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(Pascua 9). Manual para exorcistas y carismáticos. Ascensión y misión (Mc 16,15-20).

Martes, 19 de mayo de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de este domingo de la Ascensión, tomado del apéndice “canónico” (no del texto original) de Marcos, es uno de los textos más significativos de la historia de la iglesia, “manual” de exorcistas y carismáticos.

Un texto extraño, abrupto, que rompe el “discurso” anterior de Marcos (que acaba en Mc 16, 8) y ofrece un compendio de la misión cristiana, desde una perspectiva carismática y milagrosa de decisión, valentía (osadía) y esperanza, pero con el riesgo de insistir en aspectos “milagrosos” que no responder al texto anterior del evangelio.

— Un texto añadido por un “redactor” eclesial. A mediados del s. II, algunos manuscritos comenzaron a incluir tras Mc 16, 8 un apéndice, que antes circulaba quizá de forma independiente, con un compendio de experiencias pascuales, y un mandato misionero con la Ascensión del Señor (que ahora presentamos: Mt 16, 15-20). Este pasaje recoge, en forma de resumen o compendio, algunos testimonios fundamentales de la experiencia pascual y del comienzo de la Iglesia.

La inclusión hizo fortuna y desplazó, y luego eliminó del texto actual de Mc, otro final no canónico más pequeño. Desde entonces, este pasaje se añadw en los manuscritos más utilizados y en el texto “canónico” del Nuevo Testamento (A C D W)

images2— Es un pasaje espléndido, que expresa la fe de una iglesia antigua, quizá la de Roma, un compendio del cristianismo de milagros, formulado de manera abrupta, radical. Éstos son los signos de la Ascensión y de la Fe en Cristo, conforme a este pasaje:

– expulsar demonios, liberar así a un mundo endemoniado,
– hablar todas las lenguas, abriendo un espacio universal de palabra,
– inmunizarte a todos los venenos, no dejar que el mal te invada,
– curar a los enfermos, hacer un mundo sano?

Este evangelio del domingo de la Ascensión ofrece el mejor “manual” de exorcistas y carismáticos de la Iglesia. Ninguno de los manuales posteriores de la iglesia (ni los antiguos, como en de la imagen 1), ni los nuevos (como los que están surgiendo por doquier en la iglesia actual) es superior a éste del final canónico de Marcos.

Esta experiencia está en el fondo de la Iglesia: Expulsar “demonios”, curar enfermos, vivir en salud… hablar todas las lenguas… (como he puesto de relieve en mi Comentario de Marcos,VD, Estella 2013, 2ª imagen)

Esta postal reelabora un texto antiguo, insistiendo en la necesidad de recuperar desde el fondo del Evangelio de Marcos los “exorcismos” y “sanaciones”, con la experiencia de salvación (que es la fe), pero sin condena expresa de los no creyentes, como se ha venido diciendo (la palabra aquí empleada, katakrinô, no significa sin más condenar, sino dejar en manos del juicio de Dios en Cristo). Buen domingo a todos.

Texto Mc. 16,15-20. Misión cristiana

(a. Envío) 15 Jesús resucitado les dijo (a todos los discípulos): Yendo a todo el mundo, proclamad el evangelio a toda creatura

(b. Juicio) 16 Quien crea y sea bautizado, se salvara; quien no crea, será juzgado.

(c. Señales) 17 Estas señales acompañarán a los creyentes: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, 18 y tomarán serpientes venenosas en sus manos, y si bebieran algo venenoso no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y éstos sanarán. 19 Por su parte, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo – y se sentó a la derecha de Dios.

