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Entradas Etiquetadas ‘Liturgia’

Llegó el Adviento…

Martes, 5 de diciembre de 2023
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Del blog de los Amigos de Thomas Merton:

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La liturgia es la gran escuela de vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma a nuestras vidas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo…

La liturgia hace que el mismo paso del tiempo santifique nuestras vidas…

Cada nueva fiesta nos llama la atención hacia la gran verdad de Su presencia en medio de nosotros…”

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Thomas Merton

Tiempos de celebración

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Liturgia y Contemplación.

Jueves, 23 de marzo de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“La tradición cristiana primitiva y los escritores espirituales de la Edad Media no conocían ningún conflicto entre la oración «pública» y «privada», o entre la liturgia y la contemplación. Este es un problema moderno. Tal vez sería más preciso decir que es un pseudoproblema. La liturgia, por su propia naturaleza, tiende a prolongarse en la oración contemplativa individual, y la oración mental, a su vez, nos dispone al “culto litúrgico y a buscar la plenitud en él“.

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Thomas Merton,
El clima de la oración monástica

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“Dios también es nuestra Madre”: La lucha de una teóloga por feminizar el lenguaje de la liturgia

Martes, 7 de marzo de 2023
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annetteAnnette Jantzen cree que “no basta con convertir al ‘Señor’ en ‘Señora'”

Annette Jantzen quiere feminizar el lenguaje de la liturgia. Considera que es demasiado patriarcal, por lo que esta teóloga alemana, casada y madre de tres hijos, que trabaja en el Obispado de Aquisgrán y acompaña a mujeres en situación de vulnerabilidad, ofrece textos y oraciones para que las mujeres entren en esa otra dimensión que ha sido opacada desde hace siglos

“En la misa noto una y otra vez cuán unilateralmente masculino y patriarcal es el lenguaje en la liturgia. Se habla de Dios como Señor, como Gobernante y Todopoderoso. A muchas mujeres les resulta difícil orar con imágenes de ese lenguaje y mi tarea es permitir que las mujeres celebren los servicios de tal manera que puedan encontrar su camino hacia la oración”, señala

Annette Jantzen quiere feminizar el lenguaje de la liturgia. Considera que es demasiado patriarcal, por lo que esta teóloga alemana, casada y madre de tres hijos, que trabaja en el Obispado de Aquisgrán y acompaña a mujeres en situación de vulnerabilidad, ofrece en su blog textos y oraciones para que las mujeres entren en esa otra dimensión que ha sido opacada desde hace siglos, como cuenta en entrevista con Katho.de.

“En la misa noto una y otra vez cuán unilateralmente masculino y patriarcal es el lenguaje en la liturgia. Se habla de Dios como Señor, como Gobernante y Todopoderoso. A muchas mujeres les resulta difícil orar con imágenes de ese lenguaje y mi tarea es permitir que las mujeres celebren los servicios de tal manera que puedan encontrar su camino hacia la oración”, señala.

Un lenguaje para gobernar

Considera Jantzen que “el lenguaje litúrgico o teológico se usa con demasiada frecuencia para gobernar a otros. Porque cuando hablo de Dios como soberano, rey y todopoderoso, esto transmite claramente una imagen de Dios que sabe todo y ya no cuestiona nada”. Y detrás de esas palabras e imágenes, añade, hay ideas patriarcales de poder y omnipotencia”.

Dichos textos, según la experta, “enfatizan no solo las concepciones autoritarias, sino también violentas de Dios”, por lo que se pregunta cómo imaginar desde ahí, “la obra y la intervención de Dios”. “¿No es también como un padre amoroso y protector o como una madre cariñosa?”, se pregunta.

“Se pierde la mayor parte de Dios”

“Todas las imágenes de Dios son siempre más diferentes a Dios que similares. Así que siempre muestran solo una pequeña parte de Dios. Se pierden la mayor parte de Dios”, añade Jantzen, quien afirma acto seguido que “cuanto más me limito a unas pocas, siempre las mismas imágenes de Dios, más extraño a Dios”.

Por lo tanto, se ha propuesto “ampliar las imágenes de Dios”, porque “las pocas imágenes de Dios que usamos actualmente en la Iglesia moldean nuestra fe, y una fe moldeada es buena y valiosa. Pero no lo son todo, no son Dios mismo, no basta con convertir al ‘Señor’ en ‘Señora’. Se pierde la oportunidad de descubrir otros lados de Dios”.

Aunque reconoce que recibe muchos comentarios positivos “de mujeres que han anhelado durante mucho tiempo un lenguaje de oración más femenino”, reconoce que también hay sacerdotes que “se ponen nerviosos”. Pero subraya que “mis textos son una oferta para reconsiderar y reformular tu propia oración y pensamiento. Porque estoy convencida de que el lenguaje de la liturgia también puede ser una clave importante para una mayor justicia de género en la Iglesia”

En este sentido, considera que “si los hombres que son líderes en la Iglesia dicen abiertamente que les duele personalmente que las mujeres sean excluidas de los oficios, quién sabe, quizás las cosas cambien”, y cree que un lenguaje más “femenino” en la liturgia puede ayudar a cambiar la percepción que hay en la Iglesia sobre este asunto. Porque “mientras Dios no sea para nosotros más que Señor y Padre, difícilmente encontraremos una hermandad genuina”.

Fuente Religión Digital

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Adviento en Thomas Merton

Viernes, 16 de diciembre de 2022
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Para el hombre en Cristo, el ciclo de las estaciones es algo enteramente nuevo. Se ha convertido en un ciclo de salvación. El año no es simplemente un año más, es el año del Señor, un año en el que el paso del tiempo mismo no sólo nos trae la natural renovación de la primavera y la fecundidad de un verano terrenal, sino también la fecundidad espiritual e interior de la gracia” (55).

El año litúrgico… santifica nuestras vidas… nos llama la atención hacia la gran verdad de la presencia de Cristo en medio de nosotros… renueva nuestra redención en Cristo… nos muestra que, aunque estemos captados todavía en la batalla entre carne y espíritu, la victoria ya es nuestra.

“Para el creyente que vive en Cristo cada día nuevo renueva su participación en el misterio de Cristo. Cada día es un nuevo amanecer de esa “lumen Christi”, la luz de Cristo que no conoce poniente” (57).

“La liturgia es la gran escuela de la vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma a nuestras almas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo” (57).

Año de salvación, año de iluminación, año de transformación.

“Nunca podemos trepar hasta Él; Él ha de bajar hasta nosotros. Eso es lo más importante en el misterio del Adviento: el descenso de Dios a nuestra bajeza, por puro amor, no por ningún mérito propio” (71).

“Veló su claridad para acomodarla a nuestros débiles ojos… No hemos de ir muy lejos para encontrarle, está dentro de nosotros” (72).

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Tomado de : “Tiempos de celebración”.

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“La reina Letizia no quiso persignarse… ¿y qué?”, por Antonio Aradillas

Viernes, 5 de agosto de 2022
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49A9C3C1-B4AF-4228-B0DF-E68D2E9A4166La cruz es señal del cristiano y del compromiso y pertenencia de éste con el Evangelio”  

La liturgia y los “maestros de ceremonias” parecen estar más empeñados en la conservación de los ritos, como el de persignarse, que en riguroso trazado y significación.. Hay cruces y bendiciones y más las impartidas por la mayoría de los obispos, que no tienen absolutamente nada que ver ni asemejarse  con las del Monte Calvario

Con referencias al solemnísimo acto enmarcado en la catedral de Santiago de Compostela, presidido por los Reyes de España a propósito de la clausura de su Año Santo (bis), entre la multitud de sugerencias que suscita su celebración, aquí y ahora acentúo una de ellas. En tal menester, es imprescindible actualizar el sentido que la RAE le confiere al término persignarse “con el significado de “trazar  o tocar con los dedos de la mano derecha la frente, la boca y el pecho para que nos libre Dios de los malos pensamientos, de las malas palabras  y de los malos sentimientos”, tentaciones  que, según  el Catecismo, han de acompañar  de por vida a todos, también a los cristianos.

Quede clara y respetuosa constancia que, previamente adoctrinados  en la ceremonia,el Rey, la princesa y la infanta, se persignaron a la perfección, pese a las dificultades  que añadían las mascarillas  que cubrían parte de sus rostros “augustos”, y a la condición de zurda  de doña Leonor.

Quede asimismo patente que este símbolo de la cruz de cuyo uso hay ya devota constancia desde el año 312, perduró y perdurará  a lo largo del tiempo,  con claridad, indulgencias  y testimonios de vida y de muerte en la historia  de la Iglesia y más en su martirologio. La cruz es señal del cristiano y del compromiso y pertenencia de éste con el Evangelio y con cuanto presenta y representa a Jesús y a su mensaje en él encarnados, sin interpretaciones o glosas que difieran de la doctrina y del dogma, por ignorancia o por intenciones perversas.

Está de más reseñar que la cruz y su uso -abuso en algunos- , y sus persignaciones, no es el único signo cristiano . También le acompañan otros en la práctica litúrgica, pública y privada, que intentan destacar ideas tales como las relacionadas con el poder, la autoridad, la supremacía, el endiosamiento y representación en exclusiva de la divinidad mediante ornamentos que se dicen blasfemamente sagrados o, al menos, paganos por todos sus costados, tejidos, propósitos e intenciones, que desdicen e incapacitan cualquier  relación  religiosa con Jesús.

Persignándose solo o fundamentalmente, con frecuencia o no tanto, aunque sea una pizca -.”parte o cantidad muy pequeña”- no se manifiesta la verdadera religiosidad ni el buen trato con Dios, y menos en unos tiempos   en los que la libertad de conciencia  está en trámites   de ser reconsiderada  como el don primero de la persona  y más del cristiano o cristiana.

