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“José María Castillo: Humanizar a Dios y a Jesús de Nazaret“, por Juan José Tamayo.

Viernes, 24 de noviembre de 2023
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“Con su fallecimiento, la teología española vive una profunda experiencia de orfandad”

“Con el fallecimiento de José María Castillo en Granada a los 94 años el 12 de noviembre la teología española vive una profunda experiencia de orfandad”

“Él me introdujo en la teología crítica y me ayudó a descubrir el sentido comunitario del cristianismo. Años después fuimos entrañables amigos y colegas durante más de cuarenta años en la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII”

“Su larga vida ha sido un permanente ejercicio de pensamiento crítico y liberador que le supuso no pocas censuras y “maltratos” de parte de la jerarquía eclesiástica como la expulsión de la cátedra de la Facultad de Teología de Granada y la censura de varios de sus libros”

“Se mostraba en plena sintonía con Francisco en su crítica del clericalismo. En el terreno teológico hizo contribuciones luminosas que resumo en estas cuatro: la humanización de Dios, la humanidad de Jesús de Nazaret, el declive de la religión y el futuro del Evangelio”

“Pues bien, la humanización de Dios y la humanidad de Jesús de Nazaret conducen derechamente a humanizar la teología: tarea que llevó a cabo ejemplarmente José María Castillo”

Con el fallecimiento de José María Castillo en Granada a los 94 años el 12 de noviembre la teología española vive una profunda experiencia de orfandad ya que desde principios de los sesenta del siglo pasado hasta su muerte ha sido uno de los teólogos más creativos e influyentes en el cristianismo español y latinoamericano.

Una orfandad que estoy viviendo en primera persona ya que fue profesor mío, y ciertamente uno de las más queridos, en la licenciatura de teología en la Universidad Pontificia de Comillas, ya con sede en Madrid, a principios de los setenta del siglo XX. Élme introdujo en la teología crítica y me ayudó a descubrir el sentido comunitario del cristianismo. Años después fuimos entrañables amigos y colegas durante más de cuarenta años en la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII, de la que él era cofundador, vicepresidente y uno de sus miembros más activos hasta pocos días antes de su muerte. Participamos juntos en numerosos encuentros y congresos y en 2005 publicamos en Trotta el libro Iglesia y sociedad en España.

Durante cincuenta años fue miembro de la Compañía de Jesús, que abandonó a punto de cumplir los 80 en un gesto de coherencia intelectual y en un ejercicio de libertad pensamiento y de conciencia. Se doctoró en teología en Roma durante la celebración del Concilio Vaticano II, que dejó una profunda impronta en su vida y en su teología. Fue profesor en la Universidad Gregoriana de Roma, la Universidad Pontificia de Comillas, la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), de San Salvador (El Salvador), y la Facultad de Teología de Granada de la que fue expulsadojunto con su compañero Juan Antonio Estrada.

Su larga vida ha sido un permanente ejercicio de pensamiento crítico y liberadorque le supuso no pocas censuras y “maltratos” de parte de la jerarquía eclesiástica como la expulsión de la cátedra a la que acabo de referirme y la censura de varios de sus libros.

En su obra Memorias. Vida y pensamiento ofrece lúcidas reflexiones sobre sus experiencias vitales e intelectuales y sus vivencias políticas, sociales y religiosas en los diferentes momentos de la historia de España que le tocó vivir: la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la larga dictadura franquista y los años cuarenta y cinco años de recuperación de la democracia. En las Memorias hace también un pormenizado, riguroso y ameno recorrido por la historia de la Iglesia católica bajo los ocho Papas que conoció: Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, quien lo recibió en el Vaticano y le confesó que leía sus libros.

“En su obra Memorias. Vida y pensamiento ofrece lúcidas reflexiones sobre sus experiencias vitales e intelectuales y sus vivencias políticas, sociales y religiosas en los diferentes momentos de la historia de España que le tocó vivir”

 IMG_1336Se mostraba en plena sintonía con Francisco en su crítica del clericalismo. Llamó la atención sobre la contradicción y la incoherencia en las que vive instalada buena parte de la jerarquía católica pues, afirma, “enseña lo contrario de lo que vive” y no respeta los derechos humanos en el seno de la institución eclesiástica.

En el terreno teológico hizo contribuciones luminosas que resumo en estas cuatro: la humanización de Dios, la humanidad de Jesús de Nazaret, el declive de la religión y el futuro del Evangelio.

Dirigentes religiosos y expertos en lo sagrado han deshumanizado a Dios y lo han presentado como autoritario, violento. justiciero, vengativo, imágenes todas ellas que están grabadas en el imaginario social de creyentes y no creyentes, y que llevan a alejarse de él e incluso a negarlo. Como respuesta a tamaño falseamiento, Castillo cree que la principal y más original aportación del cristianismo a las tradiciones religiosas de la humanidad es que Dios se humaniza en Jesús de Nazaret y el Trascendente se hace presente en la inmanencia. Pero no se encarna en lo religioso o lo sagrado, sino en lo humano, que lleva a luchar contra toda forma de deshumanización en el mundo.

Para demostrarlo hace un recorrido por algunas de las mejores tradiciones teológicas y místicas del cristianismo, desde Pablo de Tarso y su teología del “vaciamiento” de Dios hasta Rahner y Paul Tillich. Se detiene de manera especial en San Juan de la Cruz, que escribió un bellísimo poema sobre Dios sin citar ni una sola vez a Dios: el Cántico espiritual, basado varios libros de la Biblia hebrea, especialmente el Cantar de los cantares, que la gran especialista en la mística del Siglo de Oro español, Lola Josa, define como “despatriarcalizante” como lo es igualmente el Cántico. Castillo se refiere también al Maestro Eckhart, quien escribió: “Por eso le pido a Dios que me libre de Dios” y Dorothee Sölle lo reformula pidiendo a Dios que la libere del “Dios del patriarcado”.

La apología de lo divino ha llevado con frecuencia a las religiones a minusvalorar, e incluso a negar, lo humano. La religión ha caminado con frecuencia en dirección contraria a lo humano hasta el punto de que hay personas muy religiosas que tienen comportamientos rayanos en lo inhumano. Algo similar sucedió en la historia del cristianismo y en la teología cristiana con la persona de Jesús de Nazaret, de quien se aceptó sin dificultad su divinidad y se puso entre paréntesis y se cuestionó su humanidad. Castillo cree que tal planteamiento constituye una grave desviación de la relación entre lo humano y lo divino y un desenfoque en la relación entre la divinidad y la humanidad del fundador del cristianismo. Como respuesta afirma que solo se llega a alcanzar la plenitud de lo divino consiguiendo la plenitud de lo humano y que solo podemos pensar a Dios, acceder a él y encontrarnos con él desde nuestra humanidad. Esa fue la experiencia de Jesús de Nazaret y el camino que trazó a sus seguidores: encontrar a Dios en todos y cada uno de los seres humanos. El centro del cristianismo es Jesús de Nazaret que, a su juicio, no es propiedad exclusiva del cristianismo, y menos de la Iglesia, sino que puede ser considerado “patrimonio de la humanidad”.

Solo se llega a alcanzar la plenitud de lo divino consiguiendo la plenitud de lo humano y que solo podemos pensar a Dios, acceder a él y encontrarnos con él desde nuestra humanidad”

Pues bien, la humanización de Dios y la humanidad de Jesús de Nazaret conducen derechamente a humanizar la teología: tarea que llevó a cabo ejemplarmente José María Castillo.

Su extenso y profundo legado teológico encuentra el mejor resumen en su último libro Declive de la religión y futuro del Evangelio, cuya tesis es que desde el siglo III de la era común la Iglesia concedió más importancia a la religión y al dogma que al Evangelio, que es Buena Noticia de la liberación de las personas y los colectivos empobrecidos y la Carta magna del cristianismo.

Sus opciones radicales

Junto a su extenso y original legado teológico, Castillo nos deja unas opciones radicales a las que nunca renunció: el seguimiento de Jesús y el proseguimiento de su causa, frente a la obediencia al Código de Derecho Canónico; la espiritualidad liberadora para gente insatisfecha, incluidas las personas no creyentes, frente a la ascética mortificadora del cuerpo; el compromiso social en los lugares de marginación, frente a la cómoda instalación en el sistema; la teología popular (no populista), vinculada a las comunidades de base y elaborada desde el dolor y el sufrimiento de las víctimas, frente a la teología sin compasión ni entrañas de misericordia; la conciencia crítica frente al sometimiento clerical a la institución eclesiástica; la libertad de conciencia, frente a la obediencia ciega al magisterio eclesiástico; la opción ético-evangélica por las personas y los sectores más vulnerables de la sociedad, frente al interclasismo que termina privilegiando a las clases acomodadas; la defensa de los derechos humanos en la Iglesia y en la sociedad, frente a su sistemática transgresión por aquellos organismos nacionales e internacionales cuya misión es velar por su práctica, sobre todo en favor de aquellas personas, pueblos y grupos humanos a quienes se les niega, y por el Código de Derecho Canónico, que no respeta la división de poderes, ni practica la democracia, ni, en con secuencia, respeta los derechos humanos y las libertades de los cristianos y las cristianas.

Termino esta semblanza con una deliciosa anécdota que cuenta de su madre en sus Memorias. A propósito de una pregunta que le hizo de pequeño Pepe Castillo a su madre sobre el misterio de la Santísima Trinidad, ella le contestó: “Pepito, en eso no se piensa”. Durante sus noventa y cuatro años de vida seguro que Pepito habrá seguido otros sabios consejos de su madre, pero este ciertamente no, porque ha pensado, y mucho, sobre la Trinidad, pero no a través de los complejos e ininteligibles razonamientos de la vieja neoescolástica, sino como experiencia comunitaria y solidaria de Dios, sobre todo del Dios de Jesús de Nazaret, el Cristo liberador.

Fuente Religión Digital

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“José María Castillo, la fuerza profética de lo débil”, por Pedro Miguel Lamet

Miércoles, 15 de noviembre de 2023
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La Universidad de Granada despide a José María Castillo, “maestro de generaciones, ciudadano fiel a sus compromisos y amigo de tantos

Juan Cejudo: “Castillo nos ha iluminado con su teología abierta”

José María Castillo, el gran teólogo de la teología popular, por Julio Millán Medina

¿Qué hubiera dicho José María Castillo?, por Jesús Lozano Pino

Para ti, José María Castillo, por Faustino Vilabrille

Leído en su blog:

Ante la muerte de un teólogo del pueblo

Un pintor habría utilizado para retratarlo colores pálidos para trazar suavemente un rostro entre frágil e inteligente, solitario y cordial, humilde y respondón

Un rasgo de sus comienzos nos emociona especialmente, su confesión de que de niño fue pastor literal de ovejas

Sobre el sustrato de una psicología frágil y sensible, como él mismo confiesa que es la suya, eso ha supuesto tener que afrontar muchas noches oscuras, incomprensiones, soledad e incluso tener que superar en varias ocasiones la depresión

El motor de lo que hago y deseo seguir haciendo, hasta el final de mis días, es la experiencia de Jesús, el Señor de mi vida, tal como lo he encontrado en el Evangelio.”

Adolfo Nicolás, al despedirse, le dijo: “Reza mucho por la Iglesia; porque más bajo de lo que ha caído, ya no puede caer”

“Ahora, que hemos entrado, en picado, en la crisis de la Religión y de Dios, empezamos a tomar conciencia de que al Dios trascendente solamente podemos conocerlo en la humanización de Dios, tal como lo vemos y lo palpamos en el Evangelio, en la vida y en las obras de Jesús.”

Acaso nunca habría podido imaginar José María Castillo, como ha sucedido a otros teólogos oficialmente proscritos, que un papa llegara a leer sus libros, llamarle personalmente y revalidar su trabajo de conciencia profética en la Iglesia.

 A los noventa y cuatro años de edad, después de una vida llena de estudio, búsqueda de la verdad evangélica y profunda bondad, pero difícil y plagada de obstáculos, se nos ha ido en Granada el teólogo popular libre y disidente, pero profundamente cristiano, José María Castillo. Sus datos biográficos y obituario se encuentran ya en otros sentidos y lúcidos artículos de RD. (José Manuel VidalJesús Bastante, Xavier Pikaza).

En estos momentos, con el dolor de su pérdida, más que los datos fríos y académicos de su vida nos interesa su perfil humano e intelectual.  Un pintor habría utilizado para retratarlo colores pálidos para trazar suavemente un rostro entre frágil e inteligente, solitario y cordial, humilde y respondón. Pero esa es solo la apariencia. Pepe Castillo es mucho más. Pueblo pequeño, escasez de la Andalucía oprimida, guerra y posguerra, franquismo y transición; Trento y Vaticano II, le configuran como marco político y vital. Un rasgo de sus comienzos emociona especialmente, su confesión de que de niño fue pastor literal de ovejas. Cuenta que durante años le dio vergüenza relatar esta vivencia infantil. Pero no solo es hermosa esa conexión primitiva con la naturaleza y la imagen bíblica del pastoreo, sino que viene a simbolizar lo que va a ser el eje de toda su vida: la centralidad del Evangelio como columna vertebral de su actividad teológica.

 Un continuo salto de obstáculos

Como en una película hay secuencias que se alternan en su relato: el proceso de ir descubriendo al verdadero Dios contra la falsa religión en su hijo, Jesús de Nazaret, y, como en un salto continuado de obstáculos, superar los escollos que le irá poniendo la Iglesia institucional o real. Sobre el sustrato de una psicología frágil y sensible, como él mismo confiesa que es la suya, eso ha supuesto tener que afrontar muchas noches oscuras, incomprensiones, soledad e incluso tener que superar en varias ocasiones la depresión. Pero nunca ha claudicado en su lucha hasta alcanzar la libertad e incluso, en la medida que es posible en este mundo, la felicidad.

En este proceso ha estado muy presente la Compañía de Jesús. Yo creo que en cierto modo ser jesuita imprime carácter. Con sus defectos -entre ellos cierto orgullo corporativo-, la orden que fundó San Ignacio no deja indiferentes. De los muchos ex jesuitas que he conocido pocos no sienten cierta añoranza, y la mayoría asegura que la experiencia a fondo de los Ejercicios ha marcado para siempre su vida. Lo curioso de Castillo es que, a pesar de que abandona dos veces la Orden (la primera por enfermedad en el noviciado, la segunda por conflictos que el resume como “higiene mental”), mantendrá siempre un vínculo de gratitud y aprecio, tanto que le  dedica a la Compañía sus memorias y le atribuye muchos de sus logros de formación y vivencia.

Como novelista y biógrafo he llegado a la conclusión de que una de las cualidades más destacadas de la Compañía, sobre todo los últimos tiempos, es su flexibilidad y tolerancia para albergar entre sus filas hombres tan distintos como Teilhard de Chardin y Karl Rahner, Gerald M. Hopkins y Carlo María Martini, generales como Janssens y Arrupe, y entre los españoles singularidades tan acusadas como los padres Llanos y Díez-Alegría. De estos dos grandes hombres, como Castillo, libres, proféticos y rompedores, he escrito biografías documentadas. La de José María Díez-Alegría la titulé “Un jesuita sin papeles: la aventura de una conciencia”. Precisamente por su objeción de conciencia Alegría tuvo que abandonar legalmente la Orden, aunque el simpar Arrupe, entonces superior general, le permitió seguir viviendo como un jesuita más en casas de la Compañía. No sé de otro instituto eclesial que haya tenido un gesto de este calibre.

A este respecto Pepe Castillo me contó una anécdota muy repetida en su encuentro con el papa Francisco, cuando le invitó a una audiencia en Roma. Después de haberle hecho varias de esas llamadas telefónicas que suele hacer a algunas personas por sorpresa, el ex jesuita granadino le dijo al papa jesuita argentino: “Convénzase, santidad, los dos somos jesuitas sin papeles”, lo que desencadenó un torrente de risas en el Papa. Castillo resume así lo mejor que sacó de sus dos noviciados, lo que “hay en la base y fundamento de mi vida es una “experiencia-clave”, que se mantiene firme en mí, tal como yo la siento, la percibo y es el motor de lo que hago y deseo seguir haciendo, hasta el final de mis días. Es la experiencia de Jesús, el Señor de mi vida, tal como lo he encontrado en el Evangelio”.

Contradicciones de nuestra Iglesia

Otro punto es su experiencia humana e intelectual en los centros de estudio donde ha ejercido su profesorado como Córdoba, Granada, Roma, El Salvador y otros muchos lugares. De ello afirmaba: “Esta Iglesia, a la que tanto debo, es la Iglesia que vive en una enorme y palpable contradicción. Es la contradicción que consiste en que la Iglesia enseña (o pretende enseñar) exactamente lo contrario de lo que vive. Y es el “clero”, lo digo sin rodeos, el que lleva la batuta de esta enorme orquesta ruidosamente desafinada”. Particularmente sensible a las contradicciones, estas estallan en su vida cuando se le prohíbe enseñar en Granada y al mismo tiempo se le admite, e incluso se le anima, a hacerlo en la UCA de San Salvador. “¿En Granada yo era peligroso y en El Salvador no lo era? ¿Cómo se explica esta contradicción?”. ¡Por lo visto la razón formal es que la de Granada era facultad eclesiástica y la de San Salvador civil! Como si la verdad dependiera de etiquetas.

