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Leandro Sequeiros: Cinco preguntas filosóficas para poder tender puentes entre ciencia y religión

Miércoles, 27 de marzo de 2024

IMG_3086Tres voluminosos libros publicados recientemente defienden que la Ciencia demuestra la existencia de Dios

“Estos estudios reabren una polémica antigua en la tradición cristiana: ¿podemos llegar a afirmar a Dios con datos científicos?”

“La respuesta supone que es posible tender puentes racionales entre ciencia y religión”

“Pero para poder dialogar es necesario consensuar qué es lo que se entiende por ‘realidad’, por ‘conocimiento’, por ‘verdad’, por ‘método científico’ y, especialmente, qué es lo que se entiende por ‘Dios'”

En estos meses han visto la luz en España tres voluminosos libros con un tema común y que se están convirtiendo en mediáticos, gracias a una intensa campaña de promoción. El contenido de estos dos ensayos se dedica a un mismo objetivo: mostrar a los lectores y a la opinión pública que existen pruebas científicas de la existencia de Dios.

El tema no es nuevo. Muchos de los seguidores de estas páginas nutrieron su fe juvenil con la lectura del libro del jesuita padre Jesús Simón, A Dios por la ciencia. Estudios científico-apologéticosFrente a los ateos, el docto autor jesuita pretendía demostrar que Dios existe basado en argumentos científicos.

Uno de los libros que comentamos tiene como autor a un español: José Carlos González-Hurtado (Madrid 1964), presidente de la red de comunicaciones EWTN España. Profesionalmente es Senior Advisor global de la consultora estratégica Roland Berger y de algunas de las mayores firmas mundiales de Private Equity así como Consejero de varias compañías multinacionales de tecnología y consumo basadas en Europa y América.

Este voluminoso y documentado estudio de González-Hurtado, Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios, puesto a la venta el 12 de septiembre de 2023, en la editorial Voz de Papel, aborda el tema de la relación entre ciencia y religión combinando diversos enfoques (histórico, cultural, testimonial, divulgativo, sociológico) y prestando especial atención a los debates científicos actuales y de los dos últimos siglos. No se limita a refutar la leyenda urbana de la incompatibilidad entre ambas formas de conocimiento.

Su objetivo es demostrar que una mirada sin prejuicios al panorama de la ciencia moderna lleva necesariamente a la idea de Dios. Para ello presenta argumentos de peso apoyándose en abundante documentación y usando un estilo desenfadado que convierte la lectura del libro en gratificante y enriquecedora. Muchos de los lectores de este comentario habrán encontrado en redes sociales una gran cantidad de entrevista con el autor presentando el libro y sus argumentos.

El segundo de estos libros de carácter apologético que están teniendo mucha repercusión mediática y muchas ventas es una traducción del francés: Michel Yves Bolloré y Olivier Bonnassies (2023). Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revoluciónEditorial Funambulista, en coedición con Ladera Norte, Madrid, 573 páginas.

IMG_3090La tesis básica de este voluminoso y bien documentado estudio es que la ciencia moderna es impensable hoy sin aceptar la existencia de Dios. La tesis de este estudio ha sido refutada por el jesuita François Euvé (La ciencia ¿es una prueba de la existencia de Dios? Respuesta al libro Dios, la ciencia, las pruebas,edición de François Euvé y Etienne Klein. Éditions Salvator, mayo de 2022, 577 p.). Euvé pone en duda en valor de los argumentos, basados en el diseño del mundo, que para él no tienen valor para demostrar que Dios existe.

El trasfondo filosófico y teológico de este estudio es similar al del libro anterior. Para estos autores apologéticos, el llamado argumento del diseño, el argumento teleológico o “argumento del diseño inteligente”, se ha propuesto en teología durante siglos. Pero la publicación en España de libros de claro diseño apologético, parece haber encontrado un grupo de personas preocupadas por solucionar en sus vidas el problema de Dios. Síntoma que creemos positivo aunque defendemos que la apologética no es el camino.

El tercer libro de tema similar es el de Jaime Fernández Garrido, Detrás de cada puerta. Dios está detrás de cada puerta que la ciencia abre. Editorial Clie, Barcelona, 2022, Tras las huellas de Einstein. Conciencia. Desde la óptica epistemológica de la iglesia evangélica, sigue las pautas de la Teología Natural, aunque alude a Einstein y sus reflexiones sobre la existencia de una energía creadora y conservadora del mundo.

Consensos epistemológicos antes de tender puentes

Muchos amigos que han leído alguno de estos libros me han preguntado por mi opinión personal. Los he estudiado críticamente con interés. Pero dar una respuesta a su pregunta no es fácil. Reconozco que estoy de acuerdo en muchas cosas y en desacuerdo en otras. Es una excelente ocasión para tender puentes de diálogo entre ciencia y religión, tal como sugería el profesor Antonio Fernández Rañada en la última edición (2016) de Los científicos y Dios (Trotta, Madrid) utilizando la filosofía de la ciencia como lenguaje común.

Por ello, previo a un proceso de tender puentes de diálogo entre ciencia y religión, es necesario llegar a acuerdos sobre los lenguajes que se van a usar en ese diálogo. Posiblemente, cada una de las partes domina un lenguaje que utilizar para formalizar sus argumentos. Pero podría ser que la contraparte en el diálogo no utilice la misma gramática epistemológica.

Esto justifica la necesidad de darse a conocer, previamente, las gramáticas epistemológicas propias en las que se envuelven verbalmente los argumentos. Esto implica, al menos desde mi punto de vista, que los participantes en el diálogo deban consensuar, o al menos explicitar para que todos sepan el contexto lingüístico y epistemológico en el que se construye la mente de cada uno de los participantes.

Desde mi punto de vista, hay cuestiones filosóficas, que se formular como preguntas, previas entre ambas posturas para intentar tender puentes:

– Qué es lo que se entiende por REALIDAD

– Qué queremos decir con la palabra CONOCIMIENTO

– Qué es lo que se entiende por la VERDAD

– Cómo llegar a establecer afirmaciones UNIVERSALES: el problema del método científico

– Qué es lo que entendemos por DIOS

IMG_3091Si se asumen las posiciones de cada uno a estas cuestiones (aunque no haya acuerdo, (si hay conocimiento mutuo de las herramientas mentales que usamos), estaremos en disposición de tender puentes, dialogar y tal vez llegar a encuentros y consensos.

A modo de anécdota (que puede ser clarificadora) el presidente del gobierno de España, en una entrevista el 20 de enero, declaraba que “la verdad es la realidad”. Pero ¿qué es lo que entendía por “verdad” y qué es lo que entendía por “realidad”? La prensa comentaba que Sánchez parecía seguir los dictados aristotélico-tomistas que la “la verdad es la adecuación entre nuestro entendimiento con la realidad” [Veritas consistit in adaequatione intellectus et rei, sicut supra dictum est (S.Th. I, q. 16, a. 1). Intellectus autem qui est causa rei, comparatur ad ipsam sicut regula et mensura, e converso autem est de intellectu qui accipit scientiam a rebus. Quando igitur res sunt mensura et regula intellectus, veritas consistit in hoc, quod intellectus adaequatur rei, ut in nobis accidit, ex eo enim quod res est vel non est, opinio nostra et oratio vera vel falsa est]

Qué es lo que se entiende por REALIDAD

En el extenso mundo de la filosofía, las reflexiones sobre qué es real, qué es la realidad, ocupa un extenso campo en las páginas de muchos filósofos. La realidad (del latín realitas  y este de res, «cosa») es el término lingüístico que expresa el concepto abstracto de lo real. No es fácil consensuar una definición de “realidad” y menos aún llegar a acuerdos sobre la capacidad del ser humano para acceder al conocimiento de la “realidad”.

Se puede decir que la realidad es la suma o agregado de todo lo que es real o existente dentro de un sistema, en contraposición a lo que es solo imaginario. El término también se usa para referirse al estado ontológico de las cosas, lo que indica su existencia. En términos físicos, la realidad es la totalidad de un sistema, conocido y desconocido.

Las cuestiones filosóficas sobre la naturaleza de la realidad o la existencia o el ser se consideran bajo la rúbrica de la ontología, que es una rama importante de la metafísica en la tradición filosófica occidental. Las preguntas ontológicas también aparecen en varias ramas de la filosofía, incluida la filosofía de la ciencia, la filosofía de la religión, la filosofía de las matemáticas y la lógica filosófica.

Estos incluyen preguntas sobre si solo los objetos físicos son reales (es decir, el fisicalismo), si la realidad es fundamentalmente inmaterial (por ejemplo, el idealismo), si existen entidades hipotéticas no observables postuladas por teorías científicas, si Dios existe, si existen números y otros objetos abstractos, y si existen otros mundos posibles.

En la filosofía clásica y tradicional la realidad ha sido considerada en estrecha relación con los conceptos de esencia y existencia. De esta forma el Ens Realissimum se ha concebido de un modo trascendente, fuera del mundo de la experiencia, como el ser cuya esencia implica su propia existencia. De tal forma que sería el Ser Único propiamente dicho real, Necesario e infinitamente perfecto del que, como origen y principio surge todo lo demás. Tal es el fundamento del llamado argumento ontológico. Se postula un Ser Necesario que, visto desde el punto de vista religioso, sirve de fundamento racional para el concepto de Dios. Este es el contexto de la argumentación de los tres libros citados más arriba.

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Leandro Sequeiros: “¿Existen pruebas científicas de la existencia De Dios”

Viernes, 22 de marzo de 2024
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cuadro-manos-de-dios-y-adan-detalle-de-la-creacionEn estos meses han visto la luz dos voluminosos libros con un tema común y que se están convirtiendo en mediáticos, gracias a una intensa campaña de promoción. El contenido de estos dos ensayos se dedica a un mismo objetivo: mostrar a los lectores y a la opinión pública que existen pruebas científicas de la existencia de Dios.

El tema no es nuevo. Muchos de los seguidores de estas páginas nutrieron su fe juvenil con la lectura del libro del jesuita padre Jesús Simón, A Dios por la ciencia. Estudios científico-apologéticos. Frente a los ateos, el docto autor jesuita pretendía demostrar que Dios existe basado en argumentos científicos.

Pero la publicación en España de libros de claro diseño apologético, parece haber encontrado un grupo de personas preocupadas por solucionar en sus vidas el problema de Dios. Síntoma que creemos positivo aunque defendemos que la apologética no es el camino.

Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios

Uno de los libros que comentamos tiene como autor a un español: José Carlos González-Hurtado (Madrid 1964), Presidente de la red de comunicaciones EWTN España. Profesionalmente es Senior Advisor global de la consultora estratégica Roland Berger y de algunas de las mayores firmas mundiales de Private Equity así como Consejero de varias compañías multinacionales de tecnología y consumo basadas en Europa y América.

Este voluminoso y documentado estudio, Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios, puesto a la venta el 12 de septiembre de 2023, en la editorial Voz de Papel, aborda el tema de la relación entre ciencia y religión combinando diversos enfoques (histórico, cultural, testimonial, divulgativo, sociológico) y prestando especial atención a los debates científicos actuales y de los dos últimos siglos. No se limita a refutar la leyenda urbana de la incompatibilidad entre ambas formas de conocimiento. Su objetivo es demostrar que una mirada sin prejuicios al panorama de la ciencia moderna lleva necesariamente a la idea de Dios. Para ello presenta argumentos de peso apoyándose en abundante documentación y usando un estilo desenfadado que convierte la lectura del libro en gratificante y enriquecedora.

Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución

El segundo de estos libros de carácter apologético que están teniendo mucha repercusión mediática es una traducción del francés: Michel Yves Bolloré y Olivier Bonnassies (2023). Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución. Editorial Funambulista, en coedición con Ladera Norte, Madrid, 573 páginas.

La tesis básica de este voluminoso y bien documentado estudio es que la ciencia moderna es impensable hoy sin aceptar la existencia de Dios. La tesis de este estudio ha sido refutada por el jesuita François Euvé (La ciencia ¿es una prueba de la existencia de Dios? Respuesta al libro Dios, la ciencia, las pruebas,edición de François Euvé y Etienne Klein. Éditions Salvator, mayo de 2022, 577 p.). Euvé pone en duda en valor de los argumentos, basados en el diseño del mundo, que para él no tienen valor para demostrar que Dios existe.

El trasfondo filosófico y teológico de este estudio es similar al del libro anterior. Para estos autores apologéticos, el llamado argumento del diseño, el argumento teleológico o “argumento del diseño inteligente”, se ha propuesto en teología durante siglos.

De alguna manera, este libro se inscribe en lo que hoy se denomina “nueva apologética” impulsada por grupos de científicos católicos muy vinculados a movimientos conservadores. Michel Yves Bolloré es  Ingeniero de formación, es hoy administrador de empresas e instituciones de educación superior. en Londres. Olivier Bonnassies es un hipergraduado: politécnico, es intenso divulgador de videos, artículos, boletines en redes sociales sobre temas a menudo vinculados a la racionalidad de la fe.

Tomás de Aquino lo presentó en su quinta prueba de la existencia de Dios como consecuencia necesaria de un silogismo. En 1802, el teólogo William Paley presentó en Teología Natural ejemplos de propósito intrincado en organismos. Su versión de la analogía del relojero argumentó que, de la misma manera que un reloj ha sido evidentemente diseñado por un artesano, la complejidad y la adaptación observada en la naturaleza debe haber sido diseñada, y la perfección y la diversidad de estos diseños muestran que el diseñador es omnipotente, el Dios cristiano.

