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¿Qué belleza salvará el mundo? Templos y mercaderes

Viernes, 15 de marzo de 2024

IMG_3083El lector que lo desee puede saltar este párrafo introductorio, simplemente biográfico. Nací a menos de un cuarto de hora, andando, de la Sagrada Familia, ideada y comenzada por Gaudí. De pequeños íbamos a jugar allí y los domingos de Ramos acudíamos a la bendición de palmones. Mi familia participó en las campañas de donativos para ese templo expiatorio que sólo se podía construir con limosnas o dones anónimos, pequeños y, obviamente, voluntarios. Gaudí quiso que los retablos, las catequesis para los obreros y los vecinos, se viesen y se entendiesen desde fuera; dentro, la luz, la belleza, el misterio. Todo era bello. Ha tardado tiempo en levantarse y aún no está acabada. Debe ser así. En 1982 obtuve plaza de funcionario (esto viene a cuento de algo posterior), ahora pensionista. Durante veinte años he enseñado Ética social y empresarial en una facultad universitaria y por lo mismo he publicado (hemos) centenares de páginas sobre estos temas. Reconozco que Caritas in veritate, la encíclica de 2009, modeló mucho mi pensamiento actual sobre el tema de la sociedad civil. Fue enriquecedor conceptual y anímicamente. Somos sociedad civil, ahí jugamos nuestra partida. Antes fueron Ecclesiam suam, Populorum progressio y Sollicitudo rei socialis.

En el Idiota de Dostoievski, un personaje ateo, Hipólito, pregunta con chanza al príncipe Myskin sobre la belleza que salvará al mundo. El príncipe idiota no responde, sostiene con ternura la mano de un moribundo. Es el amor a los diferentes el que salva el mundo. Dios salva en esa forma y nos la ha señalado. Esa es la belleza que salva el mundo, parece responder Myskin. La frase a veces se ha reducido. No es una afirmación, “la belleza salvará”, sino una pregunta “¿qué belleza salvará?”. La respuesta es el silencioso amor al prójimo. La belleza salva, como la verdad y la bondad. Amar y servir.

Todo esto viene a cuento de la posible e indeseable mercantilización de nuestros templos, de las iglesias. Estamos avisados, pues nos lo advirtió el Señor: “no convirtáis en mercado la casa de mi Padre” (Jn 2: 16) con una referencia al profeta Zacarías (14:21, las traducciones difieren entre mercaderes e idólatras). Seguimos equivocándonos en eso. Las iglesias forman parte del entramado de la sociedad civil, no juegan en el terreno ni del mercado ni de los poderes públicos. Ni sólo están en el mercado ni son un apéndice administrativo. Nos cuesta mucho entender que no hay sólo dos espacios: mercado y Estado, sino tres. Nos cuesta más actuar, ser y estar en el terreno de la sociedad civil, de la iniciativa social, pero ¡es el nuestro!, además de la polis y de la plaza del mercado. En el caso de las instituciones de iniciativa social de la iglesia, de la que tan rica ha sido nuestra sociedad civil catalana (o la italiana septentrional, como mostró R. Putnam en su Capital social; otros autores también han usado el concepto en un sentido distinto; ahora eso no importa) sucede algo que hay que ver a tiempo: no debemos reducirnos ni a la lógica mercantil, ni a la lógica estatal-administrativa. No tengo ninguna alegría cuando cuentan que un colegio de una pequeña ciudad comarcal pasa a ser escuela pública estatal y sus maestros y profesores pasan a ser funcionarios. Las escuelas de las escolapias o de los escolapios, por poner unos nombres muy de la tierra, habría otros, que tanto han estructurado nuestro país, han sido y son esenciales, si quieren jugar en el terreno propio, el de la sociedad civil. Nos descapitalizamos del capital social, luego perderemos, ya lo estamos malbaratando, el capital simbólico. Un empobrecimiento anunciado.

No podemos cobrar por entrar en los templos. Si quien allí acude lo hacer para rezar, alabar o hacer reverencia a Dios nuestro Señor, entonces lo que tenemos que ofrecer es un espacio con puertas abiertas, acoger y bendecir los que traspasan el umbral y el atrio. ¡Ojalá nuestras iglesias fueran siempre casas de puertas abiertas, sin peajes, siempre, para todos! En todo caso gratuidad para quien llega, sin preguntar, gratuidad y agradecimiento para quien recibe en la tienda del encuentro, en la morada, en la shekinah.

En lugar de gratuidad, cobramos. Estamos en esa “pendiente resbaladiza”, la del padre de la mentira. Si para ver la belleza, porque se ha hecho una inversión, faltaría más, cobramos, hemos empezado a caernos. El pequeño logo de la entidad de crédito ya está allí, agazapado, mirando nuestra ingenuidad. Habéis caído en la trampa mercantil, os había mercantilizado y habéis hecho una vez más del espacio de la gratuidad, un espacio del intercambio interesado. Nos lo habían dicho, pero finalmente hemos sucumbido. El lector “realista”, quizá sólo un cínico pragmático, con sonrisa velada y un tanto displicente, nos mira ahora y nos dice: tal iglesia o tal otra, en tal catedral o en tal otra cobran, ¿no íbamos a hacerlo nosotros también? El realismo tomista es otra cosa. Es el de L’atttesa della povera gente de Giorgio La Pira en 1950. Ése es el realismo tomista, no el “realismo” financiero-capitalista. Hasta hace unos años muchas iglesias estaban cerradas, la gente se acostumbró a no ir allí. Vino el papa Bergoglio, dio un toque y se abrieron más tiempo. ¿Qué nos está pasando?

El enemigo de natura humana es muy amigo de la mentira. Hay que mantener los templos. Es cierto, en Francia los anteriores al siglo XIX los mantiene la República, son cuestión de Estado como hemos visto en Notre Dame de París: al frente de la reconstrucción el Estado puso a un general, el presidente se interesó, los arzobispos sucesivos han ido colaborando. Nuestra Constitución, en su artículo 16, defiende la libertad de creencias y de expresión de las mismas, la libertad religiosa (16.1), pero como los poderes públicos son incapaces de proteger y desarrollar por ellos mismos ese derecho, constitucionalmente incompetentes para cumplir con ese derecho fundamental, confían a las iglesias y confesiones su ejercicio. El Estado es aconfesional (Constitución 16.3), no laicista, pero tampoco reconoce una determinada confesión como la mejor, la propia. El Estado español (por supuesto, la Generalitat es Estado) no es confesional. Ésa es la razón de que una parte pequeña de nuestros impuestos pueda ir a atender esa necesidad: el ejercicio de la libertad religiosa. Esa y no otra es la razón. La publicidad eclesiástica es ambigua y, por tanto, mendaz. No pagamos nuestros impuestos para obras sociales católicas, por necesarias o beneméritas que sean; no subvencionamos escuelas, colegios o universidades, comedores populares, residencias u hospitales. Ni un duro, ni un euro, de lo que pudiéramos aportar los ciudadanos va ahí, sino sólo a lo que en los siglos XIX y XX con los gobiernos liberales y hasta la segunda República se llamó “presupuesto de culto y clero”. Nuestra posible aportación sirve para que el Estado recaudador traspase a las diócesis, ahora de forma centralizada en la conferencia episcopal, una cantidad global. Pero el Estado no financia a la Iglesia católica, ni a ninguna otra confesión. No puede, sencillamente no puede hacerlo legalmente. De igual forma, no puede no apoyar la realización efectiva de la libertad religiosa y por eso las administraciones públicas (central, autonómica como el Govern de Catalunya, municipal, provincial…) colaboran con las iglesias y confesiones en atender un derecho fundamental de quienes quieren servirse de él o desean que esté protegido. Esta casilla tiene sus orígenes en el acuerdo del 3 de enero de 1979 entre la Santa Sede y el Estado español, a través del cual se establece un sistema de colaboración para sostener a la Iglesia católica a través de una asignación tributaria. Mediante la disposición adicional 18ª de la ley 42/2006 del 28 de diciembre, de los presupuestos generales del Estado para el año 2007, se estableció el nuevo sistema que sigue vigente desde entonces y por el cual la Iglesia dejó de recibir fondos a cargo de los presupuestos y, a partir de ese momento, los contribuyentes podían pueden elegir la casilla de actividades de interés social, la casilla para el sostenimiento de la Iglesia en España o ambas. En 2020 (ejercicio de 2019) 1/3 de los contribuyentes marcó la casilla, un segundo tercio (1/3) marcó las dos casillas o sólo la de “actividades de interés social” y otro tercio (1/3) dejó ambas en blanco.

En otros países la forma es parecida y en otros no existe tal trasferencia. Por ejemplo, en Italia sí existe algo parecido; en Estados Unidos no lo permite la primera enmienda de su constitución (1791); el caso de Alemania es muy distinto: allí la República federal es la agencia recaudadora de un impuesto eclesiástico, ése sí puede recibir ese nombre, que es mucho más alto en porcentaje que el nuestro y sirve para dotar muchos servicios. El Kirchensteuer llega al 9%. Nuestro 0,7% quedó definitivamente (¿?) establecido por “gracia” (no sé si por justicia: antes el Ministerio se llamaba de Gracia y Justicia) de un gobierno socialista; el Estado seguía comprando el silencio de la Iglesia, todos los gobiernos lo hacen casi siempre: es mejor una Iglesia dócil. En España simplemente el Estado destina una parte de su recaudación, según la voluntad expresada por cada ciudadano, a garantizar un derecho fundamental y lo confía a las iglesias o confesiones. Con la “crucecita”, quienes la ponemos (algunos ponemos las dos) no financiamos ninguna obra de la Iglesia católica, ninguna, sino el culto religioso. Por supuesto, las religiosas y los religiosos no reciben ni un céntimo para sus obras educativas, sociales o asistenciales. Tampoco otras instituciones católicas. Con la “crucecita” decimos al Estado que deseamos que una parte de la recaudación se destine a ese derecho fundamental, no a otra a cosa. Por eso la publicidad eclesiástica, la de la “crucecita”, es errónea y cargada de equívocos. Algún día explotará esa bomba.

No financiamos a la Iglesia ni la conservación de su patrimonio, algo que puede tener otras vías legítimas, claro. Sumen lo que gasta una diócesis en mantenimiento de templos para el culto, en casas rectorales, seminarios o palacios y asimilados, en salarios para sus empleados, prelados, mosenes y seglares contratados para servicios de culto, por ejemplo, sacristanes, no cirujanos de un hospital católico o profesores de una universidad de la Iglesia, y curiosamente será, detraído lo que sea necesario para servicios generales, lo mismo que el Estado aporta a cada diócesis. El presupuesto “de culto y clero”. Eso fue lo que intentó y logró la Santa sede al negociar con el Estado español los acuerdos de enero de 1979, al mismo tiempo, ni antes ni después, en que se estaba “negociando” en la sede de la soberanía popular la Constitución de diciembre de 1978. Eso fue, nada más.

En algunas iglesias ahora se ha descubierto, ¿con qué regulación contable y fiscal?, que los que accedan allá pueden (o deben) pagar, pueden hacer un donativo. Eso es una nueva fábrica de anticlericalismo, siempre más fuerte donde la Iglesia es más fuerte, poderosa, propietaria, gana dineros. Donde la Iglesia está con el pueblo el anticlericalismo es más débil o inexistente. El mapa existe. Desde los tiempos de las cuatro guerras inciviles de los siglos XIX y XX se pude seguir la huella en el mapa de España. La fábrica la estamos poniendo nosotros: nos descapitalizamos y nos arruinamos.

Pues bien, si alguien quiere acceder a nuestras iglesias, ¿debe pagar? Creo que seríamos nosotros quienes deberíamos agradecerle por venir, es decir, acogerle son sencillez evangélica y con misericordia. No podemos poner trabas en un camino hacia Dios, el de la belleza, que cada uno debe poder recorrer cómo y cuándo quiera, sin pagar. La belleza no es propiedad eclesiástica. Las bellas catedrales, las iglesias bellas, si son de alguien es del pueblo. No podemos poner tasas para entrar en ellas. Si ponemos trabas, prostituimos la tienda del encuentro y la convertimos en cueva de mercaderes. El príncipe idiota lo sabía bien. La ternura y la belleza salvan. El dinero, no. 

