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Carta a María Magdalena en la mañana de resurrección: “Como tú, María de Magdala, querría ser portadora de la buena noticia de la Resurrección”

Sábado, 18 de abril de 2020
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st-mary-magdalene-and-the-risen-christ-b“Que fácil es hacerte presente hoy en tantas médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras de hospitales, cuidadoras de ancianos… mujeres”

“Las y los que en estos días conviven con el sufrimiento, la muerte, el dolor, tal vez la decepción…¿Se sentirán nombradas con el amor infinito de Dios Padre-Madre?”

“Estos días muchas personas han sido para mí Magdalenas que han sostenido mi esperanza, mi fe en que la muerte no tiene la última palabra. Tengo escritos sus NOMBRES en mi corazón”

“Viene la Magdalena, por el sendero,

hay una tumba abierta y un jardinero.

Alguien dice su nombre, la Magdalena

Siente que se terminan todas sus penas”

Es Domingo por la mañana en Jerusalén. Todos acababan de celebrar la fiesta grande de la Pascua. Podríamos decir que estaban de “resaca”. ¿Qué hacías tú allí, María Magdalena, en el sepulcro? Ocuparte de un amigo necesitado… Tan necesitado que estaba muerto. Fuiste a arreglar su cuerpo sin vida, a arreglar su tumba. El texto describe algunas de tus preocupaciones: ¿quién nos quitará la piedra de la puerta? ¿podremos solas? ¿seremos suficientemente fuertes para moverla? Pero yo también imagino otras: ¿como embellecer el lugar donde yace mi amigo? El mejor perfume para su cuerpo, para llenar este lugar de muerte con aromas de Vida, de alegría, de plenitud. Las mejores flores para la entrada del sepulcro, para que la primavera que llega se haga presente en este lugar y lo llene de belleza, para que sepa lo que lo amaste y le recuerde que la esperanza todavía brilla en tu corazón.

Cuidar de la vida, y también de la muerte… Tarea de mujeres en tu tiempo y hoy. Por eso la VIDA te encontró a ti la primera. Por eso se te anunció a ti, y no a otro, que la Muerte no tiene la única palabra. Porque estabas allí a primera hora de la mañana, para cuidar con ternura. Que fácil es hacerte presente hoy en tantas médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras de hospitales, cuidadoras de ancianos… mujeres, y también hombres, que entregan su ternura y su solidaridad para CUIDAR, para REGAR la vida que a veces se apaga en estos tiempos difíciles. En ellas y ellos se está haciendo presente Jesús, anunciando que la vida no termina, que la muerte no es la vencedora.

Allí, al sepulcro, llegaron, según nos cuenta la Palabra de hoy, Pedro y Juan avisados por ti. Llegaron corriendo. No sé si los que recogieron el hecho entendieron bien el mensaje de Jesús, cuando la última cena se puso al servicio, lavando los pies y eliminando toda jerarquía. En el texto del Evangelio gastan un poco de letra describiendo quién corría más de prisa, quién se quedó en la puerta, quien tuvo el valor de entrar… ¿Será eso lo importante? No lo sé Magdalena… La tentación de lo visible sigue acechándonos en medio de estos tiempos de “semillas que germinan en lo secreto de la tierra”.

El texto dice que Pedro y Juan creyeron y volvieron a su casa. Tú te entretuviste un rato llorando la pena. El dolor por la incertidumbre, la ausencia del Amigo, la perplejidad… Y entonces, allí se presentó, VIVO, esperándote, NOMBRÁNDOTE. Te reconociste y lo reconociste cuando te llamó por tu nombre: MARÍA. La VIDA que se hace presente en lo que somos cada una y cada uno. No en el ideal que soñamos ser, ni en el “debería”, sino en lo más íntimo y esencial de lo que SOMOS. Otra vez se me viene a la cabeza la multitud de personas que hoy cuidan la vida titilante en camas de hospitales, en centros de acogida, en casas solitarias… Las y los que en estos días conviven con el sufrimiento, la muerte, el dolor, tal vez la decepción…¿Se sentirán nombradas con el amor infinito de Dios Padre-Madre? Eso pienso cuando aplaudo a las 8 cada tarde: digo los nombres a mis amigas y amigos más cercanos y lejanos y los pongo en el abrazo del Dios Vivo. Ojalá te experimenten sitiándose enviadas, llamadas, sostenidas.

Porque, sigo leyendo y ahí estás, María Magdalena, en salida: Jesús te invita a “no retenerlo”, a comunicarlo, a compartirlo, a anunciar la alegría de que la muerte no ha tenido la última palabra. La Esperanza no desfallece porque Jesús sigue presente en medio de la comunidad. Y ahí vas, ¡a contarlo! María Magdalena, portadora de la Buena Noticia. Estos días muchas personas han sido para mí Magdalenas que han sostenido mi esperanza, mi fe en que la muerte no tiene la última palabra. Tengo escritos sus NOMBRES en mi corazón. Solo por poner algunos ejemplos:

Una amiga, testimonio vivo de resistencia, lucha y alegría, me manda sus audios de canciones cantadas por ella misma

Otra amiga me manda un audio sobre la distancia y el amor, con inspiradoras frases de Simone Weil y Etty Hillesum

Unas monjas han abierto la intimidad de su comunidad y han sido polo de paz, de liberación y de encuentro con la Ruah

Mi comunidad cristiana, cuya amistad, cercanía y fraternidad experimento como presencia misteriosamente cercana en momentos de dolor

El dolor compartido, tan universal, me une con hermanos y amigos de Latinoamérica de forma que jamás había imaginado

La belleza que se hace presente en el silencio de un Madrid vacío de personas, en el que la vida bulle dentro de las casas y una fina lluvia empapa la tierra

Los nombres de cada vecina y vecino mirándonos con afecto en los aplausos de las ocho

Las personas que nos recuerdan a través de redes de solidaridad que siempre hay alguien más vulnerables a quien dar una mano

La presencia misteriosa de los que nos han dejado

Incluso el miedo de algunas personas que desconfían y vigilan a sus propios vecinos erigiéndose en policías, me hace pensar y me invita a cultivar la confianza

Las personas que nos sensibilizan invitándonos a preguntarnos ¿en qué mundo queremos vivir cuando pase el virus?

