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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Miércoles, 9 de agosto de 2023
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Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

*

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***

Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

***

https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE

*

La séptima Morada, película sobre Edith Stein, video 1 de 8 en Youtube

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Vale la pena el sacrificio de vivir auténticamente como una persona LGBTQ+ católica

Lunes, 3 de julio de 2023
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IMG_9978Ariell  Simon

La publicación de hoy es de la colaboradora de Bondings 2.0, Ariell Simon (ella). Ariell es actualmente instructor adjunto de Estudios Religiosos y se ha desempeñado como capellán de atención médica en hospitales y centros de enfermería. Ingresó a la Iglesia Católica en 2011 como estudiante de pregrado en la Universidad de Loyola, Maryland, y luego recibió una Maestría en Divinidad de la Escuela de Teología y Ministerio de Boston College.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 13 del tiempo ordinario se pueden encontrar aquí.

Para las personas LGBTQ, vivir en la identidad sexual y de género dada por Dios implica sacrificios. No es popular admitir esta idea. Los medios de comunicación, los amigos afirmadores y los aliados nos dicen que no deberíamos tener que renunciar a nada para vivir en nosotros mismos. A lo largo del Mes del Orgullo, escuchamos mensajes de que las familias queer son como otras familias, que el amor es amor y que no deberíamos comprometer nada para ser nosotros mismos.

Por bien intencionadas que puedan ser esas garantías, de alguna manera me suenan huecas. No vivimos en un mundo perfecto. El Reino de Dios aún no se ha realizado plenamente “en la tierra como en el cielo”, por lo que en este mundo aún imperfecto, estar “fuera” siempre tiene un costo. Para algunos, el precio son las relaciones tensas o distanciadas con la familia. Para otros, la reputación, el trabajo y la seguridad de la vivienda pueden estar en peligro. Y todavía demasiadas personas LGBTQ en todo el mundo pagan el precio final de la seguridad personal.

En el Evangelio de este domingo, Jesús habla con franqueza del sacrificio: renunciar al padre y a la madre, al hijo y a la hija, e incluso a la vida, para seguirlo (Mt 10, 37-42). Es realista con sus seguidores, advirtiéndoles que el camino del discipulado tendrá un precio muy alto. Jesús no les está diciendo a sus apóstoles que el amor a la familia o a la vida es algo malo, pero les advierte que algunas cosas son más importantes que los “valores familiares”. Algunas cosas valen la pena el sacrificio.

Cuando leo las palabras de Jesús, siento su solidaridad con los sacrificios que hacen las personas LGBTQ. Muchos de nosotros hemos cambiado la aprobación de los padres por el amor romántico. Hemos renunciado a la esperanza de tener nuestros propios hijos biológicos en aras de construir diferentes tipos de familias con nuestros socios. E incluso para aquellos de nosotros que rechazamos el mensaje de que estamos arriesgando la vida eterna, llevamos el peso de la condenación de los demás.

Los católicos han creído durante mucho tiempo en el poder de “unir nuestros sufrimientos a Cristo”. Debo admitir que la idea de “ofrecer” mi sufrimiento a Dios parece anticuada. Suena como algo que un santo antiguo podría hacer con un tipo de dolor más apropiado para la iglesia. Pero tal vez sea hora de que los católicos LGBTQ reclamemos la unidad de nuestros sacrificios con el sacrificio de Cristo.

Jesús entregó su vida como último acto de solidaridad con el sufrimiento de nuestro mundo. Si Jesús sufrió en solidaridad con nosotros, ¿podríamos unir nuestro sufrimiento al Suyo en nuestros sacrificios diarios como personas LGBTQ de fe? Siendo solidarios con Cristo sufriente, ¿podríamos encontrar sentido a nuestro propio sufrimiento? Nos duele la injusticia del mundo. Jesús también. Reconozcamos nuestro sufrimiento como verdaderamente “morir con Cristo”.

La lectura de hoy de la carta a los Romanos explica por qué es importante hacer esta conexión: “Si, pues, hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6:8). ¡Reclamar significado en nuestros sacrificios nos permite recuperar la esperanza!

Con demasiada frecuencia imaginamos morir con Cristo y resucitar con Cristo como un proceso lineal por el cual abrazar la cruz ahora nos permite resucitar con Cristo un día en el cielo. Queer nuestra fe significa desdibujar esas líneas para complicar el binario de sacrificio y salvación. La realidad es que la mayoría de nosotros experimentamos tanto sufrimiento como alegría en esta vida, a menudo mezclados. Nuestra fe nos enseña a santificar a ambos, experimentando los altibajos de la vida en solidaridad con Cristo.

IMG_9977La primera lectura de hoy, la historia del profeta Eliseo y la mujer sunamita, nos da una idea del tipo de recompensa de la que habla Jesús cuando promete que la persona que ofrece bondad “ciertamente no perderá [su] recompensa” (Mt 10 :42). La mujer le ofreció a Eliseo un lugar para quedarse y, en agradecimiento, él profetizó que tendría un hijo en medio de una situación aparentemente imposible.

La mujer sunamita era como tantas personas queer que han abierto nuestros hogares y nuestros corazones a los extraños a pesar de que las estructuras familiares tradicionales nos han fallado. Tal vez el mismo hecho de que ella no tuvo hijos le permitió a esta mujer el espacio extra para hospedar al profeta. Tal vez ella sufrió y lamentó la ausencia de hijos biológicos, y en ese duelo eligió tender la mano a alguien que lo necesitaba. Nunca podría haber imaginado que Dios recompensaría su bondad con un milagro.

Las escrituras de este domingo nos recuerdan cómo Dios usa nuestras acciones simples (hospitalidad, un vaso de agua) para crear nuevos lazos y nuevas familias que perduren. La esperanza brota en los lugares más improbables cuando nuestros sacrificios dan paso a una nueva vida.

  Que Dios abra nuestros ojos a las formas en que el Espíritu de Resurrección está siempre obrando, levantándonos incluso en medio de nuestro sufrimiento.

–Ariell Watson Simon (ella/ella), New Ways Ministry, 2 de julio de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Coge tu cruz y sígueme…

Domingo, 2 de julio de 2023
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No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga,
El Tiempo y la Espera,
Sal Terrae 1986

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.

El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.”

*

Mateo 10,37-42

***

Dios, que me entrega tesoros para que los guarde, me permite que los custodie y los administre bien   Me agrada relacionarme con los demás. Mi intensa participación, me parece, irradia lo mejor y más sincero de mí; las personas se muestran sinceras conmigo, cada uno es una historia, y todos me cuentan su vida. Y mis ojos encantados no tienen que leer. […]. Soy un enfermo, no puedo hacer nada. Mas tarde enjugaré lágrimas y replegaré miedos, allá abajo. En el fondo, ya lo hago en esta cama. ¿Quizá sea por esto que tengo fiebre y mareos?. No quiero ser cronista de horrores. Ni tampoco de sucesos sensacionales.

Esta mañana le he dicho a Jopie: siempre llego a la misma conclusión, la vida es bella. Y creo en Dios. Quiero estar entre los  “horrores” y decir igualmente que la vida es bella. Ahora, con fiebre y mareos, acostado en un rincón, no puedo hacer nada. Hace poco me he despertado con la garganta seca, he aferrado mi vaso y he agradecido los sorbos de agua; he pensado: si pudiese andar entre los millares de hombres amontonadas por ahí y pudiese ofrecerles un trago… Me digo: no es nada, tranquilo, no es nada, tranquilo.

Cuando una mujer o un niño hambriento se ponía a llorar detrás de nuestras mesas de grabación, me arrimaba, le abrazaba sobre mi pecho, le apretaba, le sonreía y suavemente le decía a quien se encontraba acurrucado y aturdido: no es nada, no es nada. Me quedaba allí y, si podía, hacía algo. A veces me sentaba cerca de alguien, le ponía el brazo encima del hombro, guardaba silencio y le miraba a la cara. Nada resultaba nuevo, ninguna de aquellas expresiones de dolor humano. Todo me parecía familiar; como si ya hubiera vivido cada casa. Algunos me decían: tienes nervios de acero para resistir. No creo que tenga nervios de acero; mas bien, nervios sensibles, capaces de “resistir”. Tengo el coraje de mirar de frente al dolor. Al final de coda día me decía: ¡quiero tanto a los hombres!.

*

E. Hillesum,
Diario 1941-1943,
Milán 5i 992, 232ss.

*

***

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“El peligro de un Cristianismo sin cruz”. 13 Tiempo ordinario – A (Mateo 10,37-42)

Domingo, 2 de julio de 2023
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Uno de los mayores riesgos del cristianismo actual es ir pasando poco a poco de la «religión de la cruz» a una «religión del bienestar». Hace unos años tomé nota de unas palabras de Reinhold Niebuhr, que me hicieron pensar mucho. Hablaba el teólogo norteamericano del peligro de una «religión sin aguijón» que terminara predicando «un Dios sin cólera que conduce a unos hombres sin pecado hacia un reino sin juicio por medio de un Cristo sin cruz». El peligro es real y hemos de evitarlo.

Insistir en el amor incondicional de un Dios Amigo no ha de significar nunca fabricarnos un Dios a nuestra conveniencia, el Dios permisivo que legitime una «religión burguesa» (Johann Baptist Metz). Ser cristiano no es buscar el Dios que me conviene y me dice «sí» a todo, sino encontrarme con el Dios que, precisamente por ser Amigo, despierta mi responsabilidad y, por eso mismo, más de una vez me hace sufrir, gritar y callar.

Descubrir el evangelio como fuente de vida y estímulo de crecimiento sano no significa vivir «inmunizado» frente al sufrimiento. El evangelio no es un tranquilizante para una vida organizada al servicio de nuestros fantasmas de placer y bienestar. Cristo hace gozar y hace sufrir, consuela e inquieta, apoya y contradice. Solo así es camino, verdad y vida.