Al igual que la ciencia de la creación, el diseño inteligente se centra en el argumento religioso de Paley del diseño, pero mientras que la teología natural de Paley está abierta a un diseño deísta a través de leyes dadas por Dios, el diseño inteligente busca la confirmación científica de repetidas intervenciones milagrosas en la historia de la vida.

La ciencia de la creación prefiguró los argumentos del diseño inteligente de la complejidad irreducible, citando incluso el flagelo bacteriano. En los Estados Unidos, los intentos de introducir la ciencia de la creación en las escuelas llevaron a juicios que fallaron que es de naturaleza religiosa y, por lo tanto, no puede enseñarse en las clases de ciencias de las escuelas públicas. El diseño inteligente también se presenta como ciencia y comparte otros argumentos con la ciencia de la creación, pero evita referencias bíblicas literales a cosas tales como la historia del Diluvio, la historia del Génesis o el uso de versículos de la Biblia para datar a la Tierra.

¿El regreso de la apologética?

Tanto el libro de González-Hurtado como este último se inscriben dentro del género que podemos llamar “apologético”: la defensa de la existencia de Dios basada, en este caso, en argumentos científicos. ¿Dios existe? Después de que la fe en fuerzas superiores, múltiples o singulares, haya moldeado la historia de los hombres, la ciencia se ha esforzado por racionalizar el mundo, tanto el comportamiento de los astros como el de los hombres.

Los autores de Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución no se han dedicado al mundo de la ciencias duras. Michel Yves Bolloré es el hermano mayor de Vincent Bolloré, líder del Grupo del mismo nombre. Ingeniero de formación, administrador de empresas, miembro de la organización católica Opus Dei (que nada tiene que ver con el nombre, con la secta estigmatizada por Dan Brown en la famosa novela El Código Da Vinci), es hoy administrador de empresas e instituciones de educación superior en Londres.

Olivier Bonnassies es un hipergraduado: politécnico, Instituto HEC, ¡licenciado en teología! Emprendedor, es también autor de una veintena de libros, vídeos, escenarios, artículos, boletines y agregador de contenidos en Internet sobre temas a menudo vinculados a la racionalidad de la fe.

Para los escritores apologetas, desde Galileo y Copérnico se ha buscado comprender mecanismos que ya no dependieran de lo divino, de la magia o de un orden inmutable; al comprender mejor el mundo, las estrellas y el cosmos, la ciencia ha hecho retroceder la idea misma de un Dios que diseñó el mundo y ordenó nuestros destinos.

En estos extensos ensayos, abundantemente documentado e ilustrado, los autores, González-Hurtado, Michel Yves Bolloré y Olivier Bonnassies nos llevan tras los pasos de los descubrimientos de los últimos 150 años, en astronomía, física, química, biología, matemáticas, lógica, en los debates que han generado en filosofía, no para señalar que “Dios ha muerto”, sino para testimoniar que abren nuevos argumentos, incluso pruebas, sobre el origen del universo y el significado de la vida.

Este conocimiento parece venir a consolidar las lecturas históricas y simbólicas de la Biblia, a testimoniar el destino excepcional del pueblo judío, tanto las analogías propuestas a nuestra reflexión hacen converger observaciones científicas y mensaje bíblico. “Hay libros sobre las pruebas científicas de la existencia de Dios, de otros sobre pruebas filosóficas y otros más sobre pruebas religiosas. La singularidad de nuestro trabajo es haber ofrecido deliberadamente un panorama variado, alternando cosmología, filosofía, moral, historia, milagros y enigmas históricos. Esta diversidad fue posible porque las pruebas de la existencia de Dios son tan numerosas que las hay, de hecho, en todos los ámbitos”. Si el libro niega ser militante, ¡el tono está fijado!

Claramente, leer estos ensayos es fascinante. Dependiendo de tus intereses, quizás seas más receptivo a atravesar décadas de descubrimientos científicos, desde lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño, o a las “verdades humanamente inalcanzables de la Biblia”, al destino del pueblo judío, a los razonamientos sobre la identidad de Jesús y la fuerza increíble de la difusión del mensaje evangélico. Más abstractas, la filosofía, la lógica y las matemáticas también tienen su lugar en la abundante presentación de argumentos de los que los autores deducen con convicción a partir de numerosas pruebas.

Una de las fortalezas de estos ensayos es que parece un archivo de alegatos. A priori, todo está ahí, argumentos, contraargumentos, autores -en gran parte premios Nobel-, fuentes, tesis y antítesis… para desarrollar razonamientos interesantes y sólidamente sustentados.

En el campo bastante objetivo de la ciencia, aprendemos mucho sobre la comprensión progresiva de las leyes del universo, del consenso ahora ampliamente aceptado del Big Bang, un término acuñado originalmente para desacreditar la tesis de su autor sobre el tiempo cero del nacimiento simultáneo de materia, tiempo y espacio, sobre la expansión del universo y el increíble ordenamiento de la materia y la vida.

Sus leyes ahora más conocidas, tan precisas (“la sintonía fina del Universo”), las teorías recientemente demostradas por observaciones astronómicas (la radiación fósil del Big Bang en particular) o microscópicas (la increíble singularidad, complejidad e inteligencia de la genética código) precisamente ponen en duda el azar y la necesidad en el surgimiento de la vida y la conciencia. Un llamado a la reflexión, liberada del dogma materialista, sobre las “pruebas de la existencia de Dios”, de un dios o un ente superior, creador del cosmos y de las leyes de la vida.

“Durante siglos, el progreso de la ciencia ha reforzado la creencia materialista de que Dios no existe, – explica Olivier Bonnassies, coautor del libro, en una entrevista- . Pero desde hace un siglo, nuevos conocimientos han demostrado que no solo es posible que Dios haya creado el universo, sino que incluso es necesario.»

“Tender puentes entre racionalidades” La tradición científica, intelectual e interdisciplinar de la Compañía de Jesús

La tradición científica jesuita es bien conocida en la antigua y restaurada Sociedad (A. Udías. Los jesuitas y la ciencia.  Una  tradición  en  la  Iglesia.  Ediciones Mensajero, Bilbao, 2014 (Grupo  de  Comunicación Loyola), 372 pág.

En 1976 el Superior General de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe (1907-1991) presentó un argumento convincente para la dedicación de los jesuitas a las ciencias naturales en una carta sobre el apostolado intelectual: “¿Cómo podemos hacer presente a la Iglesia y mantener los contactos personales necesarios en un contexto social de vital importancia como el científico y tecnológico, sin darle a la ciencia la importancia que merece? ¿Cómo podemos hacer una reflexión teológica que sea inteligible sin un conocimiento profundo de las raíces científicas de esta mentalidad?”  Vio muy claramente la importancia de la ciencia y la tecnología en los desarrollos humanos modernos.

Las preguntas que Arrupe planteó en su carta siguen siendo relevantes hoy en día, cuando la presencia jesuita en los campos científicos ha disminuido radicalmente.  Para implementar la tarea científica, intelectual e interdisciplinar, desde la Compañía de Jesús se impulsaron algunas iniciativas, como ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta) y más modernamente, desde 2004, la Cátedra Hana y Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Comillas.

En la práctica de ambas, siguiendo las indicaciones de las Constituciones de la Compañía de Jesús y las Congregaciones Generales, los jesuitas que se podrían incluir dentro del Sector del Apostolado Intelectual – tal como ya lo practicaron los grandes científicos jesuitas del pasado, como Matteo Ricci, José de Acosta, Christophorus Clavius, Bernabé Cobo, Christoph Scheiner, y otros – consideraban su función como de “tender puentes” con otras racionalidades más que la defensa ideológica de unas determinadas verdades de fe.

Las raíces del apostolado intelectual: la ciencia, los saberes y la interdisciplinariedad

La Compañía de Jesús nació con una mirada hacia la cultura emergente. Y siempre procuró estar en los debates culturales y científicos de la modernidad. En esa convocatoria al debate intelectual hay que colocar a ASINJA. Pero acerquémonos a los últimos años.

La Compañía de Jesús, desde sus comienzos, se caracterizó por la presencia en los medios intelectuales (Congregación General 34, 1995, Decreto 16). Y desde el inicio, esa presencia fue muy significativa en los medios científicos. Años antes, en 1965, el Papa Pablo VI, dirigiéndose a la Congregación General 31, envió a la Compañía al mundo de ateísmo.

Esto implicaba una sólida formación universitaria junto a una profunda espiritualidad. Y además, esto no es una tarea de unos cuantos, sino una dimensión transversal de la Misión de la Compañía. Y esta Misión no puede separarse de la promoción de la justicia, la ecología y la espiritualidad.

Tal vez de la llamada del Papa Pablo VI a luchar contra el ateísmo y este Decreto 29 de la CG XXXI de 1965, marcan el inicio de ASINJA. El texto del decreto 29 (CG XXXI) comienza por recordar la importancia de ello:

Aprecien en gran manera los jesuitas el trabajo científico y en especial el de la auténtica investigación, y considérenlo como uno de los ministerios de la Compañía más necesarios. Es un apostolado muy eficaz, del todo conforme con la antigua tradición de la Compañía, y responder plenamente a las recomendaciones tantas veces reiteradas de los Sumos Pontífices, en particular durante el último siglo. Se adapta además muy bien a las exigencias de los hombres de nuestro tiempo, pues constituye una excelente base para iniciar y continuar el diálogo, incluso con los no creyentes, y sirve de medio para ganar su confianza en la Iglesia y para elaborar y enseñarles a realizar la síntesis de la fe con la vida [Congregación General XXXI (1965), Decreto 29 (“Investigación Científica”), número 1]

El documento anima también a los superiores a preocuparse por la formación de los jóvenes jesuitas en este campo, y a los que trabajan ya en él, a consagrarse enteramente a una tarea que requiere siempre al hombre entero (Decreto 29, número 4). También se recuerda, finalmente, que conviene respetar “la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer, humilde y valerosamente, su manera de ver en el campo de su competencia” (Decreto 29, número 4, citando textualmente al Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, número 62).

Conclusión: La epistemología oculta: tender puentes interdisciplinares

Será necesario acudir a los más de 40 volúmenes de ACTAS de las Reuniones Interdisciplinares de ASINJA. No es fácil encontrar en las Actas de las reuniones una definición precisa de lo que se entiende por interdisciplinariedad. Desde el primer volumen se usa esta palabra y se alude a ella como un intento de diálogo entre diferentes disciplinas. E incluso, en el volumen XI, en la presentación de Alberto Dou, se lee “La Asociación, al igual que todas las once Reuniones Interdisciplinares ya celebradas, se propone promover el diálogo entre la fe y la cultura contemporánea al servicio de los hombres de nuestro tiempo”.

Da la impresión de que se entendía por interdisciplinariedad el “diálogo entre la fe y la cultura”.  Pero, ¿qué se quería decir con esta expresión? ¿Qué epistemología oculta?

Se daba por supuesto que la fe (se supone que fe religiosa, y cristiana porque nunca –que sepamos- hubo representación de otras religiones) tiene un componente racional. Y que, por tanto, está legitimada para “dialogar” –como se entienda – con la “cultura” (que en este caso se suponía que era la cultura universitaria, la cultura científica, la racionalidad científico-técnica. Y además, al hablar de ciencia, en los primeros años se tenía una visión restringida a las ciencias experimentales y lógico-matemáticas. Más posteriormente (tal vez por influjo de Popper) se incorporaron las ciencias sociales (aunque algunos miembros no lo entendieron demasiado).

Superados los conflictos que promovió Snow en 1959 con “las dos culturas” y los debates entre Wilson y Gould sobre la asimilación o no de las humanidades por las ciencias naturales, los socios y amigos de ASINJA han podido dialogar (entendido como intercambio de opiniones, sin más) en un ambiente plural. Tal vez el único escollo que ASINJA ha tenido –al igual que sucede en la Cátedra Ciencia, Tecnología, Religión (ICAI, Universidad Comillas) ha sido la incorporación de los teólogos. Tal vez no deje de tener razón la profesora María José Frapolli (en el Congreso “Teología y Universidad”, Facultad de Teologia de Granada, 2012) cuando afirma que el obstáculo para la entrada de la Teología en la Universidad sea epistemológico: el método científico de la teología (al menos en España) es incompatible con la búsqueda libre de explicaciones del mundo.

Leandro Sequeiros. Presidente de ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta)

Fuente Fe Adulta

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Ciencia y Teología para el siglo XXI

Martes, 30 de enero de 2024
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IMG_2358Del blog de José Arregi Umbrales de Luz:

Epílogo a un libro de luces y retos

Agradezco a Agustín Gil este libro tan clarividente y necesario para hoy. Corren tiempos difíciles y decisivos para la humanidad y la entera comunidad de los vivientes. El negacionismo y el dogmatismo –dos trastornos solo aparentemente opuestos– son el síntoma de un malestar civilizacional planetario.

Nunca nuestra especie Sapiens ha sabido tanto, pero nunca se ha sentido tan insegura. Nunca tuvimos tanto conocimiento sobre tantas cosas, pero nunca nos sentimos tan amenazados a nivel personal, social, internacional. Nunca dispusimos de tanta información instantánea y global, pero nunca la desinformación fue tan grave y universal. Nunca las ciencias estuvieron tan desarrolladas, pero nunca crearon armas tan mortíferas, ni fueron tan utilizadas por los grandes poderes asesinos. Nunca poseímos tantos medios para vivir todos holgadamente, pero nunca vivimos tan acelerados y asfixiados, tan carentes de tiempo para respirar, espirar, inspirarnos. Nunca el nombre Sapiens fue más discutible. Nunca, desde el corazón de la Tierra y de los pobres, escuchamos tan aguda y grave la Voz de la Vida: “Ante ti están la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida y viviréis tú y tus descendientes” (libro bíblico Deuteronomio 30,19).

