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Vulnerabilidad

Miércoles, 31 de enero de 2024
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«“Te basta mi gracia, pues mi poder triunfa en la debilidad”… Cuando me siento débil, es cuando soy más fuerte» (2Cor 12,9-10)

Cuando se vislumbran las propias fuerzas que tiene una sola persona ante el océano sin márgenes de problemas y sufrimientos de la humanidad y de la naturaleza, nos sentimos impotentes, frágiles, diminutos.

A Dios no hay que buscarle en la estratosfera, en los espacios intersiderales, sino dentro de nosotros mismos, en los demás, en el mundo que nos rodea. Todo es imagen y transparencia suya. Por eso, a pesar de nuestra fragilidad, poseemos, estamos dotados de una fuerza, de una energía inimaginable.

Hay que sondear, no obstante, para dar con ella, para llegar a su entraña, para darla a conocer, para poder transformar con esa fuerza las estructuras de opresión y exclusión de los seres humanos, de explotación y saqueo de los recursos de la tierra.

Si llevamos dentro tal energía nuclear, solo tenemos que hacerla producir, sacarla fuera, entretejerla con otras redes, con otros elementos nucleares de otras personas para que se convierta en una fuerza incontenible. Todo a partir de nuestra debilidad, con humildad, pero con el Espíritu que nos habita, sostiene e impulsa.

«Dios de las galaxias, de las nebulosas,

de los agujeros negros, de las estrellas,

de la luz y la oscuridad,

del firmamento y la tierra firme, dime:

¿qué somos nosotros,

una ínfima mota de polvo

en un pequeño grano de la Vía Láctea,

para que pienses en nosotros,

para que nos cuides con tanto cariño,

para que te desvivas por cada uno de nosotros?

Somos tan poquita cosa

comparados con la inmensidad que nos rodea:

como una sombra, un soplo, un instante.

Pero para el verdadero Amor

es locura, sinsentido,

disparate, desmesura.

Habitado por el Exceso amoroso,

te bendigo y me siento dichoso,

salgo a la calle feliz, exultante,

deseando comunicar algo

del tesoro inconmensurable

que me sostiene y me habita».

«Felices a quienes la debilidad de la enfermedad, de los años, de las dificultades de la vida, les han hecho madurar, crecer como personas y aprender que cuanto más humildes seamos, más se revitaliza el corazón con el amor, la sencillez y la ternura».

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Conservar el amor

Jueves, 25 de mayo de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Si se trata de elegir entre no ser amado y ser vulnerable,

sensible y emocional,

entonces puedes conservar tu amor.

*

Chuck Palahniuk

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Solidaridad íntima.

Viernes, 28 de abril de 2023
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Del blog de Henri Nouwen:

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 “La invitación de Jesús es una llamada a abandonar la zona de las relaciones seguras y convertirse en vulnerable, interdependiente, obedeciendo a la voz del amor incondicional. Implica vivir con agradecimiento y encontrar una solidaridad íntima con los hermanos y hermanas de la familia humana. Esta identificación con gente tan diferente a nosotros mismos es verdaderamente maravillosa, pero también extremadamente difícil, porque en lugar de reclamar el control de estas relaciones nos abrimos a un futuro incierto lleno de sorpresas”.

*

Henri Nouwen

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Rojo sobre Negro

Jueves, 19 de enero de 2023
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Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:

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Rojo sobre negro,

negro sobre rojo,

amor y dolor,

vida y muerte,

abrazo de Luna que nos salva.

Lágrimas y palabras de aliento,

silencio y acogida,

mirada clara, solícita.

La mar de fondo que sepulta anhelos y vidas,

la mar materna que regala sus olas y su brisa.

Los hijos del odio, del recelo, la calumnia,

el odio y el engaño quisieran

hacer desaparecer, quemar esta imagen,

pero ya alcanza miles de corazones

y se extiende como una mancha

de aceite virgen de humanidad.

Nos queda la profética palabra

y los brazos siempre abiertos

de la hospitalidad,

la ternura y la siempreviva

flor de la esperanza.

*

Miguel Ángel Mesa

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Acércate a Belén.

Martes, 3 de enero de 2023
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Acércate a esos lugares del mundo
donde hoy acampa silenciosamente
el Verbo, sin derechos y sin palabra,
donde se refugia su humanidad
desnuda, doliente, maltratada.

Acércate y ofrécele acogida,
casa donde pueda morar y descansar,
porque ha venido y está en lo suyo,
aunque no tenga credenciales.
ni permiso legal de residencia.

Acércate y escucha, en silencio, el clamor
de sus gritos, gemidos y palabras,
reivindicando sus derechos
y los nuestros que están pisoteados;
acércate sin miedo, quiere ser nuestro amigo.

Acércate y déjate querer
por quien ha plantado su tienda entre nosotros,
y en medio de este mundo tenso,
hostil, cerrado y acotado,
pone la ternura de Dios en nuestras manos.

Acércate a Belén como los pastores
y contempla a Dios encarnado;
acércate alegre y raudo
aunque ya no haya estrellas
ni rumor de ángeles ni cantos.

Acércate ahora que puedes
comenzar un año nuevo
lleno de vida y presentes
y se te abre el horizonte
porque hay alguien que te quiere.

*

Florentino Ulibarri

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El otro infierno de las trabajadoras sexuales trans: menos de 500 euros al mes y ninguna prestación, y la mayoría son migrantes

Martes, 29 de noviembre de 2022
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34282_prostitucion-recurso-portadaCasi el 90% de las mujeres trans que ejercen el trabajo sexual lo tienen como su principal fuente de ingresos y la mayoría de ellas (63%) ganan menos de 500 euros al mes, según el estudio “La voz de las olvidadas” elaborado por la asociación por la igualdad, la salud sexual y la diversidad Imagina Más.

Con motivo del Día Internacional de la Memoria Trans, que se conmemora este domingo para recordar a las víctimas mortales de la transfobia, la organización ha hecho público este estudio realizado a través de cuestionarios a 108 mujeres trans que ejercen la prostitución.

Según los autores, estas trabajadoras sexuales trans -término con el que se refieren a sí mismas las mujeres encuestadas- están sometidas al triple estigma de ser trans, trabajadoras sexuales y migrantes en la gran mayoría de los casos.

Como consecuencia, añaden, están expuestas a múltiples manifestaciones de violencia, discriminación y exclusión por parte de sus familias, parejas y de la propia sociedad, tanto en su país de origen como en el de acogida.

El informe señala que para el 88,89% de estas mujeres, su principal fuente de ingresos es el ejercicio de la prostitución; sólo el 12,63% tiene unos ingresos mensuales superiores a 951 euros, mientras que el 62,96% no supera los 500 euros. A pesar de esta situación, sólo el 6,59 % recibe algún tipo de prestación como el ingreso mínimo vital o el ingreso mínimo de inserción.

Apoyo emocional

En cuanto al apoyo emocional con el que cuentan, casi la mitad dice no tener ningún apoyo familiar (46,3%), pero más de la mitad (61,12%) tiene a alguien a su cargo.

El estudio también destaca que más del 55% de las mujeres dice que su red de apoyo emocional son las ONG, muy lejos del 27% que se siente apoyado por los centros de servicios sociales y del 9,26% que se siente apoyado por los centros de salud.

La situación de exclusión social en la que se encuentran repercute en su salud física y mental. Más del 86% afirma sufrir algún malestar psicoemocional: los principales son la ansiedad (73%) y la depresión (61%), aunque en menor medida tienen ataques de pánico (27%), pérdida de control (21%) e ideas suicidas (21%).

Altas tasas de violencia

Las autoras de este informe afirman que las mujeres transgénero que ejercen el trabajo sexual se enfrentan a unos índices de violencia muy elevados: El 85,19 % afirma haber sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida.

En cuanto a los tipos de violencia sufrida, las más frecuentes son la física (82,61%) y la verbal (79,35%), más de la mitad (58,7%) han sufrido violencia psicoemocional y el 34,78% han sido víctimas de violencia sexual.

Fuente NiusDiario

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“La Sala Espejos”, por Susi Pérez-Bustos Leal.

Sábado, 10 de septiembre de 2022
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 25A04C77-514D-4EF9-A43D-8BEEE9C7A6DDEstremecedor relato de una realidad, la de la trata de personas, con la que hemos de acabar.
Me vendieron como cabeza de ganado, haciéndome creer que “era buena con los hombres”.

Cada día, me descubro en un ritual disfrazándome de otra que no soy yo. Ajusto las botas de tacón de aguja en mis piernas como palillos chinos. Envuelvo mi cintura con una minifalda, balanceando mis pechos sintiendo el canalillo perfumado. En silencio, voy contando uno a uno los lunares que juegan a desafiarme en un cuerpo que no me pertenece. Maquillo despacio mi rostro, dándole un toque aterciopelado. A ellos, los puteros, les gusto “a la plancha”. Dicen que “La Doradita” es la que mejor come la pescadilla y ellos mueven la cola.