Pepe admiraba la libertad profética de Pedro Arrupe, que le trató con gran comprensión y delicadeza, o las confidencias de su sucesor en el generalato, Adolfo Nicolás, que al despedirse le dijo: “Reza mucho por la Iglesia; porque más bajo de lo que ha caído, ya no puede caer”. Castillo se atreve a decir que Wojtyla y Ratzinger, “aunque hombres muy distintos, cada uno a su manera, le dieron más importancia a la fiel observancia de la Religión que a la presencia del Evangelio en la vida de los individuos y de la sociedad”.

Sea como fuere la trayectoria teológica de Pepe Castillo, insuflada de una enorme cultura y cientos de libros asimilados y otros escritos por él, es una continua superación de censuras y de problemas de libertad de cátedra. Llega a afirmar que la Teología es “un saber sometido a censura”. Su clave para entenderla es la encarnación como humanización de Dios. Por eso afirma en una estrecha unión de inmanencia y trascendencia: Si luchamos en serio por ‘humanizar’ esta sociedad y este mundo, entonces y sólo entonces, podremos pensar en serio que estamos luchando por ‘divinizar’ nuestra existencia.  Para señalar lo que distingue a un cristiano del que no lo es, afirma que se produce cuando “sólo queda en pie el amor, la bondad y el comportamiento que cada cual ha tenido en su vida con sus semejantes”.

Solo queda el amor

Muy esclarecedor es cuando se pregunta por su identidad de los últimos años: “¿Laico o jesuita arrepentido?”. De pronto se descubrió viejo y libre por primera vez, en el sentido de no estar atado para realizar lo que uno quiere hacer. Esto le supuso vivir contrastes, como tropezarse con gente que le felicitaba  y otros le evitaban,  como aquel compañero que se escondía detrás de un libro para no saludarle. Pero lo mejor es su conclusión: “¿Laico o jesuita arrepentido? Ni lo uno ni lo otro. Yo quiero creer en Jesús, buscar – en Jesús – a Dios. Y para alcanzar mi búsqueda, hacer lo que hizo Dios. O mejor –para hablar con precisión– intentar hacerlo. Que es, ni más ni menos, hacer lo que hizo Dios: “encarnarse”. Es decir, “humanizarse”: “La Palabra se hizo carne”. Dios se “humanizó”. Siendo profundamente humanos, así es como encontramos a Dios.”  O lo que le dijo Adolfo Nicolás en Roma: “Me alegra que te hayas salido de los jesuitas. Porque te conozco. Y sé que, tal como piensas y te comunicas, tú no podías ser feliz en la Vida Religiosa. Y no olvides que venimos a este mundo para ser felices. No para vivir siempre contrariados”.

Castillo piensa que el problema del hombre es Dios, y solamente en el Evangelio en Jesús, algo que en su opinión la Iglesia ha olvidado, volvemos a la centralidad. “Hizo falta pasar por la crisis religiosa, que provocó la Ilustración, para darnos cuenta de que a Dios no lo conocemos. Y ahora, que hemos entrado, en picado, en la crisis de la Religión y de Dios, empezamos a tomar conciencia de que al Dios trascendente solamente podemos conocerlo en la humanización de Dios, tal como lo vemos y lo palpamos en el Evangelio, en la vida y en las obras de Jesús”. De ahí la importancia que el profesor Castillo concedía al Dios humanizado, que veía como única vía de hacer presente a Dios en nuestro lacerado mundo, y para la Iglesia que esté centrada en el Evangelio, porque “una Iglesia empeñada en observar fielmente la Religión es una institución que vive y comunica un Evangelio falsificado”.

Pepe ha declarado siempre su amor a la Iglesia, “pero precisamente porque la quiero tanto, por eso no me puedo callar lo que yo veo como el fenómeno de fondo que ha desquiciado lo que quiso Jesús, mi verdadero Señor, cuando se despojó de todo rango y dignidad, de toda posesión de bienes y grandeza”. Por eso la Iglesia no tiene futuro si no es desde el seguimiento de Jesús y recuperando como centro el Evangelio. En su opinión lo que la gente de hoy rechaza de la Iglesia no es la “maldad”, sino la “mentira”, la contradicción entre lo que predica y lo que vive, y será creíble cuando sea capaz de romper las fronteras discriminatorias entre el clero y el laicado, el hombre y la mujer, y no convierta los ritos en una forma de liberarse de los miedos o de enorgullecerse como el fariseo frente al pobre publicano.

Cuídelo, Margarita” (Papa Francisco)

Con este pensamiento la irrupción del papa Francisco en estos últimos años del teólogo Castillo ha sido capital. Pocos días antes de que Benedicto XVI presentara su dimisión, el padre Adolfo Nicolás le hizo esta confesión en Roma: “Ten en cuenta que la Iglesia lleva más de treinta años sin gobierno”. Y añadió: “Juan Pablo II se ha dedicado a viajar por el mundo. Y Benedicto XVI ha ocupado su tiempo leyendo libros de alta especulación filosófica y teológica, a lo que añade la música clásica, que le encanta”. ¿Quién gobernaba la Iglesia? Responde Nicolás: “Los cardenales, que presidían los distintos dicasterios de la Curia Romana. Cardenales que han gobernado en una auténtica lucha entre ellos. Y así está la Iglesia”. Pepe reconocía que el papa Francisco es muy sencillo, pero al mismo tiempo difícil de entender. Él lo cifra todo en su bondad, “la fuerza más poderosa que tiene el ser humano”, junto a la valentía al atreverse a denunciar los desafueros de la sociedad actual y la propia Iglesia.

Pero quizás lo más impresionante fue la manera que el papa Francisco tuvo de recibir a José María Castillo y a Margarita, en cuya casa vive actualmente el teólogo en compañía de los hijos de esta. No deja de ser sorprendente que todo un papa invite a un ex jesuita con su compañera a la eucaristía, que a ambos les dedique un rato para charlar, y que al despedirse le diga a esta señora: “Cuídelo, Margarita, la Iglesia lo necesita”. “Naturalmente -comenta Castillo-, aquello fue, no sólo anular lo que motivó mi salida de la Compañía de Jesús, sino sobre todo reconocer mi servicio a la Iglesia. Y mi utilidad en ella”. ¡Qué diferencia de los que le daban esquinazo cuando se lo encontraba en la calle por “haber colgado los hábitos”, como se decía antes”!

Acaso nunca habría podido imaginar José María Castillo, como ha sucedido a otros teólogos oficialmente proscritos, que un papa llegara a leer sus libros, llamarle personalmente y revalidar su trabajo de conciencia profética en la Iglesia.

Algunos, aun después de muerto, seguirán tachándole de radical, rebelde, herético y fracasado. Compañero tengo que lo ha calificado incluso de “loco”. No importa. También a algunos profetas que han permanecido dentro de la institución les ha pasado lo mismo. Recuerdo que el padre Arrupe se encontró en el servilletero del comedor de Loyola una nota en la que algunos compañeros inmovilistas le acusaba de que “un vasco fundó la Compañía y otro se la estaba cargando”, y nunca olvidaré la humildad con que, medio paralizado por el ictus, me decía en su cuarto de enfermo de sí mismo: “Pobre hombre, ya no sirvo para nada. Pero yo lo veía claro, teníamos que dar ese paso; era algo muy hermoso, era algo de Dios”. Se refería a la opción por la justicia de los jesuitas como una consecuencia vertebral de la fe. Hoy un centenar de miembros de la Compañía han dado la vida por esos valores. Vivió nueve años de martirio incruento e incomprensión. Hoy finalmente va camino a los altares. Como otros muchos que nunca obtendrán aureola y viven desde la fidelidad y el silencio su mejor contestación, ya que el trigo que se pudre en la tierra también es profecía. Tuve el privilegio de prologar sus memorias y presentar en Madrid su libro “Declive de la Religión y futuro del Evangelio. En esta última ocasión mostró una gran humildad cuando le señalé que hoy existe una mística popular o religión por libre buscadora de la verdad más allá del mensaje evangélico.

Las comparaciones son odiosas. Pero somos muchos los que hemos vivido la conculcación de derechos humanos como los de libertad de expresión, de investigación teológica o de cátedra en la Iglesia. Dicen algunos que es ahora cuando finalmente un papa, con las limitaciones de una institución que se mueve con pasos paquidérmicos, está empezando a aplicar el Concilio Vaticano II. Eso también se debe a muchos años de sufrimiento y represión orgánica que estamos superando gracias a testigos y voces proféticas como la de José María Castillo. También él nos ha dejado miles de páginas, escritas por cierto con un estilo popular, fluido y asequible, sobre la esperanza en el futuro, siempre que destaquemos como imprescindibles “la oración y el seguimiento de Jesús”. Se pueden resumir en su proyecto, que sintetiza en tres palabras: “creer en Jesús de Nazaret. Gracias, querido Pepe, sigue recordándonoslo, libre ya de ataduras, censuras y miopías, desde esa dimensión donde ahora vives la verdad, perdido en el mar de amor en que siempre creíste.

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Muere José María Castillo, el ‘padre’ de la Teología Popular

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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jose-maria-castilloUna inmensa pena la que sentimos por el fallecimiento de un maestro cuyas reflexiones nos han acompañado desde los inicios de esta página Web. Descansa ya, hermano, de las censuras vaticanas y las injusticias que sufriste…

 El teólogo falleció en su querida Granada esta mañana

Ha muerto como vivió. Sin querer hacer ruido, sin avisar. Y dejando mucho cariño alrededor. El téologo y ‘jesuita sin papeles’, nuestro querido José María Castillo, acaba de fallecer en su amada Granada. Lo ha hecho rápido, junto a Marga, la mujer que lo acompañó en las últimas décadas, también en el tránsito final

Hace más treinta años, publicó los temas de Teología Popular, la teología que ahora renace, “puesta al día”. Esto se lee en su biografía ‘oficial‘. Aunque José María es más, mucho más, que eso

Echaremos de menos su voz recia, fuerte, su palabra siempre precisa. Y intentaremos que se culminen los últimos proyectos que ha dejado sobre su mesa en Granada. Y le leeremos, porque Castillo nos ha dejado una vida entregada, y su palabra. Su palabra escrita, profética, que resuena en los corazones de mucha gente de buena voluntad. Descansa en paz, amigo.

Entrevista a Castillo: “El poder de la Iglesia de hoy me da lástima y coraje”

José M. Vidal: “Castillo fue un gran teólogo, un profeta, una partera de la primavera y un cielo de persona”

Xabier Pikaza: J. M. Castillo (1929-2023). Alternativa cristiana, un teólogo del pueblo

Los últimos libros de José María Castillo, en Religión Digital

Ha muerto como vivió. Sin querer hacer ruido, sin avisar. Y dejando mucho cariño alrededor. El téologo y ‘jesuita sin papeles’, nuestro querido José María Castillo, acaba de fallecer en su amada Granada. Lo ha hecho rápido, junto a Marga, la mujer que lo acompañó en las últimas décadas, también en el tránsito final.

José Mª Castillo nació en Puebla de Don Fadrique (Granada), en 1929. Ha sido jesuita durante más de cincuenta años. Doctor en Teología Dogmática (Universidad Gregoriana de Roma). Profesor de teología dogmática (Facultad de Teología de Granada). Profesor invitado en diversas Universidades (Gragoriana, de Roma; Comillas, de Madrid; UCA, de El Salvador). Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada. Autor de más de treinta libros y de numerosos artículos en revistas de investigación, de divulgación y de prensa diaria. Hace más treinta años, publicó los temas de Teología Popular, la teología que ahora renace, “puesta al día”. Esto se lee en su biografía ‘oficial‘. Aunque José María es más, mucho más, que eso.

Sacerdote, teólogo, escritor. Amigo, siempre atento y preocupado por su Iglesia,enamorado de ella, y de la libertad que, en los últimos años, trajo a la misma el Papa Francisco, quien le recibió y confesó que le leía, y le admiraba. Se hace difícil escribir sobre él en estos momentos, porque todavía estamos esperando su último artículo, que iba a dedicar a la situación de la mujer en la Iglesia.

Echaremos de menos su voz recia, fuerte, su palabra siempre precisa. Y intentaremos que se culminen los últimos proyectos que ha dejado sobre su mesa en Granada. Y le leeremos, porque Castillo nos ha dejado una vida entregada, y su palabra. Su palabra escrita, profética, que resuena en los corazones de mucha gente de buena voluntad. Descansa en paz, amigo.

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Rehabilitado por Francisco

Fuente Religión Digital

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Pedro Miguel Lamet: El futuro de la Religión según José María Castillo. Reflexiones sobre su último libro.

Jueves, 4 de mayo de 2023
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9788433032188Leído en su blog:

Al prologar sus “Memorias”, definí su libro como la confesión de un profeta de nuestro tiempo, y, como tal, de un hombre rompedor, libre, molesto para unos, providencial para otros, que a sus noventa y dos años de vida escribe sus memorias sin tapujos, con humildad y osadía

Llega a afirmar que la Teología es “un saber sometido a censura”. Su clave para entenderla es la encarnación como humanización de Dios

Castillo en su nuevo libro ha desarrollado de una manera, si cabe más radical y apasionada, esta tesis tantas veces defendida, de que lo que más daño ha hecho al cristianismo y a la Iglesia es convertirse en Religión establecida y renunciar a vivir el Evangelio

De ahí la importancia que el profesor Castillo concede al “Dios humanizado”, que ve como única vía de hacer presente a Dios en nuestro lacerado mundo, y por una Iglesia que esté centrada en el Evangelio, porque “una Iglesia empeñada en observar fielmente la Religión es una institución que vive y comunica un Evangelio falsificado”

En su opinión, lo que la gente de hoy rechaza de La Iglesia no es la “maldad”, sino la “mentira”, la contradicción entre lo que predica y lo que vive

Al final pide como utopía cristiana diócesis más pequeñas, obispos nombrados por participación de la base, actualización de la liturgia inspirada en la primera Cena, estudio bíblico por parte de los fieles del Evangelio, diálogo con las Conferencias Episcopales y el obispo de Roma, y sobre todo insistencia en el Evangelio como una forma de vida y seguimiento de Jesús.

Mis preguntas sobre el futuro de la religión:

1: Aparte del cristianismo y la Iglesia: ¿no está buscando el hombre de hoy una experiencia de Dios por libre? ¿No era el tiempo dedicado a la oración la fuente del mensaje troncal de Jesús y  “la vid y los sarmientos”?

2: ¿No ha puesto Dios en el fondo del hombre una semilla de radical inquietud y búsqueda de lo transcendente, donde quiera que esté? ¿No ha llegado el momento de maduración de la humanidad que pueda acceder a cierta mística, aunque sea en calderilla?

A través de la oración o el silencio, un vacío, una nada ilimitada, no pocos hombres y mujeres buscan hoy su verdadera identidad. Ya lo dijo también Jesús: “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. (Mt 6.6).

| Pedro Miguel Lamet

El pasado jueves 13 de abril tuve la oportunidad de presentar junto a José Manuel Vidal el último libro de José María Castillo, “Declive de la Religión y futuro del Evangelio”, en la iglesia de San Antón, ese espacio de libertad que mantiene vivo el padre Ángel. Un libro excelente sobre muchas de las contradicciones que vivimos en la Iglesia. Pero quiero ofrecer aquí el texto escrito y completo de mi intervención porque considero importante que se conozcan algunos matices que expuse allí, ya que, aunque comparto enteramente la tesis de Castillo, creo que se están produciendo otros hechos que quizás puedan complementar y ampliar cómo se vive hoy la Religión en sentido amplio en muchos puntos de nuestro mundo.

Hace un par de años, cuando José María Castillo, me concedió el privilegio de prologar sus Memorias escribí: tienes entre las manos la confesión de un profeta de nuestro tiempo, y, como tal de un hombre rompedor, libre, molesto para unos, providencial para otros, que a sus noventa y dos años de vida escribe sus memorias sin tapujos, con humildad y osadía, gracias a una prodigiosa mezcla de vida y pensamiento, que constituye todo un aldabonazo a nuestra sociedad y sobre todo a la Iglesia católica a partir de la centralidad del Evangelio.

