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Envían a la Convención Constitucional «consideraciones» sobre cuotas, paridad y el concepto «disidencia»

Miércoles, 20 de abril de 2022
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imagesEl Movilh  envió una misiva a todos/as los/as convencionales constituyentes

El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) envío ayer a todos/as los/as convencionales constituyentes diversas “observaciones en el marco de las propuestas que tienen o tendrán a la vista sobre los derechos humanos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex, queer, asexuales y otras (LGBTIQA+)”.

Los planteamientos  en la carta del Movilh fueron los siguientes:

“1.- Concepto disidencia:   Entre las propuestas  relacionadas con los derechos LGBTIQA+ que está discutiendo la Convención se encuentra el concepto de “disidencia”.

Enfatizamos que los conceptos reconocidos por las leyes y el sistema internacional de DDHH para referirse a la población o personas LGBTIQA+  son los de “orientación sexual”, “identidad de género”, “expresión de género” o “diversidades sexuales y/o de género”.

El concepto “disidencia” no hace referencia exclusiva a un sector o tema social específico;  como el sexual;  pues es de carácter político-reivindicativo y puede aplicarse a otras luchas, como las de las mujeres o los pueblos originarios.

En otras palabras, no todas las personas LGBTIQA+ son disidentes o se identifican como tales,  pues dicho concepto no se relaciona por sí solo con su orientación sexual, identidad o expresión de genero, sino que con el posicionamiento sociopolítico- reivindicativo frente a la discriminación  y la vulneración de derechos.

Sin embargo, sí todas las personas LGBTIQA+ tienen orientaciones sexuales o identidades de género diversas, siendo esos los conceptos reconocidos por todo el sistema internacional de DDHH, tras décadas de lucha de los movimientos sociales en el mundo.

Animamos a la Convención Constitucional a discutir y resolver si está protegiendo a sectores históricamente vulnerables, a la política-reivindicativa de los mismos o a ambos.

Y si es ambos, debe considerarse que la disidencia no es solo sexual o de género, pues bien puede extenderse a las luchas de otros grupos sociales. Por tanto, debería darse rango constitucional a la disidencia de todos las personas y movimientos sociales que han luchado por la igualdad y contra la discriminación en razón de  la raza o etnia, la nacionalidad, la situación socioeconómica, el idioma, el sexo, la orientación sexual, la identidad y expresión de género, el estado civil, la edad, la filiación, la apariencia personal y la enfermedad o discapacidad, entre otros, que se posicionan frente a los sistemas dominantes y denuncian las injusticias de los mismos.

 2.- Cuotas y paridad

El Movilh defiende y promueve medidas de acción afirmativa a favor de la población LGBTIQA+ y en particular de las personas trans, las más afectadas por la discriminación hacia este grupo humano.

Es muy necesario generar espacios para la inclusión e incorporación de personas LGBTIQA+ en todas las instituciones.

El desafío no es fácil.

Una de las grandes luchas que dimos durante años las organizaciones fue el respeto a la privacidad de las personas trans. En especial, a mantener en total reserva el nombre y sexo asignado al nacer.

Con la Ley de Identidad de Género, que facilita el cambio de nombre y sexo legal, se reafirmó el derecho a la privacidad.

Una paridad o cuotas a priori, implicaría que todas las personas trans debiesen hacer público que el nombre y sexo que las identifica es distinto al asignado al nacer, lo cual invade la privacidad y la intimidad.

Se podría entonces argumentar que el derecho solo aplicará a personas dispuestas a hacer pública su identidad de género u orientación sexual. Pero si ese el caso, ya la paridad o cuotas no serían para personas  trans o LGBIQA+, sino para personas LGBTIQA+ dispuestas a hacer pública su identidad de género u orientación sexual.

Visto así, lo mejor es que el Estado garantice el igualitario acceso a cargos públicos, sin discriminación por identidad, expresión de género, orientación sexual ni por ninguna de las categorías protegidas en la Ley Zamudio. Y que se establezca como una obligación del Estado   la generación de medidas afirmativas a favor de los sectores históricamente desaventajados

3.- Otros: Finalmente exponemos a ustedes las propuestas que consideramos prioritarias de analizar con miras a  garantizar derechos a todas las diversidades sociales en igualdad de condiciones

 3.1 Las familias

La actual Constitución establece que en su artículo 1 que “la familia es el núcleo fundamental de la sociedad”.

Consideramos de gran relevancia que la Carta Magna siga refiriéndose a esta composición social, que es base del desarrollo de las personas. Sin embargo, la actual definición no se hace cargo de la diversidad familiar y social.

