Suficiente
Del blog Nova Bella:
Existo como soy,
el resto es suficiente
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Walt Whitman
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Del blog Nova Bella:
Existo como soy,
el resto es suficiente
*
Walt Whitman
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“Solamente se es de verdad libre cuando no se pesa sobre nadie; cuando no se humilla a nadie. En cada hombre están todos los hombres”.
(Vélez-Málaga, España, 22 de Abril de 1904
Madrid, España, 6 de febrero de 1991)
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Del blog Nova Bella:
El privilegio de toda una vida
es convertirte en quien realmente eres.
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Del Blog Nova Bella:
La belleza no es causada. Es.
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Emily Dickinson
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(A propósito de la frase de Fiódor Dostoyevsky en su maravillosa obra El Idiota: “La belleza salvará al mundo”)
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Del Blog Nova Bella:
¿Cómo sabes que el universo es así?
¡Mirando!
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Lao Tse
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“Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el fin, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá quien fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.”
*
Jorge Luis Borges
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Del blog de José Arregi Umbrales de Luz:
Edelfelt, Albert (1854-1905) -1896
Marinero de Uusmaalainen (Emil Aaaltosen Museum)
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Pierdo la montaña
en el carbón sediento que clama a la nube.
Pierdo el Timón
al usar mi brújula en busca de atajos.
Amenazada de Ausencia
ante el cruce de caminos,
mi Luz titubea.
Tiemblo en el vaivén repentino
de cada emoción,
cuando de ella se apodera el “yo”.
Entre el fango quedo atrapada,
como ranita bermeja
deseando subir a superficie,
como niebla que borra mi Sendero.
Se hace difícil sentirse Uno con el Universo
y no encuentro la Paz que necesito.
Cuando recobro el Silencio profundo
y sin esfuerzo me abandono,
de nuevo aparece la saeta hacia el vacío
disparando a lo Infinito.
La Atención se posa en la Atención.
¿Por qué… si mis palabas son tan fáciles
y mi apariencia tan sagrada,
por qué… siendo Esencia, Timón, Aurora,
no viene la diana a mi Casa
y pierdo mi Grandeza?
Simplemente… me olvidé de Ser.
*
Nora,
en www.www.espiritualidadpamplona-irunea.org
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Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Examinemos… un conocido pasaje de san Pablo. Tenemos que estar a tono con lo que acontece en la historia y en nosotros mismos, y puede que tengamos que atravesar cierta crisis. Pero ¿quiénes somos nosotros? Somos simplemente nosotros, no criaturas imaginarias, sino seres de carne y hueso.Dice Pablo en 1 Corintios [1,26–2,5]:
«Recordad pues, vosotros, hermanos y hermanas, el tiempo en que fuisteis llamados». La versión antigua decía «Considerad vuestra vocación»; esta nueva es mejor. Seguimos siendo, cada uno, la misma persona que cuando Dios nos convocó. ¿Quién fue el llamado cuando Dios me llamó? Yo no soy otro ni seré nunca ningún otro. «¿Cuántos de vosotros erais sabios en lo humano? ¿Cuántos erais poderosos o nobles?». ¡No creo que tengamos ningún duque, ninguna duquesa en la sala! Y no es necesario que seamos sabios. Solo necesitamos ser nosotros mismos… La vida no es una cuestión privativa de una elite gnóstica, ni se trata tampoco de ser especialmente inteligentes o de aislarse de todos los demás. Eso no somos nosotros. Por el contrario, nosotros nos gloriamos de nuestra pobreza y nuestra nada. Somos pobres pecadores a quienes Dios ha llamado a esta particular forma de vida.
«No, fue para avergonzar a los sabios para lo que Dios escogió lo necio según el mundo, y para avergonzar a los fuertes para lo que Dios escogió lo débil según el mundo». Nosotros somos lo débil según los cánones humanos y seguiremos siéndolo. No nos volveremos criaturas milagrosas. Cometemos errores y hacemos necedades. «Y lo vil del mundo y lo menospreciado lo ha escogido Dios». No es preciso, por tanto, aparecer en los diarios y dejar de ser lo vil y lo menospreciado. Que le gustemos o no a la gente no modifica demasiado las cosas. Claro que tampoco vamos de un lado a otro buscando el menosprecio, pero si no nos admiran, ¿qué importa? No está escrito que el mundo tenga que admirarnos, no lo necesitamos.
