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Padres católicos buscan “poner un rostro humano” a las conversaciones transgénero en la iglesia

Sábado, 22 de enero de 2022
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7DEE8AE1-49F8-4962-BAA5-8D9E8BB26235El diácono Ray Dever, a la izquierda, con su esposa, Laurie, a la derecha, y su hija, Lexi

Para el diácono Ray Dever y su familia, apoyar a un familiar transgénero está profundamente en consonancia con su fe católica. Cuando la hija mayor de Ray y Laurie Dever, Lexi, se declaró transgénero, la pareja recurrió a su fe para dar sentido a la experiencia de su hija.

Ahora, la familia Dever comparte su historia en The Catholic Messenger, periódico de la Diócesis de Davenport. La publicación del artículo es una señal de una mayor apertura a las conversaciones católicas sobre la identidad de género y cómo dar la bienvenida a las personas trans en la iglesia.

Titulado “El viaje de una familia de diáconos con el transgenerismo”, el artículo busca “poner un rostro humano” en las conversaciones sobre identidad de género.

Deacon Ray contó por primera vez la historia del viaje transgénero de su familia católica en una publicación de blog original para Bondings 2.0 para el domingo de la Sagrada Familia en 2014. Desde entonces, además de varias publicaciones de blog y artículos de Bondings 2.0 más en las principales revistas católicas, ha realizado muchas talleres y programas para ayudar a las instituciones católicas a comprender mejor a las personas transgénero.

En esta entrevista más reciente, Deacon Ray y Laurie Dever, que viven en la Diócesis de St. Petersburg, Florida, compartieron algunos de los desafíos que experimentó su hija antes de salir del clóset, incluidos los problemas de salud mental. Cuando Lexi asistía a eventos como el regreso a casa y el baile de graduación en su escuela secundaria jesuita para varones, “a menudo desencadenaban incidentes de depresión”, reflexionó su padre. “Con el beneficio de la retrospectiva, podemos ver por qué”. La experiencia de tener que presentarse como un género con el que no se identificaba hizo que Lexi intentara suicidarse varias veces durante sus años de escuela secundaria y universidad.

Después de la transición mientras estudiaba en la Universidad de Georgetown, finalmente comenzó a hablar sobre su experiencia de crecer como católica trans. Publicó un artículo, titulado “El Georgetown que me salvó”, en el periódico estudiantil, describiendo cómo es experimentar la disforia de género y luchar con la propia identidad. También compartió la importancia de tener un entorno afirmativo para los estudiantes LGBTQ en los campus católicos. “La comunidad queer de Georgetown me abrió los ojos a un mundo en el que podía existir y no odiarme a mí misma”, escribió.

Cuando Lexi reveló su identidad trans a sus padres, les tomó tiempo y oración comprender y aceptar la identidad de su hija. “Oré por apertura, para entender, para educarme”, recordó Ray. Se preguntó qué les estaba invitando Dios a aprender mientras ministraba mientras criaba a un niño trans.

Laurie Dever también habló honestamente sobre cómo fue para ella cuando su hijo salió del armario:

“Fue un poco difícil para mí al principio, para los dos. Queríamos hacer las preguntas, ‘por qué y cómo reconciliamos esto con nuestra fe católica’”.

Desde entonces, los Devers se han convertido en defensores abiertos de una mejor comprensión de los problemas trans entre los católicos. Como dijo Ray, es “una cuestión de vida o muerte” para los jóvenes tener espacios seguros para salir. “Saben que necesitan salir para vivir auténticamente, pero temen que si lo hacen perderán a sus familias, sus amigos, todo lo que han conocido”, explicó Ray.

Cuando Ray y Laurie llegaron a comprender mejor la identidad de Lexi, “obtuvieron las bendiciones de una hija”.

Los Devers afirman que la salida del armario de Lexi ha aumentado su fe. Al llegar a comprender mejor las experiencias de las personas trans, que a menudo enfrentan violencia y discriminación debido a sus identidades, han llegado a conocer más profundamente el mensaje de Jesús de amar a quienes experimentan la marginación.

A veces nuestros ojos están cerrados a las personas en los márgenes”, dijo Ray. “Pasar por esta experiencia nos ha ayudado a abrir más los ojos a las personas que se encuentran en los márgenes de la sociedad de una forma u otra. Ha hecho crecer nuestra fe en el buen sentido”.

La historia de la familia Dever modela la inclusión y muestra la importancia de tratar la vida de los jóvenes trans como algo sagrado. Es un regalo y una invitación para que la iglesia aprenda de historias como esta cómo vivir más plenamente el llamado de Jesús a amar y acoger a cada persona.

—Grace Doerfler (ella/ella), New Ways Ministry, 14 de enero de 2022

Fuente New Ways Ministry

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El Supremo de Estados Unidos falla a favor de una agencia católica de acogida de menores que rechaza a parejas del mismo sexo

Miércoles, 23 de junio de 2021
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Tribunal-Supremo-de-los-Estados-Unidos-destacadaEl Tribunal Supremo de Estados Unidos ha emitido una sentencia favorable a una agencia católica de acogida de menores que rechaza a parejas del mismo sexo. El alto tribunal considera que la ciudad de Filadelfia vulneró la libertad religiosa del organismo cuando rompió el acuerdo que las vinculaba por considerar discriminatoria dicha exclusión. El fallo va en la misma línea del que hace tres años dio la razón a Jack Phillips, el pastelero de Denver que se negó a elaborar una tarta de boda para una pareja gay. Como en aquella ocasión, la sentencia limita su alcance al caso concreto y no revoca ninguna resolución anterior contra la discriminación en la prestación de servicios justificada por motivos religiosos.

En 2018, la ciudad de Filadelfia decidió rescindir su contrato con la agencia Catholic Social Services (CSS), dedicada a la búsqueda de familias de acogida para menores. Argumentó que el organismo, activo desde hace más de un siglo, excluye a las parejas del mismo sexo como candidatas. CSS respondió que tendría que suspender su actividad si se suspendía su participación en el programa municipal y junto a tres padres de acogida demandó a la ciudad de Filadelfia.

En primera instancia, la justicia rechazó los argumentos de la agencia. El juez de distrito Petrese Tucker sentenció que las autoridades habían aplicado la legislación antidiscriminatoria local de manera uniforme y que, por lo tanto, no se había producido ninguna vulneración de los derechos religiosos de CSS. El caso llegó a la Corte de Apelaciones del Tercer Circuito, con jurisdicción sobre Delaware, Nueva Jersey y Pensilvania, que falló en el mismo sentido en 2019. El tribunal consideró que la agencia no había probado que la ciudad de Filadelfia la hubiera tratado de forma diferente por su afiliación religiosa.

Los demandantes apelaron y la cuestión llegó al Tribunal Supremo, la máxima instancia judicial del país. Los jueces, incluida la recién nombrada Amy Coney Barrett, escucharon los argumentos en noviembre del año pasado. La sentencia se hizo pública el pasado día 17 y da la razón a la agencia discriminadora, en contra del criterio de las instancias inferiores. El fallo del caso Fulton v. City of Philadephia ha sido redactado por el presidente del Supremo, John Roberts, y lo han secundado todos los demás jueces del alto tribunal, incluidos los tres de la minoría progresista.

La sentencia establece que la negativa de la ciudad de Filadelfia a seguir empleando los servicios de acogida de la agencia si esta no aceptaba a las parejas del mismo sexo vulnera la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos que garantiza la libertad religiosa. Considera que CSS «solo busca un acomodo que le permita continuar atendiendo a los niños de Filadelfia de una manera congruente con sus creencias religiosas» y que «no busca imponer dichas creencias a nadie».

El fallo, eso sí, limita su alcance al propio caso concernido y no revoca ninguna sentencia anterior sobre discriminación. En particular, mantiene vigente la de Employment Division v. Smith de 1990, que estableció que las leyes neutrales de aplicación general no se pueden impugnar por vulnerar cláusulas de exención basadas en motivos religiosos. Considera, por el contrario, que la política de la ciudad de Filadelfia no reúne los requisitos de ser «neutral y de aplicación general». La sentencia también recuerda a la del caso Masterpiece Cakeshop v. Colorado Civil Rights Commission, en el que el Supremo falló a favor del pastelero Jack Phillips, que se negó a elaborar una tarta de boda para una pareja gay. Un nuevo espaldarazo, en definitiva, a la libertad de discriminar en la prestación de servicios alegando motivos religiosos.

Fuente Dosmanzanas

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La justicia croata abre la adopción a las parejas del mismo sexo.

Martes, 11 de mayo de 2021
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88b53f6d056b00d0705fExcelentes noticias desde Croacia. El Tribunal Administrativo de Zagreb, la capital del país, ha sentenciado que las parejas del mismo sexo en una unión civil tienen derecho a participar en los procesos de adopción en igualdad de condiciones con los matrimonios. El fallo, que aún no es firme, culmina la batalla legal de Ivo Šegota y Mladen Kožić, que se convirtieron el año pasado en la primera familia homoparental en acoger a dos menores. Croacia aprobó en 2014 una ley de uniones civiles para las parejas del mismo sexo después de blindar en su Constitución una definición excluyente del matrimonio por la vía del referéndum.

En 2016, Ivo Šegota y Mladen Kožić iniciaron los trámites para adoptar. La negativa de las autoridades a conceder este derecho a las parejas del mismo sexo en una unión civil motivó a ambos a intentar la vía de la acogida. Tras conseguir su certificado de idoneidad para acoger tras una completa evaluación de su historial, el Centro de Bienestar Social rechazó su solicitud bajo el pretexto de que la legislación sobre acogida limita esta posibilidad a matrimonios (heterosexuales), parejas no casadas o personas solteras, pero no menciona expresamente a las parejas unidas civilmente.

Šegota y Kožić recurrieron entonces a la justicia, y en diciembre de 2019 consiguieron su primera victoria. El Tribunal Administrativo de Zagreb anuló, en una sentencia firme, las decisiones administrativas contrarias a la acogida por parte de la pareja. Se basó para ello en la Convención Europea de Derechos Humanos, que prohíbe implícitamente la discriminación basada en la orientación sexual. Sorprendentemente, el Centro de Bienestar Social ignoró el fallo y denegó una vez más la concesión de la acogida.

El caso pasó al Tribunal Constitucional, la máxima instancia judicial del país. En una sentencia emitida el pasado 7 de febrero, los jueces del alto tribunal dictaminaron que las parejas del mismo sexo tienen derecho a la igualdad de trato en el acceso a la acogida de menores. El fallo establece que la legislación vigente «produce consecuencias discriminatorias contra las personas del mismo sexo que viven en pareja de manera registrada o informal, lo cual es constitucionalmente inaceptable».

Tras la sentencia del Constitucional, sin embargo, la concesión de la acogida no fue automática. El ministerio de Familia tuvo que anular primero la decisión del Centro de Bienestar Social contraria a la solicitud de Šegota y Kožić. Los trámites administrativos se demoraron varios meses hasta que, a principios de septiembre, el presidente de la Rainbow Family Association Danijel Martinović anunciaba por fin que los dos menores ya se encontraban bajo el amparo de la pareja. Para preservar la intimidad de la familia, los padres de acogida declinaron hacer declaraciones a los medios.

La batalla legal de la pareja, sin embargo, no se acababa ahí. Con ayuda de la Rainbow Family Association, siguió litigando por el derecho a acceder a la adopción completa y el pasado 21 de abril consiguió finalmente la sentencia por la que tanto había luchado. El Tribunal Administrativo de Zagreb, la misma instancia que había abierto la puerta a la acogida, decretó que excluir a las parejas del mismo sexo en una unión civil del acceso a los procesos de adopción es discriminatorio. La sentencia no es firme hasta 15 días después de que llegue la notificación al Gobierno, que ha afirmado en un comunicado que no se pronunciará sobre la misma hasta que sea final e inapelable. Cuando entre en vigor, Croacia se convertirá en el 14º Estado miembro de la Unión Europea en el que la adopción está abierta a las parejas del mismo sexo y el único de ellos en el que siguen teniendo vetado el acceso al matrimonio.

Croacia: pasos adelante, pasos atrás

De los países balcánicos, Croacia es uno de los que más pasos ha dado en favor de los derechos LGTBI, pero no sin traumas. En el año 2014 el Parlamento croata aprobaba una ley de uniones entre personas del mismo sexo después, eso sí, de que mediante la celebración de un referéndum se oficializase la discriminación de estas parejas en la Constitución en su acceso al matrimonio.

Un referéndum al que en su momento se opusieron tanto el entonces presidente del país, Ivo Josipović, un importante aliado de la comunidad LGTBI, como el Gobierno croata, entonces en manos socialdemócratas. Pero no conviene olvidar que Croacia es un país en el que la Iglesia católica, que hizo campaña activa en favor de la discriminación, conserva todavía una importante influencia social. Así lo ha demostrado, por ejemplo, apoyando manifestaciones contra el Convenio de Estambul contra la violencia de género por temor a que sirva para favorecer derechos LGTBI.

Fuente Dosmanzanas

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Yo tengo un Mena en casa

Lunes, 3 de mayo de 2021
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1583771235293menaEst“Son gente de paz. Son como tú y yo, personas que quieren mejorar su vida”

“Podría hablar de Ichem; de Otmán, de Mohammed, de Salah; de tantos otros que en este momento están trabajando, como obreros cualificados o como peones. Todos ellos están contribuyendo al sostenimiento de este país”

“Son musulmanes que respetan y quieren a los cristianos, porque saben que es nuestra fe la que nos ha llevado a acogerlos como hermanos”

“Podría hablar de los que vendrán el curso próximo, a los que no conocemos, pero que acogeremos igualmente en nuestra comunidad, es decir, en nuestra casa, porque los cristianos vemos en ellos el rostro del Dios”

“No son un problema. El problema son los discursos de odio que solo incitan a unirse frente a un enemigo imaginario”

#Yositequiero sensibilizacion menores extranjeros no acompañados

(Salesianos).- Abdoulaye llegó a España hace años en una patera. Después de un recorrido por diferentes centros de acogida realizó un ciclo de Grado Medio. Durante este tiempo estuvo acogido en nuestra comunidad, como uno más, hasta que terminó sus estudios y fue contratado por la empresa en la que llevó a cabo sus prácticas. Su desempeño fue tal que la empresa le propuso un contrato indefinido. En la actualidad vive de su trabajo, en una casa que alquila. De vez en cuando viene a visitarnos.

Su presencia en la comunidad fue una bendición. De natural discreto y respetuoso sabía muy bien cuál era su terreno y jamás invadió espacios que no le correspondían. Su juventud y sentido del humor dieron un ritmo nuevo a nuestra comunidad a lo largo de este tiempo. Fue sin duda uno más, aunque él era y sigue siendo musulmán. Esto jamás fue un problema.

476Dos menores inmigrantes se protegen del frío en Cádiz.

