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IN MEMORIAM: 28 de Diciembre, Día de los Santos Inocentes

Sábado, 28 de diciembre de 2019
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Hoy recordamos, en el día de los Santos Inocentes, los nombres de los asesinados y asesinadas o que acosados y perseguidos llegaron a suicidarse en este año 2019 por el único “delito” de ser personas LGTBI. Un auténtico Holocausto del que hemos rescatado estos nombres, estas vidas truncadas, que hemos podido conocer hasta hoy, a través de los medios de comunicación. Pero sabemos que hay más, que muchos otros y otras permanecen en el anonimato. Hoy queremos hacer memoria de todos ellos y ellas y dedicarles este hermoso poema del gran poeta vasco Gabriel Celaya recitándolo, propiciando un momento de reflexión y  pronunciando en alto sus nombres. Se lo debemos.

Con Cristo

SIN COMENTARIOS

He pensado: Un poema no debe de ser vago.

Si quiero que funcione debe de ser exacto.

Entonces no he cantado, he contado

de uno en uno los muertos que llevamos.

Me he sentado ante mi mesa, y he apuntado

sus nombres y apellidos. Sin comentarios.

Al llegar al noveno ya estaba llorando

pero hacia dentro. Sin comentarios.

Veintidós, veintitrés y veinticuatro.

La rabia me retorcía. Las lágrimas corrían.

Pero había que tragarlas. Sin comentarios.

Treinta y tres. Treinta y cuatro.

¿Se pueden llevar más lejos el dolor y el espanto?

He tirado mi boli. He suspirado pensando:

Cumplí lo que podía. Mi poema ha terminado.

Y entonces un amigo me ha anunciado

que acaban de matar al treinta y ¿cuántos?

*

Gabriel Celaya

***

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1.- M.H.M.F., gay de 17 años. Fue asesinado a balazos por su propio padre porque no aceptaba su homosexualidad.

2.-  Kevin Fret, gay de 24 años. Ha muerto tras ser tiroteado le dispararon ocho veces mientras circulaba en moto.

3.- Ulises Vázquez Mora, gay de 32 años. Asesinado tras ser atacado junto a su pareja con piedras dentro de su domicilio.

4 y 5.- Madissen Foxx Paulsen y Sophia Leaf-Abrahamson, ambas de 11 años de edad, lesbianas. Se quitaron la vida tras sufrir acoso homofóbico en su colegio.

6.- Hombre sin nombre, gay. Ahorcado en Irán.

7.- Laly Heredia Escobar, mujer trans de 36 años. Murió de un disparo y tras estar agonizando 4 horas. Nadie la ayudó.

8.- Assil Belalta, bisexual de 21 años. Degollado.

9.- Óscar Cazorla, gay de 68 años. Activista LGTB en México, murió por un golpe en el corazón infligido por un objeto punzante.

10.- Rajathi, mujer transgénero de 38 años. Fue decapitada.

11.- Camila, mujer trans. Emigró a los Estados Unidos debido a las amenazas que había recibido, pero fue deportada al El Salvador porque no le creyeron. Murió asesinada.

12.- Mujer trans, de 49 años. Murió asfixiada en Castellón.

13.- Alirio Máximo Andrade Almonacid, gay de 64 años. Estrangulado en su domicilio.

14.- Armando Ladrón de Guevara, gay de 23 años. Violado y degollado.

15.- Claudia Vera, mujer trans de 30 años. Fue asesinada con un arma, le dispararon a quemarropa hasta cinco balazos.

16.- Brenda Plaza, mujer trans de 41 años Fue encontrada muerta tras ser apuñalada en el abdomen.

17.- José Roberto Díaz, gay de 18 años Fue torturado y asesinado en lo que claramente parece ser un delito de odio: sus asesinos le grabaron a cuchillo en su cuerpo insultos homófobos.

18.- La periodista y escritora lesbiana Lyra McKee fue asesinada a tiros el 18 de abril mientras informaba en el lugar de los disturbios que estallaron en Derry, Irlanda del Norte.

19.- Nigel Shelby, gay de 15 años. Se suicidó después de sufrir intimidación homofóbica en su escuela.

20 y 21.- Betzi Esmeralda Co Sagastume y Kelli Maritza Villagrán — de 18 y 25 años, respectivamente —, lesbianas. Fueron halladas sobre un puente sin iluminación. Estaban semidesnudas, unidas con cinta adhesiva, presentaban signos de violencia y tenían escrito el mensaje «Por panochas (lesbianas) se murieron».

22.- Muhlaysia Booker, mujer transgénero de 23 años fue encontrada muerta en la calle por una herida de bala.

23.- Britany Sanchez Zárate, mujer trans de 20 años. Fue atacada por dos sujetos que se acercaron directamente a ella para dispararle con una pistola calibre 38 súper.

24.- Johana Medina, mujer trans migrante originaria de El Salvador, murió mientras se encontraba bajo custodia de las autoridades de migración de Estados Unidos, activistas defensores de los derechos humanos acusan que murió a causa de la negligencia de las autoridades.

25.- Jhony Alexander Gutiérrez Sabillón, gay de 21 años. Asesinado a pedradas.

26.- Bessy Michelle Ferrera, mujer trans. Tres sujetos se les aproximaron y les dispararon en reiteradas ocasiones.

27.- Antonia Laínez Larios, mujer trans de 38 años. Asesinada con arma de fuego.

28.- Santi Hernández Carbajal, mujer trans de 32 años. Asesinada de múltiples disparos de arma de fuego.

29.- Carly, mujer trans. El agresor sacó un arma blanca con la que hirió a la mujer en el lado izquierdo del pecho abandonándola en plena calle.

30.- Marcelo Giudici, gay de 61 años. Lo encontraron en su casa ensangrentado, atado con cables de pies y manos. La autopsia dio cuenta de un importante golpe en la cabeza y de que fue asfixiado.

31.- Lucía Barrer, mujer trans de 37 años. Su cuerpo fue hallado sin vida, en el interior de su casa. Tenía múltiples heridas de arma blanca.

32.- Yelena Grigoryeva, lesbiana. Fue hallada muerta en su casa en San Petersburgo después de haber sido mencionada en un sitio web que alentaba a las personas a “cazar” a personas, activistas y periodistas LGBTI.

33.- Fiomara Wiegueth, mujer trans de 22 años. Un taxista la atropelló y la dejó morir en la calle.

34.- Miguel Ángel Medina, gay.  Fue apedreado en la cabeza hasta morir y víctima de abuso sexual por parte de sus asesinos.

35.- Layleen Polanco, mujer trans de 27 años. Fue arrestada el 16 por un delito menor. Incapaz de pagar la fianza de 500 dólares, fue encarcelada en la famosa cárcel de Rikers Island. Fue encontrada muerta en su celda.

36.- Aylin Hernández Gómez, mujer trans de 34 años.  Su cuerpo fue hallado envuelto en una sábana, presentaba señales de estrangulamiento y de haber sufrido violencia sexual.

37.- Mujer trans, de 38 años de edad y nacionalidad brasileña. Brutalmente asesinada a puñaladas en Avilés (Asturias).

38.- Leandro Parra Hermosilla, joven trans de 15 años. Acuchillado.

39.- Yuri Piettro Ferreira, gay de 26 años. Murió después de pasar 28 días internado en un hospital municipal en Relegango, tras recibir una bala durante operativo de la policía militar en Río de Janeiro.

40.- Andrew Martínez, adolescente trans de 19 años. Se suicidó.

41 y 42.- Ramiro Duarte, gay de 15 años. Había sido secuestrado, fue encontrado muerto. Su cuerpo había sido acribillado con 8 balazos. Y Vidalia Molina Delgado, mujer trans. Asesinada por disparos con arma de fuego en el rostro y torax. Ambos asesinados la misma noche en Guatemala.

43.- Soledad Fernández, mujer trans de 42 años. Fue asesinada de 9 disparos.

44.- Joven gay. Asesinado y su cuerpo arrojado a un extremo de la carretera Su cuerpo semidesnudo yacía en la calle. Sus piernas habían sido atadas con una cuerda color azul que rodeaba también su cuello y manos con un nudo torniquete, seña particular en homicidios de odio. Había sido torturado y arrojado desde un vehículo en marcha. El joven asesinado tenía varios hematomas ocasionados con algún objeto contuso. Sus orejas estaban laceradas, una cortada, la otra perforada en varias partes. Se infiere que antes de morir, la víctima fue sometida a tratos crueles y torturas con armas blancas. Le hicieron arrodillarse y le arrastraron, y llegaron al punto de desgarrar su piel. Murió asfixiado.

45.- Anahy Miranda Rivas, mujer trans de 27 años. Fue asesinada, recibió varias puñaladas en la cabeza, garganta y diferentes partes del cuerpo, además de ruptura traqueal.

46.- W. Chirinos Etcheverry, mujer trans de 49 años. Atacada por la espalda, pateada y apuñalada varias veces hasta morir.

47.- Una joven trans de 18 años. Se ha quito la vida en Llíria (Valencia). La chica llevaba un año soportando insultos y burlas tránsfobas y sufrió agresiones en relación con su condición de mujer trans.

48.- Jade Camila Díaz, mujer trans de 27 años. Asesinada. Su cuerpo fue encontrado en el rio con evidentes signos de tortura y con una soga en la cintura con una piedra atada.

49.- Victoria Pineda, mujer trans de 44 años. El cuerpo sin vida fue abandonado en medio de la calle. La encontraron desnuda, con la cabeza cubierta de troncos y una llanta de automóvil. Fuentes de la policía señalaron que su rostro fue desfigurado por golpes con piedras.

50.- Brighiit Mirón, adolescente trans de 15 años. Asesinada de un tiro en la cabeza.

51.- Charlot Jeudy, gay. Fue encontrado sin vida, envenenado.

52.- Rosa Granados, mujer trans de 28 años. Recibió cuatro tiros en la cabeza.

53.- Pablo Fullana Borsato, gay. Recibio 60 puñaladas.

54.- Camila Aurora Díaz Córdova, mujer trans de 29 años. Asesinada, recibió fuertes golpes mortales en su abdomen.

55.- Elito Rodel Puc, gay de 42 años. Decapitado.

56.- Heidi Soraida Tesucún Tut, lesbiana de 40 años. Asesinada con múltiples impactos de arma de fuego.

***

velas

***

Oremos…

Os bendecimos, santas y santos inocentes. Proteged a los jóvenes que son expulsados de sus casas y viven en las calles por ser LGTB, proteged a las niñas y niños que sufren acoso en las escuelas, proteged a quienes son perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados en todo el mundo por su orientación sexual o identidad de género. Cuidad de las prostitutas, alentad a los presos, animad a los deprimidos. Fortaleced a quienes viven escondidos en la prisión de los armarios. Abrid las puertas, dadnos confianza, paz a vosotras y vosotros. Amén.

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

“¿Pero qué esperamos? “, por Carlos Osma

Sábado, 21 de diciembre de 2019
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man31De su blog Homoprotestantes:

Estamos en tiempo de Adviento, tiempo de esperanza en el que cristianas y cristianos nos preparamos para la irrupción de la salvación. ¿Pero qué esperamos? Pues muchas cosas distintas diría yo, únicamente hemos que sacar la conversación con alguna amiga (a la que no le incomode hablar de esto), para ver la diversidad de esperanzas que entre todas y todos atesoramos. No digo que tanta diversidad sea mala, ¡dios me libre!, pero a veces me pregunto qué características debe tener una esperanza para considerarla evangélica.

Cuando era adolescente me invitaron a un ciclo de películas de temática cristiana, y recuerdo muy bien una de ellas que trataba sobre el arrebatamiento. Para quienes no estén familiarizados con este concepto, les invito a que buscar en Netflix series en la categoría ciencia ficción, terror, mi último vuelo, o bandas sonoras diabólicas, para hacerse una idea. Lo que la película explicaba era como llegaba el final de los tiempos y la forma milagrosa en la que los buenos cristianos eran arrebatados al cielo (se salvaban), mientras los que no lo eran tanto se quedaban en un mundo desolado esperando su destrucción mientras sonaba la canción “Te has quedado atrás”. Al acabar la película, si no te querías quedar atrás, o deseabas con todas tus fuerzas que dejaran de atormentar tus oídos con esa terrible canción, podías entregar tu vida a Cristo. Un amigo mío, que era aficionado al puenting lo hizo porque según me dijo si lanzarse al vacío era una experiencia increíble, subir volando hasta el cielo debía ser la hostia. A mí, la verdad, la esperanza que se vendía allí me pareció amenazadora, simple y muy cutre.

Las personas homófobas que dicen ser cristianas con las que me he encontrado también tienen esperanza, y siempre me han dicho (de manera más o menos directa) que la irrupción de la salvación en cualquier ser humano pasa irremediablemente por la heterosexualidad. Sin heterosexualidad, según ellos y ellas, no hay dios que nos salve, no hay esperanza ninguna. La verdad es que no consigo adivinar qué tienen de divinas las prácticas sexuales entre personas de diferente sexo, y porqué los homófobos que dicen ser cristianos hacen pasar sus esperanzas por ellas. No quiero ser mal pensada, pero a lo mejor es que proyectan sobre nosotros la esperanza de tener algún día una. Me sorprende eso sí, que tantas personas se hayan creído esas neuras, y que estén dispuestas a pasar (o hacer pasar a sus hijos e hijas) por terapias de reconversión. Y también me asombra, y cada día más, que justifiquen su homofobia (que siempre negaran) con textos sacados de contextos y lecturas fundamentalistas de la Biblia. Vamos, que en realidad ellos y ellas ponen su esperanza en un Jesús heterosexual, porque si hubiese sido marica enviarían la esperanza, el evangelio y a Jesús, donde están deseando enviarnos a ti y a mí: al infierno.

Dice Dostoyevski en su novela El idiota que “la belleza salvará al mundo”, y la juventud, la salud o la belleza física, son hoy en día la concreción de la esperanza que se relaciona directamente con la salvación. Estar salvado significa estar como un tren, y poder mantener con facilidad relaciones sexuales con todas las personas que quieras porque es difícil resistirse a tus encantos. La belleza y la salud nos abre puertas, ¿quién puede negarlo?, y nos ayuda a mantener la esperanza de no caer en la indiferencia y la mediocridad. Aunque también nos convierte en rivales de nuestro prójimo, obligándonos a preguntarle al espejo cada mañana “si hay alguien más guapo que yo”. Ropa, cremas, actividad física, dieta, medicación, quirófanos… La esperanza no es gratis, es de color verde y cotiza en las bolsas de todo el mundo. Tampoco es colectiva, pues únicamente pasa por nuestro cuerpo y nuestro bolsillo. Y lo más terrible de todo, es que es una esperanza efímera, incapaz de acompañarnos durante toda la vida.

Pero dejémonos de tonterías, todo lo anteriormente dicho o cualquier otra esperanza que se nos pueda ocurrir, no tiene comparación con el dinero. Quien está forrado se salva, o mejor dicho, ya está salvado. Esa es una máxima tan aceptada, que en realidad el Adviento más que anunciar la llegada de la salvación el 25 de diciembre, podría apuntar más bien al día 22, que es el día de la Lotería de Navidad. La esperanza para quienes tenemos que levantarnos todos los días para ir a trabajar, es que nos toquen los 400.000 euros del premio gordo. Con dos o tres números de estos ya no nos importa quedarnos atrás si ocurre el arrebatamiento, dejaremos de ser maricones o bolleras pecadoras para convertirnos en hermanos y hermanas a los que es mejor no juzgar, y bueno, seremos eternamente bellos porque todo el mundo sabe que la gente con dinero está para comérsela. Esperanza del euro o del dólar. Esperanza redonda, a ver si sale mi bola.

Yo creo que la esperanza evangélica, y probablemente esté arrimando el ascua a mi sardina, para serlo realmente, se concreta donde no la habíamos puesto. La adhesión a una religión determinada, la heterosexualidad, la belleza, el dinero, o el resto de salvaciones que se nos puedan ofrecer, aunque hagan nuestras vidas diarias más o menos fáciles, no son esperanzas evangélicas. Quienes las venden como tal están mintiendo. La esperanza evangélica nos lleva siempre a otro lugar, que está situado fuera de lo que nos es permitido esperar. Los evangelios afirman que la esperanza no nos llevará hasta la cuna de un palacio, ni siquiera a la cama de un simple hostal, sino hasta el cajón donde se da de comer a las bestias de un pesebre. Es posible que despojarse de ideas preconcebidas, de deseos demasiado nuestros, de aquello que tenemos muy claro, sea la mejor manera de vivir el Adviento. Eso le da un cariz algo doloroso, porque desprenderse de esperanzas que afirmábamos eran divinas es realmente difícil si nos lo tomamos en serio. El Adviento es también tiempo de espera comunitaria, esperar solas pienso que nunca es una buen señal, los prójimos suelen ayudarnos a mantener las esperanzas ligadas al mundo de lo real. Ellas y ellos nos hacen ver en lo abyecto, lo vil, lo indecente, el lugar donde está a punto de hacerse presente la salvación. Es tiempo de reflexión, de permanecer alerta para poder captar algo de ese dios que es el que es, y que no quiere ser encasillado. Un dios que actúa de forma libre y que suele tener la mala costumbre de hacer pedacitos todas nuestras loables o mundanas esperanzas.