Cuando pinto los labios de carmín, siento que voy con mis amigas a una fiesta de fin de año a la “Sala Espejos”, como hacíamos en el pueblo al lado del estado de Jalisco. ¡Qué será de ellas! Cierro los ojos, ¡sintiendo! que seguimos jugando a ser peluqueras debajo del puente que unía un estado con otro. Zoe Guadalupe y yo, ¡queríamos salir de México, ganar dinero y enviarlo a nuestras familias! Debajo del viaducto, construimos una cabaña. Allí vivimos nuestro tiempo adolescente: Aprendimos a fumar, beber tequila, escuchar música, y ¡soñar! Éramos tres mujeres que vivíamos y nos divertíamos con la vida. Queríamos tener nuestra peluquería, y hacer peinados a domicilio. Desde nuestro cobertizo, contemplábamos el horizonte, que nos pedía a gritos ¡¡salid, que nada os detenga!! Este sentimiento nos mantenía unidas.

Todas las noches, aparecía un cartel luminoso y desaparecía al amanecer. Teníamos curiosidad. Zoe Guadalupe y yo, nos pusimos nuestros mejores vestidos y caminamos hasta llegar a aquellos destellos de luz. Al llegar al aparcamiento, descubrimos música, coches, gritos y risas de chicas, que se divertían como nosotras. Corrimos a toda velocidad para mezclarnos entre la gente. Zoe, sintió miedo… agarré fuerte su brazo y nos metimos en la “Sala Espejos”.

Entre la nube de humo, calor, y olor a rancio, desapareció. Alguien me cogió de la mano, ofreciéndome pesos y los guardó en mi bolso. Jamás había visto tanto dinero junto. Mis pupilas, como dólares petrificados, no daban crédito a lo que estaba viendo. Caí redonda en un escenario, parecido una pista de baile. Me desperté en una habitación rosa, como rosas eran las sábanas y las luces del tocador. Él estaba allí, esperando a que abriese los ojos. Levanté despacio los párpados; con el rímel corrido, no pude aclarar quién era aquel globo aerostático sentado en una esquina, como tampoco sabía qué hacía mi cuerpo en una casa que no era la mía. La mirada del hombre estaba clavada en mis pezones erguidos, asustados, llenos de miedo. Pedí agua y ¡me dio tequila! Tiré el vaso e intenté levantarme recibiendo el primer golpe de mi vida. Grité tan fuerte que me ahogué en silencio. Nadie escuchó nada. El globo desinflado por la ira, se echó encima, sin poder moverme. Tapó mi boca, sujetó mis caderas y noté su respiración entre mi camisa. Imaginé que estaba en la cabaña con Guadalupe y Zoe, hablando de nuestras cosas, de nuestra amistad y de la vida. Mientras ¡¡¡él!!! frotaba una y otra vez sus piernas contra las mías. ¡No pude escapar! De una habitación salté a ¡¡¡otra, otra y otra!!! Me daba tiempo a ducharme, cambiarme de ropa interior y comer un sándwich que la madame dejaba en la puerta de cada una de los apartamentos.

No era la misma. Mi cuerpo estaba habitado por otros que venían del pueblo de al lado: “el carnicero, el frutero, ¡el hijo del mecánico! y ¡¡¡ el marido de mi vecina!!!”

El burdel se quedó pequeño de chicas como yo. De madrugada, me llevaron en coche hasta la frontera del país, y desde el asiento trasero, escuché mi precio en dólares americanos. Me vendieron como cabeza de ganado, haciéndome creer que “era buena con los hombres”. El dueño de la “Sala Espejos” vendió mi cuerpo al mercado para continuar hasta Europa. Despegué en avión sentada en primera, con maletas de marca, y ropa interior, donde venía etiquetada la dirección de mi nuevo destino. Para el próximo comprador tenía cuatro años menos, y no tenía que darse cuenta de mi madurez en México.

Atrás… dejé a Zoe, Guadalupe, nuestro refugio, donde mirábamos el amanecer, soñando que algún día “seríamos libres construyendo nuestros sueños”.

Desde que bajé en Barajas-Adolfo Suárez, mi vida fue una noria; cambiando de “una Sala Espejos” a otra por toda España, hasta que cumplí treinta y cinco años. No era máquina de hacer dinero para mis proxenetas. Expulsada del burdel, me abandonaron en una carretera con mis pocas pertenencias. Paró la policía, llevándome a la comisaría más cercana. Pensé en mis amigas, nuestros sueños, y nuestra cabaña. ¡¡¡Denuncié!!! Era la primera vez que me llamaban por mi nombre, olvidándome del apodo “La Doradita”.

Con el tiempo, escapé de las botas tacón de aguja, camisas transparentes y mini faldas. Me corté el pelo y lo teñí morado, tal y como teníamos pintada la cabaña mis dos amigas y yo. La vida iba por un lado, y yo por otro. Me ayudaron a salir, tuve suerte. Formé parte de un grupo de mujeres que convivían en un piso; lo llamé “Mi refugio”. Aprendí a saber que debajo de la piel estaba yo. Seguí contando mis lunares y puse nombre a cada uno de ellos en recuerdo de todas las compañeras que se habían quedado en el camino. La vida me había dado la mejor oportunidad. Sé que los sueños se cumplen con la fuerza del corazón y con la ayuda de otras personas, he conseguido montar una peluquería. Se llama “La cabaña de Zoe y Guadalupe” dedicada a ellas, y a tantas otras mujeres que como yo, hemos sido prostituidas y explotadas. Siempre dejo la puerta abierta para que entren en libertad, se tiñan de morado y salgan con fuerza, a ser las mujeres que siempre han querido ser, con tacones o sin ellos.

Susi Pérez-Bustos Leal

Fuente Religión Digital

 

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“La vulnerabilidad en el arte. Un recorrido espiritual”, de Bert Daelemans

Jueves, 27 de mayo de 2021
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807A5C77-5418-468E-ABDC-F71F2D7CEB52Un acercamiento a la vulnerabilidad a través de treinta obras de arte.

La vida es frágil, naturalmente. La fragilidad es nuestra condición humana, querámoslo o no. Ahora bien, la fragilidad también puede ser un camino, como demuestra lo que se llama la vulnerabilidad o la “capacidad de ser herido”, es decir, la fragilidad elegida y orientada hacia otra persona, umbral donde encontrarnos entre seres heridos. De esta fragilidad convertida en vulnerabilidad trata este libro, que se puede leer como un elogio de la vulnerabilidad: la nuestra y la que elige Dios según la religión cristiana, que propone la vulnerabilidad como camino e, incluso, como religión.

Este libro da cuenta de treinta encuentros con la fragilidad. El arte más atractivo es tal vez aquel capaz de hablar de nuestra fragilidad sin ser hiriente y, en el mejor de los casos, de abrir la puerta hacia la vulnerabilidad, tendiendo un puente a lo sencillo, a Dios. En este sentido, el siguiente recorrido a través de treinta obras de arte aspira a ser espiritual.

Índice:

Prólogo. El arte de la vulnerabilidad

La vulnerabilidad: la fragilidad como fuerza
Treinta encuentros con la fragilidad
La frágil y hermosa condición humana
El camino de la vulnerabilidad
Vulnerabilidad sanadora
Restos de naufragio

Primera parte. La fragilidad de la vida

1 | Tierna fragilidad — Auguste Rodin, La mano de Dios
2 | Misteriosa fragilidad — Cristina Almodóvar, Acumulación
3 | Expectante fragilidad — Lucie Geffré, Todo ángel es terrible
4 | Intempestiva fragilidad — Rafael Díaz, Once upon a time
5 | Torpe fragilidad — Cai Guo-Qiang, Head on
6 | Apasionada fragilidad — Wim Wenders, Glasshouse, extracto de Pina
7 | Luminiscente fragilidad — Wolfgang Laib, Polen de avellana
8 | Maldita fragilidad — Nacho Duato, White darkness
9 | Efímera fragilidad — Doris Salcedo, Palimpsesto
10 | Dolorosa fragilidad — Erika Diettes, Sudarios
11 | Fragilidad inconsolable — Louis Ernest Barrias, Los primeros funerales

Segunda parte. La vulnerabilidad divina 

12 | Vulnerabilidad espaciosa — Fra Angélico, Anunciación
13 | Vulnerabilidad portentosa — Dieric Bouts, Nacimiento, detalle del Tríptico de la Virgen
14 | Vulnerabilidad que levanta — Pieter Brueghel el Viejo, Cristo y la adúltera
15 | Vulnerabilidad que desarma — Mark Wallinger, Ecce homo
16 | Mansa vulnerabilidad — Francisco de Zurbarán, Agnus Dei
17 | Vulnerabilidad fracturada — Anónimo francés, Ecce homo
18 | Vulnerabilidad compartida — Werner Klenk, Jesús y su Madre

Tercera parte. La fragilidad reconciliada y orientada

19 | Bendita vulnerabilidad — Jacop Epstein, Jacob y el ángel
20 | Vulnerabilidad impetuosa — Pablo Gargallo, El gran profeta
21 | Vulnerabilidad irresistible — Georges de la Tour, Job y su mujer
22 | Vulnerabilidad invencible — Maurizio Cattelan, La nona ora
23 | Vulnerabilidad peregrina — William McElcheran, San Ignacio caminando
24 | Vulnerabilidad fragmentada — Philippe Morel, Ghimène II
25 | Vulnerabilidad victoriosa — Denis Chetboune, Les danseurs II
26 | Vulnerabilidad cristalina — Tony Cragg, Cumulus
27 | Vulnerabilidad extática — Rik Wouters, La loca violencia
28 | Vigorosa vulnerabilidad — Michelangelo Merisi da Caravaggio,San Jerónimo escribiendo
29 | Vulnerabilidad celebrada — Comunidad parroquial Saint-François de Molitor
30 | Vulnerabilidad apostólica — Marko Ivan Rupnik, San Pedro y san Juan curan a un paralítico

Epílogo. Más encuentros con la vulnerabilidad

Autor : Bert Daelemans
Editorial PPC
ISBN: 9788428836661
Fecha publicación: 27/04/2021
Núm. páginas: 152

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Guíame

Sábado, 26 de diciembre de 2020
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Guíame, luz benigna, en medio de las tinieblas: guíame hacia delante. La noche está oscura y estoy lejos de casa. Por favor, te ruego: guíame. Vela mi camino. No te pido que pueda ver un horizonte lejano, un solo paso me basta.

