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El Vaticano reconoce que hubo una campaña para denigrar a monseñor Romero

Martes, 24 de marzo de 2015
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SALVADOREÑOS CONMEMORARÁN MAÑANA EL 32 ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE ROMEROEste martes se cumplen 35 años de su martirio, en vísperas de su beatificación

Se le tildó de “desequilibrado”, “marxista” o “títere manipulado por la teología de la liberación”

Treinta y cinco años después del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, el Vaticano reconoció que hubo una campaña para denigrar al religioso centroamericano, cuya beatificación estuvo bloqueada en la época de Juan Pablo II y reivindicada en la nueva era de Francisco, que lo considera un modelo para América Latina.

Asesinado en San Salvador cuando oficiaba misa el 24 de marzo de 1980 por un francotirador contratado por la ultraderecha, monseñor Romero fue tildado tanto en los últimos años de su vida como después de muerto de ser un desequilibrado”, “un marxista”, un “títere manipulado por curas de la teología de la liberación que le escribían sus encendidos sermones” contra la oligarquía, las injusticias sociales y la represión en su país.

Acusaciones, denuncias y críticas lanzadas por diplomáticos, políticos, religiosos y hasta cardenales.

Intrigas y presiones que frenaron el proceso de canonización de monseñor Romero, quien será finalmente beatificado el próximo 23 de mayo en su ciudad, 19 años después de que el proceso fuera abierto oficialmente por el Vaticano en 1997.

El arzobispo italiano Vincenzo Paglia, actual presidente del Consejo Pontificio de la Familia y postulador de la causa de beatificación de monseñor Romero, reconoció en febrero pasado las numerosas trabas que el proceso sufrió.

De no haber sido por el papa latinoamericano Francisco Romero no hubiera sido beatificado, confesó.

Entre los enemigos de Romero dentro del Vaticano figuran dos influyentes cardenales, los colombianos Alfonso López Trujillo, ya fallecido y conocido por sus posiciones ultraconservadoras y Darío Castrillón Hoyos, jubilado, los cuales ocupaban en la década del 90 importantes cargos en la Curia Romana.

“López Trujillo temía que la beatificación de Romero se transformara en la canonización de la Teología de la Liberación”, recordó Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio, el movimiento católico que apoyó y financió la causa de Romero.

Los enemigos de la canonización del prelado centroamericano arremetieron aún antes de que la causa fuera abierta formalmente y lo criticaban por su cercanía al teólogo jesuita Jon Sobrino, censurado por años por el Vaticano como uno de los grandes exponentes de la Teología de la Liberación, quien sobrevivió a la matanza perpetrada en 1989 por militares salvadoreños contra seis compañeros jesuitas.

Los problemas doctrinales, el extenuante análisis de sus homilías, el temor de una instrumentalización ideológica por parte de la izquierda de su beatificación fueron algunos de los argumentos para obstruir la causa.

“Por 15 años la causa estuvo en un estado de parálisis burocrático”, explicaron fuentes religiosas, que acusan a la Congregación para la Doctrina de la Fe, liderada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy en día el papa emérito Benedicto XVI, de frenar el proceso.

Juan Pablo II estaba convencido de que Romero era un mártir, no sé lo que pensaba Benedicto XVI. Creo que para él era más un asunto de oportunidad. Ninguno de los dos conocían la situación en la región como la conoce el papa Francisco”, comentó en Roma monseñor Jesús Delgado, su exsecretario personal.

Delgado acaba de lanzar en italiano un libro con las cartas inéditas de Romero entre 1977 y 1980 con el título “La iglesia no puede callar”.

Tras haber sido un obispo conservador muy cercano al poder, Romero asumió el arzobispado de San Salvador en febrero de 1977, pero su conversión y cercanía con la Teología de la Liberación comenzó 15 días después de su asunción horrorizado por la represión y la pobreza.

Si bien el papa polaco incluyó personalmente el nombre de Romero en la lista de los “testigos de fe” del siglo XX durante el Jubileo del año 2000 y rezó ante su tumba cuando visitó El Salvador, algunos no olvidan “la humillación” a la que lo sometió en vida cuando lo recibió tras muchas dificultades en 1979 en el Vaticano.

“Buscaba respaldo y terminó sintiéndose solo, decepcionado, frustrado, humillado”, escribió en un testimonio María López, quien conversó con Romero pocos días después de ese encuentro.

El anuncio pocos días después de su elección en marzo del 2013 de Jorge Mario Bergoglio de que quería “una Iglesia pobre y para los pobres“, desbloqueaba de hecho el proceso.

Francisco empleaba casi las mismas palabras que hace más de tres décadas monseñor Romero: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres”.

Cuando en agosto pasado Francisco reconoció que “no hay más impedimentos” para su beatificación, quería decir que se había encontrado el camino para elevarlo a los altares.

En efecto la beatificación, sin necesidad de probar un milagro tras ser proclamado un mártir por su fe, resulta coherente con su papado y respalda la lucha por la justicia social en América Latina.

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Jiménez Losantos sobre el Papa: “Al infierno irá”

Domingo, 18 de enero de 2015
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Argentina Pope Latin America

Interesante artículo de Desiderio Parrilla Martínez que hemos leído en Religión Digital:

Le califica de “Papa peronista”

Los medios católicos no defienden a Francisco

El 17 de diciembre, coincidiendo con el 78 cumpleaños del Papa Francisco, se iniciaban las negociaciones del histórico acuerdo entre Estados Unidos y Cuba para levantar el embargo. Tanto Obama como Castro agradecieron de esta manera el papel jugado por la Santa Sede para el buen fin de las negociaciones.

Frente a esta buena noticia hubo sin embargo reacciones extemporáneas, que manifiestan el clima de odio que la ideología anti-católica, capitalista y neoliberal, pretende mantener contra el pontificado del papa Francisco.

Hubo incluso ataques personales contra el propio papa. Y un silencio significativo por parte de 13TV o la prensa católica contra estos ataques, así como de otros medios conservadores que una vez más no salieron en defensa del papa Bergoglio. En España, cabe destacar la invectiva del periodista Federico Jiménez Losantos, quien motejó al papa de “papa peronista” o se atrevió a afirmar: “pues al infierno irá”.

Aplicando el principio “en favor del reo”, interpretamos que esta expresión no recoge el deseo de Jiménez Losantos de que el papa “se pudra en el infierno”, ya que el periodista es ateo, además de neoliberal, y no cree en los Novísimos. Pero su acusación de que “Francisco I es un papa peronista” es un juicio que merece comentario aparte, porque supone una afirmación que no requiere del auxilio de la gracia para refutarse, y además es un juicio palmariamente falso.

El juicio verdadero sería afirmar que “el papa Francisco es un papa católico”, no un “papa peronista”, dado que su teología política es netamente católica, frente a la teología política anticatólica del neoliberal Jiménez Losantos, y de otros medios conservadores.

De hecho, podríamos completar el juicio anterior para adecuarlo todavía más a la realidad y afirmar que la teología política del Papa Francisco es la teología política católica de tipo hispana, en su forma de “teología popular”, que nació precisamente como superación de la teopolítica peronista que le precedía. Desarrollemos las premisas de esta afirmación para mostrar la verdad de nuestro juicio.

Desde el 13 de marzo de 2013 la teología argentina ha estado en el centro del interés internacional. El Papa Francisco quizá no sea su teólogo más importante, aunque ciertamente ha sido uno de sus predicadores más destacados gracias a su acción pastoral como obispo de Buenos Aires, y la ha ofrecido al mundo en su exhortación apostólica “Evangelii gaudium”. El Papa emplea el término “pueblo” en 164 ocasiones: el sustantivo más utilizado de todo el documento. El Papa recurre a esta noción teológica como solía hacer en Buenos Aires, haciéndose eco de uno de los conceptos claves de la llamada “Teología del pueblo” o “Teología popular” argentina.

Esta “Teología del pueblo” es uno de últimos avatares que el modelo teopolítico hispano clásico ha desarrollado en la sociedad de nuevo régimen. En su origen tiene la virtud de ser un intento de superar el conflicto entre la teocracia eclesiástica y cierto cesaropapismo estatal infiltrado en las filas del peronismo argentino. Esta Teología popular surgía para solventar las anomalías que desencadenaron el conflicto trágico de hegemonía vivido en Argentina en los años 1954 y 1955 entre el movimiento Justicialista y la Iglesia católica.

El peronismo se manifestó entonces como un modo hispánico de ejercer la teología política, con aciertos indiscutibles y con evidentes errores, pero chocó con la limitación que imponía una Iglesia nacional que no compartía esta tradición hispánica en modo alguno. A esta hierocracia militante de la Iglesia argentina hay que sumar, por supuesto, las propias limitaciones del modelo teopolítico peronista, que contribuyó en igual medida a desencadenar aquellos lamentables acontecimientos que esperamos nunca vuelvan a repetirse.

Es bien sabido que de este conflicto sangriento surgieron en Argentina dos corrientes antagónicas: una derecha teopolítica que esgrimía una teocracia desarrollista, neoliberal, de Nueva Cristiandad que se enfrentaba a su vez contra una izquierda teopolítica que se polarizó en torno al modelo liberacionista de esta misma neocristiandad.

El programa teopolítico de la “Teología populista” resulta crucial porque fue un intento de resolver tanto los problemas que originaron el conflicto entre el peronismo y la Iglesia en 1955 como los conflictos que surgieron a raíz de resolver este conflicto histórico: por un lado, la reacción derechista de las dictaduras y, por otro, la deriva neomarxista de los montoneros.

La Teología del Pueblo es, por tanto, una forma de hispanismo teopolítico más refinado que el peronismo precedente. Pero es mucho más que eso, ya que supuso el establecimiento de una tercera vía para superar la falsa dicotomía establecida en Argentina desde 1955 entre el liberalismo y el marxismo. Esta superación le permitió disolver la aporía en que degeneró el modelo de Nueva Cristiandad sin tener que abandonar los presupuestos del modelo hispánico, ya implícitos en el movimiento peronista previo al conflicto. Leer más…

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“Teología de la liberación: ayer maldita y perseguida, hoy bendita y elogiada”, por Benjamín Forcano

Sábado, 17 de enero de 2015
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pag10_iglesia_web-15-aa01bLeído en Cristianismo y justicia:

Voces. Benjamín Forcano. [Cuarto poder] No me interesaría la Teología de la Liberación si no fuera por tres razones: primera, porque hubo muchísima gente que, sin informarse, desconfiaron de  ella y la condenaron  siguiendo el dictamen de la jerarquía eclesiástica;  segunda, porque esa gente no llegó a conocer la novedad de la Teología de la Liberación y lo que supuso  de represión y sufrimiento  para muchos teólogos; y tercera, porque sin ella se privó  a la Iglesia de un nuevo modo de anunciar el Evangelio, que le hizo perder credibilidad y la distanció aún más del mundo moderno.

Nunca en la historia de la Iglesia se suscitó  tanta preocupación sobre un tema que, a primera vista, parecía  irrelevante. Algo inesperado saltó a la sociedad con la Teología de la Liberación, pues puso en alarma a los centros más sensibles del Poder civil y religioso. Estamos en los años  posteriores al concilio Vaticano II y al primer Encuentro del Episcopado Latinoamericano en Medellín año 1968, y ya pudimos leer: “Si la Iglesia latinoamericana  cumple los acuerdos de Medellín , los intereses de Estados Unidos están en peligro en América latina” (Rockefeller). La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la Teología de la Liberación tal como es utilizada en América latina  por el clero de la Teología de la Liberación” (Documento de Santa Fe, siendo presidente Reagan).

