Primeras repercusiones de la ley contra la «propaganda» homosexual y trans en Rusia
Ya han tenido lugar en Rusia las primeras repercusiones por la aplicación de la ley que castiga la llamada «propaganda» de la homosexualidad y las identidades trans en todos los ámbitos, promulgada el pasado 5 de diciembre por el presidente Vladimir Putin. Aprobada por ambas cámaras del Parlamento ruso por unanimidad, la nueva ley prohíbe cualquier manifestación, información o creación que muestre «relaciones no tradicionales» de manera no derogatoria, así como la información sobre las identidades a menores. Cualquier libro, película, espectáculo, canción, obra de arte, muestra de afecto, afirmación de la propia orientación sexual ante testigos, información positiva de la homosexualidad, bisexualidad o condición trans son castigados con fuertes sanciones. De hecho, la ley supone la total invisibilización y el enmudecimiento social de las personas LGTBI, a quienes desde medios o instituciones gubernamentales se considera «agentes extranjeros» o traidores a la patria .
Museos cerrados, libros censurados, páginas web bloqueadas o espectáculos prohibidos. Son la consecuencia de la aplicación de la nueva ley contra la «propaganda de relaciones no tradicionales» vigente en Rusia desde el pasado 5 de diciembre. Se trata en realidad de una serie de enmiendas a la ley contra la «propaganda de relaciones no tradicionales ante menores», en vigor desde 2013, con el objetivo de hacer desaparecer del ámbito público cualquier referencia no derogatoria de la homosexualidad, bisexualidad o identidad trans.
Una ley aprobada por unanimidad de las fuerzas políticas
El proyecto de ley fue anunciado por Alexander Khinshtein, presidente del Comité de Política de la Información, Tecnologías de la Información y Comunicaciones de la Duma (o cámara baja del Parlamento ruso), en julio del pasado año. Todos los grupos parlamentarios lo apoyaron, presentándose como impulsores 400 de los diputados de la Duma. Fue sometido a votación en primera lectura en la cámara baja el 27 de octubre, siendo aprobado por unanimidad. El 24 de noviembre se volvió a votar en segunda lectura, alcanzando de nuevo el voto unánime de los 394 diputados presentes. El 2 de diciembre fue respaldada por todos los miembros del Consejo de la Federación (la cámara alta del Parlamento), para finalmente ser promulgada por el presidente Vladimir Putin el día 5 del mismo mes. Para los activistas LGTBI, esta unanimidad de diputados y grupos parlamentarios es una muestra más de la falsa pluralidad del sistema político ruso y de su gobierno autocrático.
La nueva ley castiga la propaganda de las relaciones no tradicionales en todos los ámbitos y ante cualquier audiencia. También se ha añadido la penalización de cualquier información que pueda promover entre los menores el «deseo de cambiar de sexo». Términos engañosos para impedir informar sobre las realidades trans a los menores de edad. A estas penalizaciones se suma la del castigo de la promoción de la pederastia, con la intención expresa de equiparar la información positiva sobre las distintas orientaciones sexuales e identidades de género con el abuso de menores. Las sanciones pueden alcanzar los 400.000 rublos (6500 euros, 6600 dólares) para los ciudadanos y los 5.000.000 de rublos (81.500 euros, 82.100 dólares) para las entidades como asociaciones y empresas. Las multas también se aplican a ciudadanos extranjeros, que pueden ser detenidos durante 15 días antes de dictarse su expulsión del país.
Las repercusiones de la invisibilización social
El significado de lo que se considera «propaganda» no se detalla en la ley, dejando en manos de los jueces, muy afines al Gobierno, una amplia interpretación del concepto. Queda prohibida cualquier expresión pública que sea positiva, o incluso neutra, de la homosexualidad, bisexualidad o realidades trans. Afecta a los medios de comunicación tradicionales; a las obras de carácter artístico (literatura, cine, teatro, espectáculos de todo tipo, televisión…); páginas web y redes sociales; y también a la reivindicación pública de los derechos LGTBI. Según algunos activistas, aunque quizás se permita la existencia de clubes o lugares de diversión frecuentados por personas LGTBI, la expresión de afecto en público, como besarse o caminar de la mano podrán ser declarados como «propaganda».