Carlos Osma

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“Esclavos del Señor”, por Carlos Osma

Viernes, 29 de noviembre de 2019
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construirDe su blog Homoprotestantes:

“Toda la congregación de Israel le dijo a Roboam: Tu padre agravó nuestro yugo. Alivia tú ahora algo de la dura servidumbre de tu padre y del pesado yugo que nos impuso, y te serviremos” [1].

Si preguntamos quién construyó el Templo de Jerusalén, cualquier persona que conozca mínimamente la Biblia nos responderá que fue el rey Salomón. No es que hoy en día tenga demasiado valor conservar en la memoria esta información, porque basta buscar en Google y en menos de cinco segundos tienes la respuesta: “El Primer Templo fue construido por Salomón” nos dirá Wikipedia, “El Primer Templo fue construido en el siglo X aNE por Salomón” afirmará una y otra vez cualquier página que consultemos. Pero la verdad es que lo construyeron treinta mil israelitas [2] que sintieron lo que el texto con el que he empezado refleja: que estaban siendo oprimidos para construir un templo que paradójicamente se dedicaba al dios que los liberó de la esclavitud.

Buscando un poco más de información en la Biblia sobre dicha construcción, sorprende saber que de estos trabajadores setenta mil llevaban las cargas, y ochenta mil eran cortadores en el monte [3]. No hace falta ser matemático para percatarse de que las cuentas no cuadran, y que setenta mil y ochenta mil hombres no dan los treinta mil israelitas a los que Salomón había obligado a realizar la construcción. Así que uno se pregunta: ¿quiénes eran esas decenas de miles de personas de más que tuvieron que construir el Templo? La respuesta puede descolocarnos un poco: esclavos. Sí, eran personas tan esclavas como las que movieron el corazón de dios en Egipto y fueron liberadas. Debe de ser duro ser el esclavo de un dios liberador. Creo que incluso más que de uno opresor, porque cuando uno ya no puede confiar en los dioses liberadores, entonces solo le queda la resignación o la desesperación.

Todo esto me ha hecho pensar en el dios que nos liberó a los cristianos LGTBIQ. Sí, ese que nos dio la valentía que no teníamos, las fuerzas, y las razones, para romper con el chantaje de la heteronormatividad, con la imposición de un género que no es el nuestro, o con la manera correcta de expresarnos para ser tomados en serio. Ese dios por el que dejamos todo atrás y nos lanzamos a la consecución de la justicia, de la dignidad para todas, del respeto a la diferencia, de la vida sin corsés ni camisas de fuerza. Y me pregunto si corremos el riesgo de haber caído de nuevo en la esclavitud, obligados a construir a nuestro dios liberador un templo para que pueda descansar. Un templo que sirva también para que la memoria de nuestro Salomón particular sea recordada para siempre. No creo que sea una pregunta estúpida, ni que seamos únicamente las personas LGTBIQ quienes nos la tengamos que hacer. Si hemos crecido rodeados de personas que eran verdaderas esclavas del dios liberador sin ni siquiera percatarse, ¿qué nos hace estar tan seguros de no estar corriendo la misma suerte?

Como cristianos, si hay un templo donde descansa nuestro dios, ese es Jesús. No en un edificio de piedra o en una institución. Espero que no se me malinterprete, no quito ningún valor a las comunidades cristianas, todo lo contrario, pero lo que hace que en ellas resida dios mismo, es que el evangelio sea su centro. Cuando nos sentimos oprimidos por un dios liberador, es porque quizás estamos construyendo un templo diferente de aquel que fue crucificado para darnos vida abundante. Porque Jesús no necesita esclavos que lo construyan, que hagan de él un templo aceptable, sino que es él mismo el que nos construye a nosotros, liberándonos y dándonos vida. Ese es el lugar donde dios reside, donde podemos encontrarlo, donde las personas LGTBIQ vivimos y compartimos la buena noticia con otros seres humanos.

Dice el evangelio que una vez que Jesús estaba frente al Templo de Jerusalén, les dijo a sus discípulos: “¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada” [4]. Y sin embargo, ¿cuántas veces nos descubrimos esclavizados intentando que no se caiga abajo? Hay muchos templos que necesitan de seres humanos humillados, utilizados, despersonalizados y heridos, para poder seguir en pie. Pero ese no es el templo de Jesús, aunque en él resida el dios que se autodefine como liberador. Nuestro templo es Jesús, un Jesús marica donde dios padre-madre se hace presente de una manera totalmente nueva. No es un gran templo, como aquel con el que Salomón mostró al mundo su poder, tampoco es fácil de localizar, ya que muchas veces lo confundimos con nuestros propios deseos, ni siquiera es hermoso, porque es en lo vil donde se hace presente. Pero es el único que puede hacer de nosotras personas realmente libres. El único que nos reveló a un dios de amor al que le conmueve de verdad la opresión de su pueblo, y está decidido a actuar para quitarles ese pesado yugo.

Carlos Osma

Notas:

[1] 1 R 12, 3-4

[2] 5,13

[3] 5,15-18

[4] Mt 24,2

***

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“Cómo reformar la Iglesia”, por Carlos Osma

Jueves, 31 de octubre de 2019
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ReformaiglesiaMonumento a la Reforma, Ginebra

Hoy, que celebramos el Día de la Reforma, publicamos este artículo del blog Homoprotestantes:

En ocasiones escucho reflexiones, predicaciones, o leo artículos en los que se anima a reformar la Iglesia. Si además la persona que hace este llamamiento pertenece al ámbito protestante, en algún momento repite la archiconocida frase: “Una iglesia reformada, siempre reformándose”. Bien es cierto que en pocas ocasiones indica en qué debe consistir esa reforma, porqué es necesario hacerla, y qué le ha llevado a pensar así. En realidad, en la mayoría de ocasiones, creo que la frase es más bien una muletilla, un elemento de la tradición que sobrevuela el discurso para indicar que se es protestante, que no se es fundamentalista, o que se está a años luz de otras iglesias en las que no hubo reforma.

En Martín Lutero encuentro también esa voluntad de transformación, de reforma de la realidad religiosa en la que estaba inmerso, pero entiendo que esta voluntad tuvo su origen en una experiencia previa de insatisfacción real, no teórica. Lutero tenía una autocomprensión negativa de sí mismo y esto le limitaba y le producía sufrimiento. Desde muy joven le acompañó el temor a un Dios castigador que le exigía una vida de sacrificios interminables. Por eso se dedicó al ayuno, a la autoflagelación, a la confesión constante; aunque nada de todo esto le hizo sentirse reconciliado con Dios.

Siempre hay casos excepcionales, es verdad, pero el de Lutero no lo es, creo que en la mayoría de ocasiones las reformas no surgen de personas que se encuentran cómodas con el sistema en el que viven, sino de las que padecen sus consecuencias negativas. Jamás una persona satisfecha con su iglesia querrá reformarla. Jamás una persona a la que le va bien con la vida que tiene querrá que ésta cambie. Seguro que en algún momento dirán eso de que es necesario reformarse, adaptarse, transformarse… pero serán sólo palabras. La reforma nace de una insatisfacción profunda con el sistema, no de palabras huecas biensonantes.

El 31 de octubre de 1517 Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 tesis. Por aquel entonces el papa León X quería renovar la Basílica de San Pedro en Roma, y desarrolló una campaña para recaudar fondos mediante la venta de indulgencias. Los compradores recibían a cambio una reducción de sus días de castigo en el purgatorio e incluso el perdón de los pecados. Lutero podría haber colaborado con dicha campaña aunque sus planteamientos teológicos no la vieran con buenos ojos, o podría simplemente haberse callado. Pero al leer algunas de sus tesis encontramos que no fue así:

Tesis 21. “En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa”.

Tesis 22. “De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida”.

Con sus 95 tesis Lutero convierte su insatisfacción en una denuncia. Porque la insatisfacción que es incapaz de denunciar, no puede reformar ninguna iglesia, ni ninguna vida. Hay un momento en el que la experiencia de opresión debe surgir y convertirse en algo real para que el cambio pueda ser posible. Si Martín Lutero se hubiera callado, no estaríamos hablando hoy de reforma protestante. Evidentemente la denuncia situó a Lutero en un lugar peligroso, y él lo sabía, no era un ignorante ni un loco, tenía conocimiento de lo que les había ocurrido a muchos otros reformadores anteriormente. Para que una iglesia pueda ser reformada, para que sea real la petición de una reforma constante, se necesitan personas que denuncien el status quo y que asuman las consecuencias de hacerlo. En iglesias donde todo esto es imposible, donde las voces discordantes son excomulgadas, o donde éstas no se atreven a levantar la voz por cobardía, no hay posibilidad real de reforma. El Espíritu Santo dirige la iglesia hacia la reforma a través de voces proféticas.

Cuando algunos cristianos y cristianas alaban la respuesta de Lutero ante las exigencias del papa León X para que se retractara de 41 de sus 95 tesis: “No puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro actuar contra la conciencia”. Deberían preguntarse si alguna vez se han enfrentado a una situación como esa dentro de la iglesia, y si actuaron como Lutero, defendiendo su conciencia, o como León X, que trató a Lutero como un delincuente, prohibió la posesión o lectura de sus escritos y dio inmunidad a quien lo asesinara. ¿Dónde se alinearon? ¿Con quienes defendían la conciencia o quienes defendían la ortodoxia?

Martín Lutero vivió una experiencia opresiva y levantó la voz para oponerse a lo que él consideraba erróneo e injusto, pero no se quedó ahí. Se atrevió también a hacer una propuesta basada en la tradición bíblica y eclesial, que le liberaba de sus temores al igual que al resto de cristianos. Se atrevió a dejar sin argumentos a quienes utilizaban las condenas y el temor en beneficio propio. Y lo hizo afirmando que la salvación es un regalo de Dios, dado por gracia a través de Cristo y recibido solamente por la fe. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo [1]”. No tenía mucho sentido el sentirse culpable, el vivir atemorizado, condenado… La liberación no se encontraba ni en la Ley ni en los dirigentes de la iglesia, sino en la fe en el Dios de Jesús. Por eso un cristiano no debía tener como sumo juez al papa, sino a Jesucristo y su Palabra en la que se revela su voluntad.

La liberación que supuso la Biblia para cristianos como Lutero es difícil de entender hoy, ya que la ortodoxia evangélica la ha petrificado y puesto al servicio de la opresión. La Biblia ya no es fuente de liberación, sino una ley que está al servicio del capricho del líder de turno que dice poseer la lectura verdadera. Las lecturas fundamentalistas han debilitado profundamente la percepción de la Biblia como lugar de liberación para los seres humanos. Las personas LGTBI somos unas de las danificadas por este proceso diabólico que pretende destruir cualquier autocomprensión positiva que podamos hacer de nosotros mismos, al mismo tiempo que exige una represión de nuestros deseos y un reconocimiento de culpabilidad por ser como somos. Sólo comprando sus indulgencias con mentiras podemos alcanzar la salvación que ellos nos otorgan.

Pero es desde esta situación opresiva desde la que las personas LGTBI podemos convertirnos en profetas que traen una nueva reforma a la iglesia. Una reforma que no nacerá del legalismo, sino de la experiencia y la liberación del texto bíblico de manos de quienes lo están adulterando. Y esto ocurrirá si nos atrevemos, como Martín Lutero y tantos otros reformadores, a levantar la voz denunciando la opresión heteronormativa aunque esto signifique nuestra expulsión de las iglesias que no dejan espacio al profetismo, y que son más sensibles a las lecturas literalistas y las tradiciones homófobas que al dolor que éstas producen. Y si partimos de nuestra experiencia y somos valientes en la denuncia, también podremos encontrar respuestas que dejen sin sentido al poder heteronormativo. En realidad no tenemos que buscar demasiado, ni ser muy originales, porque la Palabra de Dios siempre ha dado vida a quienes la han visto negada, y es por gracia que vivimos los cristianos, por medio de la fe… no por cualquier otra cualidad humana, ni siquiera la heterosexualidad.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por vuestra heterosexualidad, para que nadie se gloríe [2]”.

Las cristianas y los cristianos LGTBI somos una oportunidad de reforma para la iglesia, una oportunidad para curar de heteronomatividad sus discursos, sus lecturas, su praxis. Una oportunidad, ni la primera ni la última, de hacer del evangelio una fuente de liberación para toda la Iglesia.

Carlos Osma

[1] Rm 5,1

[2] Ef 2,8-9 El texto pone “obras” donde pongo “vuestra heterosexualidad”.

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“Yo soy el Señor tu Dios, el que te sacó del armario”, por Carlos Osma

Jueves, 17 de octubre de 2019
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cruzarDe su blog Homoprotestantes:

“¡Ordena a los israelitas que sigan adelante! Y tú, levanta tu bastón, extiende tu brazo y parte el mar en dos, para que los israelitas lo crucen en seco”

(Ex 14,15b-16).

En unas sociedades tan secularizadas como las nuestras es lógico que la Biblia no tenga nada que ver con la vida de la gran mayoría de la población. Si no tienes canas es difícil que sepas quienes eran por ejemplo Rut y Noemí, y si por alguna razón te suena el nombre de Sansón, es posible que lo confundas con uno de los cuatro fantásticos. Pero si has nacido en una familia cristiana y las historias bíblicas son para ti el pan nuestro de cada día, eso tampoco significa que tus experiencias se vean reflejadas, cuestionadas o interpeladas por ella. Quizás únicamente sea el lugar desde donde justificas legalmente si lo que haces es o no correcto, pero sin que haya ningún tipo de reinterpretación a partir de tu propia experiencia. Tampoco tiene por qué ser fuente de liberación, ya que quizás es como agua estancada en el pantano que otros construyeron, en vez de ser como aquella otra que avanza decidida hacia el mar por un cauce que, en ocasiones, no puede contenerla y acaba siendo rebasado. Sin embargo, hay personas para las que algunos pasajes bíblicos tienen tanto que ver con sus propias vivencias, que son incapaces de leerlos sin verse como protagonistas de lo que en ellos se relata.

La mayoría de personas LGTBIQ estuvimos durante mucho tiempo frente al Mar Rojo, atrapados entre unos poderes que nos querían sometidos y esclavizados, y el temor paralizante que nos generaba un mar que parecía ser el fin del mundo. La huida de Egipto es un texto que tiene tanto que ver con nosotras, que es difícil leerlo sin que algo dentro nuestro se remueva. Esa experiencia opresiva, de no saber hacia donde tirar, de creer que no hay escapatoria, que únicamente podemos elegir entre la esclavitud y la muerte, nos ha dejado una huella tan profunda, que cuando leemos textos como este, sentimos que nos conectamos no solo con quienes vivieron aquella situación hace miles de años -no entro en el debate sobre los hechos históricos que originaron y moldearon el texto-, sino con tantas y tantas otras que lo siguen viviendo hoy. ¿Recuerdas aquel dolor en el pecho, la falta de aire, el temor, la soledad, o el creer que incluso dios te había abandonado a tu suerte? Pues es similar al que tristemente siguen sintiendo hoy otras personas LGTBIQ que viven a nuestro alrededor. Personas que pueden no haber llegado siquiera a la adolescencia pero que, como nosotras no hace tanto, se debaten entre el poder LGTBIQfóbico esclavizante de Egipto y el de la muerte del Mar Rojo.

Podríamos intentar olvidarlo todo, hacer como que aquello no ocurrió, pero de manera inevitable volvemos continuamente a aquel lugar originario donde adquirimos una nueva identidad, la de ser hijos e hijas de un Dios liberador, porque allí recordamos que la dicotomía a la que se nos sigue obligando a escoger todavía hoy, entre esclavitud o muerte, es absolutamente falsa. La elección se da a otro nivel, creer a un dios fundamentalista que únicamente puede vernos como esclavos a los que es necesario someter y castigar por desear la libertad y la justicia, o en un Dios liberador que conoce el dolor de los seres humanos y se pone del lado de quienes lo padecen y en contra de quienes lo infringen. Y esa elección se repite y se repite constantemente en las decisiones que seguimos tomando en nuestro día a día, por eso es importante volver allí constantemente, frente al Mar Rojo, para recordar qué Dios fue el que nos liberó, y cuál el que quería esclavizarnos. “Yo soy el Señor tu Dios, el que te sacó del armario”, nos diría hoy, para después añadir: “No olvides por tanto al inmigrante, a la mujer maltratada, ni al niño vulnerable”. 