Jabi vino de Guinea años después siguiendo un recorrido mucho más largo y accidentado que Adboulaye. Después de peripecias múltiples llegó a las costas de Málaga un día luminoso del mes de abril, con el estómago revuelto y la cabeza llena de sueños. Actualmente estudia segundo de Grado Medio de mecanizado en nuestro centro. Está alojado en uno de los pisos de acogida que dependen de esta comunidad.

Mientras se formalizaba su situación para ser acogido en el piso estuvo unos días compartiendo la vida de la comunidad. Su estancia fue breve, pero le acogimos con igual cariño. Él sueña con tener un trabajo y poder traer un día a su hermana, única familia que le queda en Guinea Konakry. Es trabajador y no escatima horas cuando se le propone colaborar con cualquier tarea voluntaria.

Moktar lleva varios años en España. Fue acogido en el primer piso de acogida de nuestra comunidad educativa. Trabaja en una empresa local desde hace años. El otro día tuvo un accidente y actualmente se encuentra en el hospital a la espera del alta. Como vive en un cuarto piso sin ascensor lo vamos a acoger en la comunidad. Me acaban de llamar en el momento en que escribo estas líneas para decirme que probablemente no será dado de alta hoy, sino en días sucesivos. (Hoy es 21 de abril de 2021).

En cualquier caso, tiene una habitación disponible en nuestra casa hasta que se recupere y pueda valerse por sí mismo. En este tiempo la mutua vendrá a atenderle y llevarle al hospital. Porque Moktar tiene un contrato estable, paga sus impuestos, y está afiliado a una mutua laboral.

Podría hablar de Ichem; de Otmán, de Mohammed, de Salah; de tantos otros que en este momento están trabajando, como obreros cualificados o como peones. Todos ellos están contribuyendo al sostenimiento de este país. Cumplen con sus obligaciones cívicas y tienen muy claro que han de trabajar para vivir. Que no pueden esperar subvenciones, ni antes ni ahora. Son musulmanes que respetan y quieren a los cristianos, porque saben que es nuestra fe la que nos ha llevado a acogerlos como hermanos.

43c3ccf4-1236x822Podría hablar de los que vendrán el curso próximo, a los que no conocemos, pero que acogeremos igualmente en nuestra comunidad, es decir, en nuestra casa, porque los cristianos vemos en ellos el rostro del Dios. Porque no tienen nada más que proyectos. Porque son vulnerables, porque no tienen poder ni influencia, ni dinero. Porque sabemos que un día escucharemos “Fui extranjero y me acogisteis” y en ese momento se nos llenará la memoria de nombres, como diría el obispo Casaldáliga. Y porque el futuro de nuestro mundo se basará en la fraternidad que construye y no en el odio que corroe los cimientos de la civilización.

Ellos son gente de paz. Son como tú y yo, personas que quieren mejorar su vida. Quieren vivir en paz y sueñan con integrarse en el país que les acogió. No son un problema. El problema son los discursos de odio que solo incitan a unirse frente a un enemigo imaginario. Es el recurso de estimular las emociones en detrimento de la racionalidad. Eso siempre funcionó.

** MENA (Menores Extranjeros No Acompañados)

Fuente Religión Digital

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“El signo de Saint Merry “, por José Arregi

Jueves, 25 de marzo de 2021
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En Les Halles de Beaubourg, antiguo Mercado de Abastos de París, enteramente transformado en los años 70 del siglo XX y convertido en corazón comercial, cultural, artístico del París contemporáneo, hay una joya singular: Saint Merry, una bella iglesia gótica del s. XVI, de estilo flamígero, que ha sido llamada “pequeña Notre-Dame”. Todo un museo de arquitectura, escultura, pintura y vidrieras, monumento de obligada visita turística. Y centro de culto católico con misa dominical para una veintena de personas mayores dispersas en los bancos.

Pero la iglesia de Saint Merry des Halles de Beaubourg, casi pegado al Centro Pompidou –emblema de encuentro intercultural e icono de la modernidad cultural parisina– es mucho más que un monumento artístico y que un templo-museo de culto tradicional católico. Es un lugar viviente lleno de espíritu y de humanidad. Es una iglesia abierta, sin fronteras dentro/fuera, sagrado/profano, creyente/no-creyente, una iglesia donde no cuentan los papeles en regla, ni la religión, ni la ortodoxia doctrinal, ni la orientación sexual, ni la identidad de género. Un espacio de encuentro de cristianos, pero igualmente de toda clase de gente: trabajadores, estudiantes, intelectuales, marginados, homosexuales, transexuales, buscadores, y practicantes de otras religiones, grupos de defensa de Palestina, de inmigrantes, de clochards… Y un lugar de encuentro de músicos y artistas, y sala de conciertos y de creación y exposición de arte.

 La humanidad es su credo. La acogida es su culto. La creatividad es su signo. Y los domingos, después de la misa parroquial, se reúnen entre 200 y 300 personas venidas de aquí y de allá para otra forma de misa, la celebración –esmeradamente preparada por voluntarios durante la semana– de la memoria de Jesús, compartiendo sin prisa palabra, pan y vino –la vida– alrededor de una larga mesa, donde el sacerdote participa, pero no es el centro. Y todo ello en lenguaje nuevo, comprensible para todos, como en Pentecostés. ¿Cabe decir más? Es símbolo de una Iglesia en transformación en un París en transformación, en un mundo en transformación.

Pero no sé si debía haber dicho “es” o “era”. Aquí me empieza a doler. En efecto, el Centro Pastoral –digamos comunidad eclesial– Saint Merry sito en esa iglesia acaba de ser cerrado por fulminante decreto del Arzobispo de París, Monseñor Aupetit. Un arzobispo, el gran François Marty, padre conciliar del Vaticano II, lo abrió en 1975, al igual que otros Centros similares de Iglesia alternativa en París, ¡qué tiempos aquellos de aliento posconciliar! Otro arzobispo, 46 años después, de vuelta de aquel espíritu de renovación eclesial, lo acaba de cerrar el 1 de marzo. Las razones son excusas. Punto. ¡Cómo han cambiado los obispos y los tiempos, y los seminarios! Con que era esto la primavera del papa Francisco… ya lo vamos entendiendo.

Cuando hace justo un mes, unos amigos de París, miembros de la Comunidad, me enviaron la carta en la que el obispo anunciaba su decisión irreversible, sentí estupor, y una gran pena por la Comunidad y su proyecto truncado. Pero no es hora de lamentaciones, sino de reflexión serena y de serena determinación.

Miro los 46 años de la Comunidad de Saint Merry como verdadera encarnación –no la única– de la nueva Iglesia que hizo vislumbrar, vislumbrar nada más, el Concilio Vaticano II (1962-1965). A pesar de que llegó tarde y de que sus documentos, incluso los mejores, son textos ambiguos de compromiso, con todo, este Concilio resultó fue un potente catalizador de los mejores anhelos de reforma. Obispos, sacerdotes, teólogos, muchísimas religiosas y religiosos y, sobre todo, numerosas comunidades y movimientos de base en Europa y América Latina abrieron las puertas, respiraron y soñaron una nueva Iglesia, convertida al evangelio y al mundo actual, hecha compasión, diálogo y liberación, aliada de los empobrecidos, Iglesia sin clérigos ni laicos, hermana de todas las Iglesias y religiones, y de todos los hombres y mujeres que viven del Espíritu más allá de todo templo, dogma y religión.

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Luego, muy pronto, vino lo que vino, todo esto que pasa. En realidad, la primavera conciliar apenas duró un par de décadas. Primero fueron las dudas de Pablo VI. Después, en 1978, las certezas sin fisura de Juan Pablo II: había que reconducir las veleidades sugeridas por el Concilio a los dogmas contrarreformistas del Concilio de Trento (contemporáneo riguroso de la construcción de la iglesia de Saint Merry) y a la doctrina contramodernista del Vaticano I del silo XIX.

La clausura del Centro de la Comunidad Saint Merry es el último signo del fracaso del Concilio Vaticano II, y una clara señal del camino a la ruina seguido por la Iglesia Católica de la mano del papa polaco (1978-2005) y de Joseph Ratzinger, su cabeza pensante primero como Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005) y sucesor suyo después como papa Benedicto XVI (2005-2013).

¿Y el papa Francisco? La semana que viene cumplirá ocho años de pontificado. Ocho años para llevar a cabo una reforma incierta de la Curia vaticana: unos cardenales sustituyen a otros, clérigo por clérigo. Ocho años para organizar tres sínodos de cardenales, arzobispos y obispos, con unos pocos laicos invitados en calidad de oyentes. Ocho años para nombrar por primera vez a una mujer como subsecretaria del Sínodo –compartiendo el cargo con un religioso agustino–, y para, por primera vez, otorgar el derecho a voto a una mujer en esa asamblea vestida de obispo y cardenal. Eso es todo. Lo fundamental del anacrónico aparato conceptual, moral e institucional sigue exactamente donde estaba. El clericalismo sigue vigente, la pirámide jerárquica sigue intacta con el papado absoluto como fundamente y cima.

El clericalismo es la raíz del conflicto del Centro Saint Merry que ha llevado a su cierre. El poder último residía, al fin y al cabo, en un párroco nombrado por un obispo nombrado por un papa. Un mundo clerical de varones clérigos. No culpo a nadie. El sistema es la clave del problema.

Amigas, amigos de la Comunidad Saint Merry, desde aquí os expreso todo mi apoyo y mi ánimo, mi gratitud ante todo. Y mi mejor deseo: que sigáis creando y podáis seguir animando la vida como mejor os inspire el Espíritu, en ese o en otro lugar, fieles a la memoria de la novedad pascual, y libres de tutelas, poderes y llaves clericales, como Jesús. Que viváis en paz.

Aizarna, 7 de marzo de 2021

www.josearregi.com

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“Extender la mano”. 6 Tiempo Ordinario – B (Marcos 1, 40-45)

Domingo, 14 de febrero de 2021
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793784-300x262La felicidad solo es posible allí donde nos sentimos acogidos y aceptados. Donde falta acogida, falta vida; nuestro ser se paraliza; la creatividad se atrofia. Por eso una «sociedad cerrada es una sociedad sin futuro, una sociedad que mata la esperanza de vida de los marginados y que finalmente se hunde a sí misma» (Jürgen Moltmann).

Son muchos los factores que invitan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a vivir en círculos cerrados y exclusivistas. En una sociedad en la que crece la inseguridad, la indiferencia o la agresividad es explicable que cada uno tratemos de asegurar nuestra «pequeña felicidad» junto a los que sentimos iguales.

Las personas que son como nosotros, que piensan y quieren lo mismo que nosotros, nos dan seguridad. En cambio, las personas que son diferentes, que piensan, sienten y quieren de manera diferente, nos producen inquietud y temor.

Por eso se agrupan las naciones en «bloques» que se miran mutuamente con hostilidad. Por eso buscamos cada uno nuestro «recinto de seguridad», ese círculo de amigos, cerrado a aquellos que no son de nuestra misma condición.

Vivimos como «a la defensiva», cada vez más incapaces de romper distancias para adoptar una postura de amistad abierta hacia toda persona. Nos hemos acostumbrado a aceptar solo a los más cercanos. A los demás los toleramos o los miramos con indiferencia, si no es con cautela y prevención.

Ingenuamente pensamos que, si cada uno se preocupa de asegurar su pequeña parcela de felicidad, la humanidad seguirá caminando hacia su bienestar. Y no nos damos cuenta de que estamos creando marginación, aislamiento y soledad. Y que en esta sociedad va a ser cada vez más difícil ser feliz.

Por eso el gesto de Jesús cobra especial actualidad para nosotros. Jesús no solo limpia al leproso. Extiende la mano y lo toca, rompiendo prejuicios, tabúes y fronteras de aislamiento y marginación que excluyen a los leprosos de la convivencia. Los seguidores de Jesús hemos de sentirnos llamados a aportar amistad abierta a los sectores marginados de nuestra sociedad. Son muchos los que necesitan una mano extendida que llegue a tocarlos.

José Antonio Pagola

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“Quiero: queda limpio.” Domingo 14 de febrero de 2021. Sexto domingo del tiempo ordinario

Domingo, 14 de febrero de 2021
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15-ordinarioB6 cerezoLeído en Koinonia:

Levítico 13,1-2.44-46: El leproso tendrá su morada fuera del campamento: 
Salmo responsorial: 31: Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
1Corintios 10,31-11,1: Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo. 
Marcos 1,40-45: La lepra se le quitó, y quedó limpio

En el evangelio de Marcosque hoy leemos, Jesús se encuentra con un leproso arriesgado que se atreve a romper una norma que lo obligaba a permanecer alejado de la ciudad. Esta norma es la que nos recuerda la primera lectura, del Levítico.

En la tradición judía (primera lectura) la enfermedad era interpretada como una maldición divina, un castigo, una consecuencia del pecado de la persona enferma –¡o de su familia!–. Porque entonces se la consideraba contagiosa, la lepra común estaba regulada por una rígida normativa que excluía a la persona afectada de la vida social. (Ha durado muchos siglos la falsa creencia de que la lepra fuese tan fácilmente contagiable). El enfermo de lepra era un muerto en vida, y lo peor era que la enfermedad era considerada normalmente incurable. Los sacerdotes tenían la función de examinar las llagas del enfermo, y en caso de diagnosticarlas efectivamente como síntomas de la presencia de lepra, la persona era declarada «impura», con lo que resultaba condenada a salir de la población, a comenzar a vivir en soledad, a malvivir indignamente, gritando por los caminos «¡impuro, impuro!», para evitar encontrarse con personas sanas a las que poder contagiar. En realidad, todo el sistema normativo religioso generaba una permanente exclusión de personas por motivos de sexo, salud, condición social, edad, religión, nacionalidad.

Este hombre, seguramente cansado de su condición, se acerca a Jesús y se arrodilla, poniendo en él toda su confianza: «si quieres, puedes limpiarme». Jesús, se compadece y le toca, rompiendo no sólo una costumbre, sino una norma religiosa sumamente rígida. Jesús se salta la ley que margina y que excluye a la persona. Jesús pone a la persona por encima de la ley, incluso de la ley religiosa. La religión de Jesús no está contra la vida, sino, al contrario: pone en el centro la vida de las personas. La vida y las personas por encima de la ley, no al revés.

Jesús le pide silencio (es el conocido tema del «secreto mesiánico», que todavía hoy resulta un tanto misterioso), y le envía al sacerdote como signo de su reinclusión en la dinámica social, «para que sirva de testimonio» de que Dios desea y puede actuar aun por encima de las normas, recuperando la vida y la dignidad de sus hijos e hijas. Pero este hombre no hace caso de tal secreto, rompe el silencio, y se pone a pregonar con entusiasmo su experiencia de liberación. No parece servirse de la mediación del sacerdote o de la institución del templo, sino que se auto-incluye y toma la decisión autónoma de divulgar la Buena Noticia. Esto hace que Jesús no pueda ya presentarse en público en las ciudades sino en los lugares apartados, pues al asumir la causa de los excluidos, Jesús se convierte en un excluido más. Sin embargo, allí a las afueras, está brotando la nueva vida y quienes logran descubrirlo van también allí a buscar a Jesús.