(d. Cumplimiento) 20 Ellos, pues, saliendo, predicaron por todas partes (pantakhou), con la cooperación el Señor (Kyrios) y el fortalecimiento de la Palabra (Logos), por medio de las señales que les seguían

De manera sistemática y precisa se exponen aquí los elementos principales de la pascua de Jesús y de la misión eclesial, en un pasaje condensado que ofrece semejanzas doctrinales y formales con 1 Cor 15,5-7; Mt 28,16-20; Jn 20,19-23; Lc 24,36-49; Hch 1,6-8 y otros pasajes que exponen, resumen y definen la misión cristiana. De manera sorprendente, el nuevo esquema incluye rasgos que parecen arcaicos (algunos signos que harán los misioneros) y otros que pudieran tomarse como ya avanzados dentro del mensaje y camino de la Iglesia.

16,15. El gran envío

Id a todo el mundo (kosmos) y proclamad el evangelio a toda creatura (ktisis).

Éste es el envío mesiánico universal, el acta fundacional de la Iglesia, a partir de los Once y del resto de la iglesia primitiva, que se había reunido para llorar por Jesús. Después de haberles reprendido por su incredulidad, Jesús les envía a todo el cosmos (eis ton kosmon apanta), conforme a un programa que aparecía ya en 13, 10 (todas las gentes) y en 14, 9 (todos el cosmos). Es un esquema de universalidad que hallamos también en otros textos como Col 1,6 (kosmos) y 1,23 (toda la creación: pasê te ktisei) y Mt 28,18-19 (todas las gentes: panta ta ethnê),

El contexto israelita ha desaparecido, de manera que ya no hay misión primera y especial a los judíos, como supone Hech 8 (primero Jerusalén, luego Judea, Samaría, y finalmente todo el mundo…), sino que la misión cristiana se extiende desde el principio a todo el mundo, vinculándose as todos los pueblos (nivel humano) con la creación entero. Es evidente que estamos en contexto universal, de tipo cósmico. Desaparecen los pueblos en cuanto distintos (incluido el israelita; cf. Mt 28,19); surge la humanidad, emerge el cosmos como abierto a la palabra de los misioneros.

La iglesia proclama el “evangelio” (es decir, la buena noticia de Jesús). No se habla aquí de dogmas especiales, ni de un tipo de Trinidad (como en Mt 28, 16-20), ni de un tipo de Encarnación del Logos (como en el conjunto de Jn)… No se habla, en modo alguno, de imperativos legales o morales. El contenido del mensaje de la Iglesia es el evangelio, la Buena Nueva del Reino de Dios.

16, 16. Bautismo y juicio

Quien crea y sea bautizado, se salvara; quien no crea, será condenado.

Este pasaje se encuentra cerca de Mt 28,16-20, pero con una estructura dual (de talión escatológico, de salvación-condena), que está más cerca de Jn 20,23: «a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos» (cf. también Mt 16,19). En este contexto se vinculan la referencia a Jesús (fe) y la identificación eclesial (bautismo), que aparecen ahora como “medios”. Igual que en la otra conclusión no canónica (16, s/n), aquí no se habla de la llegada del Reino que anunció Jesús, sino de la salvación eterna (sôthêsetai). En este contexto se oponen los dos caminos clásicos de la tradición apocalíptica de Israel (y del helenismo).

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“Carisma y carismáticos: ¿qué energía es esa?”, por Leonardo Boff, teólogo

Martes, 3 de febrero de 2015
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mg_2992Leído en la página web de Redes Cristianas

Carisma, carma, Crishna, Cristo, crisma y caritas poseen la misma raíz sánscrita kri o kir. Significa la energía cósmica que acrisola y vitaliza, penetra y rejuvenece todo, fuerza que atrae y fascina los espíritus. La persona no posee un carisma, es poseída por él. La persona, sin ningún mérito personal, se ve tomada por una fuerza que irradia sobre otras, haciendo que queden estupefactas: si están hablando, se callan; si están entretenidas en alguna cosa, pasan a prestar atención a la persona carismática. El carisma es algo sorprendente. Está en los seres humanos, pero no viene de ellos. Viene de algo más alto y superior. Nietzsche cuenta que cuando paseaba por los Alpes se sentía poseído por una fuerza que le hacía escribir. Era otro que se servía de él. Tomaba su cuaderno y en él escribía lo mejor de sus intuiciones.