Más que nunca necesitamos no solo conocimiento científico, sino sabiduría vital, inteligencia integral, racionalidad múltiple, consciencia profunda, para saber vivir, para ser felices siendo buenos y a la inversa, para ser libres y hermanos, para poder querer y elegir nuestro ser verdadero, nuestro verdadero bien inseparable del Bien Común de la humanidad y de todos los vivientes. No existe otra verdadera libertad.

Los caminos del conocimiento, de la sabiduría, de la libertad de ser nuestro ser verdadero, son numerosos. El conocimiento y la sabiduría son multidimensionales, siempre lo han sido. Sabían los chamanes del Paleolítico. Saben los mitos antiguos, saben los poetas, los artistas, los enamorados. Saben los activistas no violentos de justicia y de la paz. Saben también los místicos espirituales, sean o no seguidores de alguna religión. Saben, y mucho, los textos sapienciales de las grandes tradiciones, religiosas o no. Saben, por supuesto, los científicos. Y todos ellos saben que no saben: “docta ignorancia”.

Todo esto lo sabe mejor que nadie Agustín Gil, catedrático de Física, especializado en Física teórica y Mecánica cuántica, miembro activo y reflexivo de las comunidades cristianas populares de base en el País Vasco, ecofeminista comprometido contra todos los imperios, codirector de la revista (ya cerrada) Herria 2000 Eliza, caminante y buscador espiritual, crítico de las instituciones religiosas y eclesiásticas, seguidor a la postre de la Buena Noticia y de la vida liberadora de Jesús de Nazaret, de la libertad y de la compasión que enseñó y practicó.

Esta obra es la síntesis y el fruto maduro de sus conocimientos científicos, de su reflexión filosófica, de su sensibilidad humana, de su teología crítica, de su compromiso ético: Ciencia y filosofía para el siglo XXI. Diálogo interdisciplinar para un nuevo humanismo (Ed. Círculo Rojo, 2023). El título contiene, como intencionadamente escogidos, todos los términos que definen un programa de conocimiento concertado e integral: ciencia, filosofía, siglo XXI, diálogo, interdisciplinar, nuevo humanismo. El co-nocimiento es por definición, al igual que el lenguaje, un hecho social, trans-individual, plural, dialogal. Así, solo así, se convierte en camino de co-nacimiento.

El conocimiento es también por definición interdisciplinar, fruto de miradas, métodos, perspectivas diversas, todas ellas relacionadas. Las perspectivas y los métodos son necesariamente distintos, pero no contradictorios, en la medida en que cada aproximación a la realidad –científica, ética, poética, simbólica, filosófica, teológica, simbólica en general…– se atiene con rigor a su enfoque y método de análisis propio. Y ninguna disciplina puede pretender llegar al único conocimiento verdadero, ni siquiera más verdadero que otro.

Por supuesto, el conocimiento científico de la realidad –hecho de observación atenta, medición matemática exacta y verificación empírica– no es el único verdadero, ni aquello que las ciencias matematizan y verifican constituye la única realidad verdadera. Pero tampoco los dogmas del Credo y sus explicaciones teológicas expresan “verdades” reveladas de lo alto por “Dios”; son expresiones históricas contingentes, formulaciones culturales y relativas, de experiencias humanas profundas (“religiosas”); todos los dogmas y teologías son constructos humanos simbólicos, al igual que los enunciados científicos son constructos humanos empírico-matemáticos. Ahora bien, los datos científicos –aun siendo siempre parciales y provisionales– constituyen hoy el criterio común mínimo de la “verdad” y de la “realidad”. De modo que ninguna afirmación, incluida la teológica, podrá ser considerada como “verdadera” si está en contradicción o es incoherente con los datos establecidos por la ciencia.

Desde la instauración del paradigma científico moderno a partir de Galileo, la coherencia con las ciencias es uno de los retos fundamentales para todo el lenguaje religioso y teológico. La incoherencia con el paradigma científico y cultural general es, justamente, el factor principal de la crisis actual irreversible del andamiaje imaginario, conceptual e institucional de las religiones tradicionales, incluido el cristianismo.

Por eso terminaré apuntando, a modo de ejemplos y como simples conjeturas, algunos de los retos, interrogantes y exigencias mayores que las ciencias –cosmología, física nuclear, biología, biotecnología, neurociencias, inteligencia artificial…– plantean hoy a la teología cristiana:

Una especie humana inacabada, desplazada del centro. Toda la teología cristiana –sobre Dios, creación, Jesús, pecado, salvación, vida después de la muerte…– sigue teniendo una base enteramente antropomórfica y antropocéntrica. Toda ella, tomada en su literalidad, resulta incomprensible y se derrumba entera con la nueva visión científica del ser humano. No somos el centro ni el culmen del universo ni de la Tierra. Somos miembros de la gran comunidad de los vivientes. Somos, como todos los seres, emergencia de la misma evolución física y biológica, planetaria y cósmica. Como todos los seres, somos formas irreductibles y únicas, pero no “superiores” a nada. Somos formas inacabadas al igual que toda la evolución. También nuestra conciencia y libertad –siempre condicionada– son inacabadas, se hallan en creación evolutiva. Y estamos llegando a poseer el poder tecnológico para crear cerebros y seres orgánicos o cibernéticos más capaces que este Homo Sapiens que somos hoy. Nos enfrentamos a formidables retos ecológicos, éticos, políticos, teológicos. Como nunca hasta hoy.

Un cosmos autocreativo, evolutivo, interrelacionado, sin centro. Formamos parte de un universo (tal vez multiverso) sin medida espacial ni temporal. Un universo “infinito” al menos en el sentido físico. Un universo holístico, que constituye un todo único dinámico y evolutivo, en el que cada parte es un todo formado a su vez de partes. Un universo sustentado por una “materia” –mater, matriz–, con o sin masa, que está dotada de un dinamismo, potencialidad o “energía” originaria de la que provienen todas las formas que forman el universo. Un universo, por tanto, que no necesita de ningún “Dios” creador a partir de la nada. La nada no existe. Si no contamos con que algún “Dios” interviene desde fuera, “milagrosamente”, en el proceso auto-creador evolutivo del mundo, ¿por qué habríamos de recurrir a una intervención primera milagrosa para crear el mundo de la nada? ¿No sería filosófica y teológicamente legítimo pensar en una materia originaria increada y eterna que da origen al universo? Depende de lo que entendamos por “Dios”…

Una “vida después de la muerte” en la plenitud “divina o en la información cósmica o en la memoria universal. Salta a la vista que hablo en términos metafóricos, no estrictamente científicos. La materia originaria de la que todo procede no se crea ni se destruye, sino que se transforma desde siempre hasta siempre. Se transforma de acuerdo a una disposición, estructura, “lógica” o “código” interno abierto, creativo y en consecuencia impredecible de acuerdo, se podría decir, a una “información” que la orienta creativamente. De la materia auto-creadora nació la vida en su inagotable profusión de formas. La muerte conlleva, concretamente, la disolución del “yo” individual y de su consciencia particular, que es a su vez una forma en constante transformación. Y cabe preguntarse: ¿la muerte-transformación del “yo” individual no podría ser considerada como “paso” (pascua) a otra forma de supervivencia en la información cósmica, en la memoria universal, en la plena, infinita, Conciencia “divina”?

Un Jesús hombre profético inacabado, icono y símbolo del Reino de Dios. ¿Cabe pensar que Jesús sea la encarnación única, milagrosa y acabada del “Hijo de Dios” eterno en un punto del espacio y del tiempo sin medida, en una especie particular, en un planeta concreto, en una cultura determinada, en un hombre perfecto? La coherencia con la cosmovisión científica nos urge a otra cristología. Una cristología que deje atrás los dogmas tradicionales o los relea en otro registro simbólico. Una cristología que conciba a Jesús como un profeta que, por su mensaje y su vida contingente y buena, por su libertad y solidaridad liberadora inacabada, puede ser confesado –por parte de quien así lo mire, sea cristiano o no lo sea– anticipo, icono o símbolo inspirador del “Reino de Dios”, de la liberación universal plena, presente y futura a la vez.

Un “Dios” transteísta. No podemos seguir manteniendo la imagen “teísta” de Dios, si se entiende por “teísmo” la afirmación de un Dios “sujeto personal”, anterior y exterior al mundo, omnipotente, que creó el mundo de la nada e interviene en él cuando quiere. Dios no explica nada. No es Nada de lo que representan las imágenes y significan las palabras. Solo podemos evocarlo en metáforas. Es el puro Ser sin forma, que no existe sino en los seres, en las formas. El Fondo fontal, el Aliento creador que late en todos los seres. No se trata de “creer” en Dios, sino de crearlo, encarnarlo, darle forma en la belleza, el respiro, la bondad.

¿De qué sirve la creencia y de qué sirve la ciencia, si no nos acercan a la gnosis, la iluminación, la liberación, el renacimiento a nuestro ser verdadero, a nuestra hermandad profunda con todo lo que vive y es?

Aizarna, 25 de octubre de 2022

José Arregi, EPILOGO a Ciencia y filosofía para el siglo XXI. Diálogo interdisciplinar para un nuevo humanismo (Ed. Círculo Rojo, 2023, pp. 355-360)

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Miércoles, 9 de agosto de 2023
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Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

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teresa-benedetta-della-croce-1

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Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE

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La séptima Morada, película sobre Edith Stein, video 1 de 8 en Youtube

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Rodrigo Guerra López: Ciencia, ideología y poder.

Viernes, 23 de junio de 2023
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Investigacion-cientifica_2560553949_16548779_660x371“Por prejuicios ideológicos o intereses de poder, la libertad académica está en riesgo”

En muchos espacios y ambientes el “pensamiento débil” campea. Y el “pensamiento débil” frecuentemente está asociado a la actitud de creer saberlo todo y al fanatismo. Estudiar con método por largos años ayuda a descubrir, entre otras cosas, el tamaño de la propia ignorancia

Galileo Galilei ciertamente no murió en la hoguera, pero el hecho de que la autoridad eclesiástica obligara al anciano astrónomo a retractarse de sus teorías no fue un bello momento en la historia de la ciencia. Paul Feyerabend, en su libro “Contra el método”, ha intentado afirmar que tanto las instancias eclesiásticas como Galileo tuvieron una actitud científica en las diversas posturas que mantuvieron en su momento. Sin embargo, el “caso Galileo” ha quedado como recuerdo de que es mejor que la ciencia mantenga su independencia y libertad respecto del poder –eclesiástico, económico o estatal–.

La razón de esta anhelada independencia no es difícil de advertir: el conocimiento científico es tal si es fiel al dato ofrecido por la experiencia. Buscar que la ciencia deba responder a los dictados del poder en turno, sea cual sea, no es una pretensión científica.

 La ciencia sólo se refuta con ciencia

Todo científico lo sabe: la ciencia sólo se refuta con ciencia. Por esta razón, en todos los ámbitos del saber existe debate, verificación de resultados, publicación con arbitraje doble ciego, y un sinfín de medidas para aproximarse, en la medida de lo posible, a la exploración rigurosa de la realidad. El poder político debe brindar el espacio, la libertad y la justicia elemental para que la ciencia exista. Sin embargo, habiendo construido este espacio, todo lo demás es preciso que sea respeto. Respeto a la libertad de investigación, respeto a la dignidad de todas las personas involucradas en la actividad académica.

Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con un conjunto de rectores, miembros de la junta directiva de ODUCAL (Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe). Esta organización reúne a 115 universidades con más de un millón y medio de alumnos. Luego de escuchar diversas informaciones sobre la vida universitaria en América Latina, tocamos brevemente el tema de la libertad e independencia de la actividad académica respecto al poder político. Con tristeza tuvimos que constatar cuan frecuente es el hostigamiento directo o indirecto de instancias no-académicas, no científicas, en la realidad universitaria contemporánea. Ya sea por prejuicios ideológicos o por intereses de poder, la libertad académica se encuentra en riesgo.

Campea el ‘pensamiento débil

Tengo la impresión de que este fenómeno, en su versión más contemporánea, hay que encuadrarlo en un contexto amplio de descrédito a la actividad intelectual, la ciencia rigurosa y la necesidad de expertos reales. En muchos espacios y ambientes el “pensamiento débil” campea. Y el “pensamiento débil” frecuentemente está asociado a la actitud de creer saberlo todo y al fanatismo. Estudiar con método por largos años ayuda a descubrir, entre otras cosas, el tamaño de la propia ignorancia.

El papa Francisco con frecuencia insiste en la importancia de mantener el “pensamiento incompleto”, la capacidad de cuestionar y de dudar, para mantener vivo el asombro sin el cual es imposible descubrir la verdad hasta el fondo. Sólo así es posible superar la fácil tentación de las ideologías que sofocan y reducen la verdad a alguno de sus aspectos. Sólo así es posible readquirir energías y creatividad para enfrentar al poder autorreferencial. La idea, de hecho, es muy antigua. Gregorio de Nisa, en el siglo IV, ya decía: “Los conceptos crean ídolos. Sólo el asombro conoce”.

