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“Papá, estás muy guapa”

Miércoles, 30 de julio de 2014
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1406288971_569110_1406289481_noticia_normalLa exmilitar transexual Allyson Robinson (a la derecha) junto a su familia.

Leemos en El País:

Allyson Robinson es una de las defensoras de los derechos de los transexuales en el Ejército

Robinson, activista y licenciada en física nuclear, admite que no hubiera podido hacer su transición en el Ejército

Allyson Robinson tiene cuatro hijos que le llaman “papá”. Los dos mayores aún recuerdan cuando era un hombre. En el álbum familiar conservan fotografías de su graduación en West Point, la academia del Ejército estadounidense, y bromean: “¡ese no eres tú!. Dos décadas después de graduarse, Robinson lidera el movimiento por los derechos de los transexuales.

Robinson cuenta que supo “desde los tres o cuatro años” que era “diferente”. No comprendía por qué la gente “pensaba que yo era de una manera cuando yo sabía que no era esa persona”. Es una historia que ha explicado muchas veces. En conferencias, discursos y campañas como activista. Las consecuencias, también: “Aprendí muy joven a mantenerlo oculto”. Desde la adolescencia hasta después de dejar el Ejército, Robinson empleó lo que llama “mecanismos de adaptación” para vivir escondida. Hasta West Point le acompañó una maleta con ropa de mujer. “Me ayudaba saber que podía escaparme un fin de semana a un hotel, mirarme en el espejo y no ver esa diferencia entre lo que veía y la persona que yo sabía que era”. La ocultó en los barracones. “Si la hubieran descubierto, conocía las consecuencias”, afirma. Hija de un veterano de Vietnam que acabó su carrera profesional en la guerra de la antigua Yugoslavia, sabía que gais, lesbianas y transexuales se arriesgaban a la expulsión.

La Administración de Obama revocó en 2012 la regla Don’t Ask, Don’t Tell (no preguntes, no cuentes) que prohibía pertenecer al Ejército a quienes revelaran su homosexualidad. Aquel gesto sincronizó el Pentágono con el cambio de opinión de la sociedad estadounidense y los últimos avances judiciales en materia de derechos como el matrimonio igualitario. Pero la normativa sólo mencionaba la exclusión por su orientación sexual, no por identidad de género, de manera que sigue vetado el servicio militar a los transexuales, a diferencia de Reino Unido, Israel o Australia.

Fiona Dawson, autora de la serie documental TransMilitary, explica que el Pentágono justifica dicha exclusión por una definición anticuada de la identidad de género que lo equipara con un problema de salud mental, pese a que la Asociación Americana de Psiquiatría ya la ha eliminado. El Pentágono descalifica a los candidatos que presenten “un historial de malformaciones o defectos en los genitales como el cambio de sexo y hermafroditismo”.

1406288971_569110_1406307596_sumario_normalAllyson Robinson, a la derecha, recibe el diploma de graduación de West Point en 1994.

Líderes como Robinson intentan cambiar las normas a golpe de visibilidad. La primera en dar el paso fue Chelsea Manning, antes Bradley: el Pentágono acaba de anunciar que le proporcionará el tratamiento para cambiar de sexo. Unas semanas antes, un transexual expulsado del Ejército protagonizaba la portada de The Washington Post. La actriz Laverne Cox, protagonista de la serie Orange is the new black, apareció bajo la cabecera de TIME. Y Kristin Beck, veterana de los Navy Seal con 20 años de carrera, ha revelado en su libro Warrior Princess que un día fue Chris, miembro del más exigente de los equipos de fuerzas especiales. “Si sus compañeros pueden acogerle, no hay unidad militar que no pueda hacerlo”, afirma Robinson.

La tendencia coincide con señales tímidas de parte de la Administración. El presidente dijo en 2013 que “el valor no entiende de géneros”. Y esta semana, el presidente firmó una ley que prohíbe la discriminación laboral por razón de orientación sexual e identidad de género, aunque el Pentágono sigue exento de cumplirla.