Como repercusión por la entrada en vigor de la ley, se han cancelado espectáculos de drag, se han publicado libros que tratan relaciones entre personas del mismo sexo con párrafos enteros tachados, las tiendas han eliminado de sus estanterías los libros con personajes LGTBI, se ha cerrado un museo dedicado a la historia de las reivindicaciones de las minorías sexuales, negocios dirigidos a estas minorías se han visto obligados a cerrar por no poder exhibir sus productos y varios grupos de defensa de los derechos LGTBI han decidido dejar sus actividades. Por su parte, el Roskomnadzor (organismo encargado de la vigilancia en las redes y calificado por algunos como «policía política») ha sido investido de un poder pleno para declarar el cierre de páginas webs o censurar las redes sociales sin necesidad de orden judicial.
Agentes extranjeros o traidores a la patria
The Sphere Foundation, la entidad legal que estaba detrás de la mayor organización LGTBI del país, Russia LGBT Network, que denunció las torturas y asesinatos de hombres homosexuales en Chechenia, fue denunciada en su día como «agente extranjero» por el Ministerio de Justicia. Con ello se perseguía el cierre de la organización, puesto que la denominación de «agente extranjero» se aplica a quienes colaboran con fuerzas del exterior para dañar o desprestigiar al Estado ruso. Es una definición que proviene del poder ejecutivo y no puede ser recurrida ante los tribunales. En Rusia, es el equivalente a «espía» o «traidor a la patria», términos de especial gravedad en la actual situación de guerra tras la agresión perpetrada contra Ucrania.
En los prolegómenos de la aprobación de la ley contra la «propaganda de relaciones no tradicionales» se ha multiplicado este tipo de discurso que relaciona la reivindicación de los derechos LGTBI o la expresión pública de su existencia con la colaboración con los enemigos de Rusia. De esta manera, el propio presidente Putin, el presidente de la Duma Vyacheslav Volodin o el principal propagandista progubernamental, Vladimir Solovyov, han propagado discursos en los que definen los derechos de las personas LGTBI como influencia extranjera o incluso entre las razones para la invasión de Ucrania.
El 30 de septiembre, días antes de la presentación en la Duma del proyecto de ley, Vladimir Putin declaraba lo siguiente ante los medios de comunicación: «¿Realmente queremos, aquí en nuestro país, en Rusia, en lugar de “padre y madre”, tener “progenitor número 1, número 2, número 3”? ¡Se han vuelto totalmente locos! ¿Realmente queremos que en nuestras escuelas, en los grados elementales, se impongan a los niños perversiones que conducen a la degradación y la extinción? ¿Que se les inculque que, además de las mujeres y los hombres, existen supuestamente otros “géneros”? Si las élites occidentales creen que pueden adoctrinar a sus sociedades con extrañas tendencias novedosas como docenas de géneros y desfiles del Orgullo Gay, que así sea, que hagan lo que quieran. Pero lo que desde luego no tienen derecho a hacer es exigir a los demás que sigan en la misma dirección».
Vyacheslav Volodin, presidente de la Duma, declaraba lo siguiente al presentar el proyecto de ley: «Debemos hacer todo lo posible para proteger a nuestros hijos y a quienes quieren llevar una vida normal. Todo lo demás es pecado, sodomía, oscuridad y nuestro país lucha contra ello». Volodin invitó a los diputados de todas las facciones políticas a firmar como coautores del proyecto de ley. Ni un solo parlamentario se negó. El líder de la facción Rusia Justa, Sergey Mironov, explicaba su apoyo: «La propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales es una guerra. Es una guerra espiritual de información, una guerra ideológica».
