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Entradas Etiquetadas ‘Alegría’

¿Qué me traes, día de hoy?

Jueves, 26 de enero de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Cada día nos tiene reservada una sorpresa. Pero únicamente si la esperamos seremos capaces de verla, oírla, sentirla, cuando se nos presente.

No tengamos miedo a recibir la sorpresa de cada día, ya llegue en forma de tristeza o de alegría. Ya sea pequeña y trivial, o significativa.

Se creará un nuevo espacio en el que podremos dar la bienvenida a una nueva experiencia y celebrar de forma más plena nuestra humanidad compartida. “

“La alegría y la tristeza nunca llegan solas. Cuando nuestros corazones se regocijan ante una vista espectacular al mismo tiempo podemos echar de menos a nuestros amigos que no están presentes en ese momento para disfrutarla. Y cuando nos embarga el dolor quizás podamos descubrir el valor de la verdadera amistad. La alegría está oculta en el dolor y el dolor en la alegría. Si tratamos de evitar a toda costa la tristeza puede que nunca experimentemos la alegría y, si desconfiamos del éxtasis, tampoco podrá alcanzarnos nunca la agonía. La alegría y el dolor son los padres de nuestro crecimiento espiritual.”

*

Henri Nouwen

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Transparencia

Martes, 10 de enero de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es una profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su ori gen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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*

“Asombro de una alegría:

el Espíritu Santo quiere hacer de nosotros

seres muy transparentes,

como un cielo de primavera.

*

Frère Roger de Taizé,

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Domingo, 25 de diciembre de 2016
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

*

Juan 1,1-18

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Mantén el silencio interior…

Martes, 25 de octubre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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*

“Qué en tu jornada, trabajo y descanso sean vivificados por la Palabra de Dios.

Manten en todo el silencio interior para permanecer en Cristo.

Llénate del espíritu de las bienaventuranzas:

alegría, sencillez, misericordia.

*

Frère Roger de Taizé,

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“Multiplicar la alegría (II)”, por Gema Juan OCD

Jueves, 22 de septiembre de 2016
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16327809397_1ac15c7a26_mDe su blog Juntos Andemos:

Para seguir multiplicando la alegría hay que cavar un poco más. Remover la tierra y hacer tareas de prospección. Aunque en el camino de la conversión, sucede lo que explicaba Teresa: «Aunque no vaya después por el mismo camino, lo poco que hubiere andado de él le dará luz para que vaya bien por los otros, y si más andare, más».

Hasta ese punto merece la pena elegir la vida, el camino del bienvivir y del amor. Teresa decía a sus hermanas que hicieran lo posible para que todos entendieran que la conversión –entrar en el camino de la amistad con Dios e ir conformando con Él la vida– es lo mejor que puede suceder. Por eso escribía: a «todas las personas que os trataren, hijas, habiendo disposición y alguna amistad, procurad quitarlas el miedo de comenzar tan gran bien».

Lejos de estropear lo bueno o arrugar la alegría, cuando se elige cavar y vivir de cara a Dios, Él «siempre da mucho más que merecemos, con darnos contentos harto mayores que los podemos tener en los que dan los regalos y distraimientos de la vida».

Teresa quiere que se sepa: «Podéis decir las riquezas que se ganan», e insiste en que Dios apoya y sostiene todo esfuerzo en este sentido. Y sabe que es importante recordarlo, porque «es imposible conforme a nuestra naturaleza tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios».

A partir de ahí, Teresa se suma a Isaías y a Jesús. Los tres apelan a la inteligencia humana para bienvivir. Invitan al amor –de donde nace la conversión–, recurriendo al sentido común. Es una llamada tan profundamente humana, que solo puede venir de Dios.

El profeta Isaías mostraba cómo se revive cuando se trabaja por la vida de los demás. Jesús, explicando cómo se cumplía la palabra de los profetas, decía: «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten». Y Teresa, siguiendo sus huellas, escribe a sus hermanas:

«Procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes, que no se os caiga el castillo».

Lo que dice Teresa es que cuando se trata bien a los demás, se hace más por uno mismo que por otros. Pero hay que probarlo, hay que ponerse en marcha para saberlo porque –dirá– «es cosa extraña cuán diferentemente se entiende de lo que después de experimentado se ve». Y, ponerse en marcha significa dar la vuelta a todo, girar, cambiar de dirección; porque el movimiento natural tiende a ir, inexplicablemente, al revés.

Parece más razonable buscar el propio bien que el ajeno y se presenta como más provechoso preocuparse por uno mismo que por los demás. Sin embargo, una larga cadena de sabiduría dice algo diferente. Por eso, Teresa pedía a Dios luz «para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés».

Es verdad que Jesús, cuando habló de campos, no solo dijo que se puede encontrar un tesoro que cambia la vida. También dijo que había que enterrar un grano en tierra y dejarlo morir. Pero, en realidad, no hay contradicción, porque cuando se encuentra el tesoro, se encuentran con él mil motivos para enterrar el grano. Después de descubrir el tesoro, surge la necesidad de multiplicar la alegría, compartiendo el bien.

Teresa sintió esa necesidad intensamente y decía: «No hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada… Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra». Eso es enterrar el grano de trigo en la tierra, después de haber encontrado el tesoro.

La maestra de alegría que era Teresa nunca olvida que «somos humanos… [y necesitamos] tener arrimo» para bienvivir. Por eso, llama a estar muy cerca del Maestro que enseña a vivir. Insiste en «no apartarse de cabe el Maestro… [porque] entenderéis luego el amor que os tiene, que no es pequeño bien y regalo del discípulo ver que su maestro le ama».

La multiplicación de la alegría tiene mucho que ver con esta proximidad, la misma a la que invita la Palabra de Dios cuando pone delante la vida y la muerte para hacer una elección: «Elige la vida… amando al Señor… pegándote a Él, pues Él es tu vida». Eso mismo dice Teresa: Él «está muy cerca… no os puede dejar de oír… juntaos cabe este buen Maestro».

Pegarse a Él, que sana la carne despertando el amor. A Él que es el movedor, el que puede «mover a amar… y mover a todos». El que convierte y hace vivir bien: «Vivir de manera que no se tema la muerte ni todos los sucesos de la vida, y estar con esta ordinaria alegría que ahora todas traéis».

