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“Hermanas, levantaos”, por Teresa Sánchez Carmona.

Martes, 25 de junio de 2019
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C4Ns9lEXUAAZM-kTodo gran camino empieza con un paso. Y para darlo resulta imprescindible ponerse en pie. Tomar conciencia de uno mismo, de la presencia y la potencialidad. De la propia dignidad. El oído se abre, la mirada se aclara, el corazón comprende, el cuerpo se yergue, la vida se reinicia: talitá cumi.

Por desgracia, estamos lejos de que las mujeres reciban tal invitación dentro de la Iglesia. La misma que, curiosamente, sigue al Jesús que lloraba con Marta y María, que permitía a una mujer besar y lavar sus pies, que desveló a María de Magdala un amor mayor. Veintiún siglos después las mujeres siguen siendo elegidas: para arreglar las flores del altar, dirigir los cantos en misa, coordinar las catequesis o limpiar la casa del cura. Ah, sí, el Papa también ha elegido a cuatro mujeres como consultoras del Sínodo. Curiosa estoy de ver si les dan la voz cantante o de coristas.

¿Y por qué se permite y legitima marginar a la mujer, considerándola incapaz de realizar las mismas tareas que los hombres? Ellos dicen:

Jesús pudo haber elegido mujeres y no lo hizo. Si en pleno siglo XXI seguimos utilizando el masculino genérico para hablar de ambos sexos, ¿qué podemos esperar de quienes escribieron el Nuevo Testamento?, ¿no es evidente que la mujer ha sido sistemáticamente relegada al anonimato? Si ahora no reconocéis su dignidad, ¿pensáis que iban a hacerlo los primeros cristianos? Hablan de discípulos, claro. Testigos, por supuesto. ¿Mujeres? sin duda. Mujeres fuertes que, en un mundo de hombres, cambiaron la historia y aparecen en la Biblia. Lástima que no escaparan del filtro machista que reduce su papel y lo(a) sexualiza: Eva tentadora, Judith atractiva, María virgen, Magdalena prostituta.

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Hombres y mujeres cumplen diferentes roles en la Iglesia. Mi argumento preferido, por retrógrado. Algo así como “hombre sale a cazar, mujer cuida el fuego”. Por suerte, la misión es una: proclamar que la Buena Noticia es para todos. Uno el mandamiento: “Amaos los unos a los otros”. Pero muchos, sí, los dones del Espíritu. Esos cambian de persona a persona, pero no en razón de su sexo sino por el Misterio que nos habita: hijos de un mismo Dios. Hermanos/as. Sin distinción ni categorías.

Asumiendo que no hay conciencia ni interés por retribuir a la mujer el papel que le corresponde en la Iglesia, me pregunto: ¿por qué lo permiten ellas?

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Y aquí dirijo mi apelo a mis HERMANAS (mujeres de Dios, monjas, consagradas;  PERSONAS que creen en una comunidad igualitaria). A vosotras os pregunto: ¿por qué no presidís la Eucaristía este domingo? ¿De quién esperáis “el permiso”, de Dios o de los hombres? ¿Os prohibiría Jesús reuniros en su nombre, proclamar la Palabra, bendecir el Pan y repartirlo? ¿Hace falta revestir la consagración de algo más que de fe y entrega? ¿Hay un componente “mágico” que os impide a vosotras hacerlo?

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Quizá ha llegado el momento de abandonar esta espera pasiva, ponernos en pie y afirmarnos desde esa libertad que nace de dentro. Con la suave mansedumbre y la firme rebeldía que el propio Jesús manifestó ante quienes se creían señores, jueces y sabios. Como testigos que no pueden ni quieren permanecer encerrados por más tiempo: os invito a presidir la Eucaristía vosotras mismas. Y celebrar la Vida en comunión con quien quiera acompañaros. ¿Se atreverán a echaros de las iglesias? Y si lo hacen, ¿podrán impedir que celebréis al Dios de la Vida en las calles, las casas, los parques y jardines, a plena luz del día?

Ha llegado el tiempo de hacer algo nuevo. Nada hay más revolucionario que levantarse y proclamar que Dios está en medio de nosotras porque lo llevamos dentro. Que encarnarlo no es privilegio de unos pocos. Y que sólo por ÉL, con ÉL y en ÉL nos sentimos legitimadas a administrar los sacramentos. Para que la Palabra se haga cuerpo (también en el nuestro). Que así sea.

Teresa Sánchez Carmona

Fuente Fe Adulta

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Mujeres diaconisas: cristianas subalternas

Miércoles, 22 de mayo de 2019
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766BF1F1-2474-4AE7-9A51-41830C729E34Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid,
Madrid.

ECLESALIA, 17/05/19.- En la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales celebrada en Roma en mayo de 2016, le preguntaron al papa Francisco si había algún impedimento para incluir a las mujeres entre los diáconos permanentes, al igual que ocurrió en la iglesia primitiva, y por qué no creaba una comisión oficial para estudiar el tema.

Unos meses después el papa despejó la incógnita y creó una Comisión, formada por seis hombres y seis mujeres, presidida por el entonces secretario –hoy presidente- de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo español Luis Ladaria Ferrer- hoy cardenal- , para el estudio del diaconado femenino en la Iglesia católica. De la Comisión fueron excluidos cuatro continentes: Asia, África, América Latina y Oceanía. Había doce miembros europeos y una estadounidense. El inicio de dicha comisión no podía ser más asimétrico y desigual.

En la rueda de prensa ofrecida el 7 de mayo en el avión de vuelta de su viaje a Macedonia el papa reconoció la disparidad de criterios de los miembros de la Comisión tras dos años de estudio e, implícitamente, se refirió a la disolución de la misma sin que hubiera emitido un informe al respecto. A la vista de la falta de resultados, el papa no ha tomado ninguna decisión.

Mejor, así, porque, en mi modesta opinión, se trataba de una Comisión tan innecesaria como ineficaz, como se ha demostrado por la falta de resultados y su rápida disolución. Era innecesariaporque el estudio ya está hecho por exegetas, teólogos, teólogas, historiadoras e historiadores del cristianismo. Las conclusiones cuentan con un amplio consenso entre quienes vienen investigando desde siglos sobre el tema: Jesús de Nazaret formó un movimiento contrahegemónico igualitario de hombres y mujeres que lo acompañaron por los caminos de Galilea, compartieron su estilo de vida itinerante y asumieron responsabilidades sin discriminación alguna por razones de género.

En los primeros siglos del cristianismo hubo mujeres sacerdotes, diaconisas y obispas que ejercieron funciones ministeriales y tareas directivas hasta que la Iglesia se jerarquizó, clericalizó, patriarcalizó y las mujeres fueron reducidas al silencio. El libro de la teóloga estadounidense Karen Jo Torjesen Cuando las mujeres eran sacerdotes. El liderazgo de las mujeres en la iglesia primitiva y el escándalo de su subordinación con el auge del cristianismo (El Almendro, Córdoba, 1996) lo demuestra con todo tipo de argumentos: arqueológicos, históricos, teológicos y hermenéuticos. Y más recientemente Sacerdotas. La mujer en las diferentes liturgias y religiones, de Yolanda alba /Almuzara, Córdoba, 2018).

La Comisión me parecía ineficaz, si faltaba voluntad de incorporar a las mujeres a las funciones eclesiales directivas, al acceso directo a lo sagrado sin mediación patriarcal y a la participación en la elaboración de la doctrina y de la moral. Hoy puede afirmarse que faltaba dicha voluntad. A los hechos me remito. En la encíclica Inter insigniores, el papa Pablo VI cerró a cal y canto la puerta al acceso de las mujeres al ministerio sacerdotal alegando que Jesucristo solo ordenó a varones.

Sus sucesores han repetido tan falaz argumento como un mantra. Juan Pablo II, asesorado por el cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, radicalizó el cierre al afirmar que el asunto quedaba zanjado definitivamente. Benedicto XVI, conocedor como teólogo que era, de la existencia de mujeres diaconisas, sacerdotes y obispas en el cristianismo primitivo, se mostró igualmente contumaz y siguió el mismo camino de obstrucción al sacerdocio de las mujeres. El papa Francisco ha vuelto a ratificarlo citando la contundente afirmación excluyente de Juan Pablo II.

No puedo compartir la idea del diaconado femenino, porque, de instaurarse institucionalmente y atendiendo a las funciones auxiliares que se les asignaría, las mujeres seguirían siendo subalternas y estarían al servicio de los sacerdotes y de los obispos, no de la comunidad cristiana. Más que de entrar en el estatus de colaboradoras directas de los sacerdotes y obispos, pasarían a un estado de servidumbre permanente.

Creo que es hora de pasar de la subalternidad de las mujeres a la igualdad; de la sumisión al empoderamiento; de su estatuto de dependencia a la autonomía; de ser objetos decorativos a sujetos activos. Y eso con el diaconado femenino no se lograría, sino todo lo contrario: se prolongaría la minoría de edad de las mujeres bajo el espejismo de que se está dando un importante paso hacia adelante y de que se les concede protagonismo.

Insisto, lo que se haría sería perpetuar la humillación y la servidumbre, la subalternidad y la dependencia del clero sacerdotal, episcopal y papal. Para que se produzca un cambio real en el estatuto de inferioridad de las mujeres es necesario que sean reconocidas como sujetos religiosos, eclesiales, éticos y teológicos, cosa que ahora no sucede.

Y para que esto suceda es necesario mirar al pasado, ciertamente, pero no con la añoranza de reproducir acríticamente la tradición, sino con el objetivo de recuperar creativamente el protagonismo que las mujeres tuvieron en el movimiento de Jesús y en los primeros siglos de la Iglesia cristiana. Pero, sobre todo, hay que mirar al presente y al futuro para poner en práctica en el interior de la Iglesia el principio de igualdad y no discriminación de género que rige, aunque imperfectamente, en la sociedad.

Cualquier discriminación y cualquier injusticia de género son, antropológicamente, contrarias a la igual dignidad de todos los seres humanos; teológicamente, van en contra de la creación de ser humano como hombre y mujer a imagen y semejanza de Dios; eclesialmente, son contrarias al movimiento igualitario de Jesús de Nazaret, al principio de fraternidad-sororidad que debe regir en la Iglesia y a la igualdad de las cristianas y los cristianos por el bautismo.

Sin igualdad y justicia de género, la Iglesia seguirá siendo una de los últimos, si no el último, de los bastiones del patriarcado que quedan en el mundo. En otras palabras, se mantendrá como una patriarquía perfecta. Y para justificar dicha patriarquía no podrá apelar a Jesús de Nazaret, su fundador, sino al patriarcado religioso, basado en la masculinidad sagrada, que apela al carácter varonil de Dios para convertir al hombre en único representante y portavoz de la divinidad.

Como afirmara la filósofa feminista Mary Daly, “Si Dios es varón, entonces el varón es Dios”. ¡Patriarcado en estado puro! Como escribe la intelectual feminista de la tercera ola, Kate Millet, en su libro Política sexual, “el patriarcado tiene a Dios de su parte”. Es verdad. Y lo es desde su alianza y complicidad con Adán en contra de su primera esposa, Lilith, defensora de la igualdad entre ella y Adán, como cuenta un Midrash del siglo XII,

O quizá habría que decir, mejor, que son las masculinidades sagradas, las que se arrogan la representación patriarcal de Dios y es a ellas a quienes el patriarcado ha tenido y sigue teniendo de su parte. ¿Hasta cuándo? De nosotros y nosotras depende que esa situación se perpetúe o, por el contrario, cambie.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Uno se hace grande y primero siendo servidor de todos.

Sábado, 24 de noviembre de 2018
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lavanda-dei-piediLos cristianos saben que, cuando se reúnen para celebrar la Eucaristía, el elemento principal es la palabra y enseñanza de Jesús. Pero, no es fácil acceder a ella, porque dicha enseñanza está hecha en otro tiempo y en otra sociedad. ¿O nos vale con aplicarla literalmente?

No es fácil y a juzgar por el comportamiento de muchos cristianos, a uno se le ocurre preguntar: ¿Han entendido bien esa enseñanza o la han olvidado y tergiversado? ¿Ignorancia o infidelidad?

El evangelista Marcos (10, 35-45) relata cómo Jesús emprende viaje a Jerusalén para celebrar la Pascua judía. Le acompañan sus discípulos. Y, entre ellos en un momento determinado salta la disputa de quiénes estarán a su derecha e izquierda cuando Jesús alcance la gloria con su triunfo.

Se le acercaron Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, y le dijeron:

– Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.

Pero él les preguntó:

– ¿Qué queréis que haga por vosotros?

Le contestaron ellos:

– Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda el día de tu gloria.

Jesús les replicó: – No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

Le contestaron:

– Sí, podemos.

Entonces Jesús les dijo:

– El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

Al enterarse los otros diez se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús los convocó y les dijo:

– Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las dominan, y que los grandes les imponen su autoridad.  No ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande entre vosotros ha de ser servidor vuestro, y el que quiera entre vosotros ser primero, ha de ser siervo de todos;  porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para ser servido, sino para servir y para dar la vida en rescate por todos.