Vieja novedad de la Teología de la Liberación: recuperar a Jesús

La Teología de la Liberación traía a primer plano la vida de Jesús de Nazaret, con todo el escenario sociocultural y político de su tiempo. Era imposible comprender al Jesús de la fe, al Jesús resucitado, si se lo desposeía de su condición humana histórica. La suerte de Jesús, su calvario y crucifixión, no habían sido efecto del azar, del fatalismo o de la voluntad divina, sino del hecho de haber vivido una opción radical por la verdad, por  la justicia y por la liberación de los oprimidos. Su proyecto, –el anuncio del reino de Dios–, era incompatible con el proyecto imperial romano y con  el  proyecto religioso de Jerusalén. Y por ello ambos –imperio y sinagoga- se unirían para eliminar a Jesús y su proyecto.

La Teología de la Liberación no buscaba sino aplicar a nuestro tiempo lo que Jesús hizo en el suyo: denunciar la opresión que, en nombre del emperador y de Dios, se sigue ejerciendo sobre las personas y los pueblos. Era, así, la Teología de la Liberación una teología nueva, que reivindicaba la dignidad y derechos de toda persona, sacudía la alianza de la religión con el poder dominante, devolvía dignidad y esperanza a los despreciados y excluidos, soliviantaba a quienes veían en ella una amenaza para su seguridad e intereses y todo ello porque bebía de la fuente del Evangelio.

Sonaron falsas las alarmas, pero fue calumniada y perseguida

Comenzando por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez (iniciador y llamado “padre” de la teología de la liberación) han sido luego centenares los teólogos que la cultivaron y defendieron, miles  los libros y artículos que sobre ella se han escrito, miles las iniciativas y actividades  pastorales que en ella se han inspirado, miles las comunidades de base que en ella se han fraguado y miles y aun millones los cristianos (políticos, sindicalistas, maestros, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, etc.) que la generaron y recibieron de ella luz y fuerza para su caminar comprometido.

Pero surgieron pronto las alarmas que la  señalaban como heterodoxa y reclamaban para ella controles y sanciones. Había  grupos eclesiales donde mencionar la Teología de la Liberación era tabú. Aún recuerdo el comentario que un amigo hacía de otra persona al enterarse que un teólogo iba a hablar de este tema,  – Es la peste, dijo.  Y ayudé a una joven que, interesada por el tema, escuchó de su directora estas palabras: – ¡Pero si los teólogos de la liberación son como los masones dentro de la Iglesia!

Y los prejuicios y la hostilidad se hicieron irreversibles después que el mismo cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, expresara que los grandes males de la Iglesia actual se deben sobre todo al pos concilio, pero también al Concilio mismo. Y, refiriéndose a la Teología de la liberación, sentenció  ver en ella “un error sobre un núcleo de verdad”, elaborada por teólogos que “han hecho  propia la opción  fundamental marxista” y que “se ha dejado sugestionar por el punto de vista inmanentista, meramente terrenal, de los programas  de liberación secularizados”.

Ratzinger fue recibiendo contestación adecuada a sus infundadas  afirmaciones. Cito por lúcida y contundente la dada por el obispo Pedro Casaldáliga: “Siempre lo hemos dicho, la Teología de la Liberación es teología y es de liberación no porque optó por Marx sino por el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y sus pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud. La situación de los 2/3  de la humanidad es contraria a la voluntad de Dios y la Teología de la Liberación asume el compromiso de transformar esa situación. Sólo a los enemigos del pueblo irrita la Teología de la Liberación. Y por eso la han calumniado y la han  perseguido”.

Se entenderá fácilmente que, a partir de esta posición oficial, fueran creciendo las falsedades sobre la Teología de la Liberación y  sus teólogos:

– Los teólogos de la liberación hacen suya la filosofía marxista.

– Reducen el Cristo del Evangelio  al Cristo de la “sola liberación temporal”.

– La Buena Noticia del Evangelio es sólo para los pobres, pero entendidos  “como una opción de clase” y según criterios puramente políticos e ideológicos y con sentimientos de odio y lucha  entre hermanos.

– Presentan una  “iglesia popular” en contra de “una iglesia burguesa” reintroduciendo de esta manera los conflictos de clase en el interior  mismo de la Iglesia.

– Se someten a  ideologías extrañas y olvida la “doctrina social de la Iglesia” por  considerarla inviable.

Estas calumnias, que no se encuentran en ningún teólogo de la liberación, fueron difundidas desde muchas plataformas de la Iglesia oficial.

La novedad de la teología de Liberación 

Es ahora cuando, después de lo mucho que se la difamó, considero esencial señalar lo más básico de la Teología de la Liberación.

– La Teología de la Liberación surge de las necesidades de un mundo mayoritariamente pobre y oprimido y al que quiere liberar desde la fe. Incluye negativamente una liberación del pecado, de la esclavitud y de la muerte y positivamente una liberación centrada en el Reino de Dios, en la creación de un hombre nuevo y en la consumación de la historia. Liberar es la finalidad última de la teología de la Liberación, con lo que deslegitima el  ataque que la Ilustración siempre lanzó contra la teología de ser esclavizadora de la subjetividad y libertad humanas y legitimadora de la opresión histórica. La Teología de la Liberación se mueve sobre la necesidad absoluta de liberar a la realidad oprimida, a los pueblos que mueren lentamente o son crucificados, a las personas y pueblos que  son oprimidos. Y tiene como destinatario a esa gran mayoría en cuanto no-hombres y en cuanto no-pueblos.

– La Teología de la Liberación hace hincapié en la liberación del otro y de lo otro, a diferencia de la teología europea que se centra en el propio sujeto creyente; habla del Reino de Dios como referente y medida de la transformación que hay que realizar en este mundo y afirma además que tal Reino es para implantarlo ya en este mundo y lograr así que la vida de los pobres llegue a ser realidad.

– La Teología de la Liberación tiene como fuente de conocimiento la revelación de Dios en la  Escritura, la Tradición eclesial y el Magisterio de la Iglesia. Pero, también y  previo a la revelación de Dios en los textos, existe la real revelación de Dios en la historia, del pasado y del presente. Dios sigue manifestándose en los llamados signos de los tiempos: “La miseria colectiva que clama al cielo y el anhelo de liberación de todas la esclavitudes”,  fue sancionado por el Episcopado Latinoamericano (Medellín 1968) como uno de esos signos.

– En esta línea, la revelación de Dios se halla sobre todo en la respuesta que los fieles, con su praxis , dan a esa revelación a través del seguimiento de Jesús, de la misericordia, la defensa de la vida, etc. Hacer todo esto, “Significa asumir dentro del conocimiento la dialéctica del mismo Dios  en cuanto encarnado en la historia, privilegiadamente en Jesucristo; significa que Dios no es puramente alteridad trascendente con respeto a la historia sino que se da él mismo a la historia” (J. Sobrino).

 La Teología de la Liberación no se contenta con que la inteligencia se reduzca a la captación del sentido del ser:  “La inteligencia en este quehacer teológico tienen una triple dimensión: el hacerse cargo de la realidad, el cargar con la realidad y el encargarse de la realidad” (Ignacio Ellacuría).

Conocer es estar en la verdad de las cosas y para estar en la verdad de las cosas hay que encarnarse en la verdad de la realidad, dejar que hable y dejarse afectar por ella, lo cual lleva a utilizar los conocimientos necesarios: científicos, filosóficos, ético-sociales, etc.

Pero,  y además, encarnarse en la realidad es encarnarse en el  mundo de los pobres, lo que exige ser parcial. Y si  es cierto que ningún lugar parcial es la totalidad,  cada vez se demuestra con mayor claridad que desde los pobres, desde el Tercer Mundo, se conoce mejor la totalidad que desde su contrario: “Desde el Tercer Mundo se conoce la verdad de éste y se descubre mejor la verdad del primero; lo cual no acaece a la inversa” (J. Sobrino). Convéncete, me decía Casáldaliga en una entrevista: “Sólo en la medida  en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir “humanamente” el Tercer Mundo. Mientras haya un Primer Mundo habrá privilegio, exclusión, dominación, lujo y marginación. Si vosotros en el Primer Mundo no resolvéis ser un Mundo humano, nosotros no podemos serlo”.

– La Teología de la Liberación confiere un determinado talante a quienes se guían por ella y no debiera faltar en ningún otro tipo de teología. Este tipo de teología está siempre dispuesta a verificar si se hace con fidelidad a lo revelado por Dios y si produce en el pueblo de Dios lucidez y ánimo para la construcción de su Reino. Si una teología produce desinterés por el Evangelio y se hace incomprensible a las mayorías debe cambiar. Nunca un método del quehacer teológico puede absolutizarse, sino que debe estar abierto al cambio.

La Teología de la Liberación debe ser servicio para la liberación histórica y transcendente, y esto le hace convertirse en práctica de amor, como debe serlo todo quehacer cristiano. La teología debe ser compasiva y desde la compasión descubrir las causas que a tantos empobrecen y los hace sufrir, y buscar creativamente soluciones, por lo que, introducida en los conflictos de la historia, se enfrentará a las falsas divinidades y difícilmente podrá escapar a la persecución de los poderes de este mundo.

Esta teología debe hacerse dentro del pueblo de Dios, en relación y solidaridad con todos sus estamentos, de él recibirá ayuda y con él, y en medio de él, podrá  responder a los problemas reales. Si la Iglesia es Pueblo de Dios y es una Iglesia de los pobres debe ejercer su responsabilidad en medio de ella.

La teología de la Liberación, poseída por el espíritu de las Bienaventuranzas, será profundamente espiritual, misericordiosa, limpia de corazón, creativa, motivadora de oración, de confianza y disponibilidad, hasta adentrarse en el misterio de Dios.

Y, finalmente, junto al rigor de su método, avanza con esos ojos nuevos, que recibe del compartir con los pobres. Sólo así puede tocar lo más sagrado que es experimentar a Dios, su Reino y a Jesús como buenos, buenos para el hombre y la historia, buenos porque humanizan  y salvan, buenos sobre todo para los pobres y su liberación.

La Teología de la Liberación de la Periferia, contra la Teología del Centro.

Se había establecido un Orden socioeconómico y político mundial de acuerdo a las leyes del más fuerte, consagrado éticamente y bendecido  por la voluntad de Dios. De esa manera, ese Orden quedaba consolidado en países tradicionalmente cristianos y obtenía legitimidad de la teología oficial. Cualquier intento de cambio era considerado sacrílego.

Externamente los centros financieros y políticos no dudaban en apropiarse de esta Teología que en nada los cuestionaba, fomentaba la resignación y mostraba  las desigualdades sociales y los males como pruebas mandadas por Dios para santificarse y acumular méritos para el cielo. Una teología ésta, indiferente, que enaltecía la gloria de  Dios y, a la par, justificaba la conculcación de los derechos humanos y en especial de los más pobres.

En 1984, 32 teólogos de la revista europea Concilium, escribieron: “La Teología de la Liberación busca afrontar el problema de los oprimidos a la luz de la fe y promover su liberación integral. Sabemos que existen grupos integristas o neoconservadores que al rechazar un cambio social y pregonar una religión que pretende ser apolítica, luchan contra los movimientos de liberación y defienden una línea que es, de hecho, una ofensa contra los pobres y oprimidos. Un signo de fecundidad del Evangelio es hoy el hecho de que  el mensaje cristiano sea vivido en contextos diferentes y de diversas maneras. Nuestra revista Concilium se manifiesta solidaria con los teólogos de la liberación no sólo en cuanto a su pensamiento teológico sino en cuanto a sus compromisos concretos. Creemos que en los movimientos y teólogos de la liberación se decide de alguna manera el futuro de la Iglesia, la llegada del Reino de Dios y el juicio de Dios sobre el mundo.

En el mismo año 1984, 40 teólogos españoles de la Asociación Juan XXIII escribían: “Compartimos con los teólogos de la liberación la tarea de elaborar en la “óptica del pobre” una reflexión cristiana rigurosa, una espiritualidad del seguimiento de Jesús , una Iglesia comunitaria y una acción pastoral solidaria con los desheredados de la tierra en el interior de un pluralismo de opciones que no rompe con la comunión eclesial”.

