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Le acusan de “haber traído la división” a la diócesis, de gobernarla como su “feudo” y de “hacer lo que quiere”
Quieren denunciar “con dolor que la Diócesis está desfigurándose y deshaciéndose”
“A lo largo de este tiempo la división y desconfianza mutua entre nosotros no han ido sino creciendo”
(José M. Vidal).- Lleva casi cinco años al frente de San Sebastián, pero José Ignacio Munilla no acaba de hacerse con las riendas de la diócesis vasca. Cuando lo nombraron, la mayoría del presbiterio donostiarra rechazó su nombramiento y, ahora, pasados varios años, 96 sacerdotes vuelven a rebelarse contra el “obispo impuesto”. Y le escriben una carta firmada, en la que aseguran que “la situación de la diócesis es cada vez más penosa”.
Utilizando “los escritos y comportamiento del Papa Francisco“, los firmantes le dicen a monseñor Munilla que su forma episcopal de ser y de actuar es “muy otra” y muy diferente de la del Papa. Entre otras cosas, porque “considera la Diócesis como ‘feudo’ suyo y actúa como si fuera el único que tiene la capacidad para hacer lo que quiere y como quiere”.
Le acusan de dar la espalda a la historia y a la pastoral de la diócesis anteriores a su llegada. Y le citan muchos y variados ejemplos.
“Ha trasladado el Seminario a Pamplona; algunos escritos, actividades y homilías en torno a la pacificación de nuestro pueblo; el modo de hacer el Proyecto Diocesano; la marginación o eliminación de un buen número de responsables, trabajadores y profesores que no eran de su gusto o del agrado de sus colaboradores de distintas instituciones diocesanas; la aceptación sin más de seminaristas y sacerdotes procedentes de otras Diócesis, especialmente de Toledo, para potenciar un estilo sacerdotal determinado entre nosotros”.
También le echan en cara la “ligereza” con la que hace los nombramientos y los traslados de los curas, asi como el hecho de traer a la diócesis “un grupo de sacerdortes pertenecientes a una hermandad de fuera”, sin consultar previamente al Consejo Presbiteral.
Los 96 firmantes denuncian asimismo que, mientras “la sociedad guipuzcoana es cada vez más euskaldun, en la Diócesis el castellano se hace cada vez más presente y se le concede cada vez menor importancia al euskera, la cultura vasca, y a la situación e identidad del País Vasco“
Ante todo esto, los curas quieren denunciar “con dolor, que la Diócesis está desfigurándose y deshaciéndose. Muchos fieles se sienten fuera de lugar en el estilo de Iglesia que Ud. está implantando. En cuanto a las actividades propuestas por Ud. y el Obispado, aparte de no ser apenas secundadas, están lejos de responder a las necesidades de nuestra comunidad diocesana y sociedad“.
Reconocen los firmantes que el obispo es “el responsable primero de la diócesis, pero no el único respomsable ni tiene que llevar la responsabilidad en solitario”.
Es decir, una acusación de falta de colegialidad y de corresponsabilidad que, a juicio de los curas firmantes, condujo a la diócesis a un callejón sin salida: “A lo largo de este tiempo la división y desconfianza mutua entre nosotros no han ido sino creciendo“.
Entre las 96 firmas (5 arciprestes y 42 párrocos, junto a un grupo de sacerdotes coadjutores y jubilados), destacan las de Ibon Alberdi, Patxi Azpitarte, Anton Etxebeste, Feliz Azurmendi, José Antonio Larrañaga o Jesús Mari Arrieta.
Texto íntegro de la Carta al Obispo José Ignacio Munilla
San Sebastián 14 de julio de 2014
Sr. Obispo:
Comprobando que la situación de la Diócesis de San Sebastián es cada vez más penosa, le escribimos esta carta movidos por nuestro amor al Evangelio y a la Iglesia, y queriendo denunciar que está conduciendo a nuestra Diócesis en una dirección arriesgada y sin salida.
En los escritos y comportamiento del Papa Francisco se puede ver con claridad cómo han de ser las actitudes y comportamientos de un responsable de la Iglesia: ha de saber escuchar y tomar en cuenta las opiniones de los creyentes, acoger sus preocupaciones y hacerlas suyas y estar próximo a ellos, y no encerrarse en el ambiente y estilo de su gusto. Resultan significativas las palabras dirigidas por el Papa Francisco a los Obispos españoles: “No será difícil encontrar estos caminos si vamos tras las huellas del Señor, que “no ha venido para que le sirvan, sino para servir” (Mc 10, 45)… En esta búsqueda, es importante que el Obispo no se sienta solo, ni crea estar solo, que sea consciente de que también la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios. Especialmente sus colaboradores más directos, los sacerdotes, por su estrecho contacto con los fieles, con sus necesidades y desvelos cotidianos. También los religiosos y religiosas… Y los laicos y laicas que desde las más variadas condiciones de vida y respectivas competencias llevan adelante el testimonio y la misión de la Iglesia”.