«A la raza humana, a aquellos a quienes el mundo considera vulgares, ha escogido Dios, y a aquellos que no son nada, para poner en evidencia a aquellos que son todo. Mas a vosotros os ha hecho Dios miembros de Cristo Jesús, y por obra de Dios se ha convertido Cristo en nuestra virtud y nuestra sabiduría, en nuestra santidad y nuestra libertad». Ninguno de los bienes que poseemos es nuestro: es de Cristo Jesús. Comprender esto es un punto clave en nuestra vida, y no debemos olvidarlo nunca. Porque la alegría y el consuelo de nuestra vida es comprender que aquello que tenemos no podemos perderlo, porque es de Dios. Podemos desprendernos de ello si queremos hacerlo, pero es de Dios y está a buen recaudo. En ello reside nuestra seguridad. No la seguridad de que yo soy una persona buena, yo soy una religiosa fiel. Es Dios quien es bueno, y su misericordia es infinita. Si hay fidelidad en mi vida, gracias a Dios. Dios es quien lo hace, a pesar de mí. No es necesario que nos preocupemos por estas cosas.
Dejemos simplemente que Cristo sea fiel para con nosotros. Si vivimos de acuerdo con esta idea, somos proféticos. Nos volvemos proféticos cuando vivimos de forma que nuestra vida sea una experiencia de la infalible fidelidad de Dios. Esta es la clase de profecía para la que hemos sido llamados, no la de poder husmear con diez años de anticipación lo que entonces será la última moda. Se trata, simplemente, de estar en armonía con la misericordia y la voluntad de Dios. «El que quiera gloriarse, gloríese en el Señor. En cuanto a mí, hermanos, cuando vine a vosotros, no fue con excelencia de oratoria o de filosofía, sino simplemente para anunciaros lo que está atestiguado por Dios». Esto es profético. «Y mientras estuve entre vosotros no pretendí saber de cosa alguna, sino de Jesucristo, y de él crucificado. Y, lejos de sustentarme en poder alguno, estuve entre vosotros con mucho temor y temblor. Y ni en prédicas ni sermones empleé los argumentos que pertenecen a la filosofía… sino solo una demostración del poder del Espíritu». En otras palabras, si confiamos en que Dios actúa en nosotros, Dios actuará en nosotros. De este modo se vuelven proféticas nuestras vidas. La profecía no es una técnica, no consiste en decir a otros lo que deben hacer. Si estamos abiertos al Espíritu Santo, el Espíritu Santo nos guiará hacia donde Dios desea que vayamos. Si nos dejamos conducir por esa senda, nuestra vida será profética.
Es así de simple, y nunca ha sido de ninguna otra manera. La renovación consiste, sobre todo, en recobrar la verdad. Todo el resto es accidental. Una vez que comprendemos esta realidad, el resto se da por añadidura. Nos enredamos en cantidad de cuestiones periféricas porque estamos demasiado dominados por otros… Nosotros somos nosotros. Y esta ha de ser nuestra única preocupación, la de ser nosotros mismos, permitir que Dios nos ame y nos salve con su amor y su misericordia divinos. Solo eso“.
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Thomas Merton
Los manantiales de la contemplación
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Ser que colma la sed
Lo que aparece en el término
estaba en el origen
pero no lo sabíamos.
Para esto venimos a la vida:
para conocerlo,
con-nacerlo,
para experienciarlo
en los diversos estratos de nuestro devenir.
Y cuando nos hemos colmado de existencia,
dejar de ser
para realmente Ser,
liberando nuestra pequeña individualidad
en el Ser total
que tiene sed de nuestra sed.
Irresoluble es la cuestión de saber
si la gota,
una vez que ha entrado en el Mar
y ha dejado de ser gota,
es consciente de ser Mar.
Irresoluble es la pregunta
porque está planteada
desde la gota,
no desde el Mar.
Ser mar
Ser gota
gota en el Mar,
mar en el Mar,
mar de Mar.
El Mar no inquiere por la identidad de la gota,
porque todo él está hecho de esa agua
que contiene todas las gotas que de ella surgen
y que a ella vuelven sin cesar.
No hay gotas
Solo Mar
Todo Mar.
Este saberse agua de las olas y de las gotas es revelación,
resultado de un don,
culminación
de la aventura de existir
Saberse agua
de
ese
Mar,
saberse mar
de
ese
Mar.
Al mismo tiempo, el Mar también es Rostro,
Rostro supremo,
Rostro original
que subyace a todos nosotros.
Todas las gotas contienen su reflejo
y nuestros rostros encuentran en él
su acabamiento.
Rostro que se devela a medida que cada gota
alcanza el Océano.
“Sé sin dejar de ser tú misma”, dijo Ramana
A una humilde aldeana desde la majestad infinita
de su estado de Presencia.
