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40 días…

Miércoles, 22 de febrero de 2023

Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”

Miercoles de Ceniza

40 días que se nos dan para seguir un camino:

Ruta de conversión

Camino de fe

Ruta de confianza

Camino de Resurrección.

Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.

peregrinar

 

¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?

Entonces podría amar como Él.

Podría servir como Él.

Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.

*

Anne-Marie,
hermana de la Communion Béthanie.

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Lecturas para hoy

***

Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].

El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.

La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.

*

K. Ware,
Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.

***

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“En el camino de Navidad”, por Gabriel Mª Otalora

Martes, 3 de enero de 2023

Portrait of Mr. Dag Hammarskjöld, Secretary-General of the United Nations. Dag Hammarskjöld, Secretario-General de las Naciones Unidas* y Premio Nobel de la Paz 1961

De su blog Punto de Encuentro:

Es propio de las fechas navideñas darnos un gusto especial con historias bonitas que nos endulcen este tiempo entrañable y lleno de sentido para algunos, y desazonador y triste para una mayoría creciente de personas. En mi caso, he tenido la oportunidad de conocer el diario Marcas en el camino, escrito por Dag Hammarskjöld en su época de ministro del gobierno sueco y después, cuando le nombran Secretario General de la ONU, en 1953. Y el gusto especial ha llegado al leerlo.

Se trata del único Premio Nobel de la Paz a título póstumo, tras el accidente de aviación ocurrido en circunstancias más que sospechosas cuando volvía de mediar en la guerra intestina que sufría el Congo. Ese fue uno de los conflictos en los que se implicó desde lo que él llamaba la “diplomacia preventiva”. Otro de sus pasiones fue la economía política. Hammarskjöld, junto con su hermano, Bo, entonces en el Ministerio de Bienestar Social, abrió el camino a la creación del actual llamado “Estado de bienestar”.

 Tras su muerte prematura se publicó este diario, un texto que ha dado brillo a mis particulares fechas navideñas. Se trata de un conjunto de pensamientos, poemas, aforismos y oraciones que me recuerdan a las meditaciones de Marco Aurelio sin el enfoque estoico, y donde impera una mirada espiritual comprometida y a la vez esperanzada de la realidad.

Hammarskjöld ofrece unas experiencias palpitantes que dan valor a la vida, alentando al cultivo del propio jardín, incluso con exclamaciones como esta: “¡Ay de aquél que no intuye su valor!”. Quiere que nos tomemos en serio nuestra profunda voluntad creadora, incluyendo el servicio que supone mejorar la vida de los demás. Sus páginas son un tratado de sabiduría desde su experiencia “a pie de obra” que demanda la implicación del lector. Resultan recurrentes las veces que apela a la fuerza de la voluntad creadora, del conocimiento de la realidad y de nosotros mismos como una potencia esencial para crecer nosotros y hacer crecer en humanidad a nuestro alrededor. A lo que tendrías que atreverte, nos dice, es a ser tu mismo, sin medir la altura de la montaña antes de alcanzar la cima; entonces verás lo baja que era.

Es de la opinión que en cada momento te eliges a ti mismo, aunque no todas las elecciones íntimas logran la congruencia entre uno mismo y lo elegido. La vida abarca mucho más allá de los límites de nuestras expectativas, y por eso mismo la vida, a veces, parece más difícil que la muerte. Sus páginas son de una madurez llena de oscuridades radiantes alejadas de quien reparte recetas; son las experiencias de alguien que madura todo y saca fruto de todo. A quien le parece raquítica la vida -reflexiona-, ¿no será más bien que sus manos son demasiado pequeñas, que están empañadas sus pupilas, que es él quien tiene que crecer? El viaje más largo, sin duda, es hacia el interior, uno de los lugares más fructíferos, donde hay que valorar la importancia de ser acogedor para salvar la ternura. Y más allá de eso, el amor, perdonando y sabiendo que podemos creer en el perdón con solo que nosotros mismos perdonemos. Así es posible descubrir que la humildad es lo contrario de la humillación.

Todo esto escrito entre viajes y conflictos internacionales, entre reuniones de gobierno y actuaciones como alto cargo de Naciones Unidas. Alta política que hoy no goza de buena prensa. La política es nuestra forma de vivir en sociedad, sobre todo tal como la entendió este diplomático sueco: la dignidad de la persona en lugar de su instrumentalización, el bien común de todos, más allá de un genérico interés general. Frente a la desafección creciente de la política que prioriza en sus representantes el interés personal, la búsqueda de seguridades futuras y el poder, Hammarskjöld refleja en su diario todo lo contrario: el compromiso político y su abnegada entrega por la paz y el bien común evidenciando la fuerza convincente de sus ideales.

Con todo, sus reflexiones no provienen de un mar en calma ni una iluminación pacífica, sino de una exigencia personal transformada en soledad que le inquietaba hasta el punto de considerar la idea del suicidio. Sin embargo, lo que destila su diario es que las tormentas no fueron más fuertes que su afán constructivo de vivir para sí mismo y para los demás, en medio de sentimientos de soledad, que unas veces roza la desesperación y otras se muestra cargado de una profunda espiritualidad gracias a la búsqueda incansable que nace de ser mejor posibilidad de uno mismo allá donde esté.

El propio Hammarskjöld llamó a esta biografía interior “una especie de Libro Blanco sobre mis negociaciones conmigo mismo y con Dios”. Curiosamente, no hace en ellas referencia a ningún suceso ni persona concreta; son las marcas en el camino lo que importan, de ahí el nombre de su día. Aprendamos de este gran personaje.

