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El sanador herido

Jueves, 27 de mayo de 2021
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En un día especial para mí, esta realidad explica mi vida…

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Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: “¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?”, a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: “¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?”.

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros

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Henri Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu “yo” herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti. Cuando permites que tu “yo” herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu “yo” herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda.

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Henri Nouwen

La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997.

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“Jesús de Nazaret o el precio de la disidencia”, por Ignacio Simal

Miércoles, 24 de marzo de 2021
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cruzSi eres un disidente, normalmente te ignoran.
Si no pueden ignorarte, y no pueden responderte,
te desacreditan.”

(Noam Chomsky)

Tenía razón Chomsky cuando escribía que si eres un disidente y no pueden ignorarte, ni responderte, te desacreditan. El caso de Jesús de Nazaret es paradigmático de lo que el respetado lingüista estadounidense afirma en su “Chomsky: Obra Esencial”.

A Jesús nadie le podía ignorar (Mt. 4:24), ni nadie le podía responder (Mc.. 12:13-17; 34.)…. y el pueblo le seguía (Mc. 12:37). Su disidencia de una teología y praxis religiosa pervertida era meridianamente clara, sus palabras no dejaban ningún resquicio que pudiera provocar malos entendidos (Mt. 23 es un buen ejemplo de ello). De ahí que los que ostentaban el poder religioso de su tiempo pasaran directamente a desacreditarlo delante del pueblo y de sus seguidores y seguidoras.

Según el Evangelio de Marcos, los escribas procedentes de Jerusalén -centro del poder religioso- le desacreditaron afirmando “que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera demonios” (Mc. 3:22). Anteriormente “los suyos” pensaban de él que “estaba fuera de sí” ((Mc. 3:21).

En otra ocasión, según el Evangelio de Juan, le vuelven a desacreditar intimando que él es un hijo nacido de fornicación (Jn. 8:41). Le acusan públicamente de blasfemo (Mt. 26:65), de ser un rebelde frente al poder del Imperio (Jn. 19:12-16), y finalmente le muestran en público en un estado lamentable, resultado de las torturas a las que había sido sometido. Y el pueblo, que otrora le había seguido, clama a una voz contra el Nazareno: ¡Sea cruficado! ¡Sea crucificado! ¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos! (Mt 27:22-25). Todo acabó con una crucifixión pública donde las chanzas y el descrédito continuaron (Lc.23). El objetivo había sido alcanzado… Jesús, por fin, desacreditado y muerto, y el pueblo manipulado por el vértice de las estructuras, religiosas en este caso, de poder (Mt. 27:20).

Y eso es lo que sucede con los que disienten, los sospechosos y sospechosas de no ser incondicionales con las estructuras de poder con las que muchas de nuestras instituciones sociales y religiosas se dotan. Ellos, ellas, disienten -por ejemplo- de la lógica de los “Caifas” de este mundo (sean éstos de izquierdas o derechas en lo político; sean progresistas o conservadores en lo teológico) que sin pudor afirman: “nos conviene que una persona muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Jn. 11:50). La lógica de Caifas enmascara, de preocupación por el pueblo, su interés por conservar los privilegios de clase que le concede la estructura de poder en la que se mueve. Privilegios que veía poner en peligro por la praxis y mensaje de Jesús de Nazaret. Los discípulos y discípulas del Mesías sólo deben ser incondicionales del reino de Dios y su justicia. Nada más, ni nada menos

Tengo la impresión de que nuestras sociedades y nuestras iglesias están a falta de disidentes. Mujeres y hombres que, a la manera de Jesús de Nazaret, se pongan al servicio del reino de Dios y, por ende, al servicio del Dios que se nos manifestó en Jesús. Como también escribirá Chomsky, “se puede ganar mucho con el activismo -yo diría con el seguimiento de Jesús- … pero también se pueden perder muchas cosas. Y algunas de ellas no carecen de importancia, como por ejemplo la seguridad, eso no es algo secundario. Y la gente sencillamente tiene que tomar su decisión sobre el particular cuando decide qué va a hacer” (Chomsky: Obra esencial, Edit. Crítica, p. 257).

Al hilo de lo que escribe Noam, me viene a la memoria ese dicho de Jesús que afirma, de manera rotunda, “No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra .de modo que los enemigos de uno serán sus propios familiares El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará” (Mat. 10 34-39).

Perder la vida -renunciar a la seguridad- por causa del reino de Dios… Ahí está la cuestión. No existe otra opción para los seguidores y seguidoras de Jesús. Debemos tomar la cruz que ponen sobre nuestros hombros los centros de poder y caminar con ella haciendo frente a los poderes demoníacos de este mundo, sean éstos políticos, económicos o religiosos. No hay otra salida. No existe otro camino para el/la activista del reino de Dios.

Ignacio Simal Camps

Ignacio Simal es pastor de la Església Protestant Betel + Sant Pau (Aragó, 51 , Barcelona), miembro de la Iglesia Evangélica Española. Fundó Lupa Protestante en el año 2005. Es miembro de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, y del Fòrum Català de Teologia i Alliberament.

Fuente Lupa Protestante

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Antonio Piñero: “Hay que distinguir entre el personaje histórico Jesús de Nazaret y el Cristo celeste”

Martes, 9 de marzo de 2021
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Nos encontramos ante la continuación de la publicación el año pasado de La Aproximación al Jesús histórico, en esta misma editorial. Esta continuación de su obra corresponde en realidad a ponerse en diálogo con otros autores. Se trata de su última publicación que nos trae una visión crítica de la cristología

Y es que parece que al tratar este tema central de la teología cada uno defiende a su Jesús y Antonio Piñero pretende presentarlo como fruto de un consenso, pero “ese consenso no lo es de historiadores confesionales, sino consenso de historiadores independientes y claro está, dentro de ese consenso los hay de todo pelo y condición”

“Jesús histórico: otras aproximaciones” de Antonio Piñero en Trotta

En esta obra podemos encontrar por una parte la aproximación teológico-histórica y por otra parte una histórico-crítica donde podemos encontrar al Jesús de Antonio Piñero. Afirma que es cierto que cada autor tiene a su propio Jesús y trata de “reproducir fielmente el pensamiento de la persona a la que voy a someter a crítica” para con posterioridad poder exponer lo que según su parecer no se aproxima al Jesús histórico y aquello que sí pero siempre enmarcándolo dentro de una hipótesis. Es importante por ello hacer una buena presentación para luego dar alternativas y aceptar la parte buena que al parecer de Piñero tiene ese autor.

Estamos ante un personaje muy investigado e interesante, soporte y fundamento de más de dos mil millones de personas pero cuya obra, dichos y hechos han sido transmitidos por sus seguidores y recogido por escrito entre cuarenta y setenta años después encontrándonos con escritos como el Evangelio de Juan que tratan de divinizar y ensalzar su figura. Pero esto no solo ocurre en los evangelios sino que es norma de toda biografía antigua.

Ese es el motivo por el que apenas tenemos reseñas de su infancia, se centran en su vida de adulto y ensalzan sus virtudes. Cierta similitud encontramos en autores como Tácito o Plutarco a la hora de hablar de la vida de los Césares o del personaje al que narran y que ensalzan sin reparos. Era la forma de escribir en la época y nos hace pensar como historiadores del siglo XXI hasta qué punto podemos tragarnos esa magnificación, elevación y ensalzamiento.

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Antonio Piñero: “Elija Usted su Jesús mítico”

Los ‘Jesús’ de la investigación teológica

Senén Vidal divide la vida de Jesús en tres partes con tres proyectos distintos. El primero como discípulo de Juan el Bautista, al que sigue su etapa judía pero su última etapa parece un tanto irreal al limitarse a una semana. Quizá sería mejor verlo como un proceso progresivo y no tanto dividido. Cosa que ayudaría a no encontrarnos con un Jesús que comienza el domingo de ramos como el mesías y rey de Israél que cuatro días más tarde hace saltar el sistema expiatorio del templo instituyendo una cena pascual irruptiva. En una persona como Jesús parecería poco plausible que rompiera con sus propias creencias de esta manera.

Sean Freyne ha escrito cosas muy interesantes con un enfoque marxista en la historia al considerar que los condicionantes sociales y económicos de la sociedad galilea donde podemos hurgar el pensamiento teológico de ese momento que podremos considerar determinó el pensamiento de Jesús. Ante este autor Piñero desaprueba la visión de un Jesús al final de su vida como siervo de Yahvé, por ser una construcción teológica cristiana cristiana y no judía. Para los judíos no era interpretado mesiánicamente sino como el justo perseguido.

Otro autor de calado  en José Antonio Pagola al que hay que agradecer la valentía de intentar hacer un Jesús histórico rompiendo el fuego en el sitio más difícil, dentro de una jerarquía. Pero según Piñero no es un autor consecuente al “meter ciertas morcillas teológicas” que no corresponden al Jesús de la historia. Y cuando encuentra alguna cosa histórica que puede molestar al establishment de los obispos, lo pone en nota y aún así no salió bien parado. Para Piñero, el Jesús histórico de Pagola no es histórico sino teológico.

