Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Humanidad’

“Un gran signo humano y cristiano”, por Gabriel Mª Otalora

Miércoles, 1 de marzo de 2023

Me detengo en una reflexión de Teresa de Calcuta, acorde a la hondura teológica de su compromiso: Ama a los demás, incluyendo a los que son más pobres que tú. No cuesta mucho: puede ser simplemente ofrecerles una sonrisa. El mundo sería mucho mejor si todos sonriéramos más. Sonríe, entonces, muestra alegría y celebra que Dios te ama, nos dice.

La sonrisa del corazón como signo de la confianza en Dios. Parece cosa fácil y por eso extraña que una mujer como Teresa de Calcuta, que se entregó al máximo en la extrema necesidad y la indignidad más escandalosa, se fije en el don de la sonrisa. Lo cierto es que nosotros, que lo tenemos casi todo, sonreímos poco. ¿Pero quién es capaz de sonreír tan francamente como ella? Aquellos cuyo corazón están vaciados del orgullo por una entrega superior, los que saben ver por encima del dolor y el sufrimiento hasta instalarse en la aceptación de lo inevitable. Sonrisas serenas que desarman y que solo la madurez verdadera es capaz de proporcionar por encima de cualquier coyuntura.

 Ella decía que sonreír no cuesta mucho, pero sí que cuesta, porque el orgullo y el ego impiden la sonrisa del corazón. La sonrisa genuina, auténtica, es un sentimiento positivo hermanado con la alegría. Y la alegría supone una medicina para el espíritu y para el cuerpo que atenúa la respuesta fisiológica al estrés y a la ansiedad, además de atemperar la agresividad propia de las emociones negativas.

Si tienes miedo de parecer vulnerable cuando sonríes, acepta que la aparente vulnerabilidad de una sonrisa es precisamente lo que la hace tan poderosa. Sonriendo desde el corazón nos abrimos a los demás y ellos van a responder más fácilmente de ese mismo modo: sonriendo. De hecho, sonreír es un mecanismo de defensa que nada tiene que ver con la debilidad. Al contrario, si alguien intenta derribar tu buen espíritu, sonríele para anular su energía tóxica. Forma parte de la inteligencia emocional porque ayuda a desarmar a un posible corazón herido. No es debilidad sonreír cuando estamos tocados por la desgracia, sino virtud. Es un signo positivo de que hemos aprendido a vivir. Sonreír, en definitiva, es patrimonio de los que aman, de la gente inteligente y sabia.

Algunos nos advierten que Jesús no aparece sonriendo expresamente en el evangelio, como si la conclusión fuera que la adustez es una característica del Maestro. No. Me quedo con dos pasajes que rebaten esas advertencias. El primero es de Marcos: el que no se haga como un niño… El niño es el exponente más humano de la sonrisa, abierto a la admiración de la vida y goza de las cosas sencillas desde la sana algarabía infantil que invade la casa; contagia su alegría y cualquier alegría le es contagiosa. Y cuando el niño se ríe, nos reímos los adultos también. El niño no anda indagando sutilezas ni dobleces; vive la vida en presente, confiado y alegre en su entorno familiar.

El segundo pasaje es de Lucas, cuando resalta con humor la estatura de Zaqueo al presentarle subiéndose cual niño a un árbol para verle a Jesús entre la gente. Y eso le permite el contacto visual con el Maestro, al todopoderoso jefe de publicanos, porque domeñó su orgullo. Luego, con su conversión, seguro que ambos se reglaron alegres sonrisas “porque ha llegado la felicidad a esta casa”.

Sonreír es difícil, y más aun en la adversidad, pero puede convertirse en signo de fe y esperanza para quien la recibe, pues nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquel que no sabe sonreír a los demás. La sonrisa puede ser incluso una estupenda oración, el gesto de amor que invita a humanizarnos.

Espiritualidad , , , ,

Penetrar en las grietas de la vida.

Sábado, 21 de enero de 2023

Del blog de José Arregi Umbrales de Luz:

tumblr_mzlvggyfqw1sdp0lbo1_500

La vida es un ir abriendo brechas hasta finalmente comprender que aquél era el camino. Y entonces vuelve a sorprenderme la capacidad de la vida para encontrar resquicios donde seguir creando. Esto es algo que siempre me deja anonadado, como quien bien comprende que la vida nos rebasa, y sobrepasa todo lo que sobre ella podamos pensar. Desde su raíz oscura, la vida busca un lugar donde volver a nacer.

Y en tiempos de catástrofes como es el nuestro, los hombres se ven obligados a demostrar cuántos de ellos conservan aún su pertenencia a lo genuino, a lo humano. Solo el que lleve en sí al menos una mínima parte de la raíz primordial será capaz de guardar aquel manantial oculto del que surge el coraje para seguir luchando. Como afirma Jünger: “En los grandes peligros se buscará lo que salva a mayor profundidad”.

Nuestra esperanza hoy se apoya en que al menos una de estas raíces vuelva a ponernos en contacto con aquel reino telúrico del que se nutre la vida de los pueblos y de los hombres. Necesitamos el valor de penetrar en las grietas para que pueda volver a filtrarse el torrente de la vida.

En medio del miedo y la depresión que prevalece en este tiempo, irán surgiendo, por debajo, imperceptiblemente, atisbos de otra manera de vivir que busque, en medio del abismo, la recuperación de una humanidad que se siente a sí misma desfallecer.” (Ernesto Sábato, España en los diarios de mi vejez, 2004)

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

Navidad ¿Qué va a cambiar?

Domingo, 25 de diciembre de 2022

noc3abl

¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

 

vierge-afrique
***

El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

        Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

        Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

*

W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , ,

“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Sábado, 15 de octubre de 2022

Hoy, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

44792aea-bcbf-11e6-8269-3171c6bdf199


“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

*

Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

***

“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

*

 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

***

Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

***

“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

*

(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

*

“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

*

(Camino de Perfección 21, 26)

***

Entre los pucheros anda el Señor…

6a0105364a8fba970c017d41d1de85970c-800wi

“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

*

Fundaciones 5, 8

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

Charles Taylor: Exploremos la existencia en vez de intentar controlarla.

Sábado, 17 de septiembre de 2022

0472F59B-E9DC-4766-B7E0-290DB0468E03En su reciente viaje a Canadá. el papa Francisco citó a un filósofo y sociólogo canadiense. No necesitaba Charles Taylor esta mención para ser considerado como uno de los máximos teóricos de la religión. Pero, además, es una persona creyente. De ello habla en esta entrevista que creo puede iluminar cosas que andamos buscando en Atrio: sentido, fe, conocimiento, vida... AD.

Se enfrentó como ningún otro pensador a los retos que plantea la modernidad: el filósofo canadiense Charles Taylor, de 90 años, cuenta a La Croix L’Hebdosu relectura del proyecto moderno y evoca las dificultades a las que se enfrenta hoy. Al mismo tiempo que ofrece la sabiduría de su avanzada edad.

La Croix L’Hebdo: Se dice que todo gran filósofo es un hombre de preguntas. ¿Cuál es la suyo?

Charles Taylor: Creo que todo mi trabajo gira en torno a un centro: ¿qué es el ser humano? Este interés se remonta a mucho tiempo atrás, a cuando era estudiante en Oxford. Me llamó mucho la atención, ¡negativamente! – por la filosofía que me enseñaron allí. Era una filosofía muy cartesiana y lockeana, es decir, se guiaba por una concepción dualista del ser humano, dividido entre cuerpo y alma.

Era y ha seguido siendo evidente para mí que el ser humano no funciona así, de forma mecánica. Esto es lo que pretendía demostrar. Entonces quise arrojar luz sobre cómo el hombre se entiende a sí mismo a través de lenguajes muy variados, que pueden contener más que palabras, porque también se puede entender a través de la música, de una obra de arte… Busqué los lenguajes que permiten al hombre desarrollar su vida interior, su vida profunda.

Se le considera un gran filósofo de la modernidad. ¿Qué es para usted la modernidad y cuál es el significado fundamental del proyecto moderno?

T.: Sí se me puede considerar un filósofo de la modernidad. ¿Por qué creo que es así? Porque creo que el ser humano sólo puede entenderse a través de su historia. Para ser un filósofo de la modernidad, hay que tener una cierta concepción de dónde estamos y de dónde partimos, y medir la diferencia entre ambos.