Fuente Religión Digital

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José María Aguirre Oraa: Pensar a Dios: Una exploración

Martes, 20 de septiembre de 2022
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0AE57D8E-7D3D-4A15-B36E-A177DB12EF54“La aventura filosófica es un camino sin fin, pero jamás en solitario”

“Una filosofía de la religión debe ser capaz de abrir la lógica de la razón misma a las dimensiones de la transcendencia, al Absoluto”

“Se trata de mostrar la posibilidad de un acceso a Dios a partir de los recursos propios del pensamiento. Aquí se juega, como ha sucedido siempre a lo largo de la historia humana, la credibilidad racional de la apertura a Dios”

“En estos tiempos de deconstrucción, de pensamiento postmoderno, de primacía de lo «científico», se hace más necesario que nunca justificar y consolidar esta perspectiva”

“El filósofo Jean Ladrière postula y fundamenta en sus abundantes escritos sobre la posibilidad de abrirse al sentido de la creatividad radical que opera en el cosmos y de todo lo que esta creatividad implica y de este modo abrirse al reconocimiento de la creación del Universo”

Una filosofía de la religión debe ser capaz de abrir la lógica de la razón misma a las dimensiones de la transcendencia, al Absoluto. Se trata de mostrar la posibilidad de un acceso a Dios a partir de los recursos propios del pensamiento. Aquí se juega, como ha sucedido siempre a lo largo de la historia humana, la credibilidad racional de la apertura a Dios. En estos tiempos de deconstrucción, de pensamiento postmoderno, de primacía de lo «científico», se hace más necesario que nunca justificar y consolidar esta perspectiva. Tras la crítica kantiana a las «pruebas cosmológicas» tradicionales, el camino de mostración del Absoluto se había consolidado en el imperativo moral del respeto absoluto al otro expuesto por Kant y profundizado por Fichte. Las exigencias del respeto absoluto del otro solamente pueden ser justificadas en última instancia por la «irrupción» o la «presencia» dentro de la dinámica de la razón de un Absoluto que fundamenta de manera radical esta exigencia del respeto absoluto. Esta perspectiva la desarrollaré en otro momento.

La vía cosmológica consiste en una línea de argumentación que busca una mostración del Absoluto a partir de las teorías explicativas del origen del mundo en línea de evolución. Estas teorías científicas o hipótesis científicas lo constituyen discusiones autónomas que tienen su lógica intrínseca físico-astronómica, su desarrollo no impuesto, pero también sus limitaciones categoriales y de significación.

Hay preguntas que van más allá del estricto campo de lo teórico-corroborable de las teorías científicas físicas y que no pueden ser respondidas con estos elementos científicos: ¿qué sentido tiene el Universo?, ¿tiene incluso algún sentido?, ¿se trata del desarrollo ciego y mecánico de una materia en evolución que surge y muere o hay un sentido, una finalidad en la creación? Ante cuestiones de este tipo la razón científica no puede responder satisfactoriamente con sus solos recursos a las demandas de la inquisición humana. Sin embargo, el pensamiento filosófico puede abrir nuevas vías de sentido, que no se juxtaponen artificialmente a las dinámicas intrínsecas del proceder científico, sino que buscan ahondar en estas mismas dinámicas.

En la historia del pensamiento, hay abundantes ensayos de pensadores que buscan fundamentar y justificar una posición teísta a partir del campo de las ciencias de la naturaleza o de las ciencias de la vida, a partir de los interrogantes abiertos y de los posibilidades inscritas en los nuevos conocimientos de estas ciencias. Pero, no se trata de «utilizar la ciencia» con fines apologéticos, sino de interrogar a la propia ciencia para desarrollar sus propios contenidos y sus exigencias de explicación global, más allá de sus conocimientos contrastados, es decir se trata de abrir la ciencia a las dimensiones de una reflexión más global y comprensiva.

Creatividad radical

El filósofo Jean Ladrière postula y fundamenta en sus abundantes escritos sobre esta temática que la razón científica comporta en sí misma, en su propia lógica interna, la posibilidad de abrirse al sentido de la creatividad radical que opera en el cosmos y de todo lo que esta creatividad implica y de este modo abrirse al reconocimiento de la creación del Universo. El «logos» interno que anima la ciencia comporta en sí, de modo constitutivo, la posibilidad de reconocer aquello de lo que este logos es una huella. A partir de esta visión de la ciencia, a partir de esta realidad de operatividad radical existe un relé filosófico que puede conducirnos a la idea de creatividad, idea que a su vez permite el paso a la idea de creación, que incluso postula la idea de la creación. Las resonancias kantianas con sus postulados de la razón son clarísimas. La lógica reflexiva es similar o se asemeja a la perspectiva de Kant.

La responsabilidad de la razón comporta el reconocimiento del sentido del universo como obra de creación, el reconocimiento de la inteligibilidad del mundo, de su armonía y de su verdad, no como afirmación de su propia gloria, de la «gloria de la vida», sino como manifestación, devenir visible, de una iniciativa que es del orden de un don. La realidad nos envía más allá de sí misma y, por tanto, aparece como habitada por un dinamismo constitutivo estructural que va en el sentido de una unión creciente con una subsistencia creadora.

Existe el presentimiento de una presencia personal que es, a la vez, Luz, Amor y Estallido, fuente de la inteligibilidad que existe en el mundo, de su armonía y de su belleza, fuente que es don, llamada, y promesa de sí misma en y por lo visible. Aquí aparece una consonancia posible, aunque no necesaria, entre la ciencia y la fe. La ciencia no proporciona por sí misma un acceso directo a la fe. La ligazón entre razón científica y fe cristiana no tiene una conexión lógicamente necesaria, ya que, en este caso comportaría un carácter necesario y constriñente que se impondría lógica y racionalmente. Esto no sucede así, lo sabemos muy bien. Sin embargo, la ciencia como tal nos hace ver la creatividad que opera incesantemente en el mundo.

A partir de esta visión de la ciencia, a partir de esta realidad de operatividad radical existe, podríamos llamarlo así, un relé filosófico que puede conducirnos a la idea de creatividad y que permite el paso a la idea de creación, o que incluso postula la idea de la creación. Las resonancias kantianas con sus postulados de la razón son clarísimas. La lógica reflexiva es similar o se asemeja a la perspectiva de Kant.

La ciencia deviene, por consiguiente, en su estricta lógica como una inmensa «parábola activa» de la creatividad universal operante en su seno. En este movimiento la especulación filosófica puede conducirnos al concepto de creación. La actualidad dinámica del cosmos manifiesta a la vez un campo de creatividad originario y manifestaciones concretas contingentes. La actualidad del acontecimiento-cosmos no puede ser pensada como actualidad en profundidad más que si está habitada por una creatividad subsistente, es decir habitada por una creatividad difusiva de sí misma. El esfuerzo especulativo consiste en interpretar el devenir universal, en su actualidad concreta, como término de una relación constituyente que le religa a una fuente subsistente, que aparecerá como pura creatividad. Aquí se abre una consonancia posible entre el esfuerzo especulativo y la fe cristiana.

Parece legítimo reconocer una afinidad positiva entre el pensamiento científico en su momento de comprehensión reflexiva y la experiencia religiosa, contemplada en su componente cognitivo. La posibilidad de la interacción entre ambos se encuentra sin duda en la co-participación de la religión y la ciencia en un mismo proceso fundamental, que es el propio movimiento de la existencia.

La ciencia tiene un primer momento que es el de una experiencia perceptiva y un segundo momento de encaminamiento de objetivación y de construcción de entidades articuladas. Pero, hay un tercer momento, el de la comprensión reflexiva, que vuelve sobre el recorrido efectuado acogiendo lo que anuncia. Esta comprensión que revela la profundidad del fenómeno es el paso a una comprensión que remonta de lo que se muestra hasta las condiciones de su manifestación, por tanto la entrada en esta regresión especulativa por la cual el pensamiento que busca la verdad intenta establecer una ligazón entre lo que se manifiesta y sus principios.

Al pronunciarse sobre la naturaleza de la transrealidad de donde puede venir, para la existencia, la respuesta a la espera de la salvación, la experiencia religiosa se compromete con un camino sostenido por la esperanza de que puede conducir a la existencia hasta lo Último. El pensamiento científico está llevado por la perspectiva de un acontecimiento que sería la manifestación total de lo verdadero, que sería, en relación a la búsqueda de un saber auténtico, efectivamente último. Para la conciencia religiosa, esto último del pensamiento puede y debe ser comprendido como refracción en la vida del espíritu de la presencia en ella de lo Último que evoca. «La afinidad entre la ciencia y la religión puede así ser pensada como una relación de analogía entre este camino que tiene como perspectiva lo último del saber y el camino que va al encuentro de lo último en la esperanza de la salvación. Esta analogía sugiere que el pensamiento científico, en lo más radical de su comprensión, comporta en él mismo el presentimiento de aquello que se efectúa en la experiencia religiosa y que él puede ser como un camino hacia el compromiso que presupone esta experiencia. En el pensamiento del mundo en su advenimiento existe ya, in actu exercito, el reconocimiento de la transrealidad del que él tiene su verdad»

Dios: proceso y realidad

Para esto Ladrière invoca también las reflexiones metafísicas de Whitehead y su concepción de Dios en perspectiva procesual. Uno de los aspectos más originales del pensamiento de Withehead es una concepción bastante extraña según la cual la naturaleza de Dios se divide en dos componentes, la naturaleza antecedente de Dios y la naturaleza consecuente de Dios. La naturaleza antecedente de Dios es la naturaleza de Dios considerada en ese aspecto de ella misma por la cual precede absolutamente al mundo y que el mundo hereda a cada instante. La naturaleza consecuente de Dios es la causa final última de todos los procesos de evolución del mundo, por tanto la causa final del mundo entero. Y este aspecto de Dios por el cual Dios recoge en él, como causa final y principio final de unificación, el mundo tal como él se hace, es a la vez aquello por lo que el mundo está como presentificado en Dios y aquello por lo que Dios está presente dentro de mundo. Hay una inmanencia del mundo en Dios y una inmanencia de Dios dentro del mundo.

Incluso hay una tercera naturaleza de Dios: la naturaleza «superjectiva» de Dios. La naturaleza superjectiva de Dios es Dios en tanto que habita el mundo y confiere un valor eterno positivo a todo lo que ha emergido en él, una versión que se asemeja al concepto teológico de Providencia. Por eso al final de su libro Process and Reality Withehead señala: «El principio de la relatividad universal no puede pararse en la naturaleza consecuente de Dios […] descubrimos el juicio de una ternura que no pierde nada de lo que puede ser salvado y también el juicio de una sabiduría que saca partido de todo lo que, en el mundo temporal, es puro naufragio». Para Whitehead «Dios no crea el mundo, hablando con propiedad, sino que lo salva o, más exactamente, él es el poeta del mundo, que le conduce con una paciencia tierna por su visión de verdad, de belleza y de bondad. Dios es el lugar supremo de actualidad y de realidad donde todo es salvado. Decir que el devenir del mundo es el devenir de Dios es decir que todo lo que sucede en el mundo, incluido lo que fracasa, incluido el sufrimiento y el mal, todo esto está retomado en Dios y se inscribe en una actualidad salvadora que transmuta en pura positividad todo lo que ha sucedido». En este sentido Dios es el gran compañero, el que sufre con, y el que comprende.

Por ello se puede decir que la transformación que se ha operado en la autocomprensión de la razón conduce a un estado de cosas en el que la racionalidad y la creencia se reconocen recíprocamente como dos dimensiones de la existencia, cada una con un orden propio, definido por una perspectiva específica. La racionalidad no es la conformidad del pensamiento a un modelo único (el de la ciencia de la naturaleza), que define un tipo de validez privilegiada, la racionalidad es una búsqueda, que responde a una vocación y es llevada por una esperanza.

La creencia, por su parte, no es una suerte de más allá inefable, sino exigencia de comprensión que acoge la ayuda que los instrumentos de la racionalidad pueden aportarle. «Reconociendo la vocación de la razón, la creencia cree poder interpretar, desde su punto de vista, la obra de la razón como una prolongación de la creación y el trabajo de investigación como una forma de alabanza. Y ella cree poder acoger en su propia esperanza, que es religiosa, la esperanza de la razón, que es la razón misma. El reconocimiento de las diferencias no es de ninguna manera la búsqueda de una síntesis, en el sentido de un discurso unificador. Pero ella puede perfectamente acompañarse con la creencia en una convergencia por venir. No es posible pensar la dinámica de la salvación sin pensar también que, de una manera que no nos es clara todavía, debe abrigar en sí misma la dinámica de la razón».

Por esta razón, Ladrière señala que, al realizarse, el discurso especulativo se sobrepasa y se destruye. Liberándose del discurso, la acción se descubre como la experiencia misma de la fe. Podemos pensar en la imagen de la marcha por el desierto, pero habitada por una presencia anterior que da a los peregrinos la fuerza de ir siempre más lejos. El aventurero del desierto jamás estará en reposo en la contemplación complacida de las verdades adquiridas. Estará siempre en marcha hacia nuevos territorios con la paciencia y el trabajo arduo de los que ansían la tierra prometida y avanzan con la esperanza de encontrarla o al menos de entreverla. Pero en esta marcha también existen oasis que permiten reposar y reparar las fuerzas para continuar la marcha. No todo es árido y seco. Y hay además otros aventureros que buscan el mismo fin y que hacen posible una marcha solidaria y compartida. La aventura filosófica es un camino sin fin, pero jamás en solitario.

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Fuente Religión Digital

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Martes, 9 de agosto de 2022
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Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

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Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

 

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Ximena Pascutti: ¿Por qué creemos en Dios?, una pregunta científica.

Viernes, 3 de junio de 2022
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imagesDiego Colombek es un científico argentino que, en esta entrevista que le hace RIONEGRO.com.ar, se pregunta por qué tantos científicos actuales, que asumen los últimos paradigmas de la física y de la biología, siguen siendo creyentes e incluso teístas. Y, ante el Congreso de pasado mañana, nos seguimos preguntando: ¿hay algo en la misma estructura del cerebro humano que nos hace razonable creer, sin evidencia científica, en una inteligencia trascendente y cercana a la conciencia que siempre estará más allá de lo que podamos explicar? AD.