La experiencia del profesor Castillo

Subrayaba entonces su experiencia humana e intelectual en los centros de estudio donde ha ejercido su profesorado como Córdoba, Granada, Roma, El Salvador y otros muchos lugares. Sobre ello Pepe afirma: “Esta Iglesia, a la que tanto debo, es la Iglesia que vive en una enorme y palpable contradicción. Es la contradicción que consiste en que la Iglesia enseña (o pretende enseñar) exactamente lo contrario de lo que vive. Y es el “clero”, lo digo sin rodeos, el que lleva la batuta de esta enorme orquesta ruidosamente desafinada”. Particularmente sensible a las contradicciones, estas estallan en su vida cuando se le prohíbe enseñar en Granada y al mismo tiempo se le admite, e incluso se le anima, a hacerlo en la UCA de San Salvador. “¿En Granada yo era peligroso y en El Salvador no lo era? ¿Cómo se explica esta contradicción?”. ¡Por lo visto la razón formal es que la de Granada era facultad eclesiástica y la de San Salvador civil! Como si la verdad dependiera de etiquetas.

Sea como fuere, la trayectoria teológica de Pepe Castillo, insuflada de una enorme cultura y cientos de libros asimilados y otros escritos por él, es una continua superación de censuras y de problemas de libertad de cátedra. Llega a afirmar que la Teología es “un saber sometido a censura”. Su clave para entenderla es la encarnación como humanización de Dios. Por eso afirma en una estrecha unión de inmanencia y trascendencia: “Si luchamos en serio por ‘humanizar’ esta sociedad y este mundo, entonces y sólo entonces, podremos pensar en serio que estamos luchando por ‘divinizar’ nuestra existencia” Para señalar lo que distingue a un cristiano del que no lo es, afirma que se produce cuando “sólo queda en pie el amor, la bondad y el comportamiento que cada cual ha tenido en su vida con sus semejantes”.

Pues bien, en este libro que presentamos, titulado Declive de la Religión y futuro del Evangelio, Castillo ha desarrollado de una manera, si cabe más radical y apasionada, esta tesis tantas veces defendida, de que lo que más daño ha hecho al cristianismo y a la Iglesia es convertirse en Religión establecida y renunciar a vivir el Evangelio. Lo hace a través de 55 breves capítulos de fácil y amena lectura, donde expone esta contradicción desde muy diversos ángulos, como un berbiquí o vueltas de tornillo donde de forma histórica, exegética y teológica; lo que permite al lector taladrar de manera sencilla y a la vez implacable el fondo de estas contradicciones.

El Dios humanizado

Ya en sus Memorias y en sus otros libros Castillo defendía que el problema del hombre es Dios, y solamente en el Evangelio de Jesús, algo que en su opinión la Iglesia ha olvidado, volvemos a la centralidad. “Hizo falta pasar por la crisis religiosa, que provocó la Ilustración, para darnos cuenta de que a Dios no lo conocemos. Y ahora, que hemos entrado, en picado, en la crisis de la Religión y de Dios, empezamos a tomar conciencia de que al Dios trascendente solamente podemos conocerlo en la humanización de Dios, tal como lo vemos y lo palpamos en el Evangelio, en la vida y en las obras de Jesús”De ahí la importancia que el profesor Castillo concede al Dios humanizado, que ve como única vía de hacer presente a Dios en nuestro lacerado mundo, y por una Iglesia que esté centrada en el Evangelio, porque “una Iglesia empeñada en observar fielmente la Religión es una institución que vive y comunica un Evangelio falsificado”.

No hace falta recordar que Pepe ha declarado en muchas ocasiones su amor a la Iglesia, “pero precisamente porque la quiero tanto -afirma-, por eso no me puedo callar lo que yo veo como el fenómeno de fondo que ha desquiciado lo que quiso Jesús, mi verdadero Señor, cuando se despojó de todo rango y dignidad, de toda posesión de bienes y grandeza”. Por eso la Iglesia no tiene futuro si no es desde el seguimiento de Jesús y recuperando como centro el Evangelio. En su opinión lo que la gente de hoy rechaza de La Iglesia no es la “maldad”, sino la “mentira”, la contradicción entre lo que predica y lo que vive, y será creíble cuando sea capaz de romper las fronteras discriminatorias entre el clero y el laicado, el hombre y la mujer, y no convierta los ritos en una forma de liberarse de los miedos o de enorgullecerse como el fariseo frente al pobre publicano.

Quizás la mayor novedad, que ya ha apuntado Pepe en otros escritos, es su sintonía con el papa Francisco. La humanidad de un papa que a duras penas tolera distinciones y superioridades y centra su pastoral en la cercanía con los pobres, los ancianos, los inmigrantes, los enfermos, los más pequeños. Quizás un aspecto que corrobora este talante de Francisco es que en los diez años de su pontificado no ha condenado a un solo teólogo, en contraste con lo que he señalado en un reciente artículo publicado en “Vida Nueva”Los años de la mordaza, una época donde casi a diario asistíamos a un episodio de censura, condena, represión o castrantes medidas contra la investigación y libertad teológica, de opinión, información y expresión, fenómeno que, como sabemos, experimentó, el profesor Castillo en propia carne.

Frente a la Religión, entendida como estructura de poderío, dinero y corrupción, que está propiciando la desafección y decadencia de la Iglesia, defiende como solución la vuelta al seguimiento de Cristo y su Evangelio. Comulgo enteramente pues con la tesis de este lúcido último libro de mi maestro y amigo, así como sus consecuencias finales que rozan la utopía: diócesis más pequeñas, obispos nombrados por participación de la base, actualización de la liturgia inspirada en la primera Cena, estudio bíblico por parte de los fieles del Evangelio, diálogo con las Conferencias Episcopales y el obispo de Roma, y sobre todo insistencia en el Evangelio sobre todo como una forma de vida y seguimiento de Jesús, más allá de ritos y ceremonias, “que se revela la humanización  del Dios transcendente y en la que se humaniza el ser humano”.

Otra búsqueda de lo trascendente

Ahora bien, como Pepe es un hombre de diálogo y apertura humanista, tengo un par de dudas que me sugiere la lectura de esta obra profética y que ahora quiero proponerle:

Primero: La tesis de José María Castillo está dirigida al pueblo de Dios católico y cristiano. Pero ¿cómo proponer una liberación al que ya no lo es para un mundo secularizado, que más que anticlerical y ateo, da espalda definitiva a las religiones monoteístas y ante tanta angustia busca un camino, el que sea? ¿Se le puede ofrecer y presentar de forma ejemplar y creíble el estilo de Jesús a ese mundo? Pero ¿y si ya está, como sucede de hecho, de espaldas o indiferente a todo eso?

Segundo: Karl Rahner dijo antes de morir que “el siglo XX ha sido el siglo del Hombre, y el XXI será el siglo de Dios”. ¿Qué quería decir con esta osada afirmación? ¿Se puede decir que esta profecía se está cumpliendo? En mi humilde opinión, el hombre actual secularizado, desde la libertad y la mayoría de edad que arranca de su nueva autonomía alcanzada a partir de la Ilustración, busca, tomando de aquí y de allá, una vía propia de espiritualidad para relacionarse con la trascendencia por libre. Está, podríamos decir, en un proceso de acercarse a la divinidad o al fondo trascendente de la realidad desde una síntesis personal, donde hay mucha ganga, sí, pero también una búsqueda sincera desde “el sabor a más de este mundo, a través de prácticas de oración de Oriente y Occidente, meditación, silencio, yoga, zen, contemplación o como se quiera llamarlo. Esto no es una elucubración, es un hecho hoy también constatable, junto al sin sentido y el deterioro de una sociedad dominada por la tecnocracia

Castillo dedica un párrafo en la página 217 a la “intensa y frecuente vida de oración que practicaba Jesús”. Pero ¿no es lo más central de su vida? ¿No era su unión con el Padre la fuente esencial, principal y continua de su vida? ¿No es su imagen de la vid y los sarmientos, junto al mandamiento del amor, el mensaje troncal a sus seguidores poco antes de morir?

Por supuesto que comparto enteramente, como imprescindible y urgente, la tesis de que el seguimiento ha de ponerse en la vida, los principios éticos que nos legó, que suponen primero dejar, renunciar a todo, sobre todo del propio ego, principal escollo de los apóstoles para entender el Reino anunciado a los pobres. Pero esto, ¿no lo llegaron a alcanzar sus seguidores más comprometidos solo plenamente al recibir, después unidos en oración con María, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés?

Y de aquí se deduce en consecuencia otra pregunta: ¿Qué hace un hombre perdido en una isla o en su mundo ajeno al mensaje del Evangelio o inmerso en tradiciones y religiones que nada tienen que ver con Jesús? A veces no tienen otro referente que su Religión, aunque sea primitiva y limitada ¿El concepto de Religión solo se puede circunscribir entonces a estructuras de poder, dinero y sometimiento? ¿No hay algo más? ¿No ha puesto Dios en el fondo del hombre una semilla de radical inquietud y búsqueda de lo transcendente, donde quiera que esté? ¿No ha llegado el momento de maduración de la humanidad que pueda acceder a cierta mística, aunque sea en calderilla?

La experiencia de lo Uno

El monje benedictino Willigis Jäger, maestro zen y autor de numerosos libros de espiritualidad, reconoce, a pesar de sus limitaciones, que las religiones han sido un factor importante en la evolución desde que el hombre se hace las preguntas “de dónde”, “hacia qué” y “por qué”, aunque concluye que la mística es al mismo tiempo el punto de partida y el fin de toda religión, y que es sobre todo una experiencia, la experiencia de lo Uno. “Lo Uno -exclama en su libro Sabiduría eterna- es mi verdadera naturaleza y la de todos los seres”. Una mística, una vivencia personal, que no deber ser una huida del mundo, sino la única fuente duradera de toda praxis.

A través de la oración o el silencio, un vacío, una nada ilimitados, no pocos hombres y mujeres buscan hoy su verdadera identidad. Ya lo dijo también Jesús: “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6.6). Es lo que él mismo hacía tantas noches y amaneceres de su vida.  La recompensa no es otra que la conciencia de pertenencia a un mar de amor del que somos olas, y, por consiguiente, como olas también somos Mar. De aquí que el mandamiento de Jesús sea amarnos los unos a los otros, el único imperativo que nos devuelve a nuestra auténtica naturaleza como pedazos que somos de ese Uno. Es lo que han vivido los grandes maestros también del cristianismo con San Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola. Por ejemplo, la gran palanca de este último, los Ejercicios Espirituales, que tantas veces el propio Castillo ha practicado y dirigido para interiorizar el seguimiento de Jesús. Y es que no hay Marta sin María. El propio Pablo, con todos sus defectos señalados por Castillo, era un místico.

Pepe Castillo en este libro testimonial, profético y necesario, pone el acento, con lenguaje asequible, datos irrefutables y fuerza radical, en la contradicción que hemos vivido en nuestras instituciones respecto a esa doctrina hecha vida en Jesús. Ese es su mérito. Para que fuera un aldabonazo y despertarnos de tópicos y conciencias dormidas, quizás era necesario que se centrara solo en eso, en el escándalo eclesial de la contradicción entre la doctrina y la práctica. Muchas gracias una vez más, Pepe, por tu valentía, tu profesionalidad teológica y denuncia iluminada, cuando defiendes una y otra vez al subrayar “lo determinante y decisivo en el cristianismo, y por tanto en la Iglesia: porque Jesús es la encarnación de Dios, es la humanización de Dios. Dios se ha revelado a la humanidad humanizándose Él”.

Para adquirir el libro de José María Castillo, “Declive de la Religión y futuro del Evangelio”.

Pedro Miguel Lamet

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José María Castillo: “Jesús no quiso templos, ni despachos, ni casas de retiro, Jesús iba por las calles a encontrarse con la gente”

Lunes, 14 de diciembre de 2020
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Castillo-nuevo-libro_2293580645_15141023_667x599El teólogo presenta ‘La religión de Jesús 2021’, editado por Descleé

“El templo delimita a Dios en un lugar determinado, mientras que Jesús es la presencia de Dios en la vida, en toda la vida. Estés donde estés, hagas lo que hagas”

“Esto no se puede cambiar de la noche a la mañana con un decreto, tiene que ser la vida. Y el Papa Francisco, donde se palpa que está a gusto es en la vida. En el templo, cumple lo indispensable, pero a él lo que le gusta es ir por la calle, entrar en una tienda, visitar a un enfermo, hablar con la gente…”

“Ahora, en Navidad, lo que tenemos que hacer es respetar la convivencia, pero respetando la salud, y no haciendo tonterías ni fiestas a escondidas, que lo que nos hace es salir todos contagiados”

La religión de Jesús 2021 (Desclée)

Es uno de los mejores teólogos de España y, sin duda, el padre de la ‘Teología Popular’. Un adelantado a su tiempo y, en cierto modo, uno de los maestros de Jorge Mario Bergoglio, que lee, y ‘copia’ más de una vez sus reflexiones. Cercanas, profundas, comprensibles, con entrañas de Evangelio. José María Castillo publica, un año más -y van…- sus reflexiones al Evangelio diario en ‘La religión de Jesús 2021’, que publica Desclée.

A diferencia de otros, Castillo no sigue el año litúrgico, sino el calendario civil, “que es el que tiene la gente normalmente. El año comienza el uno de enero”, nos cuenta, con toda la energía del mundo, desde su amada Granada. Hablamos con él.

– De nuevo, nos presentas tus reflexiones sencillas para el año. Que no arrancan en Adviento, sino el 1 de enero. ¿Por qué?

El Adviento es una cuestión puramente organizativa, de la que se puede prescindir. Por las ediciones de Evangelios que voy viendo en las librerías lo que va predominando lo civil sobre tradiciones religiosas o litúrgicas que se han introducido con el paso el tiempo.

¿Qué nos cuentas en el libro?

Este es el año 14 ó 15 en que lo hago. En mi opinión, el Evangelio no es una recopilación de relatos tomados de aquí o de allí, sino que hay más de fondo. Es teología narrativa, lo que significa que en estos relatos lo determinante no es la historicidad del mismo, sino lo que significa el relato. Porque la historicidad, en los cuatro evangelios, cambia. Por ejemplo, la expulsión de los mercaderes del templo, que en los  Evangelios sinópticos está al final de la vida de Jesús, mientras que Juan lo coloca al comienzo del suyo. ¿Quién tiene la razón? Da igual, el hecho ocurrió. Lo que pasa es que los sinópticos lo presentan como el enfrentamiento directo que precede a la condena, mientras que Juan lo muestra al principio, para indicar que la vida de Jesús iba a ser un enfrentamiento con el templo, y una condena del templo. No del templo en sí, sino de los abusos que se cometían en el templo.

De la misma manera en que ahora estamos escandalizados de que se hayan comprado catedrales, como la de Córdoba, las inmatriculaciones, o en León, o en Burgos… es que eso es una cosa muy seria. Y claro, utilizar los templos para ese tipo de cosas, pues no. En muchas catedrales cobra por entrar a visitar la casa de Dios.

-En tu libro abordas una problemática que llevas tocando en RD hace meses, sobre la tensión entre el seguimiento a Jesús y el seguimiento de una religión, que son conceptos antitético, no?

No solamente no es lo mismo, sino que son antitéticos. Se pretende meter a Dios en el templo, en lo sagrado, y ahí está Dios, y así yo voy por la mañana a misa, y cumplo con Dios, y ya durante el día en la calle, en casa o en la oficina, cumplo con otras cosas que tienen poco que ver con Dios.

-Es como si con eso bastase…

¡Claro! Jesús replantea eso de otra manera. Jesús no quiso templos. No es que cuando expulsó a los comerciantes… los templos se utilizan con mucha frecuencia como negocio. Ademas, el templo delimita a Dios en un lugar determinado, mientras que Jesús es la presencia de Dios en la vida, en toda la vida. Estés donde estés, hagas lo que hagas.

-Para creer en Jesús, ¿se puede seguir estando en esta iglesia? ¿O no? ¿Se puede ser ese Jesús y de esta iglesia?

Si somos rigurosos y coherentes, yo digo que no. Y por eso me alegra tanto la gestión que lleva adelante el Papa Francisco. Porque esto no se puede cambiar de la noche a la mañana con un decreto, tiene que ser la vida. Y el Papa Francisco, donde se palpa que está a gusto es en la vida. En el templo, cumple lo indispensable, pero a él lo que le gusta es ir por la calle, entrar en una tienda, visitar a un enfermo, hablar con la gente… ¿Por qué? Porque en última instancia Jesús es la humanización de Dios, y la presencia de Dios en la vida.

-¿Pero cómo construimos ese grupo de seguidores de Jesús, que tiene que ser en comunidad? Entiendo que la Iglesia o eso fue, aquellos que se juntaban en su nombre. ¿Cómo ser Iglesia siguiendo a Jesús sin salirnos del templo y sin expulsar del templo a los sacerdote…? ¿Es posible?