Quizás alguna vez hemos pensado cómo hacía Jesús su enseñanza y cómo la había organizado. ¿Tenía una academia o escuela particular a la que asistían sus discípulos y luego se iban van a casa? ¿O le acompañaban de una manera fija de una a otra parte, de un pueblo a otro e iban aprendiendo en una especie de magisterio itinerante? ¿Abandonaban casa, familia y trabajo para convivir con él?

Jesús no procedía como los rabinos. Su enseñanza no se ceñía a un tiempo y lugar concreto, con clases y a base de programas concretos. Su magisterio era itinerante, en el caminar y hacer de cada día. Quería que sus discípulos aprendieran como Él a conocer y tratar a la gente y ofrecerles respuesta a sus problemas: animando, curando, ayudando a los oprimidos, mostrándoles otro rostro de Dios.

Y el grupo que le seguía lo hacía a tiempo pleno, conviviendo con Él, desvinculados de casa, familia y trabajo. Les tocaba afrontar juntos las vicisitudes y necesidades de cada día, como una comunidad, en medio de colaboración generosa, opiniones distintas y hasta peleas.

Los que le acompañaban es claro que tenían modos de opinar distintos. No creo que María Magdalena pensase lo mismo que Salomé, la madre de Santiago y Juan o que María la madre de Jesús; provenían de formación y ambientes distintos. Jesús trataba de atender a todos y contar con todos.

Es seguro que al leer los Evangelios concluimos que los llamados discípulos, que acompañaban a Jesús, eran sólo hombres, como si su movimiento fuera netamente masculino.

Sin embargo, una lectura detenida nos dice que con él iban también mujeres, no sólo de paso o casualmente. Las mujeres que habían salido de Galilea para acompañarle de una parte a otra, era de una manera permanente y experimentar en su vida la Buena Noticia que él predicaba, realizando las mismas tareas que los otros discípulos y no sólo para desempeñar los menesteres de cocinar, lavar los platos, servir la mesa, coser la ropa, etc.

Ahora, una lectura inmediata no da a entender eso. Pues las mujeres que le seguían sólo las menciona Marcos al final, cuando Jesús ya estaba clavado en la cruz. “Había allí, dice, una mujeres mirando desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José. Ellas seguían a Jesús y le servían cuando estaba en Galilea. Y había también muchas otras, que habían subido con él a Jerusalén” (Mr 15, 40-41). ¡Ojo!, no eran mujeres del lugar, que estaban allí como espectadoras del hecho de la muerte de Jesús. Habían venido de Galilea y convivían con Él.

¿Por qué entonces los evangelistas callan este dato y sólo hablan de ellas al final? Muy sencillo, porque en la sociedad judía estaba mal visto que un Maestro enseñara la Biblia a las mujeres y que le acompañaran. Era un dato escandaloso para los lectores y esto se cuidaban muy mucho de recordarlo y hacerlo cumplir los rabinos.

Y, por eso mismo, había que callarlo. Sólo que lo de la crucifixión de Jesús era un hecho tan notorio y público, que ya no se podía ocultar y entonces no tienen más remedio que reconocerlo y lo hacen nombrándolas por su nombre: María, su madre; Susana, una vecina suya; Salomé, la madre de Santiago y Juan; Juana, casada con Cusa, administrador que era de Herodes Antipas; María la Magdalena; la esposa del mismo Pedro y otras mujeres: “Ellas seguían a Jesús y le servían cuando estaba en Galilea. Y había también muchas otras, que habían subido con él a Jerusalén” (Mr 15, 40-41. Y el servir a Jesús de que habla Marcos era la misma tarea que la de los discípulos: predicar la Buena Noticia.

Todo esto demuestra que Jesús era un transgresor de la ley, un osado y un escandalizador, que se pasaba por alto la autoridad de los encargados de hacerla cumplir.

Inevitablemente surge la pregunta: ¿Por qué, si Jesús se negaba a admitir cualquier desigualdad entre sus discípulos –hombres y mujeres–, señalándose como un subversivo, no se impuso esa igualdad dentro de su movimiento? ¿Por qué fue ganando espacio progresivamente el patriarcalismo y el antifeminismo?

¿Por qué tanta resistencia a aceptar aún hoy en la Iglesia y en la Sociedad –que se denominan cristianas– esta igualdad y promoverla sabiendo que él la habría abanderado como nadie en el momento actual? Volviendo al relato del evangelista Marcos, vemos cómo narra la petición que Santiago y Juan le hacen a Jesús de que los tenga sentados a su derecha e izquierda en el día de su gloria. ¿De quién partió el requerimiento? ¿De ellos o de su madre (muy humano) que hábilmente se lo insinuaría en algún momento? No lo sabemos. Pero entre ellos estaba también Pedro, que tenía iguales o mayores méritos, y era natural que los otros no estuvieran de acuerdo con la propuesta. De ahí su indignación.

Los “discípulos” llevaban tiempo con Jesús y les repite el destino que le espera. Según Lucas, no entienden nada de lo que les dice. ¿Pues si ellos, pensarán muchos, paisanos de su tierra y cultura, oyéndole a él mismo, no lo entendían, cómo lo vamos a entender nosotros? ¿O es que las palabras de Jesús encierran un enigma especial?

En la cabeza de los discípulos no podía entrar que a Jesús lo iban a juzgar y condenar a muerte. No podían entenderlo, porque el Reino que Jesús anunciaba, tenía otro significado y otro alcance. No se trataba de un reino de poder, de autoridad absoluta para dominar y oprimir. Santiago y Juan se colocaban en la misma perspectiva que los jefes de las naciones y los grandes de este mundo.

Jesús era sí el Mesías esperado, pero menudo chasco se iban a llevar al ver cómo acababa. Los discípulos estaban a mil leguas todavía de entender la soberanía que Jesús anunciaba y desde la que iba a triunfar.

Habida cuenta de todas estas circunstancias, ¿Cuál sería el meollo de la enseñanza de Jesús, válido para entonces y válido para nosotros en esta sociedad?

Las palabras de Jesús son para dejarle a uno mudo. Jesús trastoca de arriba abajo la escala de valores, vigente entonces, y ahora. No sé por qué seducción maldita, los designados para gobernar –y de cuantos desearían llegar a hacerlo– degradan su ser y deciden actuar despóticamente, como si con ello conquistaran la cima de una grandeza inigualable.

Muy otro es el pensar de Jesús: nadie es superior o menor que nadie, y nadie está subordinado al dominio e imposición de nadie. Sabe muy bien que es esa la manera habitual de proceder de quien es jefe o grande en cualquier ámbito de la vida humana. Para Jesús, el camino de la grandeza y de la excelencia humanas lo marca el ser servidor y esclavo de los demás y no amos ni señores.

A todos y a cada uno se le tiene encomendado el respeto y dominio de sí mismo, como premisa para respetar y no dominar a los demás. La soberanía, que Jesús establece, es la de la igualdad fraterna, –todos vosotros sois hermanos- posible únicamente cuando se está poseído por la soberanía del amor.

ORACION DEL DISCÍPULO

Aquí estoy, Señor,
tal como Tú me has hecho,
tratando de descubrir en el día a día,
el sentido que tu voluntad ha impreso a mi vida.

En ese caminar propio me sobreañades
la vida de Jesús, que me ayuda ,
marcando mojones en el camino.

Soy uno entre tantos,
hermano universal de todos,
igual que todos,
servidor de todos,
superservidor en todo caso
de los más pobres.

Mi ser es amor,
verificable en el amor al prójimo,
vicario tuyo.

Sé que estás en todos, creyentes o no,
y a nadie exiges más de lo que es.

No me queda sino trabajar,
pacífica y amorosamente,
en todo lugar,
pues tu Reino allí está y crece,
donde está cualquier persona.

Tu Palabra llega a todos los hombres,
cómo sólo Tú sabes.

Mi misión evangelizadora es ser yo,
interconectado en todos y con todo,
abarcando la totalidad de tu Reino.

Estaré a la escucha,
en respeto y comprensión,
sin estorbar,
sin discriminar,
sin imponer,
sin lamentarme,
sin infatuarme,
acechando el reverbero de tu amor,
que de todos sale y a todos llega.

Seré feliz, cuando en todos me vea feliz,
en esa familia tuya universal,
sustentadora de todo amor.

Voy a seguirte como María,
hermana de humanidad y madre universal

Seré feliz, si acierto a hacer creíble tu presencia,
en la entrañable casa de la Tierra,
imperecedera luego en la Casa del cielo.


Benjamín Forcano, teólogo

Fuente Redes Cristianas

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Los padres sinodales se comprometen a acercarse a los homosexuales y a “tomar en serio” a las mujeres

Lunes, 15 de octubre de 2018
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sinodo-1La persecución y asesinatos de sacerdotes se vuelve eje central del Sínodo sobre juventud

Hermana Kwon: “Es preciso afrontar el clericalismo y las diversas formas de exclusión”

El número de cristianos en Irak bajó de 1.500.000 a 400.000 en los últimos años. Fue la intervención más aplaudida, y cerró expresando su esperanza de ue un día el papa pueda visitar Irak

(Hernán Reyes, corresponsal en el Vaticano).- “La primera actitud de la Iglesia hacia todos es acercarse con amor, y esto vale también para las personas homosexuales. Por otra parte, se debe valorizar la “Humanae vitae”; la canonización de Pablo VI es una buena ocasión para ello”. Monseñor De Jong trazó, durante el briefing sobre lo hablado hoy en el Sínodo de la juventud, la cercanía de la Iglesia hacia homosexuales y mujeres.

 

“La presencia de las mujeres en el Sínodo es fuerte, y su voz es escuchada. El voto no implica un poder. Puedo asegurar que tomamos muy en serio las indicaciones que nos hacen las mujeres“, subrayó el prelado.

Por su parte, la hermana Kwon, de Corea, incidió en que “cada vez es más importante el papel de las mujeres en la Iglesia a la hora de hablar a los jóvenes”. “Esto es algo que experimento en mi país”, subrayó la religiosa, destacando que “es preciso afrontar el clericalismo y las diversas formas de exclusión.

Los catorce círculos menores lingüísticos empezaron hoy a discutir la segunda parte del Instumentum Laboris del Sínodo de obispos dedicado a la Juventud, en el que el tema de la persecución a los cristianos y los asesinatos de sacerdotes y religiosos en lo que va del siglo se volvió un eje central de las discusiones en las últimas horas.

“La Congregación General terminó este jueves la discusión sobre la segunda parte. Ahora, desde hoy hasta martes, la discutirán los círculos menores”, planteó hoy el presidente de la comisión de información sinodal, Paolo Ruffini, al dar su tradicional briefing cotidiano a periodistas acreditados en el Vaticano sobre el desarrollo de la reunión que se desarrolla hasta el 28 de octubre.

Ruffini ilustró que durante las últimas discusiones en el Aula se recordaron “los sacerotes mártires en este siglo, entre el 200 y el 2017” y que se entegó a los 257 padres sinodales y a los participantes un “Dossier de más de 300 sacerdotes y obispos asesinados” confeccionado por la agencia Fides.

Con la muerte la semana pasada del sacerdote ecuatoriano de Quito, padre Arturo Pozo, el número de presbíteros asesinados en el mundo solo en lo que va de 2018 legó a 28, “cifra insólita si se compara a la de años precedentes”; según un informe del sitio especializado Il Sismógrafo.

En ese marco, el también prefecto del dicasterio para la comunicación de la Santa Sede resaltó el “momento de conmoción” que se vivió al escuchar el relato de un joven iraquí que relató la realidad de su país en ese tema.


“Habló de la minoría cristiana en Irak y e los asesinados en el siglo. El número de cristianos bajó de 1.500.000 a 400.000 en los últimos años. Fue la intervención más aplaudida, y cerró expresando su esperanza de ue un día el papa pueda visitar Irak”, describió Ruffini.

“Nos sacó de las preocupaciónes que tenemos en el primer mundo para darnos cuenta de que hay gente en el resto del mundo muriendo por su fe cristiana. Incluso jóvenes”, agregó en esa línea el obispo de Macriana de Mauritania y auxiliar de Los Ángeles, monseñor Robert Emmet Barron.

Además, según el prefecto, también estuvo entre los temas de discusión “la inmigración como una de las cuestiones centrales de nuestro tiempo, ya se a nivel entre continentes o dentro del mismo continente, como se da a menudo en África”, ejemplificó.

Fuente Religión Digital

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“La Iglesia y las mujeres”, por José Mª Castillo, teólogo.

Lunes, 3 de septiembre de 2018
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mujer-en-la-iglesiaDe su blog Teología sin censura:

“¿Los fieles abandonan la Iglesia, o es la Iglesia la que abandona a los fieles?” 