¿Qué es la modernidad? No tengo una respuesta sencilla a esta pregunta, pero destacaría algunos elementos muy llamativos. En primer lugar, está la ciencia moderna, que ofrece una concepción del cosmos completamente diferente de las grandes visiones del pasado. Después de Galileo, Descartes y Bacon, hasta los más recientes descubrimientos sobre el universo, pensamos en el ser humano a través de su evolución. La ciencia forma ya parte de nuestra concepción más profunda de nosotros mismos.

Como segundo factor de la modernidad, muy diferente, destacaría nuestra capacidad de organización, de control, de dominio. Se trata de una actitud que surgió entre los siglos XVII y XVIII, y que cada vez se acentúa más. Lo vemos con la pandemia de Covid-19. En la Edad Media, este tipo de epidemia se habría considerado una plaga, un castigo divino. Hemos organizado cuarentenas, el uso de mascarillas, buscado vacunas para controlar la enfermedad… Es una actitud moderna.

Finalmente, el tercer factor es que esta autoorganización en nuestra relación con el universo va de la mano de la autoorganización política, el gran movimiento del advenimiento de la democracia y la emancipación política.

¿Qué está en juego en la modernidad actual?

T.: Esta es la pregunta que me hice cuando era un joven estudiante en Oxford. Hay una forma de entender la modernidad que dice: “La modernidad es ciencia y tecnología”, y considera que todo lo demás son supersticiones, ideas vagas, esperanzas y miedos irracionales que es mejor dejar de lado. Esta es una tentación muy fuerte en estos días. Es fácil ver que, cuando algo va mal, nuestra primera reacción es buscar formas de controlarlo, de meterlo en una caja, de evitarlo por medios tecnológicos.

Sin embargo, esta actitud deja un hueco, un vacío, deja fuera lo que se puede caracterizar como el problema del sentido de la vida humana. Es dentro de este cuestionamiento, si uno lo siente, donde nacen las intuiciones. Llevan a la gente hacia una cierta fe, una cierta espiritualidad, formas expresivas, que les llevan a explorar la existencia más que a controlar lo que sucede. En primer lugar, la conciencia de la inmensa diversidad de caminos, de senderos hacia el sentido profundo de la existencia humana. En segundo lugar, existe una gran división entre quienes se interesan por estas vías de sentido y quienes creen que sólo importan la ciencia y la tecnología, y que por lo demás se aferran a la concepción de un ser humano que se enfrenta a un universo sin sentido. Ahora hay toda una retórica en torno al sinsentido del universo. Prefiero mirar en la primera dirección.

¿En qué punto nos encontramos en la realización del proyecto de la modernidad?

T.: Lo que más me fascina y, al mismo tiempo, me preocupa es la evolución en la que estamos inmersos. Estamos, por así decirlo, obligados a aspirar a los valores que nos hemos dado y que están definidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948: libertad, igualdad entre los seres humanos, autogestión en el sentido más amplio, que incluye el proyecto de sociedades gobernadas democráticamente. Casi todo el mundo dice formar parte de este proyecto, excepto quizá Arabia Saudí. Pero, ¿cómo se puede realizar?

Poner en práctica el proyecto moderno significa enfrentarse a muchas y profundas dificultades. Hoy nos enfrentamos a patologías relacionadas con las identidades comunes. La primera de ellas es que hay ciudadanos de pleno derecho y otros que no lo son, o en menor grado. Estas diferencias de estatus provienen de concepciones casi inconscientes de las jerarquías entre hombres y mujeres, entre blancos y negros, entre occidentales y personas del mundo ex-colonial… Mientras estas personas de “segunda clase” ocupen su lugar, todo parece ir bien, pero en cuanto intentan poner en práctica la igualdad proclamada en principio, esto provoca una profunda crisis de identidad.

Esta es la crisis a la que se enfrenta Estados Unidos hoy en día, con el florecimiento de la supremacía blanca, abiertamente propugnada. Políticamente, asistimos a la lucha entre dos definiciones de identidad común.

Por un lado, los de Trump, para quienes la identidad americana más válida es la de los blancos de Inglaterra, a menudo evangélicos. Los que llegaron después son considerados ciudadanos de segunda clase. Por otro lado, Barack Obama y Joe Biden tienen una concepción diferente de la identidad, resumida en la frase de la Constitución de EE.UU. que afirma que aspira a “una unión más perfecta” y promueve una sociedad que se transforma para cumplir la promesa de igualdad y libertad que proclamó originalmente. El conflicto entre los defensores de estas dos formas opuestas de identidad se hace casi irresoluble.

Si se me permite hablar de Francia, creo que la situación es similar. Hay franceses que parecen sentirse amenazados por la presencia de musulmanes o excolonizados y no dejan de imponerles límites, no llevar el velo en la escuela, por ejemplo, o, como propuso la señora Le Pen durante la campaña, tampoco llevarlo en la calle. Sería una injusticia flagrante: estas mujeres musulmanas tendrían que elegir entre abandonar la práctica de su fe o quedarse en Francia. Para mí, esta es la versión francesa de la lucha de identidades entre republicanos y demócratas estadounidenses.

¿Cómo podemos esperar superar esta grave brecha entre los ciudadanos?

T.: En todas partes, las crisis que tiran de la identidad nacional hacen que la gente sólo pueda ver al otro como un traidor. Esto socava la vida política, que se convierte en un callejón sin salida. Hay una manera de superar esta oposición, de trascenderla, pero requiere un cambio bastante profundo en la concepción de lo que es la buena vida, la vida profunda, la vida que realmente realiza el potencial de la humanidad. Pienso en líderes como Martin Luther King o John Lewis, que vieron la posibilidad de proponer al adversario, casi al enemigo, una nueva forma de relacionarse con el otro que acepta la diferencia y abre la posibilidad de un replanteamiento creativo de la convivencia.

Así pues, hay saltos cualitativos en la historia que los pueblos son capaces de dar, pero para ello es necesario que los portavoces de un bando abandonen realmente la postura del miedo y del odio, de la ira y del temor, para dirigirse al otro como posible interlocutor. “Dejad la carga del odio”, propuso John Lewis. Esta visión antropológica de que el odio es una carga, algo que te aplasta, me parece realmente extraordinaria. Pero la oferta de diálogo tiene que ser recibida. No sé si esto sigue siendo posible en Francia y Estados Unidos… En Canadá, la situación es un poco menos grave, porque la sociedad está menos polarizada.

Sin embargo, me gustaría añadir que el gran reto de la democracia al que nos enfrentamos hoy no debería sorprendernos. En cierto modo, estaba inscrito en los altísimos objetivos que aceptamos al convertirnos en modernos, en el proyecto de crear esta sociedad autónoma, que requiere cierta unidad e igualdad entre los ciudadanos. Ante estas dificultades, o bien decimos que los regímenes autoritarios tienen razón, y renunciamos a la igualdad y al autogobierno, dejándonos gobernar por líderes esperanzadamente benévolos; o intentamos avanzar.

¿En qué terreno está arraigada su vocación filosófica, que es también una vocación de diálogo?

T.: Creo que tiene su origen en el bilingüismo de mi familia. Cuando era niño, ocurría que a menudo nos encontrábamos en familia, bien entre anglófonos que hablaban francés, bien entre francófonos que hablaban inglés. A mis padres y a mí nos llamó la atención lo que escuchamos de cada uno. Nos llamó la atención los malentendidos entre los dos grupos.

En lugar de abandonar los temas irritantes, especialmente los políticos, esta situación dio a mi familia la vocación de explicarse. Decir: “No, los otros no son así”. Tomamos este camino de forma espontánea, porque también queríamos que estos dos grupos se llevaran bien, ya que nos resultaba desgarrador que estuvieran enfrentados. Cuando tomas este camino, te conviertes de alguna manera en un traductor a pesar de ti mismo.

Es un cristiano, un católico. ¿Cuál ha sido su trayectoria de fe?