Es una página recurrente en los evangelios: Jesús cura, sana a los enfermos. No sólo predica, sino que cura («no es lo mismo predicar que dar trigo», dice el refrán). Palabra y hechos. Decir y hacer. Anuncio y construcción. Teoría y praxis. Liberación integral: espiritual y corporal. Y ésa es su religión: el amor, el amor liberador, por encima de toda ley que aliene. La ley consiste precisamente en amar y liberar, por encima de todo.

La segunda lectura, que sigue, como siempre, un camino independiente frente a la relación entre la primera y la tercera, es un bello texto de Pablo que habla de la integralidad de la espiritualidad. La espiritualidad no es tan «espiritual»; de alguna manera es también «material». Hay que recordar que la palabra «espiritualidad» es una palabra desafortunada. Tenemos que seguir utilizándola por lo muy consagrada que está, pero necesitamos recordar que no podemos aceptar para su sentido etimológico. No queremos ser «espirituales» si ello significara quedarnos con el espíritu y despreciar el cuerpo o la materia.

Pablo está en esa línea: «ya sea que comáis o que bebáis o que hagáis cualquier otra cosa…». No sólo las actividades tradicionalmente tenidas como religiosas, o espirituales, tienen que ver con la espiritualidad, sino también actividades muy materiales, preocupaciones muy humanas, como el comer y beber, o cualquier otra actividad de nuestra vida, pueden, deben ser integradas en el campo de nuestra espiritualidad (que ya no resultará pues «solamente espiritual»). Nuestra vida de fe puede y debe santificar toda nuestra vida humana, en todas sus preocupaciones y trabajos, no sólo cuando tenemos la suerte de poder dedicar nuestro tiempo a actividades «estrictamente religiosas», como podrían ser la oración o el culto.

El Concilio Vaticano II insistió mucho en esto: «todos estamos llamados a la santidad» (cap. V de la Lumen Gentium). No hay unos «profesionales de la santidad» (cap. VI ibid.), algunos que estarían en un supuesto «estado de perfección», mientras los demás tendrían que atender a preocupaciones muy humanas… No. Todos estamos llamados elevar nuestros trabajos, tareas, preocupaciones humanas… «nuestra propia existencia» a la categoría de «culto agradable a Dios» (como dirá Pablo en Rom 12,1-2). Podemos ser muy «espirituales» (con reservas para esta palabra de resabios greco-platónicos) y santificarnos aun en lo más «material» de nuestra vida. Leer más…

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14.2.21. Cuando Jesús se enfada: Seguir avanzando, no acudir a los sacerdotes (Mc 1,40-45. Dom 6)

Domingo, 14 de febrero de 2021
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un-abrazo-a-jesusDel blog de Xabier Pikaza:

Mi título puede parecer “escandaloso”, pero el texto de Marcos es aún más escandaloso

El evangelio empieza presentando a un enfermo “impuro” (marginado) a quien el sistema sanitario, controlado de un tipo de “sacerdotes”, expulsa (no cura), de forma que el pobre malvive fuera de todos los caminos, sin hospital, ni curación, ni iglesia .

El enfermo (paria, impuro, apestado) grita a Jesús y le dice “si quieres, puedes curarme”, porque él  sabe algo que Jesús aún no sabía de un modo consciente: que este tipo de enfermedad se puede curar, si se toca de verdad, si se abraza y acoge, aunque para ello hay que arriesgarse, superando unas normas de tipo social sacro-sanitario.

Jesús se arriesga y así toca, acoge y cura al apestado, pero al descubrir las consecuencias de su gesto se enfada  (embrimesamos), de una forma que parece escandalosa. ¿Contra quién: Contra el enfermo, contra la sociedad sacral egoísta, cerrada en sí, contra su labor mesiánica?

El texto no dice las razones del enfado, pero añade que, como queriendo detener las consecuencias de su gesto, Jesús manda al enfermo presentarse ante los sacerdotes (autoridades socio-sanitarias), para que ratifiquen su curación y le entreguen la “cartilla” de sano (bien vacunado).

Jesús manda…, pero el enfermo no va (¡al Diablo con los sacerdotes!), sino que empieza a pregonar por todas partes lo que ese Jesús ha hecho, que es curarle tocándole y acogiéndole con sus propias manos.

Jesús queda así también “manchado”, bajo vigilancia de “mala gente”, gente impura, que no acepta las normas sanitarias de un sistema que había expulsado al leproso sin poder curarle… Por eso tiene que andar escondido, alejado de la “policía” del sistema bajo el que ahora, como antes, sufre y muerte el leproso.

Éstos son los rasgos principales de este evangelio que es aún más escandaloso… Así lo ha narrado Marcos, pero los otros evangelios se han sentido molestos y han querido suavizar el escándalo. Éste es el tema de fondo. Quien quiera entenderlo mejor léalo de nuevo, o siga leyendo mi Comentario de Marcos.

Texto

(a. Misión y milagro) 39 Y se fue a predicar en sus sinagogas por toda Galilea, expulsando los demonios. 40 Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: Si quieres, puedes purificarme. 41 Y, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. 42 Al instante desapareció la lepra y quedó limpio.

(b. Mandato de Jesús) 43 Y de pronto, irritado, le expulsó, 44 y le dijo: mira, no digas nada a nadie, sino, vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio de ellos.

(c. Desobediencia del curado) 45 Pero él, saliendo se puso a divulgar a voces la palabra, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y aun así seguían acudiendo a él de todas partes[1].

Éste es el primero de los milagros de Jesús a campo abierto, fuera de los muros de la sinagoga y de la casa (y del entorno de la casa de Cafarnaúm). El leproso esta expulsado de la sociedad, no puede entrar en una población, de forma que debe venir al encuentro de Jesús mientras éste recorre la región abierta de Galilea (cf. 1, 39). Llega con fe, diciéndole a Jesús «si quieres» (reconociendo su poder) y poniendo en marcha una dinámica que le llevará a enfrentarse con el templo.

Jesús escucha, se apiada, toca al leproso con la mano y responde «Quiero». Ésta es la primera voluntad de Jesús, que responde al leproso e inicia así un camino de limpieza que el judaísmo más legal no podía conseguir, pues debía mantener separados a posesos (cf. 1,21-29) y a leprosos. Conforme a los principios de Lv 1-16, la religión es un tema de pureza ritual o separación humana. Este leproso es impuro en un sentido oficial: está expulsado del espacio santo de su pueblo, como indica la exigencia posterior de presentarse a los sacerdotes para que le incluyan de nuevo entre los fieles, limpios en lo externo, capaces de vivir en la ciudad y de acudir a sinagoga y templo (1,44-45, con cita en Lv 14). La contraposición es evidente.

El judaísmo del Levítico y de la ley de sacerdotes distingue lo limpio y lo manchado: divide, organiza ritualmente a los hombres, expulsando a los sucios y reintegrando a los curados, pero sin que ella tenga poder para poder limpiarles. Jesús, en cambio, vuelve a las raíces del auténtico Israel y dice: «Queda limpio», y de esa forma cambia y construye un orden social distinto donde caben posesos y leprosos, una comunidad de acogida universal.

Tras la curación se plantea un nuevo problema. ¿Con qué finalidad limpia Jesús: para que los antiguos leprosos retornen a la vieja ley y templo o para ofrecerles libertad y suscitar con ellos un nuevo movimiento mesiánico de liberación humana? Marcos no responde de manera dogmática, no ofrece desde fuera un tipo de teoría sobre Israel y el cristianismo, sino que dice que Jesús cura y abre un camino de transgresión creadora, iniciado por el mismo curado (aparentemente en contra de la voluntad de Jesús)[2].

1, 39-42. Misión y milagro

 39 Y se fue a predicar en sus sinagogas por toda Galilea, expulsando los demonios. 40 Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: Si quieres, puedes purificarme. 41 Y, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: Quiero, queda puro. 42 Al instante desapareció la lepra y quedó puro.

Jesús ha empezado a proclamar el evangelio “en las aldeas” o poblaciones vecinas (la palabra kômopoleis, de 1, 38, significa poblados de campo, sin murallas, ni entidad administrativa propia), centrándose de un modo especial en las “sinagogas”, empalmando de esa forma con el judaísmo legal (representado por aquellos que estudian la Ley, con los rabinos). Esto significa que empieza dentro de la institución, pero no en Jerusalén o en las ciudades, sino en pueblos pequeños.

De esa forma camina por las poblaciones campesinas, iniciando una misión rural, centrada en las sinagogas “de ellos”, es decir, en los lugares donde se reúnen hombres y mujeres, recreando el judaísmo en unos años que están siendo básicos para el surgimiento del nuevo Israel rabínico. En esas pequeñas poblaciones (kômopoleis), aldeas o grupos de cortijos, va expandiendo Jesús su mensaje, fijándose de un modo especial en los posesos; por eso, como única nota de su enseñanza, se dice que “iba expulsando demonios” (ta daimonia ekballôn), como si quisiera limpiar las sinagogas del entorno rural de Galilea, completando así la obra iniciada en la sinagoga de Cafarnaúm (cf. 1, 23-28).

  Jesús aparece así como un “exorcista con programa mesiánico”, es decir, como un experto en cuestión de posesos, caminando por el entorno de Galilea, como si los endemoniados formaran el problema principal de sus sinagogas rurales, de manera que las iba recorriendo de un modo organizado, para liberarles de sus males. Pues bien, en este contexto se habla del leproso (1, 40). Jesús no fue a buscarle, quizá pensaba que todo lo que se podía hacer debía hacerlo en las sinagogas, que eran las “casas de todos” (donde abundaban de un modo especial los posesos).

Pero entre sinagoga y sinagoga, atravesando por el campo, se le acercó un leproso, con quien (al parecer) no contaba, echándose a sus pies de rodillas (gonypetôn), como adorándole, para exponerle su caso y decirle: “si quieres… (ean thelês) puedes purificarme” (katharisai).

            Este leproso conoce su mal por experiencia personal y social, pues la misma Ley le ha expulsado, de manera que no puede albergar ninguna esperanza de Reino, pues ha de habitar fuera de las poblaciones (como Cafarnaúm), pero también fuera de las aldeas y de sus sinagogas, de manera que no puede aprender la Ley, ni escuchar el mensaje que Jesús está sembrando precisamente en ellas, al curar a los endemoniados. Él aparece en el último escalón de la sociedad o, mejor dicho, fuera de ella, sin esperanza alguna.

            Está fuera del círculo social de Galilea, pero la “fama” de Jesús ha llegado a sus oídos (como supone 1, 28) y así puede pedirle algo que éste no había proyectado: que le devuelva la pureza social y religiosa. Jesús no ha ido a buscarle directamente, sino que es el leproso el que viene y le muestra su necesidad, puesto de rodillas, como ante un Dios (un delegado de Dios). Ha comprendido que el proyecto de Jesús (centrado por ahora en los posesos) debe extenderse también a los leprosos, expulsados de la comunidad de Israel por su impureza. Por eso se atreve a ponerse a pedirle su ayuda, de manea que podemos decir que ha entendido quizá mejor que Jesús su poder de sanación.

            No es simplemente un enfermo, sino un expulsado religioso (el mismo sacerdote le ha arrojado fuera de la comunidad de los limpios de Israel), de forma que todos le toman como fuente de peligro y como causa de impureza para la buena familia israelita, conforme a una ley regulada por sacerdotes, que tienen poder de expulsar del “campamento” (de la vida social) a los leprosos y de readmitirlos, si es que se curan, tras examinarlos “fuera del campamento” (es decir, fuera de las ciudades) y de cumplir los ritos y sacrificios prescritos en el templo. Más que enfermo, es un excomulgado en el sentido fuerte del término, y sólo el sacerdote tenía el poder de integrarlo de nuevo en la comunidad, observando su piel y mandándole cumplir los ritos sagrados (Lev 13-14).

Para que el conjunto social mantuviera su pureza, los leprosos debían ser arrojados fuera del “campamento”, es decir, del espacio habitado. No les podían matar (el mandamiento de Dios lo prohibía), ni les encerraban en lo que hoy sería una cárcel u hospital para contagiosos, pero les expulsaban de las ciudades y núcleos habitados(como al chivo expiatorio de Lev 16), y así vivían apartados de la sociedad. Según eso, no podían orar en el templo, ni aprender en la sinagoga, ni compartir casa, mesa o cama con los familiares sanos, sino que eran apestados, una secta de proscritos.

Desde ese fondo se entiende la escena, que empieza con el gesto del leproso que viene y ruega (1, 40), puesto de rodillas (gonipetôn, como precisan los mejores manuscritos), diciendo a Jesús “si quieres, puedes purificarme”, poniendo su caso y su causa en sus manos. Quizá Jesús no se había detenido a pensar en el problema, ni conocía el poder que este leproso le atribuye (¡si quieres puedes limpiarme!), ni sabía cómo desplegarlo, asumiendo en su misión la tarea de “purificar” a los leprosos (el texto emplea la palabra katharisai, que propiamente hablando no es curar, sino purificar, limpiar).

La iniciativa no parte de Jesús, sino del leproso que le dice lo que ha de hacer (¡si quieres puedes purificarme!), despertando en él una nueva conciencia de poder, que desborda las fronteras del viejo Israel sacerdotal. Este leproso puede saber que Jesús había curado al poseso de 1, 23, esclavizado por un espíritu impuro (akatharton). Pues bien, él deduce (y deduce bien) que, si Jesús pudo “purificar” o limpiar a a un poseso, podrá purificarle también a él, declarándole limpio y realizando algo que, según Lev 13-14, sólo podían hacer los sacerdotes, cuando declaraban puros a los leprosos previamente curados.

El poseso-impuro había gritado, desafiando a Jesús. Este leproso-impuso le ruega, puesto de rodillas, sabiendo que él, Jesús, tiene autoridad de Dios, por encima de los sacerdotes. Sólo a partir de aquí se entiende la acción de Jesús, que nos sitúa en el centro de la máxima “inversión” del evangelio: Jesús, que, en un sentido, ha recibido todo el poder de Dios (que le ha llamado Hijo y le ha ofrecido su Espíritu: 1, 11-12), aprende a utilizarlo a través de este leproso, que aparece así como su maestro, diciéndole lo que puede hacer y poniendo en marcha un proceso curativo que culminará en la Pascua. Éstos son los tres aspectos de la acción de Jesús (1, 41).