Robinson, licenciada en física nuclear y destinada en operaciones en Oriente Próximo, Alemania y Corea del Sur, admite que siempre supo que no hubiera podido hacer su transición de continuar en el Ejército. Fiona Dawson, una directora británica que ha convertido a personas como ella en el centro de un documental para estudiar por qué hay el doble de transexuales en el Ejército que en otras instituciones, ha encontrado razones que pueden más que el miedo. “Los hombres que se identifican como mujeres encuentran el entorno perfecto para esconder su feminidad y las mujeres tienen la excusa perfecta para ser más masculinas”, explica. “Los transexuales son la comunidad con mayor desempleo y el Ejército es un buen trabajo”.

Siete de cada diez estadounidenses tienen un amigo, familiar o colega homosexual. Pero sólo el 2% conoce a un transexual. “Queremos que dejen de vernos como un problema y nos vean como personas”, añade Robinson.

Nadie le ha enseñado esa lección mejor que sus propios hijos. Junto a su esposa Danielle, compañera de graduación en West Point con la que acaba de celebrar su vigésimo aniversario de boda, los crían como una pareja de lesbianas. Dos de ellos son lo suficientemente mayores para recordarle como padre. “Mi transición no ocurrió de la noche a la mañana”. ”Asesorada por una terapeuta, Robinson fue cambiando su aspecto poco a poco. Un día se vistió con una falda y una camiseta ajustada. Al salir del baño se chocó con su hijo. “Nos quedamos mirándonos unos instantes. Miró la ropa y después me dijo ‘papá, estás muy guapa’. En ese momento supe que todo iba a salir bien”.

Robinson hizo su transición a mujer poco después de graduarse en la Universidad de Baylor, en Texas. Acudió allí tras casi una década en el Ejército, con la vocación de ser pastor de la Iglesia baptista. En la mayor universidad religiosa del país también tuvo que esconderse, y allí tomó la decisión. Lloraba todos los días. Con el apoyo de su mujer, Robinson contactó con una psicóloga para empezar el camino que, según ella, sabía que tenía que recorrer. “Necesitaba darme permiso a mí misma para hacerlo”.

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Fallece Fred Phelps, el patriarca de la familia ‘más odiada y homófoba’ de Norteamérica. Las víctimas del líder religioso homófobo Fred Phelps le ofrecen tras su muerte el respeto que él les negó.

Sábado, 22 de marzo de 2014
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repositorio_obj_3233_1395058221Tras el fallecimiento de Fred Phelps, líder y fundador de la homófoba iglesia baptista de Westboro, se han producido reacciones de todo signo. Dados la profunda intolerancia y el absoluto desprecio por los sentimientos ajenos de que hacían gala tanto él como sus acólitos en las diversas acciones públicas que llevaban a cabo, muchos han deseado pagarles con la misma moneda. Sin embargo, son de destacar las reacciones llenas de decencia y humanidad de tres de sus principales víctimas: los padres de Matthew Sheppard y el padre de Matt Snyder, que tuvieron que soportar en su día cómo Phelps y sus gregarios celebraban la muerte de sus hijos y los insultaban en su propio funeral.

Os lo venimos contando desde hace unos días, Fred Phelps, fundador de Iglesia Baptista de Westboro, se encontraba al borde de la muerte y en la madrugada del pasado miércoles fallecía, a los 84 años de edad, en un hospicio de Kansas en el que se encontraba internado por su familia. Ya lo anunció hace unos días en su perfil del Facebook Nathan, el hijo desterrado del clan y activista LGTB en Canadá. Denunciaba que le habían impedido despedirse de su padre. A pesar de ser una de las familias más odiada y homófobas de Norteamérica, defensores de los derechos de los gays se han opuesto a organizar convocatorias de protesta en el funeral de Phelps. Petición que estamos seguros que desobedecerán los seguidores de Templo Satánico. Amenazan con celebrar una ‘Misa Rosa’ para convertir en gay el espíritu del anciano homófobo.

Como informábamos hace unos días, la familia de Fred Phelps había comunicado el precario estado de salud del líder de la iglesia baptista de Wetsboro. Según su hijo Nate, que rompió su relación con la iglesia hace 37 años, su padre se encontraba en un hospital de caridad ubicado en Topeka, su ciudad de residencia. Nate Phelps también informaba que desde el pasado agosto de 2013 el fundador de la secta de Wetsboro había sido expulsado de la misma.