“La Iglesia va casi siempre rezagada para dar solución a los grandes problemas”

El “argumento teológico” para impedir el sacerdocio femenino también serviría para justificar la esclavitud

En una entrevista, que me hizo nuestro amigo Jesús Bastante, en RD, yo me preguntaba “por qué la Iglesia no permite que las mujeres puedan ser ordenadas como sacerdotes”. Ante esta pregunta mía, algunos comentaristas me han cuestionado con un reproche que, a primera vista, parece enteramente razonable: “Si el Evangelio no es una religión, ¿por qué tanta insistencia en ordenar a las mujeres como sacerdotes?

Agradezco sinceramente a quienes me han planteado esta pregunta. Porque me ofrecen una ocasión excelente para poder expresar algo que me parece importante. Me explico.

Una vez más, es conveniente repetir que no es lo mismo hablar de “igualdad” que hablar de “diferencia”. En pocas palabras, la “diferencia” es un hecho, mientras que la “igualdad” es un derecho. El hombre y la mujer son “diferentes” e “iguales”. Son distintos, pero tienen (o deberían tener) los mismos derechos.

Estos trasvases o desplazamientos (de un orden de cosas a otro) son frecuentes en la vida. Como he dio, es frecuente pasar, sin darse cuenta, del ámbito de lo “hechos” al de los “derechos”. Que son dos cosas completamente distintas. Pero, cuando se confunden, desembocamos en el lenguaje de las tonterías, las ignorancias o simplemente hacemos el ridículo.

Pues bien, por este procedimiento de los trasvases indebidos, ocurre también que, con bastante frecuencia, hacemos, de un “hecho sociológico”, una cosa que nunca se debería hacer, que consiste en montar o elaborar un “argumento teológico”. Es de sobra sabido que, en tiempo de Jesús, las mujeres, no sólo no tenían los mismos derechos que los hombres (Robert C. Knapp, “Los olvidados de Roma”, 67-145), sino que sobre todo no podían ser testigos oficiales de nada en ninguna causa (J. Jeremias, “Jerusalén en tiempos de Jesús”, 371-387). Este es el “hecho sociológico”.

Por eso Jesús, aunque siempre defendió la dignidad y la igualdad de las mujeres (Lc 8, 1-3; 7, 36-50; Mt 19, 1-12; Mc 10, 1-12; Jn 8, 1-11; 12, 1-8…), lo que no podía hacer es constituir a las mujeres como “testigos oficiales” suyos, en una sociedad que no admitía ni aceptaba tales testigos. Pero insisto en que esto es un “hecho sociológico” de aquellos tiempos y culturas. Lo doloroso (y sin sentido) es que, después de veinte siglos, seguimos pensando y diciendo que aquel “hecho social” de la Antigüedad es un “argumento teológico” para la Iglesia de la Modernidad. Esto es un disparate tan monumental como sería el disparate de empeñarse en que deben seguir existiendo los esclavos, por la sencilla razón de que san Pablo justificó que entre los cristianos de la Antigüedad los esclavos fueran obedientes a sus amos (Flm 16; 1 Cor 7, 21 s; Ef 6, 5; Col 3, 22; 1 Tim 6, 1 s; Tt 2, 9).

La Iglesia va casi siempre rezagada. Y por eso llega tarde cuando se trata de dar solución a los grandes problemas que se le presentan a la humanidad. Ahora nos encontramos con el problema de la falta creciente y galopante de sacerdotes. Son miles las parroquias que no pueden celebrar la eucaristía. Y estando las cosas como están, por lo visto, se piensa que es más importante mantener una “norma social” de la Antigüedad que dar la debida respuesta a un “derecho de los fieles cristianos”. No me estoy inventando este “derecho”. Lo dijo, con claridad, el Concilio Vaticano II, en la “Constitución Dogmática sobre la Iglesia”: “todos los fieles cristianos tienen derecho (“ius habent”) de recibir con abundancia de los sagrados pastores… los auxilios de la palabra de Dios y de los sacramentos…” (LG 37, 1).

Esta es la enseñanza solemne de la Iglesia. Pero parece que es más solemne el poder de los obispos y de los sacerdotes a enfrentarse incluso al Papa, al Concilio Ecuménico y a millones de fieles abandonados, con tal de mantener firme su poder, su dignidad, sus criterios y no sé si, en algunos casos, intereses inconfesables. ¿Y nos lamentamos de que los fieles abandonan la Iglesia? ¿No habría que decir, más bien, que es la Iglesia la que abandona a los fieles? Y si es que hablamos de los infieles…, entonces mejor es que nos callemos. O que gritemos todos al Cielo pidiendo misericordia. Que la necesitamos.

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“Recuperar el cristianismo de María Magdalena”, por Juan José Tamayo

Lunes, 20 de agosto de 2018
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30Leído en la página web de Redes Cristianas

Con motivo de la fiesta de María Magdalena, que se celebra el 22 de julio

En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.

La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud, entendida y practicada patriarcalmente como obediencia, sumisión, recato, silencio, humildad (=humillación), servicio, abnegación, sacrificio. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.

Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento en igualdad e condiciones que los varones.

La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.

El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.

En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.

A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.

Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra” (Gál 3,28).

Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del Reino, se hicieron con el bastón de mando, que nada tenía que ver con el cayado del pastor para apacentar las ovejas, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. Eso sucedió cuando las iglesias dejaron de ser comunidades domésticas y se convirtieron en instituciones políticas.

¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy. Es necesario cuestionar la primacía –el primado- de Pedro, que implica la concentración del poder en una sola persona e impide el acceso de las mujeres a las responsabilidades directivas compartidas.

Hay que recuperar el discipulado de María Magdalena, “Apóstol de los Apóstoles”, reconocimiento que se le daba en la Antigüedad cristiana y que recuperó la teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza en un artículo del mismo título pionero en las investigaciones feministas sobre el Testamento cristiano. Es necesario revivir, refundar el cristianismo de María Magdalena, inclusivo de hombres y de mujeres, en continuidad con los profetas y las profetisas de Israel y con el profeta Jesús de Nazaret, pero no con la sucesión apostólica, de marcado acento jerárquico-patriarcal, de la teología escolástica, que entendía la Iglesia como una monarquía.

Un cristianismo olvidado entre las ruinas valladas de la ciudad de Magdala, lugar de nacimiento de María Magdalena, que visité hace cinco años, a siete kilómetros de Cafarnaún, donde tuvo su residencia Jesús de Nazaret durante el tiempo que duró su actividad pública. En las excavaciones que se llevan a cabo en Magdala se descubrió en 2009 una importante sinagoga Ahí se encuentra la memoria subversiva del cristianismo originario liderado por Jesús y María Magdalena, que fue derrotado por el cristianismo oficial.

Pero de aquel cristianismo sepultado bajo esas ruinas emerge un cristianismo liberador vigoroso, desafiante, y empoderado a través de los movimientos igualitarios que surgen en los márgenes de las grandes iglesias cristianas, como surgió en los márgenes el primer movimiento de Jesús, de María Magdalena y de otras mujeres que le acompañaron durante los pocos meses que duró su actividad pública.

Es necesario heredar la autoridad moral y espiritual de María de Magdala como amiga, discípula, sucesora de Jesús y pionera de la igualdad. Hay que reconstruir la línea de continuidad de los movimientos emancipatorios a lo largo de la historia y establecer nuevas alianzas inclusivas, creadas desde abajo y no desde el poder, en lucha contra la exclusión social, política y religiosa de las mujeres, que desemboca en violencia de género, y contra la discriminación de las mujeres, que tiene carácter interseccional: por clase social, cultura, etnia, religión, identidad afectivo-sexual, etc.

***

Juan José Tamayo es miembro del Comité Científico del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus obras dedicadas al feminismo cabe citar: Otra teología es posible. Interculturalidad, pluralismo religioso y feminismo (Herder, Barcelona, 2012, 2ª ed.); Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013), que ofrece un perfil intelectual de catorce mujeres pioneras de la igualdad; Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012), que dedica un capítulo a la utopía feminista; Religión, género y violencia (Dykinson, Madrid, 2017, 2ª ed.). Islam: sociedad, política y feminismo (Dykinson, Madrid, 2018, 1ª reimpresión).

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“Mujeres y casados pueden ser ordenados sacerdotes”, por José Mª Castillo

Viernes, 20 de julio de 2018
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sacerdotisas-anglicanasDe su blog Teología sin censura:

El Concilio Vaticano Primero, en la Constitución dogmática “Dei Filius” (año 1870), cap. 3º, definió que “deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional (“in verbo Dei scripto vel tradito continentur”), y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas” (Denzinger – Hünermann, nº 3011).

Toda afirmación (o toda práctica) que no entre en el contenido de esta afirmación dogmática puede ser modificada por la autoridad suprema de la Iglesia. En cuanto a las verdades o actividades, que se justifican por el llamado “Magisterio Ordinario Universal” de la Iglesia, debe tenerse cuidado y no concederles un valor absoluto e intocable, ya que, como es bien sabido y por poner un ejemplo, durante siglos, se pensó que era verdad de fe que el sol daba vueltas en torno a la tierra, hasta el extremo de condenar a Galileo cuando afirmó lo contrario. Y hoy sabemos que quien tenía razón era Galileo.

Un problema importante, que la Iglesia tiene en la actualidad, en lo que se refiere a las “verdades de fe”, está en que se puede (y a veces sucede que) hay hechos “históricos” o “sociológicos” a los que se les concede un “valor dogmático”. Esto exactamente es lo que sucede cuando nos preguntamos si las mujeres o las personas casadas podrán ser sacerdotes.

En cuanto a las mujeres, en la Antigüedad, no tenían los mismos derechos que los hombres. Por eso no podían ser testigos oficiales de nada. Ni tomar decisiones sobre otros. Ni sobre ellas mismas (J. Jeremias, “Jerusalén en tiempos de Jesús”, Madrid 1977, pg. 371-387). Es lógico que, en tales condiciones, no podían ejercer cargos de responsabilidad en instituciones públicas. Hoy la situación social y legal de la mujer es completamente distinta. Y, en todo caso, lo que no se puede hacer es convertir en revelación divina lo que no pasa de ser una situación social ya superada. La Iglesia no tendrá credibilidad mientras siga manteniendo la desigualdad de la mujer en dignidad y derechos respecto al hombre.

En cuanto a las personas casadas, el Evangelio no impone ningún mandato respecto al celibato. Por otra parte, el apóstol Pablo dice que es un derecho de los apóstoles vivir y viajar con una mujer cristiana, como lo hacían Pedro y los parientes del Señor (1 Cor 9, 5). La continencia de los sacerdotes empezó a imponerse a comienzos del s. IV, en el concilio de Elvira (Granada). Y la ley del celibato se impuso progresivamente en la Edad Media. Se fijó como ley a partir del concilio segundo de Letrán (en 1138).

La ley del celibato no tiene fundamento bíblico. Y se basa principalmente en las ideas, sobre el puritanismo, que provenían del estoicismo de los griegos del s. V (a. C) (E. R. Dodds).

¿Cómo justifica la Iglesia el empeño por no cambiar esta ley cuando cada día hay menos sacerdotes y, por tanto, más parroquias y comunidades que no pueden tener su vida cristiana organizada y gestionada como la misma Iglesia impone obligatoriamente? Es urgente que la Iglesia estudie este asunto a fondo y sin miedo. Para buscarle la solución a la que los fieles cristianos tienen derecho. De no hacerse así, resultará inevitable controlar un hecho que ya existe: los grupos de laicos que clandestinamente celebran la eucaristía sin sacerdote.

En este delicado asunto, es de suma importancia tener presente que la doctrina de la Ses. VII del Concilio de Trento, sobre los sacramentos, no contiene definiciones dogmáticas. Por las Actas del Concilio se sabe que los obispos y teólogos, que tomaron las decisiones sobre los sacramentos, no llegaron a ponerse de acuerdo en un punto capital: si condenaban como “herejías” o rechazaban como “errores”, las doctrinas y prácticas que rechazaron en esta Sesión séptima (Denz.-Hün., 1600-1630). La Iglesia, por consiguiente, puede y debe sentirse libre, para tomar las decisiones, en temas de sacramentos y de liturgia, que la misma Iglesia vea como más urgentes y necesarias en este momento, para el mayor bien espiritual y cristiano de los fieles.

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Por primera vez España tiene un gabinete feminista y dos ministros gays visibles…

Viernes, 8 de junio de 2018
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-PUN2.jpg de Producción ABC-640x0-noticias-perfil-de-twitter-maxim-huertaFernando Grande-Marlaska y Màxim Huerta, designados como ministros de Interior y Cultura y Deporte, respectivamente, son abiertamente homosexuales y han abanderado los derechos del colectivo LGBTIQ. 

Tras la conformación del equipo de trabajo que lo acompañará en el año y medio de gestión, el mandatario español, Pedro Sánchez, ha tuiteado que “el nuevo Gobierno de España es el reflejo de lo mejor de la sociedad a la que aspira a servir. Una sociedad paritaria, abierta, comprometida e intergeneracional. Un Gobierno progresista, modernizador y europeísta preparado para afrontar los desafíos del siglo XXI”.

 

Así lo ha llevado a la práctica con la designación de un gabinete integrado en su mayoría por mujeres. En 11 de los 17 Ministerios estarán al frente mujeres, incluidos el área económica.

