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“Amenazas a la Madre Tierra y cómo hacerles frente”, por Leonardo Boff

Jueves, 5 de mayo de 2016
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flores_en_el_desierto33Leído en la página web de Redes Cristianas:

Hay cuatro amenazas que pesan sobre nuestra Casa Común y que exigen de nosotros especial cuidado.

La primera es la visión pobre de los tiempos modernos de la Tierra sin vida y sin propósito: objeto de la explotación despiadada con vistas al enriquecimiento. Tal visión, que ha traído beneficios innegables, ha acarreado también un desequilibrio en todos los ecosistemas que ha provocado la actual crisis ecológica generalizada. Con ese afán fueron eliminados pueblos enteros, como en América Latina, se devastó la selva atlántica y, en parte, el cerrado.

En enero de 2015, 18 científicos publicaron en la famosa revista Science un estudio sobre “Los limites planetarios: una guía para un desarrollo humano en un planeta en mutación”. Enumeraron 9 aspectos fundamentales para la continuidad de la vida. Entre ellos estaban el equilibrio de los climas, el mantenimiento de la biodiversidad, la preservación de la capa de ozono, el control de la acidificación de los océanos. Todos estos aspectos se encuentran en estado de erosión. Pero dos, que ellos llaman los “límites fundamentales”, son los más degradados: el cambio climático y la extinción de las especies. La quiebra de estas dos fronteras fundamentales puede llevar a nuestra civilización al colapso.

En este contexto, cuidar la Tierra significa que al paradigma de la conquista, que devasta la naturaleza, debemos oponer el paradigma del cuidado, que protege la naturaleza. Este cura las heridas pasadas y evita las futuras. El cuidado nos lleva a convivir amigablemente con todos los demás seres y a respetar los ritmos de la naturaleza. Debemos producir lo que necesitamos para vivir, pero con cuidado, dentro de los limites soportables de cada región y con la riqueza de cada ecosistema.

La segunda amenaza consiste en la máquina de muerte de las armas de destrucción masiva: armas químicas, biológicas y nucleares. Estas armas, que ya están montadas, pueden destruir toda la vida del planeta de 25 formas diferentes. Como la seguridad nunca es total tenemos que cuidar que no sean usadas en guerras y que los mecanismos de seguridad sean cada vez más estrictos.

A esta amenaza debemos oponer una cultura de paz, de respeto a los derechos de la vida, de la naturaleza y de la Madre Tierra, la distensión y el diálogo entre los pueblos. En vez del gana-pierde, vivir el gana-gana, buscando convergencias en las diversidades. Esto significa crear equilibrio y generar el cuidado.

La tercera amenaza es la falta de agua potable. De toda el agua que existe en la Tierra solo el 3% es agua dulce, el resto es salada. De este 3%, el 70% va a la agricultura, el 20% a la industria y solamente un 10% va al uso humano. Es un volumen irrisorio, lo que explica que más de mil millones de personas vivan con insuficiencia de agua potable.

Tenemos que cuidar el agua de la Tierra y cuidar los bosques y las selvas, pues son las protectoras naturales de todas las aguas. Cuidar del agua exige velar para que las nacientes estén rodeadas de árboles y todos los ríos tengan su vegetación de ribera, pues esta alimenta las nacientes. Sucede que más de la mitad de las selvas húmedas han sido deforestadas, alterando los climas, secando ríos o disminuyendo el agua de los acuíferos. Lo que mejor podemos hacer siempre es reforestar.

La cuarta gran amenaza está representada por el calentamiento creciente de la Tierra. Es propio de la geofísica del planeta que este conozca fases de frío y fases de calor que siempre se alternan. Pero este ritmo natural ha sido alterado por la excesiva intervención humana en todos los frentes de la naturaleza y de la Tierra. El dióxido de carbono, el metano y otros gases del proceso industrialista han creado una nube que rodea toda la Tierra y retiene el calor aquí abajo. Estamos cerca de los 2 grados centígrados. Con esta temperatura todavía se pueden administrar los ciclos de la vida.

La COP21 de Paris a finales del 2015 creó un consenso entre los 192 países con el fin de hacer todo lo posible para no llegar a los 2 grados centígrados, y tender a 1,5 grados centígrados, el nivel de la sociedad preindustrial. Si sobrepasamos este nivel, la especie humana estará peligrosamente amenazada.

No sin razón los científicos han creado una nueva palabra para calificar nuestro tiempo: el antropoceno. Este configuraría una nueva era geológica, en la cual la gran amenaza a la vida, el verdadero Satán de la Tierra, es el propio ser humano con su irresponsabilidad y falta de cuidado.

Otros lanzan la hipótesis según la cual la Madre Tierra no nos querría mas viviendo en su Casa y buscaría la manera de eliminarnos, ya fuera mediante un desastre ecológico de proporciones apocalípticas o por alguna superbacteria poderosísima e inatacable, permitiendo así que las otras especies ya no se sientan amenazadas por nosotros y puedan continuar con el proceso evolutivo.

Contra el calentamiento global debemos buscar fuentes alternativas de energía, como la solar y la eólica, pues la fósil, el petróleo, el motor de nuestra civilización industrial, produce en gran parte dióxido de carbono. Tenemos que poner en páctica las distintas erres (r) de la Carta de la Tierra: reducir, reusar y reciclar, reforestar, respetar y rechazar las llamadas al consumo. Todo lo que pueda contaminar el aire debe ser evitado para impedir el calentamiento global.

* Leonardo Boff es columnista del JB online y escribió Los derechos del corazón, Paulus 2016.

Traducción de MJ Gavito Milano

Espiritualidad, General , ,

“¿Pueden las religiones ayudar a superar la crisis ecológica?”, por Leonardo Boff

Viernes, 12 de febrero de 2016
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religiones_560x280Enviado a la página web de Redes Cristianas

Por primera vez después de años, los 192 países se pusieron de acuerdo en la COP 21 de París, a finales de 2015, en que el calentamiento global es un hecho y que todos, de forma diferenciada pero efectiva, deben aportar su colaboración. Cada saber, cada institución y especialmente aquellas organizaciones que más mueven a la humanidad, las religiones, deben ofrecer lo que está en su mano. De no ser así, corremos el peligro de llegar con retraso y de enfrentarnos a catástrofes como en los tiempos de Noé.

Obviando el hecho cada religión o iglesia tiene sus patologías, sus momentos de fundamentalismo y de radicalización hasta el punto de haber crueles guerras religiosas, como hubo tantas entre musulmanes y cristianos, lo que se pide ahora es ver de qué forma, a partir de su capital religioso positivo, estas religiones pueden llegar a convergencias más allá de las diferencias y ayudar a enfrentarse a la nueva era del antropoceno (el ser humano como un meteoro rasante amenazador) y la sexta extinción masiva que ya está en curso desde hace mucho tiempo y se acelera cada vez más.

Tomemos como referencia las tres religiones abrahámicas.

Primero, veamos la contribución del judaísmo. La Biblia hebrea es clara al entender la Tierra como un don de Dios y que nosotros hemos sido colocados aquí para cuidarla y guardarla. “La Tierra es mía y vosotros sois huéspedes y forasteros” (Lev 25,23). No podemos como ningún huésped normal haría, ensuciarla, romper sus muebles, estropear su jardín y matar a sus animales domésticos. Pero nosotros lo hemos hecho. Por eso existe la tradición de Tikkum Olam, de la “regeneración de la Tierra”, como tarea humana por los daños que le hemos causado. Hay también sentido de responsabilidad frente a los no humanos. Así antes de comer, cada uno debe alimentar a sus animales. No se puede tirar el nido de un pájaro que está cuidando a sus pichones. “Dominar la Tierra” (Gn 1,28) debe ser entendido a la luz de “cuidar y guardar” (Gn 2,15), como quien administra una herencia recibida de Dios.

El cristianismo heredó los valores del judaísmo. Pero le añadió datos propios: el Espíritu Santo fijó su morada en María y el Hijo en Jesús. Con eso asumió de alguna forma todos los elementos de la Tierra y del universo. La Tierra es entregada a la responsabilidad de los seres humanos, pero estos no tienen un derecho absoluto sobre ella. Son huéspedes y peregrinos y deben cuidar de ella. San Francisco de Asís introdujo una actitud de fraternidad universal y de respeto a cada uno de los seres, hasta a las hierbas silvestres. Por ser el Dios cristiano un ser relacional, pues es Trinidad de Personas siempre relacionadas entre sí, el propio universo y todo lo que existe es también relacional, como tan bien lo expresó el Papa Francisco en su encíclica.

El islam sigue las huellas del judaísmo y del cristianismo. También para él la Tierra y la naturaleza son creación de Dios, y han sido entregadas a la responsabilidad del ser humano. En el Corán se dice que tenemos nuestra morada aquí y por un corto tiempo podemos disfrutar de sus bienes (Sura 2,36). El Altísimo y Misericordioso nos da señales a través de la riqueza y la diversidad de la naturaleza que nos recuerdan constantemente su misericordia, con la cual dirige el mundo (Sura 45,3). La entrega confiada a Alá (islam) y la propia jihad (lucha por la santidad interior) implican cuidar de su creación. Hoy muchos musulmanes han despertado a lo ecológico y de Singapur a Manchester pintaron sus mezquitas todas de verde.

