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En la conciencia de un Dios que libera

Domingo, 27 de enero de 2019
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FDCF6441-B5EC-42FC-9569-1040DC8B1CA5Lc 1,1-4;4,14-21

En este primer tramo del Tiempo Ordinario, la liturgia nos invita a dar un paseo por los primeros capítulos del Evangelio de Lucas. En el texto de hoy se da la bienvenida al Evangelio de Lucas, pero da un salto en lo que se refiere a los relatos de la Infancia y al Bautismo de Jesús. Tras intentar dar solidez a los testimonios de la comunidad lucana y a todo lo que han fijado por escrito, nos sitúa directamente en su vida pública y ya con el discernimiento hecho sobe cuál es su misión, en principio con cierta claridad.

Comienza este Evangelio en un formato epistolar dirigido a Teófilo. Lucas lo sitúa al principio del Evangelio y al comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles para darle un carácter literario, como una larga carta que remite a su compañero Teófilo. Pero no es sólo una carta subjetiva desde lo experimentado, sino que alude a una investigación diligente para dar consistencia y solidez a los hechos que han marcado profundamente esta visión de Dios y del ser humano.

Avanzando en el texto, nos muestra a Jesús al inicio de su ministerio y exponiendo su proyecto en la sinagoga de Nazaret. Es la etapa del inicio de su predicación, posteriormente las primeras curaciones y la llamada a sus primeros discípulos ya serán en Cafarnaún. Jesús acude a la sinagoga como tenían costumbre los judíos y le entregan el pergamino donde estaba escrito un texto del profeta Isaías. No vamos a hacer una comparación profunda de este texto, pero sí es importante destacar que Jesús realiza dos variaciones importantes en la lectura. Isaías no habla de “dar la vista a los ciegos” sino para “curar los corazones desgarrados”. Tal vez este cambio no tuvo mucha importancia, aunque podría referirse Jesús a la ceguera que ya percibía en las autoridades judías y los fariseos. Sin embargo, la omisión del último versículo sí es de mucha trascendencia porque ponía en juego el mismo ser de Dios. Se siente con la autoridad suficiente para comenzar a reinterpretar la ley judía desde la coherencia con su nueva conciencia: sentirse habitado por ese Espíritu que le había fortalecido en el desierto y desde ese amor recibido como hijoexperimentado en el Bautismo. El versículo que omite es “anunciar un día de venganza para nuestro Dios”. Este último versículo va a dar cohesión y consistencia a todo el programa que presenta. La imagen de un Dios vengativo choca frontalmente con la imagen de un Dios Madre-Padre que cuida, protege, dignifica y lanza al crecimiento, a la libertad y a la autonomía desde un vínculo profundo.

Se trata de un paso a la conciencia adulta de una concepción de la religiosidad que no encaja con la dinámica infantil del premio-castigo, del enfado-contento por lo que se haga bien o mal. Jesús nos sitúa ante un Dios que forma parte de nuestra misma identidad y que se manifiesta como “gracia”, es decir, como luz, fuerza, sanación y empoderamiento desde la dignidad que nos confiere. Una conciencia de libertad que favorece la elección de aquello que va a dar un hondo sentido a la vida. Y este engranaje vital tiene unas clarísimas consecuencias como expone Jesús en esa recuperación del texto de Isaías.

Jesús remarca su misión para que le sigan y se sumen a su movimiento mesiánico. Sin duda, todo un proyecto que presenta claramente la “liberación” como eje fundamental de quienes quieran seguirle. La liberación refiere a un movimiento de contraste y de apertura, de transformación de todo aquello que empequeñece, limita, juzga y excluye; es un nuevo dinamismo que sana, restablece, perdona e incluye a todo ser humano como indica el texto de Isaías recuperado por Jesus. Somos invitados a participar de esta corriente divina que va impregnando a toda la humanidad de una nueva visión en la que se hacen evidentes los valores del Reinado de Dios: la justicia, la solidaridad, el amor generoso e inclusivo, una clara apuesta por todos aquellos que sufren y que son víctimas del poder, de la opresión, de la ceguera de los que se sienten dirigentes del mundo y poseedores de la verdad.

Al terminar la lectura Jesús exclama: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Ojalá sepamos hacer realidad la escritura del mensaje liberador que no quiere esclavizar a nadie, que no se muestra como miedo y control, que es capaz de superar todo lo que se opone a la autenticidad y libertad.

¡¡FELIZ DOMINGO!!

 Rosario Ramos

27 de enero de 2019

Fuente Fe Adulta

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Somos presencia

Domingo, 27 de enero de 2019
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BC991827-59B3-41DD-A5C5-D2D8A427BA67Domingo III del Tiempo Ordinario

Lc 1, 1-4;  4, 14-21

Lucas se presenta como un historiador de la época: dirige la obra –que dividirá en dos partes: el evangelio y los Hechos de los Apóstoles– a un personaje ilustre –real o imaginario–, alude al proceso de redaccional a partir de los “testigos oculares” y manifiesta su intención de escribir un relato ordenado, con un objetivo preciso: garantizar la solidez de las enseñanzas recibidas.

Tras ese pórtico general a su obra, el texto elegido para la liturgia de este domingo da un salto de tres capítulos para mostrarnos a Jesús en la sinagoga de Nazaret, “donde se había criado”, proclamando lo que se conoce como el “discurso programático”, a partir de un texto de Isaías.

Se trata de un discurso magníficamente elaborado, que subraya acentos sobre los que incidirá constantemente el relato de Lucas: Jesús ungido y conducido por el Espíritu; Buena Noticia que sale al paso de los pobres, como libertad para los cautivos, vista para los ciegos y liberación para los oprimidos; anuncio de un “año de gracia”; y –esta es la novedad– todo ello sucede “hoy”, en la persona de Jesús.

En consonancia con el mensaje profético y las expectativas del pueblo, el tiempo mesiánico es presentado como liberación, que se centra de manera prioritaria en los pobres.

Esa presentación parece pivotar en torno a tres ejes: la consciencia de Jesús, la compasión y el “ahora”.

Todo comienza con la consciencia de Jesús como “ungido” (Cristo o Mesías, en griego y en hebreo, respectivamente) y conducido por el Espíritu. Aquí se halla la clave decisiva: en la comprensión de quienes somos, en la consciencia lúcida de que somos uno con el Espíritu, o mejor aún, de que somos el Espíritu experimentándose en forma humana. La fe cristiana, deudora de las representaciones culturales de aquel momento histórico, lo afirmaría de Jesús de una manera exclusiva; sin embargo, lo que se dice de él es válido para todo ser humano. Como él, todos somos “ungidos”, constituidos por el Espíritu; cambia la consciencia o no que tengamos de ello y la lucidez y docilidad para vivirnos desde ahí.

La comprensión se traduce y se muestra en compasión: la certeza de no-separación radical con todos los seres –compartimos la misma y única identidad, en “formas” diferentes pero no separadas– conduce a tratar a los otros como deseo que me traten a mí, a querer para todo otro lo mismo que quiero para mí. Sabiduría es compasión, comprensión es compromiso. Y todo ello de manera gratuita y desapropiada, como vemos que lo vivió el propio Jesús.

Y ello se vive en una consciencia clara del “aquí y ahora”, es decir, en estado de presencia. Cuando nos perdemos en los vericuetos de la mente, reduciéndonos a ella hasta terminar literalmente “perdidos”, nos resulta imposible “dejarnos conducir” por el Espíritu y vivir la auténtica compasión. Porque la identificación con la mente nos convierte en marionetas: ya no nos conduce el Espíritu –la Presencia que somos–, sino nuestras ideas, proyectos, expectativas, intereses, miedos o necesidades…

Sabemos que el “Hoy”, de Lucas, no se refiere a un momento puntual, sino al “Ahora” atemporal, siempre presente y vivo. Recordemos otros textos del mismo evangelio, en los que aparece este mismo “hoy”. En el relato (mitológico) del anuncio del nacimiento de Jesús, los ángeles dicen a los pastores: “Hoy os ha nacido un Salvador” (2,11). Tras la curación de un hombre paralítico, símbolo de la humanidad aplastada, la gente proclama: “Hoy hemos visto cosas extraordinarias” (5,26). En el encuentro con el publicano Zaqueo, Jesús le dice: “Hoy tengo que alojarme en tu casa” (19,5), para terminar con una constatación: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (19,9). Finalmente, ya en la cruz, al compañero de suplicio que le pide compasión, Jesús le responde con una palabra esperanzadora y cargada de vida: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (23,43).

Para quien sabe ver, siempre es “hoy”. De hecho, basta detectar la trampa mental para advertir que, siempre y en todo lugar, únicamente existe el Ahora, el puro presente atemporal. La idea de una secuencia temporal –pasado, presente, futuro– es solo una ilusión óptica de la mente. En ese sentido, bien podría decirse que vivir en el “hoy” equivale a trascender el estado mental vivir en estado de presencia.

¿Vivo en estado de presencia? ¿En comprensión y compasión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Hoy estamos salvados.

Domingo, 27 de enero de 2019
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20110816144535df618aDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

EXCELENTÍSIMO TEÓFILO (THEOS: DIOS / FILOS: AMIGO)

Teófilo no es un señor, sino que “Teófilo” somos todos: Dios es amigo de todos nosotros. (En el misal romano hay una plegaria eucarística en la que se dice: “cuando por desobediencia perdimos tu amistad, no nos abandonaste…” ¿Y quién ha dicho que Dios ha dejado nunca de ser amigo del hombre? Dios no ha retirado nunca su amistad al ser humano y si no, volvamos a la parábola del padre de los dos hijos (hijo pródigo), Lc 15.

Todos y siempre somos amigos para Dios: Teó-filo.

02. ¿CUÁL ES LA FUERZA Y LA IDEOLOGÍA DE CRISTO?

Tras los relatos del nacimiento de Jesús, que hemos escuchado en Navidad, San Lucas comienza su evangelio situando a Jesús adulto en la sinagoga de su pueblo, de Nazaret.

Pudiéramos decir que Lucas presenta a Jesús pronunciando su “discurso programático”.

La “fuerza” ´le viene a Jesús no de una ideología poderosa, ni eclesiástica, ni de las pulsiones patrias, sino que Jesús vive y comienza a actuar impulsado por el estilo, la fuerza, el ESPÍRITU DE DIOS.

EL ESPÍRITU ESTÁ SOBRE MÍ.