Por supuesto, de estos movimientos de liberación y de sus comunidades de base surgía un nuevo impulso de reforma y una nueva teología que ponía en cuestión el quehacer teológico tradicional. “La teología que se forma dentro de este impulso y que los sustenta no se presenta en contra de la autoridad de la Iglesia, sino bajo la autoridad del Espíritu… En el seguimiento al Hijo del Hombre, aquellos que han vivido hasta ahora  “como si fueran hijos de nadie” se convierten en sujetos en el resplandor de Dios” (Johann Baptist Metz).

El ensimismamiento de la Iglesia en sí misma, acompañado de una teología indiferente ante el dolor y esclavitud de mayorías, desarrollaba continuas y pomposas ceremonias religiosas, orientadas a asegurar el negocio de la propia salvación; enarbolaba preceptos, doctrinas, leyes y dogmas que se habían de saber de memoria; promovía rezos y misas interminables, pero todo a la postre quedaba como obras piadosas, sin plantear para nada lo que la vida de Jesús pedía denunciar y hacer en cada lugar y momento de la sociedad.

Esperamos que cuantos por ignorancia u otras causas abominaron de la teología de la liberación, se abran a ella y se dejen convertir como lo hizo el actual Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, Gerhard Müller: “La teología de la liberación está unida para mí al rostro de Gustavo Gutiérrez, a su enseñanza y al encuentro vivo con los pobres; con él experimenté un giro decisivo en mi enfoque teológico. El nos enseñó que aquí se trata de teología y no de política, de un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del Hombre. La teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe”.

Imagen extraída de: alandar

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“La Teología de la Liberación: Perspectivas Protestantes. Sus implicaciones liberadoras hoy”, por Carmelo Alvarez

Domingo, 7 de diciembre de 2014
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ibertadLeído en evangelizadoras de los apóstoles

A Luis Rivera Pagán, amigo, hermano y maestro

Carmelo Alvarez
Chicago, jueves, 19 de junio de 2014

Este breve trabajo pretende esbozar las dimensiones liberadoras que hicieron de la Reforma Protestante una revolución religiosa en el siglo XVI y sus implicaciones liberadoras en el siglo XXI. El intento se dirige a buscar algunas constantes y detectar su dinámica liberadora después de casi 500 años y los aportes protestantes a la teología de la liberación latinoamericana y caribeña.

Cuando se designa el concepto “cristiandad medieval” lo que se pretende es referirse a una compleja realidad socio-política, religiosa y cultural. Es un sistema con estructuras que rigen el colectivo social. La vida está regida por un patrón de autoridades con actores que obedecen a una realidad última: la cristiandad. Ser cristiano es ser ciudadano y ser ciudadana es ser cristiana. No se concibe que ninguna persona viva al margen de la vida social, ni al margen de la iglesia.

La iglesia es el eje sacramental-litúrgico de toda la vida. Hay una dimensión trascendente que “sacraliza” el orden social y pone en la esfera de lo misterioso las fuerzas desconocidas, hostiles y antagónicas. .Por eso todas las personas deben ser bautizadas. La herejía, el ateísmo, la apostasía, la brujería, y toda clase de expresión que marque lo diferente es considerado sospechoso o pecaminoso. Las opiniones o reflexiones están enmarcadas en aquella genial frase de Miguel de Unamuno sobre “la fe del carbonero” que enunciaba: “Qué creo yo, lo que cree la iglesia, y que cree la iglesia, lo que creo yo” Creer es ante todo un acto de obediencia y sometimiento.

Surgen del mismo seno de la cristiandad los gérmenes de la disolución. Las estructuras que dieron estabilidad ahora se deslegitiman. Se rompe la unidad medieval. Hay una división político-nacional que va a configurar una nueva Europa. Nuevas fuerzas y actores sociales van a perfilar la nueva ciudadanía, la nueva ciudad, la nación y el nuevo orden. Hacia fines del siglo XV se respiran cambios profundos en la sociedad europea medieval.

La insatisfacción del pueblo con las estructuras religiosas y la falta de un cristianismo más cercano a la necesidad de ese pueblo, provoca nuevos ensayos, búsqueda de una piedad más pertinente, afectiva, personal.

Es en esa transición que se debe entender el surgimiento de la Reforma Protestante, que nunca pretendió crear algo radicalmente nuevo. Lo que deseaba era renovar, poner al día estructuras decadentes, sin renunciar al núcleo básico de la vida en sociedad, la fe cristiana.

La época de la Reforma Protestante en Europa ha sido llamada una era de cambios. En alguna medida, como acontece a fines del siglo XX y principios del XXI, podríamos hablar de un cambio de época. Donde viejos paradigmas fueron disueltos y nuevos modelos surgieron a todo nivel. Los siglos XIV y XV habían traído un fermento comercial que llevaría a la transición del feudalismo decadente al naciente capitalismo.

Varias fuerzas se unían a este ímpetu comercial. El imperio, bajo la imagen monárquica y su derecho divino, y el sacerdocio bajo el manto sacramental y la estructura eclesiástica, constituían los dos ejes de la cristiandad y su sistema jerárquico-jurídico. Estos dos ejes competían como fuerzas dirigentes, aunque muchas veces coincidían en sus intereses. Con el surgimiento de los estados nacionales y las monarquías constitucionales se fueron abriendo nuevos espacios con nuevas fuerzas y actores.

El misticismo dio elementos religiosos que apoyaron un incipiente individualismo, cuestionando la síntesis medieval tan piramidal y promoviendo un nuevo sujeto en formación, el sujeto burgués moderno. La base filosófica del individualismo (luz interior y experiencia personal) la da el nominalismo como filosofía nueva y dominante. Solo existen individualidades. De igual forma el humanismo cristiano con su crítica a la corrupción moral y espiritual, va reclamando que se hace necesario volver a las fuentes clásicas de la sabiduría y el conocimiento. El puente que quieren tender los humanistas está apoyado en una nueva ciencia literaria crítica y una nostalgia por la recuperación de la edad de oro en el pasado.

Hay, además, en las postrimerías del medioevo, inconformidades a nivel popular, aspiraciones por necesidades sentidas en diferentes lugares de Europa. Esta era convulsionada trae una ola nacionalista impetuosa. Cierto profetismo apocalíptico saturado de esa piedad popular pretende canalizar estas ansias del pueblo. En medio de la turbulencia de los tiempos surgen nuevos pensamientos y aspiraciones, tanto en lo político como en lo religioso. La nueva burguesía en ascenso, el campesinado empobrecido y un nuevo sector social (músicos, poetas, artesanos) que van a conformar las nuevas ciudades, comienzan a luchar. Unos por una mejor distribución de la riqueza y los recursos, como fue el caso de los campesinos en Alemania y otros buscando agremiarse en la ciudades para proteger sus intereses (artesanos y músicos). El descubrimiento de la imprenta será agente catalítico para estos cambios, como lo ha sido la computadora en el siglo XX.

¿Qué significa todo esto para la así llamada Reforma Protestante?

En Alemania se daban luchas sociales y políticas, que presagiaban el advenimiento de una nueva nación. Las luchas de los campesinos por salarios más justos frente a un régimen de servidumbre y acaparamiento, convirtieron al territorio alemán en campo de batalla. Las más importantes son las llamadas guerras campesinas entre los años 1521-1525. Mientras estas luchas se daban en el campo, en las ciudades se organizaban los gremios artesanales y las casas bancarias. La lucha en el campo era contra los señores feudales; en las ciudades se afianzaban los monopolios y se planeaba la expansión comercial ultramarina.

La Reforma Protestante se inserta en este proceso. Intenta canalizar las aspiraciones religiosas del pueblo y surge dentro del capitalismo incipiente de la época. Los reformadores bajo la influencia de todas fuerzas lanzan una protesta religiosa que prende en las aspiraciones de las nuevas naciones europeas. Al quebrantar el sistema penitencial-sacramental, la Reforma debe suplir una nueva modalidad eclesiástica. La Reforma Protestante no tiene reparos en incorporar la nueva ciencia en su pensamiento y vivir el proceso de reacomodo económico. Solo la llamada Reforma Radical (grupos campesinos inconformes y sectores pauperizados en las ciudades) mantendrá una postura contestataria.

Hay tres figuras principales en la Reforma Protestante Clásica, así llamada para distinguirla de la Reforma Radical, Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino. Cada uno de ellos aportó a la formación del núcleo central de las doctrinas sustentadas por la Reforma Protestante. Cada uno mantuvo su distintivo teológico, como parte de la diversidad que plantea el propio movimiento.

Lutero era un monje agustino-eremita, experto en las Sagradas Escrituras y profesor de ellas. Gozaba de un alta estima entre sus colegas y estudiantes, logrando un significativo número de seguidores muy temprano en su carrera. Buscaba beber en diferente s fuentes filosóficas y teológicas, con un criterio crítico, pero sobre todo buscando una más íntima relación con Dios y una verdadera libertad cristiana. Seguía estudiando con afán las Sagradas Escrituras, redescubrió al apóstol Pablo, y de allí comenzó a construir una vida y un sistema teológico que con los años llevaría a una total ruptura con la Iglesia Católico-Romana. Al encuentro con la libertad por la justificación por la fe en la gracia que redescubre en Pablo, se decide a mantener su postura frente a la Iglesia, que finalmente lo expulsa. Aunque solo quiso ser reformador, terminó rompiendo con la Iglesia. Nunca deseo fundar un nuevo movimiento religioso, pero culminó sentando las bases para lo que hoy se conoce como la tradición luterana.

Ulrico Zuinglio, reformador suizo, sacerdote católico, que decidió romper con el pensamiento teológico medieval, particularmente el tomismo, y forjar su pensamiento con dos fuentes principales: el humanismo y las Sagradas Escrituras. Se apegó a una fuerte crítica humanista, particularmente por el papel predominante de la Iglesia Católica en lo social y político. Leer más…

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“Una Iglesia que no es perseguida no puede ser la Iglesia de Jesús”, por Ignacio Ellacuría

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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ellacuria_1280x720_foto610x342Ignacio Ellacuría [1].

 “No es sólo que el mensaje cristiano tenga como término preferido a los pobres, es que sólo los pobres son capaces de sacar de ese mensaje su plenitud. Y esto es lo que afirma la teología de la liberación y esto es lo que condiciona su método de hacer teología”.

“No cualquier lucha por la justicia es la encarnación del amor cristiano, pero no hay amor cristiano sin lucha por la justicia cuando la situación histórica se define en términos de injusticia y de opresión; de ahí que la Iglesia como sacramento de liberación tenga la doble tarea de despertar y acrecentar la lucha por la justicia entre quienes no se han entregado a ella, y la de hacer que quienes se han entregado a ella lo hagan desde lo que es el amor cristiano. También aquí el ejemplo del Jesús histórico es decisorio: en su sociedad contrapuesta y antagónica, Jesús amó a todos, pero se situó al lado de los oprimidos, y desde allí luchó enérgica, pero amorosamente, contra los opresores”.

“Errarían los cristianos si buscaran solamente un tipo de liberación social. La liberación debe abarcar todo aquello que está oprimido por el pecado y por las raíces del pecado, debe abarcar tanto las estructuras injustas como las personas hacedoras de injusticia, tanto lo interior de las personas como lo realizado por ellas”.

“El carácter institucional de la Iglesia, derivado necesariamente de su corporeidad social, tiene exigencias claras que sólo idealismos anarquizantes pueden dejar de ver. Pero ese carácter institucional no tiene por qué configurarse, como a menudo sucede y ha sucedido, conforme a la institucionalidad que necesitan los poderes de este mundo para mantenerse en su condición de poderosos. Ese carácter institucional debe estar subordinado al carácter más profundo de la Iglesia como continuadora de la obra de Jesús”.