Ambos ardieron en silencio,
Mirándose mutuamente.
No hay más ser que el Ser
del que todos los seres beben.
Su beber les da el ser
para quedar absorbidos en él.
“Quien beba de esta agua no volverá a tener sed”.
Somos en el Ser.
Somos Ser.
Somos porque el Ser
es nosotros,
siéndonos…
*
Javier Melloni
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La escritora y teóloga protestante fue una de las ponentes de la XVI Jornada Sant Jordi
La escritora francesa Marion Muller-Colard y el párroco de la iglesia de Santa Anna Peio Sánchez fueron los ponentes de la dieciseisava edición de la Jornada Sant Jordi, celebrada el pasado 13 de noviembre en Barcelona
Llamado a reflexionar sobre la situación humana mas radical bajo el lema ‘El Movimiento del alma: el ruego y el amparo’, el acto reunió a unas 115 personas procedentes de diversas diócesis españolas
“La misericordia supone invertir el orden natural y es la única forma de hacer la justicia. Solo el amor se hace extremo en la medida en que coloca en primer lugar a los más rezagados”, dijo Peio Sánchez
Encandiló al público con la idea de que la intranquilidad es inherente al ser humano y que, puestos a tener que convivir con ella, quizás haríamos bien si la acogiéramos con sinceridad y la quisiéramos un poco. “Prefiero los intranquilos que los tranquilizantes. Perturbados, perturbadores, me gustan sus vuelcos, exigencia, su insatisfacción”, afirma la escritora y teóloga protestante Marion Muller-Colard (Marsella, 1978).
La autora de La intranquilidad y El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia (ambas obras publicadas por Fragmenta y la segunda de ellas reconocida con el premio Abat Marcet), protagonizó una de las dos ponencias de la decimosexta edición de la Jornada Sant Jordi, celebrada el pasado 13 de noviembre en el Hotel Alimara de Barcelona.
Bajo el lema ‘El Movimiento del alma: el ruego y el amparo’, el evento (convocado por Grupo Sant Jordi de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, Equipos de Pastoral de la Política y la Comunicación, Liga Espiritual de la Virgen de Montserrat, el Consejo de Laicos de los Capuchinos de Cataluña y Justícia i Pau) contó con la asistencia de unas 115 personas venidas de diferentes provincias de España.
“Las religiones siempre se enfrentan a la cuestión de la Amenaza. Incluso se podría decir que se ocupan de ella, que es a la vez su razón de ser y su negocio. Domar la amenaza y promover sistemas explicativos del mal que nos preserven de él, ése es el proyecto religioso, sea cual sea la tradición”, advirtió la teóloga francesa al inicio de su disertación, titulada ‘La experiencia de la amenaza’.
El valor de ser
Remarcando que en el corpus bíblico algunos textos promueven el sistema retributivo y otros lo cuestionan, Muller-Collard sostiene que es en el libro de Job donde “se juegan todas las posibles fricciones provocadas por el sistema retributivo, tensiones, contradicciones reunidas tras la experiencia del ‘justo sufriente’, y la resistencia que esta experiencia despierta en las mentes religiosas que han hecho del sistema retributivo un dogma tranquilizador que les permite sentirse a salvo de la Amenaza”.
De ahí que la teóloga proponga una relectura del libro de Job para mostrar “cómo la cuestión de la Amenaza, de nuestra capacidad de aceptarla o de nuestros intentos religiosos de contenerla, determinan nuestra relación con la existencia y lo que el teólogo Paul Tillich llama el valor de ser”.
Para Muller-Collard, la definición de la fe que se desprende de la “teología de la amenaza” planteada en el libro de Job se resume en que el creador no niega la persistente Amenaza. “El Creador luchó para garantizarnos no recintos protectores, sino espacios habitables donde la vida es posible. La vida es posible allí, pero no está a salvo de la Amenaza porque la Amenaza es absolutamente inseparable del ser: el ser está constantemente amenazado por el no-ser, así como el ser amenaza constantemente al no-ser oponiéndose a él”, detalló.
“El Creador luchó para garantizarnos no recintos protectores, sino espacios habitables donde la vida es posible”
En la resistencia y el coraje para hacer frente al caos, en la promoción incondicional del ser, en la pugnacidad de lo vivo: ahí radica la fe, según la ensayista marsellesa. “El credo de la fe es sencillo: es el credo del propio Creador al final de cada uno de los siete días de la creación: es bueno. Es bueno que haya algo en lugar de nada. Este compromiso absoluto con el ser nos compromete tal vez más que todos los dogmas y todo el sistema moral que hemos construido sobre él, pero sin que esa base sea suficientemente sólida”.