El modo de ser y vivir de Cristo es el del Espíritu de Dios. El mismo espíritu creador y creativo del Génesis, alienta ahora a Jesús. Un Espíritu de VIDA. El mismo Espíritu libertador que presidió el Éxodo. Espíritu de LIBERTAD (no de esclavitud). El espíritu es suave BRISA. (1 Re 19, 12), DESCANSO, (Is 63, 14), es CONSUELO Y ÁNIMO, (Jn 16,7). Es el mismo Espíritu de fecundidad y vida (María-Jesús). Espíritu a la comunidad cristiana. Y ese Espíritu es PAZ, ALEGRÍA E IMPULSO E ILUSIÓN para vivir. (Jn 20, 22).

La vida y la misión de Jesús está presidida no tanto por esquemas religiosos, sino por la CREATIVIDAD, LA LIBERTAD Y LA VIDA, EL ÁNIMO, CONSUELO, PAZ, ALEGRÍA impulso para la misión.

03. BUENA NOTICIA

1cf8f3_evangelistas1HE SIDO ENVIADO A ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES, PARA ANUNCIAR A LOS CAUTIVOS LA LIBERTAD, Y A LOS CIEGOS LA VISTA. PARA DAR LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS; PARA ANUNCIAR EL AÑO DE GRACIA DEL SEÑOR

La palabra eu – angelion significa buena noticia.
El evangelio es anterior a los evangelios y muy anterior al dogma, a la liturgia, a la jerarquía, etc. Jesús -Él mismo en persona- es la buena noticia para los pobres.

Jesús estaba cerca de los pobres y de los débiles: enfermos físicos y psíquicos, estaba cerca de las personas problemáticas. Jesús celebraba la vida, celebraba la libertad frente al sistema legalista de los fariseos religiosos.

Hay personas que en sí mismas son una buena noticia, un don, tienen y transmiten paz, serenidad.

Los periódicos y telediarios están llenos de malas noticias. La vida y la historia son así. Los cristianos creemos en JesuCristo como buena noticia. Llevamos unos años en los que también en los ámbitos eclesiásticos se ha filtrado la condena, solamente se habla de tres o cuatro problemas de tipo moral. La Gaudium et Spes (Vaticano II) fue un acercamiento de la buena noticia al mundo Hoy el acercamiento es más bien condenatorio, recriminatorio, cuando JesuCristo es buena noticia también y precisamente cuando las cosas van mal.

LIBERACIÓN A LOS CAUTIVOS Y OPRIMIDOS.

Dos veces aparece la libertad – liberación de los cautivos / oprimidos.

Desde Egipto y el destierro de Babilonia, cautividades y opresiones hay muchas en la vida, en la historia de los pueblos y de las personas. Opresiones económicas, sociales, eclesiásticas, políticas, raciales. Cautividades también en el orden personal, esclavitudes morales.

Es hermoso y cristiano sentirse, ser libre y ayudar a que los demás vivan en libertad.

04. ESTAMOS SALVADOS.

Jesús podía haber continuado con el texto de Isaías: he sido enviado a anunciar el día de venganza de nuestro Dios, pero no lo hizo. Jesús cortó de raíz toda lectura de un Dios vengativo y rencoroso (como aparece en el texto de Isaías que, ahora, relee Jesús).

Lo de JesuCristo es otra cuestión. Viene a anunciar el tiempo amable de Dios, un tiempo, una historia de gracia, de amabilidad.

El evangelio -de Lucas- es el evangelio de la misericordia y del perdón.

05. Y ESTAMOS SALVADOS YA “HOY”.

No olvidemos nunca que los cielos se abrieron: bautismo y transfiguración del Señor. Si se abrieron no fue para comunicarnos “el crónico enfado de Dios”, sino para todo lo contrario. HOY estamos salvados:

Lc 2, 11 Os ha nacido HOY, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor.

Lc 4, 21 Al comienzo de su ministerio en la sinagoga: HOY se cumple ante vosotros esta profecía”.

Lc 5, 26 Tras la curación del paralítico, todos quedaron atónitos y alababan a Dios llenos de temor, diciendo: HOY hemos visto cosas extraordinarias

Lc 19, 5.9 Jesús levantó los ojos y le dijo:

– Zaqueo baja enseguida, porque HOY tengo que alojarme en tu casa. Jesús le dijo:

HOY ha llegado la salvación a esta casa.

Lc 22, 34 Te aseguro, Pedro, que HOY mismo, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces.

Lc 23, 43 Jesús le dijo (al buen ladrón):

Te aseguro que HOY estarás conmigo en el Paraíso.

HOY, no mañana, los pobres, oprimidos, esclavos y pecadores, estamos salvados.

La alegría futura se hace presente en el hoy de nuestra historia.

Hoy estamos salvados.

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Cantaré eternamente las misericordias del Señor

Miércoles, 14 de noviembre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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¡Cuántos dones, cuántas cosas hermosas y elevadas, cuánta esperanza he recibido yo en este mundo! Ahora que la jornada llega al crepúsculo y todo termina y se desvanece esta estupenda y dramática escena temporal y terrena, ¿cómo agradecerte, Señor, después del don de la vida natural, el don muy superior de la fe y de la gracia, en el que únicamente se refugia al final mi ser? ¿Cómo celebrar dignamente tu bondad, Señor, porque apenas entrado en este mundo, fui insertado en el mundo inefable de la Iglesia católica?

In aeternum Domini misericordias cantabo.

*

Pablo VI
Testamento

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La fuerza del Amor.

Jueves, 30 de agosto de 2018
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Hace algún tiempo me sucedió un episodio que me afectó en lo profundo del alma. Estaba en Roma; esperaba el autobús en la parada que se encuentra casi enfrente de la iglesia de San Juan de Letrán. Estaba conmigo mi madre. Se me acercó una señora muy anciana, vestida con un pequeño abrigo negro, ya lustroso por el uso inveterado al que había sido sometido.

Caminaba a pequeños pasos, con la típica rigidez senil del tronco, de la cabeza y de las manos. Me preguntó si quería comprar una protección de hilo de algodón rojo de ganchillo, de esas que sirven para coger ollas y cazuelas sin quemarse. Cogido así, de improviso, dije que no me interesaba. Entonces la viejecita se alejó sin insistir y sin dirigirse a nadie más. Me arrepentí de inmediato, porque comprendí que lo importante no era que yo tuviera necesidad de esa protección, sino que ella tuviera necesidad de venderlas a fin de poder ganar algo. Intercambié una mirada con mi madre, que la alcanzó enseguida y le preguntó a cuánto las vendía. «A mil liras la pieza, señora», respondió; «las he hecho yo misma a mano. Tengo noventa y dos años…». «Le compro las cinco que lleva», dijo mi madre, abriendo el monedero. La viejecita miró a mi madre con una sonrisa cansada y apenas marcada; sin decir nada, se alejó con su andar tranquilo, un andar que dejaba inmóviles los brazos, los hombros y la cabeza.

Esta escena la he repensado, meditado, contemplado dentro de mí muchas veces, no sabría decir cuántas. La viejecita ya se había alejado: qué otra cosa -o quién- nos convenció, para comprar no una, sino todas las protecciones que vendía. Esa es la cuestión: hay una fuerza en el ser pequeño, pobre, sufrido y remisivo; una fuerza, sin embargo, que no le es propia, una fuerza que le viene de fuera. Alguien se la ha puesto dentro, alguien que la posee. No es cuestión de perderse en muchas averiguaciones, Señor, porque sólo hay Uno que pueda poseer tal fuerza, sólo Uno puede haber pensado hacer todo esto: tú. Tú la pusiste en la humildad de aquella viejecita, aunque la pusiste también en el corazón de quien la vio y la sintió. Es la única fuerza que ha existido siempre, que existe y que existirá siempre, la única fuerza que forma una sola cosa contigo, que hace de ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un único Dios: la fuerza de tu amor o, mejor aún, la fuerza del amor que eres.

*

A. Marchesini,
Piccolo come un seme di senape
(Tan pequeño como un grano de mostaza),
Bolonia 1993.

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Lázaro: un icono de entrañas misericordiosas

Miércoles, 2 de mayo de 2018
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portadas_moissac_abadia_relieve_lateral_o_04Felipe Manuel Nieto Fernández
Vicario Parroquial de la Santísima Trinidad
Madrid.

ECLESALIA, 09/04/18.- A ver, he comenzado mi oración, como siempre que me encuentro con el evangelio expresando nuestra relación con los demás: diciéndome por qué lo primero que me viene a la cabeza es la indebida traducción de la parábola del ‘pobre Lázaro’ (aquí tengo que hacer ejercicio mental para no titular la perícopa evangélica como el rico epulón: ¡que el protagoniza es Lázaro, por Dios!, me digo a mi mismo) a imperativos éticos, especialmente los que tienen que ver con la moralidad entendida como conducta ‘políticamente correcta’. Y digo políticamente como el adverbio inglés ‘politely’, es decir amablemente, correctísimo, todo lo cortésmente necesario para la buena convivencia. O de otra manera, pensar y actuar así que implica aceptar sin preguntar el do ut des, da para que te den. Está en la regla de oro del utilitarismo.

Aquí, lo que está en juego es una obligación para saber ver al que es hermano, para cambiar yo de conducta. Tiene que ver con el pathos, las entrañas, no con el ethos (costumbre, norma). Las mismas entrañas de Jesús que se le remueven y abrazan al leproso, saltándose la ley y prohibición de ni siquiera tocarlos; las mismas lágrimas de desconsuelo ante la tumba de otro Lázaro, su amigo, en Betania; cómo nota que algo se mueve en su interior cuando una mujer enferma, a pesar de una multitud que le está tocando, le pasa la mano por la orla de su manto; el corazón que le da un vuelco al cruzarse con un entierro, ¡es el hijo de una viuda! Sin él la mujer va a quedar arrogada al desamparo, el ostracismo y la miseria, un vuelco que le lleva a resucitarlo. Y paré de recordar iconos de entrañas de misericordia, porque se me amontonaban en la memoria por casi incontables.

Qué hizo mal, qué fue lo incorrecto a los ojos de Dios Padre el rico ‘epulón’, incluso visto como algo cruel por parte de las personas de buena voluntad: pues casi evidente hasta para nuestros ojos; en un momento del camino de su desarrollo pleno como persona, hizo de las riquezas su dios. Este dios mató su corazón, su sensibilidad y su humanidad, se quedó sin entrañas, pues a su alrededor ya no existían otras personas más que su sí, mí, me, conmigo mismo.