El presidente del Gobierno español ha asegurado que el equipo que trabajará junto a él es “fiel reflejo” del movimiento feminista que brotó en España a partir del 8 de marzo de este año. Para el mandatario ese evento marcó un antes y un después en la sociedad española. Asimismo, ha hecho énfasis en que está comprometido con la igualdad.

Dejando claro su compromiso con las causas sociales y con la diversidad, Pedro Sánchez se pone a la vanguardia al incluir en su Gobierno a dos destacadas figuras defensoras de los derechos del colectivo LGBTIQ. En el Ministerio de Interior nombró al reconocido juez de la Audiencia Nacional, Fernando Grande-Marlaska y en la cartera de Cultura y Deporte designó al periodista y escritor Màxim Huerta, ambos abiertamente gays.

Este es el nuevo Gabinete

Estas son las 17 personas que acompañarán al mandatario Pedro Sánchez en su Gobierno:

Ministro del Interior: Fernando Grande-Marlaska, juez, 55 años

Ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación: Josep Borrell, ingeniero aeronáutico, 71 años

Ministra de Economía y Empresa: Nadia Calviño, economista, 49 años

Ministra de Justicia: Dolores Delgado, fiscal, 55 años

Ministra de Defensa: Margarita Robles, jueza, 61 años

Ministra de Hacienda: María Jesús Montero, licenciada en Medicina, 52 años

Ministro de Fomento: José Luis Ábalos, profesor de primaria, 58 años

Ministra de Educación, Formación Profesional y portavoz del gobierno: Isabel Celaá, licenciada en Filología Inglesa, Filosofía y Derecho, 69 años

Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades: Pedro Duque, astronauta, 55 años

Ministro de Cultura y Deporte: Màxim Huerta, escritor, 47 años

Ministra de Política Territorial y Función Pública: Meritxell Batet, profesora de Derecho Constitucional, 45 años

Ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social: Magdalena Valerio,licenciada en Derecho, 58 años

Ministra de Industria, Comercio y Turismo: Reyes Maroto, economista, 44 años

Ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación: Luis Planas, licenciado en Derecho, 65 años

Ministra para la Transición Ecológica: Teresa Ribera, licenciada en Derecho, 49 años

Ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social: Carmen Montón, licenciada en Medicina, 42 años

Vicepresidenta y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad: Carmen Calvo, profesora de Derecho Constitucional, 60 años.

Fuente Universogay

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Movimientos

Sábado, 21 de abril de 2018
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docrqllwsaeedi2De su blog Un grano de Mostaza:

Algo está revolucionando hoy el mundo de relacional entre hombres y mujeres: muchas de ellas han decidido romper el silencio y sacudirse el peso de violencia con el que cargaban y se ha provocado un inesperado tsunami.

La situación me hace pensar en otra “revolución” femenina, la provocada en la Palestina del s. I por la inaudita novedad de la actitud de Jesús hacia las mujeres: por fin alguien las miraba de frente, las escuchaba, dialogaba con ellas, no rehuía su contacto, ni sus perfumes ni su afecto; hablaba del reino de Dios como de un espacio sin dominación, anulaba las pretensiones de superioridad masculina, no se interesaba por cuestiones de sexo o de pureza, actuaba con asombrosa libertad.

Ellas entonces comenzaron a comportarse de forma inesperada, dejando atrás los estereotipos establecidos: tomaban la palabra, decían lo que pensaban, intervenían, empujaban, insistían, realizaban gestos atrevidos y rompedores. María de Betania se sentaba a sus pies como discípula, algo prohibido a las mujeres; una pecadora irrumpía en un banquete al que no había sido invitada y le ungía llorando; una samaritana lo reconocía como Mesías y hablaba de él a todos; una mujer encorvada se enderezaba al contacto de sus manos; otra sorprendida en adulterio, volvía a su casa erguida y libre. Algunas se le acercaban buscando algo pero otras no pedían nada y lo ofrecían todo: su casa, sus bienes, su escucha, su presencia, sus perfumes, su fe sin condiciones.

No sabemos el alcance que tendrán movimientos como el #Me too. Lo incuestionable es que el iniciado por las mujeres del Evangelio sigue abierto para nosotros: es el camino de la cercanía y la proximidad con Jesús, el de fluir en un mutuo entendimiento, el de practicar una apasionada afinidad con su Evangelio.

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Propuesta: Vivir este año de la mano de mujeres que han transformado la historia

Sábado, 13 de enero de 2018
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isabel1_zps741982fbMagdalena Bennásar, Misionera de la Palabra de Dios,
Bilbao.

ECLESALIA, 08/01/18.- El año empieza, para las personas creyentes de la mano de María de Nazaret.

Recibo de sus labios la bendición que ella debió escuchar cientos de veces de labios de sus mayores, y gracias a su apertura fue capaz de hacerla suya, de comprenderla con la sabiduría del Espíritu:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Num. 6, 24-27).

La hemos contemplado, estos días pasados, de itinerante, madre soltera, pobre, incluso peligrosamente arriesgada, dado su estado. Los evangelistas no suavizan los textos que están llenos de una belleza incómoda, de una experiencia, que desde nuestro sofá y calefacción, nos resulta exagerada.

Luego la historia se ha encargado de cargarla de collares y con ello de mordazas porque engalanada, María no es Miriam de Nazaret, es una proyección de las necesidades del pueblo, y María pasa a convertirse en otra.

A mí me ayuda, atrae y motiva mucho la de Nazaret. La joven judía que hacía suya la Palabra que casi seguro no podía leer porque no sabía, pero que escuchaba y memorizaba y repetía cientos de veces en su corazón. Hasta aquí nada que nosotras y nosotros no podamos hacer. La diferencia es que sí podemos leer y leemos tanto que nuestra mente se carga, y nos quita la capacidad de asombro porque ya no hay pobreza hay amontonamiento de información que va anestesiando el alma.

¿Cómo acogería Miriam estas palabras de Proverbios 2, 1ss? :

“Hija mía, si aceptas mis palabras escuchando a la sabiduría y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el respeto del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios. Porque es el Señor quien da la sabiduría, de su boca proceden saber e inteligencia”

Me atrevo a pedirte en este momento que te detengas y vuelvas a leer el texto anterior, y te dejes llenar de su fuerza, porque sólo así podremos llegar a comprender a Miriam de Nazaret.  Alguien que sí acepta la palabra de Dios en su vida, tanto que se hace carne de su carne, tanto que nos regala el fruto de su fe porque no le teme al Señor, porque experimenta su respeto y comprende que todo es regalo: la vida de Dios, no en su cabeza, ahí no cabe, sino en sus entrañas porque la sabiduría de Dios pide la colaboración inteligente, responsable, consciente de una mujer.

Empieza un año y se nos invita a dejarnos “embarazar” de la vida de Dios, gestando su palabra en nuestros silencios y oscuridades, en nuestras luces y sombras.

Miriam no quiere admiradores, es nuestra hermana mayor, que nos acompaña en nuestro recorrido. El misterio no es un milagro, el misterio es el día a día vivido con la disponibilidad de los itinerantes que son guiados paso a paso por dentro, por esa Palabra que se hace carne, si le dejamos.

Hoy Miriam somos nosotras y nosotros. Hermanos mayores de una humanidad muy envejecida pero también muy expectante. Nunca tantos y tantas habían estado tan empoderados por la sabiduría de Dios, por la plena consciencia de nuestra identidad.

La tarea está ahí, casi por estrenar. Miriam nos lo resume, inspirándose en su matriarca Ana:

Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi salvador, porque se ha fijado en mi pequeñez…él que dispersa a los soberbios en sus planes, derriba del trono (de su ego?) a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1, 46-53)

¡Que este año que empieza esté lleno de Miriams!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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¿La Navidad es una buena noticia?

Viernes, 5 de enero de 2018
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1322758554_madre_adolescente__crop_629x356_thMiguel Esquirol Vives
Cochabamba (Bolivia).

ECLESALIA, 22/12/17.- Navidad ya no es para los cristianos creyentes una buena noticia, es una fiesta con mucho consumo. Es la gran fiesta del dios mercado y aunque se llenan todavía los templos para este día, más se llenan los supermercados.

Y si no es buena noticia para los creyentes menos lo es para los que no lo son y menos para los no cristianos. Sin embargo quisiera hablar de la novedad de la Navidad, aunque sea más allá de la fe religiosa.

Jesús de Nazaret fue más allá de la fe religiosa de su tiempo y los religiosos de entonces, los sacerdotes, el sumo sacerdote y los grupos piadosos como eran los saduceos y los fariseos lo condenaron a muerte

Y su novedad, su mensaje liberador, como buena noticia para los pobres, se lo fue dejando en el olvido, preocupados los poderes políticos y religiosos en la definición de dogmas y de otros intereses menos dignos.

De la Navidad no nos pudo hablar Jesús, la que si nos habla es su madre. Es sólo por la fe católica que creemos en su virginidad, lo que se ha convertido en muro de separación entre cristianos y en una exaltación hasta divinizar a María, como una diosa, como madre de Dios y Virgen, con el fin de pedirle favores, pero no para conocer su vida y su buena noticia.

Sin embargo nuestra María de la Navidad es buena noticia, pues ella  se pone del lado las mujeres humilladas, como ella lo fue por sus contemporáneos, para quienes no fue más que una madre soltera y para algunos violada por algún soldado romano desconocido, como ocurría frecuentemente. José su prometido después de serias dudas la recibió con amor como esposa, cuando supo de su sufrimiento y de su verdad.

María, esperando a Jesús en su visita a su prima también embarazada, le dice que está muy alegre, porque Dios ha mirado su humillación, y que su misericordia llegará a todas las generaciones (sobre todo a las generaciones de mujeres, violadas, prostituidas, abandonadas, maltratadas y postergadas, aun por los que se dicen guardianes de la religión). Y añade además que Dios derriba a los soberbios y a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. (Lucas 1,50-51)

Esta es su buena noticia, para los pobres y sobre todo para todas las mujeres.

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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¡No os perdáis a Isaías, por favor!

Domingo, 24 de diciembre de 2017
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img_3677¡NO OS PERDÁIS A ISAÍAS, POR FAVOR!
¡Tampoco a las mujeres de Malaui!

Magdalena Bennásar, Misionera de la Palabra de Dios
Bilbao.

ECLESALIA, 18/12/17.- “Sobre él (ella) reposará el espíritu del Señor: espíritu de inteligencia y sabiduría, espíritu de consejo y valor, espíritu de conocimiento y amor” (Isaías 11,2).

“Toma las decisiones correctas para evitar la pérdida de comida” (La Vanguardia 14-12-2017).

Es decir, usemos la inteligencia y la sabiduría para evitar más hambre y enfermedad y miseria y explotación en la aldea global. En el artículo de la Vanguardia, son un grupo de mujeres, en Malaui, las que inician un proceso de conservación de los alimentos escasos y únicos, para toda la familia, para todo el poblado.

Al final, son ellas, las que se asocian, se ayudan, se apoyan para que todos tengan lo necesario. Ellas, con su sabiduría, toman las decisiones correctas para evitar la pérdida de comida. Parece que la decisión clave es la de asociarse. Dicen sus datos, que cuando actúan individualmente la pérdida de alimentos es de un 30%, sin embargo para las que se asocian la pérdida es de un 1%.

El secreto está en “juntar las cosechas”. La protagonista, Hilda, es una mujer viuda que está sola en la familia de siete para sacarla adelante. Como dice el artículo está “sola en la familia, pero no en la aldea”. Allí se ha abierto a colaborar con otras mujeres, y el resultado es patente.

¿Dónde guarda Hilda los sacos de grano para la familia? En su habitación, cerrada con una pequeña llave que guarda pegada a su piel.

Podría seguir y seguir. Estas mujeres me inspiran, me dan la clave para entender lo que otras estamos viviendo a otro nivel. Ellas nos enseñan a asociarnos sin miedo porque hay que alimentar a toda la aldea.

Entiendo que cuando has oído y sentido que se te invita a alimentar no sólo a tu familia sino a toda la aldea, se te ocurren mil ideas que en nuestra sociedad tantas veces se quedan en espera porque los compromisos laborales, familiares, sociales son tantos que otros proyectos suenan a agobio.

Pero ahí entra la voz nunca envejecida de Isaías 41,8

“Tú, Israel, siervo mío; a quien yo elegí; mi amigo; tú a quién llamé de los confines de la tierra, a quien dije: “Tú eres mi siervo, yo te he elegido, no te he rechazado”. No temas, pues yo estoy contigo; no te inquietes, pues yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo y te sostengo…no temas yo mismo te auxilio”

Y en 43, 1-5 (léelo despacio cuando puedas).

“ No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre y eres mía…”

Hoy hablamos de nuestro planeta como “aldea global”. Entiendo que las profetisas de Malaui nos enseñan a caminar por el sendero real de una asociación de personas, mayoría mujeres, que nos sentimos elegidas, amigas de Dios, llamadas desde diferentes lugares a alimentar la aldea global empezando por la local, cada una donde está. Sin inquietud porque Dios está con nosotras, la Ruah nos elige, guía, se asocia con nosotras.

