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‘El Evangelio marginado’: El seguimiento de Jesús, alma y sustancia de la vida cristiana

Viernes, 26 de abril de 2019
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Descubrir-Jesucristo_2027807284_12100859_667x375El teólogo Benjamín Forcano analiza la última obra de José María Castillo

Nuestro seguimiento de Jesús no es posible sin romper con las mil ataduras al sistema que nos rodea y configura nuestra vida”

“Pablo pensó y organizó la Iglesia sin el Evangelio, es decir, sin destacar el ámbito humano de Jesús”

“Personas como Jesús, libres de miedo y ataduras, ponían en peligro el sistema establecido. Su estilo de vida era desestabilizador”

Comienzo por destacar la novedad que este libro de José Mª Castillo representa. Todos sabemos que, a lo largo de la historia, la llamada Iglesia de Jesús, ha sufrido distanciamientos, contradicciones, abusos e incluso desviaciones con respecto al programa primordial del Evangelio. Todo lo cual no niega que, en medio de ella, y de forma coherente, se hayan dado siempre seguidores de ese Evangelio.

Pero el tema abordado por el autor de ‘El Evangelio marginado’ no es ese ni tiene reparo en decirlo: ”Afirmo que la Iglesia vive en una contradicción que es la peor de todas en las que puede vivir. Porque se trata de la contradición entre la Iglesia y el Evangelio” (Pg. 11).

No alude, pues, a comportamientos individuales que en un momento o en otro, en una medida o en otra, se muestran contradictorios con el Evangelio. La contradicción se refiere a factores y estructuras que, en el desarrollo de la Iglesia, se han ido insertando como si manaran del Evangelio y le fueran naturales.

Tales contradicciones el autor las muestra en los campos siguientes:

1. Contradicción entre la teoría y la práctica

Entre el pensar y el obrar, lo que se dice y lo que se hace. La Iglesia ha montado toda una serie de enseñazas teólogicas, preceptos, ritos, y modos de vivir que anulan lo enseñado por el Evangelio: “Planteamientos y cuestiones centrales en contradicción con el Evangelio, cuestiones que los “hombres de Iglesia” despachan marginando el Evangelio desde el principio del cristianismo, con la aceptación o la tolerancia y complicidad de todos… La Iglesia, en su conjunto, sabe que  en determinadas cuestiones importantes vive lejos de la ejemplaridad de Jesús y, a veces, incluso en los antípodas del Evangelio” Pgs.13-14).

La contradicción no se puede eludir, puesto que “los evangelios ocupan el lugar preeminente al ser “el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo enacarnado, nuestro Salvador (DV, 18) . De modo que, “Lo que nos narran los evangelios tendría que ser lo primero y lo principal en la vida de la iglesia, en su organización, en su estructura,  en la gestión de su gobierno y en todo a lo que la gente le entra por los sentidos “ ( Idem, p. 15).

2. Perpetuación de lo que le ocurrió a Jesús en vida

La paradoja, que estalla en este punto, está en que Jesús, profundamente religioso, entra en conflicto con la religión de su pueblo y con quienes se habían otorgado el dereccho de custodiarla e interpretarla: los sacerdotes.

Una religión que tenía su centro en el Templo, espacio sagrado por excelencia y en el que los profesionales de la religión realizaban sus rituales y sacrificios de siempre.

¿Qué paso para que entre  los sacerdotes y Jesús surgiera un terrible enfrentamiento, vieran en él una amenaza, lo espiaran, lo consultaran taimadamente, lo calumniaran y decidieran finalmente condenarlo a muerte?

El evangelio nos cuenta paso a paso este enfrentamiento. Se hace cada vez más agudo hasta hacerse incompatible: “Los más religiosos y observantes del judaismo del siglo primero no soportaron a Jesús, lo consideraron como un  peligro de muerte para ellos mismos” (Pg. 16).

