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“El Corazón de Jesús, según Arrupe”, por Pedro Miguel Lamet.

Martes, 26 de noviembre de 2024
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Leído en su blog:

Ante la “Dilexit nos”

El lector encontrará en esta y otras webs lúcidos análisis y comentarios sobre la Dilexit nos. Mi intención aquí es complementaria, ofrecer la óptica que el padre Pedro Arrupe aportó sobre esta devoción en un momento delicado de la Iglesia del siglo XX.

Tras la celebración del Concilio Vaticano II se produjo cierto rechazo, sobre todo a las formas un tanto decadentes con que esta devoción se había presentado, con imágenes kitsch y un tanto afeminadas.

Sin embargo, personalidades de la importancia de Teilhard de Chardin, Karl Rahner  y Pedro Arrupe, desde una perspectiva mística, han ampliado y contextualizado este culto, que no es otro que poner el acento de la vida espiritual en el amor

Parecía, desde el principio de su trabajo de misionero, convencido de que la fuerza de sus acciones no dependía de él. Por eso, donde pasaba, dejaba siempre un poco de corazón y como no quería que fuera el suyo, dejaba el Corazón de Jesucristo

Después de muerto se encontró en su habitación una tarjeta postal con la imagen del del Sagrado Corazón, impresa monocroma en tono verdoso oscuro, en cuyo reverso tenía escrita la fórmula de su voto de perfección

Quitad a Jesucristo de mi vida y todo se caerá, como un cuerpo al que se le retira su esqueleto, el corazón y la cabeza”

Ante las reacciones emocionales y las alergias que se han manifestado hace algunos años, relativas a la expresión “Sagrado Corazón”, fenómeno que tiene en parte su origen en ciertas exageraciones y manifestaciones de la afectividad, me ha parecido que era necesario dejar pasar un tiempo

El amor personal hacia Jesucristo  (hacia los miembros de la Compañía) es absolutamente necesario y base para la identificación con Él; es decir, para llegar a ser poseído de su gracia en tal forma que sus pensamientos sean los míos

Para Teilhard, la hoguera que derrama su llama ha sido un poderoso símbolo para expresar una realidad ontológica, misteriosa pero no por ello menos real, el influjo del amor de Cristo que penetra, transfigura y consagra a todo el universo

“A Dios se le descubre por la dimensión del enorme vacío que esa ignorancia o esa negación ha dejado en nuestro corazón”. Con un consiguiente sentido comunitario: “Más que comunidad de fe -aunque también lo es- es la comunidad de amor que nace de la comunidad de fe”. 

IMG_8276La reciente publicación de Dilexit nos, cuarta encíclica del papa Francisco, trae al primer plano de la actualidad el tema de la devoción al Corazón de Jesús. El documento aporta, además de una relectura muy suya, humana-divina-social, de esta manera de enfocar el amor de Cristo en nuestras vidas, una compilación teológica, histórica y espiritual casi enciclopédica, porque sintetiza cuanto supone esta centralidad del sentimiento en el conocimiento de la fe  y del mundo de hoy, donde no debería estar ausente un plus necesario de intuición y  poesía.

El lector encontrará en esta y otras webs lúcidos análisis y comentarios sobre este brillante texto. Mi intención aquí es complementaria, ofrecer la óptica que el padre Pedro Arrupe aportó sobre esta devoción en un momento delicado de la Iglesia del siglo XX.

El corazón es un símbolo, si se quiere algo tópico, usado hasta por los niños para dedicar un dibujo a su madre o por cualquiera para felicitar al ser querido el día de San Valentín, pero siempre expresivo y universal. Los especialistas dicen que sin duda nuestros sentimientos residen en el cerebro, como tantas facultades del ser humano. Pero a nadie se le ocurre decir: “te quiero con todo mi cerebro”. Quizás porque el amor aumenta la palpitación y el calor en nuestro pecho y ahí situamos el centro de todo nuestro ser.

Aunque, como señala el papa, la devoción al Corazón de Cristo está de alguna manera presente en los albores del cristianismo, desde la herida que el centurión infringió con su lanza en el pecho de Jesús tras su muerte, y en el interés de otros muchos santos, todos conocemos su florecimiento a través de las revelaciones concedidas a santa Margarita María Alacoque en 1675, y su vinculación con la Compañía de Jesús, gracias al munus suavissimum, el encargo especial a los jesuitas de difundir esta devoción, recomendada por los papas y muy extendida por todo el mundo.

El problema vino después. Tras la celebración del Concilio Vaticano II se produjo cierto rechazo, sobre todo a las formas un tanto decadentes con que esta devoción se había presentado, con imágenes kitsch y un tanto afeminadas. También porque a algunas sensibilidades les molestaba tomar la parte por el todo, o centrar a Jesucristo, se decía, solo en una “víscera”. Sin embargo, personalidades de la importancia de Teilhard de Chardin, Karl Rahner  y Pedro Arrupe, desde una perspectiva mística, han ampliado y contextualizado este culto, que no es otro que poner el acento de la vida espiritual en el amor.

Pedro Arrupe en concreto experimentó en su vida una vivencia muy profunda de esta devoción. Tanta que contamos con todo un libro, que contiene todos sus textos sobre la misma, titulado En él solo la esperanza. Para entender ese amor apasionado hay que conocer sus raíces, los momentos de su vida que desembocaron en ese amor apasionado por Jesucristo desde niño hasta que se convirtió en superior general de la Compañía de Jesús.

De la orfandad al “Disco de Arrupe

El primer encuentro con el Corazón de Jesús data de su infancia. Pedro Arrupe, que ya había perdido a su madre en 1916, estudiaba brillantemente Medicina en Madrid , cuando es llamado diez años después a su natal Bilbao. Miraba entre lágrimas una escena desoladora: sus hermanas, alrededor del lecho de don Marcelino, su padre, que se ahogaba debatiéndose entre la vida y la muerte. Por un momento, Pedro se asomó a la ventana. Como otros años, Bilbao preparaba la procesión del Sagrado Corazón. Justo enfrente de su casa se estaba montando un altar y una alfombra de flores. Se vio de niño con su cirio en la mano, siguiendo a su enorme padre por las calles de Bilbao, sin faltar un año. Las lágrimas volvieron a sus ojos.

 “Me asomé un momento a la ventana —escribiría Pedro— y vi al padre Basterra, SJ, que penetraba en nuestro portal. Bajé precipitadamente a su encuentro.

—¿Cómo está don Marcelino? —me preguntó.

—¡Mal! Ha perdido ya el conocimiento.

—¡Pobre Perico! ¡Cómo te prueba el señor! Pero mira —dijo señalándome la estatua del Corazón de Jesús, que en aquel momento colocaban en el altar de la calle—, ahí tienes a tu verdadero padre, que murió por ti, pero vive siempre a tu lado. Jesús fue desde entonces mi verdadero padre”.

Se trata del primer paso hacia su vocación de jesuita que se reforzaría con el conocimiento de la pobreza del extrarradio de Madrid. Durante el noviciado en Loyola, donde se distinguió ya por su simpatía, su oración y la austeridad consigo mismo, un tema frecuente de las conversaciones de Arrupe con sus compañeros era la devoción al Corazón de Jesús, algo que a través de los tiempos conservaría siempre sin pretender imponerla. En este tiempo de su formación llegó a hacer famoso “El disco de Arrupe”. Se trataba de un pequeño fascículo, donde Arrupe había sintetizado algunas notas sobre el Corazón de Jesucristo y la forma de practicar esta devoción. “El disco de Arrupe” corría de mano en mano en copias hechas a máquina y en formato de octavilla.

 El ejemplar de “El disco de Arrupe”, que me  envió antes de morir el padre Germán Arzuza, compañero de Arrupe, conserva un raro sabor a reliquia. Las páginas de este pequeño cuaderno, encuadernado en una endeble cartulina gris ondulada, amarillean de viejas. Consta de cuatro partes: I. Origen de la cuestión. II. Enorme trascendencia del asunto. III Razones de las dificultades que se encuentran en la práctica de esta devoción. IV. Cómo conseguir el verdadero espíritu y sentirlo. Su contenido es un buen resumen de los libros y pláticas de la época sobre el Corazón de Jesús. Arrupe conservará siempre esta devoción, como veremos, aunque evolucionará en su dimensión mística y en la forma de aplicarla a los demás con el paso del tiempo.

Tras sus estudios de filosofía en Bélgica, en vísperas de su ordenación sacerdotal, un compañero, que había sido connovicio suyo, Jesús Iturrioz, cuenta cómo llegó este momento tan importante para Pedro Arrupe. Fue un tiempo en el que profundizó en los fundamentos teológicos de la devoción al Corazón de Jesús. Él pensaba que esta devoción era una estrategia para la obra de la redención:No me resigno a que cuando yo muera siga el mundo como si no hubiera vivido”; y, pocos días después, añade: “¡Somos tan poco, podemos tan poco y la obra de la redención es tan grande!”.

En una nota manuscrita de ese tiempo escribe: “Mis ministerios y mis obras cotidianas, mi trabajo, el de hoy también, superarán en fruto (no en futuro, sino en presente), superan mis esperanzas… ¡Señor, ensancha mi corazón para que espere, como ensanchaste el tuyo para amarnos!». Días después entrega al padre Iturrioz  una oración al Corazón de Cristo, que lleva por título Magister adest et vocat te (“El Maestro está aquí y te llama”: Jn. 11,28)) , y que había compuesto en agosto de aquel año, un texto muy revelador de la entrega incondicional de Pedro Arrupe. Cito la versión que siete años después reelabora en Japón, quizás superando algo del estilo pietista de aquellos años. Esta es pues su formulación definitiva:

Jesús, mi Dios, mi Redentor,
mi Amigo, mi íntimo Amigo,
mi corazón, mi cariño.

Aquí vengo, Señor, para decirte
desde lo más profundo de mi corazón
y con la mayor sinceridad y cariño
de que soy capaz,
que no hay nada en el mundo que me atraiga,
sino Tú sólo, Jesús mío.

No quiero las cosas del mundo.

No quiero consolarme con las criaturas.

Sólo quiero vaciarme de todo y de mí mismo,
para amarte sólo a Ti.

Para Ti, Señor, todo mi corazón,
todos sus afectos, todos sus cariños,
todas sus delicadezas…

Oh Señor!, no me canso de repetirte:
nada quiero sino tu amor y tu confianza.

Te prometo, te juro, Señor;
escuchar siempre tus inspiraciones,
vivir tu misma vida.

Háblame muy frecuentemente
en el fondo del alma
y exígeme mucho,
que te juro por tu Corazón
hacer siempre lo que Tú deseas,
por mínimo o costoso que sea.

¿Cómo voy a poder negarte algo,
si el único consuelo de mi Corazón
es esperar que Caiga una palabra de tus labios,
para satisfacer tus gustos?

Señor; mira mi miseria, mi dureza,
mi debilidad…

Mátame antes de que te niegue algo
que Tú quieras de mí.

¿Señor, por tu Madre! iSeñor, por tus almas!,
dame esa gracia…

En una de las estampas añade a su amigo: “Concede a este otro Jesús, a quien tanto amas. que llegue a ser un gran santo y un apóstol de tu S. Corazón. Para mí no te pido sino que: fiat mihi secundum verbum tuum. Para Ti: Adveniat Regnum tuum fiat voluntas tua sicut in caelo et in terra”.

Un corazón para Japón

Cuando finalmente se cumplió su sueño de ser destinado a la misión de Japón, al lanzarse más y más a su apostolado, con motivo de consagrar al Corazón de Jesús la capilla de unas religiosas, se le ocurrió la idea de repetir esta experiencia con las familias japonesas. Él cuenta cómo, a veces, esta oración hecha desde la autenticidad y la sencillez provocaba la unión en la plegaria de personas de la misma familia que pertenecían al budismo y al sintoísmo, y a veces, también algunas conversiones. El modo de actuar del padre Arrupe provocaba ya una reacción de curiosidad y convencimiento… A quien conoce Japón y sabe de las dificultades para conseguir una conversión al cristianismo allí, no pueden dejar de sorprenderle los primeros éxitos del padre Arrupe. Por ejemplo, aquella familia católica cuyo padre era hostil a la fe cristiana, aunque permitía que la practicaran su mujer y sus hijos. Ella quería que Arrupe consagrara su casa al Corazón de Jesús. Pero el día en que el jesuita se presentó en el hogar, el padre estaba en casa. Arrupe no se arredró. Realizó la ceremonia. De pronto se abrió una cortina y apareció el padre, quien directamente exclamó: “Quiero bautizarme”.

¿Cuál era el secreto de esta eficacia? El padre Arrupe lo recordaría más tarde en numerosas homilías, entendiendo el Corazón de Cristo como el centro de su persona, su «yo» profundo. Así escribiría con los años: «En resumen, aquí tenemos también lo más sencillo y lo más profundo de la verdadera devoción al Sagrado Corazón. Mirando a ese libro “escrito por dentro y por fuera”, podemos aprender a Cristo, en el cual están escondidos “los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2,3). Mirando y leyendo en ese crucificado con el costado abierto, veremos en Él al Hijo de Dios “que se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte de cruz” (Fil 2,8). Y, yendo a Él, creeremos con esa fe que, si es verdadera, nos impulsará a las obras. Obras de amor a Dios, sin duda, pero de un amor que se ha de manifestar en el amor a los hermanos.

“Si el amor de Dios es tan grande que nos dio a su Hijo unigénito, ‘Dios ha amado tanto al mundo que nos da a su Hijo unigénito’ (Jn 3,16), nuestra respuesta a ese amor ha de ser la entrega absoluta a Cristo y a los hermanos; ‘Haceos, pues, imitadores de Dios, como hijos queridísimos y caminad en la caridad, como el mismo Cristo os ha amado y se ha dado a sí mismo por nosotros, ofreciéndose a Dios en sacrificio adorante’ (Ef 5,1). Por eso ha podido escribir Pío XII que en el culto al Sagrado Corazón “se contiene el resumen de toda la religión y también la vida más perfecta’”.

