La terapia de conversión es una práctica que intenta cambiar la orientación sexual o la identidad de género de una persona y se considera ampliamente como pseudociencia. La práctica ha sido condenada por varios organismos de salud y psiquiatría en todo el mundo. En los Estados Unidos, ha sido desacreditada por la Asociación Psiquiátrica Americana, el Colegio Americano de Médicos y la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente.

Uno de cada cinco supervivientes de la práctica dañina ha intentado suicidarse. Mientras tanto, una encuesta británica de sobrevivientes de la terapia de conversión publicada el año pasado encontró que una de cada cinco personas que habían pasado por la práctica habían intentado suicidarse. Las conclusiones se detallaron en un informe de la Fundación Ozanne y se basaron en 4.600 respuestas.

De los 458 participantes que habían experimentado la terapia de conversión, 91 personas dijeron que habían intentado suicidarse. Dos de cada cinco de los que tenían experiencia con la terapia de conversión habían tenido pensamientos suicidas, mientras que menos de un tercio dijo que habían pasado a “tener una vida feliz y plena”.

Esta no es la primera incursión de Levinstein en la controversia. En 2018, llegó a los titulares cuando dijo que la homosexualidad debe ser “erradicada” de la misma manera que el SIDA. Dijo que no creía que la homosexualidad fuera “normal” y que, como la industria médica “erradicó” el SIDA, serían capaces de librar al mundo de la homosexualidad y “salvar” a la sociedad.

Eso sí… de los abusos no dicen nada…