La ilusión de controlar la amenaza
La pandemia global de coronavirus demuestra, a juicio de la teóloga francesa que nuestra sociedad, al igual que las religiones de antaño, afirma poder controlar la Amenaza. “Los dos últimos años han demostrado que esto es de nuevo una ilusión. Independientemente de lo que creamos, ya sea en Dios o en el progreso humano, si nuestras creencias nos lleva a la ilusión de que podríamos estar a salvo de una Amenaza que ha estado con nosotros desde el principio del mundo, es que ‘creemos mal’”.
La última reflexión que dejó Muller-Colard puso el foco en el efecto paradójico del desarrollo. “En términos de ‘seguridad’ y de esperanza de vida, el progreso nos lleva a una intolerancia de la desgracia que es tanto mayor cuanto que nuestra vida occidental nos da la ilusión de estar a salvo. ¿La rareza de las manifestaciones de la Amenaza no nos ha hecho paradójicamente mucho más vulnerables cuando llega? Esta es una cuestión para las religiones, para una redefinición de la fe, y para todas nuestras sociedades contemporáneas”, concluyó la teóloga.
Conversión a la misericordia
En una jornada llamada “a reflexionar sobre la situación humana más radical”, no menos decisiva resultó la ponencia del sacerdote vasco Peio Sánchez, titulada ‘Conversión a la misericordia’, con la que el rector de la iglesia de Santa Ana de Barcelona propuso como camino de cambio el compadecimiento de los sufrimientos y miserias ajenas.
(El alma vuelve al cuerpo,
Se dirige a los ojos
Y choca.) —¡Luz! Me invade
Todo mi ser. ¡Asombro!
…
Corre la sangre, corre
Con fatal avidez.
A ciegas acumulo
Destino: quiero ser.
Ser, nada más. Y basta.
Es la absoluta dicha.
¡Con la esencia en silencio
Tanto se identifica!
…
¡Oh perfección! Dependo
Del total más allá,
Dependo de las cosas.
Sin mí son y ya están
…
Toda la creación,
Que al despertarse un hombre
Lanza la soledad
A un tumulto de acordes.
***
Cuerpo es alma y todo es boda
*
Jorge Guillén
Más allá
***
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“La experiencia es el acto que abre a la trascendencia. Para ello es necesario que se venga abajo el muro que separa lo divino, ese muro formado con todas las costumbres, con ese yo tal como ha sido hasta ese momento, con esas formas arraigadas de pensar, con la obstinada pretensión de una vida tranquila y segura, y mantenido todo por un sólido sistema de algo que se conoce.
Que ese muro que bloquea una verdadera madurez y un devenir se derrumbe, y que se consienta en ello, no es nunca, con toda seguridad, fruto de los méritos del hombre. Esa no es su obra. Algo diferente irrumpe en él. Es la gracia, que nace al hacerse presente otra dimensión, tan distinta a todo lo que ordinariamente se puede experimentar en el mundo, que hay que llamarla sobrenatural. Lo que en un momento así se vive está fuera del conocimiento del yo consciente y profano y, no obstante, emana de una verdad indudablemente presente en el hombre.
Es la realidad de su SER esencial, modo de presencia en él del SER sobrenatural que quiere manifestarse, a través de él, en el mundo. Su paso al mundo habitual es gracia, pero hay que hacer posible que esa gracia actúe, hay que prepararse a ello. Y este es el sentido del ejercicio espiritual“.
*
K.G. Dürckheim,
El maestro interior
***
Del blog Pays de Zabulon:
El otro, en la pareja nos revela a nosotros mismos …
El otro no nos hace daño: simplemente nos revela que nuestras heridas no fueron curadas. Creíamos que conocer a otro nos sanaba. Fue una ilusión, porque la curación nunca viene del exterior, siempre del interior.
La relación con el otro es, por tanto, para nosotros una revelación de nuestras carencias y nuestros sufrimientos ocultos.
Creer que una relación, sea cual sea su naturaleza, puede hacernos olvidar nuestras deficiencias y nuestro sufrimiento es una ilusión. Esto inevitablemente conduce a la decepción. Al contrario, si vemos nuestras relaciones con los demás como una oportunidad para conocernos a nosotros mismos, podemos comenzar a satisfacer nuestras necesidades y sanar nuestras heridas.