No siempre fue así, ni rogaba que me guiases. Me gustaba elegir por mí mismo y recorrer por mi cuenta la vida. Pero ahora, te ruego: guíame. Me gustaba el sol radiante y, a pesar de los temores, me guiaba el orgullo. No recuerdes los días pasados. Tu poder me ha bendecido ampliamente, y estoy seguro de que me seguirás guiando por páramos y cenagales, rocas y torrentes hasta que vuelva el día. Reaparecerán en la mañana los rostros de los ángeles, tan amados pero que aún no veo.

*

J. H. Newman,
Méditations et Prieres,
París 1906

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Miguel Ángel Mesa Bouzas: No nos dejemos arrebatar la Navidad.

Jueves, 24 de diciembre de 2020
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Refugiados_CaritasInternationalis_050117No nos dejemos arrebatar la Navidad por quienes desean mantener de manera inalterable lo más clásico y tradicional de la misma. Porque la verdadera Navidad nos invita cada día a volver a nacer, a renovarnos, a cambiar, a transformar, a reconstruir…

No nos dejemos arrebatar la Navidad por quienes fomentan el odio contra los demás, contra el diferente y quien disiente. Porque la verdadera Navidad nos urge a buscar la armonía, el cuidado, la protección, la hospitalidad.

No nos dejemos arrebatar la Navidad por quienes nunca dudan y se creen en la posesión de la verdad. Porque la verdadera Navidad nace de la fragilidad existencial, de las dudas y la incertidumbre, para poder seguir caminando. Todo eso nos hace más humildes y sencillos.

No nos dejemos arrebatar la Navidad por quienes discriminan, marginan, alzan muros, ponen vallas, cierran fronteras… Porque la verdadera Navidad abre las puertas y las ventanas a la acogida, al entendimiento, a la integración, para crecer humanamente con el otro.

No nos dejemos arrebatar la Navidad por quienes con su forma de obrar mantienen las diferencias de género, de clases sociales, de riqueza y de poder. Porque la verdadera Navidad invita a la sencillez de vida, nos compromete con las personas más vulnerables, buscando la igualdad y eliminando las diferencias económicas y sociales, para crear otro mundo más fraterno, sin ningún tipo de opresión.

No nos dejemos arrebatar la Navidad por quienes piden mano dura contra los inmigrantes, contra los jóvenes que piden otro presente y futuro, contra las mujeres feministas que siguen luchando por la igualdad. Porque la verdadera Navidad es la de un Niño que tuvo que emigrar con su familia para poder sobrevivir, que se enfrentó a la tradición y a sus allegados para poder transformar la realidad, que se dejó acompañar e interpelar por las mujeres, que le ayudaron a buscar sin descanso la liberación, la igualdad, la compasión y la justicia.

No nos dejemos arrebatar la Navidad por quienes creen y predican un Cristo inalcanzable, perfecto, inflexible, excluyente. Porque la verdadera Navidad nos habla de un Jesús muy humano, débil, pobre entre los pobres, sencillo, acogedor, fraterno, revolucionario. Que perdona, reconcilia y nos llama a toda la humanidad a la más profunda felicidad, formando parte indisoluble de toda la creación.

Porque nunca dejó de ser el niño, el hijo abierto al Misterio más íntimo y apasionado de la Vida, que daba plenitud a su existencia y le enseñó a amar y solidarizarse, mediante las enseñanzas y el ejemplo que le dieron su madre y su padre, comprometidos también en la liberación de su pueblo y la construcción de un mundo mejor.

Miguel Ángel Mesa Bouzas

Fuente Fe Adulta

 

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Mujeres trans en Chile: 93% ha sido discriminada y el 43% no estudia, ni tiene trabajo remunerado producto de la discriminación

Sábado, 7 de noviembre de 2020
Comentarios desactivados en Mujeres trans en Chile: 93% ha sido discriminada y el 43% no estudia, ni tiene trabajo remunerado producto de la discriminación

portada-encuesta-trans-movilh-820x394Así lo arrojó el primer sondeo sobre discriminación y salud afectivo-sexual en mujeres trans. Casi el 70% se ha infligido daño a raíz de la transfobia y un 39% intentó suicidarse. Si bien el sector maneja métodos para prevenir el VIH,  el cual afecta al 8,1%, hay preocupante desconocimiento sobre otras ITS.

Altos índices de transfobia en Chile y un preocupante desconocimiento sobre las formas de prevenir infecciones de transmisión sexual arrojó la Primera Encuesta sobre Discriminación y Salud Afectivo-Sexual aplicada a mujeres trans por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) con el apoyo de la Seremi Metropolitana de Salud.

“La falta de oportunidades laborales y educacionales, el ejercicio del comercio sexual como obligación; antes que como opción; así como el impacto  negativo de la discriminación en la salud sexual y en la prevención de ITS en mujeres trans, ya había sido advertida por los movimientos LGBTI, pudiendo ahora conocerse cifras más concretas en el marco de este primer sondeo que hemos aplicado exclusivamente a este grupo humano”, señaló el Movilh.

Añadió que “los resultados de este sondeo, aplicado a 121 mujeres trans de todas las regiones el país, enfatizan la necesidad de implementar mejores políticas públicas contra la transfobia, así como perfeccionar las normas y leyes ya existentes. Sin duda, las mujeres trans, somos el sector LGBTI más discriminado y vulnerable”.

En efecto, la alta vulnerabilidad de la población trans se refleja en que en la actualidad el 43,2% no está estudiando, ni tiene un trabajo remunerado, mientras que el 38,6% ha recibido al menos una vez en su vida dinero a cambio de sexo. Esto, en un contexto, donde el 93% ha sido discriminada en razón de su identidad de género y, en consecuencia, el 39,5% encuentra obstáculos que le han impedido estudiar, cifra que se eleva al 66,7% cuando se trata de buscar trabajo.

La transfobia se ha traducido en violencia verbal (74.4%), psicológica (74,4%), física (34,9%) y sexual (25,6%), mientras el 51,1% se dañó a sí misma a raíz de la discriminación. Entre éstas, el 39% intentó suicidarse y el 43,6% se vio afectada por el consumo de drogas.

En el ámbito de la salud, resalta que un 54,5% nunca ha consultado a un profesional por problemas relacionados con su sexualidad, mientras que un 8,1% se declara VIH positiva. Y aunque la gran mayoría, el 76,1%,  nunca ha adquirido alguna ITS,  el 17,4% ha tenido sífilis;  el 8,7%, condiloma; el 4,3%, gonorrea y el 2,2% , candidiasis.

Además, si bien se reporta un alto conocimiento sobre el uso del preservativo, la mayoría (59,1%) no sabe que es la PrEp y/o desconoce (52.3%)  que el VIH puede ser intransmisible e indetectable si la persona con el virus está bajo control médico. También una mayoría desconoce que una carga viral intransmisible e indetectable de VIH en ningún caso significa que no pueden adquirirse otras ITS (sífilis, gonorrea, candidiasis, etc) si es que no se usa correctamente el preservativo, a lo cual se añade que el 61,4% ha tenido al menos una vez en su vida sexo bajo los efectos de alguna droga.

“Sin duda se requieren mensajes preventivos y de salud sexual que tomen en cuentas estas realidades y se hagan cargo de las mismas”, señaló el Movilh.

A continuación se detallan todos los resultados de la encuesta.

Conociendo la identidad de género

El 72,8% tomó conciencia antes de los 14 años que el sexo que le asignaron al nacer no la representaba. De éstas, el 36,5% lo supo entre 5 y 9 años; el 22,7% entre los 10 y 14 años y  el 13,6%, antes de los 4 años. “Eso demuestra la gran injusticia que se cometió en la Ley de Identidad de Género, pues excluyó a los menores de 14 años para el cambio de su nombre y sexo legal, dilatando el sufrimiento y dolor de adolescentes y niños/as”, dijo el Movilh.

En tanto, el 9,1% supo sobre su identidad de género entre los 15 y 19 años; el 6.8%, entre los 25 y 29 años; el 4,5% entre los 20 y 24 años; el 4,5% entre los 30 y 39 años y el 2,3% entre los 40 y 49 años.

Sin embargo, “y por cierto debido a la discriminación”, sostuvo el Movilh, antes de los 14 años apenas el 28,6% le contó por primera vez a alguien sobre su identidad de género.  De estas, el 2,4% lo hizo antes de los 4 años; el 9.5% entre los 5 y 9 años y el 16,7% entre los 10 y 14 años. En tanto, el 28,5% lo comentó entre los 15 y 19 años; el 16,7% entre los 20 y 24 años; el 11,9% entre los 25 y 29 años; el 9.5% entre los 30 y 39 años y el 4,8% entre los 40 y 49 años.