Es una utopía. Pero la mayor utopía es un mundo sin utopía. La utopía es necesaria, y la que tenemos que perseguir y realizar es la de que cada grupo o comunidad de cristianos vea de qué modo reunirse para celebrar la memoria de Jesús y compartirla. Es lo que hicieron los cristianos durante todo el siglo II. Los templos empezaron a construirse en los siglos III y IV. Jesús no fundó ningún templo, ni quiso ningún templo, ni hizo casas de retiro, ni alquiló un despacho para recibir a la gente, no. Nada de eso. Jesús iba por los pueblos, se encontraba a la gente. Lo importante: lo más fuerte en la vida es la bondad. La bondad tienen tal fuerza que puede con todo. Y la gran equivocación es pensar que con saber mucho o tener mucho, o mandar mucho, basta. Con eso no arreglamos nada, al contrario, nos peleamos, nos dividimos. Lo que tiene más fuerza en la vida es la bondad, que es lo que más necesitamos.

¿Por qué?

Hay algo que está ocurriendo, un fenómeno muy profundo. Se está desplazando el poder despótico y de dominación, por el poder de seducción. Lo que nos seduce, eso es lo que se impone, y lo que más nos seduce es la bondad. La bondad, que es respeto, tolerancia, cercanía, que es cariño, simpatía, hacer feliz al que lo pasa mal. Estamos tocando no sólo un problema de ética, sino un problema teológico profundo. ¿Dónde está Dios? En todo eso. Dios está en la bondad, en la convivencia… y por eso Jesús, según los relatos evangélicos, está preocupado por tres temas fundamentales: la salud, por eso curaba enfermos; la economía, y por eso Jesús le da tan fuerte a los que acaparaban dinero, a los que tenían bienes y desatendían a los desgraciados…; y la convivencia: sobre todo de forma que sea la bondad por que en la bondad es donde está la fuerza y el poder de Dios. Esto es lo que me parece que la Iglesia ha descuidado. Y la iglesia lo que ha hecho muchas veces en su historia ha sido imitar el poder, la riqueza, la importancia de los poderes públicos y terrenos, y por ahí no vamos a ninguna parte… solo al enfrentamiento, la división, el sufrimiento, que el poderoso domina al débil, etc…

Para ir acabando, ¿qué reacción te gustaría que tuvieran los lectores de tu libro? En estos tiempos de coronavirus, sufrimiento, soledad… ¿qué puede aportar?

Lo primero que puede aportar es caer en la cuenta y tomar conciencia de que a Dios lo encuentras en la vida, en la convivencia. Eso lo primero y ante todo, y lo encuentras en la convivencia más que delante de una imagen. Una convivencia en la que manda y se impone la bondad. Una bondad que en las condiciones en que estamos ahora mismo se preocupa ante todo por respetar la salud. Ahora, en Navidad, lo que tenemos que hacer es respetar la convivencia, pero respetando la salud, y no haciendo tonterías ni fiestas a escondidas, que lo que nos hace es salir todos contagiados. Yo creo que lo que nos enseña el Evangelio es que Dios está presente en la bondad, en al convivencia, en la preocupación por la salud, en la preocupación por los que se han quedado sin trabajo, que no llegan a fin de mes o a la cena de cada día… y por último tener muy claro que todo deseo, todo lo que deseamos intensamente, eso es la oración. La oración es lo que deseamos, porque Dios es trascendente y no tenemos posibilidad de relacionarnos con él. Se hace presente en Jesús, que fue un campesino de Galilea, un trabajador, gente pobre y humilde, pero un trabajador que no quería ni templos ni sacerdotes ni ritos ni ceremonias.

 Fuente Religión Digital

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Castillo y su ‘Evangelio 2021’: repensar el mensaje de Jesús desde la pandemia

Sábado, 21 de noviembre de 2020
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2580-large_defaultEl maestro de la Teología Popular vuelve a publicar la Palabra de cada día en Desclée

La pandemia nos enfrenta a tres problemas fundamentales: 1) La “crisis sanitaria”; 2) La “crisis económica”; 3) La “crisis humanitaria”

Después de veinte siglos de conflictos, peligros, amenazas y hasta fracasos, el Evangelio sigue en pie

Ya en esta semana está, en las librerías, el comentario al Evangelio diario de 2021. Este año, lo mismo que el año pasado, he comentado los Evangelios de cada día, desde el 1 de Enero hasta el 31 de Diciembre, según el año civil, teniendo en cuenta, como es lógico, el año litúrgico

Ya en esta semana está, en las librerías, el comentario al Evangelio diario de 2021. Este año, lo mismo que el año pasado, he comentado los Evangelios de cada día, desde el 1 de Enero hasta el 31 de Diciembre, según el año civil, teniendo en cuenta, como es lógico, el año litúrgico.

El libro de este año tiene el mismo volumen y formato que el de años pasados. Pero, en el contenido, presenta dos novedades que me parecen importantes.

 Ante todo, insisto en que los Evangelios son “teología narrativa”. Un tema (el que sea) se puede expresar mediante “ideas” o mediante “relatos”. El Quijote, de Cervantes, es un análisis genial de la condición humana. Un análisis que se expresa, no mediante ideas, conceptos y teorías, sino mediante narraciones y relatos. Los Evangelios no son una “vida de Jesús”. Los Evangelios son la “revelación de Dios” en Jesús. Por eso, lo que importa, en los Evangelios, no es su “historicidad”, sino su “significatividad”. En cada relato, en cada episodio, en cada parábola, ¿qué se nos dice sobre Dios? ¿cómo y dónde podemos encontrar a Dios? Esto, ante todo.

Pero, en el comentario a los Evangelios de este año, hay algo más concreto, más actual, más apremiante. Me refiero a la pandemia del covid19. La pandemia nos enfrenta a tres problemas fundamentales: 1) La “crisis sanitaria”; 2) La “crisis económica”; 3) La “crisis humanitaria”. Pues bien, estos tres problemas y estas tres crisis nos presentan y resumen las grandes preocupaciones de Jesús. De forma que, en la solución a esos tres problemas, es dónde y cómo se nos revela Dios, en Jesús de Nazaret. Y esos temas justamente es dónde y cómo tenemos que encontrar a Dios. 

Esto es lo que explica por qué, en los Evangelios, se nos habla tanto y tantas veces de las curaciones de enfermos (la salud). Por eso mismo, Jesús insiste tanto y con tanta fuerza sobre pobres y ricos, de cómo y por qué no se puede amar a Dios y al dinero y, sobre todo, el “seguimiento” de Jesús sólo es posible en el despojo total del dinero (la economía). Y por la misma razón, en sus sermones y parábolas, Jesús explica cómo tienen que ser nuestras relaciones humanas.

Jesús no curó a todos los enfermos que había en Palestina cuando él andaba por el mundo. Ni acabó con los ricos, para que los pobres vivieran en la abundancia. Ni resolvió los conflictos y problemas que había en la sociedad de Palestina en aquel tiempo. El Evangelio nos viene a decir que la solución está en nuestras manos y a nuestro alcance. ¿Cómo? ¿En qué?

¿Qué solución nos ofrece el Evangelio para salir de esta situación dramática en que nos vemos hundidos? Jesús no curó a todos los enfermos que había en Palestina cuando él andaba por el mundo. Ni acabó con los ricos, para que los pobres vivieran en la abundancia. Ni resolvió los conflictos y problemas que había en la sociedad de Palestina en aquel tiempo. El Evangelio nos viene a decir que la solución está en nuestras manos y a nuestro alcance. ¿Cómo? ¿En qué?

Después de veinte siglos de conflictos, peligros, amenazas y hasta fracasos, el Evangelio sigue en pie. Y sigue dando esperanza. Lo que hace falta es que nosotros tomemos en serio, de veras y con todas sus consecuencias, el “recuerdo peligroso” que es este Evangelio, la fuente de nuestra seguridad, que nos dice: saldremos adelante, con la misma seguridad con que el Evangelio sigue adelante, pase lo que pase y venga lo que venga.

Fuente Religión Digital

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Félix Placer: “Los nuevos paradigmas exigen una profunda descentralización de la teología”

Sábado, 25 de abril de 2020
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image4“El pluralismo religioso: al servicio de la justicia y la paz desde una ética común”

“Si la teología quiere ayudar, colaborar para una salida significativa y eficaz de la Iglesia en el mundo de hoy, debe afrontar esos desafíos que le exigen o plantean una salida de sí misma, de sus paradigmas clásicos para abrirse a nuevos paradigmas plurales que provienen de esos lugares ‘teológicos’ actuales”

“Sin la definitiva experiencia de la encarnación en la vida de las víctimas, sin compasión y empatía con ellas, no es posible hacer teología y ser persona seguidora de Jesús, creer en Él”

“El Parlamento de las Religiones del Mundo (1993), abogó por una ética mundial para conseguir un orden mundial nuevo, sin predominio de una religión sobre otra”

“La destrucción de la tierra es no sólo una injusticia social, sino una profanación ecocida, biocida y geocida, un pecado contra Dios como Creador, contra Jesucristo como Liberador y contra su Espíritu como Vivificador”

Ante la interesante iniciativa de Religión Digital de una colaboración teológica para la propuesta e invitación del Papa Francisco de “una Iglesia en salida”, pienso que la primera aportación deberá ser, como indica Enrique Dussel, “una descolonización epistemológica eurocéntrica de la teología… En la Edad Transmoderna que se acerca, se hará necesario rehacer la teología más allá de la Modernidad y el capitalismo… para retornar a un cristianismo mesiánico profundamente renovado”.

Los nuevos paradigmas exigen una profunda descentralización de la teología, salir de sí misma para ir al encuentro en su epistemología y métodos a fin de ser capaz, como pide el Papa Francisco a la Iglesia, de “observar y escuchar” los signos de los tiempos.

Indico aquellos lugares o campos hacia los que, a mi entender, debe salir la teología si quiere ser un servicio a la llamada papal.

a) El mundo de quienes sufren la desigualdad, pobreza, marginación

Señala Félix Wilfred, que “gran parte de la teología actual evade frecuentemente la cuestión de la pobreza, de la desigualdad y de la exclusión… Necesita volver su mirada al mundo e intentar responder a aquella cuestiones cruciales que los seres humanos encuentran justo en el centro de su existencia… Exiliar a Dios y al prójimo del horizonte de la economía para perseguir una craso egoísmo e individualismo, constituye el mayor desafío para la teología actual”.

José María Castillo insiste en que “el ser o no ser de la teología se juega en su conexión o desconexión con la vida, en especial de quienes sufren las consecuencias de una economía injusta, de la inequidad y de la injusticia”.

La mirada primordial de Jesús, como insistía Metz, no se dirigió principalmente al pecado de los demás, sino al dolor humano. Por ello, continuaba el teólogo alemán, “para el cristianismo, la pregunta de partida no es ¿quién habla?, sino ¿quién sufre?”. Es decir, sin la definitiva experiencia de la encarnación en la vida de las víctimas, sin compasión y empatía con ellas, no es posible hacer teología y ser persona seguidora de Jesús, creer en Él.

Por tanto es necesario interpretar la revelación divina y mesiánica de la economía de la salvación hoy –misión de la teología- desde los nuevos paradigmas de la liberación integral universal y concreta, “desde la voz del sujeto débil y marginal, desde el clamor de los inocentes y de los justos, pero que también incluye a los verdugos y los invita a un cambio de mentalidad y a la conversión del corazón”, como expone Carlos Mendoza Álvarez. Porque, en definitiva, “sólo un Dios que sufre puede socorrer” (D. Bonhöffer).

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b) El pluralismo religioso: al servicio de la justicia y la paz desde una ética común

El concilio Vaticano II abrió las puertas a una colaboración con otras religiones y no “rechaza lo que en ellas hay de verdadero y santo”. Reprobó, en consecuencia, toda discriminación e invitó a la solidaridad, al respeto de la dignidad humana y de sus derechos para lograr la paz.

El Parlamento de las Religiones del Mundo (1993), abogó por una ética mundial para conseguir un orden mundial nuevo, sin predominio de una religión sobre otra, basado en el muto reconocimiento, en la no violencia y respeto a toda vida, en el compromiso a favor de una cultura de la solidaridad y de un orden económico justo, la tolerancia y la igualdad.

Andrés Torres Queiruga propuso la palabra “inreligionación” para expresar la acogida y el ofrecimiento, desde la verdad de cada religión, para un encuentro fructífero y creativo. La teología será fecunda, como afirma Luiz Carlos Susin, si sabe escuchar y ser fiel (salir) a la experiencia religiosa de los pueblos pobres y a sus testimonios.

c) El ecofeminismo y su teología

Teólogas de diferentes países y culturas han “deconstruido” modelos clásicos, reproductores de dependencias y esquemas androcéntricos y contribuyen a reconstruir otra visión de Dios, de la revelación, del Reino de Dios, restaurando la plena dignidad e igualdad de las mujeres en todos los órdenes de la existencia humana; también en la Iglesia.

Como subraya Elizabeth A. Johnson “si la idea de Dios no logra penetrar y alumbrar la complejidad humana de la experiencia presente, más aún, si la idea de Dios no va al mismo ritmo que la realidad en evolución, entonces la experiencia de Dios muere borrándose de la memoria… La relación mutua de iguales-diferentes aparece como paradigma último de la vida personal y social… y abarca todo el tejido de la realidad” solidario, compasivo , en comunión fuente de energía para vencer al sufrimiento y sus causas con su “poder liberador de relación en su amor compasivo que penetra el dolor del mundo para transformarlo, como un aliado en la resistencia y manantial de esperanza”.

Podemos decir con Rosemary Radford Ruether: “aquello que promueve la plena humanidad de las mujeres viene del Espíritu Santo, refleja una verdadera relación con lo divino, constituye la plena naturaleza de las cosas, el auténtico mensaje de redención y la misión de la comunidad redentora”.

d) Desde una nueva visión del universo y nuevos paradigmas

Todos somos fruto de un mismo Creador y formamos parte inseparable de esta creación divina, en donde estamos relacionados profunda e íntimamente, afirma el papa Francisco en su encíclica Laudato Si¨. Por tanto, cuando se hace daño a la tierra, se hace daño a la humanidad y viceversa; el pobre, el necesitado, el oprimido es el primer daño ecológico de esta casa común.

En consecuencia, la destrucción de la tierra es no sólo una injusticia social, sino una profanación ecocida, biocida y geocida, un pecado contra Dios como Creador, contra Jesucristo como Liberador y contra su Espíritu como Vivificador. Por tanto, las acciones que se inscriben en una línea de defensa y protección de la vida son signos de la presencia de Dios que con su Espíritu sigue aleteando sobre la tierra (Gn 1,1-2), fecundando iniciativas que protejan la vida, que creen vida. Por ello hoy, en medio del diluvio destructor de la globalización, se renueva la promesa de la alianza en los signos de los tiempos ecológicos (Gn 9,8-15).

La tierra es símbolo de Dios, manifestación de su Espíritu. Los dinamismos que en ella brotan, defendiéndola, renovándola, protegiéndola -en especial a quienes están más desprotegidos y son víctimas de explotación- siguen siendo experiencia de su presencia creativa y compasiva, que comunica vida, de su alianza con la humanidad y su casa.

Las actuales investigaciones científicas y su concepción del universo abren un campo inmenso para una visión ecoteológica donde adquiere sentido nuevo la misma interpretación de la vida, de la evolución, de la realidad. Se plantea lo que llaman algunos un paradigma posreligional desde una ‘teología planetaria’ (J.M.Vigil) que pide a la teología salir de su esquema religioso para elaborarse en las claves de ser nueva concepción que supera los clásicos dualismos clásicos y descubre una relación con Dios en lo más profundo de la existencia del universo en continua expansión y creación.

Si la teología quiere ayudar, colaborar para una salida significativa y eficaz de la Iglesia en el mundo de hoy, debe afrontar esos desafíos que le exigen o plantean una salida de sí misma, de sus paradigmas clásicos para abrirse a nuevos paradigmas plurales que provienen de esos lugares “teológicos” actuales.

Félix Placer Ugarte

Profesor jubilado

Facultad de Teología. Vitoria-Gasteiz

WILFRED,F. La función de la teología en las luchas por un mundo más equitativo e inclusivo: Concilium 364 (2016)26.

METZ, J.B. Por una mística de ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad, , Barcelona 2013,

TAMAYO, J.J. Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo, Barcelona 2011.

