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Ningún obispo impuesto… Tampoco en 2016

Domingo, 13 de marzo de 2016
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iceta-perez-asurmendi-y-munilla“Imponen los obispos que quiere el grupo de presión que controla los oportunos resortes”

“¿Se va a cerrar el círculo diseñado hace algún tiempo por el cardenal Rouco para ‘normalizar’ la Iglesia vasca?”

(Jesús Martinez Gordo).- Nuevamente, malestar y perplejidad en la Iglesia católica vasca. Y también, incertidumbre. Malestar, en primer lugar, y mucho, en la diócesis de S. Sebastián por la gestión de Mons. J. I. Munilla a lo largo de los seis años que lleva al frente de la misma. Es lo que se concluye del último balance dado a conocer por “Eutsi Berrituz”, un importante, y numeroso, colectivo de sacerdotes, religiosos, religiosas, laicas y laicos guipuzcoanos, y del que se ha tenido conocimiento a través de diferentes medios de comunicación social.

Perplejidad, en segundo lugar, por el silencio público de Mons. M. Iceta, obispo de Bilbao, ante las reiteradas denuncias por no haber recibido ni escuchado a la familia de un ex-alumno del colegio Gaztelueta, presuntamente víctima de abusos por parte de su profesor-tutor. Y perplejidad también por el procedimiento empleado en la nominación, del nuevo obispo de Vitoria, el sacerdote navarro J. C. Elizalde, continuando, por desgracia, la línea imperante estos dos últimos siglos.

E, igualmente, incertidumbre por el rumbo que pueda marcar el nuevo equipo de prelados a partir del próximo 12 de marzo (fecha de ordenación y entrada del obispo de Vitoria).

¿Se va a “cerrar el círculo”, al parecer, diseñado hace algún tiempo por el cardenal, ahora arzobispo emérito de Madrid, A. M. Rouco, con el propósito de “normalizar” y “desnacionalizar” estas iglesias? En consecuencia con ello ¿se seguirá aparcando toda participación corresponsable (democrática) en la elección, por ejemplo, de los vicarios generales de Bilbao? Los mismos vicarios generales, prolongados en su tarea, sin consulta de ninguna clase al pueblo de Dios, ¿van a seguir jugando al posibilismo en nombre de una supuesta paz y tranquilidad diocesanas que acaba dañando la corresponsabilidad eclesial y su credibilidad personal?

Más aún. Una vez jubilado Mons. M. Asurmendi, ¿se concentrarán todos los seminaristas en Pamplona o regresarán, más bien, los de S. Sebastián a Vitoria, sumándose a ellos los de Bilbao? ¿Se erigirá, por fin, un seminario interdiocesano?

El nuevo equipo de obispos ¿apostará por sumar (y optimizar) los escasos recursos humanos y económicos existentes en cada una de las tres diócesis y pondrá en marcha una facultad de teología interdiocesana que sea referencial para la Iglesia y para el País Vasco?

Y, sin ánimo de agotar los muchos asuntos en juego, Don J. C. Elizalde ¿será capaz de quebrar semejantes diagnóstico y estrategia y traer a nuestras diócesis -a pesar de las limitaciones que presenta su nombramiento- un poco del aire fresco y primaveral que está insuflando el papa Francisco a la Iglesia?

¡Ojalá fuera así!

En todo caso, son demasiadas preguntas y casi ninguna respuesta.

Bueno, sí. Sí que ha habido algún que otro esclarecedor movimiento (o estancamiento) en estos últimos años: el “traslado” (“manu militari“) a Pamplona de los seminaristas de S. Sebastián y el “mutis por el foro” del obispo de Bilbao ante la posibilidad de erigir una facultad interdiocesana de teología.

Queda por ver si, a partir de ahora, vamos a asistir a la culminación de esta estrategia supuestamente “normalizadora” y “desnacionalizadora” o si, más bien, se va a producir un cambio de ciclo, esta vez sí, sin trampa ni cartón.

A la espera de lo que nos depare el nuevo equipo de obispos, quizá no esté de más recordar que muchos de tales malestares, perplejidades e incertidumbres son consecuencia de la manera de nombrarlos que, lamentablemente, perdura en la actualidad y que se caracteriza por no tener en cuenta la voluntad de los directamente concernidos (imponiendo los obispos que quiere el grupo de presión que controla los oportunos resortes) y, lo que es más triste y escandaloso, por favorecer que algunos de los nombramientos realizados puedan ser interpretados como nepóticos ¿Qué otra exegesis es posible -se preguntan algunos- para que se haya nominado a Mons. A. Carrasco Rouco, sobrino carnal del cardenal A. M. Rouco, para presidir la diócesis de Lugo?

¡Qué cosas!

Urge recuperar, cuanto antes, la praxis que ha sido tradicional durante los dieciocho primeros siglos de la Iglesia: la elección de los obispos resultaba de un acuerdo entre la voluntad de los directamente concernidos y la responsabilidad de velar y garantizar la unidad de fe y la comunión eclesial que era (y sigue siendo) propia del sucesor de Pedro. Así se imposibilitaba, con palabras del papa S. Celestino I (422-432), que el obispo fuera impuesto.

Este principio ha estado operativo hasta que una insoportable injerencia de los poderes civiles (el llamado galicanismo) llevó a que el sucesor de Pedro se reservara el derecho de nominación, movido por la necesidad de defender la libertad de los prelados y, con la de ellos, la de la Iglesia.

El concilio Vaticano II reivindicó la libertad de la comunidad cristiana para elegir sus obispos. Y, a su luz, ha reaparecido la exigencia de que el pueblo de Dios recobre su protagonismo.

Sin embargo, es una demanda que solo ha quedado recogida de manera colateral en el actual Código de Derecho Canónico. Según el artículo 377 & 1, el papa “nombra libremente a los obispos”. Es el procedimiento habitual. Pero, seguidamente, señala (recogiendo la praxis de unas treinta diócesis alemanas, austriacas y suizas) que “confirma a los que han sido legítimamente elegidos”. Estas iglesias locales intervienen en la elección de sus respectivos obispos, bien sea presentando una terna a la Santa Sede o eligiendo a uno de los tres propuestos por el Vaticano.

Es un procedimiento que no ha gustado a la curia vaticana; sobre todo, en el pontificado de Juan Pablo II. Por eso, siempre que ha sido posible, ha emitido el mensaje de que se trataba de un “privilegio” que había que erradicar cuanto antes. En el fondo, una falacia que ha buscado (y busca) acallar a las diócesis que quieren acogerse al mismo. Y es posible que también se trate de una estrategia para ocultar (o, al menos, despistar) algunos de los problemas que presenta su defensa, más formal que real, de la libertad del papa: nepotismo, floración de “lobbys” eclesiásticos y desmedido poder de la misma curia. Como muestra, basta un botón.

En su día fue muy comentado el diálogo sostenido entre el obispo Felipe Fernández y el papa Juan Pablo II en la audiencia concedida a un grupo de prelados españoles con ocasión de una de las visitas que, preceptivamente, han de realizar todos los obispos del mundo a la Sede Primada cada cinco años (llamadas “ad limina”).

En el origen de este diálogo que, ahora reconstruyo, se encuentra el interés del papa Wojtyla por visitar Ávila y Alba de Tormes en el primero de sus viajes a España; un interés fundado en sus trabajos -siendo un joven estudiante- sobre S. Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. El papa visitó las citadas ciudades el 1 de noviembre de 1982. Tuvo en ellas sendos encuentros con los monjes y monjas de clausura y quedó impresionado de aquella jornada. Tanto, que retuvo el nombre del entonces obispo abulense: Mons. Felipe Fernández.

Años después, el episcopado español realizó una de las referidas visitas “ad limina”. Una vez pulsada la situación de las diferentes diócesis en los dicasterios vaticanos, los prelados se reunieron con Juan Pablo II.

Como es de suponer, son muy pocos los obispos a quienes el papa conoce por su nombre. Sin embargo, había uno en el grupo del que se acordaba perfectamente: de Mons. Felipe Fernández, obispo de Ávila. Y así lo identificó y saludó Juan Pablo II. La reacción de D. Felipe fue inmediata: “Santidad -respondió- soy, efectivamente, Felipe Fernández, pero no soy el obispo de Ávila. La sorpresa del papa fue casi mayor que la del obispo tan inusualmente identificado: “¿Cómo? ¿Que no eres el obispo de Ávila?” “Efectivamente, Santidad, soy el obispo de Tenerife. Y lo soy desde el año 1991”. La posterior pregunta de Juan Pablo II fue directa y asombrosa para los no iniciados en los procedimientos curiales: “Pero ¿y quién te ha mandado allí?”. “Vd. Santidad“, respondió D. Felipe. Y la reacción final del papa (a medio camino entre el desconcierto y la incredulidad) fue bien elocuente del peso de la curia vaticana: “¿Yooooo?”.

La conclusión es difícilmente cuestionable: es preciso cambiar en el artículo 377 & 1 del Código de Derecho Canónico la frase principal por la subordinada: “el papa confirma a los obispos que han sido legítimamente elegidos y, en circunstancias excepcionales, los nombra libremente“. Una propuesta para que, lo que ha sido extraño en la inmensa mayoría de las diócesis durante estos dos últimos siglos (la intervención del pueblo de Dios), pase a ser lo habitual. Y para que lo que, hasta el presente, ha sido rutinario (el nepotismo, los “lobbys”, la curia y, finalmente, la imposición), acabe desterrado.

Y si semejante cambio se antoja una petición imposible, siempre queda poner en marcha una campaña para que, a las diócesis que así lo deseen, se les aplique el mismo (o parecido) procedimiento que el empleado para las alemanas, austriacas y suizas. No es previsible que sean legión los obispos que avalen semejante petición ante la Santa Sede, pero tampoco un disparate o una alucinación. Algunos milagros todavía son razonablemente posibles…

He aquí, cómo evitar muchos de los malestares, perplejidades e incertidumbres que hoy se enseñorean no solo de la diócesis de Vitoria, sino también de las de S. Sebastian y Bilbao. Y tengo el pálpito de que no solo de ellas.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica , , , , , , , , , ,

“El silencio de nuestros obispos”, por José Mª Castillo

Domingo, 21 de febrero de 2016
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visitaadlimina14gran2De su blog Teología sin Censura:

“¿Por qué se callan nuestros obispos ante tantas cosas que claman al cielo?”

“Tienen la lengua suelta contra mujeres u homosexuales”

En la situación tan decisiva y difícil, como la que estamos viviendo en España, llaman la atención, sorprenden y escandalizan muchas cosas, que no es el caso (ni pretendo) enumerar aquí. Pero hay una, en concreto, que no me puedo callar. Cuando se está decidiendo el futuro de nuestro país, lo que es tanto como hablar de la felicidad o la desgracia de tantas familias y de tantos ciudadanos, los obispos españoles dan la impresión de que no tienen prácticamente nada que decir.

Por supuesto, en determinados momentos, sabemos que la Conferencia Episcopal (o quizá algún que otro obispo) han dicho que quieren el bien de España, la paz entre los ciudadanos, la justicia social, la rectitud ética o quizá otros tópicos y lugres comunes por el estilo. Pero afrontar directamente y con claridad los problemas que más nos preocupan ahora mismo a los españoles, de eso ni media palabra. O por lo menos, decir algo que haya sido importante y útil, de eso – que sepamos – nada de nada.

¿En qué país viven nuestros obispos? ¿Es que no se enteran de lo que está ocurriendo? ¿No se han dado cuenta todavía de la descomposición ética que está viviendo España? ¿No tienen ni idea del sufrimiento, de la humillación, de la desesperación en que viven tantas familias, tantos enfermos, tantos niños, tantas personas sin trabajo ni esperanza de tenerlo, tantos trabajadores mal pagados, tantas personas que tienen que huir de España porque aquí no se puede vivir, tantos políticos que se han enriquecido escandalosamente, tanta desigualdad entre unos pocos multimillonarios y millones de criaturas que no tienen fuerzas para seguir callando y aguantando, etc, etc?

Ya sé que habría que recordar otras cosas de las que los jerarcas eclesiásticos, por lo visto, no tienen nada que decir. No pretendo (ni puedo) ser exhaustivo. En cualquier caso, lo que yo me pregunto es por qué se callan en estos asuntos tan graves, cuando sabemos que algunos de nuestros prelados tienen la lengua tan suelta para decir cosas muy desagradables (y hasta injustas) contra las mujeres, contra los homosexuales, contra las personas que tienen una mentalidad secular, laica o atea.