Muy en concordancia, solo el 12,1% se atrevió a expresar su identidad de género en público antes de los 14 años, lo cual refleja “una lamentable inhibición producto de la incomprensión o rechazo social”, advirtió el Movilh. De este grupo, el 2.4% expresó su género ante de los 4 años; el 2,4% entre los 5 y 9 años y el 7,3% entre los 10 y 14 años.  En tanto, el 36,5% lo hizo entre los 15 y 19 años; el 22,2% entre los 20 y 24 años; el 14,6% entre los 25 y 29 años; el 12,2% entre los 30 y 39 años y el 2,4% entre los 40 y 49 años.

Viviendo la identidad de género

El 45,5% de las mujeres trans señala que ya realizó el trámite para el cambio de sexo y nombre legal, mientras que un 36,4% tiene planeado hacerlo y el 18,1% solo reporta que no lo ha hecho.

Además, el 44,2% inició la transición física para adecuar su cuerpo a su identidad y el 46,5% tiene planeado hacerlo. El 7% dice que inició el proceso, pero lo abandonó y el 2,3% declara que no lo hará. Con todo, solo el 18,1% se ha sometido a alguna cirugía para el cambio corporal, mientras el 70,5% dice que tiene planeado hacerlo, mientras el 11,4% no lo hará.

El 54,5% dice que en la actualidad vive su identidad de género “siempre libre y sin ocultarla”, el 38,6% “a veces libre y otras veces oculta” y el 6,9% “siempre oculta”.

Discriminación

El 93% ha sido discriminada al menos una vez en su vida en razón de su identidad de género. En tanto, el 46,5% sufrió exclusión en el último mes.

La discriminación se ha traducido en violencia verbal (74.4%), psicológica (74,4%), física (34,9) y sexual (25,6%).

Además, el 39,5% dice que la discriminación hacia su identidad de género le ha impedido estudiar siempre (11,6%) o a veces  (27,9%). El 23,3 señala que antes tuvo problemas al respecto, “pero ya no”, mientras el 37,2% indica que nunca ha enfrentado tales obstáculos

En relación al campo laboral a situación es peor. El 66.7% enfrenta siempre (33,4%) o a veces (33,3%) problemas para trabajar, mientras el 7,1% se vio afectada en el pasado, pero en la actualidad no. Apenas un 26,2% dice que nunca ha tenido problemas para trabajar debido a su identidad de género.

A raíz de la transfobia, el 51,1% señala que se provocó daño a sí misma, el 25,6% solo lo pensó, pero no se atrevió. En tanto, el 23,3% nunca se infligió alguna agresión.

Del total de quienes se infligieron daño, el 69.5% lo hizo aislando del resto de la sociedad, el 43,6% consumió alcohol o drogas, el 43.6% dejó de comer por un tiempo, un alto 39% intentó suicidarse y un 24,4% cortó zonas de su cuerpo, mientras el 7.3% recurrió a “formas inseguras de expresar mi género”.

El 73,8% reporta como responsables de los abusos a desconocidos en la calle, bus, metro u otros espacios públicos, seguido por familiares (59.5%); por conocidos/as o amigos/as,  (54,8%); por compañeros/as de estudios, docentes o directivos (50%);  por compañeros/as de trabajo o superiores (42,9%); por carabineros (38,1%); por funcionarios de la salud pública (35,7); por la policía civil (26,2%); por personas que ofrecen productos o servicios en el ámbito público (23,8%); por personas que ofrecen productos o servicios en el ámbito privado (23,8%) y  por funcionarios de la salud privada (19%).

Vida en pareja

El 64,3% dice que su primera pareja era hombre; el 33,3%, mujer y el 2,4% “no binaria”.   En tanto, el 38, 1% identifica como heterosexual a su primera pareja , seguida por  bisexual (16.7%), gay (16.7%), lésbica (7.1%) y pansexual (2.4%), mientras el 19% no lo sabe. Leer más…

General, Homofobia/ Transfobia. , , , , , ,

“La alegría de sentirnos tan inseguros”, por Pedro Miguel Lamet

Jueves, 17 de septiembre de 2020
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alegria-sentirnos-inseguros_2266583401_14890320_660x371Leído en su blog:

Como un pequeñuelo en brazos de su madre

Me pide un lector que le explique la frase del padre Arrupe “Tan cerca de nosotros no había estado el Señor, acaso nunca; ya que nunca habíamos estado tan inseguros”

Todas son frases que responden a una misma actitud: su optimismo y su confianza, consecuencias de la fe.

La Iglesia de Jesús no está en el Sanedrín sino con todos los pequeños que buscan en medio de la oscuridad y se sienten inseguros

Me pide un lector que le explique la frase del padre Arrupe “Tan cerca de nosotros no había estado el Señor, acaso nunca; ya que nunca habíamos estado tan inseguros”. La interpreta como que la cercanía del Señor crea inseguridad. Es justamente lo contrario: los pobres, los débiles, los inseguros son los predilectos de Jesús de Nazaret y por tanto, como enseñan las bienaventuranzas los más próximos al Reino.

Hay que conocer el contexto en que la frese fue pronunciada. La Iglesia vivía la época arriesgada del posconcilio: defecciones sacerdotales, crisis de vocaciones, inseguridad derivada de que las cosas no estaban tan claras y definidas como antaño. Recuerdo que un día salieron para secularizarse nada menos que dos generales de órdenes religiosas. Giuliana di Febo, que en esos tiempos era secretaria de Arrupe en la Unión de Superiores Mayores, de la que Arrupe fue relegido presidente 16 veces, me contó que cuando fue con la noticia a Arrupe, éste en vez de escandalizarse comentó: Giuliana, ahora tenemos que quererles más”.

  Y cuando un compañero vasco le habló indignado por el número de salidas, Pedro le contestó: “El último que apague la luz”, como diciendo que para él la Compañía no era un absoluto. Todas son frases que responden a una misma actitud: su optimismo y su confianza, consecuencias de la fe. Es una frase que ante los que siguen teniendo miedo ante el cambio o ante actitudes tan savonarlescas excomulgando y declarando herejes por aquí y acullá, resulta consoladora. La Iglesia de Jesús no está en el Sanedrín sino con todos los pequeños que buscan en medio de la oscuridad y se sienten inseguros. Como dice el salmo: “Como un pequeñuelo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí”.

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Enrique Martínez Lozano: Vivir en tiempos de Pandemia (III). Problema global, cambios globales.

Miércoles, 20 de mayo de 2020
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Tierra-y-coronavirusUna pandemia no conoce fronteras. El coronavirus es un problema colectivo que requiere respuestas compartidas y que vayan hasta la raíz. Respuestas que es urgente comprender y poner en marcha. La filósofa alemana Carolin Emcke afirma que su mayor inquietud es “que no aprendamos nada de la crisis”, de una crisis que está poniendo de manifiesto “que el Estado no puede retraerse infinitamente de su responsabilidad, que hacen falta infraestructuras públicas, bienes públicos, una orientación hacia el bien común. Me preocupa sobre todo que el aprendizaje que estamos haciendo, doloroso y amargo, caiga en el olvido cuando todo haya pasado. Que reconstruyamos nuestras sociedades con las mismas injusticias, la misma inestabilidad”.

          Tal como yo lo veo, la crisis del coronavirus, afectando a todo el planeta, constituye una llamada de atención sobre lo que venimos haciendo y una invitación grave a modificar nuestra acción colectiva.

Una llamada de atención

          Sin ánimo de ser exhaustivo, la presencia del coronavirus nos alerta de tres errores: el maltrato infringido al planeta, la injusticia de un sistema económico que mantiene en la pobreza a una masa ingente de personas y un estilo de vida marcado por un afán de crecimiento tan ilimitado como irresponsable e injusto, el estrés y el consumo desenfrenado.

     Algo estamos haciendo muy mal cuando nos hemos acostumbrado a convivir con una desigualdad sangrante entre los seres humanos, adormeciendo nuestra conciencia para asumir como “inevitable” lo que no es sino consecuencia de un sistema socioeconómico estructuralmente injusto. Tal vez porque tememos que si cuestionamos este sistema nos veríamos perjudicados nosotros mismos.

          Algo estamos haciendo muy mal cuando no somos capaces de poner freno efectivo al daño ecológico. Parece que los gobiernos no se atrevieron a tomar medidas eficaces que frenaran el calentamiento global porque ello habría supuesto un descenso del PIB en torno al 2%. Pues bien, los efectos de esta pandemia pueden provocar que en Europa esa caída, según datos de la Comisión Europea y del FMI, sea superior al 7,5%. (Por lo que se refiere a nuestro país, el descenso en el primer trimestre ha sido del 5,2%, y el Banco de España pronostica para este año una caída entre el 6,6 y el 13,6%). La escritora brasileña Eliane Brum ha escrito lo siguiente: “El efecto de la pandemia es el efecto concentrado y agudo de lo que la crisis climática está produciendo a un ritmo mucho más lento. Es como si el virus nos hiciera una demostración de lo que viviremos pronto”.

         La crisis del coronavirus es también una bofetada a nuestra arrogancia. El periodista y bertsolari vasco Xabier Euskitze ha sabido expresarlo poéticamente, con tanta verdad como crudeza. Tras constatar nuestra impotencia ante el virus, escribe: “Mientras tanto, la vida sigue. Y es hermosa. Únicamente ha recluido en jaulas al género humano y creo que quiere enviarnos un mensaje. Es este: «No sois necesarios. El aire, la tierra, el agua y el cielo están bien sin vosotros. Cuando regreséis no olvidéis que sois mis invitados y no mis dueños»”.