Mientras nos mecemos en la ilusión de que el otro tiene la clave de nuestra felicidad, permanecemos en un estado de adicción. El otro representa una droga cuya abstinencia nos resulta intolerable. La carencia despierta nuestro sufrimiento, nuestro miedo y por tanto nuestra ira.
*
Thierry janssen
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Foto: Raúl Borges y Zeh Moreira fotografiados por Bruno Barreto para Vanity Teen.
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Finalmente estoy llegando a la conclusión de que mi mayor ambición es ser lo que ya soy. Que nunca cumpliré mi obligación de superarme a mí mismo a no ser que primero me acepte, y si me acepto plenamente del modo debido, ya me habré superado a mí mismo. Porque es el yo inaceptado el que se interpone en mi camino, y seguirá haciéndolo mientras no sea aceptado. Cuando lo es, es mi escalón a lo que está por encima de mí. Porque así es como el hombre ha sido hecho por Dios, y el pecado original fue el intento de superarse a uno mismo siendo como Dios, es decir, distinto de uno mismo. Pero nuestra semejanza con Dios empieza en nuestra persona. Debemos hacernos como nosotros mismos, y dejar de vivir a nuestro lado”.
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Diarios
Thomas Merton
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Del blog Nova Bella:
(Leonard Cohen en el Mount Baldy Zen Center. Foto: Cordon.)
Cierro los ojos, me tapo los oídos y suprimo, una tras otra, las sensaciones que me llegan del exterior. Ya lo he logrado. Sin embargo, subsisto y no puedo dejar de subsistir. Sigo aquí. Puedo rechazar mis recuerdos y hasta olvidar mi pasado, pero conservo la conciencia de mi presente
*
***
“Tú eres lo que queda
cuando desaparecen tus pensamientos”.
*
Pablo D’Ors
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Del blog Nova Bella:
“Te deseo una primavera mejor
que te permita ser lo que eres.”
*
Maria Zambrano a Elena Croce
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Como decía José Enrique Ruiz de Galarreta, todo cuanto necesitamos saber para vivir con sentido está dicho en el evangelio. Por ejemplo, y en el caso que nos ocupa —quién soy—, del evangelio se desprende que somos Hijos y Herederos, y esta respuesta nos permite llenar nuestra vida y afrontar con esperanza nuestra muerte. No necesitamos más, pero nuestra mente nos empuja a buscar respuestas racionales, y —en el caso de los creyentes— a compaginar la fe con la razón. “Entiende para creer y cree para entender”, decía San Agustín, y eso es lo que vamos a intentar en los párrafos siguientes.
¿Quién soy?… ¿Qué parte de mí es la que conforma mi esencia, y qué parte es una simple posesión?…
Yo ya era yo cuando acababa de nacer, y lo seguiré siendo aunque me corten un brazo o pierda la razón. Antes “tenía” dos brazos y después solo uno, pero eso no cambia mi identidad. Antes “tenía” conciencia y después no, pero eso tampoco la cambia, lo que significa que “yo tengo” un cuerpo y un cerebro, pero que “no soy” ni lo uno ni lo otro. Cuando era un bebé no diferenciaba entre mí mismo y los demás, pero todos a mi alrededor admitían mi identidad. Después de la muerte ya no tendré ni cuerpo ni cerebro, pero seguiré siendo yo en la memoria de mi gente.
También “tengo” un conjunto de conocimientos que se va acrecentando con el paso del tiempo. Pero mis conocimientos no son yo, sino algo de mi posesión. Por mucho que cambien, yo seguiré siendo el mismo, y si pierdo la razón, perderé todo mi conocimiento, pero seguiré siendo yo. Y lo mismo ocurre con mi experiencia. Antes acumulaba poca experiencia y después mucha más: pero eso no cambia mi identidad.
Y tras este repaso a mis pertenencias ya sé lo que tengo, pero sigo sin saber lo que soy. Sé que no soy mi cerebro, ni mi cuerpo, ni mi experiencia de la vida, ni mis conocimientos (porque mientras ellos cambian o desaparecen, yo sigo siendo el mismo). No sé hasta qué punto soy mi capacidad de amar, o de vibrar con la belleza, o de sentir felicidad, o los valores arraigados en mí, o mi personalidad, o mi conciencia, o el conjunto de todo ello… pero en definitiva no sé lo que soy.
Ahora bien, al menos tengo una pista, pues si considero la parte material de mi ser (la cosa extensa) como una simple posesión, tendré que admitir que estoy hecho de sustancia inmaterial. La corriente filosófica que niega la materialidad de nuestro ser se llama idealismo, y como representantes más destacados podemos mencionar a Platón, Descartes, Leibniz, Berkeley, Kant, Fichte, Hegel o Schopenhauer.