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Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General , , , , , , , , , , , , , , , ,

José María Castillo: “En la Iglesia preocupa más el esplendor de la religión que la fidelidad a Jesús”

Viernes, 29 de marzo de 2019
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2379-large_defaultDe su blog Teología sin Censura:

El teólogo explica los entresijos de su ‘Evangelio marginado‘ (Desclée)

“Un ‘Dios falso’ ha llevado al mundo más avanzado al abandono de la religión”

“Jesús no quiso templo. No quiso sacerdotes. No quiso rituales. No quiso ceremonias sagradas. No quiso obediencia y sometimiento de nadie a él”

“Jesús no prescinde de la religión, sino que desplaza la religión: la arranca de ‘lo sagrado’ y la pone en el centro de ‘lo más plenamente humano'”

Jesús Espeja: “El ‘Evangelio marginado’ de Castillo, una exposición de gran valor para estos momentos de la Iglesia”

He escrito este libro porque he intentado explicar – en cuanto eso es posible – por qué la Iglesia se interesa más y se preocupa más por el “sometimiento a la religión” que por el “seguimiento de Jesús”. Creo que, sin miedo a exagerar, se puede afirmar que en la Iglesia preocupa más el esplendor de la religión que la fidelidad al seguimiento de Jesús.

El “sometimiento a la religión” dio resultado y fue eficaz hasta finales del s. XV. A partir del Renacimiento, la Reforma (s. XVI), la Ilustración (ss. XVII-XVIII), la Resistencia y la Restauración (s. XIX), la industrialización y la violencia (dos guerras mundiales), que marcaron el s. XX, y finalmente la Modernidad y la Posmodernidad, todos estos grandes fenómenos históricos y culturales, han hecho que la religión nos sirva para creer en El Dios falsificado (Thomas Ruster). Un “Dios falso”, que ha llevado al mundo más avanzado al abandono de la religión. O en otros casos (que abundan) nos ha conducido, sin darnos cuenta, a que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no sea de fiar, porque nos remite a una falsa religión” (o.c., pg. 228).

La Iglesia de los dogmas, las normas y los ritos fue útil y tranquilizaba las conciencias mientras los “mitos”, los “ritos” y las “jerarquías” eran útiles y servían para explicar tantas cosas que los humanos no sabíamos cómo explicarlas o pensábamos que servían para darle sentido a la vida o tener una esperanza última, que suavizaba el hecho inevitable de la muerte.

Hoy todo eso ha perdido (sobre todo, en las generaciones jóvenes) su utilidad y su razón de ser. Hasta el extremo de que los adolescentes, apenas llegan a cumplir los doce o trece años, cortan con toda la “jerga” de temas, teorías y creencias, que enseña el clero, y sencillamente para ellos se acaba y ya no interesa más la “religión”. Y lo mismo que veo esto, pienso también que este problema (más grave de lo que mucha gente se imagina) no tiene más solución que lo que vio Lutero cuando, siendo todavía un monje joven, viajó a Roma. Y allí comprobó que lo que interesaba a la Iglesia era la sumisión al papa y los rituales (indulgencias…) que daban dinero (Lyndal Roper, Martín Lutero, p. 75-76).

“La religión no responde a lo que necesita el ser humano”

Mi convicción es que veinte siglos antes de lo que sienten las últimas generaciones, fue Jesús de Nazaret, el “personaje-centro” y central del Evangelio, quien se dio cuenta de que la “religión” del templo y de los sacerdotes, de los dogmas y de las normas, de los rituales y las observancias, del poder y del dinero, todo eso fue útil para las culturas de la Antigüedad, pero no responde a lo que necesita el ser humano como tal.  

Lo determinante, para el ser humano (lo que nos humaniza) no es satisfacer la “necesidad” de nuestras propias carencias (esto es lo que hace la “religión”), sino potenciar la “generosidad” para resolver las carencias de los demás (esto es lo que nos aporta el “Evangelio”).

Aquí es fundamental – incluso enteramente necesario – hacer una distinción clave. Hay dos formas de hacer teología y, por eso, hay “dos modelos de teología”: 1) La “Teología especulativa”, que se elabora a partir de “teorías”, que se basan en el pensamiento escolástico (con su “mortificante dependencia del pensamiento de Aristóteles”, según la acertada fórmula de Lyndal Roper) o tienen sus raíces en el pensamiento estoico (Pitágoras y Empédocles) (E. R. Dodds), en cuanto se refiere a la moral. 2)  La “Teología narrativa”, que se construye mediante relatos tomados de la vida diaria. El ejemplo más patente (de esta teología) lo tenemos en los evangelios. Se trata, en este caso, de narraciones en las que lo determinante no es la “historicidad”, sino la “significatividad”. En el caso concreto del Evangelio, ¿qué nos dicen esos relatos para nuestra forma de vivir, para ser fieles al “seguimiento de Jesús”?

Con toda razón y precisión, J. B. Metz escribió: “La teología no es hoy teología de profesores, no se identifica con la teología de oficio. Con mayor razón, pues, no debe la teología histórico-vital encerrarse en los esquemas de expresión de un lenguaje científico exacto y reglamentado…. De ahí que deba evitar a toda costa someterse incondicionalmente al vocabulario de la exactitud. Precisamente la teología no es – ni ha sido nunca – una ciencia natural de lo divino” (La Fe, en la Historia y en la Sociedad, p. 230).

En esta dirección tiene que girar la teología, la liturgia y el gobierno de la Iglesia. Como nos lo está indicando sabiamente el Papa Francisco. Yo sé que darle este giro a la vida no es posible, si nos atenemos a lo que da de sí la condición humana. Por eso me parece tan genial la fórmula que nos dejó I. Kant: “La praxis ha de ser tal que no se pueda pensar que no existe un más allá” (en Gesammelte Schriften, VII, p. 40). Sólo si tomamos en serio y aceptamos de verdad que Jesús de Nazaret fue (y es) un hombre en el que vemos a Dios” (Jn 1, 18; 14, 9-10; Mt 11, 27; Fp 2, 6-11; Col 1, 15; Heb 1, 2), es decir, solamente cuando sabemos y aceptamos que el Dios Trascendente se hizo presente en nuestra inmanencia mediante la vida, la forma de vivir y actuar, de Jesús de Nazaret, sólo así y en eso encontramos a Dios.

Ahora bien, lo que encontramos en el Evangelio es que la forma de vivir y de actuar de Jesús fue una vida marcada por una profunda espiritualidad (su oración frecuente y prolongada) y una constante preocupación por el sufrimiento humano.

Por eso Jesús no quiso templo. No quiso sacerdotes. No quiso rituales. No quiso ceremonias sagradas. No quiso obediencia y sometimiento de nadie a él. No mencionó para nada la división y la diferencia entre lo sagrado y lo profano. No habló nunca de orden (“ordo”) ni de ordenación. Intencionadamente curó a los enfermos cuando la religión prohibía curarlos. Rechazó con firmeza la observancia de rituales religiosos (Mc 7). Andaba frecuentemente con “malas compañías” (los pecadores, los samaritanos, los recaudadores de impuestos…). Nunca denunció las conductas criminales de los políticos (ni a Herodes, cuando degolló a Juan Bautista, ni a Pilatos cuando asesinó a los galileos que ofrecían sacrificios en el templo). Puso sus preferencias en los débiles, niños, mujeres, extranjeros…. La fe en Jesús fue un hecho solamente para el excomulgado por la religión: el ciego de nacimiento (Jn 9).

Conclusión: los cristianos tenemos una “religión” que cada día interesa menos. Porque cada día cobra más fuerza el rechazo al “poder vertical” (Peter Sloterdijk, Has de cambiar de vida, p. 151-153) y al “poder opresor” (Byung-Chul Han, Psicopolítica, p. 27-30). Lo que motiva a la mayoría de la gente es el “poder participativo” y el “poder seductor”. Si algo destacan los evangelios, es el poder seductor que mostró Jesús. No para hacerse él importante y famoso. Jesús fue así y se comportó así, para remediar el sufrimiento humano. Y mediante ese remediar el sufrimiento, así revelar lo que nosotros podemos saber de Dios; y cómo podemos relacionarnos con Dios: “Lo que hicisteis con uno de uno de estos hermanos míos tan insignificantes lo hicisteis conmigo” (Mt 25, 40). Jesús no prescinde de la religión, sino que desplaza la religión: la arranca de “lo sagrado” y la pone en el centro de “lo profano”, “lo laico”, “lo más plenamente humano”.

Lutero dijo: “El hombre es incapaz por naturaleza de querer que Dios sea Dios. Quiere ser Dios él mismo, no desea que Dios sea Dios” (Luther’s Works 31, 10; Martin Luthers Werke 1, 17, 225). Lo que hace el Evangelio es “dejar a Dios ser Dios, en cada ser humano”.

Para saber más acerca del libro, pincha aquí:

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José Ignacio López Vigil: “San Pablo inventó el cristianismo y la Iglesia católica homófoba y machista”

Lunes, 19 de noviembre de 2018
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frente-a-frente2“Magdalena era una mujer extraordinaria, una galilea peleadora, que se enamoró de Jesús y Jesús de ella”

“Pablo escribió sus cartas sin saber nada, absolutamente nada de Jesús. Ni conoció a Jesús ni comió pescado con él”

“Todos los que van a comulgar han rezado antes la oración de un gay, el centurión romano, que le dice a Jesús: ‘Señor. No soy digno de que entres en mi casa (a curar a mi pareja), pero una palabra tuya bastará para sanarlo'”

(José M. Vidal).- “Pablo de Tarso, que no conoció a Jesús de Nazaret, inventó a Jesucristo y, además, como era misógino, esclavista y homófobo, creo una Iglesia a su imagen y semejanza”. Lo dice todo de un tirón y, al terminar, pregunta a los presentes: “¿He dicho muchas herejías?” Y la verdad es que, con su barba larga, su pelo cano y sus gafas, José Ignacio López Vigil parece un santo padre más que un hereje. Eso sí, habla y escribe muy claro, como viene demostrando, desde hace años, en sus programas de radio y en sus libros.

Ayer, precisamente, presentaba su última obra¡Frente a frente! San Pablo Apóstol, el que inventó a Cristo y María Magdalena, la que conoció a Jesús (feadulta), ante un numeroso público, que llenaba el auditorio del colegio mayor Chaminade. Un nuevo libro que, como todos los anteriores, está escritos a cuatro manos, con su hermana, María López Vigil, también periodista.

La presentación de la mesa, en la que figuraba el autor, junto al teólogo Xabier Pikaza, corrió a cargo de África de la Cruz, profesora emérita de psicología de la Universidad autónoma de Madrid, que comenzó recordando “el importante papel que los dos hermanos escritores desempeñaron en mi evolución espiritual”. Con varias de sus obras, pero sobre todo con ‘Un tal Jesús’, la más famosa y la más polémica, pero que sirvió de alimento a generaciones de creyentes, que, de su mano, “dieron el salto mortal del Jesús del credo al ‘Moreno de Nazaret’, de un Dios al que hay que temer y, en el fondo, odiar, al Dios amor y sólo amor”

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Del nuevo libro, objeto de la presentación, la profesora alabó su “estilo desenfadado e irreverente, su aparente sencillez y su simplificación e, incluso, su sentido del humor y su forma de narrar periodística que engancha”.

A continuación, se proyectó un video del teólogo José María Castillo, autor de varios libros sobre el tema y que suele decir que “el problema empezó con Pablo“. Tras saludar a los presentes, calificó a los hermanos López Vigil de “personas de una profundidad evangélica importante y de una notable competencia intelectual”.

Respecto a la obra, Castillo quiso subrayar que la sencillez expositiva no está reñida con la profundidad, aunque “hay personas que confunden la sencillez y la clarividencia de la comunicación directa con la falta de profundidad intelectual”. A su juicio, hablar sencillo y claro, como Jesús, “no es bajar el nivel de fiabilidad” y, además, de esta forma se llega a mucha más gente.

“Hay mentalidades formadas en la alta especulación, que dan más valor a las teorías, pero Jesús hablaba en parábolas y su enseñanza era teología narrativa, una teología que es tan valiosa como la puramente especulativa y, en muchas ocasiones, va más allá y llega a lo más profundo de la fe de los sencillos”, concluyó el teólogo, asegurando que los autores “tienen ese don de la teología narrativa”. Un don “que pocos tienen”.

Tras dar las gracias a Castillo, que aparece en la serie, compuesta inicialmente como crónicas de radio, uno de los autores, José Ignacio López Vigil salta a la arena, coge el micrófono y con su acento mezcla de español de Asturias pasado por Latinoamérica durante muchos años (y allí sigue), va directo al grano desde el principio. Como si tuviese ganas de sacudir y provocar a los presentes, que, por otra parte, venían con ganas de ser zarandeados.

Y lanza una serie de afirmaciones claras y tajantes:Pablo escribió sus cartas sin saber nada, absolutamente nada de Jesús. Ni conoció a Jesús ni comió pescado con él. Sólo tuvo una revelación camino de Damasco y se puso a escribir, sin ni siquiera regresar a Jerusalén a hablar con María, su madre, ni con María Magdalena, su compañera”.

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Por eso, “en las cartas de Pablo no hay geografía ni historia”. Tanto es así que Pablo, el viajero, el intelectual de la escuela farisaica de Gamaliel, que sabía tres idiomas (arameo, hebreo y griego) y que sabía escribir, mientras “los demás discípulos y el propio Jesús eran analfabetos”, ese Pablo “inventó a Jesucristo”.

Más aun, “Pablo de Tarso no sólo era homófobo, misógino y esclavista, sino que, además, inventa la teoría del pecado original y, como consecuencia, la tesis de la expiación. Para redimir al mundo de ese terrible pecado, Dios, enfurecido, manda a su propio Hijo, para que lo maten y con su sangre lave el pecado y Dios quede tranquilo. Algo terrible”.

La cara opuesta del cristianismo naciente la ofrece, según López Vigil, María Magdalena, “la fundadora del cristianismo, la que proclamó ‘esta vivo y su proyecto no terminó en la cruz'”. La que se opone en el libro, a la homofobia de Pablo de Tarso. Entre otras cosas, porque “todos los que van a comulgar han rezado antes la oración de un gay, el centurión romano, que le dice a Jesús: ‘Señor. No soy digno de que entres en mi casa (a curar a mi pareja), pero una palabra tuya bastará para sanarlo”.

Lo peor de estos dos cristianismo enfrentados es, para López Vigil, que “la Iglesia optó por el de Pablo de Tarso y marginó por completo el de María Magdalena”. Por eso, a su juicio, “es urgente recuperar los Evangelio y a María Magdalena”.

Terminada la primera intervención del autor, Xabier Pikaza, como gran biblista que es, quiso matizar un poco las afirmaciones de López Vigil y aseguró que, en contra de lo que se suele pensar, “el Pablo del que tú hablas es el Pablo popular, al que se le atribuyen algunas afirmaciones que son evidentes intrapolaciones, como lo que dice sobre las mujeres”.

marialopezvigilyhermanoMaría y José Ignacio López Vigil,

Según Pikaza, Pablo hizo cosas admirables y la más importante: dijo que Jesús era Dios”. El biblista reconoce que “parece que Pablo tuvo un problema de misoginia, pero en su Iglesia las mujeres eran iguales que los hombres“. Y terminó subrayando que “Pablo fue fundamental y, sin él, el cristianismo no podría seguir adelante” y pidiendo a los autores nuevas entregas de su obra sobre el Pablo auténtico.

López Vigil aceptó el reto de seguir discutiendo y escribiendo sobre Pablo de Tarso en nuevos libros, para someterse a continuación a las preguntas de los presentes. En sus respuestas, recordó, por ejemplo, que escribió ‘Un tal Jesús’ “en los bellos tiempos de la Teología de la Liberación, que Juan Pablo II se ocupó de arruinar”.

Preguntado, de nuevo, sobre Magdalena, aseguró que, “aunque la Iglesia, para marginarla, la calificó de prostituta, era, en realidad, una vendedora de pescado, que se enamoró de Jesús y Jesús de ella, una mujer extraordinaria, una galilea peleadora”. Por eso, a su juicio, “hay que reivindicarla, porque ella fue la apóstol de los apóstoles”.

Para conectar la Iglesia actual con el cristianismo de María Magdalena, López Vigil pidió al Papa una Iglesia que abola el celibato y una Iglesia con mujeres protagonistas, no sacerdotas, porque si la Iglesia no tiene rostro femenino, no es la Iglesia de Jesús”.

Preguntado sobre la relación entre el celibato y los abusos del clero, López Vigil negó una relación directa, pero aseguró que la Iglesia prohibió el matrimonio a los curas para defender su patrimonio e impuso el celibato para que no heredasen las mujeres de los curas” y proclamó que “el celibato es una ley antinatural, que puede provocar reacciones antinaturales y, por eso, tiene que ser abolida”.

En contra de lo que suele sostenerse, López Vigil aseguró que Jesús era un campesino alegre y dicharachero, al que le gustaba contar chistes y adivinanzas , asi como alguien radicalmente revolucionario, aunque no sabía escribir y leía a duras penas, trastabillándose”.

Y terminó proclamando que la Iglesia tiene que “quitar miedos y culpas, porque, si se cree en el infierno, no se cree en Dios” a invitando a la esperanza, porque “otro Dios es posible”, como reza el título de otra de sus obras.