[Imagen de Freepik]

Fuente Cristianismo y Justicia

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Jesús, la luz que salva al mundo…

Domingo, 10 de marzo de 2024

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  “Acuérdate de Jesucristo,
resucitado de entre los muertos…
(Me acuerdo muy bien de El.
A todas horas.
Me acuerdo de El, buscándolo;
sintiéndome buscado por sus ojos gloriosamente humanos).

En él, nuestras penas…”
(La soledad innata, donde crezco
como un tallo de menta.
El complejo indecible que me envuelve
las raíces del alma más profundas,
abiertas sólo a Dios, como al océano…
La durísima cruz de esta esperanza
donde cuelgo seguro y desgarrado.
La infinita ternura que me abrasa
como un viejo rescoldo
de montañas nativas.

La impaciencia sin citas y sin puertos…
En El, nuestra Paz…
(La Paz pedida siempre.
La Paz nunca lograda.
La extraña Paz divina que me lleva
como un barco crujiente y jubiloso.
La Paz que doy, sangrándome de ella,
como una densa leche).

«¡En El, la Esperanza, y en El la Salvación!
(…Y entretanto celebro su Memoria,
a noche abierta, cada día…).

*

Pedro Casaldáliga
Clamor elemental
Editorial Sígueme, Salamanca 1971

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él…

… Habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

*

(Juan 3,14-21)

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Jesús vino ciertamente para padecer, pero su ideal no es la cruz, sino la obediencia, ese modo de vivir la relación con su Padre, testimoniarlo hasta el fondo, sin echarse atrás ante la dificultad ni ante el interrogante más dramático de su vida. El ideal de Jesús es único: la obediencia, una obediencia que no acaba en la muerte, porque quien muere de ese modo sólo puede concluir en la resurrección. La obediencia tiene como contenido el don de sí mismo por nosotros, la donación de Jesús a nosotros. El ideal de Jesús no es el dolor.

¿La cruz de Jesús es una palabra dirigida al dolor humano que, queriendo realizar el ideal del bien, de la justicia, de la virtud, encuentra y padece contradicción? ¿O es también una palabra para el dolor humano en todas sus facetas, para el dolor que nos viene sin buscarlo, sin quererlo, el dolor repentino, el dolor que parece llegar de modo absurdo? La respuesta es única: la cruz del Señor es una palabra para todo el dolor humano. El cristiano no dice: padecemos el dolor, Jesús también lo padeció. Ha aprendido, más bien, a razonar de otro modo. Ha aprendido que la cruz de Jesús es precisamente su dolor, el nombre que se debe dar también al dolor humano. El cristiano mira al crucifijo, ve el dolor de Jesús y dice: este dolor es una palabra para el dolor del hombre, que no puede tener otro nombre que el nombre de la cruz. Si redujésemos la cruz de Jesús a un caso particular de dolor del mundo, no cambiaría nada. Dar un nombre significa la posibilidad de encontrar un sentido. Vivir tiene significado si lleva consigo dolor. La resurrección de Cristo me lo recuerda en cuanto es el éxito de un padecer y morir que no ha puesto en tela de juicio el sentido de la vida.

Esta es la pretensión del cristiano frente al dolor, que él llama cruz: la pretensión de que esta realidad, tan difícil y misteriosa, tenga una posibilidad de sentido .

*

G. Moioli,
La parola della croce,
Viboldone 1987, 51-54, passim.

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 7 de enero de 2024
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Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

 (Marcos 1, 11b)

***

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”

*

(Isaías 42, 1-4. 6-7)

***

En aquel tiempo, proclamaba Juan:

“Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.

Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.  Se oyó una voz del cielo:

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.”

*

Mc 1, 7-11

***

Dios infinito, la primera y la última experiencia de mi vida eres Tú. Sí, justamente Tú, no tu idea ni el nombre que nosotros te hemos dado. Tú, en efecto, has venido sobre mí en el agua y en el Espíritu del bautismo. Entonces no he pensado ni elucubrado nada sobre ti. Entonces mi inteligencia, con su perspicacia sagaz, ha guardado silencio. Entonces Tú mismo te has hecho, sin consultarme, el destino de mi corazón. Has sido Tú a tomarme, no yo a “comprenderte”, Tú has transformado mi ser desde sus dos últimas raíces, Tú me has hecho partícipe de tu ser y de tu vida, te me has dado, te me has entregado Tú mismo y no una simple información poco clara y remota respecto a ti en palabras humanas. Es por esto que no logro olvidarte, porque te has hecho Tú el centro mismo de mi ser. Tu palabra y tu sabiduría están en mí, no porque te conozco en conceptos míos, sino porque Tú me reconoces como hijo y amigo.

¡Crece dentro de mí, resplandece cada vez más en mí, ilumíname, luz eterna! Sólo Tú debes iluminarme, sólo Tú hablarme. Todo lo demás que conozco o he aprendido debe solamente llevarme a Ti-

*

K. Rahner,
Palabras al silencio. Oraciones cristianas, Estella,1998.

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La inmensidad del amor de Dios es deliciosamente refrescante

Lunes, 11 de septiembre de 2023
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9B1DB9FD-D2B5-43DB-BD55-A71F0D3B22A1M. Hakes

La publicación de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, M. Hakes (ellos), cuya biografía y publicaciones anteriores se pueden encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el 23º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

“Si hoy oís su voz, no endurezcáis vuestro corazón”. (Salmo 95:8)

Mientras el resto de Estados Unidos se ha estado derritiendo por el calor histórico de este verano, nuestro clima en Duluth (apodada “la ciudad con aire acondicionado”) se ha visto atenuado, como cada verano, por las aguas frescas, a menudo heladas. del Lago Superior. Una de mis cosas favoritas para hacer en verano, especialmente en los raros días “calurosos“, es ir a nadar. Es difícil expresar con precisión lo deliciosamente refrescante que es estar envuelto por las olas de la Madre Superiora en un día de ochenta y tantos grados y nadar en sus aparentemente infinitas profundidades.

El lago Superior, o gichigami (el nombre de esta masa de agua en anishinaabemowin, el idioma ojibwe), se extiende por 31.700 millas cuadradas, aproximadamente la misma superficie que el país de Austria. Contiene alrededor del 10% del agua dulce del mundo. Se necesitan 551 mil millones de galones de agua para elevar el nivel del agua del lago una pulgada. Si se vaciara el lago, el agua cubriría toda la masa continental de América del Norte y del Sur con aproximadamente 12 pulgadas de agua. Estos y otros hechos sobre el Lago Superior nos ayudan a comprender la incomprensible grandeza de este lago, pero este intento de comprensión intelectual es incomparable a ser sacudido por las olas del Superior en un día de verano bañado por el sol. Nunca podré comprender del todo lo grande que es el lago Superior, pero sí sé lo que se siente al estar sostenido en su inmensidad.

Me pregunto cuántos lagos Superiores podrían llenarse con los galones de tinta que se han derramado a lo largo de los siglos intentando articular lo que “sabemos” acerca de Dios. Innumerables y gruesos tomos teológicos con cautivadora destreza académica se esfuerzan por describir al Dios a quien el escritor de la Primera Carta de Juan llama sucintamente “Amor”. Pero nuestro Dios no es alguien que pueda ser aprehendido mediante gimnasia mental. Más bien se conocen (y sólo entonces en parte) a través de la experiencia. En el corazón de la fe cristiana está la idea de que el infinito y santo misterio de Dios no permanece para siempre remoto, sino que se acerca al mundo. Este santo misterio nos toca por la encarnación y por la gracia. Nuestro Dios ha abrazado nuestra humanidad tan plenamente que “se hicieron carne y habitaron entre nosotros”. Parafraseando al teólogo Edward Schillebeeckx, nuestro Dios es Deus humanissimus, el Dios sumamente humano; un Dios que es humano hasta lo más profundo de lo que significa ser humano; un Dios que es capaz de contener todas las complejidades de lo que significa ser humano dentro de sí mismo.

IMG_0513El lago superior

He escuchado homilías en la lectura del evangelio de hoy que reducen las palabras de Jesús sobre el perdón a una especie de plan de acción para corregir a los pecadores descarriados, para traerlos de regreso al redil. Como católico queer, innumerables personas han intentado “corregirme“. Me han dicho que las identidades que mi Dios creó son pecaminosas y asquerosas. Me han dicho que mi “estilo de vida” es una mala elección y que si confiara más en Dios, Él me quitaría esta terrible carga y sería “normal”. Durante mucho tiempo no supe lo que es no sentirme destrozada; saber, en cambio, a nivel del corazón, que soy bueno, amado y digno. En medio del calor de esta retórica odiosa, el amor incontenible y difícil de manejar de Dios ha sido un bálsamo refrescante.

El Camino de Jesús no nos aleja de nuestra humanidad, de nuestras identidades creadas por Dios. Más bien, nos llama cada vez más profundamente al misterio de lo que significa ser humano. Nos llama a abrazar con valentía todo lo que somos (lo bueno, lo malo, lo bello y lo feo) y a entregarnos plenamente al amor incomprensible, transformador y vivificante de Dios. Como escribe el padre jesuita Greg Boyle en su libro Tattoos on the Heart (Tatuajes en el corazón), “[Dios] quiere aceptar todo lo que somos y ve nuestra humanidad como el lugar privilegiado para encontrar este amor magnánimo. Ninguna parte de nuestro cableado o de nuestro desordenado yo debe ser menospreciada. Donde estamos, con todos nuestros errores e imperfecciones, es tierra santa. Es donde Dios ha elegido tener intimidad con nosotros y no de otra manera que no sea esta”.

Dios está presente donde la vida se vive con valentía, entusiasmo, amor y autenticidad; incluso sin ninguna referencia explícita a la religión. Nos encontramos en, con y bajo el misterio Divino cuando aceptamos la inmensidad silenciosa que nos rodea como algo infinitamente distante y sin embargo inefablemente cercano, cuando la recibimos como una cercanía protectora y un amor tierno que no conlleva reservas, y cuando tener el coraje de aceptar nuestra propia vida en todas sus complejidades.

Así como sé que los datos sobre el Lago Superior no son nada comparados con la experiencia de nadar en él, sé que nunca podré comprender plenamente cuán grande es Dios. Pero sí sé lo que es estar en la inmensidad de Dios, y es deliciosamente refrescante.

-M. Hakes, Ministerio New Ways, 10 de septiembre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Una Iglesia reunida en el nombre de Jesús”. 23 Tiempo ordinario – A- (Mateo 18, 15-20)

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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Multiracial Young People Holding Hands in a Circle

Multiracial Young People Holding Hands in a Circle

Cuando uno vive distanciado de la religión o se ha visto decepcionado por la actuación de los cristianos, es fácil que la Iglesia se le presente solo como una gran organización. Una especie de «multinacional» ocupada en defender y sacar adelante sus propios intereses. Estas personas, por lo general, solo conocen a la Iglesia desde fuera. Hablan del Vaticano, critican las intervenciones de la jerarquía, se irritan ante ciertas actuaciones del papa. La Iglesia es para ellas una institución anacrónica de la que viven lejos.

No es esta la experiencia de quienes se sienten miembros de una comunidad creyente. Para estos, el rostro concreto de la Iglesia es casi siempre su propia parroquia. Ese grupo de personas amigas que se reúnen cada domingo a celebrar la eucaristía. Ese lugar de encuentro donde celebran la fe y rezan todos juntos a Dios. Esa comunidad donde se bautiza a los hijos o se despide a los seres queridos hasta el encuentro final en la otra vida.