Estamos comprobando, sin embargo, que su actuación es muy otra, y que este comportamiento está haciendo mucho daño a la Diócesis. Al parecer, considera la Diócesis como “feudo” suyo y actúa como si fuera el único que tiene la capacidad para hacer lo que quiere y como quiere. Desde que tomó posesión de la Diócesis, a la hora organizar y promover diversas actividades no ha tenido para nada en cuenta las líneas pastorales y la actuación que llevaba la Diócesis desde 1980, sin consultar adecuadamente al Consejo Pastoral Diocesano y, en más de una ocasión, en contra de la opinión del mismo Consejo Presbiteral. Ciertamente, en sus comienzos citaba el documento “Una Iglesia al servicio del Evangelio”, pero luego, los programas y las actividades nada tienen que ver con el espíritu y el estilo de ese documento. Este modo de actuación no es aceptable, ni desde un punto de vista eclesiológico ni pastoral.
Podemos mencionar muchos ejemplos: ha trasladado el Seminario a Pamplona; algunos escritos, actividades y homilías en torno a la pacificación de nuestro pueblo; el modo de hacer el Proyecto Diocesano; la marginación o eliminación de un buen número de responsables, trabajadores y profesores que no eran de su gusto o del agrado de sus colaboradores de distintas instituciones diocesanas; la aceptación sin más de seminaristas y sacerdotes procedentes de otras Diócesis, especialmente de Toledo, para potenciar un estilo sacerdotal determinado entre nosotros; ha invitado e instalado en el convento de las clarisas de Bergara un grupo de “monjas” reconocidamente neo-conservador, bajo pretexto de “reanimar” la vida contemplativa (a pesar de que el Obispado afirmaba no saber nada de ello).
Merecen mención algunas de sus últimas actuaciones:
Por ejemplo, la realización de algunos destinos. La ligereza e improvisación de algunos nombramientos tienen difícil explicación, si no es desde la falta de claridad y autentica escucha a los interesados y sus comunidades. Entre otras cosas, hemos podido saber que tiene la intención de introducir en la Diócesis un grupo de sacerdotes pertenecientes a una hermandad de fuera, sin haber tratado previamente el asunto en el Consejo Presbiteral ni en el Consejo de Arciprestes.
Estos Consejos le han pedido que, antes de aceptar sacerdotes de fuera en la Diócesis, se debata y establezcan unos criterios básicos. Sin tener en cuenta esta razonable petición, Ud. ha tomado ya su decisión, introduciendo en el Presbiterio Diocesano sacerdotes de una orientación determinada y afines a su persona. ¿Cree que esa decisión será beneficiosa para la comunidad diocesana y para el presbiterio? ¿No será para reforzar su estrategia y su línea pastoral?
A la hora de decidir y hacer los destinos algunos sacerdotes se han sentido maltratados y presionados, desfigurando las razones y diciendo verdades a medias, sin tener en cuenta la situación pastoral y necesidades de cada lugar y, por supuesto, sin escuchar a las comunidades ni a los sacerdotes.
Cuando resulta que la sociedad guipuzcoana es cada vez más euskaldun, en la Diócesis el castellano se hace cada vez más presente y se le concede cada vez menor importancia al euskera, la cultura vasca, y a la situación e identidad del País Vasco. No hay más que ver que algunos de los sacerdotes que ha incorporado a la Diócesis, además de desconocer el euskera, no muestran ningún interés en conocerlo.
Como resultado de estas actuaciones, queremos denunciar, con dolor, que la Diócesis está desfigurándose y deshaciéndose. Muchos fieles se sienten fuera de lugar en el estilo de Iglesia que Ud. está implantando. En cuanto a las actividades propuestas por Ud. y el Obispado, aparte de no ser apenas secundadas, están lejos de responder a las necesidades de nuestra comunidad diocesana y sociedad. Creemos que carecen, de hecho, de un proyecto que responda a estas necesidades. Mientras tanto, la acción evangelizadora se vuelve cada vez más difícil y el buen nombre de nuestra Iglesia se debilita.
Le queremos recordar y pedir que, en cuanto miembros del Presbiterio diocesano, tome Ud. en consideración nuestras opiniones, quejas y denuncias; que en las decisiones que afectan al gobierno diocesano, tenga en cuenta, además de sus opiniones, las demandas y necesidades de todos los diocesanos, atendiendo los consejos e iniciativas del Presbiterio.
El Obispo es, ciertamente, el responsable primero de la Diócesis; pero no el único responsable, ni tiene que llevar esta responsabilidad en solitario. En la comunidad cristiana todos somos corresponsables, cada uno en función de su misión. Un Obispo que no tiene en cuenta todo esto no puede pastorear adecuadamente su Iglesia, por lo menos no al modo del Buen Pastor.
Pronto se cumplirán cinco años de su entrada en la Diócesis, y como Ud. mismo podrá comprobar si no cierra los ojos a la realidad, a lo largo de este tiempo la división y desconfianza mutua entre nosotros no han ido sino creciendo. ¿Hasta cuando va a durar esta situación?
Ibon Alberdi Urrestarazu, Patxi Aizpitarte Mendia, Patxi Albizu Apaolaza, José Luis Aperribai Madinabeitia, Iñaki López Caztañares, José Ramón Trebiño, Antton Etxebeste Goikoetxea, Feliz Azurmendi Ayerbe, Juan Aldasoro Zurutuza, Jesús Zubillaga Zubillaga, Ion Etxezarreta Zubizarreta, Jose Antonio Larrañaga, José Ignacio Eguskitza, Luis Aranalde Olaondo, José Ignacio Usabiaga Martín, Jesús Mari Arrieta, Juan Luis Murua Pagola y 79 firmas más.
General, Iglesia Católica
Descontento, Diócesis de Gipuzkoa, División, Iglesia Católica, José Ignacio Munilla
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