La liturgia y los “maestros de ceremonias” parecen estar más empeñados en la conservación de los ritos, como el de persignarse, que en riguroso trazado y significación.. Hay cruces y bendiciones y más las impartidas por la mayoría de los obispos, que no tienen absolutamente nada que ver ni asemejarse  con las del Monte Calvario, en una de las cuales Jesús  se entregara al Padre por la redención -salvación del género humano .

La mayoría de estas cruces-bendiciones episcopales  son otros tantos garabatos irregulares , que no representan nada de nada  y menos de carácter y sentido cristiano , con incuestionadas  interpretaciones  del ritualismo huero, hueco, hipócrita, suntuoso y mayestático , con arrodillamiento total del pueblo fiel, diocesano o advenedizo,  que le facilita el paseo-`procesión a  triunfal a los “Sucesores de los Apóstoles por la catedral de la que, en su día, “tomaron posesión”, en conformidad con la terminología canónica  y la práctica social y pastoral.

En el caso concreto de la cruz de Santiago, suscita adversas reacciones, con sus correspondientes rechazos, comprobar que  trazado  es el propio y específico  del puñal –“arma blanca  de acero”-  con malhadadas y desventuradas remembranzas de las Cruzadas y “guerras santas”,  en las que los Caballeros  de la Santa Orcen Militar  de Santiago “Matamoros” patrono de España,  lucharon y dejaron sus vidas  en defensa  de la fe  y de otros “valores” , ni siempre ni todos, canonizables. Eran otros tiempos, aunque todavía añorados por muchos y con expresas intenciones de hacerlos retornar, pese a quien pese, aunque sea y se llamea el mismo papa Francisco…

Sí, pero la reina Letizia no se persignó…¿Y qué? ¿Eso fue bueno, malo, o ni bueno ni malo y ni “todo lo contrario”? ¿Es posible que la misteriosa visita del emérito Cardenal Rouco Varela al papa Francisco respondiera a la petición de que Santiago deje de ser conocido y reconocido con el apellido de “Matamoros”, y lo sea de aquí en adelante con el cristianísimo de “El Peregrino”?

Fuente Religión Digital

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Yo pecador…

Jueves, 17 de marzo de 2022
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image003-500x437Me resulta cada día más difícil el rezar en la eucaristía el “Yo confieso”, porque me imagino un gran tribunal en él que está Dios Todopoderoso, para juzgarme. Yo me siento sumamente pecador “por mi culpa” y pido perdón, solicitando para ello la ayuda de María y de los santos y de toda la comunidad. Es una imagen de un juicio con abogados defensores.

Cuando miro el evangelio, veo al hijo pródigo volver a casa de “su padre” y decirle sencilla pero profundamente: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”. Pero el Padre sale en su búsqueda porque ya ha perdonado antes a su hijo y le invita al banquete, que para acogerle ha preparado el Padre.

Así me gusta tratar y manifestar mi pecado (que no es tan grave) a Dios Padre, sin necesidad de tribunales ni de pedir la intercesión de nadie, porque “donde hay capitán, no mandan los marineros.” Y Dios, por esencia, es perdón, es misericordia, es acogida. Dios ha abierto los cielos y se ha encarnado en Jesús y con Él, en toda la humanidad.

Me resultan difíciles las oraciones del misal porque casi todas están dirigidas al “Dios Omnipotente y Señor”. Por eso lo que hacemos es pedir con miedo su ayuda. Prefiero encontrarme con Dios, mi Padre en Jesús y manifestar y celebrar la Salvación que ya se me da en Cristo Jesús.

Hay otras oraciones que también me interrogan mucho. Aquello de “no soy digno” que el centurión expone a Jesús por ser un extranjero, a mí me parece que se puede cambiar así “Señor, sí soy digno de que entres en mi casa porque una Palabra tuya ha bastado para sanarme”.

Las oraciones en las que pedimos que tenga piedad, yo las veo como “Señor, Tú tienes piedad de nosotros” ¿No vivimos la experiencia de que Dios nos ama y nos ha perdonado ya?

En algunos templos oigo que se reza el “Señor mío Jesucristo” antes de empezar los rezos. Más difícil todavía para mí. ¿Es creador, Padre y Redentor mío? Hay toda una confusión. Y encima “Redentor”. Y luego “porque podéis castigarme con las penas del infierno”. Me cuesta entender un Dios así. Me parece totalmente necesario el que busquemos otras fórmulas y eduquemos en una fe renovada descubriendo al Dios que nos ha perdonado y salvado en Jesús. Vivirlo y anunciarlo así de todos los modos posibles.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“¿Tradición o tradicionalismo? “, por Consuelo Vélez ¿Tradición o tradicionalismo?

Miércoles, 4 de agosto de 2021
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Tradicion-tradicionalismo_2360773920_15657447_660x371De su blog Fe y vida:

“Los hechos nos muestran lo difícil que es avanzar en el caminar eclesial y todo lo que cuesta hacer las reformas necesarias”

Esta carta fue necesaria porque los grupos que actualmente celebran su liturgia con el rito tridentino no lo hacen como expresión de pluralidad eclesial, sino oponiéndose al Vaticano II, como ya lo hiciera al finalizar el concilio, Monseñor Lefebvre

Lamentablemente junto con el permitir el rito tridentino se fue creando un ambiente de tradicionalismo, manifestado incluso en jóvenes seminaristas a los que se les ha formado así en los seminarios o casas religiosas y que hoy se sorprenden con el pontificado actual porque, en la práctica, desconocen Vaticano II

Es casi incomprensible que haya gente que crea que una liturgia donde el clero es prácticamente el único protagonista pueda tener más sentido que una celebración de la comunidad o que se haga en una lengua casi desconocida pueda dar más frutos que entender y participar desde la propia lengua

En latín, y de espaldas al pueblo… no son misas de verdad

“El problema no está en un misal u otro, el problema está en la comunión con la Iglesia”

Misas en latín: ¿qué es lo que está en juego?, por Juan Bosco Monroy

Los líderes rigoristas se mueven, y acusan al Papa de “condenar a la extinción” las misas tridentinas

El pasado 16 de julio el papa Francisco publicó la “Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Traditionis custodes sobre el uso de la Liturgia Romana antes de la Reforma de 1970. En ella el papa recuerda que los obispos, custodios de la tradición y garantes de la unidad eclesial, han de discernir cómo vivir la fidelidad a la Tradición sin que eso se oponga al necesario aggiornamento (actualización) que la iglesia ha ido haciendo a lo largo del tiempo y que ha de seguir haciéndolo.

 En concreto se refiere a la liturgia que tal vez fue el mayor cambio que el pueblo de Dios notó a partir de Vaticano II porque supuso pasar de la misa en latín a la misa en la propia lengua y de un clero de espaldas a la gente a una celebración más comunitaria y participativa, por nombrar algunos de los cambios litúrgicos propuestos en la Constitución Sacrosanctum Concilium. Deja entonces, en manos de los obispos locales, el autorizar la celebración extraordinaria del rito tridentino a casos muy particulares, pero dejando claro que la liturgia promovida por Vaticano II es la única expresión de la “lex orandi” para la iglesia (lex orandi quiere decir que la forma como rezamos refleja en realidad lo que creemos).

Esta carta fue necesaria porque los grupos que actualmente celebran su liturgia con el rito tridentino no lo hacen como expresión de pluralidad eclesial, sino oponiéndose al Vaticano II, como ya lo hiciera al finalizar el concilio, Monseñor Lefebvre.

Una vez más, los hechos nos muestran lo difícil que es avanzar en el caminar eclesial y todo lo que cuesta hacer las reformas necesarias. Aunque Vaticano II fue una irrupción del Espíritu, un verdadero “aggiornamento” (actualización) de la Iglesia, no faltaron las resistencias a dichos cambios desde el inicio. Y aunque Francisco es muy delicado al referirse a los decretos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI que permitieron volver a implementar el rito tridentino, en realidad dicha vuelta a tal liturgia, ha mostrado ese buscar contentar a todos pero que, a la larga, significa un retroceso.

Lamentablemente junto con el permitir el rito tridentino se fue creando un ambiente de tradicionalismo, manifestado incluso en jóvenes seminaristas a los que se les ha formado así en los seminarios o casas religiosas y que hoy se sorprenden con el pontificado actual porque, en la práctica, desconocen Vaticano II.

Todo es supremamente complejo y existen tantos argumentos como personas para justificar la adhesión a una postura u a otra. Pero, desde una lectura de sentido común sobre la reforma litúrgica de Vaticano II, es casi incomprensible que haya gente que crea que una liturgia donde el clero es prácticamente el único protagonista pueda tener más sentido que una celebración de la comunidad o que se haga en una lengua casi desconocida pueda dar más frutos que entender y participar desde la propia lengua.

Pero esto que parece tan obvio, no lo es para aquella porción de clero que quiere ser el único protagonista. Y, por desgracia eso les interesa a muchos y hoy en día a bastantes jóvenes. Revestirse con casullas, estolas y demás ornamentos litúrgicos que los “separan” literalmente del resto de pueblo, es un honor que muchos buscan. Además, ser los únicos que dirigen y realizan todo el culto los pone de protagonistas y eso lo busca más de uno. Pero nada de eso tiene que ver con el Jesús pobre, cercano y compasivo, del evangelio (Hb 4, 15).

Francisco está en sintonía con Vaticano II y eso es un horizonte de esperanza. Pero faltan muchos cambios estructurales para lograr desmontar toda la burocracia vaticana y todo ese estilo tan tradicionalista que se fue consolidando en las últimas décadas

Pero también la otra deformación es sobre la espiritualidad que se fomenta en muchos ambientes. Parece que, entre más solemne, con más incienso, con más ritos, con más misterio, con más majestuosidad, más cerca se está de Dios. Pero en este caso tampoco nada de esto tiene que ver con el Dios hecho ser humano en Jesús que nos mostró con hechos y palabras que el culto que a Dios le agrada es el de la justicia y el derecho, es el de la compasión y la misericordia (Mateo 9,13; 12,7; 23,23).