La imagen es potente. Si viéramos a nuestros hijos desnutridos porque nuestra falta de fe nos impide cultivar la tierra de la Palabra, cada día, sin pesticidas, sin explotación… para alimentar, a su tiempo, a toda la aldea, no pospondríamos tanto lo importante del día, lo que le da sentido a todo.

Seguimos el camino de Adviento-gestación de la vida. Hablamos de alimento, ¿qué dice la analítica? ¿Cómo está la vida en nosotras?

Hemos sido elegidas, fortalecidas, miradas con mimo, para que no les defraudemos a los y las de la aldea.

Y la paga, ver que las personas crecen en madurez y en consciencia de que se nos convoca para que no desperdiciemos la comida, también la del Espíritu. Ella, Hilda, guarda los sacos, en su pequeña habitación. Y la llave, con esto no juega, la tiene siempre pegada a su piel.

¿Tengo así de cerquita la Palabra? o se me olvida, no sé dónde la pongo, lo que significa que no es “la llave” que me abre las puertas a saberme elegida, amada y también enviada a asociarte con otras y otros que sienten lo mismo, y no lo posponen, porque el tiempo que tenemos es hoy, y la aldea tiene hambre hoy.

No nos perdamos a Isaías que parece conocía a las de Malaui. Ellas salieron de su parcelita para sumar con las de la aldea. Y en grupo todo es más llevadero, todo rinde más, se multiplica, porque el amor, el compartir es como la levadura que hace crecer el pan. Al final hay para todos, si compartimos.

¿La llave? Pegadita a la piel, porque sin ella no abriremos nada y los numerosos roedores de nuestra vitalidad se pondrán las botas

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Las mujeres le seguían.

Lunes, 9 de octubre de 2017
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algunas-mujeres-acompanaban-a-jesus-y-lo-ayudabanEl evangelista Lucas nos cuenta que a Jesús le acompañaban los doce y que algunas mujeres le seguían durante su misión itinerante… ¿Significa esto que tuvo también discípulas? De ser así, habría constituido algo audaz a la par que escandaloso, ya que resultaba incomprensible que un maestro enseñara los textos sagrados a mujeres y que se dejara acompañar por ellas, no una vez, sino en salidas de varios días por los caminos de Galilea y Samaría. Eran tiempos donde primaba la certeza de la condición intelectual inferior femenina y que resultaba pernicioso enseñar algo sagrado a personas “irresponsables”, de “segunda categoría”. Pero su seguimiento físico a la vista de todos, lo tiene de símbolo teológico, pues ellas también “dejando las redes (confort, prestigio, fama, seguridades…), le siguieron”.

El hecho de que los evangelios mencionen en varias ocasiones que un grupo de mujeres seguían a Jesús, es significativo. Y más todavía cuando señalan algo revelador a propósito de la Resurrección: “Ellas entonces recordaron sus palabras” (Lc 24, 5-8). Es decir, que las mujeres habían escuchado las enseñanzas para el grupo reducido de sus seguidores más cualificados que Jesús compartió en torno sobre lo que le venía encima en los últimos días de su vida, dando a entender que ellas participaron de esas enseñanzas (Marcos 16, 6-7). Y encima, solo ellas fueron las testigos directos de la Resurrección, acontecimiento central cristiano recogido por los cuatro evangelistas.

Las primeras comunidades cristianas crecieron en una cultura donde ser mujer suponía una gran desventaja social, con leyes que permitían al hombre vivir con varias esposas o concubinas (poligamia y poliginia), pero no al revés. Aun así, aquellos primeros cristianos potenciaron la participación de las mujeres en las tareas de la Iglesia, algunas de las cuales ocuparían puestos importantes en sus comunidades con funciones de liderazgo, como nos cuenta San Pablo. ¿Por qué lo hicieron? Porque fue la actitud del Maestro con ellas. En la Edad Media se intentó corregir la situación injusta que padecía la mujer, pero no fueron más allá de la discusión sobre si el género femenino tenía alma, quedando su papel reducido a labores secundarias dentro del laicado ya de por sí marginado en la comunidad eclesial.

No podemos obviar esta conducta de Jesús en clave de mensaje, la manera de relacionarse con las mujeres de su tiempo de forma constante que culminó en que fueron las primeras testigos de la gran Noticia Pascual; no fueron los apóstoles. A pesar de la posición social que tenía la mujer, Él contaba con ellas y compartía su amistad sin ceder a las presiones y comentarios. Su nivel de relación fue un tú a tú tan humano como asombroso y polémico.

Jesús rompe tabúes y cuestiona leyes, anticipándose a los tiempos. La mujer samaritana, por ejemplo, simboliza la impureza étnica porque siendo parte del pueblo elegido, los samaritanos se relacionaban con paganos provocando el mestizaje. Jesús se para a hablar con una de ellas y le ofrece lo mejor que tiene: su propia revelación. O la mujer cananea: una extranjera, gente a excluir según el sentimiento religioso de los judíos con los gentiles. Jesús ve la fe de aquella mujer y no duda en curar a su hija. Qué decir de la mujer prostituta y el escándalo que Jesús provocó al dejarse acariciar los pies con un perfume carísimo. Y con la mujer adúltera se enfrenta directamente al legalismo inmisericorde que condena lo externo y prescinde de la conducta interior; un pasaje rompedor que ratifica la primacía del amor sobre cualquier norma.

Y por encima de todo, su madre María, la persona más importante y alabada de toda la historia del pueblo de Dios, tras Jesús, modelo a seguir porque nadie como ella supo aceptar el mensaje de amor con tanta radicalidad ¿Cuál sería la actitud del Maestro con las mujeres de hoy, con la Iglesia institución y con la curia actual? Yo no soy exégeta; en esto me asemejo a los discípulos y discípulas que acompañaron la vida pública de Jesús. Pero con el viento favorable actual a los derechos de las mujeres, en un contexto infinitamente distinto al que se vivía en el siglo I, constato la asignatura pendiente de la mujer en la Iglesia. Creo que en nuestro contexto cultural, Jesús sería todavía mucho más claro en el seguimiento de las mujeres.

Gabriel Mª Otalora

Fuente Fe Adulta

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“María Magdalena, pionera de la igualdad”, por Juan José Tamayo

Jueves, 11 de agosto de 2016
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30A las mujeres y a las organizaciones feministas que luchan por la emancipación de las mujeres en una sociedad patriarcal, con mi solidaridad fraterno-sororal y en sintonía

Durante las últimas décadas se está produciendo un importante movimiento de recuperación de la figura de María Magdalena por parte de especialistas del Nuevo Testamento, preferentemente mujeres, que leen los textos fundantes de la fe cristiana en perspectiva de género, de historiadores e historiadoras de los orígenes del cristianismo, que llevan a cabo una reconstrucción no patriarcal de los primeros siglos de la religión cristiana, y de la teología feminista, que aplica a los textos la hermenéutica de la sospecha..

Papel fundamental han jugado en esta recuperación los evangelios llamados “apócrifos”, sobre todo los de carácter gnóstico, entre los que cabe citar el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, El Evangelio de María (del que me ocupé en EL PAÍS-BABELIA, 13 de mayo de 2006) y Pistis Sofía, a quienes algunos investigadores conceden gran importancia por la información que proporcionan sobre las distintas tendencias del cristianismo naciente. Para un conocimiento de estos y otros textos gnósticos recomiendo la obra Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi, 3 vols., Trotta, 1997-2000, editada por Antonio Piñero, catedrático de Filología del Nuevo Testamento en la Universidad Complutense de Madrid.

Resulta difícil una reconstrucción histórica de la figura de María Magdalena, por la falta de datos, ya que los evangelios, tanto los llamados canónicos como los apócrifos, ofrecen pocos datos sobre ella y constituyen un género literario muy peculiar. En este intento de reconstrucción vamos a empezar por una aproximación  el movimiento de Jesús, del que María Magdalena formó parte y fue una figura relevante.

Un movimiento igualitario de hombres y de mujeres

Las actuales investigaciones sociológicas, de historia social, de antropología cultural y de hermenéutica feminista sitúan el grupo de seguidores y seguidoras de Jesús en el horizonte de los movimientos de renovación del judaísmo del siglo I, junto con los esenios, terapeutas, penitenciales y otros. Lo ubican asimismo dentro de los movimientos que lucharon contra la explotación patriarcal en las distintas culturas: griega, romana, asiática y judía. En la historia de Israel hubo intensas luchas protagonizadas por mujeres que jugaron un papel político y cultural muy importante.

Las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas que se reunían para comidas comunes, eventos de oración y encuentros de reflexión religiosa con el sueño de liberar a ls mujeres en Israel Es precisamente esa corriente emancipatoria del dominio patriarcal la que posibilitó el nacimiento del movimiento de Jesús como movimiento igualitario de hombres y mujeres en el que éstas jugaron un papel central. Su presencia y protagonismo en dicho movimiento, reconoce la teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza, son de la mayor importancia para la praxis de solidaridad desde abajo.

El movimiento de Jesús se torna así una corriente de protesta contra la teoría y la práctica patriarcales entonces vigentes. La actividad de las mujeres fue determinante para que el movimiento de Jesús continuara después de la ejecución de Jesús y se extendiera fuera del entorno judío. Ellas fueron las primeras en argumentar teológicamente a favor de la participación de los paganos en el banquete mesiánico.

Desde Galilea. Amigas y discípulas

Las diferentes tradiciones evangélicas coinciden en hablar de la existencia de un grupo numeroso de discípulas que acompañaron y siguieron a Jesús de Nazaret desde Galilea hasta el momento de su ejecución en el Gólgota. La mayoría de las veces se citan algunos nombres de mujeres dentro de un conjunto más amplio: María Magdalena, Juana (Lc 8,2-3). Es la misma tendencia seguida en el caso de los varones (Pedro, Santiago y Juan). Con ello se pretende mostrar el lugar destacado que unas y otros ocupaban en el grupo.

La mujer que aparece casi siempre citada en primer lugar entre las amigas de Jesús es María Magdalena, que toma el nombre de de su lugar de origen, Magdala, ciudad pesquera floreciente de la costa oriental del lago de Galilea, entre Cafarnaún y Tiberíades. Ella es discípula de primera hora, pertenece al grupo más cercano a Jesús, ocupa un lugar preeminente en él y hace el mismo camino que el Maestro hasta Jerusalén. En otras palabras, comparte su causa y su destino. Las mujeres que siguen a Jesús suelen ser citadas en los evangelios en referencia a un varón, por ejemplo, Juana, “la mujer de Cusa”; María Magdalena, no: una prueba más de su independencia de toda estructura patriarcal.

La fidelidad o infidelidad a una causa y a una persona se demuestran cuando vienen mal dadas, en la hora de la persecución y del sufrimiento. Cuando Jesús es condenado a muerte y ejecutado, los discípulos varones huyen por miedo a ser identificados como miembros de su movimiento y a correr la misma suerte que él.  Sólo las discípulas que le habían seguido desde Galilea le acompañan y están a su lado en la cruz (Mc 15,40; Mt 27,55-56; Lc 23,49.55). Dentro del grupo de mujeres que están junto a la cruz los sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) citan a María Magdalena en primer lugar.  Sólo en el evangelio de Juan aparece en último lugar. María funge como discípula fiel no de un Mesías triunfante, sino de un Crucificado por subvertir el orden establecido tanto religioso como político.

Primera testigo de la resurrección

Las distintas tradiciones evangélicas coinciden en presentar a las mujeres como las primeras testigos de la resurrección. Cuando ellas visitan el sepulcro el primer día de la semana, un ángel les comunica que el Crucificado ha resucitado y les pide que vayan a comunicar la noticia a los discípulos (Mt 28, 2-8). Inmediatamente después es Jesús Resucitado quien les sale al encuentro y les hace la misma petición. Tradiciones divergentes coinciden en presentar a María Magdalena como la primera testigo de la Resurrección.

Parece tratarse de una tradición muy antigua. El “final de Marcos” (Mc 16, 9-20) -añadido tardío al evangelio- afirma que Jesús se apareció primero a María Magdalena (Mc 16, 9), quien comunica la noticia a los discípulos que habían compartido su vida con él (Mc 16, 10). La reacción de éstos ante el anuncio de María Magdalena es de incredulidad por creer que se trata de un desatino. El testimonio de las mujeres carecía de valor entonces. ¡Cuánto más en un asunto de tanta trascendencia!

El Evangelio de Juan también presenta la aparición de Jesús a María Magdalena como la primera. La principal discípula y seguidora de Jesús se convierte en la persona que se encuentra con el Resucitado antes que los propios discípulos varones. El primer dato a tener en cuenta en este relato es que, al hallar el sepulcro vacío, Pedro y Juan se retiran, mientras que María Magdalena, según un sermón francés del siglo XVIII descubierto por el poeta Rainer María Rilke en 1911, “busca por doquier a su único, al único objeto de su amor, al único e inalterable apoyo de su corazón exánime”.