Seguimos con el Jesús de James D.G. Dunn que intenta hacer un punto de vista muy interesante al hacer una aproximación sobre el Jesús recordado, puliendo el recuerdo hasta llegar a la persona histórica. La critica vendrá por considerar que hay un montón de recuerdos de Jesús que son independientes de la creencia de aquellos que conservan esa creencia en la resurrección de Cristo. Esto es inaceptable para Piñero puesto que todos los recuerdos son dependientes en líneas generales de la fe en la Resurrección.

Rafael Aguirre, Carmen Bernabé y Carlos Gil Albiol tratan de buscar un Jesús histórico pero Piñero considera que no sacan las consecuencias de un Jesús que es judío. Jesús no es el fundador de una nueva religión sino el fundamento que causa la reinterpretación que posteriormente hará Pablo y sus discípulos. La crítica a este grupo será la de considerar que toman su camino silenciando a todo el que discrepa de sus ideas.

Gerhard Lohfink presenta un desarrollo muy aceptable pero cae en la misma dinámica que Pagola al presentar a un Jesús más teológico. Y por último citamos a Javier Gomá Lazón hay que reconocer el esfuerzo de presentar a Jesus en su culmen como un Jesús ejemplar a quien Dios premia su ejemplaridad con la resurrección. Pero claro, esto de la resurrección no se puede probar con la filosofía y así lo reconoce pero termina por obviarlo y dejarse llevar por lo teológico.

Aproximaciones histórico-críticas

Nos queda comentar la segunda sección del libro que trata de hacer una aproximación histórico-crítica con otros autores de calado como Paul Heinrich Dietrich, Holbach, Gerd Theissen y Annet Merz, José Monserrat Torrents. Destaca de este grupo la apreciación de Torrents al considerar que los romanos solo utilizaron la muerte en cruz con aquellos que iban armados y esto ha sido muy silenciado por la tradición y esta postura es demasiado unilateral ya que en la Palestina del siglo I no era de extrañar ir armado como medio de defensa y por tanto no sería de justicia hacer de Jesús un galileo armado.

Mención especial de Piñero a John P. Meier ante el que se quita el sombrero pero que  “destaca demasiado acríticamente que Jesús fue un personaje unicum, un único, y creo que el personaje unicum atribuido a Jesús no es real porque Jesús entra dentro de una serie de rabinos que con ingenio discutían sobre sus conocimientos aunque para muchos judíos, las parábolas de Jesús son la perla de la literatura judía del siglo primero”

Antonio Piñero, junto a  Gonzalo Puente Ojea y Fernando Bermejo son herederos de la escuela filológica alemana que reducen a Jesús a 27 puntos de consenso. Entre estos investigadores independientes defienden que entre el Jesús histórico y Jesucristo hay una especie de barranco o especie de salto insalvable. Para Puente Ojea, Cristo es un mito, para Piñero es un concepto teológico y para Bermejo Jesucristo es una historiografía puramente inventada por los evangelios que hay que reducirlo a su justo término. Pero los tres son defensores acérrimos de un Jesús de Nazaret histórico sobre cuya base, fundamentalmente Pablo de Tarso y sus sucesores, construyeron al Cristo celeste. Por tanto, hay que distinguir entre el personaje histórico Jesús de Nazaret y el Cristo celeste.

Toda una interesante lectura que podemos encontrar en Trotta Editorial bajo el título EL JESÚS HISTÓRICO otras aproximaciones, reseña critica de algunos libros significativos en lengua española.

 Fuente Religión Digital

Biblioteca, Cristianismo (Iglesias), General , , , , ,

Magnificat

Sábado, 20 de febrero de 2021
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El Magníficat se nos presenta como modelo de oración por sus contenidos y sus aspectos formales: es un cántico de acción de gracias y de alabanza; es memoria de las maravillas llevadas a cabo por Dios; expresión de concreción y de arraigo en la hora presente; mirada proyectada hacia el futuro. Es ejemplo de cómo, al dirigirnos a Dios, debemos conjugar el sentido de la trascendencia absoluta de Dios (él es el Señor, el Omnipotente, el Santo) con el de su sorprendente proximidad (dirige la mirada a los humildes, extiende su misericordia a los que le temen, se acuerda de sus promesas).

En el Magníficat, aquel a quien los teólogos llaman el «Totalmente Otro» se manifiesta muy próximo al hombre: el Dios inaccesible de la zarza ardiente se ha convertido ya en el Enmanuel, en el Dios-con-nosotros, en el seno de la virgen de Nazaret.

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Capítulo general de los hermanos Siervos de María,
Siervos del Magníficat: el cántico de la Virgen a la vida consagrada,
Publicaciones Claretianas,
Madrid 1997.

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“La resurrección de Jesús según san Pablo”, por Gonzalo Haya.

Lunes, 25 de enero de 2021
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St.Paul-Icon-700pxEl primer documento escrito sobre la resurrección de Jesús se lo debemos a Pablo, solamente 20 ó 30 años después de su crucifixión. El obispo episcopaliano J. S. Spong ( 1, 2,) hace hincapié en este dato, porque se trata de una escueta interpretación de la resurrección, sin la escenografía de apariciones que 40 ó 50 años después presentaron los evangelistas. Y esa escenografía nos ha llevado a imaginar la resurrección como vuelta a la vida del cuerpo, mientras que Pablo interpretó la resurrección como una transformación en otra dimensión.

Exponemos a continuación los textos de Pablo y un resumen de los argumentos del trabajo de Song:

Rom 1,4; que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Rom 4,25; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Rom 8,34;  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Rom 14,9; Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

1Cor, 15,3-8; Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido: que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo.

1Cor, 15,15-17; Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

· Pablo nos da las primeras referencias sobre la resurrección de Jesús, principalmente en Rom 1,4 y 1Cor 15,3-8. No conoce nada sobre signos portentosos a la muerte de Jesús ni sobre el sepulcro vacío. Para comprender lo que dice Pablo tenemos que olvidar de momento todo lo que dicen los evangelios sobre la resurrección de Jesús: discípulos de Emaús, tumba de José de Arimatea, mujeres que llevaban ungüentos a la tumba, y otras apariciones.

· Pablo concibió la resurrección según los tres modelos que encontraba en la tradición judía: Henoc “caminó con Dios y después desapareció porque Dios se lo llevó” (Gén 5,24). Moisés murió “como lo había dispuesto el Señor, y lo enterró… y hasta la fecha nadie sabe dónde está enterrado” (Dt 34,5-6) de modo que el pueblo creyó que no había muerto y estaba con el Señor. Elías fue arrebatado por un carro de fuego y transportado vivo a la presencia de Dios (2Reyes 2,11). Estos eran los modelos que tenía Pablo para comprender su experiencia de Jesús vivo a pesar de había sido crucificado y sepultado.

· La resurrección es el momento en que Dios constituye a Jesús como su Hijo, Mesías y Señor (Rom 1,3-4). Esta afirmación podría ser considerada como “adopcionista” según el concilio de Nicea.

· Según Pablo, Jesús se aparece primero a Pedro (según Juan se apareció primero a María Magdalena, según Marcos Mateo y Lucas el primer anuncio fue a un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús). Sigue la aparición a los Doce; ahora bien, o Doce es un número simbólico, o Pablo no sabe nada de la traición de Judas, o quizás el personaje simbólico, elaborado posteriormente, sea Judas. Después a quinientos hermanos; después a Santiago, ¿el hermano del Señor? “Por último”, e igualmente,a Pablo; ¡cuya conversión sucedió entre uno o seis años después de la muerte de Jesús!

· Lucas sitúa todos los acontecimientos de Pascua, entre la resurrección y la ascensión, en 40 días. Los casi seis años de Pablo y la falta de detalles de una apariencia física -mensajes orales y contacto físico- nos indican que Pablo no entendió la resurrección como la revivificación del cuerpo físico de Jesús; esas descripciones fueron elaboradas posteriormente por las comunidades y recogidas por los evangelistas.

· Pablo solamente había experimentado que Jesús vivía y entendió que había sido constituido Señor y Mesías. La resurrección fue, más bien, la transformación en un plano diferente, a un orden de conciencia más allá de los límites del tiempo y del espacio… lo que él llamó cuerpo espiritual” 1Cor 15,44). No hubo una revivificación del cuerpo que permaneciera en la tierra durante unos días y luego fuera “elevado” a los cielos. Al morir, fue transformado; ya no es un mortal, “la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6,9). “Esta carne y hueso no pueden heredar el reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar la incorrupción (1Cor 15:50)

Tenemos dificultad de imaginar esta transformación porque necesitamos explicarla con los conceptos e imágenes obtenidas de este mundo material, y porque nuestro imaginario se ha nutrido con los relatos de los evangelistas que trataron de plasmar y visualizar la resurrección de Jesús. El pueblo sólo concebía una vida real en un cuerpo; un ser sin cuerpo les parecería un fantasma.