Y es que es verdad que la muerte no tiene la última palabra, lo sabemos por experiencia propia, el Mar Rojo puede parecer inmenso e infranqueable, pero el Dios liberador es capaz de partirlo en dos y dejar un camino de tierra seca por donde únicamente quienes anhelan la libertad pueden pasar. Por allí cruzamos, caminamos durante semanas, meses, años, maravillados de que la vida se abría paso de forma milagrosa. Y es importante compartir con quienes tenemos cerca que ese camino existe, que hay que atreverse a dar el paso y seguir hacia adelante, que el temor no puede ser la única forma posible para mantenerse con vida. Pero igualmente es importante que nosotros tampoco lo olvidemos nunca, porque las situaciones de opresión, aunque diferentes de aquella, siempre vuelven a repetirse. Vivir liberados exige constantemente decisiones valientes por el Dios liberador, y contra el dios de la opresión. La LGTBIQfobia no ha desaparecido, aunque ya no tenga el mismo poder sobre nosotros que cuando salimos de Egipto. Por eso cada día debemos seguir tomando decisiones valientes que hagan que nuestra vida no se rija por ella, sino por la liberación. Y es que el Señor no solo nos “sacó del armario”, sino que nos “saca de cualquier otro Egipto” cada día, y eso hay que afirmarlo, compartirlo, gritarlo, donde sea necesario.

Vivimos muchos tipos de éxodo a lo largo de la vida, cada uno con características bien diferentes. Pero es importante volver a poner nuestra mirada en aquel que nos cambió para siempre, el que nos proporcionó una existencia que no teníamos, el que únicamente fue posible por la intervención de un Dios que sintió nuestro dolor y actuó para liberarnos. Y al recordar ese éxodo que llevamos marcado a fuego dentro de nosotras, el resto de éxodos podemos afrontarlos de una manera más confiada. El Dios liberador está de nuestro lado. Sabemos que hay personas que todavía están frente al Mar Rojo atemorizadas, incapaces de dar un solo paso y sintiendo que no hay otra vida para ellas. Pero para las personas LGTBIQ que fuimos liberadas, en ese texto estamos nosotras mismas. No podemos leerlo sin ver delante nuestro al propio Moisés alzando su vara y partiendo en dos, por la gracia divina, aquel mar que nos paralizaba. Y en su actualización constante, afirmamos confiadamente que pase lo que pase: “Señor, con tu amor vas dirigiendo a este pueblo que salvaste; con tu poder lo llevas a tu santa casa”. (Ex 15,13).

Carlos Osma

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“Amarás los genes de tu prójimo como los tuyos mismos”, por Carlos Osma

Miércoles, 2 de octubre de 2019
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DNA3De su blog Homoprotestantes:

Amigos y amigas, hace unas semanas nos enteramos que un novedoso estudio que intentaba determinar si la heterosexualidad tiene una base genética, ha concluido que no hay suficientes elementos para concluir nada. Vamos que, aunque parezca descabellado e incluso contra natura, los heterosexuales tienen los mismos genes que el resto de sus vecinos. Esto tira por tierra algunas teorías, como la de mi amiga Lola que decía que el gen heterosexual dotaba de una capacidad superior en las mujeres para coser y bailar, y a los hombres para creer que el tamaño de su pene era directamente proporcional a su inteligencia.

Muchos han salido a matizar lo que dicho estudio quería decir, y las consecuencias que algunas mentes privilegiadas creen que de él se desprenden, intentando contextualizar el estudio y dando miles de explicaciones que a nadie ya le importan. Y es que el titular ya está en la calle: “la heterosexualidad, ese mayoritario desorden, no es innato, sino aprendido”. ¿Serán las barbies, las pelotas de futbol, las cocinitas o los coches de carreras? ¿Cómo hemos hecho para que tan alto índice de la población tenga atracción por personas de distinto sexo? ¿Dónde están fallando sus familias? ¿Y los docentes? ¿Podemos hacer algo para revertirlo? ¿Puede un heterosexual dejar de serlo? ¿A qué se enfrenta nuestro mundo si les permitimos reproducirse sin control?

Algunos cristianos fundamentalistas se niegan a aceptar el estudio y pretenden que científicos cristianos fundamentalistas -una especie mitológica como el unicornio, según las malas lenguas- repitan el estudio no solo aumentando la muestra, sino obligando a que toda ella sea fundamentalista, ya que no descartan que el pecado haya transformado los genes de la población que no asiste a sus iglesias. Médicos y escritores de este entorno se aferran a la visión genética de la heterosexualidad, Pedro Tarquis por ejemplo afirma en su artículo Genética y homosexualidad que: “genéticamente el ser humano nace hombre o mujer, sin que exista una predeterminación diferente a la heterosexual” -Os prometo que esta cita no es inventada, y que el tal Pedro Tarquís afirma que es médico-. Sin embargo, parece evidente que tendrán que mejorar algo su estrategia si quieren convencer a alguien, porque hasta hoy ninguna doctora ha entregado el bebé recién nacido a su madre diciendo: “Ha tenido un hombre”. Socialmente está bastante aceptado que un bebé no es un hombre ni una mujer, que eso es algo que, en todo caso, vendrá más tarde. Además, ¿qué tiene que ver el género con la orientación sexual? Mi primo Paco es trans y, como dios manda, le encantan los hombres trans.

Mientras el fundamentalismo y el conservadurismo heterocentrado van puliendo sus estrategias, quizás nosotras deberíamos intentar dar respuesta a las preguntas que se hacen tantos padres y madres heterosexuales: ¿Qué hemos hecho mal para que nuestra hija o nuestro hijo sea como nosotros? ¿Qué podemos cambiar en la forma en que educamos para que esto no ocurra con el siguiente? Y echando mano de nuestra experiencia les podríamos decir que no se estresen, que estén tranquilos, que si por negligencia o incapacidad,han hecho que su hija sea heterosexual, no pasa nada, que la quieran como si fuera bisexual, o lesbiana, o queer…. Que ahora, que la cosa es irreversible, la ayuden a ser una buena persona y a respetar a los demás. Que, aunque tenga más probabilidad de ser una acosadora en su instituto hacia un compañero LGTBIQ, con una educación adecuada puede evitarse -la ayuda de un psicólogo puede venir bien-. Y en el caso de haber creado un hijo heterosexual, pues la cosa es algo más complicada, pero en todo caso no imposible. Hay que animarle a que se eche un amigo marica, el más marica posible, que le ayude a ver la riqueza de su parte femenina y a resistirse a convertirse en un machote. Probablemente esto hará que sus niveles de violencia sean menores y nos ayudará a tener una sociedad mejor. En resumidas cuentas, que intenten poner de su parte para que la heterosexualidad de sus hijos sea un mal menor para el resto de seres humanos con los que conviven. Y si tienen otro hijo, pues en vez de determinarlo, que lo acompañen, el gen gay se manifestara espontáneamente.

No existe el gen heterosexual, eso parece que dicen quienes dicen que han oído a alguien que dice que se ha leído el estudio. Y es que eso es algo que mi prima Loida ya intuía, pero no nos pongamos nerviosos ni seamos inflexibles. Aunque algunas teorías afirmen que quizás con la ayuda idónea y una terapia que aborde la ADS – atracción hacia personas de distinto sexo-, el desorden de la heterosexualidad puede revertirse, tengamos cuidado. No les produzcamos más dolor, mostremos algo de humanidad y fijémonos en que parece que incluso, a veces, pueden mantener relaciones que les hacen felices a ambos -no como a nosotras, claro, tampoco exageremos-. No es lo perfecto, pero mejor eso que hacerles sufrir, ellos no tienen la culpa, lo tiene el ambiente en el que nacieron. Tienen nuestros mismos genes, genes gais, así que potencialmente son tan perfectos como nosotras -Sé que suena raro y que contradice toda lógica, pero es lo que afirma el estudio en cuestión-.

Yo, como buenísima e intachable cristiana que soy, optaría por la tolerancia, el respeto, y una educación que paulatinamente haga descender el síndrome de la ADS -me refiero sobre todo al impostado, al obligado, al que es fruto de la presión ambiental-. Y antes de actuar ante un desorden como este, me haría aquella pregunta que lanzaba el pastor Charles Sheldon a su congregación a finales del siglo XIX: “What would Jesús do?”. Es decir: ¿Qué haría Jesús? ¿cómo actuaría aquel que fue en todo igual a nosotras, que tuvo nuestros mismos genes, genes gais, y que jamás se sintió atraído por una persona de diferente sexo? Pues siento ser repetitivo, pero me vienen a la cabeza siempre las mismas palabras, aunque esta vez me atreva a tunearlas: “Amarás los genes de tu prójimo como los tuyos mismos, digan los estudios que son iguales o completamente diferentes”. Y es que, en realidad, no hay gen que invalide este mandamiento: ¿o el gen fundamentalista sí? Dejo en el aire esta pregunta para animar a las investigadoras a realizar otro estudio que determine si, a diferencia del heterosexual, el gen homófobo-fundamentalista sí existe.

Carlos Osma

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“A muchos cristianos les han robado sus hijos LGTBIQ”, por Carlos Osma

Sábado, 28 de septiembre de 2019
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ROBOHIJODe su blog Homoprotestantes:

“¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?”
(Mt 7,9)

Si hubiera escuchado a Jesús lanzar esta pregunta, le hubiera respondido inmediatamente que en mi opinión estaba idealizando la paternidad, porque la realidad muestra -al menos la que conozco- que mucha gente ha tratado de forma injusta a sus hijos e hijas. Y es que, cuando una se convierte en madre, o en padre, no hay varita mágica que la transforme en alguien diferente. Quien es egoísta, violento, o intolerante, con casi toda seguridad lo seguirá siendo después de aumentar la familia. Y quien únicamente atesora piedras, no puede repartir pan.

Alguien podría pensar que esto que acabo de decir no entiende de identidades sexuales o de género y que, si te ha tocado un padre nefasto, no importa que seas hombre o mujer, lesbiana o heterosexual; te ha tocado un mal padre y punto. O que si has nacido en una familia cristiana el riesgo de recibir alguna pedrada materna es menor porque los cristianos hacen del amor su estilo de vida. Pero el mundo real y lo que pensamos no siempre coincide, y lamentablemente las personas LGTBIQ que han nacido en entornos cristianos son uno de los colectivos más maltratados por sus familias. Quienes se plantean la fe como una forma de construir murallas para alejarse de la realidad, es fácil que lancen las piedras con las que las construyeron cuando esa realidad aparece en su propia casa desmintiendo sus convicciones más profundas.

No todas las personas que actúan de forma tan inhumana, renunciando en la práctica a ejercer como padres o madres, son malas personas. Y eso siempre me ha generado un gran interrogante, sobre todo ahora, que me parece imposible que mis hijas puedan hacer algo que me resulte tan inaceptable como para dejar de actuar como lo que soy: su padre. Y es que no llego a entender por qué muchas personas no se hablan con su hijo trans desde hace años, pero serían capaces de cruzar un país para visitarlo en la cárcel si fuera un asesino, pero cis. O por qué otras que no han llegado a romper formalmente la relación, se sienten culpables cuando ven a su hija feliz junto a su amiga -con la que lleva casada varios años-, pero estarían orgullosas de ella si fuera heterosexual, aunque se dedicara a lanzar bombas desde un avión del ejercito sobre las casas donde duermen niños y niñas palestinos.

No pretendo justificar lo injustificable, ni necesito disfrazar un comportamiento incomprensible para difuminar responsabilidades, pero cada vez estoy más convencido de que a muchos padres y muchas madres cristianas les han robado a sus hijos LGTBIQ. Y en ese robo, lamentablemente las iglesias han colaborado, y siguen colaborando, de una forma activa. Si hace más de cuarenta años las Madres de la Plaza de Mayo comenzaron a reunirse para exigir a las autoridades la búsqueda de sus hijos e hijas desaparecidos e identificar a los responsables, de igual manera, delante de cada iglesia deberían reunirse todos los domingos las familias con hijos e hijas LGTBIQ para exigir el final de la LGTBIQfobia con la que han sido educadas, denunciar los discursos de odio que en ellas se realizan, y pedir el arrepentimiento público de quienes se han erigido en sus abanderados. Reconociendo, eso sí, que también ellas han colaborado en mayor o menor medida en el robo de quienes tenían que defender y proteger. La petición de perdón a las personas afectadas, no cambiará el daño sufrido, pero considero que los padres y madres pródigos necesitan también volver a la casa de sus hijas e hijos a los que negligentemente abandonaron, para dejarse abrazar por ellas.

Se por experiencia que no todos los padres y madres han sucumbido a la LGTBIQfobia, mi madre tuvo que luchar contra ella cuando supo que yo no cumpliría con sus expectativas. También cuando todo su entorno familiar y religioso le pidió que se alejara de mi y de mi marido. Pero ella no dejó que le robaran a su hijo, sino que ganó otro hijo más, y siempre me miró con orgullo. Como ella, hay muchas madres y padres cristianos que como Jocabed, la madre de Moisés, se han negado a abandonar a sus hijos y que, con las posibilidades que han tenido a su disposición, han luchado contra los poderes LGTBIQfóbicos para mantenerse cerca de ellos y poder protegerlos. Quizás no entienden de teología y, cuando alguien empieza a recitar textos de odio descontextualizados extraídos de la Biblia, solo aciertan a responderles que Dios es amor. Sin embargo, de lo que sí saben, es de empatía y responsabilidad.

Muchos cristianos siguen enfrentándose todos los días al dilema de si tienen que tirar piedras a sus hijos o darles pan. Si se rinden ante el poder de la LGTBIQfobia que destruirá los lazos familiares, o al del amor que los fortalecerá para siempre. A esas personas Jesús les sigue interpelando: “¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?”. Mi madre, como afortunadamente cada vez más madres y padres, con su experiencia de exclusión por tener un hijo gay, reformularía la pregunta de Jesús de la siguiente manera: “¿Quién no estaría dispuesto a recibir pedradas por ofrecerle pan a sus hijos?”. E inmediatamente se respondería ella misma antes de que alguien pudiera añadir algo: “dejarse robar a una hija o un hijo por la LGTBIQfobia será siempre más doloroso, que luchar por impedirlo”.

Carlos Osma

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“Necrocristianismo”, por Carlos Osma

Viernes, 16 de agosto de 2019
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ObeliscoLeído en su blog Homoprotestantes:

Hace solo unas horas que he llegado a Buenos Aires, Marcelo me ha recogido en el aeropuerto y me ha llevado hasta el apartamento donde pasaré una semana. Todavía tengo que repasar la presentación de mi libro que haré mañana en la Iglesia Evangélica Rio de la Plata, y además estoy cansado de casi veinte horas de viaje, pero no me resisto y salgo a la calle para conocer la ciudad. Mientras camino, voy escuchando los gritos de gente que ofrece cambiar dólares o euros por pesos argentinos, y observo también personas que viven en la calle y se tapan con mantas y cartones para soportar el frío invernal. Que vivimos en un mundo globalizado en el que nos cuesta diferenciar si estamos paseando por Barcelona o Buenos Aires, no tiene tanto que ver con el hecho de que podamos tomarnos el mismo café, en la misma taza, silla y mesa del Starbuks, sino con que tengamos incluso el mismo indigente que nos abre la puerta del establecimiento mientras nos extiende la mano para que le demos una moneda, y observemos los mismos cartones que sirven de hogar para las mismas personas a las que somos incapaces de poner cara, y mucho menos nombre.

Una señora muy amable se dirige a mí para decirme que en menos de media hora empezará la reunión en su iglesia, y que puedo asistir libremente (la expresión me lleva a preguntarme si hay alguna otra modalidad de asistencia, ¿pueden obligarme?). Le agradezo la invitación y me invento una excusa mientras observo “su iglesia” que es un edificio inmenso más parecido a una sala de multicines o un centro comercial que a cualquiera de las iglesias evangélicas que yo he conocido antes. Tras las enormes puertas de cristal veo pantallas de televisión gigantes que retransmiten celebraciones, mientras intercalan versículos e invitaciones para asistir. Hay que reconocer que en temas publicitarios están al día. Doscientos metros después un joven sonriente me explica que la reunión en la iglesia ya ha comenzado, pero que si me apuro puedo llegar a la predicación. ¿Cómo es posible que a tan poca distancia haya dos iglesias evangélicas de tal magnitud? No se lo voy a preguntar, algo me dice que su cara de incredulidad sería igual a la que puse yo cuando un amigo noruego me preguntó por qué en Barcelona había un bar en cada esquina. Y sin meditarlo demasiado me dejo llevar por la curiosidad, entro en la iglesia, y me siento en un banco.