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“Multiplicar la alegría (I)”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 21 de septiembre de 2016
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16327806047_1e3d7501c4_mDe su blog Juntos Andemos:

En ocasiones, las palabras pierden su significado auténtico o van tomando un matiz que las aleja de su esencia. Por ejemplo, Teresa de Jesús decía que al amor «le tienen usurpado el nombre». Que se llama amor a cosas que, en realidad, son mucho menos que amor. Es algo que sucede con frecuencia.

Si se piensa en qué es «bienvivir», saltarán a la mente muchas cosas que se acercan poco a su significado inicial. Y enseguida habría que ponerse a pensar qué es vivir con holgura u honestamente, que es como define el diccionario la palabra bienvivir.

Pasa otro tanto con la conversión. Antes y después de su significado religioso, nadie piensa que es ponerlo todo a dar vueltas… o sea, algo muy dinámico y estimulante. Como un catalizador de vida. Y así no es extraño que, al final, el asunto de la conversión tenga tan mala fama, como si fuera que se acaba la fiesta y empieza lo aburrido, cuando no lo pesado y restrictivo. No deja de ser sorprendente.

Si acuden aquí estas tres palabras es porque están ligadas: el amor, el bienvivir y la conversión.

Ya desde muy antiguo, siglos antes de Cristo, la Palabra de Dios se abría paso diciendo que se podía elegir entre la muerte y la vida, pero en el sentido de vivir bajo un peso de muerte o sobre una estela de vida. ¿Quién no elegiría la vida?

Jesús habló de encontrar en un campo un tesoro y de un mercader que iba buscando perlas y tropezó con una muy especial. Y entonces, uno y otro dejaron todo lo que tenían a cambio del increíble hallazgo. No parece que les aguaran la alegría, sino más bien al contrario. ¿Quién no lo dejaría todo?

Algo de eso contaba Teresa de Jesús sobre sus hermanas. Cuando fundó su primer convento escribió:

«Parece ha Su Majestad escogido las almas que ha traído a él [al convento], en cuya compañía yo vivo… [tienen] una alegría y contento, que cada una se halla indigna de haber merecido venir a tal lugar… hales dado el Señor tan doblados los contentos aquí, que claramente conocen haberles el Señor dado ciento por uno que dejaron, y no se hartan de dar gracias».

Ellas lo dejaron todo, pero de lo que hablan es de tener «doblados los contentos». Parece que la conversión tiene algo que ver con eso, con multiplicar la alegría y elegir la vida.

Mucho antes de que Teresa fuera sembrando casitas donde están «doblados los contentos», Isaías escribió unas palabras que siguen estremeciendo. Decía: puedes ver cómo brota de ti la luz y cómo te nace carne sana. Verás que se abre un camino de vida para ti y que Dios te cobija y escucha. Es claro que también hablaba de multiplicar la alegría.

Y todo eso, por casi nada: por vestir al que le falta ropa, por arropar cualquier desnudez y ayudar a vivir dignamente a quien no lo logra. Por abandonar la costumbre de murmurar. Por echar una mano a quien sufre y por negarse a esconder la injusticia.

Isaías decía que al elegir la vida de los demás –darles vida, de un modo u otro– se elige la propia vida, la alegría de vivir; vivir con luz, con salud, con un camino abierto. Eso parece, realmente, bienvivir, parece vivir con holgura.

Teresa, como si quisiera explicar las palabras de Isaías, decía: «Es menester no poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque, si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas»… no doblaréis el contento y quedaréis encerradas en vuestra propia carne.

Explicaba a sus hermanas –y a todos sus futuros oyentes– la imperiosa necesidad de algunas virtudes para bienvivir, para ser espirituales y les advertía muy seriamente: «Es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativas, y cuando pensaren lo son, están muy engañadas».

Hablará, sobre todo, de una virtud que las resume todas, que es aquella de la que hablaba Isaías: el amor. «Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas».

Por eso, Teresa hace una primera invitación para «ponerlo todo a dar vueltas», para convertirse: cavar. Sabiendo que podemos hacerlo y que no hay que irse muy lejos:

«En alguna manera podemos gozar del cielo en la tierra, que nos dé [el Señor] su favor para que no quede por nuestra culpa y nos muestre el camino y dé fuerzas en el alma para cavar hasta hallar este tesoro escondido, pues es verdad que le hay en nosotras mismas».

Ponerlo todo a dar vueltas puede ser remover la tierra para cavar y encontrar el tesoro escondido. Puede que por ahí empiece la tabla de multiplicar la alegría.

Espiritualidad , ,

Esperando todo… esperando nada

Viernes, 4 de marzo de 2016
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Del blog Nova Bella:

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En la bahía de Stallvinken

Algún que otro pescador de truchas prueba suerte adentro de las aguas. Se pasan así horas y horas, sin importarles si pican o no. Muchos de ellos devuelven los peces al agua cuando por fin capturan alguno. Siento cierta envidia de esa alegría despreocupada mientras parece que lo esperan todo y que no esperan nada.

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Henning Mankell

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2015 ¡Canto de acción de gracias!

Jueves, 31 de diciembre de 2015
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imagesCarmen Herrero, Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Estrasburgo (Francia).

ECLESALIA.- 30/12/15.- El final el año es un tiempo importante para la acción de gracias, para agradecer a Dios, nuestro Padre, por todo cuanto hemos recibido, ya que todo don procede de Él. La gratitud a Dios y a los hermanos es la nobleza más profunda del ser humano. Quien no es agradecido, es como si una parte de su existencia quedase muerta, sin vida. Por algo, la palabra “gracias”, es una de las primeras que se nos enseña en nuestra infancia. Del agradecimiento nace la alegría, el júbilo. Quienes son agradecidos, en general, son personas alegres, que viven gozosas; porque la persona agradecida vive desde la sencillez y reconoce los dones recibidos; y también reconocen los valores de los hermanos, de los cuales se alegra y los hace propios.

¡Tenemos tanto que agradecer a Dios! Al finalizar el año, pararnos un momento es esencial; una necesidad interior para, desde el silencio orante, hacer memoria de los dones, gracias y bendiciones recibidas. Y por todo ello queremos simplemente decir: ¡Gracias, Padre! San Pablo insiste en sus cartas que seamos agradecidos. “Sed agradecidos” (Col. 3,15). “Dad gracias en todo momento” (1 Tesalonicenses 5,18). Y Jesús, da gracias al Padre constantemente: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado” (Jn 11, 41).