En ese encuentro hay una tonalidad íntima. Jesús llama a María por su nombre. Ella lo reconoce al instante y le llama “Rabbonní”, que es la forma de dirigirse los discípulos más cercanos al maestro (Jn 20,16-17). El breve diálogo que se entabla entre ambos brota de la confianza que había caracterizado sus relaciones anteriores. Como observa Schillebeeckx, entre María y Jesús sigue dándose la misma “comunicación vital” que mantuvieran en vida. Más aún: María experimenta a Jesús como Viviente.

Pero ahí no termina todo. Por indicación de Jesús, María comunica a los discípulos su experiencia del Resucitado: “He visto al Señor” (Jn 20,18). Ella cumplió las tres condiciones para ser admitida en el grupo apostólico: haber seguido a Jesús desde Galilea (Lc 8, 2-3); haber visto a Jesús resucitado (Jn 20,18); haber sido enviada por él a anunciar la resurrección a sus hermanos (Jn 20,17). Los apóstoles aparecen en las tradiciones evangélicas como testigos secundarios de la resurrección. Acceden a ella a través de la experiencia y del testimonio de las mujeres. Su actitud inicial es reservada, recelosa, más aún, desconfiada.

Según Schillebeeckx, “parece que las experiencias de estas mujeres contribuyeron a que la causa de Jesús se pusiera en movimiento” 1. Opinión compartida y sólidamente fundamentada por la hermenéutica bíblica feminista. En concreto, el reconocimiento de María Magdalena como primera testigo del Resucitado explica su protagonismo en el cristianismo primitivo.

Sin embargo, en las cartas paulinas y otros escritos del Nuevo Testamento el testimonio de las mujeres sobre Jesús resucitado no aparece y María Magdalena es sustituida por Pedro. Ello se debe a la situación jurídica de entonces, unida a una Iglesia sometida al dominio masculino, que muy pronto comenzó a eliminar a las mujeres del protagonismo que tenían en el movimiento de Jesús.

El silenciamiento, por parte de Pablo y de otras tradiciones neotestamentarias, de la aparición de Jesús a María Magdalena y a otras mujeres supuso la exclusión de éstas de los ámbitos de responsabilidad comunitaria. Con la pronta instauración de estructuras patriarcales y de la teología androcéntrica en la vida y organización de la comunidad cristiana se interrumpieron las posibilidades y expectativas que se abrían con el reconocimiento de las mujeres como primeras testigos del Resucitado.

A pesar del silencio de Pablo y de otros escritos del Nuevo Testamento, las mujeres constituyen el eslabón indispensable de la transmisión del mensaje evangélico, más aún, el eslabón esencial para la fe en Cristo resucitado y el nacimiento de la comunidad cristiana. Sin el testimonio de las mujeres quizá no hubiera continuado el movimiento de Jesús y difícilmente hubiera surgido la Iglesia. ¿Quién podría narrar en las asambleas eucarísticas las experiencias de la muerte y de la resurrección de Jesús, sino las mujeres, principales testigos, y quizá las únicas? Ellas fueron testigos de cómo una víctima era rehabilitada y el Crucificado vencía a la muerte por la fuerza del Dios de la vida.

En los orígenes del cristianismo, en varias iglesias cristianas María de Magdala tuvo una importancia tan grande, si no mayor, que Pedro. Con el paso del tiempo fue perdiendo relevancia hasta ser suplantada por la tradición de la maternidad divina de María, que llegó a predominar sobre la figura misma de su hijo Jesús de Nazaret, el iniciador del cristianismo como movimiento igualitario de hombres y mujeres. La mariología desplazó a la cristología.

Evangelios gnósticos: Evangelio de TomásEvangelio de FelipeEvangelio de María y Pistis Sofía: Compañera del Salvador

En los Diálogos de Revelación de los evangelios apócrifos de carácter gnóstico, María Magdalena aparece como interlocutora preferente de Jesús resucitado, hermana de Jesús, discípula predilecta y compañera del Salvador. Tal cercanía del maestro provoca los celos de algunos apóstoles, especialmente de Pedro, quien, según Pistis Sophia, reacciona en estos términos: “Maestro, no podemos soportar a María Magdalena, porque nos quita todas las ocasiones de hablar contigo; en todo momento está preguntando y no nos deja intervenir”.

En dichos evangelios, a las que hoy se les está dando un importante valor, ya que nos permiten un conocimiento más riguroso del cristianismo primitivo y de sus diferentes tendencias, aparecen otras voces y otras interpretaciones, reprimidas por el patriarcado cristiano, que se impuso muy pronto a través de la ortodoxia androcéntrica.

Apóstol de apóstoles es el título que dio a María Magdalena Hipólito de Roma, quien no considera a las mujeres mentirosas, sino portadoras de la verdad y apóstoles de Cristo. Igualmente elogioso es el testimonio de San Jerónimo: “… y sobre todo, cómo María Magdalena recibió el epíteto ‘fortificada con torres’ por su fervor y la fuerza de su fe, y recibió el privilegio de ver a Cristo resucitado, incluso antes que los apóstoles” (Epist. CXXVII).

En el proceso de patriarcalización, clerizalización y jerarquización del cristianismo, María de Magdala fue relegada al olvido; más aún, fue presentada y representada como prostituta arrepentida, sirvienta de Jesús en agradecimiento por haber expulsado de ella los malos espíritus de los que estaba poseída, penitente con los vestidos desgarrados que llora por sus pecados pasados y por los que cometerían en el futuro las mujeres, mujer “de mala vida”. Otra fue la suerte de María de Nazaret, madre de Jesús, declarada Inmaculada, Madre de Dios, elevada a los altares, asunta al cielo en cuerpo y alma, piropeada con miles y miles de advocaciones, tratada casi con honores divinos. Toca ahora bajar a María de Nazaret del pedestal para devolverle su verdadera identidad: hermana nuestra y recuperar el protagonismo de María Magdalena como pionera de la igualdad.

Juan José Tamayo
Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones
Universidad Carlos III de Madrid


1 Edward Schillebeeckx, Jesús. La historia de un Viviente, Cristiandad, Madrid 1981, 318.

Fuente Fe Adulta

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“En memoria de ellaS”

Miércoles, 8 de junio de 2016
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f4e6fed8-f932-45af-b99b-7ddf6f933e6b-e1463663391217Imagen de ANFASEP facilitada por el Centro Loyola Ayacucho

José María Segura. “Rispá, hija de Ayá, agarró un saco, lo extendió sobre la peña y desde el comienzo de la siega hasta que llegaron las lluvias estuvo allí día y noche espantando a las aves y a las fieras” (2 Sam 21,10)[1].

En memoria de ella es el título de un libro de Elisabeth Schüssler Fiorenza, una eminente teóloga feminista, que lo toma de una cita impresionante del Evangelio de Marcos: “Ella ha hecho lo que ha podido; se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. Y en verdad os digo: dondequiera que el Evangelio se predique en el mundo entero, también se hablará de lo que ésta ha hecho, para memoria suya” (Marcos 14, 9).

“En memoria de EllaS” es el título de este post porque comparte en cierta forma el objeto del libro de Elisabeth: honrar la memoria de mujeres olvidadas. En nuestro caso especialmente de las víctimas de la historia, y sobre todo, de las personas que se han mantenido alerta, esperando, reclamando, soñando con alguna forma de restitución o reconocimiento. Son, en su mayoría, mujeres. Son mayormente olvidadas. Este post va por ellas.

Las víctimas y sobretodo las mujeres que, como Rispá, desafían a las autoridades, al paso del tiempo, a las inclemencias del tiempo y al fantasma del olvido, para constituirse en comunidades de memoria, resistencia y esperanza.

Son las madres y abuelas de la Plaza de Mayo de Argentina. Son las comunidades que claman “¡Viv@s los queremos!”. Son las madres que luchan por reivindicar las memorias de sus hijas en Ciudad de Juárez y Soacha. Son las asociaciones de búsquedas de desaparecidos en El Salvador, Nicaragua, Colombia…

En Ayacucho, donde ha comenzado mi despertar a la necesidad de la memoria, se habla de 70-90.000 muertes a cargo de Sendero Luminoso y de las Fuerzas de Seguridad del Estado entre 1980- 2000. Más de 500.000 desplazados. Más de mil fosas comunes en parajes inhóspitos, la mayoría por exhumar. Procesos de recuperación de los “restos” de las víctimas que tardan más de 10 años. “Restauraciones” económicas que llegan tarde y son ridículas… Y estos 30 años, asociaciones de la sociedad civil como ANFASEP [2] y “mamá Angélica”, su madre coraje que, junto con otras 7 sencillas y tenaces mujeres campesinas, han velado, recordado, reclamado, esperado y reivindicado, como Rispá. Esta mujer valiente que, desobedeciendo las órdenes del Rey David, vela los cuerpos de 7 inocentes ajusticiados como “compensación” por una matanza anterior cometida por Saúl. Rispá desafía a David porque no quiere que estos cadáveres (dos eran de hijos suyos) queden expuestos a las alimañas y a las inclemencias del tiempo.

En Ayacucho, y en otros muchos lugares, las asociaciones de familiares de víctimas, han construido sus “museos de la memoria”. Son las narradoras de la “Memoria Passionis”, las portadoras de una memoria peligrosa. En sus “museos”, como las traperas de la historia de W. Benjamin, exhiben fotografías, documentos, cartas, ropa hecha jirones…, a veces lo único que han podido recuperar de sus hijos/as nietos/as o  maridos.

Son las comunidades del Sábado Santo. Después de haber acompañado hasta el final a sus seres queridos, han velado su memoria, hasta poder “ungir”, o al menos despedir, los vestigios de quienes fueron sus seres queridos.

Son las “voceras” por quienes resuena “el clamor de la tierra”, en quienes “la sangre de nuestro hermano Abel” grita y reclama justicia para poder descansar en paz. Son el grito de Dios Madre que desgarra sus entrañas ante el olvido, el desprecio y las vejaciones sufridas por la memoria de sus niñas/os. Son Raquel que grita porque sus hijos/as “ya no existen”, son María Magdalena, que aún no ha podido abrazar a su Señor, que pregunta desesperada “¿Dónde lo has puesto? Si tú te lo has llevado…”. Son cada uno de nosotros si nos dejamos “affectar”, que diría San Ignacio, si dejamos que sus rostros, esos rostros rescatados por sus madres/mujeres/abuelas, nos interpelen.

Como creyentes, nos invita a ver en ellas las comunidades de memoria de la Pasión del Señor. Como cristianos/as no podemos dejar en el olvido las vidas entregadas o segadas por la violencia (de cualquier tipo), en ellas está nuestro Señor esperando la unción que esta vez María no le pudo anticipar en Betania. Es delicado. Es doloroso. Es incómodo. ¡Es de mala educación hablar de muertos, y restos, y cunetas, y de violencia fratricida!

Es una memoria dolorosa, y “peligrosa”: nos recuerda que el Reino “todavía no ha llegado”. Que todavía el viento huracanado del “progreso” impide al ángel del paraíso volver hacia atrás y restituirlo todo, recuperando los despojos y los despuntes del envés de la historia (Metz, Klee).

Pero quizás como creyentes, que esperan y confían en el día en que el Dios de la Vida enjugará toda lágrima, que veneran la memoria de un salvador crucificado, ¡que por las justas se libró de acabar en una fosa común! Debemos implicarnos en mantener vivas estas memorias. En pedir restitución y Justicia. Es delicado. Es doloroso. Es incómodo y es “politizable”. También lo era el anuncio de la cruz para Pablo.

Sí. Este es un post incómodo. Empecé a gestarlo en la facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad “Alas Peruanas”, donde asistí a una charla de los Constructores de Paz del Centro Loyola de la Compañía de Jesús en Ayacucho. Explicaron la magnitud de la violencia de los años de Sendero y la represión gubernamental, y la creación de un Santuario Nacional de la Memoria, La Hoyada”, en Ayacucho. Al terminar me preguntaron mi opinión y no pude evitar decir: “Les felicito como sociedad civil. En España también nos quedan cadáveres en las cunetas y fosas por exhumar…”. Y me quedé muy incómodo.

Lo confieso. Me ha incomodado todo este viaje a la memoria. Me ha hecho preguntarme: “¿Y en España? ¿Qué pasa con las víctimas de la represión de la dictadura que aún siguen descansando en cunetas o en fosas o…?” Es políticamente incorrecto tocar el tema. Quizás es tiempo ya de cerrar bien las heridas del pasado, de dejar que los muertos puedan ser honrados, despedidos y enterrados para descansar en paz.

Y si alguno/a se molesta al leer este post, bienvenido/a al malestar de la memoria incómoda.

Este post va por ellas: las víctimas y las testigos. Las que han mantenido el alma de puntillas. Las que son y han sido transmisoras de la memoria peligrosa. Las guardianas de la Memoria, la Resistencia y sobretodo, de la Esperanza.

Las comunidades del Sábado Santo.