Creer en un Dios Salvador que, ya desde ahora y sin esperar al más allá, busca liberarnos de lo que nos hace daño no ha de llevarnos a entender la fe cristiana como una religión de uso privado al servicio exclusivo de nuestros problemas y sufrimientos. El Dios de Jesucristo nos pone siempre mirando al que sufre. El evangelio no centra a la persona en su propio sufrimiento, sino en el de los otros. Solo así se vive la fe como experiencia de salvación.

En la fe como en el amor todo suele andar muy mezclado: la entrega confiada y el deseo de posesión, la generosidad y el egoísmo. Por eso no hemos de borrar del evangelio esas palabras de Jesús que, por duras que parezcan, nos ponen ante la verdad de nuestra fe: «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará».

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José Antonio Pagola

 

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“El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.”. Domingo 02 de julio de 2023. 13º Ordinario

Domingo, 2 de julio de 2023
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36-ordinarioa13Leído en Koinonia:

2 Reyes 4, 8-11. 14-16a: Ese hombre de Dios es un santo, se quedará aquí.
Salmo responsorial: 88: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Romanos 6,3-4.8-11: Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que andemos en una vida nueva.
Mateo 10,37-42: El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.

Las exigencias de la cruz cambian para cada generación de creyentes. En la época de Jesús existía la amenaza inminente de la muerte ignominiosa, bien fuera por la cruz, la espada o la lapidación. Los cristianos eran vistos como una amenaza para el imperio y, con frecuencia, se les acusaba falsamente de sedición. Con el tiempo, la pena capital fue cambiando de modalidad y sus cuerpos fueron quemados en locales públicos, o arrojados a leones, osos, tigres, toros y toda clase de fieras. Todas estos intentos de bloquear, anular o eliminar la novedad del evangelio fueron vanos porque la fuerza del cristianismo radica en la cruz de Cristo.

Los cristianos de los primeros siglos no anunciaban religiones de salvación, ni sanaciones individuales ni ritos de purificación. Aunque ellos anunciaran la universalización de la obra salvadora, curaran enfermos y tuvieran el símbolo del bautismo como rito de iniciación, lo que los hacía diferentes era su radical denuncia de la injusticia. Anunciar a un Mesías crucificado era, y es, ir en contra de todos los parámetros sociales, de las buenas costumbre e, incluso, de los preceptos de la religión. Ellos anunciaban como redentor a uno que el sistema lo había proscrito, condenado y sentenciado al escarnio público. El anuncio de un Mesías Crucificado era, en realidad, una denuncia vehemente de un sistema de creencias, valores e instituciones que habían hecho de la violencia, la mentira y la opresión los valores indiscutibles de la organización social. ¿Cómo iban a ver con buenos ojos las autoridades de Jerusalén, los gendarmes del imperio y el pueblo alienado que un individuo apoyado por un pequeño grupo de hombres y mujeres cuestionara directamente sus valores y anunciara que otra sociedad era posible? Imposible para la gente, pero no para Dios.

Las comunidades cristianas desde el inicio tuvieron conciencia de la magnitud de la tarea a la que se enfrentaban. La experiencia del resucitado les llevó rápidamente a descubrir que debían superar los límites de las comunidades palestinas y lanzarse a la misión universal; debían dar prioridad a la construcción de las comunidades y dejar a un lado la tentación de construirse edificios; debían enfocarse sobre los grupos excluidos y marginados y dejar de lado los centros de poder; debían asimismo retomar las opciones fundamentales de Jesús y hacerlas vida en todos los rincones del imperio. Por eso, las exigencias para seguir a Jesús se fueron formulando con una claridad y precisión asombrosas en cada comunidad. Los contenidos fundamentales se fueron adecuando a cada contexto histórico y cultural pero sin atenuar las características esenciales del mensaje.

Por tanto, no debe sorprendernos que Mateo nos diga con tanta ‘dureza’ las exigencias del seguimiento de Jesús. El evangelista retoma las tradiciones del evangelio y las actualiza de acuerdo con el lenguaje y necesidades de su comunidad. Sus palabras hieren, como el antiséptico sobre la eterna llaga, pero tienen una virtud medicinal: nos liberan de nuestros propios prejuicios y apegos.

Cuando Mateo nos dice que quien ama más a sus parientes que a Jesús no es digno de él, nos revela un problema de su comunidad. El pueblo judeocristiano, tiene una estima desmesurada por los de su propia sangre. Un afecto que fácilmente se convierte en apego paralizante. El texto usa en griego la palabra filia para denominar este afecto. Pero el proyecto de Jesús pide más: pide un amor enfocado hacia el prójimo, un amor que supere los lazos de sangre, el parentesco y la raza. Un amor como el que Dios nos tiene y que en griego se llama ágape. El cristiano que no sea capaz de trascender los estrechos limites de la familia, de la raza o de la nación, no está habilitado para experimentar y dar el amor solidario que propone el evangelio. Y por esa misma razón, el amor a Jesús no se reduce a la pura dimensión íntima, individual y privada. Amar a Jesús es amar lo que él amó, su proyecto, su ideal, su Utopía, el «Reinado de Dios», como él acostumbró a llamarla, con las palabras tradicionales de los profetas. Amar a Jesús es amar a las personas que él amó: pobres, marginados, excluidos, enfermos, abatidos, endemoniados, extranjeros. El amor de Jesús era tan grande que llegó a amar incluso a aquellos que se declararon sus enemigos. Un amor que hoy nos puede parecer desorbitado, desnaturalizado, extremo, pero que para nuestra dicha y quebranto es el amor con el que Dios nos ama. Un amor sin el cual no podemos llamarnos discípulos de Jesús.

Pablo simboliza muy bien la radicalidad del amor cristiano mediante la comparación entre la muerte y la inmersión bautismal. Ser cristiano es morir a todos los apegos irracionales hacia la propia familia, raza o nación, incluso es morir hacia un apego desordenado hacia sí mismo. La novedad cristiana se manifiesta en esa transformación sustancial de las relaciones humanas, en la resurrección a una vida nueva llena de afectos, proyectos y estilos de vida completamente volcados hacia la humanidad sufriente y marginada. Con Cristo morimos a una humanidad caduca y sin esperanza para resucitar en una nueva humanidad libre y generosa en la que el límite es el cielo, donde no hay límite. Leer más…

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2.7.23. Que coja su cruz y me siga. Dios crucificado, la identidad Cristiana (Mt 10, 37-42, Dom 13 TO)

Domingo, 2 de julio de 2023
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356627782_2452561391587705_5268899321948453960_nDel blog de Xabier Pikaza:

El evangelio del domingo sigue exponiendo la misión e identidad cristiana, según Mt 10: El mensaje de Cruz que vincula el evangelio de Pedro y Pablo, a partir de las tres mujeres de la pascua (Mc 15-16).

Otros motivos de iglesia y cristianismo  (jerarquía, poder, cierto tipo de “moral”)  son marginales. La identidad del cristianismo  es la Cruz de Dios, la Cruz de Jesús, en la historia de los hombres.

Desde el 1980 (cf. Rev.Communio, imagen) he venido elaborando este motivo  de forma personal y eclesial,  en línea trinitaria y cristológica, “política”, ecuménica, moral y antropológica.  Aquí  condenso el tema en 13 proposiciones. Buen domingo.

Mateo 10,37-42 (extracto)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Quien no tome su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí (como yo) la encontrará….

Tema complejo, vida o muerte de la iglesia. Introducciòn

Las reflexiones que siguen intentan fijar los elementos principales del signo cristiano de la cruz, entendida como identidad de Dios, frente a la esfera de un poder que se cierra en sí mismo, a través del eterno retorno de la muerte, como decía Chesterton  poniendo estas palabras en boca de Satán:

«La esfera es razonable, la cruz irrazonable; la esfera es necesaria, la cruz arbitraria. Sobre todo, la esfera constituye unidad en sí misma; la cruz está primordialmente y sobre todas las cosas en discordia consigo misma» (La esfera y la cruz, cap. I).

Frente a la lógica cerrada de la esfera, perpetuamente idéntica, lucha de poder vacío de todos contra todos, el evangelio ha elevado la señal abierta, de la Cruz de Dios,, encarnado en Jesús, como amor de Vida  que se comunica y resucita por la muerte.

Un mundo que no acepte y asuma el camino de amor de la Cruz se convierte en un infierno de eterno retorno de la muerte.  Sólo una cruz, asumida en amor,  la cruz de aquellos que saben sufrir por los pobres y excluidos, haciéndose pobres, regalando su vida en amor y renunciando a triunfar sobre esta tierra (de un modo personal o como iglesia,  como individuos[E1] , tribus o naciones podrán vivir en Dios, serán herederos de su Reino.

Lógicamente, la revelación de la cruz se ha convertido dentro de la historia de los hombres en el signo de la confrontación universal (cfr. 1 Cor. 1, 18 ss.).

9788430106622-esFrente a la cruz chocan y en relación con ella cobran su sentido los símbolos fundantes de la humanidad, estrella y luna, fuego y agua, lo mismo que los nuevos emblemas de la ciencia, la revolución o el progreso: esfera y llana, hoz y martillo.

En las reflexiones que siguen, al lado de ese nivel de confrontación más universal y más lejano de las religiones y culturas, queremos desarrollar nuestro pensamiento en relación directa con la «theologia crucis»  (la teología ce la Cruz) que es más propia de la tradición protestante y católica, reflejada en el siglo XV  por autores como J. Moltmann (El Dios crucificado), E. Jüngel (Gott als Geheimnis der Welt, Dios como misterio del mundo) y J. Sobrino (Bajar de la cruz a los Pobres).