 A pesar de las protestas de los actuales integrantes de la iglesia, que calificaban la información de rumor y a los periodistas que la difundían de “niñas de colegio a la espera de algún chisme”, finalmente se ha comunicado el fallecimiento del autoproclamado pastor religioso la noche del pasado miércoles.

Tanto Fred Phelps como su familia se dieron a conocer por campañas como “God Hate Fags” (Dios odia a los maricones), que incluían actos llenos de odio homófobo en funerales, donde insultaban a los fallecidos mientras agradecían a su Dios por su muerte. Por ello se esperaba una reacción semejante por parte de muchos a quienes estas acciones habían indignado.

 Sin embargo, desde organizaciones como la National Gay and Lesbian Task Force se lanzaba un mensaje conciliador: “Fred Phelps no será extrañado por la comunidad LGBT, las personas con VIH o por los millones de personas decentes en todo el mundo que han encontrado lo que él y sus seguidores hacen profundamente hiriente y ofensivo”, declaraba la directora ejecutiva Darlene Nipper, aseverando que a través de sus acciones, él trajo un innecesario dolor y sufrimiento a miles de familias, incluyendo a las familias de militares, en su momento de mayor dolor y duelo. Si bien es difícil encontrar algo bueno que decir de sus opiniones o acciones, ofrecemos nuestras condolencias a sus familiares en lo que debe ser un momento doloroso para ellos”.

Las palabras de sus víctimas

 Una de sus víctimas es Albert Snyder, padre de un soldado fallecido en combate, durante cuyo funeral Fred Phelps y sus acólitos se manifestaron dando “gracias a Dios” por su muerte, por considerar que era una señal del odio de Dios hacia los Estados Unidos por su tolerancia hacia la homosexualidad, entre otras “abominaciones”. Snyder mantuvo un largo proceso contra la iglesia baptista de Westboro por esta acción, aunque finalmente el Tribunal Supremo de los Estados Unidos denegó su demanda, considerando que este tipo de manifestaciones están amparadas por la Primera Enmienda.

 Tras haberle dado a conocer el estado terminal del pastor baptista, Albert Snyder era interrogado al respecto, declarando lo siguiente: “No me gusta la iglesia baptista de Westboro, no tengo nada bueno que decir de ellos, pero si en estos momentos, o cuando él muera, dijera algo malo sobre ellos, me pondría al mismo que él, y no quiero estar a su mismo nivel. No me gusta el odio”. Ante la idea de pagar con la misma moneda, Snyder consideraba que Fred Phelps “tiene el mismo derecho que todos deben tener a ser enterrado en paz. Dos errores no hacen un acierto.”

 Otras de sus víctimas son Dennis y Judy Shepard, cuyo hijo Matthew fue brutalmente torturado y asesinado por ser gay. El horror por aquella muerte terrible ocasionó la aprobación de la ley contra los crímenes de odio que lleva su hombre. Los miembros de la iglesia baptista de Westboro se presentaron en un acto en su homenaje con carteles en los que se podía leer “Matt Shepard se pudre en el infierno”, y “No a la leyes especiales para maricones”.

 Judy Shepard hablaba en estos términos sobre el fallecimiento del líder homófobo: “En cuanto a la muerte de Fred Phelps, Dennis y yo sabemos qué solemnes son estos momentos para cualquier persona que pierde a un ser querido. Por respeto a todas esas personas y por nuestro deseo de borrar el odio, hemos decidido no hacer más comentarios”.

De este modo, tanto Albert Snyder como Dennis y Judy Shepard han ofrecido a la familia del ahora fallecido la consideración, la humanidad y el respeto que en su momento muchos de ellos les negaron.

Su historia…

El Southern Poverty Law Center describe a la Iglesia Baptista de Westboro como posiblemente ‘el grupo de odio más detestable en América’. Su fundador, Fred Waldron Phelps, nació en Meridian, Misisipi, 13 de noviembre de 1929. Su padre fue un detective privado empleado por la línea de ferrocarriles cuyo su trabajo era prevenir que los pasajeros viajaran en los trenes ilegalmente. Fred recuerda que muchas veces su padre llegaba a casa “con sangre hasta los hombros”. La madre de Fred, Catherine Phelps, se quedaba en casa cuidando a los hijos. Todos en la familia eran miembros devotos de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur. Catherine murió de cáncer de la garganta a la edad de veintiocho, cuando Phelps tenía ocho años. Ésta fue su primera experiencia significativa y una que parece haberle afectado enormemente. Poco después de la muerte de su madre, su tía abuela materna, Irene Jordan, se mudó con la familia y llegó a ser como una segunda madre para Phelps; ella murió en un accidente automovilístico en 1950, poco antes del vigésimo primer cumpleaños de Fred.

