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“Una sociedad libre de homofobia, un reto para los cristianos – 1”, por José Antonio Pagola

Martes, 18 de octubre de 2016
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lgtb_pagolaGrupo Betania con José Antonio Pagola

Los hermanos y hermanas del Grupo Cristiano Betania de Aldarte, Bilbao, nos han enviado amablemente este texto que agradecemos y que publicaremos en cuatro partes sucesivas…

Ponencia de José A. Pagola impartida en la universidad de Deusto el 11 de mayo de 2016, organizada por las comunidades de Betania LGTB y otros colectivos cristianos. PRIMERA PARTE:

Quiero comenzar haciendo unas observaciones para que se comprenda mejor el contenido de mi intervención, su alcance y también sus límites. No soy un moralista ni tengo conocimientos especiales sobre la realidad de la homosexualidad. En estos momentos vivo totalmente entregado a conocer mejor a Jesús y a impulsar en el interior de la Iglesia una renovación arraigando la experiencia cristiana con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús, en su mensaje liberador y en el proyecto humanizador que Jesús llamaba el “reino de Dios”.

Por eso, mi exposición tendrá dos partes. En la primera expondré el “principio-misericordia” que inspiró y motivó toda la actuación profética de Jesús y que dejó como herencia a sus seguidores y a toda la Humanidad: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lucas 6,36). En la segunda parte, trataré de mostrar cómo el “principio-misericordia” nos puede ayudar a dar pasos concretos hacia una sociedad liberada de homofobia donde la comunidad homosexual pueda convivir de manera más digna, justa y dichosa en medio de una mayoría heterosexual.

El momento actual es decisivo para abordar el problema de la homofobia. Me explico. El Papa que preside hoy la Iglesia Católica se ha pronunciado de manera clara con palabras impensables todavía hace unos años. Son dos frases breves que abren el movimiento de Jesús hacia un horizonte nuevo, aunque las fuertes resistencias a Francisco hayan obligado a “aparcar” de momento el tratamiento a fondo del tema de la homosexualidad en el último sínodo sobre la Familia. Es el momento de reaccionar desde las comunidades cristianas.

En el avión de regreso de su viaje a Brasil, a preguntas de periodistas, decía así: “Si una persona gay busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. No es una encíclica, no es un documento magisterial, pero, tal vez, es mucho más. Es la convicción profunda del papa Francisco donde, por fin, resuenan las palabras de Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mateo 7,1).

En respuesta a Yayo Grassí, antiguo alumno de Jorge Bergoglio, homosexual que vive en pareja en EE.UU., que pedía a Francisco una aclaración en torno a un episodio en que se había visto envuelto el papa. Francisco termina su carta con estas palabras: “Quiero asegurarte que en mi trabajo pastoral no hay lugar para la homofobia”.

1. La condición homosexual

Desde el inicio es importante que utilicemos un lenguaje adecuado y preciso para evitar expresiones cargadas de connotaciones peyorativas. Desde hace algunos años, el término “homosexualidad” ha pasado a significar la realidad humana total de las personas cuya pulsión sexual está orientada hacia personas de su propio sexo. El término proviene del griego “homoios”=igual y “sexus”=sexo (el término fue introducido por Fereneczi, médico húngaro en el siglo XIX; bastantes organizaciones homosexuales lo rechazan por su origen clínico y prefieren designarse como “gais” y “lesbianas”).

Con la palabra “homosexualidad” queremos referirnos a la condición humana de una persona que, en su dimensión de sexualidad se caracteriza por estar constitutivamente movida por una pulsión sexual orientada hacia personas del mismo sexo.

Con esto se quiere decir:

  • El homosexual es, ante todo, un ser humano con su dignidad personal, con un destino y una vocación a crecer y realizarse como persona humana, lo mismo que el heterosexual. Su peculiaridad tiene su raíz y manifestación más clara en que su pulsión sexual está orientada hacia personas del mismo sexo. Por eso, al hablar de las personas homosexuales, hemos de tener siempre presente toda su realidad humana y su dignidad personal sin centrar la atención de manera reduccionista y por lo tanto falsa solo en lo sexual o genital.
  • No hemos de confundir la condición homosexual con una enfermedad. La homosexualidad no lleva consigo, de por sí, ningún rasgo de patología somática o psíquica. En 1973, la American Psichiatric Association concluyó su estudio afirmando que la homosexualidad no puede ser catalogada como enfermedad. En 1990, la Organización Mundial de la Salud la eliminó definitivamente de la lista de enfermedades.
  • Tampoco hemos de confundir la condición homosexual con actuaciones anómalas o desviadas como por ejemplo: la pederastia, el sadismo, la prostitución, promiscuidad, violación…; lo mismo que no confundimos la condición heterosexual con ese tipo de actuaciones. No hemos de admitir que se hable de los homosexuales en clave de “perversión”, “desviación”, “inversión”.

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Si me he detenido en todo esto es porque pienso que, para caminar hacia una sociedad libre de homofobia, hemos de aprender a mirar, respetar y amar al diferente en su propia realidad, sin falsearla.

2. Sed misericordiosos como vuestro Padre

Lo primero que hemos de grabar bien es que Jesús capta y vive la realidad insondable de Dios como un misterio de misericordia. Lo que define a Dios no es el poder o la fuerza como a las divinidades paganas del Imperio. Por otra parte, Jesús no habla nunca de un Dios indiferente o lejano, olvidado de sus hijos. Menos aún, de un Dios interesado por su honor, sus derechos, su templo, su sábado… Dios es un misterio de compasión. Es “rahum”, misericordioso, tiene “entrañas de misericordia” (“rahamin”).

(Empleo indistintamente los términos “misericordia” y “compasión”. De ordinario, prefiero hablar de “compasión” para sugerir la cercanía al que sufre –padecer con él– y de “misericordia” para sugerir la atención al que sufre –poner el corazón en el que está en la miseria).

Dios no vive de espaldas al sufrimiento de sus hijos. Por decirlo de alguna manera, la compasión es su modo de ser, su manera de mirar el mundo y de reaccionar ante sus criaturas. Jesús no le vive ni le experimenta a Dios al margen del sufrimiento humano. Por eso no separa nunca a Dios de su proyecto de construir un mundo más digno, más justo, más dichoso para todos, empezando por los que más sufren.

(Las parábolas más importantes de Jesús son las que narra para comunicar su experiencia de un Dios misericordiosos que solo busca el bien de sus hijos: El padre bueno, Lucas 15,11-32; El dueño de la viña, Mateo 20,1-15; El fariseo y el recaudador, Lucas 18,9-14).

Toda la actuación profética de Jesús arranca y está motivada y dirigida por la misericordia de Dios. Su pasión por Dios se traduce en compasión por el ser humano. Es la compasión de Dios lo que atrae a Jesús hacia los maltratados por la vida o por los abusos e injusticias. Lo que lo hace tan sensible al sufrimiento y la humillación de la gente. Pero, sobre todo, es la compasión lo que empuja a Jesús a vivir y a morir “buscando el reino de Dios y su justicia: ese mundo más digno y dichoso para todos, empezando por los que más sufren.

Movido por la misericordia del Padre, “la primera mirada de Jesús no se dirige propiamente al pecado de los otros sino a su sufrimiento” (J. B. Metz). El contraste con Juan el Bautista es esclarecedor. Toda la actividad del Bautista gira en torno al pecado: denuncia los pecados del pueblo, llama a los pecadores a penitencia y les ofrece un Bautismo de conversión y purificación. El Bautista no se acerca a aliviar el sufrimiento de los enfermos, no limpia a los leprosos liberándolos de la exclusión, no acoge a las prostitutas, no abraza a los niños de la calle, no se sienta a comer con “pecadores” excluidos de la Alianza. No hace gestos de bondad. Su actuación es estrictamente religiosa.

Para Jesús, por el contrario, la primera preocupación es el sufrimiento de las gentes enfermas y desnutridas de Galilea, la defensa de los campesinos explotados por los poderosos terratenientes, la acogida a pecadores y prostitutas, los más despreciados y olvidados por la religión. Por decirlo de alguna manera, en la actuación de Jesús es más determinante suprimir el sufrimiento y humanizar la vida que denunciar los pecados y llamar a los pecadores a la penitencia. No es que no le preocupe el pecado, sino que para el Profeta de la compasión, el mayor pecado contra el proyecto humanizador de Dios consiste en introducir en la vida sufrimiento injusto o tolerarlo con indiferencia desentendiéndonos de las personas que sufren.

Jesús vivió en una sociedad profundamente religiosa donde el ideal supremo estaba formulado así en el Levítico: Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Levítico 19,2). El pueblo ha de ser santo, como el Dios que habita en el Templo: un Dios que ama a su pueblo elegido pero rechaza a los pueblos paganos, bendice a quienes observan la Ley pero maldice a los pecadores, acoge a los puros pero separa a los impuros. Paradójicamente, esta imitación de la santidad de Dios, entendida como separación de lo pagano, lo no-santo, lo impuro y contaminante, que estaba pensada para defender la identidad de Israel, fue generando de hecho una sociedad discriminatoria y excluyente donde había: israelitas elegidos y paganos rechazados; sacerdotes de un rango superior de pureza y pueblo ordinario; varones con un nivel superior de pureza y mujeres siempre sospechosas de impureza por su menstruación y los partos; sanos que gozan de la bendición de Dios y leprosos, ciegos, tullidos… excluidos incluso del acceso al Templo. Esta religión generaba barreras y discriminación; no promovía la mutua acogida, la fraternidad y la comunión.

Jesús lo captó enseguida. Y con una lucidez y una audacia sorprendente introdujo para siempre en la historia humana un principio que lo transforma todo: “Sed misericordiosos como vuestro Dios es misericordioso” (Lucas 6,36). Es la misericordia y no la santidad el principio que ha de inspirar la conducta humana. Dios es grande y santo no porque rechaza y excluye a paganos, pecadores e impuros, sino porque ama a todos sin excluir a nadie de su misericordia. Dios no es propiedad de los buenos. Su amor está abierto a todos, también a los malos. Dios es de todos. En su corazón hay un proyecto integrador. Dios no separa ni excomulga, sino que acoge y abraza. No bendice la discriminación. Busca un mundo acogedor y solidario donde los santos no condenen a los pecadores, los ricos no exploten a los pobre, los poderosos no abusen de los débiles, los varones no dominen con su prepotencia a las mujeres.

“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. Hemos de grabar bien estas palabras de Jesús en el corazón de la Iglesia. Estas palabras no son propiamente una ley o un precepto más. Se trata de reproducir en la tierra la misericordia del Padre. Esta llamada a la misericordia es la clave del Evangelio, la gran herencia de Jesús a la Humanidad. El único camino para construir un mundo más justo y fraterno. El único modo de hacer entre todos una Iglesia más humana y más creíble.

José Antonio Pagola
11/mayo/2016

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Pasado y futuro

Martes, 27 de septiembre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010)

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“Dios de misericordia,

Tú entierras nuestro pasado en el corazón de Cristo

y te ocuparás de nuestro futuro .

*

Frère Roger de Taizé,

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Jon Sobrino: “El principio de la misericordia es bajar de la cruz a los pueblos crucificados”

Lunes, 12 de septiembre de 2016
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bajarcruzpobresAnselm Grün: “Buen samaritano, ejemplo de misericordia sanadora”

Inés Serrano dice que “con la misericordia de Dios se logra la sanación terapéutica”

(Universidad de la Mística).- Hoy, en su cuarto día de conferencias, el II Congreso Mundial de Biblia y Mística, ha contado con destacados ponentes. Anselm Grün, Jon Sobrino e Inés Serrano Fernández enriquecieron el tema de la misericordia con sus propias aportaciones.