Aceptar el misterio o no aceptarlo, esa es la cuestión. ¿Pero con qué fundamentos? Corriéndose de los debates habituales, el neurobiólogo Diego Golombek estudia desde hace años los mecanismos cerebrales que intervienen en la capacidad humana de creer.

“La pregunta sobre la existencia o no de Dios, no es relevante para la ciencia. Pero sí lo es preguntarnos por qué, en pleno siglo XXI, el 85% de la gente sigue creyendo en las religiones y en aquello que no puede ver. ¿Será que, además de los condicionamientos culturales, existieran cuestiones biológicas que nos predisponen a creer en el más allá?”.

Como científico y divulgador, Diego Golombek (Buenos Aires, 1964) conoce bien el poder revelador de las preguntas bien hechas, así como la ardiente curiosidad que pueden provocar los misterios más antiguos de la humanidad. Doctor en Biología, investigador principal del CONICET y actual jefe del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Quilmes, Golombek anda por estos días celebrando una nueva edición de Las neuronas de dios, un exitoso libro que publicó originalmente en 2015 y, en poco tiempo, se volvió un clásico del periodismo de divulgación.

¿Creemos por un mecanismo cerebral?

“Claramente dios es una creación humana, primero animista, dotando de poderes sobrenaturales a ciertos fenómenos de la naturaleza (el rayo, el sol, los volcanes) y luego creándolo a imagen y semejanza: un Dios antropomórfico que responde a las necesidades, miedos y deseos humanos -reflexiona Golombek-. Pero lo crucial es que si la religión y la creencia en lo sobrenatural son tan universales como parece, entonces no solo deben tener un sentido evolutivo, sino que seguramente existe una base genética y hasta hereditaria para explicarlas”.

P – En tu libro, contra toda suposición, no cuestionás la existencia de dios, sino que hablás de los mecanismos cerebrales que han permitido a la humanidad experimentar el fenómeno de la religión. ¿De dónde sale nuestra predisposición, como especie, a creer en lo sobrenatural?

R – Una hipótesis es que esta predisposición haya tenido un significado adaptativo; es decir, que de alguna manera esta tendencia nuestra a “creer” nos ha conferido una ventaja como especie… Está claro que socialmente ha tenido y tiene sus ventajas: creer colectivamente en el más allá y en lo que nos proponen las religiones, le otorga a una comunidad una mayor cohesión y también un propósito. Además, al bajar la ansiedad que provocan ciertas preguntas existenciales, es posible que la religión hasta tenga algún efecto benéfico para la salud. Podemos imaginar, siendo un poco exagerados, una escena primitiva: aquel que creyó en lo sobrenatural, quizá salió corriendo de una situación confusa, mientras que aquel que interpretaba todo como una expresión de la naturaleza – correctamente, al fin y al cabo-, quizá se expuso demasiado y no sobrevivió. Esto, por supuesto, es puramente especulativo.

P – Algo muy interesante que comentás en este trabajo es que los rezos, bailes y cantos rituales de las religiones -desde un “Padre nuestro” hasta la danza de los derviches- se basan en la misma capacidad de sincronización del cerebro. ¿Cómo operan estos mecanismos? ¿Es sugestión o realmente nos inducen a estados de bienestar profundos?

R – Los estímulos repetitivos (rezar, cantar, bailar, cierto tipo de respiraciones) pueden modificar la actividad cerebral y lograr mayor sincronización entre diversas áreas del sistema nervioso. Esto se puede experimentar como una sensación etérea, espiritual, un “algo más” que ayuda a que las personas aumenten sus creencias y prácticas. Por otra parte, una reciente investigación del neurocientífico estadounidense Andrew Newberg, señala que rezar es más o menos equivalente a estar hablando con alguien, de acuerdo a lo que ha revelado el análisis de imágenes cerebrales. El rezo es, metafóricamente hablando, una conversación con algo o alguien “superior”. Pero… no es tan metafórico, sino que cuando se registró la actividad cerebral de personas creyentes rezando se vio que se activaban las áreas del lenguaje y el habla. Para el cerebro, rezar es como hablar con alguien.

P – ¿En qué punto se tocan la religión y la ciencia? ¿Pueden convivir sin confrontar?

cuadro-manos-de-dios-y-adan-detalle-de-la-creacionR – La ciencia y la religión corren por veredas enfrentadas, paralelas, que no se tocan. Tienen pilares completamente opuestos: la fe para la religión, la evidencia para la ciencia. Es cierto que hay muchos científicos y científicas religiosos, pero sospecho que es algo superficial, que si realmente van a un análisis profundo, en algún momento habrá algún choque, alguna contradicción. Es como decir “la ciencia llega hasta acá, y más allá… el misterio”, algo que no es -o no debiera ser- aceptable para alguien que ve el mundo desde las ciencias naturales.

P – ¿Podríamos ser moralmente buenos sin el concepto de Dios?

R – Sabemos que hay áreas cerebrales que participan del concepto de moral y que, cuando se alteran o lesionan, modifican el comportamiento, y la gente no es tan consciente de qué está bien y qué está mal. Si bien nosotros aprendemos estos conceptos, también parece haber una base innata que, en definitiva, no necesita de ningún dios que nos esté mirando o juzgando.

P – En el libro proponés una vuelta de tuerca inesperada a la discusión filosófica sobre el libre albedrío. Según contás, muchos experimentos han revelado que el cerebro nos engaña, a menudo, cuando creemos estar tomando decisiones…

R – Son experimentos difíciles de interpretar, pero sí, en muchos casos (no en todos) se verifica que la base de un comportamiento o una decisión es inconsciente, y luego de esto, pasa a la conciencia, cuando nos convencemos de que hemos sido “nosotros” quienes tomamos la decisión. Los filósofos están divididos en cuanto a estas interpretaciones, y hay quienes se inclinan por ver en estos experimentos la prueba de que no existe el libre albedrío absoluto, mientras que otros afirman que son ejemplos extremos y no impiden el ejercicio de la libertad individual.

P – Si, como postulan las neurociencias, toda creencia en lo sobrenatural tiene una base biológica, y el deseo de creer es algo instintivo, ¿cómo se entiende entonces el fenómeno del ateísmo? ¿Cómo logra desprenderse alguien ateo de ese mandato biológico?

R – Si la creencia en lo sobrenatural es un fenómeno evolutivo y hasta hereditario, los ateos vendrían a ser una especie de… ¡mutantes! Pero hablando en serio, si se verifica la hipótesis de que las creencias son innatas, la ausencia de ellas vendría a ser un fenómeno cultural, aprendido o desaprendido, más que biológico.

P – ¿Cómo se explican nuestros miedos desde la perspectiva de la neurociencia? ¿Por qué será que elegimos, a través de ciertas experiencias de vida, someternos voluntariamente a trances en los que sentimos temor?

R – Obviamente el miedo tiene un sentido evolutivo que tiene que ver con el cuidado de nosotros mismos y de nuestra gente cercana. Por lo tanto, el entrenamiento del miedo también es un ensayo para saber cuándo salir corriendo. El miedo tiene una representación nerviosa muy clara; y hay órganos en el cerebro que se activan frente él, uno de ellos llamado amígdala, que no es la que conocemos, sino otra que forma parte de un circuito cerebral. El miedo es como el dolor, nos da la alerta de que algo anda mal. El miedo nos permite adaptarnos al entorno, cuidarnos y sobrevivir, porque ya se sabe… Cavernícola que huye, sirve para otra evolución.

P – ¿Es cierto que hay circuitos cerebrales que “se encienden” ante fenómenos de creencia espiritual? ¿Qué se registra en esos estudios?

R – Es cierto, está comprobado: en aquellas personas que experimentan una sensación espiritual o un trance místico se ha podido medir la activación de determinados circuitos cerebrales, incluyendo aquellos que tienen que ver con la búsqueda de recompensas. “Es muy probable que esa ‘luz al final del túnel’ que refieren muchas personas que estuvieron al filo de la muerte, sean las últimas miradas, chispazos, que arroja el sistema visual cuando el cuerpo se está muriendo.”

P – ¿Y hay manera de determinar lo que pasa en el cerebro en los momentos previos a la muerte? ¿Qué argumentos aporta la neurobiología para explicar “la luz al final del túnel” que tantas personas dicen haber visto?

R – Sobre las sensaciones y lo que ocurre en la previa a la muerte no hay mucha investigación porque lógicamente no es algo sencillo de medir. Pero hay algunas ideas. Hace pocas semanas se publicó un trabajo que, por absoluta casualidad, logró registrar la actividad cerebral en el momento en que una persona estaba muriendo; era alguien con epilepsia, a quien le estaban realizando estudios para evaluar la actividad cerebral cuando lo sorprendió un ataque cardíaco. En ese momento, se registró una actividad cerebral compatible con algunas de las actividades que ocurren durante los sueños. ¿Será que cuando estamos en una experiencia cercana a la muerte, nos pasa la vida por delante como en un sueño? Es posible que así sea. Por otra parte, la referencia de tantas personas a “la luz al final del túnel”, a los neurobiólogos nos suena claramente a activación del sistema visual: cuando un cuerpo está muriéndose, sucede que deja de llegar sangre a los órganos; entonces, ante la necesidad de informar de alguna manera sobre esa anomalía, el sistema visual arroja una señal, como gritando: “¡Hay luz, vi luz y morí!”. Es muy probable que esa luz al final del túnel sean las últimas miradas, chispazos, que arroja el sistema visual cuando el cuerpo se está muriendo. De la misma manera, la sensación de estar fuera del propio cuerpo o de vernos desde arriba, mencionadas por gente que estuvo al filo de la muerte, tal vez tenga que ver, desde lo biológico, con la autopercepción del cuerpo en situaciones extremas.

Ximena Pascutti

Fuente Río Negro.com.ar

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Rechazaron un proyecto de la científica trans Fran Bubani por no considerarla mujer

Jueves, 17 de febrero de 2022
Comentarios desactivados en Rechazaron un proyecto de la científica trans Fran Bubani por no considerarla mujer

fran-Bubani-en-el-laboratorio-tres-1200x600El reglamento donde se presentó Bubani junto a dos colegas exige que el 50% del equipo esté integrado por mujeres. Luego de denunciar, aceptaron evaluar el proyecto.

BUENOS AIRES, Argentina. La investigadora trans Fran Bubani presentó un proyecto junto a tres colegas ante una Agencia del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Uno de los requisitos para ser admitido era que contara con el 50% de mujeres en el grupo responsable. A los días se enteraron que había sido rechazado.

“El proyecto fue considerado no admisible, y está en el dictamen, porque no cumple con el requisito de 50% de mujeres. Y eso es porque soy una mujer trans. Y para la persona que hizo la verificación de admisibilidad no consideró que soy mujer”, explicó Fran a Presentes.

El dictamen dice, textual, lo siguiente: “Por la presente cumplimos en informar que de acuerdo a la DI-2021-36-APN-DNFONCYT#ANPIDTYI de fecha 1º de diciembre de 2021, su proyecto presentado en la convocatoria PICT Aplicados 2021, Categoría I Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica de Aplicación Intensiva –bajo el código PICT-2021-CAT-I-00072 – fue declarado No Admisible según la siguiente observación: El proyecto presentado no cumple con el criterio que indica que ‘al menos la mitad de los integrantes del Grupo Responsable deberán ser mujeres’”.

El proyecto se llama “Desarrollo de bombas de calor geotérmicas basadas en materiales elastocalóricos: tecnología clave para mejorar la habitabilidad en zonas patagónicas». Según lo explicó Bubani, tiene impacto social y ecológico: busca calefaccionar residencias en la Patagonia usando energía geotérmica, sacando calor del suelo. La idea es desarrollar la tecnología para calentar los espacios sin quemar combustible ni gas, sin liberar dióxido de carbono. Lo presentaron a esa convocatoria para conseguir recursos y así poder desarrollarlo.

El CUIL o la discriminación

Al enterarse de que el proyecto no se admitió por “no cumplir con los requisitos”, Fran decidió quejarse. Llamó al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación y también a la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, que le estaba negando la admisión del proyecto.

Consultada por Presentes, el área de comunicación de la Agencia dependiente del Ministerio de Ciencia indicó que “hubo un error administrativo ya que el software vigente tomó como parámetro el campo de los CUIL de postulantes, en el marco de las acreditaciones de más de 3500 proyectos en diferentes convocatorias de todo el país que recibimos desde el último trimestre del año pasado hasta febrero de este año”.

Para Fran no es tan simple: “Siempre que sucede algún evento discriminatorio aparece alguna excusa, alguien diciendo que el problema fue el sistema. Nadie nunca reconoce que hubo discriminación”, contó.

Desde la Agencia explicaron que se está trabajando en sistemas informáticos y las instancias de control que “se ajusten a las nuevas políticas de inclusión” y están siendo actualizados “para acompañar las políticas de género”.

¿Hace falta que llegue a la presidencia para que digan: ‘sí, es una mujer’?

Para resolver el problema tuvieron que intervenir las autoridades de la Agencia. “Me llamaron de la presidencia de la Agencia pidiendo perdón, y admitiendo que soy una mujer. Me dijeron algo que tiene que ver con el número de cuil para establecer el género”, contó Fran Bubani a Presentes.

Lo mismo explicaron desde la Agencia: supieron del problema el martes 8 de febrero y al día siguiente “se resolvió favorablemente para el grupo de investigación, por vías extraordinarias dado la relevancia del tema”. 

El proyecto finalmente fue admitido. El siguiente paso es que el organismo analice, junto al resto de los proyectos, cuáles recibirán la financiación.

“Ahora, -se pregunta Fran- ¿hace falta que llegue a la presidencia para que digan: ‘sí, es una mujer’? Hace 10 años que está la ley (de identidad de género)”.