Hay muchísima gente, cientos de personas, y el predicador está a punto de comenzar su sermón. Ya sé que comenzará diciendo que somos unos pecadores que merecemos el peor de los castigos, después dará la buena noticia de que dios nos ama y que envió a su hijo unigénito a la cruz para salvarnos, y finalmente hará un llamado para que la gente se levante y se acerque hasta donde él está para entregar su vida a Cristo y recibir la salvación (No sé si buscar la salvación en un dios capaz de torturar a su hijo de esa manera es la mejor opción). El evangelista-showman me ha parecido pretencioso, egocéntrico y poco creíble, y la manera tan burda de restregarnos su machismo y homofobia la he encontrado intolerable incluso para estar dentro de una mega iglesia evangélica. He visto vendedores de salvación que podrían hacer lo mismo con cortinas o aspiradoras desde muy joven, así que lo único que me interesaba hoy era ver si la representación-predicación era convincente y si aquí en el Cono Sur han hecho alguna innovación. Lamentablemente tengo que decir como Qohelet que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Sin embargo, cuando ha hecho el llamado se han levantado decenas de personas, la mayoría de ellas mujeres, y con toda probabilidad (la estadística nunca falla) también personas LGTBIQ. Mientras me pregunto por qué tanta gente siente atracción por quienes les maltratan y rechazan, creo ver entre los arrodillados una cara familiar. Agudizo mi vista, y creo reconocerle: es el amable desconocido que me ha abierto la puerta del Starbuks. Me levanto de mi asiento, salgo de la iglesia, y mientras camino por la calle Lavalle no puedo dejar de pensar en la amenaza que suponen para cualquier sociedad los movimientos evangélicos fundamentalistas.

Hay que reconocer que están llegando donde sus Gobiernos son incapaces: a los más desfavorecidos. De hecho, su éxito es una clara denuncia del abandono y la exclusión que padece una parte importante de la población, ya sea en Buenos Aires, en Lima, en Bogotá, o en Barcelona. Pero también es evidente que su labor (me refiero principalmente a la de sus dirigentes) no es gratis, ni altruista, ellos quieren ahora conseguir no solo el dinero de quienes no lo tienen, sino también influencia política para imponer su visión del mundo. A quienes nos parecen patéticas las iniciativas que en este sentido realizan los insignificantes movimientos evangélicos en España, nos resulta preocupante que en otros lugares del mundo estén avanzando claramente para conseguir sus fines. Nunca como hoy dentro de esta iglesia, me había percatado del peligro real que suponen para la convivencia. Su objetivo no es crear una sociedad más libre donde también cristianos y cristianas puedan aportar al bien común, sino imponer a toda la población la sociedad que ellos consideran que dios quiere. Ni educación en la diversidad, ni derechos para las personas LGTBIQ, ni regulación de la natalidad, ni separación Estado e iglesias, ni divorcio, ni feminismo, ni ateísmo, ni seres humanos críticos, ni ciencia que no se alinee con sus convicciones… Únicamente un viaje al pasado más oscuro a ritmo de música celestial. Quienes venimos de entornos evangélicos fundamentalistas sabemos cómo se trata allí la disidencia, la diversidad y el sentido común. Por eso me resulta alarmante que estén imponiendo sus agendas a los Gobiernos de varios países.

Un fundamentalista (o como dice un amigo, un necrocristiano) tiene todo el derecho a serlo, a vivir en el cementerio que considere más adecuado siempre y cuando no haga daño a nadie. Las sociedades plurales y abiertas deberían proteger sus derechos, al igual que el de sus hijos e hijas a recibir una educación inclusiva que les empodere. Pero las sociedades a las que aspiramos, sean estas lo imperfectas que sean, no pueden ser la evangelicocracia que estos grupos proponen. El sectarismo y la exclusión son una fuente económicamente rentable para algunos pocos, pero también un generador de violencia e inestabilidad para la mayoría. Para verificar esto no hace falta más que echar la vista al pasado, que es exactamente hacia donde están decididos a llevarnos. Financiar, aliarse, o dar cobertura al necrocristianismo es una manera de acabar con la libertad de expresión y la democracia (valores que únicamente defienden para ellos, no para toda la sociedad). Y en la denuncia del peligro que supone el movimiento fundamentalista también tiene que participar el resto del cristianismo. Se necesita oír de una manera más clara desde dentro de las iglesias, que la propuesta de estos movimientos no tiene nada que ver con el mensaje de Jesús, que sin libertad para escoger no hay fe, y por tanto no hay seguimiento ni cristianismo. Obligar a una persona de manera legal a que se comporte de la forma que consideramos cristiana, no es un comportamiento cristiano… La acción de fe, nace siempre, y aquí no hay excepción alguna, de la libertad. Negar el matrimonio a personas del mismo sexo, impedir legalmente el aborto, obligar a niños y niñas a recibir formación religiosa, etc., no hace a una sociedad más cristiana, sino menos libre. Y los cristianos y cristianas que denuncian todo esto no están siendo desleales a otros creyentes que ven el cristianismo de forma diferente a la suya, sino que denuncian su apropiación por parte de unas minorías sectarias que buscan únicamente beneficiarse económica o políticamente de las necesidades de los más desfavorecidos e imponer una agenda retrógrada e injusta.

El fundamentalismo no es cristianismo, es más bien la enfermedad más peligrosa que en este momento lo amenaza. El necrocristianismo tampoco es una propuesta política regeneradora de la sociedad, sino un totalitarismo que puede acabar con ella. Nunca hasta hoy, paseando por las calles de Buenos Aires, había sido tan consciente de esta realidad. Hasta ahora lo había relacionado con una experiencia personal opresiva de la que afortunadamente pude escapar. Pero ahora es más bien una amenaza colectiva a la que urge dar entre todos una respuesta contundente, clara, imaginativa y realmente evangélica.

Carlos Osma

Espiritualidad, General, Homofobia/ Transfobia., Iglesias Evangélicas , , , ,

“Dioses extraños”, por Carlos Osma

Sábado, 13 de julio de 2019
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angel-3800001_960_720De su blog Homoprotestantes:

 

A quienes somos cristianos, esta realidad de la diversidad que se nos presenta cada día, nos hace preguntarnos qué dice sobre dios, cómo nos lo revela. Y la conclusión más básica es aquella que afirma que si somos su imagen, ese dios debe ser también diverso. Así que cuanto más clara, monolítica y completamente evidente tengamos la idea de dios, posiblemente más equivocados estemos. No voy a entrar ahora mismo en hablar sobre la divinidad en sí, me preocupa más la influencia que tiene en ella nuestra percepción de la realidad. ¿Qué cambia si nuestro dios es diverso? Pero no me refiero, qué cambia de dios, sino qué cambia en nuestra manera de comprender el mundo y a nosotros mismos si ese dios es algo más complejo que la radiografía en blanco y negro que algunos han hecho de él.

Es absolutamente evidente que todos aquellos cristianos que niegan la diversidad, que se oponen a que sea reconocida dentro de las iglesias o protegida en la sociedad, reflejan un dios tribal que está con unos (con los que son como ellos) pero no con el resto. Un dios que sitúa a unas personas, por encima de otras, y que coloca al hombre rico occidental heterosexual en la cumbre de la torre de Babel a pocos centímetros de llegar a tocar la divinidad. Evidentemente todas las percepciones sobre dios son absolutamente parciales y condicionadas, pero: ¿podemos de verdad decir que en este caso estamos hablando de divinidad? Opino que, por muy condicionada que esté, hay un límite que aquí se ha superado con creces y que imposibilita creer que estamos tratando con algo que remita remotamente al* totalmente otr*.

Negar a quien es distinto, lleva inevitablemente a la necesidad de dotarse de una serie de normas, leyes, historias y costumbres que permitan naturalizar esa negación. Así que los dioses tribales van siempre acompañados por sus sacerdotes legalistas, capaces de encontrar más rápidamente que Google en qué capítulo y versículo pone que no se puede ser o sentir de una manera diferente a la divina (la suya). El Vaticano, por ejemplo, acaba de emitir el texto “Varón y hembra los creó” para alertar de aquellos que quieren “aniquilar la naturaleza”, demostrando una vez más su incapacidad de ponerse del lado de quienes sufren opresión. Su dios tribal está centrado en proteger un determinado sistema que excluye y discrimina a quienes no encajan en él, y se aleja del dios de la Biblia, ese del que el Génesis afirma: “Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera” (Gn 1,31). Ese dios diverso que se revela en cada momento de nuestra vida si tenemos los ojos suficientemente abiertos, y no vamos condenando a la gente y diciéndole cómo debe identificarse o cómo debe sentir.

Los dioses tribales no solamente son falsos, al igual que todos los profetas y profetisas que tiene como voceros, sino que únicamente es capaz de generar vidas falsas. Si algo nos dice la experiencia, es que cuanto más se parezca el dios de una determinada persona al dios tribal de las ortodoxias, más represiones y mentiras atesorará. La opacidad de las estructuras religiosas que más absolutamente se oponen al dios de la diversidad, al dios de la Biblia, no esconden otra cosa más que corrupción, envidias, dolor, sufrimiento, abusos, mentiras y falsedad. Y eso lo sabemos todas y todos, por eso no entiendo por qué algunos seguidores del dios de la diversidad están tan necesitados de la aceptación del dios de la ortodoxia. ¡Cuánto tiempo necesitarán para darse cuenta de que es falso!

El dios diverso con el que tenemos que vérnoslas los seres humanos diversos, es extraño. Para empezar porque a pesar de contener todas nuestras proyecciones, no se deja atrapar, es escurridizo. El dios de la diversidad jamás nos dice cuál es la acción correcta, o la respuesta exacta; no nos ofrece seguridad, ni soluciones milagrosas. Un día creemos que nos está hablando, y al día siguiente nos damos cuenta que el mensaje lo habíamos dejado grabado nosotros mismos en nuestro subconsciente. El dios de la diversidad es enorme, inmensa, intratable, indomable… atrevida y valiente. Pero también es cuidador, protector, amiga, madre… débil, humilde y abnegada. El dios diverso solo lo percibimos con más nitidez cuando hay amor de por medio. Donde hay amor, ahí está dios, el dios diverso, el dios extraño. Y es creando esos momentos, esos espacios donde el amor se hace presente en la diversidad que ha querido regalarnos, que podemos percibir mejor quién es. En los lugares donde el amor brilla por su ausencia, donde solo hay una forma correcta de ser, el dios tribal campa a sus anchas. Donde hay amor hay un camino por recorrer que nos aproxima a dios a través del prójimo. Este creo que es el mejor criterio para saber cerca de qué dios estamos.

Carlos Osma

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“Muchísima gente habita cuerpos que odia”. Entrevista a Miquel Missé

Jueves, 27 de junio de 2019
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MiquelMisseDel blog Homoprotestantes:

El sociólogo y activista trans, Miquel Missé publicó hace unos meses “A la conquista del cuerpo equivocado” (EditorialEgales). Un libro en el que reflexiona críticamente sobre el discurso que afirma que el malestar de las personas trans está en su cuerpo, y que la solución pasa por transformarlo. Su reflexión es pertinente tanto para personas trans como cis[1], cristianas o ateas, ya que nos invita a repensar la relación que tenemos cada un* de nosotr*s con nuestro cuerpo, y cómo incide el entorno para que esa relación sea, o no, conflictiva. Así que agradezco a Miquel Missé que haya accedido a esta entrevista.

¿Cuándo y por qué nace la idea de escribir este libro?

En primer lugar, muchas gracias por tu interés en mi trabajo y por planear estos debates en la comunidad cristiana LGTB. En cuanto al libro, parte de la sensación de que estamos en plena avalancha de referentes trans en los que a veces echo de menos discursos más críticos con la normatividad de género y corporal. El libro quiere abrir debates para enriquecer las políticas trans

En el último párrafo del epílogo dices que el “libro está escrito desde una profunda contradicción, por alguien que no vive su cuerpo como una fiesta sino como una lucha”. No se si sabes que esta frase te la pueden comprar much*s cristian*s que tienen una concepción negativa del cuerpo.

¡Muchos cristian*s y muchos ate*s! Honestamente, creo que sería muy potente establecer alianzas y diálogos entre personas que tenemos tensiones a la hora de habitar nuestros cuerpos, es una cuestión que atraviesa a buena parte de la gente. Pero sí, tal como escribo en el epílogo, en mi vida mi cuerpo no ha sido una fiesta, pero la clave está también en elaborar un relato que nos sirva para gestionar esas tensiones y sobre todo no culpabilizarnos sino pensar colectivamente cuales son las estructuras que alimentan esos estigmas para transformarlas (o erradicarlas).

Hay momentos en el libro en el que se hace patente dicha contradicción, por un lado afirmas: “Siento la extraña sensación de que me han robado el cuerpo”, por otro: “Probablemente, el principal ladrón de mi cuerpo haya sido yo mismo”. ¿Qué hay detrás de ambas afirmaciones?

La sensación de una contradicción que es para mí el núcleo de la política trans. Por un lado, intento señalar que una serie de discursos y marcos han alimentado la idea de que nuestros cuerpos no estaban bien. Y eso es injusto. Pero, por otro lado, queremos que nos dejen modificar el cuerpo con libertad y que no nos pidan todas esas explicaciones, diagnósticos, etc… Las dos cosas son importantes  y se dan al mismo tiempo.

El “robo del cuerpo” ¿Es algo que únicamente tiene que ver con las personas trans? ¿O también afecta a las personas cis? ¿Puedes ponernos algunos ejemplos?

El robo del cuerpo es una metáfora que yo propongo porque a mi me sirve, pero que no está pensada para la gente trans exclusivamente. Es más, muchas personas trans no la comparten. Es una metáfora para compartir con quien le sirva y le proporcione sentido. Algunos otros ejemplos que me vienen a la cabeza tienen que ver con la gordura, la diversidad funcional, los cánones de belleza y todas las presiones estéticas que establecen los límites de la fealdad y la belleza, lo monstruoso y lo humano. En nuestra sociedad muchísima gente habita cuerpos que odia y eso es para mí un problema político de primer orden.

Sorprenden algunas de tus afirmaciones, como por ejemplo cuando dices que “nadie nace transexual”. Muchas entidades cristianas que predican la transfobia se apoyan en mensajes como este. Si no se nace transexual, ¿cómo se llega a serlo?

Me gusta que me hagas esta pregunta. Demasiadas veces el marco de nuestros adversarios políticos acaba configurando el nuestro. Que algunos discursos tránsfobos utilicen ese argumento no me hace cambiar el mío. Básicamente porque el camino para llegar a la idea no tiene nada que ver en cada caso. Yo creo que sentirse hombre o mujer, o sentir el deseo de transitar en el género no se explica por la biología sino por los significados culturales que se atribuyen a cada cuerpo.

Las asociaciones de familias de menores transexuales parece que tienen un discurso diferente. ¿Cómo crees que sería más útil aproximarse a los malestares de género en la infancia y la adolescencia?

Creo que la cuestión de la diversidad de género en la infancia es un reto para muchas familias que están luchando para acompañar a sus hij*s con las herramientas que tienen. A mí lo que me interesa es contribuir precisamente a que haya más herramientas y discursos complejos que vayan a la raíz. En relación a pensar el género en la infancia, creo que no es muy buena idea partir de lógicas esencialistas que señalarían que está muy claro lo que es sentirse niño o niña, y qué expresiones y comportamientos son indicadores de cada cosa. Pienso que la gran oportunidad de la infancia es que es más rica y menos rígida que la adolescencia. Y tenemos que cultivar eso y no trasladar la normatividad adulta a la infancia. Lo difícil es encontrar la manera de hacer eso. Pero la encontraremos 😃.

Dices en tu libro que hay que explicarles a los niños y niñas trans que ser trans tiene cosas maravillosas. Supongo que podrías escribir otro libro para contestarme, pero brevemente, ¿qué cosas maravillosas les explicarías tú?

Ser trans te da una oportunidad única para experimentar cómo funciona el enorme edificio del binarismo de género: descubrir ese engranaje por dentro puede resultar muy doloroso porque un* se siente muy outsider de ese sistema, siente que está fuera. Pero a la vez, es un enorme aprendizaje, sobre uno mismo, sobre la fragilidad de las estructuras sociales que nos rodean, sobre la autoestima y cómo ésta depende también de la mirada del otro, sobre el amor y el deseo. Ser trans es una experiencia de conflicto, pero también es una enorme riqueza. A mí me ha aportado una mirada sobre nuestra realdad social que considero enormemente valiosa.