Este estilo de vida era ya el secreto más profundo del joven padre Arrupe. Por los barracones del Settlement, en sus primeros contactos japoneses y mientras se le veía ir de aquí para allá con ese espíritu inquieto y alegre, tenía aires de enamorado, de un gran enamorado del “yo central” de Cristo. Parecía, desde el principio de su trabajo de misionero, convencido de que la fuerza de sus acciones no dependía de él. Por eso, donde pasaba, dejaba siempre un poco de corazón y como no quería que fuera el suyo, dejaba el Corazón de Jesucristo. Era el secreto de un espíritu universal que estallaría más tarde… Por eso, ya de provincial, consagraría el 25 de julio la provincia del Japón al Corazón de Jesús.

Cariño de padre

IMG_8275Elegido superior general de la Compañía de Jesús en 1965, nunca olvidará esta especial devoción. Se reitiró a Villa Cavalleti, cerca de Frascati,  el 24 de julio para dedicar diez días a hacer Ejercicios Espirituales. En un cuaderno de apuntes espirituales aparece en ellos un corazón generoso al estilo ignaciano, abierto al “universo mundo”, a la Iglesia, al Papa; un auténtico misionero, y un hombre de intensa oración, unido con Dios no para sí mismo, sino en función de los demás y en particular de los jesuitas. Así, sin quererlo, autodefinirá lo que en realidad llegará a ser su generalato: “El general es el jefe, pero es cabeza y padre. Es gobernante y administrador; de ahí la amabilidad, cariño, llaneza de padre, la claridad, determinación, firmeza…, comprensión, amabilidad humanas, cariño y amor».

                Siente que Dios le pide una gran abnegación, convertirse en un “servidor”, “un pequeño” según el estilo evangélico, lo que le comunica “una fortaleza extraordinaria”. Estos densos apuntes  confirman además la tesis de que el padre Arrupe había hecho un “voto de perfección” a Dios, un compromiso voluntario de buscar su voluntad y cumplirla, eligiendo lo que más a ello conduce, durante los último años de formación. “Ahora tengo que observarlo con toda diligencia, pues en esa diligencia en observarlo estará también mi preparación para oír, ver y ser instrumento del Señor”, añade. Después de muerto se encontró en su habitación una tarjeta postal con la imagen del del Sagrado Corazón, impresa monocroma en tono verdoso oscuro, en cuyo reverso tenía escrita la fórmula de su voto de perfección. Se trata de una promesa ante Dios de elegir entre dos opciones la más espiritualmente perfecta.

En su menuda y veloz escritura reaparece su particular devoción al Corazón de Jesús y a la Eucaristía: “Presencia real de Cristo, de mi amigo, de mi gran jefe, pero al mismo tiempo mi íntimo confidente. La  obra es de los dos: él me comunica sus planes, sus deseos; a mí me toca colaborar “externamente” en sus planes, que Él ha de realizar internamente con su gracia. Qué obra tan grandiosa la que Él pone en mis manos; eso exige una unión de corazones completa, una identificación absoluta, ¡Siempre con Él! Y Él nunca se apartará! Yo tengo que mostrarle confianza y fidelidad. Nunca separarme de Él. Pero la raíz está en ese amor de amicitia(amor de amistad), en sentirse el alter ego de Jesucristo. Con una humildad profundísima, pero con una alegría y felicidad inmensas también. ¡¡Yo siempre con El!! Siempre colgado de sus labios y sus deseos. ¡Qué vida tan feliz! ¡Gracias Dios mío! ¡Aquí me tienes, Señor!

Aprovechando la referencia a Dios, un periodista de la televisión italiana, RAI le preguntó durante una entrevista:

–A esta palabra, «Dios», se le han atribuido muchas imágenes a lo largo de la historia. Son imágenes de Dios especialmente para el uso y consumo de los poderosos, para evitar la sublevación de los esclavos. Pero, ¿quién es ese Dios para el padre Arrupe?

El realizador del programa televisivo selecciona un primer plano. El piloto rojo se ilumina sobre la cámara, que realiza un travelling de acercamiento sobre el General de la Compañía de Jesús. En la mirada de Arrupe hay entusiasmo.

Para mí lo es todo, ¿no? Para mí lo es todo; por lo tanto, el rostro de Dios no sabría describirlo; no me lo imagino con un rostro, pero es algo que llena completamente mi vida y que aparece en la fisonomía de Jesucristo, en el Jesucristo oculto, naturalmente, en la Eucaristía, y después en mis hermanos, en los hombres, que son imagen de Dios; de modo que creo que esto, para mí, lo resume todo ¿Quién es Dios para usted? La respuesta, pues, es muy sencilla: Todo.

Más tarde, Arrupe completará esta respuesta. Jesucristo es el motor de la vida del padre Arrupe. “Fue mi ideal desde mi entrada en la Compañía, fue y continúa siendo mi camino, fue y es siempre mi fuerza. Creo que no hace falta explicar mucho lo que esto significa: quitad a Jesucristo de mi vida y todo se caerá, como un cuerpo al que se le retira su esqueleto, el corazón y la cabeza.”

Amor personal

Esta interioridad cristocéntrica la concreta Pedro Arrupe en la imagen del Corazón,que aprendió en su noviciado y conservará íntimamente hasta el fin. Y sin embargo, durante su generalato habla mucho de Jesucristo y no demasiado del Corazón de Jesús. “Hay una razón que podríamos calificar de pastoral –explica–, especialmente respecto a la Compañía. Ante las reacciones emocionales y las alergias que se han manifestado hace algunos años, relativas a la expresión “Sagrado Corazón”, fenómeno que tiene en parte su origen en ciertas exageraciones y manifestaciones de la afectividad, me ha parecido que era necesario dejar pasar un tiempo, durante el cual esta carga emocional, comprensible, pero en cierto modo poco racional, desapareciera.» Arrupe entiende el “corazón” como “centro”, “fuente” (Ur-Wort), palabra primigenia, llena de significado.

Por eso, en 1972 decide cambiar la fórmula existente de consagración de la Compañía al Corazón de Jesús, vigente desde tiempos del General padre Beckx (1872). Con este motivo, había encargado a los jesuitas Schwendimann y Solano que prepararan la nueva redacción. Ya se había realizado una edición de treinta mil ejemplares con este texto, cuando, haciendo sus Ejercicios espirituales, llamó al padre Luis González un día después de cenar y le contó que el padre Giuliani se había ofrecido a llevarle a La Storta –capilla a las afueras de Roma, donde Ignacio de Loyola, después de rogar a María que “le quisiese poner con su Hijo”, vio claramente que “Dios Padre le ponía con Cristo”, y donde Jesús le llegó a decir: Quiero que tú nos sirvas”–, y que mientras estaba orando en aquella capilla se le había ocurrido escribir allí mismo la nueva fórmula de consagración.

El texto, austero y profundo, viene a situar la entrega del jesuita actual como una prolongación de la gracia e iluminación recibida allí por Ignacio. Sobre este amor apasionado a Jesucristo ya hemos citado algunos párrafos de sus apuntes de Ejercicios apenas elegido general. He aquí otro revelador: El amor personal hacia Jesucristo  (hacia los miembros de la Compañía) es absolutamente necesario y base para la identificación con Él; es decir, para llegar a ser poseído de su gracia en tal forma que sus pensamientos sean los míos y querer el mío… Llegar a esa identificación es el ideal y el secreto de la verdadera santificación y del verdadero desempeño de mi papel de general, ya que no soy sino instrumento racional de Él; no solamente un segundo subordinado (en el sentido humano), sino un verdadero instrumento que no debe actuar sino movido por la causa principal. ¡Qué alegría y felicidad poder llegar a esto!”.

                En sus cartas personales Pedro Arrupe con frecuencia se refiere al Corazón de Jesús. Como testimonio de la delicadeza con que Arrupe trataba personalmente algunos casos de tribulación de algunos jesuitas veteranos, Facundo Jiménez, SJ, me facilitó esta carta que le impresionó vivamente, fechada el 30 de noviembre de 1967: “Querido padre Jiménez: Un poco más aligerado del trabajo de estas últimas semanas, deseo yo mismo agradecerle su sincera carta del día 5 del pasado mes de octubre en la que filialmente me abre su corazón apenado por las deficiencias que ve actualmente en la Compañía. Dios le ha de pagar mucho la vida de oración y sacrificio que ofrece por la renovación de nuestra Compañía. Siga haciéndolo así sin dejar de fomentar una ilimitada confianza en el Corazón de Jesús que sabe sacar bienes de los males que nos afligen y de nuestras mismas faltas y pecados. Ojalá los que se apenan por el estado de la Compañía le imitasen a usted...”

Más adelante, el 3 de diciembre, un sacerdote, Francis Peter  Takezoe Tamotsu, herido por la bomba atómica y convertido a la fe cristiana  por el padre Arrupe, le escribe desde el Japón cuando este se encontraba ya enfermo en Roma:

                “Mi admirado y querido padre Arrupe:

                Jamás olvidaré aquel histórico día, hace ya treinta y ocho años, en que se arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima. Actualmente estoy leyendo con enorme interés el relato que unos meses después publicó usted en el Catholic Digest. Y me hago perfecta cuenta de la necesidad de seguir orando por la verdadera paz, que hará posible que dicha tragedia no vuelva a producirse.

Hoy he recibido una carta del profesor Kanzawa en la que me refiere su encuentro con usted en Roma. Me ha emocionado profundamente. ¿Cómo se encuentra usted? Rezo siempre por usted, confiando en la providencia del amor del Corazón de Jesús.

Hace treinta y ocho años, el 6 de agosto, cayó la bomba atómica sobre Hiroshima.

Hace treinta y ocho años, el 9 de agosto, cayó la bomba atómica en Nagasaki.

Hace treinta y ocho años, el 15 de agosto, se produjo la rendición del Japón.

Estas sucesivas tragedias me llevaron al borde de la desesperación. Fue en abril de 1946, a mi regreso de Shanghai a Hiroshima, cuando, sin saber qué hacer ni adónde dirigirme, tuve la suerte de conocer al señor Matsuda, un católico, que me llevó un domingo al noviciado de Nagatsuka y me presentó a usted.

En aquel momento, mi desesperación se trocó en esperanza y mis tinieblas en luz; mi corazón se llenó de valor, esperanza y gozo. Mi encuentro con usted significó mi verdadero encuentro con el Señor Jesús.

Desde entonces mi corazón arde en amor con una plegaria. Cuando pienso en usted, me siento confortado por el amor del Corazón de Jesús”.

El fuego cósmico de Teilhard de Chardin

Teilhard_de_Chardin(1)Quizás la síntesis más completa del del pensamiento teológico y existencial del padre Arrupe acerca del Corazón de Jesús se encuentre en su artículo El Corazón de Cristo, centro del misterio cristiano y clave del Universo”, publicado en inglés en Estados Unidos con motivo del I Centenario de los Misioneros del Sagrado Corazón y presente en este libro, donde parte de su concepto del corazón como centro Urwort, palabra primigenia, que evoca más de lo que dice, como interpretativa de la historia de s la salvación del que quiso definirse como “manso y humilde corazón”, puesto que vive en el corazón del hombre y es manifestación y portador del amor del Padre; “pasó haciendo el bien”, predicó el amor al enemigo, al pecador y nos enseña a amar “como yo os he amado”, pues “Dios es amor, y todo el que ama, puesto que el amor es de Dios, ha nacido de Dios y conoce a Dios”. En este texto Pedro Arrupe se muestra contrario a la disociación entre el amor de Dios y el amor del hermano.

Sobre el sentido cósmico de este amor Arrupe cita a Teilhard de Chardin. Para comprender su importancia he de acudir a una experiencia personal. Cuando le visité en Roma ya muy enfermo por la trombosis con el fin de recabar datos para mi biografía tuve experiencias muy impactantes sobre su aceptación, su marginación y desautorización en aquel momento, y la gran fe y confianza con que vivía aquel martirio incruento. Pues bien, como apenas podía leer entonces, a causa de su enfermedad, tenía en las manos un libro de gran formato en imágenes sobre Teilhard de Chardin, el gran científico, filósofo y teólogo que no pudo ver publicadas sus obras en vida. y que Arrupe defendió en su primera rueda de prensa como general. En su libro La oración del P. Teilhard de Chardin Henri de Lubac, SJ nos cuenta que éste tenía siempre una imagen del Sagrado Corazón en su breviario . Tenía la costumbre de decir la misa del Sagrado Corazón los primeros viernes de mes y de recitar las letanías del Sagrado Corazón, hacia las que sentía la mayor admiración. “El Corazón de Cristo es algo más que el Corazón roto por nuestros pecados. El Corazón de Cristo es el centro de todos los corazones, de cuya plenitud todos hemos recibido, el manantial de toda santidad, la fuente de toda gracia, el horno ardiente que envía sus rayos de amor a través de todo el universo” Para Teilhard, la hoguera que derrama su llama ha sido un poderoso símbolo para expresar una realidad ontológica, misteriosa pero no por ello menos real, el influjo del amor de Cristo que penetra, transfigura y consagra a todo el universo. (P. Wenisch, SJ, Teilhard De Chardin y la Devoción al Sagrado Corazón, Dehoniana 1975/7, 1-12)

Arrupe lo cita porque “hizo compatible la más honesta investigación científica con una increíble ternura y penetración espiritual. Teilhard profesó una apasionada adhesión al corazón de Cristo”. El Sagrado Corazón era su punto omega del universo. El mundo tiene un corazón y ese es el Corazón de Cristo, hacia el que todo converge. Arrupe concluye que dicho  amor es trinitario y que en un mundo caracterizado por la increencia, “ a Dios se le descubre por la dimensión del enorme vacío que esa ignorancia o esa negación ha dejado en nuestro corazón”. Con un consiguiente sentido comunitario: “Más que comunidad de fe -aunque también lo es- es la comunidad de amor que nace de la comunidad de fe”.