          ¿Hasta cuándo seguiremos los humanos manteniendo un sistema que agudiza la desigualdad entre nosotros y que agrede violentamente al planeta?

          A veces se escucha que “de la crisis saldremos mejores”. No lo veo tan sencillo. La experiencia nos dice que los cambios que nacen del miedo duran poco, solo hasta que pasa la percepción de la amenaza.

          Para que se produzca un cambio efectivo se requiere que, además de la crisis que revela nuestros engaños, crezca la comprensión de lo que estamos haciendo –a partir de la cual podamos reorientar nuestras acciones– y, más aún, la comprensión profunda de lo que somos. En una palabra, el cambio real únicamente puede venir de una transformación de la consciencia, en concreto, del paso de la errónea consciencia de separación que gira en torno al yo o ego a la consciencia de unidad en la que nos reconocemos compartiendo la misma identidad. No conozco motivación más poderosa para vivir la fraternidad que el reconocimiento de que compartimos la misma identidad, no en un sentido metafórico, sino absolutamente real.

Una invitación grave al cambio

          El problema global requiere un cambio global: en las prioridades políticas, fortaleciendo los sectores básicos –alimentación, educación, sanidad, renta mínima…–, en el sistema socioeconómico –para superar el neoliberalismo depredador en aras de una economía centrada en la persona–, en el terreno ecológico –situando la lucha contra el cambio climático en el centro de cualquier programa de recuperación–, en el estilo de vida –pasando del derroche a la austeridad, del individualismo a la cooperación, del estrés a la serenidad–…

          Se hace necesaria una atención privilegiada a las personas y colectivos más vulnerables y a quienes se van a ver más afectados por los efectos de esta situación.

          La crisis está mostrando que solo saldremos adelante en la medida en que seamos capaces de trabajar unidos. Es cierto que, como nos ocurre cuando somos víctimas del miedo, la amenaza puede activar un comportamiento narcisista del “sálvese quien pueda”. Pero esas actitudes tienen un recorrido muy corto.

          Ahora bien, todos estos cambios solo serán posibles en la medida en que crezcamos en una consciencia de unidad. Lo cual requiere, a su vez, ir superando el narcisismo, individual y colectivo, para que emerja una actitud solidaria.

          Tal consciencia de unidad se pone de relieve en las crisis, plasmándose en muestras de solidaridad, servicio, entrega… Necesitamos hacerla más explícita para que provoque un cambio duradero en nosotros, que oriente nuestras actitudes y comportamiento hacia una solidaridad efectiva.

Del narcisismo a la solidaridad

          Los expertos señalan que vivimos en una cultura marcadamente narcisista. Lo cual parece confirmarse cuando dirigimos la mirada hacia gran parte de los líderes políticos en la mayor parte del mundo. Si, en una forma u otra, los políticos son un reflejo de la sociedad en la que aparecen, el retrato no deja lugar a dudas.

          El narcisismo funciona como un mecanismo de defensa que busca protegernos de nuestra propia inseguridad y que, en su vertiente neurótica, hace que la persona y los colectivos vivan girando constantemente en torno a sus necesidades, sus miedos y sus intereses.

          En este sentido, el narcisismo es el reverso de la consciencia de unidad. Una personalidad narcisista es incapaz de sentir empatía y compasión: ¿cómo habría de vivir solidaridad? Las sociedades narcisistas buscan protegerse y asegurar su propio bienestar por encima de cualquier otro objetivo y a costa, si es necesario, del sufrimiento de otros.

          Con lo cual, el cambio global al que nos invita esta crisis solo será posible si nace de una nueva consciencia colectiva, de la comprensión de la unidad que somos.

          En lenguaje espiritual, eso significa reconocer que cada cual nos estamos experimentando en una persona única e irrepetible, pero que nuestra identidad es solo una y la misma. Así como todas las gotas son solo formas que el agua adopta, nosotros somos igualmente formas en las que la consciencia –vida o presencia consciente– se despliega. Por eso puede afirmarse con razón que no somos iguales, pero somos lo mismo. Nos falta integrarlo experiencialmente y vivir en coherencia con ello.

          Si me reduzco a la “gota”, es probable que vea a todas las demás como rivales y eso me lleve a protegerme, aislarme o imponerme sobre ellas. Si, por el contrario, me reconozco como “agua”, sentiré que lo que le sucede a cada gota me está sucediendo a mí mismo.

          La creencia de que somos un yo separado nos encierra y mantiene en el miedo. La comprensión de que compartimos la misma identidad –el paso de la consciencia de separatividad a la consciencia de unidad– nos expande, modifica radicalmente nuestra mirada y da un giro de ciento ochenta grados a nuestro modo de tratarnos y de actuar en el mundo.

          ¿Qué somos? –se preguntaba el sabio Raimon Panikkar–: ¿la gota de agua o el agua de la gota? La respuesta adecuada solo puede ser una: las dos cosas. Aunque de una forma asimétrica, si se me permite la imagen. La “gota” es nuestra personalidad; el “agua”, nuestra identidad.

          Dicho con otra metáfora: somos agua con un contorno delimitado. La identidad es el agua (H2O) pero, siendo agua, nos estamos experimentando en el “contorno” concreto de nuestra persona.

          La sabiduría consiste en vivir en la forma –como personas– desde la conexión profunda con lo que realmente somos. Esa es la consciencia de unidad, de donde brota empatía, compasión, solidaridad, comunión…, la única “tierra” de donde habrán de brotar una sociedad y una humanidad nuevas.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Enrique Martínez Lozano: Vivir en tiempos de Pandemia (II). Miedo y Confianza.

Lunes, 18 de mayo de 2020
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E42EA594-7074-4F31-BA82-C509F42D42ABAnte la amenaza se despierta el miedo, como pieza básica de nuestro sistema de defensas que nos alerta para poder escapar del peligro.

Sin embargo, con mucha frecuencia, lo que es una alerta necesaria y beneficiosa, se convierte en algo patológico, que termina en parálisis, hundimiento y pánico. Eso ocurre cuando el miedo se apodera de nuestra persona.

Cuando aparece el miedo

Nuestro miedo aparece cuando se producen –o se teme que se produzcan– pérdidas de todo tipo: de bienes, de salud, de afectos… Es la nube del qué será de mí.

O cuando nos vemos sumidos en la incertidumbre: acerca de nuestra salud, nuestro trabajo, nuestro futuro. Es la nube del qué pasará.

O cuando caemos en la cuenta de que, ciertamente, no controlamos nada. Ha bastado un virus insignificante para que todo el planeta se sienta amenazado y surja un escenario que nunca hubiéramos imaginado. Es la nube del cómo terminará todo esto.

El miedo “fantasma” nos arrebata lucidez, secuestra la paz, genera intenso sufrimiento y lleva a culpabilizar a otros de nuestro malestar. Aun sin ser conscientes de ello, el miedo –por la frustración que supone para nuestra necesidad de bienestar– genera agresividad, que fácilmente proyectamos fuera, en un mecanismo perverso de culpabilización.

La persona feliz es buena. La persona asustada es como un animal enjaulado, que fácilmente alimenta enfado hacia sí y odio hacia los demás.

La relación de la mente con el miedo

Los estudiosos del cerebro han comprobado que este reacciona igual ante la amenaza real que ante la que es solo imaginada. En cierto modo, no distingue una de otra.

Esto significa, al menos, dos cosas importantes: que podemos sufrir por amenazas que nunca serán reales y que la mente tiene poder para crear escenarios atemorizadores o “miedos fantasmas”.

Significa también la importancia de cuidar el modo como nos relacionamos con la mente, porque de ello dependerá que sea nuestra gran aliada en tiempos de crisis y dificultad o, por el contrario, nuestra mayor enemiga y fuente de sufrimiento desproporcionado e inútil.

¿Cómo vivo la mente? ¿Cómo servidora o como dueña? Recordemos una vez más el conocido dicho: “La mente es el mejor de los siervos y el más tirano de los dueños”.

La mente-dueña es aquella que me acapara hasta identificarme con los pensamientos. Aun sin ser consciente de ello, creo que la realidad es como mi mente la ve, olvidando aquello que los neurocientíficos han comprobado: que nuestra mente nunca ve la realidad, sino solo una imagen mental. Confundido con mi mente, porque no he aprendido a tomar distancia de ella, me veré sacudido por los movimientos mentales y emocionales que aparezcan en cada momento.

Los pensamientos generan sentimientos, a la vez que estos alimentan aquellos. De modo que puede crearse la “tormenta perfecta”: pensamientos de temor alimentan un miedo descontrolado que, a su vez, dan pábulo a ideas e imágenes cada vez más negras.

La mente-servidora, por el contrario, es una preciosa y eficaz herramienta a nuestro servicio y por ello una gran aliada. Es la mente observada. Y la vivimos así cuando somos capaces de tomar distancia de ella, sin dejar que nos maneje. Con la práctica, me voy dando cuenta de cómo funciona en mi caso, pero no me creo todo lo que me dice.

Higiene mental y acceso a “otro lugar

Al tomar distancia de la mente, me libero de su dominio y empiezo a comprender lo que son los pensamientos. Estos no me dicen “la verdad” de lo que ocurre. Son solo propuestas neuronales, que mi cerebro me lanza a partir de las experiencias vividas en el pasado y de los patrones mentales que aquellas han configurado.