T.: Nací en Quebec, en una familia mixta anglicano-católica. La parte católica de mi familia está ligada a mi madre, que es francófona. Mi padre, anglicano, no era muy devoto. Era de Toronto y no hablaba ni una palabra de francés. (Risas.) De niño, iba a misa todos los domingos en una parroquia algo rica de Outremont. Allí aprendí una cierta retórica católica, pero no cuajó, y de adolescente me apagó por completo el extraordinario afán de control que conllevaba ese catolicismo. Leer más…

Espiritualidad, General , ,

“Desierto”, por Miguel Ángel Mesa

Jueves, 5 de mayo de 2022

desiertoDel blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:

La ciudad suele imprimir una vida consumida por la prisa y la necesidad de eficacia, sin pérdida de tiempo, produciendo en nosotros estrés y una celeridad e impaciencia que, cada vez, nos cuesta más abandonar para recuperar la quietud y el sosiego.

Además de esta realidad absorbente y desestabilizadora, para poder desarrollar algo de humanidad, de cercanía hacia el otro, utilizamos cada día con más asiduidad las redes sociales, para sentirnos acompañados, para darnos cuenta si la gente está pendiente de nosotros o no, si lo que compartimos es reenviado, retuiteado, reguasapeado…

Esta necesidad nos obliga a estar pendientes constantemente de la pantalla, no pudiendo prescindir del móvil en ningún momento, para no perdernos ningún mensaje de los que nos envían nuestros followers. Son los seguidores, que nos aportan felicidad cuando nos leen y responden con asiduidad y rapidez, o desilusión y desamparo si nos abandonan.

Aunque en teoría podamos tener 500, 1.000 o más “amigos” en Twitter, Facebook o Instagram, al final muchas veces nos encontramos solos porque, a la hora de la verdad, nos faltan las amistades auténticas, esas que están a tu lado en los buenos y en los malos momentos. Y que se suelen contar normalmente con los dedos de una mano.

La ciudad nos puede devorar. La ciudad exterior, en la que vivimos, nos desplazamos hasta el trabajo, la compra o el entretenimiento. Una ciudad llena de gente pero herida de soledades, de marginación, de exclusión… Demasiadas almas desiertas, vacías y resecas por el desamparo, el rechazo, la intolerancia o la violencia. Siempre estamos rodeados de gente pero, en realidad, la euforia de las multitudes se transforma muchas veces en el desierto de la soledad. Porque el desierto, si no es buscado y gustado, se puede transformar en una trampa mortal.

Por eso es necesario ayunar de vez en cuando de las redes sociales, dejar el móvil o la tablet a un lado y centrarnos en lo esencial. Como, por ejemplo, recuperar la llamada telefónica para hablar tranquilamente con la persona que está enferma y sola. Quedar con los amigos para pasear, ir al teatro o tomar una cerveza, disfrutando de la buena compañía, recuperando, recreando y fortaleciendo la amistad. Dedicar tiempo a la pareja o a la familia, teniendo detalles, perdiendo el tiempo, jugando, viendo una película… pero juntos.

Si no queremos naufragar en medio de esta vorágine, tenemos que parar, hacer un inciso en la actividad diaria para restaurar nuestra serenidad perdida.

Para ello es conveniente callar tanto ruido como llevamos dentro, haciendo silencio interior, para poder valorar las experiencias, los encuentros, los problemas y malestares íntimos. Solo entrando en el desierto de nuestro corazón podremos alcanzar el equilibrio, para volver a la existencia con más fuerza, ánimo y alegría.

Entonces el desierto se vuelve fértil, comienza a florecer, lenta pero constantemente. Y, buscando sin descanso, lograremos descubrir de nuevo, o por primera vez,  el pozo, el manantial que sigue fluyendo por las cavernas subterráneas que existen en nuestro hondón interior.

O las ascuas que siguen ardiendo, dando calor e iluminando, manteniendo vivo el deseo de paz profunda, el anhelo de sentirnos vivos, palpitando nuestro corazón ardiente en medio de las cenizas cotidianas.

(Publicado en Respira tu ser. Espiritualidad para la vida. Meditaciones, Ediciones Feadulta, Illescas 2021, pp. 135-136)

Espiritualidad , ,

Síndrome de Caín.

Miércoles, 27 de abril de 2022

Rathsack_Cain_AbelSvend Rathsack (1885-1941).

Ya he adivinado por qué no se para la guerra. Porque vivimos el síndrome de Caín. Cuando Caín mata a su hermano Abel, Dios le marca con una señal para que nadie ataque a Caín por haber sido fratricida. Eso es lo que veo y siento. Vivimos un auténtico rencor y violencia contra los atacantes de la guerra.

Nos gustaría castigarlos incluso con la muerte. En el fondo vivimos todos con una fuerte violencia. Parecida a la que ellos tienen. Y así lo que hacemos es aumentar el mar de la muerte. La guerra es como una gran nube muy alta. Y cada explosión que vemos nos provoca otra nube inmensa de odio y venganza.

Ya sé que es muy difícil pero mientras no nos eduquemos y formemos todos en el perdón, no dejaremos de construir una inmensa nube, cada vez mayor, de enemistad, violencia, agresividad, muerte.

Me gusta mucho una oración que funciona por ahí y que la hace suya el papa Francisco. Dice así”: Y cuando, Dios, hayas detenido la mano de Caín, cuida también de él. Es nuestro hermano”. Es la forma de parar la violencia de la guerra y de la muerte.

En mi ingenuidad, me imagino el mundo como un inmenso tren de los que andaban con vapor. Según echemos vapor positivo o negativo, el tren corre hacia la paz o la guerra.

Somos toda la humanidad la que tenemos en nuestras manos el conducir el mundo hacia uno u otro lugar. No hay un solo conductor. Todos somos guías de la marcha del mundo.

Vivimos en mundo acostumbrado al juicio condenatorio. Así cuando hablamos de la pederastia, entendemos y comprendemos que ha de haber castigo a los que lo han cometido. Pero, una vez admitido el castigo y la pena, yo creo que también es preciso que acompañemos al Caín que pudo existir en cada delincuente. No podemos dejar de amarlos y acompañarlos para su recuperación total.

Necesitamos un mar en calma total. Cualquier ola, la produzca el viento que sea, colabora a crear grandes olas que remueven las aguas y embravecen el mar. Y necesitamos una mar serena, en paz, transparente.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad , , ,

“Humano como Jesús, solo Dios puede serlo“, por Gabriel Mª Otalora

Sábado, 9 de abril de 2022

Jesus modernoDe su blog Punto de encuentro:

Partimos de algo extraordinario. Dios, omnipotente e increado, inmanente y trascendente del que ni siquiera podemos balbucear nada suyo excepto lo que amorosa y gratuitamente nos ha sido revelado; es decir, que se hace uno de nosotros adquiriendo la condición frágil y limitada en todo, excepto en la maldad, sin atajos de ningún tipo… Ni siquiera se avino a nacer en una familia media o acomodada, mucho menos entre las seguridades de un palacio; al contrario, llegó de manera humilde, vivió como uno más la vida cotidiana en un pueblecito de mal nombre y en una zona peligrosa como era Galilea. En un momento dado, Jesús salió del anonimato para acompañarnos en nuestros dolores e injusticias poniendo lo esencial de Dios a nuestro alcance: su amor desbordante e infinito, sanador y lleno de sentido, especialmente con los más desfavorecidos precisamente por eso: porque son los más lo necesitan.

Cuando nos quejamos a Dios de los sufrimientos y dolores, no solemos reparar  en lo esencial: por amor nos mostró la manera de vivir mejor desde la propia condición humana. Aun así, fue incomprendido y rechazado por lo que suponía de cambio hacer el bien. Su amor inquebrantable quiso festejar la verdadera vida, pero tuvo miedo, decepciones, oró muchísimo para pedir luz y fuerza… Su paso por este mundo fue una renovación de la Alianza del Sinaí, aunque no desde una deidad al estilo de Aristóteles, lejana estática, motor inmutable, o simplemente sin implicarse en nuestras vidas. Tampoco desde la ostentación de su poder, algo que aplastaría nuestra libertad.

Su ejemplo, más allá de no hacer el mal nadie, nos acompañó en el día a día humano revolucionando la existencia sin escatimar dificultades, dolores ni frustraciones; alegrías y plenitudes, todo lo que implica vivir la condición humana hasta lo más hondo y de manera plena. Lo más gordo y lo paradójico, es que fracasó como ser humano dando la imagen aparente de que el mal es más fuerte que el bien.

Su vida no fue la que se esperaba del Mesías, de libertador poderoso contra los enemigos del pueblo judío, gracias a un dios con el perfil de las deidades griegas y otras similares, pero no el Dios Amor que se va revelando a lo largo de la historia en nuestras experiencias diarias.