Este es el argumento de las reflexiones siguen. No entraré en polémica, no ofreceré comparaciones técnicas, simplemente expondré en 13 proposiciones comentadas la identidad trinitaria, histórica y cristiana de Dios como Cruz de Amor en la vida de los hombres,  como programa y proyecto de vida de futuro, desde el evangelio de este domingo 13 del tiempo ordinario

  Éste es el motivo clave de la vida humana, como vio el Budismo, como expuso en la Biblia el libro de Job y del Kohelet, pues no hay vida sin cruz, ni amor sin dolor, sin desarrollo personal sin entrega de la vida (al menos en las circunstancias actuales de la historia). Quien quiera vivir ha de aprender a sufrir. Quien quiera hacer algo por los demás ha de aprender a sufrir por ellos. Éste es un elemento esencial de nuestra condición, y se relaciona con el don del amor y con la “suerte” de los perdedores, que saben “ceder” (e incluso morir) para que vivan otros. Una cultura como la nuestra, que no está dispuesta a ceder (a perder incluso) mata a los demás, y está condenada a la muerte. Una iglesia que nos sepa acompañar a los crucificados de la historia no cree en su Cristo.

1. El Dios de la Esfera, un Dios sin cruz es incapaz de amar, no sale de sí, se cierra en un tipo de egoísmo transcendente. No es Dios sino demonio.

Como elementos distintivos del señor de la esfera citaremos la inmutabilidad, la contemplación de sí mismo y la capacidad de imponerse a los otros. Por inmutabilidad se entiende aquella autoidentificación interna por la que Dios supera todo el plano de los cambios, los afectos, las pasiones; lo es todo y por lo tanto nada necesita.

Por ser internamente perfecto, Dios se goza en contemplarse: por eso le llamamos auto-contemplador absoluto: mirándose descubre su propia perfección y descubriéndola se goza y se complace en ella. Frente a los restantes seres que ha creado, Dios se mostrará como Señor; por eso todos han de venerarle.. Ese no sería Dios, sino demonio, como he dicho.

En resumen, Dios sería como una esfera que se cierra inexorablemente sobre sí misma, en círculo de perfección, de tal manera que termina apareciendo ante los hombres como un poder que les subyuga y esclaviza. Para un número considerable de nuestros contemporáneos, la cruz, como opresión debe combatirse, se identifica con la misma existencia de un Dios impositivo que nos somete, infantiliza y esclaviza. Pero este Dios de la esfera no es el Dios de Jesús no es el Dios cristiano.

2. Dios sólo es Dios por ser Cruz, amor  que ama, ser que existe y vive al darse en amor, Dios da su vida a los hombres y sufre con ellos (pues crear es aprender a sufrir).

Frente al señor de la esfera presentan los cristianos el signo de la cruz como expresión de una vida en la que Dios se define, en antítesis respecto a lo anterior, como proceso originante de la creación, amor que se expande y gratuidad que se regala, entrando en la misma creación, comprometiéndose con ella.

Como proceso creador Dios es origen y sentido de la vida que se gesta de un modo efusivo, es el misterio de emergencia primigenia y tiene, al mismo tiempo, un nombre bien concreto: Es Padre, es decir, Aquel que se compromete en la vida del Hijo que brota de su misma entraña. b) En segundo lugar, siendo amor que se expande, Dios se introduce en el mismo mundo que él ha creado, viviendo la vida de los hombres. No es un poder que les obliga a responder por la fuerza, sino amor que Vive en la vida de los hombres, encarnándose en Jesús, a quien llamamos Hijo de Dios. c) Dios aparece finalmente como la misma unión (Comunión) que vincula al Padre con el Hijo: es el regalo del Padre que se ofrece, es la confianza del Hijo que responde; Dios es el Espíritu Santo.

Pues bien, en perspectiva humana, es decir, en este mundo concreto, si Dios es amor (si quiere seguir siendo Dios) tiene que entrar en la cruz de la historia de los hombres, dejándose crucificar por la violencia de los poderosos, para así mostrarse divino: Dios no es divino imponiéndose por encima de la Cruz, sino entrando como amor poderoso en la misma Cruz de la Historia humana.

3. La Cruz pertenece al misterio concreto del Dios de Jesús.

¿Por qué hablamos de dolor al hablar de Dios? Por algo muy sencillo: los cristianos confesamos que el misterio de Dios se está expresado (se realiza humanamente) en la historia de los hombres. Pues bien, frente al Dios de los poderosos, de los que son dominando a los demás, el Dios de Jesús  es decir, en el amor generoso, que se entrega y regala hasta la muerte.

Porque Dios es amor, y amar es estar dispuesto a sufrir, porque Dios es Vida y la vida sólo se expresa y despliega por la muerte (es decir, dando la vida en amor, viviendo en el amor de los otros, muriendo por ellos y así resucitando).

En esta línea, descubrimos que la cruz pertenece al misterio de Dios, como entrega plena, como amor generoso, como muerte por los demás. No es la Cruz que se impone sobre los demás, no es la cruz masoquista del que quiere sufrir sin más… Es la Cruz del que Camina a Paso de Hombre (como Dice San Juan de la Cruz), la Cruz para liberar a los crucificados (para desclavarlos, como dice J. Sobrino).

4. La cruz es símbolo del Padre que regala su vida,la cruz cristiana es Trinidad y es historia

85-484-scaledsale de sí mismo y se hace historia de amor en Jesucristo, dándose plenamente en amor (dando así todo lo que es, su “naturaleza” entera, como dice el Credo). El Padre es el principio de vida que se ofrece. No clausura para sí riqueza alguna, no conserva egoístamente nada. Por eso se da a sí mismo como vida de amor en Jesucristo, acompañando a los pobres, curando a los enfermos, acogiendo a los excluídos. revelándose en su amor hasta la muerte… Allí donde Jesús entrega su vida, se deja matar y muriendo expresa su amor pleno, allí se está manifestando Dios Padre.

Por eso, al confesar en frase bíblica que Dios ha ofrecido a su Hijo (Rom. 8,32), estamos afirmando que Dios se da a sí mismo, es el don pleno, originario y total. Más aún, si Dios entrega al Hijo es por el Hijo: le entrega con el fin de que madure plenamente en el amor (para que sea Amor Total) en estas condiciones históricas (precisamente allí donde los hombres le matan).

Los hombres quieren dominar el mundo por la fuerza; Dios crea vida por Jesús, pero no dominando, sino ofreciéndose en amor hasta la muerte. Esto significa que la plenitud de Jesús como Hijo y la redención de los hombres se unen en un mismo gesto de amor y realización, de entrega y de respuesta (cfr. Hebr. 5, 7-10).

5. No existe primero trinidad de Dios (un Dios de puro entendimiento abstracto y poder) y luego trinidad de amor en Cristo, sino que el Dios vivo y verdadero la Trinidad de amor mutuo del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo, tal como se revela en la cruz pascual de Jesucristo.

No hay relación de Padre-Hijo, cerrados en sí, sino que el amor primigenio del Padre (el amor trinitario), se realiza en la cruz de Jesucristo: en el gesto de amor absoluto del Padre que da su vida al Hijo y del Hijo que le responde en amor, desde la misma historia humana. No es que la Cruz sea buena, la cruz es mala, es el gran pecado de los hombres… Pero en esa misma cruz (allí donde los hombre cometen el pecado “original” matando a los inocentes), sufriendo con las víctimas, Jesús expresa todo el amor de Dios.

Dios es el  misterio que nos desborda… Pero nosotros sólo comprendemos su grandeza descubriendo el amor del Padre que se entrega en manos del Hijo, y el amor del Hijo Jesucristo que responde en amor al Padre amando a los hombreses decir, entregándose por ellos hasta la cruz… no porque quiere morir, sino porque quiere amar hasta la muerte, dejándose matar por fidelidad al Reino.

Evidentemente, surge la pregunta: ¿pero no sería preferible que las cosas fueran de otra forma? ¿No sería más divino un tipo de amor sencillamente luminoso, sin rupturas y sin luchas, sin salida de sí mismo y sin entrega? En otros términos, ¿no sería preferible un Dios de gracia abierta y no crucificada? ¡De ninguna forma! Es cierto que de Dios sabemos pocas cosas. Si queremos descubrirle no tenemos más remedio que pararnos y contar la vieja historia de Jesús, el Cristo. Pero eso es suficiente.

En la historia de Jesús se expresa y se realiza el mismo ser divino. Pues bien, como centro determinante de Jesús, la cruz constituye el punto de referencia fundamental en la visión de Dios, el lugar donde se expresa, se realiza y se define el misterio del amor de Dios y de los hombres. Por eso, debemos afirmar que el amor, por su misma naturaleza, incluye dentro de sí mismo un rasgo de cruz.

6. No hay amor sin que uno salga de sí mismo, sin que muera de algún modo por los otros, sin que viva de esa forma en ellos.

De esa forma es el amor de Dios en Cristo, el amor del Padre que vive en el Hijo, del amigo que vive en el amigo, comunión de vida, Espíritu santo. Sólo viven los que aman, entregan su vida y la encuentran en los otros.. Sólo de esta forma la cruz puede mostrarnos la verdad de Dios como lugar de entrega y pascua, muerte, gratitud y vida (es el lugar del Espíritu).

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Exigencias y recompensa. Domingo 13 TO. Ciclo A

Domingo, 2 de julio de 2023
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IMG_9972Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El largo discurso dirigido a los apóstoles (resumido en los domingos 11-13) termina con una serie de frases de Jesús que son, al mismo tiempo, muy severas y muy consoladoras. Las severas se dirigen a los apóstoles; las consoladoras, a quienes los acogen.