¿Por qué se callan nuestros obispos ante tantas cosas que claman al cielo? Me sospecho que, en muchos casos, callan porque tienen miedo. Miedo a perder privilegios legales, económicos y fiscales. Miedo a que les echen en cara con qué autoridad o credibilidad se ponen a decir lo que se tiene que hacer en la “ciudad secular” cuando ellos son los primeros que no ponen en práctica esas mismas cosas en la “Ciudad de Dios”? ¿Cómo va a exigir la Iglesia que se pongan en práctica los derechos humanos cuando la Iglesia no los reconoce ni los pone en práctica dentro de ella misma?

Es triste y duro tener que reconocerlo. La Iglesia se ha quedado atrás en la historia. Su mentalidad, su teología, sus leyes, sus rituales, su moralidad, todo eso y tantas otras cosas, dan la impresión que son cosas de tiempos pasados, muy pasados. Tan pasados y atrasados, que cuando de pronto aparece un papa – tal es el caso de Francisco – que se ha empeñado en ponerse al día, es precisamente dentro de la misma Iglesia donde este obispo de Roma encuentra una oposición más fuerte e intolerante. ¿Y así queremos los cristianos poder decirle a nuestra sociedad y a nuestro país alguna palabra que le sea útil?

Espiritualidad, General, Homofobia/ Transfobia. , , ,

Obispos enfermos

Lunes, 4 de enero de 2016
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obispo-munilla_560x280El diagnóstico de monseñor Munilla

“Se detectan graves dolencias dentro de la propia Iglesia”

(Antonio Aradillas).- Mi opinión personal es la de que una buena parte del episcopado español se tomó al pie de la letra aquello de que “doctores tiene la Iglesia”, confundiendo el término “doctor”, con el popular de “médico“, y tal y como recientemente se hizo noticia en la diócesis vasca de San Sebastián, cuando su obispo decidió diagnosticar por su cuenta y riesgo “que la sociedad está enferma” aduciendo como prueba la proliferación de partidos políticos y su proporcionalidad nacida, y celebrada, el día de las pasadas elecciones..

Si tal convencimiento hubiera correspondido al evangélico “¡médice, cura te ipsum ¡”– es decir, “médico, comienza por curarte a ti mismo-, estas reflexiones resultarán más congruentes, siempre comprensivas y misericordiosas.

Pretender ejercer de esculapio o galeno de los demás precisamente cuando tantas y tan graves dolencias se detectan en la propia casa de la Iglesia, tan sagrada por naturaleza, no parece lógico ni consecuente. Aún más, a muchos les resultaría improcedente, lesivo y como una invención más hipócrita y detestable para exculparse a sí mismos, diluyendo la responsabilidad entre propios y extraños.

Exculpas de este calado no han lugar en diagnósticos que comprometen a la salud espiritual y ético-moral de individuos y de colectivos, con escalofriante mención para los inspirados y reconocidos como piadosos, y aún religiosos.

Ah, ¿pero la pluralidad pregonada y definida por la voz del pueblo expresada democráticamente, y con plena garantías, en las urnas, es una enfermedad? ¿No lo habrá sido, y lo seguirá siendo, según pretenden muchos, como el referido obispo, una enfermedad grave, con pre-acta de defunción ya redactada, el “ordeno y mando” dictatorial vigente en instituciones, también eclesiásticas, con inclusión de las diocesanas, inspiradas e indulgenciadas con mitras, báculos, píxide, acetres y navetas para albergar generosas dosis de incienso?

¡Es acaso la pluralidad una enfermedad en la Iglesia, o es signo- sacramento de religión y de vida cabalmente cristiana? ¿Acaso la pluralidad es sistema de gobierno-servicio-ministerio a la colectividad, o lo es de autoritario desgobierno, dado que controla e impide que la voluntad de los “mitrados” sea presentada y ejercida además “en el nombre de Dios”, paganizada con todas sus detestables consecuencias, de algunas de las cuales, por fin, y gracias sean dadas al papa Francisco, se hacen públicas sin ningún otro fin que el de su corrección y arrepentimiento penitencial de sus fautores y cómplices?

Por cierto que, mentando al papa Francisco, exactamente a propósito de enfermedades tan graves como las diagnosticadas hoy en la Iglesia, hasta en sus eminentísimas cumbres curiales, como “anillo al dedo” -no episcopal, sino pastoral-pastoral-, se hacen presentes palabras tan elocuentes y doloridas como estas: “Se precisan grandes dosis de antibióticos para limpiar las cloacas y barrer el polvo del poder en la Iglesia”. “Su corte,- la pontificia y con mención personificada para su Curia-, está exageradamente centralizada y es prepotente, inquisitorial y autoritaria. Sus miembros son mayoritariamente funcionarios, sedientos de poder y de dinero…”.

(Por extrañas e irreverentes que a algunos les parezcan estas citas pontificias, les refiero que están literalmente copiadas, que de su traducción nadie ha dudado -algunas escritas y pronunciadas en castellano argentinizado-, y que son tantas y tan repetidas, que su sola referencia alargaría desproporcionada e imprudentemente nuestro texto).

Es ya hora de que, iniciando la tarea-ministerio por los propios obispos, y más por los que hacen méritos diarios para ser y aparecer como noticias, siempre en idénticas dirección conservadora y procaz, se presten y apresten a ser examinados por otros “doctores” médicos, teólogos, pastoralistas y confesores- , para ajustar sus palabras, doctrinas y comportamientos a los proclamados y vividos ejemplarmente por el papa Francisco.

Con obispos mayoritariamente “enfermos” como los que siguen al frente de las diócesis, sean o no ya jubilables, la reforma-refundación de la Iglesia está todavía distante de ser reforma y además franciscana, es decir, evangélica. Los medios de comunicación se encargan de testificarlo todos los días, sin que sensatamente a nadie, a estas alturas, se le ocurra dudar de la veracidad e imprudencia de las informaciones.

Además de “rezar por los enfermos”, hay que sugerirles, impulsarles e instarles a acceder a las correspondientes intervenciones quirúrgicas o, en su caso, al retiro y a la jubilación, aunque espantara y escandalizara a espíritus quebradizos e infantiles, con olvido de que “en última instancia es preferible pecar por exceso, que hacerlo por defecto”, como también acaba de diagnosticar el papa Francisco.

Fuente Religión Digital

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Los obispos se meten en política para que gobierne Rajoy

Miércoles, 30 de diciembre de 2015
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blazquez-con-rajoy_560x280“¿Es ésa la postura que debe tener la Iglesia?”

“Debe ser neutral en política partidaria”

“Parece que la Iglesia mueve sus fichas para seguir queriendo mantener unos privilegios que con otros partidos en el gobierno se les acabarían”

(Juan Cejudo).- El presidente de la Conferencia episcopal se mete en política (de derechas, claro). Aconseja al PSOE que se abstenga para facilitar la investidura de Rajoy. Es decir, quiere influir para que sea Rajoy el presidente.

Me parece muy poco elegante, muy poco propio de un pastor, que además es presidente de la Conferencia episcopal, meterse en el fango de la política de esa manera tan descarada.

¿Cómo lo van a tomar aquellos partidos que de ninguna manera quieren que Rajoy sea el presidente?

¿Es ésa la postura que debe tener la Iglesia? Se echan de menos los tiempos del cardenal Tarancón, que mantuvo en tiempos difíciles la neutralidad de la Iglesia en temas políticos y partidarios.

¿No hubiera sido mejor no pronunciarse y dejar que sean los mismos partidos los que busquen la mejor solución para España?

Parece que la Iglesia mueve sus fichas para seguir queriendo mantener unos privilegios que con otros partidos en el gobierno se les acabarían. Temas como el concordato, la financiación de la Iglesia, las clases de religión y otras muchas podrían peligrar si el PP no gobierna. Por éso quieren que siga gobernando el P.P.

Por éso no le importa enfangarse en los temas partidarios y proponer la solución que a ellos más les interesa.

No me gusta para nada esa postura. Me suena mucho mejor aquella frase de Jesús: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

La Iglesia debe preocuparse de otros asuntos mucho más importantes: denunciar la corrupción, denunciar a los grandes capitales y al poder financiero que provoca un sistema injusto y desigual, donde aumentan las diferencias entre ricos y pobres, donde la lacra del paro no desaparece, ni la infravivienda ni los desahucios. Donde persisten los recortes en temas educacionales, sanitarios y en atención social…

De todo ésto sí que debería preocuparse nuestro presidente de los obispos y no de facilitar la investidura de un determinado partido político, aunque haya ganado las elecciones. Son los mismos partidos los que deben trabajar por encontrar una solución.

Pero no es ésa la tarea de la Iglesia que debe ser neutral en política partidaria y sí acogedora y cercana con todos, sean del color político que sean.

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La Iglesia y el Episcopado español

Domingo, 22 de noviembre de 2015
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cardenal-Rouco-Varela-manifestacion-matrimonio_EDIIMA20130311_0230_4“Rouco no es la Iglesia”

“Nuestro Episcopado, causa de hastío y mucha irritación en ambientes eclesiales”

(Ignacio Villota Elejalde).- Comienzo este artículo con una anécdota personal. Hace unos años, leyendo un diario de ámbito nacional, me encontré con una de esas noticias tan típicas de cierta prensa: “La Iglesia dice….”. Entré en su lectura y se trataba de que el cardenal Rouco Varela había emitido una de aquellas ocurrencias perversas que tantas desafecciones provocaron en la Iglesia.

Siguiendo mi constitutivo compulsivo, tomé el teléfono y llamé a un amigo del diario citado, perteneciente a la cúpula de la redacción. Le dije lo obvio: Rouco no es la Iglesia.En concreto, este Cardenal no representa en gran parte más que la cara agria, fundamentalista y, a veces, cruel de la Institución.

Le intenté explicar que la Iglesia es una realidad compleja e infinitamente más rica teológicamente y en la vida real que lo que puede representar un personaje como este Cardenal. Que la Iglesia es una parte de la realidad humanizadora que funciona en África, América Latina y en las calles de nuestros pueblos y ciudades. Que Cáritas, soporte importante del cariño y la compasión en nuestros tiempos, es Iglesia, reconocida esta realidad por tirios y troyanos, enormemente respetada.

Le decía también que la Iglesia claro que ha tenido, como institución contaminada por un agobiante juridicismo, múltiples facetas antipáticas e, incluso, crueles y nefastas hasta nuestro días.

Pienso en su actitud prepotente que le impulsa a pasar de ser perseguida a perseguidora desde el siglo IV: Inquisición, persecución de herejes, autos de fe, imposiciones político-religiosas en la vida civil, amenazas y condenas hasta ayer a teólogos llamados “disidentes”.

Que la Institución eclesial, a imitación del Bajo Imperio Romano, se apropió de unos poderes espirituales y políticos que, muchos creemos, no provienen de Jesús. Se inmiscuyó en las conciencias y en las intimidades de las personas con gran arrogancia y despotismo.

Es verdad que muchas veces esta cáscara de la Iglesia ha hecho mucho daño y ha forzado grandes desafecciones a la causa de Jesús, que simplemente, como nos lo reitera el Papa Francisco, es la de la compasión, el cariño y la ternura con todos, pero preferentemente con los excluidos.

También es verdad que la Institución, ya desde la herejía arriana, ha hecho más hincapié en los dogmas y las verdades definitivas que en el amor, la esencia del Evangelio. Que durante muchos siglos ha desarrollado todo su poder en la defensa de “sus verdades” que, luego, la Historia ha demostrado en demasiadas ocasiones que no eran las verdades del Evangelio.

Le decía a mi amigo del diario que la gran labor de la Iglesia ahora es eliminar toda la escoria que siglos de aquel juridicismo agobiante ha contaminado la sacramentología y la eclesiología, palideciendo la imagen de Jesús y, obviamente, del Cristianismo.

Pero, al mismo tiempo, en la Iglesia Pueblo de Dios, se ha asistido, durante todos los siglos, a la emergencia de personas e instituciones que han hecho de la ternura y la compasión el lema de su predicación y actuación, según su conciencia, a veces, al margen de la Jerarquía. Hoy no se podría hablar de labor humanizadora en América, tras las tropelías de la conquista, olvidando al Padre Montesinos, a Bartolomé de las Casas, a los jesuitas de la Reducciones del Paraguay, Bolivia, Argentina y Brasil y a tantos hombres y mujeres cristianos que intentaron edulcorar la vida de los nativos y de los negros esclavizados. Eran Iglesia.