Pedro Arrupe fue un hombre que se adelantó a su tiempo en temas que hoy están reconocidos como prioridades indiscutibles: la inculturación, el diálogo con los increyentes, la promoción de la justicia como consecuencia de la fe, la solidaridad universal, la importancia de las migraciones, el grave problema de los refugiados, el racismo, la situación de la mujer en la Iglesia y el capitalismo salvaje o pensamiento único. Todos ellos los afrontó el padre Arrupe ya desde el siglo XX, siempre con espíritu de fe y optimismo. “¿Cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?”, decía. Tanto que sus últimas palabras antes de morir fueron Para el presente amén, para el futuro aleluya.

Creía necesario recordar con este artículo que un hombre, tan de hoy, con el futuro en la médula profesó en vida esta singular devoción. Sin duda la fuente de toda la energía y la fuerza que le acompañó siempre y sobre todo en sus nueve años de calvario residían en un corazón de hombre que él expandió hasta fundirse místicamente con el fuego infinito del Corazón de Jesús.

Espiritualidad, Iglesia Católica , , , , ,

Presencia ardiente

Martes, 7 de noviembre de 2023
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Del blog Nova Bella:

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En todo lo que realice en el día de hoy,

te deseo y te espero

*

Teillard de Chardin

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

Leandro Sequeiros: “La Misa sobre el Mundo” de Pierre Teilhard de Chardin cumple 100 años.

Viernes, 17 de febrero de 2023
Comentarios desactivados en Leandro Sequeiros: “La Misa sobre el Mundo” de Pierre Teilhard de Chardin cumple 100 años.

Teilhard_de_Chardin(1)Uno de los textos místicos y proféticos más leído por cristianos y no cristianos es “La Misa sobre el Mundo” del jesuita científico Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955)

Además es un texto clásico para conocer el pensamiento del geólogo y místico jesuita francés. Se ha escrito mucho sobre cómo se gestó este texto. La versión oficial es esta: en agosto de 1923, encontrándose el padre Teilhard de Chardin en las planicies de Mongolia, en el desierto de Ordos, en una de sus primeras excavaciones científicas en China acompañando al jesuita Émile Licent, no tenían pan ni vino para celebrar la Eucaristía.

Era el día 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor, de la que era muy devoto Teilhard. En un arrebato místico, el jesuita Pierre Teilhard de Chardin, de 42 años, doctor en Ciencias Naturales, filósofo, místico y poeta, científico y pensador, redacta este precioso texto.

Sin embargo, el texto no es del todo improvisado. Teilhard había redactado una primera versión de La Misa sobre el Mundo, titulada Le Prêtre, en julio de 1918, en el bosque de Laigue (publicada en Escritos del tiempo de la Guerra, tomo XII de las Obras, p. 313 ss). Teilhard reflexionó en La Misa sobre el Mundo sobre la irradiación de la Presencia eucarística en el Universo. Ciertamente que no confundía esa Presencia, fruto de la transustanciación propiamente dicha, con la Presencia universal del Verbo. Su fe en el misterio de la Eucaristía no era solo ardiente: era tan precisa como firme.

Pero será necesario poner un marco a “La Misa sobre el Mundo”:

Tientsin, China, hace un siglo (1923)

El primero de abril de 1923 Pierre Teilhard de Chardin, de 42 años, que había defendido su tesis doctoral en 1922, se embarcó en Marsella hacia China. Poca idea tenía que este supuesto corto viaje sería el inicio de muchos años de viajes que seguirían. Su primer periodo en China lo pasó en Tientsin, una ciudad costera a unos ciento treinta km. de Pekin, donde el jesuita Émile Licent había construido su museo y un albergue para los fósiles que había recolectado en China desde su arribo en 1914.

Teilhard y Licent eran dos personalidades contrastantes. Licent, nada convencional en el vestir, taciturno y muy independiente en su trabajo, interesado en coleccionar fósiles más que interpretar su significado. Teilhard era más formal, disfrutaba la conversación en sociedad, en la cual podía relacionar sus conocimientos geológicos a una amplia esfera científica e interpretativa. Casi inmediatamente Teilhard se familiarizó con la colección de Licent y ante un pedido urgente, envió un reporte a la Sociedad Geológica China.

misa-sobre-mundo2En junio de 1923 Teilhard y Licent emprendieron una expedición al desierto de Ordos al oeste de Pekin, cerca de la frontera con Mongolia Interior. Esta expedición y las sucesivas que realizó junto con Licent durante los años 20s le proporcionaron a Teilhard invaluable información sobre los restos paleolíticos en China.

El principal interés de Teilhard durante esos años fue principalmente en el terreno de las ciencias naturales. Aunque interactuó con innumerables grupos étnicos, rara vez se adentró en sus culturas más de lo necesario para mantener bien las expediciones o satisfacer un interés general. Irónicamente las tradiciones del confucionismo, el principal sistema de pensamiento chino con su visión de la identidad cósmica entre cielo, tierra y hombre, quedaron fuera de los intereses de Teilhard. En sus Cartas de viaje, dejó registradas sus impresiones sobre Mongolia, su gente, su geología, su vegetación y los animales de la región.

Para el 10 de septiembre de 1924 Teilhard se encontraba en Shanghai donde visitó la tumba de su hermana mayor y el 13 de septiembre dejaba China.

Con ocasión del centenario de este escrito (agosto de 1923) ofrecemos a los lectores este texto para su reflexión. Hace unos meses se publicó este libro:

Thomas M. King, SJ. La Misa de Teilhard. Una aproximación a «La Misa sobre el Mundo». Sal Terrae, Cantabria, 2022, Colección: El Pozo de Siquén – 451, 231 pág. Traducción: Beatriz Muñoz Estrada-Maurin. Colaboración: Leandro Sequeiros. ISBN: 978-84-293-3068-7

Un vibrante ensayo del jesuita Thomas M. King, que fue profesor de Georgetown.

El autor aporta datos nuevos sobre Teilhard. Es más: entrevistó por vez primera a familiares y amigos. Y presenta un escenario extendido de la sensibilidad cósmica de Teilhard hacia la Eucaristía y hacia el sacerdocio para poder entender en su verdadera dimensión “La Misa sobre el Mundo”.

En la INTRODUCCIÓN que redactó Thomas King para este volumen, escribe: Comentando el significado cósmico de la Misa, Teilhard habla de las «Extensiones de la Eucaristía». Es decir, la Hostia de pan «se va envolviendo cada vez más íntimamente en otra Hostia infinitamente más grande, que no es nada menos que el Universo entero (…). Así, cuando pronunciamos la fórmula: “Hoc est Corpus meum”, “hoc” se está refiriendo “primario” al pan. Pero, “secundario”, en un segundo tiempo de la naturaleza, la materia del sacramento es el Mundo mismo, en el que se expande, para perfeccionarlo, la presencia sobrehumana del Cristo universal. El Mundo es la Hostia definitiva y real en la que Cristo desciende poco a poco hasta la consumación de los tiempos».

misa-sobre-mundo3Y prosigue: “Teilhard concluyó «La Misa sobre el Mundo» con las palabras «Ordos, 1923». Con ello, daba a entender que la había escrito en el desierto de Ordos durante su primera expedición en China. Pero existen versiones primitivas del texto, especialmente el ensayo titulado «El sacerdote» que escribió en 1918 mientras servía como camillero del ejército francés durante la Primera guerra mundial. En esa época, como le ocurrirá más tarde con «La Misa», se había visto forzado a ofrecer una Misa espiritual no teniendo nada más que ofrecer: «Ya que hoy no tengo, Señor, yo que soy vuestro Sacerdote, ni pan, ni vino, ni altar, voy a extender mis manos sobre la totalidad del Universo, y tomar su inmensidad como materia de mi sacrificio…».

Desde la Junta Directiva de la Asociación de Amigos de Pierre Teilhard de Chardin agradecemos a Beatriz Muñoz Estrada-Maurin su paciente trabajo y al Grupo de Comunicación Loyola y a la Editorial San Terrae por el mimo y la atención dedicada para que este volumen pueda llegar al público que cree que las ideas, las propuestas y la espiritualidad de Pierre Teilhard de Chardin pueden ayudar a los hombres y mujeres, creyentes o no, del siglo XXI.

Leandro Sequeiros

Presidente de la Asociación de Amigos de Teilhard (sección española) – lsequeiros42@gmail.com

Fuente Fe Adulta

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica ,

Aparece una importante carta inédita del padre Arrupe sobre Teilhard de Chardin

Jueves, 16 de febrero de 2023
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Teilhard_de_Chardin(1)Leído en el blog de Pedro Miguel Lamet:

Contra una visión de la Iglesia “de horizontes estrechos” Aparece una importante carta inédita del padre Arrupe sobre Teilhard de Chardin

Un nuevo documento, hasta ahora inédito, revela hasta qué punto el superior general de la Compañía de Jesús, padre Pedro Arrupe, tenía entre sus inquietudes personales más queridas reivindicar la figura del famoso y destacado jesuita paleontólogo y científico interdisciplinar, Teilhard de Chardin, que no pudo ver publicadas sus obras en vida

Pedro Arrupe, defendió a Teilhard afirmando que es “uno de los grandes maestros del pensamiento contemporáneo, cuyo éxito actualmente no debe asombrarnos. De hecho, él ha llevado a cabo una grandiosa tentativa para reconciliar el mundo de la ciencia y el de la fe”

En 1962 el Santo Oficio publica un monitum  que manda retirar sus obras de seminarios y universidades católicas. Decretaba que en sus obras, publicadas después de muerto, “abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica”.  En la década de 1980 se trató de reivindicar su pensamiento, pero la Santa Sede refrendó la advertencia de 1962

Entre muchas declaraciones, me dijo que además de santa Teresa, san Juan de la Cruz, san Ignacio y san Francisco Javier, los autores contemporáneos que más leía eran Karl Rahner, De Lubac y Teilhard de Chardin. Y me señaló un libro que tenía sobre la mesa: una biografía de Teilhard en imágenes.

En la carta recién descubierta, Arrupe afirma que “el padre Teilhard intenta mostrar que la evolución traduce un avance de la materia hacia el espíritu”

Teilhard estaba preocupado por“anunciar su fe a un mundo alejado de Dios o para el que la Iglesia es una institución anticuada, encerrada en horizontes estrechos”

Subraya otro rasgo de su personalidad: su amor ardiente por Cristo, situado en el centro de su pasión por un mundo transformado, y que se realiza en el cristianismo. Este no es a sus ojos ‘un accesorio añadido al Mundo’, sino más bien ‘la piedra fundamental y la clave de la bóveda’”

“El padre Teilhard no solo vivía su sacerdocio y su vida religiosa con una gran intensidad en lo más íntimo de sí mismo, sino que además lo decía, lo proclamaba tanto a los no creyentes como a los creyentes”

“Hay en él la intuición profética de un gran número de problemas que habrían de movilizar y todavía movilizan el pensamiento y la acción de la Iglesia”

Se trata, pues, de un documento importante para la biografía del padre Arrupe y un texto que refuerza un rasgo destacado de su personalidad: su optimismo radical, muy teilhardiano, su teología inmanentista, frente a las corrientes pesimistas del hombre y el mundo, su creencia en que todo hombre lleva de alguna manera a Dios dentro (incluso los criminales llegó a decir), su apertura al dialogo con la cultura y el mundo.

Un nuevo documento, hasta ahora inédito, revela hasta qué punto el superior general de la Compañía de Jesús, padre Pedro Arrupe, tenía entre sus inquietudes personales más queridas reivindicar la figura del famoso y destacado jesuita paleontólogo y científico interdisciplinar, Pierre Teilhard de Chardin, que no pudo ver publicadas sus obras en vida, por prohibición de la Santa Sede, y recibió un monitum del Santo Oficio siete años después de su muerte. Se trata de una extensa y ponderada carta dirigida en 1981 por el padre Arrupe al provincial de Francia, Henri Madelín con ocasión del centenario de la muerte del científico. La ha revelado Leandro Sequeiros, SJ, presidente de la sección española de la Asociación Amigos de Teilhard de Chardin.

Siempre lo defendió

 Ya era conocida la admiración de Arrupe por el brillante pensador francés. Lector asiduo de sus obras, nada más ser elegido General de los jesuitas en 1965, en la primera rueda de prensa a preguntas de los periodistas sobre la contradicción que suponía el monitum dictado en 1962 contra el pensador francés y la exaltación que de Teilhard hacían escritores católicos, Pedro Arrupe, defendió a Teilhard afirmando que es “uno de los grandes maestros del pensamiento contemporáneo, cuyo éxito actualmente no debe asombrarnos. De hecho él ha llevado a cabo una grandiosa tentativa para reconciliar el mundo de la ciencia y el de la fe”.

Hay que aclarar que el Monitum publicado hacía solo tres años no era una condena formal. Pero afirmaba que en sus obras, publicadas después de muerto, “abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica. Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus seguidores”. Eso de facto supuso la retirada de sus obras de las bibliotecas de seminarios y universidades católicas Pese a la censura impuesta por Roma a su obra, numerosas ediciones de los libros de Teilhard de Chardin se distribuyeron por todo el mundo en los años inmediatos a la publicación del monitum. En la década de 1980 se trató de reivindicar su pensamiento, pero la Santa Sede refrendó la advertencia de 1962.

Pedro Arrupe, tras señalar cómo en su trabajo y su espiritualidad todas las cosas confluyen en Cristo, concluye ante los informadores queno se puede dejar de reconocer la riqueza del mensaje del padre Teilhard para nuestro tiempo”, y que su esfuerzo “está completamente en la línea del apostolado de la Compañía de Jesús”. Es de imaginar cómo fueron recibidas estas palabras por la prensa internacional, particularmente la francesa.  Arrupe juzgaba positivamente a uno de los profetas más intuitivos del momento frente a sus detractores.

En otra ocasión Arrupe recordaba las palabras de Teilhard de Chardin: “El mundo pertenecerá a aquellos que le den la mayor esperanza”. Y cuando su estrecho colaborador Yves Calvez le velaba en el hospital después de la trombosis cerebral que le sobrevino en 1981, le leyó una noche El medio divino de Teilhard de Chardin y especialmente algunas frases. “Nuestra capacidad de disminución son nuestras verdaderas pasividades. (…) En cierto modo, para penetrar definitivamente en nosotros, Dios debe excavarnos, vaciarnos, hacerse un hueco”. Para Arrupe, lector de Teilhard, esa era una de las certezas de las que vivía, como se demostraría en los nueve años de postración y humillación que sufrió mansamente por su enfermedad y las medidas de la Santa Sede.