Por tanto, sugerimos que en su nueva redacción la Constitución  considere la siguiente idea:

 Las familias contribuyen al desarrollo de cada uno de sus integrantes y de las sociedades. Es deber del Estado proteger y garantizar la igualdad de derechos a todas las familias y a cada de uno de sus integrantes”.

3.2 – La no discriminación

La Actual Carta Magna se refiere en los artículos 16 y 22 a la no discriminación. El primero, vinculado a lo laboral y el segundo, a lo económico.  La visión es restrictiva, pues garantiza la no discriminación en solo dos campos y no lo establece como un principio general y universal; además de invisibilizar a los sectores históricamente desaventajados, pese a que los mismos son los más afectados por las marginaciones

Sugerimos, considerar a la no discriminación como unos de los principios de la nueva Constitución y  que, al mismo tiempo, enumere y explicite en igualad de condiciones todas las categorías  protegidas por la no discriminación, siguiendo los estándares internacionales de derechos humanos.

Teniendo por base la actual Ley 20.609 se sugiere establecer en la Constitución que:

La  Constitución asegura a todas las personas la no discriminación y en particular la prohibirá  cuando se funde en la raza o etnia, la nacionalidad, la situación socioeconómica, el idioma, la ideología u opinión política, la religión o creencia, la sindicación o participación en organizaciones gremiales o la falta de ellas, el sexo, la maternidad, la lactancia materna, el amamantamiento, la orientación sexual, la identidad y expresión de género, el estado civil, la edad, la filiación, la apariencia personal, la enfermedad o discapacidad, entre otros”

 3.3.- Personas 

En diversos artículos la Constitución habla de hombres y/o mujeres.  Se sugiere que en la nueva Constitución esa categorizaciones binarias sean reemplazadas por el concepto de “personas” en todos los casos que no apunten a la generación de medidas afirmativas a favor de sectores históricamente desaventajados, discriminados o vulnerables.

Fuente MOVILH

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“Jesús de Nazaret o el precio de la disidencia”, por Ignacio Simal

Miércoles, 24 de marzo de 2021
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cruzSi eres un disidente, normalmente te ignoran.
Si no pueden ignorarte, y no pueden responderte,
te desacreditan.”

(Noam Chomsky)

Tenía razón Chomsky cuando escribía que si eres un disidente y no pueden ignorarte, ni responderte, te desacreditan. El caso de Jesús de Nazaret es paradigmático de lo que el respetado lingüista estadounidense afirma en su “Chomsky: Obra Esencial”.

A Jesús nadie le podía ignorar (Mt. 4:24), ni nadie le podía responder (Mc.. 12:13-17; 34.)…. y el pueblo le seguía (Mc. 12:37). Su disidencia de una teología y praxis religiosa pervertida era meridianamente clara, sus palabras no dejaban ningún resquicio que pudiera provocar malos entendidos (Mt. 23 es un buen ejemplo de ello). De ahí que los que ostentaban el poder religioso de su tiempo pasaran directamente a desacreditarlo delante del pueblo y de sus seguidores y seguidoras.

Según el Evangelio de Marcos, los escribas procedentes de Jerusalén -centro del poder religioso- le desacreditaron afirmando “que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera demonios” (Mc. 3:22). Anteriormente “los suyos” pensaban de él que “estaba fuera de sí” ((Mc. 3:21).

En otra ocasión, según el Evangelio de Juan, le vuelven a desacreditar intimando que él es un hijo nacido de fornicación (Jn. 8:41). Le acusan públicamente de blasfemo (Mt. 26:65), de ser un rebelde frente al poder del Imperio (Jn. 19:12-16), y finalmente le muestran en público en un estado lamentable, resultado de las torturas a las que había sido sometido. Y el pueblo, que otrora le había seguido, clama a una voz contra el Nazareno: ¡Sea cruficado! ¡Sea crucificado! ¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos! (Mt 27:22-25). Todo acabó con una crucifixión pública donde las chanzas y el descrédito continuaron (Lc.23). El objetivo había sido alcanzado… Jesús, por fin, desacreditado y muerto, y el pueblo manipulado por el vértice de las estructuras, religiosas en este caso, de poder (Mt. 27:20).