¿Cómo iba a poder ver a aquel pobre hombre despreciable o llegar a saber su nombre siquiera -Lázaro- tumbado a la puerta de su palacio esperando algunas sobras para comer? ¿no es esta misma pregunta la que me hago cuando me arrogo el derecho para decidir la invisibilidad de mi hermano, cuando al pecho cargo con la cota de malla de mis apegos y mis propios desamparos? Me pregunto más, está vez sin querer ni pronunciar en alto lo que contestó Caín a Dios, ¿es que acaso soy yo el guardián de mi hermano?

Pero aún queda la mejor parte: cuando se acordó de sus hermanos, justo al desvelarse su corazón acorazado para las desdichas ajenas. ¡Qué se salven los míos! Aún hay tiempo, ellos llevaban el mismo camino equivocado que él y le pidió a Abrahán: ¡que vaya Lázaro a avisarles! Pero ¿Serviría para algo ese testimonio de Lázaro siendo como era un pobre lleno de llagas, tumbado a la puerta de la casa y al que sólo los perros se acercaban? Se burlarán de él diciendo: ¡Qué nos puede enseñar un hombre tan miserable! ¡Qué sabrá él de la “otra vida!

Para cambiar su forma de ser y comportarse con los demás como hermanos les bastaría con escuchar el Evangelio y ponerse la mirada de hermano y padre para visibilizar a los demás, al vecino, al próximo, al prójimo. Pero cuantas veces se leen estos textos hoy y no sienten que deban cambiar nada. Piensan que el dinero, lo material e inmaterial que poseen gracias a su esfuerzo se lo han ganado y pueden hacer con él lo que les venga en gana.

Lo que interesa es disfrutar de esta vida y nada más. Todos queremos ser felices, pero el Papa Francisco se ha referido al dinero como el “que roba el alma”. “Las riquezas son buenas y sirven para hacer muchas cosas buenas, para sacar adelante a la familia: ¡esto es verdad! Pero si las acumulas como un tesoro, ¡te roban el alma!”. “El dinero enferma también el pensamiento, y lo hace ir por otro camino. Algunos incluso llegan a considerar la religión como una fuente de ingresos”. “¡Sí, el dinero lo corrompe todo! ¡No hay salida!”.

Por eso en su mensaje para esta Cuaresma nos escribe: “El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás”.

No siempre Dios te da lo que le pides, pero siempre te dará lo que de verdad necesitas. Y cuidado, escuchemos bien cuando hacemos la oración de los fieles y decimos roguemos al Señor, amén, que a veces se cumple lo que pedimos .

Nota importante: cuando leemos este texto tenemos que dejar a un lado nuestro imaginario sobre el juicio final, sobre cómo va Dios a hacer justicia con los que en este mundo no han tenido ni la posibilidad de desarrollarse como personas, ni siquiera la de ser feliz. Es un relato compuesto con una lógica narrativa con la suficiente fuerza para ser entendida por los que oían a Jesús. No es Dios ni su seno donde va tras su muerte biológica Lázaro, sino al de Abrahán. ¿No tendríamos que repensarnos todas esas imágenes que ocupan nuestra mente sobre el ‘final’ y el ‘juicio’? Habría que aventurarse por los senderos de otras palabras de Jesús: la del dueño de la viña que paga igual a los que trabajan una hora o doce; o la parábola del samaritano y el prójimo; o el juicio de las naciones sobre lo que hemos hecho a los demás que el dueño del Reino reclama como hecho a él mismo… hay que seguir orando y ayunando mucho para expulsar a esos demonios que no fueron capaces de controlar los discípulos de Jesús.

*Mi agradecimiento a Carlos Latorre, Misionero Claretiano, inspirador de muchas de mis oraciones.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia)

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Dos miradas a lo sencillo

Viernes, 6 de abril de 2018
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Del blog de Amigos de Thomas Merton:

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“Hay que olvidarse de palabras como Dios o muerte,

sufrimiento y eternidad;

hay que ser de nuevo sencillo y sin palabras,

como el grano que crece o la lluvia que cae.

Sólo hay que ser”.

*

Etty Hillesum

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“Este es el verdadero corazón del misterio,

tan obvio y sencillo:

la presencia de la misericordia de Dios

en medio de nosotros,

en Cristo “

“La fidelidad a la gracia en mi vida,

es fidelidad a la sencillez

*

Thomas Merton

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Ten misericordia de nosotros.

Viernes, 30 de marzo de 2018
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pareja-gay-refugiadosPadre, ten misericordia de nosotros

Jesús, sales hacia el huerto, esta noche dormirás a la intemperie. Jesús que sufre con los transeúntes, con los sin techo, con los que no tienen donde ni con quién cobijarse. En tu sufrimiento nos encontramos con todos los que no conocen el confort de una cama, el calor de un hogar, el abrazo de alguien que te espera.

La noche es fría y sufre tu corazón con los que tiritan cada noche a la intemperie, con los que sienten congelar sus cuerpos en las pateras, surcando las aguas del Mediterráneo en busca de una vida mejor, con los que nunca han recibido una abrazo cálido.

Padre, ten misericordia de nosotros

Jesús traicionado por uno de los suyos. En su traición recordamos a todos los que se sienten engañados, sometidos por sus parejas, utilizados y abusados por sus superiores, por los pederastas, por los chulos del burdel.

En esta noche te recordamos la soledad de la noche en el hospital, atemorizados ante la incertidumbre de un diagnóstico fatal, entristecidos por no sentirse acompañados ni valorados; amputados en su cuerpo y en el corazón porque no conocen el amor. Recordamos a todos los niños, jóvenes, adultos, ancianos desaparecidos en una noche fría como la tuya dejando rotos los corazones de padres, madres, parejas, familias enteras que no saben ya cómo vivir.

Padre, ten misericordia de nosotros

Jesús que conoces el dolor y el rechazo. Recordamos a todos los inmigrantes, las prostitutas, los refugiados, los excluidos de lo pactado socialmente, a los discapacitados síquicos que señalamos y arrinconamos. Todos ellos te acompañan en tu soledad y en tu dolor. Recordamos a cada una de las víctimas de las guerras, cinco años de guerra en Siria con miles de muertos, miles de huérfanos, viudas, miles de amputados cada día por los bombardeos. Oramos también por los refugiados que pierden la vida en el camino hacía una vida posible y digna; a los que malviven en los campos de refugiados esperando que los gobernantes del mundo decidan abrir las fronteras y derribar todas las concertinas.

Padre, ten misericordia de nosotros

Jesús que naciste niño en una aldea perdida. Contigo están todos los niños y niñas que nacen fruto de una violación, los que nacen con la vida sentenciada por el hambre y la guerra; los niños que son abandonados en los conteiner o los parques; los que son explotados laboralmente y los que son vendidos para el turismo sexual. Oramos también por los niños acosados en el colegio, por los niños que no tienen acceso a la escolarización y por aquellos que fracasan en sus estudios, por los que son abusados sexualmente por sus padres, por sus entrenadores o familiares o personas cercanas a su entorno.

Padre, ten misericordia de nosotros

Jesús negado por Pedro. En su negación encontramos a todos los que se les niega un empleo, un salario digno, una vivienda donde cobijarse, una comida con que paliar su hambre. Recordamos a todos los que no encuentran respuesta a sus preguntas, a todos los que viven sin sentido ni esperanza, a los que suplican ayuda y no la encuentran. A todos los que les negamos el saludo porque son diferentes, a todos los que no nos atrevemos a abrazar porque han sido mutilados por accidentes de tráfico, por la violencia, por las minas anti persona o porque han nacido deformes.

Padre, ten misericordia de nosotros

Jesús inocente y torturado. Recordamos a todos los hombres y mujeres que son torturados en las cárceles de todo el mundo, a los que mueren en celdas habitadas por causa de una sentencia injusta. Tu inocente, condenado por los que no te entienden. Recordamos a todos los que nosotros condenamos porque no piensan como nosotros, a los que condenamos a muerte por nuestra insolidaridad, a los que menospreciamos y no acogemos porque no han nacido aquí; a los que la hambruna mata cada día, a los que mueren sin que nos preocupen porque nos resultan sin valor o invisibles.

Padre, ten misericordia de nosotros

Al pie de tu cruz María, tu madre. Oremos por todas las mujeres. Por todas las madres que dedican sus vidas al cuidado de los hijos enfermos, dependientes; por aquellas que se preocupan y ocupan con mimo de sus padres también enfermos. Por las mujeres que viven el infierno de los malos tratos, que viven con miedo a perder su vida o la de sus hijos porque la pareja o padre es terriblemente violento. Por las mujeres y padres cuyos hijos desaparecen y son condenados a vivir el infierno de no saber qué ha sido de ellos. Por las mujeres que no se sienten valoradas por el mero hecho de ser mujer; a las que se les niega el acceso a ciertos puestos de trabajo y responsabilidad. Oremos por las amas de casa que dedican su vida y su tiempo al cuidado de la familia sin que nadie lo agradezca ni lo reconozca.

Padre, ten misericordia de nosotros

Jesús que conociste la fragilidad de tus discípulos. Oremos por la mediocridad de nuestra Iglesia, por todos nosotros que vivimos dormidos, con una fe recibida, acomodada, y no apuntamos ni con nuestras palabras ni con nuestros gestos, hacía el Reino. Por los sacerdotes, religiosos y religiosas que han hecho de su vocación una costumbre, un estado de vida cómodo, asegurado, lejos de los más desfavorecidos. Oremos por una Iglesia que no se implica, no se moja, una Iglesia que abusa, que no acoge al diferente, que juzga y que no ofrece el perdón. Oremos por la Iglesia atrapada por el miedo al cambio, por los que no maduran ni crecen en la fe, por los de una fe pequeña que buscan la seguridad en la Tradición, por los que no nos atrevemos a correr riesgos en nuestras celebraciones, por los que nos preocupamos por el número pero no por el seguimiento. Por los que nos resistimos a perder dejando de ser signos del Evangelio.

Padre, ten misericordia de nosotros

Jesús mueres sin entender. En tu cuerpo también se enfrían todas las esperanzas que se abortaron, los corazones que al final de su vida fueron traspasados por la lanza del fracaso, los días que se oscurecieron de golpe por la tragedia; todas las vidas entusiastas que se entregaron por una causa que creyeron justa pero que cubrió el velo rasgado del olvido.