¿Quién no es digno de Jesús?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.

           La sección comienza con tres frases que terminan de la misma manera: “no es digno de mí”. Las dos primeras están muy relacionadas: no es digno de Jesús el que ama a su padre o a su madre más que a él, o el que ama a sus hijos o a su hija más que a él.

Una opción en tiempos de conflicto

            Para comprender estas palabras tan exigentes de Jesús hay que tener en cuenta lo que dice inmediatamente antes (suprimido por la liturgia). El aviso de que pueden perder la vida (tema del domingo pasado) puede provocar en los discípulos el desconcierto. ¿A qué ha venido Jesús? A esto responde que no ha venido a traer paz sino espada. Que su persona y su mensaje crearán problemas incluso entre los miembros de la familia. Llegarán momentos en que los apóstoles, y todos los cristianos, tendrán que optar.

La opción por Dios de los levitas

            En el libro del Éxodo se cuenta que, mientras Moisés estaba en el monte Sinaí recibiendo del Señor las tablas de la Ley, los diez mandamientos, el pueblo, cansado de esperar, decidió fabricar un becerro de oro y adorarlo. Cuando Moisés baja del monte y contempla el espectáculo, rompe las tablas, se planta a la puerta del campamento y grita: «¡A mí los del Señor! Y se le juntaron todos los levitas.» Moisés les ordena: «Ciña cada uno la espada; pasad y repasad el campamento de puerta en puerta, matando, aunque sea al hermano, al compañero, al pariente». Los levitas cumplieron las órdenes de Moisés y este, al final, les dice: «¡Hoy os habéis consagrado al Señor a costa del hijo o del hermano, ganándoos hoy su bendición» (Éxodo 32,25-29).

            El historiador moderno duda que los levitas tuvieran espadas en el desierto y que llevaran a cabo esta matanza. Pero los antiguos no eran tan críticos. Aceptaban las cosas que se contaban, e incluso alaban a los levitas, ya que en un caso de grave conflicto entre los vínculos familiares y la fidelidad a Dios, optaron por lo segundo: «Dijeron a sus padres: ‘No os hago caso’; a sus hermanos: ‘No os reconozco’; a sus hijos: ‘No os conozco’. Cumplieron tus mandatos y guardaron tu alianza» (Deuteronomio 33,9).

            La opción por Jesús de los discípulos

            Se podría decir que Jesús exige a sus discípulos la misma actitud de los levitas. Pero hay dos diferencias importantísimas: 1) Jesús no ordena matar a los padres o a los hermanos en caso de conflicto. 2) Los levitas se comportaron así por fidelidad a los mandatos de Dios y a su alianza; los discípulos deben hacerlo por amor a Jesús.

Al exigir este amor superior al de los seres más queridos, Jesús se está poniendo al nivel de Dios, al que hay que amar sobre todas las cosas. Los primeros cristianos, en momentos de persecución, se vieron a veces en la necesidad de optar entre el amor y la fidelidad a Jesús y el amor a la familia. La elección era dura, pero muchos la hicieron, convencidos de que recuperarían a sus padres e hijos en la vida futura. (La misma fe que confiesan la madre y sus siete hijos en el Segundo libro de los Macabeos, capítulo 7).

            La frase siguiente («el que no coge su cruz…») también se entiende mejor a la luz del texto del Deuteronomio. En él se dice que los levitas, por haber mostrado esa fidelidad a Dios, recibieron un gran premio y dignidad: «Enseñarán tus preceptos a Jacob y tu ley a Israel; ofrecerán incienso en tu presencia y holocaustos en tu altar.» Jesús no promete nada de esto a sus discípulos, solo exige.

            Amar a Jesús más que a la familia ya lo hicieron Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Lo que ahora exige Jesús es infinitamente más duro: cargar con la cruz. ¿Hay que interpretarlo al pie de la letra o simbólicamente? Simbólicamente, pero con posibles repercusiones prácticas: hay que estar dispuestos a cargar con ella y marchar camino de la muerte. No una muerte cualquiera, sino la más infamante, típica de rebeldes contra Roma y esclavos. Cuando Jesús exige cargar con la cruz está pidiendo algo terrible desde el punto de vista físico, moral y social. Además, la exigencia no carece de macabra ironía cuando la comparamos con los vv.9-10: los que deben predicar el reino sin llevar nada, ahora tienen que seguir a Jesús cargando con la cruz.

            Dos advertencias

            Conviene advertir que el amor a la familia y el amor a Jesús no se excluyen ni se oponen. Son compatibles, con tal de mantener el orden adecuado. Los hijos de Zebedeo abandonan a su padre, pero la madre los acompaña e incluso le pide a Jesús un favor especial para ellos. María, al menos según la versión del cuarto evangelio, está al pie de la cruz. Pablo recuerda que «los demás apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas» se hacen acompañar de su esposa cristiana (1 Cor 9,5).

            En cuanto a «cargar con la cruz», conviene recordar al que no estuviera dispuesto a hacerlo que, en cualquier caso, siempre tropezará con la cruz. «Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete afuera, vuélvete adentro, y en todo lugar hallarás la cruz». «Unas veces Dios te dejará, otras veces el prójimo te pondrá a prueba, y, lo que es peor, con frecuencia no sabrás aceptarte a ti mismo, con lo que serás para ti una cara insoportable» (Tomás de Kempis, La imitación de Cristo, libro II, capítulo 12). Es preferible cargar con la cruz y seguir a Jesús que rebelarse inútilmente contra ella.

Acogida y recompensa

El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.

            La última parte se dirige a las personas que acojan a los discípulos. Dos cosas les dice:

1) Recibirlos a ellos equivale a recibir a Jesús y recibir al Padre. Lo que hacen es mucho más de lo que pueden imaginar. No es solo un acto de caridad, sino un inmenso honor, mucho mayor que el de la persona que pudiese acoger en su casa a un artista, un deportista o un personaje mundialmente famoso.

2) Esa acogida tendrá su recompensa, igual que ocurrió en el Antiguo Testamento con quienes acogieron a profetas y justos. La primera lectura cuenta como un matrimonio de Sunám decidió acoger en su casa al profeta Eliseo cuando pasaba por el pueblo; le construyeron una habitación en el piso de arriba y le proporcionaron una cama, una silla, una mesa y un candil. Una gran inversión para aquel tiempo. Pero recibieron su recompensa con el nacimiento de un hijo.

            En comparación con Eliseo, los discípulos pueden parecer unos “pobrecillos” sin importancia. A nadie se le ocurrirá darles alojamiento permanente. Pero basta un vaso de agua fresca (algo muy de agradecer cuando no existen bares ni agua corriente en las casas) para que esas personas reciban su recompensa.

Resumen

            Si en la primera parte entreveíamos los grandes conflictos familiares provocados por las persecuciones, en este final intuimos lo que experimentaron muchas veces los misioneros cristianos: la acogida amable y sencilla de personas que no los conocían. De estos últimos versículos, solo uno tiene paralelo en el evangelio de Marcos. El resto es original de Mateo, que ha querido redactar un final consolador, para dejarnos al final de este duro discurso un buen sabor de boca.

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02 de Julio. Domingo XIII de Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 2 de julio de 2023
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D-XIII


“Quien encuentre su vida, la perderá, y quien pierda su vida por mí, la encontrará.”

(Mt 10, 37-42)

El evangelio de este domingo es un evangelio del “mundo al revés”. Jesús, que está hablándoles a sus discípulos, invierte el orden lógico, le da la vuelta a todo.

Perder resulta que significa ganar y encontrar perder. Lo que viene a decirnos que la lógica del Reino es siempre sorprendente. Nada convencional.

Por eso requiere de opciones que se “salen” de toda lógica humana, como puede ser el anteponer el amor a Jesús a cualquier otro vínculo por estrecho que sea. “Quien quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.”

Y estas palabras, que de buenas a primeras pueden llegar a sonar un poco “rancias”, tienen un profundo sentido. Jesús no nos está diciendo que no amemos a nuestros padres o a nuestros hijos, no.

La propuesta de Jesús es que aprendamos a amar de manera diferente. Nos invita a amarnos, a amar a las demás personas, como él las ama. Como Dios las ama.

No se trata de renunciar al amor de nuestras familias, todo lo contrario. Se trata de amarlas más profundamente. Se trata de amar con un amor inclusivo. Como el de Dios Trinidad.

Un amor que siente como propias las alegrías y también los sufrimientos de las demás personas. Que se sabe poner en el lugar de la otra y desde ahí comprender. Servir y aliviar.

Es este amor el que hace que Dios cuando nos mira a cada una de nosotras vea la viva imagen de su Hijo querido Jesús.

Y solo ese amor será el que nos capacite para descubrir en las demás personas. En todas las demás personas. La imagen y semejanza de Dios.

Así podemos ofrecer un vaso de agua fresca o recibir a alguien como quien recibe la visita del Buen Jesús.

Oración

Gracias, por enseñarnos a amar como TÚ amas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El amor a Dios y al padre no se pueden comparar porque son de naturaleza distinta.

Domingo, 2 de julio de 2023
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0_hospitalidadeDOMINGO 13 (A)

Mt 10,37-42

La manera de hablar semita, por contrastes excluyentes, nos puede jugar una mala pasada si entendemos las frases literalmente. Lo que es bueno para el cuerpo, es bueno también para el espíritu. La lucha maniquea que nos han inculcado no tiene nada que ver con la experiencia de Jesús. El evangelio de hoy propone, en fórmulas concisas, varios temas esenciales para el seguimiento de Jesús. Todos tienen mucho más alcance del que podemos sospechar a primera vista.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El problema del amor al padre y a Jesús no se puede comprar porque son realidades de distinta naturaleza ni se pueden comparar ni se puede decir que uno es “más” que otro. El amor a Dios no puede entrar nunca en conflicto con el amor a las criaturas, mucho menos con el amor a una madre. Jesús nunca pudo decir esas palabras con el significado que tienen para nosotros hoy. Solo un falso Dios puede plantear sus propias exigencias frente a otras instancias que requieren las suyas.