Anselm Grün es monje benedictino alemán, Doctor en teología. Reside en el Monasterio de Münsterschwarzach (Alemania). Es reconocido mundialmente por sus escritos sobre espiritualidad, siendo autor de más de 300 libros relativos al tema. Más de 14 millones de copias de sus libros han sido vendidas y traducidas a una treintena de idiomas.

El Dr. Grün, bajo el tema de la “La misericordia sana” ofreció su aporte original integrando espiritualidad y psicología de una manera dinámica y sanadora, a través del desarrollo de la misericordia en el evangelio como camino de sanación.

Desarrolló los siguientes puntos: Jesús, fundamento principio y fin de toda sanación espiritual, el buen samaritano como ejemplo de misericordia sanadora y modelo de Dios Padre, importancia de la sanación personal para acompañar la sanación del otro, la importancia de la misericordia consigo mismo para compadecer a los demás y culminó su conferencia mistagógica con una oración.

La segunda conferencia estuvo a cargo del sacerdote Jesuita Jon Sobrino. El se formó en España, Alemania y Estados Unidos, donde cursó estudios de ingeniería. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1956. Es profesor de Teología y director del Centro Monseñor Romero de la Universidad Centroamericana de San Salvador. Es miembro del Consejo Editorial de Concilium.

Desarrolló su ponencia “El Principio de la Misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados”. En ella, trató sobre aspectos de la misericordia del Padre, principalmente la imagen de Dios Padre y de un Padre que es Dios, aludiendo a la parábola del hijo pródigo y aludió al gozo del Padre.

El P. Sobrino enfatizó el primer momento de la misericordia refiriéndose al Libro de Éxodo cuando el Padre se revela a Moisés como el que es Misericordioso y busca liberar a su pueblo. Actualizó este ejemplo de dos maneras, preguntando cómo podríamos bajar de la cruz a los que sufren y proponiendo una parábola comparando el bajar de la cruz a los crucificados con el empujar una carreta, es decir, actualizar la imagen de una iglesia misericordiosa.

La Dra. Inés Serrano Fernández, Psicoterapeuta, introdujo el tema “El Valor terapéutico del Perdón”. Habló del qué, cómo y porqué del perdón; de los conceptos fundamentales a tener en cuenta en una terapia de perdón y cómo con la ayuda de la misericordia de Dios se logra la sanación terapéutica. Explicó el perdón como proceso de sanación mental y psicológica y el efecto del perdón en la salud, proporcionando datos valiosos y procesos específicos refiriéndose a reconocidos autores.

La mesa redonda “La misericordia en la acción social de la Iglesia” con aportaciones del Lic. Sebastian Mora Rosado, Secretario General de Cáritas, Lic. Javier Menéndez Ros, Director de Ayuda a la Iglesia necesitada y Lic. Carla Gil, presidenta de Manos Unidas. Los aportes de los participantes enriquecieron notablemente las facetas de la misericordia vistas anteriormente desde su experiencia en las organizaciones caritativas que presiden.

El día concluyó con las comunicaciones: “Acción misericordiosa”. El Dr. Esteban Monjas Ayuso, propuso la Misericordia de Dios en “El Quijote” y por último el Dr. Javier Marín Marín, “Vínculo entre la acción educativa y la misericordia”.

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Dom 11.9.16. Justicia del hijo, misericordia del padre.Un tema abierto

Domingo, 11 de septiembre de 2016
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Rembrandt_Harmensz._van_Rijn_-_The_Return_of_the_Prodigal_SonDel blog de Xabier Pikaza:

Dom24 tiempo ordinario. Ciclo C. Lucas 1-32. La parábola llamada “del hijo pródigo” deja el tema sin resolver. El hermano menor ha vuelto a casa, tras gastar la herencia, y su llegada enfrenta al padre con su hijo mayor:

El hijo mayor representa la justicia de la ley. A su juicio, hijo menor (pródigo) que ha gastado el dinero de la herencia en fiestas y pecados debe pagar por lo que ha hecho.

Hay que castigarle, ponerle a trabajar duro, que reconozca no sólo su pecado, sino que devuelva lo gastado, para que la herencia común pueda repartirse bien entre los dos hermanos.

El padre representa la misericordia.Más que la justicia, le importa el hijo menor, que ha estado en trance de perderse. Ciertamente, más tarde, celebrada la fiesta, se podrá hablar quizá de justicia (de cómo replantear nuevamente las cosas, entre los dos hermanos,de cómo repartir trabajos y gastos), pero por ahora, ante el hijo que vuelve, ha de expresarse la misericordia: la fiesta del vino y ternero cebado, con la música y el baile.

El hijos menor, el pródigo, queda así en medio de las dos actitudes, ejemplarmente representadas por el padre y el hermano mayor.

El Padre es la misericordia antes de la ley. Es el amor y la fe que valora a las personas, por encima de todo lo que han hecho, no porque todo dé lo mismo, sino porque el perdón y la fiesta puede cambiar al mismo pródigo (que tiene necesidad de cambiar, no sólo por justicia, sino por dignidad personal).

— El hijo mayor es la ley antes de la misericordia. Que su hermano empiece pagando, y que lo haga en serio… Sólo después, si se convierte de verdad y paga la deuda, se podrá hablar de fiestas.

La solución del problema no es fácil. Porque el problema no habla sólo de hermanos en privado y de padres buenos… Habla de la vida social, de la responsabilidad ante la justicia… y de la misericordia. Hay que intentar reconocer también las razones del hermano mayor… (así lo he querido mostrar en mi libro sobre la misericordia).

En este contexto de la parábola se sitúa el Congreso sobre Mística y Misericordia que se ha celebrado en Ávila a lo largo de este semana.

— Una mística sin misericordia acaba siendo estéril y en el fondo injusta, pues se evade del mundo de Jesús, del sufrimiento de los pobres.

— Una misericordia sin mística pierde su “mordiente”, es decir, su base, su orientación, su “gasolina”, si es que puede emplearse esta palabra popular.

Buen domingo a todos, buena reflexión y mejor opción, a favor de la misericordia justa y de la justicia misericordiosa.

Texto (parte final)

a. El principio misericordia: El Padre

El hijo pródigo vuelve y le dice al Padre:”Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.”Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.” Y empezaron el banquete.

b. Principio justicia. El hermano mayor

Su hijo mayor estaba en el campo.Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.”Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

c. Un intento de solución

Y él mayor replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.”

El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.””

Una reflexión abierta

El centro no es el hijo que vuelve, quizá arrepentido, sino el Padre que le espera y acoge, con misericordia, ofreciéndole una terapia de amor y de fiesta. Leer más…

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Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. 11 septiembre, 2016

Domingo, 11 de septiembre de 2016
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TO-D-XXIV

“Solían acercarse a Jesús los publicanos y pecadores a escucharle.

Jesús les dijo esta parábola:

Si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa con cuidado, hasta que la encuentra?

Y cuando la encuentra reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:

¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.

Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta” (Lc 15, 1-10)

¡Hoy somos invitados a la escucha!

El evangelio de este domingo nos pone dos ejemplos de escucha. La escucha de los publicanos y pecadores y la escucha de los fariseos y escribas.

La escucha de los fariseos y escribas.

Estos últimos son “mensajeros” de críticas, están al acecho de lo que Jesús hace y dice, tienen el corazón enfermo, amargado, no pueden escuchar, oyen y al oír desatan un parloteo interior, un desenfoque de la realidad.

La mente nos agita, engendra ambición, no deja perdonar, nos agarrota con ruidos que nos hacen personas duras, sin capacidad de acoger, de perdona; nos atiborra de ruidos, de orgullo; nos hace sentirnos “las mejores”.

La escucha de los publicanos y pecadores.

El otro ejemplo, el de los publicanos y pecadores que se acercan a Jesús para escucharle. Escuchar con la cabeza y con el corazón. Se acercan a Jesús para escucharle. Es un modo, un talante de ser y de vivir. Dicen los místicos que “el camino más largo de recorrer en la vida es un camino muy corto, el que va de la cabeza al corazón.

Cuando llegamos al corazón nos invita con suavidad a escuchar, “siéntate, corazón mío”. Y es una llamada a buscar lo que hemos perdido, la “moneda perdida” que es muchas veces la paz del corazón. Sentirnos vulnerables, es lo que somos, nos llama a escuchar al Maestro, al Señor Jesús. Quien se abre a la escucha de Jesús, se abre a la plenitud.

Quien con sencillez escucha, siente “cosquilleos” en el corazón, y como la mujer de la parábola, necesitamos comunicar lo que sentimos y decir a quienes nos rodean: ¡felicitadme! He encontrado lo que buscaba, el Espíritu de Dios, y él hará en mí como en María de Nazaret, “obras grandes”, y como Pablo en la 1ª carta a Timoteo 1,12 podremos decir: “doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió esta llamada… el Señor derrochó su gracia en mí”.

ORACIÓN:

Padre bueno,
que nos has enviado a Jesús:
nuestra gratitud.
Jesús, Tú nos hablas,
nos invitas a la escucha,
silencia nuestro corazón.
Santo Espíritu,
que nos iluminas y fortaleces.
Sólo podemos decir:
¡Hágase en mí tu voluntad!.Amén

*

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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El Misterio y la Misericordia

Jueves, 7 de julio de 2016
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miseriCreo en el Misterio de la Vida que me hizo nacer del abrazo amoroso; que me sustenta, me envuelve y me ayuda a respirar de otra manera; que me invita a ser más que a poseer; que es mi tierra fértil, mi latido y mi esperanza. Que me urge a la felicidad y la alegría, a celebrar cada día el gozo de estar vivo.

Creo que el Misterio se revela a los sencillos y se oculta a los poderosos y a quienes se creen saberlo todo. Habita en el hondón personal de cada mujer y cada hombre; en los árboles, los animales, los ríos y las montañas; en las estrellas, los agujeros negros, las galaxias…, el universo que nos asombra y fascina.

Creo que el Misterio es un eco y una llamada. El eco que resuena siempre en nuestro ser más íntimo, el eco que nos hizo abrir los ojos a la luz. La llamada a crecer en relación, sintiéndonos una fracción del Todo del que formamos parte y, a la vez, siendo también el Todo consciente, que camina, sufre y ama.

Creo que el Misterio queda mancillado y encubierto tras el lamento del dolor y la soledad, las lágrimas del sufrimiento, la sinrazón del odio, la indiferencia ante el hambre y la guerra. Y se manifiesta y visibiliza en la armonía, la belleza, la ternura, la solidaridad; en las sendas que sembramos con semillas de sensibilidad, justicia y misericordia.

Por eso creo en la Misericordia, que es la epifanía del Misterio. Que sana las heridas por nuestras manos, que acaricia con la mirada a quien se siente frustrado, que clama con nuestros gritos ante la exclusión, que acoge al refugiado, a la mujer maltratada, a pesar del miedo y la indiferencia general. Que es puro don gratuito.

Creo en la Misericordia, que se encarnó en la persona de Jesús de Nazaret y a la que llamó Abbá, Papá, Mamá: es el Hijo que nos invita a confiar como hijos y nos muestra el camino de la felicidad y la solidaridad; el Sanador que nos mueve a curar tantas heridas; el Hermano que nos convoca a vivir como hermanos en comunidad, abiertos a toda la humanidad y en profunda comunión con toda la creación.

