que corresponde al fiel bautizado que se ha adherido a su mensaje y vive su misma vida de entrega. Los demás “títulos”, son secundarios, de servicio, de ministerio. Las relaciones de dependencia no son cristianas; han de ser siempre fraternales. Solo así es posible el verdadero pueblo de Dios, comunidad de fieles presidida en actitud de servicio, por los presbíteros y obispos.

La Iglesia no es una minoría selecta y notable en el mundo, que ejerce poderes y posee derechos especiales. Los cristianos compartimos una fe: sólo hay un Padre-Madre común a todos los seres humanos, una Energía divina que sustenta cada vida, una Divinidad que se enraíza en el fondo de cada ser, que es nombrada y experimentada de mil formas diferentes, un solo Señor, Jesucristo, adelantado a la humanidad en el Reino definitivo, y un solo Espíritu.

Amarás a tu Dios significa amar al hombre hasta el infinito. Es lo que inculca el narrador del Deuteronomio (6,2-9) de la primera lectura, sabiendo que en ello está la vida, el bienestar verdadero en el mundo, la salvación en él. Quiere hacerlo presente en todo momento y situación de la existencia. No hay salvación en los ídolos del poder, del tener, de la indiferencia, del egoísmo.

En este relato vemos que Jesús, que habitualmente denunciaba la falsedad e hipocresía de los escribas, no tiene ningún inconveniente en recibir a un escriba y reconocer que no andaba muy alejado del Reino de Dios. Hay que ser íntegros, puros, pero no puritanos.

Nada más apropiado para, al menos, trazar un esbozo acerca de la Sinodalidad que el papa Francisco propone para la Iglesia del tercer milenio. El nacimiento de un espíritu universal es signo de nuestro tiempo que no se realiza sin graves tensiones. La fraternidad sin fronteras constituye un proceso arduo y plagado de dificultades que recuerdan los dolores de parto que, aun con lentitud, van dando a luz lo universal, va tejiendo la unidad, la conciencia de que toda la humanidad es un solo pueblo con un mismo destino.

La Iglesia, Comunidad del Espíritu de Unidad, intenta realizar torpemente esta aspiración humana. Ella es universal, extendida entre todos pueblos, creando una comunión de hermanos. La finalidad del Sínodo es, pues, escuchar a toda la Iglesia y encontrar el modo de llevar esta aspiración a la práctica.

Sinodalidad significa caminar juntos e implica la participación de todos: clero, laicos/as, religiosos/as, obispos. Cada uno aporta su carisma. Supone, además, cambiar la mentalidad y las estructuras. A partir de la entidad y dignidad bautismal, cada uno/a está llamado a decir su palabra. Así, el poder (clerical) se transforma en un liderazgo que cambia las relaciones entre las personas. Y más urgente aún es cambiar la mentalidad clerical, hacer realidad la conversión pastoral de todos.

Sinodalidad es la forma de vivir y de actuar del Pueblo de Dios; todos los bautizados somos compañeros de camino del Señor, llamados a ser sujetos activos en la santidad y en la misión, pues participamos del único sacerdocio de Cristo y somos receptores de los dones del Espíritu. La reforma de la Iglesia es la vuelta a la fuente, a Jesucristo (Mc 10, 42-45). La sinodalidad no se puede identificar solo con la actividad colegial de los obispos, sino con la de toda la Iglesia en su conjunto. ¿Podríamos reconocer y proclamar hoy a la Iglesia como una, santa, católica, apostólica y sinodal? ¿Son las Iglesias modelo de una verdadera sinodalidad ecuménica? (Carlo Mª Galli)

No puede haber una reforma estructural en la Iglesia sin las mujeres (Silvia Martínez Cano). Sólo una Iglesia que asuma al laicado como sujeto, especialmente a las mujeres y a las religiosas, será creíble. (Rafael Luciani)

Todo ello significa comprender la Iglesia desde el bautismo y el sacerdocio común que iguala a los cristianos/as en derechos y deberes. Los laicos/as deben estar presentes en aquellas estructuras donde participan en el ejercicio del gobierno ordinario, permitiéndoles desempeñar oficios eclesiásticos y cargos de responsabilidad. (Carmen Peña)

La apuesta pastoral del Papa pasa por retomar la categoría del Pueblo de Dios y el concepto de servicio, impulsar la eclesiología de la comunión, promover la teología del laicado para superar el clericalismo, incentivar el ecumenismo… (Santiago Madrigal)

La renovación de instituciones como el seminario y la parroquia son inaplazables. Esto sólo será posible si se reforma el ministerio ordenado, porque el clericalismo es una consecuencia de la mala comprensión y ejercicio del poder eclesial. Es indispensable repensar la Iglesia a la luz de la confluencia de ministerios, carismas, dones y servicios unidos por la corresponsabilidad bautismal, y no sólo en torno al ministerio ordenado.

Y considerar, que el ejercicio de la jurisdicción no esté ligado al poder del orden, como lo establece, hasta ahora, el Código de Derecho Canónico. (Nathalie Becquard)

Estamos llamados a responder a los signos de los tiempos de hoy que demandan cambios profundos en el modelo institucional actual. (Luciani)

Volviendo al relato del evangelio, estamos hablando de una palabra nueva que es tan antigua como la Biblia y el sueño de la humanidad: la sinodalidad. Jesús llevó a la plenitud el deseo de sus antepasados llamándolo Reino de Dios. Él pasó a ser la máxima revelación y manifestación de Dios en los hechos, las personas y los pueblos. Lo hizo en la presentación de su misión en Nazaret. (Lc 4,14-21). El año de la gracia del Señor es el cumplimiento de la hermandad universal hecha fraternidad, justicia, equidad y democracia, o sea, el Reino en su cumplimiento. (Pedro Pierre)

¡Aviso a los obispos!

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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