En julio de 1983, consciente de las dificultades de expresión y difícil recuperación que tenía el padre Arrupe, solicité licencia para trasladarme a Roma y conversar con él, con el fin de terminar mi proyecto, largos años acariciado, de completar una biografía de Arrupe, que apareció publicada en repetidas ediciones revisadas con los títulos Arrupe, una explosión en la Iglesia y Arrupe, testigo del siglo XX y profeta del XXI. Jamás olvidaré la experiencia de aquellas entrevistas con un hombre disminuido por la enfermedad,  pero transparente y transido de una gran luz interior. Entre muchas declaraciones, me dijo que además de santa Teresa, san Juan de la Cruz, san Ignacio y san Francisco Javier, los autores contemporáneos que más leía eran Karl Rahner, De Lubac y Teilhard de Chardin. Y me señaló un libro que tenía sobre la mesa: una biografía de Teilhard en imágenes. En realidad él ya no podía leer, por eso se limitaba a hojear la fotos de su vida. ¡Fue su último libro de cabecera!

De la materia al espíritu

                En la carta recién descubierta dice entre otras cosas que Teilhard “se preocupó por restaurar una visión holística del mundo, y en particular de situar al ser humano en su verdadero lugar, por lo que propone las directrices generales de una ciencia antropológica completa”, sin “reduccionismo” alguno, y que “se esfuerza en manifestar la organicidad de las ligazones entre la historia natural y la historia de las religiones del mundo”. Sobre el debatido tema de la evolución tiene el mérito  de “hacer cambiar de sentido un camino dominante en el momento en el que él iniciaba su carrera como científico: el de la evolución de las especies vivientes que llega hasta los humanos y que se esgrimía como la demostración del materialismo, el rechazo de la existencia de un mundo espiritual que se estimaba que solo podía ser salvable por el fijismo.” “Oponiéndose a esto, el padre Teilhard intenta mostrar que la evolución traduce un avance de la materia hacia el espíritu”.

      resucitado1          Teilhard estaba preocupado por “anunciar su fe a un mundo alejado de Dios o para el que la Iglesia es una institución anticuada, encerrada en horizontes estrechos. Un testimonio especial de una vocación de jesuita en el que la competencia técnica, lejos de ocultar o de devorar el compromiso, coopera a estimular y nutrir su preocupación apostólica y misionera”. Lo conecta con el fenómeno de la inculturación y con el padre Ricci en China. Preocupación que “nos empuja a lo mayor y que nosotros interpretamos como tener una presencia en diversos lugares en los que la Iglesia ha estado ausente hasta ahora con demasiada frecuencia”.

                Subraya otro rasgo de su personalidad: “su amor ardiente por Cristo, situado en el centro de su pasión por un mundo transformado, y que se realiza en el cristianismo. Este no es a sus ojos ‘un accesorio añadido al Mundo’, sino más bien ‘la piedra fundamental y la clave de la bóveda”, llegando a la conclusión de que la Encarnación puede entonces iluminar el mundo,

                “Adhesión y unión a Cristo -añade- traduce más lo que es la existencia de los sacerdotes y de los religiosos. El padre Teilhard no solo vivía su sacerdocio y su vida religiosa con una gran intensidad en lo más íntimo de sí mismo, sino que además lo decía, lo proclamaba tanto a los no creyentes como a los creyentes”. A continuación, subraya también su adhesión a la Iglesia: Es necesario añadir que él fue fiel y obediente. Y que él había obedecido por profunda fe en la Iglesia y por el amor que le tenía a ella, lo cual lo sabemos por el peso de sufrimiento que le costó”.

                Ve Pedro Arrupe en Teilhard de Chardin una dimensión profética: “Hay en él la intuición profética de un gran número de problemas que habrían de movilizar y todavía movilizan el pensamiento y la acción de la Iglesia. Todo se logra en el amor filial a esta Iglesia que el padre Teilhard no disociaba jamás de Cristo, y de su amor simbolizado por su Corazón. Como ha escrito el padre Teilhard: ‘El Cristo’. ‘Su Corazón. ‘Un Fuego capaz de penetrar todas las cosas’.

                Se trata pues de un documento importante para la biografía del padre Arrupe y un texto que refuerza un rasgo destacado de su personalidad: su optimismo radical, muy teilhardiano, su teología inmanentista, frente a las corrientes pesimistas del hombre y el mundo, su creencia en que todo hombre lleva de alguna manera a Dios dentro (incluso los criminales llegó a decir), su apertura al dialogo con la cultura, los increyentes y todas las religiones, su esperanza en el futuro y la profunda alegría que le animaba incluso en los peores momentos y que le inspiró sus últimas palabras antes de morir: “Para el presente amén, para el futuro, alegría”.En el caso de Teilhard, como en otros casos, se sumaba una circunstancia agravante; el sujeto castigado «teológicamente» era, además, expulsado de su casa y de su patria. Teilhard fue extraditado de Francia y se vio obligado a emigrar a Estados Unidos. Murió en Nueva York el 10 de abril de 1954.

                Por su importancia publicamos íntegramente la citada carta en traducción del francés de Leandro Sequeiros, SJ.:

TEXTO ÍNTEGRO

Carta del padre general de la Compañía de Jesús, pedro Arrupe, al Provincialo de Francia, Henri Madelin (30 de mayo de 1981)

Curia Praepositi Generalis Societatis Iesu Roma –Borgo Sto Spirito, 5- Par R.P. Henri Madelin-Provincial, ParísRoma,
30 de mayo de 1981

Querido Padre Provincial, PC.

                arrupe-thu Con ocasión del centenario del nacimiento del padre Pierre Teilhard de Chardin, no puede faltar el dirigirme a usted como representante de la Compañía de Jesús en Francia para compartir lo que significa para mí la persona y la obra de este gran jesuita surgido de entre ustedes. Y quiero compartirlo gratamente con ocasión del Coloquio que han organizado el Centro Sèvres y el Centre des Fontaines para profundizar el conocimiento de los aspectos clave del pensamiento científico y religioso del padre Teilhard. Yo se por supuesto que a través de los participantes en este Coloquio mi palabra se unirá a la de otros muchos, jesuitas y no jesuitas, que muestran un interés cordial por la persona y la obra de nuestro hermano.El padre Teilhard me es sin duda querido por los rasgos de su esfuerzo que se inscriben tan ejemplarmente en una vocación de jesuita: la búsqueda opinable de una mejor comprensión de la fe, plenamente actualizada; el empeño misionero por anunciar esta fe a aquellos que están alejados de ella.

                Su búsqueda de una comprensión de la fe profunda y actualizada se expresa en dos dimensiones complementarias. En primer lugar, dentro de una ciencia fragmentada bajo el impacto de la especialización de las disciplinas, Teilhard se preocupó por restaurar una visión holística del mundo, y en particular de situar al ser humano en su verdadero lugar, por lo que propone las directrices generales de una ciencia antropológica completa, que es a la vez física, biológica y sociológica, haciendo un lugar a las especificidades sin caer en el reduccionismo.

                Al mismo tiempo, en aras de la coherencia interna que evita toda forma de concordismo, Teilhard se esfuerza en manifestar la organicidad de las ligazones entre la historia natural y la historia de las religiones del mundo.

                Animado por estos objetivos, el padre Teilhard ha osado mirar de frente los problemas abiertos por los puntos de vista evolucionistas que se han impuesto progresivamente dentro del campo de las ciencias de la naturaleza y del ser humano, pero ante las cuales la conciencia cristiana a menudo sigue huyendo. Poderosamente arraigado en la fe de la Iglesia por su educación familiar y por la formación en una orden religiosa, Teilhard pertenecía entero al universo científico – por sus competencias de geólogo y más aún de paleontólogo – entonces desconocido para muchos de sus hermanos en la fe.

                Por una decisión mal reflejada y por temperamento, Teilhard rechaza las cosas estrechas, y no declara incompatibles entre ellas estas realidades, la fe y la ciencia, igualmente vitales a sus ojos. Más aún: el busca unirlas por un camino de profundidad.

                Teilhard tiene además el mérito de hacer cambiar de sentido un camino dominante en el momento en el que él iniciaba su carrera como científico: el de la evolución de las especies vivientes que llega hasta los humanos y que se esgrimía como la demostración del materialismo, el rechazo de la existencia de un mundo espiritual que se estimaba que solo podía ser salvable por el fijismo.

                Oponiéndose a esto, el padre Teilhard intenta mostrar que la evolución traduce un avance de la materia hacia el espíritu. Este punto de vista puede hoy considerarse como razonable y aceptable, lo mismo que hoy nos podemos adherir, sin reservas, a todas las conclusiones teológicas que el padre Teilhard ha basado en este punto de vista fundamental.

                Él se sitúa entonces de forma espontánea más allá de los simplismos de una ideología cientificista que estaría orgullosa de un reduccionismo mortal del ser humano y de las cosas a solos sus elementos, pero más allá también de la pereza y de la timidez de una fe que rechazase el valor y el derecho de las investigaciones humanas. Estaba persuadido de que él regresa al cristiano del futuro, un “buscador que se entrega por amor a los trabajos de lo que se va a descubrir” y que lo convierte en “adorador de algo que es más grande que el mundo”, al trabajo en el mundo mismo. [Obras completas, VI, 223 (“La mística de la ciencia”) – 1939 (20 marzo)  La mística de la ciencia. VI, La energía humana 177-196. Taurus, Madrid, 1963, Ensayistas de Hoy, nº 34]. El padre Teilhard está caracterizado a continuación, pero mejor podemos decir que al mismo tiempo, por su preocupación, – central, constante, perfectamente consciente, – por anunciar su fe a un mundo alejado de Dios o para el que la Iglesia es una institución anticuada, encerrada en horizontes estrechos. Un testimonio especial de una vocación de jesuita en el que la competencia técnica, lejos de ocultar o de devorar el compromiso, coopera a estimular y nutrir su preocupación apostólica y misionera.

                A aquellos que consideran que el cristianismo está pasado de moda, el padre Teilhard quiere mostrar, y lo consigue en buena parte tanto entre cristianos como entre no creyentes, que el cristianismo, la Iglesia, constituyen el corazón mismo del mundo, de este mundo sometido a una transformación tan profunda, que él osa decir que la Iglesia solo puede aportar la luz sobre sin el cual el mundo estaría condenado a la ruina.

                No tengo necesidad de señalar cómo tal audacia, tal anchura y profundidad de este punto de vista lo separan de muchos de los cristianos temerosos. Las concepciones del padre Teilhard anuncian la apertura del mundo y la preocupación de la inculturación que ha caracterizado la enseñanza del Concilio, de Juan XXIII y de Pablo VI y que marcan hoy en día la de Juan Pablo II.

                Estas enseñanzas se inscriben en la preocupación que ha sido fundamental dentro de la Compañía de Jesús, la capacidad de ser audaces en proyectos apostólicos, tales como los del padre Ricci en China, por no citar más que uno. Preocupación que nos empuja a lo mayor y que nosotros interpretamos como tener una presencia en diversos lugares en los que la Iglesia ha estado ausente hasta ahora con demasiada frecuencia.

El tercer rasgo de la personalidad y de la obra del padre Teilhard es sin embargo todavía más valioso para nosotros es este: su amor ardiente por Cristo, situado en el centro de su pasión por un mundo transformado, y que se realiza en el cristianismo. Este no es a sus ojos “un accesorio añadido al Mundo”, sino más bien “la piedra fundamental y la clave de la bóveda”; Cristo es para Teilhard “el Centro único, valioso y consistente, que brilla en la cima del provenir del Mundo, en el punto opuesto de las regiones oscuras, eternamente decrecientes, donde se atreve a entrar nuestra Ciencia cuando esta se adentra por el camino de la Materia y del Pasado” [Obras completas, Ciencia y Cristo, IX, París, 60-61 (“Ciencia y Cristo”) — 1921 (27 febrero) Ciencia y Cristo, o Análisis y Síntesis. IX, 43-58]

                La Encarnación puede entonces iluminar el mundo, ese mundo en el que la ciencia moderna despliega la inmensidad en el espacio y en el tiempo; esta ciencia representa para el universo nuevamente conocido donde todo está en generación, el “si” de Dios que toma sobre él un devenir que lo ha lanzado él mismo. Alrededor de Cristo, hay una coherencia en los misterios de la creación, de la encarnación, de la redención, hasta la de la mutación última, la única capaz de lograr el mundo en Dios.

                Esta visión cristológica sustentó todos los esfuerzos del padre Teilhard y rigió su testimonio. Él era siempre consciente de que su tarea, incesantemente recomenzada, para situar con luminosidad total el lugar de Cristo en el universo evolutivo que la ciencia moderna nos hace necesario aceptar, era la forma – moderna también – que los Padres de la Iglesia fueron los primeros en ofrecer como revelación de Dios en Jesucristo. Teilhard buscaba imitarlos.

                Y nosotros estamos aquí en la fuente de todo aquello que fue el padre Teilhard: fe en Cristo, adhesión a Cristo en un grado raramente alcanzado. Adhesión y unión a Cristo traduce más lo que es la existencia de los sacerdotes y de los religiosos. El padre Teilhard no solo vivía su sacerdocio y su vida religiosa con una gran intensidad en lo más íntimo de sí mismo, sino que además lo decía, lo proclamaba tanto a los no creyentes como a los creyentes. Este ejemplo tiene actualidad después de discreciones abusivas.

                Y es también muy actual para todos – y yo no querría omitir el resaltar este tema – la adhesión del padre Teilhard a la Iglesia. Ya he dicho antes cuál era el lugar que ocupaba la Iglesia en su visión de las cosas. Es necesario añadir que él fue fiel y obediente. Y que él había obedecido por profunda fe en la Iglesia y por el amor que le tenía a ella, lo cual lo sabemos por el peso de sufrimiento que le costó.