Ahora bien, en el momento mismo en que descubro que mis pensamientos son únicamente propuestas cerebrales, empiezo a perderles el respeto y puedo mirarlos con un punto de humor. Y con esa misma práctica, empiezo a desarrollar una poderosa capacidad: aquella que consiste en dejar caer o soltar todos aquellos pensamientos que me producen sufrimiento mental.

No se trata en absoluto de negar la realidad ni de evitar el dolor –de hecho aquella práctica no funcionará si no se basa en la lucidez–, sino de no ser marioneta en manos de una mente que no hace sino repetir mensajes de acuerdo con los circuitos neuronales.

Parece claro que nuestra mente volverá a aquellos pensamientos que más alimentamos o en los que nos entretenemos con más frecuencia. Ello significa que terminará por no traernos obsesivamente aquellos que dejamos caer una y otra vez.

He hablado de observar la mente, tomando distancia de ella, como condición de nuestra libertad y como medio para dejar de sufrir inútilmente. Pero para observarla, se requiere empezar a familiarizarse con “otro lugar” que no sea la mente y desde el que podamos mirarla.

La psicología transpersonal, tomando prestado un término de la sabiduría hindú, denomina a ese lugar la Consciencia-Testigo, o el Testigo a secas.

Como cada cual puede experimentar, encontramos en nosotros “dos lugares”: la mente que piensa y “algo” que la observa. Ese “algo” es el Testigo. Esto me parece tan evidente que si en nosotros hubiera solo pensamiento ni siquiera sabríamos que estábamos pensando. Hay otra instancia que se da cuenta de que pensamos. Dicho de otro modo: el Testigo es el que nos hace reconocer que no somos esa voz que habla en nuestra cabeza. Porque eso, para nosotros, es solo un objeto, es decir algo que podemos observar.

Con ello, la práctica de observar la mente no solo nos conduce a vivirla como una herramienta a nuestro servicio –evitando la trampa de reducirnos a ella–, sino que nos abre la puerta para acceder a nuestra verdadera identidad: no somos la mente –o el yo– que observamos; somos Eso que observa.

La experiencia de ese “otro lugar” se revela fundamental en el proceso de crecimiento de la persona, de la liberación del sufrimiento mental y de la comprensión de lo que realmente somos.

El miedo le afecta al yo –y habrá que elaborar todos los miedos que aparezcan–, pero no al Testigo. El Testigo es ecuánime en toda circunstancia y se halla siempre a salvo.

La salida del miedo: la confianza

El miedo es lo opuesto a la confianza: recientes investigaciones neurocientíficas parecen demostrar que ambos utilizan los mismos circuitos neuronales, por lo que si uno de ellos está activo mantiene al otro alejado: donde hay miedo no hay confianza, y donde hay confianza no hay miedo.

El miedo se activa en situaciones de amenaza, tiende a agravarse –como hemos visto– cuando se hace presente cualquier tipo de pérdida, cuando aparece la incertidumbre y cuando tenemos la sensación de no controlar algo.

Pero, en realidad, la raíz del miedo es más profunda. Nace de nuestra idea de que somos un yo separado y, en último término, de la ignorancia acerca de nuestra verdadera identidad.

El miedo acompaña al yo desde su mismo nacimiento, tal como advirtiera Hobbes: “El día que yo nací mi madre parió gemelos: yo y mi miedo”. Donde hay un yo separado habrá miedo.

Esto significa que si el origen del miedo es la ignorancia acerca de lo que somos, la liberación del miedo –la confianza profunda– únicamente podrá venir de la mano de la comprensión de nuestra verdadera identidad.

Cuando vamos haciendo la experiencia de pasar del “yo” al “Testigo” estamos dando un paso decisivo en ese camino de comprensión. Y puede darse que, en la medida en que vayamos acallando el “griterío” de nuestra mente, en el silencio, notemos que hay “algo” en nosotros que nos invita a confiar. Si seguimos abiertos a ello, es fácil que escuchemos una voz que susurra incansablemente en nuestro interior: “Confía”.

Como el amor, la alegría, la gratitud…, la confianza es un arte. Lo cual indica que se puede cultivar. Y que crece en la medida en que la practicamos. Al entregarnos a la vida, en la aceptación profunda, experimentamos que la confianza no defrauda: hay un “Fondo” que no sostiene en todo momento; ese Fondo es lo que somos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Enrique Martínez Lozano: Vivir en tiempos de Pandemia (I). Vulnerabilidad y fortaleza.

Miércoles, 13 de mayo de 2020
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Vulnerabilidad.3En los correos, whatsapps y llamadas que estoy recibiendo en estas semanas que llevamos confinados percibo diferentes sentimientos, desde el pánico hasta el amor compasivo y solidario. Pero entre todos ellos hay uno que se repite con más frecuencia, cobrando un relieve especial y, en cierto modo, coloreando todos los demás: la vulnerabilidad.

Cuando aparece la vulnerabilidad

El Covid-19 nos ha puesto frente al espejo de nuestra propia vulnerabilidad. Con frecuencia hemos querido negarla, ocultarla, reprimirla, enmascararla, maquillarla, compensarla de mil modos… Sin embargo, en cuanto aparece la amenaza, aquella no solo queda al descubierto sino que ocupa el primer plano.

¡Somos tan vulnerables!… Palpamos el miedo a las pérdidas de todo tipo –de bienes, de salud, de afectos…– y nos sentimos desnudos ante la incertidumbre. Descubrimos que no controlamos nada y aparece nuestra impotencia. Y comprobamos con temor que todo aquello en lo que habíamos puesto nuestra seguridad se derrumba; y que no existe “forma” alguna, externa o interna, que pueda sostenernos.

Tal constatación nos obliga a un reconocimiento humilde y a un cuestionamiento seguramente decisivo.

La amenaza nos lleva, por un lado, a reconocer que somos vulnerables, frágiles, débiles… y que la impermanencia es la ley que rige todo el mundo de las formas. En ellas nada permanece, excepto el cambio: todo cambia, todo pasa, todo se termina perdiendo…

Y, por otro lado, nos sentimos cuestionados acerca de qué hacer con esa vulnerabilidad reconocida, cómo aprender a vivir con ella.

Desde dónde vivir la vulnerabilidad

Podemos vivir la vulnerabilidad desde tres actitudes diferentes, que conllevan también efectos diametralmente opuestos.

Desde la resignación, acompañada con frecuencia de decepción y lamento, que suele acabar en claudicación, paralización y, en ocasiones, en cinismo amargo.

Desde la resistencia, acompañada de agresividad, queja y crispación, que hace entrar en guerra con la realidad, nos sitúa en el “no” a la vida y termina incrementando el sufrimiento mental y la desesperación.

Desde la aceptación, la actitud sabia, contrapuesta por igual a cada una de las dos anteriores. Aceptar significa alinearse con la realidad de cada momento –decir “sí” a lo que viene–, acogiendo todos los sentimientos que aparecen, aunque sin reducirse a ellos y experimentar cómo, al aceptar, empieza a surgir en nosotros la acción adecuada en ese momento.

Aceptar significa también abrazar la propia vulnerabilidad, acogernos débiles y frágiles. Para lo cual, tendremos que cuidar la paciencia y el amor incondicional hacia nosotros mismos.

La paciencia nos permite convivir con el “oleaje” emocional que se despierta en un momento concreto, sabiendo que tal vez requiera tiempo para que pueda calmarse. Aquí no hay que hacer nada, sino alimentar la confianza: quizás no entienda nada ni vea por dónde tirar, pero puedo mantener la confianza en una sabiduría mayor que rige todo el proceso. En mí hay vulnerabilidad y ceguera –tal vez estoy asustado y no puedo ver más–, pero sé que la Vida sabe. Dejo de discutir todo el tiempo con ella y confío… Más tarde podré verificar la verdad de mi actitud por los frutos que produce.

El amor incondicional hacia sí constituye el mayor poder del que disponemos en el plano psicológico. Y la experiencia de la propia vulnerabilidad puede constituir la oportunidad de reconciliarme en profundidad conmigo mismo y con toda mi verdad, cuidando actitudes de autoacogida, comprensión, perdón… En la medida en que me permita sentir mi propio dolor y pueda acogerme con él, despertará en mí la capacidad probablemente más humana: la compasión. Y en la medida en que la viva conmigo mismo podré vivirla hacia los demás.

La crisis –acompañada de experiencias de fragilidad, miedo e incertidumbre– habrá sido así una escuela de compasión, que se traduce en solidaridad.

Los frutos de la vulnerabilidad

Al reconciliarme con la vulnerabilidad es fácil que se me muestren dos frutos que nacen de la aceptación.

En primer lugar, en una profunda paradoja, descubro que aceptar que soy vulnerable no me hace más débil, sino más fuerte…, porque me apoyo en la verdad, y la verdad siempre es fortaleza y liberación. Y empiezo a comprender que en tanto no se acepte completamente la propia vulnerabilidad es imposible sentir fortaleza, porque algo nos dice que nuestra apariencia de seguridad es solo fachada, una máscara que trata de esconder aquello que nos asusta. Por el contrario, al mirar de frente toda nuestra fragilidad y aceptarla compasivamente, emerge aquella “roca” en la que hacer pie: la reconciliación con toda nuestra verdad, la paz y el descanso.