Los estudios bíblicos se concilian mejor con los estudios de la antropología actual, y nos facilitan una comprensión más actual y adulta de nuestra fe. Lo trascendente sigue siendo un misterio, pero al menos no resulta contradictorio con nuestros conocimientos científicos de lo inmanente.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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Pikaza: “Por oponerse a la violencia organizada de sacerdotes y escribas, terratenientes y soldados, mataron a Jesús”

Sábado, 12 de diciembre de 2020
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unnamedLa Violencia en la Biblia, eje del último número de Reseña Bíblica

Reseña Bíblica ha dedicado el último número a la violencia en la Biblia, y he colaborado con una reflexión sobre la Violencia Verbal de Jesús, que recojo aquí con ligeras modificaciones.  

Jesús dijo: “No he venido a daros paz, sino una espada nueva, para que luchéis vosotros mismos contra la violencia” (cf. Mt 10, 34-36). De esa espada de paz que vence a la violencia tratan los evangelios sinópticos (en una línea distinta a la que indica el Jesús de Miguel Ángel en la Cap. Sixtina, donde la violencia parece más de condena que de transformación al servicio de la paz  más alta, que vence a la violencia sin violencia).

Violencia verbal de Jesús en los Evangelios sinópticos: Reseña Bíblica 108 (2020) 44-53

            En el principio de  las guerras está la violencia verbal, una palabra que miente, deforma y destruye, y para superarla debemos recrear la palabra, pasando de la violencia a la comunicación creadora de vida. Desde ese fondo interpreto la palabra de Jesús según los evangelios. Por oponerse a la violencia organizada de sacerdotes y escribas, terratenientes y soldados, le mataron. Por haber arriesgado su vida al servicio de todos, empezando por los excluidos del sistema sigue vivo, está resucitado entre nosotros.

Introducción. Jesús y la violencia

            Jesús fue un hombre de inmensa anti-violencia verbal, de forma que los poderes dominantes se sintieron amenazados, condenándole a muerte. Pero esa anti-violencia suscitó un proyecto y camino de pacificación universal, en apertura a todos, como mostrarán las reflexiones que siguen.

         Vivió en un mundo regulado y simbolizado por los grandes mitos de violencia original, con un paraíso habitado por la serpiente, Caín y Abel luchando a muerte, los hijos de Dios violadores de mujeres (Gen 6,1‒6) que, según el símbolo antiguo, provocaron el diluvio universal. En aquel contexto surgieron los sacrificios  religiosos,  el intento de construir la gran torre militar torre de Babel, guerreros famosos, imperios opresores (Nínive, Egipto), destrucciones cruzadas entre israelitas y cananeos, ansias de ira, venganza y muerte, con deseos de paz (Shalom), pero también con un gran resentimiento donde parece que la destrucción del otro importa a veces más que el triunfo propio.

            Los israelitas bíblicos se sintieron (se creyeron) elegidos para llevar la paz al mundo, como proclamó Isaías (Is 2, 2‒4: ¡De las espadas forjarán arados!), retomando el símbolo de Abraham a quien la tradición presenta como fuente de bendición para los pueblos del entorno (Gen 12, 1‒3). Pero esa cara de paz iba vinculada a una cruz de fuerte violencia («bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan»), como sigue diciendo la “historia” de la Biblia a través del libro dl éxodo, según es cual Dios libera a los oprimidos de Egipto, pero les obliga de para destruir y/o esclavizar a los cananeos del entorno.

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Aquella elección pacífica y misericordiosa de Israel al servicio de una pretendida paz universal incluía incluye un reverso de exclusión violenta, como pone de relieve el estrato final de la historia israelita, 1‒2 Crónicas, Esdras‒Nehemìas, y de un modo sangrante la legislación de Ex 34, con su cara de misericordia («amor entrañable, gracia, lealtad y firmeza, por mil generaciones…» Ex 34, 6‒7) y su cruz de gran violencia, que se expresa en dos mandamientos fundamentales: Destruir los cultos paganos, matando a sus adoradores y expulsar a las mujeres cananeas (34, 24‒28).

Estos dos mandamientos de opresión socio‒religiosa y de género no lograron imponerse totalmente, a pesar de la rebelión anti‒universalista de los macabeos (167‒160 a. C.) con el estallido apocalíptico de Daniel (siglo II a.C.), pero en su entorno surgieron según Flavio Josefo las “filosofías” dominantes del judaísmo hasta el tiempo de Jesús (fariseos, esenios, saduceos, celotas), definidas básicamente por su forma de responder a la violencia social y religiosa. En ese contexto se sitúa Jesús:    

‒ Nació de artesanos galileos comprometidos con la identidad de Israel y fue discípulo de Juan Bautista, un profeta penitencial, cuyo bautismo recibió, para luego separarse de él, presumiblemente por haber recibido una experiencia distinta de Dios.

‒ Proclamó y preparó la llegada del Reino de Dios en Galilea, como expresión radical de gratuidad, no como resultado de una conversión previa, entre enfermos, pobres y excluidos de su entorno, tanto varones como mujeres.

‒ Supo que Dios se revelaba en personas, no en instituciones como el templo, ni en la ley nacional. En esa línea,  sus “adversarios” no eran los imperios (Roma), ni los gentiles, sino Belcebú, espíritu diabólico de opresión, y Mammón, poder divinizado e impuesto en forma de dinero.

‒ Eligió para su proyecto a pobres, enfermos, “pecadores”, excluidos sociales y personales (a quienes el sistema expulsaba o sometía con violencia), iniciando con ellos una labor de curación, en el sentido de rehabilitación personal y social.

‒ Fue profeta de denuncia creadora, y muchos temieron su “violencia verbal”, primero en Galilea, y luego en Jerusalén donde entró realizando un gesto pacífico de protesta (en contra de celotas judíos e imperiales romanos) y un signo fuerte de condena religiosa (purificación) del, siendo ajusticiado por el prefecto romano (Pilatos) y rechazado por los sacerdotes judíos.

‒ Murió y fue enterrado, pero no volvió como vengador violento de sangre(goel de Dios), como muchos esperaban, pero algunos discípulos y amigos, a partir de  unas mujeres, afirmaron que había resucitado y vivía en ellos de un modo más alto,  abriendo   un camino nuevo de experiencia mesiánica de paz, llamado “iglesia”.

‒ Esos discípulos no empezaron escribiendo la vida de Jesús, sino intentando vivir como él. Pero pasados unos cuarenta años, algunos de ellos o sus sucesores   sintieron la necesidad de fijar por escrito la figura y otra de Jesús, y así escribieron unos evangelios llamados sinópticos por seguir un mismo argumento básico (Marcos, Lucas y Mateo).

      Esos evangelios son manuales de pacificación, en la línea del proyecto de Jesús, desde un fuerte entorno de violencia. La paz que ellos proponen  no es una utopía espiritualista de salida espiritual fuera del mundo, sino un amino de transformación pacificadora del mundo, desde el fondo de su misma violencia, conforme al proyecto y pascua de Jesús, como indicaré ocupándome de Marcos, Lucas y Mateo.

Marcos. Pacificación filial (fraterna) en un mundo que le condena a muerte

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Preparad el camino del Señor.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Si la paciencia es la madre de la espera, es la misma espera la que produce nuevo gozo en nuestras vidas. Jesús nos ha hecho entrever no sólo nuestros sufrimientos sino también lo que está más allá de ellos. «También vosotros ahora estáis tristes, pero os veré de nuevo y vuestro corazón se llenará de gozo». Un hombre, una mujer que no alimentan su esperanza en el futuro, no están en disposición de vivir el presente con creatividad.

La paradoja de la espera está precisamente en el hecho de que los que creen en el mañana están en disposición de vivir mejor el hoy; que los que esperan que de la tristeza brote el gozo están en disposición de descubrir los rasgos inaugurales de una vida nueva ya en la vejez; que los que esperan con impaciencia la vuelta del Señor pueden descubrir que él ya está aquí y ahora en medio de ellos (…).

Precisamente en la espera confiada y fiel del amado es donde comprendemos cómo ya ha llenado nuestras vidas. Como el amor de una madre por su propio hijo puede crecer mientras espera su regreso, como los que se aman pueden descubrirse cada vez más durante un largo período de ausencia, así nuestra relación interior con Dios puede ser cada vez más honda, más madura mientras esperamos pacientemente su retorno.

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H. J. M. Nouwen,
Forza dalla solitudine, Brescia 1998, 59-62).

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Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías

“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.””

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

– “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

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Marcos 1,1-8

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José Arregi: Fe en la humanidad.

Martes, 13 de octubre de 2020
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mundo-en-la-caraHace unos días, mientras cenábamos, Malen nos regaló con la lectura de una de esas ocurrencias que tanto le gustan: “Los extraterrestres existen. La prueba es que no vienen”. Nos reímos, y luego yo comenté: “Desde luego, si hay extraterrestres, lo mejor ahora mismo es que no vengan a la Tierra”, y la conversación siguió por derroteros más serios. Tan serios como estas preguntas: ¿Podemos seguir creyendo en esta humanidad? ¿Hay solución para la vida de esta Tierra dominada por el Homo Sapiens?