                Teilhard mantenía “sentir con la Iglesia” según la expresión de San Ignacio. Y al final – como él mismo decía -de “presentir” con ella. [Obras completas, X, 204 (“Cristianismo y Evolución”). En: Como yo creo. 1945  (11 noviembre)  “Cristianismo y Evolución. X, 191-206]

                Es bueno volver a leer toda su obra, siempre dentro de unos límites, para descubrir, a treinta o cincuenta años de distancia, todo lo que en ella hay de presentimiento de todo aquello que se preparaba en la Iglesia y todo lo que iba a eclosionar en la segunda mitad y al final del siglo XX.

                Hay en él la intuición profética de un gran número de problemas que habrían de movilizar y todavía movilizan el pensamiento y la acción de la Iglesia. Una sensibilidad seguramente adquirida sobre todo en la intimidad.

Esto se necesita tanto hoy día, en un tiempo en el que no se hace fácil a aquellos que quieren servir a la Iglesia de esa misma manera.

                Yo no digo probablemente nada nuevo a los participantes en el Coloquio de los jesuitas de rue de Sèvres que han frecuentado asiduamente la lectura de la obra del padre Teilhard. Os hago partícipes de algunas razones que he descubierto para seguirle y de reemprender sin cesar la exploración de su pensamiento.

                He querido una vez más recurrir al ejemplo para nuestros tiempos del padre Teilhard que tuvo una gran valentía para tener un conocimiento profundo de la fe en el diálogo del misterio de Cristo con todas las verdades descubiertas, con el objeto de anunciar esta fe a todos aquellos mismos a los que les puede sorprender y que por sí mismos no están incapacitados para entender.  Todo se logra en el amor filial a esta Iglesia que el padre Teilhard no disociaba jamás de Cristo, y de su amor simbolizado por su Corazón. Como ha escrito el padre Teilhard: “El Cristo”. “Su Corazón”. “Un Fuego capaz de penetrar todas las cosas”.

                Crea usted en esta ocasión, querido padre Provincial, en mis sentimientos más fraternales, hacia usted y hacia todos aquellos a los que usted estime comunicar mis propósitos.

Pedro Arrupe, SJ

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Adorable

Miércoles, 27 de julio de 2022
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Del blog Nova Bella:

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Todo lo que ocurre es adorable

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Teillard de Chardin

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Profano

Jueves, 23 de junio de 2022
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Del blog Nova Bella:

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Nada es profano aquí abajo

para quien sabe ver

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Pierre Teilhard de Chardin

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En la inmensidad de cuanto existe

Miércoles, 22 de junio de 2022
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 Del blog de José Arregi Umbrales de luz:

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He hecho refluir mi conciencia hasta la periferia extrema de mi cuerpo para comprobar si no podría prolongarme fuera de mí mismo. He descendido hasta las más ocultas profundidades de mi ser, lámpara en mano y oído atento, para intentar averiguar si en lo más recóndito de la tiniebla que hay en mí no vería yo brillar las aguas de la corriente que pasa, si no escucharía susurrar sus aguas misteriosas que vienen de las más remotas profundidades y van a brotar quién sabe dónde. Y he constatado, lleno de espanto y embriagadora emoción, que mi pobre e insignificante existencia estaba inscrita en la inmensidad de todo cuanto existe y de todo cuanto deviene.

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Pierre Teilhard de Chardin,
Escritos del tiempo de guerra, 1914-1918

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Reserva

Sábado, 2 de octubre de 2021
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Del blog Nova Bella:

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El amor es una reserva de energía sagrada; es como la sangre de la evolución espiritual.

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Teilhard de Chardin

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Misa sobre el Mundo

Lunes, 23 de agosto de 2021
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Oración de la Misa sobre el Mundo de Pierre Teilhard de Chardin

O the Deep, deep Love of Jesus/Violin&Piano Duet-Youtube

Ya que, una vez más, Señor […] no tengo ni pan, ni vino, ni altar, me elevaré por encima de los símbolos hasta la pura majestad de lo Real y te ofreceré, yo, que soy tu sacerdote, sobre el altar de la tierra entera, el trabajo y el dolor del mundo.

El sol acaba de iluminar, allá lejos, la franja extrema del horizonte. Una vez más, la superficie viviente de la tierra se despierta, se estremece y vuelve a iniciar su tremenda labor bajo la capa móvil de sus fuegos.

Yo colocaré sobre mi patena, oh, Dios mío, la esperada cosecha de este nuevo esfuerzo. Derramaré en mi cáliz la savia de todos los frutos que serán molidos hoy.

Mi cáliz y mi patena son las profundidades de un alma ampliamente abierta a todas las fuerzas que, en un instante, van a elevarse desde todos los puntos del globo y a converger hacia el Espíritu.

¡Que vengan, pues, a mí el recuerdo y la mística presencia de aquellos a quienes la luz despierta para un nuevo día!

Señor, voy viendo y los voy amando, uno a uno, a aquellos a quienes tú me has dado como sostén y como encanto naturales de mi existencia. También uno a uno voy contando los miembros de esa otra y tan querida familia que han ido juntando poco a poco en torno a mí, a partir de los elementos más dispares, las afinidades del corazón, de la investigación científica y del pensamiento.

Más confusamente, pero a todos sin excepción, evoco a aquellos cuya multitud anónima constituye la masa innumerable de los vivientes; a aquellos que me rodean y me soportan sin que yo los conozca; a los que vienen y a los que se van; a aquellos, sobre todo, que, en la verdad o a través del error, en su despacho, en su laboratorio o en su fábrica, creen en el progreso de las cosas y perseguirán apasionadamente hoy la luz.

Quiero que en este momento mi ser resuene acorde con el profundo murmullo de esa multitud agitada, confusa o diferenciada, cuya inmensidad nos sobrecoge; de ese océano humano cuyas lentas y monótonas oscilaciones introducen la turbación en los corazones más creyentes.

Todo lo que va a aumentar en el Mundo en el transcurso de este día, todo lo que va a disminuir —todo lo que va a morir también—, he aquí, Señor, lo que trato de concentrar en mí para ofrecértelo; he aquí la materia de mi sacrificio, el único sacrificio que a ti te gusta.

Antiguamente se depositaban en tu templo las primicias de las cosechas y la flor de los rebaños. La ofrenda que realmente estás esperando, aquella de la que tienes misteriosamente necesidad todos los días para saciar tu hambre, para calmar tu sed, es nada menos que el acrecentamiento del Mundo arrastrado por el universal devenir.

Recibe, Señor, esta hostia total que la creación atraída por tus gracias, te presenta en esta nueva aurora.

Sé perfectamente que este pan, nuestro esfuerzo, no es en sí mismo más que una desagregación inmensa. Este vino, nuestro dolor, no es todavía, ¡ay!, más que un brebaje disolvente.

Mas tú has puesto en el fondo de esta masa informe —estoy seguro de ello, porque lo siento— un irresistible y santificante deseo que nos hace gritar a todos, desde el impío hasta el fiel: “Señor, ¡haz de nosotros un solo individuo!”.

https://youtu.be/P2lkVUoqd6k

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“La raíz cósmica y antropológica del pensamiento ecológico”, por Leandro Sequeiros

Jueves, 24 de junio de 2021
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libro-verde“El pensamiento teilhardiano inspira la encíclica Laudato Si´ (2015) del papa Francisco y algunos autores opinan que el pensamiento teilhardiano inspira también lo que se ha llamado la ecología profunda (deep ecology)”

“Todas las realidades de la tierra tienen un valor intrínseco y propio ante Dios, y no pueden ser consideradas como meros recursos económicos al servicio de los humanos”

“En el pensamiento ecológico del papa Francisco en la Laudato si´ está muy presente la raíz cósmica de una reflexión científica, filosófica y teológica de la ecología integral”

“Los defensores de la ecología profunda consideran que el mundo no existe como un recurso libremente explotable por los humanos. La ética de la ecología profunda sostiene que todo el sistema es superior a cualquiera de sus partes” 

Como homenaje a los seis años de la Laudato Si´

 El geólogo Helmut de Terra (1900-1981) decía refiriéndose al padre Pierre Teilhard: Ecología, Cosmos, Tierra, Laudato Si. [De Terra, H., Mein Weg mit Teilhard de Chardin. C. H. Beck, München, 1962, 131 pág.] Este es el lema que preside el presente número de Noosphère.

Pero el respeto por la Tierra, la dimensión ecológica del pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin, no puede separarse de su inspiración en Vladimir I. Vernadski (1863-1945), como se ha apuntado en otros artículos de Noosphère. Y el pensamiento teilhardiano inspira la encíclica Laudato Si´ (2015) del papa Francisco.

Pero algunos autores opinan que el pensamiento teilhardiano inspira también lo que se ha llamado la ecología profunda (deep ecology). [Es sugerente la perspectiva de José Vico Martín. “La justificación científica y filosófica del respeto hacia la naturaleza: Teilhard de Chardin, Arne Naess y el Papa Francisco. The Scientific and Philosophical Justification of the Respect to Nature. Teilhard de Chardin, Arne Naess and the Pope Francisco”. Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XXIII-Nº1 (2018), pp. 93-110. Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)]

Teilhard de Chardin en la Encíclica Laudato Si´

A muchas personas les pudo sorprender que en la Carta encíclica del papa Francisco “Laudato si”, sobre el cuidado de la casa común (24 de mayo de 2015) se hace una referencia explícita a Pierre Teilhard de Chardin (aunque sea en una nota a pie de página al número 83). Pero no es todo. Hay también unas reflexiones de eco cósmico teilhardiano al tratar el tema de la eucaristía (números 235-236). Estos datos tienen suficiente entidad como para que dediquemos un breve comentario a la raíz cósmica del pensamiento ecológico en la Laudato si´ del papa Francisco.

El Evangelio de la Creación

El capítulo 2 de la Laudato si´ (números 62-100) se titula “El Evangelio de la Creación”. Desde una perspectiva teológica, se afirma que “ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje”. Y es que “las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles”.

“No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”, añade Francisco, rompiendo los antiguos esquemas, basados en una mala interpretación de las Escrituras (“creced y multiplicaos y dominad la tierra”), que daban al ser humano un poder soberano sobre la naturaleza.

“Hoy -señala- debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas”. Así, “mientras «labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza”.

“La injusticia no es invencible”, subraya el texto, que presenta “un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder”.

Antropología oculta de la Laudato Si´

Esto no implica que el ser humano sea un animal más. Existe lo que se ha dado en llamar –desde un punto de vista filosófico- lo humano irreductible. El número 81 de la Laudato si´ sintetiza los rasgos de una antropología cristiana de base científica. Dice el texto: “El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios. La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico”.

Supuesta esta diferencia cualitativa con el resto de los seres vivos, el papa reconoce que los humanos no hemos sabido desarrollar nuestras capacidades, porque otra visión, la “que consolida la arbitrariedad del más fuerte ha propiciado inmensas desigualdades, injusticias y violencia para la mayoría de la humanidad, porque los recursos pasan a ser del primero que llega o del que tiene más poder: el ganador se lleva todo” (número 82).

La raíz cósmica de la ecología y la defensa del antropocentrismo por el Papa Francisco en Laudato Si’

El número 83 de la Laudato Si´ es el que suscita aquí nuestro interés. Dice el papa: “El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal”. Y es aquí donde, a pie de página, cita a Teilhard de Chardin, con una referencia a Pablo VI, a Juan Pablo II y a Benedicto XVI.

El texto de Pablo VI es: Discurso en un establecimiento químico-farmacéutico (24 febrero 1966): Insegnamenti 4 (1966), 992-993.

El texto es accesible aquí

“Un científico famoso dijo: cuanto más estudio la materia, más encuentro el espíritu. Quien investiga el mundo ve que hay leyes; Este mundo que parecía opaco, inerte, es una maravilla, y el Papa piensa que será la ciencia – que parece alejar a las masas, a los hombres modernos, a los jóvenes de Dios – para llevarlos de regreso a Dios, cuando el mundo sea verdaderamente inteligente. y dirá: tengo que entender lo que veo; Yo no creé esto: el mundo fue creado por Aquel que hizo llover su sabiduría sobre todas las cosas. Y el Santo Padre cita a Teilhard de Chardin, quien dio una explicación del universo que […] pudo leer dentro de las cosas un principio inteligente que debe llamarse Dios. Por tanto, la ciencia misma nos obliga a ser religiosos, y los inteligentes deben arrodillarse y decir: aquí está Dios”.

También a pie de página la encíclica cita la famosa carta del papa Juan Pablo II con ocasión del centenario de la publicación de los Principia de Newton: Carta al reverendo P. George V. Coyne (1 junio 1988): Insegnamenti 5/2 (2009), 60. Esta carta es accesible en la página web de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas:

 Y en tercer lugar, la Laudato si´ cita a pie de página un texto de Benedicto XVI, Homilía para la celebración de las Vísperas en Aosta (24 julio 2009). L’Osservatore romano, ed. semanal en lengua española (31 julio 2009), p. 3s. Puede consultarse aquí

. Y concluye el número 83 de la Laudato si´ de este modo: “Así agregamos un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo. Porque el ser humano, dotado de inteligencia y de amor, y atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador.

La Eucaristía cósmica

La palabra “cósmica” aparece en la encíclica en la última parte, al tratar el tema de la ecología, la espiritualidad y la educación. El número 235 es una reflexión ecológica sobre los sacramentos. Y el número 236 se refiere específicamente a la Eucaristía. Dice la encíclica, entre otras cosas: “En la Eucaristía ya está realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable. Unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios. En efecto, la Eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico: «¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo»” Y a pie de página cita al papa Juan Pablo II, en la Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia (17 abril 2003), 8: AAS 95 (2003), 438.

Sin citarlo, el pensamiento de Teilhard de “El Sacerdote” (1918) y de “La Misa sobre el Mundo” (1923) está muy presente en el trasfondo de este planteamiento. Y prosigue el texto: “La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El mundo que salió de las manos de Dios vuelve a él en feliz y plena adoración. En el Pan eucarístico, «la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con el Creador mismo»”. Y cita al papa Benedicto XVI, Homilía en la Misa del Corpus Christi (15 junio 2006): AAS 98 (2006), 513. Y concluye este texto de la Laudato si´: “Por eso, la Eucaristía es también fuente de luz y de motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado”.