Hoy la Iglesia no son los Nuevos Movimientos, tan enaltecidos en estas pasadas décadas, con sus luces y gravísimas sombras, son Iglesia no la Iglesia. Son Iglesia, sobre todo, por poner un ejemplo, los Hermanos de San Juan de Dios, los salesianos, los combonianos y otros muchos, muchísimos más que trabajan por los pobres en los cinco continentes por hacer de sus vidas algo que merezca la pena.

Son Iglesia, pero no la Iglesia, desde luego, ciertos delincuentes variopintos del Vaticano, los que sean, pero son Iglesia, muchos más, infinitamente más los hombres y mujeres que en Roma y en todas las partes del mundo sostienen con su trabajo el buen hacer de las parroquias, escuelas y obras asistenciales de raíz cristiana o no.

Aquí es donde nos encontramos con nuestro Episcopado, causa de hastío y mucha irritación en ambientes eclesiales conciliares del país y muchas, demasiadas desafecciones en las filas de los creyentes cristianos, que ha hecho confundir, a los no muy letrados, la Iglesia con ciertas personas sus dichos y sus hechos.

Me refiero, sobre todo, a aquellos obispos de la Iglesia española, los que se han hecho oír y ver a partir de sus ocurrencias, sus obsesiones, sus tics psicológicos y su mediocridad humana, social y teológica, siempre al calor de lo que se fraguaba y se indicaba desde Roma en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En el último número del semanal Vida Nueva, se habla de una posible renovación del Episcopado español. El título del artículo es significativo; “Obispos para salir del Búnker”. Es sabido que los últimos años de Pablo VI fueron los de los inicios del restauracionismo teológico y los de la involución en la vida pastoral. Se entendió en los foros vaticanos y en ciertos movimientos eclesiales, reticentes con el Vaticano II, que era el momento de la ortodoxia.

Tras la muerte de Juan Pablo I, se tenía diseñado un perfil de Papa que, con gran fortaleza y si era necesario, con dureza debía llevar a la Iglesia al lugar de donde la arrancaron y donde debía estar: Trento y Vaticano I. Eligieron a un hombre bien conocido por ellos: una persona luchadora en la Polonia sufriente que se defendió contra el marxismo imperante y profundamente intransigente moral y dogmáticamente.

Era el Cardenal de Cracovia, Wojtila, Juan Pablo II. Hombre de más certezas que creencias, ya se significó desde inicios de los ochenta. Nunca perdonó los “grandes errores” del Cardenal Tarancón durante la Transición política y, antes, en la marcha de la Iglesia española, al hacer su transición teológica y pastoral a la luz de Vaticano II.

De ahí su decisión de un cambio copernicano en el Episcopado español. Contó, principalmente con un Nuncio, Tagliaferri, y con dos peones básicos, los cardenales Suquía y, sobre todo, Rouco Varela. Inició el cambio del Episcopado para lo que el Nuncio tenía una gran experiencia de su paso por Perú en donde derechizó el Episcopado. Era la hora de un conjunto de hombres, en su gran mayoría muy piadosos, dóciles, obedientes y, bastantes, muy mediocres. Eran los hombres del momento. Hoy quedan 45 obispos de Juan Pablo II y 24 de Benedicto XVI.

Para teólogos abiertos, pastores en la línea conciliar, laicos que se habían subido al tren del Concilio u obispos de la época anterior fueron estos dos pontificados unos años tórridos y plúmbeos. Varios de los grandes teólogos españoles, que los había y hay, fueron denunciados, a veces anónimamente, a la Congregación de la Fe como otros muchos más de la Iglesia universal. Se habla en unos sitios de doscientos y en otros de trescientos. Al frente de tal Congregación puso Juan Pablo II a un hombre de su total confianza, el Cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI.

Encomendado el “cuidado” del dogma y la moral a Ratzinger, inició Juan Pablo II, su “nueva Evangelización”. Dotado de grandes cualidades de comunicación y firmeza, firmeza arrolladora y, seguramente, de santidad, comenzó el desmontaje del Vaticano II, desde un punto de vista teológico, jurídico y pastoral. Para ello contó con los llamados “nuevos movimientos” de los que, al menos un par de ellos se pasaron varios pueblos en su tomadura de pelo a Juan Pablo II, aunque donaron al Vaticano pingües fortunas que taparon agujeros y compraron voluntades.

Desde Roma, y contando con el Nuncio y los cardenales de Madrid, se acabó con los obispos proclives a la apertura de la Iglesia. Se eligieron obispos no dotados humanamente, pero sí pertrechados de un gran bagaje de ideas restauracionistas. Se prohibieron intervenciones públicas de teólogos sospechosos, se denunció y persiguió de todas las maneras posibles ideas revisionistas acerca de una teología anquilosada y apolillada, que no daba respuestas a las preguntas del mundo. La intransigencia ante los problemas sexuales llevó a intervenciones auténticamente tristes y pobres, que llevaron a muchos sufrimientos…. y a mucha risa.

Muchos de estos obispos, con su aceptación del Episcopado, arribaron en sus vidas al cumplimiento del “Principio de Peter”: “Como individuos, tendemos a trepar hacia nuestro nivel de incompetencia. Nos comportamos como si lo mejor fuese trepar cada vez más arriba, y el resultado lo tenemos a nuestro alrededor: las trágicas víctimas de una irreflexiva escalada”.

De “trepas” y “carreristas” ha hablado ya mucho el Papa Francisco. ¿Victimas? Muchas. De ellas hablo en mi “carta de apoyo” al Obispo de Córdoba (DEIA, 1-ix-2015).

Ahora me quedo sólo con los ominosos silencios individuales y colectivos ante los grandes delitos sociales, económicos y políticos en nuestro país. Han configurado una renuncia explícita a la misión profética del cristiano. No quiero dejar de lado el fraude y la inmoralidad en la utilización de nuestros medios de comunicación, pagados por todos: la COPE y 13Tv.

Conclusión. Me quedo con el título del artículo de Vida Nueva (Nº 2.963) “Obispos para salir del búnker”.

Fuente Religión Digital

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“Ideología de género”, por José Arregi

Lunes, 9 de noviembre de 2015
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la_ideologia_de_genero_bigDel blog de José Arregi:

La ideología de género se ha convertido en objeto preferente de denuncia por parte de algunos obispos. Entre ellos destaca Mons. Munilla, obispo de San Sebastián, que no duda en presentarla como “metástasis del marxismo”, para igual asombro de marxistas y no marxistas que saben algo del asunto. Ha sido diseñada, sostiene, para destruir la familia y arruinar el alma de Occidente. Y, citando a Santa Teresa que calificó de “tiempos recios” la época que le tocó vivir, llama a los cristianos a afrontar con ánimo martirial los tiempos actuales en los que son perseguidos el bien y la verdad y quienes los defienden.

Clarifiquemos los términos. Según la Organización Mundial de la Salud –lo puedes encontrar en Wikipedia–, el término “género” significa algo tan simple como “los roles socialmente construidos, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera como apropiados para hombres y mujeres”. ¿Será que también la OMS está afectada por esa perniciosa metástasis del marxismo? Seamos razonables.

Con el sexo se nace: soy hombre o mujer (aunque hay veces en que ni eso es tan claro); el género se construye, y depende en buena parte de lo que en una cultura determinada significa “ser hombre”, “ser mujer”. En cuanto a la “identidad de género” (me siento varón o mujer), depende tanto del sexo como del género, así como también de ese mundo insondable de nuestra psicología personal, maravillosa y frágil. El sexo es naturaleza y el género es cultura, pero existe una infinita red de interrelaciones entre ellas. No existen ni la pura naturaleza ni la pura cultura. Nada está cerrado. Todo está infinitamente abierto, y todo necesita cuidado, y un infinito respeto. Y siempre debemos empezar por acoger, más aun, por reconocer lo que es cada ser, cada persona, con su historia, su gracia, sus heridas. ¿Quién soy yo para dictar a nadie lo que debe ser, cómo debe sentirse o cómo debe amar, en nombre de una naturaleza cerrada que no existe, o en nombre de un “Dios” legislador exterior y patriarcal que tampoco existe?

El género –el papel culturalmente asignado al varón o a la mujer– se convierte en ideología perniciosa cuando establece relaciones de sumisión, y las religiones cargan con una grave responsabilidad histórica por ello. La ideología de género, como todas las ideologías, se halla siempre, consciente o inconscientemente, al servicio de una trama de intereses, y no pocas veces recurre a la religión para legitimarlos y legitimarse, para perpetuarse en el poder.

Basta, para ilustrarlo, con mencionar algunos textos bíblicos sobre la mujer. En el libro del Génesis, dice Dios a la mujer: Tendrás ansia de tu marido y él te dominará. No es Dios quien habla, sino quien lo escribió y la cultura patriarcal de la que depende: ideología de género. Contra lo que piensan quienes tanto la fustigan, la ideología de género no es un engendro de nuestros tiempos, matriz de todos los males de una sociedad hedonista, materialista y relativista, etc. Viene de muy lejos, y predomina en la Biblia. En el libro del Levítico se dice: “La mujer que conciba y dé a luz un varón quedará impura durante siete días, y si diera a luz una niña, quedará impura durante dos semanas, como cuando tiene la menstruación”. En el libro de Qohelet o Eclesiastés leemos estas terribles frases que me duele transcribir: La mujer es más amarga que la muerte, porque es una trampa; su corazón es un lazo y sus brazos cadenas”. “Entre mil se puede encontrar un hombre cabal, pero mujer cabal, ni una entre todas”.

San Pablo, que escribió en la Carta a los Gálatas aquello tan innovador de que “en Cristo ya no hay distinción entre varón y mujer”, en la primera Carta a los Corintios escribe, sin embargo, que “la cabeza de la mujer es el varón” y que “no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”, que, en consecuencia, “la mujer debe llevar sobre su cabeza una señal de sujeción” y que “no es decoroso que la mujer tome la palabra en la iglesia”. Y en la Carta a los Efesios, que no es de Pablo, se dice: Mujeres, someteos a vuestros maridos”.

La mujer impura, la mujer tentadora, la mujer sometida. ¿Palabra de Dios? No. Pura y dura ideología de género, humillante para la mujer tratada como inferior, degradante para el varón convertido en déspota. Liberar al Espíritu de la prisión de esa letra bíblica es la única manera de ser fieles a la Biblia. Seguir aferrados a “lo que está escrito” hace miles de años es seguir ahogando la vida. Es lo que hizo, por ejemplo, San Pío XI cuando, en 1930, condenó a quienes ponían en tela de juicio la “obediencia de la mujer al marido” o defendían que las mujeres pudiesen “tener libremente sus propios negocios”. Ideología de género con argumentos “teológicos”. El daño que ha hecho y sigue haciendo a la mujer, al homosexual, al transexual, al bisexual…, tratados como pervertidos cuando no como perversos en nombre de la “naturaleza” o de “Dios”, es espantoso.

Hoy condenarían –sin saber lo que hacen– por ideología de género a Santa Teresa, que hace 500 años, y refiriéndose a los inquisidores, escribió en su Camino de Perfección (aunque luego, por precaución, lo borró hasta hacerlo ilegible, pero hoy se puede leer): “Como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa”. Lo que hacía justamente era denunciar su ideología de género. Y, por cierto, cuando Santa Teresa hablaba de “tiempos recios”, no hablaba de los enemigos de la fe y de la Iglesia, sino de los eclesiásticos inquisidores. La historia se repite.

No repitamos la historia. Seamos naturaleza viviente y creadora. Seamos Iglesia compañera, Iglesia liberadora, Iglesia sanadora. Iglesia de Jesús.

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El cura homosexual expulsado pide al Papa que “abra el corazón y la razón de los obispos”

Domingo, 11 de octubre de 2015
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1443906876059El sacerdote polaco Krzysztof Charamsa, expulsado del Vaticano por haber revelado públicamente que es homosexual y que tiene pareja estable, ha afirmado hoy que se siente “liberado y en paz”.

Krzysztof Charamsa ha enviado una carta al Papa, “esperanza de la Iglesia”

Asegura que, tra su outing, se “siente liberado y en paz; he dicho por fin quién soy”

Charamsa era funcionario en la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio) y ha sido expulsado de ella tras revelar el pasado día 3, un día antes del inicio del Sínodo de Obispos sobre la familia, en una entrevista en el diario ‘Il Corriere della Sera’ que es gay, que tiene un compañero sentimental (catalán) y que se siente orgulloso de ello.

Krzysztof Charamsa, el sacerdote homosexual expulsado de la Congregación para la Doctrina de la Fe tras revelar su condición sexual, ha pedido al Papa Francisco en una carta que abra el “corazón de los obispos” en el Sínodo de la Familia y en la que le ha explicado “la razones de su decisión” de hacer pública su condición sexual.