Y eso es lo que sucede con los que disienten, los sospechosos y sospechosas de no ser incondicionales con las estructuras de poder con las que muchas de nuestras instituciones sociales y religiosas se dotan. Ellos, ellas, disienten -por ejemplo- de la lógica de los “Caifas” de este mundo (sean éstos de izquierdas o derechas en lo político; sean progresistas o conservadores en lo teológico) que sin pudor afirman: “nos conviene que una persona muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Jn. 11:50). La lógica de Caifas enmascara, de preocupación por el pueblo, su interés por conservar los privilegios de clase que le concede la estructura de poder en la que se mueve. Privilegios que veía poner en peligro por la praxis y mensaje de Jesús de Nazaret. Los discípulos y discípulas del Mesías sólo deben ser incondicionales del reino de Dios y su justicia. Nada más, ni nada menos

Tengo la impresión de que nuestras sociedades y nuestras iglesias están a falta de disidentes. Mujeres y hombres que, a la manera de Jesús de Nazaret, se pongan al servicio del reino de Dios y, por ende, al servicio del Dios que se nos manifestó en Jesús. Como también escribirá Chomsky, “se puede ganar mucho con el activismo -yo diría con el seguimiento de Jesús- … pero también se pueden perder muchas cosas. Y algunas de ellas no carecen de importancia, como por ejemplo la seguridad, eso no es algo secundario. Y la gente sencillamente tiene que tomar su decisión sobre el particular cuando decide qué va a hacer” (Chomsky: Obra esencial, Edit. Crítica, p. 257).

Al hilo de lo que escribe Noam, me viene a la memoria ese dicho de Jesús que afirma, de manera rotunda, “No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra .de modo que los enemigos de uno serán sus propios familiares El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará” (Mat. 10 34-39).

Perder la vida -renunciar a la seguridad- por causa del reino de Dios… Ahí está la cuestión. No existe otra opción para los seguidores y seguidoras de Jesús. Debemos tomar la cruz que ponen sobre nuestros hombros los centros de poder y caminar con ella haciendo frente a los poderes demoníacos de este mundo, sean éstos políticos, económicos o religiosos. No hay otra salida. No existe otro camino para el/la activista del reino de Dios.

Ignacio Simal Camps

Ignacio Simal es pastor de la Església Protestant Betel + Sant Pau (Aragó, 51 , Barcelona), miembro de la Iglesia Evangélica Española. Fundó Lupa Protestante en el año 2005. Es miembro de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, y del Fòrum Català de Teologia i Alliberament.

Fuente Lupa Protestante

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La vida en peligro en la Iglesia.

Viernes, 1 de septiembre de 2017
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francisco-con-los-obispos1. Si por “vida en peligro” se entiende la amenaza que pesa sobre la vida física, estaríamos volviendo a etapas, creo, ya superadas en la Iglesia. Al menos en la mundo Occidental. No, felizmente hoy las cosas han cambiado. La Iglesia ya no hace autos de fe en las plazas públicas, ni quema brujas y herejes en grandes pilas de leña, ni tampoco deja pudrirse en inhumanas mazmorras a los/as “sospechos/as” y disidentes. Pero la amenaza o el peligro de la vida en la Iglesia ¿es solo cosa de antes?

Aunque hay nuevos signos que, viniendo del papa Francisco, nos invitan al optimismo, se trata de gestos excepcionales, más expresivos porque chocan con la tendencia general. Su llamada a una “Iglesia en salida” (EG 26-27) señala indirectamente otra Iglesia que es mayoritaria y que vive ensimismada y de espaldas al mundo. Ya en el consistorio del 9 de marzo de 2013 —en el que entró siendo cardenal y salió como obispo de Roma— lo dijo con claridad: “La iglesia debe salir de sí misma, rumbo a las periferias existenciales. Una Iglesia auto-referencial amarra a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir. Es una Iglesia mundana que vive para sí misma”.

2. La amenaza a la vida en la Iglesia es hoy más sutil. Se trata de un enclaustramiento en una ideología poderosa que impide el desarrollo natural de la vida. El indio Amartya Sen, premio nobel de economía 1998, ve la pobreza, en el marco del desarrollo humano, como una “quiebra de las libertades sustanciales”, es decir, de la capacidad de producir y realizar el potencial productivo de la propia vida. Un fenómeno similar al que afectó al pueblo judío en tiempo de Jesús y que el evangelista Marcos interpretó como enfermedad. Enfermedad, tan metida en el cuerpo eclesiástico de hoy día, que necesitará también de todo un milagro para curarse.

Este encerramiento o quiebra se manifiesta en múltiples formas. Una de ellas es el centralismo que aparece en el nombramiento de obispos, hasta el mismo obispo de Roma. Un centralismo patriarcal que entrega todo el poder a los clérigos y excluye a los laicos y, en especial, a las mujeres. Frente al pueblo de iguales y la colegialidad que propugnaba el Vaticano II, esta reducción a la cúpula causa un debilitamiento creciente en las iglesias locales y en la misma conferencia episcopal.

También el discurso único que se impone tanto en el modo de pensar (obsesión por la ortodoxia) como en el modo de sentir y celebrar (ortopraxis) es otra forma de amenaza a la vida. Es paradigmático ese mono-tono discurso sobre la moral sexual y reproductiva (celibato, matrimonio, anticonceptivos, homosexualidad) y el freno a la teología crítica y a la misma teología de la liberación, fruto más logrado del Vaticano II. Se trata de un discurso que enmudece las voces proféticas y empobrece la vida eclesial.