Nosotros, creatura amadas de Dios, queremos dar gracias por el don de la vida, el don del bautismo, el cual nos confiere la gracia de ser hijos de Dios, miembros de una misma Iglesia y hermanos en Cristo, más aún hermanos de todos.

Gracias por el don de la fe, sin la cual la vida carece de sentido; porque todo es diferente cuando se vive desde la fe. A la fe se une la esperanza y el amor, los tres “pilares” que dan consistencia, seguridad y estabilidad a nuestra vida cristiana, a nuestra vida humana y espiritual. Cuando alguno de estos “pilares” falta, nuestra vida se tambalea y se desestabiliza, porque le falta el verdadero cimiento que es la vida teologal. Gracias sean dadas al Espíritu Santo que en el bautismo nos infunde estas tres virtudes teologales.

Gracias sean dadas al Creador, porque todos los humanos somos iguales, seres creados por amor y para el amor. Esta realidad es la que debe de unirnos y ayudarnos a crear la fraternidad universal; por encima de las diferentes profesiones de fe y modos de vida. Gracias sean dadas a Creador por tantos hombres y mujeres que luchan y dan su vida para que la fraternidad universal sea una realidad en el aquí y ahora.

Gracias por el don de la familia, la primera escuela y maestra que nos va educando en los valores humanos y cristianos; enseñándonos a caminar en la vida, desde el amor, la responsabilidad, el respeto a los demás, la tolerancia, bondad y la libertad.

Gracias porque por encima de las religiones está el Dios que nos ama, nos salva y nos atrae sin cesar a él y a vivir los valores que él mismo ha inculcado en nuestro corazón: el amor, la misericordia, la compasión.

Gracias por el don de la amistad, por las personas que a lo largo y ancho de nuestro camino, se van entrecruzando en nuestra vida; personas tan distintas, unas de otras, como maravillosas; las cuales nos ayudan a caminar con ilusión renovada y gozo en el corazón. La primera y principal amistad es la de Jesús: “A vosotros os he llamado amigos” (Jn 15,15), Jesús nos ofrece sinceramente su amistad; y de esta amistad con Jesús nace y crece toda amistad.

¡Y cómo no agradecer al Padre el don de su propio Hijo! “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Y al Hijo, Jesús, que nos revela la ternura del Padre, y se entrega por amor, para salvarnos y llevarnos al Padre; ¡cómo no estar eternamente agradecidos por su entrega incondicional al plan de Dios para hacernos hijos en el Hijo e invitándonos a vivir en relación de intimidad con la Trinidad! Misterios que nos superar, y solamente podemos decir: ¡Gracias!

María, la madre de Jesús y nuestra madre, cantó su magníficat, su acción de gracias por las maravillas que Dios hizo en ella y con ella. Con María atrévete, tú también, a cantar las maravillas que Dios ha hecho en tu vida, nadie como tú las conoce. Sé sencillo, humilde y pequeño y reconoce los dones y gracias que Dios te ha dado. Atrévete a cantar tu propio magníficat, tu acción de gracias a Dios.

Vivir la acción de gracias al Padre en el Hijo por el Espíritu, significa vivir la vida en plenitud. Salir de tu pequeño mundo individualista egoísta, para abrazar con ternura la humanidad toda entera, así como nosotros somos abrazados por la Santísima Trinidad.

Dios, y Creador de todo y todos, al terminar este año 2015 queremos decirte Gracias: gracias por lo que somos y por lo que estamos llamados a ser, por cuantos dones nos has regalado y nos sigue regalando; gracias también por todo cuanto nos ha hecho gozar y sufrir; por aquello que no hemos comprendido y que queda envuelto en el misterio. También nos atrevemos a darte gracias por nuestras faltas, errores, omisiones, debilidades y hasta por nuestros pecados. Ellos nos muestran la realidad de nuestro ser de creaturas, seres imperfectos que estamos en camino hacia la perfección, hacia la santidad. Reconocemos que necesitados de tu perdón y salvación. Padre, bondad y misericordia ¡GRACIAS! Y en este año de la Misericordia, como hijos pródigos, nos dejamos estrechar entre tus brazos, poner el anillo, zapatos nuevos, el traje de gala, para festeja tu ternura y permanecer siempre en el hogar, en la intimidad de Hijos

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Viernes, 25 de diciembre de 2015
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

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Maurice Zundel

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¡ALEGRAOS! (III Adviento). 12 diciembre, 2015. Ciclo C

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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(Lc 3, 10-18)

“¿Qué hacemos nosotros?” (Lc 3,14)

El tercer domingo de adviento siempre nos repite lo mismo, como Pablo en la carta la los Filipenses: ¡Alegraos!

La primera lectura de la Eucaristía nos regala una de las imágenes más bellas de Dios. El profeta Sofonías nos muestra a un Dios radiante de alegría, en algunas traducciones dice que saltando y danzando en medio de su pueblo como en los días de fiesta.

Y un Dios así de contento ¿qué nos dice? ¡Que nos alegremos! Algo así como: “vosotros, cada uno de vosotros sois mi alegría y yo puedo ser la vuestra, ¡Alegraos conmigo!

Por eso la invitación del adviento es la alegría. Dios ha decidido venir a habitar enmedio de nosotros, porque es aquí, entre nosotros, siendo uno de los nuestros como quiere danzar y saltar de alegría.

Sin embargo, a simple vista, el evangelio que nos presenta la Iglesia en este donmigo no parece que hable de alegría… Nos encontramos de nuevo con Juan Bautista. A él acuden distitntos tipos de gentes y todos con la misma pregunta: “¿qué hacemos?” Y Juan tiene una respuesta para cada uno.

Con otras palabras les va invitando a compartir, a obrar con justicia, a no abusar de la autoridad, ni dejarse llevar por la codicia. Todo esto, ¿para qué? Precisamente para poder ser felices, para poder vivir con alegría la Buena Noticia.

Juan Bautista anuncia la venida del Mesías, del ungido de Dios, de Dios mismo y a Dios se le encuentra en el compartir, en la justicia, en la sencillez. No con estas palabras pero Juan les está diciendo: ¡alegraos! ,y para que puedan alegrarse de verdad les dice lo que tienen que hacer.