El Mesías se mimetizó en un humilde sembrador de Vida plena sin haber disfrutado de la recolección de sus frutos, pues el domingo de Ramos pronto se transformó en la peor de las pesadillas en medio de calumnias y el descrédito total, humillaciones, tortura y muerte a manos de quienes aparentaban defender a Dios.

Esto es algo que debiera interpelar a nuestra vanagloria pues no somos eslabones sueltos sino partes de una larga cadena de sembradores, incluidos quienes van en la misma dirección sin ser cristianos, algo que ha actualizado la apuesta sinodal de Francisco. Todo lo que va en la dirección del amor solidario, en cualquiera de sus manifestaciones, están en la dirección de Cristo, tal como lo recogen Marcos (9,40) y Lucas (9,50): Quien no están contra mí, está conmigo.

Todos esperaban un Salvador a la manera humana, es decir, alguien con vitola de poder que ponga las cosas en su sitio a los que no aceptan sus mandamientos. El primer sorprendido fue su primo, Juan el bautista que esperaba otro estilo de Mesías más severo y vencedor.  Aun así, quienes no están dispuestos a prescindir de su estatus para mejorar la vida de los que peor viven, pronto entienden que Jesús es peligroso precisamente por lo buena persona que resulta con todos. Y por ser fiel a vivir despojado de su rango, es calumniado y asesinado como un malhechor fracasado ante el oprobio y la cobardía de casi todos.

Ahora bien, esa Cruz está revestida de la Buena Noticia de la resurrección. Vivimos ya pequeñas muertes y pequeñas resurrecciones. No acaba todo con la muerte; al contrario, ahí comienza la experiencia de la fe que no debe ser tan fácil cuando sus propios discípulos se negaron a creer en ella cuando las mujeres fueron apóstoles (enviadas) a comunicarles que Jesús había resucitado. He dicho bien, apóstoles. Os recomiendo vivamente que leáis de seguido los cuatro relatos evangélicos de la Buena Noticia del resucitado. Veréis la claridad con la que se destaca el papel exclusivo del apostolado de las mujeres… Curiosamente, de una mujer nació el Mesías, y unas mujeres fueron las enviadas a comunicar que Cristo ha resucitado…

Ningún otro relato de otras divinidades ha llegado a tanto. Qué acertado está Evaristo Villar cuando escribe “Humano como Jesús, solo Dios puede serlo”. Nadie más.

El riesgo permanente es conformarnos con conocer la cruz someramente, culturalmente, sin transformación verdadera ni ligada a la Buena Noticia auténtica del Dios-Amor a la manera del relato del hijo pródigo. Sin embargo, ahí están las procesiones de Semana Santa, donde el sufrimiento y la muerte de Jesús juegan el papel estelar concitando mucha mayor atención que la Resurrección.

Ojalá estas reflexiones ayuden a vivir mejor la Cuaresma.

Espiritualidad , ,

Marion Muller-Colard: la fe como pasión de la humanidad

Miércoles, 19 de enero de 2022

EECC1E05-045C-49CE-A179-FDC04BE26832-768x432La auténtica fe brota de una existencia radicalmente marcada por la lamentación y la aflicción

 No hay historia sin la entrada en escena de una dificultad imprevista, de una contrariedad que nos desvía del camino previsible. No hay historia con la seguridad de quien sólo sigue los caminos ya transitados

Hay quien prefiere los tranquilizantes para abrazar el reposo y la programación. Eso supone ignorar que el evangelio es el libro de la intranquilidad, que la fe se inaugura con la incertidumbre y la fragilidad que permiten la irrupción del Inédito

¿Qué entendemos de la realidad si eliminamos la presencia de la intranquilidad? ¿Queda algo de la espiritualidad cuando se anula la queja? Algunos han querido hacer de la religión un hogar confortable en el que ya no hay espacio para la tensión salvífica

Hay quien cree encontrar seguridad pactando con la realidad, pero la vida no admite concesiones. Buscamos prevenirnos del riesgo inspirándonos en una simplificación irreal de la vida. Pensamos ilusoriamente que el control, el discurso, el protocolo y la fuerza detendrán la angustia existencial, pero todas estas estrategias nos vuelven rígidos y, por tanto, más fácilmente quebradizos. La única oportunidad de la que disponemos es la ductilidad que proviene, paradójicamente, de la intranquilidad.

No hay historia sin la entrada en escena de una dificultad imprevista, de una contrariedad que nos desvía del camino previsible. No hay historia con la seguridad de quien sólo sigue los caminos ya transitados. Sin embargo, hay quien prefiere los tranquilizantes, se abraza al reposo y se aferra a la programación. Eso supone ignorar que el evangelio es el libro de la intranquilidad, que la fe se inaugura con la incertidumbre y la fragilidad que permiten la irrupción de lo Inédito.

No estamos en tierra de certezas sino en el ámbito de la confianza en los maestros que han pasado por la lección que transmiten. Por eso algunos reconocen a Jesús como un maestro válido, porque justo a continuación de la palabra de elección experimenta la tentación de la suficiencia y el poder. Y es que Jesús no promete la evitación del riesgo sino una inmersión incondicional en la complejidad de la vida sin tratar de sustraernos. La religión es receta, pero la fe auténtica frustra el deseo religioso. La fe de Jesús y de Abraham les lleva a no tener dónde reponer la cabeza, los preserva del inmovilismo, los aboca a un nomadismo que posibilita encuentros renovadores. Quien quiera salvar su vida, la perderá. Quien caiga en la seducción de los atajos perderá la experiencia de la profundidad humana.

De la impotencia a la fe: otro Dios

No nos educan para la impotencia. No aprendemos a aceptar la debilidad, la soledad, la pérdida de capacidades… y por eso nos quejamos. Pero existen situaciones en la vida que nos hacen pasar de las quejas a la Queja que resiste todo consuelo. Quien da este paso se acerca a Job: no es la pérdida lo que le lleva a la Queja; no es sufrimiento lo que le conduce a la Protesta. Es más bien la decepción de haber creído que Dios le protegía y ahora se siente defraudado.

Es la Queja frente a lo que no consideramos justo porque pensamos que la realidad se rige por una lógica. Confiábamos porque creíamos estar protegidos. Es el peso de la lógica retributiva: Dios vuelve bien por bien y mal por mal. Somos religiosos porque hemos firmado un contrato con Dios: felicidad a cambio de piedad. Hasta que la vida nos pone a prueba y fracasa la idea de un dios funcional. Job perdió más que familia y propiedades; perdió la seguridad de la protección que provenía de Dios. Y su fe retributiva no le había enseñado a sobrevivir a la Amenaza.

Job vivía de la contabilidad de una vida piadosa hasta que la Amenaza le agrede y aflora la Queja. Pero esta vivencia le hace consciente de la existencia de Otro Dios, Incondicional, que le salva de la relación contractual. Entre un Dios juez y un Dios perverso aparece un Dios imprevisible. El sufrimiento ha llevado a Job a encontrar el Inconmensurable. Ha pasado de un sistema de creencias a una relación personal, de la religiosidad a la fe, de un Dios funcional a un Dios vivo que se nos escapa porque nos supera. Ha accedido a la Gracia.

Vivir la fe con pasión

El sufrimiento se convierte en una provocación porque perturba la aparente quietud de la piedad y habla con elocuencia. Por eso la historia de la pasión humana (y de la compasión) es inmune al optimismo de la idea de justicia. Nada de sordera, de mitos consoladores y explicaciones ahistóricas, sino búsqueda permanente e infatigable de la dimensión espiritual como acceso a la Gracia. La Queja se convierte en interpelación y Gracia lleva a la esperanza. El aspecto intranquilizante de la Amenaza y de la Queja estimula la dimensión profética de la denuncia y del testimonio, quizás el único discurso capaz de romper nuestro caparazón defensivo. El Dios que se acomoda al deseo humano tiene mucho ídolo engañoso. La auténtica fe brota de una existencia radicalmente marcada por la lamentación y la aflicción. Es una fe que clama porque cree que, en cuanto a Dios, todavía no se ha dicho la última palabra. Es la esperanza en tensión porque sabe que quiere creer en Dios y no en la propia fe en Dios.