“Le he pedido que recuerde a los obispos que delante del Sínodo están todas las familias, porque si la iglesia es universal debe pensar en todos, ninguna minoría puede estar fuera; debe ocuparse no solo de las familias heterosexuales, porque todas las familias tienen un deseo de comunicar amor a otros, y no pueden excluirse a las familias homosexuales, de lesbianas o transexuales, ha indicado Charamsa en una entrevista Catalunya Ràdio.

En su opinión, “el Sinodo puede ser una gran revolución” de la Iglesia si el Papa “abre el corazón y la razón de los obispos como lo ha hecho en todo el mundo a la gente que está fascinada por Jesús, por el natural deseo de trascendencia de una Iglesia que no es mala“.

El sacerdote se ha reafirmado en su decisión de hacer pública su condición sexual y ha dicho sentirse “un cura mejor que dos o tres días antes” de hacerlo. “He liberado mi vida, he dicho por fin quién soy y éste debe ser un momento bueno para la Iglesia”, ha indicado el religioso polaco.

Asimismo, ha asegurado que los homosexuales no son “pedófilos, enemigos de la familia, ni maníacos de placeres, sino personas que buscan amor”. Por este motivo considera que “la Iglesia de Cristo debe saber y debe acoger seriamente la vida de homosexuales y lesbianas que son buena gente”. Se ha ratificado asimismo en su “amor a la Iglesia“.

Krzysztof Charamsa se ha mostrado muy crítico con la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que formaba parte como secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional, por “haberse cerrado a cualquier discusión” y “no aceptar críticas sobre el Sínodo” y “hacer todo lo posible porque el tema de la homosexualidad sea algo cerrado, estigmatizado”.

El religioso ha reconocido que recibe cada día correos de otros curas que le agradecen que haya hecho pública su homosexualidad

El prelado ha ensalzado la postura del Papa Francisco y su “discurso claro contra cualquier discriminación“. Para el sacerdote, el Pontífice representa una “una esperanza increible y profunda en la Iglesia” con un discurso claro contra cualquier discriminación.  Charamsa ha opinado que el papa Francisco lo tiene “difícil para hacer cambiar las posiciones de los obispos más cerrados”. “El discurso del papa Francisco es de una esperanza profunda para esta Iglesia en este momento. Él ha permitido discutir, pero lo tenemos que decir claramente: la Congregación para la Doctrina de la Fe ha cerrado cualquier discusión”, ha dicho el prelado.

Ha recordado, asimismo, que el Papa Francisco ha dicho que “existen muchos problemas porque hay personas que quieren Iglesia, y que quieren respuestas realistas por la propia vida”, pero “no se ha hecho nada, solo una suerte de marginalización y estigmatización”. Ha añadido que, además, de “una homofobia hay también una ‘franciscofobia’ hacia un Papa que ha sembrado la esperanza, el amor y que ha mostrado que la Iglesia es fantástica”.

Krzysztof Charamsa ha reiterado que se siente “liberado” tras admitir que tiene una pareja del mismo sexo, y ha considerado que hubiera sido peor quedarse callado ante la posición dentro de la curia vaticana con respecto a los homosexuales, que califica de “homofobia paranoica irracional”.

Ha destacado que “mi pecado de hoy no es tan grave, no es tan grande como mi pecado de silencio, de apoyo, por una situación que considero inhumana dentro del Vaticano. Para ellos, las relaciones homosexuales son inhumanas, son la expresión de una sexualidad no humana”.

(RD/Ep)

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Primer matrimonio de obispos en la Iglesia anglicana

Domingo, 29 de marzo de 2015
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el-matrimonio-white-obispos_270x250Alison White, segunda obispa

Su esposo, Frank White, es obispo adjunto en Newcastle

La Iglesia de Inglaterra, anglicana, tendrá su primer marido y mujer obispos después de nombrar a Alison White como obispa de Hull (noreste) este miércoles. White será la segunda obispa de la Iglesia de Inglaterra y será investida el 3 de julio en York, la diócesis que la que depende Hull.

“Es una aventura que nunca había imaginado emprender”, dijo White en un comunicado. Estoy casada con un obispo. ¡Puede parecer excesivo! Podría pensarse que con uno en la familia es más que suficiente“, agregó.

Su esposo, Frank White, es obispo adjunto en Newcastle, en el norte de Inglaterra. El arzobispo de York John Sentamu, quien hizo el anuncio, dijo que era “un día de júbilo”.

“Alison es una persona de bondad y sabiduría verdaderas, es fantástico que haya aceptado el llamado de Dios“, dijo.

La Iglesia de Inglaterra consagró a su primera mujer obispo, Libby Lane, en enero. El sínodo general de la Iglesia de Inglaterra dio el año pasado la aprobación final a una reforma histórica que permitió el nombramiento de obispas. Las mujeres pueden ser sacerdotes en en la Iglesia de Inglaterra desde 1992 y ahora representan un tercio del clero.

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“Artículo sobre el caso de obsesión episcopal homosexual”, por Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Martes, 24 de marzo de 2015
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Leído en la página web de Redes Cristianas

(Como éste es un tema reciente, y lo escribí el mismo día que se comentó, os lomando por si es más efectivo que varios toquemos el ismo tema, a ver si el señor obispo se entera y cambia. Disculpad la grafía, porque no he podido editarlo como yo quería; y no sé por qué).

Los nuevos fariseos, (o eso parecen, ¡con perdón!)

Este es el Evangelio de la misa de hoy, Sábado, de la 3ª semana de Cuaresma:

“En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:

“Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

– “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.”

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:

“¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.”

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

(Lc, 18, 9-14)

He escrito varias veces, la última por partida doble, en las dos entregas del artículo ¿A quien tenemos que obedecer? (I y II), de los días 19 y 20 de Febrero, sobre la irregular intromisión de la jerarquía eclesiástica en el campo de la moral y la ética. Y recuerdo resumidamente el argumento: se trata de un bagaje común a toda la humanidad, a todo ser humano, sí, porque así lo ha querido el Señor creador de la naturaleza, y así lo admitimos los creyentes. Y ese tesoro tiene en nuestra psiqué un instrumento para regular su uso, y para gestionar las decisiones necesarias en la vida para que nuestro comportamiento sea, o no, el adecuado: la conciencia. Y ese santuario es lo más profundo, interior, íntimo, privado e intocable de la esencia humana. Nadie puede hollar esa íntima morada del nuestro ser. Pues bien, algunos jerarcas, Francisco desde luego no, insisten en querer administrar y gerenciar, contra todo el orden establecido, ese tesoro. Y en esta ingrata y desordenada tarea (in)moral se destaca el ínclito, y cada vez más peligroso, obispo de Alcalá de Henares, quien con frecuencia quiere marcar al mundo mundial sus puntos de vista morales.

Hay que recordar a este puntilloso obispo que los seguidores de Jesús no pautamos nuestra vida por principios morales de una determinada tendencia o ideología, sino por las palabra de Jesús. Y las de la parábola del fariseo y el publicano en el templo a se las podría aplicar cualquier espectador más o menos neutral de nuestra comunidad política nacional medianamente frecuente en las lecturas de los periódicos, o en la escucha de la tele, de la siguiente manera: “Te damos gracias, Señor, porque los católicos de la diócesis de Alcalá de Henares no somos como los demás hombres: homosexuales, prostitutos, sarasas, chaperos, varones casados entre ellos, o mujeres del mismo modo, o travestis. Celebramos la misa con frecuencia, rezamos las novenas de San Antonio, la Virgen del Carmen, Santa Gema, el septenario de la Virgen de los Dolores, y ofrecemos el 0,7 de nuestro IRPF al mantenimiento de la Iglesia”.

Tal vez el mismo Señor que justificó al pecador que no se atrevía ni a levantar la vista a lo alto decida también quién es el que sale justificado de este simulacro de enfrentamiento dialéctico, y quien se queda como estaba. Monseñor Reig Plá está, desde luego, cargando las tintas contra sus hermanos, tan prójimos como los católicos bien casados de misa diaria, en un ejercicio que no nace ningún bien ni a la iglesia de Alcalá, ni a la provincia eclesiástica de Madrid, ni al conjunto de la Iglesia en España, en esta época de información global. No puede más este señor obispo airear frases como “Personas que no acaban de orientar bien lo que es la sexualidad humana, piensan, ya desde niños, que tienen atracción hacia parejas del mismo sexo”. O esta otra: [Los gais] se corrompen y se prostituyen. O van a clubes de hombres. Os aseguro que se encuentran en el infierno”.

Y pienso que es de la responsabilidad de la propia Conferencia Episcopal Española (CEE) el llamar la atención de un pastor que, en vez de buscar y alentar a las ovejas perdidas, las desanima, y les hace llegar su voz de desamparo y de condena. ¡qué diferencia con la lectura del Evangelio de la misa de mañana, Domingo, de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. ¿Alguna vez entenderá el señor Reig Plá este lenguaje?

(Pido disculpa porque no he conseguido editar este artículo como yo quería)

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Papa: “No hay nada más importante que proteger a los niños, ni siquiera el deseo de evitar el escándalo”

Domingo, 8 de febrero de 2015
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papa-preocupadoCarta del Papa a los obispos: La Iglesia debe ser “casa segura”

“No hay absolutamente lugar en el ministerio para quienes abusan de los menores”

(RV/Agencias).- El papa Francisco ha instado a los obispos a garantizar la seguridad de los menores en las parroquias, que deben ser “casas seguras” para las familias, y les ha recordado que “no hay absolutamente lugar en el ministerio para quienes abusan de los menores”.

La petición del papa Francisco está recogida en una carta difundida hoy por la Santa Sede pero enviada el pasado lunes a los presidentes de las Conferencias Episcopales, a los superiores de Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica.

“Corresponde al Obispo diocesano y a los Superiores mayores la tarea de verificar que en las parroquias y en otras instituciones de la Iglesia se garantice la seguridad de los menores y los adultos vulnerables, apunta.

Asimismo, el pontífice argentino llama a las diócesis a establecer programas de atención pastoral para las víctimas de pederastia, “que podrán contar con la aportación de servicios psicológicos y espirituales”.

Impulsar reconciliación y curación, justicia y misericordia. Tutelar con responsabilidad a los menores, reconocer con humildad y reparar las injusticias pasadas. En la víspera de la primera reunión en Roma – del 6 al 8 de febrero – de todos los miembros de la Pontificia Comisión para la tutela de menores, se ha hecho pública una Carta del Papa Francisco a los Presidentes de las Conferencias Episcopales y los Superiores de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Renovando su cercanía a las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, con su convicción de que se debe proseguir haciendo todo lo posible para erradicar de la Iglesia el flagelo de los abusos de menores y adultos vulnerables, el Obispo de Roma escribe que la Comisión será un nuevo, válido y eficaz instrumento para ayudarlo «a animar y promover el compromiso de toda la Iglesia en sus diversos ámbitos – Conferencias Episcopales, diócesis, Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, etc. – para poner en práctica las actuaciones necesarias para garantizar la protección de los menores y adultos vulnerables, y dar respuestas de justicia y misericordia».

Y hace hincapié en que «las familias deben saber que la Iglesia no escatima esfuerzo alguno para proteger a sus hijos, y tienen el derecho de dirigirse a ella con plena confianza, porque es una casa segura. Por tanto, no se podrá dar prioridad a ningún otro tipo de consideración, de la naturaleza que sea, como, por ejemplo, el deseo de evitar el escándalo, porque no hay absolutamente lugar en el ministerio para los que abusan de los menores».

El Santo Padre recomienda que también «se debe vigilar atentamente que se cumpla plenamente la circular emanada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 3 de mayo de 2011, para ayudar a las Conferencias Episcopales en la preparación de las líneas maestras para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte de clérigos. Es importante que las Conferencias Episcopales adopten un instrumento para revisar periódicamente las normas y comprobar su cumplimiento».

Instando a establecer programas de atención pastoral, con la aportación de servicios psicológicos y espirituales, el Papa recuerda también la importancia de programas de educación, formación e instrucción.

«Que el Señor Jesús infunda en cada uno de nosotros, ministros de la Iglesia, ese amor y esa predilección por los pequeños que ha caracterizado su presencia entre los hombres, y que se traduce en una responsabilidad especial respecto al bien de los menores y adultos vulnerables» – escribe el Papa al terminar su misiva, con el anhelo de «que María Santísima, Madre de la ternura, nos ayude a cumplir, con generosidad y rigor, nuestro deber de reconocer humildemente y reparar las injusticias del pasado, y a ser siempre fieles a la tarea de proteger a quienes son los predilectos de Jesús.