  • Conmoción interior: compadecido (splagnistheis).Esta palabra se encuentra enraizada en la confesión de fe de Israel, que se expresa cuando, tras haberse roto el primer pacto (cf. Ex 19-24) por infidelidad del pueblo, que adora al becerro de oro (Ex 32), Moisés sube de nuevo a la montaña y escucha la palabra de perdón de Dios que se define como “aquel que está lleno de misericordia y compasión” (Ex 34, 6). Pues bien, ella marca el principio de la transformación de Jesús, que aparece así como portador de esa misma compasión de Dios. Ciertamente, el texto griego de Ex 34, 6 LXX no emplea la palabra splagnistheis de Mc 1, 41, pero utiliza otras equivalentes que expresan la hondura del “rehem” de Dios, su conmoción interior ante la pequeñez y dolor de los hombres. Pues bien, según Marcos, Jesús ha sentido esa misma “conmoción interior” de Dios ante el leproso, una compasión-misericordia que brota de su entraña[3].
  • Gesto: Extendió la mano y le tocó. Movido por su compasión (que es como la de Dios: cf. Ex 34, 6), Jesús desoye la ley del Levítico, que prohibían “tocar” a los leprosos, bajo pena de impureza. Expresamente rompe esa ley que separa a puros de impuros, iniciando un movimiento que marcará desde aquí toda su vida, aprendiendo la “lección” del leproso que le pide que le limpie (que le purifique), dejándose conmover en sus entrañas (¡como se conmueve Dios!). De esa forma hace algo que nadie habría osado hacer, sino sólo el sacerdote, y no para curar/purificar, sino sólo para certificar una curación que se había realizado antes. Jesús extiende la mano y toca expresamente al leproso, sabiendo que, en línea de ley, ese contacto va a mancharle (haciéndole impuro ante la Ley), pero sabiendo también y, sobre todo, que él puede y debe purificar al leproso. Él ha “levantado” (ha resucitado) ya a la suegra de Simón (1, 31), y ahora hace algo todavía más profundo: toca con su mano al leproso (haptomai), ofreciéndole así su contacto personal. Esta mano de Jesús que toca al leproso es la expresión de una misericordia que transciende las leyes de pureza del judaísmo legalista, es signo de la piedad de Dios, que ama precisamente a aquellos a quienes la ley expulsa.
  • Palabra: Y le dice ¡quiero, queda limpio! (1, 41b). Esa palabra ratifica la misericordia anterior y despliega el sentido del contacto de la mano. El leproso le ha dicho ¡si quieres! (ean thelês) y Jesús le ha respondido, cumpliendo así su petición, de manera que su palabra marca la novedad y el poder del evangelio: quiero, sé puro (thelô katharisthêti). A través de este querer de Jesús, expresado en primera persona (¡quiero!) viene a expresarse la voluntad creadora de Dios.

 La misericordia, el contacto físico y la palabra purificadora de Jesús llegan a la hondura del enfermo, que antes se hallaba expulsado de la sociedad sagrada. Jesús invierte así el proceso de expulsión de la ley, acogiendo (¡purificando!) al leproso y oponiéndose a una norma básica del judaísmo sinagogal. No se limita a esperar y observar, como deben hacer los sacerdotes, para sancionar una curación ya realizada (cf. 1, 44; Lev 14, 3), sino que escucha la necesidad del impuro y le acoge, ofreciéndole su contacto corporal y su palabra, abriendo un espacio de pureza (salud, dignidad, humanidad) en su nueva familia mesiánica. En este contexto se plantean dos cuestiones que son importantes, aunque no esenciales, para entender el movimiento de Jesús.

  1. El carácter físico de la enfermedad. El texto dice que aquel hombre era un leproso (lepros), una palabra que, en sentido general no se aplica sólo (ni fundamentalmente) a lo que hoy llamamos “lepra” (dolencia producida por el bacilo de Hansen, que entonces no se conocía), sino a diversas afecciones de la piel, desde un tipo de soriasis hasta lo que suele llamarse “achaque de escamas” o ictiosis, que se muestra en la piel de algunas personas. Por eso, hay comentaristas que prefieren prescindir de esa palabra “lepra”, empleando otras (como enfermedad de escamas). Pienso, sin embargo, que por tradición y simbolismo, es preferible decir lepra en sentido popular, pues ella engloba varias enfermedades de la piel que, en opinión de los judíos piadosos, hacían impuros a los hombres, hasta el extremo de que ellos tenían que vivir fuera de la comunidad social y religiosa.
  2. El tipo decuración producida. El texto dice que “de pronto desapareció la lepra y quedó puro” (con un verbo en pasivo divino: ekatharisthê: Dios le hizo puro). Evidentemente, Marcos está pensando en un “cambio externo”, y así supone que la piel del enfermo tomó otra apariencia, como si quedara seca o se le cayeran las escamas. Pero, dicho eso, debemos añadir que la palabra central que aquí se emplea no es “se curó” (iathê), sino “quedó puro” (ekatharisthê). Es como si el mismo Dios, por medio de Jesús, le hubiera declarado limpio, como en el caso en que el mismo Jesús de Marcos dirá más adelante que Jesús “declaró limpios/puros todos los alimentos” (7, 19, con el mismo verbo: katharidsôn).

 Según este pasaje, Jesús curó a un sólo leproso (a un hombre impuro), declarando que era “puro”. De esa forma declaró, en el fondo, que todos los leprosos (como todos los alimentos en 7, 19) son humanamente limpios, superando así los tabúes y las divisiones de purezas e impurezas que expulsaban a ciertos hombres y mujeres de la sociedad. Nos hallamos ante un gesto que resultaba, tanto entonces como ahora, socialmente inaudito. Este leproso, al que Jesús ha curado, desencadena una nueva visión de la vida humana, en plano social y religioso, superando la ley “religiosa” del templo de Jerusalén.

1, 43-44. Mandato de Jesús

 43 Y de pronto, irritado con él, le expulsó, 44 y le dijo: Mira, no digas nada a nadie, sino, vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio de ellos.

 El mandato de silencio (no digas nada a nadie recibe una gravedad e importancia mucho mayor, por dos razones. (a) Por el gesto de Jesús, que se irrita y expulsa al leproso (1, 43). (b) Por el mandato posterior: «Vete y muéstrate al sacerdote… como mandó Moisés, para testimonio de ellos» (1,44). Es como si Jesús se hubiera enojado por aquello que acaba de hacer, dándose cuenta de la importancia de su gesto y como si quisiera reintegrar al leproso curado en la comunidad israelita, en un sistema social dominado por los sacerdotes, en vez de decirle que le siga, que vaya con él (como ha dicho a los cuatro pescadores).

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Poder y compasión. Domingo 6º. Ciclo B

Domingo, 14 de febrero de 2021
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curacion de un leprosoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Tras la curación de la suegra de Pedro y de otros muchos enfermos, Marcos cuenta el primer gran milagro de Jesús: la curación de un leproso. El texto sólo se comprende a fondo teniendo en cuenta los casos parecidos, y muy distintos, de Moisés y Eliseo.

La lepra en el antiguo Israel: diagnóstico y exclusión

«La lepra, en el sentido moderno, no fue definida hasta el año 1872 por el médico noruego A. Hansen. En tiempos antiguos se aplicaba la palabra “lepra” a otras enfermedades, por ejemplo a enferme­dades psicógenas de la piel» (J. Jeremias, Teología del AT, 115, nota 36).

En Levítico 13 se tratan las diversas enfermedades de la piel: inflama­ciones, erupciones, manchas, afección cutánea, úlcera, quemadu­ras, afecciones en la cabeza o la barba (sarna), leucodermia, alopecia. Se examinan los diversos casos, y el sacerdote decidirá si la persona es pura o impura (caso curable o incurable). De ese capítulo está tomado el breve fragmento de la primera lectura de este domingo:

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:

̶  Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca una llaga como de lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón, o ante uno de sus hijos sacerdotes. Se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: “¡Impuro, impuro!” Mientras le dure la afección, seguirá siendo impuro. Es Impuro y vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.»

 Dos casos de lepra: impotencia de Moisés, poder sin compasión de Eliseo

 El milagro de curar a un leproso sólo se cuenta en el AT de Moisés (Números 12,10ss) y de Eliseo (2 Reyes 5). Es interesante recordar estos relatos para compararlos con el de Marcos.

 Impotencia de Moisés

 María y Aarón murmuran de Moisés, no se sabe exactamente por qué motivo. En cualquier hipótesis, Dios castiga a María (no a Aarón, cosa que indigna a las feministas, con razón). «Al apartarse la nube de la tienda, María tenía toda la piel descolorida como nieve». Aarón se da cuenta e intercede por ella ante Moisés. Pero Moisés no puede curarla. Sólo puede pedirle a Dios: «Por favor, cúrala». El Señor accede, con la condición de que permanezca siete días fuera del campamento (Números 12).

 El poder sin compasión de Eliseo

 El caso de Eliseo es más entretenido y dramático (2 Reyes 5). Naamán, un alto dignatario sirio, contrae la lepra, y una esclava israelita le aconseja que vaya a visitar al profeta Eliseo. Naamán realiza el viaje, esperando que Eliseo salga a su encuentro, toque la parte enferma y lo cure. Pero Eliseo no se molesta en salir a saludarlo. Le envía un criado con la orden de lavarse siete veces en el Jordán. Naamán se indigna, pero sus criados lo convencen: obedece al profeta y se cura. A diferencia de Moisés, Eliseo puede curar, aunque sea con una receta mágica, pero no muestra la menor compasión por el enfermo.

 Jesús: poder y compasión (Mc 1,40-45)

 En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: 

̶ Si quieres, puedes limpiarme.

Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: 

̶ Quiero: queda limpio.

La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.  Él lo despidió, encargándole severamente: 

̶ No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio.

Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

 El relato de Marcos consta de seis elementos: petición del leproso; reacción de Jesús; resultado; advertencia; reacción del curado; consecuencias.

Petición del leproso. Tres detalles son importantes en la actitud del leproso: 1) no se atiene a la ley que le prohíbe acercarse a otras personas; 2) se arrodilla ante Jesús, en señal de profundo respeto; 3) confía plenamente en su poder; todo depende de que le parezca bien, no de que pueda.

Reacción de Jesús y resultado. Podía haber respondido a la petición del leproso con las simples palabras: «Quiero, queda limpio». Con ello, a diferencia de Moisés y de Eliseo, habría demostrado su poder: no necesita pedir la inter­vención de Dios, ni recurrir a remedios casi mágicos. Sin embargo, antes de demostrar su poder muestra su compasión. Marcos habla de lo que siente («compadecido») y de lo que hace («extendió la mano y lo tocó»). Es lo que esperaba el sirio Naamán que hiciera Eliseo: tocar su parte enferma. Quien tocaba a un leproso quedaba impuro; pero a Jesús no le preocupa este tipo de impureza.

Advertencia. Aparentemente, Jesús da dos órdenes al recién curado: 1) que no se lo diga a nadie; 2) que se presente al sacerdote. La primera (no decirlo a nadie) resulta extraña, porque Jesús no pretende pasar desapercibido. Es probable que las dos órdenes estén relacionadas entre sí, formando una sola: «no te entre­tengas en decírselo a nadie, sino ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés». ¿Qué había ordenado Moisés? Según el Levítico, el curado debe ofrecer: dos aves puras (se suponen tórtolas o pichones), dos corderos sin defecto, una cordera añal sin defecto, doce litros de flor de harina amasada con aceite y un cuarto de litro de aceite. Con todo ello el sacerdote realiza un complejo ritual que dura ocho días. Además, el curado deberá afeitarse completamente el primer día y raparse de nuevo el octavo.

Las palabras finales de Jesús parecen tener un tinte polémico: «para que les conste». Se pasa del singular (el sacerdote) al plural (les conste), como si Jesús pensase en todos sus adversa­rios que no lo aceptan.

Reacción del curado. No obedece a ninguna de las dos órdenes de Jesús. Ni se calla ni acude al sacerdote. Según la traducción litúrgica, «empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho». El texto griego resulta más ambiguo. Se podría traducir también: «Empezó a predicar mucho y a divulgar la palabra». Como si el leproso curado, en vez de atenerse a lo mandado por Moisés prefiriese convertirse en un misionero cristiano. Aunque esta propuesta resulte sugerente, no encaja bien con lo que sigue.

Consecuencias. Jesús no puede entrar abiertamente en ningún pueblo. Debe permanecer en descampado, y aun así acuden a él. ¿Por qué esta reacción suya? Sabiendo lo que cuenta Marcos más tarde, la respuesta sería: para no verse agobiado por la multitud de gente que acude a él.

 Una lectura simbólica: el leproso es cada uno de nosotros

 Los relatos evangélicos tienen siempre una gran carga simbólica. Quieren que nos identifiquemos con la situación que narran. En este caso, con el leproso. Todos llevamos dentro algo, mucho o poco, de lo que nos sentimos culpables. Podemos negarlo, escondiendo la cabeza bajo tierra, como el avestruz. O podemos reconocerlo, y acudir humildemente a Jesús, con la certeza de que «si quieres, puedes limpiarme». Él tiene el poder y la compasión necesarios para cambiar nuestra vida.

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Domingo VI del Tiempo Ordinario. 14 de febrero, 2021

Domingo, 14 de febrero de 2021
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d6

“Encolerizado (Jesús se enfada), extendió la mano y lo tocó diciendo: -Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.”

(Mc 1, 40-45)

Muchas traducciones dicen que Jesús sintió lástima o se compadeció del leproso cuando le dijo  «si quieres puedes sanarme», pero quienes entienden de Biblia, y traducciones como la de la Biblia de Jerusalén, aseguran que los textos originales dicen que Jesús se “encolerizó”: “encolerizado, extendió su mano le tocó y le dijo: quiero, queda limpio”.

Jesús no se enfada muchas veces, al menos no nos lo cuentan los evangelios, pero hay por lo menos tres momentos en los que se dice o se muestra que Jesús se ha enfadado: este fragmento con el leproso, con los fariseos por lo que piensan en su interior, y con los mercaderes en el Templo.

Por más que nos choque y que tratemos de maquillarlo, Jesús se enfadaba.

Pero, ¿por qué se enfada con este pobre leproso que le pide que lo sane? No parece muy en la línea de Jesús esto de enfadarse en lugar de “compadecerse” ante la enfermedad.

Bien, según quienes estudian la Biblia, lo que enfada a Jesús hasta el punto de encolerizarse es que le busquemos solo para quedar libres de una enfermedad. Le enfada que no queramos conectar con la hondura de su mensaje, de su Buena Noticia.

Jesús no quiere sanar por sanar. No vino a librarnos de la enfermedad. Tampoco del sufrimiento. Jesús no es un “solucionador de problemas”. Dios tampoco.

Jesús vino a mostrarnos quién es Dios. Ese es su mensaje. Ese es el sentido de su vida y también el motivo de su muerte violenta en una cruz.

Marcos, en su evangelio, nos dice que Jesús nos manifiesta quién es Dios cuando se deja clavar en la Cruz. Dios es el que escoge el último lugar, el que nadie quiere. Y para llegar al Dios de Jesús no hay más camino que ocupar el lugar de las últimas de nuestra sociedad, de nuestro mundo.

No se trata tanto de ir a ayudar a quienes lo pasan mal, se trata de ser una más, de ocupar su lugar para que esa persona pueda ocupar el nuestro.

Algo similar a lo que hacían los frailes trinitarios en los orígenes de la Orden, quedarse en el lugar de los cautivos.