Muchos apelan a la “belleza” de la liturgia o al “respeto” a lo sagrado. Por supuesto no hay que dejarlo de lado, pero siempre habrá que hacerse la pregunta sobre la integración de esos elementos en la dinámica que el Espíritu de Jesús va suscitando en la iglesia.

Francisco está en sintonía con Vaticano II y eso es un horizonte de esperanza. Pero faltan muchos cambios estructurales para lograr desmontar toda la burocracia vaticana y todo ese estilo tan tradicionalista que se fue consolidando en las últimas décadas. Pero es un alivio que se afirme nuevamente que no es lo mismo el rito tridentino que la reforma litúrgica de Vaticano II. Con esto se sigue mirando hacia adelante, aunque haya tantos que se aferran al pasado creyendo que es Tradición eclesial cuando solo es tradicionalismo e incapacidad de cambio.

(Foto tomada de: https://liturgiaytradicioncatolica.wordpress.com/misa-tradicional/)

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Jesús Martínez Gordo: ¿’Por todos’ o ‘Por muchos’? La ‘contrarreforma litúrgica de Benedicto XVI.

Jueves, 10 de septiembre de 2020
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nuevo-misal-romano_2023907667_12114532_660x371“Un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger”

Juan Pablo II: “El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres”

El pasado 28 de agosto una comisión de la Conferencia Episcopal Italiana le entregaba a Francisco una copia del nuevo misal. El Papa les agradeció el gesto subrayando la importancia del trabajo realizado y la continuidad en la aplicación del Vaticano II. Dicho misal, que será obligatorio en Italia a partir del 4 de abril de 2021, domingo de Pascua, presenta, entre otros, un detalle que no ha pasado desapercibido, al menos entre nosotros: conserva la expresión “derramada por vosotros y por todos” en la consagración del vino.

Es mucha la tinta corrida estos últimos años sobre el asunto. Quizá, por ello, no está de más, volver a recordar qué supone recuperar semejante traducción en los tiempos eclesiales que corren: en mi opinión, un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger, posteriormente, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe y Papa Benedicto XVI; emérito en la actualidad.

Es bien conocido el diagnostico que mereció al cardenal J. Ratzinger la reforma litúrgica de Pablo VI: “ha producido unos daños extremadamente graves” ya que, al romper radicalmente con la tradición, ha propiciado la impresión de que es posible una recreación de la misma “ex novo” (J. Ratzinger, “Mi vida. Autobiografía”, Madrid, 2006, 105. 177).

También son conocidas las posteriores autorizaciones del Papa Benedicto XVI para celebrar la misa en latín (Exhortación postsinodal “Sacramentum caritatis”, febrero 2007) y para recuperar la liturgia romana anterior a la reforma impulsada por Pablo VI en 1970 (Carta Apostólica “Summorum Pontificum”, julio 2007).

E igualmente es conocida la sorprendente “reforma” de la reforma litúrgica en la que se implicó -y, en este sentido, (contra)reforma- revisando la fórmula de consagración del vino, vigente hasta entonces y, por extensión, su apuesta por una traducción literal de la misa del rito romano a las lenguas vernáculas.

La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”.

La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”

Sin embargo, el 24 abril de 2012 el sitio web de la Conferencia Episcopal Alemana publicaba una carta de Benedicto XVI, fechada el 14 abril de 2012, en la que pedía a los obispos alemanes (tras su aprobación de una nueva edición del misal, del “Gotteslob”) que se atuvieran al texto latino y que adoptasen la expresión “für Viele” (por muchos) en vez de “für Alle” (por todos): “ésta es mi sangre derramada por vosotros y por muchos”.

Fue una decisión que no sorprendió a los conocedores de la trayectoria teológica del Papa Benedicto XVI, implicado desde hacía varios decenios (y sin mucho éxito durante el pontificado de Juan Pablo II) en traducir el “pro multis” como “por muchos”.

Las referencias normativas más cercanas a este texto papal eran la Instrucción “Liturgiam authenticam” (2001) de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como una carta de la misma Congregación (2006) en la que se abordaba específicamente la traducción de la expresión “pro multis”.

En la Instrucción “Liturgiam authenticam” se recordaba que el rito romano “tiene un estilo y una estructura propias que hay que respetar en lo posible también en las traducciones”. Por eso, recomendaba cuidar la exactitud de los textos latinos en las diferentes lenguas vernáculas y relegar todo lo que fuera creatividad.

El debate antecedente

Desde el primer momento, esta Instrucción fue descalificada e ignorada por la inmensa mayoría de las Conferencias episcopales del mundo e, incluso, por un importante sector de la misma curia vaticana tal y como se puede constatar en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” (2003) y en la carta de Juan Pablo II a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005.

Concretamente, en el número 2 de la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” de Juan Pablo II se podía leer, cuando se recordaban las palabras de Jesús para la consagración del vino: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados (cf. Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1 Co 11, 25)”. Era un texto en el que se recuperaba –como se podía apreciar – el “por todos” reconociendo las traducciones presentes en los misales postconciliares.

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Esta es la versión italiana del Misal, en la que se sigue consagrando “Por todos”

Y en el número 4 de la carta que Juan Pablo II dirigía a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005 (la última, antes de fallecer), se leía: “‘Hoc est enim corpus meum quod pro vobis tradetur’. El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Es una salvación integral y al mismo tiempo universal, porque nadie, a menos que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo: ‘qui pro vobis et pro multis effundetur’. Se trata de un sacrificio ofrecido por ‘muchos’, como dice el texto bíblico (Mc 14, 24; Mt 26, 28; cf. Is. 53, 11-12), con una expresión típicamente semítica, que indica la multitud a la que llega la salvación lograda por el único Cristo y, al mismo tiempo, la totalidad de los seres humanos a los que ha sido ofrecida: es sangre ‘derramada por vosotros y por todos’, como explicitan acertadamente algunas traducciones. En efecto, la carne de Cristo se da ‘para la vida del mundo’ (Jn 6, 51; cf. 1 Jn 2, 2)”.

El hecho de que esta carta (en la que se daba un posicionamiento neto a favor del “por todos”) no fuera sometido previamente al dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe provocó una protesta del cardenal J. Ratzinger en una borrascosa reunión de los jefes de algunos dicasterios de la curia vaticana.

Estando así las cosas y una vez elegido Papa, no extrañó que la traducción del “pro multis” se convirtiera en uno de los objetivos de la (contra)reforma litúrgica en la que siempre estuvo comprometido quien fuera prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe con Juan Pablo II.

El criterio de traducción

La primera señal durante el pontificado de Benedicto XVI fue la citada carta de la Congregación para el Culto Divino del año 2006. En este texto se recordaba, en primer lugar, que la fórmula consecratoria entonces vigente (“por todos”) se atenía a la ortodoxia y era válida, además de coherente, con los “principios que han presidido la traducción de los textos litúrgicos en las lenguas modernas”. Era evidente que con este reconocimiento se quería salir al paso de cualquier duda sobre la reforma litúrgica emprendida por Pablo VI en aplicación del Concilio Vaticano II.

Sin embargo, la Congregación para el Culto Divino defendía, en un segundo momento, la necesidad de cambiar la traducción apoyándose, para ello, en “la equivalencia formal” o literal, en vez de en “la equivalencia estructural” o dinámica (es decir, más atenta al sentido) hasta entonces imperante. Era una decisión que fundamentaba en un supuesto “empobrecimiento” litúrgico provocado por la aplicación de dicha “equivalencia estructural o dinámica”. Por eso, pedía que se evitaran las traducciones “interpretativas” y que se favorecieran las literales.

Se trataba de una decisión sustentada en un diagnóstico y en una argumentación no compartidos por muchísimos sacerdotes, teólogos, obispos y -sobre todo, y sorprendentemente- por una buena parte de las Conferencias episcopales del mundo. Por eso, fue contestada y ninguneada, a pesar de que algunas Conferencias episcopales la aplicaron sin mayores problemas: España, Hungría, Estados Unidos y unas pocas de América Latina.

La carta a los obispos alemanes

Con la carta dirigida al presidente de la Conferencia episcopal alemana en abril de 2012, Benedicto XVI pretendió salir al paso de estas reticencias. Y si era cierto que lo hacía en un tono que buscaba convencer, no lo era menos que se trataba de una decisión que iba a ser exigida por la curia vaticana a partir de su publicación.

Benedicto XVI recordaba, en primer lugar, cómo fue informado por el presidente de la Conferencia episcopal alemana en su visita del 15 de marzo de 2012 sobre el hecho de que entre los obispos de lengua alemana no había todavía consenso en lo concerniente a la traducción de las palabras “pro multis”. Existían obispos (la mayoría de los austriacos y una buena parte de los alemanes) que deseaban mantener el “por todos” en la nueva edición del “Gotteslob”, a pesar de que la Conferencia episcopal alemana estaba mayoritariamente de acuerdo en el “por muchos”, tal y como deseaba la Santa Sede.

Seguidamente, traía a colación su compromiso de pronunciarse por escrito sobre esta importante cuestión para “prevenir una división en el lugar más íntimo de nuestra oración”.

“En los años sesenta -recordaba Benedicto XVI- cuando el misal romano, bajo la responsabilidad de los obispos, tenía que ser traducido al alemán, existía un consenso exegético sobre el hecho de que el término ‘los muchos’, ‘muchos’, en Isaías 53, 11 s., era una forma expresiva hebrea para indicar el conjunto, ‘todos’. La palabra ‘muchos’ en los relatos de la institución de Mateo y de Marcos era, por lo tanto, considerada un semitismo y tenía que ser traducida por ‘todos’. Ello se extendió también a la traducción del texto latino, donde ‘pro multis’, por medio de los relatos de los Evangelios, se refería a Isaías 53 y, por lo tanto, debía ser traducido como ‘por todos’”.