* (7 de abril de 1953-18 de septiembre de 1961)

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“Adviento: el encanto del camino”, por Pedro Miguel Lamet

Viernes, 2 de diciembre de 2022

AE6B475F-A0D1-4A1E-A2F7-65C6B9F89667Leído en su blog:

No sabría decir si es un síntoma o el adelanto fílmico de un sentimiento colectivo; pero hoy menudean las películas catastrofistas o apocalípticas sobre el desastre ecológico, el fin del mundo y la destrucción total

¿Estaremos en el fin del mundo? O, ¿por el contrario, en un nuevo comienzo?

Tiene el Adviento un sabor a ir andando, a viaje, a imaginar la llegada, como traqueteo del tren cuando vuelves a casa, o la ilusión de hacer la maleta para unas deseadas vacaciones

Cuando cierro los ojos y, sin pensar, ni darles vueltas a los pensamientos, en un suspiro, aunque sea un solo instante, me sumerjo contemplativamente en el no-tiempo de Dios, surge la alegría del salmo 121, porque no solo vamos alegres a la casa del Señor, una casa tranquila y en paz, sino que ya estamos en ella.

Diríamos que la liturgia nos enseña otra manera de caminar, en contra de la cabeza gacha de muchos de nuestros contemporáneos dormidos por el ruido ambiental, vigilantes, la frente al viento y el corazón alegre.

No sabría decir si es un síntoma o el adelanto fílmico de un sentimiento colectivo; pero hoy menudean las películas catastrofistas o apocalípticas sobre el desastre ecológico, el fin del mundo y la destrucción total. Pero lo que realmente nos preocupan son los hechos reales que nos vienen asolando, imágenes informativas que nos tocan de cerca sobre una situación de aquí y ahora, que son “señales” de algo: pandemias, tsunamis, huracanes, desastres ecológicos, sorprendentes cambios climatológicos, guerras que, como la de Ucrania, afectan directamente nuestras vidas.

¿Estaremos en el fin del mundo? O, ¿por el contrario, en un nuevo comienzo?

Iniciamos el Adviento, un tiempo litúrgico para ir de camino, con la ilusión del encuentro: Tiene el Adviento un sabor a ir andando, a viaje, a imaginar la llegada, como traqueteo del tren cuando vuelves a casa, o la ilusión de hacer la maleta para unas deseadas vacaciones. Trae el Adviento el anhelo de las flores por el rocío, el entusiasmo del escalador por alcanzar la cima, el presentir el mar después de un recodo de la carretera, el ansia por descubrir la casita encendida después de mucho caminar por el bosque. Me acerca el Adviento al sábado que sueña ser domingo, a las ganas de acabar el colegio, al abrazo anhelado de la persona querida y a la sensación de saber más al terminar un libro.

Pero sobre todo me acerca a la vida, mucho más que la Cuaresma o la Pascua, porque la vida es caminar y para caminar hace falta un sueño, una ciudad prometida, una ilusión, un puerto hacia donde hinchar nuestras velas de esperanza.

Ningún tiempo litúrgico se parece más a la vida como el Adviento.

Isaías nos promete que al final de los tiempos el monte del Señor permanecerá firme con la llegada del Mesías, que congregará las naciones en la paz eterna de su reino. Pero, ¿cómo obtener paz mientras caminamos entre imprevistas explosiones?

La clave para conseguirlo es resituarnos desde el tiempo al no-tiempo De Dios. Bernanos en su Diario de un cura rural nos dice: “Todo es gracia”. Teilhard de Chardin: “Todo cuanto acontece es adorable”. Cuando cierro los ojos y, sin pensar, ni darles vueltas a los pensamientos, en un suspiro, aunque sea un solo instante, me sumerjo contemplativamente en el no-tiempo de Dios, surge la alegría del salmo 121, porque no solo vamos alegres a la casa del Señor, una casa tranquila y en paz, sino que ya estamos en ella.

El tiempo para el no creyente o para el inmediatismo actual suele traducirse en miedo. El tiempo desde la fe es para nosotros esperanza, ya aquí y ahora mismo. Desde lo espacio-temporal soy frágil; desde este taladrar hacia lo eterno que es el Adviento, soy seguridad en este instante. Solo con el hecho de caminar hacia la casita luminosa en lo hondo del bosque, donde el fuego del hogar está encendido, me siento pleno y alegre, por muy negativas que sean las noticias. Se obtiene despertando del sueño, como nos pide Pablo. Él reconoce que estamos en la noche, una noche avanzada. Pero ya podemos vivir en el día, si espabilamos, si miramos más allá de los acontecimientos que pasan como un film. Detrás todo ellos, todo es luz, porque “la salvación está cerca”.

En el Evangelio Jesús nos presenta la imagen del diluvio, que vino de repente, para ejemplificar cómo vendrá el Hijo del Hombre: de improviso, sin avisar, como ladrón. Así nos vinieron la pandemia, la gran nevada, los incendios del verano, la guerra de Ucrania. Pero el acento no lo pone Jesús en la tragedia, sino en la actitud ante ella: estar despiertos, vigilantes.