“La raíz última de por qué la Iglesia institucional puede convertirse en opresora de sus propios hijos no está en su carácter institucional, sino en su falta de dedicación a los más necesitados en seguimiento de lo que fue y de lo que hizo Jesús. Consiguientemente, sólo una puesta al servicio de los más pobres y necesitados puede desmundanizarla y, ya desmundanizada, dejará de caer en todos los defectos naturales de la organización y del poder cerrado sobre sí mismo”.

“Con las suavizaciones y espiritualizaciones de algunas partes del NT, se pretende no excluir a ninguna persona -todas están llamadas a la salvación, supuesta la debida y real conversión-, pero de ningún modo negar cuál era la preferencia real de Jesús. El peso masivo de la dedicación de Jesús a los pobres, sus ataques no escasos a los ricos y a los dominadores, la elección de sus apóstoles, la condición de sus seguidores, la orientación de su mensaje, dejan pocas dudas de cuál fue el sentir y la voluntad preferente de Jesús. Tanto es así que hay que hacerse pobre como él, aun con toda la historicidad que compete a la pobreza, para entrar en el Reino”.

“Consiguientemente, la Iglesia de los pobres no es aquella Iglesia que, siendo rica y estableciéndose como tal, se preocupa de los pobres; no es aquella Iglesia que, estando fuera del mundo de los pobres, les ofrece generosamente su ayuda. Es, más bien, una Iglesia en la que los pobres son su principal sujeto y su principio de estructuración interna; la unión de Dios con los hombres tal como se da en Jesucristo es históricamente una unión de un Dios vaciado al mundo de los pobres. Así la Iglesia, siendo ella misma pobre y, sobre todo, dedicándose fundamentalmente a la salvación de los pobres, podrá ser lo que es y podrá desarrollar cristianamente su misión de salvación universal. Encarnándose entre los pobres, dedicando últimamente su vida a ellos y muriendo por ellos, es el modo como puede constituirse cristianamente en signo eficaz de salvación para todos los hombres. El norte orientador de la constitución histórica de la misión de la Iglesia, por lo que toca a su destinatario primordial, no puede ser otro. No sólo se trata de que representen los pobres la mayor parte de la humanidad y, en este sentido, son lugar primario de universalidad; se trata, sobre todo, de que en ellos está especialmente la presencia de Jesús, una presencia escondida, pero no por eso menos real. De aquí que sean los pobres el cuerpo histórico de Cristo, el lugar histórico de su presencia y que sean los pobres la “base” de la comunidad eclesial”.

“Esto sitúa a la Iglesia latinoamericana en una posición difícil. Por un lado, le trae persecución, como le trajo persecución hasta la muerte al propio Jesús: La Iglesia latinoamericana y, más exactamente, una Iglesia de los pobres, debe estar convencida de que en un mundo histórico donde no se encuentre ella misma perseguida por los poderosos, no hay predicación auténtica y completa de la fe cristiana; pues, si no toda persecución es signo y milagro probatorio de la autenticidad de la fe, la falta de persecución por parte de quienes detentan el poder, en situación de injusticia, es signo, a la larga irrefutable, de la falta de temple evangélico en el anuncio de su misión.

***

[1] Recopilación ofrecida por Jaume Flaquer para el 25 aniversario del asesinato de Ignacio Ellacuría y de sus compañeros jesuitas en el Salvador. Textos extraidos de un artículo suyo editado por la revista Selecciones de Teología: Ignacio Ellacuría, “La Iglesia de los pobres: sacramento histórico de liberación” en Selecciones de Teología, vol. 70 (1979).

Fuente Cristianismo y Justicia

Imagen extraída de: EITB

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“Malafaia habla, Marina obedece, pues ve en eso la voluntad de Dios”, dice Leonardo Boff

Viernes, 12 de septiembre de 2014
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2014_09_entrevista_boff_reproducaoFuente Viomundo , Adital

Por Conceição Lemes

Leonardo Boff es uno de los más brillantes y respetados intelectuales de Brasil. Teólogo, escritor y profesor universitario, exponente de la Teología de la Liberación. Se hizo conocido por su historia de defensa intransigente de las causas sociales. Actualmente se dedica sobre todo a las cuestiones ambientales.

Conoce a Marina Silva, candidata del PSB para la Presidencia de la República, desde los tiempos en que ella actuaba en Acre y estaba muy vinculada a la Teología de la Liberación. Acompañó toda su trayectoria.

 En 2010, llegó a soñar conque una representante de los pueblos de la floresta, de los caboclos, de los ribereños, de los indígenas, de los peones viviendo en situación análoga a la esclavitud, llegara a presidente de Brasil. Hoy, no.

 “Está quedando cada vez más claro que Marina tiene un proyecto personal de ser presidente, cueste lo que costare”, observa Boff en entrevista exclusiva con Viomundo. Para Boff, Marina aceptó plenamente el recetario neoliberal.

 “Ella lo dice con cierto orgullo inconsciente, sin darse cuenta de lo que realmente significa: mercado libre, reducción de gastos públicos (menos médicos, menos profesores, menos agentes sociales, etc.), fluctuación del dólar y contención de la inflación con la eventual alza de intereses”, alerta. “Como consecuencia, rigor salarial, desempleo, hambre para las familias pobres, muertes evitables. Es lo peor que nos podría ocurrir. Todo esto viene bajo el nombre genérico de ‘austeridad fiscal’ que está hundiendo a las economías de la zona del Euro”.

 Sobre la autonomía del Banco Central prevista en el programa de Marina, Boff detona: “Creo que es una falta total de brasilidad. Significa renunciar a la soberanía monetaria del país y entregarla al juego del mercado, de los bancos y del sistema financiero capitalista nacional y transnacional. La forma en que el capital se impone es mantener bajo su control a los Bancos Centrales de los países”.

 Lea nuestra entrevista completa. En ella, Leonardo Boff aborda el retroceso de Marina en relación con la criminalización de la homofobia, su trayectoria religiosa, la influencia de Silas Malafaia, Neca Setúbal (Banco Itaú), Guilherme Leal (Natura) y del economista neoliberal Eduardo Gianetti da Fonseca. También la autonomía formal del Banco Central y el riesgo de que ella sufra impeachment (juicio político).

 Viomundo — El último viernes, Marina publicó su programa de gobierno, que preveía el reconocimiento de la unión homoafectiva y la criminalización de la homofobia. Bastó que el pastor Malafaia tuiteara cuatro frases para que ella retrocediera. ¿Qué piensa de esa postura? ¿Es cristiano no criminalizar la homofobia, que frecuentemente provoca asesinatos?

Leonardo Boff — Está quedando cada vez más claro que Marina tiene un proyecto personal de ser presidente, cueste lo que costare. En una ocasión, llegó a declarar que uno de los objetivos de esta elección es sacar al PT del poder, lo que hace suponer amarguras no digeridas en contra del PT que ayudó a fundar.

 Malafaia, líder de la Iglesia Asamblea de Dios, a la que Marina pertenece, es su Papa. El Papa dice, y ella fundamentalistamente obedece, pues ve en eso la voluntad de Dios. Y ahí cambia de opinión. Creo que no lo hace por oportunismo político sino por obediencia a la autoridad religiosa, lo que creo que, en el régimen democrático, es injustificable.

 Un presidente debe obediencia a la Constitución y al pueblo que la eligió y no a una autoridad exterior a la sociedad.

 Viomundo — ¿Cuál es el riesgo para la democracia brasilera de que alguien en la presidencia esté sometido a visiones tan retrógradas en pleno siglo XXI, ignorando los avances, las modernidades?

Leonardo Boff — Un fundamentalista es uno de los actores políticos menos indicado para ejercer el cargo de la responsabilidad de presidente. Éste debe tomar decisiones dentro de los parámetros constitucionales, de la democracia y de un estado laico y pluralista. Éste tolera todas las expresiones religiosas, no opta por ninguna, aunque reconozca el valor de ellas para la calidad ética y espiritual de la vida en sociedad.

 Si un presidente obedece más los preceptos de su religión que los de la Constitución, hiere la democracia y entra en conflicto permanente con otros hasta de su base de sustentación, pues los preceptos de una religión particular no pueden prevalecer sobre la totalidad de la sociedad.

 De seguir estrictamente en esta línea, puede llegar unimpeachment para Marina, por inhabilidad para coordinar las tensiones políticas y gerenciar conflictos siempre presentes en sociedades abiertas.

 Viomundo — Hace tiempo Marina Silva estuvo vinculada a la Teología de la Liberación. Actualmente, es de la Asamblea de Dios. ¿Qué diría usted de esta trayectoria religiosa? ¿Qué representa este guiño hacia el conservadorismo exacerbado?

Leonardo Boff – Respeto la opción religiosa de Marina como la de cualquier persona. Yo la conozco de Acre y ella participaba en los cursos que mi hermano teólogo Frei Clodovis (trabajaba 6 meses en la PUC de Río y 6 meses en la iglesia de Acre) y yo dábamos sobre Fe y Política y sobre Teología de la Liberación.

 Aquí se hablaba de la opción por los pobres contra la pobreza, la urgencia de pensar y crear otro tipo de sociedad y de país, cuyos principales protagonistas serían las grandes mayorías pobres junto con sus aliados, venidos de otras clases sociales. Marina era una líder reconocida y amada por toda la Iglesia.

 Después, al dejar Acre, por razones personales, se convirtió a la Iglesia Asamblea de Dios. Ésta se caracteriza por un cristianismo fundamentalista, pietista y alejado de las causas de la pobreza y de la opresión del pueblo. Pregona la Biblia, preferentemente el Antiguo Testamento, con una lectura totalmente descontextualizada de aquel tiempo y de nuestro tiempo. Como fundamentalista es una lectura literal, al estilo de los musulmanes.

 Políticamente tiene consecuencias graves: Marina puso el foco en el pietismo y en el fundamentalismo, en la vida espiritual desconectada de la historia presente y casi no habla más de la opción por los pobres y de la liberación. Por lo menos no es éste el foco de su discurso.

 La liberación para ella es espiritual, del pecado y de las perversiones del mundo. Con ese pensamiento es fácil ser capturada por el sistema vigente de mercado, de la macroeconomía neoliberal y especulativa.

 Esto es innegable, pues sus asesores son de ese campo: la heredera del Banco Itaú María Alice (Neca), Guilherme Leal de Natura y el economista neoliberal Eduardo Gianetti da Fonseca. Los pobres perdieron una aliada y los opulentos ganaron una legitimadora.

 ¡Y yo que en 2010 soñaba conque una representante de los pueblos de la floresta, de los caboclos, de los ribereños, de los indígenas, de los peones viviendo en situación análoga a la esclavitud, de los obreros explotados de las grandes fábricas, de los invisibles, alguien que vendría de los fondos de la mayor floresta húmeda del mundo, la Amazonia, llegara a ser presidente de uno de los mayores países del mundo, Brasil! Ese sueño fue una ilusión que duele hasta hoy. ¡Por lo menos vale como un sueño que nunca muere!

 Viomundo — El programa de Marina prevé autonomía al Banco Central. ¿Qué piensa de esa medida?

Leonardo Boff — Yo me pregunto, ¿autonomía de quién y para quién?

 Creo que es una falta total de brasilidad. Significa renunciar a la soberanía monetaria del país y entregarla al juego del mercado, de los bancos y del sistema financiero capitalista nacional y transnacional. Un/a presidente/a es electo/a para gobernar a su pueblo y uno de los instrumentos principales es el control monetario que así le es sustraído. Esto es absolutamente antidemocrático y comporta una sumisión a la tiranía de las finanzas que son cada vez más voraces, poniendo a países enteros en quiebra como es el caso de Grecia, de España, de Italia, de Portugal y de otros países.

 Viomundo — Esa medida, ¿expresa la influencia de Neca Setúbal, heredera del Itaú, en su futuro gobierno?

Leonardo Boff — Quien controla la economía controla el país, sobre todo porque vivimos en una sociedad de “Gran Transformación” denunciada por el economista húngaro-americano Karl Polaniy en 1944 cuando, como dice, pasamos de una sociedad con mercado a una sociedad sólo de mercado. Entonces todo se convierte en mercadería, inclusive las cosas más sagradas como el agua, los alimentos, los órganos humanos.