Sin embargo, proseguía el Papa J. Ratzinger, ese consenso exegético se había desmoronado. Ya no existía.

Era cierto que en los tiempos inmediatamente posteriores al Concilio se entendía que la Biblia y los textos litúrgicos estaban tan distanciados del mundo y del pensamiento de la gente que, incluso, traducidos, continuarían siendo incomprensibles para cuantos participaban en las funciones litúrgicas. Por eso, se consideró necesario traducir interpretando con el fin de allanar las dificultades y acercar a la celebración. Se buscaba ir a lo sustancial, dejando en segundo término la preocupación por la literalidad. Éste ha seguido siendo un criterio de traducción justificado hasta la actualidad.

Sin embargo, continuó Benedicto XVI en primera persona, cuando pronuncio las oraciones litúrgicas en varios idiomas, constato “que a veces no hay casi similitudes entre las distintas traducciones, y que el texto común sobre el que se basan es, muchas veces, sólo lejanamente reconocible”. Este problema viene acompañado de “banalizaciones que constituyen verdaderas pérdidas”. Por eso, la experiencia me indica, cada día con mayor claridad, “que, como orientación para la traducción, el principio de correspondencia no literal, sino estructural, tiene sus límites”. Obviamente, esta situación no me lleva a prescribir un “verbalismo unilateral”, sino a poner en primer plano (en conformidad con la Instrucción “Liturgiam authenticam”) “el principio de la correspondencia literal”.

Lo hago porque quiero que la Palabra sagrada emerja “lo más posible por sí misma, también con su lejanía y con las preguntas que conlleva”. Y porque es preciso volver a recordar la competencia de la Iglesia en “la tarea de la interpretación para que -en los límites de nuestra respectiva comprensión- nos llegue el mensaje que el Señor nos ha destinado”.

Éste fue el personal diagnóstico del papa J. Ratzinger en el que enmarcar la decisión de la Santa Sede para que en la nueva traducción del misal la expresión “pro multis” fuera traducida como tal, sin ser interpretada. “La traducción interpretativa ‘por todos’ debía ser sustituida por la simple traducción ‘por muchos’”.

Me hago cargo –continuó el Papa- de que existen personas para quienes esta traducción cuestiona que Cristo ha muerto por todos o que se preguntan si la Iglesia no está destruyendo la herencia del Concilio y modificando su doctrina. De ahí la importancia de una catequesis que explique lo que está en juego con esta decisión y que enfatice, de manera particular, “la universalidad de la salvación que llega” en Jesús.

En el corazón de dicha catequesis se debería tener muy presente que “en la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto ‘muchos’, sino muy pocos, una pequeña masa que sigue disminuyendo. Y, sin embargo, somos ‘muchos’: ‘Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas’ (Ap. 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. Por lo tanto, las palabras ‘muchos y ‘todos’ van juntas y hacen referencia la una a la otra en la responsabilidad y en la promesa”.

La sombra de gnosticismo, calvinismo y jansenismo

Los debates (anteriores y posteriores) a estos pronunciamientos del Papa y de la Congregación para el Culto Divino fueron recogidos por Francesco Pieri (docente de griego bíblico y Patrología en la Facultad Teológica de Emilia-Romaña) en un articulo publicado en Il Regno – Attualità 10 (2012) 297-301 (“Per una moltitudine. Sulla traduzione delle parole eucaristiche”) y ampliado en un libro (Dehoniana Libri, 2012).

En el citado libro, Francesco Pieri recordaba -en mi opinión, acertadamente- que, tras el problema lingüístico, se encontraba otro, de enorme relevancia teológica y pastoral: en la traducción propuesta por el Papa y la Curia vaticana se corría el riesgo de propiciar una comprensión tendencialmente gnóstica, calvinista o jansenista de la voluntad salvífica de Dios ya que se podría dar a entender que había personas que quedaban excluidas al no quedar debidamente resaltadas la universalidad de la salvación.

Ésta era la razón por la que muchas Conferencias episcopales nacionales se resistían a recibir la decisión adoptada por Roma o de que hicieran oídos sordos a la misma. Concretamente, la Iglesia Italiana, a pesar de contar con un episcopado muy moderado y bastante alineado con la cúpula vaticana, tampoco había aceptado la orden. Así, por ejemplo, Bruno Forte (arzobispo de Chieti-Vasto), interviniendo en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (noviembre de 2010), sostuvo que la alternativa “por muchos-por todos” era teológicamente fundada, pero demasiado sutil para explicar a la gente. Por eso, se manifestó partidario de “mantener la traducción actualmente en uso”, es decir, “por todos”.

Sometida a votación la propuesta vaticana, sólo 11 de los 187 obispos presentes se decantaron a favor de la fórmula “por muchos”, siendo una anécdota menor que el arzobispo de Chieti-Vasto se manifestara dos años después (“Corriere della Sera”, 26 de agosto de 2012) a favor del “por muchos” porque le parecía que si bien era cierto que el “por todos” enfatiza el destino universal de la salvación ofrecida en Cristo, el “por muchos” era más sensible a la libre elección de cada uno y, por eso, más respetuoso de la dignidad de las personas.

Las dos cuestiones de fondo

En cualquier caso, la decisión tomada por J. Ratzinger reabrió diferentes debates referidos no sólo a la entidad de la cuestión dogmática en juego, sino también al procedimiento seguido y a la cuestionable idoneidad de la decisión papal.

El método empleado. El Concilio reconoció a las “autoridades eclesiásticas territoriales” la competencia sobre la traducción y la adaptación de los textos litúrgicos, correspondiendo a la Santa Sede su consentimiento, una vez hechas las observaciones y correcciones que estimara pertinentes (SC 40).

Sin embargo, Benedicto XVI eligió el camino inverso, como, por lo demás, había hecho en otras muchas otras ocasiones y para diferentes cuestiones (y K. Wojtyla antes de él): era el que iba del centro a la periferia, minando, de esta manera, la reciprocidad entre el primado de la sede romana y la colegialidad de los sucesores de los apóstoles puestos al frente de las Iglesias, una verdad proclamada por el Vaticano II.

Como se puede apreciar, se trataba de una decisión (y de un modo de proceder) que hacían peligrar la necesaria complementariedad entre el principio “petrino” y el “paulino” y que devaluaban la herencia apostólica de la Iglesia de Roma y la estructura profunda del catolicismo.

Una decisión de dudosa idoneidad. Pero, además, la apuesta del Papa J. Ratzinger por la traducción literal ignoraba o no tenía en cuenta que la expresión “por muchos” resonaba de manera diferente en nuestros oídos y en los de los destinatarios de los evangelios de Marcos y Mateo. Así, por ejemplo, había lenguas en las que “muchos” se oponía, en unos casos, a “pocos” y, en otras, a “todos”. Incluso, existían expresiones en las que podía equivaler a “no pocos” o “no todos”.

Pero había más. F. Pieri recordó, citando al biblista Albert Vanhoye, que “la palabra hebrea ‘rabbim’ sólo significa que, de hecho, hay ‘un gran número’, sin precisar si corresponde o no a la totalidad”.

La recepción (todavía pendiente) del Vaticano II

El sorprendente posicionamiento del Papa J. Ratzinger evidenció, una vez más, que el problema doméstico número uno de la Iglesia católica seguía siendo (también en su pontificado) el de la colegialidad de todos los obispos en el gobierno eclesial presididos, por supuesto, que, en un modelo de comunión, por el sucesor de Pedro. Y, con él, la improcedencia (siendo muy suave) de imponer una recepción personal y (contra)reformista al resto de la Iglesia católica o, cuando menos, a la inmensa mayoría del pueblo de Dios.

Afortunadamente, esto es lo que se ha empezado a corregir en el pontificado de Francisco, por más que algunos (montados en el carro de sus “verdades innegociables”) le nieguen el pan y la sal. Les guste o no, es mucho todavía el camino que queda por andar en la recepción del Vaticano II. También en lo referente a una primera recepción de la liturgia que, en lengua vernácula y “por todos”, hace tiempo que da señales -sobradamente evidentes- de agotamiento e insignificatividad y, por ello, de una urgente y nueva reforma, es decir, de una (contra) reforma como superación de la liderada por Pablo VI y en las antípodas, por supuesto, de la abanderada por J. Ratzinger.

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“Memoria de una conversa”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 22 de agosto de 2020
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taize_poznanDe su blog Un grano de mostaza:

Aquellos desatinos litúrgicos  del post concilio  

Pertenezco a la generación que vivió los primeros cambios del Vaticano II y que comenzaron por  la liturgia: había que sacudirse  las sandalias tanto polvo de rituales arcanos y vestimentas extrañas; había que  desterrar también costumbres anquilosadas y nos pusimos a ello con entusiasmo: queríamos acercar la Eucaristía al Pueblo de Dios para que volviera a ser Pan roto y compartido que circulaba en la comunidad de hermanos y hermanas. No siempre supimos hacerlo con tino. Recuerdo celebraciones sin altar, sin mantel,  sin ornamentos, sin velas, sin flores: todos alrededor de una mesa con un plato y un vaso de la cocina, pan y vino normales y en alguna ocasión, hasta cenicero para que el celebrante pudiera fumar sin problemas. La “conversación homilética” devoraba casi todo el tiempo, no se usaba libro alguno y el ritual se iba improvisando. Con el paso del tiempo yo iba notando un malestar difuso, como si mi sentido estético se resintiera,  pero era impensable una vuelta atrás: cualquier propuesta en ese sentido sería tachada de conservadurismo.

Pero a final de los 70 fui en Pascua a Taizé y ese fue mi “camino de Damasco” porque allí “recuperé los sentidos”. Viví con asombro la importancia que daban a  los iconos, al orden, a la luz y las flores, al color,  la música y el incienso. Me sumergí en otro ámbito al que había dejado de dar importancia y tomé conciencia de cuánto me ayudaba todo aquello que yo daba por irrecuperable a la hora de celebrar y rezar.  Mis sentidos estaban hambrientos y se dieron un banquete, estaban atrofiados  y  despertaron.