De Marion Muller-Colard (Marsella, 1978) la editorial Fragmenta ha traducido dos ensayos espléndidos: La intranquilidad (Premio de Espiritualidad Panorama-La Procure) y El otro Dios. El lamento, la amenaza y la gracia (Premio Spiritualidades de Aujourd’hui, Premio Écritures & Spiritualités, Premio Abat Marcet). Muller-Colard atestigua que la fe transita por un paisaje de oraciones, muy lejos del confismo de los triunfadores. Ni la indiferencia arrogante ni la relativización engañosa del sufrimiento aceptan creer en un Dios que está continuamente adviniendo y reclama ser recibido. Por eso sólo accede al otro Dios quien se niega a ser un espectador pasivo, un adorador del fatalismo o un gestor de estrategias a medio plazo.

No se recibe a Gràcia sin haber pasado por la crisis que nos convierte. ¿Qué entendemos de la realidad si eliminamos la presencia de la intranquilidad? ¿Queda algo de la espiritualidad cuando se anula la queja? Algunos han querido hacer de la religión un hogar confortable en el que ya no hay espacio para la tensión salvífica. Han atrofiado la sensibilidad espiritual olvidando que el encuentro con Dios pasa por el sufrimiento y las lágrimas secas. Marion Muller-Colard enseña que la intranquilidad del sufrimiento contiene una revelación porque forma parte de la sacralidad de la vida. Sólo quienes son sensibles descubren la presencia divina (“¿Cuándo te vimos desnudo, o enfermo, o encarcelado, o con hambre y sed…?”). Donde prospera este proceso arraiga un elemento esencial de la experiencia espiritual: la fe es la confianza, pese a la precariedad, en un Dios garante de la vida.

Fuente Religión Digital

Espiritualidad , , , , ,

Navidad ¿qué va a cambiar?

Sábado, 25 de diciembre de 2021

 

noc3abl

 

¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

vierge-afrique

***

 

 

El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

        Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

        Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

*

W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , ,

“Empatía”, por José Arregi

Lunes, 15 de noviembre de 2021

Buen-Samaritano_2115698416_13541121_667x375De su blog Umbrales de luz:

El término empatía nació en el siglo XX para expresar la capacidad de comprender los sentimientos del otro como desde su propio interior. Se deriva del griego empatheia, aunque este término significa propiamente pasión, enfermedad (en: dentro; pathos: sentimiento, sufrimiento). El término griego para designar la empatía era sympatheia (“padecer con” el otro), que se tradujo al latín como compassio.

Quedémonos con esto: empatía, como simpatía y compasión (despojada ésta de toda connotación paternalista) evocan la capacidad de comprender y hacer propio el “sentimiento” o “pasión” (pathos) del otro (en-, sym-, com-), de modo que sus sentimientos en general (incluido el gozo profundo), y sus sufrimientos en particular, no me son ajenos, sino que puedo entenderlos desde mi propio interior, es más, desde su propio interior.

Si soy capaz de adentrarme en el fondo de mí mismo, soy capaz de adentrarme en el fondo del otro, de empatizar, simpatizar, compadecer. Y, a la vez, no podré ser yo mismo, mi verdadero ser profundo, liberado de mis máscaras, proyecciones ilusorias e intereses egoístas, sino en la medida en que ejercite cada día mi projimidad, poniéndome en el lugar del otro, preguntándome: ¿Qué le duele? ¿Qué bálsamo necesita para curar su herida? Soy en cuanto me hago prójimo.

Todas las tradiciones espirituales, religiosas o laicas, han enseñado esta empatía profunda como “Regla de oro” de nuestra realización personal y de nuestra manera de mirar y tratar a los demás. En la tradición judía, son célebres dos rabinos de escuelas opuestas, contemporáneos de Jesús: Shammai y Hillel, riguroso el primero y liberal el segundo. Cuenta el Talmud que un pagano se presentó a Shammai y le dijo: “Me convertiré si eres capaz de enseñarme toda la Torá mientras pueda sostenerme sobre un solo pie. Shammai lo expulsó airado. El pagano se presentó a Hillel con la misma propuesta y Hillel le respondió: “No hagas a tu prójimo lo que no quieras que te hagan a ti. Esto es toda la Torá, lo demás solo es comentario”. El pagano se convirtió.

Hubiera podido convertirse igualmente al hinduismo, al budismo, al confucianismo, al taoísmo, al zoroastrismo o al Islam, o a las enseñanzas de Pitágoras y Aristóteles y de tantos otros que enseñaron lo mismo. También, por supuesto, al camino de Jesús, que lo expresó en forma afirmativa: “Tratad a los demás como queráis que ellos os traten a vosotros, porque en esto consiste la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).

Si alguien te ha hecho mucho daño, es normal que tu yo se aíre y reclame venganza o al menos derecho al rencor. Pero la venganza y el rencor no sanarán tu herida. Toma tu tiempo, pero entra más adentro en ti, entra más adentro en quien te ha hecho daño, y te encontrarás con una persona herida por alguien o por algo. Nadie hace daño por maldad, sino por sufrir carencias, errores o daños. Y mira sosegadamente en su fondo, y procura dar pasos hasta ponerte en su lugar y preguntarte: “¿Qué necesitaría yo si fuese él, ella, si estuviese en su lugar?”.

Tal vez vaya transformándose tu mirada y tu actitud ante él, ella, hasta no hacerle daño, o hasta no desearle ningún castigo, o hasta confiar en él y desearle el bien o incluso hacerle el bien. Entonces lo habrás perdonado, aunque nunca lo puedas olvidar ni ser su amigo. Cuando perdones, se habrá curado tu herida, y habrás ayudado a que se cure también la del que te hirió.

Serás como el buen samaritano. Realizarás tu ser “divino”, compasivo, para tu sanación y la salvación de todos los heridos.

(Publicado en VARIOS, Respira tu ser. Meditaciones. Espiritualidad para la vida, Ediciones Feadulta.com, Illescas, Toledo 2021, pp. 81-82)

www.josearregi.com

Espiritualidad , , , ,

“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Viernes, 15 de octubre de 2021

Hoy, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

44792aea-bcbf-11e6-8269-3171c6bdf199


“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

*

Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

***

“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

*

 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

***

Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

***

“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

*

(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

*

“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

*

(Camino de Perfección 21, 26)

***

Entre los pucheros anda el Señor…

6a0105364a8fba970c017d41d1de85970c-800wi

“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

*

Fundaciones 5, 8

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

Ramón Hernández: Jesús vive. Figura primigenia de humanidad.

Viernes, 12 de marzo de 2021

jesusDe su blog Esperanza radical:

Figura primigenia de humanidad

No hay duda de que el Dios de Abrahán nos resultaría hoy poco menos que un salvaje o, peor, un verdugo impasible. Ni siquiera le serviría de excusa el hecho de que, según advertimos en la primera lectura de este domingo, no se propusiera llevar a término el atroz mandato de sacrificar a su hijo que le exigía a su sufrido siervo Abrahán, pues ello no lo exoneraría de haber practicado una horrorosa tortura mental. Pensemos que el relato es solo una fábula que, incluso siendo muy cruel para los tiempos en que fue escrita, no tenía más sentido que el de sentar que Dios está por encima de cuanto es y contiene nuestra vida y de su derecho a tomarlo cuando le plazca. Por lo demás, el relato literario es tan dramático y bello como expeditivo a la hora de reafirmar y testimoniar una fe y una confianza inquebrantables en la palabra divina, en la promesa hecha al protagonista de ser padre de muchas naciones a pesar de ser viejo y de verse ahora obligado a sacrificar a su único hijo.

San Pablo, por su parte, catequizando a los romanos, vuelve al tremendismo de la idea de sacrificio humano hasta convertir a Dios, ahora sí, en el despiadado verdugo que, cayendo en la trampa que le había tendido a Abrahán para probar su fe, exigió a su Hijo una atroz muerte redentora en la cruz. El también fantasioso relato teológico de Pablo nos repugnaría si lo entendiéramos literalmente, pero la explicación dada por el mismo apóstol nos deja claro que realmente no se trata de una muerte cruel, sino del perdón incondicional de nuestras fechorías y de la entrega total que se nos hace a los seres humano de la vida del Hijo de Dios hasta el punto de que, estando él de nuestra parte, nadie podrá nada contra nosotros. Si Dios es quien nos elige y justifica, nadie nos condenará. Y menos el Cristo, que, en vez de condenarnos, murió y resucitó por nosotros. Deberíamos deducir de todo ello que la Iglesia no tiene ningún poder condenatorio y que lo propio suyo es perdonar y justificar, verdad que se da de bruces con muchos de los comportamientos pretendidamente cristianos.