A propósito de esto, el autor lanza esta pregunta: si la religión oficial de su tiempo era un modo de vivir incompatible con la vida y enseñanZa de Jesús, ¿se puede afirmar que este hecho se ha perpetuado, en buena medida, en la Iglesia con el consiguiente escándalo de grandes sectores de la población que no quieren saber nada ni de la iglesia, ni de la religión y los “hombres de iglesia” sigan pensando que no tienen culpa alguna?

“Ha ocurrido y sigue ocurriendo que en la Iglesia se marginan, se deforman o se quita importancia a temas, relatos, propuestas y exigencias, de Jesús “que no interesan” o –lo que es más preseocupante – “que estorban a las conveniencias “ de quienes, desde cargos de poder, privilegio y fama ejercen una potestad intocable y “sagrada”, que no se puede mantener sino marginando del Evangelio lo que les impide o dificulta ostentar su poder , su influencia social, su dignidad y sus privilegios, en todo aquello que, disfrazado de evangelización, es en realidad un eficaz ejercicio de poder  al ejercicio de intereses inconfesables”. (Pg. 18).

3. ¿A qué se renuncia cuando se margina el Evangelio?

Creo que entrar en este punto, es dar con la clave para poder discernir cuándo se abandona el Evangelio y por qué.

Los discípulos de Jesús lo son, primero de todo, porque son llamados a vivir en unión íntima con su persona. De ahí mana una nueva manera de entender y vivir la vida, exclusiva de Jesús, y que equivale a proclamar el reino de Dios, a desvelar el plan salvador del Padre. La proclamación y verificación de este reino las lleva a cabo Jesús en su propia humanidad, señalando el sentido y destino de la nuestra.

“Ir en pos de Jesús” equivalía en su tiempo  a ser discípulo suyo. La labor de los rabinos israelitas gozaba del honor de ser maestros, proponían el estudio de la Ley, formaban a discípulos, que debían perseguir un ideal de vida religiosa con conocimiento y fidelidad a la ley.  Ser buen religioso consistía por tanto en cumplir tales o cuales preceptos y así cumplir la Ley.

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José María Castillo: “En la Iglesia preocupa más el esplendor de la religión que la fidelidad a Jesús”

Viernes, 29 de marzo de 2019
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2379-large_defaultDe su blog Teología sin Censura:

El teólogo explica los entresijos de su ‘Evangelio marginado‘ (Desclée)

“Un ‘Dios falso’ ha llevado al mundo más avanzado al abandono de la religión”

“Jesús no quiso templo. No quiso sacerdotes. No quiso rituales. No quiso ceremonias sagradas. No quiso obediencia y sometimiento de nadie a él”

“Jesús no prescinde de la religión, sino que desplaza la religión: la arranca de ‘lo sagrado’ y la pone en el centro de ‘lo más plenamente humano'”

Jesús Espeja: “El ‘Evangelio marginado’ de Castillo, una exposición de gran valor para estos momentos de la Iglesia”

He escrito este libro porque he intentado explicar – en cuanto eso es posible – por qué la Iglesia se interesa más y se preocupa más por el “sometimiento a la religión” que por el “seguimiento de Jesús”. Creo que, sin miedo a exagerar, se puede afirmar que en la Iglesia preocupa más el esplendor de la religión que la fidelidad al seguimiento de Jesús.

El “sometimiento a la religión” dio resultado y fue eficaz hasta finales del s. XV. A partir del Renacimiento, la Reforma (s. XVI), la Ilustración (ss. XVII-XVIII), la Resistencia y la Restauración (s. XIX), la industrialización y la violencia (dos guerras mundiales), que marcaron el s. XX, y finalmente la Modernidad y la Posmodernidad, todos estos grandes fenómenos históricos y culturales, han hecho que la religión nos sirva para creer en El Dios falsificado (Thomas Ruster). Un “Dios falso”, que ha llevado al mundo más avanzado al abandono de la religión. O en otros casos (que abundan) nos ha conducido, sin darnos cuenta, a que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no sea de fiar, porque nos remite a una falsa religión” (o.c., pg. 228).