Oración

No permitas, Trinidad Santa, que te busquemos solo para liberarnos de nuestras ataduras personales. Haznos comprender el camino exigente de tu evangelio. Amén.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La relación profundamente humana de Jesús liberaba.

Domingo, 14 de febrero de 2021
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jesus-heals-leperMc 1, 40-45

Seguimos en el primer capítulo de Marcos. Después de un enunciado general, que resume su habitual manera de actuar, (fue predicando por las sinagogas y expulsando demonios), nos narra la curación de un leproso. El leproso no tiene nombre. Tampoco se habla de tiempo y lugar determinados. Se trata de una generalización de la manera de actuar de Jesús con los oprimidos. Se advierte una falta total de lógica narrativa. Apenas ha pasado un día de la predicación de Jesús y ya le conocen hasta los leprosos que vivían en total aislamiento.

La primera lectura es suficientemente expresiva. La lepra era el motivo más radical de marginación. Lo que se entendía por lepra en la antigüedad no coincide con lo que es hoy esa enfermedad concreta. Más bien se llamaba lepra a toda enfermedad de la piel que se presentara con un aspecto más o menos repugnante. Tanto la lepra como las normas sobre la enfermedad no son originales del judaísmo. Esas normas nos parecen hoy inhumanas, pero no tenía otra manera de defenderse de una enfermedad que podía causar estragos.

Se acercó, suplicándole: Si quieres puedes limpiarme. Esta actitud indica a la vez valentía, porque se atreve a trasgredir la Ley, pero también el temor a ser rechazado, precisamente por eso. Se puede descubrir una complicidad entre el leproso y Jesús. Los dos van más allá de la Ley. La liberación solo es posible a través de una relación profundamente humana. Si no salimos de la trampa de un poder divino para hacer milagros, nunca entenderemos el verdadero mensaje del evangelio. Jesús libera, humaniza porque trata humanamente a los demás. De ese modo les devuelve la capacidad de ser humanos.

Sintiendo lástima. La devaluación del significado de la palabra “amor” nos obliga a buscar un concepto más adecuado para expresar esa realidad. En el NT, ‘compasivo’ se dice solo de Dios y de Jesús. La acción de Dios manifestada a través de los sentimientos humanos. La compasión era ya una de las cualidades de Dios en el AT. Jesús la hace suya en toda su trayectoria. Es una demostración de que para llegar a lo divino no hay que destruir lo humano. La compasión es la forma más humana de manifestar el amor.

Le tocó. El significado del verbo griego aptw no es en primer lugar tocar, sino sujetar, atar, enlazar. Este significado nos acerca más a la manera de actuar de Jesús. Quiere decir que no solo le tocó un instante, sino que mantuvo esa postura durante un tiempo. Había que traducirlo por ‘le dio un apretón de manos’ o le abrazó. Teniendo en cuenta lo que acabamos de decir de la lepra, podemos comprender el profundo significado del gesto, suficiente, por sí mismo, para hacer patente la actitud vital de Jesús. No solo está por encima de la Ley, sino que asume el riesgo de contraer la lepra.

Quiero… La simplicidad del diálogo esconde una riqueza de significados: Confianza total del leproso, y respuesta que no defrauda. No le pide que le cure, sino que le limpie. Por tres veces se repite el verbo kadarizw limpiar, verbo que significa también liberar. Nos está lanzando más allá de una simple curación. No solo desaparece la enfermedad, sino que le restituye en su plena condición humana: Le devuelve su condición social, y su integración religiosa. Vuelve a sentir la amistad de Dios, que era el valor supremo para todo buen judío.

Lo echó fuera… y cuando salió… La segunda parte del relato es de una gran importancia. Se supone que estaban en un lugar apartado del pueblo, sin embargo, el texto griego dice literalmente: lo expulsó fuera, y del leproso dice: cuando salió. Una vez más nos está empujando a una comprensión espiritual. Jesús no quiere que continúe junto a él y lo despide inmediatamente; eso sí, con el encargo de no contarlo y de presentarse ante el sacerdote. Una vez más, manifiesta Marcos el peligro de que las acciones de Jesús en favor del marginado fueran mal interpretadas.

¡Qué curioso! Jesús acaba de saltarse la Ley a la torera, pero exige al leproso que cumpla lo mandado por Moisés. Hay que estar muy atento para descubrir el significado. Jesús no está nunca contra la Ley, sino contra las injusticias y tropelías que se cometían en nombre de la Ley. Él mismo tuvo que defenderse: “no he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud”. Jesús se salta la Ley cuando le impide estar a favor del hombre. Presentarse al sacerdote era el único modo que tenía el leproso de recuperar su estatus social.

El evangelio nos dice que las consecuencias de la proclamación del hecho fueron nefastas para Jesús. Si había tocado a un leproso, él mismo se había convertido en apestado. Y no podía ya entrar abiertamente en ningún pueblo. Las consecuencias de la divulgación del hecho podían también ser nefastas para el leproso. Era el sacerdote el único que podía declarar puro al contagiado. Los sacerdotes podían ponerle dificultades si tenían conocimiento de cómo se había producido la curación.

La lepra producía exclusión porque la sociedad era incapaz de protegerse de ella por otros medios. Hoy la sociedad sigue creando marginación por la misma razón, no encuentra los cauces adecuados para superar los peligros que algunas conductas sociales suponen para los instalados. No somos todavía capaces de hacer frente a esos peligros con actitudes humanas. A veces se toman medidas para aliviar la situación de los marginados, pero teniendo mucho cuidado de no cambiar la situación que supondría perder privilegios.

Jesús se pone al servicio del hombre sin condiciones. Lo que tenemos que hacer es servir a los demás como hace Jesús. Dios no tiene nada que ver con la injusticia, ni siquiera cuando está amparada por la ley humana o divina. Jesús se salta a la torera la Ley, tocando al leproso. Ninguna ley humana, sea religiosa, sea civil, puede tener valor absoluto. Lo único absoluto es el bien del hombre. Pero para la mayoría de los cristianos sigue siendo más importante el cumplimiento de la ley, que el acercamiento al marginado.

No creo que haya uno solo de nosotros que no se haya sentido leproso y excluido por Dios. El pecado es la lepra del espíritu, que es mucho más dañina que la del cuerpo. Es un contrasentido que, en nombre de Dios, nos hayan separado de Dios. El evangelio de Jesús es sobre todo buena noticia. El Dios de Jesús es Padre porque es Ágape. De Él, nadie se tiene que sentir apartado. La experiencia de ser aceptado por Dios es el primer paso para no excluir a los demás. Pero si partimos de la idea de un Dios que excluye, encontraremos mil razones para excluir en su nombre. Es lo que hoy seguimos haciendo.

Seguimos aferrados a la idea de que la impureza se contagia, pero el evangelio nos está diciendo que la pureza, el amor, la libertad, la salud, la alegría de vivir, también pueden contagiarse. Este paso tendríamos que dar si de verdad somos cristianos. Seguimos justificando demasiados casos de marginación bajo pretexto de permanecer puros. ¡Cuántas leyes deberíamos saltarnos hoy para ayudar a todos los marginados a reintegrarse en la sociedad y permitirles volver a sentirse seres humanos! Tratar a todos con humanidad sería el primer paso para integrarlos en una sociedad más justa.

Meditación

Si quieres puedes descubrir que estás limpio.
Estás capacitado para el don de ti mismo.
El otro hace saltar en ti la chispa de lo eterno.
Solo el otro puede completar tu absoluto.
Supera tu egoísmo
y encontrarás la esencia de lo humano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Encontrar a Jesús.

Domingo, 14 de febrero de 2021
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1_saludoLa alegría es la flor de la salud. (Proverbio)

14 de febrero. DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO

Mc 1, 40-45 “Se le acercó un leproso y, arrodillándose, le suplicó: Si quieres, puedes limpiarme”

Un leproso que, saltándose las leyes se acercó a Jesús y le suplicó que lo curara. Y Jesús lo hizo tocándole la cabeza. Una caricia brotada de la ternura de su corazón, loco de amor por los hombres.

Encontrar y seguir a Jesús significa adherirse a él en la fe, prolongar su obra, su misión.

Podemos considerar rasgos más destacados de este relato de Marcos los siguientes:

a) La fecundidad del testimonio: el enfermo recién curado empezó a divulgar el hecho y su fama se extendió hasta tal punto que Jesús ya no podía entrar en ningún pueblo. Esta fe en Jesús se contagia, no puede encerrarse ni confinarse.

b) El gozo ante el descubrimiento de Jesús como Mesías: este clima de alegría, que llena el corazón de los discípulos, se manifiesta en la reiterada mención del típico verbo griego “eurekamen”: ¡lo hemos encontrado!

La alegría es una cualidad de todas las personas que desean vivir la vida en positivo, como podemos constatar tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo:

“Porque el Señor tu Dios está en medio de ti
como guerrero victorioso. Se deleitará en ti con gozo,
te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos”
(Sofonías 3, 17)

“Este es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él” (Salmo 18, 24)

“Os he dicho esto para que participéis de mi alegría y vuestra alegría se colmada” (Juan 15, 11)

“Tened siempre la alegría del Señor; lo repito, estad alegres” (Filipenses 4, 4)

Beethoven, lo cantó de esta manera en la Novena sinfonía: “¡Alegría, hermoso destello de los dioses, hija del Elíseo; ebrio de entusiasmo entramos, diosa celestial, en un santuario!”.

En la mitología griega, Εὐφροσύνη, Eufrósine (en griego ‘júbilo’, alegría’) era una de las tres Cárites, hija de Zeus y de Eurínome.

Poema de Alejandra Rivas (poematrix.com)

Encontrarse es vivir nuevamente esa experiencia
en la que en que tú, solo tú, has florecido.

Navegar por metas a punto de cumplir
pero seguir esperando aquello que te hace
ser quien eres.

Sus sonrisas son como el cielo,
que te dicen cuando debes de descansar
y cuando debes seguir adelante.

El suspiro de un nuevo día es gozar de
una nueva oportunidad para vivir juntos en familia
y no perder esa esperanza que brota por
miles de heridas.

Encontrarse con un amigo no se compara
a tenerlo siempre cerca, desde que te vieron nacer.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Rehabilitar la compasión.

Domingo, 14 de febrero de 2021
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5df7Optimized-leproso336xcDOMINGO 14 de febrero

Mc 1,40-45

En tiempos de pandemia y distancia social, recuperar la compasión y la projimidad se hace imprescindible en nuestras sociedades para no dejar de ser humanos. Pero también es necesario liberarla del marco en que ha sido secuestrada y desvirtuada. El Evangelio de este domingo nos ofrece pistas para ello.

La compasión vivida al modo de Jesús nunca naturaliza la injusticia ni el sufrimiento ajeno, especialmente el de las personas más excluidas, como sucede en la situación del leproso. Nace siempre de la proximidad y la cercanía, del cuerpo a cuerpo con el otro. Es una reacción ante el sufrimiento ajeno interiorizado, que llega hasta las entrañas y el corazón propio y mueve a actuar, a ponerse en la situación de quien sufre, a acompañar ese sufrimiento e incidir en las causas para evitarlo. En consecuencia, la compasión no tiene sólo una incidencia interpersonal, sino que tiene repercusiones comunitarias y sociales. Alude siempre a una dimensión práxica. Si carece de ella se convierte en “lastima”.  La lástima es la domesticación de la compasión, se alimenta del dolor del otro para realizarse y termina por generar servilismo o dependencia. El centro es el yo y no el otro. La compasión, sin embargo, se apoya en gestos y no en discursos y su centro es siempre el otro, nunca la autosatisfacción ni la autocomplacencia.

Adentrarnos en el Evangelio de Marcos es hacerlo en un itinerario compasivo donde los relatos de sanación resultan sumamente significativos y en el que las manos, el sentido del tacto, ocupan un papel fundamental. Los verbos poner sobre, tocar, extender se repiten en ellos para significar la acción liberadora de Jesús al entrar en contacto con los cuerpos considerados malditos, impuros, “indignos de Dios” en Israel. Las manos de Jesús son fuente de conocimiento y reconocimiento. Jesús al tocar sana, libera, “empodera”. En sus relaciones y trato humanizador con los más excluidos y excluidas les confirma como imagen y semejanza del Creador. Las manos de Jesús se abren en gesto de comunión y reconciliación y la impureza queda invalidada en su poder de contagio. El tacto de Jesús les hace recuperar su identidad negada, hace de ellos criaturas nuevas. Su modo de tocar la vida y relacionarse con las personas revela la compasión y la ternura de un Dios que invita no a cumplir preceptos sino a humanizar la vida desde los últimos y últimas. De esta experiencia brota el agradecimiento y el anuncio.

En tiempos en los que el contacto humano queda o limitado a grupos burbujas con distancia social y mascarilla ¿Cómo rehabilitar la compasión y no olvidar que el autocuidado cristiano va de la mano del cuidado de los últimos y últimas?

Pepa Torres

Fuente Fe Adulta

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Compasión

Domingo, 14 de febrero de 2021
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compasion-en-guerra-coreaDomingo VI del Tiempo Ordinario

14 febrero 2021

Mc 1, 40-45

No nos resulta fácil imaginar la carga de sufrimiento y de marginación que conllevaba la enfermedad de la lepra en la Palestina del siglo I. Aun sin ser excesivamente grave en algunas ocasiones –se consideraban como “lepra” diferentes tipos de afecciones de la piel–, la persona que la padecía había de cargar, no solo con el peso de la enfermedad, la vulnerabilidad y el miedo que se derivaban de ella, sino con el estigma de ser considerada “pecadora” y con la losa del rechazo, que se concretaba en una severa norma de marginación social. Todo ello hacía que el leproso fuera visto como un apestado en todas las dimensiones (física, social y religiosa).

   Se comprende bien que quien padecía la lepra ansiara, por encima de todo, “quedar limpio”. Y esa es la petición con que el leproso del relato se acerca a Jesús.

  El primer sentimiento de este, al verlo, es de compasión. Movido por él, viola la ley que prohibía acercarse y, mucho más, tocar al leproso. Y muestra así –en una lectura simbólica del relato– que es la compasión y no la norma la que sana a las personas.

    La compasión constituye un rasgo nuclear de Jesús y uno de los ejes del evangelio. En realidad, todas las grandes tradiciones espirituales la han reconocido como el test que verifica la autenticidad del camino espiritual.

   No se trata de un mero sentimiento superficial, equiparable a la lástima que se produce en nuestra sensibilidad ante el dolor. Es algo infinitamente más profundo: una conmoción interior que nos hace vibrar con la persona que sufre (com-pasión significa literalmente sufrir-con, tanto en latín: cum-passio, como en griego: sym-pátheia, término elocuente que evoca actitudes de simpatía y de empatía), ponernos en su piel, sentir-con ella, y nos moviliza a una acción eficaz de ayuda.