Creo en la Misericordia, que es atención, paz e impulso, para poder escuchar y dar nuestro apoyo a las alternativas que surgen cada día, y así seguir construyendo ese otro mundo más justo, pacífico y fraterno, que está latiendo en nuestros corazones, que ya está aconteciendo en tantos proyectos a lo largo y ancho del planeta, por mínimos que parezcan.

Creo en la Misericordia, que anida en nuestro interior como un fuego, un desasosiego, un empeño. Que hay que alimentar para que no se apaguen sus brasas. Que hay que cuidar, para que siga siendo nuestra segunda piel y nuestro bálsamo para los demás. Felices quienes se muestran siempre misericordiosos porque, solo así, se sentirán afortunados y satisfechos del sentido que han dado a su vida.

Miguel Ángel Mesa Bouzas

Fuente Religión Digital

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La misericordia, ¿un acto político?

Martes, 7 de junio de 2016
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RV8391_ArticoloJosep M. Rambla Blanch. Hace unos meses el papa Francisco inició el Jubileo de la Misericordia, para ayudarnos a vivir la misericordia, la que todo el mundo necesita recibir de parte de Dios, pero también la que debemos practicar para con tanta gente abrumada por el sufrimiento.

Sin embargo, hay palabras traidoras. Palabras que quieren significar cosas buenas, pero sólo oírlas ya suenan mal a los oídos, al menos a algunos oídos. Una de esas es la misericordia. Y no hay que recurrir a las burlas de Nietzsche para constatarlo. Al oír la palabra misericordia muchas personas piensan en sentimentalismo barato, obras de caridad para rehuir la justicia, ayuda a las personas sin pensar en las causas que las hacen sufrir… Un maleficio, una palabra importante, pero engañosa, porque no quiere significar otra cosa que el sentimiento personal profundo por el sufrimiento de los demás, un sentimiento que mueve a la acción sincera y generosa para aliviar este sufrimiento… Corazón y miseria componen las dos partes de esta palabra: un corazón que siente la miseria o sufrimiento de los demás…

La misericordia es pues un sentimiento profundo y dinámico, que no permite que quien lo siente se quede inmóvil o pasivo ante tanto sufrimiento que hay en la humanidad. Es el alma de la solidaridad, de la acción social, del compromiso por la justicia… Por un lado, la compasión es propiamente la actitud permanente que se da en cualquier situación, siempre que hay fraternidad y amor, y por otra parte, la misericordia es la compasión hacia la persona que sufre. Una actitud profunda, una conmoción del corazón, que conduce a los actos de solidaridad…

La fe en un Dios que ama al mundo y por eso es misericordioso

El Dios bíblico es un Dios con sentimientos, que se alegra de haber hecho el mundo y de haber creado al Hombre. “Vio que todo era muy bueno” (Gen 1,31). Pero, más adelante, el relato fundante del Sinaí nos presenta un Dios que, porque ama, siente el sufrimiento del pueblo oprimido, lo quiere liberar y cuenta con Moisés como líder de esta liberación (Ex 3, 7-10). En el AT, a pesar de episodios de la historia del pueblo donde parece que Dios presenta un rostro un poco adusto, y que hay que interpretarlos en el conjunto de la historia de salvación, la constante es que Dios es “compasivo y benigno” (Salmo 103), “su misericordia es eterna” (Salmo 136).

Jesús viene a llevar a la cumbre esta trayectoria de la revelación de Dios. Su vida y su acción revelan al “Padre misericordioso” (Lc 6, 36). Él mismo se manifiesta como el hombre poseído por el Espíritu enviado a liberar todo tipo de esclavitudes y a anunciar una buena noticia a los pobres anunciando un mundo nuevo (Lc 4, 16-21). Este hombre espiritual resulta desconcertante, porque relativiza costumbres, ritos y prácticas religiosas, incluso el Templo, y se relaciona con gente pobre y de mala reputación. Y cuando, movido por este desconcierto, Juan envía a sus discípulos a preguntarle si es él el que espera todo el pueblo, Jesús les responde con este signo de identidad de su misión: curar enfermos, hacer andar cojos, resucitar muertos y anunciar una buena noticia a los pobres (cf. Mt 11, 2-6). Porque, ante las necesidades y sufrimientos de los demás, a Jesús “se le removían las entrañas, es decir, el sufrimiento de los otros le conmovía.

El “principio-misericordia”

De acuerdo con toda esta visión de la tradición del AT y del NT, hace ya más de veinticinco años Jon Sobrino formuló el “principio-misericordia”, inspirándose en la expresión de Ernst Bloch, el “principio-esperanza”. Porque la misericordia es lo que mueve toda la acción de Dios en el AT y de Jesús en el NT. Jesús hace muchas cosas y en muchos lugares (enseña, cura, denuncia, alimenta, dialoga, etc.), pero la misericordia es lo que inspira y mueve todo en su vida y acción. Siente a fondo el sufrimiento de la gente, antes que ocuparse del pecado se preocupa de aliviar su dolor. Un hecho, sin embargo, hay que remarcar, que Jesús no se limita a la esfera de lo privado, sino que extiende la misericordia a dimensiones colectivas y públicas: reparte el alimento a una multitud, interpela a los ricos, predica a las masas y las alienta, denuncia los abusos de las autoridades religiosas y políticas, se enfrenta a los manipuladores de la religión del Templo…

La misericordia política

Este principio-misericordia es, pues, lo que ha de iluminar y conducir la vida de los seguidores de Jesús, y de la Iglesia como comunidad. Es lo que el Vaticano II marcó como orientación de la Iglesia del futuro, una Iglesia samaritana, una Iglesia de la misericordia. Una misericordia que abarca las relaciones más inmediatas y cercanas de las personas, pero que tiene que hacer frente también al ámbito estructural del mal y de la injusticia. Nos lo recuerda el papa Francisco: “La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder con todas sus fuerzas” (Evangelii Gaudium 188). Esta sería la gran eficacia de nuestra solidaridad y compromiso por un mundo más fraterno y justo: ser personas, comunidades y grupos marcados por una pasión, la del sufrimiento de los demás. Imaginemos qué pasaría si en los ayuntamientos, en los parlamentos, en el Consejo de Seguridad de la ONU, en el Banco Mundial o el FMI hubiera la mitad de las personas con el virus de la misericordia… Precisamente el papa Francisco, al convocar el Año de la Misericordia 2016, llama a la conversión a los que cometen actos criminales a menudo movidos por la codicia, a las personas que adoran el dinero y causan un mundo injusto, a las que navegan en medio de la corrupción… Y los llama a experimentar la misericordia de Dios, que si la acogen los transformará en misericordiosos. Si el principio-misericordia fuera el motor de nuestra sociedad, se confirmaría que “la misericordia es un acto político” (Louis Lebrêt).

Misericordia con humildad y con alegría

No seamos ingenuos, no miremos la sociedad desde fuera, como si los males sólo vinieran de los demás. Como aquel fariseo de la parábola que juzgaba a todos y él se sentía reconfortado con sus prácticas y ritos religiosos. El evangelio nos dice que al final de la historia “todo el mundo” será juzgado no por el mal que ha hecho, sino por el bien que ha dejado de hacer, por la falta de misericordia… “Tenía hambre…, tenía sed…, era forastero…, estaba desnudo…, enfermo y en la cárcel…, y no me hicisteis caso” (Mt 25, 31-46). Un reconocimiento leal de lo que no hacemos y podríamos hacer para cambiar las cosas, por nuestras complicidades y silencios, por nuestras pasividades ante la injusticia, sería una excelente colaboración a la sociedad del cambio, a una nueva sociedad. Y, por ello, el Papa habla a los cristianos de la renovación del sacramento de la reconciliación, que puede ser un momento de reconocimiento sincero de nuestra poca misericordia, que nos abra a la misericordia de Dios, nos empuje a una verdadera y generosa solidaridad y nos haga probar la bienaventuranza de “felices los misericordiosos” (Mt 5, 7).

Por eso, este tiempo que el papa Francisco ha querido poner bajo el signo de la misericordia, podría ser también el tiempo de la recuperación de una verdadera alegría, la de las personas que acogen la misericordia de Dios abriéndose a la vez a la búsqueda de la justicia y al trabajo de la paz. No creo que muchos lleguemos a alcanzar el nivel de Etty Hillesum, que en medio de un campo de concentración, sufriendo, rebelándose y luchando, aún podía exclamar: “la vida es bella”. Pero sí podemos “practicar misericordia con alegría”, como recomendaba san Pablo (Rom 12, 8). Tal vez haremos realidad, aunque sea un poco, el sueño del profeta: “Libera a los que han sido encarcelados injustamente… deja libres a los oprimidos… comparte tu pan con el hambriento, acoge en tu casa a los pobres vagabundos, viste al que va desnudo. ¡No los rehúyas, que son hermanos tuyos! Entonces brillará como el alba tu luz y tus heridas se cerrarán en un momento… Entonces tu luz se alzará en la oscuridad, tu atardecer será claro como el mediodía… Serás como un huerto empapado de agua, como una fuente que nunca cesa” (Is 58, 6-11).

Fuente Cristianismo y Justicia

Imagen extraída de: Radio Vaticano

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Dom 29.5.16. Corpus, fiesta de la Misericordia

Domingo, 29 de mayo de 2016
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pan-y-vinoDel blog de Xabier Pikaza:

 Este domingo celebramos el Corpus de la Misericordia, como ha querido el Papa Francisco, y es buena ocasión para poner de relieve la relación que existe entre la Misericordia de Dios (entre los hombres) y Cuerpo de Cristo.

Como bien sabemos, Jesús ha rechazado (superado) un tipo sacralidad fundada en el sacrificio de animales y en el cumplimiento de unas leyes de pureza, para centrar su fiesta y su presencia en el pan compartido, como dicen dos textos famosos (Mt 9, 13; 12, 7: “misericordia quiero y no sacrificio”).

Así lo han puesto también de relieve los relatos de las “multiplicaciones”, que, en sentido estricto deberían llamarse “alimentaciones”, es decir, fiestas del pan compartido, abiertas a todos los hombres y mujeres del entorno, tanto a un lado del río y del lago de Galilea, como al otro, en la zona de los paganos y/o gentiles (Decápolis).

Marcos 6, 35-44 y 8, 1-10 (con los paralelos de Mateo, Lucas y Juan) han contado cuidadosamente esa “alimentaciones eucarísticas”, que son las primeras y más importantes de todas las fiestas del Corpus, es decir, del Cuerpo Mesiánico de Cristo.

Ciertamente, no están mal las procesiones de Toledo o Ledesma del Tormes, pero en sí mismas ellas se parecen menos a las fiestas del pan de Jesús en Galilea o Decápolis.

eucharist-adorationCorpus de verdad sería una fiesta del pan compartido en Ceuta o Idoumene (si es que queda allí alguien, si es que alguno logra superar las vallas de la policía “católica”), sin interesarse demasiado por la identidad personal y social de cada uno (soltero, casado, divorciado), para poner de relieve su hambre y su deseo de libertad y comunión. Sería bueno celebrar este año el Corpus de la Misericordia, como tiempo de comunión y presencia real de Cristo, en la eucaristía real de la comunión con los necesitados.

En este contexto quiero evocar y situar la fiesta del Corpus, que Jesús fue ensayando y preparando no sólo en sus “multiplicaciones” (alimentaciones) a campo abierto, sino también en otras comidas que compartió con hombres y mujeres de diversa condición, hasta la Última Cena, cuando le iban a matar por eso mismo (por dar de comer a y por comer con todos), con sus discípulos y amigos, en Jerusalén, diciéndoles que de esta dificultad ya no salía en este mundo, pues la policía le estaba persiguiendo los talones.