Para quien vive en la Iglesia buscando en ella la comunidad de Jesús, la Iglesia es casi siempre fuente de alegría y motivo de sufrimiento. Por una parte, la Iglesia es estímulo y gozo; podemos experimentar dentro de ella el recuerdo de Jesús, escuchar su mensaje, rastrear su espíritu, alimentar nuestra fe en el Dios vivo. Por otra, la Iglesia hace sufrir, porque observamos en ella incoherencias y rutina; con frecuencia es demasiado grande la distancia entre lo que se predica y lo que se vive; falta vitalidad evangélica; en muchas cosas se ha ido perdiendo el estilo de Jesús.

Esta es la mayor tragedia de la Iglesia. Jesús ya no es amado ni venerado como en las primeras comunidades. No se conoce ni se comprende su originalidad. Bastantes no llegarán siquiera a sospechar la experiencia salvadora que vivieron los primeros que se encontraron con él. Hemos hecho una Iglesia donde no pocos cristianos se imaginan que, por el hecho de aceptar unas doctrinas y de cumplir unas prácticas religiosas, están siguiendo a Cristo como los primeros discípulos.

Y, sin embargo, en esto consiste el núcleo esencial de la Iglesia. En vivir la adhesión a Cristo en comunidad, reactualizando la experiencia de quienes encontraron en él la cercanía, el amor y el perdón de Dios. Por eso, tal vez, el texto eclesiológico más fundamental son estas palabras de Jesús que leemos en el evangelio: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

El primer quehacer de la Iglesia es aprender a «reunirse en el nombre de Jesús». Alimentar su recuerdo, vivir de su presencia, reactualizar su fe en Dios, abrir hoy nuevos caminos a su Espíritu. Cuando esto falta, todo corre el riesgo de quedar desvirtuado por nuestra mediocridad.

José Antonio Pagola

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“Si te hace caso, has salvado a tu hermano”. Domingo 10 de septiembre de 2023. 23º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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46-OrdinarioA23Leído en Koinonia:

Ezequiel 33,7-9: Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre.
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”
Romanos 13,8-10: Amar es cumplir la ley entera
Mateo 18,15-20: Si te hace caso, has salvado a tu hermano

La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe, o más ampliamente dicho, nuestra vida espiritual, es un asunto personal, una responsabilidad absolutamente intransferible, pero como humanos que somos –seres simbióticos al fin y al cabo– la vivimos en el seno de una comunidad. Por eso, también, todos somos de alguna manera responsables de la vida de cada hermano.

Ezequiel es profeta del tiempo del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. Otros profetas han utilizado también esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un rasgo de los profetas. Estar atento a lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo. Y estar siempre atento también a escuchar la Palabra de Dios. Leer los acontecimientos de la historia y interpretarlos a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le llame en nuestro medio, está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos del pueblo. Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar esa interpelación profética. Lo que no está bien es pasar por alto y no darse cuenta del peligro.

Pablo en la carta a los romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica. Ciertamente, no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama auténticamente no quiere hacer daño a nadie; por el contrario, siempre buscará la forma de ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación, tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.

El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la corrección fraterna. El texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral. Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento… entonces sí la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona misma se excluye de la comunión.

Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico. Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.

¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos?

El evangelio de hoy habla también de la comunidad como sujeto de perdón: «Todo lo que aten ustedes en la tierra será atado en el cielo…». Puede ser una oportunidad interesante para hablar tanto de la grave crisis que atraviesa este sacramento en la práctica más extendida en la Iglesia, como de la posibilidad y legitimidad de la reconciliación comunitaria. Véase al respecto el libro de Domiciano Fernández que comentamos más abajo. Leer más…

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10.9.23, Dom 23 TO. Si tu hermano peca contra ti convoca a la Iglesia (Mt 18, 15-20)

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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amen-a-sus-enemigos-jesus-con-islamicoDel blog de Xabier Pikaza:

He planteado el tema en FB y RD, 3.9.23 (Confesión de Policarpo), insistiendo en la celebración eclesial del perdón, con o sin obispo.

Este es el mensaje del evangelio del domingo (Mt 18, 15-20), el texto más importante de la justicia/perdón del cristianismo, que ha de ser completado con 1 Cor 6,1-1 y con la historia posterior de la iglesia.

Tres son sus presupuestos. (a) La comunidad es anterior al obispo. (b) La iglesia no es una instancia sólo espiritualista sino de juicio. (c) Quien no acepta el juicio fraterno  de la iglesia queda en manos del juicio de publicanos y gentiles (es decir, de no-hermanos, según lenguaje eclesial).

Introducción.

 Este pasaje supone que hay iglesias, comunidades de hermanos. Por eso, los “pecados entre hermanos” han de resolverse apelando a la iglesia. El mundo de fuera (publicanos/gentiles) tiene un sentido, con un derecho muy importante, al que en otro plano pueden apelar los cristianos; pero en clave de comunión ellos han de apelar a la iglesia que es comunión (escuela y camino de fraternidad).

 Las iglesias no “nacen” de los obispos, y en esa línea el evangelio de Mateo nos describe una iglesia perfectamente estructurada y sin obispos. Pero en un momento determinado (en el siglo II-III) han podido nacer y han nacido en las iglesias  obispos  con la finalidad no siempre cumplida de unificar y realizar “monárquicamente” ciertas tareas eclesiales). De eso trataba mi “postal” sobre el caso Policarpo. De eso trato ahora, comentando el evangelio del domingo.

Este evangelio de Mateo no es todo el NT, ni toda la tradición de la iglesia. Pero es quizá (con 1 Cor 12-14) el texto eclesial más importante sobre Pedro, sobre las comunidades cristianas y sobre lo que han de hacer los obispos  (todavía no existentes) , como he puesto de relieve en comentario de Mateo, donde he puesto de relieve cuatro rasgos:

  1. Giro Petrino (Mt 16, 13-20). Mateo asume desde Pedro (con Pedro) la misión universal de Pablo, la apertura universal del evangelio sobre la ley nacional judía.
  2. Autonomía de cada Iglesia/comunidad (Mt 18, 15-20), que hereda como propias las “llaves” de Pedro (como queda claro uniendo Mt 18 con Mt 16). Según eso, cada iglesia es autónoma, portadora de la autoridad de Cristo
  3. Mateo rechaza la autoridad monárquica de los obispos (Mt 23, 1-11), definida por las primera cátedras (prôto-kathredias) en la comunidad y los primeros asientos (prôtoklisias) en las comidas/eucaristías. El principio y esencia de la iglesia no son unos obispos, sino las comunidades.
  4. El evangelio de Mateo está lleno de autoridades (apóstoles, profetas, sabios, escribas, mujeres pascuales), pero de tipo ministerial, en una línea paulina no episcopal. Esas autoridades carismáticas bien organizadas, pero no episcopales, definen la esencia y misión de las iglesias.

   La iglesia no es solo Mateo… En ella surgieron pronto tendencias que han desembocado en el establecimiento de un episcopado (cf. Ignacio de Antioquía, Ireneo…), pero quedando siempre firme la prioridad de las comunidades: No son las iglesias las que surgen de los obispos, sino los obispos los que surgen de las comunidades para realizar en su nombre algunos servicios, como puse de relieve en la postal anterior sobre el “caso Policarpo”, apoyándome en F Campenhausen. Y con esto paso ya al análisis y comentario de Mt 18, 15-20.

01.- Mt 18, 15-17. Norma general.

En un primer momento, las comunidades cristianas se parecen a la otros grupos judíos del entorno, como los esenios de Qumrán, que han buscado formas semejantes de integración y organización comunitaria. Pero en Qumrán hay una fuerte instancia jerárquica, con sacerdotes o miembros más altos que deciden las cuestiones; en Mateo, en cambio, decide toda la comunidad, como instancia de apelación universal:

18 15 Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano.  16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos,  pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos.  17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano [1].

 Este pasaje ratifica el derecho de la Iglesia para instituirse como grupo autónomo. Su fondo parece de tipo judeo-cristiano y define a los de “fuera de la iglesia comopublicanos/gentiles (cf. 15, 21-28; 21, 31), sin matiz peyorativo. Publicanos y gentiles  son los del mundo externo, los que no forman parte de la hermandad de la iglesia.

 − Paradoja. La Iglesia no puede mantenerse como instancia mesiánica ni ofrecer la salvación a publicanos y gentiles (tema clave de 9, 10-11; 11, 19, 21, 31; 28, 16-20), si no instaura y defiende su identidad, trazando unos espacios de fraternidad interior fuera de los cuales no se puede vivir el evangelio en forma eclesial.

Ortodoxia práctica. Son comunidad los que se dejan perdonar y perdonan; pero quienes rechacen el perdón no puede formar parte de ella. Ésta es la norma central de la Iglesia: quienes excluyen a los otros (pobres y pequeños) se excluyen a sí mismos de la comunidad de los perdonados (cf. 18, 23-35).

      Esta paradoja estaba implícita desde el comienzo de Mt 18 (las ovejas pueden rechazar el redil mesiánico), pero aquí se establece como norma jurídica, es decir, como proto-derecho, precisamente para salvaguardar el principio y fundamento de la gracia según la cual la iglesia es capaz de regularse (trazar su regla o canon), creando espacios abiertos (y al mismo tiempo resguardados) de comunión, superando así el pecado perdón.

De esta forma se instaura el centro y la frontera instituyente del evangelio: El centro es el perdón siempre ofrecido; la frontera no nace de la iglesia (que no excluye, ni condena), sino del pecador, que se define en este pasaje como aquel que  no acepta la fraternidad eclesial (ni acepta el perdón, ni perdona),  queda fuera de la hermandad del perdón (en el ancho mundo de las leyes se publicanos/pecadores, conforme a este lenguaje).  La misma comunidad traza y delimita así el espacio de perdón propio de la hermandad de perdón de la iglesia. De un modo normal, este pasaje no apela a una instancia exterior, ni deja la respuesta en manos de una jerarquía separada, sino que ella misma aparece y actúa como instancia de vida y comunión.

 El texto comienza diciendo “si peca contra ti tu hermano”, es decir, un miembro de la comunidad. No se trata pues de un pecado intimista (sólo entre el creyente y Dios), sino de tipo social, que enfrenta a unos creyentes con otros, poniendo en riesgo la unidad y vida de los hermanos.  Esa fórmula (si tu hermano peca contra ti: eis sé.) puede indicar que se trata de un problema entre dos, pero el ofrece aquí un carácter colectivo, y así lo interpretan, en el fondo, aquellos manuscritos que ponen simplemente “quien peca” (sin añadir contra ti: cf. GNT y NTG). Se trata, pues, de un pecado de ruptura fraterna.

Por eso, a fin de restaurar la comunión se instituye un proceso  juríco en regla, primero entre algunos hermanos concretos a quienes empieza afectando la ruptura y después entre todos los miembros de la comunidad. El principio y norma es el perdón, pero allí donde ese perdón no se acoge ni ofrece se rompe la comunión, centrada en la salvación de los pobres y en la universalidad mesiánica. Por eso, los que no perdonan, se desligan ellos mismos de la Iglesia.

Ese proceso de separación resulta doloroso, pero es necesario y no puede delegarse, dejándolo en manos de otra instancia, como podría suceder en la administración imperial, donde las autoridades o instancias inferiores podían apelar al Cesar, que era juez supremo, por encima de las ciudades o provincias del imperio.

Según Mateo, cada comunidad de creyentes es autónoma, presencia de Dios, pues está formada por personas capaces de juntarse y resolver dialogando sus problemas, en un proceso en regla, que permite conocer las exigencias y límites de las comunidades.   Quien no acepta el perdón, ni se deja cambiar se excluye a mismo de la comunidad. Le dijo Pedro ¿Señor, cuantas veces debo perdonar…? Respondió Jesús ¡Has de perdonar setenta veces siete! (18, 21-22).El perdón se entiende así como palabra final de la Iglesia.  El perdón es, según eso, una experiencia de comunión universal, de la que se excluyen solamente aquellos que no perdonan ni se dejan perdonar [2].

02.- Razón teológica y cristológica (18, 18).