Dicho esto, tratemos ahora de entroncar esta idea con nuestra fe. El cronista del capítulo segundo del Génesis nos dice que en nosotros sopla el viento de Dios, pero —según este razonamiento— quizás sería más oportuno decir que “somos” soplo de Dios; espíritu de Dios. Pero en nuestro mundo material, la única forma en que puede existir ese espíritu es encarnado, y esto significa que no puede haber amor en el mundo si no hay personas que amen y sean amadas; que el amor solo se manifiesta en las personas; solo se manifiesta encarnado. Yo soy soplo de Dios con todo lo que ello implica; amor, compasión, tolerancia, libertad… en busca de felicidad. Lo demás son mis pertenencias.
Sabemos que el cristianismo es dualista: cuerpo y alma. El cuerpo muere, pero el alma inmortal le sobrevive eternamente. Una idea preciosa que puede ser válida si se toma como símbolo o analogía, pero que difícilmente aguanta el razonamiento que acabamos de realizar. Si estamos destinados a vivir tras la muerte, lo razonable es pensar que sobreviviremos íntegros, sin mutilaciones, aunque perdamos aquellas posesiones que ya no necesitamos en esa vida.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Fuente Fe Adulta
La difusión en Occidente de una espiritualidad formalista y moralista, impulsada muchas veces desde el seno de las iglesias, y asociada a la defensa de formas sociales autoritarias e injustas, dio lugar a lo que el teólogo Metz denominaba la “religión burguesa”, una enfermedad espiritual y social, que se ha ido apoderando del cristianismo, cuando es, en realidad, su caricatura manipulada: una religiosidad privatizada e intimista al servicio de los ideales conformistas de los acomodados.
Esta “religión burguesa” no fue una enfermedad que afectó solo a ciertos cristianos poco comprometidos, pues, por desgracia sigue siendo, muchas veces, la sensibilidad dominante en el seno de algunas comunidades de las iglesias occidentales, también en sus grupos aparentemente más comprometidos, desde los más activos (centrados, a veces, más en la propaganda casi con técnicas de marketing que en la promoción de la dignidad humana) a los más contemplativos (refugiados, en ocasiones, en una vida reducida a la oración, que es una evasión de la vida real y un descompromiso con los desfavorecidos).
El Concilio Vaticano II tomó conciencia de esta enfermedad en el seno de la iglesia católica e intentó poner remedio a la situación, volviendo a la experiencia cristiana de los orígenes, actualizada hoy, a la religión mesiánica o humanamente liberadora que el cristianismo es. Se animó a una “desclericalización” de la iglesia, para recuperar el valor de la koinonía (comunión y fraternidad) y el verdadero sentido del ministerio sacerdotal (al servicio de la comunión), se recuperó la dimensión social y liberadora del mensaje de Jesús, su opción por la defensa de la dignidad de la persona y de la justicia, con y desde los marginados; se buscó desideologizar el anunció del mensaje, para redescubrir la experiencia espiritual que fundamenta la doctrina, se volvió pues a intentar que la mística fuera el centro del mensaje. Una mística de los ojos abiertos, solidaria, encarnada que llevara a una perspectiva universal, al diálogo interreligioso e intercultural, fundamento de la paz desde la justicia y el amor.
Con el Papa Francisco se ha recuperado y actualizado este proceso iniciado en el Vaticano II, obstaculizado por grupos ultraconservadores muy agresivos, protegidos durante los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. El papa Francisco se ha desvinculado de esos grupos y ha continuado la línea de reforma del Vaticano II, incluyendo ahora con más fuerza la preocupación ecológica y social, pero todavía queda mucho por hacer: Es indignante la situación de discriminación de la mujer dentro de la iglesia, el laicado sigue privado de su protagonismo con muy poca influencia real en la estructura de la institución, la insuficiente garantía de los derechos humanos dentro de la institución ha favorecido los abusos espirituales (abusos de poder manipulando la conciencia) y sexuales dentro de la misma (muchos avisan de que solo estamos conociendo la punta del iceberg), lo que reclama una verdadera reforma estructural, hay que sanear también el discurso teológico y moral en puntos como la sexualidad, liberándolo de prejuicios sexófobos, homófobos y misóginos que siguen presentes en no pocas ocasiones en la cultura eclesial…
La religión burguesa sigue estando muy presente en el seno de la institución, por lo que, para sostener toda la labor de reforma y saneamiento urgente, necesitamos una fundamentación muy fuerte en una experiencia espiritual auténtica. Santa Teresa de Jesús decía que son los frutos de amor, los que nos muestran si una experiencia espiritual es auténtica o no. Amor afectivo y efectivo diría San Bernardo de Claraval. Una mística de los ojos abiertos decía Metz.