Pero lo difícil me esperaba a la vuelta. Me puse a actuar con ese fervor no siempre acertado de los conversos, empeñada en introducir cambios en nuestro modo de celebrar,  pero en mi entorno pastoral (sacerdotes, catequistas, animadores de grupos) no estaban por la labor de incorporar nada nuevo. Les parecía que  dar importancia la estética y cuidar la vista, el oído o el olfato era puro esteticismo y que eso significaba un paso atrás, un intento de sacralizar lo que se había secularizado con tanto esfuerzo y tantas rupturas. Me dijeron que me había vuelto conservadora y espiritualista y que no entendían qué necesidad había de  poner en cuestión lo incuestionable.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, las cosas han vuelto a su cauce. ¿A su verdadero cauce? Cuánto nos queda aún para que todo nuestro ser, sentidos incluidos, “entre en el gozo del Señor”

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Aradillas: “Señores obispos, revisen cuanto antes sus signos litúrgicos, sobre todo, sus paganísimas mitras”

Sábado, 25 de enero de 2020
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Bernardito-Auza-presento-credenciales-Rey_2195790418_14253507_1419x1024Algunas reflexiones ante las recientes, las fastuosas, antinaturales y antievangélicas ceremonias de la presentación de las Cartas Credenciales del Nuncio de SS. en España

Con las debidas cautelas, vaya por delante mi conformidad con el aserto de muchos cristianos, de conocer a pocos –prácticamente a nadie-, cuya fe se haya confirmado y reafirmado con ocasión de las solemnidades litúrgicas que siguen celebrándose en la actualidad, y de las que con todo lujo de detalles y explicaciones se ofrecen referencias en los programas de televisión, sobre todo en la “Trece”, propiedad de la Conferencia Episcopal Española. Apuestan por ser mayor el número de quienes pierden esa fe o no la mantienen, que el de quienes contemplan tales “funciones”.

Recientes las fastuosas, antinaturales y antievangélicas ceremonias de la presentación de las Cartas Credenciales del Nuncio de SS. en España, no están de más reflexiones como las siguientes:

Y es que, tal y como están hoy los tiempos, los curas y los obispos, la reforma de la liturgia en sus gestos, ceremonias, ritos y planteamiento en general, es demandada inexorablemente, en profanidad y con santa urgencia. Son pocos los cristianos a los que les convence la sagrada liturgia, tal y como se sigue practicando y oficiando. Posiblemente que de la misma opinión participan también curas y algunos –pocos- obispos. Por ejemplo, las misas, y más las “solemnes”, y aún “pontificales”, apenas si son “misas”. Son eso: “funciones”. Calificar de sagrados a todos los ornamentos, no deja de ser un soberano atrevimiento.

Llamar “homilía” a las prédicas equivale a confesar en público la ignorancia semántica acerca del sentido y contenido del término que se emplea. Titular de “asamblea”, -reunión y convivencia- a los “asistentes” que a lo más que llegan es a decir “Amén”, es idéntico a haber “estado de cuerpo presente”, en un acto piadoso y así “cumplir” con el “precepto” que torna “santos” a determinados días del año.

Reconozco que, pese a todo, y aún cuando en las misas “episcopales” se han cercenado algunos ritos y algunas ceremonias, por obsoletas, caras y paganamente ostentosas, las colas de las “capas magnas” de los “eminentísimos y reverendísimos cardenales purpurados”, de 16 (sí, 16),metros de largo, reducidas después a tan solo (¡tan solo¡) cinco, están cayendo poco a poco en desuso, registrándose el malestar de algunos de sus usuarios. Pero se imponen muchos más recortes, pero sobre todo, se imponen la doctrina y los argumentos en los que basaban y basan su justificación “religiosa”.

Al margen de estas liturgias más o menos sagradas, incorregibles e intangibles, centro aquí y ahora mi atención en el atuendo episcopal fuera de los templos, en las “ceremonias” de las relaciones civiles y sociales y en las de cualquier otro ramo con inclusión de las políticas y militares. Al igual que estos depusieron signos y condecoraciones, extraña que a los únicos a quienes se les distingue por sus atuendos de “calle” sea precisamente a los obispos.

En este tipo de actos, cada participante habrá de vestir como quiera y lo manden o permitan los cánones de la buena educación y sanas costumbres. Pero que no sea precisamente a los obispos a quienes los distingan sus hábitos, lo que automáticamente lleva consigo la idea de la separación, del distanciamiento, de la reverencia, de la “dignidad y dignidades”. Trajeados siempre de negro, con el crucifijo bien plateado y visible en el “retablo” de vientres orondos por los años y falta de ejercicios físicos y la felicidad que proporciona la buena conciencia ministerial, resulta difícil –imposible- aprovechar la reunión para ser y comportarse como uno más y así evangelizar o ser evangelizado. El crucifijo no debiera ser un objeto más de distinción y de lujo. No es privilegio que reclame tratos de gracia y honor para quienes sean portadores del mismo…

No sé a quienes les pueda corresponder en las curias el sagrado deber de orientar a los obispos en cuestiones de vestimentas y comportamientos estrictamente sociales. Pero conste que en tales ceremonias y eventos, el bien pastoral puede y debe difundirse de modo similar a si se estuviera en el templo. La conversación de tú a tú, con naturalidad, cercanía, sencillez y sin signos externos, extemporáneos, conduce y lleva a la comunicación, antesala de la común-unión eucarística.

¡Señores obispos de las “amadas” diócesis respectivas!: revisen cuanto antes sus signos litúrgicos, sobre todo, sus paganísimas mitras, con lo que las ceremonias que presidan o en las que participen, serán “cristianas”, es decir, religiosas!.

NOTA: Aunque a algunos les pueda litúrgicamente parecer malsonante la palabra “aparejo”, esta no significa otra cosa que “materiales o elementos necesarios para hacer algo o para desempeñar un oficio”. Creo personalmente que esta palabra es más constructora de Iglesia y de educación en la fe, que puedan ser los “ornamentos” por sagrados que sean, así como los “atuendos”; término que, por cierto, procede del latín “attonitus” (“asombrado“), con iniciales y explícitas referencias a las “pompas que ostentaba la Majestad Real”. Gracias.

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Celebrar como personas libres y maduras

Jueves, 14 de marzo de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Si la liturgia no es la actividad de unas personas libres y maduras que participan inteligentemente reunidas en el culto corporativo que expresa y constituye su sociedad espiritual visible, no puede tener un verdadero significado espiritual. Esto equivale a decir, por supuesto, que desde el momento en que el culto corporativo deja de ser genuinamente comunitario y se convierte, en cambio, en meramente colectivo, tan pronto como deja de ser la colaboración de personas libres ofreciendo cada cual su contribución insustituible, y se convierte en el funcionamiento mecánico de unidades anónimas cuya identidad y contribución individual no tienen especial valor, entonces pierde su derecho a llamarse «liturgia» o «culto cristiano». Ya no es el testimonio público de unas personas libres y responsables, sino que se ha convertido en una demostración realizada por hombres-masa o esclavos.

Es cierto que en el Evangelio habla el Señor de sus fieles como «ovejas», pero ello no nos da derecho a suponer que la liturgia sea meramente el balar organizado de animales irracionales reunidos en manada mediante coerción y amaestrados mediante una ingeniosa disciplina hasta que sepan realizar acciones aparentemente humanas que no son capaces de comprender”.

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Thomas Merton
Tiempos de celebración

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“Metamorfosis”, por Dolores Aleixandre

Viernes, 24 de agosto de 2018
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42285785575_2d5268df05_zLI-TUR-GIA. Hasta la palabra misma empieza a resultar incomprensible para mucha gente y no digamos los objetos asociados tradicionalmente a ella. Lo demuestra esta historia reciente en un convento de la que atestiguo la veracidad: a la hermana sacristana, ya anciana, ha empezado a ayudarle una empleada joven que trabaja en la casa.

Como es de esperar, no tiene ni idea de los aparejos litúrgicos, se hace un lío con los nombres que les da la monja y no sabe qué le está pidiendo que traiga, prepare, ponga o guarde. Menos mal que es muy espabilada y ha discurrido una solución: hace una foto con el móvil a cada utensilio o vestimenta de la sacristía y escribe, junto al nombre “oficial”, su propia descripción para aclararse.

Por ejemplo: Alba: bata. Roquete: camisón con puntillas. Casulla: abrigo. Cíngulo: cordón. Estola: corbata. Purificador: pañito alargado. Cáliz: copa. Patena: plato.Corporal: mantelito cuadrado… Animada por su inspiración, añado yo otros posibles: Palia: cuadrado de tela tiesa almidonada para tapar la copa y que no caigan moscas. Credencia: mesita. Portaviático: cajita redonda. Incensario: braserito con cadenas para echar el humo. Acetre: cubo pequeño con asa. Hisopo: varita con bola y agujeros.

Le queda mucho por aprender a esta chica, y eso que ha tenido la suerte de que estén ya en desuso (y bien que les pesa a algunos…), la dalmática, la capa pluvial, el amito, el manípulo, el conopeo y el paño humeral…, a más de otras vestimentas y capisayos con sus diferentes botonaduras, ribetes, tonos y texturas.

Pero no son estos los problemas más importantes que tiene la liturgia y para arreglarlos (aparte de Galilea 153…), puede venirnos bien recordar las palabras de Cristina Kaufmann, la carmelita descalza suiza convertida del protestantismo que vivió hasta su muerte en el Carmelo de Mataró.