Su camino en la investigación

Fran Bubani nació en 1980 en Belo Horizonte (Brasil), se graduó en Ingeniería Mecánica y en 2008 llegó a la Argentina para hacer un doctorado en el Instituto Balseiro, uno de los más importantes en el ambiente científico del país.

Ahora es investigadora adjunta del Conicet y docente en el Instituto Balseiro, en Bariloche. Su transición empezó en 2015, y para enero de 2020 ya había rectificado los datos de su DNI para que concordaran con su identidad de género.

Cuando se enteró que no habían admitido el proyecto, no lo podía creer. Pero sabía lo que pasaba: “Por ser trans tengo que comprobar una y otra vez que soy una mujer. Qué pelea, todo el tiempo tengo que pelear porque soy una mujer. Va mucho más allá de tener un DNI o haber pasado por cirugías”. 

El 11 de febrero, días después de esta serie de situaciones que vivió Fran fue el día de la mujer y la niña científica. En el país se realizaron una serie de actos y homenajes al respecto.

En mayo de 2020, Fran contaba a Presentes que era la primera trans visible, -en el ámbito científico- de su lugar de trabajo: “Decir que soy la primera trans visible significa que seguro hay más personas que no se identifican con el género asignado al nacer, pero que deciden no hacerlo público porque no se sienten protegidas. Tampoco conozco a nadie más que haya hecho una transición social y cambiado su DNI aquí adentro”.

Fuente Agencia Presentes

General, Homofobia/ Transfobia. , , ,

Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Lunes, 9 de agosto de 2021
Comentarios desactivados en Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

*

Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE

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La séptima Morada, película sobre Edith Stein, video 1 de 8 en Youtube

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Eduardo Martínez: El universo podría ser consciente.

Sábado, 12 de junio de 2021
Comentarios desactivados en Eduardo Martínez: El universo podría ser consciente.

Universo.1Científicos alemanes se han apoyado en las matemáticas avanzadas para sugerir que todo tipo de materia inanimada podría ser consciente, tal vez incluso el universo.

Las matemáticas podrían confirmar que una antigua sospecha científica puede ser cierta: el universo alberga algún tipo de consciencia.

La idea no es nueva: desde 2004, una hipótesis científica, conocida como Teoría de la información integrada (IIT), se ha propuesto explicar la naturaleza básica de la consciencia.

Pretende identificar si los objetos del universo y sus interacciones expresan “un punto de vista subjetivo”.

En el supuesto de que así sea, esta teoría se propone descubrir si esos procesos sutiles pueden describirse matemáticamente.

Este modelo matemático considera que la consciencia podría ser como una nueva ley de la física que explicaría por qué se agrupan los componentes elementales del Universo.

Nueva perspectiva

Esta hipótesis, tan documentada como cuestionada por la comunidad científica, ha resurgido ahora porque un equipo de matemáticos y físicos alemanes ha profundizado en la citada teoría y llegado a una conclusión sorprendente.

Tal como informa al respecto New Scientist, lo que están descubriendo estos científicos alemanes parece sugerir que, si queremos lograr una descripción precisa de la consciencia, tendremos que abandonar nuestras intuiciones y aceptar que todo tipo de materia inanimada podría ser consciente, tal vez incluso el universo en su conjunto.

Para llegar a esta conclusión, estos científicos han profundizado en la IIT y desarrollado un modelo matemático que podría cuantificar y medir la consciencia.

Usando las matemáticas, aseguran poder predecir cuán consciente es un sistema dado, lo que, según uno de los autores de esta aproximación, Johannes Kleiner, del Centro de Filosofía Matemática de Múnich, sería “el comienzo de una revolución científica.”

Valor phi

IIT se basa en un valor llamado phi que representa la interconectividad de un nodo, ya sea una región del cerebro, circuitos biológicos o un átomo.

Ese valor representa el nivel de conciencia del nodo. La corteza cerebral, por ejemplo, tiene un alto valor phi porque contiene un grupo denso de neuronas ampliamente interconectadas.

Sin embargo, hasta ahora ha resultado imposible calcular el valor phi de un cerebro humano porque averiguarlo llevaría un tiempo equivalente a la edad del universo.

Los matemáticos alemanes habrían conseguido simplificar este proceso de forma significativa, tal como explican en un artículo publicado en el repositorio de prepublicaciones científicas ArXiv.

Los laberintos de la consciencia

Esta investigación representa un paso relevante en la vieja aspiración de las neurociencias por conocer mejor la naturaleza y los mecanismos de la consciencia.

Detrás de esta aspiración está comprender los trastornos mentales, las enfermedades neurodegenerativas, las lesiones cerebrales y las funciones cognitivas.

Hasta ahora, todo lo que sabemos sobre el cerebro indica que la consciencia surge de los sistemas físicos y que es un fenómeno tan objetivo como la gravedad, ya que podemos observarla a través de los procesos cerebrales.

Información y matemáticas

La IIT añade que la consciencia puede definirse como una medida de la cantidad de información que procesa un sistema.

Eso no significa que un sistema que procesa mucha información necesariamente sea consciente.

Para que emerja la consciencia, es necesario algo más: que los componentes de ese sistema procesen información entre ellos.

Es un proceso biológico complejo: cualquier sistema que posea alguna cantidad de información integrada experimenta algo.

El cerebro es un claro ejemplo de sistema consciente: no solo procesa información, sino que todos sus componentes (las neuronas) también lo hacen intercambiando señales entre ellas.

Según los científicos alemanes, las matemáticas avanzadas pueden llegar a donde las neurociencias no han podido y desentrañar la proeza de la naturaleza que nos permite leer este artículo y darnos cuenta de ello.

Eduardo Martínez de la Fe

Tendencias 21

Boletín Semanal Enrique Martínez Lozano

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Miguel Ángel Munárriz: En busca de sentido.

Jueves, 10 de junio de 2021
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Vida.2-300x192Albert Einstein tenía una concepción estática del universo, es decir, consideraba que la posición relativa de sus grandes estructuras permanecía fija, lo que le llevaba a un error sistemático al aplicar las ecuaciones de la Relatividad.

Un jesuita belga, George Lemaître —físico eminente y matemático genial—, se basó en esta inconsistencia de la Relatividad para desarrollar una teoría que consideraba el universo dinámico, es decir, en permanente expansión. Resaltó en su trabajo algo crucial para el futuro de la cosmología, y es que, remontándonos hacia atrás en el tiempo, tuvo que haber un momento en que el universo fuese infinitamente pequeño, y a este universo primordial lo llamó “átomo primigenio”.

Curiosamente, el problema que encontró cuando publicó su teoría en 1927 no fue de carácter científico, sino ideológico, pues le acusaron de proponer esta teoría por su condición de jesuita cristiano; porque si el universo había tenido un principio, las tesis creacionistas propugnadas en la tradición judeo-cristiana recibían un gran impulso. Muchos científicos se opusieron por esta razón a su teoría, y como ejemplo podemos mencionar a los rusos I. Khalatnikov y E. Lifshitz que trabajaron con denuedo para descalificarla debido a su creencia marxista.

Dos años más tarde, Edwin Hubble demostró experimentalmente la expansión del universo midiendo el “corrimiento al rojo” de galaxias distantes. En 1948, el físico ucraniano Gueorgui Gamow planteó que el universo se creó a partir de una gran explosión, y la teoría de Lemaître quedó definitivamente aceptada con el nombre de “teoría estándar del big bang”. Einstein, que en un principio le había tildado de “físico abominable”, pasó a deshacerse en elogios hacia él.

La comunidad científica parece tener dos cosas muy claras; que el universo tuvo un principio, y que la ciencia no parece estar capacitada para determinar las causas que lo originaron. Esto deja abierta la puerta a la idea de un universo creado por Dios, pero aquí entra en juego la lógica metafísica para enfriar el entusiasmo de los creacionistas. Porque si el mundo no es parte integrante de Dios —se arguye—, es decir, si existe un límite entre Dios y el mundo, resulta que Dios es limitado, lo cual no concuerda con nuestra idea preconcebida de Dios.

Esta dificultad desaparece en las concepciones panteístas, en las que todo cuanto existe forma parte de Dios, pero en ellas surgen inconsistencias todavía mayores. Porque si el mundo tuvo un principio, el atributo extenso de Dios (según terminología de Spinoza) sufrió cambio, pues antes no existía y luego sí, lo que significa que Dios cambia, que no es inmutable, y seguimos en las mismas… Y es que, como decía Hume, «nos estamos ocupando de cosas que sobrepasan nuestro entendimiento».

La ciencia y la filosofía resultan interesantes de cara a satisfacer nuestra curiosidad, pero tienen el peligro de dirigir nuestra mirada hacia lo que carece de importancia para vivir. Y es que el relato científico nunca nos va a proporcionar criterios de vida, y la reflexión metafísica nos suele mover a plantear discusiones bizantinas que desvían nuestra atención de lo importante. Por ejemplo: ¿Somos parte de Dios o somos criaturas suyas animadas por su Espíritu desde lo más íntimo de nuestro ser?…

¿Qué es importante?… En buena lógica lo importante es lo que nos ayuda a vivir con sentido. Es de suponer que para un budista lo importante será superar la ignorancia en que nos sume la realidad aparente y despertar a las nobles verdades proclamadas por Buda; que para un hinduista será la búsqueda del equilibrio interior y la armonía con los demás y con la Naturaleza, y para un cristiano, la construcción del Reino; esa humanidad de Hijos queridos de Dios que solo queriéndose como hermanos podrá realizarse.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Lunes, 10 de agosto de 2020
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Ayer era su festividad, pero al coincidir en domingo, la recordamos hoy…

Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

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Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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Juan José Tamayo: El coronavirus y las estrategias de satanás.

Martes, 4 de agosto de 2020
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_112224532_gettyimages-1154915327-1Con motivo de la pandemia del coronavirus ha vuelto a plantearse el viejo problema de la relación entre ciencia y religión, con tendencias encontradas entre quienes consideran que ambas son incompatibles, quienes reducen la incompatibilidad a la que se produce entre ciencia y superstición, quienes creen que la religión es un obstáculo para los avances de la ciencia, quienes defienden la autonomía e independencia de ambas y quienes, en fin, son partidarios del diálogo y la cooperación.

La posición extrema es la de las personas creyentes fundamentalistas que interpretan la pandemia como un castigo que Dios manda a la humanidad por la maldad del género humano, por haberse apartado de la religión y por el ateísmo cada vez más extendido. La respuesta la encuentran en la vuelta a la religión y a la fe en Dios, desconfiando de la ciencia, dándole la espalda o, al menos, dudando de su eficacia.

Dos ejemplos de tal actitud ante la pandemia son Salvini y los evangélicos que apoyan a Bolsonaro. Salvini apela al Corazón Inmaculado de María para derrotar al virus “porque la ciencia sola no basta”. En Brasil las mega-iglesias evangélicas mantienen abiertos sus templos durante la pandemia, acogiéndose a un decreto de Bolsonaro, que considera los actos religiosos como “servicios esenciales”, poniendo en peligro la vida de los miles de fieles que asisten a dichos actos.

Sus pastores minusvaloran la gravedad del coronavirus, desconfían de la ciencia y proponen como alternativa la fe. El obispo Edir Macedo afirma en sus predicaciones que el coronavirus es una estrategia de Satanás para infundir miedo, pánico, terror, que solo afectaba a las personas sin fe y propone como antídoto el “coronafe”, que es eficaz únicamente para quienes creen firmemente en la palabra de Dios. El propio Bolsonaro llegó a hacer exorcismos contra el coronavirus ante un grupo de evangélicos que lo esperaban a las puertas del palacio presidencial.

Los recursos que creen más eficaces ante escenarios dramáticos como el que estamos viviendo son pedir la intervención de Dios para que haga un milagro, la práctica de los rituales religiosos en sus formas mágicas más que como celebración festiva de la vida, experiencia comunitaria del compartir y relación personal, gratuita y no venal con la divinidad. Esta actitud es la que, sin duda, más daño hace a la religión y mayor alejamiento de ella produce.

Tanto el materialismo científico como el fundamentalismo religioso coinciden en afirmar la existencia de un conflicto insuperable entre ciencia y religión, que lo presentan con frecuencia con la metáfora de “guerra”. En ambos casos estamos ante una distorsión de la ciencia. El materialismo científico dice partir solo de teorías científicas, pero en realidad incurre en pretensiones filosóficas. El fundamentalismo religioso va más allá del ámbito teológico y reclama autoridad en cuestiones científicas. A su vez, la consideración metafórica de “guerra” ofrece una idea inadecuada tanto de la ciencia como de la religión y de la relación entre ellas.

Ciencia y religión han ejercido una gran influencia en la humanidad y en la naturaleza. No pueden, por tanto, desconocerse, ni caminar en paralelo, y menos aún entrar en confrontación, ya que cualquiera de esas posturas perjudicaría gravemente y por igual a los seres humanos y a la naturaleza. Han sido fenómenos culturales presentes en la historia de la humanidad en permanente interacción desde sus albores hasta nuestros días, unas veces en conflicto y otras en cooperación.

Momentos privilegiados de relación armónica entre filosofía, ciencia y religión fueron la antigüedad griega, los autores cristianos de los primeros siglos de la historia del cristianismo y los momentos de mayor esplendor del islam con los encuentros entre filósofos, científicos, teólogos, juristas, durante el “paradigma Córdoba”, precursor del Renacimiento europeo, etc.