Fuente Religión Digital

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José María Castillo: “Jesús vivía con la gente; ésa es la cristología que aprendieron los apóstoles”

Jueves, 26 de mayo de 2016
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jose-maria-castilloInteresante entrevista que hemos leído en Religión Digital:

El teólogo español, citado por el Papa, publica “La Humanidad de Jesús” (Trotta)

“En la Iglesia ha habido más dificultad para aceptar la humanidad de Jesús que su divinidad”

(Jesús Bastante).- Es uno de los mejores teólogos españoles. Tanto, que el propio Papa Francisco está tomando “prestados” algunos de sus conceptos, ligados a la Teología Popular. Ardoroso defensor de la libertad, José María Castillo presenta su último libro, La Humanidad de Jesús” (Trotta), donde defiende una fe frente a los que, hoy como ayer, prefieren lo artificioso y lo ritual. “Nos sobra religión y nos falta humanidad”.

¿Qué quieres decir con esta frase?

Cuando se estudia en Teología la figura de Jesús, resulta que históricamente, en la Iglesia ha habido más dificultad para aceptar la humanidad de Jesús que la divinidad de Jesús. Lo cual quiere decir, que si entendemos por lo divino todo aquello que se encarna en lo sagrado, en la Iglesia manda más lo sagrado que lo profano. Que, traducido al problema que yo planteo aquí, quiere decir que lo sagrado manda más que lo humano y se superpone a lo humano.

Nos encontramos con la dificultad que estamos experimentando con tanta frecuencia y en asuntos enormemente importantes. Por ejemplo, cómo en nombre de un presunto derecho divino se limitan o sencillamente se eliminan los derechos humanos.

En nombre de lo divino o sagrado, se limita la libertad para pensar, hablar, escribir… Cosas tan elementales como es amar. Y aprovecho para recordar un artículo que me impresionó mucho de Karl Rahner en el que se preguntó por qué para amar más a Dios, tenemos que amar menos a un ser humano. O tenemos que renunciar al amor humano.

Eso es muy extraño. Porque una de las cosas que más cautivan del Cristianismo es, precisamente que Dios se hace hombre para asumir todo el pecado de la humanidad y ofrecer una nueva puerta de salvación. Y sin embargo, la figura de Jesús que debería de ser el más humano de los hombres, se ha trasladado a una excesiva divinización de su figura, como planteas en el libro. Como si no fuera importante que Dios se hubiera hecho hombre, que es el germen del Cristianismo. Sin este hecho, es imposible que suceda la salvación.

Es la clave. No podemos olvidar que nosotros no somos de condición divina. Sino que somo seres humanos. Y desde lo humano tenemos que comprender lo transcendente. Lo divino. Y no nos es posible, porque Dios no está a nuestro alcance. Si lo estuviera, sería un ser todopoderoso, pero no Dios. Ni siquiera el concepto de infinito, porque esto significa lo humano, pero sin límites. Y Dios no es ni eso, es una realidad que está en un ámbito al cual no tenemos acceso. Es incomunicable en ese sentido.

El Cristianismo, ¿qué solución le ha dado a ese problema?, pues sencillamente, el “Misterio de la Encarnación”, donde el transcendente se ha hecho visible, tangible y cercano, humanizándose. Y se humanizó en Jesús que, sin dejar de ser divino, se hizo plenamente humano. De tal manera que en la medida en que conocemos la humanidad de Jesús, es el único camino que tenemos para conocer qué es Dios, cómo es y lo quiere.

Y sin embargo, durante siglos se ha ido sepultando esa figura humana en una serie de normas, ritos, judicaturas, misterios, dogmas de fe, etc., que han convertido la figura de Jesús en algo distinto. Hasta el punto en el que la Iglesia de hoy no se parece a lo que Jesús quería, o se parece a lo que fueron promoviendo otros. Tú te centras mucho en la figura de Pablo.

Aquí hay varias cosas.

Primera: Jesús fue plenamente humano y el hecho es que los evangelios, tal como han llegado a nosotros, así lo presentan. Lo primero con lo que se tenía que enfrentar, fue con lo religioso y lo sagrado, tal como en aquél tiempo se entendía. Y por eso, Jesús se enfrentó al templo, a los sacerdotes y los rituales, a las normas religiosas. Y el enfrentamiento fue tan duro, que llegó un momento en el que la institución religiosa se dio cuenta de que, o acababan con él o él acababa con ellos. El final del capítulo XI del Evangelio de San Juan, después de la resurrección de Lázaro, es clave. El Sanedrín se reunió de urgencia y plantearon: o él, o nosotros.

Es interesante eso que dices porque Lázaro es una figura muy relevante y muy olvidada.

Además, cada día va ganando terreno relacionar el Lázaro de Juan, hermano de Marta y María, con el Lázaro del que habla Lucas en la parábola, el epulón, el comilón. Aquél se murió y fue al paraíso, y este ricachón se murió sin importarle la gente que se moría de hambre delante de él. Exactamente lo que se está conociendo y viendo ahora mismo en España. Ricachones que se hinchan de dinero y como ya no les cabe en los bancos de España, lo guardan en los paraísos fiscales del mundo.

Ya verás cuando salga algún obispo en los famosos papeles de Panamá.

Yo estoy temiendo que pueda suceder.

Vamos a dejarlo ahí.

Y mientras, estamos viendo familias sin trabajo, chiquillos sin escuela, enfermos sin remedio ni curación…, el desastre. Esto es el Lázaro del evangelio de Lucas. También el rico se muere, como todos estos que tienen los paraísos fiscales a sus pies van a morir. El epulón aquél que vestía de púrpura y oro y con comida banqueteada todos los días. Que pidió desde el Hades que Lázaro volviera de entre los muertos a avisar a sus hermanos, que debían ser tan sinvergüenzas como él.Pero Abraham le dijo: “A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!”. Y eso es lo que toma el evangelio de Juan y conecta con la resurrección de Lázaro. Ahí está el muerto que resucita. ¿Qué decidieron los sumos sacerdotes?: matar de nuevo a Lázaro. Lo dice el evangelio de Juan, y por supuesto, a Jesús. Se reúne el Sanedrín de urgencia y allí se dieron cuenta de que el proyecto de Jesús era un conflicto imposible de conciliar. Y nosotros nos hemos apañado para hacerlo conciliable, que ni los sacerdotes del templo de Jerusalén ni Jesús lo hicieron. Nosotros lo hemos conciliado y así tenemos esta Iglesia. ¿Qué ha pasado? Que entre la muerte de Jesús y los evangelios aparece en el Nuevo Testamento la figura de Pablo.

Pero, si Jesús viene a modificar ese sistema, pues ese sistema le mata, y al final, con el paso del tiempo, conciliándolo, es ese sistema el que está venciendo en la Institución, ¿no estamos traicionando la nueva alianza que Jesús vino a traer entre Dios y los hombres?

La estamos traicionando y de ahí el conflicto, la tensión y los problemas que está sufriendo el papa Francisco. Porque el Papa es un hombre que por formación, su educación jesuita tuvo que ser más bien conservadora. Pero su humanidad es tan honda, tan sensible a todo lo que es el dolor humano, la injusticia contra los débiles, los niños, los enfermos…, que no puede callarse, ni aguanta el estar por encima de los demás, ni quiere tener privilegios. Hay teólogos que se preguntan por qué no toma decisiones más terminantes. Yo pondría a esos teólogos allí a que tomen las decisiones.

Además, yo tengo la opinión de que si este Papa u otro, quiere cambiar las cosas por medio de un golpe en la mesa, le estaría dando la razón a los que piensan que la Iglesia no tiene camino sinodal, dialogado. Pienso que está intentando repartir el juego y que todos nos sintamos responsables. Y los cambios que se están dando son porque el pueblo empuja. El concepto del pontificado de Francisco y el de Teología de José María del Castillo, son muy parecidos.

Bueno, es que cada día lo veo con más claridad, la cosa tiene que ir por ahí. Porque no se trata de cambiar cargos, ni en tomar decisiones en esto y lo otro. Lo importante es cambiar la manera de hacer Teología. La manera de gobernar. La manera de vivir cerca de la gente. Saber lo que demanda el pueblo. Leer más…

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Resurrección de Cristo, ¿un hecho histórico?, por José María Castillo

Domingo, 12 de abril de 2015
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Leído en su blog Teología sin Censura:

Me pregunto qué cristología habrá estudiado el obispo Munilla

Una cosa es ‘lo histórico’ y otra cosa es ‘lo trascendente'”

El obispo Munilla se ha puesto nervioso porque algunos se atreven a decir que la resurrección de Cristo no es un hecho histórico. Los entendidos en historiografía discuten lo que se debe entender cuando hablamos de un “hecho histórico”. Sea cual sea la postura que cada cual adopte en esa discusión, lo que parece que se puede afirmar con seguridad es que un hecho se puede considerar como histórico cuando ese hecho sucede dentro de la historia. Lo que le ocurra (o le pueda ocurrir) a un ser humano después de su muerte, eso ya no está, ni puede estar dentro de la historia, sino más allá de la historia. En tal caso, ya no estamos hablando de lo “histórico”, sino de lo “meta-histórico”. Por supuesto, puede haber personas (y las hay en abundancia) que, por sus creencias (religiosas, filosóficas o de otra índole), están persuadidos de que un difunto vive, ya sea en el cielo, junto a Dios, en la eternidad o en alguna otra modalidad que los humaos podemos imaginar o idealizar. Pero, cuando esto sucede, ya no estamos hablando de la historia, sino de lo que trasciende la historia. En otras palabras, una cosa es “lo histórico” y otra cosa es “lo trascendente”. Que puede ser “real”, pero no es “histórico”.

Esto supuesto, para un historiador, lo histórico de un sujeto se acaba con la muerte del sujeto. Lo cual no quiere decir que con la muerte se acabe la realidad de ese sujeto. Puede haber personas que, por sus creencias, están persuadidos de que el difunto vive en “otra vida”, que ya no está en la historia, sino más allá de la historia. Pero no digamos nunca que lo que sucede después de la muerte es “histórico”.

Entonces, ¿qué decimos de las apariciones del Resucitado que se nos relatan en los evangelios? Esos relatos testifican que hubo creyentes (algunos discípulos, algunas mujeres…) que tuvieron, sintieron y vieron experiencias según las cuales a ellos les constaba que Jesús vivía, porque había sido resucitado por Dios. Eso es histórico: que aquellas mujeres y aquellos hombres aseguraron que ellos lo había visto, lo habían sentido… Pero también es cierto que, al relatar las experiencias que habían vivido, las contaron de manera que no concuerdan unas con otras en datos y detalles importantes. Por ejemplo, para Mateo y Marcos, las apariciones ocurrieron en Galilea, mientras que para Lucas y Juan, sucedieron en Jerusalén. También fue una experiencia lo que vio y sintió el apóstol Pablo en el camino de Damasco.

Yo me pregunto qué cristología habrá estudiado el obispo Munilla. Sea cual sea la cristología que estudió, lo que demuestra es su buena voluntad por afirmar a toda costa que Jesús, el Señor, no pasó a la historia, sino que es el Viviente, en el que creemos los cristianos. Esto es de elogiar. Pero, con todo respeto y con la libertad que exige el asunto, es aconsejable (y exigible) que un obispo tenga alguna idea de cosas muy básicas, que se encuentran en el común de las buenas cristologías que se vienen publicando desde hace ya varias décadas. Al hablar de la resurrección, hablamos de un hecho trascendente. Y lo trascendente, por su misma definición, es real (para quienes creen en la trascendencia), pero no es, ni puede ser, histórico. Ya sé que todo esto es una reflexión elemental. Pero también es verdad que sólo cuando tenemos claro lo elemental, podremos ponernos a hablar de lo demás. En este caso, de la resurrección de Jesús el Señor.

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José María Castillo: “A Francisco le interesa más el Evangelio que la religión”

Domingo, 1 de febrero de 2015
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la-foto-1_560x280El teólogo denuncia que “la Iglesia es una institución más religiosa que evangélica”

“Tenemos que insistir no sólo en los deberes de los fieles, sino en los derechos de todos los ciudadanos”

“Para mucha gente, lo importante son los rituales, no Dios. Que haya bodas y procesiones, pero no creen en Dios”

(Jesús Bastante).- Es uno de los teólogos españoles más respetados en España, Latinoamérica y, en los últimos tiempos -coincidiendo con el pontificado de Francisco-, también en Italia. El primero en consseguir un doctorado Honoris Causa por una Universidad Civil. José María Castillo ha intervenido este fin de semana en el Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII con una ponencia sobre la Iglesia, la democracia y los derechos humanos. Siempre es un lujo poder conversar con él.

“Francisco es considerado un bicho raro por buena parte de la Curia y del clero vaticano, porque a él le interesa más el Evangelio que la religión, constata Castillo, quien se pregunta “¿qué autoridad moral o qué credibilidad puede tener, ante los ciudadanos de nuestro tiempo, una institución que, tal y como está pensada y organizada, no puede ser gobernada como una democracia ni puede suscribir ni poner práctica los derechos humanos?“.

“La Iglesia actual no puede transmitir lo más sublime -el Evangelio-, pues no puede cumplir lo más elemental -la democracia y los derechos fundamentales-. Y lo más grave es que la mayoría del mundo eclesiástico, ni la gente, no se dan cuenta de ello”, sostiene el teólogo, quien en los últimos tiempos se ha visto rehabilitado por una institución que, en su opinión, “olvidó que lo fundamental es transmitir y vivir el Evangelio”.

La Iglesia necesita recuperar la credibilidad que tanto necesita para poder cumplir la misión que tiene asignada, y para ello ha de intentar vivir con fidelidad a la democracia y a los derechos humanos”. En opinión de Castillo, el problema no está tanto en precisar si la Iglesia puede o no ser democrática, sino “afrontar la relación entre la Iglesia y la religión”.

 

Para el teólogo, desde el momento en que la relación con Dios se realiza a traés demediadores asociados a jerarquías que entrañan un sistema de ritos, rangos y poderes sagrados, que implican dependencia, obediencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles”. “Sin eso -añade- no hay religión. Pero con eso, no hay derechos humanos, porque no se admite la igualdad ni la libertad. Lo primero no es Dios, sino los rituales”.

Para mucha gente, lo importante son los rituales, no Dios. Que haya bodas y procesiones, pero no creen en Dios”, denuncia Castillo, quien contrapone religión, “que es jerarquía y obediencia” a Evangelio, que es “vida e igualdad“. “En la Iglesia, los hombres tiene derechos que no tienen las mujeres, los clérigos gozan de derechos que no pueden tener los laicos…, lo cual, para amplios sectores de la población, resulta sencillamente irritante”.

Ni el Evangelio es una religión, ni la Iglesia puede ser una institución que representa a una religión“, añade José María Castillo, quien insiste en que “Jesús fue perseguido, insultado, amenazado, juzgado, condenado y ejecutado por representantes de la religión del templo. Los hombres de la religión, en tiempo de Jesús, se dieron cuenta de que lo que ellos representaban y lo que representaba Jesús eran dos cosas incompatibles”.

“Seamos claros: Jesús no fundó la Iglesia, Jesús no fundó una religión. Más bien, desplazó la religión, la sacó de ‘lo sagrado’ y la puso ‘en la vida'”. Por ello, el Evangelio, “como forma de vida y principio organizativo para la Iglesia, se ha ido marginando”, lo que lleba a que “la Iglesia hoy es una institución más religiosa que evangélica. Por eso la gente sabe que, cuando se habla de cristianismo y de la Iglesia, estamos hablando de ‘religión’, no de ‘Evangelio'”.

Frente a ello, Castillo ofrece cuatro propuestas: “En primer lugar, mantener el papado como lo está intentando el Papa Francisco: ser fundamentalmente el obispo de Roma; en segundo lugar, recuperar el gobierno sinodal, con participación de los laicos, que estuvo vigente en la Iglesia durante el primer milenio; en tercer término, renovar y actualizar la praxis de los sacramentos, para que puedan ser practicados como símbolos de la fe; finalmente, la Iglesia tiene que insistir, no sólo en los deberes de los fieles, sino igualmente en los derechos de todos los ciudadanos. Ojalá así fuera.

Fuente Religion Digital

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José María Castillo: ¿Otro restauracionismo preconciliar?