Estos días he tenido tristezas, como muchos. Miedos, como casi todos. Estos días me ha preocupado la soledad de familiares, el agotamiento de amigas y amigos sanitarios, la desigualdad con la que se enfrentan a los retos educativos niños y jóvenes sin colegio en tantos lugares del mundo, la falta de trabajo y comida de muchas personas que viven al día, la situación ya antes tan dolorosa de personas en campos de refugiados y en asentamientos, en cárceles y centros de internamiento, la situación de quienes tienen que vivir el confinamiento en una chabola sin agua y ni comunicación.

Mi dolor ha ido dando paso al deseo urgente de un MUNDO MEJOR. Esta Pascua que estamos viviendo es una invitación a cuidar la VIDA. A cambiar las prioridades y ser más hermanas y hermanos entre todos los seres humanos y con nuestra casa común. Como tú, María de Magdalá, quisiera salir corriendo a ser portadora de la gran noticia de que LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE. Quisiera ser portadora de ánimo, solidaridad, acogida, esperanza, sanación, … PORTADORA DE RESURRECCIÓN.

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“Recuperar el cristianismo de María Magdalena”, por Juan José Tamayo

Lunes, 20 de agosto de 2018
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30Leído en la página web de Redes Cristianas

Con motivo de la fiesta de María Magdalena, que se celebra el 22 de julio

En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.

La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud, entendida y practicada patriarcalmente como obediencia, sumisión, recato, silencio, humildad (=humillación), servicio, abnegación, sacrificio. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.

Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento en igualdad e condiciones que los varones.

La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.

El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.

En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.

A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.

Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra” (Gál 3,28).

Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del Reino, se hicieron con el bastón de mando, que nada tenía que ver con el cayado del pastor para apacentar las ovejas, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. Eso sucedió cuando las iglesias dejaron de ser comunidades domésticas y se convirtieron en instituciones políticas.

¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy. Es necesario cuestionar la primacía –el primado- de Pedro, que implica la concentración del poder en una sola persona e impide el acceso de las mujeres a las responsabilidades directivas compartidas.

Hay que recuperar el discipulado de María Magdalena, “Apóstol de los Apóstoles”, reconocimiento que se le daba en la Antigüedad cristiana y que recuperó la teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza en un artículo del mismo título pionero en las investigaciones feministas sobre el Testamento cristiano. Es necesario revivir, refundar el cristianismo de María Magdalena, inclusivo de hombres y de mujeres, en continuidad con los profetas y las profetisas de Israel y con el profeta Jesús de Nazaret, pero no con la sucesión apostólica, de marcado acento jerárquico-patriarcal, de la teología escolástica, que entendía la Iglesia como una monarquía.

Un cristianismo olvidado entre las ruinas valladas de la ciudad de Magdala, lugar de nacimiento de María Magdalena, que visité hace cinco años, a siete kilómetros de Cafarnaún, donde tuvo su residencia Jesús de Nazaret durante el tiempo que duró su actividad pública. En las excavaciones que se llevan a cabo en Magdala se descubrió en 2009 una importante sinagoga Ahí se encuentra la memoria subversiva del cristianismo originario liderado por Jesús y María Magdalena, que fue derrotado por el cristianismo oficial.

Pero de aquel cristianismo sepultado bajo esas ruinas emerge un cristianismo liberador vigoroso, desafiante, y empoderado a través de los movimientos igualitarios que surgen en los márgenes de las grandes iglesias cristianas, como surgió en los márgenes el primer movimiento de Jesús, de María Magdalena y de otras mujeres que le acompañaron durante los pocos meses que duró su actividad pública.

Es necesario heredar la autoridad moral y espiritual de María de Magdala como amiga, discípula, sucesora de Jesús y pionera de la igualdad. Hay que reconstruir la línea de continuidad de los movimientos emancipatorios a lo largo de la historia y establecer nuevas alianzas inclusivas, creadas desde abajo y no desde el poder, en lucha contra la exclusión social, política y religiosa de las mujeres, que desemboca en violencia de género, y contra la discriminación de las mujeres, que tiene carácter interseccional: por clase social, cultura, etnia, religión, identidad afectivo-sexual, etc.

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Juan José Tamayo es miembro del Comité Científico del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus obras dedicadas al feminismo cabe citar: Otra teología es posible. Interculturalidad, pluralismo religioso y feminismo (Herder, Barcelona, 2012, 2ª ed.); Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013), que ofrece un perfil intelectual de catorce mujeres pioneras de la igualdad; Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012), que dedica un capítulo a la utopía feminista; Religión, género y violencia (Dykinson, Madrid, 2017, 2ª ed.). Islam: sociedad, política y feminismo (Dykinson, Madrid, 2018, 1ª reimpresión).

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