    Para tratar de entender la empatía y la compasión, los neurocientíficos aluden a las neuronas-espejo o neuronas especulares, presentes también en el cerebro de diversas especies de animales. Sin embargo, la raíz última de la compasión se halla en la comprensión. Al comprender que el otro es no-otro de mí, se activa el movimiento que me lleva a tratarlo como desearía yo mismo ser tratado.

   Es precisamente esta raíz la que hace de la compasión una actitud profunda y sabia, porque nos sitúa en nuestra verdad última, en la consciencia de unidad. No es extraño, por tanto, que la práctica de la compasión sea un camino eficaz para superar o transcender la consciencia de separatividad.

   La compasión –como vemos en el relato que comento– libera a la persona de lo que creía “suciedad”, la rescata de la marginación y del aislamiento y favorece su puesta en pie y su integración.

   Ahora bien, dada nuestra constitución, para que fluya fácilmente, la compasión requiere la práctica de la auto-compasión. Es prácticamente imposible vivir la compasión mientras se está instalado en el auto-reproche, la culpa o, simplemente, la indiferencia o lejanía afectiva hacia sí mismo. Se hace necesario cultivar la acogida amorosa de sí, desde la humildad, para que la acogida se expanda y abrace a todos los seres.

  La comprensión de lo que somos nos conduce a escuchar la acción que nace en nuestro interior, una acción marcada por el deseo de bien para todos y por la gratuidad; una acción que nos ancla en nuestro centro, porque es de él de donde nace. Porque, paradójicamente, cuando más estamos en nuestro centro más desegocentrados vivimos.

¿Cómo es en mí la compasión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Los contagiados en la pandemia ¿no serán los marginados-leprosos de nuestro tiempo?

Domingo, 14 de febrero de 2021
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28c3Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01    Lepras en la vida.

Lepros en griego significa: escamoso, aquello que se “despelleja”, que se “cae” de la piel…

La lepra -estas dolencias de la piel y otras muchas- eran y son enfermedades que causan una cierta repugnancia. Esta es la razón por la que a estos enfermos se les excluía de la convivencia: familia y pueblo. Es el caso de Job:

Satán salió de la presencia de Yahveh, e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. Job tomó una tejoleta para rascarse, y fue a sentarse entre la basura (fuera de la ciudad). (Jb 2,7-8)

Los leprosos son “basura”: ¡impuro, impuro! y los marginamos.

En los evangelios, leprosos son enfermos que quedan marginados: el leproso vivirá sólo y tendrá su morada fuera del campamento, lejos de la convivencia…(Lev 13).

En tiempos de Jesús, y ahora, hay muchos leprosos, muchos marginados. Todos los sistemas de poder producen marginados:

  •  El poder económico televisa el hambre y el paro y le llama libertad de expresión.
  •  Un sistema económico basado en valores exclusivos de producción y consumo crea marginación: quien no produce y no puede consumir, es colocado al margen de los bienes de la sociedad.
  •  Los poderes políticos expulsan al que no es de su ideología, lo relegan y maldicen antes con antes.
  •  Marginaciones raciales: las pateras son simplemente pequeños cruceros clandestinos.
  •  Hay algún obispo de corte lefebvriano que sostiene que lo de Auschwitz no fue un holocausto (shoa), sino una granja en la que los granjeros vestían “pijama de rayas”.
  •  Hay marginaciones eclesiásticas. Las tradiciones eclesiales nos despreciamos unas a otras.

Quien tiene poder en la Iglesia margina otras líneas y corrientes. Lo hemos vivido y lo estamos viviendo en algunas diócesis españolas en estos últimos 30 / 40 años. Hay obispos que marginan y ningunean a sacerdotes y laicos por el delito de no ser del pensamiento de quien ostenta la mitra.

La mujer claramente está marginada en la iglesia, a pesar de Jesús que tenían discípulas y a pesar de los esfuerzos del papa Francisco que trata de integrar a la mujer en la vida eclesial.

  •  Es cierto que hemos de guardar las medidas higiénicas y sanitarias en esta pandemia. Pero los que están en las UCI, ¿no están también marginados?

También tenemos nuestras propias “lepras”, diablos y suciedades personales.

  1.   Si quieres puedes limpiarme.

         Aquel leproso -y tal vez también nosotros- podemos tener la sensación de que las marginaciones o nuestra propia lepra no tiene remedio en “Israel”: en el sistema eclesiástico. Según lo que se enseña en la “sinagoga” y en la iglesia, este leproso cree estar excluido del acceso al Reino de Dios.

Jesús realiza curaciones de este tipo con alguna frecuencia.

En este caso es curioso observar que el leproso no duda en acercarse a Jesús. El leproso no podía, no debía acercarse a la sociedad, ni a Jesús.

Pero se acercó. Cuando estamos enfermos, marginados, abatidos, etc. buscamos una salida, una solución.

Zaqueo se sube a un árbol, (Lc 19).

La hemorroísa toca Jesús, (Mt 9).

Magdalena le unge los pies al Señor (Mt 26).

El centurión romano reconoce que es indigno de que Jesús vaya a su casa, al menos di una Palabra y su criado quedará curado (Mt 8). Aquel hombre que tenía un hijo epiléptico (Mt 17) también se acerca a Jesús.

Un escriba que empieza a ver quién pueda ser Jesús se acerca a Él para cuál es la salida a la vida, (Mc 12).

         Siempre nos acercamos a aquella persona o institución o realidad de la que esperamos una vida plena, la sanación, etc. Es importante no equivocarnos. En la vida nos podemos acercar a una ideología que nos solucione la vida, a veces buscamos “enchufes o amistades” que nos resuelvan tal papeleta, etc. Si soy amigo de tal persona obtendré un buen puesto de trabajo, un cargo, tendré brillo social.

         Quizás como la hemorroísa podemos perder el dinero, el tiempo y la salud andando de la zeca a la meca buscando una persona influyente.

Aquel leproso fue un hombre valiente al acercarse a Jesús. Primero reconoció su propia necesidad. Después se saltó las barreras legales del protocolo y de la vida social: no podía acercarse a la gente normal.

La estupidez social, los prejuicios, el partido político, nos impiden acercarnos a la verdad, (la verdad es lo que dice mi ideología), nos impiden acercarnos a Cristo o a la Verdad acercarnos al pensamiento, a la filosofía, a la fe.

         Aquel leproso “se pasó unos cuantos pueblos” y se acercó a Jesús.

  1. Jesús se conmovió, sintió lástima, tuvo misericordia.

         Jesús no funciona con el Derecho canónico bajo el brazo, ni tan siquiera con el catecismo, Jesús funciona con misericordia: sintió lástima

         La misericordia es la actitud de Jesús. ¡Cuántas veces aparece en los evangelios que: “Jesús se compadeció”!

Bienaventurados los que tienen misericordia, (Mt 5,7).

Jesús siente compasión de la multitud. (Mt 9,36; 14,14; 15,32).

Dejaos de tanto rito y liturgias celestiales: misericordia quiero y no sacrificios, (Mt 9,13).

Jesús se conmovió ante dos ciegos y les curó, (Mt 20,34)

Los fariseos y los canonistas andan siempre entre leyes y se les ha olvidado la ley más importante: la misericordia, la justicia y la fidelidad (Mt 23,23).

La misericordia de Dios es entrañable (Lc 1).

Jesús siente pena por aquella madre que acompaña a enterrar el cadáver de su hijo, y le devuelve a la vida. (Lc 7,13).

El padre del hijo pródigo, cuando le ve volver a casa: se conmovió. (Lc 15,23).

El buen samaritano es puesto como modelo porque tuvo misericordia. (Mc 10,33).

         La misericordia es el centro, el eje de JesuCristo y del Dios de JesuCristo. Lo característico de nuestro Dios es la misericordia, la bondad, sentir compasión.

El Dios de determinadas situaciones eclesiásticas puede que sea bueno, pero no tiene por qué serlo. Lo característico de muchos momentos eclesiásticos, de algunas etapas de espiritualidad es que Dios sea justo, estricto y “no deja pasar una”.

         Lo de Jesús es otro asunto. A Jesús le preocupa poco la sinagoga y el Levítico. Lo de Jesús no es la perfección teológica en la mano derecha y la excomunión preparada en la izquierda, lo de Jesús no es lo puro y lo impuro, la ley, el ayuno, el legalismo de ningún tipo.

Cuando Jesús se acerca al ser humano, primero -y únicamente- se acerca, siente bondad, misericordia, lástima. Jesús no le pide a nadie el DNI, ni la partida de bautismo, ni su condición moral, ni de dónde es, Jesús no le pregunta a nadie si va a misa o la sinagoga. Este es el centro: Jesús siente compasión y bondad.

El “gran defecto” de Jesús es ser bueno. La misericordia es una actitud espléndida, que nos hace bien a todos.

Hay personas que se acercan -o nos acercamos- a la realidad con la mentalidad de: cómo ordeno y regulo esto, cómo lo domino, vamos a ver si estos inmigrantes se integran en mi sistema, etc.

  1. Dos conclusiones.

         Primera conclusión: Seamos conscientes de si nuestro cristianismo es de misericordia. ¿El Dios en el que creo a través de Jesús es de misericordia? Quizás la crisis ya excesivamente larga no es de fe, incluso ni de esperanza, sino de bondad.

Tiene que haber una teología (reflexión), un cierto ordenamiento de la vida, unas celebraciones dignas. Pero lo fundamental del cristianismo es la misericordia, tener experiencia de que Dios es bueno.

Cuando la ley, el derecho canónico, la milimétrica exactitud dogmática o la perfección coreográfico-litúrgica se ponen por delante o por encima o sustituyen a la misericordia, hemos falseado de raíz el cristianismo.

Segunda conclusión: ser cristiano es vivir con gozo tal bondad y misericordia del Señor.

Lo de Jesús está en Aterpe y en los comedores de los pobres, en la ayuda a los inmigrantes, y a los que duermen en los “cartones” en algún cajero automático, en los que trabajan contra el paro, en los que acompañan y consuelan a los enfermos y ancianos, en ayudar a quien está pasándolo mal, en dar limosna en la medida en que nos sea posible, en saber escuchar. etc…

En la vida pública, en la calle, la bondad se muestra cuando tratamos bien a las personas, con respeto y atención. Quizás podamos hacer poco, pero hagámoslo con dignidad, con afecto. Hacer el bien, hace bien a todos.

Quiero: queda limpio.” La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.

Un viejo documento cristiano (apócrifo), el papiro Egerton, recoge allá por el siglo II una oración que pone en boca del leproso cuando se encuentra con a Jesús. Podemos terminar la palabra de hoy rezando esta oración:

Maestro Jesús, tú que andas con los leprosos y comes con ellos en su casa: yo también me he puesto leproso; si tú quieres, me volveré a poner puro.

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“Una oportunidad de vida” de la mano de parroquias, fundaciones y Cáritas de Arratia

Sábado, 23 de enero de 2021
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Lahcen-Bendaoud-Khalid-Oulghazi_2305879395_15245307_660x371Lahcen Bendaoud y Khalid Oulghazi

Esto es hacer que se extienda El Reino…

La iniciativa puesta en marcha por Cáritas de Arratia pretende arraigarse y que tenga continuidad con la acogida integradora de más jóvenes

Esta oportunidad es fruto de la colaboración entre las parroquias de Valle de Arratia (ocho pequeñas parroquias rurales, total unas14.000 habitantes) lideradas por Caritas Arratia y la Fundación Harribide

Gracias a la generosidad de los Padres Sacramentinos, que ceden temporalmente su casa que llevaba años vacía, los jóvenes pueden tener una vida digna mientras se preparan para obtener estudios, trabajo y una nueva oportunidad

Cáritas de Arratia se suma a la acogida de inmigrantes tutelados para favorecer su integración en la sociedad
Siguiendo la estela de la Fundación Harribide de Etxebarri, integrada por asociaciones de grupos de tiempo libre, la parroquia de San Antonio y la Fundación EDE, que trabaja en la intervención socioeducativa, entre otros, Cáritas Arratia se ha sumado a la acogida de inmigrantes tutelados. Todavía en una fase inicial, ya que apenas llevan dos meses, han aprovechado una casa propiedad de los religiosos sacramentinos de Areatza para facilitar, de momento a dos jóvenes marroquíes, el camino hacia su integración y emancipación.

Su historia apenas difiere de la de cualquier inmigrante que llega a Europa desde África. Lahcen Bendaoud y Khalid Oulghazi abandonaron su hogar y a su familia para labrarse un futuro con mejores expectativas de las que tenían en sus países de origen. “Todos queremos un futuro mejor. Nosotros allí no lo veíamos. Llegar aquí no es fácil y tampoco la vida hasta que encuentras la ayuda de alguien. Se pasa mucha miseria, frío y hambre”, comenta Lahcen, el menor de nueve hermanos.

Su larga travesía comenzó en enero de 2018. “Salí de casa, aunque mis padres no querían que me fuera, y llegué desde Tánger a Algeciras en patera sin conocer a nadie. Fue muy duro. Sabía que me estaba jugando la vida y, aun así, me arriesgué”, relata el joven de 22 años en un claro castellano. Llegó a Almería el 12 de febrero, donde consiguió trabajar en el campo unos quince días. “Somos mano de obra barata y no sabemos el idioma, -reconoce-, así que poco más podíamos hacer”.

Ante el temor de que en Almería le detuvieran y devolvieran a Marruecos por carecer de permiso de residencia, decidió viajar a Barcelona, una gran ciudad en la que esperaba encontrar más oportunidades. Allí tuvo la suerte de coincidir con un amigo de su pueblo, con el que trabajó en la construcción. Pero aquello tampoco duró por la baja carga de trabajo, así que decidió probar suerte en Bilbao.

En la capital vizcaína no pudo pernoctar más que tres noches en un albergue, por lo que no tardó en verse en la calle. Oyó hablar de Harribide y, aunque se apuntó a comienzos de junio, no lo acogieron hasta mediados de julio. Gracias a esta agrupación, pudo convivir tres meses con otros chicos, primero en Etxebarri y, después, dos años en un piso compartido en Arrankudiaga, junto con Khalid, hasta que les ofrecieron vivir en la casa de Areatza, donde se muestran encantados, a la vez que agradecidos. “Si no fuera por estas organizaciones, no sé dónde estaría”, reconoce Lahcen.

Tras obtener el título de ESO el año pasado, está cursando un grado medio de mantenimiento y electromecánica en el centro de Formación Profesional Andra Mari de Galdakao en una clase en la que de 18 alumnos, 4 son inmigrantes. “Me gusta lo que hago, estamos muy bien con los compañeros, estudio mucho y tengo esperanzas de encontrar trabajo, aunque ahora mismo no puedo más que hacer prácticas por falta de papeles. Si no tenemos papeles no podemos trabajar y si no trabajamos, tampoco nos los dan, así que es complicado”, lamenta.

A pesar de llevar tres años sin ver a su familia, a la que echa mucho de menos, admite que le gustaría quedarse en nuestro entorno. “Lo ideal sería poder ir a verlos cuando tenga papeles porque aquí estoy muy a gusto, aunque la vida no sea fácil”.