Padre, ten misericordia de nosotros

Vicky Irigaray

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El silencio que habla

Martes, 26 de septiembre de 2017
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Hay que predicar el mensaje de la misericordia de Dios por la humanidad. Hay que proclamar la palabra de la verdad. Nadie puede negarlo. Pero no son pocos los que comienzan a sentir la futilidad de incrementar la contínua riada de palabras que se vierten sin sentido sobre el mundo en todas partes, día tras día.

Para que el lenguaje tenga algún significado, debe haber intervalos de silencio en algún momento, para separar palabra de palabra, y expresión de expresión.

Quien se retira al silencio no necesariamente odia el lenguaje. Quizás sea el amor y el respeto por el lenguaje el que le impone silencio, pues la misericordia de Dios no se escucha en palabras a menos que se escuche en el silencio: antes y después de que se pronuncien las palabras.”

*

Thomas Merton.
Humanismo Cristiano. En el mar de los peligros.

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Paz del Corazón

Sábado, 24 de junio de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

Humildad – Dulzura de Cristo

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 “Yo sé los planes que tengo para ti, planes para tu bienestar y no para tu mal, a fin de darte un futuro lleno de esperanza.” ¡ (Jr 29, 11)

¡Qué dulce y tranquilizadora es tu palabra es, Señor! Has previsto para cada uno lo mejor, la paz del corazón. “

“Tú, Señor, no retendrás lejos de mí tu misericordia, Tu fidelidad y tu verdad me preservarán siempre “ (Ps 40,12)

Concédenos Señor  apoyarnos siempre en tu Amor.

*

Elisabeth S.

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Compasión

Viernes, 9 de junio de 2017
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Del blog Nova Bella:

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“Con la misericordia nos quitamos del centro de nuestro mundo

y colocamos al otro.

Una vez liberados de nuestro ego,

estaremos listo para ver a Dios”

*

Karen Armstrong,
Premio Princesa de Asturias 2017

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Obras de justicia, no obras de misericordia.

Lunes, 1 de mayo de 2017
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zeichner-la-ia-y-la-justicia-social-1-728Tenemos que agradecer a los investigadores y a los pensadores que nos vayan pasando los resultados de sus trabajos. El artículo de Xabier Picaza sobre las obras de misericordia me ha resultado sumamente interesante. Hemos reflexionado sobre él en la reunión del mes de Marzo del Foro Gaspar García Laviana. Es verdad que uno ya sabía que no había que confundir lo que es exigencia de la justicia con lo que es de caridad y también que, aunque se llegasen a paliar algunas necesidades desde esta instancia, ello no nos exoneraba de luchar por un mundo más justo donde los seres humanos no se viesen obligados a “vivir de la caridad”, recibiendo por esos cauces lo que se les debiera dar en justicia.

Sin embargo creo que es sumamente importante el llamamiento a no confundir al personal llamando “obras de misericordia” lo que en realidad son “obras de justicia”, al menos visto el asunto desde la perspectiva del evangelio. El camino que nos señala el evangelio de Mateo 25, 31-46 para entrar en el Reino no son “obras de misericordia”, sino más bien “obras de justicia”. A aquellos que dan de comer al hambriento, de beber al sediento, a los que acogen a los extranjeros, visten al desnudo, visitan-cuidan a los enfermos y a los cautivos, “Dios” los llama “justos”. Ello será debido a que han hecho lo que es “de justicia”.

La verdad es que es muy distinto valorar tales obras como “de misericordia” a valorarlas como “de justicia”. La misericordia parece que está más bien en el nivel de lo personal y que ser misericordioso, o serlo más o menos, es algo voluntario en uno. Por consiguiente, al ser una exigencia que incumbe a las personas se descarta que sea obligación de los Estados. Son obras de misericordia: es cosa de la gente, o de Cáritas, o de tal o cual ONG.

La cosa cambia si esas obras las consideramos de justicia. Si ello es así, el principal responsable de satisfacer esas necesidades fundamentales es el Estado y a él hay que exigírselo. Si no lo hiciere, subsidiariamente, todos estaríamos obligados a ello, pero sin dejar de denunciar la dejadez de quien es responsable de que todos los ciudadanos tengan qué comer, qué vestir, dónde vivir… etc.

Por otra parte, si son obras de justicia los beneficiarios tienen derecho a esos servicios que son todos de primera necesidad y si no se satisfacen no podemos decir que estamos en un Estado de Derecho, sino al contrario sería un Estado injusto porque no se satisfacen derechos importantes de mucha gente. Esta es la calificación que hay que aplicar a nuestro Estado: no estamos en un Estado de Derecho, pues en él hay gente que, por las causas que sean, no puede satisfacer sus necesidades vitales, tal como parados, extranjeros, algunos enfermos, huérfanos, incapacitados en determinadas funciones, viudas, jubilados…

Para justificarse se suele decir que “no hay dinero para todo”. Y es verdad, pero hay que responderles a los que argumentan de esa manera que lo que hay que hacer es una escala de necesidades, pues no todas son iguales. Entre las primeras a satisfacer habrán de estar precisamente las relacionadas con la vida, como son “las obras de justicia” de las que habla el texto de Mateo: la comida, el agua, la vivienda, la salud. Lo que no es de recibo es que se dé prioridad a otras mil cosas que ni de lejos son de justicia. Se subvencionan actividades relacionadas con el deporte, el arte, la diversión… El dinero público debe atender antes las necesidades vitales de los ciudadanos y otras que, aunque no lo sean, se han de priorizar a otros muchos gastos del Estado, de las Autonomías y de los Ayuntamientos.

Cualquiera puede informarse del problema del hambre en el mundo, del problema del agua. ¡Cuánta gente vive en unas condiciones de vivienda denigrantes! Mirando a la situación mundial, estos problemas se agrandan y se agravan, pero existen en todos los países, aún en los más desarrollados.

Es evidente que, en cuanto al reparto de los recursos, la economía está organizada injustamente, pues se está marginando, no ocasionalmente sino ininterrumpidamente, a un grupo muy importante de gente que no es atendida. Quizás las instituciones encargadas de los servicios públicos hayan de tener más ingresos, pero también es verdad que el dinero que tienen lo han de gastar de manera muy distinta. En muchas partes del Estado hay ejemplos escandalosos de gastos públicos millonarios que no han servido para nada o que se hacen para atender necesidades secundarias de los que mejor viven.

Hasta ahora esta reflexión ha tenido por objeto hablar de quién es responsable de dar respuesta inmediata a las necesidades vitales, pero hay que analizar más profundamente estas situaciones y ver sus causas para poder llegar a dar soluciones radicales. Habrá que hablar del paro, de los salarios y pensiones de miseria… Habrá que mencionar la férrea dictadura del neocapitalismo ante cuya fuerza nos sentimos anonadados y la desunión de quienes por principio tendrían que combatirle. También habría que poner entre las causas de que las cosas no cambien nunca “el aburguesamiento”, como decíamos antes, de quienes se han situado en los niveles medios de la sociedad.

También es una causa de que nuestra sociedad sea tal como es el hecho de que la clase dominante ha logrado poner a su servicio todas las fuerzas del Estado: las leyes, las distintas fuerzas públicas, los tribunales de justicia. Se obliga a cumplir sólo las leyes que interesa. Y no a todos. Últimamente muchos han visto lo que ya era una realidad antes: la ley no es igual para todos. Lo percibimos bien los que entramos en las cárceles. En octubre de 2014 el Presidente del Tribunal Supremo y del consejo general del Poder Judicial, Carlos Lesmes reconocía que la actual Ley de enjuiciamiento Criminal estaba “pensada para el roba gallinas”, no para el gran defraudador”.

Después de ver y analizar el panorama de las necesidades vitales, tendremos que pensar qué hacer. Dado que las cosas no son así accidentalmente, sino que se suceden ininterrumpidamente y casi podríamos decir que necesariamente, pues parecen ineludibles para muchos, tendremos que declararnos anti-este-sistema que engendra situaciones inhumanas tan generalizadas. Que a algunos nos vaya mejor no es razón para darlo como válido y apoyar esta organización social donde hay tanta desigualdad, con el agravante de que cada vez el desequilibrio es mayor.

Estos Estados, como el nuestro y otros, que son habitualmente injustos. No vivimos en un Estado de Derecho. En ellos hay un grupo mayoritario de privilegiados, protegidos por las leyes existentes, pero hay otro grupo, también grande pero más pequeño, abandonado a su suerte, desprotegido. Este desorden establecido se mantiene gracias a las fuerzas del Estado: el poder ejecutivo, legislativo y judicial (ejército, fuerzas de seguridad, leyes, tribunales, cárceles…), pero también gracias a que cerramos los ojos para no ver la realidad de los sufrientes, cerramos nuestra razón para no pensar sobre ella y no saber qué es lo de verdad está pasando. También sucede lo contrario: que lo vemos, pero hacemos poco o nada para que las cosas cambien. A nosotros nos va bien o relativamente aceptable y no nos importan, al menos suficientemente, aquellos a los que les va mal o muy mal en la vida. No somos solidarios y por eso no podemos estar satisfechos con nuestro comportamiento. Y, por último, hay que decir, muy alto y muy claro, que son muy pocos los cristianos que entienden que el compromiso político es también una expresión de la solidaridad con los empobrecidos para cambiar de raíz su suerte.

José María Álvarez Rodríguez

Fuente Fe Adulta

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Felices los que creen sin haber visto ( Jn 20, 29)

Domingo, 23 de abril de 2017
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Domingo de la Misericordia

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Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacedlos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenerlos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

*

San Juan de la Cruz,

Cántico Espiritual, estrofas 10 y 11

***

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

-“Hemos visto al Señor.”

Pero él les contestó:

Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.”

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

-“Paz a vosotros.”

Luego dijo a Tomás:

-“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”

Contestó Tomás:

-“¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.”

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

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Juan 20,19-31

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No hay misericordia sin justicia (Cátedra Chaminade: 24.1.17).

Martes, 31 de enero de 2017
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colegio-mayor-chaminade-catedra-16-17_0Del blog de Xabier Pikaza:

La Cátedra de Teología del Colegio Mayor Chaminade, de Madrid (http://www.fugjchaminade.com/catedra-teologia-madrid) desarrolla en este curso 2016/2017, desde diversas perspectiva, el tema de Teología desde las víctimas (cf. programa, al final de esta postal).