Texto completo de la Carta del Papa Francisco:

A los Presidentes de las Conferencias Episcopales

y los Superiores de los Institutos de Vida Consagrada

y las Sociedades de Vida Apostólica

En marzo del año pasado instituí la Pontificia Comisión para la tutela de menores, anunciada ya en diciembre de 2013, con el fin de ofrecer propuestas e iniciativas orientadas a mejorar las normas y los procedimientos para la protección de todos los menores y adultos vulnerables, y he llamado a formar parte de dicha Comisión a personas altamente cualificadas y notorias por sus esfuerzos en este campo.

El siguiente mes de julio, en la reunión que tuve con algunas personas que han sido objeto de abusos sexuales por parte de sacerdotes, me sentí conmovido e impresionado por la intensidad de su sufrimiento y la firmeza de su fe. Esto confirmó una vez más mi convicción de que se debe continuar haciendo todo lo posible para erradicar de la Iglesia el flagelo del abuso sexual de menores y adultos vulnerables, y abrir un camino de reconciliación y curación para quien ha sufrido abusos.

Por estas razones, he añadido el pasado mes de diciembre nuevos miembros a la Comisión, en representación de las Iglesias particulares de todo el mundo. Y dentro de pocos días, todos estos miembros se reunirán en Roma por primera vez.

En este contexto, considero que la Comisión será un nuevo, válido y eficaz instrumento para ayudarme a animar y promover el compromiso de toda la Iglesia en sus diversos ámbitos – Conferencias Episcopales, diócesis, Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, etc. – para poner en práctica las actuaciones necesarias para garantizar la protección de los menores y adultos vulnerables, y dar respuestas de justicia y misericordia.

Las familias deben saber que la Iglesia no escatima esfuerzo alguno para proteger a sus hijos, y tienen el derecho de dirigirse a ella con plena confianza, porque es una casa segura. Por tanto, no se podrá dar prioridad a ningún otro tipo de consideración, de la naturaleza que sea, como, por ejemplo, el deseo de evitar el escándalo, porque no hay absolutamente lugar en el ministerio para los que abusan de los menores.

También se debe vigilar atentamente que se cumpla plenamente la circular emanada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 3 de mayo de 2011, para ayudar a las Conferencias Episcopales en la preparación de las líneas maestras para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte de clérigos. Es importante que las Conferencias Episcopales adopten un instrumento para revisar periódicamente las normas y comprobar su cumplimiento.

Corresponde al Obispo diocesano y a los Superiores mayores la tarea de verificar que en las parroquias y en otras instituciones de la Iglesia se garantice la seguridad de los menores y los adultos vulnerables. Como expresión del deber de la Iglesia de manifestar la compasión de Jesús a los que han sufrido abuso sexual, y a sus familias, se insta a las diócesis y los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica a establecer programas de atención pastoral, que podrán contar con la aportación de servicios psicológicos y espirituales.

Por todos estos motivos, pido vuestra colaboración plena y atenta con la Comisión para la tutela de los menores. La tarea que le he encomendado incluye la asistencia a vosotros y a vuestras Conferencias, mediante un intercambio mutuo de «praxis virtuosas» y de programas de educación, formación e instrucción por lo que se refiere a la respuesta que se ha de dar a los abusos sexuales.

Que el Señor Jesús infunda en cada uno de nosotros, ministros de la Iglesia, ese amor y esa predilección por los pequeños que ha caracterizado su presencia entre los hombres, y que se traduce en una responsabilidad especial respecto al bien de los menores y adultos vulnerables. Que María Santísima, Madre de la ternura, nos ayude a cumplir, con generosidad y rigor, nuestro deber de reconocer humildemente y reparar las injusticias del pasado, y a ser siempre fieles a la tarea de proteger a quienes son los predilectos de Jesús.

Vaticano, 2 de febrero de 2015

Fiesta de la Presentación del Señor


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“El papa, el sínodo y los maricones”, por Bruno Bimbi

Lunes, 20 de octubre de 2014
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***

Seamos sinceros, por favor. ¿Ustedes realmente se creyeron que la reunión de tías solteronas del Vaticano iba a terminar con papá Francisco cantando “I Will Survive”?

Me mata tanta ingenuidad.

Una semana entera nos tuvieron a la espera, bombardeados por titulares de diarios e informes en los noticieros que contaban, orgullosos por ese argentino que consiguió sentarse en el trono de la última monarquía absolutista de Europa, que ahora la Iglesia católica, apostólica y romana iba a reconciliarse con los maricones. Que habría una “apertura” y una “acogida” (¡ay, señor traductor!) y no dirían más que somos sodomitas, pervertidos, desviados, antinaturales, pecadores, en fin, una manga de tragasables que irán al infierno por putos.

Dijeron que era histórico. Revolucionario. Una tormenta. Un cambio de época. No esperaron siquiera a ver el documento final, porque las ganas de confirmar que Francisco no es más Bergoglio y la Iglesia católica no es más apostólica ni romana tienen obnubilada a la prensa de casi todo el mundo, sobre todo a la argentina. Tienen una ganas bárbaras de creerle.

La primera versión del documento que pretendía resumir lo discutido en el “sínodo” por los obispos, vestidos con sus largas polleras negras y sus solideos y cinturones rosados, se titulaba Relatio post disceptationem —en latín clásico, esa lengua que solo ellas siguen hablando— y, para alegría de los más papistas que el papa, traía tres párrafos hablando de los omosessuali —en italiano, porque no había en latín una palabra para eso— y, curiosamente, el término no venía acompañado por las ofensas de siempre. ¡Extra, extra!

Los admiradores de Francisco estaban eufóricos, contándonos lo innovador y super-recontra-moderno que era ese texto que no nos insultaba más. Decía, presten atención, que los omosessuali tenemos “dones y talentos” y que podemos ofrecérselos a ellos, la comunità cristiana — y sólo a ellos, claro. Y se preguntaba —sí, se preguntaba, no afirmaba— si ellos serían capaces de “acogernos” y “evaluar” nuestra orientación sexual, pero siempre senza compromettere la dottrina cattolica su famiglia e matrimonio, por supuesto. No vaya a ser cosa que, de tanto evaluarnos y acogernos, alguien pueda pensar que la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio se movió medio milímetro del lugar donde Dios la puso, representado en el acto de ponerla por otras tías solteronas que se reunieron en el siglo XVI, con las mismas polleras negras, pero —según muestran las pinturas de la época del Concilio de Trento— sin nada rosado, salvo las de mayor jerarquía. Divas, ellas.

El texto también recordaba, por si quedaban dudas, que “las uniones entre personas del mismo sexo no pueden equipararse con el matrimonio entre el hombre y la mujer” y reclamaba al mundo que “tampoco es aceptable que se quiera ejercer presión sobre la actitud de los pastores o que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a la introducción de una legislación inspirada en la ideología de género” (la Iglesia le dice “ideología de género” a los estudios de género).

Benedicto manda saludos.

Por último, en el tercer párrafo, los obispos recordaban que la Iglesia tiene “problemas morales” con las parejas del mismo sexo, pero “reconoce” que “en algunos casos”, el apoyo mútuo “para el sacrificio” (WTF?) puede ser valioso, y hacían una confusa referencia a los niños con dos papás o dos mamás (aunque, obviamente, no usaban esas palabras), sin que quedase claro qué querían decir.

Y eso es todo.

Tenemos algunos dones y talentos. Pueden acogernos. Deven evaluarnos. Nuestras parejas siguen siendo un problema moral. La doctrina no se toca. Re-que-te-con-tra-mo-der-no. Pero apenas eso, para buena parte de los medios de comunicación de todo el mundo, era histórico. Revolucionario. Una tormenta. Un cambio de época. ¡Imaginate! La iglesia reconoce que tenemos algunos dones y talentos. ¡Guau!

Hagamos de cuenta, por un instante, que el sínodo hubiese terminado ahí y que ese texto fuese el documento final. Y hagamos de cuenta, por un instante, que no fuese un documento sobre los homosexuales, sino sobre los judíos. O sobre los negros. Y que dijese, con palabras parecidas, que tienen algunas cosas buenas, una que otra virtud, por lo cual estaría bueno acogerlos y evaluarlos, sin que eso comprometa la doctrina de la Iglesia sobre la judeidad y la negritud, que, como sabemos, es bien clarita. Me imagino que los negros y los judíos estarían contentísimos con semejante demostración de cariño y admiración.

Pero vos sos un denso, querés demasiado, no reconocés que es un gran avance.

—¿Cuál es el avance? A ver, explicame…

—Dicen que tienen dones, talentos. Antes decían que eran unos putos de mierda que se iban a ir al infierno. Es un avance, che, no seas tan exigente…

Pero no. Ni siquiera eso.

Después de una semana de discusiones, intrigas, trascendidos, aclaraciones, desmentidas, enojos y una incomprensible expectativa de casi todos los diarios del mundo, la reunión de tías solteronas decidió que no tenemos dones ni virtudes. O sea, para que quede claro: estuvieron una semana discutiendo sobre ese documento, porque no se ponían de acuerdo; votaron y decidieron, por mayoría, que no tenemos ningún don y ninguna virtud.

Ni una solita.

Ni siquiera eso fueron capaces de decir, aunque no fuese tan sincero, para disimular un poco.

El documento final, titulado en latín Relatio Synodi y divulgado este sábado, ya no trae más el subtítulo que hablaba de “acoger” a los omosessuali: ahora dice que hay que dar atención pastoral a sus familias. No dice más, repito, que los gays tengamos dones, ni virtudes, ni nada bueno. Dice, en cambio, que algunas familias viven la “experiencia” de tener dentro una persona con orientamento omosessuale. A esas familias, la Iglesia católica —que, por si quedaban dudas, sigue siendo apostólica y romana— debe darles atención pastoral para que entiendan que “no hay fundamento alguno para asimilar o establecer la más remota analogía entre las uniones del mismo sexo y el plan de Dios para el matrimonio y la familia”. Ni-la-más-re-mo-ta. Lo dicen estos señores de edad avanzada, desempleados y económicamente inactivos, que hablan en latín, usan polleras negras y solideos y cinturones rosados y son expertos internacionales en familia y matrimonio, pese a ser oficialmente castos, vírgenes, solteros y sin hijos. El plan de Dios, al que ellos tuvieron acceso através de la Wikileaks divina, no incluye a los omosessuali.

¿Entendieron, manga de putos?

Sin embargo, continúa el documento, los hombres y mujeres con orientamento omosessuale deben ser acogidos (y vuelve esa palabrita) “con respeto y sensibilidad”, evitándose todo tipo de “discriminación injusta”.

El respeto se nota mucho y se agradece inmensamente.

Lo más gracioso (por decirlo de alguna forma) es que la parte que habla de no discriminarnos injustamente es una cita, entre comillas, de un viejo documento escrito por Joseph Ratzinger en 2003, antes de ser papa (durante el reinado de Wojtila), titulado “Considerazioni circa i progetti di riconoscimento legale delle unioni tra persone omosessuali”. El objetivo del documento era, justamente, exigir a los gobiernos del mundo que discriminaran injustamente a las parejas homosexuales, negándoles el derecho al matrimonio civil. El documento de Ratzinger afirmaba, entre otras cosas, que “los actos homosexuales contrastan con la ley natural” y “cierran el acto sexual al don de la vida”, por lo que “no son el resultado de una verdadera complementariedad afectiva y sexual” y “en ningún caso pueden recibir aprobación”. Las muestras de respeto, sensibilidad y no discriminación continúan: “los actos homosexuales están condenados como graves depravaciones” y aunque no pueda decirse que los que “padecen esta anomalía” sean personalmente responsables por ella, cometen actos “intrínsecamente desordenados”. Para ser precisos, la parte citada por los obispos, que dice que los omosessuali deben ser acogidos con “respeto, compasión y delicadeza” y no sufrir “discriminación injusta” (ahí está: la que ellos nos imponen es justa, obvio), ordena que vivamos castos (como supuestamente ellos viven) y dice que “la inclinación homosexual es objetivamente desordenada y las prácticas homosexuales son pecados gravemente contrarios a la castidad”.

Todo muy bonito.