En el pensamiento ecológico del papa Francisco en la Laudato si´ está muy presente la raíz cósmica de una reflexión científica, filosófica y teológica de la ecología integral. Y este punto de vista completa el marco general de inteligencia de este texto magistral.

Teilhard, Laudato Si´ y ecología profunda

En estos últimos meses se ha escrito sobre las convergencias y divergencias entre la Laudato Si´ y la ecología profunda. Es verdad que el papa habla de ecología integral. Pero la llamada ecología profunda (deep ecology) ¿es similar a la ecología integral? ¿Tiene ecos teilhardianos?

A Vladimir Vernadski (1863-1945) debemos los amigos de Teilhard la generalización del concepto adoptado por Teilhard de biosfera, de noosfera y apunta a lo que después se llamó noocracia. El término noocracia alude a un sistema social y político que está basado “en la prioridad de la mente humana”, según Vladímir Vernadski. En 1987, el Catedrático de Sociología Benjamín Oltra y Martín de los Santos, define noocracia en la revista Política y Sociedad como: «Definimos noocracia como una “nueva clase” conformada por los que dominan la inteligencia o la razón ideológica, cosmológica, expresiva, científica, técnica, la imagen cinética y el diseño, como una fuerza productiva y un nuevo poder en los sistemas sociales capitalistas y colectivistas avanzados Leer más…

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De Epifanía a Diafanía.

Viernes, 8 de enero de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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El 6 de enero de 1995, el P. Peter-Hans Kolvenbach, S.J., en ese tiempo, Superior General de la Compañía de Jesús, tuvo una Alocución a la Congregación General 34ª, reunida en Roma, en la que afirmó lo siguiente:

“Nuestro hermano Pedro Teilhard de Chardin manifestó repetidas veces su deseo de que la solemnidad hoy celebrada cambiara de nombre, o al menos de prefijo. Para resaltar que festejamos el día en que Nuestro Señor deviene transparente desde el fondo de todos y de todo como fuente y como meta, como alfa y como omega, esta solemnidad debería denominarse ‘dia-fanía’ en lugar de ‘epi-fanía’. Porque no se trata propiamente de una repentina irrupción en la historia de Quien es su Creador y Salvador, sino más bien de una misteriosa y silenciosa ‘dia-fanía’ mediante la que Cristo alumbra el verdadero fondo de todo ser, obrando en todo y por todo para conducir todo hacia la plenitud, hasta que Dios sea todo en todos, en la realidad total (1 Cor. 15,28). Teilhard declara que no lee la historia de los magos como una ‘verdad fotográfica’, sino como una verdad luminosamente indicativa de Quien llena el universo con su presencia dinámica, del Único que da sentido a nuestra historia, del Dios siempre mayor en todo y para todos”.

*

Peter-Hans Kolvenbach, S.J.
(Tomado de Facebook)

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Envejecer…

Martes, 5 de enero de 2021
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«Cuando los signos de la edad marquen mi cuerpo,
y más aún cuando afecten a mi mente,
cuando la enfermedad que vaya a disminuirme
o a causarme la muerte
me golpee desde fuera o nazca en mi interior;

cuando llegue el doloroso momento
de tomar conciencia de pronto
de que estoy enfermo o envejeciendo;

y sobre todo en ese último momento
en que sienta que pierdo el control de mí mismo
y que estoy absolutamente inerte en manos
de las grandes fuerzas desconocidas
que me han formado;

en todos esos oscuros momentos, oh Dios,
concédeme comprender que eres tú
-supuesto que mi fe sea lo bastante fuerte-
quien está separando dolorosamente
todas y cada uno de las fibras de mi ser
para penetrar hasta la médula misma
de mi esencia y llevarme contigo».

*

Pierre Teilhard de Chardin

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Trabajar nuestro interior

Jueves, 5 de noviembre de 2020
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Del blog de Gabriel Mª Otalora Punto de encuentro:

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Jesús ora en los momentos difíciles, da gracias al Padre y le alaba por haber revelado los misterios del Reino a los pequeños; ora solicitando el perdón en la cruz para los que le crucificaron; reza en los momentos decisivos de la misión: en el bautismo, predicación, elección de los discípulos, transfiguración… Su oración contagia, despierta interés en los demás hasta el punto de que su ejemplo anima a sus amigos a pedirle que les enseñe a orar como Él porque vieron que tenía otra hondura y superaba los formulismos y las oraciones recitadas de memoria. Lo suyo era dirigirse abierto al Padre con palabras sencillas y emotivas en el lenguaje de todos los días.

Es Dios quien toma siempre la iniciativa del encuentro, el que nos busca, sobre todo después de la caída. Todo lo realmente conocido viene de experiencias personales íntimas, únicas e irrepetibles, en los acontecimientos diarios y a través del prójimo. Esta experiencia de Dios Amor nos invita al compromiso de ser gracia para otros.

Si nos abrimos al amor de Dios confiadamente, nos iluminará la existencia. Es la mejor oración de petición desde la actitud de acogida y esperanza para que nos llene de luz y de su fortaleza. Esta es nuestra lucha y nuestra misión, trabajar en nuestro interior la actitud adecuada para dar una respuesta de amor en nuestro interior y a nuestro alrededor.

Por todo ello, hoy prefiero poner voz a un gran hombre de Dios que ha hecho famosa una de las oraciones más bellas que conozco. Se trata del jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Para quien la conozca, volver a rezar estos sentimientos le resultará reconfortante. Y para quien no la conozca… espero que sea un precioso descubrimiento:

Adora y confía.
No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su futuro más o menos sombrío.
Desea aquello que Dios desea.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado,
si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto.
Entrégate confiado  ciegamente en este Dios
que te quiere para Él.
Y que llegará hasta ti, aunque no le veas nunca.
Piensa que te encuentras en sus manos,
tanto más fuertemente sostenido,
cuando más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te turbe.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni el cansancio psíquico. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa, reflejo de aquello que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: Todo aquello que te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas afligido, triste,
adora y confía.

*

Pierre Teilhard de Chardiin, sj

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***

El padre jesuita Pierre Teilhard de Chardin esperando esa transformación positiva de la humanidad que será generada por la fuerza del amor verdadero, dice:

“El día vendrá cuando después de manejar el espacio, los vientos, las mareas y la gravitación, podremos manejar las energías del amor. Y en ese día, por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego.

Por eso… ora esta hermosa reflexión de Teilhard de Chardin sobre cómo afrontar nuestro día a día, con nuestros éxitos y fracasos, con nuestras luces y sombras, con nuestras virtudes y miserias.  Apertura y vaciamiento de uno mismo, contemplación, adoración y confianza…  No te agobies, simplemente sonríe a Aquél que no deja de sonreírte a ti.

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Leonardo Boff: “El Resucitado es la realización del sueño ancestral de la humanidad: la espera ha terminado”

Lunes, 20 de abril de 2020
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Detalle-capilla-Catedral-Mallorca-Barcelo_2222487746_14508626_667x375Detalle de la capilla de la Catedral de Mallorca, Miquel Barceló

“El espíritu tiene una dimensión cósmica. Está en el cuerpo, pero también en las estrellas más distantes”

“En la fuerte expresión de Teilhard de Chardin, el Resucitado explosionó e implosionó en Dios”

¿Cómo celebrar la pascua, la victoria de la vida sobre la muerte, y más aún, la irrupción del hombre nuevo, en el contexto de un viernes santo de pasión, dolor y muerte, que no sabemos cuándo termina, bajo el ataque del coronavirus sin distinción a toda la humanidad?

Apesadumbrados, incluso en esta pandemia es apropiado celebrar la pascua con una reservada alegría. No es sólo una fiesta cristiana, responde a una de las más antiguas utopías humanas: la irrupción del hombre nuevo.

En todas las culturas conocidas, desde la antigua epopeya mesopotámica de Gilgamés, pasando por el mito griego de Pandora, hasta la utopía de la Tierra sin Males de los Tupí-Guaraní, existe la percepción de que el ser humano tal como lo conocemos debe ser superado. No está listo. Aún no ha acabado de nacer. El verdadero hombre está latente en los dinamismos de la cosmogénesis y la antropogénesis. Aparece como un proyecto infinito, portador de innumerables potencialidades que forcejean por irrumpir. Intuye que sólo será plenamente hombre, el hombre nuevo, entonces, cuando tales potencialidades se realicen plenamente.

Todos sus esfuerzos, por grandes que sean, se topan con una barrera insuperable: la muerte. Incluso la persona más vieja llegará un día en que también morirá. Alcanzar una inmortalidad biológica, conservando las actuales condiciones espacio-temporales, como algunos proponen, sería un verdadero infierno: buscar realizar el infinito dentro de sí y encontrar sólo finitos que nunca lo sacian. Siempre está a la espera. Tal vez el espíritu mataría al cuerpo para realizar lo infinito de su deseo.

Pero he aquí que un hombre se levanta en Galilea, Jesús de Nazaret, y proclama: “El tiempo de espera ha terminado. Se acerca el nuevo orden que va a ser introducido por Dios. Revolucionad vuestra forma de pensar y de actuar. Creed esta buena noticia” (cf. Mc 1,15; Mt 4,17).

Conocemos la trágica saga del profético Predicador: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron” (Jn 1,11). Él que “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hch 10,39) fue rechazado y terminó clavado en la cruz.

Pero he aquí que tres días después, las mujeres fueron muy de madrugada al sepulcro y oyeron una voz: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Jesús no está aquí. Ha resucitado” (Lc 24,5; Mc 16,6).

Este es el hecho nuevo y siempre esperado: la buena noticia se ha hecho realidad. De un muerto surgió un resucitado, un ser nuevo. Este es el significado de la Pascua, la fiesta central del cristianismo. Sus seguidores pronto entendieron que el Resucitado era la realización del sueño ancestral de la humanidad: la espera ha terminado. Ahora es el tiempo de la vida plena sin muerte. Liberado del espacio y del tiempo y de los condicionamientos humanos, el Resucitado aparece, desaparece, se hace presente con los caminantes de Emaús, se presenta en la playa y come con los apóstoles y se le reconoce al partir el pan.

Los Apóstoles no saben cómo definirlo. San Pablo, el mayor genio del pensamiento cristiano, eligió la palabra correcta: “Él es el novísimo Adán (1Cor 15,45). El Adán no sometido ya a la muerte, el que dejó atrás al viejo Adán mortal.

Como si se burlara, provoca San Pablo: “Oh, muerte, ¿dónde está tu victoria? ¿Dónde está el aguijón con el que asustabas a los hombres? La muerte ha sido tragada por la victoria de Cristo” (1Cor 15,55). Y lo define como “un cuerpo espiritual” (1Cor 15,44), es decir, es concreto y reconocible como cuerpo humano, pero de una manera diferente, con las cualidades del espíritu. El espíritu tiene una dimensión cósmica. Está en el cuerpo, pero también en las estrellas más distantes y en el corazón de Dios. Lo espiritual también se entiende como la forma de ser propia del Espíritu Santo. Está en todo, mueve todas las cosas y llena el universo.

Un antiguo texto, de los años 50, del Evangelio de Santo Tomás dice bellamente: “Levanta la piedra y estoy debajo de ella; parte la leña y estoy dentro de ella, porque estaré con vosotros todos los días hasta la plenitud de los tiempos”. Levantar una piedra requiere fuerza, cortar leña requiere esfuerzo. Incluso ahí está el Resucitado, en las cosas más cotidianas.

En sus epístolas, especialmente a los Efesios y a los Colosenses, San Pablo desarrolla una verdadera cristología cósmica. Él “es todo en todas las cosas” (Col 3,12); “la cabeza del cosmos” (Ef 1,10). En el lenguaje de la cosmología moderna, el paleontólogo y pensador Pierre Teilhard de Chardin dirá lo mismo en el siglo XX.

Tenemos que entender la resurrección correctamente. No es la reanimación de un cadáver, como el de Lázaro que volvió a ser lo que era antes y terminó muriendo. La resurrección es la plena realización de todas las potencialidades escondidas dentro de la realidad humana. La muerte ya no ejerce dominio sobre él. Es efectivamente el nacimiento terminal del ser humano, como si hubiera llegado a la culminación del proceso evolutivo o lo hubiera anticipado. En la fuerte expresión de Teilhard de Chardin, el Resucitado explosionó e implosionó en Dios.

La pascua es la inauguración del hombre nuevo, plenamente realizado. Es aplicable para todos los seres humanos. Por lo tanto, tal bendito evento no es exclusivo de Jesús. San Pablo nos asegura que participamos de esta resurrección: “Él es la primicia (la anticipación) de los que mueren” (1Cor 5,20), “el primero entre muchos hermanos y hermanas” (Rm 8,29).

A la luz de esta fiesta pascual podemos decir que la alternativa cristiana no es la vida o la muerte sino ésta: la vida o la resurrección. Afirmamos y reafirmamos con alegría: no vivimos para morir, sino para resucitar.

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“El Cristo cósmico y los muchos ‘Cristos’ en la historia”, por Leonardo Boff.

Lunes, 9 de septiembre de 2019
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buddha_and_jesus1El proceso de planetización ha puesto a las religiones en contacto unas con otras y ha mostrado cómo podemos ser religiosos de las más diferentes formas. Esta situación nueva plantea la cuestión referente a la figura de Jesús, a quien se cree Cristo y salvador universal. ¿Cómo situar a Jesús al lado de otros, considerados por sus pueblos como portadores también de salvación?

El Cristianismo no es una cisterna de aguas muertas. Tiene la naturaleza de un organismo vivo que crece y se enriquece en diálogo con lo diferente. Ahora tiene la oportunidad de revelar virtualidades hasta hoy latentes. Debe mostrarse no un problema sino una cosa buena.

Queremos concentrarnos en la significación del Cristo cósmico. Él es visto como algo dado que se está formando lentamente dentro del cosmos. Se densificó en el hombre Jesús de Nazaret. ¿Pero agotó en él todas sus virtualidades o bien otras figuras pueden ser también expresiones de este Cristo cósmico que está dentro de la creación?