El próxima martes, día 24, a las siete y media, me toca exponer una materia central, titulada No hay misericordia sin justicia, cuya introducción y programa presento en lo que sigue, reelaborando motivos que expuse en libro que escribí con J.A. Pagola (Entrañable Dios. Las obras de misericordia, Verbo Divino, Estella 2016)

He participado varias veces en esta Cátedra Chaminade, y ha sido siempre un placer y una enseñanza, el contacto con profesores y alumnos. Un año más, y éste es el 36, el Colegio Mayor Chaminade, de la Ciudad Universitaria de la Universidad Complutense de Madrid (Metro Metropolitano) sigue enseñando la mejor teología del momento, abriendo así un camino de cultura y compromiso dentro de la Sociedad y de la Iglesia.

Buena semana a todos. Hasta pasado mañana, si nos vemos por allí (Paseo de Juan XXIII, 9, 28040 Madrid.Teléfono: 915 54 54 00).

INTRODUCCIÓN. 1. JUSTICIA Y MISERICORDIA. UN TEMA ABIERTO, UN RETO

Dos experiencias radicales, dos tradiciones

imagessinfotogifSon quizá los elementos principales de la historia cultural y social de occidente y del mundo, uno más vinculado a la tradición greco-latino, otro al judeo-cristianismo, y de forma de relacionarse y fecundarse depende también nuestro futuro. La Biblia ha insistido más en la misericordia, pero ella incluye un tipo justicia, que no se identifica sin más con la de tipo greco-latino (dyke, ius), pero que está muy relacionada con ellas. La tradición occidental ha destacado más la justicia, pero en su fondo se ha dado siempre y debe darse un tipo de misericordia.

‒ Como seguiré indicando, la misericordia bíblica tiene varios nombres o elementos: es rehem (amor originario) y hanan (gratuidad): es siendo hesed (fidelidad al pacto de la vida: justicia) y ‘emuna (firmeza, fidelidad) (Ex 34,6-7). Así tiene su propia identidad, que deriva de la revelación de Dios, pero se vincula de un modo muy intenso, dentro de la misma Biblia, con la tsedaqa y mishpat, que tienen rasgos de justicia y que conectan de un modo directo con la tradición greco-romana, y con la historia posterior del cristianismo, como seguiré indicando.

‒ Por su parte, la tradición occidental, heredera de Grecia y Roma y ratificada por la Ilustración moderna (siglos XVII-XIX), ha insistido más en la justicia (dyke, ius), y aunque conoce la misericordia (concebida básicamente en latín como pietas), la concibe como algo derivado o secundario. En esa línea, la justicia más legal (o racional) ha realizado un inmenso servicio a la humanidad, pero corre el riesgo de secarse en sí misma y de volverse injusta, si no se alimenta en la misericordia y justicia de la tradición bíblica.

Según eso, la misericordia bíblica incluye cierto tipo de justicia interna (y se ha vinculado pronto con la experiencia racional de la justicia greco-romana), aunque más tarde, en la tradición cristiana de occidente ha corrido el riesgo de olvidarlo, insistiendo así en una especie de emoción intimista y de arbitrariedad que es incapaz de fundar y organizar la vida humana. Por su parte, la justicia greco-romana incluía cierto tipo de pietas o misericordia; pero ha veces ha corrido también el riesgo de olvidarlo, destruyendo de esa una de sus posibles raíces.
Por eso es necesario que planteemos nuevamente el tema, vinculando misericordia y justicia, desde la misma tradición bíblica (como haré de un modo especial en lo que sigue) y desde la fecundación de las dos grandes tradiciones del pensamiento y vida de occidente, la bíblica y la greco-romana, en un momento en que parece que los viejos equilibrios corren el riesgo de romperse.

Como los dos árboles del paraíso, esto es, de la vida humana

Diremos así que la misericordia y la justicia son distintas, de manera que no pueden identificarse sin más, pero añadiendo que deben fecundarse desde el fondo, como los dos árboles del paraíso (de Gen 3), uno del conocimiento del bien y del mal, otro de la vida. De esa fecundación depende en gran parte lo que podamos ser y seamos en el futuro.

‒ Planteando el tema de un modo muy general, debemos afirmar que la misericordia ha de crear justicia, como indica la ley originaria del Pentateuco: proteger a huérfanos, viudas y extranjeros), y como ratifica Mt 25, 31-46, al fijar las seis obras de misericordia, que el texto llama de justicia: dar comida al hambriento y bebida al sediento, acoger al extranjero y vestir al desnudo, servir al enfermo y encarcelado. En ese sentido, la justicia incluye actualmente (año 2017) una base de misericordia explícita, como evocan esas obras de Mt 25, 31-46 (que todos coman, que todos tengan dignidad…), que están en la base de nuestros ordenamientos jurídicos.

En esa línea, una misericordia que no crea justicia o no la incluye ni se expresa a través de ella corre el riesgo de volverse un sentimiento irracional, como ha podido suceder, en contra de la inspiración bíblica. Por su parte, en nuestro contexto cultural, la justicia greco-romana debe mantener, si quiere seguir siendo significativa, las aportaciones de la “misericordia bíblica”, entendida de algún modo en forma de proto-justicia, como seguiré indicando.

‒ Misericordia y justicia se vinculan, pero sin identificación, como he señalado evocando los dos árboles del paraíso. (a) Por un lado está la justicia que pertenece al orden racional del conocimiento y de la práctica socio-política. (b) Por otro lado está la misericordia que forma parte del orden de la fe, es decir, de la experiencia religiosa, aunque ha de expresarse, de un modo necesario, en un tipo de justicia, si es que quiere ser significativa. Leer más…

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , ,

Los principios de la misericordia: Gracia, pobreza y universalidad

Sábado, 26 de noviembre de 2016
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shutterstock_103268435Del blog de Xabier Pikaza:

Está terminando el Año de la Misericordia, que Jesús instauró en Nazaret de Galilea (Lc 4, 18 ss) y que el Papa Francisco ha proclamado para toda la Iglesia este año 2016.

No es fácil valorar los resultados de propuesta del Papa, conforme al Espíritu de Jesús, en un tiempo en que domina dentro de la jerarquía de la Iglesia el miedo y fuera de ella (en la economía y la política) el deseo de tener y dominar, olvidando los valores humanos.

Pues bien, en ese contexto quiero proponer los tres principios de la misericordia que son, a mi juicio, la gracia, la pobreza y la universalidad, conforme al tema del libro que escribí hace un año con J. A. Pagola (Las obras de misericordia, Verbo Divino):

a. La misericordia asume el primado de la gratuidad . Por encima de la ley está la gracia, por encima de todo deber está el don generoso de la vida: Que todos “sean”, ese es el principio de la misericordia.

b. La misericordia pone de relieve la mediación de los pobres, es decir, de los expulsados y oprimidos, de los incapaces de defenderse por sí mismos en este mundo de violencia y opresión. Sin destacar el derecho de los pobres (de las víctimas) no se puede hablar de la misericordia.

c. La misericordia tiene como fin la universalidad: Que todos puedan vivir, que haya espacio y camino para todos todos, en línea de globalización.. Para que todos puedan vivir es preciso insistir en la gracia de la vida, en la ayuda de los pobres, como seguiré indicando.

Éstos son pues “los principios” de la misericordia:
-El primado de la gracia
-La mediación de la pobres
-La meta de la uniersalidad humana

1. Principio, el primado de la gratuidad .
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La misericordia no puede imponerse por medios políticos o económicos, sino que debe ofrecerse y extenderse gratuitamente, por el gozo de dar y compartir.

El peligro de (casi) todas las revoluciones (francesa, soviética…) ha estado en la toma de poder, y en el intento de imponer por la fuerza sus principios. Pues bien, en contra de eso, la revolución que proponemos desde las religiones no se puede realizar tomando el poder, pues si lo hiciera dejaría de ser revolución “religiosa”, en el nivel del mundo de la vida, y se convertiría en un elemento más del mecanismo del sistema.

Kant suponía que la globalización puede alcanzarse por medios racionales y económicos, que en el fondo terminan imponiéndose de un modo sistémico. Pues bien, sin negar el valor de ese nivel, los cristianos afirman que la globalización (es decir, la unión de todos los hombres) es un don o, quizá mejor, una revelación de Dios y que sólo así, en forma de don (revelación gratuita) puede extenderse.

Aquí se sitúa, a mi juicio, la gran “mutación evangélica” (y la experiencia del budismo): En el descubrimiento del valor creador de la gratuidad, superando el deseo impositivo/posesivo que nos lleva a luchar mutuamente. La vida verdadera no avanza en una línea de ley y posesión, de lucha mutua y de toma de poder, sino de gratuidad y comunicación universal. Por largos siglos, los hombres han pesando que los bienes de la tierra deben conquistarse por la fuerza y que sólo se puede conseguir la paz con imposiciones (sacrificando de algún modo a los demás). Pues bien, la lógica de Jesús invierte esa ley de imposición sacrificial y las disputas por la propiedad: La realidad es don (regalo) y sólo como regalo puede tenerse y compartirse.

Mientras los bienes del mundo eran tierras o metales preciosos, máquinas o petróleo, podía utilizarse la lógica de la oposición o sacrificio: tengo que quitar a los demás lo que tienen para tenerlo yo mismo, y así ser poderoso. Pero en el nuevo mundo de los bienes “inmateriales”, donde lo que importa es la “creación de vida”, esa lógica de la oposición puede y debe superarse. Estamos entrando en una era económica o social muy diferente, en la que pierden su prioridad los antiguos tipos de propiedad privada (entendida como fuente de enfrentamientos), de manera que el “mercado” (que estaba en el centro de la propuesta de Kant) puede expresarse y desplegarse en forma de donación mutua, sin propiedad privada de tipo impositivo.

Pueden ya cumplirse las “leyes del mercado” que había propuesto Kant, pero no en forma de compraventa, sino de gratuidad. Sólo aquellos que crean y dan (que regalan lo que son y lo que hacen) podrán vivir en el futuro, abriendo un camino de concordia universal. Sólo en un segundo momento se podrán concretar las mediaciones sistémicas de ese don supremo que es la vida regalada y compartida.

2. Mediación mesiánica: los pobres.

Kant había propuesto una paz de fabricantes y comerciantes, de gente que utiliza los medios económicos para relacionarse y enriquecerse, y su propuesta (¡quizá mal entendida!) condujo a un mercado de ricos, de burgueses propietarios egoístas. Ésta era la paz de los que pueden, es decir, de los fuertes y grandes, una paz que acaba estando al servicio de capital, que se concreta en los intereses de los privilegiados que dirigen el mercado. En contra de eso, la paz de Jesús puede y debe elevarse a partir de los pobres, es decir, de aquellos que no buscan la “toma de la riqueza” (en paralelo con lo que antes he dicho sobre la “toma de poder”), sino que dan y comparten lo que tienen, desde la pobreza, es decir, desde la gratuidad compartida.