Los dos jóvenes, que comparten las tareas del hogar con el religioso con el que conviven, reciben semanalmente la visita de una educadora social que les supervisa. En el tiempo libre que les queda, les gusta practicar deporte y juntarse con los amigos con los que han compartido piso y experiencias. La actual situación de pandemia les impide poder socializar más en el entorno, pero agradecen hasta cuando la vecina se les acerca a hablar.

La iniciativa puesta en marcha por Cáritas de Arratia pretende arraigarse y que tenga continuidad con la acogida de más jóvenes. “Hemos comenzado con dos para ver cómo va con intención de que puedan venir más, aprovechando la infraestructura que tenemos”, explican satisfechos desde la organización arratiana. “Lahcen y Khalid son muy responsables y colaboradores, así que estamos muy contentos”.

***

Pasajes para comprender la Palabra de Dios sobre los hombres y mujeres a quienes la vida ha colocado lejos de sus hogares.

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¿Qué dice la Biblia sobre los emigrantes? En medio de la actual crisis, volvamos a leer algunos de los pasajes más destacados de la Palabra de Dios sobre las personas a quienes la vida les ha puesto lejos de su tierra de origen.

Pero antes de comenzar…pongámosle cara e imagen:

El Pueblo de Israel era consciente de ser un pueblo de inmigrantes. En sus ritos se presentaba así: «mi padre fue un arameo errante» (Deuteronomio  26, 5).

Junto con los huérfanos y las viudas, los emigrantes constituyen la trilogía típica del mundo de los marginados en Israel. Para ellos, Dios pide un trato digno y de especial respeto y atención.

Pasajes del Antiguo Testamento

• «Conocéis la suerte del emigrante, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto» (Éxodo 23,9).

• «No vejarás al emigrante» (Éxodo 23,9)
• «No lo oprimiréis» (Levítico 19,34)
• «No lo explotaréis» (Deuteronomio 23,16)
• «No negarás el derecho del emigrante» (Deuteronomio 24,17)
«Maldito quien viole los derechos al emigrante» (Deuteronomio 27)
• «Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto» (Deuteronomio 10,19)
• «Al forastero que reside junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo» (Levítico 19,34).
«Cuando siegues la mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no vuelvas a re- cogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda» (Deuteronomio 24,17).

Jesús también fue inmigrante

Jesús mismo se presenta como un inmigrante. Mateo muestra la infancia de Jesús y a la Sagrada Familia bajo una primera y cruenta experiencia de emigración forzosa (Mateo 2,14-15).

Por su parte, el Evangelio de Lucas narra el nacimiento de Jesús fuera de la ciudad «porque no había sitio para ellos en la posada» (Lucas 2,7).

• Nacido fuera de su tierra y procedente de fuera de la patria (cfr. Lucas 2,4-7), «Habitó entre nosotros» (Juan 1,11.14)
«Fui extranjero y me acogiste» (Mateo 25,35).
• El buen samaritano (Lucas 10, 25-37)
• La mujer sirofenicia (Marcos 7,24- 30),
• El centurión (Mateo 8,5-10)
• La mujer samaritana (Juan 4,5-42)
«Ya no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre porque todos sois uno en Cristo» (Gálatas 3,28).

Fuente Religión Digital

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El emocionante discurso de un padre en la boda de su hijo gay se hace viral

Miércoles, 9 de septiembre de 2020
Comentarios desactivados en El emocionante discurso de un padre en la boda de su hijo gay se hace viral

jorge-mejía-discurso-boda-de-su-hijo-gay-andres-mejía«¿Cómo superaste que tu hijo sea gay?» Es una de las preguntas que el padre de Andrés Mejía, Jorge, ha tenido que escuchar varias veces en su vida, como si tener un hijo gay o una hija lesbiana fuera algo que se supera como una enfermedad, un trauma o una experiencia terrible.

«Yo no tuve que superar nada. Es mi hijo, es mi carne, es mi sangre, es mi orgullo y para mí, mis hijos son lo más sagrado y lo mas querido que Dios me ha dado». Es la respuesta de este padre que se ha hecho viral en Tik Tok.

Andrés Mejía se casó en noviembre con su novio Diego. Cuando uno de sus seguidores en redes sociales le preguntó cómo había reaccionado su padre con su homosexualidad y su boda, Andrés escribió:  «No hay mejor manera de responderte, que con las palabras de mi padre». Y ahí compartió un vídeo con el discurso de su padre.

«Somos una familia bien diferente que hoy tenemos un matrimonio bien original, de mi hijo y ahora de mi otro nuevo hijo. Somos una familia muy moderna, muy linda. Nos queremos, nos amamos y nos aceptamos como somos».

«Mucha gente me ha dicho, ‘¿cómo superaste esta situación?’, yo no tuve que superar nada. Es mi hijo, es mi carne, es mi sangre, es mi orgullo y para mí, mis hijos son lo más sagrado y lo mas querido que dios me ha dado».

«Yo lo único que les quiero decir es que les deseo mucha felicidad. Estoy muy orgulloso de ti Andy, tú sabes cuanto te amo, te he amado desde el primer día que te vi, nunca voy a olvidar ese momento», dijo Jorge emocionando a los invitados.

Luego, Jorge se dirigió hacia su yerno, «Muchas gracias Diego, los quiero mucho bienvenido a nuestra familia, para nosotros es un verdadero honor tenerte a un lado de mi hijo».

Jorge también comentó que desde que su hijo era pequeño pensaba que tendría novia, como es usual en el pensamiento poco diverso de nuestra sociedad: Fue diferente pero la historia no cambia, el amor es el mismo, el sentimiento es el mismo y después de conocer a Diego, que nos hace tan felices, pues bienvenido a nuestra vida».

https://www.tiktok.com/foryou?lang=es#/@andresaso/video/6867665792696126722

Fuente Oveja Rosa

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Somos los innumerables

Lunes, 31 de agosto de 2020
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Somos los innumerables, el doble en cada centro de expulsión,
adoquinamos de esqueletos vuestro mar para caminar sobre ellos.

No podéis contarnos, si nos contáis aumentamos,
hijos del horizonte, que nos manda de vuelta.

Hemos venido descalzos, sin suelas,
sin sentir espinas, piedras, colas de escorpiones.

Ningún policía puede despreciarnos
después de todo lo que hemos sido ya ofendidos.

Seremos los siervos, los hijos que no tenéis,
nuestras vidas serán vuestros libros de aventuras.

Traemos a Homero y a Dante, el ciego y el peregrino,
el olor que perdisteis, la igualdad que habéis sometido.

*

Erri De Luca
Sólo ida. Poesía completa
Seix Barral

***

El escritor italiano Erri De Luca (Napoles, 1950) narra en este imprescindible y dramático libro la odisea de miles de personas cuya tierra, tragada, no existe bajo los pies y su patria es una barca, una cáscara abierta. La editorial Seix Barral publicó por primera vez en un volumen toda la poesía de Erri De Luca, en edición bilingüe y traducida por Fernando Valverde. Agrupados bajo el título de «Sólo ida. Poesía completa», esta obra recoge sus cuatro libros de poemas, entre ellos el que da nombre a la antología y que fue publicado en 2005.

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«Expulsados de la tierra, somos la semilla escupida lo más lejos del árbol talado, hasta los campos del mar. Servíos de nosotros, yacimiento de vida para explotar, planta, metal, manos, mucho más que fuerza de trabajo», claman los protagonistas de «Sólo ida» durante su travesía a través del Mediterráneo, rumbo a Europa.

«Sólo ida» arranca con esta «Nota de geografía» :

Las costas del Mediterráneo se dividen en dos,
las de salida y las de llegada, sin que puedan equipararse:
hay más playas y más noches de embarque que aquellas de desembarque,
tocan Italia menos vidas que las que salieron a bordo.
Para desequilibrar la cuenta, nosotros contribuimos a la mala suerte.
Sin embargo, Italia es una palabra abierta, llena de aire.

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***

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No tengo miedo de nada… porque tengo un defensor

Domingo, 17 de mayo de 2020
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A nosotros van dirigidas estas palabras… Jesús nos envía un defensor que nos irá enseñando todo recordando lo que Él nos ha enseñado… “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama”.

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“Hay que hacer la guerra más dura, que es la guerra contra uno mismo. Hay que llegar a desarmarse.

Yo he hecho esta guerra durante muchos años. Ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado.

Ya no tengo miedo a nada, ya que el Amor destruye el temor.

Estoy desarmado de la voluntad de tener razón, de justificarme descalificando a los demás. No estoy en guardia, celosamente crispado sobre mis riquezas.

Acojo y comparto. No me aferro a mis ideas ni a mis proyectos.

Si me presentan otros mejores, o ni siquiera mejores sino buenos, los acepto sin pesar. He renunciado a hacer comparaciones. Lo que es bueno, verdadero, real, para mí siempre es lo mejor.

Por eso ya no tengo miedo. Cuando ya no se tiene nada, ya no se tiene temor.

Si nos desarmamos, si nos desposeemos, si nos abrimos al hombre-Dios que hace nuevas todas las cosas, nos da un tiempo nuevo en el que todo es posible.

¡Es la Paz!”

*

Atenágoras I
(1886-1972), patriarca de Constantinopla,

*

(en: OLIVIER CLÉMENT, Dialogues avec le Patriarche Athénagoras I, Éd. Fayard, Paris 1969, p.183. Traducido y ofrecido por Xavier Melloni, en Cetr.)

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***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.”

*

Juan 14,15-21

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Estando en comunión con Jesús, nos encontramos bajo el influjo del Espíritu Santo y podemos ser creativos, obrar plenamente de un modo nuevo en la lucha por el Reino, la ciudad del amor. En Jesús y a través de él, podemos hacer frente a las fuerzas del mal y de la mentira inscritas en los corazones y en los grupos humanos, fuerzas que aplastan la vida, que aplastan a los débiles y a los humildes. Ya no somos nosotros quienes hablamos, sino el Espíritu Santo en nosotros.

Ya no somos nosotros los que vivimos, sino Jesús en nosotros. Jesús ha venido a hacer nuevas todas las cosas. En comunión con él en el Espíritu Santo, también nosotros podemos hacer nuevas todas las cosas y hacer cosas más grandes aún que las hechas por Jesús (Jn 14). Estando en comunión con Jesús, nuestras acciones nacen de la comunión y están orientadas hacia la comunión. También nuestras palabras están llamadas a brotar del silencio de la comunión para llegar al silencio del amor. Estamos llamados a beber en el corazón de Cristo para volvernos fuentes de vida para los otros, para dar nuestra vida a los otros.

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Jean Vanier,
Jesús, el don del Amor,
Editorial Claret, Barcelona 1994.

*

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Cómo cuidar de sí y de los demás en tiempos del coronavirus.

Jueves, 7 de mayo de 2020
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12881-medio-ambiente-educacionVivimos tiempos dramáticos bajo el ataque del coronavirus, una especie de guerra contra un enemigo invisible, contra el cual todo el arsenal destructivo de armas nucleares, químicas y biológicas fabricadas por los poderes militaristas son totalmente inútiles e incluso ridículas. El Micro (virus) está derrotando a lo Macro (nosotros).

Tenemos que cuidarnos personalmente y cuidar a los demás, para que podamos salvarnos juntos. Aquí no valen los valores de la cultura del capital, no la competencia, sino la cooperación, no la ganancia sino la vida, no la riqueza de unos pocos y la pobreza de las grandes mayorías, no la devastación de la naturaleza, sino su cuidado. Estamos en el mismo barco y sentimos que somos seres que dependemos unos de otros. Aquí todos somos iguales y con el mismo destino feliz o trágico.

¿Qué somos como humanos?

En estos momentos de aislamiento social forzado, tenemos la oportunidad de pensar sobre nosotros mismos y en lo que realmente somos. ¿Sabemos quiénes somos? ¿Cuál es nuestro lugar en el conjunto de seres? ¿Para qué existimos? ¿Por qué podemos ser infectados por el coronavirus e incluso morir? ¿Hacia dónde vamos? Al reflexionar sobre estas preguntas impostergables, vale la pena recordar a Blaise Pascal (+1662). Nadie mejor que él, matemático, filósofo y místico, para expresar el ser complejo que somos:

“Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada frente al infinito y un todo frente a la nada, un medio entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde viene y el infinito hacia dónde va” (Pensées § 72). En él se cruzan los cuatro infinitos: lo infinitamente pequeño, lo infinitamente grande, lo infinitamente complejo (Teilhard de Chardin) y lo infinitamente profundo.

En verdad no sabemos bien quien somos. O mejor, desconfiamos de alguna cosa en la medida en que vivimos y acumulamos experiencias. En uno somos muchos. Además de aquello que somos, existe en nosotros aquello que podemos ser: un manojo inagotable de virtualidades escondidas dentro de nosotros. Nuestro potencial es lo más seguro en nosotros. De ahí nuestra dificultad para construir una representación satisfactoria de quienes somos. Pero esto no nos exime de elaborar algunas claves de lectura que, de alguna manera, nos guíen en la búsqueda de lo que queremos y podemos ser.

En esta búsqueda el cuidado de sí mismo juega un papel decisivo. Especialmente en este momento dramático, cuando estamos expuestos a un enemigo invisible que puede matarnos o a través de nosotros causar la enfermedad o la muerte a los otros. En primer término, no es una mirada narcisista sobre el propio yo, lo cual lleva generalmente a no conocerse a sí mismo sino a identificarse con una imagen proyectada de uno mismo y, por lo tanto, alienada y alienante.

Fue el filósofo Michel Foucault quien, con su exhaustiva investigación Hermenéutica del sujeto (1984), trató de rescatar la tradición occidental del cuidado del sujeto, especialmente en los sabios de los siglos II/III, como Séneca, Marco Aurelio, Epicteto y otros. El gran lema era el famoso “ghôti seautón”: “conócete a ti mismo”. Este conocimiento no se entendía de una manera abstracta sino concreta: reconócete en lo que eres, trata de profundizar en ti mismo para descubrir tus potencialidades; trata de realizar lo que realmente eres.

Es importante afirmar en primer lugar que el ser humano es un sujeto y no una cosa. No es una sustancia constituida de una vez por todas (Foucault, Hermenéutica del sujeto, 2004), sino un nudo de relaciones siempre activo que, a través del juego de relaciones, se está construyendo continuamente. Nunca estamos listos, siempre nos estamos formando.

Todos los seres en el universo, según la nueva cosmología, tienen una cierta subjetividad porque siempre están relacionando e intercambiando información. Por eso tienen historia y un cierto nivel de conocimiento inscrito en su ADN. Este es un principio cosmológico universal. Pero el ser humano lleva a cabo su propia modalidad de este principio relacional, que es el hecho de ser un sujeto consciente y reflexivo. Sabe que sabe y sabe que no sabe y, para ser completos, no sabe que no sabe, como decía irónicamente Miguel de Unamuno.