El mayor propagandista del Kremlin, el presentador del programa más exitoso de la televisión pública rusa, Vladimir Solovyov, exponía el siguiente discurso ante una audiencia de decenas de millones de personas: «Lo que hicimos el 24 de febrero (fecha de la invasión rusa de Ucrania) fue un contraataque. Era necesario para repeler un genocidio ucraniano contra el pueblo ruso, contra los rusoparlantes, contra quienes no aceptan los valores LGBT y transgénero-nazis». Proseguía: «Y ahora todo el país debe apretar los dientes e ir a la guerra. Porque estamos en guerra no solo con esta escoria (ucraniana) y los maricones bajo su dominio, sino con toda la maquinaria satánica de Occidente».
Con este tipo de discursos de odio, de vejación y señalamiento públicos, deben convivir a diario las personas LGTBI rusas.
Fuente Dosmanzanas
Mientras que el análisis geopolítico y las decisiones políticas de Vladimir Putin parecen estar cada vez más mezcladas con motivos religiosos y mesiánicos que ven la guerra en Ucrania como la última vía hacia la salvación de Rusia (sobre el texto de Surkov de «¿Qué nos importa el mundo si Rusia ya no existe en él?»), el discurso desarrollado por la Iglesia Ortodoxa Rusa para justificar la guerra y el posicionamiento de Putindebe leerse con atención.
Ayer, 6 de marzo de 2022, domingo de San Juan, domingo del exilio adánico («domingo del perdón»), el patriarca Kirill de Moscú y de toda Rusia celebró la Divina Liturgia en la catedral de Cristo Salvador de Moscú. Al final del servicio, el primado de la Iglesia Ortodoxa Rusa pronunció un encendido sermón en el que justificó las causas de la guerra, respaldando el discurso de Putin sobre Ucrania.
Ese discurso —que traducimos por primera vez y comentamos aquí línea por línea— está marcado por el tono apocalíptico («Lo que ocurre hoy… no es sólo político… Se trata de la Salvación del hombre, del lugar que ocupará a la derecha o a la izquierda de Dios Salvador, que viene al mundo como Juez y Creador de la creación»).
Esto no sorprende a quienes han seguido de cerca la evolución de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que desde hace varios años se presenta como la máxima defensora de la moral social y los valores tradicionales rusos en el contexto de la «guerra cultural» dirigida por un Occidente «decadente». Cabe señalar que la Iglesia Ortodoxa Rusa y las burocracias de seguridad (FSB) son las únicas instituciones centrales importantes que sobrevivieron el derrumbe del sistema comunista y se insertaron orgánicamente en el régimen de Putin.
El argumento principal del sermón de Kirill sirve para justificar la invasión rusa de Ucrania, ya que Occidente pone a prueba las leyes naturales de Dios: «Hoy hay una prueba de lealtad a ese poder [occidental], una especie de pase hacia ese mundo ‘feliz’, un mundo de consumo excesivo, un mundo de aparente ‘libertad’. ¿Saben en qué consiste esta prueba? La prueba es muy sencilla y al mismo tiempo aterradora: se trata de un desfile del orgullo gay”. En este sentido, la palabra bíblica paradójicamente consagrada al «perdón» sirve para justificar la guerra en la tradición bizantina del cesaropapismo: «Y así hoy, en este domingo del perdón, yo, por un lado, como su pastor, los invito a perdonar los pecados y las ofensas, incluso cuando es muy difícil hacerlo, cuando la gente está peleando entre sí. Pero el perdón sin justicia es una rendición y una debilidad. El perdón debe, pues, ir acompañado del derecho indispensable a estar del lado de la luz, del lado de la verdad de Dios, del lado de los mandamientos divinos, del lado de lo que nos revela la luz de Cristo, de su Palabra, de su Evangelio, de sus mayores alianzas entregadas al género humano”.
Con este discurso nos enfrentamos a una visión del mundo que va mucho más allá del relato político y de la definición de una narrativa a la que estamos acostumbrados en nuestros espacios políticos. De hecho, y esto es lo que hace urgente la lectura de este texto, desde la invención de la bomba atómica quizás nunca hemos vivido el momento más intenso de la teología-política: una potencia nuclear comprometida en una «guerra santa».
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