Confieso con desasosiego que mi fe en la humanidad se ha resentido seriamente en los últimos 20 años. ¿Será por la edad y la disminución de mi energía vital? ¿Será la crisis creciente de este modelo de civilización depredadora, competitiva, violenta y machista, de la que la crisis del 2008 no es más que un corolario lógico de todo lo que precedió y un pequeño anticipo de la catástrofe final venidera? ¿Será por el mundo que vemos o por los ojos con que veo? ¿Será la influencia de mi lectura entusiasta de las obras de Harari, por las alarmas que enciende? ¿O será por un poco de todo?

Sea como fuere, el panorama del mundo a causa de la humanidad –sí, a causa de la humanidad o, más exactamente, a causa de los poderosos de la misma, de su codicia sin límites–, es sobrecogedor. Los desengaños de Obama, la insolencia de Trump, las mentiras de Putin, el despotismo tranquilo de Xi Jinping, las multinacionales insaciables, la dictadura financiera planetaria, ganar, ganar, ganar… La destrucción del empleo, la precarización constante de las condiciones laborales, nuestros jóvenes en masa sin futuro. Siria, Yemen, Libia, Sahel, retrato de un mundo desgarrado…. El colapso ecológico, la alarma climática, la huida adelante. La aceleración constante, la prisa agobiante, la competitividad feroz, el estrés creciente. Diez mil de años de lo que llamamos progreso son la prueba fehaciente de este principio que anuncia el fin: a más progreso, más asfixia.

Y ahora… esta pandemia del coronavirus que nos cerca y nos hunde más aun en la angustia y en la incertidumbre, pandemia de la que no me atrevo a decir que sea consecuencia directa de la intervención humana, pero sí que pone cruelmente al descubierto la profunda fragilidad de nuestra especie en la cúspide de su poder y los radicales desarreglos de este modelo de civilización inhumana, de su afán de competir y de ganar hasta para lograr la vacuna, cueste lo que cueste. Y nos cuesta la vida personal, familiar, social, planetaria, eco-planetaria.

Estoy tentado de decir, aunque me asuste decirlo: Esta especie no tiene remedio, no es viable, camina hacia la destrucción general y su propia autodestrucción. Alguien la definió como “una especie que carece de la capacidad para gestionar sus propias capacidades”. Es capaz de infinita ternura y de sonreír dulcemente, de perderlo todo por ayudar al que no puede, de componer el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz y de cantarlo como Amancio Prada, de inventar mitos y de bailar tangos. Pero también es capaz de las mayores crueldades por odio y venganza, y es incapaz de dominar sus recuerdos, miedos y angustias, y de descansar tranquilamente. Es incapaz de dominar su propio poder y de controlar sus emociones perturbadoras. San Pablo lo dijo en una memorable sentencia: “Hago aquello que no quiero de verdad, y soy incapaz de hacer aquello que quiero de verdad”.

Y así vamos, y así va el mundo por nosotros. ¿Será que caminamos sin remedio a la ruina universal? Resignarse a ello equivaldría a provocarlo. No hallaremos remedio a los males que nos aquejan si no recuperamos la fe en nosotros mismos y en nuestra humanidad común. “Tu fe te ha curado”, decía Jesús a los enfermos que curaba. Era la fe o la confianza que suscitaba Jesús en ellos la que los curaba.

Hace unos días, en la sesión plenaria del Parlamento Europeo, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen pronunció un vibrante discurso titulado “Construyendo el mundo en que queremos vivir: una unión de vitalidad en un mundo de fragilidad”, y empezó su solemne intervención evocando la figura de Andrei Sakharov y su “fe inquebrantable en la fuerza oculta del alma humana”. Apeló a la mejor tradición y voluntad de Europa, a la urgencia del multilateralismo, a la cooperación. Señaló que “las principales potencias o están abandonando las instituciones o las utilizan como rehenes para sus propios intereses”. Llamó a reconocer “la dignidad sagrada” del trabajo, a dejar atrás la indecisión, a trabajar por una “globalización justa”. Y puso especial énfasis en la urgencia de buscar una solución a las migraciones desde “un enfoque humano y humanitario”. Y terminó diciendo: “Europa será lo que queramos que sea. Construyamos el mundo en el que queremos vivir”.

Me conmovió. Tiene razón: no avanzaremos hacia otra Europa y otro mundo global necesario sin la fe en lo mejor de que somos capaces. Sin nuestra mejor voluntad. La fe es querer lo mejor de nosotros y confiar en ello, o confiar en lo mejor de nosotros y quererlo de verdad. Pero ahí me surge de nuevo la duda lacerante: ¿Somos capaces de querer de verdad o de confiar en lo más profundo y humano que late en nosotros como nuestra posibilidad mejor?

La misma duda debe de abrumar a Ursula von der Leyen que, pocos días después, no logró que los Estados europeos aceptaran unánimemente las medidas políticas, humanas, que la presidenta les propuso en vistas a un Pacto sobre la Migración, y tuvo que conformarse con la “solidaridad voluntaria”, que es como decir: que cada Estado haga lo que quiera, lo que le venga en gana… No se impuso el querer del bien solidario, sino el querer del interés egoísta. Un querer sin voluntad verdadera, un querer superficial sin fe auténtica y profunda en la mejor posibilidad que nos habita. Y por ese camino seguiremos avanzando al abismo.

De modo que, si por esos espacios sin fin hubiera extraterrestres más inteligentes que nosotros y pudiera hablar con ellos, les diría que no vinieran a nuestra hermosa y doliente Tierra, de no ser para traernos un remedio. Pero no creo que el remedio pueda venirnos de otro planeta. Tampoco podemos esperar que intervenga un “Dios” exterior omnipotente, pues ni siquiera podemos creer que existe.

¿Qué podemos esperar entonces? ¿Podemos confiar todavía? ¿Queda algún modo de salvar la vida, la nuestra y la de todos? Yo no veo otro camino que una actuación a fondo, concertada y planetaria, en cuatro campos estrechamente ligados: la política, la educación, la ciencia y la espiritualidad.

No habrá solución si no llegamos a creer y querer de verdad una política global en mayúsculas, una nueva y efectiva Organización de Naciones Unidas, pues, como dijo Emmanuel Macron hace bien poco, “la ONU actual es un sistema desordenado en un mundo desordenado”. No habrá solución sin un acuerdo global para la implantación progresiva de un eco-socialismo democrático y planetario. Las revoluciones violentas llevan milenios demostrando su ineficacia además de su inhumanidad.

Ahora bien, una actuación política concertada y global será imposible sin una educación familiar, escolar, universitaria y permanente en el respeto, el diálogo y la solidaridad como único camino de una vida personal y colectiva buena y feliz.

Pero ni la política ni la educación podrán prescindir del conocimiento científico sobre esta especie viva maravillosa y contradictoria que somos el Homo Sapiens. La ciencia por sí sola no puede ofrecernos la solución, pero no habrá solución sin las ciencias. Creo, concretamente, que las neurociencias y las diversas biotecnologías y los productos farmacéuticos serán absolutamente indispensables para corregir las disfunciones neuronales y genéticas que arrastra nuestra especie desde su origen. No se trata de ningún “pecado original”, sino de lagunas graves de una evolución inacabada, que las ciencias pueden ayudar a encauzar debidamente. La clave será el sabio uso de la ciencia y sus saberes. Mientras los intereses militares y económicos condicionen las ciencias tanto como las condicionan hoy, contribuirán a nuestra ruina personal y colectiva.

Y en último término, o en primer lugar, creo que no podremos confiar verdaderamente en el futuro de la humanidad mientras no asimilemos la sabiduría más humana y profunda que a lo largo de milenios han desarrollado las diversas tradiciones espirituales, religiosas o laicas, con dogmas o sin dogmas, con “Dios” o sin “Dios”. El Homo Sapiens no logrará ser sabio, es decir, no llegará a querer el bien profundo para sí y para los demás, ni, por lo tanto, podrá vivir en paz consigo y con los demás, mientras no aprenda a dejar que brote de él naturalmente lo que es más suyo y verdadero, el ren o la benevolencia en sus relaciones (Confucio), mientras no aprenda a ser como el agua y a vaciarse y a dejarse llevar sin competir (Laozi), mientras no se libere de sus apegos y deseos superficiales, engañosos (Buda), mientras no descubra la única felicidad o bienaventuranza verdadera, la de la paz, la mansedumbre y la compasión con los heridos (Jesús de Nazaret).

Si así fuera, podríamos recuperar la fe en la humanidad, la fe en las energías vitales profundas que laten en el alma o el aliento que nos hace ser. ¿Seremos capaces de creerlo y de quererlo de verdad?

José Arregi

Fuente Umbrales de luz

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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco…

Domingo, 4 de octubre de 2020
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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco, a Ti sólo estoy dispuesto a servir; porque Tú sólo justamente señoreas; quiero pertenecer o tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus designios; destierra de mi todo ignorancia para que te reconozca a Ti. Dime adónde debo dirigir la mirada para verte a Ti, y espero hacer todo lo que mandes.

Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies, basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus contrarios, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de Ti. Ahora comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque estoy llamando; enséñame el camino para llegar hasta ti.

Solo tengo voluntad; sé que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno. Esto hago, Padre, porque esto sólo sé, y todavía no conozco el camino que lleva hasta Ti. Enséñamelo Tú, muéstramelo tú, dame la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mi la fe, aumenta la esperanza, aumenta la caridad. ¡Oh, cuan admirable y singular es tu bondad!