El evangelio va mucho más lejos al anticiparnos de alguna manera la visión y gozo de lo que el perdón y la justificación conllevan. La transfiguración de Jesús en el monte Tabor y el arrebato de gloria que se apodera de los discípulos que lo acompañan fue seguramente una experiencia religiosa de profunda oración invasiva, que siempre va acompañada de un gozo indescriptible. No me cabe la menor duda de que son muchos los cristianos que sienten ese mismo gozo cada vez que su oración alcanza el nivel de una íntima y confiada conversación con Dios. Pero, ¿por qué les prohibiría Jesús hablar de tan hermosa experiencia hasta que resucite de entre los muertos? ¿Qué significa eso de resucitar de entre los muertos? Tal vez la mejor forma de entender la resurrección de Jesús, tema que sorprende a los discípulos que lo acompañan, sea la convicción que tenemos los cristianos de que Jesús sigue vivo a nuestro lado.

Como creyente convencido, tengo a Jesús por paradigma de humanidad, como figura en la que no solo pueden descubrirse los trazos de la mejor forma de vida humana a que podemos aspirar, sino también alcanzar la consumación de la vida de cada cual. Tal es la más hermosa conclusión que he sacado de la trascendental obra filosófica sobre los valores de mi maestro fray Eladio Chávarri. En la vida y en la predicación de Jesús se da ya la plenitud del amor que lo une como Hijo al Padre y como hermano a todos y cada uno de nosotros. Por ello, causa desazón y decepción padecer los vaivenes de una Iglesia, pretendida como la suya, que se atrinchera en la negación y en la condena en vez de hacerlo en la consumación y la gloria. Por muy sembrado de cruces que esté su camino y por dura que sea la conversión permanente que ser cristiano exige, el cristianismo que no sea alegría y gozo es usurpador. El cristianismo auténtico solo puede anticiparnos el gozo de los frutos de la consumación de nuestra vida, agrandando y perfilando nuestra propia condición de humanos Todo lo demás que se diga y se haga en su nombre obedecerá a intereses espurios.

A la sombra de la idea de sacrificio, en la que tanto abunda la liturgia de hoy, y como contrapunto del hombre nuevo que es Jesús, cuya humanidad nos sirve de modelo para perfilar la nuestra, Chávarri subraya la espectacular explotación y el desorden universal agresivo que está causando en nuestras vidas el “hombre productor consumidor” que domina nuestro tiempo: “Las relaciones de señor y esclavo se reproducen por doquier, sutilmente animadas por valores tan estimados como la eficacia, la competitividad, el dinamismo, la optimización del lucro y la reducción de los costes. Hasta se establecen pactos de competitividad entre los agentes sociales. Los dioses siempre han exigido sacrificios. Actualmente, el hombre, bajo el culto a los valores biopsíquicos y económicos, ordena para sí el holocausto de los seres. No importa que sean niños hambrientos, dioses, tradiciones seculares, jóvenes condenados al ostracismo, pueblos reducidos a la miseria, pollos, ríos, mares, bosques y tierras. Entre los que han requerido ofrendas, sacrificios y holocaustos, el HPC no es precisamente el más compasivo. Su experiencia básica denota, más bien, un espacio interior impregnado de crueldad” (Perfiles de nueva humanidad, pág.  51).

No hay futuro, al menos un futuro largo y halagüeño, para el tipo de hombre que somos. Pero, por muy conscientes que seamos de su depravación y de la cortedad de sus miras, no podemos tirarlo a la basura porque es el único tipo de hombre que tenemos y del que forzosamente deberemos partir si queremos mejorar nuestra entidad. El hombre que ahora somos nos está demostrando que es muy poderoso a la hora de preservar la salud y de instrumentalizar la naturaleza para que produzca mucho más y mejor, pero está haciendo tabla rasa de otros muchísimos valores que necesitamos para colmar de humanidad la vida humana: además de salud y riqueza, pues no solo de pan vive el hombre, debemos alimentarnos de muchísimos otros valores de discernimiento, de conducta, de belleza, de entretenimiento, de convivencia y de los relativos a una proyección que dé consistencia y sentido a nuestra misma existencia. Por ello, deberemos limar las aristas de la tremenda explotación que ejercemos sobre todos los seres  y encauzar las fuerzas de la crueldad que tan generosamente derrochamos, fuerzas que nos están arrastrando a la autodestrucción. Salud y dinero son dos excelentes valores, pero no más ni más decisivos que todos los demás aludidos, valores que se tornan contravalores en la medida en que desplazan o avasallan todos los demás. La mejora real de nuestra vida, además de salud y comida, requiere conocimiento, convivencia, diversión, belleza, amor y confianza en un Dios que esté de nuestra parte.

Mírense como se miren los tiempos actuales, lo cierto es que el Dios humanizado que habita en nosotros se reverbera en las lágrimas de tantos seres humanos. Los puñetazos que nos propina el coronavirus demuestran con contundencia no solo que la vida es muchísimo más importante que el dinero, sino también que se trata de un preciado bien que no podemos conservar sin el apoyo y el sacrificio de los demás: yo te ayudo a ti a vivir y tú haces otro tanto conmigo, hasta el punto de que, si abandonamos a un solo ser humano a su triste suerte, corremos el peligro de convertirlo en arma letal de destrucción masiva. Definitivamente, queda tajantemente prohibido que Abrahán apuñale a su hijo, que adoremos a dioses que demandan holocaustos y que un ser humano clave a otro en la cruz. Aunque esté nublado y caigan chuzos de punta, Jesús nos asegura que todos vivimos ya en el monte Tabor y que el reino de Dios ha venido para quedarse.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

Espiritualidad ,

Navidad… hagamos Familia, vivamos “todas” las familias…

Domingo, 27 de diciembre de 2020

El Verbo se hizo hombre… se hizo clase…

*

JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett Millais

En el vientre de María el Verbo se hizo hombre,

y en el taller de José, el Verbo se hizo clase...”

*

Pedro Casaldáliga

***

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, [de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor“, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.”

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:

“Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.”

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.]

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

*

Lucas 2,22-40

***

Todas las Familias

7602d161-7c4e-48ff-837f-ddf7e87ce39c

 

El niño iba creciendo, lleno de sabiduría
(Lc 2, 22-40)

***

La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.

Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.

Comunidad Anawin de Zaragoza

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , ,

Navidad ¿qué va a cambiar?

Viernes, 25 de diciembre de 2020

 

noc3abl

¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

vierge-afrique

***

El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

        Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

        Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

*

W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , ,

Pedro Aranda Astudillo: Humanizar la humanidad (II).

Jueves, 22 de octubre de 2020

Mundo (360)“El animal no se puede desanimalizar, los humanos se pueden deshumanizar”. J. Ortega y Gasset. “¿Qué cosa extraña es el hombre: nacer no pide, vivir no sabe, y morir no quiere”? Estas brevísimas y nítidas sentencias nos ahorran comentarios. Sólo cabe decir que el smog que respiramos no viene sólo de las contaminaciones de hidrocarburos, sino además de una convivencia humana densamente brumosa, y sus llagas más profundas son los miles de miles de millones de seres humanos crucificados por las injusticias, por los absurdos bélicos y por las “egocracias”, “partidoscracias” que nos convierten unos contra otros.

Humanizar la humanidad nos exhorta a no volver la espalda a lo más prístino de nuestros orígenes esenciales. Nuestra llave de sol para el pentagrama de existir en convivencia humana proviene que fuimos engendrados en el abrazo de amor de nuestros padres. (Salvo que se haya concebido por lo que filósofo griego Séneca advertía: “que tu cuerpo no sea la tumba de tu alma”)

Ser concebidos desde el éxtasis del amor es la aurora misma de la vida. En el reino de la flora y fauna también vemos cómo los progenitores paren y cuidan a sus crías, cómo nacen los árboles y flores de la tierra. La vida desde los engendros, de los nacimientos son los verdaderos himnos de la ternura.