Fue cuando les dijo que la más honda comida termina siendo la de dar el propio cuerpo, compartir la vida y sangre con todos. Ésta es la fiesta del Corpus, es decir, de mi cuerpo entregado, compartido, al servicio de todos los cuerpos del mundo

13244690_594855500691646_4224160837643405285_nLos cristianos tenemos buena memoria y hemos conservado el recuerdo de las eucaristías de Jesús, en el campo y en las casas, hasta la última de Jerusalén, pero las hemos transformado tanto que ya casi nadie las conoce (¡iba a decir “ni la madre de Jesús”!).

Ciertamente, entre las comidas/corpus de Jesús en Galilea, Decápolis, Jerusalén… y la Eucaristía/Corpus de Toledo o Ponteareas hay una continuidad… pues aquellas llevan a estas, pero hace falta mucha imaginación y buena voluntad para descubrirlo.

Para trazar mejor ese argumento he querido escribir lo que sigue.

Imágenes: 1. “Especies”. 2. Adoración. 3 (y final): Mercedarios de Sevilla en una procesión del Corpus.

Comidas mesiánicas, Corpus: Cristo es el pan compartido.

La verdad del Dios de Jesús se expresa en la comida, se vuelve comida compartida, anunciada ya por la profecía:

El Señor de los de Ejércitos prepara sobre este monte (Jerusalén, el mundo entero), un festín de manjares suculentos para todos los pueblos, (Is 25, 6).

Sólo podemos decir que Jesús es Mesías si se expresa y se despliega en forma de pan compartido. Ciertamente, no sólo de pan vive el ser humano, como sabe Mt 4, 4. Por eso, siendo pan “material” (=comida) el Pan del Corpus de Jesús es comida (banquete) de perdón y gratuidad, de comunicación entre los hombres:

1. La comida de Jesús es comida es perdón y fraternidad.

Así se dice que él ha compartido el pan con los pecadores (Mc 2,13-17), aceptando su hospitalidad y sentándose a su mesa. Lógicamente, ese gesto le lleva a superar el ritual judío de comidas (7, 1-23), centrado en la separación de puros e impuros, iniciando un proceso que culmina en la apertura a los gentiles (7, 24-30), es decir, a los llamados impuros, como indica el relato de la siro-fenicia.

Ésta es quizá la comida más importante de Jesús, cuando ofrece el “pan de los hijos”, de los buenos judíos puros… a la madre y a la hija que son siro-fenicias. También ellas, las “gentiles impuras” pueden comulgar, compartir el pan concreto de Jesús, en sentido material y religioso. Leer más…

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Misericordia y Personalismo

Martes, 3 de mayo de 2016
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mounier2“Perentoria necesidad de mutua compasión”

“La misericordia se enrolla así en la caridad incondicional e incondicionada”!

(Andrés Ortiz-Osés).- En la reunión del grupo Mounier en Zaragoza se ha planteado la teología de la misericordia del Papa Francisco y la filosofía propia del personalismo.

En esta reflexión trato ambos temas de la misericordia franciscana y del personalismo cristiano comparativamente.

1. Misericordia

Según Schopenhauer, la clave de la auténtica religión está en la compasión, tal y como la representa el budismo. Pero la compasión búdica es típicamente oriental, extática, mientras que la compasión cristiana es más occidental, dinámica, y se expresa por la misericordia. El Papa Francisco ha recogido la tradición cristiana dotándola de un fuerte componente perdonador: quién soy yo para juzgar, Dios es más grande que nuestros pecados, todo santo tiene su pasado y todo pecador su futuro, la caridad es incondicional…

La misericordia se enrolla así en la caridad incondicional e incondicionada, quintaesencia del cristianismo originario de Jesús. La misericordia es un amor básico, por cuanto se basa o fundamenta paradójicamente en el desfundamento de nuestra común miseria humana, de ahí la compasión como pasión o padecimiento mutuo, compartido no solo pasiva sino activamente. Por eso es necesario en este contexto el mutuo perdón, el perdón por lo hecho y lo no-hecho, por acción u omisión. Esta mutua misericordia es lo que funda la alegría del amor, el cual es una autoafirmación abierta al otro, la afirmación propia y ajena, la apertura radical.

Así que el amor de misericordia dice caridad, la cual obtiene un componente cuasi “matriarcal” de heteroafirmación o afirmación del otro. Como mostró Erich Fromm, el componente matricial del amor se caracteriza por su incondicionalidad, así pues por su positividad o positivación del negativo o negatividad de lo real. Se trata entonces de un amor asuntivo o afirmativo, transustanciador o regenerador, recreador o reconversor (metánoia). Kierkegaard hablaba de trascender la inmanencia, de salto o abrimiento radical; nosotros hablamos más discretamente de la misericordia como asunción autocrítica de nuestra miseria a nivel personal e interpersonal.

2. Personalismo

Decimos que la misericordia tiene un componente matriarcal-femenino, por cuanto es compasión junto al otro. Por su parte, la persona es el individuo no solipsista sino solidario o social, comunitario, por ello se define por su apertura o comunicabilidad. Ahora bien, esta comunicabilidad propia de la persona obtiene el contrapunto de la autonomía o autarquía, de modo que la persona es comunicable e incomunicable, extrovertida e introvertida, heteroafirmativa y autoafirmativa, abierta y propia. Por eso los clásicos hablan de la persona como comunicación de lo incomunicable o inefable, logos íntimo o interior, mismidad. Esta mismidad de la persona la hace “suya” (sui ipsius, sui iuris), y nadie puede usurpar su propia conciencia personal (ni siquiera el Papa, como ha dicho el propio Francisco).

La persona es entonces abierta y propia, matriarcal y patriarcal, anima y animus, como dice C.G.Jung. Digamos que el amor de caridad o misericordia es efusivo y refrenda sobre todo la igualdad, mientras que el amor personal es afectivo y refrenda la libertad. Hay así una cierta “dualéctica” entre la misericordia y la persona, entre la posición horizontal del amor y la posición vertical de la persona, una cierta tensión entre amor ajeno y amor propio.

No se trata de distingos escolásticos, sino del encuentro entre la igualdad compasiva y la libertad personal. Ambos, igualdad y libertad, constituyen la auténtica coexistencia democrática, en la cual debe realizarse la mutua corrección de la igualdad por la libertad, y de la libertad por la igualdad. Si prevalece la igualdad frente a la libertad, accedemos a una especie de populismo comunistoide; pero si prevalece la libertad frente a la igualdad asistimos a un neoliberalismo fascistoide.

Hay que coafirmar pues la igualdad y la libertad, ya que todos somos iguales y diferentes a un tiempo. Es cierto que afirmar a la vez la igualdad compasiva y la libertad personal es una contradicción, pero tenemos que encontrar el equilibrio democrático entre ambos extremos, equilibrio significado hoy simbólicamente por una democracia liberal de carácter social.

3. Misericordia y personalismo

Alguno ha interpretado la teología de la misericordia del Papa Francisco como populismo (y se señala la simpatía de Pablo Iglesias por el Pontífice), aunque en verdad se trata de una teología popular o teología del pueblo. En su significativo viaje a Cuba y Estados Unidos este Papa se ha distanciado tanto del viejo comunismo como del nuevo capitalismo neoliberal, propugnando una especie de personalismo o interpersonalismo compasivo, basado en la fraternidad de inspiración cristiana. Pero esta fraternidad es precisamente la hermandad de igualdad y libertad, o sea, de política social y espíritu libre.

Al respecto la figura de E.Mounier recobra sentido actual. Este filósofo cristiano predica y practica a la vez lo matriarcal y lo patriarcal, la apertura cuasi femenina y la autoafirmación cuasi viril. La persona es ex/sistencia o salida al otro, empatía, pero también alma o espíritu, libertad. Por eso precisamente critica en la Iglesia tradicional su “castratismo”, que ha reprimido el deseo humano en lugar de trasfigurarlo y espiritualizarlo, como Francisco de Asís. El afrontamiento cristiano de Mounier no es un enfrentamiento frente al otro, pero tampoco una regresión o ensimismamiento cavernario.

A partir de viejos textos de la patrística, Hugo Rahner redefinió a la Iglesia como “Luna patiens”, luna compasiva que recibe la luz no de sí misma sino del Sol (Cristo). El peligro está en quedarse alucinada/alunizada dentro de la caverna lunar (platónica) sin salir a la luz del sol, al aire libre, al mundo del hombre en el que se encarna la divinidad cristiana. Pues si desde las catacumbas de la Iglesia el mundo aparece en crisis, desde el mundo es la Iglesia la que aparece en crisis. Pero está en crisis la Iglesia y el mundo, como siempre, de ahí la perentoria necesidad de la mutua compasión, perdón y misericordia: crítica.

Fuente Religión Digital

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Abba de misericordia y Buda de compasión”, por Juan Masiá sj

Jueves, 3 de marzo de 2016
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buddha_and_jesus1Coincidiendo con la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional (proclamada por la Asamblea General de Naciones Unidas en su resolución 65/5 de 2010), en una pequeña “comunidad de base cristiano-budista” , que se reúne en el barrio de Nerima (Tokyo), hemos celebrado un día de retiro y meditación sobre el perdón y la reconciliación en medio del mundo conflictivo actual.

Para orar juntos por la paz en una liturgia interconfesional, se eligieron dos lecturas, una budista y otra cristiana. La budista fue el capítulo 20 del Sutra del Loto: El bodisatva despreciado que a nadie despreció”; la cristiana, el Padre Nuestro, en el contexto del capítulo 6 del Evangelio según la tradición de Mateo.

Los versos del Sutra del Loto sobre el bodisatva Sin Menosprecio rezan así:

Eran los días del Dharma en decadencia / los monjes especulaban con teorías / carentes de autenticidad / El bodisatva Sin Menosprecio / se les acercaba y decía: / No os menosprecio, estáis llamados a la Iluminación. / Ellos, al oirle, se burlaban y le injuriaban. / Pero él lo soportaba inmutable. / Gracias a este bodisatva, mucha gente se convirtió / y caminó hacia la iluminación.

Para compartir el Padre Nuestro, nos sirvió la paráfrasis compuesta hace unos años en un taller de espiritualidad interconfesional. La he recogido traducida en mi libro Vivir. Espiritualidad en pequeñas dosis, Desclée, 2016. Dice así:

Oración desde la vida a la Vida:

Fuente de la Vida, que estás en la vida, que estás en mi vida, que estás en todas partes, vivificándolo todo. ¡Gracias por la Vida que nos vive!

Que nos demos cuenta de que está llegando siempre el Reinado de la Vida. Que lo construyamos vivificándonos, dándonos vida mutuamenye y dando en todo un sí a la Vida.

Que recibamos fuerza de vivir, fortaleza de cuerpo y espíritu con pan de vida y esperanza.

Que nos capacitemos para vivir en reconciliación, recibiendo y dando perdón,y para convivir con las personas más desfavorecidas, con quienes son diferentes y con quienes nos muestran enemistad.

Que seamos liberados de todo mal: del mal en nuestro interior, y del mal que vulnera las relaciones humanas. Y que de fruto el trabajo por la liberación del mal social.