Le preguntó Mercedes Milá en una entrevista que dejó paralizado a medio país ante el televisor (tuvieron que repetir el programa la semana siguiente…): “- ¿Y no se aburren ustedes ahí rezando, siempre las mismas y entre las mismas paredes, un día tras otro?”, y ella contestó “- Pero ¿cómo vamos a aburrirnos? Cada día la Palabra que escuchamos es distinta y cada tiempo litúrgico lo es también; cada hermana va viviendo un proceso personal que la va transformando en una persona diferente y cada estación del año hace que la huerta no sea nunca la misma…”

Apasionante la misión de esta revista: empeñarse en esa metamorfosis, trabajar para que la liturgia sea un instrumento del Resucitado en su tarea de hacerlo todo nuevo (Ap 21,5) . .

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Merton: Su crítico más severo.

Sábado, 17 de marzo de 2018
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

Merton

Leyendo hoy el Diario de Merton, noto que esta fecha coincide con la de un párrafo que leo: un aniversario de su toma de hábito en 1942. Más de 20 años después, el 22 de febrero de 1964, Merton se examina sin ninguna complacencia. No hay autojustificaciones en esta dura y sincera introspección:

“22 de febrero de 1964. Hoy es el vigésimo segundo aniversario de mi toma de hábito. Con toda sencillez y sinceridad debo admitir que estos veintidós años no han sido muy bien aprovechados, al menos por lo que a mi aportación personal se refiere, aunque de parte de Dios todo ha sido gracia y misericordia. Más bien han sido veintidós años de relativa confusión, a menudo sembrados de dudas e infidelidades, aspiraciones angustiosas de “algo mejor”, actitud crítica hacia lo que tengo, indecible sufrimiento interior del que en gran parte yo mismo soy responsable, insuficientes esfuerzos por sobreponerme a mí mismo, incapacidad de encontrar mi camino, distrayéndome tal vez culpablemente en cosas que no son de mi incumbencia. En realidad se refleja aquí mi actitud de permanente desconcierto ante la situación, la ambigüedad en la cual me encuentro yo mismo. En lo profundo de mi corazón acepto convencido la Cruz de Cristo, pero temo expresarme con palabras sobre el tema y me pregunto si semejante falla no responderá a una falta de fe.

¡No lo sé, Señor, ten piedad de mí!

En cualquier caso, sé esto: que después del primer medio año o algo así, (¡consuelos del principiante!) viví años enteros de falso fervor, ascetismo, intransigencia e intolerancia; esta situación se prolongó más o menos hasta el momento de mi ordenación sacerdotal. Ahora estoy tratando de recuperar algo de aquel ascetismo (¡realmente nada del otro mundo!) sin la intolerancia y la falta de caridad de entonces. Sin embargo, todavía carezco de aquel espíritu tolerante y cálido que cabría esperar de un monje que lleva tanto tiempo en un monasterio. Todo ésto, lo sé, es pura charlatanería. Es preferible buscar refugio en los salmos, en el oficio cantado. La liturgia es algo profundo y real y yo he aprendido a confiar en ella, aunque sigo desconfiando de las cosas absurdas y ‘proyectos’ que siempre la rodean. “

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Thomas Merton.
Diarios. (1939-1968).
Editorial Mensajero 2014

9788427136298

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Cardenal Sarah: “Comulgar en la mano es un ataque diabólico a la Eucaristía”

Miércoles, 28 de febrero de 2018
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Le-cardinal-Robert-Sarah-nouveau-prefet-Congregation-pour-culte-divin_0_730_333A uno que se le ha ido la olla…

El polémico purpurado cree que es “una falta de respeto al Santísimo”

“El ataque malvado más insidioso (…) sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo”

“¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento mismo”

Francisco desautoriza a Sarah y le pide “evitar malentendidos” sobre la reforma litúrgica

(Jesús Bastante).- Es uno de los líderes de la oposición al Papa Francisco. Seguramente, el que atesora un mayor poder en la Curia, como máximo responsable de Liturgia. Ahora, el cardenal Robert Sarah da un paso más, y arremete contra aquellos católicos que, legítimamente, solicitan recibir la comunión en la mano: “Es un ataque diabólico a la Eucaristía”, proclama.

Sarah, quien ya recibió dos amonestaciones públicas por parte de Francisco tras sugerir que los curas volvieran a celebrar la Eucaristía a espaldas del pueblo y por tildar la misa del Vaticano II, al menos en muchas de sus manifestaciones, de “profana y superficial”, ha escrito un prefacio al libro de un sacerdote italiano, Federico Bortoli, titulado ‘La distribución de la comunión en la mano. Perfiles históricos, jurídicos y pastorales‘, en el que asegura que la forma de dar la Comunión en la mano es una falta de respeto al Santísimo.

“El ataque malvado más insidioso consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo, apunta Sarah, quien añade que “la guerra entre el arcángel Miguel y sus ángeles, por un lado, y Lucifer, por el otro, continúa hoy en los corazones de los fieles: el objetivo de Satanás es el sacrificio de la Misa y la presencia real de Jesús en la hostia consagrada”.

Para el cardenal, es necesario que los fieles vuelvan a arrodillarse para recibir, en la boca, la Eucaristía. “¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento mismo”.

No es única ocasión en que Sarah ha criticado la forma de comulgar. Así, el pasado año, el Prefecto de Culto Divino advirtió contra la “devastación, destrucción y guerras” que ha provocado la misa vernácula en la Iglesia a nivel doctrinal, moral y disciplinario.

El Vaticano II, admitió Sarah, ha sido responsable de algunas “buenas iniciativas” en cuanto a la participación activa de los fieles en la misa y a su progreso en la vida cristiana. Sin embargo, denunció, no podemos cerrar los ojos al desastre, la devastación y el cisma que los promotores modernos de una liturgia viviente causaron al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas”.

“Muchos creen y declaran alto y fuerte que el Concilio Vaticano II ocasionó una verdadera primavera en la Iglesia”, escribía Sarah. “Sin embargo, un número cada vez mayor de líderes eclesiales consideran esta “primavera” como un rechazo, un renuncio a su herencia milenaria, o incluso como un interrogatorio radical de su pasado y tradición”. Y todo esto como consecuencia de la “tendencia sacrílega” en la Iglesia posconciliar “de reducir la sagrada misa a una simple comida social”.

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Bastan dos o tres…

Miércoles, 6 de septiembre de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

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El Cristo de gloria está presente bajo las especies de toda humanidad, más especialmente bajo las del pobre y del pequeño: todo hombre es un Cristo en gestación.

Pero la liturgia es el lugar privilegiado donde esta gestación se acoge, se mantiene, nace día tras día. El lugar también donde se realiza no sólo para quienes consienten en ello, sino también para la multitud que ignora que su grito es dolor de parto. La oración de los salmos que nos es confiada expresa esta realidad de Iglesia: bastan dos o tres para cantarlos en Su Nombre, y el Cristo Total está allí en todos sus miembros en los que estos salmos recapitulan los gritos yel rostro.

*

Christian de Chergé,
prior de los monjes de Tibhirine
Prier 15 jours

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Cómo no pensar, durante estos días de vacaciones, en las personas que sufren en su alma, en su cuerpo, que sufren en soledad…

A todas y todos deseamos ofrecer la paz y el bien.

Deseamos estar cerca de ti, el reflejo humilde de esta palabra quel hermano Roger de Taizé pone en los labios de Dios:

“Cuando estés en lo más duro de la prueba, te sostengo en tu desesperación… Y estoy también en las profundidades de la esperanza “.

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¿Cristo murió por todos?

Sábado, 8 de julio de 2017
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misal-romanoGabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 19/06/17.- Con la que está cayendo, el nuevo misal litúrgico oficializa una nueva polémica que descentra el mensaje central del evangelio en general y de la celebración eucarística en particular. No es un brindis al sol mi expresión “con la que está cayendo”; Pablo VI ya alertó en su encíclica Evangelii Nuntiandi que “la ruptura entre el Evangelio y la cultura, es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo.” Y uno de los soportes para evitarlo es utilizar un lenguaje que llegue al corazón del ser humano actual. Además del ejemplo, claro está.

En pleno acercamiento al mundo protestante en el aniversario de Lutero (Francisco, Kasper…), que refuerza la redención universal y el que Cristo murió por todos, el nuevo misal retrocede a Benedicto XVI con una peligrosa argumentación que es difícil de entender si no es desde la exclusión del amor de Dios a “algunos”. Y descentrando, de paso, los mensajes divinos de la compasión y misericordia universales. Se trata del cambio en las palabras de la consagración: donde actualmente se dice “será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”, pasa a decirse “será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”.

En Hechos 18, el Señor dio ánimos a Pablo en el sentido de que su labor no sería en vano porque “muchos” llegarían a conocer a Cristo en la ciudad de Corinto. Aunque él se dirigía a todos, al menos iban a ser muchos los que iban a convertirse.

Si el que Jesucristo murió por todos es algo que forma parte de las certezas básicas de nuestra fe, ¿a qué viene detenerse todo un Papa en este matiz, con lo que nos falta de ejemplo vivo en la sociedad de hoy que nos interpela desde una religión clericalista -a pesar de Francisco- capaz de espantar a tantos que buscan? Ya en el año 2006, Ratzinger entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Liturgia dirigió una carta a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo para que introdujesen esa modificación en la consagración en los misales. Como no todas le hicieron caso, en abril de 2012, investido ya como Benedicto XVI se dirigió con severidad a algunos presidentes de los obispos, incluido el alemán, para urgir la aplicación de lo ya mandado. Y desde marzo de 2017, en pleno pontificado de Francisco, se modifica en nuestro misal.

Cristo vino por todos, porque es Amor y todos le necesitamos: hemos nacido para Él. Pero en Marcos y Lucas Jesús afirma que vino por los pecadores, no por los justos; su misión preferentemente se concentró en los enfermos, no en los sanos. Esto aleja que nadie puede quedar excluido del amor y la acción de Dios que llegó hasta las últimas consecuencias del asesinato en un madero.