Este nudo de relaciones se articula desde un centro, alrededor del cual organiza los sentimientos, ideas, sueños y proyecciones. Este centro es un yo, único e irrepetible. Representa, en el lenguaje del más sutil de todos los filósofos medievales, el franciscano Duns Scotus (+1203), la ultima solitudo entis, la última soledad del ser.

Esta soledad significa que el yo es insustituible e irrenunciable. Pero recordemos: debe entenderse en el contexto del nudo de relaciones dentro del proceso global de interdependencias, de modo que la soledad no sea la desconexión de los demás. Significa la singularidad y la especificidad inconfundible de cada uno. Por lo tanto, esta soledad es para la comunión, es estar solo en su identidad para poder estar con el otro diferente y ser uno-para-el-otro y con-el-otro. El yo nunca está solo.

Cuidar de sí: acogerse jovialmente

El cuidado de sí mismo implica, en primerísimo lugar, acogerse a sí mismo tal como se es, con las capacidades y las limitaciones que siempre nos acompañan. No con amargura como quien no consigue evitar o modificar su situación existencial, sino con jovialidad. Acoger la estatura, el rostro, el pelo, las piernas, pies, senos, la apariencia y modo de estar en el mundo, en resumen, acoger nuestro cuerpo.

Cuanto más nos aceptemos así como somos, menos clínicas de cirugía plástica necesitaremos. Con las características físicas que tenemos, debemos elaborar nuestra manera de ser y nuestra mise-en-scène en el mundo.

Podemos cuestionar la construcción artificial de una belleza fabricada que no está en consonancia con una belleza interior. Hay el riesgo de perder la luminosidad y sustituirla por una vacía apariencia de brillo.

Más importante es acoger los dones, las habilidades, el poder, el coeficiente de inteligencia intelectual, la capacidad emocional, el tipo de voluntad y de determinación con la que cada uno viene dotado. Y al mismo tiempo, sin resignación negativa, los límites del cuerpo, de la inteligencia, de las habilidades, de la clase social y de la historia familiar y nacional en que está insertado.

Tales realidades configuran la condición humana concreta y se presentan como desafíos a ser afrontados con equilibrio y con la determinación de explotar lo más que podamos las potencialidades positivas y saber llevar, sin amargura, las negativas.

El cuidado de sí mismo exige saber combinar las aptitudes con las motivaciones. Me explico: no basta tener aptitud para la música si no nos sentimos motivados para desarrollar esta capacidad. De la misma manera, no nos ayudan las motivaciones para ser músico si no tenemos aptitudes para eso, sea en el oído sea en el domino del instrumento. De nada sirve querer pintar como van Gogh si solamente se consigue pintar paisajes, flores y pájaros que a duras penas llegan a ser expuestos en la plaza en la feria del domingo. Desperdiciamos energías y recogemos frustraciones. La mediocridad no engrandece a nadie.

Otro componente del cuidado consigo mismo es saber y aprender a convivir con la paradoja que atraviesa nuestra existencia: tenemos impulsos hacia arriba, como la bondad, la solidaridad, la compasión y el amor. Y simultáneamente tenemos en nosotros tendencias hacia abajo, como el egoísmo, la exclusión, la antipatía e incluso al odio. En la historia reciente de nuestro país tales dimensiones contradictorias han aparecido hasta de forma virulenta, envenenando la convivencia social.

Estamos hechos con estas contradicciones, que nos vienen dadas con la existencia. Antropológicamente se dice que somos al mismo tiempo sapiens y demens, gente de inteligencia y lucidez y junto a esto, gente de rudeza y violencia. Somos la convergencia de las oposiciones.

Cuidar de sí mismo impone saber renunciar, ir contra ciertas tendencias en nosotros y hasta ponerse a prueba; pide elaborar un proyecto de vida que dé centralidad a estas dimensiones positivas y mantenga bajo control (sin reprimirlas porque son persistentes y pueden volver de forma incontrolable) las dimensiones sombrías que hacen agónica nuestra existencia, es decir, siempre en combate contra nosotros mismos.

Cuidar de sí mismo es amarse, acogerse, reconocer nuestra vulnerabilidad, saberse perdonar y desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de pasar página y aprender de los errores y contradicciones.

Cuidar de sí mismo: preocuparse del modo de ser

Por estar expuestos a fuerzas contradictorias que conviven tensamente en nosotros, necesitamos vivir el cuidado como preocupación por nuestro propio destino. La vida puede conducirnos por caminos que pueden significar felicidad o desgracia: esas fuerzas pueden apoderarse de nosotros y podemos llenarnos de resentimientos y amarguras que nos incitan a la violencia. Tenemos que aprender a autocontrolarnos. Especialmente en estos tiempos de confinamiento social. Puede ser ocasión de desarrollar iniciativas creativas, de ejercitar la fantasía imaginativa que nos alejen de los peligros y nos abran espacio hacia una vida de decencia.

Hoy vivimos bajo la cultura del capital que continuamente nos demanda ser consumidores de bienes materiales, de entretenimientos y de otras estratagemas, más enfocados a quitarnos nuestro dinero que a satisfacer nuestros deseos más profundos. Cuidar de sí es preocuparse de no caer en esa trampa. Es dejar huella de tu pisada en la tierra, no pisar en la huella hecha por otro.

Cuidar de sí mismo como preocupación acerca del sentido de la propia vida significa: ser crítico, poner muchas cosas bajo sospecha para no permitir ser reducido a un número, a un mero consumidor, a un miembro de una masa anónima, a un eco de la voz de otro.

Cuidar de sí mismo es preocuparse del lugar de uno mismo en el mundo, en la familia, en la comunidad, en la sociedad, en el universo y en el designio de Dios. Cuidar de sí mismo es reconocer que, en la culminación de la historia, Dios te dará un nombre que es sólo tuyo, que te define y que solo Dios y tú conoceréis.

En la sociedad que nos masifica, es decisivo que cada uno pueda decir su yo, tener su propia visión de las cosas, no ser solamente un mero repetidor de lo que nos es comunicado por los muchos medios de comunicación de los que disponemos.

El cuidado implica cultivar y velar por nuestros sueños. El valor de una vida se mide por la grandeza de sus sueños y por su empeño, contra viento y marea, en realizarlos. Nada resiste a la esperanza tenaz y perseverante. La vida es siempre generosa; a quienes insisten y persisten acabará dándoles la oportunidad necesaria para concretar su sueño. Entonces irrumpe el sentimiento de realización, que es más que la felicidad momentánea y fugaz. La realización es fruto de una vida, de una perseverancia, de una lucha nunca abandonada de quien vivió la sabiduría predicada por don Quijote: no hay que aceptar las derrotas antes de dar todas las batallas. El modo de ser que resulta de este cuidado con la autorrealización es una existencia de equilibrio que genera serenidad en el ambiente y el sentimiento en los demás de sentirse bien en compañía de tal persona. La vida irradia, pues en eso reside su sentido: no en vivir simplemente porque no se muere, sino en irradiar y disfrutar de la alegría de existir.

Cuidado como precaución con nuestros actos y actitudes

El cuidado como preocupación por nosotros mismos nos abre al cuidado como precaución en estos tiempos del coronavirus. Precavernos de no exponernos a coger el virus avasallador ni de trasmitirlo a los demás. Aquí el cuidado lo es todo, particularmente ante los más vulnerables que son las personas mayores de 65 años, nuestros abuelos y parientes mayores.

Alarguemos la perspectiva. En una perspectiva ecológica, hay actitudes y actos de falta de cuidado que pueden ser gravemente destructores, como la práctica de usar intensivamente pesticidas agrícolas, deforestar una amplia región para dar paso al ganado o al agronegocio, destruir la vegetación ribereña de los ríos. Las consecuencias no van a ser inmediatas, pero a medio y largo plazo pueden ser desastrosas, como la disminución del caudal del río, la contaminación del nivel freático de las aguas, el cambio del clima y de los regímenes de lluvias y de estiaje.

Aquí se impone una cuidadosa precaución para que la salud humana de toda una colectividad no sea afectada, como está ocurriendo en este momento en todo el mundo.

Con la introducción de las nuevas tecnologías, como la biotecnología y la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, mediante las cuales se manipulan los elementos últimos de la materia y de la vida, se pueden ocasionar daños irreversibles o producir elementos tóxicos, nuevas bacterias y series de virus, como el actual, el coronavirus, que comprometan el futuro de la vida (cf. T. Goldborn, El futuro robado, LPM 1977).

Como nunca antes en la historia, el futuro de la vida y las condiciones ecológicas de nuestra subsistencia están bajo nuestra responsabilidad. Esta responsabilidad no puede ni debe ser delegada a empresas con sus científicos en sus laboratorios para que decidan sobre el futuro de todos sin consultar con la sociedad. Aquí prevalece la ciudadanía planetaria. Cada ciudadano es convocado a informarse, a seguir y a decidir colectivamente qué caminos nuevos y más prometedores deben abrirse para la humanidad y para el resto de la comunidad de vida y no solo para el mercado y las empresas.

Nuestras relaciones merecen también especial precaución-cuidado. Deben ser siempre abiertas y constructoras de puentes. Tal propósito implica superar las extrañezas y los prejuicios. Aquí es importante ser vigilantes y trabar una fuerte lucha contra nosotros mismos y los hábitos culturales establecidos. Albert Einstein, sabedor de las dificultades inherentes a este esfuerzo, consideraba no sin razón, que es más fácil desintegrar un átomo que remover un prejuicio de la cabeza de una persona.

Cada vez que encontramos a alguien, estamos ante una manifestación nueva, ofrecida por el universo o por Dios, un mensaje que solamente esa persona puede pronunciar y que puede significar una luz en nuestro camino.

Pasamos una única vez por este planeta. Si puedo hacer algún bien a otra persona, no debo postergarlo ni descuidarlo, pues difícilmente la encontraré otra vez en el mismo camino. Esto vale como disposición de fondo de nuestro proyecto de vida.

Es importante que nos preocupemos de nuestro lenguaje. Somos los únicos seres capaces de hablar. Mediante el habla, como nos enseñaron Maturana y Wittgenstein, organizamos nuestras experiencias, ponemos orden en las cosas, y creamos la arquitectura de los saberes. Bien cantan los miembros de las Comunidades Eclesiales de Base de Brasil: La palabra no fue hecha para dividir a nadie/la palabra es un puente por donde va y viene el amor.

Por la palabra construimos o destruimos, consolamos o desolamos, creamos sentidos de vida o de muerte. Las palabras antes de definir un objeto o dirigirse a alguien, nos definen a nosotros mismo. Dicen quienes somos y revelan en qué mundo habitamos.

Cuidado de nuestra relación principal: la amistad y el amor

Hay un cuidado especial que debemos cultivar sobre dos realidades fundamentales en nuestra vida: la amistad y el amor. Mucho se ha escrito sobre ellas. Aquí nos restringiremos a lo mínimo. La amistad es esa relación que nace de una afinidad desconocida, de una simpatía totalmente inexplicable, de una proximidad afectuosa hacia otra persona. Entre los amigos se crea algo así como una comunidad de destino. La amistad vive del desinterés, de la confianza y de la lealtad. La amistad tiene raíces tan profundas que, aunque pasen muchos años, cuando los amigos y amigas vuelven a encontrarse se anulan los tiempos y se reanudan los lazos y hasta el recuerdo de la última conversación mantenida.

Cuidar de las amistades es preocuparse de la vida, penas y alegrías de la amiga o del amigo. Es ofrecerle un hombro cuando la vulnerabilidad le visita y el desconsuelo le roba sus estrellas guía. En el sufrimiento y en el fracaso existencial, profesional o amoroso es donde se comprueban los verdaderos amigos o amigas. Son como una torre fortísima que defiende el castillo de nuestras vidas peregrinas.

La relación más profunda y la que trae las más importantes realizaciones de felicidad o las más dolorosas frustraciones es la experiencia del amor. Nada es más precioso y apreciado que el amor. Nace del encuentro entre dos personas que un día cruzaron sus miradas, sintieron una atracción mutua y respondieron sus corazones. Resolvieron fundir sus vidas, unir sus destinos, compartir las fragilidades y los quereres de la vida.

Todos estos valores, por ser los más preciosos, son los más frágiles porque son los más expuestos a las contradicciones de la existencia humana. Cada cual es portador de luz y de sombras, de historias familiares y personales diferentes, cuyas raíces alcanzan arquetipos ancestrales, marcados ellos también por experiencias felices o trágicas que dejaron marca en la memoria genética de cada uno.

El amor es un ars combinatoria de todos estos factores, hecho con sutileza, que demanda capacidad de comprensión, de renuncia, de paciencia y de perdón, y al mismo tiempo de disfrute común del encuentro amoroso, de la intimidad sexual, de la entrega confiada de uno al otro, experiencia que sirve de base para entender la naturaleza de Dios, pues Él es amor incondicional y esencial.

Cuanto más capaz de una entrega total se es, mayor y más fuerte es el amor. Tal entrega supone un coraje extremo, una experiencia de muerte pues no se retiene nada y uno se zambulle totalmente en el otro.

El hombre posee especial dificultad para este gesto extremo, tal vez por la herencia del machismo, patriarcalismo y racionalismo de siglos que carga dentro de sí y que limita su capacidad para esta confianza extrema.

La mujer es más radical: va hasta el extremo de la entrega en el amor, sin resto y sin reservas. Por eso su amor es más pleno y realizador, y, cuando se frustra, la vida revela contornos de tragedia y de un vacío existencial abismal.

El mayor secreto para cuidar del amor reside en esto: cultivar sencillamente la ternura, La ternura vive de gentileza, de pequeños gestos que revelan el cariño, de signos pequeños, como recoger una concha en la playa y llevarla a la persona amada y decirle que en aquel momento la recordó con mucho cariño.

Tales «banalidades» tienen un peso mayor que la más preciosa joya. Así como una estrella no brilla sin una atmósfera a su alrededor, de la misma manera el amor no vive y sobrevive sin un aura de afecto, de ternura y de cuidado.

El cuidado es un arte. Como pertenece a la esencia de lo humano, siempre está disponible. Y como todo lo que vive necesita sustento, también él necesita ser alimentado. El cuidado se alimenta de una preocupación vigilante por su futuro y por el del otro.

Eso a veces se hace reservando momentos de reflexión sobre sí mismo, haciendo silencio a su alrededor, concentrándose en alguna lectura que alimente el espíritu y, no en último lugar, entregándose a la meditación y a la apertura a Aquel mayor que tiene el sentido de nuestras vidas y conoce todos nuestros secretos.

Conclusión: el cuidado es todo

El cuidado es todo, pues sin él, ninguno de nosotros existiría. Quien cuida ama, quien ama cuida. Cuidémonos los unos a los otros, particularmente en estos momentos dramáticos de nuestras vidas, pues ellas corren peligro y pueden afectar el futuro de la vida y de la humanidad sobre este pequeño planeta que es la única Casa Común que tenemos. 

Leonardo Boff

Fuente Portal de servicioskoinonia.org

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