Eres muy crítico con las nuevas imágenes que los medios de comunicación están dando sobre las personas trans. ¿Dónde está el problema?

En primer lugar, quiero decir que la emergencia de nuevas formas de representar el hecho trans es en sí mismo la prueba de que hemos entrado en un nuevo capítulo de la política trans. En segundo lugar, creo que el trabajo del activismo trans es estar atento a este boom de representaciones y alimentar marcos de pensamiento crítico para leer estos discursos. Es ingenuo pensar que cualquier forma de representación trans es positiva, lo trans como muchas otras minorías, puede ser instrumentalizado al servicio de muchas causas. Es decir que puede haber representación trans conservadora o progresista, esencialista o crítica. Y es importante analizar todo eso.

Hablas mucho de tu familia, de colectivos trans…de alejar la experiencia trans del individualismo y la soledad. Esta entrevista la leerán muchas personas cis que forman parte de iglesias y entidades cristianas que creen también en la importancia de la comunidad, ¿qué cosas crees que pueden hacer para que las personas trans que forman parte de ellas, o que se acercan a ellas, vivan empoderadas y con un concepto positivo de su cuerpo?

Imagino que muchas de estas comunidades ya lo están haciendo, pero básicamente es de sentido común, acompañar a una persona a iniciar una transición tiene que ver con escuchar, con ponerse en el lugar del otro, con asumir la incerteza del proceso y no empujar a la persona trans en direcciones que esta persona necesita meditar con tiempo, y sobre todo expresar que el amor está garantizado pase lo que pase, que la transición y sus ritmos no condicionan el amor de los demás. Pero, sobre todo, me parece que la clave es como la experiencia de la gente trans nos sirve para transformar nuestra forma de pensar el cuerpo, la identidad, el deseo.  O sea, no solo como ir de lo cis a lo trans sino como lo trans llega a lo cis y qué riquezas aporta.

Muchas gracias Miquel por tus respuestas,

Entrevista realizada a Miquel Missé por Carlos Osma

[1] Personas no transexuales.

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“Damares Alves y la princesa lesbiana de Frozen”, por Carlos Osma

Lunes, 17 de junio de 2019
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ElsaDe su blog Homoprotestantes:

Cuando hace unos meses la ministra brasileña del Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves (que además ha sido pastora evangélica), afirmó que “los niños visten de azul y las niñas visten de rosa”, me robó el corazón. Para quienes nos dedicamos a las matemáticas sabemos que son mágicas aquellas cosas que son irreductibles, básicas, elementales… Pues un cerebro con esas características debe tener la señora Alves. ¡No me digan que no es interesante! Lo más maravilloso de todo, lo que ha acabado incluso por arrebatarme mi pequeño cerebro compuesto por más de una neurona (una lástima, nadie es perfecto), ha sido  el comentario que hizo en su última predicación del domingo pasado, que venía a decir algo así como que Elsa (la princesa de Frozen) es lesbiana, y que con ella se está intentando abrir una brecha en la cabeza de las niñas de tres años para que acaben soñando con una princesa. No como la señora Alves, que cuando tenía tres años soñaba que un príncipe la venía a salvar del castillo en el que vivía recluida.  Aunque a algunos nos haya escandalizado un deseo tan prematuro, me alegro de que su sueño se haya cumplido y que el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro la haya sacado del anonimato de la torre evangelical en la que vivía, y nos la haya regalado al común de los mortales para disfrutar de las afirmaciones más elementales que se pueden hacer con un cerebro humano.

Y es que, si algo tiene la heterosexualidad de Damares Alves (desconozco si es únicamente su heterosexualidad, si es la de la población evangelical, o si es una característica que azota a cualquier heterosexual), es que es muy inestable. Cualquier atisbo de diversidad, no solo la amenaza, sino que puede acabar con ella. Menos mal que la familia Alves educó a su hija Damares viendo dibujos como dios manda: Caperucita, Blancanieves o La Bella Durmiente. No cabe duda que de no haber sido así, la ministra hubiera acabado cual Martina Navrátilová dando raquetazos a diestro y siniestro. Me pregunto por qué la homosexualidad no será así… Por qué después de habernos tragado todas las películas de Tarzán no perdemos la cabeza por Jane. O incluso por qué hay personas que tras el electroshock siguen sin adquirir el estado divino de la heterosexualidad. ¿Será que la brecha que un día se abrió en nuestra cabeza después de tomar la última papilla es irreversible? ¿Será que únicamente se puede abrir esa brecha en la cabeza en niñas heterosexuales indefensas? ¿O quizás las brechas son efectivas exclusivamente en caso de cerebros elementales como el de la ministra? No lo tengo muy claro, abro aquí un debate entre mis lectoras para que compartan su opinión.

Soy uno de los padres que tuvo que llevar a sus hijas al cine para ver Frozen, que les regaló una entrada para el musical, que les compró el vestido maravilloso de Elsa (sí, ese que algún que otro compañero de clase se acabó poniendo para subir a la mesa de mi comedor y cantar, “¡Suéltalo!”). El que se sabía la banda sonora de la película de memoria porque era lo único que se podía escuchar durante meses cuando íbamos en el coche. Y por mis “bemoles” que no me había dado cuenta que aquella Elsa que en medio de la nada y envuelta por el viento y la nieve cantaba “soy la reina de un reino, de aislamiento y soledad”, era tan lesbiana como mi prima Berenice. Y es que si ahora tarareo la canción desde esta perspectiva entiendo mejor aquello de “no dejes que sepan de ti… no has de sentir, no han de saber” ¡Nuestra princesa Elsa estaba más armarizada que Jodie Foster en El silencio de los corderos! Lamentablemente el grito de “¡Suéltalo!” esconde en realidad una declaración de intenciones, una salida por todo lo alto (que triste) del armario, que acaba con una afirmación nada femenina y que ninguna mujer educada como dios manda puede hacer: “Soy libre y ahora intentaré sobrepasar los límites”. Elsa no es una lesbiana atemorizada, silenciada, atormentada, sino una mujer liberada que se asume tal y como es para gritar “ya no hay reglas para mí, ¡por fin!”. Un despropósito en toda regla, una amenaza para todas las niñas cristianas con cerebros elementales que algún día pueden llegar a ser ministras en gobiernos donde el presidente diga que una diputada no merece ser violada porque es muy fea.

Como quiero lo mejor para mis hijas, es una lástima que la iglesia evangelical de la señora Damares Alves esté en Brasil y no en Barcelona. Sin dudarlo ni un momento las llevaría hasta allí, para que escuchen esos discursos cristianos de verdad que acaban por dejar el cerebro de cualquier mujer reducido a la mínima expresión. No vaya a ser que un día vayan a decirme que son libres para tomar sus propias decisiones. ¡No quiero ni pensarlo! Estoy tan desesperado (mis hijas se hacen mayores muy rápido) que he buscado en Internet y acabo de descubrir en Wikipedia que Damares Alves ha sido pastora en la Iglesia Bautista de la Lagoinha y en la Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular (¡toma ya!). Voy a buscar si en Barcelona estas iglesias tienen alguna sucursal y, como me han dicho que cuantas más palabras tiene el nombre de una iglesia menos neuronas te dejan vivas, voy a empezar por la segunda. Iré yo primero porque últimamente el cristianismo liberal se ha convertido en un virus que infecta a iglesias de todo tipo. No vaya a ser que en vez de decirles a mis hijas que se olviden de Elsa (¡a ver si se pudre la lesbiana esta!), les digan que el cristianismo va más de ser como su hermana Ana que fue a buscarla hasta su palacio de hielo, con su amigo Kristoff y el muñeco de nieve Olaf, para decirle que volviera a casa porque quería estar con ella siempre. ¡Que estupidez! ¿Verdad? Si hubiese hecho eso seguro que se hubiera vuelto lesbiana. ¡Eso de tener más de una neurona hace decir a la gente más de una tontería! Yo me quedo con las palabras de mi querida Damares, ella si que saca partido de su cerebro.

Carlos Osma

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“La cruz y la cama”, por Carlos Osma

Sábado, 15 de junio de 2019
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cruzcamaDe su blog Homoprotestantes:

Cuentan los evangelios que mientras Jesús agonizaba en la cruz las personas que pasaban por delante de tan terrible escenario le decían: “¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!”. Y es que claro, tenían razón, los Hijos de Dios tienen otros sitios más honrosos donde morir: en su cama por ejemplo. Desde entonces hasta ahora, aquellos mensajes inhumanos han cambiado mucho, y ahora los guardianes del orden nos dicen a nosotras que para ser “Hijas de Dios” hemos de descender de nuestras deshonrosas camas, y subirnos a sus maravillosas cruces de neón para que todo el mundo pueda ver lo divinas que somos. No sé, pero tengo la sensación de que para mucha gente el cristianismo es un viaje de la cruz a la cama, o de la cama a la cruz.

Es verdad que podríamos decir que, tal y como se narra en los evangelios, la vida de Jesús fue un camino de la cama a la cruz, o mejor dicho del cajón donde se daba de comer a las bestias en el que su madre lo acostó al nacer, a la cruz del Gólgota donde el poder Romano lo hizo crucificar junto a otros dos malhechores. La cama y la cruz fueron para Jesús dos lugares no escogidos en donde se hizo patente que existía un poder político, pero también religioso, que controlaba su vida de principio a fin. Fue el edicto de Julio Cesar el que motivó que sus padres tuvieran que viajar hasta Belén, y fue la condena del Gobernador Poncio Pilato la que le llevó hasta el Gólgota.

Las camas y las cruces de las personas LGTBIQ son lugares donde los poderes patriarcales y LGTBIQfóbicos nos sacan y nos meten a conveniencia. Si nos mantenemos en silencio nos crucifican, si lanzamos gritos de dolor al infinito, nos vuelven a crucificar. En ese lugar, en el Gólgota, donde nos llevan a la fuerza tras golpearnos toda la vida con sus látigos de cuero negro, nos levantan para mostrar nuestra caricatura al resto del mundo y para exponer de una forma deformada quienes somos. Allí, en cada una de las cruces que decoran sus iglesias, nos cuelgan todos los días junto a otras malhechoras. Y lo hacen mientras nos invitan a bajarnos de ellas y comportarnos como “Hijos de Dios” en alguna de sus terapias reparativas. Pero si por el contrario hemos decidido ser felices y alejarnos de sus cruces sangrientas y sus terapias diabólicas, entonces nos sitúan en la cama, y allí nos representan como depravadas sexuales que se dejan llevar por sus instintos. Ya no somos cuerpos deformes, sino puro sexo, animales salvajes y nada más. De la cama a la cruz, o de la cruz a la cama. Un círculo enfermizo nacido de mentes que no pueden estar muy sanas.

Lo interesante de Jesús es que fue consciente de la existencia de poderes que le querían condicionar, a él y al resto de seres humanos que tenía a su alrededor. Poderes que en su época se podían denominar demoníacos, pero también otros que tenían nombres propios. Y ante ellos, no optó por bajar la cabeza, no escogió ni la cruz ni la cama como lugares donde vivir ante el resto del mundo, sino los espacios en los que era necesario hacer oposición activa a cualquier poder que limitaba la libertad y la vida de las personas. Por eso me resulta tan difícil entender el cristianismo de tanta gente que no choca nunca con los poderes que pretenden condicionarlas, que les van chupando la sangre hasta dejarlas sin vida. Personas que no han escuchado a nadie merodeando en sus camas y diciendo que se puede hacer en ellas, o que jamás han visto la vida desde lo alto de una cruz hecha a su medida.

No hay otra forma para salir de la falacia que va de la cama a la cruz y de la cruz a la cama que seguir el ejemplo de Jesús, de todos aquellos momentos de su vida que él si escogió y que no le fueron impuestos de una manera absoluta. La cama y la cruz no son lugares que debamos evitar, por razones bien diversas nuestras vidas se componen también de ellos. Pero no únicamente de ellos. Lo que determina quienes somos, no está ahí, sino lo que nos lleva hasta ellos, y cómo hemos sido capaces de luchar contra esos poderes para ser más libres. Yo diría que verse a uno mismo en el prójimo, y al prójimo en uno mismo, fue el motor que sí podría definir la vida de Jesús. Ese fue el poder al que él sirvió, más allá del resto de poderes que como a cualquier mortal lo influyeron y condicionaron. Y ese, el prójimo, es el lugar que da sentido al cristianismo y que nos puede alejar de esos círculos absurdos que se construyen entre nuestras camas y nuestras cruces.

A Jesús se le expulsa de la cama, y no tanto por motivos históricos, sino porque lo que podría ocurrir en ella a la mayoría de la gente le parece poco divino, y se le sube a una cruz donde demostrar con su sufrimiento que fue fiel al mandato de su Padre. No sé lo que ocurre, o no ocurre, en la cama de estas personas para pensar de esta manera. Pero también hay veces que se le baja de la cruz a marchas forzadas porque el fracaso es demasiado desestabilizador para teologías infantiles, y se le lleva solo y envuelto en una sábana hasta la cama que será el sepulcro donde resucitará milagrosamente. Me pregunto qué vidas tan naifs tienen estas personas que son incapaces de integrar el fracaso en sus teologías.

La cama y la cruz de Jesús, y también las nuestras, son lugares vigilados por poderes que nos controlan y pretenden condicionarnos de manera absoluta. Y el mensaje de vida de Jesús es que podemos resistirnos a ellos, aunque a veces nos venzan y dejemos entrar en nuestra cama ideologías de muerte, o en nuestras cruces teologías sin experiencia. El sentido que tienen nuestras cruces y nuestras camas no se encuentran en ellas mismas, sino en lo que ocurre entre ambas. La cuna de Belén y la cruz del Gólgota solo pueden entenderse a través de la vida de Jesús, de su implicación en la vida de muchas personas que eran los daños colaterales de normas y leyes divinizadas por poderes con intereses demasiado humanos. Es en la vida compartida con el prójimo donde se puede percibir que la liberación, la salvación, es el origen y la meta de la fe cristiana. Es desde allí desde donde acabaremos con los poderes que quieren someternos. Sin prójimo, ni cama ni cruz tienen sentido.

Carlos Osma

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“Will Graham, tranquilo, coja aire y cuente hasta cinco”, por Carlos Osma

Lunes, 29 de abril de 2019
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banksyDe su blog Homoprotestantes:

Hermano Will,

Ayer leí su artículo “No, no, no, Jesucristo no era marica” en el Magacín de Protestante Digital, y finalmente he decidido dar mi opinión sobre su campaña de acoso tras la publicación de mi libro “Solo un Jesús marica puede salvarnos”. Personalmente no le conozco, no tengo ni la más mínima idea de quién es usted, la primera vez que escuché su nombre fue hace unos meses cuando promovió también un boicot contra la Editorial Clie utilizando la revista Protestante Digital. Me reitero, no le conozco personalmente, así que lo que le voy a decir ahora tiene que ver con la imagen que proyecta en la red, que no sé si se corresponde con la realidad. Y se lo voy a decir como se lo diría a mi propio hermano porque, aunque me pueda gustar más o menos, el Dios que reveló el Jesús marica al que yo sigo nos ha hecho hermanos a usted a mí.

Tiene razón cuando afirma en su artículo que soy profesor de matemáticas, así que se puede imaginar que estoy acostumbrado desde hace años a trabajar con adolescentes, y tengo que decirle que su comportamiento desde que “Solo un Jesús marica puede salvarnos” salió a la luz, me recuerda demasiado a las pataletas que tienen algunos de mis alumnos cuando las cosas no se hacen como ellos quieren. Suele pasar con alumnado que tiene una alta autoexigencia, una mínima capacidad de frustración, y una absoluta incapacidad para ponerse en el lugar de los demás. Son alumnos a los que se les ha consentido todo, y que están acostumbrados a mirar a los demás por encima del hombro. Adolescentes en realidad inseguros porque, o no han recibido el amor que merecían, no les han puesto límites claros cuando eran niños, o ambas cosas.

No le ha gustado el título de mi libro, lo entiendo, tranquilo, coja aire y cuente hasta cinco. Hay muchas cosas en el mundo que seguro no le gustan, si quiere ser constructivo láncese a leer otros libros, o puede escribir usted el suyo propio (a lo mejor ya lo ha hecho, disculpe, pero como le he dicho, no le conozco de nada) y explicar porqué no se puede aplicar el término marica a Jesús (aunque le recomiendo que se informe antes, por sus comentarios he de decirle que no tiene ni idea de lo que puede llegar a significar, ni para qué lo utilizo yo en mi libro). Si no quiere seguir regodeándose en lo superficial y anecdótico, pero por alguna razón está interesado en seguir hablando de “Solo un Jesús marica puede salvarnos”, le invitaría a leérselo para después poder hacer una crítica consistente y madura. Mi libro creo que es valiente, pero estoy convencido de que no es perfecto. Mucha gente me escribe para darme las gracias y decirme lo que le ha aportado, otras para preguntarme o pedirme aclaraciones (aprovecho para decirle que si le ofendía el título del libro podía haberme escrito un mensaje antes para preguntar, y le hubiera explicado las razones. Mi correo es público homoprotestantes@gmail.com, somos personas adultas nunca me he escondido de nadie).