Por la ternura aprendemos a dar los primeros pasos, a robustecernos para emprendernos en la propiedad de ser y convivir. Así como es tan fácil perdernos sea en las calles, sea por confusiones, nuevamente nos asoman los consejos paternos, de los amigos para abrirnos los ojos. Más aún, se hace presente aquello: “si recuerdas haber ofendido, deja tu ofrenda al lado y ve a reconciliarte con tu prójimo”.

¿Estamos idealizando la vida “dulcificándola” en medio de las crudas realidades que vivimos? cuando hemos asumido como verdad incuestionable “la ley del más fuerte” y como hecho de la causa sobreviven los más fuertes, “los exitosos”.

También es un hecho cómo sufren profundamente los hijos por las desavenencias de sus padres. Qué decir de las Tragedias griegas con sus cadenas interminables de venganzas… lecciones para hoy.

Los pantanos que hemos creado, de ellos no saldremos. Las COP 25 nos demuestran que al llegar el punto que debemos abstenernos de un beneficio personal o nacional se nos atrofia la conciencia del bien común global, que todos dependemos de todos.

Nos creímos por siglos que éramos el rey de la creación y pasamos a ser sus depredadores. Cortamos el amoroso cordón umbilical con la tierra, con los mares, con los cielos. ¿Qué somos con sed sin agua? Sólo el amor creador nos dispuso de todo para continuar con ÉL la evolución del reino de la vida, del reino del amor. Más que la opción de “ser o no ser, es amar o no amar, servir o no servir”. Humanizar o abortarnos como humanos.

Pedro Aranda Astudillo, Fundador de la Corporación Gen. Octubre 2020

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad , ,

“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Jueves, 15 de octubre de 2020

Hoy, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

44792aea-bcbf-11e6-8269-3171c6bdf199

“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

*

Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

***

“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

*

 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

***

Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

***

“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

*

(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

*

“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

*

(Camino de Perfección 21, 26)

***

Entre los pucheros anda el Señor…

6a0105364a8fba970c017d41d1de85970c-800wi

“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

*

Fundaciones 5, 8

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

Pedro Aranda Astudillo: Humanizar la humanidad (I).

Miércoles, 14 de octubre de 2020

Mundo (360)“La gente feliz no es rentable, con lucidez no hay necesidades innecesarias”. Antaño se escuchaba “contigo pan y cebolla” pues amar y ser amado era respirar plenitud. El imperio del consumo, del progreso voraz e insaciable trastornó la brújula que nos orientaba hacia el espíritu de la vida, y nos volcó al dominio de la materia y endiosarse con ella. Marshall McLuhan (+1980) uno de los investigadores socioculturales más acertados se refiere cómo las creaciones humanas a su vez “nos amasan” a su semejanza. “Los grandes avances de la civilización son procesos que casi hunden a las sociedades por lo que ellas mismas producen”.

El Covid 19 nos puso el cable a tierra, por ello sólo ataca a los humanos, nos tiene postrados en todo sentido. Profundizar los hechos, obliga. Este virus arrasó los continentes de rey a paje y nos tapó la boca, nos incomoda respirar, de abrazarnos a los codazos. Nos enrostró y desnudó nuestra máxima limitación: ¿qué es un portaaviones con una tripulación infectada? ¡Sucedió! ¡Las prepotencias desplomadas por un virus invisible!

Si desde los humos milenarios nos erguimos como humanos, el virus nos volvió a la igualdad y projimidad en la interdependencia de infectarnos, pero a su vez despertó la solidaridad: ollas comunes entre otras actividades.

Nos puso de señero sublime para siempre al personal de salud, que por meses de meses entregan sus vidas por sus prójimos bordeando la vida y la muerte. Una sociedad, para que sea humana debe entroncarse en sus raíces, todo y todos venimos del gran útero del universo, del útero de nuestra madre, para volver al útero de la tierra. Nacemos como Familia Humana.

Humanizar la humanidad nos es un verbo irrevocable, el reto para la economía, la política, la educación: “El derecho y deber de vivir en paz” entre nos-otros y no contra vos-otros. La pedagogía para reconstituirnos como humanos empieza con “el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos” Eduardo Galeano. Aprender a escuchar la conciencia, como es un templo, démonos el espacio-tiempo de reconocernos por dentro, donde nacen nuestros comportamientos. Por el algo el virus nos encerró… Es tan perentorio como tomar agua, comer… Pero, nuestra civilización nos redujo al activismo de acciones y reacciones, y, con la pandemia de la prisa “no hay tiempo” para tomar distancias frente a los hechos. ¡El que pestañea pierde!

La masificación de nuestras vidas, en el reino de las comunicaciones nos conectamos con todo el mundo menos con nosotros mismos. Así, nos quedamos vacíos, solos en la interperie del anonimato. Este sufrimiento runruneante nos sangra por dentro pues existimos para convivir. Los animales pueden vivir bien en un zoológico adecuado, los seres humanos al final del día se enferman por una sociedad enferma y un medio ambiente ardiente. “Paren este mundo que me quiero bajar”, un clamor ya de décadas… Humanizar la Humanidad es una exigencia de sobrevivencia.

Pedro Aranda Astudillo. Fundador de la Corporación Gen

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad , ,

José Arregi: Fe en la humanidad.

Martes, 13 de octubre de 2020

mundo-en-la-caraHace unos días, mientras cenábamos, Malen nos regaló con la lectura de una de esas ocurrencias que tanto le gustan: “Los extraterrestres existen. La prueba es que no vienen”. Nos reímos, y luego yo comenté: “Desde luego, si hay extraterrestres, lo mejor ahora mismo es que no vengan a la Tierra”, y la conversación siguió por derroteros más serios. Tan serios como estas preguntas: ¿Podemos seguir creyendo en esta humanidad? ¿Hay solución para la vida de esta Tierra dominada por el Homo Sapiens?

Confieso con desasosiego que mi fe en la humanidad se ha resentido seriamente en los últimos 20 años. ¿Será por la edad y la disminución de mi energía vital? ¿Será la crisis creciente de este modelo de civilización depredadora, competitiva, violenta y machista, de la que la crisis del 2008 no es más que un corolario lógico de todo lo que precedió y un pequeño anticipo de la catástrofe final venidera? ¿Será por el mundo que vemos o por los ojos con que veo? ¿Será la influencia de mi lectura entusiasta de las obras de Harari, por las alarmas que enciende? ¿O será por un poco de todo?

Sea como fuere, el panorama del mundo a causa de la humanidad –sí, a causa de la humanidad o, más exactamente, a causa de los poderosos de la misma, de su codicia sin límites–, es sobrecogedor. Los desengaños de Obama, la insolencia de Trump, las mentiras de Putin, el despotismo tranquilo de Xi Jinping, las multinacionales insaciables, la dictadura financiera planetaria, ganar, ganar, ganar… La destrucción del empleo, la precarización constante de las condiciones laborales, nuestros jóvenes en masa sin futuro. Siria, Yemen, Libia, Sahel, retrato de un mundo desgarrado…. El colapso ecológico, la alarma climática, la huida adelante. La aceleración constante, la prisa agobiante, la competitividad feroz, el estrés creciente. Diez mil de años de lo que llamamos progreso son la prueba fehaciente de este principio que anuncia el fin: a más progreso, más asfixia.

Y ahora… esta pandemia del coronavirus que nos cerca y nos hunde más aun en la angustia y en la incertidumbre, pandemia de la que no me atrevo a decir que sea consecuencia directa de la intervención humana, pero sí que pone cruelmente al descubierto la profunda fragilidad de nuestra especie en la cúspide de su poder y los radicales desarreglos de este modelo de civilización inhumana, de su afán de competir y de ganar hasta para lograr la vacuna, cueste lo que cueste. Y nos cuesta la vida personal, familiar, social, planetaria, eco-planetaria.

Estoy tentado de decir, aunque me asuste decirlo: Esta especie no tiene remedio, no es viable, camina hacia la destrucción general y su propia autodestrucción. Alguien la definió como “una especie que carece de la capacidad para gestionar sus propias capacidades”. Es capaz de infinita ternura y de sonreír dulcemente, de perderlo todo por ayudar al que no puede, de componer el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz y de cantarlo como Amancio Prada, de inventar mitos y de bailar tangos. Pero también es capaz de las mayores crueldades por odio y venganza, y es incapaz de dominar sus recuerdos, miedos y angustias, y de descansar tranquilamente. Es incapaz de dominar su propio poder y de controlar sus emociones perturbadoras. San Pablo lo dijo en una memorable sentencia: “Hago aquello que no quiero de verdad, y soy incapaz de hacer aquello que quiero de verdad”.