El texto de Ratzinger, resucitado desde las catacumbas de la Inquisición por el sínodo franciscano y agregado a último momento en el documento (también agregaron, al final, una condena más explícita a los países que aprueban el matrimonio igualitario), era tan repulsivo que el escritor peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura, escribió una durísima crítica en la que afirmaba que

“con argumentos así, aderezados con la presencia sulfúrica del demonio, la Iglesia mandó a millares de católicos y de infieles a la hoguera en la Edad Media y contribuyó decisivamente a que, hasta nuestros días, el alto porcentaje de seres humanos de vocación homosexual viviera en la catacumba de la vergüenza y el oprobio, fuera discriminado y ridiculizado y se impusiera en la sociedad y en la cultura el machismo, con sus degenerantes consecuencias: la postergación y humillación sistemática de la mujer, la entronización de la viril brutalidad como valor supremo y las peores distorsiones y represiones de la vida sexual en nombre de una supuesta normalidad representada por el heterosexualismo. Parece increíble que después de Freud y de todo lo que la ciencia ha ido revelando al mundo en materia de sexualidad en el último siglo la Iglesia Católica —casi al mismo tiempo que la Iglesia Anglicana elegía al primer obispo abiertamente gay de su historia— se empecine en una doctrina homofóbica tan anacrónica como la expuesta en las doce páginas redactadas por el cardenal Joseph Ratzinger”.

Once años después, la Iglesia católica, que sigue siendo apostólica y romana, bajo el reinado de Francisco, que sigue siendo Bergoglio, continúa empecinada en la misma doctrina homofóbica anacrónica, aunque su departamento de marketing y relaciones públicas ahora funcione mucho mejor y algunos crean que ha cambiado algo.

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“Uno de cada diez obispos son gays”, según Alan Wilson, obispo de Buckingham.

Lunes, 29 de septiembre de 2014
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el-libro-de-wilsonAlan-WilsonDenuncia de un prelado anglicano

No nombra a ninguno de sus colegas en el episcopado

” Son sacerdotes destacados que han logrado navegar las complejidades de una institución homofóbica suficientemente bien como para ser sus representantes emblemáticos

El reverendo Alan Wilson, obispo de Buckingham, que ya había animado a los obispos gays a salir del armario, publica esta semana un libro para hablar de la homosexualidad en la Iglesia británica. En el no solo denuncia públicamente la “hipocresía” de esta institución con respecto al colectivo LGTB, sino que afirma que uno de cada 10 de sus compañeros obispos podría ser gay en secreto y no quiere hablar públicamente.

En el libro señala lo que él ve como “el caso teológico para una importante reevaluación de la postura de la Iglesia sobre la sexualidad, según publica la versión digital de Telegraph.

Wilson también rechaza una orden reciente que prohíbe al clero anglicano casar a una pareja del mismo sexo y se escuda en que la idea de que sea la Biblia quien lo prohíbe es una ida de la tradicionalistas, ya que los fundamentos de la Iglesia “se basan en los dictados culturales de nuestros abuelos más que en las enseñanzas de Jesús”.

El libro, titulado ‘More Perfect Union?’ (¿La unión más perfecta?), promete crear una gran polémica y destapar las relaciones homosexuales secretas que hay entre obispos. Sin nombrar a ninguno de sus colegas, añade: “En 2014 se decía que había una docena de obispos gays. Por definición, estos hombres son sacerdotes destacados que han logrado navegar las complejidades de una institución homofóbica suficientemente bien como para ser sus representantes emblemáticos“.

El pasado abril, en pleno debate sobre el matrimonio igualitario y su aceptacion o no por la Iglesia de Inglaterra afirmó que “La mayoría de las personas homosexuales serían más felices si ocurriera esto, incluyendo a los obispos”, ya que está convencido de que ha llegado el momento de que los obispos homosexuales se den a conocer. Criticó la postura de la iglesia de no reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo por “pura crueldad” y lo tachó de “moralmente escandaloso”. “Yo no tengo un archivo médico de todos mis colegas, pero se ha afirmado que hay 13 obispos homosexuales en la Iglesia de Inglaterra”, subrayó.

Wilson, que está casado y tiene cinco hijos, se refirió a un blog escrito por el reverendo Colin Coward, director de una comunidad gay dentro de la iglesia anglicana: “Puedo asegurar con confianza que hay 13 obispos (en la Iglesia de Inglaterra) que son gays, es decir, el 10 por ciento de los obispos en Inglaterra son homosexuales. No me puedo imaginar como viven cualquiera de esos 13 su mundo interior”.

Wilson insistió en que tiene “simpatía” por los obispos gays de su país y aseguró que entiende que muchos de ellos tuvieron que ocultar su condición sexual para ser obispos y que haberlo revelado antes hubiera sido “muy costoso” para ellos, pero que ahora, cuando ya están en el cargo, es una “cobardía moral” no hacerlo.

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Cierto… cierto…

Lunes, 22 de septiembre de 2014
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Muy bueno… fina ironía la del Hermano Cortés.

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Tampoco… tampoco… que se pondrían histéricos

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 Son más de leer cosas como esto… Y es que se empieza así… y llega lo que llega

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 Por eso, se pasaron la Verdad por

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Pero no se pueden poner puertas al campo

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 Y es que ya lo decía Erasmo

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“A la espera de una conversión”, por Juan José Tamayo

Domingo, 7 de septiembre de 2014
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francisco-con-los-obisposLeído en la página web de Redes Cristianas

20 años ha que aterrizaba en Madrid procedente de Santiago de Compostela Antonio María Rouco Varela para hacerse cargo de la archidiócesis de Madrid tras la jubilación del cardenal Ángel Suquía, a quien había sustituido diez años antes al frente de la archidiócesis de Santiago. Unos años después asumía las riendas de la Conferencia Episcopal Española (CEE) acumulando en su persona todo el poder de la Iglesia católica en nuestro país con el apoyo y la legitimación del Vaticano –que no de la ciudadanía cristiana, cada vez más alejada de su ideología y de su forma de gobernar- bajo los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que le premiaron con cargos muy influyentes en los dicasterios romanos.

Durante cuatro lustros fue configurando un modelo de cristianismo a su imagen y semejanza de espaldas al concilio Vaticano II, a los aires de la modernidad y a la opción por los pobres. Un modelo que extendió a toda la Iglesia católica española con la colaboración del actual arzobispo de Valladolid monseñor Ricardo Blázquez y el recién nombrado arzobispo de Valencia el cardenal Cañizares, y sin voces discrepantes –al menos no audibles- dentro del episcopado. Hablaba y actuaba por todos y nadie le replicaba, se estuviera de acuerdo o no. Era el silencio de los corderos

Así fue instaurando una Iglesia conforme al paradigma restauracionista de los pontificados reinantes, como sucursal y clon del Vaticano; un cristianismo de cristiandad, de grandes concentraciones en espacios públicos, combativo y beligerante contra la secularización, el socialismo y el laicismo; con conciencia de Iglesia perseguida, cuando gozaba de todos los privilegios espirituales y materiales; con pretensiones de confesionalizar la sociedad y de imponer a esta la moral católica; un cristianismo excluyente, homófobo y misógino; insensible al incremento de la desigualdad por mor de la crisis y en alianza con los sectores política y religiosamente más conservadores. Este modelo de Iglesia ha provocado una gran desafección hacia la Iglesia católica traducida en abandono masivo de la práctica religiosa, el incremento del número de apostasías o el alejamiento de facto.

Cumplida la edad de jubilación y ampliado su mandato tres años más por Benedicto XVI, ha tenido que abandonar primero la presidencia de la CEE y ahora el arzobispado de Madrid, al frente del cual Francisco ha nombrado a monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, a quien sustituye el cardenal Cañizares, antes arzobispo de Toledo y primado de España y durante los últimos seis años Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, nombrado por Benedicto XVI con cuyo proyecto teológico y eclesiástico estaba identificado. Ambos tuvieron importantes responsabilidades en la CEE durante las cuatro presidencias del cardenal Rouco y, por tanto, fueron cómplices del modelo de Iglesia del arzobispo gallego.

¿Qué significan estos nombramientos? De entrada, están hechos desde arriba, sin consulta ni participación de las comunidades cristianas implicadas, de espaldas al principio electivo de las sociedades democráticas modernas: “un ciudadano, una ciudadana, un voto”. Se aleja asimismo de la participación popular en la elección de obispos de los primeros siglos del cristianismo. “Ordénese como obispo a aquel que, siendo irreprochable, haya sido elegido por todo el pueblo”, dice la Tradición Apostólica, del s. III. “No se imponga al pueblo un obispo que el pueblo no desea”, decía Cipriano, obispo de Cartago, del mismo siglo. “Quien debe presidir a todos, debe ser elegido por todos”, afirmaba el papa León Magno en el siglo V

En segundo lugar, se mantiene la estructura patriarcal y misógina. Francisco sigue la misma práctica de sus predecesores de marginar a las mujeres y de excluirlas del ministerio ordenado, de los espacios sagrados, de las responsabilidades directivas y de los órganos de poder, apelando infundadamente a la voluntad de Cristo. En tercer lugar, tengo mis dudas de que estos nombramientos contribuyan a la necesaria reforma y a la deseada primavera de la Iglesia en la dirección que pretende el propio Francisco, salvo que se produzca una conversión. Osoro es un eclesiástico vinculado los nuevos movimientos eclesiales neoconservadores de orientación espiritualista, razón por la cual fue nombrado obispo primero y arzobispo después por Juan Pablo II.

Siendo arzobispo de Toledo y vicepresidente de la CEE, el cardenal Cañizares destacó por sus montaraces condenas de las reformas legales durante los gobiernos socialistas de Rodríguez Zapatero y por pedir a las madres y los padres católicos y a los colegios de confesionalidad cristiana que presentaran objeción de conciencia contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, aprobada democráticamente. En sus ataques furibundos fue incluso más allá que Rouco Varela, con quien formó el tandem quizá más conservador del episcopado español.

Pero no seamos escépticos. Siempre es posible la conversión.

Juan José Tamayo es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona 2013)

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“De Rouco a Osoro”, por José María Castillo

Sábado, 6 de septiembre de 2014
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rouco-osoro-arzobispo-madrid--644x362De su blog Teología sin Censura:

Mucho está dando que hablar el cambio de arzobispo en la archidiócesis de Madrid. Como suele ocurrir en estos casos, el cambio está dando pie a toda clase de comentarios. No pretendo, por supuesto, decir aquí si este cambio será para bien o para mal. Sólo quiero indicar algo que me parece importante y que, por lo que voy sabiendo, no se suele tener en cuenta. Al escribir esto, no es que yo intente ingenuamente aportar la solución definitiva a tantos devaneos mentales como – según creo – van y vienen por los mentideros eclesiásticos y los murmullos de sacristía. Mi pretensión, ahora mismo, no pasa de ser una modesta sugerencia. Por si viene a cuento. Nada más que eso.

Mi propuesta se limita (y se reduce) a recordar una cosa evidente. El cambio de un obispo por otro obispo no pasa de ser un cambio administrativo en la gestión y gobierno de una diócesis. Por más que se pondere lo mucho que vale el que se va o el que viene, a fin de cuentas, eso por sí solo, ni va a modificar la fe de los que tienen creencias religiosas, ni va a conseguir que sean buenas personas quienes ya son buena gente, ni tampoco hará que aumente el ateísmo y otros males que en los ambientes de Iglesia se detestan cordialmente. En principio – me sospecho -, lo más probable es que todo seguirá igual (o de forma muy parecida) a como han estado, en los últimos años, las cosas de la religión católica en Madrid y sus cercanías.

Entonces, ¿qué decir del cambio de Rouco por Osoro? A mí me parece que lo primero, que se debería tener en cuenta, es que estos dos hombres no son simplemente dos jerarcas religiosos. Lo son, por supuesto. Pero con decir eso, nos quedamos en la superficie, es decir, en la consideración más superficial del asunto. Porque, si es que la teología y, sobre todo el Evangelio, pintan algo en este cambio, a mí se me ocurre que lo primero, que se debería tener muy presente, es que, al tratarse de dos obispos, estamos hablando de dos “sucesores de los Apóstoles” de Jesús.

Ahora bien, según consta repetidamente en los evangelios, el primer requisito, que Jesús les exigía (y supongo que les debe seguir exigiendo) a sus “apóstoles”, es el “seguimiento” del propio Jesús y su Evangelio. Esto está tan claro en los evangelios, que el que no lo tenga claro, ni merece ser “apóstol”, ni por tanto “obispo”. Además, sabemos (también por los evangelios) que “seguir a Jesús” es renunciar a toda clase de dignidades, categorías, propiedades, seguridades… Es “dejarlo todo y seguirle” (Mt 19, 27 par; Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62). Para ir por la vida, como dijo el mismo Jesús, sin “oro, ni plata, ni calderilla, ni alforja…” (Mt 10, 9-10 par).