 18 18 En verdad os digo: todo lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo;  y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo [3]

Según el testimonio de Lucas, en Hch 15, 28 ss., los participantes del llamado concilio de Jerusalén, donde coincidieron las grandes líneas de la Iglesia primitiva (Pedro, Santiago, Pablo), habían alcanzado un consenso de base, proclamando nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros…, para fijar de esa manera los principios básicos de la misión y mensaje de la iglesia.

Pues bien, en esa línea, tras haber ratificado la tradición petrina (cf. Mt 16, 19), afirmando según ella el carácter universal de la Iglesia, edificada sobre la Roca de la confesión de Pedro, Mateo ha formulado en este nuevo pasaje su experiencia de la Iglesia, que se expresa y concreta en cada una de las comunidades, que poseen una autoridad definitiva, en comunión con otras posibles comunidades, pero sin depender de ellas, y recibiendo así el nombre universal de Iglesia. No se puede hablar, según eso, de una Iglesia superior (universal) de la que dependen las iglesias concretas, ni de una suma de iglesias particulares, que forman así la Iglesia universal. Al contrario, cada comunidad es la Iglesia universal, concretada en un tiempo y lugar, con la misma autoridad creadora que había recibido y ejercicio Pedro en el principio. Así lo ratifica esta primera palabra de institución eclesial:

Estas palabras, lo que atareis y lo que desatareis  se dirigen a cada comunidad de cristianos, afirmando que ella tiene la autoridad suprema, que se concretiza en la doble sentencia de atar y desatar, es decir, de acoger o no acoger, de confirmar o abrogar.

Los judeocristianoshabían sostenido sostenían que nadie puede desatar (lyô) los mandamientos de la ley (5, 19); pero Pedro había recibido las llaves del Reino, como primer escriba, intérprete de Jesús, y así pudo atar y desatar, estableciendo los principios de vida de la comunidad (cf. 16, 18-19). Pues bien, lo que hizo Pedro (para toda la iglesia) puede y debe hacerlo cada comunidad, avalada por el Cielo (=Dios), no para fundar otra iglesia, sino para expresar y actualidad en cada comunidad el fundamento y sentido de la Iglesia entera (evidentemente, en la línea de Pedro).

     Eso significa que, en un sentido muy judío (y muy cristiano) la autoridad fundante la tiene y despliega cada iglesia, esto es, “vosotros”, los creyentes reunidos en comunidad, que podrán decir lo que dijeron los reunidos del “concilio de Jerusalén”: “nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros” (Hch 15, 28). En línea de evangelio, cada expresa en su vida la Vida del Cristo, siendo así comunidad mesiánica autónoma, gestionada por sí misma.

Ciertamente, pasado un tiempo, los mismos cristianos, herederos de Mateo, podrán nombrar y nombrarán presbíteros y obispos delegados, con autoridad para animar a las comunidades, pero, en su raíz, la autoridad (los llamados más tarde sacerdotes, en un sentido poco judío: presbíteros, obispos) sino la comunidad en cuanto tal, pues el diálogo de vida (de comunión y perdón) de los creyentes constituye la raíz y esencia de su autoridad, que no puede delegarse plenamente en nadie, pues no hay nadie por encima de la comunidad reunida [4].

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     La verdad (autoridad) eclesial de Jesús es la comunión dialogal de los creyentes, y no puede delegarse en manos de organismos o sistemas exteriores, pues ello iría en contra de la raíz del evangelio. La iglesia reunida puede y debe atar y desatar, es decir, vincular a los creyentes, en la línea de Jesús, sabiendo que algunos pueden quedar “fuera de ella”, no por ley impositiva, sino por experiencia de gracia, precisamente para bien de los niños y pequeños (18, 1-14), pues lo que va en contra de ellos va en contra de la comunión de la iglesia [5].

Signo y presencia de Dios es por tanto el diálogo concreto de perdón de la comunidad sobre cualquier ley punitiva, de manera que la misma comunión fraterna es revelación y signo de Dios, en la línea de Jesús, al servicio de los niños y pequeños. Según eso, una comunidad que es incapaz de reunirse, expresando su perdón y trazando sus caminos en diálogo de gracia (en defensa de los más pequeños), no es cristiana. 

Diversos grupos judíos de aquel tiempo (qumramitas, fariseos…) lo sabían y practicaban (al menos en principio), afirmando que Dios está presente allí donde concuerdan los hermanos, pero corrían el riesgo de convertir la comunidad en unidades elitistas de puros, centrados en la observancia de la Ley. Los cristianos, en cambio, quisieron edificar su comunidad sobre los excluidos y pequeños, esto es, sobre los mismos pecadores perdonados.

Dos hermanos son ya comunidad, son iglesia, orando y perdonando

Ésta ha sido la experiencia clave de la iglesia, éste su razonamiento y su dogma inicial, que se identifica con el mismo diálogo comunitario, en una línea abierta a todos los hombres, sin separación de judíos y gentiles, conforme a la decisión fundacional de Pedro en 16, 15-19. Eso significa que la comunidad no puede delegar el despliegue de su vida en algunos individuos  superiores  (desentendiéndose ella), pues al hacerlo negaría su identidad evangélica. Por eso:

− 18 19 En verdad os digo: si dos de vosotros concuerdan en la tierra, sobre cualquier cosa que pidieren, les será dado por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde se reúnen dos o tres en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.

     De esa forma se vinculan el plano teológico (pues el mismo amor mutuo, expresado en forma de concordia o sinfonía entre los hermanos, es una oración que Dios Padre escucha) y el plano cristológico, pues Jesús está en aquellos que se reúnen en su nombre, siendo como es Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23; 28, 10). Esa comunión fraterna de la Iglesia no es el resultado de unas obras, que pueden regularse por ley, ni se organiza en forma de sistema judicial, sino que emerge y se cultiva en forma de oración, esto es, como encuentro personal de unos hermanos que dialogan entre sí dialogando con Dios. Leer más…

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¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir! Domingo 23 Ciclo A.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La formación de los discípulos

A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de los diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

  1. Los peligros del discípulo:

                        * ambición (18,1-5)

                        * escándalo (18,6-9)

                        * despreocupación por los pequeños (18,10-14)

  1. Las obligaciones del discípulo:

                        * corrección fraterna (18,15-20)

                        * perdón (18,21-35)

  1. El desconcierto del discípulo:

                        * ante el matrimonio (19,3-12)

                        * ante los niños (19,13-15)

                        * ante la riqueza (19,16-29)

                        * ante la recompensa (19,30-20,16)

            De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

La obligación de corregir (Ezequiel 33,7-9)

Al tratar de la corrección fraterna, es muy buen punto de partida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta. Si el profeta calla por comodidad o miedo, se le pedirá cuenta de su silencio.

Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

El modo de corregir (Mateo 18,15-20)

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.

Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.

Si no les hace caso, díselo a la comunidad,

y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testi­gos; 3) recurso a los miembros más antiguos e importantes («los grandes»); 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.

La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.

                Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.

El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

El mejor modo de corregir: el amor (Romanos 13,8-10)

            Los textos de Ezequiel y del evangelio suponen situaciones conflictivas en la comunidad; hablan de malvados y de personas que pecan. La carta a los Romanos también conoce el peligro del adulterio, el asesinato, el robo, la envidia… Pero no se centra en denunciar esos pecados, sino en fomentar la caridad. «Uno que ama a su prójimo no le hace daño». El que ama cumple toda la ley, y su amor puede ser el mejor modo de corregir.

Hermanos: A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robaras, no envidiarás», y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso, amar es cumplir la ley entera.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

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           En el siglo II a.C., un grupo de judíos descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15.

            Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).

2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los “grandes” sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).

4) «El que calumnia a los “grandes”, que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (…) Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad… que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

            Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año…»

«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»

«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»

«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.

«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los “grandes” será castigado treinta días».

 

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Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. 10 Septiembre, 2023

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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D-XXIII

 

“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.”

(Mt 18, 15-20)

Realmente el tema del perdón, de la reconciliación, es algo “sagrado”. Incluso diría que hace de puente entre lo divino y lo humano. Dicho de otra manera: el perdón nos hace parecernos más a Dios.

Este fragmento del Evangelio de Mateo es una hermosa lección de lo que es la reconciliación y de lo implicadas que estamos todas en el buen o mal camino de nuestras hermanas.

El texto empieza diciendo: “si tu hermano peca”, es decir, si descubres que alguien cercano va por mal camino tienes el deber de avisarle. Si te das cuenta de que su vida toma un rumbo deshumanizante, ¡díselo!

No, no se trata de que vayamos por la vida dando lecciones a los demás, ni que juzguemos como pecado ajeno todo aquello que no cuadra con nuestros esquemas. No, eso no. Pero si tenemos a alguien cercano precipitándose por malos caminos no podemos quedarnos callados.  Con respeto y humildad hay que saber decir lo que una ve.

Es curioso cómo insiste el evangelio:  “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos… y si no hace caso, díselo a la comunidad…”

A quien se equivoca hay que darle más de una oportunidad. Hay que hacer todo lo posible por aquellas personas que andan perdidas. Salir a buscarlas una y otra vez. Cargarlas sobre los hombros y alegrarnos de recobrarlas. En eso nos parecemos a Dios Abba, que no quiere que ni uno solo se pierda.

Sí, Dios necesita que nos apuntemos a “mujer que barre la casa” o “a pastor que busca ovejas perdidas”. A Él le interesan las últimas, las pequeñas, las perdidas…, y siente una enorme predilección por ellas.

Oración

Aquí nos tienes, Trinidad Santa, dispuestas a buscar la moneda o la oveja perdida. Deseosas de que nuestro corazón se parezca cada vez más al tuyo y se movilice ante la debilidad humana. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sin comunidad no puede haber persona humana.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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abrazoDOMINGO 23 (A)

Mt 18,15-20

Del capítulo 16 hemos pasado al 18. Mateo comienza una serie de discursos sobre la comunidad. Es la primera vez que se emplea el término “hermano” para designar a los miembros de la comunidad. Hay que notar que este texto está a continuación de la parábola de la oveja perdida, que termina con la frase: “Así vuestro Padre no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”. El tema de hoy no es el perdón. Los textos lo dan por supuesto y van mucho más allá al tratar de ganar al hermano que ha fallado.

Lo que nos relata el evangelio de hoy es lo que se venía practicando en la comunidad de Mateo. Se trata de prácticas que ya se llevaban a cabo en la sinagoga. En este evangelio es muy relevante la preocupación por la vida interna de la comunidad (Iglesia). El evangelio nos advierte que no se parte de una comunidad de perfectos, sino de una comunidad de hermanos, que reconocen sus limitaciones y necesitan el apoyo de los demás para superar sus fallos. Los conflictos pueden surgir en cualquier momento, pero lo importante es estar preparados para superarlos sin violencia.

En la primera frase tenemos un problema en el mismo texto, porque han llegado a nosotros distintas versiones: ‘si tu hermano peca’, ‘si tu hermano peca contra ti’, ‘si tu hermano te ofende’. Lo que está claro es que ninguna de estas versiones se puede remontar a Jesús. Los evangelios ponen en boca de Jesús lo que era práctica de la comunidad para darle valor definitivo. Al fallo debía responder perdón y corrección. El próximo domingo, Jesús dirá a Pedro que tiene que perdonar ‘setenta veces siete’.

Si tu hermano peca no debemos entenderlo con el concepto que tenemos hoy de pecado. La práctica penitencial de los primeros siglos se fue desarrollando solo en torno a los pecados contra la comunidad, no se tenía en cuenta ni se juzgaba la actitud personal con relación a Dios sino el daño que se hacía a la comunidad. La respuesta de la comunidad no juzgaría la situación personal del que ha fallado sino el daño que había hecho a la comunidad, que tiene que velar por el bien de todos sus miembros.