Y así vamos, y así va el mundo por nosotros. ¿Será que caminamos sin remedio a la ruina universal? Resignarse a ello equivaldría a provocarlo. No hallaremos remedio a los males que nos aquejan si no recuperamos la fe en nosotros mismos y en nuestra humanidad común. “Tu fe te ha curado”, decía Jesús a los enfermos que curaba. Era la fe o la confianza que suscitaba Jesús en ellos la que los curaba.

Hace unos días, en la sesión plenaria del Parlamento Europeo, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen pronunció un vibrante discurso titulado “Construyendo el mundo en que queremos vivir: una unión de vitalidad en un mundo de fragilidad”, y empezó su solemne intervención evocando la figura de Andrei Sakharov y su “fe inquebrantable en la fuerza oculta del alma humana”. Apeló a la mejor tradición y voluntad de Europa, a la urgencia del multilateralismo, a la cooperación. Señaló que “las principales potencias o están abandonando las instituciones o las utilizan como rehenes para sus propios intereses”. Llamó a reconocer “la dignidad sagrada” del trabajo, a dejar atrás la indecisión, a trabajar por una “globalización justa”. Y puso especial énfasis en la urgencia de buscar una solución a las migraciones desde “un enfoque humano y humanitario”. Y terminó diciendo: “Europa será lo que queramos que sea. Construyamos el mundo en el que queremos vivir”.

Me conmovió. Tiene razón: no avanzaremos hacia otra Europa y otro mundo global necesario sin la fe en lo mejor de que somos capaces. Sin nuestra mejor voluntad. La fe es querer lo mejor de nosotros y confiar en ello, o confiar en lo mejor de nosotros y quererlo de verdad. Pero ahí me surge de nuevo la duda lacerante: ¿Somos capaces de querer de verdad o de confiar en lo más profundo y humano que late en nosotros como nuestra posibilidad mejor?

La misma duda debe de abrumar a Ursula von der Leyen que, pocos días después, no logró que los Estados europeos aceptaran unánimemente las medidas políticas, humanas, que la presidenta les propuso en vistas a un Pacto sobre la Migración, y tuvo que conformarse con la “solidaridad voluntaria”, que es como decir: que cada Estado haga lo que quiera, lo que le venga en gana… No se impuso el querer del bien solidario, sino el querer del interés egoísta. Un querer sin voluntad verdadera, un querer superficial sin fe auténtica y profunda en la mejor posibilidad que nos habita. Y por ese camino seguiremos avanzando al abismo.

De modo que, si por esos espacios sin fin hubiera extraterrestres más inteligentes que nosotros y pudiera hablar con ellos, les diría que no vinieran a nuestra hermosa y doliente Tierra, de no ser para traernos un remedio. Pero no creo que el remedio pueda venirnos de otro planeta. Tampoco podemos esperar que intervenga un “Dios” exterior omnipotente, pues ni siquiera podemos creer que existe.

¿Qué podemos esperar entonces? ¿Podemos confiar todavía? ¿Queda algún modo de salvar la vida, la nuestra y la de todos? Yo no veo otro camino que una actuación a fondo, concertada y planetaria, en cuatro campos estrechamente ligados: la política, la educación, la ciencia y la espiritualidad.

No habrá solución si no llegamos a creer y querer de verdad una política global en mayúsculas, una nueva y efectiva Organización de Naciones Unidas, pues, como dijo Emmanuel Macron hace bien poco, “la ONU actual es un sistema desordenado en un mundo desordenado”. No habrá solución sin un acuerdo global para la implantación progresiva de un eco-socialismo democrático y planetario. Las revoluciones violentas llevan milenios demostrando su ineficacia además de su inhumanidad.

Ahora bien, una actuación política concertada y global será imposible sin una educación familiar, escolar, universitaria y permanente en el respeto, el diálogo y la solidaridad como único camino de una vida personal y colectiva buena y feliz.

Pero ni la política ni la educación podrán prescindir del conocimiento científico sobre esta especie viva maravillosa y contradictoria que somos el Homo Sapiens. La ciencia por sí sola no puede ofrecernos la solución, pero no habrá solución sin las ciencias. Creo, concretamente, que las neurociencias y las diversas biotecnologías y los productos farmacéuticos serán absolutamente indispensables para corregir las disfunciones neuronales y genéticas que arrastra nuestra especie desde su origen. No se trata de ningún “pecado original”, sino de lagunas graves de una evolución inacabada, que las ciencias pueden ayudar a encauzar debidamente. La clave será el sabio uso de la ciencia y sus saberes. Mientras los intereses militares y económicos condicionen las ciencias tanto como las condicionan hoy, contribuirán a nuestra ruina personal y colectiva.

Y en último término, o en primer lugar, creo que no podremos confiar verdaderamente en el futuro de la humanidad mientras no asimilemos la sabiduría más humana y profunda que a lo largo de milenios han desarrollado las diversas tradiciones espirituales, religiosas o laicas, con dogmas o sin dogmas, con “Dios” o sin “Dios”. El Homo Sapiens no logrará ser sabio, es decir, no llegará a querer el bien profundo para sí y para los demás, ni, por lo tanto, podrá vivir en paz consigo y con los demás, mientras no aprenda a dejar que brote de él naturalmente lo que es más suyo y verdadero, el ren o la benevolencia en sus relaciones (Confucio), mientras no aprenda a ser como el agua y a vaciarse y a dejarse llevar sin competir (Laozi), mientras no se libere de sus apegos y deseos superficiales, engañosos (Buda), mientras no descubra la única felicidad o bienaventuranza verdadera, la de la paz, la mansedumbre y la compasión con los heridos (Jesús de Nazaret).

Si así fuera, podríamos recuperar la fe en la humanidad, la fe en las energías vitales profundas que laten en el alma o el aliento que nos hace ser. ¿Seremos capaces de creerlo y de quererlo de verdad?

José Arregi

Fuente Umbrales de luz

Espiritualidad , , , , , ,

Querer el bien.

Domingo, 16 de agosto de 2020

mio-cade_street-brothers_philippines_980px

Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.

Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.

Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.

El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.

Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.

La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.

*

 Juan XXIII

La documentación católica n°1367

***

 

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

“Atiéndela, que viene detrás gritando.”

Él les contestó:

“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.”

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:

“Señor, socórreme.”

Él le contestó:

“No está bien echar a los perros el pan de los hijos.”

Pero ella repuso:

– “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.”

Jesús le respondió:

“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.”

En aquel momento quedó curada su hija.

*

Mateo 15,21-28

***

La mujer de la región de Tiro y Sidón ora forzada y empujada por la necesidad. No puede hacer otra cosa, porque su hija está “poseída“, expresión que, entre otras cosas, significa que la comprensión entre ella y su hija hace tiempo que se ha roto, que ha cesado desde mucho tiempo atrás la inteligencia mutua y que ya no es posible volver a reconocer el alma de la otro detrás de las manifestaciones externas de los gestos y las palabras; como bajo la influencia de un poder extraño, la persona de la otra escapa a la percepción. Eso es lo que la Biblia designa con la terrible palabra “demonismo” (Dämonie). Teniendo presente el tormento de semejante enfermedad, la mujer se dirige a Jesús y, bajo la presión e la necesidad, nada podré detenerla. Impulsada por los desvelos y la preocupación por su hija, no se deja apartar como una pesada, como pretenden los discípulos. Abraza cualquier Forma de humillación y se abandona a una forma de súplica que se podría calificar de perruna, si no se viese en ella precisamente la grandeza de su humanidad.

Así de poderosos pueden llegar a ser los lazos del amor en la súplica de unos por otros .

*

E. Drewermann,
El mensaje de las mujeres: La ciencia del amor,
Herder Barcelona 1996, 134- 135.

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

Recordatorio

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Yo, por supuesto, a petición de los autores, eliminaré el contenido en cuestión inmediatamente o añadiré un enlace. Este sitio es gratuito y no genera ingresos.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un lugar de entretenimiento. La información puede contener errores e imprecisiones.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.