La Iglesia de los dogmas, las normas y los ritos fue útil y tranquilizaba las conciencias mientras los “mitos”, los “ritos” y las “jerarquías” eran útiles y servían para explicar tantas cosas que los humanos no sabíamos cómo explicarlas o pensábamos que servían para darle sentido a la vida o tener una esperanza última, que suavizaba el hecho inevitable de la muerte.

Hoy todo eso ha perdido (sobre todo, en las generaciones jóvenes) su utilidad y su razón de ser. Hasta el extremo de que los adolescentes, apenas llegan a cumplir los doce o trece años, cortan con toda la “jerga” de temas, teorías y creencias, que enseña el clero, y sencillamente para ellos se acaba y ya no interesa más la “religión”. Y lo mismo que veo esto, pienso también que este problema (más grave de lo que mucha gente se imagina) no tiene más solución que lo que vio Lutero cuando, siendo todavía un monje joven, viajó a Roma. Y allí comprobó que lo que interesaba a la Iglesia era la sumisión al papa y los rituales (indulgencias…) que daban dinero (Lyndal Roper, Martín Lutero, p. 75-76).

“La religión no responde a lo que necesita el ser humano”

Mi convicción es que veinte siglos antes de lo que sienten las últimas generaciones, fue Jesús de Nazaret, el “personaje-centro” y central del Evangelio, quien se dio cuenta de que la “religión” del templo y de los sacerdotes, de los dogmas y de las normas, de los rituales y las observancias, del poder y del dinero, todo eso fue útil para las culturas de la Antigüedad, pero no responde a lo que necesita el ser humano como tal.  

Lo determinante, para el ser humano (lo que nos humaniza) no es satisfacer la “necesidad” de nuestras propias carencias (esto es lo que hace la “religión”), sino potenciar la “generosidad” para resolver las carencias de los demás (esto es lo que nos aporta el “Evangelio”).

Aquí es fundamental – incluso enteramente necesario – hacer una distinción clave. Hay dos formas de hacer teología y, por eso, hay “dos modelos de teología”: 1) La “Teología especulativa”, que se elabora a partir de “teorías”, que se basan en el pensamiento escolástico (con su “mortificante dependencia del pensamiento de Aristóteles”, según la acertada fórmula de Lyndal Roper) o tienen sus raíces en el pensamiento estoico (Pitágoras y Empédocles) (E. R. Dodds), en cuanto se refiere a la moral. 2)  La “Teología narrativa”, que se construye mediante relatos tomados de la vida diaria. El ejemplo más patente (de esta teología) lo tenemos en los evangelios. Se trata, en este caso, de narraciones en las que lo determinante no es la “historicidad”, sino la “significatividad”. En el caso concreto del Evangelio, ¿qué nos dicen esos relatos para nuestra forma de vivir, para ser fieles al “seguimiento de Jesús”?

Con toda razón y precisión, J. B. Metz escribió: “La teología no es hoy teología de profesores, no se identifica con la teología de oficio. Con mayor razón, pues, no debe la teología histórico-vital encerrarse en los esquemas de expresión de un lenguaje científico exacto y reglamentado…. De ahí que deba evitar a toda costa someterse incondicionalmente al vocabulario de la exactitud. Precisamente la teología no es – ni ha sido nunca – una ciencia natural de lo divino” (La Fe, en la Historia y en la Sociedad, p. 230).

En esta dirección tiene que girar la teología, la liturgia y el gobierno de la Iglesia. Como nos lo está indicando sabiamente el Papa Francisco. Yo sé que darle este giro a la vida no es posible, si nos atenemos a lo que da de sí la condición humana. Por eso me parece tan genial la fórmula que nos dejó I. Kant: “La praxis ha de ser tal que no se pueda pensar que no existe un más allá” (en Gesammelte Schriften, VII, p. 40). Sólo si tomamos en serio y aceptamos de verdad que Jesús de Nazaret fue (y es) un hombre en el que vemos a Dios” (Jn 1, 18; 14, 9-10; Mt 11, 27; Fp 2, 6-11; Col 1, 15; Heb 1, 2), es decir, solamente cuando sabemos y aceptamos que el Dios Trascendente se hizo presente en nuestra inmanencia mediante la vida, la forma de vivir y actuar, de Jesús de Nazaret, sólo así y en eso encontramos a Dios.