(Vivir. Espiritualidad en pequeñas dosis, Ed. Desclee, 2016, cap. 66)

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Un cuadro, un hombre y Dios

Martes, 16 de febrero de 2016
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Del blog de Henry Nouwen:

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“Un encuentro aparentemente insignificante con un cartel representando un detalle de El Regreso del Hijo Pródigo de Rembrandt hizo que comenzara una larga aventura espiritual que me llevaría a entender mejor mi vocación y a obtener nueva fuerza para vivirla. Los protagonistas de esta aventura son un cuadro del s. XVII y su autor, una parábola del s. I y su autor, y un hombre del s. XX en busca del significado de la vida.

Un día fui a visitar a mi amiga Simone Landrien al pequeño centro de documentación de la comunidad. Mientras halábamos, mis ojos dieron con un gran cartel colgado en su puerta. Vi a un hombre vestido con un enorme manto rojo tocando tiernamente los hombros de un muchacho desaliñado que estaba arrodillado ante él. No podía apartar la mirada. Me sentí atraído por la intimidad que había entre las dos figuras, el cálido rojo del manto del hombre, el amarillo dorado de la túnica del muchacho, y la misteriosa luz que envolvía a ambos. Pero fueron sobre todo las manos, las manos del anciano, la manera como tocaban los hombros del muchacho, lo que me trasladó a un lugar donde nunca había estado antes.

La primera vez que vi El Regreso del Hijo Pródigo, acababa de terminar un viaje agotador de seis semanas dando conferencias por los Estados Unidos, lanzando un llamamiento a las comunidades cristianas para que hicieran todo lo posible por prevenir la violencia y la guerra en América Central. Estaba realmente cansado, tanto que casi no podía andar. Me sentía preocupado, solo, intranquilo y muy necesitado. Durante todo el viaje me había sentido como un guerrero fuerte y valeroso luchando incansablemente por la justicia y la paz, capaz de hacer frente sin miedo al oscuro mundo. Pero ahora me sentía vulnerable como un niño pequeño que quiere gatear hasta el regazo de su madre y llorar.

Tan pronto como las multitudes que me alababan o me criticaban se alejaron, experimenté una soledad devastadora y fácilmente podía haberme rendido a las seductoras voces que me prometían descanso físico y emocional.

Este era mi estado la primera vez que me encontré con El Regreso del Hijo Pródigo de Rembrandt colgado de la puerta del despacho de Simone. Mi corazón dio un brinco cuando lo vi. Tras mi largo viaje, aquel tierno abrazo de padre e hijo expresaba todo lo que yo deseaba en aquel momento. De hecho, yo era el hijo agotado por los largos viajes; quería que me abrazaran; buscaba un hogar donde sentirme a salvo. Yo no era sino el hijo que vuelve a casa; y no quería ser otra cosa. Durante mucho tiempo había ido de un lado a otro: enfrentándome, suplicando, aconsejando y consolando. Ahora sólo quería descansar en un lugar que pudiera sentirlo mío, un lugar donde pudiera sentirme como en casa.

.. Me había puesto en contacto con algo dentro de mí que reposa más allá de los altibajos de una vida atareada, algo que representa el anhelo progresivo del espíritu humano, el anhelo por el regreso final, por un sólido sentimiento de seguridad, por un hogar duradero. Mientras seguía ocupado con mucha gente, envuelto en innumerables asuntos, y presente en multitud de lugares,… El Regreso del Hijo Pródigo estaba conmigo y seguía dando un significado mayor a mi vida espiritual. El anhelo por un hogar duradero que había llegado a mi conciencia gracias al cuadro de Rembrandt, crecía más fuerte y más profundamente convirtiendo al pintor en un fiel compañero y guía.”

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Henri Nouwen.
El Regreso del Hijo Pródigo. Fragmentos del prólogo.

manos rembrandt hijo prodigo - copia

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Dom 24. 01. 16. Declaración de Nazaret: La Gran Misericordia (Lc 4, 16-30)

Domingo, 24 de enero de 2016
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Del blog de Xabier Pikaza:

12592685_540207719489758_4210817368257347611_nDom 3. Tiempo ordinario. Ciclo c. Jesús expone y condensa en su Sermón de Nazaret (Lc 4, 16-30) el mensaje central del evangelio, en la línea de Is 61, 1-3, la Carta Magna de la Misericordia.

Frente a los nazarenos, que tienden a encerrar la acción liberadora de Dios en su propio pueblo (sólo a favor de los suyos), Jesús expone su mensaje universal de misericordia, que se inspira en el Tercer Isaías y en la ley del Jubileo israelita (perdonar las deudas, liberar a los esclavos).

Este pasaje ofrece con Mt 25, 31-46 el “núcleo duro” de la misericordia cristiana, tal como ha sido propuesta por el Papa Francisco en el Año Jubilar 2016.

Acabo de publicar con J. A. Pagola un comentario de los textos bíblicos sobre la misericordia (Entrañable Dios, Verbo Divino 2016). De allí tomo básicamente las reflexiones que siguen, ofreciendo este comentario de la Declaración Nazarena de Jesús.

Jesús aparece así, en ese pasaje, como gran exegeta de la Biblia, intérprete de definitivo del mensaje de misericordia del Antiguo Testamento, tal como ha sido proclamado por el profeta Isaías (cf. Imagen 1: Jesús declara su interpretación en la Sinagoga de Nazaret).

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En esa misma línea quiero recordar otra escena paralela de misericordia, la de la adúltera (Jn 8, 1-11), donde Jesús y los acusadores de la mujer discuten sobre aquello que está escrito en la Biblia. Así lo ha recogido esta famosa tabla del Retablo de la Catedral Vieja de Salamanca, que se suele titular: In Lege quid Scriptum est (¿que se dice en la Ley sobre estos casos?).

Jesús se inclina para estudiar la Ley, junto a la mujer (imagen 2), mientras la gente le mira y acusa. También aquí responderá con misericordia, escribiendo su sentencia en el polvo:¡Quien está libre de pecado que tire la primera piedra!

La imagen 1 recoge el gesto de Jesús que toma el libro de Isaías y lo interpreta en el “aula” de Nazaret, donde le examinan (y rechazan) los sabios rabinos, como hoy le siguen (seguimos) rechazando muchos en la nueva iglesia. La imagen 2 nos sitúa ante un tema clave de la misericordia, en una Iglesia que muchas parece incapaz de inclinarse con (ante) la mujer para intepretar y resolver el tema en clave de amor.
Buen domingo a todos.

1. Anuncio profético: cinco obras mesiánicas (Lc 4, 16-21).

Con esta escena introduce Lucas la vida pública de Jesús, que viene a Nazaret su pueblo para presentar su programa de Reino; pero los nazarenos, sus paisanos, no le aceptan, y parecen preguntarle ¿tú, quién eres? y él responde citando unas palabras del Tercer Isaías, aplicadas a la liberación de los oprimidos:

Entró en la sinagoga, tomó el libro… y encontró el pasaje donde está escrito:
El Espíritu del Señor esta sobre mi;
‒ por eso me ha ungido para evangelizar a los pobres;
– por eso me ha enviado:
para ofrecer la libertad a los presos y la vista a los ciegos;
para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen… y dijo: Hoy… se ha cumplido esta Escritura (cf. Lc 4, 16-21).

Como Ungido de Dios (=Mesías), retoma Jesús las palabras de Is 61, 1-3, introduciendo en ellas una novedad significativa, tomada de Is 58, 6: “para enviar en libertad a los oprimidos”. No es mensajero de un Dios puramente interior, ni maestro intimista (¡que lo es!), sino que declara cumplidas para todos, de un modo social, en su vida y persona, las promesas de la misericordia:

‒ (Dios…) me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres (ptôkhois). Le ha concedido su Espíritu y de esa forma puede expresar su presencia, evangelizando a los pobres, hambrientos de pan y/o carentes de esperanza. Ésta es la raíz de su jubileo, expandido en los momentos que siguen.

‒ Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (aikhmalôtois), esclavizados en cárcel o destierro, víctimas de la violencia. Prisioneros son los que han caído bajo el poder de los fuertes, los vencidos, expulsados y encadenados, víctimas de guerra…

‒ Para proclamar (=ofrecer) vista a los invidentes, aquellos a quienes la enfermedad o violencia ha impedido que vean, encerrándoles en su oscuridad. Sólo libera de verdad quien enseña a ver a los que no pueden hacerlo, de manera que ellos se valgan y piensen por sí mismos

‒ Para enviar en libertad a los oprimidos. Lo que antes era anuncio (proclamar) se hace ahora gesto: enviar en libertad, romper los muros que oprimen a los hombres, a fin de que ellos puedan vivir por sí mismos. Ése es el programa, que Jesús proclamó (en Nazaret) y que ha de seguir realizándose en el mundo.

‒ Para proclamar el año de gracia (dekton=aceptable) del Señor. Así culmina la unción de Jesús y se cumplen de un modo ejemplar los momentos anteriores de su obra, que aparece como fiesta jubilar: tiempo de gozo y libertad, perdón de las deudas, liberación de esclavos, reparto de tierras (cf. Lev 25).

Jesús puede afirmar así, de un modo público, ante todos: Hoy se ha cumplido esta Escritura (Lc 4, 21), que se expresa y despliega en cinco obras de misericordia mesiánica, que empiezan con la buena noticia a los pobres, siguen con la liberación de prisioneros/oprimidos (y la curación de ciegos), y culminan en el cumplimiento del jubileo israelita. Éste es el mensaje y camino mesiánico de la misericordia del Reino, el programa y camino de salvación de Jesús.

2. Controversia y crisis profética (Lc 4, 22-28).

Los cinco momentos de la misericordia mesiánica (jubilar) que Jesús empieza a realizar en Nazaret, se encuentran implicados, a través de una acción liberadora, que supera las fronteras nacionales, procurando amor y curación a judíos y extranjeros. Así lo ratifica interpretando su camino desde la tradición de Elías y Eliseo, que ayudaron y curaron a enfermos y extranjeros (4, 24-27). Pues bien, en vez de alegrarse por ello y de aceptar gozosamente esa apertura a los gentiles, sus paisanos nazarenos le expulsan de la sinagoga, queriendo asesinarle, en un gesto de linchamiento colectivo (cf. Lc 4, 28-29). No quieren que Jesús extienda la misericordia, pues no pueden aceptar que Dios cure y libere por igual a nacionales y extraños; sólo quieren que Jesús les ofrezca libertad y les cure a ellos. Leer más…

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“Sin misericordia, con buena conciencia”, por José Mª Castillo

Sábado, 16 de enero de 2016
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FFFDe su blog Teología sin Censura:

“Somos millones los cristianos que, sin misericordia, dormimos tranquilos y con buena conciencia”

Es un hecho que ahora mismo hay en el mundo miles y millones de cristianos, que no tenemos la misericordia que nos pide el Evangelio y nos demanda el papa Francisco, como es igualmente un hecho que quienes vivimos sin la debida misericordia – ante tanta violencia y tanto sufrimiento (baste pensar en el angustioso problema de los refugiados) – dormimos cada noche tan tranquilos y con buena conciencia.

¿Cómo y por qué tranquilizamos (tanto y tan fácilmente) nuestra conciencia? Por supuesto, tenemos que recordar lo que comporta la fragilidad y la incoherencia que, de una manera o de otra, todos arrastramos. Pero a mí me parece que, en este asunto concreto, no queda todo explicado echando mano de nuestra incoherencia moral. No tenemos más misericordia porque no tenemos más generosidad. Esto es evidente.