Por citar otros fenómenos que amenazan la variedad y frescura de la vida en la Iglesia, no se puede disimular fácilmente el alineamiento de gran parte de la jerarquía con gobiernos conservadores, ultraconservadores y hasta dictatoriales; la imagen que proyecta a veces más preocupada por la conservación de atávicos privilegios que por la defensa de los derechos humanos y de los pobres; la falta de diálogo con la modernidad, la ciencia y las religiones; o su difícil aceptación de la opinión pública y el disenso. Todos estos fenómenos, que vienen directamente de la jerarquía, acaban afectando a la mentalidad del cuerpo social de la Iglesia y hasta a la buena salud de las personas.

Es difícil no acordarse, a este propósito, de aquello de que “quien se mueve no sale en la foto”. Por pensar de otro modo, lo que antes se llamaba herejía, se te excluye de los centros eclesiales de enseñanza, poder y decisión. Por querer y sentir de otra manera se te aparta del ritmo normal de la comunidad. ¿Quién puede ignorar a estas alturas, la fría e inmisericorde postura de la jerarquía ante las personas que han dejado el sacerdocio o la vida religiosa, los divorciados y divorciadas que han vuelto a casarse por lo civil, los gays y lesbianas por ejemplo? Por ponerte al lado de los laicos, librepensadores y ateos, lo que llaman “espíritu mundano”o “socialización del descreimiento”, se te mira con desconfianza, como persona no-fiable y anticlerical.

Y ¿qué decir de quienes manchan las manos y embarran los pies entre los “descartados” como los llama el papa Francisco? Me refiero a quienes realizan su vida en “malas compañías” y entre “gentes de mal vivir”: drogadictos y sin techo, migrantes y refugiados, etc. ¿Cuánto tiempo tienen que esperar y qué otros méritos tienen que hacer para llegar a ser reconocidos como hijos e hijas predilectos de la Iglesia?

¡Qué terrible contraste! Resulta que Jesús, a quien la Iglesia dice seguir, ¡fue matado por realizar su vida justamente entre estas personas! Con qué facilidad han olvidado las gentes que están en el poder en Iglesia aquella ternura del dueño del campo que, antes de arrancar la cizaña, prefirió dejarla crecer junto al trigo. ¡No sea que el diablo, por despiste, llegue a arrancar el trigo junto con la cizaña (Mt 13, 30).

3. La amenaza a la vida en la Iglesia se entiende entonces como el peligro que afecta a todo aquello que es distinto en el modo de sentir y pensar, querer, recordar y olvidar, creer y crear… amar. Este modo alternativo de vivir rompe con tradiciones de viejo arraigo que siguen siendo intocables para quienes están en el poder.

Entre nosotros, y como paradigmas bien expresivos de lo que está ocurriendo en la iglesia española, quiero citar escuetamente dos ejemplos: La parroquia universitaria Santo Tomás de Aquino, ahora comunidad, y la parroquia San Carlos Borromeo, ahora Centro de pastoral.

Cada una con su propio estilo, consecuencia de su lugar social de arraigo, han dedicado largas décadas de su vida a llevar la buena noticia del evangelio a quienes buscan otra cosa y a los/as perdedores e indignados de este mundo (expresos y drogadictos, migrantes y refugiados, etc.). Su herejía ha consistido en querer transformar la parroquia en comunidad de iguales y en hacer de la liturgia una fiesta de los fieles. Pero estas prácticas no han tenido acogida en las leyes rutinarias de la jerarquía y ambas experiencias han sido desacreditadas y olvidadas.

Y, estando así las cosas, uno se pregunta, ¿qué hacer con el mensaje de Jesús ante las transformaciones socioculturales que la nueva tecnociencia, la secularización y las nuevas religiones están abriendo a diario? ¿Cuál es el lugar de este mensaje subversivo y alternativo en una sociedad cada día manifiestamente más plural y diversa? ¿Es el evangelio solo para los ricos y la sociedad burguesa y bien instalada? ¿No hay una contradicción flagrante entre el modo de realizar Jesús su vida y la praxis de la Iglesia que dice ser su prolongación en el tiempo?

En definitiva, la amenaza a la vida en la Iglesia no está en quienes pretenden traducir y encarnar el Evangelio en las nuevas y cambiantes culturas, sino en quienes impiden la libertad sustancial de desarrollar el potencial creativo de la vida humana.

Evaristo Villar

Publicado en el nº 102 de la revistautopia.org

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , , , , ,

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