Ahora bien, lo que encontramos en el Evangelio es que la forma de vivir y de actuar de Jesús fue una vida marcada por una profunda espiritualidad (su oración frecuente y prolongada) y una constante preocupación por el sufrimiento humano.

Por eso Jesús no quiso templo. No quiso sacerdotes. No quiso rituales. No quiso ceremonias sagradas. No quiso obediencia y sometimiento de nadie a él. No mencionó para nada la división y la diferencia entre lo sagrado y lo profano. No habló nunca de orden (“ordo”) ni de ordenación. Intencionadamente curó a los enfermos cuando la religión prohibía curarlos. Rechazó con firmeza la observancia de rituales religiosos (Mc 7). Andaba frecuentemente con “malas compañías” (los pecadores, los samaritanos, los recaudadores de impuestos…). Nunca denunció las conductas criminales de los políticos (ni a Herodes, cuando degolló a Juan Bautista, ni a Pilatos cuando asesinó a los galileos que ofrecían sacrificios en el templo). Puso sus preferencias en los débiles, niños, mujeres, extranjeros…. La fe en Jesús fue un hecho solamente para el excomulgado por la religión: el ciego de nacimiento (Jn 9).

Conclusión: los cristianos tenemos una “religión” que cada día interesa menos. Porque cada día cobra más fuerza el rechazo al “poder vertical” (Peter Sloterdijk, Has de cambiar de vida, p. 151-153) y al “poder opresor” (Byung-Chul Han, Psicopolítica, p. 27-30). Lo que motiva a la mayoría de la gente es el “poder participativo” y el “poder seductor”. Si algo destacan los evangelios, es el poder seductor que mostró Jesús. No para hacerse él importante y famoso. Jesús fue así y se comportó así, para remediar el sufrimiento humano. Y mediante ese remediar el sufrimiento, así revelar lo que nosotros podemos saber de Dios; y cómo podemos relacionarnos con Dios: “Lo que hicisteis con uno de uno de estos hermanos míos tan insignificantes lo hicisteis conmigo” (Mt 25, 40). Jesús no prescinde de la religión, sino que desplaza la religión: la arranca de “lo sagrado” y la pone en el centro de “lo profano”, “lo laico”, “lo más plenamente humano”.

Lutero dijo: “El hombre es incapaz por naturaleza de querer que Dios sea Dios. Quiere ser Dios él mismo, no desea que Dios sea Dios” (Luther’s Works 31, 10; Martin Luthers Werke 1, 17, 225). Lo que hace el Evangelio es “dejar a Dios ser Dios, en cada ser humano”.

Para saber más acerca del libro, pincha aquí:

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José María Castillo: “Lo que Jesús enseñaba a sus discípulos no fue religión, fue el Evangelio”

Miércoles, 20 de marzo de 2019
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jesus-de-nazaret“No existe el demonio. Es una figura mítica para describir en aquellos tiempos el mal”

“La Iglesia se ha centrado más en la religión, y ha marginado el Evangelio”

(Diario Jaén).- Es sacerdote en excedencia, lo que le deja las manos libres y tiempo para dedicarse a lo que le gusta, que es escribir y participar activamente, desde hace años, en proyectos solidarios con Mensajeros de la Paz. Tiene publicados varios libros. El último,El Evangelio marginado“, lo presenta hoy (el pasado día 1 de marzo), a las 19:00 horas, en la Sala 75 Aniversario de Diario JAÉN

¿Por qué ese título, El Evangelio marginado?