Ya K. Rahner lo intuyó hace tiempo al decir que el cristiano del siglo XXI será místico o no será (frase que él escuchó a Raimon Panikkar).
Martin Velasco ha señalado como la Mística es una experiencia que se basa en el encuentro con el Misterio transcendente (de ahí deriva su nombre), en lo más profundo de la inmanencia, en el interior del mundo humano. Transcendencia hace referencia a algo abierto, algo que no está cerrado (inmanente), por ello, la mística entiende el encuentro con el Misterio como una experiencia que no está encerrada en la mente, es decir, que nos lleva al encuentro con el Ser, con Dios para los cristianos. Por eso, la experiencia mística se realiza a través del amor, no del intelecto, incluye una dimensión cognitiva (presente siempre en el amor) pero la transciende, no se reduce todo a un cambio de conciencia, sino a una transformación del ser, una unión por el amor del ser humano con el ser divino y con toda la realidad, sin fusión ni separación.
La mística remite al Ser, a una realidad que transciende la conciencia (incluso la conciencia suprarracional), busca la unión respetando la alteridad. El gnosticismo, que es la enfermedad de la espiritualidad, remite solo a la conciencia, pues reduce todo lo real a la conciencia, una conciencia, así, encerrada en sí misma, inmanente pues, y no transcendente, que no considera real lo que está más allá de ella (el otro, la alteridad).
La mística remite a un camino espiritual integral que incluye y valora el cuerpo, las emociones, el cultivo de la razón, la contemplación, el compromiso ético personal, interpersonal y social en el encuentro con el Misterio, pues respeta la alteridad de cada ámbito en la unidad. Busca la unificación por integración. El gnosticismo tiende a focalizar, todo el camino espiritual, fundamentalmente, en la práctica de la meditación contemplativa buscando una iluminación que lo libere de la supuesta “ilusión” de la alteridad; el gnosticismo reduce la realidad de los otros y del Misterio, al negar su alteridad, encerrándose en una “gran” conciencia autocentrada, que pretende subsistir por sí misma y ser lo único real. El gnosticismo busca la unificación negando la alteridad y admitiendo solo una única realidad: la conciencia, que en esta visión es inmanente (encerrada en sí misma, pues no reconoce la plena realidad de lo que no es ella). Es la dictadura de la unidad frente a la pluralidad. La salvación- realización se logra, así, por el conocimiento (un conocimiento suprarracional) no por el amor, de ahí, el nombre de esta enfermedad espiritual: gnosticismo, de gnosis (conocimiento) como ha señalado Hans Jonas, experto en gnosticismo.
La mística al situar el fundamento de lo real en el Ser y no en la conciencia, sostiene una visión antropológica que prima la libertad sobre el intelecto. La libertad entendida como libertad ontológica, como apertura del ser humano al Ser (capax Dei, decía San Agustín, capacidad de abrirse y unirse al Ser), más que como libertad operativa (capacidad de elegir).
La tradición judeocristiana se caracteriza por esta visión que da primacía al Ser, siguiendo la revelación de Dios a Moisés como: “yo soy el que soy”. El Ser, en la síntesis que hizo Santo Tomas de la mística cristiana y la sabiduría filosófica, está más allá de la conciencia, es el acto de todos los actos (el fundamento de lo real), es transcendente (abierto, relacional) y analógico (se expresa de modo plural sin perder una dimensión común en todas sus expresiones). Está más allá de la esencia (la dimensión referida a la conciencia, no es una realidad abstracta) y de la existencia (el ser determinado). La nota que caracteriza a este fundamento de todo es precisamente ser, es decir, aparecer fuera de la nada. Esta sería su caracterización desde una perspectiva objetiva, desde una perspectiva subjetiva o interna (hablando analógicamente) su nota fundamental es la libertad, cuya plenitud es el amor. Como dice San Juan “Dios es Amor”, el Ser en su interior es amor, comunión, relación. De ahí que la mística considere a la libertad- voluntad como la facultad superior del ser humano, que integra y dirige a las otras y al amor (unión real del ente y el Ser) como la perfección del ser humano y de todo lo real. El gnosticismo tiende, sin embargo, a poner al intelecto como la facultad primera del ser humano (Santo Tomas también consideraba que el intelecto era la primera facultad pero solo desde la perspectiva constitutiva o esencial- relacionada con la dimensión intelectual de lo real- pero no desde la perspectiva dinámica de lo real, que es la más plena, pues se relaciona con el alcanzar los entes sus fines, es decir, con su perfeccionamiento, es la dimensión existencial y la más importante, y en ella prima para Santo Tomas la voluntad).