*

Agustín de Hipona,
“Soliloquios”, 1,1,5,
en Obras de san Agustín, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1979, 440.

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo:

“Escuchad otra parábola:

Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose:

-“Tendrán respeto a mi hijo.

Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:

“Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.

Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”

Le contestaron:

-“Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.”

Y Jesús les dice:

-“¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

*

Mateo 21,33-43

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“Jesús predicó el Reino de Dios y vino la Iglesia”, por Antonio Gil de Zúñiga,

Sábado, 5 de septiembre de 2020
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diciembre03Esta reflexión tiene como punto de partida el tema del último número de Iglesia Viva, ¿“Todavía el Reino de Dios”?, y quiere ser un recuerdo de un gran testigo del Reino de Dios: Pedro Casaldáliga

      Desde una perspectiva lingüística hacer referencia al Reino de Dios parece que está fuera de lugar, puesto que para todo lo relativo al reino y a la monarquía, sobre todo en nuestro país, no corren tiempos propicios; pero desde el punto de vista bíblico tiene su significado y contenido propios, y, creo, que hoy día se puede aplicar con todo su vigor y amplitud de significado.

      Jesús de Nazaret, siguiendo la tradición veterotestamentaria, emplea el término “Reino de Dios”, pero, como explicó a Poncio Pilato, su reino no es de este mundo, es decir, no tiene la estructura de poder como los reinos del mundo, porque, aunque se trate de un reino, no hay poder, sino amor, siendo Dios el epicentro del mismo, y la relación de Dios con sus “súbditos” viene marcada por el amor, la comprensión y la misericordia y éste es el mismo principio que ha regir la relación de los miembros del reino entre sí. En este reino no impera la ley, la norma o la autoridad, sino la libertad, el amor, la comprensión y la misericordia.

      La comunidad humana que configura el Reino de Dios, y era la pretensión fundacional de Jesús de Nazaret, se integra en torno a unos valores éticos propuestos en las bienaventuranzas, en la parábola del samaritano, en el llamado “juicio final”, etc., cuyas coordenadas son el amor y la misericordia. Se trata de una vivencia tanto personal como comunitaria que se relaciona verticalmente con Dios y con los demás en su horizontalidad. No hay leyes o normas externas que marquen ce por be lo que se debe hacer en cada momento, puesto que “el sábado está hecho para el hombre” y no al revés. Así lo entendió y así lo practicó la Iglesia primitiva de Jerusalén, cuando, según el relato de los Hechos de los Apóstoles, permanecían juntos, en comunidad, unidos en la oración y en la fracción del pan y no había necesitados entre ellos, porque todo lo ponían en común.

    diciembre15  Cuando el Reino de Dios se institucionaliza sin más, se convierte en Iglesia, como dice A. Loisy: “Jesús predicó el Reino de Dios y vino la Iglesia”. La estructura institucional es necesaria en todo quehacer organizativo humano, pero no puede ser el epicentro hasta el punto de desbancar a la vivencia personal y comunitaria, a la libertad personal y comunitaria, al estar todo controlado por la norma y la ley. Como advertía el profeta Isaías ( Is 2,1-5) la norma viene del templo, que es tanto como decir del clero, de la jerarquía. El Reino de Dios se convierte en Iglesia y ésta en “sociedad perfecta”, en un Estado; una sociedad política más, controlada por el poder y por la ley, y si es dictatorial, mejor, abandonando así las exigencias de ese Reino.

      No llegó a buen puerto el intento de san Agustín de Hipona de identificar Iglesia y Reino de Dios en su De civitate Dei, menoscabando, sobre todo, el concepto de Reino de Dios, como lo evidencia la Historia de la Iglesia y del Papado a través de los tiempos; tiempos de cismas, de cruzadas bélicas, de poder político y religioso (el papa mediante el llamado “poder de las dos espadas”, como ya reconocía a finales del s. V el papa Gelasio I en su carta al emperador Anastasio, controla el poder político y el religioso), de anatemas de herejes y de doctrinas (como ocurría en los Concilios, en el anecdotario del Vaticano II se recoge la extrañeza de los obispos españoles porque no se proponía ninguna condena de doctrina y no se declaraba ningún dogma), de Syllabus condenatorios de asuntos sociales, políticos, religiosos… Es conmovedor, a este respecto, el testimonio del teólogo francés Y. Congar (la lista de testimonios sería larguísima), que recoge en sus Diarios, y que soportó tres “exilios” impuestos por el poder vaticano y por su Orden de dominicos como consecuencia de sus reflexiones teológicas, al parecer, contrarias a las posiciones “oficiales”: “Acepto a Dios, su visita… No acepto a la Gestapo… No tengo derecho a sacrificar el servicio a la verdad”.

 enero10     Con el reduccionismo del Reino de Dios a la Iglesia, éste pierde su vitalidad y la Iglesia se transforma más en Estado, en sociedad política, que en comunidad de creyentes en el Cristo resucitado. La Iglesia, católica por supuesto, no es el Reino de Dios; éste es un concepto más amplio y comprensivo, como cuando se decía que fuera de la Iglesia, católica por supuesto, no hay salvación, doctrina que corrigió el concilio Vaticano II. Ahora bien, la Iglesia ha de asemejarse al Reino de Dios, puesto que es factor importante para que Dios reine en el mundo y para ello ha de asumir los paradigmas de dicho Reino: más amor y misericordia y menos leyes y normas; más acogida a los pobres, a los emigrantes y refugiados, a los oprimidos, a los sin techos… y menos riquezas y propiedades; más disponibilidad de servicio y menos exaltación de poder y mando, como recomendaba san Bernardo de Claraval a su amigo el papa Eugenio III: “Te dejas agobiar por toda clase de juicios sobre toda suerte de cosas exteriores y seculares; sólo te oigo hablar de juicios y leyes; todo ello, y las pretensiones de riquezas y de prestigio, proviene de Constantino, y no de Pedro.

      La Iglesia como motor imprescindible para llevar a cabo el Reino de Dios en la tierra ha de eliminar otro reduccionismo enormemente dañino y perjudicial para la propia Iglesia: considerar el Reino de Dios como algo escatológico, situarlo en el más allá. Los valores éticos y religiosos del Reino de Dios pertenecen a la historia y no se pueden aplazar al final escatológico. Es una contradicción que clama al cielo que la Iglesia pretenda transformar la realidad histórica desde el pietismo, desde la fe sin más: lo único que importa es la relación personal con Dios sin tener en cuenta la realidad que nos circunda. La fe es don, pero también es tarea, un quehacer liberador y transformador de la realidad que no se ajuste a los valores éticos del programa de la Bienaventuranzas. Como sugiere I. Ellacuría, el Reino de Dios supera la dualidad entre lo personal y lo estructural, entre ética social y ética individual, pero no es sólo cuestión de fe, sino también de obras, de praxis configurada por el evangelio de Jesús de Nazaret.

Fuente Atrio

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Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo

Domingo, 23 de agosto de 2020
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AMOR CELOSO

Tú pides,
pides siempre,
pides mucho,
Señor.
Lo pides todo.
Te gusta ir entrando, como un fuego,
vida adentro de aquellos que te aman
y abrasarles las horas, los derechos, el juicio.
Tú haces los eunucos y los locos del Reino.
Abusas del amor
de los que son capaces
de abusar de tu Amor.

No muchos, más bien pocos.

(Todos podrán salvarse,
pocos quieren salvarte plenamente).

Teresa de Jesús, que lo sabía
de andar trochas y noches del Carmelo,
te lo advirtió. Inútilmente, claro.
Sigues siendo el Total,
la zarza ardiendo
sobre el Horeb de todos los llamados.

Delante de tu Gloria, Amor celoso,
no hay más gesto posible que descalzar el alma.
Tú eres. Tú nos haces.
Calcinándonos,
el Viento de tus llamas nos liberta.
Tú nos amas primero, en todo caso.

*

Pedro Casaldáliga.
Todavía estas palabras, 1994

***

 

 

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos

“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”

Ellos contestaron:

-“Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.”

Él les preguntó:

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”

Jesús le respondió:

“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.”

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

*

Mateo 16,13-20

***

Lo esencial de la gran contienda entre el Oriente cristiano y el Occidente cristiano, desde el inicio hasta hoy, se reduce a lo siguiente: la Iglesia de Dios tiene que desempeñar una tarea concreta entre los hombres; ¿para realizar ese encargo es necesario aunar todas las fuerzas eclesiales cristianas bajo la insignia y el poder de una  autoridad eclesiástica central? Dicho con otras palabras: ¿la iglesia, como Reina de Dios presente, debe tener en la tierra representantes y ser una, estar unida, puesto que un reino dividido contra si mismo no subsistirá, mientras que la Iglesia, según la promesa evangélica, subsistirá hasta el final y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella?