Tanto amigos como enemigos recuerdan al joven Phelps como un muchacho astuto y callado que era popular en la escuela secundaria, a pesar de que no era muy sociable con una clara tendencia de ser prepotente y arrogante. Como el mismo confesó, nunca salió con chicas ni tuvo ningún interés en miembros del sexo opuesto. En el anuario escolar de su año de graduación, sus compañeros de clase escribieron que llegaría a ser boxeador profesional.

Durante su adolescencia, los padres de Phelps le habían criado para ingresarse en el servicio militar; al graduarse fue admitido en la academia militar West Point. Se hizo amigo de otro muchacho, John Capron, con quien pasó la mayoría del tiempo. Fred le presentó a su hermana Marta-Jean, con quien finalmente se casaría John.

En la primavera de 1946, Phelps y Capron asistieron a un oficio religioso en la Iglesia Metodista East End de Meridian y se emocionaron con el sermón. Joe Clay Hamilton, un compañero de la escuela de Fred, recordaría años después: “Los dos aprendieron teología. Phelps y Capron se emocionaron mucho con la religión, tanto que no podían distinguir la realidad del idealismo”.

Ese sermón es lo que Phelps calificó su “despertar” para la creación de su Iglesia pero enfocada desde el fanatismo religioso, cargado de odio apasionado y tendencias excéntricas. Hizo de su slogan ‘Dios odia a los maricas’ una religión confeccionada a su medida.

En enero de 1947, Phelps abandonó West Point sin asistir a una sola clase. Su padre volvió a casarse con una mujer divorciada de 39 años llamada Olive Briggs. El hijo rompió las relaciones con su padre, citando prohibiciones bíblicas sobre el matrimonio con divorciados.

Aproximadamente un año después del nacimiento de Fred hijo, en el 54, la familia Phelps se mudó a Topeka, Kansas, donde Fred había sido invitado por el pastor Leaford Cavin, para servir como copastor en la Iglesia Bautista Eastside, una congregación bautista tradicional y conservadora que sin embargo no compartía ninguna de las ideas o prácticas que luego caracterizarían a Phelps. Sus feligreses le recuerdan con el sobrenombre de ‘reverendo del Infierno. El espíritu de odio que caracterizaría la actitud de Fred se mostró en sus sermones casi inmediatamente. Por ejemplo, como una forma de animar a las esposas y a los niños a que se sometieran a la autoridad del padre en casa, Phelps sugirió que los padres los golpearan si fuera necesario; en otra ocasión fue obligado a pagar la fianza de un hombre al que había aconsejado golpear a su esposa en la cara hasta que “se sometiera”.

Los fundadores de la Iglesia Bautista Westboro estaban compuestos por miembros de la secta ‘Identidad Cristiana’ y del Ku Klux Klan. Una religión que ha evolucionado hasta transformarse en la fantochada que es hoy en día con apenas 100 seguidores, el 95% integrado por miembros del clan Phelps, que dedican su tiempo a manifestarse con total falta de respeto y del don de la oportunidad para culpar a los gays de todos los males que suceden en Norteamérica.

“Durante más de 20 años, Phelps y los miembros de su iglesia de Topeka han hostigado durante los duelos de personas gays fallecidas a sus familiares en cualquier punto de Kansas”, asegura Thomas Witt, director ejecutivo de la asociación Igualdad de Kansas. “Él y sus seguidores han mostrado un profundo desprecio por la intimidad y el dolor de los demás durante muchos años pero ahora es el momento de que nuestra comunidad supere la tristeza, la ira y los conflictos que esta familia sembró y demuestren al mundo que somos gente solidaria y compasiva que respeten la privacidad y la dignidad de todos“, concluyó el activista.