***

[1] Citado y desarrollado por Ramón Lucia en “Queremos el Pan y las Rosas”. Ediciones HOAC, p. 196-7.

[2] Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú.

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El Papa abre la puerta a que las mujeres puedan bautizar y oficiar matrimonios

Domingo, 15 de mayo de 2016
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mujeres_560x280Anuncia la creación de una “comisión oficial” sobre el diaconado femenino

En la actualidad, este servicio está reservado de manera exclusiva a los hombres

“Entre las funciones permitidas a los diáconos destacan la proclamación del evangelio, la predicación y la asistencia en el altar, la administración del sacramento del bautismo y el presidir matrimonios, dar bendiciones”

Francisco afirmó hoy que creará una comisión de estudio para analizar la posibilidad de permitir a las mujeres ejercer el servicio del diaconado en la Iglesia católica, actualmente reservado de manera exclusiva a hombres.

Esto durante un encuentro -en el Aula Pablo VI del Vaticano- con unas 900 líderes de congregaciones religiosas femeninas del mundo, asistentes a la asamblea trienal de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG).

En la reunión el pontífice respondió improvisando a seis preguntas de las presentes, una de ellas le cuestionó: “¿Por qué no constituir una comisión oficial para estudiar la cuestión?”.

En su respuesta el líder católico reveló que había abordado el asunto hace algunos años con un “buen y sabio profesor”, el cual tenía estudios sobre el uso de las mujeres diáconos en los primeros siglos de la Iglesia.

Siguió reconociendo que no estaba claro qué papel tenían esas mujeres. “¿Cuáles fueron estas mujeres diáconos? ¿Tenían ordenación o no? Está poco claro eso. ¿Cuál fue el papel de esas ‘diaconisas’ entonces?, se cuestionó.

“¿Constituir una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión? Creo que sí. Sería bueno, para hacer que la Iglesia aclare este punto. Estoy de acuerdo, voy a hablar para hacer algo como esto. Acepto, me parece útil tener una comisión para aclarar”, añadió.

Actualmente la Iglesia católica reserva el diaconado exclusivamente a los hombres. Los seminaristas son ordenados “diáconos temporales” un tiempo antes de recibir la ordenación sacerdotal.

Pero no sólo pueden ser diáconos quienes serán presbíteros, también existe una categoría distinta de “diáconos permanentes” que incluso pueden ser casados. Estos son considerados el “grado inferior de la jerarquía eclesiástica”.

Entre las funciones permitidas a los diáconos destacan la proclamación del evangelio, la predicación y la asistencia en el altar, la administración del sacramento del bautismo y el presidir matrimonios, dar bendiciones. Ellos no pueden celebrar misa ni confesar o dar la unción de los enfermos.

La discusión sobre el diaconado femenino no es nueva. Durante la pasada asamblea del Sínodo de los Obispos, que tuvo lugar en el Vaticano en octubre de 2015, el arzobispo canadiense Paul-André Durocher avanzó el tema.

“El Sínodo debería reflexionar seriamente sobre la posibilidad de permitir el diaconado femenino, porque abriría el camino a mayores oportunidades para las mujeres en la vida de la Iglesia”, señaló.

“En donde fuese posible, a mujeres calificadas se les debería asignar posiciones y autoridades de decisión en las estructuras eclesiásticas”, añadió.

Fuente Religión Digital

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“Las mujeres del muro”, por Isabel Gómez Acebo

Miércoles, 17 de febrero de 2016
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Women of wallLeído en su blog:

No ha sido fácil pero han ganado la batalla las mujeres del muro, título por el que se conoce a un grupo de judías, en su mayor parte estadounidenses, que exigían un espacio compartido con los varones para rezar ante el muro de las Lamentaciones.

El grupo fue fundado por Anat Hoffman en 1988 con la intención de que se les autorizara a rezar con el talit (manto de oración), los tefilín (las cajitas de cuero atadas con correas que contienen versos sagrados) y poder recitar la Torá en voz alta (t’fila en hebreo significa la oración). Son las cuatro “T” de la protesta que los rabinos consideran una traición a la ortodoxia.

Tomó el relevo de Hoffman, Sarah Silverman, que consiguió cuatro millones de seguidores en las redes sociales, a los que mantuvo informados de la detención de su hermana Susan y de su nieta Hallel por el gobierno israelita. Un fallo del Tribunal Supremo en 2003 las consideró culpables por intentar romper las tradiciones y sensibilidades de los demás fieles. Pues para mantener viva la demanda, todos los meses durante años, se pusieron los chales rituales e intentaron rezar junto a los hombres.

Su insistencia consiguió que Benjamin Netanyahu planteara el tema entre sus ministros para que votaran. La enmienda se ha aprobado por quince votos a favor contra cinco en contra que emitieron los representantes de los judíos ortodoxos. Hay que reconocer que algunos rabinos tradicionalistas presionaron a los ministros porque no querían tener más disturbios en la Ciudad Vieja de Jerusalén, ya que algunos religiosos ultra ortodoxos, atacaron numerosas veces a esas mujeres y consideraron que más valía hacer concesiones que arriesgar un derramamiento de sangre.

Tras la resolución el primer ministro decidió nombrar a Nathan Saransky, héroe de la resistencia soviética y con gran predicamento en el país, para que encontrara una solución que contentara a todos. Decidió que se levantaría una plataforma, lo que no satisface a nadie porque las mujeres consideran que se configura el espacio como una zona segregada y el gran rabino Shmuel Rabinowitz, a cargo de velar por el Muro Occidental, ha declarado que “tardarán años en que los daños causados por este sacrilegio puedan ser subsanados”.

No sé lo que pasa en todas las religiones con las mujeres pero sus pretensiones siempre son mal vistas. Creo que la culpa la tienen las tradiciones pues en sociedades patriarcales no cabía el protagonismo femenino que hoy se demanda.

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Francisco cambia la Liturgia del Jueves Santo para que puedan participar mujeres

Domingo, 24 de enero de 2016
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Lavatorio de los piesClaro guiño del Papa hacia la igualdad hombre-mujer en la Iglesia

El gesto de Jesús expresa “donarse hasta el final para salvar al mundo, su caridad sin fronteras

El papa Francisco ha ordenado cambiar la liturgia del tradicional lavatorio de los pies, que recuerda el de Jesús a los apóstoles durante la Última Cena y que se celebra el Jueves Santo, para que se pueda elegir también a mujeres para este rito. Un claro guiño que demuestra la apuesta del Pontífice por trabajar para alcanzar la plena igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia católica.

En una carta enviada al prefecto de la Congregación para el Culto Divino, Robert Sarah, y difundida hoy, Francisco explica que no deberán ser elegidos sólo hombres o chicos para que se laven los pies en este rito ypueda elegirse como participantes todos los miembros del Pueblo de Dios, es decir también mujeres o chicas. No obstante, es significativo que

Francisco añade en el texto con fecha del 20 de diciembre pero hecho público hoy que así se expresa “plenamente el significado del gesto realizado por Jesús en el Cenáculo, el donarse hasta el final para salvar al mundo, su caridad sin fronteras.

En este cambio al “misal romano” de este día, Francisco recomienda que sea dada a los fieles “una adecuada explicación sobre el significado de este rito”.

El Vaticano también publicó el documento de la Congregación para el Culto Divino del pasado 6 de enero con el que entran en vigor estos cambios requeridos por el pontífice para que en este rito esté representada “cada parte del pueblo de Dios” y puedan participar “hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, sanos, enfermos, consagrados y laicos”.

El lavatorio de los pies para la misa de “in cena Domini” del Jueves Santo preveía que se lavaran a “duodecim viros selectos” (doce hombres seleccionados).

En sus celebraciones de la misa de Jueves Santo como pontífice, Jorge Bergoglio ya se había saltado esta norma como el año pasado cuando lavó los pies de doce detenidos, seis hombres y seis mujeres, que cumplían condena en la cárcel romana de Rebibbia.

En aquella ocasión, Francisco tras lavar los pies de una de las reclusas también lo hizo al bebé sentado en sus rodillas.

 

Religión Digital/Agencias

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Los sabores de María

Viernes, 1 de enero de 2016
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1163590193_0Juan Yzuel
Zaragoza.

ECLESALIA, 23/12/15.- Vivimos un renacimiento de la gastronomía como arte y como dimensión esencial de toda cultura humana. Siempre hemos tenido la buena mesa como un placer esencial, pero actualmente vivimos la democratización de la alta cocina a través de la televisión. El mensaje es: en cada uno de nosotros, hay un chef en potencia esperando ser despertado… Sólo necesitamos una cosa: experimentar nuevas sensaciones gustativas, estar dispuestos a romper los tabúes culinarios y mezclar ingredientes que antes eran pensados como absolutamente opuestos, redescubrir sabores, darnos cuenta de que queda mucho aún por inventar. Y nuestra cocina, antes un lugar de sal, pimienta, ajo, aceite y vinagre, se ve invadida por decenas de botellitas con especias diversas, aromas exóticos y hierbas de nuestros montes que hasta hace poco habían quedado relegadas a las herboristerías.

Pero, para hallar nuevos mundos de sabor, hay que “deconstruir” nuestra memoria de sabores, educada y condicionada desde la más tierna infancia. Allí se nos dijo lo que estaba bueno, lo que estaba malo, lo que no se podía comer y lo que estaba reservado a momentos o personas especiales. Sólo cuando nos hemos enfrentado, en los viajes por todo el mundo, a culturas diferentes, hemos aprendido que el mundo de los sabores es muchos más amplio y rico de lo que nunca imaginamos.

Hay cinco sabores básicos: dulce, salado, amargo, ácido y umami. Este último se ha ido incorporando en la última década al catálogo que los niños aprenden en la escuela, pero aún no ha llegado a la cultura general de los adultos. Por ello, quedémonos por ahora con nuestros cuatro sabores principales.

El problema que hemos tenido es que se han extendido, sobre todo, dos sabores principales en nuestra cultura, el dulce y el salado. Casi todo está excesivamente azucarado o cubierto de sal. Esto no nos permite apreciar muchas veces el aroma de los frutos secos poco manipulados, el sabor de la carne en su propio jugo, el ácido natural de los cítricos o gusto fuerte del café solo y no edulcorado.

¿A qué me sabe esto?

En mis talleres de escritura del Diario personal me gusta proponer analogías sensitivas de nuestras experiencias. Si aquella mañana fuera un paisaje, ¿de qué paisaje se trataría? ¿O qué canción elegiríamos para asociarla con lo que pasó aquella tarde en el hospital? ¿Cuál es el olor primordial que parece flotar en esta memoria? También propongo sabores, que definamos nuestras experiencias vitales por el gusto. Esto descoloca al escritor, pues normalmente hacemos comparaciones visuales o auditivas con más facilidad que con sabores y los olores. ¿Qué sabor tenía ese día de tu cumpleaños? ¿Qué sabor domina en esta experiencia que estás describiendo? ¿Qué sabor me evoca esta persona tan importante en mi vida? ¿A qué me sabe, por ejemplo, mi hermano, mi padre, mi madre…? Cuando pienso en ella, ¿qué sabor fundamental me recuerda?

¿A qué me sabe María?

Vamos a aplicar esta exploración de sabores a María de Nazaret, madre de Jesús y madre nuestra. Para empezar, hemos de darnos cuenta de que muchas veces tenemos tan metida en nuestra memoria de sabores una forma exageradamente edulcorada de la Virgen, una versión dulzona y acaramelada que olvida, enmascara y oculta los ricos matices de una personalidad inabarcable. Para redescubrirla en todo su sabor, habremos de volver a los evangelios. Naturalmente, hay muchos textos sobre María que los exégetas analizan con lupa porque la María de Nazaret histórica no debió ser exactamente igual a la que vemos en el evangelio. No entraremos ahora en esas sutilezas; nos quedaremos con el retrato evangélico sencillo, el del pueblo llano.

DULCE

Posiblemente es el sabor fundamental de María. Como madre, evoca en nosotros la dulzura, el cariño, las caricias, el amor incondicional. María se muestra dulce en los evangelios: en Belén, junto a Jesús recién nacido, arropado y amamantado por su madre. En Ain Karén, cuidando a su prima. En Caná, preocupándose por la fiesta y la alegría de los recién casados. En Pentecostés, llenándose del vino dulce del Espíritu que alegra el corazón. María es alegría, servicio, acogida, amabilidad… Las letanías del Rosario la reconocen así: Causa de nuestra alegría, Madre amable, Madre del amor, refugio de los pecadores, estrella de los mares, esperanza nuestra,… Celebramos el “Dulce Nombre de María”. Infinidad de canciones la cantan en este sabor: “María tú, que velas junto a mí… enséñame a vivir con ritma alegre de juventud” (Gabaraín); “Madre de los hijos pobres” o “María, la madre buena” (Kairoi) nos invitan a acercarnos al amor materno de María.

María vive la alegría y la expresa. El Magníficat es todo una revelación de esa dulzura interior. Lo analizaremos en sus diferentes sabores, pero se arranca con la alegría: ¡Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador!