 La forma en que el capital se impone es mantener bajo su control a los Bancos Centrales de los países. A partir de ese control, establecen los niveles de los intereses, la meta de la inflación, la fluctuación del dólar y el porcentaje del superávit primario (aquella cantidad sacada de los impuestos y reservada para pagar a los rentistas, aquellos que prestaron dinero al gobierno).

 Los bancos juegan un papel decisivo, pues es a través de ellos que se hacen las transferencias de los préstamos al gobierno y se reclaman intereses por los servicios. Cuanto mayor sea el superávit primario, la alícuota Selic, más lucran. Puede ser que la citada Neca Setúbal haya tenido influencia para que la candidata Marina creyera en este recetario, viejo, antipopular, dañino para las grandes mayorías, pero altamente benéfico para el sistema macroeconómico vigente.

 Viomundo — Las evaluaciones realizadas hasta ahora muestran que el programa económico de Marina es el mismo que el de Aécio Neves, candidato del PSDB a la Presidencia. Son neoliberales. ¿Qué representaría para Brasil el retorno a ese modelo? ¿Usted cree que si fuera electa, el gobierno de Marina tendría connotaciones neoliberales?

Leonardo Boff — Marina acogió plenamente el recetario neoliberal. Ella lo dice con cierto orgullo inconsciente, sin darse cuenta lo que eso realmente significa: mercado libre, reducción de gastos públicos (menos médicos, menos profesores, menos agentes sociales, etc.), fluctuación del dólar y contención de la inflación con la eventual alza de intereses.

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El Papa abre la vía para beatificar al arzobispo Óscar Arnulfo Romero

Domingo, 24 de agosto de 2014
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1408483365_818743_1408484162_noticia_normalConmemoración del 34 aniversario del asesinato del arzobispo en marzo / EFE

“El principal representante de la teología de la liberación fue asesinado en 1980 en El Salvador”

Leemos en El País:

Por Juan José Dalton

El papa Francisco ha abierto la vía para la beatificación del asesinado arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, tras asegurar que no hay impedimentos en su caso y que el proceso está “en un camino normal”.

Romero, principal representante de la llamada Teología de la Liberación (una interpretación de la fe cristiana desde la perspectiva de los pobres), e incansable en la denuncia de la represión militar, fue asesinado en marzo de 1980 de un balazo, mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital La Divina Providencia para enfermos de cáncer. Un francotirador ejecutó una conspiración encabezada por el mayor de inteligencia Roberto D’Aubuisson, que en 1983 fundó el partido de derecha más importante del país, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), en el poder por 20 años. Nadie fue condenado por el crimen.

Se considera que la muerte de Romero, de 63 años, fue la gota que colmó el vaso y dio lugar a la guerra civil (1980-1992), entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Ejército, con el apoyo de Washington.

En una conferencia de prensa al regreso de su viaje por Corea del Sur, el Papa aseguró que Romero era “un hombre de Dios” y que “el proceso estaba en la Congregación para la Doctrina de la Fe, bloqueado por prudencia. Ahora ha pasado a la Congregación para los Santos y está siguiendo el camino normal de un proceso”.

Antes de asumir la presidencia el pasado 1 de junio, el mandatario salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, viajó a la Santa Sede para tratar la beatificación de Romero, a quien se conoce como San Romero de América, el defensor de los derechos humanos.

Para ser beatificado es necesario que se le reconozca el martirio o que se le atribuya un milagro. Los mártires pueden alcanzar el primer paso previo a la santidad sin que se les atribuya un milagro. Pero éste sí es necesario para la canonización.

“Lo que me gustaría es que aclarasen cuándo hay un martirio por confesar la fe —odium fidei—, y cuándo por trabajar para el prójimo como ordena Jesús”, aclaró el Pontífice. “Este es un trabajo de los teólogos, porque detrás de él hay una larga lista. Tenemos que seguir el proceso y el Señor tiene que dar una señal. Ahora, los postuladores deben moverse, porque ya no hay impedimentos” indicó.

En El Salvador, las palabras del papa Francisco han sido acogidas con alegría

“Estamos sumamente complacidos”, aseguró el ministro de Asuntos Exteriores, Hugo Martínez, “por el interés y determinación de su Santidad y muy optimistas por el nuevo impulso a esta causa”.

Romero nació el 15 de agosto de 1917 en el municipio de Ciudad Barrios, al oriente de El Salvador. Era el segundo de ocho hermanos. Su padre, Santos Romero, era el telegrafista y empleado de correos. Fue nombrado arzobispo de San Salvador, el 3 de febrero de 1977. A finales de la década de 1970 Romero desde su púlpito denunciaba las graves violaciones a los derechos humanos que cometía el ejército salvadoreño.

Un día antes de ser asesinado, el arzobispo pidió al ejército no continuar con las masacres: “Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Hermanos, ustedes son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: No matar. […] Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios que cese la represión”.

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“Actualidad y futuro de la Teología de la liberación”, por Jorge Costadoat, SJ

Domingo, 17 de agosto de 2014
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news_pfa93h841t289eoLeído en Reflexión y Liberación

¿Fue contrario Jorge Mario Bergoglio años atrás a la Teología de la liberación? Probablemente en más de un punto. ¿Es hoy el Papa Francisco un opositor a esta teología? No da la impresión.

Consta, sí, que los simpatizantes de la Teología de la liberación están exultantes con él. Es cosa de ver las páginas electrónicas. Los sectores católicos liberacionistas se han identificado rápidamente con el nuevo Papa. El nombre de Francisco, la sencillez, los ataques contra la economía liberal, la ya famosa frase: “cuánto querría una Iglesia pobre y para los pobres…”, han sido señales inequívocas de un giro que el progresismo social católico interpreta como un guiño favorable.

¿Qué importancia pudiera tener que el Papa llegue a reconocer valor a esta teología? ¿Y a los movimientos, congregaciones religiosas y comunidades de base que se han inspirado en ella, dándole a la vez suelo para su desarrollo?

Juan Pablo II no la condenó, pero le hizo críticas arteras y mantuvo a raya a sus teólogos. El Cardenal Ratzinger, que ejerció este control desde el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el documento Instrucción sobre algunos aspectos de la “Teología de la liberación” (1984), desaprobó el uso acrítico de categorías marxistas: no distinguir entre materialismo histórico y materialismo dialéctico, y la lucha entre clases. Pero no puso en duda la opción por los pobres. Es más, en otro documento titulado Instrucción sobre la libertad cristiana y la liberación (1986) subrayó la raigambre bíblica de los planteamientos teológicos liberacionistas. Por cual no debe extrañar demasiado que el año pasado Ratzinger, convertido en Benedicto XVI, haya nombrado a cargo de aquella Congregación a Gerhard Müller, un obispo alemán que en 2005 había escrito junto a su amigo Gustavo Gutiérrez un libro titulado “Del lado de los pobres. Teología de la liberación“. El mismo Ratzinger -se sabía- siempre había sentido simpatía por Gutiérrez, llamado el “padre” de esta teología. El nombramiento de Müller ha sido una señal de un viraje que puede terminar siendo decisivo.

No lo será, empero, si los simpatizantes de Gutiérrez, Boff, Segundo, Sobrino, Gebara, Támez, Andrade, Codina, Galilea, Trigo, Muñoz, Ellacuría y los otros muchos teólogos liberacionistas pretenden revitalizar tal cual la teología que motivó el compromiso cristiano de los años sesenta y setenta. Hoy el tema no es la reforma agraria, ni el imperialismo yankee, ni el marxismo, ni la guerrilla del Che o de Camilo Torres, ni los años grises de la dictadura de Pinochet. Debe recordárselo, porque la tendencia a revivir esos tiempos es una tentación inútil y, para colmo de la torpeza, infiel al método de la misma Teología de la liberación.

La Teología de la liberación nunca fue condenada. El mismo Juan Pablo II advirtió que ella, en algunos casos, era incluso “necesaria” (Brasil, 1986). Tampoco habría sido fácil hacerlo, pues fue el mismo Magisterio latinoamericano que formuló la opción por los pobres, núcleo de la convicción mística y teológica de esta teología. Su actualidad estriba en esta convicción y en su método. Los obispos del continente se aproximaron a la realidad en la clave del “ver, juzgar y actuar”. Ellos popularizaron este procedimiento metodológico. Ellos impulsaron a la Iglesia a reconocer la acción de Dios en la historia presente y a sumarse a ella.

Debe reconocerse al Vaticano II la paternidad ulterior de este método. El documento Gaudium et spes quiso comprender los “signos de los tiempos”: “discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales (el Pueblo de Dios) participa juntamente con los contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios” (GS 11). Es decir, que en acontecimientos humanos especialmente significativos es posible reconocer la acción de Dios y reflexionar sobre ella. Esto ha exigido a la Iglesia no querer “enseñar” al mundo qué es lo que Dios quiere, sin “aprender” del mundo qué es lo que Dios quiere.

En adelante la teología ha podido considerar que el contexto histórico no solo autoriza a interpretar la doctrina tradicional acomodándola, adaptándola, a nuevas circunstancias, sino que el contexto mismo tiene algo que decir sobre Dios y sobre su voluntad. Dios que se reveló en la historia, en la historia continúa revelándose. La Iglesia no vino al mundo con un canasto de doctrina debajo del brazo. Ella fue amasando durante siglos su doctrina, la cual no ha sido sino interpretación de la Escritura como Palabra de un Dios que continúa hablando en el presente y que, porque seguirá haciéndolo en el futuro, obliga a considerar las formulaciones teológicas como provisorias.

Así las cosas, la Iglesia hoy debe atender a la historia si quiere ser históricamente relevante. ¿Cómo hacerlo? Ella debe arraigar hondamente en la humanidad sufriente, sufrir con ella, esperar con ella, indagar sus necesidades de liberación y de dignificación. Debe, en suma, sintonizar con el Espíritu de Cristo que clama en los pobres; y por otra parte, debe recurrir al servicio de las ciencias sociales que le permitirán comprender mejor qué está sucediendo con las personas y las sociedades.

Sabemos que Francisco Papa es un hombre conectado con el sufrimiento del mundo. Bien quiere la liberación de los diversos oprimidos de este mundo. Será muy importante, además, que tome en serio el aporte de las ciencias modernas. Sin estas, el discernimiento de la viabilidad de la liberación es hoy culturalmente imposible. Tomemos, a modo de ejemplo, el caso de la homosexualidad. La doctrina de la Iglesia ha podido variar en la medida que el conocimiento de esta realidad humana ha evolucionado. La psicología moderna en algún momento dejó de considerarla una perversión, pues descubrió que ella era una enfermedad. Sucesivamente dejó de considerarla una enfermedad, para afirmar que es una variante de la sexualidad humana. La Iglesia, en este campo, se está sirviendo de la psicología para mejorar su doctrina. Algo parecido hizo con la comprensión de fenómeno del suicidio.

Hoy la Iglesia necesita que el Papa Francisco estimule y se sirva de la Teología de la liberación, entendida esta como una apertura reflexiva y crítica al actuar humano contemporáneo, especialmente a aquel de quienes padecen algún tipo de discriminación y exclusión. Si no lo hace, la humanidad continuará llevándole la delantera a la Iglesia en materias en las que la Iglesia ha presumido tener la razón. El mero desarrollo de las ciencias no ha elevado a la humanidad a su cota más alta. A veces la ha hundido en involuciones atroces y aterra pensar en las experimentaciones en curso. Pero la Iglesia solo puede tratar legítimamente de atajar los excesos de la modernidad o encauzarla si reconoce que, para anunciar que Cristo es una Buena Noticia, se hace necesario usar la razón –la ciencia y la técnica- para atinar con una fe en Dios auténticamente humanizadora.