Y aquí me permito hacer una aclaración importante. La ordenación episcopal no es un “acto mágico”, que automáticamente convierte a un sacerdote en sucesor de los apóstoles. Es verdad que Lutero se pasó de la raya al admitir que la autoridad apostólica dependería totalmente de la fidelidad del obispo a la Palabra de Dios (Comentario a la carta a los Gálatas [1535], ed. Weimar, 40, 1, p. 181). Pero tan cierto como eso es que, desde San Agustín y San Gregorio Magno, hasta los más autorizados teólogos de la Edad Media, defendieron la doctrina que formuló atrevidamente San Anselmo: “Los obispos conservan su autoridad en cuanto concuerdan con Cristo; y lo mismo, la pierden si está en desacuerdo con él” (“Sicut enim episcopi servant sibi auctoritatem quandiu concordant Christo, ita ipsi sibi eam adimunt, cum discordant a Christo”. Epist. II, 162). Como acertadamente resume Y. Congar: “Hay que introducir – en el cargo episcopal – estos elementos éticos en la ontología misma del cargo recibido”.

Por otra parte, esto es tan determinante, que, si nos limitamos a ponderar la ideología del que se va o del que viene, la simpatía del primero o del segundo, los títulos que cada cual ostenta, las lenguas que domina, etc, etc., entonces lo que queda patente es que nos importa más el “jerarca” religioso que el “discípulo” de Jesús. O sea, nos interesa más la “Religión” que el “Evangelio.

Y en tal caso, si es eso lo que sucede, lo que queda en pie es que hemos organizado una Iglesia que tendrá mucho que ver con las jerarquías y organizaciones de este mundo, pero tiene poco que ver con el Evangelio de Jesús. Y si esto efectivamente es así, ¿a dónde vamos? Por muy buenos arzobispos que nos manden, no pasaremos de ser una antigualla del pasado que sólo puede interesar a gente que piensa poco y, desde luego, será siempre una buena pista de lanzamiento para los trepas más mediocres que se pasean entre oropeles de antaño. Y me temo que este tipo de individuos, si no producen indiferencia, lo que producen es risa, mucha risa.

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Mujeres obispo: La Iglesia Anglicana abre el camino. ¿Y Roma?

Domingo, 20 de julio de 2014
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obispas_560x280Emilia Robles pide una “reformulación de los ministerios más inclusiva”

Para Isabel Gómez Acebo, la medida anglicana “va con los signos de los tiempos

No será fácil porque a un sacerdote que se le niega el sexo y el dinero solo le queda el poder, y donde más poder tienen es sobre las mujeres. El cura es el gallo en el corral”

(Jesús Bastante).- El pasado lunes, el Sínodo General de la Iglesia Anglicana aprobó la ordenación de mujeres obispo, un paso más en el camino emprendido en 1994, cuando por primera vez en la historia una confesión cristiana logró consagrar sacerdotes del sexo femenino. Con este gesto, se rompía uno de los grandes tabú en el Cristianismo, que hasta ese momento se aferraba como un solo hombre -nunca mejor dicho- a la peregrina idea (estamos hablando de la Jerusalén del siglo I) de que, como los Evangelios no citan la presencia de ninguna mujer en la Cena de Jueves Santo, los únicos que pueden ser sacerdotes son hombres.

Sin entrar en que, incluso en la Palestina del primer siglo, Jesús fue se dejó acompañar por igual por hombres y mujeres, y que tanto María como la Magdalena o las hermanas de Lázaro formaban parte del grupo de discípulos de Cristo, lo cierto es que el paso dado por la Iglesia Anglicana supone un antes y un después, una de esas decisiones que marcan el futuro de una institución. Automáticamente, surge la pregunta: ¿Y en la Iglesia católica qué?

Roma se encuentra a años luz de la situación que se vive en la Iglesia de Inglaterra. En la Iglesia católica, el papel de la mujer -más de la mitad de los católicos del mundo son mujeres- es residual y limitado al servicio y no a la presencia en órganos de poder. Aunque el propio papa Francisco, en recientes declaraciones, ha sugerido la posibilidad de que pueda haber mujeres en cargos de responsabilidad en la Santa Sede -incluso se especula la posibilidad de que la reforma de la Curia pueda acabar colocando a una mujer al frente de un dicasterio vaticano, o que el Papa nombre cardenal (no es un cargo sacramental) a una religiosa o laica-, la cuestión del sacerdocio femenino no se ha tocado.

emilia-robles-y-julio“Es una puerta cerrada”, aseguran desde la Conferencia Episcopal, que citan una carta escrita por Juan Pablo II en la década de los ochenta. Y si el sacerdocio femenino parece una quimera, su ordenación episcopal supone poco menos que un triple salto mortal en una institución poco acostumbrada a los cambios.

Veo la decisión con esperanza”, subraya Emilia Robles, responsable de Proconcil, teóloga y casada con Julio Pinillos, uno de los pocos curas españoles que sigue en activo después de contraer matrimonio. “Personalmente me parece acorde, tanto con una visión eclesial y evangélica de ministerios como servicios según dones y carismas recibidos, cuanto con el sentir de sociedades democráticas y paritarias”, añade, asumiendo que la decisión puede provocar “disensos” en el seno de la comunidad anglicana, especialmente en los sectores más conservadores y cercanos a Roma. De hecho, la decisión, que no ha sido comentada oficialmente por la Santa Sede, sí fue contestada por el director de L’Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, quien declaró que la ordenación de mujeres obispo “es un evento grave que complica el camino ecuménico”.

El camino en la Iglesia católica, sin duda, será distinto del de la Iglesia anglicana, a otros ritmos e incluyendo otros debates”, subraya Emilia Robles, quien indica que, entre los católicos, la tesitura, más que en términos de reivindicación “mujeres curas” o “sacerdotes casados”. “Estos planteamientos siguen una visión clerical, que no tiene en cuenta a las comunidades”. En su opinión, es necesario “que dialoguemos sobre qué ministros se necesitan, para servir a qué comunidades, para alimentar qué Iglesia y al servicio de qué mundo, desde la perspectiva del Evangelio“.

Así las cosas, desde Proconcil se establecen otras prioridades, distintas a las del acceso de la mujer al sacerdocio sin más. “Si tuviera que apuntar algunas prioridades en el proceso de reflexión serían: que todas las comunidades del mundo tengan acceso a la Eucaristía; que las comunidades y los propios ministros ordenados se desclericalicen; que todos y todas puedan poner los dones y carismas que el Espíritu les da al servicio de la comunidad; que los procesos locales se vean promovidos, acompañados en libertad y refrendados cuando se vean positivos, por la Iglesia universal. Y que se considere cuánto podemos aprender juntos con otras iglesias hermanas que tienen otras experiencias ministeriales que les enriquecen”.

sacerdotisas-anglicanasPese a todo, sigue mirando el futuro con esperanza: “Juntos, conociendo las diferentes tradiciones y trayectorias, podemos avanzar. Espero que podamos hacer pronto una reformulación de los ministerios mucho más inclusiva con los laicos, con los casados, con las mujeres…Tal vez hoy nos cuesta imaginarlo, pero me parece un momento eclesial propicio, además de ineludible. No se puede seguir asfixiando al Espíritu“.

Por su parte, la teóloga y escritora Isabel Gómez Acebo se muestra “encantada con la idea”, pues “el Evangelio se tiene que amoldar a los signos de los tiempos de hecho así se ha hecho. Un ejemplo claro es el de la esclavitud permitida en el Nuevo Testamento y que hoy es impensable. Pero la Iglesia es lenta: a finales del XIX, cuando la campaña abolicionista, todavía seguía diciendo que la esclavitud no era contraria a la ley de Dios“.

Sobre la decisión tomada por los anglicanos, Gómez Acebo incide en que “los protestantes siempre han estado en la vanguardia con unas tesis que ha acabado reconociendo la Iglesia Católica“, de modo que lo lógico sería “darle un toque de normalidad” a la medida, en el sentido de ir “con los signos de los tiempos”.

mujeres-sacerdotes“Además el único impedimento que hoy sigue en pie (los otros se han ido desmoronando) es la tradición de que no ha habido mujeres ordenadas (una tradición con pequeñas fisuras e interrogantes). Pero más tradición de que el papado es vitalicio… y Benedicto XVI se la ha saltado porque convenía“, constata la teóloga, quien sí ve problemas de aceptación de las mujeres sacerdotes en la casta clerical. No será fácil porque a un sacerdote que se le niega el sexo y el dinero solo le queda el poder, y donde más poder tienen es sobre las mujeres. El cura es el gallo en el corral.

El debate, en todo caso, está planteado, y teólogos como Xabier Pikaza denuncian que la prohibición del acceso al sacerdocio para la mujer “es un pecado contra el Espíritu de Cristo y contra los signos de los tiempos”. “Me duele la situación actual de la mujer en la Iglesia o, más que dolerme, estoy cansada”, explica la teóloga Dolores Aleixandre.

Para otra teóloga, María José Arana, “las mujeres han permanecido en la Iglesia como las grandes ausentes, una ausencia que perdura hasta nuestros días. Evidentemente la ausencia de las mujeres empobrece enormemente a la Iglesia en múltiples aspectos y en sí misma; pero además pierde credibilidad ante el mundo que va despertando rápidamente en estos aspectos y ante los cuales la Iglesia debería brillar con su ejemplo y alumbrar caminos nuevos”.

Fuente Religión Digital

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“El catecismo de los obispos”, por Luís García Montero

Domingo, 6 de julio de 2014
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screenshot011Alto y claro… Lo hemos leído en La realidad y el deseo:

La conferencia Episcopal quiere iluminar a la sociedad española con la publicación de Testigos del Señor. Se trata de un catecismo sobre los asuntos sexuales ideado para personas de entre 11 y 14 años. Nadie puede negarle a la Iglesia su valentía. Su campaña en contra del sexo sería mucho más fácil si se dirigiese a gente mayor de 50 años, hombres y mujeres obligados a pactar con los misterios de la vida y con unos cuerpos cada vez más dóciles, menos imaginativos, necesitados de menos decibelios. La vejez se parece a una alcaldesa represiva.

Empeñarse en negarle el sexo a un adolescente es una tarea ardua. No hay reforma laboral que pueda equipararse a la reforma corporal que intentan las sotanas. Las amenazas contra un obrero protestón causan efectos inmediatos. Quien levanta la voz se convierte hoy en un suicida. Pero el infierno y la condenación eterna son poca frontera cuando uno tiene 14 años, cuando uno siente de forma volcánica la llamada de la carne.

ateismo cristianismo dios jesus homosexualidad libro obispo vaticano dios biblia jesus.El problema se agrava porque la Conferencia Episcopal se contradice a sí misma y deja a Dios en muy mal lugar. Afirma que la identidad sexual es un don de Dios. Tendré, pues, que reclamarle a Dios por todos los vicios, desarreglos y maldades sexuales que me han alterado desde niño. La iglesia está tonta. Para lanzar sus críticas contra la homosexualidad se mete en camisas de 11 varas sobre la identidad y mantiene que es un don de Dios. Bueno, pues si Dios nos da un don y nos hace desde niños como somos, de forma natural y de acuerdo a los instintos personales de cada uno, quiénes son los obispos para llevarle la contraria a Dios. A la Iglesia se le da mejor prohibir por prohibir que dar explicaciones.

La sexualidad y el amor no son un producto de consumo que se elige en un supermercado según el capricho de cada cliente. Bueno, o por lo menos no debería serlo. Si la Iglesia quisiera ennoblecer la sexualidad y el amor, podría hablar del respeto que se merecen las personas y sus cuerpos, de la singularidad de cada uno de nosotros y nosotras. Un cuerpo no es asunto de usar y tirar, algo sobre lo que merece la pena mantener una conversación.

Pero la Iglesia se olvida del respeto, se obsesiona con el pecado y nos convierte en consumidores del sexo. Menos más que la energía religiosa, por incordio que sea, está muy disminuida en Occidente. Hace siglos que aprendimos a distinguir entre el pecado y el delito. Allí donde lo religioso impera a su gusto puedes ser encarcelado, torturado y ejecutado por tu condición sexual. Aquí las cosas no llegan a tanto, aunque el dolor y el malestar que causan los instintos represivos de la Iglesia llenan de sombras innecesarias muchos rincones silenciosos, sin fiesta, de la sociedad.