El mundo actual busca la globalización desde la riqueza, es decir, desde la propiedad de unos bienes, convertidos en principio de posesión. Pues bien, como vengo diciendo, los bienes materiales siguen siendo importantes, pero ellos sólo pueden ser mediadores de comunicación universal en la que medida en que se convierten en don regalado y compartido. Ésta no es la pobreza del no tener, sino la que se expresa allí donde los hombres y mujeres se elevan de nivel, de tal forma que son por lo que dan y comparten.

Ésta es la segunda nota de la misericordia: la mediación de los pobres.
Dentro de una sociedad injusta y dividida, la gracia de Dios (es decir, el movimiento de la vida) viene a expresarse de manera peculiar y más intensa a través de los margi¬nados del sistema, es decir, de aquellos que salen del sistema, pero no de una manera puramente negativa, sino como representantes y testigos de un nivel más alto de realidad, en el plano del mundo de la vida.

Ésta no es una afirmación general de tipo filosófico; no es un principio de razón social abstracta sino una categoría mesiánica que brota de la misma acción del Cristo que ha querido encarnarse entre los pobres, expresando en el plan de Dios e iniciando con ellos un camino salvador abierto a todos, en línea de gratuidad compartida, no de posesión egoísta de los bienes. En este nivel se sitúa el budismo, cuando renuncia al deseo de bienes, para expresar y realizar la vida en el plano de la compasión universal.

Éste no es un principio negativo, un “no tener” (bajar de nivel), sino un principio positivo, que se expresa como un ascenso de nivel: Se trata de descubrir y desarrollar unos bienes más altos, en línea de comunión, en el nivel del mundo de la vida. Sólo desde ese plano superior podrá expresarse la mediación económica del sistema, que no estará ya al servicio de Mamón (el Dios capitalista), sino de la humanidad concreta.

3. Meta: paz religiosa y comunicación personal.

Frente a la universalidad del mercado, que regula los intercambios comerciales partiendo de los intereses de los ricos, Jesús promueve la universalidad de la vida, que se expresa en la comunicación personal entre los hombres, partiendo de los pobres. Frente a la universalidad de un imperio que reúne a todos desde el poder más alto del «imperator» o general en jefe, vinculándoles en la lucha contra un enemigo común (chivo emisario), Jesús destaca la comunicación múltiple de todos con todos, desde abajo, en forma de redes de vida y afecto, de fe compartida. La universalidad de Jesús no se funda en una jerarquía que dirige y domina al conjunto desde arriba, sino en la comunicación directa, desde abajo, a partir de los más pobres, de los excluidos del sistema.

Allí donde la vida es gracia (un regalo) y partiendo de los pobres (excluidos del orden militar, económico o religioso) puede alcanzarse la verdadera universalidad, entendida como diálogo múltiple y enriquecimiento mutuo de personas y grupos (incluso de religiones). Nosotros queremos destacar aquí el universalismo cristiano, pero sabiendo que se trata de un universalismo humano que tiene una base biológica (hombres y mujeres somos una misma especie) y una estructura dialogal: formamos una comunidad múltiple de dialogantes que comparten un lenguaje vital y un mismo camino de pobreza, es decir, de gratuidad compartida.

Pues bien, según el evangelio cristiano, la unidad de todos los hombres sólo puede realizarse desde los expulsados de los grandes sistemas del mundo. Esta es la universalidad que parte los pobres; no se trata de construir sistemas religiosos o sociales, sino de que los hombres (empezando por los más pequeños: pobres, marginados, excluidos) puedan comunicarse, como Cristo, «piedra que los arquitectos desecharon y que ahora es cabeza de ángulo y principio de todo el edificio» (Mc 12, 10 par; cf. Sal 118, 22-23) .

En esa línea, los cristianos afirman que Cristo (el mesías expulsado y crucificado) es la piedra desechada y que con ella no se puede construir un edificio al estilo del templo judío (o de una nueva catedral cristiana), ni un nuevo imperio social o religioso como el que habían fundado por entonces los romanos. Jesús hizo algo mucho más concreto y profundo: abrió unos espacios de comunicación desde los más pobres, como un bazar multiforme, pero no al estilo capitalista moderno, para imponer el propio y conseguir riquezas a base de los otros, sino simplemente para compartir experiencias y vivir enriquecidos.

Su movimiento se compara al de un grupo de gentes que se van reuniendo para hablar y vivir, como en una plaza abierta (cf. Ap 22, 2), donde cada uno aporta lo que tiene y todos pueden comunicarse de un modo directo, sin intermediarios superiores, sin leyes jerárquicas, sin otra norma que el deseo de ofrecer cada uno lo que tiene y el respeto a las necesidades de los otros. Jesús no ha querido ofrecer en este campo una respuesta teórica, no ha construido otro templo, no ha querido otro imperio, sino que ha iniciado un camino de humanidad, de diálogo concreto y universal, como en un gran bazar donde parece que reina el desorden absoluto y, sin embargo, hay un orden e intercambio más hondo que en todos los programas impositivos, de tipo social o religioso .

La universalidad verdadera solo es posible donde los hombres se miran y encuentran (dialogan) de un modo directo, pues los temas de la vida no están hechos y resueltos de antemano (como en una gran catedral, de diseño unitario), sino que se van resolviendo a medida que los hombres se dan y reciben la vida, se encuentran y dialogan (cf. Mt 25, 31-46). Esta globalización del Dios de Cristo no se resuelve con más dinero, poder o imposición religiosa (con dinero y poder se hacen catedrales y ejércitos, como suponen los relatos de la tentaciones: Mt 4 y Lc 4), sino desde la experiencia de amor compartido. Tiene que acabar la dialéctica de oposición: el principio de la acción (triunfo del fuerte) y reacción (venganza del más débil).

También tiene que caer el sistema interpretado como dictadura de algunos (jerarcas antiguos o nuevos) y también una ley que se aparece como expresión del conjunto (gran templo) que se impone sobre los hombres concretos. Debemos añadir que nadie triunfa ni se impone, ni siquiera el todo, pues no existe un «todo» dominante por encima de los individuos (Dios no es todo, sino fuerza que actúa en cada uno de los hombres). Sobre el imperio de la ley (talión universal), Jesús ofrece el mesianismo de la gracia.

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Señor, Tú nos quieres y nos quieres felices…

Martes, 8 de noviembre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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*

“Dios de misericordia,

tenemos una sed tan grande de la paz del corazón.

Y el Evangelio nos posibilita percibir que,

incluso en las horas de oscuridad,

Tú nos quieres y nos quieres felices.“

*

Frère Roger de Taizé,

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Mantén el silencio interior…

Martes, 25 de octubre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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*

“Qué en tu jornada, trabajo y descanso sean vivificados por la Palabra de Dios.

Manten en todo el silencio interior para permanecer en Cristo.

Llénate del espíritu de las bienaventuranzas:

alegría, sencillez, misericordia.

*

Frère Roger de Taizé,

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***

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“Una sociedad libre de homofobia, un reto para los cristianos – 4”, por José Antonio Pagola

Sábado, 22 de octubre de 2016
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lgtb_pagolaLos hermanos y hermanas del Grupo Cristiano Betania de Aldarte, Bilbao, nos han enviado amablemente este texto que agradecemos y que publicaremos en cuatro partes sucesivas…

Ponencia de José A. Pagola impartida en la universidad de Deusto el 11 de mayo de 2016, organizada por las comunidades de Betania LGTB y otros colectivos cristianos. CUARTA PARTE:

6. La necesidad de promover una mirada más humana, misericordiosa y justa sobre la experiencia homosexual

Como decía anteriormente, el Sínodo sobre la Familia ha terminado sin abordar directamente la cuestión de la homosexualidad, pero entre los temas pendientes ha quedado uno: reconocer “los elementos positivos” que se transparentan en las llamadas uniones estables de personas homosexuales”. Pues bien, creo que esa búsqueda algo se está moviendo en la Iglesia. Es posible observar que jerarcas, teólogos y pastoralistas católicos van delineando poco a poco desde diversas perspectivas un horizonte más amplio para discernir y valorar la experiencia homosexual de manera más positiva  y más evangélica.

Ya en 1999, en el Sínodo sobre Europa, el General de los dominicos, Timothy Radcliffe, bien conocido por su preocupación por las personas homosexuales, tuvo una intervención donde advirtió a los obispos europeos que “la autoridad de la Iglesia solo convencerá si es capaz de acompañar a las personas, si está atenta a sus desengaños, a sus peticiones y a sus dudas… La Iglesia no tendrá autoridad (para las personas homosexuales) si no aprende su lenguaje ni acepta sus dones [Paolo Gamberini, “Parejas homosexuales. Vivir, sentir y pensar de los creyentes”, en Selecciones de Teología (2016) 267].

Posteriormente varios jerarcas europeos se han pronunciado afirmando de diversas maneras que en el amor homosexual hemos de reconocer elementos positivos que son constitutivos de las persona humana creada a imagen de Dios. Entre los más conocidos, el cardenal Cristobal Schönborn, arzobispo de Viena en una intervención en el Sínodo Extraordinario sobre la Familia; el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich, miembro del Consejo de Cardenales del Papa, o el obispo de Amberes Johanj Bonny, que considera que la Iglesia debiera reconocer en las uniones de homosexuales los valores de amor, fidelidad y compromiso.

Pero, seguramente, quien ha hablado con más claridad ha sido el cardenal Carolo Martini, arzobispo de Milán, que ha afirmado que “las uniones homosexuales… pueden testimoniar el valor de un afecto reciproco”. Por eso, si un creyente homosexual llega a madurar la elección de vivir con una pareja del mismo sexo, Martini invita “a no demonizar ni condenar al ostracismo tal elección. El criterio para juzgar tal relación será la fidelidad en la relación, la reciprocidad y el amor responsable” [Paolo Gamberini, a. c., 268 y 277].

Naturalmente es en los teólogos, moralistas y pastores donde se aprecia una voluntad más firme de repensar la actitud de la Iglesia para promover una valoración más justa y más humana. Solo señalaré tres perspectivas.