Ese Dios es un ídolo, y todos los ídolos llevan al hombre a la esclavitud, no a la libertad de ser él mismo. Hay que tener mucho cuidado al hablar del amor a Dios o a Jesús. En el evangelio de Juan está muy claro: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros”. Creer que puedo amar directamente a Dios es una quimera. Solo puedo amar a Dios amando a los demás, como Dios manda. Jesús no pudo decir: tienes que amarme a mí más que a tu Hijo. Recordad: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve ser y me disteis de beber…

El evangelio nos habla siempre del amor al “próximo”. Lo cual quiere decir que el amor en abstracto es otra quimera. No existe más amor que el que llega a un ser concreto. Ahora bien, lo más próximo a cada ser humano son los miembros de su propia familia. La advertencia del evangelio está encaminada a hacernos ver que, desplegar a tope esos impulsos instintivos no garantiza el más mínimo grado de calidad humana. Pero sería un error aún mayor el creer que pueden estar en contra de mi humanidad. Se ha tergiversado el evangelio, haciéndole decir lo que no dice.

El evangelio no quiere decir que el amor a los hijos o a los padres sea malo y que debemos olvidarlo para amar a Jesús o a Dios. Pero nos advierte de que ese amor puede ser un egoísmo camuflado que busca la seguridad mayor para el ego, sin tener en cuenta a los demás. El “amor” familiar se convierte entonces en un obstáculo para un crecimiento verdaderamente humano. Ese “amor” no es verdadero amor, sino egoísmo amplificado. No es bueno para el que ama, pero tampoco es bueno para el que es amado, de esa manera. El verdadero amor solo puede surgir de nuestra categoría humana, es decir, de lo más hondo del ser.

Lo instintivo va contra la persona cuando el hombre utiliza su mente para potenciar su ser biológico a costa de lo humano. El hombre puede poner como objetivo de su existencia el despliegue exclusivo de su animalidad, cercenando así sus posibilidades humanas. Esto es degradarse en su ser especifico humano. Cuando estamos en esa dinámica y metemos a los demás en ella, estamos “amando” mal, y ese amor se convierte en veneno. Esto es lo que quiere evitar el evangelio. Nada que no sea humano puede ser evangélico. No amar a los hijos o a los padres no sería humano.

Un verdadero amor nunca puede oponerse a otro amor auténtico. Cuando un marido se encuentra atrapado entre el amor a su madre y el amor a su esposa, algo no está funcionando bien. Habrá que analizar bien la situación, porque uno de esos amores (o los dos) está viciado. Si el amor a Dios está en contradicción con el amor al padre o a la madre, o no tiene idea de lo que es amar a Dios o no tiene idea de lo que es amar al hombre. Sería la hora de ir a psiquiatra. ¡Nos han metido en la esquizofrenia, haciéndonos creer que, lo que Dios pedía era odiar a nuestros padres!

El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará. En griego hay tres palabras para decir vida: “Zoe”, “bios” y “psiques”. El texto no dice zoe ni bios, sino psiques. No se trata de la vida biológica, sino de la vida psicológica, es decir, de la capacidad de relaciones interpersonales. No se trataría de dejarse matar, sino de poner tu humanidad al servicio de los demás. Esto no sería perder sino ganar. Quien pretenda reservar para sí mismo su ego malogrará su existencia, porque pasará por ella sin desplegar su verdadera humanidad.

El que dé a beber un vaso de agua fresca… El ofrecer un vaso de agua a un desconocido puede ser la manifestación de una profunda humanidad. El dar, sin esperar nada a cambio, es el fundamento de una relación verdaderamente humana. En nuestra sociedad de consumo nos estamos alejando cada vez más de esta postura. No hay absolutamente nada que no tenga un precio, todo se compra y se vende. Nuestra sociedad está montada sobre el ‘toma y da acá’, que dejaría de funcionar si la sacáramos de esa dinámica y nos decidiésemos a vivir el evangelio.

La misma institución religiosa está montada como un gran negocio económico, en contra de lo que dice el evangelio: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. Hoy todos estamos de acuerdo con Lutero, en su protesta contra toda compraventa de bienes espirituales (bulas, indulgencias etc.). Pero seguimos cobrando un precio por decir una misa de difuntos. Es verdad que debemos insistir en la colaboración de todos para la buena marcha de la comunidad, pero no podemos convertir las celebraciones litúrgicas en instrumentos de recaudación de impuestos con apariencia de caridad.

El objetivo instintivo de todo ser vivo, es mantenerse en el ser. Casi cuatro mil millones de años de evolución han sido posibles gracias a esta norma absoluta. Pero la misma evolución ha permitido al ser humano ir más allá de los instintos y alcanzar conscientemente una meta más alta que no está en contradicción con la biología. Todo lo que le acerca a ese objetivo último le puede causar más felicidad que satisfacer sus instintos. La raíz última de todo acto bueno está en la misma biología, no es contrario a ella. Nada más falso que una lucha entre lo biológico y lo espiritual.

La trampa que quiere evitarnos el evangelio es quedarnos en el placer inmediato que nos proporciona nuestra biología y perder de vista el bien total del ser humano. Ahí está la causa de tanto desajuste en la conducta humana. Debemos tomar conciencia de que lo que es malo para nuestro verdadero ser, no puede ser bueno bajo ningún aspecto del ser humano. Todo egoísmo personal o amplificado que busca el bien material del individuo o la familia, nos lleva a la deshumanización.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El principio antrópico.

Domingo, 2 de julio de 2023
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Mt 10, 37-43

«El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí»

La génesis del “principio antrópico” no es filosófica, sino puramente científica. Es el fruto del estudio minucioso del cosmos y de su proceso de evolución, y básicamente establece que “cualquier teoría válida sobre el universo tiene que ser consistente con la existencia de seres conscientes capaces de formularse estas preguntas”. Como afirma John Barrow, prestigioso matemático y cosmólogo británico: «La increíble serie de coincidencias que permiten nuestra presencia en el universo, parecen haber sido cuidadosamente preparadas para garantizar nuestra existencia».

El principio antrópico débil, aceptado mayoritariamente por la comunidad científica, afirma que «el mundo podría haber sido de muchas otras formas, pero en ninguna de ellas habríamos estado nosotros». Según esta formulación cabría el recurso al azar para explicar la aparición del hombre sobre la Tierra, pero el principio antrópico fuerte, más cuestionado, va más allá, rechaza el azar, y sostiene que todo el proceso ha estado diseñado con un único fin; propiciar nuestra existencia: «Nuestra existencia es la que ha determinado la estructura del universo», dice el principio antrópico fuerte. Muy parecido al argumento teleológico formulado desde la filosofía.

Esta última formulación requiere que alguien (Dios creador) haya diseñado el proceso de evolución con el propósito de que culminase en nosotros, pero no parece razonable que su objetivo final fuese la mera presencia del ser humano sobre la faz de la Tierra, sino del ser humano en plenitud; tanto a nivel individual como colectivo.

Hasta llegar a nosotros, han sido las leyes naturales las que han marcado la pauta de la evolución, pero la última etapa —la plenitud— es tarea nuestra. Y es aquí donde entroncamos con el evangelio, porque es Jesús, el hombre lleno del espíritu de Dios, quien nos marca la meta y señala el camino. Como decía Ruiz de Galarreta: «El sueño de Dios no es la raquítica salvación de media docena de perfectos. Toda la creación, realizada y perfecta, es su sueño, su proyecto, el Reino»

El evangelio, todo el evangelio, es una contundente invitación a ser colaboradores de Dios en la ejecución de su proyecto, y de aquí se desprende una buena definición de cristiano: cristiano es quien se compromete con la tarea de hacer de la humanidad una comunidad de Hijos que se aman como hermanos. Como dijo el propio Jesús: «En eso conocerán que sois mis discípulos».

Y desde esta perspectiva podemos entender mejor el texto de hoy, porque tamaño proyecto requiere de todo nuestro compromiso y de todo nuestro esfuerzo. Jesús nos está pidiendo ayuda para hacer realidad este ideal por el que él fue capaz de dar la propia vida, y lo hace a su estilo; un estilo paradójico, radical, casi desafiante, para recalcar la importancia excepcional de lo que nos está pidiendo:

«Como mi Padre me envió, así os envío yo a vosotros».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer otro comentario sobre este evangelio publicado en fe adulta, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La primera lealtad para Jesús.

Domingo, 2 de julio de 2023
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14437838828006¿A qué o a quién has sido leal los últimos 25 años? ¿Qué ha caracterizado esa lealtad? ¿Ha sido muy duro? ¿En qué estaba basada?

¡Vaya! pensé cuando leí el evangelio para este domingo, pues ¡qué poca gracia tener que explicar algo que produce rechazo desde el primer momento! “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. (Mt 10: 37-38).

Es increíble cómo después de más de veinte siglos de cristianismo y de haber escuchado y leído tantos comentarios a este evangelio seguimos diciendo que este tipo de exigencia es inhumana y que no podemos llevar adelante este “requisito” de Jesús.

Pero ¿qué nos está pidiendo? ¿Cuál es su verdadera invitación o mejor dicho la de la comunidad cristiana detrás de este mensaje?