Por su parte, el actor y abogado gay, George Takei, cuando se enteró de la noticia del fallecimiento del patriarca de los Phelps dijo: “No siento ni consuelo, ni alegría por la muerte de este hombre. No vamos a bailar sobre su tumba, ni a llevar en su funeral carteles que digan “Dios odia a Fred”. Es tentador pero no puede ser. Fred era una alma atormentada que lo pagó con muchas personas. El odio nunca gana al final. En su lugar, va siempre un final solitario”.

Fuente Ragap y Dosmanzanas

Homofobia/ Transfobia., Iglesia Bautista, Iglesia Metodista, Iglesias Evangélicas , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Sara Oviedo: “La pederastia está tan enraizada que la Iglesia teme una hecatombe”.

Domingo, 2 de marzo de 2014
Comentarios desactivados en Sara Oviedo: “La pederastia está tan enraizada que la Iglesia teme una hecatombe”.
1392408791_476968_1392408975_noticia_normalSara Oviedo, Vicepresidenta del Comité de Derechos del Niño de la ONU. / Edu León
Leemos en El País:
Inés Santaeulalia México DF 14 FEB 2014

Sara Oviedo Fierro (Ecuador, 28 de julio de 1952) fue elegida en 2012 vicepresidenta del Comité de la Convención de Derechos del Niño en la ONU ante el que compareció el Vaticano el pasado 16 de enero. La socióloga ecuatoriana, que empezó a los 13 años a defender los derechos de los indígenas, las mujeres y los niños, fue testigo de las respuestas esquivas y de la negativa de los portavoces de la Santa Sede a ofrecer datos y hechos concretos sobre los casos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia. Como coautora del durísimo informe emitido tras la comparencia, en el que la ONU exige a la Iglesia que entregue a los curas pederastas y que proteja a los niños, Oviedo afirma en esta entrevista, a través de videoconferencia, que el tema de la pederastia está “tan enraizado en las bases de la Iglesia” que sus autoridades tienen miedo a enfrentar el problema.

Pregunta. Hasta ahora nunca nadie había conseguido interpelar a la Santa Sede. ¿Fue difícil sentar al Vaticano?

Respuesta. Lo que hicimos fue cumplir con el procedimiento de realizar exámenes a todos los países firmantes del tratado de los derechos del niño, pero la diferencia es que teníamos la convicción de que había que hablar de la pederastia. El diálogo con la Santa Sede se dio en un momento en el que era factible. Existe una mayor apertura de la Santa Sede y existe una necesidad latente de las víctimas y la sociedad de reconocer este tema.

P. ¿Cumplirá el Vaticano los compromisos?

R. Yo insisto en que ya hay cosas que hemos logrado. La primera es reconocer el problema de la pederastia en todo el mundo. Hasta ahora ninguna autoridad, como la ONU en este caso, lo había verificado como un problema importante que existe y que debe ser tratado. Y otra cosa es reconocer el dolor de las víctimas, que han tenido en su ser esa sensación de culpabilidad y de no ser oídos. El Comité tuvo valentía y consistencia, sé que ellos sintieron en nuestras palabras esa posición madura al pedirles que muestren los datos que nunca han dado, que den cuenta de las acciones que están haciendo y que entreguen a los sacerdotes criminales a la justicia común.

El asunto de la pederastia está tan enraizado en las bases de la Iglesia que hace temer que si esto se enfrenta ocurra una hecatombe

P. ¿Cómo valora las respuestas de los portavoces ante el Comité?

R. La comparencia de ese día fue una suerte de sainete. Ellos plantearon que es un hecho que hay pederastas, que están muy avergonzados y que están haciendo una serie de medidas para evitarlo. El diálogo a la larga fue un tira y afloja. Nosotros insistíamos en conocer casos concretos y en decirles medidas que se deberían hacer. Ellos decían que sí, que hay que hacer cosas, pero no hechos concretos. No entregaron una lista de sacerdotes sacados del sacerdocio por pederastia. Como resumen, yo no les creo. O están haciendo muy poco o no están haciendo. Fue una situación bien ambigua, muy confusa.