Reitero que me parece correcto que exprese su opinión sobre el título de mi libro, pero me parece que debería reconocer que se ha excedido en su crítica. Llamar al boicot de una librería cristiana, ya no estoy hablando de una gran distribuidora, sino de la librería con la que una persona se gana la vida dignamente, porque tiene a la venta “Solo un Jesús marica puede salvarnos”, puede usted justificarlo como quiera, pero si de verdad cree en ese “amado Señor” al que apela en su último artículo y le queda una mínima empatía, sabe muy bien que no está bien lo que ha hecho. Y le diría que todo el mundo comete errores, pero hacerse la víctima no es el camino, al menos el del Jesús marica al que yo sigo. El mío le diría que cogiera el teléfono y llamase a dicha librería para preguntar cómo han vivido el boicot, seguro que después acabará por darse cuenta de que les debe una disculpa, privada, pero también pública.

No le puedo decir que me entristece que Facebook le haya censurado su página, creo en realidad que tardó demasiado en hacerlo, los mensajes de odio no deberían tener espacio en las redes sociales. Imagino que no estará de acuerdo con esta manera de calificar sus mensajes, pero para que entienda a qué se refiere la mayoría de la población cuando utiliza esta expresión, se lo explicaré poniendo como ejemplo su artículo de ayer. Si dice que Dios no acepta ninguna relación sexual fuera del matrimonio heterosexual, está dando una opinión (al utilizar la palabra heterosexual creada a finales del sigo XIX para hablar sobre la Biblia, algunos opinamos también que demuestra cierta ignorancia), sin embargo, cuando afirma que “cualquier tipo de relación sexual fuera de los confines del matrimonio heterosexual está bajo la ira de Dios”, le da un matiz violento que puede leerse como una amenaza.  Si dice que Cristo guardó la ley, está dando una opinión (para mi manera de entender bastante sesgada, y que sigue delatando cierta ignorancia sobre la Biblia), pero si afirma que “Cristo abrazó la enseñanza del Dios Padre tocante a la homosexualidad revelada en las escrituras”, después de decir que esa enseñanza es “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos [1], y no lo matiza de ninguna forma, entonces estamos hablando de un claro mensaje de odio. Triste, aunque no sorprendente, que se haga en una revista que se dice cristiana, como Protestante Digital. Con ese texto con el que me amenaza, ha sufrido mucha gente, y ha servido para justificar el asesinato de muchas otras. Cualquier persona con un mínimo de empatía, se da cuenta de que esto es inaceptable.

Habla de falsos Cristos en su artículo de ayer, y estoy convencido de que en cualquiera de nuestros Cristos hay mucho de falso. Para usted la palabra marica convierte en falso al Jesús al que yo sigo. Tengo que decirte que la falta de amor es lo que convierte para mí en falso al suyo. Únicamente utiliza dos veces la palabra amor, una para decir “amado Señor” y otra para exclamar “¡Te amamos, Señor Jesús!”, si se fija siempre referidas a un Jesús abstracto, divino, lejano… Y sin embargo su comportamiento real en estas últimas semanas ha mostrado una absoluta falta de amor fraterno. No únicamente conmigo, sino con mucha gente a la que ha intentado hacer daño, escondiéndose tras el celo de un Dios lleno de ira. Pregúntese qué parte de sí mismo ha puesto en ese Dios, y a qué se debe tanta ira. Mi Jesús marica revela a un Dios que pone el amor por delante de la ira, por delante de la ley, por delante de mis inseguridades… Mi Jesús marica recela siempre de los que dicen que aman a Dios, pero se comportan de manera injusta con sus hermanos y hermanas. Mi Jesús marica le diría, y con esto acabo, algo parecido a: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” [2].

Carlos Osma

[1] Lv 20,13

[2] 1 Jn 4,7-8

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“No nos ha salido un papa raro “, por Carlos Osma

Miércoles, 17 de abril de 2019
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papaDe su blog Homoprotestantes:

Creo, como el papa Francisco afirmó en el programa Salvados de la Sexta, que las tendencias no son pecado, y por tanto (a partir de aquí es deducción mía) si una persona tiene tendencia a la LGTBIQfobia no está pecando, que el pecado (y disculpar por utilizar una palabra con un pasado tan sangriento) está en la práctica. Es decir, que lo encontramos cuando actuamos, de pensamiento, palabra y obra de una forma LGTBIQfóbica. Quienes hayan escuchado el resto de la entrevista podrán valorar ellas mismas si el papa Francisco está o no cometiendo un pecado con las personas LGTBIQ. Y después, tendrán más herramientas para juzgar si su discurso da, o no, cobertura a las terapias para “curar la homosexualidad” que impartía el obispado de Alcalá de Henares en Madrid y que ha destapado eldiario.es.

La palabra destapar es muy grandilocuente, y queda muy bien en los medios periodísticos, pero cualquier persona medianamente informada sabrá que estas terapias pseudocientíficas, pseudocristianas, y nefastas para la identidad (y la vida) de tantas personas LGTBIQ, son habituales en los entornos cristianos. Digo cristianos, en general, porque los evangélicos también tienen papas que, a su lado, hacen parecer a Francisco un feminista queer de extrema derecha. Y quienes creemos que un Jesús marica salvaría a muchos niños y niñas de la LGTBIQfobia de sus familias, de sus iglesias, y sobre todo de estas terapias demoníacas, sabemos también que únicamente considerar delito la LGTBIQfobia no logrará eliminar el problema (aunque evidentemente deba considerarse así, para que cada cual asuma lo que ha hecho), se necesita urgentemente una ley de educación que incluya la diversidad en los currículos educativos y empodere a los menores. Cualquier solución que no pase por una ley de estas características, es simplemente un brindis al sol, puro marketing político.

No debemos poner a todos en el mismo saco, y hay una parte del cristianismo en cualquiera de sus expresiones, para el que la diversidad sexual y de género es una forma más de la manifestación de una divinidad diversa que nos crea a todas y todos a su imagen y semejanza. Pero también hay que decir que estamos hablando de una minoría, y que mayoritariamente el cristianismo no solo es LGTBIQfóbico, sino que piensa que es la única forma posible de ser del cristianismo. Dentro de este gran grupo, tenemos a uno muy pequeño al que no le importa decir claramente que las personas LGTBIQ hemos de arder en el infierno y que lo mejor que se puede hacer con nosotras es expulsarnos de las iglesias. Pero el grupo más grande de la mayoría homófoba de las iglesias, es lo suficientemente inteligente para saber que este discurso choca con el mensaje de amor cristiano. Ninguno de estos cristianos, ni de estas iglesias quieren llevar colgando el sambenito de LGTBIQfóbicos, y tienen que buscar soluciones más o menos imaginativas a esta evidente contradicción que no les deja en buen lugar. Por poner un ejemplo, ¿te imaginas que eres una responsable de ConMisHijosNoTeMetas en España y tienes un hijo gay? Si eres incapaz de poner a tu hijo por delante de tu homofobia, es decir, si eres incapaz de seguir a Jesús: ¿qué harías para poder seguir considerándote una buena madre y una buena cristiana?

Decía el estribillo de la canción de una prima mía, que la solución está en Jesús. Yo añadiría en un Jesús marica, pero como esto suena muy irrespetuoso para los cristianos LGTBIQfóbicos de bien, parece ser que la solución está en un psicólogo o psicóloga que intente formatear el disco duro de menores “raros”. Las terapias reparativas son la oración de muchas iglesias, padres, madres, hermanos y hermanas, para no tener que enfrentarse a sus contradicciones, a su incapacidad de escuchar al Espíritu diciéndoles que a lo mejor la Biblia no debe interpretarse así, que es posible que las relaciones sexuales de dos personas del mismo sexo también estén abiertas a la vida (al menos a una vida mejor que la de quienes viven torturados en una continua represión), o que Dios nos hizo mujeres y hombres, no nuestros genitales. Son oraciones para hacerlos sentir buenos, oraciones de gente incapaz de conmoverse al ver el sufrimiento que están infringiendo a quienes se supone que más quieren (¿o solo se quieren a ellos mismos?). Es la manera de eludir la responsabilidad, de no dejarse interpelar por aquello que no esperan, es la manera de coger todas sus contradicciones y cobardías y colgárselas a un niño o una niña para que sea el culpable de todo. La responsabilidad del rechazo ya no será de la iglesia, del padre, de la madre, del hermano o de la hermana, la responsabilidad es de la niña que no logrará cambiar quien es con una terapia que le marcará para toda la vida. La niña o el niño “raro” habrán elegido que se les margine, insulte y desprecie… No su familia, ni su iglesia, que le llevaron con amor a la consulta de un “especialista”.

Por todo esto las terapias de reconversión son tan habituales en los entornos cristianos, esa es la razón por la que un señor vestido con una gran falda blanca, les dice con una voz angelical a las familias cristianas en una entrevista de La Sexta que no deben echar de casa a una persona que tenga “tendencia” homosexual, pero que si ven que su hijo es pequeño y muestra “síntomas raros” conviene que le lleven a un psicólogo por si todavía se puede hacer algo. Porque él es bueno, y también los padres y las madres cristianas, ellos no son LGTBIQfóbicos, el problema está en el niño o niña “raro”. Siempre es más fácil culpabilizar a los más débiles. Yo pensaba, quizás por seguir a un Jesús marica, que era haciéndonos como uno de estos niños que podríamos entender el reino. Lamentablemente, no nos ha salido un papa raro. Lamentablemente, tampoco tenemos muchas iglesias evangélicas raras. Sigue siendo todo tristemente normal, olvidando aquello de que: “cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe” (Mt 18,5).

Carlos Osma

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“Iglesias, abusos y hashtags absurdos”, por Carlos Osma

Lunes, 1 de abril de 2019
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microphone-1209816_1280De su blog Homoprotestantes:

La cumbre vaticana sobre pederastia acababa el pasado 24 de febrero dejando de nuevo una gran decepción entre las víctimas que esperaban algo más que palabras y buenas intenciones. Miguel Hurtado, portavoz español de la Organización Global de Víctimas ECA (Ending Clergy Abuse) afirmó tras conocerse las conclusiones de la cumbre que: “El papa Francisco ha dado un guantazo a todas las víctimas de pederastia que hemos venido de los cinco continentes para pedir explicaciones. Se ha pasado la mitad del discurso hablando de los abusos fuera de la Iglesia. A nosotros nos abusaron dentro de la Iglesia, eran sacerdotes, monjes, profesores católicos. Esperábamos una respuesta que no nos ha dado”.

Dos días después, un tribunal australiano ordenaba detener al cardenal católico George Pell que había sido declarado culpable de violar a un menor (y por otros cuatro cargos de abusos). George Pell era ni más ni menos que el número tres del Vaticano e incluso estuvo en las quinielas en la última elección papal. Su abogado Robert Richter, en su defensa, comentó que el incidente con el menor había durado pocos minutos y que no fue premeditado, sino producto de un impulso, “un simple caso de penetración sexual convencional en el que el niño no participa voluntaria ni activamente”. Al leer las declaraciones de Robert Richter, yo me pregunto: ¿Quién paga a este abogado? ¿La Iglesia católica? ¿De verdad que el cardenal George piensa que está es la mejor defensa que tiene? ¿Era esta la idea de justicia, de trato con las víctimas, que hubiera promovido si hubiera llegado a ser papa? ¿Esta es la moralidad que se necesita para ser papable? ¿Cuántos George Pell había en la cumbre vaticana sobre pederastia que no llegó a una conclusión que pudiera satisfacer a las víctimas?

El tema de la pederastia dentro de la Iglesia católica es un drama que no tiene que ver únicamente con esta confesión cristiana, ya que es evidente que los controles educativos a instituciones escolares que pagamos toda la población con nuestros impuestos (independientemente de lo que creamos o dejemos de creer) no parece que hayan sido los más adecuados, (como tampoco lo fueron en el caso de bebés robados en centros médicos que pertenecían también a esta iglesia). Actualmente la sociedad está más sensibilizada ante estos dramas y espera algo más que buenas intenciones y palabras huecas, tanto de la Iglesia católica como de los Estados donde se han producido los abusos a menores. ¿Qué hubiera ocurrido si los casos de pederastia a este nivel hubieran ocurrido en otro entorno? Evidentemente la respuesta hubiera sido otra. El tema del silencio en los casos de abusos a menores tiene que ver tanto con el poder del adulto que ejerce sobre un menor, como del poder de la Iglesia católica sobre los Estados. Que en Estados Unidos (un país donde la Iglesia católica no es mayoritaria) haya 7000 sacerdotes acusados de abuso, mientras que en España las cifras se mantienen ocultas, no me parece que sea un dato anecdótico.

El jueves pasado la organización #ConMisHijosNoTeMetas España promovió una campaña en redes sociales. Si como la mayoría del mundo no conoces esta organización, probablemente habrás pensado que, al coincidir con la cumbre vaticana, su campaña pretendía defender la vida de los niños y niñas, la libertad que tiene cualquier menor de poder vivir con seguridad en todos los entornos, (iglesia, centros educativos, familia…), animar a denunciar los abusos y maltratos, pedir trasparencia a la Iglesia católica e implicación al Gobierno español. Pues no, este movimiento tan sensibilizado con la infancia, y con su protección, pretendía que sus seguidoras y seguidores denunciaran en las redes sociales la demoniaca, y por tanto inexistente, ideología de género que están recibiendo sus hijos en los centros educativos. Una de estas acciones consistía en utilizar el hashtag #ConMisHijosNoTeMetas en las redes, y otra en cambiar la foto del perfil de Facebook, Twitter, Instagram o WhatsApp por una imagen que denunciara al gigante de la Ideología de Género (aquí lo pongo en mayúsculas para que parezca más importante y de algo más de miedo). La verdad es que no consiguieron su propósito, al menos en Twitter, porque no aparece en la lista de los 100 trendings topics de ese día, algo que sí hizo #XavierArzalluz #Stoptonterias o #LeyLGTBIya. Y aunque no tengo ningún dato, creo que tampoco tuvieron mucho éxito con el cambio de la foto del perfil porque, aunque no sirva como prueba, de las personas que conozco en mis redes sociales únicamente una se sumó a la iniciativa en WhatsApp.

Lo sorprendente es que esta mujer que cambió la foto del perfil, y con la que hace tiempo no tengo relación debido a su homofobia, hace más de cuarenta años tuvo que enfrentarse a una situación muy complicada en su familia: su hermano, que era el pastor de una iglesia evangélica, abusó de unas niñas, y no de unas niñas cualquiera, sino de las hijas de otra de sus hermanas. Y tras reunirse varias personas, entre las que se encontraba esta mujer, con el pastor-hermano-abusador, en vez de ponerle un cartel que dijera #ConMisSobrinasNoTeMetas, se decidió que la mejor solución era el silencio. Sacarlo a la luz podría producir males peores, el padre de las niñas podría matar al pastor-abusador, dijeron. Pero la verdadera razón del silencio fue otra, tenían miedo a que el testimonio de la iglesia evangélica de esa ciudad, por la que tanto habían luchado en momentos tan difíciles, quedara desacreditado para siempre. Tenían miedo también a perder la posición que cada uno de ellos y ellas tenía dentro de aquella iglesia que pensaban quedaba amenazada por la Verdad (esta sí en mayúsculas). Así que lo mejor para el evangelio, lo mejor para el pastor-abusador, y lo mejor para la iglesia evangélica, fue el acuerdo de que todas y todos se callarían si el pastor-abusador no volvía a repetir los abusos. Evidentemente ese acuerdo tan satisfactorio para las partes, no lo fue para las víctimas, y todo el mundo prefirió mirar hacia otro lado y no saber si se siguió respetando con esas niñas, o con otras.