La Iglesia romana se pronunció resolutivamente con una respuesta afirmativa; se fijó esencialmente en el cometido práctico del cristianismo en el mundo, en el sentido de la Iglesia como reino eficiente o ciudad de Dios (Civitas Dei), y desde el inicio personalizó el principio de la autoridad central que de modo visible y práctico le confiere unidad a la actividad terrenal de la Iglesia. Por eso, la cuestión abstracta del significado de la autoridad central en la Iglesia se reduce a la cuestión histórica y viva del sentido de la Iglesia romana. Ella, sus ideas y sus acciones constituyen el verdadero objeto de la gran contienda. El principio de la autoridad eclesiástica, del poder Espiritual representado sobre todo por la Iglesia romana, tiene una triple cara y suscita una triple cuestión. Primera, en el ámbito de la Iglesia, nos preguntamos cuál debe ser la relación del poder eclesiástica central con los representantes de las Iglesias locales nacionales; segunda, surge el tema de la relación de la Iglesia con el Estado, de la autoridad Espiritual con la laica; y tercera, la relación entre el poder Espiritual y la libertad Espiritual del individuo, la cuestión de la libertad de conciencia.

*

V. S. Soloviev,
El problema del ecumenismo, Milan I973, 63ss).

V.Solovyov

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Querer el bien.

Domingo, 16 de agosto de 2020
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Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.

Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.

Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.

El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.

Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.

La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.

*

 Juan XXIII

La documentación católica n°1367

***

 

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

“Atiéndela, que viene detrás gritando.”

Él les contestó:

“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.”

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:

“Señor, socórreme.”

Él le contestó:

“No está bien echar a los perros el pan de los hijos.”

Pero ella repuso:

– “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.”

Jesús le respondió:

“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.”

En aquel momento quedó curada su hija.

*

Mateo 15,21-28

***

La mujer de la región de Tiro y Sidón ora forzada y empujada por la necesidad. No puede hacer otra cosa, porque su hija está “poseída“, expresión que, entre otras cosas, significa que la comprensión entre ella y su hija hace tiempo que se ha roto, que ha cesado desde mucho tiempo atrás la inteligencia mutua y que ya no es posible volver a reconocer el alma de la otro detrás de las manifestaciones externas de los gestos y las palabras; como bajo la influencia de un poder extraño, la persona de la otra escapa a la percepción. Eso es lo que la Biblia designa con la terrible palabra “demonismo” (Dämonie). Teniendo presente el tormento de semejante enfermedad, la mujer se dirige a Jesús y, bajo la presión e la necesidad, nada podré detenerla. Impulsada por los desvelos y la preocupación por su hija, no se deja apartar como una pesada, como pretenden los discípulos. Abraza cualquier Forma de humillación y se abandona a una forma de súplica que se podría calificar de perruna, si no se viese en ella precisamente la grandeza de su humanidad.

Así de poderosos pueden llegar a ser los lazos del amor en la súplica de unos por otros .

*

E. Drewermann,
El mensaje de las mujeres: La ciencia del amor,
Herder Barcelona 1996, 134- 135.

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“El cristianismo de María Magdalena” por Juan José Tamayo, teólogo.

Miércoles, 22 de julio de 2020
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30El Papa Francisco elevó la Memoria de María Magdalena, convirtiéndola en fiesta, que se celebrará todos los años el 22 de Julio. Por eso, para este día, recomendamos la lectura de los artículos, muchos, que hemos dedicado a la figura de la Apostolorum Apostola, y refrescamos este que leímos en la página web de Redes Cristianas

En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.

La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.

Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.

La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.

El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.

En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.

A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.

Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra”.

Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se hicieron con el bastón de mando, que nada tenía que ver con el cayado del pastor para apacentar las ovejas, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. Eso sucedió cuando las iglesias dejaron de ser comunidades domésticas y se convirtieron en instituciones políticas e Iglesia.

¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy. Es necesario cuestionar la primacía –el primado- de Pedro, que implica la concentración del poder en una sola persona e impide el acceso de las mujeres a las responsabilidades directivas compartidas.

Hay que recuperar el discipulado de María Magdalena, “Apóstol de los Apóstoles, como la llama Elisabeth Schüssler en un artículo del mismo título pionero en las investigaciones feministas sobre el Testamento cristiano, en referencia al reconocimiento que se le daba en la Antigüedad cristiana. Es necesario revivir, refundar el cristianismo de María Magdalena, inclusivo de hombres y de mujeres, en continuidad con los profetas y las profetisas de Israel y con el profeta Jesús de Nazaret, pero no con la sucesión apostólica, de marcado acento jerárquico-patriarcal.

Un cristianismo olvidado entre las ruinas valladas de la ciudad de Magdala, lugar de nacimiento de María Magdalena, que visité hace tres años, a siete kilómetros de Cafarnaún, donde tuvo su residencia Jesús de Nazaret durante el tiempo que duró su actividad pública. En las excavaciones que se llevan a cabo en Magdala se descubrió en 2009 una importante sinagoga Ahí se encuentra la memoria subversiva del cristianismo originario liderado por Jesús y María Magdalena, que fue derrotado por el cristianismo oficial.

Pero de aquel cristianismo sepultado bajo esas ruinas emerge un cristianismo liberador vigoroso, desafiante, y empoderado a través de los movimientos igualitarios que surgen en los márgenes de las grandes iglesias cristianas, como surgió en los márgenes el primer movimiento de Jesús, de María Magdalena y de otras mujeres que le acompañaron durante los pocos meses que duró su actividad pública..

Es necesario heredar la autoridad moral y espiritual de María de Magdala como amiga, discípula, sucesora de Jesús y pionera de la igualdad. En definitiva, Jesús Nazaret, María Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas, las comunidades de base y la teología feminista de las religiones caminan en dirección similar. Por ahí han de ir las nuevas alianzas, creadas desde abajo y no desde el poder, en la lucha contra la violencia de género y la exclusión social de las mujeres.

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Juan José Tamayo es miembro del Comité Científico del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013) y de Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012), que tiene un capítulo dedicado a la utopía feminista.

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No tengas miedo: Amar es darlo todo y darse uno mismo.

Domingo, 21 de junio de 2020
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Ed Knippers, “El lavatorio de pies” (Cristo y sus discipulos)

Tan pronto como se olvida la  divina pobreza, tan pronto como se deja de ver en Dios el amor que se da, que no  puede sino darse, tan pronto como se deja de vivir este amor dándose, se acabó. Esta luz se desvanece, todo el dogma se convierte en una fórmula y se materializa, todos los sacramentos se transforman en rito externo, toda la jerarquía se hace una tiranía, toda la Iglesia se convierte en una pérdida de tiempo y un absurdo, toda la Biblia, un tejido de mitos.

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Maurice Zundel

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

“No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.”

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Mateo 10,26-33

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“La cruz de la Madre Teresa ha sido el primer signo cristiano que se ha vista en la televisión estatal, al menos desde 1967”, declaraba un refugiado albanés a su llegada a Italia en l990. La cruz de la que hablaba era aquella cruz negra que la Madre Teresa llevaba en su sarga blanca.

Si a partir de 1944 el régimen marxista había perseguida a los creyentes (católicas, ortodoxos y musulmanes), la situación empeoró en I967. Fue entonces cuando Albania se declaré oficialmente como la única nación atea de la Tierra. La religión fue atacada ferozmente. El modo como fueron tratados los católicos recordaba las persecuciones de los emperadores romanos mas crueles. En los tiempos modernos, la iglesia ha sido reducida como en los años de las catacumbas.

Un hecho sorprendente: mientras los albaneses no tenían derecho a pronunciar públicamente el nombre de Jesús, la Madre Teresa recorría el mundo con el nombre de Jesús en los labios y prodigando obras de misericordia. A un párroco que se encontraba en prisión le pidió un detenido que bautizase a su hijo, en secreto. Cuando las autoridades descubrieron esta desobediencia, el sacerdote fue condenado a muerte. Fue uno de los sesenta sacerdotes que murieron, ahorcados, fusilados o agotados por el rigor de los campos de trabajos forzados. Las persecuciones, como sabemos, se han cebado con el cristianismo. Los perseguidos son llamados “dichosos” porque defienden y enseñan la justicia.

La promesa que acompaña a esta bienaventuranza es asombrosa: nada memos que poseer el Reino de los Cielos. Señor Jesús, sabemos que para imitarte tenemos que hacer el bien a todos. Nos has dicho que sufriríamos trabajando por los otros contra la opresión, contra la degradación, contra la guerra.

Cada día encontramos la oposición, la contradicción. Ayúdanos a aceptar nuestros pequeños sufrimientos, porque conocemos su valor redentor. Transforma nuestra tristeza en gozo, mientras nos esforzamos en cumplir tu voluntad.

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E. Egan — K. Egan, Madre Teresa e le Beafifudini, Brescia 2ooo, 129-131

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El sanador herido

Miércoles, 27 de mayo de 2020
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En un día especial para mí, esta realidad explica mi vida…

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Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: “¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?”, a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: “¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?”.

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros

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Henri Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu “yo” herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti. Cuando permites que tu “yo” herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu “yo” herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda.

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Henri Nouwen

La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997.