La corrección fraterna no es tarea fácil, porque el ser humano tiende a manifestar su superioridad. En este caso puede suceder por partida doble. El que corrige puede humillar al corregido queriendo hacer ver su superioridad moral. Aquí tenemos que recordar las palabras de Jesús: ¿Cómo pretendes sacar la mota del ojo del tu hermano, teniendo una viga en el tuyo? El corregido puede rechazar la corrección por falta de humildad. Por ambas partes se necesita un grado de madurez humana no fácil de alcanzar. Hoy tenemos la dificultad añadida de que no existe una verdadera comunidad.

Tendemos a esperar que los otros sean perfectos y en cuanto algún miembro de la comunidad falla ponemos el grito en el cielo. La verdad es que ninguna comunidad es posible sin aceptar y comprender que todos somos imperfectos y que antes o después saldrán a relucir esas carencias. Es muy difícil advertir al otro de sus fallos sin acusarle y humillarle, pero es más difícil todavía aceptar que me corrija otro que es pecador como yo.

Partiendo de que todo pecado es un error, lo que falla en realidad es la capacidad de los cristianos para convencer al otro de su equivocación, y que siguiendo por ese camino se está apartando de la meta que él mismo pretende conseguir. Una buena corrección tiene que dejar muy claro que buscamos el bien del corregido y no nuestra vanagloria. Debemos ser capaces de demostrarle que no solo se aleja él de la plenitud humana, sino que impide o dificulta a los demás caminar hacia esa meta. Radicalmente apartado de los demás, ningún ser humano conseguiría el más mínimo grado de humanidad.

Atar y desatar. Es una imagen del AT muy utilizada por los rabinos de la época. Se refiere a la capacidad de aceptar a uno en la comunidad o excluirlo. Así lo entendieron también las primeras comunidades, cuyos miembros eran todos judíos. El concepto de pecado, como ofensa a Dios que necesita también el perdón de Dios, tal como lo entendemos hoy, no fue objeto de reflexión en la primera comunidad. No se trata de un poder conferido por Dios para perdonar los pecados entendidos como ofensas contra Él.

Todo lo que atéis en la tierra…” Hace dos domingos, el mismo Mateo ponía en boca de Jesús exactamente las mismas palabras referidas a Pedro. El poder de decidir ¿lo tiene Pedro o lo tiene la comunidad? Solo hay una solución: Pedro actúa como cabeza de la comunidad. En el evangelio de Mateo no se encuentra una autoridad que toma decisiones. En el contexto, podemos concluir que son las personas individuales las que tienen que acatar el parecer de la comunidad y no al revés, como se nos ha querido hacer ver.

“Donde dos estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está identificado con cada una de sus criaturas, pero solo se manifiesta (está en medio) cuando hay por lo menos dos (comunidad). La relación de amor es el único marco idóneo para que Dios se haga presente. Se trata de estar identificados con la actitud de Jesús, es decir, buscando únicamente el bien del hombre, de todos los seres humanos, también de los que no pertenecen al grupo. Esto lo hemos olvidado por completo.

Es imposible cumplir hoy ese encargo de la corrección fraterna porque está pensado para una comunidad donde se han desarrollado lazos de fraternidad y todos se conocen y se preocupan los unos de los otros. Lo que hoy falta es precisamente esa comunidad. No obstante, lo importante no es la norma concreta, que responde a una práctica de las comunidades de entonces, sino el espíritu que la ha inspirado y debe inspirarnos a nosotros la manera de superar los enfrentamientos a la hora de hacer comunidad.

La comunidad es la última instancia de nuestras relaciones con Dios. Es absurdo pretender una directa relación con Dios para solucionar mis fallos. El texto evangélico insiste en que hay que agotar todos los cauces para hacer salir al otro de su error, pero una vez agotados todos los cauces, la solución no es la eliminación del otro, sino la de apartarlo, con el fin de que no siga haciendo daño al resto de los miembros de la comunidad. La solución final manifiesta la incapacidad de la comunidad para convencer al otro de su error. Si la comunidad tiene que apartarlo es que no tiene capacidad de integrarlo.

El objetivo de la comunidad es la ayuda mutua en la consecución de la plenitud humana. La Iglesia debe ser sacramento (signo) de salvación para todos. Hoy día no tenemos conciencia de esa responsabilidad. Pasamos olímpicamente de los demás. Seguimos enfrascados en nuestro egoísmo incluso dentro del ámbito de lo religioso. El fallo más letal de nuestro tiempo es la indiferencia. Martín Descalzo la llamó “la perfección del egoísmo”. Otra definición que me ha gustado es esta: “es un homicidio virtual”.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Atar y desatar.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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Brothers in Christ

Brothers in Christ

Mt 18, 15-20

«Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo»

Esta frase le ha servido tradicionalmente a la Iglesia para basar en ella su poder, pero existe otra interpretación más profunda y humanizadora: Si perdonáis y compadecéis, habrá perdón y compasión en el mundo, y si no, no los habrá

Jesús está diciendo una obviedad: que el mundo será finalmente lo que nosotros hagamos de él; que cada persona y la humanidad entera están por construir, y que en nuestras manos está que esa realidad que vamos conformando día a día sea plena y armoniosa, o un desastre fruto de nuestras pasiones. Cada uno de nosotros, el mundo, la humanidad, se pueden estropear, y está en nuestra mano evitarlo.

Esta interpretación implica que el mundo tiene sentido, que está dirigido a un fin, y que el sentido de nuestra vida está íntimamente ligado al destino del mundo. Dios nos ha engendrado por amor y nos ha confiado a nosotros, sus hijos, la terea de completar su obra. Para poder hacerlo, nos ha insuflado su espíritu, es decir, nos ha dotado de la capacidad de amar y compadecer, y también, de inteligencia y libertad. Pero aquí surge el problema, porque la libertad nos permite obrar el mal, y el mal nos complica sobremanera el camino hacia la meta.

Por eso, nuestra tarea, el sentido de nuestra vida, es la lucha contra el mal, una lucha que requiere confianza en el resultado; confianza en que si no cejamos alcanzaremos un mundo donde el mal haya sido definitivamente erradicado. Confianza también en que Dios está de nuestro lado en esta lucha. Sin la implicación de Dios tendríamos la batalla perdida de antemano, porque el mal es mucho más fuerte que nosotros, y porque lo tenemos tan arraigado, que en muchas ocasiones nos sentimos a su merced (Romanos 7,15).

Pero no estamos inermes ante el mal. Como decía Juan Antonio Estrada en su libro “La pregunta por Dios”, tenemos la capacidad de luchar contra el mal físico, usando la razón, y contra el mal moral, movidos por nuestra conciencia que nos empuja a defender los derechos de todos. Es el soplo de Dios que alienta en nosotros el que nos da la fuerza necesaria para evitar que el mal se adueñe de nosotros, para impedir que nos esclavice, para afrontar los sucesos negativos con esperanza, para combatir su potencial destructivo, para impedir que el mal termine doblegando al hombre; para seguir soñando con un final feliz donde el mal haya sido aniquilado…

En Jesús hemos conocido el sueño de Dios, y también hemos conocido que tenemos la capacidad de contribuir a él. «Pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal porque Dios estaba con él». La forma de luchar contra el mal es sembrando el bien, es decir, perdonando, compadeciendo y ayudando. Ésa es la tarea de quien sigue a Jesús: sembrar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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Atar o desatar, esa es la cuestión.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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correccion-lev-1917COMENTARIO AL EVANGELIO Mt 18,15-20

10 de septiembre de 2023

El evangelio que hoy nos propone la liturgia, es muy paradójico, complejo de vivir y sencillo de entender. Ahora bien, entre esa complejidad y la simplicidad del mensaje, estaría la determinación de cada persona para encarnarlo en la vida.

El texto nos puede confundir porque está cortado por delante y por detrás. Habría que leer los versículos anteriores y posteriores para poder situar bien estas palabras. Hoy va de relaciones humanas y reconciliación, es decir, el pan nuestro de cada día. Importante comenzar a destacar que Mateo introduce una novedad en la vida de sus seguidores. Es la primera vez que utiliza la palabra “hermano” para referirse al vínculo existente entre los discípulos de Jesús.

Este discurso de Jesús forma parte de la respuesta que da a los discípulos cuando le preguntan: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? La respuesta de Jesús puede resultar desconcertante: hacerse como niños y cuidar a los niños. Leído desde la superficialidad habrá personas que disfruten con esta respuesta; puede dar la razón a quienes opinan que la religiosidad, la fe, la espiritualidad, es una vivencia infantilizante y que genera personas poco hechas, débiles, pequeñas, sin terminar. Leído con un poco más de profundidad, podríamos acercarnos a lo que tal vez Jesús pretendía expresar.

En la época de Jesús sabemos que los niños no eran reconocidos socialmente, mucho menos las niñas. Los niños, por el hecho de no ser personas maduras, serias, acabadas, parece que no tienen mucho que aportar. Jesús nos remite al niño, a la niña que todos llevamos dentro, al que vivía con intensidad, con confianza, el que no entendía de tiempos y de espacios, el que vivía conectado a lo ilimitado y el que pensaba en libertad y poco le importaba quedar bien ante los demás. Y, especialmente, ese niño, esa niña, con una profunda y sana capacidad de reconciliación, sin rencor y sin rivalidad.

Este breve discurso de Jesús podría parecer el de un psico-pedagogo que busca reconstruir unas relaciones sanas entre iguales. Jesús nos plantea el proceso para hacernos conscientes de nuestros actos y su alcance en los demás. Nos propone agotar todas las posibilidades. “Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas”. ¿Cómo vivimos la herida que otros nos hacen? ¿Y cuándo somos nosotros quienes herimos y nos reprenden? Invito a los lector@s a pararse y ahondar en este asunto porque puede haber sorpresas cuando somos muy honestos con la verdad que vivimos.

El paso maduro, equilibrado y sano, es decírselo a la persona en cuestión. Ahora bien, para ello, necesitamos soltar dos trampas de nuestra mente: intentar quedar bien ante el otro, aunque perdamos, y una actitud reactiva de devolver de inmediato el daño recibido. Si nos liberamos de ello, si realmente le decimos que nos ha herido y le hablamos de manera que le llegue una vibración de sinceridad, de búsqueda de la verdad, dice Jesús que “habremos salvado al hermano”. ¿Salvado de qué o de quién”? Si salvar es librar a una persona o a una cosa de un peligro o de una amenaza, Jesús tiene razón. ¿Quizá salvarle del peligro de la tiranía y de darle un poder que no le corresponde?

A veces es imposible poder hacer consciente a la persona de sus actos Si esto no es posible porque, a veces, las personas nos cerramos a cualquier verdad que no sea la nuestra, busquemos ayuda, no por incapacidad de resolución del asunto, sino para ampliar el horizonte y objetivar todo lo posible la corrección fraterna.

Continúa el texto con unas palabras de Jesús que considero esenciales y que hacen referencia a la dinámica de nuestro vínculo con Dios: En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. Siempre se ha hablado de que estas palabras se refieren al poder de perdonar los pecados en un sentido más sacramental y ejercido por los ministros. Sinceramente no lo tengo claro, tampoco lo niego, pero creo que el poder para perdonar es propio de toda persona, poseemos esta capacidad, este poder, de una manera innata y es la máxima expresión de autenticidad y madurez a la que se puede llegar.

Perdonar los pecados de los demás cuando no va conmigo es muy fácil y, si eso te da un poder y un status, no hay mucho más qué decir; ahora bien, perdonar a quien nos hiere y recibir el perdón de la persona a la que hemos herido, es una manera de conectar la tierra con el cielo, lo humano y lo divino.

Los vínculos que existen entre nosotros son más que simples lazos humanos: comprometen al “Cielo”, como expresa el texto, porque el “Cielo” se ha comprometido con nosotros y somos prolongación de Dios en la tierra y la tierra es prolongación de lo humano en el Cielo. Utilizo Cielo-Tierra como alegoría para designar la dimensión humana y divina que conforma nuestra existencia. Atar o desatar, dos movimientos que nos llevan a conectarnos desde una vida auténtica o desconectarnos de nuestra “casa” y de nuestra verdad.