Muy bien, y nosotros, ¿qué hecemos? Es una buena pregunta. ¿Qué podemos hacer para vivir con alegría? ¿Te atreves a preguntarle a Dios qué debes hacer para ser feliz?

¡Alegraos! es la invitación, aceptarla y cómo aceptarla depende de cada uno.

¡Alegraos! tanto como Dios se alegra con nosotros.

¡Alegraos! para que la Buena Noticia sea creible.

Fuente: Monjas trinitarias de Suesa

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“En el marco del Desierto”. 2 Adviento – C (Lucas 3,1-6)

Domingo, 6 de diciembre de 2015
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02_adviento_CLucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de los personajes que controlan en aquel momento las diferentes esferas del poder político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada.

Así aparece siempre lo esencial en el mundo y en nuestras vidas. Así penetra en la historia humana la gracia y la salvación de Dios. Lo esencial no está en manos de los poderosos. Lucas dice escuetamente que «la Palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto», no en la Roma imperial ni en el recinto sagrado del Templo de Jerusalén.

En ninguna parte se puede escuchar mejor que en el desierto la llamada de Dios a cambiar el mundo. El desierto es el territorio de la verdad. El lugar donde se vive de lo esencial. No hay sitio para lo superfluo. No se puede vivir acumulando cosas sin necesidad. No es posible el lujo ni la ostentación. Lo decisivo es buscar el camino acertado para orientar la vida.

Por eso, algunos profetas añoraban tanto el desierto, símbolo de una vida más sencilla y mejor enraizada en lo esencial, una vida todavía sin distorsionar por tantas infidelidades a Dios y tantas injusticias con el pueblo. En este marco del desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso del «Bautismo», punto de partida de conversión, purificación, perdón e inicio de vida nueva.

¿Cómo responder hoy a esta llamada? El Bautista lo resume en una imagen tomada de Isaías: «Preparad el camino del Señor». Nuestras vidas están sembradas de obstáculos y resistencias que impiden o dificultan la llegada de Dios a nuestros corazones y comunidades, a nuestra Iglesia y a nuestro mundo. Dios está siempre cerca. Somos nosotros los que hemos de abrir caminos para acogerlo encarnado en Jesús.

Las imágenes de Isaías invitan a compromisos muy básicos y fundamentales: cuidar mejor lo esencial sin distraernos en lo secundario; rectificar lo que hemos ido deformando entre todos; enderezar caminos torcidos; afrontar la verdad real de nuestras vidas para recuperar un talante de conversión. Hemos de cuidar bien los bautizos de nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un «bautismo de conversión».

José Antonio Pagola

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Dom 6. XII. 15. Adviento 2. Necesitamos volver al desierto

Domingo, 6 de diciembre de 2015
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PangangaralJuanTagapagbautismoDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 2 Adviento. Lucas 3, 1-6 Un texto clave:Mensaje de Juan, un camino de esperanza a través de la crisis, sin más solución que empezar de nuevo en el desierto:

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

El evangelio de Juan ofrece la visión más positiva del mensaje de Bautista, en línea de esperanza. Pero esa esperanza exige que volvamos al desierto, para comenzar allí la nueva travesía. Quizá muchos no estamos dispuestos, apegados como estamos a las cosas que tenemos. Pero sin ese retorno al origen, sin un aprendizaje nuevo, puede suceder que nuestra cultura y vida actual se destruya (Imagen de G. Doré)

Juan, maestro de Jesús

Jesús buscó a Dios en la Escritura y en la historia de su pueblo, pero su iniciador y maestro directo fue Juan Bautista, el último en la línea de los sabios (cf. Mt 11, 1-19 par), un profeta que condenaba la violencia de los poderosos y el pecado de los sacerdotes, anunciando el juicio de Dios (cf. Mt 3, 7-12).

Sabía que este mundo tiene que acabar, porque está podrido, y, a pesar de ello, pedía a los hombres y mujeres que se convirtieran, ofreciéndoles un bautismo de perdón para la redención: “Ya está el hacha levantada sobre la raíz del árbol…” (Mt 3, 9-12; Lc 3, 1-9). De un modo especial recibía a los expulsados y excluidos de la sociedad sagrada de Israel y del Imperio. Su mensaje incluía tres notas principales.

(1) Este mundo está maduro ser destruido: por eso anunciaba Juan el Juicio que viene como Huracán y como Fuego que abrasa a los perversos, un juicio de condena que no procede de Dios, sino del pecado de los hombres, a quienes Dios ha confiado el mundo para que lo cuiden, pero ellos se han empeñado de destruirlo por un tipo de fuego (calentamiento, bomba).

(2) En ese contexto, Juan ofrecía una bautismo de esperanza, para escaparse «de la ira que se acerca» (cf. Mt 3, 7) y alcanzar así la salvación, en la tierra prometida, tras el río de las aguas divisorias. Era necesario un cambio urgente, rápido y completo, pues de lo contrario caería el hacha ya para destruir a los perversos…

(3) Una voz grita en el desierto: ¡Preparad…! Se trata, como he dicho, de volver al desierto, que es la austeridad, el contacto directo con la naturaleza y con la vida, ligeros de equipaje, sin más tarea que la de vivir, abriendo un espacio para todos… Sin esta vuelta al desierto, para comenzar de nuevo la experiencia humana, en fraternidad y justicia, corremos el riesgo de caer destruidos por nuestras propias contradicciones.

(4) El anuncio de Juan incluía la llegada de uno que es más fuerte, de alguien que viene en nombre de Dios (o Dios mismo) para realizar las promesas antiguas. Juan era sólo un mensajero, alguien que anuncia aquello que ha de llegar, si es que las cosas (los hombres) no cambian. Sabía que sin volver al desierto y recrear el camino de actual de la humanidad corremos el riesgo de ser destruídos.

En un sentido, Juan afirma que la historia de los hombres ha fracasado,

pero queda un resquicio de esperanza y en ese resquicio quiere mantenerse, para abrir la puerta a los que vengan, en el borde del desierto, ante el río que evoca el paso de la vida y el nuevo nacimiento en la tierra de Dios. Se han acabado las oportunidades de los poderosos del mundo, pero queda Dios y, en su nombre, Juan acoge y ofrece su promesa a los excluidos de la tierra, a los publicanos y las prostitutas… (cf. Mt 21. 32).