Diríamos que la liturgia nos enseña otra manera de caminar, en contra de la cabeza gacha de muchos de nuestros contemporáneos dormidos por el ruido ambiental, vigilantes, la frente al viento y el corazón alegre. Si durante la Cuaresma sabes que Jesús ha resucitado, durante el Adviento sabemos que Jesús ya ha venido, ya está aquí. Pero al vivir distendidos en el tiempo (“ya sí, pero todavía no”) evocamos nuestro ser de caminantes hacia una luz que, aunque a veces no la sintamos, ya poseemos. El diluvio fue funesto para los dormidos y narcotizados por la inmediatez, no para un Noé vigilante.

¡Qué gozo da esa certeza de vivir despiertos y en pleno día desde la fe! Sobre todo, cuando lo saboreamos en la oración e intuimos la plenitud que ya somos. Es en cierto modo como caminar a solas, sí, pero al mismo tiempo sintiendo una cálida mano que aprieta la nuestra. Él vendrá, ya viene, está viniendo. Si todo el día estás caminando a su lado, ¿qué sorpresa o miedo escatológico es posible?

Espiritualidad ,

“No tenemos ni idea de hacia dónde vamos”

Sábado, 29 de octubre de 2022

camino

Oración plural, oración en comunidad
Mari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 10/10/20.- Hace unos días volví a leer una oración que desde que la conocí hace un montón de años, me afecta, me reta, me adentra en el silencio y me invita a confiar. Me gusta leerla primero en inglés, idioma en el que fue escrita:

My Lord God, I have no idea where I am going. I do not see the road ahead of me. I cannot know for certain where it will end. Nor do I really know myself, and the fact that I think that I am following your will does not mean that I am actually doing so. But I believe that the desire to please you does in fact please you. And I hope I have that desire in all that I am doing. I hope that I will never do anything apart from that desire. And I know that if I do this you will lead me by the right road though I may know nothing about it. Therefore will I trust you always though I may seem to be lost and in the shadow of death. I will not fear, for you are ever with me, and you will never leave me to face my perils alone”.

Y luego en mi propio idioma:

Mi Dios y Señor, no tengo idea de hacia donde voy. No veo el camino delante de mí. No puedo saber con certeza donde finalizará. Tampoco me conozco realmente a mí mismo y el hecho de creer que estoy siguiendo tu voluntad no significa que realmente lo esté haciendo. Pero creo que el deseo de complacerte hace, de hecho, que te complazca. Espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada lejos de este deseo. Sé que si actúo así tú me guiarás por el camino recto, aunque no puedo saber nada sobre ello. Por tanto confiaré siempre aunque pueda parecer que estoy perdido y en sombra de muerte. No temeré, tú estás siempre conmigo y nunca me dejarás solo frente a mis peligros”.

En este tiempo en el que el Sínodo nos ha puesto a revisar lo que significa Caminar Juntos, con “permiso” del autor, Thomas Merton*, me he permitido la licencia de que en esta oración suene a coro de voces o de silencio del corazón de muchos. He querido orar en plural, orar en comunidad:

Nuestro Dios y Señor, no tenemos idea de hacia dónde vamos. No vemos el camino delante de nosotros. No podemos saber con certeza donde finalizará. Tampoco nos conocemos realmente a nosotros mismos y el hecho de creer que estamos siguiendo tu voluntad no significa que realmente lo estemos haciendo. Pero creemos que el deseo de complacerte hace, de hecho, que te complazcamos. Esperamos tener este deseo en todo lo que estamos haciendo. Esperamos no hacer nunca nada lejos de este deseo. Sabemos que si actuamos así tú nos guiarás por el camino recto, aunque no podamos saber nada sobre ello. Por tanto confiaremos siempre aunque pueda parecer que estamos perdidos y en sombra de muerte. No temeremos, tú estás siempre con nosotros y nunca nos dejarás solos frente a nuestros peligros.

Creo que en el camino sinodal hemos de acompañarnos unos a otros y también, cómo no, dejarnos acompañar por los que nos antecedieron, que se nos juntan de esa otra manera a la que todos llegaremos.

Gracias, hno. Thomas Merton por dejarnos escrita esta oración. Sé que te gustará escucharla en plural comunitario

Merton

*Thomas Merton (1915-1968) monje cisterciense del monasterio de Getsemaní (Kentucky, USA); oración en el libro “Pensamientos en la soledad”.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Recuerdos, huellas, odios.

Viernes, 15 de julio de 2022

Del blog de José Arregi Umbrales de luz:

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Existen luces que no se apagan,
recuerdos que no se borran,
esperanzas que no se pierden,
y personas y hechos que no se olvidan.

Pensemos siempre que en la Vida no cuentan tanto los pasos ya dados,
ni los pasos que vamos dando…,  sino  las huellas que vamos dejando.

“Cuando odiamos a alguien, odiamos, en su imagen o en el recuerdo,
algo que está aún muy dentro de nosotros mismos” (Hermann Hesse)

*

Marta Barbero y Juantxu Oscoz
(Vitoria-Gasteiz)

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“¿Qué hacer hasta entonces? “, por Gabriel Mª Otalora

Sábado, 12 de marzo de 2022

medio-rostro-de-jesusDe su blog Punto de Encuentro:

Después de la oportunidad de expresarnos a petición del Papa sobre nuestra realidad eclesial y sobre cómo nos vemos en ella, queda un tiempo largo sinodal hasta que Francisco cierre este especialísimo sínodo en 2023 con nuevas propuestas.