Cuando preguntas por este dislate terminológico, te cuentan que el término “muchos” no se utilizaría aquí en contraste con “todos”, sino frente a “pocos”. Incluso afirman que el concepto “muchos” en algunos casos es un equivalente a “todos”. Entonces, ¿para qué marear el tema y no dejarlo en su sentido de la universalidad del amor de Dios sin fisuras frente a una interpretación sectaria, nada menos que en las palabras de la consagración? Dios invita a todos al Banquete. Lucas refuerza la universalidad de la oferta divina frente a esa idea de “muchos”: un gran señor invita a su gente cercana y como se disculpan y no van, ordena a sus criados que vayan a invitar a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos hasta que la casa se llene de invitados.

Una cosa son los llamados y otra los que responden a la llamada. Podemos elucubrar sobre si se salvan todos, casi todos o muchos o pocos (es de suponer que si el Padre pone en marcha la historia de la humanidad no es porque acabará siendo una empresa fracasada). Pero poner el acento en “muchos” en lugar de remachar el “todos” me indica muchas cosas, y ninguna es buena. Así no conseguiremos parar la sangría y solo atraer a bien pocos nuevos cristianos comprometidos de las nuevas generaciones cuya mayoría son totalmente indiferentes a nuestra institución eclesial

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Lo más importante, ¿los ritos o las personas?”, por José Mª Castillo

Sábado, 11 de febrero de 2017
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31942992934_f355c55ee8_zDe su blog Teología sin Censura:

No obstante la crisis religiosa, que estamos viviendo, son bastantes los cristianos que se ponen nerviosos si se les habla de innovaciones o cambios en la liturgia de la misa y demás sacramentos.

Esta postura es comprensible. Lo que seguramente no saben quienes defienden esta posición -y la defienden no sólo con energía sino incluso con indignació – es que, sin darse cuenta, quienes adoptan tal postura de forma intolerante, en el fondo, lo que hacen es aceptar y –sin saberlo- reafirmar una de las ideas típicas de Sigmund Freud.

Así lo explica un autor tan documentado como es Gerd Theissen, comentando un texto importante del volumen 7º de las “Gesammelte Werke” (p. 129-131) de Freud. El rito se constituye en un fin en sí, que se contrapone al caos, que es lo más opuesto al orden. Por eso los ritos sirven para defenderse del caos. O, en otras palabras, los ritos sirven para defenderse del miedo, que precipita al individuo en un caos psíquico. Estas ideas han sido desarrolladas por Víctor Turner y Rolf Gehelen.

De ahí que, para no pocas personas, cambiarles los ritos y, sobre todo, quitar el ritual o su lenguaje (por ejemplo, el latín) es quitarles un factor fundamental de su seguridad en la vida o en su relación con Dios.

Pero, es claro, las personas que se meten de lleno en este proceso y, por eso, se aferran a la exacta observancia de los ritos, aparte del miedo inconsciente que eso entraña, tiene una consecuencia religiosa y social que nos aleja del Evangelio más de lo que imaginamos. ¿Por qué Jesús tuvo tantos conflictos con los maestros de la Ley, con los fariseos y con los sacerdotes? Siempre la misma historia: porque no observaba el sábado, no ayunaba, no cumplía los rituales de pureza cultual, andaba con malas compañías (pecadores, publicanos), tenía amistades peligrosas…

Y todo esto, ¿por qué? La respuesta más clara y más directa la dio Jesús cuando explicó lo que será verdaderamente decisivo en el juicio final. No será la observancia de los “ritos” religiosos, sino la relación que cada cual tiene con la felicidad o el sufrimiento de las “personas” (Mt 25, 31-46).

Cuando el Señor de la Gloria venga a pedir cuentas a cada cual, a nadie le va a preguntar si dijo la misa en latín o en otra lengua, si cumplió con las normas litúrgicas al pie de la letra, si ayunó o dejó de ayunar, etc.

O el Evangelio es mentira o la liturgia le preocupa a Dios bastante menos que al clero y sus más fieles adeptos. Lo que al Dios de Jesús le interesa no es la fiel observancia de los ritos, sino que tengamos sensibilidad para dar de comer al que pasa hambre, para estar con el enfermo, para acoger al extranjero, para interesarse por los que están en la cárcel.

Muchas veces me pregunto por qué en el Vaticano hay una Sagrada Congregación que vigila la observancia de los ritos. Y por qué no hay otra Congregación Sagrada que se preocupe por los millones de criaturas que sufren más de lo que humanamente se puede soportar.

Comprendo que todo esto ponga nerviosos y hasta indigne a algunos cristianos. Pero quienes se ponen nerviosos, al leer esto, ¿no se preguntan por qué hay tantas personas en la Iglesia que no tolerarían ver las parroquias y los templos sucios, descuidados, desordenados, abandonados, misas que no las dice el cura, sino el sacristán; o misas que el cura dice en mangas de camisa…, pero resulta que esas mismas personas no pierden el sueño sabiendo que cada día se mueren de hambre más de 30.000 personas? ¿No será verdad que nuestra exactitud en la observancia y en el cumplimiento de los ritos sagrados nos sirve de “calmante espiritual” que tranquiliza nuestra conciencia?

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Parábolas y liturgias

Viernes, 10 de febrero de 2017
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pag29_signostiempos_encabezadoMari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 30/01/16.- Hay que hilar fino y ver a quien se tiene delante a la compartir la Palabra, especialmente si te apasiona y quieres que cada oyente se impregne de la esencia del Mensaje; que pueda “llevárselo puesto”, recordarlo, rumiarlo, compartirlo con otros y hacerlo suyo, integrándolo en su propia vida.

Puede ser una palabra, una frase, una idea que anima a seguir indagando, el flash de un instante al que volver en momentos de cargar energía desde dentro.

Admiro profundamente la pedagogía y el amor que ponía Jesús cuando tenía que explicarle a la gente lo que era el Reino de Dios.

En Mc 4, 26-34 casi se pueden escuchar las pisadas del sembrador echando la semilla en los surcos que habría preparado con sudor y buen hacer; y la respiración sosegada en la noche del hombre que dejó que cayera la noche sobre su trabajo, confiando en que la tierra continuaría su trabajo hasta que le diera turno en el momento preciso; entonces agarraría la hoz y empezaría la siega.

Por si con esta historia no quedaba claro, continua con la de la pequeña semilla de mostaza que se convierte en una super-planta que sirve hasta de alojamiento a los pájaros.

Finalmente leemos en la misma cita de Marcos: “Con muchas parábolas parecidas exponía la palabra, acomodándose a su entender (el de quienes acudían a escucharle). Todo se lo exponía con parábolas”.

Hace unos cuantos domingos estuve en una misa con niños. Había niñas y niños de edades diversas, habituales en la catequesis de la parroquia en la que se celebraba la misa. Les acompañábamos: padres, madres, abuelos y abuelas; y, por supuesto, los hermanitos pequeños de los que ya van a la catequesis. Las familias es lo que tienen, que aportamos variedad en estos y otros temas.

La homilía, sin duda bienintencionada, resultó como para un colectivo de misa de siete y media, en día de diario, a la que asisten un 89% de mujeres incondicionales y el resto, hombres con el mismo adjetivo.

Se notaba en el ambiente la capacidad de desconexión que tienen los niños y lo mismo para conectar de nuevo si empezaba alguna oración cantada o tenían que colaborar en algo: ofrendas, leer las preces, etc.

Una vez bendecidos iniciamos el proceso de poner chaquetones, bufandas y gorros pues el frío era intenso, ya en la puerta, consulté mi reloj: ¡la misa había durado una hora y algo.

Antes de entrar en comentarios quiero compartir también una escueta conversación con un buen amigo sacerdote, entrado en años. Derivó la cosa en la utilización del latín en las liturgias. Él, en el seminario, había estudiado en latín. Recordó anécdotas de aquel tiempo; hizo hincapié en que la Palabra nos había sido transmitida en ese idioma.

Le recordé, con todo respeto, que antes del Latín se transmitió en griego, y si seguimos retrocediendo, Jesús, hablaba arameo, según nos han enseñado. Siempre ha habido traducciones según los tiempos.

Pero inmediatamente traje a colación que el Concilio Vaticano II acomodó al entender de todas las gentes la Palabra, abriendo la liturgia a los idiomas al uso de todos los pueblos, acercando al creyente a la Palabra dicha en su propio idioma. Es un logro de aquel Concilio y de las buenas traducciones hechas por los mejores entendidos.

Te estás preguntado qué tiene que ver una misa de niños con el uso del latín en diferentes actos litúrgicos. Es más de lo mismo.

Es necesaria una sincera transformación de la Liturgia. Para que eso suceda habrá que mantener todos los sentidos dirigidos al actuar de Jesús, que acomodaba al entender de la gente, la exposición de su palabra

La liturgia tiene que estar llena de Vida para transmitir esa Vida. Sin olvidar quienes forman el colectivo, mejor dicho, la comunidad que espera, receptiva; que quiere participar de forma creativa, que ha de prepararse, orando y meditando la Palabra para poder expresar y compartir esa Palabra.

Traigo aquí una experiencia de liturgia, idiomas, niños y adultos que he vivido varias veces en Taizé junto a mi familia o amigos. Orar con otros en los idiomas de todos; pequeñas oraciones a modo de mantra, en un ambiente de sencillez en el que todos pueden acomodarse para escuchar brevemente la Palabra y entonar la oración no importa en qué lengua.

Recuerdo también una oración de familias, con niños de todas las edades, en la que el silencio, la música de Migueli y la participación de todos, nos ensanchó el corazón. Mientras algunos de los más pequeños se durmieron acomodados en cojines dispuestos para la ocasión en aquella sencilla y bonita capilla en una casa de espiritualidad de las Religiosas del Sagrado Corazón.