Ciencia y religión son, a su vez, distintas formas de acercamiento a la realidad, que no tienen por qué competir ni excluirse la una a la otra. Son sistemas sociales complejos que tienen su propia metodología, agrupan diferentes experiencias individuales y colectivas y dan lugar a dos tipos de comunidades humanas con sus diferentes patrones de comportamiento y sus códigos de comunicación: la comunidad religiosa y la comunidad científica en interacción con la sociedad.

Ninguna de las dos comunidades puede ni debe recluirse en su propio caparazón haciendo oídos sordos a las inquietudes, problemas y desafíos del mundo en que viven, entre otros, la dialéctica pobreza-riqueza, crecimiento económico-retroceso ético, degradación del medio ambiente-ecología, guerra-paz, patriarcado-liberación de la mujer, armamento nuclear-desarme, globalización-alterglobalización y Norte global-Sur global.

Ambas tienen responsabilidades irrenunciables en la respuesta a dichos problemas, muchos de ellos provocados por sus propias comunidades, como el mal uso de la energía nuclear o las guerras de religiones. La colaboración en estos temas es hoy más necesaria que nunca. De su implicación en la respuesta a los problemas citados y a otros muchos que afectan a la humanidad depende en buena medida su prestigio o desprestigio, relevancia o irrelevancia, credibilidad o pérdida de la misma. Depende, en definitiva, el futuro de la humanidad y del planeta, según se guíen por la justicia o la barbarie, la cooperación o la competitividad, la solidaridad o el darwinismo social, el cuidado de la casa común o su maltrato.

A mi juicio, el modelo correcto de relación entre ciencia y religión tiene que ser el de la colaboración e interacción crítico-constructiva, en la que cada una se ubica en su propia esfera al tiempo que abandona todo intento de absolutización, ya que ninguna puede presumir de tener el mapa de la verdad y la visión de la realidad en exclusiva. La religión debe dejarse iluminar por los conocimientos de la ciencia, y la teología ha de tener en cuenta las aportaciones científicas. La ciencia, a su vez, puede verse enriquecida con el ethos de la compasión que ofrece la religión.

Pero ¿qué ciencia? No la arrogante y aristocrática, que selecciona a quienes tiene que curar en función de sus posibilidades económicas, sino la que está al servicio de la salud y el bienestar de la ciudadanía, especialmente de las personas y los colectivos más vulnerables. ¿Qué religión? No la dogmática, autoritaria y patriarcal, sino la que escucha el grito de las personas empobrecidas y de la tierra depredada y responde con actitud solidaria hacia las víctimas. ¿Qué Dios? No el todopoderoso y supremacista, que defienden los fundamentalistas seguidores de Trump y Bolsonaro, sino el Dios liberador, compasivo con quienes sufren y solidario con las víctimas o, conforme a la imagen de Boaventura de Sousa Santos, “el Dios activista de los derechos humanos, el subalterno que se enfrenta al Dios invocado por los opresores”.

En la novela de Albert Camus, La peste, tras los permanentes desencuentros entre el jesuita Paneloux y el doctor Bernard Rieux durante la epidemia que azotó con gran severidad la ciudad argelina de Orán, el doctor Rieux le dice al jesuita: “Estamos trabajando juntos por algo que nos une más que las blasfemias y las plegarias. Esto es lo único importante… lo que yo odio es la muerte y el mal, usted bien lo sabe. Y quiéralo o no, estamos juntos para sufrirlo y combatirlo”.

Esa es, creo, la función de la ciencia y de la religión en esta pandemia y después. El trabajo solidario de ambas puede salvar a la humanidad de esta y otras tragedias. La guerra entre ellas costará todavía más vidas humanas que las producidas por la pobreza, como sucede en todas las guerras. Sería un gravísimo error y una irresponsabilidad mayor sustituir las guerras de religiones, dadas por finalizadas, por las guerras entre la ciencia y la fe religiosa.

Como hizo el doctor Rieux, al terminar la peste en la ciudad de Orán, donde ejercía como médico, la ciencia y la religión no deben callar, sino “testimoniar en favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y de la violencia que les había sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: en el ser humano hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

 

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es Hermano Islam (Trotta, Mdrid, 2019).

Fuente Fe Adulta

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Viernes, 9 de agosto de 2019
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En la festividad de Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no enteder, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

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Edith Stein,
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Arranca la asociación PRISMA y se reúne con el ministro Pedro Duque

Lunes, 8 de julio de 2019
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F9C9A161-7E90-49DB-A506-234954234F88El objetivo de PRISMA es evitar la discriminación y mejorar la visibilidad LGTBIQA+ en Ciencia, Tecnología e Innovación.

En sus primeros pasos, PRISMA (Asociación para la Diversidad Afectivo-Sexual y de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación) se ha reunido con el Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque en el día internacional del orgullo LGTB en Ciencia Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. En esta primera toma de contacto, los representantes de PRISMA le han planteado la problemática del colectivo en el ámbito de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI), la discriminación que sufren las personas LGTBIQA+ en su entorno de trabajo, la necesidad de aportar evidencia ante las «pseudo-terapias» de conversión y la falta de vocaciones científicas en el colectivo.

“Esperamos poder colaborar con el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades para elaborar este código de buenas prácticas, que será un primer paso en el camino que nos lleve a lograr que ninguna persona LGTBIQA+ pueda sentirse discriminada en el ámbito de la CTI. Una ciencia mejor requiere una perspectiva diversa que también incluya al colectivo LGTBIQA+” explicó a la salida de la reunión Roi Villar.

El pasado 6 de abril de 2019, PRISMA empezó su andadura y tiene como objetivo evitar la discriminación, visibilizar y apoyar al colectivo LGBIQA+ en el ámbito de la Ciencia, Tecnología e Innovación.

A lo largo de la historia de la práctica científica, se ha tenido la idea de que lo único que condiciona la elección y el desarrollo de una carrera en las ramas CTI, son las capacidades y méritos de cada persona. Pero amigas, aunque la ciéncia y la tecnología han sido y son espacios de apertura, es del todo demostrable que ni se cumple esa objetividad, ni es real la igualdad de oportunidades para todas las personas que desarrollan su carrera profesional en este ámbito.

Podríamos entrar en ejemplarizar de qué manera se revelan situaciones de discriminación de la comunidad LGTBIQA+, cuantificar la imposición de la heteronormatividad y la dificultad que tienen las personas LGTBIQ para ser visibles en su lugar de trabajo a la vez que remarcamos la gravedad de la situación que sufre el colectivo trans. Pero para ello a partir de ahora tenemos la Asociación PRISMA.

Evitar la discriminación y aumentar la visibilidad tan solo es uno de los objetivos que persigue la Asociación. A parte está el Fomento de las habilidades de formación en la diversidad de lxs profesorxs y formadorxs a todos los niveles educativos y la Promoción del interés por la CTI y las vocaciones científicas y tecnológicas especialmente en los colectivos LGTBIQA+. En definitiva, busca ayudar a construir una comunidad que permita el soporte y apoyo mutuo colaborando con organizaciones, sociedades científicas y estructuras académicas, para así conseguir el mayor impacto en los objetivos anteriormente mencionados.

Fuente HazteQueer

General, Historia LGTBI , , , , , , ,

“Neuroespiritualidad y fe “, por Fernando Jiménez.

Lunes, 17 de septiembre de 2018
Comentarios desactivados en “Neuroespiritualidad y fe “, por Fernando Jiménez.

xel-deseo-en-el-hombre-520x283-jpg-pagespeed-ic-xicgoepccqEs ya frecuente oír hablar de Neuroespiritualidad. El término verbal Neuroespiritualidad quiere dar a entender que nuestro cerebro tiene la capacidad de generar experiencias a nivel de esa otra región de la psique que se llama Espíritu: todas las experiencias de sensaciones, de emociones, de percepciones, de revelaciones que son transcendentes, espirituales, transpersonales, mágicas, numinosas, místicas…, además de las que pueden llamarse divinas y de fe religiosa.

Y desde los estudios neurológicos y neuropsicológicos parece estar demostrado que estas experiencias se producen en coincidencia de causa o efecto con una hiperactivación ciertas estructuras cerebrales que pertenecen a lo que en neurología se llama sistema límbico o cerebro emocional en conexión especial con la agmídala y con el lóbulo prefrontal derecho del neocortex.

Lo he expresado muy resumidamente, pero quiero añadir que, en la actualidad, como resultado de las investigaciones en Neurología, se ha confirmado que las estructuras límbicas del cerebro, cuando se activan, sea por estimulación eléctrica o por estimulación magnética transcraneal, son capaces de producir un tipo de experiencias que podemos llamar transcendentes, espirituales o místicas. Es decir, reacciones, sensaciones y experiencias que se originan, o que se registran, en lo que denominamos Nivel del Espíritu.

Vamos a partir metodológicamente desde esta hipótesis de entrada: Que la materia cerebral puede generar espiritualidad, que nuestro cerebro está capacitado para producir espiritualidad. El poeta Juan Ramón Jiménez ya dijo en uno de sus aforismos: “Doctor Marañón (el Doctor Marañón era a principios del siglo pasado un famoso especialista en endocrinología): yo tengo una glándula que segrega infinito…”. Y esto que escribió Juan Ramón nos lo confirman tantos artistas, poetas, músicos, descubridores… capaces de experimentar y de generar un goce que roza lo sublime: el “placer infinito”, el éxtasis…

Así son también las llamadas visiones: percepciones de realidades “inefables”, que transcienden la percepción habitual de las cosas y de las realidades materiales. A veces estas visiones, estas percepciones extraordinarias, nos las revelan ciertas personas visionarias, o personas que están estimuladas por drogas especiales. Y también nos las trasmiten los artistas a través de sus obras; o los místicos y los santos, como San Juan de la Cruz, según nos dice en una de sus Coplas:

“Entreme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo”.

Porque esta capacidad de nuestro cerebro de generar transcendencia y espiritualidad es lo que explica las posibilidades creativas del arte, así como hace comprensibles los relatos de lo que han experimentado ascetas, contemplativos y místicos, en sus encuentros “con la divinidad” o con “las divinidades”. Pero, incluso más cercanamente y habitualmente todavía, nos hace comprensible lo que tantas personas confiesan experimentar con la sexualidad, dentro ese estado de inter-estimulación neurológica completa que es la relación sexual, y que culmina en el éxtasis del orgasmo: “ha sido una experiencia mágica”, “inefable”, “divina”, “entré en éxtasis”, “no tengo palabras”, “estoy levitando”…, (Por lo menos así se expresan en las películas y en algunas canciones y novelas).

Estas experiencias que son inenarrables con nuestras palabras habituales (por eso abundan en las expresiones líricas), experiencias de climax de goce y de plenitud en el amor, juntas a sentimientos de infinito de integración en el Universo, son testimonio de lo que capacidad de nuestro cerebro de generar experiencias transmateriales que nos sitúan en un ámbito distinto y especial, que es esfera de la Espiritualidad, donde transcendemos sobre nuestro ego individual y habitual y nos fundimos y nos hermanamos con el Amor, la Verdad y la Belleza. “¿Dónde gozar de la visión tan pura / que hace hermanas las almas y las flores?”, dijo Valle-Inclán en uno de sus poemas.

De lo cual se infiere que los humanos tenemos una tendencia innata a la espiritualidad, desde la cual se accede a un nivel superior y supremo de autorrealización personal, y de perfeccionamiento también de la especie humana. Y que estas son también las experiencias sobre las que se construye todo el edificio de las artes creativas, y los pilares humanos sobre los que se han construido las grandes religiones.

Pero quiero insistir en que Espiritualidad es un concepto más amplio que religión: no existe religión sin espiritualidad, pero sí es posible la espiritualidad sin religión, incluso en movimientos y en instituciones espirituales no religiosas, como son el budismo, el jainismo o el taoísmo. Y también en personas normales, en cualquier persona que se sienta a nuestro lado y que experimenta su estar en la vida integrando las dimensiones del espíritu en su ser, su sentir y su actuar, aunque no sean creyentes de ninguna religión.

Y es por lo que concluyo y estoy de acuerdo en que tenemos una tendencia innata a la espiritualidad generada por estructuras cerebrales y una posibilidad de contemplar la vida y de interpretar el mundo con las luces de la Inteligencia Espiritual, en dimensiones a las que no alcanzan los focos de la Inteligencia Racional.

Por todos estos argumentos, quizás se podría afirmar, desde el punto de vista neurocientífico, que el ámbito de lo sobrenatural no es un mundo que exista fuera de nosotros mismos, sino que es un producto, o podríamos decir un “constructo”, de nuestro cerebro… Lo resumo en el pensamiento de Paul Eluard, un poeta francés del siglo pasado, un pensamiento que se convirtió en slogan publicitario: “Hay otros mundos, pero están en este”.

Vamos ahora a aterrizar en nuestra propia experiencia, en el terreno de nuestra subjetividad:   Desde que se conoce y se sabe que el cerebro es productor de espiritualidad, se plantean dos posibilidades optativas, dos opciones fundamentales (se llaman “opciones fundamentales” a aquellos puntos de inflexión que ya le dan una nueva dirección existencial a la persona):

– Una es la de los “creyentes” que piensan poder argumentar que Dios ha colocado en el cerebro humano estructuras que permiten la experiencia espiritual y el contacto con la divinidad.

– Y la postura opuesta, la de los “no-creyentes”, es la que piensa que estas experiencias metafísicas, místicas o espirituales son fruto de la evolución ontogenética y filogenética, como el resto de un organismo, el nuestro, que ha seguido el proceso de selección natural, traspasando el objetivo primario de la supervivencia, hacia el objetivo de una supervivencia en mayor plenitud posibilidades vitales…

Las personas que han desarrollado esta capacidad pueden ser personas espirituales, pero no “sobre-naturales”, ni siquiera tienen que ser auténticamente religiosas. Porque todo lo que le sucede y experimenta es natural, todo es científico, todo es explicable por la neurología.