Recordemos la singularidad de esta convocatoria universal a toda persona bautizada. La sinodalidad que propone Francisco se caracteriza por caminar juntos ¡de hecho y de derecho!, en la escucha y el cuidado de las relaciones personales. Es decir, por mejorar las actitudes como algo imprescindible en el vivir cristiano. Nos hemos olvidado que por el Bautismo y la Confirmación todos -y todas- somos corresponsables activos en la evangelización. El Papa lo resume en tres grandes vectores de actuación: la misión (vivir la Buena Noticia en todo), la común unión (compartir y celebrar desde el corazón) y la participación (todos somos sujetos activos de ella, en donde no caben actitudes como el clericalismo o la pasividad.

 ¿Qué hacer hasta entonces?

Hasta conformar un modelo de Iglesia sinodal con odres nuevos propios de la Iglesia del tercer milenio, hemos de mantener viva la llama sinodal que el Papa nos ofrece para vivir mejor nuestra fe hoy y aquí. El gran cambio comenzó con el Concilio Vaticano II al definir la Iglesia como Pueblo de Dios con el laicado ya como miembro pleno de la Iglesia por la dignidad que emana el bautismo. Pero el mensaje central se ha ido desvirtuando y Francisco ha vuelto a pedirnos que lo esencial es ahora caminar juntos, de verdad, rechazado las maneras de aquella estructura de poder teocrático judío que eliminó a Cristo… y que estructuras semejantes lo volverían a hacer sin ningún remordimiento.

En primer lugar, queda pendiente, hasta marzo de 2023, la reflexión de cada persona en oración, desde el discernimiento, de lo que supone vivir la sinodalidad como sinónimo de “caminar juntos”, que no es un mero sentimiento de estar todos reunidos. Es algo más profundo que afecta a las personas, las estructuras y los procesos. Y cuya consecuencia es la conversión en las actitudes, algo muy cuaresmal que ha perdido importancia entre los cristianos.

Ante el miedo que supone salir de la zona de confort -como se dice en el mundo empresarial- todo seguidor de Cristo tiene que practicar la oración, la actitud esperanzada y la humildad. (“sin mí no podéis hacer nada”) pues tenemos pendientes transformaciones personales por una vivencia asentada en seguridades poco evangélicas.

No somos Buena Noticia para demasiada gente, los templos se vacían y no nos gusta nada la autocrítica. Pero siempre es mejor cambiar por propia voluntad, “fijos los ojos en Jesús” (J. A. Pagola) a que nos marginen desde fuera con la indiferencia propia de quienes nos ven que no tenemos nada bueno que ofrecer, escondidos tras los pliegues de la endogamia. Un ejemplo lo tenemos en una liturgia centrada en los signos más que en lo que debiera ser vivido a la luz del Evangelio.

Necesitamos acoger la voz del Espíritu que clama por un cambio que saque nuestros corazones del anquilosamiento actual para transformarse en signo creíble de Buena Noticia.

En segundo lugar, esta reflexión individual en oración para discernir lo que supone vivir la sinodalidad de “caminar juntos” me lleva a una segunda tarea pendiente, tan importante como mi trabajo personal: a la reflexión en oración y humildad también comunitaria, precisamente por la esencia sinodal que quiere Francisco, quien dejó bien claro el papel de liderazgo tractor de los obispos en el tema sinodal para animar, guiar y acompañar a sus comunidades.

¿Dónde están las iniciativas episcopales en esta dirección? Las echo en falta con lo necesarias que son para sus comunidades de feligreses -incluidos tantos curas preocupados, desnortados y desanimados- si se quiere de verdad vivir ya la apuesta sinodal del Papa, o al menos a movernos en sus claves, desde su liderazgo de servicio, es decir, con ejemplo en forma de acciones.

Señores obispos, que también es para ustedes la llamada a la conversión y a la responsabilidad que supone la sinodalidad vivida desde ya en sus diócesis hasta la primavera del año que viene.

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , , , ,

Desconcierto.

Martes, 1 de febrero de 2022

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Señor:
Que quienes te buscan a tientas,
te encuentren;
que quienes dudan una y mil veces,
no desistan;
que quienes se extravían en su camino,
vuelvan;
que quienes creen conocerte y poseerte,
sigan buscándote.

Que quienes caminan a tientas y solos,
no se pierdan;
que quienes tienen miedo al futuro,
se abran a la confianza;
que quienes no logran triunfar,
perseveren;
que quienes tienen hambre y sed,
sean saciados.

Que los grandes y poderosos
se sientan vulnerables;
que los amargados de la vida
disfruten de tu presencia y gracia;
que los olvidados de todos
dejen oír su canción;
que tus hijos e hijas
nunca nos saciemos de tus dones.

Que quienes desean y buscan milagros
sepan acogerlos;
que quienes gustan presumir de profetas
acepten a los de su tierra;
que quienes se descubren leprosos
bajen a lavarse a un humilde río;
que quienes tienen pensares ocultos
no se enfurezcan contigo.

Y si Tú nos provocas nuevamente,
como provocaste
a tus paisanos de Nazaret entonces,
danos la gracia
de entenderte y tolerarte ahora,
y descubrir
quién eres, a pesar de las apariencias
y de tus pobres orígenes.

¡Señor,
ábrete paso entre nosotros
y sigue tu camino
aunque nos escandalicemos!