En todas las iglesias hay intereses que van más allá de los que nos atrevemos a reconocer, y mucha gente dispuesta a todo por defender el testimonio y la credibilidad de “su iglesia”, así como la silla que ocupan dentro de ella. Tras las denuncias, las portadas de periódicos, o los informativos de televisión, únicamente ven el daño que esto hace a su credibilidad. Y al poner la vista allí, la apartan de las víctimas. Ese es el resumen de todo, al mirar sus intereses, o los de la iglesia de la que forman parte (que suelen ser los mismos), se alejan de lo más básico, de lo más humano, del evangelio mismo. Los abusos se dan en todos los entornos, eso es cierto, pero encubrirlos en nombre de Dios es repugnante, diabólico e indecente. Propongo que las iglesias organicen otro tipo de cumbres para hablar sobre abusos, y que en esas cumbres únicamente hablen las víctimas, que sean ellas las que saquen a la luz la verdad, y propongan las soluciones que consideran justas. Únicamente poniendo en el centro a quienes padecieron los abusos, el silencio y la negación, se resolverá de verdad esta lacra. Lo importante no son las instituciones, ni cómo les afectará que la Verdad salga a la luz, lo esencial, lo decente, lo humano, es responder con celeridad a las demandas de las víctimas.

Carlos Osma

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“Personas LGTBIQ: el nuevo filón evangélico”, por Carlos Osma

Miércoles, 13 de marzo de 2019
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man3De su blog Homoprotestantes:

Si no hubiera personas LGTBIQ en las iglesias, habría que inventarlas, o por lo menos convencerlas para que se apuntaran a alguna y se dejaran torturar en nombre de dios. Y es que la historia confirmará que al comienzo de este siglo somos nosotras las que más influencia tenemos en las principales instituciones cristianas. Aunque oficialmente no hay personas LGTBIQ dentro de ellas, porque supuestamente ambas naturalezas son como el agua y el aceite, la realidad es que estamos por todas partes. Si no fuera porque se nos percibe como una amenaza, casi llegaría a afirmar que somos el Espíritu Santo… Nos intuyen, saben que estamos, pero nadie puede (quiere) vernos. La realidad es que a nuestra costa se ha construido un relato de terror, de sospecha, que hace que muchos crean que podemos aparecer en medio de la noche para hacer alguna monstruosidad a algún despistado o a alguna dulce doncella. Somos las brujas del siglo XVI, los masones del XVIII, somos vampiresas y hombres lobo. No existimos (o eso dicen), pero les quitamos el sueño.

Ya sé que con eso de las vampiresas y los hombres lobo se me ha visto demasiado la pluma romántica porque, como decía al principio, en realidad somos un filón inagotable para nuestras iglesias. Se montan foros, aquelarres para decir quién es realmente evangélico y quién no a nuestra costa. La identidad evangélica ya no la define el evangelio, ni siquiera la Biblia, ni la actitud hacia los demás o la implicación por hacer un mundo mejor… La identidad evangélica la definimos nosotras y nosotros con nuestra manera de amar, de contonearnos, de vivir nuestro cuerpo. Y dependiendo de lo que unas personas piensen sobre lo maravillosos o detestables que son nuestros polvos divinos, se puede afirmar si son, o no son, realmente evangélicas. ¡Vamos, que nuestros coitos, efímeros y placenteros, son la prueba del algodón de su identidad! No sé si Lutero y Calvino, o mas cercanos a nosotras, Casiodoro de Reina y Pere Galès, sabían de la importancia que nuestros placeres, identidades y formas de vivir el cuerpo, acabarían por tener en las comunidades evangélicas. Imagino que no, y habría que decir que si lo hubieran previsto el movimiento evangélico en vez de estar dividido en infinitas denominaciones, lo estaría en únicamente dos (o como mucho tres si contamos a los indecisos): los que detestan los lechos ardientes en los que bisexuales, lesbianas, gais y trans practicamos sexo hasta la extenuación, o los que los respetan (o incluso tienen curiosidad). Vamos, que lo más lógico es que ahora en vez de preguntar a los nuevos conversos aquello de: “¿crees en Jesús como tu salvador?”, hay que preguntar otro tipo de cosas: “¿qué es para ti una mujer? ¿y un hombre? ¿qué opinas del sexo anal? ¿son aceptables las relaciones sexuales entre dos mujeres si no hay un dildo de por medio?” Y en vez de educar a las niñas y niños cristianos para que sean ejemplares y se comporten de forma respetuosa en el colegio con sus compañeras y profesores, ahora hay que darles una carta para que entreguen a su tutora en la que diga que si toda la educación que reciben no es heterocentrada, patriarcal, cisgénero y paleolítica, pues las familias super cristinas se reservan el derecho de imponer las correspondientes acciones legales. ¡No me dirán que las personas LGTBIQ no hemos revolucionado la manera en la que los evangélicos damos testimonio público de nuestra fe! Creo que no exagero si afirmo que actualmente somos el verdadero motor de transformación eclesial, y digo más, hacía siglos que un colectivo no había aportado tanto a nuestras iglesias.

Esto último, lo de necesitar abogados que defiendan a las niñas y niños de una educación que supuestamente no respeta la (falta de) educación sexual, y la manera en la que sus familias quieren (intentan obligar) que sus hijas e hijos entiendan su cuerpo, es un nuevo filón que las iglesias han encontrado y que no van a dejar escapar. Y es que aquí entramos en otro elemento determinante que les aportamos, y no es otro que el económico… Seamos sinceros, si solo sirviéramos para proporcionarles identidad, en tres o cuatro días seríamos desbancadas por otras personas mucho más interesantes que nosotras, pero la razón de ser influencers es que producimos riqueza económica. El mercado LGTBIQ es transversal, no solo creamos puestos de trabajo en la discoteca Diana, en la librería Cómplices o en el hotel Axel, sino que también ofrecemos puestos de trabajo a nuestros hermanos y hermanas en la fe. El psicólogo Martínez puede ayudar a una familia a explicarle a su hijo Juan de cinco años que no es una niña porque tiene esa cosita tan pequeñita que le cuelga entre las piernas, por solo 50 euros la sesión (precio amigo porque van a la misma iglesia), mientras la coach García va dando pañuelos de papel a las cristianas llorosas que le cuentan que se han enamorado de la directora del coro de la iglesia y no saben cómo decírselo a su marido, a 60 euros la caja de pañuelos. Y lo bueno de todo esto, es que como la promesa del cambio es una fábula que tanto el psicólogo, como la coach y sus clientes quieren creerse, estas sesiones se repetirán durante mucho tiempo y darán unos ingresos estables. Luego tenemos a los escritores, teólogos mediáticos, opinadoras, charlatanes y demás, que cobrarán sus libros e intervenciones en las iglesias a precios reducidos. Gracias a estos dinerillos no darán más palo al agua en su vida, y se desconectarán del mundo real donde viven el resto de mortales. Lo interesante es que con sus mensajes de odio, con sus facks news sobre nosotras, ayudarán a que psicólogos y coaches cristianos sigan teniendo pacientes. Tampoco podemos obviar, seríamos demasiado ilusas, que los comentarios y las acciones LGTBIQfóbicas dan puntos en el mundillo evangelical, así que con ese currículum se puede optar después a los mejores puestos de representación remunerados en diferentes instituciones cristianas… Esas que luego organizarán o auspicirán foros de reflexión sobre la verdadera identidad evangélica. Y podemos seguir y seguir con las formas de hacer que fluya el dinero dentro de las comunidades cristianas gracias a que nosotras perdemos la cabeza por David en vez de por Abigail. No hay campo que no pueda ser utilizado para este servicio, con un poco de imaginación cualquiera puede sacar tajada de este filón (de nuestro filón, de nosotras y nosotros, que por definición no existimos). ¿Quién nos iba a decir hace unos años que hasta los tristes abogados cristianos se iban a forrar con nosotras? En verdad, en verdad os digo, que somos una mina.

A las personas LGTBIQ que colaboráis más activamente en el sostenimiento del sistema homofóbico evangelical con los dineros que ganáis con el sudor de vuestra frente, os diría que por muy importante que seáis para su sustento, os planteárais si vale la pena seguir haciéndolo. Llevar una iglesia a cuestas de vuestros cuerpos, deseos e identidades puede ser una carga demasiado grande para vosotras solas. Y en realidad, no os preocupéis tanto por vuestras comunidades porque “a rey muerto, rey puesto”, y seguro que después de vosotras, vendrán otros colectivos que se ofrecerán a descender a las galeras de sus barcos para ser encadenados y remar en dirección a la injusticia. Mejor poner vuestro dinero en otros lugares que os ayuden a aceptaros tal y como sois y os proporcionen al menos una alegría de vez en cuando. En vosotros mismos, por una vez, por ejemplo. O en instituciones que ayuden a gente que tiene problemas de verdad, que sufre por cosas reales como el hambre, la enfermedad o la muerte, y no por discursos infantiles de odio de gente reprimida. Y a los cristianos y cristianas LGTBIQfóbicos que os estáis forrando con nosotras, pues sé que no me vais a hacer ni caso, pero yo os recomendaría que os largarais de nuestras comunidades a lugares donde podréis seguir haciendo caja a precios más suculentos, sin necesidad de haceros pasar por cristianos. En España se me ocurre el partido político Vox, si todavía no estáis apuntados, no os limitéis a votarles, subiros a su barco que aquí tenéis mucho dinero que ganar. Y si sois de otro país, pues seguro que habrá partidos de extrema derecha parecidos. Si vuestra vocación es sacar provecho a costa de quien sea, montar vuestros foros en otros espacios que no comprometan al evangelio (y las instituciones cristianas que nos representan a todas) y lo lancen al lodo de vuestra LGTBIQfobia. No seáis tan tontos, el filón económico es más grande fuera del pequeño mundo evangelical, y además no tendréis que estar continuamente comportándoos de esa manera “santurrona”, os podréis quitar la careta, y decir las cosas por su nombre, sin necesidad de menospreciar la Biblia, y crear identidades evangélicas que nada tienen que ver con el evangelio.

Carlos Osma

Tapa 1b
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“Un Jesús en mallas en el lago de los cisnes”, por Carlos Osma.

Lunes, 25 de febrero de 2019
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5078F331-360E-47BE-99C0-13DD1D75CAEADe su blog Homoprotestantes:

Hay veces que uno se cansa de escuchar noche y día tantos lamentos, tantos discursos cargados de miedo y de verdades basadas en fantasmas divinos. Y es que uno llega a pensar que el enorme ruido que nos envuelve, y que supuestamente crea la naturaleza para acabar con todos nosotros, no permite pensar a nadie con claridad. Estamos a merced del vaivén de los discursos de odio, a un tris de ser derribados por huracanes de ignorancia, a medio camino entre el desierto y una llanura fértil. Justo en ese momento de la existencia en el que todo parece más oscuro que nunca, y aunque sabemos que no falta mucho para que llegue el amanecer, a nuestro alrededor nadie cree que vayamos a sobrevivir para contarlo. ¿Dónde estás maestro?

Las barcas abarrotadas de discípulas y discípulos como dios manda no parecen ser el lugar más seguro para nosotras, allí el mensaje del evangelio de Jesús no lo encontramos por ningún lado. Así que si nos quedamos donde estamos, al final acabaremos por confundir la buena noticia con un grito de desesperación, de miedo, de temor. Terminaremos por creer que la salvación ha huido lejos de nuestro alcance, más allá de las montañas donde colocamos nuestros dioses, más allá de nuestro día a día, de nuestra realidad, de nuestro mundo, de nuestros deseos y nuestra manera de comprendernos. Más pronto que tarde, si nos quedamos quietas, nos descubriremos siendo arrastrados de aquí para allá por la ignorancia, por la falta de empatía, por la LGTBIQfóbia, por la más absoluta incapacidad crítica, por el sensacionalismo, por el populismo, por el odio y los egos desbordados. Por la convicción demoníaca de que es mejor no dejar espacio en la barca a los diferentes. Y en medio de una tormenta como esta, incluso si se nos apareciese Jesús mismo, será difícil no acabar confundiéndole con un espejismo, con un fantasma, y ponernos después a gritar todavía con más insistencia que necesitamos que alguien venga desde el cielo a salvarnos. ¿Dónde estás maestro?

Estamos decididos a salir de este bucle, de este círculo de muerte que no nos aporta nada más que falsedad, negación y desconfianza. Así que agudizamos nuestro oído todo lo posible para escuchar otras voces que estén fuera de la barca del temor y la desesperación. Y serán nuestras ganas, pero hemos escuchado un claro “ven” que no suena a amenaza, ni a condena, sino que es una llamada sencilla que invita a la apertura, a lo imposible e imprevisible, a hacer cosas extrañas, diferentes, divertidas; cosas necesarias que cambien el mudo y lo dignifiquen. Así que sin duda es la voz del maestro. Quienes nos acompañan, sacan su fe de toda la vida para decirnos que nos hemos vuelto locas, que lo que escuchamos es únicamente el silbido del huracán de nuestros propios deseos que acabarán por destruirnos; pero seguimos escuchando “ven”. Y como la fe de ir tirando, esa que a veces parece evaporarse por encima de lo lógico y lo biológico, se parece tan poco a la fe de toda la vida; nos armamos de valentía y nos ponemos de pie en el borde de la barca. Y al ponernos de puntillas, como si fuéramos la princesa Odette en El lago de los cisnes, escuchamos de nuevo ese “ven”, un “ven” definitivo, que no sabemos si volverá a repetirse, que podemos dejar pasar si tenemos miedo, o al que podemos responder, aunque el vértigo nos haga temblar.  ¿Dónde estás maestro?

Y hacemos un entrechat[1] que nos lleve de la barca hasta el mar, y al ver que no nos hundimos, sentimos que tenemos fe, que vamos a lograr todo lo que deseamos, que dejamos atrás a quienes nos limitaban con sus lamentos y soñaban con una barca en la que solo había lugar para ellos. Realizamos después un cabriolé[2] de noventa grados con las piernas bien extendidas en el aire y volvemos a caer sobre el mar para ver, ahora sí claramente, que quien está delante nuestro es Jesús, nuestro maestro, que lleva unas ajustadísimas mallas. No estamos solas, él nos acompaña, y la emoción nos invade de tal forma que queremos bailar con él y hacer un pax de deux[3], pero saltándonos los pasos previos y haciendo directamente la coda. Justo entonces nos percatamos de que las fuerzas que pretenden hundirnos no tienen su origen en la barca, y que no es únicamente ella quien las padece. Y hacemos un Fouetté en Tournant[4], un giro espectacular, pero nuestra mirada ahora está puesta en la oscuridad y nuestro cuerpo nota que lo golpea un huracán de odio que quiere que el mar del olvido lo trague para siempre. El último paso que intentamos es un balancé[5], porque notamos que el agua ya nos llega hasta la cintura: tenemos miedo. Y entonces gritamos y nos desesperamos como aquellos con los que compartíamos aquella barca tan pequeña. Al final no somos tan distintos, la falta de fe es la razón de nuestra desesperación también, y hemos acabado por creernos que es imposible bailar sobre el mar con Jesús. ¿Dónde estás maestro?

“¡Hombre de poca fe! ,¿por qué dudaste?” Nos dice Jesús mientras extiende su mano y nos sostiene para que el mar embravecido no nos trague. Sería estúpido explicarle todas las experiencias vividas que han acabado por dejar nuestra fe tal y como se la ha encontrado, suerte tenemos de que no se haya esfumado en alguna de las hogueras donde han intentado quemarnos en más de una ocasión. Pero justo cuando su mano está impidiendo que nos ahoguemos, no es el mejor momento para decirle todas estas cosas. Así que nos callamos que dudamos porque pensábamos que no estaba, porque no le percibíamos por ningún lado y porque nos sentíamos solas. Nos lo callamos, pero sabiendo que nos ha leído la mente, y que nos mira de reojo mientras nos lleva hasta la barca donde nos espera toda esa gente con una fe de toda la vida que antes no paraba de gritar y temblar de miedo. Esa gente que prefería el negro de la noche y el blanco de la espuma de las olas que rompían en sus caras, antes que los colores del arcoíris que recorren nuestro cuerpo. Volver a la barca, ¿estás seguro maestro?

Y nos lleva hasta allí, pero no estamos en el mismo sitio, es como si hubiera hecho una nueva barca que avanza firme hacia la ribera donde la vida es abundante. No es la misma barca, no. Si lo fuera, preferiríamos lanzarnos otra vez solas al mar y jugarnos la vida para llegar a tierra firme, antes que la fe de toda la vida se dispusiera a acabar con la nuestra. Pero en esta barca humilde, tosca, que no sabemos si aguantará la próxima ola, ya no hay miedo. La naturaleza no lo determina todo, no hay condenas, y la fe se alimenta también de la diversidad. En ella, uno se siente parte, se atreve incluso a coger un extremo de la red para lanzarla con el resto de discípulos al mar. En esta barca, uno es consciente de que está el maestro. Ya no importa el viento, ni las olas, ya no hay lugar para el miedo, sino para quienes quieran ponerse de rodillas y reconocer que ese Jesús en mallas, que nos acompaña a todas y baila tan bien El lago de los cisnes, verdaderamente es el Hijo de Dios.