P. ¿Cómo definiría su actitud?

R. Yo advertí mucho miedo, la inseguridad propia de quien es cogido en falta y de quien sabe que está defendiendo lo indefendible. Quien contesta así sabiendo todo el daño que se ha hecho a tantas vidas humanas tiene mucho cinismo.

P. ¿Mintieron los portavoces del Vaticano durante la comparecencia?

R. Yo no creo que hayan mentido. Sí creo, como dicen, que están preocupados y que han tomado tibias medias, pero el problema es ese, que creo que lo hacen para contentarnos y para que bajemos la presión. Usaron esa forma ambigua tratando de que nosotros cayéramos en el juego y que al final les dijéramos: “Qué bien que están pensando en todo eso y gracias”. Pero no caímos, les dijimos claramente que no les creíamos, con diplomacia y en buen ambiente, sin gritos: “No les creemos, no se ve lo que hacen. Las víctimas siguen esperando respuestas”.

P. ¿La Iglesia se siente impune?

R. Si analizamos sus respuestas ese día no les veo síntomas de sentirse impunes, aunque en los hechos sí han actuado así, con la lógica de seguirlos protegiendo [a los pederastas]. Si un militar es evidenciado en situaciones de este tipo se lo entrega a la justicia común, no se entiende por qué ellos no lo hacen. La única conclusión que saco es que el asunto de la pederastia es estructural y que está tan enraizado en las bases de la Iglesia que hace temer que si esto se comienza a enfrentar ocurre una hecatombe y salen comprometidas todas las estructuras y sus autoridades. Por la protección con la que tratan el asunto nos hacen pensar que el tema es muchísimo más grande.

P. Los portavoces del Vaticano les han acusado de interferir en la libertad religiosa ¿qué opina?

R. Yo pienso que eso fue una salida por la tangente para poder disminuir la presión. Quisieron decir que no solo estábamos siendo duros e injustos con el tema de la pederastia, sino que interferíamos en otros como el aborto, la homosexualidad o la cuestión de género, pero ellos saben que no hubo insistencia sobre esos asuntos.

P. ¿Cómo valora el silencio del papa Francisco tras el informe?

Tal vez nosotros no lo veamos, pero sí llegará la justicia

R. A mí me gustan las personas que hablan un poco tarde, pero con consistencia y con la verdad. Me parece coherente que no haya hablado, él debería hablar con hechos y para presentar las propuestas. Si hablase ahora para decir lo que están diciendo los portavoces de la Santa Sede defraudaría a mucha gente. Creo que se está tomando su tiempo para ofrecer respuestas concretas.

P. Para las víctimas esto ha sido una gran victoria. ¿Qué sigue ahora para ellas?

R. Las víctimas son las que tienen la sartén por el mango. Creo que nosotros cumplimos de manera madura y consistente. Ahora les corresponde a ellas hacer las demandas en sus países de origen, volver a la carga y proponerse agendas bien claras para ver cómo conseguir que en la práctica se vayan concretando los hechos que la Santa Sede reconoció ante el Comité que hay que hacer.

P. Las asociaciones mexicanas piden que se juzgue al Vaticano por crímenes de Estado, ¿cree que hay elementos para ello?

R. Yo no sé sinceramente cuáles son los elementos necesarios para eso, a mí eso ya no me compete juzgarlo.

P. El portavoz del Vaticano ante la ONU dijo que hay pederastia en la Iglesia igual que en otras profesiones.

R. Justamente ellos como guías espirituales están obligados a dar ejemplo. Además, no porque lo hacen los otros se justifica, son ellos los que han asumido ser guías espirituales y han asumido el celibato. La protección a los sacerdotes criminales ha creado ahí un lugar casi morboso, con situaciones muy insanas donde la sexualidad humana está absolutamente deformada.

P. ¿Cree que algún día se hará justicia a las víctimas?

R. Yo creo que el ser humano va avanzando y esa humanidad va a poner el límite a quien haya que ponérselo. Tal vez nosotros no lo veamos, pero sí llegará la justicia.

P. ¿Es usted creyente?

R. Es complicado. Yo creo en Dios, pero en el Dios de los pobres. A mí me cuesta mucho creer en la institución Iglesia, que ha cometido tantos errores y que está siempre del lado de los que tienen el poder. No me nace creerle.

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