Los antropólogos introdujeron una palabra sacada de la cultura de Melanesia: mana. La personalidad-mana irradia un poder extraordinario e irresistible que, sin violencia, se impone a los demás. Atrae, entusiasma, fascina, arrastra. Es el equivalente de carisma en nuestra tradición occidental.

¿Quiénes son los carismáticos? En el fondo, todos. A nadie le es negada esa fuerza cósmica de presencia y de atracción. Todos cargamos con algo de las estrellas de donde venimos. La vida de cada persona está llamada a brillar, según dice un cantor, a ser carismática de una u otra forma. Bien decía José Martí, pensador cubano de los más agudos de América Latina: hay seres humanos que son como las estrellas, generan su propia luz, mientras otros reflejan el brillo que reciben de ellas. Algunos son sol, otros, luna. Nadie está fuera de la luz, propia o reflejada. En fin, estamos todos en la luz para brillar.

Pero hay carismáticos y carismáticos. Hay algunos en los cuales esta fuerza de irradiación implosiona y explosiona. Son como una luz que se enciende en la noche. Atraen todas las miradas me valen las dos. Se podía hacer desfilar a todos los obispos y cardenales delante de los fieles reunidos, podía haber figuras impresionantes en inteligencia, capacidad de administración y celo apostólico, pero todas las miradas se fijaban en Dom Hélder Câmara cuando todavía estaba entre nosotros, portador eminente de carisma. Su figura era insignificante. Parecía el siervo sufriente sin belleza ni adorno. Pero de él salía una fuerza de ternura que unida al vigor de su palabra se imponía suavemente a todos.

Muchos pueden hablar, y hay buenos oradores que atraen la atención. Pero dejen hablar al obispo emérito de São Félix do Araguaia. Su voz es ronca y a veces casi desaparece. Pero en ella hay tanta fuerza y tanto convencimiento que la gente queda boquiabierta. Es la irrupción del carisma que hace que un obispo frágil y débil parezca un gigante. Hoy sin casi poder hablar a causa de un fuerte Parkinson, sus escritos y poemas tienen la fuerza del fuego. Es un eximio poeta.

Hay políticos hábiles y grandes administradores. La mayoría maneja el verbo con maestría. Pero hagan subir a Lula en la tribuna delante de las multitudes. Empieza hablando bajo, asume un tono narrativo, va buscando el mejor camino para comunicarse. Y lentamente adquiere fuerza, irrumpen conexiones sorprendentes, la argumentación adquiere su armazón adecuada, el volumen de voz alcanza altura, los ojos se incendian, los gestos modulan el habla, en un momento dado todo el cuerpo es comunicación, argumentación y comunión con la multitud que de bulliciosa pasa a silenciosa y de silenciosa a petrificada, para, en el punto culminante, irrumpir en gritos de aplauso y entusiasmo. Es el carisma haciendo irrupción. Poco importa la opinión que podamos tener de sus ocho años de gobierno. En él no se puede negar la presencia del carisma.

No sin razón Max Weber, estudioso del poder carismático, lo llama «estado naciente». El carisma parece que hace nacer, cada vez que irrumpe, la creación del mundo en la persona carismática o personalidad-mana. La función de los carismáticos es la de ser parteros del carisma latente dentro de las personas. Su misión no es la de dominarlas con su brillo, ni seducirlas para que los sigan ciegamente, sino despertarlas del letargo de lo cotidiano. Y, despiertos, descubrir que lo cotidiano guarda en su interior secretos, novedades, energías ocultas que siempre pueden despertar y dar un nuevo sentido de brillo a la vida, a nuestro corto paso por este universo.

Que cada cual descubra la estrella que dejó su luz y su rastro dentro de él. Y si fuera fiel a la luz, brillará y otros lo percibirán con entusiasmo.

Página de Leonardo Boff en Koinonía

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