Señala Hans Jonas que el gnosticismo como principio siempre ha estado presente en el seno del cristianismo, acompañando a la mística y, en ocasiones, confundiéndose con ella. Ya Heidegger denunció el “olvido del ser” en la filosofía occidental, lo que podríamos entender como la contaminación gnóstica en parte del pensamiento occidental.
Para Cornelio Fabro, experto en la filosofía de Santo Tomas, es la propia filosofía escolástica medieval la que olvidándose de la importancia del Ser en Santo Tomas, evoluciona hacia posiciones que él denomina “esencialistas” o “formalistas”, que identifican al Ser con el “Ser esencial”, una esencia que es subsistente, es decir, con una Conciencia (la esencia hace referencia siempre a la dimensión intelectual) que existe por sí misma, regresando así a la visión gnosticista. Ya en la Edad Media las corrientes místicas van a criticar esta visión “intelectualista”, quizá el ejemplo más conocido es la crítica de San Bernardo de Claraval a Abelardo, un escolástico del momento con posiciones intelectualistas o su oposición a los cátaros, corriente espiritual abiertamente gnosticista.
Los humanistas del Renacimiento intentaron sanear este intelectualismo escolástico de la Edad Media ya decadente. Este humanismo recuperó la importancia de la libertad en la antropología humana, pero al apoyarse en la filosofía neoplatónica o hermética, en el esoterismo más que en la mística, no consiguieron regresar a la primacía del Ser, pues estas filosofías y espiritualidades eran representantes de una perspectiva intelectualista y no realista, no daban primacía al Ser sino a la Conciencia.
La modernidad nació así con una doble fuente espiritual: una fuente más sana vinculada con la mística cristiana que alimenta la revalorización del ser humano y su libertad y una fuente gnosticista, que dio lugar a las visiones racionalistas, idealistas, y por reacción, empiristas y materialistas, hasta llega al nihilismo, la tecnocracia y al capitalismo radical que vivimos, y que parece caminar hacia el transhumanismo deshumanizado.
Fue Hans Jonas quien ha vinculado la cultura y sociedad antiecológica, patriarcal, logocéntrica, mentalista e individualista que parece dominar occidente, con la influencia del intelectualismo gnóstico.
Caminar hacia una cultura y sociedad más ecológicas, más justas, menos patriarcales, menos logocéntricas y más integrales supone recuperar la mística del Ser, la libertad y el amor, y para ello, la aportación del cristianismo es esencial. Salir del inmanentismo (el encerramiento en la conciencia como única realidad) hacia la transcendencia, la apertura más allá de nosotros mismos hacia el Otro y los otros, respetando su alteridad y su comunión con nosotros es la verdadera espiritualidad no-dual, trinitaria, mística.
Hoy corremos el riesgo de querer salir de la “religiosidad burguesa” por medio de una “espiritualidad gnosticista”, que olvida el Ser o lo identifica con la conciencia. Una espiritualidad que dice ser «esotérica», transreligiosa o metarreligiosa, creyendo que así está más allá de la religión burguesa y que, en realidad, es otra cristalización más de la misma enfermedad.
Filósofos judíos como Levinas o Jonas han visto en este gnosticismo, que niega la alteridad y el Ser transcente, el error que conlleva unas consecuencias éticas graves (estaría en la base que terminó llevando al nazismo, una ideología que negó al otro su valor central). Como decía Santo Tomas: “parvus error in principio, magnus est in fine”. La reducción del Otro a ser solo una expresión de la conciencia supone fácilmente el descompromiso con el cuidado de la dignidad humana y el sentimiento de responsabilidad para con él. Si solo es importante la conciencia, que es la que nos salva, lo importante puede terminar siendo solo llevar a los demás a una experiencia de iluminación de la conciencia y no tanto de cuidado en la historia, más allá de la conciencia o la interioridad, de la justicia y la dignidad.
Sin ética y compasión la iluminación es una ilusión y, para que haya ética, el otro debe ser real, la realidad debe fundamentarse en el Ser transcendente que está más allá de la conciencia. Si solo hay conciencia, el otro desaparece engullido por una espiritualidad narcisista, que no reconoce al otro su alteridad sagrada.
José Antonio Vázquez
Fuente Cristianía
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