En segundo lugar, empiezo a comprobar que la fuerza que necesito no vendrá de nada de “fuera” –de las circunstancias, los acontecimientos…–, como tampoco de mis ideas o creencias, sino del encuentro en profundidad conmigo mismo que es, en realidad y al mismo tiempo, encuentro con todo y con todos. Ahí conecto con la fuente de la vida que, me alineo con ella y empiezo a comprender que la sabiduría se traduce en aprender a fluir con la vida.

El miedo que se despierta en la crisis nos hace ver dónde habíamos puesto nuestra confianza, dónde creíamos encontrar la fuente de nuestra seguridad. Cuando eso –sea lo que sea– se vea amenazado notaremos cómo se incrementa nuestro temor. Y quizás ahí podamos vislumbrar la luz que asoma a través de esa rendija: la confianza y la seguridad no pueden apoyarse de manera estable en ninguna forma –ningún objeto, ninguna creencia–, sino en la comprensión de que “Aquello” que somos en profundidad, “Eso” que es consciente de todo –más allá del “personaje” o del yo en el que nos estamos experimentando– se halla siempre a salvo. Porque no somos la forma con la que nuestra mente nos ha identificado, sino la Vida de donde brotan todas las formas.

El camino del silencio

Para Pascal, “toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa: no saber permanecer en reposo en una habitación”. Y sin embargo, como diría Viktor Frankl, “literalmente hablando, lo único que poseemos ahora es nuestra existencia desnuda”.

Tal vez una experiencia de confinamiento como la que estamos viviendo sea una oportunidad para experimentar ambas cosas: la riqueza del silencio y el encuentro con nuestra “existencia desnuda”.

Tengo constancia de que son muy numerosos los grupos que, en algún momento del día, se reúnen para meditar a través de alguna plataforma digital. Lo cual me parece una buena noticia.

En la práctica meditativa encontramos un tiempo para favorecer la cercanía a nosotros mismos, el cuidado de la atención y la riqueza del Silencio.

Del modo que sea más adecuado para cada cual, se trata de favorecer el amor incondicional hacia sí mismo, entrenar la atención –llevándola a la respiración o a las sensaciones corporales, y observando la mente a distancia– y ejercitarse en el Silencio del “solo estar”, en una consciencia sin contenidos, manteniendo la atención en la pura y simple sensación de presencia, sin añadir pensamientos.

Así vivido, el Silencio –me gusta escribirlo con mayúscula– conduce al centro de la vida; es fuente de comprensión, de amor, de libertad, de paz y de acción eficaz. El Silencio es la puerta hacia nosotros mismos; no solo eso: el Silencio consciente es otro nombre de lo que somos, es nuestra “casa”. Es liberación del sufrimiento inútil y experiencia de plenitud gozosa. Por todo ello, cuando se ha experimentado, el Silencio enamora.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Personal sanitario. ¡Gracias!

Viernes, 3 de abril de 2020
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Hospital.1

Como si de un rito sagrado se tratase, todas las tardes, a las 20:00 hs., me asomo a la ventana de casa para aplaudir a todo el personal sanitario que, una vez más en esta crisis, está mostrando toda su calidad humana y profesional. Y allí escucho aplausos que proceden de todas las direcciones. Aplausos que despiertan y movilizan en mí una corriente emocionada de comunión, solidaridad, confianza en el ser humano, gozo y gratitud.

          Se comprueba en toda crisis: junto con el dolor y el miedo, la frustración y la rabia, el enfado y la impotencia, en las crisis afloran oleadas de solidaridad en favor de las personas más vulnerables. Emerge lo mejor de la condición humana: la capacidad de empatía y la práctica de la compasión.

       Tal capacidad está siempre ahí, pero con frecuencia adormecida porque nuestros intereses giran todavía demasiado en torno a nuestro pequeño mundo. En una crisis, al sentirnos removidos, parecen activarse dos detonadores que, al converger, nos mueven hacia los demás: por un lado, la experiencia de vulnerabilidad y, por otro, la capacidad de amar.

          La consciencia de la propia vulnerabilidad, sacándonos con fuerza de nuestra zona de confort y de las defensas tras las que nos habíamos acorazado, nos acerca a nuestra propia verdad de seres sumamente frágiles y necesitados. Y al caer el pedestal al que nos habíamos encaramado para, precisamente, huir de la propia vulnerabilidad, nos humaniza.

          De ese modo, el encuentro experiencial con la propia vulnerabilidad juega en una doble dirección: por una parte, nos hace encontrarnos con la vulnerabilidad ajena y vibrar ante ella –hemos entrado en el territorio común de la “vulnerabilidad compartida”–; por otra, al acercarnos a nuestra verdad, descubrimos que, además de muy vulnerables, somos amor que busca expresarse.

        Y aquí se nos regala un descubrimiento que parece desconcertante: el reconocimiento y la aceptación de la propia vulnerabilidad constituye, no solo la puerta de la auténtica compasión y solidaridad, sino también nuestra mayor fortaleza. Hemos abandonado nuestras “fortalezas fabricadas” –todas ellas ilusorias, tal como se pone de manifiesto en tiempos de crisis e incertidumbres– y hemos aprendido que nuestra única fortaleza solo puede ser aquella que se apoya en el reconocimiento y la aceptación de toda nuestra verdad, sin ocultarnos nuestros miedos y sin maquillar nuestras carencias. Entonces brilla aquella sorprendente paradoja paulina: “Cuando me siento débil [cuando reconozco y acepto mi vulnerabilidad], entonces es cuando soy fuerte” (2 Cor 12,10).

          No es extraño, por ello, que la compasión, la cercanía cálida, la ayuda servicial, el amor alegre, la servicialidad desinteresada, se den con tanta frecuencia como intensidad entre las personas –médicos/as, enfermeros/as, auxiliares, celadores/as, limpiadores/as– que conviven tan de cerca con la vulnerabilidad y la palpan a cada paso de su tarea.

        De esa constatación me brotan cuatro palabras que resumen mi vivencia hacia todas y cada una de esas personas: gratitud, aprendizaje, cuidado e invitación.

      ¡Gracias! Por todo el bien que estáis haciendo en los momentos más difíciles de la vida de una persona. Gracias porque vivís el mayor regalo que se puede hacer a un ser humano: ser presencia de calidad para él. Cuando aparentemente no podemos, por diferentes motivos, hacer nada por alguien, hay algo siempre a nuestro alcance y, curiosamente, es lo más importante: estar ahí para él.

          ¡Gracias! también porque estáis mostrando lo mejor del ser humano –ese es mi aprendizaje–, lo que en realidad somos todos y todas, aunque a veces lo mantengamos oculto o incluso lo ignoremos: somos, en otra bella paradoja –todo lo profundo es paradójico– vulnerabilidad y amor a la vez. Vulnerabilidad y amor que, cuando se encuentran, cuando se viven juntos, constituyen nuestra mayor fortaleza y se convierten en manantial vibrante de compasión y solidaridad.

          ¡Gracias! también porque sois vulnerables y no escondéis vuestra vulnerabilidad. Pero eso requiere que viváis un cuidado exquisito hacia vosotros y vosotras mismas. Somos siempre vulnerables pero, en momentos de riesgo –esfuerzo prolongado, cansancio, agotamiento, amenazas para la salud, estrés psicológico, saturación, impotencia…–, se acentúa extremadamente la consciencia de nuestra fragilidad y aparece el temor a rompernos. Por eso es imprescindible vivir el cuidado hacia sí mismo/a. Un cuidado hecho de amor incondicional hacia sí, de autoacogida, de autocomprensión, del descanso reparador que sea posible, de relaciones vitalizantes, de oxigenar nuestra sensibilidad, de humor, de tiempos de silencio y meditación…

          Y la invitación humilde: no dejéis que pase desapercibida a vuestros ojos toda la riqueza humana que estáis derrochando. Apreciad el caudal de humanidad que fluye y se moviliza a través vuestro en beneficio de las personas más vulnerables: reconocedlo, saboreadlo, integradlo… Ser conscientes de lo que somos y de lo mejor que brota en nosotros constituye un potente factor de transformación personal y social.

          Por todo ello, por vuestro servicio, vuestra sonrisa, vuestro gesto, vuestra presencia…, ¡gracias! Y gracias también por vuestro cansancio, vuestra pena, vuestra frustración, vuestro enfado, vuestro miedo, vuestros “bajones”… Todo ello forma parte de nuestra condición, con todo ello aprendemos a acogernos. Por eso, nos resulta fácil ver en vosotros y en vosotras –todo el “personal sanitario”, en el sentido más extenso de la palabra– como un “espejo” que estáis reflejando lo que somos todos y todas.

¡¡¡Gracias por tanto!!!

Y recibid nuestro aplauso diario: quiere ser expresión de la gratitud y mensaje de ánimo para vuestra tarea.

Postdata 1.

Más allá de la gratitud, no puedo ofreceros mucho. Pero si deseáis escribir por correo electrónico en algún momento –me dirijo a las personas que trabajáis en la sanidad–, no dudéis en hacerlo. En todo lo que me sea posible, ahí estaré.

Postdata 2.