Al principio del capítulo 10 de este evangelio nos relatan la llamada de Jesús a sus doce discípulos dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad. El envío con toda una serie de instrucciones es un mensaje transformador, primero para ellos cambiándoles sus valores, sus preferencias, sus preocupaciones y dotándoles de un amor universal que con el tiempo será capaz de traspasar todo tipo de fronteras, razas, religión, etc…Un mensaje liberador que solo puede proclamar quien antes ha sido liberado.

Por tanto, la lealtad a Jesús, a su mensaje, a su proyecto, es lo primero para quienes dicen seguirle. Eso no exige la renuncia al amor a nuestros seres queridos, a los más cercanos, todo lo contrario, pero sí se nos invita a amarles bien a no dejarnos atrapar por sus “chantajes emocionales” dándoles lo que nos piden, sino lo que sabemos que es mejor para ellos.

Amar a Jesús no descarta amar al prójimo, nada más lejos de su mensaje, sino discernir de qué manera podemos expresar nuestro amor de una forma práctica y real.

En el pasado, muchas personas religiosas, consideradas llamadas por Dios de una manera especial, renunciaban al amor de sus padres, alejándose de ellos hasta el punto de no estar presentes en sus últimos momentos o en tiempos de enfermedad, bajo capa de una mayor fidelidad a su compromiso con Jesús.

Hoy, entendemos que la fidelidad al mensaje de Jesús es para todos, no para unos cuantos “escogidos” de manera especial. Entendemos que ser fiel a Jesús es estar ahí donde se nos necesita y tanto puede ser en nuestra propia familia como en países lejanos. (A veces es más difícil estar con la propia familia que en tierras lejanas donde se aplaude nuestro trabajo).

No es más misionero quien vive en un país de Tercer Mundo ayudando al desarrollo de un pueblo, que quien permanece en el suyo haciendo una labor poco valorada; porque la misión es vivir y comunicar los valores de Jesús y eso suscita una gran oposición sobre todo en las sociedades capitalistas.

La lealtad a Jesús significa, en segundo lugar, no sólo división y rechazo dentro de la familia, sino también en el seno de la sociedad: y quien no toma la cruz y me sigue no es digno de mí.

¿Hasta dónde hay que llegar? Hasta dar la vida como él: ese es el distintivo del discípulo, de la discípula. Con pasión, con gozo, con fidelidad, no sin momentos de desaliento y de dificultad.

Es escoger un camino de marginación porque supone identificarse con quienes se oponen al “control imperial” como Jesús; y eso nunca resulta fácil: ni entonces ni ahora.

En tercer lugar, esa fidelidad nos habla de perder la vida por Jesús para encontrarla. Por el contrario, se entiende “encontrar la vida”  por nuestra propia cuenta como optar por lo seguro, por el propio interés, es dejarse llevar por la amenaza de la élite de crucificar a quienes ofrezcan resistencia. Sin embargo, la muerte no es el final.

¿Y quién y cómo escucha y recibe este mensaje? No está en nosotros medir los resultados, no vamos en nombre propio y el camino ya se encarga de proveernos con momentos de un gozo indescriptible cuando vemos que lo que nos ha sanado, cambiado la vida, liberado, también lo hace con muchos otros.

Quien recibe a Jesús recibe a quien le ha enviado. Profeta, justo, pobrecillo representan las actitudes de aquellos que ya han asumido el reino en sus vidas. Acogerles a ellos es acoger a Jesús y su mensaje y cualquier gesto, por pequeño que sea, incluso dar de beber un vaso de agua fresca, no quedará sin recompensa.

Sólo si conectamos con aquello que realmente nos llena la vida de pasión y de entusiasmo entenderemos la llamada de este evangelio; nada más lejos del deber moral o el sacrificio. Conecta con aquello o aquellos a quienes ofreces lealtad y verás como ya estás o puedes volver en cualquier momento al camino.

Carmen Notario Ajuria, SFCC

espiritualidadcym@gmail.com

 

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¿Quién es el “mí” del que habla Jesús?

Domingo, 2 de julio de 2023
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IMG_9949Domingo XIII del Tiempo Ordinario

02 julio 2023

Mt 10, 37-42

Entendidas en su literalidad, las expresiones que aparecen en el texto, con matices comparativos (“más que a mí”) y carga autorreferencial (“por mí”) chirrían con razón a la conciencia moderna, testigo de tantos gurús que han demandado a sus fieles una incondicionalidad incuestionable.

¿Qué sentido tiene que un maestro pida ser amado más que los propios padres o los propios hijos? ¿Quién es el maestro que exige perder la vida por él? Todo ello suena más a una catequesis elaborada por la comunidad primitiva que a dichos auténticos de Jesús. Una comunidad que ya ha “divinizado” a Jesús y que lo presenta como referente absoluto, a cuya luz todo lo demás palidece en un segundo plano. Hoy conocemos también que se trata de un movimiento típicamente sectario, que enaltece hasta el infinito al propio líder.

Sin embargo, aun dejando de lado la cuestión de la autoría de esos dichos, cabe otra lectura de los mismos, no literal, sino espiritual o simbólica. ¿Quién o qué es ese “mí” del que se habla en términos absolutos, como lo único realmente real y lo único por lo que merece postergar todo lo demás?

Cuando se sale de la creencia dogmática y se vive un proceso experiencial de autoindagación, la respuesta se abre paso de manera luminosa: ese “” no es la persona del Maestro de Nazaret, ni tampoco otro yo particular. Ese “” alude a una realidad transpersonal -más allá de todos los yoes o personas-, a Aquello que constituye el Fondo de todo lo real, la identidad última, única y compartida, que somos.

Ese es el “tesoro escondido” -del que hablará el propio Jesús-, Aquello que somos en profundidad. Por tanto, en cuanto realidad transpersonal, no cabe la apropiación y carece de sentido la comparación. No se pide que ames a uno más que a otros, ni que mueras por alguien en particular, sino que vivas anclado en la verdad de lo que eres. Esta es la clave, válida para toda persona, cualquiera que sea su creencia. Cuando se vive así -dice Jesús en otro lugar-, “todo lo demás se os dará por añadidura”.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Un amor auténtico nunca se opone a otro amor auténtico

Domingo, 2 de julio de 2023
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IMG_9957Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Placer y muerte

Decía el neurólogo y padre del psicoanálisis, Sigmund Freud (1856-1939) que la vida es al mismo tiempo: eros (placer) y thanatos (muerte).

La vida es una búsqueda del bienestar, del placer, de la felicidad pero, al mismo tiempo, un encuentro continuo con el esfuerzo, el sufrimiento, el dolor y la muerte. Esto es evidente, la vida humana es así.

La vida no es solamente placer, bienestar, felicidad, sino que la otra cara de la moneda es el sufrimiento, el dolor…

02.- Asumir el dolor

Siempre el ser humano ha tratado de paliar y aliviar el dolor -y la muerte-. Es natural.

Sin embargo el momento cultural actual margina y elude la dimensión de esfuerzo de la vida.

Es lógico que una civilización puramente hedonista no pueda admitir, ni sepa abordar el esfuerzo, el sufrimiento, el mismo trabajo como modo de colaborar con Dios y con la humanidad en la tarea de hacer un mundo habitable. Mucho menos afrontamos el problema de la muerte.

Todo lo queremos fácil, rápido y con el menor esfuerzo.

Pero la vida es placer y muerte.

03.- No es sano el masoquismo espiritual.

Tampoco era sana aquella vida oscurantista y exageradamente ascética, llena de negaciones y penitencias en muchos casos sin sentido alguno y más cercanas a un enfermizo masoquismo o sadismo que al esfuerzo cristiano y humano. No es deseable aquella espiritualidad ni aquel estilo de vida.

El Génesis es más saludable y vitalista que los cilicios y las disciplinas medievales y de tiempos posteriores. Lo que Dios había creado era bueno.

04.- El que se busca a si mismo se pierde.

Es una afirmación de gran contenido. Nos pasamos la vida “buscándonos” a nosotros mismos: una salud mejor, para lo cual hacemos footing, aerobic, nos volvemos medio macro.bióticos, nos perdemos por los sueños de una eterna juventud, que termina en una fugaz ancianidad. Nos buscamos y queremos “pasárnoslo” bien: “mi vida, mi casa, mi coche, mi partido político y mi partido de fútbol, mi dinero y mis vacaciones”. Al final uno vive sólo en el claustro de su soledad supuestamente placentera.

Nos hiciste poco inferior a los ángeles, dice el salmo 8, pero el capitalismo nos ha hecho poco –muy poco- superiores a los primates.

05.- La vida no es una existencia solitaria.

El que pierda su vida por MÍ, encontrará la vida.

La vida es comunidad y solidaridad, acogida. La forma humana de vivir es entregar la vida (lo demás es vegetar).

La madre no pierde la vida cuando da a luz.

La mujer sunamita, de la región de Sunam- (1ª lectura) le propone a su marido: acojamos al profeta Eliseo, le preparamos una habitación… Le reciben y le cuidan.

Eliseo se lo agradece con vida. Lo mismo que sucedió con Sara ya anciana que concibió a Isaac, o con Ana, la madre de Samuel, o con Isabel la madre de Juan Bautista, Dios les concede –en su ancianidad- una nueva vida. La maternidad en la ancianidad era signo de vida. Sean relatos históricos o míticos, Dios es Dios solidario, Dios de vida.

Un amor auténtico nunca se opone a otro amor auténtico. El amor a Dios no se opone al amor de la familia; el amor matrimonial no se opone al amor der Dios, ni al amor a los hijos, ni a la empatía de la amistad íntima o la fraternidad comunitaria y eclesial. El amor perfecciona, realiza la persona. El amor como la bondad crece cuando se comunican.

Seamos abiertos y generosos en la vida. Demos la vida, precisamente para vivirla en plenitud.

 

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Un dios murió …

Sábado, 8 de abril de 2023
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Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

(…)

Esta mañana un dios ha muerto:
Y nadie en el mundo se sorprende.

Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

Un dios puso pie en tierra
Para mirar alrededor de él.
La sangre del universo se pierde,
Un dios hace frente al estado de hombre.
Ya ha comprendido:
el esqueleto del mundo muerto se corroe
Condenado a romperse,
En el interior, en sí mismo
Debido al peso de todo este tiempo perdido
Hasta ahora,
Por aportar nada más que palabras.
Un dios se ha negado,
Como un hombre encerrado en un mundo moribundo.

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Fuente traducción : almanito

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Más humana…

Viernes, 7 de abril de 2023
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Cruz-Lampedusa-construida-personas-migrantes_2194290591_14241427_660x371

Más humana,
sin brillos ni adornos,
sin la hermosura que luce
en muchas iglesias,
museos,
coronas
y joyas que nos adornan…

Quiero la cruz como fue en tu historia
en aquel tiempo y circunstancia:
cruz dura y pesada,
cruz amarga
y de sangre manchada,
cruz fracasada…
Pero cruz de vida llena,
cargada de entrega,
perdón
y misericordia…

Más humana,
quiero tu cruz más humana,
para que sea sacramento
de amor y esperanza.

Más humana,
quiero tu cruz más humana,
para que sea signo de tu alianza
hoy que la palabra no asegura nada..

Más humana,
quiero tu cruz más humana,
para que nos muestre tus entrañas
compasivas y divinas.

Más humana,…
¡y que señale la Pascua!

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

***

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Viernes 07 de Abril de 2023. “Viernes Santo”.

Viernes, 7 de abril de 2023
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De Koinonia:

Camino del Calvario

Isaías 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomo el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Salmo responsorial: 30

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí. /
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios.”
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, /
los que esperáis en el Señor. R.

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer
y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Le contestaron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Les dijo Jesús:

+. “Yo soy.”

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Jesús contestó:

+. “Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+. “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

* Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?”

C. Él dijo:

S. “No lo soy.”

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

+. “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.”

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C. Jesús respondió:

+. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. “¿No eres tú también de sus discípulos?”

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No lo soy.”

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?”

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?”

C. Le contestaron:

S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.”

C. Los judíos le dijeron:

S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús le contestó:

+. “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

C. Pilato replicó:

S. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?”

C. Jesús le contestó:

+. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

C. Pilato le dijo:

S. “Conque, ¿tú eres rey?”

C. Jesús le contestó:

+. “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

C. Pilato le dijo:

S. “Y, ¿qué es la verdad?”

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. “Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?”

C. Volvieron a gritar:

S. “A ése no, a Barrabás.”

C. El tal Barrabás era un bandido.

* ¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. “¡Salve, rey de los judíos!”

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. “Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.”

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. “Aquí lo tenéis.”

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.”

C. Los judíos le contestaron:

S. “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.”

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. “¿De donde eres tú?”

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C. Jesús le contestó:

+. “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.”

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.”

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. “Aquí tenéis a vuestro rey.”

C. Ellos gritaron:

S. “¡Fuera, fuera; crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. “No tenemos más rey que al César.”

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. “No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.””

C. Pilato les contestó:

S. “Lo escrito, escrito está.”

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. “No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.”

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. – Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

C. Luego, dijo al discípulo:

+. “Ahí tienes a tu madre.”

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+. “Tengo sed.”

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+. “Está cumplido.”

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron.”

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(24 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención.

Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención.

La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exaltación.

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La Pasión del Señor. Ciclo A

Viernes, 7 de abril de 2023
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Pasión-del-Señor

“Jesús gustó el vinagre y dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.”

(Jn 19,30)

En la celebración de hoy proclamamos un largo texto del Evangelio de Juan, dos capítulos enteros. En ellos vemos todo lo que le sucede a Jesús desde la última vez que cena con sus discípulos hasta su muerte: la detención, los interrogatorios de Anás y de Pilato, la negación de Pedro, la crucifixión.

Son unos momentos que solamente Jesús vive con serenidad, con la confianza de estar cumpliendo la voluntad de su Padre. Jesús no pierde la vida, no se la quitan, sino que la entrega, y al hacerlo da su Espíritu a la humanidad. Si durante su vida había vivido en Dios y para los demás, su muerte también es entrega, porque es confianza en un proyecto más grande que su propia vida, el de su Padre, y porque da vida a los demás.

Jesús en la cruz es más vulnerable que nadie. La imagen de él crucificado es la expresión más clara de cómo ha vivido: con los brazos abiertos porque ya no hay nada que proteger, que poseer, que guardar, que retener; ya no hay temor a perder; ya no hay huida.

Hasta el último momento se preocupa de que no se pierda nadie de quienes Dios le ha confiado, y crea una nueva familia, su familia, al poner juntos a su madre y al discípulo amado.

En la muerte de Jesús, que es entrega de su vida, nosotros ya comenzamos a recibir Vida. Y todo esto se acabará de cumplir a primera hora del domingo, cuando Jesús recuperará su vida transformada y para siempre.

Oración

Padre, que la contemplación de Jesús en la cruz nos haga personas más entregadas y confiadas en ti. Que sintamos que a los pies de la cruz, con los ojos fijos en él, todos somos hermanos y hermanas, familia por tu Espíritu Santo.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Reflexión de Viernes Santo

Viernes, 7 de abril de 2023
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viernes-santo

¿Y quiénes somos?

Somos personas “capaces de Dios”, que decía san Agustín, es decir, capaces de asumir y aceptar, de encarnar al propio Dios.

No hay ni un solo trazo de la huella humana que no esté traspasado por la presencia de Dios. Ni un solo espacio, ni el más mínimo momento existen sin que Dios los haya “perforado” por su presencia. Es más, nada existe fuera de su presencia.

Dicho esto, y visto al Jesús humano capaz de pronunciar hágase  día tras día desde aquel hágase a dos voces de María, podemos deducir que somos expresión de Dios, semillas de su existencia, semillas buenas, claro, que a veces caemos en tierra no tan buena.

Cada una de las que estamos aquí somos personas llamadas a entregar la vida, a abrir los brazos en la cruz de la fidelidad y de la coherencia.

“Echarse en los brazos de Dios”.

Así con esto, con este reto que resulta de descubrir quién ese hombre tan increíblemente apasionado por la vida que fue capaz de entregar la suya para hacer eterna la nuestra, con este reto producido por la sorpresa al saber que somos parte de Dios… ¿qué hacemos con Cristo muerto, colgado de la cruz?

El Cristo de los brazos abiertos, que acoge en su gesto todo el dolor de la historia, el pasado y el futuro.

Cristo muere abrazando, de nuevo, el hágase del comienzo de su vida, cuando se reconoció como Hijo de Dios.

Desde la cruz, Jesús, desnudo como cuando nació, no oculta su debilidad, su fracaso; su sed es expresión de vulnerabilidad, de necesidad.

¿En los brazos de este hombre es donde queremos echarnos?

Sí, son los brazos de la libertad, de la acogida y del perdón. Los brazos que muestran un hueco infinito de reconciliación, de oportunidad y de vida eterna. En ellos cabemos todas y todos, sin fricciones ni negatividades. En sus brazos caben nuestros sueños, nuestras pequeñeces,… porque ocupamos un espacio de confianza, de sabernos en casa.

 

  Si quieres leer la reflexión entera pincha aquí.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Debemos superar el mito de que Jesús murió por nosotros.

Viernes, 7 de abril de 2023
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Georges-Rouault-CrucifixionJn 18,1-19,42

VIERNES SANTO (A)

Jn 18,1-19,42

La celebración ayer de la última cena, la celebración hoy de la muerte y la celebración mañana de la resurrección, son tres aspectos de una misma realidad: La plenitud de un ser humano que llegó a identificarse con Dios que es Amor. Este es el punto de partida para que cualquier ser humano pueda desarrollar su verdadera humanidad. Pero la meta a la que llegó Jesús y a la que tenemos que llegar nosotros es el amor. El amor es lo más dinámico que podemos imaginar, porque es el motor de toda acción humana.

El recuerdo puramente litúrgico de la muerte de Jesús, sin un compromiso de mantener en nuestra vida sus mismas actitudes, es un folclore vacío de contenido. Otro peligro que nos acecha en esta celebración es caer en la sensiblería. Tal vez no podamos sustraernos a los sentimientos ante la descripción de una muerte tan brutal. El peligro estaría en quedarnos ahí y no tratar de vivir lo que estamos celebrando. Nos importan los datos históricos, pero solo como medio de descubrir la cristología que en ellos se encierra: Jesús es para nosotros el modelo de lo humano y lo divino.

No podemos presentar la muerte de Jesús como el colmo del sufri­miento. La vida de Jesús se desarrolló con relativa normalidad y con una cierta comodidad. Los sufrimientos duraron solo unas horas. Millones de personas, antes y después de Jesús, han sufrido mucho más en cantidad y en intensidad. No podemos seguir hablando de sus sufrimientos como si fueran los únicos. Fue una muerte cruel, sin duda, pero no podemos presen­tarla como el paradigma del dolor humano. El valor de la muerte de Jesús no está en el dolor, sino en su actitud de fidelidad absoluta a sí mismo y a Dios.

Debemos superar la idea de que “murió por nuestros pecados”. El autor de la carta a los hebreos, (que seguramente no es de Pablo) lo que intenta es hacer ver a los judíos, que ya no tenía sentido el repetir los sacrificios que habían sido la base de su culto, porque ya estaba cumplida en Jesús toda la labor de mediación. Esta idea es posible, solo desde la perspectiva del Dios del AT que exige el pago por nuestros pecados. Este Dios no tiene nada que ver con el Dios de Jesús, que nos ama a todos siempre e infinita­mente.