A la Teología de la liberación hoy, por una cuestión de método, se le abren nuevas posibilidades de interés. Ella, que se ocupa de la liberación, suele también dar suma importancia a la creatividad que amplía los horizontes de la vida. Los seres humanos combaten la opresión, la injusticia, las nuevas y viejas esclavitudes. Pero también crean y recrean mundos insospechados, innovan en la estética y en la moral. En las innumerables experimentaciones de la humanidad, Dios mismo puede estar dándose a reconocer como el Creador. Dios no se cansa ni se repite. La Teología de la liberación desde hace años valora las distintas culturas, e incluso las diferentes religiones, pues cree, por principio, que Dios acontece incesantemente en el mundo. Su aporte más característico en esta apertura suya a todo lo real, ha consistido en valorar la creatividad de los pobres. Para esta teología los pobres no solo han de ser objeto de caridad y de justicia. Ellos deben ser considerados sujetos que inventan un mundo nuevo con escasos materiales pero con la comprensión vital de un Evangelio que ha sido anunciado a ellos antes que a nadie. El aporte mayor de la Teología de la liberación, y de aquí su futuro, estriba en creer en la creatividad de los pobres.

Esto explica que los simpatizantes de la Teología de la liberación aplaudan al Papa Francisco. Ven en él a alguien que apuesta por los pobres.

Jorge Costadoat, SJ

Cristo en Construcción

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“Rubem Alves, el teólogo que escapó del gueto de las iglesias”, por Juan José Tamayo

Viernes, 15 de agosto de 2014
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1406417217_489051_1406417606_noticia_normalRubem Alves, teólogo y escritor brasileño. / LUCAS LACAZ (FOLHAPRESS)

El escritor brasileño pensó la religión desde su relación con la poesía y la vida

La muerte del brasileño Rubem Alves el pasado 19 de julio ha teñido de luto a la teología latinoamericana, y muy especialmente a la teología de la liberación, de la que algunos autores le consideran el padre y fue, ciertamente, uno de sus principales iniciadores, junto con otras grandes figuras como José Comblin, José Míguez Bonino, Juan Luis Segundo, Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea y sus compatriotas Hugo Assmann y Leonardo Boff. Su tesis doctoral, Hacia una teología de la liberación humana, publicada con el título de Teología de la esperanza humana, causó un profundo impacto en el panorama filosófico, teológico y científico-social mundial. La editorial Sígueme la publicó en 1973 con el título Cristianismo, ¿opio o liberación? con una presentación del teólogo norteamericano Harvey Cox, autor de la paradigmática obra La ciudad secular, que definía a Alves como un intelectual que sabía “combinar el corazón apasionado y comprometido del Tercer Mundo con una inteligencia refinada” y cuya mente “puede agrupar, como herencia, bajo un solo enfoque, las opiniones de Franz Fanon, Karl Marx, Jürgen Moltmann, Mario Savio, Karl Barth y Paul Lehmann, y enriquecerlos con las ideas de intelectuales latinoamericanos, tal como como Esdras Costra y Paulo Freire”.

¿Se extralimitaba Cox con tal reconocimiento? Creo que no. Alves se convirtió muy pronto en referencia obligada para la elaboración de una teoría crítica de la civilización actual y de la teología, tanto tradicional como moderna, así como un crítico radical de la dictadura brasileña y del fundamentalismo de las iglesias cristianas. Por ambas críticas tuvo que pagar un doble precio: la persecución de la dictadura de su país que le obligó a exiliarse y la expulsión de la Iglesia Presbiteriana, a la que pertenecía. Con todo, fue esta una condena beneficiosa, ya que, según la interpretación de Leopoldo Cervantes-Ortiz, “Alves salió para siempre del gueto de las iglesias para entrar de lleno en el terreno de la imaginación”. Es la experiencia que hemos vivido muchos teólogos y teólogas heterodoxos de nuestras iglesias, que nos ha conducido por los caminos de una teología inclusiva, interreligiosa, intercultural, interétnica e interdisciplinar, que nos ha enriquecido humana y religiosamente y a la que nunca hubiéramos llegado si nos hubiéramos instalado en el regazo eclesiástico materno.

Alves incorpora un nuevo lenguaje a la teología: el del humanismo político, que es el de la esperanza; el de la libertad, que anuncia un ser humano y una comunidad alternativos; el histórico, que habla de los sufrimientos, los gozos y las esperanzas de los hombres; el secular y secularizado, que abandona la metafísica, “lo religioso” y los absolutos eclesiásticos, pero también los absolutos históricos; el iconoclasta, subversivo y de la imaginación, que rechaza los hechos como límite, da nombre a las cosas ausentes, rompe el hechizo de las cosas presentes y abre caminos hacia el futuro. Es, en fin, el lenguaje de la esperanza, que define como “el presentimiento de que la imaginación es más real que la realidad y que la realidad es menos real de lo que parece”. ¡Maravillosa definición!

Alves fue un pensador interdisciplinar que transitó por la teología, la literatura, la filosofía política, el psicoanálisis, las ciencias sociales y la educación. Todas sus obras son un intento, creo que logrado, de construir una teología lúdico-poética-erótica centrada en el cuerpo y en la vida en su dimensión real. El lugar de la teología es la vida cotidiana, no la academia. Teología y vida interactúan. Teología y literatura están en diálogo permanente. Su hablar de Dios y con Dios tiene como principales interlocutores a los poetas y otros autores literarios. Una de sus sugerencias finales fue sustituir la palabra teología por teo-poesía. Creo que habría que atenderla en beneficio de la teología y de la poesía. Solo por eso merece un lugar destacado en ambos lares.

Juan José Tamayo es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso, Tirant lo Blanch, 2011.

Fuente El País

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Nuevo gesto de Francisco en favor de la Teología de la Liberación: Levanta el castigo de Juan Pablo II al sacerdote y ministro sandinista Miguel D’Escoto.

Miércoles, 6 de agosto de 2014
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1407181648_906668_1407215068_noticia_normalMiguel D’Escoto, este lunes en Managua. / J. Cajina (EFE)

Leemos en El País:

Juan G. Bedoya, 4 AGO 2014

El Papa levanta el castigo de Juan Pablo II al sacerdote y ministro sandinista Miguel D’Escoto

“Miguel D’Escoto: ‘Mi condena fue un abuso de autoridad’

Pueblo de Nicaragua: mi sacerdocio es de ustedes”

D’Escoto, sacerdote y ex canciller de Nicaragua, presidirá la Asamblea General de la ONU

La Teología de la Liberación respira

¿Se acerca el Vaticano a la teología de la liberación?

 Se sabía que el papa Francisco no es muy amigo de los teólogos y sacerdotes de la liberación, tachados tantas veces de comunistas, pero está dando pasos inequívocos de querer rehabilitarlos o, al menos, de librarles de pasadas execraciones o excomuniones. Se nota que convivió con muchos de ellos en su Argentina natal, cuando era el general de los Jesuitas y vivió la experiencia de que su propia congregación era el gran vivero de esa corriente teológica y pastoral en toda Latinoamérica. Algunos sacerdotes que estaban bajo su mando sufrieron entonces la brutal persecución de la dictadura militar, con secuestros, torturas e incluso muertes.

Radio Vaticano ha dado noticia, este lunes, de un nuevo episodio de comprensión o, al menos, de misericordia hacia uno de los teólogos castigados. Se trata del sacerdote y ex ministro de Exteriores de Nicaragua Miguel d’Escoto, de 81 años. Suspendido en 1984 ‘a divinis’ sin contemplaciones por Juan Pablo II, Francisco ha ordenado ahora que se le levante el castigo, es decir, podrá volver a tener trabajo pastoral, sobre todo la celebración de la Eucaristía y la confesión de fieles.

D’Escoto pertenece a la Congregación misionera Maryknoll y escribió la primavera pasada una carta al Papa para expresarle su deseo de volver a celebrar la Eucaristía “antes de morir”. El pontífice argentino no ha tardado en contestar. Además de aceptar la revocación de la “suspensión a divinis”, ha pedido al superior general de la congregación que inicie cuanto antes el proceso de reintegración del sacerdote nicaragüense, informa la agencia EFE.

Miguel D’Escoto Brockmann nació el 5 de febrero de 1933 en Los Ángeles (EEUU). Ordenado sacerdote en Nueva York en 1961, pronto se convirtió en uno de los exponentes de la teología de la liberación. Su colaboración con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) comenzó en 1975 a través del Comité de Solidaridad en los Estados Unidos. Tras el triunfo de la revolución sandinista, fue llamado por la Junta de Reconstrucción Nacional para ser ministro de Exteriores, con Daniel Ortega en la presidencia de Gobierno. Lo fue durante todo el primer mandato del polémico grupo guerrillero. Tras el regreso al poder del presidente Ortega en enero de 2007, fue nombrado asesor para asuntos limítrofes y de relaciones internacionales, función de la que ya está retirado.

¿Habrá más rehabilitaciones de teólogos de la liberación o de sacerdotes metidos en política en contra de los deseos (o las órdenes) del Vaticano? Es muy probable. El paso de este lunes es un precedente poco habitual en una confesión religiosa nada amiga de rectificarse a sí misma, o que lo hace, si no tiene más remedio, dejando pasar antes incluso siglos. Con razón suele decirse que cuando Roma habla sobre un tema, el caso está cerrado para siempre (‘Roma locuta est, causa finita est’)

Fueron el papa polaco Juan Pablo II y su ‘policía’ de la fe, el cardenal Joseph Ratzinger, ahora emérito Benedicto XVI, quienes emitieron una severa condena de la Teología de la Liberación, echando de sus cargos docentes y del ministerio ordenado a miles de sacerdotes de todo el mundo, algunos también en España. Los casos más sonados, sin embargo, ocurrieron en la Nicaragua de la revolución sandinista, sobre todo cuando el Gobierno de ese país, tras derrocar a una brutal dictadura apoyada por Estados Unidos, entró en guerra no declarada con la gran potencia, con el presidente Ronald Reagan empeñado en desalojarlos del poder.

cardenalJuan Pablo II echó paladas de arena en aquel conflicto, sobre todo durante su viaje a Managua, la capital de Nicaragua, el 14 de marzo de 1983. Pese a ser tachado de anticlerical y comunista, el Gobierno en pleno acudió al aeropuerto a recibir al pontífice romano. Había dos sacerdotes en aquel Ejecutivo: D’Escoto y Ernesto Cardenal, éste como ministro de Cultura. Otro sacerdote, Fernando Cardenal, jesuita y hermano del anterior, dirigía el programa sandinista de alfabetización. Tras un discurso de bienvenida, el presidente Ortega llevó al Papa hacia los miembros del Gobierno. Juan Pablo II quiso saludarlos uno a uno. Cuando llegó delante de Ernesto Cardenal, el monje trapense y ministro se quitó su famosa boina y se arrodilló. Con enérgicos gestos de su mano derecha, el Papa le dijo: “Regulariza tu posición con la Iglesia. Regulariza tu posición con la Iglesia.” La fotografía de aquella reprimenda recorrió el mundo.

Pero Ernesto Cardenal, poeta de fama universal ya entonces, no hizo caso a aquel gesto de desaprobación papal. Tampoco tomó medidas contra él su congregación. Poco después, su hermano Fernando, el jesuita, aceptó el cargo de ministro de Educación. Tuvo peor suerte. Inmediatamente, la Compañía de Jesús, muy presionada por Juan Pablo II, (incluso con amenazas nada veladas de suspenderla, como había ocurrido en el pasado), le comunicó que no podía seguir en la política como jesuita. “Es posible que me equivoque siendo jesuita y ministro, pero déjenme equivocarme en favor de los pobres, porque la Iglesia se ha equivocado durante muchos siglos en favor de los ricos”, respondió a sus superiores.