Cierra Jesús este breve discurso con su convencimiento de la fuerza de la comunidad, no como convivencia sino como comunión, importante matiz. Es un poder que podemos llegar a vivir los seres humanos con un impacto transformador en un mundo tan separado, divido, diverso, frenético… ¿podríamos conectarnos unos a otros para que la vida fluyera en unidad y capacidad de transformación? Ya veremos.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Normas comunitarias y realidad abierta.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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IMG_0458Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

10 septiembre 2023

El capítulo 18 del evangelio de Mateo contiene una serie de normas que habían de regir la vida comunitaria de aquellos primeros grupos de discípulos de Jesús que se iban constituyendo.

No son, por tanto, palabras del propio Jesús, sino una creación posterior, exigida por la situación. La constitución de cualquier grupo humano requiere normas que regulen su funcionamiento.

El problema aparece cuando las normas se absolutizan, otorgándoles valor por encima de las personas. Suele ser una tendencia habitual en grupos sectarios y, más en general, en comunidades impregnadas de autoritarismo, y dan lugar a un modo de vida legalista y moralista. Riesgos que no están ausentes en el texto que comentamos, que insta a considerar como “pagano” o “publicano” a quien no se ajuste a las normas.

Sea como sea el modo en que los diferentes grupos tratan de solventar la cuestión de su propio funcionamiento, lo que parece obvio es que tanto el legalismo como el moralismo mostrarán pronto sus efectos negativos: no solo porque se coloca la norma o la ley por encima de la persona -en contra de lo que el propio Jesús había advertido: “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”-, sino porque se ignora el carácter abierto de lo real.

Que la realidad sea abierta significa que, en contra de lo que suele ser la rigidez mental -que casa mejor con actitudes legalistas y moralistas-, permite diferentes niveles de consciencia, de los que brotarán, lógicamente, lecturas y comportamientos diversos.

Esto no significa caer en un relativismo vulgar para el que todo vale lo mismo y que justifica cualquier cosa, sino reconocer el modo abierto como se expresa lo real. No todo vale igual, pero cada persona tiene un camino propio que recorrer. Caminos bien diferentes que, sin embargo, tienen cabida y son acogidos dentro de la realidad, esencialmente abierta.

Sin embargo, el nivel mítico de consciencia -que, en mayor o menor medida, pervive en todos nosotros- impide verlo. Porque para ese nivel, solo existe una verdad -la propia- y un único modo correcto de ver y de hacer las cosas. Solo un nivel de consciencia pluralista y aperspectivista regala una mirada omnicomprensiva, respetuosa, tolerante y constructiva.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Desde dónde un acto / actitud es moralmente buena o mala?

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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IMG_0459Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- El problema de la ética y la moral.

    Las lecturas de hoy dan pie para abordar un problema que no solemos tratar en las homilías, es la cuestión de la moral y de la ética en su perspectiva de Moral Fundamental. ¿De dónde surge la moralidad en la vida?

(Al menos hoy vamos a pensar estas cosas en la brevedad de una homilía).

¿Cuál es el fundamento de la ética y de la moral?

Ética es un término griego y moral es una palabra latina; ambas significan más o menos lo mismo: “costumbre” y, por prolongación: estilos y esquemas de vida y comportamiento. De manera que, la ética y la moral configuran, ordenan los comportamientos humanos desde la perspectiva del bien y mal.

02.- ¿Cuál es el fundamento de la moral-ética? (Consideraciones)

¿De dónde le viene la moralidad a un acto, a una actitud, a un modo de vivir? ¿Por qué y desde dónde podemos decir que determinado comportamiento es bueno o malo?

  Hasta hace no mucho tiempo todos vivíamos en un mismo universo cultural y, por tanto, también en un mismo entramado ético-moral. Comúnmente se admitía una fuente de moralidad: Dios. La ética-moral judeo cristiana tenía su fundamento en el Sinaí, en los diez mandamientos y en las pautas de comportamiento de la vida se regulaban desde ahí. Al mismo tiempo la moralidad surgía del evangelio de Jesús, del seguimiento de Jesús.

+   Pero esa cierta uniformidad moral (y cultural) ha saltado por los aires. Los cambios socio-culturales, las migraciones, las ideologías políticas, han hecho que los criterios y comportamientos hayan cambiado en muchos aspectos de la vida: trabajo, economía, sexualidad, política, familia, educación, etc.

+   Por otra parte, en nuestro contexto cultural Dios ha muerto (Nietzsche), lo hemos matado pensando que, apartando a Dios y siendo nosotros autónomos, siguiendo nuestras ideas, nuestra voluntad, llegaríamos a ser realmente libres y perfectos, para poder hacer lo que nos apetezca sin tener que doblegarnos a nadie.

+   Pero no parece que, cuando Dios desaparece de escena, el hombre no llega a ser más libre, más honrado. Al contrario, más bien parece que perdemos dignidad.

¿Es cierto que cuanta menos religión, cuanta menos ética y moral, más libre y mejor vive el hombre?

Esto no parece cierto:

  • Cada minuto gastan los países del mundo casi 2 millones de dólares en armamento militar. (Desde aquí se explica la guerra Ucrania-Rusia y otras guerras).
  • 700.000 niños mueren al año de hambre o de enfermedades causadas por el hambre. (En la media hora que puede durar una misa, habrán muerto de hambre 750 niños).
  • Cada año se destruye para siempre una superficie de bosque tropical equivalente a la mitad de España.
  • Pensemos en la violencia de género, los malos tratos, el rol de la mujer en el mundo y en la Iglesia.

+   La cuestión que se nos plantea es ¿cuál es el principio de moralidad?

+   Gran parte de la sociedad piensa que la ética y la moralidad provienen de la ley –legislación- que emanan los parlamentos. Es bueno o malo lo que dice la ley.

    Pero no parece que esto sea cierto, pues no todo lo legal es moralmente bueno. El sistema económico es legal, pero profundamente injusto e inmoral.

+   La moralidad y la ética no nacen de comparar la vida, las actitudes con mis intereses ideológicos de partido y por tanto es bueno o malo, lo que favorece mi ideología, mi nación, mi cuenta corriente, mi modo de vida o mi religión. Una actitud, una legislación no es buena porque consiga votos o contribuya a lograr determinado fin político.

Incluso en el mismo mundo eclesiástico muchos  (laicos y clero) pensamos que el bien y el mal surgen del cumplimiento o no de la ley eclesiástica, es decir del Derecho Canónico y no del Evangelio. Cuando en realidad el bien y el mal surgen del seguimiento de JesuCristo y -en última instancia- del mandamiento del amor desde el interior del ser humano.

+   En muchas personas flota la idea de que la moralidad es una cuestión privada, cada uno hace lo que cree, lo que le parece en su conciencia. Por eso, las cuestiones ético-morales ni se tocan y de ellas  no se habla, no se enseñan, cada uno hace lo que cree.

    Pero tampoco esto es cierto porque la mayor parte de las cuestiones importantes no son meramente individuales, sino comunitarias: el asesinato, las guerras, el hambre, el trabajo, la familia, no son cuestiones que han de quedar meramente a la decisión de un individuo, fanático o no. La sexualidad, el aborto,  el consumismo convulsivo occidental, la convivencia de la ciudad, la política,  el cuidado de la tierra (ecología) no son meras cuestiones de mi conciencia, sino de todos.

    Por tanto la ética y la moral son una cuestión comunitaria, social del ser humano que vive en un pueblo. Y estas cosas hay que enseñarlas, -en términos educativos se llama “socialización”-. Toda sociedad ha de transmitir a las nuevas generaciones su idioma, su cultura, sus valores, sus costumbres y su ética.

03. Los creadores de nuevas éticas

    Las ideologías imponen su ética y su ley de tipo económico o de tipo nacional. Los medios de comunicación son los “nuevos Moisés o los nuevos Sinaí”, que imponen las pautas de comportamiento desde la tiranía de la ideología a quien sirven.

    Pero las mayorías –en cuanto mayorías- no son fuente de moralidad. Ni los parlamentos, ni la banca,  ni los medios de comunicación son fuente sana de moralidad. Las mayorías. La economía, la política pueden tener poder, pero no verdad, ni bien, ni belleza.

04.- La moralidad nace de ver la vida desde el ser humano y desde Dios (Ultimidad).

Dios es la ultimidad de la existencia, y -para nosotros los cristianos- esa ultimidad es Padre, con lo que ello supone de creación, vida, protección, amor y perdón: todos ellos valores éticos de gran calado.

    A Moisés caminando con el pueblo por el desierto no le fueron escritos milagrosamente los “mandamientos” en dos tablas de piedra, sino que, caminando por la vida, afrontando los problemas de la vida, pensando, dialogando con los suyos y aprendiendo de la vida, fue –fueron-descubriendo las pautas de conducta que le parecían mejores para el bien de su pueblo. Después, Moisés como persona religiosa que era, Dios comprendiendo que aquellos criterios eran buenos, eran también queridos por Dios, fueron propuestos al pueblo como salidos de la propia boca divina. Son palabra de Dios.

(Es una revelación ascendente: del ser humano a Dios).

La palabra humana confrontada con lo que sea bueno para el ser humano y confrontada con la ultimidad, llega a ser Palabra de Dios.

  Por otra parte, van surgiendo muchas cuestiones nuevas, y otras, que siendo viejas, se replantean desde modernas perspectivas antropológicas, sociológicas, psicológicas, médicas, etc. Y esas cuestiones requieren pensamiento, lucidez, trabajo, camino…

Pensemos en los problemas que plantea la genética con sus posibilidades de curación y sus peligros de manipulación; pensemos en la bioética, la fecundación in vitro, la homosexualidad, el LGBTQ, la pena de muerte, etc. Son tareas humanas: hemos de encontrar pautas de conducta que llevan a una vida más auténtica y a una convivencia más humanizadora.

    Para ir concretando la ética en normas, leyes, etc., se requiere calma, pensamiento, estudio, amplitud de mente, libertad de espíritu, desinterés, bondad humana.

  • El problema de la homosexualidad no está bien tratado ni resuelto por una mera ley. Hay que estudiar más el problema desde la antropología, la psicología, la medicina, la Biblia, la moral.
  • Los malos tratos y los asesinatos de parejas no se van a resolver por una ley (siendo necesaria). Hay que pensar –y estudiar- un poco más en una mejor educación sexual; ¿qué podemos esperar de una sistemática concepción erótica de la vida, de los medios de comunicación?
  • ¿No habrá que repensar algunos aspectos y criterios en cuestiones políticas? Porque ni la economía, ni la nación, ni el placer son criterios últimos de moralidad.

La ética judía fue naciendo poco a poco en el camino del desierto, cuando las tribus hebreas se iban constituyendo como pueblo. En el Sinaí se plasmó el decálogo.

05.- La moral cristiana.

    JesuCristo sitúa la moralidad en lo profundo de la humanidad: es bueno o malo lo que sale del interior del hombre y lo que contribuye –o destruye- la construcción de una humanidad conforme al reino de Dios, o lo que es lo mismo: verdad, libertad, justicia, amor, perdón.

Para que tengamos una ética y una moral sanas habremos de mirar y pensar libre y creativamente a Dios y al ser humano.

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Sólo un Dios que sufre puede salvar: Tuve hambre, estuve preso, fui ajusticiado. Con E. Hillesum

Viernes, 24 de febrero de 2023
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Etty_Hillesum_1939Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo pasado traté de las bienaventuranzas de Mt 5, 3‒12, comentando las palabras de E.Hillesum que hoy empiezo citando también, para completar el tema desde Mt 25, 31‒46 (estuve preso,fui condenado).

Con esas palabras, el evangelio de Mateo traza un arco de luz y vida de entre  el principio y final de su texto: Mt 5, Mt 25.

Siga leyendo quien quiera comparar esos textos, penetrando con ellos en el tema supremo del dolor y la bienaventuranza de Dios  No se trata sólo de que Dios nos haga felices, sino que nosotros le  hagamos feliz a Él .

 Mt 25, 31-45. 