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“Condicionales y subjuntivos”, por Dolores Aleixandre

Martes, 28 de abril de 2020
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imagesEl perdón de Jesús impide a Pedro usar el pluscuamperfecto de subjuntivo

El pluscuamperfecto de subjuntivo es  un tiempo verbal  nefasto. A quienes han olvidado la gramática que aprendimos de niños les recuerdo que esta fórmula verbal  se usa para referirse a algo que podría haber pasado  si se hubieran dado otras circunstancias, pero que no ha pasado y ya no estamos a tiempo de volver atrás para recuperarlo:  “Si a Tony Blair no se le hubiera ocurrido lo del referéndum, no hubiera habido Brexit”; “Si hubiera aceptado aquel trabajo en  Alaska, no  habría pasado tanto calor este verano”; “Si en vez de  con Paco, me hubiera casado con Brad Pitt,  no hubiera vivido en Vallecas sino en Beverly Hills”; “Si  mi superiora no me hubiera destinado a una comunidad en la costa, no habría tenido este reúma ”. Decimos cosas así con la pesadumbre de lo que no tiene ya remedio.

¿Deberíamos expulsarlo de nuestro lenguaje? No está tan claro porque los profetas lo ponen en  boca de Dios y los evangelistas del propio Jesús: “Si hubieras atendido a mis mandatos sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar” (Is 48, 1-2);  Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre…” (Bar 3,13); Si yo no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían culpa; ahora, en cambio, no tienen excusa” (Jn 15,22); “Si en Sodoma se hubie­ran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy” (Mt 11,24).

El modo condicional, a pesar de ser triste,  no deja las cosas tan cerradas: “Si volvieras a mí, Israel…Si a mí volvieras…”(Jer 4,1)Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino…” (Sal 81, 14). Otras veces la decepción viene en un “no habéis querido” que parece definitivo:  “¡Jerusalén, Jerusalén…¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido!” (Mt 23,37)

Es inevitable que nos surja la pregunta sobre cuánto de irreversible hay en todo esto, si no hay vuelta atrás, ni salida, ni remedio. El Maestro Eckhart, un  místico del s. XIII responde así a alguien que le pregunta si puede recuperar el tiempo en que ha vivido perdido: “Si la voluntad por un solo instante regresa a sí misma, en ese momento todo el tiempo perdido es de nuevo reintegrado”.

La historia de Pedro y sus negaciones nos devuelve el respiro. Como en algunas tablas flamencas, la escena de Pedro en patio del palacio de Caifás (Mc 14,66-72) forma un díptico con la de las preguntas de Jesús a la orilla del lago (Jn 21, 15-19) y conviene leerlas una tras otra. Junto a Jesús en el lago, Pedro  sabía ya de negaciones y caídas y  no presume de sus fuerzas ni pretende “amar más que otros”; se ha vuelto más humilde y conoce mejor sus límites y, cuando Jesús le pregunta por tercera vez, le contesta sin remitirse a su determinación de amarle, sino desde la seguridad de ser conocido y querido por su Maestro tal como es, más allá de su “tropiezo” (es así como habla  Jesús en el cenáculo de la traición de sus discípulos).

El perdón de Jesús impide a Pedro usar el pluscuamperfecto de subjuntivo y lamentarse eternamente pensando: “Si no le hubiera negado aquella noche, no habría perdido su amistad…”

Tranquilo, Pedro. Al que no le detuvo la barrera de la muerte, no le va a detener ahora el pluscuamperfecto de subjuntivo.

Fuente  Alandar Febrero 2020

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José María Castillo: “La salud es lo primero y todo lo demás pasa a un segundo término”

Martes, 17 de marzo de 2020
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Suegra-pedro-Meister_des_Hitda-Evangeliars_002-708x350@2xDe su blog Teología sin censura:

“Lo primero, para Jesús, fue siempre aliviar y remediar el sufrimiento de los enfermos”

“El personaje, que más se interesó por la salud de la gente y más se dedicó a curar enfermos, fue Jesús de Nazaret, tal como nos lo presenta el Evangelio”

“Jesús nos vino a enseñar que lo primero y lo más importante, que tiene que hacer la religión, es resolver el problema que más nos preocupa a todos, el problema de la salud”

“Dios está donde se remedia el sufrimiento de lo enfermos y el hambre de los indigentes”

Si algo nos está enseñando la pandemia del coronavirus, que estamos soportando, es que lo más importante, para todos los seres humanos, es la salud. Es lo que más nos preocupa y más nos interesa a todos en este momento. La salud es lo primero. Todo lo demás, pasa a un segundo término y se supedita al problema de la salud. Incluso el dinero, la política, la diversión, todo, todo.

Pues bien, esto supuesto, y viendo la realidad desde este punto de vista, es indudable que, si algo hay claro y que no admite duda, es que el personaje, que más se interesó por la salud de la gente y más se dedicó a curar enfermos, fue Jesús de Nazaret, tal como nos lo presenta el Evangelio. Teniendo en cuenta que Jesús no fue un médico. Jesús fue un “hombre religioso”. Pero entendió la religión de tal manera que, para él, lo primero y lo más urgente fue remediar el sufrimiento de toda clase enfermos. Con lo cual Jesús nos vino a enseñar que lo primero y lo más importante, que tiene que hacer la religión, es resolver el problema que más nos preocupa a todos, el problema de la salud.

Para entender mejor lo que acabo de decir, es indispensable tener presente que el Evangelio es un mensaje religioso. Pero Jesús entendió y practicó la religión de tal manera que lo primero y lo más importante, para él, no fue nunca cumplir con exactitud los rituales y normas de la religión. Tampoco fue lo primero, para Jesús, someterse a los sacerdotes.

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Lo primero, para Jesús, fue siempre aliviar y remediar el sufrimiento de los enfermos, de los pobres, de los más desamparados de este mundo. Aunque eso se tuviera que hacer quebrantando las normas de los dirigentes religiosos o dejando de lado cumplir las normas y obligaciones que imponía el clero de entonces.

Por eso, lo que interesa, en los cuatro evangelios, no es la “historicidad” de esos relatos, sino la “significatividad” de lo que hizo y dijo Jesús. ¿Qué significa cada relato? Esto es lo que importa. Por supuesto, Jesús vino a decirnos que él es el Hijo de Dios. Jesús es Dios. Pero, en el fondo, ¿qué significa esto? Significa que Dios está donde se remedia el sufrimiento de lo enfermos y el hambre de los indigentes.

Por eso, Jesús desconcertó a todo el mundo. Hasta Juan Bautista se quedó desconcertado. Por eso mandó que unos discípulos a preguntarle a Jesús: “¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otros?” (Mt 11, 3). La respuesta de Jesús fue muy clara: “Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la buena noticia” (Mt 11, 4-5; Is 26, 19).

En el fondo, esto es lo que dice el papa Francisco. Y esto es lo que tendrían que decir nuestros obispos y nuestros curas. Por eso, y ante este extraño silencio de nuestra Iglesia con lo que está pasando, ¿qué significa? ¿Qué es lo que les preocupa a los dirigentes del clero? ¿el sufrimiento de los más desamparados? ¿será que tienen otros intereses y otras preocupaciones que son las que verdad les importan? Y conste que, si digo esto, es porque quiero a nuestra Iglesia con toda mi alma. Pero la quiero menos preocupada por sus privilegios. Y más interesada por vivir el Evangelio.

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Aprender de la esperanza cristiana

Sábado, 14 de marzo de 2020
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untaljesusGabriel Mª Otalora,
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 09/03/20.- Jesús de Nazaret, en cuanto que fue hombre en todo menos en el pecado, tuvo que pasar una dura experiencia que no sé yo si somos capaces de percibirla con la radicalidad que tiene la esperanza que lleva consigo. Como si de tanto escuchar y leer los evangelios, una parte esencial la hubiésemos perdido. Si fuera así, el tiempo fuerte de Cuaresma es ideal para recuperarla.

Me refiero al entusiasmo inicial que le produciría a Jesús su misión anunciando el Reino de Dios poniendo todos sus sentidos en la acción salvadora en aquellos primeros destinatarios judíos. Un entusiasmo que dio paso a las dudas propias de quien experimenta cómo los poderosos de aquella sociedad teocrática no estaban dispuestos a dejarle realizar su misión. Como humano que fue, tuvo sus expectativas sabiendo que cumplía con la voluntad del Padre; experimentaría sentimientos de alegría y decepción, de entrega gozosa y de miedo que él canalizó admirablemente pero sin beneficiarse de su doble condición divina y humana. Por tanto, no vivió exento de sufrir la tentación del desánimo ante las dificultades cada vez mayores para cumplir la tarea encomendada.

De hecho, las cosas se fueron torciendo: su familia no le comprendía y fueron a buscarle porque estaba desacreditando al clan familiar; cuando vuelve a su pueblo, sus convecinos no le despeñan por poco, llenos de ira y rabia; las autoridades religiosas le soportaban cada vez menos y sus amigos apóstoles pensaban más en la liberación política de Israel que en la revolución del Amor. Tuvo que dejar de transitar por algunos lugares mientras descubrió una gran fe entre las personas ajenas al “pueblo escogido”, como ocurrió con la mujer sirofenicia. Estaba claro que el círculo iba estrechándose y que su misión corría riesgo verdadero de fracasar desde cualquier punto de vista humano.