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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Emprender un viaje

Viernes, 28 de enero de 2022

Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Las personas cristianas sin duda conocen el camino al Padre, pero para que ese conocimiento sea verdadero y portador de vida, cada una de ellas ha de encontrar su propio camino hasta el Camino que es Cristo. El cristianismo es mucho más que una expresión de amor fraterno envuelta en jerga religiosa. Es mucho más que filantropía salpicada de agua bendita. Es esencial que cada persona ofrezca una respuesta personal a Dios en Cristo. Hay que asumir un riesgo. Hay que emprender un viaje…”.

*

James Finley
El palacio del Vacío de Thomas Merton

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El pequeño camino de Jesús.

Sábado, 8 de enero de 2022

Del blog de Henri Nouwen:

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Elegir a la gente pequeña, las pequeñas alegrías, las pequeñas tristezas y confiar en que es allí donde Dios se acercará, ése es el difícil camino de Jesús. Y otra vez volví a sentir una gran resistencia a tomar ese camino. Estoy bien dispuesto a trabajar para y aún con la gente pequeña, ¡pero quiero que eso sea un gran evento! Hay algo en mí que siempre quiere convertir el camino de Jesús en un camino que sea honorable a los ojos del mundo. Siempre quiero que el pequeño camino se convierta en el gran camino. Pero el movimiento de Jesús hacia los lugares de los que el mundo se quiere apartar no puede ser convertido en una historia de éxito.

 Cada vez que pensamos que hemos tocado el lugar de la pobreza, encontraremos una pobreza mayor más allá de ese lugar. Realmente no hay camino de vuelta a la riqueza, a la fortuna, al éxito, a la aclamación y a los premios. Más allá de la pobreza física, hay pobreza mental; más allá de la pobreza mental, hay pobreza espiritual, y más allá de eso no hay nada, nada sino la confianza desnuda en que Dios es piedad.

No es un camino que podamos caminar solos. Sólo con Jesús podemos ir al lugar donde no hay nada excepto piedad. Es el lugar desde el cual Jesús gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Es también el lugar desde el cual Jesús fue resucitado a una nueva vida.

 El camino de Jesús sólo puede ser caminado con Jesús.

*

Henri Nouwen

Camino a casa

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Una luz en el camino

Viernes, 7 de enero de 2022

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Ahora que no hay novedad en nuestra vida
ni en los caminos de la historia,
ni en nuestra memoria personal y colectiva,
ni en lo que proponen los gurús y la ciencia…
es tiempo de reflexionar y ahondar
en todo lo que llevamos a cuestas,
y en las zonas yermas del mundo
y de las entrañas nuestras.

Ahora que tu palabra rompe nuestros planes,
y las estrellas desaparecen de nuestro horizonte,
y en los caminos se mezclan tantas huellas,
y la vida se nos nubla y cierra…
es tiempo de hacer silencio,
de olvidar los tristes sentimientos
y acoger tu insólita propuesta
de ir al reverso del historia.

Porque en esos lugares
Tú siempre estás a la vista,
esperando nuestra llegada
para cuidar la vida
y ofrecernos tu buena noticia.
¡Qué gran horizonte y tarea, para no aburrirnos,
y recrearnos, en esta época triste y oscura!

¡Vamos a encontrarnos, Señor,
en las encrucijadas y caminos,
en las plazas y en las casas que vivimos.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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“En camino a La Paz (I)”, por José Arregi

Lunes, 6 de diciembre de 2021

paloma_de_la_paz_by_azafranzDe su blog Umbrales de Luz:

No es fácil definir la PAZ, plenitud de todos los bienes. Sabemos lo que es hasta que empezamos a decirlo o, para poder decirlo, miramos un diccionario, y de pronto caemos en la cuenta de nuestra ignorancia. Pero más dolorosa que la ignorancia es la carencia de paz. ¿Podrán las palabras ayudarnos a saberla y a gustarla, a acogerla en nosotros o a caminar hacia ella, aquí y ahora?

Leo en la RAE, en la entrada Paz¸ algunas de sus acepciones: 1. Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países. 2. Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. 3. Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud.

Nuestra ignorancia y perplejidad persisten. En efecto, la primera de las acepciones recogidas es insuficiente y engañosa: no basta que no haya guerra para que haya paz; como no basta “la tranquilidad del orden” –según la definición de la paz propuesta por San Agustín poco antes de la caída del Imperio Romano–: no hay paz si no hay justicia, por mucho orden que haya, impuesto a la fuerza. Si la primera acepción se queda corta, las otras dos se pasan, pues la “relación de armonía sin conflicto” alguno o el “estado personal no perturbado por ninguna inquietud” simplemente no existen.

¿Tendremos, pues, que emigrar a otro planeta en busca de paz? La humanidad –o lo que vaya resultando de ella– algún día lo hará. ¿Hallará la paz? No es seguro que en el universo infinito exista algún planeta perfecto sin “enfrentamientos ni conflictos” y que no sea “perturbado por ningún conflicto o inquietud”. Y aun cuando existiera, nadie mientras vivamos nosotros podrá llegar a él. ¿Tendremos, pues, que esperar la paz para después de la muerte? San Agustín enseñó que solo en el “cielo” después de la muerte y del fin del mundo gozaremos de la vida “eterna”, mejor, de la vida plena, la dicha y bienaventuranza plenas, la PAZ plena (lo que pasa es que a la inmensa mayoría de los humanos la destinaba al infierno eterno…).

Sea como fuere, la paz la deseamos aquí y ahora, y no tiene por qué ser la paz perfecta del diccionario. Dejemos, pues, de lado los planetas perfectos, existan o no existan, y dejemos la “vida de después”. Vivimos aquí, y aquí nos perturban conflictos e inquietudes, y aquí y ahora deseamos la paz que no hallamos en ninguna parte.