Hay unos puntos convergentes en estas tres religiones: entender la Tierra como don y herencia y no como objeto para ser usado simplemente a su voluntad, como lo entendió la modernidad. El ser humano es responsable de lo que recibió, debiendo cuidarla y guardarla (haciéndola fructificar y dándole sostenibilidad); él no es dueño sino cuidador. La Tierra con su riqueza remite continuamente a su Creador.

Estos valores son fundamentales hoy, pues la tradición científico-técnica trata a la Tierra como mero objeto de explotación, situándose fuera y por encima de ella. Somos Tierra (Gn 1,28). Por eso hay un parentesco con ella, nuestra sustentadora.

Además, todas las religiones desarrollan actitudes que actualmente son imprescindibles: el respeto por la Tierra y por todo lo que ella contiene, pues las cosas son muy anteriores a nosotros y tienen valor por sí mismas; la veneración ante el Misterio del universo. Respeto y veneración no solo al Corán o a la hostia consagrada, sino a todos los seres, pues son sacramentos de Dios. Esta actitud impone límites al poder dominador que está hoy poniendo en peligro el equilibrio de la Tierra y amenazando nuestra supervivencia. La irracionalidad científico-técnica debe conocer límites éticos, impuestos por la propia vida que quiere seguir viviendo y mantener su identidad. Si no, ¿a dónde iremos? Seguramente no a la montaña de las bienaventuranzas sino al valle de lágrimas.


Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito La Tierra en la palma de la mano: una nueva visión del planeta y de la humanidad, Vozes 2016.

Traducción de MJ Gavito Milano

Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Hinduísmo, Islam, Judaísmo , , , , , ,

“¿Cómo tratas a Hestia: tu hogar y la Tierra como Casa común?”, por Leonardo Boff

Sábado, 6 de febrero de 2016
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hestia-3Leído en la página web de Redes Cristianas

Existe actualmente toda una forma nueva de interpretar los antiguos mitos griegos y de otros pueblos. En vez de considerar a los dioses y diosas como entidades existentes, ahora crece la hermenéutica, especialmente tras los estudios del psicoanalista C.G. Jung y sus discípulos J. Hillman, E. Neumann, G. Paris y otros, de que se trata de arquetipos, es decir, de fuerzas psíquicas ancestrales que habitan en nosotros y mueven nuestras vidas. Irrumpen de forma tan vigorosa que los conceptos abstractos no consiguen expresarlas más que mediante relatos mitológicos. En este sentido el politeísmo no significa la pluralidad de divinidades, sino de energías que vibran en nuestra psique.

Uno de esos mitos que tienen un significado profundo y actual es el de la diosa Hestia. Según el mito, es hija de Cronos (el dios del tiempo y de la edad de oro) y de Rea, la gran madre, generadora de todos los seres. Hestia representa nuestro centro personal, el centro del hogar y el centro de la Tierra, nuestra Casa común. Es virgen, no por despreciar la compañía del hombre, sino para poder cuidar con más libertad a todos los que se encuentran en el hogar. Así y todo suele ir acompañada de Hermes, el dios de la comunicación (de donde viene hermenéutica) y de los viajes. No son marido y mujer; son autónomos, aunque vinculados siempre recíprocamente.

Ellos representan dos facetas de cada persona humana, que es portadora simultáneamente del ánimus (principio masculino, Hermes) y del ánima (principio femenino, Hestia).

Hestia significa en griego el hogar con el fuego encendido: el lugar alrededor del cual todos se agrupan para calentarse y convivir. Por lo tanto, es el corazón de la casa, el lugar de la intimidad familiar, lejos del barullo de la calle. Hestia protege, da seguridad y refugio. Además, a ella le corresponde también el orden de la casa y tiene la llave de la despensa para que esté siempre bien abastecida para familiares y huéspedes.

En las ciudades griegas y romanas había siempre un fuego encendido, para expresar la presencia protectora de Hestia (la Vesta de los romanos). Si se apagaba el fuego, era presagio de alguna desgracia. Tampoco se empezaba la comida sin hacer un brindis a Hestia: “para Hestia” o “para Vesta”.

Hestia concretamente significaba también ese rincón donde uno se recoge para estar solo, leer su periódico o un libro y hacer su meditación. Cada persona tiene su “rinconcito” o su butaca preferida. Para saber donde se encuentra nuestra Hestia debemos preguntarnos cuando estamos fuera de casa: ¿cuál es la imagen que nos recuerda mejor nuestro rincón, donde Hestia se oculta? Ahí está el centro existencial de la casa. Sin Hestia la casa se transforma en un dormitorio o en una especie de pensión gratuita, sin vida. Con Hestia hay afecto, bienestar y el sentimiento de estar “finalmente en casa”. Ella era considerada como una araña, por tejer telas que unen a todos, trasmitiendo las informaciones.

Hestia era venerada por todos y la primera en ser reverenciada en el Olimpo. Júpiter defendió siempre su virginidad contra el asedio sexual de algunos dioses más atrevidos.

Nuestra cultura patriarcal y la masculinización de las relaciones sociales debilitaron mucho a Hestia. Las mujeres han hecho bien saliendo de casa y desarrollando su dimensión de animus (capacidad de organizar y dirigir), pero han tenido que sacrificar, en parte, su dimensión de Hestia. En ellas se muestra la dimensión de Hermes, que se comunica y se articula. Han llevado al mundo del trabajo las principales virtudes de lo femenino: el espíritu de cooperación y el cuidado, que hacen las relaciones menos rígidas, pero llega el momento de volver a casa y recuperar a Hestia.

¡Ay de la casa descuidada y desordenada! Ahí surge el deseo de que Hestia se haga presente para garantizar una atmósfera buena, íntima y familiar. Esta no es solo tarea de la mujer sino también del hombre. Por eso en todo hombre y en toda mujer deben equilibrarse el momento de Hermes, estar fuera de casa para trabajar, con el momento de Hestia, de volver al centro donde tiene su refugio y su bienestar.

Hoy, por más feministas que sean las mujeres, están recuperando cada vez más este fino entramado vital.

Hestia no significaba solamente el hogar de la casa o de la ciudad. También designaba el centro de la Tierra donde está el fuego primordial. Hoy ya no es una creencia sino un dato científico. En el centro hay hierro incandescente. Lógicamente, cuando se estableció el heliocentrismo y se invalidó el geocentrismo, hubo un derrumbe emocional de la figura de Hestia, la Casa Común. Pero lentamente se ha ido reconquistando. Si bien la Tierra ya no es el centro físico del universo, sigue siendo el centro psicológico y emocional. Aquí vivimos, nos alegramos, sufrimos y morimos. Incluso viajando a los espacios exteriores, los astronautas siempre mostraban tener nostalgia de la Madre Tierra, donde está todo lo que es significativo y sagrado.

Hoy tenemos que rescatar a Hestia, protectora de la Casa Común, mantener su fuego vivo y darle sostenibilidad. No le estamos dando el trato de honor que merece, por eso ella nos envía quejas con el calentamiento global y las calamidades naturales. No debemos rebajar a Hestia a mero repositorio de recursos sino tratarla como la Casa Común que debe ser bien cuidada para que siga siendo nuestro hogar acogedor y bienhechor.


Leonardo Boff es articulista del JB online y escritor.

Traducción de MJ Gavito Milano

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Huír o adaptarse

Jueves, 7 de enero de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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“Frente a la agresión, existen dos estrategias en la naturaleza: el animal huye, mientras que el vegetal se adapta porque tiene tiempo para él. El árbol representa para mí la permanencia, la tradición, la solidaridad y la generosidad, que son unos valores vegetales. No olvidemos que un grano de maíz posee un ADN diez veces más complejo que el del primate. Su riqueza genética le permite mantenerse contra viento y marea. “

*

Olivier BLEYS,
autor de “Discurso de un árbol sobre la fragilidad de los hombres” .

***

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti

Lunes, 14 de diciembre de 2015
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En la Fiesta del poeta enmorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo indecible.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

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 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

*

Cántico espiritual

***

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

*
Oración de alma enamorada

*

San Juan de la Cruz

***

 

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“Amor Franciscano”, por Leonardo Boff

Sábado, 10 de octubre de 2015
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news_v0nax93066x0n17Leído en Reflexión y Liberación:

¿Alguien hubiera dicho que un hombre que vivió hace más de 800 años vendría a ser referencia fundamental para todos aquellos que buscan un nuevo acuerdo con la naturaleza y sueñan con una confraternización universal?

Ese hombre es Francisco de Asís (+1226), proclamado patrono de la ecología. En él encontramos valores que perdimos, como la capacidad de encantarnos ante el esplendor de la naturaleza, la reverencia delante de cada ser, la cortesía con cada persona, el sentimiento de hermandad con cada ser de la creación, con el sol y con la luna, con el lobo feroz y el leproso al que abraza enternecido.

Francisco realizó una síntesis feliz entre la ecología exterior (medio ambiente) y la ecología interior (pacificación interna) hasta el punto de transformarse en el arquetipo de un humanismo tierno y fraterno-sororal, capaz de acoger todas las diferencias. Como afirmó Hermann Hesse: «Francisco casó en su corazón el cielo con la tierra e inflamó con la brasa de la vida eterna nuestro mundo terreno y mortal». La humanidad puede enorgullecerse de haber producido semejante figura histórica y universal. Él es lo nuevo, nosotros somos lo viejo.