Volviendo al texto de Mc 4, 36, se dirige de forma especial a un colectivo que tiene que ser especialmente instruido: “A sus discípulos se lo explicaba todo en privado”. Ellos tenían que ser preparados especialmente, serían los enviados a proclamar la Buena Noticia del Reino. Sabemos que llegada la última hora de Jesús no supieron ponerse a tono ante lo que sucedía, por mucha vida compartida que tuvieron con el Maestro. Faltaba que el Espíritu llegara en su día y la Palabra recibida ardiera por dentro y se transformara en una fuerza imparable que no podían ni querían contener.

La sencillez en la transmisión del Mensaje, previamente orado, meditado, rumiado… sin dejar de mirar a los que se congregan como iguales, con empatía, afecto, comprensión y mucho amor; más la actualización de gestos, textos, ceremonial, música, ornamentos, etc. serán el inicio de un nuevo camino en la Liturgia, en todos y cada uno de los momentos en que se reúne la comunidad eclesial: Eucaristía, Sacramentos, Oraciones, etc.

La Liturgia debe ser tierra donde crezcan parábolas de Vida siempre nueva.

Seguiremos…

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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La liturgia es del pueblo

Jueves, 3 de noviembre de 2016
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8300184316_4a7b78a80b_zEsta reflexión trata sobre liturgia, y es posible que ya algunos de los que leen esto dejen de leerlo. El tema en ocasiones aburre, más por desconocimiento que por carencia de interés.

La palabra liturgia significa “obra, acción del pueblo“, lo cual nos permite a quienes vivimos el estado laical, es decir, a quienes no formamos parte de la jeraquía, respirar con desahogo.

Respiar con desahogo porque tenemos el regalo de la liturgia, porque es “nuestra”, del pueblo de Dios, porque su terminación “-urgia” nos recuerda que es acción, movimiento, vida, en definitiva.

La liturgia es el espacio y el tiempo en el que, sintiéndonos y sabiéndonos PUEBLO DE DIOS, celebramos nuestra fe, la expresamos, la compartimos y traemos a ese encuentro comunitario a tantas mujeres y hombres  que están ocupados de “pensamiento, obra y omisión” en otros múltiples quehaceres.

La verdad es que no hay nada dentro de la liturgia que no esté pensado, varonilmente pensado, eso sí. Lo que expresamos con nuestras palabras, gestos, tiempos, silencios, cantos, movimientos, símbolos,… es profundo y riquísimo. Sucede muchas veces que quienes participamos en las celebraciones somos “analfabetos litúrgicos”, desconocemos este idioma y, lamentablemente, no entendemos lo que percibimos con los cinco sentidos, nuestras cinco puertas de acceso a la interioridad.

Por un lado desconocemos el lenguaje litúrgico, y pasa como cuando viajas a un país del que ignoras su idioma, costumbres y expresiones. Te gustará o no, te parecerá más o menos exótico, interesante, emocionante incluso, pero… indudablemente, no llegarás a captar plenamente lo que ves, ni podrás ser profundamente consciente de lo que vives mientras desconozcas los códigos.

Por otro lado nos encontramos con un lenguaje litúrgico (y con esto no nos referimos solo al lenguaje hablado o escrito, sino a sus múltiples expresiones) que está algo obsoleto en determinados aspectos. Y tan atemporal y estrambótico sería que fuéramos por la vida hablando cual Quijotes y Sanchos como querer celebrar una fe hoy con expresiones y símblos de ayer. Y eso que están muy de moda las fiestas medievales, pero…

Hermanas y hermanos laicos, la liturgia también es cosa vuestra,  casi es, sobre todo, cosa vuestra. Impliquémonos, estudiemos, entendamos su contenido, solo así podermos cambiarla, actualizarla y renovarla, reconociendo su hondura y sacralidad, su ser camino hacia el Misterio.

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Fuente: Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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“Los obispos tienen mucha culpa de la relajación litúrgica de los fieles en la celebración de la Vigilia de Pascua”, por Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Domingo, 24 de abril de 2016
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2011-04-23_vigilia_pascual_4Leído en la página web de Redes Cristianas

Viene a cuento el explosivo titular a la vista de lo que está sucediendo en la celebración de la Pascua. En mi parroquia, de los más o menos 8.000 feligreses, han acudido a celebrar la Vigilia Pascual exactamente 18, de los que 8 ejercían alguna tarea litúrgica. Así que hemos juntado a los pocos que éramos, y hemos concelebrado todos en torno a la mesa. Después han sido unánimes en expresar su alegría por la cercanía, autenticidad de la celebración, y por la hondura que una pequeña comunidad de esas dimensiones han hecho posible. Y nos hemos preguntado, ¿por qué acude tan poca gente a la celebración centro, fuente y culmen del año litúrgico? La respuesta más sencilla y aparentemente lógica es la hora, a las 11 de la noche.

¿Seguro? En una ciudad bien iluminada, en un barrio en el que las ventanas están encendidas casi todas las noches hasta más de la una de la madrugada, y con una noche primaveral y olorosa, sin viento, ni amenaza de lluvia ni pizca de frío, el argumento de lo tardío de la hora no me convence. Mi opinión es que, simplemente, a nuestros católicos no les agrada, ni les emociona, ni les dice nada, celebrar la Vigilia Pascual

Se trata de una constatación triste, penosa, y que causa mucho desánimo entre los que nos dedicamos a dinamizar, coordinar y presidir las reuniones litúrgicas. Y las causas son varias, pero, la principal, el cansancio, tedio, aburrimiento y poca gracia y creatividad, espontaneidad, comunicación, y pasión, que, por lo general, faltan de manera flagrante en las celebraciones litúrgicas de nuestra Iglesia. Los maestros de Liturgia se contentan, generalmente, con el libro de normas y rúbricas, como si de su estricto cumplimiento se derivara, automáticamente, la dignidad y la añorada belleza de las funciones litúrgicas. Y no es así, lo que se produce con ese agarrotamiento no es otra cosa que una falsa frialdad hierática, que no tiene por qué representar la fuerza, la savia, el calor y hasta la pasión de una celebración comunitaria. Una de las razones más reconocidas de la increíble persistencia histórica del judaísmo es que el centro de su culto no se realiza en la hermosa, pero muchas veces gélida, armonía de un templo impecable, sino en calor acogedor del hogar. Ha sido fundamental para la supervivencia digna y creativa de los judíos que cada año celebren la Pascua en las entrañas de sus casas.

Hubo voces después del Concilio Vaticano II, que todavía perduran, de que se multiplicaban los abusos litúrgicos en muchas, y atrevidas, interpretaciones falsas, y falseadoras, de la reforma litúrgica conciliar. Y, ¿saben quiénes proferían esas voces? Pues los que más llevan abusando de la liturgia cristiana desde siglos: los monseñores, doctores y doctorcillos vaticanos de Liturgia, o de las diócesis más copetudas, serias y solemnes, -más lo primero que lo segundo-, satisfechos con la parafernalia de sus celebraciones, como las que nos llegan de los pontificales del Vaticano, o la Almudena, o del Pilar de Zaragoza, o de la catedral de San Patricio de Nueva York. ¿Abuso litúrgico, esas celebraciones?, se preguntará alguno. Pues sí, lo he escrito y lo reitero: comparen esos espectáculos, televisivamente muy conseguidos, con la celebración de la Cena del Señor, o las de los primeros cristianos, y me digan quién es el que abusa. Y, ¿qué tiene que ver la colección de ornamentos, mitras, tiaras, báculos, inciensos, venias, saludos, y ritos cortesanos, con la bella sobriedad de las asambleas litúrgicas de la Iglesia primitiva?

Ahora volveré al tema candente y, yo diría, sangrante, de la Vigilia Pascual. He preguntado, en la misa de 9,30 hs. del domingo siguiente a la Pascua, cuántos habían celebrado la Vigilia Pascual, y a qué horas, y de unos 35 sólo lo habían hecho tres mujeres, ¡qué casualidad!, una a las 22,00., y otras dos a la 2o,00 hs. Además me he enterado de que en Madrid se han celebrado Vigilias desde las 18,00 hs., seis de la tarde, todo ello con la ¿sana? intención de incomodar lo menos posible a los fieles con una hora intempestiva. Y así nos va. La Vigilia Pascual no se celebra todas las semanas, ni todos los meses, ni siquiera todos los trimestres, ni siquiera semestres. Se trata de una celebración anual, que podría, por su reiteración, complicar, interferir, o hasta dañar, el sano hábito de no cambiar ni un milímetro, ni un segundo, la dulce secuencia de los sueños plácidos, placenteros y tranquilizadores. No vayamos, pues, a exponer a nuestros fieles, más bien desgastados y decrépitos, a una ruina total.

Es decir, si no se puede celebrar la Vigilia de Pascua, no la celebremos, pero no convirtamos la Vigilia, ese momento único, mágico y arrebatador, en un rito más, que no vamos de dejar de celebrar, ¡faltaría más!, por los escrúpulos de unos puristas de la Liturgia. Pero, ¡de verdad!, no se trata de esto, sino de no engañar ni defraudar a los fieles en un momento litúrgico único, irrepetible, y que demanda, más que ninguna otra celebración, la total sintonía con el entorno físico de la Noche, y, -a ser posible, que lo es, normalmente-, que englobe, como supone el glorioso cántico del pregón pascual, por lo menos ¡parte de la noche de Pascua!. Yo no digo que los obispos impongan horarios litúrgicos, pero sí que marquen líneas. Y que dejen claro que no se trata de Vigilias de Pascua aquellas que de eso, de Vigilia, y de Pascua, tienen más bien poco. ¿No podrían emplear una de sus cartas pastorales, en los días previos a la Semana Santa, en animar, alentar y hasta provocar a los fieles a la celebración de la Vigilia Pascual, al mismo tiempo que en disuadir a los párrocos del empleo de horarios inadecuados, que solo consiguen maltratar, y rebajar hasta niveles ínfimos, lo que debería ser una vigilia honda, nocturna, tensa, pero festiva?

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