No existe, pero a ella aspiramos. Si no hubiera agua, si no fuéramos agua, no tendríamos sed. Si no hubiera paz, si no fuéramos paz, ¿la podríamos desear? Tal vez exista la paz, pero no lo seamos. ¿Aspiramos acaso a lo que no existe ni somos? Tal vez existamos en la paz y no somos conscientes de ello. O quizá somos paz, pero no sabemos cómo llegar a ser eso que somos.

Pienso que aspiramos a lo que somos en el fondo, en  y es nuestro horizonte común. Pero aspirar de verdad significa caminar. Somos caminantes en camino a la paz que es y que somos.

¿Qué seríamos, qué sería la humanidad sin el sueño, el aguijón, la utopía o la esperanza de la paz? La esperanza no significa esperar o aguardar que algo suceda. Eso sería, en lenguaje de Ernst Bloch –pensador marxista crítico–, una esperanza dormida. La esperanza “despierta” es crítica del presente con su conflicto violento o su (des)orden establecido, y es estímulo del futuro que hay que crear. Esperar significa caminar con espíritu y respiro, dar pasos en dirección hacia la utopía, aunque nunca la alcancemos.

Ser caminante de la paz es la condición y el modo para construir, paso a paso, la paz concreta y posible, una paz parcial y verdadera. Es también la manera de vivir en paz, no en la paz plena inexistente, pero sí en una paz real y suficiente para seguir caminando.

¿Y cómo, en nuestra condición limitada e incierta, podremos seguir caminando cada día a pesar de todo? Señalo tres aspectos o formas fundamentales del camino a la paz: adentrarnos más a fondo en nosotros mismos, hacernos próximos del hermano, de la hermana herida, sumergirnos en la naturaleza que nos rodea y somos. No son tres caminos, sino tres dimensiones de un mismo y único camino. Cada uno implica a los otros; si falta uno faltan todos.

(Versión libre del artículo publicado en euskera en la revista HEMEN 68, diciembre de 2020, pp. 7-8).

Aizarna, 23 de Noviembre de 2021

Espiritualidad , , ,

Camino, verdad y vida.

Lunes, 22 de noviembre de 2021

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Ahora que no hay novedad en nuestras vidas
ni en los caminos de la historia,
ni en nuestra memoria personal y colectiva…
es tiempo de reflexionar y ahondar
en todo lo que llevamos a cuestas,
y en las zonas yermas del mundo
y de las entrañas nuestras.

Ahora que tu palabra rompe nuestros planes
y el horizonte se nos nubla y cierra,
y en los caminos se mezclan tantas huellas…
es tiempo de hacer silencio,
de olvidar los tristes sentimientos,
de acoger tu insólita propuesta
y dar testimonio de la verdad.

Llegará un día en que la libertad no sea un sueño,
en que las fronteras desaparezcan
y los seres humanos seamos respetados
y encontremos en el otro a un hermano;
un día en que no haya clasificación de personas
por su color, dinero o raza,
ni por su poder, religión o condición social…

Llegará un nuevo día en que la verdad
resplandezca y alumbre a todas las personas
y no necesite protección ni ser explicada;
un día en que este mundo sea distinto,
se llene de verdades, sueños y proyectos
y se parezca ya al reino definitivo
que estamos llamados a crear juntos.

¡Pronto llegará un nuevo día, tu día, Señor,
pues Tú eres el camino, la verdad y la vida
aunque los nuevos Pilatos sean escépticos!

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe adulta

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Un camino de puertas abiertas

Sábado, 9 de octubre de 2021

Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Nuestra vocación es esencialmente un camino abierto, nunca un callejón sin salida. La vocación es una posibilidad creativa, una apertura a cosas insospechadas. Nuestro cometido, como comunidades y como individuos, consiste en mantener siempre abiertas de par en par esas perspectivas, no cerrarnos jamás al potencial de la vida. En nuestro afán de seguridad, nuestro deseo de evitarnos problemas y de no ser perturbados por un exceso de ideas triviales, hemos tendido a cerrarnos a toda clase de ideas. Ha habido tanta cosa inútil, tanta inoperancia, que hemos acabado por cerrarnos poco más o menos a todas las posibilidades. Sin embargo, tenemos que dejar abiertas todas las puertas. Puede ser fatigoso, pero necesitamos experimentar cosas nuevas“.

*

Thomas Merton
Los manantiales de la contemplación

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Para el camino

Lunes, 12 de julio de 2021

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Para el camino, Señor,
no llevo oro, ni plata,
ni dinero en el bolsillo
me fío de tu palabra.

Ni tengo alforja con provisiones y repuestos,
que me basta tu compañía
y el pan de cada día.

Túnica, la puesta, sin más,
que no tengo que ocultar nada,
y el frío y el calor se atemperan
cuando se comparten, en familia.

Tampoco llevo bastón,
aunque tú dijiste que podíamos,
pues mis hermanos me sostienen y dan la mano
cuando el camino se hace duro,
y sangro, tropiezo y caigo.

Y sandalias, unas de quita y pon,
abiertas y bien ajustadas,
para evitar callos y rozaduras
en el cuerpo y en el alma,
andar ligero
y no olvidarme del suelo que piso
cuando tu Espíritu me levanta,
me mece libre, al viento,
me lleva y me arrastra.