De esa forma se planta, como profeta de Dios para los pobres y para todos los que quieran convertirse, junto al río, vestido de piel de camello y comiendo alimentos silvestres (Mc 1, 6). Sólo así puede exigir la conversión y anunciar la salvación de Dios a los que han sido expulsados de las pretendidas salvaciones de la tierra.

Juan es un hombre del confín, en la frontera de los lugares y los tiempos, acusando a los culpables, pidiendo conversión a todos, desde el mismo desierto. Los que no quieran volver a ese principio, aquellos que se aferren a su vida muelle, a su egoísmo y su riqueza acabarán destruyéndose a sí mismos y destruyendo a los demás.

Vivió en un tiempo concreto

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

El mensaje de Juan marca el comienzo de nuevo tiempo de la salvación. En medio de la historia de los grandes de la tierra (emperadores, reyes y sacerdotes) se escucha su palabra, en un tiempo bien concreto, marcado por ese famoso sincronismo, que nos sitúa en torno al año 28/29 d.C., según los cálculos, pues Tiberio empezó a gobernar el año 14 d.C. (el cómputo de años puede hacerse con algunas variantes).

En ese tiempo concreto, perdido al parecer en la hoya del Jordán, Juan comenzó a proclamar la palabra definitiva del Adviento, mientras emperadores, tetrarcas y sacerdotes andaban a lo suyo… Juan anunciaba un momento de cambio para ellos, invitándolos a venir al desierto de Dios, es decir, al lugar donde comienzan los caminos de la nueva humanidad.

Ésta es la pregunta, éste es el tema: ¿Quién está dispuesto a volver al desierto, para aprender, para cambiar, para empezar…?

Anunció el gran cambio. El fracaso puede convertirse en camino de nuevo nacimiento, desde el desierto:

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías (cf. Is 40, 3-4):
Una voz grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
elévense los valles, desciendan los montes y colinas;
que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios.”

Vivimos en un mundo de imposiciones, de caminos torcidos,
de montes y quebradas que impiden que Dios se manifieste en nuestra vida. Por eso retoma Juan el lenguaje del 2º Isaías y anuncia la llegada de un cambio cósmico: “elévense los valles, allánense los montes…”, que el mundo entero se vuelva así camino de Dios.

Contemplar el mundo como espacio de revelación de Dios, ésta es la tarea del profeta, que mira y anuncia: ¡Está llegando!

Preparar el camino del Dios que viene implica:

1. Volver al desierto… Lo he dicho ya, debo repetirlo, éste es el mensaje clave de este día. No se trata de hacer ayuno por ayuno, sino de aprender a simplificar, centrándose en lo esencial (¡sólo con lo esencial se puede vivir en el desierto!), sin adornos falsos, sin complejos de superioridad, simplemente “a cuerpo”, reyes y mendigos, todos…

Éste es el mayor favor que puede hacernos Dios a muchos: Llevarnos de nuevo al desierto, para simplificar, para dialogar, para compartir… Si no volvemos al desierto nosotros, los de países ricos, moriremos todos.

2. Elevar lo que está hundido (cuidad a los pobres, los aplastados, los humillados…, hacer que haya espacio para los expulsados), Éste motivo de la elevación de los que están aplastados y humillados forma parte de la experiencia original de los judíos, desde el canto de Ana (en 1 Sam 2) hasta el de María, la madre de Jesús (en Lc 1).

Si no elevamos a los pobres y excluidos moriremos todos… Les mataremos a ellos, nos destruiremos nosotros mismos.

3. Abajar lo que está exaltado (que nadie se imponga desde arriba…); que nadie puede destruir a los pequeños… Que bajen los de arriba, no por espíritu de venganza o resentimiento, sino sólo porque abajo (desde abajo) se pueden ver las cosas, empezando en el desierto, con todos, para todos…

Ésto es abajar: Volver al desierto, renunciar a un tipo de comodidades falsas, para ser nosotros mismos, abajarnos, para así vivir sencillamente como humanos…

El mensaje de Juan es el mismo de María en el Magnificat:
Derriba del tronos a los poderosos
Eleva a los oprimidos

4. Enderezar lo torcido: que no exista engaño sobre el mundo, que no nos ocultemos ni mintamos, que podamos vivir en transparencia… Que este mundo sea un espacio de diálogo y transparencia… Ese es el mensaje del Adviento de Juan.

¿Qué es lo torcido en mi vida, en nuestra vida? ¿Cómo podemos caminar el claridad, en una tierra que se abre para todos, abriendo así un camino para Dios en nuestra misma humanidad?

Dios viene porque es Dios… Pero nosotros somos su camino y debemos prepararnos para su venida. Dios viene porque quiere que los hombres y mujeres sean la señal más honda de su gracia… Viene porque quiere, digo… Pero nosotros podemos y debemos preparar su llegada.

A Juan le mataron por lo que decía y hacía:

Juan fue suave hasta el extremo con los pobres, pero fue implacable con el reyezuelo Herodes Antipas, que se valía de su autoridad para cambiar las leyes a su antojo, aunque contara con la bendición de juristas a sueldo. El rey le mandó matar, porque, como sabe F. Josefo (Ant XVIII, 116-119), era miedoso y no podía permitir que nadie le hablara de esa forma (cf. Mc 6, 16-19).

Antipas le mató, pero Jesús vino a buscarle y le escuchó, uniéndose así con los publicanos y las prostitutas, que buscaban a Dios en las riberas del Jordán.

El mismo Jesús, Hijo de Dios, necesitaba una escuela y la encontró, poniéndose a la escucha de Dios, con los pecadores que buscaban al Bautista. El Hijo de Dios necesitaba un maestro y fue a buscarlo, junto al río, porque a Dios se le escucha y encuentra a través de los auténticos maestros de la tierra. De esa forma le llegó el momento de la iluminación. Juan le había enseñado la más honda lección de la vida, la lección de Dios que está con los pecadores. Y, aprendida esa lección, mientras entraba en el río con esos pecadores, sus amigos, Dios mismo le habló en el corazón, mientras Juan le bautizaba: “Tú eres mi Hijo…”.