Mt 25 31: Pues cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria, y todos los ángeles con él y dirá los que están a su derecha:  Venid, benditos de mi Padre. Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero y me acogisteis; 36 estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 

Este pasaje ofrece el compendio más significativo de la “moral” bíblica y de la revelación judeo‒cristiana, y lo desarrolla en forma de parábola y parénesis, no de dogma argumentativo. Es un pasaje que brota de la experiencia mesiánica de Jesús, a la luz del Antiguo Testamento, tal como ha sido vivido y formulado de un modo por el libro de Job y por otro por el evangelio de Mateo, conforme a la lectura de E. Hillesum:

  ‒ Este pasaje se funda en una experiencia teológico‒mesiánica, centrada en el hecho de que el Dios de Jesús se revela al fin como juez/salvador de todos, pues se  ha identificado hecho con los hambrientos y los pobres, los exilados y enfermos, desnudos y encarcelados… l

Nosotros solemos preguntar: ¿Por qué “abandona” Dios a los que sufren, a millones y millones, condenados al hambre o a la cámara de gas por la maldad de otros “hermanos”?

Pero Dios nos pregunta: ¿Por qué me abandonais a mí...al abandonar a mis hermanos más pequeños…?

Entre las propuestas de respuesta que se han dado a esa pregunta destaca la judía E. Hillesum (1913-1943), condenada a muerte, en un campo de concentración:

Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: Que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos.

 Ella  sintió y dijo que Dios se ha encarnado y sufre en la entraña de de unos hombres y mujeres empeñados en matarle, y sufre de un modo especial en loscondenados al sufrimiento y a la muertesdescubriendo su más alta vocación, que es consolar al Dios doliente, desde una infame cárcel de muerte. Éste ha sido y sigue siendo un signo supremo de la misericordia, y sólo una mujer, como Hillesum, ha podido descubrirlo, para que también otros podamos compartir su ejemplo.

Te consolaré para que me consueles… Quiero hacerte feliz para que tú desde tu dolor que es amor supremo nos hagas felices a todos…

 Esta es la tarea mayor que nos ha “pedido” Dios, al decirnos que la acompañemos en la obra de su creación:  que le ayudemos y consolemos consolando a sus hermanos más pequeños en los que él mismo sufre  (como puse  de relieve en  Comentario al Cántico Espiritual Juan de la Cruz  B, 39(Editorial San Pablo, Madrid 2018).

Ciertamente, Dios nos consuela, sufriendo con nosotros, por nosotros, para acogernos en su amor resucitado. Pero nosotros debemos también consolarle, caminando a su lado en amor, muriendo incluso por él y con él, como Jesús (como E. Hillesum).

Muchas veces tenemos miedo, y queremos desertar de esta misión de consolar a Dios, pero Jesús nos invita a seguir, tomando su cruz (la nuestra, la de aquellos que sufren), para acompañar y “animar” de esa manera al mismo Dios, como dijo de forma admirable san Pablo, afirmando que él quería  “completar” en su carne los sufrimientos de Cristo, que son los de Dios (Col 1, 24).

El Dios de Jesús nos saca externamente de este mundo, no nos quita el dolor, pero nos ofrece la certeza de que está con nosotros, con su misericordia,  queriendo que le acompañemos, acompañando a los que sufren, como decía D. Bonhöffer, otro testigo y mártir del Holocausto nazi, hermano cristiano de E. Hillesum, la judía).

Hacer feliz a Dios, esa nuestra mayor felicidad…  Eso significa que la “salvación” (felicidad) de Dios se identifica de un modo misterioso con el pan‒agua, la casa‒vestido y la palabra ofrecida a los necesitados.

En un sentido, el Dios de este pasaje final de la historia (Mt 25, 31-46)  está al servicio de los hombres, a los que quiere acoger y liberar en su amor… pero en otro somos los los que tenemos que “liberar” a Dios, que consolar a Dios, visitarle…ofreciendo felicidad a sus hermanos más pequeños, los necesitados.

Este pasaje (Mt 25, 31-46), leído y vivido como hace E. Hillersum, condenada a muerte en un campo de concentraciòn, nos lleva hasta el interior del misterio de Dios... que no sólo quiere que seamos misericordiosos, haciéndonos felices…,sino que nos pide que le ayudemos, que le acompañemos, que le hagamos feliz… En un sentido muy hondo Dios mismo necesita de nuestro consuelo y compañía.

 Ésa es la “felicidad de Dios”… la que nosotros le damos, haciendo felices a los hombres y mujeres necesitados, que son su presencia.

Estuve preso, estoy preso, nos dice Jesús, nos dice Dios… ¿Queréis venir a visitarme….?

Estuve hambriento, estoy hambriento… ¿Queréis darme de comer?

El mismo Dios hambriento, desnudo, preso…que  nos pide un poco de felicidad…. Este es el tema clave de  la tabla final de bienaventuranzas/bendiciones del Hijo del Hombre, esto es del mismo Dios, que

– Bienaventurados los hambrientos, porque serán alimentados; los sedientos, porque beberán hasta saciarse; los exilado   porque serán acogidos: los desnudos, porque recibirán vestido; los enfermos y los encarcelados, porque serán visitados…

– Bienaventurado Dios… si nosotros le damos felicidad, haciendo felices a sus hermanos más pequeños, haciéndole feliz  a él… Se decía y se dice que hacemos feliz a Dios al visitarle en su signo sagrado de la eucaristía, al amarle de todo corazón. Pero en un sentido aún más hondo hacemos feliz a Dios haciendo felices a los pobres, encarcelados, exilados… Como sabe una tradición rabínica judía, como supo Jesucristo, como dice Mt 25, 31-46

 Todo esto lo digo, una vez más citando a E. Hillesum (1914-1943), judía holandesa, condenada a muerte, en un campo de concentración nazi. Ella encarna la “tragedia” de Job… sabiendo que Dios mismo es quien sufre,  interpretando su dolor, el de Job, el de Dios, desde el evangelio de Mateo, que ella ha leído y releido, encarnado y aplicado, con pasìón de amor desde su raíz israelita. Así lo siente, así se siente. No interroga a Dios, ni le acusa, sino que le consuela, diciendo: “Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones

“Te ayudaré para que no me abandones”.

Así dice esta judía enamorada del Dios de Jesús, desde un campo de exterminio nazi, descubriendo su vocación de acompañar y de ayudar con su misericordia al mismo Dios de la misericordia. Ella ha sentido que el Dios de Job se ha encarnado y sufre en lo indecible en un campo de concentración donde hay hombres y mujeres empeñados en matarle (a ella, y a millones de judíos, por el simple hecho de ser distintos). De esa manera, en ese lugar, sabiendo que van a matarle (que quieren matar al Dios que sufre  en todosy por todos), ella  descubrsu más alta vocación, que es consolar  

De esta manera dice y hace, ayudando y consolando en el campo de concentración a los condenados a muerte, ella que también está condenada, simplemente por ser judía fiel:

Te ayudaré Dios mío, te consolaré mi Dios…  Quiero consolar a mis hermanos, tus hermanos, quiero consolarte a tí, que estás llorando y sufiendo por todos, crucificado de nuevo, muriendo en la cruz de Jesús y en la de todos los crucificados,hombres y mujeres… Quiero estar contigo, para así resucitar contigo…. porque tú eres la resurrección. Con todos y en todos sufres, a todos resucitas…

Muchas veces tenemos miedo, y queremos desertar de esta misión de consolar a Dios, pero Jesús nos invita a realizarla, tomando su cruz (la nuestra, la de aquellos que sufren), para acompañar y “animar” de esa manera al mismo Dios, como dijo de forma admirable san Pablo, afirmando que quería “completar” en su carne los sufrimientos de Cristo, que son los de Dios (Col 1, 24).

Conclusión:

En este contexto quier poner la famosa imagen de Christa,  signo de todas las mujeres que sufren en y con la cruz de Jesús, mujeres hombres, todos los crucificados…

 En este mismo contexto quiero citar la oración de D. Bonhöffer, teólogo cristiano aleman, condenadocomo E. Hillesum a la muerte en otro campo de concentración nazi:

 Siendo infinitamente grande, no te encuentras infinitamente lejos, sino cerca de nosotros. Y cuando estamos derrotados, tú no quieres asentarnos en tu fuerza, sino en la debilidad de tu Hijo Jesucristo. Por eso… ya seamos justos o injustos, enfermos o fuertes en la vida, nos arrojamos completamente en tus brazos… ¿Cómo hundirnos en el fracaso cuando superamos con tu Hijo la prueba del desierto? ¿Cómo orgullecemos en el triunfo si llevamos con el Salvador la cruz de nuestras culpas? (D. Bonhöffer,Resistencia y sumisión 2018).

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“Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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12

Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:

“Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:

“¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”

*

Mateo 3,1-12

***

 

Los Padres del desierto consideraron la sociedad como un barco a la deriva que hay, que abandonar lanzándose a nadar a fin de salvar la vida (…). Éstos eran hombres que creían que dejarse llevar por la corriente aceptando pasivamente los principios y valores de la sociedad era pura y simplemente un desastre.

Nuestra sociedad no es precisamente una comunidad que irradia el amor de Cristo, sino una peligrosa red de dominación y manipulación en la cual podemos quedar atrapados y perecer. La pregunta fundamental que tendremos que hacernos es si nosotros estamos ya tan modelados por los poderes seductores del mundo de las tinieblas que nos hemos vuelto ciegos para ver nuestro desgraciado estado y el de los que nos rodean y hemos perdido ya la motivación necesaria para lanzarnos a nadar y salvar así nuestras vidas.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 16-17.

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Jesús Espeja: Fuera del mundo no hay salvación, y la Iglesia debe conectar con él, no imponerse.

Sábado, 29 de octubre de 2022
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Fcm-0NiX0AMRf3-El dominico acaba de publicar ‘La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza’

El dominico Jesús Espeja pertenece a esa generación de teólogos que con los aires renovadores del Vaticano II. Acaba de publicar ‘La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza’

“Pensé que la mejor forma de narrar mi evolución como creyente cristiano a lo largo de varias décadas marcadas por muchos cambios, sería exponer de modo claro y sencillo mi comprensión actual sobre algunos temas centrales de la fe o experiencia cristiana”

En sus muchas publicaciones van inseparablemente unidos la experiencia de Dios revelado en Jesucristo y el apasionamiento por una sociedad fraterna. Es lo que deja claro en este libro de texto breve y de lectura fácil, síntesis al final su la andadura

Ya se puede adquirir el libro en la tienda RD

| RD

Acaba de salir el nuevo libro del dominico Jesús Espeja La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza. Jesús pertenece a esa generación de teólogos que con los aires renovadores del Vaticano II, ha seguido interpretando la fe cristiana en los cambios culturales y en los vaivenes de la Iglesia durante los últimos cincuenta años. En sus muchas publicaciones van inseparablemente unidos la experiencia de Dios revelado en Jesucristo y el apasionamiento por una sociedad fraterna. Es lo que deja claro en este libro de texto breve y de lectura fácil que viene a ser como una síntesis al final su la andadura.

– ¿Qué te propusiste al escribir este libro?

 – Pensé que la mejor forma de narrar mi evolución como creyente cristiano a lo largo de varias décadas marcadas por muchos cambios, sería exponer de modo claro y sencillo mi comprensión actual sobre algunos temas centrales de la fe o experiencia cristiana.

“La Biblia cuenta no tanto lo que ocurrió sino lo que está ocurriendo siempre”

– Perteneces a una generación de profesores que os formasteis en la teología escolástica y con la orientación del Concilio emprendisteis una renovación de la teología.Pero en los años de postconcilio ha cambiado el mundo y esos cambios han dejado su impacto en la Iglesia ¿No habrá que dar nuevos pasos en la reflexión teológica?

– Soy consciente del rápido y alborotado cambio cultural después del Concilio; incluso pienso que ya cuando se celebró, estaba irrumpiendo la postmodernidad a la que no responden los documentos conciliares. Es posible que, instalados en la reflexión teológica que se hizo por los años 70 del siglo pasado, pretendamos hacer una teología renovada repitiendo hoy sin más el discurso que pudo ser renovador en esa etapa de postconcilio.