Eso sí, voy en compañía,
desbordando ternura y paz
regalando salud y buena noticia
y caminando con alegría.

Casi ligero de equipaje,
fiándome de tu palabra,
yo te sigo y…
eso me basta.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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Hipocresía espiritual

Jueves, 18 de febrero de 2021

Del blog Pays de Zabulon:

Reflexiones de Rev. David Eck Asheville de Caroline del Norte, extraído del blog I’ m christian, I’ m gay, Del Let talk,  19 de noviembre de 2009.

“He escrito este poema que se inspira en Jn 13, 34-35. ¡Espero que te ponga en crisis tanto como a mí me ha puesto!

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Amaos los unos otros como yo os he amado.
Esto parece tan simple, tan lineal.
Pero … ¿ Querer al liberal de “corazón lleno de compasión “?
¿Amar al conservador de “valores familiares “?
¿Querer al musulmán? ¿Al judío? ¿Al budista? ¿Al hinduista?
¿Amar al inmigrante en situación irregular? ¿Amar el que tiene todos los privilegios?
¿Amar al gay? ¿La lesbiana? ¿Al transgénero?
¿Amar a los manifestantes por la paz? ¿Amar a los hacedores de guerra?
¿Amar al iraquí? ¿Al palestino? ¡Al norcoreano?
¿Amar al republicano y al demócrata?
Amar al sin techo? ¿Al mendigo?
¿Al enfermo de sida? ¿Al detenido condenado a muerte?
Tendemos a amar con los dedos cruzados en busca de una escapatoria,
Buscando la manera de limitar a aquellos a los que elegimos amar.
Así como el escriba que, una vez, le preguntaba a Jesús: “¿quién es mi prójimo?”
Tendemos a amar de modo selectivo, poniendo condiciones.
Amamos a los que se nos parecen, piensan como nosotros, creen como nosotros.
¿Quién sería odiado por Jesús? ¡Nadie!
La única cosa que enfurecía a Jesús era la hipocresía espiritual,
Los que proclamaban amar a Dios pero no conseguían decidirse a amar a sus prójimos,
Los que creían que ellos eran los elegidos de Dios mientras que trataban a otros como si fueran el mal personificado.
Amaos los unos a los otros como yo os he amado.
Posiblemente no sea tan simple, después de todo.
Pero es el signo por el cual otros reconocerán que somos discípulos de Jesús.

*
Citado por Loquito en anotherdaylight – 2 mayo 2012

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40 días…

Miércoles, 17 de febrero de 2021

Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad:  “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús…

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40 días que se nos dan para seguir un camino:

Ruta de conversión

Camino de fe

Ruta de confianza

Camino de Resurrección.

Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.

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¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?

Entonces podría amar como Él.

Podría servir como Él.

Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.

*

Anne-Marie,
hermana de la Communion Béthanie.

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Lecturas para hoy

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Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].

El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.

La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.

*

K. Ware,
Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.

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“Testigos de la Luz”. 3 Domingo de Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28)

Domingo, 13 de diciembre de 2020

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Es curioso cómo presenta el cuarto evangelio la figura del Bautista. Es un «hombre», sin más calificativos ni precisiones. Nada se nos dice de su origen o condición social. Él mismo sabe que no es importante. No es el Mesías, no es Elías, ni siquiera es el Profeta que todos están esperando. Solo se ve a sí mismo como «la voz que grita en el desierto: Allanad el camino al Señor». Sin embargo, Dios lo envía como «testigo de la luz», capaz de despertar la fe de todos. Una persona que puede contagiar luz y vida. ¿Qué es ser testigo de la luz?

El testigo es como Juan. No se da importancia. No busca ser original ni llamar la atención. No trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera convencida. Se le ve que Dios ilumina su vida. Lo irradia en su manera de vivir y de creer.

El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. Vive algo inconfundible. Comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia «algo». No enseña doctrina religiosa, pero invita a creer. La vida del testigo atrae y despierta interés. No culpabiliza a nadie. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos. Es como el Bautista, «allana el camino al Señor».

El testigo se siente débil y limitado. Muchas veces comprueba que su fe no encuentra apoyo ni eco social. Incluso se ve rodeado de indiferencia o rechazo. Pero el testigo de Dios no juzga a nadie. No ve a los demás como adversarios que hay que combatir o convencer: Dios sabe cómo encontrarse con cada uno de sus hijos e hijas.

Se dice que el mundo actual se está convirtiendo en un «desierto», pero el testigo nos revela que algo sabe de Dios y del amor, algo sabe de la «fuente» y de cómo se calma la sed de felicidad que hay en el ser humano. La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos solo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos «allanan el camino» hacia Dios. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia.

José Antonio Pagola

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Somos lo No-nacido

Domingo, 13 de diciembre de 2020

719FFA23-1541-4B7B-832F-3E973CB5EB59Domingo III de Adviento

13 diciembre 2020

Jn 1, 6-8.19-28

El texto del evangelio de Juan se enmarca con seguridad en el contexto de la polémica, que duró hasta el siglo II, entre los discípulos del Bautista y los de Jesús. Mientras los primeros proclamaban la superioridad de Juan, ya que el propio Jesús se había hecho bautizar por él, los segundos lo consideraban simplemente como un “precursor” o, como se lee en este mismo texto, un “testigo de la luz”.

  En la misma línea, el autor del cuarto evangelio lo convierte en el primer y más importante “testigo” de Jesús, de quien le hace afirmar que “existía antes que yo”.