  • El teólogo moralista Pablo Romero ha recordado recientemente que la Iglesia ha de introducir la conciencia de que la orientación homosexual es “una realidad recibida” (de la vida, del azar, de la naturaleza, de Dios…). Por eso, la persona homosexual no podrá aceptarse a sí misma como don o como criatura agradecida a Dios si no puede reconocer que su orientación sexual concreta es “don de Dios” desde el que está llamada a realizarse. La persona homosexual es la primera que ha de ser educada y ayudada a pasar de una posible homofobia a una valoración positiva de su diferencia sexual o, si es creyente a una aceptación agradecida a Dios de su propio camino [Pablo Romero, “Uniones homosexuales: ¿Rechazo? ¿Misericordia? ¿Reconocimiento?”, en Selecciones de Teología (2016) 217, 28-29].
  • Por otra parte, en reacción a una moral de carácter objetivo y negativo, hay autores que insisten en que “es necesaria una moral del discernimiento sobre las relaciones para proponer al creyente homosexual un itinerario espiritual que le ayude a vivir a imagen de Dios (Paolo Gamberini). “Lo que evidencia la bondad moral de una relación viene dado por la capacidad que tiene de expresar de manera profunda, auténtica y convincente, el mundo interior de las dos personas; de crear las condiciones para un desarrollo de una verdadera interpersonalidad, la cual solo se realiza en la medida en que se abandona la tentación de tratar al otro (la otra) como objeto, y se reconoce a la vez su unicidad irrepetible y su inestimable dignidad (Gianni Piana) [Paolo Gamberini, a. c., 275-276].
  • En esta misma línea, Paolo Gamberini afirma que el objetivo de la ética que se ha de proponer a las personas homosexuales consiste en favorecer el crecimiento de las relaciones más auténticas según las condiciones. El creyente homosexual deberá optar por lo que le aproxime más a lo ‘mejor’ de la relación que está viviendo: con su propio cuerpo, con los otros y con Dios”. Desde esta perspectiva el bien moral consistirá en potenciar las relaciones con los otros y el mundo, consigo mismo y con Dios [Paolo Gamberini, a. c., 275-276].

lgtb_pagola-47. Promover la acogida en las parroquias y comunidades cristianas

Es importante, sin duda, la actuación de la jerarquía y el trabajo de los teólogos y moralistas, pero si queremos dar pasos decisivos para liberar a la Iglesia y a la sociedad de la homofobia es decisivo el clima de respeto, acogida y amistad que se puede generar en las parroquias, comunidades e instituciones y grupos cristianos. Desde esas bases se puede iniciar la reacción para ir cambiando la actitud global de la Iglesia ante las personas homosexuales. Tal vez tenemos que empezar por escuchar las palabras que Jesús nos está dirigiendo a todos: “Nací homosexual y no me estáis acogiendo”.

En el sínodo extraordinario de 2014, en la Relación después de la discusión se planteaba la acogida a las personas homosexuales en un tono positivo: “Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a las comunidades cristianas: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? (Relación, n. 50). Para decepción de bastantes, estas palabras no fueron recogidas. Solo se vuelve a la orientación de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1986): “Toda persona, independiente de su propia tendencia homosexual, sea respetada en su dignidad y acogida con respeto, con la preocupación de evitar todo signo de discriminación injusta”.

Quiero comenzar con unas palabras llenas de sensatez evangélica y de realismo del papa Francisco: “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre… A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas (La alegría del evangelio 47).

Desde este horizonte hemos de trabajar para hacer que en nuestras comunidades cristianas se acoja, se escuche y se acompañe a toda persona homosexual, necesitada como todos de acogida, escucha y amistad.

  • Comunidades cristianas donde sean valoradas por su dignidad sin que su orientación sexual sea motivo de rechazo, discriminación, recelo, lenguaje ofensivo…
  • Comunidades cristianas donde puedan encontrar cauces adecuados para crecer como seguidores y seguidoras de Jesús, dando testimonio de su vida cristiana e integrándose activamente al servicio de la comunidad.
  • Comunidades cristianas en las que puedan encontrar amigos y amigas con los que poder compartir momentos difíciles de soledad, rupturas, discernimientos, toma de decisiones.
  • Comunidades cristianas que sepan solidarizarse y defender a toda persona homosexual de la estigmatización, la hostilidad, las humillaciones o burlas que pueda sufrir en nuestro entorno social o eclesial.
  • Comunidades cristianas comprometidas en concienciar a la Iglesia y a la sociedad para que se respeten los derechos de la población homosexual y se promueva todo lo que favorezca su convivencia digna y justa en medio de la mayoría heterosexual.

Dejadme terminar con un mensaje que quiero comunicar a la comunidad homosexual en nombre de Jesús. Es lo más importante que yo os puedo decir:

“Cuando os veáis rechazados en la sociedad o en la Iglesia,
sabed que Dios os está acogiendo.
Cuando os sintáis condenados por algunos sectores,
sabed que Dios os mira con ternura.
Cuando os sintáis solos, olvidados, pequeños y débiles,
escuchad vuestro corazón y sentiréis que Dios está ahí, con vosotros.
Aunque nosotros os olvidemos, Dios no os abandonará jamás.
No lo merecéis. No lo merecemos nadie,
pero Dios es así: misericordia insondable y bendición para todos”.

José A. Pagola
11/mayo/2016

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“Una sociedad libre de homofobia, un reto para los cristianos – 3”, por José Antonio Pagola

Jueves, 20 de octubre de 2016
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lgtb_pagolaLos hermanos y hermanas del Grupo Cristiano Betania de Aldarte, Bilbao, nos han enviado amablemente este texto que agradecemos y que publicaremos en cuatro partes sucesivas…

Ponencia de José A. Pagola impartida en la universidad de Deusto el 11 de mayo de 2016, organizada por las comunidades de Betania LGTB y otros colectivos cristianos. TERCERA PARTE:

5. Introducir el principio-misericordia en el magisterio oficial de la Iglesia sobre la homosexualidad

Antes que nada, Jesús nos está reclamando una manera nueva de relacionarnos con el sufrimiento que hay en el mundo de las personas homosexuales. Todo aquello que impide, oscurece o dificulta a las personas homosexuales captar el misterio de Dios como misericordia, ayuda, perdón o alivio de su sufrimiento, ha de desaparecer de la Iglesia de Jesús pues no encierra la Buena Noticia de Dios, proclamada por él.

Vamos a comenzar considerando que introducir en la Iglesia el principio-misericordia puede exigir revisar, actualizar y enriquecer el magisterio oficial sobre la homosexualidad.

Antes que nada, hemos de alegrarnos y agradecer que, al final del Sínodo sobre la Familia, en su Exhortación “La alegría del amor” (AL 250), el papa Francisco hace dos afirmaciones importantes:

“Toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar todo signo de discriminación injusta, y particularmente cualquier forma de agresión y violencia”.

“Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso acompañamiento con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida”.

Sin embargo, hemos de decir que finalmente el tema de las personas homosexuales no se ha abordado directamente en el Sínodo sobre la Familia. El Papa, en su Exhortación final, afirma que la complejidad de algunos temas planteados nos mostró la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales (AL 2). Entre los temas que quedan pendientes se señalan dos respecto a la homosexualidad: “enfatizar la inaceptabilidad de discriminar a las personas homosexuales” y reconocer “los elementos positivos” que se transparentan en las llamadas uniones estables” (Relatio finalis).

Tal vez lo primero que se advierte en el magisterio oficial es que falta la mirada atenta y responsable al sufrimiento concreto de las personas homosexuales en su itinerario vital: en el contexto familiar junto a los seres más queridos; en su contexto social con frecuencia hostil (menosprecio, exclusión, maltrato sicológico y hasta físico…); en el contexto eclesial (incomprensión, estigmatización, marginación, condena moral.

Además, el magisterio oficial, redactado desde una actitud negativa y “globalmente condenatoria”, no permite percibir una preocupación real por responder a las verdaderas necesidades de las personas homosexuales que reclaman ser escuchadas, comprendidas y reconocidas en su condición homosexual. La Palabra de la Iglesia de Jesús ha de estar más pensada desde el sufrimiento y la situación real de las personas homosexuales y no solo desde la preocupación de elaborar la doctrina de una moral objetiva.

El mensaje de la Iglesia, movida por la misericordia insondable de Dios a todos y cada uno de sus hijos e hijas, no puede quedar reducida a una doctrina moral dictada de manera genérica a una “categoría” de personas llamadas homosexuales, sino que se debiera atender con atención lúcida, responsable y compasiva sobre todo a la necesidad de afecto, ternura, amistad, estabilidad emocional, seguridad… a la que esas personas encuentran la respuesta más adecuada y plena en individuos de su mismo sexo.

En coherencia con la actuación de Jesús hacia los sectores más despreciados y excluidos, su Iglesia ha de valorar y defender más la propia conciencia de las personas homosexuales e invitarles con confianza a hacerse ellos mismos responsables de su propia vida. En el magisterio oficial, condicionado por un enfoque “moral objetivista”, no se recoge con suficiente claridad la enseñanza del Concilio Vaticano II que afirma que toda persona “tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado”. “Esa conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella (GS 16).

[Paolo Gamberini recuerda cómo el joven teólogo Joseph Ratzinger escribía como experto del Concilio que “se ha de obedecer a la propia conciencia, antes que toda otra cosa, incluso si es necesario, contra el requerimiento de la autoridad eclesiástica”. Parejas homosexuales. Vivir, sentir y pensar de los creyentes en Selecciones de Teología (2016) 216, 272-273].

Esta valoración y defensa de la propia conciencia de la persona homosexual es tanto más necesaria puesto que está expuesta permanentemente a ser juzgada, criticada, presionada o aconsejada por quienes viven desde una  condición heterosexual.

Una Palabra pronunciada por la Iglesia desde una preocupación real por no hacer todavía más dura la situación de las personas homosexuales de nuestros días, ha de eliminar ya de su lenguaje la consideración de la condición homosexual como “patología” (vitiata constitutio), atendiendo a la psiquiatría moderna más rigurosa.

Del mismo modo han de desaparecer del mensaje de una Iglesia de misericordia ambigüedades y silencios que provienen de una comprensión reduccionista e incorrecta de la sexualidad humana. No es admisible en la Iglesia de Jesús reducir la sexualidad a “genitalidad” para caer en una “moral biologicista” que olvida la importancia de la sexualidad para la autorrealización personal y como lenguaje y comunicación del amor. ¿Es justo que esta reducción lleve a presentar todo comportamiento homosexual como “intrinsecamente malo” y a considerar incluso la “misma inclinación como objetivamente desordenada”? ¿No es necesario revisar, completar y enriquecer este lenguaje desde una antropología más actualizada y desde un espíritu más evangélico?

lgtb_pagola-3-600x502Por otra parte, el magisterio oficial no puede quedar reducido a una condena objetiva sino que ha de tener una finalidad positiva. Si la Iglesia quiere anunciar la Buena Noticia de Jesús, habremos de esforzarnos mucho más en ofrecer a las personas homosexuales un proyecto humano y cristiano y unos cauces básicos para que, desde la aceptación e integración de su propia condición homosexual y orientados por su propia conciencia y un discernimiento responsable, puedan realizarse en su dimensión personal, interpersonal y social.