Carlos Osma

Notas:

[1] Salto de ballet donde se despega con un pie al frente y se van cruzando las piernas en el aire.

[2] Un paso del allegro en el cual las piernas extendidas se baten en el aire.

[3] Gran danza para dos. Como regla general el grand pas de deux se realiza en cinco partes: entrada (entrée), adage, variación para el bailarín, variación para la bailarina, y la coda, en el cual ambos bailarines bailan juntos.

[4] Espectacular giro donde el pie de trabajo es estirado y recogido durante las vueltas.

[5] Paso oscilante, una alternación de equilibrio, cambiando el peso de un pie al otro.

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“¡Tus hijos, sí importan!”, por Carlos Osma

Lunes, 11 de febrero de 2019
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NiñoDe su blog Homoprotestantes:

Supongo que algún grito similar a ¡tus hijos, sí importan! harían los buenos cristianos que en el año 1491, acusaron a varios judíos toledanos de torturar, crucificar, y arrancar el corazón a un niño, para intentar después hacer un rito con su sangre que trajese la desgracia a todo el pueblo. Ante tanto griterío, y porque quién más y quién menos tenía un hijo o un sobrino, nadie se podía oponer a que estos peligrosos judíos (descendientes de quienes crucificaron a Jesús) fueran quemados vivos delante de todo el pueblo, para que no quedara duda alguna de que la amenaza había sido lanzada al infierno. Tras el castigo, y decididos a encontrar los restos de la infantil víctima, parece ser que toda la población se maravilló, tras buscarlo día y noche, de que Dios mismo lo hubiera ascendido a los cielos y lo hubiera hecho descansar en los brazos de la madre de todos los creyentes: la Virgen María.

También debían gritar ¡tus hijos, sí importan!, muchas familias católicas que acabada la guerra civil española tenían que enviar a sus hijos a escuelas a las que, por casualidad y mala fortuna, asistía algún niño de una familia protestante. Hacer compartir pupitre a desvalidos niños, con ignorantes que no sabían rezar ni el rosario, y que lo único que sabían hacer era negar la identidad católica, apostólica y romana de España, suponía una gran amenaza. Así que, más que censurarles, sonreían cuando sus hijos les explicaban que levantaban el dedo acusador, insultaban, tiraban piedras, o golpeaban al hereje. Era simple autodefensa, era ley natural, era lo que dios manda: defenderse del diablo y sus huestes.

En Louisiana, en 1960, la amenazadora niña de seis años Ruby Bridges, además de ¡tus hijos, sí importan!, también escuchó los gritos de las familias cristianas blancas que sostenían un ataúd con una muñeca negra dentro. Era la manera que encontraron para defenderse del peligro que suponía que una perturbadora niña negra se sentara por primera vez al lado de sus hijos e hijas blancas en la escuela. Fue la forma lógica de reaccionar de cualquier familia de bien que quería lo mejor para sus hijos. Por eso le gritaron, a ese peligro de seis años, que la iban a ahorcar o a envenenar… para que se fuera lejos de allí y dejara de molestar y confundir a sus pobres hijos. Era preocupación, amor de padre y de madre, responsabilidad. Era biología, historia y Biblia; era sentido común.

Y ese grito, es un grito que no se detiene, que continua hoy: ¡tus hijos, sí importan!, ¡defiéndelos!, ¡no dejes que nadie les haga daño!, ¡están en peligro! No vaya a ser que les confundan y les hagan creer que el maricón de su compañero, que la bollera de su mejor amiga (nuestras hijas siempre eligen las amistades que detestamos), o el confundido trans de la fila de delante; son personas con el mismo derecho a ser felices que ellos. Nos están atacando, y donde más nos duele, con nuestros hijos, que ahora están a merced de una ideología en la que ya no son “como Dios manda”, sino una posibilidad más, entre otras. Y no solo eso, sino que esa endemoniada ideología que ha llegado a su máxima expresión gracias a una enferma mente judía como la de Judith Butler, lo que quiere hacer en última instancia es hacer de nuestras hijas e hijos seres humanos sin referencias claras. Alejándolos de la verdad, de lo natural y de lo que ha sido toda la vida.

¡Tus hijos, sí importan!, tenemos que organizarnos, crear un grupo de presión para defender nuestra manera de ver el mundo: que una lesbiana es una enferma, que un trans puede ser reconducido a lo que Dios ha determinado en sus genitales, que una bisexual es una viciosa pecadora, y que un maricón es un peligro para todos. Hay que aliarse con los partidos políticos que nos defienden, no importa que sean de extrema derecha, que nieguen derechos básicos, o estén a merced de intereses económicos que detestamos. ¡Tus hijos, sí importan!, la movilización es necesaria antes de que nuestro hijo aparezca un día en casa y nos diga que quiere ponerse pechos, o que nuestra hija nos explique que no está tan mal eso de manosearse con su amiga… El peligro es real, les bombardean con su ideología enferma por la televisión, les machacan con mensajes por Internet, y seguro que pronto les propondrán una actividad obligatoria de autoexploración genital en clase.

¡Tus hijos, sí importan!, gritémoslo en las iglesias, pero no solo allí, salgamos a la calle, demostremos que somos muchas y muchos, quitémonos la careta, no importa que digan de nosotros que somos homófobos, o tránsfobas, o cualquier otra palabra que hayan creado esos pervertidos en sus laboratorios de género. Digamos lo que dios quiere, lo que cae por su propio peso, lo que es evidente. Hagamos que resuene en nuestros parlamentos, en nuestras leyes. No les dejemos espacio alguno que permita que engañen a nuestros hijos, devolvámoslos al lugar que les corresponde, al de la marginación, la injuria, el del chivo expiatorio y la muerte. Apartémoslos de nuestros hijos e hijas, enviémoslos al infierno, es lo que dios quiere.

Estamos perdiendo, como lo hemos hecho siempre, pero no nos resignemos y sigamos gritando: ¡Tus hijos, sí importan! Intentemos aferrarnos a nuestros privilegios, a nuestra supremacía, a nuestro miedo, odio, y a nuestro dios.

Carlos Osma

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Lo “bi” en la Bi-blia, por Carlos Osma

Lunes, 28 de enero de 2019
Comentarios desactivados en Lo “bi” en la Bi-blia, por Carlos Osma

people-2557410_1920De su blog Homoprotestantes:

La identidad “bi” de Jesús fue un tema que levantó mucha controversia en los primeros siglos del cristianismo. Hubo dos tendencias para intentar explicar cómo era eso de ser “bi” en Jesús representadas por las escuelas de Alejandría y Antioquia. Los alejandrinos ponían en primer plano la divinidad de Jesús, y tendían a minimizar su humanidad, mientras que los antioquenos hacían exactamente al contrario. Pero propuestas había de todo tipo y grado: Cristo era divino pero no tenía un espíritu humano, Cristo era hombre y Dios pero sin mezcla alguna de ambas naturalezas, la naturaleza humana de Cristo fue absorbida por la divina, etc… A primera vista uno puede pensar que estas discusiones ni nos van ni nos vienen, o que a falta de Facebook, Instagram o Twitter, nuestros antecesores cristianos estaban igualmente dispuestos a perder el tiempo en cosas que tenían poco que ver con la realidad. Aun así no os dejo con la duda, y os explico que la propuesta que finalmente tuvo más followers se estableció en el Credo de Calcedonia [1] del año 451 d.C. y afirma que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y que ningún medio de distinción de naturalezas desaparece por dicha unión.

Antes de seguir con mi reflexión, intentaré hacer una última aclaración de lo que he dicho en la introducción para todos aquellos lectores LGTHIQ que se hayan perdido a mitad de párrafo (cambio la b de bisexuales por la h de heterosexuales, porque los “bi” saben mejor que yo lo que voy a decir, y porque hoy me he levantado inclusivo). Tomemos como ejemplo una persona bisexual; algunos pensarán que en realidad es una persona gay que no se acepta, otras que es una heterosexual confundida, los más ecuánimes afirmarán que es 50% homosexual y 50% heterosexual, y los progres que depende del día se levanta gay o hetero. Lo que vendría a decir el Credo LGTBIQ de Calcedonia es que las personas bisexuales son siempre 100% bisexuales, capaces de enamorarse de una persona del mismo sexo sin dejar de sentirse atraídas por las de distinto, o de diferente sin dejar de suspirar por las del mismo. Reconozco que la aclaración tiene sus lagunas, pero aún así espero que haya sido clarificadora. Si no es así, podéis eliminarla de vuestro cerebro y quedaros con el original: Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y ningún medio de distinción de naturalezas desaparece por dicha unión.

Toda esta larguísima introducción, con aclaración incluida, viene a cuento porque quería hablar de la Bi-blia, o mejor dicho de la manera que tenemos de entenderla, de aproximarnos a ella. Y no estoy mezclando churras con merinas, porque existe una tendencia clara e influyente dentro del cristianismo actual que pretende sustituir a Jesús por la Biblia (o mejor dicho, por una interpretación legalista de ella). Por esta razón, el antiguo problema “bi” de Jesús, se ha trasladado a una problemática similar con la Bi-blia. Hay personas que se encuentran cómodas con afirmaciones como “La Biblia es una reflexión humana que intenta aprehender y comprender lo divino”, mientras que otras, se aferran a la base doctrinal de algunas iglesias que reconocen únicamente “la divina inspiración de la Biblia”. Dicho de otra manera: la Biblia o es una cosa o es otra, pero no puede ser las dos cosas al mismo tiempo. Y aunque muchas de ellas acaben por reconocer a regañadientes esa doble naturaleza, a la hora de reflexionar sobre algún texto bí-blico, lo “bi” no tiene demasiada importancia. Cierto es también que muchos y muchas defensoras de tener en cuenta la doble naturaleza, se pasan la noche y el día determinado qué elementos son humanos y cuáles divinos. Y uno siempre se queda con la duda, de si lo divino es lo que tiene que ver con la ideología que profesan, y lo humano con la que profesa la hereje y pecadora vecina.

Pero mejor me centro y voy a lo mío, porque el problema más grave al que se enfrenta el cristianismo hispano es el de aquellos que pretendiendo quedarse para ellos la Bi-blia, la han divinizado a su imagen y semejanza. Quizás no nos hubiéramos dado cuenta si esa imagen hubiera rebosado amor y empatía, pero sorprendentemente (y esto no les deja en buen lugar) lo que rebosa es miedo, odio y discriminación. Dicho de otra manera, por mucho que han querido situar la Biblia en el cielo de la divinidad, han acabado por enterrarla en su estrecha y aterrorizada humanidad. Así que el ejercicio al que debemos invitarles, y el que nosotros mismos hemos de practicar siempre que abramos la Bi-blia, es el de leerla con unas lentes que no pierdan de vista que es verdadera palabra de Dios y verdadera palabra humana.

Aunque para algunas la revelación haya tenido lugar en una experiencia extracorporal, y sobre todo extracerebral, lo que afirma el cristianismo es que la revelación se da de manera histórica… y eso, querámoslo o no, la condiciona. La Bi-blia no son 1189 wathsapps recibidos del cielo, sino un conjunto de libros escritos por unos seres humanos que vivían en un ambiente cultural, sociopolítico y religioso determinado. La historia ha sido el lugar escogido por Dios para revelarse, y por tanto, quien pretenda estudiar la Bi-blia como si fuera un libro divino que no puede ser analizado con métodos histórico-críticos, o con cualquier otro método científico, está ignorando por alguna razón que la Bi-blia es tan “bi” como mi amigo Luís. Y seamos sinceros, detrás de muchas de esas ignorancias encontramos manipulaciones subjetivas de aquellos y aquellas que utilizan la Bi-blia, o cualquier otra herramienta a su disposición, para decirle al resto del mundo qué deben creer y cómo deben comportarse.

A quienes no les gusta el mundo, porque son unos inadaptados, tienen miedo, o les resulta excesivamente complicado, y han decidido huir de la historia porque no son de este mundo; pues que no se lleven con ellos la Bi-blia, no les servirá de nada. No importa que la enseñen en sus seminarios o en sus iglesias, que la utilicen para decirles a los demás que deben creer que Jesús anduvo sobre el mar, que Dios condena a las personas LGTBIQ, que el Mar Rojo se abrió y se tragó el ejercito del Faraón, que las esposas deben someterse a sus maridos, o que David mató a Goliat. No importa que se autoproclamen defensores de la Palabra de Dios. En realidad niegan su naturaleza, y son sus mayores enemigos. Quienes niegan lo “bi” de la Biblia, quienes divinizan su ignorancia con ella, pueden ser todo lo evangélicos, católicos, u ortodoxos que quieran; pero el cristianismo va de otra cosa. La invitación al suicidio de la razón no puede ser el primer paso para la fe.

Únicamente cuando la Bi-blia se encarna en la realidad de los seres humanos y del resto de la creación, llega a ser Palabra divina que nos interpela. Solo cuando la estudiamos y profundizamos en ella, como lo haríamos con cualquier otra obra humana, para entender cómo, porqué y para qué se escribieron cada uno de sus libros, empezamos a percibir que Dios puede hablarnos a través de ella. Y solo cuando la leemos a partir de las enseñanzas y ejemplo de Jesús, lo hacemos como cristianos. Quienes afirman que Dios ha dado un valor absoluto a los condicionantes que dieron lugar a la aparición de los textos bí-blicos, y creen que estos no pueden ser actualizados, niegan lo “bi” de la Bi-blia, y por esa razón son incapaces de entenderla correctamente.

Carlos Osma

Notas:

[1] https://csalazar.org/2008/12/05/credo-de-calcedonia/

Biblia, Espiritualidad , ,

Navidad en reserva

Miércoles, 9 de enero de 2019
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Navidad-en-reserva-ecleSALiaIñigo García Blanco,
Hermano Marista,
Madrid.

ECLESALIA, 07/01/19.- Como en tantas épocas, el anuncio de Navidad sigue siendo necesario, aunque lo solemos tener en reserva y solo ve la luz ciertos y finales días del año transitado.

Dios llega a nuestras vidas de forma (im)pertinente. No anuncia su llegada ni señala el tiempo o el lugar. A la intemperie, fuera de censos, visas o mercadurías. ¡Sencillamente se hace presente: en el misterio de un nacimiento!

Y con su presencia brillan los rostros de la humanidad: pastores (algunos eran y son salteadores de caminos y vidas), sabios o magos de oriente (preocupados por el conocimiento y comprensión de la vida en sus diferentes manifestaciones), sin-techo o refugiados, migrantes o temporeros, mestizos o indígenas, descartados de nuestro tiempo y de nuestra historia… (no salen bien en las instantáneas de primera portada, pero cada vez son más frecuentes sus recordatorios de que este mundo necesita expresarse humanizadora y fraternalmente). Dios, ¡sencillamente se hace presente!

La Navidad de Dios proclama que “las cosas pueden cambiar”. Seguimos anhelando “las tres T” para este tiempo (no solo los décimos de la lotería o los castings de reality tv shows) para esta historia desigual: la Tierra que da sustento, el Techo que da cobijo y el Trabajo que enorgullece. No es azar, ni meros deseos… es derecho que debemos reconquistar para todos y cada uno de nosotros.

Navidad es fundamentalmente el brillo de la humanidad expresado en el rostro de un recién nacido que cambia nuestra mirada porque ¡sencillamente se hace presente! Y desde el comienzo, Dios en Jesús, el Enmanuel (Dios-con/entre-nosotros), comenzó a “oler a pobre”. Sigue siendo Navidad en cada historia, en cada tierra, en cada vida que se abre al Misterio. En cada verbo que se hace eco de las palabras de justicia y de paz. En cada gesto que se suma en la movilización de los derechos sociales, los derechos de la Tierra, los derechos de la Vida.

Sigue siendo Navidad en mi vida, en tu vida, si dejamos que el Evangelio acampe en nuestras estancias (por las que transitamos y nos cruzamos). Porque … ¡sencillamente se hace presente! ¡La humanidad brilla en tu rostro!

Es Misterio, es gozo, es sorpresa, es esperanza, es promesa, es encarnación, es Buena Nueva, es Verbo. Es la Navidad de los pequeños (no solo de tamaño, sino los que así queremos presentarnos), de los nada-poderosos, del Dios-Todo-Niño que se encarna en la historia de nuestra humanidad.

Lo más importante sucede en el silencio,
acontece en el centro de nuestras vidas
y nos invita a mirar más allá de las apariencias.

El Dios-Todo-Niño viene a darle la vuelta a la lógica del mundo. «Algo nuevo está brotando ¿no lo notáis?» (Is 43, 19).

Agradecido, feliz y b(i)endecida Navidad, bienaventurado Año Nuevo 2019.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Recordatorio

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