 Tal afirmación encaja perfectamente en el llamado “Prólogo” de ese mismo evangelio, un himno litúrgico que celebra la preexistencia del Logos, encarnado en Jesús de Nazaret.

  En términos religiosos teístas, la preexistencia se aplica únicamente a Dios, pensado como un ser separado que, sin embargo, transcendería el espacio y el tiempo, y sería el creador del universo. Dios, sencillamente, es, sin ninguna limitación. Fuera de Dios, todo “ex-iste” en el tiempo.

  Más allá de la lectura teísta, entendida en su literalidad, cabe otra que, en cierto modo, queda también “apuntada” en ella, aunque realizada ahora en clave transpersonal y no-dual.

 Parece claro que los humanos hemos hecho de Dios una “persona” a nuestra propia medida o, al menos, según nuestras referencias. Sin embargo, la realidad se revela como transpersonal –superando las categorías de lo personal y de lo impersonal– y la comprensión no-dual muestra la radical no-separación profunda de todo lo que es.

 Con estas claves, la realidad es un abrazo –o incluso, si se prefiere, un “juego”– entre el “Fondo” único, común y compartido –que sencillamente, es– y las “Formas” que percibimos a través de los sentidos y de la mente –impermanentes y fugaces–, en las que aquel Fondo se despliega.

  Lo que es, el Fondo de lo real, es no-nacido. Las formas aparecen en un tiempo y un espacio determinado.

 ¿Y nosotros? Compartimos esa misma “doble dimensión” de lo real: somos una persona –histórica e impermanente– y somos, a la vez –esa es nuestra paradoja–, la consciencia que la genera y en la que se expresa. Lo cual significa que, en nuestra identidad profunda, somos no-nacidos. Lo que somos, lo que es, preexiste al tiempo y lo transciende: nacimiento y muerte son solo formas que la vida atemporal e ilimitada adopta. Las forman nacen y mueren; la vida que somos permanece.

 Una vez más, lo que se afirma de Jesús –tal como hace el Prólogo del cuarto evangelio– se aplica a todos nosotros. Esa es la gran revelación.

¿Vivo perdido en las formas o me abro a aquello que las sostiene?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El camino de la vida.

Viernes, 11 de diciembre de 2020

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De blog de José Arregi:

Los príncipes Pandavas, destronados por sus adversarios, se encontraban en el exilio. El más joven de los hermanos fue en busca de agua. Llegó a un lago cristalino, pero al acercarse y agacharse para beber, escuchó una voz que le dijo:

– ¡Detente! Solo podrás beber del agua de este lago si antes contestas a mis preguntas.

El joven no lo hizo. Bebió y murió. Al ver los demás hermanos que no volvía, fueron a buscarlo uno tras otro. Encontraron el lago, oyeron la voz pero ninguno contestó; bebieron y murieron uno tras otro. Finalmente llegó el último hermano. Éste sí accedió a responder.

– ¿Cuál es el camino que lleva al cielo? [vida plena], preguntó la voz que salía de la boca de un cráneo.

– La veracidad.

– ¿Cómo se puede encontrar la felicidad?

– Mediante la recta conducta.

– ¿De qué se debe uno escapar para evitar el sufrimiento?

– De la propia mente.

– ¿Cuándo una persona es amable?

– Cuando no tiene animadversión.

– ¿De entre todas las cosas sorprendentes del mundo cuál es la más chocante?

– Que mientras uno ve que todo el mundo muere, nadie piensa que también él morirá.

– ¿Por qué camino se accede a la Verdad inmutable [dharma]?

– No por medio de argumentos, ni siquiera por medio de muchas Escrituras Sagradas, sino siguiendo el camino de las personas santas [realizadas: libres y buenas].

La voz quedó satisfecha con sus respuestas, y dejó que el último hermano bebiera del agua del lago y todos los demás recobraron la vida”

*
(Del Mahabharata, epopeya más importante de la India, hacia el s. III a.C.).

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Preparad el camino del Señor.

Domingo, 6 de diciembre de 2020

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Si la paciencia es la madre de la espera, es la misma espera la que produce nuevo gozo en nuestras vidas. Jesús nos ha hecho entrever no sólo nuestros sufrimientos sino también lo que está más allá de ellos. «También vosotros ahora estáis tristes, pero os veré de nuevo y vuestro corazón se llenará de gozo». Un hombre, una mujer que no alimentan su esperanza en el futuro, no están en disposición de vivir el presente con creatividad.

La paradoja de la espera está precisamente en el hecho de que los que creen en el mañana están en disposición de vivir mejor el hoy; que los que esperan que de la tristeza brote el gozo están en disposición de descubrir los rasgos inaugurales de una vida nueva ya en la vejez; que los que esperan con impaciencia la vuelta del Señor pueden descubrir que él ya está aquí y ahora en medio de ellos (…).

Precisamente en la espera confiada y fiel del amado es donde comprendemos cómo ya ha llenado nuestras vidas. Como el amor de una madre por su propio hijo puede crecer mientras espera su regreso, como los que se aman pueden descubrirse cada vez más durante un largo período de ausencia, así nuestra relación interior con Dios puede ser cada vez más honda, más madura mientras esperamos pacientemente su retorno.

*

H. J. M. Nouwen,
Forza dalla solitudine, Brescia 1998, 59-62).

***

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías

“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.””

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

– “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

*

Marcos 1,1-8

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Recordatorio

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