La gratitud es inclusiva. Y alcanza especialmente a profesionales y trabajadores de todos los ámbitos que siguen desarrollando su actividad, ahora con mayores dificultades y más esfuerzo. Gracias por vuestra entrega.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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“Covid-19 deja en evidencia la precariedad de las travestis y trans en las cárceles”

Viernes, 3 de abril de 2020
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unidad-penal-1122x561Por Verónica Stewart

En la Unidad Penitenciaria N°2 de Sierra Chica, en la provincia de Buenos Aires, las trans y travestis privadas de su libertad tienen seis máquinas de coser. En estos días se dedican a fabricar barbijos para el personal de la penitenciaria a cambio de unas horas de sol en el patio.

Esta es una de las tantas vulnerabilidades a las que la población trans en situación de encierro se ve expuesta ante la crisis del Covid-19. De por sí, y según datos arrojados por un informe realizado por Otrans en 2019, el 82% de las personas travestis y trans entrevistadas no tenía antecedentes previo a su condena. La mayoría de las mujeres trans privadas de su libertad son migrantes (principalmente de Perú y Ecuador), con un porcentaje cada vez mayor sostenido, en gran parte, por detenciones arbitrarias. En este contexto, el 73% de las travestis y trans en cárceles bonaerenses padece algún tipo de enfermedad.

“Desde antes de esta pandemia, nosotras venimos denunciando la falta de acceso a la salud y a la alimentación, y cómo se complejiza con gente con enfermedades crónicas,” explicó Claudia Vásquez Haro, presidenta de Otrans, a Presentes. “El miedo de ellas es qué pasaba con los alimentos con la visita restringida. Ahí lo que hicieron fue generar un mecanismo de cuidado: no recibimos visitas, priorizamos la salud.” Sin embargo, continúa Vásquez Haro, tanto la comida como el acceso a la salud siguen siendo un problema, que se ve agravado por la imposibilidad de las visitas que suelen contrarrestarlos.

Por su parte, César Bisutti, integrante del programa “Género, sociedad y universidad” de la Universidad Nacional del Litoral y trabajador del Comité Contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria, hace hincapié en la complejidad de cumplir con las indicaciones de salubridad durante el período de cuarentena viviendo en una penitenciaria de la provincia de Buenos Aires, donde el hacinamiento es un problema hace años. “En una celda pensada para 2 personas donde hay 16 y para dormir hay que hacer tetris, imaginate pensar distancias,” dijo Bisutti a Presentes. “El aislamiento social es una utopía, y la posibilidad de discutir sobre salud integral en estos espacios es un oxímoron, una contradicción en sí misma.

Lo que deja en evidencia el virus

Bisutti explica que esta situación nos permite “recuperar cómo es el encierro de mujeres y de compañeras travestis y trans, y cómo el aislamiento y la precariedad pueden repercutir en eso.” Las condiciones en las que se encuentran no solo son precarias en términos de salud y alimentación, sino que el trato que reciben también se ve fuertemente atravesado por la discriminación por su identidad de género. Tanto es así que en mayo de 2019, la Comisión  Provincial por la Memoria (CPM) presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) una cautelar denunciando las pésimas condiciones sanitarias a las que era expuesto el colectivo trans en las cárceles de la provincia de Buenos Aires. El ejemplo más claro de las consecuencias de este maltrato es el de Mónica Mego, quien quedó parapléjica luego de que se le negara acceso a la salud durante seis meses.

“El Covid-19 vino a interpelar toda la estructura sanitaria y a dar cuenta de la importancia del rol del Estado gestando y coordinando la política pública en materia de asistencia, prevención y abordaje de la pandemia,” explicó Bisutti a Presentes.

Reclamos a provincia de Buenos Aires

Vásquez Haro, por su parte, expresó una preocupación similar por la necesidad de un Estado presente no solo dentro del sistema penitenciario, sino también por fuera. “El 95% de las travestis y trans en La Plata se encuentran en situación de prostitución, y si no pueden salir a la calle, no comen,” comentó. “El Estado tiene que aparecer.” El aumento en el encarcelamiento de mujeres trans y travestis se debe, en palabras de Bisutti, debido a “procesos como la criminalización del trabajo sexual y de la economía informal, la falta de perspectiva de género en las decisiones judiciales y la feminización de la pobreza.” Así, situaciones críticas como la pandemia que hoy afecta al mundo entero no hacen más que poner en evidencia las carencias y violencias que diariamente ejerce el servicio penitenciario sobre su población más vulnerable.

Por ahora, un comunicado publicado el 25 de marzo por la Procuración Penitenciaria de la Nación aseguró que se establecieron guardias domiciliarias con el fin de atender a “pedidos de arrestos domiciliarios y libertades, con prioridad a las personas que se encuentren en los grupos de riesgo. Ello a los fines de garantizar el cuidado de la salud, promoviendo además la descongestión de los espacios carcelarios y el seguimiento de aquellos casos más urgentes.” Allí se listan números de contacto para realizar dichas demandas.

Campaña solidaria

En vistas del cuidado no solo a las compañeras en la población carcelaria sino también a la sociedad en su conjunto, desde Otrans lanzaron una campaña solidaria titulada “Nos cuidamos entre todes”, en las que piden donaciones de alimentos no perecederos, para compensar por aquellos que suelen recibir de sus visitas, y tela de tipo friselina hidrófuga o quirúrgica, para que puedan confeccionar barbijos para ellas y para sus compañeras. Como explicó Vázquez Haro a Presentes, se trata de “poner en valor nuestras redes de contención y políticas del cuidado”. Todxs aquellxs interesadxs en donar, pueden comunicarse con contactootrans@gmail.com

Fuente Agencia Presentes

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Ser fructíferos

Jueves, 10 de octubre de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

frutas30

“Hemos sido llamados a ser fructíferos – no exitosos, ni productivos, ni expertos. El éxito proviene de la fuerza, del estrés y del esfuerzo humano. Es cuando nos sabemos vulnerables, cuando admitimos nuestra propia debilidad, que damos frutos”.

*

Henri Nouwen
(Discurso público en Yale, el 30 de marzo de 1995)

***

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Vulnerables

Lunes, 2 de septiembre de 2019
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padres-e-hijos-3El sentimiento de vulnerabilidad nos acerca al Alma. No hay nada que sea más importante que acercamos a nuestra Esencia. La vulnerabilidad tiene a bien revelarnos nuestra verdadera identidad, nos aproxima a lo que realmente somos. Hace caer nuestras capas más superfluas, nos familiariza con nuestra Real Presencia.

La vulnerabilidad ralentiza la vida de fuera y sin embargo acelera la de dentro, acelera los procesos interiores. Es importante reconocernos vulnerables, pues así nos estamos acercando a la Fuente que nos habita, que todo lo habita. Reconocernos vulnerables, no es reconocernos heridos. Nada, ni nadie nos puede herir, sólo nosotros mismos. Cuando reconocemos que nada externo nos hiere, es que hemos iniciado ese Sendero que ya no tiene vuelta atrás, ese Sendero al que nos entregaremos en cuerpo y alma durante vidas.

Reconocernos vulnerables es reconocernos inmensamente agradecidos aún al borde del abismo. Es rendir todas las armas y argucias del ego. Es sentirnos y sentarnos a la vera de Dios, hallarnos como bien dice el venerable Maestro Thích Nhất Hạnh “en casa”. Reconocernos vulnerables no es sentirnos desprotegidos. Que me falte aliento, no quiere decir que falte el Aliento, es sólo que estoy aprendiendo a respirar.

Reconocernos vulnerables es tomar conciencia de que ningún sufrimiento es en balde. Es también reconocernos en proceso de pago, de equilibrar las cuentas. Es asumir y agradecer la Ley, que nunca nos ahoga, que nos dará siempre las mil y un oportunidades de volver a empezar.

Reconocernos vulnerables es sentirnos habitados en un cuerpo con fecha de caducidad, pero conscientes de que la Vida verdadera nunca caduca. Es descansar en el aquí y en el ahora, que es una de las modalidades de la eternidad. A la postre vulnerabilidad era reposo en la eternidad. La eternidad a veces no tiene otro remedio que abrirnos las puertas por medio de una enfermedad, un accidente, un contratiempo.

Pasarás la noche tosiendo, ardiendo entre sábanas mojadas, pero tu Ser estará tranquilo. Por encima de los días y las noches amargas siempre verá un resquicio, siempre contemplará a lo lejos algo, siquiera una pequeña ranura, del horizonte inmenso de la eternidad.

Recelaremos de los exilios que necesariamente hemos debido transitar. Reconocernos vulnerables es dar un paso más hacia nuestra autenticidad, hacia nuestra humanidad, también hacia nuestro verdadero Hogar; en definitiva es tomar plena conciencia de nuestra condición de hijos e hijas de Dios, infinitamente queridos, celosamente amparados por su Amor que todo lo inunda.

Koldo Aldai

Fuente Fe Adulta

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Un amor vulnerable

Miércoles, 5 de junio de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Estoy profundamente convencido de que el líder cristiano del futuro está llamado a ser alguien completamente irrelevante, y a presentarse ante el mundo ofreciendo solamente su persona totalmente vulnerable. Así es como Jesús vino a revelarnos el amor de Dios. El gran mensaje que debemos ofrecer, como servidores de la Palabra de Dios y discípulos de Jesús, es que Dios nos ama no por lo que hacemos o logramos, sino porque nos nos ha creado y redimido por amor y nos ha escogido para proclamar ese amor como la verdadera fuente de toda vida humana”.

*

Henri Nouwen
En el nombre de Jesús
PPC

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