– Entonces ¿qué sentido puede tener ahora esta síntesis que nos brindas?

– Veo el proceso de mi reflexión teológica en dependencia de los otros. En primer lugar de mis maestros que me dieron lo mejor que tenían; con su herencia, y escuchando lo nuevo que ha ido naciendo, he tratado de avanzar; por eso en el subtítulo del libro digo “evolución”. Los otros son también las nuevas generaciones que mejorarán los pequeños pasos adelante que mi generación ha dado; por eso en el subtítulo digo “esperanza”. También a los jóvenes vendrá bien conocer las visiones y apuestas de mi generación para beneficiarse de lo bueno, corregir nuestros errores y roturar nuevos caminos.

– Con brevedad pero con precisión hablas sobre Dios, sobre la vocación de la humanidad, sobre la Iglesia, y su relación con el mundo, los sacramentos, la Virgen María, la muerte y el más allá de la muerte ¿Cuál es la clave común de tu enfoque en estos temas?

– La clave es la encarnación. Jesucristo, revelación de Dios como Presencia de amor que continuamente se está dando, manifiesta plenamente la vocación de la humanidad que crece abriéndose libre y totalmente a esa Presencia. Y la encarnación continua de algún modo en todas las personas y en la evolución de la sociedad humana.

– Dices en el libro que “el teísmo puede ser tan nefasto e incluso más que el ateísmo para la identidad de Dios revelado en la conducta de Jesús” ¿Qué quieres decir?

– Entiendo aquí por teísmo la creencia en un ser supremo con poderes sobrenaturales que está fuera del mundo y arbitrariamente interviene para hacer su voluntad. Según el Evangelio, Dios es “Abba”, Presencia de amor en que todos y todo habitamos. No se impone desde arriba y desde fuera con su poder, sino que se da como amor desde dentro de la misma humanidad.

– Pero ¿la muerte de Jesús no fue un sacrificio para, en justicia, pagar y aplacar a la divinidad ofendida?

-Según la fe de la Iglesia, la muerte de Jesús fue la expresión del amor de Dios encarnado en la humanidad que, seducida por ese amor, es capaz de vivir y morir para hacer el bien a todos. Su muerte no fue obra de reconciliación que la humanidad ofrece a Dios airado sino la expresión incomprensible de Dios encarnado que manifiesta su poder en la misericordia.

– Algunos dicen que ya estamos salvados ¿Cómo escribes que “necesitamos ser salvados?”

Llamo salvación a tener buena salud, ser libres y felices. Pero nuestra libertad necesita ser liberada y nuestra salud es muy deficiente. La Biblia cuenta no tanto lo que ocurrió sino lo que está ocurriendo siempre. El relato bíblico sobre la caída de la primera pareja en el paraíso, evoca lo que sucede una y otra vez en la historia de la humanidad. Llevamos dentro el anhelo de una salud y liberación plenas; pero nos equivocamos si rompemos con el Creador cuya Presencia de amor nos constituye. Los cristianos creemos que en Jesucristo se abrió para todos el camino, y experimentamos que ya estamos salvados “en esperanza”.

“Llamo salvación a tener buena salud, ser libres y felices. Pero nuestra libertad necesita ser liberada y nuestra salud es muy deficiente”

– Cuando hablas sobra la encarnación de lo divino en lo humano, escribes: “Por eso nadie puede ser obligado a pensar y actuar en contra de su conciencia que no debe ser manipulada, coacciona o ignorada” ¿No te parece arriesgado hablar así ?

– Creo que ésta es la fe de la Iglesia proclamada en el Vaticano II y ratificada expresamente hoy por el papa Francisco que, según ha dicho, no se cree autorizado para juzgar a nadie. Sí, esto supone un cambio para la teología moral y para la conducta de muchos cristianos que, acostumbrados a lo que les manden, fácilmente abdican de su libertad y responsabilidad personales.

– Cuando hablas de la Iglesia dices: ”Solo avivando la fe cristiana como experiencia personal, es posible una Iglesia en salida con la que hoy sueña el papa Francisco” ¿Crees que esto es fácil?

Pienso que el sueño no se arregla solo con un “aggiornamento”. Es necesario un nuevo nacimiento del Espíritu para una constante conversión al Evangelio. Hay formas en las estructuras esenciales de la Iglesia que son antievangélicas y la impiden llevar a cabo su misión. Pero las cosas no se arreglan con unos cambios en esas formas a modo de barniz si nuestro corazón sigue instalado. Hay que avivar personal y comunitariamente la fe o experiencia cristiana como seguimiento de Jesús, recreando en la propia historia la conducta de aquel hombre a quien los cristianos confesamos Palabra e Hijo de Dios.

“El ‘aggiornamento’ no es suficiente. Es necesario un nuevo nacimiento del Espíritu para una constante conversión al Evangelio”

– ¿Puedes resumir la renovación que, siguiendo la orientación del Concilio, propones en la celebración de los sacramentos, la devoción mariana y la relación de la Iglesia con el mundo?

– En los sacramentos hay que pasar del ritualismo, a la celebración de unos símbolos que sean profesión pública de la fe comunitaria y personal. El Concilio no propuso una mariología de milagros y privilegios, sino que celebró a la Virgen María como primera discípula de Jesús e imagen purísima de lo que toda la Iglesia ansía y espera ser. En el Concilio la mirada de la Iglesia, aun reconociendo el lado oscuro de la humanidad con todas las realidades entre las que vive, fue de simpatía y de solidaridad, consciente de que el mundo sigue acompañado y bendecido por el Creador. Esa mirada permite concluir que fuera del mundo no hay salvación. En consecuencia la Iglesia no debe imponerse al mundo sino conectar con los anhelos, gozos y sufrimientos de la sociedad humana, hacerlos suyos, y ofrecer de modo creíble el Evangelio para el desarrollo integral de la humanidad.

– El capítulo final sobre la muerte y el más allá respira libertad y confianza ¿En qué te apoyas?

– Sencillamente me apoyo en la fe o experiencia cristiana de Dios, Presencia de amor que continuamente se está dando y nunca nos abandonará. Es verdad que nosotros, puestos en manos de nuestra propia decisión podemos cerrarnos a esa Presencia y fracasar definitivamente. Pero desde la fe o experiencia cristiana, es impensable que Dios tenga preparado un equipo de especialistas en tortura para castigar eternamente a los seres humanos obra de su amor.

“Hay que avivar personal y comunitariamente la fe o experiencia cristiana como seguimiento de Jesús”

Fuente Religión Digital

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Salvarse juntos.

Jueves, 28 de julio de 2022
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Del blog de la Comunidad Fronteras Abiertas (CAFA) de Zaragoza:

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A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no
Mt 13, 10-17


Hay que salvarse juntos,
hay que llegar juntos a la casa de Dios.
No vayamos a encontrarnos con Dios
estando los unos separados de los otros.
Hay que pensar un poco en los otros,
hay que trabajar un poco por los otros.
¿Qué nos diría Dios si llegásemos hasta él
los unos sin los otros?

*

Charles Péguy, 1873-1914

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***

Dios fuerte y misericordioso,
que destruyes las guerras y derribas a los soberbios;
aparta de nosotros la destrucción y las lágrimas,
para que todos podamos llamarnos,
en verdad, hijos tuyos.

***

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 9 de enero de 2022
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KÉNOSIS

Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986

***

Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”

 (Lucas 3, 22)

.

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”

*

(Isaías 42, 1-4. 6-7)

***

 “Jesús, que no tiene pecado, se pone en fila con los pecadores, esperando ser bautizado por Juan. Cuando Jesús comienza su ministerio, elige entrar en solidaridad con la humanidad pecadora… Jesús elige el camino de la humildad. No aparece con fanfarrias como un salvador poderoso, anunciando un nuevo orden. Por el contrario, viene calladamente, con muchos de los pecadores que van a recibir el bautismo de arrepentimiento… En las tentaciones que siguieron, se hace claro cuán radical es esta elección… Es difícil creer que Dios nos revelaría su presencia divina en el hombre de Nazaret humilde y que se autodespoja. Hay tanto en mí que busca influencia, poder, éxito y popularidad. El camino de Jesús es el camino del ocultamiento, la impotencia y la pequeñez. Sin embargo, cuando entre en comunión verdadera y profunda con Jesús, descubriré que este camino pequeño es el que lleva a la paz real y a la alegría.

En esta fiesta del bautismo del Señor, rezo por el coraje de elegir el camino pequeño y seguir eligiéndolo”.

*

Henri Nouwen

Camino a casa. Un viaje espiritual

LUMEN

***

El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías.

Entonces Juan les dijo:

Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Un día en que se bautizó mucha gente, también Jesús se bautizó. Y mientras Jesús oraba se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma visible, como una paloma, y se oyó una voz que venía del cielo:

Tú eres mi Hijo el amado, en ti me complazco.

*

Lucas 3,15-16.21-22

***

Tu verdadera identidad es ser hijo de Dios. Es ésta la identidad que debes aceptar. Una vez que la la has reivindicado y te has instalado en ella, puedes vivir en un mundo que te da mucha alegría y también mucho dolor. Puedes recibir alabanzas o calumnias que llegan a ti como una ocasión para fortalecer tu identidad fundamental, porque la identidad que te hace libre ha clavado su ancla más allá de toda alabanza y de toda calumnia humana. Tú perteneces a Dios, y como hijo de Dios has sido enviado al mundo. Necesitas un guía espiritual. Necesitas personas que te mantengan anclado a tu verdadera identidad. Subsiste siempre la tentación de cortar el lazo con el lugar profundo en el que Dios te habita y de dejarte ahogar por la alabanza o la calumnia del mundo.

        Mientras lo más profundo dentro de ti, donde se hunden las raíces de tu identidad como hijo de Dios, te ha sido desconocido, los que eran capaces de “tocarte” han tenido sobre ti un poder imprevisible y a menudo aplastante. Han llegado a ser parte de tu identidad; ya no podías vivir sin ellos. Pero ellos no podían desempeñar el papel divino y te han dejado, y tú te has sentido abandonado.

        Pero precisamente esta experiencia de abandono es la que te ha hecho volver a tu identidad de hijo de Dios. Sólo Dios puede habitar plenamente en lo más profundo de tu alma y darte sentido de seguridad. Pero queda el peligro de que dejes entrar a otros en tu lugar sagrado, hundiéndote así en la angustia.

*

H. J. M. Nouwen,
La voz interior del amor, Madrid 1998

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Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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142

Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

*

Lucas 3, 1-6

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La soledad es el horno de la transformación. Sin soledad seguimos siendo víctimas de nuestra sociedad, seguimos enredados en las ilusiones de nuestro falso yo. Jesús mismo entró en este horno Para entender el verdadero significado de la soledad, es necesario desenmascarar algunas ideas deformadas de la misma. Todos admitimos la necesidad de algunos ratos de soledad. Sin embargo, lo que queremos a veces decir es la necesidad que tenemos de un tiempo y un lugar para nosotros mismos, un tiempo y un lugar en que nadie nos moleste. Soledad es a menudo para nosotros sinónimo de privado.

Es más, pensamos en la soledad como una especie de estación de servicio en la que podemos cargar nuestras baterías, o como el rincón de un ring de boxeo en el que ponen aceite en nuestras heridas, dan masaje a nuestros músculos y nos animan a seguir en la lucha mediante eslóganes apropiados. Para ser breves, pensamos en la soledad como en el lugar en que reparamos nuestras fuerzas para proseguir la competencia incesante de nuestras vidas.

No es ésta la soledad de Juan Bautista, san Antonio o san Benito, de Carlos de Foucauld o los hermanos de Taizé. Para ellos, la soledad no es un lugar terapéutico privado, sino el lugar de la conversión, el lugar donde muere el viejo yo y nace uno nuevo, el lugar donde emerge el hombre nuevo y la mujer nueva.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 21 -23.

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