Pero ocurre que, además de nuestra debilidad humana, tenemos una debilidad teológica que (a mi manera de ver) resulta decisiva en este asunto. ¿En qué consiste esta “debilidad teológica”? Lo digo en pocas palabras: el Dios de los evangelios no coincide con el Dios del apóstol Pablo. Se trata, en efecto, de dos “representaciones” de Dios, que son diferentes precisamente en este punto concreto de la misericordia.

En efecto, el Dios de los evangelios es el Dios que “quiere misericordia y no sacrificio” (Mt 9, 13; 12, 7; cf. Os 6, 6). Sin embargo, el Dios del que habla Pablo es el Dios de Abrahán (Gal 3, 16-21; Rom 4, 2-20). Ahora bien, esto significa que el Dios, que nos presenta Jesús, quiere sobre todo misericordia, no quiere sacrificio y muerte (en eso consisten los “sacrificios” rituales). Por el contrario, el Dios de Abrahán es el Dios que lo primero que impuso al patriarca bíblico fue sacrificar a su hijo Isaac en un altar (Gen 22, 1-2). Esto supuesto, el drama contradictorio, que vive y enseña la teología cristiana, consiste en que teneos que creer en el Dios de Jesús y en el Dios de Pablo (que es el Dios de Abrahán). ¿Y qué consecuencia se sigue de todo esto? Sin más remedio, se sigue la ambigüedad en que vivimos la teología y la espiritualidad que se nos enseña. Me refiero a la ambigüedad que consiste en que, para algunos, lo que importa es practicar sumisamente los sacrificios y los rituales que impone la religión. Mientras que para otros, lo primero es tener misericordia, buenas entrañas y solidaridad con los que sufren.

Sencillamente, el cristianismo de Pablo nos tranquiliza la conciencia, si cumplimos con la religión. Mientras que el cristianismo de Jesús solamente nos tranquiliza la conciencia, si damos la cara por los refugiados, los que pasan hambre, los enfermos, los que sufren. ¿Queda claro por qué somos tantos los cristianos que “sin misericordia vivimos con buena conciencia?

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Navidad, tener misericordia de Dios en un mundo de muerte

Viernes, 25 de diciembre de 2015
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nassterea-dlui Del blog de Xabier Pikaza:

Navidad es tiempo de gozo… Pero es un gozo en medio del gran dolor de los que mueren (en especial de los niños). Navidad es un tiempo para empezar a llevar la Cruz en el doble sentido de la palabra:

(a) Dios lleva la cruz de los hombres. En Navidad celebramos la historia del Dios que se ha encarnado para compartir nuestra cruz (la cruz de los asesinados, y en especial de los niños que mueren), y así podremos contemplarlo en la próxima Pascua de la Pasión y resurrección de Jesús.

(b) Debemos llevar la Cruz de Dios. Pero, al mismo tiempo, los hombres (con Jesús) pueden y deben llevar la cruz de Dios, teniendo misericordia de él,, pues, en un sentido muy profundo, es quien más lo necesita. Com-padecer a (y con) Dios: Ésta ha sido una de las tareas más honda de la espiritualidad cristiana.

http://www.secretariadotrinitario.org/revistas/326-revista-estudios-trinitarios-suscripcion.html (cf. de Trinidad y Liberación (XII, 2015)

— Éste misterio de la Navidad lo muestra claramente el icono tradicional del nacimiento: Jesús nace bajo tierra, en una tumba; y su cuna es ya un sepulcro. Es como si la liturgia quisiera decir que Jesús nace en (con) todos los niños y mayores que mueren.

— Nadie, que yo sepa, ha destacado mejor este misterio (esta experiencia) que E. Hillesum, una judía, amiga de Jesús, asesinada en Auschwitz por ser fiel al legado de sus padres judíos y a la experiencia más honda del evangelio.

Se trata de compadecer a/con Dios, en sentido espiritual (de oración más honda) y en sentido social y personal: ¡Ayudar al Dios que sufre en los hombres, como sabe Mt 25, 31-46!.

Dios ha tenido misericordia de los hombres; nosotros hemos de tener misericordia del Dios que nos empieza a decir en Navidad: Tenía hambre, era extranjero, estaba enfermo o en la cárcel….

LLEVAR LA CRUZ DE DIOS

Una estación del Via-Crucis presenta a Simón de Cirene llevando la cruz de Jesús hasta el Calvario (Mc 15, 20-21), indicando así que también nosotros podemos y debemos llevar la Cruz de Dios.

1. Un mundo de cruces.

Dios ha creado hombres libres, personas llamadas a ser y responderle en libertad, pero capaces de pecar, convirtiendo el mundo en una gran Cruz. De esa forma se ha arriesgado con nosotros. ¿Por qué lo ha hecho, permitiendo que nos matemos unos a otros desde Caín y Abel? ¿Quizá no nos ama? ¡Al contrario! Él nos ama infinita¬mente y quiere que podamos responderle en amor y dialogar con él, acompañándole en su tarea de crear el mundo.

Sólo en este contexto podemos hablar de la misericordia de Dios y con Dios, y lo hacemos con palabras y experiencias que provienen del Antiguo Testamento.

Como Padre que nos quiere, nos ha puesto Dios en una tierra austera, bella, fuerte y frágil, y ha previsto, sin duda, nuestros fallos: El rechazo cotidiano de pensarnos dueños de todo, y, en especial, el deseo de dominar a otros hombres con injusticia… Todo eso está vinculado a la Cruz de su hijo Jesús, y las cruces de los hombres.

Dios lo ha tenido en cuenta, ha previsto los miles de millones de cruces hambre y epidemia, de asesinatos y guerras… y a pesar de eso ha querido hacernos libres. ¿Por qué? ¿Porque no le interesamos?

¡Al contrario! Porque le interesamos muchos, y quiere que vayamos caminando, y lo hace él con nosotros, encarnándose en la historia de muerte de la tierra, aunque muchos perezcan en la marcha… sabiendo que él mismo ha de morir (sera matado) también en ellos. No quiere que marchemos solos, y así va nosotros, para sostenernos en nuestras caídas, esperando que también nosotros le sostengamos, pues siendo omnipotente él se ha vuelto creatura frágil y misericordioso, como han dicho de manera impresionante los profetas como Isaías.

2. E. Hillesum. Tener misericordia de Dios.

De todas formas, por mucho que Isaías clame, el Dios del Antiguo Testamento sigue estando de alguna forma lejos: No ha sufrido nuestra historia, no ha sentido nuestra angustia, no ha vivido en nuestra carne, no ha luchado ni anhelado en esta masa de tensiones, esperanzas y rupturas que formamos sobre el mundo, de manera que no sabe lo que es vivir en desgarro, morir en cruz siendo inocente… Por muy cercano que sea, ese Dios no puede acompañarnos del todo, ni ser acompañado por nosotros.

Pero los cristianos confesamos que ese mismo Dios ha dado su paso final en Jesucristo, haciéndose plenamente humano, de manera que ha sufrido en la Cruz el máximo abandono, y ha preguntado desde allí al mismo Dios: ¿Por qué me has abandonado? (Mc 15, 34).

¿Por qué “abandona” Dios a los que sufren, a millones y millones, condenados al hambre o a la cámara de gas por la maldad de otros “hermanos”? Entre las propuestas de respuesta que se han dado a esa pregunta destaca la E. Hillesum (1943-1943), condenada a muerte, en un campo de concentración:

Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: Que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos (cf. Una vida compartida, Anthropos, Barcelona 2007, 142)
.

“Te ayudaré para que no me abandones”. Así dice esta judía enamorada del Dios de Jesús, desde un campo de exterminio nazi, descubriendo su vocación de acompañar y de ayudar con su misericordia al mismo Dios de la misericordia.

Ella ha visto así que Dios se ha encarnado y sufre en la entraña de de unos hombres y mujeres empeñados en matarle, descubriendo su más alta vocación, que es consolar al Dios que sufre, desde una infame cárcel de muerte. Éste ha sido y sigue siendo un signo supremo de la misericordia, y sólo una mujer, como Hillesum, ha podido descubrirlo, para que también otros podamos compartir su ejemplo.

3. Una tarea de Dios.

E. Hillesum ha descubierto y proclamado de esa forma una experiencia y tarea que sólo algunos grandes cristianos, como Juan de la Cruz (¡y Unamuno!), habían puesto de relieve, al decir que podemos y debemos tener misericordia de Dios, como él la tiene de nosotros, haciendo así en él (por él) lo que él hace en nosotros (Comentario Cántico Espiritual B, 39). Ciertamente, él nos consuela, sufriendo con nosotros. Pero nosotros debemos también consolarle, caminando a su lado en amor, muriendo incluso por él y con él, como Jesús.

Muchas veces tenemos miedo, y queremos desertar de esta misión de consolar a Dios, pero Jesús nos invita a realizarla, tomando su cruz (la nuestra, la de aquellos que sufren), para acompañar y “animar” de esa manera al mismo Dios, como dijo de forma admirable san Pablo, afirmando que él quería “completar” en su carne los sufrimientos de Cristo, que son los de Dios (Col 1, 24). A veces queremos desertar, pero el Dios de Jesús pide que nos mantengamos, caminando con él, en la obra de su vida.

No nos saca de este mundo, no nos quita el dolor, pero nos ofrece la certeza de que está con nosotros, con su misericordia, queriendo que le acompañemos, acompañando a los que sufren, como decía otro testigo y mártir del Holocausto nazi, hermano cristiano de E. Hillesum, la judía:

“Siendo infinitamente grande, no te encuentras infinitamente lejos, sino cerca de nosotros. Y cuando estamos derrotados, tú no quieres asentarnos en tu fuerza, sino en la debilidad de tu Hijo Jesucristo. Por eso… ya seamos justos o injustos, enfermos o fuertes en la vida, nos arrojamos completamente en tus brazos… ¿Cómo hundirnos en el fracaso cuando superamos con tu Hijo la prueba del desierto? ¿Cómo orgullecemos en el triunfo si llevamos con el Salvador la cruz de nuestras culpas? (cf. D. Bonhöffer, Resistencia y sumisión).

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“Misericordia quiero, y no sacrificios”, por José Mª Castillo

Jueves, 17 de diciembre de 2015
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1404523859De su blog Teología sin Censura:

El evangelio de Mateo menciona dos veces el texto del profeta Oseas (6, 6) que he puesto como título de esta reflexión. Lo recuerda cuando relata que Jesús comía con publicanos y pecadores (Mt 9, 13). Y lo repite al explicar por qué los discípulos, cuando tenían hambre, quebrantaban las normas religiosas sobre el descanso del sábado (Mt 12, 7). Si el evangelista Mateo repite dos veces la misma sentencia sobre el tema de la misericordia, sin duda alguna eso se debe a que el evangelista pensaba que aquí se dice algo muy importante. ¿En qué consiste esta importancia?

Como es lógico, Jesús afirma aquí que Dios quiere que los seres humanos tengamos entrañas de bondad y misericordia con los demás, aunque sean gente mala e incluso cuando la práctica de la bondad lleve consigo la violación de una ley religiosa. Esto – aunque resulte escandaloso para los más puritanos – es lo que dice el Evangelio. Pero no se trata sólo de esto. Lo que dice Jesús es mucho más fuerte. Porque establece una “antítesis” entre la “misericordia” y el “sacrificio” (Ulrich Luz). O sea, lo que Jesús viene a decir es que, si hay que elegir entre la “ética” y el “culto” (entre la “justicia” y la “religión”), lo primero es la ética, la honradez, la defensa de la justicia y los derechos de las personas. Si esto no se antepone a todo lo demás, Dios no quiere que tranquilicemos nuestras conciencias con misas, rezos, devociones y cosas por el estilo.