Domingo, 4 de enero de 2015
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20603720aLeído en su blog Teología sin Censura:

El Papa ve “escandaloso” las listas de precios en las iglesias para recibir los sacramentos

Las “quince enfermedades de la Curia“, según Francisco

El Papa pide perdón “por mis errores y los de mis colaboradores, y por los escándalos que han hecho tanto daño

“Francisco está amenazado, tan amenazado como la unidad de la Iglesia”

“Estamos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar”

“Con razón advierte A. Torres Queiruga que estamos ante un ‘escándalo'”

“Al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que dice y hace lo que a Müller (y a sus colegas) les parece bien “

¿No tuvimos bastante en la Iglesia con el restauracionismo que Juan Pablo II promovió y defendió con firmeza, durante su largo pontificado, para frenar y – si hubiera sido posible – incluso bloquear el impulso renovador que representó el concilio Vaticano II? ¿No ha quedado patente que aquel intento ha desembocado en un alejamiento mayor de la Iglesia en sus relaciones con la cultura de nuestro tiempo? A estas alturas, hay motivos fundados para pensar que aún no hemos reflexionado a fondo lo que ha significado para la Iglesia el hecho de que un papa teólogo, de la talla de Benedicto XVI, se haya visto en la apremiante necesidad de tener que presentar su renuncia al papado.

Sea cual sea el motivo determinante por el que el papa Ratzinger tomó semejante decisión, parece razonable pensar que Benedicto XVI se vio en la apremiante urgencia de dejar el gobierno de la Iglesia en otras manos porque, sin duda alguna, él vio que la situación no podía ponerse peor de lo que ya estaba. A partir de entonces, el cónclave que eligió a Francisco se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba un rumbo nuevo. Y, a la vista de todo lo que ha sucedido, ¿vamos a tener el atrevimiento de tropezar dos veces en la misma piedra?

Pues sí. Efectivamente, da la impresión de que hay quienes se aferran al empeño por repetir la misma historia. Como es bien sabido, ya no es un secreto para nadie que cinco eminentes cardenales (Müller, Caffarra, De Paolis, Brandmüller y Burke) han buscado el apoyo del ex-papa Ratzinger para que les ayude en su intento de corregir el nuevo proyecto de papado y de Iglesia que estamos viendo en el papa Francisco. Se sabe también que Benedicto XVI se negó a aceptar las pretensiones de los cinco purpurados. Y no contento con eso, avisó de inmediato a Bergoglio que se pusiera en guardia por lo que se le venía encima con las pretensiones de los cinco cardenales mencionados y del “bloque preconciliar” de Iglesia que, sin duda, esos purpurados representan.

¿Ha quedado todo resuelto con este intento frustrado de un más que probable enfrentamiento de cinco importantes cardenales con el papa Francisco? Nada de eso. Después del fracaso de los mencionados cinco cardenales, los purpurados han seguido, erre que erre, en su empeño. Y ahora, lo que han hecho ha sido publicar un libro, en el que colaboran los cinco, y del que con razón advierte el profesor A. Torres Queiruga que estamos ante una “sorpresa mayúscula”, incluso ante un “escándalo”.

¿Por qué? Sin duda, los cinco eminentes eclesiásticos (y el bloque preconciliar de Iglesia, que ellos representan) están persuadidos de que el proyecto pastoral de cercanía al Evangelio, y al sufrimiento de los pobres y excluidos de este mundo, será un proyecto “enteramente responsable” si “presupone una teología que se abandona a Dios que se revela, presentándole el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad” (Card. G. L. Müller).

cinco-cardenales-vs-papa-720_560x280Si yo me he enterado bien, estas palabras del Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, vienen a decir que el papa actual, con sus gestos de profunda humanidad y cercanía a los que sufren, da pie para pensar (y decir) que no presupone “una teología que se abandona a Dios”, ni le presenta así (a ese mismo Dios) “el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad”. ¿Se puede hacer semejante insinuación contra el papa y quedarse tan fresco? ¿No sospecha este eminente cardenal que así, al decir eso, lo que en realidad está indicando es que hasta el papa se tiene que someter a lo que piensa el cardenal prefecto del Santo Oficio?

Al hacer estas preguntas, estoy afrontando un problema bastante más serio de lo que algunos se imaginan. Porque, echando mano de argucias teológicas de este calibre, lo que en realidad se pone al descubierto es que el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe le está diciendo a la Iglesia que al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que el Papa dice y hace lo que a este Cardenal (y a sus colegas) les parece bien que se debe decir y enseñar. Pero, entonces y si es que eso es así, ¿no estamos haciendo trizas la tradición secular de la Iglesia y las enseñanzas de los concilios Vaticano I y Vaticano II (Denz.-Hün. 3060; LG 22) cuando nos han explicado la naturaleza y la razón de ser del Romano Pontífice?

No estoy alambicando sobre el sexo de los ángeles o cosas parecidas. El momento, que estamos viviendo en la Iglesia, es mucho más grave de lo que seguramente muchos piensan. El problema de fondo del Vaticano II se repite. Y, de la misma manera que sucedió entonces, la resistencia al cambio se hace fuerte, seguramente más fuerte de lo que imaginamos. El papa Francisco quiere a toda costa una Iglesia que viva el Evangelio, cercana al sufrimiento humano y dispuesta, ante todo, a remediar los dolores, humillaciones y violencias que azotan sobre todo a los más débiles. Y es decisivo comprender que Francisco quiere una Iglesia entregada a semejante tarea aun cuando para ello sea necesario anteponer el logro de la felicidad de los que más sufren a tradiciones, normas y rituales que, en definitiva, lo que consiguen es tranquilizar conciencias satisfechas por sus “ortodoxias” y sus “observancias”.

Al decir esto, estamos tocando el nudo del problema. Si las quince enfermedades, que Francisco explicó y aplicó a los hombres de la Curia, en su discurso del pasado día 22, son la expresión de lo que realmente ocurre en el Vaticano, se comprende perfectamente que, en las oficinas de la Curia, abunden los funcionarios eclesiásticos (de todos los rangos) que no pueden comprender el genuino carácter cristiano de los dogmas y de las confesiones de fe. Porque se trata de personas que, en las dignidades, cargos y privilegios alcanzados, se han situado en un status que, si quieren mantenerlo, por eso mismo no pueden comprender que “el genuino carácter cristiano de los dogmas de fe está en la peligrosidad crítica y liberadora, y al mismo tiempo redentora, con la que actualizan el mensaje” de Jesús, de forma que “los hombres se asusten de él y, no obstante, se vean avasallados por su fuerza” (J. B. Metz; cf. D. Bonhoeffer).

Así las cosas, yo entiendo perfectamente que estemos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar. Como entiendo igualmente que mucha gente piense en el papa Francisco como un hombre amenazado. Tan amenazado como la unidad de la Iglesia. Y, por tanto, el futuro de esta Iglesia a la que queremos de verdad. Una Iglesia en la que no pretendemos ser más papistas que el papa. Y en la que siempre, y en cualquier caso, aceptamos al sucesor de Pedro, coincida o no coincida con nuestros puntos de vista.

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Francisco, a José María Castillo: “Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar”

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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matecas_560x280De izquierda a derecha, Manuel Guerrero, José Manuel Vidal, José María Castillo y Reyes Mate

El teólogo granadino admite que el Papa le escribió, “de su puño y letra” el pasado mes de agosto

Sentido homenaje al padre de la “Teología Popular” en el Colegio Mayor Chaminade

“Me preocupa mucho la Iglesia porque la quiero con toda mi alma, en contra de los que me tachan, acusan y ofenden con exceso de hacerla daño”

(Jesús Bastante).- Fue la guinda al homenaje que tuvo lugar anoche en el Colegio Mayor Chaminade. El protagonista, el maestro José María Castillo, admitió, a preguntas de sus cercanos, que el pasado mes de agosto recibió “una carta del Papa, que está escrita, hasta el sobre, de su puño y letra”. “Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar”, anunció, emocionado, el padre de la Teología Popular. Décadas después de ser condenado, sin pruebas ni juicio, por Doctrina de la Fe, el propio Pontífice es quien -como ha hecho recientemente con Gustavo Gutiérrez- aboga por su necesaria rehabilitación.

“Él me tenía que conocer cuando era provincial de los jesuitas en Argentina, y el pasado mes de abril, a través de la periodista Elisabetta Piqué, le mandé mi libro La Laicidad del Evangelio -explicó Castillo-. Un día, en agosto, me llegó una carta del Papa, que está escrita, hasta el sobre, de su puño y letra. Y allí me decía:Padre José María Castillo…‘. Eso se lo podía haber ahorrado, porque no hay más padre que Dios (bromeó). Y en la carta me dice: ‘Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar’. Me dijo que le ha dado mucha alegría, y ‘te pido reza por mí como yo rezo por ti’, y acaba con un gran abrazo”.

“Son unas letras breves, pero de su puño y letra. Eso, expresado de esa manera, para mí representa muchísimo. Por eso me gustaría poder hablar con él”, subrayó Castillo, quien definió al Papa Francisco como uno de los hombres más influyentes del mundo“, que utiliza esa influencia para cambiar las cosas para todos. “El mundo, a su vez, vislumbra por dónde va Francisco, que posee una humanidad, cercanía, saber estar y firmeza que nos sirve a todos como ejemplo“.

En cuanto al futuro de la Iglesia, Castillo reclamó, y creímos escuchar al mismo Papa, recuperar cuanto antes un gobierno sinodal en la Iglesia, que toda la gestión del gobierno no esté centrada en Roma. Irle quitando poderes a la curia y dándoselos a las conferencia episcopales, y que éstas procedieran como en el primer milenio, hasta la reforma gregoriana, donde las decisionesla tomaban los sínodos”.

“Cuanto antes se haga esto, ya está dando pasos que veo difícil que tengan retorno, muy decisivos. No es quitar poder al papado, sino redistribuir su poder, hacer la tarea más compartida, más internacionalizada…”, insistió Castillo.

Tras la carta del Papa, el teólogo confesó que “me gustaría poder hablar con él un rato, aunque solo fueran diez minutos. Me pondría nervioso, pero le agradecería el bien que está haciendo y le pediría, en nombre de tanta gente que espera mucho de él, que no se canse, que siga adelante, todo el tiempo que su salud le permita. ¡Y que no venga con renuncias ahora!”.

El acto arrancó con unas breves palabras del editor de Desclée, Manuel Guerrero, quien admitió que “a José María le conozco desde antes que él lo sepa: quedé prendado y enamorado por su mensaje”, y presentó los últimos libros de su autor: La laicidad del Evangelio, Teología Popular, o La Religión de Jesús. “Estos libros te oxigenan, te echas para atrás tranquilo, en el asiento, te liberas…. Yo quiero de esto”.

Por su parte, el director de Religión Digital, José Manuel Vidal, incidió en que “somos muchos los que admiramos, queremos, seguimos y debemos mucho a José María Castillo”. En su intervención, el periodista, que se autodefinió como “seguidor, discípulo y amigo” del homenajeado, apuntó a Castillo con tres palabras: Alimento, pontífice y primavera”.

Alimento, porque Castillo es “un gran teólogo, que tiene una gran obra, pero que además sabe transmitirla”. Y es que “su teología es capaz de dialogar de tú a tú, con los grandes pensadores, pero también la virtud de poder conectar con la gente sencilla. Una teología clara, fecunda, divulgativa y al alcance de cualquiera”. “Ésta es la Teología de Francisco. Él no es teólogo ni divulgador. Ha bebido su teología de teólogos y pensadores como Castillo y otros muchos. El Papa ha leído a Castillo, y que ha estado muy cerca del Papa, y ha sido uno de sus referentes claros“, apuntó Vidal, antes de que el teólogo hablase de la carta del Papa. Leer más…

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José María Castillo: “La Iglesia no tiene futuro si no lucha frontalmente contra la pederastia”

Domingo, 23 de noviembre de 2014
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El teólogo José María Castillo habla del llamado “clan de los Romanones”, el caso de pederastia destapado en la diócesis de Granada que salpica a 12 personas

Abusos sexuales de la Iglesia de Granada: caso abierto

La Policía ultima nuevas denuncias para proceder a las imputaciones

Investigados 19 pisos del clan de los curas sospechosos de pederastia

Obispos: “Las víctimas son lo primero. Tolerancia cero, esto no admite medianías”

Juan G. Bedoya: Desolación en la Conferencia Episcopal

Doctrina de la Fe ultima su propia investigación, con declaraciones de nuevas víctimas

Los sacerdotes investigados por abusos sexuales compartían un blog en el que predicaban moral

 

José María Castillo conoció la pederastia dentro de la Iglesia hace más de medio siglo. “Ya en tiempos de Pío XII tuve que interceder en el caso de un rector que había abusado de niños”. Lo que ocurría entonces, relata, es que “llegaban avisos de Roma advirtiendo del cuidado que había que tener y del mantenimiento del secreto con estas conductas

José María Castillo conoció la pederastia dentro de la Iglesia hace más de medio siglo. “Ya en tiempos de Pío XII tuve que interceder en el caso de un rector que había abusado de niños”. Lo que ocurría entonces, relata, es que “llegaban avisos de Roma advirtiendo del cuidado que había que tener y del mantenimiento del secreto con estas conductas

Este teólogo, que durante cincuenta años fue jesuíta hasta que decidió abandonar la compañía de Jesús en 2007, ha relatado en “Hora 25” que la comunidad católica granadína siente estos días mucho malestar, desconcierto y desacuerdo con la Iglesia por cómo se está gestionando este nuevo caso de pederastia en el que ha llegado a interceder dos veces el papa Francisco.

En su opinión, Bergoglio ha marcado un punto de inflexión ante esta lacra que ha comparado con la Inquisición y la Esclavitud que la Iglesia defendió durante siglos. “La actitud del actual Papa es una novedad dentro de la Iglesia ante un problema que viene de muy antiguo. Siempre se ha confundido el tema del pecado con lo que es un delito, asegura.

Castillo advierte de que si el Vaticano no mantiene esta línea de intolerancia ante los casos de pederastia terminará desapareciendo. “Progresivamente irá quedando marginada porque la sociedad va exigiendo más claridad y transparencia y lo que es delictivo no se tolera”

Fuente Cadena SER

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“La fuerza del Espíritu”, por Carlos Ayala Ramírez

Martes, 24 de junio de 2014
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3129380-vidrieras-composici-n-que-muestra-una-paloma-blanca-volando-sobre-un-arco-iris-y-un-brillante-sol-ilLeído en Adital:

Puede parecer un sinsentido hablar del Espíritu en la cultura predominante, en la cual, como ha señalado el papa Francisco, lo que prima es lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo superficial, lo provisorio. En otras palabras, donde lo real cede el lugar a la apariencia. Pues bien, la liturgia de la Iglesia católica nos ha recordado recientemente —en la solemnidad de Pentecostés— la necesidad de capacitarnos en el Espíritu. Y esta necesidad se plantea no solo para los creyentes, sino para cada hombre y mujer que busca su plena humanización.

El teólogo José María Castillo cita al menos cuatro dificultades para hablar con cierta seriedad del don del Espíritu. La primera consiste en creer que el Espíritu de Dios está en el cielo, no en la tierra.Para muchos cristianos, el Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Eso y nada más. El peligro es que se termina separando al Espíritu Santo de la historia. La segunda dificultad consiste en pensar que el Espíritu secontrapone a lamateria (al cuerpo, a lo sensible, lo espiritual a lo material); de ahí que algunos asumen que para ser espirituales tienen que renunciar a lo material, a lo sensible, a lo humano. La tercera es imaginar que el Espíritu actúa en la tierra, pero solo en el ámbito eclesiástico-jerárquico, es decir, que solo está en la Iglesia y que solo actúa a través de ella. Y la cuarta, reducir la presencia y acción del Espíritu a lo contemplativo y a lo extraordinario, eludiendo los desafíos de la realidad.

Ahora bien, Pentecostés es un tiempo litúrgico que pretende que florezca en nosotros la plenitud de la vida. “Cincuenta” es el número de la consumación. Ese día se redondea en nosotros todo lo que era anguloso y abultado. “Cincuenta” es también el número de la libertad. Los judíos decretaban el año jubilar, el cual consistía en la recuperación de las tierras propias cada cincuenta años. De este modo, cada jubileo significaba empezar un nuevo ciclo de oportunidades. Pentecostés, por tanto, recuerda y celebra la promesa de que hemos sido liberados verdaderamente por el Espíritu de Dios.

En el Antiguo Testamento, el Espíritu es fuerza de vida, capaz de resucitar aun a los muertos. Durante el exilio (uno de los tiempos de crisis del pueblo israelita), el profeta Ezequiel proclama: “¡Huesos secos, escuchen la palabra de Yahvé! Esto dice Yahvé a estos huesos: haré que entre en ustedes un espíritu, y vivirán”. En el Nuevo Testamento, se entiende por Espíritu la donación y la entrega de Dios a los seres humanos y la acción constante de Dios,presente en todos nosotros. Por tanto, cuando los cristianos hablamos del Espíritu, nos referimos a la acción de Dios en la historia, en el mundo, en la sociedad. Acción que lleva a más amor, más libertad, más justicia, más y mejor humanidad. El Espíritu no tiene, ni puede tener, limitación alguna. El Nuevo Testamento enseña que existe una relación profunda entre el Espíritu de Dios y el espíritu del ser humano. Y la caridad es el primer fruto del Espíritu, el carisma más excelso de todos.