La fascinación que ejerció desde su tiempo hasta el día de hoy se debe al rescate que hizo de los derechos del corazón, a la centralidad que confirió al sentimiento y a la ternura que introdujo en las relaciones humanas y cósmicas. No sin razón, en sus escritos la palabra «corazón» aparece 42 veces frente a «inteligencia», una vez; «amor» 23 veces frente a «verdad», 12; y «misericordia» 26 veces frente a «intelecto», sólo una vez.

Era el «hermano-siempre-alegre» como lo apodaban sus cofrades. Por esta razón, deja atrás el cristianismo severo de los penitentes del desierto, el cristianismo litúrgico monacal, el cristianismo hierático y formal de los palacios pontificios y de las curias clericales, el cristianismo sofisticado de la cultura libresca de la teología escolástica.

En él emerge un cristianismo de jovialidad y canto, de pasión y danza, de corazón y poesía. Él conservó la inocencia como claridad infantil en la edad adulta que devuelve frescura, pureza y encanto a la penosa existencia en esta tierra. En él las personas no aparecen como «hijos e hijas de la necesidad, sino como hijos e hijas de la alegría» (G. Bachelard). Aquí se encuentra la relevancia innegable del modo de ser del Poverello de Asís para el espíritu ecológico de nuestro tiempo, carente de encantamiento y de magia.

Estando cierta vez un 4 de octubre, fiesta del Santo, en Asís, en esa minuscule ciudad blanca al pie del monte Subasio, celebré el amor franciscano con el siguiente soneto que me atrevo a publicar:

Abrazar a cada ser, hacerse hermana y hermano,
Oír el cantar del pájaro en la rama,
Auscultar en todo un corazón
Que palpita en la piedra y hasta en la lama.

Saber que todo vale y nada es en vano,
Y que se puede amar incluso a quien no ama,
Llenarse de ternura y compasión
Por el bichito que por ayuda clama.

Conversar hasta con el fiero lobo
Y convivir y besar al leproso
Y, para alegrar, hacer de bobo,

Sentirse de la pobreza el esposo,
Y derramar afecto por todo el globo:
He aquí el amor franciscano: ¡oh supremo gozo!

Leonardo Boff

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Laudato Si’

Lunes, 27 de julio de 2015
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base_imageDel blog de José Arregi:

Primavera de 1225 en Asís. Francisco tiene 44 años, todo el cuerpo doliente, los ojos casi ciegos. La fraternidad pobre e itinerante que había soñado 20 años atrás se está convirtiendo en Orden poderosa, instalada en el corazón de los burgos. Su sueño ha fracasado. Se siente solo. Y presiente la muerte, que llegará año y medio después. Pero ahí, en su extremo desaliento, dice sí, se diluye su última pizca de amargura. Ahora ya se siente libre de todo, y enteramente hermano de todos sus hermanos, de la hermana Clara que está a su lado, de la hermana madre tierra, del sol y del agua, del fuego y de la muerte. Y desde el fondo de su ser, por todos los poros de su cuerpo llagado, le brota la alabanza en el dialecto romance de su bella Umbría: Laudato si, alabado seas. Y con esas palabras como estribillo compone el “Cántico del hermano sol”, singular testimonio del italiano naciente. Y de su alma singular. Muere cantando como la alondra en el cielo de Asís.

Laudato si. Es el título de la primera encíclica del papa Francisco, la primera sobre la ecología en toda la historia, y sorprendentemente profética. Evangelio luminoso para hoy en paradigma ecológico. Reconoce al Poverello de Asís como modelo, y apostaría a que las líneas maestras y las mejores páginas, numerosas, son hechura… del hermano Leonardo Boff, un hijo de San Francisco al que Juan Pablo II hizo callar. El Espíritu no calla ni deja de soplar.

El Espíritu nos abre los ojos para que viendo veamos. ¿Qué vemos? El panorama es desolador: sobrecalentamiento del planeta, cambio climático, contaminación masiva, sobreproducción de basura, cultura del descarte, pérdida de la biodiversidad, conversión del maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos, inminente carencia de agua potable para los más pobres, desaparición de culturas milenarias. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra
casa común como en los últimos dos siglos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería, mientras se desperdicia un tercio de los alimentos que se producen.

Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida. Y estas predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. (Todas estas frases, al igual que las que siguen, las tomo literalmente de la Encíclica, en otro orden y sin comillas).

¿Cuáles son las causas profundas de ese panorama desolador? Es la globalización del paradigma tecnocrático: la tecnología al servicio de los más poderosos y ricos. Es la especulación financiera. Son los intereses económicos de las corporaciones transnacionales. Es el uso intensivo de los combustibles fósiles, petróleo
y gas. Es la depredación de los recursos por una visión inmediatista de la economía. Es el sometimiento de la política a las finanzas. Y la idea de un crecimiento ilimitado, la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta.

La consecuencia, hela ahí: el clamor de la tierra y el clamor de los pobres, un clamor único que nos reclama otro rumbo. Nos hallamos en una grave encrucijada planetaria. ¿Podemos aún hacer algo? Podemos y debemos buscar un nuevo comienzo. Necesitamos una ecología integral. (Y aquí apunto mi única crítica al escrito papal: ¿es coherente con dicha ecología integral seguir considerando, como hace, al ser humano centro y corona de toda la creación, e ignorar el gravísimo problema de la superpoblación humana del planeta? Me parecen dos serias lagunas de esta por lo demás espléndida encíclica).

Necesitamos una nueva política que piense con visión amplia y no se deje someter a los poderes financieros. Y organismos internacionales y organizaciones civiles que presionen para que los gobiernos de turno no se vendan a intereses espurios, locales o internacionales. Una verdadera autoridad política mundial.

Necesitamos una economía que subordine la propiedad privada al destino universal de los bienes. Un modelo circular de producción que reemplace la utilización de combustibles fósiles por fuentes de energía renovable, y asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, pues la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán. Un crecimiento sostenible para todos, que exige decrecimiento en algunas partes del mundo, pues el actual nivel de consumo de los países y de las clases más ricas es insostenible para todos. Y no olvidar que los países más ricos tienen una gravísima deuda ecológica con los países más pobres.

Necesitamos un nuevo estilo de vida más sobria, capaz de gozar con poco. Una ética ecológica fundada en el reconocimiento de que todas las criaturas están conectadas, y cada una debe ser valorada con afecto y admiración. Todos los seres nos necesitamos unos a otros, los seres humanos y también los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos.

Necesitamos una espiritualidad que descubra la mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre, que mire el suelo, el agua, las montañas como caricia de Dios (o de la Vida o del Misterio que Es).

¿Será todo esto algo más que palabras, sueños y buenos deseos? De nosotros depende. Haz como Francisco de Asís. Basta un hombre bueno para que haya esperanza, dice el papa Francisco. La injusticia no es invencible. El amor mueve el sol y las estrellas. El amor puede más. Que nuestras luchas y preocupaciones por este planeta
no nos quiten el gozo de la esperanza. Caminemos cantando.

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Entrevista del Jornal do Brasil a Leonardo Boff sobre la encícica “Laudato Si”

Domingo, 28 de junio de 2015
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codigonuevoart1Leído en la página web de Redes Cristianas

Entrevista del Jornal do Brasil a Leonardo Boff el 21 de junio de 2015.

El teólogo y ecólogo Leonardo Boff, columnista del Jornal do Brasil, es una de las voces que ayudaron a elaborar la encíclica del Papa Francisco dedicada al medio ambiente.

“Veo pocos avances porque los intereses económicos se superponen a la preocupación por salvaguardar la única casa común que tenemos para vivir. Hay una inconsciencia irresponsable y culposa acerca de las amenazas que pesan sobre nuestro futuro. Si se escuchase lo que la comunidad científica mundial dice, otros serían los resultados de los encuentros organizados por la ONU sobre el calentamiento global y la creciente erosión de la biodiversidad”, alertó Boff. “Mi sentimiento oscila entre la catástrofe y la crisis”, continuó.

El Papa Francisco ha establecido una “relación íntima entre los pobres y la fragilidad del planeta” en la encíclica Laudato Si [Alabado sea] sobre el cuidado de la casa común, divulgada este viernes 18 y publicada por la editorial san Pablo. En enero, durante su visita a Filipinas, Francisco demostró su preocupación por la ecología, afirmando la “necesidad de ver con los ojos de la fe la belleza del plan de salvación de Dios, la ligazón entre el ambiente natural y la dignidad de la persona humana”.

Para Boff, “el escándalo de la pobreza mundial en un mundo de altísimo consumo, la devastación de los ecosistemas y las amenazas que pesan sobre la casa común, descuidada y maltratada” preocupan permanentemente al papa Francisco.

Lea la entrevista completa a Leonardo Boff:

JORNAL DO BRASIL – ¿Cómo han sido sus conversaciones con el Papa durante la elaboración de la encíclica? ¿Hubo un encuentro personal?

Leonardo Boff.- Respondo con cierta contención a las preguntas de esta entrevista, para no dar la impresión de atribuirme una importancia que no tengo. Si me preguntasen: ¿usted ayudó a escribir la encíclica? Tengo que decir: no. Solamente ofrecí unos ladrillos, con los cuales, si él quería, podría construir algo. Nunca tuve un encuentro personal con el Papa Francisco, solamente indirecto. Primero a través de una amiga común, Clélia Luro, a la cual él llamaba desde Roma todos los domingos hacia las 10 h.

A través de ella él me mandaba los recados y me pedía textos. Primeramente, me pidió un texto que el ex-Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas (gestión 2008-2009), Miguel d’Escoto y yo habíamos elaborado como marco teórico de la nueva ONU que está siendo pensada: “Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad”. El texto está elaborado dentro del nuevo paradigma según el cual todas las cosas están interconectadas, formando un inconmensurable sistema en evolución. En ese texto usábamos mucho el término “casa común” para referirnos a la Tierra.

Después, cuando el Papa estuvo en Brasil, nuevamente por mediación de una persona, don Demétrio Valentini, obispo de Jales (SP), le pedí que le entregase el libro que había escrito con motivo de su venida a Brasil: Francisco de Asís – Francisco de Roma: una nueva primavera para la Iglesia. Le pedí además que le entregase en español Francisco de Asís: ternura y vigor, en el cual abordaba ampliamente la cuestión ecológica, pues él lo había solicitado a través de Clélia Luro. Junto con ellos le mandé en español la “Carta de la Tierra”, con recomendaciones mías para que la utilizase, pues me parecía el documento sobre ecología más importante de principios del siglo XXI, fruto de una vasta consulta a más de doscientas mil personas de todas las orientaciones, bajo la dirección de Mijaíl Gorbachov. Yo había participado en su redacción y había conseguido incluir el tema del cuidado, “el lazo de parentesco con toda la vida” y la espiritualidad.

Escribí al Papa que la Carta de la Tierra afirmaba la interdependencia entre todos los seres y el valor intrínseco de cada uno, en contra del antropocentrismo tradicional. En otra ocasión le hice un envío a través del obispo de Altamira en Xingú, don Erwin Kräutler, que ganó en 2014 el premio Nobel alternativo de la Paz del Parlamento sueco, y que al pasar por Roma fue invitado por el Papa a redactar algo sobre la Amazonia. Con él le mandé en español mi libro más completo sobre ecología, Ecología: grito de la Tierra-grito de los pobres, expresión asumida por la encíclica. Le mandé también otro libro en español, Cuidar la Tierra: hacia una ética universal, publicado en México.

Lo principal fue un libreto con un DVD sobre las cuatro ecologías, con bellísimas imágenes donde abordo también la ecología integral. Otros materiales fueron enviados al embajador argentino en la Santa Sede, Eduardo Valdés, amigo de Bergoglio, pues enviando directamente al Vaticano nunca se tiene la seguridad de que las cosas lleguen a las manos del papa. A través de él le envié un libro que consideraba importante: Proteger la Tierra – cuidar la vida: cómo evitar el fin del mundo.

Por medio del mismo embajador le mandé varios artículos en español sobre cuestiones ecológicas publicados en el Jornal do Brasil online, donde colaboro desde hace varios años. Recuerdo que escribí una nota para entregar al Papa donde decía que había una cita de la Carta de la Tierra que consideraba que debía constar en la encíclica, como de hecho consta en el número 207: “Como nunca antes en la historia, el destino común nos obliga a buscar un nuevo comienzo… que nuestro tiempo se recuerde por despertar a una nueva reverencia ante la vida, por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, por acelerar la lucha por la justicia y la paz, y por la alegre celebración de la vida” (palabras finales de la Carta de la Tierra).

Ni el embajador ni yo recibimos respuesta alguna. Cual no sería la sorpresa del embajador cuando el 17 de junio, el día anterior a la publicación de la encíclica, Monseñor Fernández del Vaticano se comunicó con él para agradecerle todos los materiales míos que había hecho llegar al Papa Francisco. Para terminar: hice lo que el Papa Francisco me pedía sin la menor pretensión de influenciarlo. La encíclica es de él, él es su autor. Habitualmente el Papa trabaja con un cuerpo de peritos y con otros especialistas invitados. Lo que puedo decir es que siento resonancias de mis pensamientos y modos de decir en la encíclica que no son solo míos, sino de cuantos trabajan a partir del nuevo paradigma de una ecología integral. Yo he sido solo un simple siervo, como se dice en el Evangelio.

Jornal do Brasil – ¿Qué podría usted decir respecto al Papa y a la forma como está llevando cuestiones delicadas en la Iglesia?

Considero al Papa Francisco uno de los mayores líderes mundiales, ya sea en el campo religioso o en el campo político. En el campo religioso usa la ternura de San Francisco para tratar a las personas, particularmente a los más pobres. Pero ha tratado con la firmeza de un jesuita a quienes macharon la imagen de la Iglesia cristiana con abusos sexuales y crímenes financieros. En este punto, ha actuado como un médico. Ha limpiado el Vaticano y tal vez tenga mucho que limpiar todavía.

El hecho más visible es que ha traído una primavera a la Iglesia después de tiempos de regreso a la grande y vieja disciplina. Los cristianos sienten la Iglesia como un hogar espiritual y no como una pesadilla a ser soportada con desaliento. Políticamente ha promovido el diálogo entre los pueblos, aproximado Cuba a los Estados Unidos y viceversa y ha predicado insistentemente el encuentro como forma de superar prejuicios y fundamentalismos y de crear espacio para la paz. Y lo hace con tanta dulzura y convicción que difícilmente alguien puede dejar de prestarle atención.

El escándalo de la pobreza mundial en un mundo de altísimo consumo, la devastación de los ecosistemas y las amenazas que pesan sobre la casa común, descuidada y maltratada lo preocupan permanentemente, pues presiente situaciones de trazos apocalípticos, si no hacemos nada serio para contener el calentamiento global. Creo que la encíclica va a reforzar una visión más amplia, sistémica, integral de la ecología, al incluir especialmente la cuestión social, mental y profunda. Espero que la discusión resulte ahora más enriquecida y no solo reducida al ambientalismo.

JB – ¿En esta cuestión ha visto usted avances significativos entre las principales potencias mundiales?

Hay una inconsciencia irresponsable y culposa acerca de las amenazas que pesan sobre nuestro futuro.

Si lo que la comunidad científica mundial dice fuese escuchado, otros serían los resultados de los encuentros organizados por la ONU sobre el calentamiento global y la creciente erosión de la biodiversidad”, que, según el conocido biólogo Edward O. Wilson, oscila de 27 a 100 mil especies que desaparecen definitivamente de la evolución cada año.

Vivimos como en los tiempos de Noé: las personas comen y beben, se casan y se dan en casamiento sin darse cuenta del anuncio de un tsunami. Y esta vez será diferente. No habrá un Arca de Noé que salve a algunos y deje perecer a los demás. Todos podremos tener el mismo destino trágico. El Papa habla de estas cuestiones, pero como hombre de fe recuerda que Dios es “el Señor amante de la vida”, texto que usa más de una vez y que concede la última palabra a la esperanza y no al desastre.

JB – ¿Cómo ve usted el futuro de la Tierra? ¿Hay esperanza?

Mi sentimiento oscila entre la catástrofe y la crisis. Como estudioso del tema desde hace ya más de 30 años y leyendo los últimos datos científicos tengo la impresión de que nuestro turno ha llegado. Hemos hecho tantas y tan graves agresiones contra la madre Tierra que ya no merecemos vivir sobre ella. Además, cada año son más de tres mil las especies que llegan a su clímax y naturalmente desaparecen del proceso de la evolución. ¿No podría haber llegado nuestro turno? Por otro lado la crisis conserva, siempre purifica y hace crecer.

Desde otra perspectiva, como hombre de fe, sé que el designio del Creador, inscrito en las circunvoluciones del proceso cosmogénico, puede llevar nuestra pequeña nave a puerto teniendo incluso vientos contrarios. Aunque ocurra una catástrofe que liquide la vida visible de nuestro planeta (sólo el 5% es visible, el 95% restante es invisible, como las bacterias, virus y hongos) creo que la última palabra la tendrá la vida. Como no sé, hago una apuesta positiva: creo y espero.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Laudato si”… Cántico de Francisco de Asís, encíclica del Papa.

Miércoles, 17 de junio de 2015
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canticosolEl próximo 18 se presentará oficialmente la nueva encíclica de Francisco, firmada el día de Pentecostés (24.5.2015) sobre la ecología y el cuidado de las creaturas (es decir, del mundo), como gesto religioso (de alabanza a Dios) y exigencia de justicia social (que todos los hombres y mujeres puedan compartir y gozar los dones de la tierra).

Como es lógico, los medios vaticanos han querido mantenerla en secreto hasta su presentación, pero Infovaticana ha filtrado el texto, que cualquier internauta encontrará en la red sin dificultad; no publico aquí el link por cortesía al Vaticano, pero adelanto la vinculación de le Encíclica con el Cántico de Francisco de Asís, cosa que por lo demás ya se sabía

Éste es el comienzo de la encíclica (en italiano):

1. Laudato si’, mi’ Signore, cantava san Francesco d’Assisi. In questo bel cantico ci ricordava che la nostra casa comune è anche come una sorella, con la quale condividiamo l’esistenza, e come una madre bella che ci accoglie tra le sue braccia: Laudato si’, mi’ Signore, per sora nostra matre Terra, la quale ne sustenta et governa, et produce diversi fructi con coloriti flori et herba.

Traducción:

((Loado seas, mi Señor”, cantaba San Francisco de Asís. En este bello canto nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la que compartimos la existencia, y como una bella madre, que nos acoge entre sus brazos: Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra que nos sustenta, la cual nos sustenta y gobierna, y ella produce diferentes frutos, con flores de colores y con hierbas”)).

Así comienza el Cántico de Francisco I (Asís) y la Encíclica de Francisco II (Papa). Comentaré el texto del Papa cuando se publique. Hoy presento y comento de nuevo el Cántico de Francisco de Asís, adaptando para ello unas páginas que publiqué en La oración cristiana (VD, Estella 2000; cf. blog el 13, 07, 10). Buen día a todos.

FRANCISCO DE ASÍS. EL CÁNTICO DE LAS CREATURAS

Estrofa 1: Introducción: Dios, el buen Señor

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloría y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, se pueden dirigir
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Estas palabras encierran la más honda paradoja de toda la experiencia religiosa. Por un lado, el orante se levanta, eleva manos y mirada y tiende en movimiento irresistible hacia la altura de Dios que se desvela como Altísimo. Ciertamente, Dios es también omnipotente y buen Señor: es el poder que guía cuidadosamente la existencia de los hombres. Pero su atributo original, repetido por la estrofa, es Altísimo: elevado, grande, lleno de sentido. Ante ese Dios, en paradoja primigenia, el hombre siente la necesidad de la palabra y el silencio. Surge por un lado la palabra, en forma de alabanza, gloria, honor y bendición: la palabra desbordante del que ha visto la presencia de Dios y le responde con la voz gozosa, creadora, de su canto. Pero, al mismo tiempo, esa palabra conduce hacia el silencio: pues no hay hombre que pueda hacer de ti mención .

Este silencio, cuajado de deseos de alabanza, es primigenio en la experiencia religiosa y constituye el centro de eso que se suele llamar la teología negativa: conocemos aquello que no es Dios; a Dios mismo le ignoramos. Por eso guardamos silencio en su presencia, a fin de mirar siempre en más hondura. El hombre de la praxis y a veces también el de la estética parece que le tiene pavor a los silencios: debe hablar, llenarlo todo con sus voces, ahuyentar de esa manera el espejismo de su miedo. Pues bien, en contra de eso, Francisco nos invita primero al silencio. Por eso, en gesto de increíble respeto, no se atreve ni siquiera a dar a Dios el nombre de Padre: le ofrece su alabanza-gloria-honor-bendición y queda silencioso ante sus manos de Altísimo-omnipotente-buen-Señor.

Estrofa 2: Hermano sol, hermana luna

Loado seas con toda creatura, mi Señor,
y en especial loado por mosén hermano sol,
el cual es día y por el cual nos iluminas;
él es bello y radiante, con gran esplendor,
y lleva la noticia de ti, que eres Altísimo.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas;
en el cielo las formaste luminosas, preciosas y bellas.

El silencio ante Dios se vuelve alabanza por las creaturas. De esa forma, la teología negativa se convierte en la más positiva y expresa de todas las teologías. Para alabar a Dios, en la línea del AT, pero sostenido ya por Cristo, el orante va nombrando y descubriendo cada una de las cosas que aparecen primero condensadas en su propia condición de creaturas: no son Dios, pero reflejan su misterio, como revelación pascual del Altísimo presente en todo el mundo.

En el principio de ese todo, formando la pareja primigenia y sustentante de este cosmos, visto en perspectiva humana, están hermano-sol y hermana-luna, con su séquito de estrellas. Son hermanos del orante, pertenecen a su misma condición de creatura. Este parentesco del hombre con el cosmos no es producto de especulación intelectual, no es signo de algún tipo de panteísmo físico. Es consecuencia de la misma creación, pues como dice Gn 1, Dios nos hizo a todos con su misma palabra y con su espíritu de vida. Esta es una fraternidad gloriosa que vincula nuestra vida a los poderes más altos del cosmos (sol, luna-estrellas). Pero es también fraternidad humilde que confirma nuestra condición de creaturas de Dios sobre la tierra.

El canto nos hace hermanos del sol que nos alumbra en su belleza. El sol es día y nosotros somos día: formamos parte de su luz, en gesto de belleza luminosa. Por eso, porque estamos en el día, recibimos por el sol noticia del Altísimo. En actitud de gozo conmovido, Francisco ha personificado al sol, llamándole “messor lo fratre sole”, que hemos traducido por “mosén hermano sol”. Es como hermano mayor, signo del Padre Dios, que, unido con la hermana madre tierra de la última estrofa cósmica del himno, constituye el espacio de totalidad (amor y bodas) en que Dios ha querido sustentarnos.

Al mismo tiempo somos hermanos de la luna que, simbólicamente, aparece en su rostro femenino, presidiendo el orden de la noche. Nuestra vida es también noche junto al día; es tiniebla y mutación frente al claror y permanencia de la luz. Con gran profundidad, Francisco nos enseña a mirar en la noche, descubriendo en ella un signo de la propia realidad humana: somos cambiantes como la luna, amenazados por la muerte que llevamos dentro; moramos en el centro de una oscuridad donde las cosas pierden sus contornos y se difuminan, de manera que sólo podemos caminar si mantenemos la vista en las estrellas. Leer más…

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“La era de las grandes trasformaciones”, por Leonardo Boff, ecólogo y escritor

Sábado, 13 de junio de 2015
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Vivimos en la era de las Grandes Trasformaciones. Entre tantas, destaco apenas dos: la primera en el campo de la economía y la segunda en el campo de la conciencia.

La primera en la economía: empezó a partir de 1834 cuando se consolidó la revolución industrial en Inglaterra. Consiste en el paso de una economía de mercado a una sociedad de mercado. El mercado ha existido siempre en la historia de la humanidad, pero nunca una sociedad solo de mercado. Esto quiere decir que la economía es lo que cuenta, todo lo demás debe servirla.

El mercado que predomina se rige por la competición y no por la cooperación. Lo que se busca es el beneficio económico individual o corporativo y no el bien común de toda una sociedad. Generalmente este beneficio se alcanza a costa de la devastación de la naturaleza y de la creación perversa de desigualdades sociales.

Se dice que el mercado debe ser libre y el estado es visto como su gran traba. La misión de este, en realidad, es ordenar con leyes y normas la sociedad, también el campo económico y coordinar la búsqueda del bien. La Gran Transformación postula un Estado mínimo, limitado prácticamente a los asuntos ligados a la infraestructura de la sociedad, al fisco y a la seguridad. Todo lo demás pertenece y es regulado por el mercado.

Todo puede ser llevado al mercado, como el agua potable, las semillas, los alimentos y hasta los órganos humanos. Esta mercantilización ha penetrado en todos los sectores de la sociedad: en la salud, la educación, el deporte, el mundo de las artes y del entretenimiento y hasta en los grupos importantes de las religiones y de las Iglesias con sus programas de TV y de radio.

Esta forma de organizar la sociedad únicamente en torno a los intereses económicos del mercado ha escindido a la humanidad de arriba abajo: se ha creado un foso enorme entre los pocos ricos y los muchos pobres. Predomina una perversa injusticia social.

Simultáneamente se ha creado también una inicua injusticia ecológica. En el afán de acumular han sido explotados de forma predatoria bienes y recursos de la naturaleza, sin ninguna limitación ni ningún respeto. Lo que se busca es un enriquecimiento cada vez mayor para consumir más intensamente.

Esta voracidad ha encontrado el límite de la propia Tierra. Esta ya no tiene todos los bienes y servicios suficientes y renovables. No es un baúl sin fondo. Tal hecho dificulta si no impide la reproducción del sistema productivista/capitalista. Es su crisis.

Esa Transformación, por su lógica interna, se está volviendo biocida, ecocida y geocida. La vida corre peligro y la Tierra puede no querernos más sobre ella, porque somos demasiado destructivos.

La segunda Gran Transformación se está dando en el campo de la conciencia. A medida que crecen los daños a la naturaleza que afectan a la calidad de vida, crece simultáneamente la conciencia de que tales daños se deben en un 90% a la actividad irresponsable e irracional de los seres humanos, más específicamente a la de aquellas élites de poder económico político, cultural y mediático que se constituyen en grandes corporaciones multilaterales y que han asumido los rumbos del mundo.

Tenemos que hacer con urgencia alguna cosa que interrumpa esta trayectoria hacia el precipicio. El primer estudio global sobre el estado de la Tierra se hizo en 1972 y reveló que la Tierra está enferma. La causa principal es el tipo de desarrollo que las sociedades han asumido, que acaba sobrepasando los límites de soportabilidad de la naturaleza y de la Tierra. Tenemos que producir, sí, para alimentar a la humanidad, pero de otra manera, respetando los ritmos de la naturaleza y sus límites, permitiendo que ella descanse y se rehaga. A eso se lo llamó desarrollo humano sostenible y no solamente crecimiento material, medido por el PIB.

En nombre de esta conciencia y de esta urgencia, surgió el principio responsabilidad (Hans Jonas), el principio cuidado (Boff y otros), el principio sostenibilidad (Informe Brundland), el principio cooperación (Heisenberg/Wilson/Swimme), el principio prevención/precaución (Carta de Río de Janeiro de 1992 de la ONU), el principio compasión (Schoppenhauer/Dalai Lama) y el principio Tierra (Lovelock y Evo Morales), entendida ésta como un superorganismo vivo, siempre apto para producir vida.

La reflexión ecológica se ha vuelto compleja. No se puede reducir solamente a la preservación del medio ambiente. La totalidad del sistema mundo está en juego. Así ha surgido una ecología ambiental que tiene como meta la calidad de vida; una ecología social que busca un modo de vida sostenible (producción, distribución, consumo y tratamiento de los residuos); una ecología mental que se propone criticar prejuicios y visiones del mundo hostiles a la vida y formular un nuevo diseño de civilización, a base de principios y valores para una nueva forma de habitar la Casa Común; y finalmente una ecología integral que se da cuenta de que la Tierra es parte de un universo en evolución y que debemos vivir en armonía con el Todo, uno, complejo y cargado de propósito. De esto resulta la paz.

Entonces se vuelve claro que la ecología más que una técnica de administración de bienes y servicios escasos es un arte, una nueva forma de relación con la naturaleza y con la Tierra.

Por todas partes del mundo han surgido movimientos, instituciones, organismos, ONGs, centros de investigación que se proponen cuidar la Tierra, especialmente los seres vivos.

Si la conciencia del cuidado y de nuestra responsabilidad colectiva por la Tierra y por nuestra civilización triunfa, seguramente tendremos futuro todavía.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Nuestros presupuestos equivocados nos pueden destruir “, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Lunes, 30 de junio de 2014
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Innegablemente estamos viviendo una crisis de los fundamentos que sustentan nuestra forma de habitar y organizar el planeta Tierra y de tratar los bienes y servicios de la naturaleza. En la perspectiva actual están totalmente equivocados, son peligrosos y amenazadores del sistema-vida y del sistema-Tierra. Tenemos que ir más lejos.

Dos de los padres fundadores de nuestro modo de ver el mundo, René Descartes (1596-1650) y Francis Bacon (1561-1626) son sus principales formuladores. Veían la materia como algo totalmente pasivo e inerte. La mente existía exclusivamente en los seres humanos. Estos podían sentir y pensar mientras que los demás animales y seres actuaban como máquinas, desposeídas de cualquier subjetividad y propósito.

Lógicamente, esta comprensión creó la ocasión para que se tratase a la Tierra, a la naturaleza y a los seres vivos como cosas de las cuales podíamos disponer a nuestro gusto. En la base del proceso industrialista salvaje está esta comprensión que persiste aún hoy, incluso dentro de las universidades llamadas progresistas, pero rehenes del viejo paradigma.

Las cosas, sin embargo, no es que sean así. Todo cambió cuando A. Einstein mostró que la materia es un campo densísimo de interacciones, y más aún, que ella en realidad no existe en el sentido común de la palabra: es energía altamente condensada. Basta un centímetro cúbico de materia, como le oí decir en 1967 en su último semestre de clases en la Universidad de Munich a Werner Heisenberg, uno de los fundadores de la física de las partículas subatómicas, la mecánica cuántica, que si ese poco de materia fuese transformado en pura energía podría desestabilizar todo nuestro sistema solar.

En 1924 Edwin Hubble (1889-1953) con su telescopio en el Monte Wilson en el sur de California, descubrió que no solamente existía nuestra galaxia, la Vía Láctea, sino cientos de ellas (hoy cien mil millones). Notó, curiosamente, que se están expandiendo y alejándose unas de otras a velocidades inimaginables. Tal verificación llevó a los científicos a suponer que el universo observable había sido mucho menor, un puntito ínfimo que después se inflacionó y explotó, dando origen al universo en expansión. Un eco ínfimo de esa explosión puede ser identificado todavía, lo cual permite datar el evento como algo ocurrido hace 13.700 millones de años.

Una de las mayores contribuciones que están desmantelando la antigua mirada sobre la Tierra y la naturaleza proceden del premio Nobel de química el ruso-belga Ilya Prigogine (1917-2003). El dejó atrás la concepción de materia como inerte y pasiva y demostró experimentalmente que elementos químicos colocados bajo determinadas condiciones pueden organizarse a sí mismos bajo modelos complejos que requieren la coordinación de billones de moléculas. Estas no necesitan instrucciones ni los seres humanos entran en su organización. Ni siquiera existen códigos genéticos que guíen sus acciones. La dinámica de su autoorganización es intrínseca, como la del universo, y articula todas las interacciones.

El universo está penetrado de un dinamismo autocreativo y autoorganizativo que estructura las galaxias, las estrellas y los planetas. De vez en cuando a partir de la Energía de Fondo se producen afloraciones de nuevas complejidades que hacen aparecer, por ejemplo, la vida y la vida consciente y humana.

Toda esa dinámica cósmica tiene tiempos propios: tiempo de las galaxias, de las estrellas, de la Tierra, de los distintos ecosistemas con sus representantes, cada uno también con su propio tiempo, de las flores, de las mariposas, etc. Los organismos vivos especialmente tienen sus tiempos biológicos propios, uno para los microorganismos, otro para los bosques y las selvas, otro para los animales, otro para los océanos, otro para cada ser humano.

¿Qué hemos hecho nosotros modernamente para gestar la crisis actual?

Inventamos el tiempo mecánico y siempre igual de los relojes. El dirige la vida y todo el proceso productivo, no tomando en cuenta los demás tiempos. Somete el tiempo de la naturaleza al tiempo tecnológico. Un árbol, por ejemplo, necesita 40 años para crecer y una motosierra lo derriba en dos minutos. No cultivamos ningún respeto hacia los tiempos de cada cosa. Así no les damos tiempo de rehacerse de nuestras devastaciones: contaminamos los aires, envenenamos los suelos y quimicalizamos casi todos nuestros alimentos. La maquina vale más que el ser humano.

Al no concedernos un sábado, bíblicamente hablando, para que la Tierra descanse, la extenuamos, la mutilamos y dejamos que enferme casi mortalmente, destruyendo las condiciones de nuestra propia subsistencia.

En este momento estamos viviendo un tiempo en el que la propia Tierra está tomando conciencia de su enfermedad. El calentamiento global indica que ella va a entrar en otro tiempo. Si seguimos maltratándola y no la ayudamos a estabilizarse en ese otro tiempo, podemos contar las décadas que faltan para la tribulación de la desolación. Por causa de nuestros equívocos no concientizados y formulados hace siglos que no hemos corregido y obstinadamente reafirmamos.

Con Mark Hathaway escribí El Tao de la Liberación, premiado en Estados Unidos con medalla de oro en nueva ciencia y cosmología.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Ecologismo y religión.

Domingo, 22 de junio de 2014
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125Leído en la página web de Redes Cristianas:

¿Una oportunidad para reencontrarse con valores alternativos?

Religión viene de religar, de vincular los seres humanos con su entorno, y por tanto, reconoce la interdependencia de unos seres con otros

La relación entre el ecologismo y religión desde perspectivas como el ecosocialismo, el cristianismo de liberación, el ecofeminismo o los pueblos indígenas

En la actualidad existen 10.000 religiones en nuestro planeta. Y cuatro de cada cinco personas en el mundo se definen a sí mismas como religiosas. En este número 125 de la revista PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global, se analizan las teologías que vinculan lo ambiental y lo social y se intenta comprender cómo esa ética ecológica ha propiciado, en algunas ocasiones, cierta acción social al respecto.

Según Santiago Álvarez, director de FUHEM Ecosocial, entidad que publica esta revista, la religión nunca ha abandonado el espacio público: “para mal, porque ha servido para naturalizar muchas de las injusticias y desigualdades de las principales estructuras de poder; para bien, porque ha sido fuente de inspiración de quienes han luchado contra la opresión a lo largo de la historia”.

Apoyándose en los escritos de varios autores que ya calificaban al sistema capitalista de ser una religión, Santiago Álvarez apunta en la Introducción que sería más propio hablar de idolatría porque en el capitalismo, el dinero y el capital se convierten en ídolos. Finalmente, concluye que hay que aprovechar el potencial de las religiones para construir una visión contrahegemónica que vincule lo humano y la naturaleza y que desmitifique los ídolos que dominan la actualidad.

Ecologismo y religión

En el Especial titulado “Ecologismo y religión”, destacan algunos artículos como el de “Ecosocialismo: espiritualidad y sostenibilidad” escrito por Frei Betto, dominico brasileño, escritor y asesor de movimientos sociales, y Michael Löwy, sociólogo francobrasileño, director de investigación emérito en el CNRS.

En su artículo recuerdan al campesino Chico Mendes y a la misionera Dorothy Stang, ambos asesinados por defender la Amazonia y los Pueblos del Bosque. En sus respectivas biografías se destaca la fe religiosa que cada uno desarrolló a su manera pero siempre comprometidos con la causa de los oprimidos que a la vez es la defensa de la naturaleza.

Jesús proclamaba una “vida en plenitud”, al igual que el principio supremo de la ciudadanía mundial es el derecho de todas las personas a la vida. Por eso, mientras que el libre mercado no sea regulado y la burocracia esté centralizada, la economía seguirá sin estar al servicio de las necesidades de las personas y, por tanto, el objetivo de la vida plena no será viable.

Las religiones: una herramienta para la sostenibilidad

Por su parte, Gary Gardner, colaborador senior de Worldwatch Institute se pregunta cómo involucrar a las religiones en la construcción de civilizaciones sostenibles, aprovechando un recuso clave para influir a escala global: su número de seguidores. Las principales religiones –cristianismo, islamismo e hinduismo- aglutinan dos tercios de la población mundial actual.

Muchas de sus enseñanzas religiosas tienen que ver con construir economías sostenibles: crítica al consumismo, prohibición del uso excesivo de la tierra, contrarios a la búsqueda de la riqueza como fin en sí mismo, etc.

Y señala que mientras el ecologismo laico ha sido incapaz de apelar a los corazones de la ciudadanía para concienciarla, las religiones tienen la capacidad de llegar al fondo de las personas y movilizarlas. Sin embargo, el autor destaca que a pesar de la lógica del compromiso que desprenden, en muchas causas como la del consumismo, sus reivindicaciones han sido más esporádicas y retóricas que fruto de una acción prolongada y bien planificada.

Ecofeminismos y teologías de la liberación

La filósofa y teóloga, Lucía Ramón Carbonell, aborda en su artículo el desencuentro entre la teología feminista y la teología de la liberación, pues esta última ha sido elaborada por varones y no contemplan la realidad de las mujeres pobres, ni sus necesidades en lo relativo a la salud y la sexualidad. Por eso, desde las teologías feministas críticas con la liberación se plantean la necesidad revisar el discurso patriarcal que justifica la explotación de las mujeres y de la Tierra.

A lo largo de la historia y aún hoy, numerosas activistas e intelectuales han desarrollado esta visión ética y espiritual en cuanto a reconocer la interdependencia entre todos los seres vivos que habitamos el planeta, y lo han hecho, tanto desde una concepción creyente como laica.

En este nuevo número se intenta trasladar la idea de que es necesario un cambio de paradigma, no sólo en cuestiones técnicas sino también en lo que se refiere a los valores y la cosmovisión que impera en las sociedades occidentales. No se trata tampoco de instrumentalizar las religiones para propiciar un cambio ecosocial, sino de aprender de las distintas ecosofías que a lo largo de la historia se han dedicado a vincular al ser humano con su entorno y sus semejantes.

Más información:

http://www.fuhem.es/revistapapeles/

Para solicitar un ejemplar y/o entrevistas a los autores:
Dpto. de Comunicación
Ana Belén Martín Vázquez, anamartin@fuhem.es
Mariola Olcina Alvarado, molcina@fuhem.es
Tel. 91 431 02 80. Extensiones: 161/162

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“Vivimos tiempos de Noé”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Sábado, 3 de mayo de 2014
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pinturamaisgayLeído en la página web de Redes Cristianas

Vivimos tiempos de Noé. Presintiendo que vendría un diluvio, el viejo Noé llamaba a las personas a cambiar de vida. Pero nadie lo escuchaba. Al contrario, “comían y bebían, se casaban y se daban en matrimonio hasta que vino el diluvio que los hizo perecer a todos” (Lc 17,27; Gn 6-9).
Los 2000 científicos del IPCC que estudian el clima de la Tierra son nuestros actuales Noés. Su tercero y último informe del 13 de abril de 2014 contiene una alerta muy seria: tenemos apenas 15 años para impedir que el clima de la Tierra suba por encima de 2 grados centígrados. Si los supera, conoceremos algo del diluvio. Ninguno de los 196 jefes de Estado ha dicho una palabra. La gran mayoría sigue explotando los bienes naturales, negociando, especulando y consumiendo sin parar, como en los días de Noé.

Distingo tres graves irresponsabilidades: la general y también la específica y supina ignorancia del Congreso norteamericano que vetó todas las medidas contra el calentamiento global; la manifiesta mala voluntad de la mayoría de los jefes de Estado; y la falta de creatividad para ir montando los tablones de una posible Arca salvadora. Como un loco en una sociedad de “sabios” me atrevo a proponer algunas iniciativas. Si algún merito tienen es el de apuntar hacia un nuevo paradigma civilizatorio que podría dar otro rumbo a la historia. Son estas:

1. Completar la razón instrumental-analítica-científica dominante con la inteligencia emocional o cordial. Sin ésta no nos conmovemos ante la devastación de la naturaleza ni nos comprometemos a rescatarla y salvarla.

2. Pasar de la simple comprensión de la Tierra como un almacén de recursos a la visión de la Tierra viva, como un superorganismo vivo que se autorregula, llamado Gaia.

3. Entender que, como humanos, somos esa parte de la Tierra que siente, piensa y ama, cuya misión es cuidar de la naturaleza.

4. Pasar del paradigma de la conquista/dominación todavía vigente, al paradigma del cuidado/responsabilidad.

5. Entender que la sostenibilidad sólo estará garantizada si respetamos los derechos de la naturaleza y de la Madre Tierra.

6. Articular el contrato natural hecho con la naturaleza, que supone la reciprocidad inexistente con el contrato social, que supone la colaboración e inclusión de todos, y es insuficiente.

7. No existe el medio-ambiente sino el ambiente entero. Lo que existe es la comunidad de vida con el mismo código genético de base estableciendo un parentesco entre todos.

8. Abandonar la obsesión del crecimiento/desarrollo por la redistribución de la riqueza acumulada.

9. Debemos producir para atender las demandas humanas pero siempre dentro de los límites de la Tierra y de cada ecosistema.

10. Poner bajo control la voracidad productivista y la competencia sin límites en favor de la cooperación y de la solidaridad, pues todos dependemos unos de otros.

11. Superar el individualismo por la colaboración entre todos, pues esta es la lógica suprema del proceso de evolución.

12. El bien común humano y natural tiene primacía sobre el bien común particular y corporativo.

13. Pasar de la ética utilitarista y eficientista a la ética del cuidado y de la responsabilidad.

14. Pasar del consumismo individualista a la sobriedad compartida. Lo que nos sobra, les falta a los demás.

15. Pasar de la maximización del crecimiento a la optimización de la prosperidad a partir de los más necesitados.

16. En vez de modernizar permanentemente, ecologizar todos los saberes y procesos productivos, buscando tutelar los bienes y servicios naturales y dar descanso a la naturaleza y a la Tierra.

17. Oponer a la era del antropoceno, que hace del ser humano una fuerza geofísica destructiva, la era ecozoica que ecologiza e incluye a todos los seres en el gran sistema terrenal y cósmico.

18. Valorizar el capital humano/espiritual inagotable por encima del capital material agotable, porque el primero proporciona los criterios para las intervenciones responsables en la naturaleza y alimenta permanentemente los valores humano-espirituales de la solidaridad, del cuidado, del amor y de la compasión, bases para una sociedad con justicia, equidad y respeto a la naturaleza.

19. Contra la decepción y la depresión provocadas por las promesas no cumplidas de bienestar general hechas por la cultura del capital, alimentar el principio-esperanza, fuente de fantasía creadora, de nuevas ideas y de utopías viables.

20. Creer y testimoniar que, al final de todo, el bien triunfará sobre la maldad, la verdad sobre la mentira y el amor sobre la indiferencia. Un poco de luz podrá vencer una inmensidad de tinieblas.

Leonardo Boff escribió Opción Tierra: la solución de la Tierra no cae del cielo, Sal Terrae 2008.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Cuidar de la Madre Tierra y amar a todos los seres”,por Leonardo Boff, teólogo y escritor.

Domingo, 6 de abril de 2014
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aaplac_2Leído en la página web de Redes Cristianas:

El amor es la mayor fuerza que existe en el universo, en los seres vivos y en nosotros los humanos. Porque el amor es una fuerza de atracción, de unión y de transformación. Ya el antiguo mito griego lo formulaba con elegancia: «Eros, el dios del amor, se irguió para crear la Tierra. Antes, todo era silencio, vacío e inmóvil. Ahora todo es vida, alegría, movimiento». El amor es la expresión más alta de la vida que siempre irradia y pide cuidado, porque sin cuidado languidece, enferma y muere.

Humberto Maturana, chileno, uno de los mayores exponentes de la biología contemporánea, mostró en sus estudios sobre la autopoiesis, es decir, sobre la autoorganización de la materia de la cual resulta la vida, cómo el amor surge desde dentro del proceso evolutivo. En la naturaleza, afirma Maturana, se verifican dos tipos de conexiones (él las llama acoplamientos) de los seres con el medio y entre sí: una necesaria, ligada a la propia subsistencia, y otra espontánea, vinculada a relaciones gratuitas, por afinidades electivas y por puro placer, en el fluir del propio vivir.

Cuando esta última ocurre, incluso en estadios primitivos de la evolución hace miles de millones de años, surge ahí la primera manifestación del amor como fenómeno cósmico y biológico. En la medida en que el universo se inflaciona y se vuelve complejo, esa conexión espontánea y amorosa tiende a incrementarse. A nivel humano, gana fuerza y se vuelve el móvil principal de las acciones humanas.

El amor se orienta siempre por el otro. Significa una aventura abrahámica, la de dejar su propia realidad e ir al encuentro del diferente y establecer una relación de alianza, de amistad y de amor con él.

El límite más desastroso del paradigma occidental tiene que ver con el otro, pues lo ve antes como obstáculo que como oportunidad de encuentro. La estrategia ha sido y sigue siendo esta: incorporarlo o someterlo o eliminarlo como hizo con las culturas de África y de América Latina. Esto se aplica también a la naturaleza. La relación no es de mutua pertenencia y de inclusión sino de explotación y de sometimiento. Negando al otro, se pierde la oportunidad de alianza, de diálogo y de mutuo aprendizaje. En la cultura occidental ha triunfado el paradigma de la identidad, con exclusión de la diferencia. Esto ha generado arrogancia y mucha violencia.

El otro goza de un privilegio: permite surgir el ethos que ama. Fue vivido por el Jesús histórico y por el paleocristianismo antes de constituirse en institución con doctrinas y ritos. La ética cristiana estuvo más influenciada por los maestros griegos que por el sermón de la montaña y la práctica de Jesús. El paleocristianismo, por el contrario, da absoluta centralidad al amor al otro, que para Jesús es idéntico al amor a Dios. El amor es tan central que quien tiene amor lo tiene todo. Testimonia esta sagrada convicción de que Dios es amor (1 Jn 4,8), que el amor viene de Dios (1 Jn 4,7), y que el amor no morirá jamás (1Cor 13,8). Ese amor incondicional y universal incluye también al enemigo (Lc 6,35). El ethos que ama se expresa en la ley áurea, presente en todas las tradiciones de la humanidad: «ama al prójimo como a ti mismo»; «no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti». El Papa Francisco está rescatando al Jesús histórico: para él es más importante el amor y la misericordia que la doctrina y la disciplina.

Para el cristianismo, Dios mismo se hizo otro por la encarnación. Sin pasar por el otro, sin el otro más otro, que es el hambriento, el pobre, el peregrino y el desnudo, no se puede encontrar a Dios ni alcanzar la plenitud de la vida (Mt 25,31-46). Esta salida de sí hacia el otro a fin de amarlo en sí mismo, amarlo sin retorno, de forma incondicional, funda el ethos más inclusivo posible, el más humanizador que se pueda imaginar. Ese amor es un solo movimiento, va al otro, a todas las cosas y a Dios.

En Occidente fue Francisco de Asís quien mejor expresó esta ética amorosa y cordial. Él unía las dos ecologías, la interior, integrando sus emociones y deseos, y la exterior, hermanándose con todos los seres. Comenta Eloi Leclerc, uno de los mejores pensadores franciscanos de nuestro tiempo, sobreviviente de los campos de exterminio nazi de Buchenwald:

«En vez de hacerse rígido y cerrarse en un soberbio aislamiento, Francisco se dejó despojar de todo, se hizo pequeño. Se situó con gran humildad en medio de las criaturas, próximo y hermano de las más humildes entre ellas. Confraternizó con la propia Tierra, como su humus original, con sus raíces oscuras. Y he aquí que “nuestra hermana y Madre-Tierra” abrió ante sus ojos maravillados el camino de una hermandad sin límites, sin fronteras. Una hermandad que abarcaba a toda la creación. El humilde Francisco se hizo hermano del Sol, de las estrellas, del viento, de las nubes, del agua, del fuego, de todo lo que vive, y hasta de la muerte».

Ese es el resultado de un amor esencial que abraza a todos los seres, vivos e inertes, con cariño, ternura y amor. El ethos que ama funda un nuevo sentido de vivir. Amar al otro, sea el ser humano, sea cada representante de la comunidad de vida, es darle razón de existir. No hay razón para existir. El existir es pura gratuidad. Amar al otro es querer que él exista porque el amor hace al otro importante. «Amar a una persona es decirle: tú no podrás morir jamás» (G.Marcel); “tú debes existir, tú no puedes irte».

Cuando alguien o alguna cosa se hacen importantes para el otro, nace un valor que moviliza todas las energías vitales. Por eso cuando alguien ama, rejuvenece y tiene la sensación de comenzar la vida de nuevo. El amor es fuente de suprema alegría.

Solamente ese ethos que ama está a la altura de los desafíos de la Madre Tierra devastada y amenazada en su futuro. Ese amor nos podrá salvar a todos, porque nos abraza y hace de los distantes, próximos y de los próximos, hermanos y hermanas.

Leonardo Boff es autor de El cuidado necesario, Vozes 2013.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“La raíz última de la crisis ecológica: la ruptura de la re-ligación universal”, por Leonardo Boff, teólogo

Domingo, 9 de marzo de 2014
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411933_10151063957139414_1996840363_oLeído en Koinonía

Las causas que han llevado a la crisis ecológica son muchas. Pero tenemos que llegar a la última: la ruptura permanente de la re-ligación básica, que el ser humano ha introducido, alimentado y perpetuado con el conjunto del universo y con su Creador.

Tocamos aquí una dimensión profundamente misteriosa y trágica de la historia humana y universal. La tradición judeocristiana llama a esa frustración fundamental pecado del mundo y la teología, siguiendo a san Agustín que inventó esta expresión, pecado original o caída original.

Lo original aquí no tiene nada que ver con los orígenes históricos de este anti-fenómeno, por lo tanto, con el ayer. Sino con lo que es originario en el ser humano, que afecta a su fundamento y sentido radical de ser, por lo tanto, con el ahora de su condición humana.

Este pecado tampoco puede ser reducido a una mera dimensión moral o a un acto fallido del ser humano. Se refiere a una actitud globalizadora, por lo tanto, a una subversión de todas sus relaciones. Se trata de una dimensión ontológica que concierne al ser humano, entendido como un nudo de relaciones. Ese nudo se encuentra distorsionado y viciado, perjudicando todos los tipos de relación.

Es importante enfatizar que el pecado original es una interpretación de una experiencia fundamental, una respuesta a un enigma desafiante. Por ejemplo, existe el esplendor de un cerezo en flor en Japón y simultáneamente un tsunami en Fukushima que arrasa todo. Existe una Madre Teresa de Calcuta que salva moribundos de las calles y un Hitler que envía seis millones de judíos a las cámaras de gas. ¿Por qué esta contradicción? Los filósofos y los teólogos han venido esforzándose para encontrar una respuesta. Y hasta hoy no la han encontrado.

Sin entrar en las muchas interpretaciones posibles, asumimos una que va ganado cada vez más el consenso de los pensadores religiosos: la imperfección como momento del proceso evolutivo. Dios no creó el universo terminado de una vez, un acontecimiento pasado, rotundamente perfecto. Desencadenó un proceso en abierto y perfectible que hará su camino hacia formas cada vez más complejas, sutiles y perfectas. Esperamos que un día llegará a su punto Omega.

La imperfección no es un defecto sino una marca de la evolución. No traduce el designio último de Dios sobre su creación, sino un momento dentro de un inmenso proceso. El paraíso terrestre no significa saudade de una edad de oro perdida, sino la promesa de un futuro que está por venir. La primera página de las Escrituras es, en verdad, la última. Viene al comienzo como una especie de maqueta del futuro, para que los lectores y lectoras se llenen de esperanza acerca del fin bueno de toda la creación.

San Pablo veía la condición decaída de la creación como un sometimiento “a la vanidad” (mataiótes), no por causa del ser humano, sino por causa de Dios mismo. El sentido exegético de “vanidad” apunta al proceso de maduración. La naturaleza aún no ha alcanzado su madurez. Por eso en la fase actual se encuentra lejos todavía de la meta a ser alcanzada. De ahí que “toda la creación hasta el presente gime y sufre dolores de parto” (Rm 8,22). El ser humano participa de este proceso de maduración gimiendo también (Rm 8,23). La creación entera espera ansiosa la plena maduración de los hijos e hijas de Dios. Pues entre ellos y el resto de la creación existe una profunda interdependencia y re-ligación. Cuando eso ocurra, la creación llegará también a su madurez, pues, como dice Pablo, “participará de la gloriosa libertad de los hijos e hijas de Dios” (cf Rm 8,20).

Entonces se realizará el designio terminal de Dios. Solamente entonces Dios podrá proferir la esperada palabra: “y vio que todo era bueno”. Ahora, estas palabras son profecías y promesas para el futuro, porque no todo es bueno. Bien dijo el filósofo Ernst Bloch, el del principio esperanza: «el génesis está al final y no al comienzo». El retraso del ser humano en madurar implica un atraso de la creación. Su avance implica un avance de la totalidad. Él puede ser un instrumento de liberación o una traba del proceso evolutivo.

Y aquí reside el drama: la evolución cuando llega al nivel humano alcanza el estadio de la conciencia y de la libertad. El ser humano fue creado creador. Puede intervenir en la naturaleza para el bien, cuidando de ella, o para el mal, devastándola. Comenzó, quien sabe si desde el surgimiento del homo habilis hace 2,7 millones de años, cuando creó los instrumentos con los cuales intervenía en la naturaleza sin respetar sus ritmos. Al principio podía ser solamente un acto. Pero la repetición creó una actitud de falta de cuidado. En vez de estar junto con las cosas, conviviendo, se puso por encima de ellas, dominando. Y ha ido en crescendo hasta nuestros días.

Con esto rompió con la solidaridad natural entre todos los seres. Contradijo el designio del Creador que quiso al ser humano como con-creador y que mediante su genio completase la creación imperfecta. Pero éste se puso en el lugar de Dios. Por la fuerza de la inteligencia y de la voluntad se sintió un pequeño “dios” y se comportó como si fuera de verdad Dios.

Esta es la gran ruptura con la naturaleza y con el Creador que subyace a la crisis ecológica. El problema está en el tipo de ser humano que se forjó en la historia, más una «fuerza geofísica de destrucción» (E. Wilson) que un factor de cuidado y preservación.

La cura reside en la re-ligación con todas las cosas. No necesariamente ha de ser más religioso, sino más humilde, sintiéndose parte de la naturaleza, más responsable de su sostenibilidad y más cuidadoso con todo lo que hace. Necesita volver a la Tierra de la cual se ha exiliado y sentirse su guardián y cuidador. Entonces el contrato natural será rehecho. Y si además se abre al Creador, saciará su sed infinita y obtendrá como fruto la paz.

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