Como señala el profesor Juan José Tamayo, también miembro de la teología de la liberación, también castigado por Roma, “la presencia de obispos, teólogos, sacerdotes y religiosos en la vida política es una constante en América Latina desde los inicios de la conquista hasta nuestros días. Y no sólo ni siempre del lado de los colonizadores, sino con frecuencia del lado de los sectores marginados”. Casos emblemáticos de compromiso político liberador son el obispo Bartolomé de Las Casas y el dominico Antonio Montesinos.

Pero el compromiso político de teólogos y sacerdotes se intensifica en la década de los sesenta del siglo pasado, incluso con un cristianismo revolucionario que tiene en Camilo Torres un mito tan arraigado, casi, como el del Ché Guevara. Ejemplos de ese activismo, que no siempre acabó bien, hay también en la actualidad. Es el caso de Fernando Lugo (San Pedro del Paraná, 1951), que accedió a la presidencia del Paraguay tras su triunfo electoral en abril de 2008. Era el candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio y logró derrotar al Partido Colorado, que llevaba más de sesenta años en el poder. Así resumió resumía su programa de gobierno, nada más ser elegido: “A partir de hoy, mi gran catedral será todo mi país. Hasta ahora estuve en una catedral enseñando, compartiendo, sufriendo, construyendo”.

Había sido maestro. También fue misionero en una de las zonas más depauperadas de Ecuador y después estudiante de sociología en Roma. El Vaticano lo hizo finalmente obispo de la diócesis de San Pedro. Cuando renunció al episcopado, el Vaticano le suspendió a divinis pese a que inicialmente le había dado permiso para retirarse y dedicarse a la política. La dispensa se la concedió en junio de 2008 Benedicto XVI. Es decir, la Santa Sede le permitía su retorno al estado laical, que le da derecho a recibir los sacramentos como católico, pero con pérdida de su estado clerical. Entonces se comunicó, además, que si Lugo, desalojado ya de la presidencia tras un polémico proceso, volviese a pedir su incorporación a la Iglesia católica como obispo, el caso sería “analizado por la Santa Sede”.

Otro caso de compromiso político, también muy polémico, lo protagonizó el salesiano haitiano Jean Bertrand d’Aristide, también en sintonía con la teología de la liberación. Sacerdote en una parroquia pobre de Puerto Príncipe, había participado activamente en el derrocamiento de la dictadura de Duvalier y en diciembre de 1990 fue elegido presidente de Haití con el 67% de los votos. Entre sus prioridades colocó la erradicación de la pobreza y la dignificación de los sectores populares con las que estaba comprometido desde su época de sacerdote. Fue derrocado por un golpe militar y posteriormente rehabilitado. Poco a poco cambió de estilo de vida y se distanció de las opciones liberadoras del comienzo.

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Muere Rubem Alves, padre intelectual de la Teología de la Liberación

Martes, 22 de julio de 2014
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1405806059_759032_1405806651_noticia_normalAlves, en su casa de Campinas (Brasil). / Lalo De Almeida (Folhapress)

Muere Rubem Alves, uno de los autores más leídos en Brasil

Uno de los mayores pensadores contemporáneos de Brasil

Propone que la religión sea interpretada y practicada desde la perspectiva de los más pobres

Rubem Alves, el polifacético intelectual, considerado uno de los mayores pensadores contemporáneos de Brasil, estaba internado en terapia intensiva desde el 10 de julio a raíz de una pulmonía, y murió como consecuencia de una falencia múltiple de órganos en el hospital Centro Médico de Campinas, confirmó a dpa ese centro de salud.

Alves se convirtió en el impulsor intelectual del movimiento más revolucionario de la Iglesia católica, la Teología de la Liberación, a partir de su tesis de doctorado defendida en 1969 en Princeton, Estados Unidos, bajo el título de “La Teología de la Esperanza Humana”.

En su tesis, el intelectual brasileño ya sustentaba los pilares sobre los cuales se erguiría la ideología de la Teología de la Liberación, la cual propone que la religión sea interpretada y practicada desde la perspectiva de los más pobres, y se apoya en ideas marxistas.

Según el conocido teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los referentes de la Teología de la Liberación y amigo personal de Alves, éste fue “el primero en escribir a fondo sobre la teología de la liberación”.

Primero como pastor presbiteriano y después como teólogo, Alves ya era una figura prominente en los años 60′, y nos aproximamos en los 70′ a raíz de la Teología de la Liberación. Uno de los trazos fundamentales del abordaje de Alves fue el entendimiento de que esa línea de pensamiento debería ser complementada por dos procesos, el psicoanalítico y el pedagógico”, explicó Boff, citado por el portal del diario “O Globo”.

Boff, quien fue perseguido por el régimen militar y por la propia Iglesia católica a raíz de sus ideas, destaca entre las obras fundamentales de Alves “La Teología de la esperanza” y “El enigma de la religión”.

Alves es considerado un referente académico en diversas áreas, puesto que se desempeñó además como ensayista, cronista, contador de historias, filósofo y poeta.

Nacido en septiembre de 1933 en Boa Esperanza, en el sur de Minas Gerais, Alves cursó teología en el Seminario Presbiteriano de Campinas, y más tarde cursó una maestría en Teología en Nueva York.

Regresó a Brasil, pero se vio obligado a abandonar el país en 1968, cuando comenzó a ser perseguido por la dictadura militar brasileña acusado de subversión. Resolvió entonces volver a Estados Unidos para cursar un doctorado en filosofía en el Seminario de Teología de Princeton.

La obra de Alves incluye más de 160 títulos, muchos de los cuales son tenidos como referencia en sus respectivas áreas. Entre ellas se destacan, además de las citadas por Boff, “¿Qué es la religión?“, vinculada a filosofía y religión; “El regreso del pájaro encantado” un libro infantil; “Variaciones sobre la vida y la muerte”, que versa sobre teología; y “Filosofía de la ciencia”, que relaciona temas filosóficos y de conocimiento científico.

Fuente Religión Digital y El País

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Ecologismo y religión.

Domingo, 22 de junio de 2014
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125Leído en la página web de Redes Cristianas:

¿Una oportunidad para reencontrarse con valores alternativos?

Religión viene de religar, de vincular los seres humanos con su entorno, y por tanto, reconoce la interdependencia de unos seres con otros

La relación entre el ecologismo y religión desde perspectivas como el ecosocialismo, el cristianismo de liberación, el ecofeminismo o los pueblos indígenas

En la actualidad existen 10.000 religiones en nuestro planeta. Y cuatro de cada cinco personas en el mundo se definen a sí mismas como religiosas. En este número 125 de la revista PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global, se analizan las teologías que vinculan lo ambiental y lo social y se intenta comprender cómo esa ética ecológica ha propiciado, en algunas ocasiones, cierta acción social al respecto.

Según Santiago Álvarez, director de FUHEM Ecosocial, entidad que publica esta revista, la religión nunca ha abandonado el espacio público: “para mal, porque ha servido para naturalizar muchas de las injusticias y desigualdades de las principales estructuras de poder; para bien, porque ha sido fuente de inspiración de quienes han luchado contra la opresión a lo largo de la historia”.

Apoyándose en los escritos de varios autores que ya calificaban al sistema capitalista de ser una religión, Santiago Álvarez apunta en la Introducción que sería más propio hablar de idolatría porque en el capitalismo, el dinero y el capital se convierten en ídolos. Finalmente, concluye que hay que aprovechar el potencial de las religiones para construir una visión contrahegemónica que vincule lo humano y la naturaleza y que desmitifique los ídolos que dominan la actualidad.

Ecologismo y religión

En el Especial titulado “Ecologismo y religión”, destacan algunos artículos como el de “Ecosocialismo: espiritualidad y sostenibilidad” escrito por Frei Betto, dominico brasileño, escritor y asesor de movimientos sociales, y Michael Löwy, sociólogo francobrasileño, director de investigación emérito en el CNRS.

En su artículo recuerdan al campesino Chico Mendes y a la misionera Dorothy Stang, ambos asesinados por defender la Amazonia y los Pueblos del Bosque. En sus respectivas biografías se destaca la fe religiosa que cada uno desarrolló a su manera pero siempre comprometidos con la causa de los oprimidos que a la vez es la defensa de la naturaleza.

Jesús proclamaba una “vida en plenitud”, al igual que el principio supremo de la ciudadanía mundial es el derecho de todas las personas a la vida. Por eso, mientras que el libre mercado no sea regulado y la burocracia esté centralizada, la economía seguirá sin estar al servicio de las necesidades de las personas y, por tanto, el objetivo de la vida plena no será viable.

Las religiones: una herramienta para la sostenibilidad

Por su parte, Gary Gardner, colaborador senior de Worldwatch Institute se pregunta cómo involucrar a las religiones en la construcción de civilizaciones sostenibles, aprovechando un recuso clave para influir a escala global: su número de seguidores. Las principales religiones –cristianismo, islamismo e hinduismo- aglutinan dos tercios de la población mundial actual.

Muchas de sus enseñanzas religiosas tienen que ver con construir economías sostenibles: crítica al consumismo, prohibición del uso excesivo de la tierra, contrarios a la búsqueda de la riqueza como fin en sí mismo, etc.

Y señala que mientras el ecologismo laico ha sido incapaz de apelar a los corazones de la ciudadanía para concienciarla, las religiones tienen la capacidad de llegar al fondo de las personas y movilizarlas. Sin embargo, el autor destaca que a pesar de la lógica del compromiso que desprenden, en muchas causas como la del consumismo, sus reivindicaciones han sido más esporádicas y retóricas que fruto de una acción prolongada y bien planificada.

Ecofeminismos y teologías de la liberación

La filósofa y teóloga, Lucía Ramón Carbonell, aborda en su artículo el desencuentro entre la teología feminista y la teología de la liberación, pues esta última ha sido elaborada por varones y no contemplan la realidad de las mujeres pobres, ni sus necesidades en lo relativo a la salud y la sexualidad. Por eso, desde las teologías feministas críticas con la liberación se plantean la necesidad revisar el discurso patriarcal que justifica la explotación de las mujeres y de la Tierra.

A lo largo de la historia y aún hoy, numerosas activistas e intelectuales han desarrollado esta visión ética y espiritual en cuanto a reconocer la interdependencia entre todos los seres vivos que habitamos el planeta, y lo han hecho, tanto desde una concepción creyente como laica.

En este nuevo número se intenta trasladar la idea de que es necesario un cambio de paradigma, no sólo en cuestiones técnicas sino también en lo que se refiere a los valores y la cosmovisión que impera en las sociedades occidentales. No se trata tampoco de instrumentalizar las religiones para propiciar un cambio ecosocial, sino de aprender de las distintas ecosofías que a lo largo de la historia se han dedicado a vincular al ser humano con su entorno y sus semejantes.

Más información:

http://www.fuhem.es/revistapapeles/

Para solicitar un ejemplar y/o entrevistas a los autores:
Dpto. de Comunicación
Ana Belén Martín Vázquez, anamartin@fuhem.es
Mariola Olcina Alvarado, molcina@fuhem.es
Tel. 91 431 02 80. Extensiones: 161/162

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“Lo importante no es el bien, es la bondad”, por José María Castillo, teólogo.

Lunes, 19 de mayo de 2014
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francisco-jovenLeído en su blog Teología sin Censura:

Es un hecho que el actual obispo de Roma, el papa Francisco, con las cosas que hace y con las que no hace, está desconcertando a mucha gente. Y, por supuesto, no faltan los que pasan del desconcierto al desengaño, a la desilusión o incluso a la indignación. ¿A qué viene, por ejemplo, canonizar el mismo día a Juan Pablo II y a Juan XXIII? Si no estaba de acuerdo con subir a los altares a uno de ellos, ¿ha equilibrado la cosas subiendo también al otro? ¡Estos “apaños”!, piensa la gente, se notan mucho. Y terminan por no contentar a nadie.