Así mismo en la Iglesia no podemos desatender la llamada de alerta que nos llega de hermanos y heramanas que acompañan a las personas homosexuales, comparten sus sufrimientos y las ayudan a superar sus dificultades personales y sus problemas de inadaptación social y eclesial. Esto es lo que dicen: la doctrina actual de la Iglesia, tal como es presentada, encierra el riesgo de llevar a algunas personas homosexuales a situaciones de crisis permanente, a la renuncia a toda relación humana profunda, al aislamiento, a la soledad y a la tendencia al autodesprecio. ¿Dónde, cuándo, cómo puede escuchar la Buena Noticia del Dios de la Misericordia la persona homosexual que se debate en la alternativa de iniciar una relación heterosexual forzada o de lo contrario aceptar una abstinencia de toda actividad sexual, a la que no se siente en absoluto llamada por Dios?

Por último, una cuestión decisiva. La reflexión moral sobre la homosexualidad se ha desarrollado sobre el presupuesto de que la sexualidad humana tiene como única finalidad la procreación. Desde esta concepción el comportamiento homosexual ha sido considerado contrario a la finalidad intrínseca de toda relación sexual. Sin embargo, desde hace algo más de cuarenta años, se va valorando cada vez más la aportación del Concilio Vaticano II sobre la doble finalidad del matrimonio: la procreación y la mutua comunión de amor (GS 50). Más en concreto, estos años se ha ido tomando conciencia de que la sexualidad humana no está orientada solo a la procreación ni se ha de reducir solo a la complementación genital, sino que está también orientada naturalmente a generar una relación amorosa auténtica (no de poder, dinero o sometimiento del otro…) sino de reciprocidad, responsabilidad, reconocimiento y cuidado mutuo.

Esta nueva perspectiva de la sexualidad humana, ¿no ha de tener repercusión alguna en la visión del amor homosexual? ¿No es esta una de esas cuestiones que, según el papa, la Iglesia ha de “seguir profundizando con libertad”? ¿No se está abriendo aquí una puerta más positiva y esperanzada para las personas homosexuales?

Es significativo que en la Relatio final del Sínodo Extraordinario del 2014 se decía que “sin negar las problemáticas morales relacionadas con las llamadas uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en los que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas” (Relación final n. 52). Esta puerta abierta tímidamente quedó enseguida cerrada por las corrientes más rigoristas de resistencia a Francisco. ¿Cuándo se volverá a abrir?

José Antonio Pagola
11/mayo/2016

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“Una sociedad libre de homofobia, un reto para los cristianos – 2”, por José Antonio Pagola

Miércoles, 19 de octubre de 2016
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Ponencia de José A. Pagola impartida en la universidad de Deusto el 11 de mayo de 2016, organizada por las comunidades de Betania LGTB y otros colectivos cristianos. SEGUNDA PARTE:

3. La acogida de Jesús a “pecadores” más despreciados

Los evangelios destacan que lo que provocó más escándalo y hostilidad hacia Jesús fue su amistad con un colectivo bien reconocible de personas a las que se llamaba despectivamente “pecadores”. Nunca había ocurrido nada parecido en la historia de Israel. Ningún profeta se había acercado a ellos con la actitud de respeto, amistad y simpatía de Jesús. El término de “pecador” no tenía en tiempos de Jesús el contenido preciso que tendrá luego en Pablo de Tarso. A este colectivo de “pecadores” se los consideraba excluidos de la Alianza, bien por su vida inmoral, bien por su profesión, bien por su contacto con paganos, su colaboración con Roma, etc. Forman dentro de Israel un grupo proscrito y despreciado, sobre todo, por los sectores más observantes y rigoristas que los excluyen de la convivencia (banquetes, saludos, matrimonio…). Su conversión se consideraba prácticamente imposible. Los más conocidos eran los “publicanos” y las “prostitutas”.

Lo que más escandalizaba era la costumbre de Jesús de sentarse con ellos a comer en la misma mesa. No es algo anecdótico y secundario. Es el rasgo que caracteriza su modo de actuar con los pecadores más despreciados. En medio de un clima de condena y discriminación, Jesús introduce un “signo de acogida”. La reacción fue inmediata. Los evangelios recogen fielmente, primero la sorpresa: “¿Qué? ¿Es qué come con publicanos y pecadores?” (Marcos 1,16). No guarda las debidas distancias. ¡Qué vergüenza! Luego, la hostilidad, el rechazo y los insultos. “Aquí tenéis a un comilón y bebedor de vino, amigo de pecadores” (Lucas 7,34; Mateo 11,9). El asunto era explosivo. Sentarse a la mesa con alguien siempre es una prueba de respeto, confianza y amistad. No se come con cualquiera y menos en aquella sociedad donde se cuidaba tanto la propia santidad santa. ¿Cómo podía comer con pecadores e indeseables alguien considerado por muchos como “hombre de Dios”.

Pero, además, Jesús se acercaba a comer con ellos, no como un maestro de la Ley, preocupado por examinar su vida escandalosa, sino como profeta de la misericordia de Dios, que les ofrece su amistad y comunión. El significado profundo de estas comidas con pecadores consiste en que Jesús crea con ellos “comunidad de mesa” ante Dios. Comparte con ellos el mismo pan y el mismo vino; pronuncia con ellos “la bendición a Dios” y celebra anticipadamente el banquete final que, según anuncia Jesús, el Padre está ya preparando para sus hijos e hijas. Con este gesto profético Jesús les está anunciando la Buena Noticia de Dios: “Esta discriminación que estáis sufriendo dentro del pueblo elegido no refleja el misterio último de Dios. También para vosotros el Padre es misericordia y bendición”.
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La mesa de Jesús es una mesa abierta a todos. Dios no excluye a nadie, ni siquiera a los pecadores. En el proyecto del reino de Dios todo ha de ser diferente. No hay por qué reunirse en mesas diferentes. Jesús sabe muy bien que su mesa con pecadores no es la “mesa santa” de la que se enorgullecen los fariseos  ni la “mesa pura” de los miembros de la comunidad de Qumrán. Es la “mesa acogedora” de Dios. Con su actuación, Jesús no justifica la corrupción de los publicanos ni la vida de las prostitutas. Lo que hace es romper el círculo diabólico de la discriminación y abrir un espacio nuevo donde todos son acogidos e invitados a encontrarse con el Padre de la Misericordia. Jesús pone a todos, justos y pecadores, ante el misterio insondable de Dios. Ya no hay justos con derechos y pecadores sin derechos. A todos se les ofrece la misericordia infinita de Dios. Solo quedan excluidos los que no la acogen.

4. El principio-misericordia

Después de siglos de cristianismo es necesario hoy rescatar la misericordia como principio de actuación práctica liberándola de una concepción sentimental y moralizante. El lenguaje de la misericordia puede ser peligroso y ambiguo. En concreto, puede sugerir los buenos sentimientos de un corazón compasivo, pero sin el acompañamiento de un compromiso práctico; puede quedar reducido a “hacer obras de misericordia” en algún momento, sin abordar las causas injustas de muchos sufrimientos; puede entenderse como una actitud paternalista hacia algunos individuos, sin reaccionar ante una sociedad que sigue funcionando de manera inmisericorde e injusta.

Hemos de escuchar la llamada de Jesús como un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado como algo normal pues es inaceptable para Dios. Por eso el teólogo Jon Sobrino propuso hace unos años hablar del “principio-misericordia”, es decir, un principio interno que está en el origen de nuestra actuación privada y pública, que permanece siempre presente y activo, que imprime en nosotros una dirección y que va configurando nuestro estilo de vivir erradicando el sufrimiento y sus causas o, al menos aliviándolo” (Jon Sobrino, Principio-misericordia, Bajar de la cruz a los pueblos crucificados. Santander, Sal Terrae 1992, 31-45 sobre todo).

Ya Jesús, en la parábola del buen samaritano, nos ofrece de manera muy concreta la dinámica de la práctica propia de la misericordia (Lucas 10,30-36). Según el relato, un “hombre” asaltado, robado y despojado de todo, yace abandonado en la cuneta de un camino solitario. Por el camino aparecen dos viajeros: primero un sacerdote, luego un levita. Son representantes de la religión del Templo. Los dos actúan sin compasión alguna. Al llegar al lugar “ven” al herido, “dan un rodeo” y siguen su camino. Tal vez, como servidores del Templo se atienen al “principio de santidad” del Levítico: “Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo”.

Aparece en el horizonte un tercer viajero. No es sacerdote ni levita. Ni siquiera pertenece al pueblo elegido. Pero este samaritano va a actuar según el “principio-misericordia”. Lucas describe su actuación con todo detalle. Al llegar al lugar “ve” al herido, “se conmueve”, “se acerca” al hombre y, movido por la compasión hace por aquel hombre todo lo que puede para restaurar su vida.

  • Primero, la “mirada compasiva”. La misericordia se despierta en nosotros, no tanto por la atención a las leyes morales o la reflexión de los derechos humanos, sino cuando sabemos mirar al que sufre de manera atenta y responsable haciendo nuestro su sufrimiento. Esa mirada es la que puede liberarnos de ideologías que bloquean nuestra compasión y de marcos morales y religiosos que nos permiten vivir con la conciencia tranquila. En la Iglesia cambiará nuestra actitud ante las personas homosexuales cuando aprendamos a mirarlos de manera diferente.
  • Segundo, “se acercó” al herido. Se aproximó. Se hizo prójimo. No se pregunta quién es aquel desconocido para ver si puede tener alguna obligación para con él por razones de raza o de parentesco. Quien vive desde el principio-misericordia se acerca a todo ser humano, cualquiera que sea su raza, su religión, su pueblo o su condición sexual. No se pregunta a quién me debo acercar sino quién me necesita cerca.
  • El compromiso de los gestos. El samaritano de la parábola no se siente obligado a cumplir un código determinado de obligaciones. Sencillamente responde a la situación del que sufre inventando toda clase de gestos para restaurar su vida y aliviar su sufrimiento.

 José Antonio Pagola
11/mayo/2016

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