Es decisivo recordar esto ahora precisamente. Cuando celebramos el año de la misericordia. Y cuando vemos que la corrupción, la desvergüenza, las desigualdades y el atropello de los más indefensos clama al cielo. Yo no se por qué, pero el hecho es que, con demasiada frecuencia, la gente que acumula más dinero, más poder y más privilegios, es al mismo tiempo la gente que tiene las mejores relaciones con la Iglesia, la que defiende con uña y dientes los privilegios de la religión y las mejores relaciones posibles con el clero.

Termino recordando que, como está bien demostrado, los rituales religiosos (observados y cumplidos al detalle) suelen producir dos efectos: 1) tranquilizan la conciencia del observante que los cumple; 2) en la mayoría de los casos se convierten en costumbre, pero no modifican la conducta, sobre todo cuando se ve que esa conducta está mal vista por la religión. Por lo que cuentan los evangelios, Jesús andaba “con malas compañías” y no era un modelo de “observancia religiosa”. Y así, en Jesús se nos reveló Dios. Si esto nos resulta extraño y hasta nos escandaliza, seguramente es que nos parecemos más a los fariseos que a los verdadero seguidores de Jesús. Si no pensamos esto en serio, poca misericordia vamos a practicar.

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Misericordes sicut Pater

Miércoles, 16 de diciembre de 2015
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Del blog Pays de Zabulon:

misericordes-sicut-pater

Misericordes sicut Pater! (Lc 6,36)
¡Miséricordiosos como el Padre !

1. Demos gracias al Padre, porque es bueno in aeternum misericordia eius *
ha creado al mundo con sabiduría in aeternum misericordia eius;
conduce a su pueblo en la historia in aeternum misericordia eius;
perdona y acoge a sus hijos in aeternum misericordia eius;

2.
Demos gracias al Hijo, luz del mundo, in aeternum misericordia eius ;
que nos ha amado con un corazón de carne, in aeternum misericordia eius;
lo que de Él recibimos, a Él se lo ofrecemos, in aeternum misericordia eius;
que ntro. corazón se abra a quienes tienen hambre y sed, in aeternum misericordia eius;

3.
Pidamos al Espíritu sus siete Dones sagrados, in aeternum misericordia eius;
Fuente de todo bien, dulce consuelo, in aeternum misericordia eius;
confortados por Él, ofrecemos consuelo, in aeternum misericordia eius;
el amor espera y todo lo soporta, in aeternum misericordia eius;

4.
Pidamos la paz al Dios de toda paz, in aeternum misericordia eius;
La tierra espera el evangelio del Reino, in aeternum misericordia eius;
gracia y alegría a quien ama y perdona, in aeternum misericordia eius;
habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, in aeternum misericordia eius;

 

* [cf. Ps 135/6](porque su misericordia es eterna)

Himno para el año de la misericordia

Misericordes sicut Pater

Letra: padre Eugenio Costa

Música: Paul Inwood

Edition: vaticano

Partituras y audio completo (todas las letras) en www.corosanclemente.com.ar

Texto oficial (italiano y traducción)
Parte coral (SATB) con texto incluido 
Acompañamiento de órgano (versión para 2 voces iguales)
Partitura para guitarra (versión para 2 voces iguales)

La Partitura puede cargarse aquí

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¿Comulgar con Munilla?

Miércoles, 16 de diciembre de 2015
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munillaPropone una Iglesia sin misericordia

“Será difícil que muchos cristianos guipuzcoanos podamos comulgar con su actuación episcopal”

“Sus palabras denotan una falta de preparación teológica seria”

(Xabier Larramendi, en Deia).- El obispo José Ignacio Munilla volvió a lucirse a largo del programa Sexto continente de Radio María, medio donde se siente como en casa y se explaya a gusto, el pasado 26 de octubre, comentando el recién concluido Sínodo sobre la familia. En su verborrea, trató y mezcló diferentes temas y cuestiones abordados en el Sínodo, pero quiero centrarme en lo referido al tema del acceso de los divorciados a la comunión sacramental.

Como ocurre tantas veces, sus palabras denotan una falta de preparación teológica seria, una ligereza verbal impropia de un pastor de la Iglesia que busca orientar a sus oyentes y una temeraria improvisación. En la emisión habló como si hubiera asistido personalmente al Sínodo, cosa que no es así, y se erige en una especie de portavoz del mismo. Además, no conocemos el texto definitivo del Sínodo, por lo menos en versión en castellano ni, sobre todo, la Exhortación Apostólica que el Papa ofrecerá a la Iglesia. Sin embargo, Munilla tiene prisa para hacernos llegar su visión del Sínodo, mientras que el papa Francisco, de momento, no ha expresado más que esto: “La Asamblea del Sínodo de los Obispos ha terminado hace poco y me ha entregado un texto, que aún debo meditar” (4 de noviembre).

Munilla formuló el problema debatido en el Sínodo sobre la admisión o no de los divorciados vueltos a casar en estos términos: se trata de “cómo conjugar la verdad moral con el mandato de la caridad y de la misericordia”. Este planteamiento de carácter abstracto es impreciso y tendencioso pues, en realidad, se trata de conjugar una disciplina concreta y reciente de la Iglesia, formulada en concreto por Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de 1981, con el mandato de Jesús de ser misericordiosos como el Padre del cielo es misericordioso con todos sus hijos e hijas (Lucas 6, 36).

Para Munilla, el problema de fondo es que hoy muchas personas “no creen en la verdad moral” pero, al mismo tiempo, piden a la Iglesia misericordia, haciendo trampa. Por eso, advirtió de que “si usted está a favor de la anticoncepción, ha asumido la ideología de género del homosexualismo, usted no va a conjugar la verdad moral con la caridad, sino que va a manipular la misericordia y la caridad para negar la verdad moral”.

Munilla considera que es una trampa pedir que la disciplina actual de la Iglesia sea revisada a la luz de la misericordia de Dios que la Iglesia ha de ofrecer y manifestar en todas sus actuaciones pues, según él, de esta manera “se manipula la caridad y la misericordia”. Pero en realidad no dice en qué consiste esta “manipulación” y sus palabras muestran su pensamiento de fondo: que el ofrecimiento de la misericordia de Dios a sus hijos e hijas solo es verdadero y correcto cuando se ajusta a la disciplina establecida por la Iglesia en un momento determinado.

Munilla repite una y otra vez de manera rotunda y casi airada que es “imposible” cambiar la disciplina de la Iglesia sobre la comunión a los divorciados. Según él, es imposible porque es “contradecir la fe de la Iglesia”. Es imposible porque “nosotros no tenemos autoridad sobre la Palabra de Dios”. Es imposible porque “¿quiénes somos nosotros para rectificar la palabra de Cristo?”. Así, confundiéndolo todo, sin el menor rigor y con una osadía absoluta, convierte la práctica actual de la prohibición de la comunión a los divorciados en una verdad infalible, eterna e intocable.

Por lo visto, la Iglesia puede dejar de lado la misericordia, que es la primera verdad de Dios, sin plantearse siquiera si esa misericordia no debe iluminar hoy de manera nueva nuestra práctica disciplinar con los divorciados; puede recortar el mandato de Jesús de actuar de manera misericordiosa como el Padre del cielo, sin hacernos problema alguno ni preguntarnos si estamos hoy tratando realmente a los divorciados como quiere el Padre que los tratemos; puede alejarse de la práctica de Jesús que no excluía a nadie de su mesa para corregir su actuación (para Munilla, tal vez, excesivamente misericordiosa) y discriminar a quien no nos parezcan dignos.

¿Dónde está la Buena Noticia de Jesucristo en todo esto? ¿Dónde la podrán escuchar en esta diócesis los divorciados/as? ¿Qué pueden esperar aquellos que se acerquen a Munilla a iluminar sus conciencias, escuchando su magisterio y sus orientaciones pastorales?

Por otra parte, y también esto me parece grave, en el programa radiofónico Munilla se atreve a criticar e, incluso, atacar a un grupo de obispos, algunos de ellos cardenales, sobre todo alemanes, que han querido modificar la disciplina de la Iglesia anglicanizando y protestanizando a la Iglesia católica. Munilla levanta su voz para advertir que, detrás de todo esto, “hay un interés de Satanás por introducir su humo dentro de la Iglesia”. ¿Qué está sucediendo en estos momentos en la Iglesia dirigida por el papa Francisco y en el clima que está generando su actuación? ¿Está en todo esto un espíritu satánico y diabólico o es Dios que quiere infundir en el corazón de la Iglesia católica su misericordia y su aliento liberador?

Será difícil que las mujeres y hombres divorciados vueltos a casar puedan acceder a la comunión sacramental con Munilla, pero no lo es menos que muchos cristianos guipuzcoanos podamos comulgar con su actuación episcopal y su magisterio. Preferimos mostrar nuestra adhesión a Francisco, quien en su discurso de clausura de los trabajos del Sínodo decía: “El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o anatemas, sino proclamar la misericordia de Dios, de llamar a la conversión y de conducir a todos los hombres a la salvación del Señor”.

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Colar el mosquito, tragar el camello (Justicia, Misericordia…)

Domingo, 1 de noviembre de 2015
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12046991_511976358979561_6315413341968692462_nDel blog de Xabier Pikaza:

La celebración del Sínodo 2015 ha sido como un barómetro que ha servido para medir la “presión”, es decir, el “peso” o importancia de los temas de la Iglesia. Pues bien, hay un texto famoso del Evangelio de Mateo en el que se discute sobre los temas primarios y los secundarios en la Iglesia:

‒ Algunos grupos de la Iglesia de Mateo insistían en el carácter esencial de temas que hoy nos parecen secundarios, como el diezmo del comino y de la menta… diciendo que no puede ser cristiano quien no pesa y paga religiosamente el diezmo de esas minúsculas semillas…, colando así el más mínimo mosquito.

Por el contrario, el evangelio de Mateo quiero centrar la discusión sobre los temas esenciales: justicia, misericordia y fidelidad. Ellos forman el camello evangélico. Esos temas definen la importancia y novedad del cristianismo, como experiencia y tarea mesiánica.

imagesAlgunos amigos me han dicho que les ha parecido que el Sínodo ha podido caer en el peligro de centrarse también en temas secundarios, como los diezmos del comino, los minúsculos mosquitos…, mientras dejan fuera los asuntos esenciales, los “pesados” (bary-tera, con barys, como en el barómetro…).

Pienso que las cosas no han sido así, pero creo que es importante situarnos una vez más ante los temas “graves” o esenciales, los grandes camellos del discurso eclesial. Así lo haré, comentando ese texto esencial del evangelio de Mateo.

Las cosas más profundas de la Ley: justicia, misericordia y fidelidad (Mt 23, 23).

Estas palabras están en el centro de la gran disputa de la comunidad cristiana con otros tipos de judaísmo, que siguen insistiendo en los aspectos más legales de la ley nacional, que a Mateo le parecen secundarios (aunque no los desprecia). En contra de eso, el Jesús de Mateo, siguiendo en la línea de Ex 34, 6-7, ha centrado la religión en la verdadera justicia de Dios (krisis), que se revela en forma de misericordia (eleos) y se acoge en la fidelidad (pistis) a la alianza. Desde ese fondo han de entenderse las obras de misericordia, que estudiaremos después

Mt 23, 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y descuidáis los aspectos más importantes de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

Mateo ha captado bien la dinámica de un tipo judaísmo, que se está convirtiendo en religión del diezmo (algo que “debemos” a Dios), un diezmo que se mide y paga con una minuciosidad casi obsesiva, incluyendo el de las pequeñas plantas medicinales y digestivas, como la menta/anís, el eneldo/hierbabuena y el comino, insistiendo así en una ley que en principio tenía un sentido casi “natural” (subsistencia de los levitas y los pobres en una pequeña sociedad agrícola), pero que después lo ha perdido.