SALADO

La expresión “persona salada” incluye, en español, el ser graciosa, chistosa, divertida, chisposa,… Vemos a María como persona con encanto, que llega a ver a su prima y se arranca por soleares cantando al Señor su Magníficat. La podemos imaginar moviéndose por la casa prodigándose en este servicio, llenando la vivienda de vida y optimismo, de pasión y energía. También se necesita tener salero para resolver el problema de Caná de Galilea. “¡Ea, no tienen vino! Hay que hacer algo… Venga, Jesús, que tú puedes ayudar si quieres…”

Hay canciones como “María, Música de Dios” (Kairoi) que canta a esta mujer salada que comunica la alegría. “Madre de los jóvenes” (Gabaraín) nos habla de las tristezas de la juventud, de los peligros y la soledad de los adolescentes, pero que María puede sacarnos de las tristezas: “¡Ven, María a nuestra soledad,… a tantas esperanzas que se han muerto, a nuestro caminar sin ilusión…!

La sal nos recuerda también a las lágrimas. Y María tiene su ración de tristeza en los evangelios: ver a su hijo recién nacido en un establo porque no había para ellos dónde quedarse; contemplar a su pequeña familia huyendo a Egipto; buscar a su hijo con inquietud durante tres días en Jerusalén; verlo insultado y ensangrentado en las calles de Jerusalén camino del Calvario; contemplarlo en la cruz, pobre, desnudo, sufriente…; tenerlo frío y muerto en sus brazos al ser descolgado de la cruz… Se necesita un mar de lágrimas para vivir todas estas experiencias.

Si la María dulce es el primer tema de canciones de María, la María de las lágrimas es el segundo. La Salve nos recuerda que caminamos por un valle de lágrimas. “Hoy he vuelto” (Gabaraín) canta la nostalgia por la infancia; “Pienso en ti” (Matéu) nos dice que caminamos tristes sin María.

Por otro lado, la sal es la analogía elegida por Jesús en el evangelio para simbolizar que debemos ser sal de la tierra para que esta no se corrompa. María, como madre, fue sal con su propio hijo, sembrando en su corazón una forma de mirar al mundo que evitaba el nacionalismo, el extremismo, el machismo, el sexismo y todas las ideologías que ensucian la mirada limpia de un niño. María estuvo entre los apóstoles como sal, para que no se desvirtuara el mensaje del Maestro ni la esperanza en que su promesa se cumpliría. De allí que recibiera el encargo de Jesús crucificado “cuida de tu hijo” y formara parte de aquella primera iglesia a la que el Espíritu Santo animó en Pentecostés. No tenemos documentación sobre el papel de María entre los apóstoles, pero seguro que fue muy importante. Además del testimonio de su presencia en Pentecostés, está la tradición joánica de haber vivido con San Juan en Éfeso, y la jacobea de su aparición en Zaragoza, apoyando, animando, dando “rasmia”, como decimos en Aragón.

AMARGO

La amargura la tenía María garantizada en cuanto dijo “sí” en la anunciación del ángel Gabriel. Por si no lo tenía claro, así se lo aseguró Simeón: “Los bendijo y dijo a María, la madre: —Mira, éste está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será una bandera discutida  y así quedarán patentes los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón”. (Lc 2,34-35) María, guardaba todas estas cosas en el corazón (2,19), las meditaba y, a veces, las sufría en silencio, sin aspavientos, con serenidad. Fue amargo tener que ver que José sospechaba de ella y hasta hizo planes de repudiarla en secreto. Fue amargo tener que huir a Egipto, como lo es todo proceso de emigración forzosa. Fue difícil encajar las respuestas desconcertantes de Jesús (en el templo, en Cafarnaúm…) que parecen dar a entender que su Madre no es tan importante en su vida como lo es Dios o su Pueblo. ¡Es la experiencia de tantas madres de religiosos, religiosas, misioneros, cooperantes y locos del evangelio! Es la mezcla agridulce de saberse bendecida por un hijo especial, maravilloso, pero que no le dará las seguridades ni las alegrías pacíficas y sencillas que otro tipo de hijo le habría dado. María experimentará esa espada que atraviesa el alma al ver a Jesús en su pasión y muerte.

María vive su experiencia de amargura desde el silencio y la meditación. De igual manera que exteriorizaba su alegría, es parca en su lamento y su llanto. Lucas repite dos veces en el capítulo 2 que María guardaba todo esto en su corazón. Ni siquiera los artistas la han presentado en un gemido desesperado. Una de las obras más sublimes de la historia de la escultura es la Pietá de Miguel Ángel. Allí, María muestra dolor, pero no desesperación. Su amargura es mitigada por su gran confianza en el poder del amor del Padre.

María vive la amargura desde la salida hacia el otro, para cuidarlo y animarlo. De allí nace la petición de Jesús: “Mujer, he ahí a tu hijo”. María se sacude su propia amargura para dar consuelo, apoyo, paz, confianza… También desde la valentía. Se enfrenta a los problemas con resolución, sin evitar los conflictos.

Las letanías del Rosario no pueden dejar de bendecir a María en este trance: Consoladora de los afligidos, auxilio de los cristianos, reina de los mártires… Canciones como “Tú estás cerca” (Kairoi) canta el hecho de que María vive cerca del dolor de los hombres y mujeres. Muchas canciones están dedicadas a Nuestra Señora de los Dolores, como “Dolorosa” (Espinosa), “Madre de los creyentes” (Palazón), “Madre de todos los hombre” (Espinosa), “María, madre del dolor, das tu corazón al pie de la cruz” (Kairoi), “Quiero decir que sí” (Luis Alfredo)… Yo mismo compuse una canción para los presos de la cárcel de Rickers Island, en Nueva York, titulada “Señora de la prisión” con esta temática. Si la dulce María es la fuente de himnos de alabanza y María la salerosa de cantos de amor, María dolorosa es la fuente de las baladas, de la explicación detallada de nuestras dificultades y dudas y del camino largo e incierto pero, a la vez, alumbrado por la fe.

ÁCIDO

El ácido es un sabor unido a todo lo que limpia hasta el hueso y levanta las postillas, lo que hace salir el mal y lo sana de raíz, lo que quita la podredumbre y señala la fuente de la injusticia y la corrupción. Es el sabor de la crítica, de la denuncia, de la indignación, del descontento, de la manifestación en la calle, de la rebelión y de la lucha contra el tirano y el opresor. Es el sabor del visionario, del profeta, del rebelde.

María nos sorprende con este sabor en el Magníficat:

«Él hizo proezas con su brazo:
dispersó a los soberbios de corazón,
derribó del trono a los poderosos
y enalteció a los humildes,
a los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió vacíos
Lc1,51-53

María hace así una afilada crítica social. Con acidez asegura que los poderosos, los famosos, los prestigiosos, los saciados, los adinerados, los escandalosamente ricos… nada tienen que ver con lo que Dios quiere. El Magníficat es un cántico judío; no hay atisbo todavía de cristianismo en él. María canta todavía desde el Antiguo Testamento, desde la teología de la promesa mesiánica que comienza a despuntar en esta joven muchacha de Nazaret. La promesa se ha hecho realidad. Sólo ella e Isabel lo saben. El Mesías no nacerá de entre los poderosos y los sabios, sino de entre los humildes y pequeños. No será rico ni buscará el poder y la influencia, sino que dejará que el mismo poder de Dios actúe en él. Y vendrá a instaurar un nuevo orden, basado en la fraternidad y la igualdad.

María la ácida, la activista, la revolucionaria, no está ahora en las grandes basílicas, sino en los barrios pobres y embrutecidos, en las largas horas de trabajo bajo el sol en los inmensos terrenos expropiados por las multinacionales, en las chozas de las mujeres agredidas sexualmente en las guerras africanas, en las luchas por los derechos de las mujeres en los países patriarcales y machistas, entre las abuelas de la Plaza de Mayo, en los círculos de silencio de quienes quieren acabar con la violencia sexista. María se hace así cercana al cambio y la causa del “otro mundo es posible”. Se hace voluntaria de una ONG, cooperante en un campo de refugiados, maestra en un barrio marginal, educadora en un piso de acogida para niños de la calle, médica que lucha incansablemente contra el ébola, guerrillera ecologista en el Rainbow Warrior de Greenpeace, analista de seguridad que denuncia el atropello de los derechos y libertades de todos y todas, abogada laboralista, enamorada de las causa de los últimos pueblos indios del Amazonas…

Su acidez le hace tomar partido, optar por los marginados, haciendo una opción preferencial por los pobres. No acepta ni la indiferencia ni la neutralidad ante lo injusto y lo inhumano. Es la Madre de todos, y como tal opta sobre todo por sus hijos más débiles y vulnerables. Es un amor duro, tajante, claro. No puede admitir en su casa el desorden del hambre, de la miseria, de la desigualdad, del abandono…

María la contestataria, la profetisa, es la más cantada por la Teología de la Liberación. Los poemas de Casaldáliga hablan de ella así. Su “Señora de Guadalupe” es una María que no se queda en el dolor pasivo, sino que sale a luchar por la justicia y la dignidad. Entre las canciones con esperanza ácida, con terca confianza en el compromiso, está “Mientras recorres la vida” (Gabaraín) y el más reciente proyecto artístico de varias cantantes: “Nuestra señora de los indignados”. Algunas canciones de Domingo Pérez, Pepe Laguna (Anawin), Vicente Morales (Brotes de Olivo), canta así a María. Un ejemplo claro: “Romance guadalupano”, de Domingo Pérez, con la letra de Pedro Casaldáliga.

Redescubrir los sabores de María

En las últimas décadas muchos cristianos hemos echado a María de nuestra oración y de la Eucaristía, donde durante siglos tuvo un lugar inapropiado y exagerado. Es tiempo de redescubrir sus sabores y saber combinarlos adecuadamente, encontrando el toque justo, como en la alta cocina. Es importante hacerlo también por razones ecuménicas, dado que el exceso de “salazón” mariano dificultó el diálogo durante siglos. Ni tanto, ni tan poco. La religiosidad popular necesita redescubrir otros sabores de María. Ella fue el regalo que nos dio Jesús y la puerta que han usado mucho para encontrarse con Él. Está allí, dispuesta a servir, como siempre. Gracias, Madre. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

*alcierzo.com

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Las mujeres en la Biblia, historias de exclusión de ayer y de hoy

Lunes, 12 de octubre de 2015
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maria_jovenfamiliaDel blog de Luis Miguel Modino Misionero en Brasil:

Durante este primer fin de semana de octubre, las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) del Regional Nordeste 3 de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués), que engloba las 25 diócesis de los estados de Bahia y Sergipe se encontraron en Aracajú, capital del estado de Sergipe, para reflexionar a partir del tema “Las Mujeres en la Biblia.

La historia siempre es leída desde diferentes prismas y cada uno la cuenta de la forma que más le conviene. Tradicionalmente ésta ha sido contada desde una visión masculina y eso ha provocado que no siempre haya sido dado el valor que merece al lado femenino.

Ayudar a hacer una lectura diferente es un desafío, que puede hacer visible ese lado de la historia que siempre estuvo en un segundo plano o incluso oculto y despreciado.

Con la asesoría de Terezinha Foppa y Luciano Bernardi, fue presentado el papel que en la Biblia tuvieron algunas mujeres, que siempre estuvieron en un segundo plano. Parteras, viudas, madres, suegras, abuelas… que nos llevan a hacer una relectura del texto bíblico y descubrir la acción salvadora de Dios a través de ellas, a encontrar la presencia divina en tantas mujeres que hoy quieren construir la historia, pero continúan siendo relegadas.

Como señala la carta final del encuantro, “mujeres que luchan por la participación en más espacios, por ser reconocidas en sus diversos papeles y potencialidades, superando el autoritarismo, la dependencia, el racismo, el machismo, la discriminación, promoviendo la idea de la interdependencia, del cuidado, del Bien Vivir, de la alteridad, del amor mutuo, de la ternura, del diálogo”.

Las CEBs llaman a acabar con “el machismo que somete mujeres y hombres a situaciones de opresión, dolor y ausencia de libertad, generando la falta de valorización del trabajo de las mujeres en nuestras comunidades, situación profundamente injusta, pues son las mujeres quienes sostienen la misión evangelizadora en muchas comunidades extendidas por todo Brasil y América Latina.

Poco a poco son “encontrados caminos para construir el diálogo y el respeto como medio para vencer la cultura del machismo a través de la formación constante, de la autocrítica, de la creación de comisiones de mujeres para trabajar en la base, fomentando reflexiones y debates”.

Muchos se empeñan en lo contrario, pero el propio Papa Francisco ha reconocido una vez más este papel fundamental que el universo femenino tiene en la vida de la Iglesia, como señalaba en el reciente Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, donde decía que debemos valorar la inmensa contribución que las mujeres, laicas y religiosas, han hecho y siguen haciendo a la vida de nuestras comunidades. Que este deseo papal pueda hacerse realidad, pero para eso es necesario cambiar actitudes y estructuras.

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