Es una impertinencia y un acto contra el civismo que la Conferencia Episcopal elija el inicio de las celebraciones del Orgullo Gay para publicar un panfleto contra los homosexuales. Es una impertinencia que el poder, en su afán totalitario, no se limite sólo a controlar las plazas y los sueños públicos y pretenda también entrar en la intimidad, en las alcobas y en el amor de las personas. Es una impertinencia que una institución religiosa o un ministro quieran decidir sobre la idoneidad de un embarazo o sobre la identidad sexual de los ciudadanos.

ateismo cristianismo dios jesus homosexualidad libro reig pla obispo vaticano dios biblia jesus.Y es una locura condenar al infierno por masturbarse a un niño de 14 años. La Iglesia lo tendría mucho más fácil si se dirigiese a la cúpula del dinero español. No me resisto a meter aquí a los banqueros. Los presidentes del Banco de Santander, el BBVA y La Caixa tienen más de setenta años. Deben ser ya muy receptivos a los buenos propósitos sexuales de los obispos. Se interesan en otras cosas. Cobran, por ejemplo, 370 veces más que muchos de sus empleados.

Si la Iglesia tuviese voluntad de ayudar a la comunidad, en vez de un catecismo protagonizado por el sexo y dirigido a adolescentes, debería publicar un catecismo para banqueros y miembros del partido del Gobierno. El no robarás y el no mentirás tendrían así más protagonismo que la masturbación o la falta de respeto a la homosexualidad.

Hace años convenía acabar cualquier discurso con una insolencia contra el obispo. Hoy conviene no olvidarse nunca de los banqueros. La derecha descarnada que ha empobrecido la vida de este país recibe órdenes de los banqueros y los grandes empresarios. Ellos son d verdad los enemigos. Está bien que nos escandalicemos con las cosas de la Conferencia Episcopal. Pero no dejemos que los malvados nos distraigan con la muleta del anticlericalismo. España no tiene un problema con los adolescentes pajilleros, sino con los setentones avaros. Son ellos los que gobiernan el dolor en el reino de los miedos.

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“Carta abierta a los obispos”, por Joaquín Sánchez

Jueves, 24 de abril de 2014
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Rajoy-saluda-Rouco-Varela-presencia-principesLeído en La Opinión de Murcia

¿Se atreverían a decirles públicamente que por su avaricia hay niños que cogen bocadillos de las papeleras en las escuelas o que se acuestan sin tomar nada? ¿Por qué no se atreven? ¿No será porque también son cómplices? Los que tienen las grandes fortunas no pueden condicionar nuestra fe ni hacer desparecer la dimensión profética

JOAQUÍN SÁNCHEZ 17.04.2014

Queridos hermanos:

En su comunicado en referencia a las elecciones al Parlamento Europeo del comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española (CEE) afirman en su punto 2 lo siguiente: «Es importante que los aspirantes por primera vez al Parlamento Europeo o a los que buscan renovar su escaño sean conscientes de los daños colaterales de la crisis económica y bancaria que comenzó en 2008». ¿Ustedes consideran que un desahuciado o un parado o una persona mayor a quien prácticamente le han quitado la Ley de Dependencia es un mero daño colateral?

Queridos hermanos obispos, no son daños colaterales, son personas con nombres y apellidos, con sus biografías, llenas de amor y tristezas, de esperanzas y pérdida del sentido de la vida, no como consecuencia de una crisis económica, sino de una estafa financiera, y si no, pregúnteselo a sus amigos o conocidos banqueros, financieros, ricos y políticos cómplices. Sí, esas personas de quienes ustedes están tan al lado y a cuyos actos van cuando son invitados sin ninguna dificultad, sonriendo y con sus vestimentas sin una arruga. Cuando los padres no tienen para dar de comer a sus hijos o los van a echar de sus casas. ¿pinesan usted que que quieren que les digamos son un daño colateral?

Son personas a las que se ha despojado de su dignidad y de futuro y se les ha hurtado el sentido de la vida, porque los han condenado a la pobreza y a la precariedad de por vida. Y los causantes también tienen nombre y apellidos y son conocidos por ustedes: Botín (Banco Santander), González (BBVA), Rosell, Rajoy, Merkel, Dragui (Banco Central Europeo), Montoro, De Guindos, Lagarde (FMI), Obama, Sánchez Galán (Iberdrola), Fainé (Caixa), Ron Gumil (Banco Popular), Borja Prado (Endesa), Manuel Manrique (Sacyr), el rey Juan Carlos, Zapatero, Ordoñez y Linde (Banco de España), Zoido (Bolsa Española)? Estos causantes de esta estafa financiera la han utilizado para empobrecer a la gente hasta dejarle con muy poco mientras ellos siguen enriqueciéndose más y más. ¿Se han planteado por qué ustedes acuden a los actos oficiales y de alta política o alcurnia y no van a las manifestaciones que reclaman dignidad y justicia? Esa dignidad y justicia que Jesús de Nazaret vivió y transmitió en su mensaje y con su propia vida y como consecuencia de esto fue crucificado. No me imagino a Jesús en la fiesta de Herodes o de Pilatos. Jesús estuvo con el pueblo en conflicto con ellos. Acuérdense de la escena cuando Jesús entra en el templo y arremete contra los cambistas y los usureros, en definitiva, los banqueros.

No encubran la avaricia, la codicia, la violencia, la soberbia, la arrogancia, la manipulación, la mentira de los poderosos económicos y de sus políticos-funcionarios. No encubran a los que han secuestrado la democracia y han dicho que la justicia social no existe y no va a existir. Ustedes los conocen. ¿Se atreverían a decirles públicamente que por su avaricia hay niños que cogen bocadillos de las papeleras en las escuelas o que se acuestan sin tomar nada? ¿Por qué no se atreven? ¿No será porque también son cómplices? Los que tienen las grandes fortunas no pueden condicionar nuestra fe ni hacer desparecer la dimensión profética. Muchos constructores han colaborado en arreglo de templos o en su construcción, constructores que han fomentado la especulación urbanística, que se han enriquecido y que han dejado tirados a miles de pequeños autónomos y que con el paso del tiempo se han visto obligados a ir a los mercados semanales en los pueblos a comprar las sobras que se tiran a los contenedores de basura.

Todo esto es consecuencia de quienes están consolidando ese capitalismo que, como dice el hermano Francisco, mata, un capitalismo que está llevando al planeta a su fin, lo está destruyendo y poniéndolo al borde de la tragedia con el cambio climático. Ustedes siguen insistiendo en que el mayor problema es el secularismo y creo que no; es el capitalismo que cercena la vida y que dice que hay millones de vidas desechables. Ustedes están preocupados por si se quita el crucifijo en las escuelas o no, o se quita el crucifijo que aparece cuando los ministros juran sus cargos. No se preocupen de eso, lo importante son los crucificados, esas personas que mueren de hambre, que viven los conflictos bélicos, que están siendo empobrecidos, a quienes los capitalistas dejan en la cuneta de la sociedad y los Gobiernos pasan a su lado y les dicen: «Habéis vivido por encima de vuestras posibilidades», esas mujeres que sufren violencia de género, los parados, los que tienen un trabajo precario… Es doloroso ver un crucifijo en la toma de posesión de los ministros cuando toman decisiones contrarias al evangelio, es decir, que aumenten los pobres y sean más pobres.

Ustedes dicen que el hermano Francisco en la visita Ad Limina os ha dicho que escuchéis a la gente, pero para escuchar a la gente hay que estar con la gente día a día y sobre todo con los empobrecidos y con la gente que lucha. ¿Por qué van donde se reúne la ´alta sociedad´ y no van donde se reúne la gente para luchar? No se lo tomen como una ironía, pero el evangelio es un buen sonotone para escuchar a la gente.

La gente les necesita y les espera en sus barrios, en sus casas y en sus luchas. De verdad ¿piensan que cuando llega una comisión judicial junto con el procurador del banco y la Policía Local y el desahuciado les da un beso a su mujer que tiene una depresión por culpa de los banqueros y políticos cómplices y a su hijo de pocos años y sale al balcón y se suicida es un daño colateral?

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Un tercio de los obispos anglicanos podría ser homosexual .

Domingo, 30 de marzo de 2014
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gay-christian-windowAyer entró en vigor el matrimonio gay en Inglaterra y Gales y, como en todas, partes tiene sus opositores, de entre los que destaca la iglesia, en este caso la Iglesia Anglicana. Para mostrar lo hipócritas que son los religiosos ya hay quien ha hecho un recuento de obispos gays entre sus filas y lo cierto es que son bastantes.

Según una investigación hecha por The Daily Beast, aproximadamente un tercio de los clérigos de Londres sería homosexual y, como mínimo 13 de los 42 Obispos de la Iglesia Anglicana también serían gays.

Incluso dando por hecho que las fuentes son fiables, puede que las aproximaciones no sean del todo precisas, por lo que hay que tomarse estos números con mucho cuidado. De todos modos seguro que os habréis dado cuenta de la cantidad de veces que se os activa el gaydar cuando observáis a los miembros de cualquier iglesia. Tanto es así que a veces pienso que están en contra de la homosexualidad porque tienen una visión errónea de los porcentajes. Deben creer que hay tantos gays en el mundo como en su iglesia y que si nos dejan campar a nuestras anchas la humanidad desaparecerá porque dejaremos de reproducirnos —o algo así de rocambolesco—.

Fuente The Daily Beast 

Vía AmbienteG

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“¿En qué creen quienes nos gobiernan?”, por José María Castillo.

Martes, 18 de febrero de 2014
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Rajoy-saluda-Rouco-Varela-presencia-principesContundente artículo que hemos leído en su blog Teología sin Censura:

No dudo de que nuestros gobernantes (políticos, militares, jurídicos, económicos, religiosos…) tienen creencias. Y bastante sólidas, por cierto, dadas las no pocas dificultades que tienen que superar. Lo que yo me pregunto no es si tienen creencias, sino en qué creen. Una pregunta que se acentúa cada mañana cuando uno lee los periódicos o escucha los informativos.

Por eso yo pensaba estos días pasados: ¿en qué demonio creerán quienes dieron la orden de disparar (lo que fuera) contra unos hombres que se estaban ahogando junto a la playa de Ceuta? Entiendo que nuestros obispos están en su derecho (y en su deber) cuando claman en defensa de la vida siempre que esa vida es la de un no-nacido. Pero, ¿han denunciado con la misma fuerza y la misma eficacia lo que ha ocurrido en el patético incidente de los inmigrantes que han muerto en la playa de Ceuta? ¿Por qué no claman al cielo cuando se enteran de los incesantes recortes que está sufriendo nuestro sistema sanitario? ¿Es que esto ya no es defender la vida? Cuando sabemos que en España hay ahora mismo cerca de tres millones de niños hundidos en la pobreza, pasando hambre, ¿en qué creen los que han hecho eso posible? ¿Y los que lo permiten en silencio, haciendo la vista gorda como el cura aquél de la parábola del buen samaritano?

Ceuta-circunstancias-Guardia-Civil-Mpode_EDIIMA20140209_0204_13Todo esto me da mucho que pensar. Porque ando ahora estudiando el tema de la fe en los evangelios. Y lo que más me llama la atención es que, en esos relatos, la fe no se relaciona directamente con la religión, sino con la salud. Es decir, la fe es una fuerza que se centra en el que sufre. Y en la curación del sufrimiento del enfermo. La cosa no falla. Siempre que Jesús repite: “tu fe te ha salvado” (una y otra vez), no se refiere a la salvación eterna, sino a la curación de los males y penas de esta vida. Y que nadie me venga haciendo apologética religiosa con los presuntos milagros, que probarían la divinidad de Jesucristo. No entro ahora en esa cuestión, que rebasa los límites de esta reflexión. Vamos a quedarnos en lo más claro que hay en los relatos, que es sencillamente esto: que las personas que sufrían, si tenían fe, esa fe se relaciona constantemente con la solución del sufrimiento y sus causas.

1356804634_449174_1356816222_noticia_normalAsí las cosas, vuelve mi pregunta: ¿en qué creen quienes nos gobiernan? Yo veo que juran sus cargos poniendo la mano sobre los evangelios, que, por cierto, en ellos se prohíbe jurar. Y veo que asisten a actos religiosos. Y con frecuencia están a partir un piñón con obispos, curas y frailes. Todos clamando en defensa de la vida de los no nacidos (repito que en eso estoy de acuerdo, ya que no soy abortista). Pero por qué no son igual de intolerantes en la lucha contra tantas y tantas agresiones a los derechos de la vida del resto de los mortales? ¿No habrá inconfesables connivencias entre los anti-abortistas y los que, desde intereses que no conocemos, han hecho posibles unas condiciones sociales y económicas que atacan la dignidad, los derechos y la seguridad de los más indefensos de esta vida? No quiero ser mal pensado. Pero, tal como se han puesto las cosas, resulta imposible evitar que a uno se le ocurran este tipo de preguntas.

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