Pues bien, en ese contexto, Jesús critica a los escribas y fariseos que son tan escrupulosos en el pago del diezmo, y que, sin embargo, pueden descuidar las exigencias más profundas (barytera) de la Ley (23, 23). Esta diferencia de actitud ante un tema y el otro (obsesión por el diezmo, descuido de lo más importante) puede provenir del hecho de que lo importante (juicio, misericordia, fidelidad) resulta difícil de cuantificar y exigir por ley, mientras que el diezmo puede hacerse.

Tres son para Mateo las exigencias y temas de la Ley, y han quedado fijadas en este pasaje, que aparece como un compendio judeocristiano del evangelio, pues destaca las tres virtudes básicas que son, al mismo tiempo, teologales (de relación del hombre con Dios) y cardinales (de relación del hombre con los demás).

Éstas tres “virtudes” son las que mejor definen la identidad mesiánica del cristianismo de Mateo, centrándonos así en la raíz del evangelio de Jesús y de la tradición farisea. Ciertamente, en sentido polémico, Mateo critica a los escribas y fariseos por haber descuidado esos elementos centrales, pero lo hace de un modo polémico, que no puede tomarse de manera literal (lo mismo que el diezmo de la menta, el eneldo y el comino).

Es evidente que el conjunto de los fariseos de Israel (o de la Iglesia cristiana) no eran así, no actuaban de esa forma, pero corrían el riesgo de caer en un tipo de “minucias” de la Ley, olvidando los principios más profundo, que son el juicio, la misericordia y al fidelidad:

‒ Juicio (krisis). Más que justicia (que se suele decir dikaiosyne, y que en Mateo tiene un amplio espectro de significados, a partir de 3, 15; 5, 20), Krisis significa “juicio”, en el sentido bíblico de mishpat, que significa jugar y ayudar a los necesitados, para así lograr un orden básico de igualdad (es decir, de equilibrio) entre los hombres. Todo el proyecto mesiánico de Jesús ha estado guiado por esta exigencia de justicia que responde al juicio de Dios, tal como aparecerá en 25, 31-46. En este contexto retoma Mateo el tema básico de la acción de Jesús como Siervo de Yahvé, que ha anunciado la krisin entre los gentiles, actuando así de manera que ese juicio de misericordia triunfe en todo el mundo (12, 18-20).

Los escribas/fariseos, igual que los miembros de otras religiones organizadas de un modo legal, pueden olvidar el hecho de que ellas, las mismas religiones y todas las obras de los hombres, han de estar (en todos los sentidos) al servicio de la justicia/juicio de Dios, para lograr que este mundo sea espacio donde su presencia se visibilice y su misericordia se expanda en la vida de los hombres. Esto es lo que Jesús ha venido a recordar a las ovejas perdidas de la casa de Israel y a sus autoridades, situándose de nuevo en el principio de la revelación bíblica (Antiguo Testamento). Ésta ha sido y sigue siendo su aportación básica.

‒ Misericordia (eleos). A lo largo del Antiguo Testamento, partiendo partir de la revelación del más hondo misterio de Dios en Ez 34, 4-8, la justicia resulta inseparable de la misericordia (¡Dios clemente y misericordioso!), de manera que se identifica con ella. En esta línea se mantiene la aportación básica del evangelio de Mateo, donde Jesús ha aparecido diciendo “misericordia quiero y no sacrificio” (9, 13; 12, 7), actualizando una palabra central de Oseas 6, 6.

Como mesías y enviado misericordioso del Dios ha venido actuando Jesús desde el comienzo de su anuncio del Reino, declarando bienaventurados precisamente a los que tienen misericordia (Mt 5, 7), realizando de esa forme el juicio de Dios, y presentándose una y otra vez como hombre que se compadece de las necesidades de los demás, especialmente de los pobres y oprimidos, de los enfermos y los impuros (cf. 9, 36). En el fondo, esta misericordia se identifica con el juicio, pero expresa y manifiesta su sentido más profundo. Ciertamente, la misericordia de Jesús puede aparecer como una novedad en ciertos niveles del judaísmo, pero ella recoge lo esencial de la Ley, que es la manifestación del Dios clemente y misericordioso (Ex 34, 6-8).

(((Nota erudita. La misericordia es la esencia de la Historia de Salvación. El término hebreo principal es Hésed, que significa fidelidad a un pacto (1Sam 20,8), pero también un acto o sentimiento de amor, gracia, compasión, manifestado en forma de piedad y perdón Un término también importante es Rehem/Rehamim, que conlleva un matiz de afecto sensible; designa propiamente las “vísceras”, en singular el seno materno; expresa un sentimiento íntimo, profundo y amoroso que liga a dos personas por lazos de sangre o de corazón, y se traduce al griego por la raíz splangma, que aparece allí donde se dice que Jesús se compadece de los pobres y necesitados (cf. 9, 36; 14, 14; 15, 32).

Entre los términos hebreos que acompañan a Hésed y Rehamim, iluminando su significado están: Mispat (juicio), Emet (veracidad y fidelidad), Zedaqah (justicia), Yesuah (salvación), Salom (paz), Ahabad (Amor), Emunah (fidelidad) y Tob (bondad). En este contexto, el término griego más importante es Éleos, que de ordinario traduce a Hésed, pero a diferencia de éste no se sitúa en la esfera jurídica, sino en la psicológica. Cf. F. Asensio, El Hèsed y ‘Emet Divinos, Gregoriana, Roma 1949; I. M. Sans., Autorretrato de Dios, Serie Teología 28, Universidad de Deusto, Bilbao 1997;Van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, FAX, Madrid 1969.

Quizá podamos decir que los términos hebreos tienen una significación más rica que la que se puede apreciar en las lenguas modernas; pues más que puros sentimientos evocan actitudes concretas de lealtad, bondad y fidelidad; así el término Hésed representa uno de los aspectos fundamentales de la moral de Israel e implica gestos y actitudes que sirven de base a la vida social. Retomando todo lo anterior, podemos decir que el Dios cristiano es el Dios de las misericordias; no es un Dios lejano sino cercano, un Dios encarnado. Dios ha elegido el camino de la misericordia para allegarse hasta nosotros, y por el mismo camino vamos, con nuestros hermanos, hacia el Dios de la Misericordia))).

Fidelidad (pistis). Así culmina la tríada de las notas o manifestaciones básicas de la experiencia israelita. De un modo radical, la fidelidad se identifica con la “emuna”, la verdad profunda del Dios bíblico de Ex 34, 6, que aparece como rico en misericordia y fidelidad (rab-Hesed wa-‘emet), en una línea que los LXX han traducido diciendo que Dios es de mucha misericordia y verdad. En ese fondo se ha acuñado la terminología latina, misericordia et veritas, que identifica en el fondo la misericordia con la verdad, es decir, con la esencia profunda da la vida. Leer más…

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Enrédate por la misericordia

Sábado, 17 de octubre de 2015
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20070420074337-michal-mackuMari Paz López Santos. Madrid.

ECLESALIA, 28/09/15.- Domingo último de septiembre. Se inaugura el nuevo curso en la Parroquia de Guadalupe (Madrid) en la misa de doce. El templo, como una gran tienda del encuentro, se llena de gente con muchas ganas de reencontrarse. Se nota en los saludos, los abrazos y las ganas de compartir. El lema parroquial elegido para el presente curso es “Enrédate por la misericordia”.

La palabra “enredar”, según dice el diccionario, se utiliza tanto en sentido positivo como negativo. Tiene miga la palabra y habrá tiempo durante el año para ir entresacando su significado, si es que hay quien quiera enredarse en semejante cosa, siguiendo a Jesús que es quien convoca en este enredo.

Veamos algunas posibles utilizaciones de esta palabra. Por ejemplo, se les dice a los niños cuando están muy inquietos y molestando: ¡No enredes!

Se utiliza para indicar que alguien está metiendo discordia o cizaña; o cuando decimos que las cosas están “enredadas” significando que vamos a tener problemas, dificultades o preocupaciones. También cuando nos metemos en más cosas de las que podemos atender, cuando queremos llegar a todo utilizando el menor tiempo posible, decimos que “nos estamos enredando”.

Jesús utilizaba el lenguaje de la pesca para explicar a sus discípulos la forma de pescar a la que están siendo llamados, indicándoles que echaran las redes y que serían pescadores de hombre. Volvieron con tal cantidad de peces enredados que casi no podían sacarlos a tierra.

Pero enredarse, concretamente, por la misericordia, es implicarse en la vida de los que más lo necesitan, envolverse en lo precario, en lo mínimo, para hacerse uno más con ellos; es denunciar situaciones de precariedad que ahogan a los que las sufren; es quedar prendidos en las redes de la misericordia invitando a otros a enredarse en la misma faena.

Y, como hemos escuchado en la homilía, “es complicarse la vida y complicársela a los demás pero por la misericordia; con acciones concretas que busquen hacer un mundo mejor. No te importe si a alguien le suena mal. Sigue enredándote y enredando”.

Releyendo el lema en la pequeña cartulina que nos han repartido con una oración y todas las posibilidades de “enredarse” en las diferentes áreas de la parroquia, me vino otro significado para nuestros días que tiene que ver con algo en lo que estamos inmersos: las redes sociales. Así se podría llamar la red social que anime a enredarse por la misericordia: enREDdateporlamisericordia

Las redes son medios para implicarse pero, eso sí, sin olvidar que la misericordia no es virtual, es real y quiere contacto cercano. “Que nos dejemos enredar por tu misericordia y nos preocupemos de compartir en el amor las angustias y tristezas, las alegrías y esperanzas de todos los seres humano, y así les mostraremos tu camino de reconciliación, de perdón y de paz”, hemos rezado todos juntos como final de la Eucaristía e inicio del nuevo curso parroquial.

Que nos encontremos enredados por la misericordia a la vuelta del camino de este curso habiendo atraído a la red a muchos que están ahí cerca, a otros que llegarán… Jesús es quien convoca

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Misericordia

Lunes, 31 de agosto de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

Pasemos el verano con el libro Oser la chair (atreverse con la carne) del fraile dominico Jean-Pierre Olivier Brice, en Ediciones du Cerf. Premio de libros de Espiritualidad Panorama– La Procure 2015:

Christi600

La compasión es instintiva,
mientras que la misericordia es
un compromiso voluntario
para la vida y la salvación de otro.
La compasión me hace próximo
de los que me son próximos,
mientras que ejercer la misericordia
es querer hacerme el más alejado
de mí, de Dios, de la iglesia, de mi raza,
de mi religión, etc.

La misericordia no es ni una emoción
ni un rasgo del carácter, sino que es
un compromiso deseado, escogido, deliberado
hacia los hombres para su vida.
Ser misericodioso, es querer ser
más próximo de aquéllos que no tienen
prójimo, de los más lejanos.

Si la compasión viene de nuestra humanidad,
la misericordia, ella, viene de Dios.

Dios comparte todo, incluso su santidad.
Ser misericodioso, es parecerse a Dios,
es ser perfecto. La perfección no está en
la moral, sino en la misericordia; es
querer la vida de los otros, incluso la de nuestros
enemigos como Dios lo quiere.

*

3862123263

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Recordatorio

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