El mismo Dios de Juan, el Señor del Juicio, se le mostró y le dijo su palabra más profunda, la primera y más honda de todas las palabras: “Tú eres mi Hijo predilecto, yo te quiero” (cf. Mc 1, 11). Fueron palabras de Dios para él y para todos los hombres y mujeres de la tierra. Ésta es la verdad definitiva. Todo el resto del evangelio brota de aquí, llevando así la marca de Juan el Bautista, a quien Jesús buscó junto al río, a la vera del desierto, para iniciar después su mensaje en Galilea.

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¿Es el morado color de alegría? Domingo 2º de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 6 de diciembre de 2015
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Francesco Lay Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Si Pablo Iglesias, líder de Podemos, fuese a misa el domingo (cosa que no creo que haga) le produciría gran satisfacción ver al sacerdote vestido de su color favorito, el morado, dominante durante el Adviento. Sin embargo, la liturgia lo eligió por su sentido penitencial, igual que en Cuaresma. ¿Es la elección más adecuada?

Las lecturas de este domingo no invitan a la penitencia sino a la alegría. La del profeta Baruc ordena expresamente a Jerusalén: “quítate tu ropa de duelo y aflicción”. Y si el sacerdote que preside la eucaristía quisiese realizar una acción simbólica, al estilo de los antiguos profetas, podría quitarse la casulla morada y cambiarla por una blanca y dorada. También el Salmo habla de alegría: “la lengua se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”; “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Pablo escribe a los cristianos de Filipos que reza por ellos “con gran alegría”. Y el evangelio recuerda el anuncio de Juan Bautista: “todos verán la salvación de Dios”. Las lecturas de este domingo no justifican que se suprima el Gloria, todo lo contrario. Hay motivos más que suficientes para cantar la gloria de Dios.

Primer motivo de alegría: la vuelta de los desterrados (Baruc 5,1-9)

Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflicción, y vístete para siempre el esplendor de la gloria que viene de Dios. Envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios, pon en tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu esplendor a todo lo que hay bajo el cielo. Pues tu nombre se llamará de parte de Dios para siempre: Paz de la Justicia y Gloria de la Piedad.

Levántate, Jerusalén, sube a la altura, tiende tu vista hacia el Oriente y ve a tus hijos reunidos desde oriente a occidente, a la voz del Santo, alegres del recuerdo de Dios.

Salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve traídos gloria, como un trono real. Porque ha ordenado Dios que sean rebajados todo monte elevado y los collados eternos, y colmados los valles hasta allanar la tierra, para que Israel marche en seguro bajo la gloria de Dios. Y hasta las selvas y todo árbol aromático darán sombra a Israel por orden de Dios. Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con la misericordia y la justicia que vienen de él.

La lectura de Baruc recoge ideas frecuentes en otros textos proféticos. Jerusalén, presentada como madre, se halla de luto porque ha perdido a sus hijos: unos marcharon al destierro de Babilonia, otros se dispersaron por Egipto y otros países. Ahora el profeta la invita a cambiar sus vestidos de duelo por otros de gozo, a subir a una altura y contemplar cómo sus hijos vuelven “en carroza real”, “entre fiestas”, guiados por el mismo Dios.

¿Qué impresión produciría esta lectura en los contemporáneos del profeta? Sabemos que a muchos judíos no les ilusionaba la vuelta de los desterrados; había que proporcionarles casas y campos, y eso suponía compartir los pocos bienes que poseían. Otros, mejor situados económicamente, verían ese retorno como un punto de partida de un resurgir nacional.

Y esto demuestra la enorme actualidad de este texto de Baruc. A primera vista, hoy día Jerusalén es Siria, Iraq, tantos países de África que están perdiendo a sus hijos porque deben desterrarse en busca de seguridad o de trabajo. Pero también nosotros podemos identificarnos con Jerusalén y ver a esos cientos de miles de personas no como una amenaza para nuestra sociedad y nuestra economía, sino como hijos y hermanos a los que se puede acoger y ayudar en su desgracia.

Segundo motivo de alegría: la bondad de la comunidad (Filipenses 1,4-6.8-11)

Rogando siempre y en toda mis oraciones con alegría por todos vosotros a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy; firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús.

Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús.  Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento,  llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.

Pablo sentía un afecto especial por la comunidad de Filipos, la primera que fundó en Macedonia. Era la única a la que le aceptaba una ayuda económica. Por eso, en su oración, recuerda con alegría lo mucho que los filipenses le ayudaron a propagar el evangelio. Y les paga rezando por ellos para que se amen cada día más y profundicen en su experiencia cristiana.

La actitud de Pablo nos invita a pensar en la bondad de las personas que nos rodean (a las que muchas veces solo sabemos criticar), a rezar por ellas y esforzarnos por amarlas.

Tercer motivo de alegría: el anuncio de la salvación (Lucas 3,1-6)

En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas;  todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios.

A diferencia de los otros evangelistas, Lucas sitúa con exactitud cronológica la actividad de Juan Bautista. No lo hace para presumir de buen historiador, sino porque los libros proféticos del Antiguo Testamento hacen algo parecido con Isaías, Jeremías, Ezequiel, etc. Con esa introducción cronológica tan solemne, y con la fórmula “vino la palabra de Dios sobre Juan”, al lector debe quedarle claro que Juan es un gran profeta, en la línea de los anteriores. El Nuevo Testamento no corta con el Antiguo, lo continúa. En Juan se realiza lo anunciado por Isaías.

            Juan, igual que los antiguos profetas, invita a la conversión, que tiene dos aspectos: 1) el más importante consiste en volver a Dios, reconociendo que lo hemos abandonado, como el hijo pródigo de la parábola; 2) estrechamente unido a lo anterior está el cambio de forma de vida, que el texto de Isaías expresa con las metáforas del cambio en la naturaleza.

Pero, a diferencia de los grandes profetas del pasado, Juan no se limita a hablar, exigiendo la conversión. Lleva a cabo un bautismo que expresa el perdón de los pecados. Se cumple así la promesa formulada por el profeta Ezequiel en nombre de Dios: “Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará”.

Las dos conversiones

¿Se podría mandar a una persona como penitencia estar alegre? Parece una contradicción. Sin embargo, las lecturas de este domingo y de todo el Adviento nos obligan a examinarnos sobre nuestra alegría y nuestra tristeza, a ver qué domina en nuestra vida. Es posible que, sin llegar a niveles enfermizos, nos dominen altibajos de cumbres y valles, momentos de euforia y de depresión, porque no recordamos que hay motivos suficientes para vivir con serenidad la salvación de Dios.