Si es verdad que las estructuras cerebrales son fruto de la evolución, lo cual parece obvio, todavía queda aquí otra posibilidad para los que defienden la primera opción, para los creyentes: la posibilidad de que desde un diseño divino se hayan formado esas estructuras de nuestro cerebro utilizando los mecanismos y las leyes de la evolución darwiniana (las leyes que Darwin descubrió, pero que estaban diseñadas por designio divino) para llegar, por evolución de especies, hasta el homo sapiens, y para que éste –el hombre, el ser humano, la persona humana- pudiese seguir desarrollándose hacia otras esferas de realización, que son las esferas del Espíritu. Y es por lo que le es posible tener experiencias espirituales, y habitar con su propia mente esa región del Espíritu, donde puede comunicarse también con seres extra-materiales, es decir: espirituales.

Es una opción razonada y razonable. Pero también es posible, también es razonada y razonable la opción intelectual contraria: la de pensar y creer que estas estructuras, por un proceso de evolución natural, son las que han generado las creencias en “seres espirituales y divinos” a través de funciones más especializadas de cerebro, pero sin salir de él.

En este segundo caso (y repito lo que ya he dicho) la espiritualidad resultaría ser una facultad mental como cualquier otra que se ha desarrollado por evolución natural en respuesta a determinadas presiones medioambientales, con el fin de aumentar las probabilidades de supervivencia y de autorrealización más plena del organismo, igual que se ha desarrollado el lenguaje, y la inteligencia, y la capacidad para la música o para la poesía y las artes, y las capacidades descubridoras y creativas. De ahí que haya personas más espirituales que otras, dependiendo de que tengan más o menos desarrollada esta facultad, o en razón de que se lo haya facilitado el entorno, o la sociedad o el medio cultural en el que esa persona se encuentra. Y por esa razón existen, y han existido, individuos con una gran espiritualidad (los artistas, poetas, los intérpretes y los creadores musicales; también los místicos, los santos, los fundadores de religiones). Y también han existido y existen otros individuos, otras personas –homines sapientes también- en las que esa espiritualidad parece estar ausente, y para quienes la inteligencia espiritual no tiene que intervenir necesariamente en su interpretación del mundo. Solo les interesa lo que se puede explicar con los argumentos cognoscitivos de la razón.

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Hasta aquí he querido llegar, hasta este límite, hasta esta frontera de la razón, para preguntar (que cada uno y cada una se lo pregunte en su interior, y se responda): ¿Cuándo llego aquí, a este punto, veo algo más allá? ¿Sigo viendo a Dios entre las brumas exteriores, o en los susurros secretos de mi corazón?

Sabemos o pensamos que la Fe no es una demostración, no es una convicción. La Fe es una opción, una decisión libre, y por eso reitero mi pregunta; que cada persona que lee esto se la responda a sí misma: ¿Cuál es mi opción? ¿Cómo elijo configurar mi pensamiento y organizar mi estar en la vida, con la primera opción o con la segunda opción? …

Voy a volver a decirlo: La Fe no es una convicción; la Fe es una opción, una decisión libre, una entrega incondicional, una sin-razón (como el enamoramiento). Eso lo decía una nivela de Julien Green: “No se puede explicar por qué se tiene Fe: se sabe, como cualquier persona sabe cuándo está enamorada”). No es algo a lo que la persona tenga que rendirse por la evidencia de la razón. Como se decía en otra película de Inmar Bergman, tan famosa el sigo pasado, El Séptimo sello: “La Fe es un gran sufrimiento; es como hablar con alguien que está afuera en las tinieblas…”.

Desde la esfera de la razón, la Fe es un sufrimiento, un anhelo frustrado, un fracaso de la racionalidad. “Cuántas veces / te buscaron mis manos, tanteando por las sombras / como un ciego…”, decía un poema antiguo. Las luces de la razón no llegan a iluminar las riberas del Espíritu donde se apacienta la Fe. Para arribar a esas orillas tengo que dar un salto en el vacío de la mente.

La inteligencia de la razón, la Inteligencia Racional, no opera con los mismos procesos que la Inteligencia Espiritual. Ni los argumentos de la razón justifican esos encuentros supremos con la Verdad y con la Belleza y con la Bienaventuranza, que han logrado, a veces, los grandes poetas, los creadores, los grandes descubridores, los místicos y los santos.

En este nivel de la instalación en las regiones del Espíritu, cuando están iluminadas por la Fe, el término “conocimiento” es… transparencia (“La transparencia, Dios, la transparencia”, clamó Juan Ramón Jiménez en su libro Dios deseante y deseado), y el verbo “conocer” adquiere un significado de compenetración o de interpenetración con lo conocido, cuando lo conocido queda abarcado, incorporado o fundido en una experiencia de encuentro, para la que no existe otra palabra sinónima que la palabra Amor.

Como escribí en otro lugar, no encuentro una ejemplificación más explícita de este de este fenómeno de auto-realización humana, que la de unos versos de San Juan de la Cruz, en los que se revela un encuentro donde, metafóricamente, la noche de la inteligencia queda iluminada por la alborada de Fe en la compenetración del amor: “Oh noche que guiaste / oh noche amable más que la alborada, / oh noche que juntaste / amado con amada, / amada en el amado transformada”. Quizás aquí quede descrita la fenomenología de la Fe y la experiencia encuentro-conocimiento-amor que en ella se contiene, en este humano y divino plano del Espíritu.

Y si a quien haya optado por esta opción, la opción en la Fe, alguien la preguntara que es lo que ha descubierto, qué es lo que ahora sabe, quizás sólo podrá responderle con san Juan de la Cruz:

“Entreme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo”

 

Fernando Jiménez Hernández-Pinzón

Fuente Atrio

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Jueves, 9 de agosto de 2018
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En la festividad de Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no enteder, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

*

Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE

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La séptima Morada, película sobre Edith Dtein, video 1 de 8 en Youtube

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“Ciencia, filosofía y fe”, por Martín Gelabert, OP.

Lunes, 6 de noviembre de 2017
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de-estambul-a-rumania-retratos-del-mundo-fotos-estambul-rumania-bruselas-roma-religion-gayLeído en su blog Nihil Obstat:

Hay personas que piensan que lo que dice la Biblia a propósito de la creación del mundo y del ser humano ha quedado totalmente superado por la ciencia. Si superado quiere decir que la ciencia explica las cosas con una perspectiva y un lenguaje muy distintos al de la Biblia, podemos estar de acuerdo: Dios, evidentemente, no ha creado el mundo en seis días. Pero si superado quiere decir que lo que dice la Biblia ha dejado de ser verdad, entonces no estoy de acuerdo, aunque reconozco que hay que explicar bien esa verdad bíblica. Lo que sí me parece que está superado es la alternativa entre creación y evolución. Tanto las ciencias naturales como la fe, hablan de lo mismo, aunque con perspectivas diferentes, ambas importantes para nosotros.

Las ciencias naturales quieren describir de la manera más exacta los datos y los hechos. Quieren analizar los componentes físicos, químicos, biológicos y neurológicos. Y descubren una serie de conexiones y de leyes que explican los distintos momentos de una evolución, que han conducido a la aparición de la vida y, finalmente, de los seres humanos. Pero con esto no han dicho todo lo que puede decirse sobre el mundo y sobre el hombre. Podemos explicar las funciones químicas del cuerpo humano y de su cerebro, y no por eso hemos comprendido al ser humano.

¿Por qué existe algo y no la nada, por qué hay evolución? ¿Por qué el universo está constituido de esta manera, por qué resulta inteligible? ¿Qué sentido tiene la vida humana? ¿Cómo debemos comportarnos con la naturaleza? ¿Hay algún límite para nuestro comportamiento? Todo ser humano, de un modo u otro, se plantea estas u otras preguntas parecidas. Y cuando trata de responderlas ya no está haciendo ciencia, sino filosofía. Cuando nos planteamos estas preguntas ya no buscamos explicaciones; buscamos comprendernos a nosotros mismos y buscamos comprender cómo debemos relacionarnos con la naturaleza y con los otros seres humanos.

Finalmente, las personas que creen en Dios, además de querer comprender el universo y la vida, se admiran ante tanta maravilla y dan gracias a Dios por su existencia. Porque entienden que, de un modo misterioso, Dios está en el origen de todo lo que existe. Y que la vida es un regalo que Dios nos ha hecho. Las personas que creen en Dios se maravillan ante los portentos que es capaz de realizar el ser humano en el campo del arte y de la técnica, pero también en el campo del amor al prójimo. Las personas religiosas se duelen también ante el sufrimiento que hay en el mundo y el dolor que provocamos los hombres. Este sentimiento de admiración y de gratitud nos abre a la responsabilidad y a la idea de que, detrás de tanta maravilla, está la mano de un Dios que no sólo es poderoso, sino esencialmente bueno.

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“La ciencia es sabiduría; los científicos a veces son dogmáticos (III)”, por Enrique Martínez Lozano

Miércoles, 16 de agosto de 2017
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afbeelding1El equilibrio, decía, siempre es delicado. Porque el reconocimiento de la apertura ilimitada de lo real no puede servir de pretexto para la irracionalidad ni de soporte para charlatanes que se aprovechan de la credulidad ajena.

Entre ambos extremos –el dogmatismo científico y la propaganda pseudocientífica e irracional– parece que tendría que moverse la búsqueda desapropiada de la verdad. De hecho, si nos escuchamos con limpieza, tal vez podamos advertir que tanto un extremo como el otro nos chirrían interiormente.

Es lo que me ocurre al leer artículos como el de Javier Sampedro, titulado Ofensiva contra la ciencia ­–en una versión digital del mismo, se hablaba de “un ataque sin precedentes contra la ciencia” (cómo recuerda a los “ataques contra la religión”, de los que se queja periódicamente la jerarquía eclesiástica–, en el diario El País, del 16 de junio pasado[i].

Rescato todas sus valiosas aportaciones, así como su espíritu crítico frente a cualquier tipo de charlatanería pseudocientífica, pero me apena comprobar el reduccionismo estrecho en el que se mueve.

Algo parecido puede decirse sobre la anteriormente citada lista de “terapias pseudocientíficas”, elaborada por la APETP[ii]. También en este caso es de valorar la aproximación crítica a cada una de esas terapias o supuestas terapias. Bienvenido sea todo esfuerzo por someter a crítica cualquier teoría o método que aparezca en el mercado, sobre todo cuando se presentan de manera igualmente “dogmática”. Sin embargo, el error parece estar de nuevo en el dogmatismo de base según el cual no puede ser verdadero sino aquello que previamente –y desde un reductor paradigma cientificista– se ha decidido.

¿Acaso no hay nada verdadero y valioso en cada de las terapias mencionadas? ¿Puede descartarse la ancestral sabiduría china o india con el pretexto de que no se acomoda a los estándares occidentales? ¿Quién negaría hoy que los bloqueos emocionales repercuten en la salud o que las experiencias afectivas de la infancia repercuten decisivamente en el futuro de la persona…?

Sin duda, es preciso estar atentos a todo lo que se nos quiera “vender”, particularmente cuando se presente como remedio mágico o panacea definitiva para resolver nuestros problemas. Pero tal lucidez crítica no tiene nada que ver con el rechazo dogmático, cuando no pueril, de lo que previamente se ha descartado como “no científico”.

El error de base parece fácil de detectar: debido al proceso cultural de Occidente, se llegó a identificar la “ciencia” con el “materialismo (o positivismo) científico”. Pero, mientras la primera es camino de sabiduría, el segundo no pasa de ser una creencia acientífica que, en no pocos casos, se ha llegado a asumir como verdadera y, por tanto, incuestionable. Con ello, se ha caído en una trampa cargada de ironía: se otorga carácter científico a lo que solo es una creencia acientífica (indemostrable).

Para terminar, quiero señalar un detalle que me parece significativo y que viene a confirmar el dicho de que “los extremos se tocan”: tanto este perfil de científicos como los obispos –a los que aquellos acusan de “dogmáticos” y enfrentados a la ciencia– muestran su rechazo a las mismas expresiones. Así, en un documento reciente, los obispos vascos exigían a los colegios católicos que “huyan de las nuevas formas de espiritualidad como el yoga, el reiki o el zen”[iii]. También aquí se hace manifiesta, no solo la descalificación gratuita, sino la ignorancia de quienes llaman “nuevas” a tradiciones milenarias.

¿De dónde puede nacer esa actitud ultradefensiva en unos y otros? Tal vez –aun hallándose en paradigmas completamente diferentes– todos ellos tienen algo en común: la defensa dogmática de sus creencias o posiciones mentales, que consideran como la “única verdad”. Lo curioso es que, mientras se está en esa actitud, no se la reconoce. Es necesario tomar distancia –a veces por el simple paso del tiempo– para comprobar la cerrazón y los peligros que encierra.

Y para contribuir al debate en torno a una cuestión concreta -la homeopatía, que tantas diatribas está provocando–, dejo un resumen escrito sobre lo que fue la I Jornada sobre Evidencias Científicas en Homeopatía, celebrada en San Sebastián, el pasado mes de junio: “Homeopatía: la evidencia científica que necesitan los escépticos”, en:

http://www.saludnutricionbienestar.com/homeopatia-evidencia-cientifica-necesitan-escepticos/

 

Enrique Martínez Lozano

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[i]http://elpais.com/elpais/2017/06/16/ciencia/1497616571_649155.html

[ii] http://www.apetp.com/index.php/lista-de-terapias-pseudocientificas/

[iii]http://www.elizagipuzkoa.org/adjuntos/pastoralobispos2017JUNIO.pdf

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