Actualmente nos estamos acostumbrando cada vez más a entender todos los fenómenos como emergencias del universo en evolución. Así, las figuras de Jesús, Sidarta Gautama y otros, antes de aparecer en la historia humana, estaban en gestación dentro del universo. Todo el universo se organizó de tal manera que creó las condiciones para su formación y surgimiento. Lo que irrumpió en ellos no se convirtió en monopolio personal. Así podemos decir que el Jesús histórico emerge como una expresión singular del Cristo cósmico presente en el proceso de la evolución. El Jesús histórico no agotaría todas las formas posibles de manifestación del Cristo cósmico. Algo similar ocurre con Sidarta Gautama.

Pertenece a la comprensión cristiana decir: todo ser humano ha sido tocado por el Hijo de Dios encarnado. Lo que se atribuye a Jesús, por tener nuestra naturaleza, se puede atribuir de una manera propia a cada ser humano, formado a lo largo de millones de años de historia cósmica.

Concretamente, en él y en Buda están presentes todas las energías y los elementos fisicoquímicos que se forjaron en el corazón de las grandes estrellas rojas antes de que explotaran y lanzaran por todo el universo tales elementos, como fósforo, calcio, hierro y otros.

Dado que el universo no solo tiene exterioridad sino también interioridad, podemos decir que la profundidad psíquica de ellos está habitada por los movimientos más primitivos del inconsciente colectivo con sus arquetipos ancestrales.

Sin estas determinaciones no serían tan concretos como lo fueron. Detengámonos brevemente en la figura de Jesús, pues él forma parte de nuestro hogar espiritual.

Pierre Teilhard de Chardin (+1955) vio la inserción cósmica de Jesús, llamado Cristo, y acuñó el término “crístico” distinguiéndolo de “cristiano”. Lo “crístico” es un dato objetivo de la creación en evolución. Cuando llega a la conciencia en el hombre Jesús, lo “crístico” se convierte en “cristiano”, que es lo “crístico” concientizado.

En otras palabras, el Jesús histórico no agota todas las posibilidades contenidas en lo “crístico”. Lo “crístico” irrumpió en Jesús, pero también puede surgir en otras figuras y se encuentra en la raíz de todo ser.

Para entender tales afirmaciones necesitamos aclarar la palabra “Cristo”. No es un nombre sino un adjetivo que se le atribuye a una persona. “Cristo” en griego o “Mesías” en hebreo significan “ungido”.

Ungido” es la persona designada para realizar una misión particular. El rey, los profetas, los sacerdotes eran “ungidos” para desempeñar sus misiones específicas. Pero cada persona individual también es un “ungido” pues tiene su lugar en el plan divino. Jesús fue llamado el “Cristo-ungido” debido a su obra redentora y liberadora, realizada de manera ejemplar.

El budismo conoce un camino semejante. Primero existió Sidarta Gautama, el ser histórico que vivió seiscientos años antes de Cristo. A través de un proceso de internalización y ascesis llegó a la “iluminación”, que es una inmersión radical en el Ser. Luego comenzó a ser llamado “Buda”, que significa el “Iluminado”. Pero esta iluminación ―ser Buda―, no es monopolio suyo. Se ofrece a todos. Existe, por lo tanto, la “budeidad”, esa realidad radical que puede autocomunicarse de muchas maneras con las personas. Buda es una manifestación de la “budeidad”, que es la más pura luz, la esencia del Sin Nombre. Es un “ungido”.

Como podemos ver, el contenido concreto de “Cristo” y de “Buda” remite a la misma realidad “crística”. Ambos revelan al Ser que hace todo lo que existe. Sidarta Gautama es una manifestación del Cristo cósmico como lo es también Jesús de Nazaret. O Jesús de Nazaret es un “Iluminado” como Buda.

Expresiones singulares del Cristo cósmico o de la Iluminación son figuras como Krishna, Francisco de Asís. Mahatma Gandhi, el Papa Juan XXIII, Mons. Helder Cámara, la Madre Teresa de Calcuta, la Hermana Dulce entre tantos y tantas. Ellos y ellas no agotan las posibilidades de esta sublime realidad “crística”. Ella se da en todos. Pero en estas personas ganó tal densidad que se convirtieron en referencias y arquetipos-guía para muchos.

El conocido maestro yogui de Brasil, Hermógenes, ya fallecido, sin caer en el sincretismo fácil, a partir de una profunda experiencia espiritual de unidad con el Todo, creó la siguiente fórmula como “Gloria al Uno”:

“Pedí la bendición a Krishna y Cristo me bendijo. Oré a Cristo y Buda me atendió. Llamé a Buda y Krishna me respondió”.

Leonardo Boff, 12-agosto-2019, www.atrio.org

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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La Cruz

Jueves, 22 de agosto de 2019
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La cruz ha sido siempre un signo de contradicción y un principio de selección entre los hombres. Con excesiva frecuencia se presenta la cruz a nuestra adoración como un símbolo de tristeza, de restricción, de remoción, más que como una meta sublime que sólo alcanzaremos superándonos a nosotros mismos.

Ahora bien, este modo de hablar acaba dando la impresión de que el Reino de Dios sólo se puede realizar con el luto, y tomando siempre por principio la dirección opuesta, a contracorriente de las energías y de las aspiraciones humanas. Siendo fieles a la Palabra, nada es menos cristiano, en el fondo, que esta perspectiva.

Considerada del modo más general, la doctrina de la cruz es aquella a la que se adhiere todo hombre convencido de que, en presencia de la agitación humana, se le abre un camino hacia alguna salida y de que este camino sube. La vida tiene un término; por consiguiente, impone una dirección a la marcha […]. Hacia las cimas, envueltas por nuestras miradas en la niebla, a donde nos invita a subir eí Crucificado, nos elevamos a través de un sendero que es el mismo camino del progreso universal. La vía real de la cruz es precisamente el camino del esfuerzo humano. El que entiende plenamente el sentido de la cruz ya no corre el riesgo de considerar triste y fea la vida. Sólo se ha vuelto más atento a su incomprensible gravedad.

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Pierre Teilhard de Chardin
El medio divino,
Taurus Ediciones, Madrid 1967

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“La potencia espiritual de la Materia” de Pierre Teilhard de Chardin, cien años después, por Leandro Sequeiro.

Jueves, 22 de agosto de 2019
Comentarios desactivados en “La potencia espiritual de la Materia” de Pierre Teilhard de Chardin, cien años después, por Leandro Sequeiro.

Teilhard_de_Chardin(1)Una de las intuiciones más originales y polémicas de Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) es esta: la materia física incluye en su interior una capacidad potencial para expandirse, evolucionar y ascender hacia el espíritu. No hay escisión ontológica entre materia y espíritu, sino que ambas son etapas de un mismo proceso de complejificación y ascensión de la Materia hacia el Espíritu. Esta intuición está ya presente en los primeros escritos de Teilhard de 1916 redactados en el frente de batalla. Esta intuición irá madurando durante su “bautismo de realidad” en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y se sintetiza en este ensayo de 1919.

Fechado en la isla británica de Jersey (donde los jesuitas expulsados de Francia tenían la casa de formación), el 8 de agosto de 1919, “La potencia espiritual de la Materia” es el último de los ensayos escritos por Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) incluidos en La gran Mónada. Escritos del tiempo de la guerra (1918-1919) (Editorial Trotta, Madrid, 2018).

Terminada la Primera Guerra Mundial, Teilhard es desmovilizado el 10 de marzo de 1919. Pasó unos días de descanso en la casa de los jesuitas de Clermont, y luego marchó a la ciudad de Lyon para hacer un retiro espiritual. En la primera mitad del mes de abril, estuvo en París, donde acudió a clases y reanudó su contacto con el Museum (ahora Museo Nacional de Historia Natural de Francia), donde había estado formándose y trabajando desde 1912, antes de ser movilizado en 1915. En París, en una de las casas de la Compañía de Jesús, Pierre redacta en la Pascua de 1919 su ensayo “Los nombres de la Materia”, que él mismo consideraba un avance de “La potencia espiritual de la Materia”, fechada el 8 de agosto de 1919, hace ahora cien  años.

Las rompedoras ideas de Pierre Teilhard de Chardin (1882-1955), científico, jesuita, místico y poeta, visionario del porvenir, sedujeron a los jóvenes de los años sesenta y setenta del siglo XX. Pero a partir de los años ochenta cayeron en el olvido. En estos últimos años, la tarea de la Red Mundial de Teilhard está recuperando sus propuestas desde nuevos marcos filosóficos y teológicos. Por ello, el centenario de la redacción de “La potencia espiritual de la Materia”, podría ser un buen momento para refrescar sus intuiciones.

Por indicación de sus superiores Teilhard regresa en 1991 (hace ahora un siglo) a la isla de Jersey, donde había estudiado filosofía entre 1902 y 1905. Aquí pasó unos dos meses, ya licenciado del ejército tras la primera guerra mundial, gozando aquí del trabajo científico, del retiro espiritual y del descanso.

“La potencia espiritual de la Materia” (agosto de 1919) es el último de los ensayos de Teilhard que se consideran dentro del ámbito de los Escritos del tiempo de la Guerra (1916-1919). Desde el punto de vista de quien esto escribe, este texto inserto en “La potencia espiritual de la Materia” es la clave para interpretarlo todo: “¡Báñate en la Materia, hijo del Hombre! ¡Sumérgete en ella, allí donde es más impetuosa y más profunda! ¡Lucha en su corriente y bebe sus olas! ¡Ella es quien ha mecido en otro tiempo tu inconsciencia; ella te llevará hasta Dios!»

Se describe la Materia como un mar embravecido. Pero se invita a la Humanidad a “bañarse” en ella, a “sumergirse” en sus aguas impetuosas, a luchar contra la corriente que en otro tiempo nos arrastraba. Este acto consciente simultáneamente de dejarse inundar y luchar contra corriente, es lo que – según Teilhard – nos llevará hasta Dios.

No es fácil resumir el hilo argumental del texto de Pierre Teilhard de Chardin en “La potencia espiritual de la Materia” (1919). El punto de partida es la descripción personal (“el Hombre”) que se encuentra perdido en la vorágine de un mundo disperso, fragmentado, desorientado. Y sumergiéndose en este mar embravecido el ser humano, al dominar la Materia con la Ciencia y la Técnica, emerge al conocimiento y a una realidad superior en la que la Unidad personal amorizada remite a la divinidad personal.

Como culminación de “La potencia espiritual de la Materia”, un ensayo místico y poético, Teilhard incluye su famoso Himno a la Materia, del que ofrecemos estos párrafos:

«Bendita seas tú, áspera Materia, gleba estéril, dura roca; tú que no cedes más que a la violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer.

Bendita seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si no te encadenamos (….).

Bendita seas, universal Materia, Duración sin límites, Éter sin orillas, Triple abismo de las estrellas, de los átomos y las generaciones, tú que desbordas y disuelves nuestras estrechas medidas y nos revelas las dimensiones de Dios (….).  Abajo, en el desierto que ha vuelto a conocer la calma, alguien lloraba: «¡Padre mío, Padre mío! ¡Un viento alocado se lo ha llevado! » Y en el suelo yacía un mantoJersey, 8 de agosto de 1919

Como escribe en “El Corazón de la Materia” (1950), en sus años de Teología en Hasting (1909-1912) la lectura de la obra de Henri Bergson le impulsó a “la conciencia de una Deriva profunda, ontológica, total, del Universo. Todo en él “expresa felizmente el sentimiento de la omnipresencia de Dios, el abandono total del místico a la voluntad divina, y ese esfuerzo por comulgar con lo Invisible por intermedio del mundo visible, reconciliando así el Reino de Dios con el amor cósmico”.

Leandro Sequeiros San Román sj. Doctor en Ciencias, Catedrático de Paleontología, Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Pierre Teilhard de Chardin.

Fuente Fe Adulta

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“La Resurrección como una revolución en la evolución”, por Leonardo Boff.

Lunes, 21 de mayo de 2018
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Resurrección2En la siguiente entrevista del 27 de marzo de 2018 Boff explica que “la Resurrección es la concreción de la utopía predicada por Jesús, el Reino de Dios que implica la superación de morir y de la muerte”. Pero ¿cómo comprenderlo dejando de lado pruebas (científicas) concretas? Es ahí donde, según el teólogo, se inscribe como alternativa la narrativa mítica. “El mejor camino es elaborar narrativas y proyectar mitos que, en el sentido moderno del término, son un medio de expresar lo indecible. El mito no inventa el hecho, le da una forma para que podamos comprenderlo”, explica.

Lea la entrevista completa.

IHU On-Line – ¿En qué medida la Modernidad perturba el entendimiento pleno del concepto de Resurrección?

Leonardo Boff – No veo que la Modernidad tenga interés en el tema de la Resurrección, no los autores que conozco. Sí se preocupan por el tema de la muerte. Por otro lado, si tenemos un concepto más profundo del ser humano, ahí sí apunta el tema de la Resurrección. Si aceptamos que el ser humano es un proyecto infinito y está devorado por un deseo que no conoce límites, como Aristóteles y Freud reconocieron, ahí se plantea la pregunta: ¿cuál es el objeto adecuado a su impulso infinito y al oscuro objeto de su deseo infinito?

Sólo un infinito sacia nuestra sed de infinito, sólo una vida que es eterna hace descansar el deseo. Es la famosa experiencia agustiniana del “cor inquietum” que sólo descansa cuando encuentra a Dios. El sentido de la vida es más vida, es la plenitud de la vida. Es lo que los cristianos llamamos Resurrección.

IHU On-Line – ¿En qué consiste el “resucitar” según la Teología y la Antropología?

Leonardo Boff – La Resurrección no puede ser identificada con la reanimación de un cadáver como el de Lázaro que, finalmente, acabó muriendo. La resurrección es la irrupción del “novissimus Adam” de San Pablo (1Cor 15,45). Es decir, es la completa realización de todas las incontables virtualidades presentes en el ser humano. Si es un proyecto infinito, la Resurrección representa el momento en que estas virtualidades llegan a su plena floración.

IHU On-Line – ¿Cuáles son los límites de buscar la Resurrección como un dato histórico? ¿Y de qué forma la lectura mítica puede ampliar el entendimiento acerca de la Resurrección?