Con una consecuencia ulterior, que nos deja más inquietos. Porque es fatal. Ya que, con estos vaivenes – de pronto una cosa y a renglón seguido casi la contraria – son muchos los que se preguntan: “pero este hombre, ¿a dónde nos lleva?” Más aún, ¿sabe siquiera, a ciencia cierta, a dónde tenemos que ir? Si, no hace mucho, recibió a Gustavo Gutiérrez y aplaudió su Teología de la Liberación, ¿cómo se explica que ahora reciba a Kiko Argüello y apruebe con todas sus bendiciones el Camino Neocatecumenal?

Por supuesto, yo sé que este papa ha puesto en marcha un estilo de ejercer el papado, que poco o nada tiene que ver con los usos y costumbres de los papas anteriores, incluido Juan XXIII, que todavía se dejaba llevar subido en la silla gestatoria y coronado con la tiara, que era la guinda sobre el pastel de la pompa y el boato del papado a la antigua usanza. Eso ya, gracias a Dios, se acabó. Pero es evidente que (como piensa mucha gente) con cambiar el estilo de aparecer en público – y eso sólo hasta cierto límite – con tal cosa nada más no vamos a llegar muy lejos. De ahí que ya son demasiados los que cada día se reafirman más en su convicción de que este papa no aporta a la Iglesia lo que más necesitamos en este momento y tal como han llegado ponerse las cosas en nuestro mundo. Y en la religión.

No pretendo, como es lógico, presentar aquí la solución al problema que acabo de indicar. Entre otras razones, porque yo no sé dónde está esa solución. De todas maneras, tenemos un hecho, que está a la vista de todos, y que a mí, por lo menos, me da mucha luz. Esto es lo que quiero explicar a continuación.

Para empezar, será útil caer en la cuenta de que no es lo mismo “lo bueno” que “la bondad”. Ya Nietzsche, en “La genealogía de la moral” (I, 2), nos hizo caer en la cuenta de que el concepto “bueno” entraña un fallo radical: “¡el juicio “bueno” no procede de aquellos a quienes se dispensa “bondad”! Antes bien, fueron “los buenos” mismos, es decir, los nobles, los poderosos, los hombres de posición superior y elevados sentimientos quienes se sintieron y se valoraron a sí mismos y a su obrar como buenos, o sea como algo de primer rango, en contraposición a todo lo bajo, abyecto, vulgar y plebeyo”. ¿A dónde nos lleva todo esto? Muy sencillo. Tan sencillo como patético.

Es “bueno” y está “bien” lo que les conviene a los que tienen el poder de fijar lo que es bueno y está bien. Por ejemplo, lo que es bueno y está bien en una dictadura, no lo es en una democracia. Por eso, las leyes, los derechos, los privilegios…, todo eso cambia según las conveniencias del que tiene la sartén por el mango. Y si me apuran, en una democracia, no es lo mismo que mande la izquierda como que mande la derecha. Como tampoco es igual, gobernar en democracia desde la mayoría absoluta, que teniendo que recortar las decisiones para alcanzar y mantener los pactos con quien puede aportar los votos que hacen falta para sacar adelante una ley determinada. Todo esto es bien sabido. Pero mucha gente no se da cuenta de que esto muestra a las claras hasta qué punto el “bien” y el “mal” dependen del que tiene el poder necesario para decidir e imponer lo que es bueno y lo que es mal.

La “bondad” es otra cosa. La bondad es siempre “relacional”. Es en la relación con los demás, sobre todo en la relación con los que menos me pueden dar a mí, donde más y mejor se detecta quien actúa, no por conseguir el “bien”, sino porque le brota de las entrañas la “bondad”. Lo he dicho y lo repito: “el espejo del comportamiento ético no es la propia conciencia, sino el rostro de quienes conviven conmigo”. Y conste que, al menos tal como yo veo este asunto, la “bondad” no es lo mismo que el “buenismo”. Porque una bondad que no está edificada sobre la verdad, la justicia, la honradez, la sinceridad y la transparencia, eso no es bondad, sino hipocresía pura y dura.

Por eso, exactamente por lo que acabo de decir, en un libro que he publicado hace unos días, “La laicidad del Evangelio”, he puesto lo siguiente: “la genialidad de Jesús y su Evangelio estuvo en desplazar el centro del hecho religioso. La vida de Jesús, y el culmen de aquella vida, que fue su muerte, constituyeron el desplazamiento del hecho central y determinante de la religión. Este hecho que, desde sus orígenes, fue el sacrificio “ritual”, quedó transformado por el sacrificio “existencial”.

Jesús, en efecto, ni durante su vida, ni en su muerte, ofreció “rito” alguno. Lo que Jesús ofreció fue su propia “existencia”, que fue, en todo momento, una existencia para los demás. Por eso se puede (y se debe) afirmar, con todo derecho, que Jesús desplazó el centro de la religión. Ese centro dejó de ser el ritual sagrado, con sus ceremonias, su templo, su altar y sus sacerdotes y pasó a ser el comportamiento ético de una vida que, desde la propia humanidad, contagia humanidad, y desde su propia felicidad, contagia felicidad. De esta manera, la bondad ética sustituyó al ritual religioso”.

Nada más – y nada menos – que esto, es lo que nos ha quedado de la religión. Y en esto es en lo que se tiene que centrar la tarea de la Iglesia. A mi manera de ver, esto exactamente es lo que ha puesto en marcha el actual obispo de Roma, el papa Francisco. Y por esto, porque el camino que ha emprendido es tan nuevo como desconcertante, yo me pregunto si es que no lo entendemos porque, en el fondo, lo que no acabamos de entender (y nos da miedo entenderlo) es la laicidad del Evangelio. El obispo Francisco no cree en “el bien”. Su proyecto de vida, de Iglesia y de futuro es “la bondad”. Porque sólo la bondad es digna de fe. En definitiva: la bondad no es nada más – y nada menos – que vivir de tal manera que quienes viven conmigo, sean quienes sean, se sientan bien. Esta es la bondad que yo anhelo.

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J. I. González Faus: «Es obligatorio que la Iglesia piense cómo los objetos del culto pueden servir a los pobres» , por Javier Morán

Domingo, 4 de mayo de 2014
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obligatorio-iglesiaImagen extraída de: La Nueva España

Voces. Javier Morán. [La Nueva España] El jesuita José Ignacio González Faus, uno de los dos o tres grandes teólogos españoles, advierte de las presiones en las que se mueve el Papa Francisco y defiende que la Iglesia se desprenda de sus bienes en favor de los pobres. González Faus dictó ayer, sábado, la conferencia “De Romero a Francisco, y los pobres de Cristo”, promovida por el Comité Óscar Romero de Asturias. Monseñor Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, fue asesinado el 24 de marzo de 1980, después de que denunciase con tenacidad las injusticias de su pueblo. Y aunque antes había sido un mitrado de corte clásico, fue otro asesinato, el del jesuita Rutilio Grande (12 de marzo de 1977), el que acentuó sus denuncias en nombre del Evangelio.

González Faus, nacido en Valencia en 1933, ingresó en la Compañía de Jesús en 1950. Culminó sus estudios teológicos con el doctorado en la Facultad de Innsbruck (Alemania). Ha sido profesor en el Instituto de Teología Fundamental de San Cugat del Vallés (Barcelona), así como en varias universidades latinoamericanas. También fue responsable académico del Centro de Estudios Cristianismo y Justicia de Barcelona. Entre sus libros destacan “La humanidad nueva. Ensayo de cristología” (1974), “Acceso a Jesús” (1979), “Clamor del reino” (1982) y “Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre” (1989). Sus últimas obras publicadas han sido “El rostro humano de Dios”, “Otro mundo es posible… desde Jesús”, “Herejías del catolicismo actual” y “El amor en tiempos de cólera… económica”.

-¿Qué es lo que va de Romero a Francisco?

-Lo que tienen ambos en común es la sintonía evangélica con el mundo de hoy. Una mirada al mundo desde los ojos del Evangelio que en Romero supuso su asesinato en El Salvador, y en Francisco, con un magisterio más amplio, supone lo contrario a una mirada puramente ejercida desde el poder religioso, que es la que tiene muchas veces la Iglesia oficial, como si se creyera la voz de Dios y fuera mucho más la de un juez que de un hermano. Y en el tiempo que va entre ambos se ha dado lo que el teólogo Karl Rahner llamó un “invierno eclesial”, es decir, que después del Concilio Vaticano II, por miedo o por la imprudencia de un lado, vino la reacción de la curia, que se supone la tenía más o menos pensada. Yo digo a veces que habíamos metido el Concilio en el congelador y a ver si ahora lo sacamos y lo ponemos un poco al baño María para que vuelva. Quizá la gran promesa de Francisco sea que saquemos la mirada evangélica del congelador.

modelo-mendigo-e1351374118361-¿Usted acaba de pedir en una carta al Papa que la Iglesia enajene bienes de culto para dárselos a los pobres?

-En esa carta no hago nada más que citar unas frases de Juan Pablo II cuando dijo que en tiempos de crisis es quizás obligatorio que la Iglesia piense en cómo los objetos del culto divino pueden servir a los pobres. Lo único que digo es que, si se hace así, se dará más culto a Dios que teniéndolos metidos donde sea.

-Hay quienes califican esas propuestas de demagógicas, porque ¿a quién se le vendería, por ejemplo, la custodia del Corpus de Toledo?

-No hablo nunca de vender, sino de enajenar, que es una palabra suficientemente vaga, y digo incluso en esa carta que se nombre a un grupo de expertos en economía que estudie a ver si con eso se puede hacer algo. A lo mejor el ejemplo de la custodia de Toledo no está bien puesto, pero hay infinidad de otras cosas, como cálices de oro y otros objetos. Lo que me hubiera gustado es ver en la Iglesia esa preocupación y, como no la he visto, pienso que si Francisco moviera a nuestros obispos y les recordara lo que dijo Juan Pablo II la Iglesia daría un ejemplo y mejor culto a Dios que teniendo esos objetos guardados en una vitrina.

-Al igual que recuerda esa frase de Juan Pablo II, usted suele citar la tradición de la Iglesia y los errores que cometió, por ejemplo, en el libro “La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiástico”.

-También es algo que le debo a Rahner, es decir, que no descuidemos la tradición de la Iglesia porque, además de tener algunos aspectos muy lamentables, tiene unas riquezas enormes. Me he metido en la tradición de la Iglesia y creo que su fuente original, el Evangelio, es la que debe motivar a la Iglesia, y no el progresismo actual ni cosas de ésas. También me da cierto miedo que las generaciones que nos siguen, por no saber latín o por ser de otra época, crean que el mundo empieza con ellos o que la tradición de la Iglesia se reduce al siglo XIX. Pero ésa no es la tradición y me gustaría abogar por volver a lo mejor del cristianismo original.

-Con la tradición en la mano, ¿se puede ser crítico respecto a la Iglesia del presente?

-Se debe ser porque es evidente que la Iglesia se equivocó muchas veces, lo que pasa es que tal vez esos errores se pueden contextualizar y decir que en su tiempo no fue un error tan grande. Pero lo terrible es que cuando una medida discutible se acepta luego se le quiera convertir en palabra de Dios. Pongo el ejemplo de los Estados Pontificios. No sé si entre Carlomagno y el Papa Adriano I estuvo bien o mal darle un poder político a la Iglesia. Lo veo oscuro, pero en aquella época era todo muy oscuro. Lo que no entiendo es que diez siglos después, cuando Italia se quiere unificar, Pío IX diga que los Estados Pontificios no son suyos, sino de Dios, y que por ello no puede cederlos. Eso no tuvo sentido. Puede que en el siglo IX fuera una medida de excepción, pero en el siglo XIX no tenía ningún sentido y hubo que quitarlo a la fuerza, por desgracia.

-En sus críticas a la Iglesia o en sus escritos ¿ha recibido alguna censura de la Santa Sede?

-Sí he tenido alguna, pero no ha llegado la sangre al río. Y en parte también porque mis superiores jesuitas se han portado muy bien conmigo, incluso en la curia general de la Compañía en Roma. Leer más…

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