 La tesis central del libro parte de la idea de que el cristianismo es una religión y de que la Iglesia es la gestora de esa religión. Gira en torno al hecho del fenómeno religioso. Pero hay algo que es previo a todo eso, que es el Evangelio. Es una recopilación de relatos breves en torno a una figura singular, Jesús de Nazaret.

Hay dos cosas a tener en cuenta, la religión y el Evangelio. Jesús nació en un pueblo muy religioso, el pueblo judío, y por tanto fue educado en una religión. Pero cuando se separó de su familia, de su casa y se puso a recorrer Palestina, que era una colonia romana del imperio, lo que Jesús representa no fue la religión, fue el Evangelio.

¿En dónde está el problema?

El libro gira en torno a la religión y el Evangelio. El problema está en que la vida pública de Jesús la conocemos, la privada en los años que vivió en Galilea, no. Él era un trabajador humilde en Nazaret. Un buen día dejó su casa, su familia, su trabajo y después de estar cerca de Juan Bautista se rodeó de un grupo de discípulos, de compañeros y de mujeres que iban con él.

¿Qué les predicaba?

Lo que Jesús les enseñaba no fue religión, fue el Evangelio.

Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

¿Cuál es la diferencia?

La diferencia está en que la religión es un conjunto de prácticas y observancia de normas, de creencias que giran siempre en torno al espacio sagrado que es el templo y son gestionadas por una jerarquía de sacerdotes, que en otras religiones tienen sus equivalentes, en cada cultura les llaman de una manera. Pero siempre hay los profesionales de la religión, con un lugar separado y aparte del templo que es un lugar sagrado, que viven, por ejemplo, en un palacio episcopal.

Quiere decir que esa práctica no figura en el Evangelio.

Jesús no hizo nada de eso. Vivió, habló y actuó de tal manera que no tiene que ver con la religión. Si leemos los Evangelios, el conflicto entre el Evangelio y la religión es constante, casi desde el principio hasta el fin. Y va en aumento, con la Pasión.

Al final, aquello acabó de la peor manera posible y es que la religión era incompatible con Jesús y el Evangelio. Por eso lo juzgaron, lo condenaron y lo ejecutaron de la peor manera que se podía ejecutar en aquel momento a un subversivo, crucificándolo. Esa era la manera más cruel de matar en aquel tiempo.

El Evangelio marginal es, por tanto, su visión de lo que ha pasado en la Iglesia.

Lo que Jesús enseñó fue el Evangelio, en conflicto con la religión. ¿Ve el contraste? Jesús no fundó un templo, no fundó un sacerdocio, no instituyó rituales. Jesús era un predicador ambulante, en el que resaltan tres cosas, su preocupación por curar enfermos, por la salud, curaba a un ciego, un manco, un paralítico… Jesús curaba a todo el que podía. Incluso hay un caso que resucitó a un muerto. Pero estos relatos no se pueden tomar al pie de la letra.

En aquella cultura creo que esos hechos no ocurrieron así tal cual. Es una manera de decir que Jesús, donde veía sufrimiento, lo aliviaba. La primera gran preocupación del Evangelio es la salud. Es lo que más nos preocupa a todos. La segunda es el hambre. Se habla de comidas, pero siempre son compartidas, de alimentación compartida.

Y en tercer lugar, su preocupación eran las relaciones humanas, que fuesen lo mejor posible, con perdón, sin venganzas, siendo bueno con todos, respetando a todos, aunque sean gente que no piensa como tú, aunque sean extranjeros o lo que sean.

Así las cosas, lo extraño es que lo que ha predominado en la Iglesia no ha sido todo esto, aunque es verdad que la Iglesia hace mucho de todo esto. Pero la estructura del sistema organizativo y de gestión de la Iglesia es la religión. La Iglesia tiene catedrales, templos, los obispos viven en palacios. La gente de Iglesia, hombres y mujeres, tienen su vida asegurada.

¿Y la figura del demonio y las tentaciones?

No existe el demonio. Es una figura mítica para describir en aquellos tiempos el mal.

Fuente Religión Digital

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