En Jesús de Nazaret, el poder del Espíritu se advierte muy pronto en la fuerza profética de su palabra, aplicándose a sí mismo lo que dijo Isaías: “El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí. ¡Sí, Yahvé me ha ungido! Me ha enviado con un buen mensaje para los humildes, para sanar los corazones heridos, para anunciar a los desterrados su liberación, y a los presos su vuelta a la luz. Para publicar el año de la gracia de Yahvé, y el día del desquite de nuestro Dios, para consolar a los que lloran y darles una corona en vez de ceniza, el aceite de los días alegres en lugar de ropa de luto, cantos de felicidad en vez de duelo”.

En suma, la palabra “Espíritu”, en la mentalidad hebrea, significa viento, hálito, soplo de vida, fuerza interior que nos transforma desde dentro. Para la mentalidad cristiana, el seguimiento de Jesús es considerado como una vida según el Espíritu, una vida que tiene como fundamento e inspiración el modo de ser y actuar de Jesús de Nazaret. Hoy, necesitamos esta fuerza del Espíritu en las personas, los pueblos, las instituciones y la historia.

Es fundamental, por ejemplo, si consideramos la realidad de la fe católica, cuya mayor amenaza, según el documento de Aparecida, “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”. Consideramos, por otra parte, la crítica que hace el teólogo José Antonio Pagola a la sociedad moderna, que, a su juicio, ha apostado por lo exterior. En este sentido, explica que “todo nos aprisiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie”, que vivimos casi siempre en la corteza de la vida” y “se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde dentro”. Para ser humana, dice, “a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad”.

Esta fuerza es también indispensable para trabajar con empeño en lo que Jon Sobrino ha denominado una buena “ecología del espíritu”, que define con estos rasgos: recuperar la utopía frente al desencanto, aunque esa utopía sea tan sencilla como el que la vida sea posible; promover el espíritu de comunidad frente al individualismo aislacionista, que fácilmente degenera en egoísmo; impulsar la celebración frente a la pura diversión; cultivar la apertura al otro frente al etnocentrismo cruel; apoyar la creatividad frente al mimetismo; impulsar el compromiso frente a la mera tolerancia; apoyar la justicia frente a la pura beneficencia, o al menos que las actividades de beneficencia que se hagan tengan un horizonte que favorezca a la justicia; fomentar la solidaridad frente al independentismo de quien no necesita de nadie, aunque termine en soledad; promover el espíritu de verdad frente a la mentira, el encubrimiento y la propaganda; mantener la memoria histórica y el recuerdo frente al olvido que degenera en impunidad e ingratitud hacia las víctimas; y, por último, inspirar la fe frente al pragmatismo, bien sea la fe religiosa o la fe antropológica, es decir, no eludir la pregunta por el sentido de la vida.

Todo esto sin olvidar, como la ha apuntado recientemente Leonardo Boff, que una vida espiritual que se vuelve insensible a la pasión de los pobres es falsa y se hace sorda a las apelaciones del Espíritu. Y añade que “por más que los fieles en los grandes espectáculos televisivos carismáticos, católicos y evangélicos recen, canten, dancen y celebren, sin una atención al Espíritu ‘Padre de los pobres’, como se canta en el himno de la misa de Pentecostés, su oración solo produce autosatisfacción, pero no llega a Dios. En ella no está el Espíritu con sus dones”.

Tres símbolos representan al Espíritu en la Biblia: el viento, el fuego y el agua. No obstante, estos son ambivalentes: el viento es brisa o es tempestad; el fuego ilumina y calienta, pero también consume; el agua purifica y fecunda, pero también devasta. Son las paradojas del Espíritu que, según se sabe, expresan las inevitables tensiones de toda vida cristiana, la dificultad para delimitar los desconcertantes caminos del Espíritu y la impotencia en que nos encontramos cuando queremos abarcar a Dios con nuestras palabras. En todo caso, la fuerza del Espíritu es una fuerza humanizadora, liberadora y salvadora.

Carlos Ayala Ramírez

Director de Radio YSUCA

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“Lo importante no es el bien, es la bondad”, por José María Castillo, teólogo.

Lunes, 19 de mayo de 2014
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francisco-jovenLeído en su blog Teología sin Censura:

Es un hecho que el actual obispo de Roma, el papa Francisco, con las cosas que hace y con las que no hace, está desconcertando a mucha gente. Y, por supuesto, no faltan los que pasan del desconcierto al desengaño, a la desilusión o incluso a la indignación. ¿A qué viene, por ejemplo, canonizar el mismo día a Juan Pablo II y a Juan XXIII? Si no estaba de acuerdo con subir a los altares a uno de ellos, ¿ha equilibrado la cosas subiendo también al otro? ¡Estos “apaños”!, piensa la gente, se notan mucho. Y terminan por no contentar a nadie.

Con una consecuencia ulterior, que nos deja más inquietos. Porque es fatal. Ya que, con estos vaivenes – de pronto una cosa y a renglón seguido casi la contraria – son muchos los que se preguntan: “pero este hombre, ¿a dónde nos lleva?” Más aún, ¿sabe siquiera, a ciencia cierta, a dónde tenemos que ir? Si, no hace mucho, recibió a Gustavo Gutiérrez y aplaudió su Teología de la Liberación, ¿cómo se explica que ahora reciba a Kiko Argüello y apruebe con todas sus bendiciones el Camino Neocatecumenal?

Por supuesto, yo sé que este papa ha puesto en marcha un estilo de ejercer el papado, que poco o nada tiene que ver con los usos y costumbres de los papas anteriores, incluido Juan XXIII, que todavía se dejaba llevar subido en la silla gestatoria y coronado con la tiara, que era la guinda sobre el pastel de la pompa y el boato del papado a la antigua usanza. Eso ya, gracias a Dios, se acabó. Pero es evidente que (como piensa mucha gente) con cambiar el estilo de aparecer en público – y eso sólo hasta cierto límite – con tal cosa nada más no vamos a llegar muy lejos. De ahí que ya son demasiados los que cada día se reafirman más en su convicción de que este papa no aporta a la Iglesia lo que más necesitamos en este momento y tal como han llegado ponerse las cosas en nuestro mundo. Y en la religión.

No pretendo, como es lógico, presentar aquí la solución al problema que acabo de indicar. Entre otras razones, porque yo no sé dónde está esa solución. De todas maneras, tenemos un hecho, que está a la vista de todos, y que a mí, por lo menos, me da mucha luz. Esto es lo que quiero explicar a continuación.

Para empezar, será útil caer en la cuenta de que no es lo mismo “lo bueno” que “la bondad”. Ya Nietzsche, en “La genealogía de la moral” (I, 2), nos hizo caer en la cuenta de que el concepto “bueno” entraña un fallo radical: “¡el juicio “bueno” no procede de aquellos a quienes se dispensa “bondad”! Antes bien, fueron “los buenos” mismos, es decir, los nobles, los poderosos, los hombres de posición superior y elevados sentimientos quienes se sintieron y se valoraron a sí mismos y a su obrar como buenos, o sea como algo de primer rango, en contraposición a todo lo bajo, abyecto, vulgar y plebeyo”. ¿A dónde nos lleva todo esto? Muy sencillo. Tan sencillo como patético.

Es “bueno” y está “bien” lo que les conviene a los que tienen el poder de fijar lo que es bueno y está bien. Por ejemplo, lo que es bueno y está bien en una dictadura, no lo es en una democracia. Por eso, las leyes, los derechos, los privilegios…, todo eso cambia según las conveniencias del que tiene la sartén por el mango. Y si me apuran, en una democracia, no es lo mismo que mande la izquierda como que mande la derecha. Como tampoco es igual, gobernar en democracia desde la mayoría absoluta, que teniendo que recortar las decisiones para alcanzar y mantener los pactos con quien puede aportar los votos que hacen falta para sacar adelante una ley determinada. Todo esto es bien sabido. Pero mucha gente no se da cuenta de que esto muestra a las claras hasta qué punto el “bien” y el “mal” dependen del que tiene el poder necesario para decidir e imponer lo que es bueno y lo que es mal.

La “bondad” es otra cosa. La bondad es siempre “relacional”. Es en la relación con los demás, sobre todo en la relación con los que menos me pueden dar a mí, donde más y mejor se detecta quien actúa, no por conseguir el “bien”, sino porque le brota de las entrañas la “bondad”. Lo he dicho y lo repito: “el espejo del comportamiento ético no es la propia conciencia, sino el rostro de quienes conviven conmigo”. Y conste que, al menos tal como yo veo este asunto, la “bondad” no es lo mismo que el “buenismo”. Porque una bondad que no está edificada sobre la verdad, la justicia, la honradez, la sinceridad y la transparencia, eso no es bondad, sino hipocresía pura y dura.

Por eso, exactamente por lo que acabo de decir, en un libro que he publicado hace unos días, “La laicidad del Evangelio”, he puesto lo siguiente: “la genialidad de Jesús y su Evangelio estuvo en desplazar el centro del hecho religioso. La vida de Jesús, y el culmen de aquella vida, que fue su muerte, constituyeron el desplazamiento del hecho central y determinante de la religión. Este hecho que, desde sus orígenes, fue el sacrificio “ritual”, quedó transformado por el sacrificio “existencial”.

Jesús, en efecto, ni durante su vida, ni en su muerte, ofreció “rito” alguno. Lo que Jesús ofreció fue su propia “existencia”, que fue, en todo momento, una existencia para los demás. Por eso se puede (y se debe) afirmar, con todo derecho, que Jesús desplazó el centro de la religión. Ese centro dejó de ser el ritual sagrado, con sus ceremonias, su templo, su altar y sus sacerdotes y pasó a ser el comportamiento ético de una vida que, desde la propia humanidad, contagia humanidad, y desde su propia felicidad, contagia felicidad. De esta manera, la bondad ética sustituyó al ritual religioso”.

Nada más – y nada menos – que esto, es lo que nos ha quedado de la religión. Y en esto es en lo que se tiene que centrar la tarea de la Iglesia. A mi manera de ver, esto exactamente es lo que ha puesto en marcha el actual obispo de Roma, el papa Francisco. Y por esto, porque el camino que ha emprendido es tan nuevo como desconcertante, yo me pregunto si es que no lo entendemos porque, en el fondo, lo que no acabamos de entender (y nos da miedo entenderlo) es la laicidad del Evangelio. El obispo Francisco no cree en “el bien”. Su proyecto de vida, de Iglesia y de futuro es “la bondad”. Porque sólo la bondad es digna de fe. En definitiva: la bondad no es nada más – y nada menos – que vivir de tal manera que quienes viven conmigo, sean quienes sean, se sientan bien. Esta es la bondad que yo anhelo.

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“Religión y Sociedad”, por José M. Castillo

Jueves, 27 de marzo de 2014
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La fe 3De su blog Teología sin censura:

¿Estamos seguros de que los países cuya sociedad es más religiosa son igualmente los países en los que la sociedad es más honrada y más ejemplar? La respuesta no es fácil. ¿Dónde está la dificultad? Para responder a esta cuestión, lo más importante es tener presente que la sociedad se juega mucho, seguramente muchos más de lo que imaginamos, en el tema de la religión.

Baste pensar en la frecuente y dramática relación que existe entre religión y violencia: el terrorismo, las guerras, los conflictos en la relaciones sociales, todo esto son sólo algunos de los ejemplos que podemos traer a la memoria para comprender hasta qué punto la religión puede colaborar para el bienestar o la desgracia de los pueblos y de la sociedad. Una sociedad, en la que el hecho religioso está bien orientado y dirigido, suele ser una sociedad en la que se palpa el bienestar. Por el contrario, un sociedad en la que la religión está mal planteada y mal dirigida, será inevitablemente una sociedad en la que se palpa la desigualdad, la corrupción y el sufrimiento.

Así las cosas, viviendo en una sociedad en la que se produce más de lo que necesitamos todos los ciudadanos para vivir bien, ¿cómo se explica el profundo malestar que nos invade y que incluso destroza a tantas familias y a tantos individuos?

Se le suele echar la culpa de casi todos los males a la crisis económica y a la pésima gestión de los políticos. Y no le falta razón a quien dice eso. Pero quien se queda solamente en eso, se queda en la superficie, en lo que ve todo el mundo, es decir, en los efectos de un fenómeno mucho más profundo. Lo más importante, que está ocurriendo ahora mismo, no es la crisis económica. Ni tampoco lo mal que hacen las cosas muchos políticos. La causa del malestar y el desconcierto, en que vivimos, tiene sus raíces en que estamos viviendo un cambio cultural de una profundidad y de unas consecuencias que seguramente no imaginamos.

Para hacerse alguna idea de lo que acabo de indicar, es necesario recordar que el “homo sapiens” tiene cien mil años de antigüedad. De todo ese tiempo, durante más de noventa mil años, los humanos vivieron de forma que no se habían organizado como una “civilización”. Eran tribus de cazadores itinerantes, desinstalados, el “hombre-no-económico”. A partir de (por lo menos) tres mil quinientos años a. C., nacen las técnicas, y con ellas algunos rasgos conocidos desde la antigüedad: el “hombre-económico”, con las consiguientes desigualdades que la economía genera. Así nació la disociación entre la evolución tecnológica y la evolución social, que, a los largo de los siglos, han avanzado en sentido inverso: la evolución tecnológica como progreso, la evolución social como degradación (M. Daraki).

Hasta que hemos llegado a producir una situación insoportable. Una situación que ya nadie tiene capacidad para poder darle solución. La distancia entre el culmen del desarrollo tecnológico y el fondo de la degradación social es algo tan asombroso y tan insalvable, que un reducido número de individuos (bien contados y conocidos) acumula más riqueza y más poder que casi el 90 % de la población mundial. De ahí que la aspiración fundamental de la humanidad no es ya ni el “honor” (como lo fue en las culturas de la antigüedad), ni el “poder” (a partir del Imperio romano), ni la “riqueza” (desde la revolución industrial del XIX). Lo que hoy más anhela casi todo el mundo es la “dignidad”, que es la igualdad de todos los ciudadanos en los mismos derechos, los derechos humanos.

¿Es eso hoy posible para todos los habitantes del planeta, no como mera propuesta teórica, sino como realidad efectiva? Sólo una fuerza que nos supere y nos iguale a todos lo haría posible. Me refiero a la religión. Pero no a la religión como “conjunto de creencias y rituales”, sino la religión como “ethos”: la ética de la bondad. A la que aspiramos todos los humanos. ¿No está en esto la clave del éxito mundial que ha alcanzado el papa Francisco en pocos meses? ¿No irá por aquí la explicación de ese triste (y hasta canalla) personaje que ha surgido, en el último medio siglo, el “político errante”, que ni sabe a dónde va ni a dónde nos lleva?

Para quienes estén interesados en estos asuntos, del 31 de Marzo al 24 de Abril, ocho expertos en estos problemas impartirán un curso, organizado por el Centro Mediterráneo, de la Universidad de Granada, en el que se debatirán no pocas cuestiones que a casi todos nos conciernen.

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Charla: “Elogio de lo humano”, por José María Castillo.

Lunes, 24 de febrero de 2014
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20140126_jose_maria_castilloUn interesante video que hemos conocido gracias a CRISMHOM:

El viernes 21 de febrero de 2014 a las 19h en el Centro Pastoral San Carlos Borromeo (Parroquia de Entrevías, calle Peironcely 2, 28053 Madrid, Tel. 91.477.85.78) tuvo lugar esta charla a cargo de José María Castillo sobre “Elogio de lo humano”. Aborda un tema que trató anteriormente José María en un curso de tres días en Verona (Italia) y que se sorprendió del enorme interés que despertó, sobre todo desde el punto de vista del horizonte que este tema abre para comprender “lo religioso”. Es también una rara oportunidad de poder escuchar a este hombre excepcional, de más de 80 años de edad, autor de numerosos libros, teólogo (corriente teología de la liberación), antiguo miembro de la Compañía de Jesús y profesor de la Facultad de la Cartuja (fue destituido al retirársele en 1988 el “venia docenti”).

Para más información sobre el ponente, puedes consultar su blog “Teología sin Censura“. La charla fué organizada por Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB y han colaborado el Centro Pastoral San Carlos Borromeo, la Comunidad Cristiana de la Esperanza (de la Iglesia Española Reformada Episcopal de Comunión Anglicana), CRISMHOM y Nueva Magdala. Sigue leyendo para ver los registros de audio (para descargar o escuchar en línea) y vídeo (YouTube), así como un esquema de la charla.

ELOGIO DE LO HUMANO

Tesis: Sólo podemos encontrar a Dios en “lo humano”. ¿Por qué?

1. ¿Qué es lo específicamente humano?

2. ¿Qué es “lo inhumano”?

3. “Lo religioso” como agresión a “lo humano”: ¿por qué? ¿cuándo? ¿cómo?

Conclusión: Dios y nuestra felicidad.

 

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