Al mismo tiempo, las lecturas nos invitan también a convertirnos al prójimo, acogiéndolo, amándolo, rezando por ellos.

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Soy gay y cristiano

Sábado, 1 de agosto de 2015
El_cristo_de_san_juan_de_la_cruzUn hermano del Foro nos envía esta interesante reflexión que seguro nos ayudará en la meditación, oración y visibilidad…
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Publiqué esta reflexión personal con un único fin: que la persona que tenga la paciencia de leerla, si estuviese pasando por la situación que yo pasé, sepa que existe la esperanza. Que no se rinda, porque tarde o temprano siempre llega ese momento en que recibes respuestas, en que aprendes a amarte, y en que descubres que eres más fuerte de lo que te habían hecho creer. Quiero decirte, a ti que has leído esto, que el amor que tienes en tu corazón es más poderoso que tu miedo. Mantén la esperanza, porque ese es el camino que te llevará a donde te propongas. No te rindas jamás. Y créeme, por experiencia propia te aseguro que todo mejora.

Soy gay y soy cristiano. Desde que fui niño, me bautizaron y me educaron en la religión católica. Tuve la suerte de crecer en un entorno respetuoso y libre, donde las creencias religiosas nunca fueron una imposición, sino una elección. Cuando tuve uso de razón, al mismo tiempo que adquirí la capacidad para tomar mis propias decisiones, decidí mantener mis creencias religiosas. Me confirmé como cristiano y traté de vivir dentro de la Iglesia católica para acercarme a Dios desde ella. La fe siempre ha tenido un significado profundo para mí. Desde niño, admiraba las parábolas de Jesús. Me interesé profundamente en conocer su mensaje: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Este es un mandamiento que he tenido siempre muy presente en mi corazón. La fe me ha permitido entender el mundo que me rodea y saber valorarlo. Como cristiano, trato de seguir el camino que considero más adecuado respetando el mensaje de Jesús. Deseo encontrar a Dios, y pese a mis errores, que cometo naturalmente como cualquier persona, mantengo mi fe viva como el fuego. Dios me ha acompañado en mis momentos más difíciles, Él siempre ha estado a mi lado para ilusionarme de nuevo por la vida. Creo en Dios porque siento su amor infinito como un misterio fascinante, que se extiende más allá de nuestro entendimiento racional y cuadriculado. Creo en Dios, pero me pregunto muchas veces si creo en la Iglesia católica. Porque no tengo claro que la Iglesia católica me ofrezca realmente la posibilidad de vivir con alegría mi personalidad, mis sentimientos y mis sueños.

Hace años, en aquél tiempo amargo en que sostenía cada día una lucha contra mi mismo, estas preguntas me supusieron un problema serio. En esos días me miraba al espejo para rechazarme, con palabras de dolor y odio, porque era homosexual y yo estaba convencido de que todo aquello era un error. Rezaba a Dios para que me curase. Le pedía que me convirtiese en una persona normal y que me apartase de esa elección errónea. Leía en los libros que la Iglesia considera que la homosexualidad es un pecado, y yo actuaba en consecuencia, rechazándome a mi mismo por ser un pecador. Y ello me suponía una contradicción que me hacía enormemente infeliz. Esa etapa fue muy difícil para mi, porque sentía que yo era un error, que Dios se había equivocado conmigo, y que yo tenía la culpa de ser así.

La Iglesia católica juzgaba y condenaba la homosexualidad, y a día de hoy, en este siglo, lo sigue haciendo constantemente. Dice que la homosexualidad es un pecado, un desorden, o un problema. Como quiera llamarlo. En aquel tiempo entendí que la Iglesia me negaba el derecho a vivir mi fe en libertad, sintiéndome una persona valiosa y realizada. Me hacía sentir culpable, de manera permanente. La Iglesia me decía que no tenía derecho a recibir el amor de Dios, sino que merecía su condena por mi vida carente de arrepentimiento y corrección. Aquello me hacía sentir enfermo, y yo le pedía a Dios cambiar. Le rezaba y le preguntaba por qué motivo Él se había equivocado conmigo, por qué motivo me había hecho así, defectuoso. Yo quería ser normal.

Pero mi necesidad constante de descubrir, de conocer, de entender, me llevó a leer. Leí entonces muchos libros de todo género de opiniones, tanto a favor como en contra. Quise aprender, y mientras el tiempo pasaba, empecé a encontrar respuestas. Esas respuestas me llevaron a mi aceptación como gay. Y todavía más, me permitieron reconocerme como un hombre libre, digno, y luchador. Supe que había triunfado, cuando pronuncié las palabras “soy gay”, y acto seguido pude sonreír porque ello ya no era un motivo de culpa, sino un motivo de alegría. Ya nadie podría atacarme por ser homosexual, pues es inútil que te ofenda algo que no es motivo de ofensa. Leer me sirvió de mucha ayuda. Comprendí que la homosexualidad no es una elección, pues no existen alternativas, ni preferencias. Y aprendí que la Iglesia tiene mucho, mucho que aprender.

iEn7Fy2rXvxjzPorque un pecado es el robo, el egoísmo o la calumnia. Un pecado es un comportamiento humano que cada persona puede elegir entre realizar o evitar. Y sin embargo, ni yo elegí ser homosexual, ni pude evitarlo de ninguna manera posible. Supe que la homosexualidad no es un pecado, porque no tendría sentido que lo fuese. Porque Dios no me pudo crear en el pecado y con el pecado para mi vida entera. No decidí ser homosexual, como tampoco decidí mi nombre o el color de mi pelo. Nadie, ni si quiera la Iglesia católica, tiene derecho a juzgarnos por aquellas cosas que no elegimos ser. La esencia de nosotros mismos, lo que forma parte de nuestra personalidad, es lo que nos dignifica, y por tanto no puede ser motivo de rechazo, de culpa, y mucho menos de pecado.

Fue entonces cuando un amor infinito, el amor de Dios, me encendió el corazón y comprendí que Dios me quería y juzgaba mis actos, pero no la esencia de mi persona. Dios estaba a mi lado, porque Él no me abandonó nunca. Dios me manifiesta su amor en los momentos más hermosos de cada día, y a través de las personas más maravillosas que han coincidido en mi vida. Pero llegó un momento en que perdí la paciencia y abandoné la Iglesia. Me vi entre la espada y la pared. Mantuve mi fe en Dios, pero perdí mi fe en los hombres que dirigen la Iglesia.