¿Por qué le mataron? ¿Por qué murió? Si no hacemos esta distinción, entraremos en un callejón sin salida. Le mataron porque el Dios que él predicó no coincidía con la idea que los judíos tenían de YAHVE. El Dios de Jesús no es el soberano que quiere ser servido, sino Amor absoluto que se pone al servicio del hombre. Esta idea de Dios es demoledora para todos aquellos que pretenden utilizarlo como instrumento de dominio. Ningún poder puede aceptar ese Dios, porque no es manipulable ni se puede utilizar en provecho propio. Esta idea de Dios es la que no pudieron aceptar los jefes religiosos judíos. Este Dios nunca será aceptado por los jefes religiosos de ninguna época.

Jesús murió por ser fiel a sí mismo y a Dios. No se pueden separar las respuestas a las dos preguntas. Jesús, como todo ser humano, tenía que morir, pero resulta que no murió, sino que le mataron. Esto último tampoco hace de su muerte un hecho singular. La singularidad de esa muerte hay que buscarla en otra parte. La muerte de Jesús no fue un accidente, sino consecuencia de su manera de ser y de actuar. Creo que en la aceptación de las consecuen­cias de su actuación está la clave de toda la vida de Jesús.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le costaría la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino un hecho fundamental en su vida. El hecho de que le mataran, podía no tener mayor importancia, pero el hecho de que le importara más la defensa de sus convicciones, que la vida física, nos da la verdadera profundi­dad de su opción vital. Jesús fue mártir (testigo) en el sentido más estricto de la palabra.

Las palabras y los gestos de Jesús en la última cena pueden significar su más elevada toma de conciencia sobre el sentido de su vida. Tal vez en ese momento, cuando ya era inevitable su muerte, descubrió el verdadero sentido de una vida humana. Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su plena consumación. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios y puede decir: “Yo y el Padre somos uno”. Dios está allí donde hay verdadero amor, aunque sea con sufrimiento y muerte. Un dios de “gloria” sería impensable ante la muerte de Jesús.

¿Qué tuvo que ver Dios en la muerte de Jesús? El gran interrogante que se plantea sobre esa muerte recae sobre Dios. No podemos pensar que planeó su muerte, ni que la exigió como pago de un recate por los pecados, ni que la permitió o la esperó. La paradoja está en que podemos decir que Dios no tuvo nada que ver en la muerte de Jesús, y podemos decir que fue precisamente Dios la causa de su muerte. Si pensamos en un Dios que actúa desde fuera, nada de lo que digamos en relación con esa muerte tiene sentido. Si pensamos que Dios era el motor de toda la vida de Jesús, de sus actitudes y de sus decisiones, entonces Él fue la causa de que Jesús fuera a la muerte.

Según todas las apariencias, Dios abandonó a Jesús a su suerte cuando le pedía a gritos que le ayudara. ¿Cómo podemos armonizar su silencio con la cercanía en el momento de morir? Aquí está la clave de comprensión del misterio Pascual. Dios no abandonó por un momento a Jesús para después reivindicarlo. Dios estuvo con Jesús en su muerte. Porque fue capaz de morir antes que fallarle, demuestra esa presencia de Dios como en ningún otro momento de su vida. En la entrega total se identificó con Dios y lo hizo presente. Cualquier otro intento de demostrar la presencia de Dios en Jesús, es ilusorio.

Intentemos comprender el significado que tuvo su muerte para él y para nosotros. Su muerte es el reflejo de su actitud vital. En ella podemos encontrar el verdadero sentido de su vida. Se trata de una muerte que manifiesta la verdadera Vida. No se trata de la muerte física, sino de la muerte del “ego”, que hizo posible una entrega total a los demás. Este es el mensaje que no queremos aceptar, por eso preferimos salir por peteneras y buscar soluciones que no nos exijan entrar en esa dinámica. Si seguimos centrados en el “yo”, no tiene sentido celebrar la muerte de Jesús ni su resurrección.

Nosotros tenemos que separar la vida, la muerte y la resurrección de Jesús para intentar entenderlas, pero solamente la podremos entender si descubrimos la unidad de las tres. La muerte fue consecuencia inevitable de su vida, pero en esa muerte estaba ya la gloria. La trayectoria humana de Jesús terminó alcanzando la más alta meta: desplegar al máximo su humanidad, alcanzando y manifestando la plenitud divina. Si no tenemos presente esto, nunca descubriremos lo que significa para nosotros que un ser humano, en todo semejante a nosotros, pudiera llegar a esa meta humana y divina.

Para profundizar

 Muerte y vida son dos caras de la misma moneda.
En el fondo, lo que importa es la moneda,
Que participa de las dos y las integra.
Nuestra limitación nos impide verlas al mismo tiempo.
Al fijarnos en una, olvidamos la otra.
Esta limitación distorsiona la Realidad,
Nos impide superar los contrarios.
En la muerte está la Vida plena.
Nada tiene que suceder para alcanzarla.
Hoy es día de gloria no de pena.
No tenemos que esperar a un tercer día
Para vivir la plenitud que celebramos.
Jesús no necesita resurrección alguna.
Su muerte ya está fundida con la Vida.
No hay antes y después en su andadura.
El vivir en el tiempo nos traiciona
E impide la experiencia de lo eterno.
Somos eternidad y somos Vida,
Aunque en un frágil cuerpo confinadas.
Lo limitado de mi ser no consigue
Borrar la huella firme de lo eterno.
La misma Vida de Jesús está ya en ti,
Descúbrela y despliega su grandeza.
No esperes a mañana, despierta hoy a la Vida.
Toda la eternidad está en tu mano,
Lo absoluto escondido en lo efímero,
Lo divino germinando en lo humano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Viernes Santo. Pasión del Señor.

Viernes, 7 de abril de 2023
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95_Maria-y-las-santas-mujeres-junto-a-la-cruz_350Jn 18,1-40; 19,42

Ante la muerte el ser humano se encuentra desamparado, abandonado, solo. El grito humano que se resiste a morir no encuentra por parte de Dios otra respuesta que el silencio “¿Por qué me has abandonado?. Tampoco los demás, tanto si son familiares, amigos, pueden hacer nada. Alrededor hay noche oscura.

La muerte nos da la oportunidad de realizar el acto de fe definitivo. Una fe contra toda evidencia, una esperanza contra toda esperanza; la confianza que traspasa la noche de la nada para encontrar unas manos que nos acogen con amor infinito. “A tus manos encomiendo mi espíritu”.

Esa es la muerte victoriosa, la que vence a la misma muerte en su propio terreno. Muerte con sentido que salva al ser humano y le conduce a la comunión con Dios, con los hermanos/as, con el universo. Esta muerte es la transformación necesaria para entrar a vivir en el nuevo mundo en el que hemos creído y esperado. En la cruz de Jesús se abren las puertas de la resurrección gloriosa del ser humano. El Vía Crucis estalla en el Vía Lucis.

En la Pasión según san Juan, se dice que las últimas palabras pronunciadas por Jesús fueron: “Todo está cumplido”. A todos nos ha encomendado Dios una tarea. A veces resulta paradójica; sólo se puede comprender través de la fe. Pero lo que realmente puede dar sentido a la vida es acabarla con este gran testimonio: “Está cumplido”.

Dentro de tu grito en la cruz caben todos nuestros gritos, desde el llanto de un niño hasta el lamento del moribundo. Todos los que se sienten abandonados en un misterio incomprensible encomiendan su vida “en tus manos”. Cuando llegamos a nuestros límites, donde se desvanecen los días, los esfuerzos, el último aliento de vida, inclinamos la cabeza y te entregamos el espíritu [1].

Este Viernes Santo, Jesús, que sabe de qué barro somos, nos invita a permanecer junto a él, a su lado, silenciosamente. En la cruz podemos hallar la paz, la liberación de tanta esclavitud, el sentido profundo del dolor del mundo, también podemos encontrar a Jesús. Para nosotros/as la cruz es Jesús.

Estamos apegados a nuestra vida. No la queremos gastar sino guardarla para nosotros mismos. Pero Tú nos muestras que únicamente entregando nuestra vida la podremos salvar… La cruz –nuestra propia entrega- nos angustia, nos inquieta. Nos olvidamos que Tú llevaste también nuestra cruz, mi cruz, no en un momento del pasado, ya que tu amor es presente, contemporáneo a mi existencia. Tú la llevas conmigo y por mí, y quieres que, como Cirineo/a, lleve tu cruz y te acompañe, que me ponga al servicio de la redención del mundo, que la gaste en tu nombre…

En tu cruz sigues hoy. Sufres el dolor, las penas y las lágrimas de los crucificados y los calvarios del mundo. Y nos pones frente al sufrimiento, la desolación y el desamparo de tantas víctimas de las desgracias naturales, de la violencia, de la injusticia. Los cristianos hemos celebrado muchas “pasiones y viernes santos” pero, sin embargo, hemos desviado nuestros ojos ante los crucificados que, cerca o lejos, viven sufriendo.

Señor Jesús: Ayúdanos a caminar por tus caminos, con los pasos de nuestra vida diaria. Líbranos del miedo a la cruz, del miedo a que nuestra vida se nos pueda gastar… Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que nos prometen la vida pero nos dejan decepcionados, sin rumbo. Ayúdanos a no hacernos dueños de la vida sino a entregarla, como “el grano de trigo que cae en tierra y muere para dar mucho fruto”. Ayúdanos a discernir, “perdiendo la vida”, el camino del amor, el camino que nos conduce de verdad a la vida en abundancia.

¡Reaviva nuestra fe, reaviva nuestra compasión!

Mª Luisa Paret

[1] Cf. B. Gzález. Buelta, La transparencia del barro, 38

 Fuente Fe Adulta

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