El amor, la esperanza y la fe inquebrantable en el Padre a base de oración le dan fuerzas para seguir aun cuando su propia vida comenzaba a correr verdadero peligro. Y así fue. Qué terrible tuvo que ser la noche de Getsemaní con todas las peores sensaciones y tentaciones juntas y sin el apoyo de sus íntimos, dormidos en el sopor de la cena de Pascua. Ni siquiera les hizo mella entonces el mensaje de amor fraterno que hoy revivimos en cada Eucaristía. Él no se libró de la ignominia, la calumnia y el insulto, la humillación y el descrédito; ni de la tortura, el abandono o la muerte como el peor de los apestados.

De todo eso puede ocurrirnos en la vida aunque en menor escala. La sola posibilidad  de un pequeño fracaso económico, de salud o sentimental, nos pone de los nervios y puede arrasar el ánimo sine die. Pero hasta de las limitaciones y fracasos de la vida Dios se vale para empujarnos a superarlo todo y  para recentrarnos en lo esencial de la mano de Cristo resucitado. Escuchar, confiar, orar y cambiar nuestra pobre dinámica ayudando a los demás es la receta. La Cuaresma, desde esta óptica, es un camino de humildad y oración para desatascar  nuestra zona de confort y crecer cristianamente  aún en las situaciones en las que todo parece que está abocado al fracaso, incluida la muerte.

Jesús fracasó de tejas para abajo pero gracias a su confianza radical en el Padre y a su actitud de amor incondicional transformó la historia en un antes y un después, porque para el cristiano “la esperanza ya no es una expectativa, sino la certeza de que aquello que se promete en la palabra de Dios, se cumplirá” (Carlos Amigo). Su esperanza nos salva, ¡Dios salva! Aprovechemos la Cuaresma para abrirnos a la voluntad de Dios desde la realidad que vivió Jesús con la única llave posible para mantener una esperanza radical: la humildad. Y sobre esta reflexionaremos en la próxima ocasión.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Es Cristo en él

Lunes, 9 de marzo de 2020
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Sí, ví además que nuestro Señor se alegra de la tribulación de los suyos con piedad y compasión; y a toda persona que quiere llevar con amor a su felicidad le envía algo que, a sus ojos, no constituye un defecto, pero a causa del cual esas personas son humilladas y despreciadas en este mundo, ultrajadas, sometidas a burlas, puestas aparte. Y hace esto para impedir el daño que les produciría el fasto, el orgullo y la vanagloria de esta mísera vida, y hacer más expedito el camino que les llevará al cielo, a la alegría infinita y eterna. Por eso dice: «Yo os arrancaré por completo de vuestros afectos vanos y de vuestro orgullo malvado, y os reuniré después y os haré humildes y apacibles, puros y santos, uniéndoos a mí».

Y entonces vi que toda compasión natural que tiene el hombre por sus hermanos cristianos, unida a la caridad, es Cristo en él. Por otra parte, todo tipo de anonadamiento mostrado por Jesús en su pasión revela dos aspectos de la intención de nuestro Señor: uno es la felicidad a la que seremos llevados y en la que quiere que nos alegremos; el otro es el consuelo en nuestro dolor, porque quiere que sepamos que todo se transformará en gloria y ganancia para nosotros en virtud de su pasión, y que sepamos también que nosotros no sufrimos solos, sino con él, y que lo veamos como nuestro apoyo. Y desea que veamos que todos sus sufrimientos y tribulaciones superan con mucho todo cuanto nosotros podamos sufrir, hasta tal punto que no podemos tener una comprensión cabal del mismo. Y si consideramos bien esta voluntad suya nos salvaremos de lamentarnos y de la desesperación cuando experimentemos dolor; y si pensamos correctamente que nuestro pecado nos merece las penas, su amor nos excusa aún. Y por su gran cortesía elimina todo reproche y nos mira con compasión y piedad, como niños inocentes y sin culpa.

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Juliana de Norwich,
Libro de Visiones y Revelaciones,
Ed.Trotta. Madrid 2002, p. 168.

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Una ciudad y una casa a la medida del Reino de Dios

Sábado, 7 de marzo de 2020
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capernaum-peters-house-tb102702010-lugaresbiblicosA propósito de Mt 4,12-23
José Rafael Ruz Villamil
Yucatán (México).

ECLESALIA, 17/02/20.- La tradición sinóptica recuerda Galilea como el lugar del inicio —y de la mayor parte— de la praxis de Jesús de Nazaret; pero mientras Marcos y Lucas recuerdan la llegada del Maestro a Galilea como algo inmediato a la experiencia que él mismo tuviera en el desierto de Judea, Mateo hace una acotación harto interesante al mencionar un como cambio de residencia: “Y dejando Nazará, vino a residir en Cafarnaún junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí”. Así pues, se impone la cuestión del porqué vino Jesús a escoger ésta y no otra ciudad como lo que podría llamarse su centro de actividades; y es que la necesidad de dejar Nazaret se explica por tratarse de un espacio de movilidad muy restringida en tanto que se trata una aldea de, tal vez, unos 500 habitantes. En cambio, Cafarnaún, aunque por su población —probablemente 1.500 habitantes— no justifique la categoría de ciudad, tiene un movimiento socioeconómico suficiente para facilitar las necesidades de trabajo consideradas por Jesús.

Situada en la parte norte del lago de Genesaret, Cafarnaún se caracteriza por ser un punto medio entre las actividades agrícola y pesquera, ambas de productividad considerable dada tanto la fertilidad de las tierras altas de Galilea como la abundancia de peces del lago en cuya orilla se sitúa la ciudad que, en sí, responde al patrón de asentamiento típico de una población judía. Al contrario del trazo reticular que caracteriza a las ciudades de corte romano, en Cafarnaún las calles —de muy poca anchura— van rodeando de manera orgánica los bloques de viviendas —que se arraciman de tres en tres, o de cuatro en cuatro— sin pavimento alguno, sino más bien de tierra y de escombro apisonados, polvorientas en la estación seca y lodosas en tiempo de lluvias. Entre estas calles —más bien pasadizos— se abren de trecho en trecho pequeñas explanadas que sirven ya para reparar barcas o redes, ya para disponer rediles de cabras u ovejas.

Sin vestigios de edificios públicos importantes —una gran sinagoga y mucho menos termas, hipódromos, anfiteatros y más que caracterizan a las ciudades de estilo romano, ya comunes entonces en la región— las construcciones de Cafarnaún son, básicamente, casas habitación. Éstas están edificadas de acuerdo a la manera típica de los asentamientos judíos de la Palestina rural del primer tercio del siglo I: se trata de complejos en los que los habitantes pertenecen a familias extensas y que constan de varias unidades adosadas y que rodean un patio común. Las casas en sí, los almacenes, los muros y otras dependencias cercan la totalidad del patio al que se accede por una sola entrada. Por su parte, el patio mismo es el centro de la vida familiar: allí se cocina, se hila, se socializa en fin, además de ser espacio tanto los aperos de labranza como los instrumentos de pesca. Las casas familiares son modestas: unas filas de piedra basáltica sirven de cimiento a paredes de barro apisonado que, a su vez, sostienen techumbres de vigas como base de un entramado de cañas aglutinado con, también, barro: los edificios, de dos pisos, son por consiguiente extremadamente frágiles y requieren de un mantenimiento continuo.

Pero Cafarnaún no acaba siendo solamente uno de los lugares privilegiados de la praxis del Maestro: allí tiene, además, su casa. Y es que, sin que obste a la calidad de predicador itinerante que elige para el anuncio del Reino de Dios, Jesús tiene su propia casa donde él mismo es anfitrión de excluidos: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Una casa como plataforma de trabajo donde dedica más tiempo a hablar del Reino a sus discípulos, y, ¿por qué no?, también un espacio de descanso y de privacidad.

Una casa en Cafarnaún a la medida de la praxis del Reino de Dios. Porque el Maestro no vino a elegir la espléndida Tiberíades que construyese Herodes Antipas al estilo helénico-romano, ni mucho menos Séforis que, aunque nunca mencionada en los evangelios, hubo de brillar en Galilea por su lujo: ambas ciudades, sí, de elegante trazo ortogonal, ambas dotadas de edificios públicos construidos con piedra labrada, estucados y ornamentados, adornados de pinturas, con drenaje y calles pavimentadas con losas. Séforis y Tiberíades, por mencionar solo estas dos ciudades en toda la extensión de la palabra y en las categorías de entonces, con casas de ventanas amplias para, teatralmente, contemplar la riqueza de sus moradores, con un triclinio para comer en forma, con un atrio donde honrar a los huéspedes, y más.

Quedan, entonces, la ciudad y la casa elegidas por Jesús de Nazaret como preguntas abiertas a la manía por lo superfluo que caracteriza a una sociedad que vive de espaldas a la igualdad fraterna querida por Dios; pero, por sobre todo, como una cuestión que escuece a los discípulos del Galileo que pretenden continuar la causa del Reino de Dios en medio de espacios y edificaciones que en sí mismas niegan, por su suntuosidad, la sencillez propia del Evangelio.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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