Por tanto, soy creyente y siempre lo he sido. Rezo y leo la Biblia, y trato de aplicar el mensaje de Jesús a cada acto de mi vida. Me cuesta mucho, pero sé que es un mensaje de amor, de libertad y de respeto a la vida propia y a la del resto de personas y seres vivos, por lo que ésa es mi luz.

Pero sí es cierto que a día de hoy he perdido mi fe en la Iglesia de los hombres. He perdido el respeto a una institución que no aprende de sus errores, y que se cree con el derecho de juzgarme sin conocerme, sin molestarse en comprenderme. No creo en una Iglesia que me estigmatiza y me reprocha. No creo en una Iglesia que me condena amparándose en citas de la Biblia, escritos hace miles de años en un contexto social muy distinto al nuestro. También encontraron en la Biblia justificación para las mayores atrocidades y crueldades que ha cometido la Iglesia en su historia: las cruzadas a Tierra Santa, las hogueras de la Santa Inquisición, la teoría del teocentrismo, los ataques a la ciencia, la colonización de América, y la pasividad del Vaticano durante las dictaduras fascistas del siglo XX, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. Y ahora justifican en la Biblia la condena a la homosexualidad, descontextualizando sus textos como hicieron en épocas pasadas. No creo en una Iglesia que repite normas arcaicas y que en lugar de extender sus manos a los débiles, a los necesitados, ostenta el derecho de decidir quién merece o no a Dios. No creo en una Iglesia que levanta templos lujosos, que viste con opulencia y despilfarro, cuando Jesús nació en un pesebre y andaba descalzo. Jesús no tenía reparos en arrodillarse para asistir a cualquier ser humano, hombre o mujer, mientras que la Iglesia me estigmatiza y me reprocha tratando de arreglar mi vida cuando no es capaz de solucionar sus propios problemas y escándalos recientes. Pienso en las vidas que la Iglesia católica ha destruido en el nombre de Dios. Pienso en esos hombres que ponen en la voz de Dios palabras que él nunca hubiese dicho. Palabras de odio, de rencor, de furia. ¿Dónde está el amor de Dios? Desde luego no lo encuentro en la Iglesia.

Jesús nunca habló de homosexualidad. Más incluso, en ningún Evangelio se pronuncia Jesús jamás acerca de esta cuestión. Al contrario, el mensaje de Jesús fue un claro llamamiento al amor, para que la fraternidad prevaleciese sobre las diferencias y la reconciliación sobre las luchas entre hermanos. Y no creo en la Iglesia porque ésta se atribuye la verdad como algo propio, como una de sus propiedades y riquezas. La jerarquía de la iglesia católica se cree con el derecho a decidir la voluntad de Dios, a decir que los homosexuales merecen compasión y caridad, que su conducta es desordenada y reprobable. Sus normas arcaicas les impiden ver el mensaje de amor de Jesús.

gay+hug+loveYo creo en Dios, quien me hizo homosexual. Como dice Andrés Goeni, “Dios me prefirió frente a la no existencia”. Él me dio la vida y me dio el don de la homosexualidad. Creo en Dios porque le rezo y me devuelve mi llamada. Alimenta mi fe y me permite vivir mi vida con plenitud. Yo creo en Dios y creo en su firme e infinito amor.

Las condenas de la Iglesia me han hecho muy fuerte desde que me acepté como gay. Cada discurso de un obispo en contra de las personas homosexuales, cada declaración de un cura justificando los reproches a la homosexualidad, me han vuelto una persona más valiente y decidida. Sus ataques me han hecho más seguro de mi mismo, de lo que soy y lo que quiero ser. En sus insultos encuentro mi coraje.Publiqué esta reflexión personal con un único fin: que la persona que tenga la paciencia de leerla, si estuviese pasando por la situación que yo pasé, sepa que existe la esperanza. Que no se rinda, porque tarde o temprano siempre llega ese momento en que recibes respuestas, en que aprendes a amarte, y en que descubres que eres más fuerte de lo que te habían hecho creer. Quiero decirte, a ti que has leído esto, que el amor que tienes en tu corazón es más poderoso que tu miedo. Mantén la esperanza, porque ese es el camino que te llevará a donde te propongas. No te rindas jamás. Y créeme, por experiencia propia te aseguro que todo mejora.

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visiblesvalencia@gmail.com

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Estad alegres

Martes, 7 de julio de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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“Es a Mí sólo a quien me debéis traer sin reserva

vuestras lágrimas y tristezas.

Es necesario que estéis  siempre relajados,

distendidos, alegres y animados,

ante los demás. “

*

19 de junio, Vivir por el Espíritu.

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Lo que se requiere de tí.

Martes, 19 de mayo de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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Lo que se requiere de tí,

es revelar a los otros lo que es la vida del ser humano

cuando éste permite que el poder de mi Espíritu

lo inspire todo,

y es también la Alegría que resulta de ello

y que transforma su vida.

*

15 de mayo, Vivir por el Espíritu.

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Alegría y tristeza

Viernes, 9 de enero de 2015
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Del blog Pays de Zabulon:

 

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La muerte de Jacinto, de Jean Broc

*

“Algunos de vosotros dicen:

“La alegría es más grande que la tristeza”,

y otros dicen,:

“No, es la tristeza la que es más grande”.

Pero yo os digo  que son inseparables.

Vienen juntas,

y cuando una se sienta a solas contigo a tu mesa,

no olvides que la otra está  durmiendo en tu cama “.

*

-Khalil Gibran-

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Navidad

Miércoles, 31 de diciembre de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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Id hacia adelante

Martes, 30 de diciembre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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“Id alegremente hacia adelante.

Yo estoy con vosotros.

A los ojos de los hombres,

vuestra tarea puede parecer imposible,

pero para Dios todo es posible. »

*

El 29 de diciembre, Dios llama.

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Alegre confianza

Martes, 16 de diciembre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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“Es necesario  que los hombres vean y conozcan tu alegría,

y que, viéndola,

comprendan que brota de tu confianza en Mí,

de tu comunión Conmigo.”

*

 El 21 de noviembre, Dios llama.

 

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Recordatorio

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