Leonardo Boff – Nadie vio la resurrección de Jesús. Tenemos sólo testimonios de personas a las que se dejó ver y algunas señales como el sepulcro vacío y sus vestiduras. Por lo tanto, no es un hecho histórico susceptible de ser detectado por una cámara o por la televisión. Es un hecho que sucedió en Jesús, accesible por la fe en los testimonios.

Este evento no pertenece al mundo del bios, de la vida biológica que siempre termina en la muerte. Por eso los textos juiciosamente hablan de Zoé, que significa una vida eterna. Tampoco dicen: hemos visto al Señor, sino: Él se dejó ver (óphte en griego, aoristo pasivo de oráo ver). La iniciativa parte de Jesús y no de los apóstoles, a los que les permite verlo. Podríamos decir que la Resurrección es la concreción de la utopía predicada por Jesús, el Reino de Dios, que implica la superación de la muerte y el morir. No sin razón Orígenes, uno de los más geniales teólogos cristianos del norte de Egipto en el siglo III, denomina la resurrección como la autobasilea tou Christou: la autorrealización del Reino en Cristo.

Cuando las realidades son demasiado grandes, nos faltan conceptos y palabras. El mejor camino es elaborar narrativas y proyectar mitos que en el sentido moderno del término (en C.G. Jung y en los antropólogos) son un medio de expresar lo indecible. El mito no inventa el hecho, le da una forma que podamos comprender. En esa línea se debería pensar la resurrección de Jesús. Antropológicamente es fecunda, pues se encuentra con lo que de utópico e infinito discernimos en el ser humano.

IHU On-Line – Muchos estudiosos sostienen que la Resurrección de Cristo es la victoria de la vida sobre la muerte. ¿Cómo podemos comprender tal perspectiva?

Leonardo Boff – La vida está llamada a la vida y no a la muerte, aun cuando sabemos que un día vamos a morir. Este es el anhelo fundamental del ser humano, no sólo vivir mucho, sino, como señalaba Nietzsche, vivir eternamente. En ese sentido, la Resurrección representa un tipo de vida tan plena que en ella no penetra la muerte. Pero para eso, ella necesita transfigurarse, es decir, realizar totalmente al ser humano en sus infinitas posibilidades. No vivimos para morir, como dirían los existencialistas. Morimos para resucitar. Don Pedro Casaldáliga lo formuló bien: la alternativa cristiana es o vida o resurrección.

IHU On-Line – ¿Es posible afirmar que el Dios vivo en el Cristo sólo se revela plenamente en la Resurrección? ¿Por qué?

Leonardo Boff – Mientras estaba entre nosotros, Jesús participaba de todo tipo de limitaciones e incluso achaques de la existencia humana. Es lo que está implícito en la encarnación. El autor de la Epístola a los Hebreos es muy concreto: “entre súplicas, clamores y lágrimas se dirigió a aquel que lo podía salvar de la muerte… y aprendió a obedecer por medio de los sufrimientos” (Hb 5,7-8). Más adelante dice que él “es el general de la fe” (12,2). La Resurrección es la superación de esta situación carnal y el paso a la situación “espiritual” (del Espíritu de vida). Aquí Dios se revela como el Dios que hace de un muerto, un vivo y de un vivo el “novísimo Adán”. Se da la plena revelación del Dios vivo que quiere la vida y que en el libro de la Sabiduría se revela como “el apasionado amante de la vida” (Sb 11,24).

IHU On-Line – ¿En qué consiste la idea de “resurrección de la carne” y de qué forma se articula con la perspectiva del sepulcro vacío, tan detalladamente descrito en la narrativa de Marcos?

Leonardo Boff – “Carne”, bíblicamente, significa la situación humana frágil, enfermiza, mortal. Esta situación fue totalmente transmutada por la Resurrección. Pablo lo dice claramente: “se siembra un cuerpo vital y se resucita un cuerpo espiritual” (1Cor 15,44). Yo sostengo la tesis, aceptada por muchos, de que las apariciones al final del evangelio de Marcos serían un añadido posterior, un pequeño resumen de las apariciones. El Marcos original no tendría nada de eso. Jesús termina diciendo “a los discípulos y a Pedro que Él (Jesús) los precederá en Galilea. Allí me veréis como os dije” (Mc 16,7).

Con eso quiero decir que Jesús no se ha manifestado aún de forma plena. Todos estamos en camino a Galilea (el término de la historia) para verlo entonces cara a cara. Me parece que  así se entiende mejor la historia humana, porque a pesar de la Resurrección de Cristo en  verdad nada ha cambiado, pues campa la muerte y la violencia en el mundo. En la esperanza caminamos hacia la Galilea de la resurrección. El mismo Jesús está en proceso de resurrección, pues sus hermanos y hermanas, que somos nosotros, aún no han resucitado ni el universo que le pertenece ha alcanzado su plenitud. Está todavía en fase de cosmogénesis. Cuando todo se complete, entonces, Jesús y su comunidad habrán finalmente resucitado. Aquí caben las palabras de Ernst Bloch: “el génesis está al final y no al principio”.

IHU Online – Usted dice que la Resurrección representa “una revolución en la evolución”. Me gustaría que detallara esa perspectiva.

Leonardo Boff – La moderna cosmología afirma unánimemente que el estado del universo no es la estabilidad, sino la movilidad. Todo se está expandiendo, completándose y autocreando. La evolución permite que las virtualidades latentes dentro del universo conozcan emergencias, puedan irrumpir bajo las formas más diferentes. En este sentido, el universo no está todavía listo. En vez de hablar de cosmología, deberíamos hablar de cosmogénesis, la lenta y progresiva génesis de todas las cosas.

Cuando digo, siguiendo a Jürgen Moltmann, que la Resurrección es una revolución en la evolución, quiero decir que la Resurrección es una pequeña anticipación del fin bueno de la creación, como si el término de la evolución se anticipase y nos mostrara en pequeño lo que nos está preparado. Eso es una revolución dentro de la evolución que aún continúa y sigue su curso.

IHU On-Line – ¿De qué forma el panenteísmo puede contribuir al entendimiento de la Resurrección en nuestro tiempo?

Leonardo Boff – La expresión panenteísmo fue creada en el siglo XIX por un teólogo protestante de nombre Krause. Y no tiene nada que ver con el panteísmo. Él quiere decir lo que la teología antigua y clásica enseñaba y todavía enseña con la expresión “pericóresis” (la intro y retro relación de todo con todo) o “circumincesión”. Primero se aplicaba a la relación de la creación con el Creador: ambos están de tal manera imbricados que uno no puede ser entendido sin el otro. Después se aplicó a la cristología y a la doctrina trinitaria. Las tres divinas Personas están tan íntimamente relacionadas que una siempre implica a la otra y así eternamente.

Panenteísmo significa, entonces, que Dios está en todo y todo está en Dios, guardadas las diferencias entre criatura y Creador. No se trata de panteísmo según el cual todo es indistintamente Dios. El propio Voltaire mostró el absurdo filosófico que tal afirmación comporta. El panenteísmo guarda las diferencias, pero revela cómo ambos están presentes el uno en el otro y no pueden ser pensados separadamente. Esta comprensión puede generar una mística como la de Pierre Teilhard de Chardin o la de San Francisco de Asís, que conseguían ver a Dios en todas y en cualquiera de las realidades.

El Cristo cósmico de las epístolas de San Pablo y de la introducción del evangelio de San Juan nos da la perspectiva del “pléroma”, es decir, de la universalidad de la presencia del Resucitado en todas las cosas. Es célebre el dicho 33 del evangelio apócrifo de Santo Tomás, al que grandes nombres de la exégesis como Joaquim Jeremías y otros confieren gran autoridad, pues parece haber salido de la boca del Resucitado: “Yo soy la Luz del mundo. Todo salió de mí y todo vuelve a mí. Raja la leña y estoy dentro de ella, levanta la piedra y estoy debajo de ella, porque estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos. Levantar una piedra cuesta y rajar la leña es duro. Incluso estos quehaceres comunes contienen la presencia del Resucitado.

IHU On-Line – ¿Cómo puede la vuelta a la experiencia de la Resurrección de Cristo inspirar a la humanidad de nuestro tiempo a superar sus dilemas?

Leonardo Boff – Tal vez este pequeño cuento del área de la ecología que se encuentra en mi libro Ecología: grito de la Tierra – grito de los pobres (307) pueda responder a esta pregunta:

«En cierta ocasión un anciano y santo monje fue visitado en sueños por el Resucitado. Este, el Resucitado, lo invitó a pasear por el jardín. El monje accedió con entusiasmo y lleno de curiosidad. Después de caminar largo tiempo dando vueltas por el sendero del jardín como hacen aún hoy los monjes después del almuerzo, el santo y anciano religioso se atrevió a preguntar:

-“Señor, cuando andabas por los caminos de Palestina, una vez dijiste que un día volverías con toda tu pompa y gloria, ¡pero esa vuelta se está demorando mucho!”.

Tras unos momentos de silencio que parecían una eternidad, el Resucitado respondió:

-“Mi querido hermanito: cuando mi presencia en el universo y en la naturaleza sea evidente; cuando mi presencia en tu piel y en tu corazón sea tan real como mi presencia aquí y ahora; cuando esta conciencia se vuelva cuerpo y sangre en ti hasta el punto de no pensar más en ello; cuando estés tan lleno de esta verdad que ya no necesites preguntar con curiosidad, entonces mi querido hermano habré regresado con toda mi pompa y gloria”».

Más no se necesita decir: el Resucitado está entre nosotros sólo en las fimbrias del misterio; quien crea y sea sensible percibirá su presencia.

Leonardo Boff

Equipo Atrio

Traducción de Mª José Gavito Milano

Tema: Jesús de Nazaret, Resurrección

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Expectación

Sábado, 23 de diciembre de 2017
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El Señor Jesús no vendrá rápidamente más que si lo esperamos con ardor. Lo que hará estallar la Parusía es una acumulación de deseos. Cristianos, encargados tras Israel de conservar viva sobre la tierra la llama del deseo, tan sólo veinte siglos después de la Ascensión, ¿qué hemos hecho de la espera?

¿Cuál es el cristiano en el que la nostalgia impaciente por Cristo llega no a hundir (como debiera ser), sino tan siquiera a equilibrar sus cuidados de amor y sus humanos intereses? ¿Dónde está el católico tan apasionadamente vertido (por convicción y no por convención) a la esperanza de la Encarnación, que ha de extenderse, como lo están muchos humanitaristas a los sueños de una Ciudad nueva? Seguimos diciendo que velamos en expectación del Señor. Pero en realidad, si queremos ser sinceros, hemos de confesar que ya no esperamos nada.

Hay que reavivar la llama a cualquier precio. A toda costa hay que renovar en nosotros el deseo y la esperanza del gran Advenimiento.

*

Pierre Teilhard de Chardin,
El medio divino,
Madrid 61967, 171-172).

***

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“La rehabilitación de Teilhard de Chardin”, por José Mª Castillo

Sábado, 23 de diciembre de 2017
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el-papa-francisco-y-pierre-teilhard-de-chardin_560x280El Papa Francisco y Pierre Teilhard de Chardin

De su blog Teología sin Censura:

“Si lo han castigado, algo habrá hecho”

“Con Pío XII y Juan Pablo II, hemos sido muchos los teólogos a los que se nos ha desautorizado”

En las últimas semanas, se viene destacando, en la prensa y en las redes, el proyecto de rehabilitar, desde el punto de vista de su ortodoxia doctrinal, las valiosas enseñanzas que nos dejó la enorme, original y excelente producción intelectual del jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Sin duda alguna, uno de los más brillantes intelectuales católicos de la primera mitad del siglo pasado. Y uno de los testigos más audaces de la fe cristiana de los últimos tiempos.

No pretendo yo aquí hacer el elogio de quien ha sido tantas veces elogiado por escritores más competentes que yo, tanto en el ámbito de la ciencia, como en cuanto se refiere a la teología y a la espiritualidad. Sólo quiero insistir en un tema, que me parece capital. Y en el que nunca insistiremos lo suficiente y lo debido.

Durante buena parte del siglo pasado y comienzos del actual, especialmente en los pontificados de Pío XII y de Juan Pablo II, hemos sido muchos los teólogos a los que se nos ha desautorizado, se nos ha retirado la “venia docendi”, en no pocos casos sin el juicio legal correspondiente e incluso (hablo desde mi propia experiencia) sin saber por qué se nos castigaba públicamente. Se nos comunicaba oralmente la prohibición, sin posibilidad de defenderse, puesto que ni sabíamos por qué se nos castigaba.

En el caso de Teilhard, como en otros casos, se sumaba una circunstancia agravante; el sujeto castigado “teológicamente” era, además, expulsado de su casa y de su patria. Teilhard fue extraditado de Francia y se vio obligado a emigrar a Estados Unidos. Murió en Nueva York el 10 de abril de 1954.

Son duras, muy duras, estas situaciones. Porque incluso cuando puedes demostrar que no has defendido ninguna herejía o doctrina contraía a fa de la Iglesia, el hecho de haber sido castigado por la autoridad religiosa oficial, lleva consigo inevitablemente que, en el resto de tus días, tienes que cargar con el “san Benito” de tanta gente que se dice o sospecha: “si lo han castigado, algo habrá hecho”. Y ese “algo habrá hecho”, nadie te lo quita de encima.

A no ser que se produzca una rehabilitación que venga de las más altas instancias de la Iglesia. Lo que hizo, por ejemplo, Juan Pablo II con Galileo. Pero, ¿de qué le ha lucido a Galileo después de varios siglos? Si, dentro de cuatro siglos, un buen Papa rehabilita a Teilhard, ¿de qué le va servir a este sabio eminente que un clérigo del más alto nivel salga diciendo que es verdad lo ya sabrán de memoria hasta los chiquillos de la escuela?

Y ya sabemos lo que pasa: cuando se llega tarde, se pierde el tren. Y no es que se llegue con retraso de cuatro minutos, sino de cuatro siglos. Mucho